el descensor - a03n02 - detrás de la puerta

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o Julio Cortázar o K*RLOS Naranjo Picone o kasiakay o Léon Spilliaert o Leonardo Dolengiewich o Lilia Hernández Vergara o Mayte Herráiz o Paloma Hidalgo Díez o Patricia K. Olivera o Patricia Nasello o Paul Klee o Paul Signac o Patryk Buchcik o Pierre Bonnard o Ramón Zarragoitia o René Magritte o Roberto V o Rosario Loperena o Ruy de Bon o Sanja Gjenero o Sender Eleven o Wojtek Siudmak Detrás de la Puerta El Descensor o Alfredo Araújo Santoyo o Amanda Fuentealba o Ana M. Gutiérrez o Anna M. Calero o C Glass o Carlos Alberto Olague Alcalá o Cecilia Johansson o Dran o Edward Hopper o Ernst Ludwig Kirchner o Fanny Enrigue o Francisco Arriaga o Gloria Galán Marín o Iván Rafael o Javi Larrauri o Jesús Flores Olague o Jesús Humberto Olague Alcalá o Jimena Antoniello o José Luis de la Fuente o José Manuel Ortiz Soto o Juan Medina año 3 número 2 Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo

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Revista El Descensor. Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo. Año 3, número 2. Detrásde la puerta. http://sites.google.com/site/revistaeldescensor Para descarga ir a http://sites.google.com/site/revistaeldescensor/numeros

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Page 1: El Descensor - A03N02 - Detrás de la puerta

o Julio Cortázar o K*RLOS Naranjo Picone

o kasiakay o Léon Spilliaert

o Leonardo Dolengiewich o Lilia Hernández Vergara

o Mayte Herráiz o Paloma Hidalgo Díez o Patricia K. Olivera o Patricia Nasello

o Paul Klee o Paul Signac

o Patryk Buchcik o Pierre Bonnard

o Ramón Zarragoitia o René Magritte

o Roberto V o Rosario Loperena

o Ruy de Bon o Sanja Gjenero o Sender Eleven

o Wojtek Siudmak

Detrás de la Puerta

El Descensor

o Alfredo Araújo Santoyo o Amanda Fuentealba o Ana M. Gutiérrez o Anna M. Calero o C Glass o Carlos Alberto Olague Alcalá o Cecilia Johansson o Dran o Edward Hopper o Ernst Ludwig Kirchner o Fanny Enrigue o Francisco Arriaga o Gloria Galán Marín o Iván Rafael o Javi Larrauri o Jesús Flores Olague o Jesús Humberto Olague

Alcalá o Jimena Antoniello o José Luis de la Fuente o José Manuel Ortiz Soto o Juan Medina

año 3 número 2

Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo

El tema para el próximo número es:

Epitafios Se recibirán colaboraciones hasta el día 31 de mayo de 2013.

Para mantenerte informado sobre los temas que iremos preparando,

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Envíanos tus opiniones y colaboraciones por correo electrónico o llena el formulario correspondiente en la sección Contacto en nuestro sitio web.

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El Descensor Detrás de la puerta

Año 3, número 2 3

Contenido Directorio .................................................................................. 3

Editorial [La redacción] ............................................................. 4

Uróboros [Jimena Antoniello] ................................................... 5

Detrás de la Puerta [Ruy de Bon] .............................................. 8

Segunda Esposa [Patricia Nasello] ............................................ 9

Al Tiempo [Jesús Humberto Olague Alcalá] ............................ 11

San Petersburgo [Gloria Galán Marín] .................................... 15

Las Puertas del Mundo [Iván Rafael] ...................................... 16

Alma Negra [Anna M. Calero] ................................................. 17

Poema [Jesús Flores Olague] .................................................. 21

La Casa de las Dos Caras [Mayte Herráiz] ............................... 22

Don’t Disturb [Juan Medina] ................................................... 24

Falsa Alarma [Patricia K. Olivera] ............................................ 25

La Cita [José Luis de la Fuente] ............................................... 27

Sellar los Ojos [Rosario Loperena] .......................................... 30

Mamaíta/Mamá [Sender Eleven] ........................................... 34

El Minotauro de Picasso [Lilia Hernández Vergara] ................ 35

Hacerse Grande [Leonardo Dolengiewich] ............................. 39

Voces del Pasadizo [Amanda Fuentealba] .............................. 40

La Simbiosis Violencia-Educación como Decadencia Institucionalizada [Francisco Arriaga] ......................................... 41

El Enamorado [Paloma Hidalgo Díez] ..................................... 45

Introspecto [K*RLOS Naranjo Picone] .................................... 46

Luces de Ciudad [Ana M. Gutiérrez] ....................................... 50

Like a Rolling Stone [Ramón Zarragoitia] ................................ 51

Puerta Cerrada [Fanny Enrigue] .............................................. 57

Casa Tomada [Julio Cortázar].................................................. 59

Colaboradores ......................................................................... 66

Derechos de uso...................................................................... 78

Directorio Responsable de edición

Jesús Humberto Olague Alcalá

Asesoría en diseño

Carlos Alberto Olague Alcalá

Diseño de portada

Jesús Humberto Olague Alcalá

Ilustración en portada

Dran

Corrección

José Manuel Ortiz Soto

Selección de textos e imágenes

José Luis de la Fuente

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Detrás de la puerta El Descensor

4 Año 3, número 2

Editorial [La redacción] Ilustración: Sin título por Dran.

Las puertas pueden tener, un sinfín de interpretaciones, de acuerdo con la circunstancia y el contexto, de manera que, cerradas, implican una idea de represión, obstáculo, problema, secrecía, mientras que abiertas pueden hablar sobre libertad, solidaridad, empatía y encuentro. Sin embargo, es de suponerse que toda puerta, en algún momento se abrirá, invariablemente, a algo nuevo.

Podemos afirmar, entonces, que lo importante no es la puerta por sí misma, la puerta-objeto, sino lo que podemos encontrar detrás de ella; aquello que oculta es pues el verdadero objeto de fascinación, la enormidad de posibilidades; es sorpresa, soledad, promesa, represión, a la vez que violencia, intriga, erotismo, que nos provocan emprender la aventura del encuentro con lo desconocido, y es la interpretación individual lo que le da sentido a cada posibilidad, con base en la experiencia, las vivencias y recuerdos, las necesidades y gustos de cada cual.

Le invitamos, querido lector, a tomar las llaves del espacio creativo y acompañarnos a descubrir lo que nuestros colaboradores han dejado para Usted, detrás de la puerta.

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El Descensor Detrás de la puerta

Año 3, número 2 5

Uróboros [Jimena Antoniello] Ilustración: Touch de kasiakay.

Cuando el libro se deslizó de la estantería colisionando con el suelo, Mónica experimentó una especie de déjà vu. Todo su organismo se confabuló para que por un instante creyese que ese mismo evento había sucedido antes, no hace demasiado tiempo. Su mente lo recordaba tan vívido que era prácticamente imposible renegar que efectivamente había ocurrido ya. Cuando recogió el libro para volver a depositarlo en la repisa, una ola cuántica le invadió los poros de su cuerpo, penetrando despacio. Como una humedad uniforme y placentera que le acariciaba la piel. Después de dejar el libro no se movió. Su físico parecía no responderle, mientras una nebulosa brillante le envolvía. Allí de pie, junto a la biblioteca, el mundo se desdoblaba para ella. Las luces, los paisajes, las personas se abarrotaron frente a sus ojos sin que fuera capaz de decidir hacia donde centrar su atención. Mónica estaba maravillada, saboreando confusa cada holograma que visitaba esa estancia de su casa. Permaneció en silencio mientras los ecos de conversaciones le invitaban. Instintivamente se giró para volver a mirar el libro que hacía segundos desencadenó su propio Aleph. Allí permanecía, en el mismo sitio donde ella lo había dejado tras la caída. Observó por el rabillo del ojo su reloj de mesa. Como la hora marcada le pareció imposible, volvió a mirarlo con mayor atención. Detenido. ¡Su reloj se había detenido! Frotó con el dorso de la mano sus ojos y caviló un momento si lo que él estaba ocurriendo había sido un fenómeno aislado o cabía la extraña y remota posibilidad de que toda la humanidad se hubiese parado en el tiempo y los personajes de épocas y mundos adyacentes, se hubiesen ensamblado en un espacio único y caótico del cosmos. Le entusiasmó la idea de la globalidad del evento desatado únicamente por la caída descuidada de su libro. Pensó al instante que tal vez el hecho de que el libro cayese solo hubiese sido una coincidencia para el indicio de su propia colisión cuántica, y que para el resto, si es que era un evento global, otro elemento o situación

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Detrás de la puerta El Descensor

6 Año 3, número 2

hubiesen detonado la mezcla de cosmos. Rio extasiada y el eco de su propia risa le llegó desde otra habitación. Se sobresaltó un instante y volvió a reír con intención de volver a escuchar ese mismo eco. Ocurrió lo previsto y Mónica dio varias palmaditas de alegría. Finalmente ella se había convertido en el epicentro de algo mucho más importante que todas aquellas cosas aprendidas o soñadas alguna vez, hacía tiempo. Dio varios pasos en círculo, pensando la mejor forma de resolver aquel dilema a la par que disfrutar del mismo. Quería verlo todo, viajar, conocer gente, interactuar con ellos. Era muy posible que aquel extraño suceso fuese meramente transitorio. De ser así, le apremiaban las ganas y la curiosidad. Se acercó a la ventana de la habitación y observó perpleja que la ciudad que se proyectaba no era la suya, sino una replica antigua de algún rincón magnífico del planeta que desconocía. Observó los transeúntes y los coches y calculó que su vista rondaba el siglo XIX. En ese preciso instante escuchó la voz de su madre que cantaba una canción de cuna a su hermano pequeño, cuando ella ni siquiera había nacido. Avanzó varios pasos y se asomó por la puerta de la habitación hacia el pasillo. Allí, bajo un aura color oro, su radiante madre acunaba a lo que había sido su hermano, hacía más de veintinueve años. Sintió pena del cariño que no podría compartir con ellos. Y por algún extraño motivo, el pánico que su madre sufrió al

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Año 3, número 2 7

conocer la noticia de la muerte de su hermano, le heló la sangre. El júbilo se derritió a sus pies y sus ojos se llenaron de miedo y lágrimas. Corrió a tocar a su madre, para intentar abrazarle, para advertirle sobre las desgracias de un posible futuro. Cuando estiró su brazo para tocarle el hombro, ella se giró y la miró a los ojos. Luego toda su figura se desvaneció en la nada. Mónica parpadeó varias veces. La habitación se quedó nuevamente vacía. En seguida oyó la voz de su hermano que le llamaba para jugar. Los sonidos casi armónicos provenían del salón. Mónica avanzó decidida, aliviada al encuentro de aquella voz y se encontró a sí misma, mientras esperaba paciente que su hermano le tomase de la mano. “¿Raúl?”, preguntó. Los dos niños se volvieron para observarle, atónitos. Luego echaron a correr desvaneciéndose frente a sus ojos.

Mónica, aterrada y feliz pensó que aquella era una nueva posibilidad que el azar le concedía. Volver a ver a su Raúl. Levantó la vista y pudo notar su reflejo actual en el espejo del salón. La figura era exactamente igual que la cronológicamente correcta en el momento de la ruptura temporal. Sin embargo, las visiones que estaba teniendo, podían efectivamente comunicarse con ella; la veían, la escuchaban. Luego desaparecían.

Cuando intentó girar el pomo de la puerta del baño, una mano suave le detuvo. La cara no le era familiar. “Sígueme”, le invitó éste. Mónica contestó con una pregunta cansada: “¿Estoy soñando? ¿Tú quién eres?”. El hombre sonrió piadoso y le sugirió con tono conciliador “Vuelve a mirar”. Entonces el estruendo de un objeto haciéndose pedazos le sobresaltó. Corrió a su habitación, desde donde provino el impacto, y encontró el reloj de mesa hecho añicos en el suelo. Las agujas habían saltado y los números poco a poco se desdibujaban sobre el parquet. Mónica, atónita, se giró para interrogar a su acompañante, pero no encontró a nadie. Entonces, el mismo libro que minutos antes había ocasionado el enigma, impactaba nuevamente en el suelo, y una Mónica idéntica se inclinaba frente a sus ojos para devolverlo al estante.

