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1 Ejemplar gratuito Año 10, número 15, Heroica Puebla de Zaragoza, octubre de 2007 Deuda universitaria con Méndez Arceo l 28 de octubre se cumplen cien años del nacimiento de uno de los clérigos más revolucionarios de América Latina, E vinculados con la hoy Benemérita Uni- versidad Autónoma de Puebla: el obispo Sergio Méndez Arceo, hombre marginado por su propia Iglesia y reconocido en el mundo como El Após- tol de la Solidaridad . Sus vínculos con la Universidad se afirmaron en la conferencia que dictó a las puertas del edificio Carolino el 17 de julio de 1970, invitado por la Preparatoria Popular Emiliano Zapata y el colectivo estudiantil, donde destacó las coincidencias entre el Evangelio y los ideales de liberación de los pueblos de América Latina y convocó a los jóvenes universitarios a no buscar una vida de privilegios, sino de compromiso con la transformación de la sociedad. También Sergio Méndez Arceo desempeñó un papel relevante en la defensa de la Universidad frente a la amenaza de la derecha poblana, decidida a tomar a sangre y fuego el edificio central. Fue este obispo quien intervino ante el arzobispo Octaviano Márquez y Toriz para frenar este ataque e iniciar una etapa de diálogo entre la Iglesia y la Universidad. Para entender y valorar la figura de este obispo y su papel en la BUAP, es necesario recordar el contexto histórico en el que se dio su relación con la Universidad. Desde 1955, cuando se creó el Frente Univer- sitario Anticomunista, la Universidad vivió la confrontación ideológica que generó un conflicto social en 1961, cuando se acusó a los grupos liberales de la Institución como avanzada del comunismo internacional y el anticomunismo fue bandera de varios sectores sociales, principalmente religiosos y empresariales, contra la Universidad. El conflicto se mantuvo dentro y fuera de la Institución durante toda la década de los años 60, incluyendo el trágico 1968, cuando cinco trabajadores fueron asesinados por una turba enardecida en el pueblo de San Miguel Canoa por una lógica perversa: son de la Universidad, por tanto, son comunistas. Así llegó 1970 con una sociedad dividida en todos sus aspectos, incluyendo el religioso. El anticomunismo de la década anterior cedió ante Méndez Arceo en la rectoría que presidía la junta adminis– trativa. *Nicolás Dávila Peralta es editor de Gaceta Universidad, órgano oficial de la BUAP . Es autor de Las Santas Batallas, él anticomunismo en Puebla y La III CELAM , y la UAP , una sola causa la justicia, editados por el Archivo Histórico Universitario. Nicolás Dávila Peralta *

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Ejemplar gratuito Año 10, número 15, Heroica Puebla de Zaragoza, octubre de 2007

Deuda universitaria con Méndez Arceo

E l 28 de octubre se cumplen cien años E l 28 de octubre se cumplen cien años E del nacimiento de uno de los clérigos E del nacimiento de uno de los clérigos Emás revolucionarios de América Latina, Emás revolucionarios de América Latina, Evinculados con la hoy Benemérita Uni-E

vinculados con la hoy Benemérita Uni-Eversidad Autónoma de Puebla: el obispo Sergio Méndez Arceo, hombre marginado por su propia Iglesia y reconocido en el mundo como “El Após-tol de la Solidaridad”.

Sus vínculos con la Universidad se afi rmaron en la conferencia que dictó a las puertas del edifi cio Carolino el 17 de julio de 1970, invitado por la Preparatoria Popular “Emiliano Zapata”y el colectivo estudiantil, donde destacó las coincidencias entre el Evangelio y los ideales de liberación de los pueblos de América Latina y convocó a los jóvenes universitarios a no buscar una vida de privilegios, sino de compromiso con la transformación de la sociedad.

También Sergio Méndez Arceo desempeñó un papel relevante en la defensa de la Universidad frente a la amenaza de la derecha poblana, decidida a tomar “a sangre y fuego” el edifi cio central. Fue este obispo quien intervino ante el arzobispo Octaviano Márquez y Toriz para frenar este ataque e iniciar una etapa de diálogo entre la Iglesia y la Universidad.

