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El concepto de finalidad en psicología La idea de finalidad se revela omnipresente en psicología desde los mismos lazos naturales que existen entre la ciencia y la práctica que la configuran y expresan; y se impone en ella, indiscutiblemente, por el hecho de que el ser humano es un ser de proyectos intencionales. Tal idea se extiende, sin embargo, más allá de las intenciones conscientes. Comprender al ser humano implica también conocer lo que lo hace actuar con espontaneidad psicológica, que él no determina intencionalmente. En psicología será preciso, pues, distinguir al menos dos clases de finalidad y examinar la articulación entre ellas: la finalidad intencional y la que organiza la acción no conscientemente intencional, no deliberada, que podemos denominar teleonomía. psicología / finalidad / teleonomía / automotivación The concept of finality in psychology The concept of finality is omnipresent in psychology. The natural relationship that exists between science and practice in psychology configures and expresses this concept. Finality imposes itself to psychology by the fact that humans are beings of intentional goals. Nevertheless, such idea extends itself beyond conscious intentions. To comprehend a human being implies to know also what makes her/him behave with psychological spontaneity which is not intentionally determined by her/him. In psychology it will be necessary to differentiate at least two types of finality and examine the relationship between them: the intentional finality, and the finality that organizes the non-consciously intentional, non-deliberate action which we shall call teleonomy. psychology / finality / teleonomy / self-motivation Antoine Vergote Universidad Católica de Lovaina Lovaina, Bélgica Persona 2, 1999, 11-31 Traducción del francés por Luis Ramírez Aguirre, de “Finalité en psychologie” publicado en 1998 en Le Supplément 207, Revue d’éthique et de théologie morale, pp. 67-93. Dirección del autor: Facultad de Psicología. Universidad Católica de Lovaina. Tiensestraat 102. B-3000 Lovaina, Bélgica.

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El concepto de finalidad en psicología

La idea de finalidad se revela omnipresente en psicología desde los mismos lazosnaturales que existen entre la ciencia y la práctica que la configuran y expresan; yse impone en ella, indiscutiblemente, por el hecho de que el ser humano es un serde proyectos intencionales. Tal idea se extiende, sin embargo, más allá de lasintenciones conscientes. Comprender al ser humano implica también conocer loque lo hace actuar con espontaneidad psicológica, que él no determinaintencionalmente. En psicología será preciso, pues, distinguir al menos dos clasesde finalidad y examinar la articulación entre ellas: la finalidad intencional y laque organiza la acción no conscientemente intencional, no deliberada, quepodemos denominar teleonomía.

psicología / finalidad / teleonomía / automotivación

The concept of finality in psychologyThe concept of finality is omnipresent in psychology. The natural relationship thatexists between science and practice in psychology configures and expresses thisconcept. Finality imposes itself to psychology by the fact that humans are beings ofintentional goals. Nevertheless, such idea extends itself beyond consciousintentions. To comprehend a human being implies to know also what makesher/him behave with psychological spontaneity which is not intentionallydetermined by her/him. In psychology it will be necessary to differentiate at leasttwo types of finality and examine the relationship between them: the intentionalfinality, and the finality that organizes the non-consciously intentional, non-deliberate action which we shall call teleonomy.

psychology / finality / teleonomy / self-motivation

Antoine Vergote

Universidad Católica de LovainaLovaina, Bélgica

Persona 2, 1999, 11-31

Traducción del francés por Luis Ramírez Aguirre, de “Finalité en psychologie” publicado en 1998 en LeSupplément 207, Revue d’éthique et de théologie morale, pp. 67-93.

Dirección del autor: Facultad de Psicología. Universidad Católica de Lovaina. Tiensestraat 102. B-3000 Lovaina, Bélgica.

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El tener que referirme a “la psicología”me pone siempre en un cierto apuro,pues se trata de una disciplina fragmen-tada. Como el demonio, ella es legión.Es un mundo en el que los continentesteóricos se derivan a partir de diversasfracturas. Su objeto mismo es tan com-plejo como el ser humano, pues, comohe insistido en mi contribución al volu-men Nature et culture (1993) todo en elser humano es psicológico, aunque na-da lo es exclusivamente. Lo psíquico searraiga en el cuerpo biológico y neuro-lógico; incorpora el lenguaje con suspotencialidades y realiza diversas me-diaciones entre este cuerpo y la cons-ciencia, y entre sí y el otro. La idea definalidad, por su parte, también es om-nipresente en la comprensión psicoló-gica. Pero siendo ella ahí múltiple, serápreciso diferenciar sus modalidades.

SOBRE LA PSICOLOGÍA COMO TEORÍA Y

COMO PRÁCTICA

La psicología como ciencia conducea prácticas que se hallan estrechamenteasociadas a ella y que, por ese hecho, laintegran en su sentido de disciplina.Así, tenemos la psicología clínica, lapsicología organizacional, la psicolo-gía educativa, etc. Estas disciplinas u-nen ciencia y práctica. Distinguiendoclaramente entre una y otra convienereconocer su necesaria alianza. Lapráctica es un lugar importante en elque se hacen observaciones que sirvena la construcción de los conceptos teó-ricos y a la prueba de su verificación.

Las teorías, por su parte, guían la prác-tica; al menos deberían hacerlo.

Los mismos lazos naturales entreciencia y práctica nos señalan que la fi-nalidad es omnipresente en psicología.En efecto, si hay una práctica solidariade las construcciones teóricas, es por-que éstas nos aclaran los dinamismos yprocesos presentes en el ser humanoque la práctica psicológica tiene preci-samente por tarea optimizar. La psico-logía organizacional apunta a mejorarla cooperación entre los miembros dela organización y lograr una más efi-ciente utilización de sus cualidades in-dividuales; la psicología clínica prácti-ca tiene por meta ayudar a emplearoportunamente las técnicas terapéuti-cas, adaptándolas a las vicisitudes delos casos particulares. En general, apo-yándose ampliamente en finalidadesque se hallan en el hombre por su na-turaleza humana –naturaleza culturiza-da–, la práctica psicológica las pro-mueve, corrigiendo su realización defi-citaria. A su manera ella aplica el anti-guo principio: medicus curat, naturasanat.

Al señalar que las prácticas psicológi-cas inscriben sus finalidades en las delos seres humanos del medio culturalen que se ejercen aquellas prácticas, re-cojo desde ya de la ciencia psicológicasu magisterio sobre las finalidades delas actividades humanas. No querríasin embargo que la ciencia psicológicase limitara a la tarea de elaborar elinventario de las diferentes metas per-

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seguidas por los seres humanos de losdiversos medios socioculturales. Sinprecisar desde ahora lo que esto sig-nifica, adelanto la tesis de que la psi-cología explica e interpreta lo que ellaobserva. Ahora bien, toda explicaciónen ciencias humanas implica una tomade distancia crítica con respecto a loshechos observados. Si la tarea de lapsicología no es la de determinar lasfinalidades de la existencia humana, alinterpretar y explicar más o menos lasque los individuos se dan, ella abre noobstante un espacio de libertad críticaen su existencia.

