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912 veintiuno editores, sa

~ ~ , v ~ n ~ y $ ~ d e esespana editore4 oa

s i a l ~ veintiuno argentina editores, sa

Primera edición en español, septiembre de 1984 SIGLO XXI DE ESPAÑA EDITORES, S . A.

Plaza, 5. Madrid-33 Christian Topalov

Título original: Le profit, la rente et fa ville. Elérnents de théorie

OS RESERVIIDOS CONFORME A LA LEY

Impreso y hecho en España Prfnted and made in Spain Diseño de la cubierta: El Cubri

ISBN: 84-323-0494-8 Depósito legal: M. 31.274-1984 Compuesto en A. G. Fernández, S. A. Closas-Orcoyen, S. L. Polígono Igarsa Paracuellos del Jarama (Madrid)

PRESENTACION DE LA EDICION ESPAÑOLA, por Carmen Gavira . . . . . . . . . . . . HNTRODUCCION . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

1. PLUSGANANCIAS Y RENTAS DEL SUELO EN EL CAPITALISMO . . . . . . . . . . . . . . . 1. iPor dónde empezar? Lugar de una teoría de la renta del

suelo en el análisis de la urbanización capitalista . . . . . . . . . 1. La tautología de la «ley de la oferta y Ia demandan, 6.- 2. (Qué es la renta del suelo? Subordinación de la renta al capital, 10.-3. Autonomía de la renta. El «problema del suelo», 14.

11. Plusganancias y rentas del suelo en el capitalismo ......... 1. Formación, desaparición, fijación de las plusganancias, motor de la acumulación, 17.-2. Plusganancias que pueden ser transformadas en rentas del suelo, 24.-3. El obstácuIo de la propiedad del suelo y la transformación de las plus- ganancias localizadas en renta, 35.

2, SOBRE LA TEORIA DE LA RENTA ABSOLUTA EN MARX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. La teoría de la renta absoluta agrícola en Marx ............

1. La tesis de la renta absoluta, 58.-2. Lugar de la teoría de la renta absoluta en la economía política de Marx, 71.

#

. . . . . . . . . . . . T I , Los problemas de la teoría de la renta absoluta 1. La renta absoluta no es una renta de monopolio, 80,- 2. La renta absoluta es el resultado de la «resistencia efec- tiva» que opone la propiedad del suelo, 95.-3. Conclusión metodológica, 112.

...... DIFERENCIACION ESPACIAL DE LOS COSTES Y RENTAS DIFERENCIALES 114

1. La diferenciación espacial de los precios individuales de pro- ducción y de las tasas de ganancia localizadas . . . . . . . . . . . . 114 1. La construcción del concepto de renta diferencial en la teoría de la renta del suelo agrícola, 117.-2. Las rentas diferenciales urbanas, 121.

11, La diferenciacidn espacial de las masas de ganancia por unidad de superficie . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133 1. Las «dos formas» de la renta diferencial en Marx, 135.- 2. Los intentos de transposición del concepto de renta di- ferencial 11 al análisis de las rentas urbanas, 142.

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V I Indice general

1. Precio regulador y precio de monopolio. La pluralidad de los mercados de la vivienda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 150 1. La distribución de las viviendas segun su precio. Algunos datos sobre la aglomeración parisina, 151.-2. Precio regu- lador y precio de monopolio en los mercados de la vi- vienda. Proposiciones teóricas, 159.

............ 11. Anotaciones sobre la división social del espacio 176 1. Las interpretaciones dominantes de la diferenciación es- pacial de los usos y los precios del suelo urbano, 177.-2. Las . prácticas sociales en el espacio urbano y la diferenciación espacial de los valores de uso, 192.-3. La diferenciación del espacio urbano como proceso social, 209.

5. RENTAS DEL SUELO Y DINAMICA DE LOS PRECIOS DEL SUELO EN EL ESPACIO URBANO ............................................................ 219

1. Un seudoconcepto: la «renta de situación~ .................. 219 11. Tipología de las rentas del suelo urbano .................. 224

1. Diferenciación espacial de los usos del suelo y rentas absolutas urbanas, 226.-2. Diferenciación espacial de los costes y rentas diferenciales, 234.-3. Diferenciación espa- cial de los precios y rentas de monopolio, 237.

111. De las rentas al precio del suelo: la dinámica del mercado del suelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 240 1. De las categorías de renta a la renta total: el ejemplo de la construcción de viviendas, 241.-2. De la tasa de renta a la renta por unidad de superficie. La intensidad de ca- pital, 246.-3. La competencia espacial de los usos del suelo y la dinámica del mercado del suelo, 249.

PRESENTACION DE LA EDICION ESPAÑOLA

La crisis urbana que se produce en Francia tras el proceso de urbanización acelerada de la década de los sesenta, aparece con unas características hasta entonces desconocidas: papel hegemónico de los grupos inmobiliarios, proliferación de los movimientos sociales urbanos con reivindicaciones y formas de actuación totalmente nuevas. Esto provocó por parte de la ad- ministración una fuerte demanda de investigaciones, no tanto de producción ideológica sobre este fenómeno como de análisis concretos que respondiesen a la necesidad del <<Estado planifi- cador. de conocer el comportamiento real de los distintos agentes.

Así, entre 1970 y 1975, aparecen cerca de un centenar de estu- dios centrados en el mismo objetivo: Los procesos y agentes de la urbanización capitalista (la producción inmobiliaria, la reproducción de la fuerza de trabajo y el consumo social, las políticas urbanas, el poder central y las colectividades locales, las políticas sectoriales: vivienda, transporte, equipamientos, renovación urbana.. .). Los autores: A. Lipietz, S. Magri, M. Pin- con, E. Préteceille, F. Godard, F. Ascher, M. Freyssenet, H. Coing, D. Duclos, M. Castells, M. Cornu, J. Lojkine, Ch. Topalov ..., cuyo núcleo más importante pertenccia al Centre de Sociologie Urbaine (CSU) de París, respondían también a un nuevo tipo de <(investigador>>. Los entonces recientes acontecimientos del .Mayo 6 8 ~ los habían marcado personalmente a través de su toma de posición personal y política. Lo urbano, la ciudad y especialmente los movimientos sociales, eran para casi todos ellos comprendidos .desde dentro., del lado de los actores. Por otra parte, la fuerte influencia de la renovación del marxis- mo a través de los textos de L. Althusser y N. Poulantzas, así como los estudios del PCF sobre el capital monopolista de Es- tado, proporcionaban una base teórica también nueva. El <<mar- xismo empírico>> como instrumento de análisis de esa realidad se descubrió como enormemente convincente, al constatarse una vez más la incapacidad del funcionalismo y del marginalismo

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VIII Carmen Gavira

económico para analizar y dar respuesta a los nuevos problemas. Es también en esos momentos cuando la Universidad francesa vive la caída de los «mandarines» rompiéndose las viejas es- tructuras que impedían la investigación más allá de las estrictas normas académicas.

En un pais como España, donde en el año 68 no hubo ningún mayo, donde no cayeron los «mandarines», sino que por el contrario en el 64 fueron separados de la docencia y desterrados algunos de los profesores más destacados, donde la crisis ur- bana obedecía a factores más cercanos al tercermundismo, donde no se había producido ni un solo texto teórico sobre urbanismo desde los de 1. Cerca y A. Soria, y donde no se dis- ponía siquiera de datos estadísticos fiables para explicar la reciente explosión urbana, estos textos franceses tuvieron un enorme eco.

Sobre un desierto de textos básicos (recordemos que de las 200 obras fundamentales de urbanismo seleccionadas por Paolo Sicca l sólo existen ocho traducciones al castellano) se sembra- ron indiscriminadamente traducciones, se «superaron» los clá- sicos sin conocerlos, y la asimilación del último «ismo» se produjo más a través del mimetismo de un cierto lenguaje que de la reflexión teórica. Curiosamente, los principales trabajos del grupo de investigadores del csu no fueron traducidos y se difundieron en nuestro pais a través de innumerables citas de pie de página. ¿Quién es este Topalov que todos citan? se pre- guntará hoy cualquier urbanista en España, ya que en los últi- mos diez años es difícil encontrar un libro sobre políticas de vivienda, producción inmobiliaria o análisis de la renta del suelo en el que no se cite insistentemente a Christian Topalov. Sor- prendentemente, su único texto en castellano es un pequeño artículo .Desarrollo monopolista de la producción inmobiliaria y planificación urbana)> que fue publicado por la Universidad de Barcelona en 1974 2. En 1979 se tradujo en México su libro La urbanización capitalista. Algunos elementos para su análisis que no ha sido distribuido en España. Y, sin embargo, sus textos Les promoteurs irnrnobiliers. Contribution a I'analyse de

l P. Sicca, Antologia di urbanistica, Roma, Laterza, 1980. Ch. Topalov, «Desarrollo monopolista de la producción inmobiliaria

y planificación urbanax, en Docurnents dlAnalisis Urbana, Departamento de Geografía, Universidad Autónoma de Barcelona, núm. 2, diciembre de 1974.

Ch. Topalov, La urbanización capitalista. Algunos elementos para su análisis, México, EDICOL, 1979, 186 pp.

Presentación de la edición española IX

la production capitaliste d u logement e n France4 y Capital e t propriété fonciere. Introduction a Z'étude des politiques fon- cidres urbaines S se pueden considerar ya como ~~clás icos~, y como tales son citados, recomendados e incluso marcados como libros obligatorios en varias facultades y escuelas técnicas de nuestro país.

La intención al editar ahora Ganancias y rentas urbanas, es precisamente comenzar por el principio, proporcionando, a to- dos los que se interesan por el estudio de los problemas urbanos, un texto claro y sencillo en el que se sintetizan las principales teorías sobre la renta del suelo urbano. Después de estudiar estos cinco capítulos, la lectura de otros textos (incluso del mis- mo Topalov) puede resultar mucho más clara. Creemos que la riqueza del castellano de Favio Velázquez (profesor de sociolo- gía urbana en Colombia) y las anotaciones para la traducción española del propio autor, han enriquecido este texto que por su denso contenido pudiera resultar de difícil lectura.

' Ch. Topalov, Les pvomoteurs irnrnobiliers. Contribution a I'analyse de la production capitaliste du logement en France, París-La Haya, Mouton, 1974. 413 PP.

.ch. ~ o ~ a l o v , Capital et puopriété fonciere. Introduction a I'étude des politiques foncieres uubaines, París, csu, 1973, 264 pp.

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Entre todos los aspectos de la cuestión urbana, uno de los que ha sido más comúnmente señalado, a lo largo de los años setenta, es el alza espectacular de los precios del suelo que han sufrido las ciudades del mundo capitalista desarrollado.

Por todas partes aumenta la denuncia de lo que sería el origen de todos los males'de la ciudad moderna: la especulación del suelo. Capitales no productivos, encarecimiento de los alquile- res, disminución creciente del gasto público en equipamiento, segregación espacial de los grupos sociales, irracionalidad y des- pilfarro. Es larga la lista de las consecuencias nefastas del enri- quecimiento sin motivo, de los plusvalores ilegales que extraen del crecimiento urbano aquellos que no contribuyen a él ni con el trabajo ni con el «riesgo»: los propietarios del suelo. Y como los bienes inmuebles son aquellos cuya propiedad está más frac- cionada en las sociedades capitalistas modernas, la denuncia en- globa a millones de personas: al campesino de la periferia, al pequeño rentista del centro de la ciudad, al obrero que habita las chabolas de los suburbios; todos ellos considerados como es- peculadores.

El concierto que se escucha, entonces, está compuesto por múltiples voces. En primer lugar, los planificadores, tecnócratas que racionalizan las administraciones centrales como gestoras de las colectividades locales; además, el sector más reducido de la industria de la construcción y de la promoción inmobiliaria; y, para ir aún más lejos, las fuerzas sociales reformistas, princi- palmente en la línea socialista o socialdemócrata, cuyos progra- mas tradicionales de municipalización del suelo están a la orden del día, así como entre las corrientes progresistas de los medios políticos de la burguesía, lo mismo que en la corriente comu- nista del movimiento obrero. En esta conjunción de fuerzas hay, sin duda, algo más que matices de análisis, y además la política efectiva no se ajusta siempre a los discursos. Pero ello no impide en absoluto que en conjunto definan y delimiten un objeto so- cial, un campo de conflicto y de acción estatal: el problema

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Christian Topalov

En esta idea, elaborada previamente en el terreno de la prác- tica, va a basarse la teoría: ¿cómo explicar la formación de los precios del suelo y, eventualmente, qué soluciones prever ante su excesivo aumento?

A lo largo de los años sesenta, en los Estados Unidos, la eco- nomía neoclásica elaboró una teoría tipo del crecimiento urbano que incluye, como uno de sus elementos, una descripción forma- lizada del mercado del suelo. Desarrollando la antigua tradición de la teoría de la localización, han sido elaborados una serie de modelos microeconómicos: centrados de manera exclusiva en el consumidor final del suelo urbano, o bien integrando la media- ción de la firma transformadora del uso del suelo, todos se esfuerzan por representar el establecimiento del equilibrio en el mercado del suelo a partir de una formalización del comporta- miento racional de los agentes individuales. Esta teoría del equi- librio a veces es desarrollada «dinámicamente» mediante los modelos de urbanización. La conclusión empírica de este proceso es un costoso esfuerzo para medir, en ciudades concretas, los parámetros construidos en los modelos.

Esto, que se considera a menudo como el «irrealismo» de estas construcciones, conduce, sin embargo, a otro tipo de des- arrollo: a la investigación, sin supuestos, de los «factores del valor del suelo>,. Con la ayuda de métodos más o menos sofis- ticado~ de análisis de la causalidad multivariable se enumera

uede explicar el precio de las par- celas. Este empirismo de la medida, que desarrolla en el campo académico el método de la investigación inmobiliaria, da lugar a importantes trabajos cuantitativos.

A principio de los años setenta se produce en este contexto una tentativa concurrente de teorización que prolonga, en el terreno designado por la sociedad como «problema urbano», la renovación que experimenta el marxismo. Un conjunto impor- tante de trabajos se desarrolla a escala internacional. Analizando la ciudad como un lugar donde se descifran y se articulan, de forma específica, los procesos globales de las formaciones socia- les capitalistas, esta corriente teórica pretende romper con las ideas elaboradas de antemano por las teorías dominantes y con la separación académica entre disciplinas: la cultura para la sociología, los precios para la economía.

De ahí un desplazamiento de estos problemas en el terreno de los fenómenos del suelo urbano: el paso del análisis de los precios al análisis de la renta. El suelo es un bien sin valor, pero tiene un precio; lo esencial es señalar las relaciones sociales

Introducción 3

que fundamentan esta paradoja,.^ n o medir o formalizar de entrada los fenómenos más superficiales -a la vez que más complejos-: los fenómenos del mercado.

Se establecen nuevos temas de investigación: las formas de valorización del c la producción del espacio urbano construido (y de la producción de las rentas); las relaciones de propiedad que se crean y se transforman a lo largo de la urba- nización (y los cambios en la distribución y en las formas con- cretas de las rentas); las relaciones entre el sector inmobiliario, los propietarios del suelo y la dinámica global de la acumulación (y las relaciones macroeconómicas de la renta y del capital

Como punto de partida para estas investigaciones, la lectu de Marx: ¿hasta qué punto es útil la teoría de la agricultura inglesa del siglo XIX para el análisis de la urbanización del si- glo xx? En numerosos países se entabla un debate en torno a los propios conceptos. Como es natural, en semejante situación el bizantinismo no está ausente; pero, en conjunto, no setrata principalmente de un esfuerzo escolástico por «salvar» a Marx «extrapoIándolo» a cualquier precio, sino

Por otra parte, es necesario señalar que sobre ciertos puntos esenciales -es decir, constituidos como tales por el propio marco teóric*, no existe siempre acuerdo, como veremos a conti- nuación.

Paralelamente al debate analítico, tenga o no un efecto esti- ulante, se construye la otra base del progreso teórico: investi-

obre la producción de la ciudad, la vivienda, S, las formas de propiedad, etc., acumulan lo tal vez un análisis realmente eficaz del papel s ligadas al suelo dentro de la organización

capitalista. Los textos que a continuación vamos a leer no tienen esa

pretensión, ya que una formulación teórica d las rentas del suelo urbano no me parece, hoy

La clarificación conceptual emprendida desde hace varios años ha producido resultados convergentes en ciertos puntos; en otros la controversia se mantiene. Un intento de síntesis de los primeros y de posibles soluciones para los segundos constituye el motivo principal del presente trabajo.

Pero, sobre todo, parece ser que uno de los resultados princi- pales de este proceso analítico es haber establecido que la teoría de la renta del suelo no puede, en ningún caso, quedar circuns- crita a su propio ámbito. Su estudio remite necesariamente a

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terrenos de investigación mucho más amplios que el denominado <<problema del suelo.. De este modo, la cuestión de la formación del excedente que se distribuye bajo la forma de renta conduce especialmente al estudio de las tasas de ganancia, sectoriales y localizadas, de las diferentes actividades económicas; pero tam- bien al estudio de las prácticas espaciales y de las estructuras de consumo de las diversas categorías sociales. Asimismo, la cues- tión de la apropiación de las rentas y de su relación con la acu- mulación remite al estudio concreto de las formas de la propie- dad urbana y su articulación con las clases sociales.

En relación con estos puntos esenciales, el estado de los conocimientos se encuentra todavía demasiado lleno de lagunas para que el análisis de las categorías abstractas se desarrolle como teoría completa, es decir, explicativa de la realidad.

Esta apreciación explica la estructura del presente trabajo. Se inicia con un estudio de lo que constituye, en mi opinión, los logros actuales de una teoria general de la renta del suelo

o punto de partida el indicado por Marx: produc- (capítulo 1). He introducido los tres tipos de renta

que han sido señalados clásicamente en esta tradición teórica: renta absoluta, renta diferencial y renta de monopolio. Los capí- tulos que siguen se ocupan de cada una de ellas con intención diferente, según el caso. En torno a la renta absoluta, el concepto más controvertido, para el que propongo una generalización que deberá ser objeto de discusión, desarrollo tan sólo una lectura atenta de Marx, que permite -me parece-, identificar con más precisión las relaciones sociales en que se funda esta categoría teórica en su formulación original (capítulo 2). En cuanto a la renta diferencial -la tarea teórica me pareció más sencilla- presento un desarrollo operativo en el contexto urbano (capí- tulo 3). A propósito de la renta de monopolio, otra manzana de la discordia, abordo el análisis de la división social del espacio por medio de un examen crítico de las teorías dominantes y por medio de un intento de reformulación a partir de resultados em- píricos recientes (capitulo 4). Así es posible reanudar la expo- sición sistemática de una teoría de las rentas urbanas, abordada en el primer capítulo, y articularla a un análisis de la dinámica de la formación de los precios en el mercado del suelo (ca-

5 l*

1. PLUSGANANCIAS Y RENTAS DEL SUELO EN EL CAPITALISMO

1. ¿POR DONDE EMPEZAR? LUGAR DE UNA TEORIA DE LA RENTA DEL SUELO EN EL ANALISIS DE LA URBANIZACION CAPITALISTA

A la hora de hablar de la renta del suelo urbano como de una cosa -el precio del suelo-, y no como de una relación social, concurren muchos elementos.

En primer lugar, la representación espontánea que se hacen los agentes: existe un mercado del suelo donde parece como si los terrenos tuviesen un precio determinado por sus caracterís- ticas intrínsecas y de localización. Esta evidencia práctica de los agentes del mercado refuerza aquella que se deriva de la actuación del Estado: hay un problema del suelo con el que tropiezan unos elementos especializados del aparato de Estado que se supone deben tratarlo. Las descripciones del mercado del suelo elaboradas por los expertos confirman esa imagen: el precio del suelo se analiza como un equilibrio entre la oferta y la demanda en un mercado de competencia muy imperfecta, y, finalmente, como el valor del servicio -precio de la utilidad- proporcionado por un factor de producción particular.

El fetichismo del precio del suelo está, pues, muy enraizado en la realidad social. mostrar sus paradojas y dificultades ( 3 1) antes una definición de la renta

que establezca su relación íntima con el modo de en su conjunto ( 5 2). Sólo luego de habe

inación del estudio de la renta al de la lantear convenientemente los problemas derivados

de su autonomía (2 3). Estas observaciones preliminares tendrán por objeto delimi-

tar mejor la importancia de una teoría de la renta del suelo en el análisis de la urbanización capitalista.

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1. La tautología de la «ley de la oferta y la demanda»

Hoy día existe, por parte de los agentes públicos y privados que demandan suelo urbano, una descripción espontánea del mer- cado del suelo que tiene la fuerza de la evidencia. Un breve exa- men nos lleva a dudar de su eficacia explicativa, porque nos coloca ante la paradoja esencial del precio del suelo, precio de un bien sin valor l .

El paradigma es el siguiente '. El alza de los precios del suelo en términos reales, que es la base de los grandes proble- mas económicos y sociales de la urbanización, es el resultado del juego de la ley de la oferta y la demanda en un mercado que presenta características que la desvirtúan.

ano experimenta un aumento natu recimiento urbano concentra

induce, además, a un Como contrapartida,

la oferta de suelo presenta una rigidez estructural: escasez física de terrenos dotados de equipamientos públicos, escasez unida a la reglamentación que limita los derechos de construcción, escasez producida artificialmente por la retención especulativa de los propietarios. A este desequilibrio permanente de la oferta

se añaden factores agravantes relacionados con el rfectamente competitivo del mercado. En primer

lugar, y sobre todo, el hecho de que los bienes no sean fungibles y sustituibles -un terreno, en un lugar dado, es en última ins- tancia un bien único- limita la competencia de quienes realizan la oferta; además, la escasa transparencia de las transacciones refuerza el efecto precedente.

La aparente evidencia de este esquema explicativo se opone, sin embargo, a continuas constataciones empíricas; vamos a re- cordar algunas de las más conocidas.

El aumento de la o£erta no implica necesariamente una baja de precios. Toda extensión de l a zona urbanizable, bien por el desarrollo de la red viaria y de transportes, bien por la amplia-

El concepto de valor utilizado en todo el texto es el de valor-trabajo. Aquí recojo el discurso dominante en la tecnocracia de Estado en

Francia durante los años 60, época en la que el ((problema del suelo. estaba considerado como uno de los principales obstáculos para una planificación urbana racional. Este discurso logra una expresión particularmente elabo- rada en los informes preparatorios del IV y v plan francés (IV plan: Rapport de la comission de l'habitation, París, Editions du Moniteur, 1961, pp. 71-72; v plan: Sur l1orientation et le financement de la politique fonciere, París, Documentation Francaise, 1966, pp. 27-30).

Plusganancias y rentas del suelo

ción de los perímetros considerados administrativame te un efecto inverso al que debe-

de la of erta 3: +no" solo. los precias urbanizables se elevan al nivel de

los que ya lo eran con anterioridad, sino que el precio medio del terreno periférico QO disminuye en modo alguno; es ésta una constatación general que se ha podido hacer tanto en las ciuda- des alemanas de fines del siglo XIX como en las ciudades ita- lianas contemporáneas O en las ciudades francesas cuando fue- ron suprimidos los perímetros de urbanización que limitaban las licencias de construcción en las zonas periféricas 6 . Además,

ES cierto que no porque un terreno sea declarado edificable es nece- sariamente puesto en el mercado, y esto porque el suelo no es natural- mente una mercancía. La probabilidad de que se pongan más terrenos en venta cuando las zonas edificables aumentan es, no obstante, bastante fuerte.

En su manual clásico de urbanismo, R. Eberstadt llega a la siguiente conclusión, a partir del análisis del mercado del suelo en las ciudades alemanas en la segunda mitad del siglo xrx: «... A partir de una extensión urbana o una anexión de municipios, lo que casi siempre ha ocurrido es que un aumento considerable del terreno edificableuaEa ocasionado un aumento general -y no sólo parcial- terrenos (. . .). El aumento de la oferta -más exacta - de terrenos ha producido un aumento general del precio de los mismos» (Eberstadt, 1909, p. 413).

[Las referencias bibliográficas que aparecen en las notas incluyen sola- mente el nombre del autor, la fecha de la primera edición (en lengua ori- ginal) de la obra y la página del texto citado (en la edición utilizada por el autor). En las obras de Marx, la fecha utilizada como referencia del texto es la de su redacción, salvo en el caso de El capital y las Teorías de la -. plusvalía, para las que se tomó como referencia Ia fecha de la edición en español (N. del T.).]

«Por otra parte, la experiencia demuestra claramente que el mercado del suelo urbano nunca ha registrado una influencia sustancial al redu- cirse periódicamente su estrechez por causas espontáneas o por interven- ción de los poderes públicos. De hecho, al introducir en el mercado grandes cantidades de nuevo suelo edificable, los precios medios se detienen sólo momentáneamente para que el mercado se reequilibre luego rápidamente, situándose al nivel medio precedente o incluso a un nivel superior. La adop- ción de planes reguladores (generales) posibilitan que Ia edificación en superficies muy superiores a las necesidades de un largo período, y que constituyen, por tanto, mercados potenciales muy importantes, nunca ha atemperado el precio de los terrenos» (Campos Venuti, 1971, p. 23).

En contra de la doctrina del promotor de esta reforma, Albin Chalan- don, ministro de Equipamiento de 1969 a 1973: «El perímetro de aglome- ración, esta noción básica de nuestro urbanismo, es un instrumento de alza continua del precio de los terrenos, y toda la política que se ha llevado hasta ahora, consistente en declarar al espacio francés como no edificable salvo derogación, es una máquina formidable para hacer subir los precios de los terrenos porque ha engendrado, en todas partes, escasez». Y predice

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8 Christian Topalov

la reducción de los precios de una parte de las transacciones de bienes raíces por debajo de los precios de mercado, por medios administrativos, no disminuye el aumento de las transacciones libres7. Primera observacibn: el nivel de los precios del suelo

sino más bien de

esariamente un in- disminución los hace descender

necesariamente. El primer fenómeno ha podido ser observado en dos ocasiones. En el período de entreguerras, mientras que la construcción capitalista experimenta una profunda decadencia, sobreviene un boom considerable de la construcción sin promo- tor, a lo largo de los años veinte, y sin embargo los precios del suelo experimentan un descenso importante en su valor real 8. En el periodo 1965-1975, caracterizado por una fase muy cons- tante de expansión de la construcción inmobiliaria (1968-1973), se observa una estabilidad en el precio del suelo dentro del costo total de las viviendas construidas por la promoción pri- vada9. Un aumento importante de la demanda de terrenos sólo conduce a un alza de los precios reales del suelo en algunas situaciones. Por el contrario, una disminución de la demanda que acompaña a una fase de regresión de la actividad inmobiliaria no ocasiona necesariamente el descenso de los precios del sue- lo lo; así, el alza súbita del precio de los terrenos en Paris, a partir de 1887 y hasta 191 1, coincide con un largo período en que dis- minuye el número de viviendas construidas (de 1882 a 1910) ll.

Estos fenómenos san demasiado frecuentes y eventualmente recurrentes, para ser interpretados como excepciones: las expli-

imprudentemente: «Vamos a asistir a una baja del precio de los terrenos*. (Conferencia en la Cámara de Comercio e Industria de París, '1 de mayo de 1969.)

' Este fue el caso tanto de las ciudades de Gran Bretaña, donde entre 1947 y 1959 (Town and Country Planning Act) las expropiaciones se hicieron al precio del valor de uso existente, como de las ciudades francesas donde, a partir de 1963, se crearon perímetros (Zones d1Aménagement Différé), en las que se puede ejercer el derecho de compra preferencial del ente público al precio del valor de uso antes de la creación de la zona.

Statistique Générale, Docurnents sur le problime du Zogement u Paris, Etudes Economiques, nP 1, París, Imprimerie Nationale, 1946.

Cf. los trabajos de J. J. Granelle (especialmente Granelle, 19761, y las encuestas periódicas sobre el coste de la nueva construcción (sintetizados y analizados en Ansidei, Carassus y Strobel, 1978).

'O Este «efecto de bloqueo» fue puesto de manifiesto por P. Lancereau (Lancereau, 1971).

l1 Cf. Topalov, trabajo en realización.

Plusganancias y rentas del suelo 9

caciones en términos de oferta y demanda sólo son evidentes en apariencia. Basta para convencerse analizar más de cerca cómo podría establecerse, en el mercad ley de la oferta y la demanda.

cuando se trata de mercancías ordinarias producidas por el capital con vistas a la venta y la ganancia, la ley de la oferta y

iene por qué ocurrir esto, objetivamente estipulado, demanda. Y esto por una uso- no ks un producto

rio mucho trabajo social, acumulado a través de la historia, para hacer de una parcela de tierra un solar urbano, o que sea necesario eventualmente que el propietario invierta capital para hacer su parcela edificable, no cambia para nada el hecho de que el precio del terreno en cuestión no está determinado por un costo de producción. Por otra parte, este bien no p Contrariamente a los prod ducción como capital mercancia en vías de realización, los bienes raíces no implican ninguna necesidad social de ser vendidos. Por tanto, en este «mercadon tan especial no hay mercancia produ- cida, ni precio regulador, ni ley de oferta autónoma.

Se trata, entonces, de un mercado en el que la formación de los precios se presenta a la inversa, en el que la ley de la demanda

l2 «Por ello la relación entre oferta y demanda sólo explica, por una parte, las divergencias de los precios de mercado con respecto a los valores de mercado, y por la otra la tendencia a la anulación de esta divergencia, es decir a la anulación del efecto de la relación entre oferta y demanda» (Marx, 1976, vol. 6, p. 240). «Que se dé una correspondencia continuada entre los precios y la relación entre oferta y demanda es natural, puesto que son dos expresiones de un mismo fenómeno o de un mismo conjunto de fenó- menos; pero ¿qué nos enseña esto sobre las causas reales de este fenómeno y de sus variaciones?» (Halbwachs, 1909, pp. 301-2). ,.-"a

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1 O Christian Topalov

regula los precios de transacción, mientras que éstos regulan a su vez los precios de oferta. Todo el mundo sabe que el precio del suelo depende de lo que se hace -o se puede hacer- en él. El mercado del suelo urbano es a la vez segmentado y heteróno- mo; depende de una pluralidad de mercados inmobiliarios, di- versificados según el uso de las construcciones y en los que la formación de los precios de demanda sigue leyes diferentes.

Estas leyes de demanda dominan, pues, el mercado. ¿Cómo están ellas mismas determinadas? NO hay que remitirse sim- plemente a las preferencias de las familias, usuarios últimos del suelo, dispuestas a pagar más o menos según su localización? Considerar las cosas de este modo sería olvidar un punto esen- cial. Entre la compra del suelo y su mente una producción material de e te, la intervención de un capitalista agente del cambio de uso. La ley de la demanda se forma en este proceso social y no en relación directa con las familias; dependerá, como veremos, de la plusganancia concreta que el constructor capitalista puede esperar de la operación, cantidad que no depende solamente del precio de las viviendas, sino de todos los elementos que definen la operación: su contenido cualitativo, su densidad, sus costes y su financiación 14.

Por esta razón, este bien sin valor, el suelo, no puede ser entendi se ofrece (mercado del suelo) sino alli donde se forma (valorización del capital sobre el suelo). De una observación de los precios hay que pasar a una teoria de las rentas.

2. ¿Qué es la renta del suelo? Subordinación d e la renta al capital

De manera general, tanto en la agricultura como en la ciudad, se produzca trigo, petróleo o viviendas, se haga comercio con mercancías, servicios o dinero, las rentas del suelo que en el modo de producción capitalista nacen eventualmente de estas actividades, tienen un fundamento idéntico. Son una fijación y una ión de las plusganancias concretas engendradas -

l3 Además, se dan usos propiamente capitalistas de los inmuebles por parte de las empresas (oficinas, comercios, depósitos, etc.).

l4 Como lo demuestra la práctica del «calculo hacia atrás» por parte de los promotores inmobiliarios (cf. C. Topalov, 1974, pp. 202-9).

Plusganancias y rentas del suelo 11

P ital en una actividad y en un punto d ación que se produce:

- cuando ciertas condiciones de esta valorización son inde- pendientes del capital, es decir, desigualmente preestablecidas

por este capital consi-

implica generalmente el suelo autónoma del

una resistencia efectiva.

Desde ese instante, esas plusganancias se fijan, en lugar de entrar en el proceso de nivelación de la ganancia y de estimularlo. Al mismo tiempo, se transforman de distinto modo según las relaciones sociales determinarán su distribución entre los agentes. Aparecen como precio o alquiler del suelo si van al pro- pietario del mismo, que cede el teneno; mueble si van a un rentista inmobiliario;

r; incluso como interés iarse una parte de ellas, as formas, la renta del

suelo puede estar distribuida de manera muy variable en la sociedad. Lo que estas formas directamente obser- vables, de la renta tienen en co establecidas a partir de una plusganancia que se fija alli donde se forma, *en vez de entr_ar en el movimiento de nivelación de la ganancia.

De esta definición general de la renta capitalista del suelo, y antes de desarrollar su análisis, extraemos dos consecuencias metodológicas.

La renta del suelo -o plusganancia localizada- es una cate- goría económica específica que se define por la relación social en la que se genera: un capital que cumple una parte de las con- diciones de su valorización en forma de una propiedad autónoma del suelo. Por tanto, no puede ser reducida a ésta o a aquella forma en la que pue tribuida; que se dé como un pago recurrente (una <<renta. o un alquiler), o como un pago único (un precio), no modifica en absoluto su contenido 15; que se la

" Este punto ha suscitado controversias durante mucho tiempo en Fran- cia entre los investigadores que han intentado aplicar los conceptos de Marx -que estudia una forma de renta que es, en primer lugar, un ingreso corriente y solamente un precio por capitalización de éste- en el análisis de las rentas urbanas -que se presentan principalmente como precio del suelo. Por no haber entendido claramente la total indiferencia del conte-

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12 Chrisrian Topalov

apropie un pequeíio o un gran propietario del suelo, distinto al capitalista que lo valoriza, o que sea conservada por éste bajo su forma inmediata de plusganancia, no cambia en nada su ori- gen. Como consecuencia, la renta capitalista del suelo no puede ser concebida como el ingreso específico de una clase en particu- lar, ni siquiera de una fracción distinta de la burguesía 16. Aunque esto sucedía en la agricultura inglesa cclásicar analizada por Marx 17, no quiere decir que sea el caso general ni mucho menos el de las rentas urbanas en las sociedades capitalistas desarrolla- das de hoy en día.

Segunda consecuencia: si .la renta del suelo moderna es la transformación de una plusganancia, el punto de partida de--su estudio es el análisis de las condiciones de valorización del capital. Lo que equivale a decir simplem el mercado del suelo hay que comenzar

y cómo se hace. Co Ón, es decir, hoy en día, el capital l8:~n opo-

sición a las rentas del suelo de los modos de producción ante- riores, la renta capitalista no es la forma dominante inmediata del plusproducto social, sino una transformación del plusvalor producido en la explotación capitalista. La renta feudal en tra- bajo, en especie o en dinero era el plustrabajo del campesino; la renta capitalista es una parte de las ganancias de la empresa que ésta debe ceder. generalmente, a un tercero, el propietario

nido de la renta con respecto a sus formas, se ha llegado a denominar curiosamente el precio del terreno como [[renta capitalizada)) -¿capitali- zación de qué?- (cf. Alquier, 1971, pp. 82-87; Lojkine, 1971, pp. 89-92; Per- ceval, 1972, p. 111); o bien a bautizar de nuevo el concepto mismo de renta como «tributo del suelo)) para «evitar la ambigüedad)) del término renta, pero introduciendo al mismo tiempo una connotación a la que me referiré más tarde (cf. Lipietz, 1974, p. 105). Veremos que la mayor familiaridad de los autores marxistas anglosajones con el vocabulario económico neoclá- sico (donde el término de renta del suelo no prejuzga en absoluto su forma) les ha evitado plantearse este falso problema.

l b Esta proposición, sobre la que habrá que insistir, ha sido perfecta- mente establecida en forma teórica y empírica en el caso británico por D. Massey y A. Catalano (Massey y Catalano, 1978, pp. 29-40).

l7 «Los propietarios de la mera fuerza de trabajo, los propietarios de capital y los terratenientes ... forman las tres grandes clases de la sociedad moderna, que se funda en el modo capitalista de producción» (Marx, 1981, vol. 8, p. 1123).

l8 Este es, sin duda, el punto a partir del cual los trabajos sobre la problemática marxista han podido arrojar una luz verdaderamente nueva en el campo de los estudios del suelo, y entre ellos los de A. Lipietz, el primero que intentó una sistematización teórica basada en la regla: «par- tir de la producción» (Lipietz, 1974).

Plusganancias y rentas del suelo

del suelo o el promoto~2~. La renta no determina por tanto la ganancia, forma inmediata y dominante del plusvalor, sino que se halla regulada por éste. Si la parte de la ganancia que corres- ponde al suelo afectase a la ganancia media, no habría inversión y, por tanto, tampoco renta del suelo. Este es el efecto de la estructura misma de las relaciones de producción: el capital es quien controla efectivamente el proceso de producción y tiende a eliminar a la propiedad autónoma del suelo de cualquier fun- ción de organización de ese proceso. Para conseguirlo, deberá apoderarse de una u otra forma, por lo menos en el momento en que produce, del atributo esencial de la propiedad territorial: el derecho a disponer del suelom. En consecuencia, la renta del suelo no es la que modela a la ciudad capitalista: devuelve al capital la imagen de su propio movimiento de valorización y de su desarrollo desigual, imponiendo a cada capital particular las leyes del capital en su conjunto. Al mismo tiempo, bajo la forma de mercado del suelo e inmobiliario aparecerán para los usuarios y para las colectividades públicas las «leyes de bronce* de la competencia de los capitales para tener acceso al suelo urbano; de ahí la tradición, que se remonta a las corrientes reformistas y socialdemócratas de finales del siglo xxx, de los discursos que denuncian el parasitismo de la <(especulación~ del suelo, pero ignora por completo la relación esencial entre el capital y la renta 21.

Este e-S-un punto conflictivoA sobre el que habrá que insistir. jla renta del suelo es, como indico aquí, intrínseca al cariita- . . lismo? Pero, incluso si así fuera, se trata de una categoría

una relación social particular y que, en

I9 Por supuesto, para cada capitalista considerado individualmente las cosas se presentan al revés: el terreno tiene un precio que debe pagar de antemano y que disminuye sus ganancias de la misma manera que los otros elementos del precio de coste. «Tan erróneo es todo, y así se presenta todo, vuelto del revés, desde el punto de vista de la competencia)> (Marx, 1981, vol. 8, p. 886).

Para obtener este «poder de propietario> en el sentido en el que lo define C. Bettelheim (Bettelheim, 1970, p. 72)) el capitalista deberá comprar el propio terreno, o un derecho de uso del mismo durante un periodo determinado (arrendamiento enfitéutico, building lease, etc.).

*' Una antología de estos discursos mostraría su asombrosa continuidad desde Henry Georges (Progvess and poverty, editado en 1879 en San Fran- cisco) hasta los tecnócratas ilustrados de la Francia gaullista (sobre todo durante la elaboración del v plan, 1965-1966)) pasando por Maurice Halb- wachs y el socialismo municipal anterior a 1914. Cf. el trabajo de M. Edel sobre la renta del suelo y los economistas «radicales» (Edel, 1974).

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14 Christian Topatov

consecuencia, puede producir efectos autónomos, sujetos a va- riaciones a lo largo de la historia y denominados generalmente «problema del suelo».

3. Autonomía d e la renta: el «problema del suelo»

La subordinación de la renta a la ganancia no significa la ausen- cia de contradicción entre estas dos relaciones sociales y los agentes que son sus sopoítes; indica simplemente que la valori- zación de la propiedad del suelo por la renta presupone la valo- rización del capital mediante la explotación de la fuerza de trabajo. La renta del suelo es una relación de distribución del plusvalor social entre los agentes que, en esa relación, se sitúan globalmente del lado del capital a.

la propiedad del suelo y de la renta la ganancia se deducen una serie de ar auténticas contradicciones socia-

les. Distinguiremos: la contradicción inmediata, local, entre ga- nancia y renta, que aparece entre compradores y vendedores de terrenos en pugna por la distribución de la plusganancia locali-

global entre la ganancia y la renta, que echo de que la renta modifica las relacio-

nes de intercambio entre mercancías e implica transferencias de valor ajenas al movimiento general de la nivelación; y, por último, la contradicción especifica de ciertas formas de propie- dad del suelo no capitalistas que se resisten a la lógica de la maximización de la plusganancj? localizada y, por tanto, a la rentabilización máxima del suelq.

más inmediata, más visible, enfrenta al ven- de el promotor inmobiliario y se resuelve en el proceso de ajuste del precio del suelo a la plusganancia locali- zada, lo que constituye precisamente el mercado del suelo. Mientras que el vendedor se esforzará por obtener el precio máximo -que reducirá la ganancia de promoción a la ganancia media-, el comprador tratará de conservar la mayor parte posi- ble de la plusganancia del suelo. Dado que el ajuste raramente se establece de manera instantánea, aparece una relación contra-

22 Y solamente en esta relación si el propietario inmobiliario es, además, un trabajador asalariado. Es necesario señalar que, en este nivel de abs- tracción, cualquier titular de una cuenta de ahorro que recibe un tipo de interés real positivo está situado también adel lado del capital.. Esto indica los límites del análisis abstracto.

Plusganancias y rentas del suelo 15

dictoria entre los agentes, asi como la dinámica espacial de los cambios,be uso del suelo y el movimiento de los precios del rnismo.:&os propietarios del suelo, cuando se decidan a vender, tenderán por lógica a ajustar sus precios de oferta al nivel de la máxima plusganancia localizada susceptible de obtenerse en la zona e, incluso, por encima de este nivel, anticipándose a una futura transformación de la utilización de ese suelo: esto es la «espe~lación del suelo». Los constructores capitalistas seguirán una pauta de comportamiento que constituye una respuesta: comprar y construir allí donde la diferencia entre la plusganancia realizable y el precio real del suelo sea máxima: esto es la «especulación inmobiliaria- Hay, pues, un conflicto entre los agentes del mercado que se resuelve y se reproduce en la propia dinámica de la formación de los precios, pero que puede a veces tomar un cariz desagradable a nivel social. En particular, cuando la tensión coyuntural en el mercado inmobiliario es fuerte, la

un factor de alza de los precios, e incluso en una crisis de ganan- cia y en una recesión: en ríodos, los propios capitalistas del sector inmobiliario, y también el Estado, hablan del gproblema del suelo» U.

La renta no es, pues, un proceso neutro de asignación de usos óptimos a los terrenos; es una relación social contradictoria. Y no sólo en la dinámica del ajuste y de las tensiones que la a 'no más fundamentalmente en la forma de regula- cion que esta crea. Porque las contradicciones sociales globales surgen del hecho de que la renta modifica las relaciones de inter- cambio, la distribución del plusvalor social y, por tanto, las rela- ciones entre las clases y la propia dinámica de la acumulación.

En efecto, la renta del suelo -o al menos algunos de sus com- ponentes- moaifíca los precios de los bienes inmobiliarios, ya sea de maneraMdirectá, añadiéndose a1 precio de producción so- cial de los edificios 24, ya sea de forma indirecta, aminorando la acumulación en el sector de la construcción y, por tanto, los cambios en la división del trabajo y en la productividad. De es-

23 Hasta el punto de hablar de municipalización del suelo, como lo hicieron a finales de los años 60 los representantes de algunos grandes grupos inmobiliarios e incluso el entonces ministro de Equípamiento, A. Chalandon.

24 Se trata aquí de lo que será analizado más adelante como renta ab- soluta.

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16 Chris fian Topalov

tas dos maneras, la renta del suelo grava los precios de las vivien- das necesarias para el mantenimiento de la mano de obra, pero también de los edificios de explotación de las empresas indus- triales y comerciales. Hay en consecuencia una transferencia de plusvalor social de los sectores productivos (que buscan una ganancia) a la propiedad del suelo, de donde resulta, en cualquier caso, una aminoración de la acumulación en los sectores afecta- dos y, según el uso que se haga de estos flujos de valor, even- tualmente, un freno total a la acumulación.

A la contradicción más evidente, que nace en el proceso de ajuste de los precios del suelo a la plusganancia localizada, se añade otra subyacente que se da también cuando el ajuste está supuestamente realizado. Pero el contenido social de estas con-

tegorías, abstractamente definidas hasta propiedad del suelo-, dependerá de los

en la estructura de clases y variará conside- rablemente en cada situación histórica. Quisiera recordar sim- plemente en este punto del suelo» urbano contem retención del suelo y la i nes que designan relaciones sociales muy concretas desde el punto de vista del gran capital: por una parte, la resistencia de los pequeños propietarios no capitalistas a la expropiación y, por otra, la sustracción de plusvalor social que efectúan los propie- tarios no monopolistas por medio de la renta. Los primeros son «irracionales»: al querer continuar siendo campesinos, artesanos, comerciantes, en lugar de convertirse en asalariados, al querer permanecer en el centro de la ciudad en lugar de vivir en la periferia, bloquean la rentabilización máxima del uso del suelo. Los segundos entorpecen el desarrollo económico: la sustracción que efectúan en detrimento de la promoción inmobiliaria, ligada al capital financiero, es desviada de la acumulación monopolista y va a nutrir el comercio o la pequeña industria, es decir, va a financiar la «jubilación» de categorías sociales en declive.

suelo» será tanto más sentido y denun- re las transformaciones capitalistas del zca a de valor opuesta

a la corriente principal de 1 tas eventualidades son posibles gracias a la autonomía de la relación social que significa la renta en relación con la valorización del capital de la que, sin embargo, depende.

Plusganancias y rentas del suelo

II. PLUSGANANCIAS Y RENTAS DEL SUELO EN EL CAPITALISMO

La renta del suelo sólo es una categoría particular de la plusga- nancia. Para analizar su especificidad, es decir, las relaciones sociales en que se basa su existencia, no es inútil recordar bre- vemente la función de la plusganancia en general en el modo de producción capitalista ( 5 1). Será posible, a continuación, definir qué tipos particulares de plusganancias generan rentas del sue- lo ( 5 2) y cómo la existencia de la propiedad del suelo hace necesaria su fijación ( 5 3). Este desarrollo introducirá de este modo la tipología de las rentas del suelo urbano expuesta en la siguiente sección.

1. Formación, desaparición, fijación de las plusganancias, motor de Za acumuZación 25

N jAcumulad, acumulad! jHe ahí a Moisés y los profetas!~ ". Si a escala social el capital, tomado en su conjunto, acrecienta su acumulación con el plusvalor, cuya cantidad, relacionada con el capital en activo, determina una tasa media de ganancia, cada polo capitalista tomado individualmente sólo tiene una norma: maximizar su propia rentabilidad apropiándose de algo más que la ganancia media, es decir, un ((plusvalor extra., una plusga- nancia.

Las plusganancias se producen, pues, sin cesar. Pero el pro- pio movimiento de la competencia y de la acumulación los hace desaparecer y originarse de nuevo. De esta forma, cambiarán completamente, según las épocas, las condiciones de producción -de explotación- y las relaciones de intercambio entr.e las mer- cancías, y se modificarán tendencialmente incluso el nivel de la tasa general de ganancia y la tasa global de acumulación.

Esta dinámica es bien conocida en la fase clásica del capita- lismo; en sus tendencias fundamentales continua regulando el modo de producción en su fase monopolista.

En el capitalismo, el reparto del trabajo social entre los diferentes sectores de la producción está regido por la ley del

25 El lector familiarizado con la teoría marxista de la ganancia encon- trará un poco extenso este apartado, que no constituye más que un repaso. Sin embargo, la exposición está organizada de forma que sirva de intro- ducción a la tipologia de las rentas del suelo.

Marx, 1975, vol. 2, p. 735.

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Se llama precio regulador a la cantidad establecida por las condi- ciones de producción- alrededor de la cual oscilan los precios instan- táneos de mercado. En una estructura competitiva, éste es el precio de producción social (medio) del sector, o sea el capital consumido más la ganancia media sobre el capital invertido por unidad de producto. Este precio de producción social es la resultante de la competencia entre las mercancías producidas en cada empresa particular a distintos precios de producción individuales.

28 Se llama tasa interna sectorial de ganancia a la cantidad de plusvalor producida en el sector por unidad de tiempo en relación al capital inver- tido en el sector. Puede ser distinta de la tasa general media de ganancia que se establece a nivel de la economía en su conjunto.

18 Christian Topalov

valor, por el tiempo de trabajo socialmente necesario para pro- ducir los valores de uso que requiere la reproducción de la sociedad. El intercambio de las mercancías está regulado por sus respectivos valores de cambio, transformados en precios de producción por la nivelación de las ganancias. Las relaciones de intercambio están sujetas a una doble determinación: por el valor de cada mercancía y por la tasa general de ganancia que se impone como tasa media de ganancia por la competencia de los capitales.

Esta regulación de las relaciones de intercambio mediante la ley del valor es únicamente tendencial. El establecimiento del precio de mercado al nivel del precio de producción social es un proceso que implica la formación y la desaparición incesantes de un desfase entre ambos, fuente de plusganancias y minusga- nancias. Este desfase puede producirse de diferentes maneras: por divergencia, en un sector, entre el precio regulador y el pre- cio de producción social; por divergencia, en una empresa par- ticular, entre su precio de producción individual y el precio de producción social; y, en último lugar, por divergencia, en una mercancía dada, entre el precio de mercado y el precio regu- lador n.

1 -1. Las plusganancias sectoriales

S empresas pertenecientes a los distintos sectores de la pro- cción no abordan la competencia en las mismas condiciones.

Las características del proceso de trabajo y la estructura del capital en términos de valor difieren de un sector a otro. Para una cantidad idéntica de capital invertido, la cantidad de plus- valor producido es diferente; por tanto, la tasa interna sectorial de ganancia es desigualz. Ecto puede ser el resultado de dos

I9%usganancias y rentas del suelo 19

factores. El más importante se relaciona con el hecho de que la composición orgánica del capital es más o menas elevada según los sectores 29; Vanto más importante sea la parte de capital empleada en salarios can respecto a la empleada en bienes de equipo y consumos intermedios, más plusvalor producirá el ~ a p i - tal total. El otro factor consiste en que la tasa interna de ganan- cia será tanto más elevada cuanto más rápida sea la rotación del capital, es decir cuanto más importante sea la parte del capital circulante con respecto a la de capital fijoa en el con- junto del capital invertido. En cuanto a estos dos criterios, hay que pensar en las enormes diferencias entre la siderurgia o la química -la industria pesada en general- gr-avadas por gigantescas inmovilizaciones de capital constante, y las indus- trias que emplean mucha mano de obra y utilizan pocas máqui- nas, como la textil, la electrónica o la construcción.

Si las relaciones de intercambio se establecieran según el va- lor, las primeras tendrían una tasa de ganancia mucho más baja y las segundas mucho más elevada que la tasa media de ganancia. La competencia d'eecapita1es entre los sectores llevará a la regu-

ación del capital, se

ten eIevar la rentabilidad por encima de las tasas internas de ganancia e incluso -las condiciones que permitan lo uno per- mitirán lo otro- por encima de la tasa media de ganancia. Esta es la conformación de la base industrial del capital monopo-

29 Se llama composición orgánica del capital a la relación, en términos de valor, del capital constante (empleado en la compra de los medios y objetos de trabajo, «capital muerto» que no produce valor) con el capital variable (empleado en la compra de fuerza de trabajo, «capital vivo» que produce valor y plusvalor). La composición orgánica expresa en términos rle valor la composición técnica del capital: trabajadores, máquinas, mate. rias primas o semielaboradas, energía, etc.

'O Se llama capital circtilante a la fracción de capital total que recobra la forma dinero al término de cada periodo de producción; comprende el capital variable y una parte del capital constante (consumos intermedios). El capital f i jo (constituido por otra parte del capital constante, los bienes de equipo) sólo recobra la forma dinero al final de un número variable de periodos de producción. La velocidad de rotación del capital (inversa al tiempo de rotación) es la combinación lineal de las velocidades de rotación de cada uno de los elementos (circulantes y fijos) del capital, por unidad de tiempo.

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20 Christian Topalov

lista ll. Por el contrario, en los sectores con una tasa interna de ganancia elevada, la afluencia de capitales da lugar a un doble resultado: en primer lugar, el incremento de la producción y de la oferta produce una situación de mercado que hace desc el precio regulador desde el valor hasta el precio de produ pero, a! mismo tiempo, se realizan nuevas inversiones en logías más productivas que implican un aumento de la composi- ción orgánica media del capital en el sector y, en consecuencia, una disminución de la propia tasa interna de ganan

Un primer tipo de plusganancia es, pues, ,la toriaí. Tiene su origen en un desfase entre la

el capital y/o su velocidad de y las condiciones medias; entre la tasa in tasa general de ganancia; entre el valor precio de producción. El movimiento regula la competencia de los capitales y entre los distintos sectores de la produc

Pero para que, como tendencia, las pl haber una con

en el sector que se beneficia d nerse algunos obstáculos estructurales. presas industriales gigantes es el más ti monopolio. La necesidad de un impor capital, de un control tecnológico com ción pública se encargue de las fases producción, y muchos otros factores, tores a cualquier capital que no sea listas 32. Así se fijan -incluso, se fo sectoriales.

e intervenir un obstáculo a la inversión, de diferente: la propiedad privada

ible de la producción -la tierra cola, el yacimiento, el terreno soporte de una actividad en 1 zaciones en que dichas actividades son obligadas. Así, las

n ser también fijadas en forma de Marx llamará renta absoluta en el

" La otra base de su conformación es la centralización bancaria del dinero y del capital, y la fusión del capital bancario y del gran capital industrial. Sobre el origen de esos procesos, los análisis de Hilferding siguen siendo muy esclarecedores (Hilferding, 1910).

" Esos fenómenos son analizados en forma destacada por J. P. Delilez (Delilez, 1970).

IJllusganancias y rentas del suelo 2 1

1 -2. Las plusganancias de productividad diferencial

Ijentro de un mismo sector de la producción, no todas las em- presas entran a competir en las mismas condiciones. Las tecno- Iogías empleadas son diferentes y producen la misma mercancía ;i costos diferentes. Por una cantidad idéntica de capital invertido

consumido, se produce un volumen desigual de mercancías y, por tanto, un valor y un precio de producción individuales dife- rentes. Hay en todos los sectores competitivos nemgresas margi- tiales* y .empresas de vanguardia, cuya producción se vende sin embargo en el mismo mercado.

Al competir en el mercado, se fonnará un precio regulador íiiiico de esas mercancías producidas en co ferentes. Es su precio de producción (social); Se obs o s t eriori cn qué medida el trabajo concreto realizado en cada unidad de producción particular posee un valor de cambio social. De ma- nera general, el precio regulador estará determinado por las condiciones medias de producción, por la productividad media del capital invertido en el sector. Las empresas subproductivas obtendrán una tasa de ganancia individual por debajo de la tasa media, mientras que las más productivas lograrán plusganancias. Es lógico que los capitales invertidos recientemente tiendan a hacerlo en condiciones de productividad que les proporcionen esa plusganancia, mientras que las empresas marginales -o, por lo menos, las tecnologías obsoletas- podrán eventualmente ser eliminadas. En ese proceso cambiarán entonces las condiciones medias de productividad y el precio de producción regulador tenderá a bajar; de ese modo, la carrera hacia la plusganancia produce las «revoluciones del valors.

Pero, en ese caso, para que las plusganancias de productivi- dad diferencial tiendan a anularse, debe darse un requisito: que los nuevos capitales invertidos puedan disfrutar de las condi- ciones más favorables de productividad. Y ello no ocurre siem- pre. Cuando dentro de un sector coexisten grandes empresas susceptibles de mantener permanentemente su avance tecnoló- gico y empresas atrasadas, el precio regulador podrá permanecer estable y fijar las plusganancias de las primeras. Esta circuns- tancia es frecuente en el capitalismo de los monopolios.

La desigualdad de las productividades individuales no pro- viene, sin embargo, siempre de las características internas de las empresas que compiten, sino de la diferenciación de las condicio- nes externas de su actividad: fertilidad desigual de la tierra, desiguales condiciones de extracción, costes desiguales de pro-

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ducción, de explotación, de transpor a localización. Cuando se interpone una barrera al ndiciones

externas más favorables -la propiedad del suelo- las plusga- nancias de productividad deberán fijarse como rentas del suela. Es el fenómeno que Marx estudia en la agricultura o en la industria extractiva y denomina, como Ricardo, la renta dife- rencial.

1.3. Las plusganancias de monopolio

En el mercado de un producto dado, el precio regulador sólo se impone en forma tendencia]; el precio de mercado que resulta del equilibrio instantáneo entre la oferta y la demanda puebc siempre ser diferente al precio de producción social. Si es supe- rior, las empresas obtendrán una plusganancia coyuntural que las estimulará a aumentar las cantidades ofrecidas; si la dife- rencia se produce en sentido contrario, la tasa de ganancia dis- minuirá coyunturalmente y la producción tenderá a decrecer.

Asi, la sucesión de equilibrios instantáneos de mercado se mueve en torno al precio regulador, punto en el que se anulan minus- ganancias y plusganancias. "n esa situación,

es como del de los vendedores- sea competitiva;, Si e

manera permanente rece a los agentes q

Muchas circuns t

«Cuando hablamos de precio monopólico, nos referimos en genera a un precio únicamente determinado por la apetencia de compra y 1; capacidad de pago de los compradores. independientemente del prech determinado por el precio general de producción así como por el valo de los productos» (Marx, 1981, vol. 8, p. 986).

Plusganancias y rentas del suelo 23

~lueiio de ellas concentren la totalidad de la oferta. o bien de que iiuienes ofrecen la mercancía lleguen a un acuerdo, o de que las carnpresas diversifiquen la calidad de la mercancía creando así

ero existen también mercancias qu

aso de la agricultura,

34 Cf. las teorías del monopolio, del duopolio, del oligopolio, de la com- telencia monopolística, modelos que se def i~en por su desviación con res- tceto al modelo de mercado de competencia perfecta. Hay que anotar que A acepciOn del término «precio de monopolio» en Marx, recogida aquí, es rluy general: engloba todas las situaciones que distinguen los análisis ir.oclhsicos y, por tanto, no se reduce al caso particular del vendedor inico.

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24 25

2. plusganancias que pueden ser transformadas en rentas del suelo

existencia de plusganancias es, pues, un fenómeno muy ge izado en el capitalismo: plusganancias unidad de producción, de la posición en el

ndo y orientado la acumulación en una estni su destino consiste en desvanecerse en un sitio para reaParec más allá, indefinidamente. En el capitalismo de monopolio 1 plusganancias se fijan en beneficio de 10 poderosos, Sus relaciones de intercambio se llegando a ser la acumulación desigual un fe~ómeno estructu del sistema. Hasta aquí, nada más mormala.

Pero también existe un proceso de fijació de otra naturaleza, efecto de relaciones sociales de otr las que dan lugar a las rentas del suelol LO mismo que las ganancias monopolistas, y antes de que éstas aparezcan, han la dinámica competitiva de la acumulación. Pero, al rio que ellas, no provienen de la concentrac entran, por tanto, necesariamente en la di de la acumulación desigual.

¿Qué tipos particulares de plusganancias pueden tra marse en rentas del suelo? La respuesta general ha sido con la definición de la renta: las generadas en un

del capital que involucra con este último no puede reproducir, cond no tiene libre acceso, pues son objeto d

Veamos en forma más precisa sobre rasgo en común:

se basa esta primera condición de la rent trabajo particular

no reproducible de ciertas condiciones de la producción.

2.1. La naturaleza como producto, la c

La acumulación privada es uno de 10s rasgos constitutivos capitalismo. Veremos que también es, U

de la renta del suelo en ese modo de'pr Se trata, sin duda, de una relación social, enraizada en

estructura especifica de las relaciones de producción. Cad tal particular constituye la unidad autónoma de un Proceso trabajo concreto y de un proceso de producción de valor Y plusvalor. Cada uno de esos proceso de que cada capital es a la vez un polo a

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26 Ckristian Tspalov Plusganancias y rentas del suelo 27

<<t~r<ipiedad del capital.: su formación se lleva a cabo en el mo- # - "

rncrtfo mismo de su apropiación en el proceso de producción, g parece por ello mismo ser un resultado del capital, es decir, de la combinación de fuerzas productivas que éste controla. Así, la cooperación de un gran número de trabajadores colocados bajo la dominación de un mismo capital aumenta la fuerza pro- ductiva social del trabajo. Se trata entonces de un valor de uso para cuya formación se necesita la concentración de los medíos de producción en manos de los capitalistas privados. Estos se lo apropian gratuitamente, así como disponen gratuitamente de las propiedades físicas o químicas de los elementos materiales de la producción 38. Tales efectos útiles pueden ser reproducidos de manera indefinida por cualquier capital privado, siempre que se respeten las condiciones internas del capital: nivel de acumu- lación, control tecnológico, etc. Por esa razón aparecen como una propiedad del capital 39.

Los efectos de esas «p expresan clara- mente su naturaleza de valor alor de cambio: aumentan la productividad y disminuyen el valor de los pro- ductos. U si las plusganancias que proporcionan de manera eventual pueden ser fijadas -especialmente en la fase monopo- lista del modo de producción- el beneficiario es siempre el polo pr.$ado de acumulación que controla su formación.

Sucede algo diferente con una segunda categoría de valores de'uso necesarios para la producción que aparecen, por el con- trario, como «propiedades de- la naturaleza». Su especificidad reside en el hecho de que su formación no puede ser resultado de la iniciativa de ningún capital particular. Como ningún agente privado está en condiciones de controlar su producción, esos valores de uso aparecen como condiciones externas de la valo- rización del capital, no reproducibles por éste, o por lo menos desigualmente preconstituidas y disponibles.

Los «rectrrsos nnftluaZes» pertenecen típicamente a esta cate-

3B «Las fuerzas prodtictivas que surgen de la cooperación y de la divi- sión del trabajo, como hemos visto, no le cuestan nada al capital. Son fuer- zas naturales del trabajo social. Nada cuestan, tampoco, las fuerzas na- turales como el vapor, el agua, etc., incorporadas a procesos productivos» (Marx, 1975, vol. 2, p. 470). (Cf. también Marx, 1975, vol. 2, pp. 402-3.)

39 «Como la fuerza productiva social del trabajo no le cuesta nada al capital, como, por otra parte, el obrero no la desarrolla antes que su trabajo mismo pertenezca al capitalista, esa fuerza productiva aparece como si el capital la poseyera por naturaleza, como su fuerza productiva inmanente» (Marx, 1975, vol. 2, p. 405).

goría. La teoría de la renta del suelo, tanto en los _clásicos como en Mam, fue desarrollada a partir de su estudio"

Al contrario de lo que se podría creer, esos recursos de la «naturaleza)> no se diferencian de los otros valores de uso nece- sarios para la producción por el hecho de existir con indepen- dencia del trabajo humano: en cierta forma, todos son producto de éste. Por ejemplo, la tierra agrícola. La cantidad global de tierra disponible es prácticamente ilimitada: son las roturacio- nes, las destrucciones, la introducción en el comercio mundial de nuevas zonas geográficas los factores que determinan qué porciones del globo tendrán o no el carácter de recursos para la agricultura. La fertilidad misma del suelo no depende direc- tamente de sus características físicas, químicas, estructurales, ni de las condiciones climáticas; esos factores «naturales» inter- vienen Únicamente cuando la técnica de cultivo, ligada a su vez a las relaciones de producción, los tiene en cuentaa. Puede, así, observarse que cada cambio del modo de producción en la agri- cultura produce una nueva clasificación de las tierras desde el punto de vista de su fertilidad relativa 42. Más aún: las caracte- rísticas fisicoquímicas del suelo, o incluso la sequedad, son el

Smith, 1776, pp. 223-386; Ricardo, 1817, pp. 45-62; Von Thünen, 1826; Nlarx, 1981, vol. 8, pp. 791-1034.

41 «Para la fertilidad económica, el nivel de la fuerza productiva del tra- bajo, que en este caso es la capacidad de la agricultura de tornar inme- diatamente explotable la fertilidad natural del suelo -capacidad que difiere en las diversas fases de desarrollo- es un factor de lo que ha dado en llamarse la fertilidad natural del suelo, del mismo modo en que lo es su composición química y sus otros atributos naturales» (Marx, 1981, vol. 8, página 838).

42 Cf. por ejemplo Marx: «Con el desarrollo de las ciencias naturales y de la agronomía se modifica asimismo la fertilidad del suelo (...). Así, muy recientemente, tipos de suelos livianos en Francia y en los condados orientales de Inglaterra, que anteriormente se consideraban de mala cali- dad, se han elevado a un primer rango» (Marx, 1981, vol. 8, p. 978). Asimis- mo, en el siglo XVIII la lucha de los señores y de la burguesía terrateniente en Francia para destruir los derechos colectivos de las comunidades rurales sobre el suelo (tierras y pastos comunales), condujo al mismo tiempo a nuevas relaciones de producción (agricultura capitalista o campesina par- celaria) y a una revolución tecnológica que trajo consigo una nueva clasi- ficación de las tierras con respecto a la anterior escala de fertilidades (Bloch, 1931, t. 1, pp. 201-37).

43 Como lo demuestra notablemente C. Reboul mediante un análisis de las condiciones sociales de formación del humus: «El suelo, objeto de la actividad humana, es al mismo tiempo producto de ésta» (Reboul, 1977, pagina 85).

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28 Christian Topalov

a propósito de los yacimientos de carbón, de petróleo o de mi- neral, de los recursos de energía hidraulica o geotérmica, etc.

(Por qué esos valores de uso aparecen, sin embargo, como regalos de la .naturaleza.? Precisamente porque, de manera general, a una empresa particular le es imposible controlar la creación de esos recursos 44. En ocasiones ha sido necesario el paso de los siglos, o la actividad multiforme de la sociedad en- tera para convertir a esa naturaleza en un valor de uso; para el capital privado, está ahí, fuera, y no es reproducible.

