el abatimiento de la precariedad ii
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La publicación de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo correspondiente al cuarto trimestre de 2011 ha puesto en claro que el avance en la precarización del mercado laboral mexicano es un problema estructural. El número de mexicanos ocupados en la economía informal (14 millones), de quienes no reciben ingreso (4.2 millones), que cuando mucho perciben un salario mínimo (6.4 millones), de los que ganan entre uno y dos salarios míni-mos (10.8 millones), de las personas con ocupación pero que no tienen acceso a la seguri-dad social (30.8 millones) o de quienes no tienen contrato por escrito (14.8 millones) es al-tamente preocupante y solamente constituye una muestra de la tarea a realizar si se pre-tende resolver este desequilibrio social.
De igual forma se tiene en claro que el retroceso en el mercado laboral no únicamente se da en materia de desocupación un aspecto igualmente relevante es atender la mala calidad de la ocupación que se ha generado. Lo anterior sintetiza el círculo vicioso en el que la nación se encuentra: se han disminuido salarios, prestaciones y horas de trabajo, pero a pesar de ello no se tiene el suficiente vigor para generar crecimiento económico.
Fuente: INEGI
Además México se encuentra en el último año de gobierno, con un proceso electoral que ha cerrado los mecanismos de negocia-ción y que ha colocado a la agenda política sobre la económica y social.
Dado que para el 2012 el crecimiento se encuentra anegado en una etapa de volati-lidad externa y de debilidad interna es poco probable que en el corto plazo se revierta dicha situación. Por otra parte debe citarse que el problema no fue de diagnóstico, des-de el inicio del sexenio se tuvo al empleo como una de las variables que deberían ser atendidas para frenar el deterioro de la cali-dad de vida de los mexicanos, en realidad la cuestión es que no se tuvo la capacidad de gestión para atender este requerimiento eficazmente.
Bajo dicho contexto parece evidente que la agenda laboral a resolver involucrará al fu-turo gobierno por lo que la solución, en el mejor de los casos se tendrá para fines el 2013, es decir habrá que esperar casi un año para poner en marcha nuevas ideas y propuesta, pero ¿y si nuevamente no lle-gan?
Los riesgos son latentes, aún algunas de las autoridades encargadas de la seguridad nacional mencionan el delicado estado que guarda el país. Sin lugar a dudas que todo esto reclama que se implementen progra-mas de desarrollo integrales, es decir, que se tome en consideración que la mejora en la situación del empleo tiene encadena-mientos con la solución del problema de pobreza. Sin embargo de igual manera se tiene como prerrequisito el impulso a la actividad productiva y por lo tanto a impul-sar la inversión. Desarrollar sectores estra-tégicos es fundamental, no se puede seguir descuidando la evolución de la industria,
dejarla expuesta a la competencia desleal, al aumento en los precios de los energéticos o a una política fiscal que recauda para el gobierno a costa de los flujos financieros de las empresas son mecanismos que terminarán por minar la productividad y la competitividad del país.
La duda en la sobrevivencia de algunos sectores ya está puesta en duda, y el mejor ejemplo lo constituye el textil. Evitar que otros corran la misma suerte es prioritario, ya que la conse-cuencia será la mayor precarización del empleo y del bienestar de la población. La apertura co-mercial indiscriminada con China en la industria del acero es un ejemplo de lo que debe consi-derarse, los múltiples encadenamientos que tiene con sectores como el de la construcción y el automotriz la hacen estratégica, impedir que corra la suerte del sector textil es prevenir que la degradación laboral se siga profundizando.
La cantidad de personas que conforman la población ocupada en la informalidad ha rebasado el empleo formal permanente que se registra en el IMSS. Mientras estos últimos crecieron en 3.4% en el cuarto trimestre de 2011 con respecto al mismo periodo del año anterior, la informalidad aumentó en 13.4%. Estos ritmos de crecimiento reflejan la incapacidad de absorción del mercado laboral formal, lo cual provoca que los mexicanos recurran a la informalidad como una forma de obtener el ingreso necesario para solventar sus necesidades.
La informalidad se ha consolidado como un eje rector de la ocupación en México, sus niveles de crecimiento son superiores a los registrado por la economía formal, sin embargo, existen otras condiciones de trabajo que merman aún más el bienestar de la población: más de 14.7 millones de personas trabajan sin un contrato escrito, más de 6.3 millones reciben a lo mucho un salario mínimo, más de 30 millones de ocupados no tienen acceso a la salud y peor aún más de 4.1 millo-nes no reciben ingresos.
Una situación relevante es el hecho de que los mexicanos ocupados que perciben hasta 3 salarios mí-nimos se han incrementado. Su importancia reside en que el poder adquisitivo que tiene este grupo de personas (27 millones, 1.3 millones más que en 2010) es inferior al alcanzado por los trabajadores
Fuente: INEGI e IMSS
CONDICIONES LABORALES
Población 2010 (IV) 2011 (IV) Variación
Total 112,858,622 114,259,114 1.24%
Población económicamente activa
PEA 47,900,977 50,273,465 4.95%
Ocupada 45,361,833 47,836,056 5.45%
Desocupada 2,539,144 2,437,409 -4.01%
Población ocupada
Por posición en la ocupación
Trabajadores subordinados y remunerados con percepciones no
salariales 2,136,566 2,104,469 -1.50%
Trabajadores por cuenta propia 9,133,192 10,754,828 17.76%
Trabajadores no remunerados 3,013,991 3,236,312 7.38%
Por nivel de ingresos
Hasta un salario mínimo 5,743,113 6,368,797 10.89%
Más de 1 hasta 2 salarios mínimos 10,323,693 10,753,583 4.16%
Más de 2 hasta 3 salarios mínimos 9,638,690 9,918,209 2.90%
Más de 3 hasta 5 salarios mínimos 7,856,087 7,598,803 -3.27%
Más de 5 salarios mínimos 3,833,984 3,950,891 3.05%
No recibe ingresos 3,959,057 4,175,661 5.47%
Por duración de la jornada de trabajo
Menos de 15 horas 2,831,658 3,586,769 26.67%
De 15 a 34 horas 8,220,322 8,990,334 9.37% Fuente: INEGI
Fuente: INEGI e IMSS
que percibían un salario mínimo hace 40 años. También lamentable que el número de personas ocupadas que ganan en 3 y 5 salarios mínimos (7.6 millones) haya disminuido considerablemente (257 mil personas menos que en 2010).
Si bien el número de personas que gana más de 5 salarios mínimos (3.9 millones) aumentó (116 mil), ello no compensa los retrocesos que en materia de ingreso sufrió el resto de la población.
No solo se ha dado un deterioro en las condiciones laborales de los trabajadores mexicanos, las cifras además evidencian una situación verdaderamente preocupante, la capacidad de absorción de mano de obra calificada se ha visto mermada: entre 2006 y 2011 ha crecido en 63.2% la de-socupación de las personas que cuentan con una educación media superior o superior.
La población ocupada en micro-negocios creció en un 9.4%, no obstante es mayor la ocupación que brindan los micro-negocios sin establecimiento que aquellas que cuentan con uno: 10.6 millo-nes contra 9 millones de ocupados.
CONDICIONES LABORALES
Población 2010 (IV) 2011 (IV) Variación
Por condición de acceso a las instituciones de salud
Sin acceso 28,777,635 30,827,169 7.12%
Por ámbito y tamaño de la unidad económica
Total Micronegocios 17,870,199 19,576,538 9.55%
Micronegocios sin establecimiento 9,333,968 10,600,225 13.57%
Micronegocios con establecimiento 8,536,231 8,976,313 5.16%
Trabajadores Subordinados
Remunerados por disponibilidad de contrato
Sin contrato escrito 15,132,149 14,748,131 -2.54%
Remunerados por prestaciones laborales
Sin prestaciones, distintas a las salud 12,809,338 12,437,894 -2.90%
Población Subocupada
Total 3,458,859 4,293,705 24.14%
Por nivel de instrucción
Primaria incompleta 718,281 809,660 12.72%
Primaria completa 856,839 1,077,102 25.71%
Secundaria completa 1,117,026 1,443,910 29.26%
Medio superior y superior 765,658 961,692 25.60%
En el sector informal
Ocupación en el sector informal 12,317,484 13,966,414 13.39%
Fuente: INEGI
La revisión a nivel estatal permite plantear que Tlaxcala es la única ciudad que ha podido dismi-nuir los niveles de personas desocupadas con respecto a 2006. En contrasentido, La Paz figura co-mo la urbe con el mayor crecimiento en este rubro durante el mismo periodo: un incremento de 320.2%. Otras ciudades como Hermosillo, Cancún, Campeche y Tijuana incrementaron el número de desocupados por arriba del 100%, en tanto que Puebla, Aguascalientes, Tampico, Chihuahua, Guadalajara, Durango, Culiacán, San Luis Potosí, Tepic, León, Mérida, Acapulco y Veracruz superan el 50%.
Fuente: INEGI
Tasa de crecimiento del personal desocupado por principales ciudades
hasta tercer trimestre de 2011 (%)
Considerando los sectores de construc-ción y manufacturas, el rezago en gene-ración de empleos es evidente. En la construcción ha existido un avance en términos de empleo, no obstante aún no ha sido posible recuperar el nivel alcanzado previo a la crisis de 2009. A nivel estatal, únicamente 10 entidades federativas se encuentran con un nivel de personal ocupado superior con res-pecto a 2006.
Fuente: INEGI
Fuente: INEGI
El mal desempeño de la dinámica económica que envuelve al país también se refleja en el entorno laboral del sector manufacturero, en el cual se ha estancado la generación de empleo y se ha da-do un retroceso que no es menor. En este sentido únicamente 7 ramas de 20 que componen el sector elevaron el personal ocupado, no obstante las cifras disponibles señalan que desde 2007 ninguna de las ramas contrató, en promedio anual, a más de 2.5 mil personas.
Fuente: INEGI
*Aumento promedio anual del personal ocupado entre los meses de enero y noviembre de cada año desde 2007.
*
Sin embargo, en sentido opuesto las ramas que se encuentran en un terreno negativo han perdido hasta más de 10 mil plazas en promedio anual durante el mismo periodo. En el agregado las manufac-turas han desocupado a más de 31 mil personas por año desde 2007.
Debe mencionarse que si bien las cifras disponibles desde 2007 permiten plantear que en las manu-facturas hay algunas ramas con un incremento en sus niveles de ocupación, no debe soslayarse que la variación que exhiben es realmente modesta. En el caso del transporte, el promedio anual de ocupa-ción adicional es de 2,578 personas en tanto que en los alimentos es de 2,552, ambas positivas pero evidentemente insuficientes. En la parte de las empresas asociadas a las Metálicas básicas solamente
Fuente: INEGI
*Aumento promedio anual del personal ocupado entre los meses de enero y noviembre de cada año desde 2007.
*
se tienen a 709.8 ocupados en promedio anual adicionales, en tanto que para los derivados del petró-leo la cifra es de 256 personas.
Una situación más inquietante se da en el caso de los segmentos relacionados con el sector textil, con los productos metálicos, de la computación, equipo eléctrico, la industria química y los fabricantes de muebles, por citar algunos ejemplos, todos ellos exhiben retrocesos en el personal ocupado que en promedio contrataron cada año desde 2007.
Para el caso concreto de las industrias metálicas básicas y productos metálicos el entorno no es más favorable: hay algunos resultados positivos en la generación de ocupación anual que en promedio ge-neraron, sin embargo no se excede los 710 empleos promedio por año, hierro y acero, moldeo y las empresas de aluminio son algunas de las que tuvieron resultados positivos. En contrasentido la mayor parte tuvo que despedir personal, algo particularmente delicado en la parte de productos metálicos.
En consecuencia, México se encuentra inmerso en un problema estructural, donde trivializar sus reper-cusiones provocan un deterioro sustancial en el mercado laboral y aumento en la inseguridad. Por tan-to, el desafío ya no corresponde únicamente a la generación de empleos, poder garantizar condiciones dignas para los trabajadores mexicanos es un imperativo.
Fuente: INEGI
*Aumento promedio anual del personal ocupado entre los meses de enero y noviembre de cada año desde 2007.
*
Los profundos cambios estructurales experimentados en México durante las últimas tres décadas no
han incidido positivamente sobre el crecimiento económico, la distribución del ingreso, el empleo, los
salarios, y la lucha contra el flagelo de la pobreza.
Respecto a la evolución económica, una comparación a nivel internacional permite establecer que, a
partir de 1980, el producto interno bruto (PIB) per cápita ha exhibido un preocupante estancamiento.
En contrasentido, naciones como Chile, Corea del Sur, China, España, Singapur y Taiwán han incremen-
tado significativamente el valor de su producción por habitante (gráficas 1 y 2). En el extremo, se tie-
nen los casos de Corea del Sur y Taiwán, países que en 1950 tenían un PIB per cápita inferior al de Mé-
xico; sin embargo, para el 2007, las naciones asiáticas citadas habían duplicado al registro mexicano.
De igual manera debe citarse el caso de Chile, que en menos de 30 años y gracias a un proceso de re-
formas económicas y políticas bien diseñadas e implementadas, no solamente revirtió la tendencia
decreciente de su producción, sino que además ha mantenido un ritmo creciente en la generación de
riqueza, proceso que no se ha interrumpido por las diversas crisis económicas que han afligido a otras
economías emergentes. En lo que respecta a China la situación no es muy diferente: en 1952 su PIB
per cápita era de 560 dólares en tanto que para 2007 ya superaba los 7,800 dólares. Si bien la última
cifra es inferior a la de México, es fácilmente observable que la brecha se ha reducido, fundamental-
mente desde mediados de la década de los ochenta.
Gráfica 1
Fuente: Alan Heston, Robert Summers and Bettina Aten, Penn World Table Version 6.3, Center for International Comparisons of
Production, Income and Prices at the University of Pennsylvania, August 2009.
La explicación de lo anterior se encuentra directamente vinculada con el escaso crecimiento que, en
términos agregados, ha mantenido el PIB mexicano: entre 1980 y el 2010 la tasa promedio es solo de
2.4%, cifra que contrasta con lo alcanzado por China en el mismo periodo: 9% anual, fruto de reformas
y cambios institucionales que se implementaron desde fines de los años setenta orientadas al impulso
de regiones y sectores estratégicos para el desarrollo ulterior del país. También se puede incorporar el
caso de España, el cual en 1950 tenía un PIB per cápita similar al de México, pero para 2007 ya conta-
bilizaba un nivel tres veces y medio superior. Un crecimiento económico estable, la estrategia de inte-
gración europea y medidas de política acertadas, constituyen parte de la de la explicación del éxito
español.
Gráfica 2
Fuente: Alan Heston, Robert Summers and Bettina Aten, Penn World Table Version 6.3, Center for International Comparisons of
Production, Income and Prices at the University of Pennsylvania, August 2009.
En lo que respecta a México, lo descrito refleja la ausencia de un proyecto de desarrollo que promue-
va el crecimiento y la equidad. Si se toman como referencia los últimos 60 años, en materia de distri-
bución del ingreso, el avance es nulo. El 10% de la población concentra casi el 40% de la riqueza, si-
tuación que ha permanecido invariable a lo largo de dicho periodo. La primera limitante para su-
perar este rezago es el mal desempeño del PIB. Entre 1981 y 1989 el crecimiento promedio anual fue
de únicamente 1.6%, lo cual, evidentemente, rompió con la tendencia positiva que se tenía hasta an-
tes del inicio de la llamada década pérdida. Sin embargo, la cifra también refleja la incapacidad para
satisfacer los requerimientos de crecimiento, con-
sumo, inversión y empleo que mínimamente exige
el incremento demográfico. Parte de ello se com-
pensó incipientemente durante los años noventa,
cuando el PIB aumentó 3.5% en promedio anual.
No obstante, la modesta recuperación se detuvo en
la primera década del nuevo milenio, la capacidad
productiva volvió a sufrir de periodos de estanca-
miento y recesión, lo cual incidió en que tan solo se
contabilizara un PIB promedio de 2.1%.
El entorno de bajo crecimiento descrito contribuyó
a la reducción del poder adquisitivo de los salarios,
fundamentalmente, porque durante los últimos
treinta años se ha buscado mantener el nivel de las
ganancias empresariales, aumentar la competitivi-
dad internacional de las exportaciones mexicanas y
contener la inflación, mediante la aplicación de una
política laboral que otorga bajos incrementos sala-
riales y reduce las prestaciones de los trabajadores.
En consecuencia, la inequidad en la distribución del
ingreso no corresponde exclusivamente al mal
desempeño productivo, también ha sido propiciada
por políticas económicas carentes de un verdadero
contenido social. En este punto convergen aspec-
tos sociales y económicos: en base a la calidad de
su empleo y los salarios percibidos, las personas se
encuentran en condición de elevar el bienestar de
sus familias, proporcionar un entorno estable e im-
pulsar el crecimiento del mercado interno.
El pago de sueldos y salarios es el mecanismo me-
diante el cual las empresas públicas y privadas dis-
tribuyen el ingreso generado en un país. Sin embar-
go, en el caso de México, la pérdida del poder ad-
quisitivo de las remuneraciones refleja la involu-
ción del mercado laboral y en general del modelo
económico vigente. Actualmente, el salario mínimo
real constituye únicamente el 25% de lo que era en
los años setenta, lo cual ha mermado las condicio-
nes de vida de las personas y del mercado interno.
Así, los bajos salarios tienen como telón de fondo
un mercado laboral que favorece la inequidad y la
precariedad. En un primer aspecto se tiene a la in-
capacidad del sistema productivo para generar em-
pleo formal bien remunerado y con prestaciones
adecuadas. Como ejemplo, se puede citar que los
trabajadores registrados ante el Instituto Mexicano
del Seguro Social (IMSS) son una minoría respecto a
quienes componen a la población económicamente
activa (PEA). En una nación de 113 millones de per-
sonas, con una PEA de 50 millones, indicar que úni-
camente se tienen 15 millones de trabajadores re-
gistrados ante el IMSS es señal de una inquietante
deficiencia de la economía: la incapacidad de gene-
rar empleo con prestaciones sociales. ¿Qué pasa
con el resto de los empleados?.... La respuesta es
sencilla: en México existen más de 30 millones de
trabajadores que no cuentan con seguridad social,
casi el doble de quienes están registrados en el
IMSS. Si a lo anterior se le adiciona que hay 13 mi-
llones de empleados sin un contrato escrito que los
vincule con sus patrones (algo que por ley debería
otorgarse), 6 millones de personas que perciben un
salario mínimo o menos, 4 millones de personas
ocupadas no reciben ingresos y 14 millones más en
la economía informal, indica que en México predo-
mina un mercado laboral que no es factor de movi-
lidad social, que genera precariedad y que en con-
secuencia no propicia el bienestar de la población.
La consecuencia de lo anterior es la persistencia de
la pobreza. Si bien, existe la restricción de que no
hay series históricas que permitan hacer una com-
paración amplia, lo que sí es plausible señalar es
que desde 1992 no existe un avance sustancial en
la lucha contra este problema social y económico.
Con la crisis de 2009 se presentó un aumento en el
grado de marginalidad; estimaciones del CONEVAL
y el PNUD establecen que, debido al retroceso eco-
nómico, se duplicó el número de niños que viven
en una situación de pobreza; la persistencia del
problema evidencia la incapacidad del modelo eco-
nómico para generar los mecanismos de mercado
que permitan superar este escollo social.
La política social del gobierno sería una alternativa
para superar dicho flagelo. Sin embargo, cuando se
toma en cuenta que la mitad del país se encuentra
en pobreza, habría que preguntar hasta qué punto
las erogaciones sociales del sector público pueden
resolver de manera sostenida dicha problemática,
especialmente cuando el gasto de gobierno no ge-
nera valor agregado. En el periodo 2004-2009, el
crecimiento del valor agregado del sector público
fue de 0.8%, es decir no fue capaz de compensar el
aumento de la población. Igualmente la falta de
eficacia del gasto público en educación y salud es
notoria, los incrementos de 1.3% y 1.8%
(respectivamente) son una muestra de que, a pesar
de tenerse asignados recursos millonarios, ello no
se traduce en una mejora en la calidad de vida de
quienes reciben dichos servicios. Basta recordar
que en el lapso de tiempo citado, el gasto progra-
mable nominal del sector público creció un 11.6%
en promedio anual. Las erogaciones en Educación
Pública lo hicieron 10.6% y la parte de salud en
23.1%. Por lo tanto el bajo valor agregado no fue
fruto de la falta de recursos sino de la poca eficacia
del gasto realizado.
Las escasas plazas de trabajo, una elevada oferta
de mano de obra y un mediocre desempeño de la
economía acentúan la precariedad del mercado
laboral. La informalidad y el empleo precario cons-
tituyen una realidad que supera al empleo formal
registrado por el IMSS, situación que no se ha mo-
dificado a lo largo de la primera década del nuevo
milenio. Al cierre del año 2000 existían 12.4 millo-
nes de trabajadores registrados en el IMSS, cifra
que aumentó a 14.6 millones en 2010. En otras pa-
labras, a lo largo de una década, el número de per-
sonas que laboran y que recibieron la prestación de
seguridad social que por ley les corresponde, única-
mente se incrementó en 2.2 millones, es decir 220
mil por año. Para dar un contraste, debe citarse
que el crecimiento demográfico fue de 13 millones
de personas, es decir 1.3 millones al año, una canti-
dad que aproxima el déficit de generación de em-
pleo que enfrenta el país. Adicionalmente, en el
mismo periodo de tiempo la informalidad y el em-
pleo precario aumentaron vigorosamente. En lo
que corresponde a la economía informal, la cifra
pasó de 10.3 millones a 12.8 millones de trabajado-
res.
Respecto a la falta de acceso a la seguridad social,
la cuantificación refleja un problema mayor ya que
el número pasó de 24.6 millones a 28.8 millones de
trabajadores (cuadro 1). En este sentido puede ob-
servarse que a cambio de contar con una fuente de
empleo, la gente sacrificó la cobertura de salud que
el marco legal les debería garantizar. De igual ma-
nera esta variable muestra que los conceptos de
desocupación e informalidad no capturan todo el
deterioro que ha enfrentado el mercado laboral
mexicano. En la parte del desempleo es un hecho
que se ha presentado una preocupante ampliación
de la población que no encuentra trabajo: de 915
mil en el año 2000 a 2.5 millones para el 2010. No
obstante la elevación de ese número es inferior al
citado en el caso de la ausencia al acceso al siste-
ma de salud. Algo similar pasa para el caso de la
informalidad.
Si bien las estadísticas presentadas revelan la di-
mensión de la fragilidad del mercado laboral, aún
se tienen otras referencias dignas de tomarse en
cuenta. En primera instancia se observa que hay 2
millones de trabajadores que tienen percepciones
no salariales y 3 millones más sin ningún tipo de
remuneración. Al igual que en los casos antes cita-
dos, los últimos años no han marcado una diferen-
cia significativa respecto a este aspecto de la preca-
riedad. En segunda instancia, puede señalarse la
disminución de las horas de trabajo por semana en
las que se emplea a las personas. El número de in-
dividuos que labora menos de quince horas a la
semana se ha incrementó en 1.3 millones, alcan-
zando con ello los 3.2 millones (cuadro 1). Una si-
tuación similar se tiene para quienes se emplean
entre 15 y 34 horas, una elevación de 2.2 millones
en 10 años.
¿Cuáles son las consecuencias que dichos desequili-
brios le imponen para el país? Sin lugar a dudas los
efectos directos tienen que ver con algunos aspec-
tos ya comentados: bajo crecimiento económico y
falta de productividad. No obstante también hay
un par de elementos que deben considerarse: los
efectos que la precariedad del mercado laboral tie-
ne respecto a sí mismo y el impacto pernicioso so-
bre el bienestar. En el primer caso la problemática
se encuentra vinculada con el pobre desempeño de
la economía, ya que al no obtenerse mayores tasas
de crecimiento se limita la capacidad de generar
nuevo empleo. Dado que cada año la población
necesita más de un millón de nuevas fuentes de
trabajo, y que el sistema económico ha fallado en
crearlas, lo anterior tiene como consecuencia un
aumento en la desocupación y una disminución en
los salarios. A partir de este puntos el resto de la
historia es conocida, las personas buscan alternati-
vas que son fácilmente identificables en la informa-
lidad; especialmente porque durante las últimas
tres décadas este tipo de mercado se equipara con
la parte formal, haciendo más accesible enrolarse
en él. Además la política económica aplicada para
contener la inflación en base a bajos salarios ha
provocado que las empresas busquen obtener ga-
nancias en función de una reducción en costos la-
borales, es decir, pagando menos y disminuyendo
las prestaciones que otorgan a sus empleados. Al
final se termina por condicionar negativamente la
capacidad de crecimiento potencial, limitando así
el desarrollo económico.
