edwards, j. - isabel y fernando (cap. 2-3)02

Upload: anonymous-cnxjfka7a

Post on 05-Jul-2018

221 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    1/52

    CAPÍTULO 2

    CONSTRUYENDO UN RÉGIMEN

    Antes de la derrota definitiva de La Beltraneja y sus par-tidarios portugueses, Isabel y Fernando ya habían comenzadoa considerar reformas en el gobierno de Castilla. Habían he-redado un reino, en teoría relativamente fuerte, donde lossúbditos apoyaban a los monarcas y éstos actuaban supues-tamente en interés de sus súbditos. Antes de considerar conmás detalle las instituciones de las respectivas Coronas deCastilla y de Aragón hay que señalar algunos puntos genera- les. Mientras los sistemas de gobierno posteriores a la Ilustra-

    ción (aparte del Reino Unido) se esforzaron por separar sussistemas ejecutivos de los judiciales, los estados occidentaleseuropeos del Bajo Medievo no veían en su forma de gobiernoninguna contradicción. Como derivación de la histórica na-turaleza «personal» de la monarquía, las instituciones guber-namentales tenían un inherente carácter propio, que com-prendía y aceptaba la intervención de los reyes en asuntospolíticos y judiciales. Aunque la idea de que el rey (o la reina)tenía dos «cuerpos», uno personal y otro institucional, habíasido generalmente aceptada en el siglo   XV —al menos en lasmonarquías de Inglaterra, Francia y España—, desde luegoen las monarquías Trastámara de Castilla y Aragón no exis-tía ningún «estatuto de límites» que restringiera la función de las instituciones gubernamentales. Al contrario, estos cargosy «departamentos» se podían adaptar rápidamente a otras ac-tividades cuando los soberanos se enfrentaban con un nuevoproblema y los acontecimientos, a menudo espectaculares, de

     los reinados de Isabel y Fernando habían de demostrarlo am-pliamente, aunque las dificultades de gobierno que de ello re-sultaron, se legaran a los Habsburgo.

    http://0.0.0.0/http://0.0.0.0/http://0.0.0.0/http://0.0.0.0/http://0.0.0.0/

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    2/52

    52   ISABEL DE CASTILLA Y FERNANDO DE ARAGÓN

    LA CORONA DE CASTILLA

    Se ha observado con frecuencia que, a pesar de su algo du-dosa reputación como unos «monarcas nuevos» que supues-tamente avanzaban hacia un «moderno» sistema absolutistade gobierno, el hecho es que Fernando e Isabel crearon muypocas instituciones gubernamentales y administrativas ensus reinos respectivos. Desde luego así fue en Castilla, donde lo más que hicieron fue utilizar con más eficacia las institu-ciones que ya existían en los reinos de Juan II y Enrique IV.Las consecuencias de la anterior inestabilidad política se-

    guían siendo evidentes a la muerte de Isabel y mucho más apartir de ella (véase capítulo 7). Sin embargo, Castilla fue la base de la actividad política de Isabel y Fernando, tanto enEuropa como más allá de ésta. Una de las razones para ello,aparte de la preponderancia demográfica de Castilla sobreAragón, era la fuerte tradición «imperial» de la monarquía,tradición que se remontaba a los tiempos de Alfonso X, me-diados y finales del siglo   XIII. Como se verá, las institucionesaragonesas y catalanas estaban muy descentralizadas y mu-cho más abiertas al escrutinio y a veces incluso al control deotros grupos, como el de la nobleza y el de los burgueses de las grandes ciudades, sobre todo Barcelona y Valencia. Unade las mayores diferencias entre las dos «Coronas» era el con-traste entre sus tradiciones parlamentarias. En Castilla, Isa- bel heredó una única Asamblea para todos sus territorios,mientras Fernando estaba obligado a afrontar diversas asam- bleas en el reino de Aragón, en el principado de Cataluña y

    en el reino de Valencia, con evidentes consecuencias econó-micas y políticas. Cuando Isabel accedió al trono de Castilla,ya era tradicional, y en general se aceptaba sin oposición, queel monarca debía ser capaz de gobernar sin necesidad de con-sultar a las Cortes —excepto en el caso de la «sentencia arbi-tral» de la nobleza contra Enrique IV, en 1465—. No obs-tante, junto con esta libertad que ciertamente envidiarían losreyes ingleses de aquella época, existió la preocupación deque la monarquía debería funcionar sobre una sólida base le-

    gal. Esto explicaría la inmensa cantidad de disposiciones le-gislativas y administrativas que emanaron de la Cancilleríacastellana de Isabel y Fernando y han servido de base para la

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    3/52

    52   ISABEL DE CASTILLA Y FERNANDO DE ARAGÓN

    LA CORONA DE CASTILLA

    Se ha observado con frecuencia que, a pesar de su algo du-dosa reputación como unos «monarcas nuevos» que supues-tamente avanzaban hacia un «moderno» sistema absolutistade gobierno, el hecho es que Fernando e Isabel crearon muypocas instituciones gubernamentales y administrativas ensus reinos respectivos. Desde luego así fue en Castilla, donde lo más que hicieron fue utilizar con más eficacia las institu-ciones que ya existían en los reinos de Juan II y Enrique IV.Las consecuencias de la anterior inestabilidad política se-

    guían siendo evidentes a la muerte de Isabel y mucho más apartir de ella (véase capítulo 7). Sin embargo, Castilla fue la base de la actividad política de Isabel y Fernando, tanto enEuropa como más allá de ésta. Una de las razones para ello,aparte de la preponderancia demográfica de Castilla sobreAragón, era la fuerte tradición «imperial» de la monarquía,tradición que se remontaba a los tiempos de Alfonso X, me-diados y finales del siglo   XIII. Como se verá, las institucionesaragonesas y catalanas estaban muy descentralizadas y mu-cho más abiertas al escrutinio y a veces incluso al control deotros grupos, como el de la nobleza y el de los burgueses de las grandes ciudades, sobre todo Barcelona y Valencia. Unade las mayores diferencias entre las dos «Coronas» era el con-traste entre sus tradiciones parlamentarias. En Castilla, Isa- bel heredó una única Asamblea para todos sus territorios,mientras Fernando estaba obligado a afrontar diversas asam- bleas en el reino de Aragón, en el principado de Cataluña y

    en el reino de Valencia, con evidentes consecuencias econó-micas y políticas. Cuando Isabel accedió al trono de Castilla,ya era tradicional, y en general se aceptaba sin oposición, queel monarca debía ser capaz de gobernar sin necesidad de con-sultar a las Cortes —excepto en el caso de la «sentencia arbi-tral» de la nobleza contra Enrique IV, en 1465—. No obs-tante, junto con esta libertad que ciertamente envidiarían losreyes ingleses de aquella época, existió la preocupación deque la monarquía debería funcionar sobre una sólida base le-

    gal. Esto explicaría la inmensa cantidad de disposiciones le-gislativas y administrativas que emanaron de la Cancilleríacastellana de Isabel y Fernando y han servido de base para la

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    4/52

    CONSTRUYENDO UN RÉGIMEN 53

    moderna investigación histórica sobre aquel período. Du-rante el reinado de Isabel se hicieron grandes esfuerzos, nosiempre con éxito, para reunir y clasificar estos documentos,

    y los de los tres siglos precedentes. La compilación más no-table referente a este período fue la de las Ordenanzas realesde Castilla, en la que el jurista y funcionario Alonso Díaz deMontalvo reunió el importante código legal de Alfonso X lla-mado las Siete Partidas, y las Ordenanzas de Alcalá de Al-fonso XI, la legislación de las Cortes y numerosos documentosadministrativos como pragmáticas y cédulas, cuyo contenidotenía tanta fuerza legal como si hubiera sido aprobados por las Cortes. Los miembros de las Cortes llevaban solicitando

    una compilación como ésta desde 1433 y por fin en 1480 seinició tras una nueva petición de las Cortes de Toledo. Publi-cadas inicialmente en 1485,  Las leyes de Montalvo aparecie-ron en nuevas ediciones en 1488, 1495, 1500 y 1513. Aun-que la colección fue en sus inicios un proyecto privado, elmotivo de la última petición de Toledo fue el hecho de que los monarcas ordenaran que todas las localidades de Castillacon más de 200 vecinos contaran con una copia para resol-ver sus pleitos legales. En 1503 se suplementó con una nuevacolección de las leyes promulgadas desde 1474, y su compila-dor fue un escribano del Real Consejo llamado Juan Ramí-rez. También su obra se publicó varias veces hasta bien en-trado el reinado de Felipe II, pero Isabel reconoció en el codicilode su testamento (noviembre de 1504) (véase capítulo 7) que los trabajos de Montalvo y Ramírez no eran del todo adecua-dos. Este problema había de cernirse sobre la monarquía es-pañola, con las diversas características que ésta tuvo, hasta el

    final del Antiguo Régimen, a principios del siglo   XIX.

     El gobierno central

    El centro histórico del gobierno de los reyes en Castilla,era la Casa Real y la corte que la rodeaba. Aunque, como en la imagen constitucional de los «dos cuerpos», en teoría se ha-cía distinción entre el servicio personal al soberano y el ser-

    vicio público a la Corona de Castilla, en la práctica inevita- blemente las dos funciones se solapaban. Los funcionarios de la Casa, especialmente los nobles, ejercían normalmente fun-

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    5/52

    54   ISABEL DE CASTILLA Y FERNANDO DE ARAGÓN

    1 M. A. Ladero Quesada (1999),  La España de los Reyes Católicos,Alianza Editorial, pág. 161.

    ciones de gobierno, por las que recibían del Real Tesoro pa-gas especiales en calidad de ayudas de costa y mantenimien-tos. También se adscribían a la Casa Real 200 servidores per-

    manentes (continuos), que realizaban una amplia serie defunciones confidenciales en nombre de sus señores. Por lo ge-neral procedían de entre las filas de graduados universitarios(letrados) o de la baja o media nobleza y el oficio de continuoera con frecuencia un primer escalón para acceder a un altopuesto de gobierno. Ladero los ha descrito como un grupo in-termedio, entre los criados personales del gobernante, al viejoestilo, y los modernos funcionarios del gobierno1. A finalesde la década de 1470, cuando Isabel y Fernando comenzaron

    a llevar firmemente las riendas de la Administración, los car-gos más antiguos de la Casa Real, aunque sus títulos eran hu-mildes y funcionales, como camarero o repostero, en realidaderan honoríficos y estaban ocupados por nobles. Los puestossecretariales solían estar cubiertos por clérigos de cierta edad.Todos estos puestos o cargos seguían recibiendo unos ingre-sos sustanciosos, de los que solían beneficiarse, por ser here-ditarios, las grandes casas nobles de Castilla. El Condestabley el Camarero Mayor era tradicionalmente un Velasco, el Al-mirante de Castilla un Enríquez, el Justicia Mayor un Zúñigay el Mayordomo Mayor, un Pacheco. El auténtico trabajo lorealizaban funcionarios de menor rango, de modo que porejemplo, mientras el Marqués de Villena fue Mayordomo Ma-yor, los dos mayordomos reales eran Enrique Enríquez yGonzalo Chacón. El Gran Canciller de Castilla, o Canciller  Mayor , era el Arzobispo de Toledo , ex officio, y los NotariosMayores de Castilla, de León, Toledo y Andalucía eran todos

    miembros de la más alta nobleza.Es importante señalar que mientras las monarquías con-temporáneas de Inglaterra y Francia habían establecido sedesde gobierno en Westminster y París, la corte castellana y sucontrapartida aragonesa permanecieron itinerantes en aquelperíodo. Fernando e Isabel recorrieron miles de kilómetrosdurante su reinado, tanto juntos como separados, y por lo ge-neral acompañados de una gran parte del aparato del go-

