el retiro y yo

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EL RETIRO Y YO Una de las cosas que más me gustaba cuando era pequeño era ir al Parque del Retiro. Lo pedía con la insistencia con que los niños piden las cosas: ¡¡¡“quiero ir al Retiro…!!!” Y muchas veces lo conseguía y me iba con mis papis a ese paraíso que para mí era el parque del centro de Madrid. Íbamos andando desde la Glorieta de Embajadores donde vivíamos, pasando por la Ronda de Valencia hasta llegar a Atocha y entrando al Parque después de subir la famosa “Cuesta de Moyano”. Eran otros tiempos, los de mediados del siglo pasado, en que había mucha menos gente, menos coches y más tiempo, entre otras cosas porque aún no había empezado la televisión ni las maquinitas. Y los niños teníamos la ilusión de ir al parque a jugar con la tierra, a patinar, a montar en bicicleta (muchas veces alquilada), a jugar al fútbol o a ver los animales de la “Casa de Fieras”, que así es como se llamaba entonces al “mini-zoo” de Madrid, que también estaba en el Retiro. Poco podía yo pensar entonces la cantidad de sucesos históricos que habían pasado en este parque. La de reyes y personajes influyentes de la nobleza y de la sociedad que habían desfilado por este territorio, antes salvaje y cerrado y luego convertido en parque más o menos cuidado y abierto. Aunque no del todo porque hay zonas que están cerradas los fines de semana y solo abren sábados y domingos como son los jardines de Cecilio Rodríguez.

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EL RETIRO Y YO

Una de las cosas que más me gustaba cuando era pequeño

era ir al Parque del Retiro. Lo pedía con la insistencia con

que los niños piden las cosas: ¡¡¡“quiero ir al Retiro…!!!” Y

muchas veces lo conseguía y me iba con mis papis a ese

paraíso que para mí era el parque del centro de Madrid.

Íbamos andando desde la Glorieta de Embajadores donde

vivíamos, pasando por la Ronda de Valencia hasta llegar a

Atocha y entrando al Parque después de subir la famosa

“Cuesta de Moyano”.

Eran otros tiempos, los de mediados del siglo pasado, en que

había mucha menos gente, menos coches y más tiempo, entre

otras cosas porque aún no había empezado la televisión ni las

maquinitas. Y los niños teníamos la ilusión de ir al parque a

jugar con la tierra, a patinar, a montar en bicicleta (muchas

veces alquilada), a jugar al fútbol o a ver los animales de la

“Casa de Fieras”, que así es como se llamaba entonces al

“mini-zoo” de Madrid, que también estaba en el Retiro.

Poco podía yo pensar entonces la cantidad de sucesos

históricos que habían pasado en este parque. La de reyes y

personajes influyentes de la nobleza y de la sociedad que

habían desfilado por este territorio, antes salvaje y cerrado y

luego convertido en parque más o menos cuidado y abierto.

Aunque no del todo porque hay zonas que están cerradas los

fines de semana y solo abren sábados y domingos como son

los jardines de Cecilio Rodríguez.

A lo largo del tiempo el Retiro ha sufrido muchísimas

transformaciones, pero voy a empezar por contarles las que

he conocido. Y para eso nada mejor que enseñarles algunas

fotos familiares donde se ve el ambiente de la época, que no

era otra que los años 60.

Casi desde que fue abierto al público y con cámaras

fotográficas de la época manejadas por fotógrafos

ambulantes, los novios se hacían fotos en El Retiro. Y mis

papis no podían ser menos…

El Retiro era y sigue siendo un lugar esparcimiento, un

verdadero oasis en el centro de Madrid donde se podía

pasear tranquilamente, comer, merendar, jugar y, cómo no,

sentirse enamorado/a.

También se podía montar en bicicleta en la llamada

“Chopera” donde había dos casetas de madera redondas

como chozas en las que te alquilaban esos juguetes que solo

los más ricos podían tener. Y ahí aprendí yo a montar gracias

a mi papi que tuvo la paciencia de enseñarme.

Y luego el estanque con sus barcas también alquiladas (¡lo

más para los enamorados!) y sus peces que estaba

prohibidísimo pescar, pero que muchos chavales pescaban

hasta con anzuelos hechos con alfileres.

El Paseo de coches lo era también de las motos, pues allí se

organizaban carreras que a veces pude ver con mi padre. Me

impresionaban las balizas de paja que ponían en el

improvisado circuito.

Pero lo que más me gustaba era la “Casa de Fieras” donde

pude ver por primera vez leones, osos polares y pardos,

monos, dromedarios, cebras y ¡el elefante! que me

impresionaba sobre todo cuando cogía con su enorme trompa

el cacahuete que le daba subido encima de los hombros de mi

padre.

Con él jugaba al fútbol en los pinares de la entrada de la

Cuesta de Moyano donde cogíamos piñones y luego

merendaba bebiendo agua de las fuentes con chorrito, de

esos que estaban saliendo siempre y el agua era limpia y

fresquita: ¡qué tiempos! Ahora solo se puede beber agua en

la fuente del paseo de coches y con cuidado porque te puedes

poner perdido.

Nos gustaban también la Rosaleda (sobre todo en primavera,

claro), la fuente del Angel Caído, el Palacio de Velázquez y el

Palacio de Cristal con su estanque.

Y no digamos el llamado “Parterre”, ese enorme jardín en la

entrada de la puerta de la calle Alfonso XIII con esos cipreses

tan redondeaditos y el famoso Auhehuete, ese árbol

centenario tan enorme y famosísimo.

Pasábamos de vez en cuando por la Casa de Vacas, la

Montaña artificial y el Templete de la música, aunque por

estas zonas íbamos menos porque estaban más lejos.

Y El Retiro era (¡y es!) una maravilla, una forma de “pisar

tierra” en medio de un Madrid cada vez más ciudadano. Y no

digo de “pisar hierba” porque eso sí estaba terminantemente

prohibido y vigilado por unos guardias vestidos con un

curioso traje campero, entre marrón oscuro y gris, que te

multaban previo aviso con sus silbatos. Las parejitas también

tenían que tener cuidado con sus demostraciones de amor

porque podían ser primero amonestadas y luego multadas.

A pesar de eso el Retiro hacía honor a su nombre y era un

auténtico lugar de tranquilidad, reposo y descanso. Un

enorme y precioso jardín donde relajarse, respirar un aire

mejor, pasear, admirar monumentos, ver animales, montar

en bicicleta o en barca, enamorarse o jugar con los niños.

¿Pero cómo empezó todo? ¿Por qué se le llama “Retiro”?

Pues porque era un lugar de eso, de retiro, o sea, de

descanso. Para los reyes, claro. Y para sus cortes también,

por supuesto.

Todo empezó con un monasterio que los monjes de la Orden

de San Jerónimo fundaron allá por el siglo XV cerca del río

Manzanares. La iglesia que tenían se llamaba de san

Jerónimo el Real, también conocida como “del Paso” por

haber sido fundada por el rey Enrique IV como homenaje a

un caballero suyo que triunfó en un juego llamado así y que

consistía en no dejar pasar a ningún caballero por un puente.

El caso es que estos monjes se hartaron de vivir cerca del río

que no era muy sano y pidieron a la reina Isabel la Católica,

sucesora de Enrique IV, que les dejase otros terrenos para

trasladar el monasterio. Y así lo hizo cediéndoles las tierras

donde hoy sigue existiendo la iglesia de los Jerónimos que es

lo que queda del monasterio, además del claustro que ahora

está dentro de la ampliación de museo del Prado.

Pero esto sería como la prehistoria del Retiro. En realidad

todo empieza cuando al valido del rey Felipe IV, el famoso

Conde Duque de Olivares, se le ocurre la idea de construir un

palacio alternativo al Alcázar Real (hoy Palacio de Oriente).

Al rey le parece bien porque tenía cerca todos los bosques de

lo que hoy es el parque del Retiro, y más aún. Y a este rey le

encantaba la caza, así que el palacio se hace y además con

prisas.

Se hicieron jardines con numerosos caminos entre árboles,

estanques que se comunicaban por canales, preciosas

fuentes, pequeñas iglesias o capillas, etc. Se empezaron a

poner de moda las fiestas en estos jardines que incluían

desde viajes en góndola a espectáculos de luchas entre

fieras, como en los circos romanos, pasando por cacerías,

corridas de toros, funciones de teatro o fuegos artificiales.

¡Vamos que se lo pasaban bomba!

Hasta la llegada al trono de Carlos III no se hicieron cambios

importantes en el Retiro. Este rey fue el promotor del Jardín

Botánico, así como de un Gabinete de Historia Natural que

terminó siendo el actual Museo del Prado. Todo esto muy

cerca del Retiro. Y ya dentro de él, hizo construir el

Observatorio Astronómico y la Real Fábrica de Porcelana.

Esta última, como otros muchos edificios y jardines, fue

destruida por la Guerra de la Independencia, ya que los

franceses usaron el Retiro como acuartelamiento.

De hecho en unos terrenos que en esa época eran del parque

se fusiló a muchos madrileños. Hoy se levanta en esa zona un

obelisco entre las plazas de Neptuno y Cibeles con una llama

permanente que recuerda no solo a estos sino a todos los

caídos por España.

Total que cuando Fernando VII pudo por fin reinar, se

encontró con un Retiro destrozado. Tanto es así que hoy solo

queda de él lo que era el Salón de Reinos que modernamente

fue Museo de Ejército (actualmente absorbido por el museo

del Prado) y el Casón de Buen Retiro, que era el salón de

bailes del palacio y que ahora también ha pasado a depender

de dicho Museo.

Y el hombre se propuso restaurarlo, sobre todo una zona

llamada “el Reservado”. Por cierto que el Retiro ya había sido

abierto al público por Carlos III aunque de manera un tanto

restrictiva, tanto en el tiempo como en las vestimentas y

modos de comportarse en el parque.

Dentro de ese “Reservado” hizo construir los llamados

“Caprichos”, una serie de construcciones “caprichosas” de

las que nos quedan en el mismo Retiro la llamada “Casita del

Pescador”, la “Montaña artificial”, la "Casa del

Contrabandista" (ahora Florida Park). En otros parques como

el de la Alameda de Osuna también quedan algunos

"Caprichos".

Pero no todo fueron “caprichos” en el reinado de Fernando

VII. En el Retiro mismo construyó la llamada “Casa de

Fieras” y puso otra vez en marcha el Estanque Grande. Y lo

que no consiguió José Bonaparte (que lo propuso) lo hizo la

segunda esposa del rey Fernando, Isabel de Braganza, que

logró que el Gabinete de Ciencias que, como decíamos antes,

construyó Carlos III y que los franceses habían destrozado se

convirtiese en museo de pintura, nada menos que en el

Museo del Prado.

La hija de Fernando VII, Isabel II, pasaba bastante tiempo en

el Reservado del Retiro que construyó su padre y que ya fue

la única zona del parque donde la gente no podía pasar.

Además se empezaron a poner en marcha algunos alicientes

como puestos de bebidas o las barcas del estanque,

abriéndose bastantes paseos y restaurándose jardines, sobre

todo los del Parterre.

Sin embargo la reina Isabel fue la responsable de que el

Retiro se hiciese más pequeño al vender al Ayuntamiento de

Madrid en 1865 una parte del mismo donde se construyó el

barrio que hoy se conoce como “los Jerónimos”.

Tres años más tarde, en 1868, estalla la “Gloriosa

Revolución” que exilió a Isabel a Francia y “revolucionó” el

Retiro al convertirlo en un parque totalmente público

llamado “Parque de Madrid”. Hasta las tapias del Reservado

fueron derribadas. Fueron los años del breve reinado de

Amadeo de Saboya y de la Primera República hasta que se

restauró la monarquía en la figura del rey Alfonso XII, hijo de

la reina Isabel II.

Poco le duró al rey el parque, ya que lo cedió al

Ayuntamiento en 1876. Se levantó un muro de piedra y

ladrillo sobre el que se colocó una verja pero solo por las

zonas que daban a la calle de Alfonso XII (Granada es esa

época) y Alcalá, dejándose la antigua tapia en el resto.

Cuando el rey murió le sucedió su viuda, por cierto

embarazada, la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena y

fue entonces cuando el retiro empezó a ser lo que es hoy. La

moda eran los jardines llamados “paisajistas” que imitaban la

naturaleza al contrario que los franceses e italianos que

buscaban los jardines geométricos con bastantes árboles

frutales que fue lo que en principio se hizo en el Retiro.

Se impuso por tanto la moda inglesa con praderas de césped

y caminos más o menos sinuosos con árboles de sombra.

El hijo de María Cristina fue el rey Alfonso XIII que nada más

jurar la Constitución, en 1902, puso en el Retiro la primera

piedra del que sería monumento a su padre situado en el

estanque.

En el barrio de los Jerónimos y el Paseo del Prado quedó una

zona verde que se llamó “Jardines del Buen Retiro” donde se

instalaron una serie de atracciones como tiro al blanco,

teatro, bailes, etc. que tenían mucho éxito en el buen tiempo.

Pero en 1905 todo ese terreno se aprovechó para construir el

Palacio de Comunicaciones, más conocido como el “edificio

de Correos” que desde 2007 ha pasado a ser la sede principal

del Ayuntamiento de Madrid.

Por los “felices años 20” del siglo pasado se construyeron las

primeras líneas del Metro de Madrid, correspondiendo a la

Línea 2 la estación de Retiro, que sigue abierta en la

actualidad.

Pero en 1931 se proclama en España la Segunda República,

lo que obliga a Alfonso XIII a exiliarse en Roma.

A pesar de que el Gobierno de la República enseguida hizo

públicos otros dos parques como son El Campo del Moro y la

Casa de Campo, en 1935 declaró al Retiro como “Jardín

Artístico”, protegiéndole de forma especial.

Sin embargo en 1936 hubo una rebelión de parte del ejército

contra el gobierno, que dio lugar a la Guerra Civil durante la

cual e incluso después, el Retiro se vio afectado, primero por

los bombardeos tanto de la aviación como de la artillería y

después por el expolio que sufrió por parte de los madrileños

que, acosados por el hambre y el frío, talaban árboles y

cortaban arbustos para hacer leña.

También la población de gatos que siempre existió (y existe)

en el Retiro, se vio muy mermada por la caza a que fueron

sometidos con la primaria pero legitima intención de comer

algo de carne.

Durante los “40 años de paz” que siguieron bajo la dictadura

del general Franco, en el Retiro se hicieron jardines nuevos,

destacando los de Cecilio Rodríguez, cerrándose la famosa

Casa de Fieras que se trasladó a la Casa de Campo

convirtiéndose en el nuevo Zoo de Madrid. También se

hicieron aberraciones como la Torre de Valencia en la

esquina de las calles de O’Donnell y Menéndez Pelayo, la

cual afea notablemente esa perspectiva del parque.

Al morir Franco en 1975 le sucedió un nieto de Alfonso XIII,

el Rey D. Juan Carlos de Borbón, quién reinstaura la

democracia de manera que en 1977 ya se eligen gobernantes

en España, entre ellos los responsables del Ayuntamiento de

Madrid que -¡por suerte!- intentan mejorarlo de manera

notable.

Aparte de instalarse nuevos monumentos y jardines, se cierra

el parque al tráfico lo que hace que muchos madrileños

prescindan del coche para ir al Retiro. Entre ellos mis padres

que tenían la costumbre de ir todas las tardes con el 600

primero y con el 127 después al Paseo de coches donde

aparcaban y se dedicaban entre otras cosas a dar de comer a

las palomas en la placita del monumento a Martínez Campos.

A partir de entonces se iban andando desde Embajadores,

como cuando yo era pequeño, lo cual era mucho más sano

para ellos y para todos.

También se han cambiado los sistemas de riego, que ahora se

hace con agua no potable y en muchos casos por goteo

dirigido de forma automática.

Se han intentado eliminar las llamadas “barreras

arquitectónicas”, o sea los bordillos, escaleras, etc. para que

la gente que va en silla de ruedas pueda circular a gusto por

el parque.

Hay bastantes zonas de recreo para niños con toboganes,

columpios y cosas de esas que tanto gustan a los pequeños y

a veces disgustan a los papás que tienen que esperar

pacientemente a que terminen de “recrearse”.

Y por si fuera poco hay en el centro del retiro unas

Instalaciones Deportivas Municipales con campos de futbol,

pistas de tenis, polideportivos de futbol sala, balonmano,

baloncesto, etc.

Lo que sigue sin haber son fuentes cómodas y servicios

públicos abundantes. Las fuentes son tipo “ducha” porque los

chorros son tan fuertes que no hay manera de beber. Y los

servicios públicos son escasos, concretamente solo cuatro del

parque: los del Templete de música, el Angel caído, la fuente

de la alcachofa y los del paseo de coches a la altura de la

antigua Casa de Fieras. Luego se puede acceder cuando

están abiertos los de edificios como la Casa de Vacas, el

Palacio de Cristal, el de Velázquez o el Polideportivo. Y luego

ya los de los kioscos, pero estos son privados.

¿Qué, os habéis hecho una idea de por dónde va esto de “El

Retiro”? ¿A que es un parque fantástico, lleno de historia, de

monumentos, de naturaleza, de anécdotas y, sobre todo, lleno

de vida? Pues no hemos hecho más que empezar, porque os

espera un recorrido por todas las zonas del parque con

muchísimos más detalles y curiosidades que creo que os va a

gustar… Y mucho…!!!!!

Para que os empecéis a orientar aquí teneis un mapa de los

que regalan en los Puntos de Información con las 16 zonas en

que lo hemos dividido para iros explicando con detalle cada

una de ellas:

El Ángel CaídoComo vivíamos en Embajadores y nos íbamos a pie desde

casa entrábamos siempre por la puerta que está después de

subir la famosa “cuesta de Moyano” y que se llama “Puerta

del Angel Caído”.

Empezaremos por contar que lo de Moyano viene de D.

Claudio Moyano, el que fuera político en el siglo XIX y

responsable de la famosa “Ley Moyano” de Educación.

Al final de la Cuesta de Moyano podemos ver una estatua de

D. Pío Baroja el famoso novelista autor, entre otras muchas,

de novelas como “La busca”, “El árbol de la Ciencia”,

“Zalacaín el aventurero” o “Memorias de un hombre de

acción”. También escribió una novela ambientada en el

parque: “Las noches del Buen Retiro”. De origen vasco, D.

Pío terminó viviendo y queriendo a Madrid adonde llegó para

hacerse cargo –junto con su hermano Ricardo- del negocio de

panadería que hoy día continúa y se conoce como “Viena

Capellanes”. Murió muy cerca del Retiro, en la calle Ruiz de

Alarcón, dentro del barrio de los Jerónimos.

Muy cerca de la entrada llamada “del Angel Caído” hay un

túnel que comunica con la estación de Atocha:

Esta puerta del parque es por la que entrábamos casi

siempre. Se conserva el estilo original aunque ha sido

mejorada:

Da la sensación de que las bases de las columnas de esta

puerta son de granito nuevo y no recuerdo que cuando venía

de pequeño hubiera esta bonita planta en el centro: son

begonias de flor (Begonia semperflorens) que como su

nombre científico indica siempre están florecidas. Pero estas

plantas son variables, es decir, que las van cambiando cada

cierto tiempo.

Nada más pasar la puerta nos encontramos con una subida

bastante pronunciada que se llama Paseo del Duque de

Fernán Núñez, por la que solo se puede pasar a pie o en bici,

como ocurre en todo el parque, a menos que se sea de la

policía, de los jardineros o bien se tenga permiso para pasar

mercancías a los kioskos. En ese caso se permite el paso de

coches o motos. O de camiones donde van los caballos que

luego utiliza la policía para hacer sus vigilancias.

A la derecha está la entrada para el Observatorio

astronómico aunque cuando pasé por allí estaba cerrada:

Este Observatorio fue una idea del famoso marino Jorge Juan

quién se lo propuso a Carlos III que lo encargó al no menos

famoso arquitecto Juan de Villanueva empezándose a

construir en 1790. Se compró lo que en su época era un

magnífico telescopio y desde aquí los astrónomos empezaron

a trabajar en contacto con colegas europeos.

Pero llegó la invasión de Napoleón y todo se destruyó hasta

que en 1845 se vuelve a trabajar en el Observatorio y además

se termina de construir el edificio. Tras distintas etapas se

llega a la situación actual en la que existen otros centros

como el de Yebes en Guadalajara o el de Calar Alto en

Almería en donde, mediante las modernas técnicas de

Radioastronomía se realizan investigaciones sobre el espacio,

habiendo quedado el Observatorio de Madrid como museo.

Se puede visitar con guía los viernes a las 11.

Aparte del edificio, que es una pequeña maravilla con sus

columnas y su cúpula en la que no falta el tejado de zinc y la

veleta, podemos ver un pozo de agua fresca que puede

sacarse con un cubo y una polea o la inscripción oficial de la

altitud sobre el nivel del mar de la ciudad de Madrid.

Dentro del Observatorio, nada más entrar, podemos ver

curiosos telescopios de madera así como un péndulo de

Foucault también con pivotes de madera que demuestra el

giro de la Tierra.

Los jardines que rodean al Observatorio son preciosos: hay

desde frutales como el albaricoquero hasta especies

tropicales como palmeras, pitas o chumberas:

Al lado del Observatorio y más cerca del paseo del Duque de

Fernán Núñez por el que vamos se ven unos edificios desde

la verja así como un monumento modernista de hierro

además de una especie de pequeño palacete:

En la esquina de este edificio que da al paseo hay un cedro

en el que han anidado unas cotorras argentinas que se han

dedicado a hacer unos nidos enormes con ramitas

cuidadosamente entretejidas en los que viven varias parejas.

Lo primero se las oye porque tienen una forma de piar o

gritar muy especial. Luego se las ve como van y vienen a los

nidos ¿Qué de donde vienen? Pues son las descendientes de

las que se han escapado de jaulas y que se asentaron en

Madrid hace años, en zonas como la Casa de Campo o la

Ciudad Universitaria. Su nombre científico es Myiopsitta

monachus, o Cotorra Monje Argentina.

En la siguiente esquina de este edificio hay un pasillo o

corredor al que se accede entrando por una puerta y

enseguida vemos un cartel donde indica el Registro de

Gerencia de Infraestructuras o bien la dirección a seguir

para encontrar el Instituto de Enseñanza Secundaria Isabel

la Católica que ya se encuentra fuera de lo que es el Retiro.

Siguiendo por este pasillo llegamos al otro edificio que es el

“Laboratorio Central de Estructuras y Materiales”

dependiente del Ministerio de Fomento. Se le conoce como el

“CEDEX” (Centro de Estudios y Experimentación de Obras

Públicas).

Cuando yo era niño, mis papis y yo nos solíamos quedar justo

en el pinar que está junto a estos edificios y que vemos en las

siguientes fotos:

En esta zona era donde mis papis y yo íbamos a pasar

muchas tardes. Mi madre se llevaba “labor”, es decir, lana

para tejer punto o telas para coser vestidos y mi padre yo nos

dedicábamos a jugar al futbol y a coger piñones de los pinos

cercanos.

Se trata de los llamados “pinos piñoneros” (en latín “Pinus

pinea”), los cuales son enormes llegando hasta los 30 metros

y presentan una especie de espigas amarillas donde se

produce el polen que al moverlas sale en forma de polvillo

amarillo. Estas son las flores masculinas, siendo las

femeninas las piñas que producen esos piñones tan ricos y

que es posible recoger del suelo, sobre todo cuando hace aire

o después de que haya llovido. Las hojas son las típicas de los

pinos en forma de aguja y salen de dos en dos.

Son árboles que viven muchísimos años, hasta 500, por lo

que los que hay ahora son los mismos que los que yo veía de

niño, vamos seguro.

Cuando yo era niño había bancos de madera con estructuras

de hierro, bastante incómodos, la verdad, donde las mamás

hacían labores, charlaban y nos daban las meriendas. Para

beber había una fuente de piedra de la que salía

continuamente un chorrito de agua fresca. Eso sí se ha

perdido hoy porque las fuentes del Retiro son de un agua

peor que la del grifo y que sale a toda pastilla de forma que

en vez de beber te duchas.

Ahora el ambiente es distinto, han puesto columpios y la

gente ya no suele coger piñones:

También hay otros arbustos que antes no existían como son

el madroño, las fotinias, los durillos y las mahonias:

Enfrente hay una pared de ladrillo y una puerta. Se trata del

“Centro de Información y Educación Ambiental” donde se

dan cursos de jardinería y clases de educación ambiental,

que para eso se llama así.

Vamos a pasar a ver como es por dentro:

Nos encontramos una especie de “pasillo” adoquinado en el

que a la derecha está lo que es el Centro en sí y a la

izquierda los Viveros Municipales.

La verdad que es uno de los lugares menos conocidos de El

Retiro y donde se pueden aprender muchas cosas

relacionadas con la energía y los cultivos de huerta. Os lo

recomendamos.

En una pequeña zona de césped pasado el pinar y cerca del

paseo hay unas cuantas zelkovas, que es un arbolito que me

costó encontrar bastante, incluido un chaparrón, pero al final

las encontré y aquí las teneis:

A la Zelkova serrata se le llama también “zelkova japonesa”,

porque es oriunda de Japón, China, Taiwan y Corea. La

descubrió un alemán en un templo del Japón, llevó unas

plantas a Holanda y así se la empezó a conocer en Europa.

Lo de “serrata” viene por las hojas que tienen como dientes

de sierra en sus bordes. Se caen con relativa facilidad y se

utilizan de forraje para el ganado. Tienen flores de sexos

separados, o sea, que las hay masculinas y femeninas y son

verdosas y pequeñas. Los frutos también son verdosos y en

forma de cápsulas, también pequeñas. La madera es muy

fuerte y se puede usar para ebanistería y construcción. Las

zelkovas son árboles que crecen muy despacio y pueden vivir

hasta dos siglos. También se les utiliza para hacer bonsáis.

Muy cerca de las zelkovas hay un par de arbolitos que pasan

casi desapercibidos pero son muy curiosos porque se trata de

un nogal americano y de un zumaque de Virginia, o sea,

también americano:

El nogal americano se llama Juglans nigra, o sea que también

se le conoce como “nogal negro” y proviene de la zona este

de Norteamérica. La corteza está un poco cuarteada y las

hojas son compuestas, con forma de lanza y algo aserradas,

pero menos que las de las zelkovas. Las flores son de sexos

separados y los frutos son auténticas nueces comestibles. De

hecho los indios americanos se las comían. La madera es muy

dura y se utiliza en ebanistería, para recubrir casas por

dentro, hacer culatas de armas de fuego o incluso barcos.

Al lado hay otro pequeño árbol que es aún más rarito; se

llama “zumaque de Virginia”:

Procedentes de Virginia (Norteamérica), los zumaques

pertenecen a la familia de los anacardos, siendo su nombre

científico Rhus typhina. La corteza del tronco es blanquecina

y con bastantes grietas y las hojas compuestas y con una en

el extremo, también con pequeños dientes. En otoño se

ponen de color amarillo-rojizo. Hay flores masculinas y

femeninas a veces en el mismo árbol y otras en árboles

distintos. Los frutos son casi esféricos, rojos y aterciopelados.

Si seguimos subiendo hacia la estatua del Angel Caído, a la

derecha veremos una plantación de almendros (Prunus

dulcis) que es relativamente moderna. Son de dos

variedades, la dulce y la amarga, la mayoría de estos últimos

por lo que las almendras no son comestibles, no os molestéis

en intentar cogerlas.

Pero a pesar de que son amargas hay gente “pa tó” que se

dedica a comérselas:

Pegados a la pared de los Viveros del Ayuntamiento hay una

serie de árboles y arbustos:

El sauzgatillo abunda por estos pagos, junto con una serie de

arbustos:

Su nombre científico es Vitex agnus-castus o sea “arbusto del

cordero-casto” porque en la Edad Media se creía que tenía

propiedades anti-afrodisíacas. De hecho lo tomaban los

monjes para guardar el voto de castidad. Pero actualmente

se utiliza como regulador de la menstruación y palitivo de los

efectos de la menopausia. También se usa como sedante,

aunque yo la verdad prefiero tomar otras cosas, por si las

moscas o “por si los monjes”. Se venden preparados de

sauzgatillo a partir de sus hojas (infusiones) y de sus frutos

que, por cierto, tienen un cierto sabor picante por lo que

también se le llama “pimiento loco”. Es típico de la cuenca

mediterránea y muy conocido y utilizado, por ejemplo, en

Marruecos.

Por aquí encontramos también hasta vides y madroños:

Higueras, olmos, almeces y manzanos, junto con algún que

otro pino y pitosporo, completan la variedad botánica de la

zona, que no es poca.

Lo siguiente en esta parte derecha de la subida es esta noria

que data del siglo XVIII y se llama “de sangre” porque era

movida por mulas al igual que otras que había y que servían

para sacar agua para el riego, y también para los ríos y

estanques del parque. Es de origen persa y tiene dos ruedas

de madera: la vertical está sobre el pozo y la horizontal tiene

una vara larga que la une a la mula que la mueve. Por

supuesto las dos ruedas están engranadas por lo que la una

hace que mueva la otra.

Toda esta zona de los almendros y la noria se conoce como

“El Huerto del Francés” porque los franceses utilizaron la

zona en la Guerra de la Independencia y la noria se usó para

sacar agua para la fábrica de porcelanas que también hubo

aquí.

Al lado de la noria hay un pino que está dentro de un

cuadrado de césped que es nada menos que un negral (Pinus

nigra) de los que hay unos cuantos cerca del Palacio de

Cristal pero que son raros en el Retiro.

Pero ahora os contaremos toda la historia. Antes deciros que

en la acera de enfrente, o sea, la de la izquierda según se

sube, hay una serie de árboles, algunos de ellos enormes.

Los más grandes son los cedros y los eucaliptos, pero

también hay castaños de indias, tanto a uno como a otro lado

del camino, así como otros árboles que aparecen en primer

plano en las fotos y que no son otros que los almeces, Celtis

australis para los científicos.

De los frutos del almez, una vez maduros, se puede hacer

mermelada y de las semillas que contienen se puede sacar un

aceite muy especial.

También hay unos pequeños árboles que son las famosas

mimosas (Acacia dealbata), las más resistentes al frío a pesar

de provenir de Australia y Tasmania. Son muy llamativas sus

hojas compuestas de otras muy pequeñitas y flores exóticas

que salen en enero y febrero formando grupos con llamativos

estambres amarillos. Los frutos son unas judías aplastadas de

color marrón.

Los castaños de indias son muy típicos en el Retiro pero

también los hay en otros muchos parques. Hablaremos de

ellos con detalle en el capítulo “Casa de Vacas-Templete”.

Casi al final de esta cuesta hay una caseta de las que usaban

los guardas antiguos, esos que iban con sus trajes de pana y

lana marrones y grises. Ahora los guardas tienen otro estilo y

estas casetas se usan para guardar utensilios de jardinería

Y un poco más arriba hay unos “urinarios” (que palabra,

¿verdad?) de los auténticos, con sus rejas de hierro forjado y

sus azulejos blancos.

A la derecha hay unos columpios que la gente suele usar

como “gimnasio al aire libre” donde destaca un pino carrasco

cuyo tronco está prácticamente horizontal.

Pero aparte de los pinos también crecen en esta zona otros

árboles como el roble o, de nuevo, el almez:

Y por fin llegamos a una amplia plazoleta donde está la

fuente que alberga en su centro la famosa estatua del Angel

Caído, única representación de Lucifer (o sea del Diablo) que

existe en una vía pública. La hizo en bronce el escultor

Ricardo Bellver en Roma y la verdad es que para llegar aquí

tuvieron que pasar muchas cosas, entre otras, ganar la

Exposición de Bellas Artes en España en 1878 y a la vez una

mención honorífica en la Exposición de París.

Pero la historia de este monumento y este sitio del Retiro en

particular es mucho más larga y complicada. Antes de

contarla veamos con detalle la escultura:

No os creáis que siempre ha salido agua por las bocas de los

dragones. Cuando yo era pequeño la fuente estaba seca y el

agua no se puso hasta el año 1980, es decir, casi cien años

después de su construcción. Y ahora os contaremos la

historia.

Estos terrenos fueron en principio una iglesia llamada de San

Antonio de los Portugueses porque la hizo un rico portugués.

Estaba rodeada de un estanque que estaba unido al estanque

grande por medio de un río artificial (también llamado

“grande”) lo que servía para que los reyes y los nobles

pudieran hacer viajecitos en barco. Todo esto era en el siglo

XVII y reinando Felipe IV.

Luego, cuando Carlos III fue rey esta ermita fue derruida y se

construyó allí la citada Fábrica de Porcelana, llamada “La

China” por los madrileños, y que produjo importantes piezas

para la Casa Real Española, algunas de las cuales se

conservan en museos como el Arqueológico Nacional así

como en el Palacio Real de Madrid o la Casita del príncipe de

El Escorial. Estuvo abierta desde 1760 hasta 1812, cuando la

llamada “Batalla del Retiro” acabó con ella por los

bombardeos de los ingleses (aliados de los españoles) contra

las tropas francesas que estaban acampadas en esta zona.

Una vez destruida por la guerra, en el mismo sitio que habían

ocupado primero la ermita y luego la fábrica, se hizo la

plazoleta y la fuente en la que se pensaba poner una estatua

del rey Fernando VII, pero al final se puso la famosa del

Angel Caído en el año 1886.

La Rosaleda

A mí la Rosaleda del Retiro siempre me ha parecido un sitio

mágico. Bueno casi mejor un sitio “místico”. Sí porque

cuando iba de pequeño ya sabía que las rosas eran flores

preciosas, que olían muy bien pero que no se las podía ni

tocar. Solo oler con mucho cuidado. Y eso es lo que hacía

cada primavera, olerlas y disfrutar de esos perfumes

naturales, sencillos, que salían de esas flores casi sagradas.

Pero y los colores… llegar a la Rosaleda, entrar y ver esa

cantidad de flores cada una de un color. Y es que las hay de

todos los colores: blancas, rosas, malvas, amarillas,

naranjas, rojas…

Y luego los arcos (que se llaman “pérgolas”) llenos de

flores, y las fuentes y los paseos todos tan simétricos. Es

como estar en un jardín de sueño. Que supongo es lo

quería el que ideó el sitio que fue el famoso jardinero D.

Cecilio Rodríguez del que hablaremos más al llegar a los

jardines que llevan su nombre.Como vivíamos en

Embajadores y nos íbamos a pie desde casa entrábamos

siempre por la puerta que está después de subir la famosa

“cuesta de Moyano” y que se llama “Puerta del Angel

Caído”.

Antes de la Rosaleda en este espacio había un “Estanque

de patinar” donde la gente patinaba sobre hielo en

invierno. Pero como daba bastante el sol el hielo duraba

poco así que este estanque se pasó a un sitio más sombrío

como es el Campo Grande (entre el estanque y la Rosaleda)

y en su lugar se puso un invernadero gigante (de los que se

llaman “estufas”) para plantas exóticas. Lo donó el

Marqués de Salamanca que lo tenía en su palacio del Paseo

de Recoletos.

Todo esto sucedió en 1876 y la estufa se mantuvo hasta

1930, pero lo que es ya la Rosaleda se empezó a construir

en 1914 que fue cuando el Ayuntamiento se la encargó a D.

Cecilio Rodríguez el cual se fue a París para coger ideas.

Con tan mala suerte que le sorprendió allí nada menos que

la Primera Guerra Mundial. A pesar de todo pudo cumplir

su misión y traer un proyecto de jardín e incluso rosales

para plantarlos.

Como las guerras y las rosas no se llevan bien, la Rosaleda

se destruyó en la guerra civil y tuvo que ser reconstruida y

replantada en el año 1941 con otros cuatro mil rosales.

Un sitio así se presta muchísimo a las fotos pero no solo de

las rosas sino de la gente, sobre todo si se acaban de casar

como les ocurrió a mis papis:

Esta es la zona del llamado “Paseo del Uruguay” que va

desde el Angel Caído hasta la Puerta de Granada por la que

se sale a la Plaza del Niño Jesús.

En este paseo de tierra y utilizando los troncos de los

árboles como postes se suelen organizar partidillos de

fútbol en los que a veces Diego ha participado. Pero eso es

en vacaciones o fines de semana. A diario un grupo de

jubilados lo utiliza para jugar a la petanca. Hay un par de

fuentes para beber agua y/o “ducharse” en cuanto te

descuides. 

Viniendo del Angel Caído encontramos unos setos donde

enseguida vemos la estatua dedicada al gran maestro

Chueca (Madrid 1846-1908), muy de moda no solo por sus

zarzuelas sino por la plaza y el barrio que llevan su

nombre. Pero su fama le llegó por ser el autor de la música

de zarzuelas tan conocidas como “La Gran Vía” o “Agua,

azucarillos y aguardiente”, aunque en realidad él iba para

médico.

Este busto lo compró en el Rastro el propio Cecilio

Rodríguez y fue esculpido por el escultor catalán Pedro

Estany, como puede leerse en la parte derecha de la base.

En los alrededores destacan una serie de pinos, de los

llamados “carrascos” (Pinus halepensis), que significa

“pino de Alepo” que es una ciudad de Siria donde hay

muchos). Estos pinos son altos, sobre los 20 metros, y los

troncos tienen la corteza blanquecina sobre todo cuando

son jóvenes. Luego se va haciendo más pardo-rojiza. Se

distinguen muy bien porque su copa es irregular y algo

dispersa, al contrario que los piñoneros que la tienen

bastante redondeadita. Las piñas son diferentes a las de

éstos, más alargadas, pero también tienen piñones que se

pueden recoger por la zona en otoño. Es sí solo los

producen cada dos años, lo que pasa es que como en la

Rosaleda hay unos cuantos, si no es uno es otro el que los

tiene, así que siempre los hay. Son oscuros y tienen unas

alitas como membranas que son para que el viento los aleje

del pino y que nazcan otros.

La madera no es demasiado buena pero se utiliza para

hacer cajas de embalar, traviesas de tren y como

combustible. Sin embargo su resina es muy apreciada y se

usa (sobre todo en Grecia) para dar aroma a los vinos y

también para obtener una sustancia disolvente como es la

esencia de trementina. 

Su corteza es muy rica en taninos, así que es utilizada para

curtir cueros y también para teñir telas.

Estos pinos carrascos son bastante fuertes, crecen rápido y

les gustan los suelos calizos, resistiendo muy bien la

sequía. Pueden vivir hasta 200 años, lo que no está nada

mal.

Siguiendo la llamada “senda botánica” encontramos otros

interesantes ejemplares de árboles y/o arbustos.

Destacan las fotinias (Photinia serrulata) de las que hay

varias grandotas y centenarias, injertadas en troncos de

membrillos, según me dice mi amiga Isabel de los “Puntos

de Información” del propio parque. El nombre en la latín

significa “reluciente aserrada” por la textura de sus hojas

que cuando empiezan a salir son rojizas y luego se van

haciendo verdes. Las flores son blancas, pequeñas y salen

en grupos con forma de “paraguas”. Los frutos son

pequeñas esferitas carnosas de color rojo y salen a

principios de otoño. Estas plantas son orientales y

provienen de China, Japón y también de la isla de Formosa.

Otro matorral de esta zona incluido en la citada “senda

botánica” es el durillo o Viburnum tinus, que significa

“atar” (por sus ramas flexibles que sirven para eso) y

“laurel” por el parecido de sus hojas.

Por cierto son muy amargas y se utilizaban antes

cociéndolas para bajar la fiebre. Sus flores son parecidas a

las de las fotinias, pero sus frutos son ovalados y de color

azul oscuro (casi negro) con poca carne y un hueso en el

centro. De todas formas los pájaros se los comen en el

invierno.

El bonetero es otro de los arbustos de esta parte de la

senda botánica cuyo nombre le viene porque sus frutos (de

color anaranjado) tienen cuatro partes que sobresalen y

parecen el “bonete” de un cura. Por eso en latín se le

llama Euonymus europea que significa “el bien nombrado

de Europa”, ahí es nada…!!! Hay que tener cuidado con sus

frutos porque en pequeñas dosis son purgantes y pueden

ayudar a vomitar pero si te pasas resultan muy tóxicos. Las

flores son pequeñas, blancas o verdosas y en racimos. El

carbón que sale de su madera quemada se usaba para

hacer pólvora.

En esta zona más cercana al Angel Caído hay otra estatua

dedicada a D. Manuel de Tolosa Latour, médico que

dedicó su vida a la protección de la infancia. Nacido en

Madrid en 1857 estudió medicina y se especializó en

pediatría escribiendo libros sobre la especialidad y

siempre en defensa de los menores. Sobre todo se

preocupó y ocupó de los niños enfermos y necesitados

impulsando la creación de hospitales infantiles como el de

Chipiona y otros que se llamaron “marítimos” por utilizar

las propiedades curativas del mar y del sol. Fue Secretario

General del Consejo Superior de Protección a la Infancia y

la ley que fue aprobada en este sentido se llamó “Ley

Tolosa”. Otros cargos fueron los de subinspector jefe de la

Inspección Médico-escolar del Estado y secretario del

Tribunal Tutelar de Menores.

Casado con una importante actriz de la época era

apasionado de la literatura y del teatro, destacando su

amistad con escritores y dramaturgos, sobre todo con D.

Benito Pérez Galdós de quién fue íntimo amigo, tanto que

el doctor aparece con otro nombre en varias obras de éste.

Hace poco tuve ocasión de ver una carta manuscrita de

Tolosa a Galdós felicitándole por su obra teatral “Electra”.

Pero sobre todo es muy de destacar su labor como

defensor de los niños y también de las madres que en

estos finales del XIX y principios del XX estaban bastante

abandonados. Murió de repente en su casa de Madrid en

1919.

Y siguiendo con las estatuas, al otro lado de la Rosaleda

encontramos la de D. Miguel Moya Ojanguren, fundador

de la Asociación de la Prensa de Madrid para proteger a

los periodistas de la situación difícil en que se

encontraban. Nació en Madrid en 1856 y fue abogado pero

sobre todo periodista, llegando a dirigir diarios de la época

tan importantes como “El Liberal”, “El Imparcial” y “El

Heraldo de Madrid”, entre otros. Falleció en 1920 y siete

años más tarde el periodista D. Torcuato Luca de Tena,

director de ABC, sufragó la mayor parte de los gastos de

esta estatua que encargó al gran escultor D. Mariano

Benlliure.

Cerca de este monumento hay algunos álamos blancos así

como un enorme aligustre.

Pero también muy cerca vemos un ejemplar muy curioso

del llamado “Árbol de Júpiter”, en latínLagerstroemia

indica, que proviene de China y cuya madera se utilizaba

allí para construir barcos o utensilios muy bien pulidos.

Sus flores rosas son muy bonitas y su tronco es

espectacular por lo retorcido.

Aunque parezcan tejos no lo son: son

“cefalotejos” (Cefalotaxus harringtonia) los cuales tienen

unos frutos en forma de nuez que les vienen muy bien a

las ardillas que hay por la zona.

Más abundantes son una serie de pinos piñoneros que

están alrededor de la Rosaleda en sí misma y que tienen la

ventaja de que podemos ver y tocar sus piñas y piñones

porque todavía no son muy altos:

Y en esos pinitos tuve la suerte de ver un pájaro carpintero

verde o pito real (Picus viridis) que se dejó acercar ante mi

sorpresa y mi alegría. Me da la impresión que se trataba

de un pollito o bien un adulto que estaba cansado por el

calor. Estos pájaros son frecuentes en el Retiro y es fácil

verles y más aún oírles porque su canto se oye desde

bastante lejos.

También podemos oír los golpes que dan sobre la madera

de los troncos para saber por el sonido si hay larvas para

comer. O bien para hacer su nido que, como todo el mundo

sabe, es un agujero en el tronco de un árbol. Allí ponen de

5 a 7 huevitos de los que saldrán los pequeños pájaros

carpinteros. Comen insectos, ya sean adultos o larvas,

sobre todo hormigas, pero también pueden comer

lombrices, caracoles o incluso semillas y frutos. Para sacar

las larvas de la madera tienen una lengua bastante larga -

10 cms.- que además es pegajosa.

Pero lo mejor de la Rosaleda es ella misma, es decir, el

jardín donde están las rosas. Las hay de todos los colores,

tamaños, olores… En fin, meterse aquí en primavera es

todo un lujo de sensaciones.

Hay dos tipos de rosales, los antiguos y los modernos y

dentro de cada grupo una serie de ellos que cada uno se

llama de una manera. Los nombres los tenéis en una de las

puertas (ver la segunda foto de este capítulo) y también

los pone en unos azulejitos al lado de cada rosal.

Ahora os vamos a deleitar con una serie de fotos que

podríamos llamar “paisajes de la Rosaleda”:

Nos vamos acercando: algunas matas de rosas con sus

ejemplares de cerca.

Y para terminar de extasiarnos, ahí van una serie de rosas

“sueltas” que no en vano son el símbolo del amor:

Una vez que nos hemos deleitado con las rosas nos

fijaremos en otras cosas que hay dentro de la Rosaleda

como son las fuentes. Hay dos, mejor dicho tres ya que en

el estanque central también las hay, pero con estatuas

tenemos la del Fauno y la de Cupido.

Nada más entrar por la puerta que se supone principal,

donde están los mapitas y cartelitos explicatorios, nos

encontramos con la fuente de Cupido que lógicamente le

representa con sus alitas, su arco y sus flechas… En fin

completo él y dispuesto a hacer de las suyas con las

parejitas que se acerquen por la zona.

