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LA RED DE LA EXPANSIÓN HUMANA Richard N. Adams C C C LÁSICOS Y C ONTEMPORÁNEOS EN A NTROPOLOGÍA

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LA RED DE LA EXPANSIÓNHUMANA

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Richard N. Adams

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¿A qué se debe la portentosa expansión de la sociedad humana? Toda estructura social es una estructura de poder que actúa dependiendo de la dinámica de los flujos energéticos que la constituyen. Concebirla como un sistema disipativo permite entender el poder como una derivación específica-mente humana del control sobre los procesos energéticos: mientras mayor manejo se tiene del complejo de energía-materia-información, mayor es la concentración del poder. El resultado es contradictorio: el desarrollo da lugar a la marginación de amplias capas de la población y a la expoliación de los ecosistemas de los que depende la sociedad. Los avances culturales contrastan con una notable incapacidad de los Estados-nación para asegurar la supervivencia de sus poblaciones en condiciones dignas de seres humanos. ¿Pueden remediarse los peligros de la adicción a los combustibles fósiles de la civilización de la máquina?

La colección Clásicos y Contemporáneos en Antropología ofrece al público de habla hispana una selección de obras clave para el desarrollo del conoci-miento sobre las sociedades y las culturas humanas. Entre nuestros próximos títulos se encuentran Antropología y marxismo de Ángel Palerm y Sistemas políticos africanos, de Meyer Fortes y Evans Pritchard

CCCCCLÁSICOS Y CONTEMPORÁNEOS EN ANTROPOLOGÍA3

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Richard N. Adams nació en 1924 en Ann Harbor, Michigan,Estados Unidos. Estudió antropología con Leslie White enla Universidad de Michigan y obtuvo el doctorado en la Uni-versidad de Yale en 1949 con un trabajo sobre el desarrolloautónomo de Muquiyauyo, Perú. Ha dedicado su vida profe-sional a los estudios latinoamericanos. En 1950 comenzó atrabajar en Guatemala en el campo de la antropología aplica-da a la salud y a hacer investigaciones en todos los países deCentroamérica. Después de algunos años sintió que su traba-jo incidía en muy escasa medida en la realidad social y deci-dió imprimir una orientación más teórica a su investigación.Obtuvo un puesto académico en Estados Unidos y comenzóa extender sus estudios a Argentina, Brasil, Chile, Perú yMéxico –país donde trabajó con Ángel Palerm y RobertoVarela, entre otros antropólogos–. Desde 1960 concentró lamayor parte de sus estudios en Guatemala, país al que no hadejado de regresar desde entonces. Adams ha logrado elabo-rar una perspectiva teórica basada en la red de los sistemasevolutivos, ensamblando los elementos de su análisis de lasociedad “en clave energética” para traducirlos en modelosde investigación de campo. Ha publicado más de cien artícu-los en la prensa especializada y una veintena de libros.Crucifixion by Power (1970) es uno de los primeros estudiosantropológicos que se han hecho sobre los procesos socio-políticos a la escala de un Estado nacional. Su obra teóricacumbre, The Eighth Day, publicada en 1988, fue traducida alespañol como El octavo día (UAM-I, 2001). Otros libros deAdams son Etnias en evolución social (UAM-I, 1995) y Ensayos enevolución social y etnicidad en Guatemala (UAM-I, 2005). Es profe-sor emérito de la Universidad de Texas en Austin.

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Richard N. Adams(1976)

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LA RED DE LA EXPANSIÓNHUMANA

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Centro de Investigaciones y Estudios

Superiores en Antropología Social

Directora General

Virginia García Acosta

Universidad Autónoma Metropolitana,

Unidad Iztapalapa

Jefe del Departamento de Antropología

Federico Besserer Alatorre

Universidad Iberoamericana

Directora del Departamento

de Ciencias Sociales y Políticas

Carmen Bueno Castellanos

Comisión Académica de Clásicos

y Contemporáneos en Antropología

Carmen Bueno Castellanos

Ricardo Falomir Parker

Virginia García Acosta

Roberto Melville

Virginia Molina Ludy

Leonardo Tyrtania

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LA RED DE LA EXPANSIÓNHUMANA

Richard N. Adams

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Trad. Megan ThomasPrimera edición © 1978 Ediciones de la casa Chata, CIESAS, México

Primera edición en Clásicos y Contemporáneos en Antropología© 2007 Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología

Social (CIESAS)Hidalgo y Matamoros s/n Col. Tlalpan, C.P. 14000, México, [email protected]

© 2007 Universidad Autónoma MetropolitanaProl. Canal de Miramontes 3855, Col. ex Hacienda de San Juan de Dios,

14387, México, D.F.© 2007 Universidad Iberoamericana, A.C.

Prol. Paseo de la Reforma 880, Col. Lomas de Santa Fe, 01219,México, D.F.ISBN 968-496-647-4ISBN 978-968-496-647-5

Impreso y hecho en México

302A563r Adams, Richard Newbold, 1924-

La red de la expansión humana / Richard Newbold Adams ; tra-ducción Megan Thomas -- México, D.F. : Centro de Investigaciones yEstudios Superiores en Antropología Social : Universidad AutónomaMetropolitana : Universidad Iberoamericana, 2007

272 p. ; 18 cm. -(Clásicos y Contemporáneos en Antropología)

Incluye Bibliografía.ISBN 978-968-496-647-5

1. Evolución Social. 2. Poder (Ciencias sociales). 3. Sociología.4. Estructura social. 5. Hombre -Influencia sobre la naturaleza. I. t. IIThomas, Megan, trad. III. Serie.

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7

Clásicos y Contemporáneos en AntropologíaPresentación de Virginia García Acostay Roberto Melville ......................................................................9

Termodinámica de la supervivenciapara la sociedad humanaPrólogo de Leonardo Tyrtania .................................................. 17

LA RED DE LA EXPANSIÓN HUMANA

Richard N. Adams .................................................................43

Agradecimientos .................................................................. 45Introducción ......................................................................... 47

1. La naturaleza del poder y el control ............................. 53

2. La termodinámica de la supervivencia humana .............. 73

3. El trabajo de la mente .......................................................105

4. La estructuración del poder .............................................137

5. Procesos de cambio ...........................................................171

6. El curso de la evolución .................................................... 207

7. La estructura de poder y la sociedad contemporánea ......243

Postcriptum a la segunda edición ...................................... 253Bibliografía ........................................................................ 263

ÍNDICE

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La antropología es una de las ciencias sociales con unaagenda intelectual y académica extremadamente ambi-

ciosa. Su objeto central de estudio es la permanencia y cam-bio de los fenómenos socioculturales, por ende, se ocupa deconocer y analizar a la humanidad entera. Se interesa por cadauna de las diferentes vías de evolución de las sociedades hu-manas, y por identificar las respectivas trayectorias de pue-blos y culturas desde las épocas tempranas de la prehistoriahasta el tiempo actual. La diversidad cultural, étnica y social,en y entre las sociedades, se manifiesta en todos los rinconesdel planeta. Concierne a la antropología la adaptación huma-na a variados climas y territorios; fríos, templados y cálidos;húmedos y áridos; planicies y montañas. Le compete tanto elestudio de las sociedades simples como el de las más com-plejas.

Los antropólogos han contribuido al conocimiento de lasvariadas formas de subsistencia en pueblos de cazadores yrecolectores, de pastores y agricultores; y han procuradoexplicar los procesos de integración de tales pueblos a lassociedades más complejas en el contexto de la expansión delsistema mundial capitalista. A la antropología le han interesa-do las minorías étnicas y las clases populares por igual, perotambién las élites gobernantes y las estructuras estatales. Hayespecialistas en ramas como la antropología jurídica, la antro-pología política, y la antropología económica. El parentesco,

CLÁSICOS Y CONTEMPORÁNEOS

EN ANTROPOLOGÍA

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la religión, el lenguaje, y diversas expresiones simbólicas sonapreciados objetos de estudio.

Al ocuparse de un universo de objetos sociales y cultura-les tan vasto, los antropólogos eligieron un acercamientoholístico, es decir, han buscado establecer las interrelacionesexistentes de tipo causal, funcional o simbólico entre los dis-tintos componentes de las diferentes culturas. El análisis com-parativo es una herramienta muy eficaz para identificar dife-rencias y similitudes entre los casos examinados. El estudiodetallado de culturas ágrafas mediante la observación parti-cipante, elevó al trabajo de campo en uno de los métodoscaracterísticos e ineludibles de la investigación en antropolo-gía. Las etnografías sobre sociedades y culturas son entonceselementos que distinguen la producción antropológica.

En consecuencia, ningún libro en particular podría refle-jar toda la riqueza de herramientas teóricas y metodológicasque los antropólogos han empleado para el estudio de lasculturas y las sociedades humanas. De la misma manera, ladiversidad cultural observada por viajeros, misioneros, admi-nistradores y en el siglo XX por los profesionales antropólogosen aquellas sociedades humanas con las que se ha tenido con-tacto, en todo el orbe y a lo largo del curso de la historia, sólopodría quedar consignada en una incontable multitud de li-bros y artículos. No hay una sola biblioteca que contenga ensus estanterías los frutos de la labor etnológica de esta multi-tud de autores-escritores. La descripción etnográfica de cadauna de las sociedades particulares conocidas no puede evi-tarse por una aplicación de teorías generales construidas apriori, ni sustituirse por las conclusiones alcanzadas en el es-tudio de alguna sociedad particular estudiada a profundidad.Y si se quieren alcanzar generalizaciones a partir de estudios

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empíricos, será necesario que la descripción detallada de unasociedad se conduzca con alguna orientación teórica, mediantela formulación de hipótesis que guíen la recolección de datosy organicen la interpretación de las características generalesdel fenómeno estudiado en tal o cual sociedad particular.

Por tales razones, una adecuada formación académica delos antropólogos dependerá del acceso a una bibliografía ex-tensa. Los hallazgos y avances del conocimiento antropológicose encuentran dispersos en diversos géneros literarios pro-pios de la disciplina. Hay miles de trabajos monográficos queregistran la labor de recopilación de datos empíricos acercade distintas sociedades dispersas en los cinco continentes.Existen trabajos de corte más comparativo, mientras que otrostienen un propósito más teórico. Sin embargo, las grandessíntesis del conocimiento en una región o área cultural sonmás escasas, y hay relativamente pocos trabajos que tenganuna perspectiva mundial. La composición de la literaturaantropológica es pues un indicador de su desarrollo, de sucapacidad para formular generalizaciones a partir de estu-dios específicos y de su comparación espacial y temporal.

A partir de estas reflexiones, compartidas por un grupode instituciones mexicanas comprometidas con la investiga-ción y la docencia en antropología, surgió un proyecto quetiene como propósito ofrecer a investigadores y estudiantes,y en general al público de habla hispana, obras clave para eldesarrollo del conocimiento sobre las sociedades y culturashumanas. Fue así que se concibió la colección Clásicos yContemporáneos en Antropología.

Existe una gran cantidad de obras relevantes para el desa-rrollo de diversas líneas de investigación en antropología quenunca fueron traducidas al español. Otras más, que sí lo fue-

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ron, dejaron de ser reimpresos o reeditados, y ahora ya no seencuentran en el mercado. Las bibliotecas institucionales dereciente creación no cuentan con todos los libros clásicos de ladisciplina y difícilmente los podrían adquirir.

La selección de esta literatura, que podría caracterizarsecomo “clásica”, constituye un asunto controvertido y sus-ceptible de interminables discusiones. Este proyecto editorialcon amplia gama de opciones académicas para la publicaciónde “clásicos”, deberá sortear los límites inescapables delfinanciamiento e intentar satisfacer las preferencias de loslectores. Incluirá también textos contemporáneos que muyprobablemente adquirirán con el tiempo el reconocimientoacadémico correspondiente. Los criterios de selección debe-rán irse afinando a lo largo del desarrollo del proyecto, a par-tir tanto del contexto temporal y regional, como de las nece-sidades culturales más explícitas.

En los grandes polos del pensamiento antropológico, ubi-cados principalmente en Gran Bretaña, Estados Unidos yFrancia, la antropología se ha construido en múltiples direc-ciones. En sus bibliotecas se encuentra una gran cantidad delibros y trabajos de investigación sobre casi todas las culturasdel mundo, incluyendo una vigorosa producción teórica. Mu-chas casas editoras recogen y difunden la producción de uni-versidades e institutos de investigación. Por lo que toca a lospaíses que podríamos calificar como periféricos, es posibledistinguir a aquellos en los que se ha desarrollado un mayorinterés por el desarrollo de la antropología. En el mundo ibe-roamericano, países como Argentina, Brasil, Colombia, Es-paña, Guatemala, México y Perú pueden considerarse entrelos que se han caracterizado por tener una mayor densidadantropológica. En ellos se fomenta la antropología con un

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enfoque circunscrito relativamente a los fenómenos y pro-blemas locales, de suerte que la producción académica seorienta hacia aquellos fenómenos socioculturales más rele-vantes de cada nación. En cada uno se ha presentado, endiferentes momentos, una influencia dominante de algunode los centros hegemónicos de producción antropológica.Las preferencias intelectuales del mundo antropológico ibe-roamericano se reflejan claramente en los acervos de las bi-bliotecas especializadas en antropología en cada uno de esospaíses. Las mejores y más completas bibliotecas han logradoreunir, y proporcionan a sus usuarios, tanto la literaturaantropológica representativa de los países hegemónicos comola producción del propio país. Pero la producción de paísesvecinos, igualmente periféricos, con antropologías de impor-tancia generalmente está sub-representada en dichas biblio-tecas, así como en los programas académicos de las institu-ciones y universidades respectivas. En los demás países, eldesarrollo de la antropología es relativamente pobre, y aque-llos estudios que prevalecen son los del folklore local y laprehistoria.

México se encuentra entre los países con una tradiciónantropológica vigorosa. Si bien existe un reconocimiento lo-cal y mundial de la antropología mexicana, sus investigado-res y estudiantes con frecuencia tienen un conocimiento pre-cario de los desarrollos de otros países de la región con unatradición antropológica importante. La política mexicana deapertura a la inmigración de perseguidos políticos fue propi-cia para dar lugar a un flujo de ideas y conocimientos antro-pológicos novedosos y estimulantes, primero con la llegadade inmigrantes provenientes de Europa a raíz de las vicisitu-des de la guerra civil española y de la Segunda Guerra Mun-

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dial, y luego, en las décadas de 1960 y 1970, con el arribo decontingentes de asilados que huían de las dictaduras surgidasen América del Sur. Estas corrientes migratorias tuvieron unefecto cultural muy importante para el país receptor. Al lle-gar a México y a las instituciones académicas que les abrieronsus puertas, aquellos universitarios perseguidos rompieronbarreras culturales locales y auspiciaron un flujo de nuevasideas y teorías que fructificaron intelectualmente, no sólo enel campo de la antropología sino también en muchos otroscampos de las ciencias sociales y las humanidades. Lo ante-rior da cuenta de que el desarrollo de una disciplina se nutreno solamente de la problemática social y cultural nativa, sinotambién de manera significativa de las corrientes y flujos cul-turales externos.

La colección de Clásicos y Contemporáneos en Antropo-logía tiene como aspiración y propósito satisfacer no única-mente las necesidades locales y atender las necesidades bi-bliográficas locales de programas académicos de formación,sino cubrir un espectro más amplio. Las instituciones queimpulsan la publicación de libros de antropología han hechosuya la oportunidad y sugerencia de auspiciar el flujo cruza-do de conocimientos antropológicos externos, no solamenteaquellos originados en los países hegemónicos, sino tambiénen los países periféricos con una producción antropológicarespetable, poco conocida y aplicable a circunstancias análo-gas en otras latitudes. La colección incluye una composiciónvariada en temas y corrientes teóricas que, esperamos, nutraa las sub-especialidades de la antropología. Incluye traduc-ciones de aquellos libros que han tenido una reconocida in-fluencia en el desarrollo de la antropología y que, sin embar-go, no han sido publicados en español anteriormente. Pero

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también comprende reediciones de obras que se encuentranagotadas, con el objeto de atender la demanda vigente entrelos estudiantes de antropología.

La iniciativa original de esta colección surgió en 2004, cuandoconfluyeron los intereses de la Dirección General del CIESAS

con la maduración de un proyecto largamente acariciado rela-cionado con la publicación de libros clásicos de antropologíaque se requerían en la docencia e investigación. Se buscó yencontró la colaboración del Departamento de Antropologíade la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa y delDepartamento de Ciencias Sociales de la Universidad Iberoame-ricana, para llevar adelante esta empresa aportando los recur-sos humanos y materiales necesarios. Se conformó así, en 2005,una comisión académica plural que definiera los criterios ydefiniciones necesarias para seleccionar a los autores y títulosque se publicarán en los próximos años. Dicha comisión, inte-grada por profesores-investigadores de las tres institucionesabrazó la idea de añadir a la colección de libros clásicos, aque-llos títulos y autores contemporáneos que recientemente handesarrollado nuevas líneas de investigación, tales como los es-tudios de género, desastres, pluralidad étnica, entre otros. Enel futuro muy probablemente otras instituciones se sumen aeste esfuerzo. Nuestra meta de poner al alcance de investiga-dores y estudiantes de antropología una selección de librosindispensables para su desarrollo académico plural dependerá,en gran medida, de la recepción que los lectores otorguen aéste y los próximos títulos.

Virginia García Acosta y Roberto MelvilleCIESAS

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TERMODINÁMICA DE LA SUPERVIVENCIAPARA LA SOCIEDAD HUMANA

Si se pudiera resumir en una sola frase el mensaje central de laobra de Richard N. Adams, sería el mismo que el de la céle-

bre declaración de Theodosius Dobzhansky, biólogo evolu-cionista que contribuyó a la nueva síntesis del darwinismo surgidaen la década de 1950: “En las ciencias de la vida nada tiene sen-tido si no se explica a la luz de la evolución”. Recientemente seha agregado a aquella síntesis un nuevo elemento: la evoluciónse debe a la acción unidireccional de la segunda ley de la termo-dinámica.

De ser un asunto de especialistas la termodinámica ha pasa-do a ser una afuente de información elemental sobre el funcio-namiento del mundo. Para entender qué es la evolución no hacefalta ser especialista en física teórica, pero sí es necesario enten-der qué significa la segunda ley (principio del aumento de entropía).Si no se toma en cuenta la natuarleza entrópica de los procesosde expansión de los sistemas –sean éstos físicos, orgánicos osociales–, se corre el riesgo de contemplar un mundo irreal dondeel consumo de energía no tiene consecuencias y donde todoparece un don de la naturaleza que no hace falta retribuir. Unparaíso, pues. Los seres humanos nos hemos conducido siem-pre como invitados a un “banquete gratuito” (Hawking, 1996:167); sin embargo, nada hay gratis en la vida, como no se cansande decir los economistas. La termodinámica ha venido a darlesla razón: la transformación de los recursos, sean renovables ono, tiene siempre un costo que ningún sistema puede eludir.Este costo es el de la energía irrecuperable que acompaña a todo

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tipo de transformación energética. La segunda ley de la termo-dinámica define la apremiante limitación de los recursos y ad-vierte sobre los defectos indeseables de las actividades produc-tivas, efectos que complican de manera especial la supervivenciade la sociedad humana. La cantidad de energía procesada pormedios no humanos que emplean las altas sociedades modernasde “alta energía” crece exponencialmente, al punto de que pare-cería que la dirección del desarrollo es impuesta actualmentepor las máquinas. La dependencia de las sociedades indus-trializadas respecto de los combustibles fósiles es una adicción,con todos los riesgos que esto entraña tanto para las comunida-des humanas como para la biosfera.

El primer antropólogo que se percató de que la “ciencia de lacultura” debía tomar en cuenta la ley de la entropía fue Leslie Wihte:

en un minúsculo sector del cosmos, a saber, en los sistemasmateriales vivientes, el sentido del proceso cósmico parece in-vertido: la organización de la materia y la concentración de laenergía se hacen cada vez más elevadas. La vida es un procesode construcción y estructuración. La evolución biológica es sen-cillamente una expresión del proceso termodinámico que correen sentido opuesto a aquel especificado por la segunda ley parael cosmos como un todo ([1945] 1964: 340).

El proceso cósmico en la biosfera terrestre “parece invertido”,dice White, pero sigue siendo “un proceso termodinámico”. Sintener a su alcance los elementos para su solución, White planteóuna paradoja: la de la evolución versus la entropía. La antropolo-gía, como ciencia social, no tenía en aquel momento forma deresolver esa paradoja, ni la tendrá nunca por sí sola. Las discipli-nas científicas se necesitan mutuamente: ninguna teoría es por

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19Prólogo

sí misma suficiente para explicar satisfactoriamente un solo acon-tecimiento. Tampoco el evolucionismo explica toda la realidadhabida y por haber. Lo que resalta el dicho de Dobrzanski cita-do arriba es que el estudio de la evolución nos proporciona unconocimiento esencial sobre la naturaleza del mundo, del cualno podemos hacer caso omiso ni siquiera en una ciencia tanautónoma como la antropología.

Ahora bien, el saber humano no evoluciona de manera pare-ja en todas sus formas. En 1922, décadas después de que Char-les Darwin propusiera el principio de la “descendencia con mo-dificación”, Alfred Lotka formuló otro principio de fundamentalimportancia para el tema que nos ocupa, el de la evolución. Se-gún ese principio, la evolución depende del incremento máximodel flujo energético a través de la biosfera mediante la prolifera-ción de sistemas autorreplicantes. Más tarde, en 1946, fue for-mulado el principio de Prigogine-Waime, con el que se inauguróla termodinámica de sistemas abiertos, que vino a reforzar elparadigma de la selección natural. Alrededor de la década de1980, la cibernética, la teoría de la autoorganización, el principiode Zotin, la teoría del caos, la informática y otras herramientasteóricas ya estaban disponibles en su conjunto. Éstas y otrascontribuciones llegarían a conformar un campo de investiga-ción que se perfila hoy como una sciencia nuova: la energética so-cial. La nueva interdisciplina se constituye a partir de elementosdiversos, pero la novedad consiste, principalmente, en la inte-gración de la termodinámica y la teoría de la evolución en unenfoque energético.1

1 Fue hacia la segunda mitad del siglo XX cuando se comenzó a hablarde “procesos irreversibles”, “estructuras de no equilibrio” y “siste-mas dinámicos adaptativos”. Los hallazgos más importantes en esta

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En las ciencias de la naturaleza, diversos autores e institutosde investigación han logrado síntesis teóricas y han realizadoexploraciones prácticas de estas ideas. La antropología, en cam-bio, parece haberse mantenido al margen. Debemos a la obra deRichard N. Adams, no del todo desconocida en el ámbito de laantropología mexicana, un esbozo de la teoría y los modelos deinvestigación para el estudio de la sociedad “en clave energéti-ca”. Sin embargo, la utilidad heurística de este enfoque no hasido suficientemente apreciada. En la medida en que las nuevasgeneraciones de antropólogos y antropólogas se preparen me-jor tendrán más elementos para valorar esa obra y emprendercaminos todavía inexplorados.2

línea se produjeron en la física y en las ciencias naturales: los “autó-matas celulares” (Von Neumann), las “redes aleatorias” (Turing), la“entropía de la información” (Shanon), los “atractores extraños”(Lorenz), el “orden gratuito” (Kauffman), la “morfogénesis”(Goodwin), la “teoría de catástrofes” (Thom), la reacción Belusov-Zhabotynski, el “bruselador” (Prigogine), la “fractalidad”(Mandelbrot), la “criticalidad autoorganizada” (Bak), la “máquina deDarwin” (Calvin), el “efecto mariposa” (Lorenz), los “sistemas nolineales” (May), los “sistemas disipativos” (Prigogine), entre otros.Una revisión del concepto de sistemas disipativos en cuanto a su utilidadcomo modelo de investigación en las ciencias sociales puede encon-trarse en la antología de Tyrtania publicada por la UAM-I, 1997.

2 En México se produjeron algunos trabajos inspirados en la energéticasocial (por ejemplo, Varela, 1984) en una época en la que el panoramaintelectual estaba dominado por un marxismo hipercrítico. RolandoGarcía desarrolló una epistemología constructivista inspirada en elestructuralismo genético piagetiano, la cual animaba muchos estudios em-píricos dirigidos por el autor. En Estados Unidos la discusión entrecreacionistas y evolucionistas implantó un ambiente de confronta-ción que todavía perdura y en medio del cual los antropólogos noencuentran acomodo. En muchas partes del mundo los estudios

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21Prólogo

Para muchos autores contemporáneos, recurrir a la termodi-námica conduce a “generalizaciones prematuras” (Naredo y Pa-rra, 1993). Hay quien lo descarta por “reduccionista” (Leff, 1981:64). No falta quien lo tache de “transferencia burda” y de “ana-logías atrevidas y mal logradas” (Martínez y Schlüpmann, 1991:103). Sin embargo, aunque esto fuera cierto, prescindir de la ter-modinámica significaría eliminar la única base lógica disponible,imprescindible para la construcción de modelos de sistemas com-plejos, incluidos los sociales: la de la estructura termodinámicamentefluida. Me pregunto si existe alguna oferta teórica mejor.

El enfoque energético es ampliamente compartido por la cien-cia contemporánea en su vertiente de teoría de sistemas. Pode-mos hacernos una idea del peso de este enfoque si considera-mos la obra de autores provenientes de muy diversas disciplinasy tan importantes como Gregory Bateson (antropólogo), IlyaPrigogine (químico), Nicholas Georgescu-Roegen (economis-ta), Ramón Margalef (ecólogo), Kenneth Boulding (economis-ta), Fritjof Capra (físico), Eduardo Césarman (médico),3 JamesLovelock (especialista en ciencias de la atmósfera), Lynn Margulis(microbióloga), Jorge Wagensberg (físico), Rolando García(epistemólogo) y, para no alargar más la lista, Katherine Hayles(crítica literaria). Aunque parezca una empresa tan solitaria comola de muchos de esos autores, la energética social desarrollada porRichard N. Adams en el campo de la antropología está, en reali-

culturalistas han absorbido buena parte de la “energía” de la comu-nidad antropológica.

3 Eduardo Césarman fue un eminente cardiólogo mexicano. Escribióel libro Hombre y entropía (1982). Algunos de los otros autores sonbien conocidos en México, país a cuya comunidad científica visita-ron alguna vez.

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dad, muy bien acompañada: en cada disciplina existe cuandomenos un destacado representante del enfoque. Es interesanteconstatar la frecuencia con la que ciertas ideas clave son desa-rrolladas simultáneamente desde distintos lugares y por diferen-tes autores que, en ocasiones, suelen desconocerse entre sí. Paraquien esté interesado en las bases epistemológicas del enfoquees recomendable la lectura de “Conceptos básicos para el estu-dio de sistemas complejos”, de Rolando García (1986). A juiciodel autor la teoría de sistemas disipativos “ha conducido […] auno de los avances más espectaculares de la ciencia contempo-ránea” (2006: 60).

El meollo de la cuestión es cómo se plantea la relación natura-cultura. Nadie puede en la actualidad sostener que la vida con-traviene los principios fundamentales de la naturaleza. Pero mien-tras biólogos y físicos se han puesto ya de acuerdo en este punto,los antropólogos siguen acariciando la idea de que la cultura sesobrepone a la naturaleza o que obedece sus propias “leyes”.Hay quienes llegan al extremo de afirmar que la posibilidad dehacer ciencia de la sociedad o de la cultura “es una quimera”(O’Meara, 1997: 399). Esta opinión sigue siendo representativade la antropología contemporánea en general. El problema esque, a menudo, los antropólogos son proclives a entender porciencia la física clásica que aprendieron en la escuela, con suepistemología mecanicista y determinista. Frente a ella, las cien-cias sociales han padecido siempre un tremendo complejo deinferioridad. Los intentos de emular los modelos físicos y deinstrumentar una “física social” de corte positivista han fracasa-do repetidamente. Y no hablemos del ridículo al que se expusoel “darwinismo social”. ¿Se necesita alguna otra prueba para de-mostrar que el determinismo de las ciencias duras no va con losasuntos humanos?

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23Prólogo

Sucede, sin embargo, que la física moderna y las ciencias natu-rales en la actualidad están muy lejos de suscribir aquel idealdeterminista que suponía un orden absoluto, omnipresente einflexible en la naturaleza. Por contraste, la ciencia de hoy hadejado de ofrecer explicaciones definitivas. En su lugar, produ-ce paradojas. Una de ellas es la de Carnot versus Darwin, tambiénllamada “el dilema de Spencer”, en honor de quien la formulópor primera vez. La paradoja Carnot/Darwin se refiere a los as-pectos contradictorios de los conceptos de entropía y evolución.

El planteamiento de White, según el cual la evolución “correen sentido opuesto” al del resto de la naturaleza, coincide con lamuy generalizada convicción de que la vida, la inteligencia y lasociedad son fenómenos sui generis, excepcionales, que por algu-na razón no se explican a partir de las leyes de la naturaleza. Secree que la cultura es un fenómeno no material y de algún modosupra-natural. La “conquista de la naturaleza” por parte de “lahumanidad” es una creencia tan firmemente establecida que esdifícil discutir el asunto con provecho. Para mucha gente resultamuy reconfortante sentirse parte de esta especie excepcional, laautodenominada Homo sapiens sapiens, capaz de desafiar las leyescósmicas y correr en sentido contrario a la naturaleza, comoefectivamente lo hace, con creciente velocidad, la civilización dela máquina. En su medida, la antropología es también responsa-ble de este triunfalismo cuando describe culturas y sociedadeshumanas que varían libremente y sin límites, como si todo fueraposible en este mundo. La máxima estructuralista de que la cul-tura es la “irrupción de lo arbitrario en la naturaleza” pareceafianzar esa visión.

Con todo, el otro extremo de la alternativa, el del cumpli-miento a rajatabla de una ley que predice la muerte cósmica,tampoco representa atractivo alguno para la mente humana.

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¿Cómo explicaría esto el surgimiento y la expansión de los siste-mas complejos? Por lo demás, siempre se puede argumentar quela muerte cósmica es algo tan remoto que no debería quitarnosel sueño, al menos por ahora. Sin embargo, es mejor pensarlodos veces: el asunto de la entropía no es tan remoto como pare-ce ni afecta solamente al resto de la naturaleza como solemospensar. Cada parpadeo, cada suceso o cada hit –como dicen losinformáticos– contribuye al aumento de la entropía aquí y aho-ra. La entropía, según Prigogine, es “el motor de la evolución”:sólo es posible sobrevivir en un mundo cuyo desgaste aumenta.

El razonamiento es el siguiente. Según la segunda ley de latermodinámica, en cada transformación energética hay una pér-dida de energía hacia el sumidero, de ahí que el ambiente nuncapermanezca igual. Quien quiera seguir en el juego está obligadoa compensar las pérdidas entrópicas y a conseguir cada vez másrecursos: energía, materiales e información. Evolucionar es laconsigna. La evolución es el proceso de expansión /contrac-ción energética (Adams, 2001). Ambas facetas del proceso de-ben tomarse en cuenta, dado que la expansión de un sistema seproduce a expensas de otros sistemas que forman parte delmedio. La evolución, pues, no se entiende sin la entropía. Elpensamiento evolucionista posdarwiniano parte de la idea deque los procesos naturales son procesos irreversibles. La diná-mica de los procesos energéticos es la base material de la vida entodas sus manifestaciones, incluida la de la evolución social.

¿Obedecen, entonces, los fenómenos sociales las leyes físi-cas? Esta pregunta podría responderse satisfactoriamente si losfísicos se pusieran de acuerdo sobre lo que entienden por “leynatural”. Como ejemplos paradigmáticos de leyes naturales sue-len citarse las fórmulas newtonianas, que rigen el universo comosi éste fuera un mecanismo de relojería. Según ese paradigma,

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habría ciertas “fuerzas” que actúan instantáneamente y que noestán sometidas al desgaste. Los hechos serían resultado deinteracciones mecánicas reversibles, perfectamente ordenadas.El tiempo y el cambio serían una mera ilusión. El cambio sereduciría a la locomoción, que puede describirse con fórmulasmatemáticas lineales. El determinismo sería la única explicaciónaceptable. En un mundo así, donde impera la ley de la acción yla reacción, todo está escrito. Un esquema de este tipo impide,sin embargo, incluir los fenómenos que son resultado de la his-toria, de acontecimientos únicos, de cambios cualitativos, deaccidentes irrepetibles, de esa combinación, en fin, de “azar ynecesidad” que es nuestro mundo. De ahí que la respuesta a lapregunta suela ser ambigua. No hay duda de que la sociedadobedece leyes naturales, pero la sociedad como tal no es pro-ducto de leyes físicas, al menos no de las que se conocen hastaahora. “Una sociedad […] de ninguna manera es una estructurafísica, sino un conjunto de ideas, reglas, categorías y demás, enlas mentes de los individuos que la sostienen” (Hallpike, 1988,citado en Adams, 2005: 71).

Ahora bien, hace ya mucho tiempo que en la física se produ-jeron cambios que despojaron a la visión mecanicista de su halode autosuficiencia. Fue precisamente la termodinámica la quecausó la crisis al poner en evidencia que el desgaste entrópicorelacionado con las transformaciones energéticas no puederevertirse en modo alguno; sólo puede compensarse, temporal ylocalmente, y ello a costa de más disipación de energía, desdeluego. Las leyes de la termodinámica no son “leyes” en el mis-mo sentido que las newtonianas. La diferencia entre unas y otrasreside en que la segunda ley de la termodinámica deja todo en la“indeterminación entrópica” (Georgescu-Roegen, 1975). Esopuede causar perplejidad: ¿qué clase de “ley” natural es la que

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deja sin determinar ninguna trayectoria? Resulta que el concep-to de “ley natural”, en su versión positivista reduccionista, es unpréstamo que las ciencias duras han tomado de la organizaciónsocial. El concepto es una metáfora que ya dejó de ser útil sinque nos percatáramos de ello.

En la ciencia contemporánea se acepta ampliamente, aunqueno sin cierta reticencia, que el azar es un factor que opera entodos los niveles de la realidad, desde el más elemental, el de lamateria de partículas cuánticas, hasta el más enmarañado, el delos sistemas autorreplicantes. De acuerdo con esto, el azar no esatribuible a la ignorancia humana, al menos no de manera exclu-siva. Entonces, el futuro no está escrito. La visión mecanicistade una realidad perfectamente ordenada es sustituida por la in-certidumbre de un mundo que se va haciendo; un mundo a to-das luces imperfecto, cuyo orden emerge como una suerte desubproducto de la disipación. Un nuevo paradigma, el del “or-den a partir del caos”, se erige como la alternativa: los primerosprincipios de la naturaleza, los patrones de la evolución y losmodelos de sistemas disipativos se conjugan en una teoría desistemas jerárquicos (replicated inclusive systems, Adams, 1982: 125).

A principios del siglo XIX surgieron dos ideas contradicto-rias en relación con el paradigma de la evolución. A partir de suobservación de las máquinas, Nicolás Carnot formuló la segun-da ley de la termodinámica, que da cuenta de la “evolución” deun sistema aislado hacia el equilibrio. Como ya se ha dicho, estaley afirma que en todas las transformaciones energéticas haypérdidas irreversibles de energía, dando como resultado final elequilibrio termodinámico. Por su parte, Herbert Spencer, ob-servando los “supraorganismos” sociales, formuló el principiode la evolución como incremento de la complejidad o, en suspropias palabras, la “integración de la materia con la concomi-

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tante disipación de la potencia”. La contradicción entre la disi-pación de la energía y el surgimiento de las estructuras comple-jas apareció en aquel entonces como un enigma. La degenera-ción espontánea del mundo, que predice la ley de la entropía, ibaa contracorriente de la tendencia hacia una progresiva estruc-turación de nuevas formas energéticas. ¿Cómo conciliar un prin-cipio universal que conduce hacia el equilibrio termodinámico(de cero producción de entropía) con la tendencia de los siste-mas adaptativos dinámicos a alejarse del equilibrio “en la direc-ción opuesta”, hacia una creciente complejidad? ¿Cuáles son loslímites de esa complejidad? Si la entropía es ley, ¿cómo es quesurge tanto orden en todas partes? Planteado así, el problemano está resuelto, en efecto, y “todavía no tenemos un nexo deunión entre la aparición de las formas naturales organizadas,por una parte, y la tendencia hacia la desorganización, por otra”(Prigogine y Stengers, 1983: 142).

El nexo entre entropía y evolución bien podría ser la termodi-námica de procesos irreversibles, desarrollada a ese propósito porPrigogine y sus colaboradores en las últimas décadas del sigloXX. Esta teoría presupone que no existen principios diferentespara diferentes tipos de evolución; lo que cambia es la “situa-ción termodinámica” o el régimen físico en el que ubiquemoslos fenómenos (Glansdorff y Prigogine, 1971: 288). La termo-dinámica clásica se había ocupado de situaciones cercanas al equi-librio y de sistemas aislados (es decir, de los que no intercambiannada con el ambiente). Pero ¿qué implica el aumento de entropía,se pregunta Prigogine, en el caso de los sistemas abiertos como,por ejemplo, las moléculas químicamente activas, los sistemasmacrofísicos de distinta escala, los sistemas orgánicos, los siste-mas inmunológicos, los sistemas sociales y otros sistemasdisipativos? Ésta es una pregunta legítima, aun cuando no se

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pueda formular ni contestar con precisión matemática. Seríaingenuo pensar que en estos casos la segunda ley queda suspen-dida o que el proceso cósmico queda “invertido”.

Los físicos quedaron a la expectativa de pruebas cuando IlyaPrigogine lanzó el paradigma de sistema disipativo para abordarel régimen termodinámico local de los sistemas abiertos(Glansdorff y Prigogine, 1971; Prigogine et al. , 1977; Prigogine,1996). La idea era, en principio, sencilla, afirma LeopoldoGarcía-Colín (1990). Sin embargo, su “desarrollo cuantitativoes todavía más un programa que un hecho, a pesar de las os-tentosas aseveraciones en el sentido de que se ubica en el con-texto termodinámico”. Esta objeción no impide reconocer quela hipótesis de los sistemas disipativos seguirá siendo buenamientras tenga valor heurístico, eso es, mientras sirva como unahipótesis pertinente para elaborar modelos de investigación.Los problemas que enfrenta la física para validar sus modelosno son los mismos que los de la investigación en ciencias so-ciales. En el fondo, todos nuestros conceptos son sólo aside-ros provisionales, en espera de algo mejor. La obra de RichardN. Adams, tanto en su vertiente teórica como en la aplicaciónde sus modelos, sitúa de plano la antropología como cienciaempírica y muestra cuánto puede ganar aquélla con la inter-disciplina, específicamente con la moderna teoría de sistemas.Una bibliografía actualizada del autor, preparada por RobertoVarela, puede encontrarse en Ensayos en evolución social (Adamsy Bastos, 2006). Un texto de Adams que sintetiza el estado delarte en torno al enfoque energético desde la perspectiva de lasciencias sociales está publicado en la Encyclopedia of Energy(Cleveland, 2005) bajo la entrada de Energy and Culture. El artí-culo fue traducido al español y publicado por la UAM-Iztapalapaen el libro mencionado (véase Adams, 2006).

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Desde el punto de vista epistemológico, la teoría de sistemasdisipativos sociales constituye un marco teórico rigurosamentemonista y evolucionista. Hay biólogos que opinan que las cien-cias sociales todavía no encuentran su unidad evolutiva propiani el mecanismo por el cual procede la evolución social. Tal vezcambiarían de opinión si se familiarizaran con los trabajos deAdams. Aunque él insista en que su intención principal no hasido la de crear una teoría, su contribución teórica es sustancial.La obra de Adams recupera el evolucionismo para la antropolo-gía. La antropología nació bajo la influencia de esta teoría y lasescuelas que se desarrollaron posteriormente se definieron enrelación con ella, incluso habiéndola descartado. Ángel Palerm(1968) argumentaba que la antropología es, sin más, el estudiode la evolución de la sociedad humana y, como dice Adam Kuper(1996: 13), “hoy, todos somos darwinistas”. Sin embargo, al cons-truir sus modelos de investigación, la antropología contempo-ránea no parece interesarse precisamente en el evolucionismo.Los primeros antropólogos eran evolucionistas y, al igual quesus sucesores, los neoevolucionistas del siglo XX, trabajaron conun concepto de evolución exclusivo de su disciplina, buscandolos principios de la evolución social por cuenta propia. Hastaahora no se ha encontrado ninguno. Por no disponer de unaidea clara sobre la evolución social se la equipara con el “pro-greso”, el cual se entiende, a su vez, como una gran cruzadacontra la naturaleza. El problema consiste en que, desde la pers-pectiva de la ciencia social sola, no es posible percibir la dinámi-ca elemental de los procesos evolutivos, que es la de los flujosenergéticos (Adams, 2001: 139).

Si el primer logro importante de la obra de Adams consisteen haber recuperado el evolucionismo para la antropología con-temporánea, el segundo es haber conseguido elaborar modelos

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de investigación, no tanto para poner a prueba la teoría, comopara contribuir con las aplicaciones a mejorar la vida de la gente.Adams estaría de acuerdo con Palerm en que “la antropologíaes aplicada o no es antropología”. Adams dedicó varios años ala investigación y la enseñanza de la antropología entre trabaja-dores de la salud en Guatemala. Eso le permitió observar decerca una “paradoja del crecimiento”: el aumento en la expecta-tiva de vida de la población rebasaba la capacidad del sistemasocial de absorber la mano de obra resultante. En estas condi-ciones, la antropología aplicada no era más que un conjunto depresunciones de sentido común aplicadas a circunstancias con-fusas. Por otra parte, quienes tomaban y toman las decisionesno suelen interesarse en lo que la antropología pueda decir so-bre el “desarrollo sano”.

Suele decirse que no es fácil hacer “aterrizar” la idea de laevolución porque es una tautología.4 En efecto, mientras la teo-ría de la evolución no genere modelos contrastables con la rea-lidad empírica, esto es, no se convierta en una “hipótesis falsable”no será más que una idea vaga. Adams insiste en que, efectiva-mente, obtenemos una explicación cuando nuestros modeloscoinciden con la realidad (1982), y la parte medular de su obraes justamente la elaboración de modelos con finalidad práctica.

4 Por ejemplo, la supervivencia del más apto consiste en que los mejoradaptados tienen más descendencia. Eso es como afirmar que lossobrevivientes son los más aptos porque sobrevivieron. A este res-pecto es interesante observar la trayectoria del pensamiento de KarlPopper, quien en un principio cuestionaba incluso el estatus científi-co de la teoría de Darwin para terminar diciendo que es una teoríarepresentativa de la ciencia contemporánea (véase Ruiz y Ayala, 1998:102).

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A lo largo de sus trabajos, Adams ha concedido mayor impor-tancia a la interpretación de la información etnográfica que a lamacroteoría o a las ideas filosóficas. De ahí que haya dedicadouna buena parte de su esfuerzo al trabajo de campo. En palabrassuyas, su obra refleja una suerte de gumsa gumlao donde la inves-tigación de campo se transforma en desarrollo teórico y vice-versa. Los modelos de investigación de Adams tienen comodenominador común los conceptos de forma energética, dispositivosde tipo detonador /flujo, sistema inclusivo autorreplicante, a partir de losque elabora modelos de diferente escala, entre los que se en-cuentran los “vehículos de supervivencia”, las “unidades ope-rantes”, las “estructuras coaxiales”, el “sector energético yregulatorio” y las “etnias en evolución social”. Cada uno de es-tos modelos está construido como una herramienta en funciónde una problemática bien definida y respetando la naturaleza delos datos disponibles. Sólo cuando se desconoce este aspecto dela obra de Adams puede acusarse a su energética social de ser unateoría de difícil aplicación. Por lo demás, nada impide desarrollarotros modelos de acuerdo con necesidades específicas diferentes.

La mayor parte de los trabajos etnográficos de Adams abor-da la cuestión de la etnicidad. La antropología, observa Adams,suele asignar al concepto de etnia tantos significados diferentes,que en ocasiones es difícil entenderlo. Habitualmente se enfocaa las etnias desde la perspectiva culturalista, definiéndolas porsus rasgos lingüísticos, raciales, folklóricos, religiosos, políticoso regionales y buscando, por esa vía, describir la presencia de los“otros” entre nosotros. Los antropólogos solemos abogar poruna conciencia de la multiculturalidad, pero se nos olvida fácil-mente que, cuando menos en potencia, todos somos “otros”para alguien. Esto es, la “cuestión étnica” no concierne tantolos demás, a los “otros”, como a nosotros mismos. Esto se en-

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tiende bien desde el enfoque adamsiano: todos pertenecemos aun grupo social, sea étnico o su equivalente, que decide por no-sotros lo que se ha de reproducir (por lo que hemos de trabajar)y lo que quedará fuera de sus fronteras.

Para enfrentar las contradicciones de la presencia de gruposétnicos diversos en la sociedad moderna, Adams propone unsignificado unitario del concepto de etnia, que aplica de maneraconsistente en toda su obra: la etnia es una comunidad de gentesque se identifican entre sí a partir de su descendencia de unancestro común. La autosemejanza de este concepto con unaunidad biológica evolutiva dotada de capacidad de reproduc-ción no es casualidad ni accidente, sino un trazo deliberado.5 Ladefinición del grupo étnico como una unidad evolutiva permitea Adams agrupar los datos etnográficos dotándolos de profun-didad histórica y estructural, e identificar problemas demográfi-cos, sociales, políticos y religiosos específicos en torno al temade la etnicidad, para llegar a la siguiente conclusión: las etniasdesempeñan un papel central en la evolución social y en las rela-ciones políticas en la mayor parte del mundo contemporáneo, sino es que en todas las naciones actuales. “La relevancia de laetnicidad deriva, en gran parte, del fracaso histórico del Estado-nación como organización social humana” (Adams, 1995: 32).

5 El prefijo auto incorporado a todos los términos que implican organiza-ción podría parecer excesivo, pero su uso obedece a la necesidad dedeslindarse de la perspectiva teleológica, desde la cual la organizaciónsupone un plan preconcebido. El concepto de autoorganización es unaalternativa al pensamiento finalista. La evolución consiste en una seriede realimentaciones a lo largo del proceso energético de expansión /contracción, en el que un patrón evolutivo se va produciendo a sí mismoy depositándose en el “inconsciente de la organización” sin que haya unobjetivo predeterminado ni un agente definido que ordene los sucesos.

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El Estado moderno no es capaz de garantizar derechos míni-mos a su población. Para quienes suscriben el estado de dere-cho, los derechos humanos individuales, la ciudadanía y la de-mocracia, la conciencia étnica supone un regreso a la época tribal.Sin embargo, todos compartimos de algún modo la experienciade que no somos nadie como individuos aislados frente al todo-poderoso aparato del Estado y su nomenclatura. ¿Es de extra-ñar que “nuestros indígenas” se refugien en comunidades cor-porativas y traten de enfrentar el mundo como grupos étnicosexigiendo la autonomía? Para no ir lejos, nosotros como acadé-micos, ¿no mostramos la propensión de evocar ancestros inte-lectuales o de escudarnos detrás de la autonomía universitaria?Los grupos étnicos no son una herencia del pasado o un rezagocultural, sino una cuestión de supervivencia biológica aquí yahora. El Estado moderno está copado por grupos de empresastrasnacionales, élites bancarias, mafias empresariales criollas,monopolios de telecomunicación, el clero, los militares, losparamilitares, el crimen organizado y las redes de narcotráfico.Si no se pertenece a alguna de esas “familias” o a un conjuntosocial equivalente que enarbola un tótem común, no se es nadie.

Adams ha estudiado a profundidad y con detalle cómo losgrupos indígenas de Guatemala experimentan el proceso deglobalización en asuntos relativos al medio ambiente, los dere-chos humanos y las alianzas de clase (Adams, 1995, 2006, Adamsy Bastos 2003). Como etnógrafo, en realidad, observa el mundo.No sólo en América Central o en México, sino en las comarcasmás recónditas de la Unión Europea moderna, en las ricas na-ciones árabes, en la Rusia poscomunista, en las convulsionadasregiones petroleras, en todas partes surgen etnias como hongosdespués de la lluvia. ¿Por qué? De acuerdo con la teoría de Adams,la etnia es la organización social más económica en términos

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energéticos, cuando menos en el nivel de identificación. En tan-to entidades sociales autoorganizativas, los grupos étnicos y losque pueden considerarse equivalentes (los campesinos, los co-lonos, los ladinos, los migrantes, las corporaciones, los rebeldesnativos, los subversivos globalifóbicos, los grupos de “terroris-tas internacionales” y todos los conjuntos sociales dotados de lacapacidad de reproducción), se constituyen en vehículos de su-pervivencia capaces de bregar en las turbulentas aguas de laposmodernidad de cara a las crisis que arrecian. Estos gruposoperan sin el aval de ningún Estado. Son entidades que desafíanel orden establecido y participan desde abajo en la deconstrucciónde un sistema global que, ahora ya sabemos, tomó el mal cami-no. La acelerada expoliación del medio y la lacerante destruc-ción del potencial humano por parte de los Estados y las trasna-cionales llevan a un desenlace insostenible. Cualquiera que seael futuro de la sociedad humana, éste es impensable sin conside-rar el papel de las étnias como comunidades biológicas evolutivas.