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    6/52

    CONSTRUYENDO UN RÉGIMEN 55

     bierno (véase capítulo 6). Se seguía pensando que un gober-nante debía estar cerca de su pueblo, con la posibilidad de in-tervenir directamente en los asuntos de incluso el más hu-

    milde de sus súbditos. Pero aunque Castilla no tenía unacapital oficial en aquel tiempo, algunas ciudades eran espe-cialmente reconocidas —Toledo como la capital de la ante-rior monarquía visigoda, Valladolid como sede de la  Audien-cia Real (Alto Tribunal) y frecuente residencia de los reyes—mientras los archivos y otros bienes de la monarquía se guar-daban en el Alcázar de Segovia, en el castillo de la Mota enMedina del Campo y también en Burgos. Debido a la natura- leza dispersa del gobierno real, la Corona gastaba sumas con-

    siderables en servicios postales, tanto en Aragón como enCastilla. Mientras la corte continuaba su laborioso camino através del país, los aposentadores reales se mantenían conti-nuamente ocupados.

    Según la tradición, el principal cuerpo asesor de los gober-nantes de Castilla era el Real Consejo. Éste, como los orga-nismos similares en otros países, tenía plenos poderes supe-ditado a los reyes, para resolver toda clase de enfrentamientospolíticos y legales y sus leyes escritas, que se publicaban enforma de disposiciones reales, eran redactadas por uno de losescribanos oficiales de la corte. El Consejo supervisaba a to-dos los funcionarios administrativos, como los representan-tes de la Corona o corregidores en las ciudades importantes(véase más adelante), y a los investigadores o pesquisidores,que vigilaban la conducta de estos altos cargos. También, bajo los reyes y sus «virreyes» se hallaba el Tribunal Superior delReino, que inevitablemente entraba en conflicto con el Alto

    Tribunal. Normalmente el Consejo escuchaba las apelaciones los viernes y, como ya se ha dicho, en los primeros años desus reinados el rey y la reina asistían de vez en cuando aaquellas sesiones. El Consejo, como organismo judicial, no te-nía jurisdicción sobre asuntos financieros o fiscales que eranresponsabilidad de los Contadores Mayores. El eslabón cru-cial entre los soberanos y el Consejo u otros organismos delgobierno central eran los Secretarios Reales. Como en otrasmonarquías de la época, especialmente las de Inglaterra y

    Francia, los Secretarios Reales eran los encargados de redac-tar los documentos que debían firmar los reyes. Para este findisponían del secreto, o sello de la corte, contrapartida del

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    7/52

    56   ISABEL DE CASTILLA Y FERNANDO DE ARAGÓN

    «gran» sello, que era responsabilidad de la Cancillería. En Cas-tilla, los funcionarios que constituían esos vínculos entre elrey y su Consejo, se conocían antes como refrendarios o rela-

    tores, pero Isabel y Fernando reafirmaron rápidamente su pa-pel como secretarios en unas ordenanzas publicadas en 1476.Estas leyes no mencionaban la importancia política de los se-cretarios, cuyo contacto constante con los monarcas les pro-porcionaban un conocimiento único de sus deseos, y también la oportunidad de hacerlos realidad influyendo en los funcio-narios estatales y en ocasiones incluso dándoles órdenes. Lossecretarios creaban sus propios «gabinetes» de asesores y co- laboradores, como en los casos de Fernán Alvárez de Toledo

     hasta 1474, y de Hernando de Zafra, cuando éste fue respon-sable de organizar la nueva administración de Granada des-pués de 1492. Estos y otros secretarios reales constituían elpersonal privado de los monarcas y su acceso a la sede del po-der inevitablemente superaba incluso la importancia del Con-sejo. El peligro para un secretario estaba en hacer mal uso desu poder e influencia, o en exagerarlo, en cuyo caso el hechode que su cargo no fuera oficial, podía volverse en contrasuya.

    Una característica de la Castilla de Isabel y Fernando era la supervivencia de cargos antiguos, junto a los que teníanfunción real en el gobierno. Este fenómeno ya se ha señaladoen el interior de la corte y de la Casa, pero se daba igualmente en los escalones más altos de la administración política, en los«reinos» conceptuales de la Corona de Castilla. A partir de1474 el más dinámico de esos cargos fue el de los co-gober-nantes (corregidores), de los que se hablará más adelante con

    mayor extensión, pero seguían sobreviviendo muchos cargospolíticos, a menos de nombre, procedentes de épocas anterio-res en la historia de Castilla, mientras otros se creaban paraque se ocuparan de circunstancias contemporáneas especia- les. Un ejemplo de esto último es el de los  gobernadores, queempezaron a surgir en los últimos años de Enrique IV e Isa- bel asignó temporalmente a Ciudad Rodrigo, cerca de la fron-tera portuguesa, en los tiempos del peligro que constituíapara ella Juana la Beltraneja. También asignó un gobernador

    al Marquesado de Villena, fuente de disidencia durante losprimeros años de su reinado. Para Galicia se nombraron go- bernadores más permanentes (Fernando de Acuña en 1480 y

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    8/52

    CONSTRUYENDO UN RÉGIMEN 57 

    Diego López de Haro en 1848), para poner fin a las mortífe-ras guerras internas de aquel reino. El Gobernador o Corre-gidor mayor, tenía también el mando de la Hermandad Ga-

     llega y creó en A Coruña un tribunal de apelaciones que mástarde había de convertirse en una  Audiencia para Galicia.En la frontera con el Emirato de Granada, los representantestradicionales de los reyes eran los adelantados mayores, quenormalmente pertenecían a la alta nobleza. En los tiemposde Fernando e Isabel, sólo el adelantado de Murcia retenía al-guna función práctica, aunque en la Andalucía occidental lafamilia Enríquez de Ribera seguía ostentando aquel título.Tras la conquista de Granada se creó un sistema completa-

    mente nuevo (véase capítulo 7). Los adelantamientos de Cas-tilla, León y Galicia se habían convertido también en cargostitulares para la aristocracia y, como en Murcia y Andalucía, las funciones judiciales del adelantado se habían transferidoa abogados profesionales, por ejemplo el Tribunal de los«Grados» en Sevilla. Estos cambios fueron típicos en unatransformación general.

    En el siglo   XV, y como en otras monarquías occidentalesde Europa, la Corona de Castilla comprobó que los burócra-tas con grados universitarios inferiores, o con al menos algu-nos conocimientos legales, los letrados, iban adquiriendo unfirme y creciente poder e influencia. Entre ellos había uncierto número de origen relativamente humilde, pero lo nor-mal era que procedieran de la baja o media nobleza. Se ha calcu- lado que durante los reinos de Isabel y Fernando, de entre untotal de 1499 administradores reales conocidos, menos del 12por 100 eran graduados universitarios con estudios realiza-

    dos en Salamanca. No obstante, en los casos de nombramien-tos judiciales y de puestos que requerían el ejercicio de la ley,el porcentaje ascendía a un 59,3 por 100. Entre los nombra-mientos militares o gubernamentales se reducía a un 5,2 por100, mientras en la Casa Real no había ningún graduado enDerecho. El puesto crucial de corregidor era por lo comúnejercido por caballeros o hidalgos, aunque alrededor de un 40por 100 eran licenciados en Derecho Civil. Parece que en elreinado de Isabel se nombró corregidores a menos letrados

    que en el reinado Juan II o Enrique IV. Sin embargo, debe se-ñalarse que un corregidor carente de estudios jurídicos es-taba obligado a incluir en su equipo de colaboradores a un al-

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    9/52

    58   ISABEL DE CASTILLA Y FERNANDO DE ARAGÓN

    2 Ibíd., pág. 171; M. Lunenfeld (1987), Keepers of the City. The corre-gidores of Isabella I of Castile (1474-1504), Cambridge University Press,págs. 158-159; J. Edwards (1982), Christian Cordoba. The city and its re- gions in the late Middle Ages, Cambridge University Press, pág. 33.

    calde mayor  que poseyera esa cualificación. En cualquiercaso, en las universidades no se impartía la enseñanza delDerecho castellano como contrapartida del Romano, de modo

    que los aspectos legales de la administración local tenían queaprenderse generalmente con la práctica2.

     Los Impuestos

    La riqueza del Real Tesoro era fundamental para la forta- leza de la «absolutista» monarquía castellana y desde el prin-cipio mismo de su reinado, Isabel, igual que su esposo, com-

    prendió a la perfección la importancia de restablecer losingresos de la Corona, que habían quedado gravemente redu-cidos bajo la administración de su hermanastro. En teoríaesto debía haber sido tarea bastante fácil, ya que en los dossiglos anteriores y en contraste con lo que ocurría en la Co-rona de Aragón, los gobernantes castellanos se habían otor-gado a sí mismos una libertad casi total para exigir impues-tos y rentas. Pero en la práctica y sobre todo en los reinadosde Juan II y Enrique IV, podían interponerse factores políti-cos para impedir esta posibilidad. Como en el caso de los or-ganismos estatales, Isabel y Fernando introdujeron pocas no-vedades en el sistema tributario, que se mantuvo en la formaque había alcanzado a principios del siglo   XV. Como en otrosestados de finales del medievo, los ingresos básicos y norma- les de la Corona, es decir, sus «regalías», procedían de tasas eimpuestos sobre el comercio, tanto dentro del reino como conotros países, y sobre el consumo. Los derechos de aduana se

    fijaban en un 10 por 100. Los que gravaban el comercio ma-rítimo eran conocidos en la costa norte como diezmos de lamar y en el sur como almojarifazgos, del árabe almojarife, ofuncionario que supervisaba ese comercio. El movimiento deganados, y sobre todo la anual migración norte-sur de ganado lanar, organizada por la asociación de ganaderos y pastores

