TEMA 9. LA EVOLUCIÓN DE LA ECONOMÍA EN EL PERÍODO DE ENTREGUERRAS. LA CRISIS DE 1929
Historia del Mundo Contemporáneo
1º Bachillerato
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Tabla de contenido 1. Introducción.......................................................................................................................3
2. Los problemas económicos de la Paz.........................................................................3
3. Los “Felices Años Veinte” (Happy Twenties) y los signos precursores de la Depresión.................................................................................................................................4
4. La Crisis de 1929 y la Gran Depresión. ......................................................................5
5. Las reacciones frente a la Crisis...................................................................................6 5.1. La reactivación norteamericana. El New Deal.............................................................. 7
6. Las consecuencias de la Crisis. Epílogo .................................................................. 10
Anexos.................................................................................................................................... 12 TEXTOS SELECCIONADOS ..........................................................................................................12
1. Introducción
Entre 1919 y 1929 la Economía mundial padeció una cierta inestabilidad caracterizada, entre otras cosas, por un desorden monetario, una creciente dependencia económica de los Estados Unidos, etc. Todo ello como consecuencia de la Primera Guerra Mundial.
Sin embargo, los años veinte fueron considerados como un período de prosperidad, debido al rápido desarrollo de nuevas fuentes de energía, nuevas industrias, al proceso de concentración financiera, etc. que daban la imagen de un Capitalismo fuerte y dinámico. Pero el crecimiento económico era desequilibrado, ya que dejaba en la sombra a sectores de la actividad económica que daban un carácter extremadamente frágil a la Economía, como puso de manifiesto la Crisis de 1929.
2. Los problemas económicos de la Paz.
Una vez terminada la Primera Guerra Mundial se firmaron los acuerdos de Versalles que condenaban a Alemania a pagar una serie de indemnizaciones de guerra, fijadas por una Comisión Internacional en 6.600 millones de libras, teniendo que librar mil millones (unos 20.000 millones de marcos-oro) en 1921. Era una cantidad ciertamente elevada para un país destrozado por la guerra, y su pago tuvo como consecuencia, además de los problemas económicos, la inestabilidad social y política.
Pero, por otro lado, las potencias vencedoras tenían problemas económicos. Francia e Inglaterra habían contraído deudas con Estados Unidos, por lo que presionaban, especialmente la primera, a Alemania para que hiciera efectivo el pago de la indemnización. Todo ello provocó una crisis en 1921 en la que los más perjudicados fueron los países más industrializados, como Estados Unidos y Japón, que no pudieron dar salida a su elevada producción, debido al descenso del consumo interior y de las importaciones de los países europeos.
Todos estos factores provocaron incidentes, como la ocupación francesa del Ruhr, que no hicieron más que agravar la situación. Ante la resistencia pasiva de los alemanes, la región más productiva de Alemania quedó bajo el control francés. Las finanzas alemanas se hundieron, con lo que no podía pagar la deuda. Se hizo evidente que había que revisar las condiciones de las indemnizaciones de guerra, algo que ya había aconsejado Estados Unidos desde 1922, con la intención de restablecer las condiciones para que Alemania pudiese
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pagar a los aliados y, de esta manera, que estos pudiesen pagar sus deudas con el país norteamericano. Así, en 1925 se inició una nueva etapa en la que Alemania fue admitida, tras los acuerdos de Locarno, en la Sociedad de Naciones; se revisaron y se redujeron las indemnizaciones; y se intensificaron los intercambios y las transferencias de capital. Un importante flujo de créditos e inversiones norteamericanos en Alemania fortalecieron su moneda y su Economía y se abría, de esta manera, una nueva etapa de optimismo.
3. Los “Felices Años Veinte” (Happy Twenties) y los signos precursores de la Depresión.
Superada la crisis de 1921 y estabilizada la Economía mundial en
1925, los años veinte fueron una etapa de prosperidad en la que se desarrollaron industrias nuevas (automóvil, aviación, textiles artificiales, etc.), se impulsaron las nuevas fuentes de energía como la electricidad y el petróleo, en detrimento del carbón y se produjo un aumento de la producción y el consumo, que se estimularon mutuamente.
Por un lado, el crecimiento de la producción se vio favorecido, en parte, por la nueva organización del trabajo en cadena, por la estandarización de los producto y su fabricación en serie, y por la tendencia a la concentración industrial.
