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Razn y Revolucin N 2, primavera de 1996. Reedicin electrnica
Historia
Eduardo Sartelli Celeste, blanco y rojo. Democracia, nacionalismo y clase obrera en la crisis hegemnica
Celeste, blanco y rojo. Democracia, nacionalismo y clase obrera en la crisis hegemnica (1912-22)1
Eduardo Sartelli
Qu ves? Qu ves cuando me ves?
Cuando la mentira es la verdad Divididos
El agudo conflicto entre la forma y el contenido de las instituciones capitalistas, entre la libertad abstracta, la igualdad y el individualismo del intercambio capitalista y la coercin concreta, la opresin y el automatismo de la produccin capitalista, resulta del hecho de que en esta sociedad la fuerza de trabajo es una mercanca.
No puede resolverse mientras la fuerza de trabajo siga siendo una mercanca: un justo salario diario por un justo trabajo diario. Slo puede alcanzarse segn el principio revolucionario: Abolicin del sistema salarial.
Lo que el capitalismo promete, slo el socialismo lo puede conseguir.Stanley Moore: Crtica de la democracia capitalista
1. Introduccin
a) La necesidad de una historia de la hegemona burguesa
En momentos en que este trabajo sea publicado, la sociedad argentina habr visto pasar el
vigsimo aniversario del golpe militar del 24 de marzo de 1976. Veinte aos despus del inicio de
la dictadura ms sangrienta que haya sufrido, esa misma sociedad puede ya festejar trece aos de
democracia. Quienes creyeron que era posible encontrarse, a la salida de la dictadura, con algo
ms que unos mecanismos regulados y pblicos de renovacin de autoridades y la posibilidad de
decir y hacer algunas cosas ms, podran sentirse hoy tentados a realizar un balance ms crtico
que la alegre cantinela con la que imaginaban saludar la llegada del paraso terrenal. Sin embargo,
pocos son los que se animan a discutir "la democracia": estigmatizados como violentos o
enloquecidos atrapados en el tiempo, cualquier cuestionamiento a las formas polticas convierte a
los audaces en outsiders. La crtica debe restringirse a los marcos establecidos por el sistema
mismo y slo puede ejercerse como medio de perfeccionar lo existente: lucha contra la
corrupcin, por la independencia de la justicia, por la ley de cuotas, por la eleccin popular del
intendente de Buenos Aires, contra los abusos de las empresas privatizadas, etc., etc..
A la hora de explicar por qu la avanzada ms feroz contra las condiciones de vida de las
masas se produce con su propio consentimiento, al menos tal como ste se expresa en las urnas,
los "cientistas polticos", ese invento socialdemcrata-radical para gestionar las "transiciones',
1 Una versin preliminar de este trabajo fue presentada en las V Jornadas Inter Escuelas-Departamentos de Historia y I Jornadas Rioplatenses Universitarias de Historia, Montevideo, Uruguay, 1995
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enmudecen. 0 peor an, apelan a las teoras ms reaccionarias. En sus escritos la democracia
aparece como un bien preciado cuya existencia y reproduccin se antepone a todo. Para ellos, la
democracia surgi de la "cada" de la dictadura, no fue el producto de la lucha victoriosa del
pueblo argentino sino del desastre poltico del gobierno militar. Esta visin lleva fcilmente a
hacer de Haig y Thatcher los hroes de la jornada, como Carter lo fue de la resistencia. Una
imagen creada ms a la izquierda considera que la dictadura no cay, fue "volteada". La
democracia aparece aqu como el resultado de una clase obrera triunfante e intacta tras los aos
negros. Cmo, en nombre de una democracia fruto de la victoria popular o de las virtudes del
imperialismo, el pueblo argentino se degrada cada vez ms en la miseria material y moral, es algo
que ninguna de las dos posiciones puede explicar. Porque lo que est mal en sus planteos es la
concepcin misma de la democracia, las ilusiones que con ella se tejen y las perspectivas que
creen poder desarrollar en el juego que ella impone. Esta democracia no es una forma "adherida"a
un rgimen social con un grado casi infinito de indeterminacin y autonoma. Por el contrario, esta
democracia, la nica posible en la sociedad capitalista, la democracia "burguesa", est en el centro
de los mecanismos de dominacin social, es ella misma el eje de todos los instrumentos de
opresin poltica y social. Democracia burguesa es el nombre de la dictadura de la burguesa en
momentos de plena hegemona. Tambalea y se cae con ella misma pero jams constituye el
mecanismo privilegiado por el que el pueblo llega al poder. En este sentido y, malgrado de las
efmeras victorias momentneas que puedan representar la cada de un rgimen poltico y sus
representantes, la instauracin de la democracia burguesa es siempre el resultado de una derrota a
largo plazo de la clase obrera en tanto ella procede a confiscar polticamente las energas
desarrolladas por el avance popular.2
2 2. Una objecin comn a esta posicin es: entonces, es preferible la dictadura? Cuando no se trata de la vieja chicana barata radical-socialdemcrata tan utilizada durante el alfonsinismo, vale la pena contestarla. Significa esto que las formas dictatoriales de gobierno son ms "transparentes" y, por lo tanto, facilitan la comprensin de las relaciones sociales por parte de la clase obrera? De ser correcta esto nunca la democracia burguesa aparecera como un objetivo defendible por la izquierda. Y no es as porque las formas dictatoriales suelen generar, por reaccin, ilusiones democrtico-burguesas. En estos casos, el problema suele trasladarse desde el capital y su estado a esta o aquella forma de gobierno. Esto y no otra cosa se encuentra detrs de quienes sostienen que todas las culpas por la situacin actual de la Argentina tienen su origen en el Proceso Militar y no en el capitalismo. La conclusin de Alfonsn de que "con la democracia etc., etc..." era la traduccin popular de estas ilusiones democrtico-burguesas. Y son ilusiones no porque la democracia no sea un bien a resguardar sino porque no permiten entender en donde radica el poder dictatorial: no es en el uso arbitrario del estado por un determinado personal poltico sino en la clase que lo sustenta. La continuidad de la clase dominante transforma cualquier cambio en las formas y en el personal poltico en mera ilusin. Slo la eliminacin de la clase dominante como tal clase abre el cauce a una verdadera democracia. El problema de cmo evaluar la democracia burguesa parte de reconocer la profunda
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La "cada" de la dictadura fue una victoria a medias: no puede negarse que la rebelin
popular estaba en marcha mucho antes de Malvinas y que sta constituy una fuga haca adelante.
Tampoco puede negarse que la forma en que se resolvi la crisis dej al descubierto los lmites de
dicha rebelin: cay la dictadura, no su base social. Un elenco poltico fue sacrificado en aras de
la continuidad de la burguesa y es completamente cierto que la fuerza de la clase obrera no di
para ms. Est todava por verse por qu la rebelin contra el rgimen poltico no se transform en
rebelin contra el capital, pero lo cierto es que ste emergi finalmente victorioso reimponiendo
su dictadura bajo otra forma: la democracia burguesa. No entender esta compleja situacin es lo
que lleva a enredarse en planteos confusos acerca de la "victoria" o la "derrota" y, por supuesto, a
no comprender los alcances de una y otra. No ayuda ni a entender la fragilidad de la primera ni la
profundidad de la segunda.
Hoy, entonces, no est de ms recordar en qu consiste la democracia burguesa,
entenderla no como concepto abstracto sino como realidad operante. Dado que, a pesar de su
carcter ms o menos universal en los pases capitalistas, el contenido concreto es siempre el
resultado de un proceso histrico, entender cul es ese contenido implica abandonar las frmulas y
apelar a la investigacin emprica.3 En el caso argentino, est an por hacerse una historia de la
hegemona burguesa, de la cual la historia de la democracia no es ms que un captulo. Aqu nos
limitaremos a rastrear sus orgenes y su primera crisis, mostrando como en ella nace ella la
democracia burguesa. Al mismo tiempo, en la crisis se hacen visibles aquellos aspectos del
problema que en momentos de "normalidad" parecen desaparecer.
contradiccin que existe entre democracia y burguesa: el capital slo puede pactar con la democracia desfigurndola, transformndola en nada. Al contrario, la clase obrera slo puede mejorar sus condiciones de existencia hacindola realidad. De ah que la burguesa ve a la democracia con profunda desconfianza y la aceptar slo limitadamente y en tanto sirva a sus fines, es decir, slo como democracia burguesa. Por esto, lo que se debe defender no es la democracia burguesa sino los derechos alcanzados por la clase obrera (econmicos, sociales y democrticos) contra todo intento de reversin, aprovechando la situacin para demostrar los lmites y funcin de esta particular forma poltica y la necesidad de asegurar cualquier conquista mediante su superacin. En palabras de Lallemant: "nosotros somos los partidarios ms decididos de la democracia aunque no participamos de sus ilusiones." (citado por Ratzer, Jos: Los marxistas argentinos del 90, Ed. Pasado y Presente, Bs. As., 1969, p. 150). Lo que constituye una cuestin de principios es que la democracia burguesa no es ms que una de las tantas formas que asume la dictadura de la burguesa y que cualquier transaccin de principio con ella significa una traicin de principio a la lucha por la libertad y la democracia reales. Sobre la diferencia entre democracia burguesa y democracia socialista, vase Meiksins Wood, Ellen: Democracy against Capitalism, Cambridge University Press, 1994 y The Pristine Culture of Capitalism, Verso, 1993.3 Sobre este punto puede verse el artculo de Goran Therborn: "Dominacin del capital y aparicin de la democracia" en En Teora, nro. 1, 1979
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b) El problema de las identidades
En la sociedad capitalista, la lucha de clases se libra en todos los planos. Uno de esos
campos de batalla opera en el universo de las identidades sociales. Precisamente, el problema de la
transparencia de las relaciones sociales alude a este conjunto de temas: para que los seres humanos
puedan observar la realidad de las relaciones en las que viven es necesario despejar el panorama
construido por la clase dominante, interesada en oscurecer al mximo la visin.4 Las "identidades"
son producto de esta tensin y no un mero "invento" sino una transmutacin de lo real que
conserva algunos elementos con exclusin de otros o todos con alteracin de las relaciones que los
unen. As, clase, nacin, gnero, etna, ciudadana, etc., son categoras que definen identidades de
modo conflictivo y complejo, implicando subordinaciones y rebeldas (la separacin analtica no
debe hacernos olvidar que todas estas categoras actan juntas en cada persona, lo que constituye
la dificultad ms importante). De todas, nos interesan, a los efectos de entender los orgenes de la
hegemona burguesa en Argentina, las que constituyen la nacionalidad y la ciudadana como
procesos de subordinacin simblica. Estos procesos tienen un marco general en el que se mezcla
desde una relacin material entre fuerzas sociales, hasta el desarrollo de la economa en un
contexto especfico, el despliegue de formas polticas que se modifican al comps de las
necesidades hegemnicas y el surgimiento y desarrollo de nuevas constelaciones de poder social.