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Detrás de la Puerta [Ruy de Bon] Ilustración: Porte de la Source de Wojtek Siudmak (© todos los derechos reservados).

Antes, afuera, herido en la frente, goteando sin huella el espíritu va.

Un campo minado es el día con rostros cegados: un puño queriéndose abrir para asir al que pasa cayendo. Mas no sabe ser sino puño este día, los días, y toca baldosa el nudillo del hombre.

El hombre que es mano tentando la puerta cual boca de muerte: pasaje vital.

Detrás de la puerta, por dentro, ¿qué hay, si no el mutuo residuo de aliento que llega unitario, convulso al final?

Cenizas fraguando la llama.

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Año 3, número 2 9

Segunda Esposa [Patricia Nasello] Ilustración: Simetrías: Manolita del Arco de Javi Larrauri.

Durante meses mantuvieron con vida artificial a su esposa clonada, me lo contó mi hija que conoce la historia porque trabaja en el hospital.

El matrimonio vivía al lado de mi casa, cuando la esposa murió supuse que él pediría la vivificación del clon a la justicia. Está de moda lo que en mis tiempos se habría considerado vergonzante: no tolerar la muerte era un signo de debilidad.

Con la esposa clonada habrán alcanzado a estar un par de meses. Yo no espiaba, los veía porque estaba

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rota la cerca. Pasaban las tardes en el jardín, ella cultivaba los libros que brotaban de las semillas palabreras que la pobre finada había plantado, mientras él pintaba al óleo los canteros. Por las noches eran discretos y amorosos, sé que soñaban con un hijo porque cuando me sentía sola no dudaba en desconectarme el corazón para que el silencio fuese perfecto y escucharlos.

Esa enfermedad fue una desgracia, o una rabia de Dios, no sé. Vinieron especialistas de todo el mundo para atender el caso, saber que gente tan distinta luchó codo a codo para salvarla es un consuelo.

—¿Vos pensás que los médicos son santos? No quieren que se les pudra el negocio, vieja —cuando habla así me obligo a no escucharla.

Ayer volvieron, hoy a la mañana mandé arreglar la cerca. Cualquiera sabe que el clon del clon es mal agüero.

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Año 3, número 2 11

Al Tiempo [Jesús Humberto Olague Alcalá] Ilustración: Breakfast (The Dining Room) de Paul Signac.

I Temprano se levanta, porque esa es la costumbre, o tal vez porque llega el tiempo en que las sábanas queman y los sueños ya no son sino recuerdos.

Se baña, cuando no hace mucho frío, y se mira largamente en el espejo, donde la cara que le observa se parece a la suya en algunos rasgos, pero sobre todo en la mirada, que aunque cansada, tiene algo del brillo que le recuerda a un joven que conoció hace muchos años. Se viste con calma, mientras la mujer le grita que se apure, que ya está el desayuno y luego va a estar reniegue y reniegue que ya está frío y no va a querer comerse todo.

Sale a recorrer la ciudad con paso cansino, sin prisas, como pasan las horas cuando la edad nos alcanza y la vida se nos escapa. Llega a la plaza y se sienta a leer, a dormitar, a ver pasar, a platicar con los viejos amigos, o con algunos nuevos con los que se entiende como si se conocieran desde hace muchos años. Luego en grupo, cuando el sol ha levantado y no es buen compañero de reposo, a tomar un café espresso en el Santo Tomás, y de ahí al parque Central a buscar el cobijo de una sombra que les permita conversar otro poco alrededor de alguna de las mesas de picnic que han decidido habilitar para sus torneos de dominó, al fin que a esa hora ni quien les haga mosca: las familias tienen otras cosas en que pensar, como la escuela y el trabajo.

Entrada la tarde regresa a casa, donde sabe que le esperan un buen caldo de pollo con arroz, la mirada serena de la mujer y la voz destemplada de la sirvienta que, mientras lava los trastes antes de terminar la jornada, canta canciones de letras atrevidas, de las que hubiera sido pecado cantar cuando

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él era joven y, aunque no digan nada que no haya vivido, algunas veces todavía le escandalizan. Después la siesta que se prolongará más de la cuenta, según él, pero que dice la doctora es natural a su edad y con todo lo que camina durante el día.

Llegada la noche se asoma a ver pasar a los muchachos que salen de la vespertina, a escucharles reír y decir alguna grosería que no conocía, o que nunca hubiera creído escuchar decir con aquel desparpajo, pero le preocupa escuchar a las muchachas hablar con tanta palabrota, porque ¿adónde iremos a parar con tanta descomposición de la sociedad?

Luego un café con piloncillo y una pieza de pan cubierta de nata y miel de maguey, para que el cuerpo recupere un poco de la energía perdida durante el día, aunque digan la mujer y los viejos del jardín que a él le está ganando la chochera y cada vez hace menos, y nomás se le va la vida en comer y dormir, y en echar panza.

II Temprano se levanta, porque esa es la costumbre, o tal vez porque llega el tiempo en que los recuerdos queman y los sueños envuelven menos que las sábanas.

Se baña rápido, con agua fría, porque el calor que le dejó el paso de los años no se apaga tan fácilmente; se viste en un segundo y se mira largamente en el espejo mientras cepilla su larga cabellera, blanca como la nieve pero que aún mantiene la caída que le recuerda a una joven que conoce desde hace muchos años, por la que ha pasado el tiempo pero no le ha hecho mella.

Calienta el desayuno y se lo sirve en silencio al marido que, a falta de poder ser sinvergüenza, ahora está convertido en un viejo cascarrabias. Se sienta frente a él en la pequeña mesa de la cocina y antes de que aquel termine de partir el bolillo, ella ha acabado de comer, con una vitalidad que parece

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ser la suma de la de ella y el marido, o la de alguno de los hijos a los que ya casi nunca ven. Se levanta rápido para no pensar en el tiempo y la distancia desde que la casa, ahora enorme, sonaba a juegos y peleas infantiles, a travesuras y cariños.

Cuando el viejo sale de casa, indica a Juanita, la sirvienta, lo que hay que barrer y trapear durante el día, riega las plantas del zaguán, da de comer a los canarios y le enseña un par de palabras a algún nuevo perico al que hay que ayudar a aprender con un poco de alcohol de caña en las semillas de girasol.

Sale al mercado a comprar lo necesario para la comida, arroz y pollo como casi siempre, y a platicar con doña Lupe, a recordar a las compañeras de la Academia y la Acción Católica, a comparar los últimos achaques y platicar sobre los hijos y los nietos, aunque casi ni los conocen pero les inventan hazañas y quereres.

Regresa a casa temprano, más por la necesidad de ver lo que

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Juanita está haciendo que por el calor o el cansancio, porque si la deja sola demasiado tiempo, seguro la va a encontrar sentada viendo el televisor o comiéndose alguna fruta de las que todavía dan el viejo naranjo, el durazno o el manzano del patio trasero, mientras en los muebles seguirá el polvo del día anterior acumulándose con el que va llegando con el paso de las horas.

Organiza la comida, a la que solo le tiene que corregir la sazón, porque ya no la prepara ella sino la sirvienta, pues el marido es muy remilgoso y si se da cuenta de la mano detrás de la sal y la pimienta, es capaz de hacer un escándalo de los veinte mil… Luego la telenovela de la tarde, un poco de lectura y un rato de tejido a ganchillo mientras, gracias a la misericordia de Dios, el marido ronca la siesta vespertina en lugar de estar renegando por cualquier cosa.

Por la noche se divierte escuchando al viejo escandalizado por la forma en que se expresan ahora los muchachos, tan malhablados como antes, pero se molesta al escuchar a las niñas de estos tiempos, porque eso sí que no está bien, ¿dónde quedaron las buenas costumbres y el recato de otros tiempos?

Prepara un café de olla con piloncillo, y lo lleva a la mesa con el pan dulce, las natas y la miel de maguey tan difíciles de conseguir últimamente, la misma cena de todas las noches durante los últimos cuarenta y tantos años.

III Llevan una vida tranquila, cada cual hace su día como dictan las buenas conciencias que deben vivir su edad los viejos, de manera apacible, sin sobresaltos ni excesos, sin atentar contra la salud y la moral.

Sólo la noche es cómplice de las caricias que se prodigan al encontrarse, detrás de la puerta.

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San Petersburgo [Gloria Galán Marín]

Año: 2007 Dimensiones. 375 x 500 píxeles Técnica: Canon PowerShot S50

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Las Puertas del Mundo [Iván Rafael] Ilustración: Two Country Houses de Paul Klee.

I Un poema es sólo una maneta. II Un beso puede tener candado. Un beso puede saber a madera. Un beso puede ser un portazo. Pero no pueden ser labios las puertas. III Los duplicados de llaves bajo fresa y mordaza estropean el bombín de la cerradura. Usa una lengua original para abrir mis comisuras. IV Las bisagras que nunca giran sobre sí mismas se oxidan.

V Para caer en su mundo han instalado mil puertas abiertas. Sólo se puede salir saltando por la ventana cerrada.

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Año 3, número 2 17

Alma Negra [Anna M. Calero] Ilustración: Le faux miroir de René Magritte, tomada de The MoMA Collection.

Nada hubiera ocurrido de haber vestido el gabán marrón, estoy convencido de ello.

Esta mañana antes de salir de casa, a última hora, tras cinco largos años y en un impulso impropio de mi orden metódico diario, se me ha antojado ir a descolgar el gabán negro del armario nogal de la habitación de invitados, tristemente llamada así pues pocos amigos tengo. Él marrón ha permanecido en su colgador perenne.

Solo acariciar el paño negro del gabán me ha regalado el tacto con su suavidad. Al enfundarme en él he sentido que se adhería a mi piel formando parte activa y protagonista del cuerpo.

Ya en la calle me siento sereno, solo un tanto disgustado por andar entre tanta gente. Transeúntes que sin ningún tipo de disciplina se mueven de arriba a abajo y al revés. Todos iguales, como autómatas de cuerda. Solo yo entre muchos de ellos tengo hoy un destino claro e importante.

El sol tímido empieza a pintar las calles de colores naif. El rojo de mis labios crece y me estremece. Son calles demasiado largas para no llevar a ningún lugar, abarrotadas a ambos lados de negocios y pequeños comercios que cuelgan mil letreros multicolores en las fachadas monótonas.

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18 Año 3, número 2

Hoy es el día. Para ello este gabán me aguardaba como otras veces en el armario. Me da poder y he decidido de una vez por todas acabar con mi rastreador. Voy a cortar el camino al único hombre que de nuevo impide mi andar independiente por este mundo de soledades.

Él siempre camina pasos tras de mi. Espera el momento apropiado para llevar a la praxis mi final definitivo. Dictadas lleva las instrucciones en el microchip de su cerebro. No tiene rostro alguno; la verdad es que tampoco he conseguido verle nunca. Aunque sé que está ahí. Le presiento.

El corazón penitente golpea mis sienes en un latir duro y constante. Sin parar avanza como las manecillas de un reloj en un mismo sentido.

Quiero sorprenderle y con un giro repentino entro en una tienda de golosinas. Le veo pasar con su gesto de estudiado disimulo. La dependienta que pregunta lo que deseo queda helada con mi mirada gris opaca y en silencio observa cómo salgo de nuevo.

El vigilante se ha convertido ahora en vigilado. Se inquieta porque se ha quedado fuera de juego y ha de seguir su paso inevitable. Se le ve confuso. Nunca antes fue el protagonista de los sucesos.

Entra en un edificio cualquiera de oficinas, le sigo y tomamos el ascensor a la tercera planta. Se siente acorralado lo percibo en el nerviosismo de su parpadeo continuo.

Para el elevador. Mientras se abren las puertas hace un patético ademán de cederme el paso, que rehúso. Definitivamente se convence de que algo va mal y echa a andar rápido por el pasillo. Entra como un animal a sacrificio en la escalera de emergencias.

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Es el momento de darle alcance. Entro tras él. En una zancada y rápidamente le rodeo el cuello con el brazo apretándole contra mi cuerpo, mientras empuño fuerte el arma que duerme en el bolsillo del gabán.

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20 Año 3, número 2

Jamás pensé que la carne humana fuera tan líquida. Al hundirle el acero en la boca del estómago he tenido que sujetarlo fuerte para que no se derramase mezclado con la sustancia viscosa. Suerte que se ha incrustado en algo sólido que seguro era alguna de sus costillas.

