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Economía Maoísta y el Camino Revolucionario al Comunismo: El Manual de Shanghai sobre Economía Política Socialista por Raymond Lotta

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Economía Maoísta y el Camino Revolucionario

al Comunismo: 

El Manual de Shanghai sobre Economía Política Socialista

por Raymond Lotta

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Índice

Prólogo Introducción:La última gran batalla de Mao Tsetung (1973-1976) • El Asunto Lin Piao• X Congreso del Partido• "Crítica a Lin Piao y Confucio"• IV Asamblea Popular Nacional• "Tres Hierbas Venenosas"• Crítica a A la Orilla del Agua• Más "Viento Desviacionista de Derecha"• Crítica a Teng• El Golpe

 

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INTRODUCCIÓN: LA ECONOMÍA MAOÍSTAY EL FUTURO DEL SOCIALISMO

 

por Raymond Lotta

La Economía Maoísta y el Camino Revolucionario al Comunismo: El Manual de Shanghai sobre la Economía Política Socialista debería interesar a todo el que vea el actual orden social como cruel e injusto y que haya soñado con la posibilidad de algo fundamental y radicalmente diferente. Este libro nos habla de un socialismo liberador. Habla de una economía política liberadora. Habla de maoísmo.

¿Se puede organizar la sociedad sobre una base distinta a la de la explotación, la competencia y la ganancia privada? ¿Son acaso la alienación, la fragmentación social y la dominación burocrática consecuencias inevitables del desarrollo económico y tecnológico? Lo que logró y demostró la China revolucionaria entre 1949 y 1976 desafía supuestos profundamente arraigados acerca de lo que la humanidad es capaz de hacer. Este libro se escribió en 1975 y refleja la experiencia más avanzada de economía socialista que el mundo haya visto.

La revolución socialista china comenzó en 1949 con la toma del poder en todo el país por parte de los obreros y campesinos dirigidos por el Partido Comunista de China. La revolución pasó por varias etapas importantes caracterizadas por cambios en el sistema de propiedad, por la creación de nuevas formas institucionales y de economía socialista y por levantamientos y campañas políticas de masas. La revolución socialista de China fue derrotada y llegó a su fin en 1976 cuando un golpe militar derrocó el poder de la clase obrera. En tiempo histórico, 27 años son escasamente un destello en la pantalla del radar, pero en términos de lo logrado entre 1949 y 1976, estamos hablando de algo que marca completamente una época. Una cuarta parte de la humanidad había luchado heroicamente para forjar un camino al futuro y se había embarcado en un viaje de transformación política, económica y social sin paralelos. Este libro forma parte del imperecedero legado de ese esfuerzo. Actualmente, este libro está prohibido en China.

¿Una economía liberadora? En vano se buscará que la economía

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burguesa se preocupe y menos aún solucione grandes problemas sociales como la pobreza, la desigualdad o el deterioro ambiental. Su ámbito es mucho más estrecho y apologético. Comprende los discursos sobre cómo el mecanismo de los precios conduce a una asignación eficiente de los recursos -eficiencia cuyo fin y destinatario nunca son cuestionados-; los modelos idealizados de toma de decisiones y "competencia perfecta" en una economía de mercado, que ocultan la estructura real (desigual) del poder político y económico y disimulan los antagonismos del mundo real (capitalista contra obrero, capitalista contra capitalista, rival imperialista contra rival imperialista); comprende también el mito del "equilibrio general", cuando el capitalismo es, en la práctica, un sistema propenso a la crisis que no puede asegurar el pleno empleo de los recursos y la mano de obra; y los artificiosos tratamientos matemáticos de problemas tales como el comercio internacional que de ninguna manera pueden acomodar el hambre mundial dentro de sus ecuaciones.

Confrontados con la profunda brecha entre el mundo representado en su teoría abstracta y la aplastante realidad, los economistas burgueses explican que cosas como la discriminación racial o la contaminación industrial son "imperfecciones" o "externalidades negativas" de una economía de mercado -es decir, aberraciones desafortunadas pero marginales en el funcionamiento de un sistema que se corrige a sí mismo. Y no hay de qué preocuparse pues finalmente el mercado desplegará su magia. Retomando la famosa metáfora de Adam Smith sobre la "mano invisible", la idea central del capitalismo es que los individuos, persiguiendo sus propios fines egoístas y actuando como agentes autónomos, harán su aporte a lo que es racionalmente mejor para todos.

El que la economía pueda tener algo que ver con superar la división de la sociedad entre los que tienen y los que no, y con crear las condiciones para el desarrollo integral de seres humanos asociados libremente sería descartado por sus practicantes burgueses como un absurdo. Y están en lo cierto... desde el punto de vista de las leyes económicas capitalistas. La economía burguesa como la sociedad burguesa, es sensible solamente a lo que puede comprarse y venderse, a la ganancia y a la pérdida. En realidad, el capitalismo es un sistema en el que abordar y satisfacer las necesidades humanas es sólo el subproducto de la búsqueda de ganancia. Es la lógica de la maximización de la ganancia basada en la explotación y la opresión. Y esa lógica moldea y subordina todo bajo su dominio: desde el

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paisaje físico hasta el proceso de trabajo y las relaciones entre hombres y mujeres.

La concepción, la teoría económica y la experiencia de construir una nueva sociedad sintetizada en La Economía Maoísta y el Camino Revolucionario al Comunismo (referido en lo que sigue como El Manual de Shanghai) apuntan en una dirección radicalmente diferente. Una revolución socialista crea un nuevo tipo de economía. Los medios de producción no son ya más propiedad privada de una minoría de la sociedad sino que se ponen bajo el control colectivo de la sociedad. Los recursos económicos ya no se emplean para maximizar la ganancia sino que se utilizan para satisfacer las necesidades e intereses fundamentales de las masas populares. La producción social ya no se lleva a cabo sin un plan previo ni un propósito social, sino que se determina de acuerdo a propósitos adoptados conscientemente y se coordina como un todo. Los mecanismos y motivaciones del capitalismo se sustituyen por algo nuevo: la planificación social, la cooperación social, y la participación consciente de las masas en todos los aspectos del desarrollo social y económico. El potencial para una actividad humana variada y multifacética que las fuerzas de la producción social han puesto al alcance puede, por fin, comenzar a ser realidad.

Todo esto significa que la miseria, la deshumanización y la desigualdad, que hacen parte de la vida cotidiana bajo el capitalismo, no tienen que existir. La inmensa brecha entre ricos y pobres, el flagelo del desempleo, la opresión y degradación de la mujer, la subyugación y la discriminación contra naciones y nacionalidades enteras, los problemas de salud, vivienda, y deterioro urbano, etc., éstas y otras llagas de la sociedad de clases pueden ser abordadas y superadas. La desesperada lucha competitiva de todos contra todos por sobrevivir y abrirse paso deja de ser necesaria. La creatividad, la energía y la firmeza de propósito de los "don nadie" del fondo de la sociedad, podrán desencadenarse a una escala amplia y transformadora. Los problemas podrán superarse mediante soluciones colectivas; las necesidades y la dirección de la sociedad pueden ser debatidos por millones de personas. Y a través de este proceso de lucha y debate, la gente puede cambiar en formas que bajo el orden actual son inimaginables. El socialismo hace posible todo esto.

Vivimos en un mundo en el que las actividades vitales de la mayoría trabajadora están sujetas al control de una minoría cuyos intereses se

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oponen a los de aquélla. Vivimos un mundo en el que la vida de la gente está dominada por ciegas fuerzas económicas: el cambio espontáneo del precio de las acciones o de las mercancías puede, literalmente de la noche a la mañana, alterar las vidas de millones de personas en todo el mundo. Pero con la creación de un sistema de producción dirigido y organizado socialmente, la humanidad traspasa un umbral histórico. La estructura y el funcionamiento de la sociedad dejarán de estar envueltos en el misterio y podrán llegar a ser conocidos por todos los individuos que la conforman. Las masas populares ya no enfrentarán el sistema económico y la sociedad en su conjunto como algo externo, ajeno y dominante sino, más bien, serán algo que éstas podrán asir, transformar y dominar cada vez más conscientemente en función de sus propios intereses. Esto es, básicamente, de lo que trata este libro.

El maoísmo recalca que el desarrollo económico por sí mismo no es suficiente, ni es la esencia del socialismo. El crecimiento debe servir y estar guiado por objetivos sociales y políticos más amplios -fundamentalmente, el propósito del proletariado y el pueblo trabajador de dominar todos los aspectos de la sociedad y, en últimas, eliminar las clases a escala mundial. El cambio económico y la creación de la riqueza social deben ir acompañados por cambios en todas las esferas de la sociedad, incluyendo sobre todo cambios en la concepción y el pensamiento de la gente. El maoísmo subraya también que las personas y no las "cosas" son lo decisivo. Es la acción consciente del pueblo trabajador, y no el capital o el nivel de tecnología como tales, la variable decisiva del desarrollo económico y social. El pueblo trabajador debe dominar la tecnología, y no al contrario. Y el maoísmo subraya que el proyecto socialista depende de su fortalecimiento constante: la revolución debe continuar y la lucha de clases debe librarse permanentemente a fin de transformar la sociedad y el mundo. Sí, éste es un enfoque radicalmente diferente de la economía y del desarrollo de la sociedad en su conjunto.

Cuando se publicó El Manual de Shanghai en 1975, China experimentaba aún la extraordinaria lucha y agitación de la Gran Revolución Cultural Proletaria. En Shanghai y en muchas otras ciudades, las fábricas experimentaban nuevas formas de participación de los obreros en la administración. Los campesinos discutían las formas en que los valores autoritarios y patriarcales de Confucio aún influenciaban sus vidas. Los científicos compartían su conocimiento con la rica experiencia práctica de los obreros realizando investigaciones con ellos. Los administradores eran frecuentemente

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recriminados por perder el contacto con el pueblo. ¡Los ingenieros se convertían en obreros, los profesores en estudiantes, los funcionarios políticos en recolectores de basura y viceversa! Fue ésta una sociedad que se alineó conscientemente en contra del capitalismo, consideración en lo que tanto amigos como enemigos difícilmente están en desacuerdo.

Ningún aspecto del desarrollo y la organización económicas se daba por sentado. Ya sea una supuesta trayectoria inevitable de "modernización" y urbanización (la China revolucionaria dio pasos audaces para romper con los patrones tradicionales de Occidente y los más recientes del Tercer Mundo, de crecimiento urbano e industrial caótico y desequilibrado, y para integrar la industria con la agricultura y la ciudad con el campo); o la tecnología (los maoístas recalcaban que el diseño, las aplicaciones y la relación de la gente con la tecnología no sólo están determinadas por el desarrollo de las fuerzas productivas, sino también por las relaciones sociales de un sistema económico); o la misma noción de lo que constituye la eficiencia y optimización económicas (concebidas en términos económicos y sociales más amplios que los de un marco estrecho de costo-beneficio). Fue éste un socialismo que se atrevió a desafiar no sólo los bárbaros cálculos de la ganancia a toda costa y los alienantes métodos de organización del capitalismo, sino también toda su mentalidad de "primero yo". La consigna "servir al pueblo" no sólo era una frase pintada en las paredes de fábricas, escuelas, hospitales y tiendas de distribución; era, ante todo, un punto de referencia ideológico frente al cual decenas de millones se juzgaban a sí mismos y a los demás. Fue esta una revolución que promovió la iniciativa, la creatividad y el atreverse... pero en beneficio de la colectividad y no de sí mismo.

La China de hoy, duro es decirlo, es una sociedad completamente diferente. Después de la muerte de Mao Tsetung en 1976, las fuerzas derechistas dirigidas por Deng Xiaoping llevaron a cabo un golpe militar[i]. Con esto comenzaba el desmantelamiento sistemático del socialismo, la restauración del capitalismo y una nueva subordinación de China al imperialismo.

Quizás lo que mejor ilustra tal viraje es la consigna promovida por el nuevo liderato a comienzos de los años ochenta: "enriquecerse es grandioso". Y sí que lo ha sido... para unos pocos. Shanghai ha abierto ya una bolsa de valores, la especulación en el mercado de bienes raíces urbanos es ahora una actividad económica legal; y se

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han diseñado las zonas económicas especiales para servir a las corporaciones multinacionales. Los dirigentes de la China actual han convertido el país en un complejo ensamblador de salarios baratos y en una base de producción para el capital nacional y extranjero -a comienzos de 1992, se creaban diariamente, en promedio, 45 nuevas empresas con financiación extranjera. A los trabajadores se les insta a trabajar duramente y a no meterse en política. En el campo, bajo el estandarte de la reforma, las comunas fueron disueltas y los bienes colectivos rurales usurpados por quienes estaban mejor ubicados. La polarización social resultante ha obligado a millones de campesinos marginados a emigrar hacia las áreas urbanas. Las desigualdades sociales y económicas entre la favorecida franja costera (donde tiene lugar gran parte del crecimiento) y las vastas regiones interiores del país (donde el estancamiento y la pobreza son la norma) se están ampliando rápidamente.

La economía muestra ahora todas las marcas típicas del desarrollo cíclico de expansión-crisis. Está también al borde de causar un desastre ecológico. Los intereses cortoplacistas del crecimiento y la ganancia han generado negligencia y abuso de las obras de irrigación y control de inundaciones, en la tala de la mayoría de los bosques más estructurados del país, mientras el vertido masivo de desechos industriales está contaminando las fuentes de agua limpia. La deuda externa de China y la dependencia se están disparando. Viejas enfermedades sociales han resurgido: en el campo, el asesinato de niñas recién nacidas (debido a que la fuerza de trabajo masculina es vista como un activo vital en la economía de cada-familia-por-su-lado en la que se ha encajado nuevamente a las mayorías rurales) y la violencia entre clanes; en las ciudades, el desempleo, la mendicidad y la prostitución. Culturalmente, las imágenes revolucionarias de la mujer "sosteniendo la mitad del cielo" han dado paso a iconos de mujeres como esposas sumisas, consumidoras "vestidas para el éxito" y objetos sexuales. La corrupción está tan extendida en la sociedad china que ya no produce conmoción.

Estas son las realidades sociales y económicas detrás de las tan cacareadas tasas de crecimiento de China. Y la masacre de obreros y estudiantes en la Plaza Tienanmen en 1989 sirvió para poner la realidad política en un punto álgido. Esta es la nueva (vieja) China. La China actual es socialista sólo de nombre. Sin embargo, la historia que se cuenta en Occidente es que líderes "pragmáticos", agrupados alrededor de Deng Xiaoping, han traído la sensatez a una sociedad que había estado sometida al dominio de la locura totalitaria maoísta.

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Es cierto, prosiguen los apologistas, que existen prácticas políticas desagradables, pero cuando los octogenarios al mando mueran, la democratización (el control y el engaño institucionalizados, muy al estilo occidental) florecerá completamente. La verdad es que el régimen de obreros y campesinos ha sido aplastado; la propiedad y las jerarquías reentronizadas; y la ganancia puesta al mando en el desarrollo económico. Una nueva clase explotadora ha restaurado no la sensatez sino el capitalismo -exactamente lo que Mao había advertido que sucedería si los derechistas dentro del Partido Comunista tomaban el poder. Lo que estos "seguidores del camino capitalista" han derrocado y deshecho es precisamente lo que este libro detalla y defiende.

El Manual de Shanghai es una de las exposiciones más completas de la concepción de los revolucionarios maoístas sobre la naturaleza y funcionamiento de la alternativa socialista al capitalismo. El Manual constituye una gran contribución a la teoría económica socialista, que sería valiosa bajo cualquier circunstancia. Pero en el actual clima mundial, el libro tiene importancia más destacada, justo cuando se proclama que no hay, en la práctica, ninguna alternativa al capitalismo. El socialismo, tenemos que creerlo, ha fracasado... y sólo puede fracasar.

Como sabe cualquiera que haya vivido en estos últimos años, las clases dominantes de Occidente han montado todo un desfile de victoria ideológica que comenzó con el colapso de los regímenes dominados por la Unión Soviética en Europa Oriental en 1989. Y se convirtió en una celebración épica con la desintegración de la propia Unión Soviética. Sin embargo, lo que se desplomó en la antigua Unión Soviética no fue socialismo. Fue una forma particular de capitalismo, un capitalismo monopolista de Estado altamente centralizado en el que la propiedad y planificación estatal estaban investidas con un contenido capitalista. No había nada revolucionario en esta sociedad opresiva, explotadora y dividida en clases. De hecho, el socialismo en la Unión Soviética fue derrocado en los años 50. Las lecciones de la experiencia soviética son temas centrales de este libro[ii].

