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Texto Litúrgico
Exégesis
Comentario
Teológico
Santos Padres
26junio
Domingo XIII Tiempo Ordinario
(Ciclo C) – 2016
Aplicación
Directorio
Homilético
Información
Textos Litúrgicos· Lecturas de la Santa Misa· Guión para la Santa Misa
Domingo XIII Tiempo Ordinario (C)
(Domingo 26 de Junio de 2016)
LECTURAS
Eliseo partió y fue detrás de Elías
Lectura del primer libro de los Reyes 19, 16b. 19-21
El Señor dijo a Elías: «A Eliseo, hijo de Safat, de Abel Mejolá, lo ungirás profeta en
lugar de ti». Elías partió y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando.
Delante de él había doce yuntas de bueyes, y él iba con la última. Elías pasó cerca de
él y le echó encima su manto.
Eliseo dejó sus bueyes, corrió detrás de Elías y dijo: «Déjame besar a mi padre y a mi
madre; luego te seguiré».
Elías le respondió: «Sí, puedes ir. ¿Qué hice yo para impedírtelo?» Eliseo dio media
vuelta, tomó la yunta de bueyes y los inmoló. Luego, con los arneses de los bueyes,
asó la carne y se la dio a su gente para que comieran. Después partió, fue detrás de
Elías y se puso a su servicio.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial 15, 1-2a.5.7-11
R. Señor, Tú eres la parte de mi herencia.
Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.
Yo digo al Señor: «Señor, Tú eres mi bien».
El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,
¡Tú decides mi suerte! R.
Bendeciré al Señor que me aconseja,
¡hasta de noche me instruye mi conciencia!
Tengo siempre presente al Señor:
Él está a mi lado, nunca vacilaré. R.
Por eso mi corazón se alegra,
se regocijan mis entrañas y todo mi ser descansa seguro:
porque no me entregarás a la muerte
ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro. R.
Me harás conocer el camino de la vida,
saciándome de gozo en tu presencia,
de felicidad eterna a tu derecha. R.
Ustedes han .sido llamadas para vivir en libertad
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Galacia 5, 1.13-18
Hermanos: Ésta es la libertad que nos ha dado Cristo. Manténganse firmes para no
caer de nuevo bajo el yugo de la esclavitud. Ustedes, hermanos, han sido llamados
para vivir en libertad, pero procuren que esta libertad no sea un pretexto para
satisfacer los deseos carnales: háganse más bien servidores los unos de los otros,
por medio del amor. Porque toda la Ley está resumida plenamente en este precepto:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si ustedes se están mordiendo y
devorando mutuamente, tengan cuidado porque terminarán destruyéndose los unos a
los otros.
Yo los exhorto a que se dejen conducir por el Espíritu de Dios, y así no serán
arrastrados por los deseos de la carne. Porque la carne desea contra el espíritu y el
espíritu contra la carne. Ambos luchan entre sí, y por eso, ustedes no pueden hacer
todo el bien que quieren. Pero si están animados por el Espíritu, ya no están
sometidos a la Ley.
Palabra de Dios.
Aleluia 1Sam 3, 9; Jn 6, 68c
Aleluia.
Habla, Señor, porque tu servidor escucha;
Tú tienes palabras de Vida eterna.
Aleluia.
EVANGELIO
Se encaminó decididamente hacia Jerusalén.
Te seguiré adonde vayas
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según San Lucas 9, 51-62
Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó
decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de Él. Ellos partieron y
entraron en un pueblo de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron
porque se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le
dijeron «Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?»
Pero Él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo.
Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: «¡Te seguiré adonde vayas!» Jesús
le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el
Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza».
Y dijo a otro: «Sígueme». Él respondió: «Señor, permíteme que vaya primero a
enterrar a mi padre». Pero Jesús le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus
muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios». Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero
permíteme antes despedirme de los míos». Jesús le respondió: «El que ha puesto la
mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios».
Palabra del Señor.
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GUION PARA LA MISA
Guión Domingo XIII Tiempo Ordinario
Ciclo C
Entrada La Eucaristía está en el centro de la vida de la Iglesia. En ella, Cristo se
ofrece al Padre por nosotros, haciéndonos partícipes de su mismo sacrificio, y se nos
da como Pan de vida para nuestro camino por las sendas del mundo.
1º Lectura 1Re 19, 16b. 19-21
El llamado de Eliseo nos recuerda la vocación de los apóstoles y su docilidad al
llamado divino.
2º Lectura Gál 5, 1. 13-18
La fidelidad al Espíritu de Cristo, que es espíritu de filiación, nos conduce a la
verdadera libertad.
Evangelio Lc 9, 51-62
El llamado de Cristo interpela a todo hombre, pero los que viven absortos en las
preocupaciones mundanas no tienen inteligencia del Reino de Dios.
Preces
Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de
la Verdad, escucha también nuestras súplicas en favor de ellos. A Él nos
dirigimos con confianza filial.
A cada intención respondemos…
*Por la santa Iglesia, para que mediante el apostolado y el testimonio de vida de los
fieles se extienda a todas las culturas y a los nuevos campos de la evangelización.
Oremos…
* Por los que se dedican a la investigación de la verdad, que con espíritu recto la
busquen y la encuentren y se esfuercen en transmitirla a sus contemporáneos.
Oremos…
* Por todos los que se sienten llamados por Cristo a su seguimiento en la vida
consagrada, que venzan las dificultades con generosidad y respondan con alegría a
la invitación del Señor. Oremos…
(Para los miembros de la Familia Religiosa del Verbo Encarnado:
* Por los frutos del Capítulo General de las Servidoras del Señor y de la Virgen de
Matará y por el Capítulo General del Instituto del Verbo Encarnado, para que el
Espíritu Santo ilumine a los capitulares y los conduzca en el momento de tomar
decisiones importantes para la marcha de los institutos. Oremos…)
Señor y Padre de todos, que al llamarnos a la vida de la gracia nos privilegias
con la filiación adoptiva, no dejes que tus hijos desprecien tus dones y se
extravíen por los caminos del mundo. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro
Señor.
Ofertorio En cada Eucaristía nos unimos más a Dios por Jesucristo.
Presentamos:
* Incienso, símbolo de nuestras plegarias, que subirá hasta el Padre como
intercesión por todos los hombres.
* Junto con el pan y el vino, ponemos sobre el altar nuestras propias vidas.
Comunión Jesús viene a nuestro corazón, para que nosotros aprendamos a
reclinar nuestra cabeza sobre el Suyo.
Salida En María Santísima contemplamos el modelo perfecto de seguimiento
de Cristo. Ella nos enseña a llevar el Evangelio a todos los hombres.
(Gentileza del Monasterio “Santa Teresa de los Andes” (SSVM) _ San Rafael _
Argentina)
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Exégesis · Alois Stöger
Parte tercera del Evangelio de San Lucas
Camino a Jerusalén
(Lc.9,51-10,27)
Introducción
Jesús abandona Galilea y se pone en marcha hacia Jerusalén, donde sufrirá y será
glorificado. En este camino se muestra Jesús como maestro profético, que a la vista
de su muerte proclama su mensaje, que será confirmado por Dios mediante la
resurrección. En tres pasajes se menciona principalmente el viaje a Jerusalén. Jesús
toma la decisión irrevocable de ir a Jerusalén (9,51). Iba de ciudad en ciudad y de
aldea en aldea, enseñando y encaminándose hacia Jerusalén (13,22). Mientras
caminaba hacia Jerusalén, pasó por Galilea y Samaria (17,11). En Jerusalén se
desarrolla la fase decisiva del hecho salvífico; la pasión y la resurrección están ligadas
inseparablemente. Para expresar esta asociación usa Lucas el término «elevación»
(9,51). Con los relatos del viaje (9,51-10,42; 13,22-35; 17,11-l9) van asociadas
enseñanzas de Jesús (11,1-13,21; 14,1-17,10; 17,20-19,27), que por tener un marco
general sin determinación de lugar ni de tiempo, poseen un significado permanente.
En el camino hacia su meta muestra Jesús a sus discípulos «caminos de vida»
(Hec_2:28).
