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PERSONAJES
HALVARD SOLNESS.ALINA SOLNESS.HILDA WANGEL.KAIA FOSLI.
KNUT BROVIK.RAGNAR BROVIK.DOCTOR HERDAL.UNA SEORA.UNA VOZ.OTRA VOZ.
Seoras y gente del pueblo.
Epoca actual.
Derecha eizquierda, las del actor.
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ACTO PRIMERO
Sala modestamente decorada, que se suponeque es el gabinete de trabajo de Solness. Puertaspracticables a derecha, izquierda y foro, que
conducen: la de la izquierda, a la antesala; laderecha, al interior de la casa; la del foro, a ungabinete de dibujo. En el proscenio, a la izquierda,una mesa-escritorio, con libros, papeles y otrosobjetos adecuados. Cerca de la puerta una estufa.En el ngulo de la derecha un divn, una pequea
mesa y dos sillas; sobre la mesa una botella conagua y un vaso. En el proscenio, a la derecha, unamesita ms pequea y junto a ella algunostaburetes y una, mecedora. Lmparas de trabajoencendidas en el cuarto de dibujo, en lamesa-escritorio y en la mesa del ngulo. En el
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cuarto de dibujo estn sentados y trabajando
KNUT y RAGNAR.Junto a la mesa grande est KAIA hojeando ellibro mayor. KNUT es un viejo delgaducho, conbarba y cabellos blancos, que viste traje negro algousado ya, pero decente, y corbata blanca, y usaantiparras. RAGNAR tiene treinta aos, rubio,
viste bien y anda ligeramente, encorvado. KAIAes una joven graciosa, de aspecto delicado, deveinte aos de edad; viste con elegancia, y llevapuesta una pantalla verde sobre la frente, paraprivar a los ojos de la accin directa de la luz. Lostres trabajan un momento en medio del ms
completo silencio.
ESCENA PRIMERAKNUT, KAIA y RAGNAR
KNUT. (Levantndoserepentinamentedela mesa en quetrabaja, respira con fuerza, como quien est muy fatigado,
y avanza hacia la puerta del gabinete). - No puedoms!KAIA. (Yendo, al encuentro deKnut). -To, ests hoypeor?
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KNUT. -S; estoy peor cada da.
RAGNAR. (Aproximndosea Knut y Kaia). Mejorser que te vayas a casa, padre, y procures dormirun poco.KNUT. (Malhumorado). -Que me vaya a la cama?Es que quieres que me ahogue de todas maneras?
KAIA. -Entonces, ve a dar un pequeo paseo.RAGNAR. -Eso es, y, si quieres, te acompaar.KNUT. (Con fuerza). -No, no he de irme si l noviene aqu primero. Preciso es que hoy le hable contoda claridad... (Con rabia contenida). Es Preciso queel maestro lo sepa hoy todo...
KAIA. (Con ansiedad). -No, to, no; espera todava.RAGNAR. -Ser preferible que esperes an, pa-dre!KNUT. (Respirando afanoso). - Ah! Ah!... Con eltiempo que tengo por delante, puedo resignarme aesperar!
KAIA. (Escuchando atenta). -Silencio!... aqu est: lsube la escalera. (Los tres reanudan el trabajo. Pausabreve. Solness entra por la puerta de la antesala. Es
persona demediana edad, sano y robusto, cabello corto y
rizado, barba abundosa y cejas obscuras y espesas. Lleva
debajo del brazo un rollo deplanos).
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ESCENA IIDichos, y SOLNESS
SOLNESS. (Desdela puerta, indicando el gabinete dedibujo). - Se han marchado?
KAIA. (Tambin en voz baja y moviendo la cabeza).-No. (Se quita la pantalla de sobre los ojos. Solnessatraviesa, la escena, poneel sombrero sobreuna silla, deja
los papeles sobrela mesa del ngulo y seacerca a Kaia,
quecontina escribiendo, sin levantar la cabeza, aunque
pareceestar nerviosa y agitada).
SOLNESS: (En voz alta). -Qu hace aqu laseorita Kaia?KAIA. (Sobresaltada). -Oh! no es nada, es...SOLNESS. -Djeme verlo, seorita... (Mirando porencima del hombro dela joven). Oh! Kaia...
KAIA. (Sin dejar deescribir y en voz muy baja). -Ques?...SOLNESS. -Por qu se quito la pantalla, cuandoyo vengo?KAIA. Oh! Me pone tan fea!
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SOLNESS. (Sonriendo). - Y eso no lo quieres t,
verdad?KAIA. (Mirndole). -No, ni por todo el oro delmundo. No quiero ser fea... a sus ojos.SOLNESS. (Acariciando los cabellos de la joven). -Pobre nia!... Ah! Pobre Kaia!KAIA. (Bajando la cabeza). -Silencio, podran
ornos... (Solness dirgesecon cautela haca la derecha,luego vuelveresueltamentey sedetienejunto a la puerta del
fondo).SOLNESS. - Ha venido alguien a preguntar porm?RAGNAR. (Se levanta). -S; han estado aquellos
jvenes que quieren construir una casita cerca deLvstrand.SOLNESS. (A media voz). -Ah! Esos puedenesperar. No se me ha ocurrido todava proyectoalguno.RAGNAR. (Seacerca ms, pero mostrando indecisin).
-Desean tener los borradores, siquiera, lo antesposible.SOLNESS. -Ah! Lo creo; todos quieren lomismo.KNUT. (Levanta, la cabeza). Han dicho que tienenmuchas ganas de vivir en casa propia.
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SOLNESS. -Ciertamente, ciertamente, ya s lo que
esto significa. Toman siempre lo que encuentran ycmo lo encuentran... Estos suelen contentarsecon un mal barracn, pues de casa slo tiene elnombre. Dejen que s dirijan a otro... Dganseloas, si acaso vuelven.KNUT. (Selevanta las antiparras hasta la frentey le
mira asombrado). - No har este trabajo?SOLNESS. (Impaciente). -No, no... por Dios! Si hade ser as, sea as... ser mejor todava que levantaruna casa en el aire. (Con viveza). Adems, todavano conozco bastante a esa gente:KNUT. Es gente seria; Ragnar los conoce,
frecuenta la familia.SOLNESS. -Seria, seria!... No era esto lo que quisedecir. Dios mo! ni siquiera usted me comprendeya ahora? (Con violencia). No quiero negocios conextranjeros a quienes no conozco. Por mi parte,pueden dirigirse a otro arquitecto cualquiera.
KNUT. (Selevanta). - Habla seriamente?SOLNESS. (Bruscamente). Hablo seriamente... Porahora, al menos. (Knut cruza su mirada con Ragnar,quehaceun gesto como denegando y luego sedirigea la
antesala).KNUT. -Me permite que le diga dos palabras?
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SOLNESS. -Con mucho gusto.
KNUT. (A Kaia). -Esprame en la otra habitacin.KAIA. (Nerviosa). -Pero... no... no, to...KNUT. -Haz lo que te he dicho, Kaia, y cierra lapuerta. (Va hacia el cuarto dedibujo, indecisa, mira unmomento a Solness, con mirada suplicante, y cierra tras s
la puerta).
ESCENA IIIKNUT y SOLNESS
KNUT. (Ms calmado). -Noquiero, que mis Pobres
hijos sepan todava lo grave que estoy.SOLNESS. Realmente, tiene usted hoy un as-pecto muy abatido.KNUT. -Llego al trmino del viaje. Mis fuerzasdisminuyen de da en da...SOLNESS. -Pero, sintese.
KNUT. - Gracias!SOLNESS. (Le acerca un poco la mecedora). Aqu,hgame el favor... Pues...?KNUT. (Sintasecon trabajo). -Se trata de Ragnar.Qu piensa hacer con l?
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SOLNESS. -Oh! Pues es muy natural: su hijo
continuar a mi hado mientras l quiera.KNUT. -Esto es precisamente lo que no quiere...No puede seguir as; l lo dice...SOLNESS. -Es que no se le paga aqu suficiente?No obstante, s pretende algo ms, no he deoponerme...
KNUT. -No, no. No se trata de esto. (Impaciente).Pero importa que... alguna vez comience a trabajarpor cuenta propia.SOLNESS. (Sin mirarlo). -Cree usted que Ragnarpuede ya hacer esto?KNUT. -Esta es la gran cuestin; esto es lo que
me espanta. Yo tambin comienzo a dudar de mihijo. En realidad, apenas si le ha dirigido ustedalguna que otra frase de elogio... Y, no obstante,me parece que tiene excelentes disposiciones parael trabajo.SOLNESS. -La verdad es que saber, realmente a
fondo, no es gran cosa lo que sabe, aparte eldibujo...KNUT. (Mirndolo con recelo y hablando con voz ronca).-Usted tampoco adelant gran cosa en el arte,mientras estuvo a mi servicio, y, sin embargo,usted se sali con la suya (Respirando afanosamente) y
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hoy trabaja y gana ms que yo gan... ms que
otros muchos.SOLNESS. -As lo quiso mi suerte.KNUT. Dice usted bien: le fue muy propicia lasuerte; pero, por esto mismo, no puede usteddejarme llegar a la fosa, antes que me haya sidodado ver de lo que es capaz Ragnar. Adems,
quiero verlo casado... antes que me muera.SOLNESS. (Ansioso). -Y por Kaia lo quieretambin?KNUT. -En cuanto a Kaia no me importa tanto;pero Ragnar habla siempre de lo mismo y a todoel mundo. Debiera proporcionarle usted algn
trabajo. Deseo ver, antes de morir, alguna obrasuya.SOLNESS. (Irritado). -Yo no puedo ir a buscarletrabajo a la luna!KNUT. -Precisamente ahora podra usted con-fiarle un importante trabajo.
SOLNESS. (Sorprendido y con inquietud). A l?KNUT. -Si usted quisiera hacer esto...SOLNESS. -Pero, de qu trabajo se trata?KNUT. (Vacilante). -Se tratade la construccin deaquella casita, cerca de Lvstrand.
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SOLNESS. - Habla usted en serio? Ese hotel he
de construirlo yo.KNUT. -Pero, si usted no quiere...SOLNESS. -Que no quiero?... Quin ha dichosemejante cosa?KNUT. -Usted mismo lo ha dicho, no hacemucho.
SOLNESS. -Cree usted que Ragnar podraconstruir el hotelito?KNUT. -Por qu no? Conoce a la familia...Adems, para entretenerse, han hecho algunosdibujos, un plano general y tambin todo lo que...SOLNESS. -Y est satisfecho de su proyecto?
KNUT. S, bastara que usted quisiera verlo... yaprobarlo.SOLNESS. -De manera que dejara usted aRagnar que construyera la casa?KNUT. Me ha agradado bastante la idea. Serauna casa completamente nueva... y segn dicen
ellos...SOLNESS. (Reprimiendo el coraje). -Ah! Conquehaban venido a hablar con Ragnar... mientras yoestaba ausente...
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KNUT. -Venan a hablar con usted y a saber, en el
caso de que usted se mostrase dispuesto arenunciar...SOLNESS. (Impetuoso). -Yo renunciar?KNUT. -Y en el caso de que le agradaran losdibujos de Ragnar...SOLNESS. -Retirarme yo para hacer puesto a su
hijo?...KNUT. -Renunciar la contrata.SOLNESS. Es lo mismo (Rindose irnicamente).As, pues, la cosa es clara. Halvard Solness debecomenzar a retirarse para dejar paso a los msjvenes, a los nios, dira casi... Conque dejar
paso, eh?...KNUT. -Creo que en el mundo hay sitio para msde uno.SOLNESS. -No s si hay sitio para muchos... Detodas maneras, no he de retirarme, al menosespontneamente.
KNUT. (Levantndosecon fatiga). -As, pues, tendrque morirme sin la menor esperanza? Sin el mspequeo consuelo? Sin haber visto una sola obrade mi hijo?SOLNESS. (Volviendo la cabeza). -Vaya!... Noinsista.