No es porque la práctica psicológicatenga por meta optimizar las activida-des humanas, que la psicología comodisciplina teórica y práctica tiene lacompetencia de prescribir al ser huma-no el sentido y finalidad de su existen-cia. Sin embargo, la finalidad generalde la práctica psicológica ha podido en-gendrar una peligrosa ambigüedad aeste respecto. Quisiera recordar breve-mente cómo la tarea práctica de optimi-zar las actividades humanas ha podidovolverse sobre la teoría y hacer de éstauna ideología que se integra a otrasideologías, haciendo perder así a la psi-cología su alma humana.

La psicología tiene por objeto una es-fera particular del ser humano que noes ni la esfera de la razón lógica, ni ladel cuerpo orgánico. Más bien, la de loirracional penetrado de razón. Ahorabien, fue una época de gran racionali-dad técnica la que vio nacer a la psico-

logía. El cuidado del perfeccionamien-to técnico en todo dominio impulsabadesde entonces a los responsables a es-tudiar los medios de mejorar el funcio-namiento del ser humano, en tanto queél es también el ser psicológico. En es-te contexto de civilización, la cienciapsicológica pudo tomar direccionesopuestas. Por un lado, ella ilustró sobrelos efectos negativos que recaen en lasempresas humanas por el desconoci-miento, incluso violación, de factoreshumano-psicológicos. Por otro lado,ella se vio confrontada a una civiliza-ción técnica que mostró la tendencia arecurrir a sus servicios con el fin de do-minar los factores humanos reacios asus proyectos. Al poner la ciencia alservicio de fines utilitarios, la sociedadmanifiesta tendencia a desviar aún lasconcepciones teóricas de la psicologíaen el sentido de un determinismo psi-cológico. Las dictaduras marxistas ynazis, incluso, imponían la enseñanzade la teoría conductista del condiciona-miento, y aplicaban ésta sistemática-mente en el adiestramiento ideológico;pero rechazaban la teoría y la prácticapsicoanalíticas. Con menos violencia,grupos de creyentes integristas mani-fiestan las mismas preferencias y des-créditos.

El espíritu utilitario de una sociedad yel prestigio acordado a las ciencias“duras” y vinculadas a las técnicas pue-den pesar igualmente en la orientacióndada a la elaboración teórica en psico-logía. El deseo de obtener elementos

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teóricos garantizados por un método ri-guroso, de preferencia experimental,lleva a algunos medios a reducir losfactores psicológicos a los que son sus-ceptibles de ser examinados por un mé-todo semejante. Evidentemente, no espor azar que son segmentos psicológi-cos los que se prestan allí para ser do-minados y utilizados con fines técni-cos. En virtud de la civilización que leha dado nacimiento, la psicología seencuentra así tentada de imponer unasuerte de filosofía positivista, práctica.El hecho de que numerosas facultadesde psicología hayan reducido en extre-mo o simplemente eliminado de susprogramas la formación filosófica, enparticular la antropología filosófica, escon frecuencia el signo de la voluntadde los psicólogos de ejercer su hege-monía teórica sobre el ser humano.

Al reflexionar sobre la finalidad enpsicología debemos tener cuidado contodo aquello, pues la ciencia psicológi-ca, que toma por objeto la finalidad enel ser humano, está animada por unasecreta finalidad: la del psicologismo.Uno lo encuentra en diferentes tipos depsicología: en el conductismo que, demetodología, se transforma en ideolo-gía; en los rebajamientos teóricos delas motivaciones por el pseudoconcep-to tan difundido de necesidad; en lasexplicaciones freudianas de los símbo-los religiosos y estéticos; en la psicolo-gía jungiana en general.

La idea filosófica tan ambigua de“naturaleza humana” ha favorecido la

desviación psicologista, sea en un sen-tido materialista, sea en un sentido apa-rentemente espiritualista. La psicolo-gía, que es una hija tardía de la filoso-fía, ha tenido la tendencia a retomar es-ta idea y a menudo ha alimentado laambición de sustituir su antropologíacientífica a la aparentemente más intui-tiva e imaginativa de la filosofía. Prac-ticando la psicología de la religión hevivido esa experiencia. A menudo hedebido batirme en dos frentes contra elpsicologismo. Hay creyentes que exi-gen a la psicología que demuestre queel ser humano es por naturaleza religio-so. Los incrédulos, por su parte, pien-san muy a menudo que la psicologíaexplica la religión al revelar sus fuentesy sus mecanismos psicológicos pura-mente naturales pero religiosamentedesviados.

En lo que sigue, habré de consideraralgunos conceptos teóricos importan-tes, destacando lo que ellos nos ense-ñan acerca de las finalidades en la rea-lidad psíquica del ser humano.

Primera clarificación conceptual

La comprensión psicológica del hom-bre implica manifiestamente la idea definalidad. A propósito del comporta-miento de una persona se busca espon-táneamente comprender las razonespor las cuales ella actúa del modo co-mo lo hace. Dar las razones por, equi-vale aquí a explicar la actividad por elfin perseguido. La pregunta del “porqué” que el niño plantea incesantemen-

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te corresponde a la del para qué, a vis-tas de qué. Los seres humanos extien-den, incluso intuitivamente, la expli-cación por la finalidad a los movimien-tos y maneras de ser de los seres vi-vientes en general. Así, se dice porejemplo que los estorninos o los peri-cos vuelan en masa caótica para des-concertar a la eventual ave de rapiñaque arremete contra ellos. O que el ca-maleón toma el color del soporte sobreel que se apoya para esconderse. El serhumano considerará posteriormenteque, lo que le permite al animal sobre-vivir, es un beneficio; él hará de éste unfin perseguido en el proceso observa-do. A menudo se ha atribuido a Aris-tóteles este tipo de explicación finalis-ta, habiéndose llegado a oponer estefinalismo aristotélico a la explicacióncientífico-causal introducida en el sigloXVII, y establecida sobre todo en elXVIII en base al modelo de la pruebaexperimental. La idea de finalidad seríaopuesta a la razón científica por dosrazones. En primer término, como elfin es por definición lo que aún no seha realizado, éste sería necesariamenteun factor que no pertenece a lo realobservable. Aristóteles diría por su par-te que la causa final es un principioexterior, en tanto que las causas mate-riales y formales son principios interio-res. La causa eficiente es también unprincipio exterior, aunque ella precedey pertenece a lo real. Segunda crítica:la causalidad final implicaría una in-versión del tiempo. Lo ubicado en el

futuro determinaría lo que le es prece-dente. El problema de la finalidad es,pues, el problema de la relación entrelo posible y lo real, y el de la tempora-lidad. Los dos aspectos están ligados.

Me dedicaré primero al factor tempo-ral. Para el orden temporal, la preguntase plantea respecto del vínculo intrín-seco del futuro con el pasado, y delvínculo de lo que es presente y cambiacon el futuro. Es, en efecto, pensandoel movimiento como devenir, luego,como no caótico sino como ordenado,que Aristóteles generalizó la idea decausa final. No obstante, él no la inter-pretó como una intención de naturalezapsicológica dentro de la naturaleza,pues reservó la finalidad intencional,personal, a su tratado ético, y la finali-dad englobante a su tratado de metafí-sica. Habría pues, para Aristóteles, di-ferentes tipos de finalidad: aquélla, queforma parte de la organización de la es-pecie como especie; aquélla, ética, dela intención en las acciones humanas; yaquélla, metafísica, que regula los mo-vimientos en el cosmos.

