el duende

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Lo mire desde el otro lado de la calle, él sentado en un pequeño banquito rojo mientras yo estaba sentado sobre un enorme bacote azul, cuando yo movia mi cabeza para un lugar él movia la suya al mismo sitio, pero en el otro lado de la baqueta; si yo movia mi mano, el movia la suya, si yo movia mis piernas él movia las suyas, siempre al otro lado de la banqueta. Todo era la prision del espejo, nos guardabamos ahi el uno al otro haciendonos muecas que nos causaran gracia para gastar el tiempo y mientras nosotros, el pequeño duendeciyo y yo, nos pasabamos los días viendo pasar las bolsas movidas por el viento o a las parejas que peleaban interminablemente en ese ciclo estupido de querer someter al otro, mientras veiamos como las moscas atestaban la comida, nosotros siempre estabamos ahi sin ser persibidos, y es que los personajes que andaban por ahí eran solo parte de la esenografia que habiamos elegido para adornar nuestra celda. El día que adornamos la celda fue cuando llegó por unos miniutos el padre creador el tiempo, el duende y yo nunca nos habiamos visto, e incluso yo era incapaz de hablar, no porque mi boca no pronunciara sonidos, sino porque no conocia el el idioma, me sentia sólo, el vacío cargaba en mi con un tremendo hedor a muerte, porque es así, esa falta de conciencia en la que vivia cubierto antes de la llegada del padre creador del tiempo no era más que una sensacion de muerte que me acogia semejante al tiempo antes del nacimiento, pero cuando el padre creador del tiempo se presento una lamparita ilumino todo, el gran cristal que siempre estuvo delante de mi se volvio visible, pero en aquel instante inicial no podia verlo, necesite de algunos instantes para que mis ojos se volvieran capaces de persibir la luz, fue en esos momentos que vi al duendeciyo por primera vez, era tan tragico el que siempre hubieramos estado unidos en la misma recamara pero nunca lo haya tocado en la oscuridad, pero claro, este misterio queda aclarado cuando se recuerda el enorme cristal que nos separa, él siempre había sido omnipresente. Durante los instantes que le tomo a mis ojos adapatarse a la luz el padre creador del tiempo me mostro al duendeciyo a lo lejos, lo mire borroso y nos cuestiono sobre la decoracion que prefeririamos para nuestra habitación, de algun modo elegimos esa decoracion con sonidos guturales que emitimos sin parar, qué otra cosa podíamos hacer si ambos estabamos tirados en posicion fetal con los cuerpos llenos de una baba repuganante, completamente arrugados y sin pelo, eramos como ratas recien nacidas, pero poco a poco fuimos tomando las formas que a cada uno nos correspondian, yo entontré el enorme banco azul y el duendeciyo el pequeño banco rojo, nos volvimos amigos, y desde entonces no hicimos muecas para gastar el tiempo. Lo miré desde el otro lado de la baqueta a través de la ventana. Todo pasó el día que en la decoración una puerta de madera verde nacio en el lado de la recamara en que se situa duendeciyo, nos parecio curioso que de mi lado nada surgió, pues cuando un objeto surge de un lado, entonces surge del otro, lo cual no pasó esta vez. En el día de la puerta todo hiba bien salvo el suceso de que la puerta nació solo en un sitio de la recamara, más no fue este el único suceso inusual, sino que la puerta se abrio, de ella, un hombre verde de pies enormes surgio, fue la segunda vez que sentí miedo, la primera fue el día de mi nacimiento, el día que nos visitó el padre creador del tiempo. El hombre cerro la puerta, el duendeciyo salto del baquillo, pero por alguna razón yo seguía sentado sobre el bancote mirando lo que pasaba, mi cuerpo estaba inmovil. El hombre se inclino doblando sus rodillas y miró fijamente al duendeciyo cara a cara y splash, un gran golpe sonó, el duendeciyo corria tratando de alcanzar el cristal y este sujeto verde trataba de aplastarlo, lo gopeaba con sus pies y yo gritaba, me estremecia contra el cristal tratando de ayudar al duendeciyo a pasar, de mis manos arranque las uñas deseando cabar una cabidad que lo dejara alcanzar mi lugar en la recamar, pero me fue imposible, no lo logre, cuando menos pense el duendeciyo yacía bajó su pie, ya no se movia, solo una pequeña mancha de sangre quedó sobre el piso, el hombre verde se fue y al cerrar la puerta tras de él, el crital se rompió. Me aproxime al duendeciyo lleno de terror, por una parte sentía terror porque nunca habia estado de su lado del cristal, por otra parte sentía miedo porque era la primera vez que lo tocaba, él estaba inmovil, deshecho, y note que su cara era la mia, la mia pero muy en pequeño, sus manitas eran como las mias, pero en pequeño, todo él era yo en miniatura, y ahora deshecho por el enorme pie del gran hombre verde, que terror sentí, terro r que en tristeza se volvió y el llanto me partío los ojos, fue la primera vez que conocí la tristeza, y metido en mi pena tome sus diminutos brazos y lo sujete a mi, quisé enterrarlo contra mi pecho, pero él no venia a mi, siempre estaba fuera de mi, quisé que se quedara ahi, pero él nunca entró, así que lo metí en mi boca y lo guarde ahi, desde entonces lo preservo guardado en mi boca para sentirlo conmigo. Los días pasaron, los personajes de la animación de nuestra recamara seguian de un lugar a otro sin detenerse, qué más da, ellos no se inmutan, ellos siempre hacen lo que hacen y yo no conozco más sensaciones que el miedo, la pena, el dolor de la muerte, y el calor que la risa me daba cuando el duendeciyo estaba conmigo, tras él sólo hay soledad, dónde se guardan las otras sensaciones, qué hay tras de la puerta verde, será que existe otra cosa, qué se puede plasmar algo más lejano en esta vida y construir sensaciones. Un día trate de abrir la puerta verde pero me fue imposible, por más intentos que hice no lo conseguí, tan solo aprender lo que era la manija de la puerta me llevo cerca de cien años, y en los quinientos años que pasé tratando de abrir la puerta nunca lo conseguí, sólo descubrí además de aquella omnipresente sensacion de soledad la frustración, tal vez, de haber algunos otros todo esto pudiera ser un día festivo: El día del nacimiento de la frustración. Pasarón otros mil años para que la puerta volviera a abrirse, era el padre creador del tiempo quien la abria, se aproximo a mi, y de un golpe en mi espalda expulso al duendeciyo, lo levanto y lo deboro mientras yo torpemente gritaba ahogado en mi estupidez -No debiste guardarlo, su tiempo llego antes, hay cosas que yo no puedo controlar, sólo me encargo del tiempo, lo que en