Todo ello conduce a limitar la capacidad de consu-
mo de los trabajadores y sus familias: con bajos
salarios, menores prestaciones y una mayor incerti-
dumbre sobre la permanencia en el trabajo, no se
puede esperar que el mercado interno sea capaz
de elevar la compra de bienes y servicios. Las cifras
oficiales muestran una evidencia empírica de ello.
La poca sustentabilidad de este modelo de creci-
miento del consumo se muestra en que entre 2004
y 2010 el crecimiento promedio del consumo fue
de 2.8%, es decir que a pesar de los factores exóge-
nos y de las remesas el mercado interno no tuvo la
suficiente capacidad para revitalizar la compra de
bienes y servicios. Además, en el largo plazo el pa-
trón de consumo no puede mantenerse solamente
del crédito; es fundamental que las personas ten-
gan los ingresos laborales suficientes para pagar los
débitos, es decir si no se elevan los salarios y las
prestaciones de los trabajadores, se disminuye la
volatilidad del empleo y se reduce la informalidad.
De igual manera mantener la dependencia del con-
sumo respecto a los flujos de dinero que llegan del
exterior condiciona al bienestar de la población
respecto al ciclo económico y el mercado laboral de
Estados Unidos algo que exacerba el grado de de-
pendencia que México tiene respecto a su principal
socio comercial.
De manera general, los resultados muestran el ciclo
negativo en el que se encuentra inmersa la econo-
mía mexicana: la precariedad del empleo manifies-
ta una relación negativa sobre la evolución del PIB,
el consumo y la inversión. De igual manera la pre-
cariedad del empleo favorece la informalidad y la
falta de prestaciones sociales. Lo anterior hace evi-
dente que, el modesto crecimiento económico me-
xicano observado durante las últimas décadas ha
sido uno de los factores que ha propiciado un in-
cremento en la precariedad de las condiciones la-
borales. De igual manera se puede adelantar que,
la salida tomada por la población de enrolarse en
trabajos de cuestionable calidad, en términos de
prestaciones sociales, o de tomar el camino de la
economía informal debilitan las posibilidades del
país para crecer con mayor vigor. Las razones de
esto último son múltiples y van desde que los sala-
rios percibidos en el empleo precario son menores
a los contabilizados durante las décadas pasadas,
así como también a que los trabajadores deben
hacer frente a los gastos que anteriormente eran
proporcionados por la cobertura social generada
mediante el empleo formal.
Población 2000 2010 Cambio de 2000 a
2010
Total 98,946,420 112,336,41
2 13,389,992
Desocupada 915,418 2,485,925 1,570,507
Con percepciones no salariales 2,336,245 2,053,449 -282,796
Trabajadores por cuenta propia 9,104,000 10,262,054 1,158,054
Trabajadores no remunerados 3,136,509 2,991,022 -145,487 Población con ingresos hasta un salario míni-
mo 5,808,078 5,996,024 187,946
Entre 1 y 2 salarios mínimos 10,028,230 10,352,980 324,750
Hasta 3 salarios mínimos 7,220,121.
0 9,430,567.0 2,210,446
Hasta 5 salarios mínimos 5,976,813.
0 7,524,620.0 1,547,807
No recibe ingresos 3,800,022 3,757,337 -42,685
Trabajan menos de 15 horas 1,886,629 3,150,521 1,263,892
Trabajan entre 15 y 34 horas 6,396,507 8,559,431 2,162,924
Sin acceso a la salud 24,603,783 28,811,435 4,207,652
Micronegocios 14,116,964 18,593,573 4,476,609
Micronegocios sin establecimiento 7,466,566 10,196,198 2,729,632
Micronegocios con establecimiento 6,650,398 8,397,375 1,746,977
Sin contrato escrito 11,225,425 13,729,567 2,504,142
Sin prestaciones, distintas a las de salud 10,107,522 11,640,411 1,532,889
Población subocupada 2,862,389 3,978,472 1,116,083
Subocupada, primaria incompleta 734,904 799,402 64,498
Subocupada, primaria completa 734,135 989,733 255,598
Subocupada, secundaria completa 749,671 1,314,204 564,533
Media superior y superior 640,875 871,480 230,605
Ocupada en el sector informal 10,328,081 12,849,020 2,520,939
Cuadro 1. Condiciones laborales
Fuente: INEGI
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