La crítica de la idea de causa final,que denuncia la inversión del tiempo,pierde su pertinencia en la compren-sión psicológica. Cuando el escultortiene una idea de la estatua que quierehacer surgir del bloque de mármol, esaidea no es exterior al que actúa (la cau-sa eficiente). Como dice Kant, el nexusfinalis funciona ahí en los dos sentidos:del futuro al pasado y del pasado alfuturo. La idea precede a la realización

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pero actúa en el actante que le da reali-dad efectiva.

La idea de finalidad se impone indis-cutiblemente en psicología por el he-cho de que el ser humano es un ser deproyectos intencionales. Esta idea seextiende, mientras tanto, más allá desus intenciones conscientes. En efecto,hay psicología, porque el ser humanono es un cuerpo biológico revestido deuna consciencia intencional. Numero-sos comportamientos humanos mani-fiestan espontaneidad preconsciente ono consciente. Comprender al ser hu-mano implica también conocer lo quelo hace actuar con espontaneidad psi-cológica que él no determina inten-cionalmente. El ser humano llega puesa ser lo que él es, tanto por lo que lo ha-ce actuar, como por lo que él hace in-tencionalmente. ¿Es que allí la oposi-ción entre causa y finalidad no debe sersuperada? Concebir la finalidad comoel ghost in the machine bien parece noser más que el efecto de una concep-ción simplista de la causalidad.

Será preciso pues distinguir en psico-logía al menos dos clases de finalidad yexaminar la articulación entre ellas: lafinalidad intencional y la que organizala acción no conscientemente intencio-nal, no deliberada. Propongo llamar te-leonomía a esta última finalidad, y re-tomar la definición que Monod ha dadode este término: teleonomía es la “acti-vidad orientada, coherente y construc-tiva” (1970: 59). La ventaja de este tér-mino es que contiene la idea de regula-

ridad, por tanto, de necesidad. La afir-mación de esta necesidad en las accio-nes teleonómicas no es más que hipoté-tica, como veremos. Ella permite, sinembargo, establecer lo que se puededenominar leyes que regulan los com-portamientos. En cambio, en la medidaen que la finalidad es conscientementeintencional es que escapa, precisamen-te, de las coacciones nómicas. En razónde la regularidad que rige los compor-tamientos teleonómicos, se puede tam-bién hablar de telecausalidad, pues fi-nalidad y causalidad se imbrican allí launa en la otra. El término telecausali-dad se presta entre tanto a malentendi-dos, y puede hacer reaparecer el espec-tro del ghost in the machine.

Análisis de la acción

El lenguaje ordinario, natural, en elque el ser humano expresa su actuar,contiene una red de términos remarca-blemente articulados. Como Wittgens-tein remarca en las Philosophische Un-tersuchungen (1969: 611-661), noso-tros hablamos de modos muy diferen-tes, según se trate de fenómenos natu-rales o de nuestras acciones. En lo queconcierne a los fenómenos naturales,hablamos en términos de movimiento ode acción en los cuales una fuerza ac-túa sobre algo que le es exterior. Se di-ce de un medicamento, que actúa sobrela fiebre; o del viento, que abre la ven-tana. Se construye así una secuencia deantecedente y consecuente. Pero de mipropia acción diré, por ejemplo, a

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aquéllos con quienes hablo: “un mo-mento, voy a abrir la ventana para ai-rear el ambiente porque comenzamos asofocarnos”. Yo, como sujeto actuante,estoy en la acción misma de ir hacia laventana y abrirla. Hay unidad entre elsujeto actuante y la fuerza que actúa;esta unidad se da inmediatamente. Porella la acción es intencional; dicho deotro modo, la intención es interior a lafuerza que actúa, determinando por esosu sentido. Aquí, como sucede a menu-do, la palabra sentido tiene ambas sig-nificaciones: aquélla de la dirección delmovimiento (ir hacia) y aquélla de laintención o de la finalidad (para abrir,para airear, para respirar bien). La in-tención que anima y orienta la accióndetermina la unidad de la secuencia,pues contiene anticipadamente el efec-to. La acción se distingue así de lacausalidad en el mundo físico donde lacausa es exterior al efecto y donde elantecedente precede, sin más, a la con-secuencia.

El ser humano asume también elmundo natural en sus acciones inten-cionales. De las cosas él hace herra-mientas, objetos-para, incluso herra-mientas para hacer otros objetos-para.El homo faber es una dimensión funda-mental del ser humano. Y sin duda eseste homo faber el que presenta el es-quema mental que se halla en el origende los conceptos de causalidad, segúnsu articulación cuaternaria. En todo ca-so es en relación a él que Aristótelespensó inicialmente los cuatro concep-tos de causa.

La unidad de la intención, por tantode la finalidad, con la acción es tan es-trecha que se debe reconocer que la fi-nalidad intencional tiene una fase pú-blica y una fase privada, que ella semanifiesta y se oculta en la acción. Ésaes la parte de verdad de la idea formu-lada en el enunciado crítico (ghost inthe machine). La ironía comienza alpensarse la acción en términos de unasecuencia de causas: el espíritu pondríaen movimiento al cuerpo que se mueveenseguida hacia la ventana y la abre. Sehabla entonces de mentalismo y se re-chaza la idea de que el espíritu puedacausar un efecto sobre el cuerpo y so-bre el mundo material. El problema asíplanteado no es sino un artefacto crea-do por un lenguaje tomado del orden dela causalidad física, que se tiene a prio-ri como más verdadero que el lenguajenatural de la acción. La crítica le atri-buye al lenguaje de la finalidad unasuerte de platonismo que se halla am-pliamente diseminado en muchas dis-cusiones epistemológicas.

Reflexionemos sobre los comporta-mientos naturales del animal. El animalen la vida natural nos instruye mejorque aquel otro que el conductista encie-rra en una caja con el fin de forzarlo ailustrar, por un comportamiento apren-dido y restringido, la teoría del condi-cionamiento. La finalidad organiza contoda evidencia el comportamiento ani-mal. Esta finalidad puede incluso sersorprendentemente “inteligente”. Enun zoológico de Brasil he podido ver a

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una ardilla inteligente subir a un árbolcon una nuez de coco y dejarla caer enrepetidas ocasiones sobre una piedragruesa hasta romperse. Esta ardilla nohabría podido decir: “yo subo para...porque yo tengo sed”. Ningún esfuerzopaciente le enseñaría aún los primeroselementos del lenguaje, es decir, nosimplemente algunos signos, sino la es-tructura gramatical que articula y ex-presa la finalidad. Para realizar una ac-ción final intencional, al contrario, espreciso disponer de inteligencia. La fi-nalidad intencional es parte de la men-te, y es por eso que la idea de finalidaden el mundo natural crea un problema.Pero, ¿por qué querría uno limitar la fi-nalidad a la mente? En el animal la fi-nalidad y luego la racionalidad, que re-gulan muchos de sus comportamientos,son biopsíquicas. Evidentemente, estamanera de caracterizarlas no es másque descriptiva. Pero el identificarlasasí indica en qué sentido será precisopensar la estructura y los procesoscomplejos que la palabra “biopsíquica”recubre. El problema es, de una parte, eldel pasaje, en el individuo, del cuerpoviviente a la consciencia perceptiva y ala acción finalista –con finalidad– y, deotra parte, el de la formación por evo-lución y de la transmisión por herenciade la finalidad inherente a la psico-biología del animal. Parece difícil negarque el orden de las causas físicas hayaproducido el de la finalidad. ¿Puedeuno pensar las causas cósmicas comocargadas de la información necesaria aesta evolución?

