diversidad temática y lingüística en la lírica

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JOAQUIN ARCE Diversidad temática y lingüística en la lírica dieciochesca (I) El problema inicial que se presenta al pretender abor- dar la complejidad de actitudes artísticas que caracterizan a un siglo que tuvo, a pesar de todo, una inconfundible fisonornía, es el de no romper la unidad del mismo atorni- ] iQGRORHQH[FHVLYDVSDUFHODVQL‡FRQIXQGLUORWRGRHQXQD uniformidad inexistente. Dos premisas previas me parecen indispensables al abordar nuestro siglo XVIII desde el punto de vista po& tico: por una parte, considerar que la producción típica de ese siglo es en realidad la de su segunda mitad, lle- gando a abarcar incluso los prinleros decenios del siguien- te siglo ; por otra, que el nombre de Neoclasicisrno, como 1. Por premuras de tiempo, he preferido mantener en la publicación HOWRQRFRQILGHQFLDOGH‡ODH[SRVLFLyQRUDOKHFKDHQVXGtDVLQ‡LQWHQWDU reforzarla .con otros numerosos datos que utilizaré en otra ocasión. Por el mismo motivo, las notas .bibliográficas quedan reducidas a muy pocas naen- ciones de estudios recientes rnenos conocidos. Huelga decir que la rna- yor parte de las citas de autores se basan en los tornos de la B.A.E. dedi- cados a los Poetas líricos del siglo XvIll. 3I

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JOAQUIN ARCE

Diversidad temática y lingüística en la

lírica dieciochesca (I)

El problema inicial que se presenta al pretender abor-dar la complejidad de actitudes artísticas que caracterizana un siglo que tuvo, a pesar de todo, una inconfundiblefisonornía, es el de no romper la unidad del mismo atorni-�]�i�Q�G�R�O�R���H�Q���H�[�F�H�V�L�Y�D�V���S�D�U�F�H�O�D�V���Q�L���‡�F�R�Q�I�X�Q�G�L�U�O�R���W�R�G�R���H�Q���X�Q�Duniformidad inexistente.

Dos premisas previas me parecen indispensables alabordar nuestro siglo XVIII desde el punto de vista po&tico: por una parte, considerar que la producción típicade ese siglo es en realidad la de su segunda mitad, lle-gando a abarcar incluso los prinleros decenios del siguien-te siglo ; por otra, que el nombre de Neoclasicisrno, como

1. Por premuras de tiempo, he preferido mantener en la publicación�H�O���W�R�Q�R���F�R�Q�I�L�G�H�Q�F�L�D�O���G�H���‡�O�D���H�[�S�R�V�L�F�L�y�Q���R�U�D�O���K�H�F�K�D���H�Q���V�X���G�t�D�����V�L�Q���‡���L�Q�W�H�Q���W�D�Ureforzarla .con otros numerosos datos que utilizaré en otra ocasión. Por elmismo motivo, las notas .bibliográficas quedan reducidas a muy pocas naen-ciones de estudios recientes rnenos conocidos. Huelga decir que la rna-yor parte de las citas de autores se basan en los tornos de la B.A.E. dedi-cados a los Poetas líricos del siglo XvIll.

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ya he dicho en otras varias ocasiones, es cornpletarnenteinadecuado, como caracterizador de época en sentido lite-rario, por no atenerse al restringido valor que se le daen los estudios de arte.

Tenernos, pues, que restaurar en su interior coherenciael carácter diferenciador de esa época, pero tenemos alrnismo tiernpo que aclarar y precisar las facetas que lite-rariamente la componen. Precisamente es una de sus carac-terísticas no sólo la variedad entre personalidades distin-tas, sino la diversidad, los contrasies internos que se ob-servan en un misrno autor.

Creo cada vez más en la conveniencia de utilizar un con-cepto como el de "poesía ilustrada" que sería el que me-jor pudiera definir la nueva actitud intelectual y ética queforma el sustrato ideológico de la segunda mitad del si-glo XVIII. Desgraciadamente, preocupaciones nacionalis-tas y pretensiones de buscar valores perennes en nuestrahistoria han contribuido a enturbiar la realidad de loshechos. Se tiende a creer en la impermeabilidad de con-ceptos y de nombres distintos ; se piensa que Neoclasicis-mo y Prcrromanticismo, por ejemplo, tengan que ser co-sas entre sí contradictorias, olvidando su raíz común;�F�X�H�V�W�D���W�U�D�E�D�M�R���D�G�P�L�W�L�U���T�X�H���S�R�H�V�t�D���L�O�X�V�W�U�D�G�D���² �H�Q���P�L���R�S�L���Q�L�y�Q���� �D�O���U�Q�H�Q�R�V�²�� �Q�R���V�L�J�Q�L�I�L�F�D���Q�H�J�D�U���O�R�V���H�O�H�P�H�Q�W�R�V���F�R�Q�V���F�L�H�Q�W�H�P�H�Q�W�H���‡�W�U�D�G�L�F�L�R�Q�D�O�H�V���T�X�H���K�D�\���H�Q���H�O�O�D�����1�D�W�X�U�D�O�P�H�Q�W�Hque quien quiera poner su atención en la veta de poesía�G�H�O���6�L�J�O�R���G�H���2�U�R���T�X�H���S�H�U�Y�L�Y�H���H�Q���H�O���;�9�,�,�,���² �O�O�i�P�H�V�H���* �D�U���F�L�O�D�V�R���R���* �y�Q�J�R�U�D���� �)�U�D�\�� �/�X�L�V���R���+�H�U�U�H�U�D�²�� �H�Q�F�R�Q�W�U�D�U�i�� �D�E�X�Q��dantes frutos para establecer esa continuidad ; quien, vi-ceversa, pretenda aislar sólo lo que hay de intuición fu-tura, de adivinación posterior, reunirá asimismo un den-so material; e incluso podrá fácilmente reforzar su pos-tura quien únicamente busque los rasgos que respondanrigurosamente a un ideal clásico. Todas esas posiciones le-gítimas, que aíslan corrientes indiscutibles, desenfocanla confluencia, el sustentáculo básico de la actitud perso-nal y social del poeta que, aun enriqueciéndose con muydiversos elementos, se siente en un nuevo siglo y antenuevos ídolos que adorar.

