el mejor cuento de terror

24
1 El mejor cuento de terror Joe Hill Un mes antes de la fecha de cierre de su encargo, Eddie Carroll rasgó un sobre de estraza y de su interior salió una revista titulada The True North Literary Review. Carroll estaba acostumbrado a recibir revistas por correo, aunque la mayoría llevaban títulos como Cemetery Dance y estaban especializadas en literatura de terror. También recibía libros, que se amontonaban en su casa de Brookline, una pila en el sofá de su despacho, otro montón junto a la cafetera. Todos eran recopilaciones de relatos de terror. Era imposible que nadie los leyera todos, aunque en otro tiempo, cuando tenía poco más de treinta años y acababa de estrenarse como editor de la antología America’s Best New Horror, Carroll se había esforzado denodadamente por hacerlo. Había entregado a imprenta dieciséis volúmenes de la colección y llevaba un tercio de su existencia trabajando en ella. Miles de horas leyendo, corrigiendo pruebas y escribiendo cartas, miles de horas que nunca recuperaría. Había llegado a odiar sobre todo las revistas, que en su mayoría empleaban tinta barata, y había aprendido también a odiar la manera en que ésta impregnaba sus dedos y el desagradable olor que dejaba en ellos. De cualquier forma, casi nunca llegaba a terminar los relatos que empezaba a leer; era incapaz. Sólo pensar en leer otra historia de vampiros follando con otros vampiros le ponía malo. Se esforzaba por lidiar con burdos remedos de Lovecraft, pero en cuanto se encontraba con la primera y dolorosa referencia a los Dioses Arquetípicos sentía entumecerse una parte de sí mismo, como cuando se nos duerme un pie o una mano por falta de circulación, y temía que, en este caso, lo que se le había dormido era el alma. En algún momento después de su divorcio, sus tareas como editor de Best New Horror se habían convertido en una obligación tediosa, de la que no se derivaba placer alguno. En ocasiones consideró, casi con esperanza, la posibilidad de dejar su cargo, aunque nunca por demasiado tiempo. Eran doce mil dólares en su cuenta corriente, la base de unos ingresos que completaba como podía editando otras

Upload: saul-eladio

Post on 26-Sep-2015

15 views

Category:

Documents


3 download

DESCRIPTION

El Mejor Cuento de Terror

TRANSCRIPT

El mejor cuento de terror

Joe Hill

Un mes antes de la fecha de cierre de su encargo, Eddie Carroll rasg un sobre de estraza y de su interior sali una revista titulada The True North Literary Review. Carroll estaba acostumbrado a recibir revistas por correo, aunque la mayora llevaban ttulos como Cemetery Dance y estaban especializadas en literatura de terror. Tambin reciba libros, que se amontonaban en su casa de Brookline, una pila en el sof de su despacho, otro montn junto a la cafetera. Todos eran recopilaciones de relatos de terror.

Era imposible que nadie los leyera todos, aunque en otro tiempo, cuando tena poco ms de treinta aos y acababa de estrenarse como editor de la antologa Americas Best New Horror, Carroll se haba esforzado denodadamente por hacerlo. Haba entregado a imprenta diecisis volmenes de la coleccin y llevaba un tercio de su existencia trabajando en ella. Miles de horas leyendo, corrigiendo pruebas y escribiendo cartas, miles de horas que nunca recuperara.

Haba llegado a odiar sobre todo las revistas, que en su mayora empleaban tinta barata, y haba aprendido tambin a odiar la manera en que sta impregnaba sus dedos y el desagradable olor que dejaba en ellos.

De cualquier forma, casi nunca llegaba a terminar los relatos que empezaba a leer; era incapaz. Slo pensar en leer otra historia de vampiros follando con otros vampiros le pona malo. Se esforzaba por lidiar con burdos remedos de Lovecraft, pero en cuanto se encontraba con la primera y dolorosa referencia a los Dioses Arquetpicos senta entumecerse una parte de s mismo, como cuando se nos duerme un pie o una mano por falta de circulacin, y tema que, en este caso, lo que se le haba dormido era el alma.

En algn momento despus de su divorcio, sus tareas como editor de Best New Horror se haban convertido en una obligacin tediosa, de la que no se derivaba placer alguno. En ocasiones consider, casi con esperanza, la posibilidad de dejar su cargo, aunque nunca por demasiado tiempo. Eran doce mil dlares en su cuenta corriente, la base de unos ingresos que completaba como poda editando otras antologas, dando charlas y clases. Sin esos doce mil se hara realidad su peor pesadilla: tendra que buscarse un trabajo de verdad.

No conoca la True North Literary Review, una revista literaria con portada de papel barato y un logotipo de pinos inclinados. Un sello en la contracubierta informaba de que era una publicacin de la Universidad de Katadhin, en el estado de Nueva York. Cuando la abri cayeron de entre sus pginas dos hojas grapadas: en realidad, una carta del editor, un profesor universitario ingls llamado Harold Noonan.

El invierno anterior un tal Peter Kilrue, empleado a tiempo parcial de los jardines del campus, se haba acercado a Noonan. Enterado de que le haban nombrado editor de True North y de que aceptaba manuscritos originales, le pidi que leyera un relato. Noonan prometi que lo hara, ms por cortesa que por otra cosa, pero cuando por fin ley el manuscrito, titulado Buttonboy: una historia de amor, le impresionaron la fuerza y agilidad de su prosa y la naturaleza terrible de la historia que contaba. Noonan acababa de ser nombrado editor despus de que su antecesor, Frank McDane, se jubilara tras veinte aos en el cargo y estaba deseando dar un nuevo rumbo a la revista, publicar relatos que metieran el dedo en el ojo de unos cuantos.

Me temo que lo logr con creces, escriba Noonan. Poco despus de que se publicara Buttonboy, el director del departamento de literatura inglesa llam a Noonan a su despacho y lo acus de usar True North como plataforma para bromas adolescentes de psimo gusto. Casi cincuenta personas cancelaron su suscripcin a la revista no poca cosa, teniendo en cuenta que la tirada era de slo mil ejemplares y muchos de los antiguos alumnos que la patrocinaban retiraron su financiacin, indignados. Noonan fue destituido y Frank McDane accedi a supervisar la revista desde su casa, en respuesta a las protestas que exigan su regreso como editor.

La carta de Noonan terminaba as:

Sigo convencido de que (cualesquiera que sean sus defectos) Buttonboy es un relato notable, aunque verdaderamente angustioso, y confo en que pueda dedicarle algo de tiempo. Admito que para m sera en cierto modo una reivindicacin que usted decidiera incluirlo en su prxima antologa de los mejores relatos de terror del ao.

Terminara esta carta invitndole a disfrutar de la historia, pero no estoy seguro de que sa sea la palabra adecuada.

Cordialmente,

Harold Noonan.