Volvamos a la acción humana. Ahí lafinalidad es inherente a toda acción,como ya lo he afirmado, oponiéndomeal dualismo de la intención y el movi-miento. La consideración del compor-tamiento animal facilita esta concep-ción unitaria. Se puede pensar, en efec-to, que en el ser humano una finalidadintencional puede incorporarse en laacción teleológica del viviente biopsí-quico.

Recientes teorías neuronales concuer-dan con esta concepción. Ellas le con-fieren realidad física a las observacio-nes de la etología y a la fenomenologíade la naturaleza finalista de la acciónhumana. Según el neurólogo PierreKarli: “... el organismo utiliza los ins-trumentos sensorio-motores –caracte-rísticos de la especie a la que él perte-nece– para explorar su medio de vida ypara insertarse de manera activa en unentorno que le será propio...” (1995:39-40). Aún más: en el feto se observaun “... pasaje de [la] motricidad espon-tánea pre-intencional a una motricidadintencionalmente interactiva con elmundo...” (1995: 42). De la observa-ción clínica surge “... que existe tam-bién un sustrato nervioso de la curiosi-dad y de la iniciativa psicomotriz”(1995: 43). Karli propone desde ahípensar en el funcionamiento neuronalque rige la acción según dos principios:el de la “causalidad ascendente”, queva de lo elemental a la organizaciónmás compleja, y el de “la causalidaddescendente” que organiza, valida y

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adapta (1995: 55-56). En la causalidaddescendente, tal como la concibe Karli,la finalidad es el elemento estructuran-te. En este sentido, se podría hablar deuna telecausalidad, sin por eso locali-zarla en un elemento particular, puesesto implicaría confundir, entre ellas,las causalidades ascendente y descen-dente. La trampa en esta materia estaríaen querer representarse imaginaria-mente la causalidad descendente. In-vestigaciones recientes conducen aneurólogos a afirmar que el cerebro si-mula los movimientos muy complejosde las acciones y que desarrolla hipóte-sis estratégicas de éstas, teniendo encuenta múltiples referentes, por ejem-plo, el mantenimiento de la cabeza in-móvil y el cálculo de la relación distan-cia-elevación durante el salto... Ha-ciendo esto, el cerebro aprovecha decódigos dinámicos, pues la memoria esdinámica, y el código no es aquél –car-tesiano– de un lugar sobre un espacio,sino aquél del movimiento egocéntrico.Y porque el movimiento es egocéntri-co, él es también capaz de tomar refe-renciales alocéntricos y de simular ac-ciones de desplazamiento.

Propongo aplicar el término de teleo-nomía a esta estructura teleológica dela acción. En efecto, la acción es unaactividad orientada, coherente y cons-tructiva. Estos tres términos son indiso-ciables. La coherencia de sus múltiplescomponentes le viene de su orientaciónque es teleológica, en tanto ella se diri-ge a construir el medio del viviente. El

medio, en verdad, no es una situacióndada de antemano; es lo que la acciónanimal o humana construye. Y el actan-te de esta construcción es el cuerpo ani-mado por el sistema neuronal, or-ganismo que despliega sus actividadesestratégicas.

La idea de finalidad se desprende,pues, del vínculo que se había podidopensar intrínseco a la consciencia. In-cluso diría que es la estructura teleonó-mica biofísica la que hace posible la fi-nalidad perseguida por el yo conscien-te. La etología, la psicología del com-portamiento humano y la neurología dela acción nos obligan así a superar eldualismo que divide a los seres en co-sas físicas y en cuerpos dotados de es-píritu; dualismo que se reencontraría alinterior del ser humano. El psiquismoes un ser intermediario en el que una fi-nalidad teleonómica organiza el com-portamiento. Me parece que estas ob-servaciones nos liberan del cuadro enel cual, desde Kant, se ha pensado la te-leología, refiriéndose a aquélla que or-ganiza la “naturaleza”, pero no a la queorganiza la acción. La acción en eso noes comparable al árbol que produce suspartes y donde, inversamente, las par-tes producen al organismo viviente.

La fenomenología de la percepcióntambién ha esclarecido, progresiva-mente, la finalidad como principio or-ganizador del cuerpo psicológicamenteanimado. En su obra fundadora de1900, Les recherches logiques, Hus-serl se opone a la concepción según la

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cual la percepción consistiría en formarimágenes (Bilder) de las cosas1. Paraél, la percepción es una exploracióndinámica del mundo; luego ella se ha-lla animada por una finalidad. Husserltoma así posición contra el idealismo yel positivismo que no aprecian en suvalor la finalidad que es un principioorganizador del cuerpo perceptivo.Pero, al inicio él pareció ligar todavíala finalidad a aquella que plantea o quecapta el yo consciente. Su obra Idées I(1913) corregirá luego esta am-bigüedad, demostrando que el telos querige la percepción no es un dato (unobjeto) de percepción, sino que es, enella, como la idea reguladora. Esta ideano implica la consciencia de esta idea.Con una expresión muy fuerte, a la queMerleau-Ponty tuvo particular afecto,Husserl denomina la operatividad te-leológica de la percepción: fungierendeIntentionalität. Antes de ser una inten-cionalidad reflexiva, consciente de ellamisma, la finalidad opera en la vidanatural del cuerpo desplegando las per-cepciones dinámicas. Esta vida naturaldel cuerpo representa la animalischeNatur en el hombre, tal como se lee enla obra Idées II. Y Husserl sitúa éstaentre la naturaleza material y el mundoespiritual. Este último se respalda en laLeib de la animalische Natur y ahí searraiga. En el mundo espiritual, el teloscorporal de la percepción deviene en el

ideal consciente del conocimiento de lacosa tal como ella es, este telos carac-terístico de la civilización occidental.

Heidegger y Merleau-Ponty han con-tinuado la vía trazada por Husserl; am-bos han efectuado la crítica del conoci-miento como hecho de representacio-nes que componen un espejo de la na-turaleza. Ellos elaboran la idea husser-liana del telos que rige y organiza lapercepción, y esclarecen la relacióncircular entre la acción, por un lado, yla percepción y el conocimiento, por elotro.

Si el cuerpo perceptivo es ya un dina-mismo teleológico operante en la inter-pretación constructiva que es siempre lapercepción, permanece la pregunta porsaber cómo se puede pensar el cuerposin la unidad de un yo consciente.Neurocientíficos hablan de estrategiasegocéntricas y alocéntricas del sistemaneuronal. Pero, ¿cuál es aquí el ego? Elmismo Husserl se enfrentó a este pro-blema al que le consagró nuevos estu-dios después de 1930, los que concier-nen a lo que él denominó la constitu-ción pasiva. Esta cuestión se halla,igualmente, en el centro de la teoríapsicoanalítica de Freud. Allí volveré.

La psicología del desarrollo

J. Piaget es el célebre teórico de unapsicología del desarrollo rigurosamen-te finalista. Algunas palabras sobre ellabastarán, así lo espero, para presentarel principio teórico que la comanda.

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1 Véase el estudio de Bernet (1994: 121-186).

