documento homenaje a ulloa silvia grande y otros

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Documento de discusión para las Jornadas de Homenaje a Fernando Ulloa. Producir experiencia: de la historia a la transmisión Producción colectiva Introducción: Nos interrogamos por un fenómeno que nos compromete como sector “psi” y que pone en cuestión nuestra concepción de práctica y las relaciones con los marcos teóricos en los que nos referenciamos. Se trata de la proliferación de prácticas y discursos “psi” en el campo de lo social. Pareciera que estamos llamados a responder/opinar ante problemáticas complejas. Por supuesto que habrá distintas posiciones al respecto, pero nos interesa dilucidar si ante este “llamado” es posible la construcción de un discurso/práctica que interroga las problemáticas que aborda o la respuesta se produce al modo del “especialista” (paradojas de una interrogación desde una Carrera de profesionales especialistas) En primer término es necesario definir nuestro lugar de análisis, dónde nos situamos, cómo nos posicionamos en el intento de producirnos como actores sociales. El espacio de construcción es el la Universidad, Carrera de Especialización del Postgrado de Psicología y el desafío: la producción de un espacio de formación de psicólogos en torno a las prácticas en el campo de las políticas públicas en salud. Una pregunta fundante: ¿Qué marca produce en nuestras prácticas el carácter de lo público?. Esta pregunta nos llevó a transitar por distintos espacios: en un primer momento fue el espacio gremial, produciendo un actor que fue la Interhospitalaria. La apertura democrática posibilitó ingresar en la discusión al espacio de la Universidad. Fue desde la Interhospitalaria, desde el espacio gremial, que ingresamos a la Universidad recuperando nuestras discusiones y experiencias. Esto dio lugar a las Residencias de Psicología Clínica en Instituciones y Comunidad. Logramos, con una experiencia organizativa y de trabajo en instituciones los cargos docentes y de residentes que nos permitieran llevar adelante un proyecto no sólo de formación sino una 1

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Documento de discusión para las Jornadas de Homenaje a Fernando Ulloa. Producir experiencia: de la historia a la transmisión

Producción colectiva

Introducción:Nos interrogamos por un fenómeno que nos compromete como sector “psi” y que pone en cuestión nuestra concepción de práctica y las relaciones con los marcos teóricos en los que nos referenciamos. Se trata de la proliferación de prácticas y discursos “psi” en el campo de lo social. Pareciera que estamos llamados a responder/opinar ante problemáticas complejas. Por supuesto que habrá distintas posiciones al respecto, pero nos interesa dilucidar si ante este “llamado” es posible la construcción de un discurso/práctica que interroga las problemáticas que aborda o la respuesta se produce al modo del “especialista” (paradojas de una interrogación desde una Carrera de profesionales especialistas)

En primer término es necesario definir nuestro lugar de análisis, dónde nos situamos, cómo nos posicionamos en el intento de producirnos como actores sociales. El espacio de construcción es el la Universidad, Carrera de Especialización del Postgrado de Psicología y el desafío: la producción de un espacio de formación de psicólogos en torno a las prácticas en el campo de las políticas públicas en salud. Una pregunta fundante: ¿Qué marca produce en nuestras prácticas el carácter de lo público?. Esta pregunta nos llevó a transitar por distintos espacios: en un primer momento fue el espacio gremial, produciendo un actor que fue la Interhospitalaria. La apertura democrática posibilitó ingresar en la discusión al espacio de la Universidad. Fue desde la Interhospitalaria, desde el espacio gremial, que ingresamos a la Universidad recuperando nuestras discusiones y experiencias. Esto dio lugar a las Residencias de Psicología Clínica en Instituciones y Comunidad. Logramos, con una experiencia organizativa y de trabajo en instituciones los cargos docentes y de residentes que nos permitieran llevar adelante un proyecto no sólo de formación sino una propuesta de trabajo hacia los equipos con quienes compartíamos las prácticas. Cuando logramos establecer con continuidad esta experiencia, las “transformaciones” de las políticas neoliberales barrieron con este proyecto y nos llevaron a una reconversión: Carrera de Especialización en Psicología Clínica, Institucional y Comunitaria. El nuevo formato universitario nos exigió reformular nuestra propuesta, ajustándonos a las exigencias de Coneau. El desafío fue recuperar esta historia e inscribirla en los nuevos marcos normativos sin producir una “lavado” académico a las interpelaciones que este modo de formación, con eje en las prácticas, produce. Fue y continúa siendo un desafío.No se trata sólo de que el cursante tenga un espacio de práctica sino de que dicho espacio se transforme en un “laboratorio” de prácticas. En este sentido la Carrera no sólo se posiciona en su relación con las políticas públicas, sino en su relación con la Facultad como espacio de producción de políticas.Si nos proponemos poner en discusión los modos de articulación de nuestras prácticas con lo político al menos tres dimensiones deberán ser contempladas:- lo político- las prácticas en el campo de la “salud mental”- la clínica

