cultura material y consumo textil en … · remonta al siglo xix, aunque sigue teniendo una enorme...

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CULTURA MATERIAL Y CONSUMO TEXTIL EN CASTILLA A FINES DE LA EDAD MEDIA E INICIOS DE LA EDAD MODERNA HILARIO CASADO ALONSO Universidad de Valladolid Uno de los campos de investigación que, en los últimos años, se está desarrollando con gran intensidad en la historia económica, en la historia social y en la antropología histórica es el análisis de la cultura material. Comienzan a proliferar las publicaciones internacionales, especialmente de historia de Italia, de los Países Bajos y de Inglaterra, sobre los palacios, las casas rurales o urbanas respecto a su forma, distribución interna y tamaño; acerca de la composición de los ajuares domésticos (las telas con sus diferentes formas, procedencias y colores, los tipos de ropa y su forma de utilización, los sombreros, la vajilla, los muebles, los espejos y abanicos, los tapices, los objetos metálicos, la platería doméstica, los instrumentos musicales, los utensilios de cocina, las armas, las obras artísticas y de devoción, los libros, etc.); sobre las características de la comida y de la bebida, bien dentro o fuera del hogar familiar; el papel de los criados; acerca de los gastos suntuarios expresados en la posesión de carrozas y caballerías, en la caza, en los torneos, en los alardes, en los desfiles procesionales, etc. En suma, se están abriendo nuevos territorios para la investigación, los cuales permiten conocer mejor la evolución histórica de nuestros antepasados. 1.- La historia del consumo y de la cultura material en el mundo preindustrial. Los estudios acerca de la cultura material tienen una larga tradición en la historiografía internacional. La mayor parte de ellos se enmarcan dentro de los campos de la antropología, la etnografía y la arqueología. Por otro lado, es bien conocida la existencia, en numerosos países y ciudades del mundo, de museos de artes y costumbres tradicionales y/o de objetos artesanales, tanto de culturas locales como de pueblos más o menos primitivos. Gran parte de esta tradición historiográfica y museística parte del interés por la recuperación y estudio de los modos de vida tradicional existentes antes de la irrupción del mundo industrial contemporáneo. Su aparición en Europa y América se remonta al siglo XIX, aunque sigue teniendo una enorme vigencia en la actualidad al calor del auge de la ecología. 1

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CULTURA MATERIAL Y CONSUMO TEXTIL EN CASTILLA A FINES DE

LA EDAD MEDIA E INICIOS DE LA EDAD MODERNA

HILARIO CASADO ALONSO

Universidad de Valladolid

Uno de los campos de investigación que, en los últimos años, se está

desarrollando con gran intensidad en la historia económica, en la historia social y en la

antropología histórica es el análisis de la cultura material. Comienzan a proliferar las

publicaciones internacionales, especialmente de historia de Italia, de los Países Bajos y

de Inglaterra, sobre los palacios, las casas rurales o urbanas respecto a su forma,

distribución interna y tamaño; acerca de la composición de los ajuares domésticos (las

telas con sus diferentes formas, procedencias y colores, los tipos de ropa y su forma de

utilización, los sombreros, la vajilla, los muebles, los espejos y abanicos, los tapices, los

objetos metálicos, la platería doméstica, los instrumentos musicales, los utensilios de

cocina, las armas, las obras artísticas y de devoción, los libros, etc.); sobre las

características de la comida y de la bebida, bien dentro o fuera del hogar familiar; el

papel de los criados; acerca de los gastos suntuarios expresados en la posesión de

carrozas y caballerías, en la caza, en los torneos, en los alardes, en los desfiles

procesionales, etc. En suma, se están abriendo nuevos territorios para la investigación,

los cuales permiten conocer mejor la evolución histórica de nuestros antepasados.

1.- La historia del consumo y de la cultura material en el mundo preindustrial.

Los estudios acerca de la cultura material tienen una larga tradición en la

historiografía internacional. La mayor parte de ellos se enmarcan dentro de los campos

de la antropología, la etnografía y la arqueología. Por otro lado, es bien conocida la

existencia, en numerosos países y ciudades del mundo, de museos de artes y costumbres

tradicionales y/o de objetos artesanales, tanto de culturas locales como de pueblos más o

menos primitivos. Gran parte de esta tradición historiográfica y museística parte del

interés por la recuperación y estudio de los modos de vida tradicional existentes antes de

la irrupción del mundo industrial contemporáneo. Su aparición en Europa y América se

remonta al siglo XIX, aunque sigue teniendo una enorme vigencia en la actualidad al

calor del auge de la ecología.

1

Sin embargo, en los últimos años se está desarrollando una nueva corriente de

investigación acerca de la cultura material, que parte del análisis microeconómico de las

pautas de consumo. Tradicionalmente, las visiones macroeconómicas han estudiado el

crecimiento económico en perspectiva histórica desde el lado de la oferta. En virtud de

ello, el aumento de la productividad y del producto total, fruto entre otros factores del

desarrollo de la tecnología, de los recursos y de la acumulación de capital, son las

causas de dicho crecimiento. Frente y al lado de tal explicación, hoy se han sumado las

visiones que analizan este mismo fenómeno desde el lado de la demanda y del consumo.

Los cambios en las pautas de consumo son para estos economistas los que inducen a

aumentos de la elaboración de determinados productos, con el consiguiente crecimiento

económico. Modificaciones en el consumo, que se expresan en el menor protagonismo

de los gastos familiares en alimentación y un mayor papel de los bienes semiduraderos

y duraderos. Tal como veremos a continuación, hoy se cree que dichos cambios no

fueron espontáneos, sino provocados. El conocimiento de nuevos productos, la

importancia de la moda y de las novedades, las formas de comercialización y los nuevos

hábitos sociales y culturales, que aparecen en las sociedades europeas en un

determinado momento, son los generadores de los cambios en las pautas de consumo.

El primero que comenzó a reflexionar sobre la importancia de la cultura

material y del consumo en la historia económica fue hace años M. Mackendrick. Para él

los cambios en las pautas de consumo acaecidos en la sociedad británica, especialmente

entre las poblaciones campesinas desde mediados del siglo XVII, hacia la demanda de

bienes duraderos y semiduraderos son los que anteceden y favorecen el posterior triunfo

de la Revolución industrial1. Es lo que él denominó con el apelativo de la “Revolución

del consumo”. A la estela de las argumentaciones de dicho historiador han aparecido

numerosos trabajos de diversos investigadores anglosajones, que siguen los mismos

planteamientos, resaltando el protagonismo que el aumento de la demanda de los

“objetos nuevos” y del cambio en las pautas de consumo han tenido en el origen de la

Revolución Industrial2.

1 MACKENDRICK, M., “Josiah Wedgwood: an eigteenth-century entrepeneur in salesmanship

and marketing techniques”. The Economic History Review, 2n. series. Vol. XII, 1960, núm. 3, pp. 408-433.

2 MACKENDRICK, M., BREWER, J. y PLUMB, J. H., The Birth of a consumer society. The commercialisation of eigtheenth century England. Londres, 1982. BREWER, J. y PORTER, R. , Consumption and the world of goods. Londres y Nueva York, 1993. MOKIR, J., “Demand vs. Supply in the Industrial Revolution”, in J. MOKYR (ed.), The Economics of the Industrial Revolution, Londres, 1985. pp. 97-118.

2

Esta nueva visión ha sido revalorizada por J. de Vries, que ha llamado la

atención sobre la paradoja que supone el hecho de que el deterioro del poder adquisitivo

de los salarios en el periodo anterior a la Revolución Industrial coincidiera en el tiempo

con la difusión cada vez mayor de bienes de consumo, bien desconocidos o reservados a

unos pocos, entre la población. Tal hecho lo explica por la mayor imbricación de las

familias campesinas en los circuitos comerciales. Ello les hizo que, instigados por las

mejoras en las técnicas de comercialización, optaran por comprar bienes de consumo en

el mercado, abandonando la producción casera. Pero todo ello implicaba que

renunciaran a la holganza, prefiriendo trabajar más a cambio de poder comprar más

bienes, muchos de los cuales antes sólo estaban al alcance de las altas clases sociales. Es

lo que ha denominado como la Revolución industriosa. Según el, la difusión de este

fenómeno a partir del siglo XVII y, especialmente, en el XVIII entre las poblaciones

campesinas inglesas y holandesas hizo que hubiera un aumento en la cantidad y en la

variedad de los bienes que forman el entorno material domestico3. El aumento del

consumo de determinados bienes ha sido, también, estudiado desde la óptica de la

historia social, que ha analizado los cambios sociológicos y mentales de la Inglaterra del

XVIII. Es la generalización del lujo y el nacimiento de la nueva sociabilidad burguesa4.

La irrupción de tal cantidad de nuevas publicaciones sobre el nacimiento de la

cultura del consumo ha puesto de actualidad las viejas hipótesis de F. Braudel, que

dedicó varios capítulos a tales cuestiones en su Civilización material, economía y

capitalismo5. Pero, al mismo tiempo, este interés renovado por la historia del consumo

y de la cultura material ha hecho que las investigaciones se hayan llevado a tiempos

anteriores a los de la Revolución industrial. Si para D. Roche la aparición del deseo por

3 DE VRIES, J., “The Industrial Revolution and the Industrious Revolution”, Journal of

Economic History, nº 54, 1994. pp. 249-270. DE VRIES, J., The Industrious Revolution: Consumer Behavior and the Household Economy, 1650 to the Present. Cambridge. Cambridge University Press, 2008 (Ed. Española, Barcelona 2009).

4 BERG, M. y CLIFFORD, H. (eds.), Consumers and Luxury. Consumer culture in Europe 1650 – 1850. Manchester. 1999. BERG, M., Luxury and Pleasure in eighteenth-century Britain. Oxford, 2005. BREWER, J., The Pleasures of the Imagination. English Culture in the Eighteenth Century. Londres, 1997. STEARNS, P. N. , Consumerism in World History. The Global Transformation of Desire. Londres, 2001. SMITH, W. D., Consumption and the Making of Respectability, 1600-1800. Nueva York, 2002. LEVY PECK, L., Consuming splendour: Society and culture in seventeenth-century England. Cambridge, 2005. BOURDIEU, P., La distinction. París, 1979. WEATHERILL, L., Consumer Behaviour and Material Culture in Britain, 1660-1760. Londres, 1988. BREWER, J. y TRENTMANN, F. (eds.), Consuming cultures, global perspectives :historical trajectories, transnational exchanges. Oxford, 2006.

5 BRAUDEL, F. Civilización material, economía y capitalismo. Siglos XV – XVIII. 1. La estructuras de lo cotidiano: lo posible y lo imposible. Madrid, 1984 (Edición francesa de 1980).

3

las cosas banales aparece en el siglo XVII6, será la historiografía sobre la historia de

Italia la que ha rastreado más y mejor el nacimiento de tal fenómeno en los años finales

de la Edad Media. Según diversos investigadores, la aparición del interés por el

consumo y el lujo debe de buscarse en los grupos dirigentes urbanos del siglo XV7. Tal

hecho se constata de manera clara en las oligarquías urbanas italianas, pero también,

aunque con diferente nivel, en las flamencas, alemanas, francesas e, incluso, españolas.

