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ISFDyT Nº 59 - Profesorado de Lengua y Literatura
Trabajo práctico
“Una historia, varias voces”
Materia: Psicología y Cultura de la Educación
Profesora: Stefani, Griselda
Alumna: Lorente, Ana
Fecha de entrega: 17/06/2011
Introducción
Para la psicología, la percepción es uno de los procesos cognoscitivos, una
forma de conocer el mundo. La percepción "constituye el punto donde la cognición y la
realidad se encuentran; es la actividad cognoscitiva más elemental, a partir de la cual
emergen todas las demás" (Neisser, 1976).
Se considera que la percepción es un proceso cíclico, de carácter activo,
constructivo, relacionado con procesos cognitivos superiores y que transcurre en el
tiempo. La percepción es un proceso complejo que depende tanto de la información
que el mundo entrega, como de la fisiología y las experiencias de quien percibe; éstas
afectan tanto el acto perceptivo mismo por la alteración de los esquemas perceptivos,
como a otros procesos superiores, como son las motivaciones y las expectativas.
Como ya dijimos, el acto perceptual se considera cíclico. Este ciclo constaría de
dos fases: en la primera, el individuo detecta la información sensorial y la analiza; en la
segunda fase, denominada construcción personal, se produce el objeto perceptual
específico. En el acto perceptivo se da una constante anticipación de lo que sucederá,
basada en información que acaba de ingresar a los órganos de los sentidos y en
"esquemas", patrones que seleccionan la información a procesar en base a criterios
probabilísticos extraídos de la experiencia previa - los cuales son modificados a su vez
por la nueva experiencia perceptiva - y que dirigen los movimientos y las actividades
exploratorias necesarias para obtener más información. Como los esquemas son
modificados tras cada experiencia perceptiva y éstos determinan que información
sensorial se procesará y cuáles serán los patrones de búsqueda para obtenerla, las
siguientes experiencias perceptivas tendrán la influencia de las anteriores
percepciones, no existiendo la posibilidad que dos experiencias perceptuales sean
idénticas.
Diario “EL INOCENTE”
Una historia de varias voces
Luego de varios años, se ha logrado encontrarla y pedirle su versión de los hechos. La
voz que nunca se había escuchado, tras un largo silencio, hoy nos revela su calvario.
Un leve recordatorio de esta historia: una niña, llamada Caperucita Roja, pasea por el
bosque camino a la casa de su abuela. Al llegar se encuentra con el lobo en lugar de la
abuelita, a la que iba a visitar. Luego de una conversación, el feroz lobo intenta
comérsela, como anteriormente había hecho con la inocente anciana.
Esta es la versión que la historia nos cuenta de la pobre caperucita y el malvado lobo
peludo, con gigantes ojos resaltones y unos horribles y enormes dientes.
Pero hemos logrado dar con el paradero de la mujer que nos relatará con exactitud
todo el horror que, según nos cuenta, ha debido padecer por este terrible hecho.
¿Puede presentarse y dar a conocer su identidad?
Sí, claro. Soy la abuela de Caperucita Roja, esa
niña de la cual me cuesta mucho hablar. Debe
saber que han pasado muchos años y aún no he
podido superar el trágico accidente de aquel día.
Comprendemos. Debe haber sido un calvario su vida todos estos años…
La verdad que sí. No le negaré que desde aquel día, mi vida ha quedado marcada,
incluso debí mudarme a un bosque más lejano, ya que la gente al pasar me señalaba
todo el tiempo. Era una presión que para una anciana como yo, no podría soportar
durante mucho tiempo. Por esto agradezco que hoy se pueda dar a conocer mi voz,
mi verdad de aquel inevitable día.
En este caso, más que hacerle alguna pregunta mientras usted nos relata el hecho,
dejaremos que pueda explayarse con comodidad y que se tome el tiempo que necesite.
Si está Ud. de acuerdo.
Absolutamente, considero esta la mejor manera de poder contar tal cual sucedieron
las cosas. Esto ocurrió, como saben, hace muchos años, pero la memoria no me falla,
de manera que comenzaré por el principio.
Vivía muy tranquila en un bosque, muy cerca de la ciudad, lo único que nos dividía
era un largo camino rodeado de altos árboles y variada clase de plantas, donde se
refugiaban muchos animales, entre ellos, mi amigo el lobo.
