diálogo en el infierno entre maquiavelo y montesquieu de maurice joly - mayca balaguer
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Monografía sobre obra de Maurice Joly.TRANSCRIPT
X CONGRESO NACIONAL DE DERECHO POLÍTICO
“Democracia y Estado de Derecho”
Universidad Nacional de Mendoza
27 y 28 de Junio de 2013
Comisión especial para estudiantes
“Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, de Maurice Joly”
Mayca Balaguer
Derecho Político- Dra. Myriam Consuelo Parmigiani de Barbará
Facultad de Derecho y Cs. Sociales - Universidad Nacional de Córdoba
1) Introducción
2) Vida del autor y contexto de la obra
3) Breve referencia a los pensamientos políticos de Maquiavelo y Montesquieu
4) Los diálogos
5) Conclusión
6) Bibliografía
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1) Introducción
En el presente trabajo me referiré a la enigmática obra del francés Maurice Joly,
“Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu”, escrita en 1864 para satirizar y
denunciar el gobierno despótico de Napoleón III.
Se trata de un debate imaginario entre ambos pensadores políticos, en donde
Maquiavelo expone y desarrolla la idea de un despotismo moderno ante un Montesquieu
horrorizado que se niega a concebir un modelo político autoritario en una sociedad
acostumbrada a las instituciones liberales.
Considero que esta obra es digna de análisis por lo que nos revela. En palabras del
infernal Maquiavelo, Joly nos descubre que es relativamente sencillo convertir una
democracia liberal en un régimen autoritario sin necesidad de abolir las instituciones
representativas y, como si fuera poco, con el apoyo entusiasta del pueblo.
Hay quienes opinan que las ideas centrales del “Diálogo” siguen estando
plenamente vigentes hoy en día. Jean-François Revel (quien escribió el prefacio en la
edición de 1968), por ejemplo, creía que podría servir como crítica feroz al Gobierno del
general De Gaulle; Fernando Savater también opinaba en el prólogo que escribió para la
edición española en 1982 que muchas de las advertencias del “Diálogo” podían aplicarse a
la situación de la España de aquel entonces.
Yo me propongo en esta humilde reseña exponer las principales ideas políticas de
esta obra. Seguramente que Joly no tuvo la intención de elaborar un tratado de teoría
política, sino simplemente exponer con crudeza los métodos de Napoleón III, pero
considero que, sin embargo, sus diálogos pueden resultarnos útiles para analizar la política
de nuestros tiempos.
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2) Vida del autor y contexto de la obra
a. Un rebelde opositor
Maurice Joly fue un abogado y satirista francés. Nació en Lons-le-Saunier en 1892,
de padre francés y madre italiana. En su juventud se fugó de varios colegios. Estudió leyes
pero abandonó sus estudios en 1849 para ir a París, donde trabajó para el Ministerio del
Estado del antiguo régimen de Francia durante diez años. Después de completar sus
estudios de derecho, en 1859 fue finalmente admitido en el Colegio de Abogados de París.
Su primer libro, del año1863, “Le Barreau de Paris, études politiques et littéraires”,
consiste en una galería de retratos de abogados cáusticos e inclementes.
En 1864 publicó en Bruselas, sin nombre de autor, el Diálogo en el infierno. El libro
fue introducido en Francia de contrabando, pero como algunos de los contrabandistas
pertenecían a la policía, esta fácilmente logró incautarse de toda la edición y desenmascarar
al autor, quien fue arrestado. Pasó un tiempo en la cárcel de Sainte-Pélagie por "exitación al
odio y al menosprecio del Gobierno". Quedó en libertad en mayo de 1867, pero sus
conflictos con la justicia le generaron el desprecio de todos los sectores. Al año siguiente
publica “Recherches sur l'art de parvenir”, en donde ataca violentamente a sus
contemporáneos más ilustres. Luego funda un periódico jurídico, Le Palais, en el cual
también fracasa.