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Piaget estudia al sujeto en interaccióncon su medio. Este sujeto, por estructu-ras de las que dispone desde su naci-miento, procede inicialmente a la asi-milación de las propiedades de las co-sas. A continuación, él experimenta laresistencia que oponen estas cosas a serasimiladas por las estructuras disponi-bles, predonadas. El sujeto se halla asíforzado a modificar sus estructuras y aacomodarse a los objetos con el fin deasimilar de ellos, de otro modo, y me-jor, sus propiedades. Esta acomodaciónse hace por abstracción reflexiva: elsujeto adopta en un primer nivel for-mas que le permiten asimilar las pro-piedades de las cosas a un nivel supe-rior. Ejemplo: la gente que pone en mo-vimiento un objeto tiene intuitivamenteen cuenta la resistencia que opone lagravedad a la aceleración y a la desace-leración. El cálculo matemático de lasrelaciones en juego habrá de represen-tar luego un nivel de conocimiento su-perior al obtenido por la experiencia fí-sica. Otro ejemplo: poblaciones pocoformadas por el espíritu técnico eva-lúan el tiempo empleado en atravesarun espacio determinado en función delesfuerzo físico por ellas realizado.Después, estas poblaciones aprenden aestimar el tiempo según los signos deltiempo objetivo, más abstracto.

De esta manera el sujeto se autocons-truye transformando sus estructuras deasimilación. El desarrollo de la razónes pues un proceso orientado que va delequilibrio en la asimilación, al desequi-

librio y a la acomodación, produciendoun equilibrio cada vez más amplio. Pe-ro, dice Piaget, lo propio de la vidamental no es alcanzar el equilibrio, si-no crear sin cese nuevas relaciones ynuevos instrumentos de pensamiento(1975: 83). Si la línea del desarrollo espues asintótica, una misma finalidad laorienta sin embargo constantemente: lade alcanzar una más grande operativi-dad racional. Ésta va a la par con unacomplejización de las estructuras.También las etapas del desarrollo estánestrictamente determinadas, no por unameta a alcanzar, sino por la sucesiónmisma de los procesos: asimilación,desequilibrio y acomodación por abs-tracción reflexiva. Si he comprendidobien a Piaget, no es sino después que sepuede hablar de finalidad en el desarro-llo mental, cuando, por una suerte deabstracción reflexiva, uno sobrevuelala secuencia de los momentos sucesi-vos. Tendríamos así una teleología pa-recida a la que el Husserl de las Ideenseñaló a propósito de la percepción.

Los límites de esta psicología del de-sarrollo son evidentes. Ella efectúaabstracción reflexiva sobre los conteni-dos de la razón y sobre la experienciavivida con el fin de desprender de ahíla operatividad de las estructuras for-males de la razón. Este centrarse en larazón operatoria y autoconstituida esevidentemente legítimo, si se tiene unapretensión sólo temáticamente limita-da. Pero, en sus análisis de los pensa-mientos simbólicos que se apoyan en la

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analogía, Piaget conserva el referencialformal, haciendo de esto el criterio pa-ra juicios de valor. Las representacio-nes simbólicas y el lenguaje metafóricose encuentran así evidentemente desa-creditados, y las finalidades humanasque ellos conllevan y expresan resultansospechosas de ilusiones subjetivas.

En célebres investigaciones acerca dela actitud ética, L. Kohlberg ha trasla-dado el finalismo formal y racional dePiaget al desarrollo de la conscienciamoral. Él distingue seis estadios queforman una secuencia rigurosamentedeterminada. Cada estadio sirve de apo-yo al estadio siguiente superior2. El úl-timo, donde se supone que la conscien-cia es capaz de juzgar puramente segúnlos principios morales formales, re-cuerda la filosofía ética de Kant. Elmétodo de Kohlberg es discutible, puesidentifica prácticamente la conscienciamoral con la solución de problemas éti-cos formalmente formulados como di-lemas. Investigaciones con el métododel propio Kohlberg han mostrado porlo demás que, a menudo, los estadios 5y 6 se yuxtaponen a los estadios 3 y 4.

De todas maneras, así como la razón noes idéntica a su capacidad de operativi-dad formal, del mismo modo la cons-ciencia moral comprende más de lo quede ella estudia la psicología cognitivamuy formal de Kohlberg.

La psicología del desarrollo ha sidoseducida pues por la idea de progreso,heredada de las Luces, y tentada de de-mostrar que una finalidad opera en elcentro de las experiencias y las búsque-das humanas, una finalidad que esaquélla de la razón en marcha hacia laracionalidad perfeccionada. La seguri-dad racional de esta psicología y su fe-liz confianza en el ser humano han con-taminado algunas veces, incluso, a lapsicología de la religión. Así J.W. Fow-ler (1981) ha pensado poder encontraruna secuencia de desarrollo análogo enel progreso de la creencia religiosa. Sumensaje bienaventurado ha sido duran-te algún tiempo la figura de revistasamericanas de gran difusión. Investi-gaciones de verificación que he condu-cido hace algunos años demuestranmientras tanto que en el desarrollo reli-gioso, de la infancia a la primera edadadulta, hay seis dimensiones esencia-les, que su trayecto es muy desigual yque los desfases entre sus transforma-ciones causan numerosos conflictos, aveces de larga duración.

El concepto de motivación

“Motivación” es un término que en elsiglo XX se ha derivado del verbo“motivar”, cuyo sentido era: justificar

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2 Véase entre otros Lickona (1976: 31-53) y parauna verificación crítica, Berling (1981). He aquíla secuencia de los estadios: 1) moral basada en laobediencia y el evitamiento de la punición; 2)egoísmo instrumental y reciprocidad egocéntrica;3) juicio moral que toma como referencia la apro-bación de los otros; 4) moral que adopta comonormas el orden social y la autoridad; 5) moralque obedece a la ley concebida como contrato so-cial; 6) juicio según los principios morales.

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la acción por las razones que uno tienepara realizarla. En psicología, el térmi-no filosófico de motivación ha tomadoel sentido de la explicación de un com-portamiento por tendencias psíquicas.La idea de un fin perseguido, presenteen el sentido filosófico de aquel térmi-no –motivación–, no es más explícita-mente connotada por el término psico-lógico. Sin embargo, acercándonosmás, la idea de finalidad parece allí so-breentendida, imbricada en una estruc-tura compleja de causalidades de natu-raleza psicológica.

La intención, conforme lo hemos vis-to, es una finalidad inherente a la pues-ta en marcha de una acción y a su desa-rrollo. Al poner en perfil esta unidad,me he opuesto a la crítica que VonWright ha hecho de la finalidad y que amenudo hace autoridad en la filosofíade la acción. Von Wright comienza porconcebir la finalidad como un antece-dente mental que precede la acción, ymuestra a continuación que el dualis-mo que, según él, forma parte de la de-finición misma de la finalidad, vuelveininteligible la acción. El análisis de laacción nos ha conducido a superar lafragmentación que hace en ella la críti-ca de Von Wright. Si la intención debeser entonces concebida como animan-do y orientando la acción desde el inte-rior, la cuestión que se plantea es la desaber cuál es la relación entre la inten-ción y la motivación psicológica.

