e frampton - cvc.cervantes.es · mada arquitectura posmoderna, ideológicamen te reconocida y...
TRANSCRIPT
REFLEXIONES SOBRE POSMODERNIDAD Y ARQUITECTURA
Kenneth Frampton
e onsidero necesario proporcionar al lector un contexto en el que situar esta discusión; una hipótesis que desde el principio adolecerá de la ambigüedad
de ser en parte crítica y en parte postulativa. Lo que significa que, por una parte, deseo denunciar el deterioro de la cultura ambiental contemporánea en favor de una proliferación de imágenes. Y por otra parte, postular un principio desde el que intentar resistirse a la comercialización de la edificación; es decir, evitar que los edificios se reduzcan a meros artículos de consumo, incluyendo el mayor y aparentemente más importante objeto de la edificación, que, hasta el momento, como establishment ha tendido a oponerse a la rápida amortización de la sociedad industrial, en virtud de lo que podemos denominar un anclaje al terreno. Este artículo es una revisión de las hipótesis que intenté describir en mi ensayo «Hacia un regionalismo crítico», incluido en el volumen Postmodern Culture, editado por Hal Foster, (La posmodernidad, Barcelona, Kairós, 1985.)
Antes de entrar en materia, creo necesario comentar cómo llegué a escribir este ensayo, ya que sólo entonces se conocerá bajo qué circunstancias formulé mi postura.
Mi interés en lo que percibí como esporádico y marginal, como resistencia basada en regionalismos, en el campo de la cultura arquitectónica, nació del reconocimiento del poder de la hegemonía anglo-americana en el terreno de la llamada arquitectura posmoderna, ideológicamente reconocida y polemizada como tal en el prestigioso libro de Charles Jencks, The Language of Post-Modern Architecture (1977), (El lenguaje de la arquitectura postmoderna, Gustavo Gili, 1980), un libro -muy interesante, desde mi punto de vista- que cuenta con 400 ilustraciones, la mayoría fotografías distribuidas en la proporción de una por edificio. Unos años más tarde, Arthur Drexler, director de la sección de arquitectura del Museo de Arte Moderno, organizó una exposición titulada «Transformaciones» que, en realidad, repetía la misma operación; pretendiendo ser un informe crítico de las experimentaciones sufridas por la arquitectura moderna en los quince o veinte años previos, es decir, desde mediados de los sesenta. La exposición contaba con 500 imágenes fotográficas distribuidas en la misma proporción. Este método fue un claro éxito de público.
65
Finalmente, y éste es el último acontecimiento informativo al que me referiré, 1980 fue el año de la Bienal de Venecia cuya sección de arquitectura, dirigida por Pablo Portoghesi, se montó bajo el demagógico, pero irónico título de «La presencia del pasado, el final de la Prohibición»; un acontecimiento cuyo parti pris, entonces ideológicamente indeterminado, me llevó a abandonar la comisión asesora en su fase de planificación. La comisión incluía a tres críticos de arquitectura norteamericana; es decir, si se considera a Robert Stern crítico de arquitectura, y si a mí se me va a considerar norteamericano ... Esta exposición, como sin duda se recordará, llevó a Habermas a titular su discurso de entrega del premio Adorno de ese año, «La modernidad, un proyecto incompleto», que abre el conjunto de ensayos reunidos en La posmodernidad.
Al comienzo de los ochenta, era consciente -en cuanto al establishment arquitectónico norteamericano se refiere- de que se había puesto enmarcha una operación cultural reaccionaria, ya enperspectiva desde la publicación del libro de Robert Venturi Complexity and Contradiction in Architectura (1963), (Complejidad y contradicción enla arquitectura, Gustavo Gili, 1980), cuya primeraedición contenía un pasaje un tanto desconcertante y supuestamente irónico, donde afirmaba quelos norteamericanos no necesitan piazzas, dadoque se quedarían en casa viendo la televisión.
En el caso de que se crea que esta reacción está perdiendo actualidad, permítame informarle que la próxima exposición del Royal Institute of British Architects de Londres presentará el trabajo de Kohn Pedersen Fox, considerada actualmente como la primera firma de arquitectos de Norteamérica -por delante de Skidmore, Owings y Merrill-, dedicada a la venta al por mayor de urbanizaciones comerciales, diseñadas como salvajes atentados historicistas, ocultos superficialmente bajo la estructura normativa de mejora de la producción.
