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7/30/2019 BOUYER Eucarista 06 - LA EUCARISTIA PATRISTICA Y LOS VESTIGIOS DE LA EUCARISTIA PRIMITIVA
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CAPTULO VI
LA EUCARISTA PATRSTICA Y LOS VESTIGIOS DE LA
EUCARISTA PRIMITIVA
Constitucin de los formularios tradicionales
La fijacin por escrito de las oraciones litrgicas, en el cristia
nismo como en el judasmo, es un fenmeno relativamente tardo. En
un caso como en otro no se produjo sino a partir del momento
en que se tuvo la sensacin de que corra peligro de alterarse la
tradicin si no revesta formas fijas en los detalles. Las herejas,
con la reaccin que provocaron, fueron un factor de particularimportancia en esta evolucin. asta es la razn por la que efectiva
mente no vemos generalizarse textos cristianos de este gnero
sino despus de la gran crisis del arrianismo, es decir, a partir de
la segunda mitad del siglo xv.
No obstante, un documento como la Tradicin apostlica de san
Hiplito atestigua que antes de esta fecha comenzaron a redactarse
modelos tpicos. Pero el mismo documento atestigua tambin que pri
meramente se propusieron ms bien como ejemplos destinados a
guiar a los celebrantes y no precisamente como frmulas ne vane
tun. Y viceversa, mucho despus de la aparicin y de la generaliza
cin de formularios relativamente fijos pudieron persistir si hasta
nuestros das variaciones sobre los temas fundamentales. En la
misma liturgia romana, por muy conservadora que parezca, no cesprcticamente nunca la redaccin de prefacios eucarsticos variables.
1. cf. Trc4idn GjJQstIicfJ, final del prrafo jo.
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La eucaristia patrstica
La liturgia mozrabe, casi todo el tiempo que se mantuvo
viva, conoci esta plasticidad tocante a todas las partes de la euca
rista . Y las liturgias orientales por su parte, en particular entre
los coptos, los etopes y los maronitas, siguieron elaborando hasta
el final de la edad media frmulas ms o menos nuevas.
Con todo, es cierto que el gran desarrollo de los formularios
eucarsticos coincide con el apogeo de la patrstica, es decir, un
perodo que se extiende de mediados del siglo iv a mediados del
siglo vi: de los padres capadocios a san Gregorio Magno. Dado
que los manuscritos litrgicos estaban destinados al uso litrgico
y se destruan o se dejaban de lado cuando ya no servan, slo nos
quedan algunos preciosos fragmentos de una poca ms antigua.
En cambio, como las composiciones de esta poca haban llegado
a imponerse y a persistir, estamos sumergidos en un cmulo de
textos producidos en aquel tiempo. Puede decirse que entonces fue
cuando la eucarista hall sus expresiones clsicas. No hay que
lamentar demasiado que no tardaran en poner ms o menos trabas
a la improvisacin. En efecto, hay que reconocer que los siglos
siguientes no produjeron prcticamente sino variaciones, ms o me
nos logradas, sobre los temas que en aquella sazn acabaron por
definirse y organizarse. O bien se perdern stos de vista y no se
tardar en caer en palabrera y en extravos de la imaginacin.
Cuando la que, para simplificar, llamamos nosotros la edad media
no se atenga ya a los textos patrsticos, la oracin eucarstica se
hallar en constante peligro de adulteracin y de disolucin.
Por el contrario, cuando se recorren los textos de esta gran
poca, queda uno sorprendido por su vigor y su riqueza. Pero,
por lo menos a primen vista, queda uno tambin desconcertado por
su variedad. Se dejan percibir ciertas constantes, pero la multipli
cidad de las formas que las envuelven es tal, que se ve uno perplejo
para clasificar estos documentos, y ms todava para establecer
su genealoga. Sin embargo, poco a poco, se ha ido imponiendo un
acuerdo entre los liturgistas comparatistas pan asociar esta vasta
proliferacin a cinco grandes centros principales, o, para ser
ms exactos, a cinco reas de composicin y de difusin inicial.
Uf. mfra, p. 3i7sa.
Cf. mfra, p. 3373,.
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Constitucin de los formularios tradicionales
Tres de ellas se sitan en Oriente y dos en Occidente. As, a pro
psito de la oracin eucarstica se puede hablar en trminos gene
rales de cinco esquemas fundamentales, que se reconocen todava
hoy en los textos ms venerables que se han mantenido en uso.
estos son, para enumerarlos de este a oeste: el tipo sirio oriental,
el tipo sirio occidental, el tipo alejandrino, el tipo romano y el
tipo galicano y mozrabe.
No debemos cerrar los ojos a lo que hay de simplificacin en
esta divisin aceptada comnmente. Por ejemplo, hay que admitir
que el llamado tipo sirio occidental contamin ms o menos tanto
al tipo sirio oriental como al tipo alejandrino, prcticamente en todoslos formularios de estos que nos son accesibles directamente. Ade
ms, si se observa ms de cerca, el mismo tipo sirio occidental
implica dos variedades con diferencias bastante profundas, que
quiz se puedan referir a Antioqua y a Jerusaln respectivamente.
As tambin en Occidente, el tipo romano va acompaado de
toda una serie de tipos secundarios, como el lyons y sobre todo el
milans llamado ambrosiano. Es sumamente difcil determinarsi son tipos romanos galicanizados, o si ms bien conservaron
formas romanas arcaicas. Es tan difcil que hasta algunos han
llegado a sostener que el tipo romano, en los orgenes, no se dis
tingua netamente en una confusin de formas locales, todas ellas
ms o menos anlogas a las formas que llamamos galicanas o
mozrabes, las cuales habran seguido evolucionando en otras partes,
quedando, en cambio, inmovilizadas en Roma.En todo caso es cierto que hay que contar con exportaciones
imprevistas y con metamorfosis locales, no siempre fciles de ex
plicar. No es en Bizancio donde pueden hallarse mejor las carac
tersticas del antiguo rito bizantino, sino ms bien en la lejana
Armenia, pese a los revestimientos originales y particularmente
prolficos que hubieron de experimentar. Influencias, sobre todo
de Palestina, alteraron mucho ms radicalmente, y hasta abolieronmuchos usos locales antiguos . De la misma manera, no es en Ca-
4. cf. nfra, p. 252ss.5. Cf. A. KING, Lti.rgies of che Primacial Sen, Londres 1957, p. Isa y 286,,.
6. Ci., por ejemplo, GREOORY Dix, The Sha of che LOnrgy, p. 563ss.
7. cf. A. BAUMSTARK, Liturgi. comparte, p. 35.8. BAUMSTARK, Op. cit., p. 6.
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padocia, ni en la vecina Siria, ni tampoco en Constantinopla, sino
nicamente en Egipto, donde hallamos la eucarista de san Basilio
bajo una forma que parece ser la original.
Fuerade
estas transferencias,ms o menos
globales, hay elemen
tos errticos, que es todava ms difcil explicar por qu conducto
pudieron llegar all, donde ahora los hallamos. Para slo citar un
ejemplo, cmo se explica que en medio del canon ambrosiano
tropecemos con una frase que parece provenir directamente de una
anfora siria occidental?
A travs de todos estos intercambios hay dos hechos tan eviden
tes, que con frecuencia se ha intentado explicar por ellos todas lasaparentes asimilaciones. Nos referimos al imperialismo de Roma
y al de Bizancio. Contrariamente a lo que muchos modernos pro
penden a imaginar segn una concepcin romntica del liberalismo
o de la anarqua ortodoxo y del autoritarismo romauio, el imperia
lismo bizantino, en particular en nuestro terreno, parece haber sido
mucho ms sistemtico o mucho ms riguroso que el imperialismo
romano. Durante largo tiempo la liturgia romana se fue extendiendo
mucho ms por un proceso de prstamos espontneos, o de adopcin
querida o estimulada por las autoridades seculares, que por
esfuerzo alguno de la autoridad pontificia. Durante mucho tiempo ha
sorprendido en gran manera sobre este punto el liberalismo de la
carta de san Gregorio Magno, en la que ste aconseja a san Agus
tn de Cantrbery que fabrique para los anglosajones una liturgia
apropiada tomada de las fuentes que le parezcan mejores. Hasta
tal punto, que se ha querido ver aqu una falsificacin ID Hoy da
todos, o casi todos, convienen en reconocer su autenticidad. Es
cierto que se hallan algunos ejemplos en sentido contrario, como
una carta particularmente estrecha y llena de acrimonia del papa
Inocencio al obispo Decencio de Gubbio ". Pero sta traduce un
temperamento personal en su autor, mucho ms que una polticacoherente de la sede romana en aquella poca. De hecho, la antigua
Roma eclesistica parece haber permanecido largo tiempo indife
rente a la expansin de su propia tradicin litrgica. Y en lo
JDAUMSTAIUC, Of. cit, 1. 59.
lo. cf. Epst. 64, lib. xx PL. 77, CDI. 1187.it. cf. Gnxooxv Dix, op. cit., p. S64.
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sucesivo se mostr extraordinariamente acogedora de las tradiciones,
galicanas u otras, que volvieron a ella con las ediciones de sus
propios libros, que los brbaros haban interpolado copiosamente
pan su propio uso.
Habr que aguardar hasta Gregorio vii paraver modificarse esta poltica o ms bien ausencia de poltica. En
efecto, este papa provocar en algunos aos la destruccin casi com
pleta del rito mozrabe y su sustitucin en Espaa por el rito
romano ". Con todo, no hay que olvidar, por una parte, que el
rito mozrabe se haba desacreditado dogmticamente por el apoyo
que haba credo hallar en sus frmulas una teologa adopcionista,
y, por otra parte, que los reyes espafioles, movidos ms o menos
por la propaganda de los monjes de Cluny, haban ya precipitado
el movimiento, ms o menos espontneo, que tenda a dicha sus
titucin.