Todos los análisis coinciden en un punto central: el auge del comercio y las nuevas

formas de comercialización, acaecidas en ese momento, son las que nos explican la

aparición de las nuevas pautas de consumo y el deseo de acumulación de bienes

materiales, muchos de ellos meramente superfluos8.

Varios son los campos de análisis de la cultura material en los tiempos

preindustriales. En primer lugar, el conjunto de bienes domésticos: la casa (el palacio, la

casa popular, la casa campesina, …), y el ajuar (zapatos, sombreros; muebles, camas y

arcas; relojes; vasos, cristales, vajillas, platos y menaje de cocina; objetos metálicos;

libros; abanicos; armas; coches, carrozas y sillas de mano;…); y, en segundo lugar la

alimentación9. Por otro lado, es la distinción entre los bienes materiales de los ricos

frente a los de los pobres. En el primer caso se han estudiado los gastos de las familias

6 ROCHE, D., Histoire des choses banales. Naissance de la consommation dans les societés traditionnelles (XVIIe - XIXe siècle). Paris, 1998.

7 GOLDTHWAITE, R. A., “The Empire of Things: Consumer Demand in Renaissance Italy”, in F. W. KENT, P. SIMONS y J. C. EADE (eds.)., Patronage, Art and Society in Renaissance Italy. Oxford, 1987. pp. 153-175. GOLDTHWAITE, R. A., The Economy of Renaissance Florence. Baltimore, 2008. MALANIMA, P., Il lusso dei contadini. Consumi e industrie nelle champagne toscane del Sei e Settecento. Bolonia, 1990. JARDINE, L., Worldly goods. A new history of the Renaissance. Londres, 1996. FRANCESCHI, F y MOLÀ, L. “L’economia del Rinascimento: dalle teorie della crisi alla ‘preistoria del consumismo’, in FANTONI, M. (ed.), Il Rinascimento italiano e l’Europa. Vol. I. Storia e storiografia. Costabissara, 2005. pp.185-200. FRANCESCHI, F, GOLDTHWAITE, R. A. y MUELLER, R. C. (eds.), Il Rinascimento italiano e l’Europa. Vol. IV. Commercio e cultura mercantile. Costabissara, 2007.

8 SPUFFORD, P., Power and profit. The merchant in medieval Europe. Londres, 2002. EPSTEIN, S. R., Freedom and Growth. The rise of states and markets in Europe, 1300 – 1750. Londres, 2000 (Ed. Española, Valencia, 2009). HICKS, M.A (ed), Revolution and consumption in late medieval England, Woodbridge, 2001. KEENE, D. J.,“Cultures de production, de distribution et de consommation en milieu urbain en Angleterre, 1100-1350”, Histoire urbaine, 2006, 16, pp. 17-38. SCHUURMAN, A. y WALSH, L., Material Culture: consumption, life-style, standard of living, 1500-1900. Actas de la “XI Conferencia Internacional de Historia Económica”. Milán, 1994. WRIGHTSON, K., Early Necessities. Economic Lives in early modern Britain. New Haven, 2000. ALLEN, R. C., BENGTSSON, T. y DRIBE, M. (eds.) (2005), Living Satandards in the Past. New Perspectives on Well-Being in Asia and Europe. Oxford.

9 POUNDS, N. G. (1992), La vida cotidiana. Historia de la cultura material. Barcelona. SARTI, R., Vida en familia : casa, comida y vestido en la Europa Moderna. Barcelona, 2002. FREEDMAN, P. (ed.), Gastronomía. Historia del paladar. Valencia, 2009. FREEDMAN, P., Out of the East: Spices and the Medieval Imagination. New Haven, 2009. FLANDRIN, J. L. y MONTANARI, M., Historia de la alimentación. Gijón, 2004. FERNÁNDEZ ARMESTO, F., Historia de la comida: alimentos, cocina y civilización. Barcelona, 2004. GOLDTHWAITE, R. A., The Building of Renaissance Florence. An Economic and Social History. Baltimore, 1980.

4

nobles, a partir de sus inventarios y libros de contabilidad, desde los momentos en que

el “lujo y el decoro” pasan a ser los distintivos de la alta sociedad. A ello se suman los

trabajos que analizan la aparición de determinados objetos (muebles, porcelanas,

abanicos o relojes) en dichas casas nobiliares10. Frente a la cultura material de los ricos

está la de los pobres, bien sean campesinos o simples trabajadores urbanos y criados

domésticos. Cuestiones, como el ajuar campesino, sus niveles de vida, su alimentación,

sus menajes y los objetos de su vida cotidiana, han centrado su atención. Pero, en este

análisis una preocupación fundamental es saber si todos estos bienes son de factura

doméstica o han sido adquiridos en el mercado, ya que de su respuesta se derivan

consecuencias muy diversas y, especialmente, a las formas del crecimiento

económico11. De ahí que sea muy importante no tanto conocer la cultura material en un

momento determinado, sino ver su evolución temporal dentro de un grupo social o en el

conjunto de la sociedad.

Todas estas publicaciones coinciden en señalar cómo desde el siglo XV están

comenzando a cambiar las pautas de consumo de las poblaciones urbanas, que tienden a

gastar en mayores cantidades y, sobre todo, a imitar las normas de comportamiento de la

nobleza y de la corte. En palabras del profesor R. Goldthwaite, estamos ante la difusión

del “imperio de las cosas”, donde el acaparamiento de objetos comienza a convertirse en

el símbolo de posesión de un status social elevado12. Evidentemente, estos cambios

afectaron en los siglos XV y XVI a una minoría de la población, la perteneciente a la

nobleza, al alto clero y al patriciado urbano, pero sus influjos se extendieron a algunos

otros grupos sociales e, incluso, a los campesinos acomodados. Indudablemente, esta

aspiración al lujo y al decoro vino acompañada de la generalización de los gustos y de

las mentalidades caballerescas entre aquellos sectores urbanos formados por

mercaderes, pequeños nobles, clérigos de las catedrales y grandes artesanos. Pero,

también, en estos cambios influyó el gran auge que experimentó el gran comercio

10 PINCHERA, V., Lusso e decoro: vita quotidiana e spesse dei Salviati di Firenze nei sei e

settecento. Pisa, 1999. VEECKMAN, J. (ed.), Majolica and Glass. From Italy to Antwerp and beyond. The transfer of technology in the 16th – early 17th century. Amberes, 2002. AGO, R. , Il gusto delle cose. Una storia degli oggeti nella Roma del Seicento. Roma, 2006.

11 DYER, C., Niveles de vida en la Baja Edad Media. Cambios sociales en Inglaterra, c. 1200 - 1520. Barcelona, 1991. DYER, C., “Material culture: production and consumption”, Material Culture in Medieval Europe, 1991, pp. 505-513. DYER, C., Making a living in the middle ages: the people of Britain 850-1520. New Haven, 2002. MALANIMA, P., Il lusso dei contadini. Consumi e industrie nelle champagne toscane del Sei e Settecento. Bolonia, 1990. MAZZI, M. S. y S. RAVEGGI, Gli uomini e le cose nelle campgane fiorentine del Quattrocento. Florencia, 1983. WRIGHTSON, K., Early Necessities. Economic Lives in early modern Britain. New Haven, 2000.

12 GOLDTHWAITE, R. A., “The Empire of Things…

5

internacional en dichos siglos, el cual permitió que productos, hasta ese momento

exóticos y muy caros, pudieran comprarse o imitarse.

Y entre este conjunto de productos hay que señalar los objetos artísticos -

desde las obras de pintura o escultura hasta los que hoy catalogamos dentro del amplio

abanico de las artes decorativas y de la historia del traje - cuyos mercados se están

expansionado de manera continuada. Paralelo al interés que hoy suscita la economía de

la cultura, se están analizando temas como el usos y comercio de libros, la artesanía de

lujo, las curiosidades y el comercio de objetos artísticos de cualquier factura y calidad.

No estamos ante los tradicionales trabajos sobre el mecenazgo cultural y artístico, sino

ante otros intereses. No interesa tanto estudiar las grandes obras y objetos artísticos

como los de factura menos elaborada, más baratos y más accesibles al gran público: los

brocados, los encajes, los bordados, las alfombras, las telas de oro y plata, las sargas

pintadas y, sobre todo, las tapicerías en los objetos textiles, junto con los alabastros, los

sombreros, los cueros repujados para cubrir paredes y muebles, las arcas, baúles y

cofres, el mobiliario, las cajas, las joyas, los objetos de metal, los espejos, los relojes,

los vidrios para las ventanas, los libros, los instrumentos musicales, las armas, etc. Se

abre un campo de investigación histórica, donde se mezclan la historia del arte y la

historia económica. Todo ello nos lleva a una nueva visión del Renacimiento, en el que

la demanda de objetos artísticos y de “cosas mundanas” adquiere un nuevo

significado13.

13 CAVACIOCCHI, S. (ed.), Economia e arte (secc. XIII - XVIII). Florencia, 2002. CHARTIER, R., El orden de los libros: lectores, autores, bibliotecas en Europa entre los siglos XIV y XVIII. Madrid, 1994. CHARTIER, R. y MARTIN, J. H. (eds.), Histoire de l’édition française. Paris. 1992. DE MARCHI, N. y VAN MIEGROEST, H. J., Mapping Markets for Paintings in Europe, 1450 – 1750. Turnhout, 2006. GOLDTHWAITE, R. A., Wealt and the Demand for Art in Italy, 1300-1600. Baltimore, 1993. JARDINE, L., Worldy goods… LOPEZ VIDRIERO, M. L. y CATEDRA, P. M. (dirs), Coleccionismo y bibliotecas. Salamanca, 1998. NORTH, M. (ed.), Economic History and the Arts. Colonia y Viena, 1996. NORTH, M y ORMROD, D (eds.), Markets for Art, 1400-1800. Sevilla. 1998. PIEPER, R., “Los límites del mundo atlántico: artificialia y naturalia en el comercio transatlántico del siglo XVI”, in PIEPER, R. y SCHMIDT, P. (eds.), El mundo atlántico y América Latina (1500-1850). Colonia, 2005. pp. 245-261. PIEPER, R., “Papagayos americanos, mediadores culturales entre dos mundos”, in STOLS, E., THOMAS, W. y VERBERCKMOES (eds.), Naturalia, Mirabilia & Monstrosa en los Imperios Ibéricos (siglos XV – XIX). Lovaina, 2006. pp. 123-134. VERMEYLEN, F., Painting for the Market. Commercialization of Art in Antwerp’s Golden Age. Tumhout, 2003. CASADO ALONSO, H., “Al uso de Flandes”. Cultura material y comercio artístico de la oligarquía burgalesa en los siglos XV y XVI”, in PAYO HERNÁNDEZ, R. (ed). Estudios de Historia y Arte. Homenaje al profesor A. Ibáñez Pérez. Burgos, 2006. pp. 113 – 134. CASADO ALONSO, H., “Les relations entre les foires de Castille et les foires de Lyon au XVIe siècle”, in GAULIN, J. L. y RAU, S. (eds.), Lyon vue d’ailleurs: échanges, compétitions et perceptions. Lyon, 2009. pp. 99-102. BARTOLOMÉ ARRAIZA, A. (coord.), Artes decorativas en España. Summa Artis: historia general del Arte. Madrid, 1999.

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2.- La moda y el consumo textil en el mundo preindustrial.