En 1870 se unió a los miembros de resistencia a ultranza, con quienes invadió el
Ayuntamiento, luego de lo cual fue arrestado nuevamente. En 1871 fue absuelto. En 1872
los hermanos Péreire le ofrecieron un puesto de jerarquía en su periódico La Liberté. Sin
embargo, volvió a estar en problemas cuando, durante la crisis provocada por la disolución
del Parlamento, en el momento en que se sostenía la candidatura de Jules Grévy a la
presidencia, Joly hizo colgar en los muros de la ciudad proclamas donde atacaba con
violencia al candidato, y la prensa lo atacó a él. Así las cosas, inició procesos judiciales en
contra de diez periódicos por difamación, injurias públicas y por rehusarse a publicar sus
comunicados. Salvos dos, todos los periódicos que emplazara fueron condenados. Fue su
única victoria. Meses después, se declaraba vencido.
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Enfermo, en la miseria y lleno de amargura, fue hallado muerto el 14 de julio de
1878 en su piso del muelle Voltaire núm. 5 de París.
b. El destino del Diálogo en el Infierno
Quizá nunca hubiésemos conocido esta obra si un ejemplar no hubiese escapado a la
policía de Napoleón III y caído en manos del supuesto redactor de los Protocolos de los
Sabios de Sión, donde se exponen los presuntos planes secretos de dominación mundial
concebidos por los dirigentes de la Alianza Israelita Internacional.
Publicados en ruso, los Protocolos fueron traducidos y difundidos en todos los
países del mundo en 1920. Al año siguiente fue puesta al descubierto la falsificación:
Graves, corresponsal del Times en Constantinopla, se percató de la similitud que existía
entre el documento ruso y el Diálogo de Joly. Graves era amigo de un emigrado ruso, que
había comprado un lote de libros viejos a otro refugiado. Entre ellos descubrió un pequeño
volumen en francés del libro de Joly. Al comprobar que el texto tenía una asombrosa
semejanza con el de los Protocolos, lo hizo saber a Graves. Este hizo que se practicaran
algunas averiguaciones en el British Museum, donde sin esfuerzo pudo encontrarse un
ejemplar de la misma edición del Diálogo. La falsificación era evidente.
Este descubrimiento atrajo nuevamente la atención sobre el escritor francés. Los
Diálogos fueron releídos, comprobándose que debían ocupar un lugar prioritario en la
literatura política.
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3) Breve referencia a los pensamientos políticos de Maquiavelo y Montesquieu
Si bien no es el objetivo de este trabajo desarrollar la teoría política de estos
pensadores, considero de importancia práctica exponer brevemente cuáles fueron sus
postulados y en qué contextos fueron concebidos, para lograr comprender el uso que
Maurice Joly hace de ellos.
a. Nicolás Maquiavelo, el secretario florentino
Debemos ubicar a Maquiavelo en dos contextos: uno temporal y uno geográfico. El
temporal: siglo XVI, época del Renacimiento, un movimiento intelectual que sacude las
disciplinas intelectuales de la Edad Media para volver a la antigüedad clásica. Se derrumba
la autoridad del Papa y se afirman los grandes Estados monárquicos unificados. En lo
geográfico: nos encontramos en la ciudad de Florencia, que constituía uno de los muchos
Estados dentro de lo que hoy llamamos Italia, una tierra que en ese entonces se encontraba
devastada por disensiones y crímenes en medio de una gran floración artística.
Nicolás Maquiavelo nació en un pequeño pueblo a orillas del Arno, a unos quince
kilómetros de Florencia el 4 de mayo de 1469, hijo de Bernardo Machiavelli (abogado
perteneciente a una empobrecida rama de una antigua familia influyente de Florencia) y de
Bartolomea di Stefano Nelli, ambos de familias cultas y de orígenes nobiliarios pero con
pocos recursos a causa de las deudas del padre.
Entre 1498 y 1512 Maquiavelo fue Secretario de la República Fiorentina. Viajó a
varias cortes en Francia, Alemania y otras ciudades-estado italianas en misiones
diplomáticas. Cuando los Médicis fueron restablecidos en Florencia, perdió su puesto y en
1512 fue encarcelado por un breve período en Florencia, y luego exiliado y despachado a
San Casciano. Allí se esfuerza por reconquistar la función pública a través de sus escritos a
favor de los nuevos detentadores del poder. Recuperó su lugar en 1521 pero por poco
tiempo, ya que volvió a perderlo en 1526. Murió en Florencia en 1527 y fue sepultado en la
Santa Cruz.
“El príncipe” (originalmente titulado “De principatebus”, es decir, de los gobiernos
de príncipes o principados) fue redactado entre 1513 y 1514 y dedicado a Lorenzo de
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Médicis, poniendo a su disposición “el conocimiento de las acciones de los grandes
hombres que él ha adquirido”. Constituye una clara invitación a este nuevo príncipe para
que llame a Florencia al secretario florentino, quien desea apasionadamente volver a la
función pública.
En la obra, Maquiavelo se propuso investigar cuál es la esencia de los principados,
de cuántas clases los hay, cómo se adquieren, cómo se conservan y por qué se pierden.
Su interés se centra, a través de toda la obra, en la política como “arte de conquistar
el poder”. La política es por tanto el arte del príncipe o gobernante en cuanto tal, y el
príncipe, en cuanto conquistador y dueño del poder, en cuanto a encarnación del Estado,
está por principio exento de toda norma moral. Lo importante es que tenga las condiciones
naturales como para asegurar la conquista y posesión del poder, “que sea astuto como la
zorra y fuerte como el león”.
Para Maquiavelo la razón suprema no es sino la Razón de Estado. El Estado
constituye un fin último, un fin en sí, no solo independiente sino también opuesto al orden
moral y a los valores éticos, y situado de hecho, por encima de ellos, como instancia
absoluta. El bien supremo no es la virtud, la felicidad, la perfección de la propia naturaleza,
sino la fuerza y el poder del Estado y de su personificación: el príncipe. El bien del Estado
no se subordina al bien del individuo o de la persona en ningún caso, y su fin se sitúa
absolutamente por encima de todos los fines particulares.
En estas ideas centrales de la obra se basa Maurice Joly para dar vida a un
Maquiavelo que, algunos siglos después, en tono desafiante y algo burlón, se propone
explicar a Montesquieu la manera de lograr un despotismo moderno.
b. Montesquieu y “Del espíritu de las leyes”
Charles Louis de Secondat, Señor de la Brède y Barón de Montesquieu (Château de
la Brède, 18 de enero de 1689 - París, 10 de febrero de 1755), fue un cronista y pensador
político francés que vivió durante la llamada Ilustración.
Es uno de los filósofos y ensayistas ilustrados más relevantes en especial por la
articulación de la teoría de la separación de poderes, que se da por descontada en los
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debates modernos sobre los gobiernos y ha sido introducida en muchas constituciones a lo
largo del mundo.
Su obra magistral fue “Del espíritu de las leyes”, publicada en Ginebra casi en la
mitad del siglo XVIII. La obra es una suma de filosofía jurídica y política que se sostiene
en la razón y en el método experimental.
Contiene dos temas esenciales: la teoría de la ley y la teoría de la separación de
poderes, a las cuales me referiré brevemente en las próximas líneas.
Las leyes en su más amplia significación son las relaciones necesarias que se
derivan de la naturaleza de las cosas. En este sentido, todos los seres tienen sus leyes: las
tiene la divinidad, el mundo material, los animales y el hombre mismo. Todo está sujeto a
leyes. Toda ley particular se relaciona con otra ley del mismo carácter y depende de una ley
más general. Cuando Montesquieu utiliza en la razón de la ley el concepto de relación
necesaria, está incluyendo en ella al mismo tiempo las nociones de necesidad y de
contingencia que componen y caracterizan a las leyes.
Montesquieu parte de lo particular, de la certeza de los hechos, de su acumulación,
estableciendo semejanzas y diferencias, extendiendo los conceptos clasificatorios a la
formación de principios generales, partiendo de la diversidad social pero volviendo a ella
para descubrir no las leyes, sino el espíritu de las leyes: la esencia dinámica del principio
de legalidad universal, que se sustenta en la variedad de las situaciones particulares. El
derecho tiene una parte constante, igual en todas partes, que procede de la naturaleza; y una
parte diversa, que procede del hombre y de su contingencia.
“Del espíritu de las leyes” está hecho de las relaciones que las leyes establecen entre
los hombres y de las relaciones que surgen de la comunicación entre los hombres y las
cosas. Estas relaciones necesarias son las que componen la definición de la ley, y derivan
de la naturaleza de las cosas. De ese espíritu de las leyes ha de surgir la ley, derivando y
consolidando a la vez su origen en la sociedad.
Con respecto al poder, el autor lo considera de dos maneras: como una facultad
constitutiva del ser y como una facultad constitutiva de la sociedad. Montesquieu vincula
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estas dos formas de poder y las examina en cada situación determinada, en su unidad y en
su multiplicidad. Así, propone un análisis dialéctico del poder, desarrollando el conjunto de
los antagonismos que contiene el poder, para ponerlos al servicio de la ley, que es en
definitiva una de las antítesis del poder pero que a la vez constituye su legitimidad.
Así es como Montesquieu establece la teoría de la separación de poderes. El abuso
del poder solo se ve impedido si, por la disposición de las cosas, el poder detiene al poder.
Lo que supone no el poder único y concentrado, sino una fragmentación del poder y cierta
distribución de poderes separados. Se trata de una teoría de contrapesos, donde un poder
equilibra al otro. Esta es la única forma de garantizar la libertad política.
Hay una sola nación en el mundo que en ese momento definía de esta forma la
libertad política en su constitución. Se trata de Inglaterra, cuya Carta Magna fue analizada
por Montesquieu a lo largo de su obra.
A Montesquieu le debemos la iluminación de las instituciones liberales. Hace
doscientos sesenta años puso en nuestras manos instrumentos que nos permiten afirmar que
el Estado es cada uno de nosotros y todos a la vez.
Es sencillo comprender, entonces, la indignación y el apremio que expresa
Montesquieu en la obra de Joly cuando, al encontrarse en el infierno con Maquiavelo, sus
postulados se ven aniquilados uno a uno.
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4) Los diálogos
La obra de Maurice Joly está compuesta por cuatro partes, que contienen un total de
veinticinco diálogos.
La primera parte contiene los siete primeros diálogos. La segunda parte, los
diálogos que van del octavo al décimo séptimo. La tercera parte, los diálogos que van del
décimo octavo al vigésimo primero. La cuarta y última parte, aquellos que van del vigésimo
segundo al vigésimo quinto.
Explicada la estructura de la obra y partiendo de la contextualización de ideas y de
autores hecha en el punto anterior, estoy en condiciones de presentar el contenido de los
diálogos propiamente dichos.
En el diálogo primero los personajes se encuentran y luego de una decorosa
presentación del uno al otro, comienzan a discutir. Montesquieu le reprocha a Maquiavelo
haber sido el fundador de lóbregas tiranías. Maquiavelo se defiende explicando que el
maquiavelismo es anterior a Maquiavelo: “No soy yo el fundador de la doctrina cuya
paternidad me atribuyen; es el corazón del hombre”, “Todos los hombres aspiran al
dominio y ninguno renunciaría a la opresión si pudiera ejercerla. Todos o casi todos están
dispuestos a sacrificar los derechos de los demás por sus intereses”. De esta forma defiende
su obra, estableciendo a su vez, su visión sobre la relación entre la política y la moral, al
pronunciar estas frases: “¿Tiene acaso la política algo que ver con la moral?”, “el bien
puede surgir del mal; se llega al bien por el mal, así como algunos venenos nos curan y un
corte de bisturí nos salva la vida”.
En el desarrollo del diálogo segundo, Montesquieu expresa su repudio hacia el
despotismo y las ideas de Maquiavelo: “Admiráis a los grandes hombres; yo sólo admiro a
las grandes instituciones”. Dice que puede comprender que algunas de esas empresas
violentas de las que habla Maquiavelo pudieron ser beneficiosas para ciertos Estados, que
tales actos quizás se justificaban en las sociedades de la antigüedad, pero a medida que las
luces se fueron propagando entre los pueblos, a medida que los principios de ciencia
política fueron mejor conocidos, el derecho sustituye a la fuerza. Así establece que el
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despotismo sería imposible en los principales pueblos de Europa, debido al estado actual de
las costumbre políticas. Maquiavelo lo insta a probar dichas presunciones.
Así es que en el diálogo tercero, Montesquieu explica que no son los hombres sino
las instituciones las que aseguran el reino de la libertad y las buenas costumbres en los
Estados, y desarrolla su teoría de la separación de poderes, sumando un elemento que
recién nacía en su época y que hoy constituye un nuevo poder: la prensa. Montesquieu
afirma que la prensa es la que garantiza el mantenimiento de las instituciones, pues ejerce
funciones semejantes a las de vigilancia: expresa las necesidades, traduce las quejas,
denuncia los abusos y los actos arbitrarios; obliga a los depositarios del poder a la
moralidad, bastándole para ello ponerlos en presencia de la opinión. Piensa que la ambición
de los príncipes y las maniobras de la tiranía no podrían tener lugar en una sociedad
reglamentada de esta forma. Maquiavelo se propone al final de este diálogo demostrar que
son sus doctrinas las únicas dominantes en la actualidad, a pesar de lo que Montesquieu
acaba de describir.
A lo largo del cuarto diálogo Maquiavelo habla del peligro de la soberanía popular,
pues considera que es este principio el que puede descomponer a las instituciones, cuyo
remedio sólo se encuentra en el despotismo: “la soberanía popular es destructiva de
cualquier estabilidad y consagra para siempre el derecho a la revolución”, “la soberanía
popular engendra la demagogia, la demagogia da nacimiento a la anarquía, la anarquía
conduce al despotismo … el despotismo es la única forma de gobierno realmente adecuada
al estado social de los pueblos modernos”.
Montesquieu contesta a estas duras palabras en el quinto diálogo y la discusión
sobre la soberanía popular sigue en el sexto. Maquiavelo insiste con la idea de que si son
los pueblos quienes eligen a sus amos, también pueden derrocarlos, lo que llevaría
irremediablemente al despotismo.
El quid de la cuestión parte desde el momento en que Montesquieu, al final del
séptimo diálogo, en forma retadora y con lenguaje incisivo emplaza a Maquiavelo a
explicar a partir de qué medios o con qué medios existe la posibilidad de que el príncipe
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pueda mantener el poder absoluto dentro de sociedades políticas que descansan sobre
instituciones liberales y representativas de la voluntad del pueblo.
Es así como, diálogo a diálogo, Maquiavelo desarrolla el plan que él mismo
utilizaría para ocupar el lugar del príncipe en un Estado de derecho: “no destruiré
directamente las instituciones, sino que les aplicaré, una a una, un golpe de gracia
imperceptible que desquiciará su mecanismo. De este modo iré golpeando por turno la
organización judicial, el sufragio, la prensa, la libertad individual, la enseñanza. Por sobre
las leyes primitivas haré promulgar una nueva legislación, la cual, sin derogar
expresamente la antigua, en un principio la disfrazará, para luego, muy pronto, borrarla por
completo.”
