el canciller gutiÉrrez iglesias

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EL CANCILLER GUTIÉRREZ IGLESIAS S E G I, R E M R E C C R I S E M M P O Q R S Y C N°12 P S Y C. B M. 1. Memorias de medio siglo en la diplomacia costarricense. Emilia Castro de Barish. 2. Ad Ardua Per Alta: una biografía del Marqués de Peralta. Carlos Humberto Cascante Segura y Jorge Francisco Sáenz Carbonell. 3. Relatos Diplomáticos: Memorias de un Embajador Belga en Centroamérica. 1970- 1974. Víctor Clément Nijs. 4. El Canciller Lara: homenaje a la memoria de don Fernando Lara Bustamante, en el centenario de su nacimiento 1911-2011. Jorge Francisco Sáenz Carbonell. 5. El Canciller Rodríguez: Semblanza de don José Rodríguez Zeledón. Jorge Francisco Sáenz Carbonell. 6. Ricardo Jiménez Oreamuno: el Canciller. Jorge Umaña Vargas. 7. El Canciller Figueroa (Vida y obra del Dr. Eusebio Figueroa Oreamuno). Tomás Federico Arias Castro. 8. José María Castro Madriz, El Canciller. Istvan Alfaro Solano. 9. El Canciller Acosta, Julio Ernesto Revollo Acosta. 10. El Canciller González Víquez, Jorge F. Sáenz Carbonell y Miguel Villegas Arce. 11. El Canciller Castro Beeche, Rose Marie Rodríguez Castro de Anglada. 12. El Canciller Gutiérrez Iglesias, Oscar Quirós Ramírez Con esta obra se aspira a dar a conocer algunas facetas de las actuaciones públicas del licenciado don Ezequiel Gutiérrez Iglesias, especialmente en el ámbito de la diplomacia. Vinculado con ese campo desde su temprana juventud, primero como modesto empleado de la sede central de la Cancillería y después como agregado en la legación de Costa Rica en los Estados Unidos, don Ezequiel ejerció estos y muchos otros cargos diplomáticos con acierto, responsabilidad y probidad y llegó a ser canciller de Costa Rica. Además, entre otros destinos públicos desempeñó los de diputado y Presidente del Congreso, magistrado y presidente de la Corte Suprema de Justicia, director de los Archivos Nacionales y designado a la presidencia de la República. Le tocó desenvolverse en una época de grandes cambios políticos y sociales, pero siempre dio muestras de incorruptible carácter, gran religiosidad, patriotismo y bondad, aspectos que le valieron el respeto de las diferentes figuras políticas del momento. En estas páginas se trata de rescatar algunos de los principales aspectos de su vida pública y privada, y especialmente su labor como Secretario de Relaciones Exteriores y carteras anexas, cargo que sirvió en dos ocasiones, la primera en setiembre de 1889 y la segunda de 1890 a 1891. El Instituto de Servicio Exterior Manuel María de Peralta, fundado en agosto de 1988, es una unidad del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto que desarrolla programas dirigidos a la profesionalización y perfeccionamiento del servicio diplomático costarricense. Lleva ese nombre en homenaje a la memoria del más destacado diplomático de la historia costarricense, Embajador Emérito y dos veces Benemérito de la Patria. Dentro de las funciones del Instituto, la función académica cumple un papel primordial gracias a un convenio suscrito con el Sistema de Estudios de Posgrado (SEP) de la Universidad de Costa Rica se imparte la Maestría Profesional en Diplomacia. Además tiene como misión la formación, actualización y capacitación del personal del servicio exterior por medio de actividades académicas y prácticas, muchas de ellas mediante tecnologías en línea. El Instituto también se encarga del rescate de la historia diplomática de Costa Rica por medio de Investigaciones y publicaciones, y alberga el Museo Diplomático Braulio Carrillo y la Biblioteca León Fernández Bonilla. También tiene a su cargo la publicación de la Revista de Política Exterior y diversas actividades académicas dirigidas tanto a funcionarios del Ministerio como al público en general.

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Page 1: EL CANCILLER GUTIÉRREZ IGLESIAS

EL CANCILLER GUTIÉRREZ IGLESIASS E G I,

R E

M R E C C R

I S EM M P

O Q R

S Y C N°12

P S Y C. B M.

1. Memorias de medio siglo en la diplomacia costarricense. Emilia Castro de Barish.

2. Ad Ardua Per Alta: una biograf ía del Marqués de Peralta. Carlos Humberto Cascante Segura y Jorge Francisco Sáenz Carbonell.

3. Relatos Diplomáticos: Memorias de un Embajador Belga en Centroamérica. 1970-1974. Víctor Clément Nijs.

4. El Canciller Lara: homenaje a la memoria de don Fernando Lara Bustamante, en el centenario de su nacimiento 1911-2011. Jorge Francisco Sáenz Carbonell.

5. El Canciller Rodríguez: Semblanza de don José Rodríguez Zeledón. Jorge Francisco Sáenz Carbonell.

6. Ricardo Jiménez Oreamuno: el Canciller. Jorge Umaña Vargas.

7. El Canciller Figueroa (Vida y obra del Dr. Eusebio Figueroa Oreamuno). Tomás Federico Arias Castro.

8. José María Castro Madriz, El Canciller. Istvan Alfaro Solano.

9. El Canciller Acosta, Julio Ernesto Revollo Acosta.

10. El Canciller González Víquez, Jorge F. Sáenz Carbonell y Miguel Villegas Arce.

11. El Canciller Castro Beeche, Rose Marie Rodríguez Castro de Anglada.

12. El Canciller Gutiérrez Iglesias, Oscar Quirós Ramírez

Con esta obra se aspira a dar a conocer algunas facetas de las actuaciones públicas  del licenciado  don Ezequiel Gutiérrez Iglesias, especialmente en el ámbito de la diplomacia. Vinculado con ese campo desde su temprana juventud, primero como modesto empleado de la sede central de la Cancillería y después como agregado en la legación de Costa Rica en los Estados Unidos, don Ezequiel  ejerció estos y muchos otros cargos diplomáticos con acierto, responsabilidad y probidad y llegó a ser canciller de Costa Rica. Además, entre otros destinos públicos desempeñó los de diputado y Presidente del Congreso, magistrado y presidente de la Corte Suprema de Justicia, director de los Archivos Nacionales y designado a la presidencia de la República. Le tocó desenvolverse en una época de grandes cambios políticos y sociales, pero siempre dio muestras de  incorruptible carácter, gran religiosidad, patriotismo y bondad, aspectos que le valieron el respeto de las diferentes fi guras políticas del momento.

En estas páginas se trata de rescatar algunos de los principales aspectos de su vida pública y privada, y especialmente su labor como Secretario de Relaciones Exteriores y carteras anexas, cargo que sirvió en dos ocasiones, la primera en setiembre de 1889 y la segunda de 1890 a 1891.

El Instituto de Servicio Exterior Manuel María de Peralta, fundado en agosto de 1988, es una unidad del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto que desarrolla programas dirigidos a la profesionalización y perfeccionamiento del servicio diplomático costarricense. Lleva ese nombre en homenaje a la memoria del más destacado diplomático de la historia costarricense, Embajador Emérito y dos veces Benemérito de la Patria.

Dentro de las funciones del Instituto, la función académica cumple un papel primordial gracias a un convenio suscrito con el Sistema de Estudios de Posgrado (SEP) de la Universidad de Costa Rica se imparte la Maestría Profesional en Diplomacia. Además tiene como misión la formación, actualización y capacitación del personal del servicio exterior por medio de actividades académicas y prácticas, muchas de ellas mediante tecnologías en línea.

El Instituto también se encarga del rescate de la historia diplomática de Costa Rica por medio de Investigaciones y publicaciones, y alberga el Museo Diplomático Braulio Carrillo y la Biblioteca León Fernández Bonilla. También tiene a su cargo la publicación de la Revista de Política Exterior y diversas actividades académicas dirigidas tanto a funcionarios del Ministerio como al público en general.

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Oscar Quirós RamíreZ

El Canciller Gutiérrez Iglesias

SeMBlaNza De DON Ezequiel

Gutiérrez Iglesias,seCretariO De RelaCiONes EXteriOres Y Carteras aNeXas De agOstO a setieMBre

De 1889 Y De 1890 a 1891

Serie Yvonne Clays N° 12

Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de Costa RicaInstituto del Servicio Exterior

Manuel María de Per alta

Page 5: EL CANCILLER GUTIÉRREZ IGLESIAS

Edición aprobada por el Instituto del Servicio Exterior Manuel María de Peralta.Primera Edición: julio 2013.Primera reimpresión: noviembre 2016.

Revisión de pruebas: Oscar Quirós Ramírez, Jorge Francisco Sáenz Carbonell y Luis Fernando Ceciliano Piedra.Fotografía de la portada: Galería de ex cancilleres, Instituto del Servicio Exterior Manuel María de PeraltaEdición: Charles S. Hernández Viale.Diseño y diagramación: Imprenta Nacional.Preimpresión: Imprenta Nacional.Impresión: Imprenta Nacional.Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, Instituto del Servicio Exterior Manuel María de Peralta, San José, Costa Rica. Avenida 7-9, Calle 11-13, San José. Teléfono (506) 2539-5487. www.rree.go.cr

Impreso en Costa Rica.Reservados todos los derechos.Prohibida la reproducción, no autorizada por cualquier medio, mecánico o electrónico, del contenido total o parcial de esta publicación. Hecho el depósito por ley.

El texto es propiedad exclusiva del autor y no debe ser reproducido sin su autorización. Asimismo, no constituye un documento oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, por lo cual las opiniones expresadas en él son de exclusiva responsabilidad del autor.

92 R696S Quirós Ramírez, Oscar, 1977 -

El Canciller Gutiérrez Iglesias: semblanza de don Ezequiel Gutiérrez Iglesias, Secretario de Relaciones Exteriores y carteras anexas de agosto a setiembre de 1889 y de 1890 a 1891 / Oscar Quirós Ramírez. San José, CR: MREC, Instituto Manuel María de Peralta, 2013.

132 p. : 21x14 cm. __ (Serie Yvonne Clays, no. 12)

ISBN 978-9977-76-020-9

1. BIOGRAFÍAS. 2. COSTA RICA. 3. HISTORIA. 4.CANCILLERES 5. GUTIERREZ IGLESIAS EZEQUIEL. I. Título. II. Serie.

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Ezequiel Gutiérrez Iglesias(1840-1920)

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Oscar Quirós Ramírez

El Canciller Gutiérrez Iglesias

VII

Índice

INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3

CAPÍTULO I. - El Hombre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5

I. Apuntes genealógicos. Los Gutiérrez y los Iglesias. . . . . . . 5II. Infancia y primeros estudios. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13III. Matrimonio y descendencia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14IV. El educador. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17V. La actividad agropecuaria. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19

CAPÍTULO II. -Los años anteriores (1862-1889) . . . . . . . . . . . . . 22

I. En la Sede Central de la Cancillería. . . . . . . . . . . . . . . . . . 22II. Diplomático en los Estados Unidos de América. Primeros viajes a Europa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22III. Consejero en misión especial en el Perú y Chile. . . . . . . . . 27IV. Fiscal y magistrado de la Corte Suprema de Justcia. . . . . . 28V. Diplomático en Gran Bretaña. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29VI. El exilio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31VII. Juez de Hacienda Nacional. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32VIII. Diplomático en Gran Bretaña por segunda vez y ministro plenipotenciario en los Estados Unidos de América. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32IX. Ministro plenipotenciario en El Salvador. . . . . . . . . . . . . . 34X. Magistrado de la Corte Suprema de Justicia por segunda vez. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34

CAPÍTULO III. -El canciller: primera época (agosto-setiembre de 1889) . . . . . . . . . . . . . . . . . 39

I. La Cancillería en 1889. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39II. El cuerpo diplomático y consular extranjero. . . . . . . . . . . 44

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Oscar Quirós Ramírez

El Canciller Gutiérrez Iglesias

VIII

III. Política exterior. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45A. Política exterior multilateral. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45B. La política bilateral: fallecimiento del presidente de Nicaragua. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46C. La política bilateral: otros países. . . . . . . . . . . . . . . . . 48

1. Gran Bretaña. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 482. República Dominicana. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 483. Serbia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49

IV. Las carteras anexas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49V. La renuncia del canciller Gutiérrez. Las elecciones de 1889. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50

CAPÍTULO IV.- El canciller: segunda época (1890-1891) . . . . . . . 52

I. La cancillería en 1890. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52II. El cuerpo diplomático y consular de Costa Rica. . . . . . . . . 53III. El cuerpo diplomático y consular extranjero. . . . . . . . . . . . 56IV. La política exterior. Centroamérica. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58

A. Conflicto El Salvador-Guatemala. . . . . . . . . . . . . . . . 58B. Tratado con el Salvador. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59C. Tratado con Honduras. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60D. La demarcación limítrofe con Nicaragua. El tratado Castro-Guerra. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60

V. La política exterior. Colombia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62VI. Las carteras anexas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65

A. Justicia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65B. Gracia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66C. Culto. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66D. Beneficencia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67

VII. La segunda renuncia del canciller Gutiérrez. . . . . . . . . . . . 69

CAPÍTULO VI.- Los años posteriores (1892-1920) . . . . . . . . . . . . 72

I. Ministro en misión especial en Honduras. . . . . . . . . . . . . . 72II. Magistrado de la Corte Suprema de Justicia por tercera vez. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73III. Candidato a la Presidencia de la República. . . . . . . . . . . . . 74IV. Diputado al Congreso Constitucional y tercer designado a la Presidencia por primera vez. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82V. El Congreso de Cádiz. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 84VI. Magistrado suplente de la Corte de Justicia Centroamericana. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86VII. Director de los Archivos Nacionales. . . . . . . . . . . . . . . . . . 87VIII. Presidente de la Corte Suprema de Justicia. . . . . . . . . . . . . 87IX. Tercer designado a la Presidencia por segunda vez. . . . . . . 88

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X. Fallecimiento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90

ANEXO.- Parte expositiva de la memoria de la Secretaría de Relaciones Exteriores y Carteras Anexas 1890-1891 . . . . 95

BIBLIOGRAFÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 116

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Dedicatoria

A mi hijo Tomás Andrésy a la memoria de doña

Ángela Carbonell de Sáenz,afectuosamente.

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Introducción

El siglo XIX probablemente es el más importante en la historia de Costa Rica. El país no solo obtuvo la independencia de la Corona española, sino que también tuvo la fortuna de contar con hombres idóneos para defenderla y consolidarla.

Líderes de la talla de don Juan Mora Fernández, don Braulio Carrillo, don Juan Mora Porras y, posteriormente, don Jesús Jiménez y don Tomás Guardia, entre otros muchos, llevaron sobre su espalda la dif ícil tarea de formar nuestro país y sus instituciones. Estos políticos fueron gradualmente reemplazados por otros muy bien preparados intelectualmente como don Ricardo Jiménez, don Cleto González Víquez, don Carlos Durán y otros integrantes de la llamada generación de 1889. Cabe señalar que esta pequeña lista de grandes hombres de Estado, es meramente ejemplificativa e ilustrativa. Sin duda es muchísimo más amplia. Sin embargo, la historia “oficial” de Costa Rica, la que nos enseñan en los centros educativos, no menciona muchos otros personajes igualmente importantes y que tuvieron su peso en muy variados cargos y actividades.

En estas páginas tratamos de dar a conocer algunas facetas de la actuación de uno de esos grandes costarricenses poco conocidos, don Ezequiel Gutiérrez Iglesias. Cabe aclarar que no es ni pretende ser un estudio biográfico profundo del personaje, aunque realmente lo merece. Lo que se procura es rescatarlo como gran ejemplo de ser humano y resaltar los aspectos más sobresalientes de su actuación como canciller y hombre público, sin dejar de relatar algo de su honorable e interesante vida privada.

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Abogado de profesión, don Ezequiel Gutiérrez, entre otros puestos públicos, llegó a ser canciller de Costa Rica en dos ocasiones, la primera en setiembre de 1889 y la segunda de 1890 a 1891. Le tocó a don Ezequiel desenvolverse en una época de muchos cambios políticos, pero fue ahí, donde dio a conocer su carácter incorruptible y gran religiosidad, aspectos que le valieron el respeto de las diferentes figuras políticas del momento. Como diplomático representó a nuestro país con honor y probidad.

Agradezco profundamente a mi esposa Mónica y a mi familia por su constante apoyo, y al profesor Jorge Sáenz Carbonell, por darme la oportunidad de colaborar con esta pequeña reseña a la historia diplomática del país y de conocer, por medio de la investigación realizada, a un costarricense admirable, de los que en la función pública lamentablemente no abundan.

Cartago, abril de 2013.

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Capítulo I

El Hombre

I.- Apuntes genealógicos. Los Gutiérrez y los Iglesias.

Don Ezequiel Gutiérrez Iglesias nació en Cartago el 23 de agosto de 1840, como hijo primogénito del matrimonio de don Francisco de Paula Gutiérrez y La Peña–Monje y doña Ramona Iglesias Llorente 1. Fue bautizado el mismo día, con el nombre de Felipe Ezequiel, por el presbítero don Lorenzo Alvarado. Sus padrinos fueron su tía paterna doña Agustina Gutiérrez y su esposo don Francisco María Oreamuno Bonilla, quien fue jefe de Estado de 1844 a 1846 2.

La familia Gutiérrez, de hidalgo ancestro español, había estado radicada primeramente en Guatemala, donde vivió en el siglo XVIII Don Alonso Gutiérrez de Talabán, quien fue casado con Doña María Anselma González Andía y Rejón. De este matrimonio fue hijo Don Alonso José Gutiérrez y González Andía, quien casó con Doña María Josefa Lizaurzábal y López Marchán, y tuvo con ella, entre otros hijos, a Don Agustín y Don

1 GUTIÉRREZ BRAUN, Hernán, “Ezequiel Gutiérrez Yglesias a través de su correspondencia”, p. 97. Anales de la Academia de Geograf ía e Historia de Costa Rica 1974-1976, San José, Imprenta Nacional, 1977, pp. 89-212.

2 Archivo de la Curia Metropolitana, Bautismos de Cartago, libro 28, folio 254, asiento 358.

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Atanasio Gutiérrez y Lizaurzábal, los fundadores de su linaje en Costa Rica 3.

Don Agustín Gutiérrez nació en Santiago de Guatemala (hoy Antigua Guatemala) el 28 de agosto de 1763 y cursó estudios en la Universidad de San Carlos, donde se graduó de licenciado en Leyes. Contrajo nupcias en Nueva Guatemala de la Asunción el 3 de mayo de 1799 con Doña Josefa de la Peña-Monje y La Cerda, hija de Don Francisco de la Peña-Monje y Guerrero y Doña Isabel de la Cerda y La Cerda, ambos pertenecientes a muy distinguidas y acaudaladas familias de la Intendencia de León de Nicaragua 4.

Como consecuencia de este matrimonio, Don Agustín y su esposa se establecieron en Nicaragua, donde el licenciado Gutiérrez pronto fue uno de los vecinos más importantes de la villa de la Purísima Concepción de Rivas. La familia poseía extensas y valiosas haciendas cacaoteras y ganaderas, tanto en el partido de Rivas como en el inmediato de Nicoya. Pero además, Don Agustín se distinguió como hombre público, cuyos méritos lo llevaron a ser elegido para representar al partido de Rivas en la Diputación Provincial de Nicaragua y Costa Rica, que funcionó en la ciudad de León de 1813 a 1814. Esta corporación fue restablecida en 1820 y a la que correspondió declarar la independencia absoluta de Nicaragua y Costa Rica de la Monarquía Española, el 11 de octubre de 1821 5.

Como consecuencia de la volátil situación política que enfrentó Nicaragua prácticamente a partir de su separación de España, Don Agustín decidió abandonar temporalmente Rivas con su familia y establecerse en su hacienda Santa Rosa, en el partido de Nicoya 6. Sin embargo, con el paso del tiempo la situación de Nicaragua empeoró y desembocó en una guerra civil. Para peores, una epidemia que afectaba la vista azotó la región de

3 Sobre la familia Gutiérrez, V. CASTRO Y TOSI, Norberto de, “Familias patricias de Costa Rica”, pp. 182-190, en Revista de la Academia Costarricense de Ciencias Genealógicas, San José, Noviembre de 1975, pp. 11-190.

4 GRUB, Udo, Diccionario Cronológico y Genealógico del Poder Ejecutivo de Costa Rica, inédito, 1994, p. 44; SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco y otros, Las Primeras Damas de Costa Rica, San José, Instituto Costarricense de Electricidad, 1ª. ed., 2002, p. 259.

5 Ibid.

6 Ibid., p. 260.

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Nicoya, y al administrársele un medicamento para los ojos al hijo mayor de Don Agustín y Doña Josefa, llamado también Agustín, se le dio una dosis equivocada y quedó ciego 7.

Después de dos años en Santa Rosa, y convencido de que en Nicaragua las cosas no mejorarían a corto plazo, don Agustín decidió establecerse con su esposa e hijos en la ciudad de Cartago. Desde su llegada a Costa Rica, fue un personaje de prestigio e influencia, y entre otros cargos le correspondió desempeñar los de diputado y primer presidente del Congreso Constituyente de 1824-1825, alcalde ordinario de primer voto de la ciudad de Cartago en 1826, magistrado suplente de la Corte Superior de Justicia de 1826 a 1827, presidente de la misma Corte de 1829 a 1830 y fiscal de 1830 a 1831. Fue además miembro del Consejo Representativo y por licencia concedida al jefe de Estado don José Rafael de Gallegos y Alvarado ejerció interinamente la primera magistratura de julio a agosto de 1834 8. En ese mismo año, con el pseudónimo de Un abogado centroamericano, publicó la primera obra jurídica impresa en Costa Rica, un diccionario forense titulado Prontuario de Derecho práctico por orden alfabético 9. Murió el 9 de diciembre de 1843 en la ciudad de San José a la edad de 80 años 10.

Entre los hijos de don Agustín y doña Josefa nos interesa especialmente el padre de don Ezequiel, don Francisco de Paula Gutiérrez y La Peña-Monje, quien nació en León de Nicaragua el 2 de abril de 1812 11. Por consiguiente, apenas empezaba la adolescencia cuando su familia se avecindó en Cartago.

Don Francisco de Paula, que no cursó estudios superiores, fue hombre emprendedor y de variadas actividades. Fue dueño de una hermosa finca de potreros, café y montaña en el Naranjo, hoy Juan Viñas 12, pero se dedicó principalmente a la minería, según su

7 Ibid.

8 Ibid., p. 261.

9 SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, Los sistemas normativos en la Historia de Costa Rica, Santo Domingo de Heredia, Ediciones Chico, 1ª. ed., 2004, pp. 242 y 482.

10 GRUB, 1994, p. 44.

11 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 97.

12 Ibid., p. 98.

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propia declaración al hacer su testamento, y esa actividad lo llevó a Talamanca en busca de las fantasmagóricas minas de Tisingal, y de la igualmente hipotética mina del cerro San Mateo, cerca de la cuenca del Pacuare. Además, tuvo un contrato con el gobierno para estudiar el trazado de un camino entre el Valle Central y el Caribe, o por lo menos el trayecto comprendido entre Turrialba y el río Chirripó, región que también interesó a su hijo don Ezequiel para la posible formación de haciendas ganaderas. En lo militar, llegó a ser capitán, según un ascenso que le fue concedido el 2 de noviembre de 1839. También trabajó como agrimensor, midiendo tierras para denunciar 13, y en 1843, por encargo de su concuño el vicejefe de Estado don Francisco María Oreamuno Bonilla, participó junto con el inmigrante peruano don Pedro Iglesias y Rodríguez en el reconocimiento de terrenos y distribución de solares y tierras para crear la actual población de Turrialba 14. En la esfera pública, fue miembro de la Cámara de Representantes de 1844 a 1846, jefe político del departamento de Cartago en 1846 y magistrado suplente electo en 1847 15, y fue nombrado administrador general de correos por el presidente Mora Porras el 16 de mayo de 1851 16.

Don Francisco de Paula contrajo su primer matrimonio el 3 de noviembre de 1839 en Cartago, en la iglesia de San Francisco, con doña Ramoncita Iglesias Llorente 17.

Según la tradición familiar y popular, la familia Iglesias de Cartago es descendiente del italiano Stefano Curti Rocca, nacido en 1741 en Comazzo, Milán, en el hogar de Salvatore Curti y Margherita Rocca 18. Stefano Curti, o el doctor don Esteban Curti, como se le conoció en Costa Rica, estudió en Pavía bajo la supervisión del eminente médico Giovanni Batista

13 Ibid., p. 97.

14 SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, Francisco María Oreamuno, San José, EUNED, 1ª. ed., 1994, p. 40.

15 Ibid., p. 18.

16 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 97.

17 Ibid.

18 FERNANDEZ ESQUIVEL, Franco, El Doctor Esteban Curti y La Inquisición En Cartago, Lima, Grafotécnica, Editores e Impresores SRL, 1ª. ed., 1988, p.7.

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Borsieri y obtuvo, entre otros grados académicos, el de bachiller en medicina 19.

Interesante de contar, mas no ciertamente modelo para imitar, fue la vida del doctor Curti, que llegó a Cartago a finales del siglo XVIII con el gobernador español Don José Vázquez y Téllez, y dio mucho que hablar tanto por su temperamento enamoradizo y mujeriego y sus enredos con señoras principales de la ciudad, sin parar mientes en su estado civil 20, como por la irreverencia de que hizo gala en cuestiones de religión. El Santo Oficio, que desde su establecimiento en Costa Rica en el siglo XVI solo había tenido que atender algunos casos insignificantes, se vio de pronto ante un proceso de verdad, por la gravedad de las denuncias formuladas contra el médico italiano 21. Además de sus burlas a la fe y su manifiesta irreligiosidad, se dijo que utilizaba las fuerzas del más allá para curar a sus pacientes 22. A fin de cuentas, la comisaría del Santo Oficio en Cartago decidió elevar el proceso a las autoridades inquisitoriales de México, de las que dependían las de Costa Rica 23. Allá fue declarado hereje y en 1802 se le envió a España, pero en Cuba logró fugarse y se dirigió a los Estados Unidos de América. Murió en Filadelfia en 1825 24.

Al doctor Curti se le atribuyó la paternidad de don Joaquín de Iglesias, nacido en Cartago el 7 de noviembre de 1794, cuya madre fue doña Juana María Vidamartel, conocida por Juana María Iglesias Sotomayor 25. Esta señora pertenecía a una familia cartaginesa de cierto viso y era prima hermana de Benito Carrillo y Vidamartel, padre de don Braulio Carrillo.