Para entender y valorar la fi gura de este obispo y su papel en la BUAP, es necesario recordar el contexto histórico en el que se dio su relación con la Universidad.

Desde 1955, cuando se creó el Frente Univer-sitario Anticomunista, la Universidad vivió la

confrontación ideológica que generó un confl icto social en 1961, cuando se acusó a los grupos liberales de la Institución como “avanzada del comunismo internacional” y el anticomunismo fue bandera de varios sectores sociales, principalmente religiosos y empresariales, contra la Universidad.

El conflicto se mantuvo dentro y fuera de la Institución durante toda la década de los años 60, incluyendo el trágico 1968, cuando cinco trabajadores fueron asesinados por una turba enardecida en el pueblo de San Miguel Canoa por una lógica perversa: son de la Universidad, por tanto, son comunistas.

Así llegó 1970 con una sociedad dividida en todos sus aspectos, incluyendo el religioso. El anticomunismo de la década anterior cedió ante

Méndez Arceo en la rectoría que presidía la junta adminis–trativa.

*Nicolás Dávila Peralta es editor de Gaceta Universidad, órgano ofi cial de la BUAP. Es autor de Las Santas Batallas, él anticomunismo en Puebla y La III CELAM, y la UAP, una sola causa la justicia, editados por el Archivo Histórico Universitario.

Nicolás Dávila Peralta *

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Los archivos son el fundamento mismo de la memoria consciente que tiene el hombre de sí mismo. Bruno Delmas

el deseo de justicia que se extendió por todo el continente e infl uyó en el pensamiento y acción de las iglesias, principalmente la católica y algunas denominaciones protestantes.

Líder en esta renovación del catolicismo fue el obispo de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo quien se ubicó “a la izquierda” del quehacer de los clérigos latinoamericanos. Su solidaridad con los movimientos populares del continente infl uyó en los universitarios de la BUAP que ya buscaban las coincidencias entre el pensamiento marxista y el cristianismo.

Fue en este contexto que docentes y alumnos de la recién creada Preparatoria Popular “Emi–liano Zapata” invitaron a don Sergio, como ya se le conocía dentro y fuera de la iglesia, a dictar una conferencia en el Salón Barroco.

La cita fue el 17 de julio de 1970. La prensa anunció el hecho desde días antes como una actividad inusual en una Universidad, que por más de diez años había sido tachada de comunista y atea, sobre todo por el tema que el prelado abordaría frente a los universitarios: "Presente y futuro de la iglesia en América Latina".

Para entender la importancia de la presencia de don Sergio en la Universidad hay que recordar que en Puebla se vivía un ambiente de confrontación de los grupos de derecha religiosa y empresarial contra la Universidad. La derecha acusaba a los universitarios de fomentar la drogadicción y prostituir a las alumnas en los salones de clase.

En 1969, un grupo de profesores creó la Prepa-ratoria Popular Emiliano Zapata que despertó la animadversión de la derecha, que consideraron a esta nueva escuela como un centro de adoctrinamiento marxista. Y fue precisamente esta preparatoria y el Grupo Cultural 2 de Octubre quienes invitaron al obispo. La prensa destacó, la víspera de la conferencia, que Méndez Arceo hablaría sobre las guerrillas y los curas guerrilleros.

El 17 de julio de 1970, todo estaba preparado para recibir al obispo de Cuernavaca en el Salón Barroco. Pero la capacidad de convocatoria del ponente fue mayor que las previsiones de los organizadores y la antigua capilla de San José del Colegio del Espíritu Santo fue insufi ciente para los poblanos que acudieron a escuchar al “obispo rojo”. Entonces se puso un escritorio a un lado de las puertas del Edifi cio Carolino, y sobre él, en la

calle 4 Sur, frente a la Plaza de la Democracia, el obispo empezó su conferencia.

El ambiente, a pesar de lo improvisado del templete, era solemne. El maestro de ceremonias hizo la presentación que se quedó a la mitad. Está con nosotros, empezó el estudiante, el excelentísimo señor doctor don...