La disposición de esos recursos es, en general, una condición sin la cual no puede haber producción. Además, la diversificación de sus cualidades proporciona al trabajo aplicado a ellos una productividad material mayor o menor. Por esta razón, cada vez que son objeto de una apropiación privada, esos dones de la naturaleza tienen un precio. No ocurre esto aún con el mar -base de la industria pesquera-, no ocurría con las tierras de las fronteras agrícolas en los sucesivos nnuevos mundos. de la expansión planetaria del capitalismo, cuando la violencia física transformaba gratuitamente los territorios de los indígenas en

-bienes libres; ocurre, por el contrario, con el suelo allí donde --reina la propiedad privada.

El carácter no reproducible y la apropiación privada son dos rasgos que definen perfectamente a los valores de uso propor- cionados por la ciudad a los capitales particulares que allí se

' valorizan. ?+=m efectos útiles de aglomeración son reconocibles tanto a escala de las unidades urbanas en sentido estricto como de los sistemas de ciudades o de grandes regiones económicas que se organizan alrededor de grandes infraestructuras. Por ese término se entenderá todo valor de uso que resulta de la unión entre un proceso particular de valorización de un capital, por una parte, y, por otra, una configuración espacial determinada de objetos inmobiliarios y de flujos de fuerza de trabajo y mer- cancías, flujos a a esos objetos y que existen indepen- dientemente de tal particular 45.

Aquí no hago más que desarrollar una indicación teórica de A. Cot- tereau: «A un nivel muy formal, la 'naturaleza' puede definirse, para cualquier modo de producción, como un medio de (re)producción no com- pletamente reproducido por el trabajo. En la medida en que únicamente un medio de (re)producción reproducido por el trabajo es plenamente controlado (es decir, que el trabajo consigue exactamente los resultados perseguidos), la 'naturaleza' así definida consiste en medios de (re)produc- ción no totalmente controlados» (Cottereau, 1971, p. 2).

45 Véase también en ese caso la distinción introducida por A. Cottereau entre «objeto» y «objeto-median, El primero es el «soporte material de un

Plusganancias y rentas del suelo 29

odas las actividades capitalistas «urbanas» se desarrollan la base de objetos inmobiliarios, edificaciones y productos

del trabajo pasado ligados a una localización determinada. Cada localización da acceso, de un modo que le es específico, a un conjunto de valores de uso complejos nacidos de la ciudad. Una parte de los inmuebles que la componen son, considerados indi- vidualmente, mercancías producidas que circulan como tales; otra parte, los equipamientos públicos de infraestructura y con- sumo también son productos del trabajo, pero entregados más o menos gratuitamente como capital desvalorizado. Si cada uno de esos objetos ha soportado un proceso de trabajo específico y controlado, no sucede lo mismo con su configuración espacial, y aún menos con los procesos sociales articulados a ellos: pro- ducción y circulación de mercancias, reproducción de la fuerza de trabajo &. Cada objeto inmobiliario es producido y circula por separado, así como cada proceso de valorización que se apoya en ellos se halla controlado por un polo independiente de acumu- lación". Los valores de uso que virtualmente aparecen como resultado de su configuración espacial no son mercancias, y sólo son realizados de manera efectiva cuando un capital individual se adueña de ellos.

Resumiendo, ningún capital particular puede producir los efectos útiles de aglomeración, condición para su propia valori- zación. Anticipemos algo que va a ser desarrollado más adelante: la existencia de un agente que controlara efectivamente, es decir, completamente, la formación de esos valores de uso implicaría la desaparición de la autonomía de los polos de acumulación, la cual es inherente al capitalismo. El hecho de que se observe en ese modo de producción una socialización parcial de la forma- ción de ciertos valores de uso complejos no cambia para nada

valor de uso, que forma una unidad no divisible en otros soportes de valor de uso»; el segundo es un ccvalor de uso cuya unidad está formada por la articulación de soportes materiales de otros valores de uso» (Cot- tereau, 1970, p. 382). Se observará que los «efectos útiles* definidos de esta manera muy general pueden ser igualmente -para ciertos tipos de procesos de valorización- efectos negativos.

Por esa razón, me parece completamente inexacto afirmar que «la ciudad es una mercancía», incluso si esta fórmula expresa una sana indig- nación ante la ciudad capitalista (cf., por ejemplo, Folin, 1972, pp. 71 SS.).

47 E. Préteceille ha ilustrado ese hecho y sus consecuencias analizando la producción de los agrandes conjuntos» de los años 60 en la región parisina, operaciones de urbanización periférica donde, sin embargo, el Estado desempeña realmente un papel de control social parcial de la formación de los efectos útiles de aglomeración (Préteceille, 1973).

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se desplaza, pero

a impotencia del capital privado en la ciudad que en la agricultura: se encuentra, en efecto, más al alcance de un inversionista capitalista fabricar tierra cultivable que de un constructor de viviendas volver urba- nizable una zona. Ello se debe a que, para el segundo más que para el primero, las características de localización son decisivas para hacer posible la producción y eventualmente la plusganan- cia. El agricultor puede abonar el suelo, pero no puede crear las condiciones de salida del producto al mercado; el constructor puede fabricar las vías y redes propias de la operación inmobi- liaria, pero no depende de él que exista una carretera o una estación ferroviaria que le presten el servicio, y mucho menos

e la ciudad a la que éstas conducen. Este análisis de las condiciones de la valorización que no

eden ser reproducidas permite precisar el papel del suelo en formación de la renta. Cualquiera que sea la forma en que

te entre en el proceso de trabajo48, siempre constituye para él una necesidad. Pero no es tanto el soporte espacial como tal, radicalmente externo al capital privado, el que no puede ser reproducido; son más bien sus cualidades, configuradas por la sociedad. La renta del suelo tiene, pues, como fundamento un conjunto de relaciones sociales (y no una cosa: el suelo y su escasez. Esto es lo que ignora el análisis del suelo elaborado por la economía neoclásica. Pero es también un punto del que no derivan todas las consecuencias aquellos análisis que desean establecer la exterioridad radical, con respecto al capitalismo, de la propiedad privada del suelo. En apoyo a esta tesis se encuentra a menudo el retorno silencioso a una concepción

da» del suelo, es decir, el desconocimiento de Ias pro- etas por las cuales aquél entra en la producción

y de la configuración social de esas propiedades ".

48 Marx propone la distinción entre elemento de producción (la tierra para la agricultura), la condición de la producción -ya sea como fuerza de producción (saltos de agua), ya sea como factor sine qua non (solares)- y receptáculos de valores de uso (yacimientos para las minas) (Marx, 1974, vol. 1, p. 436). Esta clasificación me parece más interesante por la genera- lización que sugiere a partir de los ejemplos citados que por el análisis de lo que los distingue.

49 Así, A. Gottereau muestra que «la acumulación característica del modo de producción capitalista tiende a transformar la 'naturaleza' en objetos y medios de trabajo constantemente reproducidos, es decir, en capital, de suerte que el desarrollo de las fuerzas productivas implica en

Bltrsgwnancias y rentas del suelo 3 1

El movimiento mismo del capitalismo excluye la escasez ab- soluta, física, tanto de tierra cultivable como de recursos mine- rales o de suelo urbanizable. Este modo de producción no puede desarrollarse en una isla ya que la acumulación de capital es, al mismo tiempo, una expansión espacial indefinida. La.fqrmación de -a renta del suelo de ningún modo implica que la condicicn de la producción que la genera sea escasa, que físicamente no esté disponible. Basta con que, en un momento dado, el capital no pueda por sus propios medios ni reproducirla, ni tener" libre acceso a ella, pues una propiedad del suelo autónoma se le opone de manera efectiva.

2.2. La tendencia del capitalismo a ampliar el carácter reproducible de las condiciones espaciales de la valorización, y sus límites estructurales

Hay, por tanto, en un momento dado, una clara ruptura entre las condiciones de las valorizaciones formadas en un proceso social no controlado -y, en consecuencia, no reproducibles- y aquellas que son producidas bajo el control efectivo de polos privados de acumulación. Esta frontera, siempre existente, se halla, sin embargo, permanentemente desplazada. (Qué deter- mina ese proceso y cuáles son sus formas?

Para aclarar este doble interrogante, volvamos a la configu- ración de los efectos útiles de aglomeración, antes de examinar su lugar en la dinámica de la acumulación.

Esos valores de uso complejos son resultado de la articula- ción espacial de valores de uso elementales, que son producidos

ese caso una tendencia a Ia abolición de la 'naturaleza' tal y como ha sido definida». Sin embargo, Cottereau no precisa en qué sentido se trata sólo de una tendencia y nunca de un resultado realizado. Por tanto, se ve obli- gado a hacer desaparecer las propiedades concretas del suelo («la natura- leza pasa de ser objeto o instrumento de trabajo a ser suelo soporte, simple condición general de la actividad productiva»; el subrayado es mío) para concluir que «la propiedad privada del suelo no pertenece al modo de producción capitalista» puro (Cottereau, 1971, pp. 5-9). En forma diferente, D. Massey y A. Catalano desarrollan el mismo razonamiento. Afirman claramente que la renta es una relación social: (<No es la tierra la que determina la renta, sino la propiedad del suelo»; sin embargo, la independencia de la propiedad del suelo con respecto al capitalismo no está basada solamente en las relaciones de producción específicas de este último, sino también en otro supuesto: «Se ha mostrado que el carácter no reproducible del suelo le hace exterior a2 modo de producción capita- lista» (el subrayado es mío) (Massey y Catalano, 1978, pp. 33 y 49). Aquí hay un desliz teórico que, en mi opinión, tiene graves consecuencias.

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y circulan en forma autónoma. Los soportes materiales de estos últimos son objetos inmobiliarios, productos del trabajo ligados al suelo y, por tanto, a una localización determinada: edificios industriales y comerciales, viviendas, carreteras, vías férreas, redes de aprovisionamiento de energía, de agua, etc. Unos son producidos y circulan como mercancías, a veces como capital; otros, como equipamientos públicos. Por esas dos razones, el valor de uso complejo resultante no puede ser reproducido: un capital particular requiere la acción del Estado, tanto como de la de otros capitales privados, y no controla a ninguno de ellos; por su parte, el Estado proporciona valores de uso a una mul- titud de capitales privados, que tampoco controla.

Algunos bienes inmuebles se caracterizan por entrar nece- sariamente como medios de producción en el conjunto de los procesos de valorización de los capitales particulares, unas veces directamente, otras por intermedio de los bienes o servicios a cuya producción contribuyen. Sin embargo, no es esta caracterís- tica técnica lo que los distingue radicalmente del resto de los bienes inmuebles, sino más bien el papel que el Estado desem- peña en su producción y circulación. Esto sucede por razones que tienen que ver con las condiciones mismas de su produc- cióng. El gasto público asegura la desvalorización de un capital fijo masivo que no puede ser rentabilizado normalmente y, por consiguiente, una circulación no mercantil -o a un precio infe- rior al precio de producción- de las infraestructuras o de los bienes y servicios producidos en la explotación de estas últimas. Esta desvalorización es total y la infraestructura entra en los procesos productivos que la utilizan como simple valor de uso cuando el Estado organiza y financia íntegra y definitivamente la producción. Es el caso, por ejemplo, de lo esencial de la red viaria. La desvalorización es parcial si la infraestructura es explo- tada comercialmente por un servicio público o por una empresa privada: por ejemplo, el aprovisionamiento de agua, gas, electri- cidad, los ferrocarriles, las autopistas de peaje. Pero, incluso en ese caso, la desvalorización es necesaria, ya tome la forma de centralización del pequeño capital de financiación de las inver-

Como lo muestra M. Folin al elaborar el concepto de «capital fijo social» (Folin, 1978).

Fueron precisamente las compañías ferroviarias y un poco más tarde las grandes compañías de servicios urbanos las primeras en emitir obliga- ciones a gran escala, en la segunda mitad del siglo XIX. Esas obligaciones, caracterizadas por la estabilidad de su remuneración y su bajo valor uni- tario fueron una forma privilegiada de centralización del pequeño capital,

Plusganancias y rentas del suelo 33

siones con fondos públicos, de subvención a la explotación, de nacionalización, etc. Incluso cuando la producción y la explota- ción del equipamiento dependen de la empresa privada, la finan- ciación pública parcial, la utilización del derecho de expropiación para eliminar el obstáculo de terreno, la garantía del monopolio por parte del Estado, son todos ellos elementos que permiten al Estado asegurar un mínimo de control social en la definición misma del valor de uso -generalmente bajo el régimen jurídico de la concesión.

Pera un control estatal, al menos parcial, de la producción de infraestructuras no significa un control social de la configura- ción de los efectos útiles de aglomeración; prueba de ello son las zonas de ordenamiento territorial -terrenos industriales u operaciones de vivienda- des públicas y que perma las autopistas destinadas a irrigar regiones deprimidas y que no inducen a ninguna actividad privada; la súbita subutilización de los equipamientos en las regiones industriales tradicionales afec- tadas por el cambio de localización de las empresas. Fenómenos de esa índole acompañan generalmente a las intervenciones esta- tales en el terreno de la ordenación. En períodos de crecimiento económico, cuando las ventajas localizadas proporcionadas al capital por las infraestructuras públicas son insuficientes o cuan- do las decisiones públicas no corresponden a los imperativos de rentabilidad de las empresas, el capital va a un lugar diferente; en épocas de crisis, las políticas privadas de desinversión acaban por trastornar todas las proyecciones de los planificadores.

Hay, pues, un movimiento contradictorio que tiende a esta- blecer un mayor control social de la configuración de los efectos Utiles de aglomeración y, a la vez, a limitar de manera perma- nente ese control.

La necesidad de controlar mejor la articulación espacial de las infraestructuras públicas y de las empresas no cae del cielo, ni de una «voluntad planificadoras imputable al Estado. Su mo- tor inmediato es la búsqueda de una mayor seguridad en la formación de las condiciones espaci sganancia pri- vada. Pero, del mismo modo que la lusvalor extra- ordinario por parte de cada capitalista provoca un movimiento de conjunto de incremento del plusvalor relativo y de la compo- sición orgánica del capital, la búsqueda de plusganancias de lo-

mientras que las acciones se encontraban entonces fuertemente concentra- das y permitían el acceso a los beneficios de la especulación bursátil.

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34 Christian Topalov

calización mediante la coordinación puntual del Estado y del sector privado también produce efectos globales: reducción de la duración y de los costes de transporte, lo que permite el des- arrollo de la división espacial del trabajo y disminuye a escala social el capital invertido improductivamente en la circulación; formación de reservas de mano de obra cuando la sociedad toma a su cargo una parte de los costes de mantenimiento de la fuerza de trabajo; desvalorización por el gasto público de una parte de los capitales necesarios para la producción.

¿Qué efecto prevalecerá? ¿Formación de plusganancias de localización en beneficio de capitales particulares y/o de los propietarios del suelo implicados, o bien efectos sobre las condi- ciones generales de la acumulación, transmitidos al conjunto de los capitales mediante bajas de precios? El análisis formal. no puede dar respuesta a esta pregunta: dependerá de las formas concretas del control social sobre la configuración de las condi- ciones espaciales de la plusganancia localizada. También depen- derá de la amplitud de la socialización: reducida, si sólo se planifica el nivel de la operación simple -de viviendas, oficinas, o implantación industrial-; mayor, si se trata de crear una ciudad entera -las «ciudades nuevas» 52-, e incluso un sistema de ciudades, a lo largo de un nuevo eje de transporte por ejem- plo. Pero intervendrá igualmente el carácter más o menos pri- vado o más o menos público del control del proceso, bien sea porque los agentes públicos definan un programa y realicen inversiones destinadas a interesar a agentes privados, bien sea porque, a la inversa, los agentes privados monten ellos mismos una operación para la que disfrutarán de infraestructuras pú- blicas. La línea divisoria entre esos dos tipos de predominio no siempre está claramente definida. Las luchas políticas en torno a esas vías alternativas de la planificación capitalista son lo suficientemente intensas como para que se pueda pensar que no se hallan separadas por una diferencia puramente formal.

~e todos modos, la exterioridad del Estado y del capital, la autonomía de unos capitales privados con respecto a otros, y las contradicciones que pesan sobre los aparatos del Estado limitan estrictamente la extensión de una socialización capitalista de la conformación de los efectos Útiles de aglomeración.~Quizá podría decirse, entonces, sin que resulte demasiado paradójico, que el

52 A condición de que se trate de una implantación urbana verdadera- mente autónoma en un área rural y no de la simple extensión de una aglo- meración preexistente.

Plusganancias y rentas del suelo 35

carácter mismo de «naturaleza» que asumen esos efectos es un resultado del modo de producción capitalista.

3. El obstáculo de la propiedad del suelo y la transformación de las plusganancias localizadas en rentas

No basta con que ciertas condiciones de la valorización no puedan ser reproducidas y engendren plusganancias localizadas para que aparezcan rentas del suelo; es preciso también que un obstáculo impida al capital el libre acceso a ellas, que una propiedad del suelo autónoma oponga una resistencia real.

El- presupuesto de la transformación de las localizadas en rentas del suelo es, pues, doble: unas relaciones de producción en el sector afect que la autonomía del capital y de la propiedad del suelo sea dominante y reproducida en por lo menos un punto del ciclo de valorización; por. otra parte, una resistencia real de la pro- piedad del suelo al capital, lo cual supone un contenido socio- económico de la relación de propiedad que se convierta en obs- táculo efectivo. Antes de examinar esos dos puntos, es necesario identificar con mayor precisión las relaciones sociales complejas designadas por el término apropiedad del suelo^.

3.1. La propiedad del suelo, una pluralidad de relaciones sociales

La propiedad es algo muy simple: es .el derecho a gozar y dis- poner de las cosas de la forma más absoluta, haga un uso de ella prohibido por la ley o 1 Incluso si la práctica jurídica real expresa de manera suficiente el carácter eminentemente histórico del contenido de ese dere- cho de propiedad, la ideología continúa planteándolo de manera unitaria, normativa, transhistórica. Y, sin embargo. el vocablo apropiedad del suelo» designa en el lenguaje del der evidentemente constituye una pluralidad de relacion

propiedad, cuyas líneas S.

" Código Civil, artículo 544.

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36 Chvistian Topalov

Relació~ ideológica, relaciones jtiridicopolíticas, relaciones económicas El derecho de propiedad que define, independientemente del Gempo y del espacio, el derecho inalienable de los individuos a poseer las cosas, eológica. Es esa relación, enunciada por el e evocaban los esclavistas de la guerra civil americana, como actualmente lo hacen los in- dustriales cuando sus fábricas son ocupadas por huelguistas; pero, es en esa misma relación como concibe su vivienda el habi- tante de las chabolas y cualquier persona su vestido. Una rela- ción ideológica uiera que sea su objeto real y las prácticas qu ntenido. En su nombre es legití- mado por la clase dominante el fundamento mismo del modo de producción capitalista, es decir, la separación entre los traba- jadores y los medios de producción; y toda acción del Estado, incluida la expropiación, deberá estar expresada siempre en tér- minos del respeto a ese derecho de propiedad.

Los derechos de propiedad, contrariamente a los principios eternos, son aquello que el aparato jurídico del Estado codifica con precisión y su aparato represivo protege e£icazmente. La pro- piedad del suelo se convierte, a ese nivel, en un conjunto de relaciones juridicopoliticas. Estas expresan en el lenguaje del derecho, es decir, teniendo en cuenta las restricciones internas del sistema de representaciones jurídicas, las distintas relaciones reales de propieda vimiento de la base económica y por las luchas sociales. Esas relaciones juridicopolíticas, sumamente diversificadas, se obser- van, más que en el texto del derecho en un momento dado, en las prácticas efectivas de los aparatos de Estado que registran los derechos y garantizan los contratos, reglamentan los alquile- res en la ciudad y en el campo, realizan expropiaciones y llevan a cabo deducciones fiscales.

En realidad, la aparente unidad de la noción de propiedad se rompe cuando se la analiza como un conjunto de~~lgc~o~e_s-gco- nómicas de producción, de distribución y de consumo. '%--

La propiedad del sueZo como relación de producción La propiedad del suelo como de producción es el poder efectivo de disponer de él como elemento o soporte de un proce- so de producción, es decir, actualmente un proceso de valoriza-

Plusganancias y ventas del suelo 37

ción de capital. Puede designarse ese concepto por el tér

entonces, ser gnar al suelo un

erminado, y negativamente como el poder de n a la valorización del capital d cter específico de la propied - -

pitalista.;xn efecto, el capital tiene al para poiSer en funcionamiento los me-

dios de producciQn y asignarles un uso dado y, por tanto, para disponer de los productos, de los cuales es, a la vez, poseedor y propietario dad del suelo se coloca en uni lugar muy diferente en e ura. Como simple monopolios

de-uno de las medios de producción que no pueden ser repro- ducidos, se encuentra separada de los otros medios de produc- ción, lo cual implica una-doble limitación: incapacidad de orga- nizar un proceso de trabajo que utilice el suelo, e incapacidad de asignar a ese suelo un uso productivo. Por el contrario, preci- samente en la medida en que separa el capital de una de sus condiciones de reproducción, puede oponerse a esta última.

Esta capacidad del capital de asignar a los terrenos diferente usos y esta reducción de la propiedad del suelo a mera barrer U la inversión son el resultado histórico del desarrollo del capi talismo %. La teoría de la renta del suelo está construida precisa-

da por C. Bettelheim: aLa propiedad de producción (o relación económica), -"

ía de agentes de asignar a ciertos me- disponer de los productos obtenidos p. 62. El subrayado es del autor). ara el análisis de los modos de pro- de E. Balibar (Balibar, 1966, pp. 204- «Cada tipo de relación de producción

n-propiedad y el contenido preciso de la combinación en la que cada uno

eneral, la posesión está constituida por

tura del proceso de trabajo, esa capacidad puede ser individual o colectiva y la posesión se puede desdoblar o no en una detentación parcial. En cuanto a la propiedad (como relación económica), está constituida por el

edios de producción, usos determinados, y disponer de los productos

. El subrayado es del autor). «Pero la circunstancia de que, 1) la renta se restrinja al excedente

director y dominador del proceso de producción y de todo el proceso

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38 Christian Topalov

mente sobre la hipótesis de que ese lugar, y no otro, es asignado a del suelo por el modo de producción capitalista 57, y por ello Marx toma a Ricardo como fundamento y a la vez como blanco: Inglaterra es, entonces, el único país donde la propiedad del suelo, transformada por la agricultura capitalista, se ha adecuado a esta última En efecto, desde el siglo XIV, las condi- ciones tradicionales de la producción agrícola han sido progre- sivamente destruidas, especialmente a través de la violencia. Es el clearing of estates, la gran limpieza. En ese sentido, indica Marx como una paradoja, no existe propiedad del suelo: «El ca- pital -el arrendatario- explota libremente la tierra, pues lo único que le preocupa es el rendimiento en dinero que de ella pueda sacar* 59. La adecuación de la propiedad del suelo al modo de producción capitalista puede ser definida, entonces, como la sumisión completa de esa propied-ad a la regulación de 13 renta, es decir, a la ley de la plusganancia del capital. La lógica de reproducción del capital se identifica, pues, con la lógica de la propiedad del suelo: el capital detenta de manera permanente el poder de propiedad y rige los cambios de uso del suelo; la propiedad del suelo se transforma en simple relación de dis- tribución.

Este análisis permite distinguir, por tanto, d-9s tipos de tradicción entre el capital y la propiedad del suelo, que encon- traremos en el estudio de las rentas urbanas: una contradicción externa al modo de producción capitalista entre un poder de propiedad del suelo inadecuado y e l capital que lucha por el control del proceso de producción; una contradicción interna al modo de producción capitalista entre, de un lado, la propiedad del suelo despojada de todo poder real de determinación del uso

suelos y mero perceptor de rentas, es un resultado histórico específico del modo capitalista de producción (Marx, 1981, vol. 8, p. 1120).

Marx precisa: «La forma de propiedad de la tierra que consideramos es una forma específicamente histórica de la misma, la forma transmutada por influencia del capital y del modo capitalista de producción» (Marx, 1981, vol. 8, p. 791).

Marx, 1974, vol. 1, p. 430. 59 Marx, 1974, vol. 1, p. 430. El importante estudio de C. Postel-Vinay so-

bre la agricultura del Soissonnais muestra cómo, desde comienzos del siglo XVIII, los grandes arrendatarios libraron una vigorosa lucha de clases que desembocó en la casi «abolición» de la propiedad del suelo en lo que a ellos se refería: renovación automática de los arrendamientos y transmi- sión a los herederos, desaparición total del campesino parcelario ligado a la propiedad e inclusive remodelación de esta última, y disminución a largo plazo del importe de la renta que pesaba sobre los grandes empre- sarios (Postel-Vinay, 1974).

Plusgana~cias y rentas del suelo 39

del suelo, pero que tiende a apropiarse íntegramente de la plus- ganancia localizada, y, de otro, el capital que lucha por retener la mayor parte posible de esa plusganancia.

La propiedad del suelo como re&gioy de distribucián.

edad del suelo ya no

para que exista una clase de propietarios del suelo es preciso que una categoría de agentes, en virtud de que detenta elmonop~lio de la utilización del suelo, cumpla una función de organiza- ción de la producción y se apropie del plustrabajo de los pro- ductores directos bajo la forma de «renta del suelo» precapi- talista,:

Cuando esos

condiciones de considerar la renta del suelo o la participación en unos beneficios industriales como usos sustituibles de su dinero.

Los estudios empíricos sobre la estructura de los patrimonios desde el siglo XIX dejan ver claramente que la inversión inmobi- liar e entre todas las ca Y 9 iduos que vivían ex suelo (los «propietarios») son frecuentemente industriales o ne- gociantes retiradoss0. La inversión inmobiliaria no tiene otra especificidad que las leyes que determinan el importe de la renta, heterogéneas con respecto a las que regulan la tasa de ganancia. Pero, para el ahorrador, lo único que diferencia a sus inversiones es su rentabilidad, su seguridad, su liquidez. Las leyes de la distribución del plusvalor le ocultan por completo la ley de su formación, de modo que el alquiler del suelo llegará a ser el interés del «capital inmobiliario», así como el alquiler del dinero es el fruto del capital «que trabaja para usted».

Esta extinción de la antigua clase de los landlords, como efecto de la adecuación de la propiedad del suelo al nuevo modo

60 Cf. los trabajos realizados sobre los patrimonios en las ciudades fran- cesas del siglo XIX, en especial los trabajos de A. Daumard. Bibliografía y síntesis de los resultados en Topalov, 1973, pp. 19-88.

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Christian Topalov Plusganancias y rentas del suelo

de+praducción, no se realiza en la situación inglesa «clásica» de Puede tratarse también de la propiedad de colectividades públi-

la época de la lucha de la burguesía industrial y ricardiana por la edida en que el suelo sirve de soporte a equipamien-

abolición de las Corn Laws. La relación de distribución propie- culan como mercancías. En todos esos casos, no

dad del suelo coincide entonces con los restos de una relación de ganancia ni, por tanto, renta apropiable. Sólo

de producción caduca61: los propietarios del suelo aparecen en entra en circulación su precio se

como una clase basada en una forma de ingreso, accidente de la ado que los inmuebles salidos de la

historia rápidamente superado por la fusión de esa capa social ucción o los terrenos edificables. La propiedad del suelo de

-la antigua aristocracia terrateniente- con la clase capitalista. nvierte, entonces, en relación de dis-

La renta del suelo como relación de distribución podrá, pues, acómpañar a todas las formas de propiedad. ~ ü e el suelo sea utilizado productivamente según relaciones no capitalistas -la pequeña producción mercantil- o capitalistas, o que sea soporte 3.2. Autonomía de la propiedad del suelo y fijación de las rentas

de un proceso de consumo, «producirá» real o potencialmente una renta del suelo. La renta deja de identificarse con su forma Las rentas del suelo modernas sólo aparecen, pues, en la ciudad

capitalista cuando dominan unas relaciones de producción deter- minadas: aquellas en que la propiedad del s\uelo ya no posee la

inmueble. Al mismo tie iniciativa de la construcción que antes organizaba y financiaba, convirtiéndose en un obstáculo externo a la libre inversión de capital de los constructores. En esas relaciones de producción,

aparecerá como un ingreso individual consumible, en otros como e sólo llegan a ser dominantes en las grandes ciudades euro-

una ganancia directamente derivada de una empresa, e incluso as a finales del siglo x ~ x , la _producción inmobiliaria queda

como un recurso del Estado. Resulta, entonces, que en ciertas ulada por el movimiento del capital. Las rentas del suelo se

condiciones la renta puede ser convertida en capital y reintro- , entonces, capitalistas y son determinadas por las plus-

ducida en la acumulación, mientras que los propietarios del suelo as localizadas.

clásicos son criticados por unos -Ricardo o Marx- y alabados e ningún modo tales relaciones de producción implican que

por otros -Malthus- por ser fundamentalmente consumidores el «mercado» del suelo urbano existan dos «clases»: los capi-

improductivos. istas y los propietarios del suelo. De manera aún más definida en el caso de la agricultura, esa situación se presenta única-

La propiedad del suelo como r te en los comienzos del nuevo modo de producción, y en ma excepcional. En primer lugar, porque la ciudad moderna

El contenido económico de la desarrolla generalmente sobre la base de modos de produc- ases diversas de la división capitalista integrados en las formas más desarro-

utilizado solamente como valor de uso. En ese caso, se trata prin- del modo de producción y reproducidos por ellas. Por cipalmente de la propiedad de ocupaciófi de la vivienda, e incluso o, los constructores capitalistas se encontrarán enfrentados de los derechos de uso de los arrendatarios cuando se hallan lo a propiedad territorial del campesino, del artesano, del ten- suficientemente protegidos por la legislación como para realizar del pequeño industrial manufacturero. Además, las trans- una verdadera desarticulación de la propiedad inmobiliaria. aciones internas de las formas de la producción inmobiliaria

61 ES lo que expresa P. P. Rey cuando muestra que, en la agricultura alista crearán en el siglo xx un nuevo tipo de propiedad del

inglesa analizada por Marx, «la renta 'capitalista' de la tierra es una rela- o multiplicando el número de propietarios que ocupan su ción de distribución del modo de producción capitalista, y esa relación nda en todas las clases y capas sociales. Finalmente, tal y de distribución es el efecto de una relación de producción de otro modo de o sucede en el campo, la transformación de los suelos y de producción al cual está articulado el capitalismo», a saber, el modo de pro- ducción feudal (Rey, 1973, p. 60. El subrayado es del autor). edificaciones en «capital» -es decir, en propiedad de un

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Plusganancias y rentas de2 suelo 43

derecho de participación en el producto social por intermedio de la renta- hace de la propiedad del suelo una inversión que puede sustituir a cualquier otra forma de capital ficticio 62. Por lo demás, ésa es la razón por la cual los polos de acumulación capi- talista, y especialmente el capital financiero, pueden convertirs eventualmente en propietarios del suelo en los puntos decisivo del cielo de valorización.

* " La autonomía de la propiedad

solamente que en los procesos de soporte del capital se encuentra, ciclo de reproducción y de manera rec del suelo por parte de otro agente, es libre acceso a las condiciones no reproducibles de la valoriz Así, la empresa constructora o el pro eliminar el obstáculo territorial antes de cada proceso de pro- ducción; basta con que esta autonomía constituya la forma do- minante de las relaciones de producción para que aparezcan las rentas capitalistas del suelo.

Desde ese momento, la propiedad del suelo tenderá a apro- piarse del conjunto de las plusganancias localizadas, creadas en los distintos procesos de valorización del capital, mientras que éste emprenderá la lucha por limitar esa transferencia.%Cuáles serán los efectos de ese proceso en las relaciones de intercambio de las mercancías y en la d diferentes según se trate de nopolio o rentas absolutas.

Se puede admitir fácilmente que interviene, en general, en la formaci polio; simplemente hará necesaria la transformación d ganancias de monopolio en ren origen en un conjunto de fenóme productas y de no sustituibilidad d guna manera son el efecto de la a Sea cual fuere el beneficiario, los ahí se desprendan constituirán un social que durara mientras existan y de mercado que los han generado.

Al mismo tiempo, la propiedad del suelo deja de ser la base de una fracción autónoma de la burguesía, como lo establecen perfectamente D. Massey y A. Catalano (Massey y Catalano, 1978, pp. 3240).

Propiedad del suelo y fijación de t a ~ _ ~ a s a b s o ~ t a s

Por el contrario, si las plusganancias sectoriales se fijan en forma de rentas absolutas en lugar de entrar en el proceso general de nivelación, ello se debe exclusivamente a la propiedad del suelo. Esto sucede cuando las condiciones sine qua non de la valoriza- ción del capital son objeto de una apropiación privada, y cuando esa propiedad autónoma opone resistencia real a la liberación del suelo por el capital)

Sin ese obstáculo territorial, las plusganancias sectoriales sur- gidas del atraso de las fuerzas productivas entrarían normal- mente en la nivelación de las ganancias en la agricultura como en la construcc lador ,del producto por encima del g r e ~ i ~ por lo menos una parte de la plusganancia interna, motor de la

ión, y mantiene así las condiciones de su propia perpe- Asimismo, sin el obstáculo territorial, las plusganan-

cias monopolistas que aparec'en como plusganancias sectoriales de las actividades financieras no deberían ser transformadas parcialmente en rentas del suelo y permanecerían en la esfera monopolista de nivelación de la ganancia. En ese caso, sin em- bargo, la renta absoluta sólo contribuye a formar los precios en la medida en que empresas con tasas de ganancia normales deben localizarse en zonas en que la demanda de suelo por parte del capital financiero ha creado ya la renta.

De manera general, las rentas absolutas tienen, pues, como efecto elevar los precios, deprimir la tasa de ganancia sectorial efectiva y limitar la acumulación. Sin embargo, tienen como limi- te superior la propia plusganancia sectorial; la propiedad del suelo no está en condiciones de constituir un obstáculo a la regu- lación de la producción por el capital y, por tanto, de crear la escasez de oferta que es necesaria para la formación de un precio de monopolio. Por el contrario, puede obstaculizar la

En la fase del capitalismo monopolista, la renta absoluta no es la única extracción de plusvalor -y sin duda alguna no es la más importan- te- en los sectores «arcaicos» de la producción. Los precios monopolistas de los bienes de producción en la agricultura y la construcción, y las de- tracciones del capital financiero por el crédito se han convertido en un rasgo estructural de la inserción de esos sectores en la economía nacional. Las consecuencias inflacionarias son por lo menos tan importantes como la de la renta absoluta, a la que algunos autores consideran como la verdadera «trampa de la liquidez, -2iquidity t r a p de la construcción (Lafond y Leborgne, 1977). «La trampa de la liquidez señala la tendencia a la liquidez de las economías domésticas cuando la tasa de interés llega a un nivel muy bajou.

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Christian Topalov Plusganancias y rentas del suelo

regulación de los precios por el precio de producción. En ese 1, como la renta absoluta, produce, pues, sentido «crea» la renta absoluta, pues su resistencia real define efecto sobre el precio y sobre la acumulación, lo que demues- el límite inferior de esta última. que la propiedad privada del suelo no es necesaria para el

do de producción capitalista 66. Propiedad del suelo y fijación de las rentas diferenciales El argumento me parece sólido en un punto importante: si Ia La propiedad del suelo fija en forma d propiedad del suelo es capaz de apropiarse de toda la renta dife- plusganancias que se originan en la di rencial que le corresponde «por derecho», es verdad que limita los precios de producción individuales la inversión y, planteémoslo como hipótesis, «desvía» de la

:icumulación una parte del plusvalor social. Pero quedan otras dos hipótesis para la discusión.

En primer lugar, la evolución histórica muestra que en la ricultura capitalista «clásica» la propiedad del suelo no ha

men de propiedad del suelo65. Esas planteamientos paz por mucho tiempo de apropiarse de la totalidad de puestos oportunamente en tela de juicio por D. Massey y lusganancias diferenciales, en otras palabras, de actuar sus tesis permiten establecer que las rentas diferenci la inversión. La prolongación de ducen efectos reales en la acumulación. del siglo XIX, e incluso su renovación

La renta diferencial, en efecto, sólo puede ser considerada tica, devolvió a los arréndatarios capitalistas todo el bene- como efecto del precio de una manera estática. Desde el mo- mento en que impone la apropiación de la plusganancia por la propiedad del suelo, quiebra el motor mismo de la acumulación y bloquea la posibilidad de una disminución del valor del pro- ducto. Además, la fijación de las plusganancias como rentas perpetúa la desigualdad de las productividades individuales y, por tanto, el movimiento de su anulación. De esta manera, la renta determina que el precio sea regulado, no por las condi- ciones medias de producción, sino por las condiciones margi-

«LO que hace, por tanto, que se eleve el valor comparativo de los que regulan el precio. La observación histórica tiene aquí un productos naturales es el excedente de trabajo destinado a los últimos cultivos y no la renta que se paga al propietario. El valor del trigo se " Resumo aquí lo que me parece esencial de los argumentos desarro- regula según la cantidad de trabajo empleado para producirlo en los terre- ados independientemente por los autores aludidos (Ball, 1977; Massey y nos de peor calidad, o según aquella porción de capital que no paga renta. atalano, 1978, pp. 41-53). El trigo no se encarece porque se pague una renta, sino que, por el con- '' Marx observa con respecto a la renta diferencial producida por las trario, se paga una renta porque el trigo es caro; y se ha dicho con razón que el trigo no se abarataría aunque los propietarios renunciasen a sus odo se presentan dificultades para la transformación de la plusganancia rentas)) (Ricardo, 1871, p. 51). «[La] renta diferencial ... no entra de manera renta)) (Marx, 1981, vol. 8, p. 866). En cuanto a la prolongación de los decisiva en el precio de producción general de la mercancía, sino que lo presupone)) (Marx, 1981, vol. 8, p. 830).

65 «La renta diferencial aparece inevitablemente en el cultura capitalista, incluso si la propiedad privada del totalmente. Con la existencia de la propiedad del suelo, la tierra quien recibe esa renta, pues la competencia de empresario agrícola (el arrendatario) a contentarse con del capital. Si la propiedad privada del suelo es abolida, esa renta. Es imposible suprimirla mientras exista el m capitalista)) (Lenin, 1908, p. 313).

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I~lusganancias y rentas del suelo 47

significado teórico preciso: la propiedad del suelo, al haber per- dido todo poder de organizar la producción, no puede obstacu- lizar en forma duradera el movimiento de la acumulación y la revolución de los valores.

Queda el argumento de que en todo momento existe una diferenciación de las productividades localizadas del capital. ¿Es preciso atribuir su origen a la relación de renta, a la propiedad del suelo 69? He intentado demostrar antes, a propósito de las rentas urbanas, que lo que fundamenta la existencia de las plus: ganancias de localización es precisamente la imposibilidad de cada capital, tomado nes de reproducción. naturales de la «tierra», ni de su apropiación privada; es el producto de la propiedad privada de los medios de producción, de la incapacidad estructural del capital de controlar socialmente la producción del conjunto de condiciones de la reproduccibn. Así pues, es la existencia misma de polos privados de acumula- ción la que impide la formación de un valor social medio del

las plusganancias diferenciales), ación de este valor (la reducción

3.3. La resistencia real. de las propiedades del suelo

El suelo no tiene valor, sino únicamente un precio determinado por la renta, transferencia de la plusganancia localizada del ca- pital a la propiedad del suelo. ¿Cómo puede, entonces, la propie- dad del suelo, que no tiene otro contenido económico distinto a la renta, determinar la renta? ¿Por qué la fracción de las plus- ganancias sectoriales fijadas en forma de rentas absolutas no tiende a ser nula?70.

La propiedad autónoma del suelo ofrece una resistencia real al capital poxque la relación jurídica que la define formalmente engloba relaciones sociales y económicas concretas que consti- tuyen el contenido real de la propiedad del suelo. Hay que dejar

69 «[La relación de renta] impide la igualacibn de los precios individua- les de producción en la agricultura. Esa relación crea las condiciones que permiten la apropiación de la renta: las plusganancias en los terrenos no marginales» (Ball, 1977, p. 392).

70 Esta es la pregunta fundamental planteada a la teoría de la renta absoluta de Marx en particular por A. Emmanuel (Emmanuel, 1969, pp. 233- 240) y P. P. Rey (Rey, 1973, pp. 37-68).

i lc hablar, entonces, de ala. propiedad del suelo e identificar sus tliversos contenidos, históricamente variables 71. El conocimiento empírico de las propiedades del suelo urbano tiene actualmente tIcmasiadas lagunas como para llegar al fondo de la elaboración teórica. Se puede, sin embargo, avanzar algunas hipótesis sobre una tipologia de las barreras territoriales, es decir, de los fac- tores de renta absoluta,

IJn competencia en f re usos capitalistas del suelo y la resistencia de la propiedad del suelo capitalista La propiedad del suelo es capitalista cuando el suelo es soporte de un proceso de valorización bajo unas relaciones de producción capitalistas, sea o no el propietario del suelo un agente distinto del empresario. El contenido económico de la propiedad del suelo consiste, pues, en el nivel efectivo de la renta total, te- niendo en cuenta el tipo de uso capitalista del suelo: agricultura, industria, comercio, actividades financieras, viviendas, etc.

Así, el nivel actual de la renta constituirá el único obstáculo al cambio de uso del suelo: el límite inferior de la renta para un nuevo uso capitalista esta constituido por la renta total para cl uso capitalista actual. Se produce, entonces, una jerarquiza- ción de los usos del suelo en función de la plusganancia sectorial que implican esos usos y, en consecuencia, de la renta absoluta que pueden soportar; de ahí el proceso de segregación espacial de los usos del suelo mediante la eliminación de los usos «infe- riores. por los usos csuperioresu. La propiedad del suelo <<crear la renta absoluta para cada uno deesos usos capitalistas impo-

ra del nivel de renta total -1 uso efectivo del na en que se pretende implantar R.

En otras palabras, e& l a competencia misma entre los usos capitalistas del suelo -regulada por sus plusganancias sectoria- les respectivas y su dependencia con respecto a unas condiciones de valorización que no pueden ser reproducidas- la que da su contenido a la resistencia q Pone la propiedad capitalista del suelo. Tal hecho expresa la interioridad de esa propiedad con respecto al modo de producción capitalista.

La propiedad capitalista del suelo produce, sin embargo, un efecto - - autónomo por el mecanismo de la ~especulación>>.--Sy

71 Tarea emprendida en particular por M. Edel en una de las investiga- ciones en mi opinión mas rigurosas sobre el concepto de renta absoluta (Edel, 1976, pp. 16-17).

72 Cf. Broadbent, 1975.

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48 Christian Topalov

resistencia al cambio de uso se basa en el nivel actual de la renta, determinado por el uso capitalista efectivo del suelo, pero puede ir más allá, anticipándose al uso futuro del suelo en la zona. Puede, en consecuencia, imponer un límite inferior a la renta absoluta sobre el nuevo uso, más cercano a la plus- ganancia sectorial de este último que a la renta total sobre el uso actual, En ese nivel de análisis intervienen las relaciones cuantitativas entre la oferta y la demanda efectivas del suelo.

El obstáculo de la propiedad del suelo no capitalista La propiedad del suelo poseída y explotada en forma capitalista es, por naturaleza, propiedad de una mercancía: el suelo será vendido en función del cambio de nivel de la plusganancia locali- zada, y el mercado del suelo reflejará -con desfases provenientes de su autonomía relativa- el movimiento de competencia de los capitales. Pero el capital también encuentra en la ciudad propie- dades del suelo inadecuadas, que le opondrán una resistencia de naturaleza completamente diferente. En efecto, para los propie- íarios no capitalistas del suelo, éste no es de entrada una mercan- cía, de manera que la «oferta» responderá mal, o no responderá, a los cambios de nivel de las plusganancias localizadas poten- ciales.

aEsas formas de propiedad, cuya lógica de gestión aún ha sido poco estudiada, son muy diversas: diferentes según los países, evolucionan a lo largo del proceso de urbanización.

El gran domicio agrícola de la periferia urbana, explotado bajo relaciones de producción feudales o latifundistas, ha podido suponer en ciertos casos un obstáculo importante a la expansión urbana. Los propietarios feudales oponen resistencia a la trans- formación capitalista del uso del suelo -ya se trate del paso a la agricultura capitalista o a la urbanización- pues la propie- dad del suelo es para ellos el fundamento de su situación de clase. Además, el dominio señorial proporciona un nivel de renta (feudal) elevado, que podrá ser la base de la fijación del importe de la renta absoluta capitalista cuando el predominio del nuevo modo de producción sea un hecho. Las vías por las que ocurre este cambio son múltiples. Una de ellas es el desmembramiento puro y simple de la propiedad señorial: con la abolición de las manos muertas y la venta de los bienes inmuebles eclesiásticos, realizadas a lo largo del siglo XIX en fechas distintas según los países, se suprimió un obstáculo importante a la urbanización. Otras vías, por el contrario, asocian al propietario del suelo,

Plusganancias y rentas del suelo 49

convertido en simple rentista de un suelo urbanizable desde ese momento, a los beneficios provenientes del cambio de uso. Es el caso de la construcción de las grandes propiedades aristocráticas en Londres hasta 1890, apr~ximadamente~~, así como de las grandes operaciones concentradas en la periferia de Madrid en los años setenta74. De modo comparable, la gran propiedad de la periferia de Roma dejó, desde 1950, sus tierras sin explotar a la espera puramente especulativa de la urbanización 75.

Una variante de esa gran propiedad precapitalista está cons- tituida por las propiedades territoriales de las compañias mer- cantiles: por ejemplo, en las ciudades de Nueva Inglaterra en el siglo XVIII 76, las grandes compañías de comercio internacional reciben del Estado, al mismo tiempo que el monopolio, impor- tantes cantidades de tierras en concesión. Ese control sobre la tierra urbanizable permitirá al capital mercantil resistir tenaz- mente a la expansión urbana del capital industrial y se conver- tirá en ese caso en base para la fijación de la renta absoluta ur- bana n. Un fenómeno parecido se produjo en las ciudades suecas del siglo XIX hasta los años treinta: los terrenos comunales, administrados por municipios controlados por la burguesía mer- cantil y artesanal, fueron mantenidos en su uso agricola, blo- queando de ese modo el desarrollo del hábitat de los asalariados que requería la burguesía industrial 78.

73 Se encontrará un análisis de ese tipo de operaciones, por ejemplo, en la segunda mitad del siglo XVIII en Summerson, 1945, pp. 38-51; en el si- glo Gx, en Dyos, 1961, pp. 85-113.

74 Cf. Leira, Gago y Solana, 1976; López de Lucio, 1976. Véase también «Los poderosos se reparten Madrid,, Doblón, núm. 91, 10-16 de julio de 1976, PP. 16-27.

Hasta tal punto que, cuanto más cerca está la periferia urbana, más aumenta la proporción de terrenos no explotados y disminuyen los precios agrícolas de los terrenos (cf. Sermonti, 1968).

76 Hecho destacado por M. Edel (Eden976, p. 16). Hay que observar que esos monopolios del suelo también pueden cons-

tituirse en beneficio de los grupos capitalistas más poderosos, los cuales están entonces en condiciones de obtener a gran escala importantes bene- ficios especulativos. La propiedad capitalista crea entonces la renta. Esto sucede particularmente cuando las compañías de ferrocarriles abren regio- nes enteras al mercado nacional y mundial, y crean las posibilidades de una urbanización controlando la propiedad del suelo alrededor de las estaciones. Lenin observaba ese fenómeno en Alemania a comienzos del siglo («el monopolio de los bancos se funde aquí con el de la renta del suelo y el de las vías de comunicación...», Lenin, 1917, p. 255); poco tiempo antes, el mismo proceso había «cerrado la frontera» en Estados Unidos.

78 Fenómeno destacado, por ejemplo en Malm6, por los trabajos de Ulf Erlandsson (Universidad de Lund) .

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Chris f ian Topalov Plkesganancias y rentas del suelo

La propiedad territorial de los productores independient r-ondiciones económicas generales producen el declive de muchas constituye un obstáculo de mayor importancia hoy en día79, de esas categorías sociales, la renta de su parcela al precio más menos en los países en que esas capas sociales aún son sign raras veces se verá seguida por una reinstalación; más bien cativas. Para el campesino, el artesano, el pequeño comercia andono de la empresa el bien inmueble es un medio de trabajo: poseer la tierra, os propietarios que ocupan su vivienda constituyen otro taller o la tienda puede ser la condición de su reproducci de propiedad del suelo no capitalista. Al contrario de los social como trabajador independiente, el soporte material ne sario para oponer resistencia a su transformación en asalariado. Muy a menudo la empresa sOlo puede ser mantenida -reproduc- ción de la fuerza de trabajo y reconstitución de los medios de trabajo- en virtud del uso gratuito del suelo y de las construc- ciones: además, las ventajas de localización de que disponen pueden ser eventualmente una condición de su actividad, por ejemplo, la proximidad del mercado para la agricultura perife- la venta de la vivienda se sitúa en el ciclo del valor de uso rica, o el acceso a una clientela conocida para el artesano y el ) y no en el del valor de cambio y tendero. Vender y trasladarse es, al mismo tiempo, tener que enta sólo se produce espontáneamente cuan- , pagar desde ese momento como mercancía aquello de que dis- del valor de uso, especialmente en términos ponía gratuitamente -el uso del suelo- y renunciar a una locali- zación, esta asegurada, lo cual evidentemente zación que permitía trabajar con una inversión monetaria mí- nima ritorial aparece, como en el caso de

Esas formas de propiedad territorial urbana o semiurbana no ctos, en forma de fragmentación de la pro- son capitalistas porque precisamente los medios de trabajo de ad del suelo. Sin embargo, no es la parcelación como tal la esos productores mercantiles no son capital. Ahora bien, la con- e dificulta la liberación del suelo, sino la lógica no capitalista quista del espacio por los usos capitalistas del suelo y la revolu- ionalidad del valor de uso ción del nivel de la renta del suelo resultante separan a esas es un enigma p r a 10s promotores capas sociales de las condiciones de su reproducción. Su resis- nócratas y no pocos economistas 82. iCómo tencia deberá ser en ocasiones vencida por la coerción estatal, especialmente por medio de la expropiación. Además, como las

79 Especialmente porque en numerosos paises industriales la vía más común de inserción de la agricultura en el capitalismo no ha sido -como lo preveían los clásicos del marxismo- la concentración agraria y la gran explotación capitalista, sino el desarrollo del campesinado (cf. por ejemplo, Coulomb, 1973).

Por el contrario, la generalización de las relaciones capitalistas en la agricultura de la periferia urbana (cultivos especiales o grandes cultivos) hace más fácil abandonar al capital inmobiliario o industrial el poder de propiedad; el agricultor capitalista hará pagar caro el abandono de una localización que le proporcionaba una tasa de ganancia determinada, pero utilizará el producto de la venta o la indemnización por desahucio para efectuar una inversión en otro lugar. La observación de la secuencia según la cual fueron parcelados los terrenos de la periferia de París desde finales del siglo xrx y en el periodo de entreguerras muestra muy bien que el grado de resistencia de la propiedad territorial depende de la naturaleza social de la propiedad: primero, los parques y bosques de la alta burguesía y la aristocracia; después, los terrenos de grandes cultivos y, por iiltimo, los terrenos de los hortelanos (Bastie, 1964, pp. 202-12 y 241-46).

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52 Christian Topalov

se explica que esos individuos no se decidan a vender cuando se les ofrece un precio superior al ingreso capitalizado imputable a su propiedad? Se habla entonces profusamente de la ((irracio- nalidad de los propietarios», atribuyendo a ((factores psicoló- gicos» o «afectivos» ese apego poco razonable a los bienes in- muebles Este etnocentrismo de clase expresa, sin embargo, un hecho: el desarrollo urbano capitalista tropieza en ciertas cir- cunstancias con la barrera de una propiedad territorial que no se adecua al modo de producción dominante, pues funciona única- mente como condición de reproducción de relaciones de produc- ción precapitalistas o de relaciones de consumo. La urbanización capitalista, considerada tanto desde el punto de vista del capital industrial como de los constructores, implicará, pues, una lucha social pertinaz por lograr la adecuación de la propiedad urbana al modo de producción dominante a medida que aparecen nuevas zonas generadoras de plusganancia. Dicho proceso conducirá, según la relación de fuerzas, a una intervención del aparato estatal destinada a liberar los suelos de las relaciones de pro- piedad territorial precapitalista 84.

Finalmente, hay que mencionar el hecho de que, en ciertos casos, la propiedad territorial pública puede convertirse en una barrera específica al libre movimiento del capital. Ya se trate de la herencia de formas feudales de propiedad (bienes de la Corona, de las órdenes religiosas y de los hospicios, terrenos comunales, etc), de zonas de influencia de grandes equipamien-

parece altamente aleatorio y, en todo caso, poco influido por los fenóme- nos de mercado. Quizá esto es más cierto en Francia que en los "países nuevos', pues allí las rigideces introducidas por el significado social de la propiedad son numerosas)) (Centre dlEtudes et de Recherches sur 1'Amé- nagement Urbain (CERAU), Rapport méthodologique sur l'élaboration d'un modele de localisation des logements neufs dans urre agglomération, París, CERAU, vol. 1, noviembre de 1967, p. 6).

Los psicosociólogos han medido por supuesto el fenómeno, Cf. el es- tudio de referencia: Société dJAnimation, Etude et Recherche Sociologique (SARES), Les motivations et attitudes des propriétaires de terrains situés dans une agglomération urbairre, París, SARES, octubre de 1969, 2 vols., 112 y 26 pp. a multicopista.

* {NO podría plantearse la hipótesis de que, gracias a la inmensa ola de expropiaciones de 1852-1867, nace en París un mercado del suelo hasta ese momento inexistente? Así, Halbwachs muestra cómo la intervención de las expropiaciones desencadena un proceso de demoliciones privadas y de ventas «espontáneas» de parcelas. Proceso que se extiende en el espacio a las zonas vecinas y prosigue en el tiempo una vez terminadas las expropiaciones (Halbwachs, 1909, pp. 190-96). La expropiación que «durante todo un período ha sido la forma casi exclusiva (del mercado)» (ibid., p. 371) da entonces paso al mercado.

Plusganancias y rentas del suelo 53

tos públicos obsoletos (fortalezas, depósitos, vías férreas aban- donadas, etc.) o de reservas territoriales establecidas más recien- temente, la propiedad territorial pública constituye a menudo una parte importante de los terrenos urbanos efectiva o poten- cialmente vacantes. Nada asegura que ese patrimonio sea admi- nistrado en cualquier caso en función del movimiento de las plusganancias localizadas, es decir, de manera que produzca la máxima renta del suelo; además, el problema de la distribución de las plusganancias potenciales es también objeto de dispu- tas. La asignación de usos de los terrenos y el precio de una cesión eventual al sector privado dependerán de la correlación política de fuerzas y de las relaciones de dominación de clase que las determinan.

La propiedad territorial pública puede ser administrada con vistas a una ayuda directa a la acumulación del capital inmobi- liario: en ese caso, los terrenos públicos son vendidos al ((precio de coste» -o incluso por debajo de él- a constructores privados que obtienen la máxima plusganancia localizada y conservan, por tanto, la mayor parte de ella. Es ésta una tradición muy francesa, varias veces observable en los períodos de reestructuración del centro de París: desde las expropiaciones de Haussmann en bene- ficio de las grandes sociedades inmobiliarias concesionarias hasta las operaciones mixtas de renovación masiva de los años Gsenta y setenta, los grandes períodos de expansión inmobiliaria y de penetración del capital financiero en el sector han sido acompa- ñados de ese tipo de gestión de la propiedad pública

Sin embargo, no es la única gestión posible. Una gestión «social» del patrimonio público puede prevalecer, al menos par- cialmente, cuando la correlación de fuerzas entre las clases lleva a las colectividades locales a sustraer terrenos de un uso privado más rentable, para destinarlos a operaciones públicas de vi- vienda popular o a equipamientos sociales. Hay, entonces, una

Evidentemente, París no tiene el monopolio de ese tipo de operacio- nes, características tanto de la gran urbanización en Milán en los años 1860-1890 (Pizzetti, 1980, pp. 5-8) como de la renovación del centro de Estocolmo después de la segunda guerra mundial (en este último caso, el sistema de alquiler enfitéutico no impidió que las empresas del grupo Hotorget se beneficiaran íntegramente de las plusganancias de localización). Hay que subrayar, claro está, que la reventa de las licencias de construc- ción que hace el Estado al sector privado «a precio de coste)), es en general, en el centro de la ciudad, un bonito regalo. En efecto, se observa frecuen- temente que (precio del suelo determinado por el uso anterior+costo público de las obras de urbanismo) < (plusganancia localizada resultante del nuevo uso).

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54 Ghristéan TopaZov 2. SOBRE LA TEORIA DE LA RENTA ABSOLUTA EN MARX

inutilización de terrenos desde el punto de vista de la ~roducc de plusganancia, incluso si las acciones pUblicas «valorizan» terrenos privados vecinos, e independientemente de cuáles sea en general los efectos benéficos de esta política sobre la repro ducción del orden social. La propiedad pública se convierte, entonces, en obstáculo para la inversión.

Puede observarse un último tipo de gestión, aun cuando cons tituya una paradoja: es la «especulación pública». A la in del modelo social de gestión de los suelos, los terrenos son dos al sector privado para una máxima rentabilización. E tado, entonces, se somete a la ley de la renta. Pero, al contrari ardo elabora la teoría del fenómeno de la renta diferencial, del modelo de ayuda a la acumulación, esta cesión se realiza o no <<ven el hecho polémico más importante: el terreno mar- un alto precio, beneficiándose el Estado de la renta, en vez al también está sujeto a una renta. Marx parte de ello para permitir su apropiación privada. Esta política es corriente cu ir el concepto de renta absoluta y, al mismo tiempo, pone do los aparatos de Estado funcionan masivamente bajo la norm de juicio la teoría ricardiana de los precios, creando así de la corrupción, prevaleciendo su papel represivo sobre su epto de precio de producción y de tasa media de ganancia. papel directamente económico: esto sucedió en Lisboa o

es, reducida a 10 esencial, la historia de un «descubrimien-

drid en la época de las dictaduras. La tendencia a la que me parece fundamental en la elaboración de El capital. especulativa del patrimonio territorial público puede concepto de renta absoluta es el meollo de la teoría de la llarse también de una forma muy diferente como respuesta a un ta agrícola en Marx, un punto de ruptura fundamental con la crisis financiera de las colectividades locales %.

omia política «precritican, un elemento esencial en la cons- +

ión de la teoría de Marx: trataré de demostrarlo más ade-

De esta fGrma, la resistencia que opone la propiedad territoria in embargo hay pocos aspectos del pensamiento de Marx a la libre disposición del suelo por el capital varía históricamen ayan sido objeto de un debate más vivo y más confuso, en cuanto a su naturaleza social, su lógica de acción y su inte o entre quienes trabajan con la ayuda de los conceptos y el

sidad. La teoría de la renta del suelo se articula aquí con marxistas. ¿Tendrá esto que ver con la debilidad del estudio de la estructura de clases de las sociedades urbanas o de renta absoluta, abandonado por el mismo Marx en de su entorno rural. Esa teoría pasa también por la de 1 afortunados borradores publicados después de su muerte, acciones estatales que modifican los términos de la contradicci bien con una lectura de esa teoría en el solo ámbito territorial. El análisis abstracto de la renta se detiene, ento tativo de los valores, que se olvida de lo esencial, es decir, en el punto en que debe comenzar la exploración histórica. aciones sociales que están en la base de las categorías puede eventualmente estimularlo por medio de los interrogan as?

que plantea. respuesta a esa pregunta no es evidente: si lo fuera, el. te se habría resuelto estableciendo un mínimo de consenso. mbargo, la discusión ganaría en claridad si, paralelamente trabajos empíricos indispensables acerca de la formación

S precios de oferta del suelo en diferentes estructuras con- S de la propiedad territorial, se observara con mayor aten-

W. Firey, en su estudio clásico sobre Boston, observa en la prim lo que Marx dijo al respecto y, sobre todo, los principios mitad del siglo xrx esa politica municipal de venta de terrenos pfiblico dológicos con los cuales comenzó a elaborar una teoría efec- un alto precio con el fin de reducir la deuda municipal; así se urbani de 1823 a 1850 aproximadamente, el South End en terrenos públicos (Fir nte inacabada.

1947, pp. 60-64). vez más, la repetición dogmática de Marx vuelve ineficaz

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Sobre la teoría de ta renta absoluta en Marx 57

la teoría: ese fenómeno general queda bien ilustrado por desventuras de la renta absoluta. Así, muchos investigadores intentado «extrapolar» el análisis marxista de la renta agrí al contexto urbano, en el que encuentran fenómenos de mon polio. Un análisis insuficiente del concepto de renta absolut acompañado eventualmente por el afán de utilizarlo a cualqu precio, desemboca en un deslizamiento implícito: la renta ab luta ya no depende, como condición necesaria, de la tasa ganancia sectorial, es una renta de monopolio 1.

Se plantea entonces la pregunta: ¿por qué ha de esta renta «absoluta» limitada al excedente del valor sobre el pr de producción, en lugar de elevarlo por encima del valor? qué no ha de aparecer más que en los sectores interna de ganancia superior a la media, en lugar de existir e todos los sectores?

Según un cierto número de autores, la respuesta no of dudas: si existe una renta «absoluta», no es en el sentido en Marx la define. Es una renta determinada por una falta de a cuación estructural entre la oferta y la demanda de tierra, y, e consecuencia, en última instancia, por el precio de demanda.

¿Por qué ese desequilibrio en el mercado, generador de renta Pueden distinguirse dos tipos de explicación.

Para algunos, la insuficiencia de la oferta proviene del co portamiento de retención de las tierras por parte de los propieta- rios, cuya eficacia proviene de una estructuración de la oferta que no corresponde a las condiciones de la competencia perfecta. No atomicidad de la oferta, no transparencia del mercado, no sustituibilidad de los bienes ofrecidos: la renta del suelo «en el peor terreno» es una renta monopolista 2.

En el caso particular de F. Alquier: «La renta absoluta del suelo el propietario exige al empresario capitalista como pago en el sector cola, no desaparece en el sector urbano, representa el tributo pagado el inquilino por el derecho a la vivienda» (Alquier, 1971, p. 85).

Es el argumento de A. Emmanuel, quien rehabilita la noci absoluta a condición de cambiar su contenido: no es objeto determinación por el valor y sólo es resultado de las imperfe mercado, especialmente de las exigencias de los propietarios nen nada que ver con las leyes económicas objetivas», sino qu de «estimaciones subjetivas», de su «obstinación» y de su Después de todo, el propietario «es un hombre, y no la máq infalible que los marginalistas han puesto en el lugar de cada agente ec nómico~ (Emmanuel, 1969, pp. 238-39). Otros autores atribuyen la urent absoluta» a la existencia de un oligopolio de los propietarios del suelo Así, G. Campos Venuti diagnostica «la creación de un frente unido de toda la propiedad urbana que, aunque no haya acuerdos de cartel, determina

Para otros, la insuficiencia de la oferta proviene de la escasez física del suelo. Proviene de factores naturales c o m o la canti- dad disponible de suelos cultivables-, económicos -como la cantidad de suelos dotados de infraestructuras urbanas-, regla- mentarios -licencias de construcción-, poco importa: en todos esos casos, la renta del suelo es una renta de escasez 3.

Se trata de dos variantes descriptivas del concepto de renta cle monopolio. Tomando como base la renta de monopolio del terreno marginal se establece la jerarquía de las tierras: a par- tir de su mayor o menor fertilidad y distancia de los mercados para los terrenos agrícolas y de su mayor o menor cdeseabili- dad» para los terrenos urbanos. En este Último caso, se aprecia que los autores, que han reducido la renta absoluta a una renta de monopolio, no se detienen: la renta diferencial se disuelve a su vez en «renta de situación», es decir, también en renta de monopolio. Así, el análisis de la renta urbana se reduce paulati- namente a una determinación por la demanda.

Hay que examinar entonces de cerca si el concepto de renta absoluta designa o no algo diferente a la escasez o a la retención de las tierras y, por tanto, responder a la pregunta sobre la natu- raleza de las relaciones sociales que fundamentan ese tipo de renta.

Examinaré esos problemas de la renta absoluta (sección 11) después de haber recordado el enunciado clásico de la teoría y definido su lugar en la elaboración del pensamiento de Marx (sección 1).

tina evolución de los precios que, aunque irregular, ha sido al alza, y una oferta limitada en el mercado» (Campos Venuti, 1967, p. 37). En una direc- ción similar, D. Harvey ha sostenido la tesis de una <renta de monopolio tle clase» que se fundamenta en el «poder de clase» de las diferentes categorías de propietarios urbanos susceptibles de imponer precios arbi- irarios (Harvey, 1974, pp. 241-42; cf. también Harvey, 1974, pp. 179-83).

' Por ejemplo, K. Vergopoulos basa en la categoría de escasez no s61o la renta sino también el «elemento de perversión» que la tierra introduce en el capitalismo: «La única condición para la existencia de una plusganancia, cionvertible en renta, no es la propiedad del suelo sino la escasez relativa de los productos agrícolas, derivada de la escasez relativa del factor tierra» (Vergopoulos, 1974, p. 97, el subrayado es del autor).