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KNUT. -Tan tristemente he de dejar esta vida
miserable?SOLNESS. (Duda primero; despus habla con voz firme,pero muy velada). -Dejar usted esta vida comomejor sepa y pueda.KNUT. -Sea, entonces. (Atraviesa el saln).SOLNESS. (Acercndose conmovido al viejo). -No
puedo hacer otra cosa... Yo soy el que soy... no esposible cambiarme.KNUT. -No, no... es verdad que no puede. (Andavacilando un poco, y al fin sedetienejunto a la mesa del
rincn). Me permite que tome un vaso de agua?SOLNESS. -Le suplico... (Echa agua en el vaso y selo
presenta al anciano).KNUT. -Gracias. (Bebey deja el vaso. Solness va aabrir la puerta del gabinetededibujo).
ESCENA IV
Dichos, RAGNAR y KAIA
SOLNESS. -Ragnar, acompae a su padre a casa.(Ragnar selevanta y entra con Kaia en el estudio).
RAGNAR. -Pues, qu sucede, padre?KNUT. -Dame el brazo. Andando!
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RAGNAR. - Vamos, y t preprate tambin, Kaia.
SOLNESS. La seorita Kaia,tiene que quedarsetodava un momento... hade escribir una carta.KNUT. (Mirando a Solness). -Buenas noches, ydescanse bien... si puede hacerlo!SOLNESS. -Buenas noches! (Knut y su hijo salenpor la puerta dela antecmara; Kaia, seacerca a la mesa-
escritorio; Solness qudasems a la derecha, con la cabezabaja).
ESCENA VSOLNESS y KAIA
KAIA. (Con indecisin). -Es...una carta?SOLNESS. (Como distrado). -Qu carta...(Mirndola fijamente) Kaia!...KAIA. (Temblorosa, y a media voz). -Qu esentonces?...
SOLNESS. (Imperativamente). -Acrcate!KAIA. (Vacilante). -Aqu estoy.SOLNESS. (Como antes). -Ms cerca.KAIA. (Obedeciendo) -Qu desea de m?SOLNESS. (La mira un momento). -Debo darle austed las gracias de cuanto ha pasado aqu?
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KAIA. -Oh! No,crame.
SOLNESS. Pero, casarse con l... quiere deveras casarse?KAIA. (Con pausa). -Ragnar y yo somos pro-metidos desde hace cuatro aos... cinco aoshace... y ahora...SOLNESS. Ahora es preciso tomar una
resolucin, no es eso?KAIA. -Ragnar y el to dicen que es necesario queyo me someta...SOLNESS. (Ms calmado). Kaia, en el fondo... enel fondo usted no ama a Ragnar.KAIA. -Hubo un tiempo en que lo am mucho...
fue antes de venir a esta casa.SOLNESS. -Y ahora no?... Es cierto esto?KAIA. (Con pasin y juntando las manos). Bien sabeusted que ya no amo ms que a una solapersona!... que no puedo amar ya a ningn otrohombre!
SOLNESS. -S... y luego me deja, me abandona.KAIA. -Es que no podra yo seguir aqu, aunqueRagnar...?SOLNESS. (Con gesto negativo). -No, esto esabsolutamente imposible. Si Ragnar se declara,
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independiente y comienza a trabajar por cuenta
propia, tendr necesidad de usted.KAIA. (Retorcindose las manos). -Ah! Cree quepodr nunca separarme de usted? Es imposible,completamente imposible.SOLNESS. Entonces procure disuadir a Ragnarde su extravagante idea. Csese con l...
(Cambiando detono) mientras consiga que se quedeaqu... As no la pierdo a usted tampoco, amadaKaia.KAIA. -Ah! Si pudiramos lograr lo que dice!SOLNESS. (Le toma la cabeza entre las manos ymurmura suavemente). -Porque no puedo yo estar sin
ti, comprendes? ... Quiero tenerte siempre a milado, siempre...KAIA. (Convulsivamente). -Ah! Dios mo!...SOLNESS. (Besndola) -Kaia... Kaia...KAIA. (Arrodillndosea sus pies). -Oh! Qu buenoes usted conmigo!... qu bueno!...
ESCENA VIDichos, y la seora SOLNESS
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SOLNESS. (Con ansiedad). -Levntese, levntese...
(Ayuda a levantarsea Kaia, y sta sedirigehacia lamesa.Entra la seora Solness por la puerta dela derecha; tiene
aspecto enfermizo y est flaca, conservando todava algn
rasgo debelleza, como los rubios y rizados cabellos; es
elegantey va vestida denegro. Habla despacio y con voz
algo quejumbrosa).
SRA. SOLNESS. (Desdela puerta). -Halvard!SOLNESS. (Volvindose) -Ah! Eres t, querida?SRA. SOLNESS. (Mirando a Kaia). -Te impor-tuno?SOLNESS. -Oh! No, de ninguna manera. Laseorita Kaia tiene que escribir una carta.
SRA. SOLNESS. -Ah! Ya lo veo.SOLNESS. -Tenas algo que decirme, Alina?SRA. SOLNESS. -Vengo solamente a decirte queest en casa el doctor Herdal, y si quieres verlo...SOLNESS. (Mirndola con recelo). -Est bien. Tienemucha necesidad de hablar conmigo?
SRA. SOLNESS. No. Ha venido a visitarme am, y desea aprovechar la ocasin para saludarte.SOLNESS. -Bien, bien. En ese caso, rugale queespere un momento.
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SRA. SOLNESS. (Mirando, otra vez a Kaia). -
Tardars todava un poco, no es eso, Halvard?(Vasecerrando la puerta).
ESCENA VIIKAIA y SOLNESS
KAIA. (A media voz). -Oh! Dios mo!... Sin dudala seora pensar mal de m.SOLNESS. Ah! Eso no, ni en sueos siquiera. Detodas maneras, sera preferible que se marcharaahora, Kaia.
KAIA. -S, s; enseguida.SOLNESS. (Con severidad).Yhaga lo posible paracomplacerme. Ha comprendido?KAIA. -Oh! Si no dependiera ms que de mi...SOLNESS. -Quiero que maana quede todoarreglado.
KAIA. -Si no hubiera ms remedio, rompera conl!...SOLNESS. (Con violencia). -Se atrevera usted aromper con l?...KAIA. -S, antes que... Yo deseo continuar aqu,porque no podra vivir de otro modo.
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SOLNESS. (Se levanta). -Pero, por Dios, y
Ragnar? Si es nicamente por Ragnar por lo que...KAIA. (Mirndoleasustada). -Ququiere decir coneso?... Es que intenta servirse de m slo para...?SOLNESS. -Ah! No, no haga caso. Me heexplicado mal. (Con dulzura y a media voz). A ustedes a quien quiero tener aqu, siempre a mi lado,
con preferencia a cualquier otra persona. Y poresto es por lo que debe persuadir a Ragnar paraque se quede en mi casa... Pero ya es hora de quese marche...KAIA. -S, s buenas noches.SOLNESS. -Buenas noches. (Como llamndola).
Ah! Dgame, estn aqu los dibujos de Ragnar?KAIA. -Creo que s, pues no he visto que se losllevara.SOLNESS. Haga el favor de trarmelos. Deseoexaminarlos un momento.KAIA. -Oh! S, examnelos...
SOLNESS. -Por complacer a usted, amada Kaia.KAIA. (Va al gabinetededibujo, busca ansiosa en unodelos cajones dela mesa, y saca una carpeta quelleva a
Solness). -Aqu estn todos los dibujos.SOLNESS. -Bien, djelos sobre aquella mesa.
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KAIA. (Despus de dejar los dibujos sobre la mesa).
-Ahora, buenas noches! (Con ademn suplicante). Ypiense mucho en m, con bondad, con simpata,...SOLNESS. -Ah! No lo dude. Buenas noches,amada Kaia! (Mira con disimulo hacia la derecha).Apresrese usted... es muy tarde.
ESCENA VIIIDichos, el Doctor HERDAL y la seora SOLNESS.
(La seora Solness y el doctor por la derecha. El
doctor es hombredemediana edad, corpulento, decara
redonda y alegre; tienelos cabellos blancos y lleva afeitadoel rostro; usa lentes deoro).
SRA. SOLNESS. (Desde la puerta). -Halvard, eldoctor no puede esperar ms tiempo.SOLNESS. -Que pase, entonces, que pase.SRA. SOLNESS. (A Kaia, queha bajado la luz dela
lmpara). -Ha terminado ya la carta, seorita?KAIA. (Con pausa). -La carta?... Ah! s, era muybreve.SRA. SOLNESS. -Realmente, muy breve tena queser para que haya concluido tan pronto.
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SOLNESS. -Rugole, seorita Kaia, que venga
temprano maana.KAIA. - Est bien. Buenas noches, seora! (Vasepor la izquierda).
ESCENA IX
SOLNESS, seora SOLNESS y el DOCTOR.
SRA. SOLNESS. -Debes estar muy satisfecho,Halvard, de esa seorita.SOLNESS. -Efectivamente, lo estoy, porqueacierta en todo.
SRA. SOLNESS. -Ya se ve.DOCTOR. -Entiende mucho de contabilidad?SOLNESS. -Oh! Ha aprendido muchsimo enestos dos ltimos aos. Adems, est siempredispuesta a hacer cuanto se le ordena.SRA. SOLNESS. -Es una cualidad muy impor-
tante y muy digna de elogio.SOLNESS. -Ciertamente, y, sobre todo, cuandono se est acostumbrado a verla en las personasque ms de cerca nos rodean.SRA. SOLNESS. (Con suavereconvencin). -Lo dicespor m, Halvard?
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SOLNESS. -No, no, amada Alina. Dispnsame.
SRA. SOLNESS. -No hay de qu. Seor doctor,tomar luego el te con nosotros?DOCTOR. -Vendr apenas acabe de visitar a misenfermos.SRA. SOLNESS. -Confo en ello. (Vase por laderecha).
ESCENA XSOLNESS y el DOCTOR
SOLNESS. -Tiene mucha prisa, doctor?
DOCTOR. -No, ciertamente.SOLNESS. - Entonces, podramos hablar unrato?DOCTOR. -Con mucho gusto!SOLNESS. -Tome asiento. (Hacesentar al doctor enla mecedora y l sesienta en la butaca). Dgame... Ha
notado algo en Alina?DOCTOR. -Ahora?... Mientras estaba, aqu?SOLNESS. -S... No ha observado en ella algoextraordinario?DOCTOR. (Sonrindose). -Oh! s, ciertamente...Nopuede escaparse a nadie que a su esposa...
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SOLNESS. -Qu?
DOCTOR. -Que a su esposa no le es muysimptica la seorita Kaia.SOLNESS. -Nada ms que eso?... Eso ya lo habaobservado yo tambin.DOCTOR. -Y no creo que deba maravillar anadie...
SOLNESS. -Qu?DOCTOR. -Que no vea con buenos ojos a unamujer que pasa el da entero en esta casa.SOLNESS. Tiene usted razn... y tambin Alina;pero no puede ser de otro modo.DOCTOR. -No podra tomar un escribiente?
SOLNESS. -El primero que llamara a la puerta?No sabra qu hacer de l.DOCTOR. -Pero, y si su esposa, dbil como est,no pudiera soportar por ms tiempo...?SOLNESS. -Entonces, tanto peor. Kaia ha deseguir en mi casa... la necesito, y nadie puede
substituirla.DOCTOR. -Nadie?... De veras?...SOLNESS. -Nadie.DOCTOR. (Acercando su asiento a Solness). Oiga,seor Solness, me permite que le dirija unapregunta?
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SOLNESS. -Hable usted.
DOCTOR. -Las mujeres, todos lo sabemos, paraciertas cosas tienen un olfato finsimo.SOLNESS. -Cierto... Y qu ms?DOCTOR. -Que si su esposa no puede, realmen-te, sufrir a Kaia...SOLNESS. -Significa... ?