La vida de don Joaquín de Iglesias estuvo dedicada principalmente a la docencia y a la política. Fue maestro de primeras

19 Ibid., p. 10.

20 BLANCO SEGURA, Ricardo, Entre Picaros y bobos, San José, EUNED, 1a. ed. 1981. p 20. .

21 SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, Don Joaquín de Oreamuno y Muñoz de la Trinidad, San José, EUNED, 1ª. ed. 1994, p. 21.

22 FERNÁNDEZ EZQUIVEL, 1988. p. 26.

23 SÁENZ CARBONELL, 1994. p. 21.

24 FERNÁNDEZ ESQUIVEL, 1988. p. 52.

25 GRUB, p. 7; OBREGÓN LORÍA, Rafael, El Poder Legislativo en Costa Rica, San José, Asamblea Legislativa, 1ª. ed., 1966, p. 41.

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letras en Cartago, miembro y secretario de la Junta de Legados de los Pueblos, miembro de la Junta Superior Gubernativa de 1822, alcalde de Cartago en 1823 y 1827 y diputado por Cartago de 1825 a 1827 y de 1832 a 1834. Por haber sido uno de los principales promotores de la insurrección que desembocó en la Guerra de la Liga en 1835, tuvo que exiliarse en Nicaragua, donde permaneció hasta 1837. Carrillo, durante su segunda administración, le encargó la dirección de la construcción del camino entre el Valle Central y el Caribe, empresa en la que adquirió una fiebre maligna, de la cual falleció el 5 de abril de 1840 26.

Don Joaquín contrajo nupcias en dos ocasiones, la primera en Cartago el 5 de noviembre de 1818 con doña Petronila Llorente, hija de don Ignacio Llorente y Arcedo y doña María Feliciana de la Fuente y Alvarado y hermana del futuro obispo de Costa Rica monseñor Anselmo Llorente, y en segundas en Alajuela el 21 de noviembre de 1832 con doña Inés Ugalde, hija de don José Francisco Ugalde y Ramos y doña Ramona Alfaro y Arias 27. Del primer matrimonio nacieron, entre otros doña Ramoncita y don Demetrio Iglesias Llorente, padre del presidente Rafael Yglesias Castro 28.

Doña María Ramona Norberta Iglesias y Llorente, llamada en la familia Ramoncita, fue bautizada en la iglesia de Nuestra Señora del Carmen de Cartago el mismo día en que vino al mundo, el 5 de junio de 1821 29, y murió como consecuencia del alumbramiento de su undécima hija, el 16 de setiembre de 1855, a la temprana edad de treinta y cuatro años 30.

En el hogar Gutiérrez-Iglesias nacieron los siguientes hijos 31:

1.- Don Felipe Ezequiel, nació en Cartago el 23 de agosto de 1840.

26 Ibid.

27 GRUB, 1994, p. 7.

28 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 97

29 Ibid..

30 Ibid.

31 Ibid.

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2.- Don Agustín, nació en San José el 28 de marzo de 1842 y murió en esa ciudad el 23 de abril de 1911. Agricultor y agrimensor. Casó en San José, el 16 de junio de 1876, con Da. Julia Ross Hazera (natural de David, Chiriquí, Panamá), hija de don Jaime Ross Abreu y doña María de la Trinidad Hacera Vásquez 32.

3.- Doña Trinidad, nació el 6 de junio de 1843 y murió en San José el 15 de octubre de 1870. Soltera.

4.- Doña Salvadora, nació el 27 de marzo de 1845 y murió en San José el 28 de marzo de 1894. Soltera. Directora del Liceo de Niñas de San José 33.

5.- Doña María Concepción, nació el 8 de diciembre de 1846 y murió en San José el 24 de julio de 1862. Soltera.

6.- Doña María de la Luz, nació el 7 de junio de 1848 y murió en Guatemala alrededor de 1890. Hermana de La Caridad de San Vicente de Paul.

7.- Doña Enriqueta, nació el 6 de agosto de 1849 y murió en San José el 9 de agosto de 1918. Casó con don Manuel Sáenz y Carazo.

8.- Doña Dolores, nació el 9 de noviembre de 1850 y murió en San José el 26 de marzo de 1889. Casó el 19 de enero de 1873 con su primo hermano don Demetrio Tinoco Iglesias.34

9.- Doña Agustina, nació el 28 de agosto de 1852 y murió en San José el 17 de abril de 1900. Soltera 35. Fue maestra en el Liceo de Niñas de San José 36.

32 MELÉNDEZ, Mauricio, Ascendencia presidencial, 2005, en http://wvw.nacion.com/ln_ee/ESPECIALES/raices/2005/mayo/31/raices45.html

33 GONZÁLEZ FLORES, Luis Felipe, Evolución de la instrucción pública en Costa Rica, San José, Editorial Costa Rica, 1a. ed., 1978, p. 477.

34 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 97

35 Ibid.

36 GONZÁLEZ FLORES, 1978, pp. 477-478.

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10.- Doña María Josefa, nació el 20 de enero de 1854 y murió en San José el 7 de abril de 1922. Hermana de de la Caridad de San Vicente de Paúl.37

11.- Doña Ramoncita, nació el 16 de setiembre de 1855 y murió en San José el 22 de marzo de 1942. Casó con el licenciado don Ángel Anselmo Castro y Méndez. Fue al nacer esta última hija que murió su madre doña Ramoncita 38. Fue maestra en el Liceo de Niñas de San José 39.

Casó don Francisco de Paula Gutiérrez por segunda vez el 13 de agosto de 1857 en la iglesia de Nuestra Señora del Carmen de Cartago, con doña Joaquina Figueroa y Oreamuno, hija de don Antonio Figueroa y doña Ramona Oreamuno y Jiménez 40 y nieta materna de don Joaquín de Oreamuno, quien como comandante general de las armas gobernó pasajeramente en 1823. De esta unión solo hubo una hija, doña Gertrudis Gutiérrez y Figueroa, llamada familiarmente Tulita, que nació en San José el 20 de noviembre de1858 y falleció en la misma ciudad el 27 de marzo de 1951. Casó con don Eloy Truque y García, de origen colombiano 41. Como varias de sus hermanas mayores, fue maestra en el Liceo de Niñas de San José 42.

Don Francisco de Paula testó en San José el 14 de julio de 1860 y murió al día siguiente en la misma ciudad. Los únicos bienes que le quedaban eran dos solares en la ciudad de Cartago y un derecho a denunciar terrenos baldíos del Estado, que fue cedido a su hijo primogénito don Ezequiel 43.

37 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 97.

38 Ibid.

39 GONZÁLEZ FLORES, 1978, p. 477.

40 https://familysearch.org/pal:/MM9.1.1/NQLV-R92

41 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 97.

42 GONZÁLEZ FLORES, 1978, p. 477.

43 MELÉNDEZ, 2005,

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II.- Infancia y primeros estudios.

Don Ezequiel pasó sus primeros años en su sísmica ciudad natal y haciendo frecuentes viajes a San José y a la finca de su padre en el Naranjo. Cuando tenía poco más de año y medio de edad se produjo el primer gran terremoto de Cartago, que el 2 de setiembre de 1841 destruyó por completo la ciudad. La casa donde se hallaba el niño Ezequiel se derrumbó encima suyo, pero pudo salvar la vida gracias a su nodriza y a los señores don Cleto Jiménez y don José María Figueroa Oreamuno 44 .

El padrino de bautismo de don Ezequiel fue su tío político don Francisco María Oreamuno Sandoval, esposo de doña Agustina Gutiérrez y La Peña-Monje e íntimo amigo de su padre 45. Don Francisco María fue persona de gran significación en la política costarricense de esa época, ya que entre otros muchos cargos de relevancia desempeñó los de vicejefe de Estado de 1843 a 1844, jefe de Estado de 1844 a 1846 y vicepresidente de la República y presidente del Congreso de 1850 a 1856 46.

Su maestra de primeras letras fue doña Joaquina Figueroa Oreamuno, quien más tarde llegó a ser su madrastra. Posteriormente recibió lecciones de don Santana Calderón, don Pascual Sáenz Llorente, don Jesús Mata, don Pedro Caamaño y otras personas 47. Concluyó sus estudios primarios en la afamada escuela de don Francisco Villafranca, quien había llegado a Costa Rica alrededor de 1848, procedente de Honduras 48.

Como parte de su formación académica, en 1854 viajó don Ezequiel a Guatemala, país que contaba con los mejores centros de enseñanza de la región centroamericana, y allí recibió lecciones en el Colegio Seminario, dirigido por los padres jesuitas 49. En este colegio guatemalteco se preparó don Ezequiel entre otras cosas en filosof ía, idiomas, música instrumental,

44 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 98

45 Ibid.

46 Sobre Oreamuno, V. SÁENZ CARBONELL, 1994.

47 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 98.

48 Ibid.

49 Ibid., p. 99.

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metaf ísica, matemáticas, doctrina cristiana, historia, geograf ía y además obtuvo la medalla de honor por su ejemplar conducta 50. También le correspondió vivir en suelo guatemalteco esos años la epidemia del cólera, que había azotado Costa Rica en 1856 y llegó a Guatemala en 1857 51.

Regresó a Costa Rica en agosto de 1859, once meses antes que muriera su padre don Francisco de Paula52. Inició estudios en la Universidad de Santo Tomás, y en febrero de 1860 presentó su examen de grado como bachiller en Filosof ía. Posteriormente cursó en la misma Universidad la carrera de Derecho, con algunas interrupciones debido a sus viajes. Finalmente se graduó de licenciado en Leyes y se incorporó como abogado el 9 de setiembre de 1870 53.

III.- Matrimonio y descendencia.

Don Ezequiel conoció a su futura esposa, la señorita Josefina Braun Bonilla, cuando era muy niña. Su padre, don Juan Braun Rosler, era oriundo de Saint Alban, población del reino de Baviera, y había llegado a Costa Rica en 1855, desde los Estados Unidos. En 1856 había acompañado a las tropas costarricenses a la campaña contra los filibusteros casi en calidad de personal médico, gracias a que entre 1843 y 1846 había cursado dos años de filosof ía y uno de medicina en la Universidad de Munich 54. Ciertamente, los conocimientos de medicina de don Juan eran superiores a los de muchos curanderos y aun a los de algunos médicos 55, pero después de la guerra de Nicaragua rara vez puso en práctica ese saber y más bien, se dedicó a impartir lecciones de lenguas clásicas, geograf ía e historia en la Universidad de Santo

50 Ibid.

51 Ibid.

52 Ibid., p. 100.

53 Ibid.

54 EASTMAN, Sarita, Una Estela Luminosa, Bloomington, Editorial Wordclay, 1a. ed., 2010, p. 58.

55 Ibid.

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Tomás 56. Contrajo nupcias con la señorita Elena Bonilla Carrillo 57, quien era hija del importante político don Manuel Antonio Bonilla Nava y de doña Jesús Carrillo y Morales, sobrina del jefe de Estado don Braulio Carrillo. De este matrimonio nacieron, entre otros muchos hijos, Josefina, esposa de don Ezequiel; Rafaela, llamada en familia Chola, quien casó con el general don Rafael Villegas Arango, y el célebre y malogrado poeta Juan Diego Braun.

Alguna vez se escuchó contar a don Ezequiel la siguiente anécdota:

“En cierta ocasión, en casa de don Juan, y teniendo Josefina no más de cuatro o cinco años, la sentó don Ezequiel en sus rodillas y dijo a su futuro suegro que si se la daba por esposa, él la esperaría. Don Juan no tuvo oportunidad de ver el desenlace, pues murió antes del matrimonio de su hija, pero la promesa sí se vio cumplida años después.” 58

La espera fue larga, porque don Ezequiel le llevaba nada menos que veinticinco años a la señorita Braun, quien había nacido en San José el 20 de enero de 1865 59. Finalmente se casaron a las seis de la mañana del 24 de setiembre de 1887, en la capilla vieja del Seminario de San José. Don Ezequiel ya tenía cuarenta y siete años, edad más que madura para contraer nupcias, y más en aquella época. Bendijo la unión el obispo monseñor Bernardo Augusto Thiel. Fueron padrinos don Ricardo Jiménez Oreamuno, en nombre de su padre don Jesús Jiménez, y don Agustín Gutiérrez Iglesias, hermano del novio, y madrinas las señoritas Agustina Gutiérrez y Teresa Hogan 60. Don Juan Braun ya había muerto, en 1880 61.

56 Ibid.

57 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 175.

58 Ibid.

59 https://familysearch.org/pal:/MM9.3.1/TH-266-11619-16671-0?cc=1460016&wc=MMBT-6QZ:123090809

60 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 175.

61 https://familysearch.org/pal:/MM9.1.1/NQ5N-RXG

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De este enlace nacieron los siguientes hijos:

- María Cristina Ramona de los Dolores, nacida el 18 de julio de 1888, y bautizada el 24 del mismo mes. Murió a los siete meses y doce días de nacida 62.

- María Josefina Mercedes del Rosario, nacida el 30 de setiembre de 1889 y bautizada el 6 de octubre del mismo año 63. Casó con el licenciado don Elías Leiva Quirós el 14 de setiembre de 1918 64.

- Amanda Adela Mercedes de los Ángeles, nacida en Cóncavas el 23 de diciembre de 1891, bautizada a los 40 días de nacida 65. Casó con el licenciado don Daniel Gutiérrez Navas (nicaragüense) el 6 de febrero de 1915 66.

- Federico Ezequiel Octavio del Carmen, nacido en Cóncavas el 11 de octubre de 1893, bautizado el 19 de noviembre del mismo año. Casó con la señorita Claudia Alfaro Flores el 24 de diciembre de 1934 67.

- María Emilia de la Trinidad, nacida en Cóncavas el 3 de enero de 1895 y bautizada a los cuarenta días de nacida 68. Casó con don Ezequiel Gutiérrez R. el 21 de enero de 1916 69.

- María Claudia de la Soledad, nacida en Cóncavas el 22 de noviembre de 1896 70.

62 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 176.

63 Ibid.

64 Ibid., p. 177.

65 Ibid., p. 176.

66 Ibid., p. 177.

67 Ibid.

68 Ibid., p. 176.

69 Ibid., p. 177.

70 Ibid.

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- María Cristina Teodora de la Concepción, nacida en Cartago el 9 de diciembre de 1897 y bautizada en la iglesia de la Soledad 19 del mismo mes 71.

- Leticia Flora del Carmen, nacida en Cartago el 26 de julio de 1899 72.

- Jaime Ramón del Carmen, nacido en Cartago el 31 de agosto de 1902 73. Casó con la señorita Daisy Góngora Umaña el 24 de setiembre de 1934 74.

- Hernán Felipe Carmen de la Trinidad, nacido en Cóncavas el 28 de abril de 1904 y bautizado el 1º de junio del mismo año 75. Casó con la señorita Lydia Gurdián Rojas el 26 de julio de 1930 76.

IV.- El educador.

En su obra Evolución de la Instrucción Pública en Costa Rica, don Luis Felipe González Flores escribió:

“De altos quilates morales, el Licenciado Gutiérrez, con su vida ejemplar, fue un verdadero educador por la personalidad moral que proyectaba a los jóvenes en aquella época. Gutiérrez Yglesias, en cualquier parte que se le colocara, o ejerciera alguna función social o política, fue siempre un educador” 77

71 Ibid., p. 176.

72 Ibid.

73 Ibid.

74 Ibid., p. 177.

75 Ibid., p. 176.

76 Ibid., p. 177.

77 GONZÁLEZ FLORES, 1978, p. 474.

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Desde muy joven se interesó don Ezequiel por la actividad docente. Poco tiempo después de su regreso de Guatemala, y aún sin graduarse de abogado, empezó a participar en labores educativas, y en especial atribuyó importancia a la educación de la mujer 78. En 1858 fundó junto con su madrastra y antigua maestra doña Joaquina Figueroa de Gutiérrez el segundo Liceo de Niñas que hubo en la ciudad de Cartago 79. En este colegio privado, según una noticia de 1862, las alumnas aprendían gramática castellana, geograf ía, historia, inglés, astronomía, doctrina cristiana, bordados, urbanidad e historia sagrada 80.

Otra institución de enseñanza secundaria en la que don Ezequiel impartió lecciones fue el Colegio de Humanidades de Jesús, fundado en San José a fines de 1859 por el cubano don Tomás Muñoz. En esa institución don Ezequiel tuvo a su cargo en 1860 cursos de latín, álgebra, geometría y gramática castellana 81.

En 1870 don Ezequiel sirvió por breve tiempo el cargo de inspector general de Enseñanza, creado por el Reglamento de Instrucción Primaria de 10 de noviembre de 1869 82.

Don Ezequiel además fue profesor de la Universidad de Santo Tomás. El 3 de agosto de 1861 fue nombrado en forma interina como catedrático de Gramática, por renuncia del titular don Francisco Gallardo 83, y el 17 de diciembre de ese año se le designó como catedrático de Filosof ía, cargo que obtuvo en propiedad por oposición en 1863 y que lo obligó ocasionalmente a tener suplentes interinos por sus viajes fuera del país. Fue titular de esa cátedra hasta 1871 84.

La cátedra de Filosof ía de la Universidad de Santo Tomás distó mucho de tener las características propias de la educación

78 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 100.

79 GONZÁLEZ FLORES, 1978, p. 474.

80 La Gaceta, 16 de diciembre de 1862.

81 GONZÁLEZ FLORES, 1978, p. 370.

82 Ibid., p. 474.

83 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 104.

84 LÁSCARIS COMNENO, Constantino, Desarrollo de las ideas filosóficas en Costa Rica, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. ed., 1964, pp. 111-112.

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superior, ya que la preparación previa de los estudiantes era muy rudimentaria 85, lo cual obligaba a los profesores a impartir lecciones desde un punto de vista orientado hacia la secundaria y a basar su enseñanza en estudios introductorios 86. Es interesante destacar, sin embargo, que don Ezequiel Gutiérrez quiso renovar los estudios e introducir textos nuevos 87, como los Pedro Felipe Monlau, Jaime Balmes y el filósofo cordobés José María Rey Heredia, seguidor de Kant 88.

Don Ezequiel también fue miembro de la Dirección de Estudios de la Universidad 89, y en 1887 tuvo a su cargo la cátedra de Derecho Natural 90, actualmente Filosof ía del Derecho.

Cabe indicar que también doña Josefina Braun de Gutiérrez se dedicó a labores docentes. Don Luis Felipe González Flores, en su obra ya citada, la menciona entre las maestras distinguidas de San José, junto con su hermana Carlota Braun 91.

V.- La actividad agropecuaria.

Continuando con la tradición de los Gutiérrez, don Ezequiel sintió una gran vocación por la ganadería y la agricultura.

El 9 de setiembre de 1873 tomó en arriendo por tres años las haciendas Tuis y Naranjo 92, y el 9 de mayo de 1889 en una subasta, compró don Ezequiel los terrenos de Chis, en Turrialba, donde no le fue bien. En cuadernos que rotulaba con el nombre de Efemérides, don Ezequiel consignó los movimientos de sus fincas, tales como trabajos de los peones, nacimientos y muertes

85 Ibid., p. 110 nota 19.

86 GONZÁLEZ VILLALOBOS, Paulino, La Universidad de Santo Tomás, San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1ª. ed., 1989, p. 81.

87 LÁSCARIS COMNENO, 1964, p. 87.

88 Ibid., p. 110.

89 GONZÁLEZ FLORES, 1978, pag 474.

90 GONZÁLEZ VILLALOBOS, Paulino, 1989, p. 163.

91 GONZÁLEZ FLORES, 1978, p. 478.

92 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 133.

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de animales, desyerbas y siembras de pastos nuevos, arreglos de cercas y otros muchos detalles 93. Después de muchos sinsabores, logró deshacerse de las montañas vírgenes y adquirir, el 16 de julio de 1889 la hacienda Cóncavas 94, que habría de ser uno de los grandes amores de su vida. Esa propiedad, en cuyos terrenos se ubica hoy el Jardín Botánico Lankaster, ofrecía muchas ventajas, entre ellas un clima fresco y saludable, aguas excelentes y abundantes, proximidad a la línea férrea y a la ciudad de Cartago y otros centros de población.

Cóncavas llegó a gozar de gran prestigio por su escogido hato y su café “de fantasía”, como lo llamó don Ezequiel, pero además en ella se instaló una estación de observación pluviométrica del Instituto Físico Geográfico 95.

La vida de la hacienda se vio afectada por la importante baja en los precios del café en los mercados europeos en los últimos años del siglo XIX y por un asalto que sufrió la familia la noche del 9 de noviembre de 1897, en el cual perdió la vida un fiel servidor de apellido Vivas 96. Sin embargo, Cóncavas muy pronto se recuperó. En 1903 la visitó una delegación de los Estados Unidos, encabezada por el profesor O. F. Cook, agente especial del gobierno americano para asuntos de agricultura tropical. El profesor Cook y sus compañeros recorrieron los cafetales y le expresaron a don Ezequiel que su sistema de cultivo les parecía científico, económico y original. Al profesor suizo Henri Pittier le manifestaron que nunca habían visto cafetales iguales y que les parecían superiores a todos los que habían visto dentro y fuera de Costa Rica 97.

En una amistosa carta de 13 de agosto de 1902, Pittier le había manifestado a don Ezequiel que “Sus manos ya no pueden desprenderse de los cuernos del arado” 98 y posiblemente así lo hubiera querido él, pero las circunstancias económicas

93 Ibid., p. 132.

94 Ibid., p. 178.

95 Ibid., p. 179.

96 Ibid.

97 Ibid.

98 Ibid., p. 183.

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no se lo permitieron. El terremoto de Santa Mónica, que el 4 de mayo de 1910 destruyó por completo la ciudad de Cartago y afectó gravemente a toda la región aledaña, dejó en ruinas las instalaciones de Cóncavas. Esta vez don Ezequiel, aquejado por múltiples dificultades, no logró recuperarse del golpe, y se vio obligado a deshacerse de la propiedad, que el 9 de marzo de 1911 fue vendida a don Carlos Lankaster, eminente botánico especializado en en café y orquídeas 99.

99 Ibid., p. 179.

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Capítulo II

Los años anteriores (1862-1889)

I.- En la sede central de la Cancillería.

Don Ezequiel empezó su fructífera carrera pública a los veintiún años de edad y de modo muy modesto. Su primer cargo público fue el de oficial primero archivero de la Secretaría de Relaciones Exteriores e Instrucción Pública, según oficio N° 26 de 2 de junio de 1862, suscrito por don Francisco María Iglesias Llorente, titular de esas carteras 100. Cabe recordar que don Francisco María era hermano de doña Ramoncita Iglesias y por consiguiente tío de don Ezequiel. Este duró poco menos de un año como oficial archivero, ya que el 26 de mayo de 1863 fue ascendido a jefe de sección y archivero de la misma Secretaría 101 .

II.- Diplomático en los Estados Unidos de América. Primeros viajes a Europa.

Después de dos años de laborar en el servicio interno de la Cancillería, el joven Gutiérrez fue nombrado para su primer

100 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 108.

101 Ibid.

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cargo en el exterior. En 1863, don Francisco María Iglesias había sido sucedido en la Secretaría de Relaciones Exteriores por su primo hermano don Julián Volio Llorente. Al año siguiente, Volio nombró a don Ezequiel como agregado de la Legación de Costa Rica en los Estados Unidos de América. Se le extendió el pasaporte correspondiente el 26 de abril de 1864 102. El titular de la Legación, con el carácter de enviado extraordinario y ministro plenipotenciario, era el eminente y experimentado diplomático don Luis Molina y Bedoya, ex canciller de Guatemala 103.

Al año siguiente, don Ezequiel tuvo la oportunidad de realizar su primer viaje a Europa. Ya tenía la costumbre en esa época de relatar diversos episodios de su vida en unos cuadernos que rotulaba con el apelativo de Extractos, y de los cuales muchos, desgraciadamente, se perdieron en el terremoto de 1910 104. En uno de los que se conservó estaban consignadas las circunstancias de ese viaje, en un relato iniciado el 21 de julio de 1865. Por medio de don Francisco Gallardo, su predecesor en la cátedra de Filosof ía de la Universidad de Santo Tomás, don Ezequiel conoció en Nueva York al presbítero don Isidro Cabezas y Alfaro, cura párroco de Barba, quien enseguida simpatizó con él. Don Isidro le manifestó al joven diplomático que inicialmente había tenido intenciones de pasar a Europa, pero que estaba con ánimo de desistir de tal viaje y que solo lo efectuaría si don Ezequiel lo acompañaba, para lo cual le ofrecía prestarle mil pesos por el tiempo que él quisiera. Don Ezequiel accedió a la instancia del padre Cabezas, tramitó los permisos necesarios y finalmente emprendió viaje ese 21 de julio de 1865 105.

Europa produjo viva impresión en el joven Gutiérrez, según se desprende de sus asuntos de viaje, pero lo que más le emocionó fue la audiencia privada que él y el presbítero Cabezas tuvieron en Roma con Su Santidad Pío IX 106. Cabe destacar que años más tarde, ese mismo pontífice se rehusaría a obsequiar el

102 Ibid.

103 Sobre don Luis Molina, V. CASCANTE SEGURA, Carlos Humberto, y SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, Diccionario biográfico de la diplomacia costarricense, San José, Imprenta Nacional, 1ª. ed., 2006, pp. 149-150.

104 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 111

105 Ibid., pp. 112-113.

106 Ibid., p. 113.

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deseo del presidente don Tomás Guardia de que se nombrara al padre Cabezas como obispo de Costa Rica.

El viaje de don Isidro y don Ezequiel por Europa fue relativamente corto, ya que el 15 de octubre de 1865 salieron de Londres para Liverpool, puerto donde se embarcaron para regresar a los Estados Unidos 107. Don Ezequiel se reincorporó a sus labores en la Legación, pero cabe mencionar que sus relaciones con su superior inmediato don Luis Molina no eran demasiado cordiales, como consecuencia del distanciamiento entre Molina y el canciller Volio, iniciado cuando el diplomático se opuso al asilo otorgado por Costa Rica al ex presidente salvadoreño Gerardo Barrios, que el canciller había defendido gallardamente, aunque en lo personal tampoco le parecía una buena idea 108. Finalmente, Molina renunció a su cargo, y en agosto de 1866, a la temprana edad de veintiséis años, don Ezequiel fue nombrado como encargado de Negocios de Costa Rica en los Estados Unidos de América 109. Permaneció dos años al frente de la Legación, hasta que el 21 de agosto de 1868 fue autorizado para ausentarse de los Estados Unidos y asumir el cargo de secretario de la Legación que estaba enviando Costa Rica a varios países europeos y que encabezaba don Julián Volio Llorente en carácter de ministro plenipotenciario 110.

