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Año 1, Número 16 Instituto de Investigaciones Antropológicas 15 de febrero de 2013
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EL PERRO Y LA CIVILIZACIÓN MESOAMERICANA: ANÁLISIS Y CONTRASTE ENTRE PENSAMIENTO ANTROPOLÓGICO TRADICIONAL Y CONOCIMIENTO
CIENTÍFICO ACTUAL
Raúl Valadez Azúa y Bernardo Rodríguez Galicia Desde hace por lo menos 15 000 años los perros son una realidad inherente al hombre, aspecto
que lleva a la conclusión de que toda la historia de la civilización humana se ha realizado con este
animal a nuestro lado.
Los inicios del conocimiento del perro mesoamericano
A principios del siglo XX dio comienzo el estudio de la civilización prehispánica de México, y junto
con ello todo lo que tuviera que ver con las culturas involucradas. Las fuentes de información
fundamentales fueron las crónicas y textos creados principalmente en el siglo XVI en los cuales se
describía, a veces con gran detalle, el esquema de vida de estos pueblos; es decir, su filosofía,
sus tradiciones, la forma como concebían a la naturaleza, los esquemas de uso de los recursos y
demás (Clavijero 1991; de la Cruz 1964; Durán 1958; Hernández 1959; Landa 1978; Muñoz 1994;
Sahagún 1979; Seler 2004).
Debido a que hace 100 años no existía aún en México una arqueología formal, en realidad
no había otros medios para conocer esa parte de nuestro pasado y por lo mismo estos textos
fueron literalmente “devorados” por todo académico interesado.
Uno de los temas que despertaron el interés de estos investigadores fue el de los
organismos domésticos. Llevados por la influencia del pensamiento europeo buscaron todo lo
concerniente a plantas y animales, pues los consideraban una evidencia del grado de civilización
que se había alcanzado. En cuanto a plantas, poca duda quedó al respecto, no así en lo
referente a los animales, pues sólo se describía como tales al perro y al guajolote. Quizá por esta
situación o quizá por la forma como el término “perro” despierta la atención de numerosas
personas, pronto se convirtió en tema, si no de investigación, sí al menos de interés cuando se
hablaba de lo prehispánico: qué tipos de perros hubo en ese tiempo, qué significado y tipo de
manejo se les daba, todo ello aunado al hecho de que en este territorio existía un tipo sin
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equivalente en el mundo: el perro pelón o xoloitzcuintle. Definitivamente, la historia prehispánica
de este animal era algo digno de retomarse.
Representación de un perro en el Códice Dresde. Su asociación con el maíz
(objeto que lleva sujeto a la pata anterior izquierda), desde inicios del siglo XX permitió observar una relación del perro con el ciclo agrícola.
El estudio del perro bajo el marco del “pensamiento antropológico tradicional”
Al paso de los años se estudiaron los documentos coloniales, y como era de esperarse, llegó el
momento en que se agotó todo su potencial, situación que ocurrió a mediados del siglo XX.
Algunos de esos temas de estudio fueron retomados por la arqueología, pero otros, por ejemplo lo
referente a la fauna, sencillamente se les ignoró, sobre todo porque al no haber pruebas de que
en esas culturas hubiera existido ganado doméstico, se consideró innecesario conocer más con
respecto a los esquemas de manejo del recurso animal (Vaillant 1930). Como resultado de ello,
todo lo concerniente al perro fue repetido incesantemente, obra tras obra, año tras año, y cuando
ya no había nada por decir, simplemente se inventaban frases o ideas. ¿Cuáles son esos
conceptos sobre el tema del perro que se reconocieron desde el principio y que con el paso del
tiempo se convirtieron en paradigmas acerca del uso que estas culturas dieron al perro?
El perro era un animal de uso intenso, a tal grado que existían mercados en donde se les
comerciaba.
1. El perro era consumido como alimento cotidiano, y considerado un platillo especial.
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2. El perro se utilizaba como animal de sacrificio en ritos fúnebres, pues se le consideraba guía
indispensable en el viaje que realizaba el difunto al inframundo.