DOCTOR. No digo tanto... Pregunto solamentesi esa antipata est justificada.SOLNESS. (Lemira y selevanta luego). Oh!... Oh!DOCTOR. -No tome a mal que insista en querersaber si esa antipata es justificada.SOLNESS. (Brevey decidido). -No, es absolutamente
injustificada.DOCTOR. -Por consiguiente, no hay la menorrazn... ?SOLNESS. No ninguna. En el fondo, no hayotra cosa sino el carcter celoso de m esposa.DOCTOR. -Yo s, amado Solness, que ha...
tratado usted a muchas mujeres.SOLNESS. -No lo niego.DOCTOR. -Y s tambin que ha querido muchoa alguna de ellas.SOLNESS. -Tambin es verdad.
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DOCTOR. -Y, en cuanto a la seorita Kaia... no
hay nada? nada....?SOLNESS. No; por mi parte no...DOCTOR. -Y por parte de ella?SOLNESS. Creo, doctor, que no tiene ustedderecho a hacerme semejantes preguntas.DOCTOR. -Hablemos, entonces, del olfato de
mujer.SOLNESS. -En cuanto a esto... (Bajando la voz)Alina, como usted deca, tiene un olfato finsimo,es verdad.DOCTOR. -No lo dije yo?SOLNESS. (Sentndose). -Doctor amigo, si quiere
prestarme atencin, le contar una historia muyextraa.DOCTOR. -Ya estoy escuchando.SOLNESS. -Recordar que admit a Knut Broviky a su hijo en mi casa cuando el viejo seencontraba en muy mala situacin.
DOCTOR. -S, he odo hablar de eso.SOLNESS. -Son dos personas excelentes, muyhonradas, lo reconozco; pero suponga usted queun da se le ocurre al joven Brovik enamorarse... Y,naturalmente, apenas casado, querr trabajar por
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cuenta propia. Todos los jvenes tienen esas
aspiraciones.DOCTOR. (Riendo). -En efecto, todos tienen lamana de querer casarse.SOLNESS. -Esto a m no me conviene, porquetengo necesidad de Ragnar y hasta de su padre,porque ste no tiene rival en los clculos de las
resistencias, de los volmenes y de otras muchascosas que a m me fastidian.DOCTOR. -Y, no obstante, stas son cosasnecesarias.SOLNESS. -Indudablemente. Pues bien; Ragnarquiso empezar a trabajar ya por su cuenta, y yo no
poda oponerme...DOCTOR. -Sin embargo, ha continuado aqu.SOLNESS. -Oiga cmo. Un da vino Kaia a ver-le... no recuerdo por qu. Al verla, supuse enseguida que se amaban y se me ocurri una idea. Siconsigo que la muchacha s quede en casa, pens,
Ragnar continuar tambin.DOCTOR. -Fue una excelente idea.SOLNESS. -No dije de esto una sola palabra,fjese bien, no hice ms que mirarla, mirarla... ydesear con todas mis fuerzas tenerla en mi casa,
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tenerla aqu, a mi lado. Despus habl con ella
algunas palabras, palabras indiferentes...DOCTOR. -Y luego?SOLNESS. -Al da siguiente, al anochecer, cuandoya el viejo y su hijo haban salido de aqu, volvi lajoven y me habl como si entre nosotros hubieramediado una secreta inteligencia.
DOCTOR. -Una secreta inteligencia?... Acercade qu?SOLNESS. -Acerca de lo que yo haba pensado, yrespecto a lo cual no haba dicho a nadie una solapalabra, estoy seguro de ello.DOCTOR. -Es realmente extrao!
SOLNESS. -Kaia me pregunt cul podra ser suocupacin aqu, y si podra empezar a la maanasiguiente.DOCTOR. -Y no se le ocurri a usted que esopudo hacerlo la chica para estar ms cerca de suamado?
SOLNESS. -S, se me ocurri al principio; pero,como Kaia ha procurado siempre huir de l, herechazado la idea. He observado que me sientecuando me acerco a ella, sin verme, y que tiemblaapenas la miro... Qume dice usted de esto?DOCTOR. -Que todo se explica fcilmente.
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SOLNESS. -Bien, pero, y lo dems?... Estoy
convencidode que ella oy lo que no haba yohecho ms que pensar y querer... en silencio, en loms profundo de mi alma... Puede ustedexplicarme esto, querido doctor?DOCTOR, -No soy competente.SOLNESS. -Lo supona, y por eso no se lo haba
dicho nunca. Pero se me va haciendo insoportableesta idea, entiende?... Es un delito que estoycometiendo contra esta pobre muchacha... Perono puede ser de otro modo: s Kaia sale de micasa, perder tambin a Ragnar.DOCTOR. -No ha dicho nunca nada de esto a
su esposa?SOLNESS. -No!DOCTOR. -Y por qu no lo ha hecho?SOLNESS. (Lo mira fijamentey luego habla con Pausa).-Porque me parece que as me impongo a mmismo un justo tormento, un tormento en cierta
manera, saludable...DOCTOR. (Moviendo la cabeza). -Ahora nocomprendo nada.SOLNESS. -Es que, de este modo, creo pagar,siquiera en parte, la deuda que tengo contrada conmi esposa.
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DOCTOR. -Con su esposa?
SOLNESS. -Con mi esposa, s; y esta idea metranquiliza un poco, parecindome que as respiroms libremente.DOCTOR. -Ahora lo entiendo menos todava.SOLNESS. (Interrumpindole bruscamente, se levantaotra vez). -Entonces, ser preferible que no
hablemos ms de eso. (Sepasea, sedetieneluego juntoa la mesita y contempla un momento al doctor, sonriendo).Diga,doctor, cree usted haberme colocado ya enel terreno de las confesiones?...DOCTOR. (Amostazado). -Confesiones?... Lerepito, seor Solness, que no comprendo nada de
cuanto dice.SOLNESS. -Pero hable de una vez francamente,ya que he logrado descubrir...DOCTOR. -Qu ha, descubierto?SOLNESS. (Habla concentradamentey con pausa). Queha venido usted aqu para espiarme, para noperderme de vista...DOCTOR. -Qu dice? Y por qu haba de haceryo eso?SOLNESS. -Porque me cree... (Con calor). Porquecree de m lo mismo que cree tambin Alina.DOCTOR. -Pero, qu es lo que la seora Alinacree?
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SOLNESS. (Procurando dominarse). -Pues, empieza a
creer... cmo lo dir?... que estoy enfermo.DOCTOR. -Enfermo? No me ha dicho de esouna sola palabra. Y enfermo de qu, queridoseor Solness?SOLNESS. (Inclinndose sobre el doctor murmura).Alina supone que estoy... loco.
DOCTOR. (Levantndose). -Pero, querido Sol-ness...!SOLNESS. -Por mi alma, le digo que as es... Biense ve que se lo ha confiado tambin a usted. Oh!Le aseguro, doctor, que lo advert enseguida.DOCTOR. (Mirndolesorprendido). -Jams se me
hubiera ocurrido semejante idea! Oh, jams, se lojuro, seor Solness!SOLNESS. (Con risa de incredulidad). -Ah! Deveras?DOCTOR. -No, jams! Como tampoco lo puedehaber pensado su esposa. Se lo aseguro...
SOLNESS. -Es intil... tanto ms intil porque,siquiera hasta cierto punto, es posible que tengarazn.DOCTOR. -Vaya una mana; pero yo he dedecirle...
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SOLNESS. (Interrumpindole). -Bien, querido
doctor, concluyamos. Lo mejor ser, en medio detodo, que Piense cada cual lo que le acomode.(Demostrando una ntima alegra). Ha comprendidousted, doctor?DOCTOR. -Qu?SOLNESS. -Que si usted no cree que estoy
enfermo, ni desequilibrado, ni loco...DOCTOR. -Y por qu haba de creerlo?SOLNESS. -Creer entonces, naturalmente, quesoy un hombre muy feliz.DOCTOR. - Dgame al menos por qu...SOLNESS. -Ah! conque le parece a usted po-
co?... (Riendo). Solness... Halvard Solness!... en fin.DOCTOR. -En efecto, he de convenir, con todoel mundo, que ha sido usted muy favorecido por lafortuna.SOLNESS. -Es verdad, no puedo quejarme.DOCTOR. El incendio de aquella mala casuca
fue una verdadera fortuna para usted.SOLNESS. (Con gravedad). -No olvide que paraAlina, aquello fue la destruccin de su casapaterna...DOCTOR. -Cierto que a su esposa le ocasionaragran dolor.
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SOLNESS. -Han pasado ya ms de doce aos, lo
siente vivo todava.DOCTOR. -Y la desgracia que luego ocurri seraseguramente para su esposa otro golpe muydoloroso.SOLNESS. -Las dos desgracias, seguidas, laabatieron juntamente.
DOCTOR. -Pero, su gloria y su fortunacomenzaron entonces. Habiendo, empezado depobre ayudante, es hoy el primero entre losprimeros en su arte. Realmente, seor Solness,puede decirse que le ha sido propicia la fortuna.SOLNESS. (Le mira espantado). -Y esto es
precisamente lo que me tortura! ...DOCTOR.- Le tortura el ser feliz?SOLNESS. -Temo constantemente... porque, alfin, la desgracia tiene que llegar.DOCTOR. -Bah! Quin podr provocarla?SOLNESS. -La juventud!
DOCTOR. -Oh! La juventud!... No tema. Gozausted todava de una fama inmensa. Nunca fue sugloria tan grande como ahora, ni estuvo tanslidamente cimentada.SOLNESS. -Vendr el momento de la cada. Loveo clarsimamente, est ya prximo. Pronto Me
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dir alguno que me retire, que deje el puesto... Y
luego, todos los dems empezarn tambin agritarme: Puesto!... Puesto!... Usted lo ver,doctor; usted ver a la juventud llamar, impaciente,a la puerta de mi casa.DOCTOR. (Sonriendo). -Bueno, y despus?SOLNESS. -Despus, todo habr concluido para
el constructor Solness. (Llaman en la puerta de laizquierda). Quin es?... Ha comprendido ustedahora, doctor?
ESCENA XI
Dichos, e HILDA
DOCTOR. -Alguien llama.SOLNESS. (Con vozfuerte). -Adelante! (Entra HildaWangel; es demediana estatura, delgaducha y deaspecto
delicado. Vistetrajedeturista, falda corta, chaqueta con
cuello a la marinera, sombrero a la marinera tambin, ylleva un pequeo saco de mano y un largo bastn de
alpinista).
HILDA. (Saludando a Solness, radiante de alegra).-Buenas noches!
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SOLNESS. (Mirndola sorprendido). -Buenas
noches!HILDA. (Riendo). -Me parece que ya no se acuerdausted de m.SOLNESS. -No... he de confesar que as, alpronto...DOCTOR. (Acercndose). Pues yo s que la
recuerdo, seorita.HILDA. (Con alegra) Cmo! Es usted quien... ?DOCTOR. Yo mismo. (A Solness). Nosconocimos este verano all arriba, en lasmontaas. (A Hilda). Y, qu ha sido de suscompaeras?
HILDA. -Han seguido el camino hacia el Este.DOCTOR. -Se escandalizaran sin duda de la orgaa que nos entregamos juntos aquella noche.HILDA. -As lo creo tambin.DOCTOR. (Sealndola con el dedo). -Confiese ustedque hizo locuras con nosotros.
HILDA. -Es mucho ms divertido eso que hacercalceta con las tas viejas!DOCTOR. -Estoy perfectamente de acuerdo.SOLNESS. -Ha llegado usted esta noche?HILDA. -S, en este momento.DOCTOR. -Y Sola, seorita Wangel?
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HILDA. - Sola.
SOLNESS. -Wangel? Se llama usted Wangel?HILDA. (Mirndole con cmico, asombro). -Con elpermiso de usted.SOLNESS. -Es usted entonces la hija del mdicode Lissanger?HILDA. (Como antes). -Pues de quin iba a ser
hija?SOLNESS. -Ah! Entonces, nos conocimos all elverano aquel que fui a construir el campamento dela iglesia vieja.HILDA. (Seria). -Cierto, entonces fue.SOLNESS. - Hace ya mucho tiempo!