Después de visitar rápidamente Gran Bretaña, don Julián y su joven secretario cruzaron el Canal de la Mancha y de Calais marcharon a París, en medio de la crudeza del invierno septentrional. En la capital francesa don Ezequiel relató brevemente en su diario de viaje su encuentro con Napoleón III y la emperatriz Eugenia:

“Enero 4, 1869. París. El General Dik, Ministro de los Estados Unidos nos ha presentado hoy al Emperador y a la

107 Ibid.

108 SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, Historia diplomática de Costa Rica, San José, Editorial Juricentro, S. A., 1ª. ed., 1996 , pp. 297-301.

109 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 210.

110 Ibid., p. 117.

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Emperatriz, y hemos concurrido esta noche a un gran baile en las Tullerías.” 111

Después de Francia visitaron España e Italia. Llegaron a Roma el 13 de abril y el 25 de ese mes don Ezequiel consignó en su diario:

“Hoy he sido recibido en audiencia privada, junto con don Julián, por Pío Nono.- En 1865 fui también recibido en audiencia privada en compañía del Padre Cabezas. – En ambos casos he conversado por extenso con el Papa.” 112

Como ya indicamos, años más tarde, el presidente don Tomás Guardia quiso que la Santa Sede nombrara como nuevo obispo de Costa Rica al padre Cabezas, idea que rechazó Pío IX. Con el ánimo de lograr un cambio en la posición del papa, Costa Rica envió al Vaticano en 1876 una misión especial encabezada por don Rafael Machado y Jáuregui 113. Se dice que entonces, o en otra oportunidad, el papa pronunció una famosa frase:

“ … mientras Pío sea cabeza de la Iglesia Católica, Cabezas no será cabeza de la Iglesia de Costa Rica.” 114

En una nota contenida en su documentada obra La primera vacante de la diócesis de San José, monseñor Víctor Sanabria y Martínez dice: “Alguien nos ha dicho que el Lic. don Ezequiel Gutiérrez estaba presente cuando Pío IX pronunció esta sentencia” 115. Sin embargo, esta posibilidad no es verosímil, ya que solo hay constancia de dos oportunidades en las que don Ezequiel estuviera en una audiencia con el Santo Padre: una en 1865, con el padre Cabezas, y la otra en 1869, con don Julián Volio. En ninguna

111 Ibid.

112 Ibid., p. 118.

113 SÁENZ CARBONELL, 1996, p. 380.

114 SANABRIA M., Víctor, La Primera Vacante de la Diócesis de San José, San José, Editorial Costa Rica, 1973, p. 113. Cabe mencionar que Pío IX, en su juventud, había sido diplomático pontificio en América del Sur, por lo que conocía bien el idioma español.

115 Ibid.

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de ellas pudo haberse pronunciado la frase en cuestión, porque Guardia no llegó al poder sino hasta 1870, y monseñor Llorente, al que don Tomás quiso que sucediera Cabezas, no falleció sino hasta setiembre de 1871. No hay constancia, tampoco, de que don Ezequiel acompañara a Machado en la misión de 1876 o estuviera en una entrevista con Pío IX en alguna otra oportunidad.

Después de su estadía en Roma, don Julián y don Ezequiel se separaron, ya que el primero debía regresar a París, mientras el segundo viajaba a España para cumplir un encargo del gobierno de Costa Rica en el sentido de buscar y contratar un maestro para la Escuela Normal, así como de revisar en los mejores centros de estudios, textos que pudieran ser utilizados en la educación costarricense 116. El maestro contratado por don Ezequiel fue el valenciano don Manuel María Romero, quien prestó grandes servicios a la educación costarricense. González Flores dice que en la enseñanza pública, “Todo comenzó a modificarse sustancialmente desde que vino a San José el maestro Romero y a Cartago el Doctor Ferraz” 117.

Mientras don Ezequiel se hallaba en Europa, se produjo en Costa Rica la caída del segundo gobierno del doctor Castro, a quien sucedió don Jesús Jiménez, cuya esposa doña Esmeralda Oreamuno Gutiérrez era prima hermana de los Gutiérrez-Iglesias. En una carta a su hermana doña Salvadorita, escrita en Madrid el 29 de enero de 1869, don Ezequiel manifestó:

“Te confieso que temo mucho que don Jesús no haya podido consolidarse en la presidencia, y que a la hora de ésta se encuentre, no en San José sino en Tucurrique, no labrando la felicidad de nuestra patria, sino las tierras de su hacienda. Si el Gobierno de Costa Rica llega a caer en malas manos, el país va a hacerse invisible para todas las gentes honradas.” 118

116 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 119.

117 GONZÁLEZ FLORES, 1978, p. 301.

118 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 124

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Don Ezequiel llegó a San José el 20 de noviembre de 1869 y con fecha de 13 de diciembre presentó la renuncia a su cargo diplomático en Washington 119. Sus temores con respecto a la estabilidad del gobierno de don Jesús Jiménez tardaron algo en cumplirse, pero a la postre no fueron infundados, ya que el 27 de abril de 1870 don Jesús fue derrocado por un golpe militar, que llevó a la primera magistratura a don Bruno Carranza. Este a su vez renunció el 9 de agosto de ese año y fue sucedido por el general don Tomás Guardia.

III.- Consejero en misión especial en el Perú y Chile.

A pesar de haber sido funcionario del gobierno de don Jesús y de ser su pariente político, es evidente que don Ezequiel ya gozaba de prestigio como diplomático, porque fue escogido para formar parte de la misión especial que en agosto de 1870 mandó el presidente Guardia a Lima, con el propósito de negociar con el empresario norteamericano Henry Meiggs la construcción del ferrocarril entre el Valle Central y el Caribe 120. Además de don Ezequiel, a quien se dio el rango de consejero, esta misión la integraban el licenciado don Manuel Alvarado y Barroeta como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario y su hijo don Manuel Alvarado Millet como secretario 121.

La misión especial, además de visitar el Perú, también viajó a Chile, donde se firmaron varios tratados bilaterales, que no llegaron a ser ratificados por el Gobierno de Costa Rica 122.

119 Ibid., p. 123.

120 SÁENZ CARBONELL, 1996, p. 344.

121 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 131.

122 SÁENZ CARBONELL, 1996, p. 344.

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IV.- Fiscal y magistrado de la Corte Suprema de Justcia.

El 18 de octubre de 1870 el presidente de facto don Tomás Guardia nombró nuevos magistrados de la Corte Suprema de Justicia, para reemplazar a los designados durante la breve administración de don Bruno Carranza. Como regente del alto tribunal se nombró al ex presidente de la República don José María Castro Madriz y como fiscal a don Camilo Esquivel Sáenz 123. Sin embargo, este último renunció a los pocos meses 124 y el 20 de abril de 1871 el presidente Guardia designó como nuevo fiscal de la Corte a don Ezequiel Gutiérrez 125. Cabe recordar que don Ezequiel se había incorporado como abogado el 9 de setiembre de 1870, es decir, solo unos meses antes de su nombramiento para tan elevado cargo. Lo desempeñó hasta mayo de 1872, cuando se inauguró el nuevo régimen constitucional y el Congreso designó nuevos magistrados.

El 30 de julio de 1876 fue derrocado el presidente don Aniceto Esquivel y asumió el poder otro gobierno de facto, presidido por don Vicente Herrera Zeledón. Este procedió a designar nuevos magistrados, y entre ellos estuvo don Ezequiel Gutiérrez, quien fue nombrado el 8 de agosto como integrante de la Sala Segunda de la Corte 126. Sin embargo, fue muy poco lo que duró en su desempeño como magistrado, ya que fue llamado a servir un cargo en el Poder Ejecutivo y en su lugar se designó en la Sala Segunda a don Francisco María Fuentes y Quirós, el 28 de setiembre de 1876 127.

123 Decreto N° 54 de 18 de octubre de 1870.

124 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 173

125 Ibid., p. 138.

126 Decreto N° 60 de 8 de agosto de 1876.

127 Decreto N° 74 de 28 de setiembre de 1876.

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V.- Diplomático en Gran Bretaña.

El nuevo cargo para el que se nombró a don Ezequiel en setiembre de 1876 fue el de encargado de Negocios de Costa Rica ante el Gobierno de Su Majestad Británica.

La misión de don Ezequiel en Londres se adivinaba dif ícil, debido especialmente a la situación generada por los onerosos empréstitos contratados por Costa Rica con casas financieras londinenses, para sufragar el costo de la construcción del ferrocarril entre el Valle Central y el Caribe. Atrapada entre oscuros manejos de los banqueros, contratos leoninos y altos intereses, Costa Rica había terminado por abstenerse de efectuar los pagos periódicos a que se había comprometido, y su crédito estaba por el suelo. Las gestiones que al respecto había efectuado su tío don Francisco María Iglesias en Londres no habían tenido éxito y más bien habían empeorado la situación 128. El canciller don Rafael Machado y Jáuregui le dio a don Ezequiel la siguiente instrucción, con fecha de 9 de octubre de 1876:

“U.S. debe de ponerse de acuerdo con el Señor D. Francisco Ma. Yglesias y obrar en el sentido más conveniente a los intereses de la República; y sobre todo ante el Gobierno de S.M. debe U.S. hacer cuanto sea dable y le inspire patriotismo para contribuir a salvar la honra y los intereses nacionales”. 129

También le tocaba a don Ezequiel tratar de desenredar el espinoso caso del cónsul británico en Costa Rica, Edward R. Meugens. En 1875 se publicaron en Londres comentarios contenidos en un informe enviado en enero por Meugens, en el cual se expresaba muy mal de Costa Rica y cuestionaba la honorabilidad y la inteligencia de altos funcionarios del país, por lo que las autoridades costarricenses decidieron cancelarle el exequátur 130. Como el Gobierno británico había tomado muy a

128 SÁENZ CARBONELL, 1996, p. 371.

129 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 149.

130 SÁENZ CARBONELL, 1996, p. 377.

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mal esta decisión, el canciller Machado instruyó a don Ezequiel del siguiente modo:

“U.S., si hablare de este asunto, hará las convenientes explicaciones para que el Gobierno de S. M. B. quede satisfecho de la manera en que ha obrado el de Costa Rica respecto a dicho Cónsul, significando el deseo del Gobierno de que esa plaza se provea en una persona imparcial que evite dificultades.” 131

Las instrucciones del canciller también se referían al sempiterno tema del canal interoceánico de Nicaragua, que por enésima vez estaba de moda y generaba fricciones entre ese país y Costa Rica:

“U.S., siempre que haya oportunidad, ante los Miembros del Gobierno Inglés, los demás Ministros Extranjeros y aun por la prensa, conviene que sostenga los derechos ribereños de esta República y su decisión á que el canal de Nicaragua sea neutral para todas la naciones del mundo, sin privilegios que establezcan ventajas indebidas.” 132

En setiembre de 1877 don Vicente Herrera fue forzado a separarse del mando supremo, que fue asumido por el general don Tomás Guardia. Cabe recordar que don Vicente era persona cercana a don Ezequiel y además se hallaban unidos por vínculos de parentesco, ya que su esposa doña Guadalupe Gutiérrez García de Herrera era prima hermana de don Francisco Gutiérrez y La Peña-Monje. Es de suponer, por consiguiente, que don Ezequiel no recibió con agrado la noticia de la caída de Herrera y el ascenso de Guardia. Sin embargo, permaneció en su cargo diplomático durante varios meses más. Finalmente renunció el 11 de junio de 1878. Es posible que en ello haya influido una carta que le dirigió Herrera el 12 de mayo, en la que le manifestaba que otra carta

131 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 149.

132 Ibid., p. 150.

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suya para don Ezequiel había sido sustraída, abierta y remitida original al general Guardia y contenía amargas apreciaciones sobre el nuevo régimen 133. Para reemplazarlo en Londres fue designado don Manuel María de Peralta, el 25 de julio de 1878.

VI.- El exilio.

De regreso en Costa Rica, don Ezequiel no tardó en distanciarse completamente del gobierno de Guardia, y a poco de su retorno debió salir hacia Panamá, esta vez en calidad de exiliado político. En Panamá se dedicó por poco tiempo a asuntos personales, y posteriormente se trasladó a El Salvador, en respuesta a al llamado de amigos suyos, antiguos compañeros del seminario en Guatemala quienes le ofrecieron cooperación y ayuda 134.

En aquel entonces estaban rotas las relaciones entre Costa Rica y El Salvador y este país albergaba a notorios exiliados políticos costarricenses, entre ellos al ex presidente Herrera. Los exiliados efectuaron una reunión en San Salvador el 19 de noviembre de 1879, a la cual asistió don Ezequiel, y en ella se suscribió un documento que decía, entre otras cosas:

“Los emigrados costarricenses que suscribimos, convencidos de que el Gobierno presidido en Costa Rica por el General Don Tomás Guardia está causando la ruina moral y material de nuestra patria y procurando la anarquía de de Centro América, nos hallamos en la estricta obligación de contribuir en lo posible a derribar ese Gobierno y sustituirlo con otro que labre la felicidad de la República. Y confiando en que para llegar a ese fin tendremos oportunamente la cooperación de una gran mayoría de nuestros oprimidos

133 Ibid., pp. 154-155.

134 Ibid., p. 138.

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compatriotas, así como los Gobiernos aliados y amigos de Guatemala, El Salvador y Honduras… ” 135

Los exiliados acordaron fundar una organización con el nombre de Legión Anti-Guardista y nombraron una junta directiva cuyo secretario fue don Ezequiel, con el propósito de canalizar las ayudas y recibir nuevos socios, todo con el objeto de salvar a Costa Rica de la dictadura de Guardia 136.

A pesar de estos propósitos, la Legión no logró levantar vuelo, ni pudo materializar sus propósitos. Guardia se mantuvo en el poder hasta su muerte, ocurrida el 6 de julio de 1882.

VII.- Juez de Hacienda Nacional.

Con la muerte del general Guardia volvió la esperanza de los emigrados políticos, ya que don Próspero Fernández, elegido para el período 1882-1886, puso en práctica una política de reconciliación. A finales de 1882 don Ezequiel pudo regresar a Costa Rica, y mediante nota N° 61 de 12 de agosto de 1883 fue nombrado juez de Hacienda Nacional por tres meses, para sustituir interinamente al titular. Este era su cuñado el licenciado don Ángel Anselmo Castro, esposo de su hermana doña Ramoncita Gutiérrez, al cual se concedió licencia por ese tiempo 137.

VIII.- Diplomático en Gran Bretaña por segunda vez y ministro plenipotenciario en los Estados Unidos de América.

Terminar la construcción del ferrocarril al Atlántico y resolver en lo posible el complicado asunto del empréstito con los banqueros ingleses fueron dos de las principales preocupaciones del gobierno de don Próspero Fernández. Se desarrollaron

135 Ibid., p. 139.

136 Ibid.

137 Ibid., p. 173.

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negociaciones entre el gobierno y el empresario norteamericano Minor Cooper Keith, y el 13 de julio de 1883 el secretario de Gobernación y carteras anexas firmó con él un contrato mediante el cual Keith se comprometía a arreglar varias de las deudas y obtener una reducción de los intereses. El éxito de las negociaciones de Keith con los banqueros fue parcial y se hizo indispensable la firma de un nuevo contrato entre el gobierno y el empresario norteamericano 138.

Para participar junto con Keith en la segunda ronda de negociaciones con los banqueros en cumplimiento del segundo contrato Soto-Keith, el gobierno de Costa Rica designó el 7 de agosto de 1884 a don Ezequiel Gutiérrez como su agente en Europa, con todos los poderes necesarios 139. Con la ejecución de ese segundo contrato Soto-Keith, Costa Rica pudo por fin regularizar su situación con los acreedores británicos y empezar a restablecer su imagen crediticia 140.

También con fecha de 7 de agosto de 1884 el gobierno nombró a don Ezequiel como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de Costa Rica en los Estados Unidos, en forma honoraria y con una misión especial que debía ejecutarse de paso por Washington en su viaje a Gran Bretaña. Debía investigar, con mucha prudencia y sagacidad, si había probabilidades de obtener del gobierno de los Estados Unidos que su representante en Madrid interpusiera sus buenos oficios a fin de que el rey de España D. Alfonso XII aceptara actuar como árbitro en la cuestión limítrofe entre Costa Rica y Colombia, y en caso afirmativo formular al Departamento de Estado la solicitud correspondiente. También debía indagar sobre los designios de las autoridades de Washington con respecto al canal de Nicaragua e informar reservadamente a la Cancillería de Costa Rica 141.

Don Ezequiel regresó a Costa Rica en octubre de 1884 142.

138 SÁENZ CARBONELL, 1996, p. 445.

139 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 144.

140 SÁENZ CARBONELL, 1996, p. 445.

141 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 144.

142 Ibid.

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IX.- Ministro plenipotenciario en El Salvador.

En 1885 se produjo la famosa intentona del presidente de Guatemala Rufino Barrios, apoyado por Honduras, para restablecer por la fuerza la unión centroamericana. Costa Rica, El Salvador y Nicaragua rechazaron las pretensiones de Barrios. Debido a esto, el 1° de abril de ese mismo año el gobierno de Costa Rica dispuso enviar a El Salvador a don Ezequiel, con el carácter de enviado extraordinario y ministro plenipotenciario, y le dio instrucciones para ponerse de acuerdo con el gobierno salvadoreño con respecto a la acción cooperativa de ambos países en la defensa de sus autonomías amenazadas por Guatemala, además tener informado al gobierno de Costa Rica de todo lo relacionado al conflicto y utilizar su buen juicio para conseguir la mayor suma de ventajas en el menor tiempo posible. Simultáneamente le fue conferido el grado de teniente coronel del Ejército, sin duda para facilitar su comunicación con los militares salvadoreños de alto rango 143.

El conflicto se interrumpió por la repentina muerte del general Barrios en la batalla de Chalchuapa el 2 de abril de 1885, sin que las tropas costarricenses hubieran tenido que entrar en el combate. A finales de abril o principios de mayo don Ezequiel regresó a Costa Rica 144.

X.- Magistrado de la Corte Suprema de Justicia por segunda vez.

El 5 de mayo de 1886, el Congreso Constitucional eligió a los magistrados que formarían parte de la Corte Suprema de Justica en el período 1886-1890. Como presidente del tribunal fue elegido el licenciado don José Antonio Pinto Castro 145. La Sala Segunda estuvo compuesta por don Manuel Vicente Jiménez

143 Ibid., p. 164.

144 Ibid., p. 211.

145 SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, y MASÍS PINTO, Mauricio, Historia de la Corte Suprema de Justicia de Costa Rica, San José, EDITORAMA, 1ª. ed., 2006, p. 163.

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Oreamuno como presidente y por don Camilo Esquivel Sáenz y don Ezequiel Gutiérrez Iglesias como magistrados 146.

Esta Corte duró relativamente poco en funciones, ya que de conformidad con una reforma constitucional aprobada en ese mismo mes de mayo de 1886 y la Ley Orgánica de Tribunales aprobada en 1887, a partir del 1º de enero de 1888 empezaría a regir en Costa Rica el sistema de casación, de origen francés, y ello hacía necesario elegir nuevos magistrados. Estos fueron nombrados el 7 de julio de 1887 por el Congreso Constitucional, que para integrar la Sala de Casación designó a don Ezequiel Gutiérrez, junto con don José Rodríguez Zeledón, don Juan José Ulloa Solares, don Alejandro Alvarado García y don Manuel Vicente Jiménez Oreamuno 147.

La Sala de Casación entró en funciones el 1º de enero de 1888, bajo la presidencia del licenciado don José Rodríguez. Este renunció en agosto de 1889, por ser candidato a la presidencia de la República 148 y su dimisión fue admitida por el Congreso Constitucional el 28 de ese mes 149. Para entonces, para poder asumir la Secretaría de Relaciones Exteriores y carteras anexas, ya había renunciado también don Ezequiel, cuya dimisión fue admitida el 12 de agosto de 1889 150.

Las elecciones de 1889 fueron una de las más decisivas de la historia nacional. Desde 1849, el país no había tenido una sola elección presidencial disputada, ya que el candidato del gobierno saliente siempre era impuesto por unanimidad o enorme mayoría, y al respecto no había sido la excepción el presidente don Bernardo Soto, reelegido en 1886 con el 100% de los votos. En su mensaje al Congreso el 1° de mayo de 1889, Soto anunció su propósito de garantizar la más amplia libertad electoral para los comicios que debían efectuarse a fines de ese año 151. Sin embargo, casi enseguida entregó la primera magistratura al licenciado don

146 Ibid., p. 165.

147 La Gaceta, 14 de julio de 1887.

148 Decreto N° 55 de 21 de agosto de 1889.

149 Decreto N° 57 de 28 de agosto de 1889.

150 SÁENZ CARBONELL y MASÍS PINTO, 2006, p.170.

151 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 197.

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Ascensión Esquivel, segundo designado a la Presidencia, con el propósito de que desde esa cómoda posición construyera su candidatura para el período 1890-1894. En otras palabras, se garantizaba libertad para apoyar al candidato del gobierno.

A pesar de ser personaje de prestigio político y profesional, el nombre de Esquivel despertaba muchas antipatías en ciertos sectores, especialmente por su ideología liberal y anticlerical, al que algunos atribuían caracteres extremistas. La Iglesia Católica, enfrentada con el poder civil por las leyes anticlericales de 1884, la normativa sobre educación que en 1885 había implantado la educación laica en las escuelas públicas y las normas del Código Civil de 1888 sobre divorcio vincular y matrimonio civil, veía con mucho temor el posible ascenso de Esquivel, y no dejó de transmitir sus inquietudes a los fieles. Según recordó don Carlos Gagini en sus memorias,

“Nunca ha habido en Costa Rica oposición más formidable contra un candidato que la hecha por el pueblo en aquella época contra el Licenciado Esquivel, a quien miraba como el Anticristo o el diablo en persona….” 152

Otros grupos simplemente aspiraban a que se implantara en el país un régimen de verdadera democracia, en el cual las elecciones fueran libres, pluripartidistas y disputadas, y no una comedia manejada desde el poder.

Todo eso llevó que algunas personas resolvieran lanzar el nombre de don José Rodríguez Zeledón, Presidente de la Corte, como candidato rival de Esquivel y jefe de una agrupación que tomó el nombre de Partido Constitucional 153. Entre los principales promotores de la candidatura de Rodríguez estaba el joven don Rafael Yglesias Castro, que años después llegaría a ser su yerno. Don Rafael era primo hermano de don Ezequiel, ya que su padre don Demetrio Iglesias Llorente era hermano de doña Ramoncita Iglesias de Gutiérrez.

152 GAGINI, Carlos, Al través de mi vida, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. Ed., 1976, p. 94.

153 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 198.

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En sus memorias, Gagini describió así a don José Rodríguez:

“… el tipo genuino del antiguo costarricense: sencillo, campechano, sensato y enérgico, aunque quizá demasiado apegado a la vida tranquila y carente de esa actividad y espíritu emprendedor de su yerno y sucesor don Rafael Yglesias. A mi juicio, don José J. Rodríguez es el ejemplar más característico de la raza costarricense: ordenado, económico, religioso, conservador y misoneísta, sentía aversión por lo extranjero…” 154

Por su parte, en un discurso pronunciado en 1957, don Alejandro Aguilar Machado lo recordó diciendo:

“No olvidaré jamás su figura majestuosa, como la de un patriarca hebreo, ni sus luengas barbas y su nariz aguileña y sus ojos profundos y penetrantes. ¡Qué mente más serena y más precisa la suya! Le oí muchas veces conversar con don Rafael Yglesias…. Pienso que el señor Rodríguez era la única personalidad a quien el ex Presidente Yglesias respetó sin reservas y cuyo consejo procuraba oír en algunas ocasiones… Rodríguez se recuerda, además, como uno de los más insignes Presidentes de nuestro Poder Judicial: abogado ilustre por sus estudios, por su temperamento y por todas sus vivencias, ya que en cuanto hacía sentíase la presencia de un auténtico magistrado.” 155

154 GAGINI, 1976, p. 96.

155 AGUILAR MACHADO, Alejandro, “Discurso pronunciado por el Lic. Alejandro Aguilar Machado, con motivo de la celebración del Centenario del Decreto Legislativo de 12 de noviembre de 1857, que ordenó por primera vez la unión de los abogados en un cuerpo gremial”, p. 204, en Revista del Colegio de Abogados, San José, Julio-diciembre de 1957, números 139-144, pp. 200-218.

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Muy pronto la candidatura de Rodríguez contó con masivo apoyo popular, la campaña se volvió apasionada y la prensa y la propaganda de ambos bandos contribuyeron a exacerbar los ánimos. El domingo 4 de agosto de 1889, mientras don Ascensión se encontraba en Alajuela, en San José se realizó una revista de las milicias josefinas, en cuyas filas predominaban los seguidores de Rodríguez. Al finalizar la revista, los milicianos se amotinaron bajo el grito de “¡abajo la dictadura!” y se dispersaron por la ciudad, vivando al candidato opositor y lanzando gritos contra el Gobierno. El secretario de Guerra don Santiago de la Guardia y Fábrega dio la orden de dispersarlos, lo que efectuó la policía, sin que afortunadamente hubiera víctimas 156. A su regreso a San José, don Ascensión Esquivel ordenó la prisión de varios jefes rodriguistas y los confinó en diferentes lugares del país, situación que no ayudó en nada a sus aspiraciones presidenciales. Días después el 10 de agosto, el presidente Soto retomó las riendas del gobierno.

Estos hechos hacían prácticamente indispensable reorganizar el gabinete, dado que en él predominaban claramente los partidarios de Esquivel y no pocos habían sido designados por él en mayo. El 12 de agosto se produjo el cambio de secretarios de Estado, y el gabinete esquivelista fue reemplazado por otro políticamente más balanceado 157. Don Ezequiel, quien era rodriguista, fue nombrado como nuevo titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores y carteras anexas, en sustitución del esquivelista don Cleto González Víquez. Además, don Andrés Venegas García fue designado como secretario de Gobernación, Policía y Fomento, carteras que desde julio desempeñaba en forma interina el secretario de Guerra y Marina don Santiago de la Guardia y Fábrega, quien a su vez también fue reemplazado en esas otras dos carteras por don Francisco Aguilar Barquero. Los únicos despachos ministeriales que no sufrieron cambios fueron los de Hacienda, Comercio e Instrucción Pública, que mantuvieron como titular al licenciado don Mauro Fernández Acuña 158.

156 SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, El Canciller Rodríguez, San José, Imprenta Nacional, 1ª. ed., 2011, p. 51.

157 Ibid.

158 Ibid.

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Capítulo III

El canciller: primera época (agosto-setiembre de 1889)

I.- La cancillería en 1889.

En la época en que don Ezequiel Gutiérrez asumió por primera vez el cargo de secretario de Estado en el despacho de Relaciones Exteriores y carteras anexas, las oficinas correspondientes a esas carteras ministeriales se hallaban en el Palacio Nacional, elegante edificio de dos plantas que ocupaba el sector sudeste de la manzana donde hoy (2013) se halla la sede del Banco Central de Costa Rica. En la planta baja del Palacio se encontraban el salón de sesiones y las oficinas del Congreso Constitucional y en la planta alta las de las Secretarías de Estado. El edificio, que databa de la época del presidente don Juan Rafael Mora, fue demolido a finales de la década de 1950 para construir el edificio del Banco 159.

El horario de atención al público era de 8 de la mañana a 4 de la tarde, esto por la costumbre en la época de levantarse muy temprano e ir a dormir al llegar la noche.

159 SÁENZ CARBONELL, 2011, p. 21 .

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De conformidad con el decreto -ley N° 29 de 20 de junio de 1870 del presidente don Bruno Carranza Ramírez, a la cartera de Relaciones Exteriores le correspondía:

“… la dirección de la relaciones diplomáticas, remoción de los Agentes Diplomáticos y Consulares, correspondencia con los Gobiernos extranjeros, protección de los costarricenses en el extranjero, legalización de los documentos para el exterior, comprobación de los entregados en el extranjero y expedición de pasaportes para fuera de la República.

UNICO.- A la misma corresponde todo lo relativo a Concordatos”160

En 1889 el personal de la Cancillería era sumamente reducido. Cuando el licenciado Gutiérrez fue nombrado como su titular, la Secretaría de Relaciones Exteriores solamente contaba con otros siete funcionarios, a saber, un subsecretario, un oficial mayor, un traductor, tres escribientes y un portero.

El cargo de de subsecretario de Estado lo desempeñó don Eloy Truque García, que nació el 21 de marzo de 1853 en Popayán, Nueva Granada (hoy Colombia). En su país natal fue también secretario de la Municipalidad de Popayán y miembro de la Asamblea Legislativa del Estado del Cauca 161. En 1876 se radicó en Costa Rica, donde además de laborar como periodista fue titular de numerosos cargos públicos, entre ellos los de secretario particular del presidente Guardia, oficial mayor de la Secretaría de Hacienda y Comercio, subsecretario de Hacienda y Comercio de 1889 a 1890 y de 1891 a 1902, y subsecretario de Hacienda, Comercio e Instrucción Pública de 1890 a 1891. Tuvo a su cargo interinamente la Secretaría de Hacienda y Comercio entre 1898 y 1900 162. Posteriormente regresó a Colombia, donde desempeñó importantes cargos públicos en la administración del presidente

160 Decreto N° 29 de 20 de junio de 1870, art° 3°.

161 SÁENZ CARBONELL, 1996, p. 475.

162 Ibid., p. 476.

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Rafael Reyes (1904-1909). En 1909 volvió a Costa Rica y en 1920 fue nombrado cónsul de Colombia en nuestro país 163.

Desde el 15 de octubre de 1888 el cargo de oficial mayor de la Cancillería lo desempeñaba don Alberto Gallegos Pacheco, nacido en abril de 1868. Como estudiante de Derecho se distinguió por haber efectuado la traducción de la Parte General del Programa de Carrara 164. Caracterizado por su inteligencia y rectitud, fue un jurisconsulto de gran prestigio. Además de haber sido varias veces miembro de la junta directiva del Colegio de Abogados, de 1902 a 1908 fue presidente de la Junta de Caridad de San José. Don Alberto no estuvo mucho tiempo bajo las órdenes de don Ezequiel, ya que el 30 de agosto de 1889 obtuvo una licencia por motivos de salud.

El cargo de traductor oficial, desde el 2 de noviembre de 1888 165, lo desempeñaba don Félix Bonilla. Con respecto a los tres escribientes que había en la Cancillería en agosto de 1889, hemos podido identificar a dos, don Federico Nicolás Montealegre Quirós y don Juan Rafael Chamorro Mora. El primero, nacido en San José en 1867 y nombrado como escribiente el 20 de noviembre de 1888, era hijo de don Leopoldo Montealegre Fernández y por consiguiente sobrino de don José María Montealegre Fernández, presidente de la República de 1859 a 1863 166. Es interesante apuntar que con el tiempo don Federico Nicolás llegó a emparentar por afinidad con don Alberto Gallegos, pues este contrajo nupcias en 1895 con su hermana María Ermida Montealegre Quirós 167. En cuanto a don Juan Rafael Chamorro, bautizado en Alajuela en 1867 y nombrado en el cargo de escribiente el 11 de abril de 1889 168, era hijo de don José Antonio Chamorro y doña Juana Mora Porras, hermana del presidente Juan Rafael Mora Porras. El 30 de agosto de 1889, con motivo de la licencia concedida a don Alberto Gallegos, don Juan Rafael pasó a desempeñar

163 Ibid.

164 Encontramos las referencias sobre don Alberto Gallegos en CHAMBERLAIN GALLEGOS, Eduardo, La familia Montealegre de Costa Rica, inédito, pp. 268-270.

165 Acuerdo Nº 32 de 2 de noviembre de 1888.

166 CHAMBERLAIN GALLEGOS, pp. 267.

167 Ibid., p. 268.

168 Acuerdo Nº 51 de 11 de abril de 1889.

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interinamente la oficialía mayor de la Cancillería, mientras que su plaza de escribiente la ocupó don Juan de Dios Ramírez Carazo 169. De este último, nacido en 1885, cabe mencionar que casó en 1897 con María Ciriaca Quirós Segura, hermana del general don Juan Bautista Quirós Segura, presidente de la República del 20 de agosto al 2 de setiembre de 1919 170.

El portero de la Cancillería era don Pedro Barrantes 171.

El personal remunerado con que contaba el servicio exterior costarricense era también muy reducido en 1889 172. Cuando don Ezequiel asumió la Cancillería, la representación diplomática de Costa Rica en el extranjero estaba principalmente a cargo de dos legaciones, una en Europa y otra en los Estados Unidos. De la primera era titular don Manuel María de Peralta y Alfaro, II° marqués de Peralta, como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario acreditado en España y concurrente en Alemania, Bélgica, Francia y Gran Bretaña, y tuvo como primer y segundo secretario a don Leonidas Pacheco Cabezas y a don Ricardo Fernández Guardia, respectivamente. La Legación en Washington tenía como titular al joven abogado y ya prestigioso diplomático y ex canciller don Pedro Pérez Zeledón 173, cuyos subalternos eran el primer secretario don Federico Volio Tinoco y el segundo secretario don Joaquín Bernardo Calvo Mora 174. Además Costa Rica tenía otras dos legaciones, confiadas a extranjeros que desempeñaban sus cargos honorariamente, una ante la Santa Sede, dirigida por el ministro plenipotenciario don Fernando de Lorenzana y Aguilar, marqués de Belmonte, y la otra en México, cuyo titular era don Manuel Antonio Campero y Hernández, acreditado con el carácter de ministro residente 175.

169 Acuerdo Nº 63 de 30 de agosto de 1889.

170 QUIRÓS AGUILAR, Ernesto, Los Quirós en Costa Rica, San José, Imprenta Trejos Hermanos, 1ª. ed., 1948, p. 23.

171 V. Acuerdo Nº 140 de 26 de febrero de 1890.

172 SÁENZ CARBONELL, 2011, p. 24.

173 Acuerdo Nº 167 de 29 de setiembre de 1888.

174 Acuerdo Nº 168 de 29 de setiembre de 1888.

175 SÁENZ CARBONELL, 2011, p. 23.

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El único nombramiento diplomático efectuado en este período (el 3 de setiembre de 1889) fue el de don Ricardo Fernández Guardia, secretario de la Legación en Madrid, como segundo secretario de la Legación de Costa Rica en España, Francia, Alemania y Bélgica, con una dotación mensual de mil francos 176.

Frente a tan exiguo número de diplomáticos, Costa Rica sí contaba con un copiosísimo número de agentes consulares honorarios, casi todos extranjeros 177. Había acreditados funcionarios consulares de nuestro país en Alemania, Argentina, Austria, Bélgica, Brasil, Colombia, Chile, Dinamarca, Ecuador, El Salvador, España, los Estados Unidos de América, Francia, Gran Bretaña, Grecia, Guatemala, Honduras, Italia, México, Nicaragua, Perú, Portugal y Suecia y Noruega178. La utilidad de muchos de estos nombramientos era dudosa, pero desde hacía ya mucho tiempo las autoridades costarricenses parecían siempre dispuestas a tener presencia donde fuera posible si eso no representaba ningún costo económico 179.

En los inicios mismos de la gestión de don Ezequiel como canciller se aceptó la renuncia presentada por el cónsul general en Nicaragua don Faustino Víquez Zamora, quien la fundamentó en razones de salud, aunque es posible que la presentara por el hecho de que su primo hermano e íntimo amigo don Cleto González Víquez se había separado de la Secretaría de Relaciones Exteriores. En su lugar se nombró a don Francisco Sáenz, el 16 de agosto de 1889 180.

176 Acuerdo N° 67 de 3 de setiembre de 1889.

177 SÁENZ CARBONELL, 2011, p. 24.

178 Memoria de Relaciones Exteriores y carteras anexas 1890, San José, Imprenta Nacional, 1ª. ed., 1890, Anexos, sin paginar.

179 SÁENZ CARBONELL, 2011, p. 24.

180 La Gaceta, 17 de agosto de 1889.

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II.- El cuerpo diplomático y consular extranjero.

Mientras don Ezequiel estuvo al frente de la Secretaría de Relaciones Exteriores no hubo un cuerpo diplomático extranjero propiamente dicho residente en Costa Rica, ya que los pocos países americanos y europeos que tenían representación diplomática acreditada en San José -Alemania, España, los Estados Unidos de América, Francia, Gran Bretaña y México- tenían la sede de sus misiones en Guatemala 181, y los titulares de estas rara vez se desplazaban a los demás países centroamericanos. Durante esta primera gestión de don Ezequiel en la Cancillería el único cambio en el cuerpo diplomático fue el reconocimiento del señor Lansing Bond Mizner como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de los Estados Unidos de América ante el gobierno de Costa Rica, con residencia en Guatemala 182.

Mucho más relevante era la presencia del cuerpo consular, que aunque fuera psicológicamente, hacía en San José las veces de un cuerpo diplomático y también recibían un trato casi de tal por parte de las autoridades costarricenses y la sociedad en general. Algunos de los agentes consulares acreditados en Costa Rica eran extranjeros y otros eran costarricenses que desempeñaban honorariamente sus cargos 183. Al asumir don Ezequiel la Cancillería en agosto de 1889, había en San José cónsules generales de Argentina y Paraguay; cónsules de Bélgica, Colombia, Ecuador, España, los Estados Unidos de América, Francia, Gran Bretaña, Perú y Venezuela. Alemania e Italia tenían un encargado del Consulado. Colombia, los Estados Unidos de América y Francia contaban además con vicecónsules en San José y Alemania tenía uno en Puntarenas. Los Estados Unidos de América contaban con agentes consulares en ese puerto y en Limón 184.

181 SÁENZ CARBONELL, 2011, p. 24.

182 Acuerdo Nº 66 de 1º de setiembre de 1889.

183 SÁENZ CARBONELL, 2011, p. 24.

184 Memoria de Relaciones Exteriores y carteras anexas 1890, San José, Imprenta Nacional, 1ª. ed., 1890, Anexos, sin paginar.

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III.- Política exterior.

A.- Política exterior multilateral.

Debido a la brevedad de la primera gestión de don Ezequiel Gutiérrez como canciller, fueron muy pocos los asuntos de orden multilateral que le tocó tratar. Cabe recordar que hasta ese momento, la actividad diplomática costarricense había estado circunscrita, en lo multilateral, al ámbito centroamericano. Así pareció confirmarlo el nombramiento el 20 de agosto de 1889 del licenciado don Alejandro Alvarado García, como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de Costa Rica en El Salvador, ya que en este país se iba a celebrar la Tercera Conferencia Centroamericana, congreso de plenipotenciarios de los países del istmo que tenía como propósito afianzar las relaciones de amistad y tratar otros asuntos de interés general 185. El 15 de octubre, cuando ya don Ezequiel había concluido sus funciones como canciller, la Conferencia Centroamericana concluyó con la firma de un Pacto de Unión Provisional de los Estados de Centroamérica, que fue rápidamente ratificado por El Salvador, Guatemala y Honduras pero que, como veremos posteriormente, no llegó a producir efectos concretos 186.

No obstante, durante el corto desempeño de don Ezequiel como canciller se dio el primer paso de lo que habría de ser la participación de Costa Rica, posteriormente muy activa, en el ámbito interamericano. Atendiendo a una invitación del gobierno de los Estados Unidos de América, el presidente Soto y el canciller Gutiérrez nombraron a don Manuel Aragón Ramírez 187 como representante de Costa Rica en una Conferencia Internacional Americana, programada para iniciarse en Washington el 2 de octubre de 1889. Como secretario de la delegación se nombró a don Joaquín Bernardo Calvo Mora, segundo secretario de la Legación de Costa Rica en Washington 188. Es importante destacar que esta primera conferencia hemisférica fue el verdadero punto de partida del sistema interamericano, que se inició en 1889 con la

185 La Gaceta, 22 agosto de 1889.

186 SÁENZ CARBONELL, 1996, pp. 488-489 y 502-503.

187 La Gaceta, 4 de setiembre de 1889.

188 Ibid., 5 de setiembre de 1889.

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formación de la Oficina de las Repúblicas Americanas, antecesora de la Organización de los Estados Americanos creada en Bogotá en 1948.

Sin ánimo de quitar méritos a don Manuel Aragón, llama mucho la atención que siendo don Pedro Pérez Zeledón nuestro ministro plenipotenciario titular precisamente en la ciudad donde se debía efectuar la conferencia, no se le confiara la representación de Costa Rica en la reunión, lo cual hubiera sido muy justificado dado que contaba con experiencia y renombre en temas diplomáticos y jurídicos. El prestigio de Pérez había sido especialmente fortalecido por la rotunda victoria obtenida por él para Costa Rica en el juicio arbitral con Nicaragua sobre la validez del tratado Cañas-Jerez, decidido por el presidente americano Grover Cleveland en 1888.

B.- La política bilateral: fallecimiento del presidente de Nicaragua.

Con motivo de la repentina muerte del general don Evaristo Carazo Aranda, presidente de Nicaragua, acaecida el 1° de agosto de 1889, el gobierno de Costa Rica dispuso celebrar solemnes exequias en homenaje a su memoria.

Don Evaristo Carazo Aranda, nacido en Rivas el 24 de octubre de 1821, hijo del costarricense don Lorenzo Carazo y Alvarado y la nicaragüense doña María del Rosario Aranda y Muñoz, es recordado en la historia de Nicaragua como el último presidente de la llamada “la época de los treinta años”, caracterizada por la ideología moderadamente conservadora, la paz interna, la vigencia de las libertades y la acrisolada probidad de los gobernantes y sustentada en tres pilares fundamentales: sujeción al orden establecido, obediencia a la jerarquía eclesiástica o seglar y respeto a la propiedad privada 189. Indudablemente nada de eso hubiera sido posible, si los presidentes de ese período no hubieran predicado con el ejemplo. Entre ellos, el general Carazo se caracterizó por haber tenido entre sus políticas principales

189 ÁLVAREZ MONTALBÁN, Emilio, Cultura política nicaragüense, Managua, Hispamer, 1ª. ed., 2000, p. 122.

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promover la construcción del canal interoceánico, originar una corriente benéfica de inmigrantes, proteger la educación popular y continuar el progreso material de las obras públicas, aumentando las existentes y creando otras nuevas pero administrando juiciosa y honradamente los recursos disponibles 190. Con su muerte concluyó también una estirpe intachable de gobernantes, cuya labor dio al pueblo nicaragüense paz, orden y decencia en la función pública e hizo que al país se le denominara “la Suiza centroamericana”.

La organización de ese tributo póstumo le correspondió a don Ezequiel Gutiérrez, en su calidad de secretario de Relaciones Exteriores. Las exequias se efectuaron a las once de la mañana del 26 de agosto en la Catedral de San José y a ellas asistieron numerosos funcionarios públicos, autoridades eclesiásticas, los integrantes del cuerpo consular y muchas otras personas 191. Antes de la ceremonia, en el atrio del templo, el secretario de Hacienda, Comercio e Instrucción Pública don Mauro Fernández pronunció un elogioso discurso en homenaje a la memoria del gobernante nicaragüense. Después de los oficios divinos, el presbítero y doctor don Carlos Francisco Gey pronunció desde el pulpito otro elocuente y emotivo recordatorio en honor del extinto 192.

Para terminar el período de don Evaristo, las muy particulares reglas de la sucesión presidencial de Nicaragua, que incluían hasta un sorteo, llevaron a poner al frente del gobierno a don Roberto Sacasa y Sarria, quien al principio calificó su designación de “honrosa desgracia” y tuvo el apoyo y la simpatía de todos los sectores de la sociedad nicaragüense 193. Sacasa enteró oficialmente de su ascenso al poder al gobierno de Costa Rica mediante una nota autógrafa dirigida al presidente don Bernardo Soto, quien le respondió con otra en la que expresaba su pesar por el fallecimiento del general Carazo y sus mejores deseos por la gestión del nuevo gobernante 194.

190 CRUZ SEQUEIRA, Arturo, La República Conservadora de Nicaragua, (1858-1893), Managua, Colección Cultura de Centro América, 1ª. ed., 2003. p. 164.

191 La Gaceta, 28 de agosto de 1889.

192 Ibid.

193 SELVA, Carlos, “Nicaragua: un poco de historia de cuando se luchaba contra Zelaya”, pp. 1-3, en Revista Conservadora del Pensamiento Centroamericano, Managua, Mayo de 1967, N° 80, pp. 1-46.

194 Ambas notas aparecen en Ibid., 3 de setiembre de 1889.

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Muy poco duró la luna de miel de la opinión pública nicaragüense con el presidente Sacasa. Este pronto se vio aquejado de una megalomanía que lo llevó incluso a considerar que, a diferencia de la posición de los anteriores gobernantes elegidos por el pueblo, la suya había resultado de un designio de la Providencia. La gestión de Sacasa, que se reeligió a la brava en 1889 y durante la cual se cometieron numerosos abusos y actos de corrupción, terminó por echar por la borda lo que paciente y patrióticamente habían construido sus predecesores. Los nicaragüenses terminaron por referirse a él como “el honroso desgraciado”. No pudo terminar su segundo período, ya que en 1893 fue derrocado por una revolución que tras muchas incidencias llevó a la dictadura “liberal” de José Santos Zelaya 195. Con ello se anunció, prematuramente, la agitada y a veces trágica vida política de la Nicaragua del siglo XX.

C.- La política bilateral: otros países.

1.- Gran Bretaña.

En respuesta a una nota autógrafa en la que la reina Victoria de Gran Bretaña comunicaba que su hija Beatriz, esposa del príncipe Enrique de Battenberg, había dado a luz un hijo, Leopoldo, el 21 de mayo de 1889, se le remitió otra fechada el 17 de agosto, para transmitirle los buenos deseos del presidente Soto 196.

2.- República Dominicana.

Fue recibida una carta fechada el 1° de mayo de 1889, en la que el general Ulises Heureaux Lebert, presidente de la República Dominicana, participaba al gobierno de Costa Rica de su reelección 197.

195 SELVA, 1967, pp. 3-46.

196 Ibid., 22 de agosto de 1889.

197 Ibid., 28 de agosto de 1889.

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3.- Serbia.

Para responder a una nota en que los regentes reales de Serbia, el doctor Jovan Ristić y los generales Kosta Protić y Jovan Belimarković, anunciaban al gobierno de Costa Rica la abdicación del rey Milán I, efectuada el 22 de febrero de 1889, y el ascenso al trono de su hijo Alejandro I, se envió a aquellos otra suscrita por el presidente Soto, en la que se avisaba recibo y se expresaba el deseo de que continuaran inalterables las relaciones de amistad entre Costa Rica y Serbia 198.

IV.- Las carteras anexas.

Además de la cartera de Relaciones Exteriores, de agosto a setiembre de 1889 don Ezequiel fue titular de las carteras de Justicia y Gracia (encargada de lo relativo a administración judicial, codificación, Ministerio Fiscal, prisiones y rebajas y conmutaciones de penas), Culto (responsable de las relaciones con la Iglesia Católica y demás asuntos eclesiásticos) y Beneficencia (encargada de hospitales, casas de refugio y maternidad, farmacias, vacunación, baños termales, montes de piedad y de socorros públicos, nombramientos de médicos titulares y otros temas conexos). Durante su breve gestión, la única de estas carteras en la que se presentó algún tema de relevancia fue la de Justicia y Gracia, ya que como parte de sus actividades se designó en setiembre de 1889 al licenciado don Octavio Béeche Argüello, ex subsecretario de Relaciones Exteriores y carteras anexas, para viajar a Alemania, Bélgica, Francia, Irlanda, Italia, Suecia y Suiza, con el propósito de observar sus sistemas carcelarios y presentar un informe al gobierno 199. Este viaje dio origen posteriormente a la obra del licenciado Béeche Estudios penitenciarios.

198 Ibid,. 10 de setiembre de 1889.

199 Ibid., 3 de setiembre de 1889.

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V.- La renuncia del canciller Gutiérrez. Las elecciones de 1889.

A fines de setiembre de 1889 el clima político se hallaba sumamente exacerbado y los rodriguistas temían que el gobierno de Soto hiciera triunfar ilegítimamente a Esquivel, mediante la fuerza, el fraude o una combinación de ambos elementos. Don Ezequiel y su colega de Gobernación, Policía y Fomento y copartidario rodriguista don Andrés Venegas decidieron presentar sus renuncias, que el presidente Soto admitió el 26 de ese mes. Fueron reemplazados, respectivamente, por don Ricardo Jiménez y don Carlos Durán 200, que aunque eran neutrales en la campaña electoral tenían mayor afinidad ideológica con los liberales. De este modo, don Ezequiel concluyó su primera gestión como canciller de Costa Rica, que solamente había durado un mes y medio.

En las elecciones de primer grado, iniciadas el 3 de noviembre, la candidatura de don José Rodríguez obtuvo una abrumadora victoria sobre la de don Ascensión Esquivel. Sin embargo, hubo fuertes rumores de que el gobierno, o por lo menos los esquivelistas, se proponía desconocer ese triunfo. La oposición decidió defender la victoria de Rodríguez y exigir a las autoridades que la respetaran. El 6 de noviembre, un grupo de dirigentes del Partido Constitucional pidió expresamente al presidente Soto que diera garantías en ese sentido, pero don Bernardo manifestó que las daría una vez que hubiera una declaratoria oficial de los resultados.

Por su parte, en una reunión con los dirigentes de su partido, don Ascensión expresó que no aceptaría triunfos electorales que no estuvieran efectivamente consagrados por la voluntad libremente expresada de las masas populares. Inesperadamente, al final de la tarde del 7 de noviembre un grupo de policías uniformados acompañado por una cantidad importante de partidarios de don Ascensión, desfiló por las calles de San José vivando a su candidato y gritando mueras a don José Rodríguez. Esquivel consideró que esa inoportuna manifestación había hundido su candidatura y ante un grupo de amigos expresó que no quería entrar a la presidencia por la ventana.

200 SÁENZ CARBONELL, 2011, pp. 52-53.

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La oposición no se dejó amilanar. En la misma noche del 7 de noviembre millares de personas, animadas por don Rafael Iglesias y otros dirigentes del rodriguismo, se congregaron en San José y sus alrededores para exigir al gobierno que respetara el resultado de los comicios. Finalmente, después de muchas dudas y dilaciones, y a consecuencia de una gestión efectuada por don Carlos Durán y don Ricardo Jiménez, decidió que no emplearía la fuerza para disolver a los rodriguistas, aunque contaba con elementos militares y policiales más que suficientes para hacerlo. Y en prenda de buena fe, el mismo 7 de noviembre llamó al ejercicio de la presidencia al doctor Durán, en su condición de tercer designado. Ya bajo la autoridad de Durán, se efectuaron el 1º de diciembre las elecciones de segundo grado, en las cuales se confirmó el aplastante triunfo del Partido Constitucional Democrático 201.

El 8 de mayo de 1890, el doctor Durán hizo entrega de la presidencia de la República a don José Rodríguez Zeledón. Ese mismo día, el presidente Rodríguez procedió al nombramiento de sus secretarios de Estado, y nombró para el despacho de Relaciones Exteriores, Justicia, Gracia, Culto y Beneficencia a don Ezequiel Gutiérrez, quien inició así su segunda gestión como canciller de Costa Rica. En 1891 se le recargó también la cartera de Instrucción Pública 202.

201 Ibid., pp. 54-64.

202 Ibid., p. 69.

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Capítulo IV

El canciller: segunda época (1890-1891)

I.- La Cancillería en 1890.

Aunque entre su renuncia y su segundo nombramiento como canciller solamente transcurrieron siete meses y medio, en ese intermedio hubo algunos cambios importantes en la composición del personal de la sede central de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Otros ocurrieron como consecuencia del cambio de gobierno o durante la nueva administración.

En mayo de 1890 estaba nombrado como subsecretario de Estado, desde el 15 de noviembre de 1889, don Faustino Víquez Zamora. Se trataba del ex cónsul general en Nicaragua que había renunciado en agosto de 1889 al mismo tiempo que don Ezequiel asumió por primera vez la Cancillería. Sin embargo, entre ambos no existía ninguna animosidad, y don Faustino conservó el cargo de vicecanciller durante toda la segunda gestión del licenciado Gutiérrez. Le fue admitida la renuncia el 30 de julio de 1891, poco después de la dimisión de don Ezequiel. En su lugar fue nombrado el licenciado don Carlos Sáenz Esquivel 203.

203 Acuerdo Nº 27 de 30 de julio de 1891.

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En la Oficialía Mayor de la Cancillería se encontraba de nuevo don Alberto Gallegos, que había regresado de su licencia. Sin embargo, don Alberto estuvo poco tiempo más en el cargo, ya que el 20 de junio de 1890 le fue admitida la renuncia y se decidió suprimir la plaza de oficial mayor 204. No fue sino hasta el 18 de abril de 1891 cuando se nombró como oficial mayor a don Francisco Serrano 205, quien fue titular de ese cargo hasta el 7 de agosto de ese año 206 y también desempeñó el de secretario privado del presidente don José Rodríguez 207.

Entre los escribientes figuraban ahora don Salvador Gutiérrez 208 y don Manuel Fernández Bolandi 209. Este último renunció en abril de 1891 y fue sustituido por don José María García Villar 210.

Como portero de la Secretaría continuaba don Pedro Barrantes, a quien se había concedido un pequeño aumento de salario el 26 de febrero de 1890 211.

II.- El cuerpo diplomático y consular de Costa Rica.

Al iniciarse la segunda gestión de don Ezequiel como canciller el cuerpo diplomático costarricense en el exterior se mantenía integrado prácticamente por las mismas personas que pertenecían a él durante la primera. Sin embargo, durante el período 1890-1891 sí hubo algunos cambios importantes en ese personal, que se detallan a continuación:

- Fueron cesados en sus cargos, por supresión de las plazas, don Ricardo Fernández Guardia, segundo secretario de

204 Acuerdo Nº 9 de 20 de junio de 1890.

205 Acuerdo Nº 10 de 18 de abril de 1891.

206 Acuerdo Nº 30 de 7 de agosto de 1891.

207 Ibid.

208 Acuerdo Nº 111 de 15 de noviembre de 1889.

209 Acuerdo Nº 121 de 3 de diciembre de 1889.

210 Acuerdo Nº 9 de 14 de abril de 1891.

211 Acuerdo Nº 140 de 26 de febrero de 1890.

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la Legación en Europa, y don Joaquín Bernardo Calvo Mora, segundo secretario de la Legación en los Estados Unidos (16 de mayo de 1890) 212.

- Por haberse admitido la renuncia de don Pedro Pérez Zeledón, ministro plenipotenciario en los Estados Unidos de América, se nombró como encargado de Negocios en ese país a don Federico Volio Tinoco; pero debido al fallecimiento de este, en 1891 se nombró como nuevo encargado de Negocios a don Joaquín Bernardo Calvo Mora 213.

- Para acompañar al ministro plenipotenciario para Centroamérica, don José María Castro Madriz 214, en su misión especial a Guatemala, se nombró a su hijo don Jorge Castro Fernández y a su sobrino político don Víctor Fernández Güell como secretario y agregado de la Legación, respectivamente (1º de julio de 1890) 215.

- Se nombró como portapliegos y agregado accidental de la Legación en los Estados Unidos de América –el equivalente de un correo diplomático- a don Anselmo Volio (24 de julio de 1890) 216.

- Se nombró como secretario en misión especial en Honduras a don Octavio Béeche Argüello (4 de diciembre de 1890) 217.

- Se nombró como secretario honorario de la Legación en Alemania, Bélgica, España, Francia y Gran Bretaña a don Manuel Echeverría Aguilar (29 de mayo de 1891) 218.

212 Acuerdo Nº 2 de 16 de mayo de 1890.

213 Memoria presentada al Congreso Nacional por Don Ezequiel Gutiérrez, Secretario de Estado en el despacho de Relaciones Exteriores, Gracia, Justicia, Culto y Beneficencia, San José, Tipograf ía Nacional, 1ª. ed., 1891, parte expositiva, sin paginar. En lo sucesivo mencionada como Memoria 1890-1891.

214 Acuerdo Nº 11 de 1º de julio de 1890.

215 Acuerdo Nº 10 de 1º de julio de 1890.

216 Acuerdo Nº 17 de 24 de julio de 1890.

217 Acuerdo Nº 42 de 4 de diciembre de 1890.

218 Acuerdo Nª 19 de 29 de mayo de 1891.

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En el cuerpo consular costarricense hubo los siguientes cambios:

- Se aceptó la renuncia de don Guillermo Nanne, cónsul general en Guatemala (11 de junio de 1890) 219.

- Se aceptó la renuncia de don Ramón Portal y Porta, cónsul en Málaga (4 de julio de 1890) 220.

- Se nombró como vicecónsul en Bogotá a don Manuel González Zeledón; pero posteriormente hizo y se le aceptó la renuncia de tal cargo, por lo que se dispuso su repatriación (2 de abril de 1891) 221.

- Se aceptó la renuncia de G. Mayer Ramberg, cónsul en Viena 222 (29 de octubre de 1890) y se nombró en su lugar a Oscar Sitzler 223.

- Se nombró a don Carlos R. Flint como cónsul general en Nueva York, por renuncia de don José María Muñoz

- Se aceptó la renuncia de don Jesús Leiva como cónsul en San Salvador 224.

- Se nombró a don Rafael Gallegos Sáenz como cónsul en San Francisco de California, por haber cambiado de residencia el anterior titular de ese cargo, don Ricardo Villafranca 225.

- Se nombró a don Octavio Béeche Argüello como cónsul general de Costa Rica en París, por fallecimiento del anterior titular de ese cargo, don Enrique Palacios 226.

219 Acuerdo N° 6 de 11 de junio de 1890.

220 Acuerdo N° 13 de 4 de julio de 1890.

221 Acuerdo N° 7 de 2 de abril de 1891.

222 Acuerdo N° 40 de 29 de octubre de 1890.

223 Memoria 1890-1891, parte expositiva, sin paginar.

224 Ibid.

225 Ibid.

226 Ibid.

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- Se nombró a don Francisco Périz Mencheta como cónsul en Barcelona, por muerte del anterior titular de ese cargo, don Antonio Solá y Carnier 227.

- Se nombró como cónsul en León, Nicaragua, a don Pedro Alvarado 228.

- Se ascendió a Lamar C. Quintero, Cónsul en Nueva Orleans, al cargo de cónsul general en esa ciudad 229.

III.- El cuerpo diplomático y consular extranjero.

El cuerpo diplomático extranjero acreditado ante el gobierno de Costa Rica, residente por lo general en la ciudad de Guatemala, experimentó algunos cambios importantes durante la segunda gestión de don Ezequiel Gutiérrez como canciller:

- Se reconoció a don Manuel Colindres como encargado de Negocios y cónsul general de Honduras en Costa Rica (16 de junio de 1890) 230.

- Se reconoció al general de división don Ignacio Alatorre como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de México, en sustitución del licenciado don Juan Sánchez Azcona (1º de octubre de 1890) 231.

- Se reconoció al doctor don Modesto Barrios, como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de Nicaragua 232.

227 Ibid.

228 Ibid.

229 Ibid.

230 La Gaceta, 11 de junio de 1890.

231 La Gaceta, 4 de octubre de 1890.

232 Memoria 1890-1891, parte expositiva, sin paginar.

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- Se reconoció al doctor don Manuel J. Morales como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de El Salvador 233.

- Se reconoció al Conde Antonio Greppi como ministro residente de Italia 14 de enero de 1891 234.

- Se reconoció a Audley Charles Gosling como ministro residente y cónsul general de Gran Bretaña 2 de abril de 1891 235.

- Se reconoció a don Romualdo Pacheco como ministro residente de los Estados Unidos de América (7 de mayo de 1891) 236.

Con respecto al cuerpo consular extranjero acreditado en Costa Rica, en la segunda gestión de don Ezequiel como canciller hubo el siguiente movimiento:

- Se concedió el exequátur a Carlos W. Whale como cónsul del Imperio Alemán en Costa Rica (20 de mayo de 1890) 237.

- Se concedió el exequátur provisional a Max Diermissen como agente consular interino de los Estados Unidos de América en Puntarenas (3 de julio de 1890), por ausencia temporal del agente consular titular, R. H. Gadd 238.

- Se concedió el exequátur a M. Craveri como vicecónsul de Francia en Costa Rica (11 de agosto de 1890) 239.

233 Ibid.

234 Acuerdo N°2 de 14 de enero de 1891.

235 Acuerdo N° 7 de 2 abril de 1891.

236 Acuerdo N° 15 de 7 de mayo de 1891.

237 La Gaceta, 21 de mayo de 1890.

238 Ibid., 5 de julio de 1890.

239 Ibid., 13 de agosto de 1890.

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- Se reconoció al señor A. A. Lindo como agente consular interino de los Estados Unidos de América en Limón 10 de octubre de 1890 240.

- Se reconoció a don Manuel Amador C., como cónsul de Colombia en Puntarenas 241.

- Se concedió el exequátur a W. B. Unckles como nuevo agente consular de los Estados Unidos de América en Limón (24 de marzo de 1891) 242.

IV.- La política exterior. Centroamérica.

A.- Conflicto El Salvador-Guatemala.

El Pacto de Unión provisional suscrito por los cinco países centroamericanos en San Salvador el 15 de octubre de 1889, no fue enviado al Congreso de Costa Rica por el Poder Ejecutivo sino hasta mayo de 1890, en los últimos días del gobierno del doctor Durán, y no sin que el canciller don Ricardo Jiménez expresara ciertas reservas a la cámara sobre la conveniencia del proyecto unionista 243.

Cuando don Ezequiel asumió por segunda vez la Cancillería, el Congreso estaba discutiendo el tratado. Sin embargo, el 22 de junio de 1890 se produjo en El Salvador, que ya lo había ratificado, un golpe militar en el cual el general don Carlos Ezeta, comandante de Santa Ana, derrocó al presidente don Francisco Menéndez, quien pereció como consecuencia de un infarto durante la ejecución del plan golpista 244. Esto hizo que

240 Ibid., 10 de octubre 1890.

241 Memoria 1890-1891, parte expositiva, sin paginar.

242 Acuerdo N° 5 de de 24 de marzo de 1891.

243 SÁENZ CARBONELL, 1996, pp. 488-489.

244 Sobre este golpe, V. La Prensa Libre, 31 de julio y 1º de agosto de de 1891.

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el Congreso decidiera posponer sine die la consideración del Pacto de San Salvador, por juzgar que los tiempos no eran propicios 245.

Guatemala se juzgó amenazada por el gobierno de Ezeta e instó a Costa Rica, Honduras y Nicaragua a intervenir militarmente en El Salvador. Poco después se rompieron las hostilidades entre El Salvador y Guatemala. El gobierno de Costa Rica expresó al de Guatemala que emplearía todos los medios posibles para restablecer la paz, y envió a la capital guatemalteca al ex presidente Castro Madriz, en calidad de ministro plenipotenciario. En Guatemala, Castro se reunió con los integrantes del cuerpo diplomático acreditado allí y junto con ellos emprendió un vigoroso esfuerzo para que terminara el conflicto. Los diplomáticos se constituyeron en comisión mediadora y sus empeños lograron que se llegara a un arreglo entre El Salvador y Guatemala 246. Sin embargo, lo ocurrido perjudicó irreversiblemente al movimiento unionista y el convenio de San Salvador quedó en el olvido 247.

B.- Tratado con El Salvador.

El derrocamiento del presidente Menéndez no interrumpió las relaciones entre Costa Rica y El Salvador. El nuevo gobierno salvadoreño envió a San José una misión especial encabezada por el ministro plenipotenciario don Manuel Morales, quien el 27 de ese mes suscribió con don Ezequiel Gutiérrez un convenio de alianza entre los dos países, en el cual se consagraba el principio del arbitraje para resolver las diferencias que pudieran surgir entre ambos y se incluían una serie de normas sobre libertades públicas 248. El tratado Morales-Gutiérrez no fue ratificado.

245 SAENZ CARBONELL, 1996, p. 503.

246 Memoria 1890-1891, pp. 1-2.

247 KARNES, Thomas L., Los fracasos de la Unión, San José, ICAP, 1ª. ed., 1982, p. 176.

248 Colección de los tratados internacionales celebrados por la República de Costa Rica, San José, Tipograf ía Nacional, 1ª. ed., 1892-1893, vol. II, pp. 411-413.

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C.- Tratado con Honduras.

En diciembre de 1890 el gobierno de Costa Rica decidió enviar a Honduras al licenciado don Pedro Pérez Zeledón, ministro plenipotenciario de Costa Rica en Washington, junto con el ex vicecanciller don Octavio Béeche en calidad de secretario en misión especial. En Tegucigalpa, el ministro Pérez y el canciller hondureño don Jerónimo Zelaya suscribieron el 20 de enero de 1891 un tratado de amistad, en el cual se consagraba el principio del arbitraje para resolver las diferencias que pudieran surgir entre ambos países y otros tales como la no intervención y el asilo territorial, así como una serie de normas sobre libertades públicas parecidas a las contenidas en el tratado Gutiérrez-Morales 249. El tratado Pérez-Zelaya tampoco fue ratificado.

D.- La demarcación limítrofe con Nicaragua. El tratado Castro-Guerra.

Iniciando apenas el mandato, el gobierno de don José Rodríguez dejó ver la importancia que atribuía a la demarcación material de la frontera con Nicaragua, de conformidad con el tratado Cañas-Jerez y el laudo Cleveland. De forma amable pero perentoria se solicitó al gobierno de Nicaragua que nombrara su comisión de deslinde. Costa Rica, por su parte, nombró a los ingenieros don Luis Matamoros y don Ricardo Alpízar, además de los científicos don Anastasio Alfaro González y Henri Pittier 250.

Las dos comisiones se reunieron el 16 de junio de 1890 en el puerto de San Juan del Norte e instalaron la comisión mixta internacional de deslinde. Sin embargo, las delegaciones no lograron ponerse de acuerdo sobre la ubicación precisa de la Punta de Castilla, mencionada en el tratado Cañas-Jerez como punto de inicio del límite, y las intensas lluvias tampoco contribuyeron al avance en los trabajos 251. Tales inconvenientes llevaron a que el 24 de junio la Cancillería nicaragüense propusiera a la de Costa

249 Ibid., vol. II, pp. 415-417.

250 Memoria 1890-1891, p.4.

251 Ibid.

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Rica trasladar la comisión mixta a la vertiente del Pacífico e iniciar en esta las labores de demarcación. Costa Rica accedió y, el 4 de agosto la comisión mixta reanudó sus trabajos en la bahía de Salinas, pero tampoco allí pudieron ponerse de acuerdo; esta vez la discrepancia fue sobre cuál era el centro de la referida bahía 252. La comisión nicaragüense alegaba que había un error en el laudo Cleveland, argumento que la costarricense rechazó. El 17 de setiembre el plazo para la demarcación estaba a punto de vencer y finalmente las comisiones decidieron suspender actividades y poner lo ocurrido en conocimiento de sus respectivos gobiernos 253. Antes de abandonar la región fronteriza, la comisión nicaragüense autorizó a la costarricense a seguir sola con los trabajos de deslinde, pero reservándose el derecho de examinar sus labores 254. Los comisionados costarricenses efectivamente llevaron a cabo el trabajo hasta concluirlo, levantó planos y los presentó a la Cancillería; pero el gobierno de Nicaragua no mostró ningún interés en estudiarlos 255.

El gobierno de Costa Rica, deseoso de que se llegase a la efectiva demarcación, dio instrucciones a don José María Castro, ministro plenipotenciario para Centroamérica, a fin de que negociara un acuerdo con las autoridades de Nicaragua 256. El 23 de diciembre de 1890, Castro y el canciller nicaragüense don Benjamín Guerra suscribieron en Managua un tratado que determinaba la ubicación exacta de los puntos extremos del límite 257. Sin embargo, el convenio no cayó bien en Costa Rica, como el 26 de diciembre de 1890 lo hizo ver don Ezequiel Gutiérrez al doctor Castro, en una comunicación que dejaba percibir un tenue olor a regaño:

“…Se ha recibido el telegrama de U. fecha de ayer. Lo estimo incompleto porque en la parte que ha llegado á mis manos

252 Ibid.

253 SÁENZ CARBONELL, 1996, p, 500.

254 Ibid.

255 Memoria del Secretario de Relaciones Exteriores, Justicia, Gracia, Culto y Beneficencia 1892-1893 y 1893-1894, San José, Tipograf ía Nacional, 1ª. ed., 1894, p.3.

256 Ibid.

257 Ibid.

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no encuentro cuál sea la compensación que reciba Costa Rica por las concesiones hechas á Nicaragua en el tratado firmado por U. Considera este Gobierno que sin compensaciones equivalentes no debemos ceder ninguno de los derechos que nos dan el tratado de 58 y el Laudo Cleveland” 258

Como era previsible, Costa Rica no aprobó el tratado Castro-Guerra y consideró preferible mantener las disposiciones del laudo Cleveland en sus términos originales. El Poder Legislativo nicaragüense sí aprobó el convenio en diciembre de 1891, pero ya para entonces era obvio que Costa Rica no lo aceptaría. Todavía a fines de 1892 Nicaragua insistía, sin éxito, en la necesidad de que Costa Rica aprobara el tratado.

La gestión de don Ezequiel como canciller concluyó sin que hubiera habido ningún adelanto sustancial en el asunto de la demarcación limítrofe con Nicaragua, que no se logró resolver sino hasta 1896, con la firma del tratado Pacheco-Coronel (Pacheco-Matus).

V.- La política exterior. Colombia.

Desde 1880, Costa Rica y Colombia habían acordado someter su disputa de límites a un arbitraje, y se había designado como árbitro a la Corona de España. Sin embargo, el juicio arbitral había quedado en suspenso mientras que el gobierno español fallaba el litigio fronterizo entre Colombia y Venezuela 259. Como consecuencia de esa dilatoria, con cierta frecuencia se presentaban incidentes fronterizos y tensiones entre Colombia y Costa Rica.

Entre los primeros asuntos que le tocó atender a don Ezequiel como canciller de la administración Rodríguez fue una protesta que presentó el gobierno de Colombia, por las

258 Memoria 1890-1891, parte expositiva, sin paginar.

259 SÁENZ CARBONELL, 1996, p. 505.

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exploraciones que estaba realizando el señor J. S. Reisemberger en la bahía de Almirante. Según la Cancillería de Colombia, Reisemberger, por comisión del Gobierno de Costa Rica, había estado efectuando sondeos y verificando medidas entre los pobladores de dicho lugar, situación que claramente violaba el pacto de status quo y existente entre ambos países 260. El 2 de julio de 1890, don Ezequiel respondió a la protesta, manifestando a su colega colombiano:

“…el señor F. S. Reisemberger, que supongo ser la persona a quien V.E. se refiere, es un joven austriaco que viaja por estos países como Agente de varias casas industriales de Inglaterra deseosas de establecer negocios agrícolas y comerciales en las costas atlánticas de México, América Central y Colombia. Ha explorado en ese sentido parte del territorio de Costa Rica, y se halla en esta ciudad desde hace unas cuantas semanas. Confiesas haber ejecutado los hechos especificados por V.E., pero niega rotundamente haber dicho a nadie que procedía así por comisión del Gobierno de Costa Rica…261”

El asunto no pasó a más. Sin embargo, poco después, el 23 de octubre, le tocó a don Ezequiel pedir explicaciones a las autoridades colombianas, con respecto a un contrato firmado entre el gobierno de Colombia y la empresa Marco A. Fonseca y Compañía, en el cual se le efectuaban a esta concesiones sobre territorios costarricenses. Colombia respondió que el contrato en cuestión no había sido aprobado por el Congreso, pero aprovechó la oportunidad para quejarse de la supuesta intervención de las autoridades costarricenses en el proceso sucesorio de un ciudadano colombiano de apellido Miranda. El gobierno de Costa Rica manifestó que desconocía el caso pero que lo investigaría

260 Ibid.

261 Memoria 1890-1891, parte expositiva, sin paginar.

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y que en caso de que los hechos denunciados fueran ciertos se castigaría a quienes resultaran responsables 262.

Las reiteradas fricciones derivadas de la falta de un límite preciso hicieron que el gobierno de Costa Rica propusiera al de Colombia establecer una frontera provisoria clara y precisa que marcara las respectivas jurisdicciones. Las autoridades colombianas aceptaron la propuesta, pero no fue posible acordar cual sería el límite provisional 263.

El tan esperado fallo acerca de los límites entre Colombia y Venezuela fue emitido por la Corona de España el 16 de marzo de 1891. Pocas semanas después la Legación de Costa Rica en Madrid, cuyo titular era don Manuel María de Peralta, gestionó el nombramiento de la comisión de estudio para el litigio entre nuestro país y Colombia. El gobierno español dio el visto bueno para el inicio del nuevo proceso de arbitraje y pidió a las partes presentar sus alegatos, para después nombrar la comisión de estudio 264

El 29 de noviembre de 1890, cuando el plazo para la presentación de los alegatos estaba a punto de vencer, la Cancillería colombiana envió un sorpresivo despacho a la española, para manifestar que el tiempo dentro del cual la Corona podía fallar legalmente el litigio había expirado, y que en consecuencia el gobierno de Bogotá deseaba celebrar un nuevo convenio con Costa Rica. Las autoridades españolas recibieron la comunicación como suma extrañeza, dado que tanto Colombia como Costa Rica se habían comprometido a que el plazo para la presentación de los alegatos no empezaría a correr sino hasta después de fallado el litigio entre Colombia y Venezuela 265. Sin embargo, la posición de Colombia hizo que España se sintiera excluida de las funciones arbitrales y así se lo hizo saber su Cancillería a la Legación de Costa Rica en Madrid 266.

262 Ibid.

263 Ibid.

264 Memoria 1890-1891, p.6.

265 Ibid., pp. 4-5.

266 Ibid., p. 4.

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Colombia hizo esas manifestaciones sin consultar con Costa Rica y ni siquiera tuvo la cortesía de informarle. Las autoridades costarricenses tuvieron que enterarse del desistimiento del arbitraje por medio de las autoridades españolas. Esta actitud del gobierno de Colombia causó extrañeza y disgusto en la Cancillería costarricense, pero era obviamente sin el concurso colombiano no había arbitraje posible.

El asunto quedó sin resolverse hasta 1896, cuando Costa Rica y Colombia acordaron someter el asunto al arbitraje del presidente de Francia. La idea, propuesta por Costa Rica y aceptada entusiastamente por Colombia, de elegir como árbitro al gobernante francés, en momentos en que una compañía francesa construía el canal de Panamá, fue muy desafortunada y condujo a nuestro país, en 1900, al desastre del Laudo Loubet 267.

VI.- Las carteras anexas.

A.- Justicia.

En su condición de titular de la cartera de Justicia, dentro de cuyo presupuesto se encontraba todo lo correspondiente al Poder Judicial, en octubre de 1890 le correspondió a don Ezequiel la firma de un contrato con don Martín Bonnefil Quirós, mediante el cual este arrendaba al gobierno una propiedad suya, para oficinas judiciales, por un monto de cien pesos mensuales 268.

Durante la gestión de don Ezequiel se establecieron

nuevos juzgados en las provincias de Cartago, Alajuela y Heredia 269. Como consecuencia de esto, en Cartago y Heredia se adoptó la idea de separar el conocimiento de los negocios hasta ahora comunes, en civiles y criminales. Se indicó que el Juzgado de Cartago, por contar con un juez más, podría apoyar a la comarca de Limón en lo concerniente a lo judicial, evitando así, por cuestión

267 SÁENZ CARBONELL, 1996, pp. 558-560.

268 La Gaceta, 14 de octubre de 1890.

269 Memoria 1890-1891, parte expositiva, sin paginar.

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de distancia, su traslado a San José 270. Con el fin de ampliar y hacer más accesible esta cartera, se logró aumentar el presupuesto de gastos271. Además se adoptaron las recomendaciones emitidas por don Octavio Béeche Argüello como resultado del viaje que realizó por Europa para estudiar los principales sistemas penitenciarios 272.

En su memoria al Congreso en 1891 don Ezequiel recomendó la reforma de algunas leyes y disposiciones que en la práctica presentaban deficiencias y la supresión del artículo 37 de la Ley Orgánica de Tribunales de 1888, por considerar que conllevaba un privilegio a favor de los funcionarios de Poder Judicial y ocasionaba perjudiciales demoras y desarreglo en los negocios 273.

B.- Gracia.

De 62 peticiones de indulto, rebaja o conmutación de penas que fueron presentadas al Ejecutivo en el período 1890-1891, 42 fueron aprobadas y 20 denegadas 274. Además, entre los asuntos correspondientes a la cartera de Gracia, el 25 de agosto de 1890 se concedió permiso a don Manuel Aragón, delegado de Costa Rica a la Conferencia Panamericana celebrada en Washington en 1889-1890, para aceptar y usar la condecoración del Busto del Libertador que le confirió el gobierno de Venezuela 275.

C.- Culto.

En noviembre de 1890, el obispo de Costa Rica monseñor Bernardo Augusto Thiel y Hoffmann solicitó al gobierno que se ayudara a las autoridades diocesanas a sufragar el valor del órgano que se había hecho venir de Europa para el servicio de la Catedral de San José. El gobierno acogió favorablemente la petición y dispuso suministrar la suma pedida 276. Además, entre las

270 Ibid

271 Ibid

272 Ibid

273 Ibid

274 Ibid

275 Ibid.

276 La Gaceta, 15 de noviembre de 1890.

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subvenciones de carácter ordinario, se contribuyó con cinco mil pesos para el ornato de la Catedral; y con mil para la edificación de la iglesia de Puntarenas 277.

Por acuerdo N° 81 de fecha 13 de junio de 1890, se mandó a auxiliar a la Iglesia con la cantidad de doce mil pesos anuales para la enseñanza religiosa voluntaria en las escuelas públicas, el día sábado de cada semana, sin perjuicio de la enseñanza laica establecida en la Ley de Educación Común 278.

D.- Beneficencia.

Entre los asuntos de Beneficencia que le correspondió atender a don Ezequiel, a poco de asumir funciones como secretario de Estado, estuvo la renuncia del doctor don Pánfilo Valverde Carranza, quien había sido nombrado como secretario de Hacienda y Comercio el 8 de mayo de 1890, al cargo de Protomedicato 279, en ese mismo mes. En su lugar fue designado el doctor don Carlos Durán Cartín 280.

En junio de 1890, el antiguo edificio del colegio de Sión en Alajuela fue donado al Hospital San Rafael, a fin de que este ampliara sus servicios. La donación comprendía tanto el edificio como el terreno 281.

A mediados de 1890 abrió sus puertas el Hospicio Nacional de Locos, obra a la cual, según manifestó don Ezequiel en la memoria de 1891, iría eternamente unido el nombre preclaro del doctor don Carlos Durán. Este establecimiento fue favorecido por el Gobierno con la suma de 2,400 pesos por año y la misma cantidad fue acordada para el auxilio del Hospicio de Incurables; por otra parte, a cada uno de los hospitales establecidos en las capitales de provincia se aumentó la subvención existente con la suma de cien pesos mensuales 282. Lugares como Grecia y

277 Memoria 1890-1891, parte expositiva, sin paginar.

278 Ibid

279 GRUB, 1994, p. 153.

280 La Gaceta, 28 de mayo de 1890

281 Ibid., 30 de julio de 1890

282 Memoria 1890-1891, parte expositiva, sin paginar.

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Palmares fueron igualmente beneficiados con la construcción de edificios para atender servicios de salud 283.

En la misma memoria de 1891 don Ezequiel destacó la importante colaboración que prestaban al Hospicio de Huérfanos de San José las señoras de la Sociedad de San Vicente de Paúl, y destacó entre ellas los nombres de doña Eduviges Alvarado de Mora, doña Inés Aguilar de Mora, doña Celina de Brealey y doña Cristina Castro de Keith, así como el hecho de que esta última había solicitado al gobierno la cantidad necesaria para hacer venir de Europa seis hermanas de la Caridad contratadas para el Hospicio, petición que fue atendida y cubierta en su totalidad por el Estado 284. Mencionó además que la propiedad donde se encontraba el edificio del Hospicio de Huérfanos, inscrita en el Registro a nombre del obispo Thiel, había sido traspasada gratuitamente por este a la Sociedad vicentina 285.

Varias fueron las solicitudes que recibió la cartera de Beneficencia por parte del presidente del Protomedicato, entre ellas la de crear un hospicio de sifilograf ía para mujeres y la de restablecer el Reglamento de Higiene de 1875, como medidas para impedir el progresivo desarrollo de la sífilis. Aunque el gobierno reconoció la importancia de tan necesaria iniciativa, razones legales y económicas impidieron su aprobación 286. Además, se pensó en tomar las medidas necesarias para combatir la viruela que estaba apareciendo en Guatemala y el Salvador, pero que a fin de cuentas afortunadamente no afectó a nuestro país 287.

Don Ezequiel tuvo también palabras de elogio para la institución Barroeta, que en esa época prestaba ayuda para la educación de jóvenes pobres, de conformidad con la filantrópica voluntad de su fundador, don Rafael Barroeta Baca 288.

283 Ibid

284 Ibid

285 Ibid

286 Ibid

287 Ibid

288 Ibid

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VII.- La segunda renuncia del Canciller Gutiérrez.

El 23 de junio de 1891 don Ezequiel presentó al presidente Rodríguez su renuncia al cargo de secretario de Estado, mediante una nota en la que le manifestaba:

“Señor Presidente de la República.

Para volver a consagrarme á la agricultura reitero respetuosamente la renuncia del cargo de Secretario de Estado con que usted se sirvió honrarme desde el día en que por la voluntad nacional tomó posesión de la Presidencia de la República.

Al despedirme de usted en mi carácter oficial permítame expresar el deseo de que me reponga con una persona de más competencia y que sea igualmente adicta a usted y al Partido Constitucional Democrático.

Señor Presidente de la República.

Ezequiel Gutiérrez.

San José, 23 de junio de 1891. ” 289

La situación política del país era muy tensa, ya que el 30 de abril anterior, ante el anuncio del Poder Ejecutivo de que se había descubierto una conspiración, la Comisión Permanente había acordado suspender las garantías individuales hasta por sesenta días, medida confirmada por el Congreso el 22 de mayo 290. El 25 de junio el Ejecutivo expulsó de Costa Rica a varias personas y confinó a otras en poblaciones alejadas de la capital 291. Sin embargo, hasta donde sabemos, la renuncia de don Ezequiel no tuvo que ver con estos hechos, e incluso el presidente Rodríguez

289 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 196.

290 Decreto Nº 11 de 22 de mayo de 1891.

291 Decreto Nº 26 de 25 de junio de 1891.

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se tomó un tiempo considerable para aceptarla, ya que no hizo hasta más de un mes después. Como en esa época don Ezequiel se hallaba en los años iniciales del levantamiento de la hacienda Cóncavas, es muy posible que su deseo de dejar la Cancillería para dedicarse por entero a la agricultura respondiera en un todo a la verdad.

La dimisión fue aceptada en nombre del presidente por don Joaquín Lizano Gutiérrez, secretario de Gobernación, mediante nota número 86 de 27 de julio de 1891 292 y fue efectiva a partir de esa fecha. En la nota de aceptación, don Joaquín manifestó a don Ezequiel:

“… cumplo con las instrucciones que me ha dado el señor Presidente, de expresarle su reconocimiento por la importante y fecunda colaboración de Ud. en las tareas administrativas, y con el encargo de todo el Gobierno de asociarlo a la manifestación que tengo el gusto de hacerle, de la pena con que veo su retiro del Ministerio.” 293

Como nuevo canciller fue nombrado el 28 de julio don Pedro María de León-Páez y Brown, quien desempeñó el cargo hasta el 2 de mayo de 1892 294.

292 La Gaceta, 30 de julio de 1891.

293 Ibid.

294 GRUB, 1994, p. 153.

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Don Ezequiel Gutiérrez (centro) como jefe de la delegación de Costa Rica a las celebraciones del Centenario de la Constitución de Cádiz (1812), junto con el marqués de Peralta (derecha) y otro delegado

Fuente: Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto

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Capítulo VI

Los años posteriores (1892-1920)

I.- Ministro en misión especial en Honduras.

Los inicios del decenio de 1890 fueron turbulentos en Honduras. Entre 1892 y 1893, el país gobernado entonces por don Domingo Vásquez, fue reiteradamente invadido desde Nicaragua por exiliados políticos cuyo principal líder era el doctor don Policarpo Bonilla. Hastiado, el presidente Vásquez solicitó al Congreso la autorización para declarar la guerra a Nicaragua, a cuyas autoridades se acusaba de tolerar esas incursiones. El presidente nicaragüense don José Santos Zelaya López reaccionó airadamente y aceptó dar su apoyo a los exiliados 295. Sin embargo, el gobierno de Managua también solicitó la mediación de Costa Rica para evitar el inminente conflicto bélico. Esta iniciativa también fue aceptada por el gobierno de Honduras.

Mediante acuerdo de 29 de noviembre de 1893, el gobierno de Costa Rica nombró a don Ezequiel Gutiérrez como ministro plenipotenciario en El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua 296, con el fin de que llevara a cabo la labor mediadora, y se decidió que empezara sus gestiones en Tegucigalpa. Como

295 SÁENZ CARBONELL, 1996, p. 504.

296 Acuerdo Nº 150 de 29 de noviembre de 1893.

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secretario de la misión fue nombrado su cuñado don Ángel Anselmo Castro y Méndez 297, pero falleció antes de efectuar el viaje.

Una vez en Honduras, don Ezequiel inició conversaciones con las autoridades hondureñas. Encontró en ellas una actitud positiva, pero cuando las negociaciones parecían bien encaminadas, se produjo una nueva invasión de los emigrados, acompañados esta vez por tropas nicaragüenses. El 24 de diciembre de 1893, los invasores establecieron un gobierno provisorio en el departamento de Choluteca, presidido por el doctor Bonilla 298. Estos hechos acabaron con cualquier posibilidad de arreglo, por lo que la presencia de don Ezequiel en Tegucigalpa resultaba innecesaria y tampoco tenía ya sentido que viajase a Managua. Regresó entonces a Costa Rica, mientras Honduras se sumía en la guerra civil. Esta concluyó con el triunfo de los exiliados y el ingreso de Bonilla en Tegucigalpa, en febrero de 1894 299.

Concluida esta misión, don Ezequiel se mantuvo durante varios años alejado voluntariamente de las funciones públicas, y dedicado a las labores agropecuarias.

II.- Magistrado de la Corte Suprema de Justicia por tercera vez.

El 3 de mayo de 1898 el Congreso Constitucional eligió a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia para el período 1898-1902. Para presidir el alto tribunal fue nombrado el ex presidente de la República don José Rodríguez Zeledón, suegro del presidente de la República don Rafael Yglesias Castro, recientemente reelegido 300. Para la Sala de Casación, entre otros, fue elegido don José Astúa Aguilar, pero este declinó el cargo el 11 del mismo mes y en su lugar fue designado don Ezequiel Gutiérrez, por decreto N° 8 del 11 de mayo de 1898 301.

297 Ibid.

298 SÁENZ CARBONELL, 1996, p. 505.

299 Ibid.

300 SÁENZ CARBONELL y MASÍS PINTO, 2006, p.187.

301 Ibid., p. 188.

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III.- Candidato a la Presidencia de la República.

Don Rafael Yglesias fue sucedido en la presidencia por don Ascensión Esquivel, elegido para el período 1902-1906. La campaña para elegir al sucesor de este se inició de manera muy prematura, ya que a fines de 1904 el Partido Republicano anunció la postulación de don Máximo Fernández Alvarado, rival de don Ascensión en los comicios de 1901-1902. Surgieron también las candidaturas de don Tobías Zúñiga Castro por el Partido del Pueblo, don Cleto González Víquez por el Partido Unión Nacional y el ex presidente don Bernardo Soto por el Partido Republicano Independiente 302.

Dejando aparte a don Máximo Fernández, que en sus años mozos había formado parte del gabinete de don Bernardo Soto pero cuya ideología se orientó después hacia lo que hoy llamaríamos centro-izquierda, los otros tres aspirantes eran de conocidas ideas liberales. Fue por consiguiente una verdadera curiosidad que la quinta agrupación en liza, el Partido Unión Demócrata, fuera de ideología conservadora y católica. Esta agrupación, que tuvo como presidente de la directiva central al doctor don Rafael Calderón Muñoz y como jefe de acción al licenciado don Carlos María Jiménez Ortiz, era un vestigio del poderoso partido Unión Católica, que había existido entre 1891 y 1894 y al que mediante fraudes y arbitrariedades se había arrebatado la victoria en las elecciones presidenciales de 1894 303.

Los líderes de la Unión Demócrata aspiraban a que el sector conservador costarricense recuperara el terreno perdido ante los gobiernos liberales, pero aunque el pueblo costarricense fuera en su inmensa mayoría católico, lo cierto es que la clase política de la época era predominantemente liberal, y tampoco se contaba con los recurso económicos de que disponían las agrupaciones rivales. Resultaba, como indicó alguna vez don Ezequiel Gutiérrez, un “partido de grandes ideas pero de

302 OCONITRILLO, Eduardo, Un siglo de política costarricense, San José, EUNED, 1ª. ed., 1982, pp., 42-43.

303 SÁENZ, 2011, pp. 73-75 y 91-95.

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bolsillos vacíos” 304. Su vocero oficial fue un pequeño periódico denominado La Unión.

Las ideas políticas de don Ezequiel eran de índole conservadora y hasta clerical, es decir, afines a las de la Unión Demócrata, y los líderes de este partido en dos oportunidades le pidieron que fuera su candidato, posibilidad que declinó. Entre los cuatro aspirantes –don Máximo, don Cleto, don Bernardo y don Tobías-, don Ezequiel prefería al licenciado González Víquez y decidió apoyarlo en cuanto se anunció públicamente su postulación, en la mañana del 9 de marzo de 1905. Sin embargo, ese mismo día los líderes de la Unión Demócrata le pidieron una vez más aceptar la candidatura del pequeño partido y en esta oportunidad contestó afirmativamente, como relató después:

“Aparte de mis simpatías personales por don Cleto González suscribí su candidatura, porque hasta entonces no había candidato católico y me parecía que el Partido Nacional era menos peligroso al catolicismo que cualquiera de los otros tres pero mi cletismo duró solamente de las 9 de la mañana del 9 de marzo a las 9 de la noche del mismo día en que a instancias repetidas de muchos amigos acepté de palabra la candidatura de la Unión Democrática. Desde ese momento cesó por completo de hecho y de derecho mi conexión política con el partido Unión Nacional y quedé adherido de cuerpo y alma a la Unión Demócrata, con la cual sin fusiones de ninguna especie y como lo he declarado solemnemente iré hasta el término de la jornada”. 305

La aceptación formal de la candidatura de la Unión Demócrata quedó consagrada en una carta que envió don Ezequiel desde su finca “Cóncavas”:

304 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 200.

305 La Unión, 18 de junio de 1905.

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“A los señores míos y amigos:

Recordarán ustedes que cuando a nombre de la “La Unión Demócrata”, me ofrecieron la candidatura para la presidencia de la República en las próximas elecciones, me excusé dos veces de aceptarla por razones que no es del caso repetir y que sólo acepté cuando ustedes insistiendo, por tercera vez me aseguraron que el partido veía en mí el candidato deseado, no solamente por las cualidades tales y cuales que omito enumerar, sino principalmente por encontrar en mí un católico sincero y un agricultor, en lo primero es verdad que soy y he sido siempre católico romano, pero tolerantísimo con los que no profesan ese credo, como es mi deber” 306

“En cuanto a lo segundo es únicamente cierto que aquí y fuera de aquí he vivido durante unos veinte años consagrado a la agricultura que considero como las más amena de todas las ciencias y como la raíz y fuente de la prosperidad nacional, como que sin ella no puede haber industria ni comercio. Pero sea de esto lo que fuere, esta carta tiene por principal objetivo manifestar que acepto formalmente la candidatura que se me ha ofrecido, y que de acuerdo con los deseos que ustedes me han reiterado en estos días, ni la renunciaré ni aceptaré fusión alguna con ninguno de los otros partidos en que se haya dividido la República, junto con la Unión Demócrata y sólo con ella iré hasta el término de la jornada.” 307

306 MARTÍNEZ ARIAS, Enrique, Cleto González Víquez en la década del siglo XX, Universidad de Costa Rica, Tesis presentada ante la Facultad de Ciencias y Letras de la Universidad de Costa Rica para optar al grado de Licenciado en Historia, 1971, p, 334-335.

307 Ibid.

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El partido era pequeño y no tenía ninguna posibilidad de triunfar, por lo que no cabe atribuir a don Ezequiel ninguna ambición de poder. Sin embargo, la agrupación sí se distinguió por presentar un programa de gobierno, cosa que ninguno de los otros partidos hizo. En este documento declaraba ser un partido meramente político, que hacía propaganda estrictamente constitucional sin servirse de ninguna arma religiosa. Manifestaba propósitos de fomentar la agricultura promoviendo la fundación de escuelas agrícolas, así como la educación, que estaría bajo la dirección de las municipalidades pero con maestros pagados por el Estado. Otros puntos importantes hacían referencia al mejoramiento de las carreteras y las vías férreas, dar mayor participación a la mujer en las oficinas públicas, fortalecer la pureza de las costumbres, vigilar la justa repartición de los cargas e impuestos, y fundar un periódico que creara y satisficiera en el pueblo la sana necesidad de la lectura 308. Con todo esto, la Unión Demócrata aspiraba a promover aspectos que en su criterio habían sido dejados de lado bajo los gobiernos liberales, y trataba de distinguirse de los demás partidos. Con respecto al Unión Nacional, que postulaba a don Cleto, los dirigentes de la Unión Demócrata manifestaron:

“Por qué los costarricenses no deben ser cletistas? Porque don Cleto hará un Gobierno de oligarquía y no de democracia. Don Cleto tendrá que rodearse del mismo círculo de amigos que lo han rodeado siempre y que, son ante todo, amantes de su bienestar que favorecedores del pueblo”

“Véase el grupo de personas que aclaman a don Cleto en San José, y hasta en las demás ciudades, y se reconocerá que entre ellas, ninguna ha hecho un sacrificio por la Patria o por el pueblo; que son solidarios de los políticos pasados, que no tuvieron ánimo para enfrentarse a Yglesias en los verdaderos días de prueba, sino que aceptaban puestos

308 OBREGÓN QUESADA, Clotilde, El proceso electoral y el Poder Ejecutivo en Costa Rica 1808-1998, San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1ª. ed., 2000, pp. 227-228.

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en su gobierno, asistían a su banquetes, a sus bailes, intervenían en contratos, aceptaban ministerios, legaciones, juzgados etc” 309

Pero no solo don Cleto fue objeto de las críticas de la Unión Demócrata. De don Bernardo Soto se dijo que su gobierno, había sido malo en lo político, peor en lo económico y pésimo en lo moral 310, y que se le podían atribuir en mucha parte los males que aquejaban al país 311. A don Tobías Zúñiga se le criticaba por su liberalismo extremo y se auguraba que su triunfo implicaría la guerra sin cuartel contra el catolicismo 312. A Máximo Fernández, como había sido integrante del gabinete de Soto, se le adjudicaban también responsabilidades en los males que afligían a la Iglesia. También se decía que sus partidarios eran socialistas y que el socialismo estaba condenado 313.

Como era habitual en Costa Rica, la propaganda y el debate se centraron más en la figura de los cinco candidatos que en sus ideologías 314.

Corrieron los más variados rumores. Uno de ellos se refería a un supuesto pacto secreto entre don Rafael Yglesias y el Olimpo, según el cual Yglesias había entregado el poder a don Ascensión Esquivel con la condición de que este lo transmitiera en 1906 a don Cleto, quién posteriormente se lo devolvería a don Rafael en 1910 315.

El clima electoral era apasionado, pero sin desórdenes, y el gobierno de Esquivel garantizó amplia libertad de prensa. El 19 de agosto, víspera del inicio de las elecciones de primer grado, el semanario De todos colores publicó en su portada la efigie de los cinco candidatos brindando y una leyenda que decía:

309 La Unión, 25 de mayo de 1905.

310 Ibid., 10 de agosto de 1905.

311 MARTINEZ ARIAS, 1971, p, 351.

312 Ibid.

313 Ibid.

314 OCONITRILLO, 1982, p. 43.

315 Ibid, p. 44

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“FAMILIA COSTARRICENSE

PAZ PROGRESO

República!!Brindemos por la divisa de la patria, por ese limpio y brillante escudo soberano, por la ejemplar libertad y paz de que disfrutamos, por el actual y futuro Presidente.

¡¡Viva Costa Rica!! 316

En las elecciones de primer grado, efectuadas los días 20, 21 y 22 de agosto de 1905, el Partido Unión Nacional encabezado por Cleto obtuvo una mayoría relativa, ya que logró designar 351 electores (41,05%). El Partido Republicano de don Máximo Fernández eligió 273 electores (31,92%); el Partido del Pueblo de don Tobías Zúñiga 130 (15,20%) y el Partido Republicano Independiente de don Bernardo Soto 82 (9,59%). Como se esperaba, la Unión Demócrata quedó a la cola, ya que logró elegir únicamente 19 electores, es decir, el 2,22 % 317.

El resultado de los comicios dejó insatisfechos a los miembros de algunos de los partidos mayoritarios, que presentaron recursos de nulidad ante las juntas electorales. El gobierno envió el caso a la Comisión Permanente del Congreso, cuyos integrantes decidieron que la Sala de Casación de la Corte Suprema de Justicia fuera la encargada de resolver los recursos de nulidad 318. La Sala de Casación desechó algunos de ellos y al conocer otros encontró que efectivamente hubo coacción armada por parte de las autoridades que impidió el libre desplazamiento de los ciudadanos, e incluso hubo detenciones 319. Sin embargo, los recursos no alteraron el resultado, que ya permitía vislumbrar lo que podía ocurrir en las elecciones de segundo grado, programadas para abril de 1906: si cada partido se mantenía independiente, don Cleto obtendría el mayor número de votos pero no alcanzaría la

316 De todos colores, 19 de agosto de 1905.

317 OCONITRILLO, 1982, p. 45.

318 Ibid.

319 Ibid.

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mayoría absoluta que exigía la Constitución, y en mayo el nuevo Congreso debería escoger entre él y don Máximo. Sin embargo, si los otros cuatro partidos unían sus fuerzas y postulaban a un solo candidato para las elecciones de segundo grado, el elegido alcanzaría fácilmente el triunfo y la mayoría absoluta.

Después de largas negociaciones, que varias veces estuvieron a punto de romperse, el Partido del Pueblo, el Republicano y el Republicano Independiente acordaron fusionarse en torno al nombre de don Tobías Zúñiga Castro, a pesar de que don Máximo Fernández había tenido mucho más apoyo que él en los comicios de primer grado. El nuevo bloque político adoptó el nombre de Unión Republicana y teóricamente sumaba 485 electores contra 351 del Partido Unión Nacional 320. Cabe mencionar que a pesar del respaldo dado por don Bernardo Soto al elegido, muchos de sus simpatizantes no estuvieron de acuerdo con la candidatura de don Tobías y provocaron nuevos conflictos al seno de la alianza. Además, los partidos fusionados acusaban al gobierno de don Ascensión Esquivel proteger los intereses de González Víquez y de haber puesto los cuarteles a disposición de los cletistas 321.

Inesperadamente, el 7 de marzo, cuando faltaba mes y medio para las elecciones, la Comisión Permanente del Congreso, cumpliendo un pedido del presidente de la República, suspendió las garantías individuales por 60 días, aduciendo que “la paz y tranquilad del país estaban amenazadas por propósitos subversivos” 322. Enseguida, el presidente Esquivel ordenó apresar a Zúñiga, Soto y Fernández, y abrirles proceso con el fin de indagar su participación en una supuesta revolución. La medida tomó por sorpresa a los tres caudillos, y especialmente al candidato Zúñiga, quien había sido miembro del gabinete de Esquivel y consideraba a este su amigo 323. A los detenidos se les acusó de haber tramado un plan para asesinar al presidente Esquivel, a don Cleto y al secretario de Estado don José Astúa Aguilar. Don Ezequiel Gutiérrez fue llamado a declarar, pero como su partido

320 Ibid., 47

321 Ibid.

322 Ibid.

323 Ibid.

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no había formado parte de la coalición, se le dejó en libertad y no se le molestó más. El 17 de marzo, concluidos los interrogatorios a don Tobías, don Máximo y don Bernardo, y sin haberles seguido formalmente un proceso, se les expulsó del territorio nacional 324.

Con todos estos antecedentes, el 1° de abril de 1906 se efectuaron las elecciones de segundo grado, donde votó apenas el 57% de los electores nombrados en las de agosto de 1905. Don Cleto recibió 427 votos (91,43%) de los 487 electores que concurrieron. La maltrecha Unión Republicana desapareció y los escasos electores oposicionistas se dispersaron según los candidatos de sus simpatías. Don Máximo Fernández obtuvo 24 votos (5,13%), don Bernardo Soto 9 (1,92%), don Ezequiel Gutiérrez 4 (0,85%) y don Tobías Zúñiga únicamente 3 (0,64%) 325.

El 1° de mayo se inauguró el nuevo Congreso. En la sesión en la que debía declararse oficialmente el resultado de los comicios, diez diputados, entre los que figuraban don Ricardo Jiménez y don Manuel Castro Quesada, pidieron la nulidad de las elecciones argumentando una serie de irregularidades y la persecución a muchos electores por parte de las autoridades 326. Ninguno de sus alegatos tuvo eco, y la elección de don Cleto González Víquez fue ratificada por 26 votos a favor y 12 en contra 327.

Aunque el gobierno de don Cleto posteriormente respetó y perfeccionó el sufragio en nuestro país, es obvio que la elección presidencial de 1906 fue un atentado contra la democracia, cuyo principal artífice fue el presidente don Ascensión Esquivel 328. Los argumentos que este invocó en su defensa, alusivos a la supuesta conspiración, no resultaron muy creíbles, y su carrera política quedó prácticamente terminada.

324 Ibid., p. 48.

325 OBREGÓN QUESADA, 2000, p. 228.

326 OCONITRILLO, 1981, p. 48.

327 Ibid.

328 Ibid.

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IV.- Diputado al Congreso Constitucional y tercer designado a la Presidencia por primera vez.

Para las elecciones de 1909-1910, que enfrentaron al

Partido Civil del ex presidente Yglesias con el Republicano que postulaba a don Ricardo Jiménez, don Ezequiel Gutiérrez apoyó a este último, a pesar de que era primo hermano de don Rafael. Tuvo una participación importante en la campaña y figuró como candidato republicano a diputado. En alguna ocasión salió a defender la honestidad de don Ricardo puesta en duda por los partidarios de don Rafael, según relata don Mario Alberto Jiménez en su obra “Costa Rica se viste la toga viril ”:

“Y don Ezequiel Gutiérrez, santo varón, ex-candidato a la Presidencia de la República, con mucha ironía hacía rabiar a los contrarios” 329

A propósito de la bien conocida relación que sostenía don Ricardo con doña Beatriz Zamora López, don Ezequiel demostró que no tenía nada de mojigato, ya que manifestó:

“Es cierto que en la vida privada de Ricardo encuentro un lunar que Yglesias cambiaría de buena gana por cualquiera de sus desmanes” 330

Don Ricardo obtuvo lujosa mayoría en las elecciones de primer grado efectuadas en 1909, y también en las de segundo, que se realizaron en abril de 1910. Don Ezequiel Gutiérrez fue elegido diputado al Congreso Constitucional para el período 1910-1914 331, y en la sesión inicial de ese cuerpo, el 1° de mayo de 1910, fue elegido para presidirlo hasta el 30 de abril de 1911. Un biógrafo de don Ricardo se refiere así al hecho:

329 JIMÉNEZ, MARIO ALBERTO, “1909: Costa Rica se viste la toga viril (Primera campaña política de don Ricardo Jiménez Oreamuno”, vol. II, p.72, en Obras completas, San José , Editorial Costa Rica, 1ª .ed., 1962, vol. II, pp.1-116.

330 Ibid.

331 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 197.

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“Fue electo presidente del Congreso don Ezequiel Gutiérrez, venerable anciano de barbas blancas, paternal, sonriente y respetado en los medios sociales y políticos de la república.” 332

En la sesión del 2 de mayo, bajo la presidencia de don Ezequiel, debía efectuarse el nombramiento de los tres designados a la Presidencia de la República. Esta elección originó una grave escisión entre las filas del Partido Republicano. Veinte diputados deseaban que la Primera Designatura recayera en don Máximo Fernández, líder indiscutido de la agrupación, pero cuando se le pidió apoyo al presidente electo don Ricardo Jiménez, este manifestó que ya otro grupo de diputados le había pedido respaldar el nombre del doctor don Carlos Durán –que también era miembro del Congreso- y que él había accedido. Así las cosas, resultaba que Durán tenía asegurado el voto de veintitrés legisladores, entre jimenistas y civilistas, mientras que los fernandistas eran únicamente veinte 333.

Cuando don Ezequiel dispuso que se efectuara la votación para primer designado, se daba por descontada la elección de Durán. Sin embargo, en una maniobra muy hábil, los despechados fernandistas decidieron prescindir del nombre de don Máximo y postular nada menos que al hermano mayor de don Ricardo, don Manuel de Jesús Jiménez, que también era miembro del Congreso con lo cual convencieron a dos diputados jimenistas de retirar secretamente su apoyo a Durán. Cuando se procedió a la votación, y empezaron a aparecer votos a favor de don Manuel de Jesús, este se retiró indignado del salón de sesiones y se fue a los salones de la secretaría. Desde allí oyó aplausos y pensó que habían elegido al doctor Durán, porque suponía que los fernandistas contaban únicamente con los veinte votos originales. Para su sorpresa y disgusto, varios fernandistas llegaron a felicitarlo y fue así como se enteró de que había sido elegido. Don Manuel se preocupó profundamente, temiendo que Durán y sus partidarios

332 VARGAS COTO, Joaquín, Crónicas de la época y vida de don Ricardo, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. ed., 1986, pp. 245-246.

333 Ibid., pp. 244-245.

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atribuyeran aquello a un secreto y traicionero entendimiento suyo y de don Ricardo con los fernandistas 334.

Después de este incidente, se eligió a los titulares de la Segunda y Tercera Designatura, y resultaron nombrados como tales, por unanimidad de votos, don Alberto González Soto y don Ezequiel Gutiérrez, respectivamente 335.

El 28 de setiembre de ese año, como homenaje a sus méritos, le fue otorgada a don Ezequiel la Medalla de oro, con diploma e insignia, de la Société Académique d´Histoire Internationale de Francia336.

Don Ezequiel fue reelegido como presidente del Congreso el 1° de mayo de 1911, y una vez más el 1° de mayo de 1912. Para la elección del 1° de mayo de 1913, los jimenistas decidieron postular a don Manuel de Jesús Jiménez, pero una vez más los fernandistas hicieron de las suyas y lograron sorpresivamente hacer triunfar el nombre de don Máximo, que ya se perfilaba como principal candidato a la presidencia para las elecciones de diciembre de ese año.

Concluidas sus tareas como presidente legislativo, don Ezequiel se mantuvo como diputado hasta el 30 de abril de 1914. También conservó durante todo el período de don Ricardo Jiménez el cargo de tercer designado a la Presidencia, aunque cabe mencionar que nunca fue llamado a ejercer el poder interinamente, como tampoco lo fueron los otros dos designados, debido a que don Ricardo no efectuó ninguna salida del país durante su administración.

V.- El Congreso de Cádiz.

Siendo todavía don Ezequiel en 1912 presidente del Congreso Constitucional, recibió por parte de los cuerpos

334 Ibid., pp. 246-249.

335 Ibid., p. 249.

336 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 197.

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colegisladores de España una invitación para asistir a las fiestas de celebración del centenario de las Cortes de Cádiz, que se llevarían a cabo a principios del mes de octubre. Además, por aquellos mismos días debía celebrarse en Viena un Congreso Eucarístico y la Iglesia Católica de Costa Rica designó a don Ezequiel para representarla en él 337.

Don Ezequiel se embarcó hacia Europa a principios de agosto en el vapor “Chirripó” en compañía de su hijo Federico, que iba como su secretario. Llegaron a Gran Bretaña el 28 de ese mismo mes y, después de visitar varias ciudades europeas, llegaron a la capital austrohúngara el 8 de setiembre se encontraban en Viena 338. Allí asistieron el 15 de setiembre a la gran procesión eucarística, que fue acompañada por un nutrido número de fieles y que encabezaba el cardenal Van Rossum, representante personal del papa Pío X, portando la custodia con la sagrada forma. Le seguían el emperador Francisco José, los archiduques y otros altos dignatarios, que junto con setenta mil soldados formaban un impresionante espectáculo339 .

Terminado el Congreso, don Ezequiel y su hijo viajaron a Roma y allí fueron recibidos en audiencia privada por el sumo pontífice 340. Su estancia en la Ciudad Eterna fue muy breve, ya que el compromiso en Cádiz estaba cerca. El 27 de setiembre como estaba convenido, se encontraron en Madrid con don Tobías Zúñiga Montúfar, también nombrado como miembro de la delegación costarricense. Esta se completó al día siguiente con la llegada de don Manuel María de Peralta, ministro plenipotenciario de Costa Rica en Francia, que era concurrente en España. Aunque las celebraciones del centenario de las Cortes de Cádiz estuvieron muy animadas, las empañó el luto que sufría el rey don Alfonso XIII por el fallecimiento de su hermana la infanta doña María Teresa, princesa de Baviera, ocurrido el 23 de setiembre, como consecuencia de un parto 341. En reconocimiento de su participación en los festejos, la Junta Nacional del Centenario

337 Ibid., p. 203.

338 Ibid.

339 Ibid.

340 Ibid.

341 Ibid.

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de las Cortes, Constitución y Sitio de Cádiz le concedió una medalla de oro el 1° de octubre, y el 23 del mismo mes la Unión Iberoamericana de Madrid lo nombró socio de honor 342.

En agosto de 1913 don Ezequiel fue nombrado presidente honorario del Congreso Eucarístico de Costa Rica y en octubre del mismo año el gobierno de España le confirió la Gran Cruz de la Real Orden de Isabel la Católica 343.

VI.- Magistrado suplente de la Corte de Justicia Centroamericana.

La Corte de Justicia Centroamericana o Corte de Cartago nació en los tratados de Washington de 1907, promovidos por los Estados Unidos y México para tratar de poner fin a las constantes guerras entre las repúblicas centroamericanas 344. La Corte, primer tribunal permanente de Derecho Internacional Público y de Derechos Humanos de la historia mundial, se inauguró en Cartago el 25 de mayo de 1908. Para representar a Costa Rica en la Corte, el Congreso Constitucional eligió como magistrado propietario a don José Astúa Aguilar, quien posteriormente fue nombrado como primer presidente del tribunal, y como magistrados suplentes el Congreso designó a don Luis Anderson Morúa y a don Alfredo Volio Jiménez 345. Concluido el período de estos en 1913, el Congreso nombró como magistrado propietario a don Nicolás Oreamuno, a don Ezequiel Gutiérrez como primer suplente y a don Marciano Acosta como segundo suplente. Como dato anecdótico, cabe recordar que en esa misma época formó parte de la Corte, como magistrado por Nicaragua, el doctor don Daniel Gutiérrez Navas, que años después contraería matrimonio con una hija de don Ezequiel, doña Adela Gutiérrez Braun 346.

342 Ibid., p. 212.

343 Ibid.

344 SÁENZ CARBONELL, 1996, pp. 607-610.

345 Ibid., p. 611.

346 GUTIÉRREZ, Carlos, La Corte de Justicia Centroamericana, p. 92. San José, Costa Rica, Editorial Juricentro S.A., 1978.

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VII.- Director de los Archivos Nacionales.

En abril de 1914, al concluir su período como diputado, don Ezequiel fue nombrado como director de los Archivos Nacionales, cargo que desempeñó hasta mayo de 1916, cuando fue elegido como magistrado. La institución se encontraba en esa época ubicada en el edificio que en el siglo XIX había albergado a la Universidad de Santo Tomás 347.

VIII.- Presidente de la Corte Suprema de Justicia.

El 3 de mayo de 1916 el Congreso eligió a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia para el período 1916-1920. Para la Presidencia de la Corte y de la Sala de Casación fue nombrado don Ezequiel Gutiérrez Iglesias 348. Los demás miembros de la Sala de Casación fueron don Alfonso Jiménez Rojas, don Blas Prieto Zumbado, don Antonio Vargas Quesada y don Amadeo Johanning Morales. Para integrar la Sala Primera de Apelaciones fueron designados don Luis Dávila Solera, quien la presidió; don Gerardo Guzmán Quirós y don Francisco Solórzano Chaverri. Para la Sala Segunda de Apelaciones fueron designados don Marcelo Brenes Robles, quien la presidió; don Pablo M. Rodríguez y don Tomás Fernández Bolandi 349.

Los nuevos magistrados iniciaron su período el 8 de mayo de 1916, y se suponía que terminarían funciones en la misma fecha de 1920. Sin embargo, el golpe militar del 27 de enero de 1917, que llevó al poder al general Federico Tinoco Granados, rompió el orden constitucional, y aunque el nuevo régimen permitió que la Corte siguiera en funciones provisionalmente, el 12 de abril la Asamblea Constituyente elegida como consecuencia del pronunciamiento decidió nombrar nuevos magistrados y cesar en sus cargos a los elegidos en 1916.

347 ESTRADA MOLINA, Ligia, “Labor de los Archivos Nacionales y un poco de su historia”, pp. 354 y 356, en Revista de los Archivos Nacionales, San José, julio-diciembre de 1958, números 7-12, pp. 353-361.

348 SÁENZ CARBONELL y MASÍS PINTO, 2006, p. 207.

349 Ibid., p., 209

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Don Ezequiel Gutiérrez tenía cercano parentesco con el nuevo gobernante. El padre de este, don Federico Tinoco Iglesias, fallecido en 1916, había sido primo hermano suyo. Sin embargo, estas consideraciones no pesaron en el ánimo del régimen tinoquista, ya que don Ezequiel no figuró entre los magistrados elegidos por la Constituyente, que sí confirmó en sus cargos a otros seis de los once magistrados de la Corte cesada 350. Como presidente de la nueva Corte, que pronto habría de ser conocida como “la Corte de los Pelicos”, en alusión a su docilidad ante el tinoquismo, fue designado don Ascensión Esquivel Ibarra 351.

IX.- Tercer designado a la Presidencia por segunda vez.

El régimen tinoquista, con ánimo de legitimarse, convocó a elecciones presidenciales, sin esperar a que se emitiera la nueva Constitución, y en ellas triunfó, sin oponente, el propio Federico Tinoco 352.

La Asamblea Constituyente, elegida al mismo tiempo que el presidente, procedió a nombrar nuevos designados a la Presidencia. Como primer designado fue elegido don José Joaquín Tinoco Granados, hermano del presidente y titular de las carteras de Guerra y Marina; como segundo don Rafael Cañas Mora y como tercero don Ezequiel Gutiérrez Iglesias. Este fue, como consecuencia, parte del régimen tinoquista, pero su participación en ese gobierno fue puramente nominal, ya que los designados no tenían ninguna función fuera de sustituir al presidente en sus ausencias temporales. Durante el tinoquismo, don Ezequiel se mantuvo al margen de la política, tanto por su avanzada edad como por los quebrantos cada vez más graves que se abatieron sobre su salud.

El año de 1918 fue especialmente triste para la familia Gutiérrez Braun. Doña Josefina venía, de tiempo atrás, padeciendo

350 FERNÁNDEZ MORALES, Jesús Manuel, Las Presidencias del Castillo Azul, San José, Litograf ía e Imprenta LIL, S. A., 1ª. ed., 2010, p. 146.

351 SAENZ CARBONELL y MASÍS PINTO, 2006, p. 211.

352 OBREGÓN QUESADA, 2000, p. 257

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de una enfermedad a la que en aquellos tiempos los médicos no encontraban cura, y a pesar de los cuidados de su familia su condición se agravó y el miércoles 10 de julio de ese año falleció. Tenía solamente cincuenta y tres años de edad 353.

A propósito de ese momento, su hijo don Hernán escribió:

“… De la memoria de aquel día no se borra de mis ojos la figura triste de mi padre en el corredor de la casa, profundamente conmovido, despidiendo los restos mortales y muy amados de “mi cara mitad”, como la llamaba él, cuando el cortejo fúnebre se puso en movimiento: y allí se quedó, su figura enhiesta, con lágrimas en sus mejillas, con toda su confianza puesta en Dios.” 354

Como consecuencia de la renuncia de don Federico Tinoco, en agosto de 1919 asumió el poder el general don Juan Bautista Quirós Segura, que había sido nombrado como primer designado a última hora, debido a la dimisión de don José Joaquín Tinoco, que poco después fue asesinado. A pesar de su honorabilidad y respeto a las libertades, el presidente Quirós no logró consolidarse en la primera magistratura, debido a que el gobierno de los Estados Unidos le negó el reconocimiento. Enfrentado con lo que era un virtual ultimátum de Washington, Quirós convocó a una junta de notables en el Castillo Azul el 1° de setiembre, para que le aconsejaran sobre el rumbo a tomar. A esa reunión asistió don Ezequiel en su calidad de tercer designado a la Presidencia, y esta fue la última oportunidad en que tomó parte en asuntos políticos. En esa oportunidad, don Ezequiel votó por la tesis propuesta por don Ernesto Martín Carranza, en el sentido de que se entregara la primera magistratura a don Francisco Aguilar Barquero, quien había sido tercer designado en la administración de González Flores, y que este convocara a elecciones 355. Esta fue la tesis que prevaleció, y don Francisco asumió el poder al día

353 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 204.

354 Ibid.

355 FERNÁNDEZ MORALES, 2010, p. 414.

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siguiente, con lo cual quedó roto el orden constitucional y don Ezequiel cesó en su cargo de tercer designado.

X.- Fallecimiento.

Don Ezequiel nunca se recuperó de la muerte de su esposa, aunque la presencia de sus hijos y la llegada de los nietos le ayudaron a mitigar su inmenso pesar. Una fuerte caída sufrida en la calle añadió intensos dolores f ísicos a sus sufrimientos morales. Sin embargo, continuaba yendo diariamente a misa en la capilla del Seminario, después de lo cual caminaba hasta la boca de la Sabana, para luego regresar en tranvía al centro de San José. Así lo hizo hasta tres semanas antes de su muerte. Esta se debió a una enfermedad intestinal, que los médicos no lograron curar. Falleció en San José a las tres de la tarde del domingo 22 de agosto de 1920, el día antes de cumplir ochenta años 356.

Así lo recordó don Hernán, su hijo:

“La víspera de cumplir ochenta años se apagó así, lentamente, como una vela que se consume toda irradiando luz y color, aquella vida de trabajo tenaz y constante, que nada la hizo amenguar cuando de Costa Rica se trataba.” 357.

La misma tarde del 22 de agosto el presidente don Julio Acosta decretó la realización de funerales oficiales, a los cuales debían concurrir todos los miembros de los poderes del Estado, el obispo monseñor Stork, los ex presidentes de la República, los colegios profesionales y el alto clero 358.

Las honras fúnebres se efectuaron en la catedral de San José, donde se pronunciaron elocuentes discursos. Entre ellos figuró el de don Claudio González Rucavado, secretario de Estado

356 GUTIÉRREZ BRAUN, 1977, p. 204

357 Ibid.

358 Ibid., 205.

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en el despacho de Gobernación y Policía, quien se refirió al extinto en estos términos:

“…Perteneció el Licenciado don Ezequiel Gutiérrez Iglesias a una familia ilustre, y mantuvo siempre los timbres de su casta, porque se consagró como aquélla a servir a su patria y guardo encendida en su pecho la fe de Cristo, siendo hasta el último momento edificante su ejemplo.

La patria llora hoy la desaparición de uno de sus viejos troncos, que con otros ya idos y algunos pocos que quedan proyectó su sombra bienhechora sobre Costa Rica, contribuyendo a mantener sus instituciones firmes, su bandera incólume, altos sus prestigios de país serio, de orden y de progreso.” 359

En el periódico La Verdad del 28 de agosto de 1920 se publicó, con el titulo “En la misa del alba…”, otro sentido texto de homenaje a su recuerdo, escrito por el historiador y genealogista don Eladio Prado Sáenz, quien entre otras cosas expresó:

“Mucho se podrá escribir sobre la vida pública, toda ella pureza, del que en vida se llamó Ezequiel Gutiérrez Iglesias.

Páginas enteras se podrán llenar con el relato de su vida privada, más que patriarcal.

No me voy a ocupar ni de una ni de otra. Quiero sencillamente depositar una flor de recuerdo sobre su tumba, hablando de uno de sus primorosos aspectos de creyente, porque este noble anciano que acaba de

359 Ibid., 207.

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bajar a la tumba, confesó siempre su fe católica y a ella ajustó su vida…

¡Ha muerto!.. y yo le lloro, estremecida mi alma y agitada como debe estremecerse el árbol de la selva cuando ve caer el cedro secular, cuya copa le defendía en las tempestades, cobijándole su sombra y alentándole la gloriosa majestad de sus años!” 360

Concluimos estas páginas con unos párrafos extraídos del periódico La Unión, que aunque corresponden a la campaña electoral de 1905-1906 sintetizan adecuadamente las muchas facetas de su vida:

“… la historia de sus desempeños diplomáticos al servicio del país fue corta pero fructífera. Su sistema fue inspirar el cumplimiento de sus misiones en un sentido de racional equidad y de mutuas conveniencias.

En la participación que había tenido en la política interna, fue de altura, la censura política no encuentra en donde hincar el diente, pues es intachable. Fue ministro en varias ocasiones, también Magistrado varias veces. Desempeñó esos cargos, que algunas veces están erizados de abrojos, sin ningún contratiempo, fue querido admirado por la rectitud de sus manejos. Todo era claro, transparente, sus propósitos siempre expuestos, gran espíritu de justicia. Seguro en su actuar, no tuvo vacilaciones aunque la situaciones fueran tirantes.

Como Magistrado, sobre todo, su figura es de un finísimo esmalte. Su toga después

360 Ibid., pp. 208-209.

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de muchos años de uso; y de años en que el lado de la política pretendía a las veces salpicar los sitiales de la Corte; quedó limpia como la alba túnica de vestal, sin mancha. Allá están sus fallos en varios casos de hábeas corpus en las cuales presentó el pecho al descubierto para proteger la libertad individual contra la omnipotencia de un poder que hacía sentir en todas partes su peso.” 361

El mismo periódico también había destacado sus virtudes privadas:

“Los honores de la vida pública no lo fascinan. Dotado de condiciones para ello, con talento, carácter y otras virtudes que adornan a un gobernante. Vivía apartado en el campo, trabajando la tierra, extrayendo sus frutos. Adquirió respetado prestigio como uno de los buenos cultivadores de café de Centro América. Hombre de buenas costumbres de tranquilidad espiritual, hombre de hogar, aunque de edad avanzada, manifestaba la energía y el vigor de un joven, acrecentado con la experiencia de su vida y el estudio”. 362

Intachable en su larga y fecunda vida pública y en el

ámbito privado y personal, don Ezequiel se marchó de este mundo como había transcurrido su existencia, sin ruidos ni aspavientos, y dejando un hermoso ejemplo de amor a su país, por el cual trabajó afanosamente, con entusiasmo y honestidad. Esperamos que estas páginas contribuyan a rescatar su memoria y a servir de inspiración a sus conciudadanos.

361 La Unión, 16 de abril de 1905, p. 1., cit. por MARTÍNEZ ARIAS, 1971, pp. 342-343.

362 La Unión, 11 de mayo de 1905, p.2., cit. por MARTÍNEZ ARIAS, 1971, p. 343.

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Anexo

Parte expositiva de la memoria de la Secretaría de Relaciones Exteriores

y carteras anexas 1890-1891

Señores Diputados

Vengo a presentaros respetuosamente la Memoria relativa a las Carteras que el Señor Presidente de la República tuvo a bien encomendarme.

Relaciones Exteriores

Inaugurada apenas la presente Administración ejecutiva, un suceso extraordinario vino a turbar el armónico estado de familia centroamericana, precisamente a raíz de los trabajos que en las cinco secciones se hacían con el intento de solucionar el trascendental problema de unificación. Tal suceso, la revolución del Salvador, hizo retrogradar la idea y estuvo a punto de comprometer a Costa Rica en una guerra general de desastrosos e incalculables resultados. Por fortuna, los procedimientos del Poder Ejecutivo informados en la norma de conducta que desde luego se trazó a pesar de acerbas críticas y amenazas, tuvieron en los resultados con perseverancia y calor buscados y aunque con dificultad obtenidos, la más esplendida justificación. Voy a narrar someramente los hechos.

El 22 de junio de 1890, estalló en la capital del Salvador el movimiento revolucionario a cuya cabeza aparecía el Genera don Carlos Ezeta, el mismo que hoy figura como Presidente Constitucional de aquella República.

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A consecuencia de tal acontecimiento, que tuvo éxito decisivo y rápido, cayó el régimen que representaba el General don Francisco Menéndez, y como el orden de cosas que de la revolución surgiera, inspirase serias desconfianzas al Gobierno de Guatemala, se apercibió este a la lucha y dirigió enérgica excitativa de intervención en los asuntos del Salvador, a los demás Gobiernos centroamericanos.

Costa Rica, fiel a sus tradicionales precedentes de fraternal centroamericanismo y de respeto a la autonomía de los otros Estados, que asegura por la reciprocidad su propia autonomía, y más fuerte por la fuerza de su derecho que por el derecho de la fuerza, se apresuró a contestar que usaría de todos los medios conciliatorios conducentes a poner término al conflicto salvadoreño. A este efecto se confió al Decano de la Diplomacia costarricense, señor Doctor José María Castro, con el carácter de Ministro Plenipotenciario ante los demás Gobiernos de la América Central la misión de paz, y se obtuvo en igual sentido la cooperación del de Nicaragua que felizmente se hallaba animado en idénticos sentimientos.

Aunados, pues, los esfuerzos de las dos secciones, y a mayor abundamiento los del Cuerpo Diplomático extranjero resiente en Guatemala, en el cual descolló la eficaz ayuda de los representantes del Gabinete de Washington y de la Corte Española, ya no era dable desesperar de que la general conflagración sería conjurada.

Ardua era la empresa porque conspiraban contra su realización añejas discrepancias y preocupaciones recíprocas, antagónicas tendencias políticas y mutuos recelos; y a caso más que todo, discordancia en el concepto de lo era legítimo o ilegítimo dentro de aquella palpitante y anómala situación. Pero el Gobierno costarricense con clara visión de su deber y su derecho, solo prestó asentimiento a estipulaciones que estaban incluidas en la fórmula de sus principios autonómicos.

Entretanto los pueblos hermanos de Guatemala y el Salvador libraban a la suerte ominosa de las armas sus caros destinos, regando su generosa sangre centroamericana sus

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inmortales campos, hasta que más afortunadas y bases más uniformes del Cuerpo Diplomático constituido en comisión mediadora, pusieron punto final a la contienda, sellando con tan feliz suceso la acción fraternal iniciada por el Ejecutivo costarricense.

Fue entonces cuando cumplida la misión que se había encomendado, recibió instrucciones el Doctor Castro para pasar a Nicaragua, con la cual teníamos pendiente la demarcación material de fronteras, cuestión que, según lo informado por mi honorable antecesor en su Memoria al Congreso del año pasado, no había sido posible llevar a cabo por no haberse obtenido que el Gobierno de Nicaragua correspondiese a las excitaciones que para tal fin se le habían hecho.

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La labor de conservar, robustecer y ensanchar en la esfera de las necesidades o conveniencias de un país sus relaciones de amistad con las otras naciones, es unos de los primordiales deberes de la Administración pública, y él se llena en la generalidad de los casos sin necesidad de artificio, sino de un modo natural y espontáneo, fácil y hasta agradable, pues para ello basta a los Gobiernos, en la mayoría de las ocasiones, la simple expresión de respeto y las consideraciones debidas; pero hay casos en el que tal deber, a medida que cobra mayor imperio e importancia, acrece en dificultades y no sospechadas complicaciones. Esto es precisamente lo que pasa entre países limítrofes.

Para Costa Rica dif ícilmente surgirían dificultades ni complicaciones con la casi totalidad de las naciones que pueblan el Globo, porque ella deriva, en medio de su pequeñez geográfica la fuerza y el prestigio que la rodean, primero de las no usurpadas fuentes de su riqueza y de la orgánica laboriosidad de sus hijos, y después, del religioso cumplimiento de sus compromisos y de su respeto al derecho ajeno, corolario de su celo por el propio.

Para Costa Rica sólo podrían surgir posibles, mas nunca buscadas complicaciones, con Nicaragua y Colombia por la naturaleza de las circunstancias y a causa de sus proindivisas

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fronteras. Pero este mismo riesgo hace que nos sea más estimable su amistad y que pongamos mayor ahínco en eliminar las causas de perturbación, hasta tanto llegue el día que no lejano nos muestra nuestro patriótico deseo, de verlas todas disipadas por completo.

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Paso a informaros tocante a nuestras diferencias con Nicaragua y de todo lo que hemos hecho, ayudados por nuestra voluntad, sólo limitada por el deber de conservar la integridad del territorio y la honra nacional, ilesa hasta el día, por dicha y para gloria nuestra.

El tratado de límites celebrado entre Costa Rica y Nicaragua el 15 de abril de 1858, dejó de ser discutible mediante el recto y justiciero Laudo arbitral pronunciado por el señor Presidente de los Estados Unidos de la América del Norte a quien las dos naciones habían sometido sus diferencias. Pero aquel fallo que resolvía la dificultad teóricamente, requería una sanción práctica sobre el terreno, tanto para prevenir enojosas divergencias jurisdiccionales, como para que cada colindante supiera a punto fijo hasta donde debía, con derecho y con provecho propio, remolcar el carro de su progreso seccional. En una palabra, era preciso de todo punto para los dos países verificar el deslinde material, el amojonamiento de la línea divisoria conforme a la estricta letra del fallo arbitral.

A tal fin fueron encaminados los esfuerzos de la actual Administración apenas inaugurada, y ellos ha persistido como la veréis en el curso de esta reseña, porque está convencida de que nunca será demasiado el empeño que se ponga en suprimir esta fuente de disturbios con nuestra vecina.

Uno de los primeros actos del Gobierno, como acabo de indicaros, fue el de dirigirse al de Nicaragua reclamando en forma no menos perentoria que cortés el cumplimiento de las estipulaciones suscritas en Guatemala por la convención Arbitral, respecto a la material delimitación de la frontera. Contestado de conformidad por aquel Gobierno y puestas de

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acuerdo las partes en puntos de mero detalle, Costa Rica envió con su habitual exactitud, en la fecha previamente designada, su comisión de deslinde compuesta de los señores ingenieros don Luis Matamoros y don Ricardo Alpízar, y de los agregados con dedicación a estudios de Historia Natural, don Enrique Pittier y don Anastasio Alfaro.

Sus trabajos, según las instrucciones que les fueron comunicadas, debían ajustarse invariablemente a las cláusulas del tratado Cañas-Jerez, a las de la Convención Arbitral Esquivel-Roman y á las prescripciones del Laudo Cleveland. Obrando así, es decir, siguiendo bases fijas mutuamente aceptadas, y obligatorias por tanto para todos, era punto menos que imposible que dejase de haber la debida cohesión entre las comisiones de las dos partes y que dejara de efectuarse el deslinde riguroso a contentamiento mutuo.

Las dos comisiones se reunieron en San Juan del Norte, punto convenido, el 16 de junio de 1890, y después de canjearse sus respectivos poderes, quedó organizada la Comisión mixta internacional de deslinde; pero habiendo iniciado sus conferencias y los estudios preliminares de localización, hallaron obstáculos, insuperables por el momento, provenientes de la temporada lluviosa y de falta de acuerdo en cuanto a la situación de Punta de Castilla, no obstante que ni en los términos del Laudo Cleveland, ni en los de los tratados, ni tampoco en los mapas consultivos de la época hay nada que no sea claro, preciso, irrecusable.

En tal emergencia el Gobierno de Nicaragua propuso la traslación de las Comisiones a la bahía de Salinas sobre el Pacífico, pero allí también hallaron ésta dificultad para entenderse, en razón de que la Comisión nicaragüense alegaba error en el Laudo Cleveland, error que no existía en concepto de nuestra Comisión, dando por consecuencia aquella pugna de ideas, que la primera se ausentara de los trabajos del Sapoá.

La Comisión costarricense, a cargo ya del señor Alpízar, por haber dimitido el señor Matamoros, siguió adelante en sus trabajos sin la concurrencia de la Comisión nicaragüense, tanto porque esas eran las instrucciones que tenía, cuanto porque

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satisfecha ésta del espíritu de rectitud a que aquella subordinaba sus operaciones y reservándose el posterior examen de la consumada labor, la autorizó plenamente para que prosiguiera ella sola el deslinde desde el Océano Pacífico hasta las aguas del Atlántico.

Los demás detalles de los trabajos de la Comisión los hallaréis especificados en los informes del jefe actual señor Alpízar, y de su colega don Moisés Rodríguez, quienes auxiliados por los señores don Anastasio Alfaro primero, y después por el ingeniero Mr. Ned E. Farrel y don Enrique Cole, han ejecutado los trabajos técnicos hasta dejar trazada la curva en rededor del Castillo Viejo, salvando tan solo la distancia comprendida entre “Las Haciendas” y “Río Frío”, por causas dependientes de las lluvias, crecimiento de los ríos caudalosos y restablecimiento de los pantanos.

Las secciones más interesantes de la línea fronteriza son, como con bastante propiedad lo demuestra el ingeniero señor Rodríguez sobre los planos que él mismo ha trazado, las comprendidas entre la bahía de Salinas y el lago de Nicaragua, río de Sapoá inclusive, y la curva en derredor del Castillo. Tanto la una como la otra han quedado perfectamente deslindada, con mojones estables y carriles convenientemente ampliados, pudiendo de consiguiente afirmarse que se aproxima la hora por tanto tiempo anhelada de poner término a los trabajos de deslinde en lo tocante a Costa Rica y de pasarlos en traslado a Nicaragua para su definitiva aprobación, con la que se disiparán las brumas que por tanto tiempo han empañado el horizonte de dos países llamados a confundirse en uno con solo.

Por su parte el Doctor José María Castro, quién después de haber terminado su misión en Guatemala se había trasladado a Nicaragua, hacía esfuerzos para obviar los inconvenientes presentados al remate divisional fronterizo, reducido ya en dificultades a la Punta de Castilla y a la bahía de Salinas.

Bien sabéis, señores Diputados, que el Laudo Cleveland debe inspirarnos respeto profundo por ser base fundamental de importantísimos derechos.

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En cuanto a los gastos de la Comisión de límites, el Gobierno costarricense aunque haya procurado reducirlos a lo indispensable no los ha escatimado a fin de realizar su propósito, temeroso de que una mal entendida economía hiciera ineficaz la simultaneidad de los demás esfuerzos. Hasta el día se llevan erogados más de $ 32,000, cuyo detalle de la cuenta debe ser presentado próximamente por el jefe de la Comisión.

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Me resta hablar de Colombia, y al hacerlo, me es grato consignar el espíritu de justicia que ha presidido en los dos Gobiernos para dejar satisfechas las recíprocas reclamaciones que en guarda de su soberanía se han juzgado en el deber de cruzarse, por lo que ciertos actos de cada una de las partes pudieran implicar, en concepto de la otra, violación del statu quo pactado entre ellas para el tiempo que tarde en pronunciarse el Laudo arbitral cometido a la sabiduría y acierto de la Corte de España, el cual debe poner punto a nuestras divergencias territoriales y unir en estrecho y franco abrazo de amistad las dos naciones.

El Gobierno de Colombia, en comunicación de 2 de junio de 1890, dirigida al de Costa Rica, protestó de los actos de exploración, mensura y sondeo verificados en las costas y ríos de la bahía del Almirante, por el señor J.S. Reisemberger; pero demostrado que los procedimientos de aquel viajero explorador obedecían a propios intereses e inspiraciones y no a comisión del Gobierno costarricense, hubo de quedar naturalmente satisfecho el Gobierno de colombiano.

Posteriormente, el 23 de octubre de 1890, tuvo noticia el Gobierno costarricense del contrato concluido entre el señor Secretario de Fomento de Colombia y los señores A. Fonseca y Compañía, sobre colonización varios territorios, apertura de vías de comunicación y otras empresas. Como en las cláusulas de dicho contrato quedase comprendido el territorio que se extiende por un lado desde el cabo Gracias a Dios hasta la línea divisoria entre Costa Rica y Colombia, y por el otro, desde el río Golfito hasta el lago de Nicaragua, tendiese a establecerse señorío y jurisdicción sobre parte del mismo territorio que en virtud del Statu quo de

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dominio posee tranquilamente Costa Rica, este Gabinete protestó al de Colombia contra el contrato referido, como violatorio de dicho Statu quo; protesta a la cual la cual satisfizo inmediatamente aquel Gobierno con la seguridad de que el contrato no se llevaría a efecto “en virtud de haber sido improbado por el Congreso y mediante la equidad que (son sus propias palabras) inspira el Gobierno colombiano en sus relaciones con Costa Rica, y, especialmente, en lo tocante a la jurisdicción territorial de las dos Repúblicas”, frases que confirman el espíritu de justicia que me complacido en reconocer.

Pero al mismo tiempo que Colombia satisfacía de un modo tan explícito a la reclamación de Costa Rica, denunciaba como violatoria del mismo Statu quo la injerencia tomada por funcionarios costarricenses, según el decir de la nota recibida, en la mortuoria del colombiano señor Manuel Miranda; más, desde luego que tal intervención, caso de haberla habido, no había sido autorizada por este Gobierno, las explicaciones dadas debieron satisfacerle plenamente.

Tomando pié de estas mutuas y enojosas quejas, el Gabinete de Costa Rica propuso al de Colombia, con el fin de evitar en lo sucesivo nuevas e inútiles querellas, por causa de lo que pudiera llamarse dudosa línea del Statu quo, la fijación de un límite provisional absolutamente claro y preciso que sirviese para determinar, mientras el Arbitro señala el definitivo y verdadero, la zona jurisdiccional inequívoca de cada una de las dos naciones, proponiendo al efecto para tal límite provisional la línea divisoria señalada en el tratado Castro-Valenzuela que, en mi concepto, reúne las condiciones de precisión y claridad requeridas.

Ya el Gobierno colombiano se había dirigido al Congreso Nacional insinuándole idénticas aspiraciones, y así la proposición de Costa Rica, que venía a ser como un eco de aquel deseo, no podía menos de ser, cual lo fue en efecto, acogida favorablemente por el Gabinete de Bogotá, bien que difiriendo en cuanto a la línea propuesta e indicando a su vez otra distinta: diversidad que no ha permitido aún llegar al deseado acuerdo.

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La contienda con Colombia se aproxima, sin embargo, a su final resolución. El Laudo arbitral entre ella y Venezuela que debía ser vertido previamente al de Colombia Costa Rica, fue pronunciado en 16 de Marzo último, y nuestro real augusto Árbitro ha entrado a conocer del litigio, en el que los títulos y derechos de Costa Rica se harán valer plenamente por su digno representante en Madrid.

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Las necesidades diplomáticas de la República son de poca extensión; y así, en el curso del año fiscal, sólo hemos tenido cuatro legaciones, a saber:

La que en carácter de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario, desempeña con lustre y honor, ante varias cortes de Europa, el señor Manuel María Peralta.

La que en igual clase desempeño con el posible buen éxito, nuestro antiguo estadista el Doctor Castro, ante los Gobiernos de Centro América.

La que en la misma categoría fue confiada al hábil diplomático don Pedro Pérez Zeledón, ante el Gobierno de Honduras; y finalmente,

La que en calidad de Encargado de Negocios ante el Gabinete de Washington se puso últimamente a cargo del señor don Joaquín B. Calvo, para suceder a don Federico Volio, cuya muerte sinceramente deploramos, porque él constituía para la patria una bien fundada esperanza.

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El movimiento de renovación en el Cuerpo Consular es como sigue:

Para Cónsul particular en Nueva York fue nombrado el señor don Cecilio A. Delgado;

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Para Cónsul en la Paz, Baja California, don José Horacio Hidalgo;

Para Vice-Cónsul en Bogotá, don Manuel González Zeledón; pero posteriormente hizo y se le aceptó la renuncia de tal cargo.

Para Cónsul en Viena, don Oscar Sitzler.

Para Cónsul General en Nueva York, don Carlos R. Flint, por renuncia de don José María Muñoz.

A don Jesús Leiva se le admitió su renuncia de Cónsul en el San Salvador.

A don Rafael Gallegos se le nombró Cónsul en San Francisco de California en reposición de don Ricardo Villafranca, quien cambió de residencia.

Para Cónsul General de Costa Rica en París, fue nombrado don Octavio Beeche en sustitución de don Enrique Palacios, cuya memoria será siempre grata para todos lo que sepan estimar las grandes virtudes de que dio ejemplo.

A don Francisco Périz Mencheta, Cónsul en Barcelona, por muerte de don Antonio Solá y Carnier.

Para Cónsul en León de Nicaragua, don Pedro Alvarado.

Para Cónsul General en Nueva Orleans, fue promovido el señor Lamar C. Quintero, por el celo especial con que había desempeñado por algunos años el Consulado particular en aquella plaza.

Todos los nombrados reúnen las prendas personales de idoneidad y honradez necesarias para desempeñar bien sus cargos.

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El movimiento diplomático y consular extranjero habido en el país, en el decurso del año, está relacionado en los reconocimientos que paso a enunciar:

El señor L. O. von Schroter, como encargado del Consulado del Imperio Alemán, durante la ausencia del señor C. W. Whale;

Del señor Arturo Chapman, como Encargado de la Legación y Consulado General de la Gran Bretaña.

Del señor don Platón Roa, como Encargado de la Legación de los Estados Unidos Mexicanos, durante la ausencia de don Juan Sánchez Azcona;

Del señor don Carlos Wahle, como Cónsul General del Imperio Alemán;

Del señor don Manuel Colindres, como Encargado de Negocios y Cónsul General de Honduras;

Del señor Max Diermissen, como Agente Consular de Los Estados Unidos de América en Puntarenas;

Del señor don Ignacio Alatorre, como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de los Estados Unidos Mexicanos;

Del señor Doctor don Modesto Barrios, como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Nicaragua;

Del señor Doctor don Manuel J. Morales como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario del Salvador;

Del señor A. A. Lindo, como Agente Consular de los Estados Unidos de América en Limón;

Del señor Antonio Greppi, como Ministro Residente de Italia;

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Del señor don Manuel Amador C., como Cónsul de Colombia en Puntarenas;

Del señor W. B. Unckles, como Agente Consular de los Estados Unidos de América en Limón; y

Del señor Audley Charles Gosling, como Ministro Residente y Cónsul General de la Gran Bretaña.

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Las importantes labores y conclusiones de la Conferencia internacional americana donde Costa Rica fue hábilmente representada por el señor don Manuel Aragón, se hallan comprendidas en los tres volúmenes que acaban de ser remitidos a la Secretaría de mi cargo y que tengo la honra de someter a vuestro estudio.

Creo conveniente anunciaros que muy pronto someterá el Poder Ejecutivo a vuestro ilustrado criterio, con el mensaje especial que requiere, el Tratado de Paz, Amistad, Comercio y Navegación celebrado entre Costa Rica y el Ecuador.

Justicia

Las tres ramas del Poder Público Nacional han funcionado, como bien lo sabéis, con absoluta libertad e independencia, dentro de su esfera de acción respectiva, procurando conservar entre sí la indispensable conexión para la marcha paralela y armónica del todo.

A esta regla de conducta se ha amoldado el Poder Ejecutivo en sus relaciones con el Pode Judicial, y de ella hace ánimo de no apartarse el Jefe de la Nación, esperando hallar las naturales y obligadas reciprocidades. Es de esta suerte que el Poder Judicial ha podido encontrar en el Ejecutivo eco eficiente en sus providencias, sanción inmediata a sus fallos, y toda clase de facilidades en el ejercicio del augusto ministerio de la Justicia.

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Con Magistrados y Jueces íntegros que sepan colocarse a la altura de su misión, sobre el escabroso nivel de las pasiones políticas que todo lo bastardean, se conservará la fe en el espíritu y eficacia en las leyes y consiguientemente de los principios en que se fundan, todo lo cual constituye un saludable freno de desborde. Lo contrario sucedería si esa fe y esa confianza llegasen con fundamento a perderse.

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Entre los informes anexos a esta Memoria, encontraréis el del señor Presidente de la Corte Suprema de Justicia, cuya lectura no puedo menos de recomendaros, porque es en acuerdo de la evidencia de sus consideraciones que os habré de proponer el proyecto de reformas a la organización Judicial que dicho tribunal encarece. En todas ellas, en tesis general, está de acuerdo el Poder Ejecutivo, difiriendo apenas en una, y esa de mero detalle.

Sólidas razones militan en el sentido de establecer en cada una de las provincias de Cartago, Alajuela y Heredia un Juzgado más, y de realizar la acertada idea de separar el conocimiento de los negocios hasta ahora comunes, el civiles y criminales; especialización que reúne todas las apreciables ventajas enunciadas por el Tribunal. Dicha separación es hacedera con aquella medida, y una y otra merecen el apoyo del Gobierno, tocante a las provincias de Cartago y Heredia, pues en lo relativo a Alajuela éste se inclina, con el objeto de alijerar el recargo de aquel juzgado, a establecer otro en lo civil y criminal en la villa de San Ramón. La Corte opta por el otro sistema, por motivos derivados de la estadística; mas el Gobierno conceptúa que se deben considerar de preferencia las razones procedentes de las mayores distancias y dificultades locomóviles, que las de la estadística.

En cuanto a la deficiencia argüida por el Tribunal, de litigantes idóneos en aquel nuevo centro jurídico, es inconveniente que obviará la misma reforma, porque creado el Juzgado de San Ramón, habrá concurrencia de abogados, siendo como es evidente el común fenómeno de que las necesidades traen siempre consigo loas medios de satisfacerlas.

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Tal es nuestro vario sentir que, sin embargo, queda subordinado a vuestra acertada decisión.

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Con aumento de un Juez en la Provincia de Cartago y la proyectada división de los procedimientos, muy bien puede unírsele la comarca de Limón en lo Judicial, atendida la menor distancia de aquel centro con relación a San José. Esa será una de las reformas que se recomendarán a vuestro ilustrado criterio.

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Os bastará confrontar la cantidad a que asciende el presupuesto de la Cartera de Justicia en el período fiscal de 1889 a 1890, con la del período próximo pasado para convenceros de que, atendidos los recursos de que la Administración ha podido disponer, ella ha subvenido hasta con largueza a las exigencias demandadas por este ramo importante del servicio público.

En el presupuesto de gastos de 1889 a 1890, la cantidad votada fue de $165,800; y en el de 1890 a 1891 de $ 250,903-33; habiendo por tanto un aumento, bien considerable por cierto, de $ 85,103-33 que con las reformas iniciadas por la Corte de Justicia y apoyadas por el Ejecutivo, acrecentarán este año las erogaciones, ya demasiado elevadas de esta Cartera, en una suma no menor de $ 17,756-67 que impone una prudente mesura para el porvenir, porque sin bien tal aumento en los egresos de Justicia está fundado en la conveniencia de ampliarla y hacerla más accesible a la comunidad, no es menos evidente que la progresión en los gastos de los demás ramos de la Administración, de una totalidad que tal vez indica demasiada confianza en la amplitud de los ingresos.

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El señor Octavio Béeche cumplió concienzudamente la comisión que el Gobierno le confió para estudiar los principales sistemas penitenciaros de Europa. El informe rendido por él, publicado profusamente en folleto especial, que supongo

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habréis leído, ha sido ya de utilidad para hacer la adaptación del sistema penitenciario conveniente al país, según sus especiales circunstancias y servirá más tarde para la apropiada reglamentación del panóptico que va a construirse a poca distancia del Palacio de Justicia.

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Antes de dar término a mi exposición en lo relativo a esta Cartera, juzgo pertinente recomendar a vuestra atención la reforma, enmienda o derogatoria de algunas leyes y disposiciones que en la práctica vienen presentando dificultades por su oscuridad, deficiencia o malos resultados.

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El artículo 37 de la ley Orgánica de tribunales creo que debe ser suprimido, porque aparte de que impone al Erario una erogación de $ 9 300 anuales, dado el personal de que constan todos los Tribunales de Justicia y además de que envuelve un privilegio a favor de los funcionarios del Poder Judicial, antipático para los excluidos, presenta la grave consecuencia de ocasionar perjudiciales demoras y desarreglo en los negocios. El informe del señor Presidente del Tribunal es más preciso y amplio y a él me refiero en todo lo concerniente a enmiendas legislativas, pues habla con perfecta conocimiento de causa.

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Gracia

Por acuerdo de 25 Agosto último, le fue otorgado permiso a don Manuel Aragón para aceptar y usar la condecoración del Busto del Libertador que le fue conferida por el Supremo Gobierno de Venezuela, como permiso a sus relevantes méritos.

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En el transcurso del año económico, fuero elevadas al Poder Ejecutivo sesenta y dos peticiones de indulto, rebaja o

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conmutación de las penas a que habían sido sentenciados varios reos por la comisión de varios delitos; Habiéndose ejercido 42 veces la facultad conferida por la cláusula 19 del artículo 102 de la Constitución, y en veinte casos se ha denegado el recurso impuesto.

La gracia se ha fundado invariablemente en el mandato expreso del artículo 109 del Código Penal y en lo demás bien calificados requisitos que establece el derecho a ella, declarándose la improcedencia en opuestas circunstancias. Pero en unos y otros casos se ha seguido el dictamen del Tribunal Superior de Justicia, por hallarse con el juicio formado por el Ejecutivo.

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Culto

Ha reinado la conveniente armonía entre el Estado y la Iglesia, o bien, entre el Poder Civil y el Eclesiástico, basada en el recíproco respeto y el mutuo cumplimiento de las obligaciones que por la Constitución y las leyes tiene cada uno respeto del otro. Las observaciones que el Gobierno se ha visto obligado a hacer durante el año, han sido inmediatamente atendidas por el Prelado Diocesano y por los curas, como veréis en los anexos respectivos.

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Aparte de las subvenciones de carácter ordinario, se ha contribuido con cinco mil pesos para el ornato de la Catedral; y con mil pesos para edificación de la Iglesia de Puntarenas.

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No solo en cuanto el cumplido pago de dichas subvenciones y auxilios ha llenado el Gobierno el deber de contribuir con las rentas del Estado al mantenimiento del culto católico, al tenor de lo preceptuado en el artículo 51 de la Carta Fundamental. Partiendo de que no sólo de pan vive el hombre y de que la voluntad de las mayorías debe ser ley en las Repúblicas, dictó el Poder Ejecutivo el acuerdo número 81 de fecha 13 de

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junio último, por el cual se mandó auxiliar a la Iglesia con la cantidad de doce mil pesos anuales para la enseñanza religiosa voluntaria en las escuela de la Nación, el día sábado de cada semana, sin perjuicio de la enseñanza laica establecida en la Ley de Educación Común; conciliando de este modo los dos deberes, el de difundir la instrucción científica del Estado y el de contribuir al mantenimiento del culto en la parte que toca al espíritu. Ese acuerdo ha sido muy debatido y censurado, pero mientras se halle en vigor el artículo 51 de la Constitución que le sirve de pedestal, y mientras sea grato a la gran mayoría de la Nación, me parece invulnerable.

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Beneficencia

La acción paternal del Gobierno hacia las instituciones de caridad ha sobrepujado en el presente año fiscal el mayor límite alcanzado en las Administraciones precedentes.

Y era natural que así sucediese, porque esta obligación de velar por la existencia de los establecimientos en que se da filantrópico abrigo y sustento a los desvalidos, a los enfermos, a los huérfanos y a los desgraciados que con el sol de la razón perdiendo la luz de la inteligencia y aún del instinto, aumenta a medida que se avanza en el camino de la civilización.

El Gobierno actual se ha complacido en traducir en hechos los magnánimos sentimientos del pueblo costarricense, extendiendo más la mano que han tenido liberalmente abierta los que le han precedido en la dif ícil tarea de regir los destinos de la patria.

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No estaban aún clausuradas vuestras sesiones del último año y ya se había abierto al público el grandioso edificio denominado “Hospicio Nacional de Locos”, obra a la cual irá eternamente unido el nombre preclaro del Doctor Carlos Durán. En dicho instituto, que dirige según las reglas del arte y la ciencia

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una familia loquera inglesa que ha hecho de ello su profesión; en dicho instituto, en el que la acumulación de las comodidades se ha llevado hasta la abundancia, ha recibido albergue y protección esmerada no corto número de enajenados. Este establecimiento ha sido últimamente favorecido por el Gobierno con la cantidad de $ 20,000 que bajo su garantía se tomaron a interés y que no es remoto tenga que pagar en definitiva el Erario Nacional.

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Al Hospicio de incurables le fue acordado un auxilio de $ 2,400 por año; y a cada uno de los Hospitales establecidos en las capitales de Provincia se ha aumentado la subvención a cien pesos mensuales.

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En algunas otras poblaciones de la República se están construyendo edificios con el mismo objeto, como en Grecia, Palmares &.,, que en su tiempo tendrán la correlativa protección oficial.

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El Hospicio de Huérfanos de esta capital responde con usura a los esfuerzos que le han consagrado las Señoras de la Sociedad Vicen-paulina, verdaderas madres para aquellos desheredados de la suerte. Alma de este recomendable establecimiento, en el que crecido número de niños ha hallado el necesario amparo, han sido entre aquel interesante grupo de señoras abnegadas, honor de nuestra patria las matronas doña Eduvijis Alvarado de Mora, doña Cristina Castro de Keith, doña Inés Aguilar de Mora y doña Cecilia de Brealey que hacen de la caridad apostolado, siendo secundadas por las demás con espíritu no menos evangélico.

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La señora de Keith impetró del Gobierno la destinación de la cantidad necesaria para hacer venir de Europa seis Hermanas

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de la Caridad contratadas para tal establecimiento. Demás está informaros que esta solicitud fue atendida, subviniendo no sólo al transporte sino también a los gastos de adecuado arreglo de los alojamientos. Pronto se encontrará aquel asilo de la orfandad encomendado a sus apreciables servicios.

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Los otros establecimientos de beneficencia de la República reciben también auxilios del Tesoro Nacional en la proporción que indica el cuadro respectivo.

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En los documentos anexos a esta Cartera, hallaréis los informes y cuadros demostrativos de varios de estos establecimientos, cuya lectura cautivará vuestra atención por el acopio que contienen de interesantes detalles. Entre ellos sólo notaréis la ausencia del informe anual del Hospicio de San José, documento que no he obtenido con aunque se solicitó con la anticipación acostumbrada.

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La valiosa finca donde se halla establecido el Hospicio de Huérfanos estaba inscrita en el Registro respectivo a nombre del señor Bernardo Augusto Thiel, Obispo de esta Diócesis, quien la ha traspasado gratuitamente a la sociedad de señoras de la Caridad, haciéndose acreedor, por tal motivo, a muy merecidos elogios. El Gobierno a su vez, ha ordenado hacerle todas las reparaciones que su servicio reclamaba con urgencia.

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Con fecha de 3 de julio del año anterior, se dirigió a esta Secretaría el señor Presidente del Protomedicato de la República, trascribiendo lo acordado por aquella ilustrada Corporación, en el sentido de aconsejar al Gobierno la creación de un Hospicio de Sifilograf ía para mujeres, y el consiguiente restablecimiento del Reglamento de Higiene de 1875; como medidas reclamadas por

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la necesidad de impedir el progresivo desarrollo de tan funesta enfermedad.

Sin dejar de reconocer el Gobierno las razones de conveniencia de la fundación recomendada por el Protomedicato, se vio en la penosa alternativa de no complacer sus deseos por las razones legales y económicas expuestas en la contestación que al efecto se le dio, la cual veréis en los anexos junto con la réplica que a ella hizo el señor Protomédico; lectura que os impondrá del pro y del contra de los razonamientos, que de mi parte debo reforzar ante vosotros con la consideración de que un establecimiento de tal naturaleza requerida, medianamente montado, no costará menos de $ 100,000 cantidad respetable para ser recargada a un presupuesto ya relativamente gravoso para el pueblo, y abstracción hecha de los fundamentos de equidad que se vulneran al someter a uno sólo de los sexos a la clausura, tratamiento y demás consecuencias conjuntamente merecidas por ambos.

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Posteriormente, en Setiembre de 1890 y Febrero de 1891, comunicó el mismo señor Presidente del Protomedicato la aparición de la viruela en Guatemala y el Salvador, y encareció con tal motivo que se dictasen todas las providencias sobre propagación de virus vacuno y demás medidas profilácticas aconsejadas por la ciencia, lo mismo que sobre cuarentenas; todo lo cual se dispuso hasta que por haber desaparecido la epidemia de aquellas naciones hermanas sin que nos hubiera invadido, se levantó la cuarentena de los buques.

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El saldo a favor del Instituto Barroeta que en 1886 no pasaba de $76,840-25, ascendió en 31 de Marzo último a $95,445-42, y pronto subirá a la cantidad de $100,000, que pondrá en actitud de realizar por completo las filantrópicas miras del fundador. Por ahora hay ya cuarenta y cuatro jóvenes que se aprovechan en diversos establecimientos de educación de los beneficios del Instituto. Entre los anexos encontrareis el informe del señor Tesorero don José Andrés Coronado y los estados y

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conocimientos relativos a su manejo que ha sido cual corresponde a la alteza de la institución, a la probidad de su administrador y a la imperecedera memoria de su benévolo fundador.

Conclusión

En cuanto por ahora tengo que manifestaros es cumplimiento del artículo 110 de la Constitución Nacional. Excusado me parece añadir que tendré a honra dar todas las explicaciones verbales o escritas que en lo tocante a las Carteras de mi cargo tengáis a bien pedirme.

Señores Diputados

Ezequiel Gutiérrez.

San José, Mayo 20 de 1891.

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El Canciller Gutiérrez Iglesias: semblanza de don Ezequiel Gutiérrez Iglesias,

Secretario de Relaciones Exteriores y carteras anexas de agosto a setiembre de 1889 y de 1890 a 1891

se terminó de imprimir en el mes de noviembre de 2016, en los talleres gráficos de la Imprenta Nacional.

Su edición consta de 100 ejemplares impresos en papel bond 75 g con forro de cartulina barnizable tipo C.