¡Quita eso!, ¡quita eso!Fue el reclamo de don Sergio, y se echó a la

bolsa al auditorio, en su mayoría universitarios liberales o socialistas.

Méndez Arceo habló de los retos que le espe–raban a la Iglesia Católica en un continente inmerso en profundas injusticias sociales y con una enorme sed de justicia. Reconocía el atraso en que ésta se encontraba para responder a esos retos. Me duele mi Iglesia, que no haya visto los signos de los tiempos, dijo en una sincera autocrítica que sería tomada por la derecha como una muestra de voluntad de destruir la Iglesia Católica desde adentro.

Hizo hincapié en que la verdadera razón del cambio en la Iglesia es la Palabra de Dios, es el pobre, el hambriento, el que clama justicia, el preso condenado sin culpa o aquél que convicto y confeso no recibe el trato humano.

Luego vendría su postura frente al capitalismo y el socialismo:

Únicamente el socialismo podrá dar a Latinoamérica la posibilidad de un desarrollo; en la línea del socialismo democrático es donde podemos encontrar el desarrollo.1

El socialismo —diría en otra parte de su inter–vención— es más conforme con el cristianismo, con la paz, con la justicia, con el bienestar. En el capitalismo no se da el cristianismo.

Méndez Arceo ante la multitud congregada afuera del edifi co Carolino.

1 Esta misma postura asumirían los obispos de Nicaragua al triunfo de la Revolución Sandinista, lo que les valdría una seria reprimenda del Vaticano y el cambio de actitud del cardenal arzobispo de Managua, Miguel Ovando y Bravo, que apoyaría después a la contrarrevolución fi nanciada por el gobierno de Ronald Reagan.

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Los archivos llegan a ser la memoria viva de todo lo que un día se construyó, se defendió, se amó y se soñó. Hermes Tovar

A los universitarios les dijo que no buscaran terminar una carrera para formar parte de la élite, para buscar el poder económico y luego el poder político y, para mantenerse en él, convertirse en opresores. Vayan a politizar al campo, si no quieren sumarse a los privilegiados opresores, les pidió.

Pero también les advirtió: Si son capaces de conocer a Marx y a Mao Tse Tung,

sean capaces de conocer a Cristo. Conozcan el Evangelio y la palabra de Dios, que es lo más explosivo y lo más revolucionario que existe, y transmítanla cada quien a las personas que se encuentren dentro de su radio de acción.

No faltaron las respuestas que manifestaban el buen humor del obispo. Alguien le preguntó su opinión acerca de los sacerdotes que abandonaban el ministerio y se casaban. Él respondió: si lo hacen, que no tengan malos gustos.

La conferencia despertó reacciones diversas. La izquierda comprendió que entre marxismo y cristianismo no había oposición y que las coincidencias giraban en torno a la justicia.

Sin embargo, para la derecha las palabras del obispo Méndez Arceo confi rmaban que en la Iglesia había penetrado el comunismo y el obispo de Cuernavaca era un agente del comunismo internacional.

Así, la Unión de Católicos Anticomunistas Mexicanos, un membrete ligado a la ideología cristera afi rmó que con su discurso Méndez Arceo se descubrió como un líder de la Revolución Mundial y otros clérigos poblanos lo tacharon de hereje, aunque hubo otros que reconocieron en don Sergio a un impulsor del diálogo, que es inherente al cristianismo y que al realizarse con los comunistas no quiere decir que la Iglesia abandone sus posturas.

Pero fueron los grupos de ultraderecha, empecinados en controlar a la Universidad, quienes obligaron al arzobispo Octaviano Márquez a publicar su XXII Carta Pastoral sobre

la fi rmeza de la fe católica, donde se contradecía las tesis de don Sergio, publicada el 27 de agosto, donde se rechazaba como contraria a la fe católica la afi rmación de que el socialismo es más cercano al Evangelio que el capitalismo.

La vinculación de don Sergio a la Universidad, sin embargo, no se limitó a esta conferencia. El 20 de julio de 1972, en el contexto de la confrontación de la derecha y la Universidad, fue asesinado el arquitecto Joel Arriaga Navarro, director de la Preparatoria Benito Juárez. Todos los indicios marcaron como culpables a gente de derecha. Esta situación llevó a un universitario a afi rmar públicamente que del asesinato le preguntaran al arzobispo.