HILDA. (Mirndole, fijamente). -Diez aos cabales!SOLNESS. -Usted era entonces una nia.HILDA. (Con cierta ligereza). -Oh! Tena diez odoce aos.DOCTOR. -Es la primera vez que viene a laciudad, seorita?
HILDA. -Oh! S, la primera.SOLNESS. -Entonces, no conocer usted a na-die aqu ?HILDA. -A nadie, ms que a usted y a su esposa.SOLNESS. -Ah! Conoce a mi esposa?
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HILDA. -Poco. Pasamos juntas algunos das en el
establecimiento a que su esposa haba ido paracurarse.SOLNESS. -Ah! All arriba, en las montaas.HILDA. -Y Me arranc la promesa de que si al-guna vez vena a la ciudad, ira a verla. (Sonriendo).Aunque no haba necesidad que ella me invitase...
lo habra echo del mismo modo.SOLNESS. -Me sorprende que no me lo hayadicho nunca. (Hilda deja el bastn junto a la estufa, y elsaco y el abrigo en el divn. El doctor intenta ayudarla.
Solness sequeda mirndola, sin moverse).
HILDA. (Acercndosea Solness). -Muybien. Ahora,
le ruego que me d hospedaje aqu esta noche.SOLNESS. -Con Mucho gusto.HILDA. -NO llevo ms ropa que la puesta... yalgunas prendas interiores que me conviene hacerlavar.SOLNESS. -Oh! S, todo se arreglar. Pero es
preciso ahora que llame a mi esposa.DOCTOR. -Y yo mientras tanto ir a visitar amisenfermos.SOLNESS. - Pero, volver ms tarde?
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DOCTOR. (Mirando alegremente a Hilda). -Claro
que volver! (Sonriendo). Ha sido usted profeta,seor Solness.SOLNESS. -Por qu?DOCTOR. La juventud ha llamado a su puerta.SOLNESS. (Sonriente).S, pero no quise decir estajuventud.
DOCTOR. No lo pongo en duda. (Vasepor laizquierda. Solness abrela puerta dela derecha y llama
dentro).
ESCENA XII
SOLNESS, HILDA y seora SOLNES
SOLNESS. -Alina!... Haz el favor de venir unmomento. Est aqu la seorita Wangel, a quienconoces.SRA. SOLNESS. (Apareciendo en la puerta). -Qu
dices? (V iendo a Hilda). Ah! Es usted, seorita?(Va hacia Hilda y leda la mano). Conque, al fin, havenido usted?SOLNESS. -La seorita Wangel acaba de llegar ydesea pasar aqu la noche.
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SRA. SOLNESS. -Con nosotros? Oh! Con mu-
cho gusto.SOLNESS. -Adems, tiene alguna ropa que deseaque le laven y planchen, comprendes?SRA. SOLNESS. - Procurar ayudarle lo mejor quesepa. Es lo menos que puedo hacer. Y su equipajeno ha llegado todava?
HILDA. -No traigo equipaje.SRA. SOLNESS. -Todo se arreglar. Mientrastanto, tendr usted que contentarse con lacompaa de mi marido, porque yo voy a pre-pararle la habitacin.SOLNESS. -No podras darle uno de los
aposentos de los nios?... Esos estn ya arregla-dos.SRA.SOLNESS. -Oh! S, lo que es sitio no falta.(AHilda). Sintese ahora, seorita, y descanse unpoco. (V asepor la derecha. Hilda, con las manos a laespalda, sepasea, mirndolo todo. Solness, depieJunto a
la mesita, tambin can las manos a la espalda, la sigueconla mirada).
ESCENA XIIIHILDA y SOLNESS
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HILDA. (Se detiene y lo mira). -Tienen muchos
aposentos para los nios?SOLNESS. Tres.HILDA. -Tienen ustedes muchos hijos, en-tonces?SOLNESS. -No, no tenemos ninguno... Ustedser hoy nuestra hija.
HILDA. Por esta noche, y tenga usted seguridadde que no alborotar: he de dormir como unasantita.SOLNESS. -Estar muy cansada.HILDA. -No, pero esto no es obstculo... Es tanhermoso soar... aunque sea en el lecho.
SOLNESS. -Suea usted mucho?HILDA. -Casi todas las noches.SOLNESS. -Y qu es lo que suea con msfrecuencia?HILDA. -Esto no se lo dir ahora... Otro da, talvez... (Vuelvea pasear por la escena, luego sedetieney
hacecomo s buscara algo entrelos libros y papeles quehaysobrela mesa grande).
SOLNESS. (Acercndose). -Busca usted algo?HILDA. -No, miraba solamente. (Alejndose). Esque no se puede?SOLNESS. -S, seorita.
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HILDA. -Es usted, seor Solness, quien escribe
en este libro grande?SOLNESS. -No, la escribiente.HILDA. -Una mujer?SOLNESS. (Riendo). -S, una mujer.HILDA. -Una mujer, que pasa todo el da aqu,con usted?
SOLNESS. -Ciertamente.HILDA. -Es casada?SOLNESS. -No, es una seorita.HILDA. -Oh! Perfectamente!...SOLNESS. -Pero, es probable que se case muypronto.
HILDA. -Tanto mejor para ella.SOLNESS. -Pero no para m, que no tendr quienme ayude.HILDA. -No encontrar otra escribiente?SOLNESS. -Querra usted ocupar su puesto?HILDA. (Mirndolefijamente). -Yo?... No, gracias.
(Da algunas vueltas por la escenay, al fin, sesienta en lamecedora. Solness vuelveal lado dela mesita). Tengoque hacer cosa muy distinta. (Le mira sonriendo).No le parece a usted tambin?SOLNESS. -Comprendo. En primer lugar tendrque ir a las tiendas, para adquirir...
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.HILDA. (Muy alegre). -No,no... y aunque quisiera
tampoco lo podra hacer.SOLNESS. -Cmo?HILDA. -He gastado ya cuanto tena.SOLNESS. -As, pues, ni tiene usted equipaje, nitiene dinero?HILDA. -S; pero no me importa. Para m es lo
mismo.SOLNESS. -Sabe que me place, seorita?HILDA. -Nada ms que eso?SOLNESS. -Eso... y otras cosas. (Se sienta en elsilln). Vive su padre todava?HILDA.-S, todava vive.
SOLNESS. -Y usted habr venido para estudiar...HILDA. -No, nunca, se me ha ocurrido.SOLNESS. -Pero querr pasar algn tiempo aqu,no es verdad?HILDA. -Depende de las circunstancias. (Pausa.Hilda semececon excesiva violencia sin dejar demirar a
Solness. Depronto, sequita el sombrero y lo ponesobrelamesa). Maestro Solness?...SOLNESS. -Qu?HILDA. Olvida usted muy fcilmente, segnveo.SOLNESS. -No, que yo sepa.
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HILDA. -Quiere usted, entonces, que reanude-
mos la conversacin que empezamos all arriba?SOLNESS. -All arriba?... En Lissanger? Bah!Me parece que no vale mucho la pena.HILDA. (Mirndolecon airedereproche). -Pero, qudice?SOLNESS. -Entonces, hable usted... diga.
HILDA. -Cuando se concluy la torre, se celebruna gran fiesta en la ciudad.SOLNESS. -No olvidar jams aquel da.HILDA. (Sonriendo). -De veras?... S lo agradezcomucho.SOLNESS. -Me lo agradece?
HILDA. -Una msica toc delante de la iglesia,donde se haban reunido centenares de personas.Nosotras, las nias de las escuelas, bamos todasvestidas de blanco, y cada una llevbamos en lamano una pequea bandera.SOLNESS. -Ah! S, s, lo recuerdo!
HILDA. -Y el maestro Solness, con pie firme yseguro, subi a lo ms alto de la torre, llevando enla mano una gran corona, que coloc all arriba, enla cima del campanario...SOLNESS. -As acostumbraba yo hacerlo,conforme a la tradicin.
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HILDA. -Impresionaba mucho verle all arriba, en
lo ms alto... Si se cayera ahora el constructor!,pensbamos sin quererlo.SOLNESS. (Secamentepara cortar la conversacin). -Ypoda haber ocurrido, porque una de aquellasendiabladas, chicuelas vestidas de blanco comenza gritar desaforadamente.
HILDA. (Radiantedealegra). Viva el constructorSolness As, verdad?SOLNESS. -Agitando al mismo tiempo de talmodo su banderola, que falt poco para que nome diese el vrtigo.HILDA. (A media voz muy seria). -Efectivamente,
entonces era yo una nia endiablada.SOLNESS. (Mirndola como asustado). -Ahora locomprendo! Aquella, muchachuela era usted...usted misma!HILDA. (Con su natural vivacidad). -Era unespectculo hermoso, emocionante! Jams cre que
hubiera en el mundo un constructor capaz delevantar una torre tan alta, y que lo pudiera yo verun da all, en la cima, sin sentir el ms ligerodesvanecimiento... Esto era, no lo dude, lo quems admiraba a cuantos le contemplaron en aquelinstante.
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SOLNESS. -Pero, cmo poda usted saber...?
HILDA. -Saberlo, no... pero mi alma lo presenta.Tampoco era usted capaz de haber cantado allarriba, en lo alto de la torre, y cant...SOLNSS. (Admirado). -Que yo cant?HILDA. -S, cant.SOLNESS. -No he cantado una sola vez en mi
vida.HILDA -Sin embargo, aquel da cant... Parecacomo que hubiera arpas all arriba.SOLNESS. (Pensativo). -Es muy extrao todo eso.HILDA. (Despus deuna pequea pausa). -Pero loms Importante ocurri despus... Creo que no
ser preciso recordrselo.SOLNESS. -Sin embargo, no estar de ms queayude usted a mi memoria.HILDA. -No recuerda el gran banquete que elCrculo le ofreci?SOLNESS. -S, lo recuerdo... y recuerdo tambin
que al da siguiente me puse en camino.HILDA. -Pues al salir del Crculo, por la noche,estuvo usted invitado en m casa.SOLNESS. -Es verdad, seorita Wangel... Mesorprende la fidelidad con que recuerda usted esaspequeeces.
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HILDA. -Conque pequeeces, eh? Fue tambin
una pequeez la de encontrarme en la sala cuandoentr usted?SOLNESS. -Era...?HILDA. -Yo misma, y entonces no me llam niaendiablada.SOLNESS. -Me hubiera guardado mucho de
hacerlo.HILDA. -En cambio, me dijo que estaba muyhermosa con mi vestido blanco, y que pareca unapequea princesa.SOLNESS. -Y era verdad, seorita Wangel...Adems, estaba aquel da tan contento...
HILDA. -Y aadi que yo llegara a ser unaverdadera princesa.SOLNESS. (Riendo). -Esodije tambin?HILDA. -S, lo dijo. Y cuando le pregunt cuntotiempo tena que esperar an, respondime quevolvera dentro de diez aos -como el caballero dela leyenda- para llevrseme consigo a tierraslejanas... prometindome que all me dara unreino.SOLNESS. (Riendo). -Despus de una buenacomida se suele ser generoso. Pero, es verdad quedije todo eso?
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HILDA. -S, y hasta mencion el nombre de mi
reino.SOLNESS. -Cmo era? A ver...HILDA. -Deba llamarse el Reino de la Melancola.SOLNESS. -Vaya un nombre bonito.HILDA. -A m no me gust mucho... Cre enaquel momento que usted quera divertirse
conmigo.SOLNESS. -Nunca tuve tan mala intencin.HILDA. -Y, en realidad, ni poda siquierasuponerse despus de lo que hizo usted luego.SOLNESS. Sepamos qu hice luego.HILDA. -Hasta eso ha olvidado! Pues me parece
que esas cosas no debieran olvidarse jams.SOLNESS. -Bien, veamos; ayude otra vez a miflaca memoria...HILDA. (Mirndolefijamente). -Me tom en susbrazos... y me bes, seor maestro Solness!SOLNESS. (Muy sorprendido, levantndose). -Yo?
HILDA. -S, s!... me estrech en sus brazosfuertemente y me bes, me bes muchas veces.SOLNESS. -Seorita Wangel!...HILDA. (Levantndose). Supongo que nopretender negarlo.