Eddie Carroll acababa de llegar de la calle y ley la carta de Noonan todava de pie, en el recibidor. Busc en la revista la pgina donde empezaba el relato y permaneci de pie, leyendo, antes de darse cuenta de que tena calor. Colg distradamente la chaqueta en el perchero y camin hasta la cocina.

Estuvo un rato sentado en la escalera que llevaba al piso de arriba, pasando pginas. Despus, sin saber cmo, se encontr tumbado en el sof de su despacho, la cabeza apoyada en una pila de libros, leyendo a la luz sesgada de finales de octubre.

Ley hasta la ltima lnea y a continuacin se incorpor hasta sentarse, presa de una euforia extraa y palpitante. ste era posiblemente el relato de peor gusto y ms terrible que haba ledo jams, y en su caso esto era decir mucho. En sus largos aos de editor, vadeando terribles y a menudo soeces y enfermizos pramos literarios, en ocasiones se haba topado con flores de indescriptible belleza, y estaba convencido de que sta era una de ellas. Regres al principio del relato y empez a leer de nuevo.

Trataba de una joven llamada Cate que al principio de la historia era descrita como una tmida muchacha de diecisiete aos que un da es secuestrada y metida a la fuerza en un coche por un gigante con ojos ictricos y aparato dental. ste le ata las manos detrs de la espalda y la empuja al asiento trasero de su camioneta donde se encuentra con un chico de su misma edad, que al principio parece estar muerto y que ha sido desfigurado de una forma indescriptible. Sus ojos estn ocultos bajo dos botones redondos y amarillos que representan unas caras sonrientes. Los botones le han sido cosidos a los globos oculares atravesando los prpados, que a su vez estn hilvanados con hilo de acero.

Entonces, conforme el coche empieza a moverse tambin lo hace el muchacho. Toca la cadera de Cate y sta grita, sobresaltada. A continuacin el chico recorre su cuerpo con la mano hasta llegar a la cara y susurra que su nombre es Jim y que lleva viajando una semana con el gigante, desde que ste asesin a sus padres.

Me hizo agujeros en los ojos y me dijo que despus de hacerlo vio cmo mi alma se escapaba. Dijo que hizo el mismo sonido que cuando soplas en una botella de Coca-Cola vaca, la misma msica. Despus me cosi estos botones, para que no se me escapara la vida. Mientras habla, Jim se palpa los botones con las caras sonrientes. Quiere comprobar cunto tiempo soy capaz de vivir sin alma.

El gigante conduce a los muchachos hasta un descampado solitario, en un parque estatal cercano, y una vez all les obliga a intercambiar caricias sexuales. Cuando se da cuenta de que Cate no es capaz de besar a Jim con pasin convincente, le raja la cara y le arranca la lengua. En el caos que sigue, con Jim aullando de pnico, tambalendose ciego de un lado a otro, y la sangre manando a chorros, Cate consigue escapar y esconderse entre los rboles. Tres horas ms tarde sale arrastrndose hasta una autopista, cubierta de sangre.

La polica no logra capturar a su secuestrador, que, acompaado de Jim, abandona el parque nacional y conduce hasta el fin del mundo. Los investigadores no son capaces de encontrar pista alguna de ninguno de los dos. No saben quin es Jim ni de dnde viene, y del gigante saben menos an.

Dos semanas despus de que Cate saliera del hospital aparece, por carta, una nica pista. Recibe un sobre que contiene un par de botones con caras sonrientes, dos chinchetas de acero cubiertas de sangre reseca y una fotografa Polaroid de un puente en el estado de Kentucky. A la maana siguiente un buzo encuentra el cuerpo de Jim en el fondo del ro, en avanzado estado de descomposicin, con peces que entran y salen de las cuencas vacas de sus ojos.

Cate, que en otro tiempo fue atractiva y popular, es ahora objeto de conmiseracin y rechazo por parte de quienes la rodean. Comprende bien cmo se siente la gente que la ve: cuando contempla su rostro en el espejo ella tambin siente repugnancia. Durante un tiempo, acude a una escuela especial y aprende el lenguaje de signos, pero pronto abandona las clases. Los otros minusvlidos los sordos, los cojos, los desfigurados la asquean con su desvalimiento, sus deficiencias.

Intenta, sin mucha suerte, volver a su vida normal. No tiene amigos ntimos, ni tampoco destrezas que le permitan ejercer un oficio, y se siente cohibida por su aspecto fsico y por su incapacidad para hablar. Un da, ayudada por el alcohol, rene el valor suficiente para acercarse a un hombre en un bar y termina siendo ridiculizada por ste y sus amigos.

No puede dormir a causa de las frecuentes pesadillas en las que revive improbables y atroces variaciones de su secuestro. En algunas de ellas Jim no es otra vctima, como ella, sino un secuestrador que la viola con pujanza. Los botones que lleva pegados a los ojos son como dos espejos que le devuelven a Cate una imagen distorsionada de su cara gritando, que, de acuerdo con la lgica perfecta del sueo, ha sido mutilada hasta convertirse en una mscara grotesca. En algunas ocasiones estos sueos la excitan sexualmente, algo que, a juicio de su psicoterapeuta, entra dentro de lo comn. Cate lo despide cuando descubre que ha dibujado una cruel caricatura de ella en su cuaderno de notas.

Recurre a distintas sustancias para poder dormir: ginebra, analgsicos, herona. Necesita dinero para pagarse las drogas y lo busca en el cajn de su padre. ste la descubre y la echa de casa. Esa misma noche su madre la llama por telfono y le dice que su padre est en el hospital ha sufrido un infarto menor y que no debe ir a visitarlo. Poco despus, en un centro de da para jvenes con minusvalas, donde Cate trabaja a tiempo parcial, un nio clava un lpiz en el ojo a otro, dejndolo tuerto. El incidente no ha sido culpa de Cate, pero en los das posteriores sus adicciones salen a la luz. Pierde su empleo e incluso despus de haberse rehabilitado le resulta imposible encontrar trabajo.

Entonces, en un fro da de otoo, cuando Cate sale de un supermercado de su barrio, pasa junto a un coche de polica que est aparcado en la parte de atrs, con el cap levantado. Un agente con gafas de espejo est examinando el radiador, del que sale humo. Cate echa un vistazo al asiento trasero, y all, con las manos esposadas detrs de la espalda, est su gigante, diez aos ms viejo y con veinte kilos de ms.

Luchando por mantener la calma, Cate se acerca al agente inclinado bajo el cap y le escribe una nota preguntndole si conoce al hombre que lleva en el asiento trasero de su coche. ste le dice que es un tipo al que ha arrestado en una ferretera de Pleasant Street, cuando intentaba robar un cuchillo de caza y un rollo de cinta de embalar.