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Nuestra tarea debe ser, en primer término, serialar eltránsito de la poesía barroca a la nueva actitud, que es sindudá alguna de signo racionalista y clasicista, apoyadaartísticamente en la noción estética y ética del "buen gus-to" ; examinar después cómo los ideales de la Ilustraciónnutren la nueva poesía; ver, por último, cómo esos idea-les cuajan en dos diversas tendencias, la prerromántica yla neoclásica, según en ella predominen posiciones filo-sófiCas de raíz humanitaria, o intentos de restaurar for-mahnente un noble y lejano ideal clásico, perteneciente aun mundo que se sueria en su abstracta totalidad.

* *

Yt desde la primera mitad y sobre todo a mediadosdel siglo xylII se va observando una evolución en dosdistintos planos: en la pervivencia de temas y lenguajepoétieo del Barroco, respetándolos, y en una decidida opo-sición a los misrnos. Sintornáticamente he comparado haceaños dos actitudes contrastantes ante un mismo episodiohistórico: la reconquista de Orán, en 1732. Teniple biendistinto el de los dos poetas, o aspirantes a tales, que can-taron el opisodio, muertos ambos a mediados de siglo:Eugenio Gerardo Loho e Ignacio de Luzán. Frente a laadjetivación tópica y al frío decoro de Luzán, Loho esmuestra del posharroquismo dieciochesco en su aspectodeterior; lo que no es obstáculo para que surja aislada-mente un endecasílabo como "surtidor de bostezo crisla-lino", hallazgo metafórico solitario entre ostentaciones deun gusto depravado, que es indicio de una gracia y trans-parencia dignos del arte rococó; ese "bostezo", de abolen-go gongorino, se suaviza en otros muchos bostezos diecio-chescos. Es, pues, un momento en que, aun dentro de Iafrondosidad posbarroca, se asiste a un arte que pretendeconvertir en sinuosidad caprichosa la monumentalidad yriqueza ornamental barroca. El poeta más típico de esaconfluenca entre ese Barroco disminuido y agraciado y elRococó es, corno ya señalé en esta rnisrna cátedra con ejem-

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plos representativos, Juan Antonio Porcel2. Lo cierto esque estos poetas que reincorporaron motivos y forrnas ba-rrocas, aligerándolas y simplificándolas, se equiparan, aun-que no coinciclan, a los que, corno Luzán, y en nombre del"buen gusto", ya han tomado decididamente la senda debase elasicista. y racionalista que será casi constante desdeel tercero o cuarlo deceitio del siglo

Una exacta y rigurosa equivalencia entre conceptos ar-tísticos y formas literarias quizá no pueda establecerse.Lo que no debe negarse es la posibilidad de vincularunos a otras cuando tengan idéntico punto de partida orespondan a reacciones afines ante los mismos problemaso temas. Por ello, si no puede bablarse en rigor de unaetapa o período rococó en poesía, sí es posible aislar unascomposiciones, que, parejas en su gracia expresiva al gus-to del Rococó, se hacen eco de motivos que dan fisonorníaal arte contemporáneo. Aunque el género anacreóntico porsí misrno no es identificable con el Rococó, éste encuen-tra quizás su campo más propio en poesía en las anacreón-ticas, que constituyen la composición más aforttuiada en él .siglo, sea por sus antecedentes elásieos, por su cultivo porVillegas, como por su ligereza de formas y su carácterblandamente sensual. Piénsese que rnás de la tercera par-te de la inmensa producción poética de Meléndez sonodas anacreónticas. Responden, de todos modos, a rauy di-versas características, corno todavía en 1792 declara JuanPablo Forner, en la Introducción que puso a las suyas.Tras de caracterizar al poeta griego por su "estilo

de arnenidad ineomparable, de gracia y lozanía ma-ravillosa", advierte que no bastan los versos de sietesllabas ni nombrar vino, copa, beodo para lograr las ana-creónticas, porque su "mérito está en el modo con quedice las cosas". Y así nos deja este importante testimoniojunto con un neologismo de interés para la lingüística:

2. Cir. Joatp.tín Aree, nocoeó, n meoclasieiso y prerromantieismo en lapoesía expaAola del sigto xr1111 en E1 Padre Feijou y su sigio, Cua-dernos de la Cátedra Feijuo", ,n." 18, Oviedo, 1964, vol. 11, Prig$. 447477.Y, más refientemente, Ernibu Pv/cel ¥ el barroquisinv literario delsiglo XJI1i. Ctiadernun de la Cátedra llJflU, .0 21, Oviedo, .19158.

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"Es increíble lo que han delirado los copleros de Madridcon la furia de anacreontizar en estos arios últirnos".

Son, pues, muchos los regíStros que admite la ana-creóntica en el siglo XV1II. En muchos easos son easi eal-eos de la poesía de Villegas. Es Meléndez el que llega auna acentuación de los elementos sensuales, en sus minu-ciosas descripciones de efusión amorosa, en su conmo-ción ternblorosa ante los besos o ante el euerpo femenino,en ese peneirar hasta la intimidad del "gabinete" de laarnada, para gozar con todos sus sentidos los objetos,perfumes y sedas con otros refinamientos al servicio de lacoquetería, que pasan a primer plano como tema literario.Quede así asentado que, en nii opinión, el máximo poetade la Ilusixación española, Melénclez Vahlés, representatambién la eima del gusto rococó en algunas de sus per-sonalisimas anacreónlicas, que se sitúan en una fase cro-nológica sucesiva a la grácil arninoración de ciertos poe-mas posbarrocos.