Lo que las clases dominantes están celebrando es el capitalismo al estilo occidental. Ningún otro conjunto de medidas económicas, nos dicen, puede desempeñarse de manera tan eficiente o racional; ningún otro sistema político puede proporcionar el espacio para el desarrollo individual. No importa que la brecha entre naciones ricas y

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pobres en el maravilloso mundo de la economía de mercado se haya duplicado durante los últimos 30 años, ni que cada día mueran 40.000 niños por desnutrición y enfermedades evitables en un Tercer Mundo dominado por instituciones políticas y económicas capitalistas internacionales. No importa que Occidente esté experimentando la depresión económica paro forzoso global más dolorosa y prolongada del período de posguerra. No importa lo obsceno que resulta sostener que un mercado de estilo occidental, que devasta las áreas urbanas en ciudades norteamericanas, va a resolver la crisis de vivienda de Rusia. No importan tres siglos de desarrollo industrial ciego y rapaz frente al ecobalance del planeta. No importa un sistema que exige a la gente perfeccionarse por su cuenta como productos vendibles en los mercados de trabajo y las relaciones humanas. Ignoremos todo eso... el mercado asegura el mejor de todos los mundos posibles.

Si el capitalismo occidental ha declarado el triunfo sobre la explotación y la corrupción que se disfrazaba de socialismo en el bloque soviético, también está aprovechando la ocasión para declarar agotada la posibilidad de que la humanidad pueda ir más allá de la explotación, la desigualdad, la fragmentación y de un ambiente social de codicia y egoísmo para crear un tipo de sociedad muy diferente. Las clases dominantes están proclamando no solamente el "veredicto de la historia", sino "el fin de la historia"; la sociedad y la historia ya no pueden avanzar más. Como por providencia divina, Occidente ha hecho realidad el ideal de todos los pueblos civilizados. Cualquier cosa que desafíe al capitalismo es, en el mejor de los casos, una ilusión; y, en el peor, una utopía irrealizable impuesta desde arriba que sólo puede llevar a una pesadilla. El desfile de victoria es, como el historiador Arno Mayer lo describió, una "estruendosa celebración de distopía".[iii] O lo que es lo mismo, ya que no se puede obtener un mundo perfecto, vivan la codicia, la opresión y la mezquindad. Todo esto no ha dejado de tener su efecto político. Entre muchos que, en una u otra época, abrazaron alternativas al capitalismo, el colapso de la economía y el sistema político soviéticos, erróneamente identificados como socialistas, y el asalto ideológico contra el socialismo, los ha llevado a profundos cuestionamientos y dudas sobre la naturaleza y futuro del socialismo.

El asunto aquí es la viabilidad del comunismo revolucionario: si es o no posible acabar con toda la opresión y distinciones de clase con base en los esfuerzos colectivos y voluntarios de millones de personas; si el liderato político y las instituciones económicas pueden o no servir a tales fines; si una economía socialista puede funcionar

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en la práctica. Frente a tales cuestiones, Mao y la experiencia de la China revolucionaria hasta su muerte en 1976, son un punto de partida fundamental. Los ideólogos de la burguesía estatal de la antigua Unión Soviética difundieron un vulgar seudo-marxismo que equiparaba el socialismo con la propiedad estatal, legal y formal, con un asistencialismo benevolente, y con la eficiencia tecnocrática y la pasividad política. En contraste, Mao Tsetung rescató la visión que tenían Marx y Engels de la sociedad comunista y la breve pero histórica experiencia de Lenin al dirigir los esfuerzos prácticos para crear una nueva sociedad socialista como transición a una sociedad completamente comunista, en la que hombres y mujeres, consciente y voluntariamente y a través de grandes luchas, transformaran el mundo y se transformaran a sí mismos. Al mismo tiempo, mientras aprendía de las experiencias positivas de los primeros esfuerzos por construir una economía socialista en la Unión Soviética, Mao repensó profundamente y replanteó el modelo prevaleciente de una economía socialista planificada que llegó a institucionalizarse bajo Stalin.

Mao estaba conceptualizando e implementando un conjunto de soluciones a los problemas reales de desarrollar una economía socialista planificada que no se basara en la regulación burocratizada ni reprodujera las opresivas relaciones capitalistas. Su enfoque pugnaba por la subordinación del crecimiento y el desarrollo a criterios sociales y políticos, vinculando la cuestión de la coordinación económica a las de la iniciativa y la participación de masas, poniendo énfasis en los aspectos de motivación y el beneficio colectivos, y en un ambiente ideológico y político en el que las decisiones se tomaran en todos los niveles, y combinando un sistema de planificación coordinada con la administración descentralizada.

El modelo maoísta representa también un rechazo completo al enfoque occidental ortodoxo sobre el "subdesarrollo", enfoque que ve el subdesarrollo simplemente como un estadio retrasado de desarrollo que sólo puede acelerarse y ponerse en marcha a través de la absorción del capital extranjero y de la participación en la división internacional del trabajo. En contraste, la China revolucionaria se desvinculó del sistema imperialista mundial. Formuló e implementó una estrategia de desarrollo que daba prioridad a la agricultura, utilizando tecnologías sencillas e intermedias que pudieran difundirse y adoptarse en toda la economía, a la vez que buscaba desarrollar y aplicar tecnología avanzada en una forma que no distorsionara ni desarticulara la economía, promoviendo la autosuficiencia y, sobre todo, desencadenando el entusiasmo del pueblo. Sobre tales bases,

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un país pobre, cuyo desarrollo había sido distorsionado y marcado por la dominación semicolonial, pudo lograr un crecimiento balanceado y sostenible y pudo satisfacer las necesidades básicas de su población.

Hubo, sin duda, problemas y errores. La economía tuvo algunos puntos débiles; ciertamente, las nuevas instituciones sociales tenían algunos defectos; y en las vueltas y revueltas de la lucha de masas, los errores resultaban inevitables: algunas veces debido al entusiasmo de la gente en querer cambiar las cosas, otras veces debido a la rigidez. Pero todo esto sucedió en el contexto de una revolución que buscaba desterrar la explotación y la opresión de clase e involucrar a las amplias masas en la vida política. Ni siquiera la CIA pudo negar las favorables tasas de crecimiento. Observador tras observador no podían mas que reconocer con asombro la forja de nuevos valores y actitudes. Aún con lo impresionante que todo ello resultaba, estos mecanismos y principios eran parte de una solución más amplia a una serie de problemas más profundos: cómo revolucionar a la sociedad y a la gente para dar el turbulento paso a la sociedad sin clases, al comunismo. En resumen, la economía política de Mao es lo que podría llamarse la economía política de un socialismo viable y visionario.

Los guardianes del actual orden vilipendian la experiencia maoísta por razones bastante obvias: ésta se opone totalmente a todo su sistema y visión de la explotación. Pero también, dentro de algunos círculos de intelectuales más "ilustrados" se ha convertido en moda descartar el maoísmo como un artefacto de una era ya superada por la historia. Intencionado o no, es un argumento en pro del status quo. Aún así, la cuestión persiste: ¿Es pertinente esta experiencia y comprensión para lograr una auténtica liberación? Para quienes buscan comprender y cambiar real y radicalmente el mundo, esto es completamente esencial.

El Marxismo y la Naturaleza y Construcción del Socialismo

Una economía política del socialismo se refiere a dos cosas: la teorización y la investigación continua de la infraestructura económica (las relaciones de producción) de la sociedad socialista; y un modelo y un enfoque operativo para el desarrollo y la planificación económicas. La doctrina de la reorganización socialista de la economía y la sociedad ha sido, por mucho tiempo, parte del arsenal del movimiento obrero. Pero una economía política del socialismo,

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omnicomprensiva y revolucionaria es, en realidad, un desarrollo relativamente reciente.

Hasta la Revolución Bolchevique, la economía marxista había centrado su atención analítica casi exclusivamente sobre el modo de producción capitalista. Había una razón y una necesidad históricas para esto. El capitalismo industrial había madurado a mediados del siglo XIX. Había revolucionado las técnicas productivas, produciendo una industria moderna y una vasta y nueva clase de asalariados industriales. Había ampliado el alcance y acelerado el ritmo de cambio tecnológico como ningún otro sistema económico precedente. El capitalismo industrial estaba, literal -y muy brutalmente- rehaciendo el mundo. Había creado un mercado mundial capitalista y forjado una división internacional del trabajo ajustada a sus requisitos. En términos de desarrollo, tal sistema estaba caracterizado por un patrón de rápido crecimiento, interrumpido por severas alteraciones económicas; era un sistema inestable y propenso a la crisis. Y, en un momento de gran significado histórico, sus relaciones y contradicciones de clase llevaron al surgimiento de una nueva fuerza política -el proletariado, o la clase obrera- que iría a librar una batalla por la emancipación. Este modo de producción capitalista tenía que ser comprendido; tenían que formularse una estrategia y táctica revolucionarias que sirvieran para elevar la lucha de la clase obrera.

Carlos Marx teorizó el modo de producción capitalista. Lo ubicó en su perspectiva histórica -demostrando que no era más que una etapa específica y transitoria del desarrollo social basado en una organización particular del trabajo social y un mecanismo particular por el cual la clase propietaria dominante extrae trabajo excedente[iv] de la clase productora subordinada. Marx identificó que la relación clave en la sociedad capitalista era entre trabajo asalariado y capital. Reveló que la contradicción fundamental de este sistema era entre la producción socializada y la apropiación privada: fuerzas productivas a gran escala y altamente desarrolladas son utilizables sólo si se usan en común por miles de millones de obreros, aunque estas fuerzas productivas son utilizadas para el fortalecimiento competitivo de intereses particulares (privados). Marx puso al descubierto las contradicciones económicas internas del capitalismo y sus leyes del movimiento (tendencias de desarrollo).

Estos descubrimientos permitieron a Marx mostrar que el capitalismo crea tanto la base material (el enorme crecimiento y socialización de las fuerzas productivas) como el sujeto (el proletariado) que creará un

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modo de producción cooperativo superior (el socialismo), que llevará finalmente al comunismo, con la abolición de las distinciones de clase y todas las divisiones sociales que contienen las semillas de la división de clases. Sin embargo, Marx nunca trató de trazar un esbozo detallado para esa futura sociedad. Según su concepción, la lucha por el socialismo y su construcción se darían en lo concreto; las formas concretas que asumen el socialismo y, en últimas, el comunismo estarían condicionadas por el desarrollo histórico anterior y por las circunstancias específicas de la revolución.

Revisando el transcurso de la economía marxista después de los grandes descubrimientos de Marx, no sorprende realmente que la teorización marxista del socialismo y del comunismo sean posteriores a su análisis del capitalismo. El movimiento socialista de finales del siglo XIX y comienzos del XX tuvo que resolver ciertas cuestiones políticas urgentes (y más inmediatas) planteadas por las particularidades del desarrollo capitalista y las exigencias de la lucha de clases. Esto fue así especialmente en Alemania y Rusia, donde el movimiento obrero crecía rápidamente, y tanto los marxistas alemanes como los rusos habían hecho importantes análisis de los cambios estructurales que había llevado al capitalismo a una nueva etapa de desarrollo. (La obra de Lenin sobre el Imperialismoconstituye el más sobresaliente y destacado de tales análisis). No es que el movimiento socialista anterior a 1917 no mostrara ningún interés por la organización político-económica de la futura sociedad. Lo hizo, y asuntos tan espinosos de la época como la cuestión agraria, fueron considerados teniendo en perspectiva la reorganización socialista. Aún así, esa fue una preocupación teórica secundaria y, en el caso del ala más influyente de ese movimiento, la Social Democracia Alemana, el socialismo era muy a menudo concebido en términos erróneos y no revolucionarios: como extensión evolutiva y racionalización de las tendencias del capitalismo hacia la socialización, la centralización y la organización.

No obstante, un aspecto más fundamental explica el retraso en la conceptualización del socialismo: en un sentido más real, el socialismo tenía que manifestarse antes de que pudiera ser comprendido en toda su profundidad teórica. Tuvo que hacerse la revolución socialista y enfrentarse los retos prácticos de la transformación socialista como condición previa para su conocimiento cabal. Pero eso no fue ni el comienzo ni el fin del problema, porque la propia naturaleza interna del socialismo no fue, de ninguna manera,

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obvia ni transparente: había que penetrar en ella[v].

"Para conocer las leyes objetivas", escribió Mao en su Crítica a la economía soviética, "se debe pasar por un proceso". El conocimiento de las leyes de la sociedad socialista -esto es, la estructura y dinámica de la sociedad socialista- ha sido un proceso de profundización teórica y reconceptualización basado y llevado a cabo en relación con la práctica social de construcción del socialismo. Es un proceso que ha implicado la investigación de la realidad social(ista) concreta, la ampliación y corrección del conocimiento previo, y la lucha ideológica y de clases en la sociedad socialista sobre el camino a seguir. En este proceso hay importantes huellas, episodios históricos fundamentales que, no sólo le han exigido, sino que también le han posibilitado al marxismo elaborar y ampliar una economía política del socialismo. Nos referimos aquí al primer intento de construir una sociedad y economía socialistas, llevado a cabo en la Unión Soviética entre 1917 y 1953, a la subsecuente restauración del capitalismo después de la muerte de Stalin, y la Revolución Cultural de China de 1966-76 dirigida por Mao. Existe también un hito en este proceso: la síntesis teórica que Mao Tsetung hiciera de las contradicciones subyacentes de la sociedad socialista y las tareas históricas que enfrenta el proletariado en el poder.

Marx y Engels establecieron las bases de la economía política socialista. Como se ha indicado, identificaron las tendencias de la producción capitalista que no sólo lanzaban la sociedad capitalista a una mayor crisis, sino que también abrían las posibilidades materiales para una forma superior de organización social y económica. Solamente un sistema basado en la propiedad social y en la planificación social podía superar la anarquía (la espontánea y destructiva "regulación" de la economía por el mercado) de la producción capitalista y resolver las contradicciones que genera continuamente el capitalismo. Y sólo una revolución política violenta podía allanar el camino para crear tal sistema. La tarea del proletariado era tomar el poder y establecer su dictadura: el dominio de la mayoría de productores sobre la minoría de antiguos explotadores. El proletariado transformaría la base privada de control de las fuerzas productivas sociales técnicamente avanzadas, pondría fin a la explotación y comenzaría a dominar colectivamente la sociedad. Los productos de la actividad humana no gobernarían ya más a sus creadores; el trabajo manual e intelectual no serían ya antagónicos, ni los campos específicos de actividad humana de una u otra clase social. La revolución proletaria iniciaría un proceso histórico

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mundial a través del cual la clase obrera se emanciparía a sí misma y a toda la humanidad de las relaciones económicas explotadoras y de las relaciones sociales opresivas en su conjunto.

Para Marx, la nueva sociedad no era la realización de un ideal ético ni una utopía creada al margen de la sociedad capitalista. El socialismo nacería de las condiciones y contradicciones de la vieja sociedad. De este modo, Marx veía la revolución comunista como el paso de una etapa inferior a una superior: desde el socialismo, que reemplaza al capitalismo aunque todavía lleva sus huellas materiales e ideológicas, hasta el comunismo, caracterizado por la inexistencia de clases, la abolición del Estado y la creación común de la riqueza material. Para Marx, la revolución socialista acarrea dos "rupturas radicales": con las relaciones de propiedad tradicionales y con las ideas tradicionales.

Este fue el socialismo científico (tesis que Lenin reafirmaría y profundizaría en su obra El Estado y la Revolución). Pero Marx y Engels no vivieron para ver a la clase obrera conquistando el poder y emprendiendo la tarea histórica sin precedentes de trasformar la sociedad de clases[vi]. Ellos sólo pudieron teorizar sobre la naturaleza de la sociedad socialista y sobre el carácter y duración de la transición al comunismo en amplios pero contundentes y concisos, trazos. Por otra parte, hicieron algunas suposiciones sobre los pilares económicos del socialismo que resultaron no corresponder con las condiciones materiales reales en las cuales se ha desarrollado la sociedad socialista; esperaban que todos los medios de producción llegarían a ser, más o menos inmediatamente, propiedad común; que la producción de los bienes necesarios de la sociedad ya no tendría el carácter de mercancía (incluyendo la producción para el intercambio con dinero) una vez que la producción no planificada y movida por el lucro fuese reemplazada por la producción planificada para el uso; que los salarios en dinero dejarían de existir en la etapa socialista.