Si seguimos caminando en línea recta encontraremos el

estanque que es de granito y tiene forma de cruz, estando

situado justo en la zona donde estaba la estufa del

Marqués de Salamanca que contábamos al principio. Está

un poco sobreelevado del resto de la Rosaleda y tiene

cuatro zonas de tierra (dos circulares y otras dos

cuadradas) donde se ponían plantas acuáticas en la

primitiva estufa. Como en todas estas fuentes y estanques

el agua circula gracias a una bomba y se cambia de vez en

cuando.

Más adelante y siempre en línea recta desde la entrada

nos encontramos con la fuente del Fauno que es muy

parecida a la de Cupido o sea que deben ser de la misma

época y quizás del mismo autor aunque esto no se sabe

con seguridad.

 Y en el otro eje de la elipse que forma la Rosaleda nos

encontramos otros dos pequeños monumentos que

consisten en unos jarrones de fruta prácticamente

idénticos:

Y como no hemos dicho nada del seto que rodea la

Rosaleda, lo decimos ahora. Es un ciprés de

California (Cupressus macrocarpa) lógicamente podadito y

reducido a seto, porque de por sí es un árbol. Se distingue

del ciprés normal porque los frutos de este son mayores,

de ahí su “apellido”macrocarpa que significa “frutos

grandes”. Si frotáis las hojas veréis que tienen un cierto

olor a limón. También recordar (porque lo hemos dicho

unas cuantas veces) que los setos de dentro son todos de

boj.

Este es el “cogollo” de la Rosaleda, pero nosotros hemos

incluido en esta zona la que hay cruzando el paseo de

Fernán Núñez a la altura del punto de Información que

está en una de las casetas que había en la Chopera para

alquilar bicicletas.

Junto a la caseta hay unos aparatos para hacer ejercicio,

normalmente la gente mayor, y unos columpios para niños:

Y ya que hablamos del almez y de los pinos, no podemos

olvidar el enorme pino carrasco que hay en esta zona:

Justo enfrente de todo esto está la zona que corresponde

al llamado “Castillo de Telégrafos” que vamos a incluir

aquí.

El nombre le viene de que tiene el aspecto de torres de

castillo y que además se usaba como Telégrafo Óptico de

una red que comunicaba Madrid con Aranjuez a base de

señales luminosas. Ya no se usa, claro, y además está en

obras porque se quiere hacer en este recinto un Museo de

Meteorología.

Más a la izquierda hay dos edificios que corresponden al

actual Observatorio Meteorológico desde donde se realizan

mediciones diarias de temperatura, humedad, presión

atmosférica, lluvia viento y hasta radiación solar. Este y el

existente en la Ciudad Universitaria son los dos

observatorios que se encargan de las mediciones de todos

los parámetros meteorológicos de la ciudad de Madrid.

Este jardín está lleno de vegetación que va desde los pinos

carrascos a las palmeras de Fortune pasando por árboles

del amor, fresnos, encinas, almeces, durillos, fotinias,

rosales e incluso laureles.

La verdad es que la zona es mucho más “boscosa” de la

que parece y desde luego está poco transitada excepto por

el personal del Observatorio que entra y sale de su trabajo.

Pero más resistentes aún son las encinas que eran los

árboles del bosque que cubría ésta y todas las zonas del

Retiro y de la región.

Y ya que hemos incluido esta parte en la Rosaleda os

enseñaremos algunas rosas que también crecen por aquí:

A mí esta zona siempre me ha parecido curiosa porque

poca gente sabe que existe esto en el Retiro. Se me ha

hecho algo misteriosa de visitar, como si fuera medio

prohibido, pero merece la pena darse una vueltecita por

aquí. Veremos a ver cómo queda después de las obras y se

pueda visitar el Museo Meteorológico.

 El Jardín de las Plantas Vivaces

 Después del Angel Caído y a la derecha de la Rosaleda

hasta la calle Menéndez Pelayo, hay una zona bastante

desconocida del Retiro que en su día fue tan solo un

estercolero en donde se secaban las hojas caídas para

hacer mantillo.

Pero en la década que va de los sesenta a los setenta (del

siglo XX, claro) se hicieron unos jardines bastante majos,

con su estanque y todo que al final se conocen con el

pomposo nombre de “Jardín de las Plantas Vivaces”. ¿Qué

significa eso?

Pues según los botánicos son plantas que pierden su tallo

y hojas en invierno (a veces queda una especie de roseta

de hojas pegada al suelo). Pero sobreviven las raíces que

en verano regeneran la planta completa.

Nada más entrar en esta zona nos sorprende ver árboles

enormes como cedros, pinos y eucaliptos:

Por aquí también pasaron mis papis y tuvieron tiempo de

hacerse una foto como ésta:

En la parte de arriba, la que da a la Rosaleda por el paseo

de Fernán Núñez, hay un seto en el que encontramos

árboles como los pinos piñoneros o los plátanos:

Y también una serie de arbustos entre los que destacan los

madroños:

De los madroños hablaremos largo y tendido en la zona del

Paseo de coches donde los hay a docenas, porque por algo

son el árbol típico de Madrid.

Otros matorrales cercanos son estos cuyas fotos e historia

os contamos ahora:

El Pitosporo se llama también “azahar de la

China”, (Pittosporum tobira) y aunque suele ser arbusto

también se puede hacer árbol y llegar a medir hasta 10

metros. Sus hojas son típicas, saliendo todas de un mismo

punto. Son brillantes y bastante duras, así que aguantan el

invierno. Las flores son blancas y en forma de estrella,

parecidas a las del azahar, y huelen muy bien: les gustan

mucho a las abejas. Los frutos son cápsulas verdosas con

semillas rojas y pegajosas para que se peguen a los

animales que intenten comerlas y así se dispersen mejor.

De hecho su nombre significa “semilla pegajosa” en

griego. Lo de “tobira” es su nombre en japonés.

Al lado está este ejemplar de cornejo que es un matorral

un tanto rarito:

Su nombre científico es Cornus florida o cornejo blanco

por sus flores. Aquí le pillamos ya en verano con esos

frutitos tan bonitos y con sus hojas grandes tipo hortensia.

Provienen de América y resisten mal la polución lo que

quiere decir que en Retiro no hay tanta.

Cuando me enteré de que había un árbol que se llamaba

“de las pelucas” creí que era una tomadura de pelo, nunca

mejor dicho. Pero no, resulta que va en serio y todo es

porque las flores forman una especie de “entretejidos” que

le dan ese aspecto de “cabellera” que se pueden ver en las

fotos (y en la realidad).

Su nombre científico es Cotinus coggygria y provienen del

Sur de Europa y de China. Aunque lo más espectacular

son sus flores tipo “peluca”, sus hojas también son

curiosas porque son redondeadas, parecidas a las del

árbol de amor. Los frutos son pequeñitos y triangulares.

Por detrás de estos setos podemos ver uno muy amplio y

con una base de lirios donde crecen árboles tan

variopintos como el pino carrasco, el aligustre de la China,

los castaños de indias y los plátanos con sus

correspondientes encinas que son típicas de aquí.

En esta que podríamos llamar “parte alta” del jardín y

aparte de los citados encontraremos también ciruelos

japoneses (Prunus salicina) junto a eucaliptus, robinias (o

falsas acacias), almeces y más pinos carrascos, por cierto

bien espigaditos.

¿Pero de donde salen estas cotorras? Pues de las que se

han escapado hace años de sus jaulas, pero de un tiempo a

esta parte salen de sus nidos que suelen hacer en los

cedros, como los que veíamos en el Paseo del Duque de

Fernán Núñez al subir desde la cuesta de Moyano:

Entre ciruelos y cedros hay que destacar algunos

eucaliptos:

Y todo ello vigilado por la policía, en este caso a caballo:

 Y ya al final de la zona que hemos llamado “alta”, cerca de

la calle que da a la puerta del niño Jesús, hay un ciprés de

Arizona que no tiene desperdicio.

Su nombre científico es Cupressus arizónica aunque

cuando se les usa como arbustos se les suele llamar

“arizónicas”. Como es lógico provienen del sur de EE.UU.

y norte de Méjico y son muy resistentes a sequías, vientos,

heladas, etc. por lo que son utilizados como setos en

montones de sitios. Las hojas son típicas de coníferas es

decir pequeñitas y en forma de escamas y los frutos son

esas pelotitas marrones con las todos hemos jugado.

A los que les gusta jugar con los gatos y alimentarlos es a

algunas personas que se molestan en ponerles agua y

comida a su alcance, ante la satisfacción de los mininos:

Pero si empezamos a bajar justo por la parte que está más

cerca del Angel Caído veremos lo primero una carretera

donde suele estar parado un camión de la Policía Nacional

en el que transportan los caballos para hacer sus rondas

por el parque.

Yendo hacia la izquierda enseguida nos encontramos la

llamada “Area Canina” lo que significa que solo se puede

entrar con perro o perros, que aquí se pueden soltar para

que corran lo que quieran.

Es un problema lo de los perros en el Retiro (y en otros

parques, claro) porque la normativa dice que hay que

llevarlos atados pero los dueños se quejan porque les

gusta soltarlos y que disfruten. Pero hay personas a las

que les molesta… En fin, un lío.

Bajando una cuesta considerable llegamos a una

instalación para niños que se llama “La Cabaña” donde van

muchos colegios porque hay una huerta y les explican

cosas prácticas sobre las hortalizas.

Cerca de aquí encontramos otra fuente de esas tipo

“ducha”, pero algo es algo… A todo esto estamos muy

cerca de la calle Menéndez Pelayo y de la Plaza de Mariano

de Cavia.

Desde ahí divisamos otra vez los pinos carrascos, los

cedros, los aligustres, etc., que ofrecen una perspectiva

preciosa desde abajo.

Seguimos estando al lado de la calle citada como vemos en

las siguientes fotos:

Quizás lo más bonito de toda esta zona sea el pequeño y un

poco escondido estanque que está próximo a la entrada

que luego veremos:

Aunque también sean bonitos estos cerezos japoneses:

Si retrocedemos un poco encontraremos la puerta llamada

“de Dante”, la más moderna de todo el Retiro. Inaugurada

en 1980 gracias a unos industriales italianos a los que

hacía ilusión que su ilustre compatriota estuviera presente

en nuestro parque y corrieron con los gastos.

Dante vivió entre los siglos XIII y XIV y ha pasado a la

historia como un innovador sobre todo por su obra “La

Divina Comedia” escrita en verso y donde se habla de todo

lo divino y lo humano, considerándose una pieza maestra

de la literatura universal.

Volviendo a la zona cercana al estanque veremos un

montón de árboles y arbustos. Entre estos destacan los

acantos, cuyas enormes hojas fueron inmortalizadas en los

capiteles de las columnas corintias. Sus flores, agrupadas

en altas espigas, son de verdad preciosas: color malva y

blanco y con los cinco típicos pétalos de las llamadas

“papilionáceas”, o sea, en forma de mariposa. Los frutos

son muy curiosos, en forma de “peonzas” y haciendo un

ruidito especial al diseminarse. Si los cogeis tened cuidado

con las espinas: ¡por algo se les llama “acantos” que

significa “espina” en griego.

Hay algunos acantos que se encuentran en la base de pinos

piñoneros que también hay algunos por aquí:

Por esta zona vimos un precioso pito real mayor de edad,

no como el pollito de la Rosaleda:

Podemos ver aquí árboles de otras épocas como son las

secuoyas y los gingkos:

Estas secuoyas son las gigantes (Sequoiadendron

giganteum), que son descomunales y pueden vivir entre

2000 y 4.000 años. Las podéis ver por curiosidad en

internet y las más famosas son la ya desaparecida

"Mariposa Grove" del Parque Nacional de Yosemite. Para

que os hagáis una idea tenía un túnel en su tronco por el

que pasaba una carretera.

Otra muy conocida es la llamada "General Sherman", con

un peso de más de 2.000 toneladas, que ya es decir.

Pero, como decíamos, las de nuestro parque no son de esa

especie sino de otra de tamaños más normalitos, aunque

siempre tirando a grandes, pudiendo superar los 100

metros de altura y con un diámetro de tronco de hasta 4 ó

5 metros. La corteza es oscura y un poco esponjosa,

desprendiéndose de ella capas rojizas.

Son en concreto de la especie Sequoia sempervirens,

también llamada secuoya roja o de California. Y de allí son,

de la costa del Pacífico de Estados Unidos, de la zona que

va desde el sur de Oregón hasta las Montañas de Santa

Lucía.

El nombre le viene de un indio cheroquee que se llamaba

así: Seequayah (1770-1843) y que fue capaz de inventar un

alfabeto para el dialecto que se hablaba en su tribu.

De los ginkgos hablaremos sobre todo en la Casa de Fieras

que es donde quizás son más abundantes. Ahora nos

fijaremos en otros arbolitos más normales como son los

almendros y el boj hecho árbol, que también los tenemos

por aquí.

Esta es una de las zonas del Retiro con más variedades

botánicas, así que no es de extrañar que encontremos aquí

especies tan curiosas como la morera de papel, la mahonia

o el podocarpo.

Los científicos la llaman Broussonetia papyrifera porque de

su corteza se sacaba pasta de papel en la China. Es

originaria de allí y también de Japón, Taiwán y Malasia. Es

un árbol que aunque crece muy rápido también envejece

muy deprisa, no todo van a ser ventajas.

La mahonia o “uva de Oregón” es conocida como Mahonia

aquifolium y su nombre se debe a un horticultor americano

de origen irlandés, Bernard M. Mahon, que vivió entre

1775 y 1816.

Sus hojas son perennes y se parecen a las del acebo por el

brillo de su haz y sus espinas en el borde. Las flores son

racimos amarillos (¡si no no sería la mahonia de flores

amarillas!) tan bonitos que pueden usarse en floristería y

los frutos son morados con forma de uva o aceituna.

Los científicos llaman a esta planta Podocarpus

neriifolius aunque se la suele llamar podocarpo de hojas de

adelfa por su parecido con las de ésta. Sin embargo se

utiliza en jardinería mucho menos, así que resulta raro

verlo.

En la naturaleza se la puede encontrar desde la zona del

Himalaya hasta China, así como en el sureste de Asia y en

Nueva Guinea.

Mucho más comunes son los robles y los tejos, presentes

también en esta zona:

Del tejo (Taxus baccata) hablaremos al comentar el que

existe junto al Palacio de Velázquez porque es muy curioso

tanto por su longevidad, toxicidad, frutos especiales, etc.

La catalpa, el ciprés de Monterrey y los arces del Japón,

esos sí que son un poquito más exóticos.

Los científicos la llaman Catalpa bignonioides: el nombre

“catalpa” es de origen indio y el apellido “bignonioides” es

en honor a un bibliotecario de Luís XV de Francia llamado

Pane Bignon. Proviene del Sur de Estados Unidos y es un

árbol que crece bastante rápido y resiste bien las heladas.

Tiene flores grandes y blancas de las que salen frutos que

parecen habas gigantes que cuelgan de las ramas.

El ciprés de Monterrey es llamado también Ciprés limón o

Pino limón pero su nombre científico es Cupressus

macrocarpa. Resiste muy bien el viento y se adapta a todo

tipo de suelos pero es sensible al frío y puede resultar muy

atacado tanto por los pulgones como por un hongo que le

pone las hojas marrones.

Más exótico resulta el arce del Japón de que en este jardín

hay dos bonitos ejemplares:

El nombre científico es Acer japonicum, que está claro lo

que quiere decir. Es una especie de arbusto que puede

convertirse en árbol, eso sí pequeño, como es el caso.

Proviene de Asia, como su nombre indica, pero también del

norte de América y del norte de África.

Las hojas son pequeñas, palmeadas y con los extremos muy

puntiagudos, poniéndose rojas en otoño. Las flores también

son pequeñas y dan lugar a unos frutos con una especie de

alitas que se llaman “disámaras”.

Y de estos arces tan peculiares pasamos al típico, al de

siempre, al arce común:

No sé si será porque le gusta el campo, el caso es que a

este arce se le conoce como Acer campestre y es el arce

más común. Aunque su origen es europeo también es muy

abundante en, Argelia, Asia Menor y Persia.

Sus hojas son las típicas palmeadas, las cuales se suelen

poner amarillentas en verano. Las flores son en racimo y

los frutos en disámara.

Los arces tienen muchas aplicaciones: la madera para

carpintería, las hojas para pienso y como astringente, así

como para hacer productos de cosmética. Puede vivir en

cualquier tipo de suelo y resiste muy bien la sequía.

Volviendo a lo exótico nos sorprende en esta zona nada

menos que una araucaria de Chile:

Se le conoce como “pino de Chile” aunque su nombre en

latín es Araucaria araucana. Ni que decir tiene que su

origen es andino, siendo un auténtico fósil viviente puesto

que se trata de una especie de hace muchos millones de

años.

Los sexos de los árboles están separados, todos ellos en

forma de conos aunque de distinta forma los masculinos y

los femeninos. Las hojas son en forma de escamas anchas y

gruesas, resultando muy duras y espinosas. Las semillas

son comestibles y se consumen como postre en Sudamérica

con el nombre de “piñones”.

Al sur de Norteamérica y en Centroamérica se da esta

planta que abunda por los parques porque es muy

agradecida. Es la yuca que no tiene que ver con la

mandioca sudamericana cuyos tubérculos se comen de muy

distintas formas. No, esta es la Yucca aloifolia y no se

come.

También se le llama “yuca pinchuda”, porque sus hojas

“pinchan”. Las flores son muy bonitas, blancas y como

caídas en racimos que se llaman “panículas”. Las podeis

ver en el capítulo del Parterre. Los frutos son como uvas

negras y son plantas muy resistentes sobre todo al calor y

la sequía.

Pero para árbol exótico este que os presentamos ahora. Ya

lo es su nombre “naranjo de los osages”:

Descubrí este árbol una tarde de otoño hace unos años

paseando con mi hijo por la zona del estanque de los patos.

Bueno en realidad descubrimos el fruto que estaba

precisamente flotando en dicho estanque. Lo sacamos y lo

llevamos a casa no sin antes mirar por los árboles de

alrededor a ver si se veía algo parecido. Pero nada, así que

no supe responder a las preguntas de que era. Solo sabía

que era un fruto pero muy raro.

Al cabo del tiempo mis amigos los podadores del Retiro me

explicaron que era el fruto de un árbol muy especial que

estaba allí al lado y que se llamaba “naranjo de los osages”,

más conocido como Maclura pomífera en el mundo

científico. Y es que la descubrió el geólogo americano

William Maclure (1763-1840). Lo de pomífera es porque los

frutos ¿se parecen? a los de las manzanas.

Y ahora diréis: ¿y lo de los “osages”? Pues eso es debido a

una tribu sioux que se llamaba así y usaban los frutos de

estos árboles para pintarse y la madera para hacer mazas

de guerra. Por cierto que los frutos termina por ser

anaranjados, de ahí lo de “naranjo”.

Actualmente estos arbolitos se dan por el centro y el sur de

Estados Unidos, siendo muy utilizados al principio por los

colonos. Fue introducido en Europa en 1810 a través de los

ingleses, como tantas cosas. Son bastante resistentes (los

arbolitos, bueno y los ingleses también) y crecen rápido

pudiendo vivir hasta 150 añitos, que no está mal, quién los

pillara.

La madera es súper fuerte a la vez que flexible: se le llama

“madera de hierro” o sea que aparte de los indios también

la usaban los colonos para hacer traviesas del ferrocarril

entre otras cosas.

También los enebros están por la zona, con sus típicos

frutos redondeados y duros que al partirlos nos dejan un

olorcillo a ginebra delatando el uso que se les da para

producirla.

Cerca descubrimos este ejemplar de Picea pungens

(variedad “glauca globosa”), con sus hojas típicamente

blanquecinas:

Esta picea se llama también “del Colorado” puesto que

proviene de esta región de Norteamérica, aunque aquí en

Europa se suele utilizar en jardines la variedad “glauca”

que es muy bonita al ser sus hojas de un color blanco

azulado.

Y justo detrás de esta picea destaca una acacia de Japón,

alta y preciosa, de nombre científico Sophora japonica. Es

un árbol muy longevo (puede vivir más de cien años) que

procede de China y Corea y que resulta muy decorativo

tanto por sus flores como por sus frutos en forma de

rosarios de guisantes de color verde fosforito.

Pero cuidado porque este arbolito tiene propiedades un

tanto especiales de manera que si se ingieren partes del

mismo se pueden tener unos cólicos horrorosos. Fijaos que

las hojas que caen a un estanque, por ejemplo, hace que

esas aguas ya sean “laxantes”.

También por aquí no podían faltar los árboles del

amor (Cercis siliquastrum) nombre que significa “árbol”

(del griego “kerkis”) de “silicua”, que es el fruto en forma

de judía pero con las semillas en medio. Se llama “árbol del

amor” por sus hojas en forma de corazón y “de Judas”

porque dice la leyenda que en uno de estos árboles se

ahorcó el discípulo traidor tras delatar a Jesús. Las flores

de color malva son muy bonitas, del tipo de las

papilionáceas (con alas de mariposa) y se pueden comer en

ensalada, ahora que se va poniendo de moda eso de comer

flores. Los frutos con forma de algarroba pueden ser

usados como astringentes.

Incluso descubrimos en esta zona un par de manzanos que

dan frutos muy curiosos por lo pequeños, aunque los

árboles sean relativamente altos:

Son manzanos comunes aunque las manzanas no sean las

que vemos habitualmente en las fruterías. Se llamanMalus

pumila que significa “manzanas pequeñas” por el tamaño

de los frutos. Son oriundas del oeste asiático y de las zonas

templadas de Europa.

Las flores son blancas o ligeramente rosadas y aparecen

unos días antes que las hojas. Se multiplica por semillas,

por injertos y por estacas y es el árbol frutal más cultivado,

por lo que existen muchas variedades.

Si queremos “tomar algo”, en la zona hay un kiosco de esos

típicos del Retiro, además con unos columpios para los

niños.

Pero quizás lo más importante de esta zona de las vivaces

sean unos árboles que han resistido no solo el paso del

tiempo sino también la construcción del retiro en sí como

parque. Nos referimos a las encinas que son de lo poco que

queda del bosque natural que era lo que había aquí hace

cientos de años.

La encina es un árbol típico de nuestra zona que podemos

encontrar en la Casa de campo o en el monte de El Pardo,

así como en toda la sierra de Madrid. Es típico de toda la

zona mediterránea, no solo de España sino del resto de

Europa. En Extremadura se cultivan en las fincas llamadas

dehesas y las bellotas son comidas por los cerdos en

libertad. Son los famosos “cerdos ibéricos”. El nombre

científico de la encina es Quercus ilex.

Y si queremos salir de la zona por otra puerta que no sea

la de Dante, podemos hacerlo por la del niño Jesús,

también llamada “Puerta de Pacífico”:

Cerca de la puerta nos llama la atención un ejemplar de

liquidámbar de los que hablaremos al ver los que hay en la

entrada por la Puerta de Alcalá.

Y aquí acaba la visita a esta zona llamada “Jardín de las

Plantas Vivaces” más conocida como “Rocalla” por todos

los jardineros y podadores del parque. Y es que vivaces, lo

que se dice “vivaces” no hay apenas, salvo el acanto. Para

mí lo más destacable de la zona sea el que es donde hay

más variedad de árboles y arbustos y, sobre todo que se

conserva todavía el bosque de encinas que durante siglos

fue el paisaje natural de este entorno.

Los Jardines de Cecilio Rodríguez

Una de las zonas más cuidadas del Retiro son estos

jardines diseñados por el gran jardinero del parque que

fue D. Cecilio Rodríguez.

Y tan cuidada que hasta hace muy poco (concretamente

hasta el mes de marzo de 2010) estaba cerrada al público

los fines de semana para que se conservara mejor en toda

su belleza. Actualmente está abierta todos los días con

horario de 10 a 6 de la tarde en invierno y hasta las 8 en

verano.

Lo primero y como homenaje a su creador, os contaremos

algo de la vida de este gran jardinero que nació en

Valladolid y empezó como aprendiz en el Ayuntamiento de

Madrid con tan solo 8 años. Poco a poco y a base de

trabajar mucho y bien en los jardines y viveros fue

ascendiendo de categoría hasta ser nombrado Jardinero

Mayor del Retiro en 1914. Diseñó y puso en marcha la

Rosaleda y se encargó también de la casa de Fieras. Llegó

a ser el Director de Parques y Jardines de Madrid y tras un

paréntesis en que fue destituido, volvió a su cargo en los

años cuarenta, diseñando y construyendo los jardines que

hoy llevan su nombre. Los terminó en 1941.

El monumento a su diseñador está entrando a la izquierda,

más o menos a mitad del recinto, pero nada más entrar

por la puerta principal, o sea la que da a la antigua Casa

de Fieras, nos encontramos con una auténtica “postal”: la

fuente con las gaviotas, las columnas, las losetas

ajedrezadas, los cipreses recortados, los pinos y al fondo el

Pabellón, pasando por los cuatro estanques con sus

fuentes en el centro, las pérgolas…y los pavos reales

paseando majestuosamente por todo el recinto.

Si después de deleitarnos con esta preciosa panorámica

giramos la vista a derecha e izquierda veremos unos

enormes pinos piñoneros (Pinus pinea) que no son los

únicos porque los hay repartidos por todos estos jardines,

algunos muy curiosos, como luego veremos.

Pero enseguida nos topamos con la llamada Fuente de las

Gaviotas que fue donada al Retiro por la Embajada de

Noruega en 1962 y que está rodeada por unos setos en

forma redondeada.

Son en total siete gaviotas que esculpió en hierro el

malagueño Jaime Fernández Pimentel. Al oxidarse

demasiado fueron sustituidas en 1999 por otras iguales

que hizo el mismo escultor pero en acero inoxidable. Las

rocas las trajo de la Pedriza madrileña el arquitecto

Manuel Herrero Palacios, justo el que diseñó los jardines

de la Casa de Fieras.

Alrededor de esta fuente hay ocho columnas de granito

que no se sabe si fueron hechas a propósito para aquí o se

trajeron de otros sitios. El caso es que llevan aquí desde el

año 30 del siglo pasado, o sea que…

Justo pasada la fuente hay otras dos columnas muy

parecidas a éstas aunque no son iguales sino más clásicas:

Un poco más a la derecha hay una fuente con surtidor y un

pequeño estanque que relajan a quienes se aventuran por

allí.

Esta se llama “fuente de la bellota” porque efectivamente

hay una en lo alto, justo por donde sale el chorrito. Es de

1925 y está hecha en piedra caliza y granito. En ella hay

plantas acuáticas como estas calas con sus flores tan

curiosas:

Aunque el nombre vulgar es muy sencillo (cala o “lirio de

agua”), el científico no lo es tanto…Zantedeschia

aethiopica, nada menos. Todo es por culpa del botánico

italiano G. Zantedeschi por una parte y por Etiopía de otra,

aunque en realidad son originarios de Sudáfrica.

Son plantas de las llamadas “vivaces” porque tienen un

tallo carnoso subterráneo que todos los años vuelve a

brotar. La flor se llama “espata” y es muy usada en las

floristerías. Las hojas son grandes y consistentes y los

tallos sirven para la reproducción. También pueden vivir en

tierra y de hecho las hay en macetas aunque hay que

regarlas mucho o sumergirlas en parte en agua.

Rodean a la fuente dos estanques llamados “en cascada”

porque tienen varios desniveles por los que discurre el

agua:

Esas plantas más o menos altas que rodean a estos

estanques son cannas, conocidas por los botánicos

como Canna indica: aparte de hojas grandes y flores

bonitas (ver fotos, please), estas plantas tienen unos tallos

subterráneos que se llaman “rizomas” de los que siempre

están dispuestos a salir tallos y raíces por lo que son muy

resistentes. Pero también se pueden reproducir por

semillas, o sea que en esta zona del Retiro hay cannas para

rato.

Entre las cannas salen otras plantas que los jardineros

consideran “malas hierbas” pero que tienen unas flores

muy bonitas. Son las correhuelas o Convolvulus arvensis:

Al fondo a la derecha (como dicen en los bares) vemos una

casetita de las de ladrillo que antes servían para refugio de

los guardas y ahora para almacenar algunos utensilios de

los jardineros.

Los gatos, que no son tontos, tienen en esta zona uno de

sus refugios predilectos por lo que no es difícil

encontrarlos tomando el sol o intentando buscar algo de

comer, aunque siempre hay quién les pone algún paquetito

con comida. También pude ver una ardilla de las “nuevas”,

porque antes se soltaron otras que misteriosamente

desaparecieron.

Muy cerca hay una preciosa puerta antigua que muchas

veces está cerrada pero que merece la pena echarla un

vistazo:

Aunque no se sabe muy bien su antigüedad ni procedencia

exacta, puede que esta puerta sea bastante antigua, hasta

del siglo XVIII y está hecha de granito, bolardos incluidos.

Por cierto más bonitos que los que se usan ahora en las

calles.

A la derecha se encuentra uno de los árboles de los antes

eran más abundantes en el Retiro pero que ahora cada vez

hay menos. Se trata del olmo común (Ulmus minor), el

olmo de siempre, las “olmas” de las plazas de los pueblos.

La grafiosis es la enfermedad que ha acabado con muchos

olmos, no solo del Retiro, sino de todas partes. Es un hongo

microscópico que se mete en los vasos del árbol por donde

circula la savia y los cierra. El árbol termina por secarse.

Este honguito lo llevan al olmo unos escarabajos de la

familia de los “escolítidos” que se alimentan de la madera.

Pero también pueden propagarse por las raíces, o sea que

los olmos lo tienen muy crudo.

Y un poco a la izquierda de la famosa puerta hay un árbol

del que hablaremos sobre todo en el Palacio de Cristal ya

que allí hay unos cuantos, pero dentro del estanque. Sin

embargo este lo tenemos plantado en tierra seca pero

sigue siendo un ciprés calvo o de los pantanos (Taxodium

distichum), una de la pocas coníferas de hoja caduca.

Y un poquito más adelante nos encontramos con la joya

botánica de los jardines que no es otra que el arce

plateado (Acer saccharinum) que está allí sobre una

parcelita de césped como quien no quiere la cosa. El tronco

del angelito mide casi 4 metros de perímetro y 20 de

altura, casi nada, y es uno de los pocos de esta especie que

viven en Madrid. Estos árboles son típicos del Canadá y de

su savia se saca el famoso “jarabe de arce” a base de

hacerles unas incisiones en el tronco parecidas a las que se

hacen en los pinos para sacar resina. Esta savia les gusta

también mucho a unos mosquitos que al sacarla del árbol le

hacen formar como si fueran palomitas de maíz por lo que

se les llama “escama algodonosa del arce”.

Si nada más entrar, en lugar de irnos hacia la derecha lo

hacemos hacia la izquierda, descubriremos una estatua y

unas fuentes:

La estatua es de piedra caliza y representa a la diosa

romana Venus, también llamada “Diosa Flora” porque se

supone que protegía a la vegetación, así que no hay duda

de que está en el sitio adecuado. Lo que pasa es que no se

sabe quién la hizo aunque parece que la trajo aquí el

propio Cecilio Rodríguez sobre 1929 y luego, en 1997, se

hizo el pedestal.

Las fuentes son muy parecidas a las del lado derecho y, por

supuesto, tan refrescantes y relajantes como aquellas.

Al lado de estas fuentes por esta parte izquierda de los

jardines podemos ver algunos árboles curiosos como este

ciruelo (Prunus domestica para los científicos):

Un poco más adelante hay una edificación de ladrillo rojo

donde podemos ver el llamado, sin duda por su sencillez,

“estanque rústico”.

Y rústicas son también las plantas que lo rodean. Se llaman

“cineraria gris” o Senecio cineraria y como veréis tienen

las hojas verde blanquecino. Son como de terciopelo y

además están todo el año. En verano le salen flores

amarillas.

Un poco más adelante hay una zona hecha en ladrillo rojo

por donde se puede subir y acceder a una parte muy poco

conocida de los jardines que tiene una especie de

“terracita” que da a la calle Menéndez Pelayo y desde

donde se puede ver la iglesia del Hospital de Niño Jesus.

En la misma terrazita hay pequeños olivos y una plantación

de romero en un rectángulo que me recuerda a mi papi al

que le encantaba darse friegas con alcohol de romero, que

huele tan bien como la planta:

En la parte de abajo hay un estanque llamado “rústico” que

tiene forma de arco y dos bóvedas circulares, todo ello en

ladrillo rojo:

Pero quizás lo más espectacular de estos jardines sea la

zona central con sus cuatro estanques provistos de

surtidores y rodeados de cipreses cortados en redondo o

cuadrado:

Se pueden encontrar rincones muy tranquilos en esta zona

como el que vemos ahora:

Muy cerca de la fuente de los noruegos hay un curioso

árbol de hojas rojizas que se llama “árbol de las pelucas” o

“Cotinus coggygria”:

Como ya veíamos en una de las fotos anteriores, los pavos

reales son típicos de esta zona, así que ahora os ponemos

algunas de las que mejor han quedado:

A derecha e izquierda de los jardines hay unas

edificaciones en ladrillo rojo (tres a cada lado) que se

utilizan algunas para dar cursos de jardinería a jóvenes

(por cierto subvencionados por el INEM) y otras para que

los jardineros puedan guardar sus utensilios.

Muy cerca del edificio de los podadores vemos un frondoso

pitósporo o azahar de la China, llamado así porque sus

flores pequeñas y blancas huelen nada menos que a

azahar:

También muy cerca podemos ver una mata de

durillo (Viburnum tinus) del que ya hablamos en La

Rosaleda:

Casi pegando con la “casita de los podadores” podemos ver

este otro ciruelo:

Y detrás del edificio pegando con la verja se encuentran

una hilera de plantas que en primavera da gusto verlas. Por

ejemplo la espirea (Spirea arguta):

Justo al lado están las celindas o falsos

jazmines (Philadelphus coronarius) con flores que huelen

fenomenal:

Las lilas (Syringa vulgaris) también están por aquí con sus

flores tan apreciadas no solo por las personas sino también

por los insectos, sobre todo por las mariposas. Lo que no

nos parece bien es que algunos/as de las primeras (o sea de

las personas) se atrevan a llevárselas a su casa.

Por otro lado os diremos que las lilas proceden de los

Balcanes y su nombre científico proviene del griego

“syrinx” que significa “flauta” pues con su madera se

hacían estos instrumentos.

Si nos desplazamos un poco hacia el centro de los jardines

encontraremos una morera llorona, Morus alba (variedad

“pendula”), llamada así porque sus ramas cuelgan. Me

dicen mis amigos los podadores que esta es injertada, o sea

que es un ejemplar especial.

Muy cerca hay una especie de abeto que en realidad no lo

es porque se trata de una picea, más concretamente Picea

abies:

Estos son unos de los que se usan como árboles de

Navidad, sobre todo en nuestro país, y se les llama “abetos

rojos” precisamente por el color de sus flores masculinas.

Las femeninas son piñas alargadas que cuelgan de las

ramas. Su madera es muy dura y resistente así que usa

para bastantes cosas, entre otras para hacer instrumentos

musicales. Tanto que los famosos violines Stradivarius

fueron hechos con madera de estos árboles.

En esta misma zona hay un tipo de roble que no es el

común sino el negro Quercus velutina, originario del Este

de Estados Unidos:

Si se quiere se puede salir (¡y entrar!) por la parte derecha

de los jardines porque para eso hay una puerta lateral:

Pero si seguimos avanzando, que es lo suyo, nos

aproximamos al pabellón acristalado:

Delante del pabellón en su esquina izquierda según vamos

hacia él nos encontramos con este pino piñonero que

milagrosamente aún se conserva en pie:

Si nos subimos al segundo piso del pabellón, como hicimos,

contemplaremos una preciosa panorámica de los jardines:

Este pabellón se dedica a la celebración de actos públicos,

ya sean del propio Ayuntamiento o bien de ministerios o

universidades que lo soliciten. Antes se celebraban bodas,

pero esta práctica ya se acabó aunque muchos novios

eligen estos jardines para hacerse las fotos el día de su

boda.

Los pavos que antes veíamos tienen en esta zona del

pabellón uno de sus refugios preferidos. De hecho se les

puede ver con total confianza y tranquilidad y muchas

veces emitiendo sus gritos para marcar su territorio:

La verdad es que el pabellón es un sitio de lo más

acogedor, sobre todo por sus alrededores llenos de árboles

y arbustos en un suelo de césped siempre húmedo y bien

cuidado.

También hay algunas especies curiosas como este magnolio

de hoja caduca que sale ¡después de las flores!, que son

blancas y preciosas:

Se llama Magnolia soulangeana o también “magnolio

chino” o “árbol tulipán” y es un híbrido que procede del

cruzamiento de dos especies de magnolios. Puede tardar

algunos años en florecer, pero como veis merece la pena

esperar.

Hay más especies de árboles en estos jardines como son los

cedros, las acacias, las robinias, etc. Y también algunos que

otros arbustos más, pero hemos visto los más abundantes y

también los más curiosos.

Y ya nos vamos pero en este caso no por la “puerta de

atrás”, porque está casi siempre cerrada y, como puede

verse, también bastante remodelada:

Por esta puerta es por donde empezamos a ver los pavos

con el niño los domingos cuando estos jardines estaban

cerrados. Siempre les traíamos algo de comer y le

encantaba verlos de cerca, aunque fuera a través de las

rejas.

A partir de ahora ya vamos a poder disfrutar de esta zona

todos los días. Esperemos que sepamos cuidarla por es un

auténtico tesorito.

La Casa de Fieras

Ir al Retiro me gustaba, pero cuando además entrábamos

a la casa de fieras la cosa era “muy fuerte”, como se dice

ahora. Y no es que las instalaciones fueran nada del otro

mundo. Eran de éste, y además un tanto precarias y

pobretonas, como era todo en esos tiempos.

Pero a mí me parecía toda una aventura, era como hacer

un viaje no solo a África, sino al Polo, al desierto, a todos

los sitios de donde procedían los pobres animalitos que allí

sobrevivían.

La primera “Casa de Fieras” no fue esta sino otra situada

junto al Jardín Botánico y que fue creada por el rey Carlos

III para mostrar a los madrileños animales tanto de las

colinas de Sudamérica como otros de Europa, Asia y

África. Después de la Guerra de la Independencia el rey

Fernando VII la trasladó al Parque del Retiro.

Nada más entrar a la izquierda, estaban los leones, los

pobres sin sitio, en una pequeña jaula con el suelo de

cemento y que olía… Bueno pues a tigre, aunque fuesen

leones. De todas formas a mí me encantaba mirarlos y,

sobre todo, al final de la tarde, cuando se ponían a rugir.

¡Que rugidos! Se oían hasta fuera del Retiro. Aprendí a

imitarlos y hasta hoy si me pongo creo que me podría salir

algo parecido.

Luego estaban los osos polares, muertos de calor en

verano, en una fosa con un pequeño estanque donde se

bañaban, aunque la mayor parte del tiempo la pasasen

dando vueltas por el poco sitio que tenían, siempre de la

misma forma, siguiendo sus propios pasos. Había uno que

tenía un colmillo por fuera, seguramente de alguna pelea

entre ellos. Les echábamos trozos de pan que solían

comerse, a veces cogiéndolo en el agua.

También había un par de osos pardos en dos jaulas

pequeñas, separadas unos cincuenta metros. Esos tenían

peor suerte y menos sitio. También aceptaban los trozos de

pan duro que les echábamos.

Después en esa zona hicieron un foso donde pusieron

monos. Esos tenían mejor suerte porque por lo menos

había cierto espacio y podían hasta trepar por las cuerdas

colgadas de palos que pusieron. Allí vivían relativamente

bien a pesar de las golosinas que mucha gente les echaba y

que comían sin darse cuenta que les podía hacer bastante

daño. Se convirtieron en una de las estrellas del zoo,

bueno, de la “Casa de Fieras”.

¡Pero la estrella de verdad era el elefante! Hubo varios

pero el más famoso de todos fue “Pizarro”, una hembra (a

pesar del nombre) que fue traída a Madrid para participar

en las luchas de animales que entonces se hacían en las

plazas de toros. Después “trabajó” como atracción de feria:

la enseñaron a abrir botellas de vino con la trompa y

beberse su contenido…..Un día arrancó la cadena que la

sujetaba y salió a la calle entrando primero en una bodega,

seguramente atraída por el olor del vinillo. Después de

beber a sus anchas se fue por la calle Alcalá hasta el Horno

de San Onofre (entonces en la calle Velázquez) donde se

puso a comer panes y pasteles hasta que los guardias

consiguieron llevarla de nuevo a su jaula. Vivió hasta 1873

año en que murió de una indigestión seguramente

producida por las chucherías que la gente le daba.

Otra elefanta famosa fue “Julia”, que era a quién yo le daba

trozos de pan y cacahuetes subido en los hombros de mi

papi. Eso sí, en cuanto te descuidabas te hurgaba con la

trompa en los bolsillos para quitarte caramelos, azucarillos

o cualquier cosa que se pudiera comer.

También la jirafa, que estiraba su cuello para coger la

comida que le dábamos, era otra de las atracciones:

Y los camellos, aunque en realidad fuesen dromedarios,

con una sola joroba:

A mí me encantaban las cabras, que se subían en la red de

la jaula y se las podía acariciar a la vez que le dábamos los

consabidos trozos de pan duro. También había antílopes,

cebras, creo que algún “ñu”, canguros, etc. Y animales

pequeños como conejillos de indias que estaban en una

jaula al final de los leones y osos y a los que era muy

divertido observar. Y luego había una gran jaula de aves

rapaces con buitres, águilas, cóndores, etc., la cual se

reprodujo y está ahora en el actual Zoo de Madrid adonde

se trasladaron todos los animales en el año 1972.

La “Casa de Fieras” fue reformada en 1921 bajo la

dirección del famoso jardinero mayor D. Cecilio Rodríguez,

cambiándose las jaulas por otras más modernas a la vez

que se hicieron nuevos jardines. De esta época son los

arcos del paseo central, así como las plazoletas con

cerámicas de vidrio y el estanque de los patos con casita

incluida que está próximo a los jardines que llevan el

nombre de este ilustre jardinero. Más tarde, después de la

guerra civil, se hizo otra reforma para reparar los daños

que la contienda dejó también en esta zona del parque.

Nada más entrar a la derecha, nos recibe una plazoletita de

cerámica que es una maravilla, como se puede ver:

Y a la izquierda están dos abetos de Masjoan (Abies

masjoanni) como el que hay al final de esta zona, al lado de

los estanques de patos, y del que luego hablaremos por ser

el más emblemático.

Al lado hay un primer estanque donde a Diego le encantaba

ir a dar de comer a los patos:

Justo alrededor hay unos pequeños arbustos que

pertenecen a la especie Mahonia aquifolium:

La zona está rodeada de árboles y arbustos como son los

cedros, algún abeto, enebros, encinas, magnolios,

aligustres, tuyas orientales y las fotinias que están

pegaditas al estanque:

Alrededor del foso de los monos hay una serie de plátanos

(concretamente ocho) llamados “de sombra” (Platanus

hybrida) que realmente lo son ya que la dan muy buena y

muy agradable en verano.

Hasta un olivo podemos ver pegadito a donde antes

estaban las jaulas de los leones y ahora está la Biblioteca

Municipal.

Al  fondo, justo en la esquina vemos una fuentecita de las

de “caño ducha”:

Los olmos ya sabemos que por culpa del hongo maldito (ver

capítulo de Cecilio Rodríguez) están en peligro de

extinción. Aquí hay unos cuantos que de momento se

conservan bastante bien:

Hace unos años Diego y yo cogimos aquí una urraca que se

había caido de un nido. La llevamos a casa y la cuidamos

durante unos días, pero se puso malita y aunque llamamos

a Grefa para intentar salvarla no pudimos hacer nada.

Un poco más a la derecha y ya en la verja de Menéndez

Pelayo podemos ver unos ciruelos rojos oPrunus cerasifera

pisardi atropurpurea:

Estos ciruelos proceden del Oeste de Asia, concretamente

de la región del Caúcaso. Tienen unas flores color rosa

pálido que salen en primavera antes que las hojas, que son

de color rojo púrpura. Los frutos son pequeñas ciruelitas

que no se pueden comer, claro. Esta

variedad “atropurpurea” es la más usada en jardinería.

Retrocediendo un poco vemos un matorral de Berberis

julianae, o agracejo chino:

El acebo no siempre tiene pinchos en sus hojas. Por

ejemplo en las de arriba no les hace tanta falta puesto que

los animales que se las comen no pueden subir tan alto.

También por aquí hay un pequeño arbusto de agracejo rojo

o Berberis thunbergii:

Pero vayamos a la entrada del paseo principal, la que está

bordeada por dos osos de piedra (o leones que no está muy

claro el tema):

Sobre dos pedestales de granito dos osos de piedra caliza

(que parecen leones) vigilan este paseo:

Además de por las pérgolas con sus rosas, el paseo está

jalonado por unos curiosos laureles en forma de conos

redondeados:

Enseguida veremos lo que se suele llamar “abeto rojo”,

pero que en realidad es una “picea”, en concreto Picea

abies, de las que ya hablamos en los jardines de Cecilio

Rodríguez.

Y ese arbolazo que vemos detrás no es otro que un super-

plátano de sombra que la verdad “asombra” por su tamaño.

Hay un árbol que también llama la atención por su altura y

frondosidad que es el arce negundo o americano:

Su nombre científico es Acer negundo y es un árbol que

viene del centro y este de Estados Unidos. Este es el único

ejemplar del Retiro que tiene hoja compuesta, los demás

arces tienen la hoja simple.

