el lazarillo de tormes

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Page 1: El lazarillo de tormes
Page 2: El lazarillo de tormes

1. Formas narrativas renacentistas1. Formas narrativas renacentistas 

El interés por la cultura manifestado por los nobles y los burgueses en el Renacimiento y su forma de ocupar el tiempo de ocio determinaron el auge de la narrativa de ficción, destinada al entretenimiento.

La prosa narrativa del siglo XVI presenta un panorama muy variado en el que conviven diversos géneros novelísticos.

Algunos géneros narrativos renacentistas gozaron del favor del público: la novela de caballerías, iniciada en la Edad Media; la novela bizantina y la pastoril, que imitaron los modelos narrativos de la Antigüedad clásica. Y surgieron también géneros nuevos, como la novela morisca.

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1. Novela de caballerías1. Novela de caballeríasNarra las aventuras de un

caballero andante que recorre el mundo enfrentándose a seres fantásticos en defensa de la justicia y la lealtad, y para demostrar el amor a su dama.

La novela más famosa, Amadís de Gaula, se conocía desde el siglo XIV, pero en el XVI se difundió una refundición de la obra, realizada en 1508 por Garci Rodríguez de Montalvo, que revitalizó un género de gran éxito en toda la centuria.

A fines del siglo XV se publicó Tirant lo Blanc, otra célebre novela de caballerías escrita en catalán.

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2. Novela bizantina 2. Novela bizantina Una pareja de jóvenes enamorados se ve obligada a separarse y ambos

emprenden un largo viaje por todo el mundo para reencontrarse. En el camino viven peligrosas aventuras con piratas, tormentas, naufragios, cautiverios... Al final, logran reunirse y celebrar su matrimonio.

El género se inicia con Los amores de Clareo y Florisea (1522), de Alonso Núñez de Reinoso.

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3. Novela pastoril 3. Novela pastoril Los protagonistas de este género son unos pastores cultos e idealizados que

cuentan sus desventuras amorosas en una naturaleza idílica e irreal.La Diana (1559), de Jorge de Montemayor, Diana enamorada (1564), de

Gaspar Gil Polo, y La Galatea (1585), de Miguel de Cervantes, son las obras más representativas.

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4. Novela morisca 4. Novela morisca

Narra hechos ocurridos entre moros cristianos durante la Reconquista. Los escenarios de la acción están idealizados, al igual que los personajes, que aparecen caracterizados con rasgos caballerescos.

La obra más famosa, Historia de Abencerraje y la hermosa Jarifa (1561) de autor desconocido, propone la coexistencia posible entre musulmanes y cristianos.

Sin embargo, los mayores logros de la narrativa renacentista se deben Lazarillo de Tormes, que inicia la novela picaresca, y Don Quijote de la Mancha. Con esta obra, publicada a principios del siglo XVII, su autor, Miguel de Cervantes, sentó las bases de la novela moderna.

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2. Lazarillo de Tormes2. Lazarillo de Tormes

Las primeras ediciones que se conservan del Lazarillo (Burgos, Amberes y Alcalá de Henares) son de 1554. Esta obra, de autor desconocido, obtuvo evito en su tiempo e instauró un nuevo género: la novela picaresca.

El protagonista de la novela, Lázaro de Tormes, es un pícaro que narra en primera persona episodios de su vida pasada. El relato se estructura en forma de una carta dirigida a un tal «Vuestra Merced».

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El autorEl autorEl Lazarillo de Tormes es una obra anónima, es decir, se desconoce su

autor.Actualmente, algunos estudiosos del tema relacionan al Lazarillo con

Alfonso de Valdés.Posiblemente su autor prefirió mantenerse en el anonimato para no tener

problemas con la Inquisición por sus críticas al clero.