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Christian Topalo ";obre la teoría de la renta absoluta en Marx

ue resolver el problema de cómo pueden tener 1. LA TEORIA DE LA RENTA ABSOLUTA AGRICOLA EN MARX no tienen ningún valor y cómo es compatible

la teoría general del valor. El problema de saber con qué

1. La tesis de la renta absoluta ona una persona «una compensación» por el derecho de ex- dera de la tierra en que existe un bosque no guarda absolu-

elación con el verdadero problema de que se El arrendatario agrícola capitalista paga una renta al p a está en saber de qué fondo la pagas. del suelo incluso por el terreno menos fértil y peor locali Esa renta se suma al costo de producción y a la ganancia arx responde: del precio de la mercancía, que en ese caso se

el valor de ésta y no por su precio de pro-

n otros términos, el precio del producto no es un precio de opolio, independiente del tiempo de trabajo socialmente

producción. Pero no está regulado, como el r parte de las mercancías capitalistas, por la

He ahí el hecho polémico que pone en tela de juicio la co ia media del capital invertido y los costes de producción, cepción ricardiana de la renta y que Marx va a tratar de explic teóricamente con el concepto de renta absoluta. enta absoluta supone, entonces, a la vez una

Esta renta absoluta está constituida por el exce de los precios sobre la base de una tasa media valor de la mercancía sobre su precio de producción, cuando otra parte, un excedente del valor sobre el existencia de un monopolio en una de las condiciones gener Ón de los productos agrícolas. Lo cual implica de la producción en el sector obstaculiza el proceso general dominio del modo de producción capitalista sobre el con- el cual el precio regulador es desplazado del valor al preci de la formación social y su desarrollo desigual en la agri- producción. ura y en la industria.

De esta forma, señala Marx, tienen que darse dos condicion para que exista la renta absoluta: modo de producción capitalista induce

... una producción capitalista desarrollada, de una parte, Y general de los valores e n precios

la existencia, no sólo legal sino efectiva, de la propiedad t que oponga una resistencia de hecho y defienda su campo ucción capitalista se ha apoderado de lo contra el capital, no abriendo paso a éste más que en cierta nacen nuevas relaciones de intercambio minadas condiciones 4. vas relaciones de producción.

s modos de producción que dan lugar al surgimiento alismo, el importe del excedente no es el factor que

1.1. Primera condición de la renta absoluta: predominio a la distribución del trabajo social entre los sectores modo de producción capitalista y su desarrollo desig a producción, ni la escala de la acumulación en cada uno de

. Al mismo tiempo, las relaciones mercantiles tienden a do- La renta del suelo es el precio de bienes sin valor: los recurs la circulación de los productos. A pesar de las deducciones naturales, que no son producto del trabajo. ¿Cómo es posi es o tributarias, los productores directos poseen los me- entonces que el capitalismo, forma desarrollada de la socie ue utilizan libremente en la producción de de mercado, imponga a toda la producción la regulación po laciones de intercambio entre estas últimas ley del valor? por sus relaciones de valor, por el tiempo de

Mam precisa así el problema: ente necesario para producirlas. Dentro de la

Marx, 1974, vol. 1, p. 469. (el subrayado es del autor).

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la teoría de la renta absoluta en Marx

composición del valor de los productos, lo esencial está r cia elevada. En ese proceso, actúan dos tendencias del sentado por el consumo de los productores, mientras que 1 novación de los medios de producción constituye un ele una parte, la competencia entre los capitales tiende a esta- secundario -incluso si es desigual entre los sectores- y e una tasa media de ganancia para todos ellos, cualquiera dente es objeto de una deducción feudal o tributaria y no sea el sector de actividad: éste es el proceso de nivelación la acumulación. a ganancia o igualación de la tasa de ganancia, por el cual

Con la separación entre los productores y los medio apitalistas se reparten como amigos-enemigos el botín del tra- ducción, los cuales desde ese instante se oponen como ajeno apropiado, de tal modo que, por término medio, el uno una fuerza de trabajo, transformada a su vez en mer ropia tanto trabajo no retribuido como el otro6. motor del sistema productivo cambia de naturaleza: es a producción y la acumulación de plusvalor. Esta transforma sectores con tasa interna de ganancia baja, el ritmo lento de las relaciones de producción lleva consigo una inter cumulación y de la producción -obtenido eventualmente subjetiva por parte de cada capitalista: el móvil de su «cartelización» del sector- acarrea un alza de los precios llega a ser la maximización de la tasa de ganancia, ap adores por encima del valor hasta el punto en que podrá la noción de rentabilidad. nerse la tasa media de ganancia; en los sectores con tasa

Desde entonces, el nivel de la producción, las cant a de ganancia alta, la afluencia de capitales y el incremento capital invertido en cada sector de la producción serán producción conducirán a una baja de los precios regula- por la tasa de ganancia que cada una de ellas es suscep hasta que desaparezca la plusganancia interna. La masa de de producir: el capital tenderá a destruir todos los obstácu isvalor producido no se modifica por ese proceso, sino tan sólo que los modos de producción anteriores oponían a la li istribución entre los capitales individuales. circulación de los trabajadores y del capital dinerario entre e establecen, entonces, nuevas relaciones de intercambio que distintos sectores. asan en la ley del valor modificada por las condiciones del

Ahora bien, sobre la base de relaciones de intercambio de 1 alismo: las mercancías tenderán a intercambiarse en fun- mercancías según su valor, las tasas de ganancia internas u de su precio de producción, es decir, de su costo de pro- ginales, son diferentes según los sectores. En efecto, la c ión más la ganancia media del capital invertido. El plusvalor ción técnica del capital -la relación concreta entre los aparecerá bajo su forma transformada, la ganancia. dores, las máquinas y las materias primas- varía de un se se movimiento no trastorna solamente la distribución del a otro; la composición orgánica del capital -la relación d jo social y de la acumulación entre los sectores; transforma entre capital variable y capital constante- y su tiempo d ismo las formas de producción. Cada capitalista trata de ción -determinado por la relación entre capital fijo y ficiarse de las plusganancias sectoriales, y con ello tiende a circulante- variarán, por lo tanto, según los sectores. En arlas. Pero trata también de beneficiarse en el sector en el cuencia, según el sector de producción, aunque la tasa de e e se encuentra, o hacia el que se desplaza, de una plusganancia tación sea idéntica en el conjunto de la economía, una mis ividual produciendo a menor costo que sus competidores. cantidad de capital invertido «producirá» cantidades «plusvalor adicional» se obtiene generalmente poniendo en de plusvalor. Los sectores en los que la composición o tica formas de división del trabajo que implican una eleva- capital es elevada y/o el tiempo de rotación es largo, en com de la composición orgánica del capital. Los capitalistas ración con el promedio social, presentarán una tasa de ganan petidores que están en condiciones de hacerlo son forzados interna débil, y viceversa. adoptar la nueva tecnología: la plusganancia que procuraba

El resultado de esto en el capitalismo clásico, en el que e a desaparecer, pero en ese proceso el valor del bien y su libre inversión de capitales en todos los sectores constituye o de producción bajan, mientras que la composición orgá- norma, un movimiento incesante del capital desde los secto con tasa interna de ganancia baja hacia los sectores con tasa Marx, 1974, vol. 1, pp. 332-333.

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62 Christ ian Topa2 Sobre la teoría de la renta absoluta en Marx 63

nica del capital en el conjunto del sector se eleva y la concentr El desarrollu desigual de la industria y la agricultura mantiene ción se desarrolla. esta última una plusganancia interna

A escala del conjunto del sistema económico, de ello resulta sectores en los cuales la tasa interna de ganancia es supe- tendencias contradictorias: de una parte, el descenso del v a la tasa media de ganancia son aquellos en que la compo- de los bienes que entran en el consumo de los productores 1 ión orgánica del capital es baja, y su tiempo de rotación breve. a un aumento del plusvalor relativo y de la tasa de explotac trata de los sectores en los que la productividad del trabajo pero al mismo tiempo, la elevación de la composición orgáni baja y la concentración capitalista ha avanzado poco, es decir, media del capital provoca una tendencia a la baja de la ta )s sectores «atrasados» en el desarrollo desigual del modo de general de ganancia, a la sobreacumulación de capital. roducción capitalista.

La nivelación de la tasa de ganancia tropieza sin embargo En otras palabras, el escaso desarrollo tanto de las fuerzas obstáculos que nacen del desarrollo del propio modo de pro ductivas como de las relaciones de producción capitalistas ción capitalista. La sobreacumulación afecta a los diferentes S a y constituye la condición de posibilidad de un exce- tores en forma desigual: los más afectados son precisamen 1 valor de los productos sobre su precio de producción, aquellos en los que la composición orgánica del capital de una plusganancia inicial. tiempo de rotación son más altos. Son al mismo tiempo a los orígenes del modo de producción capitalista, la en los que el volumen mínimo de capital necesario para ricultura se encuentra en esa situación, al igual que numerosas cir es más importante y en los que la concentración esta ma ducciones urbanas. El capital se apodera progresivamente de avanzada. Las condiciones del mantenimiento de la tasa de mayor parte de estas últimas y, además, crea sobre sus pro- nancia serán la monopolización creciente de la producción as bases nuevas ramas industriales: en ambos casos, revolu- los grupos industriales gigantes que estarán en condiciones na las condiciones de la producción en su carrera incesante imponer precios superiores al valor y retener las plusgananc cia la plusganancia. surgidas de los cambios tecnológicos; al mismo tiempo, e Pero la agricultura, a pesar de la existencia permanente de supondrá el drenaje hacia esos sectores de un capital diner condiciones para obtener una plusganancia interna, perma- centralizado por el capital bancario y remunerado est e al margen de ese desarrollo. Existe aquí una paradoja: mente a una tasa inferior a la tasa media de ganancia. usganancia sectorial, acumulación lenta. tonces el capital financiero, que realiza la fusión del ca Sin entrar en la complejidad de un debate más que secular, cario y el capital industrial, y se desarrollan los mono demos recoger el resultado esencial: de una u otra forma, transformaciones estructurales necesarias para la nivelación plusganancia interna de la agricultura por lo general ha esca- ducen el efecto contrario: la aparición de una esfera do a la nivelación, pero también ha escapado a los producto- ción propia de los capitales monopolistas que se ben S, sean éstos capitalistas o campesinos. Son las relaciones de una tasa de ganancia superior a la tasa media y, en con oducción en la agricultura y en la formación social en su con- la desvalorización de los otros capitales en acción. El nto las que determinan las modalidades y la naturaleza de clase del capitalismo de monopolios se produce sobre la base de la apropiación de la plusganancia agrícola. baja tendencia1 de la tasa general de ganancia, y sus cont En ciertos casos la gran propiedad territorial se opone a los ciones provocan la necesidad de nuevas funciones del Esta endatarios capitalistas: es el caso de la agricultura inglesa el proceso general de valorización-desvalorización: es el c ásica analizada por Marx. En esta estructura los terratenientes lismo monopolista de Estado. apropian de la plusganancia sectorial en forma de renta abso-

La ley tendencia1 de la nivelación tiene, pues, como fu a, pues oponen un obstáculo a la libre inversión de capital mento unas relaciones de producción cuyo desarrollo con1 la agricultura. El precio de los productos agrícolas se man- obstáculos al desarrollo de esa ley. Pero también se opone e mediante la renta por encima de su precio de producción, barrera que existe con anterioridad al capitalismo: la propie errumpiendo de esa manera la acción de un motor esencial de la tierra. la acumulación capitalista, a saber, la plusganancia sectorial.

ahí se deriva el atraso de las fuerzas productivas el cual, a

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Christian Topa ';obre la teoría de la renta absoluta en Marx

medida que se acentúa, alimenta cada vez más la renta en S por el trabajo humano). Esto sucede cuando la propiedad cual se origina. Será preciso que la burguesía industrial esté vada del suelo es anterio,r a la aparición del modo de produc- condiciones de importar el trigo de países nuevos, sin pr territorial ni renta absoluta, para hacer que bajen los la tierra existe en condiciones de abundancia elemental frente al en la metrópoli y, por tanto, la renta. Pero en la agricu mueve en la agricultura del mismo modo que en otra situación permanece inalterada: la tasa de ganancia efectiva 1 cualquiera. Pero entonces no existen la propiedad acerca a la tasa media, no por el movimiento de la acumulaci renta (.. .) En cambio si la tierra, primero es limitada sino por la propiedad del suelo y la renta. alla apropiada, el capital se encontrará con la propie-

En otros casos, la producción agrícola es principalmente c como premisa (...) De un modo o de otro, la tierra pesina, realizada por productores independientes, propietar desde el primer momento un campo elemental de del suelo y de los medios de producción: es la vía franc surgida de la revolución agraria que acompañó a la revoluc de 1789. En ese caso, la identidad entre el propietario de la tie ropiación privada de la tierra sólo es posible porque este y el productor excluye la renta absoluta, pero el carácter nto de la producción está físicamente limitado, al contrario capitalista de la producción no impone la reducción del pr tros elementos no reproducibles pero disponibles en-canti- da

regulador del valor al precio de producción. La agricultura c s ilimitadas, como el aire o el agua No obstante esta es- pesina se desarrollará junto a un sector capitalista que se z física, absoluta, podría decirse, no es directamente la siendo minoritario. La transferencia del excedente intern de la renta: ésta es una relación social, no una relación sector será realizada por el desarrollo de los monopolios i F Es sólo una condición necesaria para la apropiación triales en la periferia de la producción agrícola -hacia a del sueloi De ningún modo una condición suficiente: en el sector de las máquinas y abonos, hacia delante en el de os modos de producción precapitalistas no implican la industrias alimenticias- así como por la deducción efectu dad privada del suelo, inclusive en formaciones sociales por el capital bancario. Además, las políticas de precios tas en las que el suelo está físicamente limitado, a cabo por el Estado o las instituciones estatales interna r el contrario, es justamente la propiedad del suelo la que reducirán ese excedente. uce la única escasez pertinente desde el punto de vista eco-

Así, la agricultura lleva consigo unas relaciones de prod ico: la escasez de la tierra con relación al capital. Escasez ción que obstaculizan la nivelación, pero al mismo tiempo e en consecuencia, que puede aparecer incluso si no son relaciones se oponen a que la plusganancia estructural in ados todos los suelos físicamente disponibles 9.

cumpla allí las mismas funciones que en los sectores indu sta propiedad que opone una resistencia real al libre movi- les. En lugar de ser el motor de la acumulación capitalista y nto del capital es un presupuesto del modo de producción contribuir a la nivelación general de la ganancia, es objeto lista. Presupuesto histórico, condición para la aparición una deducción, ya sea en favor de la esfera de nivelación m e modo de producción; presupuesto estructural, condición nopolista, ya sea en favor de la propiedad del suelo. reproducción y de su desarro,llo. Veamos cómo demuestra

En este último caso aparece la renta absoluta.

474-475 (el subrayado es del autor).

1.2. Segunda condición de la renta absoluta: la resistencia época en que Marx escribe. sez está a mi parecer subyacente, por ejemplo,

de la propiedad del suelo al capital guiente pasaje de Mam: «Si la tierra fuese un elemento ilimitado, con relación al capital y a la población, sino de hecho 'ilimitada1

La plusganancia original del sector se fija en forma de re el aire y el agua1, 'si fuese ilimitada en cuanto a cantidad1, es

absoluta cuando la tierra no está a la libre disposición del cap te que su apropiación por unos no excluiría su apropiación por En este caso, no podrían existir propiedad privada (y tampoco pro-

o no es reproducible por éste como lo son los otros element d 'pública1 o del Estado)» (Marx, 1974, vol. 1, p. 474) (el subrayado es de la producción (bienes libres y sin valor o mercancías pro

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Christian Topa1 Sobre la teoría de la renta absoluta en Marx

Mai-x esta tesis, en cierto modo a contrario, es decir analiza los casos «ricardianos» en los que no existe propiedad del sue

En las colonias de asentamiento lo, la masa de los agricult está constituida por productores directos poseedores de la la cual existe en cantidad ilimitada -a condición de q relaciones militares con la población nativa permitan llevar c vez más lejos la «frontera». La producción de los colonos n capitalista, ni siquiera predominantemente mercantil: lleva al mercado lo que sobra del consumo de los produ no importa a qué precio. Los precios se establecerán c mente por debajo del valor, porque la producción no se h regulada por el mercado; incluso pueden no reportar a colonos no capitalistas la ganancia media. Esto sólo es posi porque la propiedad del suelo no existe realmente -aunque ex1 ta formalmente- como obstáculo a la libre aplicación del bajo a la tierra. La existencia de la frontera bloqueará as desarrollo del capitalismo agrícola.

En las colonias de plantación 11, la producción es formalm capitalista, dirigida hacia el mercado y regulada por la gananc Sin embargo, las relaciones de producción no se basan en la e plotación del trabajo libre, sino en la esclavitud: una de razones de esto es evidentemente la existencia de la fronte que convierte la violencia -física y jurídica- en la condici para el mantenimiento de la explotación de los trabajadore En la plantación, el capitalista es el propietario de la tierra nada se opone a la venta del producto al precio de producc

En la «vieja Europa)), y más concretamente en los países a rios periféricos de Europa en vías de desarrollo capitalista, es identidad entre el propietario del suelo y el capitalista es fr cuente12. Esto permite vender el trigo al precio de producci

Será por lo demás el trigo americano y prusiano, ese tr sin propiedad territorial ni renta absoluta, el que inunde mercado inglés y quebrante la base económica de los terrat nientes ingleses.

Pero la ausencia de la propiedad territorial o su fusión c el capital impiden el desarrollo capitalista.

La apropiación privada de la tierra es condición fundamental '8

de las relaciones de producción capitalistas: si la tierra es un

lo Cf. Marx, 1974, vol. 1, p. 474; Marx, 1981, vol. 8, pp. 961-2. Cf. Marx, 1974, vol. 1, p. 469.

l2 Es el caso del «hacendado» alemán cuyo punto de vista teoriza bertus (cf. Marx, 1974, vol. 1, pp. 347-76). También es el caso del ju prusiano analizado por Max Weber (cf. Weber, 1906).

bien libre, la separación entre los productores y los medios de producción no es posible y en consecuencia, tampoco lo es el salario, ni el mismo capital 13. Es justamente «la expropiación de la población rural)) por los terratenientes ingleses lo que constituye «el secreto de la acumulación originaria)) en el país clásico del capitalismo 14. Y en las colonias, allí donde falta el obstáculo territorial, es necesario encontrar sustitutos para enca- denar a los inmigrantes al capital, prohibirles -al menos provi- sionalmente- el establecimiento en la frontera 15.

Pero también la separación entre el capital y la propiedad del suelo es un presupuesto para el desarrollo capitalista de la agricultura. La conversión del propietario feudal en un explo- tador capitalista tropieza con un obstáculo permanente: la falta de capital dinerario. Es el «deseo de capital)) del hacendado de Pomerania, frente a la falta de tierra del arrendatario inglés (y ricardiano) l? Pues la producción capitalista supone histórica- mente la acumulación del capital dinerario en manos de los comerciantes, y estructuralmente el movimiento del capital de un sector a otro. Inversamente, la conversión del capitalista en propietario de tierras implica el rescate de la renta, la esterili- zación del capital desde el punto de vista de la producción de plusvalor y ganancia.

La agricultura capitalista supone, pues, la existencia autó- noma de la propiedad del suelo y su correlativa renta absoluta. La renta absoluta, relación social, es la propiedad del suelo mo- dificada por el modo de producción capitalista:

La existencia de la renta absoluta del suelo no sólo presupone la exis- tencia de la propiedad territorial, sino que es esta misma propiedad ~erritorial como premisa; es decir, la propiedad territorial condicio- nada y modificada por la acción de la producción capitalista 17.

l3 «Por lo demás ... el supuesto que se pretende sentar [la no existencia de la renta absoluta en la agricultura capitalista, C.T.] se halla en contra- dicción consigo mismo: de un lado, producción capitalista desarrollada; del otro, inexistencia de la propiedad territorial. ¿De dónde iban a salir, en este caso, los obreros asalariados?» (Marx, 1974, vol. 1, p. 468).

l4 Cf. Mam, 1975, vol. 3, pp. 891-928. Cf. Marx, 1975, vol. 3, pp. 955-67.

l6 «A un hacendado de Pomerania, por ejemplo, se le antojará sorpren- dente el hecho de que ni Ricardo ni ningún otro autor inglés admita ni sospeche siquiera la posibilidad de que la agricultura carezca de capital. Los ingleses podrán quejarse tal vez de la escasez de tierras en proporción al capital disponible, pero no se quejan nunca de escasez de capital en proporción a las tierras existentes» (Mam, 1974, vol. 1, p. 431. El subrayado es del autor).

'7 Marx, 1974, vol. 1, p. 468. Cf. también: «Tanto por su naturaleza como

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Christian Topalov Sobre la teoría de la renra absoluta en Marx

¿En qué consiste el cambio? ¿En qué aspectos la renta ca~ i ta - sefiorial. reglas impuestas para la producción en las propias lista es cualitativamente diferente de las rentas del suelo de tenencias). Habiendo pasado el control del proceso de produc- los modos de producción anteriores? La t ransf~~mación puede ción al arrendatario capitalista, los terratenientes se transforman ser al nivel de la distribución del plusproducto- en simples perceptores de renta. y no en la forma de éste, ya que la renta feudal puede. lo mismo Esta doble expropiación, que proporciona al capital todo el que la renta capitalistaJ ser una renta dineraria. Es el modo de poder real Para dirigir la producción, crea la nueva forma de determinación de la renta, su naturaleza, 10 que ha cambiado. propiedad territorial, capitalista. Si ésta es llevada a sus últimas

De forma normal del plusvalor y del plustrabajo, desciende a ex consecuencias y en esta medida, <<no existe tal propiedad dente de ese plustrabajo por encima de la Parte del mismo de cual se apropia el capitalista explotador bajo la forma de ganancia

En las formas anteriores de propiedad, todo el ~ l u s t r La renta absoluta y Sus paradojas: jun borrador productor directo se transforma en renta, salvo en co desafortunado? particulares: la ganancia eventual está limitada Por Con la propiedad capitalista, todo el plustrabajo se t ientras que la renta diferencial presupone el precio del pro- en ganancia, pero una parte de ella es transferida al difica el precio. Con el primer tipo Esta parte no puede afectar de forma duradera a rial hace posible la transformación normal del capitalista: la renta está limitada Por la ganancia. de la plusganancia en renta; con el segundo, señala Mar*, <(es la

Estas nuevas relaciones de distribución son el resultado de misma propiedad la que produce la renta,m. los cambios en las propias relaciones de producción. En esencia. recio no se produce más que se trata de una doble expropiación del control del Proceso de r. La propiedad territorial impide trabajo tanto a 10s campesinos Como a 10s propietarios del suelo: ivel del precio de producción,

poner que éste se eleve por - los productores directos son desposeídos del control del Pro- ceso de trabajo inmediato, que en 10 S U C ~ ~ ~ V O estará dirigido una renta de monopolio. En la por el arrendatario capitalista. Despojados de la e la propiedad contrarresta la los medios de trabajo y de los derechos de utiliza or por el precio de producción, -lo que implica algunas veces SU «pertenencia a la gleba.- 1 1 precio en el modo de produc- campesinos se convierten en K trabajadores libres», anación de la propiedad,,- * dos; despojados de su lugar como organizadores del proceso en la medida en que el precio trabajo concreto, sometidos a la dictadura del capital, se convier la producción y por la ley del valor 21, ten en proletarios. - los propietarios del suelo, los terratenientes, también excluidos de su papel anterior en la producción: despojados su control sobre 10s medios de producción acceso ducción agrícola primaria (molino, talleres, transP jados del poder que poseían sobre una parte del proceso trabajo inmediato (trabajo de 10s campesinos en la

históricamente, el capital es el creador de la moderna P ~ O P ~ de la renta de la tierra; por ende, SU acción Se presenta disolución de la vieja forma de la propiedad de la tierra» t. 1, p. 224 [vol. 1, p. 2171. El subrayado es del autor).

10 Marx, 1981, vol. 8, P. 1017.

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Sobre la teoría renta absoluta

no es un precio de monopolio, regulado dentro de la circula por .las necesidades y la solvencia de los compradores», i pendiente del valor 22.

En esto residen todas las dificultades del concepto de r absoluta, puesto que plantea dos cuestiones espinosas

- Si la propiedad del suelo no tiene contenido económico f de la renta ¿cómo puede constituir una barrera para el ca susceptible de hacer subir los precios? En otras palabras, qué la renta absoluta no tiende a cero? - Si la propiedad del suelo tiene el poder de hacer subir precios por encima del precio de producción ¿por qué no es bién capaz de hacerlos subir por encima del valor? En palabras, ¿por qué la renta absoluta no es una renta de polio en el sentido propio exacto?

Estas preguntas son difíciles de responder. Numerosos res, incluidos los que apelan al marxismo, llegan a la concl de que hay que rechazar el concepto de renta absoluta, al men tal como lo define Marx 24. Después de todo, los manuscritos q dieron lugar a las Teorias de la plusvalia y al libro tercero El capital no son más que borradores, editados después de muerte.. .

Antes de examinar a fondo los problemas planteados. es nec sario un estudio del lugar que esta teoría ocupa en la economi política de Marx.

referimos a la renta diferencial) no se vende a un precio de monopoli el sentido de Buchanan. Sólo se vende a un precio de monopolio cu se vende por encima de su precio de producción, es decir. por su v (Marx. 1974. vol. 1. p. 527. El subrayado es del autor). Cf. también 1981, vol. 8, p. 962.

a Definición de1 precio de monopolio en sentido propio ofrecida. po ejemplo, en El capital (Marx, 1981, vol. 8, p. 971).

a Que el propio Marx plantea pero resuelve. por desgracia, de maner un poco rápida, por ejemplo en las Teorías de la plusva2ia (Marx. 1974. vol. 1, pp. 493-94).

24 Sólo citaré a dos autores entre los más importantes a este respecto en el último decenio. (<Son conocidos los fallos del argumento de la renta absoluta t...) es quizá el capitulo más débil de la teoria marxistas. esería preciso por lo demás, observar que el propio Marx no presentó esta 'renta absoluta' como una teoria acabada. sino como una simple hipótesis de trabajo. (Emmanuel, 1969, p. 234 y p. 234. nota 9). xSea como sea, podemos ver inmediatamente que el fundamento de la categoría de renta absoluta es en el mejor de los casos demasiado movedizo y tal vez completamente erróneo, (Harvey, 1976).

2. Lugar d e la teoría de la renta absoluta en la economía política d e Marx

La teoria de la renta absoluta constituye, para Marx, el principal punto de ruptura con todas las teorias anteriores sobre la renta y especialmente con la de Ricardo. Pone en tela de juicio a la vez la elaboración de la economía clásica, construida dentro del marco de la teoría del valor trabajo, y la de la economia <<vulgar>> antirricardiana, fundada en el concepto de factor de producción. El concepto de renta absoluta es la base. el lugar de especifica- ción de la teoria de la renta del suelo en Marx. Por esto sigue siendo todavía un elemento teórico que no se puede integrar en la construcción neoclásica.

Esto se debe quizá a que el concepto de renta absoluta es algo más que un elemento de la teoría de la renta: es el lugar de un descubrimiento fundamental de Marx, la teoria de los precios de producción y los conceptos unidos a ella -composi- ción orgánica del capital y la baja tendencia1 de la tasa de ganancia. En la confrontación crítica con la teoria del salario y la ganancia de Ricardo. Marx realiza la ruptura fundamental con la economía clásica y elabora el concepto de plusvalor E. Del mismo modo, criticando la teoria ricardiana de la renta del suelo, saca todas las consecuencias teóricas del descubrimiento del plusvalor. Establecido esto, están ya presentes los conceptos fundamentales de la economia marxista y este núcleo teórico no necesita más que ser desarrollado. El resultado será El capital.

2.1. El concepto de renta absoluta, base de la teoría de la renta del suelo en Marx

En un manuscrito de 1862 Marx resume así .la médula de las distintas teorias de la renta)>%.

Las teorias contemporáneas de Marx han roto con la concep- ción de los fisiócratas, según los cuales la renta es la única forma de plusvalor y tiene por origen la productividad propia de la naturaleza.

Habiéndose impuesto la teoría clásica del valor, al menos pro- visionalmente, las teorías rivales son tres:

Godelier interpreta este descubrimiento como una arevolución c0- pernicana~ de Marx con respecto a Ricardo. como una segunda .ruptura epistemológicau, comparable al descubrimiento en 1945 de los conceptos fundamentales del materialismo histórico (Godelier. 1970, pp. 26-28).

26 Marx, 1974, vol. 1, pp. 426-28.

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Christian Topal Sobre la teoría de la renta absoluta en Marx

- La renta proviene del precio de monopolio de los product c~iusa, éstos el efecto, y ello de tal manera que cada fuente por agrícolas, siempre vendidos por encima de su valor n. wparado es referida a su producto como a lo segregado y producido - La renta proviene de la desigualdad entre los valores ind duales de los productos agrícolas, mientras que su precio teoría de los factores de producción no hace más que siste- rriente está fijado por el valor en el terreno menos productiv las representaciones espontáneas de los agentes de la No hay más que renta diferencial 28. ión: es una ideología". El abandono del concepto de - La renta no es más que el interés del capital incorporado or y su sustitución por los de precio de mercado y coste de suelo 29.

reducción pone de manifiesto perfectamente el deslizamiento e la teoría al nivel de la «conciencia del capitalista vulgar» 34.

Eliminados estos «puntos de vista», queda una cuarta teorí identificación del valor con el valor de uso desemboca en un la de la renta absoluta. surdo teórico 35.

El fundamento de esta ideología es doble. Expresa la repre- Esta concepción admite, coincidiendo con la teoría del monopol tación espontánea, acrítica, de los fenómenos tal como se que la propiedad territorial de por sí guarda cierta relación con

renta; admite, coincidiendo con Ricardo, la renta diferencial y a mite, finalmente, que la renta absoluta no quebranta para nada la le 1981, vol. 8, pp. 1037 y 1039-40. del valor 30. hecho, la economía vulgar no hace otra cosa que interpretar,

zar y apologizar doctrinariamente las ideas de los agentes de ducción burguesa, prisioneros de las relaciones burguesas de pro-

ón. No nos puede maravillar, por ende, que precisamente en la Marx omite en esta enumeración la economía vulgar, que supon a enajenada de manifestación de las relaciones económicas, donde

una regresión teórica importante a una concepción preclásic S prima facie son contradicciones absurdas y consumadas -y toda de la renta como ingreso de un factor de producción, producto ciencia sería superflua si la forma de manifestación y la esencia de las propio de la tierra. cosas coincidiesen directamente-, que precisamente aquí, decíamos, la

economía vulgar se sienta perfectamente a sus anchas y que esas rela- En efecto, en lo esencial, la crítica de Marx se desarrolla en ciones se le aparezcan como tanto más evidentes cuanto más escondida dos frentes: la economía vulgar y la economía clásica en su esté en ellas la conexión interna, pero más correspondan a la represen- expresión más acabada, la economía ricardiana. tación ordinaria)) (Marx, 1981, vol. 8, p. 1041).

La economía vulgar abandona la teoría del valor trabajo para También se comprende por qué los mismos economistas que se revuelven contra la determinación del valor de las mercancías por el

sustituirla por la de los factores de producción 31. Es la ((fórmula liempo de trabajo, por la cantidad de trabajo contenido en ellas, siempre trinitaria»: I-iablen de los precios de producción como de centros en torno a los cuales oscilan los precios de mercado. Pueden permitírselo porque el pre-

Capital-ganancia (ganancia empresaria más interés), suelo-renta de la cio de producción es una forma ya totalmente enajenada y prima facie tierra, trabajo-salario: ésta es la fórmula trinitaria que comprende no conceptual del valor mercantil, una forma tal como aparece en la todos los misterios del proceso social de producción (...) En la fórmu- competencia, es decir en la conciencia del capitalista vulgar y que por

consiguiente tambidn existe en la de los economistas vulgares)) (Marx, la capital-interés, tierra-renta del suelo, trabajo-salario, capital, tierra 1976, vol. 6, p. 250). «En la expresión valor del trabajo, el concepto de valor y trabajo Aparecen respectivamente como fuentes de interés (en vez no sólo se ha borrado por completo, sino que se ha transformado en su de ganancia), y renta de la tierra y salario como sus productos, sus contrario. Es una expresión imaginaria, como, por ejemplo, valor de la frutos; aquéllos son el motivo, éstos la consecuencia; aquéllos la rierra. Estas expresiones imaginarias, no obstante, surgen de las relaciones

mismas de producción. Son categorías para las formas en que se mani- Teoría desarrollada por Buchanan en ~observaciones» marginales a fiestan relaciones esenciales. El hecho de que en su rnanifesfacio'n las

su edición de las obras de A. Smith (1814). cosas a menudo se presentan invertidas, es bastante conocido en todas ES, claro está, la teoría de Ricardo (Principios de economía política las ciencias, salvo en la economía política)) (Marx, 1975, vol. 2, pp. 653-54.

y tribtitación, 1817). El subrayado es del autor). 29 Teoría desarrollada por Carey, economista vulgar americano (The " «Las presuntas fuentes de la riqueza anualmente disponible [la tierra,

past, the present, the future, 1848). el capital, el trabajo, C.T.] pertenecen a esferas totalmente dispares y no 30 Mam, 1974, vol. 1, p. 428. presentan la más mínima analogía entre sí. Recíprocamente guardan entre 3' J. B. Say (Tratado de economía política, 1803) es para Marx la figura sí más o menos la misma relación que existe entre los aranceles nota-

de esta regresión teórica. riales, las remolachas y la música>) (Marx, 1981, vol. 8, p. 1037).

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Sobre la teoría de la renta absoIuta en Marx 75

presentan a los agentes del modo de producción. Pero al mis tiempo, este abandono del punto de vista científico supone u regresión con respecto a lo

s clásicos. Mientras que ~ i c a r d o pone

al descubierto la «fisiología del sistema burgués» %, la economía política vulgar «sustituye.. . una categoría económica por u frase propia de sicofantes. Eso es todo» 37.

En efecto, subraya Marx, entre el comienzo y la se mitad del siglo X I X , las contradicciones de clase se desp la burguesía deja de ser una clase revolucionaria. La contra ción burguesíalterratenientes da paso a la contradicción p cipal del nuevo modo de producción burguesía/proletariado economía política se convierte en un ((auxiliar de la poli contra la clase obrera y sella la santa alianza entre la burgu capitalista y los propietarios del suelo.

De aquí el abandono de Ricardo y la rehabilitación de renta del suelo, bajo dos formas esenciales:

- La teoría de los factores de producción en la que la simplemente es el producto propio de la tierra. En cierta f se trata de una vuelta nitivamenten superado por A. Smith y los clásicos. Si la cienc tiene una historia, la ideología no la tiene. - La teoría de la renta-interés de la tierra-capital desarrolla por un oscuro apologista de los granjeros americanos, Carey

La polémica desarrollada por Marx con estos temas es naturaleza distinta a la batalla sostenida contra Ricardo. La e nomía vulgar es una ideología, es una regresión al nivel preci

36 «Hasta que, por fin, llega Ricardo y pone coto a la ciencia. El damento, el punto de partida de la fisiología del sistema burgués, punto de que hay que arrancar para entender su organismo interno y proceso de vida, es la determinación del valor por el tiempo d e tr jo (...). Y en íntima relación con este primer mérito de Ricardo. debe señalar otro: el de poner de manifiesto el antagonismo económico e tente entre las diversas clases (...) Por eso precisamente es por lo Carey lo denuncia como el padre del comunismo» (Marx, 1974, vol. 1, ginas 228-29).

" Marx, 1975, vol. 2, p. 38 «Algunos escritores,

tierra contra los ataques aspiración de convertir al de «armonías» en lugar d tratado de presentar a la cífica de la propiedad de esta manera se extinguiría listas» (Marx, 1981, vol. 8, p

tífico de las apariencias. No discute sus tesis, pues éstas están fuera del campo del discurso teórico. La economía ricardiana es una ciencia cuyos límites de desarrollo vienen marcados por cl punto de vista que la ha hecho posible, el de la burguesía revolucionaria: la crítica será llevada a cabo por Marx con el fin de sacar a la luz la contradicción interna entre el núcleo racional de la teoría y las limitaciones ideológicas que se oponen a su desarrollo hasta sus últimas consecuencias.

La teoría ricardiana de la renta del suelo, al considerar única- mente la existencia de la renta diferencial, es puesta en entre- dicho por una evidencia empírica: hay una renta en «el peor de los terrenos» y la hay también en el suelo «cultivado de forma primitiva», al menos desde que existe la propiedad del suelo. Este es un hecho que se contradice con la teoría y en este caso, ((los teóricos siempre se equivocan» 39.

Esta contradicción empírica tiene su fundamento en la teoría ricardiana del valor.

Ricardo prescinde del problema de la renta absoluta, que niega en razón a su teoría, porque parte del supuesto falso de que, si el valor de las mercancías se determina por el tiempo de trabajo, los precios de producción de las mercancías tienen que ser necesariamente igua- les a sus valores (...) Si los valores de las mercancías fuesen idénticos a sus precios de producción, la renta absoluta del suelo sería im- posible 40.

En efecto si el valor -o precio natural- de las mercancías está determinado por la cantidad de trabajo necesario para su pro- ducción, esta regla no puede tener excepciones desde el momento en que la mercancía es reproducible. Como, para Ricardo, el valor se reparte entre salario, reposición de máquinas y mate- rias consumidas, y ganancia, no es posible que pueda además contener una renta, salvo la renta diferencial. Es la identificación errónea del valor con el precio de producción la que determina que la existencia de la renta absoluta entre en contradicción con la teoría del valor.

«En general los estadistas y los hombres prácticos afirman desde hace treinta y cinco años la existencia de la renta absoluta del suelo, mientras que los teóricos (influidos por Ricardo) intentan, por medio de abstracciones muy forzadas y teóricamente débiles, demostrar su imposi- bilidad. Hasta el momento, he encontrado de manera constante que en esas polémicas los teóricos siempre se equivocan» (carta de Marx a Engels, 9 de agosto de 1862, Marx-Engels, 1845-95, p. 126).

Marx, 1974, vol. 1, p. 411. El subrayado es del autor.

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Christian Topa1 Sobre la teoría de la renta absoluta en Marx

Así, el concepto de renta absoluta es para Marx el punto to, si el salario está regulado por el valor de la fuerza de ruptura fundamental con la teoría ricardiana del valor. , es decir, el valor de las mercancías necesarias para su

cción, no es el equivalente al trabajo realizado. El valor &creado por el obrero depende de la duración, la intensidad y la

2.2. El concepto de renta absoluta, ámbito del descubrimient plejidad del trabajo realizado; su salario no depende más de los precios de producción 41 del valor de su fuerza de trabajo. El trabajo realizado se

ompone, pues, en trabajo necesario (para la reproducción del Entre los años 1858-1862 se elaboraron los conceptos fundam ajador) y plustrabajo (impago). Este es el concepto de plus- tales de la economía política de Marx. ¿Cómo? No descubrien 10 que los clásicos no habían «visto», sino haciendo aquellas pr Desde entonces el plusvalor puede distinguirse de sus formas guntas no enunciadas a las que los clásicos, sin darse cuent ternas: ganancia, interés, renta; al mismo tiempo se pone de habían dado una respuesta, fijándose en sus «errores» a. manifiesto un segundo «error» de la teoría ricardiana. Ricardo

Así se produce, en 1858, la ruptura fundamental, a través de efine correctamente el valor, pero cree hablar de valor cuando concepto de «valor de la fuerza de trabajo» que sustituye a la habla más que de su forma transformada por la competencia, noción ricardiana de «valor del trabajo» 43. <<precio de producción». Marx construye este concepto en 1862

Los clásicos descubrieron que los precios de mercado están a través de la crítica de la teoría ricardiana de la renta y la elabo- regulados por un precio medio, o precio natural, expresión e ración del concepto de «rentá absolutas &.

dinero del valor de las mercancías, es decir, del tiempo necesario La existencia de la renta absoluta -que es un hecho- jcon- para producirlas. Determinaron de la misma forma el «precio tradice la ley del valor? 47. Sí, si, como para Ricardo, las mercan- del trabajo)), sin caer en la cuenta de que esto suponía una con- eías que le sirven de soporte -el trigo- son vendidas a su valor. tradicción insolubleM: el valor del «trabajo» es el tiempo de No, si son vendidas a su precio de producción, es decir, al coste trabajo necesario para producir no el «trabajo» -lo que no cle producción más la ganancia media, y si este precio de pro- tiene sentido-, sino la «fuerza de trabajo». Marx pone de mani- ducción es inferior a su valor. Ricardo «percibe» que el precio fiesto el equívoco: natural es un precio de producción: esto lo perciben también

todos los capitalistas por su propia experiencia en estos fenóme- Nunca descubrieron que el curso del análisis no sólo había llevado de los precios del trabajo en el mercado a su valor, sino que había a «Entre paréntesis: al fin veo claro en la enojosa teoría de la renta llevado a resolver este valor del trabajo mismo en el valor de la del suelo (...) Hace mucho tiempo que tenía negros presentimientos en fuerza de trabajo45. cuanto a la exactitud de la teoría de Ricardo y por fin he descubierto

la superchería» (carta de Marx a Engels, 18 de junio de 1862, Marx-Engels, 1845-95, p. 119). Poco tiempo después, Marx somete a la consideración de

4' Este punto ha sido precisado por P. P. Rey; aquí no hago más que Engels la primera muestra de la teoría de los precios de producción y de

desarrollar su argumentación (cf. Rey, 1973, pp. 39-42). la renta absoluta (carta del 2 de agosto de 1862, pp. 120-5) afirmando: «El único hecho que debo demostrar teóricamente es la posibilidad de la

42 Althusser analiza de ese modo la lectura que hace Mam de los clá- sicos (cf. Althusser, 1966, pp. 17-31). renta absoluta sin que sea violada la ley del valor. Ese es el punto central

en torno al cual se libra la batalla teórica desde los fisiócratas» (carta de 43 «Encuentro, por lo demás, bonitos problemas. Por ejemplo, he des- Marx a Engels, 9 de agosto de 1862). Los manuscritos de 1862, publicados

echado toda la teoría de la ganancia tal y como existía hasta el presenten después de la muerte de Marx con el título de Teorías de la plusvalía, (carta de Marx a Engels, 14 de enero de 1858, Marx-Engels, 1845-95, p. 83). incluirán una presentación de la teoría de la renta y de los precios de Engels, en el prefacio de la edición de 1891 de algunos artículos publicados producción en el orden de descubrimiento, que dará lugar, en los manus- por Marx en 1849 y agrupados bajo el título Trabajo asalariado y capital, critos de 1865-67 editados por Engels como libro tercero de El capital, al confirma ese punto: solamente en esos escritos publicados a partir de 1859 orden de exposición sistemática. Marx supera la noción ricardiana de «valor del trabajo)) (Engels, 1891).

47 «De lo que sí se trata es de si la renta que abona el suelo peor 44 «El último brote de la economía política clásica, la escuela de Ri- ingresa en el precio de su producto -que, conforme al supuesto, regula

cardo, fracasó en gran parte por la imposibilidad de resolver esta contra- el precio general de mercado- de la misma manera que ingresa un im- dicción» (Engels, 1891, p. 15). puesto en el precio de la mercancía a la cual grava, es decir, como un

45 Marx, 1975, vol. 2, p. 655. elemento independiente de su valor» (Marx, 1981, vol. 8, p. 963).

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Christian Topalov

nos. Pero Ricardo «percibe» también que el precio natural es un valor. aunque no pueda percibir que el valor y el precio de producción difieren.

En efecto, para llegar a captar esta diferencia es necesario elaborar la teoria sobre la formación de la tasa general de ganan- cia, que Ricardo acepta como un hecho no teorizado. Esto sólo es posible sobrze la base del concepto de plusvalor, que permite entender la diferencia entre la parte constante del capital y su parte variable, única que produce plusvalor. Ricardo, en efecto, percibe la diferenciación del capital en relación con su rotación -conceptos de capital fijo y capital circulante- y no en relación con la producción de valor.

Enraizado en la teoria del plusvalor, el concepto de compo- sición orgánica del capital permite superar la teoría clásica en estos puntos fundamentales

- La diferenciación de la composición orgánica del capital según los sectores entraña la transformación del valor en precio de producción, del plusvalor en ganancia media, y fundamenta la no identidad entre unos y otros. - La no identidad entre el valor y el precio de producción en la agricultura fundamenta la posibilidad de la renta absoluta, como resultado de la ley del valor, transformada a su vez por la nivelación de la ganancia y la existencia de la propiedad del suelo. - El movimiento de la composición orgánica del capital a escala social fundamenta una ley de tendencia decreciente de la tasa general de ganancia interna al modo de producción capitalista, mientras que la ley ricardiana tenía por fundamento la exterio- ridad de la propiedad del suelo al capital y la hipótesis arbitraria de los rendimientos decrecientes en la agricultura 49.

48 «Ricardo no estudia en ningún sitio el plusvalor aparte de sus formas específicas, la ganancia, el interés y la renta del suelo (...) Pero no se detiene a examinar nunca, ni siquiera las conoce, las diferencias relativas a la composición orgánica que se acusan dentro del proceso de producción propiamente dicho. De ahí su confusión del valor con el precio de pro- ducción; de ahí también su equivocada teoría de la renta del suelo y sus leyes falsas en torno a las causas del alza o la baja de la tasa de ganan- cia, etc.» (Marx, 1974, vol. 1, p. 280. El subrayado es del autor).

«La teoría de Ricardo se basa, pues, en dos prernisas falsas: 1." en la falsa premisa de que la existencia y el desarrollo de la renta del suelo determinan la fertilidad decreciente de la agricultura; 2." en la falsa pre- misa de que la tasa de ganancia es igual a la tasa del plusvalor relativo, por cuya razón sólo puede aumentar o disminuir en razón inversa a la disminución o al aumento del salario» (Marx, 1974, vol. 1, p. 535).

Sobre la teoria de Ea renta absoluta en Marx 79

Si Marx atribuye tal importancia al concepto de renta abso- luta es porque está ligado al descubrimiento de la diferenciación cntre el valor y los precios de producción, es decir a la total superación de la teoria clásica del valor, a la interpretación, bajo los conceptos esenciales de las relaciones de producción capita- listas, de sus formas empíricas transformadas por la compe- tencia.

11. LOS PROBLEMAS DE LA TEORIA DE LA RENTA ABSOLUTA

Una renta de monopolio que no lo es. Es ésta la paradoja de la renta absoluta. Al contrario que la renta de monopolio en sentido estricto, es producida como diferencia entre el plusvalor creado en un sector y la ganancia media atribuible a los capitales inver- tidos en ese sector. No es una sustracción de valor producido en otra parte, aunque sea una sustracción del valor normalmente transferido por la nivelación. Pero al mismo tiempo. la fijación de esta diferencia entre valor y precio de producción como renta, la realización de la renta absoluta, parece depender únicamente de la circulación: de las relaciones entre la oferta y la demanda del suelo y del producto.

Esta realidad paradójica del fenómeno da lugar a dos tipos de objeciones a la teoria de la renta absoluta tal como Marx la desarrolló.

La primera objeción parte de la siguiente pregunta: si la pro- piedad del suelo puede impedir la nivelación de la ganancia y mantener el precio regulador al nivel del valor, ¿,por qué no impone un alza de este precio por encima del valor? La renta absoluta sería así de hecho una renta de monopolio. Numerosos son los autores que llegan a esta conclusión. en particular entre los investigadores que elaboran actualmente la teoria de las ren- tas del suelo «urbano», y se enfrentan con fenómenos de monopo- lio en sentido estricto. La objeción es importante: dado que el factor suelo es escaso, o que la propiedad lo vuelve escaso, la producción y la oferta son limitadas y el precio de equilibrio se vuelve independiente del valor.

La segunda objeción, por el contrario, es intrínseca al con- cepto de renta absoluta. Parte de otra pregunta: si la propiedad del suelo no es más que una relación jurídica sin contenido económico, ¿por qué la renta absoluta no tiende a cero? El suelo marginal no tendría precio de oferta, y un alza ínfima del precio regulador por enci~ha del precio de producción debería bastar

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80 Christian Topalov Sobre la teoría de la renta absoluta en Marx 81

para colocar un obstáculo territorial económicamente inconsis- tente. Esto no sucede: ¿por qué?

En lo que viene a continuación intentaré sucesivamente de- mostrar que la renta absoluta no es una renta de monopolio (§ l ), para después analizar en qué consiste la «resistencia efectiva» de la propiedad del suelo al capital ( 3 2).

1. La renta absoluta no es una renta de monopolio

1.1. La propiedad capitalista del suelo no puede engendrar un precio de monopolio

Como toda categoría económica marxista, el concepto de renta absoluta es el de una relación social. La renta absoluta es la propiedad capitalista del suelo, es decir, la propiedad del suelo dominada por un modo de producción -e integrada en él-, en el que la relación social determinante es el capital.

En ese modo de producción, la propiedad del suelo podrá, pues, modificar las condiciones de funcionamiento de la ley del valor, modificada a su vez por la nivelación de la ganancia; pero jamás podrá impedir a la ley del valor y al movimiento de la ganancia que regulen la producción y el intercambio.

Me parece que allí se encuentra el fondo de la respuesta que da Marx a la pregunta que él mismo hace:

Si la propiedad de la tierra confiere el poder de que el producto se venda por su valor, por encima de su precio de producción, ¿por qué no confiere asimismo el poder de venderlo por encima de su valor, a un precio de monopolio caprichoso? 50.

Examinemos más de cerca el argumento. En primer lugar, una afirmación de principio: el importe de la renta absoluta no tiene nada de arbitrario:

La propiedad territorial presupone el monopolio de ciertas personas sobre determinadas porciones del planeta, sobre las cuales pueden disponer como esferas exclusivas de su arbitrio privado, con exclu- sión de todos los demás. Supuesto lo anterior, se trata de desarrollar

Mam, 1974, vol. 1, p. 494 (el subrayado es del autor). Pregunta formu- lada así en El capital: «De la renta del suelo peor (...) (se deduce que el precio del producto agrícola es necesariamente un precio monopólico en el sentido corriente del término, o un precio en el cual la renta ingresa a la manera de un impuesto, sólo que es el terrateniente quien percibe ese impuesto en lugar de hacerlo el Estado?» (Mam, 1981, vol. 8, p. 963).

el valor económico, es decir la valorización de ese monopolio sobre la base de la producción capitalista. Nada se resuelve con el poder jurídico de estas personas de hacer uso y abuso de porciones del planeta. El uso de estas porciones depende por entero de condiciones económicas, independientes de la voluntad de aquellas personas 51.

Estamos lejos de las afirmaciones hechas a menudo sobre la especulación, que suponen generalmente un precio mínimo arbi- trario para que intervenga la oferta de suelos. Es asobre la base de la producción capitalistas como se determinan tanto el límite inferior de la renta absoluta como su límite superior. El primero depende de las condiciones históricas concretas en las que com- piten por el uso del suelo el capital y las otras relaciones de producción que éste domina en una sociedad determinada; vol- veremos sobre esto con más detalle. En cuanto al límite superior, depende exclusivamente de las condiciones de la producción en el sector que genera la renta absoluta. Tenemos que aclarar este punto ahora.

¿Cuáles son, entonces, las «condiciones económicas» que de- terminan el límite superior de la renta absoluta?

Es evidente que una de esas condiciones es la demanda; su ley de variación (en función del precio de oferta) determina siempre la cantidad de producto que tiene socialmente un valor de uso y la que no lo tiene (que es invendible) para cada nivel del precio de oferta. Pero el papel de la demanda es muy dife- rente según las condiciones de la producción. - O bien el capital puede reproducir sin trabas la mercancía y las cantidades ofrecidas pueden aumentar en función del nivel de ganancia proporcionado por el precio de mercado, y en ese caso, que es la norma en el modo de producción capitalista, el precio de mercado tenderá al precio de producción y las canti- dades producidas a las cantidades demandadas a ese precio, - O bien las circunstancias se oponen al aumento de la oferta cuando el precio de mercado es superior al precio de producción, y la mercancía no puede entonces ser reproducida, algunos agentes dominantes controlan la oferta y la coacción estatal fija las cantidades. En ese caso, el precio de mercado ya no está regulado por el precio de producción ni, en consecuencia, por

Mam, 1981, vol. 8, pp. 793-94 (el subrayado es mío, C.T.). Y también: «Pese a que la propiedad de la tierra pueda elevar el precio de los productos agrícolas por encima de su precio de producción, no depende de ella, sino de la situación general de mercado la medida en la que el precio de mercado se acerca, por encima del precio de producción, al valor» (Mam, 1981, vol. 8, p. 971).

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Christian Topa2 .5obre la teoría de la renta absoluta en Marx

el valor, sino solamente por la demanda. Es un precio de m Marx justifica esta tesis únicamente mediante la observación nopolio. tinnpírica. Parece que las razones que explican los límites del

La pregunta toma entonces esta forma: ¿tiene la prop der de los terratenientes son dos: la libre inversión en tierras del suelo el poder de limitar las cantidades producidas, es arrendadas y la importación de productos agrícolas. de l imitar la cantidad de capital invertido en los sectores que opone una barrera al libre movimiento del capital? capital, organizador del proceso de trabajo y de producción

La respuesta de Marx es negativa: es la acumulación primer lugar, una vez que el arrendatario ha obtenido, me- capital -y el movimiento demográfico que la acompaña- la q nte el arrendamiento, el derecho a usar el suelo contra el determina el nivel de la producción agrícola, y no la propied ago de una renta determinada, para él la propiedad territorial del suelo.

La fase de desarrollo, alcanzada en cada caso, del incremento población y capital opone una barrera, aunque elástica, a la exp piedad de la tierra sólo obra en forma absoluta, en cuanto sión del cultivo del suelo52. ión, en la medida en que el acceso a la tierra -en cuanto

a un campo de inversión del capital- condiciona el tributo

No habría limitación absoluta de la producción agrícola ateniente. Una vez que se ha producido ese acceso, éste ya no oponer barreras absolutas al volumen cuantitativo de la inver-

consiguiente déficit estructural en relación con la de e capital en una parcela de terreno dadas. sino a condición de que hubiera escasez absoluta de Esto no ocurre cuando el capitalismo se desarrolla hecho, por lo demás, se encuentra en la base del desarrollo mercado mundial del trigo. agricultura intensiva por medio de la cual el arrendatario,

Si esto es así, la propiedad del suelo no puede contrarre as al empleo de cantidades crecientes de capital por unidad la regulación de la producción y de los precios por la ley superficie y a la búsqueda de incrementos de productividad, valor. Tan sólo se halla capacitada, en ciertas condiciones, p tiene la formación de plusganancias que exceden el nivel de contrarrestar la formación de los precios de producción. renta precedente ". La propiedad territorial sólo puede verse afectada y paralizada Cuanto más alta sea la productividad física de los capitales la acción de los capitales -por su competencia- en el sentido. dicionales libremente invertidos en las tierras en las que ya que ésta modifique la determinación de los valores de las merca existe el obstáculo territorial (provisionalmente), más bajo cías 54. rá el precio regulador, y más débil el límite superior de la

nta absoluta: veremos más adelante por qué sólo puede ser Existe aquí, según parece, una paradoja: la propiedad territor queña la renta absoluta bajo condiciones normales» 58. es capaz de sustraer tierras al cultivo -de limitar la cantid cuál es el significado del hecho proporcionado por Marx de tierra explotada por el capital-, pero no puede limitar mo «explicación»? Ese significado debe encontrarse en las cantidad de capital invertido, y, por tanto, la producción. laciones de producción de la agricultura capitalista «clásica»,

uales, más allá de su especificidad, muestran el lugar de la 52 Marx, 1981, vol. 8, p. 978. Y también: aLa competencia de las tierr

entre sí no depende de que el terrateniente quiera hacerlas competir, iedad territorial en el modo de producción capitalista. sino de que se obtenga capital como para competir en los campos nuev urante el período de arrendamiento, escribe Marx, el arren- con los otros» (Mant, 1981, vol. 8, p. 980).

53 En otras palabras, «en una pequeña isla en que no existiese 55 Marx, 1981, vol. 8, p. 955. comercio exterior de trigo» (Marx, 1974, vol. 1, p. 494). Esta imagen 56 Marx, 1981, vol. 8, p. 972. (El subrayado es mío, C.T.). engañado a aquellos que, por principio, se limitan al análisis de la cir El hecho de que, en la agricultura inglesa «clásica», esas plusganan- lación: «Lo que parece flotar en ese pasaje es que la competencia de suplementarias fueran transferidas al propietario en forma de «renta productos de importación plantea un límite al alza de ese precio encial II» no cambia para nada la cuestión. Simplemente impone un monopolio» (Emmanuel, 1969, p. 237). Veremos que se trata aquí de u o proceso de «intensificación capitalista» durante el siguiente período lectura bastante limitada. rrendamiento.

54 Mant, 1974, vol. 1, p. 494 (el subrayado es mío, C.T.). Marx, 1981, vol. 8, p. 981.

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Christian Topa Sobre la teoría de la renta absoluta en Marx

datario «es de hecho el propietario de la tierran 59. Fór piedad del suelo de limitar la acción del capital y las cantidades

prendente, que señala la disociación realizada por el producidas, de imponer un precio de monopolio.

producción capitalista entre el derecho (jurídico) de !,a expansión de la producción capitalista y la escasez y el poder (económico) de propiedad. imposible del suelo

El nuevo modo de producción ha transformado al pro tario del suelo en rentista, lo ha desposeído de su función a 111 segundo factor que impide la formación de precios de mono-

rior de organizador del proceso de producción. Desde ese olio de los productos agrícolas es, nos dice Marx, la importación

tante, es el arrendatario capitalista el que controla la utiliza tíel trigo extranjero. real de los medios de producción, el proceso de trabajo; es ta Acaba de señalarse que la escasez de suelo creada socialmente bién él el que organiza, durante el período de arrendamie por la propiedad del mismo no puede crear una escasez de pro-

la valorización de su capital, el proceso de producción. ctos. Pero la acción del capital para superar la barrera exige

La propiedad del suelo no tiene más que un derecho: fi cierto desarrollo de la acumulación en la agricultura y trans-

el importe de la renta. Las condiciones en las que ejerce ormaciones tecnológicas importantes. Esos procesos exigen

derecho están a su vez determinadas por el proceso de pro iempo, tanto más cuanto que la renta limita la plusganancia,

ción capitalista: es éste el que genera la plusganancia (localiz tor de esas transformaciones. o sectorial) transformable en renta. El capital fija los límites El capital dispone de otra vía: la expansión mundial de las

la renta del suelo. evas relaciones de producción, la creación de un mercado

Pero, al percibir la renta en el interior de estos límites, rundial de productos agrícolas. propiedad del suelo ejerce sin embargo un poder: en efecto, Puede tratarse de la creación de una agricultura capitalista

renta determina el mínimo de plusganancia que el capital es los nuevos países. Puede tratarse también de una agricultura

obligado a producir. De esta forma, orienta la producción: h suelo y sin renta: agricultura campesina de que producir ciertos productos y proceder a un nivel mínim os del Nuevo Mundo, transformación capitalista de los inversión. La renta del suelo remite al capital individual las r

. En estos casos, pesará

tricciones que resultan del movimiento del capital social. Per corpora la renta absoluta.

dicamente, en la agricultura capitalista «clásica», el capital suelo será superada; su

forzado a compartir con la propiedad del suelo el pode asez física es impensable a escala mundial; su escasez social

organizar el proceso de producción; a partir de las condici por la propiedad del suelo en relación con la acumu-

creadas por ese reparto, recupera luego la totalidad de ese po capitalista lo,gra superar

Dado que la relación jurídica de propiedad confiere al pr ón que se le oponen, des-

tario una parte limitada del poder económico de propieda otorga al mismo tiempo un derecho de apropiación de una De ese modo, la «importación. no es un «factor exógeno» ción del plusvalor social. ido en un <<modelo de economía cerradaa que incluya

Así, el poder de la propiedad del suelo que subsiste es d de monopolio. La impor-

nado por el del capital. Es éste el que tiene la iniciativa en ulación, de la expansión

teria de producción: la propiedad del suelo sólo tiene, en periódica, un derecho de veto. Y si el capital está forz

pregunta fundamental so-

compartir su poder cuando se le enfrenta la barrera del soluta, Marx sólo da explí-

luego lo ejerce por completo, una vez que esa barrera ha que tas descriptivas. Estas tan sólo esbozan la

amental: la propiedad jurídica del suelo no pue- eliminada. mponer precios de monopolio porque tiende a ser desposeída

Es, pues, en la estructura misma de las relaciones de pro poder de propiedad. El capital, a quien corresponde ahora ción donde reside el fundamento de la incapacidad de la poder, puede siempre producir más, pues es el organizador

59 Mam, 1974, vol. 1, p. 495. proceso de producción. Su lugar en las relaciones de produc-

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Christian Top Sobre la teoría de la renta absoluta en Marx

ción le permite no solamente ajustar la acumulación y la .;ectores y transferido al sector considerado por intermedio del ción a la demanda (lo que impide cualquier escasez 1irecio de monopolio de sus productos. duradera de la oferta de productos), sino también aj El estudio de las rentas del suelo urbano me ha llevado a la

necesita una generalización del concepto de lisis de la formación de

de suelo) Esta dominación no utiliza los mismos medios en la agri pongo que se defina la renta absoluta como

, por parte de la propiedad del suelo, de la plusganancia

producción. Pero independientemente de cuáles sean esos dios, y las contradicciones específicas que engendran, el ca plusganancia sectorial en las esferas que tiene siempre la última palabra.

Por lo pronto, continuemos con Marx el análisis de la renta soluta agrícola, intentando responder a dos preguntas: ¿cómo

1.2. La plusganancia sectorial constituye el límite superior determina la plusganancia sectorial en la agricultura, y cómo de la renta absoluta

Lo esencial de la tesis de Marx es entonces lo siguie limite superior de la renta absoluta e s la diferencia entre or social y precio de producción individual

pedir la regulación de la producción y del interca manecerá funcio- valor.

de su precio de producción. La renta absoluta está por una fracción del plusvalor producida en el sector

1 menos productivo del sector. Salvo divergencias (tempo- entre capitalistas individuales o diferenciación (estructu-

Quizá podemos comprender ahora mejor el pasaje en el que enumera los «limites económicos)) de la renta absoluta antes de ha preguntas sobre la naturaleza de esta última como transferencia del dente del valor por encima del precio de producción (Marx, 1981, v tar al menos la ganancia media: puede tratarse, por lo p. 963). La lista se presenta en el siguiente orden: S, de la inversión en un terreno marginal así como de la

(proteccionismo). - «La competencia de los terratenientes entre» sí: fija el limite inf de la renta absoluta, como veremos. y la centralización del capital crean una acumulación desigual, apa- - «Las necesidades y solvencia de los consumidores)): es evidente, la demanda solvente fija también los límites de la renta de mono

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Sobre la teoría de tn renta absoluta en Mnrx

inversión marginal en un terreno mejor. LO que prueba ya productividad social@. En ese caso el precio regulador segura- no es en absoluto necesario que el terreno marginal sea r lador del precio 62.

mente se acercará al valor individual en las condiciones de más

desde el momento en que existe una propiedad del baja productividad. Sin embargo, ésta es tan sólo una posibilidad. Si la producti-

que opone resistencia efectiva a la libre inversión de ca el limite inferior del precio regulador se desplaza y llega a vidad media es alta M, en particular a Causa de una produc-

precio individual de producción del capital menos prod tividad en los suelos más p rod~c t ivos, estos Últimos determina-

más el limite inferior de la renta absoluta, que examina rán el precio regulador mientras que el limite superior de la

más adelante. renta absoluta será bajo.

Por el momento, dediquémonos al limite s ~ p e r i ~ ~ del pero también es posible que con el progreso de la agricultura (Y. Por tanto, de la renta absoluta). Este no pued sea necesario un aumento moderado del precio de mercado Por en-

mayor que el valor individual del producto correspondien del término medio, para que un suelo Peor, que en un menos productivo. Más allá, se trataría de un pr infefiar de los medios técnicos auxiliares hubiese requerido una

b¿isado en Una limitación absoluta de la produc elevación mayor del precio de mercado, pueda ser cultivad0 y

limitación excluida por el propio desarrollo del m mismo tiempo arrojar una renta6'.

de producción capitalista. Marx discute ampliamente el acaso normal de RicardoB en el que

*Bajo condiciones normales», el precio regulador es inc el terreno marginal no produce renta'. Si su precio de produc- inferior al valor individual fijado por el capital menos pro ción individual aparece como el precio regulador de mercado, es tivos Sucede esto cuando la demanda es poco elástica con porque el valor individual de 10s productos en las mejores tierras pectO a 10s precios y la producción de los capitales adicion cumple en realidad el papel de regulador. El terreno margina' invertidos en condiciones supramarginales es importante no determina realmente el precio sino en la hipótesis de que

en ese caso, el precio regulador será fijado po toda la producción en las mejores tierras sea absorbida por la individual del producto correspondiente a 10s capitales demanda al precio fijado por el terreno marginal- por

productivosl 0, en todo caso, con productividad superior a 10s capitales menos productivos, la demanda a ese precio se halla saturada Y aumenta

poco cuando el desciende, el terreno marginal sufrirá la En no hay nada que haga necesaria la hipótesis imposición de un precio regulador, ya Sea inferior a su precio diana de 10s rendimientos decrecientes. La búsqueda de u individual de producción -y entonces será eliminado-, ya sea plusganancia Por parte del capital no puede ser interrum inferior a su valor individual- y entonces el propietario por la renta- Al tender permanentemente a apropiarse suelo deberá contentarse con una renta absoluta más baja* plusganancia, la propiedad del suelo empuja al capital ¿Estará dispuesto el propietario a aceptar esta situación? búsqueda, limitando de manera contradictoria sus posibili de acumulación. Habrá en consecuencia un aumento de la

u 4 ~ s posible que el aumento de la fuerza productiva socia1 en la d"ctividad. En la agricultura, sin embargo, entra en jueg agricultura s610 compense, o ni siquiera compense la disminución de la productividad rnaturalr. pudiendo eventualmente disminuir fuerza natural -esta compensación sólo puede tener efecto Por un tiem- ta punto de no verse compensada por el incremento d pw, de modo que allí, a pesar del desarrollo técnico, el producto se

abarata, sino que se impide un encarecimiento aún mayor de1

b2 Marx lo sefiala claramente al mostrar que el terreno marginal p (Marx, 1981, vol. 8, P. 974). disfrutar de una renta diferencial (de un excedente del precio de pro arx menciona casos en 10s que resulta <rexce~cionalr que el precio

ción regulador Por encima de su precio individual de producción) ador sea determinado por el valor individual del producto correspon- e a las unidades menos productivas: si la composición orgánica es

-a causa del obstáculo que Opone el suelo a la extensión de los cu la inversión marginal Se realiza con productividad decreciente

baja y/o la producción puede incrementarse fuerte Y rápidamente*

terreno SuPramarginal. Puede producirse entonces una regulación d ecesitarían de mercado extraordinariamente fav0rablesxt

ciO de mercado por el precio de producción marginal correspondi demanda muy importante. para que el precio Se establezca sedn ese

ese Último terreno, superior al precio de producción medio en el t r: las minasl las canteras, los bosques (Marx. 1981, vol. 81 PP. y 981).

marginal (Marx, 1981, vol. 8, pp. 946-47; p. 959). 65 Marx, 1981, vol. 8, P. 975. 66 Marx, 1974, vol. 1, PP. 462-73.