La industria textil, como es bien conocido, ha sido uno de los sectores clave de

la economía en la Europa preindustrial. La bibliografía publicada sobre su producción

es enorme y viene de antiguo. Si, tradicionalmente, la atención se centró en la que

localizaba su actividad en las ciudades, en los últimos años ha cogido protagonismo la

situada en los núcleos rurales, lo que ha impulsado perspectivas nuevas para su

investigación. Todo ello, más o menos unido al debate sobre la protoindustrialización,

ha permitido que conozcamos mejor las economías y sociedades rurales. Incluso, más

recientemente, las viejas concepciones emanadas de la ilustración y del liberalismo

decimonónico acerca de las manufacturas urbanas, agrupadas en gremios, están siendo

revisadas a la luz de nuevas concepciones acerca de su valor como elementos para la

difusión de las técnicas, el aprendizaje o el ahorro de los costes de transacción.

Pero, al mismo tiempo, en los últimos años estamos asistiendo a nuevas

reflexiones sobre la comercialización textil, dentro de la emergencia de los estudios

sobre la economía del consumo. Dentro de este campo de investigación, uno de los

aspectos más estudiados ha sido el consumo de productos textiles. Por una parte, eran

los bienes semiduraderos más demandados por las poblaciones, al mismo tiempo que el

género más fabricado en el mundo preindustrial. Pero lo que interesa es analizar la

comercialización y el consumo de dichos tejidos bajo todas sus formas, desde los más

sencillos hasta los de lujo. Qué cantidad se consumía, cuál era su difusión social y

geográfica, cómo evolucionó su demanda en el largo plazo, qué determinantes y

condicionantes afectaron tanto a la cantidad como a la variedad de los textiles que se

consumían, etc. Cuestiones, como los tipos de tejidos, sus fibras, su hechura, sus

colores, sus formatos o la moda textil, que apenas habían estudiado los investigadores

de las manufacturas cobran ahora importancia. Pero, también, las preguntas se dirigen a

saber qué pautas y a través de qué mecanismos de promoción, distribución y venta se

produjo la comercialización textil. Si hubo iniciativas y mecanismos que incentivaron el

consumo de unos tejidos respecto a otros. Análisis que entroncan con los estudiados por

los historiadores del traje y de las artes decorativas. Pero buscando no tanto la historia

de los vestidos, sino en saber cuáles eran las formas de distribución textil (tiendas

estables y especializadas, crédito al consumo, promoción y publicidad, etc.), así como el

mundo de los sastres, de los ropavejeros o la reutilización dentro de la casa de los

7

vestidos y de la ropa. De ahí que las formas de comercialización textil hayan pasado a

ser una parte fundamental en cualquier estudio de historia del consumo14.

Pero, al mismo tiempo, la circulación de productos textiles, entendida en todas

sus maneras, es uno de los aspectos más importantes para comprender el desarrollo de

los intercambios comerciales, tanto a nivel local, como nacional y mundial. Así, vemos

cómo, desde el siglo XV y, quizás, desde épocas anteriores, los tejidos eran la parte más

importante de las mercancías que se intercambiaban, lo que produjo paulatinas

especializaciones productivas entre una economías regionales respecto a otras. Paños

flamencos, ingleses o toscanos; lienzos holandeses o bretones; sedas italianas; y

fustanes alemanes son algunos de los ejemplos de este fenómeno en el siglo XVI. Tal

situación trajo consigo flujos mercantiles que dieron lugar a situaciones de dominación

comercial a escala europea e, incluso, global. La aparición de un determinado tejido, un

tipo de tinte y de color, una forma de elaboración distinta, el empleo de tal o cual fibra,

etc. produjo un predominio de los géneros fabricados en determinadas zonas

manufactureras sobre los de otras. Muchas veces, éstas últimas respondieron copiando

las modas que venían de fuera, pero en otras ocasiones el aumento de tejidos foráneos

trajo consigo la desaparición de los géneros locales. De ahí que se comience a hablar de

una primera globalización textil.

La ocupación, en determinados nichos del mercado, de unos productos en

sustitución de otros no sólo se produjo como efecto de la aparición de innovaciones

técnicas, mejoras en la calidad o precios más bajos, sino merced a la existencia de unas

redes de comercialización textil más eficaces que otras. Aquí la forma de distribución,

los métodos de comercialización al por mayor y al por menor, las técnicas de marketing,

etc. jugaron también su papel. El resultado final fue la penetración de determinados

tejidos en cada vez más amplios mercados. Los análisis no sólo deben constatar cuando

aparece un tejido determinado y con qué características, sino cómo y merced a qué

protagonistas se ha producido. De la misma manera hay que estudiar quienes son los

consumidores últimos de los tejidos y valorar en cada momento la existencia de un

determinado tipo de tejidos para pobres y otro diferente para ricos. Comparación que

14 BOTTIN, J. y PELLEGRIN, N., (eds.), Échanges et cultures textiles dans l’Europe pre-industrielle. Lille, 1996. BRAUNSTEIN, Ph. (ed.), Un banquier mis à nu: autobiographie de Matthäus Schwarz (1497-1574), bourgeois d'Augsbourg. París, 1992. JENKINS, D. (ed.), The Cambridge History of Western Textiles. Cambridge, 2003. 2 vols. RICHARDSON, C. (ed.), Clothing culture, 1350-1650. Burlington, 2004. BELFANTI, C. M. y GIUSBERTI, F. (eds.), La Moda. (Storia d'Italia. Annali ; 19). Turín, 2003. MUZZARELLI, M. G., Guardaroba medievale: vesti e società dal XIII al XVI secolo. Bolonia, 1999. PIPONNIER, F. y MANE, P., Se vêtir au Moyen Age. Paris, 1995.

8

debe de extenderse al tipo de vestidos o al uso diferenciado de los colores por los

grupos sociales. Pero, de la misma manera, investigar si hubo disimetrías entre los

consumos textiles de los habitantes de la ciudad respecto a los del campo. Recurrían

estos últimos, como tradicionalmente se ha venido diciendo, a la fabricación casera o,

por el contrario, desde el siglo XV amplias capas de la población campesina adquirían

sus tejidos en el mercado, ya fuera en tiendas, ferias locales o comerciantes ambulantes.

De ahí que, para una época anterior a la revolución de los transportes de los siglos

XVIII y XIX, el estudio de la circulación de los tejidos permita analizar el grado de

integración económica de unos territorios y, al mismo tiempo, la inserción de éstos en

espacios económicos más amplios15.

Por todo este conjunto de razones, los tejidos han de considerarse como

“mercancías guías” para estudiar el grado de integración e interrelación de unos

espacios económicos respecto a otros. De ahí el interés del estudio de la

comercialización textil. Pero, igualmente, en este juego variable de corrientes de

intercambio mercantil no todo es meramente económico. En los cambios en las pautas

de consumo también intervienen otros factores. Cuestiones, como las practicas de

acumulación de tejidos como símbolo de status social, las formas de sociabilidad o la

difusión de nuevos valores sociales y mentales, deben de tenerse en cuenta. Todo ello

nos hace que tengamos que adoptar una visión dinámica para estudiar la producción y el

comercio textil, donde se han de mezclar realidades económicas, sociales y culturales.

En suma, estamos ante un vasto campo para investigar. Tal corriente está dando muchos

frutos, algunos de los cuales se refieren al caso español16.

Algunas de las cuestiones están siendo investigadas, pero los interrogantes y

los problemas a resolver son muchos: ¿Cómo, cuando y por qué evolucionaron los

colores de las vestimentas a finales de la edad media, con la imposición de la moda

borgoñona – más tarde denominada española -, plasmada en la sustitución del color rojo

15 MUNRO, J. H., “Textiles as articles of consumption in Flemish towns, 1330-1575”, Bijdragen

tot de geschiedenis. Driemaandelijks tijdschrift, 81, 1998, pp. 275-287. MUNRO, J. H.,‘Textile Production for the Market’, in M. SCHAUS (ed.), Women and Gender in Medieval Europe: An Encyclopedia . Nueva York y Londres, 2006, pp. 791-795.

16 TORRAS, J. y B. YUN (dirs.), Consumo, condiciones de vida y comercialización. Cataluña y Castilla, siglos XVII – XIX. Valladolid, 1999. LLOPIS, E., TORRAS, J. y YUN, B. (eds.), El consumo en la España preindustrial. Número extraordinario. Revista de Historia Económica. Año XXI, 2003. CASADO ALONSO, H., “La commercialisation en Espagne de toiles de la France de l'Ouest au milieu du XVIe siècle”, Annales de Bretagne 2000, nº 2, pp. 29 – 50.

9

y el dorado por el negro17?; ¿existieron diferencias en el colorido de los vestidos de los

hombres respecto a los de las mujeres18?; ¿había diferencias en los trajes según las

diferentes etapas de la vida?; ¿qué importancia jugaron los vestidos en la apariencia

social19?; ¿hubo formas de emulación en los sistemas de vestir el cuerpo y la casa entre

los diferentes grupos sociales y/o entre el campo y la ciudad20?; ¿qué importancia y

protagonismo tuvieron los sastres en las ciudades preindustriales, donde su número, a

juzgar por los diversos censos demográficos, fue muy elevado21?; ¿cómo era la

comercialización al por menor de los tejidos, los vestidos y la ropa de casa22?; ¿qué

papel desempeñó el reciclado de los vestidos y de la ropa usada y vieja23?; etc.

En suma, lo que es indudable es que, desde la segunda mitad del siglo XIV,

Europa está asistiendo a profundos cambios en las formas de vestir y en el significado

social y mental de la ropa, encontrándonos en los orígenes de lo que se ha venido en

llamar la prehistoria de la moda y cuyo nacimiento se ha situado en la corte de Borgoña

de esos años24. Cambios, que no solo fueron puramente económicos y del gusto, sino

que produjeron mutaciones en el orden social establecido. De ahí la proliferación de las

leyes suntuarias a partir de finales de la edad media, cuya finalidad era la prohibición de

determinados trajes, telas y colores a los grupos sociales no privilegiados25. En

conclusión, como ya he dicho, en la historia de la moda y del consumo textil se mezclan

17 HARVEY, J., Men in Black. Chicago, 1995. MUNRO, J., ‘The Anti-Red Shift – to the Dark Side: Colour Changes in Flemish Luxury Woollens, 1300 – 1550”, Medieval Clothing and Textiles, 3 (2007), 55-95. QUONDAM, A., Tutti i colori del nero. Moda e cultura nell’Italia del Cinquecento. Costabissara, 2007. Sobre la historia de los colores, ver PASTOUREAU, M., Breve historia de los colores. Barcelona, 2006.

18 AGO, R., Il gusto delle cose. Un storia degli oggetti nella Roma del Seicento. Roma, 2006. pp. 105-106. BURMAN, B. y TAULIN, C. (eds.), Material Startegies. Dress and Gender in Historical Perspective. Oxford, 2003.

19 ROCHE, D., La culture des apparences. Une histoire du vêtement XVIIe - XVIIIe siècles. Paris, 1989. VENTURELLI, P., Vestire e apparire. Il sistema vestimentario femmenile nella Milano spagnola (1539-1679). Roma, 1999.