Siendo la necesidad, como crítico y como profesor, de apuntar una base teórica alternativa con la que continuar, aunque de manera marginal, la práctica cultural de una arquitectura que no es exactamente vanguardista en un sentido positivo, pero que de alguna forma reconstituye y desarrolla los rasgos distintos emancipatorios, liberadores, y si se prefiere, hedonistas, de la arquitectura moderna, como ha sido postulado y hasta cierto punto llevado a cabo por aquel movimiento, en sus orígenes, previo a la tragedia de la guerra civil española, y de forma más silenciada y posiblemente más sutil, previo a la destrucción del New Deal, por lo que a la planificación socio-urbana norteamericana se refiere, en el desastre de la era McCarthy. (Este es el momento en el que se vuelven a vender todas las zonas verdes, las nuevas ciudades de Roosevelt, al capital privado; aparte de denunciar a la máxima autoridad en urbanismo de Los Angeles ante el Comité de Actividades Antiamericanas.)
---= = -----
3 =
---=
¡
. . . • • I
. . .
• • 1
. .
1 •
• • • • 1
á
Britania
�
66
Al principio de los años ochenta tenía la impresión -y debo admitir que ya tenía indicios de ello en los sesenta- de que los trabajos arquitectónicos de nuestro tiempo más sensibles, liberadores e incluso críticos, se podían encontrar en las periferias, más que en los supuestos centros de desarrollo del capitalismo tardío, ya fuera Nueva York, Londres, París, Frankfurt o Tokio. Y estos centros periféricos de energía arquitectónica fueron capaces de mantener una completa calidad de trabajo por una serie de razones que va desde la prosperidad local hasta un tipo de falsa identidad cantonal e incluso poder, o hasta el deseo y buena voluntad por parte de un grupo de arquitectos y, lo que es más importante, de sus clientes, de intentar cultivar y alcanzar una expresión moderna y adecuada, la cual -mientras todavía experimentaba el empujemodernizador del desarrollo contemporáneomediaría y calificaría esta civilización universalen virtud de una cultura local cultivada de manera consciente. Los fenómenos a través de loscuales esta cultura se puso de manifiesto ibandesde la topografía, el clima, la luz, los materiales de construcción, los métodos de trabajo manual rudimentarios y las costumbres locales,hasta la transmutación de los tropos arquitectónicos tradicionales e incluso los mitos, tímidamente cultivados, de un lugar concreto.
Es importante recordar con respecto a esto, y a todo a lo que me referiré más adelante, que la arquitectura, a diferencia de otras artes, forma parte de la vida universal. Por esta razón se puede hablar de arquitectura experimentada por el cuerpo, o mejor dicho, por todo el ser, más allá del dualismo entre cuerpo y alma al que JeanFrancois Lyotard hace referencia. De ahí, que sea posible, desde un punto de vista crítico, referirse al campo de la arquitectura en términos de su potencial táctil, más que en función de la primacía dada a lo visual desde el Renacimiento en adelante. Por supuesto, esto no significa que se pueda superar el privilegio biológico concedido a la vista.
Ahora, expondré brevemente los seis puntos para una arquitectura de resistencia. Deberán considerarse como modelos en torno a los cuales gira mi pensamiento crítico cultural, en lo que atañe a la arquitectura, si vamos a crear una expresión posmoderna .
EL REGIONALISMO CRITICO
Y a he abordado el tema del regionalismo crítico dos veces: la primera en un artículo que apareció en Perspecta 20, en 1982; y la segunda, en el artículo del mismo título que forma parte del volumen La posmodernidad. Lo que voy hacer ahora es intentar una breve relectura de esta segunda versión. Pero antes de comenzar, permítaseme definir el lugar en el que parezco encontrarme, tanto desde el punto de vista político como filosófico.