Ninguna sociedad socialista lo ha logrado. En los países en donde hasta ahora han tenido lugar revoluciones socialistas, no ha sido posible efectuar una rápida socialización de todos los medios de producción a nivel de propiedad pública estatal, especialmente debido a la persistencia y peso económico de la agricultura campesina; ha sido necesario introducir la propiedad colectiva como etapa intermedia entre la propiedad privada y la propiedad pública estatal. Tampoco ha sido posible abolir las relaciones de intercambio de mercancías entre las unidades de producción. Y aunque el principio

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socialista de "de cada quien según su capacidad, a cada quien según su trabajo" se implementó en las sociedades socialistas, la distribución de los bienes de consumo aún se realizaba mediante el dinero e involucraba el pago de salarios en dinero.

Marx y Engels pensaban que el socialismo surgiría inicialmente en los países capitalistas avanzados, en donde las fuerzas productivas estaban altamente desarrolladas. Obviamente así no se dieron las cosas. El capitalismo pasó a una etapa superior, el imperialismo, caracterizado por el papel económico dominante de los grandes monopolios y del capital financiero, la internacionalización de la producción capitalista, la aguda rivalidad entre Estado-naciones imperialistas, y la dominación de un puñado de países capitalistas ricos sobre las naciones oprimidas del Tercer Mundo, donde vive la mayor parte de la humanidad. El desarrollo y las contradicciones del sistema imperialista han afectado profundamente el curso de la revolución socialista. El movimiento proletario se extendió a los países oprimidos y coloniales mientras en los países capitalistas avanzados se ha frenado su progreso (donde las clases dominantes han utilizado la inmensa riqueza acumulada mediante la explotación y saqueo internacional para asegurarse una relativa estabilidad por períodos prolongados).

Algunos críticos burgueses del marxismo sugieren que su valor explicativo ha quedado en duda pues el desenvolvimiento del socialismo ha sido muy diferente de lo que Marx anticipara. Este es un argumento muy superficial. Los supuestos de Marx eran enteramente válidos (y no pretendían ser rígidas predicciones, pues el marxismo nunca ha pretendido pronosticar todas las características particulares del futuro desarrollo social). Lo que es mucho más importante, y que la experiencia del siglo XX ha confirmado contundentemente, es la concepción de Marx sobre la revolución y el socialismo como fenómenos históricos provenientes de las contradicciones de la producción y el desarrollo capitalistas, los cuales deben hoy entenderse más cabalmente como un proceso global.

Pero el hecho de que no todas las expectativas específicas de Marx se hubiesen materializado tiene un significado teórico y práctico muy importante. Bob Avakian, Presidente del Partido Comunista Revolucionario de Estados Unidos, ha sintetizado el problema de esta manera: El socialismo, tal como realmente surgió en el siglo XX, ha demostrado ser una formación social más compleja e inestable, y la

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transformación socialista un proceso más difícil y prolongado que lo que Marx o Lenin habían previsto. Esta "complejización" está muy ligada al problema histórico que debió enfrentar el movimiento obrero internacional durante su "primera ola" de revoluciones socialistas: el problema de hacer, sostener y avanzar la revolución en un mundo aún dominado por el capitalismo-imperialismo. Esta es no sólo una cuestión relacionada con la fortaleza política y militar del imperialismo, algo que es muy importante, sino también con el dominio continuo del capitalismo como modo de producción a escala global, que ha ejercido profundos efectos materiales e ideológicos sobre las sociedades socialistas que recién emergían, limitando y distorsionando sus logros. El hecho de que los Estados socialistas hayan existido dentro de un mar de capitalismo-imperialismo hace evidente que un Estado socialista no es un fin en sí mismo. La más alta tarea de la revolución en el poder no es defender y desarrollar el socialismo dentro de los confines en que ella se da, aunque esa es una tarea crucial. Un Estado socialista debe primero y sobre todo funcionar como una "base de apoyo" para respaldar y extender la revolución proletaria mundial[vii]. Se plantea aquí un punto de orientación muy importante que se recalca en El Manual de Shanghai: la victoria final de la revolución proletaria sólo puede lograrse a un nivel internacional y la clase obrera no puede ser libre hasta que toda la humanidad lo sea.

En segundo lugar, la complejidad de la revolución socialista está ligada a la propia naturaleza del socialismo. La experiencia histórica ha mostrado que el socialismo es una forma de sociedad única y de transición. Esto es válido en todos los niveles: en lo económico, lo político, lo social y lo ideológico. Abordemos la cuestión de la producción de mercancías bajo el socialismo, que es un tema importante del Manual.

En los sistemas de producción de mercancías, de los cuales el capitalismo es el tipo más desarrollado, se producen bienes para el intercambio (para la venta). Este proceso de intercambio se basa en múltiples divisiones del trabajo (personas especializadas en esta o aquella actividad), divisiones que el propio proceso de intercambio profundiza y amplía. Los productores de mercancías están objetivamente interconectados entre sí -dependen mutuamente como proveedores y consumidores. Pero también están socialmente aislados unos de otros -ya que las unidades individuales de producción están controladas privadamente y toman decisiones sobre la producción por separado. Es decir, los productos se crean al

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arbitrio de agentes particulares de producción. El proceso social para determinar qué se produce y en qué cantidad, y cómo deba asignarse la mano de obra, no es el resultado de una coordinación consciente de toda la sociedad sino que ocurre a través del intercambio de mercancías. Las unidades individuales productoras de mercancías responden a las señales del mercado y de los precios, que reflejan en últimas, las condiciones subyacentes de la producción social.

La forma mercancía de la producción oculta y distorsiona las verdaderas relaciones sociales que vinculan a los individuos entre sí; hace parecer como si las cosas (mercancías y dinero) tuvieran vida propia en lugar de ser expresiones de relaciones sociales. Unas zapatillas Nike, por ejemplo, son producidas por obreros superexplotados en Corea del Sur, una neocolonia de los Estados Unidos. Pero esta información social tan decisiva no se transmite en el precio. Las personas se definen en relación con las cosas, y la adquisición de cosas se convierte en el único fin, en tanto que a las personas se les trata y usa como cosas. La producción de mercancías crea la ilusión de que todos somos actores privados realizando acciones desligadas en búsqueda de nuestros propios objetivos; y en la lucha competitiva de los productores/vendedores independientes de mercancías -incluyendo a los proletarios, cuya mercancía esencial para la venta es su propia capacidad de trabajar (fuerza de trabajo)- subyace la mentalidad del "primero yo" de una sociedad basada en el mercado. Bajo la producción capitalista de mercancías, todo está sujeto al "frío cálculo" (Lenin); lo que no se expresa como precio no merece atención.

La sociedad socialista debe restringir y finalmente superar la producción de mercancías; si esto no ocurre no puede construirse la nueva sociedad. ¿Por qué? Porque no puede permitirse que la producción de mercancías y la ley del valor[viii] que la regula determinen qué y cómo se produce; si las consideraciones dominantes continúan siendo las de la ganancia y la eficiencia, las necesidades sociales -las necesidades e intereses fundamentales de las masas populares- no podrán satisfacerse. Porque en la producción de mercancías y en el intercambio por medio del dinero, yace el germen de la opresión capitalista: la separación de los trabajadores de los medios de producción y la explotación del trabajo asalariado. Porque en la producción mercantil y en las divisiones y separaciones que engendra hay una barrera que le impide a la gente comprender su interconexión social y llegar a dominar su propia organización y actividad sociales como una "comunidad de individuos

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libres que realizan su trabajo con medios de producción colectivos" (Marx).

El Manual de Shanghai explica cómo la sociedad socialista concretamente subordina la forma de producción mercantil (y las relaciones monetarias) como medida primordial para organizar la producción social. Explica cómo el proletariado comienza a construir una forma de "producción social directa", que incluye una forma diferente de organizar una economía (producción planificada socialmente para satisfacer las necesidades sociales); para transformar el proceso de trabajo (en el que los productores dominen las condiciones de producción y no lo contrario); y para desarrollar una sicología social diferente (trabajar para el bien común). Sin embargo, este nuevo tipo de producción no se ha liberado y no puede liberarse completamente de elementos mercantiles, lo que hace que, bajo el socialismo, persistan varios tipos de relaciones mercancía-dinero que continúan influenciando el modo de pensar. El principio del intercambio basado en cantidades equivalentes de trabajo juega todavía un papel. Las empresas socialistas deben prestar atención a la eficiencia y todavía deben hacer uso de cálculos monetarios para realizar comparaciones entre el costo planeado y el costo real de producción. El Manual explora las razones por las que esto sucede y las complicaciones y peligros que ello plantea. Igualmente, mientras que la clase obrera domina en la sociedad socialista y busca abolir las clases y las distinciones de clase, la sociedad socialista continúa reproduciendo las clases y desigualdades y diferencias sociales que se expresan como antagonismos de clase. El socialismo es una sociedad en la cual el peligro de reversión al capitalismo es omnipresente.

Se podría, por supuesto, prescindir de la complejidad del socialismo razonando mecánicamente: ya que el poder de los obreros en la Unión Soviética durante el período 1917-53 y en China bajo Mao no correspondió en aspectos importantes con lo que Marx había pronosticado, entonces lo que existió allí no fue realmente socialismo. Esta es una posición que algunos han asumido. Otros, reconociendo las dificultades reales, han concluido que el socialismo simplemente ha fracasado y debe reinventarse[ix]. Estos enfoques podrían sustituir la complejidad de la vida real por categorías ideales y abstractas. Y lo que es peor, niegan la rica y liberadora experiencia que la revolución socialista, aún con todas sus dificultades y reveses, ha entregado en la práctica.

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La Unión Soviética: Ruptura y Limitaciones

Esto nos remite a la Revolución Bolchevique y a la Unión Soviética. La Revolución de Octubre constituye el primer ejemplo de un Estado de la clase obrera que lleva a cabo la expropiación de las antiguas clases propietarias y establece una forma socialista de economía. Los medios de producción controlados privadamente fueron convertidos en propiedad pública y el desarrollo económico se sometió a la planificación consciente. Mediante su partido y Estado, los obreros y campesinos establecieron un control colectivo y utilizaron racionalmente los recursos económicos de la sociedad. Esta forma planificada de economía requería no sólo la coordinación y la movilización social sino también una teoría guía del desarrollo y la transformación económicas. De esta manera, fue en el primer Estado de obreros donde comenzó la investigación de la economía política del socialismo y en donde se propuso, por primera vez, una economía política socialista sistemática. Fue una empresa teórica imbuida del espíritu de descubrimiento, del debate y de la efervescencia que caracterizó los primeros años de la revolución. Pero no fue, ni podía ser, un ejercicio intelectual autocentrado. El proceso de comprensión y formulación de políticas fue moldeado por la aguda lucha dentro del Partido Comunista sobre problemas tales como la dirección y viabilidad de la revolución y por la lucha a muerte para derrotar la contrarrevolución interna y externa.

Lo que surgió de este primer intento fue una determinada concepción de la naturaleza de la sociedad socialista y de las tareas y métodos de la construcción socialistas. Hubo allí elementos de avance teórico que reflejaban los profundos cambios que tuvieron lugar en la sociedad soviética. Por otra parte, la comprensión de la economía y de la sociedad socialistas fue parcial, debido principalmente a la limitada experiencia histórica. Tal comprensión fue también incorrecta en aspectos clave, debido a problemas de enfoque y metodología. Aquí sólo se sintetizan algunos puntos.

La revolución soviética triunfó en un país capitalista atrasado con un enorme campesinado (la clase obrera representaba únicamente el cinco por ciento de la población). Esa sola realidad planteaba un formidable desafío. ¿Podía la revolución consolidar su apoyo y sobrevivir? ¿Podía construirse el socialismo si los prerrequisitos materiales, como una base industrial altamente desarrollada y una agricultura a gran escala, aún no existían? Los bolcheviques eran bien conscientes de las dificultades. En el furor posterior a la victoria,

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los bolcheviques esperaban y confiaban en el apoyo de los países más desarrollados de Europa con sus propias revoluciones y en la difusión del socialismo. Pero el movimiento revolucionario en Europa, particularmente en Alemania, se fue a pique. Pronto fue claro para los bolcheviques que la recientemente formada república soviética tendría que continuar sola, y tal vez por algún tiempo. Lenin estaba decidido a que la revolución se abriera paso: después de todo, fueron los bolcheviques quienes habían asumido el riesgo de dirigir a las masas para hacer la revolución, y ahora asumirían el riesgo de dirigirlas para llevarla adelante. La revolución debía pelear y peleó por sobrevivir. Tuvo que aplastar los intentos contrarrevolucionarios de las viejas clases poseedoras ayudadas por la intervención imperialista extranjera. La política económica fluctuó desde las radicales medidas restrictivas del mercado del "comunismo de guerra" hasta las disposiciones temporales de la Nueva Política Económica de ampliación del mercado.

Pero esta fue una revolución que luchaba por su vida y continuó desarrollando una transformación económica y profundamente social. Se establecieron los nuevos órganos políticos y sociales del gobierno popular y obreros acerados en la batalla ocuparon importantes posiciones gubernamentales y administrativas. La otrora "cárcel de naciones" zarista dejó de existir: la revolución reconoció el derecho a la autodeterminación y se estableció un Estado multinacional basado en la igualdad de las naciones y nacionalidades. Se dieron grandes pasos hacia la emancipación de la mujer -para 1921 el divorcio se obtenía fácilmente, se eliminó el estigma formal vinculado a la ilegitimidad, se legalizó el aborto y la igualdad de derechos y la de salarios se convirtieron en política y ley. Se lanzaron campañas de masas para erradicar el analfabetismo (se crearon lenguajes escritos para idiomas nacionales que antes no lo tenían).

En los años siguientes a la muerte de Lenin en 1924, se planteó nuevamente e incluso en forma más aguda la cuestión de si el socialismo era posible bajo condiciones de atraso cultural y económico interno y de cerco imperialista. Stalin defendió la concepción de que el socialismo podía y debía construirse en un solo país ya que no se veía, en el corto plazo, la expansión de la revolución; luchó por la supervivencia y el continuo desarrollo de la revolución en la Unión Soviética y por la causa de la revolución mundial. Frente a otras posiciones de la época, la de Stalin fue la más correcta. Sin embargo, como Bob Avakian lo señala en "Conquistar el Mundo", el debate y la lucha en torno al "socialismo en un sólo país"

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dan por sentada, hasta cierto punto, la cuestión más importante... justamente la de ¿qué es el socialismo?

Para el liderato soviético, el socialismo llegó a identificarse con dos cosas: la eliminación de las clases antagónicas, y el establecimiento de una industria moderna y de gran escala de propiedad estatal. Estas fueron nociones problemáticas que Mao criticaría y que el maoísmo ha continuado explorando. En cuanto a la cuestión de las clases, la opinión dominante entre los bolcheviques era que las bases económicas y sociales de las relaciones entre explotadores y explotados y de una clase burguesa dejaban de existir en cuanto se aboliera la propiedad privada sobre los medios de producción. En otras palabras, que después de vencida la resistencia de las clases derrocadas, las clases en general y la lucha de clases ya no jugarían un papel significativo o determinante en la vida económica y política.

Los bolcheviques eran conscientes de que el problema de las clases y la polarización social no era una cuestión tan simple como decretar el fin de la explotación. En El Estado y la Revolución, Lenin había explicado extensamente la persistencia de desigualdades bajo el socialismo y veía en la continuidad de la división entre trabajo manual e intelectual una fuente importante de tales desigualdades. En la década de los veinte, también había comenzado a abordar el problema de la degeneración burocrática de algunos funcionarios del gobierno y el problema de la regeneración de las relaciones mercantiles en el socialismo y los peligros que esto implicaba para la revolución. Pero fueron investigaciones exploratorias e inspiradas en una concepción que tendía a relacionar la producción mercantil en el socialismo sólo con la producción privada en pequeña escala y las clases sólo con las formas de propiedad privada. La complejidad y carácter contradictorio de la propiedad "pública estatal", un punto al que regresaremos luego, no se comprendía en esa época.

A mediados de los años treinta, Stalin tendió a formular la cuestión de las clases en la siguiente forma: con el derrocamiento de las viejas clases propietarias y con la nacionalización de la industria y la colectivización de la agricultura se eliminó la base económica de la explotación. La sociedad se componía de dos clases no antagónicas, la clase obrera y los campesinos colectivizados, junto a un estrato integrado por la intelectualidad y los funcionarios. Las viejas clases dominantes fueron liquidadas como clases. Lo que subsistía eran los vestigios de las clases derrocadas, es decir, individuos asociados de alguna manera con la estructura de clases anterior a la revolución.

