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EL PALACIO DE LAS AGUAS CORRIENTES De Gran Depósito Distribuidor a Monumento Histórico Nacional

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REALIZACIÓN DE LA PUBLICACIÓN

EdiciónAGUA Y SANEAMIENTOS ARGENTINOS

AySADirección de Relaciones Institucionales

Programa Fuente Abierta

Autor Jorge D. Tartarini

ColaboraciónCelina B. Noya

Seguimiento EditorialLaura Ratto

Diseño GráficoFontana + Franco Consultoría Et Diseño

Retoque DigitalAldo O. Martínez

ImpresiónTalleres Gráficos del Norte S.R.L.

Primera edición – Primera reimpresión – 1.000 ejemplares

AgradecimientosNuestro especial agradecimiento a:

Kirsten Boye Saetre, Marianne G. Boye y Petter Boye,por las imágenes y referencias del arquitecto noruego Olaf Petrus Boye.

Arquitecta Lucía Juárez,por sus relevamientos documentales en asociaciones profesionales

y archivos de fábricas de terracota en Gran Bretaña.

Doctor Oscar A. De Masi

Arquitecto Carlos A. Moreno

Tartarini, Jorge DanielEl palacio de las aguas corrientes: de gran depósito a monumento histórico nacional / Jorge Daniel Tartarini; contribuciones de Celina B. Noya. - 1a ed. 1a reimp. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: AYSA Editoriales, 2017.200 p.; 28 x 22 cm.

ISBN 978-987-23826-7-4

1. Historia de la Arquitectura. I. Noya, Celina B., colab. II. Título.CDD 720.9

Queda hecho el depósito que prevé la ley 11.723.Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida la reproducción parcial o total de esta publicación por cualquier medio (electrónico, químico, mecánico, óptico o fotocopia), sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo sanciones establecidas por las leyes.

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO 1: ANTES DE LAS AGUAS CORRIENTES

Del Buenos Aires colonial a la Gran Aldea

De la Revolución de Mayo a las aguas para locomotoras

CAPÍTULO 2: LAS PRIMERAS AGUAS CORRIENTES

1860: Una década de contrastes

John Coghlan y Murphy (1824-1890)

Hierro es Progreso

CAPÍTULO 3: EL PROYECTO DE BATEMAN PARA EL RADIO ANTIGUO

La fiebre amarilla

Llega John F. Bateman

John Frederick La Trobe Bateman (1810-1889)

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CAPÍTULO 4: EL GRAN DEPÓSITO DISTRIBUIDOR

Un depósito de apariencia vistosa, en un barrio a la moda

Los primeros diseños

Carl August Bernhard Nyströmer (1846-1913)

Hacia el proyecto definitivo

La estructura de hierro

Terracota, sí. La versión final

La arquitectura porteña en los años ´80

Un Palacio de Terracota e Hierro

Olaf Petrus Boye (1864-1933)

La «terracotta»

Royal Doulton & Burmantofts

Los Escudos

El universo metálico

Pormenores de la construcción

Gran Depósito «Ingeniero Guillermo Villanueva»

Hermoso y útil, pero…

El Palacio de las Aguas Corrientes

BIBILIOGRAFÍA

ÍNDICE DE IMÁGENES

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INTRODUCCIÓN

A menudo, en la historia de las naciones existen obras singulares, poco comunes.

Emprendimientos impares que aglutinaron el trabajo de generaciones y que, vistos

desde el presente, resultan casi inexplicables a los ojos del observador. General-

mente se trata de creaciones que, con el tiempo, han acrecentado su valoración y

hoy forman parte del más rico patrimonio cultural de cada país.

Entre nosotros, podríamos mencionar la fundación de la ciudad de

del tiempo. Cinco años bastaron para que su construcción comenzara a llamar la

atención de la opinión mundial y se convirtiera en un símbolo palpable de la mo-

dernidad urbanística, del espíritu «positivo» del siglo y de la enorme audacia, op-

timismo y fe en el porvenir de la Nación.

en el campo del arte y la técnica, otra obra descollante: el Palacio de las Aguas Co-

rrientes en Buenos Aires, motivo de la presente publicación. Esta pieza excluyente

de la envergadura que alcanzaron las obras de salubridad en la Capital de la Na-

ciudad con un Gran Depósito Distribuidor.

actual avenida Callao, y más allá comenzaba a dispersarse en residencias aisladas

de generosos espacios verdes, seguidas por quintas y chacras.

El Gran Depósito llegaba a una ciudad que dejaba atrás la Gran Aldea

la importancia de las Aguas Corrientes frente a los ojos de la población.

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Y para ello se acudió a un singular palacio de aire francés, revestido por cientos de

miles de piezas de terracota traídas desde Europa, perfectamente embaladas e iden-

modelo para armar a gran escala ocultaba una sorpresa mayúscula: una megaes-

La historia que aquí presentamos habla del proyecto y ejecución de

esta excepcional obra. De su «catedral» de hierro fundido interior y de su ecléctica

hoy guarda para propios y extraños un monumento que a través de los años cam-

exterior. Con el tiempo, su utilidad se fue resintiendo debido al espectacular cre-

cimiento de la ciudad y al avance tecnológico, hasta llegar a su completa desafec-

En la actualidad sus entrañas atesoran un patrimonio tan valioso

como el agua original: la memoria de las obras de salubridad, presente en los tes-

timonios, documentos y actividades que desarrollan un Museo del Agua y de la

Historia Sanitaria, una Biblioteca especializada en Historia Sanitaria y Ciencias

del Medio Ambiente, y un Archivo Histórico de Planos de características únicas

en nuestro país. Tales los tres pilares constitutivos de «Fuente Abierta», el Pro-

grama de Integración Cultural creado por Agua y Saneamientos Argentinos,

sanitario nacional. Una tarea que hoy forma parte sustantiva de su identidad y que

le permite –día a día– cimentar su presente y proyectar su porvenir.

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CAPÍTULO 1

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CAPÍTULO 1ANTES DE LAS AGUAS CORRIENTES

Del Buenos Aires colonial a la Gran Aldea

Un lugar sin «corrupción de ayres, ni de aguas»

Habían pasado poco menos de trescientos años desde su fundación, cuando Buenos

Aires en 1869 se convertía en una de las primeras ciudades de América con un sis-

tema de aguas corrientes. Para alcanzar este vital adelanto, la ciudad debió recorrer

un dificultoso camino, en el que se fueron sucediendo infinidad de iniciativas ten-

dientes a mejorar la calidad del agua utilizada por su población. Ideas, proyectos

y propuestas que no encontraron vías de realización pero que, en su devenir, fue-

ron abonando el terreno sobre el que se hicieron realidad en el último tercio del

siglo xix las anheladas aguas corrientes. Un logro que tuvo como detonante la pre-

sencia dramática de las epidemias y que encontró respaldo en los decisivos avances

de la ciencia médica, la tecnología y el higienismo a nivel mundial.

En oportunidades anteriores nos hemos referido a esta etapa fun-

dacional de nuestro saneamiento, en especial durante el año del Bicentenario

patrio, a través de diversas publicaciones y exposiciones1. En esta ocasión, aunque

es el Palacio de las Aguas Corrientes el que merecerá toda nuestra atención, acu-

diremos a ellas en distintos pasajes del presente trabajo. Lo hacemos en el conven-

cimiento que, de su lectura, se desprenden claves que permiten comprender mejor

la historia de nuestras primeras aguas corrientes y, por sobre todo, del proyecto y

construcción de esta excepcional obra.

Decíamos entonces que la presencia del inmenso estuario del Río

de la Plata tuvo un papel protagónico en la fundación y emplazamiento de la «Ciu-

dad de la Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Ayres». Su proximidad,

atendía a lo indicado por las Ordenanzas de Población, dictadas por la Corona

Española en 1573 para las fundaciones en el Nuevo Mundo, en lo referido a la exis-

tencia de una fuente abundante de agua dulce que atendiera las necesidades de sus

habitantes. Estas disposiciones, también conocidas como Leyes de Indias, se refe-

rían además a los beneficios de contar con tierras fértiles libres de pantanos para

el cultivo y la cría de animales, en las que no existiera «corrupción de ayres, ni de

aguas»2. Principios que parecen haber guiado a Juan de Garay, cuando en 1580

definió la traza de la futura ciudad, localizando el Puerto y el Fuerte en un terreno

barrancoso y anegadizo sobre la ribera, junto a la Plaza principal.

1 Se trata de los trabajos: Histo-rias del Agua en Buenos Aires.De aljibes, aguateros y aguascorrientes (2010, 160 pags.) yDocumentos para la Historia delSaneamiento Argentino (2010,308 pags.), editadas por Agua ySaneamientos Argentinos(AySA), que también tuvo a sucargo las exposiciones sobreBuenos Aires y el Agua. 1810 –2010, desarrolladas en el Palaciode las Aguas Corrientes y laPlanta Potabilizadora GeneralSan Martín, Buenos Aires, en elmarco del Programa de Integra-ción Cultural «Fuente Abierta».

2 chueca goitia, fernando.Breve historia del urbanismo.Madrid. Alianza. 1970. 2ª ed.

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CAPÍTULO 1: ANTES DE LAS AGUAS CORRIENTES | 15

1. La destrucción del fuerte de Corpus Christi por lostimbúes, según el grabado de Ulrico Schmidel, en suobra «Viaje al Río de la Plata», editada por primera vez en 1567. La presencia constante e inevitable delestuario signó cada una de las experiencias de quienestransitaron o habitaron Buenos Aires desde tiemposremotos.

En p. 12 y 13: La calle de la Alameda, óleo del pintordinamarqués Rudolf Carlsen, 1845. El primer paseo por-teño, en la zona de las actuales avenidas Leandro N.Alem y Corrientes. Paseantes y jinetes, junto a carretones,lavanderas y pescadores. Al fondo, la silueta del Fuerte.

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Por otra parte, la geografía de aquella villa colonial y su campaña, una llanura sin

grandes elevaciones, estableció desde los primeros tiempos la imposibilidad de

construir acueductos que por gravitación pudieran abastecer fuentes y surtidores

públicos y, asimismo, determinó que la extracción del agua del Río de la Plata fuese

la principal fuente de consumo. Podrá pensarse que la vecindad del río fue para

los pobladores sinónimo de abastecimiento seguro. Sin embargo, durante buena

parte de su historia Buenos Aires no contó ni con la cantidad ni con la pureza

necesaria de este vital elemento.

La villa fue creciendo lentamente y, desde sus orígenes, debió sufrir

epidemias que provocaron gran mortandad de habitantes, como las de sarampión

y viruela, acontecidas en 1685 y 1700.

En 1691, a su paso por Buenos Aires el sacerdote jesuita Antonio

Sepp, dejaba una descripción favorable de las aguas del estuario: «...Este sitio, Bue-

nos Aires, que no es grande, está a orillas del río de la Plata. El río mide, en el lugar

en que desemboca en el océano sesenta millas de ancho, y es más semejante a un

mar que a un río. Bebemos su agua durante las comidas; es muy sana y ayuda enor-

memente a la digestión. Se puede comer cuantas frutas se quiera, y beber luego esta

misma agua sin perjuicio. Todas las casas tienen planta baja solamente; no están

hechas de madera ni de piedra, sino de tierra o adobe. Por ello se mantienen apenas

siete años y luego se desmoronan y caen fácilmente. Los techos son de juncos»3.

Además del agua de río, los primeros pobladores buscaron llegar a

las napas de agua potable a través de rudimentarias perforaciones, de una profun-

didad que oscilaba entre los 6 y los 10 metros. Pero el líquido obtenido de estos

pozos de balde era salobre y áspero, no apto para el consumo, y a veces contami-

nado por la cercanía de los pozos ciegos, utilizándose generalmente para las tareas

domésticas de limpieza.

3 sepp, antonio, s.j. Relación de viaje a las misiones jesuíticas.Buenos Aires. Eudeba.1971.

2. Aguatero cargando su tonel en el Río de la Plata. Pintura de CarlosE. Pellegrini, 1831.

3. Reparto de solares realizado porJuan de Garay en 1583. En torno a la Plaza, los destinados al Fuerte,la Iglesia Mayor, el Cabildo y Cárcely, poco más lejos, las manzanas delas órdenes religiosas y el hospital.

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CAPÍTULO 1: ANTES DE LAS AGUAS CORRIENTES | 17

El abastecimiento con agua de río, tampoco era sencillo. La ubicación de la ciudad

sobre una meseta –por cuestiones defensivas– limitaba el acceso directo a las aguas,

en tanto que la escasa profundidad de la ribera, que solo brindaba agua barrosa,

no facilitaba el aprovisionamiento. Según Zabala y Gandía, las familias pobres

tenían dificultades para proveerse, mientras que las de algunos recursos solían

enviar a un muchacho a buscarla en verano, pero no con los fríos y vientos del

invierno4. Desde mediados del siglo xviii, los que podían adquirirla, recurrían al

precario y poco higiénico servicio del aguatero y, en los casos más acomodados, al

aljibe, construcción que almacenaba el agua de lluvia caída en los techos, azoteas

y patios, mediante cañerías de barro cocido o de hojalata.

Según Lucio V. Mansilla, tanto el agua de aljibe como la del aguatero,

decantada, eran entonces verdaderos objetos de lujo: «...esto del aljibe que no parezca

cosa baladí. Las fincas que lo tenían eran contadas, indicantes de alta prosapia o de

gente que tenía el riñón cubierto; daban notoriedad en el barrio, prestigio; y si por la

hilacha se saca la madera, tal o cual vecino pasaba por grosero por los muchos baldes

de agua fresca que pedía; y tal o cual propietario por tacaño, porque sólo a ciertas

horas no estaba con llave el candado de la tapa del precioso recipiente»5.

4 zabala, r. – de gandía, e.Historia de la Ciudad de BuenosAires. Buenos Aires. Municipa-lidad de la Ciudad de BuenosAires.1936. Tomo ii.

5 mansilla, lucio v.Mis memorias. Buenos Aires.Eudeba. 1966. p. 24.

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Por su parte, la que vendía el aguatero no era bebible directamente y debía con-

servarse en tinajones de barro que ayudaban a decantarla y refrescarla, por lo gene-

ral situados bajo las arcadas de un corredor que comunicaba el segundo patio de

la casa con el corral. Cerradas bajo llave, su empleo se administraba como un

«líquido precioso», un lujo al alcance de pocos6.

A menudo, para facilitar su clarificación se agregaba una pizca de

alumbre (sulfato de aluminio), o bien se utilizaba un «tinajero», es decir, una simple

estructura de madera con una piedra porosa que servía de filtro y un cántaro en el

que se iba recogiendo el agua fresca y limpia de impurezas. Era habitual colocarlo

en el primer patio de la casa, tanto para uso de la familia como de las visitas.

Para el aseo cotidiano, el agua era traída desde las tinajas por esclavas

en grandes jarras y se volcaba sobre una jofaina de plata o cerámica. El día del

baño, se calentaba el agua en el fogón de la cocina y luego, en recipientes de variado

tamaño, era llevada hasta un cuarto –ubicado cerca de la cocina o bien el mismo

dormitorio– donde se volcaba en una tina de latón. Sobre el día del aseo personal,

recordaba Mansilla: «Había que pasar por otra de ellas (una pieza, refiere Mansilla),

que se llamaba cuarto de baño, por la sencilla razón de que allí, entre cachivaches

diversos, estaba la tina de latón de mi madre, destinada al efecto. Otra tina de baño

había en el segundo patio, que dándole el sol se templaba fácilmente. Un toldo

improvisado la cubría, y en ella «por turno» se refrescaban los que no iban al río.

El agua de ambas bañaderas servía después para regar las plantas y las veredas»7.

Otro aspecto pobremente resuelto era el destino de las aguas servi-

das, por lo que las autoridades debieron reglar su encauzamiento y la evacuación

de las basuras, cuidando que por los conductos que salen a las calles sólo se viertan

aguas de lluvia y otras que, aunque correspondan a la limpieza de la casa, se

encuentren «limpias de motivos inmundos, bajo pena expresada»8.

6 Ibidem.

7 mansilla, lucio v. Op. cit.

8 young, carlos a. «El sanea-miento domiciliario en la épocadel Virreinato». En: «Boletín deObras Sanitarias de la Nación».Buenos Aires. Año iv. n° 37.Julio de 1940.

4. Junto con los brocales, tambiénfueron haciéndose más complejos y ornamentados los hierros vertica-les, con variedad de rosetas, roleos, y otros motivos de fundición y dezinc. En el aljibe del patio posteriordel Cabildo porteño –que originaria-mente estaba en la vivienda de calleVenezuela 1070- vemos un arcosemicircular formando tímpano conun Febo radiante.

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CAPÍTULO 1: ANTES DE LAS AGUAS CORRIENTES | 19

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5 y 6. Aljibe de la casa natal deManuel Belgrano, en la calle deSanto Domingo (actual Avenida Belgrano 430), a pocos metros del convento homónimo. Dibujadopor Vicente Nadal Mora en 1951.

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En el interior de las viviendas era común que para la evacuación de los desechos

se utilizara una bacinilla con tapa, las más de las veces de porcelana, que era vaciada

por los sirvientes en las letrinas del fondo –también conocidas como «los comu-

nes»– que descargaban a un pozo negro. Por las noches, una costumbre bastante

difundida era arrojar el contenido de la bacinilla desde la casa a la calle, al grito de

«¡Agua va!», que obligaba a protegerse a los desprevenidos transeúntes. Para

desalentar este hábito, las autoridades debieron aplicar severas multas, de menor

a mayor, según el contenido de las aguas.

La evacuación de las aguas de lluvias provocaba frecuentes anega-

mientos en épocas de tormentas, aislando zonas de la ciudad debido a que los cau-

ces de los zanjones se tornaban infranqueables. Las autoridades del Cabildo debie-

ron poner centinelas para evitar desgracias de transeúntes y jinetes, que se hundían

y hasta corrían riesgo de ahogarse. Estos reducidos cursos de agua –más parecidos

a pantanos que a arroyos– eran los denominados «terceros», que atravesaban el

área central de la ciudad para culminar en la barranca del río.

A medida que esta pequeña población fue convirtiéndose en un cen-

tro político de importancia y asiento de autoridades y grupos sociales de influencia,

el Cabildo debió tomar un papel más activo en el cuidado de la higiene pública.

Con la creación del Virreinato del Río de la Plata, se implementaron un conjunto

9. Casa del señor Pascual Acosta en la calle de San Miguel,año 1787. Pequeñas viviendas con locales comerciales alfrente, cada una con una habitación o «aposento», patiomínimo, cocina y letrina. Por detrás de estas unidades,se observan las dependencias de la residencia principal,con cocina, corral, letrinas, comunicadas con un patiode uso social, al que se llega desde la calle a través de un zaguán. En torno a él se disponen un comedor, dormitorios y demás salas. Los negocios se ubican sobreambas calles y también en la esquina, donde se ven lastípicas puertas dobles de madera que tenían los comerciosdurante la Colonia.

7 y 8. Planos de una casa en la Colonia, sobre la CalleReal en el Barrio de la Concepción, año 1786. Posee cua-tro unidades mínimas de alquiler, con negocio al frente,dormitorio y corredor al patio o «corralito» posterior, dondese ven las letrinas o «comunes», la cocina y el comedor. En el centro de la fachada, un zaguán lleva al patio de laresidencia principal. Traspuesto éste, encontramos unsegundo patio con aljibe, letrinas, cocina y demás depen-dencias de servicio.

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de medidas orientadas a evitar que se propaguen los focos de infección, prohibir

el tránsito de carretas en el centro de la ciudad, propiciar los primeros ensayos de

iluminación, calzadas y desagües, y multar severamente tanto a los vecinos que

arrojaran «aguas inmundas» y residuos a la calle, como a los aguateros que reco-

gieran agua en lugares inapropiados. Varias de estas medidas fueron impulsadas

por el Virrey Juan José de Vértiz y Salcedo durante el mandato que ejerció entre

1778 y 1784, período en el cual la ciudad pasó de 26.000 a 43.000 habitantes, en

gran medida debido al aumento de la población negra esclava.

En estos años, las disposiciones urbanas principalmente se dirigían

a establecer el alejamiento de los lugares de toma de agua en el Río de la Plata, la

obligación de incinerar animales muertos, examinar el estado del ganado para con-

sumo y a la creación de cementerios limitando los entierros en las iglesias.

A estos incipientes avances en materia de higiene, se sumaban otros

en el terreno de la salud, como la creación del Protomedicato (1780) –antecesor

de la actual Facultad de Medicina–, la del cargo de Ingeniero Inspector (1784) en

el Cabildo para atender cuestiones de higiene urbana, y la formación de la Junta

de Sanidad (1804).

Intentos de vecinos para mejorar la provisión de agua, no faltaron.

Hacia 1757 uno de ellos solicitó autorización al Cabildo para construir un pozo

destinado a guardar escarcha en invierno, y pocos años después otro planteaba

traer hielo desde la cordillera. En 1783 se presentó una propuesta para conducir

agua desde el río a las casas, calles y plazas a partir de la construcción de una

máquina por Matías Sánchez y Esteban Palazios, «maquinistas» de la Corte de

Madrid; en tanto que Juan Francisco de Aguirre escribía entonces sobre la posibi-

lidad de construir una red de desagües por conductos subterráneos. Otro vecino,

10. Una vista del Cabildo frente a la Plaza de la Victoria.En primer plano, un carro aguatero, ya no tirado porbueyes sino por caballos. Al lado del Cabildo, sobre lacalle Victoria (hoy Bolívar), se ve una casa de piso alto,los «Altos de Riglos». En 1818 el gobierno la había adquirido para donarla al general San Martín, en premioa sus triunfos sobre los realistas. El militar nunca lahabitó, y poco después fue adquirida por Miguel Riglos.Desde su balcón, la sociedad patricia presenciaba lasceremonias, festividades y acontecimientos que habi-tualmente se desarrollaban frente al Cabildo. Dibujo y litografía de Albérico Isola, 1844.

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Juan Vicente Chilavert, en 1802 proponía al Consulado la captación de aguas sub-

terráneas destinadas a riego y brebaje de ganado, con un sistema de perforación a

percusión, más o menos equivalente a las actuales sondas. Pero éstas y otras pro-

puestas no trascendieron su carácter, y se perdieron en el desierto de concreciones

que prolongará su reinado hasta mediados del siglo xix.

El único proyecto concretado, y quizás el más próximo a los anhelos

de tener una ciudad habitable, fue hacia 1780 la apertura por el Virrey Vértiz del

Paseo de la Alameda, el primero que tuvo Buenos Aires. Se trataba de una calle

ancha que se extendía 400 metros, paralela al río, con bancos, álamos, sauces y

ombúes. En aquellos años, el Río de la Plata mojaba las tierras de lo que es hoy la

Avenida Leandro N. Alem, es decir la Alameda, y los porteños la frecuentaban todo

el año tomando baños en la ribera, a tal punto que en 1809 el virrey Cisneros debió

dictar un «Auto de Buen Gobierno», debido a: «Que echando de ver los excesos

que se cometen en los baños públicos de las riberas del río, tan opuestos a la moral

cristiana, mando que nadie entre en él a bañarse por los sitios que están a la vista

del Paseo del Bajo sino de noche, observando la más posible decencia, quietud y buen

orden»9. Para asistir, las señoras esperaban que llegara el 8 de diciembre de cada año,

día de la Inmaculada Concepción, cuando comenzaba la temporada de baño con la

bendición de las aguas por parte de los padres franciscanos y dominicos.

9 jaimes repide, julio b. Paseosevocativos por el viejo BuenosAires. Buenos Aires. Peuser. 1936.

11 12

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CAPÍTULO 1: ANTES DE LAS AGUAS CORRIENTES | 25

11 y 12. Retrato de Carlos E. Pellegrini, autor de un proyecto para dotar de aguas clarificadas a la ciudad,aprovechando las mareas y crecientes del Río de la Plata.Dibujo del establecimiento ideado por el ingeniero francés.

13. Vista del antiguo Fuerte, acuarela de Carlos E. Pellegrini, 1829. Tras sus muros, sobresale un edificiogrande y pesado, antes residencia de los virreyes y luegoocupado por el Presidente de la Junta de Mayo. Instaladodesde principios del siglo XVII, la construcción del Fuertefinalizó en la década de 1720. Rodeado por un foso, sólose accedía a él por la Plaza Mayor, mediante un puentelevadizo construido donde hoy se levanta el arco centralde la Casa Rosada.

13

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De la Revolución de Mayo a las aguas para locomotoras

El estado sanitario que presentaba la capital del Virreinato del Río de la Plata a ini-

cios del siglo xix, cuando comenzaba a gestarse la Revolución de Mayo, distaba de

corresponderse con el nombre que había acuñado su identidad de origen y aludía

a la calidad de sus aires. Calles en las que abundaban pantanos y depósitos de resi-

duos, pozos negros que filtraban sus contenidos a pozos de balde, y la provisión

de agua de río por aguateros, continuaban siendo parte de la vida cotidiana de los

porteños. Y lo serían por varias décadas más, como veremos. Hacia 1810 Buenos

Aires llegaba a los 42.500 habitantes, y al año siguiente se inauguraba el primer

monumento argentino, la Pirámide de Mayo. El uso de los espacios públicos era

más intenso que antes, pero las medidas a favor de la higiene pública seguían siendo

aisladas y dirigidas a reglar la venta de agua, el riego de las calles y las descargas de

los albañales y aguas servidas, pero sin atacar las causas de los problemas.

Durante el mandato de Martín Rodríguez (1820–24), Gobernador

de Buenos Aires, se iniciaron negociaciones para obtener un empréstito destinado

a la construcción de un puerto y a la provisión de aguas corrientes. Bernardino

Rivadavia, primero como su Ministro y luego como Presidente, propició la incor-

poración a la obra pública de profesionales y técnicos extranjeros, que tuvieron

destacada participación en proyectos vinculados a la obtención, purificación y dis-

tribución del agua, como fueron el arquitecto e ingeniero hidráulico inglés Santiago

Bevans (1771–1832), arribado en 1822 y el ingeniero y artista saboyano Carlos

Enrique Pellegrini (1787–1875), quien llegó en 1828.

Las propuestas de sistemas de captación y clarificación de Pellegrini

cubrirán un período de más de treinta años. Entre sus principales contribuciones,

debemos mencionar la que puede ser considerada como el primer proyecto de

dotación de agua de río clarificada para la ciudad. Publicado al año siguiente de

su llegada, consistía en un «filtro – estanque» ubicado en una isleta, distante 80

varas –unos 222 metros– al suroeste del Fuerte, actual Casa de Gobierno. Su parte

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CAPÍTULO 1: ANTES DE LAS AGUAS CORRIENTES | 27

14. Hacia 1880, el Sur de la ciudad presentaba este aspecto. Sobre la rivera el viaducto de hierro del Ferrocarril de Buenos Aires y Ensenada y, a un costado en primer plano la chimenea y dependencias del Molino San Francisco.

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superior era un depósito donde el agua se filtraba a través de arena, carbón y

pedregullo, con una superficie de 200 varas cuadradas –556 metros cuadrados–;

debajo, una cisterna o aljibe recibía el agua clarificada. Un caño conducía el agua

hasta la ribera, donde unas bombas movidas por caballos la elevarían a un depó-

sito o «castillo de agua»10.

¿Qué sucedía mientras tanto con la Alameda en esta nueva etapa?

A mediados de diciembre de 1846 se colocaba la piedra fundamental de la amplia-

ción del paseo, asistiendo al acto en carácter de madrina, Manuelita Rosas. Además

de embellecer la costa, la obra procuraba contener las aguas del Río de la Plata que

en sus fuertes subidas a menudo llegaban hasta la actual calle Balcarce. Desde el

30 de octubre de 1848, recibió el nombre de Paseo de Julio. Terminadas las obras,

hacia 1865 la totalidad del paseo se extendía por las actuales avenidas Leandro

Alem, Paseo Colón y Libertador, entre San Martín y la avenida Alvear. Paralela-

mente, se dictaba una ordenanza que disponía la construcción de recovas en los

edificios cuyos frentes dan al paseo, y que hoy forman parte de la identidad de ese

sector de la ciudad.

En el campo de las aguas corrientes, la mayoría de las propuestas de

particulares no llegaron a materializarse. Entre ellas, se encontraban las de nume-

rosos extranjeros vinculados con firmas europeas que comercializaban las maqui-

narias y el equipamiento utilizados por dichos servicios; básicamente, máquinas a

vapor y conductos de hierro. Una de estas presentaciones, la realizada por los pro-

pietarios del Molino a vapor «San Francisco», ubicado sobre calle Defensa a corta

distancia de la Plaza principal, permitió a la ciudad contar hacia 1849 con un pro-

yecto de aguas clarificadas que algunos consideran –aunque impropiamente– el

primer sistema de provisión de agua que tuvo la ciudad. En realidad, el agua era

bombeada por conductos que se internaban una cuadra en el Río de la Plata hasta

el citado molino y allí, una vez clarificada, era retirada por los aguateros para ser

vendida en la ciudad.

15. Vista del Molino San Francisco desde el río, 1846;según una reconstrucción documentada de 1938. Ubicado en la calle Balcarce, entre Alsina y Moreno, en este establecimiento habría funcionado la primeramáquina a vapor llegada a Buenos Aires.

16. En el catastro de la ciudad realizado entre 1860 y 1870 por Pedro Beare, aparece el predio del Molino «San Francisco», en la manzana delimitada por las callesBalcarce, Moreno, Potosí (hoy Alsina) y la ribera del Río de la Plata. Las siluetas permiten identificar el estableci-miento con su chimenea, galpones, depósitos y, probable-mente, los piletones que almacenaban el agua extraída del río (Parcela III).

10 rosell soler, pedro a.«La primera instalación de filtros en América». En: «Boletín deObras Sanitarias de la Nación».Buenos Aires. Año i. Diciembrede 1937. n° 6. p. 646.

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CAPÍTULO 1: ANTES DE LAS AGUAS CORRIENTES | 29

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Diferente carácter a este efímero reparto a domicilio, tuvo la experiencia llevada a

cabo por el Ferrocarril del Oeste, que en 1857 inauguró oficialmente el primer tren

que circuló por estas tierras, con un ramal que unía la Estación Parque con Flo-

resta. La llegada del tren exigió contar con «agua dulce» para las locomotoras a

vapor, pues el agua salobre de los pozos deterioraba sus calderas. Para ello, fue

necesario internar una cañería en el Río de la Plata en la zona de la Recoleta, que

permitiera llevar el agua hasta la Estación Parque del F. C. del Oeste (en la manzana

del actual Teatro Colón). Este servicio en su origen fue exclusivamente del ferro-

carril para sus máquinas. A propuesta de Francisco B. Madero, se dispuso aumen-

tar el diámetro del caño inicialmente proyectado, haciéndose extensiva en 1868 la

alimentación a un grupo de casas del barrio del Temple. En toda la extensión de la

cañería fueron instaladas canillas, para que el público pudiera servirse, convirtién-

dose de esta manera en el primer servicio de agua corriente.

Que la ciudad careciese de un sistema de abastecimiento adecuado,

no equivalía a que ciertos vecinos no contaran con algunos alardes de modernidad.

Tal el caso de Mariquita Sánchez de Thompson y su casa de Florida al 200, que

poseía un novedoso sistema de tubos y canillas para conducir el agua desde los

patios a las tinas11. Y si de iniciativas individuales se trata, vale la pena recordar

que, antes que los porteños tuviesen sus aguas corrientes, en 1856, Paul Doutre

realizaba las primeras instalaciones de cañerías y grifos en el Palacio San José del

General Urquiza en Entre Ríos, que comprendían la cocina, la sala de baños y

otros locales12.

Volviendo a la ciudad de Buenos Aires, al cumplir su primer medio

siglo de vida independiente, los cambios en su higiene y salubridad no habían sido

considerables. Hacia 1854, cuando ya contaba con 85.000 habitantes, la Munici-

palidad celebraba un contrato con la firma Bragge y Cía. para la instalación de un

11 vilaseca, clara (Compil.).Cartas de Mariquita Sánchez.Biografía de una época. BuenosAires. Ed. Peuser. 1952.

12 macchi, manuel e. PalacioSan José. Museo y MonumentoNacional. «Justo José deUrquiza». Buenos Aires. 1969.