Por otro lado, el consumo se estimuló gracias al crecimiento de los salarios reales, inducido a veces, por empresarios arriesgados como Henry Ford, quien deseaba ampliar su mercado y favoreció el sistema de venta a plazos, lo que implicaba el incremento notable de los créditos bancarios. Además, en esa época se produjo el desarrollo de la publicidad, que comenzó a estimular el consumo de masas. Por su parte, los bajos salarios agrícolas permitieron desviar parte de los presupuestos familiares dedicados a comida hacia la compra de bienes de consumo y servicios. A todo ello se unía el ambiente de seguridad creado por los seguros sociales, con lo que, poco a poco, el espíritu de disfrute sustituyó al de ahorro.
A pesar de este ambiente eufórico, ciertos sectores seguían estando en crisis y, entre ellos, el más castigado era la agricultura. La mecanización había provocado un aumento de la productividad y, a la larga, un excedente de producción que mantenía los precios bajos y provocaba, a su vez, mejorar los rendimientos, lo que aumentaba la superproducción. Esta afectaba, sobre todo, a las áreas de monocultivo impuestas por el sistema capitalista (trigo en el Medio Oeste de los Estados Unidos y Canadá, café en Brasil y Colombia, azúcar en Cuba, bananas en Centroamérica, etc.) A partir de 1925 comenzaron a manifestarse los primeros síntomas de superproducción en la Economía americana, al hundirse los precios agrícolas por la afluencia a los
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mercados de los excedentes. Ello redujo considerablemente la capacidad adquisitiva de los agricultores, al tiempo que los mercados urbanos comenzaron a presentar síntomas de saturación, con lo que las posibilidades de venta se vieron reducidas por una disminución del poder de compra de campesinos y obreros.
Junto a la superproducción, otro de los síntomas precursores de la crisis fue el de la especulación, que alcanzaría su cota más elevada en 1929. Los agentes de bolsa y cambio habían estado vendiendo acciones a plazos, exigiendo como pago al contado sólo un 10% de su valor. Los valores de la Bolsa habían ido subiendo, impulsados por el volumen de negocio y por el aumento de beneficio de las empresas. Pero hacia 1925, el índice de valores de Wall Street había subido dos veces más rápido que el de la producción industrial, lo que significaba que era un alza artificial provocada por la especulación, ya que muchos americanos compraron acciones por medio de créditos bancarios a bajo interés con la idea de revenderlos a un precio mucho más alto, atraídos por la posibilidad de un rápido enriquecimiento.
4. La Crisis de 1929 y la Gran Depresión.
La crisis comenzó en Estados Unidos hacia mediados del mes de octubre de 1929 con un pánico bursátil. Las estadísticas indicaban una bajada de los precios del hierro y el acero y, sobre todo, una caída de los beneficios industriales particularmente importante en el sector del automóvil. La Banca Morgan comenzó a comprar valores, intentando detener su caída. El día 21 de octubre parecía que lo había conseguido, pero el 24, el llamado jueves negro, trece millones de acciones salían al mercado, a bajo precio y sin encontrar ningún comprador. El día 29 eran ya dieciséis millones las acciones que salieron al mercado, provocando un pánico y una fiebre de ventas que hundieron la bolsa de Nueva York, provocando la ruina de millones de pequeños accionistas.
En principio no se pensó en una crisis duradera, incluso a comienzos de 1930 se percibía una ligera mejoría, que el grupo Morgan aprovechó para poner a la venta las acciones que había comprado en octubre, y se produjo, ante el exceso de oferta, un nuevo pánico. Las grandes empresas contemplaron impotentes como descendían de forma continua la cotización de sus acciones. Por ejemplo, la United States Steel, de 250 a 22, la Chrysler, de 135 a 5, etc.
Desde 1930 la crisis afectó al conjunto del país y comenzó su repercusión internacional, ya que los hombres de negocios americanos necesitaban liquidez para hacer frente a sus pagos, por lo que comenzaron a repatriar los capitales que habían invertido a corto plazo en el extranjero. Los bancos habían servido de intermediarios, habían invertido a menudo esos capitales a largo plazo y, al no tener liquidez para efectuar los reembolsos, quebraron. La Crisis se notó
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especialmente en Alemania. Allí, las empresas no podían contar con créditos extranjeros para comprar materias primas y el Estado no podía frenar la salida del oro y las divisas del país. El Banco Nacional Alemán (el Reichsbank) dejó de ayudar a los bancos privados y, en consecuencia, quebraron. Para frenar el desastre, el Gobierno alemán decidió bloquear la salida de los capitales extranjeros que todavía no habían sido retirados.