Bizancio, en cambio, desde el siglo y sigui una poltica de
supresin pura y simple de las tradiciones locales y de su sustitu
cin por la liturgia llamada bizantina, que, a decir verdad, no erasino la forma particular que la liturgia siria occidental haba llegado
a adoptar en la nueva Roma sobre el Bsforo. Las defecciones que
de esto se seguirn y que se han cargado en la cuenta de las herejas
nestoriana o monofisita, hoy da parecen haber sido ms bien reac
ciones del nacionalismo cultural, exasperado por aquella voluntad
imperial de unificar a todo trance El absolutismo al que esta
-oluntad haba de llegar en el siglo xii se expresar sin ambages
en una famosa consulta del gran canonista Teodoro Balsamn. El
patriarca ortodoxo alejandrino de la poca le haba preguntado qu
haba que pensar y qu haba que hacer de la liturgia de Santiago,
a lo cual aquella gran autoridad le respondi que no haba ms
liturgias ortodoxas que las llamadas de san Juan Crisstomo y de
san Basilio por supuesto, bajo la forma en que se conocan y se
practicaban en la ciudad imperial. La respuesta es tanto ms
caracterstica, cuanto que Balsamn mismo en de origen antio
queno, pero no parecia tener el menor barrunto de la tesis, con
12. cf. nfra, p. 316as.13. Cf. nfra, p. 315.
14. El nietropolita SERu.fN. cn su libro I_gUse orhodoxe, Paris 1952, pone muy
de relieve este punto.
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todo, incontestable, de que las liturgias de la nueva Roma no eran
sino subproductos de aquella liturgia de su ciudad natal .
En cambio, no hay que olvidar que las victorias de estos dos
imperialismos se han revelado ms de una vez como victorias de
Pirro. I.o que hemos dicho sobre la evolucin de la liturgia romana
y sobre los orgenes mismos de la liturgia bizantina es ms que su
ficiente para que se comprenda esto sin dificultad. Si la liturgia
llamada romana acab finalmente por imponerse en todo el Occi
dente, lo hizo en una forma abigarrada, en la que no hay ya de
romano ms que cierto marco y ciertas frmulas, pasablemente
anegadas bajo una afluencia de frmulas extranjeras y ocultasbajo todo un enchapado de ritos, de ornamentos y de cantos que
no tienen nada de romano. Anlogamente, la liturgia bizantina,
que no naci en Bizancio, sino en Antioqua y que fue refundida,
en Antioqua o en otra parte, antes de ser transportada a la ciudad
imperial, deba verse aqu recubierta con una primera y considera
ble aportacin monstica venida de Jerusaln y, ms concretamente,
de la laura de san Sabas. El monasterio de Stoudios, en la capital,ser el centro en todo caso, el principal de esta verdaden refun
dicin. Y estos elementos algenos distan mucho de ser los ltimos
que seguir recibiendo la ciudad de los ba-sileis antes de reexportar-
los, bajo el sello imperial, juntamente con lo que le quedaba de su
ms antiguo fondo.
Estas pocas alusiones eran seguramente necesarias pan que
nadie se haga ilusiones sobre la pureza o la autonoma de los cinco
grandes tipos de liturgia eucarstica generalmente reconocidos.
A decir verdad, no son sino familias, entre las cuales hay nume
rosas alianzas, y en las que en todo caso se permanece en el interior
de una misma raza.
Independientemente de los ulteriores cruzamientos, que pudie
ron borrar ms o menos las diferencias primitivas entre los tipos
enumerados, parece que hay que reconocer ciertos parentescos ori
ginarios. Pero stos, repitmoslo, resisten a los prejuicios ms
enraizados. Estamos acostumbrados a ver a la cristiandad como
dividida desde muy antiguo en dos bloques, Oriente en torno a Bizan
15. Cf. PC, 119, col. 1033ss. Por supuesto, Balsamn condena igualmente la liturgia
de San Marcos.
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do, y Occidente en tomo a Roma. En esta divisin hay no poco de
artificio, como se revela particularmente, aunque no nicamente,
en el terreno litrgico. En efecto, la liturgia siria occidental es
decir, en este caso, de Antioqua parece emparentada ms directamente con las liturgias galicana y mozrabe que con sus vecinas
de Oriente, si nos atenemos a lo que parece fundamental. Y toda
va ms claramente, la liturgia romana y la liturgia alejandrina
parecen ser, si ya no hermanas, por lo menos primas hermanas.
Con otras palabras: si se quiere trazar una lnea de separacin
entre los diferentes caminos de la tradicin litrgica y sobre todo
eucarstica, entre los diferentes modelos de oracin que fueron losprimeros en constituirse en ella, esta lnea no puede ser vertical.
sta ignora la separacin habitual entre Oriente y Occidente y
tiende a revelar otra que divide en dos tanto a Oriente como a
Occidente.
Aadamos sin tardar que el hecho es seguramente tan poco
conforme con nuestros hbitos mentales, que muchos hombres de
ciencia tienen todava dificultad para aceptarlo francamente. No
pueden negar ni las sorprendentes analogas *ni las comunes dife
rencias, ya que unas y otras son palmarias. Pero querrn expli
carla por influjos ms o menos tardos, ms bien que por alguna
comunidad de origen. Esto sucede particularmente a propsito de
lo que podemos llamar el extremo Occidente galicano y mozrabe,
compando con Siria occidental Muchos admiten que las analo
gas son un hecho secundario y no primitivo. Ms adelante veremos
algunas razones que parecen militar contra tal opinin. sta, sin
embargo, es todava sostenible, vista la fecha relativamente tarda
de todos nuestros documentos detallados sobre los ritos del extre
mo Occidente. En cambio, es mucho ms difcil sostener la tesis
de las influencias tardas para explicar las analogas entre Roma
y Alejandra. En efecto, es claro que cuanto ms antiguos son los
textos hasta los que podemos remontarnos y que son testigos segu
ros de un uso local, tanto ms llamativas son en este caso las
analogas.
Sea de ello lo que fuere, en los textos, tal como se nos presentan
16. Cf. A. Kwo, op. cit., p. 457ss.
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a nosotros, y cualquiera que sea la forma corno se quiera dar
cuenta de ellos, las analogas estn a la vista. Son primeramente
analogas de estructura, pero con frecuencia van acompaadas de ana
logas quiz ms sorprendentes lo cual no quiere decir ms probativas por s solas en los detalles de las frmulas.
Para limitarnos aqu a la estructura de la eucarista, veamos
cmo se presenta sta, primeramente en las cuatro familias en las
que, tomadas por parejas, hallamos, pues, semejanzas.
Comenzando por el rito sirio occidental, cuya estructura parece
de una claridad muy particular, tenemos sucesivamente:
1 Una primera parte de accin de gracias, que conduce al himno que en Occidente llamamos el sanctus.
2 Una segunda parte de accin de gracias, que conduce al
relato de la institucin eucarstica.
3 Una oracin de tipo particular, pero prcticamente universal,
a la que se llama anamnesis, y que parece ser una reasuncin y
amplificacin de las palabras: Haced esto en memoria o como
memorial de m.4 Otra oracin, tambin de tipo muy definido, pero que, a decir
verdad, no se halla en su plenitud sino nicamente en el rito sirio
occidental y en los ritos influidos por l : la epiclesis, es decir, una
invocacin en que se pide que descienda el Espritu Santo para
consagrar el pan y el vino y convertirlos en el cuerpo y sangre
del Salvador, y, secundariamente, que sea aceptado por parte de
Dios el sacrificio ofrecido y sea comunicada su gracia a los parti
cipantes en el mismo.
5 Una serie de intercesiones detalladas, por todas las nece
sidades de la Iglesia y del mundo, y de conmemoraciones de los
santos.
6 Una doxologa final de forma trinitaria.
Aadamos, como rasgo propio de la liturgia siria occidental,
que 1 est dominada por la persona divina del Padre y es ms
o menos puramente una accin de gracias por la creacin, mientras
que 2 est dominado por e Hijo y da gracias por la redencin,
as como 3; 4 y tambin en cierto grado 5 introducen al Esp
ritu y desarrollan el tema de la santificacin de la Iglesia y de
todo el universo, en una perspectiva francamente escatolgica.
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Todo esto podemos hallarlo en el mismo orden por lo menos
en cierto nmero de formularios galicanos y mozrabes, con la nica
excepcin de 5, que no figura en ellos. Pero en el extremo Occi
dente, el contenido de las diferentes partes es con frecuencia mucho
ms esfumado en los detalles, y no es raro que se desve ms o menos
completamente con respecto a este esquema, aunque siempre se
halla a una accin de gracias inicial que termina en el sanctus,
b una reanudacin ms o menos clara de la misma, que desembo
ca en Tas palabras de la institucin, c una sucesin, en la que cier
tamente se enmaraan con frecuencia *la anamnesis y la epiclesis,
pero ms a menudo todava se deshilany
hastase
deshilachancasi
en cualquier clase de oracin, d una doxologa, generalmente poco
desarrollada.
Si pasamos a Roma, hallamos aqu un orden completamente di
ferente y que puede parecer desconcertante si se tiene presente la
sencillez y armona del precedente. Tenemos primeramente: 1, que
tambin aqu es una accin de gracias que conduce al sanctus,
pero en la que se mezclan la redencin y la creacin las ms de lasveces la creacin es, a lo sumo, evocada, 2 una primera oracin
que evoca el sacrificio, 3 una primen serie de intercesiones por
los vivos y de conmemoraciones de los santos, 4 una oracin - en
dos frmulas distintas, pero ligadas - en la que se pide la acepta
cin del sacrificio y se aade una invocacin formal para la consa
gracin de los elementos eucarsticos, 5 el relato de la institucin,
6 una anamnesis, bastante semejante a la de Siria occidental, aunquems sobria, 7 una ltima invocacin - actualmente tambin en dos
oraciones unidas para que sea aceptado el sacrificio ofrecido y,
ahora ms en concreto, para que tenga en todos nosotros su efecto
de gracia, 8 una nueva intercesin, esta vez en primer lugar por
los difuntos, luego de nuevo por los vivos, esta ltima, acompaada
de una nueva conmemoracin de los santos, 9 la doxologa final.
En Alejandra, sobre todo si nos referimos a los documentosms antiguos, caemos en un orden anlogo, slo que todas las
intercesiones fueron agrupadas al principio, as como las conme
moraciones, y este bloque, con la oracin que lo precede en el rito
romano, avanz hasta antes del sanctus, Tenemos, pues, el orden
siguiente:
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La eucarista patristica
1 Accin de gracias inicial.
2 Primera oracin, que evoca el sacrificio.
3 Copiosas intercesiones y conmemoraciones terminadas en
una oracin en que se pide la aceptacin del sacrificio.4 Reiteracin de la accin de gracias que conduce al sanctus.