La paulownia imperial (Paulownia tomentosa) se llama así

por Anna Pawlownia, hija de Pablo I de Rusia. Es un árbol

poco conocido procedente de China y de las que hay varias

en estos jardines. Tiene unas hojas grandes y casi

triangulares y unas bonitas flores violetas en forma de

campanillas de las que salen unos frutos redondeados y

terminados en pico que terminan poniéndose marrones.

Las “paulonias” tienen unas profundas raíces que filtran las

sustancias contaminantes, por lo que pueden regenerar los

suelos, así que para esto son estupendas. En la China

antigua se plantaba una cuando nacía una niña y se

cortaba cuando se iba a casar para hacerle regalos con su

madera. Pensaban que esto daba suerte al nuevo

matrimonio. Bonito, ¿no?

Cerca podemos encontrar placitas donde descansar y

tomar el sol es un placer:

El frío diciembre nos trae imágenes de acacias con sus

algarrobas:

No es el caso del aligustre del Japón, Ligustrum

japonicum, que se mantiene verde en invierno y da los

frutos morados que tan bien le vienen a no pocas aves

para sobrevivir

En la parte derecha de los jardines hay un edificio de

planta baja y paredes de ladrillo rojo que empezó siendo la

casa del capataz de los jardineros. Ahora alberga las

oficinas de los encargados del parque, así como a los de

los jardineros, regadores, etc. Era además donde se

cambiaban los Reyes Magos cuando llegaban de Oriente.

La casita pequeña de al lado con el tajado de zinc tiene los

aparatos de filtración del agua reciclada que se usa para el

riego.

Por fuera de los jardines hay cedros al lado de este edificio

y por dentro tres árboles y un arbusto que son, según se

entra, una arizónica, un ciprés, un laurel y un evónimo:

Este laurel está muy pimpante. Su nombre científico

es Laurus nobilis, tan querido y usado por los romanos

para distinguir a los vencedores y ahora imprescindible en

la cocina.

Llegamos al final del edificio donde hay una columna y a su

lado los evónimos:

Si continuamos nuestro paseo siguiendo por este camino

veremos unos cuantos olmos blancos:

Muy cerca podemos ver algunos liquidámbares:

En cambio en primavera las acacias rosadas, aunque sean

“falsas” porque en realidad son robinias, se ponen así de

espléndidas:

Aparte de los que vimos al principio, en esta zona hay más

columpios:

Si caminamos más hacia la verja que da a Menéndez Pelayo

y justo a esta altura podemos ver una especie de “pitas”

que se llaman “formio” o “cáñamo de Nueva Zelanda”:

Su Nombre científico es Phormium tenax y se trata de unas

hierbas perennes con unas raíces tipo “rizoma” de las que

se sacan fibras para hacer cestos o similares.

Pero también hay otros monumentos de piedra en esta

zona como este banco con su columnita que data más o

menos de 1830 y estaba en la primitiva Casa de Fieras

aunque no se sabe muy bien cómo llegó hasta aquí. El caso

es que ahora la encontramos cerca de la verja de la calle

Menéndez Pelayo y a la altura de la de Sainz de Baranda.

Nada más entrar por la puerta llamada del “Doce de

Octubre” nos encontramos a la derecha un pequeño

templete que sirve de “biblioteca de viejo” donde la gente

pone libros y revistas con la intención de que otros puedan

leerlos.

Para que nadie se despiste y también porque nos hemos

propuesto poner imágenes de todas las puertas del parque,

aquí vemos la citada del “Doce de Octubre”:

Y justo enfrente de la biblioteca popular se encuentra otro

parquecito para niños:

Entre los árboles cercanos destacan, por su altura y su

frondosidad, los olmos:

Los acebos proliferan por aquí: los hay con y sin pinchos, y

algunos de hojas blancas:

El acebo se llama Ilex aquifolium y proviene del sur y el

oeste de Europa. Como todo el mundo sabe es un arbusto

que con los años puede convertirse en árbol. Sus hojas son

perennes y son típicos sus bordes ondulados y con

pequeños pinchos. Pueden ser verdes, con bordes

amarillentos o amarillentas del todo. Los pinchos son una

defensa, por lo que suelen tenerlos las hojas de las partes

bajas de la planta donde llegan los animales que se las

comen, como las cabras.

Hay acebos macho y acebos hembra, o sea que son plantas

de sexos separados. Son típicos los frutos en forma de

bolitas rojas que aparecen por la época navideña de la que

son un símbolo. Pero para eso tiene que haber cerca un

acebo macho y otro hembra, porque si no…

Si seguimos por el pasillo de la puerta del Doce de Octubre

antes de salir fuera de estos jardines a la izquierda

descubriremos dos sabinas:

Los científicos las llaman Juniperus thurifera y son árboles

con los sexos separados que crecen bastante lento. Los

frutos tardan un año en madurar y son de un color verdoso

azulado. Aunque no lo parezca, estos arbolitos son tóxicos y

su madera no se pudre porque la resina la hace resistente a

insectos y microorganismos. Tanto es así que se usa

bastante para hacer muebles, utensilios o incluso

esculturas. Resisten muy bien tanto las temperaturas

extremas de calor o frío como los incendios, así que son un

chollo las sabinas estas.

Al lado de las sabinas aparece una robinia o falsa acacia

con flores de color rosa, como las que vimos antes:

Muy cerca están unos columpios que tienen como una

especie de “tren” por el que suben los niños y hacen todo el

recorrido. A Diego desde luego le encantaba y hemos

pasado muchas tardes por aquí, sentados en estos bancos

mientras él jugaba:

De todos los árboles de estos jardines quizás el más exótico

por antiguo sea el Ginkgo biloba, que significa “albaricoque

plateado”, árbol originario de China que tiene 270 millones

de años de antigüedad y cuyos ejemplares pueden llegar a

ser milenarios.

Esta especie sobrevivió en monasterios chinos hasta que un

alemán los descubrió  y los empezó a plantar en la ciudad

de Utrech.

Tiene muchísimas propiedades curativas: mejora la

circulación sanguínea, es bueno para las enfermedades

nerviosas y retrasa el envejecimiento, entre otras

maravillas. Son de sexos separados, es decir que hay

machos y hembras. Los primeros tienen una copa más

puntiaguda, mientras que las hembras son más

redondeadas.

Las hojas son curiosísimas en forma de abanico y unos

nervios muy marcados. Son bastante duras y muy buenas

para guardarlas en libros. En otoño se ponen de un color

amarillo dorado precioso. Y los frutos también son más que

curiosos. Son unas bolitas parduzcas que cuando caen al

suelo y maduran huelen que alimentan porque tiene un

ácido que se llama “butírico” y que huele fatal. Bueno en

realidad estos no son los auténticos frutos sino semillas

que no han sido fecundadas y se pudren, cosa que no pasa

en ninguna otra planta. Si se produce la fecundación, para

lo que es indispensable que haya árboles machos y

hembras cerca, al final del verano y del otoño se producen

una especie de frutos de semillas comestibles. ¡Vamos que

los arbolitos son raros de narices!

Otra especie muy interesante en esta zona es el boj, de

nombre científico Buxus sempervirens, cuya madera ha

sido y es usada para fabricar utensilios tales como peines,

cuencos, piezas de ajedrez e incluso instrumentos

musicales. El escritor Camilo José Cela lo inmortalizó en su

libro “Madera de boj” haciendo referencia a su dureza y

resistencia.

Y otro árbol susceptible de ser “tallado” por los jardineros

es el tejo (Taxus baccata), que aquí vemos hecho una

auténtica “tarta nupcial” de un montón de pisos.

Esta otra “talla vegetal” tan artística la podemos ver

entrando por la puerta principal, justo al lado del estanque

de patos. Son estos cipreses que los jardineros han tallado

en forma de puertas y que a mí me sugieren porterías de

fútbol primitivas, no sé por qué.

Las palmeras se asocian con lugares cálidos y de costa,

pero en Madrid y en concreto en esta zona las hay. Son las

llamadas “Palmeras de Fortune”, en latín Trachycarpus

fortunei que llaman la atención por su altura y exotismo.

Aparte del citado al principio hay unos cuantos olivos más

en estos jardines, aunque sus aceitunas no se recolecten.

Pero ahí están:

Al lado de la verja y ya casi en la salida de la puerta de

Herrero Palacios que da justo enfrente del sanatorio del

Niño Jesús hay otra serie de columpios:

Los niños que tengan gusanos de seda en sus casas tienen

aquí un sitio donde recolectar hojas para alimentarlos.

Bueno casi que no porque nos quedaríamos sin estos

árboles que no son otras que las moreras. Son de la

variedad “llorona”, en latín Morus alba pendula, porque

como puede apreciarse en la foto las ramas caen, como

pasa en el sauce llorón que ahora veremos.

Y este es el sauce llorón o Salix babylónica para los

expertos, con sus típicas ramas que caen “en cascada”.

Es un árbol originario de China y que, contra lo que

pudiera pensarse por su aspecto, no es demasiado longevo.

Lo mismo que le pasa a los olmos es atacado por hongos así

que hay que cuidar bien a estos arbolitos.

Lo de “babylonica” es porque se pensaba que procedía de

Babilonia, pero no, en realidad es un árbol originario de

China donde era costumbre plantarlo en los cementerios y

que, contra lo que pudiera pensarse por su aspecto, no es

demasiado longevo. Lo mismo que le pasa a los olmos es

atacado por hongos así que hay que cuidar bien a estos

arbolitos. Además de ellos se extrae el famoso “ácido

acetilsalicílico” que se usa como analgésico, por ejemplo en

las aspirinas.

No podemos dejar de hablar de otro árbol monumental

como es este abeto que es muy especial porque fue

concebido casi de casualidad. La historia es que proviene

de un híbrido entre el abeto blanco (Abies alba) típico del

sur de Europa y el pinsapo (Abies pinsapo) o abeto de

Andalucía. El cruce se produjo de manera casual y

espontánea en una masía del Montseny catalán llamada de

Masjoan por ser el apellido de los indianos que eran los

antiguos propietarios. Pero los que se dieron cuenta de que

este abeto era distinto que los otros fueron Nicolau y Jesús

Masferrer (padre e hijo) entre los años 1950-1960. Para

estar seguros mandaron a Madrid unos 500 árboles y los

expertos certificaron que se trataba de una nueva especie.

Y todo fue porque el polen del abeto blanco fecundó las

piñas del pinsapo y así vinieron al mundo estos abetos que

fueron llamados Abies masjoanni, como este que vive aquí

y que es enorme:

El álamo blanco, Populus alba, llamado así porque sus

hojas son muy blanquecinas por la parte de abajo, también

proporciona sombra y frescor al parque. Cuando corre la

brisa, las hojas tiemblan y dejan ver su parte inferior

blanca.

Los cedros abundan en estos jardines, en este caso son los

llamados “del Himalaya” (Cedrus deodara)por ser típicos

de esa cordillera. Lo de “deodara” significa “dedicado a

Dios” en sánscrito, y no es para menos porque su aspecto y

su altura son verdaderamente “divinos”.

Y casi tan altos resultan los cipreses de los que se dice que

“creen en Dios”…Estos árboles que son tan altos es lo que

tiene, que incitan al misticismo.

Los enebros suelen tener pinchos, pero no sin son

“híbridos” como les pasa a estos:

También hay un precioso “ciprés calvo” (Taxodium

distichum) justo en uno de los estanques. Se llama así

porque en invierno pierde las hojas y se queda “calvo”.

También se le llama “ciprés de los pantanos” porque vive

en aguas pantanosas, aunque en el Retiro sean

“estancosas”. Procede de Estados Unidos donde abunda en

los estados de Texas y Misisipi, entre otros. Su madera

resiste muy bien la humedad por lo que se usa en la

construcción de barcos, tuberías, toneles, etc.

Otra joyita botánica de esta zona era el “ciprés

fúnebre (Chamaecyparis funebris) que es un árbol tan

longevo que puede vivir hasta 800 años, como uno que hay

en China. Además su madera es muy fuerte y sus frutos

pueden quedarse cerrados de tal manera que resisten a un

incendio y después son capaces de dispersar las semillas.

Mejor suerte tuvo el liquidámbar que había a su lado:

Se llama también “árbol del ámbar”, pero los científicos le

llaman Liquidambar styraciflua y es un arbolito que

proviene del Sur de EE.UU., México y Guatemala. Lo del

ámbar es porque de su corteza sale una resina que es como

"ámbar líquido". El “apellido” Styraciflua significa "rico en

sustancias gomosas”.

Las hojas se parecen a las del arce y son muy bonitas en

otoño cuando se ponen amarillas o rojizas. Las flores son

unos pequeños racimos sin nada especial pero los frutos

son muy curiosos, como pelotitas con pinchos.

Además tiene aplicaciones. Por ejemplo su madera se usa

para hacer revestimientos, muebles, molduras, etc.

También a partir de su pulpa se puede hacer papel. Las

hojas tienen un aroma balsámico y de la corteza de su

tronco se obtiene el "estoraque", que es una especie de

resina usada tanto en medicina como a nivel industrial.

Estos árboles están (en el caso del ciprés fúnebre “estaba”)

cerca de un par de estanques con casitas para patos:

Estos estanques fueron proyectados por Cecilio Rodríguez

y datan de 1918, aunque parecen más modernos porque

han sido remodelados.

Por esta zona hubo una época en que era frecuente

encontrarse gnomos, sobre todo si eras un niño o te sentías

como tal:

Al hacer las nuevas obras de 2010 han dejado entre ambos

estanques una zona de rosas amarillas:

Y en el 2011 nos sorprende una plantación de magnolios

chinos (Magnolia soulangeana) cuyas flores salen antes

que las hojas, como le pasa a los almendros, ciruelos,

manzanos, etc.

Estos magnolios chinos son híbridos de dos especies de

magnolios: Magnolia denudata y Magnolia liliflora. Y la

verdad es que han quedado muy bien porque las flores son

espectaculares y llaman la atención; se parecen un poco a

las de los tulipanes, ¿a qué sí?

El camino de vuelta hacia la entrada de la antigua Casa de

Fieras lo marcan estos dos leones, o mejor, leonas, aunque

hay quién dice que son dos oseznos:

Aquí solíamos quedar con mi madre, que venía encantada a

ver a su nieto:

Y para salir y entrar por esta zona tenemos la puerta

llamada con el nombre del diseñador de estos jardines, o

sea, Herrero Palacios:

Creemos que hemos hablado de casi todo lo que hay en

esta zona de la antigua “Casa de Fieras” a la que tanto me

gustaba ir de pequeño. Ahora solo falta esperar que se

construya la nueva “Biblioteca Municipal” justo donde

estaban los leones y los osos polares. Cuando esté

terminada la añadiremos a esta página.

El Florida Park

 Desde que me fui a vivir cerca del Retiro casi todos los

días voy a trabajar entrando por la puerta del Florida

Park, la que da justo enfrente de la calle Ibiza.

La puerta de entrada es la llamada de la Reina Mercedes:

Justo enfrente hay una tienda de alquiler de bicis que me

hizo mucha ilusión que la pusieran porque yo aprendí a

montar en el Retiro, en la Chopera, y hacía mucho que no

había bicicletas de alquiler por aquí.

La verdad es que el tema “bicis” se ha vuelto a poner de

moda gracias a esta tienda de alquiler, que también ha

abierto otra de venta en Ibiza 2.

Además, en Sainz de Baranda 16 (muy cerquita), hay otra

tienda donde también alquilan y hacen rutas en bici con

monitores por el Parque y zonas turísticas próximas.

Entremos en bici o a pie, al pasar la puerta nos

encontraremos con tres posible caminos. El de la derecha

nos lleva hacia la fuente de las rosas, el de enfrente al

Florida Park y el de la izquierda a la nueva Biblioteca

Municipal.

Y también veremos con casi toda seguridad a alguno de los

“negritos” o “blanquitos” que se dedican a vender “cosas

malas” a quienes se acercan por allí. Recuerdo que a

Diego, cuando era pequeño, le daban bastante miedo y no

quería entrar por esa puerta.

Los árboles de este paseo son casi todos castaños de

indias pero, según se va a la derecha y antes de llegar al

propio Florida Park, podemos ver una serie de arbustos de

hojas grandes y verdes que son los acantos, como los que

vimos en el jardín de las vivaces.

También podemos ver, entre otros, un cerezo (de hojas

rojizas), unos laureles-cerezos, un laurel normal (sin

cerezo), una pita, unos pitosporos un aligustre o unos

pensamientos:

Sin embargo una de las “estrellas botánicas” de esta zona

es, sin duda alguna, el castaño de flores rosas (Aesculus

rubra):

Pero hablemos ya del edificio que da nombre a esta zona,

o sea, del famoso “Florida Park”, que empezó siendo uno

de los “caprichos” de Fernando VII. Construida en ladrillo

y con tejados de teja y zinc tiene un pórtico y un espacio

grande y circular que se decoró con dibujos de la fábrica

de la China (de la que hablamos en “El Ángel Caído”).

También había otras habitaciones más pequeñas de

paredes cubiertas de terciopelo rojo y tela de raso con

rayas. Por si fuera poco, pusieron una colección de

autómatas, o sea muñecos que se mueven solos, entre los

que había un fraile pedigüeño, unas andaluzas y ¡un

contrabandista! Y de este último le vino su primer nombre

de “Casa del Contrabandista”.

Luego se convirtió en un centro de los que se llamaban “de

higiene”, como una especie de balneario donde la gente

podía hacer inhalaciones, darse pulverizaciones o tomar

aguas oxigenadas en bebidas gaseosas. El encargado de su

explotación se comprometió a dar dejar pasar cada día a

dos pobres para que se curasen gratis de sus males.

Después el edificio fue habilitado para Sala de Fiestas y

restaurante, que es lo que es en la actualidad:

Aquí ha habido y sigue habiendo actuaciones musicales, se

han hecho montones de programas de televisión, se han

rodado escenas de películas, en fin, todo un “edificio

emblemático”, como se dice ahora. También se celebran

muchas bodas, comuniones, “eventos” de empresas… Hay

un ambientazo que no veas y además hasta muy tarde,

incluso algo más que la hora de cierre del parque.

Si rodeamos el edificio, lo primero veremos un camino

asfaltado en el que paseando entre pinos, acacias y

castaños, encontramos a la derecha los acantos y también

unos arbustitos que no son otros que los

famosos Cotoneaster lacteus o “griñolera lechosa”, con sus

típicos frutitos rojos:

Al seguir bordeando el Florida, justo en la esquina antes

de torcer a la izquierda, vemos un parterre triangular con

tres curiosas plantitas:

Y tan curiosas porque estamos ante auténticos fósiles

vivientes de unos 200 millones de antigüedad. Son del

grupo de las araucarias y las descubrió un guarda forestal

en Australia, justo en el llamado “Wollemi National Park”

en Nueva Gales del Sur, relativamente cerca de Sydney.

Las vió en unos cañones y le llamaron la atención; las llevó

a los científicos y se comprobó que era una especie

desconocida hasta ahora. Y todo eso hace muy poco

tiempo, en el año 1994.

Se le llamó Wollemia nobilis y a partir de entonces se la

conoce en todo el mundo y se la reproduce para mandarla

a parques, jardines botánicos, etc., porque además parece

ser que estuvo a punto de extinguirse. En realidad es una

conífera, como los pinos y abetos, y tiene sus piñas, sus

amentos con el polen, etc. Ahora bien, sus ramas salen

todas del tronco, no se ramifican, y sus hojas son largas y

aplanadas saliendo bastantes de cada rama. Se les suele

llamar “pinos wollemi”, aunque se las clasificó en el grupo

de las araucarias.

Continuando por este paseo, siempre alrededor del

Florida, veremos la parte más moderna de éste, así como

una serie de plantas al borde de su jardín:

Aparte del seto de aligustre, observamos en esta pared la

presencia de bambúes y laureles-cerezo:

Y así llegamos otra vez a la puerta principal enfrente de la

cual vemos una estatua dedicada al famoso tenor mejicano

Pedro Vargas:

Este tenor, que nació en 1906 y murió en 1989, es una de

las voces más conocidas de Méjico donde también actuó

en bastantes películas. Su magnífica voz le hizo ser

conocido como “el ruiseñor de las Américas” entre otros

apodos y nos ha dejado grabaciones inolvidables de

canciones tanto mejicanas como de boleros conocidos en

todo el mundo como “Allá en el rancho grande”, “Cielito

lindo”, “Viva México, “Quizás, quizás, quizás”, “La flor de

la canela” o “Volver, volver”.

Detrás de esta estatua hay un arbusto muy curioso con

unas flores que parecen cepillos rojos. Son los llamados

“limpiatubos”, en latín Callistemon citrinus y los “cepillos”

son en realidad los estambres de las flores que sobresalen

de los pétalos para atraer mejor a los insectos. Proviene

nada menos que de Australia, concretamente de la zona de

Nueva Gales del Sur y Victoria.

Por un paseo paralelo al de coches, yendo hacia abajo y

después de bajar unas escaleras (de muy pocos peldaños,

por cierto) nos encontraremos con una amplia plaza

empedrada en cuyo centro hay una preciosa fuentecita

que se llama “plaza del mármol”:

Esto es otra de las ideas de D. Cecilio Rodríguez por lo

que se supone que se construyó hacia 1941 y, aparte de la

fuente central, se incluían en el conjunto cuatro esculturas

sobre pedestales y tres bancos de piedra. Estos últimos

están bastante bien conservados, pero de las esculturas

solo quedan los pedestales, que le vamos a hacer.

Los setos son de boj, el exterior cuadrado y circular el más

cercano a la fuente. Entre ellos se suelen plantar flores del

tipo de las margaritas.

Y estos son los pedestales de las estatuas que había (y ya

no hay):

Aquí tenemos la prueba de que haberlas las había…

Según me cuenta mi amigo Mario estas estatuas

desaparecieron por arte de “birlibirloque” hace unos

veinte años, y lo peor es que no se sabe que ha sido de

ellas.

Algunos aprovechan el rectángulo empedrado para dar

rienda suelta a sus aficiones artísticas:

En primavera los árboles de la zona se ponen  tan

frondosos como este castaño de indias:

Aún en invierno podemos ver estos ginkgos con sus hojas

amarillas:

A Diego le gustaba jugar a hacerse una especie de cabaña

con un amigo a base de poner ramitas en unos arbustos

que había en esta zona. Ahora hay estos avellanos:

Salimos de la plaza del mármol bajando unas escaleras de

pocos peldaños:

A ambos lados de este nuevo paseo hay unos setos de un

matorral llamado “abelia” con flores que duran mucho y

huelen muy bien:

A continuación y ya en el paseito que lleva a la puerta de

Sainz de Baranda hay otros setos de agracejo chino y de

durillo, junto con pitosporos:

Y entre unos y otros vemos unos columpios de “última

generación” que hacen las delicias de los más pequeños,

por lo menos a Diego no había quién le sacara de aquí:

Girando a la izquierda para subir por el camino paralelo a

Menéndez Pelayo nos encontramos con otras matas que

tienen unos frutitos rojos en racimos. Son “bambúes

sagrados” o “nandinas” (Nandina domestica) iguales que

las queadornan la estatua de Cecilio Rodríguez en sus

jardines:

Los pinos piñoneros son enormes en esta zona, por lo que

no es extraño que les encante a las ardillas:

Un poco más arriba hay otros columpios más tradicionales:

Muy cerca hay un pequeño abeto que esperemos crezca y

se haga como los que luego veremos:

Y así, poco a poco, vamos subiendo por estos caminos entre

castaños, pinos, cedros, acacias, hiedras, etc. para ir

acercándonos otra vez al edificio del Florida Park:

Pero antes nos desplazamos a la izquierda según se sube y

descubrimos una gran pradera que hace las delicias de la

gente:

Los árboles del amor se llaman Cercis siliquastrum y ya

hablamos de ellos en el Jardín de las vivaces, pero aquí los

vemos en plena floración y luego con sus frutos en forma

de judías marrones:

Y ya puestos a jugar, para eso Diego y yo somos

especialistas, sobre todo él:

A veces hay accidentes, como en todas partes, lo que pasa

es que algunos son aquí muy espectaculares:

Pero en general hay tranquilidad, como la que se respira en

las siguientes fotos de estas acogedoras praderas:

Tanto es así que una mañana pudimos hacer fotos a este

pájaro carpintero (Picus viridis) que estaba sacando

lombrices del césped:

No podíamos dejar de citar a este enorme abeto que se

encuentra casi en la puerta del propio Florida y que no es

otro que el de Masjoan (Abies Masjoanni) como los dos de

la entrada y el del final de la Casa de Fieras:

Si cogemos el camino según se entra a la derecha, lo

primero que nos encontramos es una preciosa fotinia

(Photinia serrulata):

Y enfrente unas matas del típico “durillo” (Viburnum tinus):

A la izquierda vemos más acantos, como los que había

alrededor del Florida:

Los castaños abundan por la zona, lo cual no es extraño

pues los hay por casi todo el Retiro:

El nombre científico es Quercus robur y, sin que sirva de

precedente, estamos hablando de un árbol autóctono de

España aunque también los haya por Europa. Son árboles

altos y muy fuertes (“más que un roble”). Las hojas tienen

unos “lóbulos” típicos que las hacen inconfundibles. Hay

flores masculinas en forma de amentos que cuelgan en

primavera mientras las femeninas pasan más

desapercibidas. Los frutos son las bellotas…de roble, las

cuales comen no pocos animales y también las podemos

comer nosotros. Son más recias que las de encina pero se

pueden comer asadas. A mi padre le gustaban y de vez en

cuando las asábamos en la placa de hierro de la cocina de

carbón. Al ser su madera muy resistente se usa para

construir un montón de cosas, entre ellas toneles para

envejecer el vino “en barrica de roble”.

Antes de llegar a los columpios vemos en el césped unos

cuantos avellanos (Corylus avellana), en concreto siete que

me recuerdan a los que veíamos en Cantabria y que tanto

le gustaban a mi suegra cuando íbamos a Riaño, cerca de

Reinosa:

Entre ellos vemos unos arbustos llamados “mundillos” o

“bola de nieve”, aunque su nombre científico es Viburnum

opulus.

También se les llama “sauquillos” (como Paquita Sauquillo

que, por cierto, es vecina de la zona) y son típicas sus

flores blancas, que no huelen a nada pero que desde lejos

parecen bolas de nieve. Los frutos son unas bayitas rojas

que se comen los pájaros pero que son tóxicas para las

personas.

Al lado vemos este arbusto con sus flores también blancas

pero con otra forma muy distinta; es un “hibisco” o “rosa

de mayo”:

El nombre científico es Hibiscus mutabilis y, como tantas

plantas del Retiro, proviene de China, aunque no es muy

frecuente en parques. Y es que hay que cuidarlos bastante,

pero a cambio dan sus preciosas flores blancas no solo en

primavera, sino también en otoño.

Y pegados a las traseras del Florida están estos columpios

que tienen bastante éxito, aunque no eran los favoritos de

Diego:

Estos otros son más modernos y aquí si que Diego hacía

sus pinitos, sobre todo subirse por la escalera y bajar por la

barra “a lo bombero”:

Pero antes solíamos jugar al fútbol en esta zona:

A veces surgía un partidillo con otros niños y sus papás y

entonces poníamos otra portería un poco más atrás de

donde está hecha la foto. Ahora esa zona ha sido

replantada con arbustos, como el “rosal de Siria” (Hibiscus

syriacus) que nos encontramos a la derecha del camino y

que resulta espectacular por sus flores violetas:

Un poco antes nos encontramos dos sauzgatillos como los

que vimos en la pared de ladrillo de subida al Angel Caído:

Por aquí hay también matorrales que son fotinias, aunque

de una especie distinta a la anterior, en concreto la

llamada Photinia fraseri (variedad “red robin”), cuya

particularidad es que las hojas cambian de color según la

estación del año pasando de rojas en primavera a violetas

en verano y verdes en invierno:

Y avellanos como en el parterre de enfrente:

Los “árboles de las pelucas” son nuevos aquí, aunque ya

hablamos de ellos en el capítulo del jardín de las plantas

vivaces:

También encontramos esta especie de mahonia cuyas

flores amarillas salen en invierno:

A esta altura y al lado de la verja de Menéndez Pelayo

encontramos este olmo (Ulmus pumila):

Por esta zona y justo pegadito a la verja de la calle

Menéndez Pelayo también suele ir mucha gente haciendo

footing: ¡otro “pasillo de trotones”!

Enseguida descubrimos una de las plazas más bonitas y

quizás menos conocidas, al menos por su nombre. ¿Os

suena la Plaza de Panamá?

En el Florida Park hay un cartel de cemento que lo indica

con una flecha, pero quizás está un poco lejos y no te haces

idea del camino para llegar a esta plazita que tiene un

estanque que llaman “óvalo”, en cuyo centro hay una

fuente con surtidor rodeada de rosas y donde destaca un

monumento a un preboste panameño como ahora veremos.

Parece que este “estanque de rosas” se hizo poco después

de la guerra civil, posiblemente en el año 1940.

A su lado está el monumento al prócer panameño D. Justo

Arosemena, a quién el nombre le iba como anillo al dedo,

sólo hay que leer en la placa una de las frases que le

hicieron famoso: “La patria del hombre es el mundo…”

Arosamena fue un político panameño nacido en 1817 y que

colaboró en la redacción de la Constitución de su país del

que llegó a ser Presidente. Fue también embajador en

Washington, Chile, Inglaterra y Francia. Negoció las

condiciones en que Colombia le permitía a Estados Unidos

hacer el famoso “Canal de Panamá”. Además fue un

hombre clave para que Panamá se hiciese independiente

por lo que ha pasado a la historia como "el más ilustre de

los panameños y padre de la nacionalidad”. Además de

político y jurista fue filósofo y dejo pensamientos tan

contundentes como el que se lee en la placa del

monumento que, por cierto, fue idea de la Embajada de

Panamá, que se hizo cargo de todos los gastos.

Detrás del monumento hay un curioso árbol, llamado “de

los farolillos”:

Este árbol se llama también “jabonero de la China” porque

procede tanto de China como de Corea y Japón y además

tiene “saponina”, sobre todo en las semillas, sustancia que

produce espuma y sirve para limpiar. ¡Vamos que es como

si fuera jabón!

El nombre científico es Koelreuteria paniculata como

homenaje al naturalista alemán del siglo XVIII llamado

Koelreuter. Lo de “paniculata” es por sus flores en racimos

de los llamados “panículas” en Botánica.

¿Y lo de los farolillos? Pues porque sus frutos tienen la

forma de farolillos chinos y además aguantan muchísimo en

el árbol: se les ve incluso en invierno. En el Retiro son

como quien dice nuevos y no hay muchos, pero se adaptan

muy bien al clima de Madrid.

Entre castaños de indias, plátanos de sombra y algún que

otro roble hay una zona de césped donde son frecuentes los

partidillos de fútbol, así como las partidas de cartas en las

mesas con sillas que hay al efecto.

También hay quién le gusta pasear por aquí y disfrutar

dando de comer a las palomas… y ya de paso a las ardillas:

Y ya en el extremo de esta zona del Florida y cerca del

paseo de coches, podemos ver el monumento erigido a D.

Francisco de Paula Martí Mora, que fue el inventor de una

técnica ya en desuso y que consistía en escribir muy

rápido lo que alguien decía. Se llamaba “taquigrafía”.

Este buen señor nació en Játiva en 1761 y en 1803 publicó

un libro llamado “Taquigrafía castellana o arte de escribir

con tanta velocidad como se habla y con la misma claridad

que la escrituras común y la pluma estilográfica”. Un

poquito largo el título pero el libro tuvo éxito y el sistema

empezó a utilizarse al ser muy práctico para “coger al

vuelo” todo tipo de notas o apuntes. En mis tiempos era

típico que las chicas estudiasen “taquimecanografía” para

ser secretarias y poder transcribir a máquina los escritos

que les dictasen sus jefes.

Aparte de inventar la taquigrafía, Francisco de Paula fue

grabador de la Real Academia de Bellas Artes de San

Fernando y además escribió algunas obras de teatro.

Murió en Lisboa, adonde fue tratando de curarse la

hemiplejia que le aquejaba, en 1827.

La Montaña Artificial

Fernando VII era un rey muy caprichoso, y uno de sus

caprichos fue que le construyesen una montaña en el

Retiro. Y así fue como se hizo la montaña artificial que hoy

podemos ver entrando por la puerta de O’Donnell:

Por cierto y de pasada os diremos que O’Donnell fue un

militar y político canario progresista que tuvo una gran

importancia a mediados del siglo XIX, llegando a ser en

tres ocasiones Presidente del Consejo de Ministros.

Nada más entrar nos encontramos este paisaje:

A todo esto la montaña artificial está hueca pues la

hicieron a base de ladrillos; de hecho dentro hay unas

“cuevas” que fueron convertidas en salas de exposiciones.

Había también una noria para subir el agua para las

cascadas (ahora se hace con una bomba) y un observatorio

en la alto para que el rey pudiera ver el paisaje de los

alrededores de Madrid.

Alrededor de la montaña hay una ría y otras cascadas

además de la que se ve en la puerta de entrada:

Enseguida vemos un camino que sube hasta la cima:

Por el camino encontramos una serie de árboles y arbustos:

Y justo antes de llegar a la cima vemos estos

ruscos (Ruscus aculeatus):

Al coronar la montaña, nos encontramos con una especie

de “búnker” de cemento lleno de pintadas y sobre el que se

puede uno subir y tener una panorámica de los

alrededores:

Bajando un poquito nos encontramos con la “sala de

máquinas” de la montaña, pintada de riguroso color rosa y

convenientemente “graffiteada”. Dentro se encuentran los

mecanismos de las bombas de agua que haya circulación

por el interior de la montaña para que “funcionen” las

cascadas:

Y como todo lo que sube baja, nosotros también lo hacemos

por un camino similar al de la subida:

Aunque el descenso no es largo ni peligroso (por mucho

que se quiera esta no es más que una montaña “de

capricho”), el caso es que hay que bajar, sobre todo porque

así veremos la otra “cara” de la montaña donde están otras

tres cascadas, una de ellas la principal, con estatuas y

todo:

A la izquierda del camino, nada más terminar de bajarlo,

aparece esta pequeña cascada:

Pero a derecha de esta según se mira encontramos la

cascada principal, jalonada por dos leones:

Los dos leones son del mismo estilo que las que hay en la

casa de fieras; son jovencitos, por lo que tienen una barba

incipiente.

Y un poco más a la derecha otra nueva cascada, más

pequeña que la principal, pero que no está nada mal:

Si seguimos rodeando la montaña hacia la puerta de

entrada, a la izquierda del camino nos sorprenderán otra

vez las palmeras, los olivos y unos curiosos árboles

llamados “huingans” que provienen de Chile y Argentina,

de unas zonas habitadas por unas tribus llamadas

“mapuches”:

Como os habéis podido dar cuenta, la verdad es que la

montaña está bien protegida por una exuberante

vegetación.

Si cuando estábamos arriba, junto a la altura del “chalet

rosado”, quisiéramos bajar, hay una escalerita de ladrillos

que nos lleva abajo:

Aquí se forma un pasillo entre la montaña y la verja por el

cual pasan continuamente (día y noche) las gentes que

recorren al trote el parque:

Pasa por delante de la entrada de la montaña, que fue sala

de exposiciones en su día:

Y por dentro había una preciosa sala de exposiciones

abovedada en la que en navidades incluso se solía poner un

belén viviente.

Bajando de la montaña en dirección al paseo de coches hay

un enorme parterre donde destacan como seto las andinas:

Hay en este parterre un par de secuoyas rojas que son

mucho más pequeñas que sus parientes las gigantes, como

ya explicamos en “El jardín de las plantas vivaces”.

De ellas os hablaremos en el capítulo de la Casa de Vacas-

Templete, que hay un par de ellas en la ría que merecen la

pena. Ahora vemos este bonito pitósporo (Pittosporum

tobira):

Y ahora nos fijamos en estos cedros con algunas fotinias

cerca:

Pero en esta zona lo que de verdad destaca es otro de los

caprichos de D. Fernando: la llamada “Casita del

Pescador”:

Se llama así porque era desde donde el rey pescaba los

peces que había en el estanque, y estaba decorada con

tapices, muebles de la época, etc. Ahora es un Punto de

Información donde hay personas encantadoras que te

explican todo lo que quieras saber del Retiro y la verdad

es que es muy agradable el ambiente, aunque la

decoración sea rústica, o sea, normal.

Son llamativas las hornacinas (que son los huecos donde

antes hubo estatuas) y las pinturas que son del estilo

“pompeyano” porque recuerdan las que se hacían en

Pompeya. Han sido hechas por los restauradores a quienes

encargaron que pusieran la “casita” al día.

Fue construida por el arquitecto D. Isidro González

Velázquez, empezándose la obra en 1817. Los jardines

fueron diseñados por D. Bernardino Berogán y la verdad

que siguen siendo preciosos. En general esta es una zona

muy tranquila y muy agradable. Por dentro es una casa

pequeña, un auténtico “capricho” vamos, con dos

pequeñas estancias y un techo alto, eso sí. La vemos una

mañana cualquiera:

En el estanque ya no hay peces, como cuando pescaban

los reyes y sus amigos, pero sí que hay una serie de patos

de distintas especies:

Muy cerca de aquí había otras dos construcciones que son

la casa Rústica o Persa y la Casa del pobre y del rico.

La primera estaba decorada como si fuera oriental, a base

de sedas y cosas traídas de la China, pero de verdad, no

como las de ahora. Por fuera estaba decorada con troncos

de árboles con su corteza y todo.

La “Casa del pobre y del rico” tenía mucha gracia porque

era muy rústica, hecha con muros de piedra, ladrillo y

troncos de árboles. El piso de abajo era el de los pobres (al

fondo había un matrimonio llegado de Cuba que los

protegía) y el de arriba el de los ricos, decorado

lujosamente, claro. Para dar vida a todo pusieron unos

autómatas que los representaban.

Alrededor del estanque hay una serie de árboles

interesantes entre los que destacan los huingans, como

algunos de los que vimos que rodean la montaña.

También podemos deleitarnos contemplando un fresno que

hay al lado de una palmera, justo entre el estanque y la

montaña:

Es la especie de fresno de hoja pequeña (Fraxinus

angustifolia) que proviene del norte de Africa y es muy

frecuente en España. En concreto en la provincia de

Madrid es muy abundante, incluso tenemos las famosas

dehesas de fresnos al pie de la Sierra del Guadarrama.

Desde luego en el Retiro hay unos cuantos, como hemos

ido viendo y más que veremos de esta y de otras dos

especies más.

Son de la misma familia que los olivos y sus hojas tienen

propiedades medicinales. Si se mastican fortalecen las

encías y dicen que son buenas para el reuma. Las ramas

han sido y son empleadas como alimento para el ganado.

Los frutos son de los llamados “sámaras”, planos y

largados. La madera es buena y de hecho se utiliza en

ebanistería para hacer mangos y otros utensilios. Para

vivir necesitan humedad (suelen estar próximos a ríos)

pero si no la tienen pueden incluso llegar a perder las

hojas en verano resistiendo con sus raíces hasta que

lleguen las lluvias.

Al ladito del fresno hay un almez, que no es de los

habituales sino de otra especie llamada Celtis

occidentalis; los otros son “australis”. Se le llama también

“almez americano” y se distingue apenas del otro por sus

hojas que son menos curvadas y su corteza que termina

teniendo nudos y callosidades.

Y un poco más allá podemos ver este arce negundo (o

simplemente “negundo”) que eso sí, no sabemos si es

macho hembra, porque esta especie tiene los sexos

separados. Proveniente de América del Norte es bastante

típico en los jardines y parques. Ahora recuerdo otro en

los jardines de Cecilio Rodríguez, que ya vimos, y hay

algunos más en el Retiro.

También en la orilla de este estanque hay unos arbustos

de manzanos un tanto exóticos que son nada menos que el

"manzano silvestre de Siebold" (Malus toringo

sargentii), especie proveniente de Japón (de hecho a veces

se utiliza como bonsái) y que es bastante raro en nuestro

país.

Casi enfrente y siempre a la orilla del estanque, vemos

este fresno de flor:

Su nombre científico es Fraxinus ornus y curiosamente

pertenece a la misma familia que los olivos, siendo típico

de la zona mediterránea. Su madera se usaba para hacer

cercados, de ahí su nombre que deriva del griego

“phraxis" que significa eso. La especie es por la palabra

latina “orno" (montaña) ya que se cultiva en sitios

montañosos. ¡Así que en esta zona de la “montaña

artificial” está en su ambiente!

En el sur de Italia y Sicilia se cultiva para sacar lo que se

llama "maná", una bebida dulce que tiene propiedades

laxantes. Como si fuera un pino al que se saca la resina, se

sangra el árbol durante el verano, haciéndole unas

incisiones en la corteza por las sale este “maná”.

Casi junto al paseo y siempre cerca de la casita del

Pescador, aparece este arbolazo que además le han puesto

un cartelito que pone “Ailanto, Ailanthus altissima”: de

hecho se le llama “árbol del cielo”. Viene de China así que

no es raro que cada vez haya más y se adapten a todos los

ambientes y condiciones, bien en solitario o formando

bosquecillos. La corteza del tronco es lisa pero tiene unas

curiosas rayas blancas. Las hojas son compuestas de

bastantes hojitas opuestas con una en la punta de la

ramilla. De ellas se puede sacar un colorante amarillo para

teñir la lana y sirven también para fabricar papel, pero si

se las frota huelen mal. Lo mismo les pasa a las flores de

los ejemplares masculinos, por lo que se suelen plantar

más los femeninos. Los frutos son ramilletes de sámaras,

parecidos a los del fresno.

En ese mismo paseíto encontramos una importante encina,

recuerdo del monte salvaje que habría por aquí antes de

ser parque:

Y luego, entre castaños, plátanos y magnolios, unos

almeces de los normales, o sea, “australis”:

Muy cerca del estanque hay una placita poco conocida

llamada “Glorieta de Sevilla” que procede de la Primera

Feria de la Planta y de la Flor que se celebró aquí en el

año 1968 (tenía yo 16 años, pero no recuerdo nada de

esto).

En el centro hay una fuente con un pie octogonal, o sea,

con ocho caras de granito en las que hay grabados los

nombres de doce escritores sevillanos.

Entre ellos destacan los hermanos Machado, los Álvarez

Quintero y Gustavo Adolfo Bécquer.

Que os vamos a decir (que no sepáis) de D. Manuel y D.

Antonio Machado, hermanos pero separados por la guerra

civil. El primero fue un notable poeta modernista que al

terminar la guerra civil se puso a favor de los vencedores

mientras su hermano Antonio siguió fiel a sus ideas

liberales. Entre ambos escribieron varias obras de teatro,

la más famosa: “La Lola se va a los puertos”.

Y que contar del romántico Gustavo Adolfo Bécquer, otro

sevillano de pro, autor de “Rimas”, “Leyendas” o “Cartas

desde mi celda”, entre otras.

De los hermanos Alvarez Quintero hablaremos largo y

tendido cuando lleguemos a su enorme monumento en la

zona que hemos llamado “Casa de Vacas-Templete”.

De D. Benito Más y Prat decir que fue un poeta, escritor,

periodista y autor dramático que nació y vivió en Écija,

muy cerca de Sevilla. D. Luis Montoto Rautenstrauch fue

un escritor experto en el folklore de la zona y además

estudioso de los refranes y proverbios.

También os contaremos que D. José María Izquierdo

Martínez fue un notable escritor y humanista de la misma

Sevilla, mientras el poeta D. Francisco Rodríguez Marín,

nació en Osuna y llegó a ser Director de la Real Academia

Española.

Por último D. Torcuato Luca de Tena fue abogado y

periodista, fundador nada menos que del semanario

"Blanco y Negro" y, sobre todo, del diario "ABC", que

continúan publicándose.

Hace unos años, unos cuantos, pues estamos hablando de

1920, esta glorieta tenía otro diseño, con seis bancos

recubiertos de azulejos sevillanos y una especie de

monolito, también de azulejos, donde estaban los nombres

de los antes citados.

Todo esto se hizo porque la Reina Victoria Eugenia se

inventó la “I Feria de la Planta y la Flor” para recaudar

fondos con fines benéficos. Solo se ha conservado la Virgen

de los Reyes, patrona de Sevilla, con su imagen en 12

azulejos sobre un muro pintado de amarillo:

En esta misma plazoleta hay un altísimo olmo

negro (Populus nigra):

En el cartel se cuenta, por ejemplo, que estos árboles eran

cortados por los chicos jóvenes y llevados a la plaza de los

pueblos para celebrar la llegada de la primavera en la

“Fiesta del Árbol Mayo”. Se les suele llamar “chopos” y son

o bien machos (solo con flores masculinas) o bien hembras

(solo con flores femeninas).

También son típicos de la zona los naranjos (Citrus

aurantium) que le dan su punto de color, cuando tienen

frutos, claro está:

Unas rosas rojas le dan alegría a la zona en primavera:

Los árboles del amor tampoco podían faltar por aquí:

En este paseo nos encontramos un serbal de

Suecia (Sorbus intermedia) que en realidad es un híbrido

que surgió de forma espontánea entre el serbal silvestre y

el mostajo en las regiones escandinavas. Además de bonito

es un árbol muy resistente a la contaminación, sobre todo

por gases, así que es ideal para plantar en el centro de

ciudades.