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    10/52

    CONSTRUYENDO UN RÉGIMEN 59

    3 M. C. Gerbet (1999),  L’élevage dans le royaume de Castile sous les Rois Catholiques, 1454-1516, Casa de Velázquez.

    conocida por «La Mesta» estaba sometido a unos impuestos llamados servicio y montazgo, que se cobraban (y normal-mente se evadían) en puntos estratégicos de las cañadas es-

    tablecidas3

    . Los reyes castellanos tenían en común con otrosmonarcas europeos del período el derecho de regalía a gravar la producción de sal. A finales del siglo   XV, tras numerososesfuerzos de los monarcas y sus funcionarios para arrancar asus súbditos los tributos perdidos, el impuesto sobre las sali-nas significaba alrededor de un 3 por 100 del total de sus in-gresos fiscales; el almojarifazgo y los diezmos de la mar ren-dían de un 10 a un 12 por 100; y los de servicio y montazgomás o menos un 5 por 100. Pero el grueso de la tributación

    a la Corona, hasta un 80 por 100, procedía en aquel períodoy durante décadas posteriores, del tributo conocido como laalcabala. Fijada al arbitrio en el 10 por 100, se había hechogeneral en Castilla en la década de 1340 y se aplicaba prácti-camente a todos los productos. En los tiempos de Isabel lo re-caudaban subcontratistas de cada localidad, que actuaban ennombre de un «sindicato», que a su vez pujaba por el contratonacional en subastas que se celebraban anualmente en Valla-dolid. Este impuesto funcionaba de forma similar al modernoimpuesto europeo sobre el valor añadido (IVA). Por último, ade-más de estas tasas normales y fijas, los monarcas castellanostenían el privilegio de recibir con regularidad las tercias rea-les, es decir, dos novenas partes de los diezmos eclesiásticos.Este privilegio les fue concedido por sucesivos papas en re-conocimiento de sus esfuerzos en la guerra contra el islam. Elvalor de aquellas tercias aumentó de forma espectacular eneste período, pasando de 150.000.000 maravedíes en 1480,

    a 314.000.000 en 1504.Está claro que, aunque Isabel y Fernando raras veces to-maban iniciativas directas en cuestiones económicas, la posi- bilidad de llevar a cabo sus proyectos políticos y religiosos de-pendía, considerablemente, de la solidez de la economíacastellana y de su propia capacidad para aprovecharla. Comoen todos los demás aspectos de la vida en el reino, había gran-des diferencias entre las economías de las regiones, lo que de

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    11/52

    60   ISABEL DE CASTILLA Y FERNANDO DE ARAGÓN

    forma inevitable afectaba a su valor monetario para la Co-rona. Más de dos terceras partes de los ingresos de Isabel yFernando procedían de Castilla la Vieja y Castilla la Nueva,

    donde se encontraban los importantes centros comerciales deBurgos, Valladolid, Medina del Campo, Segovia y Toledo y de laAndalucía occidental, con Córdoba y Sevilla como sus dosgrandes centros de comercio. En general las regiones fronte-rizas con Portugal, Navarra, Aragón y Valencia eran menosproductivas en términos de ingresos reales. Los reyes presta- ban especial atención a fortalecer su autoridad sobre Galicia, lo que les compensó económica y políticamente los proble-mas que afrontaron con los señoríos vascos de Vizcaya y Gui-

    púzcoa. Pero las fuentes periódicas de ingresos no eran losúnicos recursos de la real pareja.

    Todos los soberanos medievales reclamaron el derecho acrear impuestos especiales («extraordinarios» en términos fis-cales) a sus súbditos, generalmente para cumplir los deberesprimordiales de los gobernantes en aquellos tiempos, es de-cir, la defensa del reino y, dentro de él, el mantenimiento de la ley y el orden. Tampoco a este respecto fueron una excep-ción Isabel y Fernando. Los tributos extraordinarios podíanconvertirse en extremadamente normales y de ello es un no-table ejemplo la alcabala. Pero, al menos en teoría, en Españacomo en todas partes, se requería de los monarcas que solici-taran el expreso consentimiento de sus súbditos antes de pro-clamar esa petición al pueblo, ya consistiera la demanda enfuerzas militares y materiales o en dinero. Éste fue el origende la tradición «parlamentaria» en muchos países. Por estesistema se podían recaudar numerosos impuestos directos e

    indirectos y en el caso de Castilla, las Cortes eran el vehículotradicional para este fin. Los impuestos directos se llamabanpechos y por lo general eran aprobados por las Cortes, comoayudas o servicios, supuestamente sustitutos del servicio mi- litar y normalmente sólo exigidos en tiempo de guerra. LasCortes de Madrigal, celebradas en 1476 durante la guerra con-tra La Beltraneja y los portugueses, votaron de esta maneraun  servicio, dividido como era costumbre, en pedidos y  mo-neda. Pero aquella petición fue la última que se produjo con

    esas características en 20 años. Quizá el aspecto constitucio-nal más notable del régimen de Isabel y Fernando en Casti- lla fue el detrimento del papel de las Cortes a favor de me-

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    12/52

    CONSTRUYENDO UN RÉGIMEN 61

    dios extraparlamentarios para la obtención de fondos. LasCortes Castellanas, como otros parlamentos del Bajo Me-dievo, estaban compuestas de tres «estados», que supuesta-

    mente eran las principales fuentes de poder en el reino. Con-sistían en el clero, que representaba el primer estado; lanobleza, que conformaba el segundo; y el tercero, que en eltiempo del acceso de Isabel al trono, tenía únicamente los re-presentantes (procuradores) de 16 ciudades (a las que se aña-dió Granada después de 1492), la mayoría de las cuales era la capital de los imaginarios «reinos» que configuraban la Co-rona de Castilla. En 1480, cuando se reunieron las Cortes deToledo, sólo los procuradores de las 16 ciudades, elegidos por

    sus pares, actuaron de forma parlamentaria, ya que el Cleroy la Nobleza fueron consultados individualmente, si es quese les consultó de alguna forma. En cualquier caso las CortesCastellanas actuaban con una debilidad fundamental que, in-cluso en sus mejores tiempos, no podía ejercer más que uncontrol muy superficial sobre el gobierno de los reyes. Ade-más de aprobar los fondos para la Corona, todas las asam- bleas representativas del Bajo Medievo tenían la obligaciónde presentar agravios a la consideración de sus gobernantes,pero lo crucial es saber si el gobernante debía responder a lasdemandas parlamentarias antes de obtener la concesión re-caudatoria o viceversa. En el caso de Castilla, la respuesta a las peticiones que eran presentadas de manera formularia por los procuradores, siempre seguían a la concesión de fondos yno había tradición de debates parlamentarios. Esto, junto a la autoconvicción de la mayoría de los cristianos habitantesde Castilla, de que la guerra contra los Emires nazaríes de

    Granada (véase capítulo 3) era justa y necesaria, hacía que a los reyes les resultara relativamente fácil olvidarse de las Cor-tes y obtener dinero por otros medios. El método elegido eraservirse de la capacidad recaudatoria de la Santa Hermandad,que durante la guerra contra la Princesa Juana y los portu-gueses, había pasado, de ser una policía local y rural, a con-vertirse en una red de ámbito nacional.

    Además de financiar sus propias actividades a lo largo de la guerra de Granada, las Juntas Nacionales de la Herman-

    dad votaron la entrega de cantidades muy significativas para los ejércitos. Con el respaldo que les daba la calificación de«cruzada» para la campaña, los monarcas también consiguie-

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    13/52

    62   ISABEL DE CASTILLA Y FERNANDO DE ARAGÓN

    ron obtener otros fondos eclesiásticos además de las tradicio-nales tercias reales. En varias ocasiones, sucesivos papas au-torizaron a «sus hijos de Castilla» a recaudar subsidios ex-

    traordinarios del clero castellano y esta práctica continuódespués de la caída de Granada en enero de 1492. Por añadi-dura, la Corona se adjudicaba lo que pagaban los cristianospor las indulgencias que concedía la Bula Papal de la Cru-zada, práctica que también se mantuvo hasta completarse laconquista de Granada (véase capítulo 4). Las comunidades judías, y paradójicamente, las mudéjares, también contribu-yeron al esfuerzo bélico, no sólo con sus periódicas ayudaseconómicas (servicios y medio servicios), sino también, al

    principio de la campaña, por medio de un impuesto personal(pecho), de dos castellanos de oro a todos los varones mayo-res de 16 años que poseyeran bienes propios (hacienda apar-tada). Otro importante añadido a los ingresos reales era la ad-ministración de las históricas Órdenes Militares de Santiago,Calatrava y Alcántara, fundadas en una época anterior a laReconquista, en la línea de los cruzados Templarios y Hospi-talarios en Tierra Santa. A finales del siglo   XV, esas Órdenes,que consistían en caballeros que habían pronunciado votosmonásticos, se habían hecho inmensamente ricas a pesar deque su papel en la lucha contra los musulmanes se había re-ducido notablemente. La pareja real aprovechó la oportuni-dad de que tuviera lugar una serie de elecciones para Maes-tres, para poner a Fernando al mando de las tres Órdenes,con lo que, en realidad, se las anexionaba la Corona. Desdeentonces, los ingresos de las tres mesas maestrales se distri- buyeron como encomiendas o en metálico, entre los aliados

    políticos. Nunca volvería a permitirse que los nobles disiden-tes tuvieran un cargo de poder en alguna de las tres Órdenes,como Isabel y Fernando habían comprobado a su costa, enaños anteriores, en el caso de los Pacheco.

    En los últimos años del reinado de Isabel, hasta el 70 por100 de los ingresos reales de Castilla procedían de fuentes«extraordinarias», mientras en reinos anteriores sólo habíanalcanzado un 30 por 100. El principal éxito económico del ré-gimen de Fernando e Isabel fue duplicar las rentas, desde

    poco más de un millón de ducados al año, a dos millones aprincipios del siglo   XVI. Pero el coste siempre creciente de susempresas les obligaba a recurrir cada vez más a empréstitos

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    14/52

    CONSTRUYENDO UN RÉGIMEN 63

    de instituciones e individuos. Al término de la guerra de Gra-nada en 1492, el Erario tuvo problemas para devolver ese di-nero y los resolvió mediante una forma primitiva de deuda

    nacional conocida como juros. Anteriormente este término serefería a la asignación de una parte de los ingresos reales aindividuos, generalmente nobles, que se concedían o bien concarácter vitalicio o a perpetuidad (de heredad). En los reina-dos de Juan II y Enrique IV esta práctica había dañado gran-demente las finanzas reales y una de las leyes aprobadas en las Cortes de Toledo de 1480 intentó, con un cierto éxito, re-ducir aquellas concesiones. Lo que ocurrió después de la dé-cada de los años 90 del siglo XV fue un poco distinto. Los ju-

    ros seguían teniendo la forma documental de concesiones yfavores (mercedes) de la Corona a personas individuales, peroen realidad eran préstamos de éstas a la Corona. Como antes,cada juro se asignaba a un impuesto especial, a menudo enuna localidad concreta, por ejemplo a la alcabala sobre el co-mercio de la piel en Córdoba, que se usaba para pagar los in-tereses del préstamo. Como ordenaba la ley de 1480, los mo-narcas no se inclinaban por los juros hereditarios o vitaliciosy preferían emitir unos bonos gubernamentales efectivos de-nominados juros al quitar. El Real Tesoro podía redimirlos encualquier momento, pagando alrededor de un 10 por 100 so- bre previas concesiones y un interés menor, de alrededor deun 7,4 por 100 sobre las nuevas. Con estos modestos princi-pios se originó el elaborado sistema de financiación deficita-ria utilizado más adelante por los Habsburgo.