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CAPÍTULO 1: ANTES DE LAS AGUAS CORRIENTES | 31

servicio publico de distribución de agua, pero distintos problemas obligaron a que

en 1857 se rescindiera. En estos años, la Comuna llamó a una licitación para pro-

veer de agua a 40.000 personas en un radio de 150 manzanas, pero tampoco la con-

vocatoria resultó fructífera.

A la falta de concreción de éstas y otras propuestas, se agregaban las

limitaciones de las medidas adoptadas por los gobiernos, fruto de un naciente y

rudimentario higienismo. En su formulación, las disposiciones continuaban pre-

ocupándose por alejar de la ciudad las industrias, mercados, cementerios y hospi-

tales, con la intención de alejar las «miasmas» («vapores u organismos malignos»)

que desprendían los cuerpos enfermos o ciertas sustancias en descomposición. Esta

creencia generalizada, fundada en que la relación entre lo salubre y lo insalubre

derivaba del aire que se respiraba, también predominaba en el sanitarismo europeo,

hasta que alcanzaron difusión los descubrimientos de científicos como Louis

Pasteur y su teoría microbiana de la enfermedad13. Algo que en el medio local

recién asumió real dimensión cuando, en la segunda mitad del siglo xix, concretada

la organización institucional del país, una serie de factores concurrentes permitie-

ron a la ciudad contar con su primer sistema de aguas corrientes.

17. Aviso de apertura del Ferrocarril del Oeste, desde la Estación Parque hasta San José de Flores, 1857.

13 En Londres, por ejemplo, ladecisión de la Comisión Metro-politana de Alcantarillado decegar los pozos ciegos y desagüesal alcantarillado, para arrojar lasaguas negras al Támesis, provocódurante 1848-49 una epidemia decólera que causó 14.137 víctimas;reiterándose en 1853, con más de10.000 muertes. Tras el proyectodel ingeniero Joseph Bazalguettede alcantarillado cerrado, inau-gurado en 1865, progresivamenteel Támesis dejó de ser una cloacaa cielo abierto y el cólera pudoser controlado. También en elcontinente europeo, el cólerahabía avanzado con rapidez enciudades como Berlín en donde,de los aproximadamente 145.000habitantes, murieron casi 2.000.En 1832 llegó a París, ciudad queal igual que la capital alemana nodisponía de canalización de mate-rias fecales y las aguas sucias severtían al Sena. Enfermaroncerca de 230.000 franceses, delos cuales 100.000 perecieron,19.000 sólo en París. En elmismo año el cólera arribó aEstados Unidos. Continuamentese sucedieron nuevasepidemias: primero entre los años1840 y 1861, con más de unmillón de víctimas en Rusia; luegoentre 1863 y 1875, así comoentre 1881 y 1896. En: kohl,alejandro. Higienismo argen-tino. Historia de una utopía.Buenos Aires. Edit. Dunken.2006. p. 28-29.

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18. Locomotora «La Porteña», la primera que circuló por estas tierras. Para su funcionamiento, y el de otrasmáquinas a vapor, fue indispensable contar con «aguadulce» que no dañara sus instalaciones, dando origen a un pequeño tendido de cañerías de aguas corrientes, el primero que tuvo la ciudad.

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CAPÍTULO 2

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CAPÍTULO 2LAS PRIMERAS AGUAS CORRIENTES

1860-1870: Una década de contrastes.

Tradición, epidemias y modernidad

En la década que marcó la llegada de la modernidad a estas tierras –insinuada años

antes con la aparición del ferrocarril (1857) y el primer alumbrado a gas (1856)– se

habilitarán las primeras aguas corrientes de Buenos Aires. Fue una época de tran-

sición, en la que costumbres coloniales coexistieron con los avances de la era indus-

trial y en la que se produjeron graves epidemias. Es que la ciudad seguía abaste-

ciéndose con el agua que vendían aguateros en toneles repletos de gérmenes, sólo

algunas casas tenían aljibes y muchas pozos de balde con agua de una primera napa,

a menudo contaminada por las letrinas.

En 1858 se había declarado la fiebre amarilla en un barrio de la ciudad,

trasladándose los enfermos a la quinta de Lezama en San Telmo, donde se improvisó

un lazareto. La enfermedad se cobró 400 víctimas y provocó el éxodo de personas

hacia distritos rurales1. A la viruela, escarlatina, sarampión, disentería, peste y difteria,

que habían provocado epidemias desde mucho tiempo atrás entre los porteños2, se

sumaban el cólera y la fiebre amarilla, potenciadas por el aumento de la población y

el creciente flujo de personas y cargas derivado de la incorporación del país a la divi-

sión del mercado internacional, como país productor de materias primas.

En este contexto es cuando la higiene y el cuidado de la salud van

cobrando cada vez mayor interés. Hecho que no solo se verifica en la prédica de los

médicos locales –Rawson, Mallo, Coni, Wilde– influyendo en la política estatal, sino

en las numerosas presentaciones de particulares para la provisión de agua de la ciu-

dad. Entre ellas, no faltaron quienes prefirieron la utilización de aguas subterráneas,

que podían ahorrar largas extensiones de cañerías. Tal el caso de los pozos artesianos,

y los trabajos iniciados en 1861 por D. A. Sourdeaux y D. R. Legoux para una per-

foración artesiana, con el apoyo oficial del gobierno provincial, entonces en manos

de Bartolomé Mitre, quien en acto público dio el primer golpe de sonda3.

1 Los primeros brotes de cólera(1856) y de fiebre amarilla (1858),coinciden con un incremento de la población, que según elcenso de 1855, ascendía a 71.438habitantes.

2 besio moreno, nicolás.«Historia de las epidemias deBuenos Aires. Estudio demográ-fico estadístico». En: «Boletín deObras Sanitarias de la Nación».Año iii. Enero de 1939. n° 19.

3 rossell soler, pedro a. «Laprimera instalación de filtros enAmérica. En Estados Unidos en1872 – En Argentina en 1868».En: «Boletín de Obras Sanitariasde la Nación». Buenos Aires.Año i. Diciembre de 1937. n° 6.p. 646.

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CAPÍTULO 2: LAS PRIMERAS AGUAS CORRIENTES | 37

1. Proyecto de provisión de agua presentado por el ingeniero John Coghlan a la Municipalidad de BuenosAires en 1862, no ejecutado. Años más tarde, será la basedel encargado por el Gobierno de la Provincia de BuenosAires a este profesional y se convertirá en el primer sistema de aguas corrientes de la ciudad.

En p. 34 y 35: Una vista del espigón de madera que salíadel centro de la Aduana Nueva o Aduana Taylor, en unalitografía fechada en París, 1861. Inaugurada en 1857, laAduana fue el primer edificio público de gran volumenque tuvo la ciudad y también el primer relleno de enver-gadura realizado sobre terrenos ganados al río. El espigónse internaba unos 300 metros, y más tarde se acondi-cionó como muelle para pasajeros, compartiendo su usocon un servicio de zorras para las cargas. La Aduana fuedemolida en 1894 para dar lugar a las obras de PuertoMadero.

1

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Tampoco estuvieron ausentes los planes elaborados por profesionales extranjeros

residentes en el país, como el presentado al Municipio en mayo de 1862 por el

ingeniero irlandés John Coghlan, quien había arribado dos años atrás contratado

por el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires (Ver: John Coghlan y Murphy).

Su proyecto estaba destinado a abastecer con 1.500.000 galones –6.810.000 litros–

diarios de agua clarificada a la ciudad por medio de tres depósitos ubicados en la

zona de Recoleta. El sistema cubriría un área de 340 manzanas, totalizando 55

millas –unos 88 kilómetros– de cañería, que incluía en su abastecimiento a merca-

dos, mataderos, etc. Coghlan aclaró en su trabajo la necesidad de dejar en cada

calle «llaves públicas» (grifos) donde conectar mangueras para lavar las casas o

apagar incendios, y un tanque situado en lo más alto de la ciudad con capacidad

de 60.000 galones –272.400 litros– para posibles contingencias. Sostenía que se

lograría la presión necesaria para que el agua llegara al tercer piso de las casas ubi-

cadas en la zona más elevada de la urbe. Su propósito era brindar «higiene y bien-

estar a la población», y de ese modo lograr un «avanzado estado de civilización»4.

Pero, tanto esta propuesta, como otras presentaciones de particulares, no fueron

tenidas en cuenta por la Comuna.

En estos años, los relatos de Sepp, Mansilla y otros sobre las

«bondades» del agua del Buenos Aires colonial, se encontraban en las antípodas

del pensamiento de Coghlan y otros profesionales que impulsaban nuevos pro-

yectos de abastecimiento. Entre ellos el ingeniero Julio Lacroze, quien hacia

1866 afirmaba:

«El agua de aljibe se rejunta en azoteas que a causa de su poca

declividad no pueden estar nunca bien limpias y son generalmente el receptáculo

de una porción de inmundicia, a más esa agua que permanece estancada tanto

tiempo (tres y cuatro meses) contrae todos los defectos de una mala agua: a causa

misma de esa larga estagnación se desarrollan en su seno vegetaciones y una por-

ción de animales, cuyos despojos contribuyen a darle un mal gusto y un olor nau-

seabundo insoportable»5.

4 «john coghlan. Biografía yTraducción del Primer Proyectode Provisión de Agua». En:«Saneamiento. Revista de ObrasSanitarias de la Nación». Añoxxxiii. Abril – mayo – junio de1969. n° 214. p. 107.

5 El ingeniero Lacroze respaldasu informe en las estadísticas dedecesos ocurridos durante eneroy febrero, como también en elaumento de enfermedades pormalas condiciones de higiene yvinculadas a la falta de agua buenay abundante (En: lacroze, julio.Estudio sobre la distribución de agua en las ciudades. Estableci-miento de aguas corrientes.Buenos Aires. Imprenta del Mer-curio. 1866).

2 y 3. Planos del proyecto del inge-niero Coghlan para la Casa deMáquinas a construir en Recoleta.Un severo lenguaje neoclásico, dedifundido uso en la arquitecturaindustrial de la época. Referencias a la antigüedad que se repiten dentro, en las columnas con órdenesclásicos de la maquinaria a vapor.Fue el primer establecimiento de filtros de América, inaugurado en 1869.

2

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CAPÍTULO 2: LAS PRIMERAS AGUAS CORRIENTES | 39

El 3 de noviembre de 1865 la Legislatura de Buenos Aires dictó la Ley Orgánica

de las Municipalidades, que encomendaba a éstas en su sección de Higiene la

desinfección del aire y el agua, la propagación de la vacuna, la adopción de pre-

cauciones para cortar las pestes y la de acudir cuando sea necesario a los conoci-

mientos científicos del Consejo de Higiene Pública.

La Municipalidad de la Capital, de acuerdo con este nuevo régimen,

se instaló el 5 de febrero de 1867. En esa oportunidad, el Ministro de Gobierno de

la Provincia, Nicolás Avellaneda, le recomendó muy especialmente a la Comuna

dotar de agua la ciudad. Pero, mientras continuaban las discusiones sobre los

modos de provisión, en abril de ese año se produjo un brote de cólera que causó

pánico en la población y que se reiteró al año siguiente. Todos clamaban por una

acción municipal que no se percibía, por lo que el descontento popular fue cre-

ciendo hasta que la gente se encaminó a las Salas Municipales para exigir la renuncia

de los ediles. El 17 de diciembre, con una multitud reunida en la plaza, el Gobierno

Provincial de Adolfo Alsina se hizo presente con sus ministros en las Salas del

Municipio, originando un conflicto de poderes que determinó la renuncia de los

municipales, más tarde retiradas.

Una derivación directa de estos acontecimientos tuvo lugar el 23 de

diciembre, cuando la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires dictó una Ley

que autorizaba al Gobierno a adoptar todas las medidas que fueran necesarias para

mejorar las condiciones higiénicas de la ciudad y le acordaba fondos, dentro de

una partida de 10.000.000 de pesos. Esta ley puede considerarse el verdadero punto

de partida de las primitivas Obras de Aguas Corrientes de la ciudad6. Para llevar

adelante estas mejoras el Legislativo Provincial –al igual que el Parlamento inglés

que nombró una comisión especial para las obras de saneamiento– creó la primera

Comisión de Obras de Salubridad, presidida en su origen por Emilio Castro, y

actuando como Director Técnico el ingeniero John Coghlan.

6 candiotti, marcial r.Obras Sanitarias de la Nación. Cincuentenario de las Obras dela Capital Federal. Exposiciónsobre su desarrollo económicoy financiero, 1868–1918.Buenos Aires. Est. Gráfico A. de Martino. 1918.

3

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JOHN COGHLAN Y MURPHY (1824–1890)

El ingeniero John Coghlan y Murphy había nacido en

1824 en el Condado de Kerray, Irlanda. Sus padres fueron

John Coghlan O´Brien y Anastasia Murphy, y fue el

cuarto de una familia de cinco hijos. Se trasladó a Francia

a estudiar ingeniería civil y se graduó en la Escuela de

Artes y Manufacturas de París, en 1844. Luego regresó

a Irlanda para trabajar con John MacNeill y Charles

Vignoles, y durante seis años en el Board of Works. Rea-

lizó trabajos en minería y tendidos ferroviarios en su país,

en España, Suecia y Prusia.

En agosto de 1858 el gobierno bonaerense había auto-

rizado a invertir hasta 250.000 pesos fuertes en la con-

tratación de un ingeniero para dirigir las obras públicas,

principalmente las hidráulicas. Mariano Balcarce, repre-

sentante del Estado de Buenos Aires en Europa, a

pedido de Bartolomé Mitre seleccionó y contrató a John

Coghlan, recomendado por la firma Baring Brothers.

Arribó en 1859, con solo 35 años, y residió en la Argen-

tina durante 30 años.

Una vez aquí, desarrolló una intensa labor profesional

en obras ferroviarias, portuarias y de salubridad. Pro-

yectó un puerto para Buenos Aires -que no se llevó a

cabo-, los depósitos de Las Catalinas y exploró el Río

Salado. Colaboró con el Ingeniero Wheelwright en la

construcción del F. C. de Buenos Aires y Ensenada y par-

ticipó en la construcción de numerosas líneas férreas (F. C.

Primer Entrerriano, F. C. de Campana a Rosario, F. C.

Central de Uruguay, etc.). Hombre de confianza del

gobierno argentino, fue consultor de importantes obras

de ingeniería, desinteresado consejero de los primeros

ingenieros argentinos y socio fundador de la Sociedad

Científica Argentina.

Autor del primer sistema de provisión de agua que tuvo

Buenos Aires, su trabajo sirvió de base al plan presen-

tado por el ingeniero John F. Bateman al Gobierno,

aprobado en 1872.

Sus últimos trabajos en el país los realizó en la actividad

ferroviaria, siendo presidente de las empresas del F.C. del

Sud y del F.C. de Buenos Aires a Rosario.

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CAPÍTULO 2: LAS PRIMERAS AGUAS CORRIENTES | 41

Estaba casado con Margaret Coghlan, quien falleció en

1871 en Buenos Aires. Antes de su partida en 1887,

recibió un álbum con más de 400 firmas de prestigio-

sas personalidades del país, y «La Prensa» le dedico un

editorial titulado «Don Juan Coghlan», donde se lee:

«De él se puede decir con perfecta verdad, que amó este

país y lo sirvió como es dable exigirlo y esperarlo de los

patriotas más fervorosos y honrados que vieron la pri-

mera luz bajo su cielo»1.

Falleció en Londres, el 14 de Septiembre de 1890.

1 Diario «La Prensa», mayo 17de 1887.

4. En la publicación «Mejoras de la Ciudad de BuenosAires» (1869), aparece minuciosamente documentado porla Comisión de Aguas Corrientes –creada por el Gobiernode la Provincia en diciembre de 1867– el proyecto de Coghlan, quien además realiza un exhaustivo análisis del estado sanitario y la conformación topográfica y demográfica de la ciudad.

5. Firma del ingeniero John Coghlan, 1869.

5

4

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En un primer instante, la Comisión vaciló y consideró la posibilidad de obtener

agua clarificada por filtración natural a través del terreno mediante zanjas excava-

das en la costa; pero, los análisis practicados por el químico Juan J. J. Kyle7, clara-

mente demostraron que resultaba más conveniente el agua natural del río, purifi-

cándola en filtros artificiales de arena.

Era evidente que el pulso de la acción gubernamental era dictado por

el curso de la epidemia. Decidida a realizar las obras a la brevedad, y desechando

iniciar gestiones para preparar un nuevo proyecto, la Comisión decidió adoptar el

presentado por el ingeniero Coghlan a la Comuna en 1862, ampliándolo en algunos

aspectos y colocándolo bajo la dirección de este profesional. De inmediato –dos

días después de sancionada la citada ley– se enviaba a Inglaterra al ingeniero Guntz

para adquirir todos los materiales y maquinarias que fuesen necesarias para la ins-

talación de las futuras aguas corrientes.

En aquellos años, los avances que brindaban las ciudades europeas y

norteamericanas en el campo del sanitarismo eran presentados por los higienistas

locales como modelos a imitar en la ciudad. De allí que no podía faltar en el trabajo

de Coghlan la mención a las experiencias en las que había inspirado su proyecto,

particularmente las realizadas por ingenieros ingleses como Bazalgette, Ford,

Rawlinson y Bateman. Desde 1862 Coghlan había mantenido correspondencia con

Joseph Bazalgette, Jefe de las Obras Públicas de Londres y con H. C. Ford, y cono-

cía acabadamente las obras de saneamiento realizadas en esta capital desde 18598.

El lugar establecido para construir la planta de clarificación se

encontraba en el barrio de la Recoleta, frente a la antigua quinta de Samuel Hale.

El predio tenía la forma de un cuadrilátero irregular, recostado sobre las vías del

F.C. del Norte de Buenos Aires, con un frente de 200 metros aproximadamente

sobre el camino a Palermo, por unos 100 metros de fondo.

Los servicios fueron proyectados para suministrar a la población

una provisión diaria de 1.200.000 galones ingleses o sea 5.448.000 litros de agua

del Río de la Plata. El sector de la ciudad a servir comprendía una extensión de

7 El doctor Juan J. J. Kyle fueuna de las figuras más importan-tes del pasado químico argen-tino. Nació en Stirling, Escocia,en 1838, e hizo sus primerosestudios en Edimburgo. Poste-riormente fue jefe del laborato-rio químico de la Universidad de Glasgow. Arribó primero a Uruguay por problemas de lossaladeros y a partir de 1862 seradicó en Buenos Aires. Se alistócomo farmacéutico del ejércitoen la Guerra del Paraguay, parti-cipando en batallas. Se graduó de Farmacéutico en la Facultadde Medicina en 1872, naturali-zándose ciudadano argentino alaño siguiente. Profesor de quí-mica en el Colegio Industrial yen la Facultad de Ciencias Exac-tas, Físicas y Naturales. En 1890fue nombrado Químico de laInspección General de las Obrasde Salubridad. Publicó numero-sos trabajos sobre minería e hidrología, vinculándose a laSociedad Científica Argentina y a la Sociedad Farmacéutica. En 1872 efectuó los primerosanálisis de las aguas del Río de la Plata, cuando se quería deter-minar el lugar para emplazar latoma en el río. Falleció en 1922.Ver: trelles, rogelio a.«Doctor Juan J. J. Kyle». En:«Boletín de Obras Sanitarias de la Nación». Buenos Aires.Noviembre de 1944. n° 89. pp. 373–376.

8 coghlan, john. Mejoras en laCiudad de Buenos Aires. Plan,informe y presupuesto del inge-niero Coghlan. Publicación Ofi-cial. Buenos Aires. ImprentaBuenos Aires.1869.

6

6 y 7. Réplica de la primera casa deCasa de Bombas de Recoleta proyec-tada por el ingeniero John Coghlan,levantada por Obras Sanitarias de laNación, hoy existente en la PlantaPotabilizadora de AySA en Palermo.Su exterior de líneas neoclásicas ylas máquinas a vapor originales quealberga en su interior.

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CAPÍTULO 2: LAS PRIMERAS AGUAS CORRIENTES | 43

960 cuadras con 480 manzanas, ocupadas por alrededor de 100.000 habitantes, cal-

culándose una densidad de 31.000 habitantes por milla cuadrada. Estas verifica-

ciones se habían realizado casa por casa, y permitieron corroborar que las densi-

dades mayores se daban en la periferia, donde se alojaban los sectores más

humildes, y no en el centro de la ciudad9.

Las obras generales de excavación en Recoleta se iniciaron en

febrero de 1868, y en abril del mismo año comenzó a llegar el material del exterior.

Casi al mismo tiempo que se iniciaban las obras reaparecía el cólera morbus cau-

sando 1.300 muertes, entre ellas la del Vicepresidente Marcos Paz.

Los trabajos fueron inaugurados oficialmente el 20 de septiembre

de 1868, con la colocación de la piedra fundamental. Y, exactamente un año des-

pués de dictada la ley, se hacía el ensayo de las máquinas adquiridas en Inglaterra.

El arribo al país de otros elementos de las islas se retardó más de lo preciso y

recién el 4 de abril de 1869, fue posible brindar al público el servicio de agua

corriente y filtrada.

La inauguración oficial del primer sistema de agua filtrada tuvo

lugar entonces el siguiente 25 de mayo, coincidiendo con los actos celebratorios

de la fiesta patria. Emilio Castro, ahora Gobernador de la Provincia, presidió el

acto, en compañía del Vicepresidente de la Nación, Adolfo Alsina. Según el inge-

niero Rosell Soler, tal obra fue la primera instalación de filtros en América, prece-

dida, cuarenta años antes, por similares instalaciones en Londres (1829) y adelan-

tándose a las que tres años después serán construidas en Nueva York10.

El sistema se iniciaba con dos caños de aspiración de hierro fundido

que se internaban en el Río frente a la Planta en Recoleta, como a 600 metros de

la orilla en las mareas altas. Por ellos se traía el agua a tres depósitos de decantación

con una capacidad total de 4.500.000 galones (20.000 m3) con lo cual podía aten-

derse el servicio de casi cuatro días. Luego, el agua pasaba por tres filtros lentos

con capacidad filtrante de 5.400 metros cúbicos por día. La Casa de Bombas, una

pequeña construcción de estilo neoclásico, contaba con dos máquinas a vapor, con

9 Ibidem. P. 8.

10 El creador del después deno-minado «filtro lento de arena» o «filtro inglés» fue el ingenieroJames Simpson de la Chelsea &Lambeth Water Company, quecomenzó a funcionar en 1829.Tenía un espesor de 2.05 metros,con capas de 1.00 metros degrava, 0.15 metros de conchillasmarinas; 0.30 metros de arenagruesa y la superior de 0.60metros de arena fina. El sistemadio un resultado excelente y fueadoptado por todas las compa-ñías de aguas inglesas cuandola ley de 1852 obligó a purificartoda el agua que se suministrabaal público. En Estados Unidoslas primeras iniciativas para puri-ficar el agua datan de 1866 enSaint Louis, Missouri, aunque no llegaron a concretarse. Delmismo año sería una instalaciónde filtración de agua del río Passaic en la ciudad de Newark,a través del terreno natural, reco-giéndola en dos estanques deunos 100 metros de largo por 50 metros de ancho y 8 metrosde profundidad, cavados a 60metros de la orilla, que funciona-ban como galerías filtrantes des-cubiertas. Recién en 1872 seconstruye en la pequeña ciudadde Poughkeepsie, Nueva York, la primera instalación de filtrosartificiales, y poco después se instalan otros análogos enLowell, Columbus y Toledo. En: rossell soler, pedro a.«La primera instalación de filtrosen América. En Estados Unidos en 1872 – En Buenos Aires en1868». En: «Boletín de ObrasSanitarias de la Nación». BuenosAires. Año i. Diciembre de 1937.n° 6. p. 645.

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calderas y demás implementos que permitían levantar el agua desde el Río a los

depósitos de asiento, y del pozo de agua filtrada a la red de distribución y al Tanque

Elevado que se ubicaría en la Plaza Lorea. Este depósito era una construcción

totalmente de hierro, de 43 metros de alto y una capacidad de 2.700 metros cúbi-

cos, que actuaría como regulador y reserva. (Ver: Hierro es Progreso).

Las cañerías que partían de Recoleta impulsaban agua purificada a

una red que abarcaba cerca de 177 cuadras, y en su recorrido se habían instalado

surtidores públicos en todas las plazas y mercados, en las principales calles, cada

cuatro cuadras, y en todos los hospitales y edificios públicos. Era una entrega limi-

tada: comenzaba a las 7 de la mañana y se extendía hasta las 14 horas. Es que los

contratistas ingleses no habían provisto a tiempo los materiales para terminar la

erección de la torre tanque de la Plaza Lorea, hecho que perjudicó seriamente la

regularidad del abastecimiento durante su año inaugural.

Se libraba al servicio una longitud de cerca de 20.000 metros de cañe-

rías conductoras de agua filtrada que no alcanzaba a servir al 8% de la población.

Las obras de este primer servicio, no eran definitivas para la Comisión, pues ésta

siguió considerando los proyectos para la instalación de cañerías distribuidoras por

todas las calles para llevar el agua a las casas; proyecto que pocos años más tarde

comenzó a ejecutarse conforme al plan preparado por el ingeniero John Bateman11.

El Buenos Aires de 1869 poco tenía que ver con la aldea de comien-

zos del siglo xix. Cuatro vapores por mes la unían con Europa y recorrían sus calles

las primeras líneas de tranvías a caballo. Por su parte, los resultados del Censo indi-

caban que sufría un crecimiento que, sin ser vigoroso, preanunciaba el aluvión de

décadas siguientes y en su población se incorporaban nuevas voces, idiomas y cos-

tumbres de inmigrantes que bajaban de los barcos llegados de Europa. La población

llegaba a los 187.346 habitantes, de los cuales casi la mitad eran extranjeros, y de

estos 44.233 eran italianos y 14.609 españoles. Sobre 19.000 viviendas urbanas, 2.300

eran de madera o barro y paja. El avance demográfico hacía preveer que «…sin

abundante provisión de agua, cloacas y desagües y con focos permanentes de gases

8. Frente al Camino a Palermo se estableció la Planta deRecoleta con su Casa de Máquinas y filtros. De aquí seenviaba agua clarificada a la red y a un Depósito en PlazaLorea, la que era distribuida a través de surtidores públicosy después por prolongación de cañerías al interior de las casas. En la imagen, la soledad del paraje extramuros,próximo a la quinta de Samuel Hale.

11 rossell soler, pedro a.Op. cit. p. 647.

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malsanos en cada casa y lodazales en cada calle, debe siquiera haber esperanza de

que esta ciudad, por mayores esfuerzos que hagan sus habitantes y autoridades, se

encuentre en condiciones de salubridad satisfactorias»12.

En 1870, de la población total sólo tenían servicio de agua 30.000

personas. Era necesario crear los instrumentos legales que autorizaran las obras

para ampliar la provisión de agua e iniciar las de desagües pluviales, cloacales y ado-

quinado de calles. El objetivo se cumplió con la sanción de la Ley del 24 de sep-

tiembre de 1870, que en su artículo 1° autorizaba a proveer a la ciudad de Buenos

Aires de tales obras, las que deberían ser construidas bajo la dirección de una Comi-

sión de Aguas Corrientes, Cloacas y Adoquinado, compuesta por cinco vecinos

aptos por la ley para ejercer el cargo de Municipales, que serían nombrados por el

Gobierno. La Comisión estaba autorizada a proyectar las obras, estudiar los pro-

yectos y aceptar el que juzgase más ventajoso; adquirir los materiales y maquinarias

por valiosos que fueren, y construir o hacer construir las obras.

Hasta octubre de 1870 la administración del servicio de las aguas

corrientes estuvo bajo la dirección del F. C. del Oeste, importante usuario y fuerte

accionista del sistema. A partir de entonces, de acuerdo con lo dispuesto por la

citada ley, pasó a manos de la nueva Comisión, integrada entonces por José Manuel

Estrada, José Roque Pérez, Vicente E. Casares, Manuel A. Aguirre y Rufino Varela.

A dos años de inaugurado el servicio, y cuando la ciudad aún no

estaba recuperada de la hecatombe sanitaria que produjeron las epidemias de cólera

de 1867 y 1868, otro flagelo, la fiebre amarilla, exigía ampliar el sistema. Y para

ello, nuevamente se acudirá al saber de la ingeniería hidráulica británica, esta vez

corporizada en otro ingeniero entonces de paso por estas tierras, John Frederick

La Trobe Bateman.

12 Mejoras en la Ciudad de Buenos Aires. Provisión de aguas,cloacas, desagües y adoquinado.Mensaje y proyecto del PoderEjecutivo, Informe de la Comi-sión Especial. Plan, informe y presupuesto del ingeniero Coghlan. Contrato celebrado por la Municipalidad. Planos pertenecientes al plan del inge-niero Coghlan. Publicación Oficial. Buenos Aires. ImprentaBuenos Aires. 1869. P. 10.

9. La progresiva extensión de lasaguas corrientes, fue desplazandolos aguateros de las zonas servidas. Ante la prohibición de obtener aguadel río, debían llenar sus toneles enlos surtidores públicos instaladospor el Gobierno, para lo cual debíanobtener un permiso y la constanciade haber pagado un canon mensual.

10. El depósito de Plaza Lorea, afines del siglo XIX. La casilla inferiorera ocupada por un encargado de sufuncionamiento que se comunicabapor telégrafo con la Planta Recoleta,ante posibles desbordes o carenciade presión en la red.

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HIERRO ES PROGRESO

En el Buenos Aires de 1884 no era habitual encontrar

estructuras de hierro de cierto porte en paseos públi-

cos, lugares entonces destinados al goce y contempla-

ción de los paseantes. Cuando las había, a menudo

despertaban sorpresa y admiración, tal como lo refleja

en una revista de la época un «sorprendido» cronista

que ve el Depósito de Plaza Lorea como un verdadero

monumento al progreso:

«Los que salen de los límites de su hogar en alguna pro-

vincia del interior para visitar este pequeño París, al ver

levantarse en el centro de la Plaza de Lorea, este inmenso

armazón de hierro, se quedan sorprendidos e intrigados.

¿Qué es? Un edificio, un monumento, un mirador para

entretenimiento y solaz de los paseantes.

Esa escalerita que trepa caracoleando hasta la altura,

para terminar en esa especie de vivienda férrea hermé-

ticamente cerrada que se levanta a treinta y cinco

metros de superficie del suelo, qué significa?

Será esta la morada de algún solitario de nuevo cuño

que en vez de buscar un refugio en las selvas o en las

montañas, como los de otro tiempo, se sirve de los ele-

mentos de la industria moderna para vivir en el seno de

las ciudades, y sin embargo, aislado de ellas, o mejor

dicho, sobre ellas, más cerca del cielo que de la tierra?

Todas estas suposiciones y conjeturas asaltan la mente

del viajero que ha salido como decimos, de los límites

de su hogar allende el litoral argentino, y que no

conoce, por consiguiente, las conquistas que hace la

civilización en obsequio del mayor bienestar social, ni

las transformaciones que se operan en Buenos Aires, la

vieja ciudad colonial.

Ese gigante de hierro es un depósito central de las aguas

corrientes.

En cierto modo, es exacto considerarlo un monumento.

Es un monumento del progreso material de Buenos Aires»1.

1 «Depósito de las AguasCorrientes (Plaza Lorea)». En: «La Ilustración Argentina».Buenos Aires. 1884.

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CAPÍTULO 2: LAS PRIMERAS AGUAS CORRIENTES | 49

11. El Tanque de Plaza Lorea, c. 1872. Para el BuenosAires de la Gran Aldea, un «gigante» de hierro que desper-taba sorpresa y fascinación.

12 y 13. A la derecha, plano de la Plaza Lorea con la par-quización que tenía el Tanque en su parte inferior. Abajo,sector de la ciudad comprendido por las calles Potosí(Alsina), Ayacucho, Córdoba y Uruguay, que aparece en el Catastro elaborado por Pedro Beare entre 1860 y 1870. En el extremo superior izquierdo, se observa la Plaza Lorea donde se ubicó el Depósito proyectado por Coghlan.

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CAPÍTULO 3

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CAPÍTULO 3EL PROYECTO DE BATEMAN PARA EL RADIO ANTIGUO

La fiebre amarilla

A poco más de un año de inauguradas las aguas corrientes, Buenos Aires fue

sacudida por una nueva epidemia, esta vez de fiebre amarilla. Comenzó hacia el

verano de 1870, pero el número de infectados no sobrepasó el centenar, y las

autoridades no tomaron debida cuenta del aviso. Pero era la antesala de la que

acontecerá en enero del año siguiente, considerada la más mortífera de la historia

sanitaria argentina.