Era un lugar muy tranquilo donde nadie molestaba a nadie, todos se respetaban.
Todos menos aquella niña insolente, a la que no le interesaba ni la naturaleza, ni los
animales ni siquiera venir a visitarme. Solo pasaba a verme muy de vez en cuando,
cosa que a mí (y no me malinterprete), me parecía lo mejor. Ya que cada vez que
aparecía, algo malo me ocurría.
Un día apareció con una casita hecha para hormigas, la que se le ocurrió meter en mi
heladera para hacer algún experimento, con la suerte de romperla, cayendo sobre
toda la comida cantidad de hormigas, que terminé de sacar después de tres días.
O como cuando, luego de haberme pasado una semana plantando flores para
decorar mi jardín, que ella misma me había destruido, y que ahora estaba
nuevamente impecable, dejó por segunda vez arruinado, al traer un poni que le
habían prestado, para darle de comer las flores y pastos de mi jardín (teniendo todo
un bosque alrededor).
Pero sin demorarme con otras malas experiencias, la mayor tragedia sucedió un día.
Hermoso día, durante el cual había pensado hacer unos ricos pasteles e ir a tomar
unos mates con mi amigo, el lobo, y quizá algunos animales más. Ya que mi
compañero de mateada me había comentado que le gustaban mucho los pastelillos
que yo le horneaba.
Unos minutos antes de partir para la casa del lobo sonó el teléfono. Era mi hija,
avisándome que mi nieta estaba en camino, venía a visitarme. Mi primera reacción
fue decir un insulto, pero no podía confesarle a mi querida hija lo que su hija
provocaba con cada una de sus visitas. Así, decidí respirar profundo y con una leve
exclamación de alegría, le respondí que estaba contenta y que esperaría a mi tierna
nieta con unos ricos pasteles. Al colgar el teléfono, con una inexplicable sensación de
asfixia, comencé a desesperarme. Era obvio que lo que menos deseaba aquella tarde,
era pasarla con aquel pequeño demonio. Lo único que se me ocurrió, considerando
que ya estaba viniendo, fue llamar al lobo y rogarle que la detuviera durante el
transcurso en que la niña cruzara el bosque para llegar a mi casa, y logre que se
regresara por donde venía. A lo que mi amigo, muy amablemente accedió.
Me quedé en mi casa, comiéndome las uñas, en espera del llamado informativo de
mi compañero. Suena el teléfono, pero su respuesta no fue la que esperaba, la
muchachita continuaba su camino, sin haber conseguido darle ni una pizca de miedo
o desinterés por llegar hasta ahí.
Convencí al lobo de ir, por el camino más corto, hasta mi casa. Al sentir golpear la
puerta, rezaba que fuera él. Y efectivamente, era mi amigo. Rápidamente, se nos
ocurrió que podríamos armar alguna estrategia para que, llegada Caperucita,
pudiéramos lograr su ida del bosque.
Al ver colgado en una silla mi camisón, una vaga idea se me cruzó por la cabeza, la
cual el lobo aceptó luego de contársela. En cinco minutos, se disfrazó con ese
atuendo, una peluca vieja que tenía guardada, mis lentes de leer y tapado hasta la
cintura dentro de mi cama. La idea era que, al ver esa imagen, la niña vería a su
abuela enferma, fea, desagradable, (ya que así se lograba ver mi amigo con todo
aquello que le agregamos, para parecerse a mí), y desistiría de pasar toda la tarde
con migo.
Mas por el contrario, al llegar, abrir bruscamente de un golpe la puerta,
encontrándose con toda esa situación, decidió sentarse al lado de aquella demacrada
abuela y charlar.
¿Y usted, donde se encontraba?
Escondida, claro está. Desde dentro de un ropero, escuchaba a aquella niña
irrespetuosa, hacerle preguntas ofensivas a mi amigo. Cómo podía yo dejar que
aquel pequeño monstruo ofendiera de tal manera a ese pobre animal que poco podía
defenderse.
Pero señora, sin querer interrumpir, ¿qué fue aquello que esa niña pudo haber dicho
tan grave?