Consigo desincrustar el metal. Es tan hermosa la empuñadura de marfil que por un momento olvido mi misión. La cara encogida y distorsionada, que queda en una mueca descompuesta de dolor inmenso, me rescata de mi ensimismamiento. Él maldice en silencio obligado por su último aliento. Sin embargo, veo renacer la vida en sus ojos en el momento de la muerte.

Le he liberado de la máquina opresora. Su alma vuela tras la convulsión de ese pequeño cuerpo enjuto henchido de huesos lacónicos.

Sigo con mi trabajo. Resquebrajo sus ropas y dejo al descubierto el área que me interesa. Trazo las líneas verticales con tanta facilidad que entiendo que ya estaban dibujadas. Desde la clavícula izquierda huesuda a la curva abrupta de la pelvis. Hundo en la tráquea abultada para emerger en los genitales encogidos. De la clavícula derecha a la pelvis correspondiente. Otra en medio de las dos primeras y otra entre las dos segundas. Y más intermedias y otras transversales hasta visionar en el torso desnudo las rejas de su prisión.

El cuerpo desgarrado en harapos empapados de sangre de un bello color púrpura encumbra mi obra maestra.

¡Qué buen día para dejar colgado el odioso gabán marrón detrás de la puerta!

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Año 3, número 2 21

Poema [Jesús Flores Olague] Ilustración: Puerta zacatecana de Jesús Flores Olague.

Sé que te escondes ahí, tras esa puerta que ha de abrirse cuando hayan callado mis palabras, sé que te escondes ahí, muerte, esperándome.

De Péndulo y Esfera. Grapher, 1986. El Trapecio Oscilante, 1996.

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22 Año 3, número 2

La Casa de las Dos Caras [Mayte Herráiz] Ilustración: Casa de Miedo, de Autor Desconocido, tomada de Dalefondos.com.

Vuelve ese sueño… siento horror, miedo, frío, angustia. Me pregunto al despertarme una vez más por qué se repite cada día.

La sensación de ver de nuevo esa casa maravillosa e inquietante a la vez; me llena de amargura, bienestar y pavor.

Sentimientos encontrados del subconsciente que se mezclan en la irrealidad de los ensueños.

Quiero entrar, me exijo entrar y observar lo que me depara tras la puerta… Intento abrir los ojos y no perder detalle de todo lo que se vislumbra a mí alrededor, y así cargarme de impresiones con cuanto me rodea.

Veo una casa grande, bella, rodeada de un jardín frondoso e impoluto, completamente rodeado de una verja inmensa que prohíbe acercase sin ser invitado.

Primera cara Entro sin llamar. Me embarga un estremecimiento de luz, calidez y ternura que atrapa mi cuerpo atrayéndolo hacia allí. Recorro con trémulos pasos una a una todas las estancias donde los colores, las risas, la vida me apresan; casi sin darme cuenta, en mi cara se percibe una amplia sonrisa.

Una familia feliz.

De repente una puerta se abre al fondo y una lúgubre escalera me atrapa hacia el abismo…

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El Descensor Detrás de la puerta

Año 3, número 2 23

Segunda cara Un frío sobrenatural recorre mis entrañas. Siento miedo, un profundo desasosiego inunda mi alma.

Presa de mi nerviosismo, bajo los viejos y desgastados peldaños sintiéndome más y más abatida; abro la primera estancia sin apenas luz, donde aparecen muebles tapados por viejas sábanas descoloridas, con gruesas cortinas festonadas de interminables telarañas.

La nada. El vacío más sepulcral me acompaña en cada habitación… las lágrimas van deslizándose sobre mi cara al contemplar la más absoluta desolación.

Vuelve la angustia más infinita y debo despertar, necesito despertar, la congoja me ahoga.

Abro los ojos.

Epílogo Hace ya cinco meses que no se repite este sueño, quizás porque de las dos caras de esa casa he elegido vivir en la primera.

Ahora por fin puedo, sólo una persona sabe por qué y es a ella a quien dedico éste, mi primer cuento.

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Detrás de la puerta El Descensor

24 Año 3, número 2

Don’t Disturb [Juan Medina] Ilustración: Hotel Room de Edward Hopper.

La suite de un hotel Cobija lo nuestro Afuera es muy tarde El sol es muy dentro Las gotas de agua Salpican tu pelo Las islas de noche Prometen lo abierto El mar es contorno El mar es tu centro Las olas cabalgan A lomos del tiempo La espuma no sabe Que rompe el silencio La suite de un hotel Invita a tu cuerpo.

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El Descensor Detrás de la puerta

Año 3, número 2 25

Falsa Alarma [Patricia K. Olivera] Ilustración: Light Rays de Patryk Buchcik.

Gotas de sudor resbalaban por su cara, se deslizaban con rapidez sobre su piel pálida y demacrada. En su rostro, de ojos lívidos, tenía impreso un rictus de terror. Inmovilizado contra la pared del corredor miraba hacía la puerta de entrada. Bajo el borde de la puerta veía la tenue luz que alumbraba el rellano del piso donde vivía; una sombra se movía de un lado a otro con rapidez, hasta le pareció que el picaporte giraba varias veces con resultados infructuosos.

Su respiración se detuvo, su cuerpo se paralizó en medio de la oscuridad que reinaba en el departamento. El pánico hizo presa de él y los sollozos ahogados se volvieron gruñidos roncos que le quemaban el pecho.

Una nota se deslizó por debajo de la puerta y luego la sombra desapareció, sólo se distinguía la luz del exterior. Se acercó con lentitud, sin despegar su cuerpo de la pared y aún conteniendo la respiración. Con el mismo cuidado se deslizó hasta el piso y estiró el brazo todo lo que pudo para tomar la nota.

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Servicio de Correo. Estuvimos a las 8 p.m. para entregarle un paquete a su nombre. Sírvase pasar por la empresa a recogerlo. Gracias.

Respiró tranquilo, se relajó y aflojó la tensión que hasta ese momento había impuesto a su cuerpo. Suspiró, conteniendo a duras penas las lágrimas. Falsa alarma… por esta vez…

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Año 3, número 2 27

La Cita [José Luis de la Fuente] Ilustración: Urgencias de José Luis de la Fuente.

Con los ojos cerrados y la respiración inquieta, mi padre descansa. El pelo cano, escaso y desaliñado, la barba de dos días… De pie al lado de su cama observo, preocupado, su rostro curtido por la edad y castigado por la enfermedad. De vez en cuando abre sus ojos, llorosos, pequeños, perdidos y me encuentra a su lado.

—La muerte viene a por mí —me musita.

Prefiero ignorar su comentario. Ya se lo he explicado. Me mira un instante y vuelve a cerrarlos. Ahora intenta balbucear algo que no entiendo bien; el Parkinson atípico le afecta cada día un poco más.

—¿Parkinson doctor?, ¡pero si no se mueve!

—Sí, por eso es atípico. Su padre día a día quedará más hierático.

—¡Joder!

Acerco mi oído a su boca e intento escuchar; algo me dice sobre la puerta. Observo a nuestro alrededor la pequeña habitación de urgencias en donde nos encontramos. No tiene más de tres metros cuadrados rodeados de paredes verdes, bastas, salpicada de manchas mal lavadas que es preferible no saber su procedencia. La puerta está cerrada.

— No te entiendo —le digo.

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Vuelve a insistir, ahora malhumorado de que su condenado mal y sus escasas fuerzas no le dejen hablar correctamente. Algo me dice sobre la puerta, de nuevo. Vuelvo a mirar hacia ella.

—¿Quieres que la abra? —pregunto—, ¿para qué?, te la he cerrado. Solo verás pasar a gente enferma.

Alza la mano trémulamente, me señala con el índice de nuevo hacia la puerta y vuelve a decir algo que no alcanzo a comprender.

—¿Quieres que te abra la puerta de cualquier forma?

Abro la puerta de par en par dejando ver otras habitaciones que solo contienen dolor.

—Ya está abierta, ¿así vale?

Asiente con los ojos cerrados. Descansa unos segundos y sin abrir los ojos vuelve a señalar de nuevo hacia la puerta, ahora abierta, y murmura algo. Un reloj, creo deducir de sus palabras. Miro hacia el hueco que deja la puerta abierta y lo busco en la pared de enfrente, pero no lo encuentro. Algo de un reloj, me insiste. Vuelvo a buscar y, ahora sí, veo uno pequeño, digital con números rojos, en una máquina para tomar la tensión aparcada al lado de la puerta. Tiene puesta mal la hora. Le digo que ya entiendo lo que quiere decirme, que quiere ver la hora. Le explico que no va bien y que yo ignoro como ajustarlo.

—Lástima —se queja—, quería saber la hora cuando la muerte venga a llevarme.

Su comentario me desconcierta y me conmueve. No sé si me sorprende más el propio significado de la frase o la claridad con que me lo ha dicho. No puedo evitar una sonrisa.

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—Viejo —le digo cogiéndole de la mano—, llegarás muy tarde a esa cita.

Me acerco a la puerta y la cierro sin poder dejar de sonreír.

—Solo tienes una indigestión, ya te lo he dicho.

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Sellar los Ojos [Rosario Loperena] Ilustración: Sin título de Rosario Loperena.

Sellar los ojos, cortina púrpura el parpado cerrado voltear la consciencia a la izquierda del pensamiento placer abierto bajo el agua oídos en flor abren azul, libertad pero la asfixia derrame interno transparente fruto inmaduro en la garganta colgado de ramas de sonido como cables atrapados por el cuello, la maraña quietud insomne del mediodía insectos columpiados en los rayos, ámbar las arrugas piel deshabitada que se crispa

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el plato vacío el reloj ruidoso no hay que mirar: calles amarillas llenas limpias techos que nacen, el derrumbe uñas quebradas gimen labios secos arden de pronunciar para un sol mal colocado la escenografía insulsa, gastada la voz tipludita en el diálogo ridículo de un día cualquiera y otro me pongo el vestidito y finjo asfixia para callar sigo pensando propósito para____ sigo creyendo

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uno, dos, siete, veintitrés, treinta y dos, cuarenta y uno, cincuenta y… (Aguante la respiración lo más que pueda) N E G R O me vacío L U Z y el último poder se me resbala me mueren los colores, amor en la oquedad del vientre y el único poder que poseía se disuelve y la posibilidad se escapa

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sigo quieta la no acción es tiranía como todo un día cualquiera y otro soy pausa no quiero saber qué VEN

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Mamaíta/Mamá [Sender Eleven] Ilustración: The Open Door de Léon Spilliaert.

Mamaíta Toas as noches mamaíta, me diecía lo mimo.

—No tengai mieo bebe chillacón, no te preocupendies niño, no aconteciona naa.

—Pero mamaíta no pincha que yo quiero lagrimiar y sí, tengo mieo. Revisiona detrá de la puerta —le diecía yo—, pero precausionate con cuidao mamaíta.

—No hay naa revisioname.

Y fue la última ve que la revisioné.

Mamá Todas las noches mamá me decía lo mismo.

—No tengas miedo bebe chillón, no te preocupes no sucede nada.

—Pero mamá no sabe que quiero llorar y sí, tengo miedo. Mira detrás de la puerta —le decía yo—, pero con cuidado mamá.

—No hay nada mírame.

Y fue la última vez que la vi.

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El Minotauro de Picasso [Lilia Hernández Vergara] Ilustración: Minotauro de José Luis de la Fuente, basado en Minotaure caressant une dormeuse de Pablo Picasso.

La página permanecía en blanco por unos instantes y luego tiraba algunas líneas, enajenado, esbozando una figura recurrente, como las imágenes que tenía en su mente y que había trazado en el lienzo, un retrato obseso, hedonista y orgiástico. La iconografía minoica de Picasso mostraba desinhibido su sexo y un cuchillo en la mano, se diría que ese ser con cuerpo de hombre y cabeza de toro era su reflejo, el alter ego del pintor, como tantas otras pinturas en las cuales reiteraba ese animal irracional que habita dentro de sí mismo y al que ni él mismo podía manejar. Miró a su alrededor y las paredes cubrían todo, sólo un atisbo de luz —que le permitía ver la página blanca y esbozar sus dibujos— entraba por la hendidura de aquella puerta. Detrás sólo una oscura sala, pues se aseguraba de cerrar todas las persianas y se esmeraba en que no quedara ni una rendija abierta por donde le espiaran sus vecinos. Le asustaban sus caras asomadas a los ventanales (tanto como sus dibujos academicistas que ilustró cuando era un niño). Siempre disfrutó esa soledad infinita en que sólo él y los pinceles llenaban el espacio de la habitación, de vez en cuando se escuchaba algún ruido de alguien, no sabe de quién, pero ya estaba acostumbrado a que sus fantasmas se cruzaran, entrando o saliendo de la casa. Un día abrió la puerta y vio colgada una figura, como Casagemas, su amigo suicida, entonces palideció y cayó a la cama con fiebre, con los aparecidos que le acechan de día; de noche nadie lo observa, sólo él mismo. Desde entonces la puerta permanecía cerrada, ya no quería ver qué había detrás.