5 Nueva oracin en que se pide la aceptacin del sacrificio,
con una invocacin formal por la consagracin de los elementos.
6 El relato de la institucin.
7 La anamnesis.
8 Una ltima invocacin para que sea aceptado el sacrificio
ofrecido, y ms en concreto para que tenga en nosotros todos susefectos de gracia.
9 La doxologa final.
A esto conviene aadir que ni en Roma en el texto que ha
llegado hasta nosotros, ni en AFejandria en las ms antiguas formas
de los textos que nos son conocidas, hay el menor vestigio de una
atribucin particular de las grandes secciones de la anfora a las
tres personas divinas en particular, consideradas una tras otra.
Particularmente, slo en frmulas visiblemente influidas por la
Siria occidental se halla en Egipto una invocacin especial de una
venida del Espritu Santo, ya en la segunda o en la tercera de las
oraciones, entre las cuales, tanto en Alejandra como en Roma,
parece a primera vista haberse desparramado todo el contenido de
la epiclesis siria. En otros trminos la epiclesis, tal como se entiende
de ordinario, no parece ms primitiva en Alejandra que en Roma,
donde parece sencillamente estar ausente, O, si se prefiere, en
Alejandra como en Roma, no hay una, sino por lo menos dos
epiclesis si se toma la palabra epiclesis en sentido lato, una antes
y otra despus del relato de la institucin, sin hablar de la que se
podra llamar una preepiclesis, que viene mucho antes de todo
esto. Pero hoy da en Roma y, a lo que parece, en Alejandra en
los orgenes, no se hace intervenir al Espritu Santo.
Supervivencia de un tipo ms antiguo: A dday y Man
Antes de comenzar a desenredar lo que parece ser una maraa,
pese a las analogas parciales que pueden sugerir una primera pista
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Supervivencia de un tipo ms antiguo: Adday y Man
para las investigaciones que se han de efectuar, conviene que nos
fijemos en el quinto tipo de la eucarista patrstica, el de Siria
oriental. Lo hemos dejado de lado hasta aqu, porque se resiste
evidentemente a entrar dentro de ninguno de los grupos precedentes.
Por su contextura general, por lo menos a primera vista, podra
acercarse ms bien al otro tipo sirio, aunque no por su plan, que
difiere de l en un punto capital: las intercesiones y conmemora
ciones, todas ellas agrupadas en un solo bloque como en Siria
occidental, en lugar de seguir a la epiclesis, se insertan entre la
anamnesisy
sta, de una forma que no se halla en absoluto en
ninguna otra parte. Tenemos, pues, el plan que hemos presentado
en primer lugar, pero en el que estn metatizados 4 y 5:
1 Primera accin de gracias que conduce al sanctus.
2 Segunda accin de gracias que conduce al relato de la
institucin.
3 Anamnesis.
4Intercesiones y conmemoraciones.
5 Epiclesis.
6 Doxologa final.
Sin embargo, cuando se examina el testigo ms antiguo de este
esquema, la eucarista llamada de los apstoles, o tambin de Adday
y de Man, salta a la vista que aqu es facticio el esquema en
cuestin Slo se obtuvo, y por lo dems muy imperfectamente,
por adicin de elementos visiblemente de pocas diferentes, a costadel fraccionamiento de una oracin o de una serie de oraciones
ms antiguas. Pero stas, sin duda por razn de su grandsima
antigedad, fueron respetadas casi enteramente en su tenor origina!.
Puede decirse que sus extremidades separadas artificialmente, tien
den constantemente a soldarse por encima de los elementos adven
ticios. No hay ms que suprimir stos para que se vea resurgir una
oracin innegablemente de un solo y mismo tenor, Y todo induce acreer que esta oracin es la ms antigua composicin eucarstica
cristiana que tenemos actualmente al alcance. Representa un modelo
muy distinto de las oraciones de la poca patrstica. En cambio,
aunque todas sus oraciones son cristianas, se amolda exactamente
17. Cf. E.C. RATCLIFF, The Original Por,n of the Anojrnora of Addai a,,d Mar;,
en Journal of tbeological Studies, vol. 30 1929, p. 23,.
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al patrn de las oraciones judas para la ltima copa de la comida.
Veamos primeramente cmo la anfora primitiva engarzada en
la liturgia de Adday y de Man surge casi con evidencia de la com
posicin bastarda que lleva actualmente este nombre en los libroslitrgicos de los nestorianos, de los caldeos catlicos y de todos
los que han recibido su influencia en el Malabar y otras partes.
He aqu el texto que ofrece el misal nestoriano de tfrmia, a
base de la tradicin de Bernard Botte:
1. Es digno de ser glorificado por todas las bocas, confesado por todas
las lenguas, adorado y ensalzado por todas las criaturas, el nombre adorable
y glorioso de la Trinidad gloriosa, del Padre, y del Hijo, y del Espritu Santo,
que cre el mundo por su gracia, y a sus habitantes por su clemencia, que
salv a los hombres por su misericordia y nos hizo una gran gracia a nos
otros, los mortales.
II. Tu grandeza, Seor, la bendicen y la adoran millares de seres
de lo alto y mirladas de miradas de ngeles santos; ejrcitos de seres es
pirituales, servidores de fuego y de espritu, glorifican tu nombre con los
santos querubines y los serafines espirituales, que aportan la adoracin a
tu grandeza, claman y glorifican, y se responden unos a otros diciendo:
Santo, santo, santo es el Seor poderoso. El cielo y la tierra estn llenos de
sus alabanzas, de la naturaleza de su esencia y del resplandor de su gloriosa
grandeza. Hosanna en las alturas y hosanna al Hijo de David. Bendito sea
el que viene y vendr en el nombre del Seor. Hosanna en las alturas.,
III. [Y con estos poderes celestiales] te alabamos, Seor, [tambin]
nosotros, tus servidores frzgiles, dbiles y flacos, porque t nos diste una gran
gracia por la que no se puede dar nada a cambio. Porque t te revestiste de
nuestra humanidad para vivificamos con tu divinidad; t elevaste nuestra
humildad y nos levantaste de nuestra calda; t resucitaste nuestra mortalidad,
perdonaste nuestras faltas y remitiste nuestros pecados. T justificaste la
culpabilidad de nuestros pecados. T iluminaste nuestra inteligencia y con
denaste al enemigo, Seor Dii, e hiciste triunfar a la pequeez de nuestra
dthil naturaleza por las misericordias abundantes de tu gracia. Y por todos
tus auxilios y tus gracias para con nosotros te damos alabanza, honor, con
fesin y adoracin, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amn.IV. Seor, Dios poderoso, recibe esta oblacin por toda la santa Igle
sia catlica, y por todos los padres piadosos y justos que fueron agradables
a tus ojos, y por todos los profetas y apstoles, por todos los mrtires y
confesores, por todos los que lloran y estn afligidos, por todos los que
son pobres y maltratados, dbiles y perseguidos, y por todos los difuntos
que partieron y nos dejaron, por este pueblo que aguarda y espera tu miseri
cordia, y por mi inconstancia y mi debilidad.
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Supervivencia de un tipo ms antiguo: Adday y Man
T T, Seor, por causa de tus numerosas e inefables misericordias,
haz memoria buena y favorable de todos los padres piadosos y justos que
fueron agradables a tus ojos, en la conmemoracin del cuerpo y de la san
gre de tu Cristo, que te ofrecemos sobre tu altar puro y santo, como t
nos lo enseaste, y danos tu tranquilidad y tu paz, todos los das del siglo.VI. Seor, Dios nuestro, danos la tranquilidad y la paz todos los das
del siglo, a fin de que todos los habitantes de la tierra sepan que t eres
el nico verdadero Dios Padre y que enviaste a Jesucristo, tu Hijo muy
amado. Y l mismo, Seor y Dios, vino y nos instruy en toda pureza y
santidad.
VII. [Haz memoria] de los profetas, apstoles, mrtires, confesores,
obispos, doctores, sacerdotes diconos, y de todos los hijos de la santa
Iglesia catlica, que fueron marcados con el signo de vida del santo bautismo.VIII. Y tambin nosotros, Seor, tus servidores frgfles, dbiles y
flacos, que estamos reunidos en tu nombre y estamos presentes ante ti
en este momento, hemos recibido, segn la tradicin, el ejemplo que viene
de ti, regocijndonos, glorificando, ensalzando, conmemorando y celebrando
este misterio grande, tremendo, santo1 vivificante y divino, de la pasin,
muerte, sepultura y resurreccin de nuestro Seor y salvador Jesucristo.
IX. Y venga, Seor, tu Espiritu Santo, y repose sobre esta oblacin
de tus siervos; bendgala y santifiquela, a fin de que sea para el perdn
de las faltas y la remisin de los pecados, para la gran esperanza de la
resurreccin de entre los muertos y la vida nueva en el reino de los cielos,
con todos los que fueron agradables a tus ojos.
X. Y por toda esta economia, grande y admirable, te alabamos y te
glorificamos sin cesar en tu Iglesia rescatada por la sangre preciosa de tu
Cristo, en voz alta y con el rostro descubierto, dirigindote alabanza, ho
nor, confesin, adoracin a tu nombre vivo y vivificante, ahora y siempre,
y por los siglos de los siglos. Amn .
El gran liturgista anglicano E.C. Ratcliff, que ha dedicado a
este texto uno de los estudios ms profundos a que ha dado lugar,
subraya en l primeramente la ausencia del relato de la institucin.
No habra aqu un ejemplo nico de supervivencia de un tipo
primitivo de oracin eucarstica, en el que no figuraban estas
palabras, como tampoco se las halla en la Doctrina de los doce
apstoles? Adems, todo el prrafo ir, con el sanctss y las primeras
palabras del prrafo tu puestas entre corchetes, y que por lo
dems no se hallan en la anfora maronita de san Pedro, llamada
18. ISERNARD BOTTR, Probl?,nes de Ianaphore syrienne des ap&tres Addai ce Man,
en LOriene Syrien, vol. z, fase. 1 1965, p. S9ss. El tezto est traducido en las
p. 9lss, segn el Miissole Unniense, Roma 1906.