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SOLNESS. -Pues, s, lo niego, lo niego en
absoluto.HILDA. (Mirndole con, irona). -Ah! S?... (Sevuelve, y andando despacio se separa de Solness,
quedndoseal fin parada con las manos a la espalda.
Pequea pausa).
SOLNESS. (Muydespacio tambin seacerca a la joven).
-Seorita Wangel! (No semuevesiquiera). No estinmvil como una estatua. .. Todo eso que hadicho lo debe haber soado. (La agarra del brazo).No me oye? (Hilda hace un movimiento deimpaciencia). Pero, aguarde... aguarde! (Como si seleocurriera alguna idea). Aqu hay algo muy
misterioso!... (Hilda contina inmvil) Debo haberpensado todo eso! S, debo haber deseado todoeso... Lo mismo que la otra vez!... (impacientndose).Pero, s, es verdad, vaya!... Todo aquello esverdad! ...HILDA. (Vuelveun poco la cabeza, pero sin mirarle).
-Conviene usted ahora en cuanto he dicho?SOLNESS. -S, convengo en cuanto quiera.HILDA. -Que me tom en brazos?SOLNESS. -S.HILDA. -Que me estrech fuertemente?SOLNESS. -S, muy fuertemente.
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HILDA. -Que me bes?
SOLNESS. -S, la bes.HILDA. -Muchas veces?SOLINESS. -Cuantas veces quiera.HILDA. (Sevuelverpidamentehacia l, brillando otravez en sus ojos la alegra). -Al fin ha tenido queconfesarlo todo.
SOLNESS. (Sonriendo). -Pero, cmo he podidoolvidar esas cosas?HILDA. (Apartndosedel otra vez) -Ah!... Habrbesado a tantas en la vida!SOLNESS. -No, no lo crea... (Hilda sesienta en elsilln; Solness sequeda en pie, apoyndoseligeramenteen
la mecedora, y contemplando a la joven). SeoritaWangel...HILDA. -Qu?SOLNESS. -Dgame qu pas despus entrenosotros.HILDA. -Nada. Llegaron otras visitas.
SOLNESS. -Pero, cmo pude olvidar?...HILDA. -Ah! No, usted no ha olvidado nada...Lo que ocurre es que le da un poquito de ver-genza... Estas cosas no se olvidan nunca.SOLNESS. -Cierto que no debieran olvidarse...
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HILDA. (Mirndoley con su natural vivacidad). -Y lafecha, ha olvidado tambin la fecha?SOLNESS. -La fecha?HILDA. -S, la fecha del da en que puso la coronaen la cima del campanario. A ver...SOLNESS. -Palabra de honor que no la recuerdo.Slo s que en el prximo otoo har diez aos.
HILDA. (Moviendo la cabeza afirmativamente). - Diezaos hace el da 19 de septiembre... Cabales!SOLNESS. -Perfectamente. Hasta la fecha re-cuerda usted. Pero, aguarde!... Oh! S, hoy es el19 de septiembre.HILDA. -Precisamente... han pasado los diez aos
de la leyenda, sin que el maestro Solness se hayapresentado a cumplir su promesa.SOLNESS. -Mi promesa? Pero es que usted creeque quise entonces asustarla?HILDA. -Ya s que no trat de asustarme.SOLNESS. -Quise slo divertirme un poco. Usted
era entonces una nia.HILDA. -No tanto... ni tan inocente como ustedsupone.SOLNESS. (Mirndola sorprendido). -Creyseriamente que yo volvera?
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HILDA. (Disimulando una sonrisa demenosprecio). -Lo
haba usted prometido.SOLNESS. -Y crey que ira a su casa a robarla?HILDA. -Como los caballeros...SOLNESS. -Para hacerla princesa?HILDA. -Lo haba prometido!SOLNESS. -Para darle un reino?
HILDA. -Por qu no?... Y un reino esplndido;aunque no como los reinos de la tierra...SOLNESS. -En fin, algo equivalente.HILDA. -Eso es... algo que valiera tanto como unreino verdadero. (Mirndole). Quien sabe construirlas ms altas torres del mundo, bien poda darme a
m un reino... Esto es lo que yo cre.SOLNESS. (Moviendo la cabeza). -No la com-prendo, seorita Wangel.HILDA. -No obstante, hablo con bastante cla-ridad.SOLNESS. -No la comprendo, y supongo que
pretende burlarse de m.HILDA. (Sonriendo). -Burlarme de usted?SOLNESS. (Mirndola). -Hace mucho tiempo quesabe usted que estoy casado?HILDA. -Por qu me pregunta eso?
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SOLNESS. -Por nada... una idea. (Mirndola,
fijamente, y a media voz). Por qu ha venido ustedaqu?HILDA. -Para que me d el reino que meprometi. No se ha cumplido ya el plazo?SOLNESS. (Riendo). -Me hace usted muchagracia!
HILDA. (Alegre). -Quiero mi reino, seormaestro! (Golpeando la mesa con los dedos). Venga mireino!SOLNESS. (Sentndoseen la mecedora.). -Hablemoscon seriedad: por qu ha venido? Qu es lo quequiere?
HILDA. -Oh! Primero, deseo ver la ciudad ytodo lo que el maestro Solness ha hecho en ella.SOLNESS. -No le faltar distraccin.HILDA. -Es mucho, entonces, lo que haconstruido aqu? mucho?SOLNESS. Mucho, sobre todo durante los
ltimos aos.HILDA. -Y tambin muchos campanarios?...Muyaltos?SOLNESS. -Ya no levanto campanarios... nitemplos.HILDA. -Pues, qu hace ahora?SOLNESS. -Casas para viviendas.
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HILDA. (Reflexionando). -Y no se les pueden
poner campanarios a las casas?SOLNESS. (Con sorpresa). -Qu quiere decir?HILDA. -Campanarios o torres que se elevenlibremente, orgullosamente, en el espacioanchsimo, hasta una altura prodigiosa...SOLNESS. (Pensativo). -Es una cosa muy extraa!
Precisamente eso es mi mayor deseo.HILDA. (Impaciente). -Pues, por qu no lo hace?SOLNESS. (Moviendo la cabeza.). -A los hombresno les gustaran semejantes casas.HILDA. -Qu importa eso?SOLNESS. -Ahora, estoy construyendo una casa
para m.HILDA. -Para usted?SOLNESS. -Est ya casi concluida y tiene unatorre...HILDA. -Muy alta?SOLNESS. -S.
HILDA. -Muy alta?SOLNESS. La gente dir que es demasiado alta,al menos para una casa-habitacin.HILDA. -Quiero ver pronto esa torre... maana,tan pronto como amanezca.
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SOLNESS. (Apoya la cabeza entre las manos y
mira a la joven con fijeza). -Dgame, seoritaWangel, cul es su nombre?HILDA. -Me llamo Hilda.SOLNESS. (Sin variar de actitud). -Hilda? Deveras?HILDA. -Cmo! no lo recuerda? Usted mismo
me llam as el da aquel en que fuetan malo...SOLNESS. -Malo? He sido yo malo?HILDA. -Aquel da me llam usted mi pequeaHilda, lo que no me agrad mucho.SOLNESS. -Por qu?HILDA. -En aquel momento, sobre todo... me
parece que princesa Hilda habra sonadomuchsimo mejor.SOLNESS. -En efecto, princesa Hilda de... de...Cmo se ha de llamar el reino de mi princesa?HILDA. -Ah! Ah!...Ya no me importan esastonteras.
SOLNESS. (Muy pensativo). -Es muy extrao!Cunto ms pienso en ello, ms claramente veoque durante estos diez aos he estadomartirizndome a m mismo...HILDA. -Por qu?
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SOLNESS. -Por acordarme de algo pasado ya, y
que me pareca haber completamente olvidado...yjams pude llegar a saber qu cosa era esa...HILDA. -Haber hecho un nudo en el pauelo.SOLNESS. -Para no saber despus qusignificaba el nudo?HILDA. -Cierto; no faltan prodigios en el mundo.
SOLNESS. (Se levanta muy despacio). -Me haproporcionado un gran bien su venida...HILDA. (Fijando en l una profunda mirada). -Lodice de veras?SOLNESS. -Me encontraba tan solo, tan falto deayuda... (Muy despacio). Se lo dir: Empieza a
darme mucho miedo la juventud!HILDA. -Es posible que tenga miedo a lajuventud?SOLNESS. -Oh! S, lo tengo. He aqu por quvivo encerrado en mi casa. (A media voz). Lajuventud vendr a llamar a mi puerta, querr venir
hacia m...HILDA. -En este caso, creo que sera mejor salirleal encuentro, y abrirle la puerta de par en par.SOLNESS. -Abrirle la puerta?HILDA. -Y dejarle entrar en casa.
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SOLNESS. -No, no, no; la juventud... es la
expiacin. La juventud avanza ya tremolando unanueva bandera.HILDA. (Se levanta, y lo contempla un momento).-Puedo serle til en algo maestro?SOLNESS. -S, puede serme til ahora, porque meparece que tambin viene usted a m tremolando
una bandera nueva... Juventud contra juventud!...
ESCENTA XIVDichos, y el DOCTOR
DOCTOR. (Por la puerta dela antesala). -Todavaaqu, seorita Wangel?SOLNESS. -Hemos estado hablando largamente...
de cosas antiguas y de cosas nuevas.DOCTOR. -Ah! De veras?HILDA. (Irnicamente). -Ha sido cosa muy di-vertida, porque el seor Solness... tiene unamemoria realmente fenomenal: lo recuerda todo,todo, hasta las pequeeces ms insignificantes..
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ESCENTA XVDichos, y la seora SOLNESS
SRA. SOLNESS. (Por la derecha). -Seorita Wangel,ya tiene arreglada la habitacin.
HILDA. -Oh! Gracias; es usted muy amable...SOLNESS. (A su mujer). -Has preparado uno delos aposentos de los nios?SRA. SOLNESS. -S, el del medio. Vaya, ahora a lamesa.SOLNESS. -Vamos! Hilda dormir esta noche en
una cama de nia.SRA. SOLNESS. (Mirndolo). -Hilda?SOLNESS. -S, la seorita Wangel se llama Hilda.La conoc cuando era muy pequea.SRA. SOLNESS. -De veras, Halvard?... Pero,vamos, vamos ya; la mesa est preparada. (Toma el
brazo del doctor; Hilda, mientras tanto, ha recogido susefectos deviaje).
HILDA. (En voz baja). -Esverdad lo que me hadicho? Cree que le puedo servir de algo?SOLNESS. - S; usted es la mujer que me faltaba.
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HILDA. (Lemira un momento y luego palmoteando). -
Oh! alegra... hoy triunfo!SOLNESS. -Qu dice?HILDA. - Que ya tengo mi reino!SOLNESS. -Hilda!...HILDA. (Fuertementeemocionada.). -Que lo tengo...no; he querido decir que casi lo tengo. (Vasepor la
derecha, y Solness la sigue).
TELN
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ACTO SEGUNDO
Pequea sala amueblada con relativa elegancia,en casa de Solness. Al frente, gran puerta vidriera
que da a la terraza y al jardn. A la derecha,formando ngulo obtuso, una gran ventana, conmuchas flores en el alfizar. A la izquierda,formando ngulo tambin, una pequea puerta. Ala derecha una consola, con espejo encima ymuchas plantas y flores, artsticamente dispuestas.
En el lado opuesto un sof, con una pequea mesadelante y algunas sillas; junto al sof una pequealibrera. En el centro una mesa y varias sillas.
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ESCENA PRIMERA
SOLNESS, la seora SOLNESS y KAIA.Solness, sentado junto a la mesa del centro estexaminando los dibujos de Ragnar. La seoraSolness va de un lado a otro, despacio, cuidando yarreglando las flores; viste de negro, y tiene sobre
una silla el sombrero, la manteleta y la sombrilla.De vez en cuando, Solness levanta los ojos y lasigue disimuladamente con la mirada. Despus deun rato de silencio, KAIA aparece en la puerta dela izquierda.