Britania
<4iill El término Regionalismo Critico no es de mi
invención, sino que procede de los escritos de Alex Tzonis y Liliane Lefaivre, de origen griego y franco-canadiense -lo cual no deja de ser significativo-, y ambos profesores en Delft. Un tanto a favor del regionalismo crítico... En un ensayo titulado La cuadricula y la senda (1981), después de acuñar el término, proceden a prevenir contra la ambigüedad, por no decir naturaleza reaccionaria, del reformismo regional, como éste se ha manifestado varias veces desde el último cuarto del siglo XIX en Grecia y, desde luego, en la Alemania del Tercer Reich.
Aún a riesgo de ser redundante, me siento obligado a añadir que por regionalismo crítico no me refiero a ningún tipo de estilo específico, ni tampoco a una forma de hipotético reviva! vernacular, ni a un tipo de cultura popular supuestamente espontánea. En cambio, deseo emplear el término para evocar una condición hipotética y real en la que se cultiva de manera consciente una cultura crítica de la arquitectura en un lugar determinado, en expresa oposición con la dominación cultural del poder hegemónico. Es, al menos en teoría, la cultura crítica, la que sin rechazar el empuje de la modernización, resiste siendo totalmente absorbida y consumida por él.
Esto me remite no sólo al subtítulo de mi segundo ensayo, Seis puntos para una arquitectura de resistencia, sino a la idea de Philippe LacoueLabarthe de llevar el proyecto estético hasta el límite, de tal forma que pase de una condición de complicidad a una condición de resistencia. Al mismo tiempo, me lleva a prevenir al lector y a mí mismo contra la forma que tomará el resto del artículo: aunque presentaré estos puntos como pares dialécticos, no deseo sugerir que puedan necesariamente ser elevados a un nivel más alto de síntesis, o que puedan considerarse, desde un punto de vista idealista, manipulados por mí para favorecer el triunfo de uno sobre el otro.
Esto me lleva a advertir que me encuentro en una posición dividida totalmente posmoderna, tanto desde el punto de vista político como filosófico. Cualquiera que esté familiarizado con mis escritos, detectará al momento la influencia de dos líneas distintas del pensamiento crítico, en general de origen germánico: una línea procedente de Hegel y Marx, que culmina en Gramsci y en la Escuela de Frankfurt; y otra que procede de Nietzsche y Husserl, la escuela que abarca en su campo de estudio la fenomenología y el existencialismo y se extiende hasta los escritos de Heidegger y Hannah Arendt.
Tras un intercambio de opiniones, resulta fácil prever que el pensamiento marxista crítico actual encontrará tal unión desagradable, por no decir escandalosa, aunque, naturalmente, por mi parte, m.e siento de alguna manera alentado por la asociación de Lacoue-Labarthe con Adorno y Heidegger dentro de la tradición de resis-
67
tencia. Y encuentro mayor consuelo en la notable afirmación que Donald M. Lowe hace en su libro, History of Bourgeois Perception:
Tanto la fenomenología como el marxismo son antipositivistas. Los conceptos de razón de ambos proceden del mundo. Sin embargo, cada uno propone una «razón» diferente para una configuración del mundo distinta. Lo que la cultura del mundo es a la fenomenología, la totalidad lo es al marxismo. Los fenomenologistas utilizan el concepto de intencionalidad para describir la cultura del mundo, mientras que los marxistas utilizan el concepto de dialéctica para analizar la totalidad. Si la dialéctica es la estructura de la totalidad en la transformación, la intencionalidad es la subjetivación de esa estructura dialectal.
CULTURA Y CIVILIZACION
En este punto estoy doblemente en deuda. En primer lugar, con Delapor Vesley, ya que fue él quien me habló de un texto de Paul Ricoeur que supongo ha influido excesivamente en mí. El texto, escrito en 1961, se titula La civilización universal y las culturas nacionales. Lo citaré aquí brevemente y lo dejaré ahí, ya que su objetivo, en relación con mi postura acerca de la cultura y la civilización, guardará relación con algunos de mis puntos posteriores.