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Pero estos vestigios del viejo orden sólo podían estar sostenidos externamente; de este modo la amenaza contra la sociedad provenía de agentes de las clases depuestas, alimentados y apoyados por el capital extranjero. De nuevo, no se veía que las clases antagónicas y la lucha de clases jugaran un papel crucial en la sociedad socialista, pues la existencia de una clase burguesa se veía sólo en relación con unas formas fácilmente detectables de propiedad privada. Esta fue una línea que no correspondía con la realidad y la práctica social, ya que la sociedad rebosaba de diferencias y contradicciones de clase.

Esta idea de clase estaba ligada a una concepción de las bases desarrollistas del socialismo. Existía una tendencia a ver el socialismo en términos técnico-materiales. Es decir, el socialismo era equiparado con alcanzar un cierto desarrollo de las fuerzas productivas bajo propiedad pública. De aquí se originó un particular enfoque histórico y programático para alcanzar el comunismo. La propiedad estatal de los medios de producción combinada con la industrialización llevaría a niveles más altos de socialismo y, en últimas, al tránsito relativamente armonioso hacía el comunismo. La industrialización socialista sentaría las bases y sería el estímulo para la transformación de las relaciones sociales, la división del trabajo y las ideologías heredadas de la sociedad de clases. Se esperaba que estos cambios se derivaran de la industrialización socialista casi como ajustes automáticos. De este modo, una vez alcanzada la propiedad social de los medios de producción, la tarea clave consistiría en desarrollar las fuerzas productivas materiales. En sus condiciones específicas de atraso la Unión Soviética necesitaba más fábricas, maquinaria, tecnología moderna, transporte e infraestructura; necesitaba más personal técnico entrenado, ingenieros, etc., y un sistema educativo orientado a formar tal personal; necesitaba un desplazamiento de población del campo a las ciudades.

La construcción socialista llegó a identificarse con la movilización de recursos para el rápido desarrollo de la industria pesada intensiva en capital.[x] Y se veía la destrucción de la base legal de la propiedad privada sobre los principales medios de producción y el establecimiento de la propiedad estatal como la garantía de que el proceso de industrialización estaría al servicio de la dominación de la clase obrera. No se comprendía la complejidad y el carácter contradictorio de las formas de la propiedad estatal, ni el hecho de que la propiedad obrero estatal jurídica (formal-legal) puede ocultar las relaciones burguesas. (El Manual de Shanghai hace bastante claridad sobre este punto, haciendo énfasis en la necesidad de

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trascender la forma e ir al contenido real de la propiedad estatal: ¿quien maneja realmente las empresas estatales? ¿Está al mando una orientación político-ideológica de restringir o de expandir las desigualdades y diferencias?)

Estas no eran ideas peculiarmente bolcheviques o "estalinistas"; era la comprensión predominante en el movimiento comunista internacional. Pero Mao rompió con este marco conceptual. Desarrolló una teoría de clases y lucha de clases bajo el socialismo cimentada en las contradicciones materiales, sociales e ideológicas de la sociedad socialista. Enfocó el problema de las bases del socialismo de manera muy diferente. El avance tecnológico y el crecimiento económico no son la garantía fundamental del socialismo ni del comunismo. El solo incremento de las fuerzas productivas (desarrollo económico) no eliminará por sí mismo las relaciones explotadoras ni otras relaciones sociales e ideológicas opresivas (como el patriarcado). Existe, Mao recalcó, una relación dialéctica entre el desarrollo económico y las continuas y cada vez más profundas transformaciones sociales e ideológicas: "si una sociedad socialista no promueve socialmente metas colectivas, qué es lo que queda de socialismo".[xi]

La cuestión clave que enfrenta la sociedad socialista y que determina su carácter general es el camino que sigue. ¿Está la sociedad superando en el mayor grado posible las relaciones de la sociedad de clases? ¿El trabajo de la clase obrera está sirviendo para este fin? Y, ¿tiene la clase obrera, a través de su Estado y dirección política, la iniciativa general para avanzar y persistir en este camino? En resumen, lo clave es si la revolución continúa y se profundiza en todos los frentes. Si esto no está sucediendo, entonces se está preparando el terreno para que la clase obrera pierda el poder estatal y se restaure el capitalismo. Si la revolución continúa, entonces el poder estatal de la clase obrera se fortalecerá y la lucha por el comunismo avanzará. Habrá épocas en que puedan y deban darse grandes saltos en el avance de la revolución, habrá otras en las que será necesario hacer énfasis en la consolidación; y habrá vueltas y revueltas. La revolución avanza en oleadas.

Pero esto ocurre en el marco internacional y está condicionado por éste: por el desarrollo y las contradicciones del sistema imperialista mundial (incluyendo sus disputas, intervenciones militares y los efectos directos e indirectos que la estructura y los cambios de la economía imperialista tienen sobre la economía socialista) y por la

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relativa fortaleza, avances y requerimientos que la revolución mundial plantea al Estado socialista. La revolución proletaria y sus condiciones de desarrollo tienen que entenderse fundamentalmente como un proceso internacional. En momentos históricos en los que la revolución mundial puede hacer avances decisivos, que también son invariablemente momentos de gran peligro y crisis, todo Estado socialista que exista debe estar preparado para poner su fortaleza material e ideológica en la dirección de avanzar la revolución mundial. Esta es una síntesis decisiva de la experiencia de la revolución socialista.

Teniendo en cuenta esta comprensión, retornemos a la teoría y la práctica soviéticas. La concepción del socialismo descrita anteriormente estuvo profundamente arraigada en la economía política soviética. Esto fue muy evidente en el debate sobre la estrategia de la industrialización en la década de los veinte, y en la teoría económica que guió la implementación del Primer Plan Quinquenal y la colectivización de la agricultura en los años 1929-1932. Se emprendió un valioso trabajo: fue el verdadero y creativo comienzo de la economía política socialista práctica; y se produjo una gran cantidad de nueva literatura. La discusión teórica abarcó problemas tales como la naturaleza de la construcción socialista; la relación entre la estructura económica que el proletariado hereda y debe transformar, y la estructura económica que la revolución se propone crear; los métodos y las formas de industrialización; las prioridades de inversión y los medios para la generación de recursos de inversión; el ritmo conveniente del crecimiento socialista; las relaciones intersectoriales (como entre agricultura e industria) y el logro de equilibrios materiales dentro de cada sector y entre éstos (los economistas soviéticos fueron los iniciadores lo que desde entonces se ha llamado análisis de insumo-producto); el papel del dinero y los precios en el cálculo económico, en la asignación del excedente social, y en equilibrar la distribución del ingreso entre la población urbana y rural. También se hicieron avances en el desarrollo de técnicas matemáticas para la planificación[xii].

Esto era economía política. Los asuntos sociales y políticos sobresalían en los planteamientos teóricos: por ejemplo, los efectos de las diversas políticas sobre la alianza obrero-campesina y demás relaciones sociales. Los problemas y políticas económicas eran vistos, en diferentes grados, en el contexto del viejo orden social que estaba siendo transformado en uno nuevo. Pero en conjunto, la economía política practicada tenia una inclinación decididamente

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productivista y tecnicista. De una parte, lo que en gran medida impulsaba y delimitaba la investigación y el debate era la necesidad de hallar la vía hacia la más rápida expansión de la industria estatal basada en la técnica moderna, que era vista como el fundamento del socialismo. De la otra, la planificación tendía a enfocarse como una actividad técnica en busca de dicho objetivo, principalmente como un medio de organizar las fuerzas productivas y coordinar el crecimiento de manera racional.

El desarrollo y planificación de una economía socialista en la Unión Soviética entre 1917-1956, cuando la Unión Soviética fue una sociedad socialista, no pudo ser sino una experiencia sumamente contradictoria. No sólo era algo que se intentaba por primera vez; era algo que se realizaba bajo circunstancias muy difíciles y hostiles. Las amenazas y el cerco militar imperialista obligaron al nuevo poder soviético a distraer recursos a fin de construir una capacidad industrial militar para defenderse y condicionaron toda la estrategia de rápida industrialización a la que se había lanzado y las formas de organización industrial que había adoptado. En realidad, durante casi toda su existencia, el primer Estado de los trabajadores tuvo que librar la guerra, prepararse para la guerra y curar las heridas de la guerra.

Pero si los retos de construir una sociedad y economía socialistas fueron formidables, los logros fueron verdaderamente extraordinarios. Se estableció un nuevo modo de producción que no se basaba en la explotación ni experimentaba las crisis económicas destructivas de las fuerzas del mercado capitalista. Se creó una moderna base industrial socialista y un sistema de agricultura colectivizada. Un mecanismo de planificación centralizada permitió dirigir integralmente el desarrollo económico. Este era un sistema de planificación que posibilitó expandir rápidamente la capacidad industrial agregada, promover el desarrollo de las repúblicas y regiones más atrasadas, y desplegar recursos y capacidades en una escala monumental como parte del heroico esfuerzo por derrotar el imperialismo alemán (en el lapso de unas pocas semanas, se relocalizaron hacia el oriente 1500 grandes fábricas). La consigna del Primer Plan Quinquenal fue "estamos construyendo un nuevo mundo", y millones de obreros y campesinos, especialmente a finales de la década de los veinte y comienzos de los treinta, se inspiraban con el espíritu de "tomar los cielos por asalto" y hacerlo por la causa de la revolución mundial.

El impulso de la colectivización animó un auténtico levantamiento

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contra siglos de autoridad, tradición y opresión en el campo. Se reestructuró el viejo sistema de educación y se les dio acceso a las masas a la educación, y se movilizó a los jóvenes trabajadores como una fuerza social para enfrentar lo viejo y tradicional. Artistas, escritores y otros trabajadores de la cultura registraron los grandes cambios que tenían lugar en la sociedad y se luchaba y debatió por un arte al servicio de la revolución. Y el nuevo Estado obrero apoyaba y ayudaba a formular la línea de las luchas revolucionarias en todo el mundo. En conjunto, estos fueron logros verdaderos e históricos. Sin embargo, y centrándonos en el frente de la planificación económica, hubo también serios problemas.

El sistema de planificación soviética fue capaz de encauzar una importante porción de recursos de inversión de la sociedad hacia sectores industriales clave, con lo cual promovió un rápido crecimiento. Pero el sistema puso demasiado énfasis en la industria pesada. Esto creó serios desequilibrios ya que la industria pesada absorbió una inmensa proporción de recursos económicos en detrimento social y económico de la agricultura campesina (y, secundariamente, a costa de un desarrollo adecuado del transporte y la distribución). Al mismo tiempo, el objetivo de un veloz desarrollo industrial y la preferencia por proyectos de inversión en gran escala, muchos de ellos localizados en áreas ya industrializadas, contribuyeron a un enorme incremento de la población urbana y a una concentración innecesaria de las actividades industriales. Esto tuvo el efecto de reforzar algunas de las desigualdades entre la ciudad y el campo, y de intensificar en grado sumo los aspectos de la especialización ocupacional.

Stalin reconoció la necesidad de superar diferencias tales como la existente entre la ciudad y el campo, y entre el trabajo intelectual y el manual. Pero enfocó el problema principalmente desde el punto de vista del desarrollo de la producción. No se entendieron suficientemente las tareas de restringir esas diferencias y relaciones al máximo grado posible dentro de las condiciones materiales existentes; librar y atraer a las masas hacia la lucha política contra las fuerzas, líneas y políticas burguesas que pudieran ampliar la brecha entre la ciudad y el campo y destruir la alianza obrero-campesina; y, desafiar el elitismo, el culto al experto, el desdeño del trabajo manual, y los viejos hábitos e ideas. La lucha ideológica y política no fue reconocida como el aspecto esencial.

Hubo también problemas con las instituciones y métodos de

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planificación. En la Unión Soviética, la administración y la construcción socialistas se basaron en un aparato de planificación excesivamente centralizado. El sistema de planificación soviético, tal como había evolucionado para comienzos de la década de los cincuenta, pero especialmente su formalización como modelo para ser adoptado por otros países socialistas, fomentó un control férreo desde la cúspide de los ministerios industriales y de las agencias de planificación, yendo hasta los detalles a nivel de la empresa. Este modelo presuponía una confianza en los especialistas y en la jerarquía que ahogaban el activismo consciente de los productores. Sus estrictas líneas de autoridad y las formas de dirección en cabeza de una sola persona tendían a reproducir ciertos aspectos de la tradicional división social del trabajo. En cuanto a la motivación, el sistema dependía demasiado de los incentivos materiales, esto es, estimular el trabajo duro y el sacrificio ofreciendo bonos y mejores pagos. Esto trajo una cierta aprobación ideológica de la diferenciación de los salarios y el ingreso.

El sistema de planificación soviético resultó administrativamente pesado y burocrático, recargándose con tareas que excedían sus capacidades. Cuando se debían calcular balances materiales (por ejemplo, qué tanto acero necesitaban las empresas locales) y asignar materiales, el sistema operaba en tal forma que todos los cálculos y los balances debían hacerse desde los niveles más altos. La rigidez de la planificación y su falta de flexibilidad en los más bajos niveles frenó el dinamismo local e hizo mucho más difícil adecuarse a circunstancias imprevistas. Esto causó desperdicios de recursos y realmente hizo mucho más difícil garantizar que los planes pudieran modificarse apropiadamente para llevarlos a cabo.

El Salto Conceptual de Mao

Mao repensó y reformuló este modelo de economía socialista planificada. A la vez que aprendió de los aspectos positivos de este primer intento de construir el socialismo, criticó los métodos verticales y la fuerte tendencia hacia el determinismo tecnológico que caracterizó la planificación soviética. Sí, la construcción socialista requiere un plan económico estatal para representar los intereses fundamentales de la clase obrera. Pero Mao enfocó la cuestión de la planificación centralizada de una forma más dialéctica de lo que lo hizo Stalin. Es decir, entendió la unidad y lucha de opuestos -entre agricultura e industria, industria ligera y pesada, entre el centro y las localidades, y entre el equilibrio y el desequilibrio. Mao comprendió

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que un plan no podía enfocarse ni en su formulación ni en su implementación como una rígida guía, y que los objetivos de la producción no podían tratarse como si fueran simplemente normas sujetas a imposición administrativa. La transición socialista es un período de gran lucha, transformación y experimentación. El dinamismo y cambio del socialismo constituyen una de sus grandes fortalezas, tanto más cuando las masas se desencadenan. Esto se reflejará necesariamente en el desarrollo económico que no puede ser ni apacible, ni uniforme. Esta concepción debe guiar la metodología de planificación.

En un nivel más profundo Mao criticó el punto de vista de que un plan es un instrumento técnico de control de la economía. Por el contrario, un plan es la expresión de la ideología, de las metas y de la concepción de una clase. Un plan es un reflejo clasista de la realidad social que a su vez actúa sobre esa realidad, y que, desde el punto de vista de la clase obrera y su emancipación, pugna por lograr el control social y consciente de la producción.[xiii] La formulación de un plan no es nunca solamente una cuestión de recopilar información técnica y anticipar desarrollos económicos. Implica lucha de clases en la esfera ideológica sobre las metas y la dirección de la sociedad. Al arribar a estas conclusiones, Mao estaba sintetizando tanto la experiencia revolucionaria soviética como la de China.

Resumamos la comprensión clave de Mao sobre la naturaleza de la sociedad socialista. El socialismo, recalcó, no es una especie de máquina económica, ni un conjunto de instituciones políticas que marchan al unísono. Es una formidable lucha por reemplazar la producción en función de la ganancia por la producción en función de la utilidad social, una lucha por revolucionar todas las instituciones y las relaciones sociales, por forjar nuevos valores y actitudes, por establecer un control omnímodo de la sociedad por parte de las masas trabajadores de manera que puedan dominar y transformar todos los aspectos de la sociedad, y por reducir y finalmente abolir todas las diferencias de clase. En síntesis, es una lucha por arrancar de raíz lo viejo y construir un nuevo mundo. Los ideólogos capitalistas se deleitan en describir el socialismo sarcásticamente como un "supuesto paraíso de los trabajadores". Pero el socialismo no es nada parecido a una utopía final, es un período de transformación revolucionaria entre el capitalismo y el comunismo. Es una forma de dominación de clase -dictadura proletaria- que constituye en sí misma una transición y un medio para llevar a cabo la lucha por transformar las bases ideológicas y materiales de la sociedad de clases y

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continuar la revolución hasta alcanzar la sociedad sin clases.

Para Mao, el socialismo es un fenómeno sumamente contradictorio. De un lado, es un gran salto. La producción se lleva a cabo para satisfacer las necesidades de la sociedad según un plan y se organiza sobre la base de la iniciativa y la coordinación sociales conscientes. La fuerza de trabajo ya no se vende ni se compra como una mercancía; ya no está controlada por una fuerza ajena a ella; ya no reproduce relaciones económicas que perpetúan la dominación y servidumbre. Aunque, en tanto que el socialismo es un salto, sigue siendo una sociedad de transición, conteniendo tanto las cicatrices del capitalismo como las semillas del comunismo.