Cate conoce la ferretera, ya que vive a una manzana de ella. El agente la sujeta antes de que las piernas le fallen y caiga al suelo. Llena de desesperacin, empieza a escribir notas tratando de explicar lo que el gigante le hizo cuando tena diecisiete aos. El bolgrafo no puede seguir la velocidad de sus pensamientos y las notas que escribe apenas tienen sentido, ni siquiera para ella, pero el polica capta el mensaje. La conduce hasta el asiento del copiloto y abre la puerta del coche. La idea de estar en el mismo vehculo que su raptor la pone enferma de miedo, y empieza a temblar de forma incontrolada, pero el agente le recuerda que el gigante est esposado en el asiento trasero, por lo que es incapaz de hacerle dao, y que es importante que ella los acompae a la comisara.

Por fin se acomoda en el asiento del copiloto. A sus pies hay un anorak. El agente le dice que es su abrigo y que debera ponrselo, la mantendr caliente y la ayudar a dejar de temblar. Cate levanta la vista hacia l y se dispone a garabatear unas palabras de agradecimiento en su libreta, pero entonces se detiene, incapaz de escribir. Algo en la visin de su cara reflejada en las gafas de espejo del polica la deja paralizada.

El polica le cierra la puerta y camina hasta la parte delantera del coche para cerrar el cap. Con los dedos agarrotados por el miedo, Cate se inclina para coger el abrigo. Cosidos a cada una de las solapas hay dos botones de caras sonrientes. Intenta abrir la puerta, pero el pestillo no cede. Tampoco puede abrir la ventana. El cap se cierra de golpe y el hombre de las gafas de espejo, que no es polica, esboza una pavorosa sonrisa. Buttonboy contina rodeando el coche hasta que llega a la puerta trasera y una vez all deja salir al gigante. Despus de todo, hacen falta ojos para conducir.

En el espeso bosque es fcil perderse y terminar caminando en crculos, y por primera vez Cate comprende que eso es lo que le ocurri a ella. Escap de Buttonboy y del gigante corriendo hacia el bosque, pero nunca consigui salir de l; en realidad lleva desde entonces dando tumbos entre la oscuridad y la maleza, trazando un gigantesco crculo sin fin de vuelta hacia sus captores. Por fin ha llegado al que siempre fue su destino, y este pensamiento, en lugar de aterrorizarla, le resulta extraamente reconfortante. Tiene la impresin de que su sitio est con ellos y este sentimiento de pertenencia le produce alivio. As que Cate se arrellana en su asiento y se cubre con el abrigo de Buttonboy para protegerse del fro.

A Eddie Carroll no le sorprendi que hubieran castigado a Noonan por publicar Buttonboy. El relato se recreaba en la degradacin de la mujer y su protagonista era, en cierta medida, cmplice voluntaria de los malos tratos sexuales y emocionales de que es objeto. Y eso estaba mal aunque, bien visto, Joyce Carol Oates escribi historias como sta y para revistas como The True North Review y recibi premios por ello. Lo que resultaba verdaderamente imperdonable de la historia era su sorprendente final.

Carroll lo haba visto venir despus de haber ledo casi diez mil relatos de terror y de horror sobrenatural era difcil que algo lo cogiera desprevenido, pero aun as lo haba disfrutado. Para los expertos, sin embargo, un final sorpresa (por muy conseguido que est) es siempre sinnimo de literatura infantil y comercial o de televisin barata. Los lectores de The True North Review eran, supona, acadmicos de mediana edad, personas que enseaban Beowulf y Ezra Pound y que soaban desesperadamente con ver algn da un poema suyo publicado en The New Yorker. Para ellos, un final inesperado en un relato corto era el equivalente a una bailarina tirndose un pedo mientras interpreta El lago de los cisnes, un error tan garrafal que rozaba lo ridculo. El profesor Harold Noonan, o bien no llevaba tiempo suficiente en su torre de marfil, o bien estaba buscando de forma inconsciente que alguien le firmara su carta de despido.

Aunque el final tena ms de John Carpenter que de John Updike, Carroll no haba ledo nada parecido en ninguna recopilacin de cuentos de terror, desde luego no ltimamente. Sus veinticinco pginas eran un relato totalmente naturalista de la peripecia de una mujer que se ve destruida poco a poco por el sentimiento de culpa propio del superviviente. Hablaba de relaciones familiares tormentosas, de trabajos basura, de la lucha por salir a flote econmicamente. Haca mucho tiempo que Carroll no se encontraba con el pan nuestro de cada da en un relato de este tipo, ya que la mayor parte de la literatura de terror no trataba ms que de carne cruda y sanguinolenta.

Se encontr caminando de un lado a otro de su despacho, demasiado nervioso para sentarse, con el cuento de Buttonboy abierto en una mano. Vio su reflejo en el cristal de la ventana detrs del sof y su sonrisa se le antoj casi indecente, como si acabara de escuchar un chiste particularmente grosero.

Carroll tena once aos cuando vio La guarida en The Oregon Theatre. Haba ido con sus primos, pero cuando se apagaron las luces y la oscuridad engull a sus acompaantes Carroll se encontr solo, encerrado en su propia y sofocante cmara oscura. En algunos momentos tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no taparse los ojos y sin embargo sus entraas se estremecan en un escalofro nervioso, pero placentero. Cuando por fin se encendieron las luces todas sus terminaciones nerviosas estaban activadas, como si hubiera tocado un cable de cobre electrificado. Una sensacin a la que pronto se volvi adicto.

Ms tarde, cuando empez a trabajar y el terror se convirti en su oficio la sensacin se aplac. No desapareci, pero la experimentaba con cierta distancia, ms como el recuerdo de una emocin que como la emocin en s. Recientemente, el recuerdo se haba disipado y dado paso a una amnesia aturdida, a una somnolienta falta de inters cada vez que miraba el montn de revistas sobre su mesa del saln. O no. Haba ocasiones en que s senta miedo, pero era miedo a otra cosa.

En cambio, esto que experimentaba en su despacho, con la violencia de Buttonboy todava fresca en su cabeza, era un autntico chute. El cuento haba activado un resorte en su interior que le haba dejado vibrando de emocin. Era incapaz de estarse quieto, haba olvidado lo que significaba estar eufrico. Tratando de recordar la ltima vez que haba publicado si es que lo haba hecho alguna vez una historia que le hubiera gustado tanto como Buttonboy, fue hasta la estantera y sac el ltimo volumen de Americas Best New Horror (supuestamente los mejores cuentos de terror norteamericanos publicados hasta la fecha), curioso por comprobar lo que le haba emocionado de ellos. Pero cuando buscaba el ndice de contenidos abri por casualidad la pgina de la dedicatoria que haba escrito a su entonces todava esposa en un confundido arrebato de afecto: A Elizabeth, que me ayuda a encontrar el camino en la oscuridad. Leerla ahora le pona la carne de gallina.