* * *

Con todos los riesgos que ello supone y con la con-ciencia de la provisionalidad de estas afirmaciones, inten-taré determinar esquemáticamente los eomponentes for-males y temáticos que pueden caracterizar la poesía ro-cocó. Lexicalmente, la lengua utilizada está en íntima co-nexión con los elementos que determinan unas modas cor-tesanas, un refinamiento de modales y una preferenciapor determinados objetos con valor meramente decorati-vo, aunque esencial en ese ambiente; métricamente se as-pira a un ritmo bien mareado a base de versos cortos y es-trofas breves y cerraclas; gramaticalmente se busca unadisposición paratáctica, casi lineal, sin interrupciones, contendencia a formas exclamativas que expresan el arroba-rniento del poeta; y, como indicio morfológico bien evi-dente, el diminutivo, increíblemente extendido hasta paralo que ya no necesitaría aminoramiento expresivo; fre-cuentes asimismo los epítetos, pero huyendo de las notasestridentes o de lo intensarnente crornático para tender

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hacia los tonos suaves o nacarados. El paisaje suele con-centrarse en escenas movidas y recortadas, con flores y pá-jaros inocentes, con evocadoras grutas a las que se juntala presencia del agua, contorneada de espumas y siemprefluyente en forma de arroyuelos, de fuentes con estatuas,de surtidores. Y como temas dominantes, el arnor y la be-lleza femenina, pero en su adecuado marco de fiestas, derico vestuario, dominado por la coquetería y frivolidad.Frente a la virilidad intelectual que supondrán los idealesde la Ilustración, éstie es un rnundo afeminado, agraciado,con predominio de lo aparentemente ingenuo, incluso enla utilización de la mitología, reducida a meras dimen-siones domésticas.

Toda la lengua de la poesía harroca en su aspectolexical sigue en vigor en el posbarroquisrno dieciochescoy en el Rococó. Lo que no se incorpora es la arquitecturadel período, los retoreimientos hiperbáticos, las alusio-nes a una cultura deseonocida. Es el mismo material, sim-plificado y aligerado, pero estructurado de manera másclara y perceptible. He aquí una significativa lista devocablos que nos da Iriarte en Los literatos en cuaresma,al hacer la crítica del señor que se duerrne en el teatro sino oye "comparaciones poéticas, que abunden en flores,troncos, plantas, curnbres, peñascos, prados, selvas, male-zas, astros, signos del Zodíaco, constelaciones, pájaros,peces, arroyuelos, olas, escollos, arenas, nácar, perlas, co-ral, conchas, caracoles y todo género de inarisco". El per-sonaje irartiano "nada de esto encuentra en la tragedianueva; se aburre, y toma el partido de echar un sueñomientras llega la tonadilla".

El rnismo Ignacio de Luzán, que inicia la tendencia auna poética clasicista, pero que no puede todavía ser con-siderado un neoclásico, no puede evitar, clentro de unapretendida elevación cle tono, cierta gracia, indicio delnuevo gusto. En 1746, con motivo de la entrada de Fer-nando VI en Madrid, escribe una "Fábula épica", en laque las aspiraciones alegórico-rnitológicas del título (Ini-cio de París, renovado entre el Poder, el Ingenio y elAmor) quedan a ratos desmentidas en estrofas como ésta,

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en la que percibimos el eco de un Garcilaso cortés y re-finado:

Cer ca de Manzanar es, r ecost adoa la sombra de un álamo coposo,mientras trni ganadillo al verde pradola yerba repastala presuroso,por conceder al cuerpo fatigado,mientras más hiere el sol, dulte reposo,de la rnansa corriente al blanclo ruido,suspendido quedé, si no dorrnido.

Véase otro rasgo curioso de suavización que nada tie-ne que ver con la grandiosidad neoelásica de fin de siglo:Uno de los poetas más melindrosos y altnibarados de lapoesía italiana, Giamballista Zappi, compuso un soneto,como contraste y nruestra de inspiración grandiosa y te-rrible, sobre et tema bíblieo de Judit. Luziín tradujo esesoneto de Zappi con escrupulosa lidelidad. Pero, rnientraslos detalles más gentiles se respetan iiterahnente (cornoel ditninutivo verginelle vertido conto "doncellitas" y lafernenina nola del tessuto inganno bien reproducida en"tejido engaño"), los rasgos de tonos fuertes y espeluz-nantes se evitan cuidadosamente: así, frente al original,donde aparece la heroína con el teschio, d'atro sangueintriso, la traducción se limita a decir que Judit "volviótriunfante"; y Holofernes, llamado por el italiano mostroucciso, se queda ,en "bárbaro arrogante". Luzán, que enel breve espacio del soneto respeta lo que es delicado,evita en carnbio lo cruel y sangriento.

* *

En la fase de transición a la poesía ilustrada, que elmismo Luzán representa, quizás no se ha tenido en debi-da cuenta una canción que probablemente inaugura ennuestra literatura una forrna típica de la lírica de la ilus-tración. En efecto, recién creada la Aeadernia de BellasArtes de San Fernando, de la que fue inmediatamentenombrado acadérnico, leyó Luzán, en diciembre de 1753,una canción que es un elogio poético de famosos artistas

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y de las Bellas Artes. Su principio .es bien significativo:mueren las estaciones del ario, murió asimismo "la anti-gua gloria de Roma y de la Grecia" y "mneren tambiéntos reinos y ciudades": sólo la virtud permanece sin mu-danza. Ha hecho aquí su aparición utta de las palabrasclave de la literatura ilustrada : Ia virttut; y en la mis-ma canción, refiriéndose a la iglesia madrileria de SanMarcos, recién construida por Ventura Rodríguez, dicecomo síntesis de esa estética de tono menor de mediadosde siglo, que el artífice redujo "lo hermoso y grande alimitado giro".

Es esta poesía encomiástica y conmemorativa, recitadapúblicamente en doctas corporaciones o en las Sociedades

económicas y patrióticas del país, muy abundante en eltercer cuarto de siglo, indicio de nueva moda. Tras Lu-zán, con representación mesurada de Moratín padre, seráreiteradamente cultivada por García de la Huerta y Vacade Guzmán. Poesía carente de inspiración, como conse-euencia de cireunstancias externas, constituyó una ver-dadera plitga, mereeedora, como las produceiones deexaltación patriótiro.polItica, del soneto que a éstas de-dicó Forner, titulado Unica infelicidad de España, en sasgrandes felieidades, que termina:

�£ �2�K�� �� �‡ �F�X�i�Q�W �R�� �W �X�H�U �D�� �G�H�� �O �D�� �S�D�W �U �L �D�� �H�O �� �J�X�V�W �R��si una turba maldita de coplerostanta prosperidad no hubiera aguado!

Con todo, esta poesía de eircunstancias rnerece másatención de la que se le ha dedicado, porque es la porta-dora de los nuevos ideales de la Ilustración, porque eseviclente prueba de que se considera a la poesía comovehículo no exclusivo de belleza, o sea, vehículo de unabelleza que no puede existir sin la verdad. La necesidadde elogiar las artes, las instituciones públicas, las virtu-des de los alumnos y de los ciudadanos, obliga al uso deuna lengua más precisa, ligada a realizaciones concretaso a abstractas ideas a que se aspira. De aquí a la poesíacientífica y filosófica no hay más que un paso; y cuandoesto se logra, estamos de Ileno en la curnbre de la poesía

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ilustrada, que cuenta con nutrida representación en len-gua castellana.

Como dato significativo del volumen que alcanza lapoesía conmemorativa, téngase presente que José MaríaVaca de Guzmán, entre 1781 y 1789, recitó públicamen-te un mínimo de siete poesías con motivos circunstancia-les. Y la cosa se explica: él, prácticamente desconocidohasta 1778, recibió el primero de los premios, instituidoen ese año por la Acadernia Española, entre 45 composi-ciones presentadas y con contrincantes como Iglesias dela Casa o Nicolás Fernández de Moratín. Y todavía fuevencedor en el certarnen del año siguiente, quedando trasél, corno segundo premio, Moratín hijo. Ello quiere decir,ni más ni menos, que el gusto acadérnico, el gusto oficial,corresponde, en la década que empieza a partir de 1780,al carácter de la poesía de Vaca de Guzmán, que por ellose convirtió en poeta de solemnidades públicas.

Más importancia tiene, sin duda alguna, la poesíailustrada de tema filosófico, social e incluso científico,Cierto es que esta última, por su misma naturaleza, ha-bía de perder inmediatamente actualidad. Los descubri-mientos de la física, de la química, de la botánica soncantados con entusiasmo. Y para la historia de la lengualiteraria son de una gran importancia estas composicío-�Q�H�V���S�R�U�T�X�H���S�R�U���S�U�L�P�H�U�D���Y�H�]���‡�H�Q�W�U�D�Q���H�Q���H�O���R�U�J�D�Q�L�V�U�Q�R���S�R�p��tieo una serie de voces nuevas. Quizás la faceta más inte-resante dentro de la poesía científica la representa lapoesía astral, la de los espacios infinitos. Y a ello nocontribuye tan sólo el terna en sí, evocador de toda clasede fantasías, sino la misma tradición literaria. En una�I�X�V�L�y�Q���L�Q�F�U�H�t�E�O�H���²�Q�R���F�U�H�R���T�X�H���D�G�H�F�X�D�G�D�P�H�Q�W�H���S�X�H�V�W�D���G�H�U�H�O�L�H�Y�H�²���O�R�V���S�R�H�W�D�V���G�H���O�D���,�O�X�V�W�U�D�F�L�y�Q���H�V�S�D�x�R�O�D���L�Q�W�H�U�I�L�H�U�H�Qlos re.cuerdos y las imágenes de Fray Luis de León, conlos nombres y los descubrirnientos de Newton, de Gali-

de Copérnico. Esa es la mayor novedad de nuestrospeetas ilusirados: que no riecesitan desvincuhirse de susantiguos maestros, de sus lecturas preferidas para incor-pora r un nuevo inundo que quizás despertaba menos re-

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celos cantado poéticamente que expuesto en los tratadosen prosa venidos de allende las fronteras.

Mal se ha interpretado esta poesía al pretender motejar-la de prosaica. Es una poesía que conscientemente se apro-xima al habitual ehículo de la verdad, que es la prosa. Esuna poesía que busca la claridad, la difusión de las luces,de lo actual (no "anticuario" sino "modernario", queríaser llamado Ponz), que no quiere obstaculizar la cornpren-sión de verchtdes con metáforas que distraigan o esquemasrítmicos que adormezcan. Por eso la poesía ilustrada pre-ferirá los endecasílabos sueltos o la forma de silvas, es-tructuras que permiten más libre expresión de ideas y deverdades. No es que no les preocupe la forma : es queesa forrna sólo cumplirá sus fines adecuada al contenido,como portadora de verdad, como enserianza de cosas y node nombres, al revés, por tanto, de lo que decenios despuésdirá Alberto Lista cle los inalos maestros. Hay, pues, unosnuevos temas, un léxico también nuevo qtte se incorpora ala poesía, una sintaxis de largos períodos, pero compren-sible, racionalizada, y una andadura rítmica de ampliorespiro, no sometida a las morbideces y artificiosidades dela rima. Un muestrario de todo ello lo presenta el mayorpoeta de entonces, el más complejo, el que concentra en sílas aspiraciones y las limitaciones de todo el siglo XVIII:Juan Meléndez Valdés.

Pero si Meléndez es la culminación, la confluencia detodas las tendencias, no puede olvidarse a Jovellanos, cuyopapel mediador es de una importancia tal, que no puederesumirse en pocas palabras. El haberle dedicado en otrasocasiones un tiempo que ahora rne falta, me exime detenerle en cuenta en este momento 3. Pero muy brevemen-te diré que en él hay muestras de poesía filosófica y depoesía social, que con él nace la veta de la poesía pre-rromántica y que en él, juntamente con Cadalso, tieneorigen y cuhnina la mórbida prosa prerromántica. Y den-

3. Me refiero a Jovel l anos y l a sensi bi l i dad prerrománt i ca, en "BBMr,1960, n.° 2, ,págs. 139-177. Téngase también presente la Introducción y ediciónorítica hecha por José Caso González, Poesías de Gaspar Melchor de Jo-vellanos, Oviedo, 1961.

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tro de ese prerromanticismo, está en Jovellanos la aten-ción, quizás por primera vez, a un léxico realista, nosólo al prestigiado literariarnente y al de raigambre cien-tífica o filosófica, sino al usual y cotidiano, ernpleado,entiéndase bien, con categoría poética, no a efectos humo-rísticos o chocarreros, cosa ya frecuente antes y, concre-tamente a principios del siglo XVIII, en Torres Villa-rroel. Pero Jovellanos anunta a los ternas, abre carninosaunque no siempre alcance rnetas. Quien representará delleno la poesía dieciochesca, que sin él carece de amalga-rna interpretativa en su complejidad, es Meléndez Valdés,amigo y discípulo clel escritor asturiano.

* * *

Fue el poeta salmantino Juan Meléndez Valdés quiendio dimensión europea al quehacer poético de su siglo.Desgraciadamente la crítica lo ha desgajado, ha desviadola atención del poeta vario, fecundo y preocupado, paraencasillarle en la poesía menor y sensual, la rnás impor-tante cuantitativamente, pero no la más significativa, puessu global significado lo adquiere en su multiplicidad. In-cluso cuando se le ha tenido en cuenta como poeta pre-rromántico, se ha entendido su prerromanticismo en unsentido de continuidad nacional, referido por ejemplo ala restauración del romance, y a ciertos aspectos de efu-sión sentimental ante el amor, ante la noche o la luna.Y todo ello es innegable; pero no puede olvidarse suintervención apasionada en el orden de las ideas, de losproblemas de su siglo, donde se precipitan a un tiempolas preocupacidnes de su mente ilustrada y las reaccionesde sa sensibilidad prerronuíntica.

El término "prerromanticistno" suscita todavía mu-chas réplicas y temores 4. Por un lado se le suele inter-pretar como "un romantieismo salido cle madre", en grá-

4. Véase sobr e t odo, cot . un est udi o document ado de l os el ement os deJa Ideología de la Ilustración en la poesía ded salmantino, RinaldoUn poeta illuminista: Meléndez Valdés, Milano-Varese, Istituto

Cisalpino, 1967.

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tica expresión de Montesinos, que cree debiera abolirsett'se "terninacho"; se piensa por otro iadu que es absur,do que nadie se anticipe a su momenlo O que se pongaya en acción lo que todavía no ha existido, equívoco en(itte eaen todos los que consideran lo prerrománlico enfunción del romanticismo y no en función de su inornentohistórico; se objeta también, por parte de cierta críticamarxista en Italia, que con esa denominación se han ex-traido arbitrariamente elementos de la cultura ilustrada,restándolos a ésta, para crear una fase meramente for-mal sin un respaido histórico o cultural propio.

Tal como están las cosas, si en mis manos estuviera,preferiría sustituir ese término, con el riesgo de que esofuera más arbitrario que mantenerlo, puesto que no creoque pueda prescindirse ya de él. Lo que sí es necesarioes volverlo a su atrnósfera propia, la ilustrada, para inter-pretarlo corno una matización de la misrna, como unaacentuación de elementos que por responder a una pro-blemática muy viva y muy actual llega a alterar la formapoética, renovando su sintaxis y su lenguaje, al empa-par el esquema compositivo previo con la afectividad delautor.

Qué significó Meléndez para la poesía a caballo entrelos dos siglos, nadie nos lo podrá decir mejor que ManuelJosé Quintana. Cuando éste reúne su colección de Poesíasselectas castellanas desde el tiempo de Juan de Menn hastanuestros días, la dedicatoria inicial va dirigida a Melén-dez con estas lapidarias palabras: "¿A quién dedicarse me-jor las obras de nuestros líricos antiguos, que al primerode los líricos modernos?" ; y añade además que, ya enton-ces, en 1807, era considerado y citado como "un clásico,dentro y fuera de su país". Meléndez era, pues, la repre-sentación del poeta ntlevo ; pero un poeta nuevo no existesi no hay un nuevo concepto del hombre. Por eso me pare-ce interesante precisar lo que era ese ideal humano a fi-nes del siglo XVII1, porque sólo así cornprenderernos lainnovación del Prerromanticismo corno culminación lite-raria de la actitud ilustrada. Nos sirve para ello el mismoQuintana, y con la misma obra mencionada, a la que aria-

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dió un cuarto tomo en 1830, y una nueva dedicatoria,dirigida ésta al escritor José Somoza. Pero no es el nom-bre concreto lo que nos interesa, ya que aquí áe intentala valoración humana de un ideal ; y ese ideal abstracto�²�K�H���D�T�X�t���O�D���O�L�P�L�W�D�F�L�y�Q���G�H�O���3�U�H�U�U�R�P�D�Q�W�L�F�L�V�P�R�²���H�V���W�R�G�D�Y�t�Dsuperior a la concreta realidad de un ser hurnano, llámeseSomoza, Cienfuegos, Meléndez o Jovellanos. Quintana sedirige al "humanista filósofo", que "reúne al corazón másafectuoso y sensible, la razón rnás fuerte y despejada".Corazón sensible y mente despejada : ese es el hombredel Prerromanticismo, que ya no se alimenta de exclusi-vos esquemas racionales para interpretar la historia y lavida. Y ese hombre, sigue diciendo Quintana en su dedi-catoria, es el que "sabe contemplar el espectáculo su-blime que la naturaleza le presenta en su soledad, y sacarde esta contemplación pensamientos grandes y profundos,sentimientos sublimes y generosos". ¿No había dicho tam-bién Jovellanos a fines de 1807,

�L�O�X�V�W�U�D���W�X���‡�U�D�]�i�Q�����S�D�U�D���‡�T�X�H���V�H���D�O�F�Ha la verdad eterna, y purifica�‡�W�X���F�R�U�D�]�y�Q�����S�D�U�D���T�X�H���O�D���D�G�Q�H���\���V�L�J�D�"

Pero volvamos a Meléndez y a su diversidadtemática. Nada mejor, quizás, dada la amplitud y compleji-dad de su obra, que elegir unos títulos bien significativosque comprendan el arco que se extiende desde el regodeominiaturístico del Rococó a las grandes ideas reformistas,pasando por la poesía del género celebrativo: A una fuente,La gruta del Arnor, El Amor mariposa, De los labios de Do-rila, De un baile, El espejo, El abariico, El gabinete, Los ho-yitos, El ricito, El lunarcito (y por este camino recuérdeseque se llega en el lenguaje a la miniatura de lo minúscu-lo, inocente y tierno: labiezuelo, lengüita, lengilecila,

pececillos, alitas pequerwelas, etc.) Pero véanse,en cambio, otros títulos: A un ministro, sobre la beneficen-cia, A la verdad, El fanatismo, Los consuelos de la virtud,El sufrimliento hace los males llevaderos, La Meditación,El invierao es el tiernpo de la meditación, El melancólico,a Jovino, La mendiguez, La noche y la soledad, Los sus-piros de un proscrito, La presencia de Dios, Al ser incom-

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prensible de Dios, Prosperidad aparente de los rnalos, In-mensidad de la naturaleza -y bondad inefable de su autor,Orden del universo y cadena admirable de sus seres; yentre las recitadas públicamente en la Academia de SanFernando, La gloria de las artes (en 1781) y El deseo

gloria en los profesores cle las artes (en 1787).Sus sintagmas típicos abarcan desde los conceptos abs-

tractos (gótica edad, �²�O�D���S�D�V�D�G�D�����Q�D�W�X�U�D�O�P�H�Q�W�H�²�� primi-tiva candidez, virtud sublime, el hombre iluminado) a lasconnotaciones sentimentales, mortuorias o repelentes, comocítara fúnebre, fétidos gusanos, lúgubres gemidos, fúnebremorada, pavoroso búho, lóbrega noche, soledad sombría;describirá a unos nirios pobres, con su "asqueroso - pálidohorror, de fetidez cubiertos"; si tiene indudables hallaz-gos expresivos para indicar lo esfumado e ínaprehensible("dudoso brillo - de una cansada luz"), también, en lamanifestación de una fraternidad universal en el dolor, noslegará su ideal de hombre:

Aquel que sabellorar con el que llora, condolersecon su suerte cruel...

Asimismo recuerda que Jovellanos le decíaque una lágrima es más sobre las penasdel infeliz vertida, que oro y rnando.

Y aparecen naturalmente en su poesía los ídolos inte-lectuales y artísticos de la época: Bacon, Buffon y, sobretodo, el "sublime Newton", "el divino Newton", y Youngy hasta el "pintor filosófico", Mengs .Y en la cadena ad-mirable de los seres que componen el universo, desfilannombrados con científica precisión no sólo el "punzanteerizo" o el "torpe reptil", sino incluso el "crustáceo",antes por tanto de la fecha de 1832 que Corominas atri-buye a esa palabra y, sin duda alguna, la prirnera y unade las pocas en que el crustáceo habrá tenido el honor deque el caparazón de sus silabas sirvieran para completarun endecasílabo castellano.

La apertura lingiiística de Meléndez no se limita alléxico ; y él era tan consciente de ella, que pide, en laAdvertencia que puso a sus poesías en 1797, que se con-

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sideren sus cornposiciones de alto vuelo como "pruebas oprimeras tentativas", ya que nuestra lengua está poco acos-tumbrada hasta aquí a sujetarse a la filosofía ni a la con-cisión de sus verdades". Y en la misma Advertencia, Me-�O�p�Q�G�H�]�� �²�T�X�H���R�W�U�D�V���Y�H�F�H�V���V�H���G�H�F�O�D�U�D���D�E�L�H�U�W�D�P�H�Q�W�H���F�O�L�V�F�t�S�X���O�R���G�H���-�R�Y�H�O�O�D�Q�R�V���\�� �&�D�G�D�O�V�R�²�� �Q�R�V���G�D���O�R�V���Q�R�U�Q�E�U�H�V���G�H���T�X�L�H��nes siguieron su senda: Leandro Moratín, Cienfuegos yQuintana, sobre todo los dos últirnos. He ahí la cadenade nuestra lírica dieciochesca, y a Meléndez como esla-bón fundamental. Un paso adelante en su camino lo repre-sentará Cienfuegos.

* * *

Quizás la crítica literaria no ha insistido lo suficiente,desviada por la novedad de ciertos temas, en que el pro-blema fundarnental que presenta la obra poética de Nica-sio Alvarez de Cienfuegos es el lingüístico. Naturalmente,ello no fue ignorado por los contemporáneos, que hicieronde esta cuestión caballo de batalla. Las personalidadesmás independientes., aun desconfiando en parte de la au-dacia, le elogian sin reservas. Sin embargo, los críticosoficiales, los grarnáticos y retóricos, los que aceptaban elverdadero ideal neoclásico, como Moratín o Arriaza, lellenan de improperios y de las más graves acusaciones. Lainnovación lingüística fue tal que ella por sí sola suponeuna nueva dirección en la poesía espariola, la que alcanzala cota más alta del Prerromanticisrno poético.

Leandro F. de Moratín es tajante; aunque no le norn-bre, piensa segurarnente en Cienfuegos cuando en 1825escribe en París su Discurso preliminar a sus comedias."Hubo una época" --dice-- en que los jóvenes rnal ins-truidos, desconocedores de la "antigua literatura" y delGp r o p i o idioma", "creyeron hallar en las obras extranje-ras toda la instrucción que necesitaban para satisfacer suimpaciente deseo cle ser atttores. Hiciéronse poei as, y alte-raron iii sintaxis y propieclad de su lettgua, creyéndolapobre, porque ni la conocían ni la quisieron ¿tprender;suslituyeron a la frase y giro poélico que la es peculiar,

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locuciones peregrinas e inadmisibles; quitaron a las pa-labras su acepción legítima, o las dieron la que tienenotros idiomas; inventaron a su placer, sin necesidad niacierto, voces extravagantes que nada significan, forman-do un lenguaje oscuro y bárbaro, compuesto de arcaísmo,de galicismos y de neologismo ridículo. Esta novedad ha-lló imitadores, y el daño se propagó con funesta celeri-dad". No se limita la crítica moratiniana al lenguaje sinotambién a la forma y contenido general de las composicio-nes, es decir, a la ignorancia del "arte de componer":"falta de plan poético, pobreza de ideas, redundancia depalabras, apóstrofes sin número, destemplado uso de me-táforas inconexas o absurdas, desatinada elección de ad-jetivos, confusión de estilos, y constante error de creersencillo lo que es trivial, gracioso lo que es pueril, sublimelo gigantesco, enérgico lo tenebroso y enigrnático. A estoañadieron una afectación intolerable de ternura, de filan-tropía y de filosofismo, que deja en claro el artificio pe-dantesco, y prueba que tales autores carecieron igualmen-te de sensibilidad que de doctrina".

Acabamos de nombrar otra palabra-clave : filoso-fismo.

(De "ese vicio de filosofismo, si cabe emplearse estaexpresión", habla M. de la Rosa en su Poética en 1827;ya Arriaza en el Prólogo a sus Poesías, de 1807, hablade la "nueva secta" "la cual vendremos a llamar filo.sofismo". También Forner en las Exequias, que se que-daron inéditas, menciona el "ridículo filosofismo" atribui-do a los últimos franceses"; y Salvá en su Gramática, enel prólogo fechado en 1839, se refiere al "monótono clau-sular" y al "filosofisrno de muchos de mis contemporá-neos").

Sin embargo, Larra agudamente intuía en 1836 queel significado de la reforma poética de Cienfuegos noera ni mucho menos ajeno a los problemas de la lengua.El razonamiento de Larra es contundente: si "la litera-tura es la expresión del progreso de un pueblo" y "lapalabra, hablada o escrita, no es más que la representa-ción de las ideas, es decir, de ese mismo progreso", no

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se puede avanzar en ideología y "pretender estacionarseen la lengua"; por ello cree que el defecto de los poetasdel XVIII es el de que "quisieron adoptar ideas peregri-nas, exóticas, y vestirlas con la lengua propia"; pero esalengua era un "vestido" que "venía estrecho a quien lehabía de poner"; de aquí las inculpaciones a Cienfue-gos: "¿Qué mucho, si Cienfuegos era el primer poeta queteníamos filosófico, el primero que había tenido que lu-char con su instrumento, y que le había roto rnil vecesen un mornento de cólera o de itnpotencia?"

La preocupación de Cienfuegos por la lengua no sólonos la confirma Quintana ("dejó diferentes trabajos sobreetimología y sinónimos castellanos"), sino el mismo Dis-curso de recepción de Cienfuegos en la Real AcaderniaEspañola, en 1799, donde proclama valientemente, frentea Ja actitud purisia que lógicamente tenía que caracheri-zar a los que le escuchaban, la necesidad de incorporarpalabras extranjeras, extendiendo a la lengua sus ideasfilantrópicas, humanitarias, de hermandad y cosmopolitis-mo. Su innovación es tal, que Salvá llega a afirmar:"Cienfuegos ha escrito en una lengua que le perteneceexclusivamente, pero que no es la castellana de ningunaépoca".

Aparte palabras y locuciones que se le censuraroncon fundarnento, otras son normales en cuanto a su for-mación en el lenguaje poético, como honditronante. ¿Noemplea Jovellanos dulcisonantes y Reinoso horrisonantes?Pues Cienfuegos no tiene por qué vacilar ante hondiso-nante, del que ya sólo le separa un breve paso el honditro-narzte. (Es una recuperación del sentido de la profundidad,al que contribuyen tarnbién expresiones como "abismo-sas hondas"). Lo cierto es que el censuraclo otoííal es ad-jetiv o que ha pervivido y el verbo palidecer no digamos(al que Corominas, por cierto, asigna la fecha de 1884).Rustiquecido no ha pasado en cambio a los diccionarios.Y si se acepta el arornoso de Reinoso, tendríamos quehacer igual con el letargoso de Cienfuegos ; pero rnien-tras el prirnero se recoge en los diccionarios, el segun-do no.

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Ya me he referido en otra ocasión, y en esta misrnacátedra, a lo que considero más típico de la innovaciónlingüística de Cienfuegos, esa sustantivación de cualida-des trasmutando la relación normal entre el nombre y eladjetivo: musgoso verdor, nevosa altivez, selvoso frescor,hojoso verdor... Pero en el ámbito de la ampliación lé-xica es justo hacerse eco de la incorporación a la esferade la poesía, junto con la abundancia de participios depresente en función adjetival, ya típicos en Meléndez, deun vocabulario que pertenece a la esfera del trabajo ma-nual, a una clase social qtre no había ascendido todavíaa la categoría de lo poetizable: y así aparecen el formóny el escoplo y la gubia, en una poesía de tono proletario,que entonces se aborda por vez primera5.

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Los dos máximos representantes del Neoclasicismo poé-tico español mueren con posterioridad a la pareja de fi-guras límite representativas de la corriente prerrománti-ca. Si con estos últimos me refiero a Cienfuegos y a Sán-chez Barbero, desaparecidos respectivamente a diez añosde distancia, en 1809 y 1819, los más puros poetas neo-clásicos, Leandro F. de Moratín y Manuel Cahanyes, vi-virán hasta 1828 y 1833.

Cierto es que Cabányes muere en plena juventud, alos 25 arios, y no sabemos a dónde hubiera llegado dehaber logrado coincidir vitalmente con los grandes román-ticos. Lo indiscutible es que, en su escasa y bien represen-tativa obra poética, alcanzan los ideales neoclásicos enlengua castellana su expresión más definida. Sin embar-go, se le ha acomodado a todos los gustos: desde consi-derarle uno de los primeros románticos dentro de la es-cuela catalana, hasta llamarle, corno Allison Peers y DíazPlaja "prerromántico", ariadiendo mayor desconcierto aún

5. Este punto ha siclo tocado por José Luis Cano en Cienfuegos, poetasocial, "Papeles de Son Armadans", tomo VI, 1957, págs. 248-268. Delmismo puede verse ahora, Nicasio Alvarez de Cienfuegos: Poesías, Madrid,Castalia, 1969, aunque no da el debido resalte a estas innovaciones.

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a esta palabra ya tan equívoca y mal tratada ( ¿puedellamarse "prerromántico" a un poeta nacido en 1808, elrnismo año que Espronceda?); se le ha situado tambiéndentro de un puro clasicismo y hasta se ha salido del pasoadscribiéndole cómodamente a las dos escuelas al mismotiempo

Que Cabanyes haya invocado a lord Byron en el pró-logo de su libro de poesías, que participe a veces de unaindudable intimidad apasionada y hasta de desolador pe-simismo, no restan alcance a su clara y decidida vincula-ción a una poética neoclásica. ¿Por qué no se tiene en�F�X�H�Q�W�D���T�X�H���X�Q���S�R�H�W�D���Y�L�Y�R���D���O�R�V���H�V�W�t�P�X�O�R�V���‡�G�H���V�X���W �L�H�P�S�R��no es impermeable a las nuevas ideas e ideales? No sepuede pretender que en 1830 no se sea eco o reflejo enalgún modo de la sensibilidad de ese momento. No sonlos detalles aislados, las naturales conexiones con su tiem-po lo que justifican la posición de un artista. Es su con-cepto del arte, la efectiva realización del mismo, el idealpoético que persigue lo que pueden definirle.

Cabanyes reacciona con la austeridad formal de unneoclásico, dando a la lengua todo su empaque, toda sugran nobleza ; si a veces la rompe en sus esquernas habi-tuales es por la consecución de un rigor, de una contenciónrnétrico-estilística que le hace superar circunstancias con-cretas para evadirse a una esfera intemporal, a una si-tuación cultural rnodélica. Si despertó las censuras de un�F�U�t�W�L�F�R���W�D�Q���U�Q�L�R�S�H���F�R�P�R���+�H�U�P�R�V�L�O�O�D���²�R�G�L�D�G�R�U���G�H���S�U�H�U�U�R���P�i�Q�W�L�F�R�V�²���I�X�H���S�R�U�T�X�H���V�X���Q�H�R�F�O�D�V�L�F�L�V�P�R���H�V���P�i�V���F�O�i�V�L�F�R��menos nacional, no anclado exclusivamente en móduloslingüístico-estilísticos de la tradición literaria espariola.Es el suyo un concepto noblemente aristocrático de la poe-sía, a la que sueña pura, incontaminada, no digna de quela manoseen los "filo-rímicos", como él los llarnaba, losbuscadores de rimas que se adorrnecen en la fácil musica-lidad del verso ni los que ponen servilmente el quehacer

6. Por la documemación reunida, puede ser útil el libro de María Ro-mano Colangeli, Cl assi ci smo e Romant i ci smo i n Manuel de Cabanyes, Lecce,Edizioni Milella, 1967.

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poético al servicio de los tiranos, de los "verdugos delpensar .

El primer poerna que abre su denso y breve libro depoesía, Preludios de ini lira, se titula La independenciade la poesía. Si la poesía prerromántica es poesía com-prometida, eco vital de los problernas de su tiempo, in-telectuales, sociales, políticos, esa independencia de quehabla Cabanyes es todo lo contrario: es la declaraciónprogramática del valor autónomo de la poesía. Véase sulenguaje ennoblecedor, olírnpico, que convierte situacionesconcretas en arquetípicas. Proclama que su Musa es "co-mo una casta ruborosa Virgen"; y al exclamar "¡Lejos,profanas gentes!", asoma el eco confesadaMente clásico.Cierto que hay audacias expresivas y lingüísticas: el "nosangri-salpicados techos de oro / resonarán sus versos",junta a lo lexical lo sintáctico, al utilizar transitivamenteel verbo resonar: los versos de la virgen e incontaminadaMusa del poeta no resonarán en esas bóvedas, no haránresonar esos techos de oro, salpicados de sangre, sangri-scdpicados. Frente al honditronante de Cienfuegos, haysemejante apertura en la concepción de la lengua ; perolo que en éste es adición, en la búsqueda de efectos sen-timentales, en aquél es sustración, concentración expresiva.

Si el prerromanticisrno poético es fundamentalmenteefectista en la forma (palabras sonoras y broncas, obse-siva repetición de vocablos y conceptos, interrupciones enel deslizarniento rítmico del verso, creaciones léxicasrnediante prefijos o sufijos inusitados, enítetos subjetivosen la esfera de lo hórrido o drarnático, amplitud léxico-temática que abarca problemas sociales, políticos, agra-rios, penales, pedagógicos) la poesía neoclásica huirá detodo exceso. Creo que lo que más la distingue es precisa-mente lo que evita: lo inarmónico, lo tri vial, lo desagra-dable: y así se refugia en su sueño de la belleza antigua,en un mundo de perfección forrnal irnperturbable. Aun na-ciendo de las misrnas raíces ideológicas, fue el aclecuadocontrapeso a la poesía ilustrada prerromántica, contami-inada con tantas preocupaciones ajenas a la belleza y equi-librio de las forrnas. Pero ese Neoclasicismo que penetra

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en el siglo XIX, representa una fase uherior no confun-dible con la actitud clasicista y racionalista de casi cienaños antes que hace ya su aparición en el momento en queel despilfarro estilístico y cromático del Barroco empezóa tener proporciones más humanas, más limitadas.

Sin esta despierta atención a lo pequeño y minúsculo,a lo prosaico y cuotidiano, a lo discursivamente educati-vo, a lo entonado y solemne, no entenderemos ni el arterococó ni la literatura ilustrada : no entenderemos el si-glo XVIII.

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