El sufragio, la constitución, el poder legislativo, el poder judicial, los partidos
políticos, las milicias nacionales, la universidad, el clero, la policía, las finanzas y los
presupuestos, los símbolos: todas y cada una de estas instituciones son manipuladas por
Maquiavelo en función de su causa: el mantenimiento del poder del príncipe.
Los diálogos que más llaman mi atención son el undécimo y el duodécimo, donde el
astuto tratadista propone la forma de “amordazar” a la prensa y convertir los instrumentos
del pensamiento en instrumentos del poder. “Os haré ver de qué modo sabré emplear esta
institución en provecho de mi poder. Me atrevo a decir que ningún gobierno ha concebido,
hasta eldía de hoy, una idea más audaz que la que voy a exponeros. En los países
parlamentarios, los gobiernos sucumben casi siempre por obra de la prensa; pues bien,
vislumbro la posibilidad de neutralizar a la prensa por medio de la prensa misma. Puesto
que el periodismo es una fuerza tan poderosa, ¿sabéis que hará mi gobierno? Se hará
periodista, será la encarnación del periodismo.” Si este Maquiavelo viviera en nuestros
tiempos, bien podría ofrecer como ejemplo de este empleo de los medios de comunicación
lo que sucedió en la Alemania nazi, que fue testigo de una remodelación medial con el fin
de sostener y fomentar los intereses políticos e ideológicos del régimen.
A Maquiavelo le causa escozor la civilización tan celebrada por Montesquieu, y
haciendo referencia a su momento de vida señala: “En nuestros tiempos se trata no tanto de
violentar a los hombres como de desarmarlos, menos de combatir sus pasiones políticas que
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de borrarlas, menos de combatir sus instintos que de burlarlos, no simplemente de
proscribir sus ideas sino de trastocarlas, apropiándose de ellas.”
Maquiavelo diagnostica de esta manera a los gobiernos del Estado moderno, pero
también podríamos decir que realiza un diagnóstico preciso de la actualidad de los
gobiernos, ya que encuentra en la disolución del espacio público el resorte del poder y
señala que: “El secreto principal del gobierno consiste en debilitar el espíritu público, hasta
el punto de desinteresarlo por completo de las ideas y los principios con los que hoy se
hacen las revoluciones. En todos los tiempos, los pueblos al igual que los hombres se han
contentado con palabras. Casi invariablemente les basta con las apariencias, no piden más;
es posible entonces crear instituciones ficticias que respondan a un lenguaje y a ideas
igualmente ficticios.”
Por su parte Montesquieu está convencido de que el progreso es capaz de
revolucionar el modo en que la sociedad llega a organizarse, de esta forma y gracias al
progreso se logra convertir al súbdito en ciudadano, y esto se consigue a partir de la
capacidad que el ciudadano ostenta para elegir, capacidad libre y fundamentada en la
voluntad. De esta forma el ciudadano pasa a ser un sujeto activo, un sujeto de derecho
dejando atrás la pasividad característica de un súbdito.
De este modo, la sociedad se constituiría en nuevos pueblos que tienen y ostentan la
posibilidad de darse constituciones que son la garantía de sus derechos, y es a partir del
progreso que la comunidad se ha transformado en nación y el príncipe en gobernante, pues
éste alcanza la cima de su civilización, por lo que al llegar a este punto es capaz de fundar
el derecho público y de esta forma el Estado se dota de instituciones estables y
democráticas.
La intención de Montesquieu, no parte de un imaginario, ni una propuesta utópica,
la propuesta no tiene carácter ilusorio respecto al cambio de la forma del poder, los
fundamentos de Montesquieu nacen a partir de la constitución de la sociedad mediante una
discusión sucesiva y constante, lo cual se inserta en el derecho y obligación que tiene el
ciudadano para deliberar y votar respecto a los representantes de la nación. Es la idea de
soberanía popular que se menciona en los primeros diálogos.
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Frente a esta argumentación Maquiavelo replica con un concepto pragmático de la
voluntad política del ciudadano y señala que los gobernados se encuentran contentos y en
armonía con el príncipe cuando éste no contraviene a sus bienes y a su honor, por lo que si
se mantiene un grado de armonía, la tarea del príncipe será la de combatir a un pequeño
número de descontentos, de rebeldes, de insatisfechos, que le será fácil poner en vereda.
Ante tal argumentación Montesquieu hace referencia al sentido moderno de los
derechos políticos como bienes públicos apreciados de tal forma que son y corresponden a
las características propias e individuales de cada ciudadano, ya que dentro de los bienes
públicos también se encuentra explícito el honor de los pueblos al mantenerlos, por lo que
al atentar contra ellos se atenta contra los bienes de cada uno de los ciudadanos así como
contra el honor de los mismos.
Por lo que habría que hacerse la pregunta sobre qué es lo que garantiza a los
ciudadanos su libertad, cuando estos son despojados de su libertad individual. Atentar
contra la libertad es atentar contra el ciudadano; es atentar contra el Estado y la nación.
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5) Conclusión
El Diálogo es una defensa del liberalismo, un liberalismo construido con principios
gratos al paladar político actual: elecciones y mercado libre, contención del poder político,
libertad de prensa, de asociación, de culto; todas las instituciones liberales que Montesquieu
fervientemente defiende.
El Maquiavelo de Joly es un autor cínico, el cual no da un tratado, sino sólo ideas de
cómo establecer un gobierno despótico poco menos que invulnerable conforme a una
estrategia basada en la manipulación de los principios de la democracia. El Maquiavelo del
Diálogo es una figura que representa al secretario florentino pero también a Napoleón III.
Joly, contestatario a pesar de todos los riesgos y también de sus propios miedos, decidió
escribir un corrosivo alegato contra el monarca, su bestia odiada.
Desde otra perspectiva, podemos decir que El Diálogo en el Infierno es también un
manual para trepadores, una especie de recetario para triunfar en sociedad no lejano al
Príncipe maquiaveliano, en la medida en que ofrece desvelar los mecanismos que mueven
la maquinaria social para que los más ambiciosos usen esa información en su accidentado
camino hacia la cumbre.
En la obra la sociedad aparece retratada como la peor enemiga del príncipe y de
Maquiavelo, pues esta llega a ser seducida sin mayores esfuerzos por un tirano al que
entrega mansamente sus derechos y libertades. Más allá de los fundamentos de Maquiavelo,
Joly rescata que la vida social, es un estado de guerra permanente en el que el objetivo
supremo puede concentrarse en unas pocas líneas: "¡Triunfar!, ¡trepar!
Considero que los Diálogos en el infierno es hoy una lectura obligada para el
Estadista, para el hombre de Estado, para el Politólogo, así como para el político práctico;
sobre todo si la concebimos desde aquella perspectiva práctica.
Yo prefiero, no obstante, hacer una segunda interpretación: que esta obra nos sirva
como un llamado de atención para pensar de manera crítica las estrategias que son
empleadas sobre nosotros, los ciudadanos.
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6) Bibliografía
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Maquiavelo y Montesquieu. El espacio decadente. Recuperado de:
http://elespaciodecadente.blogspot.com.ar/2009/12/dialogo-en-el-infierno-entre-
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Recuperado de: http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=El_esp
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JOLY, M. (2011). Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu. Versión
abreviada de Joan Martí Valls. Madrid: Bubok Publishing S.L.
MAQUIAVELO, N. (2010). El Príncipe: Comentado por Napoleón Bonaparte. 1ª ed.
Buenos Aires: Ediciones Libertador.
Maurice Joly (2013, May 23). En Wikipedia, la enciclopedia libre. Recuperado de:
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MONTESQUIEU. (2007). Del espíritu de las leyes. 6ª ed. Madrid: Tecnos.
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