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¿Quieres ser feliz para siempre? ¿Y, de paso, eterna- mente joven? ¿Buscas una razón para saltar de la cama como un rayo y con una sonrisa panorámica por la mañana, incluso cuando no estás de vacaciones? Qui- zá lo hayas intentado con el hygge, la losofía danesa que arrasó hace unos meses y que abogaba por las bon- dades de una vida construida a base de pequeños pla- ceres cotidianos. O puede que te hayas apuntado al lagom, ese concepto sueco cuya práctica es sinónimo de serenidad, equilibrio y paz, o al lykke, que invita a encontrar la alegría en cualquier cultura, en cualquier momento y en cualquier lugar. Si nada de lo anterior te ha servido, ahora, desde el Lejano Oriente, llega un nuevo término que arrasa, el ikigai. Los estantes de las librerías rebosan de títulos sobre el tema, y, aunque sólo sea por en- tender el boom literario, merece la pena analizarlo: por lo visto esconde la receta para llegar a los 100 años y ser feliz. Pero feliz de verdad, no a golpe de likes y emoti- conos. Sin la necesidad de reorientar la cama, mover la ventana ni pintar las pare- des, como proponía el feng shui. Se trata del tesoro mejor guardado de Ja- pón, de una losofía milenaria que ayuda a denir el sentido de la existencia. Parece que el concepto lo destaparon unos espa- ñoles, el ingeniero Héctor García y el periodista Fran- cesc Miralles, autores del exitoso libro (ha sido tradu- cido a 38 idiomas) Ikigai. Los secretos de Japón para una vida larga y feliz. Después de observar y estudiar diferentes aspectos de la cultura nipona, dieron con la clave en la envidiable isla de Okinawa, famosa por al- bergar la mayor concentración de centenarios –happy!– del mundo. De hecho, es una de las denominadas blue zones del planeta, es decir, áreas que presumen de una esperanza de vida particularmente alta (también existen zonas de este tipo en Cerdeña, Grecia y Costa Rica). Los autores decidieron entrevistar a los habi- tantes de Okinawa para saber por qué son como son. Todos contestaron con una palabra: ikigai. O lo que es lo mismo, una misión, una motivación. Para algu- nos consiste en transmitir su sabiduría, como enseña a pescar. Para otros el objetivo es, sencillamente, co ger en brazos a su tataranieta y achucharla. Al contrario que el hyggie, el ikigai empuja a actuar para descubrir la raison d’être, a ser activo, a ponerse en el camino que apunta al norte. El motor no es al- canzar la felicidad en sí misma, sino entregarse a lo demás, jugar un rol, aportarle algo a la sociedad. Se feliz es sólo la consecuencia. ¿Cómo se busca el ikigai? La idea es tratar de localizar la mezcla perfecta entr pasión, profesión y misión. El equilibrio entre lo que sabes hacer, lo que te gusta hacer y lo que te hace sentirte parte de algo más grande. La fórmula es diferente en cada uno de nosotros, pero todos podemos encontrar- la. Piensa, por ejemplo, en lo que más te gustaba cuando eras niña o en eso que se te daba genial en el colegio. No necesitas montar castillos en el aire. Puedes escoger un hobby. Tocar la guitarra, bailar, leer. Lo demuestran los maestros del cine que he- mos reunido en el número de julio de ELLE, desde Javier Bardem hasta Tom Hanks: hallan el equilibrio yendo más allá de la pantalla, dedicándose a la música, el arte o la escritura. Muchas veces se trata de cosas se cillas, que no guardan relación con lo material ni con triunfar o acumular mucho dinero. Aunque, como nos recuerda el escritor best seller Joël Dicker en nues- tras páginas, en ocasiones «resulta difícil ser simple» directora CARTA DE LA @ benedettaELLE @ benedettaelle elle.es 18 vivir Ganas de FOTO: JONAS BRESNAN.

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¿Quieres ser feliz para siempre? ¿Y, de paso, eterna-mente joven? ¿Buscas una razón para saltar de la camacomo un rayo y con una sonrisa panorámica por lamañana, incluso cuando no estás de vacaciones? Qui-zá lo hayas intentado con elhygge,la filosofía danesaque arrasó hace unos meses y que abogaba por las bon-dades de una vida construida a base de pequeños pla-ceres cotidianos. O puede que te hayas apuntado allagom,ese concepto sueco cuya práctica es sinónimode serenidad, equilibrio y paz, o allykke,que invita aencontrar la alegría en cualquier cultura, en cualquiermomento y en cualquier lugar. Si nada de lo anteriorte ha servido, ahora, desde el Lejano Oriente, llega unnuevo término que arrasa, elikigai.Losestantes de las librerías rebosan de títulossobre el tema, y, aunque sólo sea por en-tender elboomliterario, merece la penaanalizarlo: por lo visto esconde la recetapara llegar a los 100 años y ser feliz. Perofeliz de verdad, no a golpe delikesy emoti-conos. Sin la necesidad de reorientar lacama, mover la ventana ni pintar las pare-des, como proponía elfeng shui.Se trata del tesoro mejor guardado de Ja-pón, de una filosofía milenaria que ayudaa definir el sentido de la existencia. Pareceque el concepto lo destaparon unos espa-ñoles, el ingeniero Héctor García y el periodista Fran-cesc Miralles, autores del exitoso libro (ha sido tradu-cido a 38 idiomas)Ikigai. Los secretos de Japón parauna vida larga y feliz.Después de observar y estudiardiferentes aspectos de la cultura nipona, dieron con laclave en la envidiable isla de Okinawa, famosa por al-bergar la mayor concentración de centenarios–happy!–del mundo. De hecho, es una de las denominadasblue zonesdel planeta, es decir, áreas quepresumende

una esperanza de vida particularmente alta (tambiénexisten zonas de este tipo en Cerdeña, Grecia y CostaRica). Los autores decidieron entrevistar a los habi-tantes de Okinawa para saber por qué son como son.Todos contestaron con una palabra:ikigai.O lo quees lo mismo,una misión, una motivación.Para algu-nos consiste en transmitir su sabiduría, como enseñaa pescar. Para otros el objetivo es, sencillamente, coger en brazos a su tataranieta y achucharla.Al contrario que elhyggie,elikigaiempuja a actuarpara descubrir laraison d’être,a ser activo, a ponerseen el camino que apunta al norte. El motor no es al-canzar la felicidad en sí misma, sino entregarse a lodemás, jugar un rol, aportarle algo a la sociedad. Serfeliz es sólo la consecuencia. ¿Cómo se busca elikigai?La idea es tratar de localizar la mezcla perfecta entrpasión, profesión y misión. El equilibrio entre lo que

sabes hacer, lo que te gusta hacer y lo quete hace sentirte parte de algo más grande.La fórmula es diferente en cada uno denosotros, pero todos podemos encontrar-la. Piensa, por ejemplo, en lo que más tegustaba cuando eras niña o en eso que sete daba genial en el colegio. No necesitasmontar castillos en el aire. Puedes escogerunhobby.Tocar la guitarra, bailar, leer. Lodemuestran los maestros del cine que he-mos reunido en el número de julio deELLE, desde Javier Bardem hasta TomHanks: hallan el equilibrio yendo más alláde la pantalla, dedicándose a la música, el

arte o la escritura. Muchas veces se trata de cosas secillas, que no guardan relación con lo material ni contriunfar o acumular mucho dinero. Aunque, comonos recuerda el escritorbest sellerJoël Dicker en nues-tras páginas, en ocasiones «resulta difícil ser simple»

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