el arte realista

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MINISTERIO DE EDUCACIÓN COLEGIO SECUNDARIO LA PEÑA INVESTIGACIÓN DE BELLAS ARTES: “ARTE REALISTA” POR: Wilfredo Águila C. Manolo Murillo 11°A PROFESOR DOMY PÉREZ 2013

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MINISTERIO DE EDUCACIÓN

COLEGIO SECUNDARIO LA PEÑA

INVESTIGACIÓN DE BELLAS ARTES:

“ARTE REALISTA”

POR:

Wilfredo Águila C.

Manolo Murillo

11°A

PROFESOR DOMY PÉREZ

2013

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EL ARTE REALISTA

El arte realista se configura como un movimiento que intenta plasmar objetivamente la realidad. Se extiende a todos los campos de la creación humana aunque tuvo una importancia especial en la literatura. En el caso concreto de las artes plásticas, el realismo consigue la máxima expresión en Francia, casi exactamente, en la mitad del siglo XIX.

EL NACIMIENTO DEL REALISMO

Ya desde épocas anteriores se apreciaba un cansancio de los valores románticos y el deseo, entre los artistas más inquietos, de incorporar las experiencias más directas y objetivas en sus obras. El proceso es gradual aunque rápido, y entre el romanticismo y el realismo se establece una continuidad, sin embargo sus planteamientos ideológicos y formales serán muy distintos.

También se establece una relación compleja entre el realismo y el academicismo, debido a que todavía existe entre los dos una competencia evidente. También es cierto que se influyen mutuamente. Así, aunque los pintores realistas sean excluidos de las grandes muestra oficiales, la pintura académica evidenciara una atención mayor hacia la observación directa de la naturaleza y la realidad del momento. 

LA IDEOLOGÍA DEL ARTE REALISTA

Desde el punto de vista ideológico, el realismo queda vinculado a las ideas socialistas más o menos definidas. Aunque con claras diferencias entre los distintos autores, en general se aprecia un interés por la situación de las clases más desfavorecidas de la sociedad surgida de la Revolución Industrial. Algunos, adoptan una actitud absolutamente comprometida con los intereses del proletariado, participa en acontecimientos políticos del momento y hace un arte combativo. Otros, mantienen una postura más moderada, y endulzan de alguna forma su visión de la realidad.

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Todos ellos comparten una estética basada en la representación directa de la realidad. La manera cómo se materializa este principio básico varía desde la crudeza objetiva de Courbet hasta la simplificación gráfica de Daumier, pasando por el filtro idealista de Mollet. En cualquier caso, todos comparten la radicalidad de los temas: ante la trascendencia que conceden al tema romanticismo y academicismo, el arte realista entiende que no hay temas banales y que, en consecuencia, cualquier cuestión puede ser objeto de interés pictórico.

Este planteamiento tiene una enorme importancia en un momento en el que la pintura está sometida a reglas extraordinarias de la crítica oficial: los temas, las actitudes, las composiciones y hasta las medidas de los cuadros tiene que ajustarse a estos rígidos criterios. Ante esta situación, los pintores realistas defienden una pintura sin argumento, una captación simple de la realidad, en la cual lo fundamental es la forma en que se representa la imagen y el sonido, y no su desarrollo narrativo.

CARACTERÍSTICAS DEL REALISMO:

El Realismo surge inicialmente en Francia, donde floreció una novela realista de enorme mérito. Después se extendió a otros países del entorno occidental y alcanzó un gran cultivo en Inglaterra y Rusia.

Sus características fundamentales son:

Reproducción exacta y completa de la realidad social. Todos los temas pueden ser objeto de atención por parte del escritor, desde los más heroicos hasta los más humildes. Para lograr este objetivo el escritor se documenta minuciosamente (mediante lecturas y sobre el terreno) sobre el tema que desea tratar.

Las obras reparten su atención por igual a los personajes y a los ambientes sociales (preferentemente urbanos, y minuciosamente descritos). Los protagonistas son individuos analizados psicológicamente de manera muy exhaustiva, de modo que el lector conoce hasta los más íntimos recovecos de su alma.

La necesidad de describir profundamente el interior de los personajes determina la presencia de un narrador omnisciente (es decir, aquel que conoce con detalle el pasado y el presente, y es capaz incluso de anticipar el futuro de los personajes. Saca a la luz

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los pensamientos más íntimos de sus criaturas y no duda en dirigirse al lector para comentar sus comportamientos

El estilo sobrio, preciso y elaborado. Como se pretende reflejar la realidad de modo verosímil aparecen diferentes registros lingüísticos, acordes con el habla de los personajes.

Las acciones de las novelas responden a hechos verosímiles localizados en lugares concretos y reales bien conocidos (como Madrid, en Pérez Galdós) o con nombre imaginario de trasfondo real (así, Vetusta, en La Regenta de Clarín, representa la ciudad de Oviedo).

Los novelistas realistas suelen profesar una ideología progresista y, a veces, la dejan translucir en sus novelas (aunque no se suelen pronunciar y dejan que el lector extraiga sus conclusiones). Toman partido ante la realidad, por eso denuncian las injusticias y reclaman una mayor atención para los desposeídos.

LOS ARTISTAS REALISTAS, MÁS DESTACADOS:

GUSTAVE COURBET (1819-1877) es el pintor realista que mantiene un compromiso político personal más firme. Como Delacroix, cree que la pintura es un instrumento muy eficaz en la lucha para defender sus ideas. Sin embargo, Courbet se distancia clarísimamente de sus predecesores en la forma de entender el arte.

COURBET rechaza la realidad que le rodea, pero, en vez de huir, lo que haces es mostrárnosla en toda su crudeza para que compartamos con él los mismos sentimientos de rechazo y, en consecuencia, reaccionemos en contra.

JEAN-FRANÇOIS MOLLET (1814-1875) es una de las figuras más discutidas del realismo francés. Su pintura tiene un atractivo indudable que le ha hecho ganar el favor del público. Sin embargo, críticos e historiadores le han acusado de traicionar el verdadero espíritu realista porque endulza en exceso la vida de los campesinos –su gran tema- para hacerla aceptable al gusto burgués. 

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HONORÉ DAUMIER (1808-1879) es otro de los grandes del arte realista. Era pintor, escultor y caricaturista, y en todas sus facetas se mostraba como un observador agudo de la realidad dispuesto a criticarla con dureza, aunque también con un punto de ternura.

LA PINTURA EN EL REALISMO. PRINCIPALES AUTORES.

Francia

Aquí, los paisajistas tuvieron un importante papel en la captación del realismo, contándose entre ellos pintores tan tempranos como Pierre- Henri de Valenciennes (1750-1819) y Georges Michel (1763-1843), aunque uno de los más importantes es Camile Corot (París, 1796-1875). Perteneciente a una familia de la pequeña burguesía, y uno de los creadores del paisajismo moderno, comienza a pintar tempranamente en sus visitas a Normandía, pasando luego a Italia, en 1825, descubriendo la luz y el color meridional, viaje que repetiría en dos ocasiones más. El colorido luminoso, la frescura de visión y la armonía caracterizan obras tan destacadas como El puente de Narni o la Vista del Coliseo, ambos en el Louvre, que parecen predecir el impresionismo, con un estilo directo y sencillo, equilibrado y sereno, un estilo que expresa la máxima grandeza con el mínimo de simplicidad, que se diría encierra toda la evolución del paisaje moderno.

Avanzado en edad y asentada socialmente su pintura, el realismo inicial cede pasa a una poetización del paisaje, a un lirismo difuso y algo convencional, un estilo que se vuelve más suave y más acorde con los paisajes de Francia que con los de Italia. Sin embargo, su pintura de retratos sigue guardando la frescura, la gracia y la delicadeza de la técnica pictórica.

A la vez que Corot, un grupo de pintores paisajistas, instalados en Barbizon, en el bosque de Fontainebleau, se dedica a pitar del natural al aire libre, configurando la que ha sido denominada ·Escuela de Barbizón. Si Corot se encuentra en la línea italianizante, estos pintores seguirán la tradición holandea, gustando de la naturaleza sencilla y con preocupaciones lumínicas y atmosféricas que preparan el camino hacia el impresionismo. Son los creadores del paisaje “íntimo”, partiendo de una visión directa del natural, atraídos por el encanto de un simple trozo de naturaleza al que saben dotar de un alma, aportando una tonalidad sombría que desarrollan por medio de un limitado número de

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degradaciones de colores. La configuración de esta escuela, de este grupo de pintores, parece que se realiza en torno de Théodore Rousseau (París, 1812. Barbizon, 1867), quien, tras formarse copiando en el Louvre a los paisajistas holandeses y pintando del natural en Compiègne, recorre Francia recogiendo sus paisajes, los cuales son rechazados en los salones oficiales, hasta que en 1837 se instala en Barbizon. Aquí llevó una vida sencilla, en directa comunión con la naturaleza, como sencilla fue su pintura, que busca la intimidad del paisaje en un amor casi franciscano por la naturaleza, en su sentimiento y adoración.

En relación también con esta escuela, por su actitud humana y artística y porque allí se instaló, hay que citar a Jean- François Millet (Grouchy,1814- Barbizon 1875), educado en las costumbres religiosas y tradicionales de su Normandía natal, religiosidad que marcó su vida y su pintura. Hijo de una familia campesina, empezó dibujando por afición y logró luego estudiar dos años en París

Dedicó su pintura a los temas aldeanos y a la gente sencilla del campo, huyendo de la temática de la gran ciudad. Sus obras son el ejemplo más notable de ensalzamiento de la vida sencilla de los campesinos en la visión sinceramente carólica de un pintor.

Su técnica pictórica, a pesar de su colorido sobrio, posee un dibujo armonioso, con un justo sentimiento del ritmo, así como una pincelada jugosa y rica. Uno de los pocos que supieron apreciar sus cualidades fue Van Gogh, quien lo estudió en sus comienzos. Algunos de sus cuadros, como El ángelus o Las espigadoras (ambos en el Museo d´ Orsay de París), alcanzaron una enorme difusión popular por medio de la estampa, algo que no benefició mucho su pintura.

Pero el realismo pictórico logra su afianzamiento gracias a la figura vitalista y poderosa de Gustave Courbet (Ornans, 1819- La Tour de Peliz, Suiza, 1877). Hijo de un rico propietario del Franco Condado y nieto de un revolucionario que le transmitió sus ideas, manifestó su vocación tempranamente. La desarrolló paralelamente a sus estudios en el Real Colegio de Besançon y luego en París, donde fue a estudiar leyes en1840. Aunque se autodefinía como un discípulo de la naturaleza, y nunca estuvo en Italia, admira, en el Louvre, a los maestros españoles de la Galería de Luis Felipe, que le abrieron el camino hacia una pintura franca, rica en materia, de tonalidad oscura en los fondos, lo que

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resaltaba la riqueza del colorido. Junto a Velázquez, Ribera y Zurbarán, copia también a Rembrandt, Frans Hals y Van Dyck.

Convencido de haber encontrado el camino hacia el arte realista que pretende, presenta sus cuadros en los salones oficiales, donde la mayoría de ellos son rechazados, en medio de la incomprensión de clasicistas y románticos. Decepcionado, emprende un viaje a Holanda, logrando, después de la Revolución de 1848, que los jurados admitan sus cuadros en los salones, consiguiendo una medalla en 1849. En ese mismo año, pinta su célebre cuadro Los picapedreros, destruido posteriormente en la Segunda Guerra Mundial.

Poco después emprende El entierro de Ornans (Museo d´Orsay, París) gran lienzo donde representa, en retrato colectivo, a unos cuarenta vecinos de su pueblo natal, reunidos con motivo del entierro de uno de los miembros de la comunidad. Cuadro polémico en su momento, viene a tener dos valores simbólicos: el primero, al representarse un episodio del ritmo de la vida rústica, y el segundo para el autor, que consideraba este cuadro como “el entierro del romanticismo”.

El otro gran realista de esta época es Honoré Daumier (Marsella, 1808- Valmondois, 1879), amigo de Cotot, Millet y Courbet, del que recibió su influjo. Hijo de un cristalero, cuyas ambiciones de poeta le llevaron a emigrar con su familia a París, trabaja como escribiente y dependiente de librería, a la vez que frecuenta el Louvre, copiando la escultura antigua y estudia con el pintor Alexandre Lenoir. Iniciado en la técnica de la litografía, emprende el camino de dibujante y litógrafo, en el que llegaría a ser famoso, colaborando en las publicaciones de boda. Sus incisivas y agresivas caricaturas fustigaron sin piedad al mundo político, religioso y financiero de la época de Luis Felipe y Napoleón III, teniendo, por ello, que visitar los tribunales en más de una ocasión, e incluso la cárcel.

Su obra como ilustrador fue amplísima y también cultivó la pintura al óleo, ocupación plástica que nació como producto secundario de aquella actividad y que se incrementó a medida que iba perdiendo vista para el dibujo. Sus cuadros eran normalmente de formato reducido y sus temas están relacionados con los utilizados para sus litografías. Entre ellos destacan las feroces sátiras de los abogados, personajes populares de la comedia francesa (Crispin y Escapino, Museo d´Orsay de París), los aficionados al arte (El coleccionista de estampas, Museo d´Orsay) y las numerosas escenas del Quijote. En resumen, temas de las gentes

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sencillas del pueblo. Estas obras son de una modernidad que llega hasta nuestros días, no sólo por la técnica, sino también por la libertad con que están concebidas. Otro cuadro suyo que merece ser mencionado es La República.

Este realismo de origen revolucionario tiene su contrapartida, y su complemento, en el llamado realismo burgués. Así, lo mismo que el romanticismo evolucionó hasta un amaneramiento refinado y superficial, la fuerza del realismo se convierte en manos de los académicos en una forma de poner al día su temática tradicional, lo que no quiere significar que, sin embargo, este llamado realismo burgués no haya producido pintores y obras de gran calidad.

España

A mitad de siglo, se van a producir diferentes fenómenos simultáneos en la pintura española. Pero, en líneas generales, van a ser dos principalmente los que dominarán en este período. Uno de ellos será el realismo.

En el realismo, el paisaje tuvo un papel fundamental en su captación y desarrollo, que se empieza a manifestar desde 1850. Carlos de Haes (1826- 1898), belga nacionalizado español y establecido en Madrid, se convirtió en paisajista indiscutible de su época, proponiendo una visión inocente y libre de prejuicios de la naturaleza, siendo el primer español que pintó del natural. En su pintura, la naturaleza es reina, con un perfecto dominio de la técnica y un progresivo aclaramiento de la paleta (Los Picos de Europa, Museo del Prado).

De entre sus discípulos hay que destacar a Jaime Morera y Galicia (1854- 1927), su más fiel seguidor, de pintura un tanto fría y ligera, sin grandes atrevimientos; Agustín Riancho (1841- 1929) que, tras vivir en Bélgica, vivió una vida retirada en Cantabria, evolucionando hasta una pintura suelta y luminosa (Árboles, Santander, Ateneo); José Jiménez Fernández (1846- 1873) que acusa la influencia de Daubigny, con quien estudió en París, de gran delicadeza de tono y color; Juan Espina y Capo (1848- 1933), de buen dibujo y tonos armoniosos, aunque algo frío; Rafael Monleón (1847- 1900), especializado en pintura naval; etc.

A la vez que Haes y sus discípulos, otros pintores avanzan hacia la renovación paisajística por diferente senda y, aunque algunos sufran el influjo del belga, otros seguirán distintos caminos, como el inquieto trotamundos Martín Rico y Ortega (1833- 1908), cuya temprana

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expatriación (vivió en París y en Venecia) le privó de éxito nacional (Vista de Venecia, Museo del Prado).

Por el contrario, Casto Plasencia 1846- 1890 intentó crear en Muros de Pravia una escuela paisajística al estilo de Barbizón, ilusión truncada por su temprana muerte. Corta vida tuvo también Casimiro Sainz (1853- 1898), que aunó detallismo dibujístico con delicadeza y lirismo. También hay que citar a Antonio Muñoz Degrain (1841- 1924), conocido pintor de historia, es de gran fantasía y colorido, pero sin perder el contacto con lo real (El coloso de Rodas, Academia de San Fernando).

Paralelamente, la renovación paisajística realista se produce en Barcelona con Ramón Martí y Alsina (1826- 1894), de azarosa vida y carrera, el autor de Mujer desnuda, Museo del Prado, aunque trató casi todos los géneros, fue el iniciador del paisajismo moderno catalán, enseñando a pintar directa y sencillamente del natural, poseyendo un vigoroso dibujo, robusta construcción y rico colorido (Camino de Granollers, Barcelona, Museo del Arte Moderno).

Destacan sus numerosos discípulos los cuales se encuentran Modesto Urgell Inglada (1839- 1919), amigo de Courbet en París e interesado por la escuela de Barbizon, de paisajismo de fácil poetización y cierto romanticismo; Joaquín Vayreda (1843- 1894), que estudió en París a los maestros de Barbizón y luego fundó la escuela de Olot, cuyos paisajes son de suave factura, labor continuada después por José Berga (1837- 1914) y Enrique Galwey (1864- 1943).

La pintura de género progresa en la segunda mitad del siglo. Entre sus autores se encuentra el valenciano Joaquín Sorolla, (1863- 1923) que obtuvo la primera medalla en la exposición nacional de 1895 por su obra ¡Y aún dicen que el pescado es caro! (Museo del Prado). Así, inició una larga serie de participaciones en exposiciones internacionales (Salón de París, Bienal de Venecia, certámenes de Viena, de Berlín y de Munich y exhibiciones de Chicago y San Luis), que le valieron numerosos premios, entre ellos el Premio de Honor de la Exposición Universal de París (1899), por su cuadro Triste herencia. Entre el conjunto de su obra, integrada por más de 2200 óleos, 800 apuntes y 4500 dibujos, se encuentran sus temas favoritos: las marinas, las escenas de playa, los desnudos de niños, los retratos y los paisajes; también merece ser nombrado Mariano Fortuny y Marshal (1838- 1874), que crea una pintura decorativa, llena de colorido y luminosidad (La batalla de Tetuán, Barcelona, Museo de Arte Moderno).

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En Valencia, la honda tradición realista produce pintores como Francisco Domingo Marqués (1842- 1920), gran conocedor de los clásicos españoles (Santa Clara, Museo de Valencia) y magistral retratista (Zapatero de viejo, Museo del Prado).

En Madrid fueron muchos los llamados pintores de historia que cultivaron el género y el teatro, ya en las tendencias realistas, como Raimundo de Madrazo Garreta (1841- 1920), cuyos cuadros de género acusan la influencia de su cuñado Fortuny (Fiesta de Carnaval, Nueva York, Museo Metropolitano)

Sevilla pierde, con el realismo, la originalidad costumbrista romántica, intentando algunos pintores una unión entre el costumbrismo tradicional y el realismo, como Luis Jiménez Aranda (1845- 1928) (Una sala de hospital durante la visita del médico, Museo de Bellas Artes, Sevilla).

El desarrollo de la pintura de historia, potenciada oficialmente desde 1856 por medio de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, va a dividirse en dos etapas. A la primera pertenecen artistas como Eduardo Cano de la Peña (1823- 1897) (Colón en La Rábida, Madrid, Senado). El punto intermedio entre estas dos generaciones y la cumbre del género es Eduardo Rosales (1836- 1873), que desarrolló una pintura colorista y de pincelada libre (El testamento de Isabel la Católica y La muerte de Lucrecia, ambos en el Prado). Y las segunda generación de pintores de historia se caracteriza por utilizar una técnica menos dibujística que los anteriores, predominando composiciones más sueltas y con preocupación por lo atmosférico y lo espacial. Los más destacados son Francisco Pradilla (1841- 1921) (Doña Juana la Loca, Museo del Prado) y el también paisajista Antonio Muñoz Degrain (1843- 1917) (La conversión de Recaredo).

Ejemplos de Obras Realistas

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El taller del pintor, de Courbet, cuadro de 1855 que dio origen a la definición del movimiento.

The Bower Meadow, de Dante Gabriel Rossetti, 1877.

El vagón de tercera, de Daumier, 1862.

Primavera, de John Everett Millais, 1856-1859 (prerrafaelita).