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90 ';¡lbre la teoría de la renta absoluta en Marx 9 1

Este es ya otro problema, el del límite inferio salario del productor directo 69. Marx distingue dos soluta. Pero si no la acepta e impide que el terreno sea cul : una situación en que las fuerzas productivas están poco esto no modificará por mucho tiempo las cantidades prod rolladas tanto en la industria como en la agricultura, y

Resumamos. El precio regulador de merc producción agrícola -y por tanto la renta del suelo, comprende un límite inferior, a saber, el precio de produ hay-, no es capitalista; y otra en la que hay una individual del capital menos productivo, y un límite sup a, mientras que la industria no se el valor individual del producto de ese mismo capital. mer caso «ha podido existir», pero cuando el descenso de la productividad .natural>> prevalece so S muy improbable: el aumento de la productividad social, el precio regulador e la industria -y, por tanto, la producción capitalista- se acercará más al valor medio del producto q o desarrollada, no hay arrendatarios capitalistas, pues éstos vidual en las condiciones más desfavorables. en la existencia de la producción capitalista en el campo 70.

La renta absoluta tiene entonces un límite superior, dete ue Marx no considera es el «caso» que en muchos países nado por la producción capitalista: es el excedente del pr a constituido en vía principal de la solución capitalista al regulador por encima del precio de producción individual e blema agrario>>: la agricultura campesina dominada por el terreno menos productivo. Determina, sin embargo, los preci de producción capitalista. pues impide que tal excedente sea transferido al resto de de unas relaciones de producción economía a través de la nivelación. y en la realidad de la agricultura

iglo xIx, la renta absoluta -o, por lo menos, su El movimiento de la plusganancia sectorial en la agricultura superior, la plusganancia sectorial- tiende a aumentar 71.

La existencia de la renta absoluta está c se trata de una «ley eterna», sino de un «fenómeno his- mente por una plusganancia sectorial. En 10 vos de valor, como la agricultura, esa plusg no histórico a que aludimos es el desarrollo relativamen- tuida por el excedente del valor por encim la industria (que es, en realidad, la industria inglesa) en ducción de los productos. Ese excedente imp con la agricultura. Esta ha visto crecer su productividad, orgánica del capital agrícola más bajo que a misma proporción que la industria 72.

nica media. cómo evoluciona la plusganancia sectorial en la ¿Sucede realmente esto? .Es una cuestión que sólo pue

decidirse de manera estadística» 67. a renta absoluta, que aquí suponemos igual a su límite Se puede pensar teóricamente que la composición orgán rior, la plusganancia sectorial, es la diferencia entre el valor

del capital en la agricultura es igual o superior a la media; 1 producto agrícola. Lo que equi- ese caso, la renta absoluta desapareceríaM. Esto supondría ue la tasa de renta absoluta es la diferencia entre condiciones: de un lado, «un gran desarrollo de la agricult de ganancia sectorial y la tasa media de ganancia. o un rezagamiento de la industria>>; de otra parte, relaciones expresión significa que la renta absoluta se halla deter- producción en las que o bien el propietario es al mismo tie e la producción capitalista. Al de- empresario, o bien se apropia de una pa asa media de ganancia, la tasa de renta absoluta

67 Mam, 1981, vol. 8, p. 966. 68 Marx, 1981, vol. 8, p. 972. Cf. también: «El Marx, 1974, vol. 1, p. 533.

demuestra también su realidad, su existencia I: «En las sociedades progresivas, la renta tiende a aumentar. La ver- del T.] como mero hecho histórico, inhere en una sociedad progresiva el capital desarrollo de la agricultura y susceptible, Por capital constante» (Marx, 1974, vol. 1, ter en una etapa superior de desarrollon (Marx, 1974, rayado es del autor). am, 1974, vol. 1, p. 323.

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Christian To Sobre la teoría de la renta absoluta en Marx

está estrechamente ligada a aquellos movimientos generale tasa interna de ganancia; en el caso de la agricultura, la tasa modo de producción que reflejan la tasa de explotación renta es modificada, además, por el hecho de que los cambios composición orgánica media del capital. Al depender de la productividad modifican también la tasa media de ganancia. rencia entre las composiciones orgánicas agrícola y rned tor cuyos productos no entran directa- tasa de renta absoluta expresa el atraso de las fuerzas pr o masivo y que posee las condiciones nece- tivas en la agricultura, el desarrollo desigual del modo de Pro para la producción de renta absoluta: por ción capitalista. inas. Se produce en el sector un desarrollo de la

En cuanto a la masa de la renta absoluta, sustraída al pr del trabajo que trae consigo un descenso del valor de nivelación, depende además de la cantidad de capital so (y, por tanto, de su precio), así como de su coste invertido en la agricultura, regulado por la Iey del valor. n. Las consecuencias para la tasa de renta depen-

La tasa y la masa de renta evoluciona en form n de este aumento de la productividad. pero diferente. Veremos que nada obliga a que una y otra au tan necesariamente con el desarrollo capitalista: la renta es el resultado de un mejoramiento de la productividad suelo no puede de ninguna manera servir de fundamento a S en la composición técnica ni en la ley de la baja de la tasa de gananciaT3. 1 capital, sino producción de un proceso

Examinemos ante todo los determinantes de la ta a mina más productiva, mejor situada, etc. absoluta. Depende de la tasa media de ganancia y, en tasa de ganancia interna sectorial na cambia y la cia, del movimiento de la tasa de ganancia en la ind soluta permanece constante 76. Sucede 10 mismo pesa mucho en ella 74. El desarrollo de la división del r el contrario, disminuye la productividad media del sector, la industria, en la medida en que entraña un alza de por el mismo tipo de razones. sición orgánica media del capital y tiende a producir ntrario, el aumento de productividad proviene de la tasa media de ganancia, produce un aumento d n cambio en la manera de producir, implicará renta. Esta tasa crecerá tanto más rápidamente cuanto modificación de la composición técnica y una elevación de acentúe el desarrollo desigual de la industria y la omposición orgánica del capital. En ese caso, la tasa interna de manera más general, de los sectores productiv rial descenderá, lo mismo que la tasa de renta absoluta. censo se producirá aunque el aumento de pro-

~a tasa de renta absoluta también depende, entonces, sea débil (trayendo consigo un descenso limi- cambio sufrido por las condiciones de producción en esos de valor), aunque la elevación de la productividad social tores7s, en dos sentidos: directo e indirecto. LOS cambios e compense el descenso de la productividad natural (perma- productividad del trabajo modifican la tasa de renta si modif ndo estable el valor), y aunque no compense la disminución

productividad natural (aumentando, en ese caso, el valor). 73 Esfe punto es evidentemente esencial para Marx, quien sitúa 1

de la baja tendencia1 en la contradicción fundamental intrínseca al de producción capitalista, mientras que Ricardo la sitúa en la existenc ende de los cambios de la composi- la renta del suelo. n los sectores afectados y, en conse-

74 «iQué es 10 que regula este precio de producción [se t de su tasa interna de ganancia, la tasa de producción del trigo, C.T.]? La tasa de ganancia del c que el precio del trigo contribuye también, naturalmen ndependiente del movimiento del valor del aunque no sea 61, ni mucho menos, el único que la deter el punto de vista histórico -allí donde la producción Ca más tarde en la agricultura que en la industria- la ganancia agríe determinada por la ganancia industrial, y no al revés* (Man, 1974, página 555).

75 Marx esboza en varias ocasiones una combinatoria de esas tr maciones en las Teorías de la p l u ~ ~ a l í a (Marx, 1974, vol. 1, PP. 440-4 527, 529, 531-532).

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94 Christian Topalov Sobre la teoría de la renta absoluta en Marx 95

En el caso de la agricultura, sucede algo distinto. En efe los productos de este sector tienen un peso importante e consumo de los trabajadores y, en consecuencia, su valor co buye a determinar el costo de reproducción de la fuerza de bajo y, por tanto, el salario medio. Los cambios de produc dad en la agricultura modifican, pues, la tasa de explotación tasa media de ganancia y, en forma indirecta, la tasa de r absoluta.

Supongamos un desarrollo de la productividad del tra agrícola que provoca una baja del valor del trigo. Según se resultado de una elevación natural o social de la productivi irá acompañado directamente de una tasa de renta absoluta tante o en descenso. Pero en los dos casos, producirá dos de consecuencias indirectas.

De una parte, si la baja del precio del trigo determina baja del salario, aumentará la tasa de explotación. Este a tendrá un efecto más sensible en la tasa interna de g de la agricultura que en la tasa media de ganancia, pue posición orgánica en la agricultura es más baja. Esto ge un alza de la tasa de renta absoluta.

De otra parte, la baja del salario produce una elevación d composición orgánica del capital pues, si se mantiene invari la composición técnica, el valor del capital variable dismin esta vez, el efecto es más sensible en los sectores en que la posición orgánica es mayor. Sin embargo, en la agricultura, efecto es contrarrestado por el hecho de que el trigo, cuyo v desciende, también es un elemento del capital constante semillas). Si se ignora este último efecto, la baja del sal conduce entonces a una baja de la tasa de renta absoluta.

El efecto de la evolución de la división del trabajo e agricultura sobre la tasa de renta absoluta no se puede ded por tanto, en forma abstracta. Depende de la estructura de las relaciones de producción en el conjunto de la e

Independientemente de esas variantes, Marx estima, para circunstancias inglesas de su época, que la tasa de renta ti más bien a aumentar, pues el desarrollo de las fuerzas tivas es incomparablemente más rápido en la industria la agricultura.

Esto no determina necesariamente un aumento de la de renta absoluta sustraída al proceso de nivelación.

La masa de renta, en efecto, no depende únicamente d tasa -que refleja la estructura de los capitales- sino tam

cle la masa de capitales invertidos en la agricultura y que, por tanto, producen renta absoluta. Ahora bien, ese volumen de capi- tal agrícola, que, según se ha visto, no puede verse limitado por la propiedad del suelo, depende al mismo tiempo de la produc- tividad física media del capital y de las necesidades sociales de productos agrícolas susceptibles de ser satisfechas a los precios determinados por el valor de esos productos. En otras palabras, si se mantiene constante la tasa de renta, el movimiento del valor y el de la demanda determinarán la masa de renta absoluta.

Supongamos una disminución del valor. Si la demanda es elástica con respecto a los precios, el incremento de las canti- dades por producir puede requerir de un volumen constante, G incluso creciente, de capitales, a pesar del aumento de su productividad media. Como resultado, la masa de renta abso- luta se mantendrá constante o aumentará. Si, por el contrario, la demanda es inelástica, el volumen de capitales invertidos deberá disminuir -por eliminación de los capitales subproduc- tivos al nivel del nuevo valor regulador- así como la masa de renta absoluta.

Del mismo modo, un aumento autónomo de la demanda sin modificación del valor producirá una afluencia de capitales hacia la agricultura y un aumento de la masa de renta absoluta.

Es, entonces, la estructura del capital agrícola - e n relación con la del capital industrial-, de una parte, y el ritmo de su acumulación, de otra, lo que determina la plusganancia sectorial susceptible de ser transformada en renta absoluta.

¿De qué depende que esa ganancia sea transferida a la pro- piedad del suelo? Depende de la ((resistencia efectiva» que opon- ga la propiedad al capital.

2. La renta absoluta es el resultado d e la ((resistencia efectiva» que opone la propiedad del suelo

El límite superior de la plusganancia sectorial que puede ser lransformada en renta absoluta está, pues, fijado por el valor del producto. Pero, la renta absoluta efectivamente realizada ¿equivale a la totalidad de la diferencia entre el valor y el precio de producción, o solamente a una parte, y en este caso, de qué [amaño?

Para Marx, la pregunta reviste poco interés. Lo que le importa precisar es «la posibilidad de la renta absoluta sin que sea

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96 Christian Topa Sobre la teoría de la renta absoluta en Marx 97

violada la ley del valor»77. SU respuesta es, entonces, muy sido planteado con mucha claridad por P. P. Rey. Si bien no siva 78, pero acierta al señalar la paradoja: sporcionó una respuesta, Marx nos dejó una teoría de la

Puesto que, conforme al supuesto, la propiedad del suelo nada rep ta absoluta en la que esta última aparece como «fantasmal»,

sin el arrendamiento, carece de valor económico, bastará un aumento del precio de mercado por encima del precio de produc como la teoría de Ricardo, tampoco la de Marx logra explicar la para lanzar al mercado la nueva tierra de la peor clase79. ncia observada en los hechos (por los estadísticos) de una

absoluta de la tierra que, lejos de ser infinitamente pequeña, Ciertamente, la propiedad del suelo no está en condicione y fuerte. Por lo menos, no llega a explicarla mientras persigue, limitar ni el capital invertido, ni su producción; por 10 tant marco teói-ico nuevo, el objetivo de Ricardo: analizar la renta puede imponer un precio de monopolio a los productos. tierra sin salir del modo de producción capitalistas.

¿puede por ese solo hecho limitar la oferta de suelo e impon éste un precio mínimo?

El suelo no es un producto del trabajo y, por tanto, no valor. Si tiene un precio, es porque proporciona una renta

y, en cuanto rela-

propietario. Es por tanto la renta la que fundamenta su pre como relación de distribución. Pero ésta no

el suelo no tiene un precio de oferta autónomo como la do de producción capitalista, una relación de

mercancías que son ofrecidas a su precio de produ ccion que le sirva de fundamento, pues precisamente el tiene un «precio natural* por debajo del cual sería re rollo del capitalismo excluye a la clase de los propietarios

mercado o del proceso de producciírn. La propiedad del suelo sería S «una relación de producción entre dos clases no pro-

El problema, eludido por la mayoría de los autores marxis S, cosa que no tiene sentido»S4. S en el modo de producción feudal donde constituye una

77 «El único hecho que debo demostrar teóricamente es la de la renta absoluta, sin que sea violada la ley del valor iÓn de producción: la extorsión del plustrabajo de los punto central en torno al cual se libra la batalla teórica des sinos por los señores feudales, extorsión que se efectúa por cratas. Ricardo niega esa posibilidad; yo, por mi parte, la de la coacción político-jurídica. De ahí la conclusión En lo referente a la existencia de la renta absoluta del suelo, S

blema a resolver mediante estadísticas en cada país. Pero la de la solución puramente teórica en el terreno teórico aparece ta «capitalista» de la tierra es una relación de distribución del cuando se observa cómo en general los estadistas y los hombr de producción capitalista, y esa relación de distribución es el afirman desde hace treinta y cinco años la existencia de la luta del suelo, mientras que los teóricos (influidos por Ricardo) inte de una relación de producción de otro modo de producción por medio de abstracciones muy forzadas y teóricamente débiles, d cual está articulado el capitalismoa. trar su imposibilidad. Hasta el momento, he encontrado de manera tante que en esas polémicas los teóricos siempre se equivocan» (cart ede establecerse sobre esa base la exterioridad 'de la propie- Marx a Engels, 9 de agosto de 1862, Marx-Engels, 1845-95, p. 126, el su con respecto al modo de producción capitalista? yado es del autor).

78 «El que la renta sea igual a toda la diferencia entre el valo efectiva» que opone la propiedad del suelo al uso precio de producción o sólo a una parte mayor o menor de esa dife mismo ¿tiene necesariamnte su fundamento fuera dependerá por completo del estado de la oferta y la demanda y de ducción capitalista? tensión de ese nuevu territoriu incorporado al cultivo» (Marx, 1981, página 969, el subrayado es mío, C.T.). El ((estado de la oferta y la Veremos que no: tanto en la génesis de la renta absoluta da», es decir, el volumen de la demanda al precio determinado por omo en la formación de la rentas absolutas urbanas, fija, como hemos visto, el limite superior de la renta absoluta; que determina ala extensión de ese nuevo territorio incorporado tivon es el obstáculo territorial, que se manifiesta mediante un inferior de la renta absoluta. Esta ((explicación» exige otra.

79 Marx, 1981, vol. 8, p. 963. Es una crítica de Marx a Smith (Marx, 1974, vol. 1, pp. 507-8).

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Christian Topa1 Sobre la teoría de la renta absoluta en Marx

pueden intervenir dos tipos de «resistencia efectiva»: de parte, la resistencia opuesta a todo uso capitalista del S

una propiedad territorial que se valoriza en unas relac producción precapitalistas (2.1); de otra par de una propiedad territorial que se valoriza p capitalista determinada a otras producciones capitalistas (2

2.1. La renta absoluta como efecto de la valorización precapitalista de la propiedad del suelo

Las formas históricas de la génesis de la renta capital suelo son múltiples. Sin embargo, presentan un rasgo con la difusión de las relaciones de producción capitalist agricultura, todas las formas precapitalistas de renta son r cidas a los límites que impone el nuevo modo de producción renta del suelo. En adelante, la ganancia limitará a la renta, a la inversa 86.

Pero las condiciones históricas de la transición al capitalis varían según los modos de producción anteriores y las for políticas del cambio de dominio de clase en la sociedad. Al mo tiempo varía el contenido económico de la propiedad pitalista del suelo y, por tanto, la forma como se determin límites inferiores de la renta absoluta capitalista.

La disolución de la agricultura feudala7 produjo por doq

sólo se encuentra ya en relación directa -más exacta relación dineraria y contractual- con ese arrendatari modo se transforma también la naturaleza de la renta .. del plusvalor y del plustrabajo desciende a excedente por encima de la parte del mismo de la cual se ap explotador bajo la forma de la ganancia ... En lugar d la ganancia la que se ha convertido en forma normal renta ya sólo cuenta como una forma, autonomizada especiales, no del plusvalor en general, sino de una r nada del mismo: la plusganancia» (Marx, 1981, vol. 8, pp. 1017-18).

87 El término, como se sabe, es objeto de debate. Ciertos autores r van el concepto de feudalismo a las sociedades cuya institución pol esencial es el vasallaje, y designan a la institución económica que a pana al feudalismo pero también lo precede y le sobrevive con o cepto: señorío (Henri Pirenne, Marc Bloch) o sistema señorial (Max

una doble emancipación: liberó al trabajador agricola de los lazos que lo ataban a la tierra y al señor -sujeción personal propiamente feudal o extracción del plustrabajo mediante otras formas superestructurales- y, de otra parte, liberó a la tierra de los derechos familiares y comunitarios de los trabajadores agrícolas. La tierra y el trabajador se convierten ambos en mer- cancías. Pero las vías y los ritmos de la transición al capitalismo difieren profundamente según las regiones. En Europa, pueden distinguirse tres tipos esenciales de transicións8:

--- La «vía inglesa» o expropiación de los campesinos: los seño- res transforman sus derechos feudales en propiedad burguesa, expulsan a los campesinos libres y destruyen los derechos colec- tivos sobre la tierra. Los señores se convierten en rentistas, los campesinos en proletarios y el arrendatario capitalista en organizador de la producción. - La «vía francesa, o expropiación de los señores:, los campe- sinos se liberan de los derechos feudales y transforman sus dere- chos de uso del suelo en propiedad burguesa. Los productores directos se adueñan de los medios de producción; la aparición de las relaciones de producción capitalistas «clásicas» en la agricultura será lenta y limitada. - La «vía prusiana~ o transformación del señor en capitalista agrario: en esta vía de compromiso, el junker extiende progre- sivamente el dominio señorial, en adelante explotado de manera capitalista con miras al mercado, en detrimento de las tenencias campesinas; la agricultura campesina parcelaria proporciona una reserva de mano de obra semiproletarizada a la gran propiedad.

El análisis histórico permite descubrir otros tipos de transi- ción, mostrar sus complejas combinaciones en una formación social dada y, sobre todo, explicar, por medio de los desarrollos de la lucha de clases, su existencia real. Lo que aquí me interesa es indicar la variedad de usos precapitalistas del suelo con que se encuentra el capitalismo agricola. Cada uno de ellos constituye una forma particular de resistencia que opone la propiedad al uso capitalista del suelo, determinando, en consecuencia, de

rain y generalmente los autores marxistas), Se encuentra un reflejo de cse debate, por ejemplo, en CERM, 1974.

Sobre ese punto, el debate continúa también abierto. Por ejemplo, Max Weber opone la vía francesa a la vía inglesa y describe la vía pru- ciana como un compromiso entre las dos (cf. Weber, 1923, pp. 79-110). Albert Soboul distingue por el contrario una vía clásica (Francia e Ingla- lerra) de la vía prusiana y japonesa (cf. Soboul, 1976, pp. 9-22).

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manera específica el límite inferior de la renta absoluta ca talista.

Si bien Mam analiza ampliamente la formación de la pro dad terrateniente en la «vía inglesan de transición al capitalis también da indicaciones útiles sobre otra forma histórica obstáculo territorial: la agricultura campesina.

Existen otras. Como subraya Engels, la génesis de la r absoluta no es un «dogma económico,,89.

Sobre la teoría de la renta absoluta en Mar%

por los campesinos y la apropiación de su plustrabajo mediante la coacción juridicopolítica ejercida por el propietario del suelo 91.

La extensión del capitalismo en la agricultura choca, enton- ces, con la explotación feudal de la tierra y de los campesinos, desde un punto de vista doble.

De una parte, si los campesinos están sometidos a los dere- chos señoriales, la tierra está sometida a los derechos de los campesinos: no es libre. En la vía inglesa de transición, son los

La renta absoluta como efecto de la propiedad señorial señores quienes expropian a la población campesina g2. Desde En todos los casos en que el propietario del suelo no es el mi comienzos del siglo xvl hasta mediados del XVIII, el proceso llegó que 10 explota, hay renta del suelo. Por tanto, puede haber a a su término, desapareciendo por completo el campesinado in- damiento sin renta del suelo «en el sentido estricto de la dependiente, así como los derechos colectivos sobre la tierra. bra? sin renta capitalista. La renta (no capitalista) es ent De otra parte, la tierra y sus ocupantes están sometidos a los o bien una deducción sobre la ganancia del pequeño arrenda derechos señoriales. Las formas de la renta feudal son transfor- capitalista y/o sobre el salario de sus obreros, o bien una de madas profundamente por la revolución agrícola inglesa. Pero la ción sobre la ganancia y/o el salario del producto renta feudal subsiste: permanece como único obstáculo a la ha tomado la tierra en arriendo 90. Esas condiciones transformación capitalista de la agricultura 93. Al contrario de den al modo de producción capitalista, sino al mo los derechos de los campesinos, que deben ser destruidos por la ción feudal. violencia, el derecho de los terratenientes puede ser comprado

En consecuencia, la forma renta del suelo en dinero, com como contrapartida de la renta absoluta. a la agricultura capitalista y a la agricultura feudal en dec Pero el desarrollo capitalista de la agricultura va acompañado oculta una diferencia esencial entre los dos modos de pro de una transformación radical del modo de regulación de la ción: la renta feudal es la apropiación directa, por parte renta del suelo. La ley del valor se impone completamente en la propietario del suelo, del plustrabajo de los productores di formación de los precios agrícolas y suprime los componentes tos, mientras que la renta capitalista es la transferencia al de monopolio que subsisten como consecuencia de la inercia de pietario del suelo, por parte del arrendatario capitalista, la producción con respecto a los precios, y del carácter compar- excedente de plusvalor arrancado a sus asalariados sobre la timentado de los mercados. Además, la ganancia media del arren- nancia media. Los cambios de forma de la renta feudal datario, condición de la producción capitalista, también limita trabajo, en productos, en dinero- van acompañados del ma la renta. Así, la renta feudal, al convertirse en renta capitalista, nimiento de la relación de producción fundamental: la poses es «reducida a su justo nivel económico», pero su preexistencia de los medios de producción -y especialmente de la tierr histórica fija un límite mínimo elevado a la renta absoluta.

89 Engels lo subraya: «La génesis de la renta en diferentes paíse La renta absoluta como efecto de la propiedad campesina* incluso en un mismo país no me parece del todo que sea ese proc Es ésta una idea sorprendente, cuando se sabe que Marx consi- simple que imaginan tanto Ricardo como Carey. (...) No es un do $era ese caso como uno de aquellos en los que la renta abso- económico (...) Incluso puede haber lugares donde la renta naciera en forma descrita por Ricardo, otros en la forma descrita por Carey, y o luta desaparece, pues la propiedad del suelo no existe. aún que conocieran una génesis muy diferente (...) En Europa sep

91 Cf. Marx, 1981, vol. 8, pp. 995-1034 y los comentarios ya clásicos de trional, la renta no nació ni en la forma ricardiana ni en la forma E. Balibar (Balibar, 1966, pp. 212-22). reyana; surgió simplemente de las cargas feudales que la compet

92 Cf. Marx, 1975, vol. 3, pp. 891-928. redujo posteriormente a su justo nivel económico. En Italia, otro o

93 Obstáculo en cuanto pesa sobre los grandes arrendatarios, la renta distinto, ver Roma?? (carta de Engels a Marx, 19 de noviembre de eudal es por el contrario el gran proveedor de mano de obra en cuanto Ma~x-Engels, 1845-95, p. 245. El subrayado es del autor). pesa sobre las parcelas de los trabajadores agrícolas (Postel-Vinay, 1974). " Marx, 1981, vol. 8, p. 961.

94 Cf. Marx, 1981, vol. 8, pp. 1021-34.

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Christian Top Sobre la teoria de la renta absoluta en Marx

En efecto, la propiedad campesina es la propiedad terr condición vital de la existencia social de los campe- del productor directo, poseedor de la tierra y de los med s. Las condiciones de realización mercantil de los productos producción. En esas relaciones de producción, la ausencia izados anteriormente limitan las posibilidades de acumula- paración entre el trabajador y la tier del campesinado y se convierten en una traba permanente de la renta del suelo: el producto pue de la productividad y a la intensificación de los cul- de su valor. Además, la ausencia de separación entre el La agricultura se desarrollará, pues, por mucho tiempo jador y los medios de producción hace que éstos no sean amente movilizando una fuerza de trabajo importante y y que aquél no exija la ganancia media: el producto pu multiplicación de las explotaciones parcelarias. La vendido por debajo de su precio de producción. El límite in ampesina bloqueará, entonces, la capacidad produc-

de los campesinos, en forma de un exceso permanente de la anda sobre la oferta de tierras: como resultado, se eleva el io del suelo desmesuradamente en comparación con la renta rencial capitalizada. El precio de la tierra aparece como un

rio de la producción, que exige al campesino un anto importante de dinero. Ahora bien, la acumulación de

suministrada por el trabajo campesino. El límite infe tal dinerario por el campesinado es baja, y la masa de dinero precio del excedente comercializado disminuye en esa onible como capital de préstamo para el sector agrícola

nistrado al campesinado con vistas a la compra de tierra caica de capital usurario: el interés pagado al

iste, entonces, con un precio del suelo elevado. no existe efectivamente obstáculo territorial y, en consecue o sólo es paradójico desde el punto de vista del modo de la renta absoluta desaparece %. ducción capitalista, pero no de la producción campesina.

Sucede algo diferente en la «vieja Europa» donde la pr efecto, el precio del suelo no consiste,en ese caso en la capi- zación de la renta. El interés usurario representa, pues, la

una parte del plustrabajo del productor directo, talismo, la reforma agraria antifeudal de 1789-1794 ge asume normalmente, en la agricultura capitalista, la forma clase de campesinos libres cuyo modo de producción ganancia o renta.

A pesar de las apariencias, el mercado del suelo agrícola no 1 lugar de simples transferencias -diferenciales y que suma-

En efecto, en esas relaciones de producción la propieda dan cero- zntre los campesinos. Va acompañado de una

, con la tasa de interés, el precio del producto y

Así, cuando el capitalismo se desarrolle en la agricultura, se

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104 ?obre la teoría de fa renta absoluta en Marx

encontrará con la barrera de la propiedad campesina. Y la situación «clásica» inglesa, en la que se apoya en la p señorial para expulsar a las masas rurales, al tiempo siente en pagar a los terratenientes la renta ca base de la renta feudal que existía con anterioridad. Se t de una configuración histórica diferente, en la que la explota del campesinado debe pasar por la competencia entre los ductos de la agricultura capitalista. En esas condiciones precio elevado de la propiedad parcelaria puede imponer el 1í inferior de la renta absoluta capitalista g7.

Además, la agricultura campesina no ha sido siempre mente una explotación privada de la parcela privada. A ést articula la explotación privada de una propiedad social, lo rrenos comunales. Los derechos de la comunidad campe sobre las tierras comunales pueden constituir un obs estructural a la explotación capitalista de esas tierras tanto, contribuir a la limitación del libre acceso del capit tierra98. Según los países, ese obstáculo será superado ma menos rápidamente. En todas partes, ese proceso ha impli mucho más que una simple transferencia de plusvalor, a S

una lucha de clases intensa entre el campesinado y los nu propietarios del suelo: señores feudales transformados en tistas o empresarios agrícolas capitalistas.

2.2. La renta absoluta como efecto de la competencia entre cultivos capitalistas

La ((resistencia efectiva» que opone la propiedad del suelo, radora de la renta absoluta, puede provenir de la resistencia oponen modos de producción no capitalistas -feudal, c sino, etc.- al uso capitalista de la tierra. En ese caso, el inferior de la renta absoluta es determinado por la renta p pitalista o la apropiación usurera, progresivamente reducidas el desarrollo del capitalismo agrícola al nivel de la plusgan sectorial.

Pero, en el contexto mismo del nuevo modo de producc los usos capitalistas del suelo se hallan en competencia. Lo sucede ya en la agricultura se convertirá en un proceso f mental de formación de las rentas urbanas.

97 Cf. Figura 2.1. 98 Cf. Marx, 1981, vol. 8, p. 978.

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En efecto, el nivel de la renta capitalista del suelo en un tor dado se convertirá en el límite inferior de la renta par demás sectores si éstos deben competir por las mismas tie la competencia entre usos capitalistas del suelo es genera de renta absoluta.

Marx no desarrolla el análisis, pero asume las concl de Adam Smith en estos términos:

propiedad de la tierra, es decir, por obra de la propiedad del su

Se trata, pues, de un fenómeno de renta absoluta capital un sector, producido por la renta capitalista en otro El mecanismo, en sus aspectos esenciales, fue percibi mente por A. Smith, al analizar la competencia entre 1 ción de cereales y la ganadería lm. Este ejemplo nos per llegar a forrnulaciones más generales.

La hipótesis de partida es la utilización de ti para el trigo y de las tierras incultas para el ganado. El se logra en los dos mercados a través de las cantidades pr cidas en esas condiciones de uso del suelo y del capital, aun señala Smith, con una tendencia a que haya «más carne panu y a que el precio del pan sea amás alto» que el d El precio del trigo, sector de baja composición orgá pora una renta absoluta; el precio de los productos de 1 dería, sector de alta composición orgánica y de lenta ve de rotación, no la incorpora lol. Cuando la ganadería se 1 los terrenos incultos, los dos usos del suelo no entran en petencia.

Claro está, la venta del ganado al precio de producción supone la au de renta del suelo en las tierras de pastos. La introducción de la

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Christian To

Supongamos que aparece la competencia; poco importa se trata de cambios en las técnicas de cultivo, que permiten extensión de la producción de cereales a terrenos ces incultos, o de un aumento de la demanda de ganado lleva a la extensión de la superficie de las tierras destinadas ganadería, o de cualquier otro proceso.

Desde ese momento, la renta por el uso tivo de renta se convertirá en un elemento cio del producto en el uso menos productivo de renta. Smith, como para Marx, ese uso regulador es el cul más precisamente, del principal alimento vegetal, es decir, uso dominante del suelo lo2. Este va a regular la renta de to las otras producciones agrícolas, excepto si éstas producen renta superior, o si no pueden ser cultivadas en tierras desti bles al trigo.

En general, la renta en la producción de cereales es ma que en la ganadería, a causa de la relativamente del capital en esta última, según Smith 'O3, y de la relativame alta composición orgánica del capital, añade Marx lM.

En ciertas circunstancias, sin embargo, la renta dería puede ser más elevada, ya sea porque la escasez de destinadas a la ganadería lleva consigo una escasez de la y un alza de los precios del ganado (renta de mon mente transitoria), ya sea porque la renta difere tizales cercanos al mercado es elevada a causa de los co transporte, ya sea porque el precio del t producción realizada en el extranjero en condi

'O2 «Así, la renta de las tierras cultivadas para producir el alimento los hombres regula la renta de la mayor parte de 1 cultivadas. Ningún producto en particular puede te menor, pues la tierra sería inmediatamente destinada hay una producción en particular que rinda de ordi que la cantidad de tierra que requiere no basta para efectiva. En Europa, el trigo es el principal prod forma parte de la alimentación del hombre. Así, tancias particulares, la renta de las tierras dedica regula en Europa la renta de todas las demás tie 1776, p. 246). «... En el desarrollo de la renta partimos, como minante, de la parte del capital agrícola que produce los ali tales decisivos, que son, en general, los medios de subsistenci de los pueblos civilizadosu (Marx, 1981, vol. 8, p. 975).

lo' Smith, 1776, p. 231. 'O4 Marx, 1981, vol. 8, p. 976.

Sobre la teoría de la renta absoluta en Marx 109

rables la. En esos casos, la ganadería eliminará al cultivo de trigo en las localizaciones donde proporciona una renta superior.

Pero, ¿qué sucede en el caso general en que la renta del trigo cs superior a la del ganado? Las tierras cerealeras son sustraídas entonces a la ganadería, y la baja de producción que de ahí se deriva produce un alza del precio del ganado.

Si hubiera algo más que una compensación, el trigal sería convertido en pradera; y si no se obtuviera la compensación, una parte de los prados serían destinados al cultivo del trigo '06.

8 bien el alza es suficiente para estimular el aumento de la ganadería en las tierras no cultivables, lo que supone que la renta del suelo en esas tierras no absorbe esa plusganancia. En ese caso, hay eliminación de la ganadería en las tierras cerea- leras y regulación del precio del ganado por las condiciones de producción en las tierras no cultivables. No hay renta absoluta cn la ganadería; las tierras 'cerealeras no son destinadas a la ganadería más que si la renta diferencial de esta última es más alta que la renta total del trigo. Dicho proceso constituye la tendencia normal del capital si la cría de ganado puede incre- rnentarse en las tierras no cultivables por intensificación de las inversiones o por extensión, incluso internacional, de las su- perf icies.

O bien el alza del precio no trae consigo un aumento de la actividad ganadera en las tierras no cultivables, manteniéndose la competencia entre el trigo y el ganado en las tierras cerealeras. En ese caso, el precio del ganado se eleva hasta que puede pagar la renta que se paga por el cultivo del trigo, mientras que las tierras cerealeras destinadas a la ganadería se vuelven regula- cioras. Hay una renta absoluta de la ganaderia determinada por la renta total del trigo lm. De aquí se derivan dos consecuencias.

Por una parte, cuando las unidades ganaderas localizadas en las tierras cerealeras determinan el precio regulador del ganado, la renta absoluta en la ganadería aparecerá también en las tierras ganaderas no cultivables lW. Esta renta absoluta, nacida de la

'O5 Smith, 1776, pp. 232-33. Smith se expresa más concretamente cuando habla respectivamente de la «escasez de cercados», la «vecindad de una gran ciudad» y la «importación de trigo extranjero».

'O6 Smith, 1776, p. 231. 'O7 ES la situación representada en el esquema C de la figura 2.2. 'O8 Marx indica: «He aquí nuevamente, a diferencia de la renta del

grano, una renta diferencial en favor del suelo peoru (Marx, 1981, vol. 8, y?. 976). Me parece que la expresión se presta a confusión. Es verdad que c.1 nivel de renta en el «suelo peor» (para el cultivo del trigo) es idéntico al

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Christian Topa Sobre la teoría de la renta absoluta en Marx

competencia entre los usos capitalistas del suelo, se impo entonces en cualquier extensión del cultivo del trigo.

Por otra parte, al no estar determinada la renta absoluta la ganadería por las condiciones internas de ese sector desde el exterior por las condiciones de la producción de les, el precio regulador del ganado podrá ser un precio de polio que exceda al valor y al precio de producción: derá de la existencia y del importe relativo de la plusgana sectorial de la ganadería y del cultivo del trigo. La renta abs de la ganadería puede, por lo tanto, estar constituida por r de monopolio. Sin embargo, el movimiento del capital e ganadería tenderá a reducir esta anomalía mediante el aurn de la inversión y la producción, mediante el increment productividad y la baja de los precios lo9. En efecto, la de una plusganancia por parte de los ganaderos capit choca con la recuperación de las plusganancias por la propie del suelo, como en el cultivo de cereales que determina propia renta -al mismo tiempo su tasa de renta abso su tasa de plusganancia interna, y su masa de renta por la masa de capital invertido por unidad de su consecuencia, un incremento de la intensidad de c ganadería lleva consigo una baja de precios, incluso si pe nece constante la productividad: al ser fija la masa de absoluta, su tasa disminuye, así como su parte en el precio lador del ganado.

El ejemplo de la competencia por el uso del suelo ent trigo y el ganado permite formular una proposición más gen cuando hay competencia entre dos usos capitalistas del S

nivel de renta en el «suelo mejor» regulador (buenas tierras cereal convertidas en praderas), y por tanto eventualmente superior al d terreno de calidad intermedia (terreno marginal para el cultivo del no destinado a la ganadería. De ahí la idea de una «renta diferen Pero si hay diferencia de renta, ésta no es producida por una renta rencial propiamente dicha, sino por la desigualdad de las rentas abs (al estar determinada la renta absoluta en la ganadería por la renta en las tierras cerealeras que producen como tales una renta difere es mayor que la renta absoluta del trigo).

l* Es lo que indica Smith cuando muestra que después del alza d precios de la carne, debido al pago de la renta del trigo, «el uso de deras artificiales, nabos, zanahorias, coles, etc. y todos los demás rec imaginados para que una misma cantidad de tierra pudiera alim un número mayor de reses que las que alimentaban los prados na debieron de contribuir, por lo que parece, a que disminuyera superioridad que naturalmente tiene el precio de la carne sobre pan en un país bien cultivadon (Smith, 1776, pp. 233-34).

la renta en el sector que tiene una plusganancia más elevada cxmstituirá el límite inferior de la renta absoluta en el otro qector si éste no ha sido eliminado y, si lo ha sido, constituirá iin obstáculo a la producción y generará de esta manera plus- pmancia y renta absoluta.

En esta última hipótesis, algunas tierras son sustraídas al t*~~ltivo de trigo para ser destinadas a otros usos; el obstáculo territorial, generador de renta absoluta, tiene entonces un conte- tiido capitalista. Marx insiste en ese aspecto a propósito de los ierratenientes ingleses, es decir de la propiedad capitalista del huelo por excelencia:

Nada más absurdo que la afirmación de que el terrateniente no puede retirar sus tierras del mercado, ni más ni menos que el capi- talista puede retirar su capital de una rama de producción. La mejor prueba de ello la tenemos en las grandes extensiones de tierra fértil clue se hallan sin cultivar en los países más desarrollados de Europa, cn Inglaterra, por ejemplo; en los terrenos sustraídos a la agricultura por sus propietarios para dedicarlos o reservarlos a la construcción cle ferrocarriles y a la edificación o convertirlos en campos de tiro o cotos de caza, como en las montañas de Escocia, etc. 110.

Los ejemplos que cita Marx en ese pasaje y en otros se redu- cen a tres casos:

--- O bien la tierra cerealera es destinada a un uso que, local o generalmente, produce una renta más alta, como «solar para la construcción», «terreno de pasto» o <<plantando en ella bosques artificiales para dedicarla a la cazan. La renta más alta en esos tisos capitalistas se convierte en barrera para su destino al cultivo. - O bien la tierra es «dejada en reservan para esos usos que producen una renta mayor. La especulación se basa en la posi- bilidad futura de obtener una renta superior, que presupone pero que no crea; por el contrario, contribuye a elevar la renta en el cultivo del trigo H2.

'lo Marx, 1974, vol. 1, p. 472. '11 Cf. Marx, 1974, vol. 1, pp. 483-84, 494. 112 Que la retención especulativa tenga como objetivo elevar la renta en

general y no la del especulador en particular, me parece, por el contrario, iiiinteligible -salvo en el caso de un casi monopolio en el mercado de tierras. Sin embargo, es lo que sugiere Marx en este pasaje: «... en Ingla- [erra se sustrae artificialmente a la agricultura y al mercado en general tina gran parte de la tierra fértil, para elevar de este modo el precio de la parte restanten (Marx, 1974, vol. 1, p. 494. El subrayado es del au-

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Christian Topa10

- O bien la tierra proporciona una renta tan baja que el pietario prefiere destinarla a su propio consumo, conse como valor de uso -pero también como reserva del v «como una maleza romántica». Es ésta una situación comp mente diferente a las dos anteriores: el precio subjetivame atribuido por el propietario a ese valor de uso no puede regul socialmente la base de la renta absoluta.

3. Conclusión metodológica

Al término de un examen atento de la elaboración que hace Mar del concepto de renta absoluta, me parece sola conclusión: sub

limitan numerosos comentaristas, la renta absoluta sólo puede intervenir como una magnitud exógena, arbitraria. Las dudas enunciadas a menudo son ineludibies: ¿por qué no es nula? ¿Por qué no es tan elevada como lo permita la demanda? El ca- rácter inacabado de la teoría de Marx, especialmente en las formulaciones condensadas de El capital, le impide responder explícitamente a esas preguntas corrosivas, pero inevitables.

Lo que allí está en tela de juicio es la propia naturaleza teó- rica de las «categorías económicas» elaboradas por Marx, y que no son otra cosa que el concepto de relaciones sociales. La pro- piedad territorial y la renta absoluta no pueden ser concebidas más que en su relación con el capital, según el lugar que ocupen en unas relaciones de producción concretas. La tierra no es un

8 factor de producción, sino un elemento de la producción l13.

tor). ¡Bello altruismo el del terrateniente que se priva de ingresos para aumentar los de sus hermanos de clase!

l I 3 C. Bettelheim, comentando las tesis de A. Emmanuel sobre el ainter- cambio desigual» muestra los riesgos del retorno a la tradición clásica, precrítica, que encierra el análisis en la ilusión de la competencia: aLa sustitución de la noción de elementos de la producción por la de 'factores

Sobre la teoría de la renta absoluta en Marx 113

Antes de ser una apropiación de valor, la renta es el lugar de la propiedad del suelo en un proceso de trabajo y de producción.

Lo que hace que la renta absoluta sea limitada por la plus- ganan ese proceso de produ un mome sucede, la con- tradicción resultante inducirá una transformación a iniciativa del capital que privará aún más a la propiedad del suelo autó- noma de todo control sobre el proceso de producción. Eso es lo que está en juego en las luchas sociales cuyos resultados podrán por lo demás ser diversos.

Es la barrera interpuesta por las diferentes formas de piedad territorial a la libre disposición del suelo por parte capital la que fija el límite inferior de la renta absoluta en

ia efectiva que opone la pro- , sólo puede ser analizada al ncretas y no directamente en ferta. Cada tipo de propiedad

territorial opone al capital una resistencia específica, por lo que la renta absoluta dependerá de la historia y de la estructura de cada sociedad particular.

de producción' tiene un efecto teórico considerable: debido a esta susti- tución, el campo de los fenómenos monetarios se aísla del espacio relacio- nes de producción/fuerzas productivas. En consecuencia, lo que al nivel de la circulación aparece como «ingresos del trabajo» e «ingresos del capital» [podría añadirse: «ingresos de la propiedad del suelo», C.T.] no puede basarse en las condiciones materiales y sociales de la producción» (Bettelheim, «Observaciones teóricas», en Emmanuel, 1969, p. 307. El sub- rayado es del autor).

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3. DIFERENCIACION ESPACIAL DE LOS COSTES Y RENTAS DIFERENCIALES

LA DIFERENCIACION ESPACIAL DE LO S PRECIO S INDIVIDUALES DE PRODUCCION Y DE LAS TASAS DE GANANCIA LOCALIZADAS

En cada sector de la producción, cuando no hay un monopolio de mercado que lo impida, la competencia entre los capitales individuales -que toma la forma de competencia entre las mer- cancías producidas en las diferentes unidades de producción- establece un precio regulador de mercado: el precio de produc- ción social de la mercancía, suponiendo que ésta es homogénea en cuanto a su valor de uso.

El proceso de competencia socializa a posteriori los trabajos privados e impone un precio regulador uniforme a unas unida- des de producción en las que las productividades del trabajo son desiguales. Las relaciones de producción capitalistas hacen aparecer tales diferencias de productividad en forma de costes de producción, precios de producción y rentabilidad distintos para los diferentes capitales., La diferencia entre precio de producción social y precio de producción individual toma, en- tonces, la forma de una plusganancia.

Cuando esas plusganancias se originan en unas condiciones que el capital no puede reproducir o que se han configurado de manera desigual, y que están disponibles en un punto particular del espacio, se trata de plusganancias de localización suscepti- bles, según la estructura de las relaciones de producción, de conservar la forma de plusganancias de capital o de convertirse en rentas diferenciales de las que se apropia la propiedad terri- torial en cualquiera de sus formas. Esta transformación se lleva a cabo cuando la propiedad del suelo se vuelve un obstáculo a la libre inversión de capital en una localización dada que pro- porciona condiciones de producción favorables. La propiedad del suelo trae consigo, mediante la apropiación de la renta dife- rencial, la transferencia de las plusganancias de localización, la reducción de las tasas de ganancia internas de las unidades de

Diferenciación espacial de los costes y rentas 115

producción a la tasa media de ganancia y la homogeneización del espacio para los capitales individuales.

Para cada sector de producción, la configuración espacial de las plusganancias de localización es diferente según la natura- leza concreta del producto y del proceso de trabajo. La propie- dad del suelo, la monopolización del acceso a esas plusganan- cias, impondrá a los capitales una competencia que tomará la forma de una competencia entre usos alternativos del suelo. En ese proceso, los capitales se enfrentan entre sí y a la pro- piedad del suelo con el .poder adquisitivo» propio de cada uno de ellos, es decir, la totalidad de la plusganancia localizada que acepta transferir en forma de renta y que no incluye únicamente la plusganancia diferencial de localización.

Para analizar la formación de las rentas diferenciales será más cómodo dejar de lado los otros componentes de la renta total. No se considerará, por tanto, en este capítulo más que un solo sector de la producción, un solo uso del suelo, y se supon- drá que el precio del bien vendido está determinado por su precio regulador: una producción agrícola particular, la cons- trucción de edificios, un determinado sector industrial o un determinado servicio a la circulación del capital.

Los factores de diferenciación espacial de los costes y de los precios de producción no son desde luego idénticos en todos los sectores. Sin embargo, el método de análisis de la renta dife- rencial se elaboró a partir de una industria particular, la agri- cultura. Este análisis se centra en Ricardo y Marx, en la produc- ción capitalista de trigo, dominante en la agricultura inglesa de comienzos del siglo XIX, y en Von Thünen en la competencia entre los cultivos próximos a una ciudad. De ahí el diferente hincapié en uno u otro de los factores diferenciales (la fertilidad de los terrenos en los primeros, el coste de transporte en el segundo), pero nunca una limitación interna del método de análisis al sector agrícola. Marx lo señala:

Dondequiera que existe renta, la renta diferencial se presenta por doquier y obedece siempre a las mismas leyes que la renta diferen- cial agrícola l .

Plusganancias de localización y rentas diferenciales pueden ser analizadas en los mismos términos generales, cualquiera que sea la naturaleza concreta del proceso de valorización del capital que las origina: en todo proceso de producción capitalista, como

Marx, 1981, vol. 8, p. 983.

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Christian To Diferenciación espacial de los costes y rentas

en todo proceso de valorización de capital no produc varía con la utilidad que proporcionan las localizaciones a los que haya una diferenciación de los costes de «produc c-onsumidores finales y a las firmas. el sentido amplio de la palabra, segtín veremos) que contrario, se colocan en el sólido origen en unas condiciones no reproducibles y mon : la renta diferencial tiene sus raíces

para que aparezcan la plusganancia de localización las condiciones de la producción y es claramente diferente

diferencial. las rentas que aparecen en la circulación.

Así, el concepto de renta diferencial se constru de análisis ( 5 1) antes de mostrar

aportaciones de Ricardo *, Von Thünen y Mar lo a los usos no agrícolas del sue-

Es ésta una extraña amalgama de teóricos fundamentales se oponen. Ricardo, como se sabe, es el e preferido de Marx. El banquero inglés condujo a la ec política tan lejos como la burguesía capitalista de su La construcción del concepto de renta diferencial en la teoría podía desarrollarla como ciencia, deteniéndose ante la cu de la renta del suelo agrícola fundamental del origen de la ganancia, la extorsión del valor En cuanto a Von Thünen, su teoría económica cons S causas generales, independientes del capital, producen dife-

el modelo ideal de un capitalismo patriarcal y a aciones en el precio de producción agrícola: la «fertilidad» 6 la burguesía alemana que no ha hecho su revoluci S tierras y su «ubicación» 7.

Y, sin embargo, sus teorías de la renta diferencia a distribución desigual de los im- elementos que pueden ser incorporados a la teoría ma igual de la agricultura en las distintas la renta del suelo, como también -no sin algo de ribución del capital entre 10s arren-

en lo que se refiere a Ricardo- a las teorías neo razón es sencilla: el concepto de renta diferencial, La renta, relación social, no nace de la naturaleza, sino del que el de renta absoluta, es homogéneo con respe pitalismo en el seno de las formacio- ganancia y plusganancia. Sólo hace referencia a la dis sociales que tiende a dominar. Esta dominación es un pro- entre los capitales y la propiedad del suelo, de una que actúa en el tiempo y en el espacio.

transformada de plusvalor; por tanto, puede ser con na renta diferencial puede nacer, pues, de la pluralidad de nivel de las apariencias, ignorando el secreto de 1 ndo la agricultura, por ejemplo, com- de plusvalor, la naturaleza del capital como relación soci ta y un sector campesino: la mayor

explotación. origina una plusganancia si el precio Así, con sus contribuciones y con la de Marx, se constr del mercado está determinado por la productividad

teoría. Esta será objeto luego de extensiones empíricas -a ncia debe ser convertida en renta industrias- y de sofisticaciones formales -media talista se concentra en una región del lenguaje del cálculo diferencial- lo cual no resulta vo modo de producción no se haya Con 10s neoclásicos, también será objeto de una desnatu de todo el espacio, las plusganancias del capital apa- ción epistemológica importante: la renta se convertirá ondicionadas por la propiedad de las tierras ya con-

precio de un factor de producción cuya productiv y serán transferidas a los propietarios de éstas. smo modo, una renta diferencial puede nacer de la

Ricardo, 1817, PP. 45-49. del modo de producción capita- Van Thünen, 1826. os efectos del capital - e l alza de Man, 1981, vol. 8, PP. 791-1034. dad obtenida mediante inversiones adicionales- apa-

5 Sobre la crítica de Marx a Ricardo, véase en particular Mar% vol. 1.

6 Para un análisis de los supuestos epistemológicos del método d Thünen, véase Barnbrock, 1974.

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Diferenciación espacial de los costes y rentas 119

rece como el resultado de condiciones externas y se convi en el fundamento de la renta del suelo.

El régimen impositivo localizado produce también un efe diferencial. Si los demás elementos permanecen inalterados nivel de impuestos más alto por unidad de producto se añ al precio de producción social para fijar el precio regulador mercado. El impuesto infla el precio y constituye una deducci específica de plusvalor social, que disminuye otro tanto la t general de ganancia. Si, en ciertos puntos del espacio, los ductores pagan un impuesto más bajo por unidad de prod el Estado, como fuerza exterior al capital, hace surgir una p ganancia que puede ser convertida en renta diferencial. efecto no se produce si el impuesto es establecido sobre la re sobre las cantidades producidas o sobre el «valor añadidos. deducción fiscal es entonces uniforme por unidad producida no modifica la distribución espacial de las tasas de gananci

La enumeración, probablemente no limitativa a los ojos Marx, de esas causas particulares de la renta diferencial, mu tra la generalidad de la teoría y su capacidad de explicar p cesos históricos diferentes y complejos. Sin embargo, Marx c sidera la fertilidad y la ubicación como los dos factores es

4 ciales de la desigualdad espacial de las ganancias De hecho, él solamente estudiará la primera ( 5 1.1) 9.

estudiaremos la segunda con ayuda de Von Thünen ( 5

1.1. Fertilidad y diferenciación espacial de los costes de producción

Para una producción agrícola dada, los rendimientos físicos hectárea varían de una tierra a otra; esas diferencias, parecen ser el resultado de unas condiciones naturales, d desigual .productividad de la tierra., son producto de la hi ria y de la sociedad.

a

La fertilidad de un suelo agrícola no depende en forma recta de sus características químicas, topográficas o climáti ni el rendimiento de una mina de la estructura geológica subsuelo. Esos factores naturales sólo intervienen cuando

Marx dio primacía a la fertilidad e ignoró la ubicación; por tanto, inoperante para analizar la renta urbana. Esta opinión, que se encuen muy difundida, se basa en una lectura precipitada de El capital. Por ej plo, M. Allione: .La renta diferencial en el caso urbano se explica mej con la definición de Marshall que con la de Marx» (Allione, 1970, p. 4

técnica agrícola o la técnica de extracción los tiene en cuenta. Así, puede observarse que cada cambio de las fuerzas producti- vas y de las relaciones de producción en la agricultura produce una reclasificación de las tierras desde el punto de vista de su fertilidad relativa.

Además, el rendimiento agrícola depende de la «bonificación» del suelo por el trabajo, que modifica su composición, incor- pora infraestructuras de drenaje, irrigación, plantaciones dura- deras, etc. Cuando esas mejoras son realizadas en el marco del modo de producción capitalista, toman la forma de gastos de capital. Su carácter relativamente duradero puede hacer que el aumento de productividad resultante aparezca como un efecto de las condiciones naturales: esto es lo que ocurre en la agri- cultura inglesa «clásica» cuando el terrateniente se beneficia, al término del arrendamiento, de las inversiones realizadas por el arrendatario capitalista; es también lo que ocurre cuando el Estado se hace cargo de una parte de las inversiones en infra- estructura, pudiendo el propietario prevalerse de ellas frente al arrendatario. Así, los resultados del trabajo social, desde el mo- mento en que son apropiables de manera privada, se enfrentan al capital como «condiciones naturales» bajo la forma de la propiedad del suelo. Lo que ya es cierto en la agricultura llegará a ser evidente en la ciudad.

De esas diferencias de productividad del trabajo surgidas de condiciones externas al capital nacen las plusganancias, base de las rentas diferenciales. «La renta es siempre la diferencia entre los productos obtenidos por el empleo de dos cantidades iguales de capital y de trabajo», según la definición de Ricardo 10.

Así, las cantidades de capital invertido y consumido necesa- rias para producir una unidad de valor de uso varían de un terreno a otro y, en consecuencia, el precio de producción indi- vidual de la mercancía. Dado el precio de producción social, o precio regulador de mercado, la diferencia constituye una plus- ganancia susceptible de transformarse en renta diferencial.

lo Ricardo, 1817, pp. 48-9. Ricardo, como es sabido, sólo examina la renta diferencial.

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Christian Topa1 Diferenciación espacial de los costes y rentas

1.2. Localización y diferenciación espacial de los costes de transporte

Los terrenos no se diferencian únicamente por su fertilidad, ' también por su distancia al mercado, cuya expresión econó

es el coste de transporte del producto. Ese factor de renta es estudiado meticulosamente por

Thünen a partir del examen empírico de los elementos de co de los diversos cultivos en Mecklemburgo, donde dirige explotación agrícola. Sus hipótesis son conocidas: un mer central único, donde se determina el precio de cada produ rodeado por un territorio agrícola donde se supone que rendimientos son idénticos para cada sistema de cultivo. tanto, el espacio se diferencia únicamente por el coste de tr porte de una unidad de peso de un producto cualquiera.

En esas condiciones, Von Thünen resuelve simultáneament el doble problema de la formación del precio de cada product én el mercado central y en cada punto del espacio, y de la asi nación a cada suelo de sistemas de cultivos en competenci La determinación de la renta del suelo es la consecuencia.

Para un producto dado, su precio localizado será igual del mercado central, menos el coste de transporte a ese me cado. En cuanto al precio en la ciudad, equivaldrá a la sum del coste de producción y del coste de transporte en el terren más alejado:

El precio del grano debe ser lo suficientemente alto como para la renta del suelo de una explotación que soporta los mayores gas de producción de los granos y de entrega en el mercado, pero cu cultivo es indispensable para el consumo, no caiga por debajo cero ll.

como para que las comarcas alejadas no puedan enviarlos con ven- taja 12.

Como efecto de esta competencia, surgen alrededor de la ciudad zonas concéntricas, cada una de ellas especializada en un cul- tivo particular.

La renta del suelo para cada producto se establece en cada punto como una diferencia entre un precio único en el mercado central y un coste diferenciado por el coste de transporte. La teoría de Von Thünen es análoga a la de Ricardo en la hipótesis de fertilidades idénticas y localizaciones variables D.

Además el hecho de tener en cuenta una pluralidad de culti- vos le lleva a introducir la idea de una modificación de la renta por la competencia de los cultivos. En la frontera exterior de su círculo, allí donde un cultivo dado no proporciona más renta, el empresario debe, sin embargo, pagar la renta que proporcio- naría en ese punto el cultivo competidor 14.

2 Las rentas diferenciales urbanas

El concepto de renta diferencial se resume, pues, en lo siguien- te: los costes de producción (y, por tanto, los precios de pro- ducción) de una mercancía son diferentes según el lugar donde sea producida, mientras que su precio regulador de mercado (o precio de producción social) es único; en consecuencia, los capitales que se valorizan en localizaciones favorables obtienen plusganancias susceptibles de convertirse en rentas diferen- ciales.

Por coste de producción hay que entender el coste global de la mercancía en el lugar en que se pone a disposición del usua-

Cuando dos producciones (madera y centeno, por ejemplo) o d sistemas de cultivo (dos tipos de rotación de cultivos para pr ducir centeno) entran en competencia por el uso del suelo, pr valecerá aquél que proporcione la renta más alta, y, por tant aquél cuya parte de coste de transporte en el precio unitari en el mercado central, sea más alta.

Habrá que cultivar cerca de las ciudades los productos que teng un gran peso o un gran volumen con respecto a su valor, y cuy gastos de transporte al mercado central sean lo suficientemente altos

Von Thünen, 1826, p. 197.

l2 Ibid., p. 2. l3 Von Thünen, en la segunda edición de su obra, indica que no había

leído los Principios de economía política y tributación (1817) cuando la publicó por primera vez (1826) (ibid., p. 17).

l4 Además, Von Thünen comprueba un hecho que Ricardo ignora y que será el punto de partida del concepto de renta absoluta en Marx: existe una renta que no es nula en la frontera exterior del último círculo cultivado y, por tanto, una renta de naturaleza diferente a la renta dife- rencial. C . . . A igual fertilidad del suelo en las explotaciones, igual posición para la salida de los productos e iguales posibilidades de incidir en el valor de esos productos, el suelo origina una renta, siempre que no haya concesión gratuita de terrenos incultos. Debe existir, por tanto, una causa generadora de la renta del suelo más profunda aún que la evaluación de la ventaja de una explotación sobre otra» (ibid., pp. 199-200).

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Diferenciación espacial de los costes y rentas 123

rio; ello incluye los costes de transporte, ya sean internos proceso de producción (transporte de los medios y objetos trabajo) o se refieran al producto final (transporte al lugar de mercado).

Este concepto de renta diferencial incluye un gran núme de rentas particulares, formas transformadas de plusgananci nacidas de otros tantos factores diferentes; comprende en espe- cial las rentas diferenciales surgidas de la valorización d capital en la agricultura, así como en las diversas activid urbanas que producen ganancia.

En este análisis -que es el de Marx- la renta diferenci depende de los precios, y no a la inversa. En cuanto a los pr cios, dependen de las condiciones de la producción, y no d mercado.

Aun cuando la renta diferencial aparezca como un coste el capital separado de la propiedad del suelo, eso no es más una ilusión producida por la competencia. Adam Smith fue primero en señalarlo:

Por lo tanto, hay que observar que la renta entra en la composición del precio de las mercancias de una manera muy diferente a los salarios y las ganancias. La tasa alta o baja de los salarios y las ganancias es la causa del precio alto o bajo de las mercancias; la tasa alta o baja de la renta es el efecto del precio 15.

Y Ricardo expresa la misma idea de manera condensada:

El trigo no se encarece porque se pague una renta; por el contrario se paga una renta porque el trigo es caro

La renta diferencial es un efecto del precio. En cuanto al precio, es un efecto del costo, y más exacta

mente de la configuración de los costes individuales y de su proceso de transformación, gracias a la competencia, coste social único. La renta diferencial es, pues, tota ajena a las modificaciones de precios -transitorias o nentes- que se producen en la circulación y supone un precio uniforme de una mercancía homogénea.

Esta especificación de la renta diferencial es importante p distinguirla de otros tipos de renta cuyo proceso de formac es completamente diferente pero cuya apariencia es idéntica. también varían de un punto a otro del espacio.

l5 Smith, 1776, P. 226. M

Toda terminología procede de una convención y a ese nivel la discusión no reviste interés alguno. En mi opinión, es prefe- rible sin embargo que los términos utilizados remitan de ma- nera unívoca a conceptos claramente especificados. Por tanto, propongo utilizar el término de renta diferencial únicamente paradesignar las rentas determinadas por las desigualdades de

en el espacio 17. cen en las condicio- esta etapa del aná-

son enumeradas distinguiendo unas de otras, se tratará de establecer una tipolo- gía, tan exhaustiva como sea posible, de las rentas diferenciales. Cada forma, cada etapa de la valorización capitalista de la ciu- dad puede crear rentas diferenciales. Veamos cómo.

La explotación capitalista de la ciudad tiene su fundamento material en la producción de edificios; se supone que esta pro- ducción es llevada a cabo por un constructor que invierte para obtener una ganancia, Según la localización del terreno, variará la tasa interna de ganancia, siempre que el precio de venta del producto sea uniforme, pues los costes de producción Zocnliza- dos del terreno edificnble variarán igualmente.

El edificio podrá ser destinado a usos sociales diferentes; por tanto, los procesos de formación de las rentas diferenciales serán variables.

El edificio puede ser soporte de un consumo colectivo no mercantil (escuela, servicio público, etc.): no habrá, pues, for- mación de renta autónoma, ni siquiera al nivel de la producción del edificio. Será el nivel de renta formado por los usos capita- listas del suelo el que se imponga al agente (público) que sumi- nistra (de un modo no mercantil) el servicio.

Puede también ser el soporte de un nuevo proceso de pro- ducción de ganancia, convirtiéndose en componente del capital constante de un capital productivo (fábrica, taller, oficina de estudios técnicos, etc.) o en componente del capital de gastos

l7 Descarto, pues, por razones de claridad, dos acepciones del término, empleadas frecuentemente: - La renta diferencial como diferencia entre dos niveles de la renta provocados por el cambio de uso del suelo, efectivo o anticipado (cf. Al- quier, 1971, p. 82). En ese caso, se trata del cambio de nivel de la renta total. - La renta diferencial como ((renta de ubicación», o efecto de la diferen- cia de precios de los inmuebles según su localización. En ese caso, se trata de una renta de monopolio. Ese punto esencial será ampliamente discu- tido en el capítulo 4.