Elizabeth le haba dejado despus de que l descubriera que llevaba un ao acostndose con su agente de inversiones. Ella se march a vivir con su madre llevndose a la hija de ambos, Tracy.

En cierto modo me alegro de que nos descubrieras le haba dicho por telfono unas semanas despus de su marcha. De haber puesto fin a esto.

A tu aventura? le haba preguntado l, con la esperanza de que ella fuera a contarle que haba roto con su amante.

No contest Lizzie. Me refiero a toda esa mierda tuya de relatos de terror y toda esa gente que viene a verte, la gente del mundo del terror. Esos gusanos sudorosos a los que se les pone dura delante de un cadver. Eso es lo mejor de esto, tal vez ahora Tracy pueda tener una infancia normal y yo por fin me relacionar con adultos sanos y normales.

Ya era bastante malo que le hubiera puesto los cuernos, pero que le echara en cara lo de Tracy de esa manera le pona absolutamente furioso, incluso ahora, al recordarlo. Devolvi el libro al estante y, encogindose de hombros, se dirigi a la cocina a prepararse algo de comer, olvidada ya su excitacin. Haba estado buscando el modo de quemar esa energa que le impeda concentrarse y resultaba que la buena de Lizzie segua hacindole favores a ms de sesenta kilmetros de distancia y desde la cama de otro hombre.

Esa misma tarde envi un correo electrnico a Harold Noonan pidindole los datos de contacto de Kilrue. Noonan le contest en menos de una hora, contento de que Carroll quisiera incluir Buttonboy en su nueva antologa. No tena una direccin electrnica de Peter Kilrue, pero s una postal y tambin un nmero de telfono.

Pero la carta que envi Carroll le fue devuelta con el sello de DEVOLVER AL REMITENTE, y cuando prob con el nmero de telfono le sali una grabacin: El nmero marcado est fuera de servicio. Carroll llam a Noonan a la Universidad de Kathadin.

Confieso que no me sorprende le dijo Noonan con una voz acelerada y suave que delataba timidez. Tengo la impresin de que es una especie de nmada, que va empalmando trabajos a tiempo parcial para pagarse las facturas. Probablemente lo mejor sea llamar a Morton Boyd, de mantenimiento. Supongo que all tendrn una ficha con sus datos.

Cundo fue la ltima vez que lo vio?

Fui a visitarlo el pasado marzo. Me acerqu a su apartamento justo despus de que se publicara Buttonboy, cuando el escndalo estaba en pleno apogeo. La gente deca que se trataba de un discurso misgino, que la revista debera publicar una retractacin y tonteras de ese estilo. Quera que Kilrue supiera lo que estaba pasando. Supongo que pens que deseara responder de alguna manera, escribir una defensa de su relato en el peridico de la universidad o algo parecido pero no fue as. Dijo que sera sntoma de debilidad. De hecho, fue una visita bastante extraa. l es un tipo extrao. No es slo su escritura, tambin l.

Qu quiere decir?

Noonan ri.

No estoy muy seguro. Veamos. Sabe cuando, por ejemplo, uno tiene fiebre y mira un objeto completamente normal, como una lmpara encima de la mesa, y lo encuentra distinto, raro? Como si se estuviera deshaciendo o preparndose para echar a andar. Los encuentros con Peter Kilrue eran algo as, no s por qu. Tal vez se deba a la intensidad que manifiesta en relacin con cosas tan inquietantes

Carroll no haba conseguido contactar todava con Kilrue, pero ya le resultaba simptico.

A qu cosas se refiere?

Cuando fui a verlo me abri la puerta su hermano mayor. Estaba medio desnudo. Supongo que estaba pasando all unos das y era no quiero parecer insensible, bueno, la verdad es que era inquietantemente gordo. Y estaba cubierto de tatuajes, tambin inquietantes. En el estmago tena un molino de viento de cuyas aspas colgaban cadveres y en la espalda un feto con los ojos garabateados por encima, y llevaba un escalpelo en un puo. Y colmillos.

Carroll ri, aunque no estaba seguro de que aquello fuera divertido, y Noonan sigui hablando:

Pero pareca un buen tipo, de lo ms simptico. Me hizo entrar, me sirvi un refresco y nos sentamos todos en el sof, frente al televisor. Y ahora viene la parte divertida mientras hablbamos y yo les explicaba todo lo que saba sobre el escndalo surgido alrededor del relato, el hermano mayor se sent en el suelo y Peter empez a hacerle un piercing.

Que hizo qu?

Como lo oye! En plena charla comenz a perforar la parte superior de la oreja a su hermano con una aguja puesta al fuego. Cuando aquel tipo tan gordo se levant, pareca que le haban disparado en el lado derecho de la cabeza. Fue como el final de Carrie, como si se hubiera baado en sangre. Y entonces va y me pregunta si quiero otra Coca-Cola.

Esta vez los dos remos y, por un instante, compartimos un silencio amistoso.

Y estaban viendo lo de Jonestown[2] aadi Noonan bruscamente, como si se acabara de acordar.

S?

En la televisin, con el sonido apagado. Mientras hablbamos y Peter agujereaba a su hermano. En realidad se fue el toque final, lo que haca que esa situacin pareciera tan irreal. Estaban emitiendo las imgenes de los cuerpos de la gente aquella de la Guayana francesa, despus de beberse el veneno. Las calles cubiertas de cadveres y los pjaros carroeros ya sabe picotendolos. Noonan trag saliva con fuerza. Creo que era un vdeo, porque daba la impresin de que las imgenes se repetan, y ellos las miraban como en trance.

Se hizo un nuevo silencio que a Noonan pareci resultarle incmodo. Estara investigando, pensaba Carroll de Kilrue no sin cierto grado de aprobacin.

No le pareci el cuento un ejemplo notable de buena literatura norteamericana? pregunt Noonan.

Desde luego.

No s qu opinar l de estar en su antologa, pero por mi parte estoy encantado. Espero no haberlo asustado con esto que le he contado.

Yo no me asusto fcilmente.

Boyd, del departamento de jardinera, tampoco estaba seguro de dnde encontrar a Kilrue.

Me dijo que tena un hermano que trabajaba en obras pblicas en Poughkeepsie. En Poughkeepsie o en Newburgh. Quera conseguir algo as. En esos trabajos se gana bastante dinero y lo mejor es que, una vez que entras, no te pueden despedir, aunque seas un maniaco homicida.

La mencin de Poughkeepsie despert el inters de Carroll, pues a finales de mes se celebraba all una pequea convencin de literatura fantstica titulada Dark Wonder, Dark Dreaming, Dark Masturbati o algo por el estilo. Le haban invitado a asistir y haba ignorado las cartas, ya nunca acuda a esas convenciones pequeas y adems las fechas le venan mal, pues caan justo antes del cierre de la antologa.