Esta aseveración imprudente sirvió a la derecha para convocar a la gente a tomar “a sangre y fuego”el edifi cio Carolino.

La situación fue preocupante para los univer-sitarios porque le daba a la derecha el pretexto para tomar la universidad y contar con el apoyo popular, porque lo hacían para defender a la Iglesia de los ataques de los “comunistas”.

Fue entonces que se acudió al obispo Sergio Méndez Arceo, cuya amistad con el arzobispo Octaviano Márquez, más allá de sus diferencias ideológicas, sirvió para que éste fungiera como intermediario entre la iglesia y la Universidad .

La Universidad, a través del periodista Froylán López Narváez, contactó al obispo Méndez Arceo quien, con base en su antigua amistad con el arzobispo Márquez y Toriz, logró que el arzobispo accediera a recibir a los universitarios y aclarar el asunto.

De este modo Méndez Arceo intervino para que, tras una entrevista del contador Alfonso Yáñez Delgado, en representación de la Universidad, con el arzobispo Octaviano Márquez, la presión disminu–yera y la Universidad pudiera avanzar en paz.

Al fi nalizar los años setenta, las palabras que Sergio Méndez Arceo pronunció en el Carolino derivaron en el diálogo entre marxistas y los cristianos simpatizantes de la Teología de la Liberación y el apoyo que la Universidad Autónoma de Puebla dio a estos teólogos y a los movimientos populares ligados con ellos, durante la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, realizada en esta ciudad de Puebla en enero y febrero de 1979.

Así pues, esta universidad está en deuda con el obispo Sergio Méndez Arceo, un hombre sabio, abierto a su tiempo; hombre de diálogo y patriarca de la solidaridad con los pueblos pobres del continente.

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Los archivos cosntituyen la posibilidad de conservar la memoria de nuestra sociedad, de conservar en los documentos las acciones de los hombres y la vida de las instituciones. Gustavo Villanueva.

ergio Méndez Arceo nació en Tlalpan, Distrito Federal, el 28 de

octubre de 1907. Su padre, michoacano, fue primo del general Lázaro Cárdenas

del Río y fue en Michoacán donde pasó sus primeros años. A los 14 años decidió cursar la carrera sacerdotal en el Seminario Conciliar de la ciudad de México. Al comunicarle a su padre —liberal por convicción— su deseo de ser sacerdote, éste le contestó: “sólo recuerda que no hay peor política que la negra”. En 1978, cuando los ataques en su contra se intensifi caron, incluso por parte del episcopado mexicano y el entonces delegado apostólico Girolamo Prigione, Méndez Arceo recordó estas palabras de su padre en una conferencia en la Universidad Iberoamericana de la ciudad de México.

Del Seminario Conciliar de México pasó al Colegio Pío Latinoamericano como estudiante de la Pontífi ca Universidad Gregoriana, en Roma, donde obtuvo el doctorado en Historia con la tesis: “La política de la Corona y la Santa Sede en la creación de los obispados en América Latina”.

Ordenado sacerdote en 1934 regresó a Méxi-co, donde desempeñó al mismo tiempo su labor sacerdotal como director espiritual en el seminario de la ciudad de México y su labor académica con investigaciones históricas, entre las que destacó su trabajo sobre la educación superior en la Nueva España, donde profundizó en las tareas educativas de los colegios de Tlatelolco, San Nicolás de Pátzcuaro y San Juan de Letrán.

En 1952 fue nombrado obispo de Cuernavaca, cargo para el que fue ordenado por el arzobispo primado de México, Luis María Martínez. En la ceremonia de ordenación, el entonces joven arzobispo de Puebla, Octaviano Márquez y Toriz, tuvo a su cargo la homilía, a petición expresa del nuevo obispo con el cual tendría, veinte años después, profundas divergencias doctrinales.

Su trabajo pastoral en Cuernavaca, diócesis que abarca todo el estado de Morelos, pasó del conservadurismo al compromiso con las causas populares de América Latina.