SOLNESS. (Volviendo la cabeza para mirar a Kaia).-Ah! estaba usted aqu?KAIA. -Entr solamente a decirle...SOLNESS. -S, est bien. Ragnar ha venido?KAIA. -Todava no. Ha debido quedarse en casaesperando al mdico; pero vendr en seguida, para
preguntarle s...SOLNESS. -Cmo se encuentra hoy el viejo?RAIA. -Mal. Por eso le ruega, que le dispense si seve obligado a permanecer en la cama todo el da.SOLNESS. -Est bien, y no se apure por eso... Yapuede usted ir a su trabajo.
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KAIA. -Voy... (Sin moverse). Desea usted hablar
con Ragnar en cuanto llegue?.SOLNESS. -No, no tengo nada que decirle. (VaseKaia, y Solness sigueexaminando los dibujos. La seora
Solness contina tambin entretenindosecon las flores).
ESCENA IISOLNESS y la seora SOLNESS
SRA. SOLNESS. -Quin sabe si morir tambinste!...SOLNESS. (Mirndola). -Cmo ste!... Qu
significa?...SRA. SOLINESS. -Ah! Si pobre anciano!...Morir pronto... t has de verlo, Halvard.SOLNESS. -Querida Alina, no habas dicho quedeseabas salir un rato?SRA. SOLNESS. -S, efectivamente, lo haba
dicho... (Contina arreglando las flores).SOLNESS. (Inclinado sobre los dibujos). -Duermetodava?SRA. SOLNESS. (Mirndole). -Quin? la seoritaWangel?
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SOLNESS. (Con indiferencia). -S, querida; de la
seorita Wangel hablaba.SRA. SOLNESS. -Hace ya un rato que se halevantado.SOLNESS. -Ah! s?SRA. SOLNESS. -Cuando entr en su habitacin,estaba arreglndose los vestidos. (Se coloca ante el
espejo y con calma empieza a ponerseel sombrero. Pausabreve).
SOLNESS. -Ya hemos podido aprovechar, Alina,uno de los aposentos de los nios.SRA. SOLNESS. -Es verdad.SOLNESS. -Lo cual siempre es preferible a verlos
todos vacos.SRA. SOLNESS. -Porque es un vacoverdaderamente horrible, tienes razn.SOLNESS. (Cierra la cartera y seacerca a su mujer).-Ya vers, Alina, como de hoy en adelante todonos saldr mejor! La vida se deslizar mucho ms
alegre, ms fcil... especialmente para ti.SRA. SOLNESS. (Con extraeza). -De hoy enadelante?SOLNESS. -S, creme Alina...SRA. SOLNESS. -Lo dices porque ha venidoella?...
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SOLNESS.(Disimulando). No. Me refera, es claro...
a nuestra prxima instalacin en la casa nueva.SRA. SOLNESS. -Ah! Crees, Halvard, que nosir mejor en la casa nueva? (Toma la manteleta).SOLNESS. -No lo dudo siquiera. Y hasta creoque, en el fondo, t piensas lo mismo que yo.SRA. SOLNESS. -No me inspira la menor
confianza la casa nueva.SOLNESS. (Contrariado). -No me agrada tantopesimismo! Ya sabes que la casa la he construidoespecialmente para ti. (Intenta ayudarlea ponerselamanteleta).SRA. SOLNESS. (Rechazando la ayuda). -Oh! No...
t haces demasiado por m.SOLNESS. (Con alguna violencia). - No, no mehables de ese modo, Alina... ya sabes que no lopuedo soportar.SRA. SOLNESS. Bueno, pues, no te dir nadams, Halvard.
SOLNESS. -Lo que yo te aseguro es que estare-mos mucho mejor en la casa nueva.SRA. SOLNESS. -Que estar mejor?... y lo dicest?
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SOLNESS. -Cierto, cierto, yo te lo digo, porque all
tendrs muchas cosas... muchas cosas que terecordarn la casa paterna.SRA. SOLNESS. -La casa de mi padre y de mimadre?... La que consumi el fuego?SOLNESS. (Con voz sorda). -S, pobre Alina; aqulfue para ti un golpe tremendo!
SRA. SOLNESS. (Llorando). -Construye cuntascasas quieras, Halvard... jams hars una que meagrade.SOLNESS. (Andando deun lado a otro). -Bien, bien,entonces, en nombre de Dios t lo ruego, nohablemos ms de eso.
SRA. SOLNESS. -No ser porque lo hagamos conmucha frecuencia, porque t lo evitas siempre quepuedes...SOLNESS. (Detenindose y mirndola un momento).-Yo?... Y por qu haba de hacerlo si no?...SRA. SOLNESS. Lo s perfectamente, Halvard.
Es para evitarme en lo posible, todo mal rato,perdonndome...SOLNESS. (Queno ha comprendido). -Perdonarte ati, Alina; pero, es que hablas de ti?SRA. SOLNESS. -De m hablo.SOLNESS. (Como para s mismo). -Esto ms!...
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SRA. SOLNESS. -Porque la casa vieja... Pero,
Dios mo! Lo que haya sido, haya sido... Puestoque esa desgracia tena que ocurrir...SOLNESS. -S, tienes razn: contra la fatalidad nose puede luchar... As lo aseguran.SRA. SOLNESS. -Lo malo es que el incendio tuvoconsecuencias fatales... y esto, esto es lo terrible!
SOLNESS. (Con violencia). -No recordemos cosasdesagradables, Alina.SRA. SOLNESS. -No puedo. Deja que siquierauna vez me desahogue, pues el dolor ya es paramabsolutamente insoportable. Adems, jams meperdonar...!
SOLNESS. -Qu dices?SRA. SOLNESS. -Puesto que yo tena un dobledeber que cumplir contigo y con los nios, debhaber sido ms fuerte, no dejarme vencer tanfcilmente por el terror, ni llorar tanto por la casaincendiada. (Juntando las manos). Oh! Si hubiera,
podido, Halvard, si hubiera podido!...SOLNESS. (Conmovido, se le acerca pausadamente).-Alina, promteme que no volvers a dejartedominar por tan malos pensamientos. Hazlo... porm, te lo ruego.
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SRA. SOLNESS. -Prometer! Slo se debe
prometer lo que se puede cumplir!...SOLNESS. (Yendo deun lado para otro y retorcindoselas manos). -Oh! Es para desesperarse. Aqu nollega un rayo de sol... Jams brilla la luz en estacasa!SRA. SOLNESS. -Pero, esto es una casa, Hal-
vard?SOLNESS. -Tienes razn!... Y Dios slo sabe sipiensas o no cuerdamente al suponer que en lacasa nueva no hemos de tener ms alegras que ensta.SRA. SOLNESS. -No las tendremos, no. Como
aqu, hemos de encontrar en ella el mismo vaco, elmismo silencio...SOLNESS. (V iolento). -Entonces, por qu lahemos construido? Me lo puedes decir?SRA. SOLNESS. -Eso debes t saberlo mejor.SOLNESS. (Mirndola con recelo). -Qu quieres
decir, Alina?SRA. SOLNESS. -Yo?SOLNESS. -S, dices cosas tan extraas, que pa-rece que hablas con segundas intenciones.SRA. SOLNESS. -No; no creas semejante cosa.
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SOLNESS. (Acercndosea ella). -Vaya... s bien lo
que digo. Veo y oigo perfectamente, Alina; no lodudes.SRA. SOLNESS. -Pero, qu dices?SOLNESS. (Ponindosele delante). -No hasadvertido que mis palabras ms inocentes llevansiempre oculta una intencin maliciosa?
SRA. SOLNESS. -No he observado nada de eso.SOLNESS. Bah! No hay de qu asombrarse,Alina. De un enfermo... de un...SRA. SOLNESS. (Asustada). -Enfermo?... Estsenfermo, Halvard?SOLNESS. -De un hombre medio simple, o
completamente loco, como mejor te agrade...SRA. SOLNESS. (Seapoya en una silla en la quesesienta luego). -Halvard!.. Por Dios!...SOLNESS. -Los dos estis equivocados, t y eldoctor... Yo no estoy loco, no... (Anda deun lado aotro; la seora Solness lo siguecon la mirada. Despus
Solness seacerca a ella, ms calmado). En el fondo... enrealidad, no tengo nada.SRA. SOLNESS. -Por qu hablas as, entonces?SOLNESS. -No s por qu, no me lo explico, perode vez en cuando siento en la conciencia algo ascomo el peso terrible de una gran culpa...
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SRA. SOLNESS. -T culpable!... y contra
quin, Halvard?SOLNESS. (Conmovido). -Contra ti, Alina.SRA. SOLNESS. (Con pausa.). -Explcate, porqueno comprendo... .SOLNESS. - No es nada. Jams me he portadomal contigo... s acaso habr sido inconscien-
temente, sin querer. Y, sin embargo, siento en laconciencia el peso de una culpa inmensa.SRA. SOLNESS. -Y es contra m?SOLNESS. -Especialmente contra ti.SRA. SOLNESS. -Entonces, ser verdad que es-ts enfermo, Halvard?
SOLNESS. (Tristemente). -Esto debe de ser, sinduda. (Mira hacia la puerta dela derecha, queseabre).Ya entra la luz! (Entra Hilda, queha cambiado deindumentaria y lleva la falda larga.).
ESCENA IIIDichos, e HILDA
HILDA. -Buenos das, maestro!SOLNESS. (Saludando). -Ha descansado ustedbien?
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HILDA. -S, admirablemente; como en una cunita.
Me met en la cama y me qued quieta como...como una princesa.SOLNESS. (Sonriendo). -Con tranquilidad deconciencia?HILDA. -No tengo ningn remordimiento.SOLNESS. -Y ha soado?
HILDA. -S; he soado cosas terribles.SOLNESS. -De veras?HILDA. -He soado, nada menos, que meprecipitaba en un profundo y horroroso abismo.No ha soado usted alguna vez algo parecido?SOLNESS. -S, algunas veces.
HILDA. -Se experimenta una sensacin espantosay atrayente al mismo tiempo. Caer, caer siempre.. .SOLNESS. Se siente froen el corazn, no esverdad?HILDA. -Y una se hace un verdadero ovillo entrelas sbanas...
SOLNESS. -Cierto, cierto...SRA. SOLNESS. (Tomando la sombrilla). Halvard,me marcho... (A Hilda). No olvidar lo que ustednecesita...
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HILDA. (Intentando abrazarla). -Oh! mi querida
seora Solness, qu amable es usted! Milgraciaspor todo!SRA. SOLNESS. (Rehuyendo el abrazo). -No vale lapena; cumplo mi deber gustosamente.HILDA. - Me parece que podra salir a la calle as...No es verdad que he sabido arreglar bien mi
traje?SRA. SOLNESS. -Debo decirle con franqueza queno me parece del todo corriente; las gentes lamiraran a usted con verdadera sorpresa.HILDA. (Indiferente) -Nada msque eso?SOLNESS. (Malhumorado).Podra creer la gente
que est usted loca.HILDA. -Loca?... Hay muchos locos en laciudad?SOLNESS. (Golpendosela frente). -Aqu est uno.HILDA. -Usted, maestro?SRA. SOLNESS. -Pero Halvard!...
SOLNESS. -No lo ha advertido usted todava?HILDA. -Hasta ahora, no. (Reflexionando un poco ysonriendo). Pero, espere un momento... Oh, s...cierto!...SOLNESS. -Lo oyes, Alina?
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SRA. SOLNESS. -Qu ha observado usted,
seorita?HILDA. No lo dir ahora.SOLNESS. -Ah! Dgalo, dgalo, por favor.HILDA. Bah!... No soy tan loca.SRA. SOLNESS. -La seorita Wangel te lo dir,seguramente, cuando est contigo a solas.
SOLNESS. -Lo crees as?SRA. SOLNESS. -Claro!... Puesto que la conocesdesde hace tantos aos, desde cuando era todavauna nia... Recuerdo que me lo dijiste... (Vaseporla izquierda).
