Download - Bonsái, número 3
BonsáiLiteratura mínima
tres
Directorio
EditorEs
Miréia AnievaHerson Barona
ConsEjo Editorial
Belinda OrtizGraciela RomeroJezreel SalazarRafael Zamudio
asEsorEs
Alberto ChimalCristina Rivera GarzaBlanca Rodríguez GaonaLiliana Weinberg
ContaCto
Bonsái. Literatura mínima. Año 1.
Número 3. Septiembre 2011. México.
Bonsái es una publicación electrónica independiente
de periodicidad mensual sin fines de lucro.
El contenido de esta publicación puede ser dis-
tribuido y compartido libremente siempre que se
reconozcan los créditos del autor y de la revista.
Las opiniones expresadas en los textos publicados
en esta revista son responsabilidad exclusiva de
sus autores y no representan necesariamente el
criterio de Bonsái y sus editores.
Las parejas y las revis-tas literarias / duran casi siempre dos números.
Fabián Casas
POESÍA
EmplazamiEnto, 7(inútil), 8BurquiEr, 9Enrique Winter
la punta dE la mirada, 22l a m E n t a d a, 23Cuauhtémoc Pérez-Medrano
los dominios pErdidos, 31Epístola con caráctEr dE urgEntE, 32andrés BEllo, 33Iván Cruz Osorio
somnolEncia, 45EsfuminEs, 46Víctor Burgos
CUENTO
naturalEza muErta, 10Nadia Villafuerte
fuEra dE cuEnto, 27Guillermo Samperio
Vida frágil, 34Enrique Nájera Chávez
ENSAYO
(in)significados: los tExtos huEcos, 18Vicente Luis Mora
animalia, 38rafael Toriz
microEnsayos, 53Jezreel Salazar
Contenido
TUITS
la nochE Es infantil EspEra, 14Josefa Isabel Rojas
palíndromos: al lEEr, somos, 29Esteban Ponce de León
tanta tinta, 47
RESEÑA
El mEjor dE los VErdEs posiBlEs, 24Graciela Romero
inVEntario dE ausEncias, 42Herson Barona
VARIA INVENCIÓN
prosEmas, 50Isaí Moreno
ilustración “Koala”, 41A. R. Buitrón
Enrique Winter
EmplazamiEnto 0094
Un pueblo flanqueado a la diestra
por la usina (materia prima:
los maderos como leña (el interior, bosque))
y a la siniestra por la ballenera
(materia prima: el cetáceo como aceite
(el exterior, mar)).
No se produce acero, no se faenan ballenas.
Apenas queda bosque. No.
El mar. 7
POESÍA
(inútil) 0101
Los dirijo por un túnel
que no sé dónde
empieza
menos
dónde termina
y al recorrerlo
intuyo
que no va a parte alguna.
A la muerte
le hacemos zancadillas
con las alas
de
este
paréntesis.
Una canica un rodamiento medio cuchillo una tapa una argolla.
Luego de seis paladas se encuentran los ojos. Se empañan
más que los ojos.
8
POESÍA
BurquiEr 0105
Si el monumento es de un pájaro,
natural es que los niños lo giren para que vuele
y desatornillado caiga sobre uno o dos de ellos.
9
POESÍA
Nadia Villafuerte
naturalEza muErta
Me pregunto cómo terminará esto. Ayer E me insultó y
respondí con un golpe en su mejilla. Después salí a la calle.
Tuve miedo al atravesar el pasillo —mierda de perros, hierba
seca, basura en las esquinas—. Un miedo más grande que la
paz del cementerio en plena ciudad. Gris sobre gris. Muertos
sobre muertos. Una ventana alta, romper el cristal, saltar y
descubrir lo que uno es: apenas un coágulo de sangre seca.
Me dirigí al trabajo. Cuando estuve en el ascensor, pensé en
E.
—Anoche me rechazaste.
—Estaba dormida.
—¿Con quién soñabas?
—Escucha: “Los celos pueden comerse un corazón has-
ta el centro”.
Entregué unos documentos y salí deprisa. Tuve miedo.
Un miedo igual de cálido que un crepúsculo entrando a la hu-
mildad de una oficina vacía. No quería volver a casa. Subí al
autobús. “Seguir siendo humano es romper un impedimento.
Quiérelo si eres capaz. Quiérelo si te atreves”, recordé. Anne
Carson. Llamó mi atención una mujer que leía en su asiento.
10
CUENTO
Llevaba un libro de Fernando Vallejo. Me pareció una turbia
casualidad. El colombiano no es un autor precisamente feliz,
no al menos para leerse en el transporte, por naturaleza depri-
mente. En la portada, el título del libro tenía una tachadura
negra. Decía: “La puta de Babilonia”. La censura de la pa-
labra “puta” me gustó. Un hoyo negro: pudor, represión, dis-
creción.
Silencio.
Ocultar.
Callar.
Solté una risita. Era una risa opaca, diría que empática.
La mujer siguió leyendo.
Tenía hambre. Quise cambiar el rumbo, la rutina. Bajé
en el centro de la ciudad. Bajar hacia el centro, imaginé, como
quien araña las paredes circulares de un pozo y no tiene otra
alternativa que ahogar los ojos en la noche inmensa. Ámbar y
almizcle al fondo. Luz.
“Si todas las luces de la casa estuvieran apagadas
podrías adornar esta herida
con su brillo”.
11
CUENTO
Así me sentía. Caminé por la avenida, cegada con mi
propio resplandor. Me detuve en el aparador de una tienda.
Había, en la orilla de la pared, una hilera de cabezas. Cabezas
de muñecas. Yo estaba ahí, con mi cabeza pegada al muro,
sin cuerpo. Tuve miedo. Un miedo más grande que los ma-
niquíes mirándome sin parpadear.
Entré a un restaurante. Pedí frutas y café. Había cande-
labros y óleos como salidos de una revista italiana. La noche
se extendió como supongo se tiende el sosiego sobre un lago.
Me pregunto cómo terminará esto, murmuré otra vez,
entre dientes. El miedo fue desvaneciéndose en la medida en
que mordía cada trozo de fruta. El bálsamo rojo de la sandía.
Una piña colérica que hizo rechinar mis dientes. El verde su-
surro del kiwi.
Son las cosas cotidianas las que guardan con celo, como
si fueran cajas, nuestras experiencias. Y una sabe que una caja
está hecha de un material frágil. Supuse que el miedo tenía
que ver con la posibilidad de que todas las cajas que guardaba
en el cuarto de mi cabeza, se abrieran de par en par, haciendo
rechinar sus goznes.
12
CUENTO
E y yo.
Cerrar la puerta.
Despedirnos.
Mudar de domicilio.
Observé el plato. Estaba desnudo.
Sólo quedaban, claro, algunas migajas.