En los primeros años de su trabajo en Cuerna-vaca, Méndez Arceo exigió que los sacerdotes usaran sotana el mayor tiempo posible y si prescindían de ella, lo hicieran usando alzacuello.

No deberían tener en sus casas u ofi cinas mujeres menores de 50 años y deberían observar fi elmente cada una de las normas litúrgicas. Uno de los sacerdotes que acompañó a don Sergio hasta el fi nal de su vida, Rogelio Orozco, resume con una expresión lo que el clero pensaba del prelado en sus primeros años como obispo: “¡Era odioso!”.

Sin embargo, el contacto con el pueblo llevó al obispo a una transformación gradual de su pensamiento y acción hasta llegar a ser el pionero de la renovación litúrgica y pastoral de la diócesis de Cuernavaca.

De 1961 a 1964 participó junto con los demás obispos del mundo en el Concilio Vaticano II, acontecimiento eclesial donde participó del lado del clero más avanzado, cuando en 1962 se renovó la liturgia católica en Cuernavaca ya se había avanzado en este sentido con la transformación arquitectónica de la catedral, la aceptación del español en las ceremonias litúrgicas que hasta entonces se realizaban en latín, y la participación del pueblo en el canto religioso acompañado de mariachi.

Pero más allá de estos cambios rituales, la obra de Méndez Arceo partió de su vinculación con la religiosidad popular y el compromiso cristiano con la transformación de las estructuras injustas de la sociedad. En el mismo sentido avanzaron en América Latina un grupo de obispos, sacerdotes, religiosos e intelectuales que estructuraron la Teología de la Liberación.

Desde los años 60, apenas concluido el Concilio Vaticano II, Don Sergio y su clero morelense fueron la avanzada de la transformación de la Iglesia con base en un compromiso con los

El apóstol de la solidaridad

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Los archivos constituyen la expresión más completa de la actuación humana en todos los aspectos de las relaciones de los hombre y las instituciones. José Manuel Mata Castillón

movimientos populares del continente. Cuando en 1968 los demás obispos del país guardaron silencio ante los hechos sangrientos de Tlatelolco, el obispo de Cuernavaca ya había lamentado el autoritarismo del gobierno y la insensibilidad de los medios frente a las demandas estudiantiles.

Así, el domingo 22 de septiembre, durante una homilía en su catedral, el obispo expresó:

“Me hace hervir la sangre la mentira, la deformación “Me hace hervir la sangre la mentira, la deformación “de la verdad, la ocultación de los hechos, la autocensura cobarde, la venalidad, la miopía de casi todos los medios de comunicación. Me indigna el aferramiento a sus riquezas, el ansia de poder, la ceguera afectada, el olvido de la historia, los pretextos de la salvaguardia del orden, la pantalla del progreso y del auge económico, la ostentación de sus fi estas religiosas y profanas, el abuso de la religión que hacen los privilegiados”.

Después de la matanza de Tlatelolco, el obispo, que siempre fue solidario con los dirigentes presos en el “Palacio Negro” de Lecumberri, afirmó tajante desde el púlpito de Cuernavaca:

“Ante los acontecimientos que nos llenan de “Ante los acontecimientos que nos llenan de “vergüenza y de tristeza hay que considerar positivo y consolador el hecho de que los jóvenes hayan despertado así a una conciencia política y social y que aporten a México una esperanza que es nuestro deber alentar”.

Dos años después de estos acontecimientos, Salvador Allende ganaría las elecciones en

Chile e implantaría el primer gobierno socialista elegido por el pueblo. Don Sergio manifestó su solidaridad con el nuevo régimen chileno.

En 1972, Méndez Arceo participó en la orga-nización del movimiento Cristianos por el Socialismo, en Santiago de Chile. Ahí, el único obispo presente en la reunión afi rmó:

“Para nuestro mundo subdesarrollado, no hay otra “Para nuestro mundo subdesarrollado, no hay otra “salida que el socialismo, como apropiación social de los medios de producción, con una representación auténtica de la comunidad, para impedir que sean utilizados como instrumentos de dominación en manos de una oligarquía o de un gobierno totalitario.