    Parece claro que, según iban aumentando los ambiciososplanes de Fernando e Isabel, la carga fiscal sobre sus súbdi-

    tos aumentaba también. Se dice que la costumbre de los ver-sos satíricos en castellano, que había sido una característicade reinados anteriores, se había extinguido, pero existe unaexcepción. Tras la costosa guerra de casi diez años con la ve-cina Granada, aparecieron unos versos en Jerez de la Fron-tera, ciudad andaluza que había sacrificado mucho en el con-flicto, criticando duramente el régimen fiscal de la Corona.

    Abrid, abrid los oídos

    escuchad, escuchad, pastorespues no escucháis los clamoresque os elevan las ovejas.

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    15/52

    64   ISABEL DE CASTILLA Y FERNANDO DE ARAGÓN

    4 M. Á. Ladero (1999), pág. 177.5  J. Edwards (1995), «The morality of Taxation: the burden of war

    in Córdoba and Jerez de la Frontera, 1480-1515»,  Meridies. Revista de Historia Medieval, vol. 2, págs. 109-120.

    Su voz se eleva hasta el cieloy se quejan sin consuelode que tanto las esquilméis.

    Ya no hay lana que las cubrani las proteja del frío.Decís que todo lo hacéispor el bien de vuestra greyque eso quiere vuestra ley,que el pasto será abundante.Que a la renta de la lanaun buen uso se le ha dadoy en allanar se ha empleado.(Alusión a los caminos que se abrieron en los

    montes durante la guerra de Granada.)¿Para qué queréis las tierrassi habéis matado al ganado?4

    En Jerez, ciudad que en años anteriores, cuando estabamás cerca de la frontera, se veía sometida a periódicos ata-ques musulmanes y por tanto no tenía motivo para sentirafecto por los nazaríes, existía una cierta tradición de deba-tir el aspecto moral de los impuestos. Por ejemplo, en 1438,

    sus jurados (véase más adelante) habían protestado sin éxitopor la injusticia que suponía la imposición de tasas reales ymunicipales a su ciudad y exigido que los niveles de contri- bución fueran proporcionales a la capacidad de pagar. El ca- bildo hubo de volver al tema cuando en 1508-1509 se en-contró en una apurada situación (véase capítulo 7). De lamisma manera, en Córdoba, una ciudad más importante,que había de ser la base principal del ejército en la guerrade Granada (véase capítulo 3) hubo protestas por la injustadistribución de las exigencias fiscales, sobre todo porquedespués de 1492 se seguían produciendo repetidas levas mi- litares y económicas5. Aunque en respuesta no se hizo nadaeficaz, los círculos oficiales tanto del gobierno central comode las regiones no podían poner por excusa que ignorabanaquel descontento.

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    16/52

    CONSTRUYENDO UN RÉGIMEN 65

    Pero a pesar de todo, en aquel período la Corona se veíaobligada a continuar su implacable búsqueda de dinero portodos los medios posibles. A partir de 1480 los agentes del

    Real Tesoro junto con los contadores, se las arreglaron parasacar a la población la considerable suma de 35 millones demaravedíes en juros, «situados» en rentas para la Corona.Pero al final de aquel proceso, el 30 ó 35 por 100 del total de los ingresos reales seguía siendo dilapidado de la mismaforma. Existía el riesgo, siempre creciente, de que las ambi-ciones de los monarcas sobrepasaran sus recursos económi-cos, pero, aún así, en aquel período se dieron importantes pa-sos para organizar el Erario de una forma más eficaz y los

    Habsburgo los imitaron en la época de la grandeza imperialespañola. Había dos importantes contadurías mayores, una deellas encargada de hacer y recibir pagos y la otra de llevar lascuentas de la Corona. Los Contadores Mayores, por ejemploGonzález Chacón y Gutierre de Cárdenas, se contaban entre los más íntimos confidentes de Isabel y su importancia se re-flejaba en sus sueldos. Mientras los Secretarios Reales perci- bían un salario (quitación) de 60.000 maravedíes anuales(aparte de Fernando de Zafra que percibía 100.000 y de Fer-nán Álvarez de Toledo con 200.000), y los miembros del RealConsejo cobraban 100.000, el sueldo de los Contadores Ma-yores era de entre 400 y 500.000. La Contaduría Mayor deHacienda estaba subdividida en departamentos que maneja- ban las entradas —rentas y pagos extraordinarios— y las sa- lidas, mientras la Contaduría Mayor de Cuentas llevaba unregistro de todos aquellos a quienes se confiaban los fondosde la Corona. Uno de los más prominentes Contadores Ma-

    yores fue Alfonso de Quintanilla, que anteriormente habíaservido al malogrado Príncipe Alfonso.Los   Contadores Mayores eran responsables de organizar

     las subastas anuales de los contratos para recaudar las rentasde la Corona y se empleaba a un personal de recaudadores ytesoreros para cobrar las de los arrendadores. Ya se ha dichoque el impuesto más lucrativo era la alcabala y después de1495 se creó un nuevo sistema para su recaudación. Cono-cido como el encabezamiento, consistió en un contrato global

    entre la Tesorería y las autoridades locales, por ejemplo losConsejos de las ciudades, mediante el cual, éstos tendrían quesuministrar una única cantidad anual que cubriera, en su to-

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    17/52

    66   ISABEL DE CASTILLA Y FERNANDO DE ARAGÓN

    6  J. Edwards (1982), págs. 74-77.

    talidad, esta compleja renta en la zona bajo su control. Ad-viértase que los subcontratistas locales para la alcabala nopretendían, en ningún caso, cobrar el impuesto por cada

    transacción de los comerciantes, sino que negociaban conellos unos pagos periódicos de beneficios estimados. Tanto anivel nacional como local, había que hacer unos cálculosarriesgados del total de la compraventa y el valor futuro deldinero6. En general, la situación económica de la Corona deCastilla mejoró con vigor desde 1476 en adelante y está claroque, sobre todo Isabel, se tomaba un interés personal tantoen maximizar los ingresos como en asegurarse de que se ob-tenían legítimamente. En 1503, cuando se aproximaba el fin

    de su vida, inició una investigación sobre el derecho legal de la Corona a sus diversos ingresos y esta preocupación se su- brayó en su testamento y en el codicilo del siguiente año (véa-se capítulo 7) Si exigía de sus súbditos que fueran incorrup-tibles, esperaba estar, también ella, a la misma altura. Ambaspartes fallaron con frecuencia a este respecto.

    Gastos militares

    Inevitablemente gran parte de los ingresos reales se gastóen la acción militar, primero en defensa del trono de la reina,después en la guerra para eliminar el dominio islámico de Es-paña y por último en una serie de campañas, dentro y fuerade la península, que extendieron la influencia española. En los primeros tiempos del reinado de Isabel se seguían emplean-do los métodos medievales tradicionales para defender el

    reino. En 1474-1475, la Corona de Castilla conservaba a sumando directo 70 fortalezas, cuyo mantenimiento costaba en-tre tres y cinco millones de maravedíes al año. Y en 1492, tras la conquista de Granada, a esas 70 fortalezas se sumaronunas 90 más, triplicando los costes militares. En los últimosaños de la década de los años 70 del siglo XV, el ejército deCastilla era diminuto comparado con el de Francia. Parte de élconsistía en 1.000 soldados de a pie, y un número similar de ca- ballería ligera (jinetes), cuyo mantenimiento (acostamiento)

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    18/52

    CONSTRUYENDO UN RÉGIMEN 67

    se realizaba con fondos de la Corona. Estas fuerzas se distri- buían entre diversas ciudades del reino que se hallaban bajo jurisdicción real y no señorial. Adjuntas a las personas mis-

    mas de los monarcas, se contaban las Capitanías de la Guar-dia Real, consistentes en 1.200 jinetes, a los que se añadie-ron otros 1.400 miembros de la caballería ligera, organizadostambién en capitanías que pagaba la Santa Hermandad.Cuando empezó la guerra de Granada, estas tropas, como es lógico, hubieron de ser masivamente reforzadas y en las pri-meras campañas contra los nazaríes se envió por última vezen España, un ejército medieval tradicional al campo de ba-talla. Signo de los tiempos que se avecinaban fue el desplie-

    gue, pagado por los reyes, de una artillería que al final de laguerra contaba con unas 200 piezas. Además, la Corona deCastilla solicitó que se sumaran a estas fuerzas, la caballeríay la infantería de las ciudades reales, la nobleza señorial y susfuerzas, las tropas de las Órdenes Militares, caballeros y no- bles que participaban en la lucha a su propia costa, como eratradicional, y las tropas que reclutaba la Santa Hermandad.Tampoco podemos olvidar que la guerra de Granada fue unacruzada y por tanto atraía fuerzas extranjeras que buscabanel bien espiritual, además de la experiencia militar, aunquesu número nunca fue muy alto. Con el proseguir de la gue-rra, los ejércitos castellanos fueron perdiendo gradualmenteel carácter de huestes feudales, para especializarse y profesio-nalizarse. Se mejoraron las estructuras del mando —aunquealgunos nobles, que habían sido jefes tradicionales, como porejemplo el Marqués de Cádiz, seguían teniendo un papel pro-minente—, y las tropas se organizaron por batallones, capi-

    tanías y unidades especializadas en el uso de nuevas armas,como pequeños cañones, escopetas y espingardas, así comocontingentes navales. Todos estos progresos, aparte de sus buenos resultados militares (véase capítulo 3), sirvieron parareforzar la autoridad de la monarquía.

    Este proceso de mejoras continuó con la misma fuerzadespués de 1492, ya que los monarcas no estaban dispuestosa permitir que Castilla se desarmara. Al contrario, en julio de1492 recordaron a los habitantes de las ciudades reales, con

     bienes superiores a 50.000 maravedíes, su obligación histó-rica de mantener y tener dispuestos en todo momento paraservir a la Corona, el caballo y las armas de un caballero.