La sociedad socialista avanzará al comunismo, o retrocederá al capitalismo. Se abren dos caminos, el camino socialista y el camino capitalista, y la dirección que tome la sociedad, se definirá al calor de intensos levantamientos y lucha de clases. Una lucha entre quienes antes estaban oprimidos y ahora aspiran a gobernar y transformar la sociedad, y las fuerzas reaccionarias, especialmente las fuerzas de la nueva burguesía, que buscan restaurar el viejo orden y reestructurar la sociedad según los principios capitalistas.

Estas fuerzas de la nueva burguesía surgen de las contradicciones de la sociedad socialista -de las diferencias de ingresos, de las posiciones especializadas que ocupan diferentes individuos en la producción, del papel particular que las personas desempeñan en la dirección y administración, de las brechas entre campo y ciudad y de otras importantes contradicciones sociales que aún existen bajo el socialismo- así como también del ambiente general de las relaciones mercancía-dinero.[xiv] Es posible que en unidades y esferas particulares de la economía socialista las relaciones capitalistas de control y explotación ganen terreno e incluso aceptación. Y varios elementos de la superestructura, tales como la educación y la cultura, también pueden convertirse en fortalezas burguesas cuando domine una línea elitista.

Como clase, la nueva burguesía representa los aspectos burgueses, -las desigualdades, las diferencias sociales etc.- dentro de las relaciones de producción socialistas y pueden desarrollarse verdaderas relaciones de explotación dentro de una forma de propiedad colectiva. Esta clase se desarrolla en el marco de la propiedad socialista. Como fuerza política su fortaleza está concentrada en, y organizada a través de, centros de poder en las

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más altas escalas del aparato del Estado y del partido en la sociedad socialista, incluyendo las fuerzas armadas.[xv] En otras palabras, las relaciones de clase cambian y la base y los términos de la lucha de clases varían, con el derrocamiento de las viejas clases explotadoras, la derrota de sus intentos subsiguientes de retornar, y la consolidación de un nuevo modo de producción. Como Mao señaló en 1976: "La revolución socialista está en marcha; con todo, hay incomprensión acerca de dónde está ubicada la burguesía. Justamente está en el seno del Partido Comunista; se trata de los dirigentes seguidores del camino capitalista dentro del Partido".[xvi]

El énfasis de Mao sobre el Partido es crucial para entender correctamente de la lucha de clases bajo el socialismo. Las masas todavía necesitan un núcleo dirigente para librar la prolongada y complicada batalla para dominar y rehacer la sociedad y establecer el comunismo a nivel mundial. En el ejercicio del poder político de las masas, el partido del proletariado se convierte en la fuerza política dirigente. Se convierte en la principal fuerza dirigente de una economía basada en la propiedad pública estatal. Esta posición y papel de vanguardia son esenciales para la dominación proletaria. Pero esta posición de vanguardia tiene un doble carácter -ya que es precisamente dentro de esta institución dirigente, especialmente en sus más altos niveles, donde se concentrará una nueva burguesía. De esta manera el partido surge como un campo decisivo de la lucha de clases bajo el socialismo y debe revolucionarse.

La sociedad socialista está caracterizada por los muy estrechos y directos vínculos entre el ejercicio del poder político y económico. No sólo es el poder para asignar y administrar medios de producción expresado en forma concentrada como liderazgo político (sobre ministerios, banca, comercio, y unidades de producción individual, etc.), sino que también la dirección en la que se mueve la sociedad en su conjunto depende de qué línea (objetivos y perspectiva) y políticas están liderando los niveles más altos. Quienes desde las más altas posiciones de poder e influencia se apartan del camino socialista y se separan de las masas, y quienes defienden y buscan aplicar una línea neocapitalista se organizarán finalmente en el cuartel general de la burguesía. Estos "seguidores del camino capitalista" son la principal fuerza de la burguesía (entendida como una clase real) y el principal blanco de la continuación de la revolución. El programa político de los seguidores del camino capitalista es aprovechar y expandir los factores capitalistas dentro de la sociedad socialista con el fin de transformar la propiedad socialista en un simple cascarón. Y cuando

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las condiciones maduren los seguidores del camino capitalista harán, y necesitarán hacer, un intento para tomar el poder.

La Revolución Cultural dirigida por Mao fue un medio y un método para derrotar las fuerzas que querían restaurar el capitalismo. Mediante la movilización y la heroica determinación de las masas, se bombardearon políticamente los centros burgueses de poder dentro del partido y las instituciones del Estado, se derribaron elementos burgueses dirigentes, y se retomaron desde abajo mediante la revolución muchas de las posiciones de poder que ellos habían usurpado. Más importante aún, la sociedad saltó por los aires, y sobre la base de un levantamiento de masas se revolucionaron las relaciones sociales, políticas y económicas, así como también las ideas de la gente. En esta forma, mediante la continuación de la revolución, el proletariado atacó los fundamentos materiales e ideológicos de los privilegios, de una burguesía y de una base social que la apoyaba; el proletariado removió los cimientos de donde surgen las clases.

La lucha de clases en la sociedad socialista es una lucha en torno a si un plan servirá para el desarrollo socialista -o para el desarrollo capitalista; si los resultados del trabajo del proletariado se usarán para establecer las bases para la eliminación de las clases -o se usarán contra los mismos productores; si los aspectos capitalistas en la sociedad y sus manifestaciones en la esfera de las ideas y la cultura se restringirán y superarán -o se expandirán; si el alcance de la participación e iniciativa de las masas para dirigir la sociedad se ampliará -o se limitará; si el Estado socialista será una base de apoyo para la revolución mundial -o si le volverá la espalda al proletariado internacional. En síntesis, ¿la revolución continuará, o dará marcha atrás?

Por supuesto que se debe desarrollar la economía y se debe elevar la productividad social del trabajo. Sin embargo las fuerzas productivas se deben desarrollar no como un fin en sí mismo, ni siquiera bajo el principio guía de maximizar el bienestar material, sino más bien para proporcionar las bases materiales necesarias para llevar adelante las transformaciones ideológicas, políticas y sociales que están en el centro de la transición y de la lucha revolucionaria a una forma superior de sociedad ya no dividida en clases. La política debe estar al mando de la producción. Mao recalcó que las fuerzas productivas tienen que desarrollarse sobre la base de revolucionar continuamente las relaciones de producción y la cosmovisión de la

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gente. Como Mao dijo, la lucha de clases es el eslabón clave; empeñarse en la revolución, promover la producción.

Una vez que el liderato político se aparta de este punto de vista, una vez que la producción se toma como el eslabón clave para hacer avanzar la sociedad, y los métodos de producción "más eficientes" se convierten en el criterio determinante, entonces lo que sobreviene es la producción por la producción, el dominio del trabajo muerto (medios de producción resultado del trabajo anterior) sobre el trabajo vivo... y eso lleva al camino capitalista. Una vez que la planificación se asume como una actividad técnica de administrar y controlar, entonces el plan comienza a dominar al proletariado y no al contrario... y eso lleva al camino capitalista[xvii].

La lucha por crear un mundo sin clases y sin distinciones de clase, por hacer y profundizar una revolución socialista, ha exigido la aplicación del marxismo a un nuevo conjunto de problemas y la formulación de nuevos conceptos adecuados a la complejidad de la sociedad socialista. Mao Tsetung amplió significativamente el alcance del marxismo. Lo hizo a nivel teórico al conceptualizar sobre lo que obraba: el socialismo como forma de transición de la sociedad de clases. Y lo hizo a nivel político al desarrollar una orientación sobre cómo se debía actuar en esa sociedad: persistir en la lucha de clases y continuar la revolución. Mao sistematizó la más completa comprensión de la economía y la política de la transición del socialismo al comunismo lograda hasta ahora por el marxismo. En cuanto a lo que nos ocupa, el punto puede plantearse de la siguiente manera: se puede decir que con Mao, por primera vez en la historia del movimiento obrero, se ha establecido una economía política omnímoda y científica del socialismo. El Manual de Shanghai es un testimonio convincente.

El Manual de Shanghai: Su Historia y su Legado

El Manual de Shanghai fue concebido como una rigurosa exposición de la economía política socialista que a la vez fuera accesible al amplio público. El texto y el gran trabajo del cual se deriva son producto de un proceso de lucha y aprendizaje.

La economía política socialista se convirtió en una cuestión de agudo interés teórico para los revolucionarios chinos luego de la toma del poder en todo el país en 1949. ¿Cómo haría China la transición de la revolución democrática nacional a la revolución socialista? ¿Qué

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camino tomaría el desarrollo socialista dadas las condiciones concretas de China? ¿Cómo se ligaría una China socialista con el campo socialista liderado por la Unión Soviética, cómo enfrentaría las fuerzas del imperialismo y cómo contribuiría a las luchas revolucionarias a nivel internacional? Estas fueron algunas de las cuestiones más críticas que enfrentó la revolución al llegar al poder. Ellas servían de marco a problemas más particulares del desarrollo y la planificación socialistas, tales como la relación entre industrialización y la colectivización agrícola, las prioridades de inversión, la ley del valor y la planificación, el papel de los diferentes sistemas de incentivos para estimular el crecimiento de las fuerzas productivas, el lugar de la tecnología avanzada, etc.

Difícilmente podría decirse que los comunistas chinos carecían de experiencia en liderar a las masas en la transformación y dirección de la sociedad. Ellos habían acumulado una experiencia y una comprensión valiosas al librar por más de 20 años la guerra popular. En las bases de apoyo de la revolución desde finales de los años veinte, pasando por la guerra contra el Japón de cerca de una década que terminó en 1945, y hasta la victoria a nivel nacional en 1949, el partido había movilizado a las masas para realizar la construcción y transformación económicas, así como para librar el combate militar. La concepción maoísta de la guerra implicaba principios que tuvieron una aplicabilidad más amplia, tales como la combinación de línea y mando militar centralizados con operaciones descentralizadas. Estaba también la tradición del partido maoísta de realizar profunda investigación social entre las masas para entender sus necesidades y experiencias y ganarlas políticamente de modo que adoptaran las líneas y políticas que concentraran sus más altos intereses. Sin embargo, en términos de desplegar la construcción socialista, lo más apropiado era la Unión Soviética. Esta había abierto el camino para desarrollar y dirigir toda una economía socialista, y el enfoque inicial de China de la planificación y del desarrollo estaba fuertemente influenciado por la experiencia y concepción soviéticas.

Los chinos habían traducido y estudiado con mucha atención el ensayo de Stalin Problemas económicos del socialismo en la URSS (1952), al igual que un amplio texto soviético: Manual de Economía Política. Aunque este manual soviético, cuyo plan se basó en el ensayo de Stalin, no apareció publicado sino hasta mediados de los cincuenta, después de su muerte, aparece citado bastante en la literatura de la economía política maoísta. Fue la presentación más avanzada y sistemática de la economía política socialista disponible

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para los revolucionarios. En 1959, Mao instruyó a los miembros del partido a estudiar la tercera edición del texto soviético de economía política teniendo en mente ciertos problemas. No obstante, muy pronto el libro llegó a ser objeto de la crítica por parte de Mao, en cuanto a su metodología y sus formulaciones teóricas específicas.

Al iniciar la construcción socialista, China había adoptado muchos aspectos de la planificación y del modelo de industrialización desarrollista soviéticos, tanto que la consigna del Primer Plan Quinquenal llegó a ser "seamos modernos y soviéticos". Pero, cuando el plan llegaba a su fin en 1956-57, con resultados muy variados, Mao comenzó a reformular el paradigma soviético. Los gigantescos proyectos de gran inversión amenazaban con absorber un nivel demasiado alto de recursos; la agricultura requería más atención y estímulo para elevar las tasas de crecimiento; los mecanismos de planificación y los métodos de administración no estaban promoviendo la participación de las masas. En este período, la revolución también estaba avanzando en la socialización de la propiedad a niveles más altos (completando la nacionalización de la industria en las ciudades e impulsando la colectivización en el campo), al mismo tiempo que experimentaba nuevas luchas sociales[xviii]. En su discurso "Sobre Diez Grandes Relaciones", fechado en 1956, Mao planteó un enfoque diferente del de las prioridades desarrollistas -incluyendo poner más énfasis en la agricultura y a la industria liviana en relación con la industria pesada (sin sacrificar el papel central de la industria pesada) y dejar mayor responsabilidad en manos locales-, y el desarrollo mismo era visto como una serie de relaciones y contradicciones económico-sociales más que como una simple cuestión de variables técnicas y de producción. En 1958, la época del Gran Salto Adelante, Mao criticó el texto de Stalin Problemas Económicos del Socialismo en lae, entre otras cosas, por su énfasis unilateral en las fuerzas productivas y por minimizar las cuestiones relacionadas con la política, la ideología y la cultura: "De principio a fin de este libro, Stalin no dice nada acerca de la superestructura; ni toma al ser humano en cuenta; él ve cosas pero no personas"[xix]. Mao también se opuso a la primacía de la tecnología sobre la política y a la primacía de los cuadros sobre las masas.

En 1961-62, Mao escribió sus Notas de Lectura del Manual de Economía de la Unión Soviética. De gran alcance en sus observaciones y consideraciones temáticas y escrito con una agudeza característica, este ensayo constituye una obra esencial de la economía política marxista. En él, Mao otorga gran importancia a la

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necesidad de revolucionar las relaciones de producción después de lograr la propiedad socialista. Mao ve el movimiento de formas de propiedad social inferiores a superiores como un proceso de lucha política revolucionaria y conceptualiza el paso del socialismo al comunismo como no menos que una revolución social.

De esta manera, durante el período comprendido entre 1956-64, Mao se dio a la tarea de articular un enfoque alternativo para el desarrollo socialista, enfoque sustentado en la lucha revolucionaria y en la participación de las masas. Durante este período se tuvo la experiencia directa de la cual aprender: los impactos negativos de la estrategia de crecimiento y el modelo de organización industrial influenciados por los soviéticos adoptados a comienzos de los cincuenta, lo mismo que la experiencia positiva del Gran Salto Adelante en China. El Gran Salto fue el crisol en el que se empezó a forjar el nuevo enfoque. Había llevado a la formación de las comunas rurales, a experimentos en nuevas formas de administración de los trabajadores, a amplios esfuerzos para restringir las diferencias entre ciudad y campo y entre trabajo intelectual y trabajo manual, y a la introducción de nuevas prioridades y mecanismos de planificación para servir a estos objetivos.

Durante este mismo período, Mao se encontraba desarrollando aún más y sintetizando la comprensión de la cuestión de las clases y el conflicto de clase bajo el socialismo. En un discurso ante el congreso del partido en 1962, Mao planteó una importante tesis sobre las contradicciones y lucha de clases bajo el socialismo (que él empezaba a ver como algo de una duración relativamente larga). La polémica del partido chino con la Unión Soviética en 1963-64, escrito bajo la guía general del propio Mao, señala la existencia de un estrato dominante y privilegiado que había revertido la revolución en la Unión Soviética. Esto estaba muy relacionado con los problemas del desarrollo y la transformación económicos: la lucha que se libraba en el frente económico y sobre la política económica en China estaba revelando definitivamente que tal estrato (que más tarde vino a entenderse como clase burguesa) existía también en China.

En realidad, Mao estaba dirigiendo la lucha de clases contra las fuerzas conservadoras y revisionistas[xx] dentro del partido chino, que habían atacado y tratado de sabotear el Gran Salto Adelante. Estas fuerzas impulsaban un programa capitalista bajo la bandera de la modernización y la eficiencia. No era de extrañar, ellos también buscaron sistematizar una economía política del socialismo (¡de

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nombre!). Desde los años cincuenta hasta el derrocamiento de las fuerzas revolucionarias en 1976, las fuerzas conservadoras-revisionistas, algunas veces divididas y otras intercambiando sus posiciones, propusieron básicamente dos modelos económicos: una economía descentralizada en la cual las unidades de producción individuales disfrutaban de considerable autonomía en las decisiones de producción y mercadeo; y una economía más centralizada en la cual los ministerios, las agencias de planificación y los más altos niveles del partido concentraban el poder económico y la toma de decisiones (sobre la asignación de la inversión y los recursos financieros, etc.). A pesar de las diferencias superficiales, ellos tenían en común una visión de la industrialización y modernización como fines en sí mismos, y se basaban en las normas de eficiencia y los indicadores de las tasas de retorno, lo mismo que en métodos capitalistas de control, administración y motivación para llegar a tales fines[xxi].