La Crisis también repercutió en Inglaterra, a pesar de sus mejores condiciones, al disponer en sus dominios de oro y poseer un inmenso Imperio. Sin embargo, al quedar inmovilizadas en Alemania parte de sus inversiones, su Economía se debilitó y, pese al apoyo del Banco de la Reserva Federal de los Estados Unidos y del Banco de Francia, el Banco de Inglaterra no pudo frenar la sangría de oro y divisas y el Gobierno británico decidió abandonar en ese momento el patrón oro, por lo que la Libra Esterlina quedó a merced de la oferta y la demanda, llegando a bajar en pocos días hasta el 40%, arrastrando en su caída a las monedas de otros países. Estados Unidos y Francia devaluarían sus monedas más tarde. Estos movimientos monetarios desorganizarían los pagos internacionales y agravaron las dificultades que había en el comercio mundial, llegando a afectar esta Crisis de 1929 a todo el mundo, con la única excepción de la URSS.
5. Las reacciones frente a la Crisis
En casi todos los países, la solución que se aplicó fue la deflación. Las medidas deflacionistas fueron adoptadas en Alemania en 1931 y en Francia en 1935. De acuerdo con estas políticas, se restringió el gasto público, el crédito y las importaciones, al tiempo que se protegía la moneda contra la devaluación. Los gobiernos restablecieron el equilibrio presupuestario, reduciendo el gasto e incrementando los impuestos indirectos; se equilibró la balanza de pagos, disminuyendo las importaciones e incrementando las exportaciones; se intentó evitar la fuga de capitales, imponiendo un rígido control sobre los cambios; se congelaron y rebajaron los salarios, para aligerar los costos de las empresas.
Pero estas medidas, al reducir el crédito, la circulación monetaria y el poder adquisitivo de los salarios, agravaron aún más la recesión y el paro, que en Alemania pasó de 4,7 millones de parados en 1931 a 6 millones en 1932. Por otro lado, esa política deflacionista llenó el mundo de barreras proteccionistas. Ante el fracaso de esta solución, se fue abriendo paso otro tipo de soluciones que tenían al Estado como centro de acción e intervención.
El otro tipo de solución que se aplicó fue el intervencionismo del Estado, ya que la Economía precisaba de medios financieros de gran volumen para superar la Depresión. Para ello se necesitaba que el
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Estado abandonara el débil papel que le asignaba el Liberalismo clásico y se erigiera en organizador y árbitro de la Economía. En casi todos los países, los estados intervinieron con más o menos acierto. Por un lado, se mantuvo una política de déficit presupuestario con el fin de poder financiar grandes obras públicas que frenasen el desempleo; se subvencionó a las empresas más dinámicas y se amplió la cobertura de paro. Por otro lado, el Estado intervino en todos los sectores de la Economía, reglamentando precios, tasas de producción, nivel de salarios y jornada laboral.
El principal teórico de este tipo de soluciones fue el británico John Maynard Keynes (1883-1946). En su obra, ya clásica, Teoría general del empleo, del interés y del dinero (1936), establecía que el Estado debería estimular la inversión y la demanda mediante el aumento del gasto público y el déficit presupuestario. Con las inversiones masivas habría un notable aumento de la demanda de bienes de consumo y se podría reducir el desempleo. El Estado debería completar su actuación con medidas monetarias y fiscales que mejoraran la capacidad adquisitiva de los salarios, y redistribuyera las rentas hacia aquellas capas sociales que necesitasen consumir más.
Estas teorías de Keynes contrastaban con las del pensamiento económico clásico, al tratar de demostrar que lo importante no era tanto la producción y el ahorro como la inversión y el consumo. Su política intervencionista pretendía salvar al Capitalismo y proteger a las clases más débiles. Pero seguía siendo un economista liberal, defensor de la propiedad privada y contrario a la planificación. Cuando escribía la obra ya citada, había dos países que estaban llevando a la práctica este tipo de medidas, los Estados Unidos de América con Roosevelt y la Alemania nazi de Hitler.