Si bien el fenómeno de la universalización es un avance de la humanidad, al mismo tiempo constituye una especie de sutil destrucción, no sólo de las culturas tradicionales, lo que quizá no fuera un daño irreparable, sino también de lo que llamaré de ahora en adelante, el núcleo creativo de las grandes culturas; ese núcleo sobre cuya base interpretamos la vida, lo que denominaré de antemano el núcleo ético y mítico de la humanidad ... Parece como
Rrita.nia -------------''"'-Ct''ºtrlill
si la humanidad, al intentar alcanzar en masse una cultura de consumo básico, se hubiera detenido también en masse en un nivel subcultura/. Así, 1/�amos al problema crucial con el que se enfrentan las naciones que están saliendo del subdesarrollo. Para tomar el camino de la modernización, üs necesario desechar el viejo pasado cultural que ha sido la raison d'étre de una nación?... De aquí la paradoja: tiene que arraigarse en el suelo de su pasado, f01jar un espíritu nacional y desplegar esta reivindicación cultural y espiritual ante la personalidad colonialista.
Y o creo que Ricoeur escribía al mismo tiempo que Francia renunciaba a Argelia. Continúa diciendo:
Pero para participar en la civilización moderna, es necesario al mismo tiempo tomar parte en la racionalidad científica, técnica y política, algo que con frecuencia requiere el abandono puro y simple de todo un pasado cultural. Es un hecho: no toda cultura es capaz de soportar y absorber el choque de la civilización moderna. Esta es la paradoja: cómo modernizarse y regresar a los orígenes; cómo revivir una civilización antigua e inactiva y tomar parte en la civilización universal. (Historia y verdad).
Ricoeur resulta muy interesante al determinar que ningún país desarrollado puede rechazar los beneficios de la civilización universal, como la medicina moderna, las técnicas de comunicación modernas, etc.
Existe también en Ricoeur, aunque él nunca lo ha expresado, la idea de una cultura mundial -una alusión a la historia de la tradición comoun tipo de traición, una alusión a la posibilidadde revitalización a través de una crítica real y potencial de Occidente a través de Oriente-. Termina su ensayo diciendo:
Nadie puede decir lo que será de nuestra civilización cuando se haya encontrado con diferentes civilizaciones por otros medios que la conmoción del conflicto y la dominación. Pero tenemos que admitir que este encuentro no ha tenido lugar a nivel de un auténtico diálogo. Esta es la razón por la que nos encontramos en una especie de largo interregno en el cual no podemos practicar por más tiempo el dogmatismo de una única verdad, y en el cual todavía no somos capaces de conquistar el escepticismo en el que hemos caído.
LA METAMORFOSIS DE LA VANGUARDIA
El tercer punto, después de cultura y civilización, guarda relación con la metamorfosis de la vanguardia, o lo que he llamado el auge y la caída de la vanguardia. Aunque siento poca simpatía por la transvanguardia, como Achille Bonito
68
Oliva la ha caracterizado en su libro, Transavantgarde, ( que tiende en gran medida a ser vanguardista en actitud, estructura y gesto, pero que es de alguna manera reaccionario en el contenido), no obstante, ahora, creo que deberíamos analizar toda la cuestión de forma más conveniente y discriminatoria. Aunque la vanguardia, tal como la conocemos, puede fácilmente estar muerta, la cultura crítica proporciona una posición que puede fácilmente considerarse como una transmutación de la vanguardia. En este momento me viene a la memoria Peter Wollen y su útil distinción entre vanguardia positiva y negativa. Una distinción en la que podemos considerar la vanguardia positiva como algo totalmente compatible en sus trabajos con el proyecto moderno de la Ilustración y con la modernización; y la vanguardia negativa, como algo apasionadamente comprometido con la disolución de toda la cultura burguesa, incluido el proyecto positivo de la Ilustración.
Hay casos en los años veinte en los que estos impulsos positivos y negativos tienden a fusionarse entre ellos, como el monumento de Tatlin a la Tercera Internacional, aunque incluso aquí el proyecto es en el fondo negativo. Se pueden citar ejemplos en la historia de la arquitectura y las artes aplicadas del siglo XX en los que tanto la vanguardia positiva como la negativa llegan a una disolución de la estética clásica, y supongo que esto incluso podría interpretarse como una metamorfosis de lo sublime, como vemos en el anti-arte de Duchamp, o en la anti-arquitectura de Adolf Loas.