La Revolución Cultural de 1966-76 constituyó el gran avance en la teoría y práctica maoístas. Tras la primera y tumultuosa fase de toma del poder y transformaciones institucionales radicales de la Revolución Cultural, las fuerzas maoístas decidieron consolidar una economía política del socialismo. Para sintetizar y extraer lecciones, estas fuerzas tenían la experiencia de esta "segunda revolución", como el Manual de Shanghai se refiere a la Revolución Cultural, y lo que habían aprendido hasta entonces sobre la naturaleza de la sociedad socialista y sus relaciones de clase. Para realizar tal consolidación, contaban con la síntesis de Mao acerca de los caminos y estrategias de la construcción socialista en la Unión Soviética y China, su análisis sobre la toma revisionista del poder en la Unión Soviética, y su teoría de la continuación de la revolución.

Fue posible entonces hacer un análisis completo de la estructura económica y de las contradicciones sociales en el socialismo, lo mismo que de las causas de la restauración capitalista. Este análisis también era una necesidad vital, en tanto que brújula teórica para entender y navegar en lo que ahora se entendía como un período prolongado de transición socialista y, más inmediatamente, como apoyo teórico para las políticas que venían siendo implementadas y promovidas por las fuerzas revolucionarias ante la feroz oposición de las fuerzas conservador-revisionistas. Para apreciar más plenamente este proceso, bien vale la pena examinar algunos antecedentes.

Entre principios y mediados de los setenta, la situación política en

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China había devenido más complicada y peligrosa. Esto estaba muy ligado con los cambios y desarrollos de la situación mundial. Desde finales de los sesenta, la Unión Soviética había comenzado a amenazar y hacía preparativos serios para atacar a China; para 1969, los soviéticos habían concentrado una enorme fuerza militar en su frontera con China, e incluso hablaban abiertamente de una opción nuclear. La manera como China debía enfrentar este creciente peligro se convirtió en el centro del debate político y de lucha de clases en los años siguientes. Lin Piao, el jefe de las fuerzas armadas chinas, abogaba por una política de conciliación con la Unión Soviética. Ante la dura crítica de Mao, Lin intentó infructuosamente dar un golpe contra Mao en 1971.

Los elementos conservadores pro occidentales dentro del liderato del partido vieron una oportunidad y buscaron aprovecharla. Explotaron el hecho de que a Lin Piao se le identificaba con la Revolución Cultural para desacreditar los logros de ésta. Usaron la amenaza del ataque soviético como un argumento para que China se fortaleciera mediante una plena alianza militar e integración económica con Occidente, así como la adopción de la modernización y administración capitalistas. Argumentaban que China ya no podía tolerar más la conmoción y la experimentación de la Revolución Cultural. Los logros de la Revolución Cultural lo mismo que las políticas y programas de los maoístas fueron sometidos a un ataque cada vez más recio. Una lucha muy importante tomaba forma. Esta sería la última gran batalla que Mao libró para impedir la restauración capitalista, batalla que, mientras se desarrollaba y profundizaba entre 1973 y 1976, influyó decisivamente en el trabajo teórico.

En junio de 1971 se inicio la investigación y redacción de un texto de economía política del socialismo[xxii]. El texto buscaba ser un autorizado estudio acerca de las bases y la dinámica de una economía socialista, en el que se identificaran las propiedades claves de dicha economía y las tareas y luchas decisivas que surgen en la transición a la sociedad sin clases. Tomaba las categorías marxistas de la economía política y de la lucha de clases, y las aplicaba a la compleja realidad histórica del socialismo.

La Economía Política del Socialismo se veía como un trabajo continuado. El proceso de redactar, circular y mejorar sus borradores fue muy fértil. Entre 1972 y 1976 se llegaron a publicar cuatro borradores del libro, cada uno de los cuales constituyó un hito de una más profunda comprensión teórica e implícitamente establecía una

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agenda de investigación posterior. En el seguimiento de los cambios en los sucesivos borradores del texto se hace evidente que los maoístas abordaban de forma creativa muchos de los problemas cruciales de la economía política socialista, desde el carácter del proceso de trabajo socialista, pasando por el status de las leyes económicas bajo el socialismo y la relación entre la economía y la política, hasta la naturaleza de las contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción bajo el socialismo. El quinto manuscrito de La Economía Política del Socialismo nunca salió a la luz. Fue incautado en la imprenta inmediatamente después del golpe derechista de octubre de 1976.

El Manual de Shanghai constituye una versión popular de La Economía Política del Socialismo. La organización y sustentación generales de los dos libros son fundamentalmente las mismas: comparaciones textuales muestran muy poca diferencia en asuntos de sustancia teórica, y las revisiones por las que pasó El Manual de Shanghai corresponden aproximadamente a las ediciones sucesivas de la obra más densa. La presente versión del manual se basa en el cuarto manuscrito de La Economía Política del Socialismo aparecido en 1975. Los economistas que trabajaron en el proyecto estaban vinculados al Instituto de Economía Política en la Universidad Fudan en Shanghai, ciudad que fuera, en general, un centro de la actividad maoísta radical. De ahí que se haya cambiado para esta edición el título de Fundamentos de Economía Política por el de Economía Maoísta y el Camino Revolucionario al Comunismo: El Manual de Shanghai.

La figura clave que dio dirección al proyecto de economía política del socialismo fue Chang Chun-chiao[Zhan Chunquiao]. Chang formó parte del núcleo nacional de dirección en el que Mao se apoyó para guiar y sintetizar las complejas luchas de la Revolución Cultural. Chang se había empezado a destacar durante el Gran Salto Adelante cuando escribió importantes artículos sobre las políticas de salarios y otras cuestiones de la propiedad socialista. Sin embargo, fue en 1967, cuando la Revolución Cultural adquirió fuerza de huracán, que Chang surgió como una figura importante. Había jugado un papel cardinal en los alzamientos de los obreros de Shanghai en 1967, levantamientos que llegaron a conocerse como la Tormenta de Enero de Shanghai. Posteriormente, Chang llegó a ser viceprimer ministro y miembro del Comité Permanente del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista, el más alto cuerpo de dirección del Partido, donde Chang contribuyó a conducir las campañas políticas lanzadas por las fuerzas

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maoístas para impedir la toma capitalista del poder. Chang fue también un importante teórico revolucionario. En octubre de 1976, Chang y Chiang Ching, la esposa de Mao, fueron arrestados junto con Yao Wen-yuan y Wang Jung-wen, conocidos como "la banda de los cuatro". Enjuiciados ante un tribunal de bolsillo en 1980, Chang y Chiang Ching se mantuvieron defendiendo los principios revolucionarios, defendiendo a Mao y la Revolución Cultural (mientras que Yao y Wang se derrumbaron). Chang y Chiang Ching fueron condenados a cadena perpetua. Chiang Ching murió en prisión en 1990, en tanto que, al momento de escribir esta introducción, no se sabía si Chang vivía o no.

Fue Chang quien aprobó los planes iniciales de La Economía Política del Socialismo. Fue él quien expidió las directivas acerca del contenido, dirigió importantes discusiones relacionadas con el texto y quien, según los informes de la actual dirección china, revisó los manuscritos finales. Después de aparecer el primer manuscrito, en septiembre de 1972, Chang evidentemente identificó tres temas clave que debían ser profundizados en el texto: por qué existen factores capitalistas dentro de las relaciones socialistas de producción; por qué la cuestión de la propiedad constituye un problema de poder; y por qué, en el proceso de producción, las relaciones entre las personas son relaciones de clases. Su ensayo "Acerca de la Dictadura Omnímoda sobre la Burguesía", publicado en 1975, planteó cuestiones teóricas muy importantes sobre las cuales se profundiza en las dos últimas ediciones de La Economía Política del Socialismo.

El Manual de Shanghai es una obra de considerable síntesis y originalidad, y dado el alcance y complejidad del tema, su clara y aguda presentación de ideas constituye un gran logro. Siguiendo las directrices de Mao, el Manual conceptualiza el socialismo como tres cosas interrelacionadas. Primero, es una forma de dictadura de clase a través de la cual el proletariado (en alianza con otros sectores populares, especialmente el campesinado pobre de las naciones oprimidas del Tercer Mundo) ejerce su dictadura sobre la vieja y la nueva burguesía y las fuerzas explotadoras. Segundo, es un modo de producción en el que la propiedad social reemplaza la propiedad privada sobre los medios de producción y donde las necesidades sociales reemplazan la ganancia privada como el propósito y medida de la producción social. Tercero, es un período de transición marcado por la intensa lucha de clases y las transformaciones cada vez más profundas cuya meta es la eliminación de las clases y de las diferencias de clases a escala mundial, como parte de un proceso

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mundial de revolución.

El capítulo inicial explica que el objeto de investigación de la economía política marxista son las relaciones sociales de producción, y el libro continua analizando el carácter de estas relaciones en China. Se examina el papel de la política, la ideología y la cultura en el desarrollo económico. El libro estudia el camino y el ritmo de la socialización de los medios de producción en los sectores industrial y agrícola de China, lo mismo que las relaciones entre estos sectores. Hay capítulos que examinan las transformaciones en la división social del trabajo a nivel del sitio de trabajo (la producción social es tratada con riqueza de detalles en tanto incluye no sólo las funciones técnicas, sino también las relaciones sociales de producción); los métodos de planificación; las formas de pago de salarios, la distribución de los bienes producidos por la sociedad, y la meta de elevar simultáneamente las condiciones de vida del pueblo y la creación de mayor igualdad entre éste; el papel y los peligros del dinero y el cálculo monetario. La tarea de reducir y eventualmente superar lo que los maoístas llaman "las tres grandes diferencias": entre la agricultura y la industria, entre la ciudad y el campo, y entre el trabajo intelectual y el trabajo manual, se despliega como el hilo conductor teórico a lo largo de la obra. El texto tiene un enfoque que no apela ni a las fórmulas ni al dogmatismo. Plantea cuestiones muy provocadoras: ¿cómo puede el proletariado delegar ciertos poderes a representantes, y a la vez prevenir el abuso y monopolización de estos poderes y la pérdida de control sobre los medios de producción? ¿Cómo determinar la verdadera naturaleza de la propiedad estatal?

De particular importancia en esta edición de 1975 es la cuestión del "derecho burgués". El derecho burgués es una "marca de nacimiento" capitalista dentro de la sociedad socialista. El derecho burgués se refiere a las relaciones económicas y sociales, concentradas en el derecho y la política, que defienden una igualdad formal pero realmente contienen elementos de la desigualdad. El principio socialista de distribución -"de cada quien según sus capacidades, a cada cual según su trabajo"- ejemplifica esto: por una parte, se aplica un estándar igual para todos -pago según la cantidad de trabajo realizado; por la otra, no todos tienen las mismas necesidades, ni todos pueden trabajar al mismo nivel de productividad. De este modo, este estándar también sirve realmente para reforzar las desigualdades. El texto llama la atención sobre las diversas formas de existencia del derecho burgués y su influencia ideológica (usando el

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término en una acepción amplia, para significar todas las relaciones de la sociedad socialista que contienen las semillas de las relaciones sociales y mercantiles capitalistas). China, en esos momentos, estaba conduciendo una campaña nacional para educar al pueblo sobre el porqué el derecho burgués es el caldo de cultivo del capitalismo (los seguidores del camino capitalista intentan ampliar las diferencias sociales y económicas mediante la expansión del derecho burgués) y por qué debe restringirse y, finalmente, superarse -lo que, para el caso de la distribución, requiere la aplicación del principio comunista de "de cada quien según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades"[xxiii].

Esta edición de 1975 del Manual de Shanghai parte de la avanzada comprensión que el maoísmo había desarrollado acerca de las condiciones materiales e ideológicas que, en la sociedad socialista, hacen surgir nuevas fuerzas privilegiadas y relaciones capitalistas. Sin embargo, esta edición no incorpora el análisis posterior de Mao sobre la naturaleza y ubicación de la nueva burguesía bajo el socialismo. Hasta entonces, los derechistas y revisionistas habían sido vistos generalmente como agentes o representantes de las clases burguesa y feudal. Meses después de la publicación original de este texto, Mao dio a conocer una serie de declaraciones en las que explicaba que el núcleo de la burguesía en la sociedad había que encontrarlo en los altos niveles del partido y de los órganos del Estado. Guiados por estas penetrantes observaciones, los seguidores de Mao adelantaron una más profunda investigación, y hay una fuerte evidencia de que este desarrollo teórico se abordó substancialmente en la edición de La Economía Política del Socialismo de 1976.

Esta obra no pretendía hacer un análisis de los resultados de la economía china ni de las disputas políticas del momento[xxiv]. Sin embargo, sí aborda en términos generales las tendencias de crecimiento y desarrollo, así como las líneas básicas de demarcación entre los enfoques revolucionario y revisionista sobre las necesidades del desarrollo socialista de China. Una de las fortalezas de la obra reside precisamente en que revive las ricas lecciones de la revolución socialista de China. De hecho, éstas son sus puntos de referencia empírica. Pero todo ello sirve al propósito más amplio de la obra: ofrecer una explicación teórica completa de la economía política socialista.

Más allá de esas contribuciones teóricas, el Manual de Shanghai puede leerse en otros niveles. Escrito en lenguaje directo y

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no académico, el libro fue diseñado para llegar a una audiencia que no necesariamente tuviera formación profesional. El texto fue uno de los varios títulos publicados entre 1972 y 1976 como parte de la Serie de Autoeducación de la Juventud. Libros como éste jugaron un papel vital en la China maoísta. Un objetivo clave de la Revolución Cultural fue la creación de un sistema educativo que, en lugar de reforzar el elitismo, lo atacara. Como parte de este esfuerzo se lanzó el movimiento "bajar al campo, subir a las montañas". Cerca de 12 millones de jóvenes de las áreas urbanas, la mayoría de ellos en edad escolar, asumieron tareas diversas en las áreas rurales de China donde vivía la mayoría de la población. Este libro fue escrito para estos jóvenes. Ellos lo estudiaron junto con los otros volúmenes que trataban de filosofía, literatura, ciencias naturales y sociales, y tecnología agrícola para ayudarles a prepararse en el trabajo y el aprendizaje, lo mismo que para enfrentar la lucha política en el campo. De este modo, aprendemos sobre cómo estaba siendo entrenada una nueva generación para analizar la sociedad socialista. También puede darse una idea acerca de cómo la teoría marxista llegó a hacerse disponible a una amplia audiencia, ya que toda esta información iba a ser compartida con los campesinos al tiempo que los estudiantes aprendían de ellos. Una de las características cruciales de la vida política en la China maoísta fue el amplio estudio y discusión públicos de la teoría, incluyendo la economía política.

El texto tiene secciones de intensa controversia. En retrospectiva la razón de esto resulta obvia: una lucha trascendental estaba tomando forma en China... y quienes querían restaurar el capitalismo, triunfaron finalmente. En este sentido, el libro puede leerse incluso en otro nivel. Revela cómo los revolucionarios chinos se preparaban para la batalla, cómo entrenaban al pueblo para identificar las estructuras y mecanismos que debían ser transformados dentro de la sociedad socialista, y para comprender lo que estaba en juego en última instancia: la continuación de la revolución o su derrota y vuelta atrás.

El Manual de Shanghai constituye una fuente muy valiosa para estudiantes y académicos en los campos de la economía comparativa, los estudios chinos y el desarrollo del Tercer Mundo. Por supuesto, el libro debe ser de especial interés para todo aquél que anhele un cambio fundamental. Algo que no puede olvidarse: los revolucionarios chinos consideraban su trabajo teórico como una contribución y un aporte a la lucha internacional de la clase obrera y de los oprimidos. Para aquéllos comprometidos en la lucha revolucionaria en los distintos rincones del mundo, el libro debe

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ayudar a aclarar el alcance y las tareas de la economía política socialista y, de hecho, a la transformación socialista de la sociedad en su conjunto. La dialéctica entre la lucha y el conocimiento, continuará imponiéndose. Sin ninguna duda, el próximo manuscrito de la Economía Política del Socialismo provendrá de una o varias revoluciones triunfantes.

Junio de 1994

[i] El papel de Deng en el golpe de Estado se desempeñó tras bambalinas. El líder nominal fue Hua Guofeng, pero desde el principio, Deng representó la fuerza dirigente detrás del golpe y la consiguiente restauración del capitalismo. Hua, habiendo servido a los propósitos reaccionarios de Deng, fue hecho de lado y relegado a la oscuridad.

[ii] Para el análisis de las características básicas del capitalismo monopolista de Estado que existió en la antigua Unión Soviética, véase Raymond Lotta, La Unión Soviética: ¿Socialista o Socialimperialista? (Bogotá, Asir Editores, 1987).