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124 %1iferenciación espcial de los costes y rentas 125

de un capital que no produce valor pero (comercio, banca, seguros, etc.). Si su localización genera tinente material que debe ser producido: el edificio. Y ésta tiene diferenciación de los costes ZocaEizados de explofación ca un soporte: el suelo, que debe ser edificable. fista del edificio, se forman plusganancias de localización, En un momento dado del desarrollo de la ciudad y de las pueden transf armarse en rentas. relaciones de producción en el sector de la construcción, se

Finalmente, el edificio puede ser objeto de traza la frontera de la zona urbanizable. Lo que define esta zona un valor de uso directamente utilizado para la reproducci no depende sólo de la reglamentación, sino también del hecho la fuerza de trabajo (o para el consumo de la burguesía de que, fuera de esa frontera ningún capital individual -ningún talista). En ese caso, no puede formarse ga promotor inmobiliario para dar una idea- puede valorizar su nancia, ni renta) en el proceso de consumo. capital en la producción de un edificio. Sin duda, podrá comprar produce en el nivel de la circulación una dife terrenos y esperar, o suscitar, la creación de condiciones que precios de la vivienda según su localización. Este hecho hagan la zona edificable; pero no podrá construir, al faltar a la tra la existencia de precios de monopolio, que no corre vez las infraestructuras materiales necesarias para la producción al análisis de la renta diferencial 18. y las condiciones generales necesarias para que el edificio sea

Está claro, pues, que existen dos tipos de plusganancias un valor de uso. No hay, pues, producción capitalista de edificios rentas) diferenciales en el contexto urbano: la que aparece ni renta urbana, a no ser por anticipación de una producción el momento mismo de la producción de los inmuebles y futura. que aparece en su utilización eventual para la producción Las rentas urbanas y, entre ellas, las rent S se- ganancia. gún el coste de edificabilidad de los terrenos onfi-

Las plusganancias (o rentas) diferenciales según el c gurarse en el interior de la zona urbanizable. localizado de del terreno edific En efecto, todos los terrenos edificables no lo son al mismo entre los niveles máximo y mínimo del capital consumido coste. Supongamos, lo que no es una simplificación abusiva en unidad de superficie construida para hacer e las condiciones actuales de la industria de la construcción, que teniendo en cuenta que el nivel máximo dete el coste de producción de un edificio de una calidad determi- producción regulador del terreno edificable nada, en un suelo dispuesto para ser edificado, no varía de un ficie construida). sitio a otro. Lo que, por el contrario, varía considerablemente

Las plusganancias (o rentas) diferencial es el coste de la transformación del terreno en suelo edificable. localizado de capitalista de 10s e - Según las condiciones físicas particulares del terreno, el coste ten entre 10s niveles máximo y mínimo del capital consu por unidad de tiempo para cada unidad de bien O servicio localizado de construcción del edificio podrá variar. Una pen- dido, teniendo en cuenta que el nivel máximo determin

diente muy pronunciada, un suelo arcilloso, lleno de piedras o conformado por terraplenes exigirán cimientos especiales; un precio de producción regulador del bien 0 servicio. suelo inundable hará preciso un drenaje, etc. Se trata en esos casos de condiciones naturales que minusganancias

2.1, plusganancias (rentas) diferenciales según el coste mientras las condiciones sociales de la urbanización no barran

localizado de producción del terreno edificable el obstáculo incrementando en forma suficiente los restantes componentes de la renta. Basta ver los increíbles edificios cons-

~1 conjunto de las actividades urbanas, trátese de producció truidos sobre pilotes de hormigón en pendientes vertiginosas en ,*

de ganancia o de consumo final de valor de USO, exigen un c Génova, o en terrenos artificiales ganados'al mar en las zonas de balnearios de lujo, para comprobar que el coste localizado de

18 En un texto precedente (Topalov, 1977, p. 4341, analizaba la renta q construcciÓn puede ser muy alto sin que por ello desaparezcan resulta de la diferenciación de los costos de uso localizados de la vivien las plusganancias y la renta total. como una renta diferencial; confundía lo que corresponde a la producci y acumulación de capital con lo que corresponde al gasto del ingreso- - Si el terreno está ocupado por un edificio, hay un coste

de demolición. Este, proporcionalmente bajo, constituye sin em-

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bargo un elemento de plusganancia diferencial trucción de la red viaria interna del conjunto inmobiliario se ser convertido en renta, en los terrenos no construidos- sumará la construcción o la remodelación de las vías de acceso. - Algunas veces, los ocupantes son más resist Así, Y sólo en la medida en que estos costes sean privados, se

edificios. Cuando la correlación de fuerzas sociale originarán plusganancias diferenciales en 10s terrenos ya urba- presada en el Derecho que la refuerza e incluso 1 nizados, que podrán transformarse en rentas. ya este Derecho ha cambiado 19, confiere a 10s La extensión de la zona construida, que implica generalmente suelo o a 10s inquilinos de los edificios una stes sociales crecientes de infraestructuras urbanas, ¿pro- propiedad, éstos se encuentran en condicione la elevación automática de ese tipo de renta dife- marcha les sea indemnizada. Hay, entonces, el tejido urbano ya equipado? Eso depende de las sahucio. Este coste determina la renta más de 10 que está iciones sociales de la urbanización y más precisamente de] minado por ella, pues se halla ligado al USO anterior del de infraestructuras socialmente requerido, así como de la y no al nuevo uso que produce una plusganancia localizada a de financiación de esas infraestmcturas. alta. Los arrendatarios de las zonas periféricas en vias de En efecto, se puede -O se ha podido- construir edificios nización, los inquilinos -residentes O comerci onsiderados como utilizables y, por 10 tanto, ven- de la ciudad, al resistir a su desalojo contri raestnicturas. El ((vertido directo» sólo se impone el nivel de plusganancia, pero no se benefi a reglamentaria -que expresa una exigencia social- SU parte sólo es determinada indirectamente París a finales del siglo XIX, y las parcelas del extrarradio, en renta total en la medida en que, cuanto más eríodo de entreguerras, estarán desprovistas en toda su más fácilmente podrán aceptar el propietario y el ~ r o m o t realización. Las extensiones urbanas «ilegales», coste de desahucio cercano al coste de reconstitución del construcción o conjuntos inmobiliarios privados, de uso del que son despojados 10s inquilinos. lis como Lisboa, Barcelona o Nápoles se desarrollan - u n terreno, para ser edificable, actualment día sin red viaria interna, y a menudo sin sanea-

dotado de infraestructuras: debe estar bordeado 0. Sólo después -después de la producción privada y la a veces provisto de una red interna empalmada al tia- 1% reivindicaciones de los habitantes obligan a las ral de vias públicas; debe estar comunicado con vidades públicas a financiar las infraestructuras. abastecerán de (gas, electricidad) y agua de urbanización del suelo entre el y con las que asegurarán la evacuación de aguas públicos es esencial para la deter- tarillado). Si el terreno no está equipado con las i cial originada por esos costes. Uní- consideradas socialmente necesarias y el capital priva

urbanización es tenido en cuenta financiarlas total o parcialmente, hay un coste de urba ar el nivel de plusganancia: si el Estado paga las infra- de2 suelo. cturasJ Para el capital se trata de un regalo «de la natura-

Este coste es bajo en ciertos puntos del es aduce el mismo efecto que si las infraestructuras

alto en otros. Para una construcción determina nterioridad a la intervención del capital. Subsis-

urbano denso, equivaldrá al costo de conexión con las go, una diferencia importante: cuando existen las

instaladas, mientras que la calle que 10 comunic estructuras, la transferencia de las plusganancias resultan-

una operación inmobiliaria en la periferia, la la propiedad del suelo es prácticamente inevitable. Cuando

terreno supondrá costes elevados: a tado las realiza para el promotor, éste está en mejores con- para conservar la plusganancia. redes de alcantarillado y electricidad se añadirá la cons

de una estación depuradora y de un transformador: a S posible extraer dos conclusiones de este análisis: 0 más elevado es el nivel socialmente requerido de las

1s pensemos, en Francia, en la extraordinaria longevidad de 1 cturas, más elevado es el coste (que se supone privado) 1948, que atribuye a 10s inquilinos de las viviendas construidas u realización en los terrenos que no las poseen, y mayor es su promulgación el derecho a permanecer en ellas.

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128 Diferenciación espacial de los costes y rentas 129

la renta diferencial en los terrenos que existen con anteriori a la construcción. fundamental, pues el sistema fiscal y el importe del impuesto

Cuanto más importante es la parte del coste de urb a de arbitrario. Los

financiada con fondos públicos, menor es la renta d determinados por el im-

en los terrenos ya equipados. Sin embargo, esto sólo

ugar de su valorización. En con-

urbanización localizado) y no selectivamente a algunos de mar en coste privado, mediante (lo que no modifica ya los niveles de plusganancia en el «coste social» de las operacio- junto de la aglomeración, sino el nivel de plu e un impuesto localizado que promotores privilegiados). Además este efect estrictamente la variación espacial del gasto públicou.

diferencial según el coste de urbanización del constituye la base de una dife- para nada en el comportamiento de los otr ación espacial de los costes de producción de los bienes y, por lo tanto, de la renta total. biliarios: algunas localizaciones ofrecerán, pues, al capital

Las operaciones de construcción soportan en la mayorí y la propiedad del suelo : arse de una renta diferencial

I

renta. No se trata de los impuestos fijados de manera unifor ismo sentido 24. En los centros urbanos el coste de urbaniza-

independientemente de la localización. Así, el impuesto indi del suelo es generalmente bajo; reducido al mínimo por las e

to20 constituye un impuesto «neutro» que s on las redes), los fondos pú- tantes costes y que el capitalista incluye como parte a parte en las operaciones de final. Asimismo, los impuestos sobre la ganancia -ya los resultados globales de varios program conjunto de los ingresos reales de los agent la diferenciación espacial de las ganancias. - Por el contrario, cuando el impuesto varía sistemáti esforzará por hacerse cargo de la parte más pequeña posible según la localización -y se aplica a todo los costes de infraestructura; sin embargo, las colectividades

genera un coste fiscal Zocalisado, base de pl ciales susceptibles de transformarse en renta. fuerte se integra en el precio regulador d localizaciones en que la presión es más déb cias. Ocurre esto cuando se trata de un imp n los años 60. Una excepción notable: del gasto público local que varía de una zona a otra, o cu a en el centro de la ciudad. el impuesto se calcula sobre el volumen o la naturaleza de promotores privados realizadas en construcciones *. Las localizaciones gravadas por debajo se se, se observan los siguientes costes

nefician de una renta creada por el impuesto. Sin embargo, ese mecanismo se basa en una realidad

Por ejemplo, el impuesto local de equipo.

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130 Christian Top Diferenciación espacial de los costes y rentas 131

Los resultados de la correlación de fuerzas -de múlti es la base de las rentas diferenciales según el coste de edifica- componentes- cuando se estabilizan para amplias zonas de bilidad- sino también un nivel dado de su coste de utilización. aglomeración * y se imponen a todos los promotores, o po Cuando el edificio es el soporte de un proceso de valorización menos a la mayor parte de ellos, llevan a la formación de del capital, su uso -su consumo- es productor de ganancia y ganancias permanentes para todas las zonas que no sean las localizaciones pueden generar una diferenciación del coste llas en las que el coste global de edificabilidad es mayor. de su explotación capitalista. sistema espacial de plusganancias evoluciona entonces con Los factores espaciales de variabilidad de los costes deben red pública de infraestructuras, mientras que los precios d ser examinados sector por sector y exigen un análisis profundo suelo tienden a absorber' la totalidad de ese tipo de plu de las condiciones de formación de las tasas de ganancia pro- nancias. pias de cada fase de la división del trabajo y de la concentración

La estrategia del capital y centralización del capital: ese análisis desborda el marco del renta consiste generalmente nto, indiquemos de manera formal de infraestructuras -generadoras de plusganancias ya ariación de las tasas de ganancia

radas a los precios de ofe menos o poco equipadas. uctiva, el coste localizado de los las plusganancias potenciales son en esas zonas más bajas a una actividad no productiva (de las. De hecho, esa estrategia es racional si el promotor está S e ganancia, el coste localizado del ro de que la colectividad pública se verá obligada a financiar rían en el espacio. Unas veces la parte importante de las infraestructuras que haya hecho n turalezan proporciona «gratuitamente» una reserva de valo- saiias la operación privada. Un proceso como ese puede llev de uso (minas, energía hidroeléctrica, petróleo, canteras, a cabo tanto en forma de la evidente anarquía urbanística cre etcétera); otras el coste de transporte de los medios de produc- por una multitud de pequeños y medianos promotores, como ciBn entre su lugar de producción y su lugar de transformación forma de «operaciones concertadas» entre la gran promoc ntribuye a diversificar el espacio desde el punto de vista de monopolista y el Estado 25. En ambos casos, e indudableme tasa de ganancia: ese factor afecta en particular a las mate- con mayor «eficacia» en el segundo, la ley de la renta da 1 S primas y, en menor medida, a la energía. La variabilidad a estrategias de localización destinadas a negarla, es decir, a pacial de las tasas de ganancia será tanto más fuerte cuanto pedir la transferencia de las plusganancias a la propiedad s alto sea el valor de los consumos intermedios en el valor suelo. producto final, cuanto más bajo sea el valor por unidad

a de consumo intermedio, o cuanto más alto sea el coste de sporte por unidad de distancia.

2.2. Plusganancias (rentas) diferenciales según el coste - Asimismo, el coste localizado de expedición del producto ,

localizado de explotación capitalista de los edificios final será diferente según las localizaciones respectivas de la producción y la comercialización.

La localización de un edificio no produce solamente un - El coste fiscal localizado sobre las actividades económi- dado de su coste de producción - cuya diferenciación espa as puede también variar sistemáticamente según las zonas de

aglomeración, determinando una plusganancia diferencial en neficio de las localizaciones en las que es más bajo. Sin em-

* Se ha decidido traducir el tér ñ01 «aglomeración», y no por otro, para las actividades susceptibles de desplazarse fácil- terización y los criterios de defin en el espacio, y cuando el precio regulador es fijado por tanas aún no está concluida. Cf. iones de valorización determinadas fuera de la aglomera- el concepto de área metropo 141, 1975 (N. del T.).

, el impuesto localizado puede generar no una plusganancia

25 Por ejemplo, el procedimiento en las Zonas de Urbanización Con ara las unidades gravadas por debajo de la media, sino el des- tada vinculadas por convenio. lazamiento de las unidades gravadas por encima de la media.

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Diferenciación espacial de los costes y rentas Christian Topa1

riera decisiva en las tasas de ganancia determinando v Mientras que estas últimas continúen regulando el precio, el ' localizadas de rotación del capital. puesto localizado será un factor autónomo de renta; de no así, el impuesto se convertirá en deducción sobre los restante

Este factor es fundamental para todas las actividades capita- listas en las cuales el ttproducto~ vendido no es distinto al pro-

componentes de la renta que constituyen su límite supe La práctica fiscal del Estado reconoce empíricamente este lí

ceso de trabajo que 10 suministra. Puede pensarse tanto que la noción de «servicios)> no es pertinente para determinar el lugar

al distinguir el impuesto de rendimiento (que supone la pe nencia espacial de las actividades y es inferior a la plusganan de una empresa en el conjunto del proceso de producción, circu-

localizada) del impuesto de incentivo: al co lación y acumulación del valor, como que tiene un significado

es superior a la plusganancia localizada y, propiamente conceptual para el análisis de las relaciones entre el espacio y las tasas de ganancia.

de renta en otro lugar), o en el momento de la instalac impuesto puede, entonces, ser nulo o ser

En efecto, si el proceso de trabajo y el de consumo son una cosa, entonces la producción y la realización de la

subvención, factor de renta aquí). ia se llevan a cabo simultáneamente in situ. Desde ese - Finalmente, el coste localizado de la fuerza de traba omento, la localización de la actividad determinará -a precio contribuirá a determinar el coste de producción localizado anancia constantes por unidad de servicio vendido- la masa por tanto, el nivel de la tasa de ganancia. Dentro de una aglom ganancia realizable en un punto determinado para una can- ración concreta, este elemento no variará salvo que el establec ad dada de capital de gasto invertido. La renta de 10s comer- miento de ramificaciones espaciales de mano de obra permit S del centro de la ciudad tiene, entonces, su principal fun- reforzar la posición de mercado de los vendedores o de mento en la rápida rotación del stock y en la importancia del compradores de fuerza de trabajo. Por el contrario, las varia olumen de ventas por m2 de superficie comercial utilizada 26.

nes serán considerables de una aglomeración, región o pais En otros términos, las tasas de ganancia podrán variar en el otro. acio en función de las velocidades de rotación desiguales del

Sin embargo, esos elementos de di ital invertido. Y en ese caso, las condiciones externas al capi- ganancia localizada segun los costes ra que determinan tales variaciones no pueden ser reproduci- cuencias pertinentes en términos de rent S, pero sí monopolizadas; constituyen la base de plusganan- el precio regulador de mercado de productos reproducibles S de localización permanentes que pueden ser convertidas se fija generalmente en el nivel del precio individual más renta diferencial. vado: o bien, en caso de competencia entre los productores libre inversión en el sector, tiende a fijarse en el precio m de producción social, determinado por las condiciones me LA DIFERENCIA ESPACIAL DE LAS MASAS DE GANANCIA de productividad y de tasa de ganancia; o bien, en los sect POR UNIDAD DE SUPERFICIE

fuertemente concentrados, se fija sobre la base de la tasa ganancia monopolista y puede distanciarse por largo tiempo base de la renta diferencial es la plusganancia de localización nivel determinado por los costes. En todos los casos, el pr e proviene de una diferenciación en el espacio del precio de y las estructuras del sector deferminarán no u oducción de una mercancía homogénea, en virtud de unas permanentes, sino más bien el movimiento ndiciones de valorización exteriores al capital. Pero la tasa y

En efecto, si las condiciones exter masa de ganancias localizadas no varían solamente en función hallan diferenciadas en el espacio, las esas condiciones exteriores, sino que dependen también de la

bles en un momento dado pueden ser en general reproduc tidad de capital invertido en el proceso de valorización.

por el capital, no invirtiendo para mejorarlas in sita, sino plazándose. Y no existe obstáculo estnict~ral a ese despl

Podrá añadirse a ese factor de renta diferencial (o sustituirlo) la tica del precio de monopolio, especialmente para los productos de

miento, por lo menos para los capitales dominantes. o los servicios vendidos en los «barrios elegantes» o en las zonas de

- por el contrario, la localización puede intervenir centración de asalariados.

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Christian Top Iliferenciación espacial de los costes y rentas

El capital «crea» la ganancia: estamos en el modo de - que, por tanto, es conveniente designar a ese proceso por ducción capitalista. Aun cuando ciertas condiciones que rin término adecuado a su contenido, que no designe un tipo de puede reproducir parcial o totalmente como capital indivi particular, sino un movimiento que afecta a todas las modifiquen su nivel de rentabilidad y originen plusga en ciertas condiciones de las relaciones de producción: que el monopolio de esas «condiciones exteriores» hará emento de las plusganancias localizadas (rentas) como fijen como rentas, es el movimiento del capital el que nsecuencia de la intensificación de capital. mina la producción de ganancia.

De ahí la necesidad de realizar el análisis simultáneo de Esta discusión será llevada a cabo, primero estudiando de dos elementos determinantes de la renta: el capital y sus co ca el concepto de renta diferencial 11 en Marx ( 5 l), y luego ciones exteriores de valorización. Es lo que acabamos de ha aminando los intentos de transposición del concepto a la renta en relación con la renta diferencial.

Sin embargo, Marx, en el estudio de la renta agrícola liza la renta diferencial en dos fases: primero, partiendo hipótesis de una igualdad de capital invertido por unidad Las «dos formas» de la renta diferencial en Marx perficie y, después, haciendo variar el capital. No es un sim procedimiento de exposición, pues los dos momentos de la de e ha visto que el análisis de la renta diferencial agrícola, cuyo minación de la renta diferencial son definidos por Marx arrollo formal concierne a todos los tipos de renta diferen- dos «formas» de ésta: la primera, debida a las diferencias no tiene ninguna necesidad de distinguir dos «formas» si tilidad (de ubicacion, etc.) entre los terrenos; la segunda, ene en cuenta simultáneamente la diferencia de fertilidad a las diferencias en la distribución del capital entre los ar e ubicación) de los terrenos y las diferencias entre los datarios 27. Y cuando Marx utiliza el concepto de «forma», sie pitales invertidos en cada uno de ellos. pre designa una relación social que se expresa en una categ La distinción hecha por Marx puede aparecer en parte como económica. ecto de un método de exposición que, al no disponer del len-

Ese concepto de «renta diferencial II» ha sido «aplica aje de la formalización matemática -y, especialmente, del reiteradamente al análisis de las rentas del suelo urbano lculo diferencial- se ve obligado a reflexionar separadamente haber precisado de manera suficiente el contenido exacto d re el caso de los capitales iguales invertidos paralelamente relación social que designa y, en consecuencia, sus condicio terrenos diferentes (variaciones del producto en función de especificas de utilización. fertilidad, con capitales iguales), y después sobre el de los

Ahora me propongo demostrar: pitales iguales invertidos sucesivamente en el mismo terreno

- que el concepto de «renta diferencial II» sólo es p ariación del producto en función del capital, con fertilidades

nente teóricamente para las relaciones de producción analiza por Marx: las de la agricultura capitalista inglesa «clásica» Por lo demás, puede decirse que la renta diferencial I es la - que ese concepto designa un proceso gener Ricardo, y que la renta diferencial 11 es la que él olvida 29, en

cierne a todos los tipos de renta y no solamente a la preocupación por establecer la necesidad del alza de precios

rencial como Marx deja suponer en El capital: la v trigo y de las rentas, y, por tanto, el descenso de las ganan-

la renta total por unidad de superficie en función d y de la acumulación si, por desgracia, las Corn Laws no

de capital invertida por unidad de superficie. ieran sido derogadas. Es cierto que Ricardo no consideró S efectos producidos en el precio regulador del trigo por el

27 Marx, 1981, vol. 8, pp. 865-78. aso a la agricultura intensiva; y Marx puede demostrar fácil- 28 «... Inglaterra, el país clásico del modo capitalista de producción

la agricultura» (Marx, 1981, vol. 8, p. 869). «Para el régimen de producci 29 «De aquí se desprenden las complicadisimas combinaciones a que da moderno, capitalista, la concepción inglesa [de la propiedad del su lugar la renta diferencial en general, y en especial la forma 11 junto con agrícola, C. T.] es, en este aspecto, la concepción clásica» (Mam, 19 forma 1, mientras que Ricardo, por ejemplo, la trata en forma unilateral vol. 1, p. 430). como una cuestión sencilla» (Marx, 1981, vol. 8, p. 872).

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136 Iliferenciación espacial de los costes y rentas

- por otra parte, la masa de ganancia (y de plusganancia) r unidad de superficie no será idéntica, al ser diferentes la

gracias a la renta diferencial I 31. oductividad y la masa de capital.

Lo esencial de la distinción entre esas dos formas no ra análisis de Marx sobre la renta diferencial 11 le permiten pues, en ese punto; reside en el hecho de que dos tipos de consecuencias de la desigualdad de en cuanto a la formación de las plusganancias, se diferenc sin embargo en cuanto a su conversión e las relaciones de producción de la agricultu a lógica abstracta de una función de varias variables lo que

diferencia, sino la realidad de las relaciones de producción.

1 .l. Desde el punto de vista de la formación de la plusganan las dos formas de la renta diferencial son idénticas formas de la renta diferencial se distinguen, en la

Marx es explícito en ese punto: agricultura capitalista clásica, desde el punto de vista de la conversión de la plusganancia en renta

S son las relaciones de producción en la agricultura capi- «clásica», observables en Inglaterra a comienzos del si- ? El terrateniente (propietario de la tierra) la alquila al

mismo suelo cumple, para un capital sucesivamente inver diferentes porciones, la misma tarea que desempeñan en I capitalista (propietario de los medios de produc- tes tipos de suelo para diferentes partes del capital social, y del fondo de salarios), el cual valoriza su capital explo- magnitud, invertidas en ellos 32. o al proletariado agrícola («propietario» únicamente de su

bajo). El arrendatario capitalista organiza el pro- de producción, al cual es ajeno el terrateniente. La ganancia plusganancia) es el ingreso primario del capitalista, quien

a otro, es evidente que la productividad marginal del cap fiere una parte de ella al terrateniente en forma de renta. en un terreno dado varía con el volumen total de capital i renta del suelo, no puede ser superior a la plus-

ancia y mermar la ganancia media, por lo menos en forma adera. En ese límite, ¿cuál será su importe? Ello depende

si la masa de capital invertido no es la misma: una batalla, representada por el concepto de «renta dife-

- por una parte, la tasa de ganancia (en este caso, de ganancia) no será idéntica, al ser diferente la producti media del capital;

30 Marx, 1981, vol. 8, pp. 889-907. 31 Mam, 1981, vol. 8, pp. 842-47. de la renta es determinado al inicio del periodo de 32 Marx, 1981, vol. 8, p. 870. ento y permanece constante mientras dura éste. 33 Entiendo por esta expresión la medida de la relación entre cantida

físicas: el trigo, por una parte, los medios de producción y la fuerza trabajo, por otra. Cuando esas fuerzas productivas toman la forma de pita1 en el modo de producción capitalista pueden ser expresadas en minos de valor como capital. Esto no implica para nada una teoría d productividad de los factores.

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Ckristian Topalov

nal, aunque sea de productividad marginal decreciente, m tras le proporcione por lo menos la ganancia media. En efe durante el período de arrendamiento, parece como si la pro dad del suelo no existiese para el capitalN.

Desgraciadamente para el arrendatario, el terrateniente ve a aparecer al final del período de arrendamiento: por parte, se apropia de las inversiones de capital ya incorporada la tierra -y de las plusganancias diferenciales que se despr den de ellas-; por otra, exige una renta correspondiente a agricultura más intensiva que ha desarrollado el arrendata en el período precedente.

Es el proceso que impone el paso de la agricultura extens a la agricultura intensiva en las condiciones del capitalis cola «clásico». El nivel de la renta diferencial en una de tierra dada es fijado por la productividad media en u teniendo en cuenta el tipo de tecnología agrícola domina En un primer momento, el nivel de la renta es fijado por condiciones de producción de la agricultura campesina pa laria, obteniendo los primeros arrendatarios capitalistas plusganancia mediante una agricultura extensiva, pero, sin bargo, más rentable: el desarrollo desigual del capitalismo en agricultura beneficia, entonces, al capital35. Pero la renta te derá a ajustarse al nivel de las plusganancias producidas por las nuevas condiciones de valorización. La reacción de los arrenda- tarios será el paso a la agricultura intensiva que, de nuevo, lle- vará al alza de la renta, y así sucesivamente.

El arrendatario lucha, pues, por disponer libremente de 1 tierra durante el mayor tiempo posible; el terrateniente lueh por controlar el uso del suelo, por imponer una inversión y un producción que engendren la mayor masa posible de plusg nancia -elevando la renta y limitando el período de arrenda- miento. El terrateniente, aparentemente eliminado como orga-

34 «Un arrendatario puede invertir capital adici damiento ... Si el precio de mercado (y al mismo suelo) le permite obtener un plusrendimiento co él mismo se embolsará esa plusganancia durante de arrendamiento. Pero, ¿por qué? Porque dura trato de arrendamiento ha desaparecido la barr suelo para la inversión de su capital en el suelo, nas 956-57).

«Esta circunstancia hace que los arrendatarios realmente capitalistas sean capaces de apropiarse de una parte de la plusganancia; cosa que no ocurriría (...) si el modo capitalista de producción estuviese tan desarro- llado en 1; agricultura comoen la manufactura, (Marx, 1981, vol. 8, p. 869).

Diferenciación espacial d e los costes y rentas 139

nizador del proceso de producción, tiene sin embargo un peso en este último.

La «segunda forma de la renta diferencial» en Marx es el concepto que expresa la relación social por la cual el capital trata de liberarse de la propiedad del suelo mientras que ésta lucha por retener una parte del control del proceso de produc- ción. La expresión, el instrumento y lo que está en juego en esta lucha, es la «renta diferencial II».

Una consecuencia importante del proceso es el aumento de la masa de plusganancia (de renta) por unidad de superficie a medida que se incrementa el capital invertido por unidad de superficie, aun cuando desciendan las tasas media y marginal de ganancia localizada dentro de los límites de la tasa media de ganancia, por debajo de los cuales el arrendatario no in- vierte más.

1.3. La especificidad del concepto de «renta diferencial II» y sus condiciones de generalización

El concepto de renta diferencial 11, como todas las categorías de Marx, es, pues, el de una relación social determinada, y tiene como función dilucidar las leyes de una estructura de clases siempre específica. Designa la lucha del capital por incrementar la plusganancia por unidad de superficie más allá de la renta transferida a la propiedad del suelo, y la lucha de la propiedad del suelo para recuperar ese incremento. Al mismo tiempo, designa la vía utilizada por el capital: producir más plusganan- cia por unidad de superficie invirtiendo más capital por unidad de superficie.

No se trata esta vez, como en la «primera forman de la renta diferencial, de un incremento de la producción (o de la plus- ganancia) proveniente únicamente de las «condiciones exterio- resn, de la «naturaleza». Se trata del efecto de un aumento del capital invertido por el arrendatario.

En contra de lo que Marx deja entrever en El capital 36, el incremento de la plusganancia (convertible en renta) producido por un incremento del capital invertido no tiene que ver única-

" Los análisis de Marx sobre la renta absoluta en El capital constituyen un razonamiento sobre la renta «en el peor terreno,, sin que sean exami- nadas las consecuencias de esta renta en la de todos los demás terrenos cultivados. Este examen es llevado a cabo, por el contrario, en las Teorías de la pZusva2ía (Marx, 1974, vol. 1, pp. 440-473).

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Christian T

mente con la renta diferencial, sino también con la renta luta y, si la hay, con la renta de monopolio. Supongamos el precio regulador del productor (el trigo) es fijado por condiciones de producción más desfavorables, y también «la renta en el peor terreno»: ese precio regulador incorpor pues, tanto el precio individual de producción en la unid marginal como la renta absoluta por unidad de producto. P consiguiente, cualquier incremento de la producción ligado un incremento del capital invertido en un terreno favorable pr porciona al arrendatario una plusganancia suplementaria tipo diferencial y una plusganancia que corresponde a la absoluta incorporada al precio regulador del producto a nal. Si la naturaleza de la producción, sus condiciones riores y la ley de la demanda conducen a la formación de precio de monopolio, el componente plusganancia de monopol aumentará en la misma forma con el capital adicional y la pr ducción marginal resultante.

Marx indica, por otra parte, ese fenómeno, cuando estudia las Teorías de la plusvalia la interacción de los diferentes tip de renta:

La renta absoluta en lo que a su cuantía se refiere, sube o baja proporción al capital invertido en la agricultura, a las masas total de capital invertidas en las minas 1, 11 y 111 37.

Digamos más bien: cuando el capital invertido y la producci aumentan por unidad de superficie, la renta diferencial aumen como la plusganancia marginal, mientras que la renta absolu aumenta como las cantidades producidas 38.

Así, el concepto de renta diferencial 11, construido para a lizar las relaciones de producción en la agricultura capitali «clásica», designa una forma específica de un proceso gene Para hacer uso de él en el estudio de otras relaciones de pro- ducción, es preciso modificar su contenido y, para mayor cla- ridad, cambiar la terminología.

Las relaciones de producción en la agricultura inglesa «clá- s i c a ~ se caracterizan por la separación estructural entre el capital productivo y la propiedad del suelo39. En esas circuns-

37 Marx, 1974, vol. 1, p. 445. 38 Como sucede a menudo en Marx, la formulación no es la más general

posible, pues es el comentario a un «cuadro» particular: en ese caso pre- ciso, el cuadro se basa en la hipótesis de una productividad marginal del capital constante en cada clase de terreno.

39 «Exactamente de la misma manera como el cultivo capitalista presu-

Diferenciación espacial de los costes y rentas 141

tancias, el concepto de renta diferencial 11 designa un proceso por el cual el capital puede liberarse transitoriamente de la pro- piedad del suelo. Liberarse, pues él mismo es el motor de toda producción y, por tanto, determina el nivel de las plusganancias; transitoriamente, pues la plusganancia adicional se transforma inevitablemente en renta.

En unas relaciones de producción en las que el capital se enfrenta a la propiedad del suelo por el acceso al uso de éste, pero elimina el obstáculo convirtiéndose en propietario -transi- toria o definitivamente- el proceso cambia. Al igual que el arrendatario capitalista, el promotor inmobiliario tratará de crear una plusganancia localizada superior al nivel de renta requerido para eliminar el obstáculo de la propiedad del suelo. Pero, al contrario de lo que sucedía con el arrendatario agrícola, no habrá luego transformación de esa plusganancia adicional en renta recuperada por el propietario anterior. La especificidad de la «segunda forma» de la renta diferencial -conversión de la plusganancia en renta, eludible de manera provisional, pero necesaria a la larga- desaparece en este caso.

La única vía que se le ofrece al arrendatario capitalista para liberarse provisionalmente de la renta es el incremento del capi- tal invertido por unidad de superficie: con esto no sólo incre- menta sus plusganancias diferenciales, sino que además obtiene una plusganancia que corresponde a una renta absoluta adi- cional. El término «renta diferencial II» es inadecuado para de- signar el proceso general de incremento de las plusganancias localizadas derivado de la intensificación del capital: no se trata de un tipo particular de renta, sino de un movimiento que afecta a todos los tipos de renta.

El promotor inmobiliario, por su parte, dispone de varias vías para elevar el nivel de plusganancia por encima de la renta exigida por la propiedad del suelo: la intensificación del capital con una tasa invariable de renta, y también la elevación de la tasa de renta, que corresponde a un proceso muy diferente, a saber, el de la transformación cualitativa del uso del suelo.

pone una separación entre el capital actuante y la propiedad de la tierra, excluye, por regla general, la autoexplotación de la propiedad del suelo* (Marx, 1981, vol. 8, p. 955).

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Diferenciación espacial de los costes y rentas 143

2. Los intentos de transposición del concepto d e renta diferencial I I al análisis de las rentas urbanas

Numerosos autores franceses se esfuerzan por demostrar hay en la ciudad, como en la agricultura, por una parte «renta diferencial I D que depende de las condiciones parti res del terreno, y por otra una «renta diferencial II» que pende del volumen del capital invertido4.

En el punto de partida de esta línea de análisis existe doble «evidencia»: por un lado, la ciudad es el centro de enorme acumulación de capital, especialmente en forma de ficios e infraestructuras; por otro, los terrenos son tanto caros cuanto más importante es esta acumulación en el ter mismo y en su entorno inmediato.

Aquí se plantean dos problemas teóricos:

- En todo proceso de producción de rentas urbanas ha gasto de capital privado con miras a la valorización. Las ciones externas localizadas de esta valorización están de nadas por la realidad de una acumulación -anterior y/o sim tánea- de capital social: capital público desvalorizado, pe también capitales privados valorizados independientemente. precisamente ese capital social el que determina las ((condic nes particulares del terreno», aprovechadas de manera muy versa por el capital privado productor de rentas, especialmen en función del ((volumen de capital (privado) invertido».

Hay, pues, una distinción fundamental en el análisis de renta entre el capital social cuya configuración espacial p porciona los valores de uso que constituyen la base exterior las rentas, y el capital privado cuya valorización en un punt del espacio produce efectivamente las rentas. Distinción que n aparece en la concepción de la ((renta diferencial II» desarrollad en especial por L. Perceval, J. Lojkine y A. Lipietz, en la qu

ES preciso observar que los autores italianos, americanos o británico que trabajan sobre las rentas del suelo urbano a partir de los concepto marxistas no hacen esta distinción. Podría manejarse una hipótesis para explicar esta diferencia con los autores franceses: el análisis neoclásico de las funciones de producción es un referente teórico dominante en los tres países citados; de aquí se derivan dos consecuencias: por una parte, el rechazo de la transposición de la distinción entre RD 1 y RD 11 que, en Marx, no parece ser más que un procedimiento «literario» de exposición; pero también, por otra parte, la dificultad para tener en cuenta el funda- mento estructural de esta distinción en el análisis de las relaciones de

6sta se supone determinada por el volumen del capital social incorporado en el entorno de una operación inmobiliaria. - Además, el capital social cuya configuración espacial cons-

tituye la condición externa de la valorización de los capitales privados no es únicamente la base de las rentas diferenciales, sino también de las rentas absolutas y de las rentas de mono- polio. Por consiguiente, las masas de capital privado invertidas por unidad de superficie determinan unas masas de plusganan- cia localizada en las que la renta diferencial no es más que uno de sus componentes. Ese proceso de incremento de las plus- ganancias localizadas en virtud de la intensificación del capital no puede ser reducido al mero incremento de la renta diferen- cial, como indica C. Pottier cuando trata de encontrar algo «análogo» a la renta diferencial 11, después de descartar la con- fusión formulada por A. Lipietz.

La renta diferencial I I como ((transferencia del valor d e los equipamientos públicos» en L. Perceval41 El procedimiento aquí es la trasposición tranquila de los con- ceptos de Marx:

También en el suelo urbano hay renta absoluta y rentas diferencia- les I y 11 para otros objetivos de explotación del suelo más complejos [que en la agricultura, C.T.].

Veamos los resultados en lo referente a la «renta diferencial II»:

Para un uso de explotación del suelo como la construcción de edifi- cios destinados a la venta, la renta diferencial I depende de las cualidades naturales del suelo para ese uso: naturaleza de los cimientos (edificabilidad) y distancia de transporte con respecto al lugar de trabajo o a los servicios (condiciones del mercado de la vivienda) (. . .) La renta diferencial 11 depende de las inversiones reali- zadas en el terreno, de modo que un terreno construido «vale» más que un terreno por construir, y su precio no es el mismo en todas partes pues, en particular (...) esta renta también depende de las infraestructtiras colectivas de que está provisto el terreno (vías, agua, alcantarillado) 42.

Esta formulación permite subrayar dos proposiciones que sirven de fundamento a la «transposición» intentada por L. Perceval. - La «renta diferencial I D es independiente de las ((inversio-

nes realizadas en el terreno» y de las ((infraestructuras colecti-

41 Perceval, 1972, p. 120. 42 Perceval, 1972, p. 121. El subrayado es del autor. producción.

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Christian Topa1 Diferenciación espacial de los costes y rentas 145

vas» que posee. Por tanto, la renta se determinaría indepe temente del uso capitalista del suelo y de los costes local de ese uso. Entonces, ¿de qué dependería?

La referencia a la «edificabilidad» se basa en el vano intent de distinguir lo que es «natural» de lo que no lo es. De hec los determinantes de las plusganancias diferenciales S

coste localizado de producción del terreno edificable i sin duda el coste localizado de edificación, pero en lo esenc son de carácter social: la preexistencia y/o la financiación blica de las infraestructuras.

En cuanto a la referencia a la «ubicaciÓnu, ésta nos rem al valor de uso y al mercado: ya no se trata de una renta di rencial sino de una renta de monopolio.

Esas «cualidades naturales» que servirían de fundam una forma particular de renta, independientemente del p concreto de valorización del capital, no tienen sentido, de que la «renta diferencial I» se desvanece. - En lo que respecta a la arenta diferencial IIP, ((cristal

una parte de las inversiones públicas destinadas a equip terreno», «implica (una) transferencia del entorno en su men» 43. La renta incorpora, pues, el valor de las infraest ras, de manera que «el promotor vende entonces no solame las inversiones que ha realizado, sino también la parte de 1 inversiones públicas que no ha realizado ni pagado» ".

Esta proposición recoge en el fondo una denuncia ampl mente difundida entre los representantes locales, la tecnocrac del Estado -por lo menos en los años 60-, y que consti tema constante de la izquierda francesa: los precios de los nos incorporan gastos públicos en beneficio de los propiet Por tanto, las infraestructuras son «pagadas dos veces., por las colectividades locales (cuando las realizan y cuan

43 Perceval, 1972, p. 122. M Ibid. J. Lojkine piensa también que las inversiones de capital públi

generan «renta diferencial II»: «Es posible concebir dos rentas difer ciales 11, disociadas en la medida en que dos tipos de valorización suelo fueran llevados a cabo por agentes sociales distintos y en moment diferentes: el «equipamiento», la viabilización del suelo por un promotor público; la construcción de locales comerciales o de viviendas por promo- tores públicos o privados. Es particularmente el caso de las Zonas de Urbanización Prioritaria en las que la viabilización del terreno por la colectividad pública puede ser recuperada parcialmente por el urbanizador cuando vende el terreno equipado al promotor constructor. Este actuali- zará, a su vez, las diferentes rentas del suelo sucesivamente acumuladas cuando arriende o venda en copropiedad las viviendas* (Lojkine, 1971, pá- ginas 92-93).

compran el terreno de influencia de los equipamiento públicos), como por los habitantes (cuando pagan sus impuestos y cuando compran o alquilan su vivienda). Se produce como resultado un .«enriquecimiento sin causas de los propietarios del suelo a costa de la colectividad.

L. Perceval precisa la proposición señalando al principal beneficiario del fenómeno -el promotor inmobiliario-, y la expresa en una terminología marxista: se trata en ese caso de la renta diferencial 11. El sentido común ha encontrado su legi- timación científica.

Ciertamente, es evidente que las rentas urbanas son analiza- das como una transferencia de plusvalor social en beneficio de unos cuantos. Pero, para determinar cómo y en favor de quien se lleva a cabo esa transferencia, me parece que es preferible criticar teóricamente las «evidencias» en lugar de contentarse con una traducción del sentido común al lenguaje de la teoría.

¿Cuál es el alcance exacto de la proposición según la cual la renta incorpora gastos públicos?

La existencia de las infraestructuras -y de la desvaloriza- ción del capital público que es su condición- influye de diversas maneras en la formación de las plusganancias localizadas. Por una parte, modificando el valor de uso del producto localizado, lo que permite, en ciertas condiciones de mercado, disfrutar de un precio de monopolio; es evidente que este Último no tiene nada que ver con el valor de las infraestructuras. Por otra parte, reduciendo los costes privados de urbanización del suelo, lo que proporciona una plusganancia en el límite de la diferencia entre lo que debe pagar el promotor favorablemente ubicado y lo que habría pagado en el terreno en el que el coste privado es mayor. Pero, incluso «el peor terreno» posee el mínimo de grandes infraestructuras que lo hacen urbanizable: es verdad que ningún promotor las paga, pero también es verdad que nin- guno las «vender. La existencia de la autopista o de la estación del tren condiciona el valor de uso, pero su coste no es incorpo- rado en ningún precio. Esas infraestructuras gratuitas para to- dos no determinan una plusganancia diferencial sino que condi- cionan la posibilidad de construir y, por tanto, de producir una renta absoluta.

Las infraestructuras, y más generalmente el capital social acumulado en la ciudad, determinan, pues, la posibilidad de que existan rentas de monopolio, rentas absolutas y rentas diferen- ciales. Es inútil distinguir una forma de renta diferencial que no depende del capital social de otra que sí depende. Además,

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Chvistian Top Diferenciación espacial de los costes y rentas 147

es insuficiente considerar únicamente los efectos del capi entre los capitales invertidos. El capital sufre la primera y crea social sobre las rentas diferenciales.

Veamos las cosas más de cerca. El ((tributo diferencial de «Tributo dif evencial exógeno» y ((tributo diferencial endógen abilidad~ no es otra cosa -aunque definido en forma un en A. Lipietz 45 rápida y restrictiva- que lo que he analizado anterior- Superar las clasificaciones «canónicas» para captar las relac e como ((plusganancia diferencial según el coste localizado nes sociales que las fundamentan. Luego, elaborar una nue e producción del terreno edificablen. Uno de los elementos clasificación de las rentas urbanas basada en el método csenciales de diferenciación de ese coste es la preexistencia o la y no en la letra de su análisis de la renta agrícola. Este financiación pública de las infraestructuras: desde el punto de miento fecundo es el de A. Lipietz. ¿Cuáles son S vista de la formación de la plusganancia, el único elemento per- en lo referente a la renta diferencial? tinente es el nivel del coste privado global de la edificabilidad

Los ((tributos diferenciales exógenos~ son independientes en un terreno dado en comparación con el nivel de ese mismo

la práctica autónoma del promotor: coste en el «peor» terreno. Que ese coste esté determinado por la preexistencia de las infraestructuras o por el precio de los

Hay tributo diferencial exógeno cuando la plusganancia del ca derechos de construcción cedidos por un promotor público, o no solamente está limitada sino también determinada por las co por la financiación pública parcial de una operación realizada ciones propias del terreno en el proceso de producción; el terre por un urbanizador-promotor privado, no cambia para nada el puede influir en el precio de coste de un mismo producto; se tr nivel de plusganancia, aunque pueda modificar considerable- del tributo diferencial de edificabilidad. En el proceso de circulac (realización), la ubicación del terreno en la división social del espaci mente su distribución. En consecuencia, la noción de ((balance determinará el precio de venta: se trata del tributo diferencial social» de la urbanización, en el que se mezclan los gastos públi- situación social ". cos y los prívados, invocada por A. Lipietz como fundamento de

la variabilidad de las plusganancias marginales y, por tanto, del Los «tributos diferenciales endógenos», por el contrario, depe atributo diferencial intensivo» no tiene sentido desde el punto den de la práctica del promotor. de vista de la teoría de la renta49. El proceso designado de ese

modo por A. Lipietz es simplemente idéntico a lo que él llama Se hablará de tributo diferencial endógeno o autónomo cuando plusganancia realizable por hectárea en un terreno esté determina «tributo diferencial de edificabilidad~. Sin embargo, el nivel de

por el nivel de capital invertido en el terreno a lo largo de un proces coste privado que sirve de base a esa plusganancia diferencial de producción de edificios (...) no es «exógeno» más que para la pequeña promotora, mientras

Se hablará de tributo diferencial extensivo cuand que las promotoras que dependen del capital financiero modi- tante la tasa de plusganancia del capital, la plusgana fican, por su «práctica» de operaciones «concertadas>> con el por hectárea dependa de la cantidad total de capital Estado, el nivel de la financiación pública y, por tanto, sus cos- hectárea. Se hablará de tributo diferencial intensivo c de plusganancia de una nueva inversión dependa de 1 capital ya invertido 47. El «tributo diferencial de situación social» es definido clara-

mente como una plusganancia determinada en la circulación, y

He ahí transformadas y bautizadas de nuevo la ((primera form no en la producción, y por los precios, y no por los costes.

de la renta diferencial», que depende de las diferencias entre lo A. Lipietz señala por lo demás que la naturaleza de ese ((tributo

terrenos, y la «segunda forma», que depende de las diferencia del suelo» depende de la renta de r n ~ n o p o l i o ~ . Para mayor cla-

45 Lipietz, 1974, pp. 139-152. No discutiré aquí el término «tributo» Lipietz, 1974, p. 150.

Admitiré como equivalentes tributo diferencial, plusganancia diferencial 49 Este punto ha sido destacado muy acertadamente por C. Pottier: de localización y renta di£erencial. «El análisis de la plusganancia y de la renta sólo tiene sentido con res-

46 Lipietz, 1974, p. 143. (El subrayado es mío, C.T.). pecto al capital privado» (Pottier, 1975, p. 98, nota 23). 47 Lipietz, 1974, pp. 148-149. (El subrayado es mío, C.T.). M «Ese t ipo de modulación del tributo del suelo va indisolublemente

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148 Iliferenciación espacial de los costes y rentas 149

ridad, me parece necesario no convertirlo en un tipo de r rpe todas las plusganancias industriales; tienen su origen en el diferencial. ~üpital, las tecnologías que adopta y las modalidades de explo-

Queda el «tributo diferencial extensivo», el aumento tación que impone a la fuerza de trabajo. Por tanto, sólo pueden masa de plusganancia por unidad de superficie cuando cr \er convertidas en renta si hay condiciones exteriores al capital masa de capital por unidad de superficie, permaneciendo c que determinan la posibilidad de su formación 53. La posibilidad tante la tasa de plusganancia marginal. Esta última condic de intensificación es indiscutiblemente una de esas condiciones restrictiva me parece que no reviste interés: mientras la cxternas. marginal de plusganancia no sea nula (y la tasa margina Pero la intensificación física -que siempre es al mismo tiem- ganancia se acerque a la tasa media), al promotor le interes po una intensificación del capital (privado)- no puede ser ana- intensificar el capital, lo que constituye una de las formas lizada solamente desde el punto de vista de la plusganancia lucha contra la propiedad del suelo por conservar la plusgan \obre el coste de producción. También determina la tasa y la cia. Pero el origen de esta última, cuya masa aumenta en v niasa de las plusganancias diferenciales, cualquiera que sea el de esta inversión adicional, no está determinado; puede tra fundamento de éstas, así como la masa de las plusganancias de de plusganancias diferenciales, de plusganancias de mono monopolio y de las plusganancias que corresponden a la renta lio, de plusganancias constituidas por rentas absolutas, p absoluta incorporada a los precios. Mientras que L. Perceval importa esto al promotor. Para mayor claridad aún, no hagam y A. Lipietz trasponen el concepto de «renta diferencial II» per- de ella un tipo de renta diferencial. diendo de vista la naturaleza misma de la renta diferencial,

C. Pottier elimina la confusión pero propone una analogía que Las «economías de escala» y el análogo a la renta diferencia en C. Pot tier no tiene en cuenta el proceso general de elevación de las plus-

ganancias derivadas de la intensificación de capital que Marx El punto de partida de C. Pottier es una clara distinción designa con el concepto históricamente específico de renta dife- las plusganancias que dependen de la renta de monopolio rencial 11. renciación de los precios en función de la ubicación), las cua son dominantes, y las que dependen de la renta diferencial (di renciación de los costes). Veamos el análisis que hace de segundas.

Los costes (privados) dependen de los equipamientos pu cos. También dependen de la magnitud y de la densidad físi de las operaciones de construcción -densidad que es fija directamente por las normas de urbanismo- en la medida e que determinan la posibilidad de economías de escala:

Una renta diferencial (análoga a la «renta diferencial II» consid rada por Marx) corresponde a la plusganancia que puede obtener en un terreno si el volumen de capital invertido es superior a media y permite realizar economías de escala=.

Sin duda alguna, pueden surgir plusganancias de las «econom de escalan sobre el coste de construcción de los edificios en s tido estricto. Tales plusganancias son de la misma naturalez

53 Sin embargo, hay que señalar que no todos los aumentos de la pro- ductividad en la industria de la construcción son absorbidos instantánea- unido al tipo de fuente del tributo del suelo 'a lo Engels'» (Lipie

1974, p. 147. El subrayado es del autor). mente por la renta: si así fuera, se observaría un aumento constante de la

51 Pottier, 1975, pp. 97-98. proporción del precio del suelo en el precio de las viviendas. Lo cual, a

52 Pottier, 1975, p. 97. excepción de los fenómenos de monopolio en el centro de la ciudad, evidentemente no sucede.

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4. DIFERENCIACION ESPACIAL DE LOS PRECIOS Y RENTAS DE MONOPOLIO

I)iferenciación espacial de los precios y rentas

Esta distribución caracteriza tanto a la oferta de viviendas truevas como a la estructura de precios del conjunto del parque

liario. Sin embargo, la existencia de viviendas de cons- n antigua, que ofrecen un nivel de comodidad claramente

rior a las normas de la producción corriente, se traduce en inflamiento de las cantidades a los más bajos niveles de

. De ahí el desfase de la distribución de los precios de las viviendas con respecto a la del 'conjunto de existencias.

es de ir más lejos, veamos la permanencia de esos fenó-

1. PRECIO REGULADOR Y PRECIO DE MONOPOLIO. LA PLURALIDAD enos en la aglomeración parisina en un intervalo de casi un

DE LOS MERCADOS DE LA VIVIENDA

Un precio de monopolio significa una diferencia duradera . La distribución de las viviendas según su precio. Algunos manente, entre el precio de mercado de una mercancía y S datos sobre la aglomeración parisina cio de producción o su valor social: el precio ya no está minado por las condiciones de la producción, sino por las .l. El París de ((Monsieur Vautour~ *: los alquileres en 1889- circulación. En otros términos, ya no hay precio regulador.

¿Qué es lo que ocurre en el mercado de la vivienda? Como es sabido, las últimas décadas del siglo XIX son la época proponer un análisis teórico de los fenómenos de del mercado libre de la vivienda: ni el sector público de la que se observan en él, hay que tratar de precisar construcción, ni el control administrativo de los precios de una siones.

parte del parque privado contrarrestan la acción de la «mano Todas las ciudades del mundo capitalista tienen sus barri invisible)). Si existe un precio regulador en el mercado de la

donde los precios de monopolio ((saltan a la vista»: en las zon vivienda, es preciso buscarlo en el conjunto de las existencias centrales de más prestigio, así como en las zonas residencial y en el conjunto de la nueva producción. periféricas más privilegiadas, los precios de las viviendas Hay algunos datos detallados sobre los alquileres anuales están en relación con los valores. Pero lo más aparente no en París, en 1889-1890 3 . Los límites de la ciudad son ya más siempre lo más significativo; a escala de cada aglomeraciún estrechos que los de la aglomeración y su mercado inmobiliario. mada en su conjunto, tales fenómenos tienen por lo general París representa sin embargo lo esencial de este último 4. Se pue- alcance limitado l. Sólo afectan a una fracciún muy minorita de la oferta y a zonas geográficamente delimitadas. desarrollados; en las zonas dominadas del mundo capitalista, el dualismo

Entre esos precios, que son los más altos, y los precios del mercado de la vivienda es tan fuerte que la curva puede ser bimodal; bajos, existe a la vez una distancia considerable y un contin en ese caso, la producción capitalista de viviendas afecta únicamente al

mercado superior. La distribución de la oferta global en función del precio * M. Vautour (señor Buitre) es un personaje que representa al propie- presenta empíricamente en la siguiente forma: la mayoría tario de viviendas en París y que fue caricaturizado en el siglo pasado por las viviendas tienen un precio que varía dentro de unos «1í Daumier en sus famosos dibujos (N. del T.). tes» bastante estrechos, y más allá de los cuales las frecuenc Véanse Anexo 1 y Figura 4.1. Se trata de alquileres anuales por vivien-

da y no por m2: las diferencias de precios tienen en parte que ver, por disminuyen rápidamente en función del precio 2. tanto, con las diferencias de superficie, teniendo en cuenta que precio por

m2 y superficie covarían fuertemente. Por lo demás, sólo se conoce la distri- l Puede suceder, sin embargo, que en la división social del bución detallada de las viviendas de menos de 300 F a partir de 1896: segu-

dades enteras se especialicen en la residencia de lujo: ese es, por ejem ramente evolucionó muy poco de 1889 a esta época, por lo que da una el caso de ciertas zonas turísticas. Pero, incluso en ese caso, será nec idea de esa distribución siete años antes. rio alojar a los trabajadores, sin los cuales esas ciudades no pue Según el censo de 1886, París representa el 81,9 % del total de vivien- funcionar. das existentes en el departamento del Sena (Fuente: Recensement de 1886,

Cf. Figura 4.3 (p. 160). Ese tipo de distribucidn es propio de los países

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Diferenciación espacial de los precios y rentas 153

de, pues, comparar la distribución de los alquileres del parque en su conjunto y la de la producción corriente, y sacar algunas conclusiones.

La mayor parte de las viviendas tienen un alqailer inferior a 500 francos (F), suma que define entonces «las viviendas obre- ras», cuyos ocupantes están exentos del impuesto mobiliario; esas viviendas representan el 75,2 Vo de las existencias en 1889 y el 73,9 % en 1896. Los datos de este último año, más precisos, muestran que las frecuencias sólo se vuelven significativas a partir de 100 F y que su moda se sitúa entre 200 y 300 F. En 1890, la producción nueva presenta una estructura de precios bastante similar a la del parque en su conjunto el 72,8 % de las nuevas viviendas nuevas se alquilan a menos de 500 F. Esta producción corriente de viviendas «obreras» se encuentra claramente des- plazada hacia los precios más altos de la categoría, de manera que puede considerarse verosímil que los precios efectivos se sitúen entre 200 y 500 F. Esta zona de precios dominantes pre- senta, pues, un abanico de precios por vivienda de 1 a 2,s. Este abanico se reduce claramente si se tienen en cuenta las diferen- cias de superficie de esas nuevas viviendas de «alquiler bajon, que tienen en su mayoría de 1 a 3 habitaciones 6.

Se observa, pues, que en París, a finales del siglo XIX, existen varios submercados de la vivienda, fuertemente jerarquizados por los precios. Cerca de las tres cuartas partes de las existen- cias y de la producción nueva constituyen el submercado de la vivienda obrera, definido por una zona de precios de alquiler situada -en el caso de las viviendas nuevas- entre los 200 y los 500 F de alquiler anual, es decir, probablemente de 200 a 300 F de alquiler por habitación. Para ese submercado existe un precio regulador de la vivienda nueva, que es coherente con el precio dominante de las existencias, aunque desplazado hacia arriba. Los precios del resto del parque y de la producción se apartan de ese precio regulador y se escalonan en una serie de submercados entre los cuales no aparecen fronteras claras, pero en los que las diferencias de alquiler por vivienda son con- siderables.

Menos que en el transcurso de la dkcada anterior, pero mucho más que en vísperas de 1914, época en que la producción se desplaza claramente hacia los submercados superiores.

En 1911, el 33,1% de las familias parisinas ocupan una vivienda de una habitación, el 26,1% una vivienda de dos habitaciones, el 20,l % una vivienda de tres habitaciones; en total, el 79,3 % de las familias. (Fuente: Préfecture de la Seine, Reeueil de statistigue municipale, 111, núm. 5, 1912, p. 206).

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154

Claro está, esta diferenciación de los niveles de precios observa concretamente en el espacio; las zonas donde se c centra la construcción de viviendas caras se limitan a un esca número de barrios del París «burgués», mientras que el grue de las viviendas obreras son construidas en el resto de zcn

ciudad 7.

1.2. El París de los promotores: los precios de las viv nuevas vendidas por la promoción privada en 1968-1

Después de la primera guerra mundial, el mercado de la vivien estalla en pedazos en los que la formación 15%

regida por mecanismos diferentes. Desde 19 renciación entre un parque antiguo, cuyos alquileres están c trolados, y la producción nueva, cuyos precios son libres. D comienzos de los años treinta y sobre todo a partir de los cincuenta, aparece una promoción pública o semipública que los precios de las viviendas nuevas son fij nistración. Claro está que los «precios admin

10%

independientes de los precios del mercado 1 en el mercado del suelo y en el de la construcción con promotores privados, la promoción pública asume unos «cost determinados económicamente, por lo que la reglamentación los precios debe tener en cuenta ese hecho. Hay, sin embar una autonomía de los precios administrativos con respecto a que se encuentran determinados por la producción y la cir lación capitalistas. 5=

Por tanto, habrá que observar los preci mente en la producción inmobiliaria capi de datos detallados para 1968-1969 sobre 1 por m* de las viviendas nuevas construidas privada en la aglomeración parisina 9.

' Más adelante aparece un plano de la división social del espacio pa sino en esa época. Cf. Figura 4.4 (p. 196). Precio (~lrn ' )

IWO ¡S00 ZOOO 2500 3000 35üCl 4oW 4500 5000 6500

Cuando recurren a la financiación pública o a las subve kura 4.2. Región parisina, 1968-1969, distribución de las viviendas

Puestas a la venta por los promotores privados segdn el precio por m2

UENTE: Centre National d1Information et de Protection des Candidats a Cf. Figura 4.2. Datos elaborados a partir del Répertoire des constr 1'Accesion a la Propriété (CNIP), Répertoire des constructeurs, 1970,

teurs-promoteurs, publicado por el CNIP, en el que aparece la totalidad en Topalov, 1973 b, p. 109.

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156 Christian T u Ilifereneiación espacial de los precios y rentas 157

Para el conjunto de la región, la distribución de las vivi iiiás periférica es la ubicación, más bajos son los precios; en una en función de 10s precios deja ver tres grandes «zonas» de iiiisma zona concéntrica, cuanto mayor es la proporción de cios : superiores en un barrio más altos son los precios; a igual - Las categorías de precios comprendidos entre 1 0 estigio social», cuanto más periférica es la zona, más se

uce el abanico de precios. 1750 F presentan las frecuencias más altas (del 23 al 14 O'o total de la oferta) y representan juntas el 52,2 V o de la rmite asimismo examinar la manera en ducción. ercados de la vivienda nueva se articu- - Entre 1750 y 2 750 F, las frecuencias son casi

cada categoría de precios (del 8 al 11 % de la ofe Hay una amplia zona de la aglomeración parisina donde el de precios medios representa el 37,5 % de la p bmercado inferior es masivamente mayoritario, y en donde - Por encima de 2 750 F, las frecuencias dismi son escasos y los precios más altos inexisten-

damente hasta un precio máximo de 6 500 F, es d zona cubre toda la periferia de la aglomeración, y re- cuatro veces el límite superior de la zona más baja de p cerca del 60 % de los municipios y una proporción En total, esta zona de precios altos representa tan sólo el de la superficie de la aglomeración. En todo este espa- de la producción. omina un precio regulador en el mercado de las viviendas

Aparece, pues, una vez más, una plu~alidad de submerc por la promoción privada; una proporción

inmobiliarios jerarquizados. El submercado inferior, ca Ón es vendida a un precio que se aparta del

zado por una variación interna de precios de 1 a 1,75 ndo ciertos factores microlocalizados lo

senta apenas un poco más de la mitad de la producción servarse además que los promotores priva-

promotores privados, proporción suficientemente alta, si iar aquellas zonas en que el precio regu-

bargo, para que se pueda hablar de precio regulador nico precio posible.

submercado. Los precios del resto de la producción se apa En el resto de la aglomeración, los precios dominantes son gradualmente de ese precio regulador, representand superiores al precio regulador. En el 30 % de los municipios precios medios el 40 O ! de la producción. (o barrios) dominan los precios medios, el submercado inferior

Esos submercados definidos económica es prácticamente inexistente y los precios más altos aparecen

con bastante nitidez en el espacio. Puede en una baja proporción de la producción. Esta zona abarca casi

meno al estudiar la distribución de los precios de ven todo París y lo esencial del primer cinturón urbano. La promo- 10s tipos de municipio (o de barrio) definidos e ción privada localiza en ese sector su producción de manera

criterios: por una parte, la zona geográfica, ca preferente. Por último, en un 5 de los municipios (o barrios) mismo tiempo por la distancia a París y por el tipo el submercado superior elimina a los demás. urbano predominante; por otra, la proporción de cuadros S Así, el continuo de los precios se traduce en el espacio por riores y profesionales liberales en la población residente, co una estructura de mutua exclusión de los submercados jerarqui- derada como un índice de «prestigio social» 'l. zados; dicha exclusión es bastante clara sin que sea sin embargo

Este análisis deja ver algunos resultados esperado absoluta, pues el movimiento del capital de promoción, en busca de plusganancias del suelo, tiende constantemente -en especial

los programas inmobiliarios de los promotores privados iniciados en 1 en un período de expansión inmobiliaria como lo fue el de 1969, es decir, 50 102 viviendas en la región parisina. Resultados publica por Topalov, 1973b.

1968-1969- a conquistar para el submercado superior zonas 10 Esta variación puede ser explicada en parte caracterizadas hasta el momento por un submercado inferior.

de constmcción ligadas a diferencias de calidad de la vivien NO obstante, la mayor parte de la aglomeración constituye un rencias de tamaño (el coste de construcción por mZ disminuye con espacio en el que domina un precio regulador. superficie de la vivienda y las viviendas grandes son más frecuentes en 1 ubicaciones periféricas) .

I L Cf. Topalov, 1973 b. l2 Cf. Cuadro 4.1 y Anexo 11.

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Iliferenciacidn espacial d e los precios y rentas 159

2. Precio regulador y precio de monopolio de los mercados de la vivienda. Proposiciones teóricas

S 8 b- 'e?

rr) 1 % rV

I

Sin embargo, el estudio empírico de las frecuencias en esa escala continua de precios, así como de las diferencias de pre-

de que las coyunturas evolucionan aquí de manera diferente y, en el espacio, en la existencia de zonas urbanas heterogéneas y jerarquizadas. Las tensiones que produce el contacto espacial de un submercado inferior con un submercado superior cons- tituyen uno de los motores esenciales de la especulación inmo-

1 1 I I I I I I I I Es preciso examinar la especificidad de cada uno de los sub- mercados de vivienda ( 5 2.1) para poder proponer una tipologia de los precios y de las rentas de monopolio (2 2.2). El fenómeno

2.1. La pluralidad de mercados de la vivienda

Desde el momento en que la forma de producción dominante de la vivienda urbana es la producción para el mercado, es decir la producción de vivienda-capital para vender o alquilar al ocu- pante, hay tres submercados inmobiliarios que se autonomizan en forma permanente: 1Iamémosles el de la vivienda privile- giada, el de la vivienda normal y el de la vivienda infranormal.

Esos submercados están jerarquizados desde el punto de vista de los precios, de modo que ni los bienes que en ellos circulan, ni la demanda que soportan son idénticos. Sin embar-

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Christian Top lliferenciación espacial d e los precios y rentas

Frecuencia en "/o de la I I italista: ésta se dirige exclusivamente a los otros dos mer- delta final MERCADO DE I MERCADO DE l MERCADO L4 VIVIENDA I LA VIVIENDA I DE CA VIVIENDA os, en proporciones variables según las ciudades y su estruc-

INFRANORMAL 1 NORMAL J PRIVILEGIADA de clase. El mercado de la vivienda normal es aquel donde I I t I salida la producción en masa y donde se forma un precio

ador de la vivienda: éste supone la sustituibilidad de las bicaciones y la posibilidad de que los constructores capitalistas ispongan de terrenos urbanizables en cantidad adecuada en S zonas no importantes de las aglomeraciones. Por el contrario, que define a los mercados superiores, o mercados de la vi-

ienda privilegiada, es la escasez estructural de los emglazamien- S, la no sustituibilidad de las ubicaciones y la diversificación

spacial de los precios que se deriva de esa circunstancia.

1 mercado de la vivienda normal vivienda normal puede, pues, ser definida como aquella que objeto de una producción capitalista masiva para las capas *

opulares en el periodo hístórico considerado; cumple normas e habitabilidad consideradas como mínimas y es construida en

ubicaciones no importantes de la aglomeración. Las características físicas que debe presentar el producto

para satisfacer la demanda solvente son lógicamente variables: el agua corriente interior y las instalaciones sanitarias mínimas de la vivienda nueva actual no formaban parte de las normas de finales del siglo XIX, como tampoco la distinción de las habi- taciones según sus funciones. Se produce una ruptura en la

Zona de precios Zona del de monopolio

Zona de precios precio de monopolio

definición de las normas de habitabilidad con la ideología hi- de penuria regulador de segregación social gienista y la aparición de un sector público de la vivienda popu-

lar, a partir del cual se impone a la producción capitalista una Figura 4.3. Representación esquemática de la distribución de 2 nueva definición de la habitabilidad 14; la normalidad no se

viviendas según su precio y de la jevarquia de los submercados transforma, en efecto, de manera gradual y continua, sino me- inmobiliarios diante rupturas y a lo largo de periodos históricos prolongados.