3. El perro era símbolo calendárico, de la lluvia y del rayo, así como figura mitológica (Xólotl)
4. Existieron tres razas de perros: el xoloitzcuintli (perro pelón), el itzcuintepozotli (perro jorobado) y
el techichi (perro sin una definición clara).
Itzcuintli Itzcuintepozotli
Representaciones de perros mesoamericanos descritos por Bernardino de Sahagún (izquierda) y
Francisco Hernández (derecha). El primero ha resultado ser el más frecuente tipo de perro en las
colecciones arqueozoológicas y el segundo, sólo el producto de la imaginación de los informantes de
Hernández, pues incluso el nombre náhuatl es en realidad una traducción del término español “perro
jorobado” (Valadez 1994).
Estos conceptos aparecen invariablemente como la base de toda obra en las que se habla de
este animal (Álvarez 1976; Hamblin 1984; Schwartz 1997; Starbuck 1975; Wing 1978; en Mns) e
inclusive, en el transcurso, fueron sustituidos por otros más radicales, producto de la necesidad de
los autores de exponer ideas diferentes a las tradicionales (Wright 1960) aunque no hubiera
certeza de su veracidad:
1. El perro pelón mexicano o xoloitzcuintle fue el único perro que existió en tiempos
prehispánicos.
2. Los mercados de perros sólo comerciaban a los xoloitzcuintles.
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3. Los perros empleados como alimento eran crías, cebadas y castradas para mejorar sus
atributos como alimento. Más adelante se consideró que sólo los cachorros de perros
pelones eran utilizados con este propósito.
4. Estas crías eran platillo especial para los gobernantes.
Dichas ideas se mantuvieron como realidad indiscutible hasta finales de los años ochenta,
pues no existía ninguna otra información disponible para antropólogos, historiadores, médicos
veterinarios o criadores.
El perro y el marco científico: la arqueozoología
En el año 1986, se creó el Laboratorio de Paleozoología del Instituto de Investigaciones
Antropológicas de la UNAM. El responsable del mismo, Raúl Valadez, biólogo de formación,
desconocía los pormenores históricos mencionados, y desde el inicio tuvo frente a sus ojos
colecciones arqueozoológicas en las cuales el perro aparecía de forma abundante en esquemas
de uso o manejo muy interesantes (Blanco et al 1999; 2009; Valadez y Rodríguez 2009a,b;
Rodríguez 2000; Rodríguez y Kaneko 2001; Rodríguez et al 2001;Valadez 1992a,b; 1993; 1995;
1998; Valadez y Cabrero 2009; Valadez y Mestre 1999; Valadez et al 1999; 2002; 2003; 2004;
2006) :
1. La abundancia de esta especie en las colecciones varía entre 10 y 25% del total, pudiendo
llegar hasta 100% en algunos contextos ceremoniales. Por el contrario son casi
inexistentes las colecciones en las que no aparece el perro.
2. Los individuos más frecuentes son animales con cuerpo cubierto de pelo, dimensiones
medias y sin ninguna peculiaridad morfológica distinguible.
3. En los contextos domésticos o rituales aparecen restos de perros de edad diversa en
cantidades similares.
La presencia de esqueletos completos de perros junto con humanos no es algo común, es
mucho más frecuente el hallazgo de partes aisladas de crías junto al difunto, aparentemente en
ofrendas de alimento.
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Esqueleto parcial de perra de año y medio de edad descubierto como parte de un entierro en
una aldea del Formativo (Valadez et al 2004). Aunque apareció colocado junto a un difunto,
su estudio demostró que se le había sacrificado, desollado, descuartizado, comido y
acomodados los huesos en posición anatómica junto al muerto. Esto demuestra que el uso
ritual de los perros en tiempos prehispánicos podía ser mucho más complejo que lo que se
describe en las fuentes del siglo XVI.