De vez en cuando se le veía salir y caminar largas cuadras hasta llegar a la Bahía, donde disfrutaba de la luz del sol y de transitar por la orilla del mar hasta que volvía a su casa. Aunque no se sentía un prisionero, a veces la angustia no le permitía respirar, entonces la falta de aire y la

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soledad le conducían a cerrar todas las celosías, cubriendo las ventanas de oscuridad, pues el miedo a la luz se apoderaba de su ser. Entonces la noche era para él un deleite. Y se transformaba en un Minotauro ciego, que era guiado por una niña, claro está un símbolo que lo atormentaba. Sin duda sentía temor a quedar ciego y no poder pintar las imágenes que le obsesionaban.

Las figuras de su mente no desaparecen. Sueña que pasean soldados heridos y otros personajes marginados y miserables. Y es que su casa fue tomada. Pero ya no son sus fantasmas quienes la habitan. En la vivienda grande y palaciega, se acerca a la puerta para escuchar las voces secretas. No entiende lo que dicen, pero el tono es agresivo y amenazador.

—¿Cerraste todas las ventanas? —le pregunta alguien, detrás de la puerta que permanece cerrada.

—Sí, ¿quién eres? —indaga Picasso, con la oreja pegada en la madera de aquella puerta.

—Soy tu inspiración y vengo a salvar a la pintura de la tediosidad, vengo a aconsejarte.

—¿Por qué a mí?

—Porque tú puedes cambiar la pintura, eres el elegido.

A la mañana siguiente se sintió movido por una fuerza extraña que conducía sus manos, el pincel casi podía moverse solo en el lienzo. Iba a pintar nuevamente un toro y no pudo. Una voz le recordó que su casa fue tomada. Miró la puerta que la noche anterior creyó cruzar, pero permanecía cerrada. “El Minotauro se encuentra bajo llave”, le dijo alguien. Se sintió encerrado en sí mismo, sin recordar desde cuándo se sentía identificado con esa figura, tal vez de toda su vida.

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De ahí en más, cada noche venían esas voces a aconsejarle, pero no podía ver sus caras, aunque lo intentaba asomando su ojo por el ojillo del picaporte, detrás de esa puerta sólo veía un halo de luz que las rodeaba y al mismo tiempo le impedía distinguir sus figuras con nitidez. Según él, procedían de otro planeta y le decían qué hacer. Pintó todo de azul. La soledad de los niños era azul, la miseria de los pobres estaba pintada de azul, y también mendigos y ciegos fueron descritos con el color azul.

Luego fue adquiriendo el gusto por los telediarios y descifró los mensajes ocultos que éstos poseían y que sólo a él le eran develados, pues era el elegido. En ellos había información exclusiva para el joven pintor. Un recado aparecía pintado también de rosa y decía: “Hay peligro de que te copien tus pinturas”. Un amigo a quien le mostró su descubrimiento no pudo entender nada, sólo vio que juntó letras de distinto lugar, que no

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vinculaban ningún enigma. De todas formas, su hallazgo lo llevó a cambiar de rumbo, entonces pintó todo de rosa. Pintó máscaras, arlequines, domadores y payasos, todos de color rosa.

Pasó de un estilo a otro, de una existencia a otra, de lo abstracto a lo real y del surrealismo a lo sublime. Su casa había sido tomada y la puerta permanecía cerrada. Aún no podía ver qué había detrás. Y de pronto su morada estaba invadida por naturalezas muertas. Centauros, búhos, faunos y bacantes sentados a la mesa. Pero no olvidaba que tenía en su interior una figura encerrada y que lo arañaba por dentro para salir a la luz. Entonces empezó a levantarse como un sonámbulo cada noche y esbozaba lo que le había prohibido sus voces. Pintaba toros en distintas poses mientras un arlequín de madera lo miraba sentado en una silla contigua al atril que afirmaba sus telas con Minotauros. Y se describía a su manera. Así cada noche dejaba salir al ser interno y extraño que no se le permitía de día.

Una de esas noches se levantó a pintar, miró la pintura y en tanto retocaba los detalles, de pronto una voz le dijo “No eres un arlequín, el arlequín soy yo”, se dio vuelta para ver quién le hablaba y vio que su escultura de arlequín había atravesado la puerta y desaparecía por detrás de ésta, esta ambivalencia le causó admiración y miedo ¿Acaso todavía algunos fantasmas le acechaban?; entonces se dio cuenta que él no se llama Picasso, con esta cuestión en mente, confundido sobre quién era y quién había sido toda su vida, en medio de su sonambulismo, se fue a dormir. Al día siguiente, decidido abrió la puerta, detrás estaba la pintura que hizo en la madrugada, se quedó paralizado, mirando la figura de un toro dibujando a un hombre. Horrorizado, ya no sabe cuál de los dos es, en su borrosa existencia no sabe qué dimensión ha cruzado detrás de la puerta.

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Hacerse Grande [Leonardo Dolengiewich] Ilustración: In the bathroom de Pierre Bonnard, (©derechos reservados The Tate Britain Gallery Collection).

Como había hecho de niño tantas veces, preparó el baño para su tía y se escondió para espiarla. Pero esta vez era diferente: él ya había cumplido los dieciocho años. No se ocultó afuera para mirar por la ventana. Se quedó adentro, tras la puerta del baño.

Cuando la tía se desnudó y se sumergió en la espuma, él se abalanzó. Ella lo recibió con una sonrisa y le dijo al fin.

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Voces del Pasadizo [Amanda Fuentealba]

Año: 2011 Dimensiones. 1920 x 2560 píxeles Resolución: 314 x 314 ppp Técnica: Olympus digital camera C530

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La Simbiosis Violencia-Educación como Decadencia Institucionalizada [Francisco Arriaga] Ilustración: Niño sicario de Autor Desconocido, tomada de ADN Tamaulipas.

Los tiempos pasados no todos fueron mejores. Mucho menos aquí, en México, donde la decadencia ha sido la moneda de cambio de los últimos 80 años.

En mi caso, he podido asistir a la degradación sistemática de un sistema educativo que fue coronado por una pseudo-profesora fanática de inútiles cirugías plásticas, y que, si vuelvo los ojos hasta los años de mi infancia, se trata sólo del desenlace natural de una educación pública venida a menos con el beneplácito de gobernantes y clases pudientes.

Al cursar quinto grado, me tocó vivir un primer gran retroceso. Se sabía que en sexto grado se nos enseñaría a usar la regla de cálculo, a sacar a lápiz la raíz cuadrada de un número cualquiera, los fundamentos del álgebra. Y apenas llegando a sexto año, se nos dijo que habían cambiado los planes de estudio, y todo aquello lo veríamos… un año después, ya entrados en la secundaria. México, vivía la euforia del Mundial de Futbol de 1986.

Cursando secundaria, sabíamos que en el plan de estudios aparecían visitas programadas al laboratorio de química, en biología que habría alguna disección, incluso que llevaríamos alguna clase de cosmología. Nada de ello sucedió, quizá lo veríamos después, en preparatoria (y comenzábamos a sospechar que quizá nunca).

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Esa fue la primera vez que de manera elegante, planes de estudios de por medio, un par de entidades abstractas llamadas gobierno y secretaría de educación pública comenzaron a llamarnos retardados, imbéciles, o llanamente: pendejos.

Pero, ¿levantar la voz? ¿Ante quién, ante qué?

Y si la educación sufrió los embistes de una parsimonia institucional y nacional, no lo fue menos un área tan gris entonces, como la seguridad pública.

De las películas con los Hermanos Almada fungiendo ya como federales, o como pistoleros, hasta la realidad de un pueblo enclavado en el cruce exacto de tres estados y sus principales carreteras, la violencia fue envolviéndolo todo, como una capa apenas visible de musgo, o herrumbre.

Ya no lo platico. Pero cuando alguna vez, en mis mocedades, comenté a algún conocido cómo veíamos cargar y descargar camionetas en plena calle, con bultos de mariguana, alguien me hizo burla. ¡Cálmate, en tu vida vas a saber lo que es un cargamento!

Lamentablemente, sí sabíamos lo que era, el montón de paquetitos cuidadosamente acomodados en la caja cuadrada de una camioneta 4x4. Teníamos diez, doce años, y nuestros padres nos llamaban rápido, a encerrarnos en casa. Aquellas eran tardes de soledad y silencio, sólo esperando que las camionetas ya cargadas, partieran hacia destinos que afortunadamente jamás supimos.

Hoy, una generación después, a mi hija le toca vivir lo mismo, si bien en circunstancias harto diferentes. Está por cursar el primer año de educación primaria. Y para que no vayan tan en desventaja, se pide a los alumnos que practiquen, en casa y lejos de las autoridades educativas vigentes, el abecedario, números, sumas y restas elementales, que sepan escribir su nombre

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completo, que sean capaces de idear o en su caso, recrear un cuento, una historia vista o escuchada.

Sí, leyó bien, FUERA DEL KINDER. Todo se hace por ‘debajo del agua’, la práctica no debe hacerse en las instituciones oficiales, eso va en contra de las normas. Ella sabe deletrear, va uniendo sílabas y formando sus primeras palabras, entrará seguramente en primer año, sabiendo leer. Ya lee frases sencillas. Y desafortunadamente, nosotros, padres ahora, no

podemos encerrarla en una burbuja de cristal y enviarla a otra galaxia, lejos de la ineptitud gubernamental y mucho menos, lejos de la violencia que se ha vuelto tan cotidiana como los aumentos a la gasolina o la especulación alentada por la gripe aviar.

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Ella no ha visto ningún cargamento de mariguana. A Dios gracias, no ha estado en medio de una balacera, aunque ha oído los tiros, los granadazos, las explosiones que retumban en medio de la noche.

Ella sabe, a sus cinco años, que hay cosas que no se pueden decir afuera, en público. Sabe que los malos pasean a sus anchas en la ciudad, que en su escuela hay hijos de malos que amenazan a cualquiera con matarlo, o matar a su papá y a su mamá, si no les dejan libre el columpio. Sabe que allá afuera hay que tener cuidado, porque los malos hacen el mal nomás porque si.

Papi, ¿y por qué hay gente que es mala? me pregunta a veces. Y le respondo lo más sinceramente posible, tratando de convencerme también. Porque hay gente que no quiere ser buena, porque hay gente que no quiere hacer las cosas bien, y pensando en los demás.

Me veo obligado así, a tomar una postura, a cuestionarme, a levantar un poco la voz y entreabrir la puerta. El valor de quienes salimos de casa sin la certeza de saber si ese día habremos de regresar, es lo que impide que este país colapse de una vez. Y ese mismo valor es lo que quiero que conserve intacto mi hija. Que crezca sin mis miedos ni temores, que crezca sabiendo que hay gente mala, sí, que hace el mal porque quiere y le gusta, cierto, que es mala porque no sabe ser otra cosa sino eso, tan sólo eso: maldad.

Pero que ellos no podrán jamás quitarnos lo que hay precisamente detrás de esa puerta: el amor de la familia, la amistad impagable, las horas de música y libros y las tardes de televisión e Internet, la conciencia de saber que, vulnerables y todo, sólo ha sido vencido quien realmente tenía la intención de deponer las armas sin siquiera haber abierto la puerta para mirar de frente y cara a cara a su enemigo. Un enemigo que lleva como principal insignia nuestro miedo y nuestro silencio.

Y ambos son una herencia que no pienso dejarle a mi hija.

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El Enamorado [Paloma Hidalgo Díez] Ilustración: Longing 1 de Sanja Gjenero, efecto por José Luis de la Fuente.