Como todo conflicto, el resultado depende de las capacidades y habilidades de las fuerzas
en pugna y no, como quisiera una visin reproductivista, del producto de las iniciativas de un
estado omnipotente ni, como deseara una orientacin populista, la demostracin de la inmutable
independencia de la "cultura popular".5 Resultado del conflicto, sigue tambin sus vaivenes y
4 Obviamente, partimos aqu de la idea planteada por Marx pero comn a toda una tradicin epistemolgica que considera que "toda ciencia sera superflua si la forma de manifestacin y la esencia de las cosas coincidiesen directamente". Que la burguesa "obscurezca" el panorama no excluye que ella misma sea parcialmente vctima de este proceso de negacin de la realidad ni que el mismo sea, tambin parcialmente, inconsciente. Vase Moore, Stanley: Crtica de la democracia capitalista, Ed. Pasado y Presente, Mxico, 1979, sobre todo el captulo cuarto, "Ideologa y alienacin". Agregamos que este saber es social en dos sentidos: en tanto conocimiento de la sociedad, de su estructura ntima, y en tanto conocimiento por la sociedad. Y la sociedad no "conoce" en conjunto sino diferencialmente: la burguesa tiene el poder del "saber" en el primer sentido, precisamente por su poder social. La clase obrera debe conquistar ese conocimiento como parte de su lucha por el poder social. Esta conquista es un proceso histrico, con sus marchas y contramarchas. De ah el lugar central de la historia en la lucha poltica.5 En palabras de Meiksins reseando a Thompson: "... hegemona no es sinnimo de dominacin de una clase y sumisin de la otra. Ms bien, la hegemona encarna la lucha de clase y lleva la marca de las clases subordinadas, su autoactividad y su resistencia." Ver Meiksins Wood, Ellen: "El concepto de clase en Thompson", en Contra la corriente, nro. 1. Preferimos citar a Meiksins, porque de todos los Thompson
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adopta las armas que la coyuntura le impone. La irrupcin de la conciencia de clase significa la
aparicin de una categora identitaria fuertemente disruptiva, en tanto cuestiona el credo central de
la sociedad burguesa, la igualdad poltica absoluta entre sus miembros. Aparece, para la burguesa,
un problema mayor: reducir al orden la situacin eliminando la conciencia de clase o
subordinndola a otras categoras. Nacin y ciudadana son las principales armas de la burguesa
en esta lucha simblica.
Para conseguir la instalacin de su hegemona la burguesa terrateniente tuvo que
centralizar el poder del estado dando fin al caos de una clase dominante an en formacin. Los
aos dorados del roquismo fueron los aos de oro del "pacto desarrollista", la primera formacin
hegemnica instaurada por la burguesa argentina. Pero una vez que esta empez a resquebrajarse
se hizo patente la necesidad de reconstruir las formas de la hegemona: la crisis del "pacto
desarrollista" deja paso a la construccin de la democracia burguesa. Pero una democracia
necesita ciudadanos. Y no ciudadanos abstractos sino munidos de cierta penetracin del espacio
social dominado por esa burguesa: la Nacin. La creacin de la democracia burguesa implicaba,
simultneamente, la de los argentinos, destruyendo y/o subordinando toda otra identidad. El
proceso de creacin de los "argentinos" arranca a comienzos del roquismo y llega a su climax en
las sangrientas luchas obreras bajo el gobierno de Yrigoyen. Implic el intento de subordinar la
identidad clasista que se desarrollaba desde comienzos de siglo, oponindole, entre otras cosas, el
desarrollo de la ciudadana poltica, es decir, la democracia burguesa. Si la nacin y la ciudadana
se imponen a la conciencia de clase, en esa subordinacin consiste la derrota de la clase obrera: la
prdida de su identidad de clase y, por lo tanto, de su independencia poltica. Pero para la
burguesa es siempre una victoria efmera: dado que la identidad de clase surge directamente
desde la fbrica y la vida cotidiana, el clasismo es siempre una identidad latente, a diferencia de la
nacin o la ciudadana que son impuestos desde fuera. En cuanto la crisis se desata, el clasismo
irrumpe con menor o mayor fuerza, sobreponindose a toda otra identidad. Es lo que veremos en
las jornadas ms crticas del gobierno de Yrigoyen.
c. Hegemona como violencia material e ideolgica
Desde una perspectiva reformista, la formulacin del concepto gramsciano de hegemona
deviene una justificacin de la aceptacin de los lmites de la democracia burguesa como
posibles el suyo es el ms agradable.
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democracia "a secas"6. No pretendemos aqu desarrollar ningn comentario sobre Gramsci sino
slo sealar las premisas tericas con las que nos movemos. En nuestra perspectiva, hegemona es
la forma especfica de la dominacin de clase en aquellos momentos en que no es desafiada
abiertamente sino que aparece bajo formas "consensuales". La hegemona es una forma de
dominacin, al mismo tiempo, ms poderosa y ms frgil: ms poderosa porque los dominados
parecen sostenerla, ms frgil porque en ese sostn estn implicadas lecturas diferentes de lo que
ha sido consensuado. La primera desaveniencia en torno al carcter del "pacto" deja ver la ficcin
que lo constituye y abre paso a una crisis de hegemona. Sobre todo, deja ver hasta qu punto el
"consenso" no es tal. La hegemona es casi siempre una mezcla de coercin y consenso pero la
forma y la relacin especfica entre ambos es cambiante. Lo que debe queda claro es que, como
seala Perry Anderson, la hegemona se asienta, en ltima instancia, en el uso o la amenaza de
medios coercitivos. Y como l, creemos que existe una asimetra fundamental en la hegemona
caracterstica de los pases capitalistas: la coercin es propia y exclusiva del Estado, mientras el
consenso se da tanto en este como en la sociedad civil (entendida esta como el conjunto de
instituciones fuera del aparato estatal)7.
Adems, las formas hegemnicas no son resultado momentneo de circunstancias
polticas de corto plazo. Por el contrario, una verdadera formacin hegemnica8 es un factor de
larga duracin, asentada en bases slidas que generan una "estabilidad" duradera y su contenido
6 En la teorizacin original de su propia prctica poltica, la socialdemocracia de izquierda sostena que la tarea central pasaba por la conquista de la hegemona en la sociedad civil, dado el carcter secundario del poder estatal en la dominacin social en los pases occidentales. Ver Perry Anderson: Las antinomias de Antonio Gramsci, Fontamara, Barcelona, 1981. En la actualidad, la formulacin de la socialdemocracia ha eliminado toda intencin socialista a su accin poltica, identificando la democracia con el fin de la historia. Un ejemplo muy claro de esta deriva intelectual puede verse en Portantiero, Juan Carlos: La produccin de un orden, Nueva Visin, Buenos Aires, 1988. Uno estara tentado a enfrentar a Portantiero con el fantasma de Rosa Luxemburgo pero la crtica que esta le dirigiera a Bernstein resultara inadecuada, no por lo vieja sino por lo avanzada, a la luz del giro intelectual de la lnea de pensamiento representada por el Club de cultura socialista o revistas como Punto de Vista y La ciudad futura. En la versin bersteiniana, el reformismo socialista mantena una fuerte ligazn con el sindicalismo y el partido obrero, amn de sostener al socialismo como un ideal a alcanzar, aunque ms no sea remotamente. En la socialdemocracia local estas caractersticas estn completamente ausentes. De todos modos, para ver cun viejas son estas ideas que se presentan como "modernas", puede verse la obra del jefe del revisionismo y, para su crtica, Luxemburgo, Rosa: Reforma o revolucin?, Nativa Libros (Bandera Roja), Montevideo, 19717 Anderson, op. cit., p. 578 Definimos formacin hegemnica como el conjunto material e ideolgico histricamente construido, en el que se asienta el poder de clase. Incluye, por lo tanto, el contenido social especfico del Estado tanto como las instituciones burguesas propias de la sociedad civil y la ideologa general que las expresa. Constituye una totalidad histrica concreta, por lo que sus elementos, aunque puedan repetirse individualmente en otro tiempo y lugar, slo tienen sentido pleno en ella.
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particular slo puede ser expuesto por la investigacin histrica. Agotadas las bases materiales e
ideolgicas que sustentaban una formacin hegemnica se abre paso una crisis cuya profundidad
depende de las circunstancias.
Segn dijimos, la hegemona implica coercin y consenso. Sin embargo, es necesario
aadir a lo sealado anteriormente sobre el respaldo ltimo del consenso (la coercin explcita o
su amenaza), que este mismo es el resultado de la violencia. Lo que los seres humanos llegan a
aceptar no se basa en la libre eleccin sino en el resultado de los conflictos en los que intervienen.
Se ven forzados a elegir entre posibilidades acotadas por ese resultado9. De all que toda
formacin hegemnica se abre con un momento previo de excepcional violencia material e
ideolgica (lo que no implica que la violencia material o ideolgica no sea contnua, sino que se
institucionaliza y el tiempo la transforma en costumbre). Dado que la violencia y la eleccin
forzada son fenmenos externos, el "consentimiento" es siempre provisorio.