1. EL MAESTRO EN MARCHA, Y SUS DlSCÍPULOS (9,51-62).
a) Recusación de alojamiento (Lc/09/51-56)
51 Y sucedió que, al cumplirse el tiempo de su elevación, tomó la decisión irrevocable
de ir hacia Jerusalén.
Dios asignó a Jesús una medida determinada de días en la tierra. Esta medida se va
cumpliendo con el flujo del tiempo. La vida de Jesús termina con su elevación. La
palabra significa ascensión y muerte; precisamente esta ambigüedad es apropiada
para expresar lo que aguarda a Jesús en Jerusalén: la pasión y la glorificación,
sufrimientos y muerte, resurrección y ascensión. Jerusalén prepara a Jesús la muerte,
pero, por designio de Dios, también la gloria.
Jesús tomó la decisión irrevocable de ir hacia Jerusalén. Nada puede apartarle de
este camino de la muerte. «El Señor, Yahveh, me ha socorrido, y por eso no cedí ante
la ignominia e hice mi rostro como de pedernal, sabiendo que no sería confundido»
(Isa_50:7). Jesús va hacia Jerusalén fortalecido con la fuerza de Dios, como fue
fortalecido el profeta cuando le encargó Dios anunciar sus amenazas contra
Jerusalén: «Tú, hijo de hombre, no los temas ni tengas miedo a sus palabras, aunque
te sean cardos y zarzas y habites en medio de escorpiones. No temas sus palabras,
no tengas miedo de su cara, porque son gente rebelde» (Eze_2:6). Jesús sabe
también la glorificación que allí le aguarda. Sigue su camino con confianza.
52 Y envió por delante unos mensajeros. Fueron éstos y entraron en una aldea de
samaritanos, con el fin de prepararle alojamiento. 53 Pero no lo quisieron recibir,
porque su aspecto era como de ir hacia Jerusalén.
Jesús va hacia Jerusalén como profeta y Mesías por medio del cual Dios visita
misericordiosamente a su pueblo. Por eso se dice en estilo solemne: Envió por
delante unos mensajeros, detrás de los cuales va él. Su expedición es camino hacia la
gloria, el camino real de la cruz.
El camino más corto de Galilea a Jerusalén pasa por Samaría. Jesús escoge este
camino y pone la mira en Jerusalén.
Los mensajeros tienen que prepararle alojamiento. Jesús va acompañado de un grupo
bastante grande: con él iban los doce, muchas mujeres, cierto número de discípulos,
entre los cuales elige los setenta.
Entre los samaritanos y los judíos existían tensiones religiosas y nacionales. Los
samaritanos son descendientes de tribus asiáticas, que se asentaron allí cuando el
reino del norte, Israel, fue conquistado por los asirios (722 a.C.), y de la población
autóctona que se había quedado en el país. Habían adoptado la religión israelita de
Yahveh, pero edificaron un templo propio sobre el monte Garizim y se distinguen de
los judíos también en otras muchas cosas (cf. 2Re_17:24-41). Los judíos
despreciaban a los samaritanos como pueblo semipagano y evitaban el trato con ellos
(Jua_4:9). Entre ambos pueblos hubo repetidas veces fricciones. Cuando oyeron los
samaritanos que Jesús se dirigía hacia Jerusalén, despertó la oposición y rehusaron
el alojamiento a Jesús.
Al comienzo de su camino en este mundo, al comienzo de la actividad galilea en
Nazaret, al comienzo del camino hacia Jerusalén «no había lugar para él en la
posada». Los caminos de Jerusalén en este mundo terminarán cuando tenga que salir
de la ciudad de Jerusalén para ser crucificado, pero esta salida será a la vez el
comienzo de su gloria.
54 Cuando vieron esto los discípulos Santiago y Juan, le dijeron: Señor, ¿quieres que
mandemos bajar fuego del cielo para que los consuma? 55 Pero Jesús, volviéndose
hacia ellos, los reprendió. 56 Y se fueron a otra aldea.
A Santiago y Juan exaspera la negativa dada a Jesús. Se acuerdan de que Elías
pidió que bajara fuego del cielo sobre los que lo despreciaban y el fuego cayó del
cielo y los consumió (2Re_1:10-14). Jesús es más que Elías (Lc.9:19.30). ¿No se
debía castigar este desprecio de Jesús por la aldea samaritana? Están convencidos
de que su maldición será escuchada inmediatamente por Dios, puesto que Jesús les
ha conferido poder (Lc.9:5).
¿Puede Dios tolerar que el Mesías, el Santo de Dios, se vea expuesto al repudio y a
la arbitrariedad de los hombres? Los discípulos muestran cuánto trabajo les cuesta
entender al Mesías sufriente. De todos modos, preguntan a Jesús si han de formular
la maldición. La oposición humana contra los sufrimientos del Mesías es vencida por
la palabra de Jesús. Sólo ésta puede esclarecer y hacer soportable el misterio del
repudio del Santo de Dios por los hombres.
Jesús reprende a los discípulos. El reproche se explica en algunos manuscritos con
estas palabras añadidas: ¿No sabéis de qué espíritu sois? Los discípulos debían
tener los sentimientos de Jesús. Él ha sido ungido para traer a los pobres la buena
nueva, a los ciegos la vista... (Lc.4:18). El Hijo del hombre no ha venido para perder,
sino para salvar (Lc.19:10). Los apóstoles son enviados para que salven, no para que
destruyan; para que perdonen, no para que castiguen, para que rueguen por los
enemigos en el espíritu de Jesús, no para que los maldigan (Lc.23:34).
Se fueron a otra aldea. No se dice si era una aldea samaritana o galilea. Lo decisivo
no es el camino, sino la meta, no el repudio por parte de los hombres, sino la acogida
por Dios, no el alojamiento en este mundo, sino la patria en Dios.
b) Llamamientos de discípulos (Lc/09/57-62)
57 Mientras ellos iban siguiendo adelante, uno le dijo por el camino: Te seguiré a
dondequiera que vayas. 58 Y Jesús le contestó: Las zorras tienen madrigueras, y las
aves del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.
Este desconocido elige por su cuenta su maestro, al igual que los discípulos de los
rabinos. Su decisión de hacerse discípulo de Jesús en el momento en que éste se ve
repudiado en su camino hacia Jerusalén, es incondicional y magnánima. Te seguiré a
dondequiera que vayas. Ha entrevisto el elemento fundamental del seguimiento
exigido por Jesús: la absoluta disponibilidad.
Jesús se encamina hacia su «elevación», hacia su muerte violenta. Es un repudiado,
descartado por los hombres, sin hogar, un caminante que actúa sin reposo. El Hijo
del hombre no tiene donde reclinar la cabeza. La condición de discípulo significa
comunión de suertes con Jesús. Esto merece consideración. Para el hombre es duro
carecer de patria y de hogar, no tener un albergue donde reposar tranquilo. Hasta los
animales más inquietos, las zorras y las aves, tienen donde acogerse y lo buscan.
«Ninguna zorra acaba al borde de su guarida», reza un proverbio judío.
El discípulo de Jesús debe estar dispuesto a peregrinar, a ser expulsado, a renunciar
al abrigo del hogar.
59 A otro le dijo: Sígueme. éste respondió: Permíteme que vaya primero a enterrar a
mi padre. 60 Pero Jesús le replicó: Deja que los muertos entierren a sus muertos;
pero tú, vete a anunciar el reino de Dios.
El llamamiento para ser discípulo viene de Jesús mismo. Esto es lo corriente.
«Llamaba a los que quería» (Mar_3:14). «No me habéis elegido vosotros, sino que yo
os elegí» (Jua_15:16). El que aquí es llamado está pronto, pero no inmediatamente.
Quiere tan sólo acabar todavía lo que tiene entre manos: enterrar a su padre. Enterrar
a los muertos es en Israel un deber riguroso. Hasta a los sacerdotes y levitas se les
impone en el caso de sus parientes, aunque les estaba severamente prohibido
contaminarse con un cadáver. Este deber dispensa de todos los preceptos que
imponía la ley. Parece por tanto plenamente justificado el permiso que pide este
hombre.
Sin embargo, Jesús no permite la dilación. Quiere que se le siga incondicionalmente.
