Los días pasan y el mundo no se detiene para que te recuperes.
24 de mayo de 2014, primera final de la Champions de mi equipo de la que puedo ser
testigo. Fue un día precioso, pero a la vez muy triste, y del que tardé muchos días en
recuperarme. Nada podría ser peor que el vecino te empatase fuera de tiempo y
finalmente se llevase la copa con una gran prórroga que hizo, todo hay que decirlo.
¿Podría haber algo peor que eso? ¿Podrían juntarse tantos condicionantes en un mismo
partido? Parecía inimaginable, pero así es la vida. Lo que menos esperas, es lo que más te
da.
El Atlético de Madrid llegaba por tercera vez en su historia a una final de Champions,
derrotando a los campeones de sus ligas, entre ellos, a los dos mejores equipos del mundo
desde mi punto de vista. Otra vez contra el Madrid, después de dos años de aquella final
agónica. Esta vez más preparado físicamente, haciendo una temporada de nuevo para la
historia (aunque nos vayamos de vacío), y con un símbolo del club y mi ídolo de toda la
vida, Fernando Torres. Era su oportunidad, y también la nuestra. Mi familia. Marta y yo
habíamos tenido la tremenda suerte de poder asistir a ese partido. ¿Muchas
casualidades? Yo no creo en ellas. Era el escenario perfecto, eliminar a los mejores y
subsanar la herida con el eterno rival. Ver levantar un título a una de las personas por
las que más admiración sientes en esta vida y celebrarlo con tu familia (incluyendo a
Marta, que ya es una más). Las cosas no salieron bien. No vi el penalti que falló Juanfran,
ni tampoco el que marcó Cristiano Ronaldo, después del cual tuve que ver como
celebraban la victoria los jugadores del Madrid porque no me había dado ni cuenta de
que se nos había vuelvo a escapar. Porque fue eso, más que una victoria del Madrid, fue
una derrota del Atleti. Fue en este momento en el que me hubiera gustado poder pulsar
el botón de tiempo muerto, y asimilar todo lo que se nos venía encima. Pensé que el peor
momento lo viviría en el campo, pero el llegar a casa el lunes de madrugada y por
consiguiente los días de después, están resultando una pesadilla.
Hoy martes, tres días después de lo ocurrido, he conseguido reunir fuerzas para poder
escribir unas líneas y hacer un llamamiento a todos los atléticos conocidos, y que no
conozco también. Lo de Lisboa fue duro, lo de Milán, imposible de explicar. Son
incontables los sentimientos que intentas expresar con palabras y que sólo te salen con
lágrimas, resignación, impotencia. Sé que como yo, los atléticos de alma (y no de corazón,
porque como dice Simeone el corazón se para, pero el alma no), sienten lo mismo.
A nadie le gusta perder, y menos de esa manera y con todos los condicionantes que se
dieron esa noche, pero lo cierto es que me he dado cuenta que yo no lloro por perder, al
menos no directamente. El viernes comenzamos nuestro viaje y, desde entonces hasta
pocas horas antes de montarnos en el avión de vuelta, no paramos de conocer a atléticos.
Gente que no habíamos visto nunca y que sientes que pertenece a la misma familia que
tú, al Atleti. Fue bonito compartir mesa para comer el sábado con más colchoneros (como
dijo mi madre, con esto de ser una mesa grande, parece que estamos en familia. Y así
era.). Fue precioso conocer a gente que está tan loca como tú, que tiene la misma
enfermedad, que le gusta, y se llama Atlético de Madrid. Fue memorable bailar con ellos,
saltar con ellos, reír y llorar con ellos. También lo fue con los numerosos italianos que
fueron inteligentes y se fueron donde realmente lo pasarían bien, en la fan zone del
Atleti. Aquel día nos sentimos famosos, cada paso que dábamos nos reclamaban una foto,
también los periodistas. Salimos en varios medios de comunicación. Aquel día, que parece
ya tan lejano, sentí la felicidad más pura y bella, y el sabor más amargo de la vida. Aquel
día di todo, absolutamente todo lo que tengo en la grada, y mi voz se quiso quedar allí
unos días, aún no ha vuelto. Lloré y disfruté más que nunca. Aquel día se me partía el
alma al ver como el Niño permanecía inmóvil, mirándonos y llorando desconsolado, como
Juanfran pedía perdón (no sé por qué, pues cuando lo das todo no hay que disculparse).
Las caras de Gabi, Koke, Saúl, Godín y toda la plantilla… Estas imágenes permanecerán
siempre en mi cabeza, y en mi corazón. Esas imágenes valen infinitamente más que todas
las frases que pueda formar yo hoy aquí, y mi familia colchonera sabe de lo que hablo.
Hoy, aun sin fuerza física y psicológica, salgo a defender estos días de amargura que
hemos vivido y seguimos viviendo y que, a la mayoría nos acompañarán por siempre.
Aunque no nos demos cuenta, todos estos momentos que he relatado es lo más bonito
que nos podría pasar. Lloro de alegría por ver la grandeza de cada uno de nosotros, y por
ello quiero dar las gracias. Gracias a todos los atléticos por compartir este sentimiento,
a la Peña Atlética La Zarza por celebrar lo que somos, sin necesidad de tener nada
material en las vitrinas para hacerlo. Gracias a mis padres por permitirme hacer el viaje
más bonito de mi vida, a Marta por ser una hermana más y a mi hermana de sangre, a
Dennis, a quién envío un abrazo muy fuerte y doy ánimo para su próximo reto, la
Selectividad. Gracias a jugadores y cuerpo técnico por dar el 150% en cada balón. No
quiero estrellas, quiero gente trabajadora, honrada, humilde y luchadora como vosotros.
Doy las gracias desde lo más profundo de mi alma (la cual he descubierto estos días que
también se manifiesta físicamente), al Atlético de Madrid por existir y poder ser una
parte muy importante de mi vida. Que esta enfermedad me dure toda la vida y también
lo que haya después de esto, porque es el mal más bonito que existe, forma parte de uno
mismo, se ama porque se necesita y urge tanto como respirar o comer.
El Atleti es amar la vida, y amar la vida es amar al Atleti.
VOLVEREMOS.
"El mundo no es sólo sol y arcoíris, es un lugar malo y sucio.
Y no importa lo fuerte que seas, te pondrá de rodillas y te mantendrá ahí si te dejas.
Ni tú, ni yo, ni nadie va a pegar tan fuerte como la vida.
Pero esto no trata de lo fuerte que pegues, trata de aguantar los golpes, y seguir
aguantando. De cuanto puedes aguantar y seguir avanzando.
El dolor es temporal, y si nos rendimos ahora, durará para siempre."