Siempre me ha llamado la atención el hecho de que los mo-delos de Adams se ubican, de principio a fin, en la antropologíapolítica. Su teoría del poder social es el aspecto más elaboradode su obra.6 En el ámbito de las ciencias exactas los modelos desistemas disipativos se enuncian en forma de algoritmos. (Unalgoritmo es una secuencia de pasos hacia la solución de unproblema formulado en términos matemáticos.) En el caso delas ciencias sociales es difícil trabajar de esta manera; la dificul-tad estriba no tanto en la cantidad de variables del modelo, cuantoen cierta cualidad de las mismas. Me refiero a que el procesa-miento de la información por medios que están al alcance de los

6 Una posible síntesis de este enfoque al estilo de Crucifixión by Cultureha hecho Roberto Varela (2005).

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seres humanos deja mucho que desear en cuanto a precisión,eficiencia y objetividad. Los sistemas sociales humanos son en-sambles de sistemas disipativos de distinta naturaleza (Adams,2001: 177). Para ensamblar estas formas, que tendrían trayecto-rias propias por sí mismas, los seres humanos nos valemos de lacultura, es decir, de nuestra capacidad de simbolización. Peroeso mismo nos distrae enormemente a la hora de tomar decisio-nes. Gran parte de la adaptación humana se produce en térmi-nos de imágenes borrosas, valores que se resisten al cálculo ysímbolos que no son compartidos por todos nosotros. Es poresta razón, entre otras, que en las sociedades humanas todo pasapor la política. La política es un elemento omnipresente en to-das las relaciones humanas, de ahí que los modelos deban to-marla en cuenta. Ahora bien, en tanto manera de ponerse deacuerdo, la política resulta muy cara, tanto en términos energéti-cos como económicos. En los sistemas disipativos diseñados deotra manera (los fisicoquímicos, orgánicos, ecológicos, mecáni-cos, cibernéticos o informáticos) no se emplean los recursos demodo tan oneroso y desgastante. Los sistemas sociales son ver-daderamente disipativos. Pueden acabar con los bosques, lasmontañas y los mares. Su funcionamiento tiene un costoecológico enorme. Sin embargo, la idea triunfalista de la “apro-piación económica de la naturaleza” es tan poderosa y compar-tida por tanta gente y de mentalidad tan diferente, que es difícilrevertirla. Cuando los funcionalistas, los marxistas y los liberalesestán de acuerdo, es muy difícil interponer objeción alguna. Elproceso social, que es esencialmente un proceso de autoorga-nización basado en la disipación de la energía, también tiene sudinámica propia que se manifiesta en la ideología política. Laidea de “la conquista de la naturaleza” viene al caso: es una delas ideas más populares cuyo objetivo es encubrir la incapacidad de

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la clase política de las sociedades industrializadas de ejercer el buenjuicio respecto a la supervivencia de la sociedad como un todo.

El enfoque energético puede hacernos conscientes de que elprincipal problema ambiental que enfrenta ahora la humanidadde ninguna manera es una “contingencia” ni un efecto colateralde la industrialización o alguna de sus “externalidades”, sino unresultado sustancial de la misma. Las formas de alta entropíaque colman nuestro medio obedecen a una dinámica no lineal:lo saturan poco a poco, pero en el momento menos pensadoprovocarán una crisis de grandes dimensiones. Nada aseguraque esta fluctuación pueda conducir a un estado estacionario enun nivel superior. La evolución no es ley, sino uno entre otrospatrones posibles de disipación.

La capacidad humana de desencadenar crecientes flujos deenergía no se equipara, en modo alguno, con la escasa habili-dad de controlar los flujos subsecuentes. Pareciera que losseres humanos hemos concentrado nuestra atención en losprocesos que prometen mayores rendimientos [a corto pla-zo], descuidando la calidad del control de los mecanismosdetonadores (Adams, 2001: 109).

Ningún principio o ley de la naturaleza impiden tamizar la ener-gía y procesar la información de manera fina. Tampoco impi-den adecuar ese proceso a las necesidades sociales. La cienciapodría formar parte de la solución, pero la “racionalidad eco-lógica” no es un enfoque ampliamente compartido. De existiralguna solución, ésta sería de orden político, esto es, tendríanque participar en ella las unidades operativas con capacidad dedecisión. Y la comunidad científica, por más que se crea dueñade la verdad, es sólo un pequeño grupo entre otros.

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Mucho se discute el asunto de la evolución social como si lahumanidad fuera una unidad operativa autónoma. La “humani-dad”, el “pueblo”, la “clase social”, la “etnia”, la “nación” o la“civilización” misma no son sino tipos ideales, en ocasiones merasentelequias de una retórica propia de discursos al aire. En térmi-nos del enfoque energético son unidades de identificación y, paraconstituirse en unidades operativas coordinadas /centralizadas,necesitan un gasto energético especialmente diseñado, con elque se pueda sostener su organización y funcionamiento. Lassociedades evolucionan como ensambles de formas energéticasconcretas y como tales pueden generar consensos respecto desus objetivos y disponer de los medios necesarios para alcanzar-los. Nada puede moverse sin gasto energético ni la informaciónpuede procesarse sin energía, pero nada impide tampoco –ha-biendo la energía para ello– que los actores políticos, que sesupone representan los grupos sociales, las etnias, las naciones,los bloques o cualesquiera unidad operativa, se pongan de acuer-do sobre la manera de proteger el ambiente, ajustar la poblacióna las capacidades del medio, fusionar la economía con la ecología,sostener el abasto, asegurar trabajo para todos y repartir el in-greso de manera justa. Una lista como ésta representa el conjun-to de objetivos sociales más deseables de la evolución social. Afin de cuentas, son los valores –imágenes mentales cargadas designificado– los que orientan a las sociedades en sus esfuerzosde adaptación (Bateson, 1966: 42). El “ambiente benigno”(Adams, 2001) que puede aportar la cultura abre esa posibilidad,que la naturaleza no niega y ninguna de sus leyes prohíbe.

El estudio de la energética social que Adams propone se si-túa en ese territorio común que es la teoría de la evolución, do-minio en el que las ciencias físicas, las de la naturaleza y las so-ciales tienen mucho que compartir. La medida en la que lo están

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haciendo debe mucho, entre otros investigadores, a Richard N.Adams. Gracias a ellos la antropología tiene voz en esa puestaen común de la ciencia contemporánea, que es la interdisciplina.

Hubo una época en la que yo pensaba que la antropologíadebía ocuparse de cosas más importantes que la entropía y laevolución, hasta que cayó en mis manos el texto que el lectortiene ahora en las suyas. Cuando la comisión encargada del dise-ño de la colección Clásicos y Contemporáneos en Antropologíame encomendó escribir la presentación de su reedición, aceptéde inmediato, porque esta obra constituye todo un hito en mivida. Pocos libros han influido tanto como éste en mi opiniónsobre el estatus de la antropología como ciencia. Este libro es, ami juicio, una vía de entrada a un fascinante mundo de ideas: latermodinámica de sistemas abiertos, la selección natural, la ener-gética social, la teoría del poder. Todo esto es un rompecabezas,una manera de formarse uno mismo la visión del mundo com-patible con la racionalidad humana, lo que no es poca cosa. Porlo demás, el libro parece tener vida propia: hace mucho tiempoestá agotado y me fue imposible retenerlo en mi librero. Por ellocelebro su reaparición. No diré que la teoría de sistemasdisipativos sociales de Richard N. Adams haya disipado todasmis dudas, pero sí que ha contribuido a eliminar cuando menosuna de ellas: que la antropología pueda ser una ciencia si se lopropone.

Leonardo Tyrtania*Iztapalapa, diciembre de 2006

* Antropólogo social (UIA, 1985), doctor en ciencias antropológicas(UAM-I, 2005), profesor investigador del Departamento de Antropolo-gía de la UAM-I. Sus temas de investigación están relacionados conecología, economía campesina y evolución social.

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LA RED DE LA EXPANSIÓNHUMANA

Richard N. Adams

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AGRADECIMIENTOS

Agradezco profundamente al doctor Ángel Palerm queme invitase a preparar este ensayo y, más aún a él y a la

doctora Carmen Viqueira de Palerm que me brindaran laoportunidad de redactarlo en circunstancias muy agradables.Como de costumbre, y a pesar de que interfería con la prepa-ración de su propio manuscrito, mi esposa Betty H. Adamsencontró el tiempo necesario para dedicar a mis esfuerzos lamisma crítica profunda y honesta que siempre me ha sidotan útil. A Megan Thomas agradezco la traducción de estetrabajo, una combinación tal de terminología técnica y espe-cífica como para causar problemas a cualquiera. Las deudasde gratitud que contraje en el desarrollo de este trabajo estándetalladas en Energy and Structure, hasta donde mi memoriame lo permitió. Deseo añadir mi agradecimiento por la amis-tad profesional que me brindaron el personal y los alumnosdel Centro de Investigaciones Superiores del Instituto Na-cional de Antropología e Historia de México (CIS-INAH, ac-tualmente CIESAS) en especial aquellos que participaron enlos cursos que dicté en 1974 y 1976. Finalmente, mi agradeci-miento a la señora Ruby García de Palerm, quien transcribióa máquina la versión final del manuscrito en inglés, y a MaríaLuisa Ocampo y Lourdes Aguilar, que prepararon la copiaen español.

A la memoria de Joaquín Novaly Kalman Silbert

1976

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INTRODUCCIÓN

Este libro fue escrito para comunicar de manera más exactauna tesis general expuesta con anterioridad, aunque en

forma diferente, en Energy and Structurel y en una serie de en-sayos sobre temas afines.2 Aparte de las diferencias de orga-nización y presentación, el volumen mencionado se inicióhace cinco años y se completó hace dos. El paso del tiempopermite formarse un cuadro más completo de algunas argu-mentaciones, sobre todo en lo que se refiere a la naturalezade las estructuras disipativas. Aunque hace algún tiempo con-templé la posibilidad de preparar un volumen como éste,decidí no hacerlo porque consideré que el tiempo necesariopara su preparación me impediría tratar de comprender otrosproblemas. La invitación para preparar un volumen para unanueva serie de textos antropológicos, en el contexto del desa-rrollo de nuevos programas antropológicos en México, meindujo a cambiar de parecer. Me interesó en particular la pers-pectiva de preparar algo de uso potencial en un país donde laantropología está experimentando un crecimiento sereno. Esmás, el contexto de la antropología mexicana, a mi parecer,presentaba un desafío particular. México fue el primer paísde América Latina que reaccionó frente al tipo de cienciasocial que se desarrollaba en los países occidentales indus-

1 En adelante indicaremos esta fuente como E and S.2 Véase la bibliografía de E and S.

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trializados durante la primera mitad del presente siglo y lorechazó abiertamente. Desde entonces, gran parte de esa li-teratura fue sometida a una revisión crítica en sus países deorigen. Desafortunadamente, la experiencia mexicana desechólo bueno con lo malo; muchos valiosos trabajos de antro-pología social fueron casi inaccesibles para toda una genera-ción de estudiantes. De manera paralela, el vuelco abruma-dor hacia el pensamiento marxista que reemplazó al otromaterial fue igualmente acrítico, a tal punto que México pasólos últimos veinte años amenazado por una especie de vacíocreativo.

No albergo ninguna ilusión de que este trabajo tenga unaacogida más cálida que sus antecesores extranjeros, pero laposibilidad me intriga. El romance con Marx se debió sóloen parte a un rechazo de las influencias imperialistas; tam-bién es cierto que la obra de Marx se relaciona de maneraconcreta con los problemas de los pueblos subordinados. Meatrevo a presentar este volumen con la esperanza de que enMéxico se esté desarrollando una búsqueda seria. Está dirigi-do a aquellos que están buscando nuevos caminos para lacomprensión, no sólo del desarrollo, sino de la estructura yla dinámica general de la sociedad.

Los argumentos básicos expuestos aquí expresan una teo-ría que probablemente hubiera sido imposible formular enla época en que escribió Marx. La importancia social de lasegunda ley de la termodinámica y del concepto de estruc-turas disipativas no era del dominio general en ese enton-ces. Aunque la segunda ley era conocida en la física de laépoca, la influencia general de las ciencias sociales proveníasobre todo de la dinámica clásica; Newton, y no Carnot,suministraba el modelo.

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La aparición de Marx a mediados del siglo XIX introdujouna extensa teoría sobre las sociedades complejas. Desde unprincipio su aceptación o rechazo estuvo determinado máspor su presentación en un contexto claramente político que porlas virtudes inherentes que ofrecía para la comprensión de lasociedad. Aún hoy su efectivo dominio sobre las cienciassociales en gran parte de América Latina, y su aceptaciónclara aunque todavía sectaria en Estados Unidos, se debentanto a su papel de rechazo al imperialismo capitalista comoa una evaluación concienzuda de su potencial como cienciasocial.

Este trabajo no pretende ser de utilidad política. Más bien,intenta ofrecer una armazón teórica que el científico socialserio –a diferencia del político– puede encontrar difícil re-chazar a primera vista. Ya que gran parte de los planteamien-tos se basan en la segunda ley de la termodinámica, la ley deLotka, el principio de selección natural y enunciados de lafísica de no-equilibrio, su comprensión requiere criterios másamplios que los usuales en la sociología y la antropologíafuncionalistas.

Al afirmar que no reivindico utilidad política alguna parami obra, quiero decir precisamente esto. Ofrece poco con-suelo a capitalistas o socialistas, nacionalistas del TercerMundo o industriales imperialistas. Hay mucho de Marx enella, pero no porque sea Marx; contiene mucho de funcio-nalismo, pero no porque sea funcionalista. Extraje selec-tivamente elementos de cualquier teoría cuyas nocionesbásicas tuvieran sentido. El argumento básico es que la espe-cie humana está y ha estado siempre en proceso de expan-sión, pero que no puede continuar así de manera indefinida.Se basa en una reevaluación de los datos a la luz de la teoría.

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No repetiré el trasfondo del desarrollo de las ideas plas-madas anteriormente (E and S: xi-xvi), con excepción de unaacotación de tipo histórico. Más o menos dos semanas des-pués de la publicación de Energy and Structure en marzo de1975, conocí al doctor Jay Portnow, que en esos momentosera miembro del Center for Statistical Dynamics de la Universi-dad de Texas en Austin. Al enterarse de mi reciente incursiónen el campo de la termodinámica, me sugirió que conocieraal doctor Ilya Prigogine,3 director del Centro en Austin y deun grupo de la Université Libre de Brucelas. Descubrí en-tonces que había sido Prigogine quien, a principios de ladécada de 1960, había trazado el concepto de estructuradisipativa dentro de una nueva área de la física interesadapor los fenómenos de no-equilibrio. Nuestro primer encuen-tro fue seguido de un rico y estimulante proceso de inter-cambios con Prigogine y varios miembros de sus grupos enAustin y Bruselas, especialmente con los doctores Peter Alleny William Schieve.

En 1959 y 1960, cuando mi preocupación por compren-der el poder revivió mi interés por la termodinámica de lasociedad (estimulado inicialmente por Leslie White en la dé-cada de 1940), busqué el consejo de algunos físicos respectoa su aplicación a los asuntos humanos. Me advirtieron queperdía mi tiempo, ya que la segunda ley de la termodinámicasólo era aplicable a sistemas cerrados y, por lo tanto, irrele-vante para la sociedad humana. Debo confesar que esto bas-tó para desalentarme; si los físicos negaban su posible aplica-ción, no podía yo cuestionarlos. A principios de la década de1970 sentí que mi análisis del poder había llegado a un punto

3 Premio Nobel de química 1977.

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en que ya no podía sostenerse sin alguna explicación de ladinámica que lo hacía funcionar. Volví a la termodinámica ydecidí que iba a tener que usar la segunda ley, aunque en últi-ma instancia resultara físicamente aceptable o meramenteheurística (E and S: 109-110).

Desde luego, fue muy grato descubrir que el doctorPrigogine y sus colegas habían desarrollado una teoría de latermodinámica de sistemas abiertos durante el periodo trans-currido desde mis indagaciones en 1959 y 1960. Parecía en-contrar una base para mi insistencia potencialmente irres-ponsable e ingenua de apoyarme en la teoría física. Y, cosainteresante, esto me sugirió que no siempre es cierto que lasciencias físicas le lleven la “delantera” a las ciencias sociales.Definitivamente parecen tener la delantera en el uso de lasmatemáticas. Pero las conceptualizaciones necesarias y apro-piadas a los fenómenos estudiados por las ciencias socialesdeben surgir de las ciencias sociales mismas, y la manera másfructífera de desarrollarlas consiste en el análisis cuidadoso delas manifestaciones empíricas de los fenómenos sociales. Apli-car a un campo invenciones teóricas y conceptuales de otro,puede dar resultados deformes e ingenuos, como se puede ob-servar en los esfuerzos por aplicar modelos de la dinámica clá-sica o la física nuclear a los fenómenos sociales. La importan-cia de los avances obtenidos por Prigogine y sus colegasconsiste en que hablan de estructuras complejas, no comomodelos a seguir metafóricamente, sino como modelos decombinaciones de elementos físicos que poseen ciertas pro-piedades físicas. Así, el uso de estos conceptos no es metafó-rico. Este grupo de investigadores tuvo el talento de recono-cer las vastas implicaciones de sus descubrimientos y devolcarse hacia su aplicación directa a los fenómenos sociales.

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Me permito dedicar este volumen a la memoria de dosmuy apreciados y queridos colegas, fallecidos en el transcur-so del año durante el cual fue escrito. Joaquín Noval y KalmanSilbert ejercieron una influencia incalculable en el desarrollode mi trabajo profesional; su influencia y amistad serán irreem-plazables.

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1. LA NATURALEZA DEL PODERY EL CONTROL

La tesis general de este libro puede enunciarse así: los es-fuerzos de un hombre por ejercer influencia sobre otro

son simplemente parte de un esfuerzo global encaminado aenfrentarse con su medio ambiente y controlarlo, a fin dehacer más efectivas sus posibilidades de supervivencia. Alhacer esto, el hombre actúa como uno de los muchos miem-bros de las muchas especies comprometidas en el mismo es-fuerzo; es a la vez una de muchas partes de una serie evoluti-va de complejísimos procesos termodinámicos, cuyasdimensiones mayores se encuentran de hecho fuera de sucontrol. Al centrarnos en el ejercicio de influencia sobre otroshombres, simplemente vemos una fase de una serie muy com-pleja de factores que determinan la naturaleza de la supervi-vencia del hombre. Al actuar en este proceso el hombre com-prende lo que está sucediendo y puede alimentar con esteentendimiento su proceso de toma de decisiones para alcan-zar mayor éxito en sus esfuerzos. Un estudio del ejercicio depoder social debe contemplar a su objeto de estudio comouna variable dependiente e independiente a la vez. Debe tra-tar de identificar los factores que determinan cómo opera elpoder, y ver también cómo esa misma operación retroalimentae influye sobre el siguiente paso, en un proceso continuo.

Todo esto parece alejarnos un poco del campo de la an-tropología social tal como suele concebírselo. Obviamente,penetra en áreas de otras ciencias sociales, en especial de la

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sociología, la ciencia política y la psicología. Pero además re-quiere una comprensión general de los ecosistemas y de losprocesos generales de la termodinámica. Aunque puedeobjetarse que esto no es lo que suele tratar la ciencia socialtradicional, la respuesta es, simplemente, que si las cienciassociales no comienzan a ocuparse de dimensiones de com-prensión cada vez más amplias, van a asfixiarse con su propiaproducción académica.

El tema del poder social es especialmente adecuado a estetipo de enfoque, porque resulta más comprensible en estasdimensiones más amplias, y porque su tratamiento en la lite-ratura de las ciencias sociales reflejó muchas veces el estre-cho universo conceptual que caracteriza los esfuerzos portratarlas sólo en términos de sociedades, relaciones sociales o cien-cias sociales. Los esfuerzos de los ecólogos sociales, aun en susmanifestaciones más sofisticadas,1 de alguna manera eludie-ron ocuparse de la dinámica de cómo se relaciona el hombrecon sus semejantes como partes integrantes del ambientesocial. El gran renacimiento marxista de la segunda mitad delsiglo XX contribuyó en inmensa medida a dotar a los estu-diantes de una mejor perspectiva de las dimensiones globalese históricas del problema. Al mismo tiempo, los cargó conuna serie de conceptos que, aunque adecuados para la críticade sociologías y economías anteriores, siguen restringidos porenunciados cargados de valor, que caracterizan al mundo deacuerdo con los intereses de poder de quienes los emplean.

1 Este es un campo amplio y distinguido. Véanse, a modo de ejemplo,las obras de Amos Hawley, Walters Firey, Leo Schnore y Otis DudleyDuncan.

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La posición adoptada aquí sostiene que, aunque el hom-bre retroalimente sus deseos al mundo que va conformando,ese mundo, incluyendo las contribuciones del hombre a suconformación, es un sistema natural cuyas dimensiones ma-yores están determinadas por leyes y factores que escapan asu control. Algunos de los factores involucrados contribu-yen a fomentar la noción de que el hombre tiene una graninfluencia en el sistema mayor, por su aparente éxito en elejercicio de sus deseos. Pero las cualidades que le hicieronposible la conquista de la sociedad y del espacio son los fac-tores que menos domina. El éxito del hombre ilustra su inca-pacidad.

Los partidarios de la conservación ecológica y la reduc-ción de la población esgrimen cada vez más este tipo de ar-gumento. No pretendo reiterar esas tesis. Sin embargo, nopuedo aceptar las ingenuas ortodoxias marxistas y capitalis-tas que aducen lo contrario. Los capitalistas sostienen que, ala larga, la capacidad tecnológica del hombre eliminará elpeligro del agotamiento de los recursos naturales vitales; losmarxistas sostienen que, aunque el hombre depende de los recur-sos naturales, este problema es de poca consecuencia, ya quelas dificultades en el proceso de expansión no resultan deuna sobrepoblación potencial sino del dominio del hombresobre el hombre y de su incapacidad para asegurar una distri-bución equitativa de la producción entre una cantidad cadavez mayor de personas. Podemos demostrar algo de verdaden cada uno de estos puntos de vista. En efecto, los avancestecnológicos del hombre hacen posibles las más extraordina-rias hazañas de control sobre el medio ambiente; y el poderdel hombre sobre el hombre dio lugar a la continua explota-ción y marginalización de sus semejantes. Ambas posiciones,

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sin embargo, son expresiones ideológicas de un expansio-nismo continuo que tan sólo ponen de relieve los interesespolíticos de quienes las proponen, e ignoran llanamente lapresencia de procesos energéticos básicos, la influencia queéstos ejercen sobre los sistemas de poder, y las ideologías quelos racionalizan. Las soluciones que proponen los partida-rios del progreso desenfrenado, ya sea hacia un paraíso capi-talista o hacia un nirvana socialista, tienden a quedar suspen-didas entre lo ecológicamente catastrófico y lo termodi-námicamente imposible.

Resulta obvio que, a la larga, los elementos energéticosmás importantes son aquellos que nos brindan alimento yresguardo. Por lo tanto, todo lo referido a la obtención deestos recursos es fundamental para el ajuste y la adaptacióndel hombre. Pero insistimos en que no sólo los “recursos”,sino todo lo que el hombre enfrenta, debe ser examinado a lamisma luz, al margen de que, en un principio, parezca crucialo trivial. El mundo al que debe enfrentarse el hombre es,inmediatamente y siempre, un mundo físico.

El poder social debe ser visto como parte de los procesosque articulan al hombre con su medio ambiente y le permi-ten enfrentársele con éxito. Cualesquiera que sean las ideas yvalores del hombre acerca de lo que sucede a su alrededor,siempre debe tratar con las formas físicas y energéticas pormedio de las cuales se le presentan los fenómenos. Tal vezresulte obvio que, cuando alguien se enfrenta a un hombreque le apunta con una pistola, trata el evento en términos delos modelos mentales más realistas que posee sobre la natu-raleza de los procesos energéticos en cuestión: la presenciade una pistola, la suposición de que puede estar cargada, laincertidumbre en cuanto a la intención y la psicología del

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pistolero, etc. De manera semejante, cuando vamos a un con-cierto debemos tomar en cuenta las realidades energéticas: lacalidad de los instrumentos, el talento y la habilidad de losmúsicos, las cualidades acústicas de la sala de concierto, elbullicio potencial del público, etc. Y aunque no parezca tanobvio, es igualmente cierto que cuando buscamos obtenerconocimiento, debemos tratar con problemas tales como laobtención de libros, el tiempo necesario y la disposición men-tal para la comprensión, el talento y la habilidad para leer einterpretar las marcas de tinta esparcidas sobre las páginas,etc. Existe un componente energético en todo lo que hace-mos. Puede que no prestemos atención a este aspecto y lotratemos como una especie de denominador común. Sinembargo, siempre está con nosotros, y siempre es un deter-minante de lo que hacemos y de cuan exitosamente logre-mos hacerlo.

Todo esto queda comprendido en lo que aquí denomina-mos control. Cuando hablamos del control del hombre, nosreferimos específicamente a su capacidad física y energéticapara reordenar los elementos de su medio ambiente, tanto entérminos de sus posiciones físicas como de las conversionesy transformaciones energéticas a otras formas espacio-tem-porales. El hombre se adapta por medio del control. El desa-rrollo de tecnología superior puede incrementar la efectivi-dad del control y aumentar la capacidad del hombre parausar los elementos del medio ambiente de manera adecuada.Como mínimo, el hombre se preocupa por mantener los con-troles que ya posee; en general busca la manera de mejorar-los; con frecuencia procura incrementarlos.

“Tecnología” es un término que puede aplicarse, sin for-zarlo, a todos los intentos del hombre por cambiar y conver-

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tir elementos de su medio ambiente en objetos de uso. Unaspecto importante del medio ambiente es la sociedad hu-mana, y el hombre debe también adaptarse a sus semejantes.Al hacerlo, muchas veces cambia su comportamiento paraque concuerde con el de los demás, pero buena parte deltiempo trata de lograr que el comportamiento de los demásconcuerde con sus propios deseos. En general el hombre notrata a sus semejantes como objetos ni les aplica tecnología.Más bien los reconoce como seres humanos pensantes y pro-cura encontrar formas de convencerlos de su posición o almenos de impedirles el rechazo de sus deseos. Para lograrloutiliza su control sobre partes del medio ambiente que sonvaliosas para los demás. El hombre manipula el medio am-biente, procurando que los demás concuerden racionalmen-te con lo que desea para ellos. Cuando hace esto, no ejercecontrol directo sobre ellos; más bien está ejerciendo poder. Elpoder, a diferencia del control, presupone que el objeto po-see capacidad de razonamiento y las suficientes dotes huma-nas para percibir y conocer. Sólo puede ejercerse poder cuandoel objeto es capaz de decidir por sí mismo qué es lo que másle conviene. Si poseemos la tecnología apropiada, los conoci-mientos, instrumentos, habilidades y oportunidades necesa-rios, podemos ejercer control sobre cualquier objeto. El po-der es nuestra manera de “controlar” a los seres humanos. Elalbañil controla su cuchara al colocar ladrillos, su tenedor alcomer carne, su pluma al escribir, sus ojos al leer el periódi-co, su mal humor al magullarse el dedo en una puerta, suscuerdas vocales al hablar, etc. Pero si el albañil desea enseñarestas cosas a otra persona, usa poder. Para enseñar albañile-ría debe hacer una demostración al aprendiz a la par que leexplica el proceso. Al hacerlo, coloca frente al aprendiz un

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conjunto de factores ambientales que le permiten aprender.Las características exteriores de su comportamiento son“transportadas” por ondas de luz hasta los ojos del aprendiz,y sus palabras llegan a oídos de éste por medio de ondassonoras. En ambos casos el albañil está cambiando el medioambiente del aprendiz. Éste, a su vez, “ve” y “oye” estoselementos del medio ambiente y, si tiene interés en aprender eloficio, trata de apropiárselos. Podemos decir que el albañiltiene cierto poder sobre el aprendiz mientras en éste exista lanecesidad o el deseo de aprender. El poder depende de lapresencia de un entendimiento común, de motivación y com-portamiento racional. A diferencia del poder, el controlno requiere estas condiciones.

El pistolero ejerce poder sobre su víctima al plantearle laalternativa de entregar su dinero o recibir un balazo. La pis-tola es el aspecto relevante del medio ambiente. El hacenda-do mexicano del siglo XIX ofrecía al peón la alternativa detrabajar para él o morirse de hambre. Durante el Porfiriatolas haciendas en expansión trataron de controlar las tierrasde la zona y, mediante acuerdos entre los hacendados, no seempleaba a los peones insubordinados; para el peón racio-nal, casi no había otra alternativa que conformarse y aceptarlas condiciones ofrecidas por el hacendado. Así, el hacenda-do tenía poder sobre el peón.

Ciertos aspectos de este proceso requieren atención espe-cial. Por ejemplo, estamos acostumbrados a pensar y hablarcomo si ciertas personas no tuvieran ningún poder, como sifuesen “desvalidas”. Debemos reconocer que, si se ejercepoder, esto no puede ser cierto. Siempre existen alternativaspara todos los participantes en una relación de poder, siem-pre tienen alguna otra opción. Toman sus propias decisiones.

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En circunstancias extremas, claro, puede parecer que las op-ciones de la víctima del pistolero o del peón del siglo XIX sonescasas, pero sí tienen alternativas. Puede que la víctima pre-fiera que le disparen a entregar su dinero. El peón tenía laalternativa de permitir que su familia sufriera o de convertir-se en bandido antes que someterse al régimen laboral de lahacienda. Y el aprendiz de albañil tiene la alternativa de deci-dir que no le gusta lo que hace el albañil y puede escogeralgún otro oficio. El ejercicio del poder reside en el hecho deque las personas efectivamente poseen alternativas, y enreordenar su medio ambiente de tal manera que algunas delas alternativas sean tan poco atractivas que habrán de serrechazadas.

El poder es, de manera fundamental, la forma en que “con-trolamos” racionalmente a los seres humanos. Es una partedel sistema de control, del esfuerzo mayor de los seres huma-nos por adaptarse, por dominar su medio ambiente, por lo-grar que éste se conforme a sus deseos y manera de pensar.Claro está que pocas veces es tan sencillo como lo sugierenlos ejemplos. De hecho, el ejercicio de poder puede ser extre-madamente complejo, manifestándose a través de conjuntosde relaciones sociales y por medio de la manipulación de sím-bolos, de tal manera que un individuo puede ejercer poderefectivo sobre otras personas por lejos que éstas se encuen-tren. Nunca he conocido a un presidente de México o deEstados Unidos, pero cuando me encuentro en cualquiera delos dos países, soy directa y concientemente afectado poracciones emprendidas de manera intencional por ellos.

No sólo todos los miembros de una relación social po-seen algún poder, sino que no existe ninguna relación socialsin la presencia de poder. Es común la concepción errónea

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de que puede haber poder en algunas relaciones pero no enotras. Podemos sentir que una cualidad atractiva de la amis-tad es que no esperamos que en ella se emplee poder. Pero siexaminamos detenidamente lo que sucede, veremos con cla-ridad que nuestra satisfacción reside en que nos sentimosseguros de que en esa relación no se ejercerá poder, y no enque el mismo no esté presente. Nuestro amigo puede sermucho más fuerte que nosotros y, si lo desea, puede hacer-nos daño físico. Lo agradable de la relación es que estamosseguros de que no lo hará. La mayor parte de las amistadesson muy delicadas y requieren mucho cuidado para evitarincidentes que debiliten la paciencia de los interesados. Cuan-do encontramos relaciones en las que el poder parece no ju-gar ningún papel, suele ocurrir que el poder de los actores seneutraliza mutuamente, o que por razones de interés propiohan decidido no ejercer el poder que poseen. Todo maestrosabe que posee el poder para hacer que un alumno actúe de talo cual manera. Pero también sabe que la utilización de estemecanismo en la enseñanza tiene consecuencias graves. Dalugar a verdadera resistencia de parte del alumno; hace de lasituación escolar una experiencia desagradable que éste tra-tará de evitar; de hecho, resulta contraproducente.

De manera similar, podemos decir que las relaciones co-merciales en una comunidad son en esencia no competitivas,ya que no parece haber un esfuerzo notorio de las diversastiendas por disputarse la clientela. Sin embargo, una investi-gación puede demostrar que en vez de falta de competencia,lo que existe es el temor a iniciarla, ya que la pugna competi-tiva resultante puede ocasionar más problemas que ganancias.

Con frecuencia se observó que en las sociedades muy pri-mitivas la gente parecía vivir en circunstancias esencialmente

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igualitarias. Pero se demostró una y otra vez que en estoscasos la situación no se debe a las inclinaciones altruistas delos individuos, sino a que saben que para su propio bienestarpueden necesitar de los demás y que ofrecer ayuda es proba-blemente la mejor garantía de recibirla. A veces la situaciónse presenta más oscura y siniestra. E. Colson adujo de mane-ra convincente que lo que en apariencia era un amable y ge-neroso presente de alimentos de parte de una mujer tongadel África Oriental a un visitante casi desconocido, se debía,en realidad, a la consideración de que el huésped podríaembrujarla si no observaba la costumbre de dar alimentos.

De manera muy real, los seres humanos han vivido siem-pre en un equilibrio constante y dinámico de relaciones depoder. Constantemente deben tomar decisiones sobre cómotratar con los demás para provocar en ellos conductas favo-rables o beneficiosas, o al menos no dañinas. Cuanto menospoder relativo posee un individuo, con mayor cuidado debeatender sus relaciones; cuanto más poder relativo posea, másdespreocupado puede ser. Pero sea despreocupado o cuida-doso, las relaciones existen y el potencial de ejercicio de po-der por parte de los demás siempre está presente.

Mucho de lo que se ha escrito sobre poder social se ex-presa en términos de autoridad. La palabra se utiliza de diver-sas maneras y no es necesario dar preferencia a uno u otrouso, excepto por razones de claridad. Aquí no se referirá a lacuestión de la legitimidad, es decir, si se considera correcto oapropiado cierto acto o práctica, sino a aquellos casos en losque se reconoce que reside un poder mayor. Por lo tanto, unaautoridad es aquella persona que se sabe o se cree tiene un po-der superior. El poder puede residir en el hecho de que unindividuo posea un mayor control independiente sobre ele-

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mentos amenazantes del medio ambiente, como los policíasy los jueces, o en la posesión de capacidades o conocimientossuperiores. En cualquier caso, el individuo posee ciertos con-troles que son respetados por los demás y que hacen que éstosle muestren cierta deferencia. Este respeto no necesariamenteconlleva afecto ni implica acuerdo; las autoridades pueden seramadas o detestadas según otro tipo de consideraciones, perosu autoridad reside en el hecho de que poseen mayor poder.

Es útil distinguir entre los distintos tipos de autoridad se-gún la naturaleza de su base. Un distinguido historiador delarte es visto como una autoridad e invitado a dictar confe-rencias porque posee conocimientos y capacidades superio-res a los de otros. Aunque la autoridad que posee no se pier-de fácilmente, depende de su ejercicio cuidadoso. Podemoscontrastar este ejemplo con el del policía cuya autoridad emanade que puede meternos a la cárcel si no acatamos las reglastal como él las conoce. Aquí reconocemos la autoridad quese basa en la capacidad de alterar el medio ambiente de ma-nera amenazante. En forma muy real, la autoridad del histo-riador del arte depende de nuestro aprecio y reconocimientode sus habilidades; si no tenemos interés puede que éstas nosean reconocidas. En realidad un historiador capaz puedemorir sin que haya sido reconocida su autoridad. La autori-dad del policía también requiere reconocimiento, pero conuna diferencia importante: reconozcamos o no su autoridad,posee el control que le permite encarcelarnos y, por lo tanto,puede obligarnos a percibir su autoridad sobre nosotros. Ellector puede preguntarse qué sucede en aquellos casos enque no deseamos reconocer que la autoridad es correcta. Setrataría simplemente del rechazo de la legitimidad de la autori-dad y no de falta de reconocimiento.

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A estas alturas debe ser evidente que el poder opera en uncontexto cultural. Esto implica aducir que el poder tiene dosfacetas o dimensiones: una física (es decir energética, de con-ducta, material) y una biopsicológica (es decir mentalística,bioquímica, intrasomática, orgánica). Ambas nos refieren alproblema del control. En ambas el ser humano puede ejercerciertos controles con base en sus dotes humanas naturales;en ambas, porque es humano, es capaz de aprender de susociedad y de desarrollarse para ampliar esas capacidades.

A nivel externo y por medio de sus habilidades acumu-lativas, el hombre extendió sus dotes motoras básicas crean-do una amplia esfera de implementos y utensilios, armas yotras extensiones mecánicas.2 Complementó su dínamo hu-mana básica en la era temprana o “paleotécnica” al descubrircómo controlar otras fuentes de energía, combustibles sim-ples, fuerza hidráulica, viento; más tarde, con combustiblesfósiles, alteraciones químicas y físicas del medio ambiente, yrecientemente con fuentes energéticas nucleares. Este traba-jo no pretende explorar la amplia y crítica historia del incre-mento de la efectividad tecnológica del hombre. Lo que im-porta en este análisis es que la extensión de los controlestecnológicos resultó en una conversión siempre en expan-sión de recursos energéticos y, por lo tanto, en un flujo deenergía constante y creciente en la estructura de la sociedadhumana.

A nivel interno el proceso fue igualmente significativo (cf.Washburn y Moore). Al parecer, el desarrollo mismo del sis-tema nervioso humano dependió, en cierta medida, de su

2 La idea de “extensión” está tomada de Hall, 1976.

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creciente capacidad para captar energía y emplearla “ventajo-samente”. El desarrollo biológico y psicológico del hombrehizo evolucionar su capacidad de construir símbolos com-plejos o de asignar significado no sólo a los objetos externosque poseen un gran potencial de uso (como rocas que pue-den cortarse para hacer hachas, ríos con canales rápidos, co-bre que puede fundirse), sino también a elementos que, entérminos energéticos, suelen ser insignificantes (como colo-res particulares, movimientos específicos del cuerpo o soni-dos vocales, la aparición inesperada de un ave o animal). Estalibre capacidad de construir significados y asignarlos dondees conveniente, más que donde es apropiado, constituye loque denominamos cultura. Sin embargo, los procesos inter-nos que determinan esta asignación de significados parecenestar inherentemente tan organizados como los procesosenergéticos, aunque distamos más de comprenderlos.

En ambas dimensiones el hombre se interesa por el ejer-cicio del control. Es más, los elementos de cada dimensiónson utilizados en un esfuerzo sin fin por ejercer mayor con-trol sobre aquellos de la otra dimensión. El hombre no sólousa su equipo mental para crear modelos para sí mismo, sinoque trata de transmitir estos modelos a los demás para queéstos piensen como él y cambien el medio ambiente de ma-nera acorde. Si usamos la noción de modelos mentales en unsentido muy amplio, para referirnos a las imágenes y relacio-nes tal como son comprendidas por la mente, podemos decirque el hombre pretende hacer dos cosas al mismo tiempo:trata de construir modelos mentales que parezcan concordarcon lo que observa externamente, y trata de lograr que elmedio ambiente concuerde con sus modelos. Este procesosimultáneo y bidireccional es básico para la adaptación hu-

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mana y se encuentra a la vez inhibido y auxiliado por un ter-cer proceso: los modelos mentales mismos deben ser mode-lados para que se conformen a ciertos tipos de lógica de lamente, independientemente de que constituyan o no una re-presentación real del funcionamiento del mundo externo.

La reconstrucción continua del medio ambiente para quese ajuste a los modelos mentales, y el replanteamiento conti-nuo de los modelos mismos resultaría sencillo si ambos pro-cesos se rigieran por las mismas leyes. Pero no es así. Paracomprender esto debemos hacer un pequeño paréntesisepistemológico. Asumimos que el mundo externo, del cualsomos parte, realmente existe y que siempre opera conformea cierto ordenamiento natural. Sin embargo, no aducimosque estas leyes hayan existido desde siempre ni que siempresea posible “conocerlas”. Es más, asumimos que aunque exis-tan razones que impidan que las conozcamos “plenamente”,estas realidades externas son susceptibles de ser conocidas,es decir, podemos construir modelos y teorías relativamenteefectivos que expliquen y suministren un cierto grado depreconocimiento de su comportamiento.

Una suposición importante al respecto es que todo lo quetratamos tiene la calidad de energía. Es decir, se rige por laprimera y la segunda leyes de la termodinámica. Ya sea quetratemos con madera como combustible, o con sonidos delhabla, o con la conversión nutritiva de los alimentos, o contocados de plumas, símbolo de fuerza ritual, todos los ele-mentos involucrados se conforman a estas leyes. Al insistiren esta suposición logramos avanzar un buen trecho en lacomprensión de la condición y el proceso humano. Pero estetrecho es insatisfactorio porque mucha de la actividad ener-gética crítica que decide la actividad humana es elaborada y

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producida en sistemas nerviosos, ya sea individuales o queinteractúan colectivamente. Dichos sistemas son tan“energéticos” como cualquier otro de los elementos que nospreocupan, pero la simple referencia a los principios termo-dinámicos conocidos no nos permite comprender su funcio-namiento. Por lo tanto, es necesario tratar con otro conjuntodistinto de principios, otro tipo de orden. Debemos conce-bir y anticipar la operación de procesos mentalísticos quenunca podrán ser descritos con el mismo rigor que los pro-cesos energéticos. No pueden ser observados de maneraempírica directa; siempre dependen en alguna medida de laintrospección. Es decir que los procesos mismos son pro-ducto de la actividad mentalística. Tenemos que dicotomizar:tratar ciertos problemas en términos de modelos mentales yotros en términos de modelos energéticos. Esto no significaaceptar la idea de una dualidad ontológica. Más bien es unreconocimiento metodológico de la imposibilidad de esca-par a nuestras limitaciones humanas para poder tratar contodo en términos puramente energéticos.

En suma, nuestros análisis se ocuparán de ambas dimen-siones, asumiendo para los propósitos inmediatos que cadauna posee un conjunto propio de leyes, patrones propios deconducta, y que, por consiguiente, deberán ser analizadas porseparado. Pero recalcamos que esta separación es una necesi-dad metodológica y no un principio ontológico. Las razonespara esta posición se harán más evidentes luego de la discu-sión en los dos capítulos siguientes.

Analizar la influencia de un hombre sobre otro hará sur-gir, tarde o temprano, la cuestión de la política. Un alumnopuede preguntar si en realidad no estamos tratando sólo concuestiones políticas. O puede plantearse que aunque el poder

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parezca estar presente en otros contextos, en realidad cobraimportancia sólo en la política. A esto debo responder conun no categórico. Consideremos al hacendado que ejerce sumonopolio sobre armas y territorio, coerciona al peón paraque trabaje para su ganancia personal y, por lo tanto, ejercesimultáneamente un poder efectivo sobre el papel que el peóndesempeña en el proceso administrativo y de gobierno. ¿Po-demos llamar a esto “político” o “económico”, e incluso “eco-nomía política”?

Me perturba e intriga que algunos antropólogos, al dirigirsu atención al área de acontecimientos denominados “políti-ca” en nuestra sociedad, consideraran necesario restringir cui-dadosamente el campo, en la mayoría de los casos, a los even-tos que ocurren en la llamada “arena pública”.3 Claro que esnecesario delimitar de alguna manera el área de trabajo. Perocreo que el esfuerzo por definir “política” se convirtió másen un ejercicio por definir un término para luego poder tra-bajar dentro del ámbito de la definición que en el intento deidentificar un área natural de interés o un problema, para lue-go estudiarlo. La dicotomía público-privado, por ejemplo, re-sulta útil para el estudio de algunas culturas, posiblemente lade Estados Unidos, pero aun en ese contexto presenta seriasdificultades. Entre los estudiantes norteamericanos se llega asentir que “servicio público” puede ser correctamente clasi-ficado como “político”. Pero si se utiliza el servicio públicopara obtener una ganancia particular, esto se vuelve algo su-

3 Swartz, Turner y Tuden (eds.). También Ronald Cohen y M. G. Smithencontraron que “público” constituye una rúbrica conveniente paradelimitar el área.

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cio que no amerita la galanura implícita en el término “políti-co” y por lo tanto es relegado a la categoría menos elegantede “poder”.

Tal vez sea comprensible que los científicos políticos limi-ten sus preocupaciones y definiciones de esta manera, ya quese ocupan de la manipulación de la compleja sociedad occi-dental contemporánea. Pero no hay excusa para que losantropólogos hagan lo mismo. ¿Qué es público o privadoentre los bosquimanos kung de África? Obviamente, la defi-nición resulta por entero arbitraria en manos de un científicosocial moderno. Es más, la preocupación por definir lo polí-tico llevó en un momento dado a la conclusión de que noexiste la política entre los pueblos muy primitivos. Más ade-lante esto cambió, y se dijo que probablemente la políticaexistía en todas partes, pero que no había gobierno; luego,esto también desapareció de la vista al hacerse evidente quetodos los pueblos tenían que gobernarse, y que sólo la estre-chez de las concepciones del científico social podía insistiren que la gente gobierna pero no tiene gobierno.4

Si volvemos nuestra atención a la “economía política”, elcuadro se complica. Después de todo, el resurgimiento delestudio de la economía política en el mundo intelectual occi-dental constituye aparentemente parte del renacimiento mar-xista. Esto no quiere decir que todo lo que toca la economíapolítica sea marxista, sino tan sólo que el marxismo constitu-ye, hasta la fecha, un producto sobresaliente en esta área. Lasnuevas corrientes no son independientes de la obra de Marx,ya sea que estén a favor o que reaccionen contra ella.

4 M. G. Smith logra evitar este problema.

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En este ensayo y en los que lo precedieron sostuve quenuestra preocupación es con el poder mismo, y que sus rela-ciones intelectuales de ninguna manera se encuentran res-tringidas a la “política”, a la “ciencia política” ni a la “econo-mía política”. Si se insiste en descubrir los factores y lasconsecuencias que operan, el entrelazamiento que se encuen-tra lleva a cuestiones de adaptación humana y a la gama com-pleta de las relaciones sociales humanas. El poder opera demanera tan cierta en la familia como en el Estado, y el papelde la familia es claramente un asunto de poder, tanto en lassociedades más primitivas como en las más complejas (cf.Engels, 1972; Cromwell y Olson, 1975). Si examinamos endetalle el control del medio ambiente como base de poder,veremos muy claro que éste de ninguna manera se limita a unsimple control sobre “recursos naturales” con exclusión deotras formas y flujos energéticos. Si leemos que en África labase de poder de un jefe o de un rey reside en su controlsobre individuos y no sobre la tierra, ya que ésta no es unrecurso muy escaso, ¿podemos acaso decir que en este casolo que hay es política, pero no economía política?5 ¿Podemosafirmar que el gobernante no tiene base económica de po-der? Es claro que estos interrogantes son válidos si revelandiferencias importantes en la sociedad africana. Me pareceque es poco lo que se gana con categorías como “político” y“económico” si reconocemos que las personas (es decir, el

5 Tanto Gluckman (1965) como Godoy (1971) sostienen que la tierray la agricultura en África eran tan pobres que el poder estaba basado,necesariamente, en el poder asignado directo de seguidores y clien-tes, más que en el control de la tierra.

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control sobre el comportamiento de las personas) son el ca-mino hacia el poder. Si insisto en criticar el uso de estas cate-gorías, ¿en qué consiste el objeto de estudio cuando exami-namos el poder? La respuesta es que estamos estudiando lasupervivencia humana. Política, economía y economía políti-ca, así como religión, organización social, mitología, folklorey la mayoría de las denominaciones aplicadas al estudio delhombre, se ocupan básicamente de este problema, simple y ala vez sumamente complejo. El poder es el elemento comúnde todas estas categorías desde el momento mismo en que seexaminan el contexto de relaciones sociales y la evolucióndel objeto de estudio. El control y el poder, juntos, confor-man el área crucial dentro de la cual opera la selección natu-ral y, en última instancia, es la selección natural la que deter-mina si un mito, una forma de parentesco, un sistema decreencias o de explotación económica contribuyen a la su-pervivencia del pueblo que los adopta.

En el fondo, el problema de la supervivencia humana esun proceso físico y químico, así como ecológico y biológico.Esto sugiere que para alcanzar una mejor comprensión delpoder y del sistema dentro del cual funciona debemos com-prender las áreas antes mencionadas. No acudimos a una es-pecie de reduccionismo. Más bien, reconocemos que el pro-ceso social de poder opera como parte de un sistema físico yenergético, y que, por ende, hay aspectos de su funcionamientoque no pueden entenderse desvinculados del papel que jue-gan en ese sistema. También reconocemos que la humanidades una especie, y que de las características particulares de laespecie se han derivado la variedad de culturas y de formasde adaptación que nos distinguen tan singularmente de otrasespecies.

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Al individuo inquisitivo, ya sea que se preocupe por la su-pervivencia de la especie, de la sociedad o del individuo, leinteresa conocer el tipo y la cantidad de control que se ejerce,su fuente y la estructura de poder que opera en todas lasrelaciones sociales.

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2. LA TERMODINÁMICADE LA SUPERVIVENCIA HUMANA

1 Herbert Spencer estaba consciente, en general, de su empleo de me-táforas (cf. Carneiro, 1972: 124); Kurt Lewin (1948) parecía estar másconvencido de las propiedades físicas de sus fenómenos sociales.

Hasta hace poco se vio frustrada la mayor parte delos intentos por unificar los conceptos de la física

con la temática que suelen abordar los científicos sociales.Esto se debe a que muchos físicos se ocuparon de temasbásicamente más simples que aquellos con los cuales trata elcientífico social . No quiero negar que los físicos hayan des-cubierto complejidades extraordinarias en sus estudios. Másbien afirmo que una gran parte de estas complejidades físi-cas opera también dentro del universo de lo social y debenser vistas como un aspecto más del mismo. Los esfuerzospor utilizar conceptos físicos han sido, por lo general,metafóricos, ya sea que nos remitamos al spencereanismodel siglo XIX o a la teoría lewiniana del campo del siglo XX.1

Las nociones de peso, fuerza, vectores, equilibrio –más quecualquier otra la de equilibrio– han sido términos de aplica-ción directa válida en el terreno de la física. Pero al introdu-cirlos al terreno de la dinámica social se vio la imposibilidadde aplicarlos directamente.

Una de las razones por las que la segunda ley de la termo-dinámica fuen un instrumento de trabajo atractivo para los

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científicos sociales es que ofrecía la posibilidad de ser direc-tamente aplicable a los fenómenos sociales. Afirmar que elhombre crea entropía en el proceso de vida y muerte no esuna metáfora; es describir un proceso en términos que tie-nen aplicación directa en el campo de lo social. Éste no es elcaso cuando la entropía se equipara con la muerte, o se aplicael término energía a experiencias psíquicas. A partir del cam-po de la termodinámica la física desarrolló un área teóricaque promete ser directamente aplicable al análisis de la vidasocial.

Antes de examinar esta posibilidad, hay que señalar quelos avances aparentemente superiores de las ciencias físicasse deben no sólo al hecho de que estudian fenómenos mássimples, sino al desarrollo de instrumentos descriptivos y demedición superiores. Pero si los físicos empleaban paradigmaspoco apropiados para tratar los fenómenos sociales, el pro-blema de los científicos sociales consistía en que con fre-cuencia no podían separarse de su objeto de estudio. Ten-dían a desarrollar teorías sociales que en el fondo eranapologías de los tipos de sistemas de poder en los cuales seencontraban inmersos; cuando se les imputaba esto alegabanque es imposible hacer ciencia sin comprometerse con unsistema político y sus valores. Saltaron de la sartén del positi-vismo al fuego de la praxis. Ya que muchos de ellos nuncatuvieron muy claro el significado de la búsqueda de la “ver-dad”, la nueva línea directriz de su actividad consistió en con-siderarla “relevante”, lo cual posiblemente significa que seajuste a alguna inquietud práctica.2 Lo más probable es que

2 Gran parte de esto se inició con C. Wright Mills (1959); en el terrenode la antropología véase Dell Hymes (ed.) (1969).

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su valor estuviese determinado por la cantidad de aplausosque lograse arrancar. Esta caracterización de algunos de miscolegas puede parecer extremadamente dura, pero mientras laevaluación de los modelos no se haga con base en su similitudcon la dinámica de los objetos de estudio, sino a su congruen-cia con una ideología, las ciencias sociales continuarán cojean-do, más preocupadas por su apariencia que por su realidad.

En general, tanto las ciencias naturales como las socialesse han visto más restringidas por los modelos dentro de loscuales trabajan que por la complejidad intrínseca de sus obje-tos de estudio. Es de esperarse que el cambio en paradigmaque resulta del desarrollo de modelos de estructuras que noestán en equilibrio, junto con el reconocimiento de que lasociedad humana es parte de un universo complejo que re-quiere una comprensión que va más allá de las formulacionesestrechas de la ciencia social académica, abra las puertas paraun futuro más excitante en el estudio del hombre.

En cuanto a la creación de una coyuntura más fructíferapara el análisis de los problemas sociales, la contribución másreciente de las ciencias físicas se encuentra en el trabajo de I.Prigogine y sus colegas.3 Para entender por qué su trabajo esrelevante para las ciencias sociales, en qué consiste su nove-dad y cuáles son las nuevas posibilidades de análisis que ofre-ce, debemos establecer las diferencias tal y como las vePrigogine. Según la física newtoniana, la dinámica clásica seocupó de estructuras en equilibrio, de formas de organiza-ción de la materia no susceptibles de recibir nuevos influjos

3 De gran uso inmediato es el artículo de Prigogine, Allan y Hermán,“The Evolution of Complexity and the Laws of Nature”.

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de energía, destinadas por leyes de su propia naturaleza abuscar el equilibrio. En estas condiciones, el cambio servíapara restablecer el equilibrio. Las teorías del equilibrio ten-dían a proponer procesos reversibles: la formación de crista-les, la oscilación de un péndulo. Para bien o para mal, la físicaclásica sirvió como sutil arquetipo de modelos de las cienciassociales, generalmente de manera no explícita. El funciona-miento, y aun los primeros intentos por rebatirlo, eran en loesencial modelos en busca de equilibrio. El hecho de que lateoría sociológica que resultó de su bien delimitada estructu-ra no sirviera para explicar mayor cosa de lo que acontecía enel mundo social no causó malestar a sus exponentes, ya queen la mayoría de los sistemas políticos existe un esfuerzo cons-tante por mantener y reproducir un orden antes establecido.Este proceso mentalísticamente determinado fue confundi-do con una especie de dinámica clásica; al parecer no se con-sideró desventajoso el hecho de que no explicara casi ningúncambio básico.

La aparición de la segunda ley de la termodinámica, rela-cionada naturalmente con la primera, constituyó un nuevoparadigma de importancia. La dinámica clásica nunca fuecapaz de explicar la aparente pérdida de energía que ocurríaal producirse ciertas transformaciones comunes. La segundaley proponía que todos los cambios energéticos buscan dehecho una forma de equilibrio, y que este proceso podía ca-racterizarse como un azar total. El modelo de equilibrio pro-ponía que cuando un conjunto de partes se encontraba fuerade equilibrio, tendía a regresar al mismo estado, afirmandoimplícitamente que se trataba de procesos reversibles, comoel péndulo. El modelo termodinámico propone un estado decosas diferente. Aduce la existencia de otros procesos,

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unidireccionales e irreversibles. Cuando se quema un com-bustible, su conversión en calor, gases y otros subproductosconstituye un proceso irreversible. No hay manera derecombinar la energía perdida en el bajo calor atmosféricocon las otras partes originales del combustible para volverloa constituir como tal. Existe un cambio irrevocable. El prin-cipal aspecto de la segunda ley que produjo esta consecuen-cia fue la producción de entropía, es decir, la producción deun estado de energía que se encuentra esencialmente en equi-librio, y que no puede ser sacado de este estado. La segundaley sostiene que en toda conversión de energía, parte de laenergía –mucha, con frecuencia– contenida en la estructuraoriginal, se dispersa necesariamente en un estado de azar talque se vuelve irrecuperable.

Uno de los principales aspectos de esta formulación esque concebía al universo como un agregado masivo de for-mas de energía que de alguna manera se estaban agotando.Se volvió una ley lúgubre, ya que parecía negar toda esperan-za futura y la posibilidad de plantearse metas y objetivos. Esmás, parecía intrínsecamente insatisfactoria porque el sigloXIX, la época de su difusión y desarrollo, fue la era de la Re-volución Industrial, un periodo de expansión nacional exa-gerada, de éxito imperialista, de desarrollo económico y cre-cimiento de la población a nivel global. No era posible queuna ley tan lúgubre sirviera para explicar estos eventosexpansivos.

En efecto, la ley por sí misma no podía explicarlos. Paraver cómo podía contribuir a un entendimiento, fue necesarioconcebir a las poblaciones humanas como estructuras, y queestas estructuras operaban bajo ciertas restricciones. El prin-cipio surgió de la proposición darwiniana sobre la selección

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natural (cf. Darwin). Dada la amplia variedad de especies quese manifiestan en una diferenciación igualmente amplia de am-bientes, Darwin formuló el importantísimo principio de quela vida tendía hacia variaciones de forma al azar. El hecho deque estas formas emergentes tuvieran que sobrevivir en am-bientes reales y entre una variedad de especies en expansión,condujo a la eliminación de las formas particulares menosaptas para sobrevivir. Así, una forma particular de vida debíallenar ciertos requisitos mínimos para no verse condenada adesaparecer.

A principios del siglo XX la teoría darwiniana de la selec-ción natural se unió a la segunda ley para explicar que, en vezde seguir un proceso de degeneración caótica, las especiesparecían alcanzar formas cada vez más complejas. AlfredLotka sostuvo que esto se debía a que, a la larga, algunas delas nuevas formas emergentes utilizaban cantidades mayoresde energía, captaban más energía del medio ambiente y laempleaban en sus esfuerzos por sobrevivir (cf. Lotka, 1925 y1945). Las diferencias dieron a las que usaban mayor canti-dad de energía una ventaja sobre las que empleaban menos,que, de hecho, podían convertirse en sus presas. Así, segúnLotka, conforme surgían nuevas poblaciones, las que capta-ban mayor cantidad de energía tendían a sobrevivir a expen-sas de aquellas que captaban menos. La selección natural,lejos de ser una fuerza restrictiva, era una fuerza selectiva queconcertaba la producción de organismos y sociedades cadavez más complejos.

La ley de Lotka fue una formulación decisiva, pero enmuchos aspectos se encontraba aislada. Aún faltaba un ele-mento muy importante para completar el cuadro. Estaba muybien afirmar que las formas que utilizaban mayor cantidad de

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energía tenían ciertas ventajas sobre las que no lo hacían, peroeso no explicaba cómo habían surgido esas formas más com-plejas.

Algunos historiadores y antropólogos habían notado quela sociedad humana era una estructura que utiliza energía, yque en alguna medida debía adherirse a la segunda ley.4 Des-pués de la Segunda Guerra Mundial una comprensión mássofisticada de la ecología hizo percibir que no sólo eran deinterés las especies sino que los sistemas de especies, en elcontexto de su medio ambiente, eran los que constituían lasverdaderas unidades de supervivencia y evolución (cf. Odum,1971; Margalef, 1968). Desde esta perspectiva se hizo evi-dente que el desarrollo humano era un desarrollo especial ymuy costoso en energía. Aunque había sido largamente pro-nosticada, la crisis energética de los setenta atrajo la atenciónpública sobre el hecho de que el hombre controla recursospero que a la vez se encuentra controlado por ellos. La expli-cación de cómo fue posible que estas estructuras complejaspudieran surgir de formas manifiestamente más simples con-tinuó basándose en nociones metafóricas tales como “alimen-tándose de entropía negativa” o “por islas de concentraciónde energía” sumidas en el mar de la entropía y de la degrada-ción de la energía (cf. Schrodinger, 1968; Boulding, 1968).

Había elementos en las ciencias sociales, especialmenteentre los antropólogos evolucionistas, que se preocupabanpor el surgimiento de sistemas nuevos y complejos, pero ensu búsqueda de explicaciones satisfactorias recibían poca ayu-da de los científicos naturales. Al principio de la década delos sesenta, Prigogine y sus colegas sostuvieron que ni la di-

4 Véanse, por ejemplo, Ostwald (1909), White (1943) y Cottrell (1955).

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námica clásica ni la teoría termodinámica eran suficientes porsí mismas para explicar el surgimiento de nuevos sistemas.Más bien se hacía necesaria una tercera área teórica. Ésta seconstituyó con lo que llamaron “sistemas que no están enequilibrio” y “estructuras disipativas”.

Una estructura disipativa es una clase especial de estruc-tura de insumo-producto. Es una estructura que está fuerade equilibrio y permanece en ese estado por su capacidad demantener un insumo-producto continuo que la conserve enese nivel. Para su comprensión es fundamental entender cómosurge y cómo logra mantenerse después. Emerge de un con-junto de circunstancias anteriores, que suelen involucrar es-tructuras disipativas previas, cuando aumenta el flujo de ener-gía al sistema. Este aumento, dados los arreglos estructuralesexistentes, hace necesaria la aparición de fluctuaciones. Éstasson, en cierto sentido, experimentos en la búsqueda de nue-vas estructuras. Esas fluctuaciones persisten hasta que, comodice Prigogine, se produce un evento crítico. Éste es la apari-ción casual, en una fluctuación en particular, de un elementoautocatalítico. Este mecanismo, cuya aparición es esencial-mente impredecible, sirve para asegurar el nuevo nivel deinsumo-producto necesario para mantener la fluctuación enese punto del tiempo. Así, hay “orden mediante la fluctua-ción”, forma de alcanzar el orden totalmente diferente de laque puede describirse en términos de la dinámica o la termo-dinámica clásicas.

La estructura disipativa es, por lo tanto, una estructuraautoorganizada, que contiene en sí misma los elementos ne-cesarios para mantenerse durante cierto tiempo.

Contiene un sistema cibernético (Wiener, 1948) que con-trola el ritmo de insumo y producto. Para comprender cómo

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funcionan las estructuras disipativas es muy importante elhecho de que no pueden predecirse de manera específica.

Cuando una serie de fluctuaciones tiene lugar y aumenta,el conjunto previo de circunstancias está saliendo del estadode equilibrio. Podemos suponer que cada fluctuación es úni-ca, que acarrea una concatenación de partes que nunca antesse habían asociado. Si no se produce el evento crítico, cadauna cede y es seguida por otra. Si los elementos componen-tes están distribuidos de tal manera que cada fluctuación tie-ne una composición diferente, en general no puede sabersepor anticipado qué combinación particular predominará yconstituirá el mecanismo autocatalítico que pueda servir paramantener a esa fluctuación en su nuevo nivel, para mante-nerla como una manifestación enteramente nueva, como unanueva forma espacio-temporal. También es claro que no po-demos predecir mucho sobre la nueva forma hasta que laveamos. Si sabemos bastante sobre sus componentes discre-tos iniciales, esto puede decirnos algo. Pero es probable quelas cosas más interesantes sean precisamente aquellas que re-sultaron impredecibles por entero.

Podemos destacar la importancia de las contribuciones dePrigogine haciendo notar algunos aspectos importantes.Muchos descubrimientos anteriores en el campo de la ciber-nética, de la teoría de los sistemas, la ecología y la economía(por nombrar sólo algunos), habían reconocido tiempo atrásque los sistemas orgánicos y sociales eran sistemas de insumo-producto. Prigogine demostró que este fenómeno también eracaracterístico de estructuras físico-químicas, y a partir de es-tas observaciones logró identificar un cierto número de ca-racterísticas que prometen ser de gran utilidad en el análisisde los procesos sociales. No sólo identificó lo que llamó es-

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tructuras disipativas, sino que reconoció un tipo de sistema quesirve para unificar a las ciencias naturales y sociales. Entre lascaracterísticas de particular importancia en estas estructurasfigura el hecho de que su surgimiento específico seguirá unatrayectoria esencialmente estocástica, es decir, una trayecto-ria que es en esencia indeterminística en ciertas coyunturas ynódulos (ya que su dirección depende de factores impredeci-bles de antemano). Además, al incrementarse la energía den-tro de un sistema tal, Prigogine observó que, como caracte-rística, entraría en una fase de fluctuaciones y perturbacionescrecientes que, en algún momento, harían emerger un nuevoproceso ordenado, una nueva estructura disipativa. De granimportancia en relación con este fenómeno de emergenciafue el hecho de que Prigogine reconociese que la compleji-dad evolucionaba por medio de estas estructuras disipativas.Es decir, que las organizaciones complejas tienen un patróny un proceso de surgimiento definidos. Finalmente, pudorelacionar el proceso íntegro con el sistema de conocimientode la física y sostener que este tipo de estructuras están en unestado de extremo desequilibrio, muy lejos del equilibrio. Sonestructuras termodinámicas que no sólo crean entropía al crearproducto, sino que constantemente toman insumos paramantenerse en su forma estructural particular.

Este último aspecto es de gran importancia. Una caracte-rística central de la estructura disipativa es que necesita unconstante insumo de energía para mantenerse (de aquí sederiva el término “disipativa”; la falta de insumo provoca ladisipación de la estructura). La forma particular de la energíarequerida cambia de un sistema a otro. Los seres vivos nece-sitan una variedad de elementos nutritivos, principalmenteminerales y bioquímicos. La mayoría de las formas de vida

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vegetal requieren luz, de preferencia la luz solar directa, comofuente principal de energía. Por medio de la fotosíntesis, laenergía de la luz es convertida en vida por las plantas verdes.Es obvio que todos los seres vivos son estructuras disipativasde un tipo extremadamente complejo. Existen también otrostipos, las velas, por ejemplo, o cualquier incendio, así comovarios procesos físico-químicos del tipo de los que conduje-ron a la identificación original de estas estructuras.

En el transcurso de su existencia, las estructuras disipativasmanifestarán alguna condición homeostática, o sea, un esta-do constante. Éste puede variar en cuanto a su duración, peroen los sistemas vivos tiene que durar, desde luego, el tiemponecesario para su reproducción. En estructuras donde losinsumos y productos son por entero controlados externa-mente, la duración del estado constante dependerá de los es-fuerzos externos por mantener el insumo de energía necesa-rio. Cada tipo de estructura tendrá una secuencia típica o unpatrón de estados previos a la aparición del estado constante.En los ecosistemas esta secuencia suele ser la curva sigmoidal(curva-S), típica también de la transición clásica de población.

El tamaño y la forma finales de cualquier estructura parti-cular están determinados en cierta manera por la cantidad deenergía que fluye a través de ella; pero algunas –como los orga-nismos vivientes– poseen mecanismos de control internos quelimitan el tamaño final, permitiendo así que la trayectoria devida de la estructura sea en alguna medida predecible.

La distinción que hace Prigogine entre estructuras en equi-librio y estructuras disipativas que no están en equilibrio re-sulta útil de diversas maneras. Ayuda a identificar las distintaspartes que funcionan como insumos para las sociedades hu-manas. Brinda una base naturalística para comprender los

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diferentes papeles que juegan dentro de una sociedad los re-cursos naturales, los artefactos, los seres vivos domesticadoso silvestres, y los mismos seres humanos. Sugiere que, paracomprender la trayectoria de una sociedad en particular, de-bemos también comprender la trayectoria de las partes prin-cipales que integran el sistema. Además, cada una de estaspartes no sólo puede tener una trayectoria diferente (por ejem-plo, la vida de un palillo de dientes es mucho menor que la deun buen cuchillo; la vida de las ondas sonoras producidaspor el habla es aún más breve), sino que pueden tener dife-rentes tipos de trayectoria (por ejemplo, la vida de un cuchillode piedra es indefinida, pero de cualquier manera es larga; lavida del animal que se puede matar con él tiene una duraciónmáxima, probablemente menor que la de un buen cuchillo).

Las sociedades difieren, entonces, en cuanto al tiemponecesario para asegurarse los insumos, para mantener el flujode energía y para reponer las formas que se vuelven esencia-les para la vida en una sociedad particular. Esto constituye loque más adelante denominamos “costo energético de la pro-ducción” y representa un elemento esencial en la trayectoriavital de cualquier estructura disipativa, porque cuando llega aser equivalente a los insumos de la estructura, ésta, forzosa-mente, no manifiesta ya expansión ni crecimiento.

La comprensión de las estructuras disipativas puede serde mucha utilidad para nuestra comprensión de la composi-ción de la sociedad humana, así como de otros aspectos desu naturaleza.

Resulta obvio que un organismo humano puede ser clasi-ficado corno disipativo y, por ende, también pueden serlo lassociedades humanas. Pero existe una diferencia importanteentre la forma espacio-temporal de una sociedad y las for-

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mas de sus componentes. Los componentes de la sociedadhumana incluyen no sólo los insumos nutritivos necesarios ylos organismos mismos, sino que, desde hace millones deaños, incluyen un conjunto cada vez más complejo de arte-factos. La cultura, ese recurso adaptativo particular de la es-pecie humana, produce un sinnúmero de artefactos que, adiferencia de las construcciones de muchas otras especies,son usados y vueltos a usar continuamente a través de distin-tas etapas de la historia, a veces con propósitos por enterodiferentes. Algunos campesinos mexicanos contemporáneosviven en las ruinas de haciendas del siglo XIX y en sitios ar-queológicos precolombinos, usando las estructuras de socie-dades anteriores como insumos para sus propias construc-ciones. Muchas personas acomodadas de la sociedad industrialoccidental viven rodeadas de elementos creados en socieda-des anteriores para fines específicos, y que ahora han pasadoa ser designados como obras de arte.

Identificar a las sociedades como entidades que tienenmucho en común con las estructuras disipativas aclara algu-nos problemas que causan dificultades a sociólogos yantropólogos. Uno de éstos consiste en tratar de definir silos artefactos producidos por el hombre a través del procesode adaptación deben ser considerados como parte de la “so-ciedad” o como algo separado. Resulta claro que si entende-mos a la sociedad como una estructura disipativa, los arte-factos son una parte intrínseca de ella. No hay manera deomitir la cultura material al hacer el análisis de cómo funcio-na un sistema. Ya es hora de desechar la noción sociológicade que las relaciones sociales son el único factor de impor-tancia. Como se sostuvo en diversas ocasiones, los artefactosson extensiones materiales del hombre, y sería tan poco ra-

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zonable pretender excluirlos de la totalidad social como losería pretender excluir sus ideas.

El concepto de estructura disipativa nos refiere a la cuestiónde las fronteras y a la importancia de poder identificar unaestructura en términos de autoorganización. Dado que el com-portamiento social del hombre es autoorganizado, debemosreconocer que su trabajo sobre el medio ambiente es partede esa autoorganización. Es más, siguiendo a los ecólogos,debemos reconocer que la vida y la continuidad de una es-tructura disipativa dependen por completo de la continui-dad del insumo. Por lo tanto, el medio ambiente es parteesencial del sistema mayor. En la medida en que el hombrecontrola efectivamente ese ambiente (como lo hace en laagricultura y la industria), estos rasgos ambientales formanparte de la estructura disipativa mayor. Creo que en la actua-lidad está por determinarse si resulta útil considerar a los di-ferentes tipos de unidades operantes o sociales del hombrecomo estructuras disipativas y, en ese caso, cómo hacerlo.Mucho de lo que sigue trata aspectos de este problema.

El problema de la dimensión última u óptima de la espe-cie humana se ve complicado por el hecho de que puede serdeterminada tanto por restricciones externas sobre las fuen-tes de insumo como por mecanismos internos de control.Las restricciones externas resultan obvias y han sido objetode mucha discusión en términos del agotamiento de recur-sos no renovables. En la mayoría de los casos las prediccio-nes de los ecólogos respecto a las reservas de petróleo, aun-que de buena fe, se basan en información poco satisfactoria.Sin embargo, el problema es potencialmente serio por la sen-cilla razón de que no sabemos realmente cuál pueda ser ellímite de estos recursos (Meadows et al., 1972).

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Cuando hablamos de mecanismos internos de controlsolemos hacerlo en términos de mecanismos voluntarios. Elcontrol voluntario de la población, las restricciones al uso delpetróleo inducidas por el gobierno, la manipulación del mer-cado por medio del control de precios, son mecanismos querequieren decisiones de los participantes. También son me-canismos sujetos a las decisiones en contrario, si los benefi-cios que éstas acarreen prometen ser mayores. Los argumen-tos en favor del control de la población no son muy atractivos,en Argentina, por ejemplo, país que puede aducir con razónque necesita población para poder utilizar sus recursos. YBrasil rechaza la recomendación de utilizar medios de con-trol para evitar la excesiva contaminación de la atmósfera,aduciendo que se preocupará por la contaminación cuandohaya alcanzado el grado de desarrollo de que disfrutan losgrandes contaminadores actuales.

Se ha prestado poca atención al hecho de que la especiehumana puede ser una estructura disipativa con un mecanis-mo de control inherente sobre el cual poseemos relativamentepoco control.5 El argumento que sustenta esta posibilidad sederiva de la consideración de las implicaciones del costo de la

5 El trabajo de Meadows et al. (1972) se ocupa de las retroalimentacionesque pueden llevar a un sistema a un fin desastroso. Estas especula-ciones son atractivas pero, lamentablemente, no toman en cuenta laoperación del sistema de poder, es decir, el sistema en el cual el hom-bre pone en juego su interés personal. El asunto del costo de pro-ducción de energía es una proyección más general de una retroali-mentación negativa recurrente basada en la operación interna delsistema mismo, que ignora las restricciones externas adicionales quepueden ser activadas.

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producción en términos de energía en sistemas de expan-sión. En la trayectoria de crecimiento de un ecosistema lacantidad de biomasa se desarrolla por medio de una curva-S.Esto ocurre por las restricciones externas que limitan su cre-cimiento, y porque en su proceso de expansión requiere unacantidad cada vez mayor del insumo tan sólo para mantenerel sistema. Puede llegar a una condición en que es tal la can-tidad de insumo necesario para reproducir la biomasa del sis-tema que la estructura se ve obligada a pasar a un estadoconstante.

Ocurre un proceso similar en la evolución de la cultura,cuando la energía necesaria para mantenerse es cada vez mayory absorbe una cantidad creciente del insumo total. Este ele-mento crece desproporcionadamente con respecto a la pro-ducción total y constituye la energía necesaria para detonar ymantener en movimiento al resto del flujo en el sistema. Enel proceso de complejización de las culturas el incremento dela efectividad tecnológica se logró aumentando la cantidadde energía utilizada para detonar y mantener los sistemas.Este costo energético de la producción para el sistema enconjunto crece más rápidamente que el flujo total de energíaen la sociedad, y muy bien puede constituir el mecanismohomeostático que lleva al crecimiento del sistema a un esta-do constante. Por lo que sé, no se ha emprendido el análisisde este problema. Pero cualquier consideración sobre las pro-porciones que pueda alcanzar la especie humana y la cantidadde energía que pueda llegar a producir, debe contemplar lasimplicaciones de este planteamiento (E and S: 117-119 ss.).

Uno de los problemas que inhibe nuestra comprensión delas implicaciones de la energética de la sociedad humana esque las ciencias sociales no han estudiado la relación entre la

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especie y las diversas sociedades que la componen. Para tra-tar este aspecto, debemos pasar por un momento al tema delos ecosistemas.

Un ecosistema presenta las características de una estruc-tura disipativa. Su dimensión última depende del volumen deenergía que logra incorporar; tiene una trayectoria vital que,bajo condiciones más o menos constantes, llegará a manifes-tar un estado estable. Se constituye por una combinación deestructuras en equilibrio y estructuras disipativas.

La ecología como parte de las ciencias naturales estuvolargo tiempo separada del campo de estudio que surgió conel mismo nombre en las ciencias sociales. Sospecho que unade las razones por las que hubo poco intercambio entre am-bos campos de estudio, fue que la definición sociológica deecología estaba restringida por el concepto de sociedad, mien-tras que en las ciencias naturales no ocurría lo mismo. Elcientífico natural define al ecosistema como una “comuni-dad” integrada por una variedad de especies diferentes, deseres rapaces y sus presas, de plantas y animales, etc. En elárea de las ciencias exactas el ecólogo examina un complejoen el cual no hay una especie o población central; no se con-templa ningún componente principal de la comunidad queconstituye el objeto de estudio. El ecólogo social, con su pre-disposición a preocuparse por la especie humana, tiende acomenzar por ver un agregado de seres humanos que pue-den ser concebidos como una sociedad o una población, ocomo un subelemento particular de una sociedad. Estodistorsionó los planteamientos subsecuentes sobre losecosistemas destacando cómo afecta las distintas partes a lasociedad central; la forma en que se relacionan unas con otraspasó a ser un problema de interés marginal.

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Una seria consecuencia de estos planteamientos es quelos límites de una “población” son determinados por el so-ciólogo al decidir cuál es el agregado de seres humanos quele interesa. Esto tiene sentido desde el punto de vista delestado de supervivencia de esa población en particular, perodistorsiona la noción de ecosistema porque en vez de con-templar una comunidad de formas naturalmente interde-pendientes, tiende a centrarse en aquellas formas que se con-sideran importantes para la supervivencia de una poblaciónarbitrariamente definida. La preocupación del sociólogo porla población es similar a la del médico por su paciente. Seinteresa por la supervivencia de la población humana parti-cular que constituye su objeto de estudio, y considera sólo demanera marginal la contribución que esta población puedaestar haciendo al ecosistema mayor del cual es parte. En ma-nos del ingeniero humano, la “ecología”, derivada tanto delas ciencias naturales como de las sociales, actuó como unestudio para subrayar la continuidad y expansión de la espe-cie humana. Le resulta imposible actuar de manera desinte-resada respecto a los ecosistemas que estudia. (Para que nose crea que ataco el punto de vista de la “ingeniería” humana,quiero subrayar que es difícil esperar que los seres humanosse dediquen al mantenimiento del ecosistema si esta activi-dad no promete colaborar con su supervivencia.)

Podemos volver ahora al problema de la distinción entrela especie y las sociedades. Un rasgo característico importan-te de las estructuras disipativas consiste en que es posibleidentificar una frontera entre la estructura y su medio am-biente. La frontera puede ser caracterizada de varias mane-ras, pero debemos ver la estructura como una continuidadde formas espacio-temporales alrededor de la cual cambian

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constantemente otros elementos; en cierto sentido, la estruc-tura lleva consigo una memoria6 de su propio pasado en sucontinuidad de forma. El medio ambiente de la estructura secaracteriza por ser cambiante. Los recursos se convierten eninsumos para la estructura y, por lo tanto, son transformados.

Este tipo de cuadro se ajusta a la mayoría de los organis-mos que conocemos. También corresponde a muchos fenó-menos sociales, como una comunidad esquimal o una bandade bosquimanos africanos que viven relativamente aislados.Pero veamos estructuras más complejas, como cuando losesquimales consumen alimentos enlatados, usan armas deacero y antibióticos; o cuando los bosquimanos encuentranconveniente convivir de manera semidependiente duranteciertas épocas del año con tribus de pastores herrero, a quie-nes permiten resolver disputas internas propias que, de locontrario, podrían llevar a la disolución del grupo bosquimano.Cuando vemos a los esquimales y a los bosquimanos comoestructuras disipativas aisladas, encontramos que existen cier-tos insumos que están tan integrados al orden de la sociedadque no nos permiten demarcar claramente los límites entre lasociedad menor y la sociedad mayor dentro de la cual opera.La línea divisoria entre el esquimal y el comerciante, y entrelos bosquimanos y los herrero, se torna borrosa, y no pode-mos tener la certeza de que debe ser trazada. Es posible quedebamos distinguir los límites que se establecen gracias a la“memoria” que posee la estructura misma, límites que refle-jan el hecho de que la memoria humana puede llevar la cuen-ta de sus propias fronteras anteriores así como las de otras

6 Ilya Prigogine sugirió esta metáfora.

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estructuras. Con base en esto podríamos considerar apropia-do seguir trazando fronteras en torno a la comunidad esqui-mal y a la banda bosquimana.

Es mucho más difícil argumentar a favor de la delimita-ción de una metrópoli moderna.7 Para comenzar, el postula-do de un límite metropolitano tiende a ser extremadamentevariable, ya que depende del interés particular del observa-dor: si debemos incluir o no los suburbios, qué es un área deimpuestos adecuada, si las líneas que delimitan los distritoseducativos deben concordar con líneas de otro tipo o no, silos distritos de control de incendios deben incluir o excluirciertas áreas, etc. Puede darse el caso de que sean útiles los‘’límites urbanos’ establecidos, pero cuando encontramos quehan sido trazados muchos kilómetros más allá del área habi-tada (como lo hacen algunas ciudades particularmente vora-ces), debemos abandonar esta posibilidad.

La ciudad parece tener una forma espacio-temporal pre-cisa; podemos afirmar que constituye un sistema de insumo-producto (en lo económico, al menos), y que se desarrollasegún la cantidad de energía introducida. Pero en dos aspec-tos importantes parece constituir una estructura que difierede las estructuras disipativas con que nos hemos familiariza-do. Por una parte, como dijimos, no podemos establecer unlímite definido; no podemos saber con certeza si los insumosestán entrando a una estructura específicamente identifica-ble, o si tan sólo merodean por una de sus partes desarticula-das. En segundo lugar, no hay indicaciones de que las ciuda-

7 Acerca de los bosquimanos, véase Lee (1972); sobre los esquimales,véase Kemp (1971).

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des posean alguna condición natural de estado constante. Esdecir, no hay pruebas de que las ciudades, como tales, encuen-tren una homeostasis natural. Pero es posible, en ciertos ca-sos, hablar de hinterlands, áreas que abastecen a las ciudades ya las cuales sirven de alguna manera. Y podemos hablar de loque es, si no una dimensión constante, sí una dimensión co-herente al parecer con la sociedad mayor. Éste era el caso demuchas capitales latinoamericanas antes de la Segunda Gue-rra mundial, cuando los países no estaban muy industrializadosy en las capitales vivía alrededor de 10% de la población na-cional.

Parece razonable concluir que en la ciudad encontramosuna estructura afín a las estructuras disipativas, aunque noconstituya un ejemplo clásico.

Por lo que alcanzo a ver, el único agregado de seres huma-nos que puede ser considerado definitivamente como un sis-tema disipativo, y del cual puede esperarse que en algún mo-mento futuro alcance un estado constante, es la especie en sutotalidad. La especie humana tiene en común con las demásespecies una forma de expansión: la expansión por medio dela reproducción de unidades sociales. No me refiero a la re-producción de individuos, sino más bien a la de familias, uni-dades domésticas, bandas, aldeas, etc. Existen poblacionesreproductivas que comprenden la unidad de supervivenciade la especie, y conforme se expanden en número de miem-bros individuales, tienden a subdividirse en nuevas unidades,a producir brotes. Basados en esto podemos asumir que labanda y las primeras organizaciones tribales se multiplicarony extendieron durante más o menos dos millones de años, apartir de su aparición en África, y que los pueblos cazadoresy recolectores llegaron a cubrir la tierra. En el curso de este

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proceso desarrollaron necesariamente nuevas tecnologíasadecuadas a los ambientes particulares que iban dominando.Cuando el hombre llegó a domesticar otras plantas y anima-les, había logrado una amplia variedad de modos de adapta-ción por medio de las bandas. Culturalmente presentaba unagama de soluciones de supervivencia. Sociológicamente, sinembargo, hay que señalar que en términos de expansión ener-gética no formaron sociedades mucho mayores que los terri-torios actuales de los primates. El dominio del fuego y dealgunos utensilios les dio una ventaja que poseían pocas ban-das no humanas; y las formas de parentesco culturalmenteelaboradas los dotaron de una forma de extender de maneratemporal las dimensiones de un agregado particular, permi-tiéndoles relacionarse (pero no confundirse) con otras ban-das similares para fines ceremoniales o económicos.

Aun en este nivel de desarrollo evolutivo podemos consi-derar que las bandas diseminadas formaban una especie deestructura disipativa en la cual cada una de ellas alcanzó di-mensiones funcionales en relación con la disponibilidad derecursos en su medio ambiente. Se introdujeron mecanismosque tuvieron el efecto acumulativo de mantener a la pobla-ción dentro de los límites permitidos por los recursos dispo-nibles. Sin embargo, también era posible incrementar los re-cursos. Se produjeron adelantos tecnológicos que permitieronla expansión de las poblaciones. Esto significa que aunquelas bandas, y más tarde las jefaturas y los reinos-Estado, hu-biesen encontrado un estado constante, efectivo, si bien tem-poral, aún no se ha logrado un estado constante para la espe-cie en su totalidad. Todo lo contrario. Desde su génesisprimitiva, la especie creció y se extendió en un proceso con-tinuo; de manera irregular, con lentitud al principio, pero cre-

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ció inexorablemente. La expansión manifestó un patrón ge-neral de crecimiento exponencial. Aunque no podemos afir-mar que el exponente particular haya sido el mismo durantetodos los estadios de desarrollo del hombre, es probable queel incremento en la efectividad tecnológica-ambiental de ex-tracción de energía haya incrementado la tasa exponencial.

La aparición de nuevas tecnologías, con el consiguienteaumento de eficacia en la extracción de energía para el usodel hombre, significó que de tiempo en tiempo algunas so-ciedades tuvieran una ventaja adaptativa sobre otras. Aque-llas con mayores habilidades sobrevivieron a expensas de lasdemás. Esto es en esencia lo que propone la ley de Lotka, yes fundamentalmente la forma en que operó la selección na-tural entre los grupos humanos. Pero resulta imposible tra-zar los orígenes históricos de una sociedad hasta los orígenesprimarios del hombre. En cambio, vemos no sólo una espe-cie que se multiplica, sino una serie de sociedades que se de-sarrollan, se contraen, y desaparecen en el contexto de otrassociedades que están en algún otro estadio de una trayectoriahistórica diferente. Sólo cuando vemos a la especie en su to-talidad podemos trazar una curva más uniforme de su proce-so de expansión. Se puede plantear que sólo tomando a laespecie como un todo podríamos esperar que la trayectoriallegase a nivelarse en algún tipo de estado constante. Es razo-nable aducir que es la especie, en el contexto de la biosfera, laque integra un ecosistema, y que esta unidad constituye unsistema disipativo.

Cuando nos trasladamos a cualquier nivel específico, a unaunidad que denominamos sociedad, nos enfrentamos de in-mediato con el problema que se nos planteó antes al analizarlas ciudades. Encontramos unidades muy complejas que

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muchas veces se distinguen por una membrecía cambiante(cambiante no sólo en el sentido de muerte y reproducciónbiológica, sino de reclutamiento y expulsión, por reorganiza-ción, recombinación, segmentación, etc.). ¿Resulta de algunautilidad tratar de identificarlas como estructuras disipativasen el sentido planteado por Prigogine? De momento sólopuedo sugerir una respuesta tentativa. Aunque estos peculia-res productos sociológicos humanos pueden carecer de lími-tes definidos y del supuesto estado constante de la estructuradisipativa, comparten con ella algunas otras características:dependencia del insumo-producto de energía, la relación ta-maño a volumen de flujo de masa energética, y la disipacióninevitable que, si se detiene el insumo de energía, da comoresultado reliquias fragmentadas de una sociedad.

Estas desordenadas unidades sociales al parecer son otrosrasgos de las estructuras disipativas. Están relacionadas conel proceso de surgimiento. Posiblemente el rasgo de mayorinterés de las estructuras disipativas (además de que parecenser estructuras que funcionan, y que en su forma más com-pleja son capaces de adaptarse), sea que surjan de cúmulosde partes aparentemente más simples. Los principales proce-sos que han hecho que la adaptación del hombre se distingade alguna manera de la de las otras especies complejas ema-naron de su capacidad de crear estructuras nuevas y más com-plejas. No nos referimos sólo a su habilidad para iniciar nue-vas asociaciones voluntarias, nuevas empresas, nuevasorganizaciones de seres humanos, sino al hecho de que enalgunos casos estas nuevas organizaciones son de una escalay de un tipo totalmente nuevos.

Una de las principales características que definen el surgi-miento de estructuras disipativas nuevas, descrito por

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Prigogine, consiste en un periodo de fluctuaciones crecien-tes en el sistema, de oscilaciones y manifestaciones irregula-res e impredecibles. La importancia de las fluctuaciones radi-ca en que cada una de las estructuras disipativas anteriores, ocada agregado de este tipo de estructuras, posee sus propioslímites y los mantiene a través de los insumos continuos. Eltamaño específico que alcanzan es el adecuado al insumo y alconjunto particular de partes que conforman la estructura.Cuando ocurre un incremento significativo de algún insumoen particular, de uno que tenga el potencial de impulsar a laestructura hacia una nueva forma espacio-temporal, el pro-ceso real involucrado es de ruptura, de destrucción de loslímites existentes para permitir que se tracen otros nuevos.Esta ruptura requiere un gran esfuerzo porque una de lasfunciones de los límites es la de soportar las constantes fluc-tuaciones menores que amenazan a la estructura. Conformese incrementan los insumos, se produce un proceso de fluc-tuación dentro del cual aumentan las irregularidades hasta quellega un momento en que el límite se rompe irrevocablementey los crecientes insumos establecen una forma más compleja.

Prigogine describe este proceso como el logro del “ordenpor medio de fluctuaciones”. Con esto quiere decir que, mien-tras no estén en proceso las diversas fluctuaciones, no puedesaberse cuál de ellas logrará establecer una nueva estructura.Es en este aspecto que encontramos un indeterminismo in-herente. Si la ruptura surge de un conjunto particular de per-turbaciones, la estructura que resulta puede tener una forma;si la ruptura resulta de un conjunto de perturbaciones dife-rente, los resultados pueden ser otros. En esencia es imposiblepredecir cuál de estos procesos va a ocurrir, ya que las pertur-baciones mismas son inherentemente desordenadas.

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Si buscamos fenómenos de este tipo en el transcurso de lahistoria humana, vemos que aparecen en una variedad de cir-cunstancias. No solemos verlos como oscilaciones o fluctua-ciones físicas, sino más bien como irregularidades que al pa-recer ocasionan desorden en los sistemas a los cuales estamosacostumbrados, y que brindan un mecanismo de ensayo yerror para la formulación de nuevos sistemas. Si observamosel surgimiento de estructuras específicas familiares e iden-tificables, con frecuencia encontramos que sus comienzosfueron irregulares, con escaso o ningún éxito inicial; sólodespués de varios intentos, cada uno de los cuales aprendíaalgo del anterior, las nuevas estructuras llegaron a una formaque parece funcionar, encontraron límites que las separan dela estructura anterior y constituyen una forma espacio-tem-poral nueva. Las que hoy conocemos como empresas mo-dernas e instituciones bancarias carecían en sus inicios demuchas de las características notorias que sirven para identi-ficarlas hoy. El automóvil se inició como una serie de experi-mentos con distintos tipos de motores y con característicasdiversas del vehículo; gradualmente se conformó como elvehículo de motor de combustión interna y de cuatro ruedasque conocemos en la actualidad.

Se puede objetar que escoger una invención humana, comoel automóvil, que requirió un modelo mental y un sistema deretroalimentación de cierta complejidad, para ejemplificar elsurgimiento de las nuevas estructuras disipativas, aleja dema-siado la noción de su génesis en las ciencias naturales. Peroconsidero que nos atribuimos demasiada importancia si se-paramos al hombre de procesos similares que ocurren en lanaturaleza. De la naturaleza surgen estructuras de una delica-deza y complejidad extraordinarias, estructuras que apenas

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comprendemos y que por supuesto somos incapaces de igua-lar o imitar. El hecho más común del cual dependemos es elproceso mediante el cual la energía solar se convierte en ma-teria orgánica, y definitivamente es de una complejidad ini-gualada por el hombre. Producir nuevas estructuras que con-tribuyan a la supervivencia particular del hombre constituyela principal innovación humana frente a la naturaleza; el hom-bre ha fabricado estructuras que son extensiones de sí mis-mo. No debe sorprendernos que las nuevas extensiones evo-lucionen a saltos, en un proceso de ensayo y error, de salidasen falso, y que las nuevas estructuras surjan a partir de laacumulación de experiencia y del replanteamiento de los mo-delos mentales.

Una estructura disipativa es aquella que está lejos del equi-librio. Podemos decir que probablemente existe en potenciaen la “naturaleza” una gama infinita de combinaciones departes que podrían constituir sistemas de insumos-productoautoorganizadores si llegaran a entrar en conjunción. La in-geniería y la ciencia del hombre lograron componer una am-plia variedad de sistemas de este tipo; no puede decirse quesean de una variedad tan amplia como la que produjo la na-turaleza, pero debemos tomar en cuenta que sus intentosabarcan unos pocos millones de años, y pocos siglos de es-fuerzo intensivo.

Con base en la ley de Lotka, que propone que los sistemasque captan más energía tendrán una ventaja selectiva naturalsobre los demás, podemos asumir que lo mismo sucede conlas estructuras disipativas nuevas, así como con las especies ypoblaciones. Si analizamos el registro de la historia humanaencontramos que una forma de organización que surgió haceunos pocos miles de años es la que hoy denominamos jefatu-

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ra. La jefatura es de singular interés porque fue la primerainvención sociológica humana de un tipo de estructuradisipativa completamente nuevo; además, fue reinventada demanera independiente muchas veces. La jefatura es impor-tante porque constituyó una nueva forma de organización.Debemos preguntarnos, dada la evolución posterior de lassociedades humanas, si existen condiciones comunes a estaslíneas de invenciones sociológicas humanas que nos permi-tan hacer predicciones sobre surgimientos futuros. Esta po-sibilidad de predicción resulta más remota si tratamos conapariciones puramente extrahumanas. En el tercer capítulonos ocuparemos de un aspecto de este problema; se afirmaen él que la condición específica que restringe la inventivahumana es que ésta opera a través de la mente humana.

Volviendo a la termodinámica de la supervivencia huma-na, vemos que la forma particular en que el hombre sobrevi-vió con ventajas adaptativas sobre las otras especies en com-petencia fue el desarrollo de nuevas estructuras expansivas,adaptativas y autoorganizadoras. Ya sea con base en la ley deLotka o en una mirada a los antecedentes humanos, pode-mos concluir que la tendencia que se manifiesta de maneramás consistente es la de extender y aumentar constantemen-te el control sobre el medio ambiente. El fenómeno se repite,ya sea que tratemos con el crecimiento demográfico del hom-bre paleolítico mediante su adaptación a climas y hábitatsvariables, o con la expansión de los imperios industriales du-rante los siglos XIX y XX; se manifiesta en el surgimiento pre-histórico de las jefaturas y en la aparición inminente de blo-ques supranacionales en la actualidad. No hay razón parapensar que este patrón expansivo sea producto de alguna men-talidad colectiva o de alguna motivación primaria que impul-

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saba al hombre hacia cosas mayores y mejores. Al contrario;en todo caso, para el intelecto humano resulta más fácil laimitación que la creación. Aunque hay elementos para pen-sar que la mayor parte de las inteligencias humanos tienencapacidad de invención, no hay razón para pensar que dehecho la pongan en práctica. Además, se produzcan o no lasinvenciones, su aceptación dependerá de que las sociedadesnecesiten soluciones a problemas específicos.

Al analizar la interrelación de las realidades de la adapta-ción energética con las vaguedades de la mente humana, en-contramos problemas de ambigüedad, falta de control, ame-nazas y soluciones. En un mundo cada vez más lleno desociedades, ya sean de nivel paleolítico o industrial en cuantoal uso de energía, algunas sociedades o sectores de las mis-mas –por designio o por azar– tienen más éxito que otras enla invención de soluciones. A través de los años, el rasgo prin-cipal que caracteriza a todas las sociedades que se desarrollana expensas de otras es su habilidad para captar y utilizar másenergía, ya sea en la forma de mayor cantidad de seres huma-nos o, lo que a la larga es más importante, en términos de undesarrollo técnico-ambiental más efectivo.

En la historia de la sociedad humana el papel de las estruc-turas disipativas emergentes fue el de usar más energía; exigenmás energía para proseguir con sus actividades. El hombre queposee un caballo tiene ventajas sobre el que no lo tiene; elpropietario de un automóvil cuenta con ventajas sobre el po-seedor del caballo. Es decir, las ventajas son efectivas mientraslos insumos necesarios de energía estén disponibles para laincorporación y uso continuo de estas estructuras disipativas.El incremento de ventajas adaptativas se vuelve sinónimode surgimiento de un incremento del flujo de energía.

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Es así como la segunda ley de la termodinámica, operan-do a través de la selección natural, conduce al surgimiento deestructuras sociales y técnicas que utilizan cada vez más ener-gía. Cuantos más flujos de este tipo aparezcan, mayor es laposibilidad de que surjan nuevas estructuras disipativas; elgrado de desarrollo que éstas puedan alcanzar depende de lacantidad de energía que pueden extraer del ambiente y cana-lizar, para su consumo, a través de sus diversos mecanismos.

La supervivencia humana nunca dependió de la supervi-vencia de los individuos, sino de la de poblaciones lo bastan-te numerosas y organizadas como para reproducirse en lascantidades necesarias para compensar las pérdidas. Hacien-do a un lado nuestras preocupaciones particulares, encontra-mos que la especie no sobrevive debido a individuos particu-lares ni a sociedades particulares, sino a que en la especie ensu totalidad existen algunos sectores que resultan adecua-dos o superiores. El control, tal como lo analizamos en elcapítulo 1, se refería a esta capacidad relativa. La supervi-vencia depende del control; la supervivencia diferencial hadependido del control diferencial, y el ejercicio del poder esla extensión del control mediante la manipulación de la psi-quis humana. Parte del proceso gracias al cual la especiehumana logró extenderse por todo el globo y aumentarconstantemente su control sobre los recursos energéticos,fue el aumento del uso de poder. Donde hay más formas deenergía bajo control, existen más bases para el ejercicio depoder, hay más decisiones que tomar. Cuando hablamos delincremento de poder en una sociedad, nos referimos al in-cremento de las bases de poder y, por lo tanto, al incrementode oportunidades para ejercer el poder. Es así como el creci-miento del poder en el sistema humano es un producto di-

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recto del incremento del control en el sistema. El incremen-to del control es un producto directo de la supervivenciaexitosa de la especie, y ésta no es más que una manifestacióndel funcionamiento de la segunda ley de la termodinámica,que da lugar al surgimiento de estructuras disipativas de or-ganización humana y tecnológica cada vez más complejas, yque, a su vez, dependen de la expansión del flujo de energíaen el sistema.

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3. EL TRABAJO DE LA MENTE

El problema central de la antropología cultural es la com-prensión de las complejas relaciones que existen entre

los procesos biológicos y psicológicos humanos y el ambien-te natural energético externo. Un aspecto particular de esteproblema se refiere a las diferenciaciones y distinciones for-males que el hombre hace entre las cosas del medio ambien-te. Estas distinciones son producto de la mente, pero una vezproyectadas al mundo exterior pasan a formar parte del mun-do energético. Debido a esto es necesario tener alguna com-prensión de la dinámica del proceso mediante el cual el hom-bre convierte las cosas en formas que poseen significado paraél, y luego toma decisiones basadas en lo que le sucede aestas formas.

Para bien o para mal, el estudio del poder y el controlhumanos no puede pretender exclusividad sobre ninguna fa-ceta particular de la actividad humana. Su comprensión re-quiere el estudio de la naturaleza de las formas energéticas ysu funcionamiento, y la comprensión de cómo actúan losprocesos de la mente humana (usando el término en sentidoamplio). Ser consciente del poder, sentir que alguien va adoblegarse ante nuestra voluntad, sentir la impotencia de nocontar con los medios para lograr que los demás hagan loque consideramos que deben hacer, o sentir que se está enun estado de equilibrio precario al no tener un conocimientoadecuado de las intenciones o habilidades de las personas

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con quienes interactuamos… todos éstos son fenómenos esen-cialmente psicológicos. Lo que los sociólogos y antropólogosdenominan, muy a la ligera, “relaciones sociales”, son en pri-mera instancia asuntos de la mente. La sutil proyección oextensión hacia el mundo externo implicada en este términoes una ilusión, un producto de la imaginación. Puede ser útilen las relaciones cotidianas, pero en realidad plantea un obs-táculo tan grande corno cualquier otro que se encuentra en-tre nosotros y una comprensión más realista de la conductahumana.

Al decir que el poder es un aspecto de una relación social,hacemos una concesión al uso común, un uso que probable-mente oscurece tanto como clarifica. Lo que “existe” es unconjunto de acciones e interacciones, y un conjunto relacio-nado de ideas y sentimientos. La “relación” es un modelomental que elaboramos para unir ambos elementos en unasíntesis única. Si examinamos en detalle lo que denomina-mos “relación”, encontramos un conjunto de seres huma-nos, cada uno de los cuales concibe ideas (y sensaciones, etc.),acerca de otras personas, las cuales, a su vez, tienen algunasideas sobre los primeros. Algunas veces de acuerdo con estasideas, y otras casi en oposición a ellas, hay interacciones ytransacciones, que con frecuencia involucran artefactos ex-ternos. Por lo tanto, podemos decir que una “relación” serefiere a un conjunto particular de procesos psicológicos, pro-cesos evidentes de conducta, y artefactos, que involucran ados o más individuos. No todo lo que se denomina “relacio-nes” implica una interacción directa, ya que pueden ser man-tenidas de manera indirecta, por correspondencia o interme-diarios, por ejemplo. Lo que importa destacar es que loscomponentes energéticos de las relaciones se diferencian de

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lo que aquí denominamos componentes mentalísticos. Elindividuo es capaz de mantener gran parte de la relación ensu mente durante largos periodos, sin ningún contacto o in-tercambio; pero también es posible que los contactos e inter-cambios ocurran con poco o ningún residuo psicológico.

Todo esto se relaciona con el poder, porque el poder resi-de, en forma de ideas, en la mente de las personas; pero seactúa con base en las ideas que se refieren al poder y, al ha-cerlo, éstas se ven proyectadas y, por lo tanto, incorporadas almundo energético. Una vez que sucede esto, las ideas quesirvieron de modelo a la acción probablemente se verán pues-tas a prueba. Si trato de dar órdenes a tal o cual persona ¿lasva a aceptar? Los mil veces alabados conocimientos del pro-fesor ¿son todo lo que se dice de ellos? ¿Posee en verdadtodos los conocimientos que le atribuimos? ¿O es que enrealidad sabe mucho menos, o mucho más? ¿Podemos con-cluir a partir de esto que el poder es sólo mental o sólo energé-tico? Debemos aceptar la noción de que el poder, como lacultura misma, es un complejo que implica conjunciones particu-lares de lo energético y lo mentalístico. Es evidente que lamente juega un papel importante en las cuestiones de poder,y que debemos examinar por lo menos aquellas facetas queparecen más relevantes para el problema de cómo operan elpoder y el control.

Haciendo un pequeño paréntesis, probablemente resulteútil desechar un interrogante que aparece tarde o tempranoen las discusiones sobre ideas y comportamiento; es decir,¿cuál viene primero? La pregunta carece de sentido si no seplantea en los casos concretos en que nos preocupa saber sien los antecedentes inmediatos de una acción en particularexistieron planes sobre este acto, o si deseamos saber si entre

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los antecedentes de ideas particulares hubo experiencias conformas energéticas particulares. Fuera de este tipo de casosespecíficos, me parece que la pregunta no tiene sentido.

El asunto fundamental de la diferenciación puede consti-tuir un punto de partida para nuestro análisis. Uno de losprocesos básicos del pensamiento es la diferenciación, el ha-cer contrastes, el separar una masa caótica o borrosa en par-tes claramente identificables. La formulación de distincionesbinarias, o sea, la capacidad de identificar algunas cosas comosimilares y otras como diferentes, forma la base de casi todonuestro pensamiento, tanto consciente como inconsciente.Bateson sugirió que esta diferenciación surge cuando distin-guimos la codificación y la transmisión que ocurren dentrodel cuerpo humano de las que ocurren al exterior. Esto inevi-tablemente crea conciencia de las diferencias, y Bateson su-giere que son estas diferencias o contrastes los que en efectoconstituyen la génesis de lo que concebimos como ideas.

La formulación de contrastes binarios es uno de los másfundamentales procesos mentalísticos que empleamos, y esun proceso del cual dependemos de manera continua. Cual-quier ambigüedad que se presente debe ser ordenada en tér-minos de similitudes y diferencias, y descompuesta sucesiva-mente hasta que resulten partes conceptuales que podamosmanipular y a las cuales podemos “encontrar un sentido”, esdecir, encontrar en ellas algún orden inherente que encajecon el orden que nuestras mentes reconocen.

Las relaciones de poder se reconocen fundamentalmenteen términos de dos distinciones elementales de este tipo:1) si la relación entre dos actores es o no de equivalencia; y2) si no, cuál de ellos se encuentra en posición subordinaday cuál en posición subordinante. Podemos ilustrar la impor-

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tancia de estas dos distinciones con el caso en el cual el cambiodel uno al otro a veces se reconoce en un cambio extremo devalores y conceptos. Estos cambios abruptos o agudos de signi-ficado (conocidos a veces como inversiones simbólicas), cons-tituyen, de hecho, una rápida atribución de un significadodiametralmente opuesto a formas externas que son en esen-cia las mismas. Por lo tanto, un cambio o variación de signifi-cado marca o identifica un cambio severo o un contraste si-multáneo en las relaciones de poder (véase Adams, 1974).

Podemos ver dos ejemplos de este fenómeno en la mane-ra, bastante difundida, en que algunas poblaciones indígenasmesoamericanas tratan la curación del mal de ojo y la bruje-ría. En ambos casos las enfermedades de los individuos sonatribuidas a influencias negativas de otras personas. En elcaso del mal de ojo, muchas veces el daño es causado demanera involuntaria. Ocurre porque algunas personas sonconsideradas como natural o inherentemente más fuertes (porejemplo las mujeres embarazadas, los policías) que otras. Sumera presencia hace que los individuos que por naturalezason más débiles caigan enfermos (por ejemplo los bebés, losniños pequeños). La brujería también es producto de la obrade un individuo que hace que otro caiga enfermo.

Para curar enfermedades causadas por mal de ojo o bruje-ría es necesario, en primer lugar, determinar si el individuoresponsable del efecto es miembro del grupo interno o gru-po solidario al cual pertenece el individuo afectado. Si, en elcaso del mal de ojo, el individuo “fuerte” es miembro delgrupo de la víctima, es decir, un miembro de la familia o deuna comunidad cerrada, con frecuencia la actividad de cura-ción requerirá su participación directa. De manera semejan-te, si el brujo es miembro del grupo interno se espera su

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participación en la eliminación del hechizo. Sin embargo, enambos casos, si el agente causal no es miembro del grupointerno, la curación excluirá al individuo y buscará especí-ficamente evitarlo (Adams y Rubel, 1997).

La lógica que subyace a esta diferenciación reside en elhecho de que la solidaridad de un grupo interno dependepor completo de la concesión de poder que se hacen mutua-mente los miembros del grupo. Esta reciprocidad interde-pendiente es decisiva para la continuidad y la integridad delgrupo. Tiene menos importancia el hecho de que algunaspersonas causen un mal a otros miembros del grupo, sea demanera intencional o accidental, que la que tendría la exclu-sión del agente causal, ya que esto debilitaría la integridad delgrupo. Es así como el poder que se han concedido mutua-mente los miembros del grupo crea una estructura de grupoque actúa para retener al miembro ofensor, presionándolopara que corrija el daño causado. El mantenimiento de laestructura de grupo actúa también para mantener alejadas alas personas ajenas que pudieran dañar a los miembros delgrupo. Cuando se cree que el agente causal del daño es unapersona ajena al grupo, no se la busca para que participe en lacuración. Es más, se advierte a los individuos débiles quedeben evitar tener contacto o participación activa con perso-nas ajenas al grupo que pudieran causarles este tipo de mal.La insistencia en incluir al agente causal de la enfermedad enun caso, en oposición al rechazo del agente causal en el otro,constituye una inversión de los significados asignados al agentecausal; la distinción depende de si el agente causal es consi-derado como una persona que contribuye con poder al gru-po o como alguien que constituye una amenaza para el mis-mo.

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Uno de los factores que hacen un poco ambigua la obser-vación de las relaciones simbólicas es que éstas tienen lugarespecíficamente respecto a las ideas o la ideología de un gru-po, pero pueden originar confusiones cuando los individuosintentan actuar basándose en ellas. En los Estados Unidos,en las décadas de 1950 y 1960, se produjo un contraste inte-resante en el cual el intento por pasar de valores negativos apositivos fue parte de un intento por alterar la estructura depoder. C. DuBois propuso hace algunos años que en los Es-tados Unidos existían algunos valores públicos ampliamentedifundidos que podían ser descritos en términos de algunaspremisas básicas y valores centrales relacionados. Caracteri-zó como premisas las siguientes ideas: que el universo es con-cebido de manera mecanicista, que el hombre es amo deluniverso, que todos los hombres son iguales y perfeccionables.De estas premisas derivó los siguientes valores centrales: quees deseable alcanzar el bienestar material, conformarse al sis-tema, y que el trabajo, el esfuerzo, el optimismo y el vigortienen un valor positivo especial.

En las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mun-dial, muchos pueblos que habían estado abatidos o subordi-nados hicieron intentos por alcanzar mayor poder, ya fueradentro de las sociedades en que vivían o separándose de esassociedades. Fue una época de desafíos explícitos a las estruc-turas de poder establecidas. Esta tendencia tuvo dos mani-festaciones principales en los Estados Unidos: el surgimien-to de grupos militantes del Poder Negro y la aparición,especialmente entre los jóvenes, de los grupos que suelenconocerse como hippies. Si examinamos los valores expresa-dos por los proponentes de estos movimientos, veremos quecada uno rechazaba elementos diferentes del sistema norte-

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americano de valores. Los negros tendían a rechazar laspremisas del sistema. Se rechazó la noción del carácter mecá-nico de las cosas, para destacar las cualidades particulares delos negros como se manifiestan, por ejemplo, en el términosoul y en las cosas y formas de comportamiento a las cualeshace referencia. La noción de que el hombre es perfeccionablefue rechazada con la afirmación de que el hombre negro esperfecto y que el hombre blanco no es perfecto ni perfecti-ble. La igualdad del hombre fue rechazada con la afirmaciónde que el hombre negro es superior al hombre blanco. Claroestá, esto constituía una inversión de las afirmaciones prece-dentes de los blancos en el sentido de que ellos, de hecho, eransuperiores a los negros. Definitivamente no puede afirmarseque estas inversiones extremas sean atribuibles a todos los ne-gros, pero sí caracterizan a los elementos más militantes.

En contraste con el ejemplo anterior, los hippies tendían aaceptar algunas de las premisas identificadas por DuBois.Aceptaban y alentaban la idea de que todos los nombres soniguales; evidenciaban pocas dudas sobre la perfectibilidad delhombre y aceptaban la noción de que las minorías –y en rea-lidad todo el mundo– debían ser tratadas como iguales. Sinembargo, rechazaban los valores centrales planteados porDuBois. Uno de sus postulados básicos era el no conformis-mo con el sistema existente en Estados Unidos; rechazabanel bienestar material por considerarlo de poca importancia, yel trabajo, como un valor en sí mismo, también era recha-zado. El trabajo está bien, pero en otro contexto.

En estas inversiones se manifiesta claramente el rechazode hippies y militantes negros hacia la ideología previa del sis-tema americano. Sin embargo, en las opciones particularestomadas por cada grupo había un rechazo implícito del otro

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grupo. Eran pocos los valores ideales americanos que amboscoincidían en rechazar. Quizá ninguno de ellos apoyara lapremisa de que el universo es mecanicista; pero la nociónderivada, que el hombre es amo del universo, era negada porlos hippies pero no por los negros. Ambos rechazaban el con-formismo con el sistema americano previo, pero los hippies lointerpretaban a través de un inconformismo general y losnegros lo veían como un inconformismo (rechazo) con elsistema blanco. En este punto diferían también por enteroen cuanto a la interpretación de la mezcla de minorías. Loshippies consideraban que todos los hombres son iguales y, porlo tanto, aceptaban la mezcla de minorías; los negros recha-zaban la integración o la asimilación a la sociedad blanca. Apartir de estos puntos, ambos grupos divergían por comple-to. Los valores rechazados por un grupo eran consideradosantagónicos por el otro (tomaban la posición opuesta).

Las inversiones simbólicas pueden ocurrir dentro de sec-tores muy pequeños o ser proyectadas como elementos im-portantes de cambios de poder masivos. Algunos historiado-res (cf. Wallerstein, 1974), afirman que el gran éxito delprotestantismo en Inglaterra y en los Países Bajos se debióen parte al hecho de que el emergente sistema capitalista sevalió del mismo para rechazar a los viejos estados monárqui-cos e imperialistas. Se puede aducir también que los cambiosde poder resultaron no sólo del surgimiento del capitalismosino de los mismos estados emergentes. En una escala me-nor, I. Lewis demostró cómo las religiones extáticas casi siem-pre manifiestan una relativa falta de poder de parte de aque-llos que las adoptan. Cunden sobre todo entre mujeres y gentepobre, ambos sectores sociales categóricamente subordina-dos. Para estos sectores de la sociedad, el rechazo de los ele-

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mentos religiosos promulgados por los sectores dominanteses una forma de expresar de manera pública que poseen cier-ta base de poder individual que los poderes dominantes nosuprimen. Estas inversiones no funcionan sólo a nivel de lossectores que carecen de poder o de las minorías étnicas. N.Aguilar demostró que la formulación de políticas básicas dedesarrollo a distintos niveles de la sociedad expresa ideolo-gías similarmente opuestas; cada cual rechaza las ideas quedebilitan su propio poder y apoya aquellas que expresan loque consideran más apropiado para su nivel particular. En elanálisis de los proyectos de desarrollo del noreste brasileñopudo demostrar que había un desacuerdo total respecto acuáles eran las nociones fundamentales de “buena planifica-ción”. Resumiendo sus hallazgos, vemos que los planificado-res a nivel internacional (generalmente extranjeros) plantea-ban un conjunto de prioridades, y los del nivel nacional(generalmente brasileños) planteaban lo contrario:

El nivel internacional favorecía:

Micro-planificaciónLibre empresa

Capitales locales

Promoción de la pequeña y me-diana empresa

Incremento de la movilidad so-cial fomentando la inversión decapitales regionales

El nivel nacional favorecía:

Macro-planificaciónInversiones orientadas por elgobiernoCapital subsidiado

Promoción de la mediana y granempresa

Incremento de la movilidadsocial dotando de empleo a la gen-te de la región

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Las diferencias iban aún más lejos, ya que entre la gente deuna región particular y los planificadores externos de nivelnacional e internacional, existían más diferencias.

Los niveles nacionales e internaciona-les favorecían:

Poner mucho énfasis en la tec-nología

Enfatizar el desarrollo industrial,poco énfasis en el desarrollo agrí-cola

Promover la participación de ca-pital privado en las inversionescorporativas

Las barreras culturales y delenguaje fácilmente superablespara lograr la cooperación

El nivel local favorecía:

Poner poco énfasis en la tecno-logía

Mantener el énfasis en la agricul-tura

Desconfianza hacia las inversio-nes corporativas

Las barreras culturales básica-mente insuperables

El nivel nacional favorecía:

Los polos de desarrollo debíanestar en la costa y alrededor delas capitales clave

El nivel internacional favorecía:

Los polos de desarrollo debíanestar en el interior

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Se podría aseverar que algunas de estas afirmaciones sonobjetivamente más válidas que sus contrarios. Pero en am-bos casos puede demostrarse la validez objetiva de cada po-sición desde el punto de vista de los beneficios que puedeacarrear para los sectores que la sustentan. El significado delas inversiones simbólicas no reside tanto en su verdad o fal-sedad como en el hecho de que son utilizadas para mantenero lograr control o ventajas de poder.

Es esta situación, desde luego, la que subyace a buena par-te de la sociología del conocimiento; más específicamente,en estos problemas opera más la cuestión del poder que la dela sociología general. Donde existen diferenciaciones de po-der, éstas se manifiestan de manera explícita en las ideologíasparticulares de los partidos involucrados. Incluso podemosdecir que la expresión de estas diferencias es tan importanteque puede servir como indicador bastante preciso de las di-ferencias de poder en un sistema. Opera de manera funcionalo sincrónica para señalar los diferenciales que existen dentrode un sistema, y de manera diacrónica para destacar los cam-bios de poder ya iniciados o para indicar dónde la gente estátratando de suscitar confrontaciones a fin de provocar un cam-bio en el sistema. Las ideologías expresan, necesariamente, as-pectos fundamentales de las estructuras de poder de todas lassociedades, de las relaciones de poder entre las sociedades.

Es de particular importancia el hecho de que estos con-trastes son opuestos binarios. Es decir, que este procesomentalístico mínimo y básico crea la dinámica para la formu-lación explícita de ideologías completas. Aunque la afirma-ción particular resulte algo compleja, su negación es simple.Además, permite aclarar que la cualidad fundamental de laideología reside en la utilidad que tienen sus postulados para

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afianzar la posición de poder de sus proponentes. Aunquelos ejemplos que usamos aquí son los que alcanzaron un altogrado de visibilidad, ya sea por su penetración cultural o por susignificado político, también es cierto que la dimensión de po-der opera de manera selectiva entre ideas en contextos de es-cala más reducida, en relaciones interpersonales al interior deunidades domésticas, en burocracias; incluso podemos decirque operan en cualquier situación en que los seres humanostengan que tratar entre sí.

Otro proceso mentalístico igualmente básico es el de laidentificación. De hecho constituye una superposición de doscontrastes binarios. El primero es el que se da entre yo/no-sotros y ellos/otros; el segundo puede ser cualquier otrocontraste. La identificación ocurre por asociación del yo/nosotros con un elemento del otro contraste. Si percibo queen una multitud hay algunos individuos con ropa similar a lamía, los he contrastado basándome en esta multitud; si pro-cedo a asociarme con ellos basado en esta similitud, he he-cho una identificación. La identificación es fundamental parala formación de cualquier unidad social operativa. En el fon-do, es la separación entre el yo y el otro, y la asociación deciertas cosas con el yo y su separación del otro.

Los contrastes binarios poseen características que no siem-pre han sido bien definidas: cualquier cosa puede tener unainfinidad de contrastes; la identidad requiere implícitamentela separación del otro; pueden cambiar o modificarse muyrápidamente cuando hay cambios externos.

Una de las razones por las cuales es fácil encontrar con-trastes es que no siguen ninguna lógica ni principio formal;se rigen por lo que “parece tener sentido”, y lo que “tienesentido” significa que se ajusta a las predisposiciones de la

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mente. Al estar en una multitud, puedo distinguir a los quellevan ropas similares, o puedo distinguir entre un sexo y otro,o entre los que son niños y los demás, o los que son adultosy los que no, o los que son ancianos y los que no, o mujeresancianas de los otros, o mi abuela de los otros, etc. Las posi-bilidades son ilimitadas, ya que el mundo está objetivamenteconstituido por una infinidad de variaciones y matices. Espor eso que, como analistas sociales, nunca debemos des-viarnos o dejarnos engañar por un contraste determinadoque sirve a una persona o grupo en particular. Después detodo, tan arbitrario es el uno como el otro. El analista socialse enfrenta al mismo interrogante que las personas que ha-cen el contraste: ¿es funcional?; las diferencias plasmadas enel contraste ¿son representativas de las variaciones en el mun-do energético? ¿Qué utilidad tienen esas variaciones para laspersonas que están formulando el contraste?

Una identificación con un elemento externo particular hacenecesario su inverso, es decir, el rechazo de la identificacióncon algún “otro”. No siempre es evidente qué constituye ese“otro”, ni siquiera para el individuo que hace la identifica-ción, porque la identidad no reside en él. El “otro” se consti-tuye con una sola característica importante: es lógicamentenegativo a la identidad. A partir de esto podemos iniciar unaconstrucción compleja. Así, integrarse a un grupo social par-ticular es aceptar los criterios de separación y negación quediferencian a este grupo de los demás. Ser miembro de ungrupo implica no sólo un comportamiento especial hacia losdemás miembros, sino también que tenemos que inventar otrotipo de comportamiento especial hacia los no miembros.

La negación de aquellos con quienes uno no se identificalleva a la elaboración de valores positivos y negativos en el

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dominio de los miembros y de las cosas. Una consecuenciasociológica conocida es el fenómeno de oposición segmentariaque se encontró con tanta frecuencia entre los pueblos tribales(Evans-Pritchard, 1940). Lo que sucede, básicamente, es quecuando una unidad operante se separa, cualesquiera que seanlas razones y el momento, se desarrollan rápidamente rela-ciones negativas entre individuos que hasta ese momentohabían manifestado relaciones positivas. El hecho de que losgrupos de solidaridad siempre tengan un potencial inherentepara separarse (siempre existen razones para enojarse conlos que nos rodean), significa simplemente que cuando estosucede existe una gama de sentimientos hostiles que puedenser sacados a relucir para volverlos contra los individuos queantes eran “nosotros”, pero que ahora son “ellos”. La seg-mentación sucesiva puede dar lugar a una amplia variedad degrupos, pero hay que subrayar que esto constituye la subdivi-sión de un grupo de identidad. Es posible que en los nivelessuperiores se conserve la unidad positiva, pero en niveles in-feriores la unidad pasará a un plano secundario y será reem-plazada por competencia u hostilidad. Es así como dos indi-viduos de la misma comunidad pueden pertenecer a gruposde identidad distintos en una misma ciudad, y seguir identifi-cándose con la ciudad; dos personas de una misma provinciapueden saber que sus respectivas comunidades se encuen-tran en conflicto pero, a otro nivel, se identificarán con suprovincia contra los de otra. Y así sucesivamente, con la iden-tificación nacional y quizá con la identificación ideológica in-ternacional.

Debido a los contrastes binarios, la aparición de relacio-nes que tienen una valorización positiva conlleva necesaria-mente la identificación de relaciones que tienen una valoriza-

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ción negativa. Mientras los sistemas crecen y se vuelven máscomplejos, este proceso suministra el mismo tipo de líneaspotenciales de fractura que en las sociedades más sencillas.Sin embargo, en estas últimas esta condición puede resultarde utilidad, ya que puede ser necesario que los segmentos seseparen. En las sociedades complejas estas líneas constitu-yen la base para la fragmentación interna, una debilidad in-herente. La oposición interna natural debe ser salvada, y elimpulso hacia la unidad generalmente viene de arriba, ya queel mantenimiento de la integridad orgánica del todo es con-veniente para los que están en el poder. Las valorizacionesnegativas internas son oscurecidas intencionalmente, haciendoénfasis en las relaciones positivas. Sin embargo, los esfuerzostendentes a lograr la unidad de dominio no pueden borrarpor entero las líneas internas de fractura, por lo que siempreestará presente la potencialidad de encontrar una relaciónnegativa atada a una positiva.

La compenetración de las diferenciaciones binarias en lasorganizaciones sociales de ninguna manera implica que seaninmutables. Es difícil mantener una identificación si deja deser favorable a los intereses que la sustentan. El simple he-cho de identificarse no implica un reconocimiento inmedia-to de interés propio. En sociedades complejas, donde los in-dividuos pueden tener muchas identidades, algunas seránadecuadas para ciertas situaciones pero inadecuadas para otras.Un miembro de una minoría étnica que trata de evitar la iden-tificación con ese grupo para lograr una movilidad social quele permita el acceso al sector dominante de la sociedad, trata-rá de minimizar su origen étnico, y es factible que haga todolo posible por evitar el contacto con otros miembros del mis-mo grupo. La identidad no produce una unidad orgánica a

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menos que esté respaldada por el reconocimiento de que ofre-ce algún tipo de beneficio. Sin embargo, el “interés propio”puede sugerir de manera implícita las bases para una identifi-cación; es posible que sea necesario un poco de ingenio paraexplotar esta posibilidad, pero el hombre es increíblementeingenioso cuando se trata de promover su propio interés.

La popularidad del estructuralismo antropológico dio re-cientemente cierta notoriedad al tema de los contrastesbinarios. Un resultado de este trabajo y de los análisis etno-gráficos que de él surgieron es que se dedicó bastante aten-ción a algunas de las distinciones binarias más comunes quese encuentran en muchas sociedades. El análisis de estas dis-tinciones mostró que muchas de ellas reflejan de manera di-recta una preocupación por el ejercicio relativo de control opoder (Adams, 1975). Dicotomías como orden/desorden,puro/impuro, natural/sobrenatural, cultura/naturaleza, im-plican una diferencia entre ciertos aspectos del mundo queestán relativamente al alcance de nuestro control y aquellosque están relativamente fuera de nuestro control. Lasdicotomías que aparecen con más frecuencia, tal como la decultura/naturaleza planteada por Lévi-Strauss y la de puro/impuro que plantea M. Douglas, llevan implícita una distin-ción entre aquella parte del universo que tiene sentido para elhombre, que es congruente con el orden significativo para él,y la otra parte amenazante de desorden y caos.

El orden y el control son la cuestión central: un ordensignificativo que permite al hombre saber qué hacer con lascosas, que le permite hacer predicciones cotidianas funcio-nales. Cualquier tipo de control –y más aún el poder– dependede esto. Para ejercer poder es necesario tener la capacidad deanticipar el comportamiento de otras personas. La anticipa-

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ción o predicción requiere que el comportamiento, tanto elpropio como el de los demás, se rija por ciertos patrones oreglas conocidos que responden al orden establecido. A unou otro lado de estas dicotomías pueden alinearse conjuntosenteros de símbolos. Se clasifica al mundo de acuerdo conellas, ya que las clasificaciones son hechas para nuestra utili-dad, y predecir la conducta de los demás es algo que debe-mos hacer todos los días. Si a diario encontramos caos y des-orden, trataremos de someterlo a un grado de control que lovuelva tolerable. El control es necesario para la superviven-cia; el sistema ideológico que construimos refleja nuestrapreocupación constante por este problema. Las dicotomíasbásicas de cultura/naturaleza y puro/impuro son aclaradasen ciertas situaciones por limpio/sucio, y en muchas socie-dades por hombre/mujer. En ambos casos se considera queel segundo elemento de la pareja refleja una falta de control.Para muchos indígenas mesoamericanos la dicotomía indí-gena/ladino tiene las mismas implicaciones; según cuáles seanlas creencias del lector, las dicotomías capitalismo/comunis-mo, o comunismo/capitalismo mantienen la misma relación.

Existe un último aspecto de los contrastes binarios que esde particular importancia en el contexto del poder y el con-trol. Dada la implicación de que el segundo elemento de uncontraste recibirá una cualidad negativa, y dada la tendencia aimputarle a ese elemento cualidades que son inherentementeamenazantes o ambiguas, el simple hecho de hacer este tipode contrastes puede adoptar una apariencia algo siniestra.Hacer contrastes binarios tiende a ser el primer acto clasifi-catorio, y el más sencillo cuando nos enfrentamos a algunaambigüedad. Cuando ya poseemos un conjunto de catego-rías binarias que son de utilidad en la clasificación de nuestro

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sistema de poder, resulta natural pesar y categorizar los nue-vos elementos en términos del sistema de categorías existen-tes. Un comentario netamente humanista puede ser conside-rado ‘’comunista” por un conservador, o una manifestaciónde aprecio de una obra de arte puede ser interpretada como“burguesa” por un militante socialista. Esto equivale a unreduccionismo mentalístico, un proceso mediante el cual re-ducimos las complejidades reales energéticas del mundo ex-terno a las categorías simplificadas que hemos preestablecidopara bueno y malo, ordenado y desordenado, sucio y limpio,etc. Resulta claro que difícilmente podríamos funcionar sinhacerlo; es un proceso básico de nuestra manera psicológicade tratar con el mundo. Sin embargo, nos domina con muchafacilidad y desplaza una evaluación real del objeto externo odel acto que intentamos juzgar.

La mente nos presenta una serie de limitaciones que nosdan una base para categorizar y clasificar al mundo exteriorde acuerdo con cualidades mentalísticas; esto nos permiteenfrentar al mundo, pero también inhibe la manera en quepodemos tratar con las verdaderas cualidades energéticas delas cosas. Las taxonomías se encuentran en este ámbito de con-sideraciones, y en estudios recientes Berlin y su grupo revela-ron características importantes que se encuentran entre las“taxonomías folk”. Una taxonomía folk es la que evolucionaen el curso de la vida de un conjunto interactuante de perso-nas. Es un consenso en cuanto a la clasificación de un con-junto de objetos o cosas en el mundo externo. Tiene ciertasrestricciones, ya que debe ser lo bastante sencilla como paraque cualquiera la aprenda. En toda sociedad hay individuosespecialmente brillantes, con gran capacidad de memoria yde efectuar manipulaciones mentales. Pero las necesidades

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cotidianas de tratar con insectos, tipos de tierra, el significa-do de las deformaciones de nubes, etc., dan lugar a que encada cultura se forme una serie de clasificaciones que retie-nen un cierto grado de simplicidad. En estas taxonomías esevidente la tendencia a limitar a seis o siete el número defenómenos considerados (Berlin et al. 1973; Wallace, 1966a).Berlin y sus colegas encontraron que las taxonomías folk sue-len limitarse más o menos a seis niveles, y nosotros vimosque en la identificación de niveles de integración las socieda-des humanas pocas veces llegan a usar más de seis o sietecategorías (E and S: 157-160). La importancia de este tipo delimitaciones es en esencia la misma que la que implican loscontrastes binarios. Los seres humanos tienden a simplificar,a reducir mentalmente las cosas hasta que tengan un signifi-cado. El problema que por necesidad resulta de estos proce-sos es que se reducen asuntos de mucha complejidad a pro-blemas definidos en términos de alternativas demasiadosimplificadas. Y los actos concomitantes pueden tener con-secuencias desastrosas. No importa cuántos factores puedamanejar una computadora al hacer un análisis; si la decisiónhumana ha de tomarse con base en un contraste binario sim-plificado, las complejidades han sido eliminadas de toda con-sideración. Por ejemplo, lo que queremos de un buen gobier-no es una variedad de políticas acertadas; sin embargo,debemos escoger entre uno o dos candidatos.

Al margen de cuan comunes o dominantes sean algunoscontrastes binarios específicos, es evidente que para ningunacultura son suficientes en sí mismos como para servir de basea la adaptación humana. Resultan por necesidad toscos y pre-dispuestos a los estereotipos; significan una simplificacióngrosera del mundo, y por más que sugieran que de verdad se

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tiene control, no son más que la categorización, no la sustan-cia. Todas las sociedades deben tratar con una variedad deproblemas: muchas personas, fenómenos naturales diversos,destrezas que deben ser adquiridas, diferencias potencialesde conducta, según el sexo, la edad, el talento personal, lapráctica en las destrezas adquiridas, etc. El mundo real es asíy dependemos de sus múltiples partes. No podemos tratarcon pares simples; más bien debemos seleccionar y decidir apartir de una multiplicidad. Para hacerlo no empleamos unasola distinción binaria sino una serie de ellas que nos permi-ten separar una variedad de alternativas. Dentro de este con-junto de alternativas ejercemos otro proceso mental y orde-namos los elementos según su rango.

Podemos afirmar que cuando los seres humanos se en-frentan repetidamente con una multiplicidad de elementosque parecen tener algún tipo de equivalencia, los ordenande acuerdo con algún criterio. En su forma más sencilla,esta distribución por rango no es más que el ordenamientode los elementos con base en un criterio arbitrario a fin desaber qué elemento viene en primer lugar y en qué orden lesiguen los demás. Este ordenamiento, igual que el contrastebinario del que está compuesto, es un mecanismo que nospermite ejercer más control. Por ello, puede existir sinimplicaciones de superioridad o inferioridad, bueno o malo,mayor o menor.

Sin embargo, en la práctica es raro encontrar casos com-pletamente neutrales de ordenamiento por rango. En generalse combinan con la elección de algún criterio que hace nece-sario el ordenamiento para indicar cuan bien concuerdan loselementos con algún ideal o requisitos establecidos. El fenó-meno está tan generalizado que algunos autores lo tratan como

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si fuera el único tipo de distribución por rango.1 El problemaes que parece existir un conjunto casi inevitable de implica-ciones cruzadas entre el proceso de asignación de rango y elejercicio de valores. No podemos tratar durante mucho tiempocon un conjunto de elementos ordenados sin comenzar ausarlo como base de nuestras evaluaciones; pero no pode-mos hacer ninguna evaluación si carecemos de un conjuntode alternativas ordenadas de las cuales escoger. El “estableci-miento mismo del rango establece implícitamente un ordende prioridades”, lo cual significa que hemos creado valores,si es que no los hemos utilizado ya en la formulación delordenamiento inicial (E and S: 165-196).

Los valores constituyen un gran quebradero de cabeza paralos científicos sociales. Antes hicimos referencia al análisis devalores en la sociedad americana hecho por Cora DuBois, enel cual distinguía entre premisas de valores y valores centralesderivados de las primeras. Con todo el respeto que me mere-cen los elementos que presentó en su ensayo, me resulta difí-cil considerar como premisa un concepto como “todos loshombres son iguales” y considerar el “conformismo” comoun valor derivado de la misma. Probablemente tendría la mis-ma validez afirmar que el conformismo es un valor a partirdel cual podemos concluir que todos los hombres son igua-les. Creo que el problema se deriva de tratar de analizar conbase en las categorías de nuestros sistemas filosóficos.2

1 Louis Dumont (1966) habla de “jerarquía”, término con implicacionesclaramente evolutivas, pero lo limita con la definición de “El princi-pio mediante el cual los elementos de un todo son valorados en rela-ción con el todo.”

2 DuBois parece haber sido influenciada de manera general por la obra

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No pretendo que el análisis de valores que aquí sugierosea sofisticado; lo utilizo porque resulta funcional en térmi-nos del problema que me preocupa, es decir, el ejercicio depoder y control. Lo desarrollé con base en el supuesto de queel valor es una cualidad de mérito o apreciación especial que losseres humanos adjudican a las cosas. Al decir que valoramosalgo, le estamos adjudicando alguna cualidad o apreciaciónespecial. La dificultad que se presenta al tratar con estas adju-dicaciones reside en que pueden estar relacionadas casi concualquier cosa. Podemos valorar una silla en particular; o unaclase particular de sillas; o un momento particular en que senos ocurrió una idea; o toda una clase o grupo de ideas; ouna persona; o la ausencia de esa persona, etcétera.

Los valores siempre se presentan en el contexto de unarelación social. No podemos negar que los individuos po-sean valores completamente particulares pero, como tales,son de su interés particular. Cuando actuamos basados enalgún valor particular, generalmente es un valor que tiene unsignificado particular en el contexto de algún conjunto derelaciones, de alguna unidad operante social. Aunque los va-lores privados pueden trasladarse de una situación a otra, siem-pre es necesario ajustar las preferencias y elecciones al con-texto del grupo particular con el cual se está asociado en esemomento.

Una distinción que se tiende a ignorar en la consideraciónde valores tiene que ver con el tipo de cosas que están siendoevaluadas. Me resultó útil distinguir entre objetos y actos de valory clases de valor. Podemos decir que valoramos a una persona

de Clyde Kluckhohn, Ethel Albert y John Ladd, asociados con elproyecto sobre valores que se llevaba a cabo por entonces en Harvard.

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en particular (sea por la razón que sea); pero esto es opera-tivamente diferente del hecho de valorar a una clase particu-lar de personas. Puedo decir que valoro a mi esposa, pero deninguna manera pretendo valorar a toda la clase de personasdenominadas esposas. Los objetos y actos de valor juegan unpapel bastante diferente al de las clases de valor. En el ejerci-cio del poder, por ejemplo, la base de poder radica en el con-trol sobre un acto u objeto valorizado, y no en el control deuna clase generalizada de valores (a menos que se controle atodos los elementos de la clase). Es así como el dueño de lacasa en que vivo ejerce poder sobre mí porque valoro esta casaen particular, no porque yo valore las casas en general. Sinembargo, si me preguntan qué valoro, podría decir que valorola paz, el buen humor, la cortesía, la sencillez, la riqueza, lalibertad de acción, etc. Todo suena muy bien; incluso puededarse el caso, de vez en cuando, de que alguien ejerza podersobre mí a causa de un acto de cortesía o de una oferta dedinero. Pero no me motivan ni la cortesía en general ni la ri-queza en general, sino el acontecimiento específico.

Es importante distinguir entre las clases y los actos y obje-tos, porque tienen necesariamente trayectorias de cambio di-ferentes y responden a condiciones diferentes. Las clases devalor son, en esencia, fenómenos mentalísticos; existen ennuestras mentes como cualidades que por una u otra razónapreciamos. Aunque podemos decir que apreciamos cualquieracto u objeto, y que esta apreciación también existe en nues-tras mentes, también ocurre que el acto u objeto específicotiene una existencia como evento energético independiente-mente de nuestra apreciación mentalística. Las cosas valo-radas cambian en términos de utilidad adaptativa, con accesi-bilidad práctica y efectos inmediatos.

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Los cambios en las clases de valores no responden nece-sariamente a una realidad adaptativa particular; más bien res-ponden a las mismas circunstancias que afectan a otros signi-ficados categóricos que son adjudicados a cualquier objeto,significados para los cuales varios objetos pueden servir comoobjetivación exterior. Ya que es posible clasificar una varie-dad de actos y objetos en una clase de valor determinada,también es posible que muchas de estas cosas resultendevaluadas pero que la clase de valor se mantenga vigente.Decir que disfruto de la paz no niega que pueda valorar algu-nos conflictos específicos; en mi valorización de la riquezapuedo incluir el dinero en efectivo, la propiedad, el crédito,las plantas bellas, etc. Las clases de valor pueden mantenersevigentes durante largos periodos porque las cosas específicasque se clasifican de acuerdo con ellas pueden cambiar sinnegar el valor de la clase como tal. Los esclavos fueron unavez fuente de riqueza, pero es obvio que ya no lo son. Resul-ta evidente que los “valores atemperales” son precisamenteaquellas clases de valor que perduran aunque haya una circu-lación continua de cosas específicas diferentes.

Dada su inmutabilidad ante la mayoría de las formas decambio adaptativo, no debe sorprendernos que se tienda aconceder rangos más altos a las clases de valor más genera-les, y más bajos a las más específicas. El hecho es que la atri-bución de rango a las clases puede ser un tanto necio, ya queen términos de clases casi nunca tenemos alternativas a lamano. El soltero que argumenta que decidió no casarse paraconservar la tranquilidad mental, muy bien puede tener ra-zón. Pero obviamente existen otras cosas que pueden per-turbar su tranquilidad y tal vez el matrimonio podría haberresultado bien.

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Ya que afirmamos que las clases de valor tienden a durarmás y a recibir en general un rango superior al de los actos yobjetos, es necesario recordar que, como clases, están sujetasa las mismas presiones de cambio a las que están sujetos losotros elementos mentalísticos. Por ejemplo, las inversionessimbólicas resultan bastante aplicables a las clases de valor.El hombre opulento que rechaza su riqueza para volversemonje o ermitaño, rechaza desde luego a una clase entera deobjetos. Una persona que se convierte al catolicismo o al co-munismo rechaza toda una clase de objetos y procede a ac-tuar de acuerdo con su conversión. El abogado que inicia sucarrera dedicándose a ayudar a los trabajadores, y poco a pocopasa a trabajar para los patrones, probablemente lo hace asíporque los ingresos que obtenía antes no eran suficientes.Para lograr el ingreso que desea debe rechazar una clase en-tera de actos y objetos y adherirse a sus contrarios. A pesarde este tipo de cambios, las culturas tienden a la continuidad delas clases de valor mientras las estructuras de poder básicasno sufran alteraciones radicales. Las inversiones que más en-contramos en la actualidad son aquellas que implican elcambio de un sistema capitalista a uno socialista, o de un tipode religión a otra. En estos casos estamos presenciando cam-bios que caracterizamos en términos de las ideologías, tra-tándolas como equivalentes de las clases de valor. Esto resul-ta cierto en parte porque muchas de las mismas cosascontinúan siendo valoradas dentro de los nuevos sistemas,pero se les adjudican significados considerados por enterodiferentes. El dinero no deja de ser importante, pero su valores minimizado públicamente y subordinado a otros valores.

Hasta aquí el análisis se ha centrado en el valor adjudicadoa actos o cosas y su clasificación. Pero antes mencionamos

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que otra fase de evaluación tenía que ver con el conjuntoparticular de relaciones sociales (es decir, las mentalidadesparticulares) dentro de las cuales existen. Afirmamos que losindividuos pertenecen a una cantidad de organizaciones, gru-pos, redes y categorías sociales, y que encontraremos que cadauna de éstas sustenta un conjunto particular de valores por-que son específicos a la naturaleza de la adaptación particularde ese grupo. Cuando hablamos de una atribución particular derango nos referimos en general a los valores que atañen a unsistema social relacional específico. Esto es particularmentepertinente en las sociedades complejas donde los individuostienen la posibilidad de circular entre una variedad de gru-pos; tiende a haber alguna coherencia de valores entre losgrupos a los cuales pertenece un individuo. Pero es frecuenteque las personas pertenezcan a grupos que sustentan valoresdivergentes e incluso contrarios, y que aun así continúen fun-cionando sin mayores dificultades mientras no se les exijaactuar basados en sus preferencias simultáneamente en dis-tintos grupos al mismo tiempo. Esto no es más que el des-empeño alternado de roles, fenómeno común en la vida y enla literatura de las ciencias sociales.

Resulta insuficiente y demasiado general tomar el concep-to de valores de la manera usual, considerándolo como algoque pertenece a una cultura general y que es ordenado enuna jerarquía única. Es un proceso doble en el que dos maxi-mizaciones distintas tienen que ser sopesadas una contra laotra. La primera, usualmente ignorada en las discusiones so-bre el tema, es la selección que debe hacerse entre los variossistemas relacionales o unidades operantes a los que pertene-ce el individuo. Con frecuencia ocurre que la selección de unvalor particular es positiva para una relación pero dañina en el

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contexto de otra. En sociedades en las que se adjudica muchovalor a una forma particular de parentesco, como grupos de des-cendencia, linajes o clanes, el individuo que contrae matrimoniofuera de su grupo puede tener que enfrentarse al problema deestablecer cuál grupo tendrá prioridad en sus consideraciones.

E. Banfield introduce específicamente este problema aldescribir el sistema de valores de los habitantes de un pueblodel sur de Italia: “maximizar las ventajas materiales y a cortoplazo que ofrece la familia nuclear; asumir que los demásharán lo mismo”. Afirma después que en esta comunidad lafamilia nuclear tiene precedencia sobre la comunidad misma,sobre el gobierno nacional y sobre cualquier otra entidad. Elmaterial que presenta Banfield no contradice nuestra argu-mentación, pero el lector se queda un tanto a la deriva por-que el autor no trata sistemáticamente las alternativas. Nopodemos formarnos una idea precisa de las distintas obliga-ciones alternativas, como las que tiene un hijo con su madreen contraposición a las que tiene con su esposa, o las de unahija hacia su padre (o hermanos) en contraposición con susobligaciones con respecto a su esposo.

Los problemas serios de selección entre valores se pre-sentan cuando hay que escoger entre un valor que tiene unrango alto para un grupo de rango bajo, y un valor que tieneun rango bajo para un grupo de rango alto. Aunque en gene-ral se daría prioridad a los miembros de un grupo cerradopor sobre los vecinos, puede presentarse un problema si laopción consiste en hacer algo de poca importancia para losmiembros del círculo íntimo o algo de mucha importanciapara los vecinos. ¿Debe hacerse énfasis a favor de un valormenor para un grupo de solidaridad alto o a favor de unvalor mayor en el grupo menor?

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La solución se adopta considerando cuál de los dos resul-tados es más beneficioso a la larga para el actor individual;esta consideración incluye no sólo el bienestar material (yaque éste constituye un solo valor) sino también su estado mentaly su bienestar general. Las resoluciones en el análisis de deci-siones de poder tienden a desarrollarse de manera similar.

Es imposible explorar en este ensayo todas las dimensio-nes de la actividad mentalística relacionadas con el poder y elcontrol. No hemos abarcado más que contrastes binarios,atribución de rango y evaluaciones. Pero queda por tocar untema que no podemos omitir por completo ya que está en elfondo de todas las decisiones que analizamos. Es la raciona-lidad. Asumí de manera implícita que las personas actúan ra-cionalmente. Es decir que, dado el rango de los grupos valo-rados en los cuales las personas tienen alguna responsabilidad,y el rango de valores para cada uno de estos grupos, el indivi-duo elegirá con base en la combinación de alternativas quemejor sirva a sus intereses. Esto, en su forma más pura, esracionalismo. Cuando existe la posibilidad de tomar una op-ción racional, se hará un intento por tomarla. No establece eltipo de sistema de valores dentro del cual debe ser hecha laelección; asume que la racionalidad será necesariamente per-tinente a ese sistema. En este argumento se contiene la supo-sición de que la elección entre alternativas a las que se asignarango significa de manera implícita que las personas maxi-mizan sus elecciones para obtener el mayor beneficio parasus intereses.

Con un concepto tan amplio de racionalismo, ¿es posiblehacer una elección irracional? Sí lo es. A menudo debemoselegir sin tener suficiente información. No podemos estarseguros de las consecuencias de las opciones que presentan

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los varios grupos y, por lo tanto, no podemos saber qué con-secuencias tendrán para el individuo. Y puede darse el casode que las opciones sean de tal tipo que las opciones alterna-tivas consistan en escoger entre beneficios a corto plazo y alargo plazo. Si no hay elementos en el rango de valores quesirvan de guía para semejante elección, ésta deberá ser irra-cional. También puede ocurrir que las alternativas impliquenconsecuencias valoradas de manera igual, y la elección serácompletamente arbitraria. Y puede darse el caso de que porenfermedad, temor, cólera o alguna enajenación mental pa-sajera, el sistema de valores y el proceso de elección caiganen un desorden temporal.

La utilidad de un análisis de valores y el supuesto de quelas personas tienden a actuar de manera racional son interde-pendientes. El uno obviamente implica al otro. Su uso re-quiere que el investigador tenga una experiencia considerablecon la sociedad o dentro de las unidades operantes particula-res que le preocupan. Al tratar con valores tratamos con con-figuraciones mentalísticas que no son fácilmente accesibles alas técnicas de investigación social usuales, que tienden a sermás bien directas. Son accesibles al observador, pero su com-prensión requiere tiempo y cuidado. Las dimensiones quehemos sugerido aquí son simples; obviamente demasiado sim-ples para muchos tipos de problemas. Pero son necesariaspara el comienzo. Para tratar de manera adecuada con losvalores debemos trabajar básicamente dentro del contextode comportamiento directo, y no con generalidades sobre elcomportamiento. El objeto de estudio deben ser las opcio-nes objetivas que se toman, con una apreciación detallada delcontexto social, los contextos alternativos y los valores dis-ponibles, y las circunstancias que llevaron a esa elección en

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particular. Y debemos mantener la distinción entre las clasesmentalísticas que se usan para tomar las decisiones y la selec-ción específica que se hace entre cosas.

Aunque es posible hacer generalizaciones sobre “los valo-res” de “una sociedad”, la mayoría de los enunciados de estetipo son de poco valor predictivo. Si el investigador se basaen la construcción seria de un modelo, es posible encontrarcoherencia y razón en la mayor parte de los comportamien-tos, pero el observador siempre está obligado a identificarcuidadosamente el segmento social particular o la unidad a lacual se supone que se refiere su descripción.

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4. LA ESTRUCTURACIÓN DEL PODER

La evolución del hombre significó, a un grado que las de-más especies no conocieron, la creciente complicación

del mundo mental y una dependencia cada vez mayor delhombre hacia esa sala psíquica autoconstruida. Entre las ideasmás importantes para él figuraban las referidas a cómo tratarcon las demás personas. Al igual que en cualquier especie, eraobvio que los individuos variaban enormemente en cuanto asus capacidades, predisposiciones, temperamentos y habili-dades, y era posible fabricar modelos mentales sobre lo quepodrían hacer de manera individual bajo ciertas circunstan-cias. Pero el hecho de que otros seres humanos poseyeranmodelos mentales propios significaba que, si se podían ma-nipular las cosas a las cuales se referían los modelos, los de-seos y temores de los individuos podrían ser canalizados demanera menos amenazante y más útil a los demás. Se hacíaclaro que mediante una observación cuidadosa de la natura-leza de las nubes, el viento, la temperatura, la humedad y elclima en general, era posible predecir si iba a haber una tor-menta y buscar refugio. Gracias al aprendizaje de los hábitosde los animales de caza era posible modificar el medio am-biente para atraparlos. Mediante la comprensión de los inte-reses y deseos de sus semejantes o de los miembros de unabanda semihostil, un individuo podría alterar el medio am-biente de modo que hicieran las cosas de manera más afín y

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útil. Así, como parte del crecimiento y construcción del me-dio ambiente del hombre, surgió una serie de mecanismosordenados que permitieron la dependencia entre unos hom-bres y otros, la construcción de obligaciones, la estipulaciónde ciertos servicios y favores, y la manera de eludir o evitar elcomportamiento personal peligroso; y sobre todo, la habili-dad para predecir estas cosas y poder confiar hasta ciertopunto en que efectivamente iban a ocurrir. Así como era po-sible saber que ciertas raíces serían comestibles en cierta épocadel año y que ciertos animales llegarían a tal o cual fuente deagua conforme el clima se tornara más caliente y seco, tam-bién era posible predecir que las mujeres obtendrían ciertasnueces y raíces, y aquéllas a su vez podían predecir, con unbuen margen de seguridad, que sus maridos irían de caza,compondrían sus armas y llevarían a cabo los rituales necesa-rios para asegurar la provisión futura de alimentos.

El mundo del hombre primitivo estaba integrado por tec-nología y manipulaciones rituales, pero también por manipu-laciones humanas. El grado y tipo de manipulación que po-día llegar a desarrollarse dependía en gran medida del gradode control físico que se tuviera sobre las cosas que preocupabana los demás. El individuo que no compartía en la manera esta-blecida lo que había cazado encontraba que su ambiente cam-biaba, que lo condenaban al ostracismo, que su familia podíaverse marginada. El grupo no quería perder la destreza de unindividuo, pero era necesario que éste reconociera la utilidadde manifestar un comportamiento más conforme a las nece-sidades del grupo, o no tendrían más alternativa que expul-sarlo.

Conforme las culturas se hicieron más complejas, máscosas pasaron a formar parte de las preocupaciones cotidia-

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nas del hombre: la agricultura permitió controlar cantidadescada vez mayores de alimentos en un área geográfica delimi-tada; la metalurgia hizo que el hombre dependiera cada vezmás de recursos a los cuales quizá no tenía un acceso directoy, por lo tanto, que dependiese de grupos vecinos para suobtención. Cada vez más dependía de la construcción de unaserie de relaciones que le permitían aumentar sus posibilida-des de supervivencia. Esta serie de manipulaciones potencia-les, fundadas en el control de conocimientos y cosas en elmedio ambiente, constituyó la base de la estructura de poderque el hombre construyó a su alrededor.

Si reflexionamos sobre la multitud de controles y formasde poder dentro de los cuales viven los seres humanos con-temporáneos en la sociedad moderna, concebimos fácilmen-te el poder como una estructura masiva, complicada y diná-mica, pero a la vez invisible. El poder dirige y canaliza granparte de nuestra energía y es tan extenso y tortuoso que nin-gún individuo aislado posee una imagen clara de su totalidad.La confusión aparente es real, en parte porque es un fenó-meno en verdad complicado, pero también porque un aspec-to intrínseco de la estructura es que sea confundida y malin-terpretada a través de mitos. Sin embargo, si se toma el tiemponecesario para tratar los problemas empíricos, es posible ave-riguar bastante respecto a estas estructuras; la tarea se facilitacuando se comprende el funcionamiento de las estructurasde poder más simples y cuáles son algunos de los elementosanalíticos básicos.

En el capítulo 1 hicimos una distinción entre poder y con-trol. Dijimos que el control debe ser visto como el procesofísico de manipular energéticamente los elementos del me-dio ambiente. Se hizo hincapié en que el poder era un aspec-

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to relacional, y ahora lo podemos ver en términos de la di-mensión mentalística de nuestro análisis. Para ejercer poderno es suficiente tener control; también es necesario recono-cer la naturaleza del efecto del control. Con base en esto de-cidimos ejercer presión para que el otro actor de la relacióncobre conciencia de que su ambiente se ha modificado y deque debe adoptar alguna iniciativa racional para corregir ymejorar su situación. A partir de esto podemos diferenciaralgunos elementos analíticos: el control efectivo; la decisiónde ejercitar ese control a fin de ejercer poder. También esconveniente señalar que el control y el proceso de decisiónque de él se deriva pueden ser objeto de distintos grados delegitimidad. La decisión en cuanto al ejercicio de un controlpuede ser separada del control mismo de manera concretaen el tiempo y en el espacio; esto es lo que hace posible quelos seres humanos construyan estructuras de poder bastantecomplejas. Los animales que no poseen esta habilidad cultu-ral de separar el significado de la forma energética con la cualse identifica son incapaces de ir más allá del ejercicio directode poder dentro de una relación de interacción directa.

No existe un verbo que describa la acción de ejercer poder,así que seguiremos utilizando la circunlocución. Se refiere alproceso mediante el cual un actor, alterando o amenazando con alterarel ambiente de un segundo actor, logra influirlo para que adopte unaconducta determinada. El segundo actor decide, de manera racional eindependiente, conformarse a los intereses del primer actor ya que esconveniente para sus propios intereses.

Por la diferenciación concreta entre control y toma dedecisiones, es posible que otra persona tome efectivamentela decisión. Otorgar poder es permitir que otra persona tome la deci-sión referente al ejercicio de poder, pero el otorgante retiene el control del

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cual se deriva el poder. El otorgamiento de poder es probable-mente uno de los procesos más importantes de las estructu-ras de poder, pero hasta ahora fue poco analizado. Esto pue-de deberse a que el interés por el poder se ha centrado en elaspecto que se refiere a supraordinación y subordinación, en quelo central es el dominio de un actor sobre otro. Como suge-rimos en el capítulo 1, las relaciones de poder coordinadasson igualmente importantes y forman parte de las estructu-ras de poder. El otorgamiento de poder de un individuo aotro puede presentarse tanto en una relación jerárquica comoen una coordinada. En el último caso suele implicar una reci-procidad mediante la cual el otro (los otros) miembro(s) de larelación también otorgará(n) poder. Muchas veces tenemospoca conciencia de que se está ejerciendo poder. Una con-versación cualquiera requiere un otorgamiento de podermutuo y recíproco. Si éste no parece un aspecto de poder dela relación, basta con recordar una conversación en que elotro individuo no le otorgó a usted la cortesía de escucharlo,haciendo que fuera prácticamente inútil continuar la inte-racción. Claro está que el otorgamiento recíproco del poderocurre en situaciones de mayor importancia, tal como lasdeliberaciones de una legislatura nacional o entre jefes deEstado. El efecto del otorgamiento de poder es lo que per-mite que un individuo afecte un comportamiento que estámás allá del que emana de sus propios controles.

Por lo tanto, es importante distinguir qué sucede con loscontroles. Cuando un individuo tiene control directo sobreelementos del medio ambiente que interesan a otras perso-nas, decimos que tiene control independiente. Lo pierde cuandose lo da a otra persona o cuando por una u otra razón ya nopuede ejercerlo. Obviamente la gente prefiere otorgar poder

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antes que ceder controles, ya que el otorgamiento de poderno amenaza la base independiente del mismo.

Cuando un individuo toma decisiones que son posibles gracias a otrapersona que retiene el control básico, decimos que el primero tienepoder derivado del segundo. Usamos poder derivado en todaslas sociedades, pero es la forma abrumadora de uso de poderen las sociedades complejas, en que los controles básicos sue-len estar enmarañados en una serie de estructuras corporati-vas de poder, que los mantienen lejos del alcance de la mayoríade los miembros de la sociedad. Sin embargo, es importanterecordar que todo miembro de una sociedad tiene siemprealgún poder independiente. Siempre tiene algún control so-bre el uso de su propio cuerpo, sus conocimientos y sus ha-bilidades. En cualquier momento puede otorgar a otras per-sonas la facultad de tomar decisiones, sin que esto le ocasionela pérdida de los controles. En sociedades complejas sueledecirse que hay personas que no tienen ningún poder, queson “desvalidas”. Esto debe tomarse como una afirmaciónexagerada y debemos tener presente que, en sentido real, esimposible que exista una relación de poder a menos que am-bos actores puedan ejercerlo. La noción de una relación de po-der, en contraposición al simple ejercicio de control, parte deeste supuesto. Tratemos de imaginar lo que sucedería si insis-tiéramos en la existencia de relaciones de poder en las cualessólo un miembro de la relación estaría incapacitado para ac-tuar, ya que carecería de controles. Las únicas personas queno pueden ejercer poder son aquellas que han perdido todossus controles; cuando esto sucede, ya no son capaces de to-mar decisiones racionales y dejamos de considerarlas comoseres humanos. Un individuo inconsciente que recibe alimen-tación intravenosa está totalmente bajo el control de las perso-

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nas que lo están cuidando, pero no bajo su poder. Como noejerce ningún control, no puede participar en una relación depoder, se convierte en objeto del ejercicio de control.

El simple otorgamiento de poder entre individuos queposeen controles y poder más o menos equivalentes crea unaunidad operante que denominamos unidad coordinada; en estetipo de unidad no hay centralización y el poder de los diver-sos miembros es igual en esencia. Es decir, cada individuomantiene relaciones coordinadas con los demás. Una unidadcoordinada es un conjunto de personas que poseen un podermás o menos equivalente. Esto no significa que sean iguales;más bien que existen muy pocas diferencias de rango entreellos. Pero ningún individuo puede tomar decisiones sobre eltotal; cada quien decide por sí mismo. Las unidades corpora-tivas pueden estar formadas por otras entidades, además depor seres humanos individuales. Por ejemplo, en el siglo XIX,una tribu de indios americanos de las llanuras estaba integra-da por una serie de bandas distintas, autónomas en el contex-to de la tribu. Estaban organizadas teniendo como base elotorgamiento recíproco de poder entre las bandas, y consti-tuían colectivamente una unidad coordinada. En una socie-dad compleja, cuando los vecinos de un determinado barriose reúnen para formar una organización vecinal, constituyeninicialmente una organización coordinada porque todos po-seen más o menos el mismo poder.

En la sociedad contemporánea es muy fácil que las unida-des coordinadas evolucionen y se conviertan en unidadescentralizadas. Cuando se reúne un comité, por ejemplo, pue-de ser que los miembros coordinados decidan que uno deellos debe actuar como presidente. Al suceder esto, la unidaddeja de ser coordinada y pasa a ser centralizada. Las relacio-

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nes continúan siendo coordinadas entre todos los miembros,con excepción de las que se mantienen con el líder; el hechode que cada uno de los miembros tenga una relación particu-lar con el líder determina que la unidad ya no sea coordinada.El fenómeno de una colectividad de individuos, cada uno delos cuales otorga cierta cantidad de poder al mismo miem-bro, es muy común y constituye un mecanismo básico de laorganización de poder. Por lo tanto, es conveniente diferen-ciar este mecanismo de los casos en que el poder es otorgadoentre pares de individuos. El poder asignado es el poder que unindividuo deriva del poder que le otorgan los diversos miem-bros de una colectividad. Es la centralización del otorgamientode poder. Como tal, al igual que en el caso del poder otorgado oconcedido, los individuos que otorgan pueden, en cualquiermomento, de manera individual o colectiva, retirar el poderotorgado. Es así como la unidad que surge mediante el otor-gamiento de poder, la unidad de consenso, depende delicada-mente del poder temporal.

Las unidades de consenso fueron el primer tipo de unidadcentralizada que apareció en el curso de la evolución social.Han sido descritas y analizadas en un sinnúmero de casos debandas primitivas, con más claridad en el tipo de liderazgoejercido en zonas de caza y recolección, pero también en eltipo de centralización que se presenta en comunidades quedependen de la horticultura y en las netamente campesinas,donde el poder derivado del exterior no alteró de maneraabrumadora el sistema de poder interno. Las característicascentrales de poder incluyen que cada miembro de la bandaretenga su control individual y acate las directivas del lídersólo en la medida en que le resulte conveniente. Para mante-ner su liderazgo el cabecilla debe satisfacer constantemente a

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los miembros, lo cual suele implicar no sólo la exhibiciónexitosa de habilidades de liderazgo sino también, hasta ciertopunto, diversiones y ritos, regalos, etc. Para ser un buen líder,el individuo debe anticipar lo que sus seguidores puedan que-rer hacer para luego tratar de orientar las decisiones para quese conformen a lo que probablemente va a suceder. Bajo es-tas circunstancias, el ejercicio del liderazgo depende en granmedida de un cierto carisma, es decir, de la cualidad que sedice tiene un líder al que se entrega con entusiasmo poderdelegado porque sus seguidores están impresionados con sucomportamiento.

Las unidades de consenso de ninguna manera se limitan alas comunidades primitivas. Constituyen una parte esencial delfuncionamiento de la sociedad compleja. Surgen en cualquiersituación en la que la distribución de poder está fragmentadaentre individuos y donde el reconocimiento de la necesidad decentralizar la toma de decisiones no encuentra bases de con-trol externas que impulsen a los individuos a centralizarse. Ensociedades complejas en las que puede existir una gran canti-dad de poder en el sistema total es frecuente que la mayoría delos miembros individuales posean poco más que su propiopoder individual cuando se trata de alcanzar alguna meta nue-va o algo para lo cual el sistema no está diseñado. Por lo tanto,es común que una colectividad o un agregado de individuosque cobran conciencia de que tienen intereses en común deci-da formar una unidad coordinada; cuando sienten la necesi-dad de actuar de manera concertada en torno a algún proble-ma nombran como líder a uno de sus miembros y dejan en susmanos la toma de decisiones para la acción apropiada.

El fenómeno de poder asignado aparece en todos los ni-veles evolutivos de la sociedad, así como en todos los niveles

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de una sociedad. En las sociedades complejas el otorgamien-to o asignación de poder tiene una cualidad que presenta unproblema particular que parece estar ausente en las socieda-des primitivas. Esto salió a la luz en algunos estudios sobrereligiones extáticas, y más recientemente en el trabajo de unpsicólogo, S. Milgran, quien diseñó un experimento en el cualuna serie de sujetos debían administrar choques eléctricos cadavez más fuertes a otros sujetos. El experimentador indicaba ala persona que suministraba los choques que debía hacerlo; lapersona que recibía los choques (que en realidad era un actorque tomaba parte en el experimento) gritaba cada vez conmás angustia conforme se incrementaba el voltaje de los cho-ques que supuestamente recibía. Al realizar el experimentocon un gran número de sujetos, se advirtió la tendencia a quelos sujetos continuasen dando choques cada vez más fuertes,de acuerdo con las instrucciones del experimentador, sin to-mar en cuenta la angustia que esto causaba a la persona quelos recibía. Milgran definió este tipo de relación como relaciónagencial (de agente) en la cual por alguna razón el individuo, alaceptar una autoridad (en este caso del experimentador), sim-plemente hace a un lado su propia capacidad de juicio, loscriterios de su sociedad sobre qué es correcto, y cede la tomade decisiones a la autoridad.

Queda abierta la pregunta de si los miembros individualesde una sociedad primitiva se comportarían de manera similara la de los sujetos agenciales del experimento de Milgran si selos sometiese a un experimento similar. Muchos indicios de laliteratura especializada sugieren que no lo harían, que de he-cho mantienen un fuerte sentido de la capacidad de decisiónindividual acerca de todo lo que no haya sido específicamenteasignado al líder. En muchas circunstancias están dispuestos

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a retirar aun esa mínima cantidad de poder asignado. Sinembargo, tanto en las sociedades simples como en las com-plejas ocurre un fenómeno general que sugiere que, psicoló-gicamente, los miembros de la sociedad primitiva serían talvez capaces de este tipo de comportamiento agencial si fue-ran sometidos con anterioridad a experiencias similares a lasde los sujetos urbanos de Milgran. Me refiero a los fenóme-nos de histeria de masas y de religiones extáticas observadosen sociedades tanto primitivas como complejas (cf. Lewis,1971; LeBarre, 1972).

Este fenómeno se distingue del comportamiento descritopor Milgran en varios aspectos, específicamente en que, aun-que el comportamiento es imitativo, por lo general el indivi-duo se inicia sin recibir órdenes de autoridad alguna; inclusono siempre hay una autoridad presente. Sin embargo, hay unelemento que sugiere la relación entre los dos fenómenos. Elfenómeno de las religiones extáticas, como mencionamosantes, tiende a manifestarse sobre todo entre los miembrosde una sociedad que tienen relativamente poco poder; parecefuncionar como un mecanismo psicológico de compensa-ción, o un mecanismo que les permite expresarse de unamanera que hace burla del poder y la autoridad de aquelloscuyas posiciones parecen inalcanzables. También se aceptó,tiempo atrás, que el comportamiento comparativo de las po-blaciones aborígenes del Nuevo Mundo durante la conquistavarió considerablemente entre las sociedades que estaban yasujetas a la autoridad de un Estado y las que todavía vivíanorganizadas en bandas. Resultó casi imposible subordinar alas bandas para que proporcionaran mano de obra estable.Se podía capturar individualmente a los indígenas y conver-tirlos en esclavos, pero resultaban poco efectivos en estas

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condiciones y se prefería sobremanera a los africanos. Losindígenas de las áreas de alta cultura, de los Andes y Mesoamé-rica, que ya habían estado sujetos a la subordinación del trabajoa una autoridad, fueron más fácilmente sujetos como manode obra por los españoles.

Parece indudable que la naturaleza de la cultura dentro dela cual se desenvuelven los individuos los precondiciona a laobediencia a la autoridad. En las religiones extáticas el com-portamiento de quienes, de manera relativa, carecen de poder,refleja una manera de ceder el derecho de toma de decisio-nes, en este caso no necesariamente a una autoridad especí-fica sino más bien a una autoridad imaginaria.

En todo caso, el problema de la naturaleza de la asigna-ción de poder es extremadamente complejo, y merece mu-cha más atención de la que ha recibido. Nos parece razona-ble, por el momento, proponer que la estructura de asignaciónde poder que se manifiesta en las bandas y comunidades pri-mitivas guarda similitudes básicas con la que se manifiesta enlas sociedades complejas. Es más difícil determinar si existendiferencias psicológicas profundas o si estas diferencias psi-cológicas, a su vez, tienen consecuencias para la estructurade poder.

Regresemos a la construcción de estructuras de poder. Elrasgo distintivo de la centralización mediante la formaciónde unidades de consenso consistía en que a pesar de que elpoder había sido asignado a un líder, cada miembro indivi-dual podía retirar su concesión particular a voluntad y discre-ción, reduciendo de esta manera el grado de centralización.Es obvio que este tipo de organización imponía serias limita-ciones al funcionamiento conjunto, y aun en las sociedadesde bandas y pueblos primitivos no siempre se daba el caso de

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que los individuos pudieran ejercer realmente este derecho.Con frecuencia, si una decisión del líder contaba con fuerteapoyo, la opinión pública ejercía presión sobre los miembrosindividuales reticentes. La acción de la mayoría contra la acti-vidad autónoma de un miembro estableció el prototipo deun nuevo elemento que sugiere otro tipo de centralización.Hacer caso omiso de la presión podía dar lugar a que el indi-viduo fuera marginado del resto del grupo y a que, en algu-nos casos, fuera físicamente eliminado. Resulta obvio que enestas circunstancias el derecho ideal de retirar el poder asig-nado es superado por otro tipo de elemento de poder, es de-cir, el hecho de que el líder tiene acceso a una fuente de poderque, de una manera u otra, se mantiene independiente del po-der otorgado individualmente. Aunque el poder del líder toda-vía depende por entero del poder de la mayoría del grupo, ellíder puede apoyarse en la mayoría para que ejerza coerción,algo para lo cual, por sí mismo, carece del poder necesario.

Definí antes el control independiente como un controlejercido de manera directa por individuos sobre formas ener-géticas. A partir de esta definición podemos hablar de untipo de poder, poder independiente, o sea, el que ejercen los indi-viduos que poseen controles independientes. Sin embargo,en el contexto de una estructura de relaciones, suele tenerpoca importancia que la base de poder sea el control inde-pendiente o el poder derivado. Es decir, la unidad en que unamayoría ejerce coerción es una unidad en la que el poderasignado de la colectividad al líder le proporciona de hecho aéste un control independiente respecto del miembro del gru-po que comete la falta. Este tipo de unidad mayoritaria es pro-bablemente una de las formas más primitivas de la unidadcentralizada que ejerce coerción. Las unidades de consenso,

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en sentido estricto, no tienen una base para el uso de la coer-ción; incluso, cualquier intento de coerción puede dar lugar ala fragmentación del grupo.

El poder de la mayoría, al menos retrospectivamente, fueun prototipo para uno de los cambios más significativos enla evolución social humana: la aparición de estructuras depoder en las que el líder alcanzaba una fuente de poder que lepermitía cierta independencia con respecto al poder que le asig-naban los miembros del grupo. No puede sobreestimarse laimportancia de esta innovación. Por primera vez, un indivi-duo podía ejercer algunas decisiones propias sobre los miem-bros de una colectividad que no estaban de acuerdo y que, apesar de eso, no podían retirarse libremente. Al suceder esto,por primera vez la organización social humana dio un pasomás allá del tipo de organización de poder que operaba ya envarios grupos de primates, así como en la organización inter-na de otras especies.

¿Qué tipo de control independiente podría obtener un lí-der que le permitiera modificar la estructura de poder en estamanera? En el plano prehistórico, éste es un interrogante queprobablemente tiene una variedad de respuestas, en lugares ymomentos diferentes. En el plano histórico, podemos citarcasos de las áreas en proceso de colonización, donde el acce-so diferencial a las armas de fuego o a otro tipo apreciado debienes de cambio dotaba de poder independiente a una per-sona cuya posición de gobernante dependía antes del poderasignado, generalmente sostenido por la religión. En los ca-sos citados este fenómeno siempre dio lugar a la modifica-ción de la dependencia del líder respecto al poder asignadopor el pueblo y a favor del poder independiente o derivadoque recibe de fuera.

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La introducción de una fuente de poder independientepara el líder de un grupo que hasta ese momento había de-pendido por entero de los distintos poderes individuales desus miembros significó una reorientación radical de la es-tructura de poder. Entre otras cosas, al disminuir la depen-dencia del líder respecto al poder asignado pudo prestar me-nos atención a los intereses de los otros miembros del grupo.Cada vez más sus decisiones podían reflejar sus interesesparticulares en vez de los de la colectividad. Desde el puntode vista de los miembros del grupo, la reducción de la impor-tancia del poder asignado significó que sus preocupacionesrecibirían menos atención, incluso que serían ignoradas. An-tes su poder se basaba en su posibilidad de retirar la asigna-ción; el cambio debilitó significativamente esta base. Si de-seaban rechazar las directivas del líder, podían ser coercionadoso sancionados retirándoseles servicios o bienes necesariospara su supervivencia. Desde el punto de vista del grupo comototalidad, significó que el líder podía esperar un mayor gradode conformidad en el comportamiento de los miembros delgrupo.

Cuando un grupo cae bajo una forma de liderazgo conacceso suficiente a una fuente de poder independiente, y laestructura de poder comienza a transformarse de manera ra-dical, estamos ante una entidad que adopta característicasesencialmente corporativas. Este tipo de organización puededesarrollar una variedad de formas internas, demasiado ex-tensas para tratarlas en este trabajo. El principal cambio quese produce dentro de estas organizaciones es que por prime-ra vez el poder delegado internamente se vuelve una norma.En cierto sentido, el poder delegado es lo opuesto al poder asig-nado. Es el poder otorgado por un individuo o por una con-

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centración de poder a una multiplicidad de personas. Comoen todos los otorgamientos de poder, la delegación no impli-ca pérdida de control, sino la concesión de los derechos detoma de decisiones. Sin embargo, esta concesión puede serretirada en cualquier momento. Se diferencia del poder asig-nado en cuanto a sus consecuencias, ya que en vez de con-centrar el proceso de toma de decisiones lo dispersa. La per-sona que retiene los controles determina el margen deiniciativa permitido a quien toma las decisiones.

A veces se informa que un gobierno moderno procuradescentralizar el poder. El hecho es que, teóricamente, nin-guna concentración de poder se va a descentralizar mientrasel sistema esté en expansión. Es decir, los que tienen controlno van a descentralizar sus controles; puede que deleguenuna cantidad considerable de decisiones, pero esto no llevaintrínsecamente a una pérdida de poder. Aunque la delega-ción es una característica importante de las unidades corpo-rativas, está presente también en algunas unidades de con-senso. Puede ser que el tipo de decisiones que se esperan dellíder asignado implique decidir lo que deben hacer otras per-sonas, pero permitiéndoles un cierto margen de independen-cia en la toma de decisiones. Esto no presenta mayores difi-cultades en una organización de consenso, ya que la baseoriginal del poder se deriva del sector al que de cualquiermanera está delegado.

La secuencia de cambios en la estructura de poder quehemos trazado hasta aquí, las unidades coordinadas, de con-senso, mayoritarias y corporativas, es una descripción esque-mática de cómo pueden cambiar las entidades de organiza-ción social para ir incorporando cada vez más poder. Estasunidades operantes son instrumentos analíticos que me re-

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sultaron útiles en la investigación de la naturaleza y el tipo depoder presente en organizaciones empíricas. Sin embargo, lasecuencia, para ser completa, necesita un principio que no seintrodujo antes por razones de exposición. La noción de uni-dad operante se refiere a un agregado de seres humanos quecomparten una preocupación adaptativa común con respec-to al medio ambiente. La secuencia que va de la unidad coor-dinada a la unidad corporativa traza un incremento constan-te de poder en la estructura por medio del cambio en lostipos de poder; si nos movemos en la dirección contraria ve-mos que antes de la coordinación tuvo que haber un agrega-do de individuos que se identifican entre sí (en el sentido conque usamos el término identidad en el capítulo anterior). Yantes de esto debió haber un agregado de personas que sim-plemente compartían algo similar y procedían a manifestarlo.

Volvemos ahora a esos procesos, pero los veremos comoejemplo del surgimiento de una estructura disipativa. La reu-nión de individuos que manifiestan problemas adaptativossimilares en un medio ambiente común puede verse comoun agregado, o como una unidad agregada. Los miembrosoperan por separado, sin ser conscientes de sus preocupacio-nes comunes; o, si lo son, no consideran que este hecho ten-ga ninguna consecuencia social o cultural. Si comienzan areconocer los problemas que comparten, e identifican a cier-tos individuos que tienen intereses en común y a otros que sediferencian por no tenerlos, la reunión cambia de carácter yse convierte en una unidad de identidad. Tanto las unidadesagregadas como las de identidad están, en esencia, social-mente fragmentadas. Cada miembro es, en sí mismo, una es-tructura disipativa. Colectivamente no existe la capacidad deactuar como un todo. (Los sociólogos se refieren con fre-

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cuencia a este tipo de segmento social como “categoría”.) Sise incrementase el insumo energético de una reunión frag-mentada, ese insumo, en cierto sentido, no tendría adónde ir.Mientras los individuos que integran la comunidad no se veanligados por algún conjunto de relaciones obligatorias, porvínculos que les hagan sentir la necesidad de hacer algo porlos demás y de buscar respuestas similares, la adición de másenergía o de más materia no tiene otro efecto sobre el totalque el que tendría sobre una serie de cristales o sobre laspapas de que habla Marx. El comportamiento colectivo con-siste en las actividades separadas y no coordinadas de cadamiembro; el total parece un estrépito constante de fluctua-ciones sin orden interno ni sistema. El comportamiento in-mediato de cada individuo es impredecible, pero el del con-junto tiene cierta predictibilidad estadística.

Cuando los individuos comienzan a extender un poco másallá su reconocimiento mutuo e inician un comportamientointerdependiente, se da el primer paso hacia el surgimientode una nueva estructura disipativa. El establecimiento de obli-gaciones recíprocas, de intercambio de bienes, de transaccio-nes, de planificación basados en el comportamiento prede-cible de otros, introduce el primer conjunto de retroali-mentaciones sistemáticas. Con esto se inicia un comporta-miento colectivo peculiar de esa unidad. A este tipo de orga-nización lo llamamos unidad coordinada. No hay dirección cen-tralizada, sino comportamiento coordinado, como el quehay entre pares y tríos de individuos. Cada individuo está rela-cionado diádicamente con una serie de otros individuos, yestos vínculos se extienden a través del todo, de manera quela actividad iniciada en una parte puede llegar a tener ramifi-caciones en puntos distantes del grupo. Una unidad coordi-

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nada puede, de manera muy real, aceptar insumos. Las cosasintroducidas por miembros que (en sentido figurativo) estánen la periferia, pueden pasar por muchas manos. Las obliga-ciones recíprocas significan que los intercambios y transac-ciones difunden los insumos a través de los vínculos socialesde manera tal que, en última instancia, pueden afectar a mu-chos sectores del grupo. Se pasa información mediante in-tercambios verbales o por mensajes y señales de otro tipo.

Sin embargo, la unidad coordinada carece de algo de laverdadera estructura disipativa. Tiene insumo y producto, perono tiene un mecanismo autocatalítico que asegure la conti-nuidad del insumo y producto. Sus miembros pueden sepa-rarse a voluntad del grupo y, por lo general, la naturaleza deéste no se verá afectada. Sin embargo, en sentido físico, lasfluctuaciones se incrementan. La interestimulación, el refuerzoque sigue a los actos que son de interés para ciertos sectoreso para el todo, produce estallidos de actividad colectiva queresultan imposibles en las unidades fragmentadas. Ya quepuede aceptar insumos, los acepta, y esto hace necesario unincremento de actividad. Pero no hay ningún mecanismo quetrate de garantizar estos insumos, que vea al grupo como untodo, que se preocupe por sus necesidades colectivas.

La aparición de este mecanismo autocatalítico no es sim-ple; implica un número de fases. De manera primaria, es unproceso de centralización, pero puede verse que ésta involucrapor lo menos dos pasos. El primero tiene lugar cuando losmiembros de una unidad coordinada deciden asignar su po-der de toma de decisiones a una sola persona o a un subgrupodel conjunto. Este proceso produce una unidad de consenso.Como se considera que un individuo –o un sector– es capazde tomar mejores decisiones por cuenta del grupo que los in-

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dividuos aislados, los miembros ceden su derecho de decisiónsobre ciertos asuntos. En tanto la toma de decisiones centrali-zada sea prudente y obedecida, pueden hacerse insumos másventajosos para la colectividad como un todo. Pueden tomarsedecisiones que garanticen que se mantendrán los insumos demanera tal que beneficien al todo, y no sólo a los individuosque de hecho los manejan. Una unidad de consenso es unaestructura disipativa verdadera, pero muy vulnerable.

La unidad de consenso tiene en común con la unidad co-ordinada la debilidad estructural de carecer de una forma se-gura de garantizar que los miembros individuales seguiránconcediendo o asignando a otros el derecho de tomar deci-siones. En la unidad coordinada el individuo puede interrum-pir una relación dada cuando lo desee, y en la de consensocuenta con la misma posibilidad. De esta forma, quien tomalas decisiones centralizadas debe dedicar gran parte de su tiem-po a averiguar cuáles son los intereses de los miembros, paratomar decisiones que encuentren aceptables. De no hacerlo,los miembros, sencillamente, pueden ignorarlo. Las unidadesde consenso pueden dividirse con facilidad en una o másunidades coordinadas.

Lo que hace falta es llevar a la unidad de consenso a unacondición tal que deje de ser un mero mecanismo para ga-rantizar los insumos y garantice también, de alguna manera,que el mecanismo estará en posibilidad de funcionar. El líderpor consenso puede hacerse cargo de los insumos si la gentele obedece. Pero si los individuos deciden no obedecerlo, nohay nada que pueda hacer. El primer paso primitivo en estadirección se da cuando una mayoría de miembros apoya allíder ejerciendo coerción social sobre los individuos que tra-tan de sustraer su cooperación. Esto proporciona al líder una

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fuente de poder independiente de la del miembro renuente.Cuando ocurre esto, el mecanismo central de toma de deci-siones tiene más seguridad de poder garantizar los insumos yel funcionamiento interno de la unidad.

La unidad de mayoría brinda cierto poder independiente allíder, aunque éste puede aún perder el apoyo de la mayoría.El paso final para asegurarle cierta continuidad en su posi-ción consiste en proporcionarle una base de poder separadadel poder asignado de los miembros del grupo. El líder quepuede depender de una pandilla de matones, de una fuerzapoliciaca, de un ejército o de alguna forma de ejercer un nivelde fuerza que no está al alcance de los miembros, avanzahacia este paso final. El grupo ha tomado un carácter cor-porado.

Es una estructura disipativa con cierta garantía de conti-nuidad. Al examinar esta secuencia de unidades operativas,desde las unidades fragmentadas (las unidades agregadas yde identidad), pasando por las coordinadas de consenso, demayoría, hasta, por fin, la unidad corporada, resulta de espe-cial interés el hecho de que, a medida que se agrega cadanuevo proceso, la unidad puede –y lo hace– incrementar elflujo de energía y materia. La energía humana debe invertirse,no sólo en el mantenimiento material de la unidad, sino tam-bién en su integridad social. Cuanto más poder se conceda yse asigne y mayor sea la dependencia de la centralización,más tiempo individual tendrá que dedicarse a garantizar queno se desmorone el grupo. Los líderes se convierten gradual-mente en especialistas en gobernar. La creciente división deltrabajo implica más actividad, y no menos. Buena parte deesta actividad se dedica a asegurar el flujo continuo de ener-gía a la estructura; se la utiliza, así, como un costo para asegu-

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rar el flujo de energía que mantiene activa a la unidad. Comocosto de producción de energía, crece regularmente, perocrece con más rapidez que el flujo real que mantiene a laestructura.

De esta forma, las unidades operantes no son sólo mode-los de cómo puede cambiar el poder en una organizaciónsocial, sino también de cómo surgen las estructuras disipativassociales. El conjunto particular de unidades que se describeaquí es una pista, una secuencia; es posible discernir otros,con la única restricción de que los modelos muestran cómose controla la energía creciente y qué consecuencias tiene estopara la estructura interna de poder de la unidad. Estos mode-los no pretenden explicar todos los variados aspectos de laorganización social, sino que se ocupan de las estructurascentrales de poder, de los principales procesos energéticos.

En nuestro análisis previo de los tipos de unidades ope-rantes las definiciones descriptivas se daban en términos deindividuos o personas. Pero las unidades también pueden estarcompuestas de otras unidades. Podemos considerar que lascomunidades agrícolas de América Latina por ejemplo, cons-tituyen unidades agregadas. Las principales ciudades del mun-do constituyen una unidad de identidad, ya que sus líderesreconocen claramente que comparten entre sí algunos pro-blemas adaptativos especiales; es indudable que ya confor-man una unidad coordinada en torno a algunos de estos pro-blemas, pero es difícil saber si llegarán a formar una unidadde consenso para poder enfrentar sus problemas comunes demanera más efectiva. Una cámara de comercio es una unidadde consenso integrada por unidades corporativas empresa-riales de una ciudad en particular. Podemos considerar a unanación soberana como una unidad corporativa integrada por

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una amplia variedad de unidades. El grupo gobernante de unpaís, o una oligarquía, suelen constituir una unidad coordina-da. La ONU es una unidad de consenso construida con baseen la unidad coordinada de las naciones del mundo.

Las unidades operantes y los individuos son los protago-nistas en las estructuras de poder; las organizaciones que he-mos descrito para estas unidades son, en sí mismas, tiposmínimos de estructura. Al analizar cómo se estructura el po-der en las sociedades reales necesitamos la ayuda de algunosconceptos adicionales. Volvamos a lo básico y recordemosque las relaciones fundamentales de poder son las coordina-das y las subordinante-subordinado. Podemos decir que losindividuos o unidades operantes de poder más o menos equi-valente que se mantienen en una relación coordinada ocupanel mismo nivel de articulación (E and S: 74-94). “Nivel dearticulación” se refiere a la posición relativa que ocupan dosunidades que se encuentran articuladas y que son aproxima-damente equivalentes en poder. Los diversos miembros delgabinete de un gobierno nacional pueden estar jerarquizadosentre sí por antigüedad o según la importancia de su despa-cho, pero en conjunto ocupan un mismo nivel de articula-ción dentro de la estructura de poder gubernamental. En estetipo de situación los niveles de articulación parecen bastanteobvios. Sin embargo, al volver la vista a la sociedad en gene-ral, el conceptualizar en términos de articulación nos permi-te ver las dinámicas y estrategias particulares en que estáncomprometidas las diferentes unidades en su lucha por so-brevivir y mejorar sus condiciones. Los niveles de articula-ción casi nunca concuerdan con una tabla de organización.Las tablas de organización son modelos de cómo alguien deseaque funcione una organización formal. En la realidad, la va-

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riedad de los recursos de los individuos y las institucionesinvolucradas hace de cualquier organización una maraña deredes y relaciones informales que suelen ser más efectivaspara la adaptación que las organizaciones formales.

En una sociedad en expansión los niveles de articulaciónnunca son estáticos. Son los lugares imaginarios de una so-ciedad donde se encuentran los individuos o las unidadesoperantes para ejercer su poder. Las personas que tienen éxi-to en la obtención de controles y en el uso efectivo del poderderivado pueden escalar rápidamente de un nivel a otro. Sinembargo, los niveles son meras invenciones mentales; sonmapas imaginarios que ayudan al individuo a conocer su ubi-cación relativa en una estructura de poder. En las diferentespartes de una sociedad compleja se reconocen diferentes ni-veles de articulación, independientemente de los que existanen otras partes.

Nivel de articulación se refiere a la localización de las con-frontaciones y de la cooperación real; en cierto sentido, esdonde las personas o grupos se ubican en su propio nivel. Aligual que la noción de relación social, las personas involucradasen ella la conciben mentalmente como una realidad; pero debeser construida por el investigador que desea comprendercómo funciona la sociedad.

Nivel de integración l se refiere a una simplificación pública yal ordenamiento de los niveles de articulación. Ya que estosúltimos son en esencia privados y diferentes para cada indivi-duo, sacarlos a la luz pública sería totalmente caótico y con-

1 Quien primero lo usó de manera extensa fue Julian Steward, véaseE and S: 74-94; 138-164.

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fuso, además de imposible. La visión individual de los nivelesde articulación constituye un mapa de las diferencias de po-der con las cuales el individuo está familiarizado, pero no parala sociedad en su totalidad. Para lograr acuerdos y un enten-dimiento común, casi todas las sociedades formulan un con-junto de niveles estándar a los cuales todo mundo puede ha-cer referencia. Éstos constituyen los niveles públicamentereconocidos que utiliza una sociedad para el ordenamientode sus miembros o instituciones de acuerdo con su poderrelativo. Para una sociedad particular, los niveles de integra-ción suelen estar limitados a seis o siete. Como sugerimos enel capítulo anterior, este número es probablemente el deno-minador común más conveniente que la mente humana pue-de manejar con comodidad. En las sociedades contemporá-neas solemos encontrar que las cosas se clasifican según nivelesque concuerdan con la organización administrativa del país,pero que varían según el propósito particular. Familia, barrio,comunidad, provincia, nación, mundo... es un conjunto típi-co de niveles de integración en una nación compleja actual.

La diferencia entre los niveles de articulación y los de in-tegración reside, en primera instancia, en que los niveles dearticulación son compartidos sólo por aquellos que se en-cuentran en articulación inmediata, y su número y formula-ción varía de un contexto a otro. Los niveles de integraciónson precisamente aquellos en torno a los cuales existe unacuerdo general para que sean representativos de los nivelescon los cuales los miembros de la sociedad están familiariza-dos. Ya que son producto de acuerdos culturales, funcionancomo modelos que los miembros de la sociedad vuelven aproyectar sobre la misma. Existen no sólo en la mente de losmiembros, sino también en la organización que ha sido cons-

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truida con base en el modelo mental. Este proceso es comúna todas las sociedades en donde existen diferencias de podermanifiestas entre los miembros, no importa cuál sea el gradode complejidad cultural. En las sociedades simples se basanen el poder asignado, y en las sociedades complejas se basanpredominantemente en concentraciones de poder indepen-diente. El carácter conceptual de “nivel” implica distanciasocial, una jerarquización en términos de acceso social relati-vo. Como tal, lleva implícito un tipo de vivencias que experi-mentan las personas en todas las sociedades y que deben en-frentar para poder tratar con otras personas.

Aunque los niveles constituyen una manera de ver las re-laciones entre unidades coordinadas e individuos, las relacio-nes subordinante-subordinado también son de gran impor-tancia (muchos investigadores anteriores sostenían que sonlas únicas relaciones importantes) en la estructura del poder.A la llamada relación vertical o jerárquica se la ha denomina-do dominio de poder. El término dominio en sí mismo no implicamás que la existencia de relaciones subordinante-subordina-do. Sin embargo, los dominios como instrumentos analíticosresultan bastante útiles, ya que permiten la diferenciación deactores y unidades operantes en términos de sus áreas relati-vas de control y del alcance relativo de su poder. Permitenaclarar las áreas de intereses sobrepuestos y de poder simul-táneo o en conflicto. Los dominios se componen necesaria-mente de dos o más niveles. El dominio más sencillo es ladominación de un actor sobre otro con base en que posee unpoder relativamente mayor. Sin embargo, un dominio se re-fiere, por definición, a una concentración de poder en nive-les superiores, y siempre se da el caso de que cuanto más bajosea el nivel, mayor es la cantidad de actores.

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Existen dos tipos de dominio de particular importanciaen el desarrollo de estructuras de poder: dominios unitariosy múltiples. Se diferencian en cuanto al número de líneas depoder que relacionan al miembro de un nivel inferior con losde niveles superiores. En los dominios unitarios, los miem-bros de niveles inferiores existen básicamente dentro de unmonopolio de poder mantenido por un solo dominio de ni-vel superior. Por ejemplo, en la hacienda clásica del siglo XIX

en Morelos, el campesino podía suponer que sólo consegui-ría trabajo en la hacienda en que estaba empleado; si no secomportaba de manera “satisfactoria” en esa hacienda, difí-cilmente podía esperar ser aceptado en el dominio de algunaotra.

Un dominio múltiple es aquel en el cual los individuos deun nivel inferior tienen acceso al poder de más de una unidaden los niveles superiores. En los países en que se establecieronsindicatos a fin de reducir el poder de las oligarquías terrate-nientes e industriales, éstos dotaron al trabajador de un nuevocanal de acceso al poder, además del que ofrecía el patrón.

La relación entre dominios unitarios y múltiples fue muyimportante y compleja en la historia reciente de AméricaLatina. Una exploración breve de estas relaciones ilustrará lautilidad de estos términos en un análisis, y también permitesugerir cómo los cambios en las estructuras de poder estánsiguiendo la expansión de los sistemas mayores.

Durante la segunda mitad del siglo XIX y las primeras dé-cadas del siglo XX, Latinoamérica en general experimentó uncrecimiento de población y un proceso de desarrollo econó-mico. El patrón de desarrollo de la denominada “época libe-ral” fue de dependencia del capital extranjero para el esfuer-zo expansivo, y de dependencia de tecnología y bienes de

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consumo extranjeros para satisfacer las necesidades del sec-tor burgués emergente. Uno de los rasgos más característi-cos de este periodo de expansión económica fue el surgi-miento de empresarios extranjeros y nacionales comodetentadores esencialmente monopolísticos de poder en cier-tas áreas geográficas particulares. Muchas empresas extranje-ras establecieron enclaves económicos en regiones que, deotra manera, eran de poco interés para las sociedades nacio-nales. Plantaciones fruteras en Centroamérica, plantacionesazucareras en la costa peruana, explotaciones petroleras enMéxico, explotaciones de caucho en el Amazonas, y muchasotras empresas grandes y pequeñas se encontraban virtual-mente en manos de compañías extranjeras, casi siempre conla asistencia y cooperación de los gobiernos nacionales. Deigual importancia fue la expansión de los dominios localesemergentes, las grandes estancias trigueras de la pampa ar-gentina, las haciendas del centro y norte de México, las fincasde café en América Central y muchas otras florecientes em-presas económicas que estaban en manos de nacionales. Elpatrón de poder que surgió en esta época fue una multiplici-dad de dominios únicos, cada uno de los cuales podía, a dis-tintos niveles, tomar decisiones independientes del gobiernonacional. En los pocos países en que surgieron, los sindica-tos y partidos políticos constituían fenómenos esencialmen-te urbanos y tenían poca influencia sobre los enclaves y losdominios rurales agrícolas.

Comenzando con el periodo de la Revolución mexicana,y en algunos casos poco antes, la creciente población dealgunos países comenzaba a generar nuevas bases de poder(E and S: 159-163). En Costa Rica, por ejemplo, por mediode la institución de una franquicia rural, Ricardo Jiménez pudo

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valerse de esta nueva fuente de poder para alcanzar un cargopolítico (cf. Stone, 1974). En Argentina, el llamado “Grito deAlcorta” fue un estallido rural de repercusiones inmediataslimitadas, pero que indicaba algo para el futuro (cf. Grela,1958). En México la Revolución luchó hasta destruir efecti-vamente muchos de los viejos dominios únicos, pero dejócasi sin tocar, por el momento, los enclaves petroleros bajodominio extranjero y algunas de las regiones más aisladas depoco interés económico inmediato para el gobierno. Sinembargo, fue la depresión la que suministró el golpe másfuerte al viejo sistema de dominios únicos en América delSur, aunque la recuperación económica propiciada por la Se-gunda Guerra Mundial pospuso los cambios profundos en lamayoría de los países hasta décadas posteriores.

En lo fundamental, la depresión significó un golpe paralos dominios únicos privados en toda Latinoamérica. Abrióel camino para que los gobiernos nacionales pasaran a ejer-cer mayor poder. La concentración de poder y riqueza ante-rior había estado fuera del alcance de los gobiernos. Con elcrecimiento que vino después de la depresión y, en particularcon los ingresos derivados de la Segunda Guerra Mundial,los gobiernos tendieron a tratar de quitarle el poder a losdominios privados. En vista de que pocos de ellos operabana nivel nacional y muchos eran extranjeros, tenían puntosvulnerables especiales. La necesidad específica del gobiernoconsistía en conseguir el poder asignado de la población; peromientras la población se encontrara presa de los dominiosprivados, era de difícil acceso. Los gobiernos necesitabandebilitar (pero no destruir, ya que eran rentables en términosde riqueza) las oligarquías y los dominios privados para al-canzar popularidad y dominio nacional único y fuerte.

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El periodo de la depresión dio lugar a varios intentos depopulismo, y hacia el final de la guerra Perón estaba lidiandocon los intereses dominantes en Argentina, tal como lo hacíaArévalo y Arbenz en Guatemala. Ya Cárdenas había extendi-do la base popular del gobierno y el sistema, de partido úni-co en México, activando la reforma agraria y nacionalizandola industria petrolera. Varios países que habían sido goberna-dos por dictadores que poseían sus propios dominios únicosintentaban nuevamente las vías electorales. Aunque nos esimposible detallar los eventos de la época, los gobiernos ylos aspirantes al poder gubernamental intentaban básicamenteestablecer una serie de dominios múltiples. La única formaen que los gobiernos podían poner fin a la dominación de losdominios unitarios era debilitándolos. Lograron hacerlo in-troduciendo procedimientos electorales, permitiendo la or-ganización de sindicatos bajo estricto control gubernamen-tal, e incluso, en algunos casos, promoviendo movimientosde masas. Todos estos procesos establecieron nuevas líneas depoder que corrían de manera directa del gobierno hacia elpueblo a través del establecimiento de organismos nuevoscreados específicamente para desafiar los dominios unitariosestablecidos. El proceso fue bastante exitoso en muchos lu-gares. Aunque pocas veces logró destruir la base de poder delos dominios únicos, los obligó a abrirse, debilitó sus contro-les monopolísticos de recursos y regiones y el poder unitarioque mantenía sobre las poblaciones. El dominio múltiple viosu periodo de ascenso durante la década de 1950 y principiosde 1960.

A principios de la década de 1960 los gobiernos continua-ban extendiéndose y centralizando el poder, y encontraronque el proceso de dominios múltiples era satisfactorio mien-

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tras tuviera efectos perniciosos sobre los competidores delos gobernantes. Pero en una serie de países comenzó a ha-cerse evidente que los nuevos dominios múltiples tendíancada vez más a competir entre sí por los mismos controles yla posibilidad de ejercer el mismo poder que el gobierno con-sideraba de su propia incumbencia. A estas alturas, los es-fuerzos de la época de posguerra por incrementar el desarro-llo económico estaban rindiendo sus frutos, y el crecimientode la población, que en la década anterior había sido tibia-mente calificado de explosión demográfica, asumía propor-ciones gigantescas. Los países latinoamericanos, comenzan-do con Brasil en 1964, seguido de manera irregular por ungobierno tras otro, cayeron bajo gobiernos militares quehicieron a un lado muchos de los procesos democráticos ypluralísticos que habían servido para debilitar, y en muchoscasos destruir, los dominios unitarios que existían antes. Lasnuevas fuentes de poder liberadas por la ruptura de los do-minios unitarios crearon un poder de tal magnitud que elproceso natural de concentración apareció en toda su fuer-za. Los militares, con su control dominante de las fuerzasarmadas, pudieron forzar a alinearse a otros grupos de inte-rés, y se establecieron como el grupo que podía mantenerel equilibrio necesario para gobernar el país. En esencia,esto inició nuevamente el proceso de formulación de losdominios únicos, pero ahora a nivel nacional y con el go-bierno como detentador único del dominio.

El patrón general que surge de este cuadro es el paso delos dominios únicos anteriores, de menor escala, hacia la for-mación de dominios múltiples que sirvieran como mecanis-mos para la destrucción de los primeros; luego, con el conti-nuo crecimiento económico y demográfico y el desarrollo de

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la riqueza liberada por la ruptura de los dominios únicos,resurge la concentración de poder en la formación de nue-vos dominios únicos, mucho más grandes y de escala nacio-nal (Adams, 1970).

El principal rasgo político de los países latinoamericanosindividuales es el surgimiento de gobiernos nacionales comofocos de la emergencia de nuevos dominios únicos. Sin em-bargo, esto sucede también en el más amplio contexto mun-dial de relaciones de poder. Se está produciendo la concen-tración de poder nacional, en un contexto de relacionescoordinadas cada vez más extensas, y simultáneamente seinicia la centralización de esas relaciones. El cuadro en sutotalidad es demasiado complejo para ser descrito en estetrabajo. Haciendo un esbozo breve, podemos decir que in-cluye los esfuerzos de las principales naciones capitalistas pormantener su hegemonía económica por medio de las com-pañías trasnacionales y por medio de arreglos económicosentre gobiernos. También incluye los continuos esfuerzos delos países socialistas por establecer no sólo lazos económi-cos sino también su influencia política y la realización de sudeseo de que otras naciones pasen al socialismo. Incluye elsurgimiento de protobloques tales como el Mercado ComúnCentroamericano, la ahora extinta Asociación Latinoameri-cana de Libre Comercio y el Pacto Andino. Estos esfuerzosprogresivamente más amplios de coordinación buscan forta-lecerse para jugar el papel del siguiente gran foco de centrali-zación, es decir, el que se producirá a nivel supranacional. Enel momento actual, es claro que Latinoamérica está más pro-fundamente involucrada en el sistema relacional capita-lista que en el socialista. Sin embargo, los problemas de con-trol internacional, ahora en su mayoría en manos de los

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militares de cada país, se enfrentan a poblaciones en creci-miento que probablemente sólo podrán ser gobernadas pormedidas internas socialistas en uno u otro grado.

En la actualidad el poder funciona simultáneamente enuna variedad de dimensiones estructurales diferentes, tal ycomo siempre ha funcionado en el transcurso de la evolu-ción. Examinaremos algunas características de esta evoluciónen los capítulos 5 y 6. Sin embargo, la clave para comprenderel poder consiste en asumir que cualquier expresión de poderrepresenta necesariamente alguna estructura; el problemasiempre radica en encontrar la estructura de la cual forma parte.

Las estructuras de poder suelen ser visibles en sus mani-festaciones pero, lo sean o no, existen real y efectivamente enlos sistemas mentales de las personas cuyas relaciones lascomponen. Son, en todo sentido, construcciones del hom-bre. Pero a la vez son construcciones sobre las cuales éstetiene sorprendentemente poco control directo. Por cada do-minación exitosa de poder de parte de un individuo o grupo,habrá una multiplicidad de otras fracasadas, subordinadas,fragmentadas y rotas. Como estructura, el poder se encuen-tra predominantemente fuera del control de la mayoría desus integrantes. El poder se aloja en los sistemas mentalesjunto con el conocimiento de las restricciones físicas del medioambiente, y constituye para el ser humano individual partede la estructura dentro de la cual debe trabajar, luchar y so-brevivir. El hombre moderno es más sensible a los índices depoder social que a los del medio ambiente natural. Sus prin-cipales problemas tienen que ver con las personas que con-trolan los impuestos, las licencias, los precios en el mercado,el nivel de los salarios, etc., artefactos todos de la cultura hu-mana. Vemos así que la estructura del mundo moderno es,

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de manera dominante, una estructura de poder. Aun los ele-mentos estrictamente físicos son reinterpretados. De vez encuando se manifiesta el temible control de la naturaleza, ha-ciéndose sentir por medio de catástrofes como el terremotoque en 1976 destruyó gran parte del centro de Guatemala.Pero hoy es posible afirmar que hasta el hambre y la miseriade grandes segmentos de la población son tanto problemas dedistribución económica como de producción, y la distribu-ción es parte firme de la estructura de poder.

Hoy en día la estructura de poder es evidente en sus mani-festaciones. Pero es claro que estamos igualmente lejos desaber cómo manejarla.

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5. PROCESOS DE CAMBIO

Hemos introducido los conceptos de flujo de energía,procesos mentales y poder, aspectos de una serie de fenó-

menos que, tomados en conjunto, constituyen los procesosde adaptación y supervivencia humana. En este capítulo de-seo analizar algunos procesos de esta adaptación, especí-ficamente en cuanto al papel que juegan en la evoluciónsociocultural humana y los cambios que la constituyen. Esobvio que al proponer el análisis de dichos procesos está implí-cito que es posible hacer algún tipo de afirmaciones sobre lasituación de la especie humana sobre la tierra. El primer pro-blema a discutir es precisamente qué tipo de previsiones con-sidero posibles.

La teoría general de los sistemas disipativos, tal como fueexpuesta por Prigogine (1977), sugiere que la historia de cual-quier fenómeno natural es esencialmente estocástica, es de-cir, que pasa de una condición y situación a otra a través deuna serie de puntos nodales en los que se toman las decisio-nes acerca de cuál de las alternativas disponibles se escogerá.Estos nódulos suelen ser los puntos en que alguna expansióndel sistema condujo a las fluctuaciones crecientes; una de estasfluctuaciones, finalmente, atraviesa el umbral. Es decir, unade ellas es el escenario de la aparición de un mecanismoautocatalítico que permite que un flujo mayor de energía seestabilice como una nueva forma espacio-temporal, comouna nueva estructura disipativa. Durante el periodo de fluc-

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tuación creciente la predicción se vuelve cada vez más difícil,tanto que es imposible predecir en qué momento una fluc-tuación determinada ha de producir la particular combina-ción de elementos que constituirán la nueva estructura. Noobstante, una vez que tiene existencia, la nueva estructura secomporta de acuerdo con su propio conjunto de procesos.Un conjunto de éstos, que preste atención específica al flujode estabilidades, permite formular reglas que describen sucomportamiento, con lo cual se hace posible la predicción.Prigogine describió la diferencia entre estas fases como laque existe entre la inestabilidad (las fluctuaciones crecientes)y la estabilidad (el funcionamiento del régimen de la nuevaestructura). De esta forma, el determinismo y el indeter-minismo son rasgos que pueden considerarse característicosde fases específicas de un proceso estocástico. Vivimos enun mundo marginal en el que los hechos nos llevan de unacondición a otra.

Esta descripción parece estar de acuerdo con nuestra pro-pia experiencia, aunque dudo que solamos ser lo bastanteconscientes de los hechos que nos rodean como para identi-ficar aun los procesos más básicos que pueden estar gene-rándose. Todos sentimos en algún momento que los hechosnos estaban “atrapando”, que “sucedían demasiadas cosas”.Nos hemos preguntado por qué las presiones de la vida, delas tensiones que emanan de problemas y tragedias, parecenvolver más fuertes a algunas personas, pero mandan a otrasal manicomio.

Sin embargo, la predicción no nos resulta totalmente im-posible. Muchas estructuras que surgen no son tipos nuevos,sino la réplica de estructuras que ya han aparecido. Las con-diciones similares tienen productos similares, y la concatena-

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ción de tales condiciones nos permite con frecuencia deciralgo útil acerca de cómo, cuándo y dónde pueden tener lugaresas estructuras. Además, los eventos a gran escala están com-puestos por partes menores. Muchas veces no podemos es-tar seguros respecto a las partes microscópicas específicas,pero es posible hacer afirmaciones sobre las pautas mayores.Por ejemplo, si sabemos que las termitas están comenzandoa construir un castillo en cierta parte de la selva, podemoshacer buenas aseveraciones sobre el tamaño posible de loscastillos, tal vez sobre la distancia que habrá entre una cons-trucción y otras, incluso sobre cuánto tiempo puede durar laconstrucción. O, una vez que se inicia un partido de futbol,podemos calcular con bastante precisión cuándo va a termi-nar, aunque no podemos decir absolutamente nada sobre losdetalles que veremos en el transcurso del juego. Podemosformular predicciones, sobre todo acerca de eventosmacroscópicos, y existen muchas razones para ello.

Aunque no es posible hacer de este ensayo una discusiónsobre la naturaleza del conocimiento, podemos mencionarrápidamente dos aspectos importantes. Uno es que la selec-ción natural nos permite emitir juicios sobre las cuestionesde largo alcance en la evolución, aunque sea poco lo quepodamos decir sobre el próximo paso inmediato. El otro as-pecto es que, en la conducta humana, la sociedad tiende aorganizar nuestras actividades en grandes patrones y a se-guirlos de manera un tanto rígida. Pueden existir variacionesextremas y cambios impredecibles dentro de estos patrones,pero a la larga resulta que se cumple el patrón general.

Aunque las diferencias culturales hacen inútil formularpredicciones específicas sobre sociedades cuyo modo de vidaes desconocido, es posible hacer algunas afirmaciones gene-

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rales sobre el género humano, porque en última instancia actúacomo especie y no como conjuntos segregados de socieda-des que se encuentran geográfica y temporalmente aisladas.Dichas afirmaciones dependen del hecho de que sabemosque las sociedades entran en mutua relación en un momentou otro. Para la obtención de este conocimiento no podemosutilizar el popular mecanismo científico que consiste en exa-minar aisladamente un proceso para luego insertarlo en larealidad a fin de ver cómo se comporta. Antes bien, pode-mos delinear nuestros modelos de patrones porque pudimosobservar a la especie en funcionamiento en el mundo real, ypor un largo periodo, a través de la historia, la etnografía y laprehistoria.

Al analizar a la especie humana tratamos con un conjuntosemiarticulado de sociedades (considerémoslas como estruc-turas disipativas) que se desarrollan para sobrevivir; a vecesuna sociedad es la presa y la otra es rapaz, o las dos puedenaliarse contra un enemigo común. La capacidad de cambiar aun vecino de la categoría de amigo a la de enemigo es otrocaso de inversión simbólica impulsada por las percepcionesde amenazas relativas provenientes de otra parte.

Asumimos que la especie humana opera en un medioambiente, la biosfera, como un tipo particular de estructuradisipativa. Específicamente, consideramos que está consti-tuida por una gran cantidad de sistemas disipativos menores,en alguna medida interdependientes. Cada uno de ellos pue-de ser considerado por sí mismo, pero algunos dependen deotros para tipos específicos de insumos. El rasgo primarioque caracteriza a la especie humana es la tendencia constantehacia la expansión. Cuando la expansión se encuentra obsta-culizada, en algunas áreas de algunas sociedades se desarro-

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llarán mecanismos que permitan continuarla, es decir, que per-mitan ejercer mayor control sobre el medio ambiente. Estopermite la continuidad de la adaptación exitosa, incluso pue-de dar lugar a una forma de adaptación superior a otras queoperan al mismo tiempo. Vemos así que un elemento de nues-tro preconocimiento de la especie es que algunos de los sec-tores que la componen tratarán de expandirse; no podemossaber a ciencia cierta cuál de ellos será el más expansivo enun momento futuro determinado, pero podemos asumir quealgunos segmentos estarán en expansión. Es más, podemosestar bastante seguros de que, al margen de cuáles hayan sidolos patrones de amistad o enemistad manifiestos entre unsector en expansión y sus vecinos, la dinámica de la expan-sión determinará quiénes serán considerados como amigos yquiénes como enemigos.

La dinámica de la expansión misma está enterrada en lacomplejidad del proceso de la vida. Sin embargo, desde elpunto de vista del análisis de las sociedades y de la especie noes necesario profundizar tanto, ya que nuestro interés resideen determinar el manejo que las sociedades hacen del proce-so, y no en la determinación de la dinámica biofísica del mis-mo. Básicamente, como lo señaló Bateson, la sociedad queno logra sobrerreproducirse está condenada a la extinción.Es así que la sobrerreproducción biológica es una característi-ca importante de este tipo particular de estructura. Sin embar-go, junto a esto existe el proceso de selección natural. Algunasespecies dependen más obviamente de la sobrerreproducciónque otras. Los insectos son los mayores expertos en la super-vivencia mediante la reproducción en cantidades astro-nómicas, y pueden darse el lujo de perder a gran parte de ladescendencia de una generación y aun así mantener la pobla-

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ción al nivel adecuado para garantizar la reproducción de lasiguiente generación.

La habilidad del ser humano para desarrollar nuevas ma-neras de vida lo ha llevado a imitar con eficacia los mecanis-mos utilizados por otras especies. La sobrerreproducción fueun mecanismo de mucha utilidad, pero obviamente planteala desvalorización de la vida del individuo. Tenemos variosejemplos de esto a través de la historia: la disposición de líde-res políticos a sacrificar una generación entera a los horroresde la guerra; o el cacique mexicano sitiado que jura que antes deque él y su bando sean muertos, segarán el doble de vidas enel bando atacante; o el pionero americano que aceptaba quemuchas mujeres morirían al dar a luz pero que serían reem-plazadas por otras mujeres; o la decisión política de Stalin deeliminar a los campesinos recalcitrantes; o el postulado delejecutivo capitalista de que los que no quieran trabajar pue-den morirse de hambre. No importa cuál sea el caso; sirvenpara constatar que la especie ha estado dispuesta a sobre-poblarse para luego despojarse del exceso. Realmente, la prin-cipal respuesta de la especie humana ante la selección naturalfue la sobrerreproducción y el desarrollo de la tecnología.

Claro que hay sociedades que se rehusaron a sobrerre-producirse o que fueron incapaces de mejorar su tecnología.Los diversos ejemplos del ejercicio del control de la natali-dad, tanto en las sociedades primitivas como en las comple-jas, muestran que las sociedades pueden hacer predicciones yactuar con base en ellas. También hay sociedades con unarenuencia positiva a aceptar nuevas respuestas tecnológicas alos problemas de la supervivencia. En ambos casos suelenexistir razonamientos racionales para las decisiones. Pero hastael momento actual de la historia humana la restricción conti-

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nua de la expansión de una sociedad siempre tuvo, en últimainstancia, efectos negativos. Mientras algunas sociedades in-tentaban mantener un estado constante, existían en algún lu-gar otras sociedades empeñadas en la expansión que, even-tualmente, llegaban a tomar ventaja sobre aquellas quebuscaban la estabilidad. Es así como la selección natural for-ma parte del proceso expansivo de la especie humana. Apar-te de las llamadas catástrofes naturales, el sistema expansivohumano parece tener un mecanismo de catástrofe propio,desarrollado por el hombre, que entra en escena cuando fallael potencial destructivo de la naturaleza.

Pero en estos casos no podemos evitar el indeterminismo.En éste, que parece el peor de los mejores mundos posibles,no podemos formular predicciones seguras acerca de dóndeaparecerán el próximo desastre o la solución salvadora. Lasinnovaciones y las mutaciones culturales pueden aparecer encualquier parte y es difícil identificar de antemano la impor-tancia de su aparición y de sus eventuales consecuencias. Lapredicción sólo nos permite asumir que aparecerán mecanis-mos de este tipo, y que persistirá la intencionalidad expansivade la especie.

Aunque la mayoría de los mecanismos utilizados por laespecie humana en esta continua supervivencia mediante laexpansión se encuentran también en otras especies, algunosde ellos son de particular importancia para la especie humana.Tal es el caso del contraste binario mentalístico expuesto enel capítulo 3. Implícita en la naturaleza de cualquier sistemaen expansión está la segmentación sucesiva y el surgimientosucesivo de nuevas partes. Cuantos más individuos haya,mayores son las posibilidades de mutación genética y de in-novaciones culturales, y mayor es la diferenciación de nuevos

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nichos que permitan la supervivencia de nuevas formas deadaptación. El mundo en expansión del hombre se llena cons-tantemente de nuevas oportunidades. Sin embargo, es carac-terística del hombre su particular manera de tratar con loambiguo, lo nuevo, lo desconocido, lo incontrolable. Es elcontinuo contrastar lo controlable, significativo, familiar,predecible y ordenado con lo incontrolable, carente de signi-ficado, desconocido e impredecible. Un evento u objeto serátratado de manera muy diferente según encaje en una u otracategoría. El hombre es capaz de tomar el fenómeno másdelicado, complejo y maravilloso y, basado en una breve con-sideración, decidir qué es comprensible y, por lo tanto, sus-ceptible de ser ignorado; o incomprensible, y, por ello, peli-groso y sujeto a ser eliminado.

La determinación del hombre de tratar los elementos delmedio ambiente en términos de la aparente amenaza o be-neficio que representan para su propio poder y control, resi-de en el arbitrario proceso binario de reduccionismomentalístico (E and S: 271-272). Este mecanismo fue muyútil a la especie en su lucha por adaptarse. Pero también sir-vió para eliminar elementos cruciales de gran utilidad, solu-ciones de gran importancia potencial, nuevas formas de adap-tación y mecanismos que, a la larga, hubieran podido conducira un modo de vida más racional. Estas decisiones se tomanen la sociopsicología del poder y el control, y se institucio-nalizan en las definiciones culturales y sociales.

Este mecanismo interno constituye una parte importantedel funcionamiento de la estructura disipativa de los sereshumanos. Aunque en última instancia el futuro del hombrese vea determinado por la adaptación de la especie en labiosfera, las decisiones adaptativas se toman de base los be-

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neficios que parecen ofrecer a la sociedad específica, y no a laespecie. Podríamos incluso decir que la estrategia de supervi-vencia del hombre es diferente de aquella de la naturaleza. Elhombre se interesa por su propia supervivencia; la naturalezase interesa por la supervivencia de las especies más exitosas.

Todo lo que el hombre hace afecta su adaptación, directao indirectamente; cada cambio y cada continuidad no sólotienen consecuencias para los actores y sus sociedades, sinoque pueden llegar a generar consecuencias acumulativas parala totalidad de la especie. No existen cambios intrínsecamen-te irrelevantes para la evolución. Aunque no sean percepti-bles sus efectos a largo plazo, el cambio es evolutivo. Segúnel mismo criterio, algunos cambios son obviamente más crí-ticos que otros; algunos constituyen mecanismos de desarro-llo importantes, mientras que otros son tan sólo mutacionesfracasadas. Parte del indeterminismo reside en el hecho deque éstas son variaciones microscópicas, elementos cuyospapeles futuros son casi imposibles de predecir.

Si examinamos el papel que juega la humanidad sobre latierra en términos de estructuras disipativas, podemos for-mular una serie de proposiciones sobre su desarrollo futuro.Ya se formularon dos de dichas proposiciones. La primera esque es una estructura expansiva, semiarticulada y altamentediferenciada, dentro de la cual distintos segmentos compitenpara lograr una adaptación exitosa; los diferentes sectoresson en sí mismos elementos expansivos a la vez que formanparte del medio ambiente de otros sectores. La segunda pro-posición es que para la estructura global no existe un meca-nismo central de toma de decisiones, que las decisiones sontomadas por los diferentes sectores. Pero lo exitoso de laadaptación es significativo en términos de la estructura total;

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los diferentes sectores pueden ser sacrificados en aras de lasupervivencia o la expansión de la totalidad. En el resto delcapítulo trataremos otra serie de rasgos característicos de lasvarias partes, cómo se relacionan entre sí y con la totalidad.

Un aspecto central de la expansión social que pocas veceses captado por las personas que constituyen las sociedadesmismas, es que el límite particular trazado alrededor de lacolectividad para poderla identificar puede no ser el más sig-nificativo en términos de la supervivencia de los individuos ode la totalidad. Las ideologías suelen argumentar a favor deuna unidad arbitraria que representa poder potencial para losdifusores mismos de la ideología, y no de aquellas que pue-dan tener un mayor potencial de capacidad adaptativa. Unamanera de visualizar la expansión de la especie es en térmi-nos de una serie de pasos expansivos, tomados en diferenteslugares y momentos por sociedades diferentes, los cuales, enuna perspectiva macroscópica, siguen un cierto patrón siste-mático. Este patrón puede concebirse como una secuenciade crecimiento dentro de la cual un grupo de unidades coor-dinadas se centraliza y forma una unidad mayor, mientrasque otros conjuntos se centralizan de manera similar (E and S:206-217, 284-290).

Una de las características de la unidad coordinada es queestá sujeta a ciertas circunstancias, tal como la concentraciónde poder en manos de uno de sus miembros, lo cual la trans-forma en una unidad centralizada. Todas las unidades ope-rantes centralizadas pasan por fases fragmentadas o coordi-nadas. Las unidades coordinadas suelen presentar doscaracterísticas ambiguas: sus límites son indefinidos y sus re-laciones suelen estar entrelazadas de distintas maneras. Estohace casi imposible predecir qué miembros particulares y qué

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formas particulares de relación servirán para la formación dela unidad centralizada emergente. Lo que comienza como unapandilla de muchachos puede volverse un equipo de futbolcon un capitán; lo que comienza como un grupo de discusiónintegrado por personas insatisfechas puede convertirse en unmovimiento político.

Así, cuando un grupo de bandas cazadoras de indios nor-teamericanos se unía formando una partida de guerra paraatacar a otro grupo de indios o para movilizarse contra lafrontera en expansión de los norteamericanos blancos, po-cas veces se pudo predecir qué combinación de bandas secolocaría bajo el liderazgo de tal o cual jefe de guerra. Demanera similar, con las manipulaciones que precedieron elalineamiento definitivo de las naciones que lucharon en laPrimera Guerra Mundial, se hacía difícil prever el partidoque tomarían los Estados Unidos. Durante la serie de gue-rras que contribuyeron a conformar el surgimiento de lasmodernas naciones europeas durante los siglos XVI, XVII XVII

no era posible predecir de una década a otra qué estados se-rían aliados en un momento preciso. En las manipulacionestácticas ejecutadas por los líderes de partidos políticos paradeterminar sus intereses primordiales en una contienda elec-toral, nunca es posible tener la certeza de quiénes serán alia-dos y quiénes enemigos.

Aun en el contexto de la incertidumbre que caracteriza estetipo de procesos es posible predecir que, cualquiera que sea lacombinación de miembros coordinados que integre la unidadcentralizada, la combinación que llegue a ejercer mayor podery control tendrá las mayores probabilidades de supervivencia.

En la evolución de las sociedades humanas han existidosin duda algunas fases particularmente importantes del pro-

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ceso de coordinación a centralización. El surgimiento de je-faturas, la aparición de reinos-imperios mercantilistas, y pro-bablemente la formación de bloques de naciones-Estado quese avecinan, son casos en que un conjunto de unidades coor-dinadas adquiere cantidades crecientes de control y poderpara la centralización. De estas crecientes concentracionesemergen nuevas estructuras disipativas. En muchos sentidos,la jefatura significó un cambio inmenso en relación con lasbandas primitivas; los reinos pudieron extenderse hasta con-vertirse en grandes imperios que abarcaban el dominio decientos de miles (incluso millones) de personas. Los bloquesevidentemente serán tan distintos de las naciones que nos esdifícil imaginar su composición. Las estructuras disipativasque emergen en estas transformaciones macroscópicas sonmucho más fuertes y tienen mucho más poder que los tiposde sociedad que las precedieron. Esto da lugar a que consi-deremos a la nueva colectividad de unidades como un nuevonivel de integración. En cada caso, el surgimiento de jefatu-ras, reinos, naciones y bloques, constituye una escala de orga-nización humana completamente nueva.

El surgimiento actual de bloques de naciones-Estado noes sólo un proceso mediante el cual un conjunto de nacionesse conforma como una nueva unidad centralizada. Más bienes un proceso en el cual una cantidad de conjuntos de estasunidades tratan de hacer lo mismo de manera simultánea. Laformación de bloques hoy en día incluye los distintos inten-tos por combinarse que realizan los países europeos, latinoa-mericanos, del Medio Oriente y africanos. Estos intentos seproducen en respuesta al hecho de que Rusia y las nacionesde Europa Oriental lo han estado haciendo, y a que los Esta-dos Unidos combinan efectivamente una serie de estados en

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un precoz bloque altamente centralizado, y que China, demanera similar, surge como un importante gigante centrali-zado. Las alianzas cambiantes que se produjeron en Europaentre los siglos XVI y XVIII sustituyen precisamente el mismotipo de esfuerzo defensivo para combinar el mayor númerode partes posibles para formar un Estado-reino centralizadoque pudiera enfrentar a los Estados vecinos que tendían acombinarse de manera similar. Aunque en este caso nuestrainformación se basa en fuentes y reconstrucciones prehistó-ricas y etnohistóricas menos exactas, parece que el surgimientode jefaturas ocurrió de manera similar. Las jefaturas tendíana presentarse en conjuntos; cuando la aparición prematurade una jefatura aislada no lograba estimular la aparición deotras, la pionera se desplomaba y fragmentaba, volviendo nue-vamente a su condición de unidad coordinada.

Si consideramos las diversas apariciones de niveles de con-centración de poder enteramente nuevos junto al completoreordenamiento de relaciones que implicaron, vemos a la es-pecie humana como una estructura disipativa que ha pasadopor una serie de fases de expansión. Este desarrollo fueposible gracias a incrementos y conversiones enormes deenergía. Al mismo tiempo, el mayor ejercicio de poder semanifiesta en la aparición de conjuntos coordinados de for-mas centralizadas de organización y dominio a escala cadavez mayor. Estos eventos no deben ser considerados comoproductos casuales de unidades menores. Antes bien, sonsurgimientos inevitables que ocurren por la expansión de laenergía de la especie y por el reduccionismo mental a seg-mentos orientados defensivamente.

Yo diría que la naturaleza de esta estructura disipativa par-ticular consiste en desarrollarse mediante una serie de fases

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sucesivas sobre las cuales es posible formular ciertas predic-ciones. La solución humana al problema de la expansión ener-gética aparentemente caótica es la reducción mentalística. Perolas unidades resultantes sólo ejercen poder efectivo sobre suspropios segmentos internos y no sobre la forma en que otrasunidades decidan definir y manipular la dicotomía nosotros-ellos. Lo que resulta notable en este proceso humano, cuan-do se lo compara con los esfuerzos de otras especies, es quepuede ser repetido a niveles de uso de energía sucesivamentemás altos. La especie humana fue capaz de producir inventostecnológicos que incrementan el flujo de la base energética y,con ello, la base necesaria para estructuras de poder cada vezmayores.

La estructura disipativa biosfera-humanidad tiene la ha-bilidad especial de funcionar como un nido que propicia elsurgimiento de estructuras disipativas cada vez más com-plejas integradas por el mismo tipo de seres humanos orgá-nicos, incorporando nuevos y más potentes detonadores tec-nológicos en cada nuevo nivel. Resulta evidente la deficienciade nuestra preparación para predecir los procesos micros-cópicos dinámicos, que son tan importantes para esta ex-pansión masiva; también debemos reconocer que, si no lo-gramos predecir la dirección de esta estructura disipativaen expansión constante, y actuar en consecuencia, seremosmerecedores irónicamente de las consecuencias de nuestraincapacidad.

Muchas partes de este proceso han sido reconocidas. R.Carneiro sugirió un significativo ordenamiento de fases que dife-rencia lo que él denomina la fase de desarrollo de la que llamafase de crecimiento (Carneiro, 1969). Sus formulaciones se ba-san en un estudio de la evolución de la Inglaterra anglosajona,

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y sostiene que el desarrollo se ilustra en la introducción denueva tecnología, en el descubrimiento de nuevas manerasde utilizar con más efectividad o eficiencia las fuentes de ener-gía conocidas. Los periodos de desarrollo significanpresumiblemente el desarrollo de nuevos rasgos que creancondiciones propicias para la aparición de otros y, lo que estal vez más importante, la aceptación de uno de ellos crea labase para la aceptación de otras innovaciones relacionadas.Por lo tanto puede haber periodos durante los cuales se adoptetoda una serie de nuevos rasgos relacionados. Luego vieneun periodo de crecimiento durante el cual se multiplican gra-dualmente las innovaciones, son adoptadas por otros, y sepropagan de una unidad a otra, tanto dentro de los límites dela sociedad de origen como fuera de ellos. En cierto sentido,el periodo de crecimiento consiste en echar a andar las inno-vaciones introducidas en el periodo de desarrollo. Así, lasnuevas ideas en el aspecto tecnológico de la expansión debenprimero ser aceptadas, logrando abrir una brecha mental esen-cial en uno de los segmentos de la población mayor. Puedenreflejar un cambio paradigmático importante en el pensamien-to científico, como lo fue el descubrimiento de la relatividad(cf. Kuhn, 1962), o una relación fructífera, como la que existeentre el movimiento rotatorio y el movimiento lineal, o entrela ubicación de las estrellas y la secuencia de las estaciones, oentre la intensidad de la caza y la disponibilidad de presas,etc. Cuando las sociedades son simples, estos descubrimien-tos pueden ocurrir de manera casi singular; conforme se vuel-ven más complejas, los descubrimientos aparecen en serie, ylas series pueden afectar el cambio de los controles ejercidospor la sociedad, ocasionando la subsecuente reorganizaciónde la misma.

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Parece relevante sugerir que la fase de desarrollo corres-ponde en alguna medida a la fase inmadura de un ecosistemacuando éste se está expandiendo en la variedad de formas devida que puede mantener.1 A su vez, la fase de crecimientotendría su correspondencia en el ecosistema maduro en quelos integrantes del sistema llenan el medio ambiente, y la nuevaproducción tiene lugar esencialmente para reproducir las for-mas existentes.

En el análisis del surgimiento de nuevas fases de coordi-nación a centralización, o en el de la iniciación de las fases dedesarrollo planteadas por Carneiro, surge la pregunta de cómose iniciaron estos procesos. Nuevamente nos enfrentamos alproblema del determinismo o indeterminismo. Existen ba-ses para pensar que la mente humana es capaz de mantenerun ritmo más o menos constante de inventividad, así comoel organismo es capaz de mantener cierto ritmo de mutacio-nes genéticas. Es posible afirmar que la mayoría de las inven-ciones, así como la mayoría de las mutaciones, serán inope-rantes. En el caso de las mutaciones, éstas son denominadasletales y autodestructivas. La mayor parte de las invencionesprobablemente nunca lleguen a convertirse en autodestruc-tivas, ya que el inventor puede no saber cómo traducir suidea en equipo funcional o en acción, y otras pueden ser re-chazadas de antemano en algún momento de su desarrollo yabandonarse el proyecto. En todo caso, las consecuenciasderivadas de las mutaciones y las invenciones son esencial-

1 Debo admitir que ahora estoy mucho menos entusiamado con larelación que sugerí en E and S entre las dos fases de Carneiro y lasfases de coordinación y centralización de la evolución organizacional.Véase E and S: 285-287.

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mente las mismas: la mayoría no llega a desarrollarse lo sufi-ciente como para reproducirse y pasar así a la fase de creci-miento planteada por Carneiro. Los inventos tienden a teneruna mayor aceptación bajo ciertas condiciones particulares,y éstas suelen tener que ver con la presencia de tensión opresión, en general amenazas o incertidumbre acumulativa.Pero la mente humana no es automáticamente receptiva a lainnovación en situaciones de incertidumbre; al contrario, exis-te una variedad de respuestas clásicas ante las amenazas, y laaceptación de innovaciones es sólo una de ellas. Otras pue-den consistir en intensificar la misma manera de proceder, enretraerse a una condición de inactividad, o en distraerse me-diante una dedicación intensa a otras cosas que tienen pocarelevancia para el problema en cuestión. Pero la innovaciónperiódica es vital para las estructuras sociales disipativas en laresolución de problemas. Todo esto parece sugerir que la acep-tación de la innovación es altamente indeterminística. Sin em-bargo, existen razones para pensar que es posible formularalgún tipo de predicciones, ya que estamos tratando con unamacroestructura, con el sistema disipativo humano de ex-pansión. Cuando está involucrada una cantidad de gruposconscientes de que se enfrentan con problemas esencialmentesimilares, habrá una cantidad de oportunidades para intentarnuevas soluciones y para ver cuáles de éstas funcionan enrealidad. Si bien no podemos afirmar que cada vez que ungrupo se siente amenazado apelará a una innovación poten-cialmente exitosa, podemos decir que cuando varios grupossufren una amenaza similar algunos miembros de la colecti-vidad coordinada total innovarán y, a través de la experiencia,alguna de estas innovaciones resultará útil. Como consecuen-cia, una o más de ellas obtendrán una ventaja adaptativa so-

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bre las que no logran producir una innovación exitosa. Demanera descentralizada y desvinculada, la colectividad de in-ventores y de usuarios potenciales logra, por el camino difí-cil, toda posibilidad concebible. El fracaso repetido, ya seapor parte del científico o de la sociedad, es un punto intrínse-co y crucial de la evolución de la cultura. El logro de loséxitos últimos depende de una multiplicidad de fracasos.

Volviendo al tema de las tensiones y presiones, es nece-sario que comprendamos con claridad lo que significan es-tos términos. Se refieren básicamente a condiciones psico-lógicas pero, por extensión, podemos usarlos para referirnosa sus manifestaciones sociológicas. La base psicológica esla incapacidad de actuar, de alcanzar una decisión, de selec-cionar los estímulos que se reciben, de satisfacer necesida-des, así como de experimentar un agudo sentimiento dedespojo. La impotencia, la incertidumbre, la disonancia o laconfusión cognitivas, o el simple miedo, son todas condi-ciones de la tensión psicológica. Al leer esto en un contextosociológico, debe anticiparse la tensión cuando no logra-mos predecir lo que hacen los demás, cuando no logramosejercer poder para obtener algo que se siente como muynecesario, cuando fracasamos repetidamente en el manejode problemas críticos o, peor aún, cuando sólo logramosempeorar las cosas. El fracaso repetido de aquellos con quie-nes nos identificamos puede fácilmente proyectarse sobrenosotros mismos. Las condiciones externas que producentensión pueden ser infinitas, desde luego. Lo importante noes enumerarlas, sino reconocerlas y comprenderlas cuandoaparecen.

Hay varias condiciones que pueden crear estos estados detensión, pero las más importantes en términos de cambio

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evolutivo emanan del fracaso del control. Esto puede ocurrirporque hay una relativa escasez de control sobre formas ne-cesarias de energía, o porque hay una organización del poderinadecuada para dar solución, de manera concertada, a losproblemas. Existen dos tipos principales de respuestas anteestas situaciones, y pueden ser emitidas por separado o simul-táneamente. Si no se utiliza ninguna, es probable que el pro-blema no tarde en reaparecer. Una solución consiste en incre-mentar la efectividad de los controles, incrementar el suministrodonde haya escasez. Esto puede lograrse mediante el mejora-miento de los conocimientos tecnológicos o con el descubri-miento de nuevos recursos, lo cual incrementa el control alincrementar el flujo de energía susceptible de ser controlado.

La segunda manera de enfrentar el problema consiste enreorganizar para poder distribuir con más eficacia los bienesexistentes; puede hacerse así un esfuerzo más efectivo poraumentar el control. Si bien el grupo humano es capaz deuna reorganización infinita, la aceptará de tan poca gana comoen el caso de cualquier otra innovación, a menos que encuen-tre en ello algún tipo de solución. Según el grupo existentesea coordinado o centralizado, será diferente la naturaleza dela reorganización. Centralizarse significa concentrar la tomade decisiones, asignando más poder al líder o dotándolo deun control independiente. En todo caso, el líder pasa a jugarun papel mucho más importante en la toma de decisiones.Cuando se trata de un grupo esencialmente coordinado, lasolución recae en la centralización, en identificar un líder yasignarle el poder necesario para que tome decisiones queresulten en una actividad colectiva coherente.

El incremento de la centralización es seguramente uno delos mecanismos más importantes usados ahora por la mayo-

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ría de las sociedades humanas para enfrentarse a las amena-zas. Pero no podemos asumir que siempre haya sido así. Enla información que poseemos sobre las reacciones de las ban-das cazadoras y recolectoras ante las amenazas (como fuerondescritas por los primeros observadores occidentales) no exis-te mayor evidencia que nos indique que ensayaban automá-ticamente invenciones nuevas o que procuraban centralizar-se. Incluso parece que una de las modalidades de acción máscomunes era la fragmentación y la dispersión, logrando asíque el ataque de un enemigo tuviera sobre la totalidad coor-dinada mucho menos efecto que el que hubiera podido teneren el caso de haber permanecido unidos. Parece razonablesuponer que la centralización de poder frente a una amenazaha sido inventada repetidamente por el hombre. Hay algunasespecies que al menos incrementan la coordinación de susesfuerzos cuando se ven ante una amenaza, pero las nocio-nes de centralización o de asignación de poder donde no exis-tían antes parecen una invención cultural, es decir, la arbitra-ria asignación de significado a un objeto dado, el acuerdo deque todos obedecerán a la persona que, de manera arbitraria,haya sido designada como líder. Éste es claramente un actohumano, que no puede surgir con facilidad sin el aparejomental y cultural humano. En la misma medida, debe hacer-se una asignación semejante de significado, y esto significaque debe realizarse por primera vez. La centralización en ungrupo humano particular, en el cual no forma parte del pa-trón de respuestas conocidas, no puede ser un elemento queentre automáticamente en escena.

No estamos tratando con una invención cultural simple,sino más bien con una serie de elementos de cierta compleji-dad que de manera acumulativa fueron dando lugar a la con-

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formación de lo que ahora reconocemos como liderazgo cen-tralizado. Entre los rasgos más característicos del liderazgoen las sociedades primitivas (y que de ninguna manera handesaparecido en las sociedades más avanzadas), está la espe-cificidad del liderazgo, la asignación de poder sólo para pro-pósitos específicos. Éste es un resultado lógico de la natura-leza de la construcción de roles, en el sentido de que a cadarol se asignan comportamientos específicos, tanto prescritoscomo proscritos. En las sociedades simples pocas veces seasigna el poder de manera amplia y general. Más bien, el gru-po concede poder al líder para tomar cierto tipo de decisio-nes. La concesión de diferentes decisiones será asignada adiferentes individuos; uno puede ser reconocido como másefectivo en cuestiones de guerra, otro en cuanto a su sabidu-ría judicial, etc. De la misma forma, la asignación de ciertospoderes a individuos reconocidos como shamanes es una de-signación específica. Los investigadores sociales han tendidoa entenderla como una división de trabajo muy simple y, si-guiendo a Durkheim, consideran que en las sociedades pri-mitivas los roles están muy generalizados. No obstante, si envez de comparar la división del trabajo entre las sociedadessimples y las complejas comparamos la cantidad de poderque podía ser asignado a otros con el que de hecho se asigna-ba, vemos que era relativamente poco el poder asignado enlas sociedades simples, y que cuando se asignaba se hacía demanera muy específica. El poder tiende a ser asignado de ma-nera mucho más general en las sociedades complejas. Sinembargo, es difícil comparar a la sociedad simple con la so-ciedad compleja, porque en esta última la mayoría de los líde-res tienen disponibilidad de poder independiente adicional.La generalidad de su asignación puede deberse al hecho de

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que usaron su poder adicional para insistir en que el poderasignado fuera general, y no a que sea resultado de la deci-sión de los miembros de asignarle el poder de esta manera.

Tal vez sea una característica aún más importante de laasignación de poder en las sociedades simples el que en ge-neral esté restringido temporalmente. Al líder se le concedeel derecho de tomar decisiones no sólo para eventos u oca-siones específicas, sino también durante periodos específicos.De hecho el grupo funciona sin ningún liderazgo durante losperiodos intermedios. Esto constituye otra diferencia impor-tante con respecto a los líderes en sociedades más complejas,que tienden a ser considerados como detentadores perma-nentes del poder, incluso para ejercerlo en el momento queconsideren apropiado. Si hiciéramos un cuadro comparativode los periodos durante los cuales un líder ejercía activamen-te su rol, tomando como muestra un conjunto de sociedadesde creciente complejidad, el liderazgo primitivo mostraríaperiodos dispersos de ejercicio de poder, con grandes inter-valos. Conforme aumenta la complejidad, se acortan cadavez más los intervalos; llegado el momento en que el líderobtiene poder independiente del que le ha sido asignado porsu pueblo, el ejercicio de poder llega a ser constante.

La centralización fue una invención humana que surgióbajo ciertas condiciones, aunque no necesariamente cada vezque esas condiciones estuvieron presentes. Es probable quefuera inventado con éxito en un número limitado de socieda-des, para las cuales gradualmente constituyó una ventajaadaptativa superior. Un análisis cuidadoso de las circunstan-cias específicas bajo las cuales surgió el liderazgo cada vezmás permanente supera los objetivos de este ensayo. Existeuna aparente paradoja que sugiere que pudo haber sido nece-

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saria una combinación bastante compleja de circunstancias.La paradoja reside en que las dos teorías más interesantessobre la centralización propuestas hasta el momento, la decircunscripción y la de escasez, resultan razonables. Postu-lan, como veremos más adelante, que un líder recibía pode-res más concentrados bajo condiciones de escasez, cuandono había suficiente. Es decir, era necesario que el pueblo se sin-tiera amenazado. Pero basados en los datos históricos pode-mos ver que las sociedades que controlaban mayores canti-dades de energía tenían más líderes permanentes; esto sugiereque el liderazgo permanente se asocia con suficiente, o más quesuficiente. Este problema fue examinado recientemente entérminos del “origen de la civilización” por Elman Service,quien postula un útil argumento causal múltiple; en la actua-lidad lo investigan continuamente los diversos arqueólogosque se ocupan de las civilizaciones tempranas.2

Es probable que la solución del dilema resida en una con-dición general que, en un periodo continuado, hizo que lagente reconociera la necesidad del liderazgo centralizado enépocas de escasez, pero que también creó condiciones desuficiente control de fuentes de energía como para que ellíder pudiera obtener y aumentar su poder sobre el pueblo.Desgraciadamente poseemos muy poca información sobrela jefatura, la forma de organización primitiva que constituyóel primer nivel exitoso de centralización por encima del nivelde la banda. Es posible que en la mayoría de los lugares enque surgieron jefaturas, éstas fueran desplazadas por reinos ymás tarde por naciones o poderes colonialistas. Una vez lo-

2 Véanse, por ejemplo, los trabajos de Robert McC. Adams, de KentFannery y de William Sanders.

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grada la centralización, parecía condenada a ser rebasada poruna centralización aún mayor. La forma específica en que seprodujo esta importantísima transición en la historia aún con-tinúa siendo objeto de estudio y discusión.

La importancia de la escasez del flujo de energía necesariocomo base para la centralización del poder fue señalada porHarner (1970), quien después de comparar materiales prove-nientes de una gran muestra de sociedades concluyó que“Esencialmente [...] la fuente del poder social reside en elcontrol o la propiedad de medios de producción escasos y,por lo tanto, valiosos.” Harner añade que no sólo se encuen-tra en juego la centralización política, sino que también ope-ra una serie de procesos contribuyentes. Si hay escasez detierra, existe una tendencia hacia las relaciones de parentescobilaterales o de cognados, que dan lugar a organizacionesunilineales que se convierten en propietarias de la tierra(Harner, 1975). Es así como se hace más énfasis en la des-cendencia, rasgo que Service también considera fundamen-tal para el surgimiento de las jefaturas (Service, 1975). Basa-dos en varios casos (los agricultores sedentarios igbo delÁfrica, los pueblos cazadores de Canadá, y los pueblos de laCosta Noroeste del Canadá, donde la vida silvestre es másrestringida), Netting (1971) aduce que la tendencia hacia rei-vindicaciones de propiedad más marcadas y hacia formas depropiedad más centralizadas y específicas suele convertirseen la regla bajo condiciones de acceso restringido a los recur-sos.

Existe un acuerdo bastante generalizado acerca de que laescasez constituyó una condición importante en el desarro-llo del control diferencial sobre las formas de energía necesa-rias. Pero hay otro aspecto del problema al cual los investiga-

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dores parecen haber dedicado menos atención, aunque seencuentra implícito en una cantidad de análisis. La mayor partede las discusiones en torno al excedente tienden a asumir quesu control era importante porque permitía a quienes lo prac-ticaban un modo de vida lujoso e improductivo. Es probableque la importancia original de la escasez resida en que, al sercontrolada por los líderes, les permitía mantener un estadoconstante de temor o incertidumbre en la población, dandolugar a una disposición constante a someterse al poder cen-tralizado.

Sin embargo, antes de que el liderazgo llegara a tener estetipo de controles, deben haber surgido periódicamente situa-ciones en que la escasez derivada de causas naturales llevó aalgunas poblaciones a buscar la centralización de la toma dedecisiones. Tal vez la hipótesis de R. Carneiro constituya lamejor formulación hecha hasta ahora. Postula que aunque elproblema no pueda ser explicado por un factor único, el fac-tor principal se relacionaba probablemente con la presión dela población. Carneiro (1970) formuló el concepto de cir-cunscripción social y ambiental para caracterizar aquellas si-tuaciones en donde las poblaciones en desarrollo se encon-traban rodeadas por un medio ambiente inhóspito o por laspoblaciones de otras sociedades en desarrollo; debían resol-ver el problema del control adecuado sobre la producción yla distribución de sus propios alimentos, a la par que mante-ner un estado más o menos continuo de preparación para laguerra con las sociedades vecinas.

Otro rasgo del surgimiento de la centralización a partir deunidades coordinadas lo sugiere la presencia del ensayo y error,de éxitos y fracasos a medias y, en general, de un cuadro irre-gular de oscilaciones y fluctuaciones. Prigogine (1977) en su

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análisis de sistemas en fisicoquímica, destacó la aparición deperturbaciones y fluctuaciones cuando una estructura disi-pativa está a punto de emerger de una protoforma; en otrasfuentes se sostiene lo mismo acerca del área sociocultural (Eand S: 290-298). Creo importante subrayar que a pesar de lanitidez del cuadro que aparece muchas veces en los trata-mientos etnográficos antiguos y en los informes sociológi-cos, en la vida real llegamos a anticipar una gran cantidad dedesorganización, mucho desacuerdo entre los participantesen cuanto a lo que resultará funcional y, es más, una grancantidad de esfuerzos fracasados antes de que llegue a surgiralguna nueva estructura capaz de aprovechar la combinaciónde circunstancias para la unificación de partes desarticuladas,dando lugar a una totalidad nueva y coherente.

La naturaleza de la centralización es la concentración de po-der, y es uno de los rasgos principales de la estructura de poderque ha cambiado conforme la especie humana se extiendepor el globo y se enfrenta a problemas aparentemente inso-lubles de adaptación a otras especies extrañas y foráneas. Enla discusión del problema analizamos las condiciones bajolas cuales podríamos esperar que hubiese ocurrido la centra-lización, condiciones que tuvieron que aparecer una y otra vezantes de convertirse en una solución aceptada y generalizada alos problemas de la escasez y las restricciones de control.

La otra fase de la centralización es la evidencia de queinvolucra mayor control sobre el flujo de energía. Esto impli-ca que hubo una extensión de controles, como el incrementoen la explotación de recursos, el perfeccionamiento de la tec-nología, o quizá la promoción de importaciones, que dio lu-gar a nuevas bases de poder. Las nuevas fuentes de poderpueden aparecer casi en cualquier parte en una sociedad. Raras

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veces es el gobernante quien inventa las innovaciones, aun-que muchas veces adopte el papel de patrono y se atribuya supaternidad. De manera potencial, los nuevos controles estándisponibles siempre que se encuentran nuevos recursos, cuan-do se ponen en práctica nuevos mecanismos para controlarprocesos energéticos, cuando alguien importa bienes desdefuera de la sociedad, cuando alguien se da cuenta de que haybienes que son necesarios en otros lugares además del deorigen y busca la manera de hacerlos llegar, etc. Mientras es-tos controles permanecen en su lugar de origen, contribuyena dotar de nuevo poder sólo al controlador inmediato. Tam-bién surgen nuevos controles conforme nuevos individuosalcanzan la edad en que efectivamente ejercen controles y seconvierten en productores y manipuladores de poder en lasociedad.

El incremento de controles en los niveles inferiores deuna sociedad compleja da lugar inevitablemente a un desa-rrollo mayor de poder, lo que ocasiona un cambio en losdominios de niveles inferiores. Pero el poder basado en con-troles de niveles inferiores pocas veces permanece en el nivelinferior. Si el controlador original logra incrementar sus po-deres de manera significativa, suele tratar de extender su po-der sobre los demás y llega a desafiar a los de niveles superio-res. De esta forma el poder se traslada naturalmente a nivelessuperiores, donde produce mayores concentraciones. Si llegaa hacerse evidente que un controlador en proceso de expan-sión realiza pocos esfuerzos por ejercer el poder que puedederivarse de su control, siempre habrá individuos de los ni-veles superiores que procurarán despojarlo, sea de las deci-siones o de los mismos controles. Puede ser que utilicen elpoder dominante existente para convencerlo de que debe

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ceder su control, o pueden recibir el control a cambio dealguna otra cosa que sea de utilidad al controlador. Si unafamilia cualquiera descubre que hay petróleo en el jardín desu casa, es poco lo que puede hacer con él. Sólo una empresapetrolera capitalista puede manejar la extracción y venta delproducto; por lo tanto, la empresa está en condiciones de to-mar control del nuevo pozo. El inventor de una batería deautomóvil cuya duración es mayor que la del auto mismo nopuede hacer mucho con su invento a menos que tenga el capi-tal para producirlo. Como los grandes productores de bateríastratarán de evitar su aparición en el mercado, ya que compe-tiría con su propio producto (que probablemente dura sóloun año), le comprarán la patente al inventor, y la meterán ensus archivos para que no salga al mercado.

Tácticas como éstas constituyen simplemente ejemplosmínimos de un proceso mucho más extenso y unidireccional:el incremento de poder en cualquier organización social com-pleja resultará en esfuerzos por concentrar ese poder en losniveles superiores. Este proceso básico se manifiesta en unavariedad de mecanismos, cada uno de los cuales por sí mis-mo, y todos ellos colectivamente, sirven para trasladar losmodos de concentración de poder a los niveles superiores. Estose logra sobre todo mediante el trabajo de intermediarios, laexplotación de los centros de control en los niveles inferiores yla expropiación efectiva de dichos controles, trasladándolos adominios que se encuentran más directamente bajo el poderde los detentadores de poder en los niveles superiores.

En este proceso es posible ver las consecuencias directasdel funcionamiento de la ley de Lotka en conjunción con laselección natural. Cada vez que hay un cambio en la ubica-ción de la concentración de poder en un sistema complejo en

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expansión, el cambio consistirá en el traslado de poder a losniveles superiores. Pero existen ciertos aspectos de este pro-ceso que pueden parecer un tanto confusos. Uno de ellos esel surgido antes, en el cual los actores de niveles inferioresaprenden a acumular poder ellos mismos, y se trasladan conel poder que detentan hacia los niveles superiores. Este mo-vimiento puede ser confuso durante cierto tiempo debido aque los recién llegados pueden ser excluidos cultural o social-mente por las instituciones más antiguas. No se los incluyeen las unidades operantes coordinadas: el círculo social, lared de parentesco del grupo establecido. Pueden tratar deidentificarse con los operadores de nivel superior, pero éstostienden a hacer a un lado las pretensiones de los recién llega-dos y tratan de lograr que se conformen como subordinadosen la armazón existente. Esto puede ser efectivo en algunoscasos o durante un tiempo, pero entre los actores emergen-tes siempre existen algunos que se niegan a ser marginados ylogran organizar su propia actividad competitiva. Cuando elsistema establecido se basa en controles provenientes de sis-temas productivos anteriores, de propietarios de procesosindustriales y operaciones comerciales más antiguas, los re-cién llegados pueden sacar provecho de su novedad, introdu-cir negocios y fábricas más eficientes, abrir nuevos sectoresdel mercado de los cuales no tenían conciencia los antiguosdueños, y desplazar efectivamente a las empresas estableci-das con base en su flexibilidad de acción.

Este tipo de proceso se reconoce con facilidad en el ex-pansivo mundo de negocios en los países capitalistas, dondelos actores más dinámicos destituyen gradualmente a los me-nos innovadores, cualquiera que sea su generación. Un pro-ceso paralelo está ocurriendo entre muchas de las nuevas

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naciones. Sobre todo en África, muchos de los países quefueron colonias británicas recibieron generaciones de hin-dúes que emigraron para aprovechar los nuevos campos denegocios y que, con el tiempo, llegaron a controlar gran par-te del comercio. Los africanos mismos, que aún actuaban enel contexto de sistemas tribales, de jefaturas y reinos en pro-ceso de ruptura, no estaban preparados para tomar el con-trol de los nuevos procesos de flujo de energía. Tendían a ir ydejarse llevar hacia el sector laboral de los sistemas producti-vos, y pocas veces lograban competir con los hindúes, mássofisticados en las lides del comercio. Hoy en día, con el finde los sistemas coloniales, los africanos dominan claramentelas estructuras gubernamentales. En una cantidad de paíseshan considerado que la presencia de los hindúes es una amenazadirecta a su propio ejercicio potencial de control, junto al poderque éste implica. Por ejemplo, en Uganda y en otras nacionesafricanas expulsaron a los hindúes y siguen haciéndolo.

Aunque este fenómeno presenta un serio problema paralos hindúes y para los británicos, no es más que otro caso enque la nación-Estado entra en acción para extender sus pro-pios controles y poder. Se puede aducir que los hindúes resi-dentes constituyen un enclave étnico que amenaza a los ne-gociantes africanos potenciales. Pero aun en el mejor de loscasos éste es un argumento temporal, un elemento ideológi-co. El verdadero problema reside en el hecho de que las na-ciones necesitan obtener lealtad, es decir, el poder asignadode una amplia variedad de nativos africanos que todavía tie-nen razones para confiar en sus lealtades regionales o tribales.El sistema colonial no hizo nada por unificarlos en términosde una unidad operante local africana. La mejor política co-lonial fue promover el separatismo, debilitar las unidades

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nativas existentes a tal grado que ya no constituyeran unaamenaza para el gobierno colonial; por otro lado procurabaninhibir la formación de nuevas unidades que, basadas en in-tereses propios, pudieran buscar la independencia. Los go-biernos africanos enfrentan problemas de integración nacio-nal y de unidad que probablemente no tienen igual, en cuantoa proporciones y complejidad, con los que encuentra cual-quier otro conjunto similar de naciones en el mundo.

La estrategia de los nuevos gobiernos es la que se ha utili-zado cuando los dominios centralizadores emergentes cons-tituyen nuevos niveles de integración. Deben buscar la des-trucción sistemática de los lazos unificadores que tienden amantener unidades locales y regionales previas. Las nuevasunidades sociales deberán reemplazar los lazos sociales quecaracterizaban la estructura de poder anterior con nuevos la-zos que orienten al pueblo hacia la nueva estructura. Uno delos principales problemas en el surgimiento de las jefaturasfue rebasar las unidades de parentesco, organizaciones queconstituían inherentemente estructuras coordinadas en don-de las unidades componentes poseían una gran autonomía oal menos una gran flexibilidad de alianzas y oposiciones, se-gún el problema particular inmediato. El parentesco tenía de-masiada importancia como para ser destruido, pero en la me-dida en que el poder se centralizaba, se marginó de manerasistemática la cualidad coordinada y recíproca del parentescoy se la reemplazó por una dependencia en la combinación deautoridad secular y religiosa creada por la jefatura. En su for-ma más simple, el jefe procuraba controlar un ambiente se-guro, para que los grupos subordinados reconocieran la ne-cesidad de trasladar su dependencia y fidelidad hacia el nuevopoder centralizador.

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Con el surgimiento de los reinos, los mismos lazos reli-giosos fueron marginados a su vez y reemplazados por lazosseculares de dependencia económica y de lealtad secular a lapersona del rey; éstos, a su vez, fueron gradualmente susti-tuidos por las demandas de las naciones-estado emergentesque exigían el rechazo de la lealtad hacia los ya arcaicos mo-narcas, y que la reemplazaban con la lealtad hacia los símbo-los culturales comunes de la nación. Es probable que estofuese más fácil en el Nuevo Mundo, donde las naciones noposeían una unidad política local anterior con la cual aúnpudieran identificarse. Fue así que los estados americanosdel norte y del sur combinaron poblaciones de diversos orí-genes y culturas nacionales totalmente nuevas partiendo deuna amalgama de herencias del Nuevo Mundo, África y Eu-ropa, con agregados de elementos provenientes de la India,China y otros lugares. A partir de esta mezcla, cada país se-leccionó los símbolos particulares que representarían su uni-cidad, proyectando a veces contradicciones irónicas, ideali-zando a los héroes indígenas americanos de la época de laconquista mientras continuaban manipulando a la poblaciónindígena contemporánea para obligarla a conformarse a lasnecesidades de la nación-Estado en expansión.

En la actualidad estamos presenciando el mismo proceso,ahora en un nivel supranacional, en el que los bloques poten-ciales en competencia ofrecen nuevas posibilidades de iden-tificaciones alternativas a las de las naciones-Estado. ¿Debe-mos referirnos al “Tercer Mundo” o a “América Latina”?¿Mundo Islámico o Medio Oriente? ¿Comunismo o capita-lismo? ¿El Pacto del Atlántico o el Mercado Común Euro-peo? ¿Debemos hablar de la lánguida lealtad a la ComunidadBritánica o de la futura unidad de Europa? Hoy la variedad

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de alineaciones potenciales simplemente contiene promesas;ninguna de ellas alcanzó la capacidad centralizada necesariapara traspasar el umbral y dar inicio a la desnacionalizaciónsistemática. La desnacionalización es todavía un proceso quese insinúa, ayudado por la penetración de las empresastrasnacionales (cf. Sunkel, 1973), y las ofertas de ayuda quehacen Estados Unidos, Rusia, China, Cuba y otros a las nue-vas naciones-Estado autónomas. Cada una de estas genero-sas ofertas va acompañada del interés (que es un secreto avoces) por evitar que la nueva nación se constituya de unamanera que permita su alineación potencial con algún otrode los poderes mundiales en competencia. Es así como laayuda internacional a las naciones en proceso de construc-ción lleva en sí misma la semilla de la desnacionalización.

En la cima del sistema sigue estando la escalada estructu-ral de la competencia por el dominio mundial, una esperanzairrealizable para cualquier nación individual, una ideologíacreada específicamente para fomentar la lucha, más que paradiseñar el futuro. Así como las bandas operaban teniendocomo base unidades tribales coordinadas, las naciones con-temporáneas buscan la coordinación en las Naciones Unidasy en el exceso de organizaciones regionales de interés queestán en constante incubación. Sin embargo, la forma básicade la estructura actual está destinada a permanecer. En lacima, en el nivel general de concentración de poder, el cua-dro no está constituido por un potencial monolítico de unidado dominio, sino más bien por la competencia continua, lafricción y el cambio de alianzas y hostilidades. La cima dela gran estructura disipativa que es la humanidad constituyenecesariamente una unidad coordinada. Existe de esta mane-ra y permanecerá así, no por diseño ideológico, sino por la

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necesidad pragmática de sobrevivir, y la incapacidad estruc-tural de ser de otra manera.

La especie humana constituye una unidad disipativa únicaen términos energéticos, pero no en términos mentalísticos.No hay una centralización de intereses o lealtades válidas parala especie. Como ocurre con todas las especies, es el grupo o lasociedad local (o regional, o nacional o de bloque), la queconstituye la unidad operante, la unidad que busca la super-vivencia para sí misma y para sus miembros. La diferenciaentre la organización de otras especies y la organización hu-mana reside en que ésta se desarrolla mediante la creación denuevos niveles de integración, unidades cuyos objetivos, ta-maño, población y producción son progresivamente mayo-res. Pero cada una de estas unidades debe ser consideradacomo el surgimiento de un nuevo fenómeno, y cada nuevonivel de las nuevas manifestaciones de la estructura humanadebe ser considerado de la misma manera. Desde el puntode vista del largo curso de la evolución humana, la multitud defalsos inicios, de ensayos y fracasos, las innovaciones y loséxitos son simplemente parte de las perturbaciones caracte-rísticas de las estructuras disipativas en general. Esta visiónampliada permite ver con claridad que la curva trazada por lahistoria de la tierra muestra una expansión persistente, pri-mero geográfica y luego en términos de complejidad. Du-rante los primeros millones de años la expansión fue la dise-minación de poblaciones que extraían sus necesidades delmedio ambiente y desarrollaban nuevos tipos de control con-forme se les presentaba la necesidad de conquistar nuevosambientes. Quizá hace unos diez mil años se conformó lasituación en que el mundo estaba efectivamente lleno de estetipo de sociedades, y en algunos valles del interior o de las

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costas las presiones llegaban a ocasionar escasez y circuns-cripción. Fue en estos casos que el hombre comenzó a dise-ñar la nueva solución para la adaptación y la supervivencia: lacentralización hacia estructuras sociales más complejas conbase en el incremento de control permitido por nuevos avan-ces tecnológicos. De allí en adelante la tasa exponencial decrecimiento de la especie y la cantidad de energía que captódel medio ambiente fueron por entero determinísticos. “Latasa de cambio cultural es proporcional a la razón de conver-sión de energía lograda dentro del sistema” (E and S: 281).Ninguna cantidad de esfuerzos ideológicos, ya sean en pro oen contra, logró alterar este continuo proceso energético. Losindividuos y las sociedades tienen la opción de trabajar enarmonía con este proceso o luchar contra él; pero indepen-dientemente de lo que hagan, en última instancia, los logrosalcanzados serán visibles sólo en términos de su superviven-cia relativa.

En el siguiente capítulo exploraremos cómo la masiva es-tructura disipativa que es la especie humana continuará pro-bablemente en su propia trayectoria tal y como lo hacen to-das las estructuras, una trayectoria que apenas es consideradaen las ideologías de las naciones y bloques en expansión.

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6. EL CURSO DE LA EVOLUCIÓN

En sus principales dimensiones el curso de la evoluciónes un proceso energético. Como seres humanos tende-

mos a intrigarnos particularmente con la complejidad y lacualidad cuasi mística de los procesos mentalísticos queenmascaran nuestro entendimiento con imágenes y formas,y que nos llevan a poder diferenciar valores, pero también acometer profundos errores al hacerlo. Pero si buscamos unadescripción básica de cómo funcionaron las cosas en el pasa-do y, por lo tanto, de cómo podemos esperar que sigan fun-cionando en el futuro, la segunda ley de la termodinámica y lasinterpretaciones posteriores de Lotka nos ayudan a salvar par-te de la extensión de lo desconocido, y las estructuras disipativasde Prigogine nos proporcionan el vehículo para realizar el viaje.

En el universo todo busca equilibrio, esa inactividad ge-neral última que merodea en los márgenes de nuestro cono-cimiento como entropía. Cualquier cosa que se haga en eluniverso le cuesta parte de sí a la cosa que la hace. Parece casiuna caricatura del empeño protestante, ya que para que unobjeto pueda cambiar debe trabajar, y esto significa perderalguna porción de su energía por la entropía. Esto ocurrecon una roca que se destroza y pierde los lazos energéticosque unían sus fragmentos; también con los huevos que co-memos en el desayuno y que pasan a integrarse a nuestroorganismo, perdiendo para siempre en este proceso la po-tencialidad energética de convertirse en pollos. Pero lo que

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nos interesa son las características de las estructuras disipativas:obedecen a la segunda ley actuando como mecanismos con-tinuos de conversión de energía en entropía, pero sólo pue-den hacerlo mediante la posesión de mecanismos internosautoorganizantes que actúan para garantizar la continuidaddel insumo, la alimentación necesaria para su supervivencia.

Una característica intrínseca de la estructura disipativa esque requiere un insumo energético regular. Como clase ge-neral, y a diferencia de los objetos que buscan el equilibriodirectamente, la estructura disipativa busca el equilibrio demanera muy especial. La dinámica básica de su trayectoria devida no es el agotamiento de sí misma (aunque eventualmen-te llega a ello), sino más bien servir como medio a través delcual otras formas de energía pueden ser consumidas más rá-pidamente, agotadas, y convertidas en entropía. Es como sila naturaleza, insatisfecha con el ritmo de trabajo adoptadopor la segunda ley para llevar a cabo su tarea, impaciente conla estólida estabilidad y la negativa de los objetos en equili-brio a perder energía con más rapidez, hubiese decidido in-ventar una estructura que se dedicara a apresurar la conver-sión de otras formas de energía. La actividad de la estructuradisipativa puede parecer confusa, en vista de que la estructu-ra misma es una construcción mucho más compleja que cual-quiera de sus partes. Como erige “islas de orden” cada vezmayores en un contexto de creciente desorden, algunos in-vestigadores del problema llegaron a notar una aparente con-tradicción entre el creciente ordenamiento de estos fenóme-nos y la segunda ley. La segunda ley requiere que todas lasconversiones produzcan más entropía, es decir, desorden,mientras que estas estructuras parecen estar construyendoun orden cada vez mayor.

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El problema consiste en la insistencia en ver a la entropíacomo si sólo estuviera caracterizada por el azar y el desor-den. A pesar de que varios investigadores señalaron que elorden (y el azar) sólo son significativos si se los comparacon algún modelo o escala de orden, y que intrínsecamenteun estado del universo es tan probable como cualquier otro,persiste la noción de entropía como desorden (cf. Rapoport,1968; Lotka, 1945; E and S: 116-127), y constituye la ima-gen mental central para la comprensión del funcionamien-to de la segunda ley. La noción se vio favorecida al ser adop-tada por la teoría de información, donde la idea de azar escentral para la definición de información (E and S: 281).Podemos entender mejor estos procesos si volvemos la vis-ta a la cuestión del equilibrio, concepto que no exige quenos preocupemos por los absolutos, ya que todo equilibrioes relativo a las circunstancias.

Desde este punto de vista, como observó Prigogine, lasestructuras disipativas son esencialmente agregados operan-tes complejos que distan de estar en equilibrio y, es más, quese mantienen lejos de estar en equilibrio por el insumo cons-tante de nueva energía. Dichas estructuras sólo pueden sur-gir donde las condiciones garantizan la continuidad de losinsumos necesarios; se vuelven libres o autónomas cuandodesarrollan mecanismos internos autoorganizantes capacesde garantizar la continuidad de los insumos.

Es así como la aparente construcción de orden que obser-vamos en las estructuras disipativas también puede ser vistacomo formas de apresurar el funcionamiento de la segundaley mediante la constante conversión de más energía enentropía; en las formas más complejas, las estructuras mis-mas asumen la tarea de realizar el proceso.

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La evolución sociocultural es esencialmente la historiaformal del surgimiento sucesivo de estructuras disipativas cadavez más complejas y activas. Como señaló Lotka, opera me-diante la selección natural, ya que la variedad de estructurasemergentes que logran procesar mayor cantidad de energíatienden a tener ventaja sobre las que procesan menos. Consu habilidad para reducir mentalísticamente las complejida-des, la evolución sociocultural humana parece estar destina-da de manera específica, por algún tiempo todavía, a seguirfuncionando con base en la estrategia de evolucionar de for-mas culturales menos complejas hacia formas más comple-jas, impulsada por el hecho selectivo de que aquellos que nomanifiesten expansión serán desplazados o marginados ypasarán a contribuir a los mecanismos que sean más exitosos.Existieron dos fases principales de evolución sociocultural,tanto en términos de control como de estructuras de poder;la primera fue un periodo de expansión horizontal, duranteel cual la especie vivía en pequeñas bandas cuyos insumosdependían del control directo que los miembros individualesde las bandas pudieran ejercer sobre la particular combina-ción de recursos naturales ofrecida por la parte del mundodentro de la cual vivían. Aunque no sabemos precisamentedónde, o en cuántos lugares, experimentó el hombre el desa-rrollo más decisivo de las diversas habilidades que hoy iden-tificamos como “culturales”, hay poca discusión en torno ala naturaleza general de este surgimiento evolutivo.1 El hom-bre apareció en esta era, durante los últimos 500 mil años,

1 En años recientes los hallazgos en África Occidental parecían muyabundantes, pero las nuevas evidencias del Asia Oriental dejan abier-ta la cuestión.

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esencialmente con el mismo aparejo mental y físico con elcual lo reconocemos en la actualidad. Vivía en bandas cuyasproporciones diferían poco de las de una serie de parientesprimates paralelos; se alimentaba de la tierra (y de los mares ydel aire); adelantándose un paso a sus primos primates, sucultura le permitió desarrollar implementos de adaptaciónfísica para enfrentarse con éxito a nuevos ambientes, e im-plementos de poder social que volcaran la atención de losmiembros individuales de la banda hacia los problemas de susupervivencia colectiva. Entre los subproductos de esta nue-va habilidad se produjo inevitablemente el exterminio de to-dos los parientes cercanos que no pudieron desarrollar habi-lidades culturales comparables.

Si tratamos de ubicarnos en la mente del hombre primiti-vo cuando no era más que uno de una variedad de subespeciessimilares, pero adaptativamente diferentes, nos enfrentamoscon un problema similar al que encontraron los españoles altratar de determinar si los indígenas del Nuevo Mundo po-dían, de hecho, ser clasificados como seres humanos. Peroen vez de la sola diferenciación entre las variantes culturalesde los hombres de piel oscura de hace cinco siglos, nuestrosprimeros ancestros enfrentaban una sucesiva variedad de gru-pos vecinos carentes total o parcialmente de cultura que, de-bido a su construcción disipativa similar, se encontraban pornecesidad en competencia periódica por los mismos nichosambientales. Mientras que la cultura constituyó el primer granpaso mentalístico de la humanidad, la eliminación de sus pa-rientes “inferiores” pudo haber sido el primer gran paso so-cial. Y ese paso fue sólo uno de muchos en la larga era deexpansión horizontal. En los ambientes benignos, las bandasse multiplicaron y desarrollaron, y frente al amontonamiento

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la solución más fácil consistía en la separación para formarnuevas bandas y en el establecimiento de una serie continuade organizaciones coordinadas entrelazadas regionalmente,cuyas interrelaciones particulares dependían de la singularamenaza o necesidad de cooperación que pudiera presen-tarse.

El primer gran periodo del hombre, durante mucho tiem-po reconocido como el paleolítico por una u otra caracterís-tica, y que denominamos ahora el paleotécnico, época de so-ciedades igualitarias, de recolectores, etc., resolvió el problemade la expansión mediante el mismo proceso básico de dife-renciación binaria que el hombre continúa utilizando hoy.Los nuevos grupos se diferenciarían sucesivamente con baseen uno de dos criterios o en ambos: o eran demasiados indi-viduos como para convivir en consenso psicológico-social, ylas tensiones de tener que tratar con demasiadas personasindividualistas y relativamente autónomas daban lugar a lasegmentación y fragmentación; o la banda encontraba en susmigraciones un nuevo nicho ambiental con nuevos recursospotenciales, que con la ayuda de algunas innovaciones tecno-lógicas podían ser incorporados al flujo de energía que lasostenía. Con este nuevo conjunto de controles, el patrón adap-tativo era lo bastante diferente como para que lo advirtiesensus parientes y vecinos.

Las bandas disipativas humanas, con fluctuaciones de or-ganización entre conjuntos coordinados de grupos de fami-lias nucleares, y grupos de consenso de bandas centralizadastemporal o débilmente, equipadas con la habilidad para des-cubrir nuevas instancias adaptativas, tanto tecnológicas comoambientales, se extendieron sobre la superficie de la tierra.Fueron llenando un nicho natural tras otro de manera irregu-

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lar e incierta, hasta que gran parte de la superficie potencial-mente habitable llegó a estar ocupada por estos grupos.

No podemos decir que la era de expansión horizontal fueraun periodo de sociedades en estado constante, cada una delas cuales encontraba y retenía de manera conservadora sunicho. Es probable que fuese una era de ensayo y error; deuna u otra forma, cada grupo se enfrentaba constantementea los problemas de supervivencia que resultaban de la expan-sión biológica necesaria para garantizar que habría suficientepara que la banda disipativa se perpetuara. Es de suponerque las soluciones planteadas a estos problemas dieron lugara innumerables fracasos, y que los miembros sobrevivientesde la banda buscaban refugio con los grupos vecinos. Tam-bién dieron lugar al surgimiento de mecanismos efectivos parael control de la población, como el infanticidio, periodos ex-tensos de abstinencia sexual, y el uso de abortivos más omenos efectivos y de hierbas que producían retrasos en laconcepción. Pero más que todo, esta era vio probablementeel surgimiento de nuevos experimentos sucesivos en el terre-no de la adaptación sociocultural disipativa, muchos de loscuales persistieron y, de manera lenta e irregular, fueron po-blando la tierra con una inmensa variedad de sociedadesculturalmente suficientes.

Todos los elementos básicos que siguen distinguiendo alos complejos evolutivos más tardíos se encuentran presen-tes en esta etapa: lo mentalístico y las diferenciaciones binariascognoscitivas; la jerarquización de individuos y grupos entérminos de su habilidad o utilidad; las tensiones psicológicascreadas por las ambigüedades e insuficiencias de control; lostemores resultantes que dieron lugar a la concesión y asigna-ción de poder a individuos particulares que eran reconocidos

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por su habilidad especial para perpetuar el grupo; las prontasinversiones simbólicas de valor en cuanto a quiénes eranamigos y quiénes enemigos; la asignación psicológica de pro-yecciones religiosas no sólo hacia otros seres humanos, sinohacia objetos que en esencia carecían de la dinámica de laestructura humana y que, por lo tanto, no poseían ningunacapacidad mentalística o energética innata para ejercitar lasdecisiones y acciones que se les atribuían.

En términos de Carneiro, ésta fue una era de crecimientode las bandas humanas. Pero de manera probablemente máscompleja que la que intentó mostrar en los ejemplos que uti-lizó, cada una de las réplicas era de hecho una nueva estruc-tura disipativa, capaz de innovar y desarrollarse dentro de laslimitaciones matemáticas de hasta dónde los conceptos ymecanismos culturales pueden dar lugar a formas esencial-mente nuevas en oposición a la simple repetición de formasconocidas. A este nivel las difererencias entre crecimiento ydesarrollo no siempre son marcadas. La copia de un imple-mento lítico con alguna modificación leve y probablementeaccidental puede servir para un uso nuevo, abriendo así elcamino a algún otro recurso ambiental que se podía incorpo-rar al alcance del control del hombre.

Como ocurre con los ecosistemas en general, los modosde conversión de energía variaron conforme se mantuvieronrestringidos al cambio lento, e inevitablemente la expansióndemográfica agotó poco a poco los nichos ambientales dis-ponibles. En los lugares en que bandas con tecnologías dife-rentes explotaban nichos diferentes, los productos y recur-sos de un grupo llegaban a ser conocidos por sus vecinos, yno fue necesaria ninguna nueva habilidad humana para reco-nocer las ventajas del intercambio. Regiones de producción

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radicalmente divergente evolucionaron como regiones decomercio. Las bandas se volvieron interdependientes, perono al grado de que la supervivencia básica dependiera de losinsumos provenientes de otras sociedades. La cultura de cadabanda se hizo más elaborada, y los productores de bienesdestinados al intercambio encontraron que la expansión co-mercial favorecía la expansión de sus insumos. La red de es-tructuras disipativas se volvió más interdependiente, no sóloen términos biológicos sino también en el uso de artefactosprovenientes de otras sociedades.

De manera inevitable, las experiencias históricas únicasde cada grupo conformaron patrones mentalísticos especia-les y peculiares, diferentes maneras de comprender el mundoy de enfrentarse a él, diversos grados de dependencia del com-portamiento agresivo y hostil en contraposición a patronesde conducta pacíficos y temerosos. Estas diferencias entrelas bandas y las tribus pusieron en evidencia la variedad derelaciones entre unas bandas y otras más antagónicas. Surgie-ron mayores diferencias jerárquicas, pero rara vez aquellasque permitieran la coerción subordinante. Todos temían quecualquier individuo pudiera causar daño, que cualquiera des-atara una catástrofe sobre otros individuos o sobre el grupoentero si no se los ayudaba psicológicamente a encontrar sa-tisfacciones suficientes en los recursos del grupo en su tota-lidad. Este temor constituye la base de lo que consideramoscomo comportamiento cooperativo, en oposición al conflic-tivo. Ambos nacen de la misma preocupación. Hacer hinca-pié en uno de estos aspectos excluyendo o subordinando alotro es simple miopía. Ambos fueron manifestaciones igual-mente importantes, generadas por el mismo temor. El hechode que uno u otro dominara en un momento determinado

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dependía de las experiencias recientes del grupo, combina-das con los cálculos presentes sobre lo que más le convenía.

En la actualidad los sociobiólogos proponen que tal vezheredamos una base genética específica para la cooperaciónde grupo, o que ésta evolucionó durante la larga era deprotohumanización (cf. Wilson, 1975). El interrogante debepermanecer abierto, ya que en el momento actual no haymanera de determinar si el comportamiento humano coope-rativo es en el fondo más o menos genético de lo que puedeser el comportamiento agresivo u hostil. Me inclino a supo-ner que ambos poseen una derivación genética común. Tam-bién diría lo mismo en el caso de las abejas. Pero entre losorganismos complejos, específicamente, cualesquiera que seanlos factores que nos llevan a formular contrastes binarios entre“nosotros” y “ellos”, deben estar de alguna manera relacio-nados con los que determinan la manifestación alternativaentre conducta cooperativa y conducta hostil.

Hace unos diez mil años, y probablemente en una varie-dad de lugares diferentes, comenzó a sentirse una nueva fuentede tensión: la aglomeración. Se presentó a nivel paleotécnico,a nivel de grupos coordinados que no podían llegar a deci-siones comunes para resolver las tensiones crecientes, los te-mores en torno a la supervivencia en vista de la continuacompetencia por los nichos comunes. La tensión y sus fuen-tes eran conocidas. Lo nuevo del problema radicaba en queal parecer ya no había adonde emigrar. Es probable que lasrestricciones regionales se hiciesen sentir en una cantidad delugares. Pero en algunas situaciones se sintió con más fuerzapor restricciones ambientales como mares o desiertos cir-cundantes, o en el contraste con los valles vecinos que po-

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seían productos silvestres en abundancia y variedad. La mi-gración implicaba el abandono de una variedad de recursos,y probablemente la pérdida de acceso a los bienes de inter-cambio provenientes de las poblaciones vecinas. Había queencontrar una solución que no fuera la migración.

La nueva solución inició la segunda gran época de la hu-manidad, que concebimos como una era de expansión vertical.Para evitar confusiones debemos aclarar que el contraste en-tre “horizontal” y “vertical” en el presente contexto es sólometafórico. Horizontal se refiere a expansión geográfica,específicamente territorial. Expansión vertical se refiere a laadición de niveles superiores de concentración de poder, aniveles superiores de integración. La expansión horizontalno se suspendió al comenzar la expansión vertical. Todavíaquedaba buena parte del mundo susceptible de ser conquis-tado con nueva tecnología recolectora. Pero también existíauna cantidad de lugares donde las sociedades se encontrabancircunscritas, donde ya no había lugar para la población ex-cedente. En estas localidades sufría presión la densidad máxi-ma de población que podían soportar las organizaciones uni-das tan sólo por vínculos de poder asignado. Las friccionesintergrupos, que eventualmente generan hostilidades abier-tas, se volvieron cada vez más frecuentes, y lo mismo sucediócon las tensiones intragrupo, que solían resolverse mediantela separación. Se hizo posible entonces que los individuos, oprobablemente pequeños grupos, fortalecieran el poder cen-tralizado que se les había asignado como líderes de consensoo, más probable, que lo complementaran con poder basadoen controles independientes del pueblo que les había asigna-do el poder original. Se estableció una concentración de po-

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der; en términos de las imágenes que hemos utilizado hastaahora, constituyó un nivel de poder nuevo y más alto, e hizoque la sociedad se expandiera verticalmente.

Éste es probablemente uno de los pasos más importantesen la evolución cultural. Fue la primera vez que un grupo dehombres contrajo una dependencia permanente con respec-to de otros; fue la primera vez que el hombre perdió sus de-rechos individuales de primate y su poder autónomo de deci-sión; la primera vez que una organización social primaterebasó el material adaptativo básico suministrado por sushabilidades genéticas y estableció criterios de superioridad oinferioridad culturalmente definidos con base en las diferen-cias en concentración de controles, y ya no en las diferenciasentre habilidades individuales; la primera vez que un sectorde la sociedad humana comenzó a tratar a otro sector de lamisma sociedad en una forma que hasta ese momento habíasido reservada para forasteros despreciados, complicando demanera fundamental la vieja y sencilla distinción binaria en-tre “nosotros” y “ellos”.

La primera manifestación permanente de expansión ver-tical constituyó una invención de mucha importancia. No sólodio lugar a todos los cambios que mencionamos, sino quehizo posible una mayor concentración de mano de obra y, porlo tanto, de poder y control en la sociedad y, por ende, permi-tió que la expansión vertical se produjera una y otra vez.

Es probable que las jefaturas surgieran de manera inde-pendiente en el Viejo Mundo y en el Nuevo, posiblementeinventadas por separado en el sureste asiático y en el Cerca-no Oriente (aunque no necesariamente en ese orden). Aun-que la significación del evento es enorme, algunos aspectosdel mismo pueden ser sobreestimados. No fue la primera vez

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que las sociedades se centralizaron. Desde hacía mucho tiem-po, y con frecuencia, las sociedades recolectoras se habíancentralizado y formado unidades de consenso. Con frecuen-cia las familias nucleares eran centralizadas y existían bandasque se centralizaban periódicamente. Sin embargo, estas cen-tralizaciones se basaban en diferencias de habilidades y no encontroles externos diferenciales; por lo tanto, su estructu-ración duraba mientras fuera evidente la necesidad de habili-dades superiores. El comienzo de la expansión vertical nofue el surgimiento de “Estados” integrales. Esta categoríasocial, tan apreciada por los economistas políticos, es unadicotomía groseramente simplificada que tuvo más significa-ción para algunos teóricos que la que tuvo históricamente.

El surgimiento de comunidades de jefaturas abrió nuevasperspectivas para la expansión de la especie humana. De nohaber sido porque la cultura permitió esta nueva forma deadaptación social, abriendo así el camino hacia un mayor de-sarrollo tecnológico y un mayor crecimiento y concentracióndemográfica, el hombre hubiera permanecido en un nivel decomplejidad social poco diferente del de sus parientes pri-mates, caracterizado sólo por nociones articuladas sobre elparentesco y por una mayor destreza en la manipulación dealgunos objetos. En lugar de esto se abrió el camino para unamayor expansión, y ésta a su vez significó el crecimiento re-petido de la población, frecuentemente frenado por desas-tres tanto naturales como humanos. Suponemos que, así comosurgió la centralización permanente original bajo la presiónde las condiciones locales, ciertas áreas volverían a sentir másadelante nuevas presiones, pero ya organizadas en jefaturasque competían por el dominio de ciertas áreas y poblaciones.Con el creciente abastecimiento de bienes, posible gracias al

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desarrollo del intercambio, y con el desarrollo de una mejortecnología militar, comenzaron a aparecer los reinos.

Una de las objeciones contra las formulaciones tempra-nas sobre la evolución cultural tiene que ver con que muchasde ellas fueron hechas en términos de etapas o estadios. Anivel conceptual era difícil aceptar la noción de que la cultura yla civilización habían seguido pasos categóricos tan rígidos y po-co continuos, y era igualmente insatisfactorio aceptar la pro-posición de que dichos pasos habían sido los mismos en to-das partes. Tendió a surgir una nueva visión más aceptabledel curso de la evolución como multilineal y divergente. Pro-ponía que diversos desarrollos socioculturales evolucionarona ritmos diferentes y mediante modos adaptivos que varia-ron de acuerdo con la situación local y con su propia historiaprevia.2 Las líneas del desarrollo sociocultural se asemejan aldesarrollo genético de poblaciones sucesivas, y muestran di-vergencias, radiación adaptativa y selección natural. Sahlinsformuló un concepto de evolución general para caracterizar elcurso de la evolución de la cultura, y sugirió que al tomar a laespecie en su totalidad era posible distinguir el máximo nivelde desarrollo alcanzado en un momento particular; la curvatrazada por estos puntos nos daría una abstracción de la evo-lución. Dentro de este marco de referencia, la línea históricatrazada por una sociedad particular sería considerada comoevolución especial. En ningún caso se planteaban pasos ni eta-pas. Sahlins extrajo elementos de la teoría de Lotka y consi-deró que la evolución estaba determinada por la cantidad re-lativa de energía procesada por el sistema (Sahlins, 1960).

2 Véanse, por ejemplo, los trabajos de Leslie Withe, Julian Steward,Elman Service y Robert Carneiro.

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Otro enfoque es el extractado del trabajo de Marx, en elque la evolución es enmarcada en términos de diferentes ti-pos de modos de producción. Marx se preocupó sobre todopor el modo de producción capitalista, pero en el transcursode su trabajo sugirió las secuencias de otros modos pre-capitalistas, específicamente el modo asiático, el arcaico, elfeudal, y luego el moderno modo burgués, o sea, el capitalis-mo temprano. Además de estos modos, dentro de la tradi-ción marxista surgieron las nociones de los modos de pro-ducción germánico, campesino, colonial y socialista. Deboadmitir que me resulta difícil manejar estas formulaciones demanera evolucionista. Palerm (s.f.) sostuvo que “parece claroque Marx proponía un esquema general de desarrollo social”,pero el problema no reside en la secuencia conceptual deter-minada, sino en qué pretendía Marx. Véanse, por ejemplo,los trabajos de Leslie White, Julian Steward, Elman Service yRobert Carneiro precisamente con la abstracción “modo deproducción”. “El modo de producción es una abstracción,tanto más válida cuando más abstracta, que adquiere concre-ción a medida que... se utiliza en el plano analítico para exa-minar la estructura, el funcionamiento y el proceso históricode una sociedad determinada” (ibid.). En la interpretación dePalerm está implícito que puede haber tantos modos de pro-ducción como variedad evolutiva de sociedades. Aceptemoso no esta versión de los modos de producción, parece evi-dente que Marx no dedicó atención analítica a la forma pre-cisa en que podría ser aplicado el concepto; lo que nos quedaes un conjunto de categorías que, tomadas por separado, arro-jan luz sobre sociedades históricas particulares, pero que co-lectivamente padecen de algunos de los mismos defectos quecaracterizan a las nociones anteriores sobre los Estados.

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El aspecto que parece más promisorio de la noción de mo-do de producción reside en el grado en que los diferentesmodelos pueden analizarse como estructuras disipativas. Fueimportante la visión de Marx cuando insistió en que se trata-ba de encontrar una estructura, y no simplemente una tecno-logía o algún tipo de sistema de intercambio. Reconoció quealgunas combinaciones de elementos parecen funcionar par-ticularmente bien, e implicó que no ocurre lo mismo conotras. Ahora parece indicarse que los diversos modos de pro-ducción serán reexaminados con miras a determinar si pue-den construírselos como modelos de estructuras disipativas.Esto contribuiría a elaborar visiones originales de importan-cia, pero reinterpretándolos en términos de los procesos ener-géticos que pueden diferenciar. Con base en esto podría acla-rarse la naturaleza de las diferencias de valores involucradas ensu funcionamiento. También sería posible examinar su secuen-cia en términos del aspecto general de expansión de energía.

La ventaja de la aplicación de un análisis del poder, desdeel punto de vista de la termodinámica a la evolución de lacultura, consiste en que suministra los instrumentos analíti-cos que permiten comprender los procesos de cambio, adapta-ción y expansión, a la vez que permitiría el análisis de casoshistóricos particulares. En principio, estamos de acuerdo enque la formulación de etapas, aplicadas rígida y formalmente,puede representar tanto un obstáculo como un avance en lainvestigación. Es importante examinar los procesos de evo-lución y, a partir de ellos, identificar nuestros instrumentos deanálisis. Sin embargo, después de escogerlos, si deseamos for-marnos un cuadro comprehensivo de su curso, debemos adop-tar arbitrariamente algún marco de referencia macroscópicotemporal dentro del cual podamos tratar los casos específicos.

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Evidentemente, la especie humana como estructura disi-pativa constituye el modelo procesual general. Esto enrique-cería, con una variedad de dimensiones, lo que Sahlins inten-taba representar en su concepto de evolución general. Elmodelo analítico particular de estructura disipativa que in-tentamos utilizar incluye los siguientes elementos: que la es-pecie, en cualquier momento determinado, está compuestade una serie de distintas estructuras disipativas semiarticuladasque podemos identificar basados en ciertas propiedades. Cadauna implica la retención y la expansión de sus propios insu-mos; cada una posee tecnología (incluyendo conocimientos,destrezas, implementos, etc.), para controlar ciertos aspectosde su ambiente. En torno a estas características adaptativas ya la cultura general que refleja y define el funcionamiento delsistema, se erigió un conjunto de relaciones de poder. La fuerzamotriz del conjunto interrelacionado de estas estructuras, asícomo del sistema en su totalidad es, en primer lugar, la ope-ración de la segunda ley mediante los procesos de selecciónnatural y, en segundo, los mecanismos de las estructurasdisipativas conformadas mediante una sucesión de formasque van cambiando por las restricciones que encuentran parasu expansión. La aparición sucesiva de estructuras disipativasmanifiesta dos fases precisas. La primera es la expansión ho-rizontal, esencialmente la reproducción de sociedades simi-lares, cada una de las cuales encuentra nuevos detallesadaptativos en cada nuevo ambiente. La segunda es la expan-sión vertical, el surgimiento sucesivo de estructuras más com-plejas mediante la secuencia de crecimiento descrita en elcapítulo 5. Para que la expansión vertical resulte razonable-mente estable es necesario mantener los insumos incre-mentados que conducen al crecimiento. El surgimiento de

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niveles superiores requiere implícitamente un incremento enel flujo de energía que atraviesa el sistema, y gran parte deeste incremento cumplirá la función específica de sustentarlos nuevos niveles superiores.

Me parece acertado visualizar el surgimiento y la subse-cuente adición de niveles superiores de integración comoextensiones de niveles tróficos en que la vida de cada nivelsuperior es posible gracias a que su estructura disipativa sealimenta de la producción de las estructuras de niveles másbajos. Es así que a partir de una tierra rica en minerales y consuficiente humedad, surge un nivel de herbívoros. Esto, a suvez, permite el surgimiento adicional de carnívoros. El hom-bre aparece como un carnívoro más, pero por ser omnívoropuede desenvolverse en todo el territorio. El ingenio del hom-bre es mayor que el del omnívoro promedio, y aprende aexplotar el trabajo de sus semejantes, introduciendo así unnuevo nivel de integración. De aquí en adelante no hay másque un paso para la adición de niveles superiores de sereshumanos que viven sucesivamente de los que se encuentranen niveles inferiores. El hombre rara vez se ha rehusado a ex-plotar o expropiar algo que su tecnología le permite utilizar.

Independientemente del surgimiento de estructurasdisipativas, se ha hecho de uso común una tipología de gra-dos de niveles de complejidad cultural, referida sobre todo ala evolución social, con el supuesto implícito de la base tec-nológica necesaria.3 Con base en la suposición de que la se-cuencia de crecimiento coordinación-centralización consti-tuye una parte esencial de la expansión, en Energy and Structure

3 E and S trata esto de manera más extensa; cf. pp. 217-277.

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utilicé la secuencia de bandas-jefaturas-reinados-naciones-bloques.

El concepto de “tribu” desempeñó casi siempre un papelimportante en esta secuencia, así como en las discusionessobre fases tempranas de la evolución sociocultural. Hacealgunos años Morton Fried afirmó que el tipo de organiza-ción al que había sido aplicado el término “tribu” se desarro-lló probablemente a partir de la observación de grupos pri-mitivos que se habían acercado unos a otros para defendersedel expansivo mundo colonial occidental, y que, por lo tanto,eran producto de la historia reciente y no merecían un lugaren el análisis conceptual de las fases iniciales de la evoluciónhumana. La tribu era un agregado de bandas organizado pormotivos de defensa. Empíricamente considero correcto sos-tener que muchas de las tribus encontradas por observado-res occidentales habían sido engendradas por esta amenaza.Pero de esto a concluir, como Fried, que nunca antes habíaexistido algo como la tribu, hay una gran distancia. En vistade que las tribus conocidas en la época de expansión colonia-lista surgieron como organizaciones para enfrentarse a laamenaza, no hay bases para suponer que dicha respuesta orga-nizativa fuera nueva. Es probable que este proceso se produ-jese con frecuencia en el curso de la historia en respuesta aamenazas similares.

La tribu constituye un ejemplo clásico del proceso de co-ordinación. Un agregado de bandas que dependía de recur-sos y amenazas, de la presión demográfica y de sus pre-disposiciones tradicionales, mantenía nexos de varios tipos:lazos matrimoniales, comercio, alguna alianza ocasional y al-gún refugio para el proscrito temporal. También era impor-tante poder identificar algún “otro” o “ellos” reales a quien

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poder culpar de los problemas. Lo que pudo haber sido cues-tión de alianzas ocasionales en las circunstancias aborígenestendió a intensificarse ante el avance opresor y destructivode las potencias coloniales. La reacción básica de aliarse fren-te a las amenazas era antigua y expansiva. Si consideramos lasalternativas posibles de reacción social ante estas circunstan-cias, en realidad existen sólo dos: fragmentación y fuga, ocentralización y lucha. Durante la mayor parte de la era deexpansión horizontal la primera constituyó probablementela principal reacción defensiva ante una amenaza severa. Peroconforme se fue poblando el mundo, la segunda comenzó autilizarse cada vez más para enfrentarse a las limitaciones. Lareacción del acercamiento sociológico para la defensa no estan común entre los mamíferos, aunque no podemos decirque sea desconocida. Es posible que haya sido común desdelos inicios de la aparición del nombre, pero la tendencia adiseminarse sobre la faz de la tierra sugiere que la fuga fue larespuesta inicial ante las amenazas.

Es importante reconocer la función defensiva de la tribupara lograr una comprensión adecuada de fases posterioresde la evolución cultural. Una de las objeciones a los anterio-res sistemas conceptuales de etapas evolutivas consistía enque resultaba difícil imaginar cómo las sociedades observa-das inicialmente en una etapa de evolución lograban alcanzarotra. La secuencia de crecimiento-coordinación-centraliza-ción suministra una respuesta a este interrogante, lo que pue-de ilustrarse mediante el uso de la tipología. Cada uno de lostipos antes mencionados constituye una unidad operante cen-tralizada. La banda es una unidad integrada por unidadesdomésticas. En condiciones inhóspitas puede fragmentarseen las diversas unidades domésticas para sobrevivir, pero la

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organización mínima continua de supervivencia es la banda.Las bandas tienen tendencias implícitas a centralizarse desdeel momento en que asignan responsabilidades particulares aindividuos particulares que hayan manifestado la capacidadapropiada o que se considera pueden llegar a hacerlo. Losetnógrafos cooperativistas (siguiendo nuevamente a Dur-kheim), destacaron que los cabecillas y los shamanes en di-chas organizaciones representaban la aparición de la divisiónindividualizada del trabajo (es decir, reconociendo como pri-mordial la división del trabajo por sexo y edad). Dicha mane-ra de percibir estos roles no es errónea, pero tiende a oscure-cer el papel centralizador que desempeñaron. Me inclino adiferenciar la división del trabajo como la clasificación de losactos reales desempeñados por estos individuos. Pero elshamán y el cabecilla compartían una característica impor-tante: eran recipientes del poder asignado por los miembrosde la banda para que tomaran ciertas decisiones por ellos. Aambos se los consideraba especialmente aptos o capaces demanejar ciertas decisiones en áreas en que el individuo pro-medio sentía ambigüedad e incertidumbre, donde su propiomapa conceptual del mundo estaba borroso y desordenado.Uno de ellos, el shamán, enfrentaba las contradicciones re-sultantes de los dilemas que presentaban las acciones delambiente natural, es decir, lo físico y lo biológico; el otrotendía a especializarse en el manejo de las tensiones, ambigüe-dades y confrontaciones de la vida social, ya fuera entre los miem-bros de la banda o entre su banda y los miembros de otras.

Esta división particular del trabajo no es comparativamenteprecisa ni constante, pero la diferenciación resulta útil. Laprimera se refiere sobre todo a problemas de control, y la se-gunda a problemas de poder. El shamán se enfrenta a la natu-

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raleza, trabaja en un área en donde no se desarrolló ningunatecnología. El cabecilla, sin embargo, debe conocer la psico-logía de poder de su pueblo, tanto individual como colectiva-mente, para proponer soluciones aceptables tanto para losindividuos como para la banda en su totalidad. Recibe el po-der necesario para resolver estos problemas porque se reco-nocen y consideran necesarias sus habilidades peculiares.

La centralización primitiva no se inició con la banda. Launidad doméstica primordial también reconocía la necesidadde centralización, y la llamada división del trabajo entre lossexos puede ser vista también como concesión de poder entérminos del reconocimiento de las habilidades especiales delos individuos involucrados. La división del trabajo según laedad es un proceso mediante el cual el individuo adquierepoder adicional en la medida en que manifiesta las habilida-des derivadas de su creciente madurez mental y física.

Podemos ver las características principales de los líderesde las bandas comparándolas con los de las jefaturas. El ca-becilla de una banda corresponde, obviamente, al jefe de unajefatura, y el shamán al sacerdote. Pero es importante recor-dar que, a medida que se amalgamaban las bandas formandojefaturas, no desaparecieron los roles de cabecilla y shamán.Persistieron, pero se vieron restringidos en virtud de que losroles de los jefes y sacerdotes abarcaban más áreas. En estetipo de organización los jefes y sacerdotes surgen con nuevopoder independiente y con poder tomado de los líderes me-nores.

Como la antropología y las ciencias sociales emparentadascon ella son practicadas por individuos provenientes de cul-turas bastante complejas, en las que hay una gran diferencia-ción de funciones, existe la tendencia a considerar al cabeci-

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lla y al shamán como individuos que “combinan” una canti-dad de funciones diferentes. Resulta irónico, ya que el cabeci-lla surgió antes que el antropólogo, y no necesariamente seconsideraba a sí mismo como alguien que “combinaba” fun-ciones, sino sólo como alguien que manejaba una serie deproblemas que sus semejantes le encargaban resolver. El sur-gimiento de jefes y sacerdotes no constituyó la mera diferen-ciación de ciertas funciones de sus predecesores y la ocupa-ción de las mismas. Los líderes de niveles superiores sediferenciaban de muchas maneras importantes. En primerlugar, ni podían ni pretendían tratar con los problemas indi-viduales de cada una de las personas de su pueblo. Segundo,aunque seguían dependiendo del poder asignado, su falta decontacto directo con los niveles inferiores significó que no cono-cieran a cada uno de sus miembros. El poder asignado sevolvió indirecto, pasando sobre todo por el cabecilla. Tampo-co era posible para los miembros de los niveles inferioresconocer suficientemente a los miembros de otras bandascomo para ponerse de acuerdo con la asignación de poder.Los jefes y sacerdotes dependían en realidad de la asignaciónde poder por parte del cabecilla. Estos individuos continua-ban jugando el mismo papel, pero incorporados a una es-tructura más compleja. Aún dependían del poder asignadopor los miembros de su banda; incluso este poder se volviómás dependiente porque los miembros ahora percibían unaamenaza nueva e inmediata, es decir, el nivel del jefe mismo,con el cual no tenían manera de tratar. Por lo tanto, ademásde otros poderes, concedían al cabecilla la responsabilidad delidiar con este nuevo elemento del ambiente. Fue así que elcabecilla pasó del simple puesto de receptor de poder asigna-do al de agente; no sólo representaba las necesidades del pue-

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blo, sino que también tenía que atender los deseos y necesi-dades de la jefatura.

El jefe necesitaba a los cabecillas; no podía gobernar sinellos porque no podía estar seguro de contar con suficientepoder si no obtenía su apoyo de alguna manera. La relaciónentre sacerdotes y shamanes era un tanto diferente (cf. LeBarre,1972; Wallace, 1966b). Los sacerdotes no necesitaban a losshamanes en el sentido en que los jefes necesitaban a loscabecillas. Aunque la fragmentación de las funciones delshamán era similar a la del cabecilla, el sacerdote expropióalgunas de estas funciones y las sustrajo del nivel de preocu-pación y control del shamán. Hubo más división del trabajoentre sacerdotes y shamanes y menos dependencia integral.Considerar que los shamanes se ocupan de lo sobrenatural esoscurecer el aspecto más importante de sus actividades: supreocupación por lo natural. Algunas de las funciones másimportantes de los sacerdotes consistían también en tratarcon problemas naturales que afectaran el bienestar de la jefa-tura. Las decisiones en cuanto al tiempo propicio para la siem-bra y la cosecha, o si era propicio atacar a una jefatura vecina,por ejemplo, eran asuntos en los cuales los shamanes desem-peñaban un papel relativamente pequeño. Es interesante se-ñalar que los antropólogos tendían a describir a los shamanesy sacerdotes como especialmente dedicados a lo “sobrenatu-ral”. Como ocurre en muchos casos, el problema reside en queel antropólogo proviene de una sociedad en donde el contras-te natural-sobrenatural es parte integral de la cultura, e imponeeste contraste binario a los materiales de una sociedad másprimitiva. Tampoco podemos decir que la distinción natural-social que estamos utilizando resulte adecuada para diferen-

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ciar las variaciones de un grupo a otro y de un momentodeterminado a otro.

Suponemos que el comercio regional entre bandas eracomún antes del surgimiento de las jefaturas, y que permitíaalgunas bases de control que no estaban centralizadas. Ade-más, la incorporación de bandas simples a unidades socio-políticas mayores exigía una nueva responsabilidad que nun-ca antes había existido. Bajo la organización tribal y de bandas,si una banda enfrentaba dificultades serias, bien podía darseel caso de que simplemente declinara y se fragmentara, y quelos refugiados trataran de ser aceptados por bandas vecinas.Bajo la jefatura, sin embargo, era importante la producciónde cada banda y la participación de todos los miembros, yaque la fuerza de trabajo humana era la base fundamental depoder para toda la organización. Los jefes no podían permi-tir que segmentos enteros de su dominio se disiparan por elhambre o llegaran a fragmentarse y desaparecer. La centrali-zación del control sobre los bienes básicos constituía unabase central de poder. En la jefatura el sistema de redistri-bución, y sobre todo la redistribución ceremonial que corríapor cuenta de los sacerdotes, se convirtió en una base funda-mental de control (debemos volver a señalar que la preocu-pación por la naturaleza, es decir, por los alimentos, solíaestar comprendida en el dominio de los sacerdotes ...) (cf.Polanyi et al. (eds.), 1957; Wolf; 1966 y Shaedel, 1972a). Demanera similar, los sacerdotes presidían la planificación delciclo agrícola, buscaban asegurar la continua disponibilidadde recursos naturales, etc. Pero estas funciones se cumplíanen el contexto de la tribu en su totalidad, no para el beneficioespecial de una sola banda. Cuando una banda se encontraba

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en dificultades la organización centralizada de la jefatura en-frentaba el problema y le buscaba solución.

El control sobre los medios de destrucción era más pro-blemático. La mayoría de los hombres maduros de cada ban-da se convertían en guerreros cuando era necesario; por lodemás, las bandas carecían de organización militar o policia-ca. No era posible concentrar una fuerza coercitiva, exceptocuando se la movilizaba por necesidades temporales. Un casoclásico de centralización temporal mediante la creación depoderes policiacos para controlar a los transgresores se pro-ducía cuando se reunían grandes cantidades de indios de lasplanicies norteamericanas para el baile del sol o para caceríascomunales de búfalos (cf. Lowie, 1927). En estas ocasionesalgunos hombres de cada banda recibían poder asignado porsus compañeros para actuar como unidad coordinada paracontrolar los robos y otros abusos entre los miembros de lasbandas. Al disolverse el agregado estos poderes se revocabanautomáticamente y los hombres volvían a sus respectivasbandas.

El último respaldo del control sobre los medios de des-trucción se fundaba en la misma base de la cual partían todoslos intentos por fijar de manera permanente la asignación depoder. Esta base era el temor. En la organización de las ban-das había una extensa concesión de poder a ciertos miem-bros de la banda. Todo se hacía con un incierto trasfondo decontrol y predicción. El individuo dependía de las decisionesy actividades de los demás porque por sí mismo era incapazde prever y manejar todos los eventos que se le pudieranpresentar. La estructura coordinada de poder de la banda,heredada de sus ancestros primates, se basaba en el simplehecho de la incapacidad del individuo aislado. El poder asig-

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nado al cabecilla y al shamán se fundaba, de manera similar,en el hecho de que los miembros de la banda no podían deci-dir en conjunto qué era mejor sin perder el grado de integri-dad suficiente para asegurar la continuidad necesaria para lasupervivencia y la defensa.

E. Colson (1975), convincentemente, sostuvo que aun enlos órdenes sociales mínimos, donde la cooperación consti-tuía el estandarte del sistema de relaciones, la cooperación sefundaba en la conciencia de que no actuar de manera altruis-ta podía resultar en un desastre personal. Como quiera quese concibiese el desastre potencial, ya fuesen las sangrientasrepresalias de la vendetta o las manipulaciones sobrenaturalesde un brujo o hechicero, la mayoría de los actos recíprocos,generosos y altruistas se originan en el temor de no podercontrolar los actos futuros. Cuando en la sociedad se institu-cionalizan estas formas de comportamiento, no realizarlosproduce el temor que luego estimula su realización.

Este análisis de los lazos que unen a las sociedades estáexcesivamente simplificado, pero no es reduccionista. Lo quepretende hacer es localizar las dimensiones psicológicas omentalísticas de los comportamientos visibles que hemosdescrito en general en términos sociológicos y culturales. Nopretendo haber identificado la “causa” de estos actos al ha-cer referencia a su fundamentación en el temor. Tan sóloafirmo que, tomados colectivamente, los actos de este tipotienen una fundamentación o dimensión mentalística comúny que teniendo presente este factor podremos comprenderlosmejor.

Cuando las sociedades iniciaron su expansión vertical, eltemor continuó siendo la voluntad significativa detrás de laasignación de poder. Los investigadores de las jefaturas tien-

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den a identificar “tipos” de jefaturas diferentes. Steward yFaron (1959) diferenciaron entre jefaturas teocráticas y mili-taristas, las primeras basadas de alguna manera en el poderde la religión y las segundas basadas en que el poder residíaen los controles militares. Steward encontró que la distinciónno resultaba útil en la formulación de su cuadro comparativomultievolutivo del surgimiento de la civilización. Reciente-mente C. Renfrew propuso dos tipos para las jefaturas tem-pranas del Mediterráneo: las “jefaturas orientadas hacia elgrupo”, más simples, que erigieron masivos monumentos pú-blicos, y las posteriores “jefaturas individualizadoras”, quemanifestaron fortificaciones y concentraciones de riqueza enmanos de los jefes o de grupos pequeños.4 En la actualidadno hay razones para aceptar como universalmente válidas éstasu otras clasificaciones particulares de las jefaturas prehistóri-cas. Pero me parece razonable reconocer en todos los tiposque el poder puede ejercerse mediante la explotación y per-petuación del temor que necesariamente acompaña a la faltade control.

Las “jefaturas orientadas hacia el grupo” y las “teocráticas”implicaban la posibilidad de ejercer poder sobre un gran nú-mero de personas que no temían un castigo militar, pero queprobablemente sí temían y respetaban los controles sacerdo-tales sobre el ambiente natural. La posibilidad de obtener unafuerza de trabajo dispuesta a emprender “obras públicas” engran escala es imaginable bajo circunstancias en que los indi-viduos consideran que su adaptación exitosa al ambiente na-tural de alguna manera depende de su participación en los

4 R. L. Schuyler (1976) describe esta distinción.

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trabajos colectivos bajo la administración de los sacerdotes.No puedo introducir aquí los mecanismos específicos me-diante los cuales se extendió la transferencia original de po-der asignado, permitiendo que una fuerza de trabajo de pro-porciones evidentemente mayores que las de la banda cayerabajo la dirección de una pequeña élite. Pero los contrastessugeridos por Steward y Faron, y por Renfrew indican conclaridad que debemos aceptar que de alguna manera ocurrióese proceso. Resulta más fácil explicar el ejercicio de poderbasado en la fuerza coercitiva inherente a una organizaciónmilitar en una sociedad que se encuentra en un estado de temorconstante de ataques por parte de otros grupos.

En general se consideró que esta segunda base para laconcentración de poder (la militarista) tuvo un desarrollo mástardío, y la mayor parte de la evidencia parece confirmar estaconsideración. Pero existen casos que sugieren que en nive-les bastante primitivos fue posible usar la coerción existieseo no una asignación previa dentro de un contexto religioso.Uno de estos casos es el de los mbaya y los guana del Para-guay, descritos durante la conquista, a mediados del siglo XVI.La condición de hostilidad continua entre distintos gruposdio lugar a que los guana, pueblo agricultor y tejedor conmuy poca predisposición hacia la guerra, quedaran subordi-nados a la protección de los mbaya, una tribu guerrera semi-nómada. La información con que se cuenta no sugiere la pre-sencia de sacerdotes entre los mbaya, ni en ese momento niantes. El dominio que ejercían sobre los guana puede com-prenderse en términos similares a los del feudalismo euro-peo temprano (con el cual lo compararon los observadoresde la época de la conquista). Los guana aceptaban la protec-ción de los mbaya ofreciendo a cambio subordinarse a ellos y

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brindarles un tributo en alimentos y otros productos. Es pro-bable que en este caso el temor no se limitase a los mbayamismos sino a un patrón general de ataques por parte de unaserie de tribus guerreras en que los guana hubieran sido diez-mados repetidamente de no ser por la protección que les brin-daban los mbaya. Fue así que la relación entre un patrón pro-tector y un cliente dependiente constituyó la base para unajefatura que no dependía del temor de no poder controlar elambiente natural (cf. Metraux, 1963).

Es probable que la razón por la cual las investigacionesarqueológicas parecen indicar que las teocracias precedie-ron en general a las sociedades militaristas complejas, sedeba a que la supervivencia en las organizaciones mayoresdependía de un delicado control tecnológico sobre el am-biente. La circunscripción social pudo haber indicado la cen-tralización en jefaturas, pero el problema mayor del mante-nimiento de estos agregados residía en la continuidad de subase económica. En este proceso eran esenciales los sacer-dotes, que, con un rol mucho más amplio que el de losshamanes, tenían a su cargo garantizar que el ambiente na-tural aportara los frutos necesarios para mantener una or-ganización del tamaño adecuado para defenderla de los ata-ques de otras similares.

El uso de la religión como base única de subordinación esincierto. Consiste en esencia en poder asignado convertidoen una especie de afirmación dogmática. Esto sólo se lograconcibiendo que los que toman las decisiones últimas estánfuera del alcance de los miembros individuales de la banda.La creación de una amplia gama de deidades naturalísticas(pero “sobrenaturales”), que podían ser tratadas sólo mediantelos conocimientos especiales que residían en el conjunto de

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tradiciones y ritos sacerdotales, haría que la totalidad de lapoblación dependiera de los sacerdotes para el ejercicio deeste control aparente. En la medida en que los sacerdotestuvieron éxito, puede pensarse que usaban sus controles so-bre la redistribución y las prácticas agrícolas, junto con unaideología que explicaba estos controles con referencia a pro-tectores sobrenaturales externos a la sociedad, para mante-ner el orden interno de la misma.

En términos mentalísticos, en las teocracias se suplantabala noción del desorden que residía en la incontrolable natura-leza por una en que la naturaleza era sometida a un ciertogrado de control. Sin embargo, la vulnerabilidad empírica deesta solución es obvia. Mientras las maquinaciones sacer-dotales funcionaran, éstos recibirían la asignación de poder.Pero siendo la naturaleza lo que es, y tomando en cuenta loque es la población humana en expansión, podemos asumir queninguna jefatura fundada en la asignación dogmática podíamantenerse indefinidamente sin el suplemento de algún tipode poder policiaco o militar. Buena parte del gran desarrollocultural del Nuevo Mundo tuvo lugar en áreas en que erancomunes la sequía, las lluvias copiosas y los terremotos. Conun poco de este tipo de actividad y un poco de suerte paralos sacerdotes, quedarían confirmados sus poderes sobrena-turales. Pero con un exceso de esta actividad se debilitaba lafe en los sacerdotes, o desaparecía por completo. Sin embar-go, eran todavía más peligrosas las expansivas tendenciasdemográficas de la misma población. A largo plazo, el abusodel ecosistema ocupado por las jefaturas en expansión basta-ría para dar lugar a la erosión, la deforestación, el agotamien-to de los suelos y otras consecuencias ecológicas que contri-buirían probablemente a las catástrofes naturales; todo esto

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haría evidente la incapacidad de los sacerdotes para ejercercon eficacia controles sobre la naturaleza. De manera palpa-ble, la fortuna de las jefaturas fundadas en los controlessacerdotales sobre la naturaleza estaba sujeta directamente ala selección natural.

Pasaron siglos, tal vez milenios, de ascenso y ocaso de lasjefaturas. Al igual que las bandas que las precedieron, experi-mentaron distintos grados de éxito. Sin duda existieron otrasbases de asignación que probablemente contribuyeron en unmomento u otro al surgimiento de jefaturas. Una de ellasdebe haberse manifestado en las primeras etapas de centrali-zación, pero continuó funcionando en circunstancias poste-riores más complicadas. Consistió en el establecimiento desistemas patrón-cliente similares a la relación mbaya-guana,aunque sin que estuvieran necesariamente presentes las ame-nazas militaristas implícitas en ese caso. El factor diferencialque pudo dar lugar a una relación como la mbaya-guana fueel desarrollo de tecnologías diferentes de parte de dos gru-pos y luego la conjunción de los dos en circunstancias en queuno necesitaba del otro para sobrevivir.

L. Mair describe un arreglo similar entre los gusii de Áfri-ca Oriental, donde había un conjunto de seis “tribus”, cadauna de las cuales poseía un clan “fundador” de más alta jerar-quía. Las circunstancias crearon una situación en la que losataques de los vecinos masai y nandi destruyeron parte de lapoblación. Los que huían buscaban refugio con el clan ma-yor de la “tribu” getutu, que conservaba la seguridad geográ-fica, y aceptaban una relación dependiente de clientes. El clangetutu logró aumentar su tamaño mediante la incorporaciónde una gran cantidad de refugiados dependientes que traba-jaban en faenas agrícolas y artesanías femeninas, actuaban

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como guerreros al servicio de sus patrones y, en general, con-tribuían materialmente a la riqueza y al poder de los líderesdel clan getutu. Mair observa que en este caso no surgió unajefatura y lo atribuye al hecho de que no había un mito espe-cial que atribuyera superioridad de descendencia al clan prin-cipal, factor que ella considera fundamental para el surgimien-to de este tipo de centralización (Mair, 1962: 109-112).

Esta base de poder asignado parece haber sido amplia-mente puesta en práctica en Nueva Guinea y Melanesia. Sahlins(1963) propuso que los líderes de muchas de estas sociedades,los llamados “grandes hombres”, manifestaban muchas de lascaracterísticas de un jefe, pero carecían en general de la habili-dad para concentrar de manera permanente el tipo de podernecesario para el surgimiento de una jefatura del tipo clásico.Sahlins muestra un cuadro de una sociedad tribal integrada enlo esencial por pueblos-banda autónomos, cada uno de loscuales tenía su propio cabecilla y a veces varios niveles de ca-becillas. La base tecnológica era la agricultura intensiva, gene-ralmente el cultivo de ñames y la cría de cerdos, aunque elcamote traído por los españoles cobró mucha importancia. Elcamote es muy superior al ñame, tanto en rendimiento comoen calidad calórica y, al parecer, acarreó un incremento de po-blación en los lugares en que se introdujo.

Sin entrar aquí en los detalles necesarios para explorar lasdiversas formas en que ocurrió este proceso, es posible deri-var un cuadro general a partir de los trabajos etnológicos re-cientes. Parece ser que en estas sociedades la producciónagrícola es suficiente como para permitir acumulaciones pe-riódicas y regulares, pero competitivas, de ñames y cerdos.Los grandes hombres eran los individuos que por maña osuerte habían podido acumular mayor cantidad de estos bie-

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nes, logrando suministrar una mayor distribución a los miem-bros de su pueblo y a los de pueblos vecinos. La participaciónde los vecinos en este proceso constituía su reconocimientodel éxito y superioridad del gran hombre. Se han formuladodiversas explicaciones acerca de por qué este sistema no pro-pició el surgimiento de jefaturas de las dimensiones y estruc-tura que caracterizaron a las de Hawai, Tonga o Tahití. Sahlins(1963) afirmó que la habilidad del gran hombre para acumu-lar bienes se basaba en que reunía a su alrededor cantidadescrecientes de dependientes, o clientes, que proveían gran partedel insumo para su sistema. Pero cuanto más se extendía lared del gran hombre, más poder obtenía de su bloque declientes, más tenía que distribuir y se veía orillado a la explo-tación coercitiva de su base de apoyo. Esto producía comoresultado inevitable que los clientes se rebelaran, ocasionan-do la consecuente pérdida de poder del gran hombre y susustitución por otros.

M. J. Meggitt (1971) propone otra explicación derivada desu trabajo con los mae-enga de Nueva Guinea. Sostiene quela acumulación lograda por un gran hombre daba lugar a laexpansión de su banda. La expansión económica y demográ-fica incrementaba la circunscripción de todas las tribus delárea inmediata; esto, a su vez, resultaba en una guerra y, conella, en el éxito de algunos grandes hombres y el fracaso deotros; en fin, en la reducción de la presión de la poblacióneconómica dentro de la región. Con esto se iniciaba nueva-mente el ciclo.

En la actualidad todavía resulta difícil formular un mode-lo satisfactorio de lo que acontece en esta región del mundo.Pero existe suficiente información como para proponer que

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el sistema de “gran hombre”, en cualquiera de sus formas,solía basarse en la acumulación temporal de bienes. En algu-nos lugares surgieron sistemas de descendencia y jefes here-ditarios pero no se desarrollaron hasta llegar a dominar aotras agrupaciones tribales (cf. Powell, 1960). Pueden aducirsediversas razones respecto a que las tribus melanesias y deNueva Guinea no hayan llegado a constituirse en jefaturas.Entre ellas figura la debilidad relativa de los sistemas de des-cendencia del área, las tendencias autodestructivas inheren-tes al sistema de acumulación, y el patrón de guerras intensasy casi endémicas que resultaban en la periódica destrucciónde los grupos. Incluso se ha sugerido que la cría del cerdocomo animal doméstico fundamental, en lugar de la cría devacunos, proporcionaba una base energética menor que laque poseían los africanos (cf. Barnes, 1962). También es posi-ble que la expansión real de la población en algunas áreasfuera resultado reciente del impacto de la introducción delcamote. Se produjo luego el dominio de las potenciasimperialistas occidentales, que eliminaron el factor guerra,desplazando la posibilidad del surgimiento de jefaturas me-diante la imposición del patrón Estado-nación.

La importancia fundamental del surgimiento de jefaturasen la historia y la evolución de la especie humana reside enque constituyó el primer paso en la expansión vertical de laespecie. La forma específica en que surgió, que debe haberconsistido en manifestaciones diferentes en distintas partesdel mundo, y por qué no apareció en otras áreas donde seinsinuaba en potencia, son problemas que constituyen en laactualidad un amplio e importante campo de investigación.Puede compararse en importancia con el surgimiento de la

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cultura entre las bandas primates del protohombre. La culturainstituyó los elementos fundamentales que permitieronla expansión horizontal de la especie sobre la totalidad de lasupeficie terrestre y la invención de adaptaciones a una varie-dad casi infinita de nichos ecológicos.

Las invenciones que se combinaron para producir la pri-mera adición de un nivel de integración superior contenían,probablemente, muchos elementos que se manifestaron mástarde en las complejas estructuras disipativas consumidorasde mayores cantidades de energía que desplazaron estos de-sarrollos iniciales:

Así se conforma el cuadro de cómo el hombre en la bios-fera siguió la dirección señalada por la segunda ley de la ter-modinámica; encontró que la única manera de sobrevivir alenfrentarse con otros hombres consistía en diseñar estructu-ras sociales y técnicas que captaran cada vez más energía, delambiente extrasocial al principio, de los mismos hombresdespués. Complacido con los logros alcanzados, era incons-ciente de las consecuencias que, miles de años después, lleva-rían a sus descendientes al reconocimiento de que la trayec-toria vital de la inmensa y expansiva estructura disipativa eraproducto del hombre, sujeta a sus decisiones, pero tal vezirrevocablemente fuera de su control.

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7. LA ESTRUCTURA DE PODERY LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA

Desde que se alcanzó la solución vertical en la expansiónsocial del hombre, la especie explotó rápidamente este

camino evolutivo. Aunque es peligroso afirmar que en el mun-do haya algo completamente nuevo, sobre todo con millonesde años de actividad de la naturaleza tras de nosotros, la no-ción de desarrollar la complejidad social de una especie sinalterar de manera básica sus fundamentos genéticos ni suconducta cultural potencial, engendró un producto al cualninguna otra especie ha podido aspirar. En la actualidad, ypor segunda vez en la historia, la especie está llegando a unafase evolutiva que puede requerir un conjunto de invencio-nes totalmente nuevo, y una fase de desarrollo adaptativohumano también nueva. Si imaginamos la curva-S clásica delcrecimiento de un ecosistema, podemos trazar fácilmente la tra-yectoria del hombre a través de las primeras dos fases, la len-ta expansión horizontal y la rápida y acelerada expansión ver-tical. El principio que rige la curva-S es bastante sencillo. Laexpansión puede continuar hasta que deje de aumentar elinsumo. Cuando esto sucede la curva se nivela y el sistemaalcanza un estado constante. Su actividad puede continuar almismo nivel mientras se mantengan constantes los insumosy los productos no lleguen a ser mayores que aquéllos.

Si deseamos llegar a una comprensión del sistema huma-no que vaya más allá de la que nos ofrecen las proyeccionesde las tendencias que ha seguido hasta la fecha, necesitamos

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examinar la estructura que hemos construido. Delimitemoslos elementos principales que componen este sistema disipativo.

En primer lugar, es una estructura de insumo-productoconstruida inherentemente para buscar la expansión. Estacaracterística inherente debe ser reconocida, porque si se afir-ma que constituye un elemento trivial y fácilmente controla-ble del todo estaremos evitando enfrentar uno de los princi-pales problemas que se nos presentan. En lo fundamental, laúnica solución que encontró la especie frente al problema dela supervivencia fue la de continuar la expansión. Ésta no hasido una simple decisión racional, sino más bien una infini-dad de decisiones racionales que contribuyeron de maneraacumulativa al proceso. ¿Pudo la especie, en algún momento,alcanzar un estado constante? La respuesta es que no, nuncalo ha hecho. Hubo muchas sociedades en las que las restric-ciones del ambiente, por lo general la limitación de los insumosnecesarios, dieron como resultado una serie de desastresmemorables. Éstos fueron seguidos por la adopción, racio-nal o inconsciente, de un número suficiente de mecanismosde control que lograron que la población y el insumo energé-tico se mantuvieran en un estado constante fluctuante. Pero laespecie en su totalidad nunca lo logró; en general sucedió enaquellas sociedades que no pasaron por la expansión vertical.Algunas de ellas sobreviven hoy en lugares donde el mismoambiente impuso serias restricciones sobre los insumos po-tenciales. Así la Australia central y la cuenca del Amazonassostienen una población en delicado equilibrio ecológico, perotienen serias restricciones para la continua expansión, que nopueden resolverse con la tecnología conocida en la actualidad.

A partir de esto tendríamos que deducir que el hombresólo llegará voluntariamente a un estado constante para toda

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la especie si de alguna manera los centros superiores de tomade decisiones experimentan una catástrofe directa que lesdemuestre que continuar la expansión sólo puede dar lugar asufrimientos y colapsos similares. Sobre esta base podríandecidir, de manera colectiva, imponer restricciones sobre laexpansión. O puede ocurrir que el mundo sufra un desastrede tales proporciones que sea visible por doquier y reconocidocomo producto de la expansión excesiva. Si esto llegara a ocu-rrir, es posible que los centros de toma de decisiones a to-dos niveles arribaran a su propia decisión racional de que sehace necesaria la limitación del crecimiento. Ninguna de estasalternativas resulta atractiva. La primera presupone la pre-sencia de gobiernos todopoderosos que posean los contro-les y el poder necesarios para obligar y coaccionar a cadaunidad subordinada para que restrinja sus propias activida-des. Desde luego, sería difícil lograr esto de manera equita-tiva, e inevitablemente resultaría en la diferenciación de lasociedad mundial entre varios niveles de riqueza y pobrezacontinuas. La segunda alternativa presupone una guerra dedestrucción masiva con todas las desastrosas consecuen-cias sobre las cuales se especula desde hace tiempo. No sólodebería ser una tragedia espantosa, sino que también ten-dría que tener el alcance suficiente como para afectar pro-fundamente a todos los que, en potencia, toman las deci-siones. Es decir, si sólo exterminase a las tres cuartas partesde la humanidad, nadie podría evitar que la cuarta parterestante iniciara nuevamente la expansión. Para que esta al-ternativa de destrucción sea efectiva, tendría que golpearen todas partes con la misma intensidad. Los sobrevivien-tes tendrían que quedar profundamente impresionados porla magnitud y las causas del desastre.

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Puede servir de consuelo un poco irónico señalar que nosólo es terrible considerar estas dos soluciones, sino que pro-bablemente son imposibles de alcanzar. Está implícito en lanaturaleza de la adaptación humana que nunca podrá haberun gobierno único y todopoderoso sobre la faz de la tierra.Los aspirantes a ese puesto tendrían que enfrentarse a pobla-ciones subyugadas, completamente hostiles, y a la competen-cia por el poder dentro de sus propios círculos elitistas. Tam-poco parece posible que la catástrofe que imaginamos puedaocurrir de manera tan selectiva como para producir la super-vivencia de un conjunto de personas afectadas en el gradopreciso para tratar de crear de inmediato un estado constanteo una situación de crecimiento controlado, y continuar tra-bajando de manera efectiva en el nuevo mundo.

Sin embargo, el sistema disipativo humano posee otra ca-racterística que puede servir para hacer lo que el hombre esincapaz de hacer. Ésta reside en las características de creci-miento y expansión a las cuales aludimos antes en el análisissobre el costo energético de la producción. Como señala-mos, algunos ecosistemas alcanzan un estado constante des-pués de haber pasado por la curva-S completa, porque elinsumo total del sistema se utiliza en el mantenimiento delsistema en su estado de desarrollo máximo. Es decir, se re-quiere que casi todo el insumo actúe como el detonador quecanaliza la cantidad restante de energía hacia el proceso ne-cesario para mantener la estructura en un estado constante.El sistema disipativo humano puede llegar a alcanzar el deli-cado estado en el que los mecanismos detonadores son tancomplejos que su expansión sirve para limitar la cantidad deinsumo que el sistema puede manejar.

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247La estructura del poder y la sociedad contemporánea

Es difícil, por muchas razones, formular un cuadropredictivo en el momento actual. Haría falta conocer todoslos flujos de energía existentes, y comprender las etapas par-ticulares de crecimiento y desarrollo de cada conjunto y de laforma en que se relacionan entre sí, en qué momento losproductos de uno se convierten en insumos eventuales deotros, y cómo éstos a su vez afectan a otros más tardíos enuna interminable serie de canales que convergen y se subdi-viden. La mente se embota ante la perspectiva de semejanteintento. Pero puede ser necesario tratar de formular el mode-lo para poder llegar a un cálculo de dónde y cuándo pode-mos esperar mayor expansión.

Si lográramos construir ese modelo y llegáramos a saberprecisamente dónde y cuándo operan los flujos de energía,nos enfrentaríamos al espeluznante problema de quiénesposeerían este conocimiento y qué podrían hacer con él.Encontramos nuevamente que la naturaleza de la adaptaciónmentalística humana nunca escapa a los contrastes binariosyo-ellos, nosotros-otros; aunque hubo mártires en algunassociedades, aún no encontramos muchos que estén dispues-tos a hacer a un lado su familia, sus amistades, su país o cual-quier otra unidad en la que encuentren seguridad para cedersus vidas en aras de una “humanidad” nebulosa. Por lo tanto,aunque la tecnología del hombre estuviera a la altura de latarea, ya que pueden concebirse computadoras que analicenlos datos, e incluso es concebible la recolección de los datosnecesarios para conformar un cuadro aproximado, es la es-tructura de poder misma la que se constituye en el graninhibidor. El meollo del problema es lo que muchas perso-nas denominan “política”, relegándola de esta manera a al-

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gún rincón abandonado donde pueda ser pasada por alto. Yno es un rincón en una especie de equilibrio imaginario. Iró-nicamente, la estructura de poder es el mismo sistema cul-tural dinámico que el hombre desarrolló hace tiempo paragarantizar la supervivencia de sus unidades operantes parti-culares.

La característica básica que debemos apreciar en las es-tructuras de poder es que se encuentra presente como uncontraste binario en toda relación social. Como parte de la es-tructura disipativa constituida por la especie humana en labiosfera, es tan inevitable como lo es la gravedad en el mun-do de la física clásica. Resulta indudable que en la actualidadvarias naciones del mundo se encaminan hacia la formaciónde bloques para poder defenderse y desarrollarse mejor en lacomunidad de naciones. Esto no es más que el resultado delcontinuo proceso de expansión vertical que se inició con elsurgimiento de las jefaturas. Aún está por verse si toda Amé-rica Latina alcanza la formación de un bloque único, o si Bra-sil logra separase del resto. Parece muy probable el dominiofinal de Brasil en América del Sur, ya que en el área práctica-mente no existe nada comparable en cuanto a tamaño y dis-ponibilidad de recursos. Es claro que para las grandes nacio-nes actuales, cuanto más pequeños sean los nuevos bloques,mejor será su situación. Por otra parte, los países pequeñostienen razón en desconfiar de la tutela de un gigante comoBrasil. En América Latina es bien conocida la relación pa-trón-cliente y los detalles de su funcionamiento se compren-den con facilidad. Lo mismo ocurre con los fluctuantes des-acuerdos y arreglos que caracterizaron la política internacionaldel Medio Oriente durante las dos últimas décadas.

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Si deseamos comprender la naturaleza de la formación debloques, es probable que la cuestión más importante radiqueen dos áreas centrales: primero, en qué momento obtendránlas sociedades involucradas el flujo de energía suficiente parapoder avanzar al nivel de integración superior implícito en laformación de bloques; segundo, cuáles de las naciones exis-tentes (los potenciales miembros de los bloques) serán lasprimeras en superar la dicotomía nosotros-ellos, dejando aun lado su soberanía para poder formar un bloque. Como encualquier otra etapa de la historia de la evolución humana,podemos asumir que algunas serán incapaces de actuar; otrasharán el intento y fracasarán; algunas harán el intento acerta-do y alcanzarán una posición que les permita dominar al res-to. De manera muy simplificada, éste ha sido el papel de losEstados Unidos hasta la fecha. Sencillamente fue la primeranación en comenzar a actuar como bloque. Logró hacerlobrincándose la etapa en que cada una de las 13 colonias origi-nales podría haberse convertido en Estado-nación indepen-diente. De haber escogido esa alternativa, no existirían losEstados Unidos como los conocemos hoy en día. EstadosUnidos es un bloque precoz y está disfrutando de la fortunade no tener rival en estos momentos en términos de flujo deenergía.

Una de las cosas que dificulta la visión del camino a seguires el funcionamiento de los sistemas ideológicos coordina-dos existentes. Siempre que en la evolución del poder surgióun nuevo nivel de estructura disipativa, la competencia entrevarios sistemas ideológicos coordinados por constituirse enla base relativa o el idioma del nuevo sistema fue un procesoconcurrente. Cuando surgieron las jefaturas, en muchos ca-

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sos el parentesco, base de coordinación de las bandas, fuedesplazado por un sistema ideológico religioso. La apariciónde los reinos en el siglo XVI se logró mediante el desplaza-miento de los lazos religiosos, que fueron sustituidos por ungrupo de descendencia monárquico y aristocrático y por unterritorio. Las naciones-Estado industriales desarrollaron susideologías en términos de lo que pretendían hacer por el in-dividuo y usando los términos “república” y “democracia”para designarlas, con lo que desplazaron a las aristocraciasbasadas en la descendencia.

En la actualidad se habla mucho acerca de las ideologíascompetitivas del capitalismo “democrático” y el socialismo“democrático”. Se aduce que uno garantiza un mejor futuroporque el hombre es esencialmente competitivo, y permitirel funcionamiento de la competencia es garantizar el desa-rrollo del mejor modo de vida. El otro afirma que la compe-tencia es una manifestación de la peor faceta del hombre, yque la verdadera igualdad sólo puede nacer de un sistema enel que todos opten por la igualdad dentro del sistema mayor.Se podrían tomar más en serio estos dos conjuntos de reivin-dicaciones ideológicas de no ser porque cada uno constituyeun aspecto complementario de cualquier estructura de po-der. El programa capitalista refleja la sempiterna relación dedominios de poder en competencia, relación básicamenteactiva entre todos los dominios de poder actuales. Resalta laoposición entre los “nosotros” y los “ellos”. El programasocialista está modelado con base en la organización internade un dominio particular en la cual, para destacar la unidadinterna, se sostiene que todos tienen beneficios iguales. So-bresale la unidad entre los “nosotros”. Es así que una ideolo-gía escogió el aspecto externo y la otra el aspecto interno de

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lo que constituyen las dos caras de una misma moneda entodas la estructuras de poder. Ninguna de las dos opera exac-tamente como se anuncia, ni podría hacerlo. Ambos argu-mentos se proponen como base de coordinación para losprincipios del mundo en general.

Los países tercermundistas no están totalmente perdidosen esta jungla. La mayor parte de ellos son conscientes deque ganarían poco subordinándose por entero a cualquierade los protobloques propuestos. Pero su dilema reside en elhecho de que nadie, y mucho menos ellos mismos, pudo afir-mar de manera convincente que el estancamiento sea mejorque el desarrollo. El mundo está estructurado para los hom-bres de todas las naciones en términos de la naturaleza de laestructura de poder. Las realidades energéticas que determi-nan la supervivencia del sistema mayor, así como de su pro-pia porción del mismo, pueden resultarles más o menos ob-vias. Pero en primera instancia al hombre le preocupa lasupervivencia de su grupo particular. Como mencionamosantes, el hombre es parte energética de una estructuradisipativa integrada por él y por su hábitat biosférico. Peromentalísticamente el hombre es miembro de una sociedad.La misma construcción de la estructura disipativa refleja estaprofunda impresión mentalística. La forma de la cultura y lasociedad humana siempre fue moldeada, y sigue siéndolo,por los modelos mentales que el hombre genera. Hasta elmomento actual resultó muy adecuado al arte de la supervi-vencia. Pero no necesariamente persistirá, y el hombre aúnno comienza a afectar su funcionamiento de manera seria.

De principio a fin la forma de la organización social ycultural del hombre está determinada por la estructura depoder alrededor de la cual se crea. Y esta estructura de poder

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ha estado determinada por el control exitoso sobre las diver-sas formas y flujos energéticos del medio ambiente. La solu-ción para la continua supervivencia del hombre sólo puedealcanzarse si al hacer los análisis para la planificación del fu-turo se toman en cuenta estos tres elementos fundamentales:energía, poder y supervivencia; la fuerza motriz, la toma dedecisiones y el objetivo del esfuerzo. Mientras no se aprecieplenamente la relación entre cada uno de estos elementosserá imposible cualquier planificación efectiva.

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POSTCRIPTUM A LA SEGUNDA EDICIÓN

Este libro fue escrito durante el verano de 1976 a invita-ción de Ángel Palerm. Su propósito era ofrecer una in-

troducción general al tema del papel que desempeña la ener-gía en las estructuras de poder social. El año anterior yo ha-bía publicado un trabajo sobre el poder social,1 y para esemomento había comenzado ya a trabajar con el concepto deestructuras disipativas de Ilya Prigogine. Así, el nuevo libro for-maba parte de una labor que fue evolucionando y se profun-dizó en libros posteriores.2 Con el paso del tiempo, la aplica-ción de la perspectiva de los procesos termodinámicos a losproblemas sociales ha experimentado algunos avances.3 Sin

1 Richard N. Adams, Energía y estructura, Fondo de Cultura Económi-ca, México, 1983. La versión original en inglés apareció en 1975.

2 Richard N. Adams, Paradoxical Harvest, Cambridge University Press,1982; Richard N. Adams, El octavo día: la evolución social comoautoorganización de la energía, Universidad Autónoma Metropolitana,México, 2001.

3 Nicholas Georgescu-Roegen, “The Entropy Law and the EconomicProblem”, en Herman E. Daly (comp.), Toward a Steady-State Economy,W. H. Freeman & Co., San Francisco, 1973, pp. 37-49; JoelDarmstadter, Joy Dunkerley and Jack Alterman, How Industrial SocietiesUse Energy, Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1977; Gerhardand Jean Lenski, Human Societies, 5a ed., McGraw-Hill, Nueva York,1987; David and Murcia Pimentel, Food, Energy and Society, Universityof Colorado Press, 1996.

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embargo, en términos generales, ese enfoque ha despertadomuy poco interés entre los científicos sociales, especialmenteen la comunidad antropológica, donde su fundamento mate-rialista se ha mostrado como un pobre competidor frente alos grandes atractivos del posmodernismo.4 En contraste, lasconsecuencias del uso creciente de la energía y el consiguienteaumento de la complejidad social han recibido una atenciónmucho mayor.5

La intención de este libro y de los que le siguieron eradoble. Por un lado, quería dar continuidad a la argumenta-ción de Leslie White y otros autores sobre el papel de la ener-gía en la evolución social. Por el otro, pretendía examinar lasimplicaciones de la dinámica de los procesos energéticos yaveriguar hasta qué punto los modelos propuestos en el ám-bito de las ciencias naturales podían ser útiles para las cien-cias sociales. Resultaba claro que la energía imponía una di-námica a todos los procesos, tanto los que estudiaban lasciencias naturales como los que abordaban las sociales. A lolargo de este esfuerzo mi propósito ha sido analizar y ponera prueba diferentes modelos físicos para identificar su grado

4 Creo que no tendría mucho sentido revisar este trabajo para ponerloal día. Un intento de hacerlo en relación con la energía y la evoluciónsocial puede encontrarse en “Evolución cultural y energía”, texto in-cluido en Richard N. Adams, Ensayos sobre evolución social y etnicidad enGuatemala, Universidad Autónoma Metropolitana I., México, 2005.

5 Un reciente compendio (Carlos Reynoso, Complejidad y caos. Una ex-ploración antropológica, Editorial SB, Buenos Aires, 2006, p. 136 ss.)critica al autor de estas líneas por no haber formalizado más extensa-mente la teoría en torno a estos temas. Es triste el señalamiento deesta deficiencia; ya intentaré responder a él ampliamente en mi próxi-ma reencarnación.

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de adecuación a los procesos sociales. Al hacerlo he actuadocomo etnógrafo, observando los acontecimientos y propo-niendo hipótesis sobre su funcionamiento. Aunque algunaspersonas creen que he pretendido construir “gran teoría”,ese nunca fue mi objetivo principal. Desde su origen, mi tra-bajo constituyó un esfuerzo por aplicar aspectos de teoríasprocedentes de otros campos, a fin de averiguar en qué me-dida y de qué manera podían contribuir a explicar el procesosocial. Una vez emprendido el camino, la perspectiva energé-tica resultó particularmente atractiva puesto que la energía esun rasgo mensurable común a todos los elementos del pro-ceso social.

En los treinta años transcurridos desde la aparición deeste libro el mundo ha experimentado cambios decisivos.Entre los sucesos de mayor magnitud que han tenido lugardesde entonces sobresalen los siguientes. 1) El reconocimientode que los combustibles fósiles, principal fuente de energíapara la supervivencia social, son finitos, mientras que las fuen-tes alternativas de energía –como la eólica, la solar y la nu-clear se han desarrollado con mucha lentitud–. 2) La admi-sión –por parte de quienes están dispuestos a ver el problema–de los efectos deletéreos que el desenfrenado uso de com-bustibles derivados del carbón tiene sobre el clima global y,por tanto, sobre las posibilidades de supervivencia de la es-pecie humana, así como la conciencia de que se está hacien-do poco para contrarrestar esa tendencia. 3) La propagaciónde la capacidad de controlar y emplear la energía nuclear en-tre naciones a las que solía atribuirse incompetencia tecnoló-gica para ello. La pérdida del monopolio de la energía nuclearpor parte de las principales naciones-Estado occidentales estádando lugar a un nuevo orden mundial coordinado.

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¿Pueden aplicarse los componentes del análisis energéticoque este libro propone al estudio de esos procesos? Eviden-temente, sí. Las dos primeras tendencias están estrechamen-te relacionadas con el control de la energía.

1) Los peligros que entraña la dependencia respecto delos combustibles fósiles siguen siendo ignorados por Esta-dos Unidos, su mayor consumidor mundial, mientras que eluso que China hace de ellos se está expandiendo. No es ungran consuelo percatarse de que esto refleja claramente cómoopera la Ley de Lotka: “En todos los casos considerados, laselección natural operará de manera tal que aumente el flujototal a través del sistema, siempre y cuando esté disponibleun remanente no utilizado de materia y energía”.6 Es impor-tante subrayar la última parte de la formulación: “siempre ycuando esté disponible un remanente no utilizado de materiay energía”. A este desenlace se dirigen apresuradamente lasnaciones que consumen grandes cantidades de energía. Lotkadesarrollaría posteriormente su postulado para afirmar:

Mientras exista un excedente abundante de energía disponi-ble que se “desperdicia” derramándose, por así decir, a loslados de la rueda de molino, cualquier especie capaz de desa-rrollar habilidades para utilizar esta ‘porción perdida de lacorriente’ obtendrá una notable ventaja a su favor. Así, si elresto de las condiciones permanece igual, esa especie tende-rá a crecer en extensión (número), y su crecimiento incre-mentará a su vez el flujo de energía a través del sistema. Debeobservarse que en esta formulación el principio de la super-

6 Alfred J. Lotka, “Contribution to the Energetics of Evolution”,Proceedings of the National Academy of Sciences, vol. 8, 1922, p. 148.

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vivencia del más apto nos proporciona más información quela que podríamos obtener mediante el razonamiento de latermodinámica.7

Así pues, junto a Estados Unidos y China hoy vemos surgirfenómenos como el de Al Qaeda, Irán y Corea del Norteque, a partir del desarrollo de su capacidad de control tecno-lógico, buscan equipararse a los grandes convertidores deenergía y, de ser posible, eliminarlos.

La inminente decadencia de algunas de estas fuentes de ener-gía es inevitable: Se prevé que el suministro mundial de pe-tróleo dure aproximadamente cincuenta años si se mantie-nen las actuales tasas de producció. En todo el mundo, elsuministro de gas natural podrá mantenerse durante alrede-dor de cincuenta años, y el del carbón durante unos cien. Sinembargo, estos cálculos se basan en las tasas de consumo ylas dimensiones actuales de la población. Si toda la gente delmundo gozara de un nivel de vida similar y tuviera el mismonivel de consumo energético que un ciudadano estadouni-dense promedio, y si la población mundial siguiera creciendoa una tasa de 1.5 por ciento, las reservas mundiales de com-bustibles fósiles alcanzarían únicamente para unos quinceaños.8

7 Alfred J. Lotka, Elements of Mathematical Biology, Dover, Nueva York,1956, p. 357. (El libro fue publicado originalmente bajo el título deElements of Physical Biology por The Williams and Wilkins Company.)

8 David Pimentel, O. Bailey, P. Kim, E. Mullaney, J. Calabrese, L.Walman, F. Nelson y X. Yao, 1999, en http://www.dieoff.org/page174.htm.

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Los intensos esfuerzos que se realizan para producir canti-dades significativas de sustitutos energéticos de los combus-tibles fósiles están todavía lejos de ofrecer soluciones defi-nitivas para el futuro. La posibilidad misma de emplearbiocombustibles tiende a depender del uso de fertilizantesde origen fósil.

2) El calentamiento global ya no se pone en duda. Prome-te “oleadas de calor y periodos de clima inusualmente cálido,calentamiento de los océanos, elevación del nivel del mar einundaciones costeras, derretimiento de los glaciares, calen-tamiento de los polos Norte y Sur... Un inicio más tempranola primavera, cambios en los hábitats de especies vegetales yanimales y transformaciones poblacionales, decoloración delos arrecifes de coral, tormentas, grandes nevadas e inunda-ciones”.9 Estos son, en cierto sentido, los efectos entrópicoscolaterales desencadenados por el sostenido crecimiento denuestra dependencia de los combustibles fósiles. De estasconsecuencias ambientales se derivarán reajustes sociales queincluyen la destrucción de algunas sociedades humanas, elabandono de asentamientos humanos, la búsqueda de nue-vos ambientes habitables, pérdidas agrícolas regionales.

Todos estos procesos son resultado del efecto detonadorde la civilización industrial. La conversión de los combusti-bles fósiles desencadena incontables detonadores materialesen el ambiente, y estos son responsables de la multitud decambios ambientales que, a su vez, exigen ajustes sociales. Elfenómeno ya ha sido descrito en los términos del principiode la “producción mínima de entropía”, también conocidocomo el principio de Prigogine-Waime: “El teorema de la

9 http://www.climatehotmap.org

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producción mínima de entropía se refiere a una suerte depropiedad inercial característica de los sistemas de no equili-brio. Cuando determinadas condiciones de frontera impidenque el sistema alcance el equilibrio termodinámico (es decir,una producción cero de entropía), el sistema se instala en elestado de mínima disipación”.10 Las implicaciones que esto tie-ne para quienes participamos de formas de vida contempo-ráneas de “alta energía” son tremendas: obligará al abandonocasi total de lo que hoy en día entendemos como estilos devida burgueses o de clase media, así como la probable elimi-nación de sectores enteros de las poblaciones más pobres delmundo. Por otra parte, también significará que la supervi-vencia será más exitosa entre los pobres capaces de adaptarse.

3) La energía nuclear ya no es de uso exclusivo de los po-deres occidentales trabados en una guerra fría. Actualmentepueden acceder a ella Pakistán, India y China, así como esta-dos anteriormente pobres tales como Corea del Norte y, próxi-mamente, Irán, que están dando un salto hacia la “era indus-trial” en el control de ese recurso. Estos cambios en el controlde la energía han acarreado casi instantáneamente la trans-formación de un mundo dominado por unos cuantos Esta-dos altamente centralizados en un sistema de centros coordi-nados de poder que comparten la capacidad de unadestrucción masiva mutua. Como ocurre en todos los siste-

10 Onsager, “Reciprocal Relations in Irreversible Processes”, en PhysicalReview 37 (pt. 1): 405; 38 (pt. 2): 2265, 1931; Ilya Prigogine y J. M.Waime, “Biologie et Thermodynamique des PhénomènesIrréversibles”, en Experimentia 2, 1946, pp. 451-453; Ilya Prigogine,From Being to Becoming. Time and Complexity in the Physical Sciences, W. H.Freeman & Co., San Francisco, 1980, p. 88.

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mas sociales coordinados, el poder relativo de los diferentescentros y sus interrelaciones estratégicas fluctúan a medidaque la tecnología del control de la energía se extiende a otroscentros de poder y que éstos, a su vez, maniobran para obte-ner ventaja.

La misma importancia tiene, desde una perspectivaevolucionista, la aparición a escala internacional de desafiantesentidades no estatales. Los sandinistas de Nicaragua, los re-beldes tamiles de Sri Lanka, el movimiento secesionistaBangsamoro al sur de Filipinas, Hezbollah y Hamas surgie-ron para desafiar a determinados Estados. Aunque se les sueletildar de terroristas, internacionalmente se les percibe comouna amenaza solamente para los Estados locales contra losque se rebelan. En contraste, si bien es cierto que Al Qaedaatacó directamente a Estados Unidos, también lo es que de-safió abiertamente a un conjunto de Estados consideradoscomo aliados cercanos en el sistema internacional coordina-do. Y puesto que actuó sin el respaldo de la autoridad deEstado alguno, sus acciones fueron calificadas por sus blan-cos como terrorismo internacional.

La exitosa aparición de una entidad como Al Qaeda tieneimportantes implicaciones para la evolución del sistema in-ternacional. Cuando una cantidad creciente de energía llega aser controlada en un sistema coordinado de centros de po-der, la respuesta de esos centros es tratar de unificarse y decentralizar los controles. Esto conduce, a su vez, al vacilantesurgimiento de un nivel más alto de integración social.11 En el casoque nos ocupa, los Estados que constituyen blancos de losataques de Al Qaeda necesariamente se agrupan para la de-

11 Véase mi libro Energía y estructura, gráficas 15 y 16.

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fensa táctica, y los intereses de Al Qaeda reflejan a su vez,directamente, los intereses políticos de diversos estados delMedio Oriente. Esta centralización de intereses responde noúnicamente a preocupaciones comunes de índole material–el petróleo–, sino a la existencia de identidades compartidasde tipo étnico (es decir, ancestral) o religioso. Este incipientenivel de integración por encima de las naciones-estado con-temporáneas se asemeja a los conjuntos de civilizaciones enchoque que, según Samuel Huntington, estarían generandoun nuevo orden mundial.12 Sin embargo, la forma que asumi-rán estas nuevas configuraciones sociales todavía está porverse. Entre las cuestiones que interesa plantear está la de sila dinámica de esta nueva estructura coordinada internacio-nal adopta o no las características de una estructura disipativacomo la postulada por Prigogine.

El curso actual de la evolución social sigue estando defini-do por el interés generalizado en el control de los recursosenergéticos, las acciones sociales (políticas y económicas) quese realizan para alcanzar ese control, y los efectos ambienta-les de esas energías. El papel de la energía y la energéticasigue siendo decisivo en la historia contemporánea, y su im-pacto en la evolución de la sociedad continúa proporcionán-donos un instrumento útil para el entendimiento.

Richard N. Adams

12 Samuel Huntington, The Clash of Civilizations and the Remaking of WorldOrder, Simon & Schuster, Nueva York, 1996.

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