Méndez Arceo llamaba a los cristia-nos a optar por un compromiso claro con la justicia, como parte esencial de sus convicciones de fe:

Es tiempo de que los cristianos no aparezcamos siempre como contrarrevolucionarios y no demos posteriormente la apariencia de oportunistas, cuando urgidos por la palabra de Dios, nos sumamos, tardíamente, a procesos cuyo dinamismo nos vuelve a dejar atrás de la realidad y a plantearnos la disyuntiva de la fi delidad a Dios o al hombre, que no debiera existir, pues sólo se plantea entre Dios y el pecado, estructurado de mil formas en las instituciones opresoras de los mismos hombres.

Tras el golpe de estado que derrocó al gobierno legítimo de Allende e instauró la dictadura de Augusto Pinochet, la diócesis de Cuernavaca se convirtió en un espacio de solidaridad con los perseguidos por los regímenes militares de Centro y Sudamérica. Sergio Méndez Arceo fue considerado desde entonces hasta ahora como el Apóstol de la Solidaridad.

Sin embargo, este trabajo pastoral, sustentado en el Evangelio y en el que participaban otros obispos, como los de San Cristóbal de Las Casas, Oaxaca, Tehuantepec, Colima, Tarahumara, y muchos sacerdotes y religiosas del país, no fue bien visto ni por los demás obispos y mucho menos por el Vaticano que envió como Delegado Apostólico a uno de los primados más conservadores de la diplomacia romana: Girolamo Prigione, cuya misión era terminar con todos los movimientos liberacionistas de la Iglesia en México, principalmente con el construido por el obispo de Cuernavaca.

En vísperas de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, celebrada en esta ciudad de Puebla, Méndez Arceo signó junto con Ernesto Cardenal y Alfonso Comín, una declaración en La Habana, Cuba, donde afi rmaba su opción por un socialismo democrático y

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La posibilidad de hacer historia está en relación directa con la riqueza documentalLuis González

llamaba al diálogo entre cristianos y marxistas:“Las revoluciones socialistas que se están llevando a cabo “Las revoluciones socialistas que se están llevando a cabo “

en todo el mundo, constituyen el gran reto que se le plantea a la Iglesia contemporánea. En América Latina este reto es decisivo; según sea la respuesta de los cristianos, el proceso revolucionario seguirá un curso u otro y, al mismo tiempo, el signifi cado de la palabra en la historia cumplirá o no el llamado que le asignara Jesús…”.

En otra parte respondía al argumento de los detractores de la Teología de la Liberación que consideraban la incompatibilidad entre marxismo y cristianismo:

“Recordamos la fi rme y lúcida palabra del arzobispo “Recordamos la fi rme y lúcida palabra del arzobispo “de la Ciudad Ho Chi Minh a los obispos reunidos en el último Sínodo: si la Iglesia asumió en su tiempo el aristotelismo como vehículo del mensaje evangélico, nosotros debemos asumir hoy el discurso marxista para la evangelización y la catequesis”

La reacción del Delegado Apostólico y el episcopado mexicano fue una reprobación pública de las afi rmaciones de don Sergio. La Iglesia, su Iglesia, lo condenaba.

A pesar de ser considerado por los obispos como “una voz fuera del coro”, don Sergio y un pequeño grupo de obispos mantuvo su postura de solidaridad con los perseguidos de América

Latina, su opción socialista y su lucha por una sociedad más justa.

El 24 de marzo de 1980 fue asesinado en San Salvador el arzobispo Óscar Arnulfo Romero Galdámez, un hombre comprometido con el pueblo salvadoreño y crítico de la dictadura militar. Don Sergio asistió a sus funerales en la capital de El Salvador, funerales que fueron bañados de sangre por las tropas de la dictadura. Ernesto Corripio Ahumada, enviado del Papa al funeral fue escoltado fuera de la catedral, mientras el obispo de Cuernavaca se quedaba en el recinto religioso donde vio caer bajo las balas de la dictadura a mucha gente pobre que acudía a despedir a su padre obispo.

