el lutero del espaÑa. teófanes egido
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8/13/2019 EL LUTERO DEL ESPAA. Tefanes Egido
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EL LUTERO DEL ESPAA
Tefanes Egido es profesor de Historia Moderna en la Universidad de Valladolid. 24 nov 1983
http://elpais.com/diario/1983/11/24/opinion/438476408_850215.html
El ttulo de este artculo est sugiriendo una rplica a la obra magistral de Erasmo y Espaa. No
existe una obra de este talante referida a Lutero, no tenemos noticias de que su elaboracin se hayaemprendido, y tememos que, de hacerse, el balance sea muy distinto al de Bataillon y tenga que
limitarse a contrastar la ausencia y el falseamiento de Lutero en Espaa. El caso es que, por 1520,las circunstancias no podan ser ms propicias para la presencia de Lutero en los reinos hispanos.Exista el ambiente reformador, se daban corrientes torrenciales de espiritualidad interiorista,
alternativas la escolstica, inquietudes humanistas y la suficiente oscuridad teolgica en la mismamedida que en el Imperio Alemn. Pero faltaba el factor poltico, decisivo en la implantacin
definitiva del evangelismo germano y nrdico. Por estos pagos, y desde los Reyes Catlicos, lareforma se llevaba por los monarcas, autnticos pontfices en sus gigantescas posesiones. No hubonecesidad de romper con Roma, a pesar de tantos momentos de tensin, entre otras cosas porque,
para la mayora, Roma estaba muy lejos, ms lejos al menos que los monarcas.De hecho, una de las primeras noticias que de Lutero llegaron por aqu la recibi Carlos V cuando
estaba a punto de embarcar hacia el Imperio. La enviaba el embajador en Roma, don Juan Manuel,y no poda ser ni ms sinuosa ni ms esclarecedora de tantas motivaciones polticas como se
interfirieron en todo el proceso. Insinuaba al emperador que ofreciese "en secreto un poquito defavor a un, fray que se dice fray Martn, que est con el duque Fadrique de Sajonia, del cual tiene elPapa grandsimo miedo, porque predica y publica grandes cosas contra su poder".
Hoy da se conoce perfectamente cmo la imprenta, con su capacidad multiplicadora, fue un factordecisivo en la penetracin de Lutero y sus ideas. Siguiendo las corrientes comerciales del producto,
sus libros y panfletos pronto llegaron a los Pases Bajos, y, desde all, con cubiertas y ttulo desantos padres si era preciso, recabaron en las costas hispanas. De envos masivos habla el impresorFroben, entusiasmado ante el xito comercial de aquellos best sellers que estaban desplazando a los
del mismsimo Erasmo.Otro elemento de penetracin: Fue el contacto del cortejo imperial con el ambiente de una
Alemania en cierto sentido familiar para los castellanos. En la solemne dieta de Worms,los espaoles sentan curiosidad acuciante por tratar con el fraile rebelde; despus de su
pronunciamiento por la libertad de conciencia y de la proscripcin imperial fueron los que ms
gritaban "Al fuego, al Juego!".Pero entonces lean y viajaban: slo algunos privilegiados. Lutero y los primeros reformadores
fueron feudo de una minora reducidsima integrada por alguna espordica adhesin y pornumerosas y tempranas refutaciones. En la mayora, en el pueblo analfabeto, la va decomunicacin fue la oral, indirecta casi siempre, la conversacin, la charla fugaz temerosa, queofreca la imagen de un Lutero desfigurado ya desde el principio de su presencia, como el que,segn la documentacin de Tellechea, transmita aquel barbero: Lutero "predicaba que no haba ms
que un solo Dios, y que no haba ni santo ni santa en el cielo, y que no haba de haber clrigo nifraile, y que los clrigos, frailes y monjas haban de ser casados con monjas, y que no nos habamos
de confesar con clrigo ni fraile, salvo a un solo Dios de cara a la pared... ".De forma que no sabe uno si en la recepcin de Lutero en Espaa lo que dominaba era laconviccin o el instinto anticlerical. Hasta el estrafalario minorita, exhumado por Eugenio Asensio,
y que se haba vanagloriado de "haber estado tres aos con Leuterio" (una andanada), no parece quededujese del tal Leuterio ms de "que los frailes no se salvaban". Entre las acusaciones que se le
hicieron figuraba, en primer lugar, la de haber dicho "que casaba monjas y frailes" y "que no habaotra orden que la de san Pedro". Ms tarde, uno de los ms activos propagandistas de Lutero,el arriero-colporteur Julianillo, cantaba entusiasmado tras los interrogatorios de la Inquisicin
sevillana: "Vencidos van los frailes, / vencidos van; / corridos van los lobos, /corridos van".