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Argumento de la obraArgumento de la obra

1. Prólogo1. Prólogo Lázaro se dirige a ese «Vuestra

Merced», que al parecer le ha pedido que le explique el «caso», es decir, la situación de ignominia (afrenta pública) en la que vive en ese momento el protagonista. Para ello, Lázaro se propone contar los episodios de su vida pasada, que justifican su circunstancia actual:

Y pues Vuestra Merced escribe se le escriba y relate el caso muy por extenso, pareciome no tomarlo por el medio, sino del principio, porque se tenga entera noticia de mi persona; y también porque consideren los que heredaron nobles estados cuán poco se les debe; pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuánto más hicieron los que, siéndoles contraria, con fuerza y maña remando salieron a buen puerto.

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2. Origen de Lázaro y servicio a varios amos2. Origen de Lázaro y servicio a varios amosEl protagonista comienza por sus orígenes

miserables: es hijo de la viuda de un molinero, condenado por robo, que lo obliga, siendo niño, a entrar al servicio de un ciego astuto y cruel. Con él, Lázaro aprende a valerse por sí mismo para comer y ascender en la escala social.

Lázaro pasa su infancia, adolescencia y juventud como mozo de distintos amos: un clérigo avaro, un escudero pobre más preocupado por conservar su honra que por comer; un fraile de la Merced; un buldero (persona que vende bulas, documentos en los que el papa permite dejar de cumplir el precepto del ayuno y de la abstinencia) «desenvuelto y desvergonzado», un capellán y un alguacil.

Las estancias con estos personajes van configurando su personalidad.

Dios es testigo de que hoy día, cuando topo con alguno de su hábito con aquel paso y pompa, le he lástima con pensar si padece lo que aquel le vi sufrir. Al cual, con toda su pobreza, holgaría (me alegría) de servir más que a los otros por lo que he dicho.

Lázaro y el buldero

Lázaro y el clérigo

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3. Situación actual y «caso»3. Situación actual y «caso»

Lázaro, ya adulto, alcanza cierta estabilidad: es pregonero de vinos de Toledo y está casado con la criada del arcipreste de San Salvador. Aunque dice haber llegado «a buen puerto», se le acusa de consentir que su mujer le sea infiel con el sacerdote; ese es el «caso» del que le han pedido explicación:

Malas lenguas no nos dejan vivir, diciendo no sé qué y sí sé qué, de que venía mi mujer a hacer la cama y guisalle de comer.

Las experiencias vividas empujan a Lázaro a no hacer caso de las murmuraciones y a considerar solo su provecho.

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Prólogo

− Orígenes– Dificultades familiares – Emigración del hogar – Ciego– Clérigo – Escudero – Mercedario– Buldero – Maestro pintor

– Aguador– Porquerón de alguacil– Pregonero

– Matrimonio– Dificultades familiares– Superación y estado de fortunaCierr

e

Apertura

A medida que asciende de clase social, pasa más

hambre

Estructura interna del Lazarillo

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– Realismo. La novela ofrece una visión realista y no idealizada de la sociedad española del siglo XVI con todas sus miserias.

– Protagonista. El pícaro es hijo de padres sin honra; objeto de burlas y engaños, nada tiene que ver con la figura del héroe.

– Evolución del personaje. Frente a los protagonistas de las otras narraciones, que permanecen inmutables a lo largo de todo el relato, Lázaro tiene que luchar en condiciones adversas para poder sobrevivir, y es la propia vida la que va moldeando su carácter.Formalmente, la originalidad del Lazarillo radica en la técnica narrativa: un relato autobiográfico en forma de carta, en el que solo existe un punto de vista: el del narrador protagonista. Este selecciona los episodios de su vida que le sirven para explicar su situación final.

Originalidad del Lazarillo

Las novelas de caballerías, pastoriles, bizantinas y moriscas presentaban la realidad de forma idealizada, y sus protagonistas eran «héroes» que llevaban a cabo fantásticas aventuras. La novedad del Lazarillo reside en una serie de rasgos que lo alejan de esas formas narrativas:

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La sociedad del siglo XVI

El Lazarillo presenta un retrato crítico de la sociedad de su época a través de Lázaro de Tormes, antihéroe que aprende de la falsedad.