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La eucarista patrstica
charar, la cual incorpora buena parte de nuestro texto interrumpe
la sucesin del desarrollo. En cambio, ste vuelve a ser continuado
si se pone en conexin el prrafo iii con el prrafo i.
Lo mismo debe decirse del prrafo xx, que puede considerarse
como una epiclesis por lo menos en sentido lato; notemos, en
efecto, que pide que descienda el Espritu Santo sobre la oblacin
y no pide explcitamente la consagracin del pan y del vino en el
cuerpo y sangre de Cristo. Si se mantiene, el comienzo del prrafo x
queda en el aire. En cambio, si se suprime, se observa que este
prrafo x enlaza directamente con el final del prrafo VIII, que
constituye la anamnesis.De aqu resulta que, por una parte, el sanctus y todo lo que va
ligado con l, y la epiclesis por otra, parece deben considerarse
corno recargos posteriores.
Lo mismo parece poder decirse de los prrafos xv-vn. Las
intercesiones no slo aparecen aqu en una forma que, segn todos
los paralelos que poseemos, parece tarda, sino que adems son inco
herentes. En particular, el prrafo vii queda en el aire, y esto aun
cuando se le aadan las palabras que Renaudot supone que faltan
y que nosotros hemos puesto entre corchetes: Haz memoria.
Si se operan estas supresiones, nos hallamos en presencia de
una oracin de estructura bastante bella en tres prrafos. En ella
se celebra a Dios, 1. por su obra creadora, 2 por su obra re
dentora llevada a cabo en Cristo, 3 se presenta el memorial de ste,
sobre cuya base se le tributa gloria.
Sin embargo, dom Botte ha dirigido en dos artculos una serie
de observaciones crticas contra esta reconstitucin, que no pueden
pasarse por alto".
Est completamente de acuerdo con Ratcliff en cuanto a la
supresin de todo el prrafo u, incluido el sanctus.
Pero no cree quela
ausencia de las palabras dela
institucinsea un hecho primitivo. Su objecin se basa en el hecho de que el
comienzo de la anamnesis prrafo viii: Y tambin nosotros,
Seor, tus servidores frgiles, dbiles y flacos, que estamos reunidos
en tu nombre..., queda no menos en el aire que antes con las
19. Aadase al artculo mencionado en la nota precedente LAnaphore chaidienne
des Ap6tres, en Orientalia ebriatiana periodica, vol. 15 1949, p. 259sa.
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Supervivencia de un tipo ms antiguo: Adday y Man
supresiones sugeridas por Ratcliff. Este comienzo parece ser suge
rido por una frase precedente, pero no lo es ms por la conclusin
de iii que por la de vn.
Mas los mismos nestorianos que siguen utilizando la anforade Adday y de Ivlari conocen tambin otras dos, que atribuyen res
pectivameute a Nestorio y a Teodoro de Mopsuesta. Ahora bien,
precisamente la ltima implica una anamnesis que presenta estre
chas analogas con la de Adday y de Man tal como sucede con las
oraciones de intercesi6n, que por lo menos hoy se hallan tanto en la
una como en la otra, en formas evidentemente afines. Pero la an
fora de Teodoro contiene efectivamente las palabras de la insti
tucin, en un texto bastante particular, que conviene citar:
l, que con sus apstoles, la noche en que fue entregado, celebr
este niserio en siraco: rozo grande, tremendo, santo y divino: tomando
pan, lo bendijo, lo parti, lo dio a sus discpulos y dijo: Esto es mi cuer
po, partido por vosotros en remisin de los pecados. Asimismo el cliz: dio
gracias, se lo dio y dijo: Esto es mi sangre del Nuevo Testamento, derra
mada por muchos en remisin de los pecados. Tomad, pues, todos, comed de
este pan y bebed de este cliz, y hacedlo as todas las veces que os reunis
en memoria ma20
Si se compara este texto con la anamnesis de Adday y de Man,
el comienzo de aqulla: Y tambin wsotros... que estamos reunidos
en tu nombre..., aparece como un eco directo de la conclusin
de las palabras de la institucin dadas en forma semejante a la consig
nada por Teodoro de Mopsuesta. Esta impresin se refuerza si se
observa un poco ms adelante, en la anamnesis, esta otra frase:
Celebrando este misterio grande, tremendo, santo, vivificante y
divino. Parecen un eco del mismo relato, esta vez de su primera
frase. La coincidencia se hace irresistible si se observa adems,
siguiendo siempre a dom Botte, que los antiguos comentaristas de
la liturgia siria tienen conocimiento de una formulacin de las
palabras de la institucin que deba terminar, no como en teodoro:
todas las veces que os reunis en menwria ma, sino todas las
veces que os reunis en mi nombre, lo cual converge exactamente
con la frmula de la anamnesis de Adday y de Ma.
20. cf. RsA000r, Liturgiaron oyientsUum Coliectio, Pars 1712, t. 2, p. 619.
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La eucarista patrstica
Hay que reconocer que esta demostracin parece tan luminosa
que dista poco de ser irrefutable. En realidad, desde que, hace
bastantes aos, la propuso dom Botte, nadie se ha aventurado a
refutarla. No faltar seguramente quien pregunte: Pero si laspalabras de la institucin se hallaban originariamente en nuestro
texto, cmo pudieron desaparecer de l en lo sucesivo? Dom Botte
replica con razn que los manuscritos litrgicos en que no figuran
estas palabras son innumerables, incluso en casos en los que por lo
menos los comentaristas contemporneos no dejan la menor duda de
su presencia obligada en la celebracin. Tal sucede, en efecto, en
Occidente con todos los testigos de la liturgia galicana, con todos
los testigos ms antiguos de la liturgia mozrabe, y en Oriente, con
numerosos manuscritos siracos, en particular entre los maronitas.
Sencillamente deba suponerse que todo celebrante saba de memoria
la frmula habitual en un rito determinado.
Pasemos a la epiclesis. Sin negar la exactitud de la observacin
hecha por Ratcliff, a saber, que su introduccin rompe una conexinevidente entre el final de viii y l comienzo de x, dom Botte hace
notar justamente que no por ello deja de ser de factura arcaica tam
bin la epiclesis y que los paralelismos de su estructura atestiguan
por otra parte que fue compuesta directamente en siraco y no puede
ser una traduccin posterior de algn original griego. Permtasenos
hacer notar por nuestra parte que la entera supresin de ix hara
desaparecer del texto primitivo un elemento que se halla en las ora
ciones judas de la comida, precisamente entre la anamnesis - en
el sentido ms estricto de evocacin de un memorial-
y la doxo
loga final. Tal es, en efecto, el fin de la presentacin del memorial
a Dios: para que l d su cumplimiento final, en su pueblo, a los
nwgnaJia conmemorados. Pero esto es precisamente lo que se
descubre si suprimimos sencillamenteel
comienzo de ix, a saber,la invocacin expresa para que descienda el Espritu Santo.
Entonces tenemos un texto, en el que el desarrollo de los
temas es exactamente el de la parte correspondiente de las berakoth
de la comida:
conmemorando y celebrando este misterio grande, tremendo, santo,
vivificante y divino de la pasin, muerte, sepultura y resurreccin de nues
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Supervivencia de un tipo ms antiguo: Adday y Man
tro Seor y salvador Jesucristo, para el perdn de las faltas y la remisin
de los pecados, para la gran esperanza de la resurreccin de entre los
muertos y la vida nueva en el reino de los cielos, con todos los que fueron
agradables a tus ojos.
En estas condiciones, el pensamiento del memorial, lejos de verse
interrumpido por la invocacin del Espritu Santo, sigue como
subyacente a todo el final de la frase. As pues, una vez que la
esperanza escatolgica se pone en relacin directa con la pasin
y la glorificacin del Salvador, el prrafo x no da ya la sensacin
de estar desconectado: toda esta economase
aplica perfecta
mente al conjunto de la oracin precedente.
Esto responde al mismo tiempo a una ltima objecin hecha
por dom Botte a Ratcliff, a saber, que la ausencia de todo elemento
de intercesin en una anfora antigua sera un hecho nico, difcil de
explicar.
Pero una vez que se restituye el final de ix al texto original,
no hay ya razn para dejar en l nada de las otras intercesiones.
Volveremos a hablar de esto cuando tratemos de los desarrollos de
la eucarista en el siglo xv, pan reconocer por otra parte, siguiendo
a dom Botte, la relativa antigedad de este mismo elemento, tal
como se ofrece en el estado presente de nuestra anfora.
Creemos deber hacer todava una ltima observacin antes de
proponer la reconstruccin del texto primitivo a que se llega. Al
comienzo del prrafo 1, el nombre adorable y glorioso de la Tri
nidad gloriosa, del Padre, y del Hijo, y del Espritu Santo...
parece una aadidura que no puede ser anterior a finales del siglo Iv.
La expresin nombre de la Trinidad est, por lo dems, vaca
de sentido. El paralelismo con la conclusin en el prrafo x
hace suponer que el texto original, tanto al principio como al
final mencionaba sencillamente: el nombre adorable y glorio
so que cre el mundo por su gracia, etc.. Una vez efectuada
esta supresin, hay perfecta consonancia entre el comienzo y el
final de la oracin. A lo que parece, proporcionan un ejemplo ms
del empleo, familiar a los primeros cristianos, de la expresin el
nombre divino, para designar la persona misma de Jess En-
21. Cf. supra, p. 128.
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tonces se comprende mucho mejor el paso, en forma inmediata,
de la oracin eucarstica a una invocacin directa de Jess.
Ahora podemos ya intentar presentar una reconstruccin de la
fonna original de la oracin eucarstica de Adday y de Man. Pondremos en bastardilla las palabras de la institucin, cuya presencia,
despus de la demostracin de dom Botte, parece imponerse, pero
cuya forma exacta es materia de conjetura:
1. Es digno de ser glorificado por todas las bocas, confesado por todas
las lenguas, adorado y ensalzado por todas las criaturas, el nombre adorable
y glorioso que cre el mundo por su gracia, y a sus habitantes por sude
nencia, que salv a los hombres por su misericordia y nos hizo una gran
gracia a nosotros, los mortales.