13
CUENTO
Josefa Isabel Rojas @Joisab
la nochE Es infantil EspEra
1. Tener la vida lista. Siempre. El corazón bien dispuesto. Las
manos calientitas. Limpia la lengua. Las palabras precisas.
2. Salamanquesa, cualquier rato me pondré a inventar pa-
labras... ojalá me salga una así.
3. La noche escurre, mis palabras no pueden sostenerla, es
arena, agüita que se va, se pierde entre todo el lodo de lo que
ya no habrá.
4. Por cada palabra que aquí escribo, tiro a no sé dónde (sí
que sé pero no lo diré) por lo menos otra más que no supe
usar.
5. Las letras que conforman la palabra noche son viscosas,
gelatina insípida llena de fantasmas.
6. La palabra volver es redonda. Esquina, pica. La palabra
lodo se te pega, salamandra no se deja agarrar. Fantasma...
ésa ni se ve.
7. Noche, palabra mojada y llena de escalones...
8. Éstas no son palabras, son sabores: madreselva, leche,
mandrágora, resina, talco, marquesina. No, son palabras,
claro ¿Y níspero, tampoco?
9. Y este placer de las palabras dónde lo pongo que es tan
14
TUITS
grande que casi me ahoga.
10. Este placer que busco y encuentro de enhebrar una pa-
labra con otra y otra más, hacer nudos, cadenas, escaleras,
lianas, amarras.
11. Anclarme en una red llena de letras.
12. Una sombra de la que creí haberme separado, desde la
infancia: palabra.
13. Me duelen las palabras como astillas en el corazón. No
todas. Sólo las de madera.
14. Las palabras no son nada si la piel no está dispuesta a
repetirlas.
15. Me dejaste con la palabra en la boca. Se alimentó con
fruición de mi saliva tibia y arropada con mi lengua dulce,
creció como no imaginas.
16. Esta noche la noche es una palabra mal escrita.
17. No decir nada para que me respondas. Enlistar palabras:
sanmiguelitos, neón, lodos ambarinos, bufadora, bisagra,
aceite, propóleo y canapé.
18. Si yo fuera palabra, ¿que preferiría ser? ¿Punto, oscuri-
dad, gato, malo? ¿O ser cerio, ámbar, tumefacto?
15
TUITS
19. Hay palabras que no ambicionan mucho: aguamanil,
trompillo, lapislázuli... pobres palabras tan bien hechas y
abarcan tan poco.
20. Eterno es una palabra sumamente ambiciosa.
21. Las palabras escritas tienen el delirio del elefante en circo,
agarradas de la trompa y las colas, dan vueltas sin parar.
22. Algunas palabras vertidas como plata derretida en mi
vientre. Necesito.
23. Las palabras como plata derretida son líquidas y blancas,
caen como cascada suave y fresca, aunque calientan. Mucho.
24. ¿Qué necesita una palabra para estar más mojada? El
agua le brota por los ángulos y por las redondeces, salpica
goterones desde los acentos.
25. Ya basta de tanta estupidez. Las palabras me dan vuelta,
me jalan del cabello y se me ponen en los dedos, para que les
dé letras. Control.
26. Sucede que afuera no hay palabras, sólo cosas que nom-
brar.
27. La palabra lengua está mojada. Y lame.
28. Dulce palabra: tenerte. Tenerte dulce. Mente. Dulce té
16
TUITS
inerte, palabra.
29. El que no puede decirse con palabras, no puede ni aunque
tenga mil o una letras, o ciento cuarenta.
30. Necesito dormir mis palabras, que no son mías pero son
las que me rondan, me pican los ojos, el corazón. El corazón
sobre todo.
17
TUITS
Vicente Luis Mora
(in)significados: los tExtos huEcos
T. S. Eliot habló del horror de los hombres huecos en The Hollow Men, y tan terrible como esa imagen me parece la
de los textos huecos, los libros que han perdido el significa-
do. En sus Mitologías de invierno, Pierre Michon imagina a
un monje guerrero capaz de armar un ejército y ejecutar una
matanza sólo para apoderarse de un ejemplar de los Salmos con cuya lectura ha disfrutado. Al conseguirlo finalmente,
comienza a releerlo pero “de repente, ya no tiembla, ya no
ríe, está triste, tiene frío, busca en el texto algo que ha leído
y ya no encuentra, en la imagen, algo que ha visto y ha desa-
parecido”.1 José María Merino cuenta en “Los libros vacíos”
la historia de un enloquecido personaje –que puede verse
como paciente de un extraño síndrome Quijano o como un
exasperado profesor de Hermenéutica–, que llega aterrado a
una librería porque sufre un terrible mal: comenzó a leer En busca del tiempo perdido y “aquel libro no parecía el mismo
que yo creía haber recordado”.2 Había perdido algo, se había
vaciado de metáfora (o, como resume Michon en su relato
medievalista, “el libro no está en el libro”). Para el personaje
de Merino, En busca del tiempo perdido contenía de pronto
18
ENSAYO
sólo chismes de snobs franceses, y La isla del tesoro era una
magra historia de la piratería. Jorge Luis Borges, en “La
cámara de las estatuas”, habla de un misterioso libro blanco,
del que “no se pudo descifrar su enseñanza, aunque la letra
era clara”.3 La pérdida de significado en los libros es un mal
terrible, una ceguera pasiva donde la invidencia pasa a situarse
en el objeto, no en el sujeto lector. Es el libro el que no ve,
pese a que nosotros recorremos sin dificultad las letras.
Todos estos cuentos pueden leerse como metáforas de la pri-
vación del sentido, de la necesidad de la interpretación, de la
libertad lectora –y seguramente lo son–. Toda escritura es un
acto de libertad, y la lectura también. Los textos huecos son
una metáfora tan pavorosa como la de los no-libros, los li-
bros quemados, los libros perdidos, los que se hicieron polvo
o fueron pasto de ratas. Todos nos alejan de la posibilidad de
acceder a su significado, de alimentar nuestra imaginación.
Dice Bloom que las obras maestras o fuertes se alimentan de
la restricción de sentido, y Aira recuerda, con parte de razón,
que no se deben dar textos claros a los niños, “porque a los ni-
ños les encanta, los hechiza la palabra que no entienden”.4 En
19
ENSAYO
los textos huecos –por eso son angustiosos– todo lo que hay
es claro y sin embargo ha desaparecido lo nuclear, la lección, la
enseñanza, aquello (inteligible o hermético) que constituía su
sustancia misma. La receta que se nos prescribe es la obvie-
dad, lo fácil, lo evidente, lo visible, lo vendible. Todo parece
en estos tiempos apelar a la accesibilidad, a la falta de misterio;
la nueva Edad Media, la de los media, nos conduce por su
falta de (auto)crítica al resplandor vacío, al texto hueco, a la
imposibilidad de interpretación porque el texto tiene electro-
encefalograma plano, porque la historia del saber ya no es
más, como apuntaba Blumenberg, la historia de sus metáforas;
porque las palabras, contradiciendo a Nietzsche, ya parecen
decir sólo lo que dicen, son materia desvestida, píxeles ar-
dientes. La literatura es misterio contra lo deliberadamente
claropaco, penumbra contra la oscuridad, luz negra (Sánchez
Robayna), apuesta invisible (Méndez Rubio), enigma que
sostiene la escritura (Blanchot), “cosa para andar en lo oculto”
(Valente), (in)significado. Guardémonos de los textos claros,
pues todos están huecos, como la cabeza de Pinocho o el anillo
de Clarisse, antes del milagro de la literatura.