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    19/52

    68   ISABEL DE CASTILLA Y FERNANDO DE ARAGÓN

    Desde 1495 la reanudación de la guerra con Francia (véasecapítulo 5) dio lugar a una mayor demanda de fuerzas mili-tares, por lo que se promulgaron nuevas levas, las más impor-

    tantes en septiembre de 1495 y febrero de 1496. La orden de1495 especificaba que, aparte de los «caballeros» ricos yamencionados, los varones con ingresos medios habían de cos-tearse un arco y flechas, o un arma de fuego corta, mientras los pobres debían procurarse solamente una lanza. La ordende febrero de 1496 establecía la creación de un ejército terri-torial que organizaría la Santa Hermandad. Uno de cada 12varones castellanos de entre 25 y 40 años debía equiparsecomo soldado de infantería a costa de los otros 11, y estar dis-

    puesto a ser llamado a filas en cualquier momento a cambiode la exención del pago de impuestos directos. Se esperabaque de esta forma se armasen 85.000 hombres, pero el pro-yecto se vino abajo por dificultades logísticas, de modo quenunca se conocieron sus posibles ramificaciones políticas.

     Jurisdicción

    Isabel y Fernando heredaron en Castilla una poderosaaristocracia militar que, legal o ilegalmente, controlaba la ma-yor parte del país, era políticamente ambiciosa y durante mu-cho tiempo siguió causándoles considerables problemas,como le había ocurrido a Enrique IV. Y sin embargo, en prin-cipio, esto no tuvo por qué suceder ya que la Corona siemprese había reservado la jurisdicción de las mayores villas y ciu-dades, cada una de las cuales regía sus tierras y pueblos bajo

     jurisdicción real (realengos), lo cual podía constituir una im-portante fuerza política y económica. En esto, como en otrosaspectos, el rey y la reina eran tradicionales, pero, como enel caso de los impuestos y de los ingresos, su idea era estable-cer un equilibrio político y jurisdiccional entre la Corona y la nobleza a favor de la primera. Así pues, aunque la con-quista de Granada había de demostrar que en ocasiones se se-guía concediendo tierras y jurisdicciones a miembros de laalta nobleza (véase capítulo 3), el objetivo primordial era el

    fortalecimiento de los realengos. Los agentes principales eneste proceso fueron los consejos municipales (concejos) de lasciudades en realengo, pero también éstos resultaron política-

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    20/52

    CONSTRUYENDO UN RÉGIMEN 69

    mente problemáticos desde el punto de vista de la Corona. Sesuponía por tradición (no siempre con acierto) que estos con-cejos consistían en todos los habitantes varones de la ciudad,

    que se reunían en concejo abierto, para considerar los asuntosde la comunidad. Pero desde mediados del siglo   XIV, las gran-des ciudades eran gobernadas, en nombre de la Corona, porconcejos de regidores que el monarca nombraba a título vita- licio. En las mayores, como Toledo, Sevilla y Córdoba, había24 regidores, llamados también venticuatros, mientras en laspequeñas eran 12. Las ciudades reales tenían asimismo gru-pos de jurados locales que eran tradicionalmente elegidos por los ciudadanos, pero también podían ser nombrados por la

    Corona.Hacia 1474, y en relación con estos funcionarios, a quie-

    nes la Corona había investido con un amplio abanico de po-deres militares, políticos y económicos habían surgido dosgraves problemas. Ambos surgieron por el atractivo mismoque tenían aquellos poderes. El más importante de los dosconflictos fue el surgimiento de una tendencia, crecientedesde el principio, a que el sistema fuera hereditario, sobretodo en el caso de los regidores. Y el segundo, la intervencióna gran escala de los grandes magnates de cada localidad en los asuntos de las ciudades reales. La oportunidad de que laocupación de altos puestos urbanos pasara de padres a hijos,nació de la manipulación del sistema de nombramientos quese distribuían en la corte. Mientras seguía en activo y en po-sesión de todas sus facultades, un regidor podía legar su cargoa cualquier individuo designado por él, acto que se conocíapor «renunciación». Como alternativa, un titular podía solici-

    tar de la Corona que, en caso de su incapacidad o muerte, ra-tificara la nominación, hecha por él, de su propio sucesor enel cargo. Entre las aristocracias señoriales y regionales, porejemplo las de Castilla la Nueva, Extremadura y Andalucíaoriental, era frecuente que la Corona nombrara en las ciuda-des de realengo a nobles individuales para sus altos cargos,como los de  Alcalde Mayor y  Alguacil Mayor , facilitando así  la formación de agrupaciones entre los miembros del Con-cejo, que los nuevos nominados podían dirigir y controlar

    desde sus domicilios en la misma ciudad o desde sus propie-dades señoriales en el campo. Estos dos fenómenos se habíangeneralizado durante los reinados de Juan II y Enrique IV.

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    21/52

    70   ISABEL DE CASTILLA Y FERNANDO DE ARAGÓN

    7 M. Á. Ladero (1999), págs. 207-218; J. Edwards (1982), págs. 34-43; J. R. L. Highfield (1965), «The Catholic Kings and the titled nobility of Castile», en J. Hale, R. Highfield y Smalley (eds.),  Europe in the Middle Ages, Faber & Faber, págs. 358-385.

    Isabel los afrontó en las Cortes de Toledo de 1479-1480. Enaquel período, por el entusiasmo que inspiraba el sistema de«renunciaciones» y «suposiciones», algunos concejos se ha-

     bían inflado con excesivos cargos (oficios acrecentados), reba-sando los 12 o los 24 originales. En Córdoba, por ejemplo ha- bía más de 100 regidores en los tiempos de las Cortes deToledo. En las actas de este parlamento, la Corona anunciósu intención de recuperar el control del sistema de nombra-mientos, ordenando que los oficios acrecentados se fueran ex-tinguiendo, de forma gradual, a la dimisión o muerte de sustitulares. El éxito fue importante, pero estuvo muy lejos deser completo y a la muerte de Isabel, Córdoba seguía teniendo

    más de 35 venticuatros en sus puestos7.

    LA CORONA DE ARAGÓN

    Todos los reinos cristianos de la Iberia de finales de laBaja Edad Media se basaban en parecidas estructuras socia- les y gubernamentales, pero entre ellos se daban importantesdiferencias en el aspecto político. La herencia de Fernandoalbergaba en su interior divisiones mucho más explícitas que las que encontró Isabel en Castilla en términos de fronteras,poderes e instituciones, y para decirlo con toda claridad, lasideas que prevalecían en aragoneses y catalanes no preconi-zaban la esperanza o el deseo de nada que se pareciese a unamonarquía centralista y mucho menos, absolutista. Por elcontrario, los súbditos, y no sólo los políticamente activos (de los que en proporción parece que había más en Castilla que

    en Aragón), consideraban que sus monarcas estaban contra-tados (bajo un pacto) para que realizaran un buen gobierno acambio de su leal servicio. Esta era la teoría que sustentaban las monarquías en muchos otros países medievales de Eu-ropa, pero en Aragón y Cataluña la retórica constitucional es-taba especialmente desarrollada y era efectiva, lo que no era

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    22/52

    CONSTRUYENDO UN RÉGIMEN 71

    acostumbrado. Además, las antiguas diferencias culturales y lingüísticas que se daban entre los diversos territorios queformaban la Corona de Aragón, acentuaban sus divisiones

    constitucionales. Otro aspecto de la tradición constitucionalaragonesa era la exclusión legal de las mujeres en el trono, yesto fue inevitablemente puesto en cuestión, por el matrimo-nio de Fernando II con la reina «propietaria» de Castilla.

    Como sus predecesores, Fernando tuvo que jurar en lasCortes mantener los fueros del reino, pero mientras los mo-narcas castellanos lo habían hecho tradicionalmente una solavez (e Isabel no convocó las Cortes hasta 1476, siendo así quese había apoderado del trono en diciembre de 1474), él tuvo

    que hacerlo tres veces, en las Corts, o Cortes de Cataluña,Aragón y Valencia. Las leyes que juró mantener eran comple-tamente distintas en cada caso. Era inevitable que el rey es-tuviera casi siempre ausente en cada uno de sus reinos y portradición, los reyes habían nombrado un gobernador generalpara cada territorio. Pero en el reinado de Fernando, los fun-cionarios más relevantes ostentaban el título de TenientesGenerales. Muchas veces estos puestos estaban cubiertos por herederos al trono que suscitaban cierta controversia. Lamisma Isabel actuó con esa capacidad en Aragón, Cataluña yValencia en 1488. Durante casi todo el reinado de Fernando, la Tenencia General de Aragón estuvo ocupada por su hijoilegítimo Alfonso de Aragón, que había sido nombrado Ar-zobispo de Zaragoza cuando era un adolescente. El TenienteGeneral de Valencia era a veces llamado virrey, con la oposi-ción popular, y tenía poderes para convocar las Cortes enaquella ciudad. También había virreyes en Sicilia y Cerdeña.

    Para toda la Corona de Aragón había una sola Cancillería.Presidía ésta, como Canciller honorario, un alto dignatario de la Iglesia, pero realizaban el trabajo los vicecancilleres y ungrupo de regentes, uno para cada reino o principado, asisti-dos por protonotarios, con sus ayudantes y escribanos. Comoen otros Estados europeos de aquel período, el Consejo RealAragonés retenía función judicial. En 1493, cuando pudoapartar su atención de los asuntos granadinos y fijarla en losaragoneses, Fernando reorganizó la administración central de

     la justicia. Creó dos altos tribunales (audiencias reales) paraAragón y Cataluña, constando el primero de cinco Doctoresen Derecho y el segundo de ocho (de 12 desde 1512). Los re-

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    23/52

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    24/52

    CONSTRUYENDO UN RÉGIMEN 73

    En lo que se refiere a los impuestos reales, naturalmente la mayor parte de los ingresos pasaban al tesorero general,que entonces y desde 1481 era el judeo-converso Gabriel Sán-

    chez. En la Casa Real de Aragón, el personal de Sánchez in-cluía a un llamado escribano de ración, siendo quien ocupóeste cargo entre 1478 y 1498, Luís Santángel, que desempeñóun importante papel político y económico y no sólo en Ara-gón. En este departamento existía también un primer conta- ble (mestre racional) para cada reino de los dominios de Fer-nando. Que unas Cortes distintas retuvieran el control fiscalsobre cada uno de los reinos, significaba que en Aragón noexistiera un equivalente de los impuestos generales castella-

    nos, como el de la alcabala. El rey no podía recaudar fondosni reclutar tropas sin recurrir a cada asamblea individual, y lo que era peor para el gobierno central, cualquier dinero enteoría disponible, llegaba a él muy fragmentado y restringidopor complicadas y fieramente defendidas prohibiciones desus fueros. Como más adelante habían de descubrir los Habs- burgo, pocas veces valía la pena solicitar ese dinero. Otro pro- blema para la monarquía, era que en la segunda mitad del si-glo   XV el patrimonio real de Aragón había sufrido másdepredación que su equivalente castellano. Es obvio que Fer-nando intentó imitar el sistema de su esposa en la Corona deAragón, pero las condiciones eran contrarias a ello, sobretodo en el mismo Aragón y en Cataluña. En 1479, cuando ac-cedió al trono, evidentemente era imposible que un rey ara-gonés viviera de sus propios recursos y Fernando lo habríapasado muy mal de no tener acceso a los fondos de Castilla.De todas formas, de vez en cuando pudo obtener ingresos de

    fuentes exteriores. Como en Castilla, la Iglesia podía ayu-darle. Anteriores papas habían concedido a la Corona de Ara-gón un décimo de las rentas de los bienes eclesiásticos en di-cho reino, además de entregar al Real Tesoro el dineroobtenido por la predicación de la bula de la «Cruzada». Prác-ticamente toda la contribución de los súbditos de la Coronade Aragón a la guerra de Granada llegaba por una de estasdos vías.