Está visto que usted no la conoce, pues le contaré.
Comenzó preguntando por las manos tan grandes y peludas que tiene mi compañero,
a lo que él responde pacientemente, que son para abrazarla mejor y la niña ríe a
carcajadas. Luego continuó por sus ojos tan grandes, y comencé a ver que él,
incómodo, comenzaba a enojarse, pero pensando que si le contestaba esa pregunta
terminaría ese interrogatorio, contestó: para mirarte mejor. Pero sin acabar allí, esa
muchachita, de manera muy insolente le dijo: que grandes y amarillos y torcidos
dientes tienes. El, sin dudarlo, le contestó: para comerte mejor. Y comenzó a correr a
la niña por toda la casa.
Pero ella no tardó en demostrar todo lo que había aprendido en las clases de karate,
y yo me decía: ¡pobre de mi amigo! ¿En qué líos lo metí?.
Cuando me di cuenta él estaba tirado en el piso y ella sobre él, dándole la paliza de
su vida. Creo que escuché aullidos de dolor y decidí de inmediato buscar ayuda, para
librar a aquel pobre inocente de la bestia de mi nieta.
Salí corriendo tan rápido que ni me vieron, al llegar a una parte del bosque, encontré
a un leñador que, al verme desesperada, se ofreció a ayudarme sin siquiera haberle
podido contar lo que estaba sucediendo, por el agotamiento de haber corrido esos
eternos cincuenta metros.
Al llegar nuevamente a mi casa, el leñador insiste para que espere afuera, asintiendo
con la cabeza, me quede ahí parada. Cuando veo salir volando por la ventana a mi
pobre amigo, pálido y todo moretoneado, por los golpes de la niña. Entonces le
pregunto: ¿qué ocurrió, te pudo salvar de aquel demonio?, pero él solo corrió y
corrió, para perderse dentro del bosque. Y detrás de él, el leñador, a quien lo único
que se le ocurrió fue pensar que era Caperucita quien necesitaba ayuda.
Luego de esto ¿la niña como terminó?
Cuando entré en mi casa, la niña tirada en el piso estaba, riéndose de cómo el lobo
había huido. Y contándome lo que había sucedido en, según creyó ella, mi ausencia.
¿Pero cómo, ella nunca creyó que el lobo la había devorado?
Claro que no, lo creía tan inútil a mi querido amigo, que en ningún momento se le
cruzó por la cabeza esa idea. Nada más lejos que ella asustada creyéndose esa
historia. Claro que, a pesar del aprecio hacia mi compañero, debí terminar dándole la
razón a la niña, él no pudo durar ni un round.
(Y sonríe, como viendo hoy lo gracioso de aquella escena). ¿Y volvió a saber del lobo
luego de este hecho?
Pues no. Bueno tampoco es de sorprenderse, al igual que él huyó, por mi parte tuve
que hacer lo mismo, ya que aquella niña tuvo la buena idea de decir que yo había
contratado al lobo para hacerla desaparecer. Claro que no muchos le creyeron, por lo
menos no mi hija, pero quedó una marca en mí después de aquel día. Luego de un
tiempo, viendo como algunos aún no olvidaban lo sucedido, y otros dudaban de mi
inocencia, decidí exiliarme de ese bosque, tuve que abandonar mi casa, mis amigos.
Y ¿quién cree usted que terminó peor en esta historia?
Pues, sabiendo que esto se divulgó por muchos lugares, incluso países, creo que el
lobo es quien terminó más perjudicado. Ya que los más allegados lo ven como un
cagón (y disculpe mi lenguaje), y para el resto quedó como el malo, pero que termina
muerto por el leñador. De cualquier forma sin tener la culpa, terminó siendo el peor
del cuento.
Aunque quizá con la divulgación de lo que pasó, se pudo hacer famoso. ¿Quién
sabe?, por ahí hasta llegó a la tv, puede ser, ya que era medio artista. Aunque
seguramente no para hacer del guapo de la novela, pero algún papel secundario es
posible. Quizá lo terminemos viendo como el lobo malo en algún otro cuento.
Redacción: Lorente Ana.
Caperucita Roja y el lobo. (versión original)
Había una vez una niña muy bonita. Su madre le había hecho una capa roja y la
muchachita la llevaba tan a menudo que todo el mundo la llamaba Caperucita Roja.