Sin embargo, asista todos los aos a los World Fantasy Awards, al Camp NeCon y a algunas de las reuniones ms interesantes. Estas convenciones eran probablemente la faceta de su trabajo que menos le disgustaba. All tena a sus amigos, y adems una parte de l segua disfrutando con ese tipo de cosas y con los recuerdos asociados a ellas.

Como en aquella ocasin en que encontr en una librera una primera edicin de I Love Galesburg in the Springtime.[3] No haba pensado en ese libro durante aos, pero mientras hojeaba de pie las pginas amarillentas y quebradizas, con su delicioso olor a polvo y a desvn, le invadi una marea vertiginosa de recuerdos. Lo haba ledo a los trece aos y lo mantuvo fascinado durante dos semanas. Para poder leerlo a gusto, trepaba desde la ventana de su dormitorio hasta el tejado de su casa, el nico sitio en el que poda huir de los gritos de sus padres cuando discutan. Recordaba la textura de papel de lija de las tejas, el olor a caucho que desprendan por efecto del calor del sol, el zumbido distante de una cortadora de csped, su maravillosa sensacin de asombro mientras lea sobre la imposible moneda de diez centavos de Woodrow Wilson.

Telefone a la oficina de obras pblicas de Poughkeepsie y le pasaron con el jefe de personal.

Kilrue? Arnold Kilrue? Le desped hace seis meses le dijo un hombre con voz apagada y jadeante. Sabe usted lo difcil que es despedir a alguien aqu? Ha sido mi primera vez en aos. Minti sobre su historial criminal.

No, no busco a Arnold Kilrue, sino a Peter. Arnold es probablemente su hermano. Era gordo y con muchos tatuajes?

Para nada. Flaco, musculoso y con una sola mano. Deca haber perdido la otra con una segadora.

Ya replic Carroll, pensando que ese hombre bien podra ser familia de Peter Kilrue. Y qu es lo que hizo?

Violacin de una orden de alejamiento.

Bueno sigui Carroll. Alguna pelea conyugal? Senta simpata por los maridos que eran vctimas de los abogados de sus mujeres.

De eso nada replic el jefe de personal. Ms bien maltratos a su madre. Qu le parece?

Sabe si es familia de Peter Kilrue y cmo podra contactar con l?

No soy su secretaria personal, amigo. Hemos terminado esta conversacin?

Desde luego que s.

Prob con la gua telefnica, llamando a gente con el apellido Kilrue en la zona de Poughkeepsie, pero nadie pareca conocer a ningn Peter y tuvo que darse por vencido. Furioso, se puso a limpiar su despacho, tirando papeles sin ni siquiera mirar qu eran y trasladando montones de libros de un sitio a otro. Se le haban acabado las ideas y tambin la paciencia.

Hacia el final de la tarde se tir en el sof a pensar, y se qued traspuesto, todava furioso. Incluso en sueos estaba enfadado, y se vea persiguiendo por un cine desierto a un nio pequeo que le haba robado las llaves del coche. El nio era blanco y negro, su silueta parpadeaba como un fantasma o el personaje de una pelcula vieja, y se lo estaba pasando en grande, agitando las llaves en el aire y riendo histrico. Carroll se despert de forma brusca con una sensacin febril en las sienes y pensando: Poughkeepsie.

Peter Kilrue tena que vivir en alguna parte del estado de Nueva York y el sbado estara en la convencin Dark Future en Poughkeepsie; no podra resistir la tentacin de acudir a algo as. Y alguien all tendra que conocerlo. Alguien lo identificara, y todo lo que necesitaba Carroll era estar presente. Se encontraran.

No tena intencin de quedarse a pasar la noche. Eran cuatro horas de coche, as que ira y volvera en el da, y a las seis de la maana ya se encontraba circulando a ms de ciento veinte kilmetros por hora por el carril izquierdo de la I-90. El sol sala a su espalda y llenaba su espejo retrovisor de una luz cegadora. Era una sensacin agradable la de pisar a fondo el acelerador y sentir el coche deslizarse veloz hacia el oeste, persiguiendo la lnea alargada de su propia sombra. Despus pens en que su hija podra ir sentada a su lado y afloj el pedal, mientras la emocin de la carretera se evaporaba.

A Tracy le encantaban las convenciones, como a cualquier nio. Eran todo un espectculo: adultos haciendo el ridculo disfrazados de Pinhead o de Elvira. Y qu nio no disfrutara con el mercadillo que siempre acompaaba estos eventos, ese enorme laberinto de mesas y exhibiciones macabras en el que perderse y comprar una mano descuartizada de goma por un dlar? Tracy pas en una ocasin una hora jugando al pinball con Neil Gaiman en la World Fantasy Convention, en Washington. Todava se escriban.

Era medioda cuando encontr el Mid-Hudson Civic Centre. El mercadillo ocupaba una sala de conciertos y la superficie estaba densamente ocupada, las paredes de cemento resonaban con risas y el murmullo continuo de conversaciones superpuestas. No le haba dicho a nadie que iba, pero eso no importaba; uno de los organizadores no tard en encontrarlo, una mujer rechoncha con pelo rojo rizado, vestida con una chaqueta de frac de raya diplomtica.

No saba que fueras a venir dijo. No tenamos noticias tuyas! Quieres beber algo?

Pronto tuvo un ron con Coca-Cola en la mano y un puado de curiosos a su alrededor, charlando sobre pelculas y autores y sobre la antologa Best New Horror, y se pregunt cmo pudo pensar alguna vez en no asistir. Faltaba un ponente en la mesa redonda de la una y media sobre el estado del gnero del cuento corto de terror, y no sera perfecto que pudiera hacerlo l? Desde luego, respondi.

Lo condujeron a la sala de conferencias, hileras de sillas plegables y una mesa grande en uno de los extremos, con una jarra de agua helada sobre ella. Se sent detrs, con el resto de los ponentes: un profesor, autor de un libro sobre Poe, el editor de una revista online de terror y un escritor local de libros infantiles de tema fantstico. La pelirroja present a cada uno de ellos a las cerca de dos docenas de personas que formaban la audiencia y despus invit a los ponentes a que hicieran un comentario introductorio. Carroll fue el ltimo en hablar.

Primero dijo que todo mundo de ficcin es en potencia una obra del gnero fantstico y que cada vez que un autor introduce una amenaza o un conflicto en su relato est creando la posibilidad del terror. Lo que le atrajo por primera vez del gnero de terror, continu, fue que tomaba los elementos ms bsicos de la literatura y los llevaba al lmite. Toda la ficcin es una invencin, lo que convierte este gnero en algo ms vlido (y ms honesto) que el realismo.

Dijo que la mayor parte de lo que se escribe en este gnero es psimo, imitaciones fallidas de verdaderas porqueras. Cont cmo en ocasiones haba pasado meses sin encontrarse una sola idea novedosa, un solo personaje memorable, una sola frase con talento.