La respuesta parece falta de piedad, completamente ajena a los sentimientos, poco
menos que impía para la religiosidad de los judíos. Jesús explica su negativa con una
frase áspera y penetrante: Deja que los muertos entierren a sus muertos. El
llamamiento a seguir a Jesús como discípulo lleva de la muerte a la vida. El que no es
discípulo de Jesús, que no ha aceptado su mensaje del reino y de la vida eterna, está
en la muerte. El que se ha adherido a Jesús ha pasado a la vida por su palabra del
reino de Dios. Dos mundos que no tienen ya nada que ver entre sí.
El discípulo sólo tiene una cosa que hacer: Anunciar el reino de Dios. Esto está por
encima de todo. La proclamación del reino precede a todo lo demás y no consiente
dilación. Jesús está en camino; su misión de proclamar el reino de Dios no sufre
verse postergada. Él tiene puesta la mira firmemente en la «elevación». La gloria que
le espera lo dispensa de todas las obligaciones de la piedad. Más importante es
anunciar la vida y resucitar a los muertos en el espíritu que enterrar a los muertos
corporalmente.
61 También dijo otro: Te seguiré, Señor; pero permíteme que vaya primero a
despedirme de los míos. 62 Pero Jesús le respondió: Ninguno que ha echado la mano
al arado y mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.
También este tercero, como el primero, se ofrece espontáneamente como discípulo.
Llama Señor a Jesús y se muestra dispuesto a reconocer el pleno derecho de Jesús
a disponer de él; está pronto a seguirle incondicionalmente. El primer discípulo quiere
seguir a Jesús a dondequiera que vaya, el segundo oye el llamamiento de la fuerza
que resucita y reanima, el tercero reconoce a Jesús como Señor. El que quiera ser
discípulo de Jesús debe ir tras él, debe estar poseído por el llamamiento creador de
Dios y ponerse plenamente a disposición de Jesús.
También este tercero que está dispuesto a seguir a Jesús pide que se le haga una
concesión. Quiere despedirse de los suyos. Pide lo que también Eliseo pidió a Elías:
«Déjame ir a abrazar a mi padre y a mi madre, y te seguiré. Elías respondió:
Vuélvete, pues ya ves lo que he hecho contigo. Alejóse de Elías, y cuando volvió
cogió el par de bueyes y los ofreció en sacrificio; con el yugo y el arado de los bueyes
coció la carne e invitó a comer al pueblo, y levantándose, siguió a Elías y se puso a
su servicio» (lRe 19,20s). Jesús no exige más que lo que el profeta exigía a su
discípulo. No le permite que vaya a despedirse. La proclamación de Dios no sufre
«si» ni «pero», reclama desprendimiento de los familiares, despego hasta de lo que
exige el corazón.
Al discípulo no sólo se le muestra de qué debe separarse, sino también adónde debe
dirigirse. El discípulo debe entregarse completamente a la obra de Jesús, sin
reservarse nada para sí. Con un proverbio se muestra gráficamente esta plena
disponibilidad sin la menor restricción. El arado palestino es difícil de guiar, y todavía
más en la tierra laborable en los alrededores del lago de Genesaret. La faena de arar
exige plena entrega a la tarea. La proclamación del reino de Dios sólo puede ser
confiada a aquel que por razón de la comunión de vida con Jesús se separa de la
propia familia, se desprende de todo aquello a que antes estaba apegado su corazón
y vive enteramente, sin dividirse, la obra de que se ha encargado. El reino de Dios
plantea al hombre la exigencia de la entrega total del pensar y del querer, sin
divisiones.
La plena sumisión al Señor es sumisión a la palabra del reino de Dios. A esta palabra
sirve el Señor, a la misma sirve el discípulo del Señor. La palabra del reino encierra
también la muerte y la gloria de Jesús. Quien vive para esta palabra, debe
representarla en su vida y con ésta dar testimonio de la misma. En las tres sentencias
de Jesús se exige una y otra vez que se renuncie a tener hogar en este mundo. El
hogar ofrece dónde reclinar la cabeza, el hogar está marcado por la piedad con el
padre y la madre, el hogar implica abrigo y protección de los que están en su casa. El
discípulo de Cristo debe, como Jesús, despedirse, caminar, sin dilación ni
interrupción, pues Jesús tiene puesta la mira en Jerusalén, donde le aguarda la
muerte, pero también la gloria de Dios, donde uno se halla verdaderamente en su
casa.
La docilidad y disponibilidad incondicional es la base del seguimiento exigido por
Jesús. Ya no se entiende en función de la relación entre maestro y discípulo vigente
entre los doctores de la ley. Aquí llama el Señor con omnímoda autoridad, autoridad
que no tiene igual, autoridad que no poseyó ninguno de los profetas, sino únicamente
aquel a quien Dios ha dado todo poder. En los discípulos ha de hacerse visible este
Señor; con su seguimiento, su obediencia incondicional y su entrega total dan los
discípulos testimonio de que Jesús es el anunciador del reino de Dios en los últimos
tiempos. Porque el reino de Dios viene con Jesús, y Jesús con el reino de Dios. Lo
que exige en concreto esta docilidad y disponibilidad incondicional, lo fija en los tres
llamamientos la situación particular y el llamamiento de Dios.
(Stöger, Alois, El Evangelio según San Lucas, en El Nuevo Testamento y su
Mensaje, Editorial Herder, Madrid, 1969)
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Comentario Teológico
· P. José A. Marcone, I.V.E.
Un rostro marcado por la decisión de morir en cruz
(Lc.9,51-62)
Introducción
San Lucas divide claramente la vida pública de Jesús en tres etapas: I.
Preparación del Ministerio de Jesús (Lc.3,1 – 4,13). II. Ministerio de Jesús en Galilea
(Lc.4,14 – 9,50). III. La subida a Jerusalén (Lc.9,51 – 19,27).
Por lo tanto, podemos notar que con el evangelio de hoy comienza la tercera
etapa de la vida pública de Jesús. Es una etapa que durará siete meses y que
culminará con el Misterio Pascual: Pasión, Muerte, Resurreción y Ascensión a los
Cielos.
1. ‘Endureció su rostro’
El v. 51 dice textualmente: “Sucedió que como se iban cumpliendo los días de
su ascensión, él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén”. La frase ‘se afirmó en su
voluntad’ de ir a Jerusalén es una buena traducción de una frase que en griego dice
textualmente: “Jesús endureció el rostro” para encaminarse a Jerusalén (en griego:
autos tò prósopon estérisen). Ese endurecer el rostro indica la firmísima voluntad de
Jesucristo de querer ser clavado en la cruz.
En efecto, el querer ser clavado en la cruz está significado en las primeras palabras
de la frase: “cuando se iban cumpliendo los días de su ascensión”. ‘Ascensión’ aquí
se entiende en un doble sentido: en sentido local y en sentido teológico. En sentido
local, ‘ascensión’ significa el inicio de un camino material que va desde Galilea hasta
Jerusalén subiendo las montañas de la zona de Judea. En sentido teológico, significa
el Misterio Pascual, que implica, ante todo, una ‘subida’ a la cruz y luego, después de
la resurrección, una ‘subida’ a la diestra del Padre. San Juan también usa un término
semejante con una significación semejante: el término ‘exaltación’ para expresar la
subida a la cruz y la ascensión a la derecha del Padre, previa resurrección (cf.
Jn.3,14-15; 8,28; 12,32).
Resumiendo entonces: Cristo tiene una firme voluntad de ser clavado en la
cruz para cumplir la voluntad de Dios y salvar a los hombres. Y por eso se encamina
con decisión irretractable hacia Jerusalén. El que quiera ser su discípulo debe ir
detrás de él con la misma actitud del rostro, es decir, con la misma actitud de la
voluntad de ser clavado en la cruz, y con la misma dirección: el Monte Calvario que
está en Jerusalén.
A partir de aquí todo lo que narre San Lucas acaecerá ‘en camino a
Jerusalén’, y el evangelista irá marcando como jalones que recuerdan este versículo
9,51 y que vuelven a repetir que Jesús caminaba hacia Jerusalén. En 9,53 se
recuerda que no los recibieron ‘porque tenían intención de ir a Jerusalén’. En 9,57 se
narran los tres episodios de vocación ‘mientras iban caminando’. Y así de forma
parecida en 10,1; 13,22; 13,33 y 17,11. Todo culminará con la entrada triunfal en
Jerusalén (Lc.19,28ss). Aunque Mateo y Marcos también narran este camino de una
forma muchos más resumida (Mt.19,1 – 20,34; Mc.10,1-52), por ser propio de Lucas
se lo llama el ‘iter lucanum’, es decir, el camino propio de Lucas.
2. ‘Envió mensajeros delante de sí’
Inmediatamente después de describir la firmeza de los gestos del rostro de
Jesús en su decisión de ir a morir a Jerusalén, San Lucas nos dice que ‘envió
mensajeros delante de sí’. Nos sorprende que Jesús envíe mensajeros delante de sí
cuando muy pocos versículo antes había dicho que para ser su discípulo había que
marchar detrás de Él: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo,
tome su cruz de cada día, y sígame” (Lc.9,23). ¿Qué significa este nuevo matiz que
Jesús agrega para sus discípulos? ¿Por qué Jesús pide primero que sus discípulos
vayan detrás de sí y luego los envía delante de Él? Para responder a estas preguntas
analicemos un poquito qué significa ‘enviar mensajeros delante de sí’ en relación con
esa fuerte decisión de dirigirse a la crucifixión.
En primer lugar vamos a hacer notar un pequeño dato del texto que nos aclara
qué tipo de mensajeros son los que envía. El texto griego dice textualmente: “Envió
mensajeros delante de su rostro” (en griego: apésteilen angélous prò prosópou autoû).
Quiere decir que los mensajeros que envía están en relación directa con la actitud de
su rostro, es decir, con la decisión de su voluntad. Es decir, envía mensajeros que ya
habían aprendido a tener en su rostro el mismo gesto recio de quien ama y busca la
cruz. No se puede ser mensajeros delante de un rostro si antes no se ha reproducido
en los propios gestos faciales la actitud del rostro que es la causa del anuncio. Envía
mensajeros que ya habían aprendido a tener la misma firme voluntad de Cristo de
caminar hacia el Calvario para ser clavados en la cruz. Es decir, se trata de enviados,
mensajeros que ya habían recorrido con Jesús buena parte de su camino y conocían
cuál era el querer de Jesús, cuál era la meta hacia la cual se dirigía y cuál era el
camino para llegar a ella. Eran, podríamos decir, discípulos adelantados llamados no
sólo ya a llevar la cruz detrás de Jesús sino incluso a anunciar la cruz de Jesús.
Todo esto ciertamente de una manera muy imperfecta porque los deseos de
ser fieles a su Maestro estaban todavía asediados por las debilidades propias y los
contra-deseos de grandeza humana (cf. Mc.10,35-41). De hecho, San Marcos,
hablando de esta misma subida a Jerusalén y con una frase que se ajusta
perfectamente a la letra y al espíritu del ‘iter lucanum’, hace notar cómo el gesto
adusto y serio de Jesucristo que marcha con decisión a la cruz causaba miedo en los
discípulos: “Iban de camino subiendo a Jerusalén, y Jesús marchaba delante de ellos;
ellos estaban sorprendidos y los que le seguían tenían miedo” (Mc.10,32). Pero esto
no impedía que fueran mensajeros idóneos de la cruz que ya se dibujaba en el rostro
de Cristo.
Y esta es la segunda característica de este envío: los discípulos que Jesús
envía delante de sí los envía para que busquen a otras personas que quieran abrazar
el mismo ideal: caminar atrás, junto y delante de Jesús con un solo objetivo: ser
clavados en la cruz. La palabra que usa el texto griego para decir ‘mensajeros’ es la
palabra ‘ángelos’. El verbo angélo, en griego, significa anunciar. Y de ahí viene la
palabra ‘evangelio’, es decir, ‘eu-angelion’, que significa ‘el buen mensaje’, ‘la buena
noticia’, ‘el buen anuncio’. Estos mensajeros que Jesús envía delante de su rostro son
enviados a anunciar el evangelio de la cruz, la buena noticia de que Jesús está
decidido a morir por la salvación eterna de los hombres.
Por lo tanto, el enviar mensajeros delante de sí, es decir, el enviar
anunciadores delante de su rostro, significa enviar discípulos preparados no sólo para
llevar la cruz detrás de Jesús, sino preparados también para anunciar la cruz delante
de Jesús.
Y esta acción de anunciar la cruz delante de Jesús implica una dificultad y una
aventura mayor que llevar la cruz detrás de Jesús. El que va detrás de Jesús tiene
dos grandes ayudas: en primer lugar tiene a las huellas de Jesús; y en segundo lugar
tiene al mismo Jesús, que, aunque vaya un poco adelante, nunca se pierde de vista.
En cambio el que va delante de Jesús anunciando la cruz de Jesús, debe seguir
llevando su cruz, pero ya no tiene puntos de referencia. Jesús los ha enviado por un
lugar por donde Él todavía no ha andado. Los manda por un lugar sin caminos. Los
mismos mensajeros tienen que hacer camino, como dice el poeta: “Caminante no hay
camino, se hace camino al andar”. Es como lanzarse a alta mar donde no hay ningún
camino hecho, sólo las estrellas sirven de guía. Por eso, el enviar anunciadores
delante de sí, se parece mucho a la misión a la que Cristo envía cuando les dice a los
discípulos: “Naveguen mar adentro” (Lc.5,4). De alguna manera esos anunciadores
tienen que alejarse de Cristo, ya no lo ven, ya no lo tienen cerca, deben guiarse por la
fe pura.
Por todo esto que acabamos de describir, podemos decir que aquellos
llamados a llevar la cruz detrás de Jesús, aquellos llamados a ser sus discípulos
llevando la cruz de su día a día, la cruz cotidiana de su vida son los discípulos
llamados consagrar el mundo a través de su consagración bautismal. Son los fieles
laicos, que están llamados a vivir los mandamientos y a consagrar el mundo viviendo
dentro de él.
En cambio aquellos que han sido especialmente preparados no sólo para
llevar la cruz sino para ser anunciadores de la cruz y del Crucificado, para andar por
caminos que nadie ha caminado, para abrir brechas en el agua salada del mar, para
guiarse sólo por las estrellas, para caminar lejos de la presencia visible de Cristo son
los llamados a la vida consagrada: los sacerdotes, los religiosos y las religiosas.
Sobre todo los misioneros. Son enviados delante del rostro de Jesús aquellos que se
internan en un país pagano para anunciar la salvación por la cruz. Son enviadas
delante del rostro de Jesús las hermanas religiosas que atienden un leprosario o un
hospital en medio de una cultura totalmente diferente a la propia y, en cuanto a
religión, pagana.
Hay un nexo textual entre los embajadores que van delante del rostro de
Jesús, marcado por la decisión de morir en cruz, y el llamado a una misión de
especial consagración. En efecto, la Iglesia ve en la lectura de hoy un fuerte matiz
vocacional y por eso es que pone como primera lectura el llamado a la vida de
consagración a Dios de Eliseo por parte del profeta Elías. De esta manera la Iglesia
da su interpretación acerca del texto del evangelio: debemos ver en él un trozo
orientado a mostrar la vocación de total consagración a Dios.
Se trata de tres llamadas diferentes. Una sola de ellas, la segunda, se hace
por boca de Jesús. Las otras dos es el Maestro Interior, el Espíritu Santo quien las
sugirió. Pero las respuestas de Jesús confirman que se trata de llamadas efectivas a
seguirlo. Y con sus respuestas Jesús está explicitando qué características deben
tener los que serán enviados delante de su rostro para anunciar su muerte en cruz.
En el primer caso Jesús le indica que para tomar la decisión de ir con Él a
Jerusalén a morir en cruz es necesario vivir en una pobreza absoluta, al punto de no
tener donde descansar. A los otros dos les hace ver que el seguimiento de Jesús
requiere un corte neto, y las relaciones vividas hasta ahora no pueden continuar en el
mismo modo, incluso las familiares.
Conclusión
Debemos interpretar todo el trozo de hoy, e incluso todo el resto de esta
sección de Lc.9,51 – 19,27, bajo la llave maestra del rostro de Jesús marcado por la
firme decisión de morir en cruz. O dicho de otro modo: esta subida de Jesús a
Jerusalén, que implica su subida a la cruz, es la clave de interpretación del trozo de
hoy y de toda la sección. Los que son enviados delante de Él deben tener una
decisión parecida y deben anunciar que Jesús es el salvador por la muerte en cruz. El
rechazo de los samaritanos es una confirmación de la decisión de Jesús: a pesar de
que no le quieren dar alojamiento, Él no renuncia a su subida a Jerusalén. Los tres
hombres que han sido llamados deben tener ya una firme decisión de morir a sí
mismos para poder formar parte del grupo que junto con Jesús se encamina a
Jerusalén para el acontecimiento Pascual: pasión, muerte, resurrección y ascensión al
cielo.
_____________________________________
Así por ejemplo, la Biblia de Jerusalén.
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Santos Padres· San Agustín
La renuncia
(Lc 9,57-62)
1. Escuchad lo que Dios me ha inspirado sobre este capítulo del Evangelio. En él se
lee cómo el Señor se comportó distintamente con tres hombres. A uno que se ofreció
a seguirlo lo rechazó; a otro que no se atrevía lo animó a ello; por fin, a un tercero que
lo difería lo censuró. ¿Quién más dispuesto, más resuelto, más decidido ante un bien
tan excelente como es seguir al Señor a donde quiera que vaya que aquel que dijo:
Señor, te seguiré adondequiera que vayas? Lleno de admiración, preguntas: ¿Cómo
es esto; cómo desagradó al Maestro bueno, nuestro Señor Jesucristo, que va en
busca de discípulos para darles el reino de los cielos, hombre tan bien dispuesto?
Como se trataba de un maestro que preveía el futuro, entendemos que este hombre,
hermanos míos, si hubiera seguido a Cristo, hubiera buscado su propio interés y no el
de Jesucristo. Pues el mismo Señor dijo: No todo el que me dice: Señor, Señor,
entrará en el reino de los cielos. Este era uno de ellos; no se conocía a sí mismo
como lo conocía el médico que lo examinaba. Porque si ya se veía mentiroso, si ya se
conocía falaz y doble, no conocía a quien hablaba. Pues él es de quien dice el
evangelista: No necesitaba que nadie le informase sobre el hombre, pues él sabía lo
que había en el hombre. ¿Y qué le respondió? has zorras tienen madrigueras y las
aves del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza. Pero,
¿dónde no tiene? En tu fe. Las zorras tienen escondites en tu corazón; eres falaz. Las
aves del cielo tienen nidos en tu corazón: eres soberbio. Siendo mentiroso y soberbio
no puedes seguirme. ¿Cómo puede seguir la doblez a la simplicidad?
2. En cambio, a otro que está siempre callado, que no dice nada y nada promete, le
dice: Sígueme. Cuanto era el mal que veía en el otro, tanto era el bien que veía en
éste. Al que no quiere le dice Sígueme. Tienes un hombre dispuesto—Te seguiré
adondequiera que vayas—y dices Sígueme a quien no quiere seguirte. «A éste, dice,
le excluyo porque veo en él madrigueras, veo en él nidos». Pero ¿por qué molestas a
este que invitas y se excusa? Mira que le impeles y no viene, le ruegas y no te sigue,
pues ¿qué dice? Iré primero a enterrar a mi padre. Mostraba al Señor la fe de su
corazón, pero le retenía la piedad. Cuando nuestro Señor Jesucristo destina los
hombres al Evangelio, no quiere que se interponga excusa alguna de piedad carnal y
temporal. Ciertamente, la ley ordena esta acción piadosa, y el mismo Señor acusó a
los judíos de echar abajo este mandato de Dios. También San Pablo dice en su carta:
Este es el primer mandamiento de la promesa. ¿Cuál? Honra a tu padre y a tu madre.
No hay duda de que es mandato de Dios. Este joven quería, pues, obedecer a Dios
dando sepultura a su padre. Pero hay lugares, tiempos y asuntos apropiados a este
asunto y a este lugar. Ha de honrarse al padre, pero ha de obedecerse a Dios; ha de
amarse al progenitor, pero ha de anteponerse al Creador. Yo, dice Jesús, te llamo al
Evangelio; te llamo para otra obra más importante que la que tú quieres hacer. Deja a
los muertos que entierren a sus muertos. Tu padre ha muerto. Hay otros muertos que
pueden enterrar a los muertos. ¿Quiénes son los muertos que sepultan a los
muertos? ¿Puede ser enterrado un muerto por otros muertos? ¿Cómo le amortajarán
si están muertos? ¿Cómo transportarán el cadáver si están muertos? ¿Cómo le
llorarán si están muertos? Le amortajan, le llevan a enterrar y le lloran a pesar de
estar muertos, porque aquí se trata de los infieles. Aquí nos ordenó el Señor lo que
está escrito en el Cantar de los Cantares al decir la Iglesia: Ordenad en mí la caridad.
¿Qué significa Ordenad en mí la caridad? Estableced una jerarquía, un orden y dad a
cada uno lo que se le debe. No sometáis lo primario a lo secundario. Amad a los
padres, pero anteponed a Dios. Contemplad a la madre de los Macabeos: Hijos, no sé
cómo aparecisteis en mi seno. Pude concebiros y daros a luz, pero no pude formaros.
Luego oíd a Dios, anteponedle a mí, no os importe el que me quede sin vosotros. Se
lo indicó y lo cumplieron. Lo que la madre enseñó a los hijos, eso enseñaba nuestro
Señor Jesucristo a aquel a quien decía: Sígueme.
3. Ahora entra en escena otro que quiere ser discípulo, que sin nadie haberle dicho
nada confiesa: Te seguiré, Señor, pero antes voy a comunicárselo a los de mi casa.
En mi opinión, el sentido de las palabras es el siguiente: «Avisaré a los míos, no sea
que, como suele acontecer, me busquen». Pero el Señor le replicó: Nadie que pone
las manos en el arado y mira atrás es apto para el reino de los cielos. Te llama el
oriente y tú miras al occidente. Esto nos enseña el presente capítulo: que el Señor
eligió a los que quiso. Eligió, pues, como dice el Apóstol, según su gracia y conforme
a la justicia de ellos. Las palabras del Apóstol suenan así: Atended, pues, a lo que
dice Elías: Señor, mataron a tus profetas, destruyeron tus altares y he quedado yo
sólo y aún buscan mi alma. Pero ¿qué respondió el oráculo divino? Me reservé siete
mil hombres que no doblaron su rodilla ante Baal. Piensas que eres el único siervo
que trabajas bien; pero hay más, y no pocos, que me temen, pues tengo siete mil. Y
añadió el Apóstol: Así acontece también en este tiempo. Aunque algunos judíos
creyeron, muchos fueron reprobados al estilo del que llevaba en el corazón
madrigueras de raposas. Así, pues, en este tiempo, dice, el resto se salvó por
elección gratuita. Es decir, ahora existe el mismo Cristo que entonces, el que decía a
Elías: Me reservé. ¿Qué significa me reservé? Yo los elegí, porque vi que sus
pensamientos se apoyaban en mí, no en sí mismos ni en Baal. Son como yo los hice,
no han cambiado. Y tú que hablas, ¿dónde te hallarías si no tuvieses mi apoyo? Si no
estuvieses lleno de mi gracia, ¿no doblarías también tu rodilla ante Baal? Estás lleno
de mi gracia, porque no confiaste en tu propia virtud, sino por entero en mi gracia. No
te gloríes, pues, juzgando que en tu servicio no tienes compañeros o consiervos. Los
hay elegidos por mí, como tú; también ellos presumen de mí, como lo asegura el
Apóstol: También ahora se salvó el resto por elección gratuita.
4. Guárdate, ¡oh cristiano!, guárdate de la soberbia. Aunque imites a los santos,
atribuye siempre todo a la gracia, porque el que formes parte de ese resto se debe a
la gracia de Dios, no a tu propio mérito. Ya dijo el profeta Isaías recordando a ese
resto: Si el Señor Sabaot no nos hubiese dejado un resto de nuestro linaje, seríamos
como Sodoma y nos hubiéramos asemejado a Gomorra. Y así dice el Apóstol:
Igualmente en este tiempo se salvó un resto por elección gratuita; y si es por gracia,
ya no es por las obras. Es decir, no te vanaglories ya de ningún mérito tuyo, pues de
otro modo la gracia ya no es gracia. Si presumes de tus obras, se te da la
recompensa y ya no es gratuito lo que se te concede. Si, pues, es gracia, se da
gratuitamente. Y ahora te pregunto: «¿Crees, ¡oh pecador!, en Cristo?» «Creo»,
dices. ¿Qué crees? ¿Que por él se te pueden perdonar gratuitamente todos los
pecados? Posees lo que creíste. ¡Oh gracia, otorgada gratuitamente! Y tú, ¡oh justo!,
¿por qué crees que sin Dios no puedes mantener la justicia? Atribuye entonces de
forma absoluta a su piedad el ser justo, y el ser pecador atribúyelo a tu maldad. Sé tú
el acusador y él será tu indultar. Todo crimen, todo delito, todo pecado se debe a
nuestra negligencia, y toda virtud, toda santidad, a la divina clemencia. Vueltos al
Señor...
SAN AGUSTÍN, Sermones (2º) (t. X). Sobre los Evangelios Sinópticos, Sermón 100,
1-4, BAC Madrid 1983, 677-82
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Aplicación· P. Alfredo Sáenz, S.J.· S.S. Benedicto XVI· P. Gustavo Pascual, I.V.E.
P. Alfredo Sáenz, SJ..
El rechazo de los samaritanos
El texto evangélico que se lee en este domingo contiene dos momentos que vamos a
tratar de comentar. En primer lugar advertimos cómo los samaritanos rechazan a
Jesús y luego se nos señala cuáles son las exigencias de la vocación de Cristo.
Parecerían dos cosas totalmente independientes y hasta contradictorias: por un lado
los samaritanos dan las espaldas al Señor, y por otro Jesucristo invita a seguirlo al
tiempo que pone las condiciones para hacerlo como corresponde.
Cristo se encuentra en el último año de su vida pública y se dirige animosamente
hacia Jerusalén. Es esta la ciudad predileccionada por Dios, la sede del Templo, el
lugar de la presencia divina. Allí será donde el Señor llevará a cabo su anhelo de
salvar a los hombres. Por eso marcha con decisión y coraje, con absoluta firmeza.
Nadie le quitará la vida, la dará libremente.
A lo largo de su vida, Jesús afrontó las más diversas y variadas humillaciones. Éstas
no fueron sino preparación para la máxima de ellas, la de la Cruz. En el texto
evangélico que hoy nos ocupa, lo vemos soportando el rechazo público de los
samaritanos. Otra vez le cierran las puertas al Salvador. ¿No había sido acaso
rechazado en la posada, antes de nacer?
Los samaritanos estaban malquistados con los judíos por cuestiones religiosas. Se
habían apartado de la Verdad creyendo tener ellos "la verdad" o "su verdad".
Pretendían que el Dios verdadero se manifestaba en su ciudad y no en Jerusalén.
Fue su apartamiento de la Verdad revelada lo que los llevó a distanciarse de los
miembros del pueblo que Dios había elegido para engendrar de su seno al Mesías.
Tal actitud se prolonga en la historia misma de la Iglesia, a lo largo de los siglos,
principalmente a través de las herejías que, al negar toda la Verdad o parte de ella,
introducen divisiones y polémicas desgastantes dentro de la Iglesia. Aun hoy no son
pocos los que niegan la Verdad o parte de ella. Advertimos asimismo divisiones y
enfrentamientos en las familias, en las parroquias, en la patria.
Nos relata el evangelio que al ver la actitud de los samaritanos, dos de los discípulos,
Santiago y Juan, llamados "los hijos del trueno”, le sugirieron a Cristo que les
permitiese destruir a los que así lo estaban repudiando. Tal reacción no era sino el
fruto de su amor por el Maestro. No podían mantenerse indiferentes, "no les daba lo
mismo" que aquéllos recibiesen o no al Señor. Reaccionaban con ardor, pero
desmedido, no tolerando el agravio. Por eso quisieron hacer caer fuego del cielo,
como antaño lo había hecho Elías con los emisarios del rey Ocozías.
Cristo los reprendió, no porque hubiesen reaccionado, sino por el modo como lo
hicieron. Quería que entendiesen que había llegado la hora de morir por la Verdad, no
de matar por ella. Él mismo sería el primer mártir de la Verdad.
También el rechazo a Cristo y a la verdad por Él revelada se prolonga en el curso de
la historia. Y ello tanto en el nivel personal como en el social. Muchas personas
individuales y muchos Estados nacionales se niegan a cobijar al Señor. Para muchos
individuos, Dios no es más que un objeto a quien se recurre en casos de necesidad
apremiante. Para muchos Estados, Dios es alguien que se puede rechazar o se lo
puede sustituir por cualquier ídolo del momento. Juan Pablo II ha dicho que el gran
mal del mundo moderno es el "secularismo", que cierra las puertas al Redentor, un
mundo sin Dios.
Frente al rechazo de los samaritanos, Cristo se confirmó en su propósito de seguir a
Jerusalén y morir allí por todos, aun por aquellos que le negaban alojamiento. Si ellos
lo rechazan, Él no los rechazaría. Y así se sigue comportando también ahora con
nosotros, a pesar de nuestras miserias y pecados, a pesar de que a veces lo
expulsamos de nuestras vidas, entregándose cada día en los altares por nosotros,
para curar nuestras enfermedades.
Tras haber sido rechazado por los samaritanos, señala el evangelio que Cristo siguió
su camino, durante el cual invitó a varios a seguirlo, al tiempo que les declaraba las
exigencias requeridas para ello.
El primero de ellos se le ofreció espontáneamente. "Te seguiré adonde vayas", le dijo.
Según el texto paralelo de San Mateo se trataba de un escriba. La respuesta de Jesús
fue absolutamente franca, para que aquél no se hiciera ilusiones: "Los zorros tienen
sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde
reclinar su cabeza". El seguimiento de Cristo supone el "desprendimiento" de todas
las cosas. No sólo de las materiales, que no es lo más difícil, sino sobre todo de las
espirituales: el amor propio, la búsqueda de honores, de fama, de poder; es decir, la
renuncia a la codicia, la vanidad, la ambición, el anhelo de ser reconocido y premiado
por los demás. Dejar los propios criterios: he ahí el gran acto de pobreza, que nos
llevará a seguir con humildad y obediencia al Señor adonde quiera que vaya.
Al segundo, Cristo le dice simplemente: "Sígueme". Aquí la iniciativa no proviene del
llamado sino del Señor. Su invitación es personal, clara y concreta. El joven le
responde: "Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre" . Manifestaba, por
cierto, rectitud de corazón. Y el motivo que aduce para demorar el seguimiento parece
muy razonable. Pero Cristo le replica de manera tajante, como sólo Él tiene derecho a
hacerlo: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de
Dios". El seguimiento de Cristo supone una renuncia total, que incluye el abandono de
cosas buenas y santas, en aras de un ideal trascendente. Dios se ocupará de todo.
Lo que implica de parte del convocado la entrega incondicional en sus designios
providentes.
El llamado de Cristo comporta siempre un gran sacrificio. Invita el Señor a dejarlo
todo y en cambio de ello entrega una cruz. No acepta excusas que dilaten la
respuesta, ni razones humanas que rechacen o pospongan el seguimiento. "Tú ve a
anunciar el reino de Dios". Quiere personas generosas, dispuestas a dejarlo "todo"
para ganar "todo" para Dios.
El tercero le dijo: "Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos".
Algo semejante encontramos en la primera lectura, cuando Eliseo, a quien Dios había
elegido para que fuese ungido como profeta, le pidió a Elías que le permitiera primero
despedirse de sus padres y que luego lo seguiría. Elías accedió. Pero Cristo no. Es
que estamos en el Nuevo Testamento, infinitamente más exigente que el Antiguo. La
entrega debe ser más radical. El enamoramiento de Cristo implica la renuncia de los
afectos más santos.
La respuesta de Jesús es también categórica: "El que ha puesto la mano en el arado
y mira hacia atrás no sirve para el Reino de Dios". Cuando el Señor llama, quiere que
se mire para adelante. Mirar para atrás es quedarse en el pasado, instalarse en él.
Muchos son los que lloran por el pasado y nada hacen para repararlo. El futuro es lo
que está a nuestro alcance. El pasado ya es historia irrepetible, que nunca más
volveremos a vivir. Cristo nos llama desde nuestras miserias, como lo hizo con Santa
María Magdalena, San Pablo, San Agustín, y tantos otros. Y quiere que le
respondamos pronta y generosamente, sin reservamos nada, quiere que pongamos
nuestras manos en el arado, juntamente con Él, y así abramos el surco del Evangelio
y de la propia santidad.
Pronto nos acercaremos a recibir el Cuerpo del Señor. Pidámosle entonces que nos
contagie algo del celo que mostraron los apóstoles Santiago y Juan, pero purificado
por la caridad, que sepamos reaccionar de manera condigna cuando la gloria de Dios
es conculcada, pero amando al que se comporta mal y deseándole su conversión.
Que no seamos indiferentes a los llamados del Señor, dispuestos a renunciar a lo que
sea, con tal de seguirlo como Él nos lo pida.
ALFREDO SÁENZ, S.J., Palabra y Vida - Homilías Dominicales y festivas ciclo C, Ed.
Gladius, 1994, pp. 209-213
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Benedicto XVI
Libertad y seguimiento de Cristo
Queridos hermanos y hermanas:
Las lecturas bíblicas de la misa de este domingo nos invitan a meditar en un tema
fascinante, que se puede resumir así: libertad y seguimiento de Cristo. El evangelista
san Lucas relata que Jesús, «cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al
cielo, se dirigió decididamente a Jerusalén» (Lc 9, 51). En la palabra «decididamente»
podemos vislumbrar la libertad de Cristo, pues sabe que en Jerusalén lo espera la
muerte de cruz, pero en obediencia a la voluntad del Padre se entrega a sí mismo por
amor. En su obediencia al Padre Jesús realiza su libertad como elección consciente
motivada por el amor. ¿Quién es más libre que él, que es el Todopoderoso? Pero no
vivió su libertad como arbitrio o dominio. La vivió como servicio. De este modo «llenó»
de contenido la libertad, que de lo contrario sería sólo la posibilidad "vacía" de hacer o
no hacer algo. La libertad, como la vida misma del hombre, cobra sentido por el amor.
En efecto, ¿quién es más libre? ¿Quien se reserva todas las posibilidades por temor
a perderlas, o quien se dedica «decididamente» a servir y así se encuentra lleno de
vida por el amor que ha dado y recibido? El apóstol san Pablo, escribiendo a los
cristianos de Galacia, en la actual Turquía, dice: «Hermanos, habéis sido llamados a
la libertad; sólo que no toméis de esa libertad pretexto para vivir según la carne; antes
al contrario, servíos por amor los unos a los otros» (Ga 5, 13). Vivir según la carne
significa seguir la tendencia egoísta de la naturaleza humana. En cambio, vivir según
el Espíritu significa dejarse guiar en las intenciones y en las obras por el amor de
Dios, que Cristo nos ha dado. Por tanto, la libertad cristiana no es en absoluto
arbitrariedad; es seguimiento de Cristo en la entrega de sí hasta el sacrificio de la
cruz. Puede parecer una paradoja, pero el Señor vivió el culmen de su libertad en la
cruz, como cumbre del amor. Cuando en el Calvario le gritaban: «Si eres Hijo de Dios,
baja de la cruz», demostró su libertad de Hijo precisamente permaneciendo en aquel
patíbulo para cumplir a fondo la voluntad misericordiosa del Padre. Muchos otros
testigos de la verdad han compartido esta experiencia: hombres y mujeres que
demostraron que seguían siendo libres incluso en la celda de una cárcel, a pesar de
las amenazas de tortura. «La verdad os hará libres». Quien pertenece a la verdad,
jamás será esclavo de algún poder, sino que siempre sabrá servir libremente a los
hermanos.
Contemplemos a María santísima. La Virgen, humilde esclava del Señor, es modelo
de persona espiritual, plenamente libre por ser inmaculada, inmune de pecado y toda
santa, dedicada al servicio de Dios y del prójimo. Que ella, con su solicitud materna,
nos ayude a seguir a Jesús, para conocer la verdad y vivir la libertad en el amor.
BENEDICTO XVI ÁNGELUS Plaza de San Pedro Domingo 1 de julio de 2007
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P. Gustavo Pascual, I.V.E.
Tres conductas para seguir a Cristo
(…)
+ San Ignacio, al estudiar la correspondencia a la vocación y los obstáculos que
nuestro propio gusto pude presentar divide a los hombres en tres.
El primero “querría” quitar el afecto al impedimento para seguir a Cristo y así
hallar la paz en el Señor y salvar su alma. No pone los medios hasta la hora de la
muerte.
El segundo “quiere” quitar el afecto pero quiere quedarse con la cosa, quiere
que Dios venga donde él quiere y no se determina a dejar la cosa para ir a Dios,
aunque fuese lo mejor para él.
El tercero “quiere” quitar el afecto y renuncia a las cosas. Quiere únicamente lo
que Dios quiere.
Cumplir la voluntad de Dios y sólo eso.
Servir al Señor teniendo la cosa o dejándola según lo quiera Dios.
+ El primer modo de seguir al Señor (Mt 8, 13; Lc 9, 57; Mt 19, 16; Lc 18, 18; Mc 10,
17)
Un escriba se acerca a Jesús y quiere seguirle. Ha oído la llamada de la vocación. El
Señor le expone cuál ha de ser su vida: “Las zorras tienen guaridas, y las aves del
cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”.
Un joven que ha cumplido todos los mandamientos y que merece que el Señor
le mire con agrado, oye la invitación tan clara: “si quieres ser perfecto, vende todo lo
que tienes dalo a los pobres y sígueme”
El escriba se queda atónito. El joven se marcha triste.
Uno y otro sintieron la llamada, y ambos quisieran. Pero con tal de que no se
opusiera a sus gustos.
La comunidad ató al escriba, las riquezas al joven y pensando en seguir a
Cristo en la hora de su muerte o en seguirle sólo de lejos, se volvieron a sus casas.
Quisieron escoger el medio más seguro para su salvación pero no pusieron los
medios. ¿El resultado?
Presumiblemente triste, porque el Señor comentó la dificultad que tienen los
ricos para salvarse.
La lección
Comodidades y riquezas, ¿no son estos los impedimentos comunes en el
seguimiento de Cristo?
La comodidad sensual, las riquezas con su cortejo de vanidades, ambiciones,
etc., son incompatibles con la perfección y muchas veces con la salvación.
¿Verdad que no somos más perfectos sola y exclusivamente porque no hemos
querido romper con estas ataduras? ¿Mis bienes son escasos? No importa. Tan
atado está un pájaro por un cabello mientras no lo rompa como por una cadena, dice
San Juan de la Cruz.
+ Segundo modo de oír el llamamiento (Lc 9, 59; Mt 8, 21)
Otros dos se acercan al Señor y son admitidos o llamados. ¡Cuántos apóstoles
hubiese tenido Jesús si le hubieran escuchado todos los llamados! ¡Si doce obraron
tales maravillas! No precede la voluntad buena a la vocación, sino la vocación a la
buena voluntad, atribúyese rectamente a Dios el que queramos; es Dios quien llama,
y a nosotros no se nos puede atribuir el que seamos llamados (San Agustín).
Pero uno contesta: “permitidme que antes vaya a enterrar a mi padre”, esto es, que
viva con él sus últimos años. Y el otro “déjame que vaya a disponer los negocios de
mi casa”.
“Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de
Dios”.
Estos son dos ejemplos de la segunda clase de hombres de San Ignacio. Querían
seguir al Señor pero no querían abandonar sus cariños o negocios. Querían dejar el
afecto a las cosas pero no las cosas.
¿No es este un medio de engañarse? ¿Qué dejar el afecto es ese, si no está
dispuesto a dejar la cosa si Dios lo ordenase?
+ Tercera manera de oír el llamamiento del Señor
Nuestro fin es Dios. Las cosas son medio para llegar a Dios.
El apegarse a ellas con el afecto es alterar el orden de nuestros fines. Pero, si
Dios determina que lo abandonemos, entonces ellas mismas, y no sólo su afecto, es
un estorbo.
Por lo tanto cuando Cristo llama hay que escuchar con atención, dispuestos de
antemano a dejar en el acto cuanto nos pida.
¿Qué hemos hecho? ¿Verdad que hemos querido contemporizar con Dios y el
mundo, mintiéndonos a nosotros mismos con pretextos especiosos, cuando en
realidad era el afecto a lo creado, a nuestras pasiones, más o menos larvadas, lo que
nos detenía?
Los apóstoles lo dejaron todo. Sin regateos. Poco o mucho. El corazón
también se apega a unas redes. Los lazos familiares son tan fuertes o más en el
pobre que deja los suyos confiados a la Providencia.
La verdadera vocación más que un sentimiento del corazón o una sensible
atracción se revela en la rectitud de intención del aspirante.
Quien aspira a seguir a Cristo por el noble fin de consagrarse al servicio de Dios y
salvación de las almas, y juntamente tiene, o a menos procura seriamente conseguir,
una sólida piedad y santidad de vida, este tal da pruebas de haber sido llamado por
Dios.
Lo dejaron todo inmediatamente, en cuanto entendieron que era la voluntad
del Señor. Su premio fue el apostolado, el ciento por uno, el ser jueces de las
naciones. Es fácil aplicarme la generosidad de los apóstoles. ¿La tengo?
________________________________________________
San Ignacio de Loyola, Libro de los Ejercicios Espirituales nº 153-155
Cf. Pío XI, Ad catholici sacerdotii nº 55
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Directorio Homilético
Decimotercer domingo del Tiempo Ordinario
CEC 557: la subida de Jesús a Jerusalén para su Muerte y Resurrección
CEC 2052-2055: “Maestro, ¿qué tengo que hacer…?
CEC 1036, 1816: la necesidad del discipulado
La subida de Jesús a Jerusalén
557 "Como se iban cumpliendo los días de su asunción, él se afirmó en su voluntad
de ir a Jerusalén" (Lc 9, 51; cf. Jn 13, 1). Por esta decisión, manifestaba que subía a
Jerusalén dispuesto a morir. En tres ocasiones había repetido el anuncio de su
Pasión y de su Resurrección (cf. Mc 8, 31-33; 9, 31-32; 10, 32-34). Al dirigirse a
Jerusalén dice: "No cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén" (Lc 13, 33).
“Maestro, ¿qué he de hacer...?”
2052 "Maestro, ¿qué he de hacer yo de bueno para conseguir la vida eterna?" Al
joven que le hace esta pregunta, Jesús responde primero invocando la necesidad de
reconocer a Dios como "el único Bueno", como el Bien por excelencia y como la
fuente de todo bien. Luego Jesús le declara: "Si quieres entrar en la vida, guarda los
mandamientos". Y cita a su interlocutor los preceptos que se refieren al amor del
prójimo: "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás testimonio
falso, honra a tu padre y a tu madre". Finalmente, Jesús resume estos mandamientos
de una manera positiva: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mt 19,16-19).
2053 A esta primera respuesta se añade una segunda: "Si quieres ser perfecto, vete,
vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego
ven, y sígueme" (Mt 19,21). Esta respuesta no anula la primera. El seguimiento de
Jesucristo comprende el cumplir los mandamientos. La Ley no es abolida (cf Mt 5,17),
sino que el hombre es invitado a encontrarla en la Persona de su Maestro, que es
quien le da la plenitud perfecta. En los tres evangelios sinópticos la llamada de Jesús,
dirigida al joven rico, de seguirle en la obediencia del discípulo, y en la observancia de
los preceptos, es relacionada con el llamamiento a la pobreza y a la castidad (cf Mt
19,6-12. 21. 23-29). Los consejos evangélicos son inseparables de los
mandamientos.
2054 Jesús recogió los diez mandamientos, pero manifestó la fuerza del Espíritu
operante ya en su letra. Predicó la "justicia que sobrepasa la de los escribas y
fariseos" (Mt 5,20), así como la de los paganos (cf Mt 5,46-47). Desarrolló todas las
exigencias de los mandamientos: "habéis oído que se dijo a los antepasados: No
matarás...Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo
ante el tribunal" (Mt 5,21-22).
2055 Cuando le hacen la pregunta "¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?" (Mt
22,36), Jesús responde: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu
alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es
semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos
penden toda la Ley y los Profetas" (Mt 22,37-40; cf Dt 6,5; Lv 19,18). El Decálogo
debe ser interpretado a la luz de este doble y único mandamiento de la caridad,
plenitud de la Ley:
En efecto, lo de: No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos
los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su
plenitud (Rm 13,9-10).
1036 Las afirmaciones de la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia a propósito del
infierno son un llamamiento a la responsabilidad con la que el hombre debe usar de
su libertad en relación con su destino eterno. Constituyen al mismo tiempo un
llamamiento apremiante a la conversión: "Entrad por la puerta estrecha; porque ancha
es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que
entran por ella; mas ¡qué estrecha la puerta y qué angosto el camino que lleva a la
Vida!; y pocos son los que la encuentran" (Mt 7, 13-14) :
Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor,
estar continuamente en vela. Así, terminada la única carrera que es nuestra vida en
la tierra, mereceremos entrar con él en la boda y ser contados entre los santos y no
nos mandarán ir, como siervos malos y perezosos, al fuego eterno, a las tinieblas
exteriores, donde `habrá llanto y rechinar de dientes' (LG 48).
1816 El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella, sino también
profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla: "Todos vivan preparados para
confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirle por el camino de la cruz en
medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia" (LG 42; cf DH 14). El
servicio y el testimonio de la fe son requeridos para la salvación: "Por todo aquél que
se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre
que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo
también ante mi Padre que está en los cielos" (Mt 10,32-33).
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iNFO - Homilética.ive Función de cada sección del Boletín
¿Qué es el IVE, el porqué de este servicio de Homilética?
Función de cada sección del Boletín
Homilética se compone de 7 Secciones principales:
Textos Litúrgicos: aquí encontrará Las Lecturas del Domingo y los salmos, así
como el Guion para la celebración de la Santa Misa.
Exégesis: presenta un análisis exegético del evangelio del domingo, tomado deespecialistas, licenciados, doctores en exégesis, así como en ocasiones de Papaso sacerdotes que se destacan por su análisis exegético del texto.
Santos Padres: esta sección busca proporcionar la interpretación de los Santos
Padres de la Iglesia, así como los sermones u escritos referentes al texto del
domingo propio del boletín de aquellos santos doctores de la Iglesia.
Aplicación: costa de sermones del domingo ya preparados para la predica, los
cuales pueden facilitar la ilación o alguna idea para que los sacerdotes puedan
aplicar en la predicación.
Ejemplos Predicables: es un recurso que permite al predicador introducir
alguna reflexión u ejemplo que le permite desarrollar algún aspecto del tema
propio de las lecturas del domingo analizado.
Directorio Homilético: es un resumen que busca dar los elementos que
ayudarían a realizar un enfoque adecuado del el evangelio y las lecturas del
domingo para poder brindar una predicación más uniforme, conforme al
DIRECTORIO HOMILÉTICO promulgado por la Congregación para el Culto
Divino y la Disciplina de los Sacramentos de la Santa Sede en el 2014.
¿Qué es el IVE, el porqué de este servicio de Homilética? El Instituto del Verbo Encarnado fue fundado el 25 de Marzo de 1984, en SanRafael, Mendoza, Argentina. El 8 de Mayo de 2004 fue aprobado como instituto devida religiosa de derecho Diocesano en Segni, Italia. Siendo su Fundador el SacerdoteCatólico Carlos Miguel Buela. Nuestra familia religiosa tiene como carismala prolongación de la Encarnación del Verbo en todas las manifestaciones delhombre, y como fin específico la evangelización de la cultura; para mejor hacerloproporciona a los misioneros de la familia y a toda la Iglesia este servicio como una
herramienta eficaz enraizada y nutrida en las sagradas escrituras y en la perennetradición y magisterio de la única Iglesia fundada por Jesucristo, la Iglesia CatólicaApostólica Romana.
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