Y muy cerca de las ruinas de la ermita, que ahora veremos,

podemos disfrutar de estos membrilleros japoneses, uno de

flores rojas y el otro de flores blancas:

Estos membrilleros japoneses son arbustos que provienen

de China, aunque luego se introdujeron en Japón y ahora

ya son cosmopolitas porque alegran cualquier jardín donde

se planten. Las flores son espectaculares y los frutos son

unas pequeñas manzanitas que huelen muy bien.

Un poco más arriba nos encontramos con unas ruinas

románicas que yo siempre había pensado que eran

artificiales, es decir, que las habían puesto allí para que

hiciera bonito y eso.

Pero que va, resulta que son los restos de una auténtica

iglesia románica que se trajeron piedra a piedra desde

Ávila, igual que se hizo con el templo de Debod que se

trajo desde Egipto.

La idea fue de Cánovas del Castillo, político conservador

de finales del siglo XIX que fue varias veces Presidente del

Consejo de Ministros, quién hizo que el Estado comprase

esta iglesia que estaba a las afueras de Ávila a un

particular que se había quedado con ella. En realidad era

la iglesia de San Pelayo, construida en el siglo XI, pero se

la conoce como “de San Isidoro” por haber reposado en

ella los restos del santo en su traslado desde Sevilla a

León. En el año 1258 se convirtió en parroquia, pero luego

su culto desapareció por pasar a la nueva catedral.

La compra se hizo en el año 1884 como adorno de los

jardines del Museo arqueológico, pero en 1896 fue cedida

al Ayuntamiento de Madrid que la situó en el Retiro.

A “vista de podador”, las ruinas de la ermita se ven así:

Un poco más arriba, yendo hacia la verja, hay unos

curiosos matorrales con unos frutos que parecen bolitas

de algodón o lichis pelados:

Se trata de una planta que proviene de Norteamérica y se

llama “bolita de nieve” (Symphoricarpos racemosus) por

sus frutos que, en realidad, son bayas, como las uvas.

Como éstas también maduran en otoño, pero son blancas

con un ligero tinte rosa.

Al lado hay una plantación de forsitia, muy espectacular

por sus flores amarillas, de las que hablaremos más

adelante:

Y si queremos ver rosas silvestres, las podemos encontrar

entre unas matas de nandinas entre la casita del pescador

y el principio del paseo de coches:

Siempre viniendo hacia el Florida y más o menos cerca de

la verja de Menéndez Pelayo, hay unas praderitas donde

Diego y yo (y más gente), hemos jugado bastante al fútbol:

Nos movíamos entre perales, concretamente unos llamados

“de Callery”:

Y también cerca de aquí, Diego se ha dedicado a volar

helicópteros en la época en que le dio por esta afición:

Este olmo pumila o siberiano (Ulmus pumila) destaca, con

su tronco inclinado, en el paseo junto a la verja de

Menéndez Pelayo:

Esta especie de olmo parece ser que resiste a la terrible

grafiosis, el hongo que ataca los vasos conductores de la

savia, por lo que cada vez se planta más en los parques.

Las flores aparecen al final del invierno, antes de que

salgan las hojas. Los frutos, que maduran en primavera,

son de los llamados “en sámara”, con una sola semilla cada

uno.

Al borde de este paseíto crecen una serie de árboles y

arbustos con unas flores preciosas. Hay que verlos en

primavera, ¡claro está! Empezamos por la ya antes

mencionada forsitia o “campanita china” aunque provenga

de Albania y Yugoslavia.

Los manzanos, con sus flores rosas o blancas, son una

gozada de color:

Aquí volvemos a ver perales de Callery (Pyrus

calleriana), con sus típicos racimos de flores blancas.

También las rosas están por esta zona, y tan bonitas como

éstas:

Hay dos pequeños parques circulares con columpios donde

hemos pasado muchas tardes y mañanas y, a veces, casi

noches, porque no había manera de que Diego dejase de

columpiarse o de bajar por el tobogán, o de subirse a los

“muelles”, en fin…

Y al lado crecen estos manzanos que vemos con sus

manzanas y todo:

Los podadores tienen una perspectiva envidiable de todo

esto:

Un buen día por la mañana descubrí a un señor que daba

de comer a los gorriones y estos se le posaban en las

manos. Le pedí permiso para hacerle una foto y me dijo

que sí:

Muy cerca han plantado hace poco tres arbolitos que son

alcanforeros (Cinnamomun camphora):

Se llaman así porque de ellos se sacaba el alcanfor, aunque

ahora se hace de forma sintética. Provienen de Asia

tropical, Malasia, Taiwan y Japón y tienen unas hojas

brillantes y duras que se vuelven rojas antes de caer,

aunque es de hoja perenne, o sea que siempre las tiene.

Las flores son pequeñitas, como los frutos, que son

pequeñas bayas de color púrpura. Si se rompe una hoja

(hacedlo con las del suelo, por favor) huele un poco a

alcanfor, pero esta sustancia se sacaba del tronco que, por

cierto, también tiene una madera apta para hacer muebles

y sirve para espantar a los insectos.

Cuando hacía las anteriores fotos no había gorriones, pero

sí una pareja de mirlos:

Otra vez, cuando iba para casa, ví en las escaleras del

Metro de Ibiza una paloma quieta. Me acerqué y tenía la

cabeza herida, seguramente le habían picado otras

palomas y la habían tirado del nido. La cogí y la llevé a

casa donde la cuidé a base de mucha paciencia. Después

de unos cuantos días, y cuando ví que ya volaba, la llevé al

Retiro para soltarla; hice un video del evento y de ahí he

sacado estos fotogramas:

Y así, poco a poco, hemos ido recorriendo esta zona de la

montaña artificial hasta llegar a la puerta de salida cerca

de la que hay una hilera de castaños de indias, así como un

enorme eucalipto rojo, una acacia de tres espinas, dos

olmos y una caseta de guarda de las de antes.

Al lado hay una acacia de las llamadas “de tres espinas”,

ahora veréis por qué.

El nombre científico es Gleditsia triacanthos y son árboles

originarios de América, concretamente del delta del

Missisipi. El nombre le viene de un profesor alemán de

Botánica del siglo XVIII llamado J.Gottlieb Gleditsch y del

griego “acantos” que significa “espina” porque las suele

tener de tres puntas y las hay en el tronco y las ramas. Las

hojas son compuestas de muchas pequeñas hojitas y las

flores salen en racimos tanto las masculinas como las

femeninas.

Los frutos son tipo “algarroba” que, en realidad, son

legumbres de vaina pardo rojiza, algo retorcidas y con una

sustancia pegajosa y dulce donde van las semillas. Mi

padre las cogía del suelo en la Casa de Fieras para dárselas

a las cebras, cabras, elefante, camellos, ciervos, etc. y la

verdad que les gustaban mucho. Luego Diego y yo hemos

hecho lo mismo en el Zoo, sobre todo con los dromedarios

que venían como locos a comérselas.

Y así llegamos a esta puerta que se llama “de América” y es

la única de todo el parque que tiene inscrito el año en que

se hizo, 1932.

El Paseo de Coches

 El paseo de coches es como la Gran Vía o la Castellana

del Retiro, es decir, la “calle” principal del Parque. Fue

abierto en la época de la Primera República, o sea, por

1873, patrocinado por el Duque de Fernán Núñez y al

principio era de coches…, pero de coches de caballos:

¿Qué quién era Fernán Núñez? Pues un aristócrata que

quería poderse pasear a caballo por el Retiro para lo cual

no le importó pagar 55.000 pesetas (la mitad de lo que

costó abrir el Paseo) al Ayuntamiento que puso el resto.

Eso sí, pensando en hacer negocio porque al principio

había que pagar 2,50 pesetas al día por carruaje o caballo,

aunque había abonos.

Después de mucha polémica pues algunos no querían que

se abriera, en 1874 se inauguró el primer “Paseo de

Carruajes” del Parque del Retiro.

A partir de 1885 se dio permiso para que se pudiera

circular en bicicleta, bueno en “velocípedo”, por este

paseo. Una de las asiduas era la famosa bailarina llamada

“la Bella Otero” que iba con su hija en un tándem.

Ya entonces se empezaron a alquilar bicicletas a dos

pesetas la hora, algo más baratas que lo hace ahora mi

amigo Luis, de By-Bike, aunque éstas tampoco son nada

caras.

Hasta el Rey Alfonso XII se hizo asiduo del paseo, (en

coche de caballos, no en bici, claro) y aquí se venía todas

las tardes. El atentado que sufrió en 1880 fue justo

después de hacer este paseo, cuando iba hacia el Palacio

Real. Salió ileso y al día siguiente volvió, o sea, que le

encantaba.

Cuando aparecieron los primeros coches automóviles,

también se hicieron asiduos de este paseo, que ya se

empezó a llamar “Paseo de Coches” como en la actualidad,

aunque ahora solo pasen por aquí los de la Policía y

algunos de mantenimiento del parque.

Recuerdo haber ido con mi padre a ver carreras de motos

al Paseo de coches, que se rodeaba de sacos de tierra y

neumáticos usados como “medidas de seguridad”.

Pero también se organizaban aquí otro tipo de carreras:

La entrada al Parque por este paseo era y es por la puerta

que hay en la calle de O’Donnell, justo enfrente de las

Escuelas Aguirre, ahora Casa Árabe, y que se llama

“Puerta de Madrid”:

Y entrando en lo que es la puerta en sí (¡nunca mejor

dicho!), tenemos que decir que la Puerta de Madrid es una

de las más impresionantes. Fue construida en 1900 por el

arquitecto municipal D. José Urioste Velada, como todas a

base de hierro forjado, tanto las puertas como las farolas,

siendo las columnas de granito y de caliza los motivos

escultóricos entre los que destacan las cabezas de león.

En realidad las puertas son cuatro: dos laterales para que

pasen los peatones y dos centrales (entre las tres

columnas) para los carruajes primero y los coches después.

Y ahora para nadie porque están cerradas.

Según se entra a la izquierda hay un arbolito que es muy

curioso porque es nada menos que un castaño de flores

rosas (Aesculus rubra), como el que hay a la puerta del

Florida Park:

En una pequeña plazoletita que hay en la parte derecha del

principio del paseo, destaca un monumento levantado en

granito y caliza, que representa a Fray Pedro Ponce de

León, inventor del alfabeto de los sordomudos. En realidad

era un monje benedictino que había nacido en Sahagún

(León) y que parece que educó a algunos niños sordos en el

monasterio de San Salvador de Oña. Lo primero les

enseñaba a escribir mientras les señalaba con el dedo

índice de la mano derecha las letras que hacía con los

dedos de su mano izquierda, y después los objetos

identificados o rotulados con su respectivo nombre; luego

les hacía repetir, primero de forma manual y luego por

escrito, las palabras que correspondían a los objetos. No

está claro si fue el pionero en estas tareas o no, pero el

caso es que la Asociación de Sordomudos de Madrid le

dedicó esta estatua en 1920, justo a los 400 años de su

nacimiento.

Y durante una serie de años, todos los domingos se

reunían los sordomudos de Madrid para “hablar” de sus

cosas alrededor de esta estatua:

Y ahora vemos el monumento tal cual:

Por detrás de la estatua hay otra inscripción, ésta dedicada

a Juan Pablo Bonet (1573-1620), que fue soldado en África

e Italia y luego maestro del hijo sordomudo del

Condestable de Castilla. Esto le hizo interesarse por la

fonética y también por lo que había hecho Ponce de León.

Total que publicó un libro titulado “Reducción de las letras

y arte de enseñar a hablar a los mudos”, donde estaba el

famoso “alfabeto”.

Justo al lado de este monumento hay unos parterres

sembrados con unas flores azules muy curiosas. Son los

“agapantos” o “lirios africanos”, Agapanthus africanus,

también conocidos como “flores del amor” que vienen de

Sudáfrica y tienen unas raíces muy resistentes, de las que

se llaman “rizomas” que hacen que aguanten los inviernos

y en primavera-verano les salgan esas flores azules tan

bonitas que alegran la zona.

Cerca de aquí descubrimos un árbol muy especial (que ya

lo vimos en la zona “Florida Park” tras el monumento a

Arosemena) llamado “de los farolillos” porque sus frutos al

secarse parece eso, farolillos chinos. En realidad su

nombre científico es Koleuteria paniculata y, como muy

bien pone en la tablilla del parque, los frutos son “cápsulas

ovoides compuestas por tres valvas”. Son de origen asiático

(China, Corea, Japón) y tienen una sustancia que se llama

“saponina”, sobre todo en las semillas, que puede hacer

espuma y servir como jabón.

También nos encontramos por aquí, entre otras cosas, una

higuera y unos arces:

La higuera es una planta bastante curiosa porque las flores

femeninas (que están en las higueras femeninas porque

también las hay masculinas) están dentro de los higos

jóvenes, que en realidad son brotes modificados. Tienen un

pequeño orificio por el que entra una pequeña abeja que

las poliniza, lo que es bastante alucinante. O sea que en

realidad los higos no son frutos sino flores modificadas; los

frutos son esos pequeños “pipos” que están dentro de los

higos y se suelen quedar entre los dientes. Proviene de

Asia Menor y se cree que es una de las primeras plantas

cultivadas por el hombre, antes incluso que los cereales.

Estos arces son nativos del sur y centro de Europa y se

crian aislados, sin formar bosque. Por eso y por su

resistencia son ideales para los parques porque además

dan mucha sombra.

Y también está por ahí este enorme castaño de Indias:

Caminando por el paseo entre laureles y boneteros nos

encontraremos con el monumento a un músico ilustre, el

maestro Chapí.

Ruperto Chapí fue un compositor alicantino nacido en

Villena en 1851. Destacó en la banda municipal por lo que

muy joven (a los 16 años) se vino a Madrid y, tras pasarlo

bastante mal, consiguió estudiar en el Conservatorio con el

maestro Arrieta. Fue Primer Premio Fin de Carrera junto

con Tomás Bretón, con quién ingresa en la orquesta del

Circo Price como profesor de cornetín y es aquí donde

estrena su primera zarzuela. Gracias a otra, que estrenó ya

en el Teatro Real, consigue una beca para ampliar estudios

en París y Roma donde compuso sus primeras óperas.

Tras volver a España, se casó con una madrileña, tuvo dos

hijos y compuso numerosas zarzuelas (hasta 155), entre las

que destacan “El rey que rabió” en 1891 y la más conocida

de todas, “La Revoltosa”, en 1897. También fue compositor

de música sinfónica y socio fundador de la tan

controvertida Sociedad General de Autores y Escritores

(SGAE) en 1893. Le cabe el honor de ser uno de los

profesores de D. Manuel de Falla. Murió aquí, en Madrid,

en 1909, aunque sus restos reposan en Villena.

Detrás del mismo hay plantado un frondoso laurel y una

Palmera de Fortune:

Los magnolios son también parte importante de la

decoración de este paseo:

La especie es Magnolia grandiflora, procedente de Estados

Unidos y que se llama así en honor a un gran botánico

francés de finales del siglo XVII y principios del XVIII

llamado Pierre Magnol.

Desde el monumento a Chapí y por un camino paralelo al

paseo y lleno de castaños de indias, llegaremos a una

pequeña plaza:

Por ella paso cada día en mi bici y allí está el famoso

“Monumento a Cuba” que fue empezado en 1929 a

instancias del general D. Miguel Primo de Rivera, entre

otros. Es curioso que a un dictador se le ocurriera hacer un

monumento a una nueva república… en fin. Pero la propia

caída de su dictadura y otros problemas políticos

retrasaron la inauguración hasta octubre de 1952 (tenía yo

dos mesecitos); además así coincidía con el 460 aniversario

del descubrimiento.

Y nos quedan ahora todas las esculturas en bronce que

fueron hechas por el famoso Mariano Benlliure: 

Al lado de esta placita hay unas explanadas de hierba y

también de tierra donde hemos jugado muchísimo al fútbol

cuando Diego era pequeño. Incluso hacíamos partidos en el

césped con otros niños y sus correspondientes padres.

Luego pusieron un campo de petanca rodeado de una

pequeña cerca de madera (donde también echábamos

partidos…de fútbol) y por fin han puesto un “parque para

mayores” con pedales y maquinitas para que los

“teóricamente mayores” puedan hacer ejercicio:

A veces los partidos se organizaban en las zonas de hierba

justo al lado del paseo:

Entre enormes castaños, acacias, magnolios, etc., nos dedicábamos a dar pataditas al balón. Las casetas blancas son de la Feria del Libro que estaba puesta cuando hice la foto.

Una vez estaba con Diego jugando al fútbol por aquí y,

justo antes de irme a jugar al tenis, oí que decían por los

altavoces de la feria del Libro: “Francisco Gavilán firma

ejemplares de su libro…. en la caseta nº ----“. Yo le conocía

de haber jugado al tenis con él hacía años, después nos

habíamos visto e intercambiado libros (Paco es autor de

algunos tan conocidos como “La guerra de los sexos”, por

ejemplo). Ante la sorpresa y disgusto de Diego, me fui para

la caseta en pantalón corto como estaba y le dije a Paco:

“que tal, ¿nos jugamos un partidito?” Él se quedó

asombrado de verme por allí vestido de forma tan

deportiva, empezamos a hablar y me preguntó por un libro

mío ya descatalogado. Me recomendó que lo llevase a la

que entonces era su Editorial (Edaf, por más señas); así lo

hice, lo reeditaron y hoy sigue en las librerías. ¿Increíble,

no?

Lo de la feria del Libro es algo típico del Paseo de coches

del Retiro. Cada año se montan las casetas por primavera y

se desmontan al cabo de dos o tres semanas. Todo el

proceso lo vivo cada día porque la atravieso para ir a

trabajar.

La primera vez que fui a firmar un libro mío lo hice con

toda la ilusión del mundo. ¡Qué importante, firmar en la

Feria! Luego ves que es entretenido por la gente que

conoces, algunos lectores de tus libros, te lo pasas bien

charlando y dedicando algunos ejemplares (pocos)… Pero

uno se cansa, se termina aburriendo y se desmoraliza

cuando te confunden con un vendedor de la caseta y te

preguntan por el precio de otro libro. El sentido del humor

ayuda, pero si no eres un escritor de verdad famoso, ir a la

Feria es un verdadero rollo.

Ya casi estamos llegando al monumento a Martínez

Campos, eso sí, vamos por la parte derecha del paseo en

dirección a la Rosaleda. Enfrente hay magnolios y detrás el

Florida Park, que ya vimos en el capítulo correspondiente.

Pero antes de llegar vemos un par de ejemplares botánicos

muy interesantes:

A través del paseo del Perú, que es de tierra, nos

presentamos en la Plaza de Guatemala donde está el

famoso monumento al general Martínez Campos.

Llegamos, ahora sí, a la placita donde se encuentra la

estatua del general subido en su caballo, encima de una

roca y en el centro de un pequeño estanque.

Antes de la guerra civil se llamaba “Plaza de los Cisnes” y

tenía un jardín rodeado de una verja metálica:

La idea de hacer este monumento fue de un par de

profesores de la Academia Militar, a los que en 1888 se les

ocurrió hacer un homenaje a este gran general que fue D.

Arsenio Martínez Campos. Este era de Segovia (como mi

madre), donde nació en 1831 y se hizo famoso por

participar en las campañas de África, Méjico y Cuba, así

como en las guerras carlistas. A las órdenes del Gobierno

de la Primera República, conspiró contra éste para

proclamar como Rey a D. Alfonso XII, lo que le hizo muy

popular alcanzando el grado de Capitán General y siendo

incluso nombrado Presidente del gobierno conservador.

Pero solo por unos meses, ya que se llevaba mal con

Cánovas del Castillo. Sus ideas contra la esclavitud le

hicieron militar en el Partido Liberal, llegando a ser

Ministro de la Guerra en 1881. Murió en Zarauz

(Guipúzcoa) en 1900.

La estatua se hizo al fin por suscripción popular, impulsada

por un marqués, participando también la Familia Real, el

Gobierno y el Ejército, que aportó las 21 toneladas de

bronce necesarias para que el insigne Mariano Benlliure

pudiese esculpirla.

Queda muy bien que al fondo de la estatua del general

Martínez Campos se pueda ver la del rey a quien él ayudó a

reinar, D. Alfonso XII, que preside el estanque:

Mis padres estuvieron viniendo a esta placita una serie de

años, junto con una prima de mi padre y su marido (María

y José). Empezaron viniendo con el Seat 127 (que a veces

lavaban en el paseo) y terminaron utilizando el autobús,

pero el caso es que aquí se venían cada tarde, charlaban y

daban de comer a las palomas.

Esta placita es muy buena para muchas cosas, o sea, que

tiene muchos usos: pasear, patinar, correr, charlar, dar de

comer a las palomas, ir en bici…

Aparte de los setos de cipreses, durillos y algunas fotinias

que hay alrededor de la plaza, también destacan unos

arbolitos que yo pensaba que eran tuyas, pero que gracias

al blog “Mis árboles de Madrid”, que hace mi amigo José

Manuel y que está fenomenal, me enteré que eran nada

menos que “libocedros” (Calocedrus decurrens:

Se les llama “cedros de incienso” o “libocedros de

California” y son de la familia de los cipreses. El nombre

científico significa “hermoso cedro” (“kallos” en griego es

“bonito”) y lo de “decurrente” quiere decir que las

pequeñas hojas están pegadas a la propia ramilla. Estos

cedros se introdujeron en Europa a mediados del siglo XIX

y en concreto estos del Paseo de Coches son de la variedad

“aureovariegata” que se refiere al color amarillo dorado de

las hojas. Son más bonitos y crecen algo menos que sus

parientes normales.

Vemos ahora un durillo y, sobre todo, el citado y enorme

plátano de sombra:

A su lado crece este laurel-cerezo:

En todo el paseo de coches hay muchísimas actividades

que iremos viendo poco a poco. Para ir a la plaza de

Guatemala desde el paseo hay unas escaleras y por allí

suelen ponerse algunos músicos:

Un poquito más abajo, a la izquierda, hay una bonita

estatua que representa a Hércules “buscando las

amígdalas del rey de la selva” como dice Jesús Díez de

Palma en su libro “Descubriendo el Retiro” (Ediciones La

Librería) que otra vez os recomendamos:

En realidad la estatua se llama “Hércules y el león de

Nemea” y le representa en el primero de los doce trabajos

que tuvo que hacer para ganarse la inmortalidad. Se

supone que es del año 1650 y que estaba en el Palacio

Real, desde donde se trasladó al Retiro en el reinado de

Carlos III. Tiene que ver con otra que está al final del

paseo, justo donde están los dos pinos, y que se llama

“Hércules y la hiedra de Lerna”.

Y al lado hay una curiosa fuente de cuatro grifos que es

como un oasis, ya que es una de las pocas en las que el

agua no sale a presión y hasta se puede beber.

En el paseo que viene de la plaza del mármol, paralelo al

de coches, hay un monumento al que fue el más popular

de los alcaldes de Madrid: D. Enrique Tierno Galván.

Nacido en Madrid en 1918 (aunque sus padres eran de

Soria), el llamado cariñosamente “profesor Tierno” se

doctoró en Derecho y Filosofía y Letras por la Universidad

Complutense de Madrid y fue Catedrático de Derecho

Político en las Universidades de Murcia y Salamanca. De

esta última cátedra fue expulsado en 1965 por oponerse al

régimen franquista. Se autoexilió a Estados Unidos donde

siguió dando clases para volver en 1967 y fundar de

manera clandestina el que sería luego Partido Socialista

Popular (PSP), con el que obtendría escaño de diputado en

1977. Posteriormente fue nombrado Presidente honorífico

del PSOE y elegido Alcalde de Madrid en 1979 y de nuevo

en 1983.

De carácter peculiar, son famosos sus bandos municipales

escritos en un estilo barroco a la vez que irónico y

humorístico. Conectó con la juventud y se convirtió en el

alcalde de la llamada “movida madrileña”. Gran renovador,

impulsó la modernidad en todos los sentidos y promovió,

entre otras muchas actividades culturales, el hábito de la

lectura, trayendo la Feria del Libro al Paseo de Coches del

Retiro, donde sigue celebrándose. Por eso los libreros le

homenajearon con este monumento cuando murió en 1986,

en el ejercicio de su cargo. El autor fue un escultor

apellidado “Ferrer”, tal y como puede leerse en la propia

escultura.

Un poco más adelante, pero muy cerca, nos encontramos

otra estatua, esta vez de una diosa griega llamada “Hera”:

La diosa Hera era la hermana mayor y a la vez esposa de

Zeus, siendo la “patrona” de los matrimonios y los

nacimientos. Sus símbolos eran la vaca, el pavo real y el

león entre los animales y la granada como fruto. Esta

última representa la sangre y la muerte, y es que no os

creáis que Hera era (sin hache) tan buenecita como parece

en la estatua, sino que era (otra vez sin hache) bastante

celosa y vengativa.

La estatua parece ser del año 1750, realizada en piedra

caliza por un tal Blanco. Fue colocada aquí en el año 2006

para sustituir a la de un efebo que desapareció

misteriosamente. Antes estaban en los jardines de Cecilio

Rodríguez y antes aún en la plaza del mármol, donde como

vimos solo quedan los pedestales.

Justo a la puerta de la casa de Fieras hay un árbol grande,

de copa ancha, que es una “sófora” o acacia del Japón,

antes llamada Sophora japónica y ahora Styphnolobium

japonicum:

Aunque se llama “japonesa”, esta acacia no existe en

Japón, sino que es oriunda de China y Corea, aunque ya se

he extendido por todo el mundo porque es muy aparente

para los parques y jardines (en el Retiro hay más de 600).

Además, de sus botones florales se extrae una sustancia

que tiene propiedades antihemorrágicas y

antiinflamatorias. Bueno, de hecho siempre se ha usado

este árbol en la medicina tradicional china. También se le

llama “árbol de la miel” porque sus flores papilionáceas

tienen bastante néctar, lo que hace las delicias de los

insectos.

En sus ramas se posan no solo gorriones y urracas, sino

también palomas, como la que vemos en la siguiente foto:

Muy cerca de la sófora se instala los días festivos un teatro

de guiñol de un señor argentino que lleva bastantes años

haciéndolo: se llama “Títeres Clavileño” y tiene un sistema

de venta de boletos para un sorteo de un muñeco de títeres

que hace que la gente no se vaya sin pagar. A Diego solo le

gustaba algo cuando era muy pequeño; enseguida le dejó

de gustar porque prefería jugar a la pelota o columpiarse.

A veces la nieve hace su aparición en Madrid (y en el

Retiro, claro), y entonces el paisaje cambia:

Caminando hacia la Rosaleda, el Paseo de Coches es recto

y amplio, tanto para pasear como para ir en bici, patinar,

etc. Hay cedros al lado de la verja de Cecilio Rodríguez,

pinos y otras especies al otro lado y plátanos de sombra y

madroños a ambos.

Empecemos por los cedros de los que hay una inmensa fila

que jalona toda la verja de los jardines de Cecilio

Rodríguez:

Al lado de los cedros hay otra hilera de castaños de indias,

dejando entre ellos un camino que es ideal para ir con bici,

más tranquilos que si vais por el paseo que suele estar más

lleno de bicis y patines.

Los madroños son los árboles típicos de Madrid (¡el oso y el

madroño!) y están a ambos lados de este tramo final del

paseo de coches:

Las hojas son parecidas a las del laurel y, como éstas, son

perennes, es decir que las hay en todas las épocas del año.

Las flores son como pequeñas campanitas blancas en

racimos que cuelgan. Salen en otoño.

Los frutos son bayas redondas, con verruguitas en la piel,

que tardan en madurar un año y tienen por dentro un

montón de semillas. Se pueden comer, están buenos, pero

no conviene comer muchos. De hecho el nombre latino del

madroño es Arbutus unedo que significa “arbolillo” y “me

como solo uno” (por lo de “unedo”). A mí me dio por

comerlos aquí y tuve suerte de no pillar una indigestión…

Además pueden estar contaminados por las sustancias que

se echan para evitar las plagas. Una cosa curiosa es que

como tardan tanto en madurar se juntan los de un año con

los de otro.

Aparte de ser típico de la costa sur de Europa, es curioso

que los madroños provengan de Irlanda del Norte. ¿Será

por eso que los madrileños nos llevamos bien con los

irlandeses? Para terminar deciros que se puede hacer una

rica mermelada con los frutos de madroño y en Portugal

hacen una bebida alcohólica que llaman “medronho”.

Entre los madroños podemos ver otra vez unos matorrales

de flores muy resistentes y olorosas llamados

“abelias” (Abelia grandiflora), como las que hay cerca de la

plaza del mármol, bueno y en muchos otros sitios del

Retiro.

En el centro del paseo hay, como ya decíamos antes,

multitud de actividades: desde pasear a ir en bici, jugar a

la pelota, ver títeres, hacer gimnasia, correr, patinar, etc.

Y también está abierto a eventos como la llegada del Papa,

en este caso Benedicto XVI, para lo cual se pusieron

casetas como en la Feria del Libro así como unos muy bien

diseñados confesionarios:

Pero volvamos a lo de los patines que es quizás la actividad

más habitual ahora en este paseo:

Pero la Policía controla bastante bien todo el Retiro y

también el paseo de coches, claro:

Los “pinos” que veíamos con los jugadores de hockey no

son tales. Bueno uno sí es un pino piñonero, pero el otro es

un cedro. Al principio eran dos pinos que fueron los únicos

que se dejaron sin talar cuando se hizo el paseo y se les

llamó “los Torenos” en homenaje al Conde de Toreno, que

era el Comisario del Parque cuando se inauguró el Paseo

de Coches.

Justo entre cedro y pino vemos una estatua que representa

otra vez a Hércules, pero esta vez no con el león sino con

la hidra de Lerna.

Este es el segundo trabajo de Hércules para el que le

ayudó su sobrino Yolao. Entre los dos mataron a esta hidra

que era hermana del león de antes, o sea, el de Nemea.

Las dos esculturas son gemelas, proviniendo ambas del

Palacio Real en tiempos de Carlos III.

Un poco más adelante de los Torenos, un buen día vi una

escena curiosa entre un gato y una ardilla:

Si volvemos hacia el Florida caminando por la parte

izquierda del paseo nos volveremos a encontrar los

madroños y una hilera de plátanos de sombra, además de

otros árboles y otras estatuas:

Ramón de Campoamor fue un poeta y autor teatral nacido

en 1817 en Navia (Asturias), donde, por cierto, hemos

veraneado unas cuantas veces en sus playas al lado de la

ría. Fue criado por una tía suya y estudió en el precioso

pueblo de Puerto de Vega, muy cerca de Navia, y donde

también nos hemos tomado unas cuantas “sidrinas”.

Estudió Filosofía en Santiago y lógica y matemáticas en el

Convento de Santo Tomás en Madrid. A los 18 años se hace

jesuita en Torrejón de Ardoz, pero pronto deja el tema

religioso y se matricula en Medicina en Madrid. Tampoco

le interesa esa ciencia y se decanta por las Letras

dedicándose al Periodismo y la Literatura.

Colabora en distintas publicaciones y empieza a escribir

teatro a los 20 años. Un poco antes ya había escrito sus

primeras poesías nada menos que de la mano del gran

Espronceda. También estuvo en Méjico cuando mandaba

allí el Emperador Maximiliano I, siendo, como si dijéramos,

el comediógrafo de la Corte. Llegó a escribir hasta

zarzuelas, estando encuadrado en el llamado

“Romanticismo”. Poco a poco se fue pasando al género

Realista con géneros muy personales como las llamadas

“Humoradas”, “Doloras” y “Pequeños poemas”.

Como filósofo era de los llamados “positivistas”, y como

político (que también lo fue) era moderado y monárquico,

estando a favor de la reina Isabel II. Fue auxiliar del

Consejo Real y Gobernador Civil de Castellón y Alicante. Se

casó con una dama rica de origen irlandés con la que no

tuvo hijos. Fue Diputado en el Congreso, Gobernador de

Valencia, Director General de Beneficencia y Salud,

Consejero de Estado, Académico de la Lengua y Senador

del Reino. Total, un auténtico prócer, no sólo en España,

sino también en Hispanoamérica. No se salvó de padecer la

terrible enfermedad de la gota y murió en Madrid a los 83

años.

De todas formas mi profesor de Literatura, el señor Llanos

a quién tanto admiraba yo, decía de Campoamor que era

un poco “tostón”, poeta de ripios y de literatura de no

mucha calidad. Ahora bien, famoso lo fue y la estatua que

tiene en el Retiro, adonde iba con frecuencia, es de las más

rimbombantes.

Esta estatua fue idea del periodista Mariano de Cavia (cuya

plaza está muy cerca del Retiro, con la famosa “fuente de

los patos”) quién lo propuso en 1914. Fue realizada por el

escultor D. Lorenzo Coullaut Valera, añadiéndose después

otras dos en bronce que hacen referencia a dos de sus

“Doloras”. La primera representa a un cura que recibe a

una aldeana y escribe notas en un libro (“Quién supiera

escribir”). La segunda es un gaitero sentado en una roca

(“El gaitero de Gijón”). Ambas fueron robadas: la segunda

fue recuperada por la policía en el Rastro de Madrid y de la

primera hubo que hacer una reproducción exacta en 1995.

En este mismo paseo nos encontramos a continuación un

monumento a un médico insigne como lo fue el Doctor

Cortezo, famoso por la céntrica calle madrileña que lleva

su nombre. Pero en su época (1850-1933) lo fue por otras

muchas cosas. Pues sí, porque D. Carlos María Cortezo y

Prieto de Orche, que así se llamaba el doctor, se licenció en

Medicina en la facultad de San Carlos de Madrid (donde

hoy está el Museo reina Sofía) en 1870, o sea, con veinte

añitos. Se fue a estudiar al extranjero y volvió hecho una

eminencia, iniciando en España lo que se conoce como

“bacteriología”.

En el año 1873 sacó plaza en el Hospital de la Princesa y a

los dos años ya era Decano de este hospital. También se

metió en política, militando en las filas del partido

republicano de Castelar, llegando a ser senador y poco más

tarde, en 1899, Director General de Sanidad. En 1904

publicó la famosa “Instrucción General de Sanidad”, y dos

años más tarde fue nombrado Ministro de Instrucción

Pública, creando el “Instituto de Higiene, Alfonso XIII”, al

frente del cual puso nada menos que a D. Santiago Ramón

y Cajal, dotándole con los mayores adelantos médicos del

momento. También fundó, con el famoso doctor D.

Francisco Méndez Álvaro (también con calle en Madrid), la

que llamaron “Sociedad Española de Higiene”.

Todo este lateral del paseo está jalonado por distintos

árboles y arbustos. Los árboles del amor son de los más

espectaculares en primavera.

Y entre estos árboles y algunos pinos y boneteros del

Japón, podemos ver un pedestal de granito parecido a los

de los monumentos de Hércules que hay en el paseo:

Si seguimos paseando por este lado del paseo veremos

algunos árboles y arbustos como el cedro, el aligustre o la

picea:

Y así damos por concluido nuestro “paseo por el Paseo..,

de coches” que ha tenido un poco de todo, desde la

espectacular puerta de entrada, el castaño rosa, el árbol

de los farolillos, los magnolios, la estatua de Ponce de

León (el de los sordomudos), el monumento a Cuba, “el

área de mayores” con sus aparatos de gimnasia, la encina

con su pedestal, el estanque con el monumento a Martínez

Campos, el gran plátano de sombra, las estatuas de

Hércules y la diosa Hera, la fuente de los cuatro caños, la

sófora del Japón, los títeres de Clavileño (que por cierto

era un caballo de madera que sale en El Quijote), la Feria

del Libro, la visita del Papa, los patinadores, los madroños,

los cedros y los castaños de la verja de Cecilio, la estatua

de Hércules y la hidra con “los Torenos” (cedro y pino), las

estatuas de Campoamor y el doctor Cortezo, el pedestal de

piedra, los pinos enormes, etc. 

Os ponemos lo más importante en un mapita:

Nota: Los grabados del Paseo de Carruajes (menos el de “los Torenos”),

los ciclistas antiguos y la carrera de coches de pedales están sacados del

libro de Carmen Ariza Muñoz “Los Jardines del Buen Retiro”, editado por

el Ayuntamiento de Madrid. El grabado de “los Torenos” es de la Revista

“Madrid Histórico” de Ediciones La Librería. La foto antigua del paseo a

la altura del Florida Park es de otro libro que tiene el mismo título y es de

la misma editorial, pero cuya autora es Consuelo Durán Cermeño. Las

fotos de Bahamontes, la de las motos y la de la reunión de sordomudos son

de Manuel Gil (1955), la del atasco de coches antiguos de Mario

Fernández (1931) y la del coche antiguo de Tomás Guzmán (1953); casi

todas ellas aparecen en el libro “El Retiro en el objetivo de nuestra

memoria”, editado por el Ayuntamiento con fotos aportadas por la gente.

La foto de la piña de cedro es de la página web de la Escuela de Ingenieros

Agrónomos. Las demás fotos son mías.

La Casa de Vacas y el Templete

  No recuerdo cuando empecé a oír hablar de la Casa de

Vacas. Me imagino que de pequeño y pensaría que era una

casa donde había vacas. Pues no estaba muy lejos de la

realidad porque aunque desde hace muchos años no las

hay sí que las hubo al principio.

En el siglo XIX había una especie de granja con vacas que

se ordeñaban delante de los clientes que podían degustar

leche pura en vasos. Era una especie de “kiosco de leche”

con vacas incluidas. Esto también se hacía en Madrid en

las que se llamaban “vaquerías” donde junto a los establos

había un punto de venta de leche.

La casa donde yo nací, en el barrio de Embajadores,

estaba junto a una granja donde había vacas, aunque en

lugar de vender allí mismo la leche, se distribuía a las

lecherías. Se llamaba la “Granja Poch” que, por cierto, a

mí me hacía mucha gracia este nombre.

Pero la vaquería del Retiro se cerró antes de que yo

naciera, en el año 1921, cuando pasó a ser el restaurante

“Ideal Retiro” que tenía terrazas y pistas para bailar y

patinar. Por cierto actividades que se siguen haciendo

alrededor de la actual Casa de Vacas, aunque el patinaje

esté prohibido.

Después de la guerra este lugar se convirtió en una sala

de fiestas que se hizo muy famosa. Se llamaba “Pavillón” y

en ella actuaban muchos artistas de la época. Pero

también fue cerrada y abandonada, hasta que en 1981 un

incendio la destruyó.

Sin embargo el Ayuntamiento decidió rehabilitar el edificio

como cuando era restaurante, siendo inaugurado en 1986

como Centro Cultural con el nombre que tenía al principio

de todo, o sea, “Casa de Vacas”.

Continuamente hay exposiciones de pintura, escultura,

fotografía, libros, etc. o también teatro y hasta certámenes

de magia. Recuerdo uno que hubo durante una semana y

que a Diego le encantó de tal manera que a partir de

entonces ya hace sus pinitos como mago. Todas las tardes

íbamos y así pudimos conocer personalmente a

profesionales como Aisman o Monthy entre otros, y a un

faquir del que no recuerdo el nombre pero que lo hacía

fenomenal.

Hace poco que han plantado unos arbolitos muy curiosos

justo delante de la barandilla de la fachada principal:

Si os digo que es una planta de la familia de las rosas no sé

si me creeréis, pero es así. Se trata delAmelanchier

grandiflora también conocido como “cornijuelo” o

“guillomo”. Las flores, muy delicadas, salen en primavera

antes que las hojas, y los frutos son pequeñas bayas que

pasan del rojo al negro púrpura y les encantan a los pájaros

que se las comen enseguida.

Por dentro es un recinto amplio y en forma de “C”

rectangular donde, como decimos, suele haber

exposiciones varias y diversas.

La Casa de Vacas, sin ser enorme, es bastante grande y

está rodeada por patios con balaustradas de estilo

decimonónico, así como por abundante vegetación.

Los cedros quizás sean los árboles más llamativos que

rodean la Casa de Vacas, pero también hay plátanos, pinos,

acacias y hasta palmeras de Fortune, pasando por

matorrales grandes, tales como el Lauroceraso o las

Fotinias.

Al pasar la balaustrada por la parte principal vemos un

lauroceraso grande, matorral de hojas brillantes que, al

romperse, huelen a almendras amargas lo mismo que sus

flores. Hirviendo las hojas se hace una infusión que es muy

buena para la tos. Además no hace falta arrancarlas pues

se caen estando aún verdes.

El nombre significa “cerezo con hojas de laurel” y en latín

es Prunus laurocerasus, o sea que es de la misma familia

que los ciruelos.

Justo en el rincón donde están las palmeras que antes

veíamos llama la atención un árbol de tronco grueso y liso

y cuya altura sobrepasa la del edificio. Se trata de un

almez, pero mucho mayor que los del  paseo del Ángel

Caído, que son nuevos.

Yo, que casi todos los días atravieso parte del Retiro para

ir a trabajar, paso al lado de la Casa de Vacas, pero entro

en esta zona después de dejar el monumento a Martínez

Campos por un paseo llamado de la República

Dominicana.

El árbol que predomina es uno de los más abundantes y

agradecidos del Retiro, tanto por sus racimos de flores

como por sus castañas que, en otoño, están por todas

partes.

Los Castaños de Indias proceden de Albania, Bulgaria y

Grecia y su nombre científico es Aesculus

hippocastanum que significa “encina que produce

castañas para los caballos”. Y es que, aunque no se

pueden comer, los frutos sí sirven para comida de

animales: a veces incluso se hace harina con ellas.

A mí me hacía mucha gracia cuando mis padres me decían

que tuviera cuidado con esas castañas que eran “locas” y

tenían veneno. Yo jugaba con ellas y luego, cuando fui

adolescente, las utilizábamos unos cuantos amigos para

hacer peleas en el propio Retiro. Había que tener cuidado

porque eran auténticas “piedras” y los “castañazos”

(nunca mejor dicho) hacían bastante daño.

La corteza de estos castaños es astringente y se usa

también para curar enfermedades circulatorias. Todo ello

haciendo infusiones a base de cocerla.

También me resultaban muy curiosas las hojas de las

llamadas “compuestas” bueno, “palmado-compuestas”

pues parecían la palma de una mano, eso sí, con siete

dedos, que son las hojitas o “foliolos” que tiene cada

enorme hoja. Eran difíciles de poner en los herbarios que

hacíamos para el colegio porque no cabían en las hojas de

los cuadernos. En las flores me fijaba menos, y mira que

son bonitas en esos racimos blancos que salen en cuanto

empieza a hacer menos frío en Madrid.

A la derecha de este Paseo de la República Dominicana

quedan unos jardines en forma de triángulo que, a su vez,

tienen otro triángulo en el centro y cerca una ría que

comunica con el estanque.

A su alrededor hay seis zonas ajardinadas separadas por

otros tantos paseos:

En estas zonas hay bastantes árboles y arbustos que las

hacen muy fresquitas en verano. Hay castaños y cedros,

por supuesto, y también pinos, fresnos, árboles del amor,

palmeras de Fortune, ginkgos y bambú, así como enormes

eucaliptos y secuoyas.

Pero no hay duda que las estrellas del lugar son las

secuoyas:

Se trata de la secuoya roja, conocida como Sequoia

sempervirens, que no es la gigante que veíamos en el

Jardín de las Plantas Vivaces. Estas son de tamaños más

normalitos, aunque siempre tirando a grandes, pudiendo

superar los 100 metros de altura y con un diámetro de

tronco de hasta 4 ó 5 metros. La corteza es oscura y un

tanto esponjosa, desprendiéndose de ella capas rojizas.

También se las conoce como “secuoyas de California” por

ser de allí, de la costa del Pacífico de Estados Unidos, en

concreto de la zona que va desde el sur de Oregón hasta

las Montañas de Santa Lucía. El nombre le viene de un

indio cheroquee que se llamaba así: Seequayah (1770-

1843) y que fue capaz de inventar un alfabeto para el

dialecto que se hablaba en su tribu.

También os diremos, según lo que pone en el cartelito de la

Senda Botánica, que la más alta en la actualidad tiene

nombre: se llama “Hyperion” y mide 115 metros y medio.

Las del Retiro son un poco más pequeñas.

Muy cerca, en un pequeño paseo vemos un

fresno (Fraxinus angustifolia) de una altura más que

considerable:

Otro ejemplar de altura de la zona es el eucalipto, de los

cuales hay dos, uno cerca de las secuoyas y el otro un poco

más allá:

El otro eucalipto está enfrente del estanque de la diosa

Diana, donde el camino da al paseo de la República

Dominicana:

Yo conocí los eucaliptos porque a mi padre le encantaba

hacer vahos con sus hojas cocidas que cogíamos de las que

se caían al suelo. Se ponía una toalla por encima de la

cabeza y aspiraba los vapores “eucalípticos” con

delectación. Así se curaba los catarros y la verdad que la

esencia de los eucaliptos está en muchos productos

farmacéuticos para la tos, resfriados, etc.

Ambos son eucaliptos blancos (Eucalyptus globulus) de los

que el padre Rosendo Salvado envió semillas desde

Australia a su familia en Tuy (Pontevedra), donde por

cierto hemos pasado unas excelentes vacaciones durante

varios años. Esto fue por el año 1863 (lo de las semillas, no

lo de las vacaciones…) y como los gallegos vieron que el

arbolito crecía rápido y la madera era buena para hacer

pasta de papel, pues hala, se pusieron a plantar eucaliptos

por toda Galicia, a base de cargarse no pocos bosques

autóctonos.

Una de las cosas más llamativas de esta zona es la que yo

llamo “ría” y que es como un riachuelo que sale desde una

rocalla cerca del monumento a Cuba y discurre más o

menos paralela al Paseo de Colombia para, después de

pasar bajo el de la República Dominicana, terminar en el

estanque.