A lo largo de 25 años, los académicos del Laboratorio de Paleozoología, junto con la maestra
Alicia Blanco, han estudiado unos 1500 individuos de cánidos provenientes de contextos
arqueológicos, además de la formación de colecciones de referencia de perros mexicanos,
básicamente de xoloitzcuintles y chihuahueños, lo cual ha permitido construir propuestas acerca
de la forma como se dio la relación hombre-perro en el mundo precolombino.
Conocimiento científico del perro mesoamericano
En la actualidad el estudio del cánido arqueológico en México posee un nivel y profundidad
equivalentes a los de los humanos que aparecen en esos mismos contextos. Cada elemento es
analizado para obtener información acerca de sus dimensiones, morfología, alteraciones
tafonómicas, padecimientos congénitos, enfermedades visibles en el hueso, condición ontogénica,
detalles relacionados con la condición genérica y taxonómica; a lo cual se le añade la información
contextual. De esta forma es posible definir especie, raza o tipo, edad, sexo, historia de vida,
forma en que murió y esquemas de uso del individuo o de sus restos.
Reconocimiento de especies. Parte de la tradición académica de mediados del siglo XX
partía del supuesto de que era imposible reconocer osteológicamente a las tres formas de Canis
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de México: Canis lupus (lobo), C. latrans (coyote) y C. lupus familiaris (perro), lo cual
imposibilitaba designar con precisión el papel de cada uno en la civilización mesoamericana. Sin
embargo, desde 2009 se dieron las bases necesarias para identificar a cada especie por medio de
los elementos óseos (Blanco et al 2009), lo cual ha permitido reconocer en cada caso su espacio
cultural: para el lobo, la guerra, la milicia y los sacrificios cargados de sangre; para el coyote la
astucia, la discordia, la libido y las artes, y para el perro, la fertilidad, la lluvia, el ciclo vida-muerte
y el agrícola (Blanco et al 2006; Seler 2004; Valadez y Blanco 2005; Valadez et al 2001; 2007a,b;
2008).
Definición de edad y sexo. El estudio de perros oriundos de México (Blanco et al 2009) ha
permitido unir la información obtenida con estudios arqueozoológicos previos (Blanco et al 1999;
Valadez y Rodríguez 2009) para así reconocer la edad de individuos a través de la talla de los
huesos y su desarrollo ontogénico. Estos mismos manejos de información permiten definir el
sexo de los adultos por detalles del cráneo, del dentario y pelvis (Blanco et al 2009; Crockford
1997). Gracias a esto, ahora es posible conocer el uso de individuos con determinada edad o
condición genérica.
Tipos de perros mesoamericanos. En este momento se tiene reconocida la existencia de
cuatro tipos derivados del aislamiento genético, de mutaciones o del trabajo zootécnico y dos de
la hibridación de perros con lobos o coyotes (Blanco et al 2009). El más abundante
(aproximadamente 95% del total de individuos identificados) poseían una morfología no
especializada, aunque portaban en sus genes la predisposición a ciertas modificaciones, mismas
que al manifestarse dieron lugar a los restantes tipos conocidos hasta el momento. Los perros
pelones o “xoloitzcuintles” aparecieron en el occidente de Mesoamérica hace unos dos mil años, a
partir de la manifestación de una displasia ectodérmica autosómica dominante (Valadez, Blanco y
Rodríguez 1998; Valadez y Mestre 1999; 2007; Valadez et al 2010) que se manifiesta en su
dentición a través de la ausencia de premolares y de incisivos de constitución más simple (Blanco
et al 2009). A partir del siglo VII se inició su dispersión por el continente y hacia el final de la
época prehispánica, habían llegado hasta el norte de Argentina (Valadez et al 2010).
Una acondroplasia fue el origen de los perros de patas cortas o “tlalchichis” (Valadez et al
2011). Los ejemplares reconocidos más antiguos pertenecen a la ciudad de Teotihuacan, y para
el siglo XVI ya se encontraban en el occidente y en el área maya. El perro de rostro corto es un
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tipo perteneciente a las tierras bajas mayas (península de Yucatán) caracterizado por un cuerpo
más chico y esbelto que el perro común, y con un cráneo más ligero y braquicéfalo (Blanco et al
1999). Su origen quizá se relaciona con el aislamiento geográfico-cultural respecto de otras
poblaciones de perros.
