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7/23/2019 Los tiempos de Altamira: el Solutrense y el Magdaleniense en el centro de la Regin Cantbrica
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El pas de Altamira
La regin cantbrica ocupa una superficie de
2.155.630 hectreas a lo largo de la fachada norte
de la Pennsula Ibrica, entre las desembocaduras
de los ros Eo (Ribadeo) y Adour (Bayona). Es un
espacio bien definido, paralelo al litoral del Mar
Cantbrico, compuesto en lo esencial por un fren-
te montaoso perfectamente orientado de Este a
Oeste, formado en la Orogenia Alpina. La vertien-
te septentrional de la regin presenta una estricta y
repetitiva compartimentacin en cortas y estrechas
bandas lineales deprimidas, orientadas genrica-
mente de Sur a Norte, que se identifican con los
valles fluviales, y una franja litoral, en general
como llana- conformada a modo de corredor
paralelo a la costa.
Modelada por la accin del ltimo perodo glacial
y por la corta pero enrgica red fluvial, la regin se
articula, por tanto, en tres grandes unidades: la
Marina, o franja litoral, los valles, ortogonalmen-
te dispuestos y alineados perpendicularmente a la
lnea costera y los macizos montaosos de la
Cordillera Cantbrica, que cierran por el Sur este
espacio y lo separan de la Meseta Norte y el Valle
del Ebro.
Por otra parte, la regin presenta dos mbitos
morfoestructurales: el occidental (oeste y centro
de Asturias), constituido por materiales del zcalo
paleozoico y el oriental (Cantabria y Pas Vasco),
compuesto por rocas mesozoicas y terciarias. El
segundo se superpone al primero en una zona de
contacto poco definida que ocupa el oriente deAsturias y el extremo occidental de Cantabria.
El pas de Altamira se sita en el centro de la
regin cantbrica, dentro de la actual Comunidad
Autnoma de Cantabria. Presenta netamente dife-
renciadas las tres unidades descritas, alcanzando,
tanto la franja litoral (La Marina), como los valles
de la zona (Saja, Besaya, Pas y Miera), los mximos
desarrollos en extensin a lo largo de la misma.
En general, este sector central se caracteriza por la
presencia de relieves ondulados, con altitudes
moderadas nunca superiores a los 600 m.Destacan, nicamente, la Sierra del Escudo de
Los tiempos de Altamira: El Solutrense y el Magdalenienseen el centro de la Regin Cantbrica
Ramn Montes Barqun y Pedro Rasines d
Entorno de la Cueva de A
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20/Los tiempos de Altamira
Cuadro crono - cultural del
Paleoltico Superior.
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Los tiempos de Al
Caburniga y Pea Cabarga, con altitudes que
alcanzan los 569 m.
Es un rea donde, geolgicamente, predominan
las calizas del Cretcico, lo que ha favorecido el
desarrollo de fenmenos krsticos, con la forma-
cin de abundantes cavernas, en general de tama-
os discretos, muchas de ellas utilizadas por el
hombre durante el Paleoltico.
La zona se encuentra actualmente fuertemente
modificada por la accin del hombre. Hasta fechas
recientes, apareca cubierta de potentes encinares
cantbricos en terrenos de roquedo calizo, bos-
quetes de robles y avellanos, y densos bosques
galera a lo largo de los cauces de los ros. Las
especies animales ms caractersticas siguen sien-
do el corzo, el jabal y el ciervo, aunque ste lti-
mo lleg a desaparecer y fue reintroducido en lareserva nacional existente en la cuenca del ro Saja,
a mediados del siglo XX.
El poblamiento humano de este sector de la
regin se inici, al igual que en el resto de la
Cornisa Cantbrica, hace algo ms de 200.000
aos, durante el Paleoltico Inferior. Grupos de
Homo heidelbergensis, muy similares a los recupera-
dos en la Sima de los Huesos de Atapuerca, ocu-
paron la franja litoral y, de manera ms puntual y
espordica, los valles medios.
Estas primeras ocupaciones, que se realizan prefe-
rentemente al aire libre y siempre cerca de los ros
o la costa, han generado una amplia red de casi
100 yacimientos al aire libre, mas algunas ocupa-
ciones en determinadas cuevas, como Linar,
Covalejos y El Castillo. En estos lugares se han
hallado industrias lticas del complejo industrial
Achelense, entre las que son muy frecuentes los can-
tos tallados, hendedores y bifaces, generalmente
realizados sobre cantos rodados fluviales de cuar-
cita y arenisca.
Desde finales del ultimo interglaciar, hace poco
ms de 100.000 aos, comienza a generalizarse latecnologa propia de los neandertales, el
Musteriense, caracterizada por la presencia masiva
de las herramientas sobre lasca: raederas, denticu-
lados y puntas, esencialmente, en detrimento del
utillaje pesado, propio de la fase precedente. El
Paleoltico Medio es tambin la poca de los
Distribucin de los yacim
solutrenses
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neandertales, tipo humano heredero de los hei-
delbergensis europeos, que pobl el continente
entre 150.000 y 30.000 aos antes del presente. Sus
asentamientos se ubican preferentemente en cavi-dades como El Pendo, Covalejos, Linar, El Castillo
o Morn, aunque se documentan algunas estacio-
nes al aire libre, especialmente en relacin con la
captacin y procesado de ndulos de slex de la
zona costera.
