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Sobre un cuento de Borges
Los hombres suelen inferir de ese espejo que la Biblioteca no es infinita(si lo fuera realmente ¿a qué esa duplicación ilusoria?)
JORGE LUIS BORGES, LA BIBLIOTECA DE BABEL.
Seguro que los adivinos, que le preguntaban al tiempo lo que ocultabaen su regazo, no experimentaron que fuese homogéneo y vacío.
Quien tenga esto presente, quizás llegue a comprendercómo se experimentaba el tiempo pasado en la conmemoración:
a saber, conmemorándolo.WALTER BENJAMIN, TESIS DE FILOSOFÍA DE LA HISTORIA, 18-B.
LA ESTRUCTURAASTROLÓGICA
DE LA BIBLIOTECADE BABEL
por DAVID GONZÁLEZ B.
A Lucy, visitante permanente de mi biblioteca,y a Ángel, buscador y guía en su construcción.
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D esde siempre, el hombre se ha servido de su
razón para intentar comprender los fenóme-
nos que lo rodean y así crear un modelo del
universo que le sea útil para sus fines prácticos. Para citar
tres modelos, la ciencia, por ejemplo, permite el encuen-
tro de regularidades y la formulación de leyes para la
comprensión del pasado y la proyección hacia el futuro;
la religión desvela las dudas más íntimas haciéndolas tema
de interpretación acorde con cada momento histórico; la
astrología construye regulari-
dades –como el primer mode-
lo– y estructura en signos y
símbolos las formas culturales
del segundo, para generar nue-
vas formas de ver la realidad,
sorprendentes lecturas de lo cí-
clico, caminos para vislumbrar
el poder de las decisiones to-
madas con un pie en el pre-
sente y otro expectante frente
a la imprevisibilidad, todo ello
sin que sea ley ni dogma.
Todo modelo de explica-
ción de la realidad es falible,
por cuanto depende del instan-
te histórico en el cual se for-
muló y se debe a otros simila-
res precedentes, igualmente
frágiles a la hora de indagar por
su consistencia en relación con la realidad por descubrir.
Han sobrevivido al tiempo los que se han apoyado en
estructuras narrativas más que en formas descriptivas, los
que tratan de problemas que le atañen a la comunidad
que los engendró y a cada uno de sus integrantes, aque-
llos que permiten su renovación constante por cuanto se
apoyan en estratos muy profundos de la memoria colec-
tiva, arquetipos enraizados epistemológicamente en la
génesis misma de la cultura; por el contrario, perecen los
modelos que pretenciosamente impusieron su verdad
como única al confundir sus medios con sus fines, los
que descalifican a otros en función de sus obtusos pará-
metros de análisis, los que cristalizaron su otrora curiosi-
dad en férreas estructuras de poder para legitimar un es-
tatuto servil a las tendencias que impusiera el beneficio
lucrativo, los que quedaron al descubierto cuando se en-
frentaron sus promesas con sus fracasos. La astrología ha
permanecido más cercana al primer tipo que al segundo,
pues cuando ha pretendido hacer de su oficio una ciencia
se ha estrellado con estos obs-
táculos, sin que se reconozca
las bondades que el detalle
metodológico le dejó como
herencia en su paso por los si-
glos XVII a XX. Por esto se le re-
conoce como un arte de inter-
pretación, como una baraja de
ambiguas narrativas, incluso
mitológicas, que se apoyan en
el cálculo de los ciclos, corro-
borando milenariamente las
constantes que parece escon-
der un universo que juguetea
con la escuadra y el compás.
Entendida así, la astrología
no se ocupa de la predicción
del futuro, de no ser compar-
tiendo el mismo interés y los
mismos procedimientos de la
ciencia determinista; no enfrenta problemas de interpre-
tación que la semiótica no persiga; no dibuja la indivi-
dualidad humana de una forma más precisa que como lo
puede hacer la literatura. Es un esquema de orden para la
lectura de la realidad. Y si se trata de una realidad hecha
por el hombre –una edificación o un poema–, y éste a su
vez es “regido” por el mismo orden que crea y destruye
los ciclos de otros habitantes del cosmos, ¿cómo resistir-
se a sacar a la luz esa estructura subyacente? O, lo que es
lo mismo, ¿cómo dejar de aplicar los análogos principios
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Squire Law Library,
University of Cambridge, Reino Unido
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de estudio a un artilugio de la mente que los dispuestos
para el estudio de su ideador? Tan artificioso es hacerlo
como negarse a ello, por tanto, aquí se pretende realizar
este tipo de aproximación, empleando la herramienta as-
trológica como medio de análisis, a riesgo de que el resul-
tado parezca artificial y un poco forzado, tal y como ha
ocurrido con infinidad de axiomas y doctrinas de todos
los tiempos; es decir, ilustrando una vez más la debilidad
de la razón para comprender ese universo que la rodea y
la moldea.
Para interpretarastrológicamenteLa Biblioteca deBabel1
El conocido texto de Jorge Luis
Borges será otro pretexto para
aplicar a una obra humana el
modelo astrológico como guía
de análisis. Se intentará demos-
trar que, independientemente
de la intención explícita del au-
tor, el texto está armado sobre
las vértebras zodiacales, hacien-
do así su universo de infinitas
galerías hexagonales análogo al
que desde hace siglos se ha di-
vidido en doce. Es recomenda-
ble, pues, la lectura de La Biblioteca de Babel antes de pro-
seguir la de este ensayo.