El término de motivación contiene laidea de fuerza motriz, ausente del tér-

mino de intención. Éste designa la for-ma psíquica que hace actuar selectiva-mente. Esta palabra introduce pues lacausalidad eficiente, atribuyéndole aésta la naturaleza de un dinamismoorientado. Volvamos al ejemplo: “yovoy hacia la ventana para abrirla, a finde ventilar el ambiente, porque me fal-ta aire”. La razón por la cual yo actúose halla en el “porque” y en el “a finde”. Estos dos elementos forman unconjunto dinámico, pues, en la causapor la cual yo actúo (en el “porque”), lafinalidad (el “a fin de”) está ya implica-da. La carencia que percibo (la falta deaire) es siempre carencia en un sistemareferencial que la determina como ca-rencia, y que le prescribe así una finali-dad. Un ejemplo, de orden racional, pa-ra ilustrar el principio: si digo que cier-to libro falta, en un determinado es-tante de mi biblioteca, es porque en vir-tud de mi sistema de clasificación éstedebería estar allí. Al percibir que falta,inicio la acción para reponerlo. Estovale tanto en el orden preconsciente oen el inconsciente como en los órdenessimbólicos racionales. La motivaciónpsicológica es una fuerza orientada quehace experimentar la carencia como taly que, de una manera psicológicamenteespontánea, tiende a suplir ésta por me-dio de la acción.

Las motivaciones psicológicas perte-necen a las actividades espontáneas delcuerpo vivido teleonómico. Las accio-nes motivadas de éste son parte denuestra personalidad, al punto que so-

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mos nosotros personalmente los queactuamos, incluso en los casos en losque no nos planteamos conscientemen-te la intención de perseguir una metadeterminada. Así, cuando atravieso enforma más o menos distraída una calle,y adelanto un pie, si de pronto veo,oblicuamente, llegar una moto, lo reti-ro espontáneamente. El neurocientíficodirá que el cerebro ha puesto en marchauna estrategia compleja en orden almovimiento de atravesar la calle, inclu-so varios segundos antes de que yo ten-ga consciencia de decidirme a hacerlo.Él añadirá que la estrategia neuronalconsiste también en adaptarse a las cir-cunstancias locales y temporales. Perono me parece legítimo pasar, sin más,de la estrategia adaptativa del sistemaneuronal a la intuición de actuar perso-nalmente, tal como lo testifica el len-guaje natural: “yo retiro mi pie”. Unelemento particular y subjetivo inter-viene aquí: el momento afectivo delmiedo que me concierne con respecto ala existencia de mi cuerpo. El miedo esuna motivación: percibo un peligro yreacciono porque hay en mí la tenden-cia a mantener mi integridad corporal.Esta tendencia está presente en la per-cepción, en el gesto finalista –orienta-do a un fin–, y en la experiencia afecti-va. Fuerza, percepción, finalidad y re-acción afectiva forman un conjunto di-námico teleonómico.

En este conjunto, el dinamismo sedespliega en la fuerza que es causa efi-ciente y en el objetivo determinado

que, como causa final, ejerce su fuerzade atracción. El objetivo representado,conscientemente o no, actúa al interiorde la acción, siendo el polo hacia elcual ella tiende. Por este círculo diná-mico de la fuerza, de la motivación yde la finalidad, toda comprensión psi-cológica es indisociablemente explica-ción causal e interpretación, en referen-cia al fin perseguido, que determina elsentido de la acción. Así se dirá, porejemplo, que la ambición impulsa a Xa hacer esto a fin de obtener aquello. Ycomo la motivación en el sentido psi-cológico es en parte, o ampliamente,preconsciente (o inconsciente), y nocoincide con la justificación conscientede las acciones, la explicación e inter-pretación de éstas son a menudo incier-tas, exigen perspicacia, y se prestan amalentendidos. La observación psico-lógica nos enseña que son los momen-tos de crisis los que revelan con mayorclaridad las motivaciones y finalidadesde las cuales la misma persona no tieneuna justa percepción. También los con-flictos son, en este sentido, un objetoprivilegiado de la investigación psico-lógica.

El concepto de motivación implicapor tanto un cierto determinismo. Nose puede, sin embargo, oponer simple-mente libertad y determinismo, pues laexplicación causal debe ser en todocaso completada con la idea de inten-ción que le es solidaria. La solidaridadentre estos dos elementos representaprecisamente el nivel psicológico de la

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estructura teleonómica. Allí actúa unser viviente que está no sólo equipadopara constituir con sus iniciativas sumedio, sino también para afirmar susingularidad. La óptica determinista dela psicología no implica una filosofíadeterminista; y la psicología no sabríajamás sostener esta convicción. Pues laexplicación-interpretación psicológicasiempre da cuenta sólo de los factoresque son necesarios para que el compor-tamiento sea tal como es, nunca losuficiente como para comprenderlototalmente. Nadie, ni el sujeto mismo,logra sacar a la luz la totalidad de losfactores contextuales, positivos y nega-tivos, que sobredeterminan la motiva-ción y significación de sus comporta-mientos. El “azar” no es aquí sino elnombre de la ignorancia de lo que seríanecesario para una explicación exhaus-tiva, desde luego en la hipótesis gratui-ta de un determinismo excluyente detoda libertad. Pero las lagunas irreme-diables en la explicación psicológicano justifican tampoco la afirmación dela libertad. Ésta no pertenece al ordende la observación psicológica.

En lo que concierne al concepto demotivación, es preciso todavía atraer laatención sobre la multiplicidad de lasmotivaciones, y sobre la imposibilidadde hacer un inventario de ellas, comoalgunos han soñado hacerlo. No se des-criben los rasgos de la “naturaleza hu-mana” como se describe la naturalezade las termitas o de las palomas. Sepuede hablar de la tendencia a la con-

servación de sí, o de la ambición, o dela necesidad de ser amado... Cada mo-tivación se ramifica en diversas funcio-nes y toma diferentes contenidos segúnlos individuos y las sociedades.

No me detendré en las relaciones en-tre las motivaciones individuales yaquéllas de la sociedad a la que el indi-viduo pertenece. Pienso que es legíti-mo hablar de tendencias y motivacio-nes propias a la sociedad, transponien-do así los conceptos de los procesospsicológicos al funcionamiento de lassociedades. Esta transferencia teóricase justifica tanto más que las represen-taciones; las intenciones y las fuerzasmotrices de las acciones humanas sonsiempre por una parte sociales y porotra individuales. Las concepcionesteóricas difieren sobre la prioridad aotorgar a estos aspectos y sobre la im-portancia de las interacciones.

Freud

La teoría psicoanalítica de Freud esparticularmente interesante para nues-tra problemática. Para Freud, su con-vicción general era que el ser humanono es libre; firme opinión que concor-daba con su proyecto de elaborar unapsicología científica en la que la in-terpretación era una explicación en laque se ponen en juego fuerzas y “meca-nismos” adecuadamente regulados. Sinembargo, sus observaciones clínicas,hechas con precisión, y el rigor que po-nía Freud en sus razonamientos expli-cativos, lo llevaron a precisar las corre-

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laciones entre causas y finalidades, y aponer en claro los límites de su poderexplicativo. Me limitaré a señalar algu-nos datos que ilustran mi afirmación.