Si bien existen fechas absolutas que informan de la
llegada de los primeros humanos modernos desde
hace 40.000 aos (Cueva del Castillo), parece que
la completa sustitucin de los ltimos neandertales
por las poblaciones modernas del Paleoltico
Superior no concluye hasta hace unos 35.000 aos,momento a partir del cual se desarrollan el com-
plejo industrial Auriaciense y, posteriormente, el
Gravetiense. Estas primeras industrias del
Paleoltico Superior muestran, primordialmente,
dos aspectos: el desarrollo de las industrias lticas
sobre soportes laminares y la aparicin y desarro-
llo de las herramientas y elementos ornamentales
sobre hueso y asta: azagayas, colgantes, etc.
LAPOCA SOLUTRENSE(21.000-16.500AOS ANTES DEL PRESENTE)
El Solutrense es el perodo central del Paleoltico
Superior y se desarrolla en Europa a lo largo de
unos 4.500 aos, entre las fases Gravetiense y
Magdaleniense. Se caracteriza principalmente por
la aparicin y generalizacin, entre el instrumental
ltico, del retoque plano o invasor, especialmen-
te aplicado a las puntas de caza fabricadas sobre
slex y cuarcita: puntas de muesca, de hoja de
sauce y de base cncava. Adems, podemos rese-
ar el hecho de que el resto de las industrias lticasadquiere gran variabilidad, aumentando progresi-
vamente los utensilios realizados sobre hojas y
laminillas, no muy diferentes a los de las etapas
inmediatamente anterior y posterior. En los
momentos ms avanzados del Solutrense aparecen
industrias lticas semejantes a las magdalenienses,
con tendencia a la desaparicin de las
abundancia de hojitas retocadas gene
de dorso y mayor frecuencia de buriles
de las piezas de dorso abatido.En lo que a la industria sobre hueso y ast
re, se pone de manifiesto un progresivo
de su diversidad y, sobre todo, una relat
dancia de agujas y azagayas, siendo carac
de este periodo las aplanadas y curvada
bisel central, y las de seccin circular y cu
lar con biseles en la base que presentan i
para facilitar el agarre al astil de mader
utensilios, como los punzones, esptulas
nes perforados son frecuentes, aunque e
medida.
Clima, vegetacin y fauna
Durante el Solutrense, el clima conoce, d
mbito siempre fro de la glaciacin w
dos grandes fases: el interestadio Wrm
con condiciones ms benignas, y los co
del ltimo estadio glacial, el Wrm IV,
ms intenso. Hace 18.000 aos, se pr
mximo desarrollo conocido del casqu
rtico, que alcanz el sur de las Islas B
Holanda y Alemania, dejando a buena
Europa bajo condiciones periglaciares. L
cantbrica, al igual que el resto del sud
continente, se convirti entonces en un r
gio para la flora, la fauna y los grupos h
Todo parece indicar que la menor latitud
to atemperador de las corrientes marinas
litoral cantbrico provocaron un aumen
presencia humana y una intensificaci
explotacin de este territorio que cons
esos momentos, una de las regiones cobiodiversidad de Europa.
La bajada del nivel del mar, consecuen
absorcin de agua por la extensin del
Polar rtico, gener una ampliacin de
costera cantbrica, abierta e inmediata
borrascoso Mar Cantbrico. Esta superfic
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tapizada por brezales y praderas similares a las de
los ambientes esteparios. El interior, ms monta-
oso y con numerosos valles ms bien cerrados,
mantena algunos hbitats abrigados de los vientosdel mar, recibiendo precipitaciones suficientes
para permitir el desarrollo de manchas de arbola-
do y bosquecillos locales. Las altas crestas y los
valles elevados de la Cornisa Cantbrica estaban
ocupados por glaciares y las nevadas deban de ser
abundantes, situndose el nivel de nieves perpe-
tuas a unos 1.500 metros de altitud en los momen-
tos ms fros. Las laderas con fuertes pendientes y,
especialmente, las orientadas al norte, probable-
mente se hallaran desnudas.
A pesar de las rigurosas condiciones climticas,este medio era rico en caza, pescado y marisco. Por
ello, debi de tener un gran atractivo para los gru-
pos de cazadores-recolectores, comparado con el
ambiente menos productivo y ms spero del cen-
tro de Europa o de la Meseta espaola.
A lo largo y ancho de las llanuras litorales, ricas
en pastizales, se produjo una notable expansin
de las manadas de bisontes, caballos y ciervos,
con la aparicin espordica de otras especies,
como los renos, en los momentos ms rigurosos.
La cabra monts y el rebeco eran tambin fre-
cuentes en zonas bajas de roquedo calizo prxi-
mas al mar. En los cortos y relativamente cauda-
losos ros cantbricos, la presencia de salmones,
truchas y otras especies menos aptas para el con-
sumo era abundante, fundamentalmente, en los
meses centrales del ao.
La presencia de pequeos animales sensibles a los
cambios climticos, como el topillo nrdico
ahora su lmite meridional de expansin es
Holanda o el molusco marino denominado
Cyprina islandicaen la actualidad habitante del
Mar rtico informan de las fras condicionesque reinaban en la regin.
Los yacimientos: situacin y caracteres
El clima debi de condicionar enormemente la
eleccin del hbitat, como revela la ausencia deasentamientos de esta poca por encima de los 400
metros de altitud.
En la actualidad, conocemos un total de 22 yaci-
mientos con evidencias solutrenses en el pas de
Altamira (a ellos podemos sumar la cueva de La
Llosa, con manifestaciones artsticas presumible-
mente solutrenses, pero sin yacimiento acreditado
de este perodo). De ellos, 19 son yacimientos en
cavidades, y tan slo 3 se ubican al aire libre. Esta
proporcin habra que atribuirla tanto al ambiente
ms bien fro, que invitara a buscar refugio en lascuevas, como a la mejor conservacin del registro
arqueolgico en las grutas.