Es discutible este ejercicio, ya que quizá nunca pasó
por la mente del escritor el que subyaciera una base as-
trológica tras su legado, menos aun si se trata de encon-
trar afinidades entre lo que parecen meras descripciones,
aparentemente hechas con el único fin de ilustrar al lec-
tor sobre el angustiante clima del laberinto borgesiano,
lugar donde se encuentran presentes todas las respuestas;
mas es la imposibilidad humana de alcanzarlas la que
queda en entredicho, convirtiéndose ésta en la protago-
nista del relato. Es más, algunos argumentarían que si el
argentino pudiera leer este ensayo de astrología lo tacha-
ría de incongruente con respecto de sus intenciones y,
más aun, de su proceso creativo; quizá reiría frente a la
sola posibilidad de encontrar una trama de trece figuras
(los doce arquetipos2 más el narrador) como la telaraña
que sostiene tan complejo universo de tinta –aunque muy
probablemente la idea le sonaría sugerente–. Pero igual lo
haría con los cientos de páginas escritas sobre su obra o
sobre su persona. Pues, a todas estas, ¿no son todos los
andamiajes a posteriori de las obras literarias meros artifi-
cios ajenos a los procesos de invención o de lectura, in-
cluso poco “poéticos”? No se puede desconocer el valor
de muchos de ellos; tienen el mérito erudito de desvelar
las intenciones escondidas tras los gestos de los escrito-
res, o de descubrir hilos poco evidentes para el lector
desprevenido, o el mérito pedagógico de pretender ense-
ñar a los jóvenes universitarios lo que los consagrados en
el oficio insisten en señalar como fruto del esfuerzo, no
de la teoría.
Desde el clásico análisis estructuralista hasta la más
“humana” antropología literaria3 (por citar un texto afín
con la idea de identificación de arquetipos jungianos en
la literatura), todo análisis es un artificio del texto, una
suerte de explicaciones ajenas a su naturaleza como acto
creativo,4 no por ello innecesarias para ciertos lectores o
útiles para enlazar cabos sueltos que relacionen entre sí
obras de un mismo autor, o para conseguir identificar y
rotular grupos de libros con fines académicos o comer-
ciales.
Ahora bien, ya justificada la propuesta de una estruc-
tura parásita más, es prudente abordar el texto objeto de
estudio. La aplicación de una estructura astrológica en la
obra borgesiana puede tener diversos matices, que van
desde la identificación de los doce arquetipos en sus dis-
tintos personajes, hasta la lectura de la carta astral del
autor en relación con su obra, señalando psicoanalítico-
astrológicamente sus rasgos como persona para desde allí
justificar (o explicar) sus argumentos.
“Llegan siempre rendidos, hablan de una escalera sin peldaños que casi los mató;hablan de galerías y de escaleras con el bibliotecario;
alguna vez toman el libro más cercano y lo hojean, en busca de palabras infames.Visiblemente, nadie espera descubrir nada”.
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Es interesante analizar la fuerza de muchos de los
planetas de la carta de Borges en el signo Sagitario, en
contrapeso con los que tiene en Géminis, conformando
un eje que señala la vena literaria del ciego que dibujó
mundos distantes justo aquí donde nuestros ojos no los
ven; o la influencia del signo solar Virgo del escritor en la
meticulosidad de su adjetivación; el peso de su Luna en
Aries, muy cerca de su Ascendente en relación con la
importante función de su madre en su vida; la fuerza que
su Ascendente le brindó para captar la inutilidad del es-
fuerzo humano y perfilarlo con la precisión de su mística
muy original, gracias a la presencia de su regente, Marte,
en Libra; o quizás el inquietante triángulo (trígono en el
lenguaje técnico de quienes se ocupan de integrar astros
y vida) dibujado entre el Sol, la Luna, Mercurio, Venus y
el denominado Nodo Lunar,5 marcando así fortísimos
rasgos de su personalidad;6 pero, dado que este artículo
no se trata de una lectura del horóscopo, es menester
ocuparse de su intención fundamental: la identificación
literal de los actores que aparecen en el relato con los
arquetipos que conforman el corpus astrológico tradicio-
nal de signos.
La estructura astrológicade La Biblioteca de BabelAntes de hacer un recorrido por el texto para desvelar los
doce arquetipos en él presentes, es preciso hacer algunas
salvedades a manera de licencias para la interpretación:
1. En el texto se encuentran numerosos personajes,
muchos de ellos caracterizados por algún rasgo y otros
cobijados en calificativos del mismo tono: bibliotecarios,
hombres buscadores, sean éstos de cualquier jerarquía –
“yo” (párr. 2), “mi padre” (párr. 5), “el jefe de un hexágo-
no superior” (párr. 7), las autoridades (párr. 10)– o sean
descritos genéricamente –“el hombre, el imperfecto bi-
bliotecario” (párr. 4)–. Así, para efectos de la interpreta-
ción, estos personajes se vuelven uno solo, igual da que
encarnen al narrador o a cualquier humano que gaste su
vida en trasegar por la penumbrosa biblioteca, dejando el
campo para que sobresalgan aquellos que matizan su
condición con un rasgo destacable que permita asociarlos
con las características que la tradición astrológica postula
bajo doce signos.