El 17 de abril de 1981 decretó la excomunión en contra de quienes en su diócesis practicaran u ordenaran la tortura, no sólo como respuesta a una violación sistemática de los derechos humanos en México, sino también como un mensaje a las dictaduras militares que, en nombre de Dios, torturaban y mataban a sus opositores. El obispo, Arturo Lona Reyes, siguió el ejemplo de don Sergio y emitió un decreto semejante en contra de quienes practicaran la tortura en el Istmo de Tehuantepec.

Tras el asesinato del arzobispo de San Salvador —a quien don Sergio le llamó desde entonces “San Óscar Arnulfo Romero”— y la masacre en que terminó su funeral, el obispo de Cuernavaca orga–nizó el Comité de Solidaridad con El Salvador.

En 1982, al cumplir 75 años de edad presentó su renuncia al obispado de Cuernavaca, renuncia que le fue aceptada por el Vaticano el mismo día, al nombrar como sucesor al entonces obispo de Tijuana, Juan Jesús Posadas Ocampo, quien fuera asesinado en el aeropuerto de Guadalajara el 24 de mayo de 1993. A partir de entonces, desde su retiro, en el pueblo náhuatl de Ocotepec, Morelos, mantuvo su actividad solidaria con los movimientos populares de América Latina y su apoyo a los sectores de la Iglesia comprometidos con la justicia.

El de de 1992, en la ciudad de México, un infarto termina con su vida. El cuerpo del “Patriarca de la Solidaridad” es conducido a la catedral de Cuernavaca, su catedral, la que fue en su misma estructura símbolo de la transformación que buscó de la Iglesia para hacerla más fi el al Evangelio. El pueblo lo recibe con un grito que escucharán todos los obispos que lo califi caron de “voz fuera del coro”, nuevamente con música de mariachis en la catedral y frente a la frialdad de las palabras de los obispos, el pueblo grita insistentemente: “¡Queremos obispos del lado de los pobres!”.

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El archivo es la memoria de las instituciones, es también la memoria histórica de las sociedades es el lugar que guarda la obra viva de los hombres muertos. Luis Núñez Contreras

n este viernes santo de 1981, mientras meditamos las torturas infligidas a

Jesús durante su pasión por la autoridad religiosa y la autoridad romana, después

de las distintas consideraciones de los diferentes aspectos, cumplo con mi deber de pastor, de servidor de la vida y dignidad del hombre, al decretar la pena de excomunión a los torturadores.

Comencé a pensarlo desde que dos amigos míos muy queridos, el Obispo de Tlaca en Chile, Carlos González y su Obispo auxiliar, Alejandro Jiménez, seguidos luego por otros obispos chilenos, dieron un decreto de excomunión contra los torturadores el 9 de diciembre de 1980.

También ha infl uido en mi ánimo el ejemplo admirable de magnanimidad de la revolución nicaragüense y el terrible recuento, por otro lado, de torturas en El Salvador recogido de refugiados salvadoreños en México y Costa Rica.

Afi rmación de la dignidad humanaNo es este decreto una denuncia de que en el estado de Morelos tenga especial vigencia la tortura como instrumento de represión política, o de acción policiaca contra el crimen. Pero en la opinión del pueblo mayoritario sin defensas sociales, económicas o políticas, las fuerzas policiacas no son una protección sino una fuente de temor por los malos tratos y auténticas torturas empleadas para extorsión, intimidación, método de información o simplemente como reacción contra el aprehendido.

Este decreto quiere ser ante todo una enérgica afi rmación de la dignidad del hombre y de los derechos humanos. Es un llamado a la conciencia cristiana y una contribución a la paz pública en un Estado de derecho como lo es México.

La ofensa mayor, la torturaEntre las formas más graves en que se ofende al hermano más pequeño, su vida, su integridad y su dignidad, está la tortura, tanto la física, síquica, como moral, sobre todo cuando se hace con todos los agravantes, pues la hace la autoridad puesta para proteger y promover todo lo que contribuye a la vida y la dignidad de los ciudadanos; se hace con la fuerza y los medios que el mismo pueblo proporciona para su seguridad y respeto; constituye una violación y traición a la confi anza depositada por el pueblo en sus autoridades; se hace en la clandestinidad y con visos de legitimidad, a pesar de que su práctica está condenada en la ley de los derechos humanos.