El esquema motivacional está presen-te en toda la teoría freudiana. Los com-portamientos ponen en marcha lasTriebe, palabra adecuadamente traduci-da como “pulsión”. Por su empuje par-ticular, estas pulsiones orientan al orga-nismo psíquico hacia su satisfacción.Declarando vanos los proyectos de lospsicólogos por elaborar un cuadro deellas, Freud identifica sin embargo al-gunas: pulsión de agresión, de destruc-ción, de dominio, de autoconservación,de muerte, pulsión del yo, pulsión se-xual. Estas pulsiones se encuentran im-plicadas en una historia personal quepuede inhibirlas, negarlas o pervertir sutrayecto. Freud está convencido de ob-servar esto en los casos de sufrimientosafectivos y físicos no explicados por lafisiología ni por la neurología. Freudconstruye entonces su teoría explicati-va de las neurosis al mismo tiempo queprocede a terapias cuya técnica se justi-fica, según él, desde el punto de vistade la teoría y del diagnóstico. El térmi-no clave de la represión es ahora cono-cido universalmente como aquél quedesigna el proceso que produce los sín-tomas de las neurosis. Incluso si el no-iniciado no ve en la palabra represiónmás que una metáfora sugestiva, estobasta para hacer comprender que laneurosis también es para Freud un he-cho psíquico orientado a un fin, y no

simplemente un hecho negativo, comolo sería una disminución psicológicaconsecutiva a una degeneración fisioló-gica. La neurosis es para Freud el efec-to y la búsqueda de una reacción de sa-lud del organismo psíquico. “Organis-mo psíquico” como la expresión por lacual él designa la totalidad compleja delindividuo psíquico. Diferentes procesos(“mecanismos”) integran este indivi-duo, y colaboran en la vida psicológicasana como en la neurosis. Sin duda, sepodría hablar también aquí de causasascendentes y de causas descendentes.La causa descendente, responsable dela cooperación de los mecanismos, esaquí igualmente inaprensible. Se le in-fiere del hecho de que la neurosis repre-senta un conjunto coherente. El términoteleonomía se aplica perfectamente aestos hechos psicológicos.

Llevando tan lejos como es posiblelas interpretaciones-explicaciones, se-gún el modelo de las actividades teleo-nómicas, Freud se vio obligado, a pesarde él, a señalar los límites de éste. Con-sideremos, a título de ejemplo, su “in-terpretación de los sueños”. En su con-tenido psíquico, el sueño no es, tampo-co, el producto de un simple déficit fi-siológico y psicológico. Lo que es esen-cial en él, es el trabajo que realiza a finde producir las sensaciones de satis-facción, incluso turbadas, de las repre-sentaciones del deseo pulsional (Trieb-wunschvorstellungen). Pero al producirestas satisfacciones por mecanismos te-leonómicamente regulados, el sueño

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nos revela igualmente una característi-ca fundamental del ser humano que ha-ce que se manifieste el esquema teleo-nómico. Siendo psicológicamente unasuerte de alucinación no patológica, elsueño pone en juego la búsqueda deplacer en la representación de recuer-dos de satisfacción. Dicho de otro mo-do, en el sueño se manifiesta un datoesencial del ser humano: el hecho deque en él el placer llega a ser una reali-dad autónoma3. Desde luego, este pla-cer se apoya en recuerdos de experien-cias que obedecen al esquema motiva-cional; pero el sentido del placer semuestra allí independiente. Este placer,que se muestra autónomo, no tiene másfunción al servicio del organismo vitalregulado por la teleonomía. También elorganismo psíquico del ser humano sehalla disponible para comportamientosy maneras de ser contrarios a la vida,como en el caso de las perversiones, laanorexia, la depresión y la melancolía,la automutilación. El placer puede vol-verse en autodestrucción sin sentimien-to de placer. Pero, la autonomía del pla-

cer viene a ser también el lugar de lascreaciones culturales por la sublima-ción de la libido.

La observación de psicopatologías yla consideración del desarrollo psicoló-gico, en todo lo referido a la sexualidad,llevan también a Freud a concluir en latesis de la excepción humana en elorden de lo viviente, este orden que, co-mo hemos visto, Husserl designaba co-mo la animalische Natur en el ser hu-mano. En el ser humano –dice Freud–la sexualidad no es más un instinto pro-gramado cuya finalidad está determina-da. Freud decide asimismo reservar a lasexualidad humana el término Trieb, y ala del animal el de instinto. La clínica,que ha conducido a Freud de la neuro-logía a la psicopatología, le impone asíel problema central de un organismopsíquico compuesto por dinamismosteleonómicos, pero también fundamen-talmente alterado y desestabilizado porla libido que, siendo erótica, no tienefinalidad predeterminada, luego tam-poco un desarrollo naturalmente regu-lado. Esta ausencia de finalidad tienesu contraparte en la capacidad de pla-cer que se independiza también de laórbita de las funciones vitales y moti-vantes de donde nació. A estas particu-laridades humanas se añade la excep-cional premaduración biológica del serhumano en ciernes, experimentada co-mo angustia, y que las motivaciones vi-tales-psicológicas la hacen desarrollar-se en apegos libidinosos a las figurasparentales.

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3 Es preciso no confundir este hecho con “el prin-cipio del placer-displacer” que es el principio te-leonómico fundamental en el sistema freudiano.Este principio ordena las relaciones de asimila-ción-interiorización y las de rechazo que caracte-rizan los intercambios entre el individuo y su me-dio. La experiencia del placer se eleva sobre esteprincipio teleonómico y representa ya una interio-ridad psicológica en la que el principio juega denuevas y múltiples maneras.

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Antropólogos como A. Gehlen y Le-roy-Gourhan han planteado igualmenteel problema de la particularidad del serhumano en el reino de los vivientes.Tomando el punto de vista del viviente,apreciado en el círculo dinámico indi-viduo y medio, ellos observan una ca-rencia constitutiva en la adaptación delser humano a éste. La palabra “adapta-ción” designa, precisamente, el circuitocerrado del ser viviente que crea su me-dio de vida, en tanto el medio se prestaa las actividades que él debe ejercer pa-ra sobrevivir y hacer sobrevivir a su es-pecie. La ausencia de semejante adap-tación natural empuja al ser humano,dicen los antropólogos, a suplir esta ca-rencia con la creación de artefactos ydel mundo simbólico de los signos. Losantropólogos no comparten pues la ma-nera de pensar de un cierto número depsicólogos que, aparentemente fascina-dos por el círculo del viviente y de sunicho ecológico, conciben de preferen-cia los comportamientos humanos entérminos de necesidad y adaptación.

Al señalar la ruptura del ser humanocon el círculo teleonómico del vivientey del medio, los antropólogos estáncerca de Freud. Los pasos de unos yotro son, sin embargo, en cierto modo,opuestos. El antropólogo adopta unavisión de sobrevuelo sobre el reino delo viviente, en tanto que Freud pone supunto de partida en el individuo disten-dido en su interior por dinamismos yorientaciones que, respaldándose en losdinamismos teleonómicos, se les esca-

pan y, desarreglando éstos algunas ve-ces seriamente, llegan al punto de pro-ducir enfermedades y sufrimientos deun orden muy particular, como es el or-den psicológico. Este orden no es, sim-plemente, ni el del cuerpo ni el de la ra-zón, en tanto que sistema dinámico re-gulado por las leyes de la lógica. El or-den psicológico depende del cuerpo vi-viente y de la razón, pero él repercutetambién sobre estos dos órdenes, alpunto de poder perturbar su funciona-miento.

