desastre de armero

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LAS LECCIONES DEL RUIZ A LOS 25 AÑOS DEL DESASTRE DE ARMERO Por Gonzalo Duque-Escobar* Resumen: Este trabajo intenta dar respuesta al objetivo propuesto de compartir lo que significó la erupción del Volcán Nevado del Ruiz hace 25 años y las lecciones aprendidas a raíz del desastre de Armero. El contenido, así: Hipótesis para el Prefacio, El alba de la coyuntura, Luces y sombras de la tragedia, Noche de muerte y destrucción, y Epílogo. Entre los logros señalados, además de reconocer los avances en el campo de la vulcanología de Colombia y el esfuerzo y capacidad de quienes tienen a cargo la vigilancia volcánica, se señala el Sistema Nacional para la Prevención y Atención de Desastres y el que muchos municipios incorporen en sus planes de Ordenamiento Territorial la dimensión del riesgo; pero faltan avances en la dimensión regional del ordenamiento territorial y el ordenamiento de cuencas, resolviendo los usos conflictivos del suelo, además de resolver el retraso cartográfico del país donde falta información en temáticas, actualizada y a escala de detalle. Los mapas de amenaza volcánica, hoy, que solamente se están utilizando para el manejo de las crisis, deben usarse para resolver la vulnerabilidad y la exposición a la amenaza, desde la ocupación del territorio. Imagen: UN-Periódico y tulane.edu

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LAS LECCIONES DEL RUIZ A LOS 25 AÑOS DEL DESASTRE DE ARMERO

Por Gonzalo Duque-Escobar*

Resumen:

Este trabajo intenta dar respuesta al objetivo propuesto de compartir lo que significó la

erupción del Volcán Nevado del Ruiz hace 25 años y las lecciones aprendidas a raíz del

desastre de Armero. El contenido, así: Hipótesis para el Prefacio, El alba de la coyuntura,

Luces y sombras de la tragedia, Noche de muerte y destrucción, y Epílogo. Entre los logros

señalados, además de reconocer los avances en el campo de la vulcanología de Colombia y

el esfuerzo y capacidad de quienes tienen a cargo la vigilancia volcánica, se señala el Sistema

Nacional para la Prevención y Atención de Desastres y el que muchos municipios incorporen

en sus planes de Ordenamiento Territorial la dimensión del riesgo; pero faltan avances en la

dimensión regional del ordenamiento territorial y el ordenamiento de cuencas, resolviendo los

usos conflictivos del suelo, además de resolver el retraso cartográfico del país donde falta

información en temáticas, actualizada y a escala de detalle. Los mapas de amenaza

volcánica, hoy, que solamente se están utilizando para el manejo de las crisis, deben usarse

para resolver la vulnerabilidad y la exposición a la amenaza, desde la ocupación del territorio.

Imagen: UN-Periódico y tulane.edu

Hipótesis para el Prefacio

Fotografía del V.N. del Ruiz. Jaime Duque Escobar

Una vez más nos hemos congregado para conmemorar una dolorosa fecha, con la intención

de hacer un balance del que se deriven lecciones a partir de las experiencias científicas en

torno a un desastre que, según mi convicción, pudo ser por lo menos mitigado, aunque para

entonces el Estado no contaba con políticas ambientales ni de planificación ligadas a la

dimensión de los riesgos, y que nuestra sociedad tampoco había desarrollado esa cultura que

demanda la adaptación a dichos fenómenos. Al estar desprovistos de instrumentos que

proveyeran la capacidad efectiva de intervenir, se dejó a su suerte a decenas de miles de

pobladores expuestos, y en sumo grado vulnerables, sobre un escenario severamente

amenazado por una erupción claramente anunciada, donde las acciones locales y nacionales

de los diferentes actores sociales, resultaron asimétricas y fraccionadas.

Si bien ese es el fundamento de la hipótesis que presento, a mi juicio existieron otros factores

contribuyentes, cuya intervención pudo desmovilizar o neutralizar de forma oportuna los

precarios activos del Estado, previstos para prevenir la tragedia. Entre ellos las ideas que me

asaltan, discutibles si se quiere por quedar en el plano de las impresiones, es que pudieron

más los intereses locales de quienes, preocupados por la economía, reclamaban la

“desgalerización” de la ciudad - término ahora aplicado en Pasto frente a las crisis del volcán

Galeras-, y la irresponsabilidad de funcionarios clave justificándose en flacas y tardías

acciones que desatendieron las oportunas recomendaciones de calificados expertos de la

entonces Oficina de las Naciones Unidas para el Socorro en caso de Desastres UNDRO, para

terminar calificando de apocalíptico el clamor de notables líderes locales, entre otros factores

que finalmente restringieron al ámbito académico las inequívocas señales del volcán, tales

como la cenizada del 11 de septiembre de 1985, además de la información obtenida de la

historia eruptiva del volcán y el mapa preliminar de amenazas elaborado un mes antes de los

acontecimientos, entre otras tareas así provinieran de un grupo inexperto, del que hicimos

parte al lado de varios compañeros que hoy faltan, solo por haber entregado su vida en

acciones científicas al servicio de la sociedad.

En dicha historia, la del volcán, el insigne investigador Jesús Emilio Ramírez S.J. en su obra

Historia de los Terremotos de Colombia (1975), describía las erupciones del Ruiz de 1595 y

1845, dando cuenta de sendos flujos de lodo que se esparcen en el valle de salida del

Lagunilla, hechos que coincidirán con lo acaecido en 1985, solo que para entonces no existía

la población de Armero. Los trabajos de Darrel G. Herd (1974) sobre vulcanismo y glaciación

del complejo volcánico, sumados a los de Franco Bárberi para la investigación del proyecto

geotérmico del cual participé, definitivamente le daban cimientos a las proyecciones del riesgo

derivadas del reconocimiento histórico del Padre Ramírez.

Si bien el motivo que nos congrega es reflexionar para construir como colectivo, mi aporte

partirá de lo que ya he consignado hace cinco años para similar propósito, en “Las lecciones

del volcán del Ruiz a los 20 años del desastre de Armero” (2005), de nuevas reflexiones

hechas a partir de la lectura de los desastres naturales que continúan surgiendo en la

geografía del convulsionado país, además de las experiencias ya vividas con la coyuntura

volcánica en los dramáticos sucesos de 1985, e incluso de las acumuladas desde el año 1979

cuando participaba de las investigaciones del potencial geotérmico del complejo volcánico

Ruiz - Tolima, emprendidas por la Central Hidroeléctrica de Caldas, CHEC.

El alba de la coyuntura

Complejo Volcánico Ruiz – Tolima. Departamento de Geotermia, CHEC

Para empezar, un poco de historia sobre los antecedentes correspondientes a un primer

período de esas inequívocas señales entregadas por el volcán, el de los meses previos a las

erupciones del 11 de septiembre y 13 de noviembre de 1985.

La reactivación del Volcán Nevado del Ruiz se advierte desde el 22 de diciembre de 1984, y

las primeras advertencias se vierten a Ingeominas iniciando 1985 con las recomendaciones

de John Tomblin como responsable de la UNDRO, invitado para el caso a Colombia. Dos

meses después se pública la noticia en el diario local La Patria, donde se dan a conocer los

hechos, advirtiendo que la actividad de las fumarolas no eran motivo de alarma.

El 23 de marzo de 1985 realizamos un seminario abierto y concurrido en el Aula Máxima de la

Universidad Nacional de Colombia sede Manizales, en el que se informa sobre una

reactivación del Volcán, sus erupciones históricas y los riesgos, y los posibles eventos

esperados frente una eventual erupción. Todo esto se consigna en el Boletín de Vías y

Transportes Nº53, donde se publica el resultado de un trabajo científico previo adelantado en

el cráter Arenas del volcán por nuestro grupo de trabajo, compuesto por expertos voluntarios,

por profesores de las universidades Nacional y de Caldas, y por miembros del Departamento

de Geotermia de la Central Hidroeléctrica de Caldas CHEC, labor cuyo propósito era mapear

el cráter activo, describir la actividad fumarólica, generar una información adecuada para dar

respuesta a las crecientes inquietudes de la comunidad, y sugerir lo que fuera del caso.

En mayo se recibe la visita del científico Minard L. Hall como delegado de UNDRO, quien

reclama de nuevo la atención a las anteriores recomendaciones de la organización, expresa

su preocupación por la persistente actividad del Ruiz, y de paso señala la necesidad de

acometer una gestión para la atención oportuna del riesgo priorizando las zonas habitadas,

mostrándonos en el lugar el potencial de flujos de lodo del edificio volcánico, consecuencia de

los glaciares y materiales de arrastre, disponibles.

En julio, cuando ya se empieza a percibir el olor a azufre en Manizales, ciudad localizada 30

km al oeste del cráter Arenas, luego de intentar infructuosamente durante los meses

precedentes obtener unos sismógrafos para iniciar el monitoreo del volcán, y de haber

recurrido al Cuerpo Suizo de Socorro para conseguirlos por otra vía, gracias a una gestión

iniciada por Hans Meyer desde el Observatorio Sismológico del Sur Occidente OSSO de la

Universidad del Valle, se establece Ingeominas aportando los cuatro sismógrafos y

justificando su tardanza en la dificultad que tuvo para conseguir las piezas de repuesto; el

hecho en sí y la justificación, permiten mostrar la “importancia” que se le daba al asunto en

Bogotá.

En agosto llega el científico Bruno Martinelli como respuesta del Cuerpo Suizo de Socorro, a

solicitud del Gobernador de Caldas y del Alcalde de Manizales, tras un mes de preparativos

en el cual se decidió desarrollar la tecnología requerida, buscando adaptar los sismógrafos

para operar en ambientes a temperaturas bajo cero grados, lo que suponía hacer uso de la

electrónica militar. Indudablemente estos meses perdidos al lado de la inexperiencia que nos

asistía, serán una de las causas más relevantes en el trágico desenlace de los

acontecimientos.

Entre las actividades emprendidas por el grupo de geotermia, si antes interesaba la

composición de las aguas termales y su estabilidad fisicoquímica, para inferir el ambiente de

presión y temperatura alcanzado en el reservorio y su relevancia o tamaño, para el riesgo

volcánico el objeto ahora debía ser el monitoreo geoquímico de los fluidos de la actividad

fumarólica del cráter, para inferir de su composición eventuales procesos de despresurización

del sistema o ascensos del magma, como consecuencia de la volatilidad decreciente de los

elementos C, S, CL presentes en los gases, fenómenos que suponíamos podrían contrastarse

con la ubicación y eventual migración de los focos sísmicos, energía sísmica liberada y

tipología de señales sísmicas, y con las variaciones en el tiempo de la magnitud y extensión

espacial del campo de deformaciones en el cono volcánico, como expresión del campo de

esfuerzos generado por el magma.

Para información de Ustedes, varios de los que actuábamos éramos de algún modo parte del

equipo organizado desde 1979 por Ariel César Echeverri de la CHEC, con la misión de

investigar el potencial geotérmico del Ruiz; la mayoría ingenieros con 500 horas de instrucción

en Geofísica impartida entre los años 1983 y 1984 por eminentes profesores de las escuelas

italianas de Nápoles y Pisa, y dos miembros del mismo con estudios en Geotermia. Del

equipo hacíamos parte, entre otros, Néstor García Parra QEPD, la geóloga Marta Lucía

Calvache y Bernardo Salazar Arango, como miembros del Departamento de Geotermia de

CHEC, además del grupo de geoquímica de aguas termales de la Universidad Nacional de

Colombia, liderado por la Profesora Adela Londoño Carvajal.

Luces y sombras de la tragedia

Cráter Arenas del Volcán Nevado del Ruiz. Ingeominas

Estando presto a salir Bruno Martinelli para Suiza donde se evaluaría la información fruto del

trabajo de este geofísico de enorme dimensión humana, quien un mes antes había cambiado

un volcán de África, el Niragongo, por el de este escenario colombiano, al medio día del 11 de

septiembre se produce una erupción freática en el Ruiz, cuyas cenizas llegan a Manizales

para despejar las dudas de los más escépticos. Confieso que, si bien desde 1979 estábamos

investigando el tema de los volcanes, el evento nos llevó a esa extraña dimensión que señala

Lévi-Strauss en Tristes Trópicos, dado que frente a semejante fenómeno estábamos como

quien cree saber de un extraño lugar porque colecciona sus imágenes, y al que no ha viajado

para sentir su compleja naturaleza y experimentar su carácter.

Esta erupción del 11 de septiembre, que se hace sentir en la ciudad y que genera pequeños

flujos de lodo que cierran la vía a Murillo por el costado norte del Ruiz, le da la connotación

suprarregional al riesgo, y sobre todo detona la ya aplazada confección del mapa de

amenazas del Ruiz. De lo ocurrido en ella, a finales de ese mes el equipo de Ingeominas pudo

establecer, no sólo la velocidad del pequeño flujo de lodo, sino también la certeza de su

ocurrencia en caso de una erupción mayor, dato importante para estimar el tiempo disponible

para evacuar a Armero. Igualmente Ingeominas informa de un represamiento del río

Lagunillas en la vereda El Cirpe, consecuencia de actividades mineras, como elemento

fundamental que vinculará al imaginario de esos pobladores a la amenaza temida con la

suerte de Armero, así la magnitud de este represamiento, de tan solo 200 mil m3, no

compitiera con el tamaño y alcance espacial de los lahares históricos y por venir.

A modo de información: desde comienzos del siglo XIV hasta mediados del XIX, hubo un

período frío en el hemisferio norte de la Tierra, con tres máximos: 1650, 1770 y 1850. Esta

pequeña edad del hielo expandiendo los glaciares, sumada a la magnitud de las erupciones

históricas del Ruiz ocurridas en 1595 1845 y 1985, cuyos volúmenes se estimaron en 1 Km3,

en 2 Km3 y en 1/10 de KM3 de magma, en su orden, podría explicar la notoria superioridad de

las riadas de 1845 al comparación los tres flujos de lodo. Igualmente, al contrastar los

volúmenes señalados con los períodos de 250 años y de 150 años que separan los tres

eventos, también se podría inferir que la magnitud esperada de una erupción del Ruiz en la

actual fase de reactivación, debería ser por lo menos del orden de 1 Km3. Y aunque el citado

lahar vertido donde se fundaría Armero tres años después, en 1848), se correspondió con un

evento dirigido de ángulo bajo cuyos depósitos se registran en los taludes de la vía a Armero,

habrá que añadir también, primero, que la erupción más probable que se debe esperar del

Ruiz, donde las lavas son de coeficiente explosivo bajo, sería del tipo pliniano, con una

columna de erupción vertical sostenida, y no de colapso como lo han sido las del Cerro

Machín y Cerro Bravo; y segundo, que el período de reactivación del Ruiz podría extenderse

décadas, tal cual se infiere de los antecedentes de la erupción ocurrida en 1595, puesto que

en un mapa de mitad del siglo 16 aparecen registrados como “Vitoria” y “Bolcán”, dos lugares:

el poblado recién fundado de “Victoria” vecino a Mariquita y el “Volcán” Nevado del Ruiz en lo

alto de la cordillera, cuya actividad debió hacerse notar desde esa fracción del valle del

Magdalena.

Tras el evento, se crea el Comité de Estudios Vulcanológicos de la Comunidad Caldense bajo

la coordinación de Pablo Medina Jaramillo, con la secretaría científica de José Fernando

Escobar Escobar como coordinador de Ficducal, fundación que reunía a las cinco

universidades de Manizales y cuyas actas juiciosamente recolectadas por él, dan testimonio

de las actividades y esfuerzos de diferentes instituciones y autoridades de la ciudad buscando

darle buen trámite a una preocupante crisis que no encontraba el eco esperado en el gobierno

central. Como ilustración: cuatro meses antes de la catástrofe aparece la famosa carta de la

Jefe de la Oficina de Relaciones Internacionales del Ministerio de Educación, ofreciendo su

mediación al gobernador de Caldas para que se le solicite por ese conducto a la Unesco

“evitar que el volcán del Ruiz se reactive”.

A finales de septiembre, además del histórico debate del parlamentario Hernando Arango

Monedero, calificado de apocalíptico en una respuesta del ministerio que se justifica con un

pálido balance de acciones insustanciales, el citado Comité que también recibe las

advertencias de UNDRO sobre la posible ocurrencia de flujos de lodo por el rio Chinchiná,

entre otros eventos de menor relevancia para Manizales, conoce del Censo efectuado por

Corpocaldas a lo largo del drenaje de este y sus tributarios, y revisa una carta del Gobernador

de Caldas para solicitarle al gobierno central acciones para atender la problemática. En ese

estado de cosas, recuerdo haber solicitado incluir en ella tareas de preparación para la

comunidad expuesta en las zonas de alto riesgo, y llamar la atención al gobierno para proveer

lo que se requiriera para los evacuados, incluyendo las personas que moran dentro de un

radio de 10 Km y los pobladores de Armero, además de los censados.

Para entonces, los temidos tremores del volcán identificados finalmente por Martinelli y

reportados ahora por el equipo de sismología, a juicio de éste resultaban preocupantes; la

columna de vapor alcanzaba alturas sostenidas que superaban los 10 km y se implementaban

estrategias informativas que hacían uso del manual de UNDRO para el debido manejo de las

emergencias volcánicas. Además, la ya visible exacerbación de la actividad fumarólica, era

interpretada por el grupo de geoquímica como evidencia de que se empezaban a generar los

efectos decisivos previstos por W. Giggembach sobre el tapón del cráter Arenas, y con ellos

una posible reducción en la presión del sistema que conduciría a la erupción.

Entrado Octubre, cuando en tan corto tiempo son notables los avances alcanzados en la

confección del mapa de riesgos encomendado al equipo de geólogos de Ingeominas y la

Universidad de Caldas, y por la implementación del modelo metodológico y teórico propuesto

por W. Giggembach útil para la evaluación de la dinámica preeruptiva en función de la

volatilidad de los componentes gaseosos de los fluidos volcánicos, entre otros: faltaba

monitorear la topografía del edificio volcánico para advertir las posibles deformaciones

causadas por incrementos en el campo de esfuerzos de darse el ascenso del magma.

Entonces se concretan gestiones en el Comité para satisfacer las deficiencias e

incertidumbres sobre un proceso urgido de complementos instrumentales y conceptuales,

como son traer hasta Manizales a Franco Barberi desde Italia, a Rodolfo Van der Laat desde

Costa Rica y a Minard L. Hall desde Ecuador. Incluso a Darrel G. Herd, quien en concurrida

conferencia en el Teatro 8 de Junio en la Universidad de Caldas desestima la ocurrencia de

un desastre en caso de erupción, a pesar de haber señalado en el Comité la importancia de

las tareas que hacíamos en virtud de riesgo existente.

Iniciando la segunda semana de octubre, aparece la versión preliminar del mapa de Riesgos

Potenciales del V. N. del Ruiz, del Ingeominas, donde además de consignarse la historia del

volcán se señalan las amenazas, entre las que se incluyen flujos de lodo de hasta medio

centenar de metros de potencia dependiendo del nivel de riesgo de las zonas, asignándoles

una probabilidad del 100% en caso de erupción importante: riadas que alcanzaban en dicha

cartografía todas las zonas que efectivamente se bañaron de lahares, entre ellas Armero; y

también caída de cenizas de alguna severidad con una probabilidad de 2/3 extendiéndose

solamente sobre una zona orientada hacia el noreste del cráter, y que por lo tanto excluía de

caída de piroclastos en sectores del occidente, omisión para la que sugerimos considerar el

cambio de la dirección de los vientos regionales entre el verano y el invierno, relacionado con

la dinámica del clima bimodal andino, lo que se comprobaba con las cenizas que alcanzaron a

Cartago en 1595 y el 11 de septiembre de 1985.

Entre tanto las labores del monitoreo rudimentario continuaban, confiados en que a falta de un

sistema telemétrico, el volcán se anunciaría a distancia, y que uno de nuestros miembros que

permanecía en el lugar: el Ingeniero Bernardo Salazar Arango, quien exponiendo su vida

observaba los sismógrafos allá para tener información en tiempo real, informaría por radio de

cualquier evento de carácter sorpresivo: ambos, volcán y hombre, cumplieron a cabalidad

pero la última señal no fue suficientemente interpretada, como tampoco las que ya había dado

el volcán.

Hasta aquí la corta extensión espacial y temporal del monitoreo sismológico y geoquímico,

donde gravitaba la falta de observaciones de otras variables físicas como las deformaciones

que dependían de medidas geodésicas no implementadas, y a que las observaciones

morfológicas del cráter y el muestreo de gases que no podían resultar sistemáticas a causa de

las dificultades y condiciones ambientales, resultaban insuficientes: todo este acerbo impedía

generar una línea de base para el volcán, como instrumento con el cual se permitiera

diagnosticar con suficiente aproximación, el grado de anormalidad de los fenómenos

observados.

Recuerdo cómo un día antes de la erupción, el grupo de geotermia descendió por última vez

al fondo del cráter para tomar otra muestra de los gases, intentando capturarlos en las

fumarolas antes de que emergieran y entraran en contacto con el aire, para malograrse. En

esta riesgosa expedición que incluía la tarea adicional de observar posibles dinámicas

morfológicas, no se reportaron cambios significativos del cráter. Pero al día siguiente, el de la

erupción, siendo las 7: 30 PM cuando procedíamos a dar inicio al análisis geoquímico en el

Laboratorio de la Universidad Nacional, observábamos las muestras obtenidas con un aspecto

turbio inquietante, asunto este que sumado a lo del día, permite calificar la imposibilidad que

teníamos de aventurar un pronóstico eruptivo.

Noche de muerte y destrucción

Armero 1985. armeroguayabal-tolima.gov.co

Y a los pocos días de haber concluido la elaboración del mapa de amenazas, a pesar de la

caída de cenizas que desde horas de la tarde afectaba a Armero, de las llamadas al cuerpo

de bomberos de la “Ciudad blanca” efectuada desde uno de los municipios cordi lleranos, de

haberse informado el inicio de la erupción por la doble vía que se esperaba: la del volcán y la

del hombre: los flujos de lodo, estimados después en 100 millones de metros cúbicos,

descendieron raudos desde los glaciares del volcán nevado y avanzaron arrasándolo todo,

hasta alcanzar los poblados ubicados en los valles de salida de los ríos; pero la población no

fue evacuada. Por la vertiente del Cauca las riadas tardaron más de una hora hasta Ríoclaro y

parte del Chinchiná, y por la del Magdalena, unas dos horas hasta Armero transitando por la

cuenca del Lagunillas, y dos horas hasta las partes bajas de Mariquita primero para seguir

luego a Honda, por el Gualí. En Armero los lahares, masas donde participan agua y sólidos

por mitades, cubrieron con 2 m de lodos unos 30 km2 del valle en varias direcciones, incluida

la norte ajena a este drenaje.