[iii] Una distopía es un lugar en el que sólo hay miseria y ruina[N. de los Trad.]

[iv] El trabajo excedente es el tiempo de trabajo que sobrepasa el requerido para satisfacer las necesidades de las propias clases trabajadoras.

[v] En la primera parte del siglo XX, muchos teóricos marxistas, como Rosa Luxemburgo y algunos prominentes economistas bolcheviques, asumieron erróneamente que el funcionamiento de una economía socialista sería fácilmente cognoscible y su manejo tan sumamente practicable que la economía política como una ciencia distinta desaparecería.

[vi]La Comuna de París de 1871 tuvo lugar mientras vivían, y Marx estuvo presto a sintetizar las profundas lecciones de esta breve pero rica experiencia. Pero la Comuna duró sólo dos meses y, a nivel económico, era incapaz de establecer un nuevo modo de producción

[vii] Avakian ha escrito extensamente sobre la experiencia y lecciones de la revolución proletaria. Un buen comienzo es "¿Conquistar el Mundo? Deber y

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Destino del Proletariado Internacional", Revolución, Nº 50 (1981). Para quienes estas cuestiones le resultan muy nuevas, el libro de Avakian El falso comunismo ha muerto...¡Viva el auténtico comunismo! (Chicago: RCP Publications, 1992) proporciona una buena introducción y una exposición de estas cuestiones

[viii]La ley del valor es una ley objetiva de la sociedad productora de mercancías. Regula el intercambio de mercancías de acuerdo con las cantidades de trabajo socialmente necesarias empleadas en su producción. Al regular el intercambio capitalista de mercancías, esta ley también regula la distribución del trabajo y los medios de producción entre las diferentes ramas de la producción. La fuerza de trabajo deja de ser una mercancía en el socialismo.

[ix]Esta noción de que el socialismo ha fracasado y que se debe reformular es tratada en el Epílogo de esta obra.

[x]Intensivo en capital" aquí no significa capitalista sino industria con un gran componente técnico, por oposición a una industria "intensiva en mano de obra" que tiene un nivel tecnológico relativamente bajo y se apoya considerablemente en el trabajo humano.

[xi]Mao Zedong sixiang wan sui[¡Viva el Pensamiento Mao Tsetung!](Taipei: s.e., 1969), pág. 197.[xii]Sobre el desarrollo de la teoría económica socialista en la Unión Soviética y los debates relacionados con la estrategia económica durante la década de los veinte,ver N. Spulber (ed.), Foundations of Soviet Strategy for Economic Growth: Selected Soviet Essays 1924-30[Fundamentos de la estrategia soviética para el crecimiento económico: Selección de ensayos soviéticos, 1920-1930](Bloomington: Indiana University Press, 1964); y Maurice Dobb, Soviet Economic Development Since 1917[Desarrollo económico soviético desde 1917]. (Londres: Routledge & Kegan Paul, 1948).[xiii] En contraste con Mao, en su ensayo Problemas Económicos del Socialismo en la URSS, Stalin había definido la planificación como proyectos prácticos orientados por políticas contraponiéndolo a la economía política, como actividad teórica.[xiv] Con relación a las empresas estatales socialistas, el Manual de Shanghai, señala que aunque la propiedad es socializada y las relaciones entre estas empresas se construyen sobre una base de cooperación social, persiste un importante grado de aislamiento entre las empresas (una relativa independencia de operación y manejo) que puede llevar a la competencia y a la fragmentación.[xv] Para Mao la burocracia en la planificación económica y en otros aspectos

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del funcionamiento del partido y el Estado no era simplemente un problema de excesivo crecimiento administrativo y elitismo que debían restringirse. La burocracia es también una forma de organización a través de la cual una nueva burguesía se reproduce a sí misma y un método de control por el cual busca consolidar su poder en esferas particulares.[xvi]Mao Tsetung citado en "Revocar veredictos justos va en contra de la voluntad del pueblo", Pekín Informa (11) 17 de marzo 1976.[xvii] Stalin se inclinó mucho en dirección de estos enfoques erróneos y varias de las políticas económicas que promovió oxigenaron las fuerzas de restauración capitalista. Pero esto debe ponerse dentro del contexto. Para comenzar, no hubo una experiencia socialista anterior, ni positiva ni negativa, que sirviera como referencia. En segundo lugar, a pesar de todos sus errores, Stalin estaba tratando de construir un socialismo, no un capitalismo y, de hecho, se oponía a todo aquel que quería poner la ganancia al mando de la planificación y la construcción económica.[xviii] En el campo, el campesinado pobre empezó a redistribuir y colectivizar la tierra y los recursos productivos. (Mao saludó esta oleada). En la ciudades, hubo algunos estallidos de insatisfacción y disturbios antisocialistas entre sectores de la intelectualidad y los estudiantes.[xix] Una traducción ligeramente diferente puede encontrarse en: Mao Tsetung, "Una crítica de la economía soviética" (México: Fondo de Cultura Económica, 1982).[xx] "Revisionismo" es falso comunismo. Es una corriente burguesa dentro del movimiento obrero que "revisa" y distorsiona los principios fundamentales del marxismo, especialmente en relación con la naturaleza del capitalismo, la revolución política, y el socialismo y el comunismo. El revisionismo le arranca al marxismo su espíritu emancipador. Llama a los obreros a luchar sobre la base del reformismo y de sus estrechos intereses materiales. Y su objetivo y efecto es perpetuar o restaurar el capitalismo a nombre del marxismo y en defensa de la posición de clase e intereses burgueses. El revisionismo es capitalismo disfrazado de socialismo. Véase Capítulo 2 del Manual de Shanghai.[xxi] Sobre los debates relacionados con asuntos de teoría económica en los años cincuenta y sesenta, véase: E.L. Wheelwright y Bruce McFarlane, The Chinese Road to Socialism[El Camino Chino al Socialismo](Nueva York: Monthly Review Press, 1970); "Construcción Socialista y Lucha de Clases en el Campo Económico",Pekín Informa (16), 22 abril 1970; Stephen Andors, China's Industrial Revolution[La Revolución Industrial de China] (Nueva York: Pantheon, 1977); y, Christopher Howe y Kenneth R. Walker, eds., The Foundations of the Chinese Planned Economy[Fundamentos de la Economía Planificada China](Londres, MacMillan, 1989).[xxii] La descripción que se incluye fue extraída de Peer Moller Christensen and Jorgen Delman, "A Theory of Transitional Society and Mao Zedong and the

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Shanghai School"["Una Teoría de la Sociedad de Transición, Mao Zedong y la Escuela de Shanghai"], Bulletin of Concerned Asian Scholars, abril-junio, 1981, pp. 2-15. Este ensayo ha sido de gran utilidad en reconstruir la historia del texto.[xxiii] La restricción del derecho burgués bajo el socialismo en la esfera de la distribución incluye medidas como el desarrollo de formas más sociales de consumo, la provisión de servicios vitales como la salud, independientemente del ingreso individual; el desarrollo de iniciativas sociales para superar la desigualdad entre el hombre y la mujer, y la reducción de las diferencias salariales.[xxiv] El Epílogo examina el comportamiento de la economía china durante los años maoístas.

 

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1. Debemos Estudiar Economía Política

El Objeto de la Economía Política

El gran Presidente Mao nos plantea: "¿Por qué Lenin hablaba de la necesidad de ejercer la dictadura sobre la burguesía? Este problema es preciso tenerlo claro. La falta de claridad al respecto conducirá al revisionismo. Hay que hacerlo saber a toda la nación" [1] . Estudiar economía política es muy importante si queremos dominar el marxismo, si queremos persistir en ejercer la dictadura omnímoda sobre la burguesía, y si queremos poner en práctica conscientemente la línea básica y las políticas del Partido para todo el período histórico del socialismo.

Los jóvenes que combaten en las líneas del frente en el campo y las fábricas son la esperanza de nuestro país y los continuadores de la causa revolucionaria proletaria. Para combatir mejor, para prepararse más rápidamente en lo político, la juventud debe estudiar economía política.

Las relaciones de producción constituyen el objeto de la economía política

¿Qué tipo de ciencia es la economía política? Debemos partir de su objeto de estudio. El objeto de estudio de la economía política marxista lo constituyen las relaciones de producción. Engels señalaba claramente que "la economía política no trata de cosas, sino de relaciones entre personas y, en última instancia, entre clases" [2] . ¿Cómo surgen las relaciones de producción entre las personas? Debemos partir de las actividades productivas del hombre.

El Presidente Mao dijo, "los marxistas consideran que la actividad del hombre en la producción es su actividad práctica más fundamental, la que determina todas sus demás actividades" [3] . Pero antes del desarrollo del marxismo, hace algo más de cien años, la gente no tenía esta comprensión científica. Todos los pensadores de las clases explotadoras negaban este punto de vista: o defendían la falacia de que la sociedad humana se desarrolla según la voluntad de dios o propagaban la simpleza de que los héroes hacen la historia. Estos supuestos grandes pensadores prestaban poca atención al hecho más obvio, a saber, que las personas deben primero alimentarse, vestirse y buscar techo antes de poder comprometerse en actividades de política, ciencias, arte y religión. Y si las personas han de alimentarse, vestirse y tener techo tienen que participar en actividades productivas. Por lo tanto,

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la producción directa de bienes materiales es la base del desarrollo de la sociedad humana. Sin las actividades productivas del pueblo trabajador, la humanidad no puede sobrevivir y la sociedad no puede desarrollarse. Fue Marx quien descubrió esta ley del desarrollo de la historia humana.

Para producir, las personas tienen que establecer determinadas relaciones mutuas. Individuos aislados no pueden participar en la producción. Tal como Marx señaló: "Para producir, los hombres contraen determinados vínculos y relaciones, y a través de estos vínculos y relaciones sociales, y sólo a través de ellos, es como se relacionan con la naturaleza y como se efectúa la producción" [4] . Estas relaciones formadas por las personas en el proceso de producción son llamadas relaciones de producción. En la sociedad de clases, estas relaciones se manifiestan en últimas como relaciones de clase.

Las relaciones de producción consisten de tres aspectos:

(1)  la forma de propiedad de los medios de producción;

(2)  la posición y las relaciones mutuas de las personas en la producción;

(3)  la forma de distribución de los productos.

La forma de propiedad se refiere a quiénes poseen los medios de producción (incluyendo los medios de trabajo tales como máquinas, fábricas y tierra y los objetos del trabajo tales como materias primas). La forma de propiedad sobre los medios de producción es el aspecto más importante y la base de las relaciones de producción. La forma de propiedad sobre los medios de producción determina la naturaleza de las relaciones de producción. Las sociedades primitiva, esclavista, feudal, capitalista y socialista se clasifican según las diferencias en las formas y tipos de propiedad de los medios de producción. La forma de propiedad determina el papel de las personas en la producción y sus relaciones mutuas, y por tanto la forma de distribución de los productos.

Para producir, no sólo es necesario establecer relaciones entre las personas sino también entre estas y la naturaleza. Los seres humanos deben conquistar y transformar la naturaleza. El poder que los humanos desarrollan y utilizan para conquistar y transformar la naturaleza se llama fuerzas productivas. Las fuerzas productivas están compuestas por las personas y los materiales (a estos últimos se les llama medios de producción). De las fuerzas productivas, las herramientas de producción son las más importantes. Los tipos de herramientas utilizadas para la producción reflejan la magnitud del poder de la humanidad para

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conquistar la naturaleza. Pero no podemos considerar a las herramientas de producción como el factor determinante de las fuerzas productivas. "El factor decisivo es el hombre, y no las cosas" [5] . "De todo lo que existe en el mundo, lo más precioso es el hombre" [6] . Las herramientas tienen que ser utilizadas, creadas y renovadas por las personas -de este modo, sin personas, no habría herramientas ni conocimiento. Sin personas, las mejores herramientas "automáticas" nunca serían realmente "automáticas".

Las relaciones de producción y las fuerzas productivas constituyen los dos aspectos de la producción social. En todo el desarrollo histórico, las fuerzas productivas por lo general juegan el papel principal y decisivo. Toda transformación de las relaciones de producción es necesariamente resultado de un cierto desarrollo de las fuerzas productivas. Las relaciones de producción deben corresponder a [los requerimientos de desarrollo de] las fuerzas productivas. Cuando determinadas relaciones de producción entraban el desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones de producción deben ser reemplazadas por otras nuevas que correspondan al desarrollo de las fuerzas productivas. Es decir, la forma de las relaciones de producción no está determinada por la voluntad subjetiva del hombre sino por el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas. Las relaciones de producción deben corresponder al desarrollo de las fuerzas productivas. Esta es una ley objetiva independiente de la voluntad humana. El surgimiento, desarrollo y desintegración de determinadas relaciones de producción se desenvuelven con una correspondiente evolución de las contradicciones de determinadas fuerzas productivas. Por lo tanto, en el estudio de las relaciones de producción, la economía política marxista también estudia las fuerzas productivas.

Si en todo el desarrollo de la historia las fuerzas productivas se revelan como el principal factor determinante, ¿significa esto que las relaciones de producción son totalmente pasivas en relación con las fuerzas productivas? Categóricamente no. Cuando las relaciones de producción corresponden a las fuerzas productivas, ellas son un incentivo activo para el desarrollo de las fuerzas productivas. Cuando las relaciones de producción ya no corresponden a las fuerzas productivas, ellas entrabarán su desarrollo. Cuando las fuerzas productivas no pueden desarrollarse sin cambiar las relaciones de producción, la transformación de las relaciones de producción juega el principal papel determinante. Cuando la vieja China estaba bajo el dominio del imperialismo, el feudalismo y el capitalismo burocrático, las clases terrateniente y compradora representaban las relaciones de producción más reaccionarias y atrasadas en China. El desarrollo de las fuerzas

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productivas estaba severamente restringido y socavado. Antes de la liberación en 1949, China no tenía ninguna industria de construcción de maquinaria ni tampoco fábrica de automóviles ni de aviones. Aparte del noreste de China , la producción anual de acero sólo era de varios centenares de miles de toneladas. Incluso los bienes de consumo más elementales eran importados. La ropa y las sombrillas eran de origen extranjero. Incluso se importaban hasta las puntillas. Bajo tales circunstancias, el derrocamiento del reaccionario dominio del imperialismo, el feudalismo y el capitalismo burocrático, la transformación de las relaciones de producción comprador-feudales, y el establecimiento de las relaciones socialistas de producción jugaron el principal papel determinante en promover el desarrollo de las fuerzas productivas.

El mayor desarrollo de las fuerzas productivas generalmente ocurre después de cambios en las relaciones de producción. Esta es una ley universal. El mayor desarrollo de las fuerzas productivas en la sociedad capitalista tuvo lugar después de la desintegración de las relaciones feudales llevada a cabo por la revolución burguesa y el rápido desarrollo de las relaciones capitalistas de producción. En Inglaterra, por ejemplo, la Revolución Industrial de finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX se llevó a cabo sólo después y sobre la base de la revolución burguesa del siglo XVII. Todo esto le dio gran impulso al desarrollo de las fuerzas productivas. De igual manera, la moderna industria a gran escala en Francia, Alemania, los Estados Unidos y Japón se desarrolló rápidamente sólo después de que las viejas superestructura y relaciones de producción habían sido transformadas de diversas maneras.

Sobre la cuestión de las relaciones de producción y las fuerzas productivas, una de las principales cuestiones en la larga lucha entre marxismo y revisionismo ha sido siempre si se insiste en defender la teoría de la unidad dialéctica entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, o se promueve la reaccionaria "teoría de las fuerzas productivas". Lin Piao aliado con Chen Po-ta, abogaba porque la tarea principal después del IX Congreso del Partido de 1969 fuera desarrollar la producción. Esta es la misma falacia revisionista insertada en la Resolución del VIII Congreso del Partido por Liu Shao-chi y Chen Po-ta, que sostenía que "la contradicción entre el sistema socialista avanzado y las fuerzas productivas sociales atrasadas" era la contradicción principal en la sociedad China. En China, las relaciones socialistas de producción están básicamente en armonía con el crecimiento de las fuerzas productivas. Esto abre horizontes completamente nuevos para el desarrollo de las fuerzas productivas. Pero estas relaciones de producción están todavía lejos de ser

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perfectas, y esta imperfección está en contradicción con el crecimiento de las fuerzas productivas. La práctica de la revolución socialista nos enseña que el superior sistema socialista es siempre el que promueve el desarrollo de las fuerzas productivas. El desarrollo de las fuerzas productivas se promueve siempre después de la transformación de aquellas partes de las relaciones de producción que no corresponden al desarrollo de las fuerzas productivas. ¿Dónde está "la contradicción entre el sistema socialista avanzado y las fuerzas productivas sociales atrasadas"? La criminal intención de Liu Shao-chi, Lin Piao y otros de tales estafadores que difundían esta tontería era tratar vanamente de utilizar la "teoría de las fuerzas productivas" como un arma para oponerse a continuar la revolución bajo la dictadura del proletariado y ejercer la dictadura omnímoda sobre la burguesía y oponerse a la línea básica del Partido. Este es su sueño imposible.