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Lutero y el luteranismo no podan afianzarse en los reinos de Espaa porque les falt el apoyo del
poder poltico, sin el cual (a diferencia del calvinismo, del anabaptismo) no se impuso en ningunode sus dominios. Carlos V, desde 1521 hasta su retiro activo, en Yuste, se empe en aplicar por
aqu lo que nunca pudo hacer eu el Imperio: llevar a cabo la promesa hecha en Worms de poner alservicio de la fe "mis reinos, mis amigos, n cuerpo, mi sangre, mi vida y mi alma", en programafielmente seguido por su hijo, Felipe II. Claro que quien carg con todo fue slo Castilla. Pero se
supieron esgrimir con habilidad desde el Gobierno campaas de captacin, hasta el punto de que notardaran los castellanos (a pesar de protestas) en identificarse con tales ideas, tan aptas para recabar
hombres y dinero. As, Lutero y el luteranismo se integraron entre los componentes negativos deuna mentalidad colectiva arraigada y perdurable.Predicadores y telogos contribuyeron a agigantar el riesgo no slo heterodoxo, sino social,
poltico, de la hereja, ya que sta era el ms peligroso de los delitos contra la seguridad de lasociedad y del Estado por el hecho de atentar contra la fe. Uno de los telogos ms decisivos de
aquel siglo XVI, Domingo Soto, cuando afronta el problema de la hereja, emplea un vocabularioque, bien traducido, la identifica con lo que en tiempos posteriores supondra el terrorismo.Y como agente decisivo del rechazo de Lutero, con todo lo que significaba, actu el aparato de laInquisicin. No slo por las quemas de 1559; tambin porque dispona de resortes sobrados paraimponer la ideologa que representaba, la identificacin de sus intereses con los de la ortodoxia.
Todos los aos, en las iglesias principales de todos los sitios, con escenografa adecuada eimpresionante, se publicaban procesionalmente -para que lo oyesen bien tantsimos como no saban
leer- los edictos de fe, los anatemas. En ambos, despus de condenar a los seguidores de la ley deMoiss, a la secta de Mahoma, se obligaba a la delacin de "quienes hayan dicho, tenido o credo,que la falsa y daada secta de Martn Lutero y sus secuaces es buena". No se olvide esto dur ms
de dos siglos.Resulta comprensible que, tras los autos de fe de Sevilla y Valladolid, el luteranismo (si es que fue
tal) se exterminara para siempre apenas nacido. En los siglos siguientes, casi slo algn despistadoextranjero aparecer tildado con esta hereja en los procesos inquisitoriales.Desaparecido Lutero, en Espaa se reafirm el mito tan til para sacudir bolsillos y despertar
entusiasmos por las guerras contra los herejes de fuera, para contrastar la pureza de la fe hispana ypara agitar fibras xenfobas a flor de piel. Todava en el siglo XVIII, cuando asomaban ciertos
vientos de tolerancia, se atacaba a los ilustrados como herejes luteranos; la oposicin, aristocrtica yclerical, forzaba la cada del holands aventurero Ripperd ("Para pocos Ripperd / para muchosriper-quita") por "haber nacido en tierra de Lutero". Digamos, de paso, que los integrantes del
reaccionaris.mo a aquellas alturas comenzaban a ser, junto a los eternos judos y estos luteranos, losjansenistas efmeros y los ms duraderos francmasones. Lutero, desfigurado, manipulado, fue
derrotado por los antimitos convertidos en glorias nacionales. Uno de ellos fue Corts. Naci en,1485, pero cronistas, picos, autores teatrales (incluso hasta Moratn), le quitaron dos aos para
proclamar que "cuando naci Lutero en Alemania /naci Corts el mismo da en Espaa). Y parapoder contraponer a Lutero, "nacido de personas viles y de baja suerte" (Illescas), para meter bajo labandera de Satans a tantos cristianos, con Hernn Corts, que lo hizo "para atraer a la Iglesia
infinita multitud de gentes brbaras". Debieron calar ms en el comn otros antimitos, analizados enun erudito trabajo de Sabino Sola, cuales los de Ignacio de Loyola y Teresa de Jess, aunque slo
fuera para acentuar la derrota providencial de quien sac a tantos frailes y monjas de sus conventoscon las nuevas rdenes religiosas por ellos fundadas.
No resulta extrao que el lenguaje corriente y literario hablase de "esta desventurada secta" con las
imgenes de lepra contagiosa, de centella aniquiladora, peste mortfera y tantas otras cosas msdesencadenadas por aquel a quien Diego de Hojeda interpelaba: "Oh, si tu odiosa madre no
naciera, / o, ya que mal naci, no te pariera!".Este Lutero, manipulado y desfigurado, ha sido el Lutero de Espaa. El luteranismo, que pudoarribar a Espaa con las posibilidades del liberalismo, lo hizo de forma vergonzante en cierto modo.
Despus llegaron las resurgencias del nacionalcatolicismo, ms cercano a los Reyes Catlicos o a
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Felipe II que al siglo XIX. Este ao centenario est revelando que los protestantes espaoles no se
han esforzado por cambiar la imagen de Lutero, con el que, en la mayora de las circunstancias, lesunen tan pocas cosas. En los encuentros de altura son extranjeros los luteranos que intervienen. Por
otra parte, dudamos que estos encuentros serios trasciendan a la mayora catlica, desinformada yreticente y con esa carga secular de falseamientos a sus espaldas.