En consecuencia, es necesario siempre un acto de violencia previo para gestar las
condiciones de posibilidad de la hegemona, momento creador de sus condiciones de existencia,
que se diferencia del ejercicio continuado e institucionalizado, "normal", de la violencia y la
coercin. Tales momentos constitutivos son excepcionales, pero expresan la exacerbacin de la
normalidad burguesa: la violencia inusitada concentrada en tales etapas son la manifestacin
sbita de aquello que ocurre cotidianamente en dosis "homeopticas". Este momento, celosamente
oculto en los ms recnditos pliegues de la memoria burguesa, slo se puede recuperar a partir del
anlisis histrico, nica instancia que permite aclarar los orgenes oscuros de la hegemona. En el
caso argentino, la conformacin de la hegemona de la Burguesa terrateniente fue posible por una
particular conjuncin histrica en la que los momentos de coercin y consenso se encuentran
parcialmente separados temporal y geogrficamente. En la Argentina la clase obrera surge a partir
de dos fuentes: la desestructuracin de sociedades precapitalistas locales y la oleada inmigratoria.
En el primer caso, los mecanismos de "consenso" son casi nulos: la eliminacin violenta de la
poblacin indgena o la destruccin no menos violenta de sus condiciones de vida que la fuerza a
incorporarse al mercado de trabajo cuando no a desaparecer lisa y llanamente; tambin la
eliminacin de las condiciones de vida propias de otros tipos de poblacin local (gauchos,
9 Como seala Raymond Williams, se trata de una "opcin bajo presin". Meiksins aclara: "Propone (Williams) por el contrario la necesidad de entender estas respuestas como "opciones" de la gente real bajo las presiones de condiciones y contradicciones histricas reales. Entonces se vuelve posible percibir los recursos todava disponibles en la clase trabajadora." Meiksins, op. cit.
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campesinos, etc.)10. En el segundo caso, el momento de coercin se realiza en los pases de origen
de la poblacin migrante, como Italia o Espaa. All, los procesos de acumulacin originaria
expulsan a la poblacin campesina, colocndola ante la opcin de la emigracin o la miseria. Esta
situacin traslada la esperanza por la revolucin social en el pas de origen a la "revolucin"
individual allende las fronteras11.
Precisamente, en el ncleo que constituir la clase obrera argentina, el momento de
coercin se da temporalmente antes y geogrficamente fuera de la formacin social receptora.
Esto es lo que permite a la Argentina presentarse como "tierra de promisin y libertad", donde la
coercin y la violencia estn ausentes, por oposicin a las realidades dejadas atrs. Esta ventaja es
crucial en experiencias como la argentina (o la norteamericano-canadiense, por dar otros
ejemplos) a la hora de construir la hegemona: la clase dominante aparece con las manos
"limpias", a diferencia de la europea, que ha debido realizar ella misma el trabajo sucio contra una
extensa poblacin precapitalista a la que debe "convertir" a las nuevas relaciones sociales. La
migracin conlleva la esperanza por una oportunidad de ascenso social, es decir, una confusa
aspiracin por hacer la Amrica, "aburguesarse". Surgen de esta manera, a partir de la violencia
las condiciones para la gestacin del consenso que caracterizar la edad de oro de la Argentina
agroexportadora, el consenso "desarrollista".
d) La democracia y la crisis hegemnica
La sociedad burguesa se caracteriza por la separacin entre economa y poltica
consumada en la igualdad establecida entre individuos desiguales. La democracia burguesa
10 Sobre la campaa al "desierto" no hay prcticamente nada seriamente escrito. La mayor parte de los textos que explican la expansin del modelo agroexportador olvidan que el genocidio fue la precondicin del "Progreso" argentino. Una visin un tanto ingenua pero al menos libre de las vulgares y miserables apologas de la masacre, puede verse en Curruhinca-Roux: Las matanzas del Neuqun, Plus Ultra, Bs. As., 1984. Aunque no se centran en la campaa al "desierto", los trabajos de Ral Mandrini y colaboradores son lo mejor que se ha escrito sobre los aborgenes pampeanos. El mejor acercamiento sigue siendo Vias, David: Indios, ejrcito y frontera, Siglo XXI, Bs. As., 1983 Sobre el Chaco la bibliografa es ms abundante. Ver sobre todo Iigo Carrera, Nicols: La violencia como potencia econmica, Chaco, 1870-1940, CEAL, (Conflictos y Procesos, nro. 11), Bs. As., 1988. Sobre gauchos la bibliografa es extensa y conocida. Agreguemos slo el texto de Gelman, Jorge: "El gaucho que supimos construir. Determinismo y conflictos en la Historia Argentina", en Entrepasados, ao V, nro. 9, 199511 Ercole Sori demuestra que la expatriacin tena una relacin inversa al resultado de las huelgas agrarias, las crisis y la expulsin de poblacin. Sori, Ercole: "Las causas econmicas de la emigracin italiana entre los siglos XIX y XX", en Devoto, Fernando y Gianfausto Rosoli: La inmigracin italiana en la Argentina, Biblos, Bs. As., 1985. Aade un dato interesante (y ciertamente bello): los obreros rurales combatan, los campesinos emigraban.
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consagra la desigualdad bajo la forma de la falsa igualdad de los ciudadanos. Y es este el principal
elemento constitutivo de la hegemona burguesa, que radica en el estado y no en la sociedad civil.
Es la forma misma del estado parlamentario la que constituye la "sintaxis permanente del
consenso inculcado por el estado capitalista"12. En palabras del mismo Anderson,
... el estado burgus "representa" por definicin a la totalidad de la poblacin abstrada de su distribucin en clases sociales, como ciudadanos individuales e iguales. En otras palabras, presenta a hombres y mujeres sus posiciones desiguales en la sociedad civil como si fuesen iguales en el estado. El parlamento, elegido cada cuatro o cinco aos como la expresin soberana de la voluntad popular, refleja ante las masas la unidad ficticia de la nacin como si fuera su propio autogobierno... Esta separacin es, pues, constantemente presentada y representada ante las masas como la encarnacin ltima de la libertad: la "democracia" como el punto final de la historia.
La clave de esta forma hegemnica consiste en que adopta "la forma fundamental de una
creencia por las masas de que ellas ejercen una autodeterminacin definitiva en el interior del
orden social existente"13. Este es el factor que hace de la democracia burguesa la matriz de la
confusin en la que caen todos los reformistas: una vez aceptados los lmites, el propio sistema
impone la derrota por mano propia: el esclavo le saca el ltigo al amo y se golpea solo. As, la
desmoralizacin sucede a los momentos de auge democrtico y la dispersin y la crisis de las
organizaciones que haban liderado el proceso son el paso previo a la apata generalizada. El
mundo ha vuelto a la normalidad ... burguesa. Y con ella se acaban las promesas y las ilusiones:
La pregunta por la democracia probablemente es hoy la ms pertinente para organizar una lectura del ms cercano pasado poltico de la Argentina. Imperiosa y angustiante a la vez, para quienes aqu vivimos, remite a una compleja cuestin: por qu si sus valores se hallan tan slidamente instalados en el imaginario poltico argentino, sus realizaciones prcticas han sido siempre insatisfactorias, espordicas, llenas de promesas incumplidas, entre las que se cuentan, a mi juicio, las del presente.14
As comienza uno de los textos con los que desde la centroizquierda se intenta pensar hoy
el problema. Y es el resultado de una experiencia y una decepcin: es la experiencia de la
intelectualidad socialdemcrata y su apuesta por el alfonsinismo. Ese fracaso fue coronado por el
triunfo menemista que, con las mismas armas con las que se supona se creara una nueva
12 Anderson, op. cit., p. 5113 Ibid., p. 52. La cita est en pg. 49. Una visin excesivamente reproductivista dejara de ver que la prctica de la democracia burguesa contiene en s su propia crtica en tanto genera las condiciones para contrastar la "promesa" con la realidad.14 Romero, Luis Alberto: "Poltica democrtica y sociedad democrtica", en Estudios sociales, ao VI, nro. 10, Santa Fe, Argentina, 1r. Semestre de 1996
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Eduardo Sartelli Celeste, blanco y rojo. Democracia, nacionalismo y clase obrera en la crisis hegemnica
sociedad progresista, dio a luz la miseria en que vivimos. Habiendo soado con Sarmiento y Juan
B. Justo y despertado con Menen y CavaIlo, Romero se pregunta por esta particular desgracia de
la democracia en la Argentina. Objecin primera y crucial: por qu en Argentina? Acaso la
democracia cumpli sus promesas en algn lugar del mundo? Dada la radical novedad de la
democracia burguesa en casi todo el tercer mundo y la similitud que con la experiencia argentina
se podra encontrar en buena parte de la periferia capitalista, la pregunta de Romero debiera
buscar su respuesta en un marco ms amplio. Repitiendo la insularidad y el provincialismo que
caracteriza a la actual historiografa argentina, demasiado preocupada por hurgar puertas adentro
en lugar de observar procesos globales allende las fronteras, Romero no encontrar nunca la clave:
ni siquiera en los pases centrales puede hablarse de promesas cumplidas por la democracia hasta
despus de la 2da. Guerra Mundial. Y an despus, es fcil argir que el conjunto de promesas que
la socialdemocracia europea formul en reemplazo de la revolucin socialista nunca lleg ni por
aproximacin a los sueos ms modestos. Y tambin es muy conocido que ese remedo de
"democracia social" llamado estado de bienestar fue el precio que la burguesa debi pagar para
contener el poder del trabajo, keynesianismo mediante15. El precio vali la pena, porque lo que se
compr fue el 'compromiso histrico" con el cual socialistas y comunistas cedieron su deber
revolucionario. No menos cierto es, digmoslo, que la victoria contra el nazismo y el fascismo fue
tambin una victoria a medias: aprisionada entre la barbarie estalinista y la ocupacin
norteamericana, la clase obrera europeo-occidental hizo, de todos modos, pagar su precio al
capital. Por eso, ms que buscar alguna desviacin en el camino ascendente que Romero imagina
para la democracia argentina hasta la cada de Pern, lo que debiera intentar comprender es la
profunda e inconciliable contradiccin que enfrenta burguesa a democracia, aqu y en cualquier
lugar en que el capitalismo exista.
