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DIÁLOGOS ENTRE SAER Y PIGLIA, UN COMENTARIO1 Sergio Aguillón* En ese plano veo a Macedonio como el único  vanguardista en la li teratura argentin a, el único que h a podido tom ar distancia respecto a lo que eran las tradiciones existentes y ha construido no sólo una estrategia en relación con su propia ficción, negarse a publicar, retirarse del mercado, sino una estrategia de ruptura con la tradición dominante de la novela de Argentina. […] Y yo veo muy  estrechamente conectados los proyectos literarios de Macedonio con el de Artl, con el de Borges, con el de Marechal, con el de Cortázar. Y me parece que por ese lado pasa la gran tradición de la novela argentina” (p.  19). Actualmente es muy difícil conseguir obra de Macedonio. No está siendo leído porque forma parte de lo que será el relato futuro. (…) En el diálogo sobre Faulkner, tanto Saer como Piglia destacan la fractura de la narración y la complejidad formal del norteamericano. Ambos se interesan por e liminar la historia convencional, porque se dan cuenta de que lo narrado no tiene tanto interés como el acto mismo de narrar. Ítalo Calvino, en “El arte de  empezar y el arte de acabar”, que es también un texto en busca del relato  futuro, dice al respecto: “El problema de no acabar una historia es éste.  Como quiera que acabe, cualquiera que sea el momento en que decidimos que la historia se puede juzgar acabada, reparamos en que no es hacia ese punto adonde conducía el acto de narrar, que lo que importa está en otro lugar, en lo que ha pasado a ntes: está en el sentido que adquiere ese segmento aislado de sucesos, extraído de la continuidad de lo narrable”.6 Como Calvino, Faulkner encuentra en el desarrollo de la historia el fin de la misma, no en el desenlace. La historia se desarrolla, entiende y justifica a medida que se narra; es el acto (narrar), no la anécdota, lo que tiene principal interés. Ya que esto es así, la obra no se desgasta, no pierde actualidad, puede seguir leyéndose, no sólo por muchas personas, sino por uno mismo. Para Saer, la complejidad formal de Faulkner no sólo ayuda a constituir obras “autónomas” (es decir, no  es una complejidad adecuada para decir tal o cual cosa, sino imprescindible para decir exclusivamente esa cosa que dice: la obra), sino que interesa en la medida en que no se repite en otras obras de Faulkner; cada libro tiene su estructura exclusiva y, paradójicamente, unitaria, reconocible por la “marca de Faulkner”. Pero Saer destaca otro  elemento importante, estilístico: lo rústico, la literatura bruta. La ausencia de claridad y de “corrección” que dan a la obra de Faulkner su propio  aliento y tono; se expresan a sí mismas mediante el estilo rústico.

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DIÁLOGOS ENTRE SAER Y PIGLIA,UN COMENTARIO1

Sergio Aguillón*

En ese plano veo a Macedonio como el único vanguardista en la literatura argentina, el único que ha podido tomardistancia respecto a lo que eran las tradiciones existentes y ha construidono sólo una estrategia en relación con su propia ficción, negarse apublicar, retirarse del mercado, sino una estrategia de ruptura con latradición dominante de la novela de Argentina. […] Y yo veo muy  estrechamente conectados los proyectos literarios de Macedonio con el de Artl, con el deBorges, con el de Marechal, con el de Cortázar. Y meparece que por ese lado pasa la gran tradición de la novela argentina” (p. 19). Actualmente es muy difícil conseguir obra de Macedonio. No está

siendo leído porque forma parte de lo que será el relato futuro.

(…) 

En el diálogo sobre Faulkner, tanto Saer como Pigliadestacan la fractura de la narración y la complejidad formal delnorteamericano. Ambos se interesan por eliminar la historiaconvencional, porque se dan cuenta de que lo narrado no tiene tanto

interés como el acto mismo de narrar.

Ítalo Calvino, en “El arte de 

empezar y el arte de acabar”, que es también un texto en busca del relato futuro, dice al respecto: “El problema de no acabar una historia es éste. Como quiera que acabe, cualquiera que sea el momento en quedecidimos que la historia se puede juzgar acabada, reparamos en que noes hacia ese punto adonde conducía el acto de narrar, que lo que importaestá en otro lugar, en lo que ha pasado antes: está en el sentido queadquiere ese segmento aislado de sucesos, extraído de la continuidad delo narrable”.6 Como Calvino, Faulkner encuentra en el desarrollo de lahistoria el fin de la misma, no en el desenlace. La historia se desarrolla,entiende y justifica a medida que se narra; es el acto (narrar), no laanécdota, lo que tiene principal interés. Ya que esto es así, la obra no se

desgasta, no pierde actualidad, puede seguir leyéndose, no sólo por muchas personas, sinopor uno mismo. Para Saer, la complejidad formalde Faulkner no sólo ayuda a constituir obras “autónomas” (es decir, no es una complejidad adecuada para decir tal o cual cosa, sinoimprescindible para decir exclusivamente esa cosa que dice: la obra),sino que interesa en la medida en que no se repite en otras obras deFaulkner; cada libro tiene su estructura exclusiva y, paradójicamente,unitaria, reconocible por la “marca de Faulkner”. Pero Saer destaca otro 

elemento importante, estilístico: lo rústico, la literatura bruta.

La ausencia declaridad y de “corrección” que dan a la obra de Faulkner su propio aliento y tono; se expresan a sí mismas mediante el estilo rústico.

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Identifica en éste tintes de expresionismo y romanticismo que hacen a laobra accesible para cualquier tipo de público. Y estas características sealejan del control intelectualizado de Joyce y, en general, de la novelísticaeuropea.Faulkner aparte, Saer y Piglia han encontrado en en la mezcla de

géneros el enriquecimiento de sus respectivas obras. Saer ve en la líricauna salida de la “crisis” en que entra la novela a finales del siglo diecinueve.(---)

La visita a Faulkner fuesólo un pretexto para llegar a estas ideas, para entender la obra de Pigliay Saer.

La visita a Faulkner fuesólo un pretexto para llegar a estas ideas, para entender la obra de Pigliay Saer.