Las relaciones de producción deben corresponder al desarrollo de las fuerzas de producción. El desarrollo de las fuerzas productivas requiere la destrucción de las viejas relaciones de producción que resulten incompatibles con su desarrollo y su remplazo por nuevas relaciones de producción que sí lo sean. Pero el proceso de desintegración de las viejas relaciones de producción y el surgimiento de unas nuevas no es un proceso tranquilo. La transformación de las viejas relaciones de producción y el establecimiento y perfeccionamiento de las nuevas se realizan a menudo sólo mediante luchas revolucionarias. Por lo tanto, si se quiere comprender cómo son transformadas las viejas relaciones de producción, y cómo se establecen y perfeccionan unas nuevas, no es suficiente estudiar esto solamente en términos de las contradicciones entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas. También se deben investigar las relaciones entre la superestructura y la base económica.

La superestructura se refiere al gobierno nacional, al ejército, a las leyes y otras instituciones políticas, y sus correspondientes formas ideológicas como la filosofía, la literatura y el arte. La base económica la constituyen las relaciones de producción. "El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social" [7] . Esta frase de Marx explica científicamente la relación entre la superestructura y la base económica.

En la contradicción entre la superestructura y la base económica, esta última juega, por lo general, el papel principal y decisivo. La base económica determina la superestructura. Al cambiar la base económica,

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"se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella" [8] . En otras palabras, cuando la vieja base económica se desintegra, la superestructura erigida sobre ella también debe desmoronarse. Pero la superestructura no se desintegra a la misma velocidad que la base. Incluso después de que la maquinaria Estatal reaccionaria ha sido transformada y reemplazada la vieja base económica, las clases reaccionarias derrocadas no abandonan voluntariamente el escenario de la historia. Ellas inevitablemente libran prolongadas y desesperadas luchas en las esferas política, ideológica y cultural contra las clases avanzadas. Especialmente, las viejas formas ideológicas asociadas con las clases derrocadas siguen existiendo por largo tiempo.

La superestructura está determinada por la base económica. Una vez establecida la superestructura, ésta ejerce una enorme reacción sobre la base económica. Stalin señalaba que "[La superestructura]... coadyuva activamente a que su base tome cuerpo y se afiance y adopta todas las medidas para ayudar al nuevo régimen a rematar y destruir la vieja base y las viejas clases" [9] . Esto explica por qué la superestructura siempre sirve a su base económica. La superestructura socialista sirve a su base económica socialista, y la superestructura capitalista sirve a su base económica capitalista.

En la sociedad capitalista, con la intensificación de la contradicción entre la producción socializada y la propiedad privada de los medios de producción, existe una urgente necesidad objetiva de reemplazar la propiedad privada capitalista por la propiedad pública socialista. Pero la burguesía controla la maquinaria estatal reaccionaria y la utiliza para mantener y defender la base económica capitalista. Si el proletariado no hace añicos primero la maquinaria estatal capitalista, es imposible destruir el sistema económico capitalista. La afirmación de los revisionistas nuevos y viejos de que "el capitalismo puede convertirse pacíficamente en socialismo" es una sarta de mentiras.

En la sociedad socialista, la superestructura y la base económica son compatibles en lo fundamental. Pero, la existencia de la burguesía y sus formas ideológicas, la existencia de ciertos estilos burocráticos de trabajo en los órganos del Estado, y la existencia de defectos en algunas partes del sistema de Estado hacen que se obstaculicen o socaven la consolidación, mejora y mayor desarrollo de la base económica socialista. Debemos hacer que la superestructura socialista coadyuve mejor a la base económica socialista. Debemos asir firmemente la lucha en la superestructura y llevar hasta el fin la revolución socialista en esa esfera.

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La economía política alude a los intereses más prácticos e inmediatos de las diversas clases y capas sociales. Explica los más agudos e intensos problemas de la lucha de clases. La economía política marxista, al igual que la filosofía marxista, proclama abiertamente que está al servicio de la política proletaria. La economía política es una ciencia que se ocupa de la lucha de clases.

La economía política es la base teórica sobre la que el Partido formula su línea básica

La economía política marxista nació con el proletariado moderno y las fuerzas productivas avanzadas, particularmente la gran industria. Marx participó en las luchas de clases de su época y utilizó la revolucionaria dialéctica materialista para analizar la sociedad capitalista. Él desentrañó los secretos de cómo los capitalistas explotaban a los obreros y reveló científicamente las contradicciones entre la producción socializada y la propiedad capitalista. Estas contradicciones se manifestaban como agudos antagonismos entre el proletariado y la burguesía. Con el diario desarrollo de las contradicciones en la sociedad capitalista se fortaleció el proletariado, el sepulturero del sistema capitalista. "Suena la hora postrera de la propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados"[10] . De esto se derivo la conclusión revolucionaria y científica de que el sistema capitalista sería inevitablemente reemplazado por el sistema socialista, y la dictadura burguesa por la dictadura proletaria. "Marx deduce la inevitabilidad de la transformación de la sociedad capitalista en socialista única y exclusivamente de la ley económica del desarrollo de la sociedad moderna" [11] . De este modo, la economía política marxista, junto con la filosofía marxista y el socialismo científico, se convirtió en la base teórica que le permite al partido político proletario formular su línea básica. Sobre la base teórica del marxismo y bajo condiciones capitalistas, los revolucionarios proletarios dirigentes del proletariado formularon la línea política básica del partido proletario de usar la violencia revolucionaria para la toma del poder político. Guiaron al proletariado en la lucha por el derrocamiento cabal de la burguesía y de todas las clases explotadoras, el remplazo de la dictadura burguesa por la dictadura proletaria, el triunfo del socialismo sobre el capitalismo y el logro final del comunismo.

En la sociedad socialista, la economía política marxista sigue proporcionando la base teórica para que el partido proletario formule su línea básica. El Presidente Mao ha analizado agudamente las contradicciones entre las relaciones socialistas de producción y las fuerzas productivas, y entre la superestructura y la base económica, y

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reveló el carácter prolongado y complejo de la lucha entre las dos clases y entre las dos líneas en el período socialista. Sobre esta base teórica, él formuló además la línea básica de nuestro Partido para todo el período socialista. Esta línea básica nos enseña: "La sociedad socialista cubre una etapa histórica bastante larga. A todo lo largo de esta etapa histórica, existen clases, contradicciones de clase y lucha de clases, existe la lucha entre el camino socialista y el capitalista, existe el peligro de restauración del capitalismo y existe la amenaza de subversión y agresión por parte del imperialismo y el socialimperialismo. Estas contradicciones no pueden resolverse sino mediante la teoría sobre la continuación de la revolución bajo la dictadura del proletariado y la práctica guiada por esta teoría" [12] . La línea básica del Partido guía al pueblo chino, capacitándolo para persistir en continuar la revolución bajo la dictadura del proletariado, para luchar por la consolidación de la dictadura del proletariado, la prevención de la restauración capitalista y la construcción del socialismo, y para luchar por el brillante ideal de la realización del comunismo a nivel mundial.

El Presidente Mao ha señalado: "En una palabra, China es un país socialista. Antes de la Liberación no difería mucho del capitalismo. Ahora todavía practica un sistema salarial de ocho categorías, la distribución a cada uno según su trabajo y el intercambio por medio del dinero, todo lo cual apenas es distinto de la vieja sociedad. La diferencia está en que el sistema de propiedad ha cambiado"  [13] . El Presidente Mao también ha señalado: "Nuestro país practica ahora un sistema de mercancías, un sistema salarial que es también desigual, como el de ocho categorías, y cosas por el estilo. Esto, bajo la dictadura del proletariado, sólo puede ser restringido. Así, será muy fácil para gentes como Lin Piao montar el sistema capitalista si escalan el Poder. [Es por eso que hay que leer más obras Marxista-Leninistas]* " [14] . El derecho burgués incorporado en el sistema de mercancías y el principio de distribución según el trabajo proporcionan una importante base económica sobre la que se generan el capitalismo y nuevos elementos burgueses. Entender la profundidad de esta cuestión tiene importantes implicaciones para perseverar en el ejercicio de la dictadura omnímoda sobre la burguesía. Todas éstas son cuestiones en el campo de la economía política. Con el estudio de la economía política, podemos profundizar nuestra comprensión de la línea básica del Partido y elevar nuestra conciencia de modo que podamos aplicarla mejor .

La economía política marxista se opone a toda economía política burguesa y revisionista, y se ha desarrollado en confrontación con éstas. Estudiar economía política marxista nos ayuda a distinguir entre el marxismo y el revisionismo, entre el socialismo y el capitalismo, y entre

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el proletariado y la burguesía. También nos permitirá corregir desviaciones y elevar nuestra conciencia ideológica.

Resumiendo, debemos estudiar economía política si queremos derrotar la ideología anti-Partido y anti-marxista, si queremos perseverar realmente en el ejercicio de la dictadura omnímoda sobre la burguesía, si queremos aplicar cabalmente la línea básica del Partido, y seguir logrando nuevas y mayores victorias en la gran revolución socialista y en la causa de la construcción socialista.

Combinar la teoría con la práctica para aprender bien economía política

La economía política es una aplicación del materialismo dialéctico y del materialismo histórico, y demuestra su validez. Al estudiar economía política debemos seguir la guía del materialismo dialéctico y del materialismo histórico. La dialéctica "concibe toda forma desarrollada en el fluir de su movimiento, y, por tanto, sin perder de vista su lado perecedero; porque nada la hace retroceder y es, por esencia, crítica y revolucionaria" [15] . Esta concepción proletaria del mundo se opone directamente al idealismo y a la metafísica. Sólo comprendiendo el materialismo dialéctico e histórico y utilizándolos para observar y analizar las leyes del movimiento de la sociedad y economía capitalistas podemos entender por qué el capitalismo está condenado a perecer y el socialismo está destinado a triunfar. Y sólo utilizando el materialismo dialéctico e histórico para observar y analizar las leyes del movimiento de la sociedad y economía socialistas podemos entender el carácter prolongado y complejo de la lucha de clases y la lucha de líneas en la sociedad socialista, y sólo así podemos entender la tendencia general del desarrollo histórico del socialismo al comunismo, independientemente de la voluntad humana. Esto fortalecerá nuestra resolución de luchar por la victoria final del comunismo, con absoluta decisión y sin temer ni a las dificultades ni al sacrificio.

Al estudiar economía política, debemos insistir en el estilo revolucionario de aprender combinando la teoría con la práctica. El Presidente Mao nos enseña: "Hay que dominar la teoría marxista y saber aplicarla; dominarla con el único objetivo de aplicarla" [16] . Combinar la teoría con la práctica determina si se tiene estilo revolucionario de estudio, si se tiene o no espíritu de partido. Debemos combinar el estudio de la economía política con la crítica del revisionismo, con la crítica a las falacias reaccionarias difundidas por Liu Shao-chi, Lin Piao, y estafadores similares, con los tres grandes movimientos revolucionarios -la lucha de clases, la lucha por la

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producción y la experimentación científica-, y con la transformación de la concepción del mundo. El Presidente Mao ha recalcado: "Lenin dijo: 'La pequeña producción engendra capitalismo y burguesía constantemente, cada día, cada hora, de modo espontáneo y en masa'. Esto ocurre también con una parte de la clase obrera y una parte de los miembros del Partido. Tanto entre los proletarios como entre los funcionarios de los organismos oficiales hay quienes incurren en el estilo de vida burgués" [17] . Debemos utilizar la economía política marxista para combatir conscientemente el "estilo burgués" y librar una persistente lucha contra las fuerzas capitalistas y la burguesía.

¿Es difícil aprender economía política marxista? Sí. En el prólogo a la primera edición de El capital, Marx dijo: "Los comienzos son siempre difíciles, y esto rige para todas las ciencias". En el análisis concreto de los fenómenos objetivos, la economía política marxista penetra más allá de la superficie, capta la esencia, y realiza la abstracción científica. De este modo, cuando comenzamos, a menudo nos encontramos con algunos términos y conceptos que son difíciles de entender. Pero la economía política marxista fue escrita para el proletariado y se ocupa de la teoría de la revolución proletaria. Si la estudiamos seriamente, gradualmente podremos comprenderla . "'Nada en el mundo es difícil para el que se propone hacerlo'. Cruzar el umbral no es difícil, y perfeccionarse también es posible con tal que uno se proponga hacerlo y sepa aprender" [18] .

Marx señaló: "En la ciencia no hay caminos reales, y sólo tendrán esperanzas de acceder a sus cumbres luminosas aquellos que no teman fatigarse al escalar por senderos escarpados" [19] . Los líderes revolucionarios del proletariado dedicaron toda su vida a fundar y desarrollar la teoría marxista. Siguiendo sus luminosos ejemplos y leyendo asiduamente las obras de Marx, Lenin, y el Presidente Mao, debemos luchar por estudiar y dominar esta arma teórica marxista, para la revolución socialista y la construcción socialista, y para el logro del comunismo en todo el mundo.

Principales Referencias para Estudio

Marx, "Prólogo de la Contribución a la crítica de la economía política", en K. Marx - F. Engels: Obras Escogidas, tomo 1

Engels, Anti-Dühring, parte 2, capítulo 1

Lenin, "Carlos Marx", Obras Completas, tomo XXII

Mao, "Sobre la contradicción", sección 4, Obras Escogidas, tomo I

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Mao, "Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo", sección 1, Textos Escogidos

Notas* Nota  de los Trad. En las dos ediciones chinas del texto en español

(ELE 1975 y Pekín Informa N° 14, 9 de abril de 1975) se omite esta última frase.

[1] .   Citado en Chang Chun-chiao, "Acerca de la dictadura omnímoda sobre la burguesía", Un Mundo que Ganar 1989/14. (Publicado originalmente en Pekín Informa Nº 14, 9 de abril 1975 y en folleto de Ediciones en Lenguas Extranjeras el mismo año).

[2] .   Federico Engels, "Carlos Marx, Contribución a la crítica de la economía política", en K. Marx - F. Engels, Obras Escogidas (Moscú: Editorial Progreso), tomo 1, pág. 529. (De aquí en adelante a esta obra se hará referencia como OEME).

[3] .   Mao Tsetung, "Sobre la práctica", en Obras Escogidas (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1972), tomo 1, pág. 317.

[4] .   Carlos Marx, "Trabajo asalariado y capital", OEME 1, pág. 163.

[5] .   Mao, "Sobre la guerra prolongada", OE 2, pág. 146.

[6] .   Mao, "La bancarrota de la concepción idealista de la historia", OE 4, pág. 470.

[7] .   Marx, "Prólogo de la Contribución a la crítica de la economía política", OEME 1, pág. 517-18.

[8] .   Ibid., pág. 518.

[9] .   J.V. Stalin, El marxismo y los problemas de la lingüística (Pekín, Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1976), pág. 3.

[10] . Marx, El capital (México: Siglo XXI Editores, 1987), tomo I, pág. 953.

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[11] . V.I. Lenin, "Carlos Marx", en Obras Completas (OC) (Buenos Aires: Editorial Cartago, varias fechas [la fecha se indicará a continuación del tomo en la primera cita de cada tomo]), tomo XXII (1970), pág. 164.

[12] . Partido Comunista de China (PCCh), "Estatutos del Partido Comunista de China", en Documentos del X Congreso Nacional del Partido Comunista de China (Pekín, Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1973), pág. 64.

[13] . Citado en Chang Chun-chiao, "Acerca de la dictadura omnímoda sobre la burguesía", Un Mundo que Ganar 1989/14, pág. 48.

[14] . Ibid., pág. 50.

[15] . Marx, "Epílogo a la segunda edición [Alemana]", El capital, tomo I, pág. 20.

[16] . Mao, "Rectifiquemos el estilo de trabajo en el partido", OE 3, pág. 34.

[17] . Citado en Chang Chun-chiao, "Acerca de la dictadura omnímoda sobre la burguesía", Un Mundo que Ganar 1989/14, pág. 46.

[18] . Mao, "Problemas estratégicos de la guerra revolucionaria de China", OE 1, pág. 205.

[19] . Marx, "Prólogo y epílogo a la edición francesa", El capital, tomo I, pág. 21.

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