Dimensión de lo político:

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Las prácticas “psi” aparecen como respuestas, como intervenciones en lo social. Hablamos de las prácticas “psi” pero es un fenómeno que excede lo disciplinar “psi” ya que se trata de un discurso que funciona sobre otros campos, donde las condiciones de la subjetividad aparecen como un punto central, en el lugar de la causa y por lo tanto direccionando las intervenciones. Se deslizan planteos que ubican la subjetividad de la pobreza, en donde pobreza se convierte en un objeto no interrogado, “a priori”, ya dado. Las intervenciones en la subjetividad incluyen a los docentes, trabajadores sociales, médicos, operadores comunitarios, antropólogos…, produciéndose este fenómeno de “tallerización de la pobreza”.Es importante visibilizar al menos dos estrategias políticas que tienen fuertes efectos sobre nuestras prácticas:Una primer estrategia política que, como señalamos, conlleva la naturalización de la pobreza y más recientemente su criminalización, sin que la “pobreza” se deconstruya como objeto de intervención (es naturalizada, judicializada, criminalizada)Una segunda estrategia implica la focalización de lo “disonante”, de la conflictividad que emerge y toma forma de nuevos objetos de intervención: abuso infantil, violencia familiar o de género, adicciones, fracaso escolar…Fueron primero objeto de programas y/o departamentos y más actualmente de “dispositivos”.Construir lo social en términos de pobreza resulta archiconocido, constituye la “estrategia típica de intervención” del asistencialismo. Esta situación, así planteada, elude el análisis de los procesos de conformación de estos objetos (pobreza, abuso, violencia) proponiendo dispositivos en donde la pregnancia del discurso “psi” corre el riesgo de ser la estrategia de relevo del discurso médico-pedagógico, eludiendo el análisis político y la discusión de qué entendemos por una política social. Política que no se define desde una “disciplina”, o desde un sector y que fundamentalmente implica una disputa de poder. Planteamos que el riesgo es el de constituirnos en un discurso que exima esta discusión.Consideramos a la salud mental como campo de problemas. En cuanto a la caracterización de la conformación del sector en lo referido a sus pertenencias teóricas podemos marcar una particularidad de este campo: mayoritariamente está constituido por profesionales que se reivindican (esto quizás ha tenido un valor histórico- ya no lo tiene) o se identifican desde el discurso psicoanalítico.Podríamos entonces plantearnos: ¿Cuáles son los efectos en el campo de la Salud Mental (con esta particular conformación identitaria) de las estrategias que nos proponen hacernos un lugar, opacando el campo de lo político? Esto nos permitirá quizás acercarnos a analizar la ilusión respecto del lugar del psicoanálisis en la cultura. ¿La peste puede funcionalizarse?La posición respecto de esta cuestión implica un modo de ubicarnos frente a lo político. ¿Cómo interrogarlo desde nuestras prácticas ya que tiene un efecto sobre ellas?

Las prácticas y la clínica / La práctica y las clínicasPara abrir algunas respuestas de aquello que como sector fuimos produciendo, intentamos un “mapeo” de algunas posiciones que aparecen en el campo de las prácticas en salud mental. Estas posiciones en el campo no son unívocas -como pueden aparecer en la descripción que hacemos- aunque a veces puedan cristalizarse. Más bien se trata de “invitaciones” a un deslizamiento. Deslizamiento hacia una posición que resuelve la pregunta que nos hacemos excluyendo alguna de sus dimensiones, o “emprolijando” las contradicciones. En la constitución del campo de la salud mental están presentes estas contradicciones y por lo tanto las condiciones que facilitan estos deslizamientos.