Y como me he preguntado ahora: ¿por qué antes del 13 de noviembre no se produjo ninguna

acción, ante la advertencia expresa de que en caso de una erupción, Armero sería borrado

por una avalancha? -esto de conformidad con lo que el mapa oficial mostraba desde su

primera versión de inicios de octubre, así fuese preliminar-. Posiblemente el trabajo que

emprendimos a la fecha fue tomado como un simple ejercicio académico, o también, la

sistemática preocupación por la información que se daba en la prensa, dudosamente

calificada de alarmista, terminó con sus voces por apagar las luces de sensibles periodistas, y

con ello por desmantelar una estrategia que pudo contribuir a la apropiación social de la

prevención del desastre.

Calificados expertos de varios países, después de recopilar la información sobre los

antecedentes y analizar los hechos, coincidieron en denominar ésto como una catástrofe

anunciada, mientras aquí unos y otros rompían sus vestiduras amparados en la imposibilidad

de predecir el comportamiento de un volcán, para desconocer los pronósticos y decir que la

suerte padecida por unos 25 mil colombianos, fue culpa de la indómita naturaleza.

En comparación con los eventos históricos del Ruiz, acaecidos en 1595 y 1845, la segunda

entre las tres parece haber generado los mayores flujos de lodo, y la que nos ocupa resultó

ser la de los lahares más modestos y la erupción de menor magnitud. Además, si bien la

erupción de 1985 fue calificada de subpliniana, al cobrar unas 25 mil vidas queda la lección

para no subestimar estos eventos, dado que la del Ruiz (1985) con apenas 1/10 de Km3 de

magma aportado, con las 25000 vidas cobradas se ubica en el tercer lugar entre los desastres

volcánicos más catastróficos ocurridos desde 1800, después del Tambora (1915) con 56000

víctimas y del Krakatoa (1883) con 36400.

Esto es, hace 25 años, a pesar del compromiso de la comunidad científica que asumió tareas

y del esfuerzo de la cruz Roja y la Defensa Civil locales en materia de prevención, queda

pendiente pagar un saldo que únicamente se liquida sin volver a repetir la tragedia de Armero.

Y lo digo porque antes de la erupción del 13 de noviembre de 1985, previo al paroxismo de las

9:20 de la noche, hora local, desde las 3:05 de la tarde hubo emisiones de ceniza, y antes del

anochecer a modo de señal premonitora la arena volcánica y fragmentos de pómez del Ruiz

caían sobre al poblado tolimense, en un ambiente enrarecido por un extraño olor azufrado.

Todo porque allí como en otros lugares se carecía de una instrucción precisa, de unos medios

mínimos y de unos procesos adecuados, para que la población evacuara frente a un evento

sorpresivo pero que también daba tiempo, al menos, para mitigar la desgracia. Esto es, la

insuficiencia de la información gravitó, ya que no resultó suficiente la historia y el mapa, al

faltar las instrucciones y el protocolo para evacuar, señalando el por qué, cuándo, cómo y a

dónde, por lo menos. Incluso, faltaron los simulacros del caso como parte de la información

intangible.

Epílogo

Mapa de Amenazas potenciales del Volcán Nevado del Ruiz. Gonzalo Duque Escobar (1986)

Luego de los sucesos de Armero, cuando se dan las frecuentes noticias sobre las crisis del

Galeras, del Huila y del Cerro Machín, no dejamos de preocuparnos a pesar de saber que

nuestros científicos de Ingeominas están altamente capacitados, de que se hayan hecho

estudios sobre el riesgo y de que se tengan mapas de amenaza y de contar con un sistema

de monitoreo eficiente.

Esto porque a pesar de la existencia del Sistema Nacional de Prevención y Atención de

Desastres que ha hecho grandes esfuerzos y se ha consolidado, siempre quedan como

preguntas: por qué las personas no evacúan y qué falta en términos tangibles e intangibles.

Como evidencia de lo primero, antes del terremoto del Quindío el Comité Local de

Emergencias del pequeño municipio de Pijao, epicentro del sismo, no sólo se reunía

periódicamente y producía sus actas, sino que contaba con presupuesto y tomaba sus propias

decisiones, tal cual lo hizo el 25 de enero de 1999 y días siguientes, a pesar de quedar

incomunicado el poblado y desarticulada su comunidad del contexto regional y nacional.

También, porque la “galerización”, término extraño para entonces y para quienes no saben del

Galeras, pero que refuerza la dialéctica del discurso como herramienta estratégica para

entender la problemática que existe en Pasto, donde se repite lo que se hizo en Manizales

cuando se desdibujó una estrategia comunicativa con expresiones como “aquí todos éramos

vulcanólogos”, ya que eso posiblemente, lo de haber “galerizado a Armero”: habría salvado a

muchos armeritas de la hecatombe, del mismo modo que lo han hecho las comunidades

indígenas con las avalanchas del Huila de abril de 2007.

La dimensión social, política, cultural y económica, podría darnos esas respuestas, que

espero no se resuelvan con nuevos desastres.

Con las leyes de la Cultura, del nuevo Sistema Ambiental y de la Reforma Urbana, hoy en

Colombia se contempla la dimensión de los desastres y se consagra el derecho de la

participación ciudadana; pero urge implementar la gestión integral del riesgo, primero

asegurando las acciones misionales de institutos como el Ingeominas y las de complemento

de las autoridades ambientales, a quienes corresponde las acciones en esta materia, y donde

la previsión a corto plazo que se relaciona con los procesos geodinámicos y afines, incluye las

tareas de observación sistemática de variables físicas y el desarrollo de modelos. Y otra, la

previsión general que se materializa en mapas de amenaza para estudiar los riesgos

naturales y asegurar el uso sostenible del suelo, temas para los cuales en materia de

cartografía y de acciones de las autoridades territoriales, encontramos profundas deficiencias.

Esta loable y muy difícil labor para el caso de los volcanes activos, la han desarrollado

oportunamente los científicos de Ingeominas en los tres segmentos de los Andes

colombianos; pero en los planes de desarrollo y ordenamiento territorial, y de ordenamiento

ambiental de cuencas, sabemos no se contempla la dimensión regional, ni se han aplicado los

mapas de amenaza volcánica para proceder con una ocupación no conflictiva del suelo en

términos de exposición o generación de riesgos durante los períodos de calma, caso volcanes

Cerro Bravo y Tolima.

Me temo que con esa visión de corto plazo y la baja propensión a las acciones estructurales

señaladas, estamos desaprovechando el esfuerzo de muchas instituciones del país, como la

de los vulcanólogos, comprometiendo la suerte de la Nación y exponiendo varias

comunidades vulnerables de Colombia.

Mil gracias,

Manizales, Noviembre 9 de 2010

—- Relacionados: Armero, noche de muerte y destrucción, en: http://godues.wordpress.com/2014/11/19/ Anotaciones sobre el riesgo sísmico en Manizales, en: http://www.bdigital.unal.edu.co/5949/ Calentamiento global en Colombia, en: http://www.bdigital.unal.edu.co/3673/ Desafíos del Complejo Volcánico Ruiz-Tolima, en: http://godues.wordpress.com/2013/06/09/desafios-del-complejo-volcanico-ruiz-tolima/ La amenaza volcánica de Cerro Bravo, en: http://godues.blogspot.com/2013/06/la-amenaza-volcanica-de-cerro-bravo.html Manual de geología para ingenieros, en: http://www.bdigital.unal.edu.co/1572/ Riesgo en zonas andinas por amenaza volcánica, en: http://www.bdigital.unal.edu.co/1679/ Riesgo en la zona andina tropical por laderas inestables, en: http://www.bdigital.unal.edu.co/1681/ Sismos y volcanes en el Eje Cafetero: Caso Manizales, en: http://www.bdigital.unal.edu.co/6544/

Una política ambiental pública para Manizales, con gestión del riesgo por sismos, volcanes y laderas, en: http://www.bdigital.unal.edu.co/6497/ Volcanes…, en: http://godues.wordpress.com/2012/05/13/volcanes/ ---

* Profesor de la Universidad Nacional de Colombia, sede Manizales

http://godues.wordpress.com