En lugar de esta realidad subyacente al apacible escenario en el que muchos imaginan que
existe la "democracia", Romero prefiere creer que ella es ese escenario mismo. En consecuencia, a
la hora de dar cuenta del fracaso de la democracia argentina, desecha el anlisis global y apela a
explicaciones de orden coyuntural: la gravedad de la crisis de 1917-21, con la consiguiente
retraccin de la burguesa a posiciones antidemocrticas es considerada tan importante como "la
escasa vocacin republicana" de los dos lderes elegidos popularmente, Yrigoyen y Pern, cuyas
prcticas polticas eran la perpetuacin de los estilos del "rgimen oligrquico' no barridos por la
15 Holloway, John: "Surgimiento y cada del keynesianismo", en Marxismo, Estado y Capital, Fichas temticas de Cuadernos del Sur, Ed. Tierra del Fuego, 1994
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Eduardo Sartelli Celeste, blanco y rojo. Democracia, nacionalismo y clase obrera en la crisis hegemnica
ola democratizadora". La contradiccin salta pocas lneas despus cuando el mismo Romero
seala que el peronismo produce el "arrasamiento de cuanto elemento quedara de "antiguo
rgimen"". Entonces, por qu se detuvo la marcha ascendente?. Ad hoc interviene y la clave
parece ser ahora la proscripcin del peronismo y la crisis social y poltica surgida de los intentos
empresarios de desandar las concesiones que el movimiento creado por el "primer trabajador"
haba entregado. A lo que se le suma "el descrdito en el que la democracia haba cado", sobre
todo entre quienes crean poder ofrecer una alternativa, cediendo la conduccin del movimiento
democrtico surgido del cordobazo "a las organizaciones armadas." El alfonsinismo signific la
revalorizacin de la democracia por el conjunto de la sociedad. Entonces, por qu fracasa ahora?
Ad hoc retorna y el problema resulta ser que "la civilidad" choc esta vez con los militares y este
"fue el punto de inflexin de la ilusin democrtica".
En toda esta reconstruccin, Romero ha bordeado la verdad pero la ha esquivado
eludiendo preguntas claves: por qu los "sectores propietarios" pasan a posiciones
"antidemocrticas"? Qu hay en la crisis de 1917-22, es decir, en la emergencia de la clase
obrera, que se les hace intolerable? Por qu se proscribe al peronismo, es decir, a la clase obrera?
Quin estuvo detrs del proceso militar responsable de la mayor sangra contra la clase obrera
argentina? Pero esto es resultado de una peculiaridad argentina? Hace falta recordar quin
construy el nazismo y el fascismo? Romero no quiere sacar la conclusin lgica que se
desprende de su propio anlisis: que es imposible conciliar burguesa y democracia sin mediar una
derrota de la clase obrera. Que esta democracia que l prefiere imaginar sin adjetivos es la
conclusin de mantener irresuelta la contradiccin que funda la sociedad capitalista: la falsa
igualdad de los ciudadanos montada sobre la real desigualdad de la poblacin distribuida en clases
sociales.
Romero, seamos honestos, difcilmente se mostrara satisfecho con el resultado actual. No
hay razn para dudar de su vocacin genuinamente democrtica. Pero la forma en que elige pensar
el problema corre pareja con una lectura de la historia que elude sistemticamente identificar la
existencia de un conflicto irresoluble en el marco de la presente sociedad, que se niega a tomar
partido por una de las fuerzas en lucha y que prefiere ponerse por fuera o por encima
distribuyendo a diestra y siniestra amonestaciones a los exaltados de uno y otro bando. As,
Romero desdibuja los crmenes de la burguesa y sus representantes mientras recarga los errores
del proletariado y su vanguardia: la crisis de 1917-22 "super las buenas intenciones y la
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capacidad de Yrigoyen para administrar democrticamente los conflictos y lo llev a tolerar una
represin ms dura que la tradicional"; la Liga Patritica y la Asociacin Nacional del Trabajo son
transformados en "foros" donde los "sectores propietarios discutieron"; "las libertades y garantas
individuales" habran sido "fundamentales" para Yrigoyen; el general Justo "aunque falseando la
expresin de la voluntad popular, mantena sus formas, as como el respeto a la tradicin liberal";
la "Revolucin Libertadora ... se haba propuesto reconstruir la democracia"; los grupos
econmicos simplemente "aprovecharon" la ausencia de control de "un gobierno democrtico".
Del otro lado, la indolencia general de la "sociedad' hacia la democracia, el escaso fervor cvico de
algunos de sus expresiones sociales ms importantes o las pretenciones revolucionarias de otras,
parecen ser los crmenes que permitieron la ausencia de una propuesta democrtica entre los
"sectores populares", dejando la puerta abierta al otro demonio: el anarquismo y la izquierda
sesentista no son mencionados por el autor pero sus fantasmas se reconocen a la distancia.
As, en vez de enfrentar el problema, en lugar de pensar siquiera por un momento que la
indolencia o las pretenciones pueden no ser ms que expresin de las limitaciones incurables de la
democracia burguesa, Romero prefiere recoger la imagen que los radicales inventaron como
forma de autoexculpar su traicin a la justicia y la verdad, y hacerla extensible al conjunto de la
historia argentina: dos demonios dos. Demostrado hasta el hartazgo por esta necesidad suya de
distribuir las culpas al conjunto de la sociedad, diluyendo la responsabilidad de la clase dominante
y sus gobiernos dictatoriales o democrticos: Yrigoyen es responsable por los ms de 200 muertos
de la Patagonia, los seguramente ms de 100 de la Semana Trgica, ms de una decena durante las
huelgas rurales pampeanas de 1917-22, los ms de 50? de la huelga de La Forestal, del apoyo
implcito a la actuacin de la ANT y La Liga, vertebradoras de verdaderas organizaciones
parapoliciales cuya calificacin como "foros" habra que explicar a los muertos por sus balas, de
enviar al ejrcito a reprimir las huelgas de Crdoba y Santa Fe de 1928, de descabezar al
movimiento obrero durante la huelga general de 1921, etc. etc.. Sostena alguna tradicin liberal
la polica inventora de la picana elctrica apaada por el gobierno de Justo? Vuotto, Mainini y De
Diago preguntan. El carcter infame de la dcada que su gobierno inicia, responde tambin a la
tradicin liberal? Y la miseria que la burguesa descarg sobre los trabajadores con la poltica
econmica que se jacta de instalar en el pas el ministro Pinedo? La Libertadora quiso instalar la
democracia: no ley Romero Operacin Masacre?. Es necesario recordar lo que sigue? los
grandes grupos econmicos simplemente se "aprovecharon", no tienen ninguna responsabilidad
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mayor?
Visin acrtica de la democracia burguesa, Romero concluye su anlisis sealando la
necesidad de una investigacin cuyos resultados ya estn expuestos en el mismo texto en el que
llama a buscarlos. Por qu si sus valores se hallan tan slidamente instalados en el imaginario
poltico argentino, sus realizaciones prcticas han sido siempre insatisfactorias, era la pregunta que
Romero haba elegido como punto de partida. Por qu? Ya lo dijimos hasta el hartazgo: no hay
conciliacin posible entre burguesa y democracia real. Pero, por qu ni siquiera funcion la
democracia burguesa? En principio, no es exactamente as: la democracia burguesa fue la forma
del rgimen poltico argentino entre 1916 y 1930, 1945 y 1955, 1973 y 1976 y 1983 y el presente.
Unos 40 aos sobre un total de 80 contando a partir del primer presidente electo por la Ley Senz
Pea. Y la clave de cada perodo pasa por los resultados de la lucha de clases: cuando la clase
obrera se desarroll hasta cuestionar las bases de la sociedad capitalista (o al menos as le pareci
a la clase dominante) y presion la democracia ms all de los lmites que puede alcanzar bajo el
dominio de la burguesa, fue sta la que la repudi. Y slo la acept cuando por el terror o por la
concesin forzada se asegur que nada sustancial cambiara: la democracia de Alvear slo se
entiende a partir de la derrota de la clase obrera de 1917-22; lo que el 17 de octubre inaugur dur
todo lo que la burguesa tard en desarmarlo 10 aos despus; la tragedia se repite como tragedia
en el tercer gobierno peronista; la democracia actual es hija directa de la dictadura militar y si la
burguesa la respeta se debe slo a la profundidad de la derrota de la clase obrera.
e) La lucha por el sentido: nacionalismo y clase obrera
Mucho se ha escrito sobre el nacionalismo y desde posiciones polticas muy diferentes.
Por un lado, el concepto tiene un sentido variable. Por otro, la construccin de naciones es un
proceso universal16. No obstante, cada nacin y cada nacionalismo tienen su propia historia.