ESCENA IVSOLNESS, e HILDA
HILDA. (Despus deuna pequea pausa). -Suesposano me quiere mucho a m.
SOLNESS. -Ha notado usted algo?HILDA. -Acaso no lo ha notado usted tambin?SOLNESS. -Alina se ha vuelto algo huraa depoco tiempo a esta parte...HILDA. -Ah! De veras?
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SOLNESS. -Pero cuando la conozca mejor... se
convencer usted de que en el fondo es muybuena... muy buena.HILDA. -Pues, si es tan buena como dice, porqu est hablando siempre de deberes?SOLNESS. -De deberes?HILDA. S; cundo dijo que iba a comprar algo
para m, por qu agreg que lo haca por deber?...Oh, no puedo soportar esa palabra infamante yodiosa!SOLNESS. -Por qu es eso?HILDA. -Porque es una palabra fra, hueca,punzante. Deber, deber, deber!... No le parece a
usted que hiere el alma?SOLNESS. -No se me hubiera ocurrido nunca...HILDA. -Pues, si su esposa es tan buena comousted asegura, por qu habla siempre as?SOLNESS. -Es un modo de hablar; todo el mun-do habla lo mismo.
HILDA. -Hubiera podido decir que lo haca por-que me ama mucho; porque me quiere... Eso es;algo que revele afecto, amistad, amor... entiende?SOLNESS. (Mirndola). -Desea usted que se latrate as?
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HILDA. -Lo deseo... lo quiero. (Da vueltas por la
estancia y finalmente sedetieneantela librera). Hayaqu muchos libros.SOLNESS. - S, de vez en cuando compro alguno.HILDA. -Y los lee todos?SOLNESS. Antes lea mucho... Y usted lee?HILDA. -Oh! Jams he podido comprender lo
que dicen los libros... Ahora ya no leo.SOLNESS. -A m me ocurre lo mismo.HILDA. (Seacerca a la mesita, abrela carpeta y miralos planos). -Todo esto lo ha dibujado usted?SOLNESS. -No, un joven ayudante que tengoaqu.
HILDA. -Un discpulo suyo?SOLNESS. -S, algo ha aprendido de m.HILDA. (Se sienta). -Debe ser muy inteligente!(Contempla un rato uno delos dibujos).
SOLNESS. -No tanto como usted supone; perocumple bien su cometido...
HILDA. -Oh, s, debe ser muy inteligente!SOLNESS. -Lo deduce usted de esos dibujos?HILDA. -Bah! No me ocupo en esas tonteras;pero si ha sido usted su maestro, seguramente...
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SOLNESS. -Qu importa eso? He tenido
muchos discpulos; pero no todos han aprendidolo bastante para salir igualmente airosos.HILDA. (Muevela cabeza, mirndole). -Y usted hasido tan... simple? Oh, esto s que no lo entiendo!SOLNESS. -Simple?... Por qu le parezcosimple?
HILDA. -Porque ha perdido el tiempo, enseandoa discpulos torpes.SOLNESS. -Qu haba de hacer, entonces?HILDA. (Se levanta y sonriendo). -Ah! queridomaestro; nadie ms que usted haba de construir ylevantar torres muy altas. Usted slo haba de
hacerlo todo, y por s solo, entiende?SOLNESS. -Hilda!...HILDA. -No es as?SOLNESS. -Pero, cmo se le ha ocurridosemejante idea?HILDA. -La cree usted muy disparatada?
SOLNESS. Nada de eso... Pero ya le puedo ha-blar a usted francamente, Hilda. En mis largassoledades, en mi propia conciencia, he luchado nopocas veces con la idea que acaba usted deexpresar.HILDA. -Me parece naturalsimo!
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SOLNESS. (Mirndola sorprendido). -Pero, cmo
ha podido, de un solo golpe, descubrir cul es migran preocupacin?HILDA. -Oh!... No era muy difcil!SOLNESS. -Entonces, por qu, no ha mucho,me ha juzgado usted loco?HILDA. -Pensaba cosas muy distintas en aquel
momento.SOLNESS. -Qu cosas eran sas?HILDA. -Qu le importa a usted?SOLNESS. (Apartndosedeella). -Bien, como guste.(Sedetienejuntoa la ventana).Venga... Ver...HILDA. (Acercndose) -Qu?
SOLNESS. -All, en el fondo del jardn...HILDA. -Aquella casa nueva?SOLNESS. -Todava no est completamenteterminada.HILDA. -Aquella que tiene una torre muy alta?...Es sa su nueva casa?
SOLNESS. -S.HILDA. -Piensa trasladarse pronto a ella?SOLNESS. -S.HILDA. (Mirando hacia a fuera). -Tiene tambinaposentos para los nios?SOLNESS. -Tres, como aqu.
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HILDA. -Pero, sin nios tambin?
SOLNESS. -Oh! sos no los tendremos jams!HILDA. (Con irona).No tena yo razn?SOLNESS. -Cundo?HILDA. -Cuando dije que estaba usted algo...loco.SOLNESS. -Ah! En eso pensaba entonces?
HILDA. -S, en los aposentos de los nios, en quehe dormido.SOLNESS. -En algn tiempo los tuvimos... Alina yyo.HILDA. (Mirndoleatentamente) -S?SOLNESS. -Dos, de la misma edad.
HILDA. -Seran gemelos, entonces?SOLNESS. -Gemelos, eso es... hace ya once... no,doce aos.HILDA. (Con mucha pausa). -Y los dos son... Notienen ya esos hijos?SOLNESS. (Conteniendo su emocin). -Slo lo
tuvimos durante tres solas semanas. (Suspira). Qubien ha hecho en venir, Hilda! Al fin, tendralguien con quien hablar de esas cosas.HILDA. -No puede hablar... con ella?
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SOLNESS. - No tanto como yo quisiera, no tanto
como yo necesito. (Con tristeza). Ni de esas cosasni de otras muchas tampoco!HILDA. (Recelosa). -Y paraeso... me dijo ayer quetena necesidad de m?SOLNESS. -Efectivamente, as era ayer... Hoyhanvariado mucho las cosas... (Transicin).Venga aqu,
Hilda, sentmonos, usted en el sof, de maneraque domine todo el jardn. (Hilda sesienta; Solnessacerca a ella una silla). Est usted dispuesta aescucharme? (Sesienta).HILDA. -Oh, s, s... con muchogusto!SOLNESS. -En ese caso, voy a decrselo todo.
HILDA. -Seor Solness, piense que en estemomento tengo ante mis ojos el jardn y.. Hable,hable ahora.SOLNESS. (Sealando con la mano en direccin a laventana) -All, sobre aquella colina... donde estahora la casa nueva...
HILDA. -Qu?SOLNESS. All pasamos, Alina y yo, losprimeros aos de nuestro matrimonio. En aquelsitio haba en otro tiempo una casa vieja, queperteneca a la madre de Alina, y que nosotros
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heredamos, juntamente con todo ese inmenso
jardn.HILDA. -Y esa casa vieja tena tambin unatorre?SOLNESS. -No... Exteriormente era fea,ennegrecida por los aos; pero el interior era lim-pio y hermoso.
HILDA. -Y la casucha fue derribada?SOLNESS. -La destruy un incendio.HILDA. -Por completo?SOLNESS. -S.HILDA. -Aquel incendio sera para usted unagran desventura?
SOLNESS. -Segn... Como constructor, comenzprecisamente mi fortuna en aquella poca yempez mi nombre a conquistar fama.HILDA. -Pues...SOLNESS. - Es que, precisamente entonces,haban nacido nuestros dos angelitos... tenan muy
pocos das.HILDA. -Ah! los dos gemelos...SOLNESS. -Eran muy fuertes, muy sanos, cuandovinieron al mundo. Crecan a ojos vistas... oh!Era aquello un placer inmenso!
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HILDA. -Todas las criaturas son lo mismo en los
primeros tiempos.SOLNESS. -Era el espectculo ms hermoso delmundo ver a Alina en medio de nuestros doshijos... Pero, de pronto, una noche estall elincendio.HILDA. (Con ansiedad). -Cmo fue?... Pereci
alguien?SOLNESS. -No, por fortuna; pudimos salvarnostodos.HILDA. -Entonces... ?SOLNESS. -Alina tuvo un miedo terrible. El susto,la huida precipitada... y, adems de esto, l vernos
obligados en una noche glacial a sacar de casa aAlina y a los dos nios poco menos quedesnudos...HILDA. -Y los pobrecitos no podran soportar...SOLNESS. -S, pero Alina enferm, y a pesar deello empese en seguir amamantando a los nios,
como antes... Deca que ste era su deber.Entonces los pobres angelitos... (Retorcindose lasmanos). Ah! entonces...HILDA. -No lo pudieron resistir?SOLNESS. -No... no lo resistieron. La leche de sumadre les mat!
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HILDA. -Eso le habr hecho sufrir muchsimo!
SOLNESS. -Oh! s, he sufrido mucho; peroAlina ha sufrido ms, mil veces ms! (Cerrando lospuos). Oh!... Y pensar que en el mundo han deocurrir cosas tan horribles! (Transicin). Desde el daque perd a mis hijos no he vuelto a construiriglesias ni campanarios, sino contra mi voluntad.
HILDA. -De manera que le repugnara mucholevantar la torre de nuestra vieja iglesia?SOLNESS. -Oh, s, mucho! Todava recuerdo qugrande fue la alegra que experiment al terminarla.HILDA. -Tambin lo recuerdo yo...SOLNESS. -Ahora, no quiero ya construir iglesias
ni campanarios.HILDA. -Solamente casas que sirvan dehabitacin a los hombres.SOLNESS. -Eso es, casas para morada de loshombres, Hilda, y nada ms.HILDA. -S, pero casas con torres muy altas, muy
altas...SOLNESS. -Naturalmente... cuando se pueda. (Entono ms ligero). Como deca... aquel incendio labrmi fortuna, como constructor, se entiende.HILDA. -Por qu no se hace llamar arquitecto,como los otros?
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SOLNESS. -No he estudiado bastante. Cuanto s,
lo he aprendido por m solo.HILDA. -Pero eso no le ha impedido ir muy lejos.SOLNESS. -Gracias al incendio. Casi todo elterreno que ocupaba el jardn lo destin aconstrucciones, dividindolo en pequeas parcelasy levantando en ellas casitas segn mi fantasa.
Desde entonces, he visto mi camino sembrado deflores.HILDA. (Mirndolo fijamente). -Usted debe ser unhombre muy afortunado, puesto que le sale todobien.SOLNESS. (Con tristeza). -Ah! Eso mismo dice
todo el mundo.HILDA. -S, y creo que su felicidad sera completasi no pensara tanto en aquellas dos pobrescriaturitas.SOLNESS. -Ah! Pobres hijos mos... No es fcilque los olvide nunca.
HILDA. (Con cierta nerviosidad). -De tal modoocupan su pensamiento, despus de habertranscurrido tantos aos?...SOLNESS. (Mirndola fijamente). Ha dicho ustedque yo soy un hombre afortunado...HILDA. -S, es indudable... si olvidamos eso.
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SOLNESS. -Mientras yo le hablaba del incendio...
HILDA. -Qu?SOLNESS. -No se le ha ocurrido una idea, unaidea que ha de haberle impresionado de un modosingular?HILDA. (Reflexionando). -No. Confieso que...SOLNESS. (Con voz sorda, pero marcando mucho las
palabras). -Que debe a ese incendio el haberpodido construir casas para los dems, casasalegres, ventiladas y con buena luz, donde se vivabien, donde padres e hijos pasen la existencia en lams profunda conviccin de que verdaderamentees una fortuna vivir en el mundo y, sobre todo,
vivir los unos para los otros... as en las casaspobres como en las ms ricas.HILDA. (Con viveza). -Pero, no es tambin parausted una gran suerte el haber construido tanesplndidas moradas?SOLNESS. -No olvide, Hilda, el precio, el precio
terrible con que pagu tanta fortuna!HILDA. -No habra algn medio de desechar esetorturador recuerdo?SOLNESS. -No lo hay... Para poder dar a losdems moradas semejantes, he tenido yo querenunciar a poseer una. Quiero decir, una casa con
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hijos y en la que el padre y la madre puedan vivir
perennemente felices.HILDA. (Muy seria). -De veras ha renunciado atales alegras? Para siempre!SOLNESS. (Levantando lentamente la cabeza). -S,ste ha sido el precio de lo que usted llama, mifelicidad, mi fortuna. (Respira fuerte). Fortuna!