En las orillas hay otros arbustos como fotinias, durillos,

abelias, laureles-cerezo, y también Prunus

cerasifera “Atropurpurea”, más conocido como “cerezo

rojo” que en primavera, o incluso antes, empieza a echar

unas bonitas flores blancas:

Hay un matorral grandecito que pasa desapercibido pero

que es todo un centenario. Se trata de un boj(Buxus

sempervirens) situado en el pradito de la orilla izquierda:

La ría hay que limpiarla de vez en cuando, y de eso se

encargan estos señores:

Esta ría es un resto (junto con la otra de la que hablaremos

en el capítulo del Estanque) de los canales que recorrían el

Retiro con el Estanque como centro y en los que se hacían

fiestas, batallas navales, etc. Se cree que fue construida

entre 1890 y 1900, aunque pudiera ser anterior. La

longitud de este tramo es de unos 160 metros.

La diosa Diana, también llamada Artemisa, hija de Zeus y

Leto y hermana gemela de Apolo, es la protectora de la

caza y de la naturaleza en general. También era hechicera

y nos dio a los mortales algunas claves de esta ciencia. En

fin, que tiene muy buena fama esta diosa y está muy bien

que tenga una estatua en el Retiro. Por cierto que no se

sabe muy bien de donde ha salido. Quizás sea de principios

del XVIII, pero el caso es que se descubrió por casualidad

en 1969, porque había quedado escondida entre la maleza

del Retiro. Se la conocía como “Diana cazadora” o también

“La Pastora” y para que se la pudiera ver en condiciones se

le preparó el “decorado” en que está ahora.

En 1994 se le restauraron el brazo derecho y los dedos,

pero otra vez volvieron a desaparecer; total que al final se

ha quedado sin ellos. Fijaos también en que hay un perrito

con ella al cual está sujetando la boca, con la mano

izquierda, claro está. Y la pierna izquierda pisa la cabeza

de un animal, probablemente un ciervo, símbolo de Acteón.

Aparte de las grandes, también hay pequeñas palmeras de

Fortune acompañando a la diosa. Y con sus curiosas flores

amarillas:

Las palmeras de Fortune proceden de China y Vietnam y

son muy resistentes, tanto al frío como al calor, así que

cada vez se plantan en más sitios.

El agua no está demasiado limpia, pero esto no es algo que

preocupe a las ranas, que pululan por toda la ría y el

estanque de Diana:

Pero las ranas no son los únicos animales que viven por

aquí:

Desde este “oasis divino” y pasando por debajo del Paseo

de la República Dominicana, la ría continúa hasta llegar al

estanque grande.

Las piedras que se ven a la derecha de este final de la ría

cubren lo que los jardineros llaman “LA GRUTA”, que no

es otra cosa que el recinto donde estaban todas las

bombas de agua para regar el Retiro. Hoy día el riego se

hace por fases, de manera que ya no hace falta este tipo

de bombas.

Justo en la esquina de los dos paseos, el de Colombia y el

de la República Dominicana, se encuentra el monumento

al mariscal gaditano D. Juan Van Halen y Sartí (¡vaya

nombrecito para ser de Cádiz!). Lo que pasa es que su

padre era belga y marino como él. Pero el hijo fue un

auténtico trotamundos y un gran militar ya que participó

en batallas como la de Trafalgar, después en la Guerra de

la Independencia tras la que tuvo de exilarse a Londres

por apoyar a José Bonaparte y ser –además- acusado de

hereje. Después se fue a Rusia para ponerse a las órdenes

del zar Nicolás I en la campaña del Cáucaso. De allí saltó a

Bélgica donde luchó para que este país se independizase

de Holanda, siendo nombrado Teniente General por el rey

Leopoldo I. Cuando Fernando VII murió pudo volver a

España donde volvió a servir como militar a las órdenes

del General Espartero. Terminó sus días en 1864, en

Cádiz, su patria chica, (bueno al lado, porque él nació en

realidad en San Fernando).

De todas formas este busto no es el original, sino una

réplica del mismo (hay otra en el Museo Naval) que fue

donada al Ayuntamiento por un descendiente del

interesado, concretamente por el Senador D. Juan Van-

Halen Acedo, tal y como reza en la placa lateral de bronce

del monumento.

Una vez recorrida la que hemos llamado “zona triangular”,

pasamos a otra cuadrada donde hay bastantes cosas

interesantes. Ponemos también un mapita para irnos

ambientando:

Si volvemos hacia atrás por el paseo de Bolivia y antes de

llegar al de coches, nos encontramos a la izquierda una

placita con un monumento dedicado a los hermanos

Álvarez Quintero. ¿Qué quiénes eran? Pues según mi

profesor de Literatura unos autores de obras menores que

tenían su gracia pero poco más. Pero la verdad es que han

ido ganando con el tiempo y ahora sus obras, sobre todo

las de teatro (también fueron poetas, novelistas y

periodistas) se ven con agrado, pues siempre son

divertidas.

Ellos eran de Utrera, o sea que todas son de ambiente

andaluz y llenas de esa gracia peculiar.

Este monumento se levantó en 1934, cuando aún vivían

ambos hermanos, aunque no asistieron a la inauguración,

organizada por los ayuntamientos de Madrid y Sevilla con

sus alcaldes a la cabeza. El escultor fue D. Lorenzo

Coullaut Valera, aunque a su muerte en 1932 fue su hijo

Federico el encargado de terminarlo, sobre todo el jinete

de bronce. La lápida la hizo un primo de los hermanos, D.

Juan de los Ríos Quintero.

Entre las obras de teatro más conocidas de estos

hermanos, de nombres Serafín y Joaquín, podemos

destacar “Amores y amoríos”, “Doña Clarines”,

“Malvaloca”, “Las de Caín” y·Mariquilla terremoto”.

También escribieron libretos de zarzuelas como “La buena

sombra”, “La mala sombra” “El traje de luces”, “Los

Borrachos” y “La reina mora”.

Alrededor de todo esto hay un pequeño seto circular de

rosales:

Para acceder a esta zona desde el paseo de Bolivia hay que

bajar unas escaleras:

También te puedes encontrar una serie de arbolitos y

arbustos como los que vemos ahora:

A la derecha del monumento a los Álvarez Quintero

descubrimos una curiosa fuente:

Se calcula que es de 1750 y posiblemente provenga del

escudo de algún edificio municipal. Fue restaurada en 1994

y desde luego es de Madrid, porque tiene el oso y el

madroño.

Y también una especie de laurel cerezo pero menos

conocida y que se llama Prunus lusitanica:

Proviene de Portugal (claro) y también de las Canarias y

del norte de África. Es uno de los arbustos típicos de la

laurisilva canaria porque necesita lluvias frecuentes y

niebla (en Madrid no tenemos tanto de esto pero se

adapta). Su madera es de color rosa y se puede usar en

ebanistería, pero esta especie se usa más en parques y

jardines como adorno.

Y también hay por aquí ruscos (Ruscus aculeatus) como los

que vimos en la montaña artificial, aunque aquí no los

pillamos con frutos:

Hay quienes se desentienden del paisaje y aprovechan la

tranquilidad de esta zona para medir sus fuerzas:

Cerca de aquí, caminando hacia la calle de O’Donnell y tras

pasar el monumento a Fray Ponce de León (del cual

hablamos en el Paseo de Coches), nos encontraremos con

unos columpios en una placita circular:

Justo detrás del tobogán vemos un abeto común (Abies

alba):

Los abetos blancos se llaman también “del Pirineo”, porque

abundan allí. De estos abetos se extrae la esencia de

trementina y otras sustancias que se usan para barnices.

Su madera es bastante buena para fabricar violines, pianos

o tapas de guitarra; incluso se usó en su región de origen

para hacer órganos. Son árboles muy decorativos, que a

veces se han cortado para adorno de Navidad, menos mal

que esto cada vez se hace menos.

Si subimos hacia la puerta de Madrid nos encontramos

unos interesantes arces campestres (Acer campestre):

Estos árboles son originarios de Europa, Argelia, Asia

Menor y Persia y se les llama también “menores” o

“campestres”. Las hojas son palmeadas y las flores unos

racimos de color amarillento. La madera es buena para la

ebanistería y las hojas se pueden aprovechar para pienso,

aunque también tienen propiedades astringentes.

Por los alrededores pululan desde cedros a pinos,

eucaliptos, cipreses, sin contar los consabidos plátanos de

sombra, castaños, etc.

Hay unos cuantos tejos en fila, (Taxus baccata) que

también merecen la pena:

También las fotinias tienen su hueco en esta zona, como en

tantas otras

Y hasta un pequeño acebo encontramos por aquí:

Pero sin duda que la estrella botánica de la zona es el

granado. A Charo y a mí nos empezó a gustar y a intrigar

este arbolito que veíamos sin saber muy bien que era. Poco

a poco empezamos a pensar que podía ser un granado,

hasta que el cartel de la senda botánica se encargó de

confirmarlo:

El granado (Punica granatum) es un árbol bíblico y

mitológico que proviene de Las regiones del suroeste de

Asia pero que se ha extendido por zonas más o menos

cálidas y templadas de Europa y, por supuesto, por

Canarias y Baleares. Se piensa que pudo ser “el árbol del

bien y del mal” del Paraíso. Sí, el que hizo pecar a Adán

quién, en lugar de comerse una manzana, se comería una

granada. Lo mitológico lo explica muy bien el cartel de la

Senda Botánica que siempre os recomendamos leer.

Aparte de la belleza del árbol, sus frutos son las famosas

granadas, que son comestibles tanto en ensaladas, como en

jugos (como la antes famosa “granadina”), zumos, etc. Las

pieles de granada se usaban para colorear pieles de

animales y la corteza de las raíces del granado para

eliminar las tenias o solitarias del intestino de los humanos.

También la madera del tronco es muy apreciada porque es

bastante dura y rígida, así que se pueden hacer trabajos de

carpintería o marquetería con ella.

Si bajamos desde la placita de los columpios que veíamos

antes hasta el edificio de la fuente de la salud, que veremos

luego, nos encontraremos un camino rodeado de tilos y con

algún que otro arce:

Junto a la verja que da a la calle Alcalá crecen las

celindas (Philadelphus coronarius), también llamadas falsos

jazmines, con sus olorosas flores:

Y un poco más hacia el interior del parque descubrimos la

llamada Plaza de Galicia, con un cruzeiro muy interesante

que nos recuerda a esa bellísima tierra de la que nos

hemos ido enamorando –gracias a Diego (¡que se hizo “fan”

del Depor!)- y ya no sabemos estar sin ir por allí.

Este cruceiro es una copia exacta del que existe en la Plaza

del Obradoiro de Santiago de Compostela y fue encargado

por el Ayuntamiento de Madrid para ocupar el centro de

esta Plaza de Galicia en el año 1980.

Y ahora veamos los cuatro escudos que hay en la base del

cruceiro y que representan a las cuatro provincias

“galegas”:

Pero nos falta hablar de lo que se llama la “plataforma” que

tiene forma de vieira y donde hay gentes que se suben para

ensayar sus actuaciones artísticas, como si fuera una

especie de escenario:

Y por último hablaros de los bancos que rodean a la

plataforma, que son cinco:

Ahora os ponemos los otros cuatro escudos, ya sin el

banco, porque son todos idénticos (los bancos, no los

escudos):

Por los alrededores te puedes encontrar en otoño setas

como éstas:

Pero si es verano el paisaje es mucho más agradable:

La “lluvia de oro” se puede entender de varias formas,

pero la que vemos aquí es botánica y, por cierto, de una

belleza importante por sus flores amarillas en racimos

colgantes. Son de las que tienen forma como de mariposas

y dan los frutos en legumbre. Se trata de la

especie Laburnum anagyroidesque, aunque tiene un

aspecto tan bonito, hay que tener cuidado con ella porque

todas las partes de la planta son venenosas:

Las espireas (Spiraea hypericifolia) están preciosas

cuando florecen, y lo hacen cerca de la Casa de Vacas en

estas praderitas.

También las campanitas chinas (Forsythia x intermedia

Zabel) se dan mucha prisa en florecer (ya en Febrero o

Marzo) y nos empiezan alegrar la primavera. Estas son un

cruce de Forsythia suspensa x Forsythia viridissima, las

dos procedentes de China y Japón.

Hay una edificación en la zona que los jardineros utilizan

para guardar utensilios y donde queda una fuente (con dos

caños), que en otros tiempos fue muy famosa:

Así era la fuente en el siglo XIX y la casa donde estaba se

llamaba también “Casa de la Salud”. Todo esto forma

parte de los caprichos de Fernando VII que la mandó

construir en 1817 al arquitecto D. Isidro González

Velázquez. Pero lo que es el manantial ya existía desde el

año 1788 siendo muy conocido y apreciado por los

madrileños por ser sus aguas muy buenas para el riñón y

el estómago. La gente iba allí bien a beber directamente o

con sus botijos y sus cántaros para llevársela a las casas.

Algo parecido hacían mis padres con las fuentes del

Parque del Oeste, adonde íbamos cada dos meses más o

menos a hacer acopio de agua porque mi madre decía que

le iba muy bien para el estómago.

Volviendo a esta del Retiro, os diremos que tiene un solo

depósito pero dos caños: uno que era al principio para la

familia real y el otro para la gente. En 1870 se hizo un

kiosco al lado y no olvidemos que muy cerca está también

la Casa de Vacas que era una especie de “cafetería de la

leche”. En 1905 la fuente quedó dentro de la llamada

“Zona de Recreo”, que era un reservado de pago que

sustituyó a los “Jardines del Buen Retiro” que estaban

cerca de la Plaza de la Cibeles.

Cerca de aquí podemos ver, entre otros árboles y arbustos,

un manzano recién plantado:

Si nos asomamos a la verja que da justo a donde se juntan

las calles de O’Donnell y Alcalá, veremos el monumento al

famoso General Espartero, aunque más lo fue su caballo…

D. Joaquín Baldomero Fernández Álvarez Espartero (1793–

1879), más conocido como “Espartero”, fue un famoso

general que intervino en las guerras carlistas que

enfrentaron a los partidarios del Archiduque Carlos

(“carlistas”) con los de la Reina Isabel II (“isabelinos”) que

apoyaban a la reina regente Dña. María Cristina. El

general Espartero ganó la batalla del puente de Luchana

que liberó a Bilbao del asedio carlista en la primera guerra

(hubo tres) y consiguió acabar con la misma en la localidad

de Vergara, donde se dio el abrazo con su contrario, el

general Maroto, que dirigía las tropas carlistas. También

llegó a ser regente del reino en la minoría de edad de la

futura reina Isabel II.

Volviendo de nuevo al interior del parque, y siempre que la

estación del año sea favorable, podemos ver paisajes como

éste:

Y si la estación no es tan favorable, siempre nos quedan

arbolitos como estos:

Y ya vamos a entrar en la zona cuadrada donde están la

Casa de Vacas y el Templete, o sea ésta:

Esta zona se llamó “Zona de Recreo” a partir de 1905, para

sustituir a los desaparecidos “Jardines del Buen Retiro”

que estaban cerca de Cibeles. Se cerró y costaba dinero

entrar (1 peseta), pero había no solo música (en un Quiosco

parecido al actual), sino patinaje alrededor del mismo. Y

también teatro (primero al aire libre y luego en uno

cubierto) y café-restaurante en la Casa de Vacas. La

“explotación” de la zona se alquilaba a particulares, el

primero de los cuales fue un tal Julio Más y Bonache.

De la Fuente de la Salud ya hemos hablado antes, y

también del edificio de la Casa de Vacas y de algunas

plantas y árboles cercanos. Seguiremos hablando de otros

como este tilo que está justo en la esquina izquierda que da

al Paseo del Estanque:

Ahora vemos otros árboles y arbustos que hay por aquí:

Por si no habíais visto bien la Casa de Vacas, aquí tenéis

otras perspectivas:

Como este capítulo trata de la Casa de Vacas, la hemos

rodeado enterita:

En las praderitas de al lado hay montones de árboles y

arbustos:

Llegamos ya, por fin, a la plaza del Templete de música,

llamada del maestro Villa.

Antes de existir este Templete había un Quiosco de música

en el que tocaban bandas militares, así como la llamada

“Sociedad de Conciertos” que dirigía el maestro Ricardo

Villa, a quién está dedicada la plaza. En 1906 el

Ayuntamiento de Madrid convoca un concurso para la

explotación de esta Zona de Recreo, con la condición de

que se haga un nuevo Quiosco con capacidad para cien

profesores de orquesta. Se lo adjudicó un tal Augusto

Comas que presentó un proyecto del arquitecto Carlos Le

Grand que pudo ser al final el autor del Templete, aunque

esto no es del todo seguro. Como se puede ver tiene planta

octogonal y una barandilla que lo rodea, de auténtico

hierro forjado. Tiene un piso medio subterráneo en el que

se suelen guardar las sillas plegables de madera que se

usan para los conciertos y unas escaleras de piedra por las

que se sube.

Por cierto que un día Diego y yo las bajamos

apresuradamente porque estábamos jugando a la pelota en

el mismo Templete y llegaron unos tíos con unas pintas…

Le dije “¡vámonos ya, corriendo!” y él al principio no

entendía, pero cuando me vio como bajé rápido las

escaleras, salió detrás de mí y así nos salvamos de un

posible atraco.

Es muy curioso el eco que hay dentro del templete, que

tiene unas estupendas condiciones acústicas. A mí me

encanta de vez en cuando subir y hablar o incluso

canturrear algo. Está recubierto de un techo muy bonito

con cubierta de plomo.

En el año 2004 se sustituyó el césped que lo rodeaba por

un suelo adoquinado y se plantaron una serie de árboles

como unos tilos, de los que luego hablaremos.

En primavera y verano hay unos estupendos conciertos los

domingos por la mañana. Eso sí, hay que ir prontito para

coger silla o bien llevársela de casa, o si no, oírlo a pie.

Nosotros vamos de vez en cuando y la verdad que hay

algunas orquestas muy interesantes.

En la plaza del maestro Villa hay dos tipos de pinos, los

piñoneros y los carrascos:

En esta placita, de vez en cuando, podemos encontrarnos

con visitantes insospechados:

Alrededor de la plaza hay algunas acacias rosas o, mejor

dicho, falsas acacias, porque en realidad son robinias:

Este árbol proviene de América del Norte pero fue

introducida en Europa ya en el siglo XVIII. Las hojas son

compuestas de 12 o 15 hojitas ovaladas y las flores forman

en primavera llamativos racimos de color rosa. Por cierto

que las flores son de las llamadas “papilionáceas” o sea de

las de forma de mariposa; los frutos son del tipo legumbre.

Y también hay nuevos “fichajes”:

Si nos entran ganas de hacer lo que nadie puede hacer por

nosotros, aquí tenemos unos servicios clásicos, de los de

toda la vida:

Nos fijamos ahora en los setos de toda esta zona, que son

de durillo:

Llegamos ya al final de este paseo, que tantas veces hago a

pie, y que nos acerca a la estación de metro de Retiro, pero

antes hay que pasar por este caminito, ver los tilos (y a

veces los negritos) y pasar el túnel:

En el túnel he pasado algún susto que otro cuando he visto

negritos en cada extremo y tenía que pasar entre ellos.

Pero la verdad nunca me pasó nada porque creo que ellos

están a otros negocios.

Y es justo aquí donde están los tilos, que son unos árboles

de lo más curioso y que a mí me han hecho siempre mucha

gracia. Bueno a mí y a los romanos, que les pusieron el

nombre de tilia que puede venir de la palabra

griega ptilion que significa “pluma”, lo que seguramente

sería por la bráctea que hace “volar” a los frutos.

Los más corrientes son los de la especie Tilia platyphyllos o

tilo de hojas grandes aunque también los hay de hoja

pequeña (Tilia cordata), el europeo (Tilia europea) que es

un híbrido natural de los dos anteriores y el plateado (Tilia

tomentosa) cuyas hojas tienen el envés blanquecino.

Al cocer las flores (con sus brácteas incluidas) se obtiene

una infusión, la famosa “tila” que dicen que sirve para

calmar los nervios. A mí madre le gustaba con agua de

azahar (también calmante), que venía en una botella de

cuello muy largo y color azul. ¡Toda una pócima para tener

tranquilidad!

Y después de ver los tilos, salimos ya al metro o a la calle

Alcalá:

Esta iglesia, llamada de San Manuel y San Benito, es una

mezcla de gótica y bizantina y está recubierta de mármol,

siendo su cúpula de cobre rojo. La hizo el arquitecto

Fernando Arbós (1844-1916) gracias al dinero que dejaron

para ello (además de para una escuela gratuita para hijos

de obreros) un matrimonio catalán de padres italianos:

Manuel Cavaggioli y Benita Maurici, de ahí el nombre de la

iglesia en la que se celebró misa por primera vez el día 1

de enero de 1911.

Alfonso XII y Alcalá

Le he llamado así a esta parte del Retiro porque no sabía

cómo llamarla y pensé que esta zona está más o menos

entre estas dos calles. La zona próxima a la calle Alfonso

XII está muy cerca del Casón del Buen Retiro, del antiguo

Museo del Ejército y de los Jerónimos que tienen mucho

que ver con la historia del parque. Pero como todo eso lo

contamos ya en el capítulo “Introducción”, no vamos a

repetirlo ahora.

Vamos a entrar, como hacen muchísimos turistas, por la

puerta que da a la de Alcalá, que se llama así porque era

la salida de Madrid hacia Alcalá de Henares.

Esta Puerta fue construida en 1788 por orden de Carlos III

para sustituir a otra que ya había aquí mismo desde el siglo

XVI. El arquitecto fue el italiano Francesco Sabatini, el

mismo de los jardines) que diseñó un monumento de estilo

neoclásico al estilo de los “arcos de triunfo romanos”. Hoy

día es famosísima en el mundo entero y todo el que viene a

Madrid se hace una fotito aquí.

Pero antes de entrar en el Parque hay que leerse los

cartelitos que hay, uno en la acera de la puerta, en la Plaza

de la Independencia y el otro nada más entrar:

Las normas del Parque son cuatro, pero que yo vea solo se

cumple la de respetar a la fauna. Por lo menos a las

palomas y a las ardillas (sobre todo) creo que sí se las

respeta e incluso alimenta. Aunque para bien alimentados

los gatos son “lo más”, que hay bastantes personas que se

encargan de ello en muchas zonas del Retiro.

Tirar las bolsas, periódicos, chicles y basura en general a

las papeleras me da la sensación de que se hace a medias.

A quienes lo llevamos a rajatabla y otros que simplemente

“pasan”.

En cuanto a los perros mucha gente los lleva sueltos y a

veces se forman unas peleas de perros que ya, ya… Creo

que hay una normativa municipal que permite soltarlos

solo hasta las 10 de la mañana, pero se ven perros sueltos

todo el día. A veces te encuentras uno “juguetón” que te

empieza a ladrar y el dueño/a te dice: “no te preocupes, si

no hace nada…” Pero el susto no te lo quita nadie.

Y lo del césped ya es un cachondeo. Casi debía poner

“Prohibido no pisar el césped” y probablemente –por llevar

la contraria- dejaríamos de pisarlo. No solo lo pisamos y

jugamos al fútbol, sino que muchos se tumban en él para

comer o darle otro tipo de alegrías al cuerpo. ¡Qué tiempos

aquellos en que si pisabas un poquito salía un guardia y te

daba unos pitidos que salías corriendo de allí!

El cartelito termina con un par de artículos y una pegatina:

Pero vayamos ya a lo que es la llamada “Puerta de la

Independencia”:

Los pilares de esta puerta provienen de un Casino llamado

“de la Reina” que estaba en la calle Embajadores (mi barrio

de nacimiento) y que el Ayuntamiento de Madrid regaló a

la reina Isabel de Braganza (segunda esposa de Fernando

VII) allá por el año 1817. Se llevaron adonde están ahora

en 1885 y el arquitecto D. José Urioste y Velada los

aprovechó añadiéndoles otros, así como la verja de hierro

forjado. Las esculturas las hizo el que era entonces escultor

de la Corte, D. Valeriano Salvatierra. La obra en su

conjunto la terminó el contratista D. Evaristo Vidal en 1886

y los materiales son: granito, caliza (las estatuas) y el

hierro forjado de la verja.

Pasada la puerta nos recibe una fuente que recibe el

nombre de la puerta, o sea, “de la Independencia”:

Parece ser que esta fuente es del año 1945 y muy

probablemente se deba al que fue gran jardinero D.

Cecilio Rodríguez.

A los lados de esta fuente hay sendos paseos en pendiente,

adornados por setos de durillo:

Hay un “peligro” que empieza ya en esta zona y continúa

hasta el final del paseo: son las gitanas que te “atacan”

provistas de ramitas de romero que expolian del propio

parque.

Y ya empezamos a subir por el Paseo de México (con “x”),

uno de mis caminos habituales para ir de casa al

despacho.

En el centro del paseo hay césped, adornado por diversas

plantas y flores que cambian cada poco:

En la subida hacia la fuente de los galápagos, vemos

álamos blancos que nos dan una agradable sombra para

subir la cuesta en verano, trufados con algunos

liquidámbares y un eucalipto:

También se les conoce como “chopos blancos” o “chopos

plateados” y son árboles propios de Europa y Asia, así

como del norte de África. Crecen rápido y, entre otras

cosas, resulta curioso el envés de sus hojas blanquecino

(de ahí lo de “alba”) y con unos diminutos pelillos. Esto

hace que retengan la contaminación porque el polvo

atmosférico se queda allí pegado. Florecen antes de que

broten las hojas. Las flores masculinas son muy pequeñas,

de color rojizo, y están en una espiga que se llama

“amento”. Las femeninas son parecidas pero de color

amarillo verdoso. Los frutos son pequeñas cápsulas que

liberan semillas algodonosas que ponen todo perdido (la

gente dice que es “polen”).

La madera es relativamente blanda y se ha usado para

hacer tallas en imaginería, pero también para hacer pasta

de papel, paneles, embalajes, contrachapado, cerillas

(porque arde despacio), así como para carpintería, suelos,

etc. La corteza se usó antaño para curtir y teñir. Las raíces

pueden ser un problema si hay edificios cerca porque

pueden socavar los cimientos. Son árboles que viven muy

a gusto en la humedad que hay cerca de los ríos, pero son

muy resistentes al frío y la contaminación.

Entre estos álamos y castaños hay un eucalipto,

concretamente rojo:

A continuación los liquidámbares que decíamos y que han

sustituido a algunos álamos que han ido envejeciendo o

rompiéndose sus ramas por el viento.

Aparte de los omnipresentes castaños de indias, según se

sube a la izquierda podemos contemplar unos cuantos

abetos:

Los manzanos también viven por aquí dando sombra y

color a quienes deciden hacer una pausa y descansar un

ratito en el césped:

Y en una zona tan “amorosa” no podían faltar los “árboles

del amor”:

Algunos cipreses hay también por aquí, como este de

Arizona:

La primera plazoleta, según se sube a la izquierda, la han

dedicado a unos columpios de esos modernos que hacen

las delicias de los pequeños y también de algunos mayores

que los usan como improvisados aparatos de gimnasia.

En esta placita destacan un par de árboles muy curiosos

que son “moreras de papel”, según se puede leer en un

cartel al lado de la mayor, que está justo en el centro.

Esta morera se llama en realidad Broussonetia

papyrifera y es un árbol oriental que proviene de China,

Japón, Taiwán y Malasia. Como curiosidad os diremos que

tiene la particularidad de retoñar por las raíces, de forma

que al final invade el terreno que la rodea. Y además

“chupa” bastante agua. Crece rápido, pero envejece lo

mismo (de rápido, claro).

Hay moreras de estas que son machos y otras hembras: las

dos que hay aquí son machos porque tienen los amentos

masculinos alargados. Si no, tendrían unas flores de forma

esférica y color rojizo-anaranjado. Dan flores al final de la

primavera. Los frutos son como moras rojas y carnosas

que maduran al principio del otoño.

La madera de su tronco es muy fibrosa y se ha usado

desde siempre en Asia para producir un papel llamado

“washi”, bastante duro y muy bonito. También se han

usado sus fibras para hacer tejido y en Corea se hacía con

ellas el “hanoi”, un papel tan fuerte que usaba para hacer

puertas e incluso “chalecos antiflechas” a base de pegar

varias hojas.

Por los alrededores podemos ver olmos y álamos, sin

contar los consabidos castaños, almeces, etc.

Se trata de “olmos campestres” (Ulmus minor) los cuales

tienen unas raíces muy fuertes siéndolo también su

madera que se usaba, entre otras cosas, para fabricar

carros. Antes se plantaba como árbol de sombra pero

ahora el problema es la grafiosis, que es la enfermedad

esta que se debe a un hongo (transportado por un

escarabajo comedor de madera) que colapsa los vasos de

la savia del árbol y provoca su muerte. En cambio está

capacitado para soportar las heladas que sean. Eso sí, si le

dan a elegir, prefiere las zonas húmedas como las riberas

de los ríos.

Este árbol es conocido también por “álamo plateado” o

“piramidal” por su forma alargada. En realidad su nombre

científico es Populus alba Bolleana o var. Pyramidalis y es

una especie que se obtuvo de árboles salvajes en

Turkmenistán en 1872. Tienen la corteza tal como la

vemos en la foto y las hojas y las hojas con el envés

blanquecino pero no tanto como el álamo blanco o Populus

alba normal.

Las flores masculinas son unos amentos rojo-verdosos con

menos “pelillos” que el “alba”, por lo que son menos

molestos en primavera (los otros ponen perdido el suelo de

los parques). De todas formas se suelen usar más los

árboles hembra, cuyas flores no tienen esos pelillos

algodonosos tan molestos. Por cierto, que las flores

aparecen antes que las hojas. Los frutos son cápsulas

pequeñas con muchas semillas rodeadas por muchos pelos

lanosos y blancos. Maduran cuando está avanzada la

primavera. Se trata de árboles bastante longevos que

pueden llegar a vivir hasta 400 años.

Y llegamos ya a la famosa fuente de los Galápagos, que es

una de las más famosas del Retiro y donde casi todo el

mundo nos hemos hecho una foto (o varias).

Esta fuente se construyó en 1832 para celebrar el

nacimiento de la reina Isabel II. La hicieron entre el

arquitecto José María Mariátegui y el escultor José Tomás,

que usaron piedra de Colmenar Viejo (para lo que es la

fuente en sí) y bronce para las estatuas.

Al principio la pusieron en la Red de San Luis, pero en

1878 fue trasladada a su emplazamiento actual en la plaza

de Nicaragua del Retiro. Este traslado fue propuesto por

D. José Urioste, director de Fontanería y Alcantarillado del

Ayuntamiento de Madrid.

Y así es ahora:

Pero desde arriba las cosas siempre se ven mejor:

De esta plaza de Nicaragua nos trasladamos a la llamada

Puerta de Hernani por un paseo donde hay, sobre todo,

castaños:

Hace poco que, justo antes de este paseo, nos han puesto

esta curiosa escultura:

Y al final esto es lo que nos encontramos, una placita con

dos fuentes muy distintas:

Según se viene desde la de los Galápagos, la primera que

nos encontramos es la de las Cuatro Gracias o de las

Sirenas. Se piensa que fue hecha alrededor del 1900,

aunque hasta 1943 no fue colocada en este lugar por el

famoso jardinero Cecilio Rodríguez.

Representa las cuatro sirenas de la mitología griega entre

cuyas piernas hay cuatro cabezas de tritones:

Y la segunda es la llamada “Fuente del pequeño tritón”:

Esta curiosa fuente parece ser que fue realizada en 1750,

y estaba en lo que se llamaba “Real Posesión de la Casa de

Campo”, siendo colocada donde está ahora por el mismo

que colocó la anterior, o sea, por D. Cecilio, y en el mismo

año 1943, que es cuando parece que se dedicó a estas

cosas.

Nos centramos ahora en lo que es la puerta en sí, llamada

de Hernani, pero que data de 1888, cuando se cerró el

parque. Al principio era una simple puerta de servicio,

metálica y diseñada por el arquitecto D. José Urioste y

Velada. Pero otra vez en 1943 (que es el “año clave” de

estas cosas), el Ayuntamiento encargó otra vez a D. Cecilio

Rodríguez (no podía ser otro) que la remodelase y la

pusiese “a tono”. Y así lo hizo, colocando cuatro pilares de

granito con jarrones arriba y diseñando el pequeño jardín

que hoy subsiste, con las fuentes que acabamos de ver.

Puso también algunas estatuas de reyes que luego se

llevaron al Paseo de las Estatuas, como veremos al final de

este capítulo.

Hace unos añitos esta puerta lucía así:

Y cuando nieva, el panorama cambia:

Alrededor de esta placita destacan los cipreses:

También hay una enorme mata de laurel:

En el cartel de la Senda Botánica se explica que el

laurel (Laurus nobilis) se utiliza desde hace mucho tiempo

para condimento de guisos y también para preparar

escabeches. Es bueno para los gases, por unos aceites

esenciales que tiene. Dice también que hay laureles

machos y otros hembra, aunque todos tienen flores

amarillas en pequeños racimos. Los frutos son bayas en

forma de bolitas, primero verdes y luego oscuras.

¿Qué de donde viene eso de ponerse la corona de laurel?

Pues parece ser que a Apolo le gustaba la ninfa Dafne a la

que perseguía. Esta debía estar un poco harta de él y se

fue con su padre, el río Peneo quién la convirtió en laurel,

que en griego se dice “dafne”. Apolo, desesperado, se

conformó con usar el laurel como corona y, como era el

dios de la luz y la perfección, se empezaron a poner

coronitas a los artistas y deportistas triunfadores.

Es menos conocido que las hojas de laurel se pueden

poner sobre las picaduras de abejas y avispas para

calmarlas y que mezcladas con harina o miga de pan son

antiinflamatorias. La madera del laurel se puede usar en

marquetería, muy típica en el sur de España.

Debajo de los laureles hay unos setos de una plantita que

se llama “hebe anderson”, así por las buenas, que es

procedente de Australia. Florecen en verano y aguantan

muy bien la contaminación, aunque soportan peor las

heladas. El nombre científico es muy parecido: Hebe

andersonii.

Si bajamos desde esta zona hacia la puerta de la

Independencia por un paseo de tierra paralelo a la calle

Alcalá, veremos esto:

Aparte de castaños hay acacias, robinias, sóforas, cedros,

pinos y más árboles curiosos que ahora veremos. Y como

arbustos abundan sobre todo las fotinias y algunos más que

también que iremos viendo.

Entrando en la primera plazoletita de tierra que hay, según

se baja a la derecha, nos encontramos unos árboles

especiales que no son otros que los llamados “parasoles

chinos”. Al lado está el cartel de la Senda Botánica que nos

lo explica.

Qué que pone en el cartel? Pues que se trata de árboles

que vienen de China, Japón y Taiwán, que se están

poniendo de moda en parques y calles de todo el mundo.

Son utilizados desde hace mucho tiempo en medicina

china: con los capullos se tratan fiebres, hemorragias y

convulsiones y con sus semillas tostadas se hace una

especie de té. La madera se usaba para hacer instrumentos

de cuerda. También nos explican que estos árboles son de

la familia del cacao y que en el Retiro los hay aquí y otro

detrás de la Fuente de la Salud. Por cierto, que se me

olvidaba, el nombre científico es Firmiana simplex.

En esta misma plazoleta podemos ver el monumento

dedicado al escritor cordobés D. Luis de Góngora y Argote

(1561-1627), o sea, de los del “Siglo de Oro”:

Es un monumento de piedra caliza sobre granito en forma

rectangular, de los que se llaman “estelas”. Representa a

Polifemo, que era un cíclope enamorado de una pastora

llamada Galatea, pero que el pobre no conseguía comerse

una rosca con ella. El libro es “Fábula de Polifemo y

Galatea”, escrito en 1612.

La idea de este monumento fue de una asociación llamada

“Juventud Creadora” quienes se la encargaron al escultor

valenciano Vicente Beltrán en 1927, que ganó el Premio

Nacional de Escultura con ella.

Este escritor cordobés (hijo de un juez y una noble) estudió

en Salamanca y tomó lo que se llaman “órdenes menores”

en 1585, siendo canónigo en la catedral de su ciudad natal.

Pero la verdad es que salió un poco juerguista, así que le

trasladaron en comisiones por distintas provincias. Ya

entonces se dedicó a escribir versos muy apreciados por

los cantantes de la época. En 1609 vuelve a Córdoba y, a

partir del año siguiente, su estilo se hace más barroco y

complicado, utilizando metáforas (comparaciones) e

hipérbaton (alterar el orden lógico de las palabras). Entre

1610 y 1611 escribe laOda a la toma de Larache y, dos

años más tarde, el Polifemo, un poema basado en

las Metamorfosisdel poeta latino Ovidio. También en 1613

divulga en la Corte su famoso poema Soledades, que dejó

incompleto, pero gracias a él le salieron muchos seguidores

que se hicieron llamar “culteranos”, en contra de los

“conceptistas” como Quevedo, o los “clasicistas” como

Lope de Vega.

Góngora se hizo bastante famoso, así que el rey Felipe III

le nombró capellán real en 1617, lo que le llevó a vivir en

Madrid hasta 1626. Desde aquí procuró dar cargos y hacer

favores a sus familiares. Pero de poco le sirvió porque al

año siguiente perdió la memoria y se volvió a Córdoba

donde murió de apoplejía en la más completa miseria.

Bajando por este paseo y entre otros árboles que ya hemos

citado, nos encontramos algunos curiosos tilos:

Y varios arbustos, aparte de las citadas fotinias:

Como esta Kerria japonica o rosa japonesa que procede de

China y Japón y que puede crecer hasta los 3 metros. Las

flores salen antes que las hojas y justo en este momento es

cuando hicimos las fotos anteriores.

Cerca ya de la puerta de la Independencia hay algunos

macizos de lilas, unas blancas y otras azul clarito:

Las lilas tienen por nombre científico Syringa vulgaris, y

son de la misma familia que el olivo o los fresnos. Su

nombre viene de flauta en griego (“syrinx”), porque con la

madera de estos arbustos (que también pueden ser

árboles) se hacían estos instrumentos musicales.

Las hojas tienen forma de lanza y las flores son violetas o,

más raramente, blancas, rosas o azules. Huelen muy bien

(a mi suegra le encantaba cogerlas en el campo) y salen en

unos ramilletes casi “pensados” para ser puestos en un

jarrón. A las mariposas les atraen mucho por su olor y

además su néctar les encanta. De estas flores se sacan

muchos perfumes. Los frutos son cápsulas secas, de color

parduzco cuando maduran, con una forma alargada. Es

curioso, pero para que salgan buenas flores es necesario

que la planta pase frío en invierno, cuanto más mejor.

Si entramos por la Puerta de la Independencia y giramos a

la derecha encontraremos el que yo llamo “pasillo de los

trotones” que tiene un éxito descomunal:

Si echamos un momento la vista atrás veremos otra sófora

más:

Nada más entrar a la izquierda empieza la llamada “Senda

Botánica” con una robinia señalizada con el primer cartel

(nº 1) de la senda.

Si queréis que os cuenten la historia de los árboles más

interesantes del Retiro apuntaros a las charlas de los

sábados a las 11, justo en esta Puerta de la Independencia,

y unas chicas muy simpáticas que trabajan en los Puntos de

Información os harán un recorrido por el Parque,

empezando por esta robinia, claro.

De las robinias no hablamos ya aquí porque lo hicimos en

el capítulo del Paseo de Coches a propósito de la que hay a

la entrada de la Casa de Fieras.

A ambos lados de este pasillo hay bastantes árboles y

arbustos de los que vemos algunos.

Este tipo de fresnos llamados “norteños” o “excelsior”

tienen las hojas más anchas que los “angustifolia” y, como

ellos, pertenecen a la familia de las “oleáceas”, como los

olivos. Florecen antes de que salgan las hojas, aunque las

flores son un poco “birriosas” y forman pequeños

ramilletes. Lo “normal” es que haya fresnos macho y

fresnos hembra, pero ¡algunos cambian de sexo cada año!,

así, por las buenas. Hay otros que llevan ramas del sexo

opuesto, otros hermafroditas y otros que tienen flores de

doble sexo. O sea que sexualmente estos árboles son de lo

más variado. Los frutos son del tipo “sámara”, primero

verdes y luego marrones. Con las hojas se pueden preparar

infusiones laxantes y diuréticas. La madera se usa en

carpintería, así como para fabricar herramientas, entre

otras cosas. 

Aquí podemos ver tres tipos de “acacia” que están juntas

en este pasillo:

De repente nos aparece un palmito (Chamaerops

humilis) que aprovechamos para contaros que es la única

palmera europea (hay muchas en Cabo de Gata) y que sus

cogollos tiernos son comestibles, aunque no se venden en

los mercados. Sus flores son amarillas y salen en panículas

y sus frutos son carnosos y rojizos (se les llama “dátiles de

perro”).

Pero también hay aligustres como este:

A todo esto, los “trotones” no cejan en su empeño:

Más o menos a la mitad de este pasillo, que va desde la

Puerta de la Independencia hasta el Paseo de las Estatuas,

hay un camino de tierra bordeado por tilos que va a la

Fuente de los Galápagos pasando por el Teatro de Títeres:

Junto a la verja de la Puerta de España vemos unos perales

muy especiales que se llaman “de Callery”:

Estos árboles, de nombre científico Pyrus calleryana,

proceden de China pero se han extendido por muchas

partes del mundo y, sobre todo, abundan en Norteamérica.

Las hojas son como arrugadas y las flores blancas, con

cinco pétalos, saliendo en ramilletes. Los frutos son peritas

bastante duras pero a las que el frío reblandece y así

pueden ser comidas por los pájaros. Son muy resistentes a

las plagas y ellos mismos (los perales) pueden llegar a

serlo, al desplazar a otras especies más vulnerables.

Por este pasillo (hay otros tres) que va desde el paseo de la

verja (o “de los trotones”) hacia el interior del parque nos

encontramos una plazoleta donde hay unos curiosos

columpios de madera:

Y un poco más a la izquierda vemos un kiosco, con sus

mesitas y sillitas:

La mayoría de los árboles son castaños de indias, tal y

como los vemos en la foto anterior, con su traje otoñal.

Pero también hay en esta zona (que consta de ocho

parterres alrededor de la placita de los columpios) otros

muchos árboles y arbustos.

Cerca del kiosco destaca ese “súper-fresno” que es de los

“angustifolia”:

Y entre el kiosco y el paseo de Méjico hay unos curiosos

“árboles de Júpiter”:

Su nombre científico es Lagerstroemia indica y son

arbolitos de origen chino y japonés. Las hojas se vuelven de

color amarillo-anaranjado en otoño, pero lo más curioso es

que se ponen más oscuras al final de cada día. Sus flores

son de distintos colores, las de aquí son malvas, pero

también pueden ser blancas, rosas o incluso púrpuras, y

salen en grupos que se llaman “panículas”. Los frutos son

redondeados y las semillas tienen alas y son tóxicas.

Toleran muy bien el frío, pero solo dan flores en sitios

donde los veranos sean calurosos y los inviernos

relativamente suaves, como pasa en Madrid.

En estos parterres destaca este olmo negro (Populus

nigra), rodeado de castaños:

Pero también hay por aquí otros “gigantes”:

Pero no todo el mundo está tan “crecidito”:

Y ahora algunos animalillos que descubrimos por aquí:

De esta zona llegamos al “Paseo de los tilos” que nos

llevará al Teatro de Títeres.

Estos tilos son de otra especie que los que hemos visto

hasta ahora, que eran de los de hoja grande. Estos crecen

más rápido y es curioso como en verano les forran el tronco

con una especie de venda para que el sol no les queme.

Esto se hace no solo en estos árboles sino en todos los

jóvenes de troncos delicados.

Aparte de los tilos, en este paseo hay también sendas filas

de castaños que suben hasta la Fuente de los Galápagos.

Pero antes, a la izquierda según se sube, hay una

explanada donde se encuentra el Teatro de Títeres:

En el mismo edificio ya vemos un arbolito y algunos

matorrales de adorno:

Pero vayamos a las actuaciones, que aquí lo que interesa

son los títeres:

Después de disfrutar con la actuación podemos echar una

ojeada a los arbolitos que hay alrededor del teatro. Los hay

enormes, como estas robinias:

O este eucalipto que es de los llamados “rojos”:

Más o menos a la mitad de este pasillo, que va desde la

Puerta de la Independencia hasta el Paseo de las Estatuas,

hay un camino de tierra bordeado por tilos que se dirige a

la Fuente de los Galápagos pasando por el Teatro de

Títeres:

Las arizónicas tipo árbol también merodean por aquí:

Las tuyas y el pitósporo son, desde luego, más modestos:

También vemos por aquí este curioso álamo negro del

Canadá que es el resultado de la hibridación de otras dos

especies: el álamo negro europeo y el chopo de Virginia o

del Canadá:

El nombre científico es Populus canadensis y son árboles

que crecen muy rápido y se utilizan mucho para fijar

riberas pantanosas, luchar contra la erosión del suelo,

como cortavientos y para producir madera y celulosa. Hay

árboles hembra que tienen flores en forma de amentos

verde amarillentos en primavera que, hacia principios de

verano, desprenden auténticas “tormentas de nieve” en

forma de semillas algodonosas. Las flores de los machos

son amentos rojos y más gruesos.

Y si os da sed, como a estos chicos, tenéis al ladito una

fuente:

Los arbolitos que más os llamarán la atención al lado del

Teatro de Títeres son estos:

Se trata de las albizias o acacias de Constantinopla,

también conocidas como “árboles de la seda”(Albizia

julibrissin). Provienen de China, Taiwán, Irán y toda esa

zona. Fueron traídas a Europa en el siglo XVIII y en

España las hay por toda la costa y también en el Retiro,

como podéis ver.