2. Borges describe a los habitantes de la Biblioteca como
viajeros. En la estructura de los doce signos astrológicos el
destinado por la tradición para encarnar esta condición es
Sagitario, por tanto se le dará un tratamiento especial en
su momento, dado que es el único que quiebra la simetría
de la sucesión de signos en el sistema de correspondencias
establecido (una subversión del
orden es quizás el indicio de
ebullición creadora) a la vez que
es el signo que en general englo-
ba el pensamiento místico-filo-
sófico7 objeto de la reflexión del
escritor. Para el desarrollo de
este ensayo todo esto cuenta in-
dependientemente de lo expues-
to en relación con el papel del
signo en la Carta Astral de
Borges.
3. En la identificación de ar-
quetipos se intentará una corres-
pondencia de manera que se
presenten la totalidad de los
doce signos. En trabajos ante-
riores8 ha sido difícil lograr el
orden secuencial de éstos –iniciando con Aries y terminan-
do con Piscis–; pero en este caso la oportunidad se presen-
ta más clara. Por tanto, es probable que algunas correspon-
dencias suenen forzosas, pero, en virtud de la analogía entre
los universos de los que se trata, será procedente rebuscar
un tanto dentro del esquema astrológico, trayendo a cola-
ción acepciones diversas en cada signo que se adecúen al
personaje de turno en el ciclo de interpretaciones.
A continuación se hará una descripción de los perso-
najes que aparecen en el texto, siguiendo el orden en el
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Richmond Hill Central Library
Toronto, Ontario, Canadá
Foto: Steven Evans
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cual aparecen, y se los relacionará con el arquetipo astro-
lógico más afín:
El bibliotecario: como arquetipo para el relato con-
juga muchos personajes:
1. Se trata del narrador, Borges, descrito en citas como:
“… mis ojos casi no pueden descifrar lo que escribo…”
(párr. 2), “mi falible mano garabatea…” (párr. 4), “Que
yo sea ultrajado y aniquilado…” (párr. 12), “Quizá me
engañen la vejez y el temor…” (párr. 14).
2. Del viajero de la biblioteca: “he viajado en mi juven-
tud, he peregrinado…” (párr. 2), “Yo sé de una región ce-
rril…” (párr. 5), “Yo los he visto en el desempeño de su
función…” (párr. 9), “Yo conozco distritos…” (párr. 14).
3. De cualquier hombre en su condición de prisione-
ro del laberinto: “Excede apenas la [altura] de un bibliote-
cario normal”, “Los hombres suelen inferir de ese espejo
que la Biblioteca no es infinita…” (párr. 1), “El hombre, el
imperfecto bibliotecario…” (párr. 4), “…Los hombres de
regiones remotas” (párr. 8).
4. El escritor le otorga funciones propias del oficio de
bibliotecario, aunque conservando su perfil gris en rela-
ción con aquellos que, siendo iguales, se destacan por
algún rasgo diferenciador: inicia un episodio con “el jefe
de un hexágono superior” (párr. 7), de quien nada adicio-
nal indica; señala la existencia de “autoridades” (párr. 10).
Cabe anotar que son numerosas las referencias a “los hom-
bres”, “alguien”, “quienes”, “nadie”, “otros” propio de la
forma narrativa empleada, recurso bien aprovechado para
cumplir este objetivo.
Los idealistas (párr. 2): justifican la forma hexagonal
de los espacios, “o por lo menos de nuestra intuición del
espacio”. Dentro de estos personajes, entre paréntesis,
Borges describe como una categoría a los místicos, quie-
nes “pretenden que el éxtasis les revela una cámara circu-
lar con un gran libro circular de lomo continuo, que da
toda la vuelta de las paredes; pero su testimonio es sospe-
choso; sus palabras, oscuras. Ese libro es Dios”. La rela-
ción con el arquetipo de Piscis es evidente, no sólo por
la vaguedad que acusa, sino por la alusión a un sentido
místico, quizás una búsqueda de una teología que justifi-
que incluso su entorno físico.
Los primeros bibliotecarios (párr. 6): el escritor
señala que la incomprensión de algunos libros hizo pen-
sar que correspondían a lenguas remotas, que los prime-
ros bibliotecarios usaban un lenguaje distinto al actual,
pese a que en la Biblioteca conviven dialectos con nume-
rosas incoherencias. Sin embargo, “cuatrocientas diez
páginas de inalterables MCV no pueden corresponder a
ningún idioma” (párr. 6), pese a las tesis que hablaban de
valores cifrados a lo largo del texto o criptografías. La
obligada mención a la idea primigenia es afín al arqueti-
po de Aries, pues la tradición lo relaciona con el inicio
de los ciclos, dado que es el signo con el cual empieza la
primavera, generalmente el 21 de marzo, en el primer
equinoccio del año. Los garabateos de los inicios en la
escritura en el niño, al igual que las primeras manifesta-
ciones de lenguaje humano son así relacionados con los
períodos arianos9 en aquellos estudios astrológicos en
los cuales se establecen analogías entre un ciclo completo
“Una secta blasfema sugirió que cesaran las buscasy que todos los hombres barajaran letras y símbolos,
hasta construir, mediante un improbable don del azar, esos libros canónicos”.