    Constitucionalmente, todo impuesto directo había de ser

    concedido por las Cortes afectadas, después de que el rey hu- biera atendido las peticiones de los territorios. En el siglo   XIV, los parlamentarios habían accedido a hacer grandes concesio-

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    25/52

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    26/52

    CONSTRUYENDO UN RÉGIMEN 75

    cos burgueses), cuatro juristas, dos notarios, cuatro represen-tantes de cada una de los 12 municipios de la ciudad y dos,representantes de cada gremio. En cambio en Zaragoza, la ca-

    pital aragonesa, el Consejo no albergaba representantes de losgremios y tras la reforma de 1414, el Capitoll y el Conselloconsistieron en los llamados jurados de los grupos de caballe-ros y mercaderes, 24 consellers elegidos por los municipios,y sólo siete representantes de los demás ciudadanos. El poderejecutivo quedaba en manos de un pequeño grupo elegidoanualmente por las asambleas más importantes: cinco en Bar-celona, seis en Valencia y entre cinco y 12 en Zaragoza. EnValencia, un reducido «Consejo Secreto» cumplía funciones

    similares. Los funcionarios de menor categoría se nombrabantodos los años en los consejos oligárquicos y en teoría nin-gún funcionario podía ejercer el mismo cargo dos años segui-dos, aunque esta regla no siempre se cumplía.

    A pesar de todo, aunque legalmente Fernando no podíaadoptar en Aragón las técnicas utilizadas en la Corona deCastilla para controlar las municipalidades, intentó con algúnéxito (y no siempre con violencia, como en Teruel), manipu- lar en provecho propio las enrevesadas constituciones de lasCortes aragonesas y catalanas, incluidas Valencia y Mallorca.Le gustaba el sistema prevalente de elección por sorteo (sort i sache en catalán), porque se podía controlar bastante bienseleccionando previamente la lista de candidatos y escarmentarasí a las diferentes facciones o asegurarse de que los titularesdel cargo tenían un historial impecable. El rey intervenía sipodía demostrar que un Consejo urbano había cometidoabuso de poder o denostado de alguna forma una prerroga-

    tiva real. De esta forma, él o sus representantes pudieron ac-tuar en Zaragoza en 1471 y 1485, ordenando en cada caso laejecución de un ciudadano prominente y logrando el someti-miento oficial de la ciudad, que duró hasta 1506. Incluso des-pués de aquello, Fernando siguió vetando todos los nombresque entraban en sorteo para la nominación a un cargo muni-cipal. En Barcelona utilizó la corrupción del patriciado, la Biga, como pretexto para intervenir en el gobierno munici-pal, pero sus «reformas» seguían favoreciendo a los ciudada-

    nos más «seguros» y más prósperos. En consecuencia, el nú-mero de ciudadanos honrats en el Consejo de Ciento aumentóde 32 a 48, formando un bloque con un poder abrumador.

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    27/52

    76   ISABEL DE CASTILLA Y FERNANDO DE ARAGÓN

    8  J. N. Hillgarth (1978), The Spanish Kingdoms, 1250-1516, vol. 2,Castilian hegemony, Clarendon Press, págs. 517-540; M. A. Ladero(1999), págs. 61-77, 187-199; E. Berenguer (1999),  Fernando el Católico.Un monarca decisivo en las encrucijadas de su época, Ediciones Península,págs. 128-140, 158-175.

    En 1498 se fijó por fin el sistema de sorteo y se permitió que16 caballeros ingresaran en el Consejo reservándose paraellos un puesto de conseller. Así fue cómo las elites militares

    y mercantiles de Barcelona comenzaron a fusionarse abierta-mente y acabaron por llevar a la ciudad el concepto de unconsejo de nobles, como los que ya prevalecían en muchasgrandes ciudades de Castilla, en las que la nobleza (hidal- guía) llegó a ser necesaria para ocupar un cargo de importan-cia. En cualquier caso, en Valencia, la tradición intervencio-nista del rey estaba más establecida y allí no se introduciríael sistema por sorteo hasta el siglo   XVII.

    En conjunto, el poder de la nobleza fue lo que jugó el pa-

    pel principal cuando se frustraron los planes reformistas deFernando en el propio reino de Aragón. Como se había he-cho en Castilla, el concepto de  Hermandad se intentó resuci-tar en 1487 por iniciativa de la ciudad pirenaica de Huesca.Pero su primer intento de detener a un «barón ladrón» fra-casó por la solidaridad aristocrática. Y el problema del ordenpúblico tardó en resolverse. También se siguieron produ-ciendo ocasionales revueltas de los trabajadores rurales, peronunca fueron tan fuertes como las guerras catalanas de la re-mença. Al final de su reinado, Fernando no había conseguidoasegurarse la colaboración de la nobleza aragonesa, ni dentroni fuera de las Cortes. Tuvo más éxito en lograr la paz socialy la recuperación económica (redreç) de Cataluña, donde,después de las Cortes de Barcelona de 1481, cooperó conacierto con los catalanes, sobre todo en la «Sentencia arbitral»de Guadalupe en Abril de 14868. En algunas ocasiones, almenos, Isabel y su marido lograron crear una cierta paz y no

    un conflicto.

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    28/52

    CAPÍTULO 3

    LA GUERRA CONTRA EL ISLAM

    La guerra de Isabel y Fernando por la toma del reino mu-sulmán de Granada, que en su día había de concluir la «Recon-quista» cristiana de la Península Ibérica en 1492, comenzó deuna forma sorprendentemente oscura. Es muy probable que afinales de 1481, el castillo fronterizo de Zahara cayó en manosmusulmanas al mando del Emir Abu-Hasan Ali, y el rey y lareina recibieron la noticia en Valencia a principios del si-guiente año. El cronista converso Hernando del Pulgar culpóde ello al gobernador, Gonzalo de Saavedra, por permitir que

    una noche oscura los granadinos escalaran las murallas y se llevaran prisionera a la población1. Tales incidentes fronteri-zos habían sido frecuentes en años anteriores, pero esta vez larespuesta fue desacostumbrada por su fuerza y rapidez. El 1 defebrero de 1482, el rey y la reina llegaron a Medina del Campo,evidentemente pensando en la guerra, pero la primera reacciónmilitar procedió de los nobles andaluces con el Marqués de Cá-diz, Rodrigo Ponce de León, a la cabeza2. Éste, junto con el go- bernador de Sevilla, Diego de Merlo, antes siquiera de recibirinstrucciones de los reyes, habían partido en secreto para to-mar represalias, con un ataque por sorpresa contra la Alhamamusulmana. Por lo general se piensa que éste fue el inicio de laserie de campañas conocidas como guerra de Granada3. El Emi-

    1 H. del Pulgar (1943), Crónica de los Reyes Católicos, J. de M. Ca-rriazo (ed.), Espasa Calpe, pág. 3ª.

    2 T. de Azcona (1993), Isabel la Católica. Estudio crítico de su vida ysu reinado, Biblioteca de Autores Cristianos, págs. 635-637.

    3 M. A. Ladero Quesada (2002),  Las guerras de Granada en elsiglo XV, Ariel, págs. 134-135.

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    29/52

    78   ISABEL DE CASTILLA Y FERNANDO DE ARAGÓN

    4 Ibíd., págs. 12-14; L. P. Harvey (1990),  Islamic Spain, 1250-1500,University of Chicago Press, págs. 37-40.

    rato nazarí de Granada databa de mediados del siglo   XIII,cuando la mayor parte de Andalucía occidental, incluidas lasgrandes ciudades de Córdoba y Sevilla, cayeron en poder de los

    cristianos. En 1246, Fernando III de Castilla pactó con Mo- hammed Ibn Nasr el vasallaje de éste a Castilla y una treguade 20 años. Parece probable que Fernando no quisiera que elEstado musulmán fuera un fenómeno permanente, y aunque la política extranjera de Mohammed y sus sucesores fuera máso menos independiente, nunca hubo una paz estable o conti-nua entre Castilla y Granada4.

    Era inevitable que en una frontera que se mantuvo razo-nablemente tranquila entre 1250 y 1482 —a pesar de la cap-

    tura castellana, en aquel período, de una franja de territorioque se extendía desde Tarifa en el Oeste, hasta Requena en elEste— se estableciera una compleja relación entre cristianosy musulmanes. Aparte de ser el foco de una guerra periódica, yde numerosos tratados y treguas, la frontera, que con fre-cuencia era abierta e invisible, era vía de tráfico para perso-nas y mercancías. En este aspecto era más importante el marque las rutas terrestres. Hasta los primeros años del reinadode Fernando e Isabel, las treguas incluían el pago de los Emi-res a la Corona de Castilla de un tributo monetario de vasa- llaje llamado paria, pero los problemas internos y la guerracon Portugal dificultaron su exigencia. Este vasallaje era cla-ramente esencial para la supervivencia del Emirato, pero no hay duda de que los Emires nazaríes eran conscientes de que,convertirse en vasallos de los reyes cristianos iba contra to-dos los princípios de la ley islámica (sharia). Y lo que es más,según las condiciones de una serie de 12 treguas firmadas en-

    tre 1406 y 1481, el Emir tenía obligación de asistir a la Cortede Castilla cuando se le ordenara y para pagar las parias notenía más remedio que gravar a sus súbditos en un grado ma-yor que el permitido por la sharia. López de Coca señala que,cuando se formalizaban esas treguas, a los dirigentes musul-manes les salía más barato entregar dinero, que entregar cau-tivos. Pero las condiciones para la entrega de dinero o cauti-vos no estaban incluidas en las treguas o tratados oficiales y

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    30/52

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    31/52

    80   ISABEL DE CASTILLA Y FERNANDO DE ARAGÓN

    5 Ibíd., págs. 80-81.

    Esto no bastó a Isabel, cuyo vocabulario no incluía la palabra«fracaso», y, como tras la derrota de los nobles castellanos enToro ante los portugueses, siete años antes (véase capítulo 1),

     hizo sufrir a su marido la fusta de su lengua. Sin duda parademostrar su firmeza, y a la vez, para recuperarse del naci-miento de su tercera hija, la reina permaneció en el castilloreal de Córdoba hasta finales de octubre de 1482 trazandoplanes militares y económicos para el año siguiente El papaSixto IV echó entonces una mano a la causa cristiana, conuna nueva concesión del diezmo y el impuesto de la cruzada,para la guerra contra los musulmanes de Granada.