Si seguimos subiendo por el paseo que hemos llamado “de

los tilos”, llegaremos a la Fuente de los Galápagos, pero

antes de llegar, a la derecha, encontramos otro kiosco:

Cerca del kiosco hay cosas bastante interesantes:

Si seguimos bajando, en los parterres de alrededor nos

encontraremos arbolitos interesantes:

Pero, sin duda, una de las “estrellas” de la zona es la

catalpa:

Tanto es así que se la considera el nº 3 de la Senda

Botánica y, en su cartelito, nos cuentan cosas interesantes.

Como que los científicos la llaman Catalpa bignonioides y

que esa palabra viene de “cataba”, que es como los indios

cherokees llamaban a este árbol, que proviene del sur de

los Estados Unidos. Y es que se fumaban los frutos (una vez

triturados) y también los usaban como narcótico mezclados

con la corteza. Las flores son como pequeñas trompetillas

blancas con algo de amarillo dentro.

También encontramos por aquí algunos espinos blancos en

forma de arbolitos:

Estos espinos, de nombre científico Crataegus monogyna,

se llaman también “majuelos” y son típicos de Europa, Asia

y norte de África. Las flores forman ramilletes blancos y

huelen muy bien; de ellas salen esas típicas bayas rojas que

antes nos tirábamos de pequeños metiéndolas en una caña

y soplando. La madera es muy densa y se utiliza para

fabricar mangos de herramientas y para producir carbón

vegetal. Son muy adaptables o sea, “todo terreno”: les da

igual que el clima sea cálido que frío y viven desde el nivel

del mar hasta los 1.800 metros de altitud o más.

En primavera nos podemos encontrar con estos magnolios

chinos (Magnolia soulangeana) cuyas flores salen antes

que las hojas, y de los que ya hablamos en el capítulo “La

Casa de Fieras”.

O estos perales de Callery (como los que vimos antes),

también con sus flores a tope:

Mucho más modestos son los fresnos:

Abundan también los robles:

Las hojas lobuladas son típicas y las bellotas también.

¡Unas cuantas ha asado mi padre en la placa de la cocina

de carbón!

En el cartel de la Senda se puede leer que el roble sirve de

hogar a muchos animales, tanto mamíferos como aves o

insectos. Simbolizan dureza, resistencia y nobleza siendo

sagrados para los celtas, cuyos druidas cortaban hasta el

muérdago con hoces de oro para sus rituales. ¡Qué tíos!

Los españoles preferimos talarlos a partir del siglo XVI

para hacer barcos, hala. Hoy día los robledales son bosques

muy apreciados y se intentan conservar como verdaderas

joyas de la naturaleza.

Si continuamos bajando hacia la verja de la calle Alfonso

XII, descubriremos una plazoletita de arena donde se

yergue un enorme ciprés:

Y si ahora subimos un poquito en dirección al Paseo de las

Estatuas, nos encontraremos con el nº 5 de la Senda

Botánica, que es un olmo común, o sea, de los de siempre:

¿Qué que pone en el cartelito de la Senda? Pues que en

latín se llama Olmus minor y que la tristemente famosa

grafiosis o enfermedad del hongo, ha terminado con la vida

de muchos olmos del Retiro y de todas partes. De hecho en

el siglo XIX el olmo era el árbol más abundante en el

parque. Y menos mal que quedan algunos como éste o el

que vimos al principio de este capítulo o también otro del

que hablamos en “Los jardines de Cecilio Rodríguez”. En

ambos hay fotos de los típicos frutos en “sámara” y

también explicamos lo del escarabajo que trasmite el

dichoso hongo que tapona los vasos conductores del árbol.

Y ya estamos en el llamado “Paseo de las Estatuas”, al que

se entra por la Puerta de España, justo frente al Casón del

Buen Retiro.

Esta puerta se terminó en 1893, habiendo sido proyectada

dos años antes por el arquitecto José Urioste y Velada, el

mismo que hizo la de Hernani. Se utilizaron materiales de

primera como como el ladrillo de Valladolid o Sigüenza, la

piedra de Colmenar y el hierro forjado. A ella se accede

por unas escaleras que suelen estar decoradas con bonitos

centros de flores.

Antiguamente esta puerta era como vemos en este

grabado:

Pasada la puerta estamos ya en el llamado “Paseo de las

Estatuas”, aunque en realidad se llame “de la República

Argentina”:

Este paseo es de los más anchos del parque e iba recto

desde el monumento a los Caídos del Dos de Mayo, en el

Prado, hasta el estanque. Hoy día la mitad del paseo

corresponde con la calle Antonio Maura.

Las estatuas son trece, aunque hay catorce pedestales

porque uno está vacío. Y es que la verdad han tenido

bastante trasiego. Todo fue idea de un fraile benedictino

que hizo esculpir 114 estatuas en cinco años (1743-1748),

reinando Felipe V y luego Fernando VI (por cuya calle paso

todos los días). Los escultores Juan Domingo Olivieri y

Felipe de Castro dirigieron estas obras (que hicieron otros)

y la idea era ponerlas fuera del Palacio Real. Pero reinando

Carlos III, el famoso arquitecto Francisco Sabatini (el de

los jardines) las quitó de ahí y las guardó dentro. Luego, en

1842, fueron restauradas y distribuidas por distintos sitios

como la Plaza de Oriente de Madrid (40 estatuas), el

Parque del Retiro (13 estatuas), el Museo del Ejército (6

estatuas) y el resto en Aranjuez, Toledo, Burgos, Logroño y

Vitoria.

Las de este paseo están así distribuidas desde 1989 y

fueron restauradas en 1997, aunque llegaran al parque en

1847, lo que pasa en que estaban en otros sitios. ¡Tú fíjate

si han tenido trasiego juego las estatuitas!

La primera, según se sube a la izquierda, es la de D.

Fernando IV de Castilla (Sevilla, 6 de diciembre de 1285 -

Jaén, 7 de septiembre de 1312), llamado el Emplazado y

que fue Rey de Castilla (1295-1312). Su madre fue la reina

María de Molina(famosa por la calle) que le ayudó siendo

su regente, evitando que le quitaran el trono sus “nobles

familiares”. Fernando IV acordó las fronteras con Aragón y

participó en la llamada "Reconquista", conquistando la

ciudad de Gibraltar y el pueblo de Alcaudete (Jaén).

También hizo importantes reformas en la administración y

la justicia. Murió muy joven, con tan solo veintiséis años.

El siguiente por la izquierda es D. Sancho IV, padre del

anterior, e hijo (el segundo) de Alfonso X el Sabio, al que

sucedió en 1284. Antes se había rebelado contra él cuando

quiso favorecer a los hijos de su primogénito, D. Fernando

de la Cerda, que había muerto en combate. Sancho tenía

26 años cuando se proclamó rey: había nacido en

Valladolid en 1258. Su reinado fue tormentoso porque los

partidarios de su hermano mayor, a las órdenes de su tío,

el infante D. Juan, se enfrentaron con él. Al final Sancho

metió en la cárcel a su tío y mandó ejecutar a miles de sus

enemigos. Luego le perdonó, pero su tío se volvió a

sublevar y con un grupo de marroquíes intentó conquistar

Tarifa, defendida por Guzmán el Bueno que perdió allí a su

hijo (“Guzmán, Guzmán…” ¡famoso episodio!) pero no

cedió la plaza.

Al final Sancho IV se hizo amigo del rey de Aragón Jaime II

y entre los dos se dedicaron a “reconquistar” territorio a

los musulmanes. Fue amigo y tutor del Infante D. Juan

Manuel, autor de “El Conde Lucanor”. Su mujer fue su tía

María de Molina con quién tuvo 7 hijos (y otros tres

extramatrimoniales…), o sea, 10 en total. No está mal,

¿verdad? Murió en Toledo en 1295 con solo 37 años,

dejando heredero a D. Fernando IV (el de la primera

estatua) con solo 9 años y a cargo de su madre como

regente, como ya explicamos.

La tercera subiendo por la izquierda es la del rey Enrique

II de Castilla y León, el primero de la dinastía de

Trastámara, rama bastarda de la Casa de Borgoña, al ser

hijo de Alfonso XI y de su amante Dª Leonor de Guzmán,

exactamente el 4º de los 10 que tuvieron. La mujer legítima

del rey, doña María de Portugal, estaba “negra” y

deseando que su hijo legal Pedro, fuera rey. Lo fue cuando

Alfonso murió de peste y se llamó Pedro I, más conocido

como “el cruel” o “el justiciero”.

Después de muchas guerras entre hermanastros, con la

ejecución de Leonor incluida, Enrique consiguió ser rey en

1366 a base de recompensar a todos los que le habían

ayudado, por lo que se le llamó “el de las mercedes”. Solo

duró un año, pues Pedro le volvió a derrotar, pero dos años

más tarde y con ayuda de los franceses, fue Enrique el

vencedor, matando a su hermanastro y reinando hasta

1379, año en que murió en Santo Domingo de la Calzada,

siendo sucedido por su primogénito Juan I. Había nacido en

Sevilla en 1333, tuvo 3 hijos con su esposa, una noble

llamada Juana Manuel (no, no es Manuela) y otros 14

“extra” (¡hala!). Supo defender Castilla frente a Aragón,

reconstruyendo el reino al que incorporó el señorío de

Vizcaya; defendió a los judíos (aunque los había perseguido

en la guerra civil) y fue favorable a los franceses frente a

los ingleses.

Y la cuarta corresponde a D. García, así, a secas, que en

realidad es el rey de León García I, hijo primogénito de

Alfonso III y Jimena de Pamplona. Tuvo problemas con su

padre, quién le llegó a encarcelar al haberse sublevado.

Pero luego abdicó y repartió el trono entre sus tres hijos:

León para García, Asturias para Fruela y Galicia para

Ordoño. Así fue como en el año 910 subió al trono como

García I de León, lo que quiere decir que fue el primer rey

de este reino.

En 911 invadió el territorio musulmán, poniendo su granito

de arena en la Reconquista, repoblando luego las tierras

del Duero. Fundó el Convento de Dueñas y falleció joven en

La Rioja en el año 913, a los 43 años. Casado con una noble

llamada Muniadona (¡vaya nombrecito!), no dejó

descendencia (no me extraña) por lo que fue sucedido en el

trono por sus hermanos.

Para terminar esta fila de la izquierda según se sube, nos

quedan dos señoras y un pedestal. La primera es Dña.

Urraca, que suena a personaje de tebeo, pero que en

realidad se trata de la reina Urraca I de Castilla y León,

hija mayor del rey Alfonso VI y de Constanza de Borgoña. Y

además es que se trata de la primera reina como tal,

gracias a que su padre no tuvo descendencia masculina.

Claro que luego nació un hermanastro, Sancho Alfonsez,

que a lo mejor se lo hubiera impedido a no ser porque

murió en la batalla de Uclés (precioso pueblo, por cierto).

Urraca se casó ¡a los 12 años! con Raimundo de Borgoña,

en un matrimonio de conveniencia preparado por su padre

desde que ella tenía seis años. Con él tuvo otros dos hijos,

la parejita: Sancha y Alfonso Raimúndez, quién al final

sería el rey.

Pero mira tú que el mismo año que muere su hermanastro

(1108) lo hace su marido. Inmediatamente se plantea que

se case de nuevo (“no es bueno que una mujer esté sola…”)

y al final le “recomiendan” que lo haga con el rey de

Aragón y Navarra Alfonso I llamado “El Batallador”, y con

razón. Pero ella estaba enamorada de un tal Gómez

González, conde castellano con quién tuvo dos hijos,

bastardos, claro. Total que se casa y a partir de ahí se lía

parda. Al principio muchos pactos con su marido, pero

luego cada uno quería reinar en todos los territorios que

pudiese. Así que hubo no solo las típicas disputas

matrimoniales, sino auténticas guerras entre ellos, no

exentas de esporádicas reconciliaciones. Hasta que al final

se separaron por una supuesta consanguinidad. Urraca,

muerto el conde que fue padre de sus dos primeros hijos,

se enamoró de otro conde llamado Pedro González de Lara

con quién tuvo otros dos hijos y no se llegó a casar porque

los nobles castellanos se lo impidieron e incluso le

encarcelaron a él.

Esta reina tuvo un gran poder en Galicia y lo que luego

sería Portugal, donde tuvo sus más y sus menos con su

hermanastra Teresa y su marido Enrique de Borgoña. El

arzobispo Gelmírez y el propio Papa Calixto II también

tuvieron bastante que ver en todas las intrigas y batallas en

las estuvo metida nuestra buena Doña Urraca. Y a todo

esto la reconquista que “distraía” a los beligerantes y

promovía pactos y alianzas.

Al final reinó en Castilla y León (donde había nacido en

1081) desde el año 1109, mientras su hijo Alfonso VII, con

quién tuvo sus problemillas, lo hacía en Extremadura y

Toledo. Doña Urraca murió por complicaciones en un parto

en la localidad de Saldaña en 1126, con sólo 44 años.

Y la segunda es Doña Berenguela, mujer también guapa a

la par que inteligente y hábil en las negociaciones políticas.

Era segoviana (como mi madre), pues en esta ciudad nació

en 1180, hija primogénita del rey de Castilla Alfonso VIII y

su esposa Leonor Plantagenet. Al ser heredera de Castilla

quisieron casarla muy pronto, bueno, con tan solo 7 añitos

ya pidió su mano un duque, pero no se casaron. Sí lo hizo

con 17 años y en Valladolid con el rey Alfonso IX (que era

tío segundo suyo), con el que tuvo 5 hijos, el tercero de los

cuales llegaría a ser rey y además muy famoso: nada menos

que Fernando III el Santo.

Pero en 1204, recién nacida su última hija, el Papa

Inocencio III anuló su matrimonio por consanguinidad,

aunque los hijos sí se consideraron legítimos. Total que

Berenguela se tuvo que ir a Castilla, a casa de su padres (o

sea, a la Corte), a cuidar de sus hijos.

Cuando Alfonso VIII murió en 1214, heredó su corona el

joven príncipe Enrique, que solo tenía 10 años. En principio

fue regente su madre, pero murió enseguida y ahí tenemos

ya a Berenguela, su hermana, de regente de Castilla. Sin

embargo los nobles de la familia Lara (con Álvaro Núñez a

la cabeza) se apoderan del príncipe porque querían que

fuese Alfonso IX rey también de Castilla. Pero Enrique

muere de la forma más tonta: siendo todavía un niño una

teja le cae en la cabeza y le mata. Así que el trono pasa

directamente a manos de Berenguela.

Pero ella no quiso ser reina (de hecho solo lo fue en el año

1217) porque enseguida renunció al trono, que dejó a su

hijo Fernando, al cual favoreció muchísimo a lo largo de

todo su reinado. De entrada le casó con una europea,

siendo la boda en la catedral de Burgos. Después logró que

firmara con su padre el pacto de Toro que puso fin a la

guerra entre Castilla y León. O cuando en 1222 consigue

que se firme el Convenio de Zafra por el cual se casa una

de la familia de los Lara (que no eran precisamente muy

amigos) con su hijo Alfonso, hermano de Fernando, claro.

Dos años más tarde logra el matrimonio de su hija

Berenguela con el que Alfonso IX quería como yerno, lo

que acercaba el trono leonés a Fernando. El remate fue ya

que en 1230 se firma gracias a ella el Tratado de las

Tercerías, por el que las hijas de Alfonso IX de un anterior

matrimonio renuncian al trono de León a cambio de dinero

y ventajas.

Así que al final consiguió que Castilla y León estuviesen en

un solo reino bajo el reinado de su hijo Fernando III, alias

el Santo, que encima pudo dedicarse a reconquistar

Andalucía porque su madre se encargaba de reinar. Y no

contenta con eso, cuando se le murió su primera mujer le

buscó una novia francesa. ¡Eso es una madre! Además

protegió no pocos monasterios y supervisó personalmente

las obras de las catedrales de Burgos y Toledo, siendo

también amante y protectora de la literatura. Por fin murió

en el monasterio de las Huelgas, en Burgos, en 1246, a los

66 años.

Y ahora viene la “escultura fantasma”, o sea, el pedestal,

tal cual:

Enfrente de este pedestal vemos otra vez la estatua de

“Sancho 4º” ahora con el alias de “El Bravo” y con la

misma fecha de fallecimiento, 1295. Aquí hay gato

encerrado porque los señores son distintos y las señoras

del escudo también.

En fin, sigamos bajando por la derecha porque en estatua

anterior ha debido haber algún error al poner el pedestal.

La siguiente está clara: es de un tal Alonso 1º “El

Batallador”, rey de Aragón. Bueno en la estatua pone

“Alonso”, pero se le conoce como “Alfonso” y si habéis

leído antes lo de Doña Urraca se trata de su segundo

marido con el que tuvo una relación más que tormentosa.

El caso es que este rey nació en 1073 en un pueblito de

Huesca llamado Hecho, siendo hijo de Sancho Ramírez (rey

de Aragón y Navarra) y de su segunda esposa Felicia de

Roucy. Fue rey porque murió su hermanastro Pedro I, que

es el que en realidad iba a serlo, y su reinado empezó en

1104 y terminó con su muerte en 1134. Vivió pues 61 años

que se pasó de batalla en batalla. De formación muy

religiosa, todo su empeño era luchar contra los

musulmanes y de hecho les conquistó Zaragoza, Tudela,

Tarazona y Calatayud, duplicando así el reino de Aragón. Al

casarse con doña Urraca lo amplió a León, Castilla, Toledo,

Navarra y Aragón. Total que se le subió el éxito a la cabeza

y se hizo llamar “Emperador de León y rey de toda

España”, o incluso “Emperador de España”, así, por las

buenas. Pero, como ya sabemos, los nobles forzaron la

anulación de su matrimonio y se le acabó el chollo. Luchó

contra los moros en Córdoba, Granada, Valencia, Cullera,

etc., llegando a luchar codo a codo con el Cid Campeador

en su juventud. Al morir cedió sus reinos a las Órdenes

Militares, dado lo religioso que era, pero los nobles no lo

aceptaron y sus territorios se dividieron entre Ramiro II el

Monje, que se quedó con Aragón, y García Ramírez el

Restaurador, que fue elegido rey de Navarra.

El siguiente es otro rey godo (no si al final nos terminamos

aprendiendo la lista) llamado D. Chintila del que se sabe

muy poco, ni siquiera el año que nació. Lo que sí es que fue

rey de los visigodos entre el 636 y el 639. El anterior se

llamaba “Sisenando” y parece que le dejó la monarquía

bastante “pachucha”. A Chintila le nombraron rey los

nobles y los obispos, o sea que venía bien recomendado. En

su reinado convocó dos Concilios en Toledo en los que se

defendieron las posesiones de los reyes y sus herencias, y

se establecieron penas bastante fuertes contra los que

pudieran atentar contra ello o usurparles el poder.

También se dejó claro que los reyes debían ser elegidos

entre nobles (ni siervos, ni clérigos, ni extranjeros).

Además, se prohibió a los que no fueran católicos residir en

el reino, así que muchos judíos tuvieron que convertirse.

Tanto cuidado nos hace pensar que el reinado de este rey

tuvo bastante “movida”. Cuando murió, parece que de

muerte natural, le sucedió su hijo Tulga, que es el que

aparece en el escudo de la estatua.

Nos quedan cuatro estatuas para llegar a la Puerta de

España. La siguiente corresponde a Ramón Berenguer IV,

Conde de Barcelona, que nació en esta ciudad en 1113, hijo

de Ramón Berenguer III y Dulce de Provenza. En 1131

muere su padre y hereda el Condado de Barcelona. Fue

enemigo de Alfonso VII (hijo de nuestra amiga Doña

Urraca) y por eso Ramiro II de Aragón le ofreció casarse

con su hija. ¡Cuando ésta tenía un añito, no os lo perdáis!

Al final hubo que esperar un poco, claro, pero se

terminaron casando en 1150, él con 37 y ella con tan solo

14. A Ramiro le gustaban los monasterios y de hecho se

retiró a uno, dejando a Ramón como Conde Barcelona y

Príncipe de Aragón. Y eso porque la boda con su hija fue de

las llamadas “Matrimonio en Casa”, que quería decir que

tu suegro te dejaba el mando, pero lo que es ser rey se

quedaba para tu primer hijo. Hubo bastante jaleo con la

cesión de sus reinos a las Órdenes Religiosas que hizo

nuestro ya conocido Alfonso el Batallador; al final hubo que

negociar con dichas Ordenes (del Hospital, del Santo

Sepulcro, de los Templarios) para que Berenguer pudiera

disponer de ellos. También tuvo que pactar con Alfonso VII

para recuperar tierras, cosa que hizo por otro lado

luchando contra los sarracenos, no solo en tierras de

Aragón y Cataluña, sino en expediciones por Murcia,

Valencia o Almería.

Tuvo cinco hijos con Petronila (y otro más, de madre

desconocida) y como el primogénito murió al nacer le dejó

todos sus títulos catalanes y aragoneses al segundo, que se

hizo llamar Alfonso II de Aragón, porque su madre le dejó

esta corona dos años después de la muerte de Ramón

Berenguer, en 1164.

La tercera estatua, según se sube por la derecha,

representa al rey Carlos II de España (1661-1700), que no

fue precisamente de lo mejor que ha pasado por el trono

español.

Hijo del rey Felipe IV y la archiduquesa Mariana de Austria

(su segunda esposa) fue el último hijo varón que sobrevivió.

Así que al morir su padre le nombraron rey con solo 4 años.

Se hizo cargo de la regencia su madre hasta que fue mayor

de edad en 1675. Era bastante “feíto” y “poca cosa” por lo

que la gente empezó a llamarle “el Hechizado” al pensar

que era así por algún encantamiento.

Además no le dieron una gran formación, por lo que

siempre dependió de validos, uno de los cuales fue su

propio hermano bastardo, D. Juan José de Austria. Carlos II

se casó con María Luisa de Orleans, sobrina del rey Luis

XIV de Francia, a quien amó (a la sobrina, no al rey) más

que ella a él. Bueno al final parece que le tomó cierto

cariño. Pero no se sabe si porque este rey no “funcionaba”

demasiado bien, el caso es que ella murió sin hijos en 1689

y él se deprimió bastante.

Dejó el reino a cargo del Duque de Medinaceli y después

del Conde de Oropesa. Y volvió a casarse, esta vez con

Mariana de Neoburgo. Pero las cosas iban mal en lo

político, puesto que Francia nos estaba dando “sopas con

honda” y quitándonos territorios.

Al final de su vida intentó gobernar, pero con poco éxito, de

forma que era su mujer, aconsejada por el arzobispo de

Toledo, la que en realidad gobernaba, o lo intentaba.

Carlos II murió de agotamiento a los 38 años de edad,

aunque parece que aparentaba más.

Como tampoco tuvo hijos con esta segunda esposa, en su

testamento dejó como heredero a Felipe de Anjou, nieto de

Luis XIV y a su hermana la infanta María Teresa de Austria,

Pero su mujer (ya su viuda) quería que fuese rey su

sobrino, el archiduque Carlos de Austria, lo que dio lugar a

confrontaciones bélicas (o sea guerras) en toda Europa.

La segunda estatua según se sube por la derecha es la del

famoso Emperador Carlos I de España y V de Alemania.

¿Qué os vamos a contar de él que no sepáis? Pues que

nació ¡en un lavabo de señoras! Sí, porque su madre Dña.

Juana I de Castilla fue al baño a las tres de la mañana

pensando que le había sentado mal la cena (estaba en un

baile en Gante) y allí mismo tuvo al gran Emperador, ella

solita. El padre era Felipe el Hermoso y se trataba del

segundo hijo de la pareja. Era el año 1500, febrero por más

señas.

Carlos se educó en Flandes, por lo que su cultura era

flamenca total (pero no de Andalucía…). El príncipe ya era

Duque de Luxemburgo desde que tenía un año y a los 15 le

nombraron Señor de los Países Bajos. En 1516 su abuelo,

Fernando II de Aragón, le nombraba Gobernador y

Administrador de los Reinos de Castilla y León, al estar su

madre (la reina Juana) incapacitada por su enfermedad

mental. En ese mismo año fue también nombrado Rey de

Navarra y de Aragón, esto último asimismo por no poder

serlo su madre. Total que iba acumulando poder a marchas

forzadas.

En 1517 se embarcó hacia España, concretamente a

Santander, aunque terminó en Asturias por el mal tiempo.

Al año siguiente las Cortes de Castilla le tomaron

juramento como rey en Valladolid, pidiéndole una serie de

cosas como que aprendiera español (que no sabía), que no

nombrase a extranjeros en cargos importantes, que no

sacase oro ni caballos de Castilla y que fuese respetuoso

con su madre, que estaba recluida en Tordesillas. También

en este mismo año fue jurado rey en Aragón y al siguiente

en Barcelona por las Cortes Catalanas. Por si fuera poco, al

morir el Emperador Maximiliano I en este mismo año de

1519, Carlos es elegido como nuevo Emperador del Sacro

Imperio Romano Germánico.

Sin embargo al llegar a Castilla, el flamante Emperador

Carlos dio cargos a sus colaboradores venidos desde los

Países Bajos, luego se fue a Aragón y terminó convocando

Cortes en Santiago de Compostela y yéndose a Alemania y

dejando como regente al cardenal Adriano de Utrecht.

Total que surgió el llamado “movimiento comunero” de

Castilla, cuyos cabecillas fueron Juan de Padilla, Juan

Bravo y Francisco Maldonado, vencidos al fin en la famosa

batalla de Villalar. Al final el rey volvió y se hicieron

cambios en la organización del reino en las Cortes de

Valladolid de 1523.

En Levante también se “levantaron” contra el rey con el

pretexto de formar tropas para luchar contra los piratas

berberiscos y este movimiento, llamado “las Germanías” se

extendió hasta las islas Baleares. Al final también fueron

vencidos por el ejército del emperador Carlos, que empezó

a organizar Castilla con el sistema de los Consejos que se

encargaban de toda la administración. El más importante

era el Consejo Secreto de Estado y también el Consejo de

Indias, este último para gobernar las tierras de

Sudamérica. Estos Consejos estaban formados por

personas elegidas por el rey, quién tenía siempre la última

palabra, aunque despachase con los secretarios de los

mismos. A todo esto, Valladolid era la capital del reino (¡o

del imperio!).

Y en Sudamérica los españoles no parábamos… Hernán

Cortés conquistó Nueva España (Méjico), Francisco Pizarro

hizo lo propio con los incas, formando el virreinato de Perú.

Gonzalo Jiménez de Quesada conquistó a los Chibcha, que

ahora son Colombia. El capitán Sebastián de Benalcazar

fundó en 1534 la ciudad de Quito y Francisco de Orellana,

tras fundar Guayaquil, descubrió el Amazonas; ambos

habían salido a buscar el mítico “El Dorado”. Juan

Sebastián Elcano dio la primera vuelta al mundo en 1522,

terminando el viaje empezado por Fernando de Magallanes

y llevando la soberanía de España a las islas Filipinas y las

Marianas. Es curioso cómo se arrendó lo que entonces era

“provincia de Venezuela” a unas familias alemanas, o sea,

que hubo un gobierno alemán en Sudamérica gracias a un

rey español con raíces germanas.

A todo esto Pedro de Mendoza funda Buenos Aires en el

llamado “Río de la Plata” y Juan de Salazar y Gonzalo de

Mendoza son los que fundan Asunción, hoy capital de

Paraguay. Por último deciros que Pedro de Valdivia fundó

Santiago, hoy capital de Chile. Y así es como se hizo este

gran imperio bajo el mandato de este rey que consiguió ser

tan poderoso.

Pero claro, “el que mucho abarca…”, así que el hombre

tuvo que hacer frente a no pocas pegas. Por ejemplo

Enrique II de Navarra se alió con el rey francés Francisco I

y entre los dos y un montón de navarros deseosos de ser

independientes se enfrentaron a los ejércitos imperiales de

Carlos, aunque terminaron perdiendo.

También topó Carlos V con la Iglesia, (¡cómo no!) pero lo

hizo a su favor porque consiguió que todo lo que saliese del

vaticano tuviera que pasar por su censura antes de ser

publicado. A esto se le llamó “Pase Regio” y le daba al

emperador el mango de la “sartén eclesiástica”. También

se convirtió en “Patriarca de las Indias”, supervisando así

toda la labor evangelizadora en el nuevo continente. Sin

embargo, no siempre el Papa estuvo tan acorde; estamos

hablando de Clemente VII, aliado del rey de Francia

Francisco I.

Otros enemigos fueron los turcos como Solimán el

magnífico, sultán del Imperio Otomano. Hubo famosas

confrontaciones en Argel, Viena o Túnez, entre otros. Y con

el antes citado rey Francisco I tuvo nada menos que cuatro

guerras que terminaron con famosas batallas como la de

Pavía en 1525, o famosas “paces” como la Paz de Cambrais

en 1530. O bien la tregua de Niza en 1538 o la paz de

Crepy en 1544.

El luteranismo fue un problema para Carlos V que, según el

Edicto de Worms de 1521, excomulgó a los protestantes

que respondieron con una “liga”, oponiéndose a ese edicto

en la llamada “Dieta de Espira”, en 1526.

El entonces Papa Pablo III convocó el famosísimo Concilio

de Trento en 1545, pero ni él ni Carlos V pudieron ver su

final. Lo que hizo al año siguiente El Emperador fue

empezar una guerra contra los protestantes que acabó en

la famosa batalla de Mühlberg, en 1547, por la que Tiziano

le hizo el retrato a caballo. Tras muchos dimes y diretes se

les dio libertad de culto a los protestantes en 1552,

mediante el Tratado de Passau. Y, según la Paz de

Augsburgo (1555), se reconoció el derecho de los alemanes

a ser católicos o protestantes ¡Hay que ver lo que cuesta

que le dejen a uno pensar y creer lo que quiera!

Después de tanto jaleo, a Carlos le dio por reflexionar y

abdicó en Bruselas a favor de su hermano Fernando, a

quién dejó lo que se dice “el Imperio”. Y a su hijo Felipe

toda España y las Indias.

Carlos V vuelve a España en barco, desde Flandes a Laredo

y de allí a la Vera, a Jarandilla, para curarse de la gota,

viviendo en el castillo de los Condes de Oropesa esperando

cuatro meses hasta que estuvo lista la casa-palacio que le

estaban haciendo al lado del Monasterio de Yuste, que era

de la orden de los Jerónimos, tan relacionada con el Retiro.

Y allí se “retiró” durante el año y medio último de su vida,

que al final perdió de la forma más tonta por culpa del

paludismo que le inoculó un mosquito de uno de los

estanques del palacio.

En esta casa palaciega conoció a su hijo ilegítimo D. Juan

de Austria, el último de los de este tipo, pues tuvo otros

cuatro fuera del matrimonio con su prima Isabel de

Portugal, de quién tuvo seis legítimos, uno de ellos el antes

citado y futuro rey Felipe II.

Enfrente tenemos a Gundemaro, que fue un rey visigodo

que en el año 610 asesinó a su antecesor Witerico,

bastante déspota, por cierto. El caso es que Gundemaro

había sido un simple soldado que consiguió llegar al trono

en el que estuvo solo dos años, ya que murió en Toledo en

612, de muerte natural. Representaba a la nobleza

visigoda católica y, en su reinado, hizo la guerra a los

vascones sometiéndoles y evitando sus correrías por los

valles del Duero y del Ebro. También contribuyó a que la

capital estuviera en Toledo, acabando con la primacía de

Cartagena. Le sucedió un noble muy culto llamado

Sisebuto.

Y así terminamos este paseo por esta zona del Retiro de la

que os ponemos ahora el mapita correspondiente:

El Parterre

Este es uno de los sitios “mágicos” del Retiro que me

fascinaban de pequeño. Ver esos jardines tan cuidados,

todo tan geométrico, tan perfecto, esas flores preciosas en

esos “parterres” (¡nunca mejor dicho!). Y luego los

cipreses recortados, como los laureles y los aligustres, la

verdad que me hacían mucha gracia y me preguntaba

cómo se podía conseguir que un árbol tuviera esas formas.

Pues, como casi todo en esta vida, este es un invento

francés, con permiso de los chinos, que seguro lo

inventaron antes. Como la palabra “parterre” que en

realidad significa “por tierra”, que es por donde se les

ocurría plantar estos árboles y arbustos tan geométricos.

Pero actualmente se entiende como una parte de un jardín

adornada con plantas. Y eso es lo que es esta zona del

Retiro, un “parterre”, eso sí, bastante grandecito.

Como no podía ser de otra forma, este sitio tiene raíces

francesas. La culpa la tuvo Felipe V (1700-1746), rey

Borbón, que le encargó al arquitecto Robert de Cotte (que

también lo fue de su abuelo Luis XIV) que hiciese una

reforma en el parque al estilo francés.

Pero de todo el proyecto inicial solo se hizo lo que vemos

hoy y conocemos como “Parterre”, aunque desde el siglo

XVIII haya cambiado un poquito bastante. Al principio se

llamaba “Jardín Ochavado” porque tenía ocho calles

cubiertas de enramados que daban a una plazoleta en el

centro.

Después, en el siglo XIX, este jardín se fue deteriorando

hasta que fue reformado por Francisco Viet, jardinero

mayor de los jardines del Campo del Moro. De él fue la

idea de hacer el muro de ladrillo y el mirador.

Después de la guerra civil, nuestro amigo Herrero Palacios

lo volvió a reformar, poniendo setos bajos de boj con

césped dentro, así como los laureles, sabinas y aligustres

recortados que tanto me llamaban la atención de pequeño.

Para entrar en el Parterre podemos hacerlo por arriba,

viniendo desde el estanque, o bien por abajo, desde la

calle Alfonso XII. En este caso entraremos por la Puerta de

Felipe IV, la cual se hizo en 1680 para que entrara en

Madrid María Luisa de Orleans, la primera esposa de

Carlos II, de quién hablamos en el Paseo de las Estatuas.

Esta puerta estaba al principio en la Carrera de San

Jerónimo, en la actual Plaza de Cánovas del Castillo, más

conocida como Plaza de Neptuno, ya que hasta allí llegaba

el Retiro en esa época.

El autor de la puerta, de estilo Barroco, fue Melchor de

Bueras, quién utilizó piedra (en concreto, granito puro)

procedente de Tamajón, que es un pueblecito de

Guadalajara que tiene hasta su propia “Ciudad

Encantada”.

Vemos ahora algunos detalles de esta puerta:

Mi “cuñao” José Antonio, que es el máximo experto de la

familia, ha intentado traducir esta inscripción, pero la cosa

es complicada porque debe haber erratas, con palabras

que no están ni en latín ni en nada. Total que, después de

muchos esfuerzos, la traducción podría ser. “PASA TÚ,

MARIA ANA DE TÍ, POR LA CONCORDIA A LA CUAL

AMBOS Y A LOS COLOSOS CUANTOS DIVINIDAD GENIO

ERIGES ALABANZAS. SALUD Y FAVOR. 1690”.

Bueno el caso es que son unas palabras de bienvenida a

esta señora porque muy bien escrito no está, no sabemos

si fue el autor de la frasecita o el escultor o ambos, que no

tenían su día.

Alrededor de la puerta hay algunos matorrales curiosos:

O estos lirios que, en primavera, están así de bonitos:

Y el aligustre, que pillamos ya con sus frutos:

Y árboles, como este olmo, que ha sobrevivido a la

grafiosis:

Pero vamos a entrar ya de lleno en el Parterre, para lo

cual tenemos que subir unas escaleras:

Y nos encontramos con este panorama:

Pero, si giramos un poco a la izquierda, nos

encontraremos la joya botánica del Parterre:

Su nombre científico es Taxodium mucronatum, que

quiere decir que se parece al tejo y que las hojas son

terminadas en punta; pero también se le llama “ciprés

mejicano”, aunque son árboles que proceden de

Norteamérica. Su nombre normal “ahuehuete”, significa

“árbol viejo de agua” por necesitarla bastante, de hecho se

le confunde con los cipreses calvos, como los que viven en

el estanque del Palacio de Cristal. En Méjico hay algunos

que tienen entre 2.000 y 6.000 años. Bueno hay uno en

Oaxaca que mide ¡¡¡52 metros de perímetro…!!!

Este del Retiro se dice que fue plantado en 1632, pero es

posible que lo haya sido en el siglo XIX. En cualquier caso

el ejemplar también tiene sus añitos…La especie es muy

antigua ya que existen desde hace entre 100 y 200

millones de años, vamos que son auténticos “fósiles

vivientes”.

También se dice que sobrevivió a la tala que los franceses

hicieron en el Parque cuando la Guerra de la

Independencia porque le usaron para poner un cañón

sobre sus ramas. Si dispone de agua no pierde las hojas,

que se renuevan constantemente. Este del Retiro se pone

de color marrón en invierno porque se secan algunas hojas

al no tener tanta humedad. Le vemos en distintas épocas

del año:

Este árbol, aparte de en algunos ritos religiosos, era usado

en Méjico como astringente y cicatrizante; bueno no todo

el árbol, claro, sino la corteza (sobre todo quemada), la

resina y las hojas. Sin embargo la madera, a pesar de lo

espectacular de sus troncos, es demasiado débil, así que

no se utiliza mucho, lo cual es bueno para estos arbolitos

tan majos, porque si no… Ahora vemos un poco de la

“anatomía” del ahuehuete:

En el del Retiro hay un par de cartelitos hablando de él,

que –además- es el nº 8 de la Senda Botánica:

Al lado del ahuehuete hay una especie de estanque con

una fuente enmedio que se llama “de la alcachofa”. Se

cree que este estanque y su gemelo, que está enfrente,

cada uno con su fuente (¡vaya pareado!), fueron

construidos en 1712, durante el reinado de Felipe V, o sea,

que son de lo más antiguo del Parterre. Como veis la

forma es de un rectángulo con dos semicírculos en los

extremos, todo ello de granito. La fuente es de bronce, con

base de piedra caliza.

Aunque al final os ponemos el mapa completo, no resisto

la tentación de incluir ahora uno (sacado de Google),

donde se ven todos los jardines donde estamos ahora:

Rodeando a los estanques hay unos aligustres recortados a

modo de setas, con las copas perfectamente redondeadas:

Y ya que estamos con arbolitos, hablemos de los laureles,

también recortaditos en forma de “pirulís” que rodean a

los “parterres” del Parterre:

Pero veámoslos más de cerca:

En las fotos anteriores ya se veían los dos enormes cedros

que acompañan al ahuehuete:

Estos cedros se llaman “del Himalaya” porque la especie

procede de allí. Su nombre científico esCedrus deodara y

ya hemos visto algunos en el Paseo de Coches, en la Casa

de Fieras y en Alfonso XII-Alcalá. Son árboles muy grandes

y que viven muchos años, ¡hasta mil! Ya vimos sus flores

masculinas de color amarillento en forma de pequeños

penachos de los que sale el polen. Y las femeninas en

forma de piñas que salen verticales. De su madera se saca

una sustancia antiséptica que, además, puede ser

empleada en perfumería. Resisten muy bien tanto el frío

como el calor, pero las heladas fuertes hacen que se les

caigan las hojas. ¡Menos mal que en Madrid cada vez hay

menos heladas!

Vamos a hablar ahora de los cuatro jarrones que están en

el centro de los cuatro parterres grandes que rodean a los

estanques. Posiblemente sean de la época de Felipe V,

aproximadamente de 1712, y no fueron colocados donde

están ahora. Son muy parecidos, de hecho las imágenes

que aparecen en todos ellos son las mismas, y están

hechos de piedra caliza y sobre pedestales del mismo

material:

Y en cuanto a arbolitos nos falta hablaros del magnolio,

por cierto nº 9 de la Senda Botánica:

Aunque ya hablamos de los magnolios en el Paseo de

Coches, donde los hay a mansalva, añadimos aquí algunos

datos sacados del cartel de la Senda Botánica que, como

siempre, está muy bien.

Dice allí que sus flores son las más grandes del Parque, de

ahí su nombre científico Magnolia grandiflora. También

dice que son oriundas del sudeste de Estados Unidos, que

sus hojas son grandes, fuertes y brillantes, que la parte

femenina de la flor (pistilo) es muy dura, se cree que

porque en principio eran polinizados por escarabajos que

podían dañarles. Ahora son las abejas las que hacen ese

trabajo, y además encantadas, porque estas enormes

flores son muy suculentas para ellas. Los magnolios son

plantas muy antiguas que llevan unos 100 millones de

años en este planeta, que ya son años…

Caminando hacia arriba por el centro del Parterre, nos

encontraremos con una estatua que es un homenaje al

escritor Jacinto Benavente, madrileño y Premio Nobel de

Literatura en 1922.

Hijo del también famoso doctor Benavente (con otra

estatua muy cerca), Jacinto empezó a estudiar Derecho,

pero al morir su padre lo dejó y se dedicó a viajar, sobre

todo a Francia y Rusia, a la vez que se empezó a interesar

por la literatura. Y también por el circo, del que llegó a ser

empresario e incluso se enamoró de una trapecista

inglesa, aunque no llegó a casarse nunca.

Empezó a escribir, primero poemas y cuentos y luego ya

obras teatrales, que fueron las que le dieron la fama.

Sobre todo “Los intereses creados” (1907), “Señora Ama”

(1908) y “La malquerida” (1913). La primera se estrenó en

el Teatro Lara de Madrid (que, por cierto, me encanta) y

tuvo tanto éxito que le sacaron a hombros y le llevaron así

hasta su casa. Está basada en “la comedia del arte”

italiana, pero a la española, y se critica en ella el

materialismo de la sociedad. Las otras dos son lo que se

llaman “dramas rurales” por estar ambientados en la vida

en los pueblos.

Benavente tuvo relación con Valle-Inclán, primero de

amistad, pero tras una discusión en la tertulia del Café

Madrid, fueron enemigos y D. Jacinto montó otra tertulia.

La guerra civil le sorprendió en Madrid, pero luego se fue

a Valencia, mostrándose adicto al Frente Popular, ya que

tenía pasión por todo lo soviético. Eso le causó no pocos

problemas al terminar la guerra; de hecho su nombre fue

prohibido de las carteleras aunque se siguieron

representando sus obras. Pero después se hizo más o

menos adicto al régimen y fue rehabilitado.

A mi profesor de Literatura, el señor Llanos, no le gustaba

mucho Benavente, y no era el único. De hecho su teatro

peca quizás de novelesco, pero es “poco teatral”. De todas

formas tiene mucho mérito, no solo por haber conseguido

el Premio Nobel, sino por ser Académico de la Lengua,

Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, Diputado de las

Cortes, Hijo Predilecto de Madrid, etc…y además de

escribir casi doscientas obras, haber sido periodista,

novelista, autor de cuentos y, sobre todo, un autor teatral

muy considerado en su época.

Este monumento fue esculpido por el escultor Vitorio

Macho en 1961 e inaugurado en el Parque al año

siguiente. En principio se iba a colocar al lado de la de su

padre, el doctor Benavente, que luego veremos, y que

había sustituido a la de los héroes madrileños de la Guerra

de la Independencia, los capitanes Daoiz y Velarde, que

estuvo aquí hasta 1886 y que ahora se encuentra en la

Plaza del Dos de Mayo. Pero al final la del hijo fue la que

se puso en el centro. El pedestal y el monolito son de

granito y lo que es la estatua y la efigie de D. Jacinto, de

bronce. A ambos lados hay dos jarrones parecidos a los

que vimos antes en los cuatro parterres:

Estos jarrones se hicieron en mármol en el año 2001,

imitando los cuatro de piedra que vimos antes. Hay otros

dos en la barandilla del mirador, que veremos después.

Nos fijamos ahora en la estatua que hay al fondo a la

izquierda según se entra, que es la del doctor Benavente,

padre de Jacinto, el escritor.

D. Mariano Benavente González nació en Murcia en 1818

y se le considera el primer pediatra español. Dirigió el

Hospital del Niño Jesús, enfrente del Retiro, y empleó

métodos nuevos en la curación de enfermedades infantiles.

En el pedestal primitivo (que estaba rodeado de un

pequeño jardincito con una cerca metálica) había una

frase que resume su espíritu: “Medicación sencilla y amor

materno devuelven la salud al niño enfermo”. Tuvo tres

hijos, el menor de los cuales fue el famoso escritor.

Y cerca de esta estatua andaba un día este buen hombre

que se entretenía en ordenar sus cosas mientras los

gorriones y alguna paloma aprovechaban los restos de su

desayuno:

Muy cerca vemos los cipreses recortaditos que tanta

gracia me hacían de pequeño; y me siguen haciendo,

porque la verdad es que son de lo más curioso:

Ya que en la zona de la Casa de Vacas-Templete no lo

hicimos, aunque hay uno con el nº 74 de la Senda

Botánica, lo hacemos ahora, cuando estos aparecen con el

nº 7 de dicha Senda. El nombre científico es Cupressus

sempervirens que significa “siempre vigoroso” o también

“siempre verde”, ya que estos árboles mantienen las hojas

en todo el año. Proviene de zonas mediterráneas como

Líbano, Siria, Sur de Grecia, Túnez o Marruecos. Se le

llama ciprés común, piramidal, italiano o de los

cementerios. Hay dos variedades: la “horizontal” en que

las ramas son más abiertas, como es el caso de los del

Parterre, y la “vertical”, que es la más típica, con copas

muy alargadas y terminadas en punta. Serían los que

“Creen en Dios” como diría Gironella.