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BReve relato sobre la familiaridad del espejo- :D

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Lo mire desde el otro lado de la calle, él sentado en un pequeño banquito rojo mientras yo estaba sentado sobre un enorme

bacote azul, cuando yo movia mi cabeza para un lugar él movia la suya al mismo sitio, pero en el otro lado de la baqueta; si

yo movia mi mano, el movia la suya, si yo movia mis piernas él movia las suyas, siempre al otro lado de la banqueta. Todo

era la prision del espejo, nos guardabamos ahi el uno al otro haciendonos muecas que nos causaran gracia para gastar el

tiempo y mientras nosotros, el pequeño duendeciyo y yo, nos pasabamos los días viendo pasar las bolsas movidas por el

viento o a las parejas que peleaban interminablemente en ese ciclo estupido de querer someter al otro, mientras veiamos

como las moscas atestaban la comida, nosotros siempre estabamos ahi sin ser persibidos, y es que los personajes que

andaban por ahí eran solo parte de la esenografia que habiamos elegido para adornar nuestra celda. El día que adornamos la

celda fue cuando llegó por unos miniutos el padre creador el tiempo, el duende y yo nunca nos habiamos visto, e incluso yo

era incapaz de hablar, no porque mi boca no pronunciara sonidos, sino porque no conocia el el idioma, me sentia sólo, el

vacío cargaba en mi con un tremendo hedor a muerte, porque es así, esa falta de conciencia en la que vivia cubierto antes de

la llegada del padre creador del tiempo no era más que una sensacion de muerte que me acogia semejante al tiempo antes

del nacimiento, pero cuando el padre creador del tiempo se presento una lamparita ilumino todo, el gran cristal que siempre

estuvo delante de mi se volvio visible, pero en aquel instante inicial no podia verlo, necesite de algunos instantes para que

mis ojos se volvieran capaces de persibir la luz, fue en esos momentos que vi al duendeciyo por primera vez, era tan tragico

el que siempre hubieramos estado unidos en la misma recamara pero nunca lo haya tocado en la oscuridad, pero claro, este

misterio queda aclarado cuando se recuerda el enorme cristal que nos separa, él siempre había sido omnipresente.

Durante los instantes que le tomo a mis ojos adapatarse a la luz el padre creador del tiempo me mostro al duendeciyo a lo

lejos, lo mire borroso y nos cuestiono sobre la decoracion que prefeririamos para nuestra habitación, de algun modo

elegimos esa decoracion con sonidos guturales que emitimos sin parar, qué otra cosa podíamos hacer si ambos estabamos

tirados en posicion fetal con los cuerpos llenos de una baba repuganante, completamente arrugados y sin pelo, eramos como

ratas recien nacidas, pero poco a poco fuimos tomando las formas que a cada uno nos correspondian, yo entontré el enorme

banco azul y el duendeciyo el pequeño banco rojo, nos volvimos amigos, y desde entonces no hicimos muecas para gastar el

tiempo.