2. Te alabamos, Seor, nosotros, tus servidores frgiles, dbiles y fla
cos, porque t nos diste una gran gracia por la que no se puede dar nada a
cambio. Porque t te revestiste de nuestra humanidad para vivificamos
cori tu divinidad; t elevaste nuestra humildad y nos levantaste de nuestra
cada; t resucitaste nuestra mortalidad, perdonaste nuestras faltas y re
mitiste nuestros pecados. T justificaste la culpabilidad de nuestros pecados.T iluminaste nuestra inteligencia y condenaste al enemigo, Seor Dios, e
hiciste triunfar a la pequeez de nuestra dbil naturaleza por las misericor
dias abundantes de tu gracia. Y por todos tus auxilios y tus gracias para
con nosotros te damos alabanza, honor, confesin y adoracin, ahora y
siempre, y por los siglos de los siglos. Amn.
3. Nuestro Seor Jesucristo, con sus apstoles, la noche en que fue
entregado, celebr este misterio grande, tremendo, santo y divino: sainando
pan lo bendijo, lo parti, lo dio a sus discpulos y dijo: Esto es mi cuerpo,partido por vosotros en remisin de los pecados. Asimismo el cliz: dio
gracias, se lo dio y dijo: Esto es mi sangre del Nuevo Testamento, derra
mada por muchos en remisin de los pecados. Tomad, pues, todos, comed de
este pan y bebed de este cliz, y hacedlo as todas las veces que os reunis
en mi nombre. Y tambin nosotros, Seor, tus servidores frgiles, dbiles
y flacos, que estamos reunidos en tu nombre y estamos presentes ante ti en
este momento, hemos recibido, segn la tradicin, el ejemplo que viene de
ti, regocijndonos, glorificando, ensalzando, conmemorando y celebrando estemisterio grande, tremendo, santo, vivificante y divino, de la pasin, muerte,
sepultura y resurreccin de nuestro Seor y Salvador Jesucristo, para el
perdn de las faltas y la remisin de los pecados, para la gran esperanza
de la resurreccin de entre los muertos y la yida nueva en el reino de los
cielos, con todos los que fueron agradables a tus ojos. Y por toda esta
economa siraco: indabranutha, grande y admirable, te alabamos y te
glorificamos sin cesar en tu Jglesia rescatada por la sangre preciosa de tu
Cristo, en voz alta y con el rostro descubierto, dirigindote alabanza, honor,
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Supervivencia de un tipo ms antiguo: Adday y Man
confesin, adoracin a tu nombre vivo y vivificante, ahora y siempre, y por
los siglos de los siglos. Amn.
Esta oracin, as restablecida tal como deba ser aproximada
mente su forma original, aparece evidentemente con un carcter
plenamente semtico. No lleva huella alguna de los desarrollos ten
lgicos, inctuso anteriores al arrianismo, que deban producirse en
el cristianismo de las Iglesias helenizadas. La forma como la do
minan las nociones asociadas del nombre divino, identificado, segn
parece, con Cristo, y de la economa, es decir, del designio que
hall en l su realizacin, nos traslada a lo que el padre Danilou
ha descrito como la teologa judeocristiana, la cual no sobrevivi
al desarrollo de la misin en los medios helensticos.
El modo como, repetidas veces, se pasa del Padre al Hijo, en
torno a esta nocin del nombre divino, es todava un testigo de una
teologa muy poco desarrollada, como la que reflejan los discursos
y las oraciones de los Hechos de los Apstoles.
Las redundancias que se observan, la acumulacin de sinnimos
arrastrados por el paralelismo, son ya rasgos caractersticos de la
oracin juda. El calco de los temas de sta salta a la vista de un
extremo a otro. Los dos primeros prrafos, que son todava dos
oraciones bien distintas, tratan sucesivamente en la alabanza, de la
creacin y de la conservacin, y luego de la redencin. En el segun
do, la mencin de la inteligencia corresponde a la de la torah
y del conocimiento. Asimismo, en la tercera parte, tal como
proponemos reconstituirla, la presentacin del memorial por
parte de los fieles hace presente el recuerdo inseparable del Mesas
y de ellos mismos, en Dios, de quien se aguarda el cumplimiento
ltimo en ellos de lo que constituye el objeto del memorial, exacta
mente como en la oracin juda.
Y de lamisma manera esta splica acaba
enalabanza en la
doxdloga final.
Muy primitiva parece tambin esta traduccin del memorial
por el typos, el ejemplo, como hemos traducido nosotros siguien
do a dom Botte, pero igualmente se podra decir el sacramento,
pues, dado por Dios y transmitido por la tradicin, nos comunica
evidentemente el misterio de Cristo que nosotros alabamos, ensa!
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tamos, conmemoramos, celebramos esta misma ltima palabra se
traducira quiz ms exactamente por realizamos.
Pero el rasgo ms primitivo de esta oracin eucarstica est
en que todava no se halla en ella ninguna frmula tcnicamentesacrificial. No se trata de sacrificio ni de of renda. En cambio, es
claro que la nocin del memorial que forma su ncleo, identifi
cado explcitamente con el misterio del Christus passi&s y tambin
con el sacramento que l nos dio, conserva todo su denso signifi
cado, tan tpicamente judo, que ha puesto en evidencia Jeremias.
Con este memorial podemos invocar a Dios para que sus altas
gestas logren su realizacin en nosotros, as como el memorial, en
cuanto dado por Dios, conserva para nosotros la actualidad per
manente de las mismas. As el memorial eucarstico aparece como
el equivalente del sacrificio, tomado en el sentido ms elevado que
haba podido destacar el Antiguo testamento, en lo que aparece
como el sacramento cristiano por excelencia. Habr que contar,
por tanto, con ver surgir en la anamnesis, como no tardaremosen comprobarlo, las primeras frmulas explcitamente sacrificiales
de la eucarista. En la anamnesis no sern otra cosa que la traduc
cin, en un lenguaje ms inmediatamente accesible a los no judos,
de todo lo que implicaba el memorial judo. Y, en este lugar por
excelencia en la oracin eucarstica, su explicitacin ir pareja
con una expresin cada vez ms formal de la celebracin eucarstica
como actualmente sacrificial, precisamente en cuanto nos une a la
cruz de Cristo, a la que en los orgenes impuso este carcter.
A este propsito conviene esclarecer el enlace entre la anamnesis
y el relato de la institucin. Si dom Botte tiene razn, como creemos,
en esta eucarista de Adday y de Man vemos ya este relato incor
pando a la oracin eucarstica y empalmando por su conclusin con
la formulacin de la anamnesis. El mismo dom Botte no vacila en
poner como principio, siguiendo a Lietzmann: No hay anamnesis
sin relato de la institucin. Por nuestra parte nos inclinaramos
ms bien a decir: No hay relato de la institucin sin anamnesis.
Hemos visto, en efecto, y ahora podemos verificarlo, que la anam
22. Cf. dom B. Bon; Probl?mes de Anamn&se, en Journal of Eclesiastkal Hi
tory, vol. 5 1954, p. 161s, y 11. LIETZMMiN, Mene und Herren,nahl. BerlIn 1955,
p. 50.
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nesis cristiana tiene su prehistoria y su fuente primera en el me
morial, formulado en la primera parte de la tercera de las
berakoth finales de las comidas judas los das de fiesta. Pero es
claro que en las oraciones judas este memorial no estaba ligadodirectamente con ningn relato de este gnero. Y, como parecen
mostrarlo las frmulas de la Doctrina de los doce apstoles, en los
orgenes de la eucarista cristiana no se hallaba tampoco en sta,
por lo menos en este lugar. Esto no debe extraarnos, pues no
parece que Jess mismo tratara de incorporar lo que nosotros lla
mamos las palabras de la institucin eucarstica, a las berakoth mis
mas, que seguramente dejara intactas. Parece, sin embargo, que
Jeremias tiene razn al explicar las divergencias de detalle en los
relatos de la institucin que nos ha transmitido el Nuevo Testamento,
por el hecho de que se trataba ya de formulaciones litrgicas loca
les diferentes unas de otras. Pero parece que en los orgenes,
cuando la eucarista formaba todava un todo indivisible con el
conjunto de una comida completa de comunidad, debieron de reci
tarse, como se recitaba antes la lzaggo4ah de la pascua, en el trans
curso de la comida y como explicacin de sta. Cuando la eucarista
se desprendi de la comida, la bendicin inicial del pan se vio
confundida con la primera de las tres berakotlt sobre la copa final,
puesto que una y otra tenan el mismo objeto: una bendicin por
el alimento, que daba pie para una bendicin ms general por la
creacin y la conservacin de la vida. Entonces - creemos nos
otros-
la nueva haggadah de la comida sagrada se vio incorporada
a la oracin eucarstica. Vino naturalmente a soldarse con las pala
bns de la anamnesis en la tercera bendicin, tanto porque ofreca
su justificacin, como porque las palabras Haced esto en memo
rial de m eran atradas, all directamente por la formulacin de
este memorial en esta parte de la oracin. En la tradicin litr
gica podemos hallar un doble testimonio de este hecho. Incluso
donde se organice y se redistribuya sistemticamente toda la oracin
eucarstica, subsistirn diversos ejemplos, en los que el relato de
la ltima cena no ser incorporado, en la alabanza por la redencin,
a la vocacin detallada de los nzirabilia de Cristo, pero ser reasu
mido despus de la mencin de su muerte y de su glorificacin,
como lo esboza la anamnesis. Y en otras partes, en particular en
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La eucarista patrstica
Egipto, el relato surgir, no antes de que comience la anamnesis
propiamente dicha, sino en el interior de sta. Esto tambin puede
explicar el hecho, a primera vista desconcertante, de que haya una
liturgia cristiana la de san Juan Crisstomo en la que las pala
bns Haced esto... desaparecieron pura y simplemente del relato.Aqu es donde podemos verificar la exactitud de la observacin
del padre De Vaux: no hay necesidad de recitar una rbrica una
vez que se ejecuta.
La Tradicin apostlica de san Hiplito
El testimonio de la liturgia de Adday y de Ma sobre un tipo
primitivo de eucarista calcado directa y exclusivamente sobre las
oraciones de las comidas judas, se ve corroborado por todo un grupo
de otros textos. Pero todos ellos son testigos de la subsistencia, ms
o menos prolongada segn los lugares, de una oracin eucarstica
cuyo esquema se haba elaborado en la poca en que la eucarista
se celebraba en una comida de comunidad, sin enlace directo con eloficio de lecturas y de oraciones, ya de la sinagoga, ya de la Iglesia
primitiva.