5.1. La reactivación norteamericana. El New Deal.
Al llegar a la presidencia de los Estados Unidos, el demócrata Franklin Delano Roosevelt (1882-1945) en marzo de 1933, la Depresión norteamericana estaba tocando fondo y el país contaba con unos trece millones de parados. El anterior presidente, el republicano Herbert Hoover, había adoptado unas tímidas medidas que no llegaron a modificar la situación. Roosevelt se reveló como un pragmático sin una teoría fija. Sus grandes líneas de actuación fueron la reactivación de la Economía; reequilibrar las relaciones de fuerza y riqueza; y reintegrar a los desheredados, víctimas de la Crisis, en la comunidad nacional. Su objetivo era impulsar el consumo a través de una política monetaria audaz.
Para ello, adoptó una serie de medidas, que en conjunto se conocen como New Deal (Nuevo Pacto o Acuerdo):
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La reforma bancaria, por la que separó a los bancos de depósito (que sólo podían prestar a corto plazo) de los bancos de inversión (que podían prestar a largo plazo). Se crearon seguros de depósito para proteger a los clientes de las quiebras.
Además, se llevó a cabo una devaluación del dólar y se acuñó una cantidad limitada de monedas de plata, lo que produjo un alza moderada de precios y un estímulo para la actividad productiva.
En la agricultura se pagaron indemnizaciones a cambio de reducir la producción, debido a los grandes excedentes agrícolas. Esta reducción se hizo obligatoria en el caso del algodón.
En la industria se produjo una subida de los salarios y se redujeron las horas de trabajo.
Se fomentaron las inversiones en obras públicas, que en 1934 daban trabajo a unos cuatro millones de parados. El ejemplo más claro de este esfuerzo público fue el proyecto de transformación del Valle del Tennessee (Tennessee Valley Authority). Sin embargo, estas medidas intervencionistas chocaban con la mentalidad estadounidense, que defendía el espíritu de la libre empresa, por lo que hubo un fuerte rechazo a estas políticas por parte de los sectores más conservadores. Al final, Roosevelt tuvo que eliminar algunas de estas medidas.
En 1935, Roosevelt dio un fuerte giro social a las medidas que tomó e inició lo que ha sido considerado como un segundo New Deal:
Pretendió fortalecer la posición de los campesinos y los trabajadores; intentó neutralizar la oposición de los izquierdistas más radicales; quiso resolver definitivamente el paro con más obras públicas; y también creó un seguro de paro, invalidez y vejez: el Social Security Act.
Las medidas del New Deal permitieron alcanzar el nivel de producción anterior a la crisis y el consumo aumentó un 10%. En 1937 seguía habiendo unos siete millones de parados y el impulso definitivo para la reducción se produjo con el rearme que se llevó a cabo a partir de 1940, cuando Estados Unidos empezó a prepararse para la II Guerra Mundial.
Pero las reformas contribuyeron a modernizar el aparato productivo y aumentar su eficacia. En el ámbito social significó la reconciliación de la sociedad norteamericana, aunque aún persistía la marginación de la población negra. En el plano político, se incrementó la capacidad de control del Gobierno sobre los Estados federales.
5.2. Soluciones a la Depresión en otros países.
En Alemania, país desprovisto de oro y de divisas, paralizado por la restricción de los créditos, el Gobierno decidió recurrir a la autarquía. Al fracasar las medidas deflacionistas, éstas se fueron abandonando y fueron sustituidas por otras como un proteccionismo extremo, el intervencionismo estatal en la Economía, que serían desarrollados a partir de 1936 por Hitler, quien planificó la actividad económica, siguiendo estas líneas:
Autarquía económica total, con la idea de llegar a la autosuficiencia agraria; concentración industrial; grandes inversiones estatales en la industria bélica, que llegó a absorber el 35% de la renta nacional; disminución del paro, que pasó de 6.000.000 a 400.000 parados; balanza comercial favorable a base de pagar lo importado con productos alemanes (esta práctica se denominó clearing o acuerdos de compensación, esto se dio con países de la Europa balcánica y danubiana).
La insuficiencia de recursos naturales y la pujanza de la industria colocaron a Alemania, como a Italia, bajo la dependencia de las importaciones. La crisis y la autarquía eran, en parte, impulsoras de políticas de expansión territorial y de conquista y, por lo tanto, fuentes de conflictos que desembocarían en la II Guerra Mundial. En definitiva, la intervención del Estado en la Economía, como en los demás ámbitos de la vida alemana, fue muy considerable.