Felicidad!... Bien caras me han costado, Hilda!HILDA. -Pero y maana?...SOLNESS. -Oh! No, no existe el maana param. Siempre ser lo mismo...HILDA. -Entonces, por qu construye aposentospara nios?
SOLNESS. (Con gravedad). -No ha observado,Hilda, que en lo imposible hay siempre algo quecautiva, que atrae?HILDA. (Reflexionando). -En lo imposible, dice?(Con viveza). S, es cierto. Tambin sabe ustedesto?
SOLNESS. -Tambin lo s.HILDA. -En usted hay algo sobrenatural.SOLNESS. -Qu quiere decir con esto?HILDA. -No s expresarlo de otro modo.SOLNESS. (Se levanta). -Realmente, es muchaverdad lo que usted ha dicho. (Con fuerza). Pero es
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que uno se vuelve hasta mago... cuandose tiene
fortuna en todo, en todo...HILDA. -No entiendo...SOLNESS. - Prsteme atencin, Hilda: todocuanto he hecho, las casas que he construido, lastorres que he levantado, todo cuanto ha salido demis manos slido y hermoso... sublime. .. (Cerrando
los puos). Oh! No es cosa terrible el pensar...?HILDA. -Pensar qu?SOLNESS. -Que todo eso he tenido quecomprarlo con mi felicidad. Y no solamente conmi felicidad, sino tambin con la de otras perso-nas. S, Hilda, esta es la verdad. Esto es lo que me
ha costado mi fama de artista... y aun no es estotodo. Da por da, he de estar viendo an cmosiguen pagando!HILDA. (Se levanta y lo mira fijamente). En estemomento, piensa usted en... en ella.SOLNESS. -S, pienso mucho en Alina, porque
Alina tena una misin que cumplir, como yo (Convoz temblorosa). Pero ha tenido que renunciar a suvocacin por completo... para que yo pudiera llegara esa especie de triunfo. Porque ha de saber ustedque Alina construa tambin... a su manera.
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HILDA. -Alina? de veras?
SOLNESS. (Moviendo la cabeza). -No se trataba,entindalo bien, de construir, como yo, casas ytorres.HILDA. -Qu construa, entonces?SOLNESS. (Con honda emocin). -Almas... Hilda,almas de nios sanos, hermosos, que ms tarde
pudieran llegar a ser almas de hombres fuertes ygrandes amadores de la verdad y de la justicia.Esta era la misin de Alina... y hoy est todo esobajo tierra, inservible, intil para siempre... comolas cenizas de una casa incendiada.HILDA. -Y aunque as fuera?...
SOLNESS. -Oh! Es as, no lo dude, lo s, lo sperfectamente.HILDA. -De todos modos, usted no es culpable.SOLNESS. (La mira fijamentey muevecon pausa lacabeza). -Precisamente sta es la duda horrible, laduda que me atormenta noche y da.
HILDA. -Qu duda?SOLNESS. -Suponga por un momento que yo seaculpable... de uno o de otro modo.HILDA. -Usted... culpable del incendio?SOLNESS. -De todo lo que ocurri entonces. Yaun siendo inocente...
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HILDA. -Oh! Seor Solness, para hablar usted
as... casi es necesario que est enfermo!SOLNESS. -Bah!... Creo que no he de curarmejams. (Hilda se pasea, mientras Ragnar abrecautelosamentela puerta dela izquierda).
ESCENA VDichos, y RAGNAR
RAGNAR. (Al ver a Hilda). -Oh!... perdneme,seor Solness... (V a a retirarse).SOLNESS. -No, no; espere un poco. Ser mejor
que concluyamos... pronto.RAGNAR. -Tambin yo quisiera...SOLNESS. - Segn parece, su padre no estmejor?RAGNAR. -El pobre anciano va perdiendo fuer-zas cada da, lo que me obliga a suplicarle con
nueva insistencia que se digne escribir en algunode mis dibujos siquiera una palabra de elogio... algoque pueda mostrar a mi padre, antes que...SOLNESS. -No quiero or hablar ms de esosdibujos.
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RAGNAR. -Es que no los ha... visto usted
todava?SOLNESS. -Si, los he visto.RAGNAR. -Entonces, es que no valen nada? Esque no valgo yo nada tampoco?SOLNESS. -Esccheme, Ragnar; qudese aquconmigo... csese con Kaia, y, renunciando a sus
locas ambiciones, sern ambos felices. Renuncie deuna vez y para siempre a sus vanos deseos detrabajar por cuenta propia.RAGNAR. -Est bien. Voy a llevar su respuesta ami padre... Se lo he prometido. Es esto lo que hede decir a mi pobre padre, antes que muera?
SOLNESS. (Muy agitado) -Dgaselo... dgale lo quequiera... pero sera mucho mejor, Ragnar, que no ledijera ahora nada. (Con pesar). No puedo hacerotra cosa!RAGNAR. -En tal caso, puedo llevarme losdibujos?
SOLNESS. -Tmelos! Sobre aquella mesa estn.RAGNAR. (Dirigindosehacia la mesa). -Gracias!HILDA. (Poniendo la mano sobrela carpeta). -No, no;djelos.SOLNESS. -Por qu?HILDA. -Deseo verlos.
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SOLNESS. -No los ha visto ya? (A Ragnar).
Djelos, entonces.RAGNAR. -Con mucho gusto.SOLNESS. - Yvuelva al lado de su padre.RAGNAR. -Puesto que me lo permite...SOLNESS. (Conexaltacin). -No vuelvaa pedirmenunca imposibles... Me comprende, Ragnar?...
RAGNAR. -Est bien... Dispnseme. (Saluda y seretira por la puertecita. Hilda toma asiento en una silla
cerca del espejo)
ESCENA VI
HILDA y SOLNESS
HILDA. (Con airedereproche). -Lo que acaba ustedde hacer no est bien.SOLNESS. -Ah! Usted lo cree?HILDA. -Ha sido malo, muy malo, cruel y duro.
SOLNESS. -Es que no puede usted comprenderlo que pasa por m.HILDA. -Es igual... Usted no deba obrar de esamanera.
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SOLNESS. -Pero si usted misma deca no hace
mucho que solamente yo tena derecho aconstruir...!HILDA. -Yo puedo decirlo; pero usted no.SOLNESS. -Por lo contrario, yo ms que nadie...Tenga en cuenta el precio que me cost llegar allugar que ocupo.
HILDA. -Lo s!Le ha costado la alegra de sucasa... como usted dice.SOLNESS. -La paz de mi espritu...HILDA. (Selevanta). -La paz de su espritu... (Convoz penetrante). Tiene usted razn, pobre seorSolness, es verdad; usted supone que...
SOLNESS. (Sonriendo). -Vuelva a sentarse, Hilda.Todava le he de contar algo muy ridculo.HILDA. (Sesienta). -Qu ser?SOLNESS. -A primera vista parece muy ridculo,porque se trata, figrese, de una grieta en lachimenea...
HILDA. -Y nada ms?SOLNESS. -Nada ms, para comenzar. (Acerca unasilla a Hilda y sesienta).
HILDA. (Impaciente). -Ha dicho usted una grietaen la chimenea?
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SOLNESS. -Muchsimo antes del incendio haba
advertido ya semejante desperfecto, y siempre quesala al tejado iba a ver si continuaba igual.HILDA. -Y siempre la encontraba igual?SOLNESS. -S, porque como nadie mas que yo losaba...HILDA. -No se lo haba dicho, entonces, a
nadie?SOLNESS. No; a nadie.HILDA. -Y no pens nunca en repararla?SOLNESS. -Si, lo pens ms de una vez; peronunca me decid a hacerlo. Cada vez que quiseocuparme en ello, pareca que una fuerza
misteriosa me lo impeda. Hoy no, deca; lo harmaana... Y el caso es que jams hice nada.HILDA. -Pero, por qu tanto descuido?SOLNESS. Se me meti en la cabeza que poraquel agujero poda entrar la fortuna.HILDA. (Fijando la mirada en el espacio) -Oh!
Deba ser una cosa emocionante!SOLNESS. -Me era imposible... absolutamenteimposible proceder de otra manera! Me parecaaquello tan sencillo y tan natural! Yo hubieraquerido que el incendio estallara en plenoinvierno... antes de medioda, porque entonces me
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habra encontrado fuera de casa, y Alina tambin.
Los criados hubieran encendido fuego en lachimenea... para calentar las habitaciones...HILDA. -A causa de la frialdad del tiempo...?SOLNESS. -Eso es... y para que al volver Alinaencontrara caliente la casa...HILDA. -Alina es muy sensible al fro...?
SOLNESS. -S, mucho... Al acercarnos a casahubiramos visto humo... mucho humo...HILDA. -Humo nada ms?SOLNESS. -Al principio, es claro... Luego,acercndonos ms, habramos visto que la casatoda era presa de las llamas... He aqu cmo
hubiera querido que ocurriese.HILDA. -Dios mo! Y por qu no fue as?SOLNESS. -Eso es, Hilda, por qu?HILDA. -Pero est usted bien seguro de que fuela grieta de la chimenea la causa del incendio?SOLNESS. -No, nada de eso; nada tuvo que ver el
maldito agujero con el incendio, estoy segursimo.HILDA. -Cmo?SOLNESS. -El fuego comenz en un armario deropa que estaba en el extremo opuesto de la casa.HILDA. -Entonces, por qu viene con ese cuen-to del agujero de la chimenea?
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SOLNESS. -Me permite usted llegar hasta el final,
Hilda?HILDA. -Adelante, pero con la condicin de quediga cosas razonables.SOLNESS. - Lo intentar. (Acerca ms su silla a ladeHilda).
HILDA. -Hable, pues.
SOLNESS. (En tono confidencial). -No cree ustedque existen hombres especiales, extraordinarios,que tienen la gracia, el poder, la facultad de desear,de ambicionar, de querer una cosa con tantafuerza, con tan firme voluntad que concluyen porobtenerla?
HILDA. (Con mirada deiluminada). -S, esverdad.Eso se ver algn da... si soy yo de los elegidos.SOLNESS. -Pero por s no pueden realizar gran-des cosas, oh, no! Se necesitan ayudantes yservidores para llegar arriba... y sos jams vienen,sin que se les llame mucho y con insistencia...
HILDA. -Y qu ayudantes y servidores son sos?SOLNESS. -Despus se lo dir. Por ahora,hablemos slo del incendio.HILDA. -Cree usted que el incendio no habraestallado, si no lo hubiese deseado con tantafuerza?
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SOLNESS. -Si la casa hubiese sido del anciano
Knut Brovik, no habra ardido jams tan apropsito, pues l nunca supo llamar ayudantes yservidores. (Se levanta muy agitado). Ya ve, pues,Hilda, que yo tuve la culpa de que los pequeuelosmuriesen, como la tengo tambin de que Alina nohaya sido jams lo que ella hubiera querido ser.
HILDA. -Pero por qu vinieron esos... ayudantesy servidores? Quin los llam?SOLNESS. Los llam yo, y a mi voluntad sesometieron todos. (Con crecienteagitacin).A esto esa lo que llama la gente tener fortuna... Voy adecirle la que se experimenta cuando se alcanza
semejante fortuna... Es lo mismo que si tuvieraabierta una llaga viva en el pecho, y los ayudantes yservidores arrancaran pedazos de piel a otraspersonas para cubrir esa llaga con ella. Sinembargo, mi llaga no se cura nunca, nunca!... Oh!Si supiese usted de qu modo algunas veces
siento arder la carne viva!HILDA. (Mirndolo atentamente). -Usted seencuentra enfermo, seor maestro, muy enfermo.SOLNESS. -Di