Rastreé detrás de todas las puertas que me abrieron, más bien pocas a mi pesar, y en todos los asientos traseros de coche que compartí, que los cuento con los dedos de una mano. Levanté bastantes edredones mullidos buscándolo y también me perdí entre las faldas de alguna mesa camilla cuando era un crío. Las cortinas, los ascensores, cinco trenes y creo que dos aviones, fueron testigos del mismo desesperante resultado. Ni en la piscina, ni en el océano pude encontrarlo. Cuando estaba a punto de claudicar, de creer a los que me decían que el amor es tan sólo un fantasma que se hace visible a unos pocos, apareció ella. Con su mirar de cielo de verano y su sonrisa de luna creciente, se apoderó de mis retinas primero y de mis emociones después. Y así sigo, loco de amor por la mujer de mi hermano mayor.

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Introspecto [K*RLOS Naranjo Picone] Ilustración: Schlemihls in the Loneliness of the Room de Ernst Ludwig Kirchner.

¿Qué se encuentra detrás de la puerta? Cuando vas a lo profundo Las emociones se desbordan Al igual que te hacen gozar te trastornan Te transforman Al igual que te acarician Te arañan Y se quedan en lo más profundo de tu memoria ¿Qué puedes encontrar dentro de tus cuatro paredes en realidad? ¿Hasta dónde llega la fantasía? ¿Hasta dónde llega la razón? Se tuerce y deja de hablar con el corazón Tu realidad se convierte en una verdad arreglada En una mentira por la conveniencia amparada El dolor y el placer Que no crees que a los demás pueda convencer Se traducen en vergüenza y displacer Que tu tranquilidad no puede someter Al cerrar esa puerta emocionado Invitar a las emociones a navegar

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Si estás acompañado A las manos y miradas perderse en la oscuridad A generar música con el sonido de los latidos y la respiración Rápidamente se acelera y proyecta melodías con conmoción Cuantas veces entre mis cuatro paredes los sonidos prohibidos Han proyectado un eco que se va perdiendo en la oscuridad Para luego quedarme solo aferrado a mi cama Y sin que nadie me escuche empezar a llorar La soledad se vuelve mi compañera al final Después de que la tempestad y el calor de la pasión Sale por la misma puerta por donde entró No me quedo solo después de todo, tengo mis ideas Acompañándome al terminar Es como un coctel de recuerdos Mis ideas crean una cárcel mental Es un platillo frío para devorar Incluye alegría, culpa, a veces miedos Y también ansiedad Finalmente el deseo de no continuar Que el día de mañana no llegue todavía Aún estoy muy cansado para enfrentar el siguiente día Así que… he cerrado la puerta

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Comienzan a dar vueltas las manecillas del reloj Cada golpeteo es un recuerdo De que mañana de nuevo amanecerá El tiempo se va como agua entre las manos Aunque amarres tus pies y tus brazos No eres dueño de tu destino Te lo vuelvo a mencionar con más fuerzas Solo una cosa te aviso Entre más te esfuerces por mantenerte despierto Más pronto dormirás Mira hacia tu interior Y pronto descubrirás Que detrás de estas paredes Dentro de tu cuarto Tus ideas siempre te van a acompañar Sean ángeles o sean monstruos Ahí van a estar ¿Acaso estás perdiendo la paciencia? Tus manos se deslizan rápidamente Surcan las ranuras del picaporte de la puerta Tu humor cambia constantemente Desesperadamente dejando evidencia De cómo la paciencia Se te está terminando

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De la natural demencia por salir Pero aún no te vez escapando Te preguntas por qué ¿Acaso no conoces la respuesta? No te estés engañando Queriéndote ver inocente Ya que eres tú solamente Tú y tu mente nada más Tu compañera, tu amiga, tu soledad A veces tu desidia Que crea y también destruye tus sueños Traza paisajes, traza senderos Detrás de la puerta Abrazando la demencia Eres un ser humano al final Me siento solo A veces me siento querido El vaivén de emociones tiene mucho sentido No es algo por lo que me deba asustar Cuando cierro la puerta Y me quedo conmigo al final.

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Luces de Ciudad [Ana M. Gutiérrez] Ilustración: Sao Paulo at night de Roberto V.

Aquella tarde preparó todo minuciosamente, de acuerdo con el plan diseñado desde hacía un mes. A la hora precisa salió al frío de la noche en la ciudad en que las luces siempre le parecen estar de más. Como cada mes caminó contando los pasos hasta la transitada avenida que a esa hora lucía desierta, oscura como boca de lobo. En los audífonos sonaba su canción favorita, definitivamente se sentía de muy buen humor cuando dio vuelta hacia el parque. Al llegar buscó el sitio adecuado detrás de un árbol y esperó. La adrenalina le recorría el cuerpo, en la oscuridad se podía adivinar la media sonrisa de algo parecido a la emoción dibujada en su rostro.

Es casi la medianoche cuando la ve, aunque es lo suficiente tarde para ella, para él es la hora más adecuada; le sale al paso y sin darle tiempo de nada, en un movimiento preciso le corta la garganta. Esta ciudad tiene demasiadas luces, le dice mientras la deposita suavemente en el suelo. Saborea el desconcierto en su mirada justo antes de perderse en el cielo estrellado. Rápidamente guarda un poco de sangre en un tubo, le cierra los ojos y los labios con un beso y se aleja de prisa.

Más tarde, al llegar a casa, desde su ventana notará que otra luz se apaga en la ciudad mientras, con una pincelada de sangre, marcará una raya más al calendario colgado detrás de la puerta.

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Like a Rolling Stone [Ramón Zarragoitia] Ilustración: Rojo 2 de Alfredo Araújo Santoyo.

Carlo regresa a casa vencido por su propia existencia, con la lengua fuera, jodido, con ganas de revancha y un sobre lleno de billetes en la mano.

Esta mañana fue al trabajo temprano. Se afeitó a conciencia. Se dio una ducha corta, abrasadora, tonificante. Después un café de la tarde anterior, un biscote escaleras abajo y el número once: ronda universitaria y avenida Libertadores, como siempre, por los pelos. Pero así era la vida hasta esta mañana y Carlo, inmerso en ella como un reo a perpetuidad, se sentía feliz.

Carlo deposita el sobre en el bolsillo de la gabardina. Respira hondo mientras ensaya por última vez lo que dirá: que él no ha tenido la culpa, que la culpa es de la puta crisis que todo se lleva por delante, que él ha servido (porque esa es la palabra que tiene pensado utilizar: SERVIR; la lleva impresa en el ADN) a la empresa con abnegación durante estos veinte años... «Tú bien lo sabes amor, ¿cuántas tardes te dije que no para quedarme repasando una memoria?, ¿o para cuadrarle los balances de relumbrón al Jefe de Departamento González? El hijo de puta de González: por fin me quitó de en medio...».

Entonces principia el teatro de la vida. La casa está oscura y silenciosa. El corredor aparece limpio: un tubo de marcos marrones con hojas cerradas. Al fondo a la izquierda una puerta a medio cerrar. Al fondo a la izquierda una puerta a medio abrir. Carla debería estar en el mercado. Como cada mañana, se la imagina comprando productos frescos con los que guisará su cena. Sin embargo, puede verse una rendija de luz amarillenta. Carlo presiente a su esposa en la habitación. Calla avergonzado. Su mano, instintivamente, vuelve al bolsillo de la gabardina y extrae el único

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tributo de consolación, de súplica clemente, que podrá ofrecer. Carlo M. Strogoff y su salvoconducto de estraza tamaño monarca.

Lorem ipsum dolor sit amet... Sí y aun con ello, al llegar al dormitorio, Carlo será hoy despedido por segunda vez: Carla degusta el inmenso falo de un tipo morocho. Lo hace desaparecer por turnos en el interior de la boca, saboreando fluidos, violando sus propios dientes y unas comisuras que parecen no dar de sí ante el tamaño y el brutal empuje del aparato del tipo. Lo peor no es la sumisión de ella ni la forma en que él, retorciéndole el cabello cobrizo, la obliga a tragar y tragar, sino que el sobre se le ha caído al suelo.

Pobre Carletti, ya ni siquiera el odio te asiste. No sientes deseos de venganza. No te atormentan las ganas de abrir la puerta mediante un patada de Kung Fu, de penetrar en el cuarto como una tromba cuchillo en mano, clamando justicia y amenazando con el más trágico final, mientras el semen gotea por la boca entreabierta de ella y el morocho trata de cubrirse con alguna almohada. Pero el cornudo sentirá un infinito placer. No kidding. Para cuando se dé cuenta, llevará un buen rato espiando y acariciándose por encima del tergal de laburo y su tan discreto miembro habrá tomado el control del personaje. ¡Oh, Goodness! Carlo el generoso, el redentor, voyeur de diario, adorador de ídolos superdotados a quienes todo ofrenda.

Así es como entra en escena: discretamente. Carlo alivia el nudo de su corbata mientras se libera de la gabardina y los zapatos sin cordones. Ante el gesto incrédulo del morocho, cuyos ojos de ranura declaran vencedor al placer por encima de la alarma, se arrodilla junto a su amada esposa y comienza a lamerla por detrás... ¡Bravíssimo!... El escenario se ha convertido en un gran ballet. La coreografía parece mil veces ensayada. Todos llegan a tiempo a sus posiciones y el ritmo,

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la cadencia, el puro equilibrio preside esta representación. Ahora el trenecito. Después algo más osado: Double-Trouble, figuritas en balance, ¿qué tal un intercambio de papeles, ah?

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El Cholo se está duchando. Utilizará el jabón de Carlo y se secará con la toalla que lleva grabadas sus iniciales. A continuación tomará café negro en su propia taza, se despedirá de Carla con un beso en la boca y de él con un «Celebro conocerle», seguido por un vigoroso apretón de manos. Carlo y Carla se observan en la cocina. Están sentados alrededor de la mesa de fin de semana, la que apenas utilizan en días de labor —pues sus horarios no se lo permiten—. Ambos se miran con una mezcla de: pudor, alivio, deseo y remordimiento. Él ha traído un sobre repleto de dinero. Ella un triángulo a sus vidas. Él ha puesto un punto y final. Ella ha añadido un nuevo párrafo al guion del drama.

Habla Carlo. Demanda cierta información. Pregunta por el tipo: cómo se llama, de dónde es, cómo se conocieron, si hace mucho tiempo que…

Carla fuma un tanto ausente. Piensa, «¡Ey, fíjense qué lustre de labios! A lo mejor deberían inventar una nueva crema para pieles resecas. Quizás a base de esperma... de morocho». También se ha duchado, se cepilló los dientes y aparece renovada y vigorosa, aunque sin muchas ganas de conversar. Concluye que todo se ha solucionado de la mejor manera posible. No obstante, también se pregunta cómo continuará aquel guion ahora que son tres y la línea ya no discurre equidistante sino que podría tender a formar ángulos obtusos.

«¿Habré gritado?», Carlo despierta de golpe. Descubre que Carla sigue a su lado, durmiendo plácidamente mientras el digital de color verde señala las 3:07. No puede evitar contemplarla durante unos instantes. Ella, con su cuerpo de diosa, con su sexo lúbrico y generoso, con sus pechos de Surgery. En más de una ocasión la había poseído así: entre sueños; tanteando primero por debajo de las sábanas; acariciando su vientre plano y descendiendo después por el camisón de

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seda. Buscaba un cambio en su respiración, una pregunta soñolienta, un “ahora no, querido, estoy cansada”. Pero ella siempre se dejó hacer, incluso toleró de buen grado el que él la cambiara de postura y lentamente la hiciese suya sin llegar a despertar. «Anoche me vine en sueños», dice hoy durante el desayuno. Él pregunta interesado, «¿Y con quién fue esta vez, con el comercial de TV por cable, con el muchacho rubio del Supermarket?... No me lo digas: con el morocho».

Carlo escucha por enésima vez la historia del morocho y su polla de hierro. El morocho brutal e incandescente que se te clava como un electrodo en las entrañas y te arranca el puro placer. Carlo es ahora un onírico potentado.

Diez treinta. El Building. Carlo se excusa con un recado. El preludio implica tomar un grueso portafolios, introducir en él varias cuartillas sin firmar y abandonar el laburo para llevar a cabo un par de gestiones que (todos desconocen) se efectuaron la víspera a última hora.

Diez treinta y tres. La avenida es un hervidero de trajes y autos. El sol broncea las fachadas, los metales, las pieles. Carlo ha abandonado corriendo la oficina. Ni siquiera tomó el ascensor. Siente el tacto rugoso del cuero entre sus manos.