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de doce signos con los ciclos del tiempo humano o terres-
tre.10
Un descifrador ambulante (párr. 7): un jefe de un
hexágono superior (aquí tratado como un bibliotecario)
mostró un libro “que tenía casi dos hojas de líneas homo-
géneas”. El descifrador le dijo que eran redactadas en por-
tugués, otros le dijeron que en yiddish, luego se estableció
que era “un dialecto samoyedo–lituano del guaraní, con
inflexiones de árabe clásico”. La presencia de un descifrador
trae a la mente la materialización de la energía creativa,
asociada generalmente al signo de Tauro. La perseveran-
cia, la paciencia y el apego a la tradición son características
que pueden relacionarse con este signo para admitir que se
encarna en la figura del descifrador, quien requiere dosis
de paciencia y conocimiento de lenguas y culturas para
lograr bien su cometido. Nótese que Borges no habla de
un traductor (más cercano a Géminis) sino de un desci-
frador, casi un intérprete, que vaga por el laberinto.
Un bibliotecario de genio (párr. 7): aparentemente
sería un bibliotecario más, pero su aporte al proceso de
desciframiento del universo lo diferencia: descubrió una
ley según la cual todos los libros constan de elementos
iguales, los veinticinco símbolos combinados en todas sus
posibilidades, y que no hay dos libros iguales en la vasta
Biblioteca. Por su proceso analítico es posible relacionar
este personaje con el símbolo de Géminis, no sólo en tan-
to que descubre la estructura combinatoria, sino además
por la noción de aparente infinitud, todo ello representado
con el enfrentamiento de espejos que identifica al signo y
que fascinaba al mismo Borges. Este bibliotecario observó
que esta infinitud de combinaciones expresaría “todo lo
que es dable expresar: en todos los idiomas”, un guiño
hacia el mismo signo, cuyo regente, Mercurio, se encarga
de tan complicado tema en la astrología.
Codiciosos (párr. 8): cuando se proclamó que la Bi-
blioteca era total, los hombres tuvieron la certeza de que
existían soluciones escritas para cualquier problema y eso
los llenó de felicidad, en especial porque encontrarían
vindicaciones para todos sus actos. Así, “miles de codi-
ciosos abandonaron su dulce hexágono natal y se lanza-
ron escaleras arriba, urgidos por el vano propósito de
encontrar su vindicación”. En su afán llegaban a las dis-
putas y a los enfrentamientos que incluso los hacían morir
despeñados en el laberinto. Tres elementos enlazan esta
descripción con el arquetipo de Cáncer: la personalidad
sentimental de los nacidos bajo este signo con frecuencia
desencadena en la codicia, pues el símbolo de la capara-
zón del cangrejo posee la doble interpretación como ne-
cesidad de protección y como apremio por la conserva-
ción; de ahí su apetito. En segundo término la alusión al
abandono de “su dulce hexágono natal”: ¿a qué va este
adjetivo en Borges? Sólo el signo Cáncer considera de tal
forma su hogar, dado el extremo gusto por su permanen-
cia allí; de hecho es también el símbolo de la maternidad.
Finalmente, el escritor decide poner a subir las escaleras a
los codiciosos luego de abandonar su hexágono, con lo
cual da pie para recordar que Cáncer es el primero de los
signos de agua, elemento relacionado con el subconscien-
te, del cual se sube en búsqueda de realidad, o al cual se
desciende en el proceso de introversión.
Enloquecidos (párr. 8): inmediatamente después de
la descripción de los codiciosos, hablando de las vindica-
ciones, Borges aparentemente describe en tres palabras a
un grupo de personajes así: “… [los codiciosos] arrojaban
los libros engañosos al fondo de los túneles, morían des-
peñados por los hombres de regiones remotas. Otros se
enloquecieron… Las Vindicaciones existen (yo he visto
dos que se refieren a personas del porvenir, a personas
acaso imaginarias) pero los buscadores no recordaban que
la posibilidad de que un hombre encuentre la suya, o
alguna pérfida variación de la suya, es computable en
cero”. Sin embargo, ¿quiénes enloquecerían por no en-
contrar su propia vindicación? Quizá quienes, heridos en
su ego, pretenden encontrar argumentos fuera de sí en su
favor. Acaso el conocer vindicaciones de personas inexis-
tentes ¿no es presumir las susceptibilidades de futuros
egos? El signo zodiacal que más se vería afectado por
todo esto es Leo, pues sus nativos suelen comportarse
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Phoenix, Arizona, USA
Foto: Bill Timmerman
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como los reyes entre los doce. El amor propio –o, como
lo señala el texto, una razón para sí desde la individuali-
dad– es el motor para muchas de las acciones que em-
prenden estos signos, incluso, de no llegar a satisfacer sus
orgullosas aspiraciones, motivación suficiente para llegar
a la depresión o a la locura.
Inquisidores (párr. 9): la Biblioteca aclara la totali-
dad de los enigmas de la humanidad (si no se conociese
el idioma para ello la Biblioteca lo habrá producido ya).
Se ve también recorrida por buscadores oficiales, inquisi-
dores. Borges los describe así: “llegan siempre rendidos,
hablan de una escalera sin peldaños que casi los mató;
hablan de galerías y de escaleras con el bibliotecario; al-
guna vez toman el libro más cercano y lo hojean, en bus-
ca de palabras infames. Visiblemente, nadie espera descu-
brir nada”. La relación establecida con Virgo se apoya en
esa meticulosa necesidad de hurgar para vigilar, escudri-
ñar para ordenar, que tanto caracteriza a sus nativos y a
los inquisidores. De hecho, el castigo como parte de la
norma y el trabajo inútil de la sistematización son figuras
que representan muy bien su naturaleza. Borges los men-
ciona con el nombre de la horrorosa figura que tanto
caracterizó a la era pisciana, donde el sufrimiento era
común denominador dogmático, con lo cual se subraya
la presencia del eje de contrarios Virgo-Piscis, pues donde
se presenta uno, el otro le hace de telón. Es la dualidad
matizada.
Una secta blasfema (párr. 10): luego de ver la inuti-
lidad del esfuerzo por la inaccesibilidad en medio de la
totalidad de las respuestas posibles, sucedió la depresión.
Casi a manera de compensación, Borges dice que “Una
secta blasfema sugirió que cesaran las buscas y que todos
los hombres barajaran letras y símbolos, hasta construir,
mediante un improbable don del azar, esos libros canóni-
cos”. A Libra se le ha asignado el papel de la complemen-
tariedad,11 como bien lo señala la máquina que la repre-
senta: la balanza. Por otro lado, Libra también ha tenido
que ver con la justicia y la legalidad, y ésta es la preocu-
pación de la secta si se ve que su tarea era motivar al
trabajo colectivo –otro distintivo– para lograr un libro
canónico, guía en la voraz búsqueda. Finalmente, el sig-
no, bajo la regencia de Venus, es el relativo a los temas de
la belleza, incluso de la vanidad. Cuando Borges culmina
el párrafo recuerda que “La secta desapareció, pero en mi
niñez he visto hombres viejos que largamente se oculta-
ban en las letrinas, con unos discos de metal en un cubi-
lete prohibido, y débilmente remedaban el divino desor-
den”. La alusión a la figura, además del significativo con-
tenido para los estudiosos de la geometría pitagórico-
kepleriana, hace pensar en una réplica del universo, cuyo
sentido estético sea la clave para descifrar el desorden. La
vanidad estaría asociada con el orgullo de poseer tal mis-
terio en las manos, lo cual para nada desentona con la
presencia de la imagen de Saturno en la cita.12
Los purificadores (párr. 11): uno de los impulsos
naturales ante las apabullantes existencias de la Bibliote-
ca era eliminar los libros inútiles. A esta tarea se dieron
los Purificadores: “invadían los hexágonos, exhibían cre-
denciales no siempre falsas, hojeaban con fastidio un vo-
lumen y condenaban anaqueles enteros (…). Los urgía el
delirio de conquistar los libros del Hexágono Carmesí:
libros de formato menor que los naturales: omnipoten-
tes, ilustrados y mágicos”. No sólo por su nombre es evi-
dente una estrecha relación con Escorpión, sino además
estos buscadores actúan como tales (la ansiedad por la
investigación profunda o por el desenterrar misterios pri-
vados) en la invasión autoritaria con fines “purificadores”
(Escorpión es el segundo de los signos de agua) y en el
deseo obsesivo por crear ídolos de barro que respondan a
las expectativas que ellos mismos construyen. La cerca-
nía de los voluntariosos escorpiones a los misterios de
sectas o a los secretos de las organizaciones hace que la
ilusión por encontrar el Hexágono Carmesí13 no desen-
tone en esta correspondencia zodiacal.
El Hombre del Libro (párr. 12): en este caso, es la
explicación astrológica la que da sentido a las palabras
con las que Borges describe el mito: “También sabemos
de otra superstición de aquel tiempo: la del Hombre del
“La secta desapareció, pero en mi niñez he visto hombres viejosque largamente se ocultaban en las letrinas, con unos discos de metal
en un cubilete prohibido, y débilmente remedaban el divino desorden”.
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Libro. En algún anaquel de algún hexágono (razonaron los
hombres) debe existir un libro que sea la cifra y el compen-
dio perfecto de todos los demás: algún bibliotecario lo ha
recorrido y es análogo a un dios. En el lenguaje de esta
zona persisten aún vestigios del culto de ese funcionario
remoto. Muchos peregrinaron en busca de Él…”. ¿Borges
habla de un hombre que rindió culto a un libro como a un
dios por ser la cifra de todos los demás o del Libro mismo?
Se reconoce la existencia de éste por los vestigios de aquél,
pero el mito trata sobre el Hombre. En Capricornio en-
contramos el signo de los avatares, de los iluminados que
tuvieron acceso a la revelación y que la encarnaron. Existe
una cierta dualidad en la descripción, pero son los signos
del lenguaje los indicios del culto ocurrido antaño. Es cu-
rioso que en el juego de correspondencias sólo un hombre
se destaque y corresponda justamente al signo que encar-
na la condición del tiempo en el humano en un universo
que parece atemporal, de bibliotecarios grises homogéneos
y que además se le recuerde como una superstición. Pero
es más sorprendente el que Borges termine el párrafo con
una autoinmolación acorde con el arquetipo: ruega a los
“dioses olvidados” que al menos un hombre haya tenido
acceso al Libro. “Si el honor y la sabiduría y la felicidad no
son para mí, que sean para otros. Que el cielo exista, aun-
que mi lugar sea el infierno. Que yo sea ultrajado y aniqui-
lado, pero que en un instante, en un ser, Tu enorme Biblio-
teca se justifique”.
Los impíos (párr. 13): ellos hablan de “una Biblioteca
febril, cuyos azarosos volúmenes corren el incesante albur
de cambiarse en otros y que todo lo afirman, lo niegan y lo
confunden como una divinidad que delira”. Quizá por esta
irreverencia Borges los rotula como impíos, reprochando
que este desorden es denuncia y ejemplo a la vez de lo que
en este universo ocurre; que si bien la Biblioteca contiene
todas las combinatorias de veinticinco signos, ello no con-
lleva un solo disparate absoluto sino todos. Es común en
los nacidos bajo el signo de Acuario la irreverencia y la
necesidad de establecer un “orden propio”, pese a su pre-
tendida universalidad y fraternidad. El escritor, luego de
citar las palabras de los impíos ya transcritas, indica que
“[esas palabras] notoriamente prueban su gusto pésimo y
su desesperada ignorancia”, con lo cual se redunda en el
arquetipo ansioso por el conocimiento (muchos astrólo-
gos señalan a Acuario como el signo del conocimiento re-
velado, en contraposición al místico de Piscis, y por ende
la revelación de todos los misterios, sin vislumbrar el mar
de incoherencias que ello acarrearía, como agudamente ilus-
tra Borges), pero incapaz de no proponer inutilidades. De
hecho culmina el párrafo con una pregunta suspicaz para
esta mentalidad: “Tú que me lees, ¿estás seguro de enten-
der mi lenguaje?”.
Los jóvenes que se prosternan (párr. 14): en las
últimas líneas del texto, Borges señala que un desorden
repetido sería un orden y así lo demuestra al repetir el pri-
mero de los arquetipos astrológicos estudiados: Piscis..... Deja
entrever su compulsiva urgencia por un orden cíclico, para
nada ajeno al círculo astrológico. Describe unos jóvenes
que “se prosternan ante los libros y besan con barbarie las
páginas, pero no saben descifrar una sola letra”, de idénti-
ca forma a como se comportan los nativos del signo de los
peces, propensos a la idolatría y a la superchería. Luego
menciona las epidemias, las discordias heréticas, las pere-
grinaciones que inevitablemente degeneran en bandoleris-
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The National Library of Sri Lanka
Colombo, Sri Lanka.
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“Si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí, que sean para otros.Que el cielo exista, aunque mi lugar sea el infierno. Que yo sea ultrajado y aniquilado, pero
que en un instante, en un ser, Tu enorme Biblioteca se justifique”.
mo, los suicidios, todos síntomas que de una u otra forma
se encuentran presentes en este signo, si bien ampliamente
dotado para producir solidaridad y amor, también para las
desgracias colectivas más duras, como la historia de Occi-
dente lo ha demostrado numerosas veces.
Un eterno viajero (párr. 15): en el último párrafo
del texto, Borges decide culminar su descripción con un
personaje que encierra a los demás y engloba el total de
explicaciones sobre el complejo espacio de la Biblioteca:
“Si un viajero la atravesara en cualquier dirección, com-
probaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes
se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un
orden: el Orden)”. Ya se mencionó la relación entre el
viajero y el arquetipo de Sagitario; pero lo que llama la
atención es que sea él, encarnación del signo que vislum-
bra el futuro apuntando con una flecha al horizonte, quien
ilustre la solución al enigma de la infinitud aparente, con
una elegante conclusión, la misma que se obtiene al per-
mutar las numerosas variables que componen el juego
astrológico: que el universo es cíclico, por eso es posible
captar regularidades para la predicción, siempre y cuan-
do se comprenda el difícil arte de la combinatoria, no de
la manera científica con la cual se abordaría según el sen-
tido común moderno, sino desde una mezcla de expe-
riencia, intuición y hermenéutica, es decir, apoyándose
en la tradición para reinterpretarla continuamente. Borges
cierra el texto con la figura del viajero, que en astrología
comparte el arquetipo con el del filósofo, lo cual nueva-
mente sugiere la presencia de su figura en todos y cada
uno de los personajes; un viajero en el tiempo astrológi-
co, un bibliotecario de la infinitud.
ColofónSi bien la astrología posee la meticulosidad de la ciencia
para describir procedimientos y la precisión de la literatu-
ra para perfilar el alma humana, no llega al determinismo
del axioma sino que cuestiona el futuro; aboceta la con-
dición humana sin necesidad de pontificar con el dogma;
plantea caminos para que cada cual tome decisiones, no
condena. Es por esto que, como estructura de conoci-
miento, tiene un estatuto epistemológico propio, el cual
le permite esta serie de digresiones en torno a asuntos
distintos de la consulta personal por el horóscopo.
Es muy poco probable que Borges haya pretendido
deliberadamente apoyarse en una estructura como la ex-
puesta como método de escritura, siguiendo casi en su
orden los doce signos; pero la alusión a las veintidós le-
tras14 (dejando por fuera algunas importantes para el cas-
tellano en un premeditado descuido) quizá deja entrever
que su mensaje está más cercano a la cosmología
cabalística que a la copernicana; que compartir una raíz
común permite este juego de interpretaciones lícitas des-
de esa perspectiva histórica; que la narración del tiempo
es circunstancial y que sólo ciertos elementos comunes
anclados muy en el fondo del lenguaje permiten vislum-
brar esta dimensión, aprovechada aquí para dejar nuevas
inquietudes en la relectura de lo mismo.