Actualmente hay poco menos de 50 ejemplares arqueozoológicos que indican eventos de
hibridación entre lobos y perros, y un par relacionado con la cruza de perros y coyotes (Blanco et
al 2006; 2009; Rodríguez et al 2009; Valadez y Rodríguez 2009b; Valadez et al 2001; 2002;
2006). Los primeros se han identificado en diferentes sitios del centro de México desde inicios de
nuestra era, y los segundo, sólo en la ciudad de Teotihuacan (Blanco et al 2009; Valadez 2002).
Aparentemente estos ejemplares se criaron con el fin de reunir en un solo organismo las cargas
simbólicas de sus progenitores para propósitos rituales.
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A
B C
D
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E F Ejemplares arqueozoológicos de los diferentes tipos de cánidos domésticos prehispánicos
conocidos hasta 2012. (A) perro común (Valadez et al 1999); (B) perro pelón (Rodríguez et al
2001); perro de rostro corto (Blanco et al 1999); Perro de patas cortas o tlalchichi (Valadez et al
2000); híbrido de lobo y perro (Blanco et al 2006); híbrido de coyote y perro (Valadez et al
2002).
Esquemas de uso de los cánidos mesoamericanos. Los hallazgos de restos de perros, la
condición de los mismos y los contextos asociados permiten definir diversos objetivos en su
empleo (véase el cuadro siguiente).
Tipo de resto arqueozoológico
Tipo de manipulación
Aplicación de calor
Contexto Usos
Desde fragmentos óseos aislados hasta huesos completos
Sin evidencia o con marcas de corte o mordidas
Positiva
Doméstico (áreas de preparación de alimento o basureros)
Alimento
Marcas de corte, de tallado o modificación evidente para dar una forma específica
Positiva o negativa
Doméstico (patios o basureros)
Huesos para la elaboración de herramientas o instrumentos
Cráneos, mandíbulas, dientes o secciones de cuerpo
Marcas de corte, perforaciones o huesos seccionados para desprender partes específicas
Patios, cuartos, materiales depositados junto a espacios rituales o en entierros
Pieles o partes del cuerpo en vestimentas o adornos
Esqueletos semicompletos
A veces marcas de corte
Fosas o entierros humanos
Como ofrendas en actos rituales diversos
Esqueletos completos
Ninguna Negativa Ceremonial Ofrendas a dioses Funerario Como compañero
del difunto Esquemas de uso de cánidos mesoamericanos a partir de los restos arqueozoológicos
descubiertos.
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Estas opciones, analizadas de forma detallada en cada caso estudiado, permite reconocer los
siguientes usos:
• Compañeros en la vida diaria.
• Pies de cría para la formación de híbridos
• Empleo de ejemplares vivos como símbolos de poder (híbridos).
• Marcadores del ciclo agrícola debido a un traslape de éste con el ciclo reproductivo del
animal.
• Alimento en circunstancias domésticas.
• Alimento ritual.
• Alimento ceremonial, por ejemplo en fiestas que coincidían con la época de crianza.
• Alimento en ceremonias funerarias.
• Alimento para el difunto.
• Sacrificio de crías asociado con ritos de fertilidad y lluvia.
• Sacrificio de crías asociado con la inauguración de nuevas construcciones.
• Sacrificio de ejemplares asociado con ceremonias de Año Nuevo.
• Sacrificio de ejemplares asociado con ritos vinculados con el inframundo.
• Sacrificio de ejemplares para servir como guardianes de espacios sagrados.
• Sacrificio de ejemplares para servir de compañeros para el difunto.
• Uso de huesos para la elaboración de herramientas.
• Uso de partes manufacturadas como símbolos de parentesco.