Esto explica la permanencia global de las fronteras entre los submercados de la vivienda y la amplísima sustituibilidad en el

go, a pesar de la terminología que he adoptado para designar de la vivienda normal entre viviendas construidas en épocas lo que los distingue entre sí no e4 en lo esencial las cualida de las viviendas en cuestión, sino el tipo de funcionamiento En cuanto a las ubicaciones no importantes, se trata de todas mercado, la modalidad de formación de los precios y, en d aquellas zonas de la aglomeración que no están caracterizadas nitiva, la relación específica del mercado con la producción l por la residencia de las capas superiores. Son las zonas de resi-

Así, lo que define al mercado de la vivienda infranormal dencia popular, «no importantes» en el espacio de la segregación el hecho de que la oferta no está alimentada por la producci espacial de las clases sociales, no importantes también desde

a el punto de vista de las ventajas de situación que proporcionan: l3 La Figura 4.3 esquematiza las relaciones entre los submercados. Intr

duce algunas nociones que serán definidas en el texto que sigue. l4 Cf. Magri, 1975.

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Diferenciación espacial de los precios y rentas 163

necesidades del sector de la construcción. Una vez más, ponibilidad de suelo edificable no tie concreto en los diferentes periodos del des nales del siglo XIX, basta un lugar que pe centros de trabajo teniendo en cuenta los medios de tra existentes; hoy en día es preciso además -en virtud del de la norma de consumo masivo- que el te de un conjunto de redes (agua, gas, electr etcétera) cuya producción impli en particular, la intervención de Dentro del perimetro así definido en urbanizable, existe, pues, una amplia zon ciones pueden ser sustituidas: una penuri en un punto -o una oferta a precios «excesivos»- lleva

den ser vendidas al mismo precio. En la producción de esas viviendas normales se c

parables. Son, pues, las condiciones de la producció

determinan ese precio regulador; este últim por tanto, de las condiciones de la circulació

pende de las condiciones medias de productividad en la ind tria de la construcción. A ese precio de producción se añade ganancia normal del capital de promoción invertido en la o ración. - El coste máximo de edificabilidad del suelo en la zona

las ubicaciones «no importantes», es decir, el coste privado

urbanización del suelo en los terrenos peores desde ese punto de vista, pero sin embargo necesarios para la construcción de aquellas iiviendas que equilibrarán el mercado al nivel del precio regulador. Allí donde el coste localizado de urbanización del suelo sea más bajo, el precio regulador determinará en la zona no importante plusganancias y rentas diferenciales. - El precio del suelo en aquellas ubicaciones donde la renta

diferencial es nula viene a añadirse a los anteriores costes para determinar el precio regulador; la deducción que lleva a cabo la propiedad del suelo en los ((peores terrenos» edificables plan- tea una cuestión teórica difícil e impide analizar simplemente el precio regulador de la vivienda normal como un precio de pro- ducción.

Utilizar el concepto de renta absoluta para definir ese ele- mento de coste presenta dificultades teóricas, pero produce una doble consecuencia: por una parte, permite afirmar que el pre- cio regulador no es un precio de monopolio en el sentido de que su importe no podrá depender de una limitación de las canti- dades producidas, ni por la escasez objetiva de los emplazamien- tos -totalmente sustituibles-, ni por la acción de la propiedad del suelo -pues el capital inmobiliario puede siempre contra- rrestarla. Por otra parte, la utilización del concepto de renta absoluta implica que su importe, limitado por el movimiento del capital, dependerá de la naturaleza de los usos del suelo en las ubicaciones no importantes y de la estructura social de la pro- piedad del suelo, elementos que determinarán su resistencia efectiva a la transferencia del terreno a los constructores.

El precio regulador de la vivienda normal se fija, pues, en la producción capitalista corriente. Desde ese momento, determi- nará el precio de todas las viviendas de características parecidas en las ubicaciones no importantes, cualquiera que sea su fecha de construcción y, por tanto, sus costes históricos de produc- ción. No será posible a todas las viviendas de construcción mAs antigua colocarse o mantenerse en el mercado de la vivienda normal; esto implica en general, con la transformación de las normas de habitabilidad, una inversión suplementaria que no siempre es posible o racional para el propietario. Las viviendas afectadas pasarán entonces al mercado de la vivienda infra- normal. Con esta reserva, el precio regulador configurado en las condiciones corrientes de la producción se impondrá al conjunto del parque normal.

Es necesario aclarar un punto que ha sido dejado de lado

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Christian TopaZov

hasta el momento. En los datos analizados anteriormente la aglomeración de París, lo que fue definido empírica como un precio regulador es de hecho una zona de precios e que las diferencias de precios no son desdeñables: en las distribuciones analizadas, de 1 a 1,5 ó 1,75 por unidad de su ficie. He ahí, pues, una «regulación>> bastante elástica, cua se la supone fijada en las condiciones de producción.

Y es que el propio espacio «no importante* se e diferenciado desde el punto de vista de las familias de

también sustituibles desde el punto de vista de los res; por tanto, son en realidad la sede de un merca neo en el que compiten ofertas y demandas. Pero hábitat, las prácticas concretas del espacio e puntos de la zona no importante, implicar un coste monetario diferenciado, principa

necesario construi

feridas a los vendedores de viviendas sumánd lador para fijar el precio de mercado de 1 puntos. Ese incremento de precio es limitado y no hace pasar la oferta correspondiente de un submercado a otro: permanece en la zona del precio regulador, en el submercado de la vivienda normal. Sin duda el precio regulador, formado en la producción, es modificado realmente al margen por las condiciones de la circulación, de modo que el precio de mercado incluye en ese caso un componente de monopolio. Pero la diferenciación espa- cial de los precios aparece en el mercado de la vivienda normal según una lógica completamente diferente a la que se observa en los mercados superiores. Mientras que las diferencias de precios diferencian el costo de la vivienda privilegiada y, por

l b Otros elementos distintos al coste de transporte pueden contribuir a diferenciar en el espacio el coste localizado de consumo final de la vi- vienda: por ejemplo, el coste fiscal de residencia (que penaliza en Francia a los suburbios-dormitorios, y en los Estados Unidos al centro de la ciu- dad) o el coste localizado del capital de préstamo (cuyas diferencias espa- ciales y sociales han sido puestas de relieve en el caso de Baltimore por D. ~ a r v e ~ . Cf. Harvey, 1974).

Diferenciación espacial de los precios y rentas 165

tanto, la clientela según su poder adquisitivo, en el mercado de la vivienda normal las diferencias de precio compensan las diferencias de coste de uso localizado y tienden a homogeneizar el coste global de la vivienda en todos los puntos del espacio noB importante.

Los mercados de la vivienda privilegiada Designemos así a todas las viviendas cuyo precio se aparta más o menos apreciablemente, pero de manera permanente, de la zona del precio regulador; los precios no dependen entonces ya de las condiciones de producción, son precios de monopolio. La amplitud de las diferencias de precios y su continuo escalona- miento permiten considerar que hay una pluralidad de sub- mercados de la vivienda privilegiada, cada uno de los cuales está comunicado con los más próximos, pero de manera jerarquizada.

Esos precios de monopolio son el precio de ubicaciones es- casas. Corresponden, desde la óptica del valor de uso, a ubica- ciones sustituibles en espacios cada vez más restringidos a medida que se asciende hacia los submercados superiores, y, en ultima instancia, no reproducibles estrictamente en un momento dado de la historia de una ciudad. El fundamento de esa repro- ducibilidad limitada del valor de uso es indisociablemente mate- rial (el medio construido), social (la ocupación dominante de una zona por los diversos estratos de las capas superiores), y simbólico (la repetición de todo lo anterior al nivel de las re- presentaciones). De esta restricción socialmente regulada del espacio en los submercados superiores se deriva una limitación estructural de la oferta. Ciertamente, no hay déficit de oferta en esos mercados: el capital inmobiliario encuentra en ellos la rentabilidad buscada, y la producción presenta también un movimiento cíclico que da fe de una sucesión «normal>> de estados de equilibrio y desequilibrio entre la oferta y la de- manda. No hay déficit global sino escasez relativa de ubicaciones que posean cualidades no sustituibles, lo que basta, desde el punto de vista de la oferta, para fundamentar la existencia de precios de monopolio diversificados.

Estos corresponden, desde la óptica de la demanda, a cate- gorías sociales cuyo poder adquisitivo es superior al de la masa de la población urbana asalariada. En esas capas sociales, las clases superiores y sin duda también una parte de las capas medias asalariadas, los gastos destinados a la vivienda se carac- terizan por aumentar cuando crecen los ingresos -con excep- ción de la franja de familias con los ingresos más altos, las

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Ckristian Topa

cuales gozan gratuitamente de las viviendas como elementos atrimonio- breras; la 1ó e consumo r

ción social indefinida según los gastos de consum mente, según el hábitat ". Así, en una sociedad símbolos del estatus social se transforman rápid cación de la residencia sigue siendo un elemento esencial tivamente permanente del lenguaje de la distinción.

La frontera que separa el mercado de la vivi los de la vivienda privilegiada es permanente, pero en alguno rígida. Cuanto mayor sea el peso de las capas me superiores en la población de una aglomeració parte del mercado vendida a precios de mon más amplia sea la jerarquía de los poderes ad será la diferencia entre los precios más altos lador la. Los límites espaciales de los mercados sup bian también, por una razón estructural: la lucha tructores capitalistas por sustraer a la propi mayor parte posible de las plusganancias loca tratar de desplazar continuamente las fronteras de las zonas vilegiadas. En las coyunturas de expansión del mercado, tien a abandonar los barrios residenciales más prestigiosos, en que el precio del suelo es demasiado elevad plusganancias de promoción, y a conquistar nas para los submercados superiores 19. Hay que se oponen a cualquier arbitrariedad venta a precios inferiores sanciona duramente los errores de la especulación inmobiliaria.

El mercado de la vivienda infranorrnal

En la perspectiva de un análisis del modo de formación de los precios, lo que define al submercado inferior de la vivienda es el hecho de que el conjunto de las viviendas que circulan en él no puede ser incrementado mediante la producción capitalista co-

l7 Cf. Topalov, 1980. lB Los datos analizados más arriba a propósito de París van en ese

sentido: entre 1890 y 1970, la diferencia entre los precios más elevados y el precio regulador disminuyó, pero la parte de la producción vendida al precio regulador se redujo en favor de una zona importante de precios medios.

l9 Ese fenómeno se o'Dservó, por ejemplo, en la región parisina a lo largo de los años 60. Cf. Topalov, 1974.

Diferenciación espacial d e los precios y rentas 167

miente. El nivel de los precios es demasiado bajo para que sea compatible con los costes de producción y con una rentabilidad normal de los capitales invertidos en la construcción de viviendas nuevas. Por consiguiente, los precios que se formen en el mer- cado inferior serán independientes de las condiciones de la pro- ducción capitalista corriente y, por el contrario, estarán determi- nados únicamente por las condiciones de la circulación. Por tanto, pueden ser analizados como precios de monopolio de u tipo particular.

La demanda orientada hacia ese submercado está constituid por todas las capas sociales cuyos ingresos son insuficientes permitirles ser solventes en el mercado de la vivienda Es el caso de las categorías ocupacionales cuyo nivel sa llega al nivel «normal» de consumo de vivienda en ese o de aquellos cuyas condiciones de empleo -y, en especial, cuya precariedad laboral- no les permiten tener acceso a la vivienda , normal. Es también el caso de las categorías de la población que, al no vivir en una familia nuclear, se apartan de la norma de consumo: jubilados, trabajadores jóvenes, solteros, trabajadores emigrantes, etc.

Desde el punto de vista de la oferta, la vivienda infranormal es en lo esencial proporcionada por la parte del parque inmobi- liario antiguo cuyas normas de habitabilidad son claramente infe- riores a las normas corrientes. Esta fracción de la oferta sólo crece cuando los propietarios, practicando una política de des- inversión, dejan de mantener sus viviendas en condiciones nor- males; disminuye, por el contrario, bajo el doble efecto de las demoliciones (que posibilitan un cambio en el uso del suelo) y de las mejoras (que permiten que la vivienda pase a los mer- cados de la vivienda normal o privilegiada). Por otra parte, la demanda es satisfecha mediante la constmcción de viviendas nuevas por iniciativa de los ocupantes, en especial cuando incor- pora una proporción significativa de autoabastecimiento.

Los precios que se establezcan serán generalmente inferiores a los precios en los otros mercados pero perderán toda referen- cia a un coste de producción, de mantenimiento o de sustitución. Las particularidades del mercado tenderán a que haya penuria estructural y permanente, agravada en periodos de actividad in- tensa del sector inmobiliario capitalista, o por las políticas públi-

*O Salvo submercados particulares (habitaciones independientes sin co- modidad en el centro de la ciudad, dormitorios colectivos) en los que el precio por m' puede eventualmente ser mayor que el de las viviendas normales.

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168 Christian To IIEferenciación espacial de los precios y rentas 169

cas de renovación. Los precios - Cerca del precio regulador, en la misma «zona» de pre-

c

ios, se observan diferencias de precios en función de la ubica- íón: se puede considerar que la consecuencia de tales dife-

durante los periodos de mayor tensió encias no es tanto la diversificación del coste global de la mento de la sobrepoblación; de esa ma ivienda para el ocupante, como, por el contrario, su homoge-

el aumento de la presión sobre sus ingresos.

as capas sociales. Sin embargo, su coste de uso localizado r3-

2.2. Varios tipos de precios de monopolio de la vivienda . una diferenciación espacial de los precios tenderá a resta- del coste para los ocupantes. Esta modu-

La discusión anterior permite reconsid regulador se configura en la circulación, y del precio de las viviendas a partir de rada como un tipo de precio de monopolio.

Según el mercado considerado, el modo rnonopólico de igualación del coste de uso. . es diferente, lo cual lleva a formular la hipótesis de la apa ' de varios tipos de precios y, por tanto, de rentas de monopo

. La diferenciación interna de los precios precio regulador evolucionará especialmente

cias de los costes de transparte dentro de la

ración y durante el periodo consi diferencias de los costes de uso localizados, pasándose a otro

viviendas para el mercado lo suficie mercado, el de la vivienda privilegiada. Caracterizados por una

que se establezca en ella un precio social. Ese preci diferenciación indefinida según la escasez relativa de unas ubi-

afecta a la mayor parte de las nuevas viviendas, a te sustituibles, los precios que se for- superiores dejan de tener relación con el

y evolucionan principalmente con las fluc- proveniente de las categorías sociales ste tipo de precio, siguiendo a S. Jara-

millo, precio monopólico de segregación social. - En-el mercado inferior, el de la vivienda infranormal, el

precio de mercado, formado independientemente de las condi- ciones corrientes de la producción, puede ser descrito como un precio monopólico de penuria. Va unido a una debilidad estruc- tural de la oferta que no se basa en la escasez de las ubicaciones, sino en el hecho de que el capital es sustraído de la producción

monopolio cuyo peso recae sobre la burguesía («la renta de segregación»). La frontera, o la articulación, entre esas rentas está por analizar, pero la conceptualización permite superar los límites de los modelos empiristas neoclásicos (cf. Jaramillo, 1977, pp. 96-1 13).

22 Como se ve, este análisis integra aquí, precisando sus límites de validez, la noción de coste generalizado de transporte, a condición, sin embargo, de descartar la noción de precio del tiempo, que constituye tan sólo un disfraz de la renta de segregación social.

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Christian Top

para las capas sociales que no son solventes al nivel del p regulador.

La discontinuidad de los submercados de la vivienda ja es absoluta. Sin embargo, es suficiente como para que s

idere autónomos. Prueba de ello es que se observan en nturas casi independientes, o, al menos, relacionadas

si solamente por los fenómenos coyunturales globales, de parte, y por los movimientos de los precios del suelo, de Prueba de ello es también la heterogeneidad espacial de la urbanas jerarquizadas; es cierto que en cada una de ellas ten generalmente los tres mercados en las viviendas exis pero hay una tendencia que domina generalmente las trans maciones de esas existencias. El dominio en una zona dada mercado de la vivienda privilegiada al nivel de la produc nueva, por una parte excluye, en un plazo determinado, la ducción de viviendas al precio regulador, y, por otra, provoc destrucción o la rehabilitación del parque existente de vivien normales o infranormales.

A cada mercado de vivienda corresponde. pues, un tipo es cífico de renta de monopolio. La renta de monopolio, c importancia está estructuralmente limitada en el mercado de vivienda normal, forma parte, por el contrario, de los merca inferior y superior, pero por razones muy diferentes.

embargo, cualquiera que sea el mercado considerado, ancia del parque de viviendas antiguas en la oferta g

1 tiempo de las condiciones de producc dran un fenómeno específico en el sect efecto de los precios corrientes sobre

2.3. La renta inmobiliaria como renta de monopolio

Diferenciación espacial de los precios y rentas 171

Como resultado de esta particularidad de. la circulación de la m uce un fenómeno que puede deno- m

~nalieékosla en el caso del sector del alquiler, donde la vi- vienda es valorizada como capital: la renta inmobiliaria apare- cerá a la vez en forma de un incremento del alquiler real y en forma de un aumento del valor de venta de la vivienda. Si, para simplificar, se supone que el precio del inmueble no es más que la capitalización del ingreso netou, se puede mostrar el proceso de formación de la renta inmobiliaria estudiando la formación del alquiler.

'El alquiler es el precio de compra del derecho al uso de una

ente de vivie

ducción simple del capital invertido y su rentabilidad a la tasa habitual de interés de una inversión comparable. En otros tér-

ri

- El coste corriente de mantenimiento del inmueble y una . provisión para financiar el coste de las grandes reparaciones que deberán ser efectuadas periódicamente para mantener el inmue- ble en condiciones de ser alquilado; - Los gastos de gestión: gastos relacionados con las opera-

ciones de cobro de los alquileres y gestión administrativa, provi- '

sión para el caso de falta de ingresos por vacaciones o impa- gados; - Finalmente, la remuneración del capitd invertido, tenien-

do en cuenta que su importe corresponde al «precio de coste» del inmueble: coste de construcción, precio del terreno, ganancia del promotor.

23 Se trata de una simplificación, pues el precio corriente de la vivienda- capital no siempre es en todo momento idéntico a la capitalización del alquiler neto a la tasa de interés corriente; entran en juego factores indivi- duales (estado de las edificaciones, perspectivas de cambio de los ocupan- tes), y factores generales del mercado de capitales que buscan ser inver- tidos. E1 valor comercial de los inmuebles de referencia puede, en efecto, ser analizado como un «capital ficticio>,, lo mismo que el de los valores mobiliarios.

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Christian Topalo

Hay que señalar que el capital invertido puede ser binación de dos elementos distintos que, en conjunto, la inversión: fondos propios del - arrendador,

del préstamo -reembolso e intereses- aparecerá como un ponente del alquiler de equilibrio.

Si el alquiler se establec asegurada la reproducción otros términos, ¿podrá el p neraria, su inve

recuperar cada año una fracción de su precio

La reproducción sim asegurada por el hecho

valor de venta es estable o aumenta no es precio de oferta, sino una expresión contab

Queda por ver cómo un bien que sin e progresivamente en el proceso de consumo

24 En las controversias sobre las políticas de control de los alquileres a partir de 1914, todos los cálculos del alquiler de equilibrio mínimo establecidos por las organizaciones de propietarios consideran evidente- mente la amortización del inmueble como un elemento del coste.

25 Creo entonces que es erróneo el análisis del alquiler que hace Engels en Contribución al problema de la vivienda: «El alquiler ha de cubrir no solamente los intereses de los gastos de construcción de la casa, sino también las reparaciones y el término medio de las deudas incobrables, de los alquileres no pagados, así como las pérdidas ocasionadas por las viviendas que quedan momentáneamente vacantes, y, finalmente, la amor- tización anual del capital invertido en la construcción de una casa que no es eterna, que resultará inhabitable con el tiempo y perderá, por consi-

Diferenciación espacial de los precios y rentas 173

cio corriente estable o en aumento a largo plazo. Esto se debe a vuelve a aparecer en el mercado

isión), su precio se aleja progresi- 1, pues se halla determinado por

cambiantes, de la pro- ducción o del mercado puede producirse en dos formas diferentes, e i . Unas veces, los propie- tarios arrendadores a tica de mantenimiento se- gún las normas; otras, una política de degradación. En ambos casos, las modalidades de formación de la renta inmobiliaria serán muy diferentes.

En el primer caso, la vivienda permanece en el mercado de la vivienda normal gracias a adecuado y, si es necesario, gracias a mejora adopta esa polí- tica, y, a reserva de una mínima calidad de la construcción inicial, el inmueble puede ser mantenido indefinidamente en condiciones de habitabilidad. En efecto, ' de la vida de un edificio no está determinada físicamente, sino socialmen- te: el groceso de ~roducción no se detiene al final de la obra

go del proces ital adicional

cuyo importe va en aumento a medida que el edificio envejece. Si-el de producción continúa a s i el edificio es práctica- mente eterno.

Para que esta política de conservación del valor de uso sea racional desde el punto de vista del arrendador, es necesario que sea más rentable conservar que dejar que se degrade. El edificio debe ser reparable a un coste compatible con los alquileres co- rrientes, y la vivienda equipable según las normas de habitabi- lidad del momento. La ubicación del inmueble debe permitir su permanencia en el mercado de la vivienda normal, e incluso su traslado al mercado de la vivienda privilegiada. También debe ser posible desalojar a los ocupantes fácilmente para adaptar el nivel de ingresos de los arrendatarios a la evolución del al- quiler. Además, es menester que el arrendador disponga de los recursos necesarios para financiar el mantenimiento o la adecua- ción a las normas.

Si se cumplen esas condiciones, el valor de uso de la vivienda se mantiene al nivel de las normas corrientes de habitabilidad. Seguirá entonces compitiendo con las viviendas nuevas, ya sea en los mercados de la vivienda privilegiada, si su ubicación lo

guiente, todo su valor>> (Engels, 1872, p. 30). 26 Cf. el excelente análisis de P. Crosta (Crosta, 1975, pp. 227-34).

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Christian Tu

las transformaciones de industria de la construcción, los progresos en la pro son menos rápidos en ella que en los demás sectores les, de manera que los mente. Pueden añadirse incremento eventual del coste de urbanización del suelo en

-e, incluso, la ampliada- del c ón queda asegurada mediante la

máximo posible 17. Una política de esa naturaleza puede ser en ciertos ca

más racional para el rentista inmobiliario que una gestión co «buen padre de familia». A corto plazo, dejar de conservar un inmueble puede producir un alto rendimiento del mismo. Si duda, los alquileres tienden a bajar en relación con los precio de la vivienda nueva; pero una vez que se practica el gdescuel

de los ocupantes.

Diferenciación espacial de los precios y ventas 175

guen, la penuria específica del mercado de la vivienda infranor- mal vuede vroducir un alza en términos reales. No es por lo de- más 'casualque en todos los paises en los que se ha practicado un control de los alquileres privados, éste se haya mantenido du- rante más tiempo en la parte más deteriorada del parque arren- dado. Sin embargo, en ciertos casos, la política de degradación no es producto de una opción del propietario, sino de la impo- sibilidad en que se encuentra de desalojar a sus arrendatarios para cambiar su nivel social y entrar en la lógica del mejora- miento; dada esta restricción, la degradación es la política racional:

se produce, no una conserva- 1 inmobiliario, sino la destruc-

ción del edificio, la liberación y el cambio de uso del suelo. Se observará, p ación en dos tipos de zonas urbanas: , alejados de toda perspectiva transforma- ción urbana, que se degradan por deterioro progresivo; ,.pos otra, los barrios populares que bordean las zonas de construc- ción de oficinas o de residencias privilegiadas, donde el aban- dono- de los inmuebles es un acelerador de la transformación

se caso, la reproducción simple -e in- pita1 inicialmente invertido no queda

zación del edificio, sino por la valoriza- su cambio de uso. Aun cuando el alqui-

renta inmobiliaria puede ser mante- nida eventualmente mediante la interrupción de los gastos de mantenimiento; sin embargo, es principalmente el alza de la renta del suelo la que asegura generalmente la rentabilidad del conjunto de la operación en el momento de la demolición. Por lo demás, en un cierto punto del proceso, el precio del inmueble deja de i r unido al ingreso neto capitalizado, para a precio potencial del suelo liberado.

Así, pues, el precio corriente -tanto como el alquiler co- rriente- de una vivienda se independiza rápidamente de sus condiciones originales de producción. Este es el motivo de que el capital inmobiliario rentista no presente un ciclo de rotación comparable al de otras formas de capital-mercancía: la repro- ducción simple y una parte de la valorización del capital inver- tido son producto de un aumento, en términos reales, del precio -

tB ES la «zona de transición» degradada señalada por Burgess en torno al centro comercial (Burgess, 1925).

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Christian To

corriente del bien por encima de su precio hist alquiler corriente por encima del alquiler de equili La diferencia constituye precisamente la renta componente del precio formado en el proceso de la mercancía, y que, en consecuencia, entra como un t ticular en la categoría general de la renta de monopolio.

Así, esta parte de los alquileres o del precio confo la renta inmobiliaria constituye no la remuneración un capital invertido en la circulación de una mercanci una deducción específica hecha sobre los ingresos de los ocu tes y, por esa vía, sobre el plusproducto socia1 29. De esa ci tancia nace una contradicción estructural entre el capital biliario rentista, cuando asegura el alojamiento de la masa población asalariada, y el capital industrial, contradicción q se ha resuelto, en todos los países capitalistas desarrollados, favor de este último.

II. ANOTACIONES SOBRE LA DIVISION SOCIAL DEL ESPACIO %

¿Cómo se organizan en el espacio ur actividades, según qué leyes o modelo polémica en torno a esta pregunta es an tamente al problema de la difer for S precios de los de tos de las rentas urbanas d

El debate se halla dominado por tres ricas: la ecología urbana, la economía n culturalista. Cada una de esas interpretaciones ría de los valores de uso urbanos, de los criteri dad espacial y de la relación de los age espacio. Intentaré mostrar cómo esas ap arrojar luz sobre ciertos aspectos import de división social del espacio, pero, a la vez, cómo ellas contiene obstácuIos internos propios (5 1). interpretaciones dominantes presentan limita considerablemente su eficacia exp

m Se observará que la socialización parcial de la propiedad de las viviendas de alquiler puede eventualmente tender a eliminar la renta inmobiliaria: esto ocurre en especial cuando grandes propietarios públicos aplican alquileres inferiores al alquiler de equilibrio en las operaciones recientes, gracias a los ingresos de la parte antigua de su patrimonio, financieramen te amortizada.

Diferenciación espacial de Zw precios y rentas 177

a la distribución espacial de las residencias: ignoran la relación esencial entre la situación de clase de los habitantes y sus prác- ticas en el espacio urbano. Ahora bien, existen numerosos traba- jos empíricos que demuestran la naturaleza social de las prác- ticas espaciales ( 5 2) y constituyen valiosas indicaciones de cara a una teoría más pertinente del proceso de división social del espacio ( 5 3).

1. Las interpretaciones dominantes de la diferenciación espacial de los usos y los precios del suelo urbano

Las corrientes teóricas que configuran la discusión presentan una notable continuidad, a pesar de la variedad o el refina- miento progresivo de las metodologias y de las formalizaciones. Han sido muy bien identificadas y discutidas en el plano episte mológico en el estudio clásico de W. Firey sobre Bostonm, que pone al descubierto los postulados del ((determinismo ecológico>> y los critica desde su punto de vista culturalista.

Esa crítica es eficaz. Pone en tela de juicio la concepción dominante de la relación entre sociedad y espacio según la cual las propiedades del espacio son datos naturales a los que los agentes sociales se adaptan pasivamente y, por tanto, el espacio físico es la variable causal independiente que determina la disposición espacial de las actividades humanas. Ahí está el fun- ' damento epistemológico de las teorias dominantes en la ecología urbana, tal como lo formula Firey31. Me inspiraré libremente en su análisis de las diversas familias de ~<determinismo ecoló- gico» antes de examina

1.1. Los modelos descriptivos naturalist Chicago a la econometría de los .factores del valor del suelo»

Describir las regularidades observables en materia de ubicación; inducir leyes generales: ése es el propósito de las teorias que Firey clasifica bajo la rúbrica de los ((esquemas descriptivos

Firey, 1947. 'l Firey enuncia de esta manera sus postulados comunes: «a) El espacio

físico es un fenómeno en si y sus propiedades son globalmente indepen- dientes de los valores culturales; b) Los sistemas sociales se adaptan pasi- vamente a la distancia espacial y no tienen otro papel que el de someterse a ella» (Firey, 1947, p. 30).

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Diferenciación espacial de los precios y rentas 179

idealizados», así como de otras que Su limitación común es la incapacidad d operandi de las regularidades o leyes que las características naturales intrí ducen directamente las ubicaciones. Ei tamiento o precio- es naturalizado.

Se trata, en primer lugar, de los mo suelo urbano que, a partir de los trabajos Chicago, marcaron profundamente el desarrol geografía urbana. Conocemos a los do esta familia: Burgess y Hoyt.

El modelo de las zonas concéntricas de E. W. Burgess" al mismo tiempo una teoría de la estructura espacial de usos del suelo y de las formas que Las ciudades americanas, «al no existir a ello», se dividen en cinco zonas concé cial comprende los comercios minorist cinas, los servicios y, en la periferia, 1 la zona de transición que lo rodea se c ción del hábitat y los tugurios, mezcla en la zona periférica se sitúan las residencias de los acomo~ados, empresarios, comerciantes, ejecutivos y nales liberales; finalmente, una última zona, exterior a tes de la ciudad, es la de los emigran bajan en el centro comercial. La ciu de la sucesiva aparición de esas zon se extiende hacia el exterior, desplazando cada vez más la fron- tera de la zona siguiente con respecto al punto central.

El modelo de los sectores de H. Hoyt 33 es una alternativa empírica al anterior, cuyo ~irrealismo. había sido fuertemente criticado. Este modelo se refiere únicamente al espacio residen- cial: las zonas de precios de las viviendas se distribuyen por sectores radiales (como «trozos de un pastel.) a lo largo de los

te. Las zonas de precios altos se localizan en sos sectores, y las zonas de precios medios en

los sectores adyacentes o en el resto de los sectores en los que se sitúan las anteriores. «Las zonas de alquiler bajo ocupan los sectores restantes, del centro a la periferia)) 34. Cada zona de precios tiende a desarrollarse en su sector, en dirección a la periferia.

" Burgess, 1925 y 1929. " Ho-vt, 1939.

Esos dos modelos descriptivos, clásicos de la ecología urbana americana, han sido objeto de abundantes discusiones a partir cle un solo interrogante: jse adecuan a la realidad? Puesto que cl modelo es concebido como una generalización simplificadora, su propia naturaleza implica una respuesta empírica indefini- da 35. Pero el problema epistemológico central no es abordado: <qué es determinan la ubicación? Sin duda, el pr re es considerado como el operador que asegura la permanencia de la diferenciación de las zonas. Pero esta división social del espacio, el hecho de que tal activi- dad o categoría social se localice en tal zona, se plantea como un hecho consumado: en consecuencia, es postulada como re- sultado de las características naturales intrínsecas del espacio físico.

Ese postulado en ocasiones queda explícito en las descripcio- nes del crecimiento urbano inspiradas en la Escuela de Chicago: las características puramente topográficas del emplazamiento urbano inicial producen una primera diferenciación social del espacio, que se prolonga luego «por inercia» en el transcurso de la expansión urbana 36.

Pero el postulado naturalista opera a menudo de manera implícita y permite entonces ahorrarse cualquier intento de ex- plicación. Esto es particularmente perceptible en ciertos co- mentarios sobre la evolución en el tiempo de las curvas isoprecio de los terrenos: se «observa» cómo las curvas se esparcen y se deslizan a lo largo de los ejes de comunicación como los «dedos de un guantes que pronto se vuelven a juntar, o chocan con obstáculos físicos que las desvían de su curso natural, etc. 37.

Se puede encontrar un resumen de esos debates en los manuales. Cf. por ejemplo: Murphy, 1974, pp. 293-309. Se observa que el refinamiento empírico de los modelos iniciales desemboca (lógicamente) en el abandono de todo intento de enunciar regularidades: con el «modelo de los núcleos múltiples». (Harris y Ullman, 1945)) la descripción de los usos del suelo urbano se hace cada vez más realista, y todo modelo general desaparece.

36 Esta explicación naturalista es ofrecida, por ejemplo, en un intere- sante estudio de Bruselas: desde el siglo XII, los nobles y los burgueses ricos se instalan en la vertiente de la planicie, saludable y símbolo de la dominación social, y el pueblo en el fondo húmedo del valle. Este corte ciudad alta / ciudad baja será luego una constante en la división del espacio (cf. Vandermotten, 1971, pp. 179-88).

j7 Cf. los estudios sobre el mercado del suelo hechos a base de planos de curvas isoprecios, numerosos en Francia a finales de los años 60 (en particular, los estudios SEMA sobre Nancy-1966, OTU sobre Tours-1968, BERU sobre Rennes-1968).

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Christian To

El realismo de la descripción está entonces basado com

suelo*: esos estudios c

ciones (a veces) observadas son tranquilamente interpret en términos de causalidad 38. Claro está, la viabilidad, la tancia al centro o a los lugares de trabajo, el «atractivo» de lugar, la proporción de obreros o de negros en un barrio tie que ver con los precios del suelo. Pero cada una de esas r ciones remite a un proceso concreto diferente, y eventualme a tipos distintos de rent los precios del suelo siempre son llev de dos registros simultá

precio son evocadas en variables son homogeneizada establecimiento de su relaci esa manera se efectúa silenciosamente la procesos sociales, asignándose en adelante de una ubicación un preci la varianza del precio. El es proporcionado, implícitamente o no, por la referencia a utilidad. El procedimiento analítico es entonces completamen idéntico al de los peritos i no tienen necesidad de saber cómo se forma el precio pa evaluarlo 39.

La eficacia explicativa de los modelos descriptivos naturalis- tas -teorías descriptivas del uso del suelo urbano o análisis de los factores del valor del suelo- es, por tanto, nula; la com- probación de una regularidad no proporciona por sí misma la causalidad, y las relaciones empíricas siempre son susceptibles de ser puestas en tela de juicio por otras observaciones cuando

'' J. J. Granelle, que ha realizado en Francia los mejores estudios de ese tipo, señala por lo demás la dificultad: «Si se adivina el papel desem- peñado por tal o cual factor, a menudo se ignora la manera como actúa. Además, la mayor parte de los factores están relacionados, lo que hace difícil cualquier análisis de la determinación de los precios» (Granelle, 1970, p. 173).

39 Firey observaba ya, a propósito de los modelos descriptivos natura- listas, que éstos se contentan con traducir en términos de ecología las posiciones de los manuales inmobiliarios clásicos (Firey, 1947, p. 10).

Lliferenciación espacial de los precios y rentas 181

son ignorados los procesos reales por los cuales operan las «variables», y, por consiguiente, cuando no se tiene en cuenta el examen de las condiciones dentro de las cuales puede produ- cirse la regularidad observada. No obstante, los resultados des- criptivos que han podido ser producidos con la ayuda de los modelos naturalistas -en particular gracias a los trabajos de Hoyt- han establecido resultados empíricos interesantes que olvidan lamentablemente los modelos económicos formalizados del uso del suel : hay una distribución espacial estable de las capas social e rige las formas del crecimiento urbano; las zonas de residencia de las capas «ricas» están claramente delimitadas en el espacio urbano, y su eventual expansión puede chocar con el obstáculo constituido por las zonas adyacentes más pobres; finalmente, la mayor parte del territorio de las aglomeraciones está conformada por una zona en la que los precios están en la parte inferior de la escala y poseen un campo de variación débil

1.2. Los modelos teóricos racionales: la economía neoclásica de la ubicación

Analizar la lógica de la decisión económica racional y deducir sus leyes de comportamiento -lo que Firey denomina las «teo- rías racionalizantes»- constituye la segunda familia de modelos que se desprende de los postulados generales del determinismo

ntes en su adaptación al espacio. Pero la única consideración que guía a estos últimos es la minimización de los costes, y, por consi- guiente, la-única propiedad del espacio que es tenida en cuenta es aquella que genera un coste: la accesibilidad. El principio regulador es la competencia entre agentes por el punto de mayor accesibilidad, de la cual resulta una distribución espacial «natu- ral» de las actividades, que asegura una asignación óptima del suelo urbano. Los trabajos que discute Firey se refieren a la ubicación de las empresas, pues los modelos relativos a la ubi- cación de las viviendas familiares sólo serán desarrollados en el curso de la década de 1960.

Es útil detenerse en su crítica, pues aborda los supuestos epistemológicos de los modelos de la racionalidad económica,

40 Hoyt, 1939, en particular Figuras 28 y 40.

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Diferenciación espacial de los precios y rentas 183

aun sabiendo que la problemática culturalista que inspir esta crítica deberá a su vez ser examinada de cerca. En efec Firey no se limita a la comprobación empírica de que <(no corresponde a la realidad)): la mayor parte de los tores de modelos admitirán que ésta es más comple modelo y, especialmente, que existen factores culturales resi les". Su pregunta es más fundamental jcuáles son las cond nes de los comportamientos que formalizan las «t racionalizantes» y, en consecuencia, los límites internos pertinencia? Firey señala que únicamente la ubica

' actividades comerciales puede ser analizada eficazmente en t minos de «intereses», de «adaptación racional» al espacio. demuestra claramente que esa modalidad de ubicación pr pone un sistema cultural particular y que (<toda la construc lógica del racionalismo metodológico es una teoría cultur mente relativa» Más precisamente, esas teorías sup tes que persiguen un fin unívoco -la ganancia- y el espacio físico exclusivamente como un medio par ción de ese fin. En otros términos:

Los racionalistas metodológicos, en un esfuerzo por desarrollar un teoria «pura» no han desarrollado más que una teoría «contractua- lista», o 10 que Sombart llama una teoría «capitalista»43.

En efecto, el comportamiento económico racional que constru- yen 10s modelos microeconómicos de inspiración neoclásica es totalmente homogéneo con la representación ilusoria que se hace el capitalista individual de su propia práctica ". Esto queda

41 Firey señala diversas variantes de este enfoque. Las ateorías metodo- lógicamente racionalizantes)) construyen un modelo deductivo puro que no reivindica ninguna validez descriptiva (ejemplo: la teoría de la ubica- ción de la industria de A. Weber), al contrario de las «teorías empírica- mente racionalizantes~. Estas últimas, que deben hacer ~ u i esfuerzo para explicar las desviaciones evidentes de la realidad con respecto al modelo, provienen bien de un «racionalismo absoluto» que atribuye las irregulari- dades a la ignorancia y al error (ejemplo: la teoría de la ubicación del comercio minorista de R. U. Ratcliffe), bien de un «racionalismo compro- metido con el empirismoiu que admite la existencia de factores residuales sin intentar integrarlos en la teoría (las «costumbres», las umedidas polí- ticas y administrativasi>, etc.) (Firey, 1947, pp. 10-30). Se comprobará que esta clasificación también se aplica a los modelos neoclásicos de ubica- ción posteriores a ella.

42 Firey, 1947, p. 260. 43 Firey, 1947, p. 232. 44 NO es este el momento de desarrollar la crítica epistemológica de los

modelos microeconómicos neoclásicos en general Y que también se aplica a los modelos que aquí se discuten. Desde Bujarin hasta los autores más

evidenciado en las diversas tentativas de formalización del com- portamiento de las familias en el mercado de la vivienda y del suelo urbano, que marcaron los años sesenta; más allá de la diversidad de sus hipótesis particulares o de sus técnicas de Formalización, esos modelos se basan en postulados comunes 45.

Antes de nada, la ubicación residencial en el espacio urbano está definida por un rasgo único: su distancia al centro comer- cial -considerado por hipótesis simplificadora como el punto de concentración de todos los centros de trabajo y el único destino de los desplazamientos intraurbanos. El espacio es con- siderado entonces como homogéneo en todas las demás relacio- nes y estructurado Únicamente por las redes de transporte hacia el centro. Se puede criticar el airrealismo~ de la hipótesis; eso no es esencial, pues, a riesgo de hacer más complejo el modelo, se puede introducir una pluralidad de polos de trabajo y co-

recientes (como C. Benetti o J. Gadray en Francia) se ha desarrollado toda una tradición de crítica marxista al marginalismo.

45 Las ideas desarrolladas a continuación se basan principalmente en el estudio de tres modelos producidos por investigadores americanos, con- siderados generalmente como los más característicos. El de L. Wingo introduce la noción de «coste generalizado de transporte» domicilio-traba- jo, suma de los gastos monetarios de transporte y del valor del tiempo empleado en desplazamientos. Se supone que el coste del suelo y el coste del transporte son complementarios para cada familia (su suma es cons- tante), y que el coste y la cantidad de suelo consumida están ligados por una relación fija (e inversa): el modelo establece así tanto el precio del suelo como la densidad residencial en cada punto (Wingo, 1961). El modelo de W. Alonso considera también al alquiler del suelo como función in- versa de la distancia al centro, evitando de todos modos medir la desutili- dad de la distancia por el costo del tiempo de desplazamiento. Alonso introduce una función de satisfacción de la familia que, dentro de la restricción de ingresos, puede sustituir cantidad de suelo consumido, dis- tancia y otros consumos. El equilibrio de mercado se logra (y los precios y densidades se fijan en cada punto) cuando ninguna familia puede aumen- tar su satisfacción, ni ningún propietario sus ingresos (Alonso, 1964). El modelo elaborado por R. F. Muth añade al análisis de la función de satis- facción de las familias un estudio de la función de ganancia de los vendedores de viviendas, siendo el suelo analizado no como un bien que es fuente directa de utilidad, sino ante todo como un factor de produc- ción; es, por tanto, el primer modelo global de equilibrio de mercado que establece las relaciones analíticas entre precios, densidades, superficies utilizadas por familia y comportamientos de desplazamiento (Muth, 1969). En Francia, por otra parte, R. Mayer ha propuesto un modelo de forma- ción de los precios del suelo basado únicamente en la noción «precio del tiempo» pero muy cercano a los de Wingo y Alonso; contrariamente a los tres autores americanos citados, R. Mayer introduce un precio autónomo del suelo en los límites de la aglomeración (Mayer, 1965). Para un estudio más completo de los modelos de localización, véanse por ejemplo Mer- lin, 1968; Kinvan y Martin, 1970.

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Christian Topal

m e r ~ i o s ~ ~ . El postulado teórico es más importante: las fam consumidoras de espacio sólo son consideradas en su rela con el capital, es decir, como «sujetos económicos». Estas f lias trabajan y compran: el espacio no es más que distanci lugar donde deben hacerlo. Esta representación tiene un

. damento: la tendencia del modo de producción a negar pr camente a los trabajadores cualquier otra realidad distinta lugar en la relación salarial, y a definirlos en esta ú1 igual que en el consumo, como individuos separados. Desde punto de vista los modelos de ubicación designan una realid al menos tendencial, del capitalismo. Con ello, postulan 1 existencia de todas las relaciones sociales que no sean la ción con el capital, recuperándolas de manera empirista c factores «secundarios» más o menos irracionales. Con esta dición, la diferenciación de los valores de uso urbanos 1 dos queda reducida a una sola dimensión: la distancia al

Es necesario además que esta variable «física» sea mone zada para que se convierta en fundamento de la diferencia espacial de los precios de ubicación. Aquí interviene una es cación del postulado que acaba de ser enunciado: lo que tituye a la familia en sujeto económico racional no es si mente una reducción de las relaciones sociales a la sola rela salarial, sino también una representación de los comportam tos a tenor de la experiencia espontánea que tiene el capita individual de su propia práctica. Este cree combinar librem factores (es decir, costes) con el fin de maximizar su ganan por tanto, es preciso que el consumidor combine librem utilidades (que implican costes) con el fin de maximizar satisfacción. Para representar el comportamiento de las fami en el espacio, será entonces necesario monetarizar el tiempo, decir, introducir la tautología que será la piedra angular toda la construcción.

Es preciso que el tiempo de desplazamiento tenga un co pues evidentemente los precios inmobiliarios -de las vivien o de los suelos- disminuyen más rápidamente del centro a periferia de lo que aumentan los gastos monetarios de tra porte. Se supone, pues, que cada familia atribuye un precio tiempo transcurrido en sus desplazamientos que, añadido coste monetario del transporte, define el precio que acepta paga por unidad de terreno en cada punto de la aglomeración. En el modelo, ese precio del tiempo -que no es sino precio del suelo

Cf. por ejemplo Mayer, 1965, pp. 23-30; Muth, 1969, pp. 86-90.

Diferenciación espacial de los precios y rentas 185

«al revés»- es el artefacto necesario para la coherencia de la construcción. ¿Cómo medirlo? Cualquiera que sea la respuesta de los diferentes autores -hipótesis analítica o medición em- pírica del parámetro- todos terminan por relacionar precio del tiempo de transporte y precio del tiempo de trabajo4'. Esto es inevitable si se desea construir, a partir de una infinidad de curvas de indiferencia individuales, la curva global de demanda que defina precios del suelo y densidades en cada punto de la aglomeración: fijarán los precios las familias que «asignen el mayor precio a su tiempo», es decir aquellas que posean mayo- res ingresos. Retorno a la evidencia.

Pero merecía la pena dar este rodeo. El fundamento episte- mológico de los modelos teóricos racionales, indicado por Firey, se confirma y se precisa con las representaciones neoclásicas de la ubicación de las familias. Es la reducción de los espacios -tiempos concretos de las relaciones sociales a una doble abs- tracción: la del espacio a la distancia-tiempo y la del tiempo al precio del trabajo. Esta tentativa teórica tiene una base objetiva en la realidad de las relaciones salariales y de las representacio- nes que ésta hace surgir: la forma valor y precio que se impone a los bienes producidos desde el momento en que dominan las relaciones mercantiles se impone también a la fuerza de trabajo desde el momento en que dominan las relaciones de producción capitalistas . La relación estructural -la extracción del plusva- lor- es ocultada por la reforma mercantil de la fuerza de tra- bajo y el valor de ésta aparece como lo que no es: el precio de tiempo de trabajo 48. Sin embargo, la fuerza de trabajo sólo e

ff En Wingo, el valor del tiempo de desplazamiento es igual al valor marginal del tiempo de ocio, el cual es igual al valor marginal del tiempo de trabajo o salario marginal que se pagaría si el tiempo de transporte se pasara en el trabajo (Wingo, 1961). En Alonso, la noción del valor del tiempo es eludida con ayuda de la noción de utilidad (negativa) de la distancia, ubienn sustituible por la superficie de suelo consumido y por otros consumos en la función de satisfacción; el resultado es una curva de demanda (precio del suelo/distancia) por familia ... y una curva global definida por el precio de demanda más alto en cada punto (Alonso, 1964, PP. 21-29). En Mayer, el precio del tiempo es un parámetro que caracte- riza arbitrariamente a cada individuo, aunque un «lapsus» revela que podría estar relacionado con los ingresos (Mayer, 1965, pp. 10-27). En Muth, el coste del tiempo de transporte es una <función de la tasa salarial o de los ingresos» (Muth, 1969, p. 20).

~ T O ~ O S vosotros estáis convencidos de que lo que vendéis todos los días es vuestro trabajo; de que, por tanto, el trabajo tiene un precio, y de que, puesto que el precio de una mercancía no es más que la expre- sión en dinero de su valor, tiene que existir sin duda, algo que sea el valor del trabajo. Y, sin embargo, no existe tal cosa como valor del trabajo,

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Christian T !iifevenciación espacial d e los precios y rentas

valor en su relación con el capital y para éste; para sí m , indicando otros principios de estructuración de las trabajo concreto, por una parte, y consumo de valores S diferentes al modelo formal de la maximización de las por otra. Los economistas marginalistas, al t concretas para el «consumidor» del mismo m los «factores de producción» para la firma, SS, partiendo de las representaciones que se hacen los extender, en la teoría, a la esfera de la reproducción el d ntos grupos sociales de sus prácticas y deteniéndose en que el capital ejerce, en la práctica, sobre la esfera de ducción. Y si lo pueden hacer en el discurso es sin dud te siglo, el enfoque cul-, en la realidad la urbanización capitalista ha dio de los usos y los precios del suelo resumido temente las metróp terreno es esencialmente un valor de opi- unificadas para las obstante, únicamente para el capital y para los se han colocado sus gafas «el tiempo es oro»; que Firey llamará más tarde el «determinismo ecológico»- '\

dores, el tiempo es vida. Y, de una manera menos lírica, n una problemática de la pluralidad de los modelos culturales. envoltura de unas prácticas concretas que entran en conf Se trata de mostrar que «la ciudad contiene en sí misma las real con la presión del capital por someter a su dominio la S de su desarrollo^^^. El economista no dice nada acerca de yor parte posible de ese tiempo, por reducir el tiempo cone de las prácticas sociales a tiempo abstracto del valor.

B

1.3. La crítica culturalista

<<Los valores son factores de causalidad inde e hacen. Así, los uso del suelo» 49. Las características del espacio urba istas que puedan reducen a sus propiedades físicas o al hecho de que la «a ejecutar, por así decirlo, un mandato del sea un factor de coste; son los valores sociales los qu mente confieren al espacio cualidades irreduct Aunque sistemáticamente <<olvidados», en particular por la economía reconocen las diferentes variantes del determ ginalista. Esto es tan cierto como que la historia de las ciencias socia- sino que también fundamentan la pertinencia no puede ser acumulativa: la posición de los productores del saber tual de las variables que los economistas tienen en cuenta. la sociedad y las ilusiones producidas y reproducidas por los objetos

ese saber dan sin duda lugar a la extraordinaria longevidad de unas crítica culturalista e no plantea que h que tener en cuenta residuales que ser ce mucho tiempo.

los valores, sino que afirma que los valores determinan el ord Halbwachs, 1909, p. 241. estructural de los factores, su jerarquía, sus contradicciones, 52 Halbwachs, 1909, p. 17. La posición epistemológica de Halbwachs es

articulación. Por tal motivo, permite al análisis de las ubi í la que Durkheim formuló de manera general -especialmente en las las del método sociológico: explicar lo social por lo social, es decir,

ciones urbanas abandonar el terreno del empirismo descripti ebir los fenómenos como una totalidad en la que cada elemento es y propone una interpretación de las xplicado por su función. Recordemos que el objeto de Halbwachs en su lidad. Y permite igualmente superar e estudio es explicar las expropiaciones que contribuyeron a la transforma-

ción de París de 1860 a 1900. Así, se vio llevado a elaborar una explicación

en el sentido corriente de la palabra ... Lo que el obrero vende directamente su trabajo, sino su fuerza de trabajo, cediendo tem mente al capitalismo el derecho a disponer de ella» (Marx, 1865, pp. El subrayado es de Marx).

49 Firey, 1947, p. 170.

del movimiento de los precios del suelo. «ES natural que haya una correspondencia,

entre los precios y la relación entre la oferta y la de dos expresiones de un mismo fenómeno o de fenómenos; pero, ¿qué nos enseña eso sobre las meno y de sus variaciones? (Halbwachs, 1909, pp.

una relación continua demanda, pues se trata un mismo conjunto de causas reales del fenó- 301-2).

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Christian To

medio social» 54. Igualmente, los especuladores «no entorpec el juego de las fuerzas naturales, son fuerzas naturales» vén el futuro, pero de ninguna manera lo crean, pues las dades llaman a los especuladores como la función crea el

Halbwachs da entonces el trato que se merece a toda In pretación subjetivista del desarrollo urbano: aun cuando parte del Estado, los poderes se afirmen y las intervenc sean masivas y, por parte del capital, los centros de iniciati concentren y su acción se extienda, los fenómenos de tran mación, extensión y localización en la ciudad deben ser ana dos como procesos sin sujeto 56. Posición metodológica ese que permite separar las representaciones del Estado pla racional del discurso tecnocrático y de la «teoría del hacia la cual resbalan muy a menudo los análisis qu los instrumentos del marxismo n.

Dicho esto, Halbwachs apenas define el contenido de causas que dan forma a la ciudad y que él invoca cuando h de «tendencias y representaciones colectivas», «juego de fuerzas colectivas», «necesidades sociales». Sus análisis conc tos muestran, no obstante, que el determinante último es incremento de la población urbana; éste, diversificado por rrios por causas que no examina, trae directamente consigo u serie de necesidades de comunicación entre polos de pob

54 Halbwachs, 1909, p. 12. Una ilustración de ese punto: Haussman voca motivos de orden público para justificar la apertura del bulevar Strasbourg, el eje norte-sur que rompe el centro del viejo París. Per construcción de la estación del Este, al norte de ese eje, y el rá crecimiento de la población de los barrios vecinos (1851-1856) son, embargo, explicaciones suficientes de la necesidad de una vía de com cación como esa (abierta en 1853-1860) (pp. 16-17 y 137-39).

Halbwachs, 1909, p. 382. La idea es recogida y desarrollada 1. Lautman, quien analiza a los promotores inmobiliarios contemporá como los agentes de un .orden urbano» que se realiza a través d apareñte anarquía de la «especulación» (Lautman, 1969).

56 LO que J. Lojkine designa muy bien, por lo que respecta al Estad como «la estructura ciega de lo político» (Lojkine, 1977, p. 18).

Algunos de los mejores trabajos no escapan a esta crítica. Así, A. pietz, después de haber planteado la articulación objetiva de la adivisi social del espacio» con la división social del trabajo y la estructura clases, cree que debe añadir que es ((social y conscientemente desead objeto de una práctica especi.ficamente política»: la que aspira a mant el orden o ((quebrar el ser-de-clase obrero» (Lipietz, 1974, pp. 21-32) mismo, en un excelente estudio de la renovación urbana de París, autores atribuyen al Estado no pocas «voluntades»: marcar simb mente el centro, ofrecer a los monopolios un centro comercial, dep a la población de los barrios que votan comunista, etc. (Godard e 1973, pp. 99-106).

Diferenciación espacial de los precios y rentas

miento; además, la demografía crea necesidades de infraestruc- turas (los mercados de mayoristas, las estaciones ferroviarias, los grandes servicios públicos) cuya ubicación produce a su vez corrientes específicas de circulación. Todo el discurso teórico sobre la causalidad se resume aquí en la analogía mecánica: los lugares de residencia y de actividad constituyen un «sistema de fuerzas» cuya resultante queda reflejada en las nuevas vías de comunicación intraurbanas. He aquí la «física social». Halbwachs trata el espacio únicamente como un conjunto de distancias físi- cas entre puntos.

Esas ({necesidades soqiales», que tienen una base demográ- fica, no producen, sin embargo, efecto sino a través de repre- sentaciones colectivas. El crecimiento de la población no trae directamente consigo el de la demanda, pues la necesidad de vivienda no es la misma en los distintos grupos sociales: mien- tras que los ricos tienden a buscar viviendas mejores, los pobres tienden, por el contrario, a limitar su gasto en alquiler "; es por esta razón por la que los especuladores sólo intervienen en los barrios ricos. Además, el aumento de la demanda sólo lleva con- sigo la construcción y las transacciones inmobiliarias cuando los agentes elaboran de repente una representación colectiva de los movimientos del mercado: la discontinuidad de esas corrien- tes de opinión explican el carácter irregular del alza de los precios del suelo.

Halbwachs coloca así las bases de una interpretación cultura- lista de las estructuras de consumo: La demanda de vivienda no -1 es simplemente función de los ingresos, y de ninguna manera proviene de preferencias individuales arbitrarias: se encuentra determinada por la pertenencia a una clase social, es decir a un sistema particular de representaciones colectivas. Pero esta línea de análisis no es aplicada al estudio de la diferenciación social del espacio: éste continúa siendo el receptáculo neutro de un campo de fuerzas, las necesidades; los modelos culturales deter- minan la intensidad de esas fuerzas, pero no marcan el espacio en que éstas se desenvuelven, A

Sólo cuarenta años más tarde, cuando haya aparecido la ecología urbana americana, la crítica culturalista de las teorías dominantes del uso del suelo urbano conocerá su pleno desarro- llo y dará lugar a una nueva vía de investigación. Las tesis de

Halbwachs, 1909, pp. 390-91. Esta tesis será- objeto de investigaciones empíricas y desarrollos en textos posteriores de Halbwachs, en los que se precisará una concepción culturalista de las clases sociales y sus nece- sidades (especialmente, Halbwachs, 1912).

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Chrisfian Topa

Firey constituyen sin duda un punto de ruptura, pues fo lizan la axiomática de lo que llegará a ser la corriente cul lista. Se las puede resumir en un sistema coherente de pro siciones teóricas cuya pertinencia demuestra Firey para el tudio de los usos del suelo en B ~ s t o n ~ ~ .

Cuando los agentes sociales constitu ral», su comportamiento trata de conserv tado por «valores»: es «voluntario». Cuando, por el co los agentes sociales son unidades separadas y en comp

comportamiento es «racional». Los valores constituyen, por tanto, un criterio de ub

para ciertos grupos sociales: su relación con el espacio bólica, ciertos valores se encuentran ligados a una zona espacio que se convierte en un símbolo de la identidad del tema cultural, es decir del grupo mismo. Así, un espacio cen será excluido de cualquier utilización económica racional

superiores, mientras que un barrio dete para una minoría étnica su identidad cultural. Los tituyen, pues, en ciertos casos factores suficientes

cual deben adaptarse racionalmente. Fir ciudades modernas, el espacio es asignado a según la capacidad relativa de éstos de pro ésta la consecuencia ecológica del sistema ~ c o n t valores a. Así, e1 comercio minorista, actividad cu la ganancia y para la cual esta última de la accesibilidad, estará ubicada siempre en los puntos máxima accesibilidad: es la actividad «con derecho prefe cial» por excelencia. A la inversa, la población socialmente

59 El vocabulario de Firey está tomado de la conceptualización Parsons. En lo que viene a continuación, he tratado de «traducirlo» a lenguaje más accesible. Esas tesis han sido reunidas por el propio aut Firey, 1947, pp. 30-34.

<<La principal [implicación] es la relegación del espacio al est de agente productivo, de simple medio para la obtención de un fin alejado. En el contractualismo, el espacio tiende a ser despojado de cualidades simbólicas y a hacerse afectivamente neutro» (Firey, 1947, gina 253).

Diferenciación espacial de los precios y rentas 191

integrada, producida también por el «sistema contractualista de valores», se ubicará en una zona residencial en proceso de degra- e

dación: solteros y ancianos expulsados de la familia conyugal, trabajadores no cualificados y ocasionales requeridos por la «economía industrial», constituyen unidades sin identidad cul- tural que ocuparán los barrios obsolescentes. Estos hechos en nada invalidan la problemática culturalista. En efecto, el pre- dominio de la lógica de la ganan~,ia es, él también, un hecho cultural, históricamente fechable61P Este predominio signific que cuando hay conflicto entre los modelos de ubicación que se producen como consecuencia del juego de intereses y los resultantes de los valores, son los primeros, en general, los que se imponen. No obstante, los viejos modelos podrán influir en los nuevos: en ocasiones, es racional tener en cuenta los valores.

La crítica culturalista, y los fenómenos que permiten señalar tiene, a mi parecer, el gran mérito de descalificar la pret reduccionista de los modelos del consumidor racional. De a su manera el fundamento de esta orientación teórica, a imaginar todas las relaciones sociales con arreglo a la represen- tación que espontáneamente tiene el capitalista de su propia práctica. No es una crítica empirista que se contente con llamar al «realismo» a los paladines de la abstracción y al sentido común y práctico a los teóricos del h o m o oeconomicus; si los comportamientos se alejan de aquéllos que el modelo construye, ello no quiere decir que haya falta de racionalidad; lo que sucede es que las racionalidades sociales son plurales. La coherencia de cada una de ellas es precisamente aquello a lo que aspira la noción de ((sistema cultural».

Queda por saber si con ese concepto se puede entender el determinante último de los sistemas de representaciones y prác- ticas que rigen la posición de las clases y grupos sociales en el espacio urbano. Quizá un rodeo mediante el examen empírico de las prácticas sociales en el espacio nos coloque en el camino hacia una revisión de la «cultura» en un marco explicativo más amplio y eficaz.

«ES ese sistema de valores el que ha dominado la sociedad occidental a lo largo de los tres últimos siglos. Y éstos han sido precisamente los siglos en que han aparecido los rasgos distintivos de la metrópoli mo- derna. Un paralelismo como ese es más que una coincidencia. Existe ahí una auténtica relación funcional entre los dos, de manera que los rasgos únicos de la <<gran ciudad» moderna -su razón de ser, su organi- zación y su estructura espacial- no pueden ser comprendidos sino por referencia al sistema contractualista de valores en el cual ha surgido» (Firey, 1947, pp. 252-53).

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' - Christian T O P ~ ~ S ilifrrenciación espacial de los precias y rentas 193

4 2. Las prácticas sociales en el espacio urbano y la diferenci apas superiores» empleada aquí no remite a

espacial de los valores de uso ón en función de las

Es evidente que no existe un modelo descriptivo único

s una categoría muy sificada que comprende clases y capas sociales heterogé-

uía financiera que detenta la parte decisiva de la rol del gran capital; la burguesía media de

men global de esos trabajos: resa, quienes también pueden ser formalmente es; los cuadros superiores de

ministración, de las empresas o del aparato

producto (la vivienda) que integra entre sus cualidades las d medio ambiente espacial a.

Sin embargo, es posible formular, a partir de los resultados píricos disponibles, algunas indicaciones de método esía y en el de los ingenieros industriales o los profesores. teóricas. En efecto, en numerosos trabajos es posible n con el mercado de la vivienda será un enfoque que supera el naturalismo de la ecología u e el «precio» que es necesario pagar formalismo de los modelos microeconómicos, así com tes del culturalismo 63. Me

s superiores» presenten, globalmente y a diferencia de las categorías sociales, una relación específica, coherente y

Así, los trabajos sobre la evolución de la región pari desde 1950 muestran que existen dos tipos de prácticas e espacio urbano, que se oponen claramente, en los dos polo ados, su lugar en la estructura de las relaciones de pro- la estratificación social: la de las capas superiores y la de está más claro: el asalariado, en lo que a ellos se refiere, obreros. Más aún, cada una de esas categorías posee un esp propio, muy segregado del de la otra categoría. Las capas dias, por el contrario, no tienen un espacio geográfico que bución espacial es casi aleatoria (con excepción de una mayor densidad sea particular: en eso precisamente radica su especificidad. el centro de la ciudad); el personal de los servicios, relacionado en el

Antes de ir más lejos, es preciso ponerse de acuerdo S

esa clarificación de las categorías sociales, precisar su conte ibución espacial muy específica, sólo pueden ser estudiados en fun- de la actividad de la que han salido y de la clase a la que pertenecen. y sus inconvenientes

urguesían, me parece tan erróneo como negarse a ver la permanencia 62 Castells, 1972, p. 228. 63 La mayor parte de las investigaciones a las que se hará r

tienen como objeto la región parisina; esto no constituye un niente muy grande, pues no se trata de generalizar resultados e sino de mostrar cuál puede ser la eficacia de una problemática.

Dejaré de lado voluntariamente, en el análisis, a ciertas categ

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Christian To

Pero, más allá de esa característica común, esas capas se enc tran muy diversificadas según sus funciones y sus in Además, los trabajadores de esas categorías están frecue te ligados por familia a las otras capas sociales: éste es, par larmente, el caso de los empleados, más de la mitad de cuales, no hay que olvidarlo, pertenecen a familias cuyo ca es de otra categoría social6. SUS prácticas con respecto al e cio urbano no pueden, por lo demás, analizarse sino en re1 con los dos espacios coherentes que se oponen: el de las superiores y el de los obreros.

2.1. El espacio de las capas superiores

El espacio de residencia y el espacio de trabajo de las superiores están fuertemente concentrados en zonas red de- la aglomeración.

Las principales zonas de trabajo son el centro comer el centro administrativo, centralización espacial que es tado de la progresiva separación en el capitalismo monopoli entre los centros de producción y los de gestión y dirección la economía. Las transformaciones de la división del trabajo las actividades de gestión y circulación del capital no afec a las actividades propiamente directivas, que permanecen centradas en el centro comercial de las principales metró urbanas. En consecuencia, los lugares de trabajo de los a nistrativos superiores tienden a estar muy concentrados en espacios centrales. Cuando esos lugares tienden a des en el espacio urbano, lo hacen por lo general siguiendo ciones espaciales ya determinadas socialmente por el 1 residencia de las capas superiores. En cuanto a los profesiona liberales, ejercen generalmente su actividad en las zonas centr les o de residencia privilegiada.

Tanto desde el punto de vista del trabajo como de la re dencia, la movilidad de las capas superiores es escasa y su área de movilidad restringidau. De todas las categorías sociales, ésta es la que cambia menos a menudo de patrón" y cuando cambia, "w

66 Sobre la poca especificidad social en Francia de la categoría de 1 empleados, véanse en particular Baudelot, Establet y Toiser, 1979, pá nas 193-203.

67 Salvo que se precise lo contrario, los datos de este párrafo son resultado de una encuesta realizada a fines de los años 60 en la regi parisina (Freyssenet y Retel, 1970, pp. 93-104 y 119-27).

Cf. indicador de estabilidad en el empleo, Anexo III.

Difeyenciación espacial de los precios y rentas 195

lo hace en un área geográfica muy restringida. Además, aunque cambien más a menudo de vivienda que de empleo, las capas superiores presentan también una gran estabilidad residencial @; desde ese punto de vista, es también la categoría menos móvil y aquella cuya área de movilidad es más restringida, a excepción de la de los obreros. Movilidad residencial y profesional varían en la misma forma en esas capas sociales: particularmente esca- sas entre los comerciantes y los miembros de las profesiones liberales, lo son un poco menos entre los cuadros superiores; los ingenieros, por el contrario, son muy moviles desde los dos puntos de vista y presentan un comportamiento muy parecido al de los técnicos.

Al igual que sus zonas de trabajo, las zonas residenciales de las capas superiores están claramente delimitadas en el espacio urbano. Así, en la aglomeración parisina 70 esta categoría es, de lejos, la menos difusa, la más concentrada espacialmente, aun- que el fenómeno disminuye ligeramente de intensidad con el aumento de su peso en la población y su progresiva diversifica- ción interna. La distribución espacial de las capas superiores es la que menos se modifica, incluso en un período de rápida

'

urbanización; los desplazamientos espaciales se efectúan esen- cialmente hacia zonas ya caracterizadas por la misma categoría social. Una de las características constantes de esa distribución espacial es su alta segregación con respecto a los lugares de residencia de los obreros.