As, sern los abrigos y cuevas de la llanura litoral,
con vestbulos amplios y soleados, los lugares pre-
ferentemente elegidos para la instalacin de losPuntas solutrenses de sle
(Cueva de Altamira)
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campamentos, resultando ms escasos los yaci-
mientos ubicados al interior de la regin y, an
ms raros, los localizados al aire libre. Adems,
stos ltimos parecen estar ms bien relacionadoscon actividades concretas de subsistencia, como la
captacin y talla de slex o la caza, que con fun-
ciones de residencia.
La mayor densidad de cavidades ocupadas en el
litoral puede tener relacin con la existencia de un
modelado orogrfico menos tortuoso y con la pre-
sencia de vastas zonas abiertas, salpicadas de reas
ms resguardadas (vallejos o amplias dolinas calc-
reas) donde el bosque caducifolio subsiste, a pesar
de los rigores invernales de la glaciacin.
No podemos olvidar que, debido a la recuperacindel nivel del mar, al finalizar la ltima glaciacin,
muchos enclaves costeros quedaron sumergidos,
lo que seguramente supuso su prdida irreparable.
nicamente conocemos los yacimientos que se
encontraban en reas interioresde La Marina, como
la propia Altamira.
Es una constante que tan solo se docum
nivel estratigrfico por yacimiento con
cias de este perodo, con la excepci
cueva del Ruso I, en donde se han lodos: uno del Solutrense pleno, y otro
momentos finales. Los niveles suelen
sos entre 50 y 100 cm aunque
excepciones que indican, bien una cons
deficiente de los estratos originales,
causas naturales (erosiones), bien que la
ciones fueron limitadas o espordicas. L
tos espesos, como los de La Meaza (8
Peona de Caranceja (80 cm), Horn
Pea (al menos 50 cm), El Pendo (+ d
o Altamira (entre 40 y 80 cm), parecentado de la acumulacin de presencias r
a lo largo del tiempo, ms que de una
nencia continuada y estable.
En ninguno de los enclaves del pas de A
ha sido posible, hasta el momento, di
reas de actividad cotidiana diferenc
documentar enterramientos. Por otro l
disponemos de dos dataciones absoluta
obtenidas por Carbono 14, de estos yac
La primera se obtuvo en el nivel de Altam
un resultado de 18.540 + 540 aos ante
sente. La segunda, procede del n
Solutrense final del Ruso I, con una
16.410 + 210 antes del presente.
Las evidencias del Solutrense
Una caracterstica comn a todos los yac
ubicados en cavidades es la elevada conce
de vestigios, tanto de industrias sobre pi
o hueso, como de alimentacin (huesos y
marinas, esencialmente). Ello parece frut
ocupacin intensa de los asentamientos
mente por tratarse stos de campamen
con una funcin de hbitat semiperma
tambin, por producirse un increment
efectivos de la poblacin humana que
por primera vez en la regin, la utilizPuntas de azagayas solutrenses de
asta de ciervo (Cueva de Altamira)
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Arte solutrense: caballos y
pintados en el techo de la
de la Cueva de la Pasiega
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todas las reas susceptibles, orogrfica y climti-
camente, de ser ocupadas.
Incluso los yacimientos interpretados como asen-
tamientos estacionales o especializados aposta-deros de caza, estaciones en zonas de recoleccin,
etc. registran, habitualmente, una considerable
densidad de restos que viene a confirmar el uso
reiterado de los mismos.
La tabla 1 sintetiza los contenidos arqueolgicos
conocidos en los yacimientos de la zona y la hip-
tesis de interpretacin ms comnmente aceptada
para cada enclave, en funcin de su ubicacin y sus
caractersticas.
Durante el Solutrense, se alcanza la plenitud de los
sistemas de explotacin intensiva del territorio, apartir de una serie bastante limitada, pero muy ren-
table, de recursos. Los cazadores-recolectores se
especializan en la caza del ciervo, en el rea litoral,
y de la cabra monts, en las zonas interiores de
roquedo -a lo que hay que aadir la progresiva dis-
minucin de la caza de grandes ungulados, como
caballos y bvidos-. Aumenta, paulatinamente, el
consumo de alimentos de origen marino lapas y
caracolillos esencialmente, aunque aparecen inclu-
so restos seos de focas y de otras especies mari-
nas y de pescado fluvial: trucha y salmn prin-
cipalmente. Tambin se recurra a la recoleccin de
vegetales comestibles.
La difusin del retoque plano frecuentemente
bifacial, que se asocia a la fabricacin de puntas
lticas, constituye el hito tecnolgico ms caracte-
rstico de esta fase. De hecho, debido a que su apa-
ricin y desarrollo coinciden plenamente con ella,
estos proyectiles son conocidos como puntas
solutrenses. En casi todos los yacimientos apare-
cen en mayor o menor cantidad, siendo especial-
mente abundantes las puntas de base cncava y, al
final de perodo, las de muesca. Las puntas de basecncava son prcticamente exclusivas de la regin
cantbrica y parecen ser el resultado de una adap-
tacin tcnica a la fabricacin de puntas sobre
materias primas de difcil talla como la cuarcita,
muy empleada en la regin ante la relativa escasez
de slex. La desaparicin de las puntas de retoque
plano, asociada a otros avances, marca el
Solutrense cantbrico.
A las puntas debemos sumar otros tipos
silios: buriles, raspadores y perforadorotros, y una cantidad de laminillas de bo
do cada vez ms importante que seg
tiene relacin con la aparicin y generaliz
utensilios compuestos como piezas de
hueso o asta con ranuras, donde se
mediante el encolado con resinas de abedu
estas pequeas piezas lticas.