20 MALANIMA, P., Il lusso dei contadini… MUZZARELLI, M. G., Guardaroba medievale... pp. 247-349.

21 FRICK, C. C., Dressing Renaissance Florence. Families fortunes and fine clothing. Baltimore, 2002.

22 RICHARDSON, C. (ed.), Clothing culture, 1350-1650. Burlington, 2004. MUZZARELLI, M. G., Guardaroba medievale... pp. 147-246.

23 FONTAINE, L. (ed.), Alternative exchanges: second-hand circulations from the sixteenth century to the present. Nueva York, 2008. ALLERSTON, P., “L’abito usato”, in BELFANTI, C. M. y GIUSBERTI, F. (eds.), La Moda... pp. 561-581.

24 BREWARD, C., The culture of fashion. A new history of fashionable dress. Manchester, 1995. pp. 7-74. RIBEIRO, A., Dress and Morality. Oxford, 1986. pp. 42-74.

25 SEMPERE Y GUARINOS, J., Historia del luxo y de las leyes suntuarias de España. Madrid, 1788. HUNT, A., Governance of the Consuming Passions. A History of Sumptuary Law. Londres, 1996. MUZZARELLI, M. G., “Le leggi suntuarie”, in BELFANTI, C. M. y GIUSBERTI, F. (eds.), La Moda... pp.185-220. HAYWARD, M., Rich Apparel. Clothing and the Law in Henry VIII’s England. Farnham, 2009. pp. 17-61.

10

aspectos de historia económica, historia social, antropología histórica, historia cultural e

historia de las mentalidades.

3.- El consumo textil en Castilla a fines de la Edad Media e inicios de la Edad

Moderna: una aproximación.

La moda y el consumo textil en Castilla en los siglos XV y XVI son muy poco

conocidos26. Otro tanto se puede decir sobre la cultura material de dichos años, donde

predominan más los estudios descriptivos que los puramente económicos27. Por el

contrario, los estudios rigurosos sobre dicha temática se han concentrado

preferentemente en los siglos XVII, XVIII y XIX28. Las razones de tal hecho son

debidas, a mi entender, a la dificultad de encontrar fuentes seriadas para analizar dicho

fenómeno. Para las centurias anteriores es muy difícil localizar numerosos inventarios

post-mortem y testamentos de diversas fechas y de fallecidos de diferente condición

social, que son la documentación básica utilizada en la mayor parte de los estudios

europeos. Igualmente, en el caso castellano, dada la legislación existente, donde la

mujer tenía derecho a heredar, no se pueden utilizar, como en otras áreas geográficas,

los inventarios de los ajuares de las dotes de las novias. Cuando se han conservado, son

puntuales y no reflejan el patrimonio material de sus propietarios. De ahí que haya que

recurrir a otro tipo de fuentes. Una de ellas son las judiciales, ya que en muchos pleitos

por herencias o disputas patrimoniales se hacían descripciones de los bienes de los

litigantes. Sin embargo, su búsqueda en el Archivo de la Chancillería de Valladolid,

aunque da resultados excelentes, es muy lenta y dificultosa. Más beneficios se obtienen

de la consulta de la documentación mercantil, ya que los tejidos para la casa y el cuerpo

eran una de los productos más negociados por los mercaderes: en este aspecto, los libros

de cuentas de mercaderes y de tenderos, más la múltiple documentación comercial

diversa nos puede aportar muchas luces acerca del consumo textil por parte de la

sociedad castellana a fines de la Edad Media e inicios de la Edad Moderna. A partir de

26 BERNIS, C., Indumentaria medieval española. Madrid, 1956. BERNIS, C., Indumentaria

española en tiempos de Carlos V. Madrid, 1962. BERNIS, C., Trajes y modas en la España de los Reyes Católicos. Madrid, 1978-1979. 2 vols. BERNIS, C., El traje y los tipos sociales en 'El Quijote'. Madrid, 2001.

27 ABELLAN PÉREZ, J., El ajuar de las viviendas murcianas a fines de la Edad Media. Cultura material a través de los textos. Murcia, 2009. IZQUIERDO BENITO, R., La cultura material en la Edad Media, perspectiva desde la arqueología. Granada, 2008.

28 TORRAS, J. y B. YUN (dirs.), Consumo, condiciones de vida... LLOPIS, E., TORRAS, J. y YUN, B. (eds.), “El consumo en la España preindustrial...

11

esta documentación dispersa presentaré una primera aproximación al tema, que es muy

provisional y no pretende ser definitiva.

Un primer hecho que constatamos es que, al igual que en otras partes de

Europa, la posesión de productos textiles – bien ropa o menaje de casa – y su

acumulación es considerada por los habitantes de la época como símbolo de riqueza y

de prestigio social29. La consulta de los pocos inventarios post-mortem conservados y,

en menor grado, de los numerosos testamentos nos revela tal fenómeno. En los

primeros, junto a la descripción de los bienes inmuebles, aparecen los muebles y,

destacando entre ellos los tejidos. Los documentos nos señalan, de manera global o

habitación por habitación, cuanta ropa de vestir y de casa se conservaba guardada en sus

estancias y en las diferentes arcas existentes. En el caso de las mandas testamentarias es,

igualmente, frecuente la donación de telas y ropas a los criados y herederos y, en

ocasiones, a los pobres y a alguna cofradía y hospital.

Evidentemente, la posesión de textiles variaba mucho según la condición

social de sus propietarios. Los pertenecientes a la oligarquía hacen listas extensas,

habitación por habitación y arcón por arcón, de sabanas, cobertores, cócedras,

almadraques, cosneos, cabezales, colchas, colchones, tablas de manteles, toallas,

pañuelos, cojines, etc, más la descripción de las diferentes ropas y sombreros – con citas

a su estado y su posible utilización o reutilización - que en ellos se guardaban. Por

ejemplo, el inventario de los bienes dejados por Gonzalo Rodríguez de Maluenda,

regidor de Burgos, realizado el 18 de abril de 143830, señala la existencia de una rica y

abundante ropa de casa: 9 mantas (tres de ellas al uso de Flandes), una alfombra, dos

paños franceses con el escudo de armas y con grifos, 3 alcatifas31 con los escudos de

armas, 3 tapetes, 4 reposteros, 8 poyales (2 franceses), 14 piezas de sarga, 15

paramentos, 12 cobertores, 8 colchas (2 de seda y 2 de lienzo de Flandes), 18

almadraques (8 de fustán), 2 cocedras, 4 almazelas, 8 colchones, 61 almohadas (29 de

Flandes y 3 de cuero guadamecí), 32 sabanas, 17 tablas de manteles (2 de Flandes), 8

azulejas32 a la morisca y 80 varas de toballejas33. Sin embargo, no se hizo inventario de

la ropa personal, que debía de ser muy abundante y lujosa, a juzgar porque poseía, amén

de otros bienes muebles y de numerosas casas, tierras, censos y juros, una mula, dos

29 GOLDTHWAITE, R. A., “The Empire of Things… 30 ARCHIVO DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE BURGOS. Berberana. Leg. 38 (antiguo). 31 Tapetes. 32 Pañuelos de manos. 33 Toallas, aunque también se utilizaban como manteles.

12

caballos, 500 cantaras de vino, 300 fanegas de trigo y cebada, y, junto a todo ello,

abundantes joyas, armas34 y 32 libros. Todos estas posesiones las tenía el finado en

Burgos, Orbaneja, Celada del Camino, Medinilla, Mazariegos, Covarrubias, Ura,

Punteura, Mecerreyes y Barbadillo del Mercado, incluida una torre en Retuerta. En

suma, un patrimonio digno de un mercader y caballero.

Otro caso de un abundante ajuar doméstico es el del yerno del anterior, Diego

Alonso de Burgos, regidor y mercader burgalés. Su inventario post-mortem data del 27

de mayo de 147935. En él se documentaron una alfombra; un tapete; 3 cobertores; 12

mantas; una cama de sarga; 18 bancales de verduras, de alfombra y de telas; 18 cojines

de verdura y de cuero con sus armas; 8 reposteros con sus armas; 12 almadraques; 2

piezas de fustán para camas; 9 antepuertas de verduras y francesas; 10 colchas de lienzo

de Bretaña; 2 paños de silla con sus cojines y freno; 2 cielos de cama; 6 sargas; 8

cosneos36; una alcatifa; una sobremesa; un almofrix37; 23 almohadas de pluma, de

cuero, de lino y de perrillos; 6 cabezales de cama; 14 sabanas de lienzo de Flandes y de

Castilla; 24 manteles de lino de Flandes y de Castilla; 6 tobajas de Flandes; 17 azulejas;

5 pañezuelos de mesa; 24 manteles de lino y de estopa; 17 piezas de faja de seda para

vestir; un peinador de oro y seda; una albanadega38 de oro y plata; una ropa de seda; un

monjil; un tabardo; 2 sayas de velarte; una casulla de seda; un jubón; un brial; una ropa

de velarte; 5 mantos; una pieza de sarga de vestir; una camisa de Cambray; un

corridezuelo de oro y seda; 6 randas39 de oro y seda; más otra ropa no descrita.

Indudablemente, estos inventarios, como otros muchos conservados, reflejan

el ajuar doméstico y personal de la élites sociales urbanas de Burgos, donde una gran

parte de ellas tenía vínculos con las actividades del gran comercio internacional. Sin

embargo, el panorama, aunque en otra escala, es parecido si analizamos el de un

miembro de la oligarquía rural. Es el caso de Juan de Orduña, vecino de Saldañuela,

localidad situada a 12 kms. de Burgos40. Este tenía en 1517 en diferentes arcas y

muebles de su casa, que constaba de 3 cámaras, un “recibimiento”, un portal, una

cocina, un horno, un pajar y una bodega, los siguientes tejidos: 16 pañezuelos, 11

mantas, 11 sabanas de lienzo y estopa, 10 sargas, 6 tablas de manteles de lienzo, 5

34 Disponía de una cámara dedicada a guardar exprofesamente las armas. 35 ADPB. Berberana. Sin catalogar. 36 Almohadones. 37 Funda de cama. 38 Tocado femenino. 39 Encajes. 40 ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL. Clero. Leg. 1001.

13

lenzuelos, 4 almadraques, 4 cabezales, 3 alfombras, 3 almohadas, 3 colchones, 3 paños

de manos, 3 sobremesas, 2 antepuertas, 2 cielos de cama, 3 colchas, 2 paramentos de

sarga, 1 brocado, 1 cinta, 1 delantecama, una sobrecama y un cobertor de cama entre la

ropa de casa; y 2 jubones, 1 almayzele41, 1 cabrichel, una camisa de lienzo, 1 camisón,

1 capuz, 1 paño negro, 1 papahigo42, unas pasteras de lienzo, 1 tabardo de paño, unos

zahones de venado, 1 zamarro, una grebe43 y una vara y media de lienzo, entre la ropa

de vestir.