    Tras su estancia en Córdoba, Isabel hizo un largo reco-

    rrido por el norte de Castilla y el País Vasco y aquel viaje fijóel plan que la pareja había de seguir durante el resto de laguerra, alternando las campañas con viajes, cuyo fin era ase-gurar y mantener el control de otras zonas de sus reinos y losde su esposo. En diciembre de 1482, antes de que Isabel re-gresara del norte, Fernando estaba en Córdoba preparando lasiguiente campaña. Mientras tanto, la junta de la Santa Her-mandad, reunida en Pinto, había votado la concesión de fon-dos para la recluta de 6.000 soldados de a pie (peones) y 16.000 bestias de carga. Pero una vez más los planes del rey acaba-ron en desastre en la Axarquía, una región de montaña y va- lles al norte del puerto de Málaga. Para marzo de 1483, lastropas estacionadas en Andalucía estaban listas para el com- bate y uno de sus mandos, Alonso de Cárdenas, Maestre de la Orden Militar de Santiago, propuso la captura de aquellazona, que aparte de ser un importante objetivo militar, tam- bién era importante como objetivo económico por sus almen-

    dros y su industria de la seda. En el bando musulmán, la pér-dida de Alhama había sido una herida para el prestigio delEmir Abu’l-Hasan, a quien una famosa balada castellana des-cribía recitando la poesía ¡Ay, mi Alhama!, desgarrado por eldolor5. En aquella época, un clan granadino, el de los Aben-cerrajes, aprovechó su debilidad, liberando por la fuerza a su hijo —conocido en la historia como Boabdil—, de su encar-celamiento en la Alhambra y proclamándole Emir con elnombre de Mohammed XII. Boabdil y sus partidarios se hi-

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    32/52

    LA GUERRA CONTRA EL ISLAM 81

    cieron con el poder en la capital, mientras su padre y su tio,Mohammed al Zagal, marcharon a Málaga. Al parecer Abu’l-Hasan había estado dispuesto a entregar en Zahara a todos

     los prisioneros cristianos retenidos en Granada, junto con30.000 doblas castellanas para Fernando e Isabel, si devolvíanAlhama, pero las divergencias políticas pusieron fin a todos los intentos de conciliación, cuando las fuerzas rivales inten-taron obtener el poder mediante la victoria sobre los cristia-nos. Así pues, en marzo de 1483 había aumentado el gradode violencia en la frontera y las principales fuerzas en ambos lados anhelaban el combate. Por si acaso, el Maestre de San-tiago y el Marqués de Cádiz se introdujeron en la Axarquía

    con 3.000 soldados de caballería y 1.000 de infantería, peroAbu’l-Hasan les tendió una emboscada con un número mu-cho más reducido de tropas, en la que causaron 800 muertose hicieron 1.000 prisioneros. Según relatos contemporáneos,entonces brotó el desánimo entre los cristianos ya que aqueldesastre se añadía al fracaso del año anterior en Loja. Unosdias después sufrieron una nueva decepción en el frenteoriental, cuando el gobernador del puerto de Almería, Yahyaal-Nayyar, estando a punto de entregarlo a las tropas murcia-nas, se declaró a favor de Boabdil, marchó a las montañas al-pujarreñas, y juró seguir luchando.

    Era el momento de que Boabdil, a sus 19 años, demostrarasu capacidad militar y, animado por la victoria de su padre ysu tío en las proximidades de Málaga, penetró con 700 jine-tes y al menos 9.000 peones en territorio cristiano al sur deCórdoba. Pero le llegó el desastre cuando el 21 de abril se viorodeado por un ejército mucho menor al mando de dos de los

    magnates locales, el Conde de Cabra y su familiar, el denomi-nado Alcaide de los Donceles. La mayoría de los jinetes grana-dinos, incluido uno de los mejores, Ali Atar, resultaron muer-tos, y lo que fue peor aún, Boabdil cayó prisionero. Una vezmás la iniciativa andaluza había triunfado sin intervenciónde los reyes, pero Fernando aprovechó enseguida la oportu-nidad que le brindaba la inesperada captura de Boabdil.Firmó un tratado con el joven Emir y le dejó en libertad, con la esperanza de aislar a los partidarios de Abu’l-Hasan y Al

    Zagal, y dedicar todo el esfuerzo de la guerra a derrotarlos,manteniéndose en Alhama. Pero antes de poner este plan enacción, Fernando regresó a la guerra como mando único. En

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    33/52

    82   ISABEL DE CASTILLA Y FERNANDO DE ARAGÓN

     junio realizó una violenta incursión a la Vega de Granada,capturó la torre de Tájara, a medio camino entre Loja y Al- hama y volvió a aprovisionar a esta última. Por fin, en julio,

    firmó el ansiado tratado con Boabdil, quien, como conse-cuencia se convirtió en vasallo de Isabel y Fernando, ofrecióuna tregua de dos años y, accedió a pagar anualmente pariasde 12.000 doblas de oro, servir a la Corona de Castilla con700 lanceros de caballería, participar en la guerra contra supropio padre, liberar inmediatamente a 400 cristianos cauti-vos y a 60 más cada subsiguiente año. Además entregó comorehenes a su hijo, a su hermano mayor y a los hijos de dieznobles granadinos. Firmando este acuerdo, Fernando seguía

    el método tradicional de la diplomacia castellano-granadina,pero en este caso, aunque la mayoría de la población y partede la aristocracia estaba a favor de la paz, los jefes religiososde Granada (alfaquíes) se pronunciaron rápidamente conuna proclama (fatwa) declarando que Abu’l-Hasan, el jefe de los partidarios de la guerra, junto con Al Zagar eran los legí-timos gobernantes. Y Boabdil huyó a Guadix.

    Durante el verano y el otoño de 1483 continuaron las es-caramuzas y las razias, encabezadas por el Marqués de Cádiz,y no por el rey. Los principales incidentes fueron una victo-ria sobre la caballería de Granada, entre Utrera y Lopera y lasatisfactoria recuperación de Zahara. En aquel momento losmonarcas se encontraban en Vitoria, en el País Vasco, y pa-rece que Fernando, cuyas ideas seguían siendo tradicionales,pensó que ya era hora de descansar sobre sus laureles. Debióconsiderar la captura de Alhama, el tratado con Boabdil y latransformación de este último en vasallo de Castilla, como el

    equivalente al éxito de su abuelo Fernando de Aragón con lacaptura de Antequera en 1410, y expresión suficiente de suinterés personal en la empresa granadina. Además estabacada vez más empeñado en la recuperación de los condadoscatalanes del Rosellón y la Cerdaña. Luis XI, que había pro-metido devolver estas posesiones históricas a la Corona deAragón, había muerto recientemente y Fernando convocó a las Cortes aragonesas en Tarazona, entre otras cosas para queautorizaran la reactivación de sus reinvicaciones. Pero en

    aquel momento, la tensión latente entre la reina castellana ysu esposo aragonés salió a la superfície. Como «reina propie-taria» de Castilla, Isabel insistió, con su acostumbrado tono

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    34/52

    LA GUERRA CONTRA EL ISLAM 83

    autoritario, en que todos los recursos de la pareja se destina-ran a terminar, lo antes posible, con la guerra de Granada. Nipor primera ni por última vez, Fernando cedió —aunque las

    Cortes de Tarazona seguían convocadas para febrero-marzode 1484— y regresó a Córdoba listo para entrar en la refriega.Antes, pero en esta ocasión por orden de los reyes, el Mar-qués de Cádiz y el Maestre de Santiago penetraron de nuevoen la Axarquía malagueña. Su conquista se produjo a finalesde abril y primeros de mayo de 1484 y al parecer su objetivofue vengar la derrota sufrida el año anterior. Se dice que elapoyo naval que recibieron entonces se llevó a efecto por pri-mera vez en la guerra, y ello dio lugar a que se cuestionara la

    estrategia y las tácticas que hasta entonces se habían emplea-do para poner fin a la independencia del estado nazarí.

    Seguramente, cuando se inició la guerra de Granada,como en tantos conflictos anteriores y posteriores, nadiepensó que se tardaría casi diez años en poner de rodillas alEmirato musulmán, ni que los sistemas de combate tradicio-nales iban a resultar inadecuados. Las operaciones consistíansobre todo en razias constituidas por jinetes y, cuando se re-querían más fuerzas, se reclutaban tropas feudales en las ciu-dades de señoríos y del realengo. Aunque gran parte del te-rritorio enemigo era costero, hay pocos indicios de que en losprimeros años del conflicto, el rey o los mandos andaluces ca-yeran en la cuenta de la ventaja que supondría combinar lasfuerzas marítimas y terrestres. Pero hubo una excepción aesta regla. Cuando comenzó la guerra, el conocido soldado yescritor converso, Diego de Valera, llevaba una vida retiradaen el Puerto de Santa María, en la costa atlántica andaluza,

    tras ceder su alcaidía a su hijo, que respondía por el nombrefrancés de Charles. Durante su carrera al servicio de los re-yes, Diego había participado en el debate sobre la naturalezade la monarquía y la nobleza, que tanta energía política e in-telectual absorbió en Castilla durante los reinados de Enrique IVy Juan II. El 10 de febrero, el viejo soldado y cortesano escri- bió una carta a Fernando. Se había enterado de la caída deZahara en manos musulmanas y aunque El Puerto no estabacontiguo a la frontera, consta que había pensado mucho en

     los métodos que se podían seguir para terminar con la inde-pendencia del estado nazarí, y con ello, restaurar la monar-quía cristiana en todas «las Españas». Este había sido su ideal

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    35/52

    84   ISABEL DE CASTILLA Y FERNANDO DE ARAGÓN

    6  Epístolas de Valera citadas por J. Edwards (1985), «War and peacein   XVI Century Castile; Diego de Valera and the Granada war», en H.Mayr-Harting y R. I. Moore (eds.), Studies in Medieval History presentedto R. H. C. Davis, Hambledon Press, págs. 283-295.

    durante muchos años y dio por sentado que su rey (la cartano iba dirigida a Isabel) compartía su entusiasmo por la con-clusión de la reconquista. Probablemente éste no era el caso

    en aquellos días, pero Valera diseñó un plan minucioso y ex- haustivo, que anunciaba gran parte de cuanto efectivamente había de ocurrir en los diez años siguientes, incluido el blo-queo económico y operaciones militares combinadas por mary por tierra, con la captura de Málaga como principal obje-tivo: «Tomada Málaga, Granada es vuestra». No parece queen aquel momento Fernando tuviera planes tan ambiciosos yValera le escribió de nuevo el 10 de abril, ampliando el con-tenido de su carta anterior y haciendo referencias a preceden-

    tes históricos. Argumentaba que las incursiones tradiciona- les no derrotarían a los nazaríes y señalaba que los éxitosanteriores de la reconquista, sobre todo en los reinados deFernando III, Alfonso IX y Alfonso XI, se lograron con ope-raciones combinadas de fuerzas terrestres y navales. Era cru-cial que el objetivo no fueran las razias, sino la conquista.