Me gustaría sugerir la posibilidad de que la vanguardia positiva y negativa se pudiese trans-
Britania
�
formar en dos aspectos similares, positivo y negativo, en la cultura crítica actual y manifestar en los fenómenos del posmodernismo. Para mí, la mediación de lo visual por lo táctil, las perspectivas de una cultura reflexiva anti-eurocentrista, anti-falocéntrica, la posibilidad de una arquitectura de creación del lugar, en contra de un espacio sin fin, señalan hacia una cultura crítica afirmativa. Respecto a la otra línea, la perspectiva de una disidente, pero también exageradamente teatral, alegórica y, creo, visual proliferación de imágenes dialécticamente brillantes, que muestran siempre el vacío bajo una postura crítica -como de hecho encontramos en ciertos aspectos de la arquitectura crítica japonesa actual o enla crítica positivista de Jean Baudrillard-, unapostura crítica que favorece al arte más que a laarquitectura, lno puede considerarse como unametamorfosis de la vanguardia negativa?
Aquí, por supuesto, las categorías de complicidad y resistencia una vez más surgen por sí solas. Particularmente, cuando se reflexiona sobre la complejidad de los vanguardistas anticuados de hoy, que hasta cierto punto no siguen la tendencia positiva ni negativa, sino que son meramente consumistas o cómplices del consumo. Me viene a la memoria la observación de Andreas Huyssens, donde apunta que la vanguardia posmodernista norteamericana no es sólo el juego final de la vanguardia. También representa la fragmentación y el declive de la cultura crítica contraria.
DESARROLLO CONTRA LUGAR Y FORMAS
Mi visión actual sobre desarrollo contra lugar y formas también ha cambiado ligeramente de la posición tomada en La posmodernidad. Cuando hablo de desarrollo, me refiero a la ciencia aplicada y perfeccionada. He tratado con anterioridad este tema bajo el título La resistencia del lugar y la forma. Considero necesario señalar cómo el desarrollo moderno, junto con la naturaleza autónoma del mundo tecno-científico -cada uno reflejándose en el otro-, se han convertido en una megalópolis más o menos universal, altamente privatizada, celebrada como un triunfo modernizante por los urbanistas positivistas, tales como Melvin Webber, cuyo concepto ideológico de «comunidad sin proximidad» y de «ámbito urbano no localizado» no son más que eslóganes ideados para racionalizar la ausencia del ámbito público en la motopía moderna. Fue Webber, dicho sea de paso, el ideólogo que se encontraba detrás de la planificación de la última nueva ciudad inglesa de Milton Keynes.
En relación con el concepto de lugar y forma, que yo sepa acuñado por mí, me encuentro en deuda con Heidegger. En su ensayo titulado Construcción, habitáculo, pensamiento (1954), opone los términos latinos y teutónico de espacio, spatium y extensio con el alemán Raum, teniendo este último las connotaciones de un lugar
69
limitado y fenomenológicamente concreto, pues, como dice, «un límite no es eso en lo que algo se detiene, como reconocían los griegos, sino aquello a partir de lo cual algo inicia su presencia».
Estoy también en deuda con Hannah Arendt, que en su libro The Human Condition, (1958), (La condición humana, Seix Barral, 1974), se refiere al res publica como el espacio político para la comparecencia pública y hace su crítica categórica de la universalización de los barrios: «El único factor material indispensable en la generación de poder es la convivencia de la gente. Sólo donde los hombres viven tan juntos que las potencialidades de acción están siempre presentes, el poder permanecerá con ellos». Aquí se percibe una cierta afinidad entre Arendt y Jurgen Habermas, en concreto con el ensayo de Habermas titulado La tecnología y la ciencia como ideología, donde señala la necesidad de una comunicación sin distorsión, mediadora en la autonomía del campo tecnocientífico, al menos como tecnociencia aplicada.
Contra esta tesis de resistencia, debemos si-
o o
llritania _______ ____:l;!
""'lf"l!