Aquel verano fueron clausurados establecimientos educativos, bailes

de disfraces y el gobierno de Domingo F. Sarmiento decretó un receso administra-

tivo y parlamentario indefinido. Se paralizó la actividad económica y un tercio de

los porteños –cerca de 62.000 habitantes– se trasladó a las afueras de la ciudad y a

la campaña, éxodo que también emprendió el Presidente en ejercicio que se recluyó

en la localidad de Mercedes, en un gesto que mereció severas críticas de la prensa1.

El rebrote de «la plaga americana o vómito negro» llegado desde el

Paraguay, encontró terreno fértil en una ciudad donde proliferaban todo tipo de

focos infecciosos, ensañándose particularmente con las barriadas del sur, donde

continuaban su acción contaminante sobre el Riachuelo los saladeros de Barracas

al Sur (Avellaneda).

Uno de los factores que potenció el rebrote del flagelo fue la excep-

cional cantidad de agua caída durante 1869 – 1870, que superó en un 300% la media

anual. Por si esto no fuera suficiente, los espacios verdes eran pocos y casi sin vege-

tación, y las inmundicias y residuos se utilizaban para nivelar terrenos y calles. Las

aguas también afectaban las inhumaciones que se practicaban casi a ras del suelo,

al no existir una reglamentación sobre el entierro de los fallecidos. Estos y otros

factores se imputaron como causas de la epidemia. Pero estas circunstancias, al

igual que la formación de pantanos y el calor intenso, en realidad fueron las que

favorecieron la proliferación del mosquito, real responsable de la epidemia. Hasta

abril de 1871 las víctimas habían llegado a unas 14.000 –la mitad niños– sobre una

población estimada de 195.000 habitantes.

1 El diario «La Prensa» del 21 de Marzo de 1871, decía:«Hay ciertos rasgos de cobardíaque dan la medida de lo que esun magistrado y de lo que podrá dar de sí en el alto ejercicio que le confiaron los pueblos».

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CAPÍTULO 3: EL PROYECTO DE BATEMAN PARA EL RADIO ANTIGUO | 53

1. La sátira de «El Mosquito» –considerada la primerarevista con humor político nacional– en la caricatura«Pílduras contra la epidemia», marzo de 1871. En la copapueden verse miembros de una Comisión Popular deSalud Pública que actuaba en forma paralela a las auto-ridades municipales (José Roque Pérez (su Presidente),Lucio V. Mansilla, Héctor F. Varela, Manuel Argerich yManuel Bilbao, entre otros). Algunos de ellos resultaronvíctimas de la fiebre amarilla.

En p. 50 y 51: Los trabajos en la Planta de Recoleta,poco después de ser inaugurados, c. 1875. A la derecha, la Casa de Máquinas con su chimenea y muros a medioterminar. A la izquierda, la «Casa de los Ingenieros» y, detrás, la pequeña Casa de Bombas del sistema proyectado por el ingeniero John Coghlan años atrás.

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Entonces convivían en Buenos Aires el Gobierno Nacional, presidido por

Sarmiento, el de la Provincia de Buenos Aires, representado por Emilio Castro, y

un gobierno municipal a cargo del edil Narciso Martínez de Hoz. Podría pensarse

que tal superposición al menos garantizaba una presencia activa frente a la crisis,

pero la convivencia conflictiva de estos poderes provocó el efecto inverso al

deseado. Procurando ocupar la ausencia dejada por los poderes, unas 80.000

personas, movilizadas por el poeta Evaristo Carriego, acudieron a la Plaza de la

Victoria –hoy Plaza de Mayo– donde se decidió conformar frente a la emergencia

una Comisión Popular, presidida por el Doctor Roque Pérez. Hospitales y laza-

retos trabajaron a ritmo agotador, morían médicos y enfermeros, mientras se arbi-

traban medidas desesperadas. Los ejemplos de altruismo se multiplicaban.

En el mes de junio de 1871, la fiebre amarilla se alejó para siempre.

Esta tragedia había logrado lo que leyes y decretos hasta entonces no conseguían:

que las autoridades impulsaran un plan de saneamiento de mayor escala que el

proyectado originariamente por el ingeniero Coghlan. Una medida que, de haberse

adoptado antes, habría impedido en mucho la propagación de la enfermedad.

3. Los efectos dramáticos de la fiebre amarilla en una pintura de Juan Manuel Blanes, 1871. En ella, losdoctores José Roque Pérez y Manuel Argerich entran a una habitación de conventillo, donde una joven mujerfallecida yace en el suelo, junto a un bebé que pugna poralimentarse de su pecho. El hecho parece haber ocurridoen un conventillo de la calle Balcarce el 17 de marzo de 1871, y la mujer italiana, que vivía sola con su hijo, se llamaba Ana Bristiani.

2. Antigua Capilla de la Chacarita Vieja, a fines de 1880.Durante la fiebre amarilla de 1871 fue necesario construircementerios, pues los existentes no eran suficientes. Paraello se destinó un terreno de 5 hectáreas conocidas comola «Chacarita de los Colegiales» que era visitado por losalumnos pupilos del Real Colegio de San Carlos. En aquellugar, conocido como «Cementerio Viejo» o «La ChacaritaVieja», se llegaron a realizar 564 inhumaciones en unsolo día, hasta avanzada la noche.

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Llega John F. Bateman

El 9 de diciembre de 1870, poco antes de que estallara la gran epidemia, arribaba

a Buenos Aires el ingeniero inglés John Frederick La Trobe Bateman, quien había

sido contratado el 17 de octubre de ese año por el Gobierno para preparar un

proyecto de puerto para la Capital.

Su presencia no era casual y se inscribía dentro del fenómeno de

transferencia internacional de conocimientos, tecnologías y profesionales desde la

Inglaterra industrializada a estas tierras, entre 1820 y 1890. Si bien el éxodo de

ingenieros británicos a Europa, Estados Unidos, Asia, África y América Latina se

había iniciado tempranamente (recordar James Bevans, o el cartógrafo Pedro

Beare, por ejemplo), es en la segunda mitad del siglo XIX cuando se produce la

«diáspora» de contratistas e ingenieros, prácticamente en concordancia con el

crecimiento de las inversiones británicas en el exterior, las oportunidades de nego-

cios, y el progresivo endeudamiento de los gobiernos locales a través de emprés-

titos con la banca inglesa. Precisamente fue en las islas donde nació una nueva

«raza» de ingenieros como Coghlan, Bateman y otros, a partir del impacto del

nuevo mundo industrial, y de la evolución teórica y empírica de las escuelas de

ingeniería en el siglo XVIII2.

Una vez aquí, Bateman presentó los planos y el presupuesto global

de su propuesta portuaria pero, tanto este trabajo como otro sobre el Riachuelo,

su desembocadura y su limpieza, no fueron aceptados por el Gobierno3. Sin

embargo, otro encargo oficial compensará con creces estas fallidas propuestas.

Aprovechando su permanencia, la Comisión de Aguas Corrientes, Cloacas y

Adoquinado –en adelante la Comisión– consultó a Bateman sobre la forma de

salvar la insuficiencia que presentaba el sistema de provisión de agua de la ciudad.

El 27 de diciembre de 1870 la Comisión –en representación del Gobierno–

comenzó sus reuniones con el ingeniero inglés a fin de establecer las bases sobre

las que debían proyectarse las Obras de Salubridad. Fue entonces cuando, el Presi-

dente de la Comisión, Manuel Aguirre, expresó que «el Sr. Bateman según todos

2 El tema es analizado porMichael CHRIMES, en su trabajo:British and Irish Civil Engineersin the Development of Argentinain the Nineteenth Century.Facultad de Arquitectura eHistoria del Arte de la Univer-sidad de Cambridge. SegúnChrimes, a excepción de la India (452) y Australia (232), la Argentina en 1890 era el país con mayor cantidad de inge-nieros británicos, respecto de los demás países donde poseíainversiones el comercio de eseorigen: 118 profesionales.

3 Sobre el proyecto de puerto deBateman, señalaba el ingenieroLuis A. Huergo:«El acceso de losferrocarriles a los muelles eradeficiente, dejaba grandes áreasde terrenos insalubres, los depó-sitos de mercaderías eran simplesgalpones, el malecón exterior notenía la resistencia adecuada, y, por sobre todo, porque estababasado en la conservación de uncanal de dragado de 24 kilóme-tros de largo, que requería laremoción de 7.000.000 de metroscúbicos de material. En 1871comenzaron los trabajos prelimi-nares, construyéndose un canalde ensayo, bajo la dirección delingeniero Revy, y luego deAlfredo Moore, pero felizmenteel proyecto no se aprobó, aunquealgunos de sus defectos se mantu-vieron en el que más tarde se realizó». En: ROSELL SOLER,Pedro. «El ingeniero Juan Federico La Trobe Bateman».En: «Boletín de Obras Sanitariasde la Nación». Buenos Aires.Año V. Febrero de 1941. N° 44. P. 129.

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CAPÍTULO 3: EL PROYECTO DE BATEMAN PARA EL RADIO ANTIGUO | 57

5. Entre los distintos croquis de proyectos para el Puertode Buenos Aires puede verse el elaborado por John F.Bateman. Su trabajo fue duramente criticado por el inge-niero Luis A. Huergo.

4. Cuando John Frederick La Trobe Bateman (1810–1889)arribaba a fines de 1870 a Buenos Aires, venía precedidopor una vasta experiencia en la construcción de unacadena de diques y embalses en la cuenca de Longdendaleen su país, en su momento publicitados como la másgrande del mundo, y sus trabajos comenzaban a expan-dirse internacionalmente, con encargos en España,Canadá, Turquía, Italia y Ceilán, entre otros.

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los autores, es de las primeras autoridades en la materia» y que por ello se lo invi-

taba «a practicar nuevos estudios y levantar planos más completos»4. (Ver: John

Frederick La Trobe Bateman)

El 14 de enero de 1871 se celebró un convenio según el cual Bateman

dirigiría los estudios y la preparación de proyectos completos de Provisión de

Agua, Desagües, Cloacas y Empedrado de la ciudad, y también quedaría a cargo

de la Dirección de los trabajos e Inspección de los materiales. Por este acuerdo,

que tendría una duración de siete años, sus honorarios se fijaban en el 7% sobre

el costo de las obras. Se le encomendaba además la inspección de la maquinaria y

los materiales a enviar desde Inglaterra u otras naciones de Europa, de tal forma

que ningún artículo fuera recibido por la Comisión sin su aprobación y certificado.

Comprometía solo tres visitas personales durante la ejecución de las obras y, no

pudiendo residir en Buenos Aires, se manejaría a través de una Oficina Técnica

local a cargo de representantes, es decir, ingenieros residentes de confianza con

quienes ya había compartido trabajos, tales como Alfred Moore, George Higgin,

L. J. Lowe, y el sueco Carl Nyströmer. Salvo este último, los restantes estuvieron

en la Argentina corto tiempo.

Para ponerlo al tanto de los antecedentes sobre el tema, se le sumi-

nistraron los estudios realizados por el ingeniero John Coghlan. El conocimiento

que poseía Coghlan de la altimetría en el casco de la ciudad, de sus accidentes y

topografía en general, fue de primordial importancia al trabajo de Bateman, que

bien puede considerarse una ampliación y desarrollo de su propuesta. Coghlan, al

tanto de las negociaciones entre Bateman y el Gobierno, decidió presentar su

renuncia y se alejó de su cargo dos días después de celebrado el acuerdo.

En aquel verano, apenas partió Bateman, estalló la epidemia de

fiebre amarilla que, además de sus tremendos efectos, retrasó la llegada de su repre-

sentante, el ingeniero Alfred Moore5, hasta octubre de 1871, cuando arribó con

los planos generales y un informe con el presupuesto aproximado de las obras.

4 COMISIÓN DE AGUASCORRIENTES, CLOACAS Y ADOQUINADO. Memoria sobrelas Obras de Salubrificación de la Ciudad de Buenos Aires.Desde su iniciación hasta el año1875. Anexo: Memoria de laComisión correspondiente al año1875. Buenos Aires. Imprentadel Mercurio. 1876.

5 Alfred Moore había trabajadodurante más de treinta años conJohn Bateman. Ya en la Exposi-ción Universal del Palacio delCristal (Londres, 1851), ambosingenieros presentaron unmodelo de hidrante para extin-guir incendios y limpiar calles(«Hydrant or fire–cock»), consi-derado de utilidad en las grandesciudades. En: ROYAL COMMISSION.Oficial Descriptived and Illustrated Catalogued of theGreat Exhibition of the Works of Industry of all Nations, 1851.London. Spicer Brothers,Wholesale Stationers; W. Clowesans sons, Printers. 1851. Vol. 2. P. 652.

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CAPÍTULO 3: EL PROYECTO DE BATEMAN PARA EL RADIO ANTIGUO | 59

6, 7 y 8. Contrato celebrado entre la Comisión de AguasCorrientes, Cloacas y Adoquinado y John F. Bateman,para la dirección de los proyectos y las obras de provisiónde agua, desagües y cloacas de Buenos Aires. En su lugar,firma su representante local, el ingeniero Alfred Moore.

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JOHN FREDERICK LA TROBE BATEMAN (1810–1889)

Autor del plan de salubridad para el Radio Antiguo1 de

la ciudad de Buenos Aires, también conocido como

«Radio Bateman», John Frederick La Trobe Bateman

nació el 30 de Mayo de 1810 en Baja Wyke, cerca de

Halifax. Fue el hijo mayor de John Bateman y Mary

Agnes La Trobe. Educado en las escuelas de Moravia

Ockbrook y Fairfield, más tarde se convirtió en aprendiz

del Sr. Dunn, un inspector de obras local, y del ingeniero

civil Oldham. En 1831 participó como inspector del

ingeniero Thomas Ashworth, constructor del embalse de

Hurst, en Glossop, Derbyshire. Tres años más tarde se

inició con su propia firma como ingeniero civil y agri-

mensor en Manchester, residiendo en Pall Mall. En 1841

se casó con Anne Fairbairn.

En 1846 fue llamado para asesorar en el abastecimiento

de agua de Manchester y Salford, presentando un

proyecto para el suministro de agua potable a partir del

aprovechamiento de la cuenca de Longdendale. Desde

1848 a 1877 Bateman diseñó y ejecutó los cinco prin-

cipales embalses de dicha cuenca; construyendo dos más

pequeños en Hollingworth (demolido) y Arnfield. Esta

cadena de embalses se encuentra todavía en uso hoy y

en su momento fueron los más grandes que se cons-

truían en el mundo y el primer plan importante de

conservación del agua de Europa. En 1869, un año

antes de venir a nuestro país, asistía a la inauguración

del Canal de Suez representando la Royal Society of Civil

Engineers de Londres, sociedad que presidió durante

1877–78 y 1878–79.

Con su posterior visita a Buenos Aires, y su contrata-

ción como director de las obras de salubridad de la

Capital, su firma inició una relación laboral con el

gobierno argentino que se prolongó durante veinte

años (1871–1891). 1 El Radio Antiguo estaba delimi-tado por las calles: Billinghurst,Bustamante, Sarmiento, Medrano,Castro Barros, Méjico, Boedo,Carlos Calvo, La Rioja, San Juan,Alberti, Caseros, Brasil, PaseoColón y L. N. Alem.

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CAPÍTULO 3: EL PROYECTO DE BATEMAN PARA EL RADIO ANTIGUO | 61

En 1874 preparó los planes de provisión de agua para

Nápoles, Costantinopla y Colombo, entonces capital de

Ceilán. También realizó trabajos en España y Canadá.

Entre sus obras de salubridad más importantes, se

pueden citar los sistemas para: Warrington, Oldham,

Ashton, Blackburn, Stockdale, Halifax, Dewsbury, St.

Helens, Belfast, Dublín, Newcastle–en–Tyne, Chorley,

Bolton, Darwen, Macclesfield, Chester, Gloucester,

Aberdare, Perth, Forfar, Wolverhampton, Valle de

Colne, Marsden, y Cheltenham.

En 1888 tomó como socios a su yerno Richard Clere

Parsons, y a su hijo, La Trobe Bateman. Cuando,

Bateman murió en Farnham, Surrey, el 10 de Junio de

1889, a los 79 años, esta sociedad continuó a cargo de

su estudio.

9 y 10. Residencia para operarios e ingenieros y depósitos, de líneasneoegipcias, en la Planta de Reco-leta, proyectada por el estudio deJohn F. Bateman, septiembre de1872.

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El análisis y evaluación de la documentación llevó mucho tiempo, pues pasó a

consideración de la Comisión y de diversas instituciones, de profesionales y de la

misma Legislatura. Un año más tarde, el 19 de noviembre de 1872, se aceptaron

definitivamente «los planos del Ingeniero Bateman con las modificaciones que la

experiencia podía sugerir durante la ejecución»6.

Las dos cuestiones principales debatidas de su trabajo fueron el

destino de los líquidos cloacales y la ubicación del punto de captación en el Río

de la Plata para la provisión de agua. Respecto de esta última, el punto elegido fue

frente al pueblo de Belgrano, a unos 850 metros de la ribera, y sobre la corriente

llamada de «El Capitán». En cuanto al destino de los líquidos cloacales, la idea

largamente discutida de destinarlos a la irrigación fue al fin desechada. Recién en

1878, la Comisión resolvió –de acuerdo con los estudios de los ingenieros George

Higgin7 –representante de Bateman en Buenos Aires– y Luis Silveyra8– que los

líquidos cloacales fueran arrojados al Río de la Plata, previo tratamiento en una

planta ubicada al otro lado del pueblo de Quilmes en Puente Chico (hoy Estación

Elevadora de Líquidos Cloacales Wilde)9.

El proyecto de Bateman preveía la provisión de agua para una

población de 200.000 habitantes, a razón de 40 galones o sea 181 litros a cada habi-

tante, lo que equivale a un surtido diario de 8.000 galones o sean 36.200 metros

cúbicos de agua. Recordemos que Buenos Aires hacia 1875 no alcanzaba los

200.000 habitantes pero, en opinión del ingeniero George Higgin, no existían

dudas respecto a que la ciudad estaba «…llamada a ocupar una posición principal

entre las ciudades del Nuevo Mundo, y en previsión de su aumento las obras están

proyectadas de tal modo, que podrán ser fácilmente aumentadas hasta el punto de

11. Uno de los primeros dibujos presentado por el estudiode John F. Bateman del sistema de provisión de agua paraBuenos Aires; a través de su representante local, el inge-niero George Higgin, septiembre de 1871. Las siluetas de las construcciones en Recoleta muestran las primerasinstalaciones del sistema ideado por John Coghlan, y las ampliaciones proyectadas por el estudio de Bateman. En la zona de Retiro, nótese la ubicación de la fábrica de gas que entonces alimentaba el alumbrado eléctrico, y en el área de la actual Plaza San Martín, la Plaza deMarte y los Cuarteles del Retiro.

6 COMISIÓN DE AGUASCORRIENTES, CLOACAS YADOQUINADO. Memoria sobre las Obras de Salubrificación de la Ciudad de Buenos Aires.Desde su iniciación hasta el año1875. Op. cit.

7 George Higgin Winfield estuvovinculado con Bateman entrabajos de irrigación de tierras en España. A partir de 1863, lacompañía «New Mallorca LandCo.» deseca –por medio debombas hidráulicas– una granzona húmeda del norte deMallorca, para cultivo, junto con apertura de canales y otrasobras, en las que trabajaron cerca de 1.500 hombres. Batemany William Hope eran los propie-tarios de esta firma que habíanadquirido en 1862 a FigueresPorret, William Parkington Hunty George Higgin Wynfield.Bateman luego acabó siendo elúnico propietario de un proyectoque fue un fracaso y que en 1886donó a su hijo Lee LatrobeBateman. Sobre trabajos de irrigación en España, Higgin es autor de:Institution of irrigation in Spain.Minutes of Proceedings of theInstitution of civil Engineers,vol. XXVII. 1864. (En: «Revista de Obras Públicas». Madrid. 29de septiembre de 1904. N° 1514).Higgin, también trabajó vincu-lado a empresas ferroviarias britá-nicas como la del ferrocarril deMurcia a Granada, que se trans-firió en 1887 a la compañía «TheGreat Southern of Spain RailwayCº Ltd», sociedad constituida enLondres dos años antes y queHiggin representaba en España.

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8 Luis Silveyra Olazábal (1849–1902) ingresó en 1865 al Depar-tamento de Ciencias Exactas dela Universidad de Buenos Aires,graduándose de ingeniero en1870. Intervino en las obras delpuerto de Buenos Aires, en laconstrucción de puentes en laProvincia y en la instalación deservicios de agua en la Capital.Al crearse en 1875 el Departa-mento de Ingenieros de laProvincia, se le designó Vocal de hidráulica y luego vocalinspector de Ferrocarriles, Vicepresidente y Presidente. Fue perito de la Provincia en lademarcación de límites de laCapital, y en la fundación de La Plata. Hizo los estudios delpuerto de Quequén Grande, e intervino en el problema de los desagües del sur bonaerense.Fue socio fundador de laSociedad Científica Argentina(1872). En 1874 se crea laFacultad de Matemáticas y esnombrado en las cátedras deConstrucciones y de MecánicaRacional, incorporándose así a laactividad docente que nuncaabandonó. Fue Académico

Titular de la Facultad de Mate-máticas. Más tarde, al nacionali-zarse la Universidad de BuenosAires, pasó a ser Académico dela nueva Facultad de CienciasFísico–Matemáticas. Fue Decanode la Facultad y Presidente de laAcademia, durante 1883–1891 y 1895–1899.

9 Proyectada en 1882, sus obrascomenzaron al año siguiente. Sehabilitó parcialmente en 1889,año en que se enlazaron a la redlas primeras cloacas domicilia-rias. Entonces, las instalacionesdebían servir para recibir losdesagües cloacales de una pobla-ción de 500.000 habitantes,extendida en una superficie de3.000 hectáreas. Su funciona-miento debía ser por simplegravitación, desde su origenhasta «puente Chico», pero exce-dida pronto su capacidad debiófuncionar en algunos tramos porconducto forzado. El creci-miento de la ciudad superó rápi-damente estos cálculos: en 1908llegó a 722.500 habitantes, añoen que el ingeniero AgustínGonzález presentó el proyecto

de saneamiento del Radio Nuevode la Capital Federal. Recién en 1915 se habilitó la segundacloaca máxima hasta Wilde, y la intermedia, prevista porGonzález para permitir desviarlos líquidos hacia esta última fue iniciada en 1916 y habilitadaal año siguiente. Otras mejorasimportantes se produjeron a partir del proyecto de 1923 del ingeniero Antonio Paitoví(O.S.N.), para una población de 6 millones de habitantes (BuenosAires y pueblos circundantes).En 1939 se comenzaron lostrabajos en la tercera cloacamáxima, de cuatro metros de diámetro. Hoy este conjuntoposee valores patrimonialesdestacables, tanto por sus atri-butos estético arquitectónicos,como históricos y testimoniales,y es un ejemplo destacado de la arquitectura industrial de finde siglo XIX emparentada con la tradición funcional inglesa y la estética pintoresquista delmismo origen. Se trata de uno delos primeros ejemplos en su tipoen Latinoamérica, hoy moderni-zado y en funcionamiento.

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surtir a una población de 400.000 habitantes con 16.000.000 de galones diarios y

aún hasta con 20.000.000 si fuese necesario»10.

El agua que se captaba del Río de la Plata sería llevada por un Túnel

de Toma hasta la Planta de Recoleta, enclave que se proyectaba ampliar y moder-

nizar. Luego llegaría a Depósitos de Asiento en los que se alojarían las materias en

suspensión, para luego pasar a los Filtros debajo de los cuales se asentaría una

cámara de reserva. Desde allí, sería distribuida a la ciudad por medio de Máquinas

Impelentes ubicadas en una Casa de Máquinas, de mayores dimensiones y capa-

cidad que la proyectada por Coghlan años atrás. Uno de los conductos principales

saldría desde Recoleta hasta una manzana elevada donde se levantaría un Gran

Depósito Distribuidor. Éste, al igual que en el caso del que existía en Plaza Lorea,

actuaría como regulador del sistema, pero tendría una capacidad significativamente

mayor. El sistema se completaba con una vasta red subterránea de caños maestros

y distribuidores, para conectarse finalmente con las cañerías domiciliarias.

Por otra parte, los desagües cloacales y pluviales conformaban una

red de sistema «combinado», con canalizaciones comunes para el alejamiento de

las aguas servidas y de lluvia hasta unas cámaras que las separaban en los casos que

se producían lluvias intensas; de tal manera que los líquidos cloacales pasaban a

las cloacas interceptoras que entroncaban en una Cloaca Máxima hacia el sifón del

Riachuelo y luego a Puente Chico, mientras que las aguas de lluvia desaguaban al

río por los conductos de tormenta, frente a la ciudad.

Aprobado el proyecto, el Gobierno invirtió importantes sumas en la

adquisición de mayores extensiones en Recoleta, nuevas maquinarias, materiales y

equipos en general. Para ello se constituyó en Londres una Comisión especial

asesora, compuesta por Manuel Aguirre, D. J. Fair, D. M. B. Sampson y el ingeniero

Bateman. Junto con la adquisición de las maquinarias necesarias, en 1873 también

se resolvió montar una fábrica de cemento –que tuvo corta vida– y adquirir una

fábrica de ladrillos en San Isidro, que se convertiría en principal proveedora de las

obras de salubridad y de otros edificios públicos del Gobierno en aquellos años11.

10 COMISIÓN DE AGUASCORRIENTES, CLOACAS YADOQUINADO. Memoria sobre las Obras de Salubrificación de la Ciudad de Buenos Aires.Desde su iniciación hasta el año 1875. Op. cit.

11 La Comisión había adquiridola fábrica en Mayo de 1873 a sudirector, el señor Ramsay. Teníahornos, máquinas a vapor, seca-deros, etc., y para abastecer laformidable demanda de ladrillosse encargaron a Inglaterra nuevasmáquinas. Moore levantó losplanos de los nuevos hornos tipoHoffman, y junto con éstos se construyeron viviendas para120 operarios, depósitos decarbón, y rieles para los trasladosinternos. Se contrató al F. C. delNorte para el transporte hasta la antigua Estación Retiro y a laEstación Central, vecina a laCasa de Gobierno. Ya en 1876la fábrica producía anualmentemás de 9.000.000 de ladrillos. Suterreno pasó de 130 a casi 400hectáreas en 1915.

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13. Invitación a la inauguración de los trabajos de «Drenaje, Cloacas, Aguas Corrientes y Adoquinado de la Ciudad», que tuvo lugar el 15 de Mayo de 1874 en la Planta de Recoleta. En su diseño, denota la significación otorgada al agua y a las obras de salu-bridad, con referencias al trabajo fecundo, la energía a vapor, la ciencia, los desagües y, como motivo central: una fuente ornamental de hierro fundido, similar a lasque entonces adquiría el Gobierno en Francia para lospaseos públicos.

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12. Plano esquemático del sistema proyectado por John F. Bateman, con sus principales elementos: la torre de toma frente al Pueblo del Belgrano, el Túnel, el Establecimiento de Recoleta, la ubicación del Tanque de Reserva («Service Reservoir»), y –dentro del servicio de cloacas– el conducto mayor hasta la Planta de PuenteChico (hoy Wilde), 1896.

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En febrero de 1873 se iniciaban oficialmente las obras del Plan Bateman, pero su

ejecución efectiva comenzó en enero de 1874. A cargo de los trabajos quedó la

empresa de Newman, Médici y Cía., ganadora de la licitación12. Deberían quedar

terminados a los tres años de comenzados, pero pasará mucho tiempo para que

esto suceda.

La piedra fundamental de la Planta Recoleta –que con los años se

transformaría en un conjunto industrial de 24 hectáreas de extensión– se colocó el

15 de mayo de 1874. Al pie de la barranca se levantó un gran galpón de madera

con mesas para unos mil invitados, labrándose un acta que fue suscripta por el

Gobernador de la Provincia, Mariano Acosta, miembros de la Comisión de Salu-

bridad y otros funcionarios. Acosta fue recibido por el representante de Bateman,

el ingeniero Alfred Moore y por los contratistas los señores Downey y Gibson.

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12 Juan Bautista Medici (1843–1903). Nacido en Piamonte,Italia, trabajó en los ferrocarrilesen Cagliari, Cerdeña, dondeconoció al Ingeniero Newman,director de la empresa Simpson,que atendía los trabajos para laconducción de agua potable deesta ciudad y para una fábrica de gas. Invitado por Newmanllegó al Uruguay en 1868 y comoIngeniero asistente ingresó a la empresa de Lanús y Lezica,quienes estaban preparandotrabajos similares en BuenosAires. Entre 1870 y 1871 cons-truyó un establecimiento parafabricar gas. El Gobierno de la Provincia contrató a Lanús y Lezica para las obras de salu-bridad, trabajo que pusieronbajo la dirección de la firmaNewman – Medici, pero elprimero regresó a Inglaterra, por lo que la obra fue continuadapor Medici entre 1871 y 1878.En 1870 emprendió el catastroparcelario de la ciudad deBuenos Aires, continuado luegopor el Municipio. En sociedadcon Newman entre 1874 y 1877construyó el gran murallón delas Catalinas. En 1877 realizó el Teatro Politeama Argentino.Entre 1878–1880 llevó a cabovarios proyectos de ferrocarriles.Participó en las obras del GranDepósito con el ingenierouruguayo Francisco Lavalle. En la Provincia hizo para elGobierno la nivelación y elsistema de provisión de agua de la nueva ciudad de La Plata.Entre 1888 y 1894 concluyó las obras de mejoramiento deBuenos Aires, a las que se agre-garon los trabajos de cloacasdomiciliarias, suministro demanufacturas anexas y demásobras complementarias parala extracción del agua. Fallecióen Buenos Aires en 1903. En:AAVV. Los italianos en la arqui-tectura argentina. Buenos Aires.CEDODAL. 2004. P. 204–205.

14. En primer plano, las instalaciones de los depósitos deasiento y filtros lentos de la Planta Recoleta. Más atrás, lasilueta de la Casa de Máquinas, con su chimenea aún en construcción, c.1880.

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16

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15. Plano de la Planta Potabilizadorade Recoleta, marzo de 1873. Obras proyectadas por el estudio deBateman (en rojo), con sectores parafiltros, depósitos de decantación,casa de máquinas y residencias parael personal. La iniciación efectiva de estos trabajos se produjo en enerode 1874.

16. La primera Torre de Toma delsistema de provisión de agua proyec-tado por el estudio de Bateman, 1883.Estaba ubicada a 800 metros de lacosta con una estructura que combi-naba el cemento armado y bloquesde granito. Por fuera, mostraba una sobria arquitectura neoclásica, y estaba coronada con una torre demetal que sostenía una baliza a gas.En su interior, un cilindro de 3 metrosde diámetro, ubicado por sobre 2,60metros del nivel máximo de crecidasy 10 metros por debajo del lecho delrío, canalizaba las aguas para supotabilización en la Planta Recoleta.

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El acta de pergamino fue colocada en una «caja de lata a la que algunos de los

presentes confiaron también algunas monedas de la época»13, depositaba para

recibir la piedra fundamental de la Casa de Bombas. El texto de la placa conme-

morativa decía: «Obras de salubrificación de la ciudad de Buenos Aires, iniciadas

bajo el gobierno del Dr. Adolfo Alsina, empezadas por el gobierno de Don Emilio

Castro y consumadas bajo el gobierno de Don Mariano Acosta, en virtud de las

leyes de las legislaturas de 1868, 1870 y 1872»14. El diario «La Prensa» criticó lo

de «consumadas», porque aún no se había consumado obra alguna.

En las obras trabajaron unas 7.000 personas, pero los avances fueron

muy lentos. Hacia 1876 sólo una pequeña parte de la población disfrutaba el

servicio directo de agua corriente. Muchos seguían abasteciéndose con el agua que

140 aguateros recogían en los 13 surtidores de la ciudad, todos a cargo de «soldados

argentinos inválidos», cubriendo un área de unas 347 cuadras. En tanto que otros

continuaban haciéndolo de los viejos aljibes, con pozos de balde o bien consu-

miendo el agua del río.