Y aadi que eso siempre haba sido as. Y que en cualquier empresa, ya sea artstica o de otro tipo, es necesario que haya muchas personas creando basura para que se den unos pocos productos de talento. Todos tenan derecho a probar suerte, a equivocarse, a aprender de sus errores y a intentarlo otra vez. Siempre hay algn diamante oculto. Habl de Clive Barker, y de Kelly Link, de Stephen Gallagher y Peter Kilrue. Habl de Buttonboy. Aadi que para l no haba nada mejor que descubrir algo fresco y emocionante, pues siempre disfrutara de ese impacto terrible y feliz al mismo tiempo. Y mientras hablaba se dio cuenta de que lo que deca era cierto. Cuando termin su intervencin algunas personas de las filas traseras comenzaron a aplaudir y los aplausos reverberaron en la sala, como el agua de una piscina rizada por el viento, y conforme se extenda el sonido, la gente empez a levantarse.

Cuando, finalizada la mesa redonda, sali de detrs de la mesa para estrechar unas cuantas manos, estaba sudando. Se quit las gafas para enjugarse la cara con el faldn de la camisa, y antes de que le diera tiempo a ponrselas se encontr dando la mano a una figura delgada y diminuta. Mientras se ajustaba las gafas a la nariz reconoci en quien le saludaba a alguien que no era de su agrado, un hombre flaco con unos pocos dientes torcidos y manchados de nicotina y un bigote tan pequeo y pulcro que pareca pintado a lpiz.

Se llamaba Matthew Graham y editaba un repugnante fanzine de terror llamado Rancid Fantasies. Carroll haba odo que lo haban arrestado por abusar sexualmente de su hijastra menor de edad, aunque al parecer el caso nunca lleg a juicio. Intentaba que sus sentimientos no le impidieran apreciar a los autores que publicaba Graham, pero lo cierto era que an no haba encontrado nada en Rancid Fantasies que fuera ni remotamente digno de incluirse en Best New Horror. Los relatos sobre trabajadores de pompas fnebres drogados que violan los cadveres a su cuidado, sobre oligofrnicas de la Amrica profunda dando a luz demonios de excremento en retretes construidos sobre antiguos cementerios indios; todos ellos plagados de erratas y de atentados contra los principios bsicos de la gramtica

Verdad que Peter Kilrue es otra cosa? le pregunt Graham. Yo le publiqu su primer relato. No lo has ledo? Te lo envi, querido.

Deb de traspapelarlo respondi Carroll. Llevaba un ao sin abrir Rancid Fantasies, aunque haca poco haba usado un ejemplar para forrar la caja de arena de su gato.

Te gustara dijo Graham dejando ver sus dientes una vez ms. Es uno de los nuestros.

Carroll trat de disimular un escalofro.

Has hablado alguna vez con l?

Que si he hablado con l? Hemos estado tomando una copa durante el almuerzo. Ha estado aqu esta maana. Acababa de irse cuando llegaste t.

Graham abri la boca en una ancha sonrisa. Le apestaba el aliento.

Si quieres puedo darte su direccin. No vive lejos de aqu.

Despus de un almuerzo breve y tardo, ley el primer relato de Peter Kilrue en un ejemplar de Rancid Fantasies que le consigui Matthew Graham. Se titulaba Cerditos y trataba de una mujer emocionalmente perturbada que da a luz una camada de lechones salvajes. stos aprendan a hablar, a caminar sobre sus patas traseras y a vestir como humanos, a la manera de los cerdos de Rebelin en la granja. Conforme avanzaba la historia, sin embargo, volvan a su estado salvaje y usaban sus colmillos para despedazar a su madre. Hacia el final del relato se enzarzaban en un combate mortal para decidir cul de ellos se comera los trozos de carne ms sabrosos.

Se trataba de un texto corrosivo y exacerbado y, aunque era sin duda el mejor relato jams publicado en Rancid Fantasies, pues estaba escrito con cuidado y con realismo psicolgico, a Carroll no le gust. El pasaje en que los lechones se peleaban por mamar de los pechos de su madre era verdadera pornografa, particularmente grotesca y desagradable.

En una hoja doblada y metida entre las ltimas pginas, Matthew Graham haba dibujado un mapa aproximado de la casa de Kilrue, a unos treinta kilmetros al norte de Poughkeepsie, en una pequea localidad llamada Piecliff. Le pillaba a Carroll de camino a su casa, atravesando el parque natural llamado Taconic, que lo llevara a la I-90. No vena ningn nmero de telfono. Graham haba mencionado que Kilrue tena problemas de dinero y que la compaa telefnica le haba cortado la lnea.

Para cuando Carroll lleg a Taconic ya estaba oscureciendo, y la penumbra creca detrs de los grandes lamos y abetos que cerraban los lados de la carretera. Pareca ser la nica persona que circulaba por la carretera del parque, que ascenda en curvas hacia las colinas y un bosque. En ocasiones los faros del coche alumbraban a una familia de ciervos, con ojos sonrosados que lo miraban con una mezcla de miedo e interrogacin hostil desde la oscuridad.

Piecliff no era gran cosa: un minicentro comercial, una iglesia, un cementerio, un Texaco, un solo semforo en mbar. Lo atraves y enfil una carretera estrecha que discurra entre pinares. Para entonces ya era de noche y haca fro, de manera que tuvo que poner la calefaccin. Gir por Tarheel Road y su Civic avanz con dificultad por una carretera zigzagueante y tan empinada que el motor gimi por el esfuerzo. Cerr los ojos un instante y casi se sali de la carretera; tuvo que dar un volantazo para no empotrarse en la maleza y despearse por la pendiente.

Unos metros ms adelante el asfalto dio paso a un camino de grava, y el coche avanz traqueteando en la oscuridad, mientras las ruedas levantaban una nube luminosa de polvo blanco. Los faros iluminaron a un hombre gordo con una gorra naranja brillante que estaba metiendo una carta en un buzn. En uno de los costados de ste estaba escrito con letras adhesivas luminosas KIL U. Carroll aminor la marcha.

El hombre gordo se llev la mano a los ojos para protegerse de la luz, escudriando en direccin al coche de Carroll. A continuacin sonri e hizo un gesto con la cabeza en direccin a la casa, un gesto de sgueme, como si estuviera esperando la visita de Carroll. Ech a andar en direccin a la entrada y Carroll lo sigui con el coche. Los abetos se inclinaban sobre el estrecho camino de tierra y sus ramas se aplastaban contra el parabrisas y araaban los costados del Civic.