Un día, su madre le pidió que llevase unos pasteles a su abuela que vivía al otro lado
del bosque, recomendándole que no se entretuviese por el camino, pues cruzar el
bosque era muy peligroso, ya que siempre andaba acechando por allí el lobo.
Caperucita Roja recogió la cesta con los pasteles y se puso en camino. La niña tenía
que atravesar el bosque para llegar a casa de la Abuelita, pero no le daba miedo
porque allí siempre se encontraba con muchos amigos: los pájaros, las ardillas...
De repente vio al lobo, que era enorme, delante de ella.
- ¿A dónde vas, niña?- le preguntó el lobo con su voz ronca.
- A casa de mi Abuelita- le dijo Caperucita.
- No está lejos- pensó el lobo para sí, dándose media vuelta.
Caperucita puso su cesta en la hierba y se entretuvo cogiendo flores: - El lobo se ha
ido -pensó-, no tengo nada que temer. La abuela se pondrá muy contenta cuando le
lleve un hermoso ramo de flores además de los pasteles.
Mientras tanto, el lobo se fue a casa de la Abuelita, llamó suavemente a la puerta y la
anciana le abrió pensando que era Caperucita. Un cazador que pasaba por allí había
observado la llegada del lobo.
El lobo devoró a la Abuelita y se puso el gorro rosa de la desdichada, se metió en la
cama y cerró los ojos. No tuvo que esperar mucho, pues Caperucita Roja llegó
enseguida, toda contenta.
La niña se acercó a la cama y vio que su abuela estaba muy cambiada.
- Abuelita, abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes!
- Son para verte mejor- dijo el lobo tratando de imitar la voz de la abuela.
- Abuelita, abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!
- Son para oírte mejor- siguió diciendo el lobo.
- Abuelita, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!
- Son para...¡comerte mejoooor!- y diciendo esto, el lobo malvado se abalanzó sobre
la niñita y la devoró, lo mismo que había hecho con la abuelita.
Mientras tanto, el cazador se había quedado preocupado y creyendo adivinar las
malas intenciones del lobo, decidió echar un vistazo a ver si todo iba bien en la casa
de la Abuelita. Pidió ayuda a un segador y los dos juntos llegaron al lugar. Vieron la
puerta de la casa abierta y al lobo tumbado en la cama, dormido de tan harto que
estaba.El cazador sacó su cuchillo y rajó el vientre del lobo. La Abuelita y
Caperucita estaban allí, ¡vivas!.Para castigar al lobo malo, el cazador le llenó el
vientre de piedras y luego lo volvió a cerrar. Cuando el lobo despertó de su pesado
sueño, sintió muchísima sed y se dirigió a un estanque próximo para beber. Como las
piedras pesaban mucho, cayó en el estanque de cabeza y se ahogó. En cuanto a
Caperucita y su abuela, no sufrieron más que un gran susto, pero Caperucita Roja
había aprendido la lección.
Conclusión
La percepción en biocultural porque, por un lado depende de los estímulos
físicos y sensoriales involucrados y, por otro lado, de la selección de dichos estímulos y
sensaciones. Las experiencias sensoriales se interpretan y adquieren significado
moldeados por pautas culturales e ideológicas específicas aprendidas desde la infancia.
La selección y organización de las sensaciones están orientadas a satisfacer las
necesidades tanto individuales como colectivas de los seres humanos, mediante la
búsqueda de estímulos útiles y de la exclusión de estímulos indeseables en función de
la supervivencia y de la conveniencia social, a través de la capacidad para la producción
del pensamiento simbólico, que se conforma a partir de estructuras culturales,
ideológicas, sociales e históricas que orientan la manera como los grupos sociales se
apropian del entorno.
Mediante referentes aprendidos se conforman evidencias a partir de las cuales
las sensaciones adquieren significado al ser interpretadas e identificadas como las
características de las cosas, de acuerdo con las sensaciones de objetos o eventos
conocidos con anterioridad.
Bibliografía
http://www.robertexto.com/archivo1/percepción.htm
http://www.aum-antropología.info/alteridades/alt8-4-vargas.pdf