Definimos, con Benedict Anderson, a la nacin como una "comunidad imaginada"17. En un
sentido un tanto contradictorio, una nacin es una universalidad acotada. La nacionalidad implica
un movimiento doble de inclusin y exclusin, de igualdad y desigualdad: iguales los que son
diferentes los que no. En un aspecto estrecho, una nacin no es ms que el coto de caza exclusivo
de una burguesa concreta. En una visin ms amplia, constituye la matriz vital de la vida
16 El texto ms comprensivo es Hobsbawn, Eric: Naciones y nacionalismo desde 1780, Crtica, Barcelona, 199217 Anderson, Benedict: Comunidades imaginadas, FCE, Mxico, 1993
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contempornea, en tanto organiza todos los aspectos generales de la existencia, incluidos el
espacio y el tiempo. La Nacin no slo se piensa sino que, sobre todo, se vive y se siente18. La
nacin y el nacionalismo son un invento burgus, pero la nocin de "invento" no puede aceptarse
slo como una mentira convenida. Ella no se entiende sino a partir de un hecho real. Si el padre de
los estudios sobre la nacin, Renan, declaraba que, "... la esencia de una nacin est en que todos
los individuos tengan muchas cosas en comn y tambin que todos hayan olvidado muchas
cosas"19, no es menos cierto que la seleccin implica la existencia de lo seleccionable. Como
demuestra Benedict Anderson, la nacin constituye una realidad palpable. Lo importante es que la
idea misma de nacin implica la de igualdad. No puede haber una sin la otra, aunque sea
reducidas a un grado mnimo. Nacin y ciudadana se implican:
Si el kiser Guillermo II se daba el ttulo de "El alemn nmero uno", implcitamente, reconoca que era uno entre muchos iguales a l, de modo que en un principio poda ser un traidor a sus compatriotas alemanes (algo inconcebible en la poca de oro de la dinasta. (Traidor a quin o a qu?). Tras el desastre sufrido por Alemania en 1918, se le tom la palabra. Actuando en nombre de la nacin alemana, ciertos polticos civiles (en pblico) y el Estado Mayor (con su valor habitual, en secreto) lo hicieron empacar y salir de la patria rumbo a un oscuro suburbio holands. Lo mismo ocurri con Mohamed Reza Pahlevi, quien no se presentaba como sha sino como sha de Irn, de modo que fue calificado de traidor.20
No extraa entonces, que la burguesa con el mayor ejercicio continuado e
ininterrumpido de hegemona indiscutida sea la burguesa yanqui: all es donde alcanza, al mismo
tiempo, su mayor verosimilitud la ficcin democrtica, es decir, la apologa de la igualdad poltica.
El nacionalismo alcanza su mayor solidez cuando la democracia tambin lo hace: la universalidad
acotada que es la nacin, aparece como una comunidad de pares sin fisuras. De hecho, el
nacionalismo yanqui no es ms que la apologa de la democracia burguesa. Las masas no slo
creen que se autogobiernan sino que adems administran su propia casa. Otra vez, con el ltigo del
amo...21
18 Anderson, B. op. cit. Gavin Kitching ha remarcado la importancia de este enfoque que, a diferencia del texto de Gellner, supera el concepto de nacin como mera ficcin. Ver Kitchin, Gavin: "Nationalism, the instrumental passion", en Capital&Class, nro. 25, spring, 198519 Anderson, B: op. cit., p. 2320 Ibid., p. 126. Cursivas en el original.21 Nuevamente, evacuemos una crtica elemental: significa que todo nacionalismo es reaccionario? No hay acaso movimientos nacionalistas que definen al "pueblo" con exclusin de la burguesa y que promueven la unidad de los "pueblos" oprimidos e incluso llegan a manifestar que "su problema" no es con el pueblo de los pases oprimidos sino con sus gobiernos? S, pero eso slo demuestra que el nacionalismo se vuelve ms "progresivo" cuando ms se acerca al clasismo internacionalista, que la clase, como categora identitaria se impone a la corta o a la larga al nacionalismo y que los intelectuales haran mejor en acelerar
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Dado el ocaso de la historiografa revisionista argentina, la reivindicacin del
nacionalismo no est de moda en el mundo de la historia, predominando una tendencia crtica. Sin
embargo, ha retornado por la va de los estudios sobre la inmigracin. Los estudiosos del
fenmeno migratorio tienen en general una muy fuerte tendencia a adoptar formas de pensamiento
nacionalista, sobre todo por su pertinaz intento de "inventar" la categora "inmigrante" como
sujeto social. Incluso hasta el extremo de tratar de demostrar su preeminencia sobre otras formas
de conciencia. El ataque se centra sobre la conciencia de clase. As, Fernando Devoto ha sealado
que, a principios de siglo, la "conciencia tnica" era ms importante que la de clase. En sus
palabras, "la predileccin por la solidaridad tnica era probablemente ms fuerte que la
predileccin por la solidaridad de clase"22. Las pruebas son notablemente endebles:
En 1907 el frustrado Congreso de unificacin de las dos centrales obreras (FORA y UGT) reunir la no igualada cifra de 180 delegaciones de otras tantas sociedades de toda la repblica. En 1908 un censo realizado por las autoridades italianas en Argentina seala la existencia de alrededor de 320 instituciones mutualsticas solamente italianas en todo el pas.
Es decir, porque hay ms asociaciones "tnicas" que delegados a un congreso sindical, los
"inmigrantes" no se sienten otra cosa que hijos de su terruo. Devoto supone demasiadas cosas
para poder arribar a este resultado: 1) que todos los miembros de las "sociedades tnicas" se
nucleaban tras ellas por solidaridad "tnica"; 2) que todos los miembros son obreros; 3) que an
habiendo miembros no obreros priva una "pax interclasista"; 4) que los sindicatos son la nica
forma de expresin de "solidaridad de clase" y que la nica forma de medir la importancia del
movimiento obrero es contar la cantidad de asociaciones; 5) que ambas se movan en igualdad de
condiciones.
Veamos: 1) Las sociedades de ayuda mutua daban "servicios" sociales en un pas como la
Argentina de 1900 donde reinaba la ms absoluta indefensin en materia de salud, vivienda,
educacin, etc. Tal vez slo en el ltimo punto el Estado reconoca la necesidad de actuar con
intensidad y recin a comienzos de siglo. Es difcil suponer que la pertenencia a este tipo de
asociaciones tuviera que ver ms con estos aspectos que con la "solidaridad tnica"? No hay forma
de "descontar" de la cuenta "solidaridad tnica" a todos los miembros que slo buscaban servicios
ese proceso antes que confundir a las masas en el mismo momento en que estas comienzan a superar el problema.22 Devoto, Fernando: "Las sociedades italianas de ayuda mutua en Buenos Aires y Santa Fe. Ideas y problemas.", en Studi emigrazione, Centro Studi Emigrazione, Roma, anno XXI, settembre, 1984, nro. 75
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sociales, pero un indicio lo puede dar el misrrimo nivel de participacin en la vida interna de
estas sociedades: segn cuentas del mismo Devoto, apenas alcanzaba al 12% la participacin de
asistentes a las asambleas de la ms movilizada de las asociaciones que examina en el artculo
citado, la San Cristbal. En las otras tres los porcentajes son 2,3, 3,5 y 10,7 respectivamente. Con
razn concluye Devoto: "salvo excepciones la vida de las sociedades italianas transcurra en el
ms profundo desinters de sus miembros" porque "los mismos no buscaban en dicho tipo de
entidades nada ms que una cobertura mdico asistencial." A confesin de parte, relevo de
pruebas. Una objecin sera que, de todos modos, buscaban ese servicio en las sociedades tnicas
y no en los sindicatos. Volveremos sobre este punto.
2) Devoto no supone que todos son obreros, al contrario, examina la composicin interna
de las organizaciones. Pero al comparar directamente instituciones en la que slo participan
obreros (los sindicatos) con otras en las que estos forman slo una parte (las sociedades tnicas)
tiende a magnificar el efecto que busca destacar. Nuevamente, es difcil "descontar" los miembros
no burgueses y obtener entonces el peso real de estas asociaciones en el mundo de las
organizaciones obreras. Pero otro indicio est en las propias cuentas de Devoto, cuentas que no
nos permiten observar la realidad puesto que examina la composicin interna basndose en el
anlisis de las "ocupaciones" y no por clases. As, aparecen categoras como "empleados",
"artesanos", "agricultores", etc. Devoto distingue "obreros" de "jornaleros" como si estos no
fueran obreros y mete en una sla bolsa a los "agricultores" cuya caracterstica parece ser
simplemente trabajar la tierra. Es imposible, con esta forma de mirar la realidad ver ms all de lo
que las fuentes dicen. Tratando de transformar categoras ocupacionales a algo cercano a "clases",
lo que sus cifras muestran es que la participacin burguesa es por lo menos de entre el 20 o el
30%, cifra muy conservadora porque quien sabe qu realidad se esconde tras la categora
Artesanos y obreros calificados y semicalificados (cuantos de ellos seran pequeos patrones, es
decir, no obreros?). Imposible saberlo. Lo que est claro es que borrando las clases desde el inicio
del anlisis es muy difcil encontrarlas al final...
3) Haba una "fuerte solidaridad interclasista en estas asociaciones"? Como veremos ms
adelante citando en extenso el muy interesante trabajo de Romolo Gandolfo, es verdaderamente
audaz responder afirmativamente.
4) Son los sindicatos la nica forma de expresin de clase? Parece mentira que tras tanta
historiografa "social" sea necesario explicar esto. Convengamos que el texto de Devoto es viejo
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Razn y Revolucin N 2, primavera de 1996. Reedicin electrnica
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Eduardo Sartelli Celeste, blanco y rojo. Democracia, nacionalismo y clase obrera en la crisis hegemnica
(1984), pero no tanto como para justificar una expresin como la que citamos ms arriba. Menos
si uno ha investigado la vida social de la Argentina de comienzos de siglo: mientras "una nfima
minora" se movilizaba a pacficas e inspidas asambleas, por motivos completamente inocentes,
sin peligro alguno, centenares de miles de seres humanos se lanzaban a las calles, arriesgando sus
vidas en nombre de intereses de clase. Mientras una "infima minora" que, para colmo, como
reconoce Devoto, eran "comerciantes y empresarios", es decir, burgueses para cualquiera que
guste hablar el lenguaje de las ciencias sociales y rehuya del empirismo ingenuo, participaba de
tontas reuniones estilo "sociedad de fomento", centenares de miles agitaban el pas en nombre de
los derechos ms elementales de todo ser humano. Y estos eran obreros. Estoy exagerando?