Por fin el camino de entrada se abri a una verja polvorienta que conduca a una casa grande y amarilla, con una torreta y un porche desvencijado que se extenda hasta la parte trasera. Una ventana rota estaba tapada con un tabln de contrachapado, y entre la maleza haba un retrete. Al ver el lugar, a Carroll se le pusieron los pelos de punta. Los viajes terminan cuando los amantes se encuentran,[4] pens, y lo inquietante de su imaginacin le hizo sonrer. Aparc cerca de un viejo tractor medio enterrado en plantas de maz indio que sobresalan de su techo descapotado.

Se guard las llaves del coche en el bolsillo, sali y ech a caminar en direccin al porche, donde lo esperaba el hombre gordo, pasando por delante de un garaje intensamente iluminado. Las puertas dobles estaban cerradas, pero del interior sala el chirriar de una sierra de mano. Levant la vista hacia la casa y vio a contraluz una silueta que lo miraba desde una de las ventanas de la segunda planta.

Eddie Carroll anunci que estaba buscando a Peter Kilrue, a lo que el hombre gordo respondi inclinando la cabeza en direccin a la puerta, el mismo gesto de sgueme que haba empleado para dirigirlo a la entrada de la casa. Despus se volvi y le dej paso.

El recibidor estaba en penumbra y las paredes cubiertas de marcos de fotografa inclinados. Una estrecha escalera conduca a la segunda planta. En el aire haba un olor hmedo y extraamente masculino a sudor, pero tambin a masa de tortitas. Carroll lo identific de inmediato, pero tambin de inmediato decidi hacer como que no haba notado nada.

Vaya montn de mierda, este recibidor dijo el hombre gordo. Djeme que le cuelgue el abrigo. No solemos tener visitas.

Su voz era alegre y chillona. En cuanto Carroll le tendi su abrigo, se dio la vuelta y grit en direccin a las escaleras:

Pete! Visita!

El brusco cambio del tono sobresalt a Carroll. Entonces el suelo de madera cruji sobre sus cabezas y un hombre delgado con chaqueta de pana y gafas de montura de plstico cuadrada apareci en lo alto de las escaleras.

En qu puedo ayudarlo? pregunt.

Me llamo Edward Carroll y edito una coleccin de antologas. Americas New Best Horror. Mir a Kilrue esperando que su cara demostrara alguna reaccin, pero ste permaneci impasible. Le uno de sus cuentos, Buttonboy, en True North y me gust bastante. Me gustara incluirlo en la antologa de este ao. Hizo una pausa y a continuacin aadi: No ha sido fcil dar con usted.

Suba dijo Kilrue desde lo alto de la escalera, dando un paso atrs.

Carroll empez a subir mientras abajo el hermano gordo caminaba por el pasillo con el abrigo de Carroll en una mano y el correo en la otra. Entonces se detuvo de golpe y mir hacia lo alto de la escalera agitando un sobre de estraza.

Eh, Pete! Ha llegado la pensin de mam! dijo con voz temblorosa de emocin.

Para cuando Carroll lleg al final de la escalera Peter Kilrue ya caminaba en direccin a una puerta abierta al final del pasillo. Todo en la casa pareca deforme, hasta el pasillo, y el suelo daba la impresin de estar inclinado hasta el punto qu Carroll tuvo que sujetarse a la pared para conservar el equilibrio. Faltaban tablones y sobre el hueco de la escalera colgaba una inmensa araa de cristal cubierta de pelusas y telaraas. En algn lugar lejano de la memoria de Carroll resonaban los primeros compases de la banda sonora de La familia Addams en un carilln que tocaba un jorobado.

Kilrue ocupaba un pequeo dormitorio abuhardillado. Contra una de las paredes se hallaba una mesa pequea de madera con la superficie desconchada, sobre la cual haba una mquina de escribir elctrica encendida con una hoja de papel metida en el rodillo.

Estaba trabajando? pregunt Carroll.

No puedo parar contest Kilrue.

Eso est bien.

Kilrue se sent en el jergn y Carroll dio un paso dentro de la habitacin. No poda avanzar ms sin darse en la cabeza con el techo. Peter Kilrue tena unos ojos extraos, desvados, y con los prpados enrojecidos, como si los tuviera irritados. Miraba a Carroll sin pestaear.

ste le habl de la antologa y le dijo que le pagara doscientos dlares adems del porcentaje de derechos de autor. Kilrue asinti sin demostrar sorpresa ni curiosidad alguna por los detalles. Su voz era entrecortada y femenina. Le dio las gracias a Carroll.

Qu le pareci el final? pregunt de repente, sin previo aviso.

De Buttonboy? Me gust. Si no me hubiera gustado, no querra publicarlo.

En la Universidad de Kathadin lo odiaron. Todas esas nias de pap con sus faldas escocesas. Odiaron muchas partes del relato, pero sobre todo el final.

Carroll asinti.

Porque no se lo esperaban. Probablemente se llevaron un buen susto. Ese tipo de finales chocantes ya no estn de moda.

Kilrue dijo:

En la primera versin que escrib el gigante estrangula a la chica, y cuando sta est a punto de perder el conocimiento se da cuenta de que el otro hombre se dispone a coserle el coo con unos botones. Pero me entr el pnico y lo cambi, Creo que Noonan no lo hubiera publicado as.

En la literatura de terror, a menudo lo ms potente es lo que se deja fuera repuso Carroll, en realidad por decir algo. Tena la frente cubierta de un sudor fro. Voy al coche a coger unos formularios. Tampoco estaba seguro de por qu haba dicho eso. No tena ningn formulario en el coche, pero de repente senta una necesidad imperiosa de respirar aire fresco.

Agach la cabeza y retrocedi hasta el pasillo, haciendo esfuerzos para no echar a correr. Cuando lleg al final de la escalera dud un momento, preguntndose dnde habra puesto su abrigo el hermano obeso de Kilrue. Ech a andar por el corredor, que se volva ms y ms oscuro conforme avanzaba por l.

Bajo las escaleras haba una puerta pequea, pero cuando gir el pomo de bronce no se abri. Sigui avanzando por el pasillo buscando un armario. De algn lugar cercano llegaban el chisporroteo de grasa frindose, olor a cebollas y el sonido seco de un cuchillo. Empuj una puerta que haba a su derecha y se encontr con un comedor para invitados con las paredes decoradas con cabezas de animales disecadas. Un haz de sol oblicuo iluminaba la mesa cubierta con un mantel, rojo y con una esvstica en el centro.

Carroll cerr la puerta con cuidado. A su izquierda haba otra abierta que permita ver la cocina. El hombre gordo estaba detrs de una encimera, con el pecho desnudo y cubierto de tatuajes, cortando lo que parecan ser cebollas con un cuchillo de carnicero. Tena los pezones agujereados con aros de acero. Cuando Carroll se dispona a dirigirse a l, el hombre gordo sali de detrs de la encimera y se dirigi hacia el fuego, para remover algo que se frea en una sartn. Slo llevaba puesto un tanga y sus plidos glteos, sorprendentemente delgados, temblaban con cada movimiento. Carroll retrocedi hacia la oscuridad del pasillo y, pasado un momento, sigui andando con cuidado de no hacer ruido.