Diez cincuenta y cinco. Carlo llega jadeando a la puerta del motel. Se detiene ante un escaparate contiguo, una óptica, y a través de la luna reluciente contempla de reversa a los viandantes. Un segundo más tarde, con un gesto natural mil veces acometido antes, consulta los mensajes en su celular. Tan solo le interesa uno, el de cada martes a la misma hora. Hoy dice: 405.

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Diez cincuenta y ocho. Carlo acaba de atravesar el hall con la cabeza bien alta. El ascensor lo espera premonitorio, con las puertas abiertas y el teclado iluminado en azul. Pulsa el botón que enmarca el número cuatro y aguarda el zumbido. Suele marearse en el elevador.

Diez cincuenta y nueve. Cuarta planta. Pasillo desierto. Al llegar a la tercera puerta de la mano izquierda, Carlo descubre una rendija. Su reloj señala las once con un pitido y es entonces, con precisión de opereta germánica, cuando por fin vuelve a salir a escena.

Acto final. No Way Out. Carlo empuja suavemente la hoja de madera y aluminio. “Click”; el mecanismo da fe de que están solos. El Máster-de-los-Mandados se despoja de su otra vida a lo largo de los escasos tres metros de corredor que lo separan del pie de cama. Inspira hondo y manipula varias veces el cuero de su propio portafolios, cerciorándose a cada embestida de que se retrae apropiadamente.

Es entonces cuando Big Mouth (Like a rolling stone) dobla la breve escuadra que forma la pared del baño. Sobre una gran cama sin revolver descubre a su morocho: un guiño de ojo marrón a modo de bienvenida; un contundente falo enhiesto, con su glande violáceo y gotitas de fluido pringoso resbalando hacia los costados; y la sonrisa de Carlo que se dilata de rodillas para recibir la puritita medicina…

Todo ello detrás de una nueva puerta y les aseguro que esta vez no se tratará de ningún sueño.

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Puerta Cerrada [Fanny Enrigue] Ilustración: Back de Cecilia Johansson.

puerta cerrada lluvia con qué lengua encontrar los límites oscuros de mi cuerpo si la piel se ha tensado hasta el desequilibrio y no alcanzo ya mi propia sombra me encuentro juntando cadáveres de pájaros muertos en agosto, certezas prostituyéndose en el burdel más barato, pero sólo la ausencia la carne y sus venganzas sólo contornos infinitos del deseo de haberme dejado devorar por entero (limo a limo hasta la última fuga) de no ocultar lo frágil al amparo de ceniza ni dejar al verano cuidado en los caminos de la lengua

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cierra mi cuerpo fronteras con la pesadez de una condena, de un olvido sin saber, sin poder callar cómo callar tu voz que se levanta y me dice “estoy cansado, otro lleve el tiempo la máscara otro se quede contigo” canto a tu oído lleno de rocas las palabras se hunden a la orilla de la cama

Tomado de Del silencio hacia la luz.

Mapa poético de México.

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Casa Tomada [Julio Cortázar] Ilustración: Divorce de C Glass. Texto tomado de Ciudad Seva

Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.

Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las últimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos al mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y cómo nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos. Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada por nuestros bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.

Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No sé por qué tejía tanto, yo creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada. Irene no era

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así, tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno, medias para mí, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina.

Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pullover está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor lleno de pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería; no tuve valor para preguntarle a Irene qué pensaba hacer con ellas. No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba plata de los campos y el dinero aumentaba. Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa y a mí se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.

Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la

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parte más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel daba al living. De manera que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo que conducía a la parte más retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y mas allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho que llevaba a la cocina y el baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse; Irene y yo vivíamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la puerta de roble, salvo para hacer la limpieza, pues es increíble cómo se junta tierra en los muebles. Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento después se deposita de nuevo en los muebles y los pianos.

Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene estaba tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fui por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o en la biblioteca. El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tiré contra la pared antes de que fuera demasiado

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tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y además corrí el gran cerrojo para más seguridad.

Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a Irene:

—Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado parte del fondo.

Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.

—¿Estás seguro?

Asentí.

—Entonces —dijo recogiendo las agujas— tendremos que vivir en este lado.

Yo cebaba el mate con mucho cuidado, pero ella tardó un rato en reanudar su labor. Me acuerdo que me tejía un chaleco gris; a mí me gustaba ese chaleco.

Los primeros días nos pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada muchas cosas que queríamos. Mis libros de literatura francesa, por ejemplo, estaban todos en la biblioteca. Irene pensó en una botella de Hesperidina de muchos años. Con frecuencia (pero esto solamente sucedió los primeros días) cerrábamos algún cajón de las cómodas y nos mirábamos con tristeza.

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—No está aquí.

Y era una cosa más de todo lo que habíamos perdido al otro lado de la casa.

Pero también tuvimos ventajas. La limpieza se simplificó tanto que aun levantándose tardísimo, a las nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos cruzados. Irene se acostumbró a ir conmigo a la cocina y ayudarme a preparar el almuerzo. Lo pensamos bien, y se decidió esto: mientras yo preparaba el almuerzo, Irene cocinaría platos para comer fríos de noche. Nos alegramos porque siempre resultaba molesto tener que abandonar los dormitorios al atardecer y ponerse a cocinar. Ahora nos bastaba con la mesa en el dormitorio de Irene y las fuentes de comida fiambre.

Irene estaba contenta porque le quedaba más tiempo para tejer. Yo andaba un poco perdido a causa de los libros, pero por no afligir a mi hermana me puse a revisar la colección de estampillas de papá, y eso me sirvió para matar el tiempo. Nos divertíamos mucho, cada uno en sus cosas, casi siempre reunidos en el dormitorio de Irene que era más cómodo. A veces Irene decía:

—Fijate este punto que se me ha ocurrido. ¿No da un dibujo de trébol?

Un rato después era yo el que le ponía ante los ojos un cuadradito de papel para que viese el mérito de algún sello de Eupen y Malmédy. Estábamos bien, y poco a poco empezábamos a no pensar. Se puede vivir sin pensar.

(Cuando Irene soñaba en alta voz yo me desvelaba en seguida. Nunca pude habituarme a esa voz de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta. Irene decía que mis sueños consistían en grandes sacudones que a veces hacían caer el cobertor. Nuestros dormitorios tenían el living de por medio, pero de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa. Nos oíamos

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respirar, toser, presentíamos el ademán que conduce a la llave del velador, los mutuos y frecuentes insomnios.

Aparte de eso todo estaba callado en la casa. De día eran los rumores domésticos, el roce metálico de las agujas de tejer, un crujido al pasar las hojas del álbum filatélico. La puerta de roble, creo haberlo dicho, era maciza. En la cocina y el baño, que quedaban tocando la parte tomada, nos poníamos a hablar en voz más alta o Irene cantaba canciones de cuna. En una cocina hay demasiados ruidos de loza y vidrios para que otros sonidos irrumpan en ella. Muy pocas veces permitíamos allí el silencio, pero cuando tornábamos a los dormitorios y al living, entonces la casa se ponía callada y a media luz, hasta pisábamos despacio para no molestarnos. Yo creo que era por eso que de noche, cuando Irene empezaba a soñar en alta voz, me desvelaba en seguida.)

Es casi repetir lo mismo salvo las consecuencias. De noche siento sed, y antes de acostarnos le dije a Irene que iba hasta la cocina a servirme un vaso de agua. Desde la puerta del

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dormitorio (ella tejía) oí ruido en la cocina; tal vez en la cocina o tal vez en el baño porque el codo del pasillo apagaba el sonido. A Irene le llamó la atención mi brusca manera de detenerme, y vino a mi lado sin decir palabra. Nos quedamos escuchando los ruidos, notando claramente que eran de este lado de la puerta de roble, en la cocina y el baño, o en el pasillo mismo donde empezaba el codo casi al lado nuestro.

No nos miramos siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta la puerta cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían más fuerte pero siempre sordos, a espaldas nuestras. Cerré de un golpe el cancel y nos quedamos en el zaguán. Ahora no se oía nada.

—Han tomado esta parte —dijo Irene. El tejido le colgaba de las manos y las hebras iban hasta la cancel y se perdían debajo. Cuando vio que los ovillos habían quedado del otro lado, soltó el tejido sin mirarlo.

—¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? —le pregunté inútilmente.

—No, nada.

Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de mi dormitorio. Ya era tarde ahora.

Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.

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Colaboradores

Alfredo Araújo Santoyo

Colombia. Nacido en 1972 en Bogotá. Pintor, escultor y docente. Ha realizado estudios de cerámica, dibujo y pintura en los talleres de Alicia Tafurt y Pilar Santoyo, y cursado estudios superiores en Pintura, Escultura y Cerámica en la Real Academia de las Bellas Artes de Bruselas, Bélgica, con especialización en Disección Anatómica en el Höspital Erasme, U.L.B., de la misma ciudad. Ha expuesto tanto individual como colectivamente en las ciudades más importantes de su país natal, entre ellas Bogotá, Cartagena y Medellín, así como en Bruselas, Gante, París, Hamburgo, Miami, Santo Domingo, por citar sólo algunas. Participó como ilustrador en los números 8 y 9 de la revista Común (1993) y en el libro Antología Escencial, Amparo Osorio (1998, Ed. Común Presencia), su obra fue antologada en el libro Neorrealismo Contemporáneo Colombiano (200, Art Editions Ltda. – George Nader Latin American Art) y recopilada en el libro Araújo Santoyo y la Pintura al Desnudo (2004, Ediciones y representaciones Fábula). Mantiene el blog Araújo Santoyo y dirige el espacio cultural Chidaram.

Amanda Fuentealba

Chile. Nacida el año 1995 en Santiago de Chile, Amanda Fuentealba Hernández es una joven con clara conciencia social, animalista y ecológica. Ha colaborado en Revista Ajayu, con el ensayo Los medios de comunicación y el conflicto mapuche, y con la fotografía en la portada del libro Ficciones detrás del espejo. Actualmente publica, en su cuenta de Flickr, fotografías donde puede reflejarse su compromiso con una sociedad más igualitaria.

Ana M. Gutiérrez

México. Contadora cuentacuentos bajacaliforniana que reside en Tecate. Se inició temprano en la lectura y tarde —porque se le da bien eso del destiempo— en la escritura de prosa poética principalmente. Aprecia el humor negro y opina que es una cualidad especial en las personas. Le encantan los cuentos de finales infelices. Sus favoritos son los escritores latinoamericanos, aunque ha husmeado en uno que otro europeo principalmente en narrativa y novela. Adicta a la luna y a todo lo que tenga que ver con el desierto. Publicó alguna vez y aunque se acuerda donde, apenas la conocen en su casa. Escribe desde marzo del 2004 en 7DuendeS y esta es la primera vez en un proyecto colectivo.

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Anna M. Calero

España. Nacida en 1966, cerquita de Barcelona que ha sido cuna y es cama de tantas de sus emociones. Su gran referencia, su hijo, y más, su familia, y ¿cómo no?, sus amigos, eso es con lo que dice contar, que no es poco. Y su motivo, vivir la expresión artística en cualquiera de sus formas, atrapar en un lienzo o en las palabras de unas hojas todo lo que la rodea, poquito a poco, sin correr más de lo estrictamente necesario. No pone fechas a sus cuadros, tampoco en sus páginas porque entiende que forman parte de un proceso de aprendizaje que justo acaba de empezar. Mantiene el blog Mi caballo de fuego.

C Glass

Estados Unidos. http://www.sxc.hu/profile/MissCGlass

Carlos Alberto Olague Alcalá

México. Publicista, director general de una agencia BTL. Nacido en la ciudad de México, pero radicado en Zacatecas. Se dice candidato a portador de la vela perpetua, aunque la vela perpetua no está muy de acuerdo. También es monero, y la mayor parte del tiempo no sabe qué hace aquí además de

diseñar la portada. Se le puede encontrar en su página Diez punto cinco publicidad y su blog personal En mi opinión.