20
ENSAYO
________________
NOTAS
1 Pierre Michon, “Tristeza de Columbkill”, Mitologías de invierno, Alfabia,
Barcelona, 2009, p. 44.
2 J. M. Merino, “Los libros vacíos”, en J. J. Muñoz Rengel, Perturbaciones.
Antología del relato fantástico actual, Salto de Página, Madrid, 2009, p. 31.
3 J. L. Borges, Historia universal de la infamia, en Obras Completas, tomo I,
Emecé Editores, Buenos Aires, 1989, p. 336.
4 C. Aira, entrevistado en Letras Libres, noviembre 2009, p. 48.
21
ENSAYO
Cuauhtémoc Pérez-Medrano
la punta dE la mirada
la punta de la mirada
está el miedo,
vertical dibuja
una silueta,
en gotas cae
perenne y
penetrante,
en el centro
de nuestra
ca
be
za
22
POESÍA
l a m E n t a d a
A mí mismo por la aridez
el pestífero ambiente
secretado por las cinco lúnulas en cuarto creciente
se arremeten en una figura
cuasi cuneiforme,
se deletrea al mismísimo Ciro
en la estela del souvenir,
mas,
qué lo trajo a la mamoria
qué dolorosa rememuera:
el in vocativo expresado,
las polineuropatías en Erato,
el metano y cresas de la poesía lo exigen.
Y eso… Como dijo Hans-Peter-Fritz:
nada más es el nombre:
23
POESÍA
Graciela Romero
El mEjor dE los VErdEs posiBlEs
Un libro de cuentos es un cuento, es un
cuento, es un cuento, hasta que uno de sus
personajes decide mudarse a una nove-
la; se lleva las historias que habitó como
quien carga con su equipaje para amueblar
su presente e ir construyendo desde ese
nuevo hogar su futuro.
Hace casi 15 años años, Cristina Rivera Garza escribió el
libro de cuentos La guerra no importa (ganador del Premio
nacional de Cuento San Luis Potosí en 1987), pero importa
lo demás, importan quienes lucharon, y Xian, personaje de
aquellos textos, salió de ahí para seguir su vida, empezar una
nueva o continuar la de otro en Verde Shanghai (Tusquets,
2011).
Sin embargo, este es el libro de Marina, una mujer que es
su propio personaje, que vive sólo su vida junto a su esposo,
en su ciudad, que es su origen y su destino, hasta que tras un
accidente automovilístico, que emocionalmente es un choque
contra ella misma, descubre, tal vez recuerda o inventa o le
inventan, que también es Xian.
24
RESEÑA
Así como Marina es Marina y es Xian, esta novela, que va
de los recuerdos vagos de los personajes a los datos duros de
la historia, es además otros textos, desde las notas periodísti-
cas (en el capítulo titulado “Noticias intrascendentes”) y los
recuerdos del pueblo chino asentado en el país, escapando
de su historia para comenzar otra no menos difícil, hasta los
cuentos de La guerra no importa, en los que Marina va en-
contrando la vida de Xian, su propia vida, su otra vida, su
yotro, pasando incluso por los encuentros de la escritora,
que es también personaje, con los habitantes de su narración.
Quien lee Verde Shanghai se aventura a una persecusión.
Habiéndola descubierto tras el accidente y en sus historias,
en lo que le cuentan otros personajes, en el café de chinos
que da nombre a la novela, Marina persigue a Xian querien-
do atraparla para encontrarse, mientras el lector va a su vez
persiguiendo a Marina entre las páginas, deseando develar
su historia, saber quién es, quién debió ser, de qué clase de
abandono huía que terminó por abandonarse a sí misma.
«Supongo que nosotros también formamos parte de esa
raza que ha perdido la guerra. Supongo que tampoco impor-
25
RESEÑA
ta. Pero anonada», se lee en uno de los cuentos que se leen
en la novela, y como anonada, hay que seguir persiguiendo a
Marina, hay que aclarar esto, hay que saber.
Ya en la última sección de la novela se lee el título “Andamos
perras, andamos diablas”, que bien puede ser una adverten-
cia tardía de qué clase de personajes enfrentará el lector.
Enfrentarlos, sí, como quizá Cristina Rivera Garza tuvo que
enfrentar a Xian después de La guerra no importa. Enfren-
tarlos porque son personajes que, aunque algunos huyen,
no se esconden, y para los que el sexo, por ejemplo, ya no es
refugio sino salida; personajes que aun enredados en su pro-
pia locura cotidiana quieren conocer su historia y que ésta
se sepa, que quieren ser al fin lo que tengan que ser, así no
existan, así se mueran.
Después de leer Verde Shanghai será difícil acudir a un
café de chinos sin preguntarse si alguien ahí estará viviendo
la vida de la que uno escapó. O, más allá, sin preguntarse si
uno puede realmente escapar, si uno es quien es, pero tam-
bién alguien más con el que eventualmente, y «uno nunca
sabe qué sucede después», se encontrará.