�¼illl tuar la realidad universal cada vez más privatizada de la megalópolis, donde•casi literalmente no hay «there, there», parafraseando a Gertrude Stein; sobre todo, donde «there» es la institución pública y el espacio de la presencia pública. Debe recordarse, en relación con estas observaciones, que me encuentro quizá excesivamente influido por la experiencia de los Estados Unidos; y no me refiero a Nueva York. Por otra parte, somos testigos de una apocalíptica extinción de las fuentes de energía, por no hablar de destrucción ecologista a gran escala y de relación esencialmente violenta con la naturaleza. Quizá con la excepción de China, es un fenómeno universal. Al percibir, de forma sutil y racional, la tecnología como una naturaleza nueva y aumentada, el enorme deterioro del desarrollo privatizado de la megalópolis es tan evidente que no necesita ser subrayado, y todavía continúa expandiendo su dominio incansablemente. De hecho, parece tan autónomo como la propia autonomía tecno-científica reconocida por Lyotard, y en la que parece poner, desde mi punto de vista, demasiada fe en el «espacio o tiempo en el que algo puede suceder», en relación a su creatividad sin límites, estructuralmente liberadora. (Aunque supongo que sus observaciones van dirigidas más a la ciencia pura que a la ciencia aplicada.) Este predicamento me recuerda el aforismo de Thomas Maldonado, en donde anuncia que la imposibilidad de crear sin deteriorar se diferencia de la ideología del deterioro. Una vez más pensamos en China. Además, es fácil comprobar cómo la privatización de la megalópolis perpetúa la esclavitud doméstica de la mujer; cómo mantiene la familia nuclear en un estado de aislamiento alienador, en un estado de sonambulismo personal inducido por la facilidad psicológica de la televisión, lo cual no carece de ciertas ambigüedades.
Con respecto a esto, el potencial crítico y necesariamente marginal del lugar y la forma, no sólo como una forma físicamente limitada, sino también como una institución programática potencialmente liberadora, debería desprenderse de lo que ya he dicho; por ejemplo, la posible condensación social que debería conseguirse por medio de una guardería en los barrios si fuera una provisión universal... pero no lo es.
CULTURA CONTRA NATURALEZA
En La posmodernidad, intenté combinar, aunque de forma demasiado densa, la topografía, el clima, la luz y la forma tectónica. Estos son temas que no voy a reelaborar aquí, ya que no disponemos de espacio. Pero quiero señalar tres aspectos. En primer lugar, la cuestión de la construcción del solar, es decir, inscribir el trabajo de edificación en el terreno, más que construir objetos totalmente independientes, que obviamente son objetos de consumo en potencia.
El segundo punto, es la inflexión regional de
70
las construcciones, o más bien, su potencial de inflexión regional por el impacto del clima, la luz, etc. Pero, sobre todo, cómo ésto afecta a la percepción de lugar y tiempo. Me gustaría poner dos ejemplos que ayudarían a explicar dónde puede encontrarse una resistencia a la universalización, una oposición a la regla de la ciencia aplicada y perfeccionada.
Un ejemplo sería el aire acondicionado, bastante frecuente en este país, pero prácticamente omnipresente en los Estados Unidos, hasta tal punto que en muchos de los edificios institucionales no se pueden abrir las ventanas y uno tiene que soportarlo siempre. Este omnipresente aire acondicionado es el principal antagonista de la cultura arraigada. Elaborar una forma particular de relación con la naturaleza local sería mucho mejor.
Otro ejemplo es el funcionamiento de una perfecta ambientación empleada por ciertos conservadores norteamericanos de museos, que se sienten inquietos por la preservación del material almacenado y que les gustaría conservar las obras de arte en cápsulas sin ventanas, perfectamente climatizadas, y de ese modo protegerlas de los efectos potencialmente nocivos de la luz natural. Eso es también, desde mi punto de vista, ciencia aplicada y perfeccionada, y es igualmente destructora de la idea de lugar y también, dicho sea de paso, del lugar de una obra de arte. Porque en realidad, bajo tales condiciones, la obra de arte no está en ninguna parte.