Cecilia Johansson

Suecia. http://www.sxc.hu/profile/cillenj

Dran

Toulouse, Francia. Artista urbano e ilustrador. http://retroactif.free.fr/dran/

Edward Hopper

Estados Unidos. (Nyack, 1882 - Nueva York, 1967). Pintor impresionista y realista, integrante del Grupo de los Ocho, de la escuela Ashcan del Nuevo Realismo Americano. Es reconocido por sus cuadros que retratan la soledad en la vida cotidiana estadounidense. Realizó estudios en la Escuela de Artes de Nueva York, pero encontró en sus viajes a Europa, entre 1906 y 1910, sus principales influencias tanto de estilo como de temática, adaptándolos a su estilo definitivo a su regreso a Estados Unidos, de éste período abundan en su obra imágenes urbanas y paisajes. Entre 1915 y 1923 abandona la pintura para dedicarse al grabado, principalmente, obteniendo

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numerosos premios y reconocimientos, que le convirtieron en un referente para los pintores realistas de su época. La pintura utilizada en este

número se obtuvo de Wikipaintings.org. Ernst Ludwig Kirchner

Alemania. (Aschaffenburg, 1880 - Frauenkirch Suiza, 1938). Pintor e impresor, formó parte del grupo de estudiantes de la Escuela Técnica Superior de Dresde que fundaron el grupo expresionista Die Brücke (El Puente) en 1905. Estudió arquitectura en Dresde y pintura en la Escuela de Bellas Artes de Múnich. En los años previos a la Primera Guerra Mundial, radicado en Berlín, se interesó en reflejar la vida agitada de la ciudad, principalmente la prostitución callejera. En 1914 se enroló como voluntario en el ejército, que tuvo que abandonar tras una severa crisis nerviosa. Dada su situación mental, se trasladó a Davos, Suiza, donde continuó su obra con mayor tranquilidad, dedicándose al paisajismo. En 1937 el gobierno nazi destruyó gran parte de su obra por considerarla arte degenerado, lo que empeoró su estado emocional y le llevó al suicidio. El Museo Kirchner de Davos posee la mayor colección de su obra. La pintura utilizada en esta edición se obtuvo del sitio Wikipaintings.org.

Fanny Enrigue

México. Nació en Guadalajara, Jalisco. Estudió la Licenciatura en Filosofía en la Universidad de Guadalajara. Está por concluir el Doctorado en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. Ha participado en encuentros de poesía nacionales y extranjeros y publicado en diversas revistas y antologías. Es autora de dos libros de poesía: Sucesión de la sombra (Ed. Paraíso Perdido/Santa María Juana Ed., 2007) y Prácticas de crueldad para el verano (Ed. El Viaje, 2012).

Francisco Arriaga

México. Escritor zacatecano que nació en Aguascalientes y vive en Tamaulipas. Coleccionista de libros, impresos o electrónicos, que también le hace a la música, la patrología, la historiografía, y en sus ratos libres ha escrito para algún periódico zacatecano, pero ya el lector verá qué va descubriendo en sus propias palabras. Se le puede encontrar en Qvod ago.

Gloria Galán Marín

España. Badajoz, 1968. Es Ingeniera Industrial y profesora de Ingeniería Mecánica en la Universidad

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de Extremadura. Mantiene, al alimón con Juan Medina, el blog Iniciación a perderse.

Iván Rafael

España. Según le han dicho, nació en Oviedo en 1976, aunque no conserva recuerdos de aquel momento. Desde entonces no olvida que reside en Madrid. Ha ido al colegio, al instituto y a la universidad. Ya no. En la actualidad se dedica, entre otras cosas, a intentar escribir poemas que publica en el blog Voz de Tiza y allá dónde sean acogidos.

Javi Larrauri

España. (Madrid, 1971) Artista plástico de raices andaluzas, se crió entre su ciudad natal y Cádiz, donde reside gran parte de su familia. Empezó a pintar de manera autodidacta y, tras un fugaz paso por un taller, emprendió su carrera por su cuenta. A partir de ahí, poco a poco, se fue metiendo cada vez más en el mundo de la pintura. Su obra ha evolucionado desde la búsqueda del arte en sí mismo hasta su concepción como instrumento social. En los últimos años ha dedicado todo su esfuerzo a la recuperación y difusión de la memoria histórica republicana, y a las reivindicaciones del colectivo LGTB, con exposiciones entre las que se cuentan

Marcos con M de Memoria (Homenaje a Marcos Ana), Mujeres Republicanas, La Luz de Aquella Tierra (Mujeres Republicanas en el Exilio), Testigos de un Tiempo Maldito y Memoria del Exilio. Su trabajo puede ser apreciado en su sitio web.

Jesús Flores Olague

México. Zacatecas, 1947. Doctor en filosofía e historia es actualmente director del proyecto Historia de Zacatecas. Ha ejercido también labores periodísticas y docentes. Promotor cultural incansable, confiesa que “en medio de miles de tareas, oficios y disfraces” ha podido desplegar algunas veces sus “dotes de saltimbanqui en el retiro, de trovador mudo, de tahúr a destiempo” y ha logrado saber en algunos instantes precisos e irrepetibles el “santo y seña de la vida”. Cuenta en su haber con siete poemarios publicados: Péndulo y esfera (Grapher, 1986 y El Trapecio Oscilante, 1996), Meditación en cuatro tiempos (Universidad Autónoma de Zacatecas, 1991 y El Trapecio Oscilante, 1996), Cenizas del alba (El Trapecio Oscilante, 1995), Bosquejo del viento (El Trapecio Oscilante, 1998), Buril de fuego (El Trapecio Oscilante, 2003), Guitarra de arena (El Trapecio Oscilante, 2008) y Ya de otoño (El Trapecio Oscilante, 2011). Se le puede encontrar en su página web.

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Jesús Humberto Olague Alcalá

México. Ingeniero en Sistemas Computacionales nacido en la Ciudad de México, es zacatecano por todas las leyes, escribe por afición y pudo ser médico pero siente repulsión hacia las heridas, le gusta casi toda la música, en especial la trova, y casi toda la lectura, principalmente la de escritores latinoamericanos, prefiere las ciudades coloniales a las playas y las corridas de toros a las peleas de gallos, y tiene el gran problema de que todo lo demás se le olvida si tiene un aparato de TV frente a él, aunque esté apagado. Ha colaborado como columnista invitado sobre temas diversos en El Diario NTR, periódico de circulación local, y algunos de sus minirrelatos han sido incluidos en la Primera Antología Triple C (Macedonia, 2012); Minibichario, el libro de los seres no imaginarios (Ficticia, 2012) y Alebrije de palabras: Escritores mexicanos en breve (en prensa). Coordina la revista virtual literaria El Descensor. Puede ser encontrado en Lo que es no tener que hacer y Digo, yo nada más digo.

Jimena Antoniello

Uruguay. (Montevideo, 1978). Guionista y escritora. Realizó estudios de Letras en la Facultad de

Humanidades en Montevideo y en la Universidad Complutense de Madrid, donde obtuvo el DEA en Historia Antigua. Ha sido galardonada con dos premios literarios, en poesía con Modo Indicativo, Premio Félix Francisco Casanova, en España, 1999, y en narrativa hiperbreve con Crecer, Certamen de Relatos Hiperbreves de la Editorial Acumán, en el 2003. Sus publicaciones incluyen Exilio, Subordinada Circunstancial y El Perfume, en la Revista Otro Cielo. MARTÍN FIERRO ¿cuarto gaucho oriental? (Cuadernos de Marcha) y Relatos de la Creación en el Cristianismo Antiguo: El Papel Asignado a la Mujer (Colección Avances de Investigación FHCE, 2011). FEDRA y EL ALBA, en Revista VERBALINA/AContrapalabra (Diciembre 2011), Historias Desde Muy Lejos, Revista Digital MiNatura (España, Noviembre 2011) y el poema DESEO, por Revista Literaria ALDABA (Sevilla, Enero 2012) y La Casa Vacía de Lilja Torr, Revista Literaria Alvaeno (Febrero 2012), y 22 Mujeres (Irrupciones Grupo Editor, Montevideo, Abril 2012).

José Luis de la Fuente

España. Informático de profesión y cuentero de afición. Los cuentos son su salvavidas ante la tormenta diaria de máquinas, cables y bits. Le gusta escribir cuentos directos, breves, de fácil lectura, de

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literatura llana y sin preciosismos. Y lo confiesa totalmente arrepentido. No sabe hacerlo de otra forma pero promete mejorar con el tiempo —de mayor quiere ser cuentero—. Un antiguo profesor una vez le dijo: “cuando alguien pierde toda capacidad de sorpresa, de asombro, de fascinación… está muerto y no se ha dado ni cuenta”, así que le gusta pensar que con sus cuentos, es capaz de sorprender al menos durante un segundo al lector ocasional y contribuir con su granito de arena a que continúe vivo. Tiene cuentos publicados en Los cuentos y administra la página Desde el otero.

José Manuel Ortiz Soto

México. Nacido en Jerécuaro, Guanajuato en 1965. Médico con especialización en pediatría médica y subespecialidad en cirugía pediátrica. Ha publicado los libros Réplica de viaje, poemario (2006), Ángeles de barro (2010), Cienfictimínimos. Microrrelatario de Ficticia (2012) y Las metamorfosis de Diana / Fábulas y otras historias para leer en el naufragio (en prensa). Ha coordinado las antologías de minificción mexicana Minibichario, el libro de los seres no imaginarios (Ficticia, 2012) y Alebrije de palabras: Escritores mexicanos en breve (en prensa). Ha tomado talleres de creación literaria con Agustín Cadena, Alberto Chimal, Marco Fonz y en Taller de minificciones de

Ficticia. Participa en la web con los blogs Ángeles de barro (poesía), Cuervos para tus ojos (minificción), Un pingüino rojo (narrativa y poesía para niños) y Médicos mexicanos por la cultura y el arte. Es miembro del comité editorial de la revista Internacional Microcuentista y creador-coordinador de la Antología virtual de minificción mexicana.

Juan Medina

España. Badajoz, 1969. Doctor en Economía y, en la actualidad, profesor de Teoría Económica en la Universidad de Extremadura. Ha publicado un libro de poesía, Iniciación a perderse. También ha colaborado en diversas revistas de creación como Palabras malditas, Groenlandia, A contrapalabra y Margen cero. Se le puede encontrar en su casual reader blog Iniciación a perderse, que mantiene al alimón con Gloria Galán Marín.

Julio Cortázar

Francia. (Julio Florencio Cortázar Descotte, Ixelles, 26 de agosto de 1914 - París, 12 de febrero de 1984). Escritor argentino nacido en Bélgica, nacionalizado francés. Vivió desde los cuatro años en Mendoza, Argentina. Inició estudios de Filosofía, pero los dejó para dedicarse a la docencia, lo que le llevó a radicar

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por un tiempo en Bolivia. Luego de su regreso a Argentina tiene su única incursión en guión cinematográfico, aunque una parte de su obra ha sido llevada a la pantalla grande. Obtiene título como traductor público, lo que le llevará a París, donde radicará los últimos años de su vida y obtendrá la nacionalidad francesa. Fallece a causa de leucemia a la edad de sesenta y nueve años. Es considerado uno de los principales escritores latinoamericanos de la segunda mitad del siglo pasado y uno de los autores más innovadores de su época por la complejidad de sus personajes, la circularidad y atemporalidad de su narrativa, que transita entre lo real y lo fantástico. Entre su vasta producción literaria se pueden destacar los libros Historias de cronopios y de famas (mixto), Rayuela (novela), Bestiario (cuentos), Pameos y meopas (poesía), Fantomas contra los vampiros multinacionales (cómic) y Los autonautas de la cosmopista (crónica de viaje, en coautoría con Carol Dunlop, su esposa).

K*RLOS Naranjo Picone

México. Nació un 30 de Abril en la ciudad capital del estado de San Luis Potosí. Joven psicólogo de profesión y un poeta inspirado por la determinación de externar sentimientos y emociones, las cuales salgan rápida e intensamente por medio de la pluma

con que las ha de escribir. Desde el inicio de su adolescencia comenzó a sentir la inspiración y la habilidad para escribir versos los cuales pudieron empezar a conformar sus primeras creaciones en forma de poemas, escritos reflexivos y también muchas canciones, algunas de las cuales fueron musicalizadas por él mismo. El hecho de poder mantener cercanía con las diversas formas de arte es para él una forma de poder descargar su alma y sus más profundos sentimientos positivos y negativos y lograr sentirse como una persona completa y feliz.

kasiakay

Polonia. http://www.sxc.hu/profile/kasiakay

Léon Spilliaert

Bélgica. (Ostend, 1881 – Bruselas, 1946). Artista gráfico y pintor simbolista y expresionista de formación autodidacta. Enfermizo y solitario, su pintura se caracteriza por el uso de formas simples y escenas oscuras, con personajes misteriosos y melancólicos. La imagen utilizada en esta edición fue tomada de Wikipaintings.org.