26
RESEÑA
Guillermo Samperio
fuEra dE cuEnto
en la mañana del lunes estoy escuchando a Bob Dylan
mientras un camarógrafo me enfoca y me entra una tristeza
potente que yo no esperaba pues la combinación de las viejas
canciones de Dylan con la cámara enfrente me llevan en viaje
de evocación hacia los días en que mi padre me llevaba a los
rodajes de la películas en las que él salía y se une también
con la primera vez que estuve ante una cámara para la TV e
iba muerto de miedo y yo entonces era un muchacho de unos
20 años lleno de pavor y desconfianza sin creer que yo fuera
escritor sino un simple amanuense o un hombre que el 2 de
octubre del ‘68 se había salvado de morir además de otras
ocasiones por x o y circunstancias sociales y el Señor de Ca-
siopea me tenía reservado más sufrimiento con la inyección
letal de una tarántula de pelaje sanguíneo muy pegado a su
cabeza y que iba a irme envenenando poco a poco al pasar de
los años y si cuento las veces en que no me he muerto ya no
tengo dedos ni los de los pies para contarlas pero en ese tiempo
de los Dylan y las Janis creía que era un hombre feliz y que
morir con un propósito a favor de los humanos jodidos no
era tan despreciable pero quién iba a decir que la inoculación
27
CUENTO
de la tarántula me alcanzaría hasta una mañana de julio del
2011 cuando yo pensaba que pasaría de los 80 años y aquí me
tiene la arácnida sufriendo un día más mientras la melan-
colía insondable es como una telaraña espesa que se adhiere
a mis pulmones y hace que se me dificulte respirar y que las
lágrimas se queden allí en el centro del pecho sin salir y luego
yo dar buena cara a los presentes sabiendo que la tarántula
está aquí subiendo por la gran arteria del corazón y se me
dificulta mucho respirar como si la vena cava me oprimiera el
tórax cada momento con suma pesadez y ya me es imposible
articular palabra ni respirar y menos poner buena cara, con
el intolerable dolor en el pecho, ante la sonrisa vehemente del
camarógrafo, pero al menos se llevará un buen video, ideal…
28
CUENTO
Esteban Ponce de León @Sarcastiprethar
palíndromos: al lEEr, somos
1. Leer, eso somos. Ser, es a los autores. Ser o tú, a solas
eres. Somos o seré el
2. son a Moravia: con amor o idilio. Oí lidió Roma, no caí, va
romanos;
3. soñé: uso, da prana. Hoy sé silueta, leer tras oír beso
diurnos; son ruidos ebrio Sartre, —él: até Ulises; —yo: han
arpado sueños
4. allá, calles o dalo, vos. Ojo solo: casa. Duren los arrabales.
Sé la barra, sol. Neruda, saco los ojos, o volados, ella calla;
5. oí volada mota, saca árida, verá Cortázar a la raza trocar,
evadirá a casa tomada, lo vio,
6. ¡oh Cid! a Hesse: lobo, ruta. A tu robo les sé. Ha dicho:
7. —Séneca habla no mitos -acaso- llenos; la brevedad da, de
verbal son. Ellos acaso, timón, alba hacen. Es
8. Edipo Rey, ojos él a él, saturados, apagados; oportuno
Layo (o ya lo nutro) posó daga, pasó. Da rutas leales, o joye-
ro pide:
9. —A Dublinés, ama Dedalus, a ese par, un retrato; dotar
ternura. Pese a su, la de dama, senil buda,
10. Émile Lacan, retorno ha leído, ala real no cae, sí dona
29
TUITS
ese verbo, obré ¿ve? sean odisea con la era, la odié, la honró;
terna calé, limé
11. seso. Id, Sol, al leer erró, caí, no Goethe, o iris alivia con
esa vida a diva, seno, caí vil, así río, ¿eh? teogonía, correré
el, la, los dioses,
12. leí pala, recalo sed, ras anima, Camus sale, versa la caída,
a día calas, revelas suma, caminas, ardes o lacera la piel,
13. ¡zapa! atonal, allá coronel posó coros, revisa. Así, verso
rocoso, pleno: rocalla, la nota a Paz.
30
TUITS
Iván Cruz Osorio
los dominios pErdidos
No tenemos una patria,
tenemos un paisaje,
tenemos cólera, indignación,
tenemos divinidades rotas,
tenemos a los muertos hundidos
en las entrañas,
tenemos un puñado de escombros
que el viento intenta dispersar.
31
POESÍA
Epístola con caráctEr dE urgEntE
Queridos asesinos:
Buscamos, pedazo a pedazo, un sueño desmembrado para
revivir nuestros cuerpos, para encender nuestros cadáveres,
para reunir el cielo, el mar, y las montañas de este país de
archipiélagos. Quizá puedan ayudarnos, quizá, si trabajamos
en equipo, si nos apuramos, quizá todavía se muevan solos,
quizá aún palpiten los miembros arrebatados. Por favor,
dense prisa, la hierba ya ocupa el lugar de nuestros cráneos,
de nuestras narices, del cuenco agusanado de nuestros ojos...32
POESÍA
andrés BEllo
Navegué toda la noche
con la mirada fija en los días por delante,
con el miedo apretado en los puños.
Algo de la Tierra que dejé atrás
ha labrado mi sombra y mi abismo,
y aún no sé de qué patio,
de qué puerto sin brillo partí
con los sueños desvanecidos.
Pero sé que no habrá regreso,
porque nadie vuelve
para atizar los rescoldos
de su propia ceniza.
33
POESÍA
Enrique Nájera Chávez
Vida frágil
A Jess Cocozza
Estaba con Chester en la caseta de vigilancia. Chester es
alcohólico y tiene 40 años más que yo. El viejo siempre saca
buenas historias y uno puede ir a fumarse un porro con toda
confianza (se supone que vigila que nadie vaya y se robe un
auto, pero a quien cuida es a nosotros). Desde tempra le pega
al pisto. Para entrar en calor. Me dijo que en su juventud fue
luchador, bien duro, de ésos de barrio. Hasta tuvo su bue-
na racha. Alzando un cinturón de campeón, con esos ojos
azules de brillo rabioso, traía muertas a todas las morras del
vecindario. Ahora se junta con putas añejas o con mujeres
piedrosas, pero igual tiene compañía femenina y así va
pasando la vida, entre copa y copa. Chester se había bebido el
resto de su charro negro. Eran casi las dos, hora de la salida.
Comenzó a redactar el informe: once de diciembre de dos mil
siete… catorce horas… SIN NOVEDAD.
En ese momento el tiempo se desfasó vagamente. Todo
sucedió muy rápido. Escuchamos un golpe en la ventana y
vimos caer un bultito. Una pandilla de zanates que perseguía
34
CUENTO
a un gorrión había girado bruscamente en el aire. El gorrión,
más concentrado en escapar de sus victimarios que en otra
cosa, se había estrellado contra el vidrio de la caseta y ahora
permanecía inmóvil en un escalón despostillado. Chester lo
recogió. Era una cría. Sus párpados estaban cerrados. Sus
párpados parecían difusamente humedecidos, como el ras-
tro que queda de un halo sobre un cristal ahumado. Chester
comenzó a soplarle en la nuca, a frotarle el pecho. No
respondía. Abrió su pico y se lo puso en la boca para darle
aire. Tampoco. El golpe lo había dejado extraviado. Con frial-
dad quirúrgica fue girándolo de cabeza hasta que el gorrión,
por instinto, aleteó un poco. Sus ojos seguían cerrados, pero
ya abría el pico. Luego lo paró sobre uno de sus dedos y por sí
solo se mantuvo erguido. Chester me dijo que si no se paraba,
se moría. Tomó la botella de tequila y se echó unas gotas en
la palma de la mano. Le mojó la nuca y la cloaca y otra vez le
dio respiración con la boca. El gorrión entreabrió los ojos a la
mitad y supe que ese horizonte representaba el paso ambiguo
entre la vida y la muerte. Parecía no decidirse.