Tal el comienzo de esta nueva etapa de las obras de salubridad que

pretendían proteger a la ciudad del pánico epidémico. Su ejecución no demandará

tres años sino prácticamente tres décadas, al cabo de las cuales, salvados innume-

rables contratiempos e interrupciones, el plan ideado por Bateman para el Radio

Antiguo fue concluido15. Dentro de lo acontecido en este dilatado período, en

adelante nos ocuparemos de uno de los principales componentes del sistema de

provisión de agua: el Gran Depósito Distribuidor.

13 VELA HUERGO, Julio.«Síntesis histórica de la acciónhigiénica y urbana de ObrasSanitarias de la Nación, conespecial referencia a la ciudad de Buenos Aires». En: PrimerCongreso Argentino de Urba-nismo. Realizado en BuenosAires los días 11 a 19 de Octubrede 1935. Buenos Aires. 1938. P. 62.

14 Ibidem. P. 60.

15 Cuando Bateman realiza suplan Buenos Aires tenía 180.000habitantes, y había consideradoentonces más que improbableque la ciudad pudiese superar los 400.000 en menos de 40 años.Pero en 1905, cuando se conside-raba concluido, este número sehabía duplicado holgadamente y hacia 1908 la urbe superaba su primer millón de habitantes. En: Obras Sanitarias de laNación. 1912 – 1950. Origen y apogeo de la primera empresaestatal de saneamiento. BuenosAires. AySA, 2007. P. 24.

17. La Casa de Bombas de la Planta Recoleta, ya ampliadacon una segunda Casa anexa, de similares características,c. 1890. En su silueta, puede adivinarse el uso al que serádestinada décadas más tarde cuando, tras ser desactivada,y modificada por el Arq. Alejandro Bustillo, sus espaciospasen a albergar las colecciones del Museo Nacional deBellas Artes, inaugurado en mayo de 1933.

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CAPÍTULO 4

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CAPÍTULO 4EL GRAN DEPÓSITO DISTRIBUIDOR

Un depósito de apariencia vistosa, en un barrio a la moda

Desde su temprana formulación, el Plan de Provisión de Agua para Buenos Aires

ideado por John Bateman había previsto la construcción de un Gran Depósito

Distribuidor emplazado en una las partes más altas de la ciudad, a una altura que

permitiera recibir, almacenar y distribuir por gravitación el agua que enviaban

desde la Planta de Recoleta poderosas máquinas a vapor. Como señalamos ante-

riormente, el Depósito –al igual que su predecesor, el Tanque de Plaza Lorea–

actuaría como regulador del sistema de provisión, y se comenzaba a llenar cuando

la red se encontraba totalmente colmada.

A propósito de su ubicación, capacidad y aspecto exterior, seña-

laba el ingeniero Richard Clere Parsons, integrante de la firma Bateman, Parsons

& Bateman, en una conferencia ofrecida en el Instituto de Ingenieros Civiles de

Londres (1896):

«Como la ciudad de Buenos Aires es casi llana, no existe ninguna al-

tura que pudo haberse aprovechado para la construcción de un depósito de material,

o terraplenado, para la distribución del agua a la población, y por lo tanto se resolvió

que habría de construirse un depósito destinado a ese objeto, dentro de la ciudad,

en el sitio más elevado posible, y que habría de establecerse a cierta altura arriba

del suelo. El punto elegido se halla en un barrio que se estaba poniendo muy a la

moda, y que el gobierno estipuló que el exterior del depósito habría de ser de apa-

riencia vistosa, y que estuviera en armonía con los edificios, tanto públicos como

privados, que se estaban construyendo activamente en las inmediaciones. Se resolvió

asimismo que el depósito habría de tener la capacidad suficiente para almacenar la

provisión de agua de un día, o sean 72.700.000 litros, y además que la planta baja

pudiera servir para algún fin de orden público»1.

La Comisión, en conocimiento que para su construcción era indis-

pensable adquirir un terreno lo más cerca posible de la Planta Recoleta y con una

cota de altura no menor a 22 metros sobre el nivel del Río de la Plata, comenzó la

búsqueda de un predio que atendiera tanto a éstas como a otras premisas no menos

importantes para el Gobierno. En efecto, también era necesario que se encontrara

1 Parsons, Richard Clere.Las Obras de Salubridad de laCiudad Buenos Aires. Cloacas,desagües, y provisión de agua.(Traducción de una Memorialeída ante el Instituto de Ingenie-ros Civiles de Londres, el 14 deEnero de 1896, bajo la presiden-cia de Sir Benjamin Baker,K.C.M.G., F.R.S., Presidente delInstituto, y publicada con el permiso del Consejo directivo).Ed. Gilbert & Rivington, Limited.1896. Nota: The Hon. RichardClere Parsons. Artium Magister,Socio de los Institutos de Inge-nieros Civiles y Mecánicos de Londres y del de Ingenieros Civiles de París.

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CAPÍTULO 4: EL GRAN DEPÓSITO DISTRIBUIDOR | 73

1. Primera altimetría de Buenos Aires, realizada en 1873por el ingeniero «residente» Dawney. El trabajo de esteprofesional británico, encomendado por la Comisión deAguas Corrientes, Cloacas y Adoquinado, será de utilidadal estudio de John Bateman, entonces a cargo de la Dirección de las Obras de Salubridad. 

En p.70 y 71 La acuarela refleja claramente hasta quépunto los revestimientos de vivos colores definieron lasingularísima identidad del Palacio de las Aguas Corrien-tes. Una arquitectura exuberante, concebida para desta-carse y llamar la atención a través de su policromíaconstructiva y su escala monumental. Dibujo de AlfonsoPugliese, agosto de 1935. 

1

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en la parte más céntrica de la ciudad, para favorecer el lucimiento de sus caracterís-

ticas arquitectónicas y para conseguir un mayor resarcimiento de la considerable

inversión que demandaría, instalando diferentes usos en la superficie libre bajo el

depósito, que tendría una cuadra de largo y 12 metros de altura. Quedaba claro que

desde un inicio las autoridades habían pensado en un edificio de escala monumental,

con un carácter totalmente distinto al modesto tanque de de Plaza Lorea.

Además de existir pocos predios en el centro de la ciudad que cum-

plieran estas premisas, otros impedimentos fueron la falta de una ley de expropia-

ción, los límites de altura y el precio excesivo de las parcelas. La Comisión tuvo

entonces que abandonar la idea inicial, pero su búsqueda no se prolongó dema-

siado2. La solución la encontrará en el propio Gobierno de la Provincia de Buenos

Aires, que había decidido construir el Hospital General de Hombres (luego de

Clínicas) adquiriendo en 1871 dos manzanas cercanas al centro de la ciudad, en el

barrio de Balvanera. Una de ellas era la delimitada por las calles Riobamba, Aya-

cucho, Paraguay y Córdoba, donde años más tarde se levantó la Escuela Normal

N° 1; y la otra, la comprendida por Riobamba, Ayacucho, Córdoba y Temple (hoy

Viamonte), donde se ubica actualmente el Gran Depósito3. Cabe recordar que en

esa fecha, la ciudad de Buenos Aires era capital de la Provincia y sede de su go-

bierno y que las autoridades que administraban la Comisión de Aguas Corrientes,

Cloacas y Adoquinados, dependían del Gobierno provincial.

En conocimiento de esta compra, la Comisión solicitó al Gobierno

la cesión de la manzana que por nivel reunía las condiciones fijadas, comprome-

tiéndose en un plazo breve a entregar otra ubicada en las inmediaciones4. Las

gestiones realizadas en Marzo de 1873 con autoridades provinciales tuvieron

éxito y de inmediato la Comisión mandó a levantar los planos del depósito en

su manzana actual.

2 Comisión de Aguas Corrien-tes, Cloacas y Adoquinado. Memoria sobre las Obras de Sa-lubrificación de la Ciudad deBuenos Aires. Desde su iniciaciónhasta el año 1875. Anexo: Memo-ria de la Comisión correspon-diente al año 1875. BuenosAires. Imprenta del Mercurio.1876. P. 25.

3 La manzana del Gran Depósitomedía: 114,079 metros sobreRiobamba, 115,524 metros sobreCórdoba, 115,178 metros sobreAyacucho y 119,967 metrossobre Viamonte. En: Aramburo,Manuel. «Antecedentes relativosal terreno ocupado por el GranDepósito de la calle Córdoba».En: «Boletín de Obras Sanitariasde la Nación». Buenos Aires.Año iii. Septiembre de 1939. N° 27. P. 339.

4 La manzana adquirida por laComisión para permutarla por la que ocupa hoy el Depósito erala delimitada por las calles Para-guay, Junín, Córdoba y José A.Uriburu. Con la ley de federali-zación de 1880, tanto esta man-zana como la correspondiente alGran Depósito pasaron a juris-dicción del Gobierno Nacional.

2. Catastro de la ciudad realizado por Pedro Beare entre1860 y 1870. En este sector del barrio de Balvanera pue-den verse: la manzana donde más tarde se levantará elGran Depósito (extremo superior derecho), la pertene-ciente a la Iglesia y Colegio del Salvador y, en donde hoyse encuentra el Colegio De La Salle, el edificio del anti-guo Hogar y Hospital Irlandés, con su capilla. 

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CAPÍTULO 4: EL GRAN DEPÓSITO DISTRIBUIDOR | 75

Esta zona, conocida como «Balvanera Norte», era la menos edificada de Balvanera,

un barrio del suburbio que ya hacia 1850 en su parte sur –Avenida Rivadavia–,

presentaba una incipiente urbanización. Para 1872, las Avenidas Callao y Entre

Ríos, marcaban un límite claro entre el área central de la ciudad más densificada y

los suburbios y, dentro de estas zonas «extramuros», la comprendida entre las ca-

lles Corrientes y Córdoba todavía tenía una edificación bastante dispersa.

Pasará mucho tiempo antes de que los vecinos de Balvanera tengan

noticias del Gran Depósito. Quince años, para ser más precisos. Un período sig-

nado por las modificaciones, ajustes y dilaciones que fueron sufriendo sus distintos

diseños, producto tanto de las variaciones en su programa, su arquitectura y su

ingeniería, como de –principalmente– la inestabilidad política e institucional y las

crisis económicas que afectaron al país entre 1872 y 1894.

2

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Los primeros diseños

A fines de 1872 se había aprobado el Plan sanitario general y un informe de cien

páginas presentado un año antes por el estudio de Bateman, como señalamos en el

capítulo anterior. Muy probablemente en este trabajo se encontraran los primeros

esbozos del Gran Depósito, si tenemos en cuenta lo expresado por la Comisión

poco después, respecto a un diseño presentado por dicho estudio. Se trataba de

una construcción ubicada casi a flor de tierra, un emplazamiento que fue objetado

por la Comisión ya que un depósito de tales características, al terminar su cons-

trucción, no llenaría las necesidades derivadas del crecimiento de la población. Se

resolvió entonces proyectar un tanque en altura que aseguraría mayor presión de

distribución en la red5.

En respuesta a esta observación –elemental, por cierto– el estudio

de Bateman presentó a inicios de 1873 otra propuesta de depósito conformado por

grandes cisternas de hierro descansando sobre arquerías con pilares de ladrillos de

12 metros de altura6. Diseño que, al año siguiente, incorporó divisiones internas

en sus cisternas.

En 1874, año en que se colocó la piedra fundamental de la Planta

Recoleta, el país se encontraba en plena revolución y afectado por una crisis fi-

nanciera internacional que había hecho caer los precios de sus exportaciones. Vai-

venes que afectaron la marcha de las obras, pero no las aspiraciones depositadas

en la construcción del Gran Depósito, como deja ver la Comisión en la Memoria

de aquel año:

«Esta obra, que no tendrá igual en el mundo por su magnitud, y cuya

capacidad será suficiente para contener 16.000.000 de galones de agua, igual a

72.700.000 litros, aún está sin principiarse, por no haber sido terminados por com-

pleto los planos y presupuestos. El agua contenida en este depósito tendrá de peso

71.421 toneladas y el fierro del estanque 7.000.

Será construido en la manzana comprendida por las calles de Cór-

doba y Temple (hoy Viamonte) por un lado y Ayacucho y Río Bamba por otro. Su

parte inferior puede ser utilizada con grandes ventajas, para la fundación de un

5 Comisión de Aguas Corrientes,Cloacas y Adoquinado. Memo-ria sobre las Obras de Salubrifi-cación de la Ciudad de BuenosAires. Desde su iniciación hasta el año 1875. Anexo: Memoria dela Comisión correspondiente alaño 1875. Buenos Aires. Im-prenta del Mercurio. 1876. P. 25.

6 Ibidem.

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CAPÍTULO 4: EL GRAN DEPÓSITO DISTRIBUIDOR | 77

3. Dos meses antes que se llame a concurso en diciembrede 1886 en Londres la construcción y montaje de la es-tructura de hierro de los grandes tanques, todavía podíanverse diseños alejados de la versión finalmente adoptada.Tal el caso del presente dibujo, sin patio central ni refe-rencia arquitectónica precisa de la envolvente exterior. 

3

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mercado, cuartel, casa de baños o escuela de artes y oficios, pues tendrá capacidad

bastante para un establecimiento cualquiera de esta naturaleza, pudiendo con su

producido atenderse igualmente en parte, los gastos hechos en su construcción»7.

En 1875, reemplazaba al ingeniero Moore otro colega inglés, George

Higgin, quien como Director de las Obras nuevamente presentó planos y memo-

rias del Gran Depósito y otras construcciones del Plan. Para Higgin, aunque Bue-

nos Aires no alcanzara entonces los 200.000 habitantes:

«…no hay duda de que está llamada a ocupar una posición principal

entre las ciudades del Nuevo Mundo, y en previsión de su aumento las obras pro-

yectadas de tal modo, podrán ser fácilmente aumentadas hasta el punto de surtir

una población de 400.000 habitantes con 16.000.000 de galones diarios y aún hasta

con 20.000.000 si fuese necesario»8. Una estimación que el tiempo se encargaría de

desmentir. No en lo atinente al fenomenal desarrollo demográfico y edilicio, sino

en cuanto a la facilidad de expansión del sistema.

Más adelante, se refiere al Depósito como una «gran torre de sur-

tido», que tendrá forma circular:

«…teniendo en su base un diámetro de 365 pies, o sean 111 metros.

El área del edificio será de 11.626 yardas o sean 9.720 metros. Está proyectado para

contener agua suficiente para el surtido de dos días, o sean 16.000.000 de galones.

Esta será contenida en estanques de hierro batido, en tres alturas, estando el fondo

del más bajo a 36 pies o sean 11 metros sobre el nivel del terreno, y la altura total

del edificio será de 85 pies o sean 26 metros. El terreno es de lo más alto que hay

dentro del municipio, y la altura adicional que tendrán los estanques permitirá que

el agua domine toda la ciudad.

El estanque más alto que será dedicado al surtido de las partes más elevadas de

la ciudad, dará presión bastante para elevar el agua a los altos de cualquier casa.

7 Ibidem. P. 96.

8 Ibidem. P.120.

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4. En página siguiente: Uno de los anteproyectos delGran Depósito Distribuidor, con los baños de nataciónen su patio central. Exteriormente, las fachadas po-seen tres niveles de medias columnas y un detalle quese asemeja a un frontis superior. En versiones poste-riores, además de reducirse las dimensiones del patiocentral, se eliminarán los baños y se modificará latrama estructural. 

5. Extensión de la red de provisión de agua potable enoctubre de 1886. La zona central es la más favorecida,con ramificaciones hacia el Oeste por las calles Rivadavia,y en menor medida, Córdoba e Independencia; mientrasque hacia el Sur las vías preferidas son Montes de Oca yLima hacia Constitución, donde se vinculan con el ramalque por Caseros llegaba hasta el Matadero. En el nortede la ciudad, la Planta de Recoleta aparece como «AguasCorrientes», y de ella parte un ramal hasta la antigua Penitenciería de Las Heras y Coronel Díaz. 

5

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El peso del agua cuando los estanques están llenos será de 71.429 toneladas y el peso

del hierro en los estanques unas 7.000 toneladas.

Este será sostenido por una serie de bóvedas que arrancarán de pila-

res de fábrica de ladrillo.

El cubo total de obra de fábrica será próximamente 27.500 metros

cúbicos, y el peso total de todo el edificio cuando los estanques están llenos será apro-

ximadamente de 135.000 toneladas.

La parte debajo de los estanques podrá ser dedicada a mercados,

baños y otros objetos públicos. Tendrá cuatro entradas principales colocadas en las

cuatro esquinas del edificio.

El agua al salir de esta torre será distribuida por la ciudad por 5 caños

maestros y otra serie de caños secundarios que sería fatigoso enumerar»9.

Debido a la escasez de recursos, se proponía atender lo indispensa-

ble y ejecutar parcialmente las obras, construyendo por el momento solo la planta

inferior del Gran Depósito con su estanque, y dejando los pisos superiores para

más adelante. El presupuesto estimado entonces –teniendo en cuenta estas econo-

mías– era de $20.000.000 moneda corriente, dentro de un monto total de obras –

también ajustado– de $109.038.55310.

En octubre de 1876, la Oficina de Bateman presentaba a la Comisión

una serie de fotografías del anteproyecto del Gran Depósito, ahora de forma cua-

drada, pero haciendo la salvedad que «…no se ha decidido todavía sobre si debe

construirse en forma cuadrada o circular y el presupuesto que acompaña el Docu-

mento N° 1, está basado sobre una construcción circular. Antes de concluir todos

los planos de detalle de esta obra que serán muchísimos, no se puede saber con per-

fecta exactitud su costo, pero el presupuesto que he incluido representa con bastante

exactitud lo que probablemente costará»11.

Pero, cuadrado o circular, en aquel convulsionado contexto poco

importaba. La situación de las finanzas no mejoró en 1876, por lo que la Comisión

continuó la política de reducción de costos, esta vez llegando a suprimir en sus

9 Ibidem. P. 123.

10 Ibidem. P. 126. Esta cifra, tomando en consideración los gastos ya hechos, asciende abastante más que el presupuestode Bateman en Septiembre de1873. La diferencia principal es que el hierro estaba a 8 librasesterlinas la tonelada, y había aumentado a 12. En Septiembrede 1876 Bateman elevó a más de37.000.000 el presupuesto delDepósito, de los cuales casi 21eran exclusivamente para la obrade hierro.

11 Comisión de Aguas Corrien-tes, Cloacas y Adoquinado. Me-moria de la Comisión de AguasCorrientes, Cloacas y Adoqui-nado y Presupuestos Definitivosde las Obras de Salubridad. Año1876. Buenos Aires. Imprenta deM. Biedma. 1877.

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6 y 7. La construcción de las redes de infraestructura enla ciudad demandó un esfuerzo fenomenal, teniendo encuenta el crecimiento demográfico que experimentó laurbe en el último tercio del siglo XIX a partir del aportemigratorio europeo. Los vecinos decían haberse acostum-brado al nuevo paisaje de montículos de tierra que seaprecia en estas imágenes y que parecía reproducirse díaa día, situación agravada durante las lluvias invernalesdebido al precario estado de calles y veredas.

8. Aspecto de la Casa de Máquinas del EstablecimientoRecoleta a fines del siglo XIX. El funcionamiento plenode esta Planta estuvo condicionado por la habilitacióndel Gran Depósito, la estrechez de la cañería existente yla lenta expansión de la red. Sin la resolución de estosfactores, la capacidad de sus nuevas máquinas impelentes(1883) se veía limitada en la provisión de agua y nopodía brindar un servicio regular y permanente. 

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planes la construcción del Gran Depósito. Medida que también alcanzó a la

terminación de las obras del distrito Boca Barracas. La Dirección de las Obras

alertaba que la supresión del Depósito podría traer graves consecuencias pues

«…siempre sería necesario hacer trabajar continuamente y sin descanso las máqui-

nas para alimentar la provisión de agua, aumentándose con esto considerablemente

los gastos de explotación y desmejorando el buen servicio por falta de un Tanque

de agua en el centro de la ciudad»12.

Tras dejar su cargo en 1877, el ingeniero Higgin recomendaba a la

Comisión el nombramiento como Director de las Obras en representación de

Bateman, al ingeniero sueco Carlos Nyströmer:

«…persona en quien tengo completa confianza, tanto por sus cono-

cimientos científicos cuanto por su honorabilidad. El Sr. Nyströmer ha tenido a su

cargo la construcción de los Edificios de Máquinas, y además ha sido el Ayudante

principal de la oficina, está pues perfectamente enterado de todo. Es uno de los pri-

meros que vinimos aquí al empezar las obras, hace ya unos 6 años»13.

Años antes, Nyströmer había realizado trabajos de ingeniería hidráu-

lica con Bateman en Inglaterra, y arribó al país en 1872 para integrar la Oficina Téc-

nica de la firma inglesa, la que pasó a dirigir desde 1879 hasta 1888, cubriendo un

período de más de 12 años. (Ver: Carl August Bernhard Nyströmer)

En 1877 la intensa crisis financiera llevó a la completa paralización

de las obras. Casi agotados los fondos, eran muy pocas las actividades que seguían

su curso. Al año siguiente, la paralización siguió hasta noviembre, cuando una ley

ordenó su prosecución, autorizando la contratación de un nuevo empréstito. Hacia

1878 había 4.891 casas provistas de agua corriente, mientras que al año siguiente

el número ascendió a 5.006.

12 Ibidem.

13 Expedientes relativos a laconstrucción del Gran Depósito.Dirección Facultativa de lasObras de Salubridad. Legajo 16.Año 1877. En: Museo del Agua yde la Historia Sanitaria (AySA).

9. Las obras de salubridad en el centro de Buenos Aireshacia 1884, cuando todavía no había comenzado laconstrucción del Gran Depósito. Una ciudad de casasbajas, sin electricidad ni edificios en altura, como los que encontrará al ser inaugurado en 1894.

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CARL AUGUST BERNHARD NYSTRÖMER

(1846–1913)

Carl Nyströmer había nacido el 6 de octubre de 1846 en

Visby, en la isla de Gotland, Suecia, y era hijo de un al-

férez de marina. Una vez completados sus estudios se-

cundarios en Estocolmo, en 1860 ingresó a la Escuela

Superior  Técnica,  egresando  como  ingeniero  civil  en

1866. Tras realizar una práctica en la construcción de

un túnel para los ferrocarriles suecos, en 1867 se incor-

poró a la firma inglesa Thomas Hawksley & Co. de Lon-

dres, trabajando en las redes de aguas corrientes de

Sheffield, Leeds, Nottingham y Rochdale. Su ingreso

en 1870 al estudio de otro ingeniero inglés, John F.

Bateman, definirá su destino laboral en estas tierras.

Entre sus trabajos para esta firma se encuentran los de

la cuenca del Longdendale, Manchester, y los estudios

para la conversión del lago Thirlem en fuente de provi-

sión auxiliar de aquellas obras.

Nyströmer estará entre los primeros profesionales que

arribaron a Buenos Aires en 1872 para integrar la Oficina

Técnica del estudio inglés en esta ciudad. Se desempeñó

como Director de las Obras entre 1879 y 1888, cuando

se produce su renuncia como representante de Bateman,

Parsons & Bateman, por los motivos ya mencionados.

Nyströmer continuará vinculado a las obras de salubri-

dad, pero representando al Gobierno argentino.  

En forma paralela a estas tareas, proyectó las obras de

salubridad de la ciudad de Mendoza, y más tarde las

de Córdoba, Santa Fe y Salta. Por otra parte, en la pro-

vincia de Buenos Aires proyectó y dirigió un ambicioso

–y cuestionado– plan de desagües para solucionar las

catástrofes que producían las inundaciones,  inaugu-

rado en 1913. 

Nyströmer participaba en la Sociedad Científica Argen-

tina, era «miembro adscripto» de la Sociedad de Inge-

nieros Civiles del país y se encontraba integrado al grupo

de ingenieros locales. En el terreno arquitectónico su es-

tudio abarcó edificios como el Hospital de Alienados

(1894) y su elegante residencia en Avenida Alvear. 

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CAPÍTULO 4: EL GRAN DEPÓSITO DISTRIBUIDOR | 87

1 Morosi, Julio Ángel. El aportede los técnicos suecos. De la presi-dencia de Sarmiento al Centena-rio. La Plata. Laboratorio deInvestigaciones del Territorio ydel Ambiente. Comisión de Inves-tigaciones Científicas de la Pro-vincia de Buenos Aires. 1998.

10 y 11. Firmas de Carlos Nyströmer en distintos momentosde su actuación profesional. Una de ellas representando alingeniero John Bateman (1885) como director de las obrasde salubridad; la otra, actuando para el Gobierno argentino,tiempo después de su renuncia del estudio inglés (1893).

10

11

Condecorado por la Corona sueca en 1894, también fue

comisionado (concejal) de la ciudad de Buenos Aires

durante 1905–06, actuando en las comisiones de Hi-

giene y Seguridad. En 1913 legó a la Escuela Superior

Técnica de Estocolmo, en la que se había formado, un

cuantioso fondo para otorgar becas para viajes de es-

tudio a jóvenes ingenieros. Fue un buen músico y, a

fines del siglo XIX, su residencia en Av. Alvear era uno

de los lugares de reunión de la colonia sueca en la urbe

porteña. Falleció en Estocolmo el 24 de diciembre de

1913, cuando se aprestaba a regresar a Buenos Aires,

para  atender  los  efectos  de  las  graves  inundaciones

sobre el territorio bonaerense1. 

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Por entonces, en la manzana del Gran Depósito no se registraba ninguna actividad,

y presentaba un aspecto de abandono. Algo que quiso remediar el Municipio

cuando en enero de 1880 reiteró a la Comisión una solicitud para construir el cer-

cado perimetral y las veredas de la futura obra, pues los vecinos de la zona «…se

apoyan en esto para no hacer el cercado de las suyas»14. A partir de la intimación,

comenzó la construcción de «una pared hecha a todo costo»15.

En aquel año se produjo un hecho trascendente para la vida de la

ciudad y de las obras de salubridad: por Ley del 21 de septiembre Buenos Aires

fue declarada Capital de la República. En el momento de su federalización, la urbe

tenía una extensión de 4.485 hectáreas, 305.285 habitantes y sus obras de salubridad

a medio terminar.

En diciembre, el Gobierno provincial ordenó a la Comisión la en-

trega de las Obras de Salubridad al Ministerio del Interior, y se nombró la pri-

mera Comisión Nacional, presidida por Eduardo Wilde y compuesta por

Mariano Unzué, Manuel Aguirre, Wenceslao Posse, Benjamín Zorrilla, Antonio

Devoto, Juan Aldao, Antonio H. Sala y Luis Andrade. Wilde analizaba de esta

manera el estado de la provisión de agua:

«…es tan grande como lo permite el poder de las máquinas. La po-

blación se queja sin embargo y con razón, de la falta de ese elemento indispensable

para la vida, y la Comisión, que aprecia la justicia de esa queja, se encuentra en la

imposibilidad de remediar lo que el público llama un mal, sin pensar en que una

mayor provisión, aumentando el caudal de agua que una vez contaminada iría a

sepultarse indefinidamente en el suelo impermeable de las casas, aumentaría un

elemento pernicioso que manda día y noche a las habitaciones los gérmenes de la

enfermedad y la muerte.

La Comisión habría podido poner en función las grandes máquinas

y suministrar más agua a la población, pero no contando con los medios de desalojar

las aguas contaminadas, no ha querido hacer de Buenos Aires una ciudad hidrópica

con líquidos envenenados16…»

14 benvedutti, higinio a. ElPalacio de las Aguas Corrientes.Buenos Aires. 1982. Ejemplarmecanografiado del autor. En: Biblioteca «Ing. AgustínGonzález» (AySA).

15 Expedientes relativos a laconstrucción del Gran Depósito.Municipalidad. Legajo 13. Año1880. En: Museo del Agua y dela Historia Sanitaria (AySA).

16 Vela Huergo, Julio. «Síntesis Histórica de la AcciónHigiénica y Urbana de ObrasSanitarias de la Nación con especial referencia a la ciudad de Buenos Aires». En: PrimerCongreso Argentino de Urba-nismo. Realizado en BuenosAires los días 11 y 19 de Octubrede 1935. Buenos Aires. 1937.Tomo ii. P. 34.

12. La Escuela de Profesores N° 1, obra del arquitecto Ernesto Bunge, construida años antes al Gran Depósito(1881), en el barrio de Recoleta. Este magnífico edificiode líneas neogóticas, contribuyó a consolidar el caráctereducativo de las actividades en la zona, ya presentesdesde 1874 con el establecimiento de los jesuitas en elColegio e Iglesia del Salvador, sobre Av. Callao. En lascercanías, otro colegio público de características monu-mentales se levantará poco después de la obra de Bunge,la Escuela Petronila Rodríguez (hoy Consejo Nacional deEducación), un palacio de estilo renacimiento alemán,obra del arquitecto Carlos Altgelt. 

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CAPÍTULO 4: EL GRAN DEPÓSITO DISTRIBUIDOR | 89

Al asumir, la Comisión Nacional sólo disponía de algunos conductos de desagüe

y una red de provisión de agua muy precaria, pues apenas servía a 6.085 casas,

cuando las solicitudes de servicios presentadas y no aceptadas eran más de 6.000.

Pedidos que no se atendían por no poderse utilizar las grandes máquinas eleva-

doras del Plan Bateman, debido a la falta del Gran Depósito y la reducida exten-

sión de la red. Las obras se reiniciaron en 1881, pero sólo cobraron impulso tres

años después.

Mientras tanto, en el predio del Depósito se estaba construyendo el

cerco perimetral y, frente a éste, cruzando la calle Córdoba ya en territorio de la

Recoleta, se levantaba la Escuela de Profesoras N° 1, proyectada por el arquitecto

argentino Ernesto Bunge (1874). En una de las cuadras siguientes se construía el

Hospital General de Hombres, más conocido como Hospital de Clínicas (1879),

y a mediados de la década de 1880 se levantará la Escuela Superior de Medicina y

un Asilo de Maternidad. El carácter educativo de las actividades en esa zona tam-

bién se extendía hacia Callao, donde hacia 1874 se habían establecido los jesuitas,

que erigieron allí su iglesia y Colegio. Un entorno de arquitectura monumental

que incorporará una pieza de excepción al levantarse el Gran Depósito.

Este impulso urbanizador sobre el achaparrado perfil de Balvanera,

por el momento no alteraba la rutina deportiva de asociaciones como el «Zingari

Cricket Club»17, que en noviembre de 1881 pedía autorización a la Comisión para

que sus socios pudieran hacer sus ejercicios en el terreno del Depósito18.

En agosto de 1881 la Comisión renovó el convenio con Bateman para

continuar con los proyectos y la dirección de las obras, y en enero del año siguiente

llamó a licitación las obras de Cloacas, Provisión de Agua, Conducto de Desagüe;

menos las obras de Boca y Barracas y el Gran Depósito, a pesar de su importancia.

17 Este club, uno de los primerosde «football» de nuestro país, y seguramente tomó el nombredel «I Zingari Cricket Club»,creado en Londres en 1845, to-davía vigente. Existe un homó-nimo en Australia. Nota:Información gentileza del Sr.Jorge Gallego.

18 Expedientes relativos a laconstrucción del Gran Depósito.Oficinas Públicas y Diversos.Legajo 4. Año 1881. En: Museodel Agua y de la Historia Sanita-ria (AySA).

12

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Hacia el proyecto definitivo

Al año siguiente, en agosto de 1883, el estudio de Bateman sometía a la aprobación

de la Comisión los planos generales del Depósito Distribuidor. En aquella ocasión

no se había manifestado objeción alguna, pero tiempo después, la Comisión dirigió

una nota a la Dirección de las Obras –a cargo del ingeniero Nyströmer– solicitando

la eliminación de los baños de natación que se encontraban en la planta baja19. Esta

modificación, como más adelante veremos, trajo como consecuencia la disminu-

ción de las medidas del patio central, a la vez que incrementó la capacidad de los

tanques, modificando la distribución de la malla estructural de columnas.