De hecho son símbolo de los cementerios, pero antes lo

fueron de hospitalidad ya que en Mesopotamia y Asia

Menor se usaban para señalizar los puntos de

abastecimiento de las caravanas en el desierto. Los

romanos los plantaban al lado de las posadas y en la

entrada de las ciudades. Los griegos en los cementerios

porque son árboles que viven mucho, 500 años o más,

incluso hasta mil. Y en la Edad Media se pusieron de moda

en los conventos y monasterios porque su forma alargada

resulta muy espiritual.

Las hojas son pequeñitas, en forma de escamas, y las

flores las hay masculinas, que son como terminaciones

amarillas al final de las ramas, y femeninas en forma de

pequeños conos o en grupos de 8 a 14 escamas opuestas.

Salen al final del invierno. Los frutos son esas pelotitas de

las que hemos hecho muchas fotos, por ejemplo en la

placita de la Puerta de Hernani, sin ir más lejos. Las

semillas son irregulares y tienen alas.

Son muy resistentes al frío, al calor, al viento y a todo tipo

de suelos salvo si tienen mucha agua o sal, que eso sí que

lo llevan mal. Su madera se usa en ebanistería e incluso

para hacer barcos: se ha llegado a decir que el Arca de

Noé se construyó con madera de cedros. La resina tiene

propiedades cicatrizantes y las piñas tienen taninos y se

han usado para hacer ungüentos para varices,

hemorroides, etc. Con las hojas se pueden hacer

infusiones y vahos, o sea que da gusto con estos arbolitos

que nos resultan tan familiares.

Enfrente de la estatua del Doctor Benavente hay otra

dedicada al Doctor Angel Pulido Fernández:

Este señor fue un famoso médico que nació en Madrid

justo un siglo antes que yo, en 1852. Vivía en la calle

Infantas, en un piso modesto, con su mujer y sus hijos,

pero su inteligencia y espíritu de trabajo le hicieron

destacar no ya en el mundo de las bellas artes, como era

su primera intención, sino en el de la medicina. Aparte fue

político (Director General de Sanidad y Senador vitalicio) y

periodista. Y como médico fue presidente del Colegio de

Médicos y, sobre todo, se dedicó a la Pediatría,

especializándose también en el paludismo y la

tuberculosis.

En el verano de 1903 hizo un viaje por los Balcanes donde

descubrió unas comunidades sefardíes que le llamaron la

atención porque hablaban una especie de castellano.

Pensó que sería bueno establecer relaciones comerciales

en esa zona y así se lo propuso a su majestad Alfonso XIII,

quién creó la “Unión Hispano-Hebrea”, de forma que se

empezó a enseñar español en los Balcanes y además unos

4.000 marroquíes del Protectorado Español se apuntaron

al asunto. El doctor Pulido, aparte de publicar libros sobre

el tema, intentó que hubiera una cátedra de hebreo en

Madrid, pero sin éxito porque al final la administración no

pagaba al catedrático:¡qué país!.

En 1920, y siempre por iniciativa de Pulido, fue fundada la

Casa Universal de los Sefardíes, publicando el libro La

reconciliación hispano-hebrea, aunque él siempre se

mantuvo fiel al catolicismo. Fue apoyado por escritores

como el famoso Rafael Cansinos Assens, el autor favorito

de mi “cuñao” Jose, que es un todo un sabio del judaísmo.

Un buen día de invierno “por la mañana muy tempranico…”

(como dice la canción) me encontré al lado de la estatua

que acabamos de ver a unas cotorritas que son de la

especie Myiopsitta monachus, o Cotorra Monje Argentina,

de las que cada vez hay más, y no solo por el Retiro.

Una de las cosas que más destacan por aquí son las tres

fuentes que están en el frontal de ladrillos rojos. Todas

ellas provienen de la de la reforma que en 1841 hizo el

jardinero mayor del Palacio Real, D. Francisco Viet y

Báyez. Bueno todas no, porque la que hay más a la

derecha es una reproducción, como luego veremos. La del

centro se llama “Fuente de la Concha”, con perdón de mis

amigos argentinos…

En los laterales hay un par de curiosos bajorrelieves:

En los laterales hay otras dos fuentes pequeñas: una

auténtica y otra menos, porque es una copia de la que

había antes:

En estos ladrillos que –además- estaban siendo picados por

los obreros para su restauración, se posan los pájaros para

comer su arenilla:

Si subimos por cualquiera de las dos rampas de arena que

hay por los lados llegaremos al mirador:

Por si acaso hay una barandilla con una reja muy bonita y

unos jarrones:

Por último, aunque no sean el monumento más destacado

de la zona, hablar un poquito de las farolas, que en verano

nos permiten pasear por aquí de noche:

Os ponemos ahora, en un mapita de los de Google, todo lo

que acabamos de ver en esta zona:

Si seguimos por la parte de arriba, justo por el paseo del

centro, que se llama “del Paraguay”, llegaríamos a la

fuente de la Alcachofa, de la que hablaremos en el último

capítulo, el del Estanque.

A mano izquierda nos encontramos con un monumento en

forma de lápida con placas de bronce que está dedicado al

Mariscal Francisco Solano López (1826-1870), héroe

paraguayo.

Héroe lo fue porque luchó por la independencia de su país,

del que llegó a ser Presidente. Murió luchando en la

guerra llamada “de la Triple Alianza”: Brasil, Argentina y

Uruguay contra Paraguay.

Este mariscal era hijo del anterior presidente y tuvo una

vida no muy larga pero sí muy intensa: nombrado

embajador viajó por Europa donde conoció en París a una

irlandesa casada con la que tuvo siete hijos, el primero de

los cuales fue el famoso coronel Panchito López, el de la

canción. A todo esto él ya tenía otros tres de su

matrimonio con una paraguaya. Como también lo era

Elvira, la última cuidadora de mi madre, natural de Tobatí

y a quién podemos ver en la puerta de la Casa de Vacas

con más familia y amigos.

Cerca de este monumento llaman la atención arbustos

como estos:

Por aquí descubrimos, en un enero, a nuestras amigas las

cotorritas argentinas intentando buscar algo que comer

entre la hierba:

Y árboles como cedros, cipreses, acacias, robinias,

castaños, etc.

O estos manzanos que empiezan a florecer en cuanto

sienten la primavera:

En el final de este paseo, justo al llegar a la fuente de la

alcachofa, hay una caseta de guarda:

Seguimos caminando por el Paseo del Estanque hasta

llegar al

Si nos volvemos a meter en dirección al Parterre

encontraremos una serie de caminos con parcelas de

césped donde hay bastante variedad de árboles y arbustos,

aunque de ellos ya hemos hablado en otras zonas.

Pero lo más importante de esta zona es el llamado

Estanque de las Campanillas, que se llama así porque

antiguamente las tenía. Las campanillas, claro, que

estaban en un templete en el centro del estanque, eran de

plata y sonaban con el viento.

Ahora el estanque está así:

Pero normalmente, en los tiempos modernos, estaba así:

Los árboles del fondo, que rodean el estanque de las

campanillas, son álamos blancos, Populus alba:

Pero también hay otros:

Vamos a dar una vueltecita por dentro del estanque,

aprovechando ahora que no tiene agua:

En principio se dijo que las obras eran debidas a unas

filtraciones de agua que había que arreglar. Pero al

excavar apareció un muro de ladrillo rojo de dos metros de

alto por uno de ancho que parece ser corresponde al

estanque primitivo que se hizo en 1630, más o menos.

Total que ahora se trata de recuperar ese muro e intentar

reconstruir el estanque tal y como era en los tiempos de

Felipe IV, con sus campanillas y todo. De momento el

estanque debería llamarse “de los gatos”, porque se ha

convertido en un paraíso para ellos:

Si bajamos por una pequeña rampa cerca del estanque,

veremos una especie de caseta donde se guardaba la

bomba de agua que permitía el funcionamiento de la

fuente en la rocalla.

Un día de enero, muy frío por cierto, nos encontramos por

aquí a una buena amiga:

Estamos ya muy cerca de una placita donde hay una

escultura de una señora con un “vestido de Eva” que está

recostada leyendo un libro. Se le llama “la mujer sedente”:

Esta escultura la hizo un tal Santiago Costa en el año 1943

y pertenecía a un grupo de tres esculturas que había en la

fuente de Juan de Villanueva que diseñó el arquitecto

Víctor D’Ors. Todo ello estaba en la Glorieta de San

Vicente y luego en el Paseo de Camoens, en el Parque del

Oeste. Se trasladó al Retiro en el 2006, o sea que es casi

nueva en el Parque.

Un poquito más abajo, hacia Alfonso XII, hay unos urinarios

que son un verdadero monumento porque fueron

construidos justo cuando el parque se abrió, por fin, al

público:

Como puede verse esta “casita” tan peculiar la han

reformado (o mejor, rehabilitado) y justo aquí estaba

recién pintada de este color rojo que, la verdad, queda

muy bien.

Todavía un poquito más cerca de la calle Alfonso XII hay

estos columpios:

A ambos lados de lo que es el Parterre, hay unos paseos

desde los que se pueden ver los jardines en todo su

esplendor:

En la parte de arriba, justo en ambos laterales, podemos

ver unos matorrales que son nada menos que “jazmines de

primavera” (Jasminum mesnyi Hance):

Estos jazmines son de la misma familia que los olivos y

proceden de China. Los frutos son, pequeños, redondos y

de color oscuro.

Cruzamos ahora el Parterre y vamos por el paseo de

enfrente:

Desde este paseo podemos ver esta increíble panorámica:

Cuando nieva en cantidad, el Parterre es una de las zonas

del Parque con más encanto:

Antes de terminar una anécdota: desde el Parterre salió la

primera ascensión de un globo aerostático en Madrid. La

protagonizó el italiano Vicente Lunardi en agosto de 1792,

aunque solo se elevó 300 metros y terminó su aventura en

el pueblo de Daganzo, cerca de Alcalá de Henares.

Y así terminamos este paseo por esta zona del Retiro de la

que os ponemos ahora el mapita correspondiente:

Nota: Las foto de la panorámica del Parterre es de mi

amiga Chus, la podadora de altura. La de las sabinas con

nieve de mi amigo Manuel Gil. Los grabados del plano de

Teixeira los saqué del blog “Arte en Madrid” (que os

recomiendo) y, en concreto, fueron publicados aquí por

Mercedes Gómez. También el grabado del estanque de las

campanillas de Berge. El de Meunier está sacado del libro

“Descubriendo el Retiro de mi amigo Jesús Díaz, Ediciones

La Librería. Lo mismo que la foto de ese estanque de los

tiempos de antes de las obras. Los grabados que

reproducen las vistas antiguas están sacados de los libros

“Jardines del Buen Retiro” de Consuelo Durán Cermeño y

de otro del mismo título pero cuya autora es Carmen Ariza

Muñoz, ambos editados por el Ayuntamiento de Madrid.

Las fotos de los troncos de ahuehuetes de Méjico son de la

página “Los Superárboles del mundo” y la de los frutos de

Infojardín. El sello del mariscal Solano está sacado de

Wikipedia. El grabado del globo de Vicente Lunardi lo

hemos sacado de una página de Internet que se llama

“Memoria de Madrid”.

La Chopera

“Aprender a montar en bicicleta es el primer desafío de

cualquier niño, la primera lección que aprende ante la

futura adversidad: si no pedaleas, te caes, una enseñanza

que, a su vez, te concede la primera libertad.”

Esto dice mi admirado Manuel Vicent, así que La Chopera

es uno de los sitios del Retiro que más me gustaba cuando

era pequeño porque era donde podía andar en bicicleta. O

en triciclo, que a veces lo prefería para no caerme sin

pedalear. Y es que aquí me enseñó mi padre a montar en

bici, que le costó bastante, por cierto, y yo empezaría a

sentirme libre.

De todas formas era una “libertad vigilada”, porque toda la

aventura se limitaba a circular alrededor de dos casetas

rústicas, llenas de bicicletas y triciclos y regentadas por

dos señores que recuerdo como si los viera ahora: uno con

el pelo blanco y muy simpático, el otro con menos pelo y

algo más serio, con los que mi padre hizo una buena

amistad y que nos trataban muy bien.

Mi padre también se alquilaba alguna bici de vez en

cuando, porque sabía montar muy bien y era capaz de

hacer “ochos” en muy poco sitio. Incluso se quedaba

parado en la bici sin caerse. Yo le admiraba porque, al

contrario, yo era bastante torpe y a la mínima me caía, así

que muchas veces prefería el triciclo.

Aunque sabía montar en bici gracias a que mi padre se lo

tomó con mucha paciencia y me iba empujando el hombre

y, a la vez, sujetando el manillar hasta que, poco a poco,

me fui soltando.

Pero es que mi padre había incluso corrido alguna carrera

de aficionados y tenía una copa de haber ganado alguna

vez.

La cosa del alquiler de bicis duró hasta los años 80, que es

cuando se hicieron estas fotos:

Ahora estas casetas han quedado como “Puntos de

Información”, una de ellas aquí (la del fondo de la foto),

otra en la Rosaleda y la otra en La Casita del Pescador.

En estos “Puntos de Información” hay gentes muy amables

que le explican a quienes les consultan todo lo que quieran

saber sobre el Retiro, les dan planos, folletos, les dicen

cuando y donde son las actividades, en fin… Además

organizan charlas semanales sobre distintos aspectos del

Parque: árboles, aves, monumentos, historia, etc.

Precisamente Carlos me puso en contacto con Manuel Gil,

gran conocedor y amante del Retiro y de Madrid en

general, que me trajo a mi despacho (aparte de algunas

fotos que salen en distintas zonas de esta web) un anillo

de los que se ponían en las bicis, así como un recibo de la

Licencia de Circulación:

Se supone que todas las bicis que alquilaban en el Retiro

tendrían su “chapita” de haber pagado la Licencia al

Ayuntamiento; a mí desde luego me resulta familiar, como

de haberlas visto puestas cuando las alquilábamos.

Pero esta explanada ha tenido muchos usos, los primeros

relacionados con las vacas,  las ovejas, etc. porque era

aquí donde, en tiempo de Alfonso XII, se celebraba la feria

del ganado de Madrid. Alfonso XIII hizo construir un

pequeño hipódromo que no tuvo éxito por eso, por

pequeño. Y unos años más tarde (en 1907) se utilizó la

zona para la que se llamó “Exposición de Industrias

Madrileñas”, con unos cuantos pabellones.

Se conoce que lo del hipódromo era una idea que quedó

ahí, así que años más tarde, en la década de los sesenta,

se organizó aquí algún que otro concurso hípico:

Pero vamos a ver los árboles que hay ahora en esta parte

de la Chopera; lo que no hay curiosamente son chopos,

vamos que no hay ni uno. ¿Y por qué se llama “La

Chopera”? Hombre pues porque hace mucho tiempo, como

en el siglo XVII o así, parece que hubo muchos y se quedó

con el nombre.

Justo enfrente de la puerta de la caseta podemos ver estas

robinias que se llaman “casque rouge”.

Al lado vemos las “thujas” con sus partes amarillentas tan

llamativas:

La especie es Thuja occidentalis y proviene del Canadá,

donde consiguieron sobrevivir por su enorme resistencia al

frío y a las condiciones difíciles en general. Por eso hoy día

se encuentran en jardines de todas las latitudes,

incluyendo los del Retiro, claro.

Y en los mismos parterres de las thujas hay unas preciosas

albizias que se llaman también acacias de Constantinopla o

“árboles de la seda” (Albizia julibrissin):

Y en otros parterres próximos hay unos pequeños cedros

de la especie Cedrus atlántica glauca; esto último quiere

decir “blanco”, porque son de un precioso gris entre

azulado y blanquecino:

Su nombre vulgar es “cedro azulado” o “cedro azul del

Atlas”, porque provienen de esas montañas del Norte de

África.

Otros “habitantes” de estos parterres son los curiosos

robles americanos o de los pantanos, Quercus palustris, de

la misma familia que las encinas y los robles normales:

todos ellos producen bellotas. Pero estos vienen de

Norteamérica y Canadá y se adaptaron muy bien en

Australia y Argentina. Las hojas tienen entrantes (se

llaman “lobuladas”) y pasan del verde primaveral al rojo

otoñal. En el Retiro, aparte de estos de la Chopera, los hay

cerca de la Fuente de la Alcachofa y del monumento a

Martínez Campos. Todo esto y más lo podéis leer en el

cartelito nº 12 de la Senda Botánica.

En dos parterres paralelos y que dan a la plazoletita hay

las dos especies de magnolio, la “grandiflora”y

la “soulangeana”.

Pero como de la primera especie ya hablamos bastante en

el Paseo de Coches, nos centramos ahora en la segunda.

Pero no todo van a ser especies exóticas, también lo

modestos laureles andan por aquí metidos:

Aunque no hablaremos más de ellos porque lo hicimos en

“Alfonso XII-Alcalá”. Igual que de los ginkgos citados y

“hablados” en la casa de Fieras, pero no podemos dejar de

ver alguno de los que hay por aquí, por cierto, todos

machos, es decir, que no producen esos frutos que dan tan

“buen olor”.

Pero una de las estrellas botánicas de la zona son los

madroños, ya “hablados” en el Paseo de Coches, pero

también muy presentes aquí:

Además en esta zona les han puesto el cartelito de la

Senda Botánica y así nos enteramos que, para nuestra

sorpresa, parece ser que no está nada claro que sea el

árbol del escudo de Madrid. ¡Vaya chasco! Dice también

que tienen una sustancia, llamada “arbutina” que es la que

hace que sean indigestos e incluso que te sientas

“borrachito” si comes muchos. Y dice más cosas curiosas e

interesantes, así que hay que pasarse por esta placita y

leer el susodicho cartelito.

En los siguientes parterres se repiten las especies de las

que hemos hablado, así que nos vamos ya directamente a

lo que es el llamado “Bosque de los Ausentes”, homenaje a

las víctimas del 11-M:

Lo primero, leer la placa conmemorativa en cemento que

hay nada más asomarnos a la ría:

Para entrar hay un par de puentes de madera por esta

parte y otro por detrás:

“Respete la vegetación”, “Los perros han de ir atados”,

“No pisar el césped” y “No montar en bicicleta”.

Reconozco que no he cumplido la última norma, pero eso

sí, he subido y bajado con mi bici muy despacito y cuando

o no había nadie o muy pocas personas.

En las fotos anteriores os habéis dado cuenta de que hay

una columna muy curiosa, parecida a la que vimos en la

Casa de Fieras.

A su lado están los cipreses que, junto con los olivos,

representan a las 192 víctimas de los atentados. En

principio se plantaron en la glorieta de Atocha, pero luego

se pensó en buscar un lugar definitivo, que fue

precisamente este.

Hablando de los olivos, que los hemos visto ya muchas

veces, diremos que su nombre científico esOlea europea,

que viene del latín “óleum” (aceite) y son uno de los

árboles más típicos de toda la zona mediterránea. Desde

muy antiguo se extrae el aceite de sus frutos, las

aceitunas, de las que hay muchas variedades; por ejemplo

las picudo, empeltre, hojiblanca, cornicabra, lechín,

manzanilla, verdial, picual, etc. El proceso de recolección

se ha simplificado gracias a máquinas que mueven las

ramas y redes sobre las que caen las aceitunas. Estas se

tratan mediante diversos lavados y macerados hasta que

se hacen comestibles o se prensan para sacar aceite. El

aceite de oliva se usa en la cocina, bien en crudo para

guisos y ensaladas, o bien para fritos, asados, etc.

También se utiliza como suavizante de la piel, bien

directamente o formando parte de cremas.

Los olivos son muy longevos, incluso más de mil o hasta

1.500 años, que ya es decir. Las hojas son alargadas y

perennes, o sea que tienen hojas todo el año. Se pueden

hacer infusiones con ellas para la hipertensión. Las flores

son blancas y en racimos, y salen a mitad de la primavera.

Su madera es muy dura y se usa en ebanistería, bien como

leña o para hacer carbón vegetal. Resisten muy bien la

sequedad y el calor, así como el viento, pero no la

humedad excesiva. Las heladas pueden afectar a las

aceitunas, lo que provoca no pocos desastres en Andalucía

(Jaén sobre todo), máxima productora mundial. Nosotros

somos unos “fans” de los aceites llamados “de oliva

virgen” que usamos continuamente y a veces nos

permitimos el lujo de degustar verdaderas “exquisiteces”

en ensaladas o sobre rebanadas de pan. De pequeño

muchas veces merendaba tostadas de pan con aceite y un

poquito de azúcar por encima… ¡que tiempos! 

Entre el bosque del recuerdo y las pistas deportivas, al

final, a mano izquierda, vemos unos pinsapos:

Los pinsapos son abetos típicos de Andalucía, en concreto

de las Sierras de Málaga y Cádiz, donde fueron

descubiertos por un botánico ¡suizo!

Y, por si os entra sed, aquí han puesto una bonita fuente:

Hasta ahora hemos visto lo que es la parte central de la

Chopera, que en el mapa de Google sería esto:

En la parte más inferior de esta zona donde hay una serie

de castaños de indias y unos bancos de madera:

 

En estos setos, en primavera, aparte de los castaños

floridos, vemos algunos arbustos muy bonitos, como esta

“espirea” con sus flores blancas de cinco pétalos y cáliz

amarillo. Se llama Spiraea hypericifolia y es una rosácea

que da unos preciosos ramilletes de flores de los llamados

“umbelas” porque tienen forma de paraguas. Sus

enemigos son las orugas (luego mariposas) y los hongos

microscópicos.

Al lado vemos unas lilas, americanas por más señas, que

llaman la atención por su color violeta:

Su nombre científico es Ceanothus thyrsiflorus o

también Ceanothus repens, más conocido como “Ceanoto”

o “Lila de California”, por proceder de allí. En su ambiente

natural sus hojas –ricas en proteínas- sirven de alimento a

orugas de mariposas y animales grandes como ciervos o

puerco espines. Los indios de Norteamérica las usaban

para hacer cestos con sus ramas, así como en infusiones

para curar enfermedades. En el Retiro solo sirven para

decorar, aunque algunos bichejos seguro que las

aprovechan.

Si nos fijamos en los setos de la zona, veremos que se trata

de durillos (Viburnum tinus):

Como muy dice en el cartel de la Senda Botánica (nº 14 de

la misma), estos arbustos no soportan bien las condiciones

extremas, ya sean heladas o sequedad. Así que en la

naturaleza se encuentran en sitios frescos y húmedos. En

jardines proceden de vivero, que se adaptan mejor, pero

aun así. De los ramilletes de hojas blancas salen unos

frutos como pequeñas aceitunas azules, casi negras. Se

podría utilizar en infusión para bajar la fiebre o para la

retención de líquidos, pero se dejó de usar por ser bastante

tóxico, así que, ojo.

Desde aquí varios caminos conducen hacia la verja de

Alfonso XII; se les llama “Paseo del Marqués de Pontejos” y

uno de ellos llega a la “Puerta de Murillo”:

En realidad esta puerta es “de servicio”, de ahí que tenga

muy pocos adornos. Fue hecha en 1893 por el arquitecto

José Urioste y Velada, siguiendo las instrucciones de su

colega D. Agustín Felipe Peró, encargado de todo el

proyecto de cerramiento del parque. Los materiales son

hierro forjado y bronce.

En los parterres de los alrededores podemos encontrar

espireas, forsitias o celindos, entre otros:

Llegamos ya a lo que es la verja de Alfonso XII:

Y paseando por aquí, sería por primeros de Abril, nos

encontramos esta agradable sorpresa:

Es el árbol nacional del Japón y su nombre científico

es Prunus serratula. El tronco es gris brillante con grietas

horizontales y las hojas son primero entre verdosas y

rojizas, luego se vuelven verdes y en otoño se ponen rojas

del todo.

Si subimos desde aquí hacia el Parterre nos encontraremos

una casita que utilizan los jardineros para guardar sus

aperos de jardinería:

Y, si venimos del Parterre, podemos encontrarnos esto:

Si entramos hacia la Chopera desde la fuente de la

Alcachofa, veremos esto:

Nos encontraremos con la entrada del Polideportivo que se

llama “La Chopera”, como no podía ser de otra forma:

Esta entrada tiene recuerdos “sombríos” para nosotros,

sobre todo para Diego, al que le “birlaron” una bici que

dejó justo en esta puerta… ¡pero sin seguro!

Aquí se hace bastante deporte: fútbol (7 y sala), tenis,

pádel, baloncesto, balonmano, gimnasia, etc. Y también

hay clases de Gim Jass y de Pilates. Pero en lo tocante al

tenis os puedo decir que es bastante difícil coger pista. Y

otra cosa: si vas un domingo por la tarde (con pista

reservada antes) y luego te apetece seguir jugando, no

puedes, ¡porque ya están cerradas las taquillas! Te tienes

que ir y dejar allí la pista vacía porque no hay quién te la

quiera cobrar, pero en cambio sí hay gente para echarte.

En fin, es lo mismo que en otros polideportivos

municipales que son caros y encima difíciles de disfrutar.

Así cuidamos el deporte de base y popular en nuestra

querida ciudad que, eso sí, pretende ser “sede olímpica”. 

En la parte del polideportivo que da a la Chopera hay

algunos arbolitos y arbustos, que vemos ahora:

Un poco más allá vemos en la foto anterior algo azul que

son unas “cabinas-urinarios” de esas prefabricadas que se

ponen en conciertos o fiestas al aire libre.

Pero un buen día, domingo por más señas, vi que habían

puesto otras azules, una de ellas caída. Pensé que algunos

gamberros la habían tumbado. ¡Y claro que sí, pero con un

tío dentro! De repente aparece una cabeza y luego sale

todo él, lleno de cacas y jurando en arameo. Llamó a la

policía, que casualmente pasaban en un coche por aquí, e

intentaron perseguir a los autores de la “bromita”. Al

seguir mi camino encontré un cable atado a los bordes con

el que no me caí (iba en bici), de milagro. Lo quitamos

entre unos chicos que pasaban y yo. ¡Menudo episodio!

Y ahora nos vamos a ir ya directamente a la parte más

bonita de esta zona de la Chopera (¡sin chopos!) que es la

ría y el estanque.

Dio la casualidad que encontramos una familia feliz que se

estaba dando un bañito:

Pero estos patitos no eran los únicos en la “piscina”: 

Del estanque sale una ría que tiene un recorrido de lo más

romántico, sobre todo en primavera, claro. Vamos a

seguirla desde su “nacimiento” hasta que desemboca en el

estanque

Y así llegamos al puentecito 

Llegamos ya al final de la ría, antes de desembocar en el

estanque:

Si cruzamos el puente nos encontraremos otra zona, una

especie de “montañita”, donde hay bastantes cosas por ver:

A la derecha hay una caseta para guardas:

Y enseguida una plazoletita de arena

Los cedros del Atlas se llaman científicamente Cedrus

atlántica y provienen del norte de África, de las montañas

del Atlas, de ahí su nombre, claro está. Podéis ver las

ramas y flores masculinas y femeninas en “El Paseo de

Coches”, donde hay una buena colección según se va, a la

izquierda, de Florida Park a la Rosaleda. Según pone en el

cartel de la Senda, “el aceite y la resina de los cedros se

utilizaban en Egipto para embalsamar momias”. Parece ser

que son antisépticos, anti-hongos y que espantan a los

insectos, pues mira tú que bien.

Pero por aquí también hay unos buenos ejemplares de

pinos, uno de ellos con su cartelito nº 15 de la Senda

Botánica:

Son los “pinos piñoneros” que eso es lo que significa Pinus

pinea (“pinea” es “piña” en latín). Los hay en muchas zonas

del Retiro, la primera subiendo desde la cuesta Moyano

hacia el Angel Caído, a la derecha, en el pinar donde yo

jugaba al fútbol con mi papi. Dice en el cartel que hay unos

seiscientos en todo el parque, o sea, que nos podemos

hinchar a coger piñones, cosa que mucha gente hace, yo

me incluyo, porque están buenísimos y son carísimos.

Los eucaliptos no podían faltar por aquí:

Su nombre científico es Eucaliptus camaldulensis, original

de Australia como todos donde suele vivir cerca de ríos o

lagos porque la verdad que sus raíces “chupan” mucha

agua. El nombre viene del griego “eu caliptós” que quiere

decir “bien cubierto”, por lo protegidas que están sus flores

(se refiere a las “pirindolillas”). Lo de “camaldulensis” es

porque la primera vez que se habló de este árbol se hizo en

un catálogo de plantas cerca de un monasterio de monjes

camaldulenses, cerca de Nápoles. Todo esto y más lo tenéis

en el cartelito de la Senda, nº 17.

Aparte repetiros que de estos árboles se saca muchísima

pasta de madera para papel, por eso se plantaron tanto en

zonas como Galicia, desplazando a otros árboles con el

consiguiente desastre ecológico. Además se extraen de

ellos lo que se llaman “gomorresinas” y aceites esenciales

como el famoso “eucaliptol”, presente en tantos productos

farmacéuticos para descongestionar las vías respiratorias.

Mi padre era más directo: cogía las hojas del suelo, las

cocía y cuando estaba hirviendo se ponía delante del cazo

con una toalla y aspiraba. Eran sus famosos “vahos de

eucalipto” que hacía casi siempre que se acatarraba.

Las encinas son un recuerdo del pasado salvaje de la zona:

Pero también hay por aquí otros arbolitos y arbustitos:

Hay a quienes esta zona les priva:

Si nos acercamos un poco a la zona que linda con el

llamado “jardín de los planteles” podemos ver alguna otra

cosita:

Y justo en el borde, en el límite con la siguiente zona, que

es el Jardín de los Planteles, hay un monumento

pequeñito:

Este fotógrafo era de Cáceres, nació en 1957 y durante

siete años trabajó como fotógrafo en la Universidad

Internacional Menéndez Pelayo. Luego pasó al periódico

EL PAÍS. Tuvo la desgracia de morir en Panamá en 1990

(con sólo 33 años), mientras hacía fotos sobre la invasión

norteamericana a ese país. Sus compañeros le rindieron,

entre otros, este homenaje.

Y ahora seguimos viendo arboles, arbustos y algunas cosas

más:

Si bajamos al Paseo de Fernán Núñez, nos encontraremos

cosas como estas:

El nombre científico de estas hierbas es el de Cortaderia

selloana y son unas gramíneas procedentes de Sudamérica

(Brasil, Argentina y Uruguay por más señas). Sus flores son

los típicos “plumeros”, que tanto le gustaban a mi mami

(los llamaba “pelusos”) y sus hojas son largas y aplanadas

con los bordes cortantes (de ahí su nombre científico) por

los pelos duros que tienen. Pueden usarse para sacar

celulosa y en infusión para bajar la fiebre. Es una planta

muy dura y resistente aunque prefiere el calor y lleva mal

lo de las heladas.

Y un poco más abajo llegamos a la puerta por la que

empezamos esta página, que es la que da a la “cuesta

Moyano”:

Para terminar de ver esta zona nos queda ir recorriendo la

verja hacia la puerta de Murillo:

Ya no nos queda más que poneros el mapita de Google

donde aparezcan todas las zonas de esta Chopera (¡sin

chopos!):

Nota: La foto de la antigua explanada de las bicis la saqué

de la caseta del Punto de Información, la de la niña en

triciclo es de Charo Carrasco y la antigua de los niños,

también en triciclo, de José Manuel Estévez, ambas del

libro “El Retiro en el objetivo de nuestra memoria” editado

por el Ayuntamiento de Madrid. Las de los Pabellones de

la Expo de 1907 están sacadas del libro “Descubriendo el

Retiro de Jesús Díez de Palma (Ediciones La Librería), lo

mismo que la del concurso hípico. El resto de fotos son

mías.

El Jardín de los Planteles

Esta la zona más salvaje del Retiro, así que siempre que de

pequeño venía por aquí me parecía que estaba “en la

selva”.

Y por ser un sitio diferente empezaremos por el final, es

decir, por poneros el mapita, aunque aquí el paisaje es

más bien monótono. Pero a pesar de que todo parece

igual, hay tres zonas distintas: el Jardín de Marqués de

Pontejos, el de las Tres Plazas, y el de los Planteles en sí.

Entre estos dos últimos está el Paseo de los Carros, y el

que va pegado al Polideportivo se llama “del

transformador”, porque allí estaba antes. Todo esto me lo

ha contado mi amigo Paco Granados, encargado del

Parque. La zona se cierra por la Avenida de Cuba y el

Paseo de Fernán Núñez.

El recorrido lo empezamos desde la plaza de Honduras,

donde está la Fuente de la Alcachofa, que veremos luego

en la zona del Estanque.

Lo primero que nos llama la atención es una estatua plana:

Este general, Francisco Morazán Quesada, es el “padre de

la Confederación Centroamericana” porque se sublevó

contra los españoles en Honduras (donde había nacido en

1792), siendo asistente del Alcalde Mayor de Tegucigalpa.

Total que se hicieron independientes con la idea de hacer

la República de Centroamérica. De hecho, él llegó a ser

presidente de El Salvador, Honduras, Costa Rica, y

también de la citada “Federación Centroamericana”.

Propuso reformas como el libre comercio, cambió la ley de

exportaciones y protegió la industria textil. También dejó

libertad de culto, que cada cual pudiera elegir la religión

que quisiera, procuró que todo el mundo tuviera derecho a

la educación y mejoró las cárceles. Pero los

conservadores, después de una serie de batallas en estos

países, consiguieron primero destituirle y, después de

capturarle en una ciudad llamada “Cartago”, le fusilaron

en septiembre de 1842. Sus últimas palabras fueron “Aún

estoy vivo”.

El monumento se lo regaló la embajada de Honduras al

Ayuntamiento de Madrid, quién se lo encargó al tal

Castillo para que lo hiciera.

A la izquierda de la estatua queda una acequia que va a lo

largo de toda esta zona y que sirve para regar, claro está.

Más a la izquierda queda el Paseo de Cuba, que hace una

especie de badén que va a dar a la Plaza del Angel Caído.

Por los alrededores hay montones de árboles y arbustos:

Y también algunos pajaritos:

De repente, en un olmo, se nos aparece un curioso

personaje:

Y seguimos paseando por aquí:

En la zona lindante con el Parterre, hay una especie de

“montañita”:

En este parterre hay unas cuantas cosas curiosas:

Los lirios no son “del valle” pero sí que los hay en este

parterre:

Otras criaturas también andan por estas latitudes:

Hay un paseo que divide la zona del Jardín del Marqués de

Pontejos con las otras dos zonas que veíamos en el mapita

al principio. Se llama justamente así:

En otro de estos paseos, concretamente el que va paralelo

al de las pistas del Polideportivo, hay una especie de

pequeñas fuentes de piedra, sin agua, eso sí, que son casi

los únicos monumentos de la zona, descontando la estatua

que vimos al principio.

Pero seguimos viendo fontines, este es el segundo:

Y nos fijamos también en sus alrededores:

El nombre científico del arbolito es Feijoa sellowiana, y

procede de América tropical, Brasil y Norte de Argentina.

Sus frutos son las famosas “guayabas”, que son

comestibles y se pueden hacer con ellas compotas,

mermeladas, etc. Saben un poco ácidas y tienen vitaminas

B y C, aunque aquí son poco conocidas. Por cierto, los

escarabajos son del género Crepidodera, por si alguien le

interesa.

Y vamos ya con el tercero de los fontines:

La fecha aproximada de estos fontines es 1865, año arriba,

año abajo. Se parecen a otros que hay en el Jardín Botánico

y están hechos en granito.

Por los alrededores de los fontines hay una cantidad de

parterres con cosas tan interesantes como estas:

La zona es un poco “selvática”:

De repente, entre tanto “follaje”, aparecen arbustos como

este:

O plantitas en flor como estas:

Por aquí se ven bastantes bichejos, como estos:

Y no faltan árboles como estos robles:

O esta encina:

No resisto la tentación de enseñaros algunos senderos

más de esta zona:

Cuando ponen el riego automático se produce un efecto

visual muy curioso:

¿Dices tú de árboles? Para árboles los pinazos estos que

hay ya en el extremo de la zona que da al Angel Caído

Y como ya pusimos al principio el mapita de Google, solo

nos queda la “Nota de agradecimientos”, que esta vez es

bastante cortita:

El Palacio de Cristal

¿Un “palacio de cristal”?, que cosa tan rara pensaba yo de

pequeño. ¿Cómo puede ser un palacio “de cristal”? Pero

ibas allí y lo veías, tenía muchos cristales, aunque no era

“todo” de cristal. Y luego el estanque, con esos árboles

metidos en el agua, los patos, los cisnes, los peces…

echarles de comer. Y luego la gruta: eso era ya la aventura

total. Meterse dentro, bastante oscuro y con el agua

cayendo por allí: “cuidado no te mojes”. Esa sensación de

estar como en una película, pero de verdad.

Claro esto ahora nos pueden parecer tonterías, pero

cuando eres pequeño estas cosas son emocionantes y la

impresión que te dejan puede durar toda la vida. De hecho

todavía me parece raro que se llame “palacio de cristal” y

cuando estás dentro ves que es algo muy especial, un sitio

con magia. Y la gruta aún tiene su “puntito”, gusta

atravesarla sobre todo si la estás enseñando a alguien.

Así que empezamos a enseñaros esta zona, lo primero el

palacio, claro:

Y ya que estamos recordando tiempos pasados, veamos

algunos grabados del Palacio hace unos añitos. En

concreto en 1883 se inauguró una Exposición Nacional de

Minería para la que se hizo un palacio, el de Velázquez,

que se encargó al arquitecto Ricardo Velázquez Bosco.

Cuatro años más tarde, en 1887, se hizo otra Exposición

dedicada a las Islas Filipinas para la que además del

anterior, se construyó otro nuevo palacio, el de Cristal,

que le encargaron al mismo arquitecto.

Lo hizo al estilo del Crystal Palace en el Hyde Park de

Londres, todo a base de hierro y cristal. La construcción

fue rápida porque las piezas venían ya hechas, así que en

seis meses estaba terminado. Se empleó como invernadero

para las plantas filipinas, así que en el centro se hizo un

pequeño estanque y varios surtidores para que tuvieran

humedad. Por dentro es parecido a una catedral con sus

dos naves que se cruzan en lo que se llama el “crucero”

donde hay una cúpula bastante alta. Fue inaugurado por la

regente Dña. María Cristina de Habsburgo el 30 de junio

de 1887, ya que el rey Alfonso XII había fallecido.

Enfrente del Palacio de Cristal había, desde 1883, una

construcción de estilo árabe (“neonazarí”, por más señas)

que se llamó “Pabellón Real”, rematado por una enorme

cúpula dorada. Estaba sobre la rocalla donde ahora está la

gruta y se unía al palacio por un puentecito de madera.

Se hicieron casas típicas filipinas y se trajeron filipinos de

verdad para que viviesen allí y la gente pudiera ver sus

costumbres. En el estanque se pusieron barcas, también

filipinas, para que se pudiera dar un paseo en ellas:

Vamos a ver ahora algunos detalles de la puerta y la

fachada del palacio:

Si lo vemos desde uno de los laterales descubriremos más

cosas:

Con lluvia o con sol, siempre es una gozada entrar en el

palacio, que es justo lo que vamos a hacer ahora, pero ante

echemos una miradita artística:

Y así es en la realidad:

Aquí dentro te puedes encontrar cosas de lo más variado:

Y para terminar con lo que es el palacio, veamos sus

alrededores más cercanos:

Este estanque es de lo más bonito de todo el Retiro y,

además, está lleno de cosas y criaturas muy interesantes:

El surtidor es bastante espectacular, se parece al “jet

d’eau” del Lago Leman de Genéve (Suiza), aunque un poco

más modesto:

Otro “habitante” de este estanque es el ciprés de los

pantanos o ciprés calvo, porque es de las pocas coníferas

(del tipo “pino”, para entendernos) que se queda sin hojas

en invierno:

Su nombre científico es Taxodium distichum lo primero

significa “parecido al tejo” y lo segundo que tiene las hojas

en dos filas por cada ramilla. Proviene del Sur de Estados

Unidos y son árboles grandes, que pueden llegar a los 40

metros. La corteza es pardo rojiza y tiene fibras que se

pueden desprender. La base del tronco suele estar más

ensanchada, sobre todo si vive en el agua y en este caso

pueden sobresalir raíces al aire para que el árbol respire.

Las hojas son verde claro en primavera, amarillentas en

verano y rojas en otoño. Las flores masculinas son

pequeños racimos de color verde rojizo y las femeninas

esas piñas redondas que veíamos antes y que tienen dos

semillas debajo de cada escama. Su madera no se pudre

fácilmente, así que es usada para construir recipientes al

aire libre, así como para barcos, etc. Aunque prefiere las

aguas estancadas, también pude vivir en terreno seco, de

hecho en el Retiro hay dos en los Jardines de Herrero

Palacios.

En el agua viven también una serie de animalitos:

Estos cisnes negros son australianos y los hay también

Tasmania. Fueron introducidos en Nueva Zelanda donde se

hicieron plaga. O sea que vienen de muy lejos; lo que pasa

es que como son tan bonitos y tan elegantes se han

convertido en elementos decorativos de los estanques de

los parques. Algunos se han escapado y criado en libertad

en Austria, Slovenia y Holanda. Y también algunos en Japón

han tenido su “aventurita”. Aunque no son migratorios, sí

pueden desplazarse muchos kilómetros si se trata de

buscar mejores lugares para comer. Que siempre son lagos

donde anidan en colonias de miles de individuos. Hacen

nidos grandes de unos dos metros de diámetro por uno de

alto y los colocan sobre bancos de arena o en las hierbas

acuáticas. Ponen de cuatro a diez huevos grandes, de color

verde clarito y los incuba la pareja durante unos 40 días.

Los pollitos son blancos y se suben encima de los padres

(típico de los cisnes); enseguida se les pone el plumaje gris

oscuro. A los seis meses empiezan a volar y en dos años

son adultos. Su nombre científico (que se me olvidaba)

esCignus atratus.

Pero además de los cisnes hay otras aves en el estanque

como son los patos y las palomas:

Pero ya puestos vamos a contaros algunas cosas sobre

estas tortuguitas. Por ejemplo que se llamanTrachemys

scripta y que hay dos variedades, la de orejas

amarillas (Trachemys scripta scripta) y la de orejas rojas

que es la Trachemys scripta elegans, justo la que sale en la

foto. Bueno no son “orejas” sino manchas a los lados de la

cabeza. Son oriundas de América del Norte, de toda la zona

que va desde Virginia hasta el golfo de Méjico.

Cuando son pequeñas (que es cuando se las vendía en las

tiendas de animales hasta que se prohibió) se alimentan de

bichitos que encuentran en el agua, como larvas,

renacuajos, insectos acuáticos, etc., sin despreciar algún

bichejo muerto que encuentren por ahí. Luego, cuando se

hacen mayores (que es cuando el personal las “largaba”) se

hacen más vegetarianas y al final comen de todo. ¿Por qué

se prohibió su venta? Pues porque como la gente las

soltaba en ríos, lagunas, etc. y son muy voraces, dejaban

sin comida a nuestros queridos galápagos.

Y ya para terminar deciros que los machos son algo más

grandes que las hembras, que tienen las uñas de las patas

delanteras más largas, y también la cola, claro. El cortejo

consiste en el que macho masajea la cabeza de la hembra

con esas uñitas y si a esta le gusta se sumerje en el agua y

pasa “lo inevitable”. Entre marzo y mayo la hembra hace

de una a tres puestas de entre 5 y 20 huevos en agujeros

de pequeña profundidad cerca del agua. Tras dos o tres

meses (entre junio y julio) nacen las tortuguitas de unos 2

cms. Pero crecen muy deprisa en unos tres años (por eso la

gente se deshacía de ellas) hasta que a los 4 ya son

mayores. Si hace mucho frío hibernan de diciembre a

febrero y si no, hacen una especie de “descanso hibernal”.

Otro elemento curioso del estanque es la gruta con su

cascada:

Estar dentro de la gruta es una tontería porque es

pequeñísima, pero cuando era niño era toda una aventura

para mí.

Si queremos ver lo que hay encima de la gruta, se puede ir

por otro caminito, saliendo del palacio a la derecha, y subir

a un pequeño mirador:

Si en lugar de ir hacia la gruta nos vamos por la cuestecita

que queda a la derecha, estaremos justo en la zona donde

se hizo el palacio “neonazarí”:

Otro día descubrimos incluso la casita de esta ardilla, que

estaba en una morera:

Si seguimos rodeando el estanque, justo enfrente del

palacio, nos encontramos dos cosas interesantes, una viva

y otra de piedra.

La de piedra son unos cubos de hormigón como los que hay

en los puertos, que justamente es la idea que quiso darnos

el escultor vasco Agustín Ibarrola, que seguro que os suena

porque es el que hizo lo del famoso “bosque de Oma”

(cerca de Guernika) con árboles pintados de colores, etc. Al

final se los boicotearon y se tuvo que ir del país vasco.

También ha hecho cosas como “el bosque encantado” en

Salamanca a orillas del Tormes (pintando de colores olmos

secos por la grafiosis), los “cubos de la memoria”, que son

como estos del Retiro pero también coloreados (en la playa

de Llanes) o el “bosque de los tótems” en la estación de

Príncipe Pío de Madrid.

Esto del Retiro se inauguró el 7 de junio de 1982 y es como

una construcción de un dique con bloques de hormigón:

Un poco más arriba nos encontramos la “cosa viva”, que no

es otra que un enorme cedro:

Su nombre científico es Cedrus deodara (que en sánscrito

significa “árbol de los dioses”) y proviene del Himalaya.

