dijera mi boca, de alvaro alcántara

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  • 7/24/2019 Dijera mi boca, de Alvaro Alcntara

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    alidadessonorasdeun

    Sotavento

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    AAL

    E surgieron inicialmente para ser escuchados e imagina-

    dos, antes que ledos. Son el resultado de poco ms de veinte aos derumiar y gozar la vida en el alucinante mundo del son jarocho. A fines

    de la dcada de los aos ochenta tuve la oportunidad de conocer los fan-dangos de tarima y desde entonces ste ha sido un espacio central de mi

    existencia y quehacer profesional. Cantadores, guitarreros, bailadoras y

    bailadores, jaraneros, campesinos, curanderos, soflamistas, tejedoras oensalmadores de la palabra aparecieron de pronto frente a mis ojos mos-

    trndome un mundo in/imaginado, un universo de otro tiempo y con-

    dicin.

    Estas textualidades son mi aporte a ese ejercicio, pero tambin una for-ma de agradecer a las personas que desde el mundo jarocho me ha n ense-

    ado a valorar y disfrutar lo que importa de la vida.

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    A A L

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    Textualidad es son oras

    de un

    Sotavento im aginado

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    Textualidad es son oras

    de un

    Sotavento im aginado

    A A L

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    Para Su had y Neguib

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    Formacin y diseo editorial

    F G R

    Cuidado de edicin A A L

    F G R

    P 2015

    DR 2015 A A L

    E P D

    C S

    H C E

    Programa de Desarrollo Cultural del Sotavento

    Consejo Nacional para la Cultura y las Artes

    Direccin General de Culturas Populares

    Direccin General de Vinculacin Cultural

    Instituto Estatal de Cultura-Tabasco

    Secretara de Cultura de Oaxaca

    Instituto Veracruzano de la Cultura

    Este libro fue editado gracias al apoyo de la 4 Convoca -

    toria de Estmulos a Proyectos Culturalesdel Programa

    de Desarrollo Cultur al del Sotavento. Es pblico y ajeno

    a cualquier partido pol tico. Queda prohibido el uso para

    fines distintos a los establecidos por el programa.

    ISBN 978-607-00-9320-3

    Impreso y hecho en Mxico

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    A M A N E R A DE PR E S E N T AC I N

    Estos relatos surgieron inicialmente para ser escuchados e imaginados,antes que ledos. Son el resultado de poco ms de veinte aos de rumiar ygozar la vida en el alucinante mundo del son jarocho. A fines de la dca-

    da de los aos ochenta tuve la oportunidad de conocer los fandangos detarima y desde entonces ste ha sido un espacio central de mi existenciay quehacer profesional. Cantadores, guitarreros, bailadoras y bailadores,jaraneros, campesinos, curanderos, sof lamistas, tejedoras o ensalmado-res de la palabra aparecieron de pronto frente a mis ojos mostrndome unmundo in/imaginado, un universo de otro tiempo y condicin.

    Los textos que ahora comparto tienen distintas procedencias, donde misexperiencias de sonero, historiador, viajero, melmano y no s cuntas

    pasiones ms se entrecruzan. Nada hay en ellos que permita concebirloscomo relatos autorizados de algo, antes por el contrario, constituyen tes-timonios del mundo que me ha tocado vivir, descifrar, interpretar, degus-tar. Buena parte de ellos fueron elaborados a solicitud expresa de amigas

    y amigos, ya fuese para acompaar un fonograma, video o documental,dictar una conferencia, presentar un libro digital, lo mismo que para serledos y transmitidos en la radio pblica o divulgado en las redes socia-les y medios electrnicos. Aunque circulares y repetitivos por momentosen sus temticas y reflexiones, estas notas dibujan con cierta claridadalgunos de los tpicos que me han interesado, al tiempo que permitenreconstruir el itinerario de lectura de un mundo al que he intentadocomprender y disfrutar, ponindolo a salvo de mis conflictos recurrentes.

    Aqu reunidas, estas sonoridades textuales son un cierre de ciclo, la cr-nica de distintos momentos de vida, reflexin, ideas y complicidades alos que necesito poner fin al menos provisionalmente. Representan,

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    A LVA R O A L C N T A R A L P E Z

    al mismo tiempo, una suerte de memoria colectiva que aspira recrear elandar de un conjunto de personas y personajes ligados al llamado mo-

    vimiento jaranero, sus impresiones, inquietudes, sus debates y queren-

    cias. Las etiquetas que puedan darse a estos textos son todas adecuadasy pertinentes; cada quien los recibir y har suyos dndoles el sentidoque ms le agrade. Yo mismo he tomado distancia de algunas ideas aquexpuestas y he debido lidiar con la necesidad de reescribir, matizar, de-sarrollar o borrar de plano prrafos enteros. Al final, se han quedado loms cercano a la forma en que surgieron porque es la manera, pienso yo,que cumplan un acto de memoria. Por ello, no est de ms recordar al

    lector la condicin de oralidad de estas palabras, preparadas, dispuestas,entramadas para ser descifradas por el odo. Su atmsfera es el territoriosotaventino y su temtica, las culturas comunitarias en dilogo con eltiempo.

    Hace ya cuatro dcadas, cuando el movimiento jaranero reclamaba suderecho a ser reconocido como manifestacin cultural legtima fue nece-sario templar las armas, afilar los discursos, enarbolar banderas, defendera verso y sonpelao, ese otro modo de fandanguear y vivir el son jarocho,

    pugnando por el reconocimiento de una poltica cultural poco respetuo-sa de la diversidad cultural de este pas. Hoy algunas cosas han cambia-do quiz en exceso, quiz no tanto, pero reflexionar, debatir, razonar,compartir sigue siendo necesario en la importante tarea de poner en pers-

    pectiva lo que hemos hecho, hacemos y queremos seguir haciendo.

    Estas textualidades son mi aporte a ese ejercicio, pero tambin una formade agradecer a las personas que desde el mundo jarocho me han enseadoa valorar y disfrutar lo que importa de la vida.

    Arrempujen que no hay tranc a dijera mi boca!!!

    Alvaro Alcntara

    my de 2015

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    L A S C U LT U R A S M U S IC A L E S D E M X I C O

    Tra diciones moderna s que fusionan

    el antes con el ahora

    El discurso filosfico de la modernidad nos ense a ver la tradicincomo su contrario. De tal suerte que segn esta visin, si la modernidades abierta al cambio y las innovaciones, la tradicin no lo es. O al menosas nos han hecho creer. La imagen de cambiar para seguir siendo losmismos es una buena muestra de ello. Acorde a esta idea, la necedad

    y obstinacin de quienes viven inmersos en relaciones comunitarias estan grande, que puede llevarlos, incluso, a hacer una revolucin. Y todo

    para qu? Para seguir practicando las mismas costumbres, tal y como susabuelos lo hicieron y los abuelos de sus abuelos.

    Este discurso conservador (plagado de elitismo) niega a la gente ordina-ria la capacidad de ser agente de cambio, al tiempo que pretende impo-nerle una forma correcta de hacer, pensar, sentir. Segn esta ptica (quemuchas veces se hace pasar por progresista), las tradiciones deben mo-dernizarse, si no quieren desaparecer. Y la manera correcta de hacerlo,de ayudar a la masa ignorante a transitar por el buen camino es trazarcon todo detalle, desde afuera, la ruta que se ha de seguir. Slo as, y node otra manera, las tradiciones adquieren su derecho a ser, sancionadas

    por un poder que las reconoce a condicin de domesticarlas. Entonces,nos dicen, para accionar los mecanismos del cambio social es necesariointroducir agentes externos. Y stos, al dinamizar el estado de cosas exis-tente con nuevas ideas, tecnologas, procedimientos, metodologas, crea-tividad, etc., traern la luz a donde antes slo haba oscuridad (cuntas

    veces nos han contado esta historia, aunque con distintos personajes!).

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    A LVA R O A L C N T A R A L P E Z

    Las culturas musicales de la tradicin no son ajenas a este estereotipo. Yhan tenido que lidiar con esta camisa de fuerza durante dcadas. Eladoctrinamiento ha sido tan eficaz que no falta quien afirme se trate de

    creadores, funcionarios o acadmicos que se est tocando igualito alos antepasados de hace tres siglos, negando de este modo el aporte crea-tivo que cada generacin agrega a una prctica cultural. Hoy sabemosbien que esos discursos legitimadores del origen y la esencia inmutablehan sido el recurso ms utilizado por las instituciones oficiales para le-gitimarse en su misin histrica de servir de gua al pueblo. Siempre serms cmodo y tranquilizador para las buenas conciencias creer que la

    annima colectividad no piensa, no acta, no tiene derecho a decidir.

    Una posibilidad de combatir la visin estatista impuesta a las culturasmusicales sera concebir las piezas del repertorio tradicional como obrasabiertasque se reinventan en cada interpretacin. Visto as, cada ocasinmusical es una oportunidad renovada para que los universos sonoros delos sucesivos presentes se reencuentren con los sonidos de antao. Unasuerte de imagen que parafraseando a Walter Benjamin llevara a imagi-nar a festividades como el fandango, como un espacio en que el antesyel ahorase funden en una simultaneidad de tiempos histricos en cuyoentorno se despliegan actos performativos de creacin, circulacin y re-cepcin de prcticas y saberes.

    Qu tienen en comn las distintas culturas musicales del pas? Quse intenta subrayar cuando se las presenta como tradicionales? Qu lashace distintas a otros tipos de performances musicales? Pienso que larespuesta debe buscarse en su funcionalidad, es decir, en su capacidadde hacercomunidad. Qu quiere decir esto? Que estas msicas, al estarintegradas a espacios festivos, estimulan la convivencia y la interaccinsocial. Dicho en otras palabras provocan que se intercambien afectos, so-lidaridades, saberes, emociones, etc., lo cual tiene como resultado la reno-

    vacin del tejido social. La fiesta comunitaria emerge entonces como unespacio de dilogo que estimula la reciprocidad y compromiso entre las

    personas, al punto de reforzar los lazos sociales que las han mantenidounidas pero creando cuando es necesario nuevos vnculos. Cuando vie-

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    nes a darte cuenta, esa marabuntaque junto a ti hace la f iesta, se convier-

    te en una suerte de familia extensa que permite diferenciar un nosotros

    de aquellos otros. Ese estar acompaado, ese necesitar de los dems para

    hacer la fiesta, termina por alterar la manera en que se construye el relatode vida. Y eso, a mi entender, es hacer comunidad.

    Por ello, antes que las culturas musicales configuren un sentido de per-

    tenencia a lo nacional o regional confieren un sentido de estar y hacer en

    lo local, propiciando la identificacin con el entorno inmediato natural,

    social, sonoro, etc., y la construccin de un sentido de pertenencia. En

    cualquier caso, durante ms de dos siglos, las culturas musicales del pasy sus complejos festivos han permitido articular varios niveles de identi-

    ficacin social, donde lo local, regional y nacional constituyen distintas

    escalas identitarias de las cuales emergen narraciones y representaciones

    de lo que se ha sido y se quiere ser.

    Sin importar el mbito de la vida a que se refiera, las interrogantes res-

    pecto de lo que cambia y contina tocan profundamente el pensamiento

    humano y dada las camisas de fuerzas de las que he hablado antes, en

    ocasiones se dificulta reconocer los gestos modernizantes desplegados

    por cada una de las culturas musicales. De manera que hablar de tradicio-

    nes modernasimplica reconocer la fortaleza e identidad comunitaria que

    ha hecho posible que estos relatos musicales continen ligados, bien en-

    trado ya el siglo XXI, a espacios festivos especficos, desempeando una

    funcin social vital al interior de la comunidad. Ello ha implicado, por

    cierto, la puesta en marcha de estrategias organizativas que han permiti-

    do a las msicas comunitarias hacer frente a las embestidas instituciona-

    les y mercadotcnicas, en su intento por desligar a las culturas musicales

    de sus espacios sociales de creacin y recreacin. Hablar de tradiciones

    modernasreafirma a la vez, la extraordinaria capacidad de estas msicas

    para ser testigo de la historia y archivo de memoria, dando voz a los sin

    voz y contando a quien quiere escuchar, esa otra historia menuda que

    transcurre en la cotidianidad.

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    Continuidad y esto hay repetirlo una y otra vez no significa desprovis-to de cambios, mucho menos falta de creatividad transformadora. Todolo contrario. Si el huapango arribeo, el son jarocho de tarima o la msi-

    ca de las bandas de viento del Istmo mexicano siguen vigentes en distin-tos espacios sociales despus de cientos de aos es precisamente porquehan sabido adaptarse a los nuevos tiempos, sirviendo como vehculo pri-

    vilegiado para expresar las distintas formas de estar en el mundo. Por ellono veo razn que impida concebir a la llamada msica tradicional comouna msica contempornea; es decir, como msicas que caminan con eltiempo.

    Insistir en lo contemporneo de la msica tradicional, no es slo recono-cer su capacidad de adaptacin a las nuevas coyunturas polticas, econ-micas y sociales; sino subrayar el hecho de estas msicas forman parte dela historia pasada y presente de los habitantes de las distintas regiones deMxico.

    Tradicional me explic una vendedora de huipiles del mercado de Ju-chitn, Oaxaca es lo que nunca pasa de moda. Estoy convencido quela leccin que esa mujer juchiteca me dio es bastante ms eficaz que tantaliteratura acadmica empeada en definir el concepto. Tradicional, es loque nunca pasa de moda. Con eso me quedo.