Durante la Semana Roja de 1909 entre 250 y 300.000 obreros (la mitad de la poblacin obrera de
la capital del pas) participaron de la huelga ms grave e importante antes de la Semana Trgica, a
slo dos aos del "frustrado congreso" y apenas un ao despus del censo que justifica colocar a
las "sociedades tnicas" en el centro de la vida social argentina. Y entre 50 y 80.000 se
movilizaron el 4 de mayo de 1909 al funeral de los muertos el da anterior, probablemente la
mayor concentracin de cualquier tipo vista en la Argentina hasta el momento23. Y estos eran
obreros. Un tipo de "solidaridad" calculada segn organizaciones que no pueden reunir al 10% de
sus afiliados (cifra que se reduce a nada si se la compara con el total potencialmente movilizable,
es decir, el conjunto de los inmigrantes) puede compararse con otra que, dotada de instituciones
minsculas e inestables, es capaz, sin embargo, de conmover al conjunto de la sociedad? Y eso
que slo tomamos en cuenta como prueba de la fuerza del "clasismo" una de sus posibles formas
de manifestacin. No puede calcularse matemticamente la resistencia al trabajo, la emigracin,
los sabotajes, los boicots espontneos, el odio de clase que se ve en la literatura y el arte popular:
cmo se mide en cifras los msculos tensos, las gargantas enronquecidas de proferir insultos y
los gestos de venganza contra el actor que simula matar a un Juan Moreira tambin simulado en
las salas de teatro atestadas de un pblico "popular", que llega a subir al escenario a rescatar a su
hroe en lucha contra el estado? Cundo el conjunto de la clase dominante tembl por una
manifestacin de "etnicidad"? Habra que extremar la imaginacin ms all de lmites
razonables...
5) Los sindicatos del perodo, como lo demuestra Edgardo Bilsky, eran pequeos,
inestables, dirigidos por militantes muy consecuentes, con una dotacin burocrtico-administrativa
23 Ruffo, Miguel y Frydenberg, Julio: La Semana Roja de 1909, CEAL, Bs. As., 1992, t. 1, p. 44-45. Tambin puede verse Bilsky, Edgardo: La FORA y el movimiento obrero, CEAL, Bs. As., 1985
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Historia
Eduardo Sartelli Celeste, blanco y rojo. Democracia, nacionalismo y clase obrera en la crisis hegemnica
mnima24. Pero adems eran objeto de persecucin permanente, vivan a mitad de camino de la
clandestinidad y el protagonismo social. Por qu muchos obreros preferan buscar "seguridad
social" en las "sociedades tnicas"? Porque ellas eran respetadas por el estado, estimuladas,
aplaudidas. Es ms, como veremos ms adelante, eran un arma en manos de la burguesa contra la
clase obrera. Un sindicato que perda una huelga importante desapareca: cmo poda ofrecer
continuadamente algn tipo de servicio? Con obreros inmigrantes, altamente inestables, obreros
transitorios que hablaban ms de cuatro lenguas diferentes25, dirigentes deportados, es realmente
increble que algn tipo de actividad sindical fuera posible. El que instituciones tan dbiles
pudieran movilizar amplsimos sectores de la sociedad slo puede explicarse de una manera: por
la existencia de una poderossima conciencia de clase. Un sindicalismo dbil tiene por contracara
un clasismo fuerte. Que puede retroceder, aquietarse hasta casi desaparecer. Pero en cuanto las
condiciones cambian se pone en marcha como un ejrcito secretamente organizado en las
sombras, sorprendiendo a todos los que hasta ese momento haban decretado alegremente su
muerte. No por alguna cuestin metafsica: simplemente porque la realidad de la produccin
social y su apropiacin privada es la contradiccin que domina la vida humana por lo menos desde
que el capitalismo existe.
Negar la existencia de la clase obrera, proclamar su muerte en nombre de los "nuevos
movimientos sociales" u otro tipo de "identidades" es un tpico comn que adopt el
antimarxismo desencadenado desde el fracaso de los movimientos revolucionarios de los aos
`70. Devoto no desentona escribiendo en los primeros aos del "renacimiento" democrtico. Ni l
ni los que prefieren hablar de "sectores populares"26. Reivindicar la "nacionalidad" an bajo la
forma de "inmigracin", es una manera de ayudar a la confusin que impone el caos superficial de
la realidad. El "inmigrante" no existi jams: es un invento reaccionario de la burguesa argentina
y extranjera, repetido hasta el cansancio por quienes creen y pretenden hablar en nombre de la
ciencia, incapaz de servir para explicar la realidad. Eduardo Mguez llega a una conclusin similar
cuando seala que
Pginas atrs nos preguntbamos sobre la cuota de poder de que dispusieron los inmigrantes. Vemos ahora
24 Bilsky, Edgardo: La FORA y el movimiento obrero, CEAL, Bs. As., 198525 Exagero? Los discursos del 1ro. de mayo de 1890 tuvieron que repetirse en espaol, alemn, italiano y francs. Ratzer, op. cit., p. 7l26 No podemos aqu discutir a fondo este concepto que hoy ha superado las barreras de la historia para extenderse a otras ciencias penetrando incluso el lenguaje de la vida poltica. Estamos preparando un texto dedicado a su anlisis que aparecer en un prximo nmero de Razn y Revolucin bajo el ttulo "La gran bolsa de gatos y otros episodios de la lucha de clases".
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Historia
Eduardo Sartelli Celeste, blanco y rojo. Democracia, nacionalismo y clase obrera en la crisis hegemnica
que la pregunta no est bien formulada (...) dentro de las reglas del juego que operaron en la poca, entonces, la estratificacin social fue un factor mucho ms condicionante de la posibilidad de acceso a una cuota de poder que el pas de origen.27
Aunque para mi gusto de historiador formular correctamente una pregunta es el punto de
partida de la investigacin y no el de llegada, el resultado es correcto. Claro que, hace mucho
tiempo ya, la siempre inteligente Ofelia Pianetto haba sealado la conveniencia de focalizar el
anlisis en "el trabajador" y no "el inmigrante"28. "El inmigrante" no existi jams: la inmigracin
es un fenmeno de clase, hecho que atravieza toda la vida social. Los inmigrantes participaban?
Depende del lugar que ocuparan en la sociedad. Los inmigrantes se asociaban? Con qu fines?
Tenan conciencia tnica? Depende del lugar que ocuparan en la vida social: "el inmigrante" es
un invento de la burguesa "pionera", una de las formas en que esta decidi agruparse con un
doble fin: controlar a los trabajadores, por un lado, mejorar las condiciones especficas para la
evolucin de su capital, por otro. Los investigadores actuales han tendido a ser vctimas de esta
ilusin a la que los obreros de principios de siglo supieron escapar... Y este descubrimiento
redund en un avance del conocimiento social: entender las relaciones reales que unen a las
personas rechazando las formas fantasmticas de la ideologa. Los sindicalistas de la UOCRA
haran bien en aprender de los pioneros del movimiento obrero antes de echar las culpas a
paraguayos y bolivianos por la desocupacin pavorosa en que vivimos.
2. La historia de la hegemona burguesa en Argentina
a) La primera formacin hegemnica burguesa en Argentina y su crisis: el pacto
desarrollista Soldados de la Industria! Obreros de la riqueza nacional! Elejidos y electores! Venid con el viajero
a contemplar esas tierras en que cuaja la simiente del engrandecimiento econmico! Venid a admirar con entusiasmo sincero las inmensas praderas de trigos ondulantes, que parecen girones de la tnica del sol tendidos sobre los grandes pliegues del terreno! Sufrid el aturdimiento de la vocinglera de las mquinas, que animadas por el aliento irresistible de la inteligencia humana, parecen legiones de gigantes afanados en transformar la faz del Universo! Venid, y amaris ms a vuestra Patria!29
27 Mguez, Eduardo: "Poltica, participacin y poder. Los inmigrantes en las tierras nuevas de la Provincia de Buenos Aires en la segunda mitad del siglo XIX."28 Pianetto, Ofelia: "Mercado de trabajo y accion sindical en la Argentina, 1890-1922", en: Desarrollo economico, v. 24, nro. 94, (jul-set 1984)29 Zevallos, Estanislao: La Rejin del trigo, Hyspamrica, Bs. As., 1984
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El pacto desarrollista se nutri de una doble ilusin: la de la mano de obra inmigrante (la
promocin de clase: hacer la Amrica es hacerse burgus), a la que se sum la propia de la
burguesa terrateniente (el poder expansivo de la economa borra todas las contradicciones). Paz y
Administracin era la frmula para designar al pacto "desarrollista". Las pruebas del pacto: los
extranjeros tienen todos los beneficios de la ciudadana sin ninguna obligacin; los mismos gestos
que producen la destruccin de las condiciones de vida de la poblacin local, crean las de los
recin llegados, que colaboran en las tareas represivas, como cuando los colonos santafesinos se
dedican al exterminio de indios en la frontera u ocupan lugares de privilegio en el marco de las
viejas estructuras de dominacin, como los pulperos en el sistema de comercializacin pampeano.
Las reacciones no faltaron, pero los que las protagonizaron debieron enfrentarse a una alianza muy
poderosa: la burguesa terrateniente y la emergente burguesa pionera30.
Es necesario apuntar algo ms: las posibilidades expansivas tienen que ver con la
promocin de clase y no con la mejora de las condiciones de vida31. La sociedad burguesa yace
sobre una contradiccin central: mientras la poltica ordena una igualdad general, la economa
sanciona una desigualdad grupal. En momentos en que el desarrollo capitalista no ha alcanzado
todava el nivel en que la diferenciacin social se hace notoria (o al menos parece disminuir
aceleradamente), la ilusin de una sociedad de productores propietarios, es decir, la utopa
burguesa de un mundo puramente burgus, suena posible aunque ms no sea como promesa. Esto
quiere decir que mientras las posibilidades de promocin se mantengan, toda otra forma de
conciencia ser pospuesta frente a la conciencia de "pionero" (que es la conciencia propia de la
burguesa naciente en contextos como el argentino). Como lo seal en una carta a Marx
Raymond Wilmart, el corresponsal de la Primera Internacional en Argentina:
30 Ver Goldman, Noem: "El levantamiento de montoneras contra "gringos" y "masones" en Tucumn, 1887: tradicin oral y cultura popular", en Boletn del Instituto de Historia Argentina y Americana, Dr. Emilio Ravignani, nro. 3, 1990; Nario, Hugo: Tata Dios. El mesas de la ltima montonera, Plus Ultra, Bs. As., 1976. Zevallos, op. cit., Gerchunof, Gallo, Ezequiel: La Pampa Gringa, Sudamericana, Bs. As., 1983.31 Hay que distinguir una cualidad especfica de la sociedad capitalista de un momento concreto de desarrollo del capital. La posibilidad de la promocin de clase existe siempre en la sociedad burguesa. En este sentido, es una sociedad "abierta", en tanto la burguesa slo se sostiene por su dominio de los medios de produccin, sin que exista ninguna traba que no sea especficamente "econmica" a la incorporacin de nuevos miembros a la cofrada capitalista. Cualquiera que pueda reunir capital sin violentar (al menos de modo evidente) la nica valla jurdica establecida, la propiedad, es burgus. Por esta razn, la nica limitacin al "ascenso social" es la propia acumulacin del capital. Cuanto ms poderoso es el capital, menores son las posibilidades de promocin, ley que se manifiesta en el fenmeno recurrente de la proletarizacin de capas enteras de burguesa y pequea burguesa.