Mientras los ajustes se prolongaban, la situación del abastecimiento

de agua en la ciudad continuaba siendo crítica. Las grandes Máquinas Impelentes

habían comenzado a funcionar en Recoleta en diciembre de 1883, pero el aumento

efectivo de agua sólo era aprovechado en parte por la población debido a que, entre

otras causas, la estrechez de la cañería existente no admitía todo el caudal que las

máquinas levantaban, y el abundante exceso se arrojaba al río por los conductos

de tormenta. Para solucionar esto se colocó una línea de caños maestros de diá-

metros mayores, que partiendo del Establecimiento Recoleta, donde se ligaban

con las grandes máquinas, pasaban por el predio del futuro Gran Depósito de Rio-

bamba y Ayacucho, terminando en la calle de Rivadavia esquina Libertad. De estos

caños, a la altura de la calle Paraná en la Plaza Lorea, partía un ramal directo que

permitía mantener constantemente lleno el Depósito allí ubicado, evitando desvíos.

No obstante, la clave seguía siendo la pronta construcción del Gran Depósito,

como explicaba el ingeniero Nyströmer:

«En informes y memorias anteriores se ha hecho notar que el Depó-

sito de servicio forma un complemento muy necesario para la provisión de agua, y

permitirá el funcionamiento económico de las máquinas impelentes, mientras que

por su gran capacidad proporcionará una provisión no interrumpida de agua a una

presión constante, aún en circunstancias anormales como en los casos de incendio o

cuando ocurriere cualquiera descompostura en las máquinas o en la cañería.

19 Informe del Director de las Obras (p/Bateman), CarlosNyströmer, a la Comisión. En: Comisión de las Obras deSalubridad. Memoria de la Comisión Directiva de las Obrasde Salubridad de la Capital,1884. Buenos Aires. Imprenta de la Tribuna Nacional. 1886. P. 161.

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CAPÍTULO 4: EL GRAN DEPÓSITO DISTRIBUIDOR | 91

Es de desearse, pues, que la Comisión procure terminar esta para cuando estén con-

cluidas las demás, o por lo menos, que esté lista una parte suficiente del mismo para

conseguir parcialmente las ventajas indicadas, hasta tanto pueda completarse la

construcción del depósito en su totalidad».

Otro factor adverso era la antigüedad de las cañerías:«…si se tiene

presente que las obras de que forman parte, solo fueron destinadas para dar abasto

a las necesidades del Ferrocarril del Oeste y al vecindario; y que esto no obstante,

se ha aumentado el número de servicios desde 800 en 1870, hasta unos 7.000 en

la actualidad»20.

Los planos generales con las modificaciones introducidas por la

Comisión fueron recibidos en febrero de 1884. Este proyecto comprendía, además

de los tres pisos de tanques de hierro superpuestos, una planta baja de 32 pies de

alto (9,75 metros) hasta el piso del primer nivel de tanques, un patio central de 60

pies de lado (18,28 metros), y en el exterior de mampostería se decorarían «conve-

nientemente los frontis con relación a lo monumental de la obra». Pero, como se

ve, sin precisar las características de su arquitectura.

La planta baja libre se destinaba a la instalación de «Bibliotecas,

Museos, Archivos y demás Oficinas Públicas», y se fijaba un presupuesto de

$2.020.863,60 pesos nacionales ó 400.965 libras21. Sobre las razones que justificaban

su construcción, Nyströmer nuevamente señalaba:

«Para asegurar a la población un servicio regular y permanente de

agua es indispensable construir este trabajo de la manera proyectada. El sistema

empleado en la actualidad de introducir el agua en las cañerías por la presión que

le impulsan directamente las máquinas, es no solo inconveniente sino peligroso: pues

se está expuesto a cada momento a que la cañería se destruya o que las máquinas

se descompongan.

20 Ibidem. P. 296.

21 Ibidem. P. 66.

13

13. La Planta de Recoleta del PlanBateman a fines del siglo XIX, conlos espejos de agua de los filtros lentos y la Casa de Bombas de JohnCoghlan en primer plano.  

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El Gran Depósito recibirá el agua que le envíen las máquinas, a fin de proveer

a la población de un modo constante, igual, seguro y suficiente, sin las intermi-

tencias e interrupciones que exigen a cada paso el actual sistema. Además, es in-

dispensable su construcción, días más o menos, puesto que el Gran Depósito

forma parte integrante del Proyecto General de las Obras y sin él todo el sistema

quedaría imperfecto»22.

En octubre de 1884, cuando el agua llegaba sólo a 8.207 casas, una

Ley autorizó a invertir la suma de $5.531.579,84 en la construcción de las obras

del distrito Boca y Barracas, el Gran Depósito, el Techado de Filtros y la unión de

las cloacas con los edificios.

En junio de 1886, la Comisión expresaba al Ministro del Interior que

aún no había elevado el proyecto del Gran Depósito entregado por Bateman en abril

de 1885 por «…haberse encomendado al Ingeniero Director la modificación en los

planos correspondientes a suprimir los baños públicos, que al iniciarse esta obra se

pensaron establecer al pie de ella, y al cambio del revestimiento de los frentes del edi-

ficio para lo que se ha resuelto emplear piedras y mármoles del país como más econó-

mico en sustitución de terracota inglesa que fue la idea primitiva»23.

El testimonio resulta elocuente respecto a que hasta ese momento, no

se encontraba definida la apariencia exterior pues, mientras Bateman proponía un re-

vestimiento total de terracota inglesa, la Comisión se inclinaba por la utilización de

mármoles nacionales, a su juicio más económico. Una divergencia que recién podrá

zanjarse durante el gobierno que suceda al de Julio A. Roca, cuando Miguel Juárez

Celman, otro autonomista, imprima un giro decisivo en esta divergencia. Pero antes

de llegar a este punto, nos referiremos a otro componente primordial del Gran De-

pósito, que entonces se hallaba en etapa de definiciones: la estructura de hierro.

22 Ibidem. P. 69.

23 Comisión de las Obras de Salubridad. Memoria de la Comisión Directiva de las Obrasde Salubridad de la Capital,1886. Buenos Aires. Imprenta de «La Tribuna Nacional». 1887.P. 239.

14 y 15. Hasta tanto se habilitara elGran Depósito de Av. Córdoba, huboque practicar obras provisorias quemejoraran en lo posible el desem-peño del Tanque de Plaza Lorea. Deallí que se proyectaron nuevos cañossurtidores para aumentar de la provi-sión de agua, tal como lo evidencianestos tendidos desde la Planta Reco-leta y de su instalación en el citadoTanque, firmados por el director re-sidente de las obras de salubridad, elingeniero Nyströmer, 1883. 

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La estructura de hierro

El proyecto inglés, el hierro belga

Resulta claro que sin la utilización de los adelantos derivados de la revolución

industrial hubiese sido impensable contar con los sistemas de provisión de agua,

cloacas y desagües pluviales que permitieron a las ciudades ir superando los efectos

de las epidemias y las pobres condiciones de higiene de vastos sectores de la pobla-

ción. Porque, si un papel protagónico jugaron los avances de la ciencia médica, tam-

bién fueron esenciales a estas transformaciones elementos como las máquinas a

vapor, ciclópeas estructuras de hierro, redes de cañerías de terracota vitrificada y

de fundición, válvulas y grifos, herramientas, y un sinnúmero de piezas fabricadas

en serie en los países industrializados, y exportadas a distintos continentes.

La utilización de la gran estructura de hierro para el Gran Depósito

se inscribe dentro de este fenómeno de importación de estructuras y edificios de

hierro pre-fabricados desde Europa hacia América Latina que se produjo, princi-

palmente, entre 1880 y 1910. Precisamente, una de las consecuencias de la revolu-

ción que provocó el uso del hierro en la construcción fue que, a la inversa de lo

que sucedía antes, con él los edificios podían ser fabricados en un lugar y montados

en otro distante, con piezas numeradas, embaladas y embarcadas hacia los más

apartados confines. Esto es lo que permitió a la industria europea –principalmente

inglesa, francesa y belga– expandirse a otros mercados de Asia, África y América,

donde existía demanda del nuevo material, en ocasiones no tanto por las exigencias

de nuevos programas funcionales, sino por la seducción que ejercía como novedad

misma y sus significados asociados al progreso y la modernidad. Por ejemplo, en-

contramos construcciones totalmente metálicas de iglesias en Chile y Martinica;

mercados, residencias y estaciones ferroviarias en Brasil; réplicas reducidas de la

torre Eiffel en Cuba, Bolivia, Argentina; mercados en Venezuela y Haiti; palacios

municipales en México; colegios en Costa Rica; etcétera24.

En el caso del Gran Depósito, desde las primeras propuestas el hie-

rro fue el material constitutivo de sus tanques. Tras las alternativas que reseñamos,

a mediados de 1886 el estudio de Bateman había concluido el proyecto de los gran-

des tanques y su estructura de sostén, y en octubre de ese año se publicaron en

24 Gomes Da Silva, Geraldo.Aquitectura do Ferro no Brasil.Brasil. Ed. Nobel. 1986

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CAPÍTULO 4: EL GRAN DEPÓSITO DISTRIBUIDOR | 95

16. En octubre de 1886 se llamó a concurso en Londresla fabricación y montaje de la estructura de hierro fun-dido para el Gran Depósito, proyectada por el estudio delingeniero John F. Bateman. Se trataba del primer pasoimportante hacia la concreción de la obra.

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Londres los pliegos para concursar su ejecución. A la licitación realizada el 15 de

diciembre en la capital británica se presentaron 21 propuestas de firmas europeas,

procedentes de Gran Bretaña, Francia y Bélgica.

El presupuesto elaborado por Bateman, encargado de calificar a

cada una de las casas oferentes, había sido de 176.278 libras. Dentro de las pro-

puestas se desestimaron 15 por poseer un monto superior al presupuesto oficial,

algunas de ellas calificadas por Bateman como «Muy buena casa», «Casa desco-

nocida» y «Usinas de poca importancia», por lo que la licitación quedó reducida

a sólo 6 firmas, a saber25:

Cuadro I

Firma casa proponente

Valor de lapropuesta

Valor c/fletes/Bateman26

Valor c/flete s/Comisión

Puerto deentrega

Calificación de Bateman

James Goodwin 127.652 £ 142.652 £ 147.126 £ Glasgow Trabajo ordinario. Precio muy bajo

La Metallurgique 138.078 £ 153.078 £ 157.552 £ No legible Con cláusula

A. F. Snco 149.523 £ 164.523 £ 168.997 £ Liverpool Casa desconocida

Arroll Brothers 154.885 £  169.885 £  174.359 £  Glasgow Casa de 1° orden

Thames Irons Works 159.919 £  174.919 £  179.393 £  Londres Casa de 1° orden

Soc. Marcinelle27 170.102 £  -.- -.- Bs. As. Casa de 1° orden. Recomendadísima

Presupuesto Bateman 176.278 £ 191.278 £ 195.752 £ -.- -.-

25 Expedientes relativos a laconstrucción del Gran Depósito.República Argentina. Obras de Salubridad de la Capital. Archivo. Contratos – Propuestasy Convenios. Carpeta N° 3.Legajo N° 6. 1886 y 1887. Museodel Agua (AySA).

26 Mientras que Bateman esti-mada el traslado de la estructuraen 15.000 £, la Comisión lo hacíaen 19.474 £.

27 El costo de la propuesta de la casa belga en Europa, sin flete,era de 150.628 £.

17 y 18. Entre las 21 firmas que sepresentaron al concurso de la estruc-tura de hierro, se encontraban lasbritánicas James Goodwin & Co. yVictoria & Railway Iron Works. Laspresentaciones se efectuaban ante elMinistro de la Legación Argentina enGran Bretaña, Luis L. Domínguez.

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De las seis compañías seleccionadas, 3 fueron rechazadas, resultando finalmente

elegidas 2 firmas inglesas, «Arroll Brothers» y «Thames Irons Works», y una

belga la «Societe Anonyme de Marcinelle et Coulliet», esta última calificada con

mayor énfasis que las dos primeras, en la planilla de Bateman y en el informe

elevado a la Comisión por su representante en Buenos Aires, R. E. Cranwell,

quien señalaba: «Para la presentación de esta propuesta se han combinado tres

fábricas de Amberes, así que puede ser considerada una propuesta muy seria y

merece ser tomada en consideración»28.

Mientras que «Arrol Brothers» y «Thames Iron Works» en sus pre-

supuestos se comprometían a entregar la estructura en puertos de Inglaterra, el

grupo belga incluía en su oferta el flete al puerto de Buenos Aires. Esta condición,

mas la meritoria calificación de Bateman, volcó la balanza a favor de esta última

empresa, que se encargaría de la fabricación, traslado y montaje de la estructura

en su lugar de destino. El contrato con «Marcinelle & Couillet», asociada con la

«Societe Anonyme de Sclessin», de Lieja, y «Auguste Lecoq», de Hal, se estableció

en 170.102 libras, y fue firmado en Londres en junio de 1887. El representante del

grupo belga en Buenos Aires, que supervisó el montaje de tanques y columnas,

fue el ingeniero de Artes y Manufacturas de Lieja, Gabriel Mestreit29.

La Société Anonyme des Hauts Fourneaux, Usines, et Charbonnages

de Marcinelle et Couillet se dedicaba a la construcción de grandes máquinas a vapor,

en especial material de locomotoras y estructuras metálicas para estaciones de ferro-

carril, y había participado con éxito en las Exposiciones Universales de París (1878),

Sydney (1879, «First Degree of Merit»), Amsterdam (1883, «Diplome D´Honneur»),

y Anvers (1885, «Trois Diplomes D´Honneur et une Médaille D´Or»)30.

Frente al mayoritario universo de fundiciones inglesas puede resul-

tar un tanto sorpresiva la presencia de esta firma, aunque no lo suficiente, si se

considera que Bélgica fue el primer país de Europa continental en industrializarse,

y que de sus altos hornos y usinas salían entonces productos hacia otros países de

Europa y América.

28 Expedientes relativos a laconstrucción del Gran Depósito.República Argentina. Obras deSalubridad de la Capital. Ar-chivo. Contratos – Propuestas yConvenios. Carpeta N° 3. LegajoN° 6. 1886 y 1887. Museo delAgua (AySA).

29 En el artículo: «Obras de Sa-lubridad de la Capital. Depósitodistribuidor de aguas. Observa-ciones relativas a las rajadurasproducidas en las bases de cuatrode sus pilares» (Revista: «La Ingeniería». Buenos Aires. Noviembre de 1896. N° 16), seagradece especialmente las fotosy la información brindada porMestreit quien: «…dirigió en esta capital la colocación de losestanques y pilares del depósitodistribuidor».

30 Coulliet tuvo su origen enuna pequeña ferrería a orillas del río homónimo, en 1600. Du-rante el siglo xviii fue creciendohasta contar con fundición, máquinas para la fabricación de hojalata, altos hornos de pu-delaje, y –entre 1835 y 1846– comenzó un fuerte proceso deexpansión adquiriendo minas de carbón y otras instalacionessiderúrgicas. En 1848 comenzóla construcción de locomotoraspara los ferrocarriles belgas, paraMéxico, y en 1863 para España.En 1870, se fusionó con la Société Anonyme des Hauts –Fourneaux, Mines et Charbon-nages de Châtelineau y adquiriólas sociedades carboneras deKlopp y Rodange, en Luxem-burgo. En 1888 puso en marchados nuevas acerías y más tardeseparó en dos sociedades sus ac-tividades mineras y siderúrgicas.

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20. La antigua fundición de Marcinelleet Couillet, fue creciendo en el sigloXVIII y experimentó un sostenido pro-ceso expansión durante el siglo siguiente, fusionándose con otras em-presas y poniendo en marcha nuevasacerías. Esta firma construyó entre1849 y 1951 un total de 1.826 loco-motoras, para los ferrocarriles belgas,españoles y mexicanos. 

20

19. La fundición Marcinelle et Coullietobtuvo el concurso internacional parala estructura de hierro del Gran Depó-sito asociada a otras dos firmas bel-gas: la Sociedad Anónima de Sclessin,Lieja, y la de Auguste Lecoq, de Hal.En estos años, Bélgica experimentabaun fuerte desarrollo industrial que le permitía colocarse entre los paísesde mayor producción de carbón y de hierro en el mundo, respaldado por importantes establecimientos en la zona de la Valonia, vinculados a estas fundiciones.

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Terracota, sí. La versión final

En agosto de 1886 asumía como Presidente Miguel Juárez Celman, que llegaba al

poder con el apoyo de su antecesor Julio A. Roca. Su gestión inauguraba un perí-

odo de fuerte endeudamiento externo, euforia especulativa y corrupción, que lle-

vará a la crisis moral y económica de 1890.

Juárez Celman no sólo recibía un legado económico complicado,

sino una salud pública comprometida por una epidemia de cólera (1886 –1887)

que avivó las críticas al sistema sanitario y a las obras de salubridad.

En sintonía con la política privatizadora del Gobierno, en septiem-

bre de 1887 se sancionó la Ley que lo autorizaba a entregar la explotación de las

obras de salubridad a un concesionario. Tras una fuerte oposición del Congreso y

de la prensa, se procedió a la licitación a la que se presentaron 4 empresas, siendo

aceptada la de Samuel B. Hale31 y Cía. En junio de 1888 se celebró el contrato por

el arrendamiento y al año siguiente Samuel Hale transfirió el contrato a una So-

ciedad Anónima formada en Londres: «The Buenos Aires Water Supply and

Drainage Company Limited»32. El tiempo de ejecución de las obras se establecía

en 3 años y su arrendamiento se preveía por el término de 39.

Al pasar las obras a la empresa arrendataria, el número de casas ser-

vidas por la red de agua, que en 1880 era de 6.085, había alcanzado las 12.600, y

habitaban la ciudad más de 440.000 personas. El servicio abastecía sólo al 10% de

la población, y urgía la pronta construcción del Depósito y la ampliación de la red.

El proyecto del Gran Depósito, firmado por el Director de las

Obras de Salubridad, el ingeniero Carlos Nyströmer, había sido aprobado por el

Gobierno en noviembre de 1887. Este proyecto, cumplía con lo dictaminado por

la Comisión del gobierno roquista saliente: el zócalo de la fachada debía ser de

granito, el revestimiento hasta la altura del primer piso de mármol del país y el

resto de piezas de terracota. Pero, a raíz de diferencias con el estudio inglés, des-

conociendo lo decidido por aquella Comisión, el Ministro Wilde –del Gobierno

de Juárez Celman– pasó estos planos a la empresa arrendataria de las obras de

31 Samuel Hale nació en Bostonen 1804 y llegó a estas tierrashacia 1830. Este empresario cola-borador de Sarmiento, amasóuna fortuna en Buenos Airesy fue importante ganadero y ex-portador. Considerado uno delos impulsores de la aplicaciónde adelantos técnicos para mejo-rar la cría de ganado, se desem-peñó como Director del Bancode la Provincia de Buenos Airesy del Banco Comercial, ocu-pando la Vicepresidencia de laSociedad Rural entre 1868 y 1870.Falleció en 1888. Su quinta en laRecoleta había albergado a lasmaestras traídas por Sarmiento,y frente a ella es que se levantóen 1869 la primer Planta deAgua Clarificada que tuvo Bue-nos Aires.

32 El presidente del Directorioera Henry Grenfel, vocales: George Drabble (Presidente delBando de Londres y el Río de laPlata), R. Jenkinson (Director dela Cía. del Canal de Manchester),el coronel Robert Baring, elMayor Gral. Elphistone, C. H.Sanford y J. Coghlan, asociadoscon Pearson y Bower. El con-trato entre Hale y Baring Brossse firmó el 14 de noviembre de1888. En: Bordi de Ragucci,Olga. El agua privada en Bue-nos Aires, 1856 –1892. Negocio y fracaso. Buenos Aires. Ed. Vinciguerra. 1997.

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CAPÍTULO 4: EL GRAN DEPÓSITO DISTRIBUIDOR | 101

21 y 22. Las piezas de terracota en su cara posterior po-seían ahuecamientos para facilitar su colocación sobre losmuros de ladrillos. Se adherían con un mezcla cementiciay, además, en sus bordes tenían entrantes que permitíanel correcto encastre entre las piezas.

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salubridad, la «Buenos Aires Water Supply and Drainage Co. Ltd.», –de capitales

británicos– la que decidió apoyar la idea de Bateman de emplear sólo terracota en

el revestimiento de las fachadas33.

Sobre los argumentos que justificaron esta decisión, el Ingeniero

Richard Clere Parsons, explicaba en 1896:

«En la época en que se trató de la arquitectura de este edificio, y de

los materiales que habrían de emplearse en su construcción, el Gobierno había in-

vertido ya una gran suma en las obras de salubridad, la mayor parte de la cual se

había gastado en la construcción de cloacas, y demás obras subterráneas, que no

habían dejado constancia visible de la magnitud de la empresa. El Gobierno deseaba,

por lo tanto, que este edificio sirviera de monumento para las obras, y además, que

los materiales del país se empleasen en la mayor proporción posible, y se impartieron

instrucciones a la oficina técnica del que esto escribe para la preparación de proyectos

que llevasen a efecto estos propósitos, en cuanto fuera factible. En esa época se

estaban explotando canteras de mármol en el Azul, que dista por el ferrocarril, unos

400 kilómetros de Buenos Aires, y se sugirió que este material podría emplearse en

gran escala en esta obra. También podía conseguirse granito de excelente calidad,

en la banda opuesta del río, y se estudió debidamente el empleo del mismo. Resultó,

sin embargo, una vez formulados los proyectos y hechos los presupuestos, que no

sólo sería muy costoso el empleo de esos materiales, sino también que su provisión

daría lugar a demoras considerables en la ejecución de la obra. Sugirieron, por

lo tanto, los ingenieros que las paredes del edificio se construyeran de ladrillos

de máquina, y que toda la ornamentación externa se compusiese de terracota

traída de Europa, pues de esa manera resultaría un ahorro importante de tiempo

y de dinero»34.

33 Según Olga Ragucci (Op. cit.,1997), desde principios de 1888Bateman insistía en la modifica-ción de la parte exterior del GranDepósito. Como ésta implicabaun aumento del presupuesto, la Comisión pidió un informe al representante local de Bateman, el ingeniero Nyströmer, quien lodeterminó en 12 mil libras, mien-tras que el presupuesto enviadopor Bateman ascendía a 35 mil.El Ministro Wilde dejó la situa-ción en manos de la empresaarrendataria, la que no encon-tró obstáculo para proceder al cambio. El Gobierno, por suparte, tampoco encontró reparosen renovarle el contrato a Bateman, el 31 de Julio de 1888.Nyströmer renunciaría a la Dirección de las Obras el 16 deAbril de ese año, muy posible-mente a raíz de este episodio.

34 Parsons, Richard Clere. Op. cit.

23. Una de las piezas de terracota inglesa esmaltada uti-lizadas en el revestimiento exterior del Gran Depósito. Enel borde inferior de la pieza, a modo de sello rehundidoen su espesor, se encuentra un código alfanumérico quepermitía su ubicación sobre las fachadas.

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CAPÍTULO 4: EL GRAN DEPÓSITO DISTRIBUIDOR | 103

No caben dudas sobre las intenciones de plasmar una obra monumental por parte

de los sucesivos gobiernos, desde los primeros esbozos presentados por el estudio

inglés. Pero sobre la justificación de costos y tiempos de traslados que hace

Parsons, caben algunas consideraciones. Si la fuente de provisión hubiesen sido

las canteras de Azul en la Provincia de Buenos Aires, la empresa del Ferrocarril

del Sud había inaugurado su estación en esa localidad bonaerense en 1876 y poseía

un servicio regular, que podría haber trasladado el material desde su punto de ex-

tracción. Sobre la alternativa uruguaya, aunque no poseemos información de

época, creemos que las tarifas de flete marítimo y el tiempo de traslado desde la

vecina orilla tampoco hubiesen sido comparables con la importación de la terracota

por barco desde Europa.

Se nos ocurre que las razones del cambio deben buscarse en los es-

trechos vínculos existentes entre la compañía arrendataria, miembros del gobierno

juarista, el estudio de Bateman y las firmas proveedoras, y al enorme crecimiento

que habían alcanzado entonces las inversiones británicas en la Argentina. Según

Ferns, en 1889 nuestro país absorbió el 50% de las inversiones de capital realizadas

por este país en el exterior35. Piénsese, a modo de ejemplo, en las grandes empresas

ferroviarias de ese origen, entonces en pleno expansionismo, y en las obras de

Puerto Madero en ejecución por la empresa de Hawkshaw y Dobson; estas últimas

en más de un aspecto comparables a la intrincada madeja de intereses, poder polí-

tico y consideraciones financieras que caracterizaron las del Gran Depósito36.

Definidas la estructura de hierro interior y la apariencia exterior,

detendremos nuestra mirada en el proyecto general de arquitectura e ingeniería

del Gran Depósito.

35 Ferns, H. S. Gran Bretaña y la Argentina en el siglo xix.Buenos Aires. Ed. Solar – Hachette. 1966.

36 Sobre el derroche económicoque significó la construcción dePuerto Madero y también sobresu rápida obsolescencia, resultanesclarecedores los trabajos delIngeniero A. Luis Huergo: Examen de la propuesta y pro-yecto del Puerto. Buenos Aires.Imp. Biedma. 1886.; El Puerto de Buenos Aires. Historia Téc-nica. Buenos Aires. Imp. RevistaTécnica. 1904; Puerto de BuenosAires. Los dos canales de entradade 10 kilómetros de longitud de un mismo punto, al mismopuerto. Buenos Aires. Imp. J.Peuser. 1898; y «El Puerto deBuenos Aires. Memoria presen-tada al Instituto de IngenierosCiviles de Londres por el Inge-niero James Murray Dobson».En: «Revista Técnica». BuenosAires. 1900.

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1 Municipalidad De La CiudadDe Buenos Aires. Censo Generalde Población, Edificación, Comer-cio e Industrias de la Ciudad deBuenos Aires, 1904. Buenos Aires.Compañía Sudamericana de Bille-tes de Banco. 1906.

LA ARQUITECTURA PORTEÑA EN LOS AÑOS ´80

Así eran vistas las transformaciones que sufría la arqui-

tectura de Buenos Aires en la década de 1880, cuando

comenzaba a plasmar un nuevo paisaje urbano, cada vez

más europeo y cosmopolita, por el Censo de la Capital

de 1904. En aquel decenio clave, a la vez que se conso-

lidaba la influencia francesa, nacían edificios marcada-

mente eclécticos, que en sus formas amalgamaban

estilos de diversa procedencia, como el Gran Depósito.

«…A principios de 1880 empezaron a generalizarse las

casas de varios pisos, con una distribución más conve-

niente que la adoptada hasta entonces, y especialmente

en los últimos años se han construido infinidad de edi-

ficios, diseminados por toda la ciudad, de proporciones

monumentales, en su mayor parte de estilo Renaci-

miento Italiano. Muchos de ellos están cubiertos con te-

chos a la mansarde. La adopción de esta clase de techos,

que indudablemente da cierta esbeltez y elegancia a los

edificios, ha respondido en esta ciudad, más que a razo-

nes técnicas, pues tenemos un clima donde jamás cae

nieve, a consideraciones puramente estéticas. Puede de-

cirse, que su uso ha sido introducido por arquitectos

franceses y alemanes, principalmente, los que han tra-

tado así, de reproducir el tipo de construcciones moder-

nas de París, Colonia, Berlín, Dresde y otras ciudades de

su país (…) Últimamente se ha usado y hasta abusado

del estilo de las épocas de Luis XIII y Luis XV (…) Es des-

pués de 1880 que el engrandecimiento de esta ciudad

adquiere todo su desarrollo, cuando la arquitectura de

los países, cuyos hijos han venido a colaborar en la vida

y el progreso de los argentinos, ha levantado innumera-

bles edificios y palacios que convierte rápidamente la an-

tigua ciudad en la gran capital del Sud»1.

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CAPÍTULO 4: EL GRAN DEPÓSITO DISTRIBUIDOR | 105

24. Sobre los portales de acceso delos frentes principales sobre la Av.Córdoba y la calle Viamonte, se leeel año en que se iniciaron las obrasdel Gran Depósito, 1887.

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Un Palacio de Terracota e Hierro

En los quince años que transcurrieron entre 1872 y 1887, la primitiva idea del

Gran Depósito con tanques circulares a flor de tierra, fue cambiando y co-

brando forma hasta llegar a la resultante palaciega actual. Como vimos, la ela-

boración del proyecto sufrió diversas instancias, encontrándose definida la

estructura de hierro por el estudio de Bateman en 1886, y la arquitectura exte-

rior recién dos años más tarde, en 1888, cuando se aprobó la terracota como re-

vestimiento general37.

Examinada dentro del contexto local, la envergadura de la obra se

encontraba a tono con las transformaciones edilicias que experimentaba la ciudad

de Buenos Aires entre 1880 y 1890, determinadas en gran parte por su nuevo status

de Capital de la República Argentina. Un status en el que la arquitectura como

disciplina jugó un rol fundamental y tuvo su expresión emblemática en la figura

del «palacio». Este afán por «civilizar» su jurisdicción urbana, tuvo firme respaldo

en el Intendente Alvear y en la acción del Gobierno Nacional a través de Julio A.

Roca y Juárez Celman, quienes desde sus respectivas gestiones procuraron plasmar

la mayor cantidad de obras representativas del poder republicano. Es decir, según

palabras del Presidente Roca,«…edificios dignos de la nación y de los representantes

de su soberanía»38.

El diseño arquitectónico exterior del Gran Depósito, el que

plasmó la imagen de «Palacio», se debió a Olaf Petrus Boye, un arquitecto noruego

integrante de la Oficina de Bateman en Buenos Aires, que trabajó bajo la direc-

ción de otro profesional nórdico, el ingeniero sueco Carlos Nyströmer, repre-

sentante local de dicha firma y Director de las Obras de Salubridad (Ver: Olaf

Petrus Boye).

37 A pesar de este cambio, la do-cumentación del proyecto apro-bado en noviembre de 1887–mármoles, granistos y terracota–fue la que se utilizó en el pliegode condiciones de la obra, exac-tamente un año más tarde. No así, los planos de las fachadasexteriores que guiaron la coloca-ción de las piezas de terracota,que fueron elaborados durante el desarrollo de las obras, con laparticipación de la firma provee-dora Royal Doulton y el estudioBateman, Parsons & Bateman.Así parece haber ocurrido si secotejan fechas, firmas, sellos yespecificaciones de la documen-tación técnica existente en el Archivo Histórico de Planos yen el Museo del Agua y de laHistoria Sanitaria (AySA). Mien-tras que los planos de la arqui-tectura exterior elaborados en Buenos Aires, se encuentran firmados por el Ingeniero CarlosNyströmer (p/Bateman), con el título general –«Mejoras enBuenos Aires»– y especificacio-nes en español, sin mención a las piezas de terracota; los per-tenecientes a la ubicación de laspiezas, poseen fechas posterio-res, leyendas en inglés, con sellosde la firma proveedora «RoyalDoulton», y del estudio,luego del fallecimiento de JohnBateman, es decir, «Bateman,Parsons & Bateman» .

38 Mensaje del Presidente de la República Argentina Julio Argentino Roca al abrir las Se-siones del Congreso Nacional en mayo de 1881 en la Ciudad de Buenos Aires. En: Julio Argentino Roca. Discursos – Escritos – Homenajes. En el pri-mer aniversario de su muerte.Buenos Aires. Edit. Círculo deArmas. 1943.

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CAPÍTULO 4: EL GRAN DEPÓSITO DISTRIBUIDOR | 107

25. Plano general del Gran Depósito, donde se aprecian: lamalla estructural de 180 pilares con cuatro columnas dehierro cada uno, el patio central de 18.00 metros de lado,y el perímetro murarlo de las cuatro fachadas. Los cuatrocírculos indican los grupos de 12 pilares que poseen co-lumnas fijas en su base; mientras que las de los 33 pilaresrestantes de cada grupo son articuladas en su base, ytodas se encuentran articuladas en su extremidad superior.

26. Fachada principal del Gran Depósito de Gravitación.Promediando la década de 1880, la categoría de «Palacio»,no sólo se otorgaba a grandes residencias sino también aedificios de Correos, Justicia, Educación y Gobierno, entreotros programas edilicios. Aquella flamante Capital de laNación, con la obra del Gran Depósito incorporará unomás: el Palacio de las Aguas Corrientes, verdadero monu-mento del agua y la higiene pública.

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OLAF PETRUS BOYE (1864–1933)1

Olaf Petrus Boye nació en el condado de Rogaland (hoy

Stavanger), Noruega, el 19 de agosto de 1864, y sus pa-

dres fueron Ole Langfeld Boye y Andrine Mathea Tobrud.

Fue el tercero de seis hermanos: Barbra Christina, Agate

Charlotte, Olaf Petrus, Andreas Langfeld, Johan Berger

y Marina Abigail. Contrajo matrimonio con Anna Emilie

Levanger, con quien tuvo cuatro hijos; el primero de

ellos Ole Langfeld Basilio Boye, nació en Buenos Aires

el 14 de junio de 1890. Desde 1879 a 1882 estudió en

el Instituto Politécnico de Trondheim (Trondhjems

Tekniske Læreanstalt), creado en 1870 a semejanza

de institutos alemanes similares. Antes de graduarse,

trabajó como asistente del arquitecto Henrik Thrap

Meyers en Cristiania (antigua denominación de Oslo),

participando en el diseño del complejo residencial

Victoria en esta ciudad. Por sus croquis y dibujos de

edificios históricos y ciudades, sabemos que en 1883

se encontraba en España.

Dos años más tarde partió de su país, seguramente atraído

por las posibilidades de desarrollo profesional que ofrecía

Buenos Aires, ciudad en la que permaneció hasta 1891.

A poco de su llegada, Boye comenzó a trabajar en estu-

dios de reconocidos arquitectos locales como Juan A.

Buschiazzo, Adolfo Büttner y Carlos Altgelt. Hacia 1887

se incorporó a la Oficina Técnica del ingeniero inglés John

F. Bateman en Buenos Aires, trabajo que desarrolló hasta

1891, año en que regresó a su país. El director de dicha

Oficina, era otro profesional nórdico, el ingeniero sueco

Carlos Nyströmer. El ingeniero Richard Clere Parsons

–de Bateman, Parsons & Bateman– en una conferencia

en el Instituto de Ingenieros de Londres en 1896, adjudicó

a Boye el diseño exterior del Gran Depósito.

Una vez en Oslo, Boye estableció su propio estudio, co-

menzando una intensa actividad profesional, proyectando

apartamentos de renta y villas residenciales en variedad

de estilos (neorrenacimiento, neobarroco, pintoresquismo,

etc.), dentro del eclecticismo historicista vigente. Durante

el decenio 1891–1901, su estudio fue uno de los más im-

portantes de la capital noruega. Después de 1902 Boye

fue disminuyendo su actividad en esa ciudad, y se esta-

bleció como arquitecto del municipio de Baerum, en las

afueras de la capital, donde desempeñó diversos cargos y

construyó varios edificios escolares. Falleció en Baerum,

el 22 de julio de 1933, a los 68 años.

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CAPÍTULO 4: EL GRAN DEPÓSITO DISTRIBUIDOR | 109

1 Nuestro especial agradecimientoa Kirsten Boye Sætre, MarianneG. Boye y Petter Boye, por su valiosa colaboración para realizarla presente reseña.

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27. Olaf Boye firmaba como «ingeniero arquitecto», talcomo se ve en el plano de una obra que estaba realizandoen Buenos Aires en 1889.

28. Croquis y bosquejos realizados por Olaf Boye en Europa (c. 1883) antes de su viaje a la Argentina.

29. Olaf Boye y un proyecto de rascacielos, s/a.

30. Ole Langfelt Basilio Boye, el primer hijo, nacido en Buenos Aires, el 14 de junio de 1890.

31. Olaf P. Boye y su esposa, Anna Emilie Levanger, con quien tuvo cuatro hijos.

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Boye proyectó la arquitectura del Gran Depósito dentro del eclecticismo histo-

ricista39 entonces en auge en las principales capitales del mundo, esto es combi-

nando diversos estilos históricos, emparentados formalmente con la arquitectura

francesa del Segundo Imperio40 y ciertos modelos centroeuropeos como el anti-

guo Palacio de Justicia de Amberes, Bélgica. Pero, más allá de esta consideración

estilística, resulta claro que fue la inclusión de terracotas en variedad de texturas,

colores y formas, lo que acentuó su exhuberancia ornamental y decorativa, y

otorgó al Palacio un carácter propio, típicamente victoriano. Esto es, una obra

tan impresionante como útil, que sale de la media indiferenciada y despierta ad-

miración por su tamaño y particularmente por su «policromía constructiva». En

suma, una propuesta que rebosa exhibicionismo, otro rasgo común a la mayoría

de los edificios victorianos, y que con el tiempo le otorgó al Gran Depósito su

actual denominación de Palacio de las Aguas Corrientes.

Yendo al proyecto general, su partido y composición muestran una

planta cuadrada con cuatro fachadas de 90 metros de lado y 20 de altura, construida

en ladrillos y reforzada en sus esquinas por cuatro torres, con volúmenes leve-

mente salientes. También se practicaron refuerzos en el centro de cada costado,

con volúmenes en coincidencia son sus respectivos accesos; y además con contra-

fuertes puestos a intervalos a lo largo de los muros, entre estos volúmenes y las

esquinas. Esta decisión estructural sirvió para jerarquizar las entradas con pilares

y arcos rebajados, a la vez que en el acceso principal fue ubicada una cúpula central,

dominando el conjunto. Los espesores de las paredes perimetrales oscilan entre

1,80 metros en planta baja y 0,60 metros en el nivel del cornisamento41 superior.

Por dentro, donde estaba la estructura de hierro de los tanques de reserva, había

un patio central cuadrado –en el medio de la manzana– de 18 metros de lado que

servía de iluminación y ventilación a los distintos niveles de los reservorios.

39 El Eclecticismo arquitectónicoera una tendencia artística quemezclaba elementos de diferen-tes estilos y épocas de la historiadel arte y la arquitectura y quehabía comenzado a difundirse en Europa hacia 1860. El términoecléctico viene del verbo griegoescoger, puesto que arquitectos–y artistas en general– escogeránlos estilos del pasado que más les interesen a sus nuevas com-posiciones, de allí el términoHistoricismo. Mientras que la ar-quitectura historicista se dedicómás a imitar las corrientes de laantigüedad y no a incorporarleso combinarlas con característicasde otras culturas o arquitecturas;la arquitectura ecléctica se empleóprincipalmente a la combinaciónde corrientes arquitectónicas delugares y épocas diversas. Haciafinales del siglo xix, esta co-rriente tuvo particular difusiónen Buenos Aires y en otras capi-tales del mundo, adquiriendomayor variedad y libertad en laelección y combinación de lasfuentes que utilizaba.

40 Las transformaciones de Parísdurante el Segundo Imperioconstituyen una serie de moder-nizaciones vividas por la capitalfrancesa de 1852 a 1870 y lleva-das a cabo por Napoleón iii y el barón Haussmann. Las obrasfrancesas de este período tuvie-ron gran influencia en la arqui-tectura pública y privada porteñade fin de siglo xix y principiosdel xx.

41 Cornisamento: Conjunto demolduras horizontales que coro-nan una obra de arquitectura.Generalmente, el término «cor-nisa» se aplica en sentido lato acasi cualquier moldura horizon-tal que constituya un rasgo deco-rativo mayor, especialmente a lamoldura de unión del techo conlas paredes.

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CAPÍTULO 4: EL GRAN DEPÓSITO DISTRIBUIDOR | 111

Como era habitual en edificios públicos de perímetro libre aislados en manzanas,

su planta baja se encontraba sobreelevada –con escalinatas– para enfatizar su as-

pecto monumental, rodeado de jardines, y delimitado por un parapeto de mam-

postería con una reja de hierro fundido.

Para el revestimiento se utilizaron 170.000 piezas cerámicas y

130.000 ladrillos vitrificados, adquiridos a la firma Royal Doulton & Co. de

Londres, que subcontrató la loza esmaltada con la Burmantofts Company, de

Leeds (Ver: Royal Doulton & Burmantofts). Esta última firma, se había espe-

cializado en la fabricación de piezas vitrificadas aplicadas a la construcción.

(Ver: La «terracotta»).

Las piezas eran enviadas desde Gran Bretaña a Buenos Aires en

barco, en cajas de madera, prolijamente identificadas a través de un sistema alfanu-

mérico, que permitía –consultando los planos– su ubicación en las fachadas. Un

verdadero modelo para armar, a gran escala y de alta precisión. Dentro de este uni-

verso policromático, se incluyeron –a pedido del Gobierno– los escudos de las pro-

vincias argentinas, de la Nación y de la ciudad de Buenos Aires, el único gesto

decorativo vinculado al medio local. (Ver: Los Escudos).

Visualmente, si procuramos abstraernos de este festival ornamental,

veremos que el ordenamiento de las fachadas del Palacio no se aparta de los princi-

pios de composición que regían la arquitectura académica de la época: cada una posee

un basamento o zócalo inferior con bloques de terracota de carácter rústico y pesado

que simulan un almohadillado42, y por encima un piano nobile43 compuesto

por pilares enmarcando los grandes aventanamientos verticales de arcos rebajados.

42 Almohadillado: Aparejo de si-llería (en nuestro caso, simuladopor piezas de terracota) con lasjuntas labradas en bisel o rehun-dido para dar la sensación dejuntas anchas.

43 El piano nobile (en español«piso noble») era el piso princi-pal de una gran residencia, usual-mente construido en alguno delos estilos de la arquitectura re-nacentista clásica. Habitualmenteera el primer piso, ubicado sobreuna planta baja de mamposteríade cantera que contenía habita-ciones secundarias y de servicio.

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32

32. Acceso principal del Gran Depó-sito sobre Av. Córdoba N° 1950. Se aprecia el volumen central saliente,con mansarda curva de pizarras y crestería de zinc ornamental en su remate superior.

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Estos pilares culminan, antes de llegar a la cornisa perimetral secundaria que los

separan del segundo nivel, en pequeñas columnas enmarcando placas con moti-

vos vegetales coloreados. En el segundo nivel, se alternan paños ciegos con pe-

queños óculos44, con otros en los que aparecen delgadas aberturas, más como

escenografía que como iluminación de ambientes, pues en ese nivel ya se encuen-

tran los tanques metálicos de reserva. A pesar de lo macizo, las delgadas buñas

horizontales, y la combinación de tonos claros de la cerámica esmaltada, otorgan

la esbeltez necesaria a un piso superior que culmina en escudos, flores, modillo-

nes45, y arquillos ubicados bajo el cornisamento principal. También, en este úl-

timo nivel cobran mayor desarrollo ornamental los volúmenes esquineros

salientes de los extremos y de la parte central de las cuatro fachadas. En semejante

aluvión de formas, pasan casi inadvertidas las ocho cariátides46 de hierro fundido

ubicadas en las ventanas centrales, fabricadas por la firma escocesa de W. Mac

Farlane & Co. de Glasgow 47.

Por sobre las fachadas, se levantan empinadas mansardas48 con pi-

zarras de Sedán, Francia, y bordeadas por cresterías49 de zinc culminando cada

tramo. Por detrás de estas cubiertas, se encontraban los tanques de reserva del úl-

timo nivel y las techumbres que cubrían los tanques en toda la manzana, compues-

tas por armaduras metálicas triangulares, chapa ondulada y tramos acristalados

que permitían su iluminación cenital.

33. Una de las cuatro esquinas delPalacio, con su volumen levementeexento, coronado por una mansardacon zinguería ornamental. Las piezasde cerámica vitrificada se concentranen los pares de aberturas inferiores yen la buhardilla superior.

44 Óculo: proviene del latín oculus(plural oculi) que significa ojo y designa en arquitectura a unaabertura o ventanas de forma circular u ovalada.

45 Modillón: cada uno de los peque-ños bloques con que se adorna por laparte inferior el vuelo de una cornisa.

46 Cariátide: Figura femenina que soporta un entablamento, y generalmente oficia como columna o pilastra.

47 La fundición escocesa de W. MacFarlane & Co. fue una de las princi-pales firmas proveedoras de las em-presas ferroviarias inglesas en el país(puentes peatonales, estructuras de cubiertas, cañerías de desagües,baños públicos, etc.) y para la cons-trucción en general, con variedad derejas, fuentes ornamentales, kioskosde música en plazas, invernaderos,cañerías, etc. En Brasil, encontramosedificios de hierro provistos porMac Farlane, como el Mercado Mu-nicipal de Manaos, el de Belém, elTeatro José de Alencar en Fortalezay variedad de kioskos de música,rejas, columnas ornamentales, faro-les, etc. Ver: Texeira Da Costa, Cacilda. O Sonho e a Técnica. A arquitetura de ferro no Brasil. SaoPaulo. Edit. Universidad de SaoPaulo. 1994.

48 Mansarda: Cubierta con vertien-tes quebradas, siendo la parte infe-rior más empinada que la superior.El nombre proviene del arquitectofrancés Jules Hardouin Mansard (1598 –1666).

49 Crestería: Línea continua de ornamentos, a veces calados, que coronan una fachada o un tejado.

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LA «TERRACOTTA»

La palabra terracota viene del italiano terracotta, y ésta

del latín, terra cocta. Generalmente es el nombre que se

da a una arcilla fina modelada y endurecida al horno,

con la dureza suficiente para convertirla en material de

construcción. Si bien su uso se remonta a la antigüedad,

fue recién en los últimos decenios del siglo XIX cuando

en Gran Bretaña cobra mayor difusión, a la vez que se

amplían sus posibilidades de moldeo, con formas más

complicadas y nuevos colores. Tempranamente, habían

sido utilizadas en Alemania por el arquitecto Karl Fre-

derich Schinkel en 1824. La primera fabricación de te-

rracota en gran escala en Gran Bretaña fue iniciada a

fines del siglo XVIII por la familia Coade, que dio al pro-

ducto su nombre. Así encontramos construcciones in-

cluso en Estados Unidos, con este tipo de cerámica

inglesa importada, como The Octagon House

(1789/1800) diseñada por el arquitecto del Capitolio,

William Thornton.

Hacia 1820 ya existían varias empresas dedicadas a este

tipo de producción, entre ellas la de Doulton, una de las

más conocidas. Según Colin Cummings, a los fabricantes

les resultaba difícil realizar piezas de gran tamaño que

no se combaran durante el horneado, y los compromisos

en las entregas con frecuencia no eran firmes. Un pro-

blema que, el mismo crecimiento de la producción y la

necesidad de dar respuesta a la demanda, había que-

dado atrás en la década de 1870, que marca el floreci-

miento de esta industria1. Detalles y ornamentos en

terracota se utilizaron para el edificio del Victoria and

Albert Museum (1859–71) y el Royal Albert Hall (1867–

71). El arquitecto Alfred Waterhouse, uno de los pione-

ros en el uso del material, las utiliza en el Ayuntamiento

de Manchester (1853), para más tarde hacerlo a escala

monumental en el Natural History Museum (1873–81)

de Londres, muy probablemente el primer edificio im-

portante totalmente revestido –interna y externamente–

en terracota azul y amarilla. Su autor, habría utilizado

34

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CAPÍTULO 4: EL GRAN DEPÓSITO DISTRIBUIDOR | 117

las terracotas para resistir mejor el clima contaminado

de Londres, y también por su facilidad de moldeo para

la envolvente ornamental y decorativa2.

El fuerte incremento de la construcción y la moda por

este material hizo que surgieran empresas especializadas

en fabricar losetas esmaltadas para decorar interiores y

exteriores, como Milton, Maw, y la Burmantofts Company

de Leeds, que se había especializado en ornamentos de

«fayenza» vidriada para interiores. Circunstancia que ex-

plica mejor la subcontratación que hizo la firma Doulton

para la provisión de las piezas vitrificadas del Gran

Depósito a la empresa de Leeds.

1 Cunningham, Colin. La cons-trucción en la época victoriana.Madrid, España. Ed. Akal. 1991.

2 Cunningham, Colin. The terracotta designs of Alfred Waterhouse. Londres. Ed. JohnWiley & Sons. 2000.

35

36

37

34, 35, 36 y 37. Piezas de terracota del Palacio de las Aguas Corrientes.Mensulillas con hojas estilizadas y demás elementos ornamentaleselaborados con arcillas de excelentecalidad y adecuado horneado.

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38

39 40

39 y 40. Planos de detalles del «troquelado» o ensamblede las piezas de terracota en diversos sectores de las fa-chadas. Se trata de elementos numerados que configuranlos bordes de vanos y arcos de las carpinterías, semejandodovelas y sillares cuidadosamente moldurados. La clave odovela central del arco, presenta una pieza ornamentalque evidencia la ductilidad de la terracota para adaptarsea los más elaborados diseños. Londres, 1891.

38. Sobre las entradas centrales de las cuatro fachadas, se disponen amplios aventanamientos de tres cuerpos –uno central y dos laterales– ornamentadas con figuras de hierro fundido (cariátides) fabricadas por la fundiciónW. Macfarlane & Co. de Glasgow.

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41

42 43

41. En el segundo nivel las aberturas son óculos decora-dos. Estas pequeñas carpinterías correspondían al segundopiso de tanques de reserva y su limitada utilidad se com-pensaba por la iluminación cenital que proporcionaban en el interior las generosas superficies vidriadas de las cubiertas.

42 y 43. En el primer piso, las aberturas reducen su ta-maño e incorporan rejas de hierro fundido decoradas conmotivos vegetales estilizados. Los arcos rebajados dejanpaso a los de medio punto, y las proporciones se hacenmás esbeltas, siempre manteniendo en sus bordes el colorde los esmaltes que caracterizan a todas las aberturas ex-teriores. Tras las ventanas, se encontraba el primer piso detanques de hierro.

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44. En la parte inferior de las fachadas, el revestimientode piezas de terracota simula la forma de robustos sillaresde piedra, de acabado rústico el más bajo, y con diseñosgeométricos con «puntas de diamante» y fajas horizonta-les alternando tonos y formas, en su parte superior. En lafoto, la esquina de las calles Viamonte y Riobamba.

45. Placas ornamentales esmaltadas, con motivos vegeta-les de vivos colores. La fabricación de las piezas vitrifica-das fue subcontratada por la firma Doulton & Co. con laBurmantofts de Leeds, Inglaterra, una compañía especiali-zada en este tipo de terracota.

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45

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46 y 47. Plano e imagen actual de la entrada sobre calleRiobamba. El volumen aterrazado saliente, con pilaresavanzando y creando un porche semicubierto, además dejerarquizar y destacar el acceso, permitía reforzar en unpunto crítico la resistencia de los elevados muros de ladri-llos de las fachadas, a modo de contrafuertes, ante posi-bles empujes laterales. Un recurso que se repetía dediversas maneras en los cuatro accesos del Palacio, y tam-bién en sus cuatro esquinas, a través de la disposiciónadoptaba por las torretas, apenas exentas.

47

46

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48. Vista actual de los frentes sobre las calle Viamonte yAyacucho. Si bien ambas fachadas fueron proyectadas enforma similar a las de Av. Córdoba y Riobamba, respectiva-mente; durante el transcurso de las obras fue necesarioefectuar en ellas modificaciones que permitieran la entradade vehículos, como se ve en su configuración actual.

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ROYAL DOULTON & BURMANTOFTS

Desde joven, John Doulton (1793–1873) había apren-

dido el oficio de ceramista mientras trabajaba en Fulham

Manufacturing Co. fundada en 1688. En 1815 se asoció

con Martha Jones, que había heredado de su marido

una tienda de cerámica en Vauxhall Walk, Lambeth, al

sur de Londres. Su capataz, John Watts también se

incorporó a la sociedad, y la empresa se convirtió en

Jones, Watts y Doulton –y más tarde solo Doulton–

realizando una gran variedad de piezas funcionales,

como tuberías y demás elementos sanitarios, y decora-

tivos destinados a los sectores más acomodados. En

1827 comenzó a ampliar su tecnología de cerámica a

otras aplicaciones industrializadas y, en respuesta a la

conciencia pública sobre el peligro de la contaminación

del agua, inició la fabricación de filtros de agua con car-

bono en polvo. Había filtros para cocina, y también de

delicados diseños ornamentados, para boudoir1.

En 1835, la reina Victoria le encargó producir purifica-

dores de agua para la casa real, y, satisfecha con sus lo-

gros, le confirió el honor del Real Crest a los purificadores

Doulton. En el mismo año, Sir Henry Doulton, el segundo

hijo de John Doulton, se incorporó al negocio impul-

sando avances tecnológicos e innovaciones para la pro-

ducción de cerámica, e incluyendo una rueda de alfarero

a vapor, que puso el negocio por delante de su compe-

tencia. Las epidemias de cólera en 1832 y 1864 acrecen-

taron la producción de tuberías para alcantarillados y

filtros de purificación. En las últimas décadas del siglo

XIX, Doulton ocupaba un lugar de vanguardia en la pro-

visión de piezas de terracota para la construcción, ade-

más de una cada vez más diversificada producción de

artefactos, adornos y utensilios de uso cotidiano. Había

logrado desarrollar colores y formas de pintar la terracota

para las fachadas de los edificios, y proveía sus productos

49

1 Doulton & Co. Limited. TheRoyal Doulton Potteries. London.The new Doulton Press bay F.Howard Doulton & Co. S/f.

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a hospitales, oficinas, escuelas, bancos, e incluso exportó

sus productos a Canadá y más tarde a la Argentina, tanto

en artefactos y cañerías de terracota, como para la cons-

trucción del Gran Depósito, y terminales como la del F. C.

Central Argentino en Retiro.

Por su parte, la fábrica de cerámica de Burmantofts

en Leeds, que proveyó las piezas esmaltadas del Gran

Depósito, se había iniciado en 1859, con la venta de

cañerías y otros materiales de construcción. Hacia 1879

vendía ladrillos esmaltados y variedad de piezas de

terracota esmaltada (faience). El arquitecto Alfred

Waterhouse utilizó materiales de esta firma en la uni-

versidad de Yorkshire (1883) en Leeds, y dos años más

tarde los productos de la Burmantofts estaban en venta

en Londres, París y Montreal. Hacia 1889, asociada a

otras compañías, su producción de arcilla refractaria en

Leeds era la más importante del país.

49 y 50. Correspondencia entre la firma Doulton & Co. yel Gobierno argentino, julio de 1889.

51. Plano de una de las piezas ornamentales de terracota,1889.

52 y 53. Imágenes de las piezas sin esmaltar en las fachadas.

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Los escudos

En distintos pasajes nos hemos referido a la intención del Gobierno Nacional de

utilizar materiales del país en la arquitectura exterior del Gran Depósito. Como

vimos, por diversos motivos esto no se pudo materializar, aunque sí la inclusión de

elementos ornamentales de alta significación local: 90 escudos pertenecientes a la

Nación, las provincias, y a dos ciudades argentinas, Buenos Aires y Rosario.

Hacia 1891, cuando se efectiviza la fabricación de los escudos, el

país contaba con 14 provincias: Mendoza, San Juan, San Luis, Corrientes, Entre

Ríos, Santa Fe, Buenos Aires, Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero, La Rioja,

Catamarca y Córdoba. De estas provincias, Buenos Aires, San Juan, Jujuy, Tucu-

mán y La Rioja, utilizaban el escudo nacional aprobado por la Asamblea de 1813,

con las alteraciones que a través de los años se le fueron introduciendo (ornamen-

tos exteriores de banderas, cañones, trofeos, etc.).

Por otra parte, desde 1884 los Territorios Nacionales habían pasado

a ser Gobernaciones. En esta condición se encontraban los territorios de: la Pampa,

Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego, Isla de los Estados,

Misiones, Formosa y del Chaco. Estas gobernaciones, que adoptaron el Escudo Na-

cional desde que hubo en sus territorios autoridades nacionales, no se encuentran

representadas con escudos propios en el Palacio. A menos que consideremos que, la

evidente reiteración de escudos nacionales ubicados a lo largo de las cuatro fachadas

alternados con los de las provincias, aluda a las flamantes Gobernaciones y a las pro-

vincias que entonces también lo utilizaban como propio.

En el Palacio se han identificado los escudos pertenecientes a las

provincias de: Mendoza, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, Salta, Santiago del

Estero, San Luis, Córdoba y Catamarca. En el caso de Catamarca y Santiago del

Estero, las similitudes con los blasones provinciales son solo parciales y su com-

paración con los entonces existentes se dificulta.

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54 y 55. Escudo Nacional de 14 banderas, existente en losfrentes principales de Av. Córdoba y Viamonte, en concor-dancia con los accesos más importantes. Hasta entrado elsiglo XX, era mayoritario el uso del Escudo con banderaslaterales para representar a la Nación. Desde 1820 aproxi-madamente, la expresión política a través del Escudo Na-cional había girado en torno a la inclusión de elementos

externos al mismo, tales como leyendas, armas y banderasde las provincias; como sucedió durante los gobiernos deRivadavia y Rosas, donde –por ejemplo– los laureles semezclaron con robles y olivos y el sol fue interpretado porun rey Febo joven y de cabellos flotantes, aunque sin mo-dificar oficialmente el escudo adoptado por la Asambleade 1813.

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Dificultades que también han presentado, aunque en menor medida, el resto de

los escudos provinciales. Ello se debe a diversas razones: en primer lugar en su di-

seño presentan evidentes simplificaciones y adaptaciones, en buena medida pro-

ducto de su fabricación en el exterior y, además, de haber sido sistematizado sus

broqueles y escotaduras en cuatro tipos básicos. Estos tipos forzaron licencias y

ajustes de los modelos provinciales, como –por ejemplo– la pérdida de la figura

oval, la ausencia de laureles limitando el blasón, y la inclusión seriada de elementos

inexistentes en algunos de ellos, como por ejemplo el Sol de Mayo.

Si bien el proyecto elaborado por la oficina de Bateman en Buenos

Aires en 1888 ya contemplaba los escudos sobre las fachadas; es en Gran Bretaña

donde la firma proveedora de las piezas, Doulton & Co., elabora los planos de de-

talle tanto de éstas piezas como las del resto del revestimiento de terracota exterior.

Esta documentación, confeccionada principalmente entre 1889 y 1892, cuenta con

el sello de aprobación del estudio Bateman, Parsons & Bateman.

Con respecto a la ubicación de los escudos en las fachadas, puede

verse que en los sectores de mayor significación, es decir, los accesos de las fachadas

principales y secundarias, y también sobre los frentes de las torretas de las esquinas,

se impone la presencia de los escudos de la Nación y, en menor número, de la Ciu-

dad de Buenos Aires.

Sobre los frentes principales de Avenida Córdoba y calle Viamonte,

en el centro de las fachadas, por delante de la torre cubierta de pizarras («central

tower»), domina la composición un Escudo de la Nación flanqueado por 14 ban-

deras que representan a las provincias argentinas y, delimitando su óvalo, ramas

con hojas y frutos de roble (izquierda) y de laurel (derecha). A su pie, se disponen

dos cañones cruzados (figs. 54 y 55).

Más abajo, a ambos extremos de este cuerpo central, encontramos

–con otro tipo de broquel– un Escudo de la Nación, en una versión más pró-

xima a la tradicional forma elíptica, pero sin los laureles ni la cinta en forma de

moño que los une. El diseño del broquel muestra una opulencia a tono con la

56. Plano de las piezas de terracota pertenecientes al Escudo Nacional (con 14 banderas pertenecientes a lasprovincias) ubicado sobre las entradas de Av. Córdoba y de calle Viamonte, y –a la izquierda– la correspondienteal de la Ciudad de Buenos Aires y de la Nación dispuestossobre los accesos de las calles Ayacucho y Riobamba. Ladocumentación fue confeccionada por la firma Doulton &Co. en Londres y posee el sello de aprobación del estudioBateman, Parsons & Bateman.

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CAPÍTULO 4: EL GRAN DEPÓSITO DISTRIBUIDOR | 133

propuesta ornamental del Palacio, pletórico de motivos vegetales y con el agre-

gado de guirnaldas de flores rojas, amarillas y verdes, pendiendo de su extremo

inferior. Tal expresividad encuentra en la figura del «Sol de Mayo» –un Febo

con rostro humano redondo, esplendoroso, sugerente– una muestra acabada de

la estética que impregnó la realización de estas piezas de cerámica esmaltada,

en sus formas y colores (fig. 58).

En la parte central de las fachadas secundarias de las calles Riobamba

y Ayacucho, encontramos otra tipología de escudos (figs. 69 y 70). Es la pertene-

ciente a los de la Ciudad de Buenos Aires y de la Nación, pero con broqueles más

elaborados, como puede verse en los motivos vegetales que emergen de sus rebor-

des, siempre en tonos rojizos, amarillentos y verdes semejantes a las piezas orna-

mentales que acompañan la arquitectura exterior. Colores que se repiten en las

pequeñas flores inscriptas en la malla romboidal enmarcada sobre la que descansan

dichos escudos.

56

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57

57 y 58. Un segundo tipo de broquel lo encontramos enlos Escudos Nacionales que acompañan al blasón de 14banderas ubicado en el centro de las fachadas principalesde Av. Córdoba y Viamonte. Se encuentran más abajo y en ambos extremos del cuerpo central saliente, adorna-dos con floridas guirnaldas rojas, verdes y amarillas. Estos blasones presentan la versión tradicional del Escudode la República Argentina, aceptada oficialmente por laAsamblea General Constituyente el 12 de Marzo de 1813,aunque siempre adaptada a la particular morfología de losbroqueles.

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Un cuarto tipo –el más utilizado– recorre las cuatro fachadas y su ubicación coin-

cide con las pilastras que delimitan los paños de carpinterías verticales y circulares

del primer nivel (figs. 61 a 72). Si bien conserva la forma interna general de la es-

cotadura, los ornamentos de sus bordes difieren. A este tipo pertenecen los escudos

de las provincias de Córdoba, Santa Fe, Salta, Corrientes, Santa Fe, Santiago del

Estero, Mendoza, Entre Ríos, Catamarca, de la Nación y de las ciudades de Buenos

Aires y Rosario, junto con un número importante de escudos nacionales que se

repiten a lo largo de las cuatro fachadas. La disposición general de los escudos en

las cuatro fachadas es la siguiente:

Sobre Av. Córdoba (de Riobamba hacia Ayacucho, 25 escudos):

Torreta: Ciudad de Buenos Aires, Nación, Ciudad de Buenos Aires.

Cuerpo izquierdo: Nación, Córdoba, Santa Fe, Nación, San Luis, Catamarca.

Cuerpo central («central tower»): Salta, Corrientes, Nación (con guirnaldas),

Nación (con banderas), Nación (con guirnaldas), Santa Fe, Córdoba.

Cuerpo derecho: Santiago del Estero, Corrientes, Mendoza, Salta, Entre Ríos,

Nación.

Torreta derecha: Nación, Ciudad de Buenos Aires, Nación.

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59. Escudo de la Ciudad de BuenosAires.

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Sobre calle Riobamba (de Viamonte hacia Av. Córdoba, 20 escudos):

Torreta: S/identificar, Ciudad de Rosario, Nación.

Cuerpo izquierdo: Nación, Entre Ríos, Mendoza, San Luis, Catamarca, Corrientes.

Cuerpo central: Nación (sobre recuadro), Ciudad de Buenos Aires (sobre recua-

dro) Cuerpo derecho: Córdoba, Santiago del Estero, Santa Fe, Nación, Salta, Nación.

Torreta: Nación, Ciudad de Rosario, Catamarca.

Sobre calle Viamonte (de Ayacucho hacia Riobamba, 25 escudos):

Torreta: Ciudad de Buenos Aires, Nación, Nación.

Cuerpo izquierdo: Ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Nación, San

Luis, Salta.

Cuerpo central («central tower»): Catamarca, Corrientes, Nación (con guirnaldas),

Nación (con banderas), Nación (con guirnaldas), Santa Fe, Catamarca.

Cuerpo derecho: Córdoba, Corrientes, Mendoza, Salta, Entre Ríos, Ciudad de

Buenos Aires.

Torreta: Nación, Nación, Ciudad de Buenos Aires.

Sobre calle Ayacucho (de Av. Córdoba hacia Viamonte, 20 escudos):

Torreta: Catamarca, Ciudad de Rosario, Ciudad de Buenos Aires.

Cuerpo izquierdo: Nación, Entre Ríos, Mendoza, San Luis, Catamarca, Corrientes.

Cuerpo central: Ciudad de Buenos Aires (sobre recuadro), Nación (sobre recua-

dro). Cuerpo derecho: Córdoba, Santiago del Estero, Santa Fe, Nación, Salta, Nación.

Torreta: Nación, Rosario, Catamarca.

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60. Escudo de la Nación (Accesos de calles Riobamba y Ayacucho).

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65. Escudo de la Provincia de Corrientes. 66. Presumiblemente, escudo de la Provincia de Santiagodel Estero.

61. Escudo de la Provincia de Córdoba. 62. Escudo de la Provincia de Entre Ríos.

63. Escudo de la Provincia de Santa Fe. 64. Escudo de la Ciudad de Rosario.

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67. Escudo de la Provincia de Mendoza.

69. Escudo Nacional. 70. Escudo de la Ciudad de Buenos Aires.

68. Presumiblemente, escudo de la Provincia de Catamarca.

71. Escudo de la Provincia de San Luis. 72. Escudo de la Provincia de Salta.

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El universo metálico

Contrastando el impactante exterior, tras los muros de mampostería y terracota

se encuentra la estructura de hierro fundido del Gran Depósito de Gravitación.

Sus 12 tanques podían albergar 72.300 toneladas de agua potable, es decir, unos 72

millones 300 mil litros, distribuidos en 3 pisos y sostenidos por una malla de 180

columnas dispuestas a una distancia de 6,10 metros entre sí (fig. 73).

Estos tanques estaban formados por chapas de hierro dulce de 10

milímetros de espesor, unidas por perfiles ángulos y aseguradas con remaches. En

el interior, para reforzarlas contra la presión del agua, estaban aseguradas por

medio de diagonales de hierros planos. Cada tanque se encontraba provisto con

un caño de entrada, otro de salida y otro de desborde50, y descansaba sobre 45 co-

lumnas, cada una compuesta por cuatro columnillas o fustes secundarios ligados

por medio de chapas intermedias también de hierro (fig. 74).

Para lograr las articulaciones necesarias se colocaron apoyos y vin-

culaciones móviles en columnas y vigas. Los extremos de estas últimas que des-

cansan en las paredes interiores y exteriores, también se hicieron móviles, de tal

manera que sólo sostenían una pequeña porción del peso de los tanques y ningún

empuje horizontal llegaba a ellas. Asimismo, en las columnas sujetas a empujes

fuera de su eje vertical a consecuencia de la expansión del piso de los tanques, fue-

ron colocados, tanto en sus cimas como en sus bases, articulaciones universales.

La introducción de estas articulaciones –básicamente para absorber

posibles movimientos de dilatación y contracción– no estaba contemplada en el

proyecto original, y fue realizada con posterioridad por el estudio de Bateman.

Sobre estos cambios y los problemas que ocasionaron a las empresas proveedoras

de la estructura metálica con respecto a los tiempos de provisión y mayores costos,

es ilustrativa la correspondencia mantenida por la firma Marcinelle et Couillet con

la Legación Argentina en Londres, entre 1887 y 1888.

50 Además de los 12 tanquesprincipales, se colocó un tanquede incendio encima de la torrecentral, en el costado norte (Av. Córdoba), de 180.000 litros.

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73. Corte longitudinal que muestrala estructura de hierro con los trespisos de tanques, las columnas consus bases, el patio central, las man-sardas de pizarras y el perímetro mu-rario exterior.

74. Detalle de los pilares del GranDepósito, 1886. Como se ve, cadauno se encontraba formado por cua-tro columnas de hierro fundido, queiban reduciendo sus secciones a me-dida que se acercaban a los nivelessuperiores.

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75 y 76. Uno de los cuatro espacios en torno a los cualesse volcaban las pasarelas de los 12 tanques de hierro ubi-cados en las esquinas. En este caso, incluye una sala decontrol, de madera y vidrio, que hoy alberga dependen-cias del Archivo Histórico de Planos de AySA.

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77 y 78. Los distintos niveles de tanques de hierro consus respectivas pasarelas. En el centro del espacio, ilumi-nado cenitalmente por la cubierta transparente, se en-cuentra la columna de alimentación por la que ingresabael agua enviada desde el Establecimiento Potabilizador.

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Otra particularidad de la estructura vertical es que para llegar hasta el último nivel

de tanques y a la cubierta superior, atravesaba los tanques inferiores rodeada de

cajas metálicas cuadradas de 1,68 metros de lado, e igual altura que los tanques.

Para sostener la cubierta se pusieron columnas exactamente arriba

de las que sostenían los tanques del último piso; mientras que las mansardas late-

rales fueron aseguradas a esta parte metálica principal del techo, no haciendo más

que descansar libremente sobre las paredes.

Toda la presión del viento en las cubiertas, especialmente la del te-

mido Pampero, se transmitía de esa manera al interior, y se llevaba hasta los ci-

mientos a través de los vientos diagonales entre las columnas. En cada lado de los

pasadizos centrales de las tres series de tanques los 45 pilares que servían de apoyo

a los tanques fueron diseñados para sostener un peso de 550 toneladas, con tres

tanques llenos de agua y viento desfavorable. De esta manera conformaban la malla

de 180 columnas antes mencionada. Esta estructura se encontraba dividida en la

planta general del edificio en cuatro sectores, uno por cada uno de sus ángulos,

formando 4 grupos de pilares. En el centro de cada grupo, había 12 pilares con sus

columnas fijas en la base, adheridas a los cimientos por fuertes pernos; mientras

que las columnas de los 33 pilares restantes de cada grupo (45), eran articuladas en

su base y en su extremidad superior.

El peso total del hierro empleado en la estructura era de 16.800 to-

neladas. Las cañerías, válvulas exclusas, de retención y desagüe, y en general todo

el sistema de distribución fue provisto por la firma inglesa Glenfield C° Ltd.

Hidraulic Engineers, Kilmarnock, East Ayrshire.

79 y 80. Segundo nivel de tanques de reserva. Entre lascolumnas se disponen tensores diagonales, en cada ladode los pasadizos centrales de los tres niveles de tanques.Fueron colocados para absorber la presión del vientosobre las cubiertas.

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81 y 82. Tercer y último nivel de tanques. La cuatro co-lumnas de hierro fundido de los pilares se reducen a unasola, que sirve de sostén a las armaduras de la cubierta.

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83. Detalle de los remaches en las planchas de hierro delos tanques.

84 y 85. Las válvulas y cañerías pertenecientes al sistemade distribución, provistas por la firma Glenfield Co. Ltd.Hidraulic Engineers, de Kilmarnock, East Ayrshire.

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Con respecto a las fundaciones, las bases descansaban en un lecho de cemento

Portland, extendiéndose las zapatas considerablemente a un lado y otro de las

paredes, hechas con ladrillos «aprensados», elegidos, en función de su mayor o

menor resistencia, ubicándose los más resistentes en las partes más bajas de las

fundaciones. Sobre esta inmensa platea se levantaron macizos de mampostería

de ladrillos con forma de pirámides truncadas cuadrangulares, distribuidos en

damero y en coincidencia con cada una de las 180 bases de las columnas. Sobre

ellos se ubicaron bloques de asiento de granito, de unos 30 centímetros de espe-

sor por 2,10 metros de lado, sobre los cuales apoyaban las bases de hierro de las

cuatro columnas del mismo material que conformaban cada una de las 180 co-

lumnas mencionadas.

Sobre la resistencia estructural del edificio, Richard Clere Parsons

explicaba51 que el 27 de octubre 1894 tuvo lugar un serio terremoto en la República

Argentina, el que se hizo sentir con bastante fuerza en Buenos Aires. Fue entonces

cuando en los tanques se produjeron olas de 15 centímetros de altura, pero el edi-

ficio no sufrió daño alguno52. En nuestra opinión, tal solidez se debió a los refuer-

zos introducidos durante el curso de las obras, cuando fueron apareciendo grietas

y rajaduras, como seguidamente veremos.

86. Pasillos internos de las pasarelas de hierro de los tanques, rodeando el patio central del Gran Depósito.Eran utilizados para controlar diariamente los reservoriosy realizar trabajos de mantenimiento.

51 Parsons, Richard Clere. Op. cit.

52 El terremoto del 27 de octu-bre de 1894, conocido como «Te-rremoto Argentino», es el sismode mayor magnitud ocurrido enla Argentina y fue descripto porBodenbender (1894), atendiendoa cómo fue percibido en el De-partamento de Iglesia (San Juan)y en el sur de La Rioja, y se leasignó una magnitud Ms: 8.2. Deacuerdo a crónicas de la época, elsismo fue muy fuerte, de carácterondulatorio y larga duración.Produjo daños de consideraciónen las ciudades San Juan, LaRioja, en menor grado en Cór-doba y Catamarca, y se sintió enBuenos Aires (a 1100 kilómetrosde la zona epicentral). El númerode víctimas fatales fue de alrede-dor de 100, ya que el epicentro seubicó en una región de densidadpoblacional muy baja. Ver: Tello, Graciela E. – Perez,Irene. El terremoto de 1894: Investigación histórica. En: Aceñolaza F. G. et al. (Eds.). Insugeo, Serie Correlación Geo-lógica, 19: 23 –40. Simposio Bodenbender. Tucumán, 2005 –IBSN 1514 –4186 – ISSN on –line1666 –9479.

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87, 88 y 89. En su dilatada ejecución, el proyecto delGran Depósito tuvo marchas y contramarchas. Y algunasde ellas se debieron al diseño de su patio central que,aunque siempre fue pensado como un espacio destinadoa iluminar y ventilar, recién adoptó su aspecto definitivocuando fueron eliminados los usos de la planta baja y lamalla estructural adoptó su diseño actual.

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90. La presencia del conjunto defundiciones belgas responsables de la fabricación y montaje de la estructura de hierro, quedó testimo-niada en esta placa que habla de su temprana terminación (1891).

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Pormenores de la construcción

En 1887, los vecinos de Balvanera vieron iniciarse las obras del Gran Depósito

Distribuidor en la manzana de las calles Riobamba, Viamonte, Ayacucho y Cór-

doba. Trabajos que demandaron, sólo para el montaje de la estructura metálica,

la fuerza diaria de 400 hombres promedio, durante cuatro años y dos meses. En

una ciudad donde vivía más población extranjera que nativa, no será extraño ver

y escuchar diversidad de razas y lenguas de operarios contratados en Europa o

bien extranjeros ya radicados aquí. En 1887 el Censo Municipal registraba un

total de 473.875 habitantes, de esta cifra el 52% eran europeos y entre ellos, una

mayoría italiana contundente: 138.166 personas, seguida de lejos por la colectivi-

dad española, con 39.562.

En los años que se levantaba el Gran Depósito, Buenos Aires ex-

perimentaba un gran impulso constructor, perceptible sobremanera en el ámbito

privado, con proliferación de residencias que respondían a los cambios en el modo

de vida de la gente y al crecimiento demográfico. En el año que se inició su cons-

trucción también comenzaron los trabajos de Puerto Madero, se inauguraban los

hospitales Francés y Británico y la nueva sede del Jockey Club en Florida, se le-

vantaban las facultades de Derecho y Medicina y el Intendente Antonio Crespo

proponía oxigenar la cuadrícula porteña –tildada de aburrida, monótona y sin

sorpresas– con un «Proyecto de Avenidas Diagonales». Como buen continuador

de Alvear, su Plan procuraba plasmar la ilusión cosmopolita de una ciudad que

pretendía ser una síntesis de toda Europa, siempre bajo el paradigma urbano y

foco de atracción principal que era entonces París y la cultura francesa en general.

Como contraparte de estas y otras reformas, lejos del centro el número de con-

ventillos alcanzó aquel año uno de sus máximos registros: 2.835 construcciones,

con 116.167 inquilinos.

Se trataba de una sociedad en pleno proceso de transformación, con

la constante afluencia de inmigración europea, la influyente presencia de la cultura

francesa y las poderosas inversiones británicas en las áreas de infraestructuras y

servicios. Desde el primer país industrializado del mundo, llegaban a estas tierras

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91. Aviso del llamado a licitaciónpara trasladar los ladrillos necesariosa la obra del Gran Depósito desde laPlanta Recoleta, adonde llegabanpor ferrocarril desde la fábrica de laComisión de Aguas Corrientes enSan Isidro, septiembre de 1886.

92. Solicitud de la empresa de Leopoldo Rocchi y Cía. a la Comisiónde las Obras de Salubridad para quele sean entregados 180 bloques degranito, destinados a las fundacionesde los pilares de hierro, diciembre de 1887.

92

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manufacturas, materiales, maquinarias, equipamiento e instalaciones, en respuesta

a la velocidad y escala de crecimiento sin precedentes que vivía entonces la prin-

cipal ciudad del país. Las demandas sobre la industria europea eran entonces enor-

mes y muchos miles de hombres encontraron nuevo empleo en Buenos Aires,

ciudad a la que arribaron desde trabajadores no calificados hasta ingenieros, ar-

quitectos y topógrafos, entre otros. Y con ellos su experiencia en los nuevos fenó-

menos que estaban aconteciendo, como por ejemplo la gran cantidad de trabajo

que forzó una drástica reorganización de los gremios y la construcción.

En las obras del Gran Depósito puede vislumbrarse tal reorganiza-

ción. Para ordenar la complejidad de las obras, se realizaron contratos indepen-

dientes con los distintos gremios (estructura de hierro, revestimientos,

mampostería, bloques de granito, etc.). El primero de ellos fue el correspondiente

al traslado de los ladrillos desde el Establecimiento Recoleta hasta el futuro

Depósito. Empresa nada fácil, si pensamos que los vagones del F.C. Norte de Buenos

Aires provenientes de la fábrica que tenía la Comisión de Aguas Corrientes en San

Isidro transportaban hasta 30.000 ladrillos diarios a Recoleta53. Octavio Moyano,

ganador de la licitación realizada en septiembre de 1886, fue el encargado del traslado

de los mampuestos hasta un depósito cercano a la obra, en la manzana de la actual

Plaza Rodríguez Peña54. Frente a la futura plaza, se estaba construyendo entonces

otra obra monumental, la Escuela Petronila Rodríguez –hoy Consejo Nacional de

Educación – proyectada por el arquitecto argentino Carlos A. Altgelt.

Los ladrillos habían comenzado a fabricarse mucho antes de iniciada

la obra, prácticamente desde comienzos de 1886. Informes del director de la fábrica

en aquel momento, indicaban la necesidad de fabricar 4.000.000 de ladrillos «plás-

ticos» y 6 millones «secos» durante dos años, tiempo estimado que duraría la cons-

trucción. Por su parte, los inspectores de la Oficina Técnica de Bateman eran los

responsables de su correcta selección, cuidando su quemado uniforme, y apartando

los casi requemados para los cimientos.

93. El contrato con la empresa encargada de la provisióny montaje de la estructura de hierro, Marcinelle & Couillet, establecía que el transporte de las partes metáli-cas hasta el pie de la obra estaría a cargo de la Comisiónde Aguas Corrientes. Pero como esto ocasionaría diversasdificultades, el representante local de la firma belga, propuso a la Comisión realizarlo a su cargo, construyendouna vía de tramway desde la manzana donde estaban depositadas (la actual Plaza Rodríguez Peña) hasta la del Gran Depósito. Cobraría un peso con veinte centavos,moneda nacional, por cada tonelada transportada. Aquíse ve el croquis de la propuesta, junio de 1888.

93

53 Cantaluppi, Orestes J. P.«Distribución de agua potable a la ciudad de Buenos Aires. Primeras obras – Ampliaciones –Estado actual». En: «Boletín deObras Sanitarias de la Nación».Año iii. Septiembre de 1939. N° 27. P. 249.

54 Expedientes relativos a las Obras de Salubridad de laCapital. Archivo. Contratos –Propuestas y Convenios. Carpeta N° 3. Legajo N° 6. 1886 y 1887. En: Museo del Agua y de la Historia Sanitaria (AySA).

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94. Aspecto que presentaba la manzana del Gran Depósito, a poco de iniciadas las excavaciones de las fundaciones.

94

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Paralelamente, también salían de ese establecimiento los ladrillos necesarios para

la ampliación de la Planta de Recoleta, para la planta de tratamiento de líquidos

cloacales de Puente Chico (Wilde), para el Sifón de la primera Cloaca Máxima

en el Riachuelo, e incluso para otros edificios públicos que realizaba el Go-

bierno Nacional.

En julio de 1887, el mismo mes que en Londres el gobierno fir-

maba el contrato con Marcinelle et Couillet por la estructura de hierro, fue con-

tratada aquí la construcción de los cimientos y los pilares de asiento para las

columnas metálicas con la empresa de Leopoldo Rocchi y Cía.55, los que queda-

ron terminados un año después. El 29 de agosto comenzaron las excavaciones

de los cimientos56.

También en julio se realizaron los contratos con la «Sociedad Talle-

res de Casa Amarilla» para los pernos de hierro, y con los señores Fynn y Butler

para la provisión de las piedras de granito de asiento. El ingeniero Nyströmer

95 y 96. Distintos momentos en la construcción de la estructura de hierro, donde se ve el montaje de las primeras columnas y vigas y, en la imagen de la páginasiguiente, ya avanzados los trabajos, la ejecución del segundo piso de tanques y las paredes del patio central,c. 1889. Se observa, además, el recubrimiento metálicoque poseían las columnas al atravesar el interior de los tanques de reserva para llegar hasta el nivel de las cubiertas.

95

55 Leopoldo Rocchi había na-cido en Italia, donde se graduóde arquitecto. Realizó importan-tes obras en la ciudad de LaPlata, como el Teatro Argentino(desaparecido tras un incendio,1977) y el Palacio del Goberna-dor D´Amico (1885, hoy CuriaArzobispal).

56 Nota del Ingeniero CarlosNyströmer (N° 4510) a la Comi-sión de las Obras de Salubridad,del 11 de Octubre de 1887. Ci-tado en: Benvedutti, HiginioAndrés. El Palacio de las AguasCorrientes. Buenos Aires. 1982.Ejemplar mecanografiado delautor. Biblioteca de AySA.

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informaba entonces a estos proveedores que el examen hecho a la muestra de gra-

nito labrado dejada en la Oficina Técnica era de calidad aceptable, aunque aclaraba

que: «Una de las superficies labrada para cara superior no está perfectamente plana,

defecto que es preciso corregir en la labra de las piedras que se entreguen, puesto

que la base de las columnas de fundición que descansarán en ellas será cepillada, y

porque es indispensable un perfecto contacto en todos los puntos de ambas superficies»57.

Y en esto el representante de Bateman no se equivocaba, como demostraron pro-

blemas estructurales posteriores.

En febrero de 1888 Marcinelle et Coulliet informaba al Ministro ar-

gentino en Londres, Luis Domínguez, que se había realizado un primer envío de

piezas de hierro para el Gran Depósito en Buenos Aires, en el vapor «Caffaro»,

desde el puerto de Amberes58. Una vez las piezas metálicas aquí, para su mejor

traslado se tendieron rieles desde el depósito en la manzana de la actual Plaza Ro-

dríguez Peña hasta la obra, distante unos 300 metros59. Recordemos que en aque-

llos años recorrían la ciudad numerosas compañías de tranvías tirados por caballos,

y la tracción a sangre combinada con el riel era muy común, tanto para el trans-

porte público como para cargas.

En junio del mismo año, el Gobierno de Juárez Celman celebraba

el contrato de arrendamiento de las obras de salubridad con la Buenos Aires Watter

Supply, al que ya nos referimos. Entre las obras que quedaron bajo responsabilidad

97. En junio de 1888 el Gobierno Nacional celebraba uncontrato de arrendamiento de las obras de salubridad conla empresa Buenos Aires Watter Supply, cuyo titular localera el comerciante Samuel Hale. El desempeño de estafirma motivó severos cuestionamientos, principalmentede los vecinos y de la prensa, y también desinteligenciascon las autoridades y con la empresa constructora deJuan B. Medici a cargo de las obras y responsable de lapresente nota, 26 de diciembre de 1890.

98. Un alto en los trabajos. Atrás, entre los profesionalesfrente a la grúa se ve un hombre con traje, sombrero y elhabitual reloj de bolsillo: es el joven arquitecto noruegoOlaf Boye autor del diseño arquitectónico exterior, bajo lasupervisión de otro profesional nórdico, el ingenierosueco Carlos Nyströmer, director de la Oficina de JohnBateman en Buenos Aires.

97

57 Expedientes relativos a lasObras de Salubridad de la Capi-tal. Contratos – Propuestas yConvenios. Nota N° 4.463, deNyströmer a los señores Fynn,Butler y Cía. Buenos Aires,Agosto 17 de 1887. En: Museodel Agua y de la Historia Sanita-ria (AySA).

58 Ibidem. Nota de la Sociedadde Marcinelle al Ministro Domínguez, Febrero 17 de 1888.

59 Ibidem. Notas del IngenieroDirector de la parte metálica delGran Depósito Distribuidor, G. Roufosse al presidente de laComisión, Junio 2 de 1888.

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de la empresa arrendataria –además del Sifón del Riachuelo, los techados de los

Filtros de la Planta en Recoleta, las cloacas domiciliarias y el distrito 30 Boca y

Barracas– se encontraba el Gran Depósito. Este arrendamiento acarreó una larga

serie de problemas, por superposición de competencias con la Oficina Técnica de

Bateman en Buenos Aries, con la empresa constructora de Antonio Devoto y con

la Comisión que representaba al Gobierno.

En mayo de 1889 Louis J. Lowe, representante de Bateman tras la

renuncia de Nyströmer, informaba sobre los escasos avances de la construcción

debido a que no había recibido aún una cantidad considerable de materiales. Las

paredes exteriores se encontraban levantadas hasta la parte superior de la cornisa

principal, y se habían colocado las columnas, vigas y forros de columnas en cada

uno de los tres niveles de tanques. Al mes siguiente, Lowe informaba sobre el fa-

llecimiento de John F. La Trobe Bateman, quedando a partir de entonces la direc-

ción de las obras a cargo del estudio Bateman, Parsons & Bateman60.

La lentitud e impericia en la ejecución de las obras de salubridad y la

resistencia de los vecinos a las tarifas elevadas fijadas por la arrendataria, se vieron

agravadas por la crisis financiera de 1890. Situación que llevó al Gobierno de Carlos

Pellegrini a rescindir el contrato de arrendamiento en mayo de 1891, transfiriéndose

las obras –su manejo y explotación– a una Comisión de las Obras de Salubridad de-

pendiente del Departamento de Obras Públicas, bajo la presidencia del ingeniero

Guillermo Villanueva. (Ver: Gran Depósito «Ingeniero Guillermo Villanueva»).

Hasta principios de octubre de 1891, en que la Comisión se hizo

cargo de las obras, se habían presentado y aprobado 16.585 planos, pero no había

más que 4.360 cloacas construidas. Esta parte de las obras se hallaba muy atrasada

y a fines de 1893, sólo había alrededor de 15.000 cloacas en funcionamiento.

99

60 En 1888 Bateman asoció a su yerno Richard Clere Parsons,y a su hijo, La Trobe Bateman.Luego de su muerte, en Farnham,Surrey, el 10 de Junio de 1889, a los 79 años, esta sociedad con-tinuó a cargo del estudio. Richard Clere Parsons (1851 –1923) fue hijo de William Parsons,tercer Conde de Rosse, astró-nomo irlandés, miembro delParlamento y aficionado a lasciencias, y de Mary WilmerField. Se casó con Agnes ElizabethBateman. Estudió física, químicae ingeniería en el Trinity Collegede Dublin. Después fue aprendizde la firma de máquinas a vaporde Easton y Anderson y fue durante este período que se desa-rrolló su interés por la hidráu-lica. En 1875 fue asignado porAnderson para hacer experimen-tos sobre bombas centrífugas, y su labor culminó con la lecturadel documento «La teoría de las bombas centrífugas, apoyadapor los experimentos», ante laInstitución de Ingenieros Civiles,trabajo que le valió el PremioMiller. En adelante, Parsons leerámuchas conferencias en esta ins-titución, de la que recibió la me-dalla de oro Telford y la medallade George Stephenson. En 1880se convirtió en socio de los fabri-cantes de locomotoras Kitson &Co., de Leeds, posición queocupó hasta 1887. En aquel añose asoció con J. F. La Trobe Bateman, y así comenzó la prác-tica de consultoría, que continuóhasta su muerte. Parsons integrócompañías británicas de abasteci-miento de agua en las ciudadesde Rosario y Montevideo.

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99 y 100. Traspuestas las entradas principales del Palaciode las Aguas Corrientes sobre Av. Córdoba y sobre calleViamonte, en su interior se dispusieron vestíbulos de líneas afrancesadas, con cielorrasos, muros, solados y carpinterías con una decoración y ornamentación acordesal despliegue arquitectónico exterior, aunque sin la policromía de los revestimientos de terracota.

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GRAN DEPÓSITO

«INGENIERO GUILLERMO VILLANUEVA»

En el lateral derecho de la entrada principal del Palacio

de las Aguas Corrientes sobre Avenida Córdoba, se yer-

gue sobre un pedestal el busto del ingeniero Guillermo

Villanueva, de quien adopta su denominación oficial

el Gran Depósito. El justo homenaje a un pionero del

saneamiento nacional se origina en el Decreto del

Poder Ejecutivo N° 8.843/61.

Guillermo Villanueva y Doncel había nacido en San Juan

el 15 de abril de 1849 y fueron sus padres Arístides Vi-

llanueva Chenaut y Vicenta Doncel. Perteneció a la pri-

mera promoción de ingenieros civiles egresados del

Departamento de Ciencias Exactas y presidió la Comisión

Nacional de las Obras de Salubridad durante dos perío-

dos: desde el 31 de Agosto de 1891 hasta el 31 de

Agosto de 1895, y desde el 14 de Julio de 1900 hasta

el 22 de Septiembre de 1911. Esta institución –que

desde 1903 se llamó Dirección General de las Obras de

Salubridad– fue antecesora directa de Obras Sanitarias

de la Nación, creada en 1912.

El ingeniero Villanueva fue inspector de obras de la Pro-

vincia de Buenos Aires; inspector general de ferrocarriles

y luego vicedirector del Departamento de Ingenieros Ci-

viles de la Nación; siendo nombrado presidente de esta

institución luego de haberse distinguido en la Dirección

del Ferrocarril Andino.

Se desempeñó como Ministro de Guerra y Marina du-

rante 1895-96, y más tarde reorganizó la Casa de la Mo-

neda. En 1900 reasumió la Presidencia de las Obras de

Salubridad de la Capital. Entre sus trabajos de más im-

portantes se encuentra el proyecto y construcción del

Puerto Militar de Bahía Blanca (hoy Puerto Belgrano)

junto con Luis A. Huergo y el ingeniero italiano Luis

Luiggi, en 1898.

Falleció en Londres, el 17 de julio de 1912. Al día si-

guiente se creaba por ley la primera empresa estatal de

saneamiento, Obras Sanitarias de la Nación, presidida

por el ingeniero Agustín González, quien durante diez

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CAPÍTULO 4: EL GRAN DEPÓSITO DISTRIBUIDOR | 169

años se había desempeñado junto al ingeniero Villa-

nueva como Vicepresidente de la Dirección de las Obras

de Salubridad.

Gran Tanque Distribuidor, Casa de las Aguas Corrientes,

Palacio de Obras Sanitarias de la Nación, Gran Depósito

«Ingeniero Guillermo Villanueva»… son sólo algunos de

los nombres que la historia y el imaginario colectivo

han otorgado a este monumento referencial de las

obras de salubridad.

101. Ingeniero Guillermo Villanueva(1849-1912). Óleo, C. K. Robertson, 1912.

102. Porcelana con imagen del GranDepósito.

101

102

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103 y 104. En los vestíbulos del Palacio, años después desu inauguración y luego de ser creada Obras Sanitarias dela Nación en 1912, se incorporaron lámparas de broncecon vidrios esmerilados que lucen la sigla de la institu-ción. Los solados, presentan mosaicos calcáreos rica-mente decorados, junto con delgadas solias de mármolblanco delimitando sectores.

104

103

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Por su parte, la construcción del edificio se encontraba casi terminada y las piezas

de terracota colocadas en las dos quintas partes del revestimiento. El resto se fue

colocando lentamente y en 1894 se encontraba completamente terminado. No

obstante, y a causa de haber llegado rotos algunos trozos y resultar otros de mala

calidad y ser rechazados por la Comisión, faltaban aún colocar 85 blocks de te-

rracota correspondientes en su mayor parte a la fachada de la calle Ayacucho61.

Pero, aún cuando esta obra estaba casi terminada, la Comisión creyó que no debía

recibirla mientras subsistan dudas respecto a su solidez y estabilidad. Y en esto

no se equivocaba.

En noviembre de 1891 se dictó el decreto separando a Bateman,

Parsons y Bateman de la dirección de las obras, quedando la Comisión encargada

de la inspección del Gran Depósito. Cuando los profesionales de esta dependencia

se hicieron cargo, la obra metálica estaba totalmente terminada, con 8 tanques lle-

nos simultáneamente, y en servicio los cuatro del tercer piso. Ante este panorama

alentador, los contratistas solicitaron inmediatamente la recepción de las obras,

pero apareció entonces la primera base rota, en el sector de Córdoba y Riobamba,

la que fue sustituida en marzo de 1892.

Las pruebas de llenado de tanques realizadas durante este último

año provocaron la rotura de otras bases, debiéndose encargar nuevas a Europa

para sustituir las fracturadas. Finalmente, como una medida de seguridad, los en-

sayos fueron suspendidos en mayo de 1893, en vista de haberse producido nuevas

rajaduras en los muros del edificio. En opinión del ingeniero Carlos Echagüe62,

estas roturas se debían al espesor insuficiente de los muros entre los pilares, debi-

litados en el sector antes mencionado, por las aberturas del primer y segundo piso,

y a los esfuerzos de dilatación de los tanques. También se produjeron rajaduras en

uno de los laterales del cuerpo saliente que forma la entrada por Viamonte, pre-

suntamente motivados por las vibraciones de la torre central del frente cuando era

azotada por fuertes vientos. Todas esas rajaduras fueron oportunamente arregladas

con la introducción de refuerzos63.

61 El 24 de Marzo de 1891 –según comunica la empresa deJuan B. Médici a la Comisión–todavía estaban llegando alpuerto en el vapor «Bellova» se-senta y un cajones conteniendomolduras de terracota para elGran Depósito Distribuidor.

62 El ingeniero Carlos Echagüe(1861 –1907) se graduó en laUniversidad de Buenos Aires en1886. Fue inspector de explota-ción de la empresa arrendatariade las obras de salubridad, y continuó en sus funcionescuando en 1891 retornaron a jurisdicción nacional. En 1893reemplazó al Ing. CarlosNyströmer como ingeniero jefe.Colaboró estrechamente en lainstalación de la Compañía Alemana Transatlántica de Elec-tricidad (cate), de la Compañíade Electricidad de la Provinciade Buenos Aires, así como de laCompañía Industrial del Río dela Plata. Fue Presidente de la So-ciedad Científica Argentina en1902. En: Lucchini, Alberto P.Historia de la ingeniería argen-tina. Buenos Aires. Centro Argentino de Ingenieros.1981. P. 139.

63 Comisión de las Obras de Sa-lubridad. Memoria de la Comi-sión de las Obras de Salubridadde la Capital, 1893. BuenosAires. 1894. P. 85.

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105. La Comisión Nacional de las Obras de Salubridad,presidida por el ingeniero Guillermo Villanueva, visitandolas obras del Gran Depósito, hacia 1893. Esta Comisión,dependiente del Departamento de Obras Públicas, habíaasumido el manejo y explotación de las obras de salubri-dad, tras haberse rescindido el contrato con la empresaarrendataria en mayo de 1891.

106. Una de las modificaciones que mereció el sistema deválvulas de los tanques y que permitieron mejorar su fun-cionamiento, luego de se inaugurado el Gran Depósito. Elplano (1899) lleva la firma del ingeniero Agustín González(1853–1917), entonces Vicepresidente de la ComisiónNacional de las Obras de Salubridad, y más tarde primerPresidente del Directorio de Obras Sanitarias de la Nación(1912–1914).

105

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A pesar de la escasa importancia que tuvieron aquellos incidentes, los diarios de la

época alarmaron al vecindario hablando de la destrucción completa del edificio,

de las inundaciones que provocarían la caída de los tanques, y sus efectos sobre

ese sector de la ciudad, con miles de ahogados, muertos y heridos64. Pero el agua

no llegó al río. Ni siquiera al barrio. Las roturas de las bases habrían estado pro-

vocadas por las placas de plomo colocadas entre las bases de las columnas de hierro

y los bloques de granito que le servían de asiento, a fin de absorber las irregulari-

dades de estos últimos. Se pensaba que el propio peso de los pilares llenaría los

vacíos con plomo, hecho que en la práctica no sucedió.

El problema, según se aclarará años más tarde en la revista «La In-

geniería»65, radicaba en lo siguiente: las bases de los pilares descansaban sobre pie-

dras talladas a martelina gruesa que debían presentar una cara para el asiento, en

teoría plana y horizontal (recordar la exigencia de Nyströmer a Fynn) y en el

pliego no decía el tipo de material que debía colocarse entre la piedra y el hierro.

Dos usinas belgas habían elaborado la fundición necesaria para la

obra, pero a pesar de la uniformidad requerida por pliego y por los ingenieros ins-

pectores, esta fabricación no fue pareja; unas fueron fundidas en moldes de arena

y luego cepillada su base de asiento inferior para conseguir una superficie total-

mente plana; mientras que otras fueron fundidas en tierra para conseguir desde

ese momento un asiento sensiblemente plano y más resistente. Unas y otras fueron

colocadas sobre piedras groseramente talladas, con interposición de una capa de

cemento para lograr el nivel necesario. El peso de las bases bastaba para hacer es-

currir el exceso de cemento. Pero, avanzados los trabajos, el ingeniero represen-

tante de Bateman, exigió una modificación introduciendo las citadas placas de

plomo para absorber las irregularidades de los asientos no cepillados, cumpliendo

la misma función que antes desempeñaba el cemento. Es a partir de esta decisión

que comenzaron las roturas.

En 1893, con la obra de mampostería casi concluida y solucionán-

dose los desperfectos ocasionados por la estructura metálica, aún faltaban colocar

86 piezas de terracota, en su mayor parte sobre la calle Ayacucho, por haber lle-

gado rotos algunos trozos y ser rechazados otros por el inspector de las obras.

108107

64 Wauters, Carlos. «Obras de Salubridad de la Capital. Depósito distribuidor de aguas. Observaciones relativas a las rajaduras producidas en las basesde cuatro de sus pilares». (Conti-nuación, véase nro. 16). En: Revista «La Ingeniería», Enerode 1899, N° 17.

65 Wauters, Carlos. Op. cit.

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107 y 108. La nota periodística que ilustran las fotos,habla de una «gran rotura del caño maestro» que afectó aun barrio del oeste porteño en abril de 1903, y fue repa-rada en el taller del propio Depósito.

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109. Una vista interior del Gran Depósito en 1904,cuando aún no había sido modificada su planta baja niretirados los tanques del primer piso. Nótese en el centrola columna de alimentación de agua y el nivel originaldel solado desde donde parten los pilares de la estruc-tura. Los vestíbulos de acceso poseían pequeñas escalerasque permitían descender a este nivel, hoy correspondienteal subsuelo del Palacio, donde se encuentran cocheras ydemás dependencias de AySA.

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Durante el desarrollo de las obras, el ingeniero Nyströmer realizó algunas modifi-

caciones en dos fachadas, las de las calles Viamonte y Ayacuho, donde se constru-

yeron sendos portones para posibilitar los accesos al subsuelo del Gran Depósito, a

la vez que se sustituía la escalinata de entrada de la calle Ayacucho (similar a la exis-

tente sobre calle Riobamba) por una rampa con pavimento de madera.

Respecto de las carpinterías de los accesos exteriores con herrajes

de bronce, todas presentan una excelente calidad de factura, y fueron realizadas

con cedro del Paraguay. Los halles de acceso fueron decorados con cielorrasos

moldurados y lámparas que llevan vidrios grabados con la sigla Obras Sanitarias

de la Nación, institución que a partir de su creación en 1912 se hizo cargo del

Gran Depósito. Iniciales que también se aprecian en los coloridos vitrales de

planta baja –colocados en las aberturas que rodean el patio central– con diseño

del dibujante Roberto Paladino, ganador de un concurso interno realizado por

Obras Sanitarias de la Nación66.

El 21 de diciembre de 1893 visitó el «grandioso establecimiento de

aguas corrientes» el Presidente de la Nación, Dr. Sáenz Peña, quien según un cro-

nista de la época no pudo contener una exclamación de asombro «al penetrar el

interior del edificio y admirar la gigantesca construcción de hierro». El ingeniero

Guillermo Villanueva, Presidente de la Comisión de Obras de Salubridad, secun-

dado por el contratista Juan B. Médici y el ingeniero Director de la Obra, Gui-

llermo E. Scholes, explicó al primer mandatario que el sábado anterior, día de gran

calor, la ciudad había consumido la friolera de 101.800 m3 de agua; y que el depó-

sito abastecía en sus cien leguas de cañerías a unas 3.000 casas, estimando que podía

proveer 350 litros por casa67.

La recepción definitiva de la obra se realizó en marzo de 1894. De allí

en más, los tanques recibirán el agua bombeada desde el Establecimiento Recoleta,

primero por calderas a vapor y luego por usinas, para ser distribuida en una infinita

red de cañerías68. Al año siguiente, en el segundo Censo Nacional la ciudad contabi-

lizaba una población de 677.786 habitantes, de los cuales, 359.425 eran extranjeros.

66 El original de este diseño, do-nado por la Sra. Angélica RosaPaladino, se encuentra en elMuseo del Agua y de la HistoriaSanitaria (AySA). Sobre los con-cursos internos organizados porObras Sanitarias de la Naciónentre su personal, ver: Obras Sa-nitarias de la Nación, 1912 –1950. Origen y apogeo de la pri-mera empresa estatal de sanea-miento, editado por AySA en2007.

67 Diario «La Nación», BuenosAires, 21 de diciembre de 1893.

68 Si en 1875 la población ser-vida por la red de agua potableera del 15%, en 1880 ese porcen-taje alcanzó el 25%, para bajaren 1885 al 22%, es decir, unos84.900 habitantes, sobre un totalde 384.500. En 1889 este porcen-taje vuelve a elevarse al 28%,cuando la ciudad contaba conmedio millón de habitantes y lascloacas aún no funcionaban. En1894, cuando se inaugura el GranDepósito Distribuidor del Pala-cio de las Aguas Corrientes elservicio ya alcanzaba el 65%, cu-briendo las dos terceras partes dela población. En 1906, cuando laciudad alcanzó su primer millónde habitantes, el porcentaje ser-vido llegó al 66%, pero volvió adecaer el 57% en 1911. En 1910,la población servida era de773.700 habitantes. En estemismo año, pese a los adelantos,el Censo de la ciudad registraba140 aguateros. Los porcentajesde abastecimiento se irán ele-vando año tras año a partir de1914 llegando en 1925 a dotar deagua potable a toda la poblaciónde Buenos Aires.

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110. Frente sobre la calle Viamonte.En primer plano, la entrada vehiculary las escaleras de granito incorpora-das por el ingeniero Carlos Nyströmer,director de las obras. Los faroles de alumbrado y la reja perimetral dehierro fundido, fueron provistos porla fundición de W. Macfarlane & Co.

111. Diálogo de estilos históricos. El Palacio, con su ecléctica exhube-rancia tardo victoriana y, calle pormedio, el Colegio De La Salle, ini-ciado hacia 1898, con líneas marca-damente afrancesadas y acabadossímil piedra París.

112 y 113. Vitrales de las ventanas que rodean el patio central del Gran Depósito en planta baja. Fueron incorporados cuando se instalaron las dependencias administrativas y su diseño pertenece a un integrantede Obras Sanitarias de la Nación, el dibujante Roberto Paladino.

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¿Cuántas personas trabajaban entonces en el Gran Depósito? Muy pocas por

cierto, teniendo en cuenta que funcionaba día y noche: 1 mecánico, 1 mecánico

segundo, 4 Llaveros, 1 Jardinero, 1 Jardinero ayudante y 1 Guardián. Un total de

9 personas, de las cuales 4 prestaban servicios nocturnos69.

Sobre algunos detalles de su funcionamiento cotidiano, decía la

«Revista Técnica» en 1895:

«Dos veces al año, generalmente, se pintan los tanques con 2 ó 3

manos de mínio, limpiándose previamente, a cuyo efecto se larga el agua al con-

ducto de desagüe, que sirve también para recibir las aguas provenientes de los des-

bordes de los tanques.

En la oficina de guardia existen 6 aparatos automáticos por medio

de los cuales se obtienen diagramas indicando las variaciones de la altura del agua

en los tanques durante las 24 horas, y 4 hidrómetros que sirven de control de los

anteriores. Hay, además, 5 manómetros Bourdon, que indican la presión en el ori-

gen de las cañerías maestras distribuidoras y por los cuales se tendría inmediata-

mente conocimiento en el establecimiento si llegase a producirse la rotura de alguno

de los caños distribuidores. El establecimiento se halla unido, por medio de una

línea telefónica directa, con el cuerpo de bomberos, el cual da aviso toda vez que se

produce un incendio en el radio que abarca el servicio de las aguas corrientes; en

este caso, se levanta la presión del agua, aislando los tanques del primer piso por

medio de válvulas de retención»70.

Décadas más tarde, hacia 1939, los tanques de hierro serán revesti-

dos por dentro con tabiques de ladrillos de canto, cubiertos por revoques cemen-

ticios, a efectos de poder detener los procesos de corrosión que afectaban a sus

partes y, a la vez, hacer más simple su mantenimiento71.

En mayo de 1903, el Director General de las Obras de Salubridad,

ingeniero Guillermo Villanueva, al referirse al Depósito afirmaba:

69 «Revista Técnica». N° 3. Juliode 1895. p. 41.

70 Ibidem.

71 Raffo, Bartolomé M. «Re-vestimiento lateral interno de losdepósitos distribuidores de laCapital Federal». En: «Boletín deObras Sanitarias de la Nación».Buenos Aires. N° 22. Abril de1939. Año iii. P. 400 –407. Nota:Las chapas se habían dejado depintar con minio, utilizándoseotras pinturas y en cada rasque-teo se sacaban grandes cantida-des de óxido de hierro. Eldiámetro de 12 mm de algunaschapas se redujo a 6. Por tal mo-tivo se decidió en los tanques deAv. Córdoba, de Caballito y De-voto, protegiendo previamente elhierro con betún asfáltico, levan-tar paredes con ladrillos de cantocontra las chapas perimetrales ycontra los cajones de hierro queprotegen las columnas, asentadosy revocados con un mortero decemento y arena. Los pisos, porsu parte, ya habían sido revesti-dos con hormigón varios añosatrás.

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114. Vista interior de los tanques de reserva. Hacia 1939fueron cubiertos con revoques para evitar problemas decorrosión y facilitar su mantenimiento. Los contrafuertesinternos permitían reforzar las paredes de placas de hie-rro, sometidas a grandes empujes laterales.

114

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«Muy bien situado, y de capacidad adecuada al servicio que está destinado, tenía

sin embargo el Gran Depósito un defecto de capital importancia; toda el agua que

traían desde Recoleta los cinco caños de bombeo debía necesariamente subir a los

tanques antes de llegar a los caños maestros de la red de distribución. Además, toda

el agua debía entrar a los tanques de un solo piso, sin que fuera posible surtir a la

vez a los tanques de dos pisos diferentes, ni enviar directamente el agua a la cañería

maestra»72. Hacia 1904 esta disposición había cambiado y sólo pasaba agua a los

tanques cuando el bombeo superaba el consumo.

Por otra parte, la aparición de la electricidad y con ella los primeros

edificios en altura con ascensores, también fue un problema para el funcionamiento

del Gran Depósito, proyectado en la era del vapor y en una Buenos Aires con edificios

de uno o dos pisos. El panorama al inaugurarse en 1894 había cambiado, especial-

mente con la apertura de la Avenida de Mayo. Para subsanar este inconveniente, se

aprovecharon las primitivas bombas impelentes del ingeniero Coghlan y el caño

maestro de la calle Libertad, estableciéndose un servicio de bombeo directo a una ca-

ñería especial para esa Avenida. Esta cañería se extendió a las plazas de Mayo y Lorea

en previsión de que también allí se edifiquen casas de cinco y seis pisos.

Una situación que se reiteraría con la progresiva apertura de nuevas

avenidas y el aumento en la altura de los edificios en otras zonas de la ciudad, que

llevó a desmantelar el primer piso de tanques de hierro por su escaso uso y a cons-

truir otros dos grandes depósitos de gravitación de similar capacidad (72.300.000

litros) en zonas más altas de la Capital, en los barrios de Caballito y Devoto en

1915 y 1917, respectivamente.

Además de su función primaria de distribución y regulación, quedaron

pendientes los usos propuestos para la planta baja del depósito. Ninguno de ellos se

concretó, y en su lugar hasta fines de la década de 1920 funcionaron una fábrica de

baldosas, junto con distintos servicios de mantenimiento de redes de agua y cloacas

de la zona céntrica. Al trasladarse a Recoleta estas dependencias, Obras Sanitarias de

la Nación construyó las oficinas administrativas que funcionan hasta el presente.

72 Ministerio de Obras Públicas.Dirección General de las Obrasde Salubridad de la Nación. Me-moria presentada al Señor Minis-tro de Obras Públicas, porGuillermo Villanueva, DirectorGeneral. Buenos Aires. 1903. P. 23.

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115. El Gran Depósito en todo su esplendor, poco tiempodespués de su habilitación, c. 1900.

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HERMOSO Y ÚTIL, PERO.. .

En los círculos profesionales locales, arquitectos e inge-

nieros no siempre llegaron a ver con buenos ojos la ar-

quitectura del Gran Depósito, y menos a justificar su

inversión, como vemos en este artículo del director de

la «Revista Técnica», ingeniero Enrique Chanourdie, a

poco de su habilitación, en 1895:

«Entre todos los edificios públicos de este Municipio, nin-

guno llama más la atención seguramente, que el limitado

por las calles Gral. Viamonte, Córdoba, Riobamba y Aya-

cucho. La elegancia de sus líneas; la profusión de mayó-

licas que adornan sus fachadas, atrayendo gratamente

la vista, y la armonía que se nota en su conjunto, lo ca-

racterizan entre todos los edificios de la ciudad.

Muy poco, sino nada, han de reprocharle los estéticos;

pero aquellos que tengan en cuenta su destino y visiten

su interior, han de pretender, sin conseguirlo, disipar al-

gunas dudas que se traducen en los interrogantes si-

guientes: ¿qué necesidad había de gastar más de un

millón de pesos oro en cubrir los frentes de un edificio

de esta naturaleza con mayólicas?, ¿acaso no hubiera

sido mucho más económico y adecuado a su destino, el

revestirlos, en parte, con el modesto granito de Tandil,

material serio y producto nacional; adoptando para el

resto del edificio el tan en boga revoque de símil piedra?.

¿Qué significa esa extensa superficie de terreno libre no

utilizado y sin provecho alguno para el establecimiento

ni para el fisco, que podría, por medio de una inteligente

adaptación, conseguir una parte del interés que repre-

senta el capital invertido? Participamos, por nuestra

parte, de estas ideas; creemos que podría haberse sacado

mejor partido de los dos millones seiscientos mil pesos

oro que cuesta esta construcción, no incluido el terreno,

y más, que podría haberse conseguido un buen edificio,

adecuado y de buen gusto arquitectónico, sin haber em-

pleado tanto dinero en él.

Tal vez se objete que la instalación en su recinto de

baños -como primeramente se había pensado- o de otros

servicios públicos; y la aglomeración de gente a que

estos darían lugar, podría ser perniciosa para la buena

calidad de las aguas almacenadas en los tanques, pero,

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CAPÍTULO 4: EL GRAN DEPÓSITO DISTRIBUIDOR | 185

aparte de que estos temores no revisten la seriedad re-

querida para hacer una objeción de esta índole, por fal-

tarle el apoyo de la opinión fundada de personas

competentes, nos inclinaríamos, en el peor de los casos,

a creer que, aún así, el mal habría tenido remedio. (…)

Queremos dejar constancia de que la actual dirección, a

cuyo cargo se hallan las obras de salubridad, nada ha

tenido que ver en la ejecución de ella, y que, por consi-

guiente, no participa de las responsabilidades, así como

del honor que puedan resultar de haber dotado de este

hermoso y útil edificio a la Capital de la República»1.

1 Chanourdie, Enrique.«Depósito Distribuidor (Provisiónde agua de la ciudad de BuenosAires)». En: «Revista Técnica».Buenos Aires. N° 3. Julio de 1895.P. 41.

116. El Palacio y su barrio, a fines de los años ´20. La construcción en altura iba ganando el entorno, y el tránsito vehicular se hacía intenso en la semana,sobre una Avenida Córdoba con tranvías eléctricos y automóviles en doble mano.

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117. El Palacio de las Aguas Corrien-tes, c. 1900.

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El Palacio de las Aguas Corrientes

Patrimonio Monumental de los Argentinos

Expresión elocuente del mundo del arte y de la técnica del siglo xix y testimonio

impar de un momento clave de la historia del saneamiento argentino, hoy el Pa-

lacio de las Aguas Corrientes continúa siendo uno de los monumentos emble-

máticos de Buenos Aires. Su maravillosa envolvente policromada sigue

despertando el impacto y la admiración que causó desde su misma aparición en

la ciudad, allá por 1894. En reconocimiento a sus valores patrimoniales, fue de-

clarado en 1987 Monumento Histórico Nacional; un mérito que recientemente

se ha enriquecido con la declaratoria de Bien de Interés Histórico Nacional, otor-

gada al Archivo Histórico de Planos que guarda en su interior, un excepcional

acervo documental con millones de piezas gráficas de valor histórico, técnico,

estético y testimonial73.

Así es, el Palacio que desde hace más de cuarenta años dejó de fun-

cionar como Depósito Distribuidor, hoy alberga actividades culturales y adminis-

trativas de la empresa Agua y Saneamientos Argentinos (AySA), responsable de

la custodia y preservación del patrimonio cultural heredado de la primera empresa

estatal de saneamiento, Obras Sanitarias de la Nación.

Conciente de la importancia de este legado, AySA ha creado el Pro-

grama de Integración Cultural Fuente Abierta, con la finalidad de promover la

conciencia ambiental y la preservación y difusión del patrimonio cultural vincu-

lado a la historia del saneamiento nacional74. Precisamente, en el Palacio tienen su

sede tres componentes esenciales de este Programa: el Museo del Agua y de la His-

toria Sanitaria, la Biblioteca «Agustín González» y el Archivo de Planos Históricos

y Domiciliarios. El programa Fuente Abierta fue declarado en 2009 de Interés

Cultural por la Secretaría de Cultura de la Nación.

Se combinan de este modo tareas de difusión de la rica historia del

Palacio y del agua desde los primeros tiempos de la ciudad, con otras educativas,

de investigación y de conservación, que procuran abarcar un público cada vez

73 Una selección de documentosde dicho archivo se presenta enla obra editada por el ProgramaFuente Abierta de AySA en2010: Documentos para la Histo-ria del Saneamiento Argentino.

74 En el año del Bicentenario pa-trio, visitaron el Palacio de lasAguas Corrientes más de 28.000personas. En aquella especialocasión, pudieron recorrer unode los monumentos de mayorsignificación en la historia del sa-neamiento nacional, visitando lassalas del Museo del Agua y de laHistoria Sanitaria, la BibliotecaAgustín González y otros espa-cios especialmente acondiciona-dos con actividades culturalesvinculadas al pasado y presentedel agua entre nosotros (exposi-ciones, espacio lúdico para niños,obras de arte, filmes, etc.).

118. La torre central, uno de los elementos de mayor significación del Gran Depósito o Palacio de lasAguas Corrientes o, también, en el colectivo de la gente, «Palacio de Obras Sanitarias», Monumento Histórico Nacional.

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más ávido de conocer el patrimonio cultural vinculado al saneamiento argentino.

Complementando estas actividades, en la Planta General San Martín en Palermo,

se ofrecen visitas educativas para escolares, con la finalidad de conocer mejor el

proceso de potabilización, así como de hacer un uso responsable del agua. De

esta manera, se enlazan el rescate de valores estrechamente ligados a la memoria

del trabajo y la producción de los hombres y mujeres que hicieron posible las

obras de salubridad, con la necesaria toma de conciencia ambiental de las nuevas

generaciones. Orgullosas de su pasado, concientes de su presente y comprometi-

das con el porvenir del agua como recurso esencial a una mejor calidad de vida,

salud y bienestar de la población.

A lo largo de sus 117 años de historia, la función primaria del Gran

Depósito fue cambiando, no así las impresiones que despertó en el habitante de la

ciudad, desde su mismo origen. Como puede verse en la carta que envía un inmi-

grante italiano, Oreste Sola, a sus padres en 1901:

«Esta ciudad es muy hermosa. Hay mucho lujo. Todas las calles

están pavimentadas con madera dura o con cemento suave como el mármol, tan

suave que incluso los caballos, tanto los de los tranvías como los de los carruajes,

se resbalan constantemente. No es raro ver caer veinte o más en un día. Hay al-

gunos edificios hermosos más allá de las palabras, de sólo cinco pisos de alto, pero

con ornamentación que difícilmente encuentres en Turín. El más hermoso de

todos es el de las aguas corrientes, construido por los ingleses, y, lo más sorpren-

dente, es que es todo de mármol en la mitad de su altura pero con una pequeñas

columnas esculpidas y decoradas con una artesanía exquisita (…) ocupa 10.000

metros cuadrados»75.

Y como lo vemos actualmente, cuando a diario el Palacio de terra-

cota e hierro es contemplado con idéntica sorpresa y admiración76. Este simple

gesto resume las razones de su vigencia en la memoria e imaginario ciudadano, y

nos habla de la verdadera dimensión de una obra mayúscula, donde el ayer y el

presente de las «aguas corrientes» se amalgaman, cobran sentido y se fortalecen.

75 Baily, Samuel y Ramella,Franco. One Family, TwoWorlds. New Brunswick, eeuu.Rutgers University Press. 1988.P. 35. Citado en: Korn, Francis– SIGAL, Silvia. Buenos Airesantes del Centenario, 1904 –1909. Buenos Aires. Sudameri-cana. 2010. P. 9.

76 De acuerdo a un sondeo deopinión realizado sobre unas2.000 personas realizado por undiario de Buenos Aires, el Pala-cio de las Aguas Corrientes esconsiderado el edificio más lindode la ciudad en el gusto de lagente, quien encabezó el favori-tismo, con un 53,9% de losvotos, por delante del TeatroColón, el Palacio Barolo y elEdificio Kavanagh. En: Jurado,Miguel. «Los edificios más lin-dos y los más feos, votados porla gente». Diario «Clarín». Julio3 de 2011.

119. El Palacio de Obras Sanitarias de la Nación, un monumento al trabajo desarrollado por generacionesal servicio del saneamiento argentino.

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young, carlos a. «el saneamiento domiciliario en la época del virreinato». en: «boletín de obras sanitarias de la nación». buenos aires. año iv. n° 37.julio de 1940.

zabala, r. – de gandía, e. Historia de la Ciudad de Buenos Aires. buenosaires. municipalidad de la ciudad de buenos aires.1936. tomo ii.

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ÍNDICE DE IMÁGENES

Capítulo 1

Portada. DEL CARRIL, BONIFACIO – AGUIRRE SARAVIA, ANÍBAL G. Iconografía deBuenos Aires. La ciudad de Garay hasta 1852. buenos aires. municipalidad dela ciudad de buenos aires. 1982.

1. FURLONG, GUILLERMO S.J. Historia social y cultural del Río de la Plata, 1536– 1810. El trasplante cultural: Ciencia. buenos aires. tipográfica editora. 1969.

2. DEL CARRIL, BONIFACIO – AGUIRRE SARAVIA, ANÍBAL G. Monumenta Icono-graphica: paisajes, ciudades, tipos, usos y costumbres de la Argentina. 1536-1860. buenos aires. emecé. 1964.

3. RADOVANOVIC, ELISA. Planos de Buenos Aires. Siglos xix y xx. buenos aires.ed. cedodal. 2001.

4. Fotografía: TARTARINI, JORGE D.

5 y 6. dibujo: NADAL MORA, VICENTE. La herrería artística del Buenos Aires antiguo.buenos aires. 1957.Fotografía: departamento de documentos Fotográficos. archivo general dela nación.

7, 8 y 9. DIFRIERI, HORACIO A. Atlas de Buenos Aires. buenos aries. municipali-dad de la ciudad de buenos aires. secretaría de cultura. tomo 1. 1981.

10. DEL CARRIL, BONIFACIO – AGUIRRE SARAVIA, ANÍBAL G. Iconografía de Bue-nos Aires. La ciudad de Garay hasta 1852. buenos aires. municipalidad de laciudad de buenos aires. 1982.

11 y 12. retrato: municipalidad de buenos aires. Censo General de Población,Edificación, Comercio e Industria de la Ciudad de Buenos Aires, 1810 – 1910.tomo tercero. buenos aires. compañía sud-americana de billetes de banco.1910. gráfico: DE PAULA, ALBERTO S. J. – GUTIÉRREZ, RAMÓN. La encrucijada de la arquitec-tura argentina 1822-1875. Santiago Bevans-Carlos Pellegrini. resistencia.Facultad de arquitectura y urbanismo. unne. 1973.

13. DEL CARRIL, BONIFACIO – AGUIRRE SARAVIA, ANÍBAL G. Iconografía de Bue-nos Aires. La ciudad de Garay hasta 1852. buenos aires. municipalidad de laciudad de buenos aires. 1982.

14. CASA WITCOMB Buenos Aires Antigüo. 1925.

15. GUTIÉRREZ, RICARDO J. La introducción de la máquina a vapor en BuenosAires. El molino «San Francisco». buenos aires. talleres gráficos cesa. 1938.

16. GOBIERNO DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES. subsecretaría de cultura. museode la ciudad. Programa tiac, Catastro Beare.

17. museo nacional Ferroviario.

18. colección: gentileza SR. ARNALDO CUNIETTI – FERRANDO.

Capítulo 2

Portada. MOORES, GUILLERMO H. Estampas y Vistas de la Ciudad de BuenosAires. 1599 – 1895. volumen i. municipalidad de la ciudad de buenos aires.buenos aires. edit. Peuser. 1945.

1. «Plano del Primer Proyecto de Provisión de agua». en: «saneamiento. re-vista de obras sanitarias de la nación». buenos aires. año xxxiii. abril, mayo y Junio de 1969. n° 214.

2 y 3. archivo de Planos históricos de aysa.

4. centro de documentación de arquitectura latinoamericana.

5. «Plano del Primer Proyecto de Provisión de agua». en: «saneamiento. re-vista de obras sanitarias de la nación». buenos aires. año xxxiii. abril, mayo y Junio de 1969. n° 214.

6 y 7. aysa.

8. departamento de documentos Fotográficos. archivo general de la nación.

9. ibidem.

10. ibidem.

11. departamento de documentos Fotográficos. archivo general de la nación.

12. mejoras en la capital de la república argentina llevadas a cabo durante laadministración del intendente torcuato alvear.

13. GOBIERNO DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES. subsecretaría de cultura. museode la ciudad. Programa tiac, catastro beare.

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Capítulo 3

Portada. departamento de documentos Fotográficos. archivo general de lanación.

1. revista «el mosquito». buenos aires. marzo de 1871.

2. departamento de documentos Fotográficos. archivo general de la nación.

3. aavv. The art of Juan Manuel Blanes. buenos aires. Fundación bunge yborn – american society. 1994.

4. «el ingeniero Juan Federico la trobe bateman». en: «boletín de obras sa-nitarias de la nación». n° 44. Febrero de 1941.

5. RÖGIND, WILLIAM. Historia del Ferrocarril del Sud. buenos aires. 1937.

6, 7 y 8. expediente «contratos» relativos a las obras de salubridad de buenosaires, museo del agua y de la historia sanitaria, aysa.

9 y 10. archivo de Planos históricos de aysa.

11. ROSELL SOLER, PEDRO A. «la primera instalación de filtros en américa». en:«boletín de obras sanitarias de la nación». buenos aires. año i. diciembre de1937. n° 6.

12. PARSONS, RICHARD CLERE. Las Obras de Salubridad de la Ciudad BuenosAires. Cloacas, desagües, y provisión de agua. (Traducción de una Memorialeída ante el Instituto de Ingenieros Civiles de Londres, el 14 de Enero de 1896,bajo la presidencia de Sir Benjamin Baker, K.C.M.G., F.R.S., Presidente del Insti-tuto, y publicada con el permiso del Consejo directivo). londres. ed. gilbert &rivington, limited. 1896.

13. museo del agua y de la historia sanitaria de aysa.

14. museo del agua y de la historia sanitaria de aysa.

15. archivo de Planos históricos de aysa.

16. archivo de Planos históricos de aysa.

17. departamento de documentos Fotográficos, archivo general de la nación.

Capítulo 4

Portada: archivo de Planos históricos de aysa.

1. museo del agua y de la historia sanitaria de aysa.

2. GOBIERNO DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES. subsecretaría de cultura. museode la ciudad. Programa tiac, catastro beare.

3. archivo de Planos históricos de aysa.

4. archivo de Planos históricos de aysa.

5. archivo instituto histórico de la ciudad de buenos aires.

6 y 7. museo del agua y de la historia sanitaria de aysa.

8. CANTALUPPI, ORESTES J. P. «distribución de agua Potable a la ciudad debuenos aires». en: «boletín de obras sanitarias de la nación», año iii, sep-tiembre de 1939, n° 27.

9. departamento de documentos Fotográficos. archivo general de la nación.

10 y 11. museo del agua y de la historia sanitaria de aysa.

12. departamento de documentos Fotográficos, archivo general de la nación.

13. museo del agua y de la historia sanitaria de aysa.

14 y 15. archivo de Planos históricos de aysa.

16. museo del agua y de la historia sanitaria de aysa.

17 y 18. museo del agua y de la historia sanitaria de aysa.

19. museo del agua y de la historia sanitaria de aysa.

20. museo del agua y de la historia sanitaria de aysa.

21 y 22. colección museo del agua y de la historia sanitaria de aysa.

23. colección museo del agua y de la historia sanitaria de aysa.

25. archivo de Planos históricos de aysa.

26. archivo de Planos históricos de aysa.

27. archivo de Planos históricos de aysa.

28. gentileza sra. kirsten boye saetre.

29. gentileza sra. kirsten boye saetre.

30. gentileza sra. kirsten boye saetre.

31. srta. marianne g. boye.

39 y 40. archivo de Planos históricos de aysa.

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49 y 50. museo del agua y de la historia sanitaria de aysa.

51. archivo de Planos históricos de aysa.

56. archivo de Planos históricos de aysa.

57 y 58. archivo de Planos históricos de aysa.

73. PARSONS, RICHARD CLERE. Las Obras de Salubridad de la Ciudad BuenosAires. Cloacas, desagües, y provisión de agua. (Traducción de una Memorialeída ante el Instituto de Ingenieros Civiles de Londres, el 14 de Enero de 1896,bajo la presidencia de Sir Benjamin Baker, K.C.M.G., F.R.S., Presidente del Insti-tuto, y publicada con el permiso del Consejo directivo). londres. ed. gilbert &rivington, limited. 1896.

74. archivo de Planos históricos de aysa.

87, 88 y 89. ibidem.

91. museo del agua y de la historia sanitaria.

92. museo del agua y de la historia sanitaria.

93. museo del agua y de la historia sanitaria.

94. departamento de documentos Fotográficos. archivo general de la nación.

95 y 96. departamento de documentos Fotográficos. archivo general de lanación.

97. museo del agua y de la historia sanitaria.

98. gentileza Familia boye.

99 y 100. archivo de Planos históricos de aysa.

101. boletín de obras sanitarias de la nación. buenos aires. n° 6. diciembrede 1937.

102. colección museo histórico nacional.

105. departamento de documentos Fotográficos. archivo general de la nación.

106. archivo de Planos históricos de aysa.

107 y 108. suplemento diario «la nación», abril de 1903. colección oscar a.de masi.

109. suplemento diario «la nación», abril de 1903. colección oscar a. de masi.

112 y 113. museo del agua y de la historia sanitaria.

115. departamento de documentos Fotográficos. archivo general de la nación.

116. centro de documentación e información de la arquitectura Pública.

117. departamento de documentos Fotográficos. archivo general de la nación.

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Las fotos del Palacio actuales (interiores y exteriores), que aparecen en estapublicación, fueron realizadas por Belén Grosso, Leo Liberman y Pablo Valdade Central Humahuaca para AySA.

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EL PALACIO DE LAS AGUAS CORRIENTESDe Gran Depósito Distribuidor a Monumento Histórico Nacional

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