Las zonas donde se concentra la vivienda de las capas supe- riores y en las que éstas representan una alta proporción de la población se encuentran, por tanto, claramente delimitadas en el espacio urbano. Ademas, su ubicación es sumamente estable en el tiempo, ya que el desplazamiento espacial que las afecta es limitado y se lleva a cabo en una dirección determinada. La región parisina ilustra ese fenómeno, probablemente muy ge- nera171. La zona de alquileres más altos a fines del siglo

69 Cf. indicador de movilidad residencial, Anexo III. Hay que señalar, sin embargo, que la movilidad residencial de los profesionales liberales y cuadros superiores es más fuerte en provincias, donde casi alcanza el nivel de la de los cuadros medios (cf. Anexo 111).

'O Cf. indicadores de distribución espacial, extraídos del estudio de re- ferencia de M, Freyssenet y J. Retel sobre la evolución de la segregación espacial de los grupos sociales en la aglomeración parisina de 1954 a 1968 (Freyssenet, Regazzola y Retel, 1971).

71 Señalemos que no se trata aquí de discutir modelos espaciales con- cretos de ubicación de la vivienda de las capas superiores. Estos son empíricamente muy diversos. El modelo francés clásico es el de la per-

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Diferenciación espacial de los precios y rentas

Barrio -muy n c o ~ en 1878 y 1910 mt 0 Barno -muy ricos, en 1910 solamente

m Barrio .muy rico* en 1878 solamente

Figura 4.4. Paris, 1878-1910. Zona residencial de las capas superiores

FUENTES: 1878: Commission des Contributions Directes, Ville de Paris, Les propviétés bities de la VilIe de Pavis en 1889 et 1890, París, Imprimerie Nationale, 1890, gráfico 2.

1910: Commission des Contributions Directes, Ville de Paris, Le Iivve foncier de 1911, París, Imprimerie Chaix, 1911, grá- fico 9.

NOTAS: Han sido considerados como «muy ricos» los barrios cuyo alquiler medio se sitúa en las dos primeras decilas de la distribución de los alquileres medios por barrio. En cada fecha hay pues 16 (de un total de 80).

m Municipio o barrio típico de las #capas superiores. en 1954 y 1968

Municipio o barrio típico de las ((capas superiores- en 1968 solamente

a Municipio o barrio típico de las capas superioresi en 1954 solamente

Figura 4.5. Aglomeración de Paris, 1954-1968. Zona residencial de las capas superiores

FUENTE Y METODOLOG~A: Freyssenet, Regazzola y Retel, 1971, pp. 151-61.

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Christian T

XIX 72 es casi idéntica a aquella en la que la proporción de cap superiores era mayor a mediados de los años cincuenta 73: se ta, a más de medio siglo de distancia, del oeste de París de la orilla izquierda adyacente. Se ha producido, sin un desplazamiento desde el centro de la ciudad hacia ria. Los barrios caros más centrales se caracterizan tiempo por una fuerte disminución de la población residente favor de actividades comerciales y financieras y por una relati «degradación» del nivel social de esa población. Por el contrar las capas superiores han poblado algunos municipios de la pe feria occidental que sólo están separadas de la parte centr de la zona residencial de las capas superiores por un peq cinturón de municipios industriales y obreros. Quince años tarde, a finales de los años sesenta, la zona residencial super1 de extrarradio se extendió hacia los límites de la aglomeració por una parte, y hacia el centro, por otra. El rápido crecimie de la periferia urbana ha producido una fuerte disminución peso relativo de París en la residencia de todas las capas soci les; pero las capas superiores se han concentrado en una zo muy delimitada del extrarradio, en clara continuidad espac con su zona central de implantación tradicional. Además, sabido que, de manera general, en Francia son las capas sup riores las que residen con mayor frecuencia en el centro de ciudad 74.

manencia en el centro y la expansión periférica; el modelo american clásico, por el contrario, es el del abandono del centro; pero es sabid que el llamado modelo «americano» está lejos de verificarse en la mayor de las ciudades americanas (cf. una discusión al respecto en Castel 1972, pp. 219-29). Lo que interesa aquí es establecer el hecho de que sie pre hay una zona delimitada de residencias superiores, estable en tiempo, por lo menos en la dirección de su desplazamiento (cf. Ho 1939, Figura 40).

72 Cf. Figura 4.4 que representa los barrios de las dos decilas superiores de la distribución de los barrios de París según su alquiler medio e 1878 y 1910.

73 Cf. Figura 4.5 que representa, en 1954 y 1968, los barrios o municipios de tipo «superior»: más del 50 Oh de ejecutivos (de los cuales 315, apro- ximadamente, de cuadros superiores), muy pocos obreros (cerca de un 20 %). Esas proporciones se refieren a una población de la que se exclu- yen los artesanos y pequeños comerciantes, inactivos, personal de servicios y activos diversos.

74 Cf. indicador de centralidad residencial, Anexo III. No es menos cierto, sin embargo, que es también la categoría social cuyas migraciones alternantes cotidianas son las más prolongadas; esa paradoja refleja sin duda las diferenciaciones internas de la categoría.

Diferenciación espacial de los precios y rentas 199

Centrales o periféricas, las zonas residenciales de las capas superiores ofrecen, claro está, equipamientos urbanos y servi- cios cuantitativa y cualitativamente privilegiados. Los «barrios de lujo» no lo son únicamente en las representaciones colectivas, sino también en la materialidad de los medios de consumo allí disponibles. Los estudios empíricos sobre la oferta de equipa- mientos urbanos dan indicaciones muy interesantes acerca del contenido de esos privilegios espaciales: pueden ser analizados con precisión en la región parisina, ya que existen indicaciones que llevan a la misma conclusión en toda Fran~ia7~. - El tiempo de acceso al centro de la ciudad, tanto a través

de los transportes colectivos como del vehículo individual, es el más corto. Los transportes colectivos disponibles ofrecen la red más densa, que presta el servicio con las mejores frecuencias y en el mayor número de direcciones. Cuando se sabe que la tasa de motorización de esas categorías sociales es al mismo tiempo la más alta 76, puede apreciarse el cúmulo de ventajas de que disfrutan en materia de desplazamientos urbanos. - La disposición espacial de los establecimientos escolares

ofrece claras ventajas a las capas superiores únicamente en lo que se refiere a la enseñanza secundaria y superior n. En cam- bio, sus hijos disfrutan en todos los casos de condiciones esco- lares más favorables, en la medida en que la segregación espa- cial de las capas sociales produce en el sistema escolar efectos particulares que este último refuerza. - Las zonas residenciales de las capas superiores, si bien

no están mejor provistas de hospitales que otras, se benefician de una mayor densidad de médicos privados, de medicina gene- ral y especialistas, así como de farmacias.

75 En Verret, 1979, p. 189, aparecen algunos indicadores globales de pro- ximidad a los equipamientos de cada categoría social (toda Francia, 1971). Un estudio de referencia sobre la aglomeración parisiense en 1975 fue realizado por Monique Pingon, E. Préteceille, P. Rendu (cf. Rendu, 1978). Salvo indicación contraria, las proposiciones empíricas que siguen se re- fieren a la región parisiense y provienen de esta última investigación.

7b Profesionales liberales y cuadros superiores: 91,9 Oh; cuadros me- dios: 87,2 %; empleados: 71,4 %; obreros: 73,6 % (Conjunto de Fran- cia, 1976. Fuente: Collections de Z'INSEE, M 55, Cuadro 7). La proximidad de una estación de servicio es además uno de los criterios según los cuales los profesionales liberales y las capas superiores se benefician de la ventaja relativa más importante con respecto a las demás categorías.

Y a las guarderías a nivel nacional, pero no en la aglomeración parisina.

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Christian Topalov

- La red comercial no es en esas zonas significativamente más importante, desde el punto de vista cuantitativo; las dife- rencias son cualitativas. Así, no debe sorprender la mayor den- sidad de bancos. - Las disponibilidades de equipamientos recreativos son

francamente superiores. Esas categorías, que se encuentran so- cialmente a menor distancia de esas prácticas culturales legí- timas (como el teatro o los museos), son también las más cer- canas físicamente a los equipamientos correspondientes. Su pro- ximidad a los espacios verdes también caracteriza de manera específica a la vivienda de las capas superiores.

Esos resultados empíricos ponen de manifiesto y detallan * una evidencia: el espacio residencial de las capas superiores

posee rasgos específicos coherentes con su modo de vida. Esa especificidad es signo de distinción social, participa en el sis- tema de expresión y reconstrucción simbólicas de la jerarquía de situaciones de clase. Pero lo es solamente en la medida en que el significante social es simultáneamente soporte material de prácticas de clase que constituyen un modo de vida real. El espacio de las capas superiores no puede ser signo de distin- ción sino porque es «objetivamente» diferente. Y esas diferen- cias son, en particular, el resultado de los procesos de produc- ción material: predominio masivo de las formas más capitalistas de construcción de viviendas, privilegios a largo plazo en mate- ria de infraestructuras y equipamientos públicos de consumo, concentración «espontánea» de los servicios mercantiles reque- ridos por una clientela ampliamente solvente. Esos procesos tienden, por intermedio de los precios, a producir la segregación espacial exigida por la legibilidad simbólica de los espacios. Además, la concentración espacial de las capas superiores lleva a cabo una transformación cualitativa del contenido de los equi- pamientos públicos, bajo el doble efecto de la pertenencia social de sus usuarios y de las políticas públicas que refuerzan sus consecuencias. Ese fenómeno es particularmente evidente en el sistema escolar, pero actúa más ampliamente en todos los equi- pamientos culturales 78. Ocurre lo mismo con los equipamientos comerciales privados, cuyo «refinamiento» acompaña y refuerza la segregación espacial de las capas superiores. A la inversa, los procesos de «degradación social» de las zonas residenciales en otros tiempos privilegiadas son acumulativos por las mismas razones. Capas superiores y capas populares -y principalmente

78 Cf. Pincon, 1979, vol. I.

Diferenciación espacial de los precios y rentas 201

obreras- se excluyen en el espacio mediante procesos de ex- pulsión 79.

Las representaciones que se hacen del espacio urbano las capas superiores presentan rasgos específicos coherentes con las prácticas reales que les sirven de fundamento. Estudios reali- zados en varias grandes ciudades francesas y especialmente en la aglomeración parisina * concluyen que esas capas sociales e poseen el «horizonte urbano» más amplio: hacen sus compras no alimenticias en el centro de la ciudad con mucha mayor fre- cuencia que otras capas, siendo comparable la distancia desde el lugar de residencia al centro; utilizan más a menudo los equipamientos centrales de distracción y cultura; su red de ' relaciones con la familia y los amigos está más extendida en el espacio. Además, disponen de una representación clara del centro y le asignan un significado simbólico de valor4 Partiendo de todos esos criterios, las capas superiores se oponen en cada punto a las prácticas y representaciones obreras de la ciudad. Por el contrario, las capas medias, cuadros medios y empleados -cuya ubicación y movilidad residencial son muy diferentes a las de las capas superiores- participan mucho más de ese «modelo D.

" '

2.2. El espacio obrero

Así como hay un espacio urbano específico de las capas supe- riores, hay también un espacio obrero: claramente segregados entre sí, se oponen por sus características esenciales.

Las zonas de trabajo de los obreros son principalmente aque- llas donde están ubicadas las empresas industriales, y se trans- forman al ritmo de los cambios de los procesos productivos. Cada fase de la división capitalista del trabajo da lugar a la for-

79 D. Harvey critica de manera muy acertada la teoría un tanto idílica del filtering, mostrando la importancia esencial en las reasignaciones so- ciales del parque inmobiliario de los fenómenos de blow out (Harvey, 1973, pp. 172-76). En cuanto a los marginalistas impenitentes, explican evidentemente la segregación (racial en ese caso) por «la hipótesis de la preferencia del consumidor»: «una explicación bastante más razonable de la segregación residencial es que los blancos tienen mayor repugnancia a vivir entre negros que la que tienen los otros negros» (Muth, 1969, p. 107).

Cf. en particular Cornuau et al., 1965, estudio del que están tomados los resultados mencionados en este párrafo.

La notable síntesis de M. Verret sobre ese tema (Verret, 1979) inspira algunos de los siguientes desarrollos.

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Christian Topa2

mación de los espacios productivos correspondientes y tra forma profundamente la estructura urbana y especialmen las condiciones de residencia de los obreros.

En una metrópoli industrializada tardíamente y de m progresiva como París, las empresas se establecen en el cin industrial que rodea al centro de la ciudada. Se constituye p mero, desde la primera mitad del siglo XIX, un tejido denso de manufacturas en las inmediaciones de los barrios centrales donde se mezclan producción y venta artesanales; el alejamiento progresivo de las manufacturas hacia la periferia es el resultado de la disociación entre lugar de producción y lugar de comercia- lización, pero no rompe el flujo intenso de mercancías y traba- jadores que se establece entre los dos sectores. Residencia obre- ra y empleo artesanal o manufacturero se mezclan en los mismos barrios populares, a menudo en los mismos inmuebles A partir de la década de 1880, los primeros establecimientos de la gran industria se establecen al otro lado de este primer cinturón, en función de las necesidades específicas del maquinismo en mate- ria de expansión espacial y proximidad a las grandes infraestruc- turas de transporte fluvial o ferroviario, así como de abasteci- miento energético. El retroceso del obrero especialista en esta nueva forma de producción conduce al desarrollo de un nuevo mercado de trabajo de obreros no cualificados que, desde un comienzo, es espacialmente diferente al mercado de trabajo ligado al sistema artesanado-manufactura "'. La rápida regresión de la residencia obrera en el centro de la ciudad desde comien- zos del siglo XIX trae sin embargo consigo, en el cinturón indus- trial, una altísima interpenetración espacial de las empresas industriales y el hábitat obrero, en todas sus categorías. Este primer cinturón industrial parisino se caracteriza por un tejido urbano coherente, marcado por un gran número de empresas diversificadas y complementarias, por una estrecha relación es- pacial entre la gran fábrica y sus numerosos subcontratistas y

Cf. los trabajos en curso de M. Freyssenet sobre Turín. 83 ES un fenómeno similar a aquel a partir del cual hace Burgess sus

generalizaciones, haciendo desaparecer, por lo demás, del esquema a la industria pesada: la industria ligera de la franja exterior del centro comercial se extiende por la zona de transición deteriorada, más allá de la cual comienza la zona residencial de los obreros cualificados (Bur- gess, 1925).

84 Algunas formas de la división manufacturera del trabajo se desarro- llan primero en el marco del trabajo a domicilio (cf. los análisis clásicos de Marx en el libro primero de E2 cavita2). . ,

Cf. Magri, 1 9 7 2 , - ~ ~ . 69-81.

Diferenciación espacial de los precios y rentas 203

por la multiplicidad de los servicios urbanos engendrados por el flujo de trabajadores (restaurantes, cafés, comercios). Ade- más, el hábitat obrero se mezcla estrechamente con las empre- sas, con un elevado predominio hoy de los trabajadores cua- lif icados .

Ese tejido industrial comienza a transformarse a comienzos de la década de 1950, y de una manera masiva con la crisis de la de 1970, con la desindustrialización de las metrópolis que va unida a la aceleración del tránsito a la gran industria y los co- mienzos de la automatización a. El empleo obrero disminuye rápidamente en su ubicación tradicional por comprensión de los empleos y cierre de los establecimientos. El declive de la em- presa pequeña y mediana en numerosos sectores se une a un poderoso movimiento de cambio de ubicación de los grandes establecimientos mecanizados en vías de automatización hacia las concentraciones de mano de obra poco cualificada de la provincia y las zonas dependilentes. Las empresas que permane- cen en la aglomeración tienden a desplazarse hacia la periferia alejada donde se configuran zonas industriales aisladas, con una baja cualificación obrera, separadas espacialmente de las zonas donde habita la mano de obra.

Por tanto, el espacio obrero se está transformando. Sin em- bargo, aún permanece muy marcado por las características de la primera industrialización.

Entre todas las categorías sociales, los obreros son los que cambian más frecuentemente de empleo, tanto más cuanto me- nos cualificados seans7. A finales de la década de 1960, en la región parisina, esa gran movilidad ocupacional se llevaba a cabo dentro de un área geográfica muy limitada. A la inversa, su movilidad residencial es casi tan escasa como la de las capas superioresSs y, además, su área de cambio de residencia es la más restringida de todas las categorías socialesa9.

La ubicación de la residencia obrera en el espacio parisino es, pues, muy estable en el tiempo, casi tanto como la de las capas superiores, y está muy segregada de esta última. En cam- bio, es mucho más difusa dentro de la aglomeración. Si las cate- gorías sociales superiores se concentran en zonas restringidas, los obreros ocupan ampliamente el espacio restante, aun estando

86 Para una descripción de ese fenómeno de la región urbana de París, cf. Browaeys y Chatelain, 1974.

" Cf. indicador de estabilidad del empleo, Anexo III. Cf. indicador de movilidad residencial, Anexo III.

89 Cf. Freyssenet y Retel, 1970, pp. 113-18 y 132-35.

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204 Christian Topalov

sensiblemente más concentrados que los empleados y los cua- dros medios 90. De todas las capas sociales, son los obreros los que menos residen en el centro de la ciudad, pero son también los que gastan menos tiempo en transporte entre el domicilio y el trabajo 91. En efecto, el hábitat y el empleo obrero están aún muy ligados en el espacio, a pesar de la tendencia a la disociación que acompaña a la desindustrialización urbana 92.

Los estudios clásicos de H. Coing sobre París y de M. Young y P. Willmott sobre Londresg3 muestran lo que significan esa configuración espacial y su dislocación en los barrios obreros tradicionales próximos al centro de la ciudad. Si el carácter insalubre del hábitat es evidente con respecto a las normas «modernas», y, por lo demás, perfectamente percibido por los moradores, no impide un profundo apego de éstos a su barrio. Pues el barrio es una cultura, preponderantemente obrera, com- puesta por un lenguaje, una ética, una solidaridad que le son propios. Esta cultura se encarna en un espacio geográficamente definido, en el que la proximidad de los empleos ofrece las ma- yores posibilidades de acceso al mercado de trabajo.

La destrucción de esos núcleos obreros, por la emigración de las empresas y la especulación inmobiliaria, no es fácil, ha- ciéndose a menudo necesaria una renovación urbana apoyada en los medios coercitivos del EstadoN. Pero el desarrollo del extrarradio reproduce fenómenos parecidos, sin que por ello se mantenga un predominio obrero tan marcado en la población, ni correspondan los modos de vida a los del barrio popular tradicional. La práctica obrera en el espacio urbano y, por tanto, las representaciones de éste, conservan, no obstante, caracterís- ticas constantes 95: predominio masivo de las compras no ali-

m Cf. indicadores de distribución espacial de la residencia. 91 Cf. indicadores de centralidad de la residencia y de duración del tra-

yecto domicilio-trabajo, Anexo III. 92 «Parece como si el fraccionamiento geográfico de la categoría de los

obreros fuera el corolario de la desindustrialización» (Browaeys y Chate- lain, 1974, p. 52).

93 Coing, 1966; Young y Willmott, 1957. 94 D. Duclos muestra que las operaciones de renovación en París en los

años 60 no producen como principal efecto el mejoramiento de la oferta de equipamientos públicos o «la imagen de marca)) del sector, sino la supresión de las actividades económicas en algunos puntos (los núcleos aislados), lo que trae consigo, bastante mas allá de las parcelas o zonas afectadas, el desmantelamiento del sistema producción-hábitat del barrio. La promoción inmobiliaria puede entonces intervenir (Duclos, 1973, pá- ginas 52-56).

95 Cf. Cornuau st al., 1965. En ese trabajo colectivo aparecen, cual-

Diferenciación espacial de los precios y ventas 205

menticias en el municipio de residencia, red de relaciones prin- cipalmente familiar y local, imagen imprecisa y escasa frecuen- tación de los espacios centrales, tan valorados por las capas superiores.

El espacio obrero parece, pues, muy determinado aún por el fenómeno de la concentración de las industrias y del hábitat en las mismas zonas urbanas. La estabilidad residencial, mien- tras sea posible, maximiza las posibilidades de acceso a los em- pleos, de los que hay que cambiar a menudo, pero en un área geográfica limitada. En ese espacio se inscriben unas prácticas cotidianas que ignoran al resto de la ciudad y que están en la base de una cultura específica de clase.

Los equipamientos y servicios urbanos accesibles en ese es- pacio se caracterizan por su baja densidad y por un contenido coherente con la pertenencia de clase de los usuarios. Para la casi totalidad de los equipamientos, son los obreros quienes viven más lejos %. La situación en la región parisina es caracte- rística a ese respecto 97.

- El servicio de transporte colectivo les es relativamente desfavorable, desde el punto de vista de la proximidad de las estaciones (excepto en el caso del tren) y, sobre todo, de las frecuencias y direcciones ofrecidas. Hay que señalar, además, que la red parisina tiene una estructura casi exclusivamente radial que une los barrios dormitorio del extrarradio con el centro comercial, pero es totalmente inadecuada para las nece-

quiera que sea la práctica urbana analizada, tipos coherentes de cfami- liasn. Así, por ejemplo: «Por un lado ... familias extensas con una fuerte cohesión interna y local que llevan, en lo que respecta habitantes del ex- trarradio, una vida de relaciones limitada al municipio y una fuerte im- plantación en el vecindario; por otro, familias que presentan las caracte- rísticas inversas: mayor movilidad residencial en el pasado, vida social muy dispersa en todo el espacio urbano, mayor participación en la vida de las asociaciones» (J. Retel, Zoc. cit., pp. 109-10). «Así, es posible distin- guir una población con un horizonte parisino restringido de otra con un horizonte parisino amplio; o también una para la cual la atracción sim- bólica de París o de cualquier otra zona del extrarradio, distinta a la habitada, desempeña un papel poco importante, de otra para la cual tiene un sentido» (B. Lamy, Zoc. cit., p. 76). «Los obreros tienen más dificultades para imaginarse en un sector diferente al que ocupan» (ibid., p. 53). En todos los casos, en cada uno de los polos de la tipología coinciden los obreros con los cuadros superiores.

% Cf. indicadores de proximidad de los equipamientos y servicios urba- nos, Anexo 111. La desventaja relativa de los obreros es siempre observa- ble, aunque varia su amplitud, mientras que para ciertos equipamientos las capas superiores y las medias se encuentran en posición idéntica.

97 Cf. Rendu, 1978.

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Diferenciación espacial de los precios y rentas 207

sidades de desplazamiento «de circunvalación», de un barrio a otro del extrarradio, de los obreros 98. Teniendo en cuenta la situación es similar en la mayoría de las grandes ciud francesas, se deduce que los obreros, que son la categoría la más baja tasa de motorización (con excepción de los em dos), son al mismo tiempo los que menos utilizan el transporte colectivo para sus desplazamientos entre el domicilio y el tra- bajo: más de la cuarta parte de esos trayectos son efectuados en vehículos de dos ruedas 99. - Aunque la densidad de establecimientos escolares secunda-

rios y superiores es más baja para los obreros, éstos disfrutan de una densidad mayor de establecimientos de enseñanza técnica (y también de agencias de empleo), mientras que las escuelas primarias están distribuidas por igual. Claro está que es preci- samente en las escuelas en que son numerosos los hijos de obreros donde se observa la mayor proporción de retrasos y fracasos escolares. - Las zonas de residencia obrera, más densas en hospitales

que las otras, están más desprovistas de médicos de medicina privada. - Los equipamientos de carácter cultural son allí claramente

más escasos, y la distancia espacial refuerza los efectos de la distancia social a la cultura .legítima» dominante, reduciendo prácticamente a cero el consumo obrero en ese terreno.

Los rasgos del espacio obrero están, pues, claramente tipifi- cado~, así como las prácticas obreras en la ciudad. Su perma- nencia es tanto más notable cuanto que, si los obreros siempre se hallan segregados de las capas superiores, lo están cada vez menos de las capas medias.

2.3. Los espacios de las capas medias asalariadas

Las prácticas en el espacio urbano de los cuadros medios y de los empleados poseen características comunes, muy diferentes a las de las capas superiores por un lado, y a las de los obreros, por otro.

Antes de nada, esas categorías se caracterizan por una movi- lidad muy alta lm. Se ha visto que los obreros cambian frecuente-

98 Cf. Lojkine, 1972, pp. 42-49. " Cf. indicadores de migraciones alternantes, Anexo III.

lW Cf. Freyssenet y Retel, 1970, pp. 104-12 y 128-32. Esta encuesta se

mente de empleo y en muy pocas ocasiones de vivieiida, y siem- pre en el área geográfica más restringida posible: el espacio obrero. También se ha visto que, por el contrario, las capas superiores cambian muy poco de empleo y algo más a menudo de vivienda que los obreros, en otra área geográfica restringida: el espacio de las capas superiores. Las capas medias presentan una movilidad profesional intermedialo', pero en una amplia área geográfica; en cuanto a su movilidad residencial, es la más alta de todas las categoríaslo2, también en el espacio más amplio.

Las capas medias no tienen un espacio propio. Si una parte de sus empleos están concentrados en el centro comercial, tam- bién trabajan en los centros terciarios periféricos -los cuales se desarrollan con la diferenciación creciente en el seno del capital financiero entre actividades de dirección y gestión co- rriente-, en el comercio disperso y en las empresas industriales. Pero sobre todo, su espacio residencial se encuentra diseminado por todo el espacio urbano.

El estudio de la distribución espacial residencial de las capas medias asalariadas en la aglomeración parisina permite precisar esta afirmación lo3, Se trata de la categoría social cuya distribución espacial ha evolucionado más y es la más difusa en toda la aglomeración lo5. Sin embargo, desde este último punto de vista, los cuadros medios se diferencian ligeramente de los empleados. Estos se encuentran ahora distribuidos de manera uniforme por todo el espacio urbano lM, mientras que, a comien- zos de la década de 1950, su distribución espacial estaba rela- cionada -aunque de forma débil- con la de los cuadros medios y superiores, y opuesta a la de los obreros, a finales de la dé- cada de 1960, su relación espacial con el resto de categorías sociales era casi nula. En otras palabras, si los empleados antes habitaban más bien las zonas superiores y no las zonas obreras, hoy ya no ocurre así, de manera que su espacio ya no se dis- tingue del espacio obrero. La tendencia es parecida en el caso de los cuadros medios, pero la distribución espacial de éstos

refiere a los cuadros medios, pero parece ser que los resultados pueden hacerse extensivos a los empleados.

lo' Cf. indicador de estabilidad del empleo, Anexo III. 'O2 Cf. indicador de movilidad residencial, Anexo III. 'O3 Cf. Freyssenet, Regazzola y Retel, 1971, e indicadores de distribu1:ión

espacial, Anexo III. lo4 Cf. indicador de estabilidad de la distribución espacial. 'O5 Cf. indicador de concentración espacial, Anexo III. 'O6 Cf. indicador de grado de segregación, Anexo III.

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208 Christian Topalov

está aún fuertemente relacionada con la de los cuadros supe- riores -aunque esta relación se esté debilitando- y fuerte- mente opuesta a la de los obreros -aunque esta oposición esté disminuyendo en lo que respecta a los obreros cualificados. Estos cambios se observan -recordémoslo- en una aglomera- ción en fuerte expansión demográfica, en la que retrocede la población del centro de la ciudad y aumenta rápidamente el peso relativo de las capas medias asalariadas.

Como resultado de esas tendencias, se observa un rápido re- troceso de las zonas de alto predominio obrero, tanto en el París obrero como en el «cinturón rojo» del extrarradio. No se trata de que no haya más espacio obrero: éste existe siempre para los obreros y casi dentro de las mismas fronteras que antes; pero, al contrario de lo que ocurría en el pasado, ese espacio no es exclusivamente suyo, ya no está segregado del espacio de los empleados -el cual se ha disuelto- y lo está menos que antes del de los cuadros medios. Por un lado, el espacio ha per- dido importancia como consecuencia de la construcción en masa para las capas medias y los obreros cualificados en la mayor parte de la zona típicamente obrera de antaño. Por otro, han aparecido sin embargo zonas urbanas mucho más marcadas que el resto por las capas medias, donde los obreros, en particu- lar los menos cualificados, están claramente menos represen- tados que en otros lugares: barrios parisinos en otro tiempo populares, municipios contiguos a la zona de residencia de las capas superiores en el extrarradio, municipios de la periferia alejada que a menudo presentan características de sitio privile- giado (espacios poblados de árboles, valles). Se observa que es precisamente en esos municipios «medios» donde se concentra la actividad de los promotores inmobiliarios privados a lo largo de los años sesenta: ignorando las zonas más obreras -excepto en el interior de París- y manteniendo una actividad limitada en las zonas de mayor prestigio -salvo en la periferia lejana, donde es muy importante- los promotores construyen masiva- mente en esas zonas cuya composición social van precisamente a modificar lw.

'O7 Cf. Topalov, 1973 b, pp. 49-52; Topalov, 1974, pp. 238-50. Se observará que las tendencias de ubicación de la producción de los promotores pri- vados se relacionan de manera muy exacta con las zonas del espacio en las que el cambio de uso del suelo posible, teniendo en cuenta su clientela solvente, les permite conservar la mayor parte de la renta del suelo creada: los barrios populares y medios del centro, las zonas medias del extrarradio y las zonas superiores del extrarradio.

Diferenciación espacial de los precios y rentas

A pesar de la marca que imprimen las capas medias asalaria- das a ciertos espacios, no por ello esos grupos se concentran en esas zonas -levemente los cuadros medios- ni se excluye de ellos a los obreros -un poco a los obreros no cualificados. Esta dispersión por todo el espacio urbano lleva consigo una

ada duración del trayecto domicilio-trabajo la, a pesar de servicio de transporte colectivo sensiblemente mejor que el

e los obreros y un uso más frecuente de los mismos. La den- sidad de los equipamientos accesibles a los cuadros medios y a los empleados es muy similar para unos y otros, a menudo más alta que la ofrecida a los obreros, y bastante próxima a aquella de la que disfrutan los cuadros superiores, en el caso de una serie importante de equipamientos lm.

Las prácticas y representaciones espaciales de las capas me- dias asalariadas están determinadas por su alta movilidad espa- cial, residencial y profesional "O. Los obreros sólo construyen representaciones del espacio limitado en que se mueven; las capas superiores tienen también un espacio limitado, pero po- seen una clara conciencia de su lugar en el conjunto urbano y, por tanto, una imagen global de éste; las capas medias asalaria- " das se desplazan por toda la aglomeración y, en consecuencia, se hacen una imagen de su conjunto. Los «modelos culturales» del espacio tienen su fundamento en las prácticas espaciales que produce la asignación espacial de las diferentes clases y capas sociales para cada una de ellas.

3. La diferenciación del espacio urbano como procesa social

Las anotaciones empíricas precedentes sobre la pluralidad de las prácticas sociales en el espacio urbano evidentemente no pretenden ser sistemáticas. En ciudades caracterizadas por una base económica y una estructura de clase diferente a la de París, los fenómenos observables pueden ser completamente dis- tintos. Pero del análisis esbozado, y del método que lo funda- menta, es posible no obstante as proposiciones generales sobre la estructur la diferenciación social del espacio urbano y ificación espacial de los valores de uso. Los resulta zados también permiten

'O8 Cf. indicador de duración del trayecto domicilio-trabajo, Anexo 111. '09 Cf. indicadores de proximidad de equipamientos, Anexo 111. "O Cf. Cornuau, et al., 1965.

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Chris f ian Topalov

sustentar mejor la crítica a los enfoques de la ecología urbana, a los modelos microeconómicos neoclásicos y al culturalismo. - En contra de lo que postulan los modelos descriptivos

naturalistas de la ecología urbana, no hay ninguna ley que regule el uso del suelo y la diferenciación social del espacio formulable en términos de regularidades geográficas, según la cual las ca- racterísticas naturales del espacio producirían como efecto la ubicación de las actividades y de las clases sociales.

Sin embargo, existen algunas regularidades para cada tipo de aglomeraciones caracterizadas por una historia similar de su base económica: es lo que establece empíricamente la Escuela de Chicago y lo que ocultan los modelos formales de ubicación. Pero no hay que relacionar tales regularidades con las propie- dades intrínsecas del espacio, sino con las estructuras internas del aparato productivo. En cada ciudad se articulan los espa- cios productivos que corresponden a las distintas fases de la división capitalista del trabajo, y los espacios residenciales que son el resultado de coyunturas históricas de la estructura de las clases y de los sistemas de producción de viviendas. - E S postulados de los modelos neoclásicos,

no hay ranía individual de los consumidores cuyo arbitraje entre los precios y la distancia en un espacio-tiempo homogéneo determine la asignación de las familias en el espacio.

Hay, por el contrario, e erentes grupos sociales definidos en part la estructura de clases. La configuración de esos espacios es el resultado, para cada clase o capa social, de la ubicación de sus lugares de tra- bajo y de residencia y de las prácticas espaciales que corres- ponden a su condición: tipo y lugar de trabajo, acceso a los

producción social. la diferenciación

((restricción de los ingresos>> funciona como un componente de un sistema de prác- ticas y no como la envoltura de funciones de satisfacción indivi- duales arbitrarias. - Finalmente, en contra de los postulados de la sociología

culturalis ta, no hay ninguna determinación última de las relacio- nes con el espacio por modelos culturales, representaciones co- lectivas, propias de cada grupo social, de su identidad en función de su lugar en la ciudad.

Las representaciones del espacio urbano están muy diversi- ficadas socialmente, como lo están las prácticas sociales espa- ciales. Pero, el ((modelo culturaln no es más que la expresión

Diferenciación espacial de los precios y rentas 211

-en el campo de la representación- de una constelación cohe- rente de comportamientos individuales y colectivos, de opinio- nes y móviles enunciados por los agentes. Es un objeto. cons- truido por una problemática teórica que, al plantear precisa- mente las representaciones como principio de explicación última de la acción, participa de las ilusiones que se hacen los agentes sociales acerca de la trasparencia de sus prácticas. Esta línea de análisis designa una realidad en la cual se apoya la represen- tación neoclásica del consumidor racional de espacio, No hay arbitraje individual entre las propiedades del entorno que se combinan de manera diversa, sino coherencia de los comporta- mientos en el seno de unos grupos sociales para los que la relación con el espacio es global. Pero los modelos culturales construidos para designar esa coherencia encuentran su funda- mento en un lugar que no es el campo de las representaciones, a saber, en unas prácticas concretas que generan al mismo tiem- po las situaciones de clase y la estructuración material de los espacios.

Si esto es así, sería conveniente, desde el punto de vista me- todológico, comenzar cualquier análisis de los procesos de dife- renciación espacial de los valores de uso urbanos por un estudio de la producción de la ciudad y de las prácticas espaciales de los diferentes grupos sociales,

Los hallazgos de la investigación urbana en los últimos diez años nos proporcionan indicaciones teóricas y metodológicas para llevar a cabo ese análisis empírico. Recordémoslas breve- mente para concluir.

3.1. Sistemas productivos y formación de los espacios 9

de producción y de residencia

Las estructuras más determinantes de los espacios urbanos son el resultado de los rasgos del sistema productivo y de sus trans- formaciones. En las ciudades capitalistas, el proceso de división del trabajo es el encargado de proporcionar la clave de los fenómenos de especialización internacional y regional de los espacios, así como de los fenómenos, propios de cada aglome- ración, de competencia entre usos del suelo, que terminarán apareciendo en forma de mercado del suelo.

Cada fase del desarrollo del modo de producción puede estar caracterizado por una estructura específica de las relaciones entre los productores, los medios de trabajo y los propietarios

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de estos Últimos. Al mismo tiempo, cada una de las formas suce- sivas de la división del trabajo determina las características generales de las relaciones espaciales entre las actividades que la división del trabajo separa, en las distintas etapas de la pro- ducción, pero también en la circulación de mercancías y de dinero. Del mismo modo, de las características de la división del trabajo se derivan las de los espacios productivos, así como las de los tipos de mano de obra que le son necesarios.

Por este motivo, el paso de la manufactura a la gran indus- tria, y después el del maquinismo a la automatización, con los fenómenos de centralización y concentración del capital que los acompañan, no provocan únicamente trastornos en el aparato de producción, de distribución de las mercancías y de gestión de las actividades, sino que conducen también a cambios profundos en la división espacial del trabajo y, por tanto, en las estructu- ras urbanas.

Estas indicaciones siguen siendo hasta el momento muy abs- tractas. Su aplicación a trabajos empíricos muestra sin embargo que hay una íntima relación entre la estructura espacial de la ciudad y las transformaciones del sistema productivo. Cada aglomeración particular puede ser analizada como una articu- lación de espacios de producción -y de circulación del capital- que corresponden cada uno a una fase de la división del trabajo. La competencia entre las actividades económicas por la disposi- ción de los espacios es, en principio, la lucha entre unas raciona- lidades en competencia y diferentes, pues tienen que ver con lógicas que corresponden a distintas fases de la división del trabajo y a categorías de agentes asociadas a ellas. Cada cual sabe, por lo demás, que cualquier tentativa de planificación urbana sólo puede existir transigiendo con las ((tendencias pro- fundas» del aparato económico o, más exactamente, con las ten- dencias y coyunturas de las luchas económicas entre categorías de empresas por controlar y transformar los espacios que ne- cesitan. Los espacios productivos conformados en una fase de la división del trabajo y ocupados por las actividades y los agentes que le corresponden pueden convertirse en un obstáculo para el desarrollo de la fase que predominará luego. Según el caso, serán reestructurados o abandonados, pero la transfor- mación interna del sistema productivo seguirá siendo el motor del cambio de usos del suelo.

La conformación de los espacios residenciales no es, sin embargo, el resultado inmediato de esas transformaciones del espacio productivo. Sin duda alguna, los rasgos particulares de

Diferenciación espacial de los precios y rentas 213

la base económica de cada ciudad determinan una estructura dada de las clases sociales y de los ingresos -y, por tanto, una segmentación específica de los mercados de la vivienda-, un ritmo dado de las variaciones de la población en sus diversos componentes lll. Pero la distribución de esa población en el espacio urbano es efecto de sistemas específicos de producción, que poseen su autonomía y sus propias leyes de desarrollo. Se trata de sistemas de producción de la vivienda, de los trans- portes y de los medios de consumo colectivo. Dependen del Es- tado, en cierta medida y en formas variables. El Estado contri- buye, pues, a la creación de las condiciones socializadas de la formación de los espacios residenciales. Pero no puede tratarse de una acción autónoma: se articula necesariamente con la lógica de los agentes privados de la producción de viviendas. Los sistemas de producción de esta mercancía esencial para la formación de las estructuras espaciales de la ciudad provocarán efectos propios en cuanto a la-distribución espacial-de las cla- ses y las capas socialesf12. En otras palabras, la competencia por el uso residencial del suelo no opone directamente entre sí a familias consumidoras de espacio. Se lleva a cabo entre cons- * tructores capitalistas, y entre éstos y propietarios del suelo. En particular, cuando la forma dominante de la producción de la vivienda sea la promoción inmobiliaria capitalista, el sistema productivo generará efectos claramente autónomos en los cam- bios de uso del suelo. En ese caso, y dentro de unos límites que revelarán periódicamente las crisis de sobreproducción, la «de- manda» seguirá a la «oferta» allí donde sea más rentable cons- ! truir. hora bien, es sabido que la ubicación de las operaciones de los promotores privados no está determinada por una lógica de maximización del precio de venta según la cual las operacio- nes serían realizadas en las zonas de precios más altos y las i

11' Una parte de los flujos de inmigración puede, sin embargo, ser el resultado de la expulsión de la población rural como consecuencia de las transformaciones estructurales de la agricultura, sin correspondencia inme- diata con las necesidades del aparato productivo urbano.

112 Es un punto sobre el cual insiste M. Castells: u L o cual equivale a decir que la estratificación y la segregación urbanas no son la proyección directa en el espacio del sistema de estratificación social, sino un efecto de la distribución del producto entre los sujetos y del producto-vivienda en el espacio, así como de la correspondencia entre estos dos sistemas de distribución. Semejante perspectiva exige, pues, deducir la composición del espacio residencial a partir del estudio de su proceso de producción, tanto a nivel de las formas urbanas como de la repartición entre ella de los su jet os^ (Castells, 1972, p. 221. El subrayado es del autor).

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214 Christian Topalov

ubicaciones correspondientes, regulando así el estado de la di- visión social del espacio. Ni tampoco lo está por una lógica de minimización del coste social de la urbanización, según la cual las ubicaciones escogidas serían las mejor equipadas en infra- estructuras, siguiendo así las orientaciones espaciales material- mente trazadas por la historia,'La ley de ubicación de las opera- ciones de la promoción privada es diferente: es la maximización de la tasa de ganancia, basada esencialmente en la búsqueda de la máxima diferencia entre la plusganancia localizada y el precio del suelo l13. Por esa razón, esa forma de producción no se adecua a la distribución espacial de las capas sociales tal y como existe, sino que la transforma. A la inversa, ciertas formas de propie- dad de la vivienda -la propiedad rentista, en particular cuando se halla limitada por el derecho de los arrendatarios a quedarse, pero también la propiedad de ocupación, especialmente la más pobre- actuarán de manera poderosa en el sentido de una resistencia a la transformación del uso del suelo.

Indudablemente, en un momento dado, esas relaciones so- ciales conflictivas en torno al uso del espacio pueden tomar la forma de mercado. Pero no siempre ocurre así: algunas zonas, en el centro o en la periferia, se caracterizan a veces por el hecho de no implicar ninguna transacción inmobiliaria; otras sólo entran en el mercad; por su contrario, la expropiación. Algunos terrenos cambian de uso sin que medie una cesión real, dentro de grupos financieros e industriales. Pero, evidentemen- te, la mayor parte de los terrenos son vendidos y comprados, lo cual da sentido al estudio de la formación de loi precios en el mercado inmobiliario. A condicion. claro está. de aue la obser-

S precios pañada de un análGis de su for- mación. Inicialmente, en lo que resp+ecta a la demanda, a partir del cálculo económico que determina sus decisiones en materia de ubicación y, por lo tanto, de una manera más profunda, a partir del proceso concreto de valorización de sus capitales; pero también, en lo que respecta a la oferta, cuya lógica de gestión es ~rec i so analizar en función de la naturaleza concreta de las relaciones de propiedad afectadas.

Este análisis de las transformaciones de los usos del suelo como resultado de las lógicas sociales contradictorias puestas en práctica por unos agentes concretos permite no aislar arbi- trariamente los fenómenos de mercado. En particular, no se descarta la «herencia del pasado» o los «factores instituciona-

I l 3 Cf. Topalov, 1974, pp. 201-18.

Diferenciación espacial de los precios y rentas 215

les» como residuos que vienen a perturbar de forma fastidiosa un modelo formal de ubicación. Este análisis los considera, por el contrario, en los mismos términos que las transformaciones para las cuales suponen un obstáculo. Las racionalidade les son plurales; esto se observa sobre el terreno.

3.2. Prácticas de clase en el espacio urbano y diferenciación espacial de los valores de uso

Las sucesivas formas dominantes de la división capitalista del trabajo producen, pues, espacios productivcrs coherentes con ellas y; por intermedio de los sistemas autónomos de produc- ción de la vivienda y de los equipamientos colectivos de con- sumo, espacios específicos de reproducción de una fuerza de trabajo diversificada. La formación de espacios nuevos puede chocar con el obstáculo constituido por los espacios resultantes de las formas de la división del trabajo anteriormente domi- nantes o de los modos de vida de las poblaciones urbanas. El conjunto de esos procesos es el resultado no solamente de los movimientos del capital, sino también de la resistencia social que éstos suscitan y de las políticas estatales elaboradas a partir de las contradicciones generadas por esos cambios.

En el espacio urbano así estructurado y diferenciado se or- ganizan prácticas sociales espaciales, específicas de cada clase o capa social, que constituyen un elemento de los modos de vida particulares, Tales prácticas son al mismo tiempo el producto de la situación de clase y de la estructuración objetiva de los espacios l14. Así, la ciudad tiene una historia que da forma a los espacios socialmente determinados durante largos periodos. Por esta razón, no puede entenderse la distribución espacial de las familias como un proceso de asignación simultánea de un stock de viviendas o ubicaciones a una demanda diferenciada sola- mente por su poder adquisitivo.

Esto explica también por qué es imposible clasificar las ubicaciones en función

'" Mi pr~pósito aquí es únicamente desarrollar las bases teóricas de un análisis sociológica de los modos de vida. El vocabulario que utilizo no debe llevar a subestimar la importancia del proceso de constitución de las intenciones subjetivas que organizan las prácticas (lo que Bourdieu, por ejemplo, llama el habitus). Ese proceso es esencial para explicar los modos de vida particulares que no son el producto directo de la situaci6n de clase y de Ias condiciones espaciales.

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utilidad, La pertinencia empírica de los modelos n ubicación sólo es aparente: se apoya exclusivamen tesis de la centralidad, según la cual el valor de uso a medida que la ubicación se aleja del centro, dis también, por consiguiente, su precio l15. Un ex de los resultados de los trabajos empíricos so del suelo en la ciudad muestra que esa hipótesis es una ficación abusiva. Los precios cambian en función de otros elementos diferentes a la distancia del ce

, especialmente según la dirección geográfica, q ' oculta la diversificación de los espacios en té

posición social de la población residente y de la natu las actividades económicas dominantes. La propia dist centro incide de manera diferente en los precios según e de zona de que se trate: a ella se asocia una fuerte caída de lo precios en zonas residenciales privilegiadas, pero de residencia obrera l16. Además, la disminución del suelo con la distancia del centro no puede ser directamente a un «efecto de valor de uso». Es sultado, a igual precio de las viviendas, de difer rables tanto en la presión ejercida por la competencia usos del suelo «superiores» en la construcción residencial en el costo de acondicionamiento del suela.

Clasificar las ubicaciones según una escala homogénea de su utilidad implica un criterio unívoco de clasificación. Los estu- dios empiricos que se basan en la problemática de los factores del valor del suelo tropiezan todos con esa cuestión.

La accesibilidad es la variable que obtie Y se modeliza la influencia de la distancia del c precios. Pero el centro comercial sólo es el lug

'15 Ese punto es subrayado en forma muy pertinente por D. Harvey (Harvey, 1973, p. 189).

Evidentemente, ese es el principal resultado de los trabajos de H. Hoyt. Aunque sus principios metodológicos son muy diferentes, puede encontrarse un fenómeno similar en el estudio de J. J. Granelle sobre el mercado del suelo en Marsella. El factor distancia del centro influye menos en los precios del suelo que la ubicación en las cuatro zonas radiales distinguidas en el estudio. Según la zona radial de que se trate, influye de manera diferente en los precios. Si se mide la disminución de los precios en función de la distancia del centro por el parámetro a de un modelo de la forma log(precio) =a(distancia) +b, se comprueba que el valor de a es mayor en la zona de los barrios «residenciales» (-0,245 para los terrenos comprados por promotores, -0,220 para los terrenos compra- dos por particulares) que en la de los barrios industriales (respectiva- mente, -0,150 y -0,121) (Granelle, 1970, pp. 189-99).

Diferenciación espacial de los precios y rentas

dominante de algunas categorías sociales: las capas su los cuadros medios, los empleados. que, en todos los casos, esas catego mpitan por habit lo más cerca posible del centro; el espacio residencial de las capas superiores puede muy bien no incluir más que una parte del centro de la ciudad y extenderse por la periferia; incluso, puede ser principalmente periférico. Además, las zonas de tra- bajo de los obreros no coinciden con el centro comercial, de modo que la minimización del tiempo de desplazamiento domi- cilio-trabajo puede corresponder entonces a una residencia del extrarradio, permaneciendo el centro de la ciudad fuera del es- pacio obrero.

Otro «factor» al que a menudo se invoca es el nivel de los equipamientos urbanos. Sin duda alguna, hay una diversidad material de los equipamientos disponibles según las zonas, desde el punto de vista cuantitativo y cualitativo. Pero, con toda segu- ridad, la correlación no puede ser interpretada en términos de causalidad directa: es porque hay una coherencia entre el sis- tema de equipamientos y las características sociales de la pobla- ción residente por lo que el nivel de equipamientos está relacio- nado con el precio. Más claramente aún, la invocación del Kpres- tigio social^ de una zona urbana -medido en particular por la proporción de cuadros superiores entre los residentes- es pura- mente tautológica.

La dificultad con que tropiezan esas tentativas proviene de una doble fuente. En primer lugar, la diferenciación social de los espacios es el resultado, como se dice, de la «historia» l17. .El funcionamiento corriente del mercado -tanto desde el án- gulo de la oferta como de la demanda- depende de la forma en que han sido marcadas las distintas ubicaciones por los cambios históricos de los espacios productivos y residenciales.

lugar, y sobre este punto quiero insistir, la idea de uniforme de valores de uso urbanos para los usuarios

de la vivienda es un simple artificio. Incluso si se acepta que aún queda mucho por analizar a este respecto, se observa una coherencia entre la situación de clase y las prácticas espaciales. Esto significa que las múltiples características cualitativas de una ubicación se organizan como un valor de uso concreto sola- mente en una práctica, en un modo de vida particul or

"' Un constructor de modelos como R. F. Muth comprueba -¿amar- gamente?- «la importancia de la herencia del pasado en el modelo de usos del suelo urbano» (Muth, 1969, p. 90).

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218 Christian Topalov

requerido por la posición y la situación de no dará un céntimo de más por estar más

dro superior por no estar que no es posible clasificar en una dimensión unívoca, ada entre las familias por

La aparente pertinencia de esta representación proviene simplemente del hecho de que los precios (de la vivienda o del suelo) forman por definición un continuo, pero la homogeneidad del espacio de los precios no

ser traducida en términos de homogeneidad del espacio

'la Es una indicación metodológica esencial que da D. Harvey, al discu- tir 10s modelos neoclásicos: <<Cada individuo o grupo determinará de manera diferente el valor de uso. Sólo cuando se reunen las características de las personas y las de la vivienda, el valor de uso adquiere su verda- dero sentido. Los valores de uso reflejan una mezcla de exigencias y nece- sidades sociales, de configuraciones individuales, de hábitos culturales y de estilo de vida, etc., lo que no quiere decir que sean el producto arbi- trario de la «pura» soberanía del consumidor. Pero los valores de uso se configuran esencialmente en relación con lo que podría llamarse el 4 s - tema de sustento)) (li fe support sysfem) del individuo. El valor de uso, en- el sentido corriente, «está fuera de la esfera de la economía política)). Es esencial entender cómo funciona ese sistema de sustento. Pero, cual- quiera que sea la sofisticación de nuestra comprensión del sistema, no podemos producir sin su ayuda una teoría adecuada del suelo urbano)) (Harvey, 1973, p. 160).

lI9 Esta fórmula sólo trata de dar una idea. Pero es también una reali- dad en el nivel de las representaciones: los obreros de un barrio popular de París no se imaginan viviendo en los barrios burgueses, y por tanto no tienen ningún deseo de vivir en ellos (Coing, 1965, pp. 43-48), ni tampoco los obreros del extrarradio desean ir a vivir en las zonas «residenciales» (Cornuau, et al., 1965, pp. 49-66). Por lo que se refiere a los cuadros, es evidentemente inútil apoyar la afirmación en resultados de encuestas.

'" Los estudios sobre la movilidad residencial muestran que los despla- zamientos se llevan a cab8-entre zonas urbanas con un estatus social equivalente y, en la medida de lo posible, lo más cerca que se pueda del antiguo lugar de residencia (cf. los resultados comentados en Castells, 1972, pp. 230-31).

5. RENTAS DEL SUELO Y DINAMICA DE LOS PRECIOS DEL SUELO EN EL ESPACIO URBANO

El procedimiento adoptado a lo largo de este trabajo se opone a todo intento de «transposición» de la teoría de la renta del suelo agrícola a Ias condiciones urbanas. Se ha tratado más bien, partiendo de la elaboración de los clásicos y de Marx sobre la agricultura, de establecer un concepto de renta en su generali- dad, es decir, definido por unas relaciones sociales y no por las figuras particulares que toma la renta del suelo en tal o cual sector de actividad.

En ese orden de ideas, una presentación sintética de los re- sultados obtenidos en materia de teoría de las rentas del suelo urbano será el resultado de una especificación de los elementos teóricos generales introducidos al comienzo de este libro. Para que sea posible esta tentativa, será menester descartar -es de- cir, hacer estallar en diversas dimensiones- la noción espontá- nea de .renta de situación» ( 5 1). A partir de ahí, se desarro- llará un análisis de los tipos de rentas del suelo en la ciudad capitalista ( 5 2). La articulación de esas rentas en la dinámica del mercado del suelo nos permitirá, entonces, encontrar de nuevo la forma principal de la renta urbana hoy en día: el precio del suelo ( 5 3).

1. U N SEUDOCONCEPTO : LA ((RENTA DE SITUAGIONn

Tratándose del trigo, las cosas son simples y fueron fijadas en lo esencial por los teóricos clásicos de la renta del suelo agrí- cola: si la renta está diferenciada en el espacio, esto se debe a la combinación de dos factores principales: la fertilidad de la tierra y su ubicación con respecto al mercado l . Precio de mer-

' Marx sefiala esas dos «causas generales)) a las que pueden añadirse otros factores de diferenciación de los costos, como: la tributación locali- zada, la desigualdad de desarrollo entre regiones, la acumulación desigual entre arrendatarios agrícolas (Marx, 1981, vol, 8, p. 836). Como se sabe,

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cado único del producto, costes de producción y de transporte les, rentas diferenciales.

ro, ¿y en la ciudad? Varios usos del suelo están en compe- y para cada uno de ellos cambian, según la ubicación,

no sólo los costes y las densidades sino también los precios de mercado. Por tanto, todas las rentas son «diferenciales», pues varían de un punto a otro de la aglomeración y entre el limite de ésta y su periferia agrícola. Si «el suelo no es la tierra» 2, es porque en el espacio urbano la fertilidad pierde toda validez y el único «factor» de la renta-que queda es la «situación», la «posición», la «accesibilidad». La renta urbana es, por tanto, una renta de situación, diferencial por definición.

Esto es lo evidente: según los puntos del espacio urbano, varia el nivel de plusganancia localizada realizable para cada uno de los posibles usos del suelo y, en consecuencia, todo punto del espacio se encuentra situado -en un momento dado- en una jerarquía unívoca de las rentas. Es lo que indica la noción descriptiva de renta de situación. No hay duda de que en la ciudad la renta del suelo depende fundamentalmente de la situación. Todo el problema es saber córnci.

No plantear este interrogante equivale a darle una respuesta, pues la noción de renta de situación no es únicamente descrip- tiva, sino que al mismo tiempo constituye una representación configurada en la pr ntes sociales y un concepto construido en el cam neoclásica.

Escuchemos a Hu la economía del suelo ame- ricana, cuando formula el axioma con toda tranquilidad:

Como el valor depende de la renta económica, la renta económica de la ubicación, la ubicación de la comodidad y la comodidad de la proximidad, podemos eliminar las etapas intermedias y decir que el valor depende de la proximidad 3.

El valor es, entonces, la utilidad de la ubicación para quien hace uso de ella: en la terminología que he adoptado, toda renta ur- bana es, por tanto, una renta de monopolio determinada por el mercado y, en última instancia, por la demanda. No hay, pues, ninguna necesidad de llevar a cabo el análisis de las relaciones de producción en las que se construye la ciudad para compren-

Marx sólo desarrolló la teoría de la renta diferencial a partir de las diferencias de fertilidad. Es evidente, sin embargo, que esa teoría integra sin dificultad la combinación de los otros elementos.

Según la afortunada expresión de J. Canaux (Canaux, 1951). Hurd, 1903, p. 13.

Rentas del suelo y dinámica de los precios del suelo 221

der la renta. Esto se verá con toda claridad en los modelos neo- clásicos de formación del precio del suelo urbano: la noción de renta de situación sustrae el análisis de la renta urbana de la teoría del valor y lo incluye en la teoría de los precios y del mercado..

La importancia primordial de la situación en la formación de las rentas urbanas no ha escapado evidentemente a los autores que han emprendido el análisis de éstas con ayuda de los con- ceptos de Marx. Pero la ausencia de crítica a la n de situación ha llevado a muchos de ellos a no poc - En las desventuras del concepto de renta difere descubrirse una forma corriente de confusión. Para Marx, la renta diferencial se forma, sobre la base de un precio uniforme del producto, como resultado de una diferencia espacial en el precio de producciórm-4,- A partir de ese punto, se realiza un cambio de sentido: al plantear que toda diferenciación espacial de la renta del suelo indica una renta diferencial, se bautiza de esa manera lo que se produce como efecto de las diferencias espaciales, no ya como costes sino como precios. Y esos precios de valores de uso diversos, cuyo coste de producción es idéntico, están determinados en el mercado por la demanda, Análisis mar- ginalista de cabo a rabo, disfrazado con un vocabulario marxista, es la tesis dominante entre los investigadores italianos que se ocupan de la renta del suelo urbano, los cuales denuncian la apropiación ilegítima de las rentas de situación por los propie- tarios, por ejemplo G. C ti o N. Ginatempo

Ese es evidentemente e l fondo de t ~ d o s los análisis que Maxx con- sagra a la renta diferencial agrícola (cf. Marx, 1981, vol. 8, pp. 823-949). Cuando aborda de manera sucinta la renta del suelo urbano, es preciso admitir que da implícitamente al concepto de renta diferencial la acepción extensiva -renta de monopolio diferenciada según la ubicación- que yo rechazo aquí.. Así, en un comentario marginal a un texto de Adam Smith sobre el alquiler de las casas, Marx anota: «La situación de las fincas tiene, en lo que se refiere a la renta diferencial en los alquileres de casas, la misma importancia que la fertilidad y la situación en cuanto a la renta agrícola» (Marx, 1974, vol. 1, p. 521). Asimismo, afirma en E1 capital, a propósito de la renta en los terrenos edificables: «Esta renta se caracte- riza, en primer lugar, por la influencia preponderante que la ubicación ejerce en este caso sobre la renta diferencial» (Marx, 1981, vol. 8, p. 983).

«La renta diferencial depende (...) de la situación de cada terreno en particular dentro de la aglomeración urbana, situación en virtud de la cual los terrenos resultan en el mercado más o menos deseables para los compradores» (Campos Venuti, 1967, p. 32). «[La renta diferencial] está relacionada con las ventajas diferenciales ofrecidas por el territorio, ya sea como medio de producción, ya sea como bien de consumo escaso y diferenciado)) (Ginatempo, 1975, p. 46). M. Allione, quien hace la misma

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222 Chris f ian Topalov

mo procedimiento caracteriza en este punt F. Lamarche, en Canadá, y de L. Perceval, en F uno como para otro, la diferenciación de los precios de la vi- vienda según su ubicación es el fundamento de la renta diferen- cial; pero esta diferencia de precios es el resultado de la dife- rencia del coste de los equipamientos públicos existentes en cada punto. Así, el precio de la vivienda incorporaría en forma de renta (privada) el coste (público) las carreteras y las es- cuelas 6 .

Esta confusión entre renta de monopolio -por diferencia- ción de los precios- y rentadiferencial -por diferenciación de los costes- no ha escapado a otros autores. Por regla general, esta mayor claridad conceptual les lleva a descartar el concepto de renta diferencial como no pertinente, o por lo menos secun- dario, y a tener en cuenta únicamente la diversificación espacial

onopolio como base de la diferenciación de el caso de S. Clarke y N. Ginsburg en el

Reino Unido 7, y A. Lipietzg y C. Pottier en ~ranciai Y'

amalgama terminológica, deriva de ella esta consecuencia teórica: ciLa renta diferencial en el caso urbano se explica mejor con la definición de Marshall que con la de Mam» (Allione, 1972, p. 43).

Lamarche, 1972, pp. 27-28; Perceval, 1972, pp. 121-22. El juego de manos para unir precio de monopolio y teoría del valor es insostenible: si bien se puede concebir que el valor de uso de los equipamientos públicos cir- cundantes incide en la determinación de los precios de mercado de la vivienda, no puede haber ninguna relación directa, en general, entre su valor de cambio (importe del capital público desvalorizado) y el importe de la renta.

' «El punto esencial a propósito de la renta diferencial es que no afecta al precio de la mercancía en cuestión. La renta en los terrenos edificables, por el contrario, no puede ser determinada sin hacer referencia a la demanda del consumidor. Esta representa, por esencia, la prima que un consumidor está forzado a pagar por una vivienda en una ubicaciDn par- ticular. Por consiguiente, debemos considerar quizá la renta en los sola- res para edificar viviendas (hotrse grotsnd-renl) como una renta de mono- polio determinada por 'las necesidades y el poder adquisitivo del com- prador' (Marx)» (Clarke; Ginsburg, 1975, p. 8).

Sí bien A. Lipietz formula muy claramente la distinción entre renta de monopolio formada en el mercado (atributo al estilo de Engels~) y renta absoluta formada en la producción («tributo al estilo de Marxn), reintroduce una ambigüedad conceptual cuando estudia la variación de la renta en el espacio: «En el proceso de circulación (realización), la ubica- ción del terreno en la división social del espacio determinará el precio de venta: es el tributo diferencial de situación social (...) Ese tipo de nzodu- Zación del tributo del suelo se halla indisolublemente ligado al tipo de fuente 'al estilo de Engels' del tributo del suelo» (Lipietz, 1974, pp. 143 y 147. El subrayado es del autor).

Al tiempo que señala la existencia de rentas diferenciales según los

Rentas del suelo y dinámica d e los precios del suelo 223

e los análisis marxistas de la renta del S integran la noción de renta de situación t el nivel de lo evidente; es decir, como efecto de la demanda sobre los precios. U esto ya sea sin decirlo -bautizando como rentas diferenciales a las rentas de monopo- lio-, ya sea reconociéndolo. pero en ambos- casos, remitiendo implícitamente el campo estudiado a la problemática neodásica.

ris descomponer la noción de renta de situa- e relaciones sociales y de

amalgama. Pues si la ubicación modula e1 importe global de las

hace posible su destino a un determinado uso que produce ga- nancia: la agricultura, la construcción de viviendas, la implan- tación de comercios o de sedes sociales de empresas. La situa- ción es, pues, desde un principio la que determina si las plus- ganancias sectoriales que corresponden a esos diferentes usos del suelo en competencia pueden ser o no realizadas en ese punto del espacio. Así, de la ubicación depende la posibilidad o no de formación de las diversas rentas absolutas.

oductividad que

ducibles y no sustituibles, mientras que una demanda solvente por encima del precio re acceder a esas ventajas.

Así, la t<situacións produce una triple diferenciación: de las posibilidades de uso del suelo; de los costes de producción de *

precios de mercado de un

costos, C. Pottier plantea claramente el hecho de que la renta «diferencial» urbana no es la definida por Marx, sino una renta de monopolio: «A cada situación corresponde un cierto tipo de vivienda, un cierto nivel de demanda solvente y precios dados de la vivienda y del terreno. En ese sentido, los conceptos de Marx deben ser modificados, siendo el caso general el de la renta diferencial de monopolio^ (Pottier, 1975, p. 93)

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224 Christian Topatov

valor de uso no homogéneo y no reproducib1e.i Estos diferentes procesos de formación de las rentas son fundamentalmente dife- rentes, incluso si el resultado global conduce a una jerarquiza- ción unívoca del espacio en un instante dado, que tiende a ex- presarse en los precios de transacción de los terrenos y de los inmuebles.

11. TIPOLOGIA DE LAS RENTAS DEL SUELO URBANO l5

El análisis de las modalidades de formación y de fijación de las plusganancias ha permitido distinguir tres categorías abstractas Cplusganancias localizadas, susceptibles de ser transformadas

3-anta absoluta, fijación de una plusga- o una de las condiciones de la valorización

le y monopolizable; la-ren ta diferencial, fijación de plusganancias de productividad surgidas de condiciones-exte- riores al capital, que modulan en el espacio los costes de pro- ducción de un mismo bien; la-renta de monopolio, fijación del excedente del precio de mercado por encima del precio regu- lador de un bien cuya ubicación no puede ser reproducida.

Para poder aplicar esos conceptos abstractos al análisis de las formas concretas de la renta en la ciudad capitalista, es necesario previamente detenerse en los diferentes ciclos de va- lorización de los capitales a los que corresponde lo que se ha convenido en describir empíricamente como 1 urbano.. Dado que toda renta presupone la plusganancia localizada, es necesario ante to puntos del ciclo puede aparecer esa plusganancia.

En primer lugar, hay que construir: con muy pocas excep-

ciales ligadas a la v del suelo y del coste de construcción del edificio.

Al salir de la producción, el edificio puede ser objeto de dos grasTés "categorías de util mo final o el consumo

' O Agradezco a David Harrey la discusión de una versión anterior (To- palov, 1974 a) del desarrollo que sigue: me ayudó mucho a clarificar su exposición. Como de costumbre, aclaro que los errores teóricos siguen siendo míos.

Rentas del suelo y dinámica de los precios del s~ielo

productivo (de ganancia). Según el caso, las modalidades de for- mación posterior de nuevas rentas serán profundamente dife- rentes.

por las diversas capas de la burguesía. En esa clase de uso, la circulación de la mercancía no va acompañada de producción

Óducción autónoma de ganancia: independien- sea alquilada o vendida a su ocu-

pante, el capital de circulación invertido en el ciclo (capital inmobiliario rentista o capital de préstamo) es remunerado so- bre la base del tipo de interés. Ne obstante, desde su llegada al mercado, una parte de las viviendas p u e d g .se_r vendidas a un

ciones generales de la producción

Otros edificios son utilizados, por el contrario, como medios de producción de valor -edificios industriales- o por lo menos de ganancia -locales comerciales, oficinas. Constituyen, para los capitales que los utilizan como soporte espacial de su valo- rización, un elemento de capital constante. Pero, al mis

de acceso a efectos útiles r diversos tipos de consecuen la actividad de sectores que pre-

sentan una plusganancia estructural, esta última puede ser fi- jada parcialmente en forma de renta del suelo; esto es lo que sucede en el caso de la plusganancia sectorial de las actividades bancarias y financieras, en la medida en que se ven obligadas a ubicarse en el centro comercial. Si los efectos de aglomeración

ción espacial de los costes de producción os, las plusganancias que surgen pueden

ser fijadas como rentas diferenciales. Si eventualmente las em- presas se ven forzadas a ubicar su sede social, por ejemplo, en ciertos emplazamientos únicos o difíciles de sustituir, se pueden

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Christian TupaZov Rentas del suelo y dinámica de los precios del suelo 227

formar, entonces. precios de monopolio susceptibles de ser trans- formados en rentas de monopolio.