• Uso de partes manufacturadas como símbolos de jerarquía.
• Uso de partes para la elaboración de medicamentos.
• Uso de pieles en vestimentas, adornos, etc.
Estudio de esquemas alimentarios. Una más de las tradiciones académicas del siglo XX
decía que a los perros mesoamericanos se les alimentaba con masa de maíz cocida. Estudios de
elementos traza (Valadez et al 2005) mostraron que en general los perros se alimentaban de muy
diversa forma, de acuerdo con los ambientes en que vivieran y sólo cuando se tenía el objetivo
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expreso de controlar a los individuos, se les daba una alimentación definida, esquema que se
seguía principalmente con los híbridos de lobo y perro.
Cánidos arqueológicos y determinación temporal de eventos
Debido al carácter semestral del ciclo reproductor del perro y a la rapidez con que crece en su
primer año de vida, la determinación de la edad de individuos inmaduros nos ofrece la
oportunidad de ubicar el momento del año en el que se involucraron nuestros ejemplares (Blanco
et al 1999; Blanco et al 2006; Martínez y Reyes 2007; Rodríguez et al 2009; Valadez y Blanco
2005). Supongamos que en un sitio arqueológico encontramos una ofrenda con restos óseos de
dos crías de perro y que su estudio indica una edad de dos y cuatro meses, dependiendo del
ejemplar. En México las camadas se dan entre mayo y julio o entre noviembre y enero, y si
consideramos que el ejemplar más desarrollado murió a los cuatro meses de edad, es claro que
nació con anticipación al otro.
Para determinar un primer momento en la muerte de los ejemplares analizamos a la cría
más desarrollada. Si consideramos que nació al inicio de la época de crianza (mayo o noviembre)
el momento en que se le sacrificó sería agosto (primer periodo reproductivo) o febrero (segundo
periodo). Ahora bien, en caso de que nuestras crías hubieran nacido hacia el final de la
temporada de crianza, es la más joven la que nos sirve como referencia, dándonos, en este caso,
como segunda fecha probable, septiembre o marzo. A partir de los datos ahora disponibles,
podemos concluir que el rito donde se emplearon las crías de perros como ofrendas se dio muy
probablemente entre agosto y septiembre o entre febrero y marzo.
Cánidos arqueológicos y migraciones
Finalmente tenemos la posibilidad de reconocer pautas migratorias o de intercambio a través de
los perros (Valadez et al 2003a; 2006). Dado que en este momento tenemos una idea
aproximada del sitio de origen de los diferentes tipos de perros que habitaron Mesoamérica,
reconocer su presencia fuera de estos ámbitos implica necesariamente movimientos ligados a los
intereses humanos. Evidencia de ello la tenemos con la llegada de los primeros perros pelones a
la Cuenca de México (Valadez et al 1999), la cual se da junto con las primeras migraciones
chichimecas (siglo VII d.C.) y su posterior llegada a la península de Yucatán en el Posclásico
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como resultado de la “migración tolteca” (Noguez 2001; Valadez et al 2010). Información
semejante podemos obtener con otros tipos de perros, con lobos y además con prácticas
religiosas que involucran el empleo del perro en tal o cual forma y que ello no puede interpretarse
más que como el resultado de tradiciones recién llegadas a nuestra zona de estudio.
Conclusiones
El estudio detallado de los restos de perros descubiertos en contextos arqueológicos
mesoamericanos nos ofrece una cantidad de información equivalente a la de cualquier otra fuente
de datos a las cuales, tradicionalmente, se les considera básicas en la investigación arqueológica,
por ejemplo la lítica o la cerámica. Con base en ello es que en este momento se enfatiza la
necesidad de abordar con cuidado todo lo concerniente a este animal, pues la información que
finalmente recuperemos será un reflejo directo de las tradiciones presentes en la cultura
estudiada, no sólo en lo que se refiere al manejo o uso de este animal, sino también a una buena
parte de la cosmovisión en la cual perro fue involucrado, muchas veces de forma por demás
relevante.
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