Como se puede apreciar la abundancia de tejidos, frente a otros bienes

muebles, es manifiesta, siendo éstos el mejor símbolo de acumulación de la riqueza, ya

que apenas nos encontramos allí con joyas o muebles ricos. Su semejanza con los

inventarios urbanos descritos anteriormente es evidente. Sin embargo, aquí no tenemos

la abundancia de tejidos extranjeros (Flandes, Francia, etc.) o de seda. Las alfombras

son de Salamanca, los lienzos son castellanos, los paños son bastos (terlices, irlandas,

docenos, catorcenos o dieciseisenos, aragoneses, etc.), y hay una abundancia de sargas y

otros textiles baratos. Fenómeno que vemos más acusado si analizamos el inventario

post-mortem de un campesino, el de Pedro de Porres, vecino de Vivar, realizado en

147644. Sólo tenía 3 manteles de 7,5 varas, 3 cabezales de sayal, 2 lenzuelos, 2 jubones

de fustán, 2 capotes de sayal, una cocedra, una abuchanada de lino, una manta, un capuz

celeste de paño de Segovia, unas sayas, un sayo, unas sayuelas, 8 varas de sarga blanca

y 2,5 varas de sayal blanco. Como se puede apreciar, la bastedad de las telas y su

pobreza son las que marcan la condición social de su propietario. Características que

vemos, también, en el inventario de la prostituta burgalesa María de Segovia, que dejó

en 1484 sus escasas ropas a sus compañeras de oficio y a la iglesia de Santiago de la

Fuente, junto con un joyel de plata y una sortija de ámbar45.

Pero en los casos de este simple campesino o de esta prostituta, así como en

los de las familias acomodadas, la acumulación de riqueza en bienes muebles viene

marcada por el acopio textil, mientras que los muebles y otros objetos domésticos

estaban menos presentes y eran menos importantes46. Sin embargo, es muy difícil poder

41 Tocado. 42 Prenda para cubrirse el rostro con el fin de protegerse del frío. 43 Posiblemente, unos calzones. 44 AHN. Clero. Leg. 1053. 45 ARCHIVO PARROQUIAL DE Stª ÁGUEDA (Burgos). Legajo 3. 46 En las casas burgalesas de esta época parece que, salvo la cocina, la bodega y la cuadra, no

había una diferencia funcional entre las habitaciones de la casa. De hecho, las arcas – el lugar donde se guardan los tejidos y demás objetos domésticos – aparecen repartidos por doquier. Los armarios, salvo los

14

establecer su cuantificación. No obstante, a modo de ejemplo, puedo aportar el

inventario post-mortem de los bienes muebles del mercader burgalés Andrés de

Pesquera y de su mujer Catalina del Castillo, patrones del monasterio de La Merced de

Burgos, donde se hizo un valoración monetaria de su patrimonio mueble47. Lo podemos

ver en el CUADRO 1.

VALORACIÓN DE LOS BIENES MUEBLES DEL MERCADER BURGALÉS

ANDRÉS DE PESQUERA Y CATALINA DEL CASTILLO

( 6-8-1517 )

maravedíes %

Tejidos de la casa 56.506 19,50

Tapices y Alfombras 21.191 7,31

Ropa de vestir 43.744 15,10

Muebles 23.330 8,05

Vajilla y menaje de cocina 6.379 2,20

Armas 3.157 1,09

Monturas de caballos 5.291 1,83

Plata 105.451 36,39

Joyas 23.230 8,02

Libros 1.300 0,45

Instrumentos Musicales 187 0,06

289.766 100

FUENTE: AHPB. Protocolo 5507

Como se puede apreciar, si sumamos los tejidos de casa, los tapices, las

alfombras y la ropa de vestir tenemos un porcentaje del 41,9 % del total de valor

monetario de los bienes muebles que poseía esta rica familia burgalesa. Monto que sólo

se ve ligeramente superado por el de las joyas y la plata. Situación que es común en

gran parte de los ajuares domésticos de las oligarquías de las ciudades castellanas en el

siglo XVI48. Todo ello confirma, de nuevo, la importancia del consumo textil en las

sociedades preindustriales. Consumo que, a juzgar por datos indirectos, ya que no es

posible establecer una cuantificación, se incrementará conforme avanza el siglo XV,

llegando a su máximo apogeo en la centuria siguiente. Cada vez los ajuares castellanos

fueron más ricos, abundantes y, sobre todo más variados, siendo frecuente la existencia

de la cocina, son casi inexistentes. Incluso, como es el caso del citado Juan de Orduña, en el arca, que tenía a los pies de la cama donde falleció, estaban mezcladas las telas con el sebo y otros alimentos.

47 ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE BURGOS. Protocolo 5507. 48 BENNASSAR, B., Valladolid en el Siglo de Oro. Una ciudad de Castilla y su entorno agrario

en el siglo XVI. Valladolid, 1989. pp. 420-433. GARCÍA FERNÁNDEZ, M., “Familia y cultura material en Valladolid a mediados del siglo XVI. Entre el nacimiento y la muerte”, in J. L. CASTELLANO CASTELLANO y F. SÁNCHEZ-MONTES GONZALEZ, Carlos V. Europeismo y diversidad. Madrid, 2001. Vol. IV. pp. 275-296.

15

de tejidos lujosos, muchos de ellos de procedencia extranjera. El caso más espectacular

con el que me encontrado es el regidor de Burgos y gran mercader internacional, que

durante algunos años vivió en Ruán, Brujas y Amberes, Andrés de Maluenda, cuyo

patrimonio se tasó en 1573 en 37.947.267 mrs49. De esta suma el 90,6% corresponde a

bienes inmuebles (casas, heredades y censos en Burgos y Quintanilla de Ríopico),

rentas (regimiento, censos y privilegios de juro) y el dinero puesto en la compañía

mercantil, mientras que el 9,4% valían los bienes muebles. Sus cifras aparecen

reflejadas en el CUADRO 2.

CUADRO 2

VALORACIÓN DE LOS BIENES MUEBLES DEL MERCADER

Y REGIDOR BURGALÉS ANDRÉS DE MALUENDA

( 4 de mayo de 1573 )

maravedíes %

GANADO, APEROS Y HERRAMIENTAS 226.256 6,18

MATERIALES DE CONSTRUCCION 40.000 1,09

MUEBLES 112.431 3,07

ROPA DE CASA 563.158 15,39

MENAJE DE COCINA Y DE CASA 115.481 3,16

VESTIDOS, ZAPATOS Y SOMBREROS 427.952 11,69

TEJIDOS EN BRUTO 247.195 6,75

ALIMENTOS Y DROGUERIA 130.653 3,57

LIBROS Y PAPEL 14.217 0,39

CABALLOS Y MONTURAS 240.032 6,56

OBJETOS SUNTUARIOS

cuadros y esculturas 26.027

espejos 7.922

reloj 774

tapices y verduras 892.940

alfombras 31.066

armas 31.168

objetos de hilar y lana 4.586

tiendas de campo 5.625

plata 487.662

joyas 54.581

1.542.351 42,14

TOTAL 3.659.726 100,00

FUENTE: AMB. CC 29/1

49 ARCHIVO MUNICIPAL DE BURGOS. Condes de Castilfalé. Maluenda, 29/1.

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Como se puede apreciar, la abundancia y el “gusto de las cosas” fueron muy

altos por parte de este hombre de negocios burgalés de la segunda mitad siglo XVI50.

Pero, dejando de lado las cantidades de dinero, las características de este inventario son

semejantes a los de otros miembros de la elite local de años anteriores. En primer lugar,

vemos la importancia de los “bienes del espíritu”, toda esa serie de objetos suntuarios

que definen el modo de vida caballeresco: obras de arte, joyas, espejos, monturas de

caballo, libros y, sobre todo, tapices, alfombras y artículos de plata. Tapices, verduras,

antepuertas, reposteros, etc. – muchos de ellos con su escudo de armas - representaban

los bienes más preciados para las oligarquías castellanas. Gran parte de ellos son de

factura flamenca. No es extraño, pues, que una parte muy importante (en volumen y en

dinero) de las importaciones castellanas de los Países Bajos, junto con los lienzos, sean

estos objetos textiles. De ahí el gusto por la moda de Flandes, de la que hablaré más

tarde. Pero, lo peculiar del caso castellano, frente a los de otras elites europeas, es la

abundancia de objetos de plata. Incluso en una fecha, como la del inventario de Andrés

de Pesquera de 1517, donde no se han producido aún las llegadas masivas de plata

americana.

Pero si dejamos de lado estos objetos suntuarios, lo segundo en importancia en

los ajuares domésticos son los tejidos. Telas y paños, de múltiples apariencias, colores y

procedencias, para vestir la casa y para vestir el cuerpo se constituyen en la forma de

acumulación de riqueza. Por una parte, sirven para transmitir ésta de generación en

generación y, en caso de dificultades económicas, conseguir liquidez. Pero, al mismo

tiempo, crean lazos entre los miembros de una misma familia a lo largo del tiempo. Por

ello, la acumulación de tejidos no debe de entenderse de una manera exclusivamente

económica, sino también social y cultural. En la ropa y en los tejidos no hay que ver

sólo maneras de vestir al cuerpo y a la casa, cubriendo primeras necesidades. Hay más

cosas. De ahí la importancia del estudio del consumo textil en las sociedades

preindustriales.

El consumo textil en Castilla a fines de la Edad Media e inicios de la Edad

Moderna se puede estudiar, también, desde el observatorio de la comercialización de los

tejidos. Para ello contamos con un maravilloso mirador: las ferias de Medina del

50 La situación treinta años antes era muy parecida, aunque la acumulación de riqueza y de

objetos se habían incrementado ostensiblemente, al calor del enriquecimiento producido por el comercio internacional. Así, cuando se casó en 1546 con Isabel de La Torre, hija del regidor Pedro de La Torre, tenía bienes muebles por valor de 1.131.774 maravedíes. Sus bienes totales sumaron la cifra de 5.738.549 maravedíes, más diversas deudas por cobrar (AMB. Condes de Castilfalé. Maluenda, 31).

17

Campo51. Si dejamos fuera la negociación bancaria y las transacciones de dinero, el

comercio textil centraba una parte apreciable de la actividad mercantil de la villa, tanto

en época ferial como fuera de ella. Los datos fiscales indican su importancia, ya que a

fines del siglo XV sólo los impuestos cobrados por la venta de los paños castellanos –

los vendidos en las Cuatro Calles - representan el 30% del valor total de las alcabalas

medinenses, el 20 % durante los años 1508 a 1537 y el 27% en el segundo cuarto de

siglo52. Su comercialización estaba regulaba por sucesivas pragmáticas que sobre la

venta de paños y lienzos dieron los monarcas, comenzando con la de los Reyes

Católicos en Medina del Campo en 1494, que recogió gran parte de la legislación

anterior. En ellas se indica con claridad cómo se han de vender de manera separada los

diferentes tipos de tejidos de lana, seda, algodón y lino, procurando velar para que no se

cometieran fraudes ni en lo relativo a medidas, tipo de ligaduras, tinturas, mezcla de

fibras, acabado, etc53. Legislación acorde, en cierto sentido, con la que en esas mismas

fechas se está haciendo sobre el obraje de paños en la industria textil54.

