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DIOS, EL CORONAVIRUS Y NOSOTROS REFLEXIONES DESDE LA FE Incluye textos del Papa Francisco Matilde Eugenia Pérez Tamayo

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  • DIOS, EL CORONAVIRUS

    Y NOSOTROS

    REFLEXIONES DESDE LA FEIncluye textos del Papa Francisco

    Matilde Eugenia Pérez Tamayo

  • A todas las víctimas de esta pandemiacreyentes y no creyentes,

    y a todos los que desde diferentes frentesluchan contra ella.

  • El Señor es mi Pastor, nada me falta,en verdes praderas me hace recostar,me conduce hacia fuentes tranquilas

    y repara mis fuerzas;me guía por el sendero justo,por el honor de su nombre.

    Aunque camine por cañadas oscuras,nada temo, porque tú vas conmigo,tu vara y tu cayado me sosiegan.

    Salmo 22(23)

  • CONTENIDO

    1. Una situación que nos agobia2. Buscando una respuesta coherente y

    satisfactoria3. Un castigo de Dios… ¡De ninguna

    manera!4. ¿Dónde está Dios en esta pandemia?5. Un signo de los tiempos6. … Y después del covid… ¿Qué?...7. Homilía del Papa Francisco en la

    Bendición Urbi et Orbi extraordinaria, concedida con motivo de la pandemia (27 de marzo de 2020)8. Oración del Papa Francisco a la Virgen María por la pandemia9. Un Plan para resucitar. Una meditación esperanzada del Papa Francisco

  • 1. UNA SITUACIÓNQUE NOS AGOBIA

    Estamos viviendo tiempos difíciles. Tiemposde incertidumbre, de inseguridad, de temor yangustia, en todos los órdenes de la vida.

    Tenemos miedo porque no sabemos por quépasa lo que pasa, y tampoco lo que nosespera en el futuro cercano y en el futurolejano. Nos sentimos verdaderamentevacilantes y confundidos.

    El coronavirus, un organismo pequeñísimo,visible solo con microscopios de alta precisióny potencia, ha puesto “en jaque” nuestra saludfísica, y también nuestras costumbrespersonales, familiares, sociales y religiosas, eltrabajo que realizamos, nuestros planes yproyectos, y nuestra misma existencia.

    Y no somos solo nosotros los que estamos enesta situación, sino la humanidad entera,porque el coronavirus ha llegado ya a todoslos rincones de la tierra, incluyendo los másapartados.

  • Hay – por supuesto -, muchas preguntas ennuestra mente y en nuestro corazón.Preguntas que sin duda deben ser expresadasy respondidas satisfactoriamente paraconseguir un poco de tranquilidad, y poderafrontar con valentía y esperanza el momentoque atravesamos..

    Preguntas a la ciencia, que desde haceya tiempo conoce los virus, lo que sony lo que hacen en nuestro organismo,cómo afectan nuestra salud yamenazan nuestra vida biológica.

    Preguntas a nuestros líderes ygobernantes, que tienen laresponsabilidad de enfrentar losproblemas que este virus causa ennuestra sociedad, y sus consecuenciasa corto, largo y mediano plazo, yademás, tomar las decisiones y aplicarlas medidas necesarias para que supresencia y su acción entre nosotros,causen los menos daños posibles, enlos diferentes órdenes de la vida social.

  • Y también – por qué no -, preguntas aDios Creador y Señor del mundo,principio de todo cuanto en él existe,Dueño de nuestro ser y nuestra vida, .

    Dejemos las preguntas a la ciencia para losespecialistas, y las preguntas a los líderes ygobernantes, para aquellos que sientan que essu deber hacerlas. Y enfoquémonos nosotros,con madurez y honestidad, en las preguntas aDios y a nuestra fe cristiana católica, que sonlas que nos competen más directamente acada uno, porque en ellas está implícitamentecomprometido el sentido de nuestra vida.

    Tanto el uno – Dios - como la otra – la fe -,tienen mucho qué decirnos, y con seguridadsus respuestas serán valiosas yprofundamente significativas para nosotros.

  • 2. BUSCANDO UNA RESPUESTACOHERENTE Y SATISFACTORIA

    Todos hemos oído decir a alguna persona, ohemos leído o escuchado en algún mensajede whatsapp, en un video de youtube, o enuna página de facebook, que esta pandemiaque aflige al mundo entero y lo mantiene envilo, es un castigo de Dios por los pecados delmundo.

    Otros aseguran que se trata más bien de unaprueba que Dios nos manda para purificarnospor el sufrimiento, tal como lo anunció laVirgen en esta o aquella aparición.

    Y no faltan quienes sostienen que este es elcomienzo del fin del mundo, que ya está a laspuertas, tal como lo anunció hace tantos años,este o aquel “vidente”, según dejó consignadoen sus escritos.

    Frente a lo que no entendemos a primeravista, estas son las respuestas que muchaspersonas suelen dar sin mayores argumentos,pero con gran insistencia. Incluso serían

  • capaces de poner las manos en el fuego paraconfirmar lo que dicen.

    Por eso es importante que nos detengamos unmomento para reflexionar seriamente y aprofundidad, aprovechando que ahoradisponemos de más tiempo para hacerlo. Nopodemos dejar que otros nos impongan susrespuestas precipitadas, que pueden, por otraparte, causarnos un gran daño mental yespiritual, por todo lo que ellas implican.

    No pretendo – de ningún modo – que creas apie juntillas lo que aquí afirmo como miconvicción personal. Lo único que busco esque no dejes pasar esta oportunidad que Diosnos ha dado, y que ella te sirva - nos sirva atodos -, para liberarte de conceptos erróneosya superados. De este modo, este granparéntesis que hemos tenido que hacer ennuestra cotidianidad, será útil y beneficioso.

  • 3. ¿UN CASTIGO DE DIOS?…¡DE NINGUNA MANERA!

    Tenemos que tenerlo claro: digan lo que digan“los profetas de desventuras” que abundan ennuestro tiempo - también en la Iglesia -, lapandemia que hoy estamos padeciendo, igualque las otras pandemias que registra lahistoria en tiempos pasados, no es de ningunamanera un castigo de Dios.

    Y tampoco son castigo de Dios ninguna de lascatástrofes naturales; terremotos,inundaciones, huracanes, tsunamis,derrumbes, enfermedades, accidentes, y otrascosas por el estilo, que de tiempo en tiempoafectan a uno o varios lugares de la tierra, y enellos a cientos, miles, de hombres y mujeres,cada año, a lo largo y ancho del mundo.

    La razón es muy sencilla pero muy fuerte: Dioses nuestro Padre y nos ama con locura, y elamor siempre quiere y busca el bien del seramado, ¿por qué entonces va a castigarnos ya castigar a la humanidad entera con unsufrimiento tan grande y tan destructivo?.

  • Dios nos ama infinitamente y su amor pornosotros lo supera todo, incluyendo nuestrospecados, por graves que ellos sean. Lospecados personales de cada uno, y lospecados de la humanidad entera.

    “Dios es amor”, nos dice san Juan en suPrimera Carta (1 Juan 4,8). Y agrega: “En estose manifestó el amor que Dios nos tiene, enque Dios envió a su Hijo único, para quevivamos por medio de él” (1 Juan 4, 9). ¡Paraque vivamos!, no para que muramos.

    Dios es amor, el Amor, y lo único que sabehacer es amar... Amarnos a nosotros… atodos los hombres y mujeres del mundo, sindistinción ni preferencias.

    O mejor, Dios es Dios, amando, amándonos.En eso consiste su ser.

    Jesús – Dios encarnado –, Dios-con-nosotros,Dios-entre-nosotros, Dios-para-nosotros, noslo dijo con claridad, y nos lo mostró con lujo dedetalles a lo largo de su vida en el mundo.

  • Toda su vida, desde su nacimiento en Belénhasta su muerte en el Calvario; todas suspalabras y todas sus acciones; su manera deser y su manera de actuar, son unamanifestación concreta, directa y clara, delinfinito amor que Dios siente por todos y cadauno de los hombres y mujeres del mundo, detodos los tiempos y todos los lugares.

    Y hay más: la muerte de Jesús en la cruz, esuna muerte salvadora, fruto de una entrega deamor.

    Si leemos con atención los evangelios,podemos darnos cuenta fácilmente, de queJesús nunca hizo un milagro, ni ningunaacción específica, ni pronunció ningunapalabra, ni se refirió a ninguna persona, consentido de regaño o de castigo.

    Todo lo contrario: la gente lo buscaba y loseguía, porque era una persona cariñosa yamable, y porque miraba a los pecadores, alos enfermos, a las mujeres, a los niños, y alos pobres, que eran las personas de más bajorango en la sociedad de su época, con granternura y profunda compasión, y trataba de

  • ayudarlos en todo lo que podía. Susufrimiento, sus carencias, su marginación,conmovían sus entrañas (cf. Marcos 6, 34; 8,2;Lucas 7, 13)

    Hasta sus discusiones con los fariseos eranpacíficas, y sobre todo bien argumentadas. Lebastaban las palabras para mostrar lo quepensaba en su interior. No tenía queimponerse con gritos ni gestos amenazadores.

    Todos conocemos la hermosa Parábola delHijo pródigo que nos refiere san Lucas en suEvangelio (15, 11 y siguientes); en ella Jesúsnos muestra con un ejemplo claro ycontundente, la grandeza, la profundidad y lainfinita delicadeza del amor que Dios sientepor cada persona, sea quien sea y haya hecholo que haya hecho.

    Con su vida, sus palabras, y particularmentecon esta parábola, Jesús nos dijo que Dios es:

    Un padre lleno de amor y generosidadcomo aquel que le entregó a su hijo menorla parte de la herencia que lecorrespondía, sin hacerle ningún reclamo

  • ni reproche por su petición extemporáneay atrevida. Un padre que prodiga en gestosconcretos su amor a sus dos hijos, aunquecada uno a su manera desconozca suinmensa generosidad y rechace suscuidados paternales. Un padre que cree más en el poder delos gestos y las palabras de cariño que enlos regaños y castigos, aunque segúnnuestro parecer humano tenga suficientesrazones para darlos.Un padre que no reclama, ni “ajustacuentas” con quien se olvida del respetoque le debe, sino que abraza y besa concariño desmedido, y hace una fiesta sinprecedentes para agasajar a sus hijos –el menor que acaba de regresar a la casapaterna, y el mayor que se muestraenvidioso de su hermano -, aunqueninguno de los dos se lo merezca.

    No. De ninguna manera. El Dios que envió almundo a su Hijo Único para salvarnos; elPadre que nos ama con un amor tan tierno ydelicado, tan profundo y tan generoso como elamor con el que Jesús dio su vida en la cruz

  • para salvarnos, no puede ser el que envía almundo de tiempo en tiempo, una catástrofe,como este covid-19 que ahora nos amenaza,con la intención de hacer valer su poder ycastigarnos.

    Ni siquiera se le pasa por el pensamiento. Sucorazón de Padre-Madre se lo impide.

  • 4. ¿DÓNDE ESTÁ DIOSEN ESTA PANDEMIA?

    Nos lo dice la fe y tenemos que estarperfectamente seguros, absolutamenteconvencidos de ello: en este tiempo quevivimos, en medio de esta pandemia quecausa temor a la humanidad entera, Dios estácon nosotros, a nuestro lado, haciéndonoscompañía, dándonos fuerza, iluminandonuestro camino, así como estuvo con Jesús enel Calvario, y como está siempre con todas laspersonas que sufren por alguna causa.

    Nuestro sufrimiento llega a su corazón dePadre amoroso, y “genera” su infinitacompasión, su misericordia sin límites,

    Dios está con nosotros y nos manifiesta suamor y su presencia de múltiples maneras,pero tenemos que hacernos sensibles paradescubrirlo, y para recibir su ternura de Padre-Madre.

    No podemos dudarlo ni un segundo.

  • Dios está en las clínicas y hospitales,al lado de cada persona enferma, ytambién de cada médico y cadaenfermera que la atienden condedicación, aún con el temor de sercontagiados o de llevar el contagio asus hogares y familias.

    Dios está al lado de cada gobernante,que busca con responsabilidad,atender de la mejor manera ycausando el menor perjuicio posible,todos los aspectos de la vida civil queesta pandemia ha puesto “patasarriba”.

    Dios está al lado de cada empresarioque trabaja con creatividad y buenavoluntad, para que las personas quelaboran en su empresa puedanmantener su puesto y su salario elmayor tiempo posible.

    Dios está al lado de cada sacerdote ycada diácono, que aún con el peligrode ser contagiados, visitan loshospitales y llevan a los enfermos el

  • consuelo de los sacramentos, cuandoello es posible.

    Dios está al lado de todas y cada unade las personas que por la labor quedesempeñan deben mantenerse en sulugar de trabajo, prestando susservicios.

    Dios está al lado de cada papá y cadamamá, que se esfuerzan para que lavida familiar se desarrolle lo mejorposible, para que todos los miembrosde la familia tengan lo que necesitanpara sobrellevar las dificultades quetrae cada día.

    Dios está al lado de cada anciano queno entiende muy bien lo que estásucediendo, y se siente solo, triste,abandonado.

    Dios está al lado de cada niño y decada joven que recluido en su casatrata de seguir estudiando comocorresponde, aunque hacerlo se lehaga más difícil.

  • Dios está con cada profesor y cadaprofesora que a pesar de no podercompartir directamente con susalumnos, se acuerdan de cada uno deellos, y se preocupan de que puedancontinuar su proceso educativo conéxito.

    Dios está con cada hombre y cadamujer que sufre la pérdida de suempleo y se angustia pensando en elpresente y en el futuro de su familia.

    Dios está con todas y cada una de laspersonas que se preocupan por hacerllegar a los más pobres la ayudamaterial que requieren para soportarestos días difíciles.

    Dios está con los científicos einvestigadores que con afán buscan untratamiento y una vacuna eficacescontra el virus.

  • Dios está con todos y cada uno denosotros, en nuestras circunstanciasparticulares. Sabe que lo necesitamospara seguir adelante en medio de laoscuridad que nos rodea.

    Invoquémoslo con fe. Confiémonos a Él y asu amor compasivo y misericordioso.Entreguémosle nuestra vida y nuestrasdificultades particulares. Él nos escucha. Élsabe sacar siempre bienes de los males.

    Recordemos lo que dice san Pablo en suCarta a los Romanos: “Por lo demás,sabemos que en todas las cosas intervieneDios para bien de los que lo aman” (Romanos8, 28).

    Y como grita alguien por ahí: “Todo estácerrado, menos el cielo. ¡Ora!”

    La oración es siempre fuente de paz, deesperanza, de felicidad verdadera y profunda;un oasis en medio del desierto; una lámparaen la noche más oscura y tenebrosa; unafuente de agua viva para quien desfallece desed.

  • 5. UN SIGNO DE LOS TIEMPOS

    El evangelista san Mateo en el capítulo 16 desu Evangelio, nos cuenta que en una ocasión,se acercó a Jesús un grupo de fariseos ysaduceos, para pedirle una señal que lespudiera confirmar plenamente, quién era él, ypor qué decía lo que decía y hacía lo quehacía:

    “Se acercaron los fariseos y saduceos y, paraponerlo a prueba, le pidieron que les mostrarauna señal del cielo. Pero él les respondió: “Al atardecer ustedes dicen: “Va a hacer buentiempo, porque el cielo tiene un rojo de fuego”;y a la mañana: “Hoy habrá tormenta, porque elcielo tiene un rojo sombrío.” ¡Conque saben discernir el aspecto del cielo yno pueden discernir las señales de lostiempos! ¡Generación malvada y adúltera! Unaseñal pide y no se le dará otra señal que laseñal de Jonás”. Y dejándolos, se fue.” (Mateo 16, 1-4)

    Un signo o una señal es un objeto, una acción,o un acontecimiento, que nos dice algo más

  • de lo que él mismo es. Una bandera, porejemplo, es simplemente, un pedazo de telade colores, pero cuando la vemos pensamosen el país que ella representa, y si es labandera de nuestro país sentimos una alegríaespecial, sobre todo si estamos en el exterior.

    Los sacramentos de la Iglesia son signos.Emplean elementos materiales específicospara cada uno de ellos, y tienen tambiénalgunas palabras propias que indican lo queese sacramento realiza en nosotros cuando lorecibimos.

    El bautismo emplea el signo del agua que noshabla de vida, y también de limpieza, y estaagua derramada sobre la cabeza de quien esbautizado, unida a las palabras que dice elministro del sacramento: “...Yo te bautizo en elnombre del Padre, y del Hijo, y del EspírituSanto”, “limpia” de todo pecado el alma dequien la recibe, y le comunica una nueva vida,la vida de Dios.

    El pasaje de Mateo nos habla de las “señalesde los tiempos”, los signos que todos podemosver en el cielo y que nos indican el tiempo que

  • está haciendo en el mismo momento en el quelos vemos, y el tiempo que va a hacer másadelante: va a llover, habrá tormenta con rayosy truenos, o el sol va a brillar durante todo eldía y la temperatura del termómetro va a subirmás de lo acostumbrado.

    Las “señales de los tiempos” nos hablanprimero del presente: lo que está sucediendoen el momento, y también del futuro: lo que vaa ocurrir a partir de ese presente, es decir, loque será el futuro si las cosas siguen pordonde van ahora.

    El covid-19 es para nosotros hoy, un signo delos tiempos, una señal que tenemos que mirarcon atención. Mirarla, y descubrir su mensaje:qué nos dice del presente, y qué advertencianos hace para el futuro.

    A primera vista, el covid nos dice sobre elpresente:

    Que los seres humanos somos muyfrágiles; más de lo que generalmentepensamos;

  • Que la enfermedad y la muerte sonpara todos; nadie puede creer queestá excluido de ellas;

    Que nadie, aunque sea millonario opoderoso puede estar seguro de quetiene todo en su vida bajo control;

    Que la vida, la de cualquiera, puedecambiar en un segundo, para bien opara mal.

    Que todos somos iguales, más allá delas apariencias;

    Que se mueren igual los ricos que lospobres, los jóvenes que los viejos, loshombres que las mujeres;

    Que la naturaleza tiene sus propiasleyes y principios, y que por mucho quesepamos sobre ellas, siempretendremos sorpresas.

    Que tener dinero no sirve siempre; Que el puesto que ocupamos en la

    sociedad no nos libra de nada; Que todos nuestros planes y proyectos

    se pueden derrumbar en cualquiermomento;

  • Que son más las cosas que nopodemos manejar que las que sí;

    Que nuestro sistema de vida tienemuchas grietas.

    Que los países más desarrolladostambién tienen problemas;

    Que las armas no sirven sino parahacer guerras inútiles.

    Que la familia es nuestra mayorriqueza;

    Que tenemos que aprender a cuidarnuestra salud y la de nuestros seresqueridos.

    Que la vida es lo más valioso quetenemos;

    Que las cosas simples de lacotidianidad tienen su encanto;

    Que podemos vivir sin tener que estaren un centro comercial comprando loque no necesitamos;

    Que con los hijos, la esposa, elesposo, los hermanos, los padrestambién podemos pasar ratosagradables.

  • Que sí hay tiempo para orar cuandoqueremos hacerlo;

    Que cambiar la rutina trae aire fresco anuestra vida;

    Que compartir con los otros lo quetenemos, mucho o poco, siempreproduce alegría;

    Que en los momentos de grandificultad acudir a Dios llena nuestraalma de paz y de esperanza.

    Para el futuro el covid nos indica:

    Que el mundo no será después de estapandemia, lo que era antes;

    Que nuestras costumbres socialestendrán que cambiar;

    Que nuestros hábitos de consumoestán desfasados y deben ordenarse;

    Que debemos estar preparados paraenfrentar nuevas situaciones similaresa la que ahora estamos viviendo.

  • Que no podemos desentendernos de lapolítica porque tener buenos líderes esmás importante de lo que pensamos;

    Que los dineros destinados a la guerrason dineros perdidos, y más valdríaemplearlos en bienestar para laspersonas;

    Que debemos exigir a los gobernantesser muy activos en la atención de losderechos fundamentales de losciudadanos: salud, alimentación,vivienda, trabajo, educación;

    Que cuando la humanidad entera estáen problemas, los caminos a seguirdeben ser concertados, porque launión hace la fuerza.

    Que la disciplina social es muyimportante en situaciones de peligro;

    Que la fraternidad y la solidaridad noson un cuento sino una necesidadurgente;

    Que tenemos que escuchar a quieneshablan de la necesidad de cuidarnuestro planeta, y poner manos a laobra;

  • Que el agua es un elemento vital y hayque protegerla, y también hacer lonecesario para que todas las personaspuedan disponer en sus viviendas deagua limpia;

    Que nunca podemos olvidarnos de lospobres.

    El covid-19 es un signo de los tiempos, unaseñal que Dios y la naturaleza creada por Él,nos están dando; una llamada de atención queno podemos dejar de escuchar para obrarluego en consecuencia.

    Tenemos que tomárnoslo en serio, porque nosabemos qué vendrá después, y no puedeencontrarnos otra vez desprevenidos.

  • 6. … Y DESPUÉS DEL COVID...¿QUÉ?…

    Hay en el Evangelio según san Lucas, unpasaje muy poco conocido, pero que nospuede dar una luz en las circunstancias quevivimos.

    “En aquel mismo momento llegaron algunosque le contaron (a Jesús) lo de los galileos,cuya sangre había mezclado Pilato con la desus sacrificios.Les respondió Jesús: “¿Piensan ustedes queesos galileos eran más pecadores que todoslos demás galileos, porque han padecidoestas cosas? No, se los aseguro; y si ustedesno se convierten, todos perecerán del mismomodo.O aquellos dieciocho sobre los que sedesplomó la torre de Siloé matándolos,¿piensan que eran más culpables que losdemás hombres que habitaban en Jerusalén?No, se los aseguro; y si ustedes no seconvierten, todos perecerán del mismomodo”. (Lucas 13, 1-5).

  • No. No es una amenaza de Jesús. Es unaadvertencia, una llamada, una invitación aaquellos discípulos suyos en aquel tiempo, y anosotros ahora.

    Vamos mal. Todos lo sabemos perfectamente.

    La tierra, nuestra “casa común” - como dice elPapa Francisco en su Encíclica “Laudato Sii”- ,está enferma, y nosotros con ella.

    Nuestra sociedad va mal. Las diferencias entrenosotros son inmensas y eso no se puedetolerar.

    La pobreza de millones de personas no puedecoexistir con la inmensa riqueza de unospocos; cada vez más pocos.

    La injusticia establecida en tantas partes y detantas maneras, se tiene que acabar.

    Las guerras son inútiles para todos, inclusopara aquellos que las promueven.

  • Esta vida ya no es verdadera vida porquemuchos, muchísimos, no pueden disfrutarla.No viven, apenas sobreviven.

    Necesitábamos un jalón de orejas y Dios nosha dado esta señal.

    Tenemos que convertirnos, cambiar dementalidad, cambiar de manera de pensar,cambiar nuestro modo de vivir. Es urgente.

    A eso nos llama el Padre, como dijo Jesús aaquellos que se le acercaron para comentarlela noticia del momento: la muerte de losgalileos a manos de Pilatos.

    Cuando haya pasado la emergencia que ahoravivimos, nada podrá ser igual.

    Nada puede volver a ser como antes.

    La economía tiene que cambiar. Nuestrasrelaciones sociales tienen que cambiar.Nuestras actitudes personales tienen quecambiar. Nosotros tenemos que cambiar.

  • El egoísmo, la soberbia, el individualismo, elconsumismo exagerado, la apatía social, laindiferencia frente al sufrimiento, la búsquedaindiscriminada del propio bienestar… tienenque ser desechados de una vez y parasiempre.

    Tenemos que aprender a ser más generosos,más solidarios, más justos.

    Tenemos que aprender a compartir consencillez de corazón, lo que somos y lo quetenemos.

    Tenemos que aprender a vivir con austeridad;a preocuparnos por las necesidades de losdemás; a actuar con humildad; a ser cariñososcon las personas que comparten su vida connosotros; a servir con prontitud a quien nosnecesita; a cuidar la tierra y todos los bienesque ella nos da.

    Tenemos que construir juntos la paz en lajusticia social.

    Tenemos que hacer que este mundo quecompartimos sea un verdadero hogar para

  • todos. Que todos podamos crecer ydesarrollarnos como personas. Que tengamoslas mismas oportunidades. Que la educación,el trabajo, la vivienda digna, la atención ensalud, la recreación, sean para todos.

    Tenemos que hacer todo lo que esté a nuestroalcance, para que la violencia, la injusticia, laexclusión, el odio y el rencor, y todos lossentimientos y actitudes negativas que ahoranos dominan, den paso al respeto, lafraternidad, la solidaridad, la acogida amorosa,la justicia social, los derechos humanos.

    Puede que no volvamos a tener otraoportunidad. No lo sabemos

  • 7. HOMILIA DEL PAPA FRANCISCO EN LA BENDICION URBI ET ORBI

    EXTRAORDINARIA, CON MOTIVO DE

    LA INDULGENCIA PLENARIA CONCEDIDA POR LA PANDEMIA

    (27 DE MARZO DE 2020)

    “Este día, al atardecer, les dice Jesús:“Pasemos a la otra orilla”.Despiden a la gente y le llevan en la barca,como estaba; e iban otras barcas con él.En esto, se levantó una fuerte borrasca y lasolas irrumpían en la barca, de suerte que yase anegaba.

  • Él estaba en popa, durmiendo sobre uncabezal. Le despiertan y le dicen: “Maestro,¿no te importa que perezcamos?”Él, habiéndose despertado, increpó al viento ydijo al mar: “¡Calla, enmudece!” El viento secalmó y sobrevino una gran bonanza.Y les dijo: “¿Por qué están con tanto miedo?¿Cómo, aún no tienen fe?”Ellos se llenaron de gran temor y se decíanunos a otros: “Pues ¿quién es éste que hastael viento y el mar le obedecen?” (Marcos 4,35-41)

    "Al atardecer" (Mc 4,35). Así comienza elEvangelio que hemos escuchado.

    Desde hace algunas semanas parece quetodo se ha oscurecido. Densas tinieblas hancubierto nuestras plazas, calles y ciudades; sefueron adueñando de nuestras vidas llenandotodo de un silencio que ensordece y un vacíodesolador que paraliza todo a su paso: sepalpita en el aire, se siente en los gestos, lodicen las miradas.

    Nos encontramos asustados y perdidos. Aligual que a los discípulos del Evangelio, nos

  • sorprendió una tormenta inesperada y furiosa.Nos dimos cuenta de que estábamos en lamisma barca, todos frágiles y desorientados;pero, al mismo tiempo, importantes ynecesarios; todos llamados a remar juntos,todos necesitados de confortarnosmutuamente.

    En esta barca, estamos todos. Como esosdiscípulos, que hablan con una única voz ycon angustia dicen: “perecemos” (cf. v. 38),también nosotros descubrimos que nopodemos seguir cada uno por nuestra cuenta,sino solo juntos. Es fácil identificarnos con esta historia, lo difíciles entender la actitud de Jesús.

    Mientras los discípulos, lógicamente, estabanalarmados y desesperados, Él permanecía enpopa, en la parte de la barca que primero sehunde. Y, ¿qué hace? A pesar del ajetreo y elbullicio, dormía tranquilo, confiado en el Padre—es la única vez en el Evangelio que Jesúsaparece durmiendo—.

    Después de que lo despertaran y que calmara

  • el viento y las aguas, se dirigió a los discípuloscon un tono de reproche: “¿Por qué tienenmiedo? ¿Aún no tienen fe?” (v. 40).

    Tratemos de entenderlo. ¿En qué consiste lafalta de fe de los discípulos que se contraponea la confianza de Jesús? Ellos no habíandejado de creer en Él; de hecho, lo invocaron.Pero veamos cómo lo invocan: “Maestro, ¿note importa que perezcamos?” (v. 38).

    "No te importa": pensaron que Jesús sedesinteresaba de ellos, que no les prestabaatención. Entre nosotros, en nuestras familias,lo que más duele es cuando escuchamosdecir: “¿Es que no te importo?”. Es una fraseque lastima y desata tormentas en el corazón.También habrá sacudido a Jesús, porque a Élle importamos más que a nadie. De hecho,una vez invocado, salva a sus discípulosdesconfiados.

    La tempestad desenmascara nuestravulnerabilidad y deja al descubierto esasfalsas y superfluas seguridades con las quehabíamos construido nuestras agendas,nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos

  • muestra cómo habíamos dejado dormido yabandonado lo que alimenta, sostiene y dafuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad.

    La tempestad pone al descubierto todos losintentos de encajonar y olvidar lo que nutrió elalma de nuestros pueblos; todas esastentativas de anestesiar con aparentes rutinas“salvadoras”, incapaces de apelar a nuestrasraíces y evocar la memoria de nuestrosancianos, privándonos así de la inmunidadnecesaria para hacerle frente a la adversidad.

    Con la tempestad, se cayó el maquillaje deesos estereotipos con los que disfrazábamosnuestros egos siempre pretenciosos de quereraparentar; y dejó al descubierto, una vez más,esa (bendita) pertenencia común de la que nopodemos ni queremos evadirnos; esapertenencia de hermanos.

    “¿Por qué tienen miedo? ¿Aún no tienen fe?”.

    Señor, esta tarde tu Palabra nos interpela y sedirige a todos. En nuestro mundo, que Túamas más que nosotros, hemos avanzadorápidamente, sintiéndonos fuertes y capaces

  • de todo. Codiciosos de ganancias, nos hemosdejado absorber por lo material y trastornarpor la prisa.

    No nos hemos detenido ante tus llamadas, nonos hemos despertado ante guerras einjusticias del mundo, no hemos escuchado elgrito de los pobres y de nuestro planetagravemente enfermo. Hemos continuadoimperturbables, pensando en mantenernossiempre sanos en un mundo enfermo.

    Ahora, mientras estamos en mares agitados,te suplicamos: “Despierta, Señor”.

    “¿Por qué tienen miedo? ¿Aún no tienen fe?. Señor, nos diriges una llamada, una llamada ala fe. Que no es tanto creer que Tú existes,sino ir hacia ti y confiar en ti. En estaCuaresma resuena tu llamada urgente:“Conviértanse”, “vuelvan a mí de todocorazón”(Joel 2,12).

    Nos llamas a tomar este tiempo de pruebacomo un momento de elección. No es elmomento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el

  • tiempo para elegir entre lo que cuentaverdaderamente y lo que pasa, para separar loque es necesario de lo que no lo es. Es eltiempo de restablecer el rumbo de la vidahacia ti, Señor, y hacia los demás.

    Y podemos mirar a tantos compañeros deviaje que son ejemplares, pues, ante el miedo,han reaccionado dando la propia vida. Es lafuerza operante del Espíritu derramada yplasmada en valientes y generosas entregas.Es la vida del Espíritu capaz de rescatar,valorar y mostrar cómo nuestras vidas estántejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecenen portadas de diarios y de revistas, ni en lasgrandes pasarelas del último show pero, sinlugar a dudas, están escribiendo hoy losacontecimientos decisivos de nuestra historia:médicos, enfermeros y enfermeras,encargados de reponer los productos en lossupermercados, limpiadoras, cuidadoras,transportistas, fuerzas de seguridad,voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantospero tantos otros que comprendieron quenadie se salva solo.

  • Frente al sufrimiento, donde se mide elverdadero desarrollo de nuestros pueblos,descubrimos y experimentamos la oraciónsacerdotal de Jesús: “Que todos sean uno”(Juan 17,21). Cuánta gente cada día demuestra paciencia einfunde esperanza, cuidándose de no sembrarpánico sino corresponsabilidad.

    Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas,docentes muestran a nuestros niños, congestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentary transitar una crisis readaptando rutinas,levantando miradas e impulsando la oración.

    Cuántas personas rezan, ofrecen e intercedenpor el bien de todos. La oración y el serviciosilencioso son nuestras armas vencedoras.

    “¿Por qué tienen miedo? ¿Aún no tienen fe?”. El comienzo de la fe es saber quenecesitamos la salvación. No somosautosuficientes; solos nos hundimos.Necesitamos al Señor como los antiguosmarineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la

  • barca de nuestra vida. Entreguémoslenuestros temores, para que los venza.

    Al igual que los discípulos, experimentaremosque, con Él a bordo, no se naufraga. Porqueesta es la fuerza de Dios: convertir en algobueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo.Él trae serenidad a nuestras tormentas,porque con Dios la vida nunca muere.

    El Señor nos interpela y, en medio de nuestratormenta, nos invita a despertar y a activar esasolidaridad y esperanza capaces de darsolidez, contención y sentido a estas horasdonde todo parece naufragar.

    El Señor se despierta para despertar y avivarnuestra fe pascual. Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sidosalvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sidorescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemossido sanados y abrazados para que nadie ninada nos separe de su amor redentor.

  • En medio del aislamiento donde estamossufriendo la falta de los afectos y de losencuentros, experimentando la carencia detantas cosas, escuchemos una vez más elanuncio que nos salva: ha resucitado y vive anuestro lado.

    El Señor nos interpela desde su Cruz areencontrar la vida que nos espera, a mirar aaquellos que nos reclaman, a potenciar,reconocer e incentivar la gracia que noshabita.

    No apaguemos la llama humeante (cf. Isaías42,3), que nunca enferma, y dejemos quereavive la esperanza.

    Abrazar su Cruz es animarse a abrazar todaslas contrariedades del tiempo presente,abandonando por un instante nuestro afán deomnipotencia y posesión para darle espacio ala creatividad que sólo el Espíritu es capaz desuscitar. Es animarse a abrir espacios dondetodos puedan sentirse convocados y permitirnuevas formas de hospitalidad, de fraternidady de solidaridad.

  • En su Cruz hemos sido salvados parahospedar la esperanza y dejar que sea ellaquien fortalezca y sostenga todas las medidasy caminos posibles, que nos ayuden acuidarnos y a cuidar.

    Abrazar al Señor para abrazar la esperanza.Esta es la fuerza de la fe, que libera del miedoy da esperanza.

    “¿Por qué tienen miedo? ¿Aún no tienen fe?”. Queridos hermanos y hermanas: Desde estelugar, que narra la fe pétrea de Pedro, estatarde me gustaría confiarlos a todos al Señor,a través de la intercesión de la Virgen, saludde su pueblo, estrella del mar tempestuoso. Desde esta columnata que abraza a Roma y almundo, descienda sobre ustedes, como unabrazo consolador, la bendición de Dios.

    Señor, bendice al mundo, da salud a loscuerpos y consuela los corazones. Nos pidesque no sintamos temor. Pero nuestra fe esdébil Señor y tenemos miedo. Mas tú, Señor,no nos abandones a merced de la tormenta.

  • Repites de nuevo: “No tengan miedo (Mateo28,5). Y nosotros, junto con Pedro,“descargamos en ti todo nuestro agobio,porque sabemos que Tú nos cuidas” (cf. 1Pedro 5,7).

  • 8. ORACIÓN DEL PAPA FRANCISCO A LA VIRGEN MARÍA,POR LA PANDEMIA

    “Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madrede Dios”.

    En la dramática situación actual, llena desufrimientos y angustias que oprimen almundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios yMadre nuestra, y buscamos refugio bajo tuprotección.

  • Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojosmisericordiosos en esta pandemia decoronavirus, y consuela a los que seencuentran confundidos y lloran por la pérdidade sus seres queridos, a veces sepultados deun modo que hiere el alma.

    Sostiene a aquellos que están angustiadosporque, para evitar el contagio, no puedenestar cerca de las personas enfermas.

    Infunde confianza a quienes viven en el temorde un futuro incierto y de las consecuencias enla economía y en el trabajo.

    Madre de Dios y Madre nuestra, implora alPadre de misericordia que esta dura pruebatermine y que volvamos a encontrar unhorizonte de esperanza y de paz.

    Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo,pidiéndole que consuele a las familias de losenfermos y de las víctimas, y que abra suscorazones a la esperanza.

    Protege a los médicos, a los enfermeros, al

  • personal sanitario, a los voluntarios que eneste periodo de emergencia combaten enprimera línea y arriesgan sus vidas para salvarotras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo yconcédeles fuerza, bondad y salud.

    Permanece junto a quienes asisten, noche ydía, a los enfermos, y a los sacerdotes que,con solicitud pastoral y compromisoevangélico, tratan de ayudar y sostener atodos.

    Virgen Santa, ilumina las mentes de loshombres y mujeres de ciencia, para queencuentren las soluciones adecuadas y sevenza este virus.

    Asiste a los líderes de las naciones, para queactúen con sabiduría, diligencia y generosidad,socorriendo a los que carecen de lo necesariopara vivir, planificando soluciones sociales yeconómicas de largo alcance y con un espíritude solidaridad.

    Santa María, toca las conciencias para que lasgrandes sumas de dinero utilizadas en laincrementación y en el perfeccionamiento de

  • armamentos sean destinadas a promoverestudios adecuados para la prevención defuturas catástrofes similares.

    Madre amantísima, acrecienta en el mundo elsentido de pertenencia a una única y granfamilia, tomando conciencia del vínculo quenos une a todos, para que, con un espíritufraterno y solidario, salgamos en ayuda de lasnumerosas formas de pobreza y situacionesde miseria.

    Anima la firmeza en la fe, la perseverancia enel servicio y la constancia en la oración.

    Oh María, Consuelo de los afligidos, abraza atodos tus hijos atribulados, haz que Dios noslibere con su mano poderosa de esta terribleepidemia y que la vida pueda reanudar sucurso normal con serenidad.

    Nos encomendamos a Ti, que brillas ennuestro camino como signo de salvación y deesperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, ohdulce Virgen María! Amén.

  • 9. UN PLAN PARA RESUCITAR

    Una meditación esperanzada del Papa Francisco

    De pronto, Jesús salió a su encuentro y lassaludó, diciendo: ‘Alégrense’” (Mt 28, 9).

    Es la primera palabra del Resucitado despuésde que María Magdalena y la otra Maríadescubrieran el sepulcro vacío y se toparancon el ángel. El Señor sale a su encuentro

  • para transformar su duelo en alegría yconsolarlas en medio de la aflicción (cf.Jeremías 31, 10). Es el Resucitado que quiere resucitar a unavida nueva a las mujeres y, con ellas, a lahumanidad entera. Quiere hacernos empezarya a participar de la condición deresucitados que nos espera.

    Invitar a la alegría pudiera parecer unaprovocación, e incluso, una broma de malgusto ante las graves consecuencias queestamos sufriendo por el COVID-19. No sonpocos los que podrían pensarlo, al igualque los discípulos de Emaús, como un gestode ignorancia o de irresponsabilidad (cf. Lucas24, 17-19).

    Como las primeras discípulas que iban alsepulcro, vivimos rodeados por unaatmósfera de dolor e incertidumbre que noshace preguntarnos: “¿Quién nos correrá lapiedra del sepulcro?” (Mc 16, 3). ¿Cómoharemos para llevar adelante esta situaciónque nos sobrepasó completamente?

  • El impacto de todo lo que sucede,las graves consecuencias que ya se reportan yvislumbran, el dolor y el luto por nuestrosseres queridos nos desorientan, acongojan yparalizan. Es la pesantez de la piedra delsepulcro que se impone ante el futuro yque amenaza, con su realismo, sepultar todaesperanza. Es la pesantez de la angustia depersonas vulnerables y ancianas queatraviesan la cuarentena en la más absolutasoledad, es la pesantez de las familias queno saben ya como arrimar un plato de comidaa sus mesas. Es la pesantez del personalsanitario y servidores públicos al sentirseexhaustos y desbordados… esa pesantez queparece tener la última palabra.

    Sin embargo, resulta conmovedor destacar laactitud de las mujeres del Evangelio. Frentea las dudas, el sufrimiento, la perplejidad antela situación e incluso el miedo a la persecucióny a todo lo que les podría pasar, fueroncapaces de ponerse en movimiento y nodejarse paralizar por lo que estabaaconteciendo.

    Por amor al Maestro, y con ese típico,insustituible y bendito genio femenino, fueron

  • capaces de asumir la vida como venía, sortearastutamente los obstáculos para estar cercade su Señor.

    A diferencia de muchos de los Apóstoles quehuyeron presos del miedo y la inseguridad,que negaron al Señor y escaparon (cf.Juan 18,25-27), ellas, sin evadirse ni ignorar loque sucedía, sin huir ni escapar…, supieronsimplemente estar y acompañar.

    Como las primeras discípulas, que, en mediode la oscuridad y el desconsuelo, cargaron susbolsas con perfumes y se pusieron en caminopara ungir al Maestro sepultado (cf. Marcos16, 1), nosotros hemos podido, en estetiempo, ver a muchos que buscaron aportar launción de la corresponsabilidad para cuidar yno poner en riesgo la vida de los demás.

    A diferencia de los que huyeron con la ilusiónde salvarse a sí mismos, hemos sido testigosde cómo vecinos y familiares se han puesto enmarcha con esfuerzo y sacrificio parapermanecer en sus casas y así frenar ladifusión.

  • Hemos podido descubrir cómo muchaspersonas que ya vivían y tenían que sufrir lapandemia de la exclusión y la indiferenciasiguieron esforzándose, acompañándose ysosteniéndose para que esta situación seamenos dolorosa.

    Hemos visto la unción derramada pormédicos, enfermeros y enfermeras,reponedores de góndolas, limpiadores,cuidadores, transportadores, fuerzas deseguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas,abuelos y educadores y tantos otros que seanimaron a entregar todo lo que poseían paraaportar un poco de cura, de calma y alma a lasituación.

    Y aunque la pregunta seguía siendo la misma:“¿Quién nos correrá la piedra del sepulcro?”(Marcos 16, 3), todos ellos no dejaron dehacer lo que sentían que podían y tenían quedar.

    Y fue precisamente ahí, en medio de susocupaciones y preocupaciones, donde lasdiscípulas fueron sorprendidas por un anunciodesbordante: “No está aquí, ha resucitado”.Su unción no era una unción para la muerte,

  • sino para la vida. Su velar y acompañar alSeñor, incluso en la muerte y en la mayordesesperanza, no era vana, sino que lespermitió ser ungidas por la Resurrección: noestaban solas, Él estaba vivo y las precedía ensu caminar.

    Solo una noticia desbordante era capaz deromper el círculo que les impedía ver que lapiedra ya había sido corrida, y el perfumederramado tenía mayor capacidad deexpansión que aquello que las amenazaba.

    Esta es la fuente de nuestra alegría yesperanza, que transforma nuestro accionar:nuestras unciones, entregas… nuestro velar yacompañar en todas las formas posibles eneste tiempo, no son ni serán en vano; no sonentregas para la muerte. Cada vez quetomamos parte de la Pasión del Señor,que acompañamos la pasión de nuestroshermanos, viviendo inclusive la propia pasión,nuestros oídos escucharán la novedad de laResurrección: no estamos solos, el Señor nosprecede en nuestro caminar removiendolas piedras que nos paralizan.

  • Esta buena noticia hizo que esas mujeresvolvieran sobre sus pasos a buscar a losApóstolesy a los discípulos que permanecíanescondidos, para contarles: “La vidaarrancada, destruida, aniquilada en la cruz, hadespertado y vuelve a latir de nuevo”.

    Esta es nuestra esperanza, la que no nospodrá ser robada, silenciada o contaminada.Toda la vida de servicio y amor que ustedeshan entregado en este tiempo, volverá a latirde nuevo. Basta con abrir una rendija paraque la Unción que el Señor nos quiere regalar,se expanda con una fuerza imparable y nospermita contemplar la realidad doliente conuna mirada renovadora.

    Y como a las mujeres del Evangelio, también anosotros se nos invita una y otra vez avolversobre nuestros pasos y dejarnos transformarpor este anuncio: el Señor, con su novedad,puede siempre renovar nuestra vida y la denuestra comunidad.

    En esta tierra desolada el Señor se empeñaen regenerar la belleza y hacer renacer laesperanza: “Mirad que realizo algo nuevo, yaestá brotando, ¿no lo notan?” (Isaías 43, 18b).

  • Dios jamás abandona a su pueblo, estásiempre junto a él, especialmente cuando eldolor se hace más presente.

    Si algo hemos aprendido en este tiempo esque nadie se salva solo. Las fronteras caen,los muros se derrumban y todos los discursosintegristas se disuelven ante una presenciacasi imperceptible que manifiesta la fragilidadde la que estamos hechos.

    La Pascua nos convoca e invita a hacermemoria de esa otra presencia discreta yrespetuosa, generosa y reconciliadora, capazde no romper la caña quebrada, ni apagar lamecha que arde débilmente (cf. Isaías 42, 2-3), para hacer latir la vida nueva que nosquiere regalar a todos.

    Es el soplo del Espíritu que abre horizontes,despierta la creatividad y nos renueva en lafraternidad para decir presente, aquí estoy,ante la enorme e impostergable tarea que nosespera.

    Urge discernir y encontrar el pulso del Espíritupara impulsar junto a los otros, lasdinámicasque puedan testimoniar y canalizar

  • la vida nueva que el Señor quiere generar eneste momento concreto de la historia.

    Este es el tiempo favorable del Señor, que nospide no conformarnos ni contentarnos, ymenos justificarnos con lógicas sustitutivas opaliativas que impiden asumir el impacto y lasgraves consecuencias de lo que estamosviviendo.

    Este es el tiempo propicio de animarnos a unanueva imaginación de lo posible con elrealismo que solo el Evangelio nos puedeproporcionar. El Espíritu, que no se dejaencerrar ni instrumentalizar con esquemas,modalidades o estructuras fijas o caducas, nospropone sumarnos a su movimiento capaz de“hacer nuevas todas las cosas” (Apocalipsis21, 5).

    En este tiempo nos hemos dado cuenta de laimportancia de “unir a toda la familia humanaen la búsqueda de un desarrollo sostenible eintegral”. Cada acción individual no es unaacción aislada, para bien o para mal, tieneconsecuencias para los demás, porque todoestá conectado en nuestra Casa común; y silas autoridades sanitarias ordenan el

  • confinamiento en los hogares, es el puebloquien lo hace posible, consciente de sucorresponsabilidad para frenar la pandemia.“Una emergencia como la del COVID-19 esderrotada en primer lugar con los anticuerposde la solidaridad”.

    Lección que romperá todo el fatalismo en elque nos habíamos inmerso y nos permitirávolver a sentirnos artífices y protagonistas deuna historia común y, así, respondermancomunadamente a tantos males queaquejan a millones de hermanos alrededor delmundo.

    No podemos permitirnos escribir la historiapresente y futura de espaldas al sufrimiento detantos. Es el Señor quien nos volverá apreguntar “¿dónde está tu hermano?”(Génesis, 4, 9) y, en nuestra capacidad derespuesta, ojalá se revele el alma de nuestrospueblos, ese reservorio de esperanza, fe ycaridad en la que fuimos engendrados y que,por tanto tiempo, hemos anestesiado osilenciado.

    Si actuamos como un solo pueblo, inclusoante las otras epidemias que nos acechan,

  • podemos lograr un impacto real. ¿Seremoscapaces de actuar responsablemente frenteal hambre que padecen tantos, sabiendo quehay alimentos para todos? ¿Seguiremosmirando para otro lado con un silenciocómplice ante esas guerras alimentadas pordeseos de dominio y de poder? ¿Estaremosdispuestos a cambiar los estilos de vida quesumergen a tantos en la pobreza,promoviendo y animándonos a llevar una vidamás austera y humana que posibilite unreparto equitativo de los recursos?¿Adoptaremos como comunidad internacionallas medidas necesarias para frenar ladevastación del medio ambiente o seguiremosnegando la evidencia?

    La globalización de la indiferencia seguiráamenazando y tentando nuestro caminar…Ojalá nos encuentre con los anticuerposnecesarios de la justicia, la caridad y lasolidaridad.

    No tengamos miedo a vivir la alternativade la civilización del amor, que es “unacivilización de la esperanza: contra la angustiay el miedo, la tristeza y el desaliento, lapasividad y el cansancio. La civilización del

  • amor se construye cotidianamente,ininterrumpidamente. Supone el esfuerzocomprometido de todos. Supone, por eso, unacomprometida comunidad de hermanos”.

    En este tiempo de tribulación y luto, es mideseo que, allí donde estés, puedas hacer laexperiencia de Jesús, que sale a tuencuentro, te saluda y te dice: “Alégrate”(Mateo 28, 9). Y que sea ese saludo el quenos movilice a convocar y amplificar la buenanueva del Reino de Dios.

    AMDG