El ms interesante de estos textos es la oracin eucarstica
que el documento conocido generalmente como la Tradicin apos
tlica y atribuido a san Hiplito aconseja utilizarlo a un obispo
recin consagrado.
Los problemas que plantean este documento y su autor sonextraordinariamente complejos y, particularmente espinosos. De
ello slo diremos aqu lo necesario pan una lectura inteligente del
texto que nos interesa, reservndonos para ms adelante volver
a tratar de su influencia ulterior y sobre todo de su relacin con
la tradicin litrgica propiamente romana.
Si a propsito de este texto y de su interpretacin no se quiere
caer en razonamientos de crculo vicioso nacidos de inconscientes
peticiones de principio, hay que comenzar por distinguir cuatro
cuestiones que se plantean acerca de l. Por muy ligadas que estn
entre s, y precisamente porque lo estn, importa mucho no con
fundirlas. la primera es la del establecimiento del texto, ya de
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La Tradicin apostlica de San Hiplito
todo el documento, ya simplemente de la oracin eucarstica, que
es lo que aqu nos interesa en primer lugar. De este texto, que debi
de redactarse en griego, slo tenemos traducciones,yestas traduc
ciones estn todas incorporadas a otros documentos, en los que no
siempre es fcil distinguir lo que es cita y lo que es adaptacin.
De ah el ttulo, de tanta prudencia y modestia, que dio dom Botte
la ltima edicin del documento preparada por l: Ensayo de
econstitucin .
La segunda cuestin es la del ttulo. Es curioso que la mayor
parte, por no decir la totalidad, de los comentaristas modernos,parecen olvidar que el ttulo mismo no es ms que una conjetun
que depende de la respuesta que se d a la tercera cuestin.
Esta concierne al autor de nuestro texto. Tambin aqu estn
todos de acuerdo en que se trata de un cierto Hiplito, y en este
particular es la tradicin lo suficientemente unnime para que toda
duda pueda parecer irrazonable. Pero con esto no hemos adelantado
gran cosa, pues ni los antiguos ni los modernos estn de acuerdosobre la persona del tal Hiplito y ms en particular sobre el
conjunto de obras que se le deban atribuir.
Finalmente, aun cuando esta cuestin se resolviera de forma
indiscutible, todava quedara la cuarta cuestin, que es quiz la
ms importante: hasta qu punto nos halamos ante una obra
personal y hasta qu punto refleja una tradicin local particular,
y cul?
Vamos a tratar, si ya no de responder a cada una de las cues
tiones, por lo menos de despejar los elementos principales de solucin
que tengamos entre las manos.
Veamos primeramente cmo se puede reconstituir nuestro texto.
Apareci por primera vez en 1848, en Londres, en una edicin de
H. Tattam, de una compilacin en lengua copta bohirica, a la
que el editor tuvo la desacertada idea de ponerle por ttulo The
Apostolkal Constitutions. En realidad era sencillamente un testigo
particularmente interesante de la coleccin cannica del patriarcado
de Alejandra, llamada Synodos. Slo la tercera parte tena relacin
23. BERNARD Borra, La Trc4ition apostoli.que de saint Hippotyte, essai de recons
titution, en Liturgiewissenschaftliche QueI!en und Forschungen, 39, Mnster de West
bija 1963.
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La eucarista patrstica
con la compilacin de las Constituciones apostlicas, de cuyo li
bro vux reproduca las oraciones en forma abreviada. La segunda
parte contena un documento anlogo, pero diferente, que todava
se ignoraba, y al que se llam Constitucin de la Iglesia egipcia.
En 1870, D.B. Haneberg editaba, por su parte, en Munich, con el
ttulo de Cationes S. Rippolyti arabice e codici bus ronianis, un texto
rabe de este ltimo. ste volvera a hallarse todava en un nuevo
tato, esta vez en copto sahdico, del Synodos alejandrino, editado
por P. de Lagarde en 1878, y luego en los textos rabe y etipico,
editados por G. Horner en 1904. Entretanto, en 1899, 1. Rahmani
haba editado en Maguncia un texto siraco, traduccin de un
original griego perdido, el Testatnentutn Domini nostri lesit Christi,
en el que haba fragmentos del mismo documento y en particular
de su oracin eucarstica, unas veces reproducidos literalmente,
otras con abundantes desarrollos personales .
Finalmente, en 1904, E. llauler publicaba un texto palimpsesto
latino, descifrado bajo un manuscrito de Verona de las Sentenciasde san Isidoro de Sevilla. Este palimpsesto reproduca, entre otras
colecciones cannicas antiguas, una versin latina de este mismo
texto, del que existan ya versiones bohirica, sahdica, rabe y
etipica en diferentes recensiones del Synodos alejandrino. Pero hay
que observar que en este nuevo testigo, ms precioso que todos los
dems, puesto que el manuscrito mismo se remonta al siglo y, se
presentaba e texto con un ttulo hoy completamente borrado eilegible.
Esto nos lleva derechamente a nuestra segunda cuestin: el
titulo original de la coleccin, llamada hasta entonces Constitucin
de la Iglesia egipcia, por el mero hecho de haberse hallado prime
ramente en diferentes versiones del Synodos alejandrino. Dos estu
24. Por lo dems, F.X. Fon haba aadido en 1905 a su edicin de las Constitu.
dones apostlicas vol. st, p. 72ss otro texto griego, al que a veces se ha llamado
constitucin por Hiplito, aunque este titulo no aparece en el texto mismo sino en la se
puada parte, y actualmente se le llama ms bien Eptome es decir, resumena de las
Constituciones apostlicas. De hecho, en eata segunda paree, en el caso de una oracin
de la consagracin episcopal se reproduce efectivamente en esta compilacin, no el texto
de las Constituciones apostlicas, sino el de la hipottica Constitucin de le Iglesia egip.
cia, tal como lo tenemos en la versin etipica, corr&orada por el texto latino de Verona.
Aaimiaeno, para la ordenacin de! lector no prescribe, como estas mismas fuentes, otra
cosa que la entrega del libro.
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La Tradicin apostlica de san Hiplito
dios, uno de E. Schwartz, publicado en 1910, y otro de RU. Con
nolly, en 1916, convencieron a la generalidad de los eruditos mo-
demos de que se trataba de hecho de la Tradicin apostlica, la
[A]tocrOtx 7tocp&oat, titulo que figura en una lista de obrasreproducida en el pedestal de una estatua annima hallada en
Roma en el siglo XVI y que, despus de haberse conservado largo
tiempo en el Museo de Letrn, est instalada actualmente al pie
de la escalera que conduce a la Biblioteca Vaticana 23
Esta identificacin resulta probable por el hecho de que un
prlogo de la composicin en cuestin prlogo que se halla a la vez
en las versiones latina y etipica, y que tiene cierto paralelismo con
el libro VIII de las Constituciones apostlicas anuncia que el autor,
despus de haber hablado de los carismas, va a exponer ahora la
tradicin aunque l mismo no precisa: la tradici6n apostlica.
Ahora bien, dado que en el pedestal de la estatua este ttulo sigue
inmediatamente a la mencin de un [iv]cpt xpLav&Tov, no cabe duda
de que la coincidencia es sorprendente. Sin embargo, no es com
pletamente demostrativa sino caso que se admita que el personaje
annimo representado por la estatua es ese Hiplito al que se
atribuye nuestro texto en la versin rabe del Synodos.
Por otra parte, este ltimo punto se admita generalmente hasta
hace muy poco, primero porque la estatua se haba descubierto
en la va Tiburtina, en un lugar donde haba sido sepultado y
venerado un mrtir de este nombre,y
luego porque se crea que
diversas obras llegadas hasta nosotros bajo el nombre de Hiplito,
se podan poner en relacin con uno u otro de los ttulos que
figuraban en el pedestal.
Sin embargo, hay que reconocer que, aun despus de todo esto,
no acaba de disiparse la perplejidad. Eusebio, que atribuye siete
obras a Hiplito, y en particular un cmputo pascual que podra
corresponder al mencionado enel
pedestal de la estatua, sabe nicamente que era obispo, pero ignora de dnde 26 San Jernimo, si
bien prolonga la lista de Eusebio en su De vitis illusfri bus y men
25 Cf. E. 5cUWARTZ, Jeber die pseudoapostohschen Kirchenordnungen, Estra,burgo
1910, y Rl!. CONNDLLY, nc So-Cojied Egyptian Churci, Order aud Derived Docun,rnts
crexts and Studies viii, 4, Cambridge 1916.
26. EusEnso, Hi-stori4l eclesistica vi, 20.22.
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La eucarista patrstica
ciona en particular un comentario de los salmos y un tratado sobre
la resurreccin, que podran corresponder a otros dos ttulos de la
estatua, no sabe ms sobre Hiplito, sino que ste -segn elcontenido de otra obra que le atribuye- habra hablado una vez
en presencia de Orgenes En otro lugar, en una carta al papa
Dmaso, lo califica de mrtir . Teodoreto, que cita a Hiplito
varias veces, lo califica tambin, sin ms, de obispo y de mrtir .
Pero ninguno de estos autores parece tenerlo por romano.
En cambio, a partir del siglo y, algunos de los que mencionan
todava a Hiplito, le asignan una localizacin definida. Desgra-
ciadamente no estn de acuerdo. No hay que prestar gran atencin
a lo que dice Gelasio, segn el cual habra sido obispo de Arabia,
pues esto se basa muy probablemente en una lectura demasiado rpida
de Eusebio, de donde resulta un contrasentido SO, Otros lo presentan
ciertamente, a partir de este momento, como obispo de Roma,
mientras que otros, en cambio, le asignan una sede de Oporto,
que no parece haber existido hasta una poca muy tarda . Focio,
sin embargo, que lo tendr por discpulo de san Ireneo, se abstiene
de atribuirle localizacin alguna
En el siglo xjx el descubrimiento de los Pltilosophoumena o
Elenkhos, atribuidos a Hiplito primeramente por Jacobi, luego
por Bunsen y finalmente por sabios de tanta talla como Dllinger,
Volkmar y Harnack, impondra una revisin de todas las hiptesis sobre Hiplito. Segn el contenido de este texto, sera este
personaje un sacerdote romano, en conflicto con el papa Ceferino
y luego, por algn tiempo, antipapa contra su sucesor Calixto.
Se le supondra haberse reconciliado con Ponciano, segundo sucesor
de Calixto, antes de su comn martirio, puesto que, a pesar de
todo, acabara por figurar en la lista de los mrtires venerados en
Roma. Toda esta delicada construccin, algunos de cuyos elementos
son meramente conjeturales, se ha visto vigorosamente sacudida por
27. SAN JERNIMO, De viLs iJln.tribns, 61.28. Epist,lae, 36, 16, Corn,s de Viena, vol. i, 1910, p. 283,7.
29. TE000RET0, Eranistes i, ix, xxx; PG, 83, col. 851, 172C, 2841.
30. E. SCHWARTZ, Publistisch. Samnilungen su, acacianischen Schis,na, en Abhand.
lungen der Baycrixohen Akadeinie der Wissenschaften, Philosophisch-historxehe Abtei.
lung, nueva serie, 10, Munich 1934, p. 96, 28.
31. Cf. 3?. NAOTIN, Hippoiyte et Josipe, Paris 1947, p. 16.
32. Focxo, Bibliotheca, 121; PG, 103, col. 401.
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una tesis sostenida por M. Nautin en 1947 . Segn l, el Frag
mento contra Nono, que parece ciertamente de Hiplito segn el
testimonio de Teodoreto, habra seguramente reempleado elemen
tos del Elenkhos. Pero este mismo reempleo atestiguara que estas
des obras son de autores diferentes, a juzgar por la teologa, por el
mtodo heresiolgico, por la formacin del espritu, como tambin
por el estilo. Como, por otra parte, atestigua el Elenkhos que su
autor lo es tambin de un tratado Sobre el Universo, ttulo mencio
nado tambin en el catlogo de la estatua, habra que concluir que
esta estatua no es de Hiplito, sino de algn otro personaje, nicoa quien convendran las calificaciones de romano y de antipapa.
il. Nautin, apoyndose sobre todo en una noticia de Focio, que
atribuye un Sobre el Universo a Josefo, piensa que se trata de una
confusin de nombres y que el antipapa romano era en realidad
un cierto Josipo IdaLvo, nombre que Focio declara hallar en los
manuscritos, pero que atribuye a un error de copista.
En este caso, Hiplito sera el autor de nuestra coleccin, almismo tiempo que de toda una serie de obras que le atribuye la
antigedad y que ofrecen evidentes afinidades de estilo y de ideas
con esta coleccin. Pero no habra ya la menor razn de tomarlo
por romano y tendramos que resignarnos a ver en l algn obispo,
sin duda oriental, pero imposible de localizar. El punto ms flaco
de esta nueva teora est en que, a pesar de todo, habra que atri
buir a este Hiplito por lo menos dos tratados consecutivos, a los
que convendran los dos ttulos.: Sobre los carismas y Tradicin
apostlica, que se siguen precisamente en el pedestal de la estatua
del hipottico Josipo, por no hablar de otros escritos que pueden
corresponder a la misma lista. Mera coincidencia, replica M. Nautin.
Pero, por una parte, B. Capelle, por lo que hace al estilo del
Elenhitos y del Fragmento quesepara
M. Nautin, ypor otra
domEotte por lo que hace a su contenido, parecen haber mostrado que
los argumentos de M. Nautin no son en modo alguno tan decisivos
como pudieran parecer a primera vista . La coincidencia, por lo
33. Op. oit. en la nota 31.31. Cf. dom BERNARD BOTTE, Note Sur &ukur di. De Universo, attrib,, ssint
Hippolyte, en Recherches de Thologie ancienne et mdivale tomo xv,,, 1951, p. Sss,
y dom BERNARD CAsaLa, Hippolyte de Ro,,,,, y A tropos dHippolyte de Ron,., ibid.,
e. xvix, 1950, p. 145ss. y e. xix, 1952, p. 193ss
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menos inquietante, entre los dos ttulos consecutivos y el contenido
de dos obras ligadas, que el mismo M. Nautin atribuye sin vacila
cin a Hiplito, a lo cual se aade el lugar donde fue descubierta la
estatua, no parece, pues, en modo alguno a dom Botte carecer de
fuerza probativa en favor de la unidad de autor. He aqu lo que
sostiene dom Botte:
1.0 El autor de la Tradicin apostlica [entendemos aqu nues
tra coleccin] es con seguridad el titular de la estatua romana.
2. El autor viva en Roma y all gozaba de cierta considera
cin, puesto que se le haba levantado una estatua.
3. Este autor se llamaba Hiplito: los indicios de la tradi
cin literaria Eptome, Cnones de Hiplito concuerdan con los
datos arqueolgicos concernientes a la estatua.
4. La posicin equvoca de Hiplito, jefe de una comunidad
disidente, explica las fluctuaciones de la tradicin; pero se trata,
seguramente, del mrtir romano celebrado el 13 de agosto al mismo
tiempo queel
papa PoncianoA nosotros nos parece que esto supone todava demasiadas con
jeturas, probables o simplemente posibles, y que suscita demasiadas
dificultades no suficientemente resueltas para que se pueda tener
por demostrado. Con todo, nos parece que es por lo menos la hip
tesis ms verosmil en el estado actual de la cuestin.
Pero aunque se admita esto, no basta para dirimir la cuestin
que aqu nos interesa ms que nada. El documento, al que segu-renios dando el ttulo de Tradicin apostlica y que consentimos en
atribuirlo todava a un Hiplito, sacerdote romano y algn tiempo
antipapa, debe por ello ser tenido por un simple reflejo de la li
turgia romana de la poca? O no representar ms bien concepcio
nes propias de su autor? Y en este caso, de dnde las sacara? Dom
Botte, en la primera edicin que haba preparado anteriormente
para la coleccin Sources clirtiennes, se mostraba afirmativo.
Nuestro documento sera tpicamente romano, por su contenido y
por su estilo, y atestiguara, por tanto, la pura romanidad de su
autor reconocido .
35. La Tradici,, apostlica cd. de Mnster, p. xiv.
36. Harpoi.vt Dx Roux, La TradUjo,, apostolique, en sources chrtiennes,, n. 11,
Paris 1946, p. 9 y p. 24.
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En su nueva edicin emplea trminos que parecen ms matiza
dos. Despus de las lneas que acabamos de citar, escribe: Pode
mos, por tanto, considerar la Tradicin apostlica como un escrito
romano. Quiere esto decir que representa exactamente la disci
plina y la liturgia de Roma en el siglo iii? Debemos guardarnos
de endurecer las posiciones y de incurrir en un anacronismo. No
podemos hacer de la Tradicin el equivalente en el siglo iii de lo
que ser a fines del siglo vi el Sacramentario gregoriano. En tiempos
de san Gregorio ha adoptado ya la liturgia romana su forma defi
nitiva. En el siglo iii estamos todava en el perodo en que se or
ganizan las primeras liturgias, todava no se ha superado el es
tadio de la improvisacin, e Hiplito presenta sus oraciones como
modelos, no como frmulas fijas. Por otra parte, no es verosmil
que escribiendo en Roma, presente como la verdadera tradicin co
sas que no tendran nada que ver con los usos romanos. Segura
mente precis algunos puntos por su propia autoridad. Pero en
conjunto podemos con derecho pensar que la Tradicin representaseguramente la disciplina romana de comienzos del siglo iii
Huelga subrayar que en este contexto el estadio de la impro
visacin, el perodo en que se organizan las primeras liturgias
son expresiones que no se han de tomar demasiado a la letra: de lo
contrario, cmo podra tratarse de descubrir en tal perodo, en tal
estadio los usos romanos, la disciplina romana de comienzos del
siglo iii
En cambio, la cuestin que no se puede esquivar es la de saber
en qu medida efectivamente Hiplito - por el hecho de escribir
en Roma, supuesto que fuera as- no poda presentar all como
la verdadera tradicin cosas que no tenan nada que ver con los
usos romanos. Precisamente si el autor de lo que nosotros creemos
ser la Tradicin apostlica es tambin el del Eien.khos - como nos
convence de ello dom Botte -, parece cierto que no tena grandes
escrpulos en otros terrenos, por lo cual precisamente pudo llegar
a convertirse en antipapa. La teologa trinitaria corriente en Roma,
y que ciertamente los papas de su tiempo no haban inventado all,
le pareca una burda hereja. Que all pudieran contraerse, con
37. En la p. xxv del volumen citado en nuestra nota 23.
38. cf. Phosophoumena, 9,12.
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aprobacin de la Iglesia, matrimonios entre libres y esclavos, le
pareca abominable : escndalo incomprensible para un romano,
cristiano o no. Finalmente, que la penitencia se practicara all con
mitigaciones que parecen haber sido all una tradicin local pocomenos que constante, era para l particularmente inadmisible 4.
Despus de esto no debe sorprender sobremanera el que la liturgia
del pas le pareciera no menos intolerable. Y de hecho parece ser
que porque le desagradaban las liturgias que vea celebrar donde
l estaba, como le desagradaba todo lo dems, por eso crey nece
sario presentar una a su manera.
Qu nos dice, en efecto, sobre el particular?
Ahora, movidos por la caridad para con todos los santos, hemos llegado
a lo esencial de la tradicin que conviene a las Iglesias, a fin de que los
que estn bien instruidos guarden la tradicin que ha subsistido hasta el
presente, segn la exposicin que nosotros hacemos de la misma y, tomando
conocimiento de ella, se vean consolidados, por causa de la cada o del error
que se ha producido recientemente por ignorancia, y por causa de los
ignorantes, y el Espritu Santo confiera la gracia perfecta a los que tienenuna fe recta, a fin de que sepan cmo deben enseiar y guardar todas
estas cosas los que estn a la cabeza de la Iglesia k
No es probable que se refiera aqu a los mismos Ceferino,
Calixto y sus fieles a quienes ataca por su nombre en otros luga
res? Y no es, por consiguiente, igualmente daro que, en este caso
como en los otros, los verdaderos usos romanos no son los suyos,sino los de sus adversarios?