El poderío imperial de la España del siglo XVI se sostuvo gracias a la financiación de la nobleza y de los préstamos extranjeros.

A lo largo de la centuria se sucedieron diversas crisis económicas, y los campesinos tuvieron que emigrar a la ciudad, donde subsistían en condiciones precarias. Los numerosos decretos sobre mendicidad y gastos en caridad revelan la situación de penuria en la que vivía buena parte de la población.

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La primera «lección» de Lázaro

Salimos de Salamanca, y llegando a la puente, está a la entrada de ella un animal de piedra, que casi tiene forma de toro, y el ciego mandome que llegase cerca del animal, y, allí puesto, me dijo:

–Lázaro, llega el oído a este toro y oirás gran ruido dentro de él.

Yo, simplemente, llegué creyendo ser así.

Y como sintió que tenía la cabeza par de la piedra (junto a la piedra), afirmó recio la mano y diome una gran calaba zada en el diablo del toro, que más de tres días me duró el dolor de la cornada, y díjome:

–Necio, aprende que el mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo.Y rió mucho la burla.

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Pareciome que en aquel instante desperté de la simpleza en que, como niño dormido, estaba.

Dije entre mí: «Verdad dice este, que me cumple (me conviene) avivar el ojo y avisar, pues solo soy, y pensar cómo me sepa valer».

Comenzamos nuestro camino, y en muy pocos días me mostró jerigonza (jerga de los ciegos). Y como me viese de buen ingenio, holgábase mucho y decía:

–Yo oro ni plata no te lo puedo dar; mas avisos (consejos) para vivir muchos te mostraré.

Y fue así: que, después de Dios, este me dio la vida, y siendo ciego me alumbró y adiestró en la carrera de vivir.

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El Lazarillo aprende la lección…

Otro día salimos por la villa a pedir limosna, y había llovido mucho la noche antes. Y porque el día también llovía, y andaba rezando debajo de unos portales que en aquel pueblo había, donde no nos mojarnos, mas como la noche se venía y el llover no cesaba, díjome el ciego:

–Lázaro, esta agua es muy porfiada, y cuanto la noche más cierra, más recia. Acojámonos a la posada con tiempo.

Para ir allá habíamos de pasar un arroyo, que con la mucha agua iba grande. Yo le dije:

–Tío, el arroyo va muy ancho; mas si queréis, yo veo por donde travesemos más aína, sin nos mojar, porque se estrecha allí mucho y, saltando, pasaremos a pie enjuto.

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Paresciole buen consejo y dijo: –Discreto eres, por esto te quiero

bien. Llévame a ese lugar donde el arroyo se ensangosta (‘estrechaba’), que agora es invierno y sabe mal el agua, y más llevar los pies mojados.

Yo, que vi el aparejo a mi deseo, saquele debajo de los portales y llevelo derecho de un pilar o poste de piedra que en la plaza estaba, sobre el cual y sobre otros cargaban saledizos de aquellas casas, y dígole:

–Tío, éste es el paso más angosto que en el arroyo hay.

Como llovía recio y el triste se mojaba, y con la priesa que llevábamos de salir del agua, que encima nos caía, y lo más principal, porque Dios le cegó aquella hora el entendimiento (fue por darme de él venganza), creyose de mí, y dijo:

–Ponme bien derecho y salta tú el arroyo.

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Yo le puse bien derecho enfrente del pilar, y doy un salto y póngome detrás del poste, como quien espera tope de toro, y díjele:

–¡Sus, saltá todo lo que podáis, porque deis deste cabo del agua!Aun apenas lo había acabado de decir, cuando se abalanza el pobre

ciego como cabrón y, de toda su fuerza, arremete, tomando un paso atrás de la corrida para hacer mayor salto, y da con la cabeza en el poste, que sonó tan recio como si diera con una gran calabaza, y cayó luego para atrás medio muerto y hendida la cabeza.

–¿Cómo, y olistes la longaniza y no el poste ? ¡Olé ! ¡Olé ! –le dije yo.Y déjole en poder de mucha gente que lo había ido a socorrer, y

tomo la puerta de la villa en los pies de un trote, y, antes de que la noche viniese, di comigo en Torrijos. No supe más lo que Dios dél hizo ni curé de lo saber.

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Algunas novelas pertenecientes al género picaresco:

El Guzmán de Alfarache

de Mateo Alemán (1599 y 1604)

Historia de la vida del Buscón

de Francisco de Quevedo (h. 1604)

La pícara Justinade Francisco

López de Úbeda (1605)

Vida del escudero Marcos

de Obregónde Vicente

Espinel (1618)…

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Lectura de El Lazarillo de

Tormes

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Lázaro y el ciegoLázaro y el ciego

También quiero que sepa vuestra merced que, con todo lo que adquiría, jamás tan avariento ni mezquino hombre no vi, tanto que me mataba a mí de hambre, y así no me demediaba (‘no lograba la mitad de lo necesario’) de lo necesario. Digo verdad: si con mi sutileza y buenas mañas no me supiera remediar, muchas veces me muriera de hambre; mas con todo su saber y aviso le contaminaba (‘engañaba’) de tal suerte, que siempre, o las más veces, me cabía lo más y mejor. Para esto le hacía burlas endiabladas, de las cuales contaré algunas, aunque no todas a mi salvo (‘sin daño para mí’). […]

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Acostumbraba poner cabe (‘cerca de’) sí un jarrillo de vino cuando comíamos, y yo muy de presto le asía y daba un par de besos callados y tornábalo a su lugar. Mas durome poco, que en los tragos conocía la falta, y por reservar su vino a salvo nunca después desamparaba el jarro, antes lo tenía por el asa asido. Mas no había piedra imán que así trajese a sí como yo [atraía al vino] con una paja larga de centeno, que para aquel menester tenía hecha, la cual metiéndola en la boca del jarro, chupando el vino lo dejaba a buenas noches. Mas, como fuese el traidor tan astuto, pienso que me sintió, y de allí en adelante mudó propósito, y asentaba su jarro entre las piernas, y atábalo con la mano, y así bebía seguro.

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Yo, como estaba hecho al vino, moría por él, y viendo que aquel remedio de la paja no me aprovechaba ni valía, acorde en el suelo del jarro hacerle una fuentecilla y agujero sutil, y delicadamente con una muy delgada tortilla de cera taparlo, y al tiempo de comer, fingiendo haber frío, entrábame entre las piernas del triste ciego a calentarme en la pobrecilla lumbre que teníamos, y al calor della, luego derretida la cera, por ser muy poca, comenzaba la fuentecilla a destilarme en la boca, la cual yo de tal manera ponía que maldita la gota se perdía. Cuando el pobreto iba a beber, no hallaba nada.

Espantábase, maldecía, daba al diablo el jarro y el vino, no sabiendo qué podía ser.

– No diréis, tío, que os lo bebo yo –decía–, pues no le quitáis de la mano.

Tantas vueltas y tiento dio al jarro, que halló la fuente y cayó en la burla; mas así lo disimuló como si no lo hubiera sentido.

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Y luego otro día, teniendo yo rezumando mi jarro como solía, no pensando en el daño que me estaba aparejado ni que el mal ciego me sentía, senteme como solía, estando recibiendo aquellos dulces tragos, mi cara puesta hacia el cielo, un poco cerrados los ojos por mejor gustar el sabroso licor, sintió el desesperado ciego que ahora tenía tiempo de tomar de mi venganza y con toda su fuerza, alzando con dos manos aquel dulce y amargo jarro, le dejó caer sobre mi boca, ayudándose, como digo, con todo su poder, de manera que el pobre Lázaro, que de nada desto se guardaba, antes, como otras veces, estaba descuidado y gozoso, verdaderamente me pareció que el cielo, con todo lo que en él hay, me había caído encima.