En Francia la crisis se acusó, sobre todo, entre 1933 y 1935, cuando las quiebras se multiplicaron y cayó el poder adquisitivo de los salarios. El desempleo sólo alcanzó al 3% de la población activa.
Después de Estados Unidos, fue el país que más cambios experimentó la economía liberal; fracasadas las tentativas deflacionistas, el nuevo Gobierno del Frente Popular realizó cambios profundos como la nacionalización de los ferrocarriles o de parte del Banco de Francia. León Blum, en un ambiente de huelgas y ocupación de fábricas, logró un compromiso con la patronal y los sindicatos (el Acuerdo de Matignon) que dio lugar a medidas tales como el desarrollo de un programa de obras públicas y la reducción de la semana laboral a 40 horas y vacaciones pagadas. Sin embargo, el nuevo gobierno de Reynaud llevó a cabo una vuelta al Liberalismo, recortando las medidas sociales, devaluando el franco, liberalizando los precios y restringiendo los créditos.
En Gran Bretaña se dio una apreciable recuperación entre 1933 y 1936, a pesar de implementar una política económica contradictoria. Por un lado, practicó el equilibrio presupuestario pero, por otro,
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abandonó el patrón oro y reforzó el proteccionismo, estableciendo acuerdos comerciales preferenciales con las colonias y dominios.
Su recuperación se basó en el auge de la construcción y en la fabricación de automóviles, no tanto en la exportación. A pesar de ello, el paro se mantuvo en torno a los dos millones de personas, el 10% de la población activa, cifra que se reduciría con la política armamentística de 1938-1939.
En Italia hubo una fuerte intervención del Estado fascista. Se creó el Instituto de Reconstrucción Nacional, el IRI. Se establecieron jornadas de 40 horas pero sin mantener los salarios. A partir de 1935, pese al déficit comercial, hay una clara recuperación.
En Japón, la Crisis hizo cambiar los planteamientos de la industria japonesa, de la industria ligera, productora de bienes de consumo, se pasó a la industria bélica con una fuerte intervención estatal. En 1935 se creó una oficina de racionalización para concentrar empresas y aumentar su eficiencia.
6. Las consecuencias de la Crisis. Epílogo
Las consecuencias económicas tuvieron su manifestación más clara en una contracción rápida de la producción industrial, acompañada de una bajada de precios, un 30% para los productos manufacturados y un 50% para las materias primas, entre 1929 y 1932. En el sector agrícola, ya afectado por la superproducción, la situación se agravó, los precios bajaron dos tercios de su valor. En el aspecto internacional el volumen de los intercambios decayó tanto en cantidad como en valor. Las grandes potencias recurrieron a la autarquía y cada país intentó defenderse de sus vecinos alzando barreras aduaneras y devaluando su moneda. Se produjeron graves tensiones internacionales, que trataron de resolverse en la Conferencia Económica Mundial de Londres, en 1933, que fue un rotundo fracaso, y a partir de entonces, cada nación se ocuparía exclusivamente de sí misma, favoreciendo la existencia de los nacionalismos económicos.
En el plano social, la consecuencia más directa fue el crecimiento incontrolado del paro, que alcanzó no sólo a los obreros industriales, sino también a los servicios y a los asalariados del campo. Surgieron enfrentamientos entre los parados y los que tenían trabajo, entre la ciudad y el campo, entre los nacionales y los extranjeros. Aumentó el malestar entre la clase media, que apenas podía sobrevivir.
Se produjo también un importante cambio demográfico, ya que se frenó el rápido crecimiento de la población, cayendo la natalidad como
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consecuencia de un control voluntario de la misma, mientras que en los países totalitarios se aplicaban políticas pronatalistas. También se detuvo el proceso de concentración urbana y se paralizó la emigración intercontinental. Desde el punto de vista socio-político, se produjo un incremento de las luchas obreras, el Socialismo se alejó del Comunismo y entró en el juego de la Democracia Parlamentaria, para conseguir reformas.