A través del análisis de diversa documentación, sabemos que la oferta de

productos textiles comercializados en Medina del Campo durante la primera mitad del

siglo XVI fue amplia y variada. Abarcaba tanto tejidos nacionales, como gran número

de extranjeros. Entre los primeros, destacaban los de lana, que iban desde los de alto

precio – contrays, refinos, velartes, treintenos, veinticuatrenos y veintidosenos de

Segovia, Toledo y Cuenca -, los de tipo medio – perpiñanes de Cataluña, veintenos y

dieciochenos de Cuenca, Segovia, Toledo, Ávila, Piedrahita, Ciudad Real, Aragón y

Cameros – y los baratos – los catorcenos, burieles, sargas, bernias, irlandas, cordellates,

pardillos, papales, frisas y frisetas de Ávila, Palencia, Dueñas, La Nava, Tordesillas,

Valladolid, Burgos, Logroño, etc. En suma, una amplia variedad según las ligaduras,

que se incrementaba de acuerdo al valor añadido que suponían los colores con que

51 CASADO ALONSO, H., “Medina del Campo Fairs and The Integration of Castile into 15th to

16th Century European Economy”, en CAVACIOCCHI, S., (ed.)., Fiere e Mercati nella Integrazione delle Economie Europee. Secc. XIII – XVIII. Florencia, 2001. pp. 495 – 517.

52 HASSAN ABED AL-HUSSEIN, F., Trade and Businness community in Old Castile: Medina del Campo 1500 – 1575. East Anglia, 1982 (Traducción española in E. LORENZO SANZ (coord.), Historia de Medina del Campo y su tierra. Valladolid, 1968). Vol. II. pp. 54-55.

53 Comercio, Mercado y Economía en tiempos de la Reina Isabel... pp. 76-77. Para una época anterior, ver CASADO ALONSO, H.,“Religiosidad y comercio en el siglo XIV. La cofradía de tenderos de paños de Burgos”, in REGLERO DE LA FUENTE, C. M. (coord.)., Poder y Sociedad en la Baja Edad Media Hispánica. Estudios en homenaje al profesor Luis Vicente Díaz Martín. Valladolid, 2002. Vol. 1. pp. 357 – 374.

54 IRADIEL MURUGARREN, P., Evolución de la industria textil castellana en los siglos XIII – XVI. Salamanca, 1974.

18

estaban teñidos los tejidos. Junto a ellos, en el mercado medinés había una amplia gama

de textiles extranjeros: de Flandes (contrays, sargas, arbines, tunes, paños de diferentes

quarteles, bocacines, ultrafinos, sanbertines, anascotes, armentiers y frisas), de

Inglaterra (londres y frisas), de Francia (ruanes), y de Italia (rajas). En suma, había

paños de muy diferentes precios, ligaduras, colores y calidades, suficientes para

satisfacer a todas las demandas y gustos de los diversos grupos sociales.

Junto a los paños, el otro gran comercio textil desarrollado en Medina del

Campo era el de los lienzos. La lencería local era, por lo general, de mala calidad y

apenas salía de los circuitos domésticos. Los lienzos portugueses, que en ocasiones

aparecen en el mercado medinense, eran también bastos. De ahí la fuerte penetración de

la lencería extranjera en las ferias de Medina del Campo y, por extensión, en España y

América para confeccionar manteles, camisas, ropa interior, cojines, colchas y ropa de

cama. Cronológicamente los primeros lienzos en aparecer en el mercado medinense

fueron los de los Países Bajos que suponían el 44 % de todos los tejidos exportados a la

Península Ibérica por dichos territorios a mediados del siglo XVI55. Aquí encontramos

lienzos de Holanda, Audenarde, Brabante, Hainaut, más algunos otros procedentes de

Calicud y Ruán. Todos ellos aparecen citados en Medina desde finales del siglo XV,

pero desde entonces su comercio va a ir en aumento, hasta llegar a mediados del siglo

siguiente en el que irrumpen de manera triunfadora los lienzos bretones de la mano de

multitud de compañías importadoras castellanas, siendo una de las más importantes la

de los Ruiz56. También de procedencia extranjera eran los tejidos de algodón (fustanes y

cotonias), generalmente comercializados por los mismos mercaderes que venden

lienzos. Estos mismos eran los que, también, comercializaban las mantas, cobertores y

frazadas de Palencia, Burgos y de otras partes. En la cúspide de los tejidos estaban los

fabricados en seda. Aquí, nos encontramos con rasos, tafetanes, damascos y terciopelos

de Granada, Toledo, Valencia, Florencia y Génova, aunque, también, no es raro ver

cómo se vende seda no tejida (en hilo, en madeja y seda morisca en bruto y al peso).

Relacionado con el comercio textil, aunque con particularidades propias, existía

también en la villa de Medina del Campo un intenso trato de mercería. Los inventarios

55 BRIL, L. De handel tussen de Nederlanden en het iberisch schiereiland (midden XVIe eeuw). Gante, 1962. GORIS, J. A., Étude sur les colonies marchandes méridionales (Portugais, Espagnols, Italiens) à Anvers de 1488 à 1567. Lovaina, 1925. FAGEL, R., De Hispano-Vlaamse Wereld. De contacten tussen Spanjaarden en Nederlanders, 1496 – 1555. Bruselas, 1996.

56 LAPEYRE, H., Une famille de marchands: les Ruiz. París, 1955 (Ed. española Valladolid, 2008). CASADO ALONSO, H., “Le commerce des “marchandises de Bretagne” avec l’Espagne au XVIe siècle”, Annales de Bretagne et des Pays de l’Ouest. Tomo 107, nº 2, 2000 , pp. 29 – 50.

19

de algunas de sus tiendas señalan cómo éstas tenían mercancías muy diversas: bolsas,

sombreros y gorros, cintas, cordones, cuentas, botones, espejos, estuches, cuellos, puños

y manguitos, guantes, hilos de diversa suerte y procedencia, brocados, bordados,

encajes, agujas, alfileres, cuchillos, etc. Gran parte de ellos eran de procedencia

extranjera, especialmente de los Países Bajos y de Francia. Y, junto a todos estos

tejidos, otros de los productos comercializados en grandes cantidades en las Ferias de

Medina fueron las alfombras y, especialmente, los tapices. Estos últimos – con temas de

figuras, vegetales (verduras) o de armas - procedían de Flandes y se empleaban para

cubrir las paredes, en otros casos para hacer cojines y para cubrir asientos, para

antepuertas, como colgaduras y cielos de las camas, para reposteros, para paramentos de

ras, etc57. En suma, la oferta textil en el mercado de Medina del Campo durante la

primera mitad del siglo XVI fue amplísima58.

Mas, ¿cómo se organizaba la comercialización de dichos productos textiles?. En

primer lugar, hay que señalar el sinnúmero de mercaderes que acudían a las ferias a

vender directamente sus productos al por mayor. Dentro de ese amplio grupo de

agentes, hemos de contar a los comerciantes importadores de tejidos extranjeros. En esta

época los más poderosos eran los burgaleses, los grandes mercaderes internacionales

castellanos. Un ejemplo de ello es el de Sancho Gallo, perteneciente a una extensa

familia de comerciantes asentados en diversas ciudades castellanas y, de forma especial,

en Burgos y Brujas. Según su Libro de Ferias de 152759, había vendido,

preferentemente al por mayor (por piezas o fardeles), tejidos por la elevada suma de

2.715.433 maravedíes, de los cuales el 89% procedían de Flandes, seguidos de los

ingleses (CUADRO 3). Estos tejidos son de dos tipos. Por un lado tendríamos los

londres y las frisas de Inglaterra, paños de una calidad y, sobre todo, de precio medio, lo

que les hacía que fueran muy competitivos y tuvieran una gran demanda entre la

clientela castellana. Junto a ellos, están el resto de paños flamencos, parte de ellos más

caros y mejores, como los paños de Brujas, los ultrafinos, los tunes, los de 10 y 9

57 CASADO ALONSO, H., “Al uso de Flandes”. Cultura material y comercio artístico...”

PARTEARROYO LACABA, C., “Comercio textil en las Ferias de Medina del Campo”, in Comercio, Mercado y Economía en tiempos de la Reina Isabel... pp. 69 – 72.

58 Otro tanto se puede decir del de Valladolid. Ver a este respecto, BENNASSAR, B., Valladolid en el Siglo de Oro... pp. 55-91 y 417-430. ROJO VEGA, A., El Siglo de Oro : inventario de una epoca. Valladolid, 1996. GARCÍA FERNÁNDEZ, M., “Familia y cultura material en Valladolid ...

59 H. CASADO ALONSO, “La gestion d’une entreprise de commercialization du pastel toulousain au début du XVIe siècle”, en F. BRUMONT (ed.)., Le commerce du pastel, de la laine et des draps, XIVe – XVIe siècles. Número especial de Annales du Midi, Revue de la France méridionale. Tomo 113, nº 236, 2001. pp. 457-479.

20

quarteles, sargas y bocacines. E, igualmente, las afamadas holandas, utilizadas para ropa

de cama, de mesa y para hacer camisas.

CUADRO 3

tipo procedencia maravedíslondres Inglaterra 582.888sargas Flandes 563.127tunes Flandes (Courtrai) 392.009paños Flandes 301.750holandas Flandes 149.131bocaçines Flandes 93.413paños de 9 cuarteles Flandes 75.700paños de 10 cuarteles Flandes 74.250sargas de ras Flandes 72.695sargas Flandes (Hondschoote) 66.106arbines Flandes (Brujas) 64.800cozuelos Flandes 64.250ultrafinos Flandes 63.539paños de 9 quarteles Flandes (Arlaveque) 35.900paños Flandes (Brujas) 29.700armentiers Flandes (Armentiers) 26.500sanbertines Flandes 23.560frisas Inglaterra 11.297refinos Castilla 9.075paños ? 8.680frisas Flandes 1.875mantos ? 1.700mantas de verdura Flandes 1.680terciopelos Valencia 1.400fustán ? 408

2.715.433

TIPOLOGIA DE LOS TEJIDOS Y DE LA ROPA VENDIDOS POR LA COMPAÑÍA DEL "MERCADER DE FERIAS" SANCHO GALLO

(18 - 3 - 1527 / 28 - 12 - 1527)

Sus compradores aparecen reflejados en el MAPA 1. Proceden de 25 lugares

distintos de Castilla y Portugal y, como hemos dicho, son generalmente comerciantes al

por mayor. Estos, a su vez, vendían dichos paños por otras ferias y plazas peninsulares a

otros comerciantes, a buhoneros, a regatones o, simplemente, a clientes finales.

Estamos, pues, ante el caso de un comerciante-importador que satisface la demanda del

nicho de mercado de los tejidos más caros.

21

LOCALIDADES DE LOS COMPRADORES DE TEJIDOS A LA COMPAÑÍA

DE SANCHO GALLO, EN LAS CUATRO FERIAS DE 1527

Así pues, Sancho Gallo es un ejemplo de mercader que trafica,

fundamentalmente con paños de procedencia extranjera. Estos eran muy apetecidos en

ese momento por la clientela castellana. Al lado de este tipo de mercader internacional,

se encontraban en las ferias de Medina del Campo aquellos otros que se habían

especializado en la comercialización de tejidos nacionales. Estos fueron desde finales

del siglo XV los más vendidos y, por otro lado, los que gozaban de una mayor y variada

clientela. Aprecio que se fue acrecentando conforme avanza el siglo XVI, cuando

consiguieron arrinconar al resto de tejidos de lana de otras procedencias.