Lo miré desde el otro lado de la baqueta a través de la ventana. Todo pasó el día que en la decoración una puerta de madera

verde nacio en el lado de la recamara en que se situa duendeciyo, nos parecio curioso que de mi lado nada surgió, pues

cuando un objeto surge de un lado, entonces surge del otro, lo cual no pasó esta vez. En el día de la puerta todo hiba bien

salvo el suceso de que la puerta nació solo en un sitio de la recamara, más no fue este el único suceso inusual, sino que la

puerta se abrio, de ella, un hombre verde de pies enormes surgio, fue la segunda vez que sentí miedo, la primera fue el día

de mi nacimiento, el día que nos visitó el padre creador del tiempo. El hombre cerro la puerta, el duendeciyo salto del

baquillo, pero por alguna razón yo seguía sentado sobre el bancote mirando lo que pasaba, mi cuerpo estaba inmovil. El

hombre se inclino doblando sus rodillas y miró fijamente al duendeciyo cara a cara y splash, un gran golpe sonó, el

duendeciyo corria tratando de alcanzar el cristal y este sujeto verde trataba de aplastarlo, lo gopeaba con sus pies y yo

gritaba, me estremecia contra el cristal tratando de ayudar al duendeciyo a pasar, de mis manos arranque las uñas deseando

cabar una cabidad que lo dejara alcanzar mi lugar en la recamar, pero me fue imposible, no lo logre, cuando menos pense el

duendeciyo yacía bajó su pie, ya no se movia, solo una pequeña mancha de sangre quedó sobre el piso, el hombre verde se

fue y al cerrar la puerta tras de él, el crital se rompió. Me aproxime al duendeciyo lleno de terror, por una parte sentía terror

porque nunca habia estado de su lado del cristal, por otra parte sentía miedo porque era la primera vez que lo tocaba, él

estaba inmovil, deshecho, y note que su cara era la mia, la mia pero muy en pequeño, sus manitas eran como las mias, pero

en pequeño, todo él era yo en miniatura, y ahora deshecho por el enorme pie del gran hombre verde, que terror sentí, terro r

que en tristeza se volvió y el llanto me partío los ojos, fue la primera vez que conocí la tristeza, y metido en mi pena tome

sus diminutos brazos y lo sujete a mi, quisé enterrarlo contra mi pecho, pero él no venia a mi, siempre estaba fuera de mi,

quisé que se quedara ahi, pero él nunca entró, así que lo metí en mi boca y lo guarde ahi, desde entonces lo preservo

guardado en mi boca para sentirlo conmigo.

Los días pasaron, los personajes de la animación de nuestra recamara seguian de un lugar a otro sin detenerse, qué más da,

ellos no se inmutan, ellos siempre hacen lo que hacen y yo no conozco más sensaciones que el miedo, la pena, el dolor de la

muerte, y el calor que la risa me daba cuando el duendeciyo estaba conmigo, tras él sólo hay soledad, dónde se guardan las

otras sensaciones, qué hay tras de la puerta verde, será que existe otra cosa, qué se puede plasmar algo más lejano en esta

vida y construir sensaciones. Un día trate de abrir la puerta verde pero me fue imposible, por más intentos que hice no lo

conseguí, tan solo aprender lo que era la manija de la puerta me llevo cerca de cien años, y en los quinientos años que pasé

tratando de abrir la puerta nunca lo conseguí, sólo descubrí además de aquella omnipresente sensacion de soledad la

frustración, tal vez, de haber algunos otros todo esto pudiera ser un día festivo: El día del nacimiento de la frustración.

Pasarón otros mil años para que la puerta volviera a abrirse, era el padre creador del tiempo quien la abria, se aproximo a

mi, y de un golpe en mi espalda expulso al duendeciyo, lo levanto y lo deboro mientras yo torpemente gritaba ahogado en

mi estupidez

-No debiste guardarlo, su tiempo llego antes, hay cosas que yo no puedo controlar, sólo me encargo del tiempo, lo que en

este suceda no depende de mi, depende de aquellos que habitan en la dimensión temporal. Verás, he escuchado de algunos

entes que tú y el duende hacen la vida muy aburrida, y que tras él solo conoces algunas sensaciones como la pena, la

angustía y la risa. Es verdad hay otros entes, por ejemplo, el gran padre creador del espacio.

Aún no sé que es lo que eres tú, pero sin duda algo eres. Antes de tí creamos otras creaturas, todas con algunas dificultades,

pero de entre todas tú eres la más patética, cómo es que en tanto tiempo conoces tan poco. Dejaré la puerta abierta y me iré,

cuando me vaya estarás sólo y tendrás que elegír qué haces, te vas o te quedas. Allá afuera hay restos de las civilizaciones

que otras creaturas antes que tú formarón, espero que descubras nuevas sensaciones. A proposito, no debiste comer el

duende, debes dejarlo ahi, sino el padre pasado se molesta porque no tiene su comida, es por ello que he tenido que venir a

quitartelo del buche. Pasado es una bestia molesta que no se tranquiliza si no le das su comida, dejala ahi y no te ahorraras

algunos asuntos.

Él se fue, y yo me quede mirando el hueco negro de la puerta mientras los decorativos de la recaraba pasaban sin detenerse,

siempre en lo mismo, en sus peleas, en sus disgustos, en sus comidas, siempre en su eterna rutina ¿Y yo?