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Año 3, número 2 73

Leonardo Dolengiewich

Argentina. Nació en 1986 en Mendoza, donde aún vive. Es Técnico en Tiempo Libre y Recreación y estudiante de Psicología. Como escritor, se dedica a la narrativa de ficción. En repetidas ocasiones formó parte del espacio de microficción en la Feria del Libro de la Provincia de Mendoza y en 2011 participó en las IV Jornadas Nacionales de Minificción. Algunas de sus microficciones han sido publicadas en los libros Horizontes de la brevedad en el mundo iberoamericano, 200 microrrelatos de terror ArtGerust. Homenaje a Edgar Allan Poe, I Antología Triple-C. Microrrelatos reunidos y La ficción en el umbral: narrativa mendocina contemporánea. Asimismo, publicó textos de su autoría la revista peruana Umbral, dedicada a la literatura fantástica. También han publicado sus textos diversos sitios web, entre los que se destacan Ficción Mínima, Internacional Microcuentista, Letras de Chile y Ficciones Argentinas (autores argentinos traducidos a otros idiomas). Publica sus microficciones en su blog Me podés leer acá.

Lilia Hernández Vergara

Chile. (Santiago, 1971) Licenciada en Educación y Profesora de Castellano (UMCE). Estudió Psicología

(UNED). Participó en proyecto de investigación La importancia de la narración en la enseñanza de la literatura y de la historia en la formación docente en UNPA, Caleta Olivia. Ha publicado La Carta Póstuma. Ensayo sobre las voces chilenas del suicidio (2008) Buenos Aires: Editorial Dunken, con distinción de Sociedad Argentina de Escritores (SADE-San Juan); Ficciones detrás del espejo (2011) Ilustre Municipalidad de La Serena: Premio Fondo Editorial Manuel Concha 2010 y, Kathartes. El cóndor que soñó con encontrarse a sí mismo (2012) Santiago: Editorial Forja. Ha participado en Antologías, como: Plata de Luna (2011), Antología “V Encuentro Internacional comunitario de Escritores” (2009) Parque Mapocho (2008), La Voz de la Palabra (2008), Nueva Literatura Argentina (2006), Letras Argentinas de Hoy II (2005), Antología CD Inéditos (2005), QVADERNS de POESÍA (2005).

Mayte Herráiz

España. Lectora empedernida y bailarina frustrada, abogada madrileña de profesión que no de ejercicio. Empezó en este universo de la escritura por casualidad, animada por el incansable apoyo de su pareja, que creyó que todas esas poesías que le dedicaba con el alma, eran buenas. Siempre pensó hacer suyo un bonito refrán: una vida no está completa hasta que se planta un árbol, se tiene un

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hijo y se escribe un libro. Dos de estos tres objetivos ha cumplido ya, tenaz y luchadora por la galopada de la vida, ahora va a por el tercero y considera que este mundo de los cuentos es un buen principio.

Paloma Hidalgo Díez

España. Reside en Alcalá de Henares. A ella la vida le ha regalado muchos sorbetes de fresa, deliciosos momentos que ha degustado con fruición. De vez en cuando también le ha tocado en el reparto algún caramelo amargo, pero cuando éstos llegan los traga con un gran vaso de las sonrisas de sus hijos. Buscó entre probetas una profesión que nunca ha ejercido, y encontró en las letras el equilibrio ansiado. Los pinceles son una prolongación de sus sentimientos y las palabras que escribe le ayudan a ser la mejor versión de sí misma cada día. Mantiene el blog Un libro es un jardín de bolsillo.

Patricia K. Olivera

Uruguay. Patricia K. Olivera o Patricia O. (Patokata) vive en Montevideo. Ha colaborado en revistas literarias de la red de distintas partes del mundo. Colabora en Revista El Descensor, Revista Digital miNatura de lo Breve y lo Fantástico, Revista Literaria Palabras y La Pluma Afilada con la columna Desvaríos

de Musas. Ha participado en los libros Aquella otra Navidad e Historias de portería de La Esfera Cultural; Pasión de Navidad del Club de las Escritoras; Me Desordenas, Amor, antología del concurso Karma Sensual 8, y en las antologías poéticas Yo soy mujer del Movimiento Mujeres Poetas Internacional y Primera Antología de Encuentros Literarios Internacional ELILUC. Administra los blogs Mis Musas Locas y Musas Cuenteras y participa en *Eros Textual*.

Patricia Nasello

Argentina. Narradora, nació y vive en Córdoba. Obtuvo el título de Contadora Pública en la Universidad Nacional de Córdoba, profesión que nunca ejerció. Tiene publicado el libro de cuentos breves El manuscrito edición de autor, 2001. Coordina talleres literarios desde 2002 y a partir del 2005 en el Centro de Jubilados de SADOP (Sindicato Argentino de Docentes Privados). Algunos de sus cuentos han sido premiados tanto a nivel provincial como nacional. Posee trabajos publicados en periódicos, revistas culturales y antologías de cuentos, soporte papel y digital. En el último año su cuento breve Fuego ha sido publicado en el manual escolar Lengua, Prácticas del Lenguaje 6 (Editorial Kapelusz Norma), y su nanorrelato Reanimación, en

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Año 3, número 2 75

el libro Teatro X la Identidad (Ministerio de Educación de la Nación Argentina). Publica textos propios en el blog Patricia Nasello microrrelatos y cuentos de escritores cordobeses en Narrar en Córdoba.

Paul Klee

Suiza. (Münchenbuchsee, 1879 - Muralto, 1940). Pintor de nacionalidad alemana, cuyo estilo varía entre el expresionismo, el surrealismo y la abstracción. Trabajó con diversos materiales, como el óleo, la acuarela y la tinta, combinándolos a menudo en una misma obra. Estudió arte en los talleres de Heinrich Knirr y Franz von Stuck y en la Academia de Bellas Artes de Múnich. Sin pertenecer a la asociación de artistas expresionistas Der Blaue Reiter (El Jinete Azul), expuso con ellos en diferentes ciudades alemanas, y formó parte de la agrupación Die Blaue Vier (Los Cuatro Azules), que expuso con gran éxito en los Estados Unidos en 1924. Impartió clases en la Escuela de la Bauhaus y en la Academia de Bellas Artes de Düsseldorf hasta el año de 1933 en que su obra fue catalogada por el gobierno nazi como arte degenerado y tuvo que exiliarse en Suiza, donde falleció siete años después. La pintura utilizada en este número se obtuvo de Wikipaintings.org.

Paul Signac

Francia. (París, 1863 - 1935). Pintor neoimpresionista, desarrollador, con Georges Seurat, de la técnica puntillista. Inició estudios de arquitectura pero se inclinó por la pintura tras asistir a una exposición de pinturas de Monet. Su obra se caracteriza por retratar principalmente escenas marineras. Como teórico del arte, dejó obras importantes, entre las que destaca el libro De Eugène Delacroix al Neoimpresionismo (1899). La pintura utilizada en este número se obtuvo de Wikipaintings.org.

Patryk Buchcik

Walnut Creek, California, Estados Unidos. http://www.sxc.hu/profile/patrykb

Pierre Bonnard

Francia. (Fontenay-aux-Roses, 1867 - Le Cannet, 1947). Pintor, ilustrador y publicista, cursó estudios de Derecho en la Universidad de París pero, luego de decidir dedicarse a las artes, siguió estudios de pintura en la Academia Julian y en la Escuela de Bellas Artes de París. Fundó el grupo post-impresionista Les Nabis, con Paul Sérusier. Durante sus primeros años de producción, influido por Paul Gauguin y el japonismo, se inclina por el simbolismo y

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el naturalismo, llegando a ser considerado “el más japonés de los pintores franceses”. Su estilo fue denominado como intimista, por sus escenas cotidianas de figuras femeninas en espacios interiores, en las que su esposa Martha es su principal modelo. Expone, tanto individual como colectivamente, en innumerables ocasiones en las principales ciudades francesas y de otros países europeos, como Italia, España, Holanda, Bélgica, Alemania e Inglaterra, así como en los Estados Unidos. La pintura usada en éste número fue tomada de Wikipaintings.org.

Ramón Zarragoitia

España. (Gorliz, Vizcaya, 1970) Se formó como Urbanista y ejerció hasta darse cuenta de que había otro modo mejor de construir la realidad. Es autor de diversos libros narrativos y piezas de microficción que van apareciendo aquí y allá. Acaba de publicar la nouvelle Me miro al espejo… y me gusta lo que veo con la editorial Groenlandia. Mantiene el blog literario SCRIPTUM, Despacho de Letras.

René Magritte

Bélgica. (Lessines, 1898 - Bruselas, 1967). Pintor surrealista reconocido por el ingenio característico de

sus imágenes que invitan al espectador a sensibilizarse con su entorno, es uno de los principales exponentes del Realismo Mágico. Cursó estudios en la Academia de Bellas Artes de Bruselas entre los años de 1916 y 1918, en sus primeras obras siguió la línea impresionista con influencias cubistas y futuristas, pero fue en 1926 que, cuatro años después de su primer encuentro con la obra de Giorgio de Chirico e influenciado por ésta, comenzaría a pintar con su singular estilo. En 1927 se establece en París, integrándose al movimiento surrealista parisino, al lado de Breton, Miró y Dalí, entre otros, aunque se mostró siempre independiente al movimiento. En 1930 regresa a Bruselas, donde se establecerá definitivamente hasta su muerte. Ya en Bélgica, pinta por encargo una gran cantidad de murales en diferentes ciudades de aquel país. Su obra fue expuesta con frecuencia en París, Bruselas, Ginebra, Róterdam y en diversas ciudades de los Estados Unidos, entre ellas Nueva York, Dallas y Houston. La pintura utilizada en éste número fue tomada de The MoMA Collection.

Roberto V

Bolivia. http://www.sxc.hu/profile/robertovm

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Año 3, número 2 77

Rosario Loperena

México. Escribe cuento, poesía y enlaza proyectos literarios a proyectos fotográficos. Estudió Escritura Creativa de la Universidad del Claustro de Sor Juana y colabora para diversas publicaciones eléctronicas e impresas. Su trabajo se puede encontrar en su blog Poex-peri-mental y sus páginas en tumblr e instagram.

Ruy de Bon

México. Es eterno pasajero. Cada rastro en el camino le define o extravía, cada eco le renueva. Su camino es el espejo conmutable donde asfalto es la memoria, ya de piedra o emergiendo. Duerme en la ciudad de Aguascalientes. Procura la poesía y el microrrelato en Bajorrelieves.

Sanja Gjenero

Zagreb, Croacia. http://www.sxc.hu/profile/lusi

Sender Eleven

México. Nació hace más de cuarenta años en el lugar donde la serpiente devoro al águila, trabaja de anónimo en el gobierno. Es admirador de la vida y la

obra J. L. Borges, escribe para divertirse, todo lo que lee le parece imperfecto, incluyendo lo suyo. No sabe usar los acentos y abusa de las comas. Sueña con ganarse el Melate e irse a vivir a Manhattan, para seguir sin hacer nada ya sin prisas. Mantiene el blog Absolut Azul.

Wojtek Siudmak

Polonia. (Wieluń, 1942). Artista plástico, cursó estudios en la Facultad de Bellas Artes de Varsovia (1956 - 1961) y la Academia de Bellas Artes de París (1967 - 1968). Es considerado uno de los principales representantes del realismo fantástico. Su trabajo, difundido mundialmente, es utilizado con frecuencia en carteles de cine, teatro y museos, así como en titulares de eventos prestigiados como el Festival de Cannes, el Festival Internacional de Fantasía y Ciencia Ficción de París, el Festival de Marais, el Festival Internacional de Cine de Montreal, entre otros. Sus pinturas aparecieron durante muchos años en las portadas de la colección de ciencia ficción “Pocket”, en discos y otros medios. Colabora con galerías de arte y casas editoriales. Ha presentado por más de 25 años en las principales ciudades de Europa y otros países, una serie de exposiciones retrospectivas, basadas en su amplia gama de investigaciones. Su obra se puede encontrar en su página web.

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