Este pasillo era an ms irregular que el del piso superior, visiblemente desigual, como si un terremoto hubiera sacudido la casa, desencajndola, de modo que la parte delantera ya no casaba con la trasera. No saba por qu no daba la vuelta, no tena ningn sentido seguir adentrndose ms y ms en aquella extraa casa, pero sus pies lo arrastraban.

Abri una puerta situada a su izquierda, cerca del final del pasillo. El mal olor y un zumbido de moscas furiosas le hicieron retroceder mientras le envolva un desagradable calor, que delataba la presencia de un cuerpo humano. Era la habitacin ms oscura de todas las que haba visto y pareca ser un cuarto de invitados. Se dispona a cerrar la puerta cuando escuch algo que se mova bajo las sbanas de la cama. Se tap la nariz y la boca con la mano y reuni fuerzas para dar un paso adelante, mientras sus ojos se habituaban a la penumbra.

En la cama haba una anciana de aspecto frgil con la sbana enrollada en la cintura. Estaba desnuda y pareca intentar rascarse, con los brazos esquelticos levantados sobre la cabeza.

Disclpeme musit Carroll desviando la mirada. Lo siento mucho.

Una vez ms se dispuso a cerrar la puerta, pero entonces se detuvo y mir otra vez hacia el interior de la habitacin. La anciana se movi de nuevo bajo las sbanas. Tena los brazos extendidos sobre la cabeza. Fue el hedor a carne humana que desprenda lo que le hizo pararse y mirarla fijamente. Conforme sus ojos se acostumbraron a la oscuridad vio que una cuerda rodeaba las muecas de la anciana, sujetndolas al cabecero de la cama. Tena los ojos entrecerrados y respiraba con estertores. Bajo los sacos de piel que eran sus senos se le transparentaban las costillas. Las moscas zumbaban. La mujer sac la lengua de la boca y se la pas por los labios resecos, pero no emiti palabra alguna.

Enseguida Carroll se encontr caminando rpidamente por el pasillo con las piernas entumecidas. Al pasar por delante de la cocina tuvo la impresin de que el hermano gordo levantaba la vista y lo miraba, pero no redujo el paso. Por el rabillo del ojo vio a Peter Kilrue de pie en lo alto de la escalera, observndolo con la cabeza levantada, como si se dispusiera a preguntarle algo.

Cojo eso y enseguida vuelvo le dijo Carroll sin dejar de caminar y con voz estudiadamente despreocupada.

Abri la puerta de entrada y sali deprisa, aunque no salt los peldaos, sino que los baj uno a uno. Cuando se est huyendo de alguien nunca hay que saltar escalones, es la mejor manera de torcerse un tobillo. Lo haba visto en centenares de pelculas de miedo. El aire era tan glido que le quemaba los pulmones.

Una de las puertas del garaje estaba abierta y al pasar por delante mir hacia el interior. Vio un suelo de tierra, cadenas y ganchos que pendan de las vigas y una sierra elctrica colgada en la pared. De pie, detrs de una mesa, haba un hombre alto y anguloso con una sola mano. La otra era un mun, cuya piel mutilada brillaba en las cicatrices. Mir a Carroll sin decir palabra, con unos ojos plidos atentos y huraos. Carroll sonri y le salud con la cabeza.

Abri le puerta de su Civic y se sent apresuradamente frente al volante Entonces una oleada de pnico le recorri el pecho. Se haba dejado las llaves en el abrigo. Al darse cuenta sinti deseos de llorar, pero de su boca abierta slo sali una mezcla de risa y sollozos. Tambin esto lo haba visto en cientos de pelculas de miedo. La vctima haba olvidado las llaves, o el coche no arrancaba, o

El hermano manco estaba en la entrada del garaje y lo miraba. Carroll lo salud con una mano mientras que con la otra desenchufaba su telfono mvil del cargador. Al mirarlo se dio cuenta de que all no haba cobertura, lo que, en cierto modo, no lo sorprendi. Dej escapar otra carcajada ahogada e histrica.

Cuando levant la vista vio que la puerta de la casa estaba abierta y dos figuras lo miraban, de pie. Los hermanos tenan la vista fija en l. Sali del coche y ech a andar deprisa por el sendero de entrada. No empez a correr hasta que oy gritar a uno de ellos.

Cuando lleg al final del sendero no gir para tomar la carretera, sino que se intern campo a travs por los matorrales y en direccin a los rboles. Las ramas delgadas le golpeaban la cara como si fueran ltigos. Tropez y se rasg una de las perneras del pantaln a la altura de la rodilla. Se levant y continu la marcha.

La noche era clara y despejada, con el cielo plagado de estrellas. Se detuvo junto a una pendiente inclinada, agazapndose entre las rocas para recuperar el aliento mientras senta una punzada de dolor en el costado izquierdo. Oa voces procedentes de colina arriba y el sonido de ramas quebrndose. Alguien tir de la cuerda de arranque de un motor pequeo, una, dos veces, y entonces distingui el rugido inconfundible de la sierra elctrica.

Se levant y ech a correr, abalanzndose ladera abajo, sorteando ramas de abeto, races y piedras sin ni siquiera verlas. Conforme avanzaba, la pendiente se volva ms y ms inclinada, hasta que tuvo la impresin de estar cayendo. Iba a demasiada velocidad y saba que cuando se detuviera sera golpendose contra algo y hacindose mucho dao.

Pero conforme segua corriendo cada vez ms deprisa, tena la impresin de que con cada salto que daba surcaba metros de oscuridad, y entonces le sobrevino una oleada vertiginosa de excitacin, una sensacin cercana al pnico, pero que tambin tena mucho de euforia. Senta que estaba a punto de salir volando y que nunca volvera a poner los pies en el suelo. Conoca este bosque, esta oscuridad, esta noche. Saba que no lo tena fcil y conoca bien aquello que lo persegua, pues llevaba persiguindolo toda su vida. Saba dnde se encontraba, en una historia que est prxima a su fin, y conoca mejor que nadie cmo funcionaban estas historias. Y si haba alguien capaz de salir con vida de estos bosques, se era l.8,880pp.

***

Comentario de Alberto Chimal: Lo mejor del nuevo horror de Joe Hill por su reflexin no sobre la escritura un lugar comn en las obras sobre escritores y literatos sino sobre la lectura, y en especial la lectura concentrada y constante, vuelta parte de la vida. El protagonista, Eddie Carroll, es editor y por tanto un tipo muy particular de lector profesional; al verse metido en sucesos muy semejantes a los de las historias de horror que son su especialidad, el texto sugiere que la escritura y sus muchas huellas pueden repercutir en la vida real y no slo al revs.