Las Ordenanzas de Aposentamiento de Ferias de 1421 y las posteriores

regulaciones señalan que mientras la venta de los paños mayores y de procedencia

extranjera debía de hacerse en la Rua – al lado de los cambistas –, el resto debía de

hacerse obligatoriamente en la zona denominada las Cuatro Calles (Cuenca, Toledo,

Segovia y Palencia), según la procedencia de ellos. Según el pleito provocado por las

disputas contra el monopolio del alquiler de las casas y de los aposentos de dichas

calles, en 1527 acudieron a la feria de mayo 47 mercaderes pañeros de Segovia, 37 de

22

Rioja y Valdezcaray, 10 de Medina de Ríoseco, 3 de Riaza, 1 de Tordehumos, 1 de Stª

María de Nieva, 5 de Ávila, 10 de Toledo, 4 de Ciudad Real, 6 de Dueñas, 3 de

Tordesillas, 5 de Palencia y 2 de Valladolid60. No se citan, quizás por estar

representados por otros en este pleito, a ningún pañero de Cuenca, de los que hay

constancia, por otros documentos, de su fuerte presencia en Medina del Campo. La

actividad comercial de algunos de estos comerciantes, parte de los cuales eran también

mercaderes/fabricantes, consistía en vender directamente en las ferias a aquellos cuantos

acudieran a ellas, pero preferentemente a otros mercaderes revendedores, ya que por lo

general vendían al por mayor, por piezas, no por varas.

El comercio textil al por menor era ejercido por los tenderos de Medina del

Campo. Estos eran los que poseían establecimiento fijo en la villa y vendían tanto en la

época de la feria como fuera de ella. En general estaban especializados, eran traperos,

pañeros, corredores de paños, lenceros, sederos o merceros, aunque no es raro que

comerciaran con diferentes tipos de tejido al mismo tiempo. Conocemos determinadas

características de su negocio, durante la primera mitad del siglo XVI, a través de

inventarios y relaciones de deudas de algunas tiendas, restos conservados de una

mínima parte de los establecimientos existentes entonces en Medina del Campo61. Pero,

aún más, disponemos de una serie de pleitos sustanciados a iniciativa del arrendador de

la alcabala de los paños contra ciertos mercaderes que disponían de tiendas de paños en

Medina62 y, especialmente, de la contabilidad de una de ellas, la de la tienda de paños

de Felipa González, viuda de Alonso Leal, que abarca desde el primero de marzo de

1526 hasta el 27 de mayo de 153063.

60 ESPEJO DE HINOJOSA, C. y PAZ ESPESO, J., Las antiguas ferias de Medina del Campo...

pp. 214-225. ARCHIVO DE LA REAL CHANCILLERÍA DE VALLADOLID. Pleitos civiles. Taboada (Fenecidos) Caja 1119-2.

61 ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE VALLADOLID. Protocolos. 7890 (Inventario de Antona Rodríguez, lencera. 1519); 7673 (Obligaciones de Antonio Álvarez, lencero. 1532); 7331 (Obligaciones de Hernando de Torres, lencero. 1548); 6098 (Obligaciones de Juan de Medina, lencero. 1549); 7336 (Inventario de la tienda de lencería de María de Ayala. 1552); 7336 (Inventario de la tienda de lencería de Diego Rodríguez.1552); 7337 (Inventario de la tienda de lencería de Francisco de Medina. 1552); 7847 (Obligaciones de Juan de Saboya y Juan García, merceros. 1536); 6814 (Inventario de la tienda de paños de García de la Peña. 1523); 6692 (Inventario de la tienda de paños de Gutierre de la Peña. 1536); 7850 (Inventario de la tienda de paños de Francisco Rodríguez. 1547);

62 OLIVA HERRER, H. R., Abastecimiento local y comercio cotidiano en Medina del Campo a fines de la Edad Media. Las ordenanzas del peso. Medina del Campo, 2005. pp. 39-43.

63 ARCHV. Pleitos civiles. Pérez Alonso (Fenecidos). Cajas 250 – 254. Los descendientes de este matrimonio emparentaron con el banquero vallisoletano Luis de Cocón, origen del pleito. Acerca de la quiebra de éste último en 1542, ver F. J. CARRIÓN DE ISCAR., “Negociantes castellanos en la primera mitad del Quinientos. Valladolid sede mercantil”, in Valladolid. Historia de una ciudad. Valladolid, 1999. Vol. II. pp. 653-667.

23

De la misma manera, la documentación indica el enorme volumen de negocios

que tenían estos tenderos. Así, el tendero Alonso de Portillo dice que durante el año

1511 había vendido de “paños e sedas e brocados e tapicerías e camelotes” a otros

comerciantes de Medina del Campo, Ávila, Salamanca, Segovia, Toledo, etc. por la

suma de 1.168.304 maravedíes. En 1523, el mercader de paños García de La Peña –

muy posiblemente el padre o suegro del anterior - inventaría deudas por la venta de

tejidos por valor de 2.008.229 maravedíes. En 1532 el lencero Antonio Álvarez declara

que le debían 258.661 maravedíes. Cifras que son superadas por las presentadas por el

lencero Juan de Medina, cuya lista de obligaciones alcanzaba en 1549 la suma de

6.984.707 maravedíes. A su vez, la contabilidad de Felipa González Leal registra las

ventas de 12.525,37 varas de 164 variedades de paño y terciopelo, tanto españoles como

extranjeros, efectuadas en 3.454 operaciones de venta a lo largo de esos más de cuatro

años (1526-1530), por un valor de 4.067.939,7 maravedíes. Su procedencia aparece

reflejada en el CUADRO 4.

En suma, vemos el enorme volumen que alcanzó el comercio textil en Medina

del Campo, tanto durante los meses de las ferias como a lo largo de todo el año. A su

vez, se comprueba cómo dicha plaza fue en el siglo XVI el principal centro de

contratación y redistribución de todo tipo de tejidos por la Península Ibérica, con su

prolongación en el mercado americano. Pero, su radio de influencia se centró,

especialmente, en las zonas de mayor demanda económica en la época. Entonces -

frente a lo que ocurre en la actualidad-, el interior peninsular era, junto con Andalucía,

el espacio más poblado de España, contando con una densa red urbana, comparable a la

de otras zonas de Europa, y era, a su vez, la que contribuía fiscalmente con mayores

cantidades a la Corona. Igualmente, podemos asegurar que el mercado medinense

estaba en aquellos años muy bien surtido, ofertándose un espectro variado de tejidos,

que iba desde los paños, algodones, lienzos y sedas de procedencia extranjera hasta los

múltiples nacionales. Podía, pues, satisfacer las demandas de todo tipo de clientela,

tanto según sus gustos como según sus posibilidades económicas.

24

Lugar de procedencia varas % maravedís %Desconocido 4.526,60 36,14 1.066.392,25 26,21Cuenca 2.263,64 18,07 1.290.331,00 31,72Segovia 1.168,71 9,33 499.216,75 12,27La Nava 991,38 7,92 147.232,25 3,62Palencia 853,43 6,81 125.797,00 3,09Inglaterra 423,20 3,38 187.101,00 4,60Perpiñan 358,25 2,86 152.875,50 3,76Aragón 321,53 2,57 92.503,75 2,27Zaragoza 298,80 2,39 78.449,50 1,93Flandes 230,93 1,84 106.718,00 2,62Toledo 186,52 1,49 72.786,00 1,79Piedrahita 139,56 1,11 26.647,50 0,66Agreda 111,66 0,89 19.609,50 0,48Granada 109,94 0,88 84.789,50 2,08Valladolid 96,00 0,77 11.475,50 0,28Avila 91,52 0,73 17.842,20 0,44Frechilla 62,33 0,50 8.190,50 0,20Logroño 60,70 0,48 8.780,50 0,22Valencia 59,89 0,48 43.442,00 1,07Dueñas 52,04 0,42 6.289,50 0,15Riaza 33,25 0,27 5.678,00 0,14Tordesillas 27,16 0,22 3.617,00 0,09Burgos 26,00 0,21 2.374,00 0,06Nieva 10,00 0,08 1.871,00 0,05Riofrio 6,00 0,05 2.550,00 0,06Tordehumos 4,00 0,03 544,00 0,01Barcelona 4,00 0,03 1.360,00 0,03extranjero 3,50 0,03 2.100,00 0,05Peñaflor 3,16 0,03 442,00 0,01Zamora 1,00 0,01 870,00 0,02Ezcaray 0,66 0,01 64,00 0,00

12.525,37 100 4.067.939,70 100

ORIGEN DE LOS TEJIDOS VENDIDOS EN LA TIENDA DE MEDINA DEL CAMPODE FELIPA GONZALEZ LEAL (1526 - 1530)

Pero, ¿quiénes eran los clientes de estos tenderos de paños nacionales?. Como

señalé en anteriores trabajos míos64, la mayor parte de las compra-ventas de tejidos, al

igual que de otros bienes, no se hacían en efectivo, sino recurriendo al crédito. Los

grandes mercaderes vendían a los otros comerciantes y así sucesivamente. Por ejemplo,

el citado Libro de Ferias de Sancho Gallo de 1527 nos indica que en el 55% de la ventas

se debían de pagar mediante cartas de obligación a abonar en las ferias siguientes,

64 CASADO ALONSO, H., “Comercio textil, crédito al consumo y ventas al fiado en las ferias

de Medina del Campo en la primera mitad del siglo XVI”, in S. DE DIOS, J. INFANTE, R. ROBLEDO y E. TORIJANO (coords.)., Historia de la propiedad: crédito y garantía. Madrid, 2007. pp. 127-159. CASADO ALONSO, H., “Crédito y comercio en las ferias de Medina del Campo en el siglo XVI”, in E. GARCÍA GUERRA (ed.), El mercado de capitales durante la Edad Moderna. Agentes y receptores del crédito en el ámbito europeo. Instituto de Historia CSIC (en prensa).

25

mientras que al contado sólo se pagó el 3% y el resto mediante trueques de mercancías u

otras modalidades que no se indican en la contabilidad. Pero sucede lo mismo en el caso

de los tenderos. Estos vendían mediante la realización de contratos formales, sin recurrir

al notario, las citadas cartas de obligación y mediante ventas al fiado, con el recurso de

un testigo/fiador que avalara al comprador o, simplemente, recurriendo a la confianza y

la buena fe de éste ultimo. De ahí que se redactaran miles de escrituras de obligación

que, unas vez cobradas eran destruidas. Sin embargo, muchas de ellas y, sobre todo, las

relaciones de su existencia han quedado en los archivos judiciales.

Pero, estas listas de deudores, así como los libros de contabilidad, nos permiten

conocer las características económicas y sociales del comprador de tejidos en las ferias

castellanas. Así los clientes en el año de 1532 del mercader de paños y sedas García de

La Peña fueron desde los artesanos (albarderos, tejedores, zapateros, carpinteros,

zurradores, tundidores, tejedores, etc.), hasta los vendedores y los del sector terciario

(carniceros, corredores, lenceros, alguaciles, bachilleres, boticarios, escribanos, etc.),

pasando por los numerosos clérigos y algunos personajes más ricos (D. Juan de Acuña,

corregidor de Medina del Campo, un cambista y varios nobles). De la misma manera,

no podían faltar aquellos clientes más relacionados con el comercio textil: los sastres.

Pero, lo que sobre todo abundan son personas de las que no se indica su profesión ni su

condición social, pero que por su localización en pequeños pueblos y aldeas eran

indudablemente campesinos. Toda esta clientela deudora residía en más de 150 núcleos

distintos, que están situados en un radio de 60 kilómetros en torno a Medina. Eran, pues,

en su mayoría campesinos del valle del Duero, que habían comprado los tejidos que

necesitaban para hacer sus ropas mediante el uso del crédito.