Decreto de Excomunión para los torturadores

17 de abril de 1981

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BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA

Rector: Enrique Agüera Ibáñez Secretario general: José Ramón Eguibar CuencaTiempo Universitario

Director: Alfonso Yáñez Delgado, Diseño gráfi co: Armando López Vázquez. Tiempo Universitario es una publicación del Archivo Histórico Universitario. Aparece quincenalmente. Impreso en: Litografía Magno Graf. El costo por ejemplar de 8 páginas es de noventa y ocho centavos más IVA. Tiraje: Veinte mil ejemplares. Responsable de distribución: Marcos Medrano Flores. Los autores son responsables por los textos publicados. Esta publicación se puede adquirir en La Casa de la Memoria Universitaria, Avenida Reforma 531. Puebla, Pue. teléfono: 2 32 74 79. Se aceptan colaboraciones de investigación sobre la vida universitaria. E-mail: [email protected] Distribución gratuita.

En la historia de la Iglesia, desde los tiempos de San Pablo (I Cor. 5, 1-13) ha sucedido que algunos pecados tienen especial gravedad. Son los pecados que afectan al bien común, a la dignidad de las personas y al sentido de la verdad que signifi ca la comunión. Así nació la primera “Excomunión” que indica al cristiano que está fuera de la unidad de la Iglesia e imposibilitado de recibir los sacramentos mientras no se arrepiente del pecado cometido.

La tortura, instrumento de dominio políticoLa tortura, todavía existente en el mundo, es ejercida sistemáticamente por la autoridad como instrumento de dominio y de atropello político y practicada impunemente por los subalternos.

Teniendo en cuenta mi labor como Obispo de la Diócesis de Cuernavaca, coincidente con el estado de Morelos, aunque contra esta medida extrema eclesial haya prejuicios, porque no pocas veces ha sido utilizada sin sentido liberador aún en nuestra Patria, para que se manifi este el orden querido por Dios y para tratar de obtener la corrección de quienes abusan gravemente de su poder, establezco las siguientes disposiciones después de haberlas comunicado al Presbiterio:

Los excomulgados1.- El que comete tortura o el que es responsable

de ella, al ser ésta cometida, incurre en “excomunión latae sententia”, es decir, queda ipsofacto, automáti -camente excomulgado al cometer este delito.

2.- Se entiende por tortura “todo acto por el cual un funcionario público u otra persona a instigación suya infl ija intencionalmente a una persona penas y sufrimientos graves, ya físicos o mentales, con el fi n de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido o se sospeche que ha cometido, o de intimidar a esa persona o a otras.

No se considerarán torturas las penas o sufrimientos que sean consecuencia únicamente de la privación legítima de la libertad, o sea inherentes o incidentales a ésta, en la medida en que estén en consonancia con las reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos” (Declaración de las Naciones Unidas de diciembre de 1975).

3.- Se considera responsable de tortura a) El que realiza o participa en su realización. b) El que la ordena, la promueve o la solicita. c) El que pudiendo y debiendo impedirla, no

la impide. 4.- Incurren también en esta pena las personas

que están de paso en esta Diócesis y que sean responsables de tortura en ella.

5.- Para que el delincuente sea absuelto es necesario que cese en su contumacia a tenor del can.2242 n.3, que dice: “Se ha de entender que ha cesado la contumacia cuando el reo se ha arrepentido con sinceridad del delito cometido y a la vez ha dado, o por lo menos prometido en serio, dar satisfacción proporcionada por los daños y el escándalo; aquel a quien se pide que absuelva de la censura, es a quien le toca juzgar si el arrepentimiento es o no sincero, si la satisfacción es proporcionada y si la promesa es seria.”

6.- Para entender lo que signifi ca la excomunión hay que recordar que una persona excomulgada está separada de la comunión de la Iglesia y por lo tanto no podrá acercarse a recibir sacramentos y no podrá ser padrino en ninguno de los Sacramentos de la Iglesia (can.2257).

Sergio Méndez Arceo, VI obispo de Cuernavaca