Es imposible presentar aquí la elabo-ración extremadamente compleja delas concepciones freudianas acerca delas finalidades en la psicología del serhumano. No puedo más que evocar al-gunos elementos. El más importante,sin duda alguna, la tesis de que la au-sencia de preprogramación sexual y lapresencia del placer autónomo hacennacer al sujeto yoico, por una reflexiónde la experiencia misma del cuerpoerótico; reflexión que se puede compa-rar a la reflexión noética cartesiana quehace nacer el yo como consciencia desí mismo. El yo, así constituido, tendrála posibilidad y la tarea de darse a símismo las finalidades que la naturalezateleonómica no le prescribe. Estas fina-lidades le son propuestas por los “valo-res culturales”. El lenguaje que trans-mite estos valores los vuelve presentesal interior del deseo, en el “ideal delyo”, como la causa interna en donde seorigina el movimiento hacia estos valo-res como objetos del deseo humano. En

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términos de finalismo se puede decirque la ausencia de preprogramación dela libido le otorga, mientras tanto, la po-sibilidad y la necesidad de autoprogra-mación. Necesidad tanto como posibili-dad, pues, según la tesis de Freud, lasobras de la sublimación cultural de lasexualidad son indispensables para laresolución de los conflictos psicológi-cos que acarrea la ruptura antropológi-ca con la teleonomía del viviente.

La ruptura antropológica que se pro-duce en el ser humano nos conduce aconcebir muchas actividades humanascomo estando por una parte metamoti-vadas; dicho de otro modo: transcen-diendo la explicación psicológica. So-bre este punto esencial, Freud se halla,regularmente, en contradicción consigomismo al tratar de reducir las creacio-nes culturales a funciones psicológicasocultas.

Los principios teóricos de Freud con-tienen las directivas esenciales para laterapia específicamente analítica. Éstaconsiste en la curación que el enfermose hace a sí mismo, por medio de suspalabras dichas en libertad de asocia-ción, en el dispositivo adecuado a estapalabra. Este estilo de palabra se justi-fica por los dos grandes principios teó-ricos de Freud. El primer principioconsiste en reconocer en el psiquismolas finalidades limitadas y de naturale-za teleonómica. Estas finalidades rigenla historia psicológica del sujeto, suneurosis y su palabra en el dispositivoterapéutico. Para aclarar esto se preci-

saría, evidentemente, analizar en deta-lle los diferentes elementos que evocami proposición. El segundo principio,el de la ruptura con las leyes teleonó-micas, impone al terapeuta psicoanalis-ta la neutralidad filosófica, religiosa yética en sus intervenciones terapéuti-cas. Puesto que no hay finalidad psico-lógica englobante, y que lo propio delser humano es el darse a sí mismo lasfinalidades que construyen el sentidode su existencia, el terapeuta no estáautorizado sino a restituir al enfermo,tan plenamente como sea posible, elpoder y la libertad psicológica paracumplir su tarea. No hay “pulsión deperfeccionamiento de sí”, afirma Freudcontra Jung. La ética del terapeuta ana-lista le impone respetar la libertad de supaciente y limitarse a la interpretaciónde lo que se halla inconsciente en supalabra dicha en libertad de asociación.

NOTA SOBRE JUNG

Se sabe que Jung se rebeló contraFreud, esencialmente, porque él noaceptó la reducción que hizo éste de lossímbolos a representaciones reprimidasde los deseos sexuales. Jung quería res-taurar la dimensión espiritual y religio-sa del psiquismo. Pero es sorprendenteobservar que en realidad él naturalizaestas dimensiones; precisamente, por-que quiso mostrar que ellas son finali-dades psicológicamente naturales. ParaJung, en efecto, los símbolos que des-pliegan las ideas religiosas y que ponenen acto los ritos, son emanaciones de

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las formas arquetípicas inscritas en lanaturaleza del psiquismo humano. Co-mo los genes se expresan en la forma-ción del cuerpo, así los arquetipos jun-gianos se expresan en la formación cul-tural de los símbolos. De este modo, lafinalidad de los símbolos es la de man-tener al viviente psíquico en equilibrio,por la expresión misma de lo que inte-gra la naturaleza de su psiquismo. Di-cho de otro modo, la finalidad de la ex-presión simbólica es la de una entele-quia que forma parte del círculo teleo-nómico. Es este espiritualismo natura-lista el que le permite a Jung absorbertodas las religiones, todas las filosofíasy todos los delirios en un universognóstico y alquimista en expansión. Lamixtura jungiana, de un espiritualismoesotérico y de una psicología de aspec-to científico, atrae al parecer a in-crédulos nostálgicos de imaginaciónreligiosa; y algunos teólogos buscanuna alianza, sin mayor esfuerzo, delcristianismo con las ciencias humanas.Esto me parece manifiesto en el éxitode Drewermann, quien proclamándoseen todo desde el psicoanálisis, seadhiere en realidad a la corriente jun-giana.

CONCLUSIÓN

El esquema dinámico constitutivo delas actividades psíquicas representa uncírculo teleonómico. Este dinamismoteleológico no requiere de la conscien-cia libre que plantea sus propios fines.También se le encuentra en los automa-

tismos que facilitan nuestra existencianormal. Freud nos ha mostrado que élse halla igualmente en actividad en elacto englobante e inconsciente de larepresión, así como en el trabajo regu-lado por el cual el psiquismo constituyelos síntomas de las neurosis. Precisa-mente, los casos clínicos nos revelanque antes de toda consciencia explícita,el psiquismo humano está señalado porrupturas del círculo teleonómico. Rup-turas que hacen que el ser humano, porno estar más vitalmente programadopor la libido, pueda y deba autoprogra-marse, bajo pena de autodestruirsecomo ego. Esta posibilidad ocurre conel advenimiento del yo. A partir de allíla motivación llega a ser, por una parte,auto-motivación de un ser humano quese da su propia finalidad.

El yo mismo es el producto de unaautoconstitución del individuo en tantoque él es un cuerpo psíquico ya auto-centrado en la experiencia del placer ydel displacer. Esta autoconstitución sehace en respuesta a las relaciones hu-manas en las cuales él es recibido. Es-tas relaciones son formadas por valoresculturales, y ellas a su vez transmitenestos valores, implícita y explícitamen-te. En su autoprogramación el yo lasasume y las descarta de modos varia-bles; pero, ninguna finalidad psicológi-ca natural sabría dar explicación de es-tas historias personales. Entre los valo-res culturales, el yo encuentra la finali-dad formalmente lógica que lleva en símismo el lenguaje como una de sus po-

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sibilidades. La psicología del desarro-llo de Piaget se ha concentrado sobreesta finalidad. Uno no se sorprende queésta presente una especie de teleono-mía, puesto que la ley (el nomos) de lalógica la gobierna.

La finalidad del psiquismo se liberaparcialmente del círculo teleonómico.Respaldándose en éste, el ser vivienteque es el ser humano puede lograr larealización de su humanidad por mediode acciones en las que la gratuidad seimpone sobre la motivación, la creati-vidad deja tras de sí sus apoyos finalis-tas, y el goce no es más la búsqueda deplacer. En el límite extremo, asintótico:en el que el amor es sin “porque” y sin“por qué”. Pero este límite es la refe-rencia al Dios bíblico.

REFERENCIAS

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