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www.utadeo.edu.co • Revista La Tadeo No. 65 - Primer Semestre 2001 • Bogotá, D.C. - Colombia
NOTAS
1 Jorge Luis BORGES, Obras completas: 1923-1972, Buenos Aires, Emecé Editores,
1974, págs. 465-471. La numeración de párrafos corresponde a los 15 que tiene el
texto.
2 Para la crítica y la analítica borgesiana no es ajeno el juego con arquetipos, pero
pocas referencias se encuentran en relación con los doce que componen el zodíaco
occidental y ninguna (que conozca quien escribe) en la que ellos estructuren un
texto; en cambio, sí son numerosas las alusiones a la Cábala. Sería interesante
abrir un espacio para ampliar la relación entre ambos sistemas, ubicados en la
génesis misma de la cosmología occidental; pero se prefiere seguir una línea más
pegada al texto, pues semejante rodeo, si bien esclarecería algunos elementos
presentes en la Biblioteca (la forma hexagonal de los recintos, el número de libros,
hojas y letras que componen cada estantería, el hecho de componerse con veinti-
dós letras, etcétera) distraería del principal objetivo del ensayo. En cualquier caso,
se parte de la definición de arquetipo más afín al grueso de astrólogos contemporá-
neos, acuñada en sus cimientos por C.G. Jung, quien propone estructuras más
profundas que el inconsciente individual freudiano como armazones primigenios
colectivos: “Un estrato en cierta medida superficial de lo inconsciente es, sin duda,
personal. Lo llamamos inconsciente personal. Pero ese estrato descansa sobre
otro más profundo que no se origina en la experiencia y la adquisición personal,
sino que es innato: lo llamado inconsciente colectivo. He elegido la expresión “co-
lectivo” porque este inconsciente no es de naturaleza individual sino universal, es
decir, que en contraste con la psique individual tiene contenidos y modos de com-
portamiento que son, cum grano salis, los mismos en todas partes y en todos los
individuos. (…) Sólo cabe hablar de un inconsciente cuando es posible verificar la
existencia de los contenidos del mismo. Los contenidos de lo inconsciente perso-
nal son en lo fundamental los llamados complejos de carga afectiva, que forman
parte de la intimidad de la vida anímica. En cambio, a los conceptos de lo incons-
ciente colectivo los denominamos arquetipos. (…) Archetypus es una paráfrasis
explicativa del eidoz platónico. Esa denominación es útil y precisa pues indica que
los contenidos inconscientes colectivos son tipos arcaicos o –mejor aun– primiti-
vos. (…) En las doctrinas tribales primitivas aparecen los arquetipos en una pecu-
liar modificación. En verdad, aquí ya no son contenidos de lo inconsciente sino que
se han transformado en fórmulas conscientes, que son transmitidas por la tradi-
ción, en general bajo la forma de la doctrina secreta, la cual es una expresión de la
transmisión de contenidos colectivos originariamente procedentes de lo incons-
ciente”. Carl Gustav JUNG, Arquetipos e inconsciente colectivo, Barcelona, Paidós,
1991, págs. 10-11. Independientemente de lo que las corrientes post-estructuralistas
hayan aportado al debate, el grueso del acervo astrológico reciente se apoya en
las premisas jungianas, mismas aquí empleadas en defensa del argumento por
cuanto simplemente se trata de establecer un paralelo.
3 Antonio BLANCH, El hombre imaginario: una antropología literaria, Madrid, Pontificia
Universidad de Comillas, 1996.
4 Numerosas experiencias han tratado de elaborar metodologías tanto para el desa-
rrollo de la creatividad como para la escritura de piezas de calidad, pero pocos de
estos trabajos han dado el nivel artístico. No por ello se desconocen los numerosos
esfuerzos en esta línea de estudio tan interesante, particularmente en los laborato-
rios universitarios.
5 El Nodo Lunar es un punto en el espacio, producto del cruce entre las órbitas lunar
y terrestre en su movimiento de traslación. Según la escuela astrológica de la que
se trate se le da un valor mayor o menor, aunque generalmente se le interpreta en
función del rol personal dentro del destino (marcado o no); en muchas ocasiones
describiendo hechos pasados, presentes o futuros desde la reencarnación y la
“misión” por realizar en la vida presente. Astrólogos menos porfiados en tales ase-
veraciones simplemente señalan en este punto las tareas por cumplir y los obstá-
culos que se presentan para realizarlas.
6 Difícil resistirse a hacer un comentario en relación con la carta del escritor. El eje
Géminis-Sagitario es el más ocupado en su carta: en Géminis se encuentran
Neptuno, Plutón y el Nodo Sur; en Sagitario Saturno, Urano, Quirón, el Nodo Norte
y Juno. Sin embargo, Júpiter, regente de Sagitario, se encuentra en Escorpión,
donde desvía hacia la interioridad de la investigación toda la fuerza del viajero; no
desaparece la esencia, es nuestra mediación. Géminis, signo de la escritura, ubica
su regente en conjunción con Venus, permitiéndonos gozar de su pluma con carac-
terísticas como la precisión o el humor; al permanecer en Leo no es de extrañar
que su redacción en primera persona no se quedara en el plano meramente litera-
rio.
Es importante el trígono Luna-Vesta, Sol-Mercurio-Venus y Nodo Norte, en particu-
lar por la cercanía de éste a Saturno (por ende opuesto al Nodo Sur), como si su
destino trazara con milimétrica precisión el sentido de su obra, y viceversa.