Chester extendió sus alas y surgió un hermoso abanico
35
CUENTO
multicolor, desde el amarillo limón hasta el gris pardo. No
te mueras, cabrón, le decía el viejo. Tomó un buche de agua
simple y le dio de beber en el pico. El gorrión agitó las alas,
pero esta vez con más vigor. Al fin consiguió abrir los ojos
por completo. En medio de dos océanos castaños, sus pupi-
las brillaban dilatadas y expectantes, como si la visión de la
realidad fuera algo insoportablemente nuevo. Su pico seguía
entreabierto, pidiendo oxígeno, o tal vez un poco de sosiego.
Chester puso de pie al gorrión, sujetando sus patas entre el
índice y el pulgar. Así se carga un ave, para no lastimarla, me
dijo. Salimos de la caseta. Los zanates se habían posado en un
árbol lejano. Para ellos, nosotros somos el peligro.
Chester acarició la cabeza del gorrión y le sopló de nuevo.
Le dio unos tirones del pico, como hacen con los gallos de
pelea que agonizan. El instinto de las aves siempre supervisa
sus partes más vulnerables, las obliga a reaccionar cuando
están prensadas. Repitió la maniobra hasta que el pico quedó
totalmente sellado. Con ese movimiento el gorrión parecía
afirmar la vida como nunca nadie lo ha hecho. Aunque
Chester se había mostrado circunspecto todo el tiempo, por
36
CUENTO
primera vez lo noté verdaderamente relajado. Me miró y se
sonrió. Evidentemente, Chester ya había reanimado a varios
animales desahuciados. Creo que a un perro que se había co-
mido unas tortillas envenenadas. ¡Los cabrones le vaciaron
veneno en la comida!, me dijo. Y yo pensé, qué cabrones.
Mientras tanto, la pequeña ave contemplaba el estaciona-
miento posada sobre la mano de aquel viejo borracho que le
había regalado un suspiro.
37
CUENTO
Rafael Toriz
animalia
la hiEna
La hiena es un animal inmundo e infame; carroñero como el
marabú, se diferencia de aquél porque puede cazar su ali-
mento y por su risa destemplada ante la desgracia ajena.
Vive en las cercanías de los cementerios y en ocasiones
suele engañar a los humanos con gritos de auxilio con la
finalidad de devorarlos.
Los antiguos sostenían que la hiena posee una piedra
mágica en los ojos y aseguraban que colocándola debajo de la
lengua sería posible predecir el futuro.
Es el único habitante de Animalia capaz de vencer a la
leona y posee un clítoris gigante que en algún momento hizo
pensar a los estudiosos que se trataba de un animal herma-
frodita.
“Cualquiera tiene la posibilidad de observar que una
hiena que en el año presente es macho, al siguiente estará
convertida en hembra; en cambio, si ahora es hembra, pasará
a ser macho. Estos animales adoptan uno u otro sexo, cam-
biándolo cada año, y pueden ser esposo y esposa; de esta
38
ENSAYO
forma, no se comportan con actitudes arrogantes, sino que
con hechos concretos demuestran que Ceneo y Tiresias son
seres antiguos”
Claudio Eliano, Historia de los animales
rémora
Difícil es hablar de la rémora sin prejuicios debido a que
existen demasiadas leyendas negativas en torno suyo.
No fueron pocos los testimonios que gritaban a voz en
cuello que la rémora, al adherirse a los barcos, los retenía
para siempre en mares oscuros y olvidados.
Se pensaba también que era un animal parásito incapaz
de valerse por sí mismo, pero ahora se sabe que es un agente
necesario para ciertos animales sin brazos como los tibu-
rones.
Lo cierto es que la rémora es un animal inofensivo, de
39
ENSAYO
gusto insípido y que pasa su vida en riguroso silencio.
Estudios necrológicos han demostrado que todos los
hombres desamorados viven con una rémora diminuta muy
cerca del corazón.
Koala
Si existe un amo del disfraz sin duda se trata del koala. Este
simbólico, apacible y tranquilo marsupial endémico de Aus-
tralia es en realidad una planta epífita que vive sobre el
eucalipto, que a su vez también es un simulacro porque no
es una planta sino un insecto palillo de colosales dimensio-
nes. El koala, al ser una planta, es un ser epizoótico, es decir,
una planta que vive sobre un animal. De tal manera que el
eucalipto y el koala viven en la más perfecta de las simbiosis
engañando al mundo entero.
(Por cuestiones políticas y folclóricas que sólo atañen a
40
ENSAYO
los habitantes de Oceanía, y para evitar las desilusiones de
los niños, se recomienda mantener esta información en se-
creto escrupuloso.)
41
ENSAYO
Herson Barona
inVEntario dE ausEncias
El casi proverbial fragmento de Heráclito
dice que no se puede entrar dos veces en
el mismo río; a contrapelo, esta novela se
desarrolla bajo la intuición de que lo im-
posible es salir de ese río (un río de mierda
que nos revuelca y ahoga en su porquería).
Hundida en el tedio de la cotidianidad,
la vida de Genaro, el narrador, transcurre sin sobresaltos,
sin motivos. Su madre era una mala pintora con problemas
de visión. Cuando accedió a hacerse unos lentes pudo ver fi-
nalmente sus obras como realmente eran y entró en crisis,
destruyó la mayoría de ellas y nunca más volvió a pintar.
Consiguió una pistola con la que se paseaba diciendo que era
una artista a todo el que se le acercara. Ella se mató y no dejó
nada tras de sí. Entonces Genaro se da a la tarea de buscar
alguna pintura de su madre como sobrevivencia, como vesti-
gio de que alguna vez existió. “Mi padre se va a morir —dice
Genaro— y luego yo y luego mi hermana y ya nadie recordará
jamás que Maribel Balbuena fue una pésima pintora”. Guia-
da más por la inercia que por la voluntad, la búsqueda es, al
42
RESEÑA
mismo tiempo, una revisión de la vida de Genaro, las aristas
en las que se disgrega la narración: su trabajo, que detesta;
sus pasiones (la literatura, que abandonó, y el futbol, que, a
falta de cualquier tipo de experiencia significativa, termina
por convertirse en lo único importante) y su relación con las
personas cercanas a él (una amante, su hermana, su mejor
amigo y su padre), que no son más que extraños a los que
frecuenta. Finalmente, este recorrido no es otra cosa que un
inventario de ausencias.
Sin embargo, la muerte de la madre —si bien es el motor
de la narración— es simplemente un hecho que se asume sin
dramatismo, con un poco de frialdad incluso, como se puede
ver desde la primera línea: “Me gusta la historia del suicidio
de mi madre”. En este sentido, Balas en los ojos (Ediciones
B, 2011), la primera novela de Gabriel Rodríguez Liceaga,
pertenece a ese tipo de literatura que, al comenzar por el clí-
max, muestra sus cartas y trabaja con otro tipo de pacto con
el lector. Se trata de un ejercicio de honestidad narrativa más
que de artificio. Imposible no ver los vasos comunicantes con
otra novela ineludible: El extranjero, de Camus, en cuyo ini-
43
RESEÑA
cio se lee: “Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé”.