Es esto decir que inventa y que pretende imponer algo? Es
poco probable, en un conservador tan encarnizado como l. Hay
ms bien que creer que slo tiene por legtimos usos diferentes de
los que ve en Roma y en otras partes, usos que ha conocido en
una regin menos evolucionada, de la que es sin duda originario, y
que tratar de imponer, so color de restauracin, donde l se hallaactualmente. Cuntos romanos en general, y en aquella poca en
particular, y cuntos cristianos y hasta eclesisticos romanos slo
lo eran por adopcin! Hay razones para suponer que Hiplito per
teneca a esta ltima categora.
39. Ibid. 40. Ibid.
41. Tradic4,, apostlke 1.
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Podemos precisar su origen? El padre Hanssens lo crey, y
pens que haba que ver en l a un alejandrino venido a ser sacer
dote romano y que trataba de transportar de Alejandra a Roma
las formas que l juzgaba ideales. Dom Botte se niega, y no sin
razn, a ver en esta hiptesis algo ms que una creacin de la fan
tasa . En efecto, es exacto que en Hiplito no se puede descubrir
absolutamente nada de las particularidades de la liturgia alejan
drina, o ms en general, del cristianismo alejandrino. Si, en cam
bio, el Synoaos de los patriarcas alejandrinos recogi tan fcil
mente sus elucubraciones, esto no prueba nada en favor de dicha
hiptesis, ya que esta coleccin, como toda la legislacin cannica
y litrgica de Alejandra, admite tambin toda clase de aportacio
nes que sabemos ser extranjeras, y en particular un cmulo de
elementos sirios.
Si hay que propender a una localizacin particular de los or
genes de Hiplito, quiz sea Siria, exactamente como pensaba ya
tillemont, la que goza de ms ttulos para tal reivindicacin.
Susprejuicios de clase, su rigorismo penitencial, su teologa que se re
siente por todas partes de sabelianismo, a lo cual hay que afiadir su
prevencin sistemtica contra los filsofos, son otros tantos rasgos
que lo oponen a Alejandra y que lo relacionan con Siria, y espe
cialmente con sus elementos ms semticos. Ahora bien, all es pre
cisamente donde haban de sobrevivir ms tiempo las dems arcai
cas formas litrgicas cristianas, como nos lo ha mostrado ya laliturgia de Adday y de Man...
Incluso si se adoptara lo que no pasa de ser una simple hip
tesis, no por ello habra por otra parte que concluir que Hiplito
habra tratado de aclimatar en Roma una liturgia completamente
extranjera. En todos los lugares en que se haba introducido el
cristianismo desde la primera generacin cristiana, y ms en par
ticular por las juderas locales, haba debido existir una liturgia de
este gnero, y aun pasado un siglo y ms, todava no haba podido
perderse del todo su recuerdo. Veremos que de hecho se hallan
42. 1k. HANSSENS, La liturgie dHippotyte, Roma 1959. ci. el juicio de dom BOTTEen la introduccin a ,u edicin de la Traditio. de Mnster, p. xvi.
43. LEMAIN nf: Ti,l.rMnr, Itfhnorrs fr,nr stnir a Histoire eccisiestique, t. xii,Pars 1701, ix. 674
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diferentes vestigios de ella en Italia y en otras partes. Pero no est
vedado pensar que Hiplito, en este punto como en otros, llegara
a entrar en conflicto con las autoridades romanas practicando una
poltica deliberadamente arcaizante, pero que era sobre todo la de
un provincial atrasado. Su liturgia no es una simple supervivencia,
como la de Adday y de Man. Veremos que revela el artificio de
sus pretensiones de primitivismo. Pero es probable que estas mis
mas pretensiones estuvieran alimentadas por un cierto provincia
lismo: Hiplito nos aparece inmovilizado en un pasado, que l
retena todava, aunque sin ser ya en absoluto capaz de guardarlo
intacto, y as nos aparecen tambin ms de un provincial y as se
ran principalmente los sirios.
Era difcil evitar esta larga introduccin. Quiz nos sirva para
leer la eucarista de Hiplito sin proyectar sobre ella una luz que
no le corresponde. Es probable que esta eucarista no nos ensee
gran cosa acerca de lo que haba venido a ser ya la liturgia euca
rstica a mediados del siglo iii en Roma y en otras partes. Ms
bien nos permite ver lo que esta liturgia poda seguir siendo todava en algunas regiones distantes, lo que todava se poda intentar
restaurar y mantener en otras partes, en cuanto a formas que es
taban en vas de desaparicin. Aqu tambin daremos el texto tra
ducido y esta vez previamente reconstituido por dom Botte:
Presenten los diconos la oblacin [al obispol y ste, imponiendo las
manos sobre ella con todo el presbiterio, diga dando gracias:
-
El Seor est con vosotros.
Y digan todos:
- Y con tu espritu.
- Levantad voestros corazones.
- Los tcnemos levantados hacia el Seor.
- Demos gracias al Seor.
- Es cosa digna y justa.
Contine entonces as:
Te damos gracias, oh Dios!, por tu Hijo puerum muy amado, Je
sucristo, al que nos enviaste en estos ltimos tiempos como salvador, re
dentor y mensajero angeluni de tu designio, a l que es tu Verbo inse
parable, por quien todo lo creaste y al que, en tu beneplcito, enviaste del
cielo al seno de una virgen y que, habiendo sido concebido, se encarn y se
manifest corno tu Hijo, nacido del Espritu Santo y de la Virgen. l, cum
pliendo lo voluntad y adquirindote un pueblo santo, extendi las manos
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ticular de la cristologa, que nos remontan no slo a la teologa
judeocristiana, con Cristo considerado como ngel, sino tambin
a los discursos de los Hechos, con la expresin puer ,vot que
se le aplica en dos ocasiones.
En el texto, tal como lo hemos presentado, figura una epiclesis:
te pedimos que enves tu Espritu Santo sobre la oblacin de la
santa Iglesia. t,iama la atencin ver que concuerda casi exacta
mente con la epiclesis inserta en la eucarista de Adday y de Ma.
Como sta, es de l ms rudimentario, en cuanto que no pide ni la
aceptacin del sacrificio, ni menos todava su consagracin me
diante la conversin de los elementos. Aqu tambin se apunta direc
tamente a la reunin de todos los fieles en la Iglesia.
Pero tambin en este caso podemos preguntarnos si esta frmu
la de epiciesis pertenece al texto primitivo. Dom Gregory Dix lo
ha puesto en duda en su propia edicin de la Tradicin . Ha hecho
primeramente notar la incoherencia del texto latino en este lugar,
lo cual parece revelar una manipulacin poco hbil. As, insina, eltexto primitivo podra ser el que se ve reproducido en el Testa
mentum Domini. Cierto que se habla del Espritu Santo, pero no
se lo puede calificar de epiclesis, ni aun tomando el trmino en sen
tido lato, ya que no se pide la venida del Espritu Santo al sacra
mento o sobre el sacramento. Citemos esta frmula en la traduc
cin latina de Rahn,ani: Da dein.de, Deus, ia tibi wiiantur omnes,
qui participando accipiunt ex sacris mysterils tuis, itt Spiritu
Sancto repian-tur ad confir,nationem fidei itt veritate...
Podramos traducirlo as:
Da finalmente, oh Dios 1, que te sean unidos todos los que reciben de
tus santos misterios y participan en ellos, que sean llenos del Espritu
Santo para la confirmacin de su fe en la verdad...
Richardson ha opuesto algunas dificultades menores a la idea
de que este texto hubiera podido prestarse a la transformacin final
atestiguada por las versiones tanto latina como etipica Pero sobre
46. Cf. dom GREGoR? Dix, Tite Treotise en tite ApostaRe Tro4ition of Saint Hippo
ytus of Rorne, Londres 1937, p. 7589.
47. RAHMSJ4I, op. oit., p. 45.
48. Cf. C.C. Rxcuaosore, Tite So.caVed Epiclesis u Hippoiytus, en *Ha,-vard
Theological Review, vol. 40 1947, p. lOlss.
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todo dom Botte, que en un principio haba sostenido que, aun cuan
do la forma dada por el Testamentum Domini fuera primitiva, no
por ello dejaba de ser el equivalente de una epiclesis lo cual, re
pitmoslo, parece un abuso de lenguaje, cambi luego de parecer,
creyendo descubrir la huella de la epiclesis de la Tradicin, no en
esta frase final de la oracin del Testamentum, sino en una frmula
anterior . A primera vista hay que reconocer que sta no ofrece
nada que se le parezca. Pero hay que seguir paso a paso a dom Botte
en una demostracin, que es quiz la obra maestra de ingeniosidad
de este sabio tanperspicaz.
Veamos primeramente el texto en que se basa su anlisis y su
reconstruccin. Sigue inmediatamente a la anamnesis y Rahinani
la traduce as:
0fferimus HM zane qratiarum actionem, aeterna Trizzitas, Domine len.
Christe, Domine Pate,, a quo onmis creatura et omnis natura contre,niscit
iii se confugiens, Domine Spiritus Sancte, adfer potum hunc cf escam zane
sanctitatis tuae, fac itt nobis sint non in iudicium, neque itt ignoniiniazn
ve! itt perditionem, sed in sanationem cf itt robur sfriritus nosfi50
Dom Botte no tiene reparo en subrayar el carcter aparente
mente deshilvanado y tropezoso de este texto. Esta frmula trini
taria, en la que se menciona primeramente al Hijo, le parece cu
riosa. Luego se detiene en la frase: Domine Spiritus Sancte, adfer
potum kunc et escam kant sanctitatis tuae, especialmente pesada
e incoherente. Se pregunta qu es lo que obtendramos operando
la retroversin del siraco al griego del que es traduccin el griego
es la lengua original del Testamentzim, como tambin de la Tradi
tio. He aqu la respuesta: La retraduccin de Domine Spiritu1s
Sanete no puede ofrecer dificultad: xpis itvcUjxcc &yIov. Notemos,
sin embargo, que nvss &ytov puede ser tanto un acusativo como
un nominativo vocativo. Pero el siraco lo tom por un nominativo
vocativo, pues de lo contrario no lo habra conservado en este lu
gar, o le habra antepuesto una partcula.
A df e,- es en siraco el imperativo de la forma 4el del verbo
49. Cf. Sources chrtiennen, n.b 11, p. 23 y Lpiclhe de tanaphore dHippoIyt.,
en cRecherches de tho!ogie ancienne et mdivale, t. 14 1947, p. 241s.
50. RAHMANI, op. cit., p. 43.
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