Así mismo, es curioso ver cuántos signos llaman la atención sobre el tema de lo
femenino en su carta, teniendo en cuenta la relación que tuvo con su madre y su
compleja vida sentimental: Luna en conjunción con Vesta en Aries, Venus, regente
de su casa VII, está en Leo, en conjunción con el Sol y con Mercurio, todo ello en
trígono al Nodo Norte y en parte a Saturno (Luna y Venus), la Luna, regente de su
casa IV, se encuentra en Aries en la casa I.
Los datos para la carta fueron tomados de la base de datos de la Revista Mercurio-
3, en un artículo escrito por su director, quien a su vez los tomó de M. García:
Borges nació en Buenos Aires (latitud: 34.33, longitud: 58.50), el 24 de agosto de
1899 a las 20:30 (diferencia con GMT de 4:50). Jaume MARTIN, “Fuente de datos:
Escritores de todos los tiempos (primera parte)” En Mercurio-3, Nº 18, tercer tri-
mestre de 1997, pág. 47.
7 Dado que este tema de interpretación se presta para confusiones, siguiendo la
mayor parte de los textos sobre astrología se asignará la reflexión filosófica al sig-
no de Sagitario y se dejará al signo Piscis el matiz religioso del campo místico. La
regencia de Júpiter en ambos signos es un causante de tal similitud.
8 David GONZÁLEZ, “La estructura astrológica de El Principito”. En Memorias del
Segundo Congreso Colombiano de Astrólogos. Bogotá, 2000.
9 En adelante se hará referencia indistintamente al arquetipo, a la adjetivación del
signo o a “los nacidos bajo el signo de…”, por cuanto lo que importa es el sistema
de correspondencias. El uso de este último modo es meramente retórico, pues no
se desconoce que para hablar de una persona o de una grupo no basta con seña-
lar su signo solar.
10 Cuando, por ejemplo, se habla de que la humanidad atraviesa la “Era de Acuario”
se refiere a una forma de interpretación de estos ciclos, dentro de la llamada Teoría
de las Eras Precesionales. Acuario, simbolizado por el ángel, será el período de
aproximadamente 2.100 años por el que la humanidad empezó su trasegar tempo-
ral. Anteriormente, por un espacio similar de tiempo, atravesó la era de Piscis,
simbolizada por los peces (el símbolo del cristianismo, principal característica ideo-
lógica de Occidente en veinte siglos); antes estuvo en Aries, simbolizada por el
carnero (en el paso de Aries a Piscis el Carnero fue inmolado). Según esta teoría,
que astronómicamente se apoya en el movimiento de la tierra similar al de un girós-
copo, el “punto del equinoccio vernal” que marca el recorrido del planeta por los
signos, se mueve en forma inversa al tradicional orden del zodíaco. Algunos estu-
dios en los que Aries se relaciona con el inicio de los ciclos, en los cuales el lector
puede profundizar en esta relación histórica, los ha adelantado desde la década de
los 60 el astrólogo Boris Cristoff: Astrología precesional, Buenos Aires, Kier, 1980;
El destino de la humanidad, Barcelona, Martínez Roca, 1981. Una aplicación ex-
traordinaria sobre el tema, para explicar la historia del arte se pude ver en la tesis
doctoral: Joan MARIMÓN PADROSA, Historia del arte, Barcelona, Anthropos, 1985.
11 En el horóscopo se refiere a la relación de pareja o a las asociaciones por cuanto
existe una correspondencia entre el signo y la casa VII, la cual designa el otro por
contraposición al Ascendente, o casa I.
12 El planeta Saturno se exalta en Libra; su figura, la del viejo que calcula (usualmente
el tiempo), se hace presente en el texto.
13 El rojo carmesí tradicionalmente ha sido asociado con el signo de Escorpión, quizá
por la regencia de Marte antes de la asignación de Plutón como tal.
14 En Del culto de los libros, Borges trata la cifra cuando, citando el primer capítulo de
la Biblia señala que ‘Y Dios dijo; sea la luz; y fue la luz’; los cabalistas razonaron
que la virtud de esa orden del Señor procedió de las letras de las palabras. El
tratado Sefer Yetsirah (…) revela que Jehová (…) creó el universo mediante los
números cardinales que van del uno al diez y las veintidós letras del alfabeto. Que
los números sean instrumentos o elementos de la Creación es dogma de Pitágoras
y de Jámbico; que las letras lo sean es claro indicio del nuevo culto de la escritura.
El segundo párrafo del segundo capítulo reza: ‘Veintidós letras fundamentales: Dios
las dibujó, las grabó, las combinó, las pesó, las permutó, y con ellas produjo todo lo
que es y lo que será’”. Jorge Luis BORGES, Obras completas: 1923-1972, Buenos
Aires, Emecé Editores, 1974, pág. 715.
DAVID GONZÁLEZ B.,arquitecto.
Asesor de proyectos, Vicerrectoría de Postgrados,UJTL.
Ilustraciones: CARCERI D´INVENZIONE (Cárceles Imaginarias)
Grabados de Giovanni Battista Piranesi (1720-1778)
Primera edición, 1745 - segunda edición, 1760)
BIBLIOTECAS DEL MUNDO
Münster City Library,
Münster, Alemania
Foto: Christian Richters