La variedad social del consumo textil se ve, aún, más clara en el caso de la

citada tendera de paños Felipa Leal, donde conocemos tanto los clientes que compraron

grandes cantidades como los que sólo adquirieron una simple media vara de tejido. Pero

en todos los asientos contables (3.454 operaciones de venta) se anotó, aparte del nombre

del cliente, la localidad y la profesión del comprador, la cantidad y las características de

los tejidos adquiridos – por lo general las ventas son al por menor, en varas -, la forma

de pago (al contado o a crédito), las prendas dejadas en deposito, los nombres de los

avalistas y el plazo y la forma de pago. Su clientela, durante esos años 1526-1530, fue

muy amplia. Sus 1.903 clientes residían en 171 distintas localidades situadas en un

espacio aún más amplio que en el caso del tendero García de La Peña. La mayor parte

vivían en un radio en torno a los 120 kilómetros de Medina del Campo, aunque su

26

presencia era sobre todo en las provincias de Valladolid, Zamora, Salamanca y Ávila.

Pero nos encontramos también con compradores de Toledo, Burgos, La Rioja, Cáceres,

Navarra, Córdoba y Madrid. Dentro de esas localidades están compradores vecinos de

villas y ciudades, pero sobre todo de pequeños núcleos, algunos de ellos desaparecidos

en la actualidad. Incluso, aparecen clientes portugueses de Lamego, Chaves, Torre de

Moncorvo, Miranda Douro, Mogadouro, Portalegre, Santarem, Trancoso y Viseu, lo

que confirmaría el papel de las ferias de Medina del Campo en el comercio luso-

castellano. El abanico social de la clientela es de lo más amplio. En los diferentes

asientos del libro manual de contabilidad se citan las profesiones de 652 de los 1903

compradores. Fueron, por este orden, sastres, clérigos (incluidos el deán y los

capellanes de la colegiata de San Antolín de Medina), mercaderes, escribanos,

carpinteros, tundidores, zapateros, hortelanos, plateros, barberos, cambistas, tejedores,

herreros, pellijeros, corredores, colcheros, criados y personal de servicio, bachilleres, el

corregidor y regidores, etc. Incluso, nos encontramos con 34 personas que formaban

parte de la compañía de armas de D. Diego de Mendoza, en ese momento radicada en

Medina del Campo. La mayor parte de estos compradores (88%) adquirieron sus tejidos

mediante créditos, bien formales o informales.

Así, pues, tenemos representantes de todo el espectro de la sociedad castellana

de la época y, en especial, de las villas del valle del Duero. Esta va desde el corregidor

de Medina y el del alcalde de Salamanca, hasta el caso de Ana de Arsentyna, “mujer de

henamorar”, que en 1527 compró 1 vara de londres ferrete por 357 maravedíes.

Pasando por el maestro de esgrima, Juan Sarmiento; un lavador de cubas; una beata de

Fresno; el boticario de la reina, Mateo Moreno; el cambista Antonio de Medina o el

entallador Antonio de Belver. La galería de personajes y oficios que aparecen como

clientes es, pues, enorme, ya que estamos ante unas villas con una economía y sociedad

muy diversificadas65. En virtud de tal situación, las compras que cada uno de ellos

hicieron fueron muy diferentes, tanto por el valor de los tejidos adquiridos, como por el

65 La complejidad y diversidad de la estructura profesional de Medina del Campo puede verse en MARCOS MARTÍN, A., Auge y declive de un núcleo mercantil y financiero de Castilla la Vieja. Evolución demográfica de Medina del Campo durante los siglos XVI y XVII. Valladolid, 1978 y SÁNCHEZ DEL BARRIO, A., Estructura urbana de Medina del Campo. Valladolid, 1991. Para otras villas y ciudades del valle del Duero, ver: GARCIA SANZ, A., Desarrollo y crisis del Antiguo Régimen en Castilla la Vieja. Economía y sociedad en tierras de Segovia de 1500 a 1814. Madrid, 1977. YUN CASALILLA, B., Sobre la transición al capitalismo en Castilla. Economía y sociedad en Tierra de Campos (1500-1830). Salamanca, 1987. BENNASSAR, B., Valladolid en el Siglo de Oro… BRUMONT, F., Paysans de Vieille-Castille aux XVIe et XVIIe siècles. Madrid, 1993. GONZALEZ PRIETO, F. J., La ciudad menguada: Población y economía en Burgos. s. XVI y XVII. Santander, 2006. MARTÍN, J. L. (dir.), Historia de Salamanca. III. Edad Moderna. Salamanca, 1999.

27

tipo, la procedencia y los colores de los paños y terciopelos. Lógica segmentación de la

demanda, que no impide que nos encontremos a algunos pequeños menestrales

(herreros, tundidores, carniceros, zapateros, mesoneros, etc.) gastando elevadas sumas y

comprando a crédito tejidos de muy diversa calidad, incluso algunos de ellos

extranjeros.

Sin embargo, el mayor número de clientes esta formado por campesinos de las

pequeñas localidades situadas en un radio de 100 kilómetros de Medina del Campo. Son

compradores que acuden atraídos por el mercado medinense, quizás para vender

algunos de sus excedentes, al mismo tiempo que para abastecerse de los múltiples

géneros textiles u de otro tipo allí comercializados. Al igual que lo que ocurriera con los

moradores de las villas, los campesinos compran paños nacionales y extranjeros de tipo

medio e, incluso, tejidos caros como terciopelos o velartes, aunque lo que más abunda

son las ventas de pardillos, cordellates, burieles y frisas de la Tierra. Todo ello de

acuerdo a los gustos imperantes y a la estratificación social de la demanda. A su vez, tal

hecho confirmaría el papel de centro de redistribución textil que, en la primera mitad del

siglo XVI, jugaba Medina del Campo. Fenómeno válido para los negocios que se hacían

durante la época de las ferias, como, también, los realizados durante todo el año a través

de las ventas que se hacían en las tiendas.

En conclusión, el panorama, que refleja la documentación de Medina del

Campo, indica que que la mayor parte de la población recurre al mercado para

abastecerse de los tejidos con que vestir la casa y el cuerpo. Hecho que es válido tanto

para los clientes residentes en núcleos grandes y medianos (Burgos, Valladolid, Toledo,

Talavera, Plasencia, Medina del Campo, Alaejos, Castronuño, Olmedo, Tordesillas, La

Nava, La Seca, Rueda, Arévalo, Madrigal, Fontiveros, Fuentesaúco, Peñaranda,

Salamanca, Coca, etc.), como para los campesinos de los pueblos rurales e, incluso, de

las minúsculas aldeas, muchas de las cuales desaparecieron en años posteriores.

Estamos, pues, muy lejos de las visiones que, a menudo, se han dado del campesinado

castellano y, por extensión, del español en el Antiguo Régimen. Esas que nos lo

describen con una economía cerrada, de autosuficiencia y de autoconsumo, que incluso

les lleva a fabricarse ellos mismos todas las manufacturas que precisan. Si esa visión

puede ser válida para anteriores épocas medievales, no creo que lo sea para los

habitantes del valle del Duero en los siglos XV y XVI. Aquí nos encontramos con

campesinos que recurren al mercado para comprar las manufacturas y lo hacen mediante

el uso frecuente del crédito. Su situación no es, pues, muy diferente de lo acontecido en

28

otras partes de Europa. Incluso, deberíamos preguntarnos sobre las razones por las que

el campesinado castellano, en los siglos XV y XVI, consiguió salirse de los circuitos del

autoabastecimiento y estar muy conectado con el mercado, incluso con el internacional.

Otra cosa sería hablar de lo que aconteció en siglos posteriores, donde los estudios

existentes muestran que el habitante de Castilla tenía un consumo menos desarrollado

que el de otras regiones españolas y europeas.

Pero, al mismo tiempo, lo que se constata es el elevado elevado nivel de

consumo textil que tenía la sociedad castellana de aquel momento. Tanto los grupos

sociales acomodados, como los populares y campesinos, compran todo tipo de tejidos.

Aunque hay una segmentación de la demanda, según sus poderes adquisitivos, no es

raro encontrarnos con clientes de muy bajo nivel adquisitivo, como una pobre viuda o

una prostituta, adquiriendo un tejido extranjero de tipo y precio medio. No es extraño,

pues, que los sectores de la confección textil (bordador, calcetero, capero, cintero,

jubetero, sombrero o sastre) y de la comercialización de la ropa usada (ropero y

ropavejero) estén muy desarrollados en las ciudades y villas castellanas. Según los

padrones del siglo XVI, ocupan una parte importante de la población activa66 e, incluso,

en el caso de los sastres tienen una elevada posición social y económica67. Un ejemplo

de ello es la evolución de la familia burgalesa de los Pesquer, fundadores de una capilla

funeraria en la parroquia de S. Gil. El personaje más antiguo que conocemos es Antón

Sánchez Pesquer, que a finales del siglo XIV era sastre. Su hijo, Pero Sánchez Pesquer,

cuyo oficio era el de jubetero, se casó en 1417 con Constanza, hija de Juan Martínez de

Aragón, alfayate, recibiendo una dote de 180 florines68. Estamos, pues, ante un típico

matrimonio entre miembros de familias de una misma profesión. Sin embargo, en 1440

Pero Sánchez Pesquer ya aparece citado como mercader de paños, habiendo pasado,

pues, a pertenecer a una de las corporaciones de más larga tradición y más importantes

en el Burgos de fines de la Edad Media: la cofradía de tenderos de paños69. Su hijo

Antón y sus nietos y biznietos, Diego, Lope y Alonso, irán escalando puestos en la

economía y la sociedad burgalesa, participando en negocios internacionales y

66 GONZALEZ PRIETO, F. J., La ciudad menguada ... pp. 202-205 67 Las semejanzas con el caso italiano son claras. Ver FRICK, C. C., Dressing Renaissance

Florence… 68 ARCHIVO PARROQUIAL DE S. PEDRO DE LA FUENTE (Burgos). Legajo 9. 69 CASADO ALONSO, H., “Religiosidad y comercio en el siglo XIV...

29

entroncándose matrimonialmente con otras familias de grandes comerciantes

burgaleses, como los Frías, los Espinosa, los Polanco y los Salamanca70.

Otro resultado que muestra la documentación manejada, aunque requerirá de

futuros trabajos de investigación, es que, a lo largo de los siglos XV y XVI, hubo un

claro aumento del consumo textil, que me parece que fue paralelo lo que ocurrió en

otras sociedades europeas, especialmente mediterráneas, donde el crecimiento

demográfico, la densificación de las redes urbanas, el aumento de los niveles de vida y

la mejora de las condiciones económicas, también, se produjeron de manera parecida71.

Observamos, especialmente entre las clases sociales superiores, que hubo una mayor

acumulación textil, tanto de tejidos para vestir al cuerpo como para vestir la casa. Los

ajuares domésticos que he estudiado denotan tal aspecto, donde la proliferación de arcas

para contener la ropa es cada vez más frecuente. Situación que se repite en los tejidos

que servían para decorar la casa (tapices, antepuertas, reposteros y alfombras).

Pero el consumo textil por parte de la sociedad castellana no sólo cambió en

cantidad, sino también en variedad. El tