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El movimiento 15 m Análisis desde la psicología social

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El movimiento

15 m Análisis desde la psicología social

Marina Salar
Cuadro de texto

Una breve revisión de los antecedentes nos ayudará a comprender mejor y a analizar

posteriormente la complejidad de este movimiento, un levantamiento social de una

tremenda envergadura en la historia política reciente de nuestro país que nos

proporciona un marco incomparable para el análisis de multitud de fenómenos de la

psicología social y de los grupos.

Los primeros brotes de la crisis mundial comenzaron a notarse en España en el año

2008. Ese mismo año en Islandia tiene lugar el inicio de una revolución ciudadana que

rechaza pagar la deuda externa y exige soluciones a sus políticos. Estas ideas tardarían

en hacerse eco en nuestro país pero cobrarían mayor fuerza con la publicación de

¡Indignaos!, el libro de Stéphanne Hessel, considerado por una gran parte del

movimiento indignado como el padre moral de la revolución. Se va gestando una masa

indeterminada de personas de las clases populares que comparten un gran nivel de

frustración y descontento. El sentimiento que prevalece en las tertulias y

conversaciones del día a día es que una situación que se les antoja ajena (una de las

consignas más coreadas del movimiento fue vuestra crisis no la pagamos) ha de ser

sufragada con recortes en salario, pensiones, sanidad, educación, etc. Mientras tanto,

los ciudadanos tienen la percepción de que la clase política, el sector bancario, los

grandes empresarios y otros agentes permanecen ajenos a las dificultades que atraviesa

la ciudadanía. Tienen el sentimiento de que la democracia ya no les pertenece, sino que

está en manos de otras personas, no somos mercancía en manos de políticos y

banqueros fue, de hecho, uno de los lemas más distinguidos del movimiento. Mientras,

fuera de España se va gestando una revolución que inspira y se nutre al mismo tiempo

de la que posteriormente se llamará Spanish Revolution. En enero de 2011 un joven de

26 años se inmola debido a sus problemas económicos, suponiendo el inicio de

revueltas y multitudinarias manifestaciones en Sidi Bouzid y llegando a la capital de

Túnez hasta derrocar al gobierno: es la llamada Primavera Árabe, que aprovecha la

fuerza del social media para llegar a todo el planeta e inspirar a pequeños grupos de

personas que en España comenzaban a asociarse. Surgen así asociaciones como

Juventud Sin Futuro, PAH (Plataforma de Afectados por las Hipotecas), etc. Todas

estas personas confluirán el 15 de mayo de 2011 al concentrarse en una plataforma de

coordinación que posteriormente se transformará en Democracia Real Ya, convocante

de la concentración. Ni siquiera los propios organizadores esperaban que aquel día la

movilización fuera de más de un puñado de personas pero, para su sorpresa, miles de

ciudadanos acuden a la llamada. En la capital, un grupo no muy numeroso de

personas deciden que es hora de hacer algo diferente y tras la manifestación acampan

en la puerta del sol. No obtuvieron la relevancia que buscaban hasta que fueron

desalojados dos días después, en plena noche por la policía, entonces las redes sociales

se disparan y la gente se moviliza, acuden a la plaza a apoyar y la acampada crece:

había nacido el movimiento 15-M.

Sol constituye el referente de lo que se verá alrededor de toda España. Las plazas más

relevantes de cada ciudad se iban poblando de cientos y miles de indignados que,

siguiendo una estrategia similar a la de la capital, acampaban, hablaban en asambleas,

debatían propuestas y creaban grupos interdisciplinarios que respondieran a las

diferentes demandas. Todas estas acampadas entraban dudosamente en el marco

jurídico de reunión y el debate se implantó en la sociedad española entre aquellos que

consideraban justas las reivindicaciones de los indignados frente a los que trataban de

denigrar el movimiento, con un sinfín de posiciones intermedias que expresaban su

incertidumbre ante lo que estaba aconteciendo. Después, cientos de asambleas,

propuestas, proyectos nacidos de este movimiento, ideas que llegaron a algo y otras

tantas que perecieron en el camino, desalojos, enfrentamientos con la policía, debates

sobre la ética en la gestión de los acontecimientos y un largo etcétera. En agosto de

2011 el diario El País publicaba una encuesta en la que se podía leer que entre 6 y 8,5

millones de españoles decían haber participado, con mayor o menor intensidad, en este

movimiento. El 15 de mayo de este año se cumplieron tres años desde que una minoría

de personas salió a la calle a reclamar una regeneración de la democracia, ¿cómo pudo

llegarse a la cifra de 8,5 millones de personas participando en un movimiento que

iniciaron veinte indignados cuando desplegaron su tienda de campaña en una plaza?

Dejando a un lado todo aspecto político, ¿qué claves, en materia de psicología social y

de los grupos, pueden extraerse de este movimiento?

La definición de qué constituye un grupo no es sencilla y depende del enfoque teórico

del que se parta y las distinciones que se realicen. Numerosos autores fijan como

criterio definidor del grupo el concepto de interdependencia, considerándose

diferentes aspectos que pueden genera tal fenómeno y que, a su vez, se hallan

relacionados entre sí. Podríamos, por ejemplo, considerar la interdependencia respecto

a la satisfacción de necesidades, una relación de tipo motivacional o la

interdependencia respecto a objetivos, muy relacionada con la anterior. En síntesis, la

idea desde esta perspectiva sería que los llamados indignados constituyen un grupo de

personas que se unen para la satisfacción de unas necesidades o logro de unas metas

determinadas. Los motivos del movimiento eran varios y diversos e incluían aspectos

tan aparentemente dispares como el rechazo al pago de la deuda, el cese de los

desahucios, temas feministas, reforma del aborto, etc. Más allá de los objetivos

mutuamente compartidos, las personas que forman parte de un grupo responden a un

sentido de identidad común que les hace percibirse a ellas mismas como parte de ese

grupo. Esto es relevante en tanto que se construye una identidad que permite la

identificación con una determinada categoría social, lo cual se traduce a una

diferenciación del nosotros respecto al ellos.

El tamaño del grupo es una variable importante a la hora de establecer su clasificación.

La noche del 15 de mayo de 2011, tras la histórica manifestación, menos de cien

personas toman la iniciativa y despliega sus tiendas de campaña en la Puerta del Sol de

Madrid, aun es temprano entonces para determinar si esas personas mantenían una

serie de objetivos comunes en mente y estaban realizando una actuación con propósito

definido, ¿constituían un grupo pequeño? Todo apunta a que esta consideración podría

considerarse prematura, ¿a partir de qué punto podemos considerar que los

indignados constituyen un verdadero movimiento? Una cosa está clara, la interacción,

comunicación, normas y roles que tenían lugar en las primeras noches de la acampada

indignada pronto tuvieron que evolucionar para dar respuesta a una mayor cantidad

de gente, con más anhelos e ideas que iban agregándose.

Otro factor relevante lo constituye la estabilidad. Lo interesante de este aspecto radica

en que no es un elemento medible en términos objetivos sino que va a depender de la

percepción que los propios integrantes del grupo y la sociedad tengan de la existencia

del grupo. El análisis de un fenómeno complejo como fue (o es) el 15-M implica una

gran dificultad para establecer límites a la estabilidad del movimiento. ¿Cuándo

terminó el 15M? ¿Quizá fue tras las elecciones, que otorgaron el triunfo mayoritario a

un partido que no les representaba? ¿Qué ocurre con los centenares de asambleas

distribuidas por los barrios? ¿Y las comisiones de igualdad, feminismo, sostenibilidad...

así como cooperativas y asociaciones que se han formado a partir del germen del

movimiento? Por no hablar de aquellos partidos minoritarios que han emergido en los

últimos años y reconocen basar su ideario en las propuestas surgidas en este

movimiento. Toda esta serie de preguntas vienen a señalar lo mismo, la vida y muerte

del movimiento (un aspecto que analizaremos en profundidad más adelante) se narra

en términos de ambigüedad e indefinición temporal, jugando el elemento perceptivo

un aspecto fundamental.

Lo que está claro es que el grupo de indignados constituye, en toda regla, un grupo

natural de carácter informal. La creación del grupo es resultado de un proceso

espontáneo por el cual un conjunto de personas se unió en torno a unas necesidades

comunes. Dentro de esta informalidad, podríamos clasificarlo dentro de los

denominados grupos de interés. La idea es sencilla: un grupo de personas comparten

determinados intereses (rebelión política, ansias de justicia social, reivindicación de la

soberanía del pueblo, etc.) y a esto se suma la conciencia de que su unión es necesaria

para la consecución de los objetivos. Los indignados llaman al pueblo a unirse, hacen

un uso extraordinario de las redes sociales y crean consignas dirigidas a exponer esta

idea: juntos podemos.

El 15-M constituye un movimiento social en toda regla, es decir, una colectividad que

actúa con una determinada continuidad con el objetivo de generar una transformación

en la sociedad. Si bien se trata de un grupo con una relativa desorganización, existe un

hilo conductor, una identidad común y una voluntad de pertenecer. Los indignados se

unieron de manera espontánea, empleando un carácter informal y siguiendo unas

reglas que no se correspondían con las institucionales, sino que más bien se movían en

la dirección contraria. El movimiento indignado supone así una revelación

antiinstitucional (no nos representan) que desafía lo establecido.

Se habla de la privación relativa como una condición previa a la frustración (que

podríamos equiparar a indignación) y se define como la sensación de tener menos de

aquello que creemos merecer. Ya en el apartado introductorio al movimiento se han

otorgado algunas pinceladas de las que podrían ser las posibles causas del surgimiento

del fenómeno. Podemos primero comenzar analizando, ¿de dónde viene tal

frustración? Evidentemente se trata de una explicación multicausal donde coexisten

una gran multitud de motivos y condicionantes. El estado de desafección política era

evidente, las expectativas que las personas habían trasladado a la democracia parecían

diluirse en un sistema cercano a la alternancia política (los indignados emplean con

frecuencia las siglas PPSOE para referirse a que los dos partidos mayoritarios de

nuestro país constituyen, en realidad, el mismo perro con distinto collar). Junto a esto,

los sonados casos de corrupción parecían también avivar la llama (No hay pan para

tanto chorizo, se coreaba en cada concentración). No podemos olvidarnos, por

supuesto, del grave estado de crisis económica y el elevado índice de paro,

especialmente sangrante entre la juventud (Sin casa, sin curro, sin pensión, sin miedo

constituye otro jaleado lema). Estos vendrían a constituir los aspectos sobresalientes de

un conglomerado de motivos que se traducían en un estado generalizado de desánimo

y sentimientos de fracaso.

En relación a esto, Davies formula su teoría de la curva en J, según la cual las personas

construyen sus expectativas futuras a partir de los hechos pasados. De esta manera, es

la frustración de las expectativas la que genera el descontento: las revoluciones no

serían el resultado de la miseria sino que son más bien el efecto de un período de

prosperidad truncado por una situación de crisis. Este fenómeno puede adecuarse a la

realidad española, en tanto que el país venía de vivir una situación económica

favorable, con unos datos de paro relativamente bajos, gran concesión de hipotecas,

venta de coches y viviendas, salarios elevados en sectores tradicionalmente con sueldos

bajos (ej. construcción), etc. Observemos, por ejemplo, la tasa de paro histórica, en la

que detectamos una subida máxima en el año 2011 de gran trascendencia si

comparamos la tasa (21,29%) con la de años anteriores como, por ejemplo, 2007

(7,95%):

Cabe hacer hincapié en que dentro de teoría de la privación relativa, el caso ante el que

nos hallamos sería un ejemplo de privación relativa fraternal o colectiva, lo cual

permite que se realice una atribución externa por parte del grupo (el sistema es injusto)

y no a las carencias de las personas.

Pero era necesario un detonante, un punto en el que el movimiento cobrara vida, un

hecho relevante que hiciera pasar del descontento a la acción, podríamos denominarlo:

una oportunidad política. Tal momento llegó durante la madrugada del 17 de mayo

cuando, como ya se ha avanzado anteriormente, la policía entra en la Puerta del Sol y

la desaloja mediante carga policial e identificaciones. Los medios tradicionales

tardarían en acoger esta noticia que, sin embargo, encendió las redes sociales e interesó

al periódico Público, que desplazó a un periodista a la zona. Las primeras asambleas

fueron constituidas en apoyo a los detenidos, formadas en su mayoría por personas

afines a organizaciones políticas, que abrieron el círculo a los ciudadanos que se iban

sumando movilizados por Twitter, Facebook, etc.

El 15-M es, en este sentido, el ejemplo de que la represión puede beneficiar al

movimiento al proporcionarle un sentimiento de solidaridad por parte de la sociedad.

Esto podría quizá atribuirse al hecho de que las amenazas recibidas fueron externas, lo

cual no hizo sino reforzar la identificación grupal. En la jornada de reflexión, la Junta

Electoral prohíbe todo tipo de acampadas... consiguiendo el efecto contrario. El

movimiento ha ido fraguando la idea de que el sistema actual no es democrático (lo

llaman democracia y no lo es, es una dictadura, eso es) ya que tan solo permite a las

personas votar cada cuatro años unos programas que más tarde pueden incumplirse

sin castigo ciudadano (democracia no es votar cada cuatro años, es otra de las

consignas). La gente vuelve a tomar la plaza, para hablar de democracia real y reiterar

la soberanía del pueblo en el sistema. En la Puerta del Sol la gente se une para una

verdadera reflexión y abarrotan las calles cercanas. Uno de los momentos más

emotivos del movimiento se produce a las doce en punto de la noche, hora que daba

comienzo a la jornada electoral. Se produce entonces un grito silencioso (un elemento

metafórico clave en las circunstancias), seguido por gritos de indignación y los

tradicionales emblemas del movimiento (¡Sí se puede!): es el apogeo del movimiento.

Cuando previamente exponíamos los orígenes del movimiento, hablábamos de un

grupo disperso de personas que decide comenzar un campamento en una plaza

pública. Tras el conflicto con la policía, estalla la crispación y la gente acude en masa a

apoyar a este pequeño núcleo indignado que crece sin cesar. El 20 de mayo de 2011 la

Junta Electoral prohíbe las concentraciones del movimiento tanto el día de reflexión

como la posterior jornada electoral teniendo lugar el resultado que hemos comentado

anteriormente: miles de personas abarrotan las plazas. ¿Qué implicaciones tiene este

rápido crecimiento del movimiento? Evidentemente, el aumento de tamaño de la masa

indignada posibilita la disposición de una mayor cantidad de recursos. Simpatizantes y

conocidos de los acampados comienzan a formar una red de suministros que pretende

hacer frente a las demandas del campamento Sol. El aumento de la red social del

movimiento permite, por ejemplo, que diversas empresas de impresión financien las

pancartas y murales de la manifestación. Otras, de equipamiento de luz y sonido,

prestan dispositivos de megafonía y posibilitan la difusión de las propuestas. El

crecimiento implica también la llegada de expertos, formándose, por ejemplo, la

Comisión legal Sol, en la que un grupo de abogados presta sus servicios a los detenidos

en las movilizaciones y asesora a los integrantes sobre cómo comportarse en caso de

incidentes con los grupos policiales. El movimiento va adquiriendo progresivamente

una mayor legitimidad y los indignados dejan de ser un grupo de disidentes

alternativos para convertirse en un proyecto que genera simpatía (las encuestas

apuntaban hacia que un 70% de los españoles tenían una visión positiva) y atrae a

amplios sectores de las sociedad integrados por muchas personas que anteriormente

no estaban involucradas en la lucha social o el debate político.

Evidentemente, el crecimiento del movimiento trae también consigo numerosas

dificultades. El deseo del grupo de alejarse de las convencionales estructuras

jerárquicas les hace asumir estructuras completamente horizontales donde las

decisiones sean debatidas y aprobadas en mayoría por los integrantes de las

comisiones, asambleas, reuniones, etc. Amparados en las ideas de libre participación e

igualdad, los indignados reciben todas las propuestas de todos los sectores, se

escuchan entre ellos y plantean alternativas, de manera que llegar a concretar una serie

de puntos tangibles se vuelve una tarea casi imposible en aquellos grupos que superan

un determinado número de personas.

Enrique Gastón, profesor del Departamento de Psicología y Sociología de la

Universidad de Zaragoza recoge que: lo más novedoso del 15-M es que es un

movimiento social que no tiene objetivos parciales (...) recogen problemas y

alternativas de todo tipo con una vocación de transformarlo todo, no solo las cosas

pequeñas”.

La gran diversidad de objetivos y personas pertenecientes a otros grupos que se han

integrado en el movimiento genera una gran dificultad de coordinación, de tal modo

que los componentes de los diversos subgrupos que van formándose (“iaioflautas”...)

han de relacionarse primero dentro de su grupo siguiendo esta estructura de carácter

horizontal, para después llegar a acuerdos a nivel regional y nacional y, más tarde,

integrar todas las propuestas en el núcleo básico que constituye el 15-M en su

generalidad. El movimiento indignado surge de forma espontánea para dar respuesta a

una serie de necesidades que van más allá de lo económico o lo político. Podríamos

incluso afirmar que el movimiento responde en gran parte a una necesidad superior,

surgida de un estado de crisis que va más allá de lo económico y roza lo existencial (no

es el objetivo de este análisis ahondar en cuestiones filosóficas, aunque aspectos

relacionados se tratarán en el apartado 15-M: un nuevo movimiento). En definitiva, el

movimiento 15-M acogió a una gran cantidad de personas de diversa procedencia,

objetivos y conceptos. En sí, el término indignación es también bastante ambiguo,

“gran enfado que produce algo o alguien”, según el diccionario de la Real Academia

Española. El movimiento 15-M fue, así, constituido por un conglomerado de gente que

percibía un estado de descontento y malestar generalizado, que no entendía las cosas,

que sentía apatía y frustración con la realidad. ¿En qué se traduce esto, a efectos

prácticos? La presencia de miembros de una considerable diversidad, si bien pudo

traducirse en propuestas innovadoras (se decidió la creación de comisiones dedicadas

al estudio de la lgtbfobia o discriminación por orientación sexual, lo cual atrajo al

movimiento a parte del colectivo, por ejemplo), también supuso una mayor

complejidad en tanto en cuanto el movimiento se diversificaba (luego analizaremos si

además de esto, se fragmentaba) a pasos agigantados y surgían los conflictos entre, por

ejemplo, aquellos grupos que consideraban que la lucha social debía ser pacífica (una

gran mayoría) frente a otros más radicales que opinaban que la violencia institucional

solo podía ser respondida con acciones violentas por parte de la sociedad. El

enfrentamiento entre los que defendían la consigna ¡Estas son, nuestras armas! Y

aquellos que decidieron pasar a la acción con métodos que implicaban el

enfrentamiento directo es solo una muestra de los amplios debates que la integración

de personas tan diversas generó en el seno del movimiento: ¿es realmente necesaria la

presencia de tantas asambleas de temática tan variada? ¿Es urgente la existencia de una

comisión de defensa del aborto cuando muchos tenemos otras prioridades? ¿No

deberíamos focalizarnos en un par de temas? A lo que otros respondían: ¿El

movimiento 15-M no era de todos? ¿Qué ocurre con las reivindicaciones sociales de los

grupos más minoritarios?

Sabemos que una minoría organizada puede introducir innovaciones que terminen por

traducirse en cambios sociales y el 15-M vendría a ser un ejemplo de cómo un grupo

minoritario puede llegar a generar una transformación duradera en el sentido que

analizamos en el último apartado Sí se pudo, cambios del 15-M. Se ha analizado y

demostrado que el estilo conductual más eficaz es la consistencia y, de esta manera, la

minoría consistente sería la que tendría una mayor capacidad para romper los guiones

de la mayoría, aportar soluciones que sean escuchadas y conseguir que su

planteamiento alternativo se analice con seriedad por parte de los demás. Podríamos

decir que el 15-M constituía una minoría consistente en tanto que la hipótesis que aquí

se mantiene es que logró provocar cambios de actitud duraderos entre quienes

participaron en ella. Sabemos también que una minoría ejercerá mayor influencia si es

percibida por la mayoría como parte del propio grupo. Esto es, en cierto modo, uno de

los aspectos que pueden estar buscándose con Somos el 99%, de tal forma que supone

un acercamiento a la mayoría con la intención de transmitir que, aunque están

indignados, siguen formando parte de ella. Hablaríamos aquí del establecimiento de

legítimas credenciales endogrupo. No obstante y aunque aquí se introduzca el

concepto de minoría, parece más acertado realizar el análisis del 15-M desde la óptica

de las fases del movimiento social, como se realiza en el apartado Vida y ¿Muerte? del

movimiento.

Podríamos pensar que resulta difícil imaginar que pudiera existir alguna persona que

estuviera en contra de la mayoría de reformas que proponían los indignados (salvando

a aquellos que ellos engloban bajo el 1%), puesto que demandas como la abolición de

los privilegios políticos o la búsqueda de una democracia más eficiente serían, a priori,

aspectos positivos para el total de la sociedad. La oposición al movimiento se puede

explicar de diversas formas, aunque una interesante sería la relacionada con la teoría

de justificación del sistema, que podría simplificarse con el dicho “más vale malo

conocido, que bueno por conocer”. Podemos así interpretar que determinadas personas

optaban preferentemente por seguir en el estado en que se encontraban antes que

arriesgarse a desafiar al statu quo y afrontarse a la incertidumbre. La palabra que más

se empleó para describir a los indignados fue perroflautas, un término con una clara

connotación despectiva que servía para referirse a una especie de tribu urbana

compuesta por jóvenes de ideología liberal. Estaríamos hablando en este sentido de los

estereotipos negativos que se atribuyen a los grupos minoritarios, cuyos miembros son

estigmatizados e incluso ridiculizados para desacreditarlos, dificultando su eficacia.

Estos hechos en el movimiento pudieron observarse en determinados medios de

comunicación con ideología contraria al movimiento:

“Es mentira que se esfuercen en proteger las raíces de la democracia. Las arrancan de

cuajo y sin contemplaciones siempre que violan las leyes y disposiciones de las

autoridades, algo que han hecho a menudo y enfundándose en un cínico victimismo”.

15-M: 15 mentiras (Diario la Razón, 12 de junio de 2012).

Uno de los elementos más disruptivos del movimiento lo constituye la forma en que

este se organizó. Una organización que, si bien posibilitaba una serie de factores

(sentimientos de igualdad, posibilidad de que todos participaran, sensación de estar

participando en un verdadero proceso democrático...) funcionaba con una serie de

debilidades (dificultades de coordinación, lentitud...). La clave en este término fue la

democracia directa o asamblearismo, como oposición al sistema de democracia

representativa, lo cual constituye una forma de proceder radicalmente distinta a la que

podemos estar acostumbrados. Para ello un concepto fundamental es el de

horizontalidad, que a nivel práctico se traduce en que todo puesto que suponga una

determinada responsabilidad es de carácter rotatorio. Con el objetivo de mantener esta

horizontalidad pero buscar al mismo tiempo una eficiencia cobra también importancia

la especialización, los que más saben de un tema se dedican a ese tema en grupos y

comisiones, aunque todos los espacios estén abiertos. El movimiento se disponía así en

forma de red, una estructura abierta y horizontal que iba en consonancia con los

valores del nuevo fenómeno y se oponían de esta manera a la rigidez de las

estructuras que desafiaban.

Sin embargo, la estructura horizontal indiferenciada donde las relaciones de estatus

brillaban por su ausencia terminó por constituir, como es lógico por otra parte, una

utopía que no pudo trasladarse con plenitud al funcionamiento real. Las iniciales

desigualdades en la participación así como la desigual contribución de unos y otros

miembros del grupo terminaron por perpetuarse y configurarse en una estructura no

descrita pero no por ello inexistente. De esta manera, aquellos miembros que habían

entrado inicialmente en las acampadas, que habían conseguido diferentes recursos y

que se encargaban de la movilización, ya fuera a nivel local o nacional, terminaron por

constituir figuras de relativa autoridad que velaban por el buen funcionamiento de las

asambleas, ayudaban a definir las normas de participación e interactuaban con las

fuerzas del orden en caso de dificultades.

Resulta de interés tratar de comprender la adecuación de la teoría de la norma

emergente al proceso de definición de las normas grupales del movimiento.

Inicialmente, los indignados suponen una masa carente de dirección ni reglamento,

unidos exclusivamente por el desánimo y la ira. La teoría de la norma emergente

defiende que la conducta colectiva se regula por normas surgidas a partir de un

comportamiento distintivo, es decir, conducta de miembros distintivos del grupo. En el

estado inicial de composición del movimiento uno de los sentimientos predominantes

es la ambigüedad y, así, la conducta de estos miembros destacables supone un

indicador. Estas figuras podemos encontrarlas en aquellas personas que pertenecían de

antemano a organizaciones políticas u otros movimientos previos, lo cuales les confería

cierta legitimidad en tanto que habían participado anteriormente en reuniones de tipo

asambleario e introdujeron los símbolos y metodología de este sistema, entre otras

aportaciones. Un ejemplo de norma que fue rápidamente extendida fue que no podían

portarse banderas ni ningún tipo de símbolo de partidos políticos o sindicatos. Si, por

ejemplo, un indignado portaba una bandera de Izquierda Unida, resultaba frecuente

que el resto le instara a plegarla, puesto que el objetivo primordial era constituir una

imagen de cohesión contra el sistema, situándose fuera del mismo. Esto entraría en

relación con la teoría de la dinámica de grupos subjetiva, por la cual los miembros

desviantes serían rechazos al estar poniendo en peligro el consenso normativo del

grupo. Estas acciones irían encaminadas al mismo tiempo a reforzar la identidad social

del grupo, puesto que las normas mantienen la validez subjetiva del hecho de que el

grupo es significativamente diferente de otros grupos.

Sabemos que el desarrollo de la territorialidad humana se inicia con la ocupación de un

lugar por parte de personas o un grupo durante un periodo prolongado de tiempo,

durante el cual realizan actividades de mayor o menor importancia. Este territorio es,

para el movimiento 15-M, las plazas públicas. La que empezó todo y logró captar la

mayor atención mediática fue, sin duda, la madrileña Puerta del Sol. Pero este

fenómeno se extendió y en cada ciudad el movimiento indignado encontró un espacio

que hacer suyo, es el caso de la Plaza de Cataluña, en Barcelona. De esta manera, los

indignados terminar por territorializar para su uso un espacio público, puesto que la

ocupación fue prolongada y realizaban allí sus actividades principales.

Al final, la ocupación del espacio público se convierte en un signo más de la protesta

indignada, con lo que conviene remarcar el simbolismo de la acción. La plaza pública

significaba algo más que un lugar donde llevar a cabo reuniones y asambleas, suponía

para los indignados la posibilidad de demostrar que la política se hacía en el pueblo,

que calles y plazas no eran lugares de tránsito, sino espacios de reunión. Adquirían así

un significado especial que compartían todas las personas involucradas, suponían una

referencia. Prueba de ello es el movimiento toma la calle y toma la plaza, que surgieron

al mismo tiempo y que han terminado por derivar en otras formas de acción como

toma la facultad.

En la vida de todo movimiento se ha de distinguir entre dos fases, por un lado una

etapa inicial en la que lo denominaríamos fase emergente y una segunda etapa que lo

definiría como movimiento maduro. Si por algo se caracteriza el movimiento

emergente es por un alto grado de espontaneidad, así como de emotividad: los

primeros días, la respuesta solidaria, el grito mudo de la noche electoral... Se van

creando algunas comisiones que dan respuesta a determinados temas, pero no se

visualiza una organización definida, aunque empiezan a llegar las primeras propuestas

sobre cómo ha de estructurarse el movimiento. Esta primera etapa constituye un

período de movilización, con lo que se forma una amplia red social que permite llegar

al máximo número de personas. En esto jugará un gran papel las redes sociales

virtuales, sin dejar de lado el boca a boca. Se va gestando un definición ideológica más

certera del movimiento y las diferentes reclamaciones se unen paulatinamente con el

objetivo de crear una única voz: se ha reconocido la indignación como motor común y

ahora cada persona expone sus puntos, se empieza a hablar de un nosotros y de cómo

se puede salvar la situación: asistimos a la creación del marco de acción colectiva del

movimiento 15-M. El crecimiento del movimiento lleva consigo la necesidad de una

estructuración que se materializa en la estructura en red y sistema asambleario que se

ha descrito anteriormente cuando se trataba la organización del movimiento. Estas

modificaciones hacen que el movimiento se aleje progresivamente de las características

del comportamiento colectivo puro, la espontaneidad e importancia de las emociones

predominantes van dejando paso a la estructuración formal. Las asambleas conectan

unas con otras, se forman comisiones de tipo general que recogen todas las medidas,

los contenidos se estructuran y las normas se solidifican. En este punto cobra gran

importancia la relación del movimiento con los medios de comunicación, aspecto que

analizaremos posteriormente.

El nacimiento y desarrollo del movimiento indignado es un hecho sobre el que

podríamos afirmar que existe un acuerdo relativo en tanto que tiene cierta delimitación

temporal. Un aspecto que genera mayor controversia es cuándo finalizó. Es evidente

que en los meses que siguieron al estallido social el número de personas que

participaba fue descendiendo y cada concentración acogió a menos gente, si bien hubo

algunas de relevancia, pero convocadas bajo la denominación de mareas más que del

movimiento en sí (la marea verde es la protesta por la educación, por ejemplo). Tres

años después, todavía existen asambleas que se reúnen periódicamente y siguen

trabajando en contacto con otras, proponiendo alternativas y empleando la red para

tratar de mantener unidos a todos los que quieren seguir adelante con la historia del

movimiento. Quizá, más que hablar de declive, el análisis del 15-M requiere hablar de

transformación, de diversificación. El 15-M nació y se expandió como la pólvora dando

cobijo a un gran número de personas que más tarde terminarían por constituir

movimientos de ideología similar pero que hacían énfasis en aspectos concretos, como

la plataforma stop desahucios o el movimiento toma la facultad, movimientos que han

continuado y cobrado quizá una mayor intensidad. Quizá podríamos plantearnos en

este punto si la mejor suerte de estos movimientos ha estado relacionada con su

capacidad para definir unos objetivos únicos, lo cual les ha permitido focalizar toda la

energía y recursos disponibles en la obtención de los mismos. De esta manera, no

podemos hablar de una fase de terminación grupal como tal y tan siquiera podemos

asegurar que el movimiento haya finalizado, puesto que sus redes siguen activas, los

símbolos que se crearon permanecen presentes y las cooperativas, centros sociales,

asambleas de los barrios... siguen vivas y perpetúan el movimiento.

Ya se ha mencionado con anterioridad que el enfoque del 15-M es de tipo asambleario,

de forma que cada idea o propuesta ha de ser escuchada por todos los participantes en

el acto o asamblea para su debate y posterior toma de decisiones. Esta forma de

trabajar, si bien tiene ventajas, acerca al grupo al riesgo de verse envueltos en

fenómenos como polarización o pensamiento grupal, en tanto que ambos se

encuentran en relación con la cohesión del grupo. La toma de decisiones en las

asambleas se realizaba siguiendo el criterio de la mayoría de los miembros, de forma

que los diferentes miembros podían lanzar las propuestas que consideraran para

esperar el respaldo de sus compañeros. En determinadas comisiones se hizo uso del

brainstorming para favorecer los procesos creativos, de esta manera, se planteaba un

tema problemático de carácter general o concerniente al propio movimiento (ej.

limpieza de la acampada) y los miembros de la comisión proponían un gran número

de alternativas. Esto posibilitó sin duda un aspecto por el que se ha caracterizado el

movimiento, que es la innovación: retransmisión en directo a través de redes sociales

especializadas, creación de potentes lemas, determinadas acciones simbólicas... El 15-M

ha aportado innumerables elementos para el análisis desde todos los sentidos: político,

mediático, creativo... Es un movimiento innovador que abrió las puertas a toda

propuesta y se esforzó por dotar de recursos a las ideas. Un aspecto que también estaba

presente era la opinión de algunos de que este sistema, tan abierto e igualitario, tenía

también una importante desventaja y es que las sesiones asamblearias se alargaban

durante horas y horas y el proceso de toma de decisiones se demoraba, resultando de

gran complejidad. “Podíamos estar toda la tarde y hasta la noche para llegar a uno o

dos puntos clave...pero así era el 15-M”, esta declaración fue realizada en un

documental sobre el movimiento por un participante y viene a exponer la problemática

relacionada con el rendimiento grupal. Las pérdidas o ganancias en la productividad

grupal pueden venir dadas por la productividad potencial en relación con las variables

motivación y coordinación. Y es precisamente esta necesidad de coordinación, sumada

al complejo funcionamiento de la estructura del movimiento, la que podría estar

resultando una merma para la efectividad de los procesos en términos del tiempo que

se tardaba en llegar a acuerdos. Estos problemas de coordinación resultaban difíciles

de contrarrestar en tanto que la denominación de una figura responsable no parecía

factible tal y como se había planteado el funcionamiento del grupo.

Uno de los elementos que se considera que con mayor fuerza ayuda a la consecución

de un equipo de trabajo exitoso es la presencia de un liderazgo adecuado. De forma

que, al menos a nivel teórico, los pequeños equipos y comités de temas específicos

funcionarían de forma más óptima si se contara con la figura del líder. Si bien es

evidente que este elemento estaba disponible y que emergieron líderes mediante un

proceso natural por el cual cogieron la batuta y administraron de forma eficiente los

equipos de trabajo, también fue frecuente que la figura de aquellos que trataban de

imponer una organización o situarse a un nivel de gestión del equipo fuera rechazada,

en tanto que de alguna manera iba en contra de la idea de horizontalidad plena e

igualitarismo que propugnaban los indignados. Todas estas observaciones, pese a

formar parte del análisis de los distintos elementos del movimiento, constituyen

también breves pinceladas introductorias que pueden contribuir a comprender la

problemática del mismo, así como su posterior declive o transformación.

La identidad social constituye una definición de quién es uno y qué es lo que esto

implica. Consecuentemente, las personas en el grupo dejan de concebirse como

miembros idiosincrásicos para pasar a ser miembros de un grupo. En relación con la

identidad hallamos la ideología, como el discurso a través del cual la primera se

materializa. De esta manera, en el proceso de formación de la identidad social el

lenguaje juega un papel muy importante. Si los movimientos anteriores habían

empleado la distinción entre izquierda y derecha, el 15-M renueva esta visión

antagonista cuando habla de los de arriba frente a los de abajo. Los símbolos

asamblearios contribuyen a la creación de la identidad colectiva (alzar las manos

significa “estoy de acuerdo”). La propia tipografía del movimiento supone una

herramienta más al servicio de la creación de la identidad colectiva.

La ideología del movimiento supone el medio mediante el que el grupo se presenta a sí

mismo, expone su situación y visión, señala al culpable de la realidad y dirige su

acción. En la base de la ideología se encuentra el sentimiento de injusticia, y la ira que

esta despierta va a ser un motor de energía para poder luchar contra la causa de la

misma. El discurso del 15-M está caracterizado principalmente por la presencia de los

derechos humanos, el reconocimiento de la injusticia de la realidad y la reclamación de

que lo del pueblo vuelva al pueblo. El núcleo de la unión ciudadana lo constituye el

descontento, una base amplia que admite matices y precisiones, pero que termina por

aglutinar al fin y al cabo a una cantidad relevante de personas que comparten este

sentimiento: el sentimiento indignado. Y es este carácter abierto lo que precisamente

constituye la esencia del movimiento, de ahí que se haya hecho referencia a su

categorización como identidad de identidades.

El movimiento social surge del conflicto con lo establecido y de este conflicto se deriva

el objetivo de cambiar lo conocido para asentar las bases de un sistema más justo.

Podría pensarse que el movimiento 15-M es de tipo reformador, pero más bien se trata

de un verdadero movimiento revolucionario, en tanto que se pretende dar paso a un

orden diferente: los indignados buscan un mundo nuevo (foto 2) y así lo ejemplifican

cuando dicen vamos despacio...porque vamos lejos.

El nacimiento de la identidad social, del nosotros, implica irremediablemente un ellos,

un foco de la injusticia, un elemento al que dirigir la frustración, la indignación. Para

los indignados, esa figura externa supone un aglutinado donde tiene cabida la clase

política, los dirigentes del sector financiero... El lema de la manifestación del 15 de

mayo supone ya una declaración de intenciones en este sentido: no somos mercancía

en manos de políticos y banqueros, e introduce claramente el conflicto entre dos clases.

El sentimiento indignado supone la lucha entre dos bandos, uno generador de una

incomprensible situación de malestar y otro que, a sus ojos, la está pagando sin

comprenderla. Se entiende así otro de los lemas: ¡Vuestra crisis no la pagamos! Los

indignados no se sienten dueños de la situación, sino que realizan una atribución

externa de las causas de la misma, señalando a los culpables de esta. Afirman ser el

99%, frente al restante 1% constituido por la clase privilegiada: los de arriba contra los

de abajo. El 15-M realiza un continuo juego de palabras para evidenciar la existencia de

dos bandos opuestos, realzar que el suyo constituye una verdadera mayoría y pedir a

la gente que se una a él (foto 4).

Pero el reconocimiento de una identidad social compartida, sumado incluso a la

identificación de un elemento hacia el cual dirigir la ira y la incomprensión no son

suficientes. Se requiere además de sentido de eficacia, es decir, las personas deben

compartir el pensamiento de que la injusta situación puede modificarse a través de la

acción colectiva. En este sentido, el movimiento se nutría de referentes (la revolución

pacífica islandesa, la primavera árabe...) y señalaba sus logros como ejemplos

incontestables de poder de la fuerza social: el pueblo unido, jamás será vencido y el

archiconocido ¡Sí se puede! Vienen a reafirmar esta creencia.

La protesta pacífica era un elemento clave dentro del movimiento y el civismo un valor

inalterable del mismo. El lema Estas son nuestras armas era gritado señalando las

manos abiertas en señal pacífica. Sin embargo, como se ha podido avanzar

anteriormente, dentro del movimiento determinas posiciones comenzaban a cobrar

fuerza y su carácter aglutinador permitió que grupos que consideraban legítimas

determinadas acciones donde se empleaba la violencia participaran igualmente en las

tareas del movimiento. Si al hecho de que una minoría de personas no condenaban

abiertamente la violencia le sumamos el efecto de hallarse en un grupo grande con la

consecuente disolución del anonimato y la pérdida de identidad individual, podemos

entender actos como el acontecido en Barcelona en un acto de repulsa al recorte social

de los presupuestos catalanes. Los medios se hacían eco de la noticia y recogían que

cientos de indignados se habían concentrado frente al parque de la Ciutadella,

impidiendo el acceso de los diputados al Parlamento, insultándolos y manchándolos

con pintura.

El movimiento 15-M se desmarcó de estos actos y castigó tales acciones, emitiendo un

comunicado por el cual se criticaba la actitud violenta de unos pocos para recordar el

carácter pacífico del movimiento en su totalidad. Esto estaría relacionado con la teoría

de la dinámica de grupos subjetiva, por la cual los miembros que se desvían se

rechazan porque ponen en peligro el consenso normativo. Separarse de estos

miembros, señalar que son solo unos pocos los que no han cumplido esa “norma”

permite mantener la validez de que el grupo se diferencia positivamente de otros.

«El 15-M intenta revertir ese equilibrio de poderes. Tenemos que tomar la

responsabilidad nosotros mismos. Es una revolución existencialista, con un aliciente

añadido: no estamos solos»

Pedro Martí. Miembro de la comisión económica de Sol.

El 15-M representa una nueva forma de conflicto en tanto que, pese a que sus

demandas se dirigían en parte al poder político y económico, había una defensa de

unos valores que iban más allá de estos elementos. En las comisiones de economía se

trataban las grandes variables macroeconómicas, pero también se dejaban entrever

otros aspectos que suponían más una demanda de tipo personal y social. Se hablaba de

un sistema que no era generador de felicidad (No somos antisistema, el sistema es

antinosotros), de contradicciones, de desánimo. El 15-M trata, en cierta manera, de

volver a situar a la persona en el centro de todas las cosas, un lugar que había sido

ocupado hasta entonces por el dinero y el materialismo, un sistema que aniquila, en

palabras de los indignados. Y esto no supone una excepción en España. El 15 de

octubre se realiza una manifestación con carácter mundial con el lema Unidos por el

cambio global y en Europa, América, África... movimientos de gran similitud al 15-M

salen a la calle. Esto está evidenciando que los valores han cambiado y, así, que los

movimientos no pueden ser iguales a como lo eran antes. El 15-M unió a toda la

población pero recibió un impulso muy importante por parte de los jóvenes, cuya

identidad estaba ligada en gran medida al consumo y al ocio. En este sentido, la crisis

puede suponer una ruptura, puesto que deja al descubierto grandes sinsentidos que

amenazan la ideología presente hasta el momento.

«Para distinguir entre opinión pública y opinión mediática, para no sucumbir al engaño

propagandístico. “Los medios de comunicación están en manos de la gente pudiente”,

señala Hessel. Y yo añado: ¿quién es la gente pudiente? Los que se han apoderado de lo

que es de todos. Y como es de todos, es nuestro derecho y nuestro deber recuperarlo al

servicio de nuestra libertad.»

José Luis Sampedro – Prólogo de ¡Indignaos!

Es evidente que los medios de comunicación poseen un poder sustancial a la hora de

determinar los asuntos a los que la atención de la sociedad se dirige y que contribuyen

a la interpretación de los eventos sociales. El análisis de los mass media en el 15-M

cobra un matiz especial, puesto que, si bien se pueden buscar puntos de observación de

los fenómenos tradicionales, el movimiento ha sido muy crítico con los medios de

comunicación de masas (apaguemos la tele, encendamos la mente) y su revolución en

este sentido es tal que llegó incluso a constituirse el grupo Toma los medios, realizando

una analogía con otros movimientos como Toma la plaza o Toma la facultad.

Siguiendo el ejemplo, se formó también Ágora Sol Radio, una radio asamblearia. Esto

se traduce en un rechazo por parte de los indignados hacia los medios de

comunicación tradicionales, o al menos en un distanciamiento de estos, a los que ven

como manipuladores (¡Televisión, manipulación! Jaleaban cuando los medios, sobre

todo algunos, entraban en la acampada) y perpetuadores del statu quo, por lo cual se

entiende el rechazo mostrado, ya que no podemos olvidar que el 15M pretende una

revolución a nivel global y eso implica cuestionar toda estructura establecida, pasando

por los mass media.

Al margen de esto, no podemos obviar la importancia que para la construcción de la

realidad social tienen los mass media. Un concepto interesante en este sentido lo

constituye el agenda setting, entendido como la capacidad que poseen los medios para

dirigir la atención pública hacia temas determinados. Un ejemplo evidente de este

fenómeno lo constituye la prensa escrita y de forma más específica el espacio que en la

portada de los periódicos se cede al movimiento. La imagen 10 muestra una

comparativa entre la aparición en este soporte del escándalo de Strauss Kahn y el

movimiento. Es evidente que, aun con el debate sobre si existió manipulación y en qué

grado, los medios de comunicación de masas dirigieron la atención y otorgaron

protagonismo en determinados momentos a los indignados.

Otro aspecto que puede resultar interesante analizar es el efecto de encuadre o

framing. Moreno (2013)1 realizó un estudio en el que analizó cuatro medios de nuestro

país para examinar aspectos relacionados con el análisis de contenido y las estrategias

de framing que habían desarrollado cada uno. De esta manera encontró que los medios

realizaban predominantemente un encuadre de conflicto, aunque Periodismo Humano

se desplazó más hacia el interés humano. El autor realizó también un análisis de los

rasgos que se atribuían al 15-M, siendo los más destacados participación y discusión

política, todos dentro de categorías neutras o positivas. Dentro de las negativas

destacaban instrumentalización política y problemas asamblearios. Estos elementos

resultan de gran interés en tanto que conocemos que el efecto de encuadre

1

MORENO RAMOS, Miguel Ángel (2013): “Tratamiento periodístico del Movimiento 15-M en los medios alternativos y convencionales”, Mediaciones Sociales. Revista de Ciencias Sociales y de la Comunicación, nº 12, pp. 160-187.

es el mecanismo a través del cual los medios están proporcionando las categorías con

las que se construyen las explicaciones sobre la realidad.

Es frecuente escuchar en debates y tertulias que el 15-M terminó por ser un

movimiento revolucionario que se quedó a medias, que no logró alcanzar ninguno de

los objetivos que planteó. En este sentido y si atendemos al consenso de la asamblea

general Sol del 20 de mayo de 2011, las propuestas que se produjeron fueron

considerables, tanto por cantidad como por complejidad. Entre ellas, la existencia de

una sanidad pública y universal, el cierre de todas las centrales nucleares, supresión de

los privilegios de los políticos...2 Puede resultar comprensible el sentir desesperanzado

de aquellos que creyeron en la posibilidad de grandes cambios y han visto como se

apagaba la llama de la revolución social. Sin embargo, una visión crítica debe apostar

por la consideración de otro tipo de cambios más allá de los de carácter político o

económico. Podemos, por ejemplo, reseñar los cambios en lo que a actitudes y

conductas se refiere y, desde esta perspectiva, no sería arriesgado catalogar al 15-M

como una herramienta de fuerte concienciación social, que ayudó a los que no se

habían interesado nunca por política a conocerla de un modo abierto y participativo y

recogió a los que la habían dejado de lado para volver a situarla como una actividad

ciudadana elemental.

El 15-M ha supuesto en este sentido una nueva forma de hacer las cosas. Los escraches

(término que se refiere a las manifestaciones frente a casas de políticos), la movilización

ciudadana para frenar desahucios, bancos de alimentos y otros recursos populares,

formación de cooperativas a raíz del movimiento, son ejemplos de pequeños avances

que han resultado de la experiencia. En las últimas elecciones europeas, el partido

Podemos, que para muchos recoge el sentir del movimiento, irrumpe con una fuerza

nunca vista y logra situarse como cuarta fuerza política. Todos los medios se hacen eco

de la misma noticia y destacan en sus titulares: el bipartidismo ha caído. Han pasado

tres años desde que un grupo de personas decidió que era el momento de cambiar las

cosas y, sin lugar a dudas, el movimiento 15-M sigue siendo un fenómeno de análisis

incomparable.

2 Las propuestas, ordenadas por frecuencia y temática abordada pueden consultarse en: http://wiki.15m.cc/wiki/Lista_de_propuestas_del_15M.