La generalizacin de las agujas de cos
hueso y el progresivo aumento de las
sobre asta incremento limitado por la i
cia de las puntas lticas de retoque planotro hecho destacado desde el punto de v
cultura material. Entre las azagayas dest
su frecuente aparicin, las de seccin cir
bisel en la base, y las biapuntadas de apla
central, por ser casi exclusivas de este per
Formas de vida
A partir de la distribucin de los yacimie
las evidencias recuperadas en los mismos
ble un mnimo acercamiento a los modo
sistencia de los grupos humanos del per
cuales exponemos a continuacin.
Se ocupan la totalidad de las reas que, b
ficamente, renen condiciones adecuad
bajos y rea litoral, principalmente). Son
bajas y prximas al mar, las ms inte
habitadas, mientras que las reas ms in
abruptas se utilizan estacionalmente, seg
en los meses de primavera y verano.
Determinadas cavidades, estratgicamente
en el territorio litoral y con amplios y soletbulos, son reiteradamente ocupadas, ap
una serie de pequeos yacimientos tanto
como, en menor medida, al aire libre, dise
en zonas particularmente estratgicas, bie
explotacin estacional de recursos, bien pa
tura de especies animales concretas (tabla A la derecha Tabla 1:
Yacimientos Solutrenses.
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Yacimientos Solutrenses
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Se deduce, a partir de lo anterior, la existencia
de una estudiada y compleja estrategia de explo-
tacin del medio, con movimientos estacionales
por reas relativamente pequeas pero muy
productivas.
La especializacin en la caza de ciervos en La
Marina y zonas bajas de los valles, de cabras en
zonas de roquedo, as como la recoleccin de
moluscos marinos, se incrementa a lo largo de
esta fase. La recoleccin de vegetales, a pesar
de su importancia, pudo verse condicionada
por las limitaciones de un paisaje vegetal sujeto
a fuertes degradaciones climticas, donde las
praderas debieron de adquirir un notable pro-
tagonismo en detrimento de las zonas
ms frtiles.
La difusin y perfeccionamiento de las
coser informa de la existencia de artesa
cionadas con la fabricacin de ropas, re
y tiendas de piel.
En definitiva, el Solutrense supone el in
poca de plenitud de las sociedades de ca
recolectores que poblaron la regin c
durante el Pleistoceno y la consolidaci
formas de vida que permitieron, tanto en
como en el Magdaleniense, alcanzar las
cotas de bienestar y progreso tecnolgico
das en los tiempos paleolticos.
Arte solutrens e: Cierva y caballo
pintados (Cueva del Pendo)
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Los artistas solutrenses
El arte de esta etapa supone un puente entre los
inicios de la expresin plstica, constatados alcomienzo del Paleoltico Superior (Auriaciense y
Gravetiense), y la eclosin de las grandes manifes-
taciones artsticas del posterior perodo
Magdaleniense, momento en el que se alcanzar el
cenit del arte de los pueblos cazadores europeos. A
lo largo del Solutrense irn surgiendo y desarro-
llndose muchos de los recursos tcnicos y estils-
ticos que permitirn la creacin de obras artsticas
de la calidad de los bisontes de Altamira o las
espectaculares representaciones sobre asta y hueso
propias de las fases finales del Paleoltico.Prcticamente todos los yacimientos del entorno de
Altamira han proporcionado objetos decorados
sobre asta, hueso y diente. En estas decoraciones,
son especialmente frecuentes los motivos
geomtricos en colgantes y objetos utilitarios y
otros de uso desconocido, sindolo algo menos las
representaciones de animales y signos. En cualquier
caso, este arte mobiliar parece estar ms relacionado
con el adorno personal y la vida cotidiana que con
el simbolismo de tipo religioso. Entre los elementos
ms representativos podemos citar varias esquirlas
seas con grabados incisos finos de lneas paralelas
y en damero, el colgante denominado
tradicionalmente Venus de El Pendo (fig. 32 del
catlogo) y los colgantes, sobre hueso hioides de
caballo, de Altamira (fig. 26 del catlogo).
Ms escaso es el arte rupestre, posiblemente por-
que slo se produjo en las cavidades que acogieron
ritos de corte espiritual. En lo esencial, se caracte-
riza por el dominio del color rojo, el empleo de los
trazos simples y los realizados con puntos tam-
ponados, la ejecucin de figuras animales a par-
tir de la extensin del pigmento por la paredtcnica de la tinta plana y la generalizacin de
los grabados realizados a buril, habitualmente de
trazo simple y nico. Los temas ms representati-
vos son, por este orden, los crvidos, especial-
mente las ciervas, los caballos, las cabras y, en
menor medida, los bvidos, rebecos y otras espe-
cies animales. Los signos cuadrilteros, los realiza-
dos con lneas de puntos y, con menor frecuencia,
el resto de signos son, asimismo, habituales en
estos conjuntos. La representacin de manos,caracterstica de fases presolutrenses, tambin se
documenta puntualmente. Es el caso de las manos
negativas, en negro, y las positivas, en rojo, del sec-
tor derecho del techo de Altamira.
A pesar de que actualmente existen algunas bases
slidas para retrotraer la cronologa -presuntamen-
te solutrense-, de ciertas representaciones de la
cueva de La Garma (sector III), del conjunto del
friso de las pinturas de El Pendo, quizs de La
Llosa, e incluso, de las pinturas rojas del Salitre,
caracterizadas por la aparicin de animales realiza-dos a partir de tintas planas, tamponados y trazos
babosos de color rojo, hasta fechas que alcanzan
el Gravetiense pleno, tendemos a considerar estos
conjuntos parietales como partes de un mismo
grupo artstico pre-magdaleniense. Dentro de ste
no se documentan rupturas estilsticas ni temticas
importantes y s una notable filiacin y cierta con-
tinuidad, tanto en los temas como en tcnicas
desde, al menos, el final del Gravetiense hasta las
postrimeras del Solutrense.