    La primera respuesta positiva que recibió de los reyes alu-día a la guerra naval. Parece que a petición de ambos, el viejosoldado y marino les envio una nota adicional exponiendométodos para organizar la flota que debía patrullar el estre-cho de Gibraltar y la costa del Emirato. Diego especificaba elnúmero y los tipos de naves a utilizarse, la tripulación nece-saria, la estructura del mando y los índices de remuneraciónpara el personal6. Es posible que durante 1484, Diego de Va- lera pensara que sus escritos habían sido arrumbados a un lado. Pero, aunque las razias en grandes proporciones eranimbatibles en el campo, los reyes no podían pasar por alto su

    insistencia en la conquista, y en última instancia, no lo hicie-ron. En el verano de aquel año, debió resultar evidente paramuchos, que el sistema operativo tradicional, consistente enincursiones periódicas y ataques a los castillos fronterizos, no llevarían a los nazaríes a la rendición. Las razias eran extre-madamente destructivas, pero los granadinos podían emplear

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    36/52

    LA GUERRA CONTRA EL ISLAM 85

     los períodos de tregua para reconstruir sus recursos, y en ra-ras ocasiones habían perdido un castillo importante y muchomenos una gran ciudad. Evitando grandes batallas, habían lo-

    grado conservar sus fuerzas prácticamente intactas. Los his-toriadores han señalado que en los círculos reales se era cadavez más consciente de que después de dos años de campañassin notable éxito, la guerra contra el islam no era un entrete-nimiento para aristócratas aburridos, sino una cuestión vital,sobre todo cuando el peligro turco se hacía cada vez más vi-sible en el Mediterráneo central y oriental. Había nacido laidea de utilizar musulmanes españoles, como posibles «quintacolumnistas».

    Sin embargo, no hubo ningún cambio de táctica inme-diato. En junio y primeros de julio de 1484, Fernando enca- bezó una nueva campaña en la que aprovisionó Alhama unavez más, capturó Alora y realizó una nueva incursión en laVega de Granada. En Alora los cristianos repitieron su acos-tumbrada táctica de izar la bandera de la Cruz (al fin y al cabo la guerra era una Cruzada), proclamando la soberanía caste- llana y consagrando como iglesia la mezquita principal. Des-pués de aquello, Fernando y sus huestes regresaron a Córdoba,pasaron allí los días más calurosos del verano y permitierona sus tropas andaluzas que atendieran a sus cosechas. Du-rante su estancia en Córdoba llegó una embajada de Boabdilreafirmando su vasallaje y por fin se prestó seria atención alconsejo de utilizar fuerzas navales que les daba De Valera.Como éste había predicho, en Granada se estaban introdu-ciendo por mar, a gran escala, tropas y provisiones desde elnorte de Africa, por lo cual se ordenó un incremento del nú-

    mero de unidades que componían la flota castellana. Otra se-ñal de que se preparaba una nueva etapa en la guerra fue ladecisión que el rey y la reina tomaron aquella temporada depermanecer en Andalucía durante el invierno de 1484-1485.Después de esto hubo algunos enfrentamientos militares hasta que la campaña de 1984 llegó a su fin. En septiembrese cercó y capturó Setenil, un pequeño pueblo fortificado de200 habitantes, a diez kilómetros de la ciudad montañosa deRonda y de gran importancia estratégica. Aquí, como antes

    en Alora se hizo gran uso de la artillería para abrir brecha enunas murallas que de otra forma hubiera sido muy fácil de-fender. La combinación de un cañoneo pesado con la oferta

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    37/52

    86   ISABEL DE CASTILLA Y FERNANDO DE ARAGÓN

    de unas condiciones generosas para la rendición había de re-sultar igual de eficaz en el futuro. La caída de Alora y Sene-til fue muy dura para los defensores de Ronda, que ahora que-

    daba casi aislada de los restos del Emirato en el Este. Haciafinales de septiembre de 1484, las fuerzas de Fernando hicie-ron varias incursiones al territorio de Ronda, antes de enviara su artillería a Écija para que descansara allí durante un in-vierno que la corte pasaría en el palacio real de Sevilla, pla-neando la victoria final sobre los nazaríes.

    En 1485 comenzaron a verse drásticos cambios en la rea-nudación de la guerra. La prioridad no era ya una serie de ra-zias en Málaga y Granada, ni de escaramuzas fronterizas, ni

    el aprovisionamiento de Alhama, sino un ataque frontal con-tra los centros militares y económicos más importantes delEmirato, con objeto, como aconsejaba Diego de Valera, de lo-grar la conquista completa. Con la acumulación de más y másrecursos en hombres y suministros, procedentes de toda Es-paña, la diplomacia fue quedando relegada a un segundoplano, ya que los acontecimientos políticos en el bando mu-sulmán así lo exigían. A principios de 1485, los hombres deAl Zagal lograron expulsar a Boabdil, no sólo de su base enAlmería, sino de todo el Emirato, forzándole a huir a Casti- lla por la frontera. Para entonces Al Zagal era de hecho el go- bernante de Granada, en representación de su hermano, peroen junio de 1485, los militantes granadinos proclamaron vi-sir al tío de Boabdil y poco después murió Abu’l-Hasan. En-tre esa fecha y 1487, los castellanos diseñaron una estrategiaen tres direcciones: en primer lugar apoderarse de Ronda ysu serranía, que entonces era el punto central de la guerra

    fronteriza; a continuación, capturar Málaga y sus tierras in-teriores, que constituían el corazón económico del Estado na-zarí; y por último, lograr el control de la Vega de Granadacuya caída dejaría a la capital aislada y desprovista.

    Estos tres objetivos no fueron necesariamente realizadospor orden. A mediados de abril de 1485 se habían reunidotropas en Córdoba y Antequera para la campaña de la tem-porada y a finales del mes se habían ocupado Benamaquiz,Coín y Cártama junto con otras localidades próximas a Má-

     laga. Pero Al Zagal, a quien habían advertido de ello, tuvotiempo para reforzar las defensas del puerto y Fernando de-cidió retirarse de nuevo a Antequera. Influyeron en esta deci-

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    38/52

    LA GUERRA CONTRA EL ISLAM 87 

    sión unas secretas ofertas de rendición que había recibido enRonda el Marqués de Cádiz. La retirada se realizó lo suficien-temente a escondidas para que Al Zagal mantuviera sus prin-

    cipales tropas en Málaga e incluso pudiera planear un con-traataque a Loja. El caso es que Fernando se dirigió a todavelocidad hacia Ronda y el 8 de mayo de 1485 inició su ase-dio. El día 17 cañoneó por primera vez el arrabal de extra-muros que se rindió al día siguiente. El 20 se cortó el agua a la ciudad y ésta se rindió a los dos días sin más resistencia,y en condiciones relativamente razonables. Todas las demáspequeñas localidades se entregaron al mismo tiempo, acep-tando la autoridad de Isabel y Fernando, y el puerto de Mar-

     bella las imitó el 15 de junio. Por primera vez, una gran partedel territoio del Emir, con su población musulmana, había caí-do en manos cristianas. Cuando los monarcas se reunieronen Córdoba, estudiaron a fondo la situación. Como en 1484,se dispuso una campaña de otoño, cuyo objetivo era Moclín,con su castillo, que controlaba la ruta desde Alcalá la Real, hasta Granada. Pero esta vez, las fuerzas del Conde de Cabrafueron derrotadas por Al Zagal, que causó unos 1.000 muer-tos entre las tropas castellanas. Después de aquello, Fernandose resignó a que su siguiente objetivo fuera menos ambiciosoy se contentó con capturar dos castillos próximos a Jaén, losde Cambil y Alhabar, que cayeron tras un masivo ataque concañones y gran entusiasmo de los habitantes cristianos, que llevaban largo tiempo soportando las actividades de sus guar-niciones musulmanas. Mientras tanto, en el frente diplomá-tico las cosas habían mejorado para Castilla. En septiembrede 1485, Boabdil regresó a la zona oriental del Emirato con

    apoyo castellano según los términos del tratado de 1483 y allí comenzó a extender su influencia, con la ventaja de que nu-merosos granadinos seguían sin reconocer a su tío, Al Zagalcomo Emir. En marzo de 1486, hasta el Albaicín, en la mismaGranada, se rebeló contra éste y los combates en las calles de la capital continuaron durante dos meses, hasta que las dosfacciones comprendieron que sus verdaderos enemigos eran los castellanos y declararon una tregua. Según el acuerdo re-sultante, Boabdil reconoció a Al Zagal como Emir y a cambio

    se le restituyó la autoridad sobre su antiguo territorio en elinterior, incluidas Guadix, Baza, Vélez Blanco, Vélez Rubioy Vera. También se le confió la misión de defender Loja, lo

  • 8/15/2019 Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 2-3)02

    39/52

    88   ISABEL DE CASTILLA Y FERNANDO DE ARAGÓN

    que a los ojos de Isabel y Fernando fue el colmo de la provo-cación. Consideraron este acuerdo una traición que invali-daba su tratado de 1483 con Boabdil.

    Ya se había planeado que en 1486 Castilla atacaría Lojay la Vega de Granada. Una vez más las fuerzas se reunieronen Córdoba en abril de aquel año, mientras la artillería seentrenaba en Écija. La campaña se inició a mediados demayo, cuando Fernando sabía ya, con gran disgusto, que Bo-abdil se hallaba en Loja para defenderla contra él. Por depronto sus hombres cortaron la ruta de Loja a Granada paraimpedir la llegada de refuerzos y a continuación rodearon laciudad de trincheras y fortificaciones como defensas contra

    el cerco. El 22 de mayo se atacaron los suburbios y se caño-neó la ciudad, hechos que se repitieron los días 26 y 28. Aldía siguiente Loja se entregó y Boabdil cayó prisionero, aun-que se concedió la libertad a sus habitantes. De esta formase abrió el camino hacia Granada y durante el mes de juniode 1486, al no llegar refuerzos a tiempo desde la capital mu-sulmana, los castillos defensores de Íllora, Moclín, Colomeray Montefrío cayeron ante el ataque de la artillería y en elcaso de Moclín, ante una explosión de pólvora en su mismointerior. Varios cronistas contemporáneos afirmaron que ano ser por los grandes cañones, la conquista de aquellospuestos hubiese requerido largos cercos y la muerte por hambre de sus defensores. El celo justiciero de Isabel y Fer-nando parecía crecer día por día. Casi todos los habitantesde aquellos pequeños pueblos huyeron a Granada, aumen-tando el problema de su cada vez más acosada población yFernando e Isabel situaron fuer