Se ve, pues, que varios procesos de valorización del capital ueden articularse en un mismo punto del espacio, produciendo entas «en cascadan '4 Aunque éstas pueden ser determinadas n el momento de la construcción del inmueble, todas ellas -incluidas las que surjan sólo en el momento del uso capitalista del edificio- pueden ser incorporadas al precio por el promotor inmobiliario y, por tanto, reivindicadas con anterioridad por el

ropietario del suelo. Es, pues, la suma del conjunto de plus- anancias localizadas en cada uso posible de un terreno dado, n un momento determinado, la que regula a la vez la renta y el recio del suelo y determina cuál de los usos en competencia

ogrará imponerse. En esas competencias los equipamientos piiblicos -de infra-

estructura o de superestructura- tienen reservado un destino particular. Ya sean la base de un consumo final o de uno pro- ductivo, lo que los caracteriza es que el objeto inmobiliario pro- ducido -la carretera, la escuela, el puerto- no circula como mercancía, o bien circula a un precio que es posible en virtud de la desvalorización de capital facilitada por el gasto público. En esas condiciones no puede haber formación de renta abso- luta; la plusganancia sectorial eventual -e incluso el propio precio de producción- pasa totalmente a la nivelación. Por ello, las colectividades públicas deben pagar los terrenos para la construcción de equipamientos «al precio de mercado», es decir, a un precio que no está determinado por el uso público del terreno, sino por un posible uso capitalista de éste.

1. Diferenciacidn espacial de los usos del suelo y rentas absolu t~s urbanas

En la ciudad, donde compiten una pluralidad de usos capitalis- tas del suelo, pueden surgir diversas rentas absolutas; en efecto, todo proceso de valorización del capital que produ anancia sectoria renta absolut

nado por valores de uso

" Los investigadores franceses deben a J. Lojkine el haber revelado la posibilidad de rentas del suelo surgidas en el proceso de circulación del capital y, por consiguiente, k1 haber acuñado la expresión de «rentas en cascadan, indispensable para el análisis de las rentas urbanas (cf. Loj- kine, 1971).

S -accesibles solamente en un espacio or una propiedad territorial que opone

una resistencia efectiva al capital. jerarquizadas como lo están las tas capital según su-esfera de valorización: se imponen, pues, como reguladoras de la ~ o ~ p e t e n c i a espacial entre los diversos usos capitalistas del suelo.

1.1. Ausencia de renta absoluta en la producción industrial

Numerosos sectores de la producción presentan características estructurales de tal naturaleza que producen una plusganancia interna o se apropian de una plusganancia por transferencia de los otros sectores: es el caso de los sectores «atrasados» con baja composición orgánica de capital; es igualmente el caso de la gran industria monopolista. Sin embargo, por regla general, esas plusganancias sectoriales no se fijan en forma de renta absoluta. ¿Por qué? l2. Porque la industria no encuentra la resis- tencia de la propiedad territorial por dos razones relacionadas entre sí: su movilidad espacial y el carácter no recurrente del obstáculo territorial.

Sin duda, la producción industrial supone siempre condi- ciones espaciales externas: una concentración de mano de obra, una red de transporte de mercancías y de recursos energéticos. Ningún capital particular puede, ni siquiera en conexión con el *

Estado, reproducir totalmente esas condiciones de su valoriza-

l2 Por tanto, no hay por qué sorprenderse de que la renta absoluta no aparezca en todas las ramas productivas con baja composición orgánica, como lo hace A. 3. Scott: ((Además, cualquier intento de transferir el concepto de renta absoluta al suelo urbano debe revelar la debilidad final e irrevocable del concepto en general. Pues toda producción, incluida la producción industrial, requiere suelo como condición fundamental de existencia. Sin embargo, si el poder de la propiedad privada permite a los propietarios del suelo interceptar la diferencia entre valor y precio de producción en todas las actividades económicas en las que la composición orgánica del capital sea inferior a la media, entonces el conjunto del proceso de nivelación de la tasa de ganancia se vería perturbado. La con- secuencia última sería que, mediante un proceso de reajuste, la tasa de ganancia sería reducida a cero y el volumen total del plusvalor des- aparecería en forma de renta absoluta» (Scott, 1976). Ese género de para- dojas son, a mi parecer, el resultado de una traducción del análisis mar- xista en un «modelo» en el que ciertas relaciones formales ligan magni- tudes arbitrarias, pues el espacio de los flujos de valores ya no está unido a la estructura real de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción.

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228 Christian Topalov

ción: una parte de éstas necesariamente existe con anteriori- dad, y de manera desigual según la ubicación. Esta ausencia de homogeneidad del espacio para el capital industrial, combinada con la diversidad de etapas de la división del trabajo según las empresas, origina una diversificación de los precios de produc- ción localizados, y engendra a la vez unas plusganancias diferen- ciales y un movimiento del capital en el espacio para apropiár- selas, movimiento que tenderá, además, a desaparecer. Esta mo- vilidad es prueba del hecho de que, cualquiera que sea la escala geográfica considerada -una ciudad, un país, el mundo capita- lista- todo el espacio está disponible para la implantación in- dustrial; los cambios en la división capitalista del trabajo y en los sistemas de transportes y comunicaciones que requieren libe- ran precisamente cada vez más al capital industrial de toda restricción espacial. Por tanto, los establecimientos podrán dejar las zonas tradicionales de abastecimiento de materias primas o energía, concentrándose en las ciudades la mano de obra cuali- ficada, para emigrar hacia las pequeñas ciudades, al campo o a las regiones dominadas. La integración de las actividades de producción, circulación y financiación en los grupos multina- cionales permite y acelera ese despliegue espacial de la pro- ducción.

En esos movimientos espaciales, la industria no encuentra generalmente resistencia por parte de la propiedad territorial. El problema de la liberación del suelo se plantea de una vez por todas al capital industrial: en la mayoría de los casos, las em- presas son propietarias de su terreno, por lo que pueden des- arrollarse sin obstáculos externos un número indefinido de ciclos productivos. Además, en el momento de la primera implantación es con frecuencia un organismo de carácter público el que pro- porciona a la industria un terreno equipado o, por lo menos, elimina la resistencia eventual de la propiedad territorial (me- diante una reglamentación de usos del suelo o una expropiación, por ejemplo).

En consecuencia, al no encontrar la movilidad espacial de los capitales prácticamente obstáculos externos y circular las mercancías en un mercado mundial, el precio regulador en cada sector tenderá a ser fijado por el precio de producción en las condiciones más favorables de localización; las eventuales plusganancias sectoriales no se fijarán como rentas absolutas y las plusganancias diferenciales de localización quedarán someti- das a un movimiento permanente de formación y anulación.

L enderá por

Rentas del suelo y dinámica de los precios del suelo -3 "(t "I I

tanto a ser eliminada en el espacio urbano de las zonris dt: iin- plantación de las actividades productoras de ganancia que puc- den y deben pagarla.

No ocurre lo mismo con otras actividades económicas urba- nas esenciales: la construcción de edificios y las actividades bancarias y financieras.

1.2. La renta absoluta en la construcción

La producción capitalista de edificio a, en las relaciones an a la ciudad moderna,

- La división del trabajo predominante es de tipo manu- ción en gremios de oficios que no han cam- de producción artesanal; estructura de la

mano de obra basada en la pareja obrero especializado-peón; explotación basada principalmente en el plusvalor absoluto. - La composición orgánica del capital correspondiente es

baja y el plusvalor producido superior a la ganancia media. - La concentración del capital es limitada, así como la do-

minación directa del capital financiero sobre las empresas. mecanización de fases significativas del proceso de tra-

tanto, el paso a la fase de la gran industria, global- mente no se ha cumplido: la búsqueda de plusganancia por parte de las grandes empresas de la construcción, de los produc- tores monopolistas de materiales de construcción y del capi- talista financiero ha tomado rumbos distintos de la revolución de las formas de producción.

Ese bloqueo del desarrollo consigo la producción de una interna- se debe principalme obstáculo terrfiorial antes de

l3 Cf.. por ejemplo, Lipietz, 1974. pp. 125-33; Ascher y Lucas, 1974; Lafond y Leborgne, 1977.

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demás, que el tipo de acumulación es muy dife- ren strucción de viviendas en comparación con las obras públicas y la construcción de edificios industriales 14. Los productos son, en el segundo caso, directamente necesarios para la gran producción capitalista; el Estado asegurará la elimina- ción del obstáculo territorial, limitará la renta y la financiará y asegurará en ciertos casos la circulación no mercantil del producto mediante capital desvalorizado. En esas circunstan- cias, el sector que produce esos valores de uso puede desarro- llarse sin tropiezos; las empresas se industrializan y se con- centran.

Para que la plusganancia sectorial en la industria de la cons- . trucción se fije como renta absoluta, es necesario, en efecto, ia V..

' quglas relaciones de producción en el sector posean una forma Werminada: aquélla en la que el capital que origina la opera- ción de construcción es autónomo con respecto a la propiedad del suelo y se enfrenta a ella como a un obstácul forma de producción que he denominado la 'hmliaria

En otras palabras, no hay renta absoluta en las anteriores formas dominantes: tanto cuando el propietario del suelo cons- truye o hace que los artesanos de la construcción construyan un inmueble destinado a su propio uso, como cuando el propie- tario del suelo hace construir un inmueble de renta, valorizando así su terreno y su dinero como capital inmobiliario. En el pri-

l4 Ese punto es señalado por F. Ascher y J. Lacoste en el caso francés (Ascher y Lacoste, 1974, pp. 47-51).

l5 En esa forma de producción, un capital diferente a Ia propiedad de1 suelo libera a este último y organiza y financia la producción de las viviendas que van al mercado. Es éste el speculative builder de la termi- nologia británica, ya se trate de una empresa de construcción parcial- mente financiada por préstamos bancarios, o de un promotor «a la fran- cesa» diferente a la empresa (cf. Topalov, 1974, pp. 274-85).

Rentas del suelo y dinámica de los precias del suelo 23 1

mer caso, hay producción de un simple valor de uso, y el mer- cado de inmuebles aún no se ha desarrollado. Puede formularse la hipótesis de que las prestaciones de los artesanos son pagadas globalmente por su valor, si bien no están ligadas a la renta feudal. En el segundo caso, es también la propiedad del suelo la que organiza la producción, pero esta vez con vistas a la valorización: en esas relaciones de producción, las cantidades producidas no se encuentran reguladas por el libre movimiento del capital sino por la propiedad del suelo. Su lógica de com- portamiento y su falta estructural de capital dinerario darán por resultado fuertes déficits de vivienda en las fases de creci- miento de la población urbana y. en consecuencia, la formación de precios de monopolio.

ia cuando la f

viviendas y, por tanto, eliminará los precios de monopolio por lo menos para una parte del mercado lb. 4 mismo tiempo. apa- recerá el mercado capitalista del suelo y la renta absoluta de la construcción.

1.3. La renta abs

racterística de los grupos financieros y, por lo tanto, el surgimiento de la plusganancia monopolista se encuentra asociada a la diferenciación espacial de las actividades de circulación en el seno de la ciudad capitalista. La centralización del capital dinerario y del dinero que corres-

16 Es la tendencia al paso del .tributo al estilo de Engelsn al atributo al estilo de Marxn señalado por A. Lipietz (Lipietz, 1974, pp. 125-28).

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232 Christian Topalov

ponde al capital bancario, su transformación en capital pro- ductivo bajo el dominio de la banca hace surgir el capital fi-

o; éste financia a la industria, controla su orientación, su concentración y centraliza las plusganancias. Parale- , la división social del trabajo productivo se hace más

profunda con el paso a la gran industria primero mecanizada y después automatizada, y se desarrollan las bases de una frag- mentación espacial de las actividades de gestión y concepción, por un lado, y de las de producción, por otro 17. Los centros de dirección de las finanzas y de la industria se pueden reagrupar, entonces, en la city de las metrópolis urbanas. Las plusganancias monopolistas aparecen como una plusganancia sectorial de las actividades financieras y se realizan en zonas determinadas del espacio urbano.

La evolución de la división social del trabajo en las activida- des de circulación produce, sin embargo, una tendencia al cam- bio de ubicación de una parte del proceso de trabajo: mientras que los centros de dirección se concentran cada vez más en el espacio de un pequeño número de metrópolis internacionales (lo que el vocabulario tecnocrático llama «terciario superior» o ccuaternarion), las actividades de gestión que emplean una mano de obra no cualificada y pueden ser controladas a dis- tancia se descentralizan en ciudades de menor importancia 18;'

Esas actividades de circulación del capital suponen, pues, condiciones espaciales externas al capital; además, la produc- ción de los edificios necesarios se lleva a cabo bajo unas rela- ciones de producción en las que el obstáculo territorial se enfrenta a los capitales que tienen la iniciativa de la construc- ción. Desde ese instante, la plusganancia del capital financiero, como plusganancia sectorial, puede ser transformada en renta absoluta.

En la mayoría de los casos, trola directamente los sectore ligados a la producción de oficinas y, a menudo también, la pro- piedad del suelo en las zonas asignadas a ese uso en los centros urbanos: la distribución de esta renta absoluta de las actividades de circulación se realizará ampliamente en su favor.

Pero esta renta absoluta basada en la plusganancia del capital inanciero será un elemento determinante del precio de los in-

l7 Cf. los análisis que hace M. Freyssenet de las relaciones entre divi- sión social y división espacial en el caso francés.

la Fenómeno señalado por J. Lojkine en el estudio de las estrategias espaciales de los bancos y las compañías de seguros (Lojkine, 1976).

Rentas del stlelo y dinámica de los precios del suelo

muebles de oficinas, quienquiera que los utilice; una parte de esos ocupantes son empresas monopolistas -no necesariamente los mismos grupos financieros implicados en el negocio inmobi- liario- pero una parte son empresas no monopolistas o de servicios públicos. Esa renta absoluta se incorporará, entonces, a los costes y al precio de producción de todos los bienes o ser- vicios cuya producción requiere una ubicación en el centro co-

de renta: la plusganancia

composición orgánica del capital en la agricultura, comparada con la industria. La plusganancia tiene aquí su origen directo en el plusvalor extraído en el sector. En las condiciones históricas en las que Marx elabora su teoría -en la fase clásica del capita- lismo- es, por lo demás, el único tipo concebible de plusganan- cia, teniendo en cuenta que en ese entonces prevalece masiva- mente la tendencia a la nivelación general de la tasa de ganancia.

condiciones del capitalismo monopolista, sin embargo, aP uevo tipo de plusganancia sectorial, que es la forma visible de la plusganancia monopolista. Una tasa de ganancia específica del capital de los grandes grupos se autonomiza de la tasa media de ganancia y se realiza y centraliza principalmente en el polo financiero de los grupos, independientemente de los lugares en que se configure: podrá aparecer, entonces,'en forma de plusganancia csectorialn en los bancos, en los seguros, en las actividades financieras..

Propongo, por tanto, generalizar el concepto de renta abso- luta a toda transformación de la plusganancia sectorial en renta, tenga por origen directo la producción de valor en el sector o la sustracción de valor por el sector, el cual puede ser impro- ductivo como tal. Esta generalización se justifica, en mi opinión, por el hecho de que el concepto de renta es homogéneo con respecto al de ganancia -y de plusganancia- y no con res- pecto al de plusvalor: renta, ganancia o interés son formas fenoménicas de esta última. Así, una renta absoluta puede sur- gir en cualquier proceso de valorización del capital en el que se forme una plusganancia -cualquiera que sea su origen- a escala de todo un sector.

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Christian Topalov

Sin embargo, hay una objeción. En el-caso de la agricultura, Y más generalmente en el de una pl&ganancia sectorial ligada al arcaísmo de las condiciones de producción, es la propiedad del suelo -la renta misma- la que fija esa plusganancia, e impide su entrada en la nivelación elevando el precio de 10; ~roductos Por encima del precio de producción. Por el contrario. en el caso de las actividades financieras, es la estructura mono- polista del capital la que fija las plusganancias y las sustrae del proceso de nivebciónt $30 la.propiedad del suelo: lo más que puede hacer esta última es obtener una transferencia parcial de esas plusganancias. La renta del suelo que resulta de ahí, jno es simplemente una renta de monopolio basada en la escasez de

en el alto poder adquisitivo de las empre- financiero? Es verdad que, en cuanto

lusganancia ya fijada y, por tanto, no es factor de precio, esa renta absoluta en las activida- des financieras contiene un aspecto de renta de monopolio. Pero el fundamento de la capacidad de pagarla es la existencia de Una plusganancia «Sectorial» que aparece en un tipo particular de empresa- y la renta que ésta hace posible constituirá un fac-

2. Diferenciación espacial de [os costes y rentas d i f erencinles

En, la ciudad, para cada una de las actividades capitalistas que al11 se ubican, las Condiciones externas de la valorización deter- minan en cada punto del espacio un nivel dado de costes y, por tanto, de precio individual de producción: esta diferenciación espacial de las tasas de ganancia localizadas es la base de for- mación de rentas diferenciales.

Las rentas diferenciales son, pues, el resultado de una dife- renciación espacial de las rentabilidades para un precio dado de una mercancía dada; se distinguen, por consiguiente, tanto de las rentas absolutas que surgen de las plusganancias sectoriales como de las rentas de monopolio que surgen de la diferenciación espacial de 10s precios de la mercancía.

Se pueden configurar plusganancias diferenciales, transfor-

Rentas del suelo y dinrirnica d e tos precios del suelo

rnables en rentas, en la producción de edificios así como en su explotación capitalista (oficinas, comercios).

2.1. Rentas diferenciales según el coste localizado de producción del terreno edificable

En cada momento del desarrollo de la ciudad, la realidad mate- rial de las infraestructuras y de la extensión de las reservas de mano de obra -incrementada o modificada por la coerción es- tatal- define la frontera de la zona urbanizable: fuera de ésta, ningún capital particular construirá, pues no existen las condi- ciones generales para su valorización. Pero si dentro de una zona ucanizable los terrenos son edificables, no lo son al mismo coste: según la ubicación, el coste de edificabilidad del suelo no es idéntico, de manera que aparecerá una plusganancia dife- rencial en los puntos donde ése coste sea inferior al coste má- x i m ~ regulador:

Varios elementos constituyen el coste de producción del terreno edificable, y no varían en el mismo sentido: sera su resultante la que determine el nivel de esa plusganancia dife- rencial. - El coste privado de urbanización del suelo es más bajo

si preexisten las infraestructuras (red viaria, redes) o si éstas son financiadas por la colectividad pública, y más elevado si el capital privado debe realizar a su cargo las infraestructuras.~ Este elemento diferencia fuertemente las tasas internas de ga- nancia de las operaciones de construcción entre las zonas de la periferia urbana y el tejido urbano ya equipado, en favor de este Ciltimo. - . ~ l coste de demolición de los edificios existentes y el

coste de desahucio de los ocupantes (residentes o comerciantes del centro, arrendatarios de la periferia agrícola) tiende, por el contrario, a crear una plusganancia diferencial en favor de las zonas no construid as^.

- " ~ l coste fiscal localizado que pesa sobre las operaciones de constmcció~ puede generar una diferenciación espacial de las tasas internas de ganancia si varia sistemáticamente según las zonas de la aglomeración y no es percibido sobre los precios, las rentas o las ganancias propias de cada operación. - El coste localizado de edificación puede también variar

en función de las condiciones físicas particulares del terreno, dando lugar a minusganancias en los terrenos dificileq e incluso

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236 Christian Topalov

en función de la distancia a los puntos de extracción o produc- ción de los materiales o componentes de la construcción.

2.2. Rentas diferenciales según el coste localizado de explotación capitalista de los edificios

Cuando el edificio es utilizado como un elemento de capital constante en un proceso de valorización que produce ganancia, puede surgir otra serie de rentas diferenciales si la ubicación en el espacio urbano diferencia -a igual precio del producto o de los servicios vendidos- las tasas de ganancia del capital.

e la situación espacial de la unidad productora de uye en las tasas de ganancia de manera diferente

según 10s sectores. Formalmente, se pueden distinguir dos tipos de diferenciación de las tasas de ganancia en un mismo sector, en el interior de una aglomeración dada (en la que el precio de la fuerza de trabajo se supone que es homogkneo). - - El coste localizado de los medios de producción (para el

capital industrial) o del capital material de gastos (para el capi- tal comercial, bancario o financiero), el coste localizado del envío del producto final al lugar de comercialización, el coste fiscal localizado, son otros tantos elementos que se convierten en factores de plusganancias diferenciales en los puntos en los que su resultante es más baja. Una condición, sin embargo, que rara vez se cumple en el caso de la producción industrial: el precio de producción individual en la ubicación menos favorable debe regular el mercado. Cuando no ocurre así, la diferenciación espacial de los costes no es factor de plusganancia en las ubica- ciones menos favorecidas, sino de desplazamiento espacial del capital hacia éstas. - Además, la ubicación puede intervenir de manera decisiva

en la tasa de ganancia, diferenciando las velocidades localizadas de rotación del capital. Ese factor es importante para todas las actividades capitalistas en las que el «producto» vendido, al no ser distinto al proceso de trabajo que lo proporciona, sólo es utilizable en su lugar de «producción»: es el caso del comercio y de otros servicios en la circulación del capital. La ubicación en el espacio urbano determinará, entonces, -a precio y ga- nancia constantes por unidad de servicio vendido- la masa de ganancia realizable en un punto dado por unidad de capital in- vertido, pues hará variar el número de períodos de rotación de

Rentas del suelo y dinámica de los precios del suelo 237

ese capital por unidad de tiempo. Como consecuencia, aparecen plusganancias que pueden transformarse en rentas diferenciales.

3. Diferenciación espacial d e los precios y rentas d e monopolio

Las condiciones de la producción determinan un precio lador único, social, de cada mercancía. Pero las condicion la circulación pueden conducir a una divergencia permanente entre los precios de mercado y ese precio regulador: es, en particular, ancía -de una calidad dada- ' no puede ida por el capital.

Ese fenómeno se observa con toda claridad en los mercados de bienes inmobiliarios, y especialmente en el de vivienda: según la ubicación, los precios podrán ser diferentes para un producto con un coste idéntico o comp5rable. Así, la formación de precios de monopolio diferenciados en el espacio hace surgir un nuevo tipo de plusganancia que puede transformarse en renta del suelo.

Las teorías de la renta del suelo urbano construidas a partir del solo análisis de la formación de los precios en el mercado reducen toda la renta a esa componente de monopolio, lo que equivale a considerar el precio del suelo como la remuneración de un factor de producción, determinada en última instancia por la utilidad marginal de la ubicación para el consumidor.

Y, sin embargo, el análisis de las viviendas no puede ahorrars la observación empírica muestra, lidad de mercados de la vivienda, la relación, específica para cada producción corriente.

La existencia de un mercad precios ya no tienen relación alguna con los costes de produc- ción nq debe realmente ocultar el hecho de que te, en casitodas las aglomeraciones urbanas de lo ta- listas desarrollados, un mercado de la vivienda normal. Ese mer- cado es mayoritario; se halla alimentado por la producción en masa de los constructores capitalistas, cuya oferta satisface la demanda solvente de la mayor parte de la población asalariada. El producto que se vende en ese mercado es la vivienda fami- liar salubre, que corresponde históricamente a la norma de con- sumo popular, aparecida en el transcurso de la primera mitad

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238 Christian Topalov

construida en las zonas no impor- en las que la ubicación es total-

mente sustituible y, por lo tanto, no puede surgir en forma dura- dera una escasez estructural. En ese mercado se forma un pre- cio regulador uniforme de la vivienda 19, basado en el precio de producción social, al cual se añaden el coste de urbanización del suelo y la renta absoluta del edificio en las ubicaciones margi- nales.

Ese mercado de la vivienda normal es diferente de los mer- cados de la vivienda privilegiada, que presentan la doble carac- terística de estar ubicados en zonas urbanas bien delimitádas y de satisfacer la demanda de las categorías sociales superiores: el alto poder adquisitivo de éstas les permite adquirir ubica- ciones escasas, que no pueden ser susfituidas, o, en el límite, únicas. En esos mercados superiores se observa una diferencia- ción indefinida de los precios, lps cuales se han independizado de las condiciones de produccióq. Los constructores capitalistas abastecen prioritariamente esos submercados, salvo que haya movimientos coyunturales que en ellos serán particularmente marcados.

A la inversa, esos mismos constructores no producirán para el submercado inferior, el de la vivienda infranormal. Las cate- gorías de población más desprotegidas, que no son -solventes al precio regulador de la vivienda normal, quedan incluidas en ese mercado: salvo que haya fenómenos recurrentes de autoabaste- cimiento, la oferta estará constituida aquí por aquella fracción del stock de viviendas existentes que no presentan las caracte- rísticas necesarias para competir con la producción corriente de viviendas nuevas, debido a su degradación física, las caracte- 'sticas sociales de sus ocupantes o su ubicación desfavorable. n ese mercado, los precios no están, pues, regulados por los e la producción sino por la relación entre la oferta y la de- anda, generalmente caracterizada por un déficit estructural. Así, la pluralidad de los mercados de la vivienda va acompa-

ción de los precios muy diferen- arece eventualmente un tipo espe-

da normal, el precio regulador ios de mercado, salvo que haya una modula-

l9 Sobre ese concepto de precio regulador y su localización empírica en las aglomeraciones francesas, cf. los trabajos de J. Carassus (Carassus, 1978 y 1980).

Rentas del suelo y dinámica de los precios del suelo

a: en la medida en que varía el coste de ivienda -y, en particular, el coste de trans-

porte hacia la zona de trabaio- esa diferencia tenderá a verse compensada por los precios de mercado. Estos comprenderán, pues, de modo eventual un componente de monopolio -forma- da en la circulación- que impondrá un carácter uniforme al coste global de las viviendas en todas las ubicaciones no impor- tantes: $.el precio regulador puede ser modulado, por lo tanto, por un precio de monopolio de igualación del coste de utili- zación.

Los precios de monopolio de segregación socialm que se for- man en los submercados de la vivienda privilegiada se distinguen de los anteriores en que no homogeneizan los costes en el espacio sino que, por el contrario, los diferencian. Su funda- mento, tanto desde el punto de vista de la oferta como desde el de la demanda, reside-en el hecho de que las ubicaciones que conforman esos mercados superiores no pueden ser reprodu- cidas ni sustituidas.

Los precios de monopolio de penuria que se establecen en el submercado de vivienda infranormal tienen un origen completa- mente diferente: la falta de adecuación de la oferta a la demanda no es ya el resultado de una escasez de ubicaciones, externa al capital, sino del hecho de que el capital mismo deja de lado la producción para capas sociales no solventes al precio regulador.

La discontinuidad de esos mercados jerarquizados jamás es absoluta. No obstante, es suficiente para que se observen coyun- turas autónomas. En cuanto a su discontinuidad espacial, ex- presa la división social del espacio y presente en cada ciudad una notable permanencia histórica. Esta última tiende, sin em- bargo, a ser más o menos modificada por el propio movimiento de la especulación inmobiliaria, por el cual los constructores capitalistas tienden a implantar un submercado superior en cier- tos espacios hasta ese momento incluidos en el submercado in- ferior,

Ese concepto, definido por oposición a la renta que pesa sobre las viviendas populares, ha sido introducido por C. Jaramillo (Jaramillo, 1977, páginas 96-1 13).

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240 Chrisf ian Topalov

111. DE LAS RENTAS AL PRECIO DEL SUELO: LA DINAMICA

DEL MERCADO DEL SUELO

El mercado del suelo urbano e intercambian parcelas de terre uso, es decir, por regla general, trucción de edificios destinado -previa historica y estructural de es la separación entre propietar capitalistas, los cuales constituyen su contrapartida, desde el punto de vista de la oferta y desde el de la demanda.

En ese mercado tan particular, la oferta no es autónoma. terrenos, construidos o no, son muy raramente <<puestos ventan de manera espontánea por los propietarios; es la de- manda de suelo la que suscita la oferta y el cambio de uso de. las parcelas. Es también la competencia de los precios de de- manda la que determina el precio de transacción y los precios de oferta posteriores. En esto consiste la doble particularidad del .mercado. del suelo: ni desde el punto de vista de las can- tidades, ni desde el punto de vista de los precios, la oferta no es autónoma con respecto a la demanda.

Esto se debe al hecho de que se vende un producto sino un dere rio es e1 lugar de intercambio -de social por el cual el capital elimina del suelo transfiriéndole total o p localizadas que produce su valo

ten en regu- S del suelo

Para pasar del estudio analítico de los tipos de plusganancias Iocalizadas y de rentas, realizado más arriba, al del mercado del suelo, hay primero que mostrar, para una actividad capita- lista dada, cómo se articulan las diversas rentas particulares en una renta total (3 1)) cuyo importe por unidad de superficie depende de la intensidad de capital ( 5 2). Se podrá analizar en- tonces la competencia entre los usos del suelo y la dinámica del mercado del suelo (3 3).

Rentas del suelo y dinámica de los precios del suelo 24 1

1. De las categorías de renta a la renta total: el ejemplo de la construcción de viviendas

Para cada forma de valorización del capital, el espacio urbano se presenta como un conjunto de efectos útiles de aglomeración que no pueden ser reproducidos, o que se han configurado pre- viamente de manera desigual, susceptibles de proporcionar un n i ~ e l dado de tasa de ganancia potencial en cada punto de la ciudad. El elemento determinante en los procesos de localiza- ción será el importe total de la plusganancia localizada, que ar- ticula los diferentes tipos de plusganancias particulares que hasta aquí han sido analizadas por separado.

Ilustraré este enunciado general mediante el ejemplo de las rentas generadas por la construcción de viviendas, la cual se supondrá que es realizada de manera dominante por construc- tores capitalistas que producen para el mercado con vistas a obtener una ganancia. Para esos agentes, el espacio de una aglo- meración se diferencia por una doble división que define tres zonas: la zona no urbanizable y, dentro de aquella en la que se puede construir, una zona de vivienda normal, en la que los precios de venta varían poco según la ubicación, y una zona de vivienda privilegiada en la que los precios de venta suben apre- ciablemente. Poco importa para un análisis abstracto que esas zonas sean continuas o estén fraccionadas, ordenadas según la distancia al centro.

En la zona no urbanizable, es imposible construir; hay ausen- cia de infraestructuras mínimas, la distancia a las zonas de tra- bajo es excesiva teniendo en cuenta las ofertas alternativas de viviendas y, eventualmente, hay reglamentos de urbanismo efec- tivamente aplicados que prohíben la construcción. Para que una parcela en esa zona sea edificable, esas condiciones deben ser modificadas; ello dependerá de la creación de grandes infra- estructuras de transporte, de la realización de operaciones com- plejas de urbanización que coordinen la constmcción de vivien- das y de equipamientos, e incluso la instalación de empresas que generen puestos de trabajo. Fuera de esta eventualidad, los constructores capitalistas no demandarán terrenos en esa zona, por lo que la renta en ella será determinada por los usos no urbanos del suelo, principalmente agrícolas.

En la frontera de la zona urbanizable aparece un fenómeno radicalmente diferente, a saber, un brusco salto del nivel de la renta, Este es el resultado de l a resistencia que opone la pro- piedad del suelo en la periferia urbana al cambio de uso del

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242 í'hristian Topalov

mismo, lo cual tiene por efecto la fijación, en forma de renta absoluta, de la totalidad o parte de la plusganancia sectorial de la construcción. Para que aparezca esa renta de edificabilidad no es necesario que haya escasez de suelo urbanizable: existe también aunque haya terrenos aún vacantes o económicamente disponibles dentro de la zona edificable. Existe en su estado más puro en los terrenos urbanizables, en los que el coste pri- vado de urbanización del suelo es más alto; ahí, la construcción es posible, pero a costa de la realización de importantes redes internas de la operación. conectadas a las redes preexistentes, la construcción de una red viaria, de explanaciones, etc. Su nivel depende del que imponga el tipo de propiedad del suelo en la periferia urbana más resistente, a condición, sin embargo, de representar una cantidad significativa de suelo: así, el parque de una propiedad de recreo será vendido al precio requerido por 10s empresarios capitalistas de las tierras de gran cultivo, o éstas al precio exigido por los campesinos de las huertas del extrarradio. El salto del nivel de renta no siempre será, por lo demás, observable como tal, ya que los precios de las tierras aledañas a la zona edificable pueden elevarse progresivamente hacia el nivel de la renta de edificabilidad, a la espera del ensan- che de la zona urbana.

Esta renta absoluta se impondrá como un coste determinante del precio de las viviendas en el conjunto de la zona urbaniza- ble21. Dentro de ésta, sin embargo, variarán tanto los costes de producción como los precios de las viviendas.

En la zona normal de la aglomeración, donde las ubicaciones pueden ser sustituidas y la masa de la población asalariada rea- liza su demanda solvente, se forma un precio regulador de la vivienda, base de los precios de mercado (Figura 5.1.a). Ese precio se encuentra determinado en aquellas ubicaciones de la zona en que el coste privado de urbanización del suelo es mayor, a condición, sin embargo, de que una parte significativa de la

*' Ese fenómeno ha sido señalado desde hace tiempo. Véase por ejem- plo Eberstadt, clásico del urbanismo moderno: «Desde el momento en que la construcción urbana se desplaza en dirección a un terreno agrícola periférico, surge un nuevo tipo de renta del suelo que se llama Yenta de terreno edificable' (...). En el valor de un terreno edificable debemos, por tanto, distinguir dos factores, a saber, el valor debido a la construcción en sí y el valor de la ubicación en la ciudad (Eberstadt, 1909, pp. 398-99). Más recientemente, autores que se inspiran en la tradición neoclásica de modelización del mercado del suelo introducen el fenómeno bajo el ter- mino de «renta de escasez» en los límites de la aglomeración (Mayer, 1965; Scott, 1976).

Rentas del suelo y dinámica de los precios del stlelo 243

construcción sea realizada en ese lugar. Existe en estado puro allí donde el coste de uso localizado de la vivienda es mayor para el ocupante, y especialmente el coste de transporte. En esas ubicaciones doblemente desfavorables, el precio regulador se establece como la suma del precio de producción de la vivienda, incluida la urbanización del suelo, más la renta absoluta.

Ese precio regulador determinará una renta diferencial en todas las ubicaciones en las que los costes privados de urbaniza- ción del suelo sean menos elevados. En el mercado de vivienda normal, en las ubicaciones rtantes, será la base de la formación de los precios de mercado localizados, que se verán modulados por las variaciones espaciales del coste localizado de uso de la vivienda. Esta diferenciación espacial del precio de la vivienda normal determina un tipo particular de renta de mo- nopolio, propia de ese mercado, en los sitios en los que los costes de consumo final de la vivienda son más bajos (figu- ra 5.1.b).

En la zona de residencia privilegiada, en las ubicaciones que no pueden ser sustituidas o que pueden serlo de manera parcial y a donde se dirige la demanda de las capas superiores, los pre- cios de las viviendas se vuelven completamente autónomos con respecto al precio regulador, así como en relación con el nivel localizado de los costes de utilización de la vivienda. Aparece una renta de monopolio de segregación, diversificada en el es- pacio, que se agrega al importe de la renta en las viviendas normales en el punto en que comienza la zona privilegiada (fi- gura 5.l.c). Dentro de esta zona, esa renta puede eventualmente verse privada de los altos costes localizados de edificabilidad, de manera que el precio de monopolio financie en general muy cómodamente el coste adicional, disminuyendo otro tanto la renta total. Se observará, además, cuando la zona privilegiada coincida parcialmente con el centro de la ciudad, un alto coste de urbanización del suelo, ligado a los gastos de desahucio y de demolición de los edificios existentes, comparables eventual- mente a los gastos de urbanización de los terrenos más peri- férico~.

Si, en aras de la comodidad, se supone que todas las localiza- ciones se ordenan de manera idéntica según los tres criterios de diferenciación mencionados, se observa que /fa competencia entre viviendas privilegiadas y viviendas normales produce dos tipos de efectos (figura 5.l.d): la eliminación de las viviendas norma- les de las zonas privilegiadas y la fijación de un mínimo de la

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a. Formación del precio regulador de la vivienda normal

ecio regulador la vivienda ma l

Precio de mercado de la vivienda en el punto O'

Figura

Plusganancia sectorial (por vivienda) fijada como renta

Precio de produccidn del terreno edificable (por vivienda) en el punto A

Precio de proeuccibn de la vivienda

1 4" Ubicaciones clasificadas O Zona A Zona por orden de wste crecient

urbanizable no urbanizable de producción del terreno e

b. Formación de los precios de mercado de las viviendas normales

Ubicaciones clasificadas O' Zona Zona por orden de coste creciente

urbanizable no UfianizabIe de USO de la vivienda

5.1. Formación de las rentas del suelo ev la construcción

Rentas del suelo y dinámica de los precios del suelo

Precio de mercado de la vivienda privilegiada en el punto O"

c. Formacidn de los precios de mercado de las viviendas privilegiadas

Renta adicional en las viviendas privilegiadas

Renta máxima en la vivienda normal

Precio de mercado de la vivienda normal

O" Zona C Zona urbanizable Zona urbanizable normal no urbanizable privilegiada

d. Sistemas de las rentas del suelo ligadas a I;r construccidn de viviendas

1 de monopolio \

renta absoluta Renta mínima en la vivienda

0 Zona c urbanizable privilegiada

A B Zona no urbanizable

Figura 5.1. Formación de las rentas del szrelo en la caljitalisiu de viviendas (continuación)

Ubicaciones clasificadas por orden de no sustituibilidad decreciente

normal Ubicaciones supuestamente clasificadas en un eje único

construcción

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246 Ghristian Topatov

renta total en la vivienda privilegiada por el máximo de la renta en la vivienda normal, en la frontera de las dos zonasz.

2. De la tasa d e renta a la renta por unidad de szrperficie. La intensidad de capital

Para una actividad dada de valorización del capital, cada ubi- cación urbana determina, pues, un nivel dado de ta nancia. Si esa tasa de ganancia localizada es inferior a la tasa media de ganancia -o, por lo menos, normal para el tipo de capital de que se trata- la inversión no tendrá lugar en ese punto. Si, por el contrario, hay plusganancia, y en la medida en que ésta dependa de las condiciones espaciales, podrá haber fijación de renta. El importe de la plusganancia localizada en relación con el capital invertido, o tasa de renta, medirá la ren- tabilidad interna de la operación desde el punto de vista del capital.

Pero, como es la resistencia que opone la propiedad del suelo la que impone la transformación de la plusganancia en renta, el obstáculo territorial tomará la forma de una renta exi- gida por unidad de superficie. Ahora bien, la masa de plusga- nancia disponible para pagarla depende no solamente de la tasa de renta sino también de la-cant&iad de capital invertido por unidad de superficie, o intensidad de capital.

La lógica del capital en ausencia del obstiiculo territorial es la he la maximizacion de la tasa de (p1us)ganancia. La lógica de

lo es diferente: para ella, se trata de obtener máxima por unidad de superficie. No con-

trola el proceso de valorización y, por 10 tanto, no podrá imponer completamente su racionalidad al capital. Sin embargo, modifi- cará la lógica de este último. que se verá forzado a maxirnizar

. la tasa de plusganancia teniendo & cuentá una renta mínima por unidad de superficie. Esta restricción toma la forma de pre- cio de oferta del suelo, el cual refleja en cada capital particular el efecto de la acción del cg%junto de los capitales que compiten por el acceso al suelo.

" En la Figura 5.l.d, el segmento C A (=CB) es más corto que el segmento OA (=OB), pues en lugar de ser trasladado más allá de C se ve privado del segmento OC: en la fase actual del razonamiento se examina el sistema de rentas potenciales en la zona urbanizable donde se supone que hay terrenos disponibles en cantidad siempre suficiente para las necesidades de la construcci6n.

Rentas del suelo y dinámica d e los precios del suelo t B I

Por este motivo, los capitalistas deberán determinar Ia cari tidad de capital invertido por unidad de superficie, teniendo en cuenta una doble restricción. La intensidad mínima de capital es fijada por el nivel de la renta exigida (el precio de compra del terreno). En este nivel de intensidad, la plusganancia es absorbida por la renta, de modo que la venta del producto al precio de mercado proporciona al capital invertido la ganancia media, Si esta rentabilidad mínima no pudiera ser alcanzada por ningún capital, sería preciso, ás, que la propiedad del suelo redujese su precio de ofert á de esta intensidad mínima, toda plusganancia produc de capital adicional es apropiada por el capitalista.' En el caso de la cons- trucción de viviendas, la inten~ificacib~ física produce en efecto una renta absoluta y, llegado el caso, una renta de monopolio que se incrementa en proporción directa a las superficies cons- truidas, así como una renta diferencial adicional. Esta última, sin embargo, no crece de manera lineal con la cantidad de capi- tal invertido. De acuerdo con una ley que cambia según los procedimientos de construcción empleados y las restricciones reglamentarias sobre el producto, el precio de producción uni- tario de la vivienda -incluido el coste de urbanizacibn del suelo- varía con la densidad física de la operación y, por tanto, con la intensidad de capital que la acompaña. De ahí e máximo, propiamente económico, a la intensidad de cuando se abservan rendimientos decrecientes U: el constructor capitalista no intensificará más allá del punto en el que sea máxima la tasa de plusganancia no transferida, es decir, en el que sea mínimo el costo medio por vivienda, incluido el precio del terreno. Si ese tipo de operacicin se generaliza, la dinámica del «mercado del suelo» hará que la renta se ajuste al nivel de plusganancia por unidad de superficie correspondiente a esa intensidad de capital, que se impondrá entonces a los construc- tores como restricción.

Queda, pues, muy claro que, hasta un cierto punto, la densi- ficación de las construcciones proporciona plusganancias cre-

23 Así, un estudio británico de finales de los años 50 establece que el costo medio por vivienda disminuye fuertemente, aunque cada vez con menor velocidad, cuando la altura de los inmuebles pasa de 2 a 6 pisos, y se estabiliza luego hasta una altura de 12 pisos. Paralelamente, la densi- dad de viviendas por unidad de superficie crece primero rápidamente en función de la altura (de 20 viviendas por acre para 2 pisos a 38 para 6 pisos), y luego muy lentamente (44 viviendas por acre para 12 pisos). Cf. la encuesta de P. A. Stone publicada en 1959, citada en Merrett, 1979, p. 75.

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248 Christian Topalov

cientes por unidad de superficie y conduce por tanto a la eleva- ción de los precios del suelo. Ese movimiento dependerá esen- cialmente del comportamiento de los constructores y de las rentabilidades relativas que éstos obtengan en las operaciones de casas unifamiliares y de inmuebles colectivos de más o menos altura. Pueden además chocar, en la aplicación de su lógica de acción, con la restricción del reglamento de urbanismo, que impone a veces densidades inferiores al óptimo capitalista en una ubicación dada.

Parece por lo demás como si, con el reglamento de urbanis- mo, los poderes públicos crearan los plusv valores del suelo., dado que los precios del suelo varían con las densidades autori- zadas. De ahí a plantear que la renta del suelo surge por la ac- ción del Estado no hay sino un paso que muchos actores y autores dan fácilmente.

Sin embargo, es evidente que es la construcción la que per- mite la realización efectiva de las rentas potencialmente inscri- tas en el plan de urbanismo. La «especulación del suelo» se anticipa indudablemente, pero no puede alimentarse eterna- mente de sí misma. Los beneficios territoriales que permite la reglamentación son, pues, ganancias diferenciales: sólo son efec- tivos con la construcción, y si lo son en un lugar, no lo serán en otro. Con el nivel global de inversión en la construcción, la masa de renta queda en cierta forma fijada: se desplaza en el espacio, pero no varíaN. Por tanto, el plan no crea de ninguna manera la renta: sólo autoriza a ciertos propietarios a apropiár- sela, mientras que se lo prohíbe a otros. Eso es todo.

En conjunto, esta distribución de las ganancias no puede ser, sin embargo, totalmente arbitraria. Hay una relación entre las densidades autorizadas y el nivel cuantitativo y cualitativo de los equipamientos urbanos existentes. De una manera puntual, siempre es posible aumentar al margen las densidades de pobla- ción: de ahí lo arbitrario del plan, de modo que puede existir un espacio para los voluntarismos racionalizadores o para el clientelismo y la corrupción, eso depende. Pero, globalmente y en un cierto plazo, el desequilibrio lleva consigo sanciones so- ciales: incremento de los costes de la gestión urbana, deterioro de las condiciones de vida, comportamientos de resistencia por parte de las poblaciones, luchas sociales y políticas. Por tanto, las densidades urbanas responden a determinaciones estructu-

24 Aparece aquí la noción de floading value, propuesta por M. Gaffney (Gaffney, 1972).

Rentas del suelo y dinámica de los precios del suelo 249

rales y no al arbitrio del príncipe. Y, entre ellas, la presión del capital en la lucha por quedarse con la renta.

3. La competencia espacial de los usos del suelo y la dinámica del mercado del suelo

Consideremos fijadas, en un instante t , por una parte las con- diciones internas de la valorización de los capitales en las diver- sas actividades urbanas, y, por otra, el sistema de los efectos útiles de aglomeración. De esta doble serie de determinaciones se desprende que, para cada uso del suelo, hay en cada punto del espacio un nivel potencial dado de la masa de ganancia localizada.

En la medida en que ningún obstáculo se oponga al libre movimiento de los capitales en el espacio -con la única reserva del pago de la renta-, se impondrá en la competencia por el uso de una parcela dada el capital cuya valorización produzca la mayor ganancia por unidad de superficie de suelo y éste, pues, en condiciones de pagar el precio más alto por m* de terreno. Ese poder adquisitivo depende evidentemente a la vez de la tasa de ganancia localizada (importe de la ganancia por unidad de capital invertido) y de la intensidad de capital invertido (im- porte del capital invertido por unidad de superficie). La diná- mica del mercado del suelo es el resultado de esta competencia entre los capitales por el acceso a las ubicaciones favorables y frente a los propietarios del suelo por conservar la mayor parte posible del beneficio.

3.1. La competencia de los capitales CL

Supongamos dos usos del suelo en competencia, I y 11. En un momento dado, uno y otro pueden caracterizarse por el nivel de plusganancias potenciales que son susceptibles de proporcionar en cada punto del espacio, teniendo en cuenta el sistema con- creto de efectos útiles de aglomeración pertinentes para cada uno de ellos y la intensidad de capital ordinariamente practi- cada en las diversas ubicaciones posibles (figura 2.5.a).

La plusganancia sectorial que puede transformarse en renta absoluta es desigual por hipótesis (AA' > BB'): hay, por tanto, en la competencia entre agentes capitalistas, una jerarquía de esos dos usos del suelo. Además, la zona urbana «útil» para el - .

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Christian Topalov

a. Plusganancias potenciales por unidad de superficie de suelo en los usos l y ll

Efectos de la comperencia entre I y 11 c. Efectos de la competencia entre t y 11 (no hay plusganancias de irionopolio en el uso 11. (plusganancias de monopolio en el uso 1 1 ni aumento de la intensidad de capital) y elevacidn de la intensidad de capital)

Figura 5.2. Formación de las rentas del suelo en la competencia entre dos usos capitalistas del suelo

Rentas del suelo y dinámica de Zos precios del suelo 251

uso 1, la única en que es posible llevarlo a cabo, está limitada a OA, mientras que la zona «útil» para el uso 11 se extiende hasta el punto B. Por el momento, se supondrá que la renta absoluta en ese uso inferior debe ser realizada íntegramente en el punto B, pero que la renta absoluta en el uso superior sigue siendo potencial: será fijada en la competencia entre esos dos USOS.

Además, a partir del nivel de ganancia que se puede alcanzar en los puntos límite de las zonas útiles para cada uso, se esta- blecen plusganancias de localización; éstas incluyen rentas dife- renciales y rentas de monopolio, de acuerdo con una ley que varía según el uso del suelo considerado (A'A" y B'B").

La competencia entre los dos usos del suelo fijará el nivel de la renta en cada punto y la asignación de los terrenos a uno u otro uso. Al mismo tiempo, producirá la réplica de los agentes capitalistas cuya ganancia normal se vea amenazada. Al exami- nar el proceso de esa competencia, comprobamos que los fenó- menos de fijación de las rentas y de alza de los precios deli

suelo pueden tramitarse tanto desde las zonas favorecidas hacia las desfavorecidas como a la inversa (o, para dar una idea, tanto, desde el centro hacia la periferia como desde la periferia hacia el centro).

Claro está, será el nivel de plusganancia susceptible de ser producido por unidad de superficie de suelo el que se convierta en operador de la competencia. En la configuración representa- da, la plusganancia potencial en el uso I es mayor a la del uso 11 en toda la zona OA en la que interviene la competencia. Esta producirá efectos diferentes según la naturaleza de las rentas en el uso 11 y la reacción de los agentes capitalistas afectados.

En un primer caso, el uso 11 es eliminado de la zona OA (figura 5.2.b). Esto supone que los agentes no están en condi- ciones de elevar los precios finales ni de aumentar la densidad de sus operaciones; por tanto, no pueden aumentar la plusga- nancia por unidad de superficie en el uso 11 y deben replegarse hacia la zona en que ya no hay competencia (es decir AB). Ahí, la demanda de suelo será más fuerte, pero, al no haberse modi- ficado el sistema de plusganancias, los precios de demanda per- manecerán idénticos: salvo en caso de tensión coyuntural, el precio del suelo no cambiará25. En el punto A, los agentes que

Se supone siempre una disponibilidad de suelos en la zona urbana OB: por ese motivo la eliminación del uso B de la zona OA no lleva a una extensión de la zona OB que modificaría el sistema de plusganancias del uso B.

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252 Christian Topalov Rentas del suelo y dinámica de los precios del suelo 253

realicen el uso I deberán aceptar el pago de una renta fijada por el nivel de la renta para el uso 11 en el mismo punto (AC). Será la renta total para el uso 11 en el punto de competencia la que determine la parte de plusganancia sectorial (AA') que deberá ser fijada como renta absoluta. Si ese nivel de renta fuera superior a la plusganancia sectorial por unidad de super- ficie (es decir AC > AA'), sería menester entonces o bien que se llevara a cabo una intensificación de capital en el uso 1, o bien que éste se replegara hacia la zona donde el precio del suelo ya no es una amenaza para la ganancia media, es decir, no ex- cede a la plusganancia sectorial. Así, la renta en la construcción de viviendas constituye a menudo el contenido económico del obstáculo del suelo a la construcción de oficinas y fija un límite inferior a los precios de los locales comerciales y a la intensidad de las operaciones.

Sin embargo, es más frecuente un segundo caso. En esta hi- pótesis, los agentes que realizan el uso 11 se esfuerzan en man- tenerlo por lo menos en una parte de la zona OA (figura 5.2.c). Pueden lograrlo si satisfacen por lo menos una de estas dos condiciones. La primera es que el precio final en el uso 11 com- prenda, en las ubicaciones más favorables, un componente de monopolio, y en ese caso, aunque haya que abandonar una parte de la zona OA, será posible aplicar en el resto de esa zona (HA) e incluso en una parte de la zona en la que no hay competencia del uso 11 (AJ) precios comparables a los que antes eran apli- cados en la zona OA. En tal caso, se observa que no solamente el uso 11 puede mantenerse en una parte de la zona de compe- tencia, sino que la renta del uso 11 elevará el límite inferior de la renta del uso I en la zona en la que 11 se mantiene (es decir, el nivel de renta FG > CG); además, el desplazamiento de la zona de precio de monopolio más allá de A provocará la eleva- ción de la renta en la zona afectada (es decir, el nivel de renta EF > EC). Los mismos efectos pueden producirse si se satis- face otra condición: la posibilidad de aumentar en el uso 11 la intensidad de capital y, por tanto, el importe de la plusganancia por unidad de superficie. Se observa entonces que la competen- cia de un uso superior puede generar el incremento del nivel de la renta producido por el uso inferior en ciertas ubicaciones: así, se produce un alza de los precios del suelo a partir del uso superior y de las zonas privilegiadas hacia el uso inferior, incluso en las zonas en que ya no existe competencia.

Así, los precios del suelo son al mismo tiempo empujados hacia arriba por el uso inferior en la zona de competencia (es

decir, el punto A de la figura 5.2.b y la zona AH de la figura 5.2.c) y atraídos en la misma dirección por la competencia del uso superior más allá de la zona de competencia (es decir, la zona AJ de- la figura 5.2.c). Los precios del-suelo urbano pueden, pues, aumentar ya sea a partir del centro, ya sea a partir de la periferia.

Esta última hipótesis puede ser ilustrada mediante el sis del caso en el que aumenta la renta absoluta en el uso su ubicación marginal, ya sea por intensificación de capita sea por fortalecimiento de la resistencia que oponen los pro tarios del suelo. En ese caso, los efectos de esta circunsta sobre el sistema espacial de las rentas en el uso 11 serán dife- rentes según la naturaleza de esas rentas.

Si se trata únicamente de rentas diferenciales (figura 5.2.d), el nivel de las rentas en 11 se elevará de manera uniforme en una cantidad equivalente a la renta absoluta aparecida en el punto B (es decir, el nivel de renta KLM > B'CB"). En consecuencia, la renta máxima del uso 11 en el punto de competencia con el uso I aumentará, imponiendo una base superior a la renta absoluta en el uso I (AL > AC). En ese caso, el alza en la periferia traerá consigo un alza de los precios del suelo en el conjunto de la aglomeración.

Por el contrario, el alza de los precios del suelo a partir de la periferia no se generalizará si una parte de las plusganancias producidas por el uso B provienen de la existencia de precios de monopolio (figura 5.2.e). En efecto, mientras la plusganancia de monopolio no sea anulada por el alza del costo del suelo, ésta no puede tener efecto sobre los precios, fijados indepen- dientemente de los costos por el solo poder adquisitivo de la demanda. Así, el alza de la renta absoluta del uso 11 en el punto B (BK > BB') no tendrá repercusión en la renta total más que en la zona BT (donde el nivel de renta KR > B'ER). En el resto de la aglomeración, el nivel de renta permanecerá intacto.

Resumamos los resultados de este análisis de los efectos de la competencia ent S del suelo con tasas internas de gananc - En la zona de compLtencia, la renta total en el uso inferior

determina el nivel de la renta absoluta en el uso superior. Si este último excede a la plusganancia sectorial del uso superior, éste deberá ceder el lugar o densificar. - La competencia del uso superior obliga al uso inferior ya

sea a densificar, ya sea a aumentar sus precios en la zona en la que se mantiene ¡a competencia. Esta úfiima vía sólo es posible

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Christian Topnlov

d. Efectos del alza de la renta absoluta en el uso 11 (no hay plusganancia de monopolio en ei uso 11)

e. Efectos del alza de la renta absolula en el uso 11 (hay plusganancia de monopolio en el uso 11)

Figura 5.2. Fovmación de las rentas del suelo en la competencia entre dos usos capitalistas del suelo (continuación)

Rentas del suelo y dinámica de los precios del suelo 255

si los precios en el uso inferior y en esa zona pueden ser precios de monopolio. Esta resistencia del uso inferior puede conducir a un alza de la renta absoluta en el uso superior. - Cuando la competencia del uso superior elimina total o

parcialmente el uso inferior de la zona de competencia, habrá alza del nivel de renta fuera de esa zona si los precios del uso inferior pueden ser ahí precios de monopolio, y estabilidad en el caso contrario en el que las rentas son únicamente diferenciales. En el primer caso, hay difusión del alza de los precios del suelo a partir del centro. - Cuando la renta absoluta aumente en la periferia de la

zona donde prevalezca un uso inferior, el alza se difundirá hacia el centre mientras las rentas sean únicamente diferenciales. Cuando se trate de zonas con rentas de monopolio, los precios finales en el uso inferior no se verán afectados y, por consi- guiente, tampoco las rentas del suelo.

Se observa, pues, que la renta del suelo registra la competen- cia entre los capitales y refleja en éstos el efecto de su movi- miento de conjunto: para cada uno de ellos, la renta aparece como un dato, el precio del suelo, cuando es el resultado de su sistema. En un espacio urbano profundamente heterogéneo des- de el punto de vista de las condiciones de la valorización, tiende a homogeneizar las tasas de ganancia efectivas, después de la fijación de las plusganancias en forma de renta.

Esta homogeneización del espacio para el capital a causa de la densificación de los precios del suelo es efecto no de un meca- nismo, como puede hacerlo creer la presentación que aquí se ha hecho, sino de un proceso incesante de lucha del capital por producir y conservar la plusganancia, y de la propiedad del suelo por fijar esta última en forma de renta y apropiársela.

3.2. La lucha del capital y la propiedad del suelo

Describamos ese proceso tal y como se puede observar en las fases ascendentes de la coyuntura inmobiliaria 26.

Supongamos, por ejemplo, un boom de la construcción de inmuebles de oficinas, que tiende a desarrollarse en las zonas hasta ahora residenciales adyacentes al centro comercial. Desde el instante en que esas nueias operaciones dejan de ser excep-

Para un examen empírico de la aglomeración parisina durante los años 60, cf. Topalov, 1974, pp. 212-18 y 234-57.

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25 6 Christian Topalov

cionales, los precios de oferta de los propietarios de terrenos -o de inmuebles a demoler- aumentarán, acercándose al nivel de las plusganancias de los promotores de oficinas. Entonces, el alza de los precios del suelo pondrá en peligro la rentabilidad de las operaciones de construcción de viviendas. Si, no obstante, los promotores de viviendas no pueden dedicarse simplemente a construir oficinas, tienen la posibilidad de dar dos tipos de respuestas: intensificar sus operaciones y aumentar su precio, o dejar la zona. En otras palabras, tratar de ajustar su ganancia interna de operación al nivel exigido por la competencia de los constructores de oficinas, o tomar nota de la imposibilidad de hacerlo.

El alza localizada de los precios de venta sólo es posible si el promotor se dirige al submercado superior, condición de la exis- tencia de precios de monopolio de segregación. El mercado defi- nirá los limites del alza posible cuando aparezcan una evidente disminución de la velocidad de venta y una caída de la tasa de ganancia que revele una crisis de sobreproducción local. Otra vía es la de la densificación de las operaciones, posible por el hecho de que se impone simultáneamente a todos los construc- tores; sin embargo, puede tropezar con unos límites ligados al aumento de los costes unitarios, a la reglamentación o a la mo- dalidad de uso de la vivienda de las categorías sociales que con- forman la clientela.

La tendencia dominante será, entonces, generalmente ir a construir en otro lugar: ya no se tratará entonces de ajustar la plusganancia allí donde esos precios son aún bajos. Los prime- ros promotores que adoptan ese comportamiento corren el ries- go del fracaso, pero, en caso de éxito, obtendrán el beneficio de la innovación.

Si se trata de construir viviendas privilegiadas en zonas donde habitualmente no eran construidas, será necesario que puedan ser incluidas en el espacio residencial de las capas superiores. Esto implica ya sea una extensión al margen de las zonas tradi- cionales, ya sea una verdadera conquista de barrios populares centrales o de zonas periféricas nuevas. En ambos casos, será preciso un cambio radical de las condiciones urbanas para que sean posibles las operaciones particulares: la renovación ma- siva o la gran operación compleja en la periferia urbana pueden modificar suficientemente el espacio para hacer posible la reno- vación. Ello dependerá generalmente de la conexión entre los poderes públicos y el empresario privado. Si la operación es masiva, el promotor podrá comprar los terrenos al precio co-

Rentas del suelo y dinámica de los precios del suelo 257

rriente y crear luego la posibilidad de plusganancias localizadas de las que se apropiará íntegramente. Si las operaciones son más dispersas y se multiplican progresivamente, el alza de los precios del suelo absorberá de nuevo paulatinamente la totalidad de las plusganancias.

Las posibilidades de crear plusganancias mediante la innova- ción comercial son más reducidas para las operaciones de vi- vienda normal obligadas a cambiar de zona; en ese caso, no se trata de aplicar precios de venta superiores a los que se obser- van en la zona de nueva implantación, sino de adaptarse a éstos. Los medios para establecer una plusganancia localizada superior a los precios corrientes del suelo serán, por tanto, de naturaleza diferente. Se tratará, en ese caso, de construir allí donde los promotores, hasta ese momento, se encontraban ausentes y den- sificar. Unas veces se tratará de operaciones difusas en un tejido urbano poco denso, pero más que la construcción hasta entonces dominante a iniciativa de las propias familias, y a una escala lo suficientemente limitada como para minimizar los gastos de infraestructura: como resultado, aparece una renta diferencial y un incremento de la masa de renta por unidad de superficie. Pero esto provocará un alza inevitable de los precios del suelo, anulando la ventaja para los promotores que vienen luego. Otras veces se tratará de operaciones de urbanización periférica que implicarán gastos elevados de acondicionamiento y deberán ser realizadas a una escala suficiente y con la ayuda de las colectividades públicas que construirán una parte de los equipa- mientos y crearán el derecho de construcción: nuevas zonas serán abiertas a la renta absoluta y, si los gastos privados de acondicionamiento del suelo aumentan en forma significativa, el precio regulador de la vivienda normal aumentará en el con- junto de la aglomeración y, con él, las rentas diferenciales. Si, no obstante, el promotor ha podido comprar los terrenos a un precio cercano a la renta agrícola, conservará una plusganancia.

Se observa, por tanto, que el simple juego del mercado del suelo conduce en todos los casos a una rápida anulación de las ventajas que obtienen los promotores de una innovación en materia de ubicación. Conservar la plusganancia creada implica una intervención pública, ya sea para reunir las condiciones de ésta en beneficio directo del promotor, ya sea para detener el alza de los precios del suelo que desencadena su intervención. La teoría de la renta no es, pues, solamente un instrumento de análisis del mercado de los terrenos, sino también de las polí- ticas del suelo del Estado.

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ANEXOS ESTABISTICOS

Anexo 1.-París, 1889, 1890, 1896. Distribución de las viviendas nuevas y del conjunto de las viviendas según el importe del alquiler anual

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rnocidn privada según los tipos de municipios I Tipo de municipio o barrio Distribución de fa producción

por nivel de precios Distribución Indice de de municipios concentración

Zona geo- Prestigio 1000/ 17511 2751/ y barrios de la pro-

gráfica (1) social (2) 1750 2750 6000 Número de por tipo ducción (4) F/m2 F/m2 F/m2 viviendas

1 O O a 60 2 15,l 752 9,7 4433 3 n,o u ,o 2484 4 - 83,4 16,6 3972 5 - 56 94,4 1806

TOTAL 2,8 70,8 26,4 12755

PRIMER CINTURON 1 71,O 29,O - 587 2.3 74 2 29,9 70,l - 73 1 4 ,3 49 3 - 85,6 14,4 1021 2,3 126 4 a a 16 0.3 - 5 - - 100,O 413 O ,3 -

TOTAL 22,4 572 20,4 2768 9,s 82 - -

SEGUNW CINTURON 1 97,3 2,7 - 1611 6,O n 2 78,9 21,l - 3676 12,7 83 3 56,4 42,5 1,l 3404 5,7 172 4 9,s 88,3 22 1257 3,3 109 cp

5 e 244 1,3 54 5 TOTAL 66,6 32,8 0,6 10192 29,O 101 2

C; ' ZONA SUBURBANA 1 93,O 7,o - 2443 7,4 96 3

2 96,8 32 - 3620 17,7 59 3 972 3,8 - 2264 6,4 102

2 4 74 1,7 117 '& 5 65,3 34 ,7 - 516 13 115

O t

TOTAL 93,8 6.2 - 8917 345 75

ZONA DE ATRACCION 97,7 2.3 - 3943 - OTRAS AGLOMERACIONES

MUNICIPIOS RURALES

CONJUNTO REGION PARISINA 52,2 37s 10,3 40064 100 (3) 100 (n = 299)

FUENTE: Topalov, 1973 b, pp. 51, 98 y 109. NOTAS: (*) Efectivo inferior a 400 viviendas.

(1) Zonas de clasificación INSEE, 1962. (2) Indice de prestigio social: proporción de cuadros superiores y profesionales liberales en la población

residente en el casco de París o en el municipio de la aglomeración extensa: - Menos del 5 %: código 1 - 16,8 % de los municipios o barrios. - Entre el 5 y el 10 Oh: código 2 - 44,4 %. - Entre el 10 y el 15 Yo: código 3 - 19,2 %. - Entre el 15 y el 25 %: código 4 - 11,8 Yo. - Más del 25 % código 5 - 7,7 %.

(3) Total de los barrios de París y de los municipios de la aglomeración (y no de la región).

(4) Relación entre la proporción de las viviendas construidas por la promoción privada en una zona dada sobre el conjunto de las viviendas construidas por la promoción privada en la aglomeración extensa; y la proporción de barrios o municipios de esta zona sobre el número total de barrios y municipios de la aglomeración extensa.

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Anexo I I I . Francia y región parisina, 1954-1976. Indic caracterizan a los espacios residenciales de las diferentes icales

Estabilidad del Movilidad Distribución espacial Migraciones alternantes Tasa de empleo reside~cial (Aglomeración de (Francia, 1971) rnotpji-

zacton

Modalidad de transporte

(Francia, 1968)

Cuadros me- Profesio- Profesio- superiores

tes: 1954: 0,78 1968: 0,64

lif icados: 1954: -0,70 1968: -051

- Obreros espe cializados y

- Obreros espe-

No cualificados - Obreros especia- 1954: 0,36 lizados: 68,O 1968: 0,37 +0,80 - Peones: 51,O

Conjunto de los obreros 68,O 43,l

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