Sus propiedades curativas le hacen muy apreciado en la

medicina ayurvédica de la India. Su madera, por dentro, es

aromática y se usa para hacer incienso o sacar de ella

aceites esenciales que pueden usarse, entre otras cosas,

como repelentes de insectos. También es “anti-hongos” por

lo que se utiliza para la conservación de especias en su

almacenaje y como antiséptico en general. También se

sacan de él no pocos perfumes por su olor, que es muy

típico. Es un árbol muy fuerte, que soporta bien tanto el

frío como el calor, aunque no las heladas si son muy

persistentes. Puede vivir más de mil años, que no es poco.

Si seguimos bordeando la barandilla que rodea el

estanque, veremos otro “arbolito” interesante: ¡un

eucalipto!

El Acer pseudoplatanus, “falso plátano”, “arce blanco” o

“sicomoro” (que todos estos nombres tiene), también anda

por aquí. Son árboles más o menos grandes que pueden

llegar hasta los 30 metros, de troncos rectos con cortezas

lisas y de color gris que poco a poco se van agrietando y

saliéndole escamas. Las hojas son palmeadas, con cinco

lóbulos, las flores salen en racimos de color amarillo y los

frutos son con alas (se llaman “sámaras”). En las hojas se

envuelve tradicionalmente el queso de cabrales porque

estos árboles son de la cordillera cantábrica. La parte de

abajo, los laterales y el mástil de los violines Stradivarius

son de la madera de estos árboles. La parte de arriba se

hace con abeto rojo. Todo esto lo podéis ver en el cartelito

de la senda botánica nº 46 que tenéis al pie del árbol en

esta zona.

Pero hay más árboles y arbustos por aquí:

Y así, a lo tonto, nos vamos acercando a un pequeño

monumento que no es otro que el dedicado al Doctor

Cortezo:

Aparte de ser famoso por la calle que tiene en Madrid,

donde nació en 1850, también lo fue en su época por

muchas otras cosas. Se hizo médico en la Facultad de San

Carlos (que estaba donde ahora está el Museo Reina Sofía)

y se doctoró allí en 1870, con tan solo veinte años. Se fue a

estudiar al extranjero y así consiguió ser uno de los

pioneros de la bacteriología en España. En 1873 sacó plaza

en el Hospital de la Princesa del que en dos años se hizo

Decano. Se metió en política en el partido de D. Emilio

Castelar llegando a ser senador liberal. Durante varios

años fue Director General de Sanidad, publicando en 1904

una “Instrucción General de Sanidad”. En 1906, con el

gobierno de D. Raimundo Fernández Villaverde le

nombraron Ministro de Instrucción Pública y creó el que

llamó “Instituto de Higiene, Alfonso XIII”. ¿Y sabéis a quién

puso al mando? Pues nada menos que a D. Santiago Ramón

y Cajal, a quién le dio todas las facilidades para que

siguiese con sus investigaciones. Por si no fuera poco, en

colaboración con el doctor D. Francisco Méndez Álvaro,

fundó la “Sociedad Española de Higiene”. ¡Vamos que se

merece la estatua, la calle y lo que haga falta!

Si seguimos paseando esta zona nos encontraremos más

árboles y arbustos:

Si bajamos un poquito nos encontramos un sendero,

paralelo al paseo de Julio Romero de Torres, donde

también hay cosas interesantes:

Y, por supuesto, muchos más árboles y arbustos, pero como

ya los hemos visto por esta zona y no queremos repetirnos,

nos vamos directamente al Paseo de Julio Romero de

Torres, el que pintó a la mujer morena y esas cosas:

Si echamos a caminar hacia la Rosaleda, nos encontramos

bastantes cositas:

Deciros, como podéis ver en el cartel, que el nombre

“aligustre” viene de que sus ramillas servían para “atar”

(ligar) en la antigüedad. Se distinguen de los de la China

porque las hojas son verdes y no tienen los bordes

amarillos. En medicina se han utilizado para reforzar el

sistema inmunológico, pero ahora yo creo que se ponen

como adorno y punto. Por cierto hay muchos setos de

aligustre, como ya hemos ido viendo.

El paseo este de Julio Romero de Torres es, como el

nombre, relativamente largo:

Más o menos a la mitad, a la derecha según se va a la

Rosaleda, podemos ver un pequeño pinar donde los pinos

no son pequeños. Lo curioso es que son pinos negrales o

laricios (Pinus nigra), que no son los más frecuentes en “el

Reti”.

Y junto a estos pinos, un arbustito que tiene su gracia:

La griñolera es conocida por los científicos

como Cotoneaster horizontalis y pertenece a la familia de

las Rosáceas, que es una muy buena familia donde están

las rosas, claro. Proviene del oeste de China y su nombre

quiere decir “membrillo imperfecto” porque sus hojas se

parecen a las de algunos membrillos. Es muy sufrida para

los jardines y parques aunque en el Retiro no hay muchas

o, por lo menos, yo esta es la primera que veo.

Y también por aquí, un poco a la izquierda, queda una

estatua que no tiene nada que ver con el cava:

D. Ricardo Codorníu Starico fue un auténtico ecologista

cuando aún no se conocía la palabra. Nació en Cartagena

en 1846 y desde muy pequeño le gustaban los árboles y las

aves. Así que estudió Ingeniería de Montes en Villaviciosa

de Odón, terminando la carrera en El Escorial. Se casó con

una cartagenera y se fue a vivir a Murcia. Tuvo nada

menos de ocho hijos con ella y luego 22 nietos y cuatro

biznietos. Ingresó en el Cuerpo de Ingenieros de Montes de

Murcia y fue persona clave para repoblar la Sierra de

Espuña, así como la de la zona de Guardamar, deteniendo

las dunas. Aparte de eso fue un divulgador del respeto a los

árboles y a la naturaleza en general, particularmente a las

aves. Dio muchas charlas, conferencias, etc. y escribió unos

cuantos libros sobre estos temas. Le concedieron la Gran

Cruz de Isabel la Católica, la Cruz del Mérito Agrícola y la

Encomienda de Alfonso XII, entre otros galardones. Por

ejemplo, fue felicitado por el Papa Benedicto XV (no XVI,

claro). Entre sus múltiples nietos estaba D. Juan de la

Cierva y Codorníu, inventor del autogiro, al cual explicó de

pequeño por qué podía volar un avión. Murió en Murcia, en

1923 cuando tenía 77 años.

La estatua es obra del escultor Ignacio Pinazo (¡que mejor

apellido para esculpir al “Apóstol del Árbol”!) que la hizo

en piedra caliza por encargo del Cuerpo Nacional de

Ingenieros.

Nos vamos aproximando al final del paseo encontrando

diversos árboles y arbustos como los que hemos visto en

esta zona.

Al final llegamos a una plazoleta donde los pinos (carrascos

y piñoneros) destacan por encima de otros, ¡nunca mejor

dicho!

Pero vayamos a las “edificaciones”:

Por fin vemos el monumento de quién da nombre al paseo:

El busto, las letras y los escudos son de bronce y el

monolito es de granito y piedra artificial. Este pintor

cordobés tenía una plaza con su nombre en Madrid, que

era la antigua de los Carros y allí le pusieron este

monumento en la Segunda República (1932), siendo

Presidente D. Niceto Alcalá-Zamora y Alcalde de Madrid D.

Pedro Rico. Después, la plaza volvería a ser de los Carros y

a D. Julio se le trasladó al Retiro, dándole nombre a un

paseo del parque, todo esto en 1972, o sea que tampoco

hace tanto.

Julio Romero de Torres nació en Córdoba en 1874, en el

Museo Provincial de Bellas Artes del que su padre era

conservador, a la vez que pintor e investigador de las artes.

Así que no es raro que tuviera tres hijos pintores; Julio, el

más conocido, empezó a pintar en la Escuela de Bellas

Artes de Córdoba con solo 10 años. Enseguida destacó y se

presentaba a premios de pintura, obteniendo varios de

mucho prestigio como el Primer Premio de la Exposición de

Barcelona de 1911 y el de la de Múnich en 1913. Viajó por

Francia, Italia, Inglaterra y Países Bajos, hasta que en 1916

se hizo Catedrático de Ropaje en la Escuela de Bellas Artes

de Madrid. Aquí conoció a la “crème de la crème” porque

va a las tertulias con Ortega y Gasset, Jacinto Benavente,

Manuel y Antonio Machado, Pérez de Ayala y los hermanos

Álvarez Quintero. También conoce a Joaquín Costa, y se

hace muy amigo de Ramón María del Valle Inclán. Se va

con él a la tertulia nocturna del Café Nuevo Levante,

juntándose allí nada menos que con los hermanos Baroja,

Ignacio Zuloaga, José Gutiérrez Solana, Rafael de Penagos,

etc. Se hizo también amigo del entonces joven torero Juan

Belmonte, al que pinta, lo mismo que al ya consagrado

“Machaquito".

Pero lo que hizo famoso a D. Julio son los cuadros de

mujeres morenas, agitanadas y con detalles eróticos muy

avanzados para la época.

Pero si seguimos caminando por un paseo, dejando a la

izquierda la caseta de los guardas llegaremos a otro

monumento de otro genio, en este caso de la Literatura.

Que no es otro que D. Benito Pérez Galdós, el famoso autor

de los “Episodios Nacionales”.

D. Benito Pérez Galdós es una gran figura de la Literatura

Española, famoso por haber escrito “Los Episodios

Nacionales”, pero autor de otras muchísimas obras no solo

novelas, sino también teatro.

Nació en Las Palmas en 1843, décimo hijo de un coronel

que le contaba sus aventuras en la Guerra de la

Independencia. ¡De casta le viene al galgo! Estudió en un

colegio “progre” de Las Palmas y sacó el título de Bachiller

en Artes en La Laguna, empezando a colaborar en la

prensa local con poesía, ensayos y cuentos. Siempre tuvo

mucha imaginación. Una prima que llegó a su casa a vivir

le trastornó bastante por lo que, para evitar males

mayores, sus padres le mandaron a Madrid a estudiar

Derecho.

Aquí conoció a D. Francisco Giner de los Ríos, el fundador

de la Institución Libre de Enseñanza, que le animó

bastante a escribir y le hizo “fan” de una filosofía llamada

“krausismo”. Aparte de esto le encantaba ir al teatro y

además fundó la “Tertulia Canaria” con un par de amigos

suyos. También iba al Ateneo a leer (que era gratis), sobre

todo novelistas franceses e ingleses. Allí se hizo amigo del

famoso Leopoldo Alas “Clarín” y empezó a colaborar con

varios periódicos. Vivía bien, en casa de cualquiera de sus

dos hermanas o en la de su sobrino, que era José Hurtado

de Mendoza. Vestía bastante a su aire, se cortaba el pelo al

rape y siempre llevaba un puro a medio fumar en la boca y

una enorme bufanda blanca. Era muy modesto y muy

tímido pero muy observador y con una memoria visual

excelente. Le gustaba, además, pintar, y se le daba bien.

En 1887 se va a París como periodista para cubrir la

“Expo” y traduceuna obra de Dickens. Total, que al final

deja la carrera de Derecho y se dedica de lleno al

periodismo escribiendo, entre otras cosas, sobre la nueva

Constitución una vez caída Isabel II.

Su primera obra de teatro fue Realidad, estrenada por

María Guerrero en 1891. Al año siguiente La Loca de la

Casa y al otro La de San Quintín, que fue la tuvo más éxito.

En total escribió nada menos que veintidós obras de teatro,

casi nada. Y un montón de novelas como Marianela,

Fortunata y Jacinta, Nazarín, las que hizo sobre

Torquemada (Torquemada en la hoguera, en la cruz, en el

purgatorio, y Torquemada y San Pedro) y además, Miau,

Tormento o La desheredada.

Galdós las pasó canutas con su editor y cuando consiguió

liberarse de él puso una Editorial que llamó “Obras de

Pérez Galdós” justo al lado de mi despacho, en la calle

Hortaleza 104: ¡no sabía yo que había tenido un vecino tan

ilustre! Allí vendía, entre otras, sus novelas Doña

Perfecta o El abuelo de la que se hizo la película de

Fernando Fernán Gómez. Pero se cansó de este negocio y

en 1904 firmó contrato con la Editorial Hernando.

Como cuenta en Memorias de un desmemoriado fue

bastante mujeriego, pero no se casó nunca. Prefería los

amores “de pago”, sin complicaciones. De todas formas

tuvo una hija natural, cuya madre se suicidó, y fue “amigo”

de la actriz Concha Morell y la escritora Emilia Pardo

Bazán, que da nombre a un colegio público del que fui

alumno.

Falta contar como era el día a día del bueno de D. Benito:

se levantaba muy pronto y se ponía a escribir hasta las 10

de la mañana, siempre a lápiz. Luego se iba de paseo por

Madrid y entre eso y los viajes en trenes de tercera por

toda España, conocía al personal como nadie. Cuando

estaba fuera se quedaba a dormir en pensiones de lo más

cutre. Beber no bebía, pero estaba todo el día fumando

puros. Por la tarde leía en español, francés o inglés y luego

volvía a salir de paseo o iba a un concierto, La música le

encantaba, tanto que llegó a ser crítico musical. Con el

dinero era un desastre, lo ganaba y lo repartía sin medida,

de manera que siempre llevaba a su lado pedigüeños a los

que soltaba billetes como si tal.

En política, aparte de su paso por las Cortes, fue jefe de la

Coalición republicano-socialista, junto a Pablo Iglesias,

pero pronto se cansó del “rollo político” y siguió

escribiendo.

Fue en persona a la inauguración de su estatua en el

Retiro, en 1919, pero estaba casi ciego y pidió que le

auparan para palpar su cara: se emocionó. Al año

siguiente murió en Madrid siendo acompañado su ataúd

por unos 20.000 madrileños. Era muy querido y muy

admirado, con toda la razón.

Muy cerca de su estatua hay una de esas “bibliotequitas”

donde la gente deja y coge libros, aunque la verdad la

mayoría son “infumables”, no como los puros de D. Benito.

Siguiendo hacia el paseo de coches iremos a una de las

esquinas de esta zona donde hay un kiosko:

La morera blanca, conocida por los científicos como Morus

alba, es un arbolito de origen chino, pero que desde hace

mucho se cultiva por todas partes, sobre todo porque sus

hojas son el alimento favorito de los gusanos de seda que

se crían en Europa desde el siglo XVI. Yo, la verdad, es que

no les he criado nunca, pero los he visto en esas cajas de

zapatos donde mis amigos les echaban las hojas de morera

que devoraban. Luego hacían un capullo de auténtica seda

del que salía una mariposa.

Si seguimos caminando por el Paseo del Uruguay nos

encontraremos otro kiosko, pero antes veremos bonitos

ejemplares:

Desde aquí hay un bajadita hasta la ría en la que también

vemos buenos ejemplares en los parterres de uno y otro

lado.

Y así llegamos a lo que es la ría que bordea una isla, pero

antes hay un paseo:

Si seguimos bajando nos encontramos el primer puente:

Donde había un personaje que ya es como de la familia:

Después de pasar el puente llegamos a la isla. ¿Y qué nos

encontramos?

Aunque hemos visto muchas de estas

palmeras, Trachycarpus fortunei para los científicos, en

este lugar hay un cartelito de esos de la Senda Botánica

que, por cierto, la hicimos un sábado Charo y yo, y nos

calamos porque llovía a cántaros. Ahí nos cuenta que estos

árboles originarios de China se adaptan muy bien al frío,

por lo que los hay en muchísimos parques, incluso de

países nada cálidos.

Vamos ahora con los sauces llorones de los que no hay

muchos en el Reti. Pero aquí sí hay dos, uno en la islita y

otro en la orilla:

El sauce llorón era el nº 24 de la antigua senda botánica y

tenía cerca un cartelito de esos verdes. Allí se explicaba

que el nombre científico -Salix babylonica- era por el

idioma celta que significa “cerca del agua”, lo cual les va

muy bien. Lo de Babilonia es porque los babilonios

desterrados colgaban sus instrumentos musicales de sus

ramas. ¡Este Linneo (que es quien les bautizó) a veces se

complicaba la vida! En realidad proviene de China y hasta

el siglo XVIII no se introdujo en Europa, concretamente en

Inglaterra. No viven demasiado porque son sensibles a las

plagas, sobre todo a los hongos y también a los insectos

(orugas, larvas, pulgones, cochinillas, etc.). La mayoría de

los de los jardines son hembras, ya que se reproducen

mejor por esquejes.

Si vamos al extremo izquierdo de la isla veremos desde allí

una glorieta de tierra rodeada por un zócalo tipo “banco

escalonado”, donde uno se puede sentar:

Pero sigamos por la isla hacia el paseo de Julio Romero de

Torres, aunque antes nos fijemos en esta curiosa “casita de

metal”:

Y ya sí, nos vamos a subir por el puente de madera que nos

lleva al paseo de D. Julio:

Según vamos bajando a la derecha, nada más pasar el

eucalipto, nos encontramos otro árbol, pero mucho menos

conocido. Es el “palosanto” (Diospyros lotus), de la familia

del caqui y del ébano. De hecho se le pueden injertar

caquis y de esta forma se ha comercializado mejor esta

fruta. Estos árboles son o bien machos o bien hembras, de

este en concreto aún no sabemos el sexo, pero estamos en

ello. Las flores son pequeñas y de color verdoso. Sus frutos

se pueden comer, de hecho en Pakistán se los comen,

aunque tienen que estar bien maduros, porque si no te

pueden dar gases. Son como los caquis, pero de color

naranja. A todo esto, no os he contado que su nombre

científico significa “el trigo de Zeus” y que en Grecia se le

llamaba “la fruta de los dioses”. Este árbol se extendió

desde el este de Asia al oeste de Europa, habiéndolos

también en Estados Unidos y el norte de África.

El otro palosanto que hay en el Retiro está justo al lado,

siguiendo el puente a la derecha, antes de llegar al otro

puente.

Pero antes del palosanto, a izquierda y derecha del puente,

podemos ver bonitos arbustos:

La palmera de Canarias (Phoenix canariensis) es típica de

nuestras queridas islas y muy resistente gracias a que sus

raíces aprovechan muy bien el agua subterránea. Y

también a que tanto su tronco como sus ramas y hojas son

más que fuertes. Viven muchísimo, hasta dos o incluso tres

siglos, que ya está bien. Producen dátiles, pero más

pequeños y peores que los de la datilífera, que por eso se

llama así, claro. Se usa mucho como adorno en parques y

jardines, pero por ejemplo en la isla de La Gomera se

utiliza su savia (que se llama “guarapo”) para producir la

riquísima “miel de palma”. Hasta sus hojas tienen

aprovechamiento como escobas para barrenderos.

Pero, atentos: si miramos a la ría en sí, al agua, veremos a

sus habitantes más normales, que son los patos. Los hay de

todos los colores, como veréis en las fotos.

Pero no siempre están en el agua:

Y ya no nos queda más que salir de la isla por el tercero de

los puentes:

Una vez al otro lado, nos fijamos en un laurel-cerezo y un

pitósporo:

Lo bueno es que todo esto fue antiguamente una “Ría de

patinar”, que así se llamaba. Todo empezó cuando a finales

del siglo XIX la gente patinaba en el estanque del Palacio

de Cristal que se quedaba helado cada invierno. Podéis

verlo en el grabado que hay al principio de este capítulo.

Luego se hizo otra “pista de patinaje”, en lo que ahora es la

Rosaleda, pero el problema que había es que al estar al

descubierto el hielo se derretía pronto. Pero a partir de

1876 a Doña Isabel II se le ocurrió que poniendo unos

arbolitos en la ría, que son los que acabamos de ver, el

hielo duraría mucho más al crearse una zona de umbría.

Pero volvamos a los tiempos actuales y demos un paseíto

por la zona que nos queda por ver:

Yendo hacia el Paseo de Cuba encontraremos unas casas

bajas de ladrillos que los guardas y jardineros utilizan para

tener allí sus cosas y aparcar sus coches.

Si subimos un poco hacia el palacio encontramos árboles

“potentes”:

Hemos recorrido todo esta zona cercana al Palacio de

Cristal para arriba y para abajo, para la izquierda y para la

derecha, hemos entrado al palacio, lo hemos rodeado, pero

no lo hemos visto desde el aire. Y para eso hay una foto que

sale en el libro de Carmen Ariza Muñoz que es la repera:

Pero que conste que todo esto es ahora parte de un museo:

No podíamos terminar sin el mapita de Google donde

ponemos todas las cosas más llamativas que hemos ido

viendo:

 El Palacio de Velázquez

Este sitio siempre ha sido un poco raro para mí. Cuando

era pequeño no recuerdo haber ido mucho por esta zona

que he descubierto ya de mayor. En principio no era de

entrar a las exposiciones, pero luego me fui aficionando

poco a poco y recuerdo algunas que me impresionaron,

como la de esculturas de Juan Muñoz.

El edificio es muy parecido al del Palacio de Cristal y lo

hizo el mismo arquitecto Ricardo Velázquez Bosco y con

materiales parecidos. Su nombre vienen del apellido de

este señor, no del pintor, como mucha gente se cree. Se

construyó para la Exposición Nacional de Minería,

inspirado en el Crystal Palace de Londres. Bueno en

realidad esta “expo” fue también de Artes Metalúrgicas,

Cerámica, Cristalería y Aguas Minerales, casi nada. El

ingeniero fue un tal Alberto del Palacio y el ceramista que

decoró con azulejos la fachada se llamaba Daniel Zuloaga

al que ayudó su hermano Germán. Los hierros forjados son

de la fábrica de Bernardo Asins, el mismo que hizo los del

otro palacio. Se eligió esta zona llamada “El Campo

Grande” precisamente por eso, por ser “grande” y poder

hacerse en ella una gran exposición y que la gente pudiera

ir a verla sin problemas y darse un paseo por un sitio tan

bonito. La inauguró su majestad D. Alfonso XII junto con el

rey de Portugal D. Luis I, el 30 de mayo de 1883.

El edificio es muy parecido al del Palacio de Cristal y lo

hizo el mismo arquitecto Ricardo Velázquez Bosco y con

materiales parecidos. Su nombre vienen del apellido de

este señor, no del pintor, como mucha gente se cree. Se

construyó para la Exposición Nacional de Minería,

inspirado en el Crystal Palace de Londres. Bueno en

realidad esta “expo” fue también de Artes Metalúrgicas,

Cerámica, Cristalería y Aguas Minerales, casi nada. El

ingeniero fue un tal Alberto del Palacio y el ceramista que

decoró con azulejos la fachada se llamaba Daniel Zuloaga

al que ayudó su hermano Germán. Los hierros forjados son

de la fábrica de Bernardo Asins, el mismo que hizo los del

otro palacio. Se eligió esta zona llamada “El Campo

Grande” precisamente por eso, por ser “grande” y poder

hacerse en ella una gran exposición y que la gente pudiera

ir a verla sin problemas y darse un paseo por un sitio tan

bonito. La inauguró su majestad D. Alfonso XII junto con el

rey de Portugal D. Luis I, el 30 de mayo de 1883.

Una vez terminada la exposición minera el palacio se

aprovechó para la de Filipinas de la que hablamos en el

capítulo “El Palacio de Cristal”. Luego se dejó como

“Museo de Ultramar” y ahora es otra “sucursal” del Reina

Sofía. Estuvo cerrado por obras entre 2005 y 2010, aquí

nos tomamos las cosas con tranquilidad…

Todos los materiales utilizados en su construcción son de

procedencia española: los ladrillos rojos vinieron de

Zaragoza, los adornos en barro cocido (que luego veremos

con detalle) son de Madrid, de Santigosa y Cia., los

azulejos se hicieron en la Real Fábrica de la Moncloa, el

mármol de algunas de las empresas que participaron en la

Expo y las columnas de la Fundición Sanford, que también

era muy famosa.

El edificio es una gran nave central con lo que los

arquitectos llaman una “bóveda de cañón” y cuatro

torreones en las esquinas que se unen por galerías.

Pero veamos parte a parte como es la fachada del edificio:

Del señor que no sabemos quién es poco podemos decir y

de Diego Velázquez, el pintor tampoco hay mucho que

decir porque seguro que le conocéis de sobra. Recordar

que nació en Sevilla en 1559 y que aprendió a pintar con el

que luego fue su suegro Francisco Pacheco. Fue pintor de

cámara de la corte de Felipe IV que tuvo como valido al

famosísimo Conde Duque de Olivares. Sus obras son

también de las más famosas de la pintura universal; os

recordamos algunas: “La adoración de los Magos”, “La

vieja friendo huevos” o “El aguador de Sevilla”, todas ellas

de su etapa sevillana.

Una vez que le ficharon como pintor de la corte en Madrid

se dedicó a pintar “cosas” como “Los Borrachos”, “La

fragua de Vulcano”, “La rendición de Breda” (también

llamado “El Cuadro de las Lanzas”), los retratos de Felipe

IV, el Conde Duque de Olivares, el Papa Inocencio X o

Esopo, entre otros.

Y ya lo más de lo más son los “Paisajes de la Villa Médicis”

(que me encanta), el “Cristo crucificado”, “Las hilanderas”

y “Las meninas”. Velázquez murió en Madrid en 1660 y os

digo una cosa: a mi sigue siendo el pintor que más me

gusta, no sé por qué. Os recomiendo ir al Museo del

Prado, al ladito del Retiro, y volver a echar una ojeada a

esos cuadros que, después de más de cuatrocientos años,

siguen estando vivos y son la “creme de la creme” de la

pintura universal.

A la izquierda de la puerta principal, según se mira, hay

una serie de arcos donde podemos ver otros dos señores:

Juanelo Turriano era un señor italiano que nació en

Cremona en 1500 y que resultó ser un virguero de los

relojes, los autómatas y la ingeniería en general. Su

formación fue práctica, en el taller de su padre, que se

dedicaba a construir y reparar artilugios mecánicos. Luego

se hizo relojero, pero también fabricó grúas para levantar

cañones, dragadoras para desecar la lagunas en Venecia o

bombas de agua. Al ganar Carlos V la batalla de Pavía, toda

la región de Lombardía quedó en manos españolas y el rey

conoció a Juanelo en Bolonia en 1530, cuando le hicieron

emperador. Se lo llevó a España y le hizo “relojero de la

Corte” y lo primero que hizo fue reparar un reloj italiano

que le gustaba mucho al rey. Después construyó otro,

llamado “Cristalino”, al que se le llamó “reloj astronómico”

porque señalaba las horas, los días y los movimientos de

todos los planetas, enseñaba las ocho esferas planetarias,

marcando las horas solares y las lunares y estaba decorado

con los signos del zodiaco, además de otras estrellas. Tenía

1500 piezas y era una maravilla, así que el rey estaba

encantado porque le gustaban muchísimo los relojes.

Se llevó a Juanelo a Yuste y allí empezó otra etapa con el

sucesor Felipe II con el que no le fue tan bien. Siguió en la

Corte, que estaba a veces en Madrid y otras en Toledo, y el

nuevo rey le nombró “Matemático Mayor del reino” y le

puso a trabajar en distintas obras como las acequias del

Jarama y de Colmenar de Oreja y la presa de Tibi en

Alicante. En el Monasterio del Escorial fue el asesor para la

construcción del reloj de una de las torres y de las

campanas de la Basílica.

Además fue uno de los que asesoraron al Papa Gregorio

XIII para reformar el calendario con todo ese lío de los

años bisiestos, aunque no le hicieron demasiado caso

después de todo lo que se molestó.

Pero lo que más fama le dio fue el llamado “artificio de

Juanelo”, que era un sistema a base de enormes cucharas

que permitían subir el agua del Tajo hasta el Alcázar de

Toledo, cosa que era un problema gordo desde la época de

los romanos porque el desnivel es de unos 100 metros y el

recorrido en horizontal de unos 300.

Juanelo lo consiguió pero no cobró, porque el agua llegaba

al Alcázar (que era del ejército real) y no al Ayuntamiento

con el que había firmado el contrato. Al final el pobre

estuvo pagando de su bolsillo su propio invento durante 6

años y al final se arruinó.

Felipe II le dijo que hiciera un segundo invento para lo

mismo y que firmase otro contrato con él que le cedía todos

los derechos. Pero el muy truhán le puso una cláusula (la

“letra pequeña”) por la cual tampoco le pagó nada. Al final

Toledo se quedó sin agua y Juanelo sin dinero. Murió en la

ruina en 1585 y además la Inquisición estaba intentando

“empapelarle”. Así tratamos a los genios en este país.

Por lo menos la historia le ha reconocido sus méritos y nos

ha dejado un legado en forma de “Veintiún libros de

ingenios y máquinas” que en su época estuvo prohibido por

“secreto”. Aparte de los relojes, las grúas, las campanas,

los ingenios para subir agua, etc., Juanelo hizo un autómata

llamado “el hombre de palo” que fue muy famoso aunque

no se supo muy bien para que servía: hoy hay una calle en

Toledo con este nombre. También es cierto que el de

Juanelo aparece en los escritos de Cervantes, Lope,

Quevedo, etc., porque fue toda una leyenda en su época.

Y ahora os contamos cosas sobre Juan de Herrera, claro

está.

Este buen señor nació en un pequeño pueblo de Cantabria

en 1530. Como era hijo de una familia acomodada, le

enviaron a estudiar Humanidades y Filosofía a la

Universidad de Valladolid. En 1548 se hace “caballero de

Felipe II” (príncipe aún) y viaja por Flandes, Alemania e

Italia donde “se empapa” del renacimiento. Lucha como

soldado con Carlos V en Flandes y le acompaña a Yuste,

como Juanelo.

Luego queda a las órdenes de Felipe II, que le trató mejor

que al relojero. Se encarga de enseñar al príncipe Carlos

hasta que en 1563 se pone a las órdenes de Juan Bautista

de Toledo, nada menos que para hacer el Monasterio del

Escorial. Al final lo termina él, trabajando en ello nada

menos que 14 años, hasta 1584.

Antes fue nombrado “Inspector de Monumentos de la

Corona” lo que hace que muchas construcciones de esa

época tengan su estilo sobrio, sencillo, basado en la

geometría y llamado “herreriano”.

Fundó la Academia de Matemáticas y Delineación” que

luego fue de “Ciencias Exactas, Físicas y Naturales”,

siendo su primer director.

Aparte de lo del Escorial, hizo otras construcciones míticas

como el Palacio Real de Aranjuez (con los proyectos de

jardines incluidos), la Catedral de Valladolid o la Casa de la

Moneda de Segovia.

Murió en Madrid en 1594, después de estar enfermo

durante tres años. Su influencia en la arquitectura es

enorme, pues a partir de él se crea un nuevo estilo (el

“herreriano”, como dijimos antes) que sustituyó al

plateresco y duró prácticamente un siglo.

Nos vamos ahora a la parte derecha de la fachada:

Y vuelta otra vez a la parte izquierda para rodear el

edificio:

Y ya nos vamos a la parte de atrás:

El Conde de Aranda fue un personaje muy importante en su

época. Es de los míos, porque nació el mismo día que yo, el

1 de agosto, sólo que un poco antes (1719) y en un castillo,

el de Siétamo, en la provincia de Huesca. Se llamaba Pedro

Pablo Abarca de Bolea (un nombre muy tenístico), y como

era “de familia acomodada” le enviaron a estudiar al

Seminario de Bolonia (tan famosa ahora para los

estudiantes con ese plan tan “estupendo” que han

inventado) y también a Roma. Se hizo sus viajecitos por

Europa y allí se dio cuenta de que lo que “molaba” era la

Ilustración. Le entró la vocación militar y se fue a Prusia

donde conoció a Federico el Grande, y luego a París antes

de volver a España.

Fernando VI le nombró embajador en Lisboa y con Carlos

III llegó a Capitán General y luego a Gobernador de

Valencia, terminando como Presidente del Consejo de

Castilla en 1765, con 46 añitos. Dicen las crónicas que era

sincero, cabezota, muy patriota y monárquico.

Lo del “motin de Esquilache” es un episodio muy conocido

porque el ministro italiano Leopoldo de Gregorio (marqués

de Esquilache) se propuso modernizar las calles dotándolas

de alumbrado (que hacía pagar a la gente, eso sí),

adoquines (en lugar de tierra), fosas sépticas (en lugar del

“agua va”), parques y jardines, etc. Ah y además se le

ocurrió la idea de que la gente dejara las capas largas y los

sombreros grandes (llamados “chambergos”) y los

cambiara por otros de tres picos y capas más cortas. Todo

para que los delincuentes no pudieran camuflarse. Pero sus

enemigos influyeron en la gente para que se opusiera y así

lo hicieron, de forma que el rey se tuvo que ir a Aranjuez y

se formó un lío enorme. Al final y después de muchas

cartas y negociaciones, el ministro Esquilache se tuvo que

ir a Italia y fue el Conde de Aranda uno de los beneficiados

al ser nombrado Presidente del Consejo de Castilla, como

dijimos antes. El Marqués de la Ensenada (anterior

presidente) fue desterrado. Y lo bueno es que a base de

negociaciones y por las buenas, Aranda consiguió casi todo

lo que Esquilache quería imponer.

Otra consecuencia fue la expulsión de los Jesuitas, a los

que culparon del motín. Aranda buscó pruebas y, ante el

regozijo de las demás órdenes religiosas, fueron

expulsados. Voltaire (gran enemigo de las religiones) dijo

de él “con media docena de hombres como Aranda, España

quedaría regenerada”. Sin embargo él mismo se ocupó de

que los jesuitas pudieran seguir trabajando y de que la

gente no se metiera mucho con ellos.

En 1773 Aranda es nombrado Embajador de España en

Francia donde estuvo 10 años y consiguió éxitos como la

devolución de Menorca (que era inglesa) o de La Florida y

parte de Nicaragua y Honduras. Pero eso sí, las Bahamas

se las quedaron los ingleses, así como Gibraltar.

Llegó a España en 1784 hecho un auténtico “ilustrado”, o

sea, modernizador de la sociedad, oponiéndose al conde de

Floridablanca. En 1788 muere Carlos III, nombran rey a

Carlos IV y un año más tarde empieza la Revolución

francesa. Floridablanca se esfuerza en ocultarlo pero

Aranda consigue que le destituyan y encierren en

Pamplona por “abuso de poder”, pasando a ser él

Consejero del Reino.

El conde de Aranda estuvo en principio con la revolución,

porque era “ilustrado”, pero cuando encarcelaron a la

familia real francesa suavizó su postura, porque en el fondo

era también monárquico. Pero sus ideas de enciclopedista

se volvieron al fin en su contra y esto favoreció que fuera

sustituido por Manuel Godoy, favorito de la reina María

Luisa. Al final fue desterrado a Jaén y en 1795 el rey Carlos

IV le permite irse a Aragón donde murió en el pueblecito

de Épila en 1798. Fue un gran estadista que intervino en

numerosos tratados y tomó importantes decisiones. Por

ejemplo, gracias a él se hizo el primer censo de españoles

de la historia. Promovió muchas obras como canales,

conventos, fábricas de cerámica, etc. También le gustaba el

campo y los jardines y de hecho creó El Pardo y favoreció

El Retiro. Como curiosidad, deciros que la Duquesa de Alba

es lejana descendiente suya.

Y llegamos ya a la parte central de atrás, que es parecida a

delantera pero sin esfinges:

Hemos rodeado el edificio, pero no podemos dejar de

fijarnos en algunos arbolitos:

Pero lo más llamativo es el tejo del que aquí vemos el

ejemplar más llamativo de todo el parque:

El tejo (Taxus baccata) es un árbol o arbusto muy antiguo,

que lleva en la Tierra millones de años. Procede de Europa,

el oeste de Asia y norte de Africa. Ahora los hay en España

en casi todas las sierras, aunque cada vez va habiendo

menos. Son típicos de la cordillera cantábrica.

El tronco, que a veces son varios como en este ejemplar

que hay tres, es muy fuerte y crece retorcido. De su

madera se hacen instrumentos musicales, abarcas, zuecos,

arcos o simplemente cercas. Las hojas son planas y en

forma de aguja, saliendo en dos filas de cada rama. Las

flores masculinas son amarillentas y en forma de pequeñas

moras y las femeninas son como copitas verdes que luego

se ponen rojas y se llaman "arilos". Están en plantas

separadas, o sea que hay tejos macho y tejos hembra.

Menos la parte roja de los frutos, el resto del árbol es

venenoso porque tiene una toxina llamada "taxina". De

todas formas de la taxina se saca el "taxol" que es un

anticancerígeno. Se dice que los pueblos cántabros o

astures usaban las semillas de los frutos (que son bolitas

negras) para suicidarse cuando les rodeaban los enemigos.

En la cultura celta el tejo simbolizaba el paso entre la vida

y la muerte. Así se pasaba de la "noche de todo lo sagrado"

("All hallow even", el ahora famoso "Halloween") al día de

los difuntos o "Samain", el 1 de noviembre que era el

primero de año para los celtas. Todo esto lo explica muy

bien el cartelito nº 44 de la Senda Botánica al lado de este

tejo.

Para terminar deciros que los tejos crecen muy despacio y

pueden vivir muchos años, hasta 1.500, pero lo normal es

que no lleguen a los 800, que no está mal, así se puede uno

permitir el lujo de hacer de "puente" entre vida y muerte.

Seguimos ahora viendo otros árboles y arbustos de los

alrededores.

Pero después de darle tantas vueltas al Palacio (bueno en

realidad una sola, pero con mucho detalle), lo suyo es

entrar dentro de una vez y eso es lo que hacemos ahora:

La verdad es que si no lo conoces impresiona la primera

vez que entras porque es un sitio que tiene magia y además

es tan grande que puedes pasear y ver tranquilamente la

exposición de turno. Suelen ser artistas modernos, con eso

que ahora se llaman "instalaciones" que son esculturas

raras, a veces con videos, objetos en movimiento, luces,

etc. Pero a nosotros nos gustan y solemos ir por allí, así

que os recomiendo la visita.

Al salir nos encontraremos de frente un par de parterres

bastante amplios con una serie de arboles y arbustos:

Si seguimos caminando hacia el paseo de Cuba, nos

encontraremos otro paseíto con dos curiosas casetas de

ladrillo rojo y tejado de zinc.

Y al lado de las casetas otro kiosco que es autoservicio, o

sea, que tienes que ir tú a por los refrescos o lo que sea:

Si seguimos subiendo por este paseo veremos más cosas,

claro:

Nos vamos a ir acercando a ver que descubrimos:

Y ya puestos nos metemos dentro:

El quejigo es una especie de encina pero con menos hojas,

aunque también tienen pinchos. Su nombre científico

es Quercus faginea y son típicos de lo que se llama "bosque

mediterráneo". Sus bellotas maduran antes que las de las

encinas y también se aprovechan. De la madera se pueden

hacer vigas porque es muy fuerte y también se usa como

leña o para sacar carbón vegetal. En algunas zonas hay

verdaderos bosques de quejigos, por ejemplo en Murcia.

Andalucía, etc.

Este arbusto de nombre tan "fogoso" conserva las hojas

verdes incluso en invierno (se caen al empezar el siguiente)

y son típicos sus frutos en forma de bayas rojas que

provienen de flores blancas y pequeñas muy agrupaditas

formando "paraguas". Proviene de la zona que va desde los

Balcanes hasta el Mar Negro.

A todo esto no os hemos contado todavía nada de la pista

de bolos que está al lado de la casita:

Alejándonos poco a poco hacia el Paseo de Cuba esquina

con el del Estanque hay una serie de setos con pinos y boj

sobre todo:

Llegamos así al Paseo de Cuba:

Y a la plaza de la Fuente de la Alcachofa donde nos fijamos

en los tradicionales "urinarios", ahora cerrados:

Manuel Summers rodó en uno de estos urinarios, el de

señores, claro, unas escenas de su película"To er mundo

e güeno". Con una cámara oculta les decía  a los que

entraban que tuvieran cuidado porque había un león

que "les iba a comer la colita". Los tíos pensaban que era

un locático, entraban y... ¡ahí estaba el león! El susto que

se daban era de miedo (nunca mejor dicho) y salían

corriendo escaleras arriba. Salvo uno que, con cuidadito

para no molestar al felino, consiguió hacer su pis. Y es que

"hay gente pa tó".

Lo de la fuente de la alcachofa lo dejamos para el último

capítulo, el de "El Estanque".

Y ahora seguimos paseando por aquí hacia el Palacio.

Según me cuentan, parece que las "cajas verdes" metálicas

que hay al lado de ambos transformadores guardan los

mecanismos eléctricos que sirven para dar luz a los kioskos

de alrededor.

Y ya llegando otra vez al Paseo de Venezuela, nos

encontramos el monumento a Andrés Eloy Blanco:

Este buen hombre nació, como yo, en Agosto, aunque de

1897, en Venezuela, en el Estado de Sucre y fue un

momtón de cosas: abogado, escritor, humorista, poeta y

político. En 1923 le doeron el Primer Premio en los Juegos

Florales de Santander y vino a España a recibirlo. También

fue a la Habana donde conoció a disidentes venezolanos y

empezó a editar un periódico clandestino en su país. De

fuertes convicciones revolucionarias, tras un golpe de

estado fue encarcelado en una prisión que era una isla con

un castillo en forma de barco. Allí escribió su libro "Barco

de piedra", el primero de otros muchos de poemas, pero

también escribió obras de teatro, libros de humor y

artículos de política.

De hecho tuvo cargos políticos: Inspector de Consulados y

Ministro de Relaciones Exteriores. Creó el Partido

Democrático Nacional que luego se integró en Acción

Democrática, siendo también Presidente de la Asamblea

Nacional Constituyente, gracias a la cual todos los

venezolanos pudieron tener elecciones libres. Sin embargo

terminó perdiendo su cargo y se marchó a Méjico donde se

dedicó sobre todo a escribir poesía. No os lo vais a creer

pero los versos de la canción "Angelitos Negros", que

popularizó Antonio Machín, son suyos.

Tuvo la mala suerte de morir relativamente joven, a los 58

años, en un accidente de tráfico.

Estas plantas, las "euphorbias", se llaman así porque las

usaba un médico griego de un rey de Mauritania que se

llamaba así (el médico, no el rey). Este señor vio que el

látex era tóxico y se le ocurrió recomendarlo para que los

guerreros lo pusieran en la punta de sus flechas. ¡Mira tú

que idea! Y es que es irritante para piel, boca, nariz y ojos.

El de la especie llamada "resinífera" se usaba para pintar

barcos porque así no se les pegaban parásitos marinos. Y

hay una, la Euphorbia pulcherrima,que es la famosa "flor

de Pascua", usada como adorno navideño. El látex de

algunas especies puede ser utilizado como medicamento,

así que tampoco son tan malas.

Pero en concreto ésta de aquí sí tiene un látex irritante, así

que cuidado con cortar tallos porque os afectaría a la piel y

a los ojos sobre todo. Además es una especie muy

resistente que aguanta los fríos, los calores y que necesita

muy poca agua. Una curiosidad es que en Oriente Medio se

la considera protectora y tienen la costumbre de llevar

algunas ramas a las casas cuando nace un niño.

Otra vez volvemos al paseo:

Y ahora nos vamos al pinarcito que hay detrás del Palacio:

En los siguientes parterres que dan al Paseo de Venezuela

hay una serie de árboles y arbustos más que interesantes.

Pero hay por aquí un par de arbustos de lo más curioso:

Se trata del Liquidambar styraciflua o "liquidámbar

americano" que, entre otras cosas, tiene la particularidad

de que las flores masculinas están en unas ramas y las

femeninas en otras. Estos árboles tienen una resina tipo

"ámbar" (de ahí su nombre) que es como una goma que se

llama "storax" y se usó en medicina para los pulmones, la

ciática, etc. Es curioso que mezclada con tabaco la fumaran

los emperadores aztecas y en Francia se llegó a usar como

perfume para los guantes. Podéis ver y leer más sobre

estos arbolitos al final del capítulo de la "Casa de Fieras".

Si bajamos un poquito nos encontraremos más cosas

curiosas:

Al fondo hay unos urinarios de los de antes, en un edificio

rojo ahora (antes amarillo) como el que vimos entre la

Puerta de Alcalá y el Parterre.

Por un módico precio uno/a puede ir al servicio con opción

a papel y todo, que para eso están los correspondientes

cuidadores.

Nos queda por ver alguna otra cosa de los alrededores:

Nos queda por echar una ojeada a una zona de césped con

bastantes árboles y arbustos que queda entre el paseo de

coches y el tejo, más o menos.

Entre otras cosas podemos leer en el cartel que el

saúco (Sambucus nigra) es un "árbol mágico" al que se le

han atribuido no pocas historias, como deshacer los

hechizos, sobre todo los de "magia negra". Así que

cuidadito con hacerles algo porque nos podríamos

arrepentir... Sus flores, blancas primero y luego

amarillentas, forman curiosos "paraguas" y tienen un olor

inconfundible. Con los frutos, que son como pequeñas uvas

verdes que terminan siendo moradas, se pueden preparar

zumos, mermeladas, jaleas, salsas o sopas. Eso sí están

maduras, porque si no pueden ser indigestas. También dice

que en algunas zonas de España se ponen ramas de saúco

en las puertas de las casas en la noche de San Juan,

pensando que el santo bendecirá la casa y dará salud a los

habitantes de la misma. Pero para lo que en realidad sirve

es para hacer infusiones que bajan la fiebre.

Si subimos un poco hacia el Paseo de Coches podíamos

encontrar algo interesante, aunque ya no está:

Creo que nos hemos dado un buen paseíto por dentro y por

fuera de este Palacio tan precioso. Pero no podemos

terminar sin el mapita de turno: