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VIAJESPOR DENISE TEMPONE (DESDE QUITO) 32 para visitar Quito La capital de Ecuador fue seleccionada como una de las catorce finalistas de las Siete Ciudades Maravilla del Mundo. Antes de que se defina su suerte, un recorrido por esta urbe declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad. 10 RAZONES

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La capital de Ecuador fue seleccionada como una de las catorce finalistas de las Siete Ciudades Maravilla del Mundo. Antes de que se defina su suerte, un recorrido por esta urbe declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad.

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viajes• Por Denise Tempone (DesDe QuiTo)

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para visitar QuitoLa capital de Ecuador fue seleccionada como una de las catorce finalistas de las Siete Ciudades Maravilla del Mundo. Antes de que se defina su suerte, un recorrido por esta urbe declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad.

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1. Viaje en el tiempoCualquiera que haya sido participe de un acto escolar por el 12 de octubre entiende el grado de abstracción mental que debe hacerse para trasladarse a la época colonial. En Quito, específicamente en su centro histórico, ni el más mínimo esfuerzo es necesario para viajar a aquellos primeros años post colombinos y a la realidad del encuentro (o desencuentro) de los pueblos originarios con los colonizadores españoles. La ciudad cuenta con la región colonial mejor conservada del continente, casi cuatro kilómetros cuadra-dos de pura historia cuidada como oro, entre los cuales se mezclan personajes que mantienen intactos sus trajes folklóricos y sus cos-tumbres cotidianas de antaño. Acá no es una estrategia turística la exhibición callejera de grandes ollas cocinando sopas tradiciona-les (como la de papa con trozos de palta), de piñatas tradicionales o de vírgenes y santitos artesanales. Todo es parte del presente.

2. Dimensiones cruzadasSin embargo, la historia de estas calles no se inicia con la llega-da de los españoles. Por estos mismos caminos, mucho antes, se erigían ciudades Incas. Esta zona, alguna vez mercado indígena, alguna vez campo de batalla, alguna vez colonia y luego capital de Ecuador, hoy es una suerte de documento histórico convertido en adorables casitas de colores pastel, imponentes templos con len-guajes extraños y nombres de calles como “Suspiro” y “Algodón”. Si se está atento, entre los múltiples cruces temporales que se dan en esta parte del planeta, se puede observar también las fricciones que la modernidad trae a la apacible Quito: la lucha por ejemplo, de los colectivos por entrar en sus angostas callecitas y los turis-tas, mezclado entre artesanos autóctonos, chequeando mensajes de celular en sus plazas, donde el wi fi es gratuito (y excelente).

3. Ciudad de DiosEl número lo dice todo. En cuatro kilómetros cuadrados hay cin-cuenta y cuatro templos y decenas de conventos y retiros. Además de muchas monjitas caminando por la calle y personas dispuestas a profesarle a uno todo tipo de bendiciones. “Mi nombres es Ana Cecilia Mamani Cruz de Castañares pero la virgen se me reveló y me dijo que mi nombre es María Santos de la Concepción”, susu-rra una adorable anciana de 93 años que, entre calurosas caricias en las manos de los paseantes, confiesa haber recibido el anuncio de la Virgen de Fátima que la consagró Santa, aunque aún nadie lo sepa. Cosas así suceden entre iglesia e iglesia, entre oración y oración, porque no es raro, para nada, ver gente absolutamente consagrada a la religión, por estos días.

4. Lenguajes extraños¿Cómo el catolicismo logró apoderarse así de una ciudad en la que el mayor regente eran las deidades Sol y Luna? Basta con echar un vistazo a los símbolos para comenzar a entender cómo la civiliza-

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ción europea explicó a la originaria que Dios, que era Jesús, que era el Espíritu Santo, también era a su vez, el Sol, las estrellas y todo lo que hay en el cielo. Hoy, todo lo que hay en el cielo puede verse en forma de decoración en los templos, con cruces y caras de Jesús incrustadas en su interior. Nada es casual, se trata de un lenguaje visual didáctico para que esas culturas orales lograran entender a quién debían honrar, para quién debían trabajar y a quién debían darle todo ese oro que casi desbordaba las colinas de alrededor (siglos más tarde, también en la zona se descubriría oro negro: petróleo). Ese extraño lenguaje yace en las paredes de cada templo sagrado.

5. Lo que brilla es oroSi a un ciudadano de la era 2.0, acostumbrado a los golpes bajos de la espectacularidad en la web, puede dejarlo sin aliento ingresar a la Iglesia de la Compañía de Jesús, también en el Centro Histórico, no es difícil imaginarse lo que semejante obra provocaría en los habitantes originarios de la zona. Uno podría pasar toda su vida en Quito y no terminar de descubrir los infinitos detalles de este templo considerado la máxima expresión del barroquismo en América y hecha completamente en oro. Ciento cincuenta años tomó su construcción y centenares de esclavos murieron en ma-nos de las campañas jesuitas que la dirigieron. El resultado es una mezcla perfecta de magia y espanto: el símbolo de una era plasma-do en una obra maestra dentro de la cual apenas se puede respirar del asombro y que lleva a un inevitable reflexión sobre la historia de América latina.

6. Evitar el fin del mundoA pocas cuadras de la Iglesia de la Compañía, la espectacular Ca-pilla de Cantuña yace sin terminar. Y será así para siempre por respeto a la tradición. La historia asegura que faltando un día para que se cumpla el plazo de entrega al cual se había comprometido el indio Cantuña, nada, absolutamente nada de este templo estaba terminado. Entonces apareció el mismísimo diablo que le prome-

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tió terminar la obra en horas a cambio de su alma. Cantuña aceptó pero a último momento encontró una coartada: como faltaba in-crustar una piedra, la capilla no estaba oficialmente terminada y, por ende, no correspondía la entrega del alma. Por la zona, este no es el único templo incompleto. Cierta superstición reza que de finalizarse bien las obras en sitios sagrados, el mundo llegaría al final. Y por las dudas…

7. Un canto al amorEn Quito el romance no es un juego adolescente. En el país de mayor (¡y mejor!) producción de rosas en el mundo, el regalo de

ramos de flores para declarar amor serio, con largas y honestas intenciones, es una postal clásica, musicalizada por bachatas, y baladas que expresan lo profundo del sentimiento, en plena calle. Imprescindible para disfrutar de este aspecto de Quito es apagar los rasgos de cinismo tan en boga en la era del amor líquido. En la zona bohemia, la calle de La Ronda, la diversión se define no por el descontrol sino por la disposición al encuentro gentil con el sexo opuesto, canelazo y chicha (tragos alcohólicos) mediante. Aquí los karaokes, por ejemplo, se cantan sentados en la mesa, de la mano y mirando de frente a los ojos al compañero. Aunque se cante mal y uno no sepa bien la letra, la expresión será valorada no sólo por la pareja en cuestión sino también por el resto de los asistentes, sumergidos de lleno en el espíritu del amor.

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8. Perinolas étnicasPero en La Ronda no sólo hay amor de pareja, hay también amor por la tradición. Después de todo, se trata de la calle más antigua de Quito, esa que vio nacer músicos pioneros, pintores y a varios de los poetas más reconocidos de los años ’30. Ahí uno puede en-contrar a Gerardo Zabala, un “trompista” profesional: alguien que talla con técnicas ancestrales trompos o perinolas de made-ra para niños (y no tanto) y reivindica el poder de los antiguos entretenimientos infantiles. Zabala no es sólo un artesano por he-rencia, es además, algo así como un antropólogo de los juguetes y dedica parte de su tiempo a investigar el modo en que los niños de los pueblos originarios se divertían. En su catálogo están, además de un trompo gigante de creación propia al cual llama “plato vo-lador” y el cuspi, una perinola ancestral de origen étnico que hoy sólo puede conseguirse en su pequeño local repleto de cosas lin-das. Al igual que otros artesanos de la zona, él es uno de los gana-dores de un concurso estatal por la recuperación de viejos oficios y su misión no es sólo fabricar, sino también educar.

9. Mansión indígenaNo importa cuanto sepamos de arte, visitar la casa de uno de los pintores modernos más importantes de Latinoamérica es proba-blemente una de las mejores ideas que podemos tener si vistamos Quito. Oswaldo Guayasamín es un pintor de la Escuela Indigenis-ta, aquella corriente estética que tomó elementos de expresión de

los pueblos originarios y se concentró fundamentalmente en sus problemáticas. Pero no se trata de cualquier pintor sino de uno de los pocos que provinieron de ese mismo grupo social. Hijo de un obrero indígena y una madre ama de casa, este artista llegó a ser considerado uno de latinoamericanos más exitosos. La gran pa-radoja es que eso se refleja hoy en la gran mansión en la que vivía y en la que está emplazado este museo. Se trata de una perfecta oportunidad para espiar la zona “acaudalada” de la ciudad, junto a una mezcla de arte y raíces, un cocktail nada común.

10. Un bosque nubladoQuito no se molesta si escapamos de ella para salir al encuentro con la naturaleza, que en esta parte del planeta es asombrosa. A pocas horas de la ciudad, el parque Tucanopy propone una aven-tura nada cotidiana para la mayoría de los mortales: volar entre las copas de los árboles, colgados de un cable. Esta técnica, llama-da Canopy (o tirolesa) está montada en esta reserva para el trabajo de biólogos que encontraron en este modo de traslado, la herra-mienta para espiar qué sucede ahí arriba con animales que jamás pisarán el suelo y plantas a las que nunca accederían. Todo ese mundo se llega a vislumbrar de la mano de Nina, una ingeniera forestal brasileña que se mudó a Ecuador enamorada de Inti, un biólogo que le propuso crear un circuito de turismo sostenible en el gran bosque nublado, tal como se denomina a esta región.