En el plano estrictamente político, la Depresión interrumpió el ambiente de concordia abierto en Locarno. En la vida política internacional se recrudecieron los nacionalismos. La vuelta al proteccionismo y la insolidaridad generalizada crearon una atmósfera de hostilidad entre las grandes potencias. El camino hacia la guerra comenzó por una actitud de recelo e insolidaridad, esta actitud se adoptó durante los años de la Gran Depresión. En política interior, se asistió al descrédito de la democracia parlamentaria, fundamento político del Liberalismo económico que postulaba la inhibición del Estado en el ámbito económico. Al demostrarse la necesidad de la intervención estatal se reforzaron los gobiernos autoritarios.
Anexos
TEXTOS SELECCIONADOS DOC1.
“Si lo que nos proponemos es que, por lo menos durante una generación Alemania no pueda adquirir siquiera una mediana prosperidad; si creemos que todos nuestros recientes aliados son ángeles puros y todos nuestros recientes enemigos, alemanes, austríacos, húngaros y los demás son hijos de del demonio; si deseamos que, año tras año, Alemania sea empobrecida y sus hijos se mueran de hambre y enfermen, y que esté rodeada de enemigos, entonces rechacemos todas las proposiciones generosas, y particularmente las que puedan ayudar a Alemania a recuperar una parte de su antigua prosperidad material. (...). ���Si tal modo de estimar a las naciones y las relaciones de unas con otras fuera adoptado por las democracias de la Europa occidental, entonces, ¡que el Cielo nos salve a todos¡ Si nosotros aspiramos deliberadamente al empobrecimiento de la Europa central, la venganza, no dudo en predecirlo, no tardará.”
J. M. Keynes. Las consecuencias económicas de la paz. 1919.
DOC2.
"Los hombres y las mujeres se apresuraban a gastar sus sueldos, a ser posible, a los pocos minutos de cobrarlos. Los billetes eran llevados a las tiendas en carretilla o en cochecitos de niño. (...) Aquel otoño, en Alemania, se utilizaron virtualmente todas las prensas capaces de imprimir dinero. En realidad los billetes manaban a raudales. Y a veces el comercio se interrumpía al retrasarse las prensas en producir nuevos billetes de cifras lo bastante altas para que fuese transportable la cantidad de papel necesaria para la compra del día."
J.K. Galbraith, El dinero, 1975.
DOC3.
“El martes 29 de octubre fue el día más devastador en la historia de la Bolsa de Nueva York y, posiblemente, el más devastador en la historia de todos los mercados. Todo lo peor de todos los días anteriores se dio cita en él. El volumen de contratación fue inmensamente superior al del “Jueves Negro”; la degradación de los precios alcanzó profundidades sólo superadas el lunes. La incertidumbre y la alarma fueron tan grandes como en cualquiera de los días citados. Tan pronto como abrió el mercado, se empezó a vender con enloquecida urgencia. Se ofrecían grandes masas de valores al precio que quisiesen dar; de haber continuado todo el día el ritmo de venta de la primera hora el volumen total habría sido de 33 millones de transferencias.”
J.K. Galbraith. El crack del 29, 2000 (original de 1954)
DOC4.
“¿Tú crees que el hambre es necesaria? ¿Quizá la has conocido ya? Veinte millones de alemanes tienen hambre como tú (...) Mañana, volverás a la oficina de colocación y te apuntarás. Aparte de esto, no tendrás nada más que hacer mañana (...) El número de parados ha aumentado en cuatro millones. ¿Crees tú que este número bajará si no cambian los métodos? (...). Tenemos todo lo necesario: la tierra que produce el pan, las manos que trabajan, las máquinas que podrían fabricar en abundancia todo lo que nos hace falta. ¿Por qué, entonces, estar hambrientos? (...) ¿Te parece todo esto normal? Entonces ve y vota por quienes han hecho una política que no ha cambiado en nada nuestra miseria, sino que por el contrario, la aumenta cada año. Pero si te queda tan sólo un rayo de esperanza, ¡entonces vota a los nacionalsocialistas¡ que piensan que todo esto se puede cambiar. ¿Qué dice Hitler de esta situación? ¡No dice nada¡ ¡Adolf Hitler haría algo¡ ¡No se quedaría quieto esperando que extranjero tenga ganas de chuparnos todavía más dinero¡ Lo que haría Adolf Hitler está todo preparado y a punto. Hitler solo espera el día en que tú decidas por él, para poder ayudarte.”
Propaganda nazi en las elecciones de Prusia. Abril de 1932.