Por último, la cuestión de los límites de la arquitectura y la distinción entre arquitectura y arte entrarían a formar parte de este apartado. Me refiero a los aspectos esencialmente tectónicos de la arquitectura en términos de su construcción y resistencia a la gravedad y el clima. Aquí, sólo deseo mencionar a varios autores. En primer lugar, al italiano Giorgio Grassi, en cuyo ensayo Vanguardia y continuidad señalaba que gran parte del desarrollo arquitectónico moderno estaba sometido, o demasiado influido, por el arte deconstruccionista del legado renacentista de la perspectiva. Grassi se refiere al neoplasticismo o purismo y cómo al estar demasiado influida, la arquitectura se aparta de su propia tradición intrínseca como campo cultural. En segundo lugar, deseo mencionar la observación de Greenberg sobre las artes, donde afirma que habiéndoles negado la Ilustración todas las tareas que podían realizar seriamente, buscaban restablecerse redefiniendo sus disciplinas. Me imagino que parte de esta afirmación se sobrentiende a lo largo de todo este artículo. El arquitecto vienés, Adolf Loos, establece una distinción entre arquitectura y arte en su ensayo Arquitectura (1910), en donde oscila entre describir la casa como conservadora y el trabajo artesanal, el arte, como subversivo. Termina con un bello e irónico pasaje, «y así el hombre ama su casa y odia el arte.»
Britania
�
LO VISUAL CONTRA LO TACTIL
El último punto alude a lo visual contra lo táctil, y a la información contra la experiencia que no explico en mi artículo previo. Aquí, creo que me estoy desviando de la pauta de oposición entre pares -aunque pienso que una resolución de esta proposición, una victoria de cualquiera de ellos sobre los otros es impensable y poco recomendable. Pero considero que mucho de lo que hoy en día se conceptúa como cultura arquitectónica posmoderna es, de hecho, una simple proliferación de imágenes, o, si no, una reducción de la arquitectura a mera información; de la misma manera que la televisión es realmente una máquina de información más que experien-
• f 1 1 t f 1 1 1 t I e t I I 1 1 t 1 11 • 1 ' t t t, , , t
... .. . . . , . . . . .... ... . .. ... .. . .!-- _. ••• 4 • - .................... .
. , . , & .. . ,. ,,,,. .. .. -- ..... ,.-- -- ·
. .
••
! ! f f f J. 1
OCOCIJ
QCIJl:20 aaaaQ
a. CICI.Q a
DQQDQ
QQac:ia
. �
u. 1
cia. Me opongo a la división entre cuerpo y alma, a la manipulación comunicativa y semiótica que la televisión representa al separar el cuerpo y el alma; condiciones en las que el legado emancipatorio y liberal de la arquitectura moderna en relación al cuerpo se ignora deliberadamente. Existe una marcada tendencia, particularmente en la arquitectura posmoderna norteamericana, a reducir la arquitectura a imágenes superficiales (a un tipo de gratuita e, imaginamos, alentadora mise en scene, a una escenografía orientada hacia la comercialización, hacia el control social y el perfeccionamiento de la producción de la edificación y el consumo).
71
Me gustaría, para concluir, añadir el párrafo que cierra mi artículo en La posmodernidad»:*
De esta manera, el regionalismo crítico trata de complementar nuestra experiencia visual normativa reorientando la gama táctil de las percepciones humanas. Al hacerlo así, se esfuerza por equilibrar la prioridad concedida a la imagen y contrarrestar la tendencia occidental a interpretar el medio ambiente en formas exclusivamente de perspectiva. De acuerdo con su etimología, la perspectiva significa visión racionalizada o vista clara, y como tal presupone una supresión consciente de los sentidos del olfato, el oído y el gusto, y un distanciamiento consiguiente de una experiencia más directa del entorno. Esta limitación autoimpuesta se relaciona con lo que Heidegger ha llamado una «pérdida de proximidad». Al tratar de contrarrestar esta pérdida, lo táctil se opone a lo escenográfico y a correr velos sobre la superficie de la realidad. Su capacidad para despertar el impulso de tocar remite al arquitecto a la poética de la construcción y a la edificación de obras en las que el valor tectónico de cada componente depende de la densidad de su objeto. La unión de lo táctil y lo tectónico tiene la capacidad de trascender el mero aspecto de lo técnico de modo muy parecido al potencial que tienen �el lugar y la forma para resistir el a...� ataque implacable de la moderniza- � ción global.
(Traducción: Beatriz Compón y Sylvia Menéndez)
(*) Nos remitimos a la traducción de Jordi Fibla en Laposmodernidad, Kairos, 1985. N. de las Ts.).