de la guerra sucia a la guerra psicológica: el caso de el ... · la guerra sucia y guerra psico...
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Revi.t.ade poialJos!a de El Salvader, 1990. Vol. !X, N"35. 109-122UCA. San Salvador, El Salvoder. C.A.
DE LA GUERRA SUCIAA LA GUERRA PSICOLOGICA:EL CASO DE EL SALVADOR·
Ignacio Martín-Baró
Guerra y democracia en ElSalvador
Para entender los problemaspsicosocialesdelosrefugiadosesesencial lograr una comprensiónde las circunstancias desencadenantes de su huida (ver Kunz,1981;Stein, 1981). No es lo mismoelpollticoelliliadotraaelderrocamientodeun gobiemoqueel profesional que sale de su paísala búsqueda de un espacio vital; ni es lo mismo quien huyehastiado de la violencia bélicaque quien tiene que escapar parasalvar su vida, taloneado por 108escuadrones de la muerte.
Según la imagen oficial, fundamentalmenteaceptadaporlos
grandes medios de comunicaciónmasivaintemacionales, El Salvadorhabría entrado desde 1984 enun proceso de democratización,proceso iniciado por unas eleccionespresidencialesbastantelibres y caracterizado por unaapertura de espacios pollticosyuna notoria mejora en el respetoa los derechos humanos de lapoblación. El Salvador habríadejado así de ser "la oveja negra"del mundo occidental, para convertirse en ejemplo de un pequeilopaisque, con la ayuda delos Estados Unidos, estarla luchando por sair del subdesarrolloy por combatir democráticamentelas ambiciones del comunismo internacional. que pretenderlahacer de él una simple base para
• Tomade de Aron. Adrianno(Ed.l. Fugo. EziJioyRe_. LoaoJud ...nl4lyelrofu8i¡MlD. San Frana-, California: CommlU'" for Heelrh Righlll in Conlnll Ame.r!eaICHRICAl.1988• .,.,..3·22.
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sus pretensiones hegemónicas.
Desgraciadamente, la imagenoficial es una imagen distorsionada de la realidad,periódica·mente cuestionada pcr Ics aeonteeimientos internos. Sin ir máslejos,durantelosmesesdemayoy junio de 1987,una serie dehechos ha llevado al temor deuna reaparición de los eseuadrones de la muerte y de unareproduec:ión de las peoresformas de terrorismo estatal vividasdurante 1981-1982. Entre esosacontecimientos esté el secuestro, tortura y decapitamiento deun líder sindical campesino, elsecuestro y desaparición de otrostreslíderessindicales,elapresamiento y degüello de tres carnpesinos,quelograroneseaparconvida,todoelloporhombresidentificados como miembros de laFuerza Armada; el dinamitamiento del local de un comité demadres de presos y desaparecidos polítieos, y una nueva listanegra hecha pública por el Ejército Seereto Anticomunista (cornomuestra, ver una narración sobrecampesinos degollados en Chalatenango, 1987). Estos hechos hanobligado al gobierno y ala Fuerza Armada a desmentir inmediatamente su responsabilidad alrespeetoyarenovarsucompromiso público een la demoeraeia yel respeto a los derechos huma-
El temor por la reaparicióndelterrorismodeestadoes,cuan-
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do menos, ingenuo; porque, si noen su forma, sí en sus objetivos,la guerra sucia en ningún momento ha dejado de ser un ingrediente esencial para el proyectosoeiopolítieo que Estados Unidosesté tratando de realizar en ElSalvador. Más allá deinterpretaeiones ideológicas, de uno uotro signo, los datos no dejan ninguna duda al respecto; y losdatos muestran que, en 1986, seprodujeron en El Salvador nomenos de 122 asesinatos atribuidos a los escuadrones de la muerte,esdecir, diez asesinatos pormes,sineontarotrasmatanzasyviolaciones a los derechos humanos más fundamentales atribuibIes alas fuerzas gubernamentales(verIDHUCA, 1987).
y es que el proyecto norteamericano tiene como su metaesencial la eliminacion del movimiento revolucionario y sólosecundaria o derivadamente lainstauración de la demoeraeiaenel país. Por ello, en un primermomento se trató de lograr laaniquilación de los grupos insurgentes en forma rápida y brutal,combinando el accionar militarcon una campaña de represiónmasiva de la población civil. Pero, tras el fracaso de esa earnpaña, el proyecto ha entrado enuna nueva fase que pretende legrar el mismo objetivo bajo foromas demoeréticas que justifiquenal proyecto mismo. Ello produceuna permanente contradicciónentre lasneeesidades militares y
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las exigencias políticas, entre elobjetivo de eliminar toda oposiciónyprotestasignificativas,ylanecesidad de ofrecer o aparentarrespeto al libre juego político.Así, el proyecto norteamericanopara El Salvador se ha visto obligado a buscar una forma deguerra sucia que le permitiera aleanzarsusñnes, eludiendo costospolíticos. Y la respuesta se creehaber encontrado en la guerrapsicológica.
Nuestra tesis es que la guerrapsicológica que actualmente desarrolla la Fuerza Armada en ElSalvador es la heredera de laguerra sucia que se realizó entre1980 Y 1983,yaqueestamodalidad de guerra paralela permitelograr los mismos objetivos yproduce similares consecuenciaspsico8OCÍalesenlapoblación,pero logra salvaguardar la imagende democracia formal, tan necesaria a Estados Unidos para conservar el apoyo de la opiniónpübliea y aun de ctros gobiemosdemocráticos hacia su política enel área. No se pretende decir quela guerra sucia y guerra psicológica sean idéntidas, sino que laguerra psicológica es la nuevamodalidad de la guerra sucia enla ectual etapa del conflietc salvadoreilo.
La guerra paralela
Examinaremos nuestra tesiscontrastandotresaspectosesencialesdelaguerra sucia y de la
guerra psicológica: sus objetivos,sus medios y las consecuenciaspsico8OCÍalesqueproducen.
ObjetivOll
La guerra sucia no se dirigesólo ni quizá primordialmente aaquellos que de una forma abierta se levantan en armas contraun régimen establecido; la guerrasucia va orientada contra todosaquellos sectores e individuosque constituyen la base de apoyo,material o intelectual,real o potencial, de los insurgentes. Perocomo no existe unajustiñcación,nipolíticanilegal,paradirigiratodo un ejército oa las fuerzas deseguridad de un país contra lapoblación civil,latarea se encomienda a grupos clandestinos,los famosos "escuadrones de lamuerte". Deestamanera,sepuede realizar un programa de eliminación sistemática de enemigos, reales y potenciales, sinmanchar públicamente la imagende las fuerzas que lo realizan.
Esto es lo que ocurrió en ElSalvador entre 1980 y 1983:grupos de ''hombres armados vestidos de civil" secuestraron, torturaron, asesinaron e hicierondesaparecer a miles de salvadoreilos sospechosos de colaborarcon el movimiento revolucionarioo de simpatizar con su causa.Cálculos conservadores elevan ano menos de 27,000 las víctimasde esta guerra sucia entre 1980 Y1983,esdecir,unodecadados-
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cientos salvadoreños (ver CUDI,1980·1983). La impunidad conque operaban estos grupos fuesiempre total,loquenohubierasido posible sin la connivencia,apoyo y patrccinio de los poderesmilitarypolíticodelpais.
La guerra sucia 10gr6 tres importantes objetivos (a) desarticular las organizaciones de masapopulares: la existencia mismade organizaciones que no fueransimpatizantes del gobierno sevolvió imposible y aquellos militantes que no fueron eliminadostuvíeronqueirsealamontailaoalacJandestinidad,oabandona·ron la lucha, agarrotados por elterror; (b) eliminara muchas delas figuras de oposición más significativas: por ejemplo,la dirigencia del Frente DemocráticoRevolucionario (organismo poli·tieo que agrupa a las principalesorganizaciones opositoras), elRector de la Universidad de SanSalvador, Dr. Félix Ulloa, y elArzobispo de San Salvador, Mon·seilor Osear Amulfo Romero; y(c) debilitar las bases de apoyodel movimiento revolucionario entodos los sectores de la población:profesionales, estudiantes, trabaiaderes, campesinos. En estesentido, no cabe duda de que laguerra sucia tuvo éxito; un éxitomacabro, ciertamente, pero éxitoalfinyalcabo.
Sin embargo, la guerra suciaarrastraba también graves cosotos: a pesar del anonimato con
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que se realizaba el trabsjo de losescuadrones, resultaba dificilconvencer a la opinión públicamundial que eso podía ocurrir sinla connivencia de las fuerzas oficiales, Constituía entonces unaardua tarea justificar el apoyocasi incondicional que ofrecía losEstados Unidos a un régimenque se hacia acreedora la condena por su vielaeién sistemática alos más fundamentales derechoshumanos, y más aún lograr paraél nuevos apoyos internacionales.Alahora de defender al régimensalvadoreiloenlosforosinterna·cionales, el gobierno de RonaldReagan se quedaba préctieamente sólo,quizá con la eompailía de regímenes como el de PinochetoeldeStroessner.
Por ello, desde 1984, y antelos inesperados éxitos militaresde los insurgentes que amenazaban inclu80con desarbolar alejército nacional,se plantea lanecesidad de una nueva fase paralaguerra salvadoreila: erapreciso seguir adelante con elproyecto de eliminar al movímiente revolueionariec lo que exigíaunaintensificacióndelac.cionarcontrainsurgente, en par·ticulardelaguerraaérea,perohabfa que eludir Ics cestcs pohtícos de la represión masiva queobstaculizaban el desarrollo de lamisma guerra militar. Se volvíanecesario por tanto iniciar unproceso legitimador de la guerra,y nada más seductivo en el mundo occidental que la democracia
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formal, Se propuso, entonces, unproceso de democratización queavanzase a la par del proceso depacificación, de tal manera quelas conquistas militares se transformaran en victorias políticas yel quehacer político sellara lavictoria popular. La figura deNapoleón Duartejugaria un papel crucial en esta nueva fase,tanto por su imagen de hombredomocrático como por sus conexiones con la Internacional Dem6crata Cristiana, tan influyenteen los países europeos y en lospaíses latinoamericanos.
Si se hubiera buscado realmente la instauración de unademocracia y se hubiera ido a lascausas estructurales del eonflicto,quizásel nuevo plan hubieratenido éxito; pero ello hubierasupuesto una subordinación de laguerraalademocracia,ynoalainversa y, por tanto, hubierasupuesto hacer de la guerra uninstrumento político y no de lapolítica un instrumento más deguerra. Esta visión desbordabacompletamente el diagnóstico delgobierno norteamericano, convencido de que en El Salvadortenía que lidiar su particularguerra con el expansionismo soviético y, por tanto, de que elpeligroalapazyalademocraciaprovenía de la "agresión comunista" y no de unas contradiccionesinternas de miseria opresivay de injusticia estructural.Así, impulsada por la obsesiónanticomunista de la Administra-
ción Reagan, la nueva fase de laguerrasalvadoreilahatratadodeaplicar la doctrina de los "eonñietos de baja intensidad" (ver Barry, 1986; Castro y Vergara,1987),produciendounademocracía formalista totalmente supeditadaalosplanesbélicos,esdecir, a servir de cobertura políticaa la continuación delaguerramilitarcontra losmovimientos revolucionarios.
Según Barry (1986, págs. 2325),laguerradebajaintensidadse plantea en tres frentes: elcampo de batalla mismo (utilizando tácticas similares a las delaguerrillaytratandodeinvolueraren la lucha a todas las instancias sociales), las instituciones estadounidenses (como elCongreso), y la opinión pública,nacional e internacional. Ahorabien, en ninguno de estos tresfrentes se atiende adecuadamente las causas profundas de laguerrasalvadoreilay, por tanto,las raíces del descontento y larebeldía. De ahí que la nuevafase haya requerido, como la anterior, una política de eliminación sistemática de las basesde apoyo al movimiento insurgente. Eso sí, la eliminación debía adoptar nuevas formas, querespetaran el marco establecidopor la guerra de baja intensidady, para el caso concreto de ElSalvador, las exigenciasfonnalesde la democracia. Surge así lanecesidad de la guerra psicológica, es decir, de aquellos pro-
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gramas que buscan la anulaciónde los enemigos, no mediante sueliminación /lsica, sino tambiénmediante su conquista psíquica.Se trata de aniquilar al enemigocomo tal,ganando "su mente y sucorazón". De esta manera ya noserá necesario ocultaren el anonimato a los autores de estaguerra paralela sino que iclusopodrá ensalzárseles como patriotasy héroes nacionales.
La guerra psicológica desarrolladaen El Salvador pretende,por tanto, ser la fonna democratizada de lograr los mismosfines que la guerra sucia. Pero,¿se trata realmente de una formademocrática de hacer la guerra?
Ante todo, hay que subrayarque la guerra psicológica es, alfin y al cabo, una manera dehacer la guerra. Como la guerrasuciay,en definitiva, como todaguerra, busca la victoria sobre elenemigo por medio de la violencia. Hablar de "guerra democrática" no deja de ser un contrasentido.Según los unos,laguerra psicológica persigue conquistar mentes y corazones de lapoblación, de tal manera quedescarte cualquierotraaltemativa política (ver Aguilera, 1986);segúnlosotros,laguerrapsico·lógica no pretende más que "eerromper la conciencia social deladversario" (Volkogonov, 1986;pág. 39). Pero, en el mejor de los
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casos, la guerra psicológica no sepropone lograr la adhesiónpolftica de la población como unobjetivo en sí mismo, que sea laconsecuencia de haberrespon·didoasusnecesidadespersonales y sociales, sino como un medio para impedir que apoye alenemigo. En otras palabras, loque se busca es el apoyo de lapoblación, no satisfacer sus demandas, pero ganar su mente ycorazón, aún cuando su situacióny sus condiciones no cambien ysus necesidades queden realmente insatisfechas. Aquello quela guerra bélica y la guerra suciabuscan mediante la eliminaciónfísica, la guerra psicológica lobusca mediante la descalificacióno inutilización mental. Como enel caso de la tortura, los métodospsíquicos sustituyen a los físicos,pero en ambos casos se trata dequebraralapersona,deacabarcon su autonomía y su capacidadde oposición, no de dar campo asulibertadyasusopciones.
Es importante aclarar que laguerra psicológica no se reduce alámbito de la opinión pública,como pudiera creerse, o que susmétodos se circunscriben a carnpai\aspropagandísticas;laguerra psicológica pretende influiren la persona entera, no sólo ensus creencias y puntos de vista, Yse vale de otros medios ademásde las campañas prepagandísti-
Desde el punto de vista psi-
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cosocial,el recurso principal delque echan mano tanto Ia guerrasucia como la guerra psicológicapara eliminar el apoyo al enemigo bélico es el sentimiento deinseguridad, un sentimiento quenada tiene de objetivo, sino quecorresponde fielmente a un ambiente social objetivo creado intencionalmente por los detentadores del poder (ver Lira,WeinsteinySalamovich,1985-1986l.
Para crear ese ambiente deinseguridad,laguerrasuciasesirve de la represién aterroriwnle, es decir, de la ejecuciónvisible de actos crueles que desencadenan en la población unmiedo masivo e incontenible. Así,mientras la represión misma produce la eliminación física de laspersonasqueconstituyenelblanco directo de sus acciones, su carácter aterrorizan te tiende a paralizar a todos aquéllos que, deuna u otra manera, puedan sentirse identificados con algún aspedo de la víctima; de ahí lanecesidad que tiene el terrorismode estado y, en concrete, la guerrasucia, de que la población seentere de los hechos, aunque lapublicidad como tal resulte contraproducente.
También la guerra psicológicabusca crear un clima de inseguridad para lograr sus fines. Pero,en lugar de utilizar la represiónaterrorizante, emplea lo que pudiéramos llamar la represién ma-
nipuladora. Ya no se trata de paralizar completamente a la peblación civil,pero sí de inhibir surebeldíapotencialodeimpediralmenos su apoyo efectivo al enemigo. Es necesario, por tanto,que las gentes conserven su dosisde miedo, y ello se logra mediante una sistemática e imprevisibledosificación de amenazas y estimulos, de premios y castigos, deactos de amedrentamientAl ymuestras de apoyo condicionado.Así, la guerra psicológica combina aetoa de "acción cívica" (medalidadmilitardelabenefienciapúblical con operativos de granviolencia bélica, trato comprensivo a las personas tras su aprisionamiento irnprevísto, ofertasdadivosas tras hostigamientoaagotadores a los diversos gruposy seetores sociales. En todo mementAl,losejecutAlresdela guerrapsicológica uumen un comportamíento prepotente, que dejaclaro quién es el señor, quién dao quita, quién define y decide. Lamilitarización de la vida cotidianay de los principales espaciossocialesconlribuyea laomnipresenciadel control prepotenteydela amenaza represiva. Ocasionalmente un acto de represión aterrorizante preavivará el sentímento de miedo agudo en lapoblación. De este modo se propiciaun ambiente de inseguridad, imprevisibleensusconsecuenciu,que reclama de parte de lupersonas una sumisión completaa los dictados del poder.
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Uno de los mecanismos depresión psicológica más comúnmente empleados en la tortura esel de hacer sentir a la personaque se encuentra sola, que susfamiliares,amigosycompailerosle han abandonado, que ya nadiese preocupa por ella (verWalson,1978; Corominas y Farré, 1978;Peten, 1985). De manera análoga, uno de los métodos caraeteristicos de la guerra psicológicaconsiste en hacer sentir solos alos grupos y seclores que puedenrepresentar un apoyo potencial almovimiento revolucionario. En ElSalvador, se ha tratado de aislarmediante "cordones sanitarios"de todo tipo a aquéllas poblaciones u organismos de quienesse sospecha que pueden ayudar osimplemente simpatizar con losinsurgentes. Hay cercos y retenesque impiden a quienes viven enzonas conflictivas entrar o salirlibremente de sus poblaciones,transportar víveres o medicinas yaun vivir y trabl\iar allí, Losmiembros de organizaciones humanitariassonsistemáticamentehostigados,detenidos,interrogados y registrados, cuando no sonamenazados y aprisionados, insultados y golpeados; públicamente se les acusa de servir defachada e instrumento a los movimientos revolucionarios y sehace pender permanentementesobre ellos la amenaza de peligrode su vida. y cuando, como en elcaso de los comités de madres,este hostigamiento permanenteno basta para paralizarlos, se les
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dinamita el local como un claroaviso de que pueden volverse atomarmedidasdemayormagnitud,
En este eentexte de inseguridad,adquiere más fuerza la propagandaoficial con su insistenteinvitación a "incorporarse al proceso democrático", puesto que"ahora ya se puede expresar ycanalizarpúblicamentelaoposicién", A través de una campailaomnipresente, los medios de eomunicaciónmasivadarénaconocercontinuasdeserciones,realeso presuntas, de militantes insurgen tes junto a informacionessobre los fracasos militares de laguerrilla y su recurso "desesperado" al terrorismo más rastrero,abonando así el sentimiento deinseguridadyabandonodelsimpatizante,esdecir,susentimientode impotencia y de futilidadante la lucha que, al parecer, notiene porvenir ni sentido.
Tanto la guerra sucia como laguerra psicológica constituyenformas de negar la realidad. Enel caso de la guerra sucia, el anonimato, la clandestinidad y laimpunidad convierten a los "escuadrones de la muerte" en movimientos fantasmales, de losque incluso se teme hablar. Másaún, la desaparición de muchasdesusvfctimas,sistemáticamente negadas por las instanciasoficiales, que inclu80hacen recaer sobre ellas la insinuación dequesehanidoalaguerrilla,
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vuelve a su existencia y su quehacer més irreal, más l\ieno a lascategorías de la realidad. En elcasodelaguerrapsicol6gica,Iapropia realidad cotidiana es negada como tal y redefinida por lapropaganda oficial. Los continuospartes oficiales se convierten enla "realidad por más obvia quesea sudistorsi6n de los hechos.Esta definici6n de la realidaddesde el poderestablecido,masi·vamente difundida por todos 108medios de comunicaci6n, acechae invade la conciencia de las personas, que no pueden fonnalizarsu percepci6n y vivencia de losacontecimientos, lo que les dejasiempre en la incertidumbre de sino estarán equivocados (verMartín-Bar6,1985).
En ese ambiente de mentirainstitucionalizada se produce unaverdadera inversi6n orwelianadelas palabras. Matar se vuelve unacto encomiable, mientras atenderalnecesitadoseconvierteenunaacci6nsubversiva;destruirhospitales es ensalzado como unservicioalapatria,mientrasqueproporcionar atenci6n médica alas víctimas de la guerra es condenado como un quehacer terrorista; ignorar y aún alabarlaviolencia bélica es virtud cristiana o muestra de nacionalismo,pero denunciarlos atropellos ocondenar las violaciones a los derechos humanos llega a constituiruna "instrumentalizaci6n dela fe cristiana" o manifestacionesprcpias de t'malos salvadoreños".
Consecuenciu psic:oeocialel
No es posible establecer unadistinci6ntotalentrelasconse·cuencias de la guerra militar ylas consecuencias de la guerraparalela, ya sea la sucia ola peicol6gica, puesto que se lratadedos dimensiones complementarias de un mismo proceso. Contodo,aquínoslimitaremosalimpactodelaguerraenlapoblaci6ncivil, no combatiente, que esla que por principio se orientaprincipalmente la guerra paralela.
Sin duda la primera consecuencia la constituye la propiaeliminaci6noanulaci6nfisicadelas personas. El asesinato y elaprisionamiento,la desaparici6nyla tortura siguen siendoprácticas relativamente comunes en ElSalvador, y el hecho de que sucantidad haya disminuido significativamente con respecto a 108aII08de1981-1982noquieredecir ni mucho menos que hayandesaparecido o que se hayan reducidoanivelescuantitativ08Ycualitativos "tolerables" (verAmericasWatch,1986).
Junto a las lesiones corporalesestán las marcas psicol6gicas,tanto las causadas porhech08particulares traumáticos, comolas generadas por el ambientepennanente de hostigamiento einseguridad. Según GuillennoMártir(l986),la guerra ha producido un significativo incre-
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mento de hasta el 20% de lasenfermedades psicosomáticasentre los pacientes del InstitutoSalvadoreño del Seguro Social.En una reciente encuesta realizada por el IUOOP (1987), uncien por ciento de la poblaciónadulta urbana salvadoreña indicaba que las enfermedades másfrecuentes entre los miembros desufamiliaeranlasnerviosas;angustia, tensión, "nervios", etc. Esmuy probable que este porcentajesea todavía mayor en las áreasrurales,sobretodoenlassometidas más directamente al accionarbélico y a las operaciones de gueITa psicológica, como parece probar el estudio de Mártir.
Una consecuencia psicosocialmuy seria de la guerra paralela,tanto de la sucia como de la psicológica, lo constituye el bloqueoal desarrollo de un tipo de identidad personal que asume unaopciónpolíticarevolucioanariayaún simplemente contraria al sistema establecido como horizontevital. Laspersona.s se ven directamente agredidas en su carácterde sujetos políticos (Lira, WeinsteinySalamovih,1985-6)loque,en muchos casos, constituye eleje que articula su proyecto devida. Ceder a la agresión representa una fuente de frustraciónexistencial y de autodevaluecién,mientras que resistir a ellasupone arríesgar la propia vida y lade su familia. Como señalanLira, Weinsteiny Salamovich, laguelTapsicológicapropicialade-
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spolitización intencional de laspersonas. No se trata, entonces,de una indiferencia política delas masas o de un presuntocarácter pasivo de los latinoamericanos, sino de una forzosainhibición de sus opcionespolítico-sociales.
El connicto ético-político queconfrontan IBBpel'8Onas, sobretodo en la medida en que SUB
actos involucran la vida de terceros Oa familia y/u otros) termina frecuentemente con lahuída del país (ver Aron, 1987).En algunos casos esta huída esdesencadenada por algún hechoaparentemente trivial o relativamente menor, en términosobjetiVOS, sobre todo si se le comparaconotrascircuns!.anciBBvividB8por la misma persona con anterioridad;pero,enlogeneral,setrata de "la gota que desborda elvaso" del aguante de la persene,que siente que su resistencia paicológica se desmorona.
Una consecuencia colectivamuy importante la constituye ladevaluación de la lucha por lajusticia y el desprestigio moral dequienesasumenlascauaasrevolucionarias. La mentira institucionalizada logra mancharlosideolesy comportamientos revolucionaros, vinculándolos a motivacioness6rdidasorelacionán·dolos con desempetlos inmorales.La construcción de un mundosimbólico de carácter orwelianono deja de afectar así la concien-
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Figura 1Dos modalidades de "guerra paralela"
''La guerra sucia"
ObjetivosCoasecueaeíespsicosociales
Anula~ió.ndel Guerrilla 1I Eliminación bélica -+ Guerra militarmovimíento -+ -+
revolucionario Partidarios -+ Represión -+ Guerra psieo-Simpatizantes manipuladora lógicaPoblación
Extenninio del Guerrilla
r:~~~~:~o -+ PartidariosSimpatizantes
Objetivos
-+-+
Eliminaciónbélica-+ Guerramilitar
Represión -+ Guerrasuciaaterrorizante
''La guerra psicológica"
Medios
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cia colectiva y el horizontehist.óricodelospueblos.
La figura 1 presenta esquemáticamente el paralelismo entre la guerra sucia y la guerrapsicológica como dos modalidadesde la guerra paralela".
Si nuestra tesis es válida y laguerra psicológica representauna modalidad de la misma guerra sucia adaptada a la nuevafase de la guerra civil en ElSalvador, se siguen algunas conclusiones importantes para lacomprensión y tratamiento de losproblemas de la salud mental delos refugiados salvadoretlos.
1. Aún cuando cuantitativa ycualitativamente la violación alos derechos humanos mediantela represión po1fticahaya disminuído en El Salvador, esto noquiere decir que no existan condicionespo1fticas en el país queobligan a muchas personas abuscarrefugioenelelltranjero.En este sentido, creemos que tanerróneo es afirmar que en ElSalvador nada ha cambiado alrespecto entre 1981yelmomentoactual, como mantener que hoydía sólo lascircunst8ncias económicas justifican la migraciónde los BBlvadoretloshacia otropaís. Resulta entonces esencialanalizarlas nuevas modalidadesde la guerra paralela y precisaren qué medida la guerra psico-
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lógica puede estar produciendoresultados psicosociales tan deletéreos como los de la guerrassuciay,portanto,forzandoalahuída. Además, esta reflelÓóntiene tanta importancia para enfrentarlos problemas de los quehuyen como para los de aquellosque, voluntaria o forzosamente,vuelven al país.
2. Resulta crucial enfatizar lanecesaria dimensión colectiva y,portanto,po1fticadelaBBludmental (Martín-Baró, 1984).Como muy bien indica EugeniaWeinstein (1987, pág. 38), undatlo socialmente causado sólopuede ser socialmente reparado".No se puede pensar, entonces,que los problemas de los refugiados son adecuadamente solublesmediante la psicoterapia, ya seaindividual o grupal. Losproblemas de los refugiados requierenuna verdadera "socioterapia", enel sentido apuntado por AdrianneAron (1987, págs. 17-18) de unareconstrucción social de su vida yla de su propia comunidad, desgarradasporlarepresiónylaguerra.
3. Una última reflellÍón conciemealaresponsabilidadéticade los psicólogos. Se sabeque algullOS profesionales cooperan,con mejoro peor conciencia a larealización de la guerrapsicol6gica. Cabe preguntarse si no hallegado el momento no sólo dec1arificarelcarácteréticodeestacooperación sino de contrarrestar
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la guerra psicológica con unacampatla masiva en favor de unaauténtica paz (ver Departamento, 1986),Y ello como parteesencial de esa "socioterapia" necesaria al país.
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