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DESATANDO SIEMPRE José Rodríguez Peláez

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DESATANDO SIEMPREJosé Rodríguez

Peláez

El sol aun no había escalado a lo más alto.Pero en el jardín lucía la primavera.

El veterano practicista ataba a la celosía sus rojizos rosales trepadores.

Le pregunté qué hacía, y su respuesta me resultó paradójica.

- Desato. Y ante la sorpresa de mis ojos, aclaró:

Ayudo al mundo con mi oración.Después entendí.

El poder de atar y desatar es un don. En Mateo 18:18, Jesús de Nazaret

informa de esa entrega, que implica un ejercicio con correspondencia trascendente.

¿Lo ejercemos?

¿Qué es “atar y desatar”? La contestación erudita sería muy amplia.

El ejemplo del Maestro facilita la comprensión práctica.

Lucas nos habla de una mujer atada por la enfermedad durante dieciocho años.

Y cómo Jesús sienta cátedra frente a la hipocresía, al liberarla:

“Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años,

¿no se le debía desatar de esta ligadura en sábado?”

(Lucas 13:10-17)Atar puede ser una buena acción

si refuerza la conciencia de unidad indisoluble con Dios.

O una cruel ilusión, producto del no escuchar a quien tiene

“palabras de vida eterna”. Sordera que deja sitio a las sugestiones

de la mente mortal, se llame “serpiente”, “dragón”,

“tentador” o Satanás.

Desatar es romper las limitaciones. Devolver a lo infinito que siempre será armonioso,

porque nunca se puede atar. Librar de las ligaduras

se ha interpretado por perdonar.

Es bien sabido que el perdón libera del peso paralizante de la culpa. Facilita el regreso a la casa del Padre.

Mary B. Eddy saca a la luz el tesoro escondido en la petición del Maestro

“Perdona nuestras deudas como nosotros perdonamos…”.

Ella añade “El Amor se refleja en amor”.

(Ciencia y Salud 17:9)

En otra parte advierte: “Si lográis eliminar el temor por completo,

vuestro paciente queda sano” (Ciencia y Salud 410:36)

El miedo es la atadura. Que desaparece al aplicar su antídoto: “El perfecto amor expulsa todo temor”.

(1 Juan 4:18)

Al desatar o perdonar, se refleja la alegre y liberadora claridad del Amor.

Con sus palabras, mi compañero, jardinero ocasional,

había descubierto su bella actividad y enseñado con su práctica.

Estaba disolviendo la oscuridad y despertando al mundo,

mientras arreglaba la rosaleda.

Aquella mañana me enseñó como destruir las cadenas del miedo.

Sólo había que acariciar con el pensamiento a quien aparece o se cree en la indigencia,

condenado o al margen de Dios.

El tratamiento espiritual es sólo eso: iluminar todo,

mientras discurre el día del Señor, con la mirada amorosa de la Mente.

(P) Rodríguez Peláez, José CS www.rodriguezpelaezcs.org