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La pregunta acerca de las posiciones que se sostienen respecto de las prácticas implica desplegar el modo en que se ubican: la dimensión de lo político, las concepciones acerca de las prácticas y el posicionamiento respecto de la clínica. Ubicamos dos deslizamientos que comprometen la potencialidad del psicoanálisis y encubren una operación política: A- Congruentemente con lo que planteábamos en la dimensión de lo político, podríamos marcar un “deslizamiento” de las prácticas hacia la construcción de objetos funcionales al discurso acrítico acerca de la pobreza. Entonces pareciera plantearse una Clínica de la pobreza, Clínica del abuso, Clínica del desamparo, Clínica de las catástrofes, Clínica de lo institucional y así sucesivamente. Se construyen objetos (pobreza, desamparo, abuso, institución) de la clínica sobre los cuales habría algo que aplicar, una técnica. Esto no deja por fuera a la práctica psicoanalítica del lugar que la Técnica tiene en el discurso capitalista. ¿Qué sería si no aplicar una teoría sobre un objeto preexistente, sin interrogarlo? Se produce un agenciamiento desde la práctica del psicoanálisis de objetos ya armados en otro campo y no interrogados. La demanda social es leída como la de producir intervenciones sobre los mismos. Tomar estos objetos acríticamente y proponer estrategias sobre los mismos tiene un carácter renegatorio, propiciando lo que denominamos “estrategias típicas de intervención en lo social”. Esta renegación produce una respuesta técnica que psicopatologiza, construyendo como problema clínico lo encubierto en lo social, manipulando la causa. Este proceder además es un indicador de la posición en que queda la clínica. Habría una clínica “de”: se produce un objeto y un tratamiento de ese objeto. En el horizonte aparece la pregunta de si no será hacerse cargo de la delegación capitalista sobre la profesión, si no se propicia una funcionalización del psicoanálisis, ofreciéndolo como insumo del discurso social.Análisis de este deslizamiento al que estamos invitados:1- la respuesta clínica se propone como la única opción. Aparece cierta confusión entre los límites de la clínica psicoanalítica y los límites de la práctica. Las prácticas institucionales/ con población en exclusión social/ con problemáticas de violencia abren interrogantes que no se pueden subsumir en la respuesta que las clínicas de la pobreza, clínica de la violencia, clínica institucional proponen.2- esto hace que se desdibujen los límites de la clínica. Resulta difícil analizar estos límites, pareciera que la clínica psicoanalítica debiera estar en condiciones de dar respuesta a todos los temas.

B- Otro deslizamiento que se produce es, casi en oposición al anterior, lo que podríamos denominar el de la clínica “pura”. No ingresa en la práctica aquello que cae por fuera de los límites de la clínica que nos proponemos. Aquí los límites de la clínica se plantean claramente, pero se los hace coincidir con los de la práctica. Lo que no entra en el curso de un análisis cae por fuera del campo de intervención posible.La pregunta que se nos plantea es: ¿Cómo se piensan los límites de la clínica? Si veíamos que en la posición A no aparecía el límite, haciendo posible “aplicar” la clínica sobre los objetos sociales, aquí se remarcan fuertemente esos límites.Análisis de lo que esta posición pone en juego:1- ¿qué se ubica como límite de la clínica? ¿Qué ideal se juega en la clínica? Riesgo de confundir la clínica con los ideales del psicoanálisis2- se habla del psicoanálisis como política, eludiendo la discusión de lo político3- si se reconoce lo político es en una ajenidad, en una relación de exterioridad, un estar al margen de la problemática del poder

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Quizás sea interesante observar que a veces el único aspecto que se reconoce/produce de lo político sea en el sentido de “lo gremial”. Se busca “reconocimiento” como modo de diferenciación en el campo de lo público. El campo de lo público se lee como una amenaza de dilusión de especificidades. La especificidad nos estaría dada por la clínica. Lo que excede lo clínico puede constituirse como amenaza (manipulación política) a la especificidad de la práctica. Lo clínico funciona como una especie de “refugio” ante lo político. Las demandas sociales/ institucionales que no ingresan en el dispositivo clínico (transferencia, demanda de tratamiento, abstinencia) se leen como mandatos de control social. La clínica nos “protege” de esas demandas que excederían. Queda en pie la pregunta si el campo de las prácticas en salud mental coincide con la clínica y más aún cuáles serían las relaciones entre ambos campos si no fueran coincidentes.En esta posición aparece cierta borradura del campo de las prácticas.

¿A qué nos referimos entonces cuando hablamos del campo de las prácticas? agregando a esta pregunta sus relaciones con el campo de la clínica.Ciertamente nos encontramos con problemáticas, demandas sociales /institucionales que no podemos desconocer (aunque no coincidan con nuestro recorte desde la clínica) ni tampoco las podemos aceptar acríticamente. La violencia nos alarma, los abusos infantiles nos interrogan acerca de qué condiciones hacen posible un desconocimiento del otro como semejante, del límite de apropiación sobre el otro. Nos interrogan acerca del modo en que el orden simbólico se transmite en nuestra cultura luego de la más feroz represión, luego de la violencia más cruel que como cultura vivimos. Condiciones de posibilidad para una práctica:Debemos, entonces pensar en las condiciones de posibilidad de la Clínica Psicoanalítica. Se trata de aquellas condiciones que permitan la instalación de un discurso donde un sujeto advenga, un “alguien” que pueda quedar interrogado por un retorno y “responder” desde una novela familiar, que implica un tramado en el fantasma. La novela familiar es posible si hubo experiencia de alojamiento. Las vicisitudes de esa experiencia (rechazo, no miramiento, crueldad) comprometen los modos de producción de estos retornos. Esta “respuesta” del sujeto se constituye en su recurso/defensa, es su posibilidad de velamiento de ese “oscuro deseo” del Otro, al que queda sometido en la angustia. Para Gilou García Reinoso, allí se encuentran las bases arcaicas del poder, del sometimiento. Se trata de “los procedimientos por los cuales, apoyándose en procesos subjetivos inconscientes, el Poder logra capturar al sujeto, reeditando las relaciones originarias: la relación con el Gran Otro, en sus figuras históricas, articuladas en discurso. En particular, en las instancias jurídicas y políticas”1

“En el desamparo originario, la primera operación lógica constituyente es la alienación: identificación primaria, decía Freud –masiva-, en la cual el sujeto incipiente está fusionado con el Otro. Este proceso de alienación primigenia provee la ilusión –retrospectiva- de omnipotencia, que es en realidad la omnipotencia del Otro, imaginaria en la que se aliena. Marca que quedará en él para siempre, ofreciendo dificultades para ser simbolizada, y que expone al sujeto a “adorar dioses oscuros” (Lacan) y a responder a los discursos dogmáticos del poder (Legendre). Estas son las bases de la utilización

1 Garcia Reinoso, Gilou: Relaciones del psicoanálisis con lo social y lo político en Estados Generales del Psicoanálisis. Siglo XXI editores Argentina. 2005, pág 129

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política del clivaje arcaico”2. Así mismo Gilou plantea que parte de la hipótesis de que la construcción de la subjetividad –con sus incertidumbres y la marca del otro- predispone, o por lo menos expone, quedar capturado por el discurso del Poder y a colaborar de esta manera en sostenerlo. “El poder político como la transferencia, anuda amor, terror y creencia. Es decir, lo pulsional -libidinal o mortífero- se imbrinca con lo institucional y con lo histórico. Las instancias públicas ocupan el lugar del Gran Otro, en el que el sujeto se fundó y que desde allí amenaza fundirlo. La relación que establezca el sujeto con el discurso político tendrá la marca de las relaciones inconscientes con el Otro”3.“Huérfanos de una palabra, sufren en su propia carne un duelo imposible de efectivizar y una dificultad en construir una novela familiar que les permita proyectar un futuro.. reconstruir una trama que la historia familiar o social había profunda y prolongadamente destruído”4

Nos preguntamos por las condiciones de posibilidad de la práctica psicoanalítica en las instituciones, argumentada más allá de las pertinencias que permiten el confort de sabernos a salvo de lo impertinente y que nos protegen como practicantes de la emergencia de los imposibles. Las condiciones de posibilidad de una práctica de lo imposible en las instituciones implica no estar a favor o en contra de las instituciones, más bien se trata de poner a trabajar las instituciones no como reproducción de las relaciones edípicas (suponiendo a las maestras madres o al médico el padre) sino como tramado de las funciones humanizantes, subjetivantes. Se trata de poner a trabajar este doble juego de la institución al que aludimos permanentemente:- como lugar de alojamiento- como mecanismo de manipulación, de rechazo del otro, ese costado perverso que toda institución produce, que reniega de un orden simbólico y por lo tanto de la posibilidad de emergencia de un sujeto allíAnalizar las condiciones de posibilidad de la práctica psicoanalítica implica analizar nuestras propias conceptualizaciones respecto de la constitución subjetiva, de las instituciones y de la legalidad. Las confusiones conceptuales nos extravían en las intervenciones y arrastran la interrogación respecto de la ética que las comanda. Por ejemplo cuántas veces quedamos perdidos y confundimos la ley simbólica, el orden simbólico, la inscripción social de la ley simbólica (la ley simbólica se inscribe en lo singular y en lo colectivo), la letra del texto jurídico (normas y prohibiciones) y la aplicación por parte de los representantes del estado (las decisiones, la burocratización y la discrecionalidad). La prohibición no opera de la misma manera (no es la misma) en cada una de estas. Si la ley simbólica apunta a lo imposible, la ley del texto jurídico apunta a prohibir algo porque justamente es probable que ocurra. Se trata entonces de una ética, un posicionamiento que nos permita desanudar este particular montaje singular-institucional-colectivo. Es importante destacar tres dimensiones de la práctica para poder ponerlas en discusión: La primera: (singularísima) el lugar que cada quien ha tenido para el Otro. Si es que lo ha tenido, ya que en las situaciones de desamparo o abandono con las que nos encontramos muchas veces este lugar no aparece dando estatuto de existencia.Indefensión que convoca a respuestas totalizantes. La pregunta de nuestro trabajo específico: Cómo instalar la relación con otro “soportable”, que no engulla, que no trague.

2 Ibíd., pág 1393 Ibís, pág 1334 Hassoun, Jacques: Los contrabandistas de la memoria. Ed de La Flor. Argentina. 1996. Pág 34

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La segunda: El estatuto de los otros. Lo colectivo, la numerosidad social. Los escenarios posibles para una refundación (no refundición) del sujeto como responsable: el grupo, el escenario jurídico, las instituciones, los pares.La tercera: La dimensión de los límites: Marca de castración subjetiva y teórica. La legalidad primordial necesariamente diferenciada del discurso de la legalidad.

Nuestras prácticas bordean los agujeros del Estado. Allí donde lo descarnado está en juego la interrogación ética ante la tentación del Bien es una condición de la práctica, pero también es una condición de la práctica posicionarnos (lo cual tendrá consecuencias éticas) en relación a los problemas centrales que se nos presentan en la práctica: la impunidad, el desmantelamiento de la noción de infancia y la naturalización de la pobreza. Escenarios a los que somos convocados como psicólogos y que nos interrogan y que interrogan nuestra formación. Aquí el psicoanálisis nos posibilita pensar estas tres dimensiones y el estatuto de sujeto, advertir sobre los arrasamientos que las escenas institucionales, los programas sociales, las sanciones legales promueven. Una estrategia donde las herramientas clínicas apostarán a la producción de un nuevo marco, interroga la constitución misma de lo político y del campo de lo jurídico (de las legalidades en juego o de sus particulares borraduras propiciatorias de la impunidad). En este marco: ¿qué efectos tiene practicar la clínica psicoanalítica creyéndola un oficio depurado de los atravesamientos (políticos, institucionales, sociales)? Ya que -en el sentido que plantea Gilou García Reinoso- cuando lo político no es leído críticamente se “mata la muerte”, se atenta contra la muerte simbólica. Refiriéndose al Terrorismo de Estado y a la desaparición de personas dice: “Hizo desaparecer no sólo las vidas, los cuerpos, sino también la muerte; la muerte en tanto núcleo de lo simbólico constituyente. Apunta a la muerte subjetiva y se dirige a la población entera.”5

Matar la muerte, atentar contra la muerte simbólica se cobra un precio: la indolencia, impotencia, omnipotencia que vacía las prácticas de sus potencialidades, transformándolas en “reproductoras acríticas” y nos vacía a nosotros de la posibilidad de producir pensamiento…

Indolencia – impotencia – omnipotenciaLo colectivo como posibilidad“¿Nos ayudaría esto para ir a contrapelo del sentimiento común de soledad que se escucha hoy de los trabajadores en este campo, que por momentos se configura en un sufrimiento que resulta aplastante?”“ Ulloa nos hacía contar los efectos que tenía en nosotros nuestra práctica, de a uno, pero frente a un público, experiencia de la que participé y que daba como una sensación de extrañeza, cuando se armaba la ronda e invitaba a uno a acompañarlo, hablando, solo frente al público, es decir que no tan solo… Es que Ulloa sostenía que “alguien que trabaja en el ámbito público, tiene que poder hablar en público”, contar y ser escuchado por otros y contar nada menos que los efectos que tiene sobre uno la práctica, la cotidianeidad, etc….Es decir, que los efectos se pueden contar…”6

Para poner en cuestión estos modos acríticos de reproducción de prácticas se hace necesario apelar a nuestros propios colectivos. La producción de colectivos posibilita, en el marco de la evaluación de los efectos de nuestras prácticas, no hacer de la

5 García Reinoso, Gilou: Matar la muerte. Ed Psyqué6 Reflexiones planteadas por los cursantes en el proceso de elaboración del documento

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indolencia / omnipotencia baluartes defensivos. Retorno del SDV (Síndrome de Violentación Institucional que plantea Fernando Ulloa) que nos pone un poco idiotas, es decir sin poder responder por nuestros actos. La responsabilidad nos interroga. Por supuesto que la respuesta es singular, debemos tomar la palabra en nombre de cada uno de nosotros, pero será un colectivo el que nos lo posibilite. Apostamos a que en un proceso de construcción colectiva rescatemos nuestras dificultades como tales, es decir como interpelaciones que nos posibiliten producir otros modos de prácticas. ¿Qué sería del psicoanálisis sin la práctica de la dificultad?, seguramente un discurso vaciado de su propia peste que muy mal podría incomodar, vacunado de su descubrimiento: “la pulsión de muerte” que produce una rajadura en todo discurso de “Bien”.

¿Con qué recursos contamos para protegernos de Indolencias propias y ajenas? Tomar posición ante la naturalización de la pobreza, la impunidad, el desmantelamiento de la condición de infancia, ante los requerimientos de seguridad allí donde la inseguridad del estado arroja a 6 de cada 10 niños en la Argentina a condiciones de vida que no garantizan la protecciones básicas.La impotencia asoma, puede tomar presencia ante discursos “progresistas” que nos proponen ideales -con los cuales podemos sentirnos identificados- pero que sin la instancia del análisis crítico, nos compelen a tener que responder “atendiendo todas las demandas creativamente”. Para garantizar, efectivizar la universalidad se requiere de instancias de análisis de las estrategias que incluyan no sólo nuestras prácticas sino las condiciones en el marco de Políticas de Estado. Estas políticas que promueven legislaciones muchas veces superadoras desde el marco de lo jurídico, no siempre generan las instancias y recursos que garanticen el cumplimiento de esos marcos legales que proponen. Esto nos deja a los trabajadores con este sentimiento de soledad al que se hace referencia en el inicio del apartado. La universalidad es algo más que “atender todo”. Hacerle lugar al derecho a la salud de los ciudadanos se dirime no sólo en nuestro acto de admisión sino en definiciones estratégicas respecto de qué hablamos cuando se plantea el Sistema de Salud y del lugar del Estado en esta propuesta, en tanto actor principal en la disputa en nombre del Bien Público. Reinstalar la universalidad como horizonte, después del desmantelamiento que la política neoliberal produjo, es una posición irrenunciable que nos lleva luchar por el real establecimiento de las condiciones que la posibiliten. Esto va de la mano de la construcción de espacios colectivos que son nuestra responsabilidad para hacer de la propuesta no sólo una ficción de lo deseable sino un escenario de posibilidades concretas.

Ciertamente todo lo planteado nos conduce a la necesidad de revisión permanente de nuestras prácticas en el ámbito de lo público, produciendo sus condiciones de posibilidad, pero constituiría un reduccionismo creer que con esto basta. Esta revisión debe ser acompañada de un análisis que nos permita aportar en la discusión de un modelo de salud y sobre la formación. Esta construcción no será posible si no se producen acumulaciones que no tendrán una vía única: podrá ser desde lo gremial, desde la legitimación social de nuestros saberes, desde la relación con otros actores sociales confluyendo en experiencias que interroguen la delimitación tradicional de los problemas y planteen una disputa acerca de los diversos modelos de salud, desde lugares de gestión que propicien la inscripción en la agenda de gobierno y viabilicen a su vez propuestas construidas en los procesos de lucha de actores colectivos. Pero todas estas acumulaciones deben posibilitarnos producir discusión política. Las experiencias por más creativas y contrahegemónicas

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que se pretendan, no se traducen en política espontáneamente y pueden ser un buen entretenimiento mientras la decisión está en otro lado.

También constituye una acumulación la pregunta que logremos instalar en nuestro colectivo. Los modos de interrogar construyen acumulaciones, el momento histórico de acumulación permite formular interrogantes, visibilizando las complejidades desde distintas dimensiones y por supuesto opacando otras.Si la vieja pregunta acerca de si es posible el psicoanálisis en las instituciones públicas visibiliza sólo las limitaciones que el espacio de las instituciones públicas plantean al psicoanálisis (desde el modelo del consultorio privado) en el sentido de una prescripción ligada al encuadre, seguimos opacando la relación del psicoanálisis con sus propias instituciones, produciendo la ilusión de una demanda pura sin atravesamiento institucional, por lo tanto seguimos ocultándonos las relaciones de poder que se juegan. Las respuestas prescriptivas hacen juego con las pertinencias (que no toleran impertinencias) y las pertenencias institucionales que parecen prometernos algo mientras nos encuadremos.

Volvemos a nuestra convocatoriaAquí es donde debemos retornar a nuestro punto de partida: desde dónde hablamos. Desde la Universidad, Facultad de Psicología. La formación de los llamados “recursos humanos” no es un aspecto accesorio en la planificación de políticas, sino que constituye una cuestión nodal a la hora de pensar los cambios que tanto se reclaman en el sistema de salud. La reproducción de prácticas “psi” institucionalizadas (ya sea por la vía académica o por intereses corporativos) muchas veces dificulta que la Universidad esté a la altura de las demandas que socialmente se establecen. Problematizarlas, dilucidar los encargos a los que estamos llamados a responder para que no diluyamos nuestra responsabilidad en supuestas posiciones abstinentes. Esta quizás sea una de las dificultades que en torno a la formación podamos comenzar (o continuar) discutiendo: más allá de contenidos, cantidad, calidad, exhaustividad ¿cuáles son los modos de problematizar que se despliegan en el recorrido que la formación en nuestra Facultad propone? ¿Cómo continuar sosteniendo una apuesta donde la universidad contribuya a garantizar el derecho a la salud de la población, estableciendo algo más que una retórica y declaraciones de principios, sino agendándolo permanentemente a través de prácticas que interpelen no sólo a las políticas que reniegan de ese derecho sino interrogando nuestros propios modos de producir y reproducir hegemonías teóricas?

Quizás podamos producir nuevas preguntas que no impliquen modos de acatamiento. Probablemente lo complejo de estos problemas que nos planteamos nos resulte un tanto intimidatorio…Ulloa dice: “Cuando retrocede la intimidación se hace lugar a la intimidad que permite escuchar y decir con resonancia”7

Se trata del recinto allí donde en la numerosidad social se produce resonancia íntima, condición de posibilidad para que alguna transformación sea posible.

Rosario Septiembre 2009

7 Ulloa, Fernando: La novela Clínica Psicoanalítica. Historial de una práctica. Ed Paidós . 1995 Buenos Aires. Pag 75

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