Mas no hay que confundir el existencialismo de ésta con el
desencanto, la apatía y el humor negro con el que está car-
gada aquélla, que la hace guardar cierto parentesco con las
voces de Fadanelli y Fernando Vallejo.
Los breves capítulos de Balas en los ojos se suceden sin
tropiezos en un tono que no intenta moralizar ni hallarle sen-
tido a la experiencia. La madre ha muerto y ante eso no hay
nada que hacer, pero tampoco hay nada que aprender. Lleva-
mos ya mucho tiempo ensuciándonos en el mismo río con
todos nuestros muertos, es por eso que “tal vez a los humanos
nos estorba la memoria”.
44
RESEÑA
Víctor Burgos
somnolEncia
Cuando la ciudad duerme, sueña con insectos recitadores de
monótonos monólogos y ladridos de perros invisibles, con
vientos súbitos y fríos, con sirenas de cristal que aúllan en
la oscuridad, con motores que rugen hambrientos de com-
bustiones y con el pavimento mojado que brilla lechoso bajo
el halo de una terrenal luz blanca. Puertas que se abren a
medias o que se cierran tras un amén de llaves pasadas y
cerraduras puestas, con bombas de aguas insomnes, con aves
de canto dormido. Una ciudad que se mueve inquieta bajo al-
cantarillas sueltas y grietas en el asfalto, una ciudad coronada
por cerros minados de muertos de hambre, putas y ladrones
que en medio de la noche brillan como piedras preciosas de
países exóticos. Sueña también con aceras pobladas de fauna
madrugadora e incierta, con areperas que abren las vein-
ticuatro horas y los setecientos días de la semana, con risas
obscenas y minifaldas generosas, con mujeres encerradas en
cuerpos de hombres vendiendo placeres fingidos a ingenuos
solitarios y devoradores de placeres.
45
POESÍA
EsfuminEs
Estrellar tu nombre
contra la pared
y derramar
tu voz
tu ausencia
tu cuerpo
tu soledad
tus ojos cerrados
allí no queda más que tu sombra
crucificada en la pared, nublada y silenciosa
la profundidad sin tiempo de toda tu ausencia.46
POESÍA
tanta tinta
@chicosintuiter
1. La escritura atinta contra el olvido.
2. Las palabras mueren entintadas al salir de la pluma;
cuerpos ensangrentados rodando en los peñascos de la hoja
en blanco.
3. Toda palabra, desde la tinta, sueña con ser piedra.
@fragmentario
4. Algunas noches también apartar la tinta es escribir pa-
labras.
@kittyYbarra
5. ¿Qué cuentos cantan los ríos de tinta?
@Sufrodemencia
6. Tanta tinta, que volvió la hoja en un océano.
7. Tan grande es mi deseo por escribirte, que se me hacen
tinta las palabras.
47
TUITS
@TiempoDetenido
8. Se me hacen tinta las manos al pensarte.
@Cy___
9. Soy tinta negra en escribir poemas.
@abrapalabra
10. En la tinta que no hará historia, será el naufragio de la
memoria.
@LuzMFG
11. Cierra las palabras que se te va a correr la tinta.
12. Para ser tinta hay que tener vocación de historia, río de
palabras, tatuaje de color.
@cosmopollito
13. Estaba escribiendo un cuento erótico y se corrió la tinta.
@diestoische
14. Anclamos en la tinta a la palabra propensa al vuelo.
48
TUITS
15. Si cortas al silencio, sangra tinta.
@BesosdeViento
16. Tengo tinta en los dedos para quitarle lo pálido a las nubes.
@DavidLavie
17. La ceniza en la hoja, y en el humo, fugaz e inmortal, la
tinta.
@Sarcastiprethar
18. La tinta incita al recuerdo.
19. Secó la tinta, la historia no terminó.
49
POESÍA
Isaí Moreno
prosEmas
dE los nombrEs 1. no Cumplirás En vano
Bastan cinco palabras para jurar en un nombre cualquiera y
tres para indicar que no me acuerdo. Nunca olvido las prome-
sas ni los pactos, sino el nombre que invoqué al jurarlos.
También la ejecución de la promesa se hace en el nombre de
un nombre, el original y sólo éste, para no cumplir en vano.
dE los nombrEs 2. WittgEnstEin
Declara el médico que visitó por última vez a Wittgenstein
que sus ojos nublados de dios griego aún miraban las cosas
de este mundo cuando ya se adentraban en el otro. Sin tiempo
como medida, quiso llamar a Platón por su nombre verdade-
ro. Invocó a Schopenhauer y a Spinoza y a Tolstoi, a su madre
(la natural y la patria) y a los jinetes de la guerra, incluso a
50
VARIA INVENCIÓN
Adolf Hitler llamó, insatisfecho en todos los casos porque no
eran sus nombres verdaderos (él mismo no era Ludwig). An-
tes de recobrar la lucidez por un minuto y solicitarle decid a los amigos que fui feliz, o fue después, dice el galeno, musitó
una dicción con voz temblorosa, desarticulada, casi silencio,
y con rostro complacido comenzó a dialogar con el nombrado
sobre la inexistencia del tiempo y del agua, coincidiendo en
que nadie, nunca, puede bañarse dos veces en el mismo río.
dE los nombrEs 3. al dios rEtiCular
En el cubo inacabado, en las posibilidades del cubo inacabado,
en la combinatoria de las posibilidades del cubo inacabado,
ausente de un trazo se difumina la geometría de un dios líqui-
51
VARIA INVENCIÓN
do cuyo nombre se escribe delineando aristas.
avE A Evelyn
Alguien se pregunta un buen día si ser ave ha sido siempre:
se eleva del peso de la tierra ya instrumento del vuelo, ya ave
como palabra o ave como plegaria. Pronuncias ave cuando te
remontas, rezas ave para que aparezca tu luz mientras al-
guien musita: ave, reza: ave, ave maría, ave césar, ave: vuela.
En todo ello nos encontramos y nos perdemos: hay un ave
ahí, y sabemos que del cielo a la tierra hay tan sólo un salto, o
una amnesia, sabemos sin que nadie nos lo diga que el miste-
rio del vuelo es que el aeroplano es un ave sin sueños y el ave
un ángel perdido.
52
VARIA INVENCIÓN
Jezreel Salazar
microEnsayos
duraCión dE la EtErnidad
Los relojes suponen que la duración es precisa. Los suizos
basan buena parte de su identidad en esta mentira. El mundo
nos impone horarios establecidos; cada encuentro se agenda
anotando, puntualmente, una cifra en el calendario; para
realizar un proyecto (se nos ha dicho) debemos diseñar rigu-
rosos cronogramas; toda programación supone intervalos
medibles. Sabemos lo que haremos de un momento a otro,
revisando cuánto ha avanzado el reloj o a qué momento del
día hemos arribado. Ninguno de estos hábitos, sin embargo,
refieren a la verdadera duración de las cosas. Cada experi-
encia es un universo singular con sus propias dimensiones
temporales, con su propia vitalidad destructiva o creadora.
Un baile o una mirada, por ejemplo, pueden durar no una
eternidad, pero sí mucho más de los seis minutos o los tres
segundos que el cronómetro les concedió de vida. Ciertas
experiencias nos disocian del mundo y de sus tiempos perfectos;
es en esas treguas interiores en donde la realidad se presiente
y sucede. La herida producida en la honda profundidad de
53
ENSAYO
un solo instante puede perpetuarse de manera indefinida.
¿Quién puede saber, en verdad, cuánto duró aquella conver-
sación que nos cambió la vida, que nos lanzó hacia el planeta
de los misántropos –dejándonos sin conexión con el universo
tranquilizador que hasta ese momento habitábamos? El tiem-
po también muere y a veces renace. El placer redimensiona la
eternidad de cada santiamén. El lapso de los días depende del
miedo cotidiano.
CEgar la mirada
La literatura, más que retrato del mundo, constituye (cada
vez más) una reacción en torno a lo ocurre en el mismo. Es-
cribimos para mostrar irritación, vergüenza o azoro —es
nuestro desconcierto hablando—. También escribimos para
darle sentido a la insensatez. Ordenar el caos es uno de los
motivos profundos que tiene la literatura y esto no deja de
54
ENSAYO
ser poco triste y poco esperanzador: pareciera que sólo ahí,
en ese mundo de imágenes perfectas, la realidad logra de
algún modo aligerar su carga de horror cotidiano. Cuando el
desencanto es la atmósfera que respiramos y a través de la
cual vemos a los otros y nos vemos a nosotros mismos, resul-
ta difícil mostrar una representación oportuna, coherente o
indiscutible de la existencia. El espejo se suele llenar de man-
chas y se vuelve imposible dar una imagen adecuada y eficaz
de lo que retrata. La creación más que acto reactivo, a veces
debiera ser un modo de cegar la mirada para imaginar la luz.
Cuando la realidad es demasiado transparente se vuelve im-
prescindible abrir los ojos en medio de la niebla.
Elogio dE lo dEsapErCibido
Él pensaba que había que hacer un manifiesto a favor de lo
desapercibido, a favor de que las cosas pasasen —por voluntad
55
POESÍA
propia— inadvertidas. Su apuesta era hacer de la estética de
Hemingway (la teoría del iceberg) una ética. En medio de
un mundo en donde el escándalo era la norma y la fórmula
del éxito, suponía necesaria una forma de vida en donde lo
más importante quedara silenciado: escribir la mejor de las
obras sin publicarla, evitando así el horror y el desprestigio
del mercado; perfeccionar la voz al grado de la genialidad y
transmitir el logro en una estación virtual y de madrugada;
lograr el descubrimiento de la piedra filosofal y sólo contar-
lo a los amigos. El arte verdadero, decía, debería de quedar
encerrado en baúles: Kafka y Pessoa habían sido traiciona-
dos. Si estaba contra algo era en contra de las reiteraciones de
sí mismo, pensaba que había que evadir todo tipo de publici-
dad o autopromoción y en su lugar restituir las historias que
ocurrían en el anonimato y lo trivial. Recordaba los cuentos
de Chéjov, en los que la anécdota es exigua, casi inexistente,
pero en los que ciertos momentos constitutivos de la vida de
alguien eran cifrados: un personaje, a partir de un encuentro,
un encuentro justamente con lo banal, ve afectada toda su
existencia… Lo suyo eran las épicas minúsculas, la apología
56
RESEÑA
de la miniatura. Así debía titularse el manifiesto, pensaba:
“Por una épica menor”. Se trataba de remitirse a las cosas
insignificantes, completamente fútiles y mínimas, aquel-
las acciones, espacios o sucesos baladíes que si a la mayoría
no importaban, podían tener el más valioso significado para
un ser en particular o para dos. Según él, la defensa de los
acontecimientos anodinos era primordial y la vitalidad debía
responder a lo diminuto: fomentar pequeñas acciones y ges-
tos cuya finalidad sólo pocos pudiesen intuir, llevar a cabo
rituales cotidianos que permitiesen cerrar ciclos, que estab-
lecieran nuevas relaciones con el mundo, básicamente interi-
or. Pensaba por ejemplo, en aquel momento en el que alguien
decide dejar un departamento que le significó un proceso de
ruptura y metamorfosis, pero en lugar de celebrarlo con una
fiesta, simplemente se prepara una cena, guarda sus cosas en
una maleta y se va.
57
POESÍA
Herson BaronaMéxico, DF, 1986. Estudió simultáneamente Lengua y Literaturas Hispánicas y Es- tudios Latinoamericanos, am-bas en la UNAM. Ha obtenido premios de cuento, ensayo y poesía. Textos suyos han sido publicados en revistas como El Tímpano, Periódico de Poesía, Literal Magazine, La palabra y el hombre y Opción, entre otras.
A. R. BuitrónMéxico, DF, 1979. Graba-dor e ilustrador egresado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM. Cuenta con más de 15 exposiciones colectivas y 3 individuales en diversos museos de México y el extranjero. Seleccionado en la 1ra. bienal de estampa Shinzaburo Takeda de Oaxaca 2008. Seleccionado en 3 oca-siones y 1 mención honorífica en el catálogo de ilustradores CONACULTA. Seleccionado en los catálogos 12 13 y 15 de la Asociación cultural TEATRIO de Italia. Ilustrador de los cor-tos animados: Imaginantes “Cómo nace un cuento” de Gabriel García Márquez, “La píldora de la imaginación” de Carlos Fuentes, “Días de guar-dar” homenaje a Monsivaís, “Me encontrarás en el polvo de
la ciudad” homenaje a Carlos Fuentes.
Víctor BurgosCaracas, Venezuela, 1988. Es-critor, autodidacta de bajo presupuesto, insomne. Profeso la estética del desconcierto y hago sombra cuando hay sol.
Iván Cruz OsorioMéxico, DF, 1980. Finalizó la carrera de Lengua y Literatu-ras Modernas Inglesas en la UNAM. Es miembro del con-sejo editorial de la revista de literatura y gráfica Viento en vela y codirector y editor de Malpaís ediciones. Es funda-dor y co-organizador de Vér-tigo de los aires. Encuentro Iberoamericano de Poetas (ediciones 2006, 2007, 2009 y 2011). Es autor de los poemarios Tiempo de Guernica (Edito-rial Praxis, 2005) y Contra-canto (Malpaís, 2010). Poemas suyos aparecen en diversas antologías como Un orbe más ancho. 40 poetas jóvenes. 1971-1983 (Punto de partida/UNAM, 2005); Los mejores poemas mexicanos. Ediciones 2005 y 2006 (Joaquín Mortiz/FLM, 2005, 2006); Anuario de poesía mexicana 2005 y 2006 (FCE, 2006, 2007); La luz que va dando nombre [1965-1985]. Veinte años de la poesía
última en México (Secretaría de Cultura del Estado de Puebla, 2007); El oro ensortijado. Poesía viva de México (Edicio-nes Eón/Secretaría de Cultura de Puebla, 2009); 20 años de poesía. Jóvenes Creadores del fonca (conaculta, 2010); y Ca-jita de música. Poetas de Es-paña y América del siglo XXI (AEP, Madrid, España, 2011). Fue becario del programa Jóvenes Creadores del fonca durante el periodo 2009-2010, en el área de poesía.
Vicente Luis MoraCórdoba, España, 1970. Es un escritor, poeta, ensayista y crítico literario. Colabora en revistas como Ínsula, Animal sospechoso, Clarín, El invis-ible anillo, Mercurio y Qui-mera, así como en el suple-mento Cuadernos del Sur del Diario Córdoba. Ha publicado libros de poesía, narrativa y ensayo. Ejerce la crítica cultur-al y literaria en su blog Diario de lecturas (Premio Revista de Letras al Mejor Blog Nacional de Crítica Literaria): vicenteluismora.blogspot.com
Isaí MorenoMéxico, DF, 1967. Ha publicado las novelas Pisot (Lectorum, Premio Juan Rulfo para Primera Novela) y Adicción (Planeta-
Colaboradores
Joaquín Mortiz). Su novela El suicidio de una mariposa re-sultó finalista en el 2009 del Premio Rejadorada en Valladolid. Colaboraciones suyas se en-cuentran en diarios y revistas como La Jornada, Cuaderno Salmón, La Tempestad, Nexos y Círculo de poesía.
Enrique Nájera ChávezMéxico, DF, 1985. Diseñador de la comunicación gráfica y sociólogo rural en formación. Participa en un proyecto mul-tidisciplinario sobre economía solidaria en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM. Sus vías de ex-presión predilectas –en orden cronológico de incursión– son el dibujo, la palabra escrita, la música. Lleva la cuenta de Twitter @guamafune.
Cuauhtémoc Pérez-MedranoMéxico, DF, 1983. Licenciado en Estudios Latinoamericanos. Es becario del Kompetenzzen-trum Kulturelle Topographien der Universität Basel, Suiza. Ha publicado en algunas revistas literarias en México. Actual-mente prepara el libro poesía Arpóphysis coralkoide: poeta menor; y la traducción de algu-nos cuentos del escritor suizo Franz Hohler.
Esteban Ponce de LeónMorelia, México,1985. Realizó estudios en Psicología en la ciudad de Guadalajara. Actual-mente, en la Ciudad de México, se encuentra realizando estu-dios de desarrollo urbano y regional, en el ánimo de salvar la ciudad que es hecha para el humano, el espacio peatonal, y de algún modo, caminar los rincones del país. Carga libre-tas y a veces un libro, lápiz, goma y sacapuntas.
Josefa Isabel RojasCananea, México, 1960. Ha publicdo los poemarios Para que escampe, Detenerte tanto, y Versiones del porqué; y en prosa: Casi un cuento.
graciela RomeroGuadalajara, México, 1982. Estudió Letras Hispánicas en la Universidad de Guadala- jara y ha publicado cuento en el Periódico Público (Milenio en Guadalajara) y la revista El perro, y artículos en Palabras Malditas y Blink. El resto de lo que escribe es todo en internet, antes en blog y ahora Twitter.
Jezreel SalazarMéxico, DF, 1976. Es licenciado en Estudios Latinoamerica-nos por la UNAM y maestro en Sociología Política por
el Instituto Mora. Colaboró en la edición del Archivo de José Juan Tablada y ha pub-licado diversos ensayos sobre crítica cultural y literatura lati-noamericana. Actualmente es profesor-investigador de tiempo completo en la Univer-sidad Autónoma de la ciudad de México y profesor de lit-eratura y teoría cultural en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha publicado La ciudad como texto. La crónica urbana de Carlos Monsiváis (Premio Nacional de Ensayo Alfonso Reyes 2004) y co-ordinó el libro La conciencia imprescindible, ensayos so-bre Carlos Monsiváis (FETA, 2009).
Guillermo SamperioMéxico, DF, 1948. Ha publi-cado más de veinticinco libros de cuento, novela, ensayo, literatura infantil, poesía y crónica. Se ha hecho acreedor de premios como: Casa de las Américas 1977, en la rama de cuento por el libro Miedo am-biente, y Nacional de Periodis-mo Literario al Mejor Libro de Cuentos por Cuaderno Imagi-nario, y el reconocimiento que por sus 25 años de escritor le rindieron en el palacio de Bellas Artes las instituciones edu-cativas y culturales más im-
portantes de México (UNAM, IPN, CONACULTA e INBA). Ha sido también Director de Literatura del INBA y Director de Difusión Cultural de la Uni-versidad de las Américas y del IPN.
Rafael TorizXalapa, México, 1983. Fue be-cario en el área de ensayo de la primera generación de la Fun-dación para las Letras Mexicanas y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Ha publicado los libros Animalia (Univer-sidad de Guanajuato, 2008) y Metaficciones (UNAM, 2009). Ha sido distinguido con men-ción honorífica en el Concurso Internacional de Ensayo con-vocado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la República Islámica de Irán (2001). Es ganador del Premio Nacional de Ensayo “Carlos Fuentes” (2004).
Nadia VillafuerteChiapas, México, 1978. Autora de Barcos en Houston (Cone-culta-Chiapas, 2005), Presi-dente, por favor (Edaf, España 2005), ¿Te gusta el látex, cie-lo? (FETA, 2008), y Por el lado salvaje (Ediciones B, 2011). Ha sido becaria del Fondo Nacio-nal para la Cultura y las Artes y de la Fundación para las Letras
Mexicanas.
Enrique WinterSantiago, Chile, 1982. Es autor de Guía de despacho (Premio Concurso Nacional de Poesía y Cuento Joven, 2010), Rasca-cielos (Ciudad de México, 2008; Buenos Aires, 2011), Rascacielos, anticipo (beca del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, 2006) y Atar las naves (Premio Festival de To-das las Artes Víctor Jara, 2003; Rancagua-Valparaíso, 2009).