Los conjuntos ms representativos de cronologa
Solutrense, en la zona que analizamos, son: La
Meaza, el sector derecho del gran techo de
Altamira, parte de los conjuntos de El Castillo y La
Pasiega, El Pendo, La Llosa, el sector III de La
Garma, El Salitre, y quizs Cualventi, es decir, un
total de 10 de los 22 yacimientos conocidos. Un
caso aparte lo constituye la cueva de Las
Chimeneas, la cual, hasta fechas recientes, ha sido
considerada solutrense desde un punto de vista
tanto tcnico como estilstico y, sin embargo, una
datacin absoluta por Carbono 14 ha situado en el
Magdaleniense Inferior.Al margen de los conjuntos, quiz ms antiguos,
de La Garma y El Pendo, la mayor concentracin
de este perodo se registra en las cavidades de La
Pasiega (galeras A, B y C), El Castillo y, muy espe-
cialmente, en el sector derecho del gran techo de
Altamira, donde encontramos un gran conjunto
Recreacin de los cazador
recolectores del Paleoltico
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de caballos realizados en tinta plana y tamponado
todo ello en rojo algunos animales comple-
mentarios, cabra y bisontes, y varios signos realiza-
dos con puntos rojos. En los restantes casos noshallamos ante pequeos paneles dominados, bien
por los signos (La Meaza, La Llosa), bien por
los temas animales ms frecuentes (Salitre). En
algunas grutas, como Cualventi o Alto del
Peajorao, no se conoce con precisin su compo-
sicin temtica, al tratarse de restos muy perdidos
o manchas informes.
LAPOCA MAGDALENIENSE
(16.500 10.800 AOSANTES DEL PRESENTE)
El Magdaleniense es un perodo cultural definido
a partir de los tipos de herramientas de piedra y,
sobre todo, de asta y hueso que se han conserva-
do. En realidad, hay una continuidad entre las
fases ms tardas del Solutrense y las primeras del
Magdaleniense. A menudo, los niveles magdale-
nienses ms antiguos se depositan directamente
sobre los ltimos solutrenses. Apreciamos las
diferencias a travs de las dataciones absolutas, de
la presencia de determinados fsilesgua (ele-
mentos caractersticos de un perodo) y d
peculiaridades de sus industrias. Nada
pensar en un cambio drstico en sus fo
vida y subsistencia; ms bien se produce latina evolucin tecnolgica que ir acel
durante las ltimas fases del Pleistoceno
En la industria ltica, el inicio del Magd
supone la desaparicin del retoque plano
rstico del Solutrense. Aunque los instr
ms frecuentes son los raspadores y lo
existe una notable diversidad de tiles, el
para realizar las tareas propias de su m
vida: grabar, descuartizar los animales
cortar la carne y el cuero, curtir las piele
rarlas para coserlas, trabajar la madera, eel asta de ciervo, etc. Su forma es simila
las etapas inmediatamente anteriores. Pa
rar estos objetos se extraen lminas de
medio o grande a partir de ncleos, habi
te de slex y en menor medida de cuarcit
nologa basada en la produccin y ret
pequeas lminas tiende a incrementar
fases ms recientes del Magdaleniense y,
mente, en el perodo siguiente, el Azilien
Pero lo que verdaderamente carac
Magdaleniense es la variedad de tiles
perfeccin tcnica y con frecuencia de
realizados sobre hueso y asta: esptulas
puntas de azagaya para la caza, arpone
pesca, punzones y agujas para coser,
para el adorno personal, bastones pe
etc. La decoracin de estos objetos se
motivos geomtricos aunque, en ocas
graban bellas figuras de animales que
ejemplares ms refinados, llegan a c
autnticas obras de arte. Este tipo de de
es ms frecuente en los artefactos de may
cin e incluso en objetos sin aparentetil, como huesos planos o placas de pie
Bisontes europeos
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Clima y Paisaje
Todo el Magdaleniense discurre en el ltimo tramo
de la glaciacin de Wrm, dentro del perodo
denominado Tardiglacial. Es un clima riguroso en
el que se suceden momentos frescos y hmedos
con otros ms fros y secos. La alternancia de estos
episodios produjo sucesivos descensos y elevacio-
nes del nivel del mar que se tradujeron en varia-
ciones en la posicin de la lnea de costa. En los
momentos ms crudos, sta retroceda hacia el
norte y quedaba al descubierto una franja litoral
que, entonces, era ocupada por el hombre y cuyos
yacimientos se encuentran, en la actualidad,
sumergidos en el mar.
Durante esta poca, el pas de Altamira ofreceuna notable diversidad de biotopos y microclimas.
En pocos kilmetros se pasa de la zona litoral,
receptora de la influencia ocenica, a los parajes de
montaa. Los valles, en ocasiones profundos y tor-
tuosos, alteran el sentido de los vientos y causan
una sucesin de solanas y umbras.
El paisaje vegetal se transformaba al tiempo que lo
hacan las condiciones ambientales. En general,
fue abierto, dominando las grandes extensiones de
landas y praderas. Los escasos rboles y arbustostendan a concentrarse en manchas boscosas y
bosquecillos desarrollados en los lugares ms favo-
rables para su crecimiento, aprovechando las varia-
ciones de la orografa y los microclimas.
Todo ello propici el desarrollo de una fauna rica
y variada. Como en el Solutrense, los ciervos y, en
las regiones ms abruptas, las cabras monteses fue-
ron las especies ms cazadas, seguidas del caballo,
los grandes bvidos, el rebeco, etc.