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Eduardo Sartelli Celeste, blanco y rojo. Democracia, nacionalismo y clase obrera en la crisis hegemnica
Hay demasiadas posibilidades de hacerse pequeo patrn y de explotar a los obreros recin desembarcados como para que se piense en actuar de alguna manera.32
Wilmart no hace ms que repetir aquello que Engels sealaba en La situacin de la clase
obrera inglesa, a saber, que mientras existan posibilidades ciertas de "promocin" la conciencia de
clase obrera tardar en emerger33. Se trata de explicitar, entonces, la base material del fenmeno
subjetivo. Y no basta, en ese caso, con sealar la expansin, puesto que no toda expansin gesta
esas posibilidades. La clave se encuentra en el surgimiento de actividades nuevas en un contexto
de debilidad general del capital. Estas actividades creaban nichos en los que pequeos ahorros
podan transformarse en pequeos capitales. En tanto el capital tuviera problemas para ocupar
esos nichos, sobrevivira all una pequea burguesa 'pionera" siempre a mitad de camino entre el
cielo burgus y el fango proletario. La expansin lanar primero, la de la agricultura despus y la
inexistencia de gran industria en las ciudades fueron las bases materiales de esta pequea
burguesa "pionera". Hasta 1900 estas vas estuvieron ms o menos abiertas y es lo que explica la
lenta expansin del movimiento obrero, a pesar de que las condiciones generales podran haberlo
propiciado mucho antes34.
b) La crisis del pacto, la emergencia de la clase obrera y la divisin de la burguesa
Como dijimos, hacia 1900 estaban dadas las condiciones para la ruptura del pacto
desarrollista. El anarquismo expresar el desencanto y su expansin estar ligada al
32 Citado por Falcn, Ricardo: Los orgenes del movimiento obrero (1857-1899), CEAL, 1984, p. 4433 "Al lugar de los antiguos patronos y trabajadores pasaron los grandes capitalistas y obreros, y estos ltimos no tenan nunca la perspectiva de elevarse sobre su clase; los oficios fueron ejercidos como en las fbricas, la divisin del trabajo fue rigurosamente aplicada y los pequeos patrones, que no podan competir con los grandes, fueron empujados a la clase proletaria. Al mismo tiempo, con la supresin del artesanado, hasta entonces existente por la diferenciacin de la pequea burguesa, le fue quitada al obrero toda posibilidad de volverse l mismo burgus. Hasta entonces haba tenido siempre la perspectiva de asentarse en cualquier lugar como patrn estable y tomar, a su vez, con el tiempo, otros trabajadores; pero, ahora, cuando los mismos patrones eran arrojados por los fabricantes, cuando para el ejercicio independiente de un trabajo eran necesarios grandes capitales, el proletariado llega a constituir, por primera vez, una verdadera clase, una clase fija de la poblacin, mientras que antes haba sido, a menudo, solamente un trnsito hacia la burguesa. El que ahora naca trabajador no tena ninguna otra perspectiva que seguir sindolo toda la vida. Por primera vez, el proletariado estuvo entonces en condicin de moverse independientemente." Engels, Federico: La situacin de la clase obrera en Inglaterra, Dispora, Bs. As., 1974, p. 39.34 Varios textos prueban las crecientes dificultades para el xito de los pequeos capitales en el lanar, la industria y la agricultura. Vase, respectivamente Sabato, Hilda: Capitalismo y ganadera en Buenos Aires: la fiebre del lanar 1850-1890, Sudamericana, Bs. As., 1989 y (con Luis A. Romero): Los trabajadores de Buenos Aires. La experiencia del mercado (1850-1880), Sudamericana, 1992; Pucciarelli, Alfredo: El capitalismo agrario pampeano, 1880-1930, Hyspamrica, Bs. As., 1986.
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descubrimiento de la mentira: no es cierto que el mundo est abierto a todas las posibilidades, que
el ahorro se realiza fcil y rpidamente se transforma en capital. La crisis "existencial" empuja el
surgimiento de nuevas identidades, entre ellas, (y sobre todo) la obrera:
Sobre las huelgas: El trabajador argentino asoma. En los ltimos cinco aos desarroll realmente una capacidad de huelga, pero esa capacidad ha sido organizada por gente llegada de Europa... Hubo muchos lugares en este pas donde las relaciones semipatriarcales entre el hombre y el superior se conservaban intactas. Pero las huelgas les han puesto punto final. El proceso es inevitable, aunque en cierto sentido, se lo puede deplorar.35
El estado reconoce el surgimiento de esta identidad y Roca es el primer encargado de
lidiar con ella. Hacia 1910, si una dcada de feroz expansin econmica limita la explosin social,
no puede ocultar que toda una poca de confianza ilimitada ha terminado. El movimiento obrero
se expande a pasos agigantados en la dcada de mayor crecimiento econmico del modelo
agroexportador. La clave de la paradoja es que el capitalismo pampeano se ha perfeccionado,
cerrando vas de promocin. La contradiccin central de la sociedad burguesa surge a simple vista
y esa conciencia todava borrosa se expresa con fuerza en el anarquismo36. La crisis del pacto se
manifiesta de muchas maneras, pero sobre todo en la "demonizacin" del extranjero, en la
inversin de la laudatoria permanente que la burguesa argentina haba compuesto como infalible
canto de sirena para atraer a la inmigracin europea. No slo se invierte el lenguaje, se invierte
tambin la accin: de protegido contra "naturales" indeseables (gauchos "malos", campesinos
mesinicos, etc.) se transforma en objeto de cacera. La Ley de Residencia inaugura la crisis del
pacto desarrollista.
Para la burguesa la tarea consiste ahora en mantener polticamente una ficcin que carece
35 Review of the River Plate, 3.3.1900, citado por Oved, Iaacov: "El trasfondo histrico de la ley 3.144, de Residencia", en: Desarrollo Econmico, vol. 16, nro. 61 (abril-junio, 1976), p. 12836 Sobre las causas de la supremaca anarquista en el surgimiento del movimiento obrero, ver Falcn, op. cit. cuyas posiciones son en lo sustancial, correctas. De todos modos, abra que investigar si en este momento no estn dndose pasajes de subsuncin formal a real, como parecera indicar el crecimiento de la industria. Si un obrero puede acumular salarios y, en un perodo de varios aos, transformarlos en pequeos capitales, la subsuncin es all formal o incompleta o bien real pero temporaria. En ambos casos, la subsuncin del trabajo al capital sera parcial. Si la hiptesis de una mayor definicin de las relaciones capitalistas hacia comienzos de siglo es adecuada, ste sera el proceso material que, al nivel de las relaciones sociales, empuja la definicin de clases. Habra que agregar, entonces, a las causas de la supremaca anarquista expresadas por Falcn, la peculiar y confusa imagen que de la sociedad se hacen los libertarios, reflejo de la confusin en el seno de una sociedad en creacin. La progresiva definicin de esa imagen por obra de los procesos de sumisin real dara pie a una expresin ms puramente clasista de la identidad obrera y que se expresara en el dominio sindicalista del movimiento obrero.
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ya de base material. Roca mismo desarrolla la primera accin lgica de todo estadista: conocer.
Un conjunto de funcionarios son comisionados a aquellos nuevos lugares sociales, desconocidos
para el Estado: Bialet Mass recorre el pas preguntando por la clase obrera; Raa, Girola, Huergo
y Miatello se sumergen en la pampa en busca del chacarero; Gonzlez negocia con el Partido
Socialista leyes de reforma electoral y social. El resultado de todo este gigantesco movimiento de
reconocimiento estatal de la sociedad culmina en la organizacin del DNT y el avance de las
perspectivas polticas modernistas. Sin embargo, la crisis en ciernes no puede ser aplacada
fcilmente, hacindose cada vez ms evidente la necesidad de estructurar nuevas formas
hegemnicas. El Estado Burgus debe ser transformado para probar que todos son iguales, aunque
ms no sea en la poltica. Es hora de la reforma electoral.
En Argentina, la consagracin del voto universal masculino data de l821. Sin embargo, el
desarrollo de la ciudadana poltica no coincide necesariamente con la formalizacin del voto
universal. Mientras legalmente todos los argentinos podan votar, la inmensa mayora estaba fuera
de la realidad electoral, ocupada por los mecanismos de fraude. No obstante, tal situacin no
creaba ninguna inquietud explosiva. La indiferencia de la poblacin en general se explica por la
existencia de otros mecanismos de participacin poltica pero, sobre todo, por el funcionamiento
del pacto desarrollista37. Los mecanismos de la democracia burguesa actuaban, a pesar de su
37 Ver Hilda Sabato y Ema Cibotti: "Hacer poltica en Buenos Aires: Los italianos en la escena pblica portea 1860-1880", en Boletn del Instituto de Historia Argentina y Americana, Dr. Emilio Ravignani, nro. 3, 1990. Si bien las autoras ofrecen pruebas convincentes, no se puede negar que, aunque los inmigrantes "participaban" en "poltica", era, igualmente, una muy reducida forma de hacerlo. Hilda Sabato ha demostrado que la "participacin" poltica no estaba ausente sino que se daba en otros mbitos, especialmente en la "esfera pblica" (EP). Ver Sabato, Hilda: "Ciudadana, participacin poltica y la formacin de la esfera pblica en Buenos Aires, 1850-1880", en Entrepasados, nro. 6, Bs. As., 1994. La autora rechaza la explicacin germaniana a la falta de inters por la participacin electoral de la mayora de la poblacin, que enfatiza el "hacer la Amrica" y enumera otras posibles explicaciones: 1) para la mayora de la poblacin el voto pareca no significar demasiado; 2) la nocin de representacin es muy abstracta; 3) nadie consideraba un privilegio el votar; 4) no era una forma efectiva de ejercer presin directa sobre las autoridades; 5) haba otras formas y mbitos de participacin: la esfera pblica (EP). Sin embargo, la primera y la tercera son iguales: si votar no significaba nada, difcilmente podra considerarse un privilegio. Pero, adems, no son explicaciones sino descripciones del "estado de nimo" de la "gente" que dejan en pie la pregunta: por qu la gente no consideraba til votar o por qu no un privilegio?. La opcin 4 deja en pie la pregunta: por qu no era efectivo? No hubiera sido efectivo si una presin gigantesca por parte de una poblacin necesitada de cambiar el rumbo de los acontecimientos se hubiera hecho presente en el acotado mundo de la poltica argentina? Es decir, por qu la "gente" desestimaba los mecanismos formales de transmisin del poder estatal como medio para satisfacer sus demandas si las tena? Quedan slo las respuestas 2 y 5. Que la nocin de representacin sea muy "abstracta" es una expresin un tanto misteriosa: significa que la "gente" no poda entenderla, como los antroplogos prejuicios suponan que los "salvajes" slo podan captar nociones "concretas"? En todo caso, la presin de una poblacin desesperada por ejercer el poder estatal hubiera rpidamente educado a la "gente". La nica respuesta que queda es la existencia de
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nulidad general, como parte del pacto, en tanto garantizaban otros aspectos de la ciudadana
poltica. Si la llegada del roquismo altera las condiciones en las que se desarrolla la vida poltica,
hasta el '90 los carriles tendidos treinta aos antes siguen funcionando. El '90 inaugura una nueva
forma de hacer poltica. Es tanto un momento de crisis en el rgimen poltico como la
manifestacin del desarrollo de nuevas realidades sociales. La divisin poltica de la burguesa
inaugurada por el '90 es un dato de importancia mayor. Por divisin de la burguesa entendemos la
aparicin de movimientos autnomos en su seno correspondientes a fracciones y capas que se
identifican con intereses secundarios. As, el surgimiento de movimientos de pequea y mediana
burguesa (rural en principio) est mostrando una tendencia a la accin poltica independiente. A
largo plazo, la confluencia de una nueva dinmica poltica intraburguesa con la emergencia obrera
crea el clima de malestar que desemboca en la Ley Senz Pea. La crisis del pacto desarrollista se
manifiesta en una erupcin social que busca, por caminos diferentes, darle un nuevo contenido
social al Estado. Finalmente se producir, no porque deje de estar en manos burguesas sino porque
el estado yrigoyenista expresa el reconocimiento del poder del trabajo, por un lado, y la
fragmentacin poltica de la burguesa, por otro.
c) La miseria nacionalista en accin
otros canales de "participacin". Sabato se pregunta por qu la poblacin no "participaba" ni buscaba participar de la poltica. Su respuesta es: por la existencia de una EP en la que la poblacin "participaba" de otra manera. Pero esta respuesta presupone: a) que "participacin" en la EP equivale a "participacin" en el sistema poltico formal (de lo contrario una no podra ser alternativa a la otra y la respuesta no sera satisfactoria: la participacin en la EP no explicara la desidia por el sistema poltico formal); b) que existan demandas importantes por parte de la poblacin en general, que no podan ser satisfechas sin un cambio sustancial ni en el personal poltico que maneja el gobierno del estado ni de los mecanismos de transmisin del gobierno. Son presupuestos vlidos? No: el comando del estado no es una cuestin menor, salvo que uno considere que el poder poltico pasa por otro lado (por los diarios, la "opinin pblica", etc.). La EP es un lugar no un instrumento. Es una arena de discusin que no puede, por su propia naturaleza constituirse en una forma de condensacin de poder social. El estado s lo es, motivo por el cual su manejo no puede quedar en cualquier mano. En consecuencia, si la "gente" no se preocupaba por los mecanismos con los cuales se eriga el gobierno es porque cualquiera daba lo mismo mientras se mantuvieran ciertas condiciones generales. Pero esto significa que el supuesto b tambin es falso, como se evidencia en el mismo ejemplo que Sabato eligi para mostrar la "participacin" en la EP: el movimiento tiene carcter econmico limitado y pacfico (se trata de protestar por una suba de impuestos), se considera a las autoridades interlocutores vlidos y se peticiona bajo carteles que expresan la unidad de la burguesa. En consecuencia, no hay demandas que excedan retoques puntuales a un acuerdo general que funciona a la perfeccin. Y cul es ese acuerdo sino la expansin econmica acelerada en un contexto de debilidad general del capital, es decir, de capitalismo naciente? En ese marco, lo nico que queda por discutir son problemas menores para los que basta con presionar desde ese lugar subordinado surgido como complemento del sistema poltico formal, la EP.
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El surgimiento de la identidad clasista motiv el desarrollo de una verdadera "carrera
armamentista" burguesa preocupada por negarla primero y por diluirla despus. Si la democracia
burguesa era el instrumento ideal para la reunificacin poltica de la burguesa y la creacin del
"ciudadano", es decir, el encubrimiento de la contradiccin central de la sociedad capitalista,
necesitaba, al mismo tiempo que se asentaba, de la creacin de los "argentinos".
En la Argentina, la idea de nacin es un producto de las luchas de independencia. Pero es
una ilusin en las cabezas de unos pocos intelectuales38 y algunos sectores burgueses de
vanguardia. Se mantiene en ese reducto hasta muy avanzado el siglo XIX, pero recibe un nuevo
impulso ante la oleada inmigratoria. La presin del imperialismo naciente sobre varias reas del
mundo colonial gesta un movimiento de "reconstruccin" nacional que toma las fiestas patrias y a
la educacin como eje de accin. Hasta aqu es an un problema entre burguesas: la burguesa
italiana utiliza la misma poblacin que expulsa como masa de choque contra la burguesa
argentina. La posibilidad de una Italia "en el Plata" es dulcemente acariciada por los sectores ms
expansionistas del imperialismo itlico. La estancia se siente amenazada y reacciona39. Sin
embargo, el desafo ms importante lo va a constituir la creciente estructuracin de la clase obrera.
Contra ella se van a descargar los ms poderosos disolventes: la democracia burguesa y el
nacionalismo40. Este ltimo aparece como la necesidad de separar y segregar determinadas
ideologas en el interior del movimiento obrero, al mismo tiempo que constituir un nuevo sujeto,
el ciudadano argentino. Los positivistas se erigieron en los cancerberos de la ciudadela burguesa
en crisis: si Ingenieros terminar siendo el terico de la Ley de Residencia, Ramos Meja ser el
encargado del lavado patritico de cerebros:
Sistemticamente y con obligada insistencia se les habla de la patria, de la bandera, de las glorias nacionales
38 Ver Riekenberg, Michael: "El concepto de nacin en la regin del Plata (1810-1831)", en Entrepasados, nro. 4-539 Ejemplos de tempranas acciones en este sentido pueden verse en Bertoni, Lilia Ana: "Construir la nacionalidad: hroes, estatuas y fiestas patrias, 1887-1891", en Boletn del Instituto de Historia Argentina y Americana, Dr. Emilio Ravignani, nro. 5, 1992.40 Y el positivismo, el servicio militar, el hospicio, la escuela, la familia y hasta la puericultura: buenas madres cran obreros "sanos", es decir, msculos que resisten el trabajo y cerebros que repelen el anarquismo... Ver Nari, Marcela: "Conflicto social, maternidad y "degeneracin de la raza"", en Lea Fletcher (comp.), Mujeres y cultura en la Argentina del siglo XIX, Feminaria editora, Bs. As., 1994. Sobre el resto, puede verse Vezzetti, Hugo: La locura en Argentina, Paids, Bs. As., 1985. Al igual que en el caso de la democracia burguesa y del nacionalismo, una visin reproductivista fetichizara el problema considerando que la institucin escuela es en s perniciosa como si aprender a leer lo fuera. Slo en condiciones capitalistas la escuela, la familia o el hospicio son instrumentos de represin y reproduccin.
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y de los episodios heroicos de la historia, oyen el himno y lo cantan y lo recitan con ceo y ardores de cmica epopeya, lo comentan a su modo con hechicera ingenuidad, y en su verba accionada demuestran cmo es de propicia la edad para echar la semilla de tan noble sentimiento.41
No curiosamente, la tarea litrgica de Ramos Meja se inicia en 1908, al llegar a la
presidencia del Consejo Nacional de Educacin, fijando como directiva central "la educacin
patritica"42. La epopeya patria encarnada en una historia oficial despunta en el Centenario, de la
mano de la represin violenta del movimiento obrero y el festejo jactancioso del 25 de Mayo43.
Hay un punto ms en el que la nacin aparece en combate contra la clase y es en el
interior mismo de las comunidades inmigrantes. En efecto, en las columnas vertebrales de tales
comunidades, las Sociedades de Ayuda Mutua (SAM), se reproduce el mismo tipo de conflicto
que en el conjunto de la sociedad: la conciencia "tnica" es una emanacin de los intereses propios
de la burguesa "comunal" disolviendo diferencias entre los miembros de la misma, diferencias
que retornan permanentemente porque obedecen a la misma separacin clasista que hace
imposible la soldadura del conjunto social ms ampl