Cronologa y perodos
El Magdaleniense se desarrolla en la regin cant-
brica durante casi seis milenios (16.500 - 10.800
aos antes del presente). En este vasto intervalo
temporal no slo se produjeron modificaciones en
el clima, sino que la cultura humana evolucion
Los tiempos de Al
Distribucin de los yacim
magdalenienses
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continuamente, adaptndose a nuevas circunstan-
cias, lo que ha permitido a los prehistoriadores dis-
tinguir varias etapas.
En su primer momento, el Magdaleniense Inferiorarcaico, las condiciones ambientales son de transi-
cin entre el final de una fase muy hmeda y el
comienzo de un perodo seco y de temperaturas
ms severas. De esta poca, tenemos evidencias
en la cueva de Rascao donde, al margen de la
desaparicin de las puntas solutrenses, son carac-
tersticas las azagayas de base monobiselada y
decoracin en espiral.
El Magdaleniense Inferior, rico en raspadores
nucleiformes y azagayas de seccin cuadrangular y
base en monobisel, es una fase bien representadaen la Cornisa Cantbrica. Se extiende entre el
16.500 y el 14.000 antes del presente. Para
Altamira, esta fue una poca de esplendor, la cueva
fue ocupada con frecuencia durante ms de dos
milenios, y el santuario rupestre se enriqueci con
la creacin de las famosas pinturas policromas
que continan causando sorpresa y admiracin al
hombre actual.
Los cazadores-recolectores tambin viv
otras cavidades del entorno inmed
Altamira. En la cuenca de los ros Saja y
cueva de Hornos de la Pea fue ocupadaestos momentos antiguos del Magdaleni
el valle del Pas, las magnficas condicion
hbitat de la Cueva del Castillo, tal y com
da desde haca ms de cien mil aos, seg
yendo a los grupos paleolticos, que dej
estratigrafa arqueolgica de este mom
ms de 1,5 m de espesor. En la zona lito
taron intensamente la cueva del Juyo, do
mularon un ingente depsito de restos c
res de huesos de ciervo. Hacia el interior
ron, sobre todo en la primavera y veranoje abrupto de la cueva de Rascao, cazan
rentemente cabras y pescando salmones
en el ro Miera. La cueva de la Garma (
tambin sirvi de refugio a las ban
Magdaleniense Inferior.
El Magdaleniense Medio (14.000 13.0
es una fase ms corta que ha dejad
nmero de yacimientos. Existen eviden
Buriles magdalenienses de slex
(Cueva de La Pila)
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cueva de La Garma y, probablemente, en las de
Altamira, Rascao, El Castillo y El Juyo.
El Magdaleniense Superior-Final (13.000 -
10.800 B.P.) se caracteriza por la progresivaabundancia de tiles microlticos, el incremento
del porcentaje de buriles y la presencia de arpo-
nes sobre asta de ciervo de una y dos hileras de
dientes y de azagayas de doble bisel. En esta
etapa, ya no se habita la cueva de Altamira que
haba sido cerrada por el derrumbe del techo de
la entrada. No obstante, crece el nmero de cue-
vas ocupadas, tal vez coincidiendo con un
aumento demogrfico: Sovilla, El Linar, La Pila,
El Castillo, El Pendo, Morn, Rascao, La Garma
y, quiz, El Pilago.
El Poblamiento
El estudio de los yacimientos arqueolgicos mag-
dalenienses nos permite conocer su distribucin
en el territorio, cules se utilizaron para vivir, cu-
les fueron santuarios rupestres, cules participaron
de ambas actividades y cmo los hombres y muje-
res de esta poca respondieron a los retos que la
vida les planteaba.
Presumiblemente, los asentamientos al aire libre,
sobre todo, campamentos menores, de paso o
especializados, no debieron de ser raros. Sin
embargo, sus restos han sido borrados por la ero-
sin o enterrados. Fueron las cuevas y abrigos los
lugares que ofrecan el mejor amparo ante las
inclemencias del tiempo y los preferidos como
campamentos residenciales y logsticos.
La continuidad con el patrn de poblamiento
anterior es evidente. Los magdalenienses habita-
ban preferentemente la zona costera; seguramen-
te por disponer de mejores comunicaciones tanto a lo largo del corredor litoral como para
adentrarse hacia el interior de la regin a travs de
los valles fluviales, contar con un clima menos
riguroso que en las zonas de montaa y disponer
de mayor riqueza de recursos para la subsistencia.
Los yacimientos magdalenienses coinciden en
numerosas ocasiones con los solutrenses. Suelen
localizarse cerca de la orilla actual del mar, en las
crestas o en colinas de las llanuras costeras y en
los valles fluviales bajos.De este modo, las sociedades magdalenienses ocu-
paron la franja costera, remontaron los cauces flu-
viales y alcanzaron zonas de montaa. Vivieron,
no slo en la Cueva de Altamira, sino tambin en
otras cavernas situadas en el entorno (tabla 2).
El apreciable incremento de yacimientos magdale-
nienses respecto a los solutrenses acaso est mar-
cando, siempre dentro de la baja densidad de
poblacin propia de todo el Paleoltico, un cierto
crecimiento demogrfico, que se acentuar en los
momentos finales del perodo.
El arte del Magdaleniense
El arte paleoltico evoluciona y alcanza durante el
Magdaleniense su apogeo, tanto en sus manifesta-
ciones parietales como muebles. Las obras de arte
mobiliar son ms abundantes que en cualquier otro
Los tiempos de Al
En la pgina s iguiente ta
Yacimientos Magdalenien
Puntas de azagayas magd
de asta de ciervo (Cueva
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Yacimientos Magdalenienses
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perodo anterior, sobre todo en algunas estaciones
privilegiadas, como El Pendo, que ha proporciona-
do una de las mejores colecciones de todo el
Paleoltico europeo: bastn perforado decoradocon ciervo, ciervas y quido (fig. 38 del catlogo);
bastn perforado con cabra en visin frontal;
hueso grabado con caballo en el anverso y serpen-
tiforme en el reverso; hueso con caballo y bvido;
compresor con caballo (Foto. 12); colgante decora-
do denominado bramadera del Pendo (fig. 39 del
catlogo); colgante con representacin de pez (fig.
10 del catlogo)... Podemos mencionar otras bellas
obras halladas en el pas de Altamira: el contor-
no recortado de cabeza de cierva del Juyo (fig. 34
del catlogo); el hueso con grabado de caballo deLa Pila (fig. 35 del catlogo); el bastn perforado
con ciervo de Cualventi (fig. 37 del catlogo); el
bastn perforado con ciervo del Castillo (fig. 36 del
catlogo); la esptula de hueso decorada con cabra
monts de La Garma; los omplatos co
del Castillo (fig. 33 del catlogo); las plaq
arenisca de Sovilla (una con cabeza de cab
con una lnea crvico-dorsal de cuadrpedLos artistas se esforzarn por acercar la im
los animales a la realidad, adoptando la p
va adecuada (especialmente patente en l
mentas), el despiece en el interior de la fig
marcar el lmite entre superficies de disti
racin o longitud de pelaje) e introducien
sos tcnicos como el grabado estriado o l
nacin de dos colores. Resulta, ahora,
cuente que en los perodos anteriores la a
de pintura y grabado, el empleo de ste
de trazo simple repetido, la representacicuatro patas de los animales -incluyendo
como ollares, ojos y boca- y el equilibrio
lneas que configuran las siluetas (pectora
crvico dorsal, extremidades, etc.).
Arte magdaleniens e: fragmento de
hueso con caballo grabado (Cueva del
Pendo)
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Los tiempos de Al
Arte magdaleniense : biso
(Cueva de La Pasiega)
A veces, ciertos procedimientos de despiece se
aplican en funcin de la especie animal. En los
caballos pueden aparecer lneas de divisin en el
extremo de la cara que aislan el morro, o bien sedistribuye la zona interior a travs del despiece en
M que marca el lmite entre el rea ventral y el
resto del tronco. Sin embargo, en las cabras, el des-
piece ventral suele ser rectilneo. Los bisontes pue-
den llevar una lnea oblicua, extendida desde las
patas anteriores a la cola que individualiza la giba o
la pelambrera del cuello, seguida de una peculiar
barbilla apuntada. Estos bvidos portan, habitual-
mente, una lnea que se extiende desde el ojo al
nacimiento del cuerno y la oreja.
En el Magdaleniense proliferan los santuariosrupestres: Altamira, El Castillo, La Pasiega, Las
Monedas (Puente Viesgo), Chimeneas (Puente
Viesgo), Las Aguas (Novales), El Linar (La Busta),
Sovilla, Hornos de la Pea (Tarriba), La Garma....
Tras este perodo de florecimiento, el arte parietal
se desvanece y no se encuentran rastros de l en la
poca aziliense.
El Magdaleniense: un estilo de vida
Conocemos la vida de los cazadores-recolectores
magdalenienses gracias a los restos de sus activida-
des descubiertos en las cuevas que ocuparon.
Pudo existir hbitat al aire libre, como sucedi en
otros lugares de Europa, pero en la regin cant-
brica no se ha encontrado ninguna evidencia.
En los vestbulos de las cavernas, iluminados por
la luz diurna y protegidos de las inclemencias
meteorolgicas, desarrollaban las tareas cotidia-
nas. En este entorno acogedor, acondicionaron
el espacio y distribuyeron sus quehaceres, regu-
lando, segn el ciclo solar, el ritmo de sus activi-dades. El calor y la luz de los hogares, especial-
mente a partir del crepsculo, aglutinaran la vida
del grupo. Al final de la jornada, este ambiente
recogido y sugestivo posiblemente anim la con-
versacin y la transmisin oral de las tradiciones
y las leyendas ancestrales.
Las cornamentas de los ciervos y los huesos eran
la materia prima para fabricar instrumentos meti-
culosamente pulimentados, como punzones para
perforar las pieles, delicadas agujas para coser ypuntas de azagaya para la caza. Tallaban piedras de
slex y cuarcita, entre otras, convirtindolas en efi-
cientes herramientas: raspadores, buriles, perfora-
dores, cuchillos, raederas, denticulados, muescas,
laminillas de dorso, etc. Debieron de aprovechar
tambin la madera para fabricar un diversificado
instrumental aunque, debido a su carcter perece-
dero, su conservacin es excepcional.
Las pieles de los animales abatidos eran secadas,
una vez retirada la grasa de la cara interna con ras-
padores de piedra, en bastidores de madera. Mstarde, se curtan con ocre y otras sustancias.
Finalizado este proceso servan para confeccionar
ropa, zurrones, etc.
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Los magdalenienses se preocuparon de completar
su vestimenta, atavindola con diversos objetos
como dientes, manifestando predileccin por los
caninos atrofiados de ciervo, y las conchas perfo-radas que se cosan a la ropa o formaban parte de
llamativos collares.
La caza, la pesca, el marisqueo y la recoleccin de
vegetales les proporcionaban el sustento. En el
terreno cinegtico, los magdalenienses se especia-
lizaron en la cacera del ciervo y, en las reas mon-
taosas, de la cabra. Otras especies, como el bison-
te, el caballo e, incluso, el rebeco fueron captura-
das, aunque con menos frecuencia. Se aprovecha-
ban ntegramente: carne, grasa, tutano, tendones,
cuero, astas, huesos... Tambin se increment laexplotacin de diversos recursos como la pesca
fluvial, sobre todo, de salmones y truchas, y el
marisqueo, con preferencia por lapas (Patella vulga-
ta) y caracolillos (Littorina littorea) de buen tamao.
La recoleccin de vegetales, seguramente, fue muy
importante en su dieta pero, dada su efmera pre-
servacin, apenas ha dejado rastro en el registro
arqueolgico. No obstante, el estudio de dos dien-
tes recuperados en la cueva del Rascao apunta
hacia la importancia de los recursos vegetales en la
alimentacin cotidiana.Vivan congregados en bandas de cazadores-reco-
lectores. Es decir, agrupaciones itinerantes, con
escaso nmero de personas, apenas unas decenas,
unidas por lazos de parentesco, con tendencia a la
distribucin igualitaria de los bienes, en las que
existira un liderazgo informal.
El trabajo se repartira, muy posiblemente, segn
la edad, el sexo, la habilidad y la posicin de cada
miembro del grupo. La supervivencia era una tarea
en la que todos participaban: hombres y mujeres,
adultos y nios. La mayora de los adultos eran
jvenes, siendo poco habitual la supervivencia por
encima de los cuarenta o cincuenta aos.
Desconocemos dnde y cmo enterraban a sus
muertos. En nuestras latitudes, a diferencia de
otras regiones de Europa, no se han encontrado
enterramientos de esta poca, ni en cuevas, ni al
aire libre.
Nos hallamos, en el momento lgido de l
paleolticos: su rgimen de vida haba alc
madurez. Eran seminmadas y sus mov
por el territorio fueron ms fluidos y plabuscando, en cada circunstancia, los lug
propicios en funcin de los desplazamien
animales que les servan de alimento
dems recursos disponibles. El pasillo lit
valles de los ros servan de vas de comu
rigindose, los traslados, por ciclos esta
As, las zonas de montaa, adecuadas pa
tura de especies adaptadas a una orograf
ta, como la cabra, se ocuparan en prim
verano, cuando las temperaturas se mode
poca en que el salmn remonta el curros para el desove atraera a los hombres
riberas, mientras que los perodos de ma
invitaran a acercarse a la costa para pr
marisqueo con mejor rendimiento. Las
das de maduracin de los diversos frutos
marcaran el viaje hacia reas fecunda
recoleccin de cada uno de ellos.
Estas actividades econmicas no siempre
el traslado de toda la banda, sino que s
organizar partidas que explotaban puntua
recurso y regresaban al campamento basecompartiran con el resto del grupo.
Esta dinmica de asentamientos por el
hizo que no fuera uniforme el sistema d
las cuevas. Unas, como El Castillo, ampli
situadas en lugares estratgicos algo eleva
dominio visual del territorio y control de
mientos de la caza y otros grupos huma
guardadas de las crecidas de los ros, pr
zonas de aprovisionamiento de materia
con agua y copiosos alimentos en su ento
an campamentos base, poblados duran
parte del ao. Otras, ms pequeas, ubica
a recursos estacionales, como Rascao,
partidas menos numerosas en intervalos
po ms cortos. Seran campamentos sat
culados en torno al campamento base
desempear distintas funciones: campam
paso para muy cortas estancias, campam
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trabajo para el abastecimiento de materia ltica,
caza, recoleccin, etc. Ciertas cavernas de hbitat
cuentan con manifestaciones artsticas parietales
pero otras no. Adems, existen grutas con arterupestre sin vestigios de habitacin (Chimeneas y
Monedas), por lo que parece que su nica funcin
fue la de santuario.
Quiz, los grupos locales de un amplio territorio
se reuniesen peridicamente en unidades residen-
ciales importantes, aprovechando la concentra-
cin de recursos en puntos precisos, como las
zonas de paso de manadas en sus movimientos
migratorios, en determinadas pocas del ao.
Estos sitios de agregacin de las bandas tal vez
poseyeran una especial significacin simblica yacogieran ciertas celebraciones. Serviran para el
intercambio no slo de productos, tcnicas y
experiencias, sino tambin de personas, lo que
evitara problemas de endogamia y consanguini-
dad. Algunos prehistoriadores piensan que
Altamira pudo ser uno de estos lugares.
El ocaso de los tiempos glaciares
Hace unos 10.000 aos, durante el perodo cultu-ral Aziliense, acababa la ltima pulsacin fra de la
glaciacin de Wrm y con ella el Pleistoceno.
Comenzaba entonces el perodo en el que nos
encontramos actualmente: el Holoceno.
El clima experiment un cambio decidido hacia
condiciones menos rigurosas. De este modo, las
temperaturas ascendieron y aument la pluviosi-
dad, avanzando los bosques y transformndose el
paisaje vegetal. Los rboles propios de clima oce-
nico colonizaron los valles y las laderas de las
montaas. Los animales mejor adaptados al fro
migraron hacia latitudes septentrionales o se extin-
guieron, mientras proliferaron otros, como el
corzo o el jabal, ms favorecidos por los ambien-
tes templados y boscosos.
La cultura cambi, acomodndose a los nuevos
tiempos y adquiriendo nuevas estrategias de super-
vivencia. El mundo espiritual, los mitos y creencias
de los cazadores-recolectores del Paleoltico
Superior se diluyeron y su formidable arte, expre-sin primigenia del genio creador humano, qued
dormido en el subsuelo y en las paredes de las
cavernas. El gran libro de la Historia haba pasado
una de sus pginas ms pasionantes.
1 Ver captulos de Altuna, J. y Carrin, J. S.; Dupr, M.
en este mismo libro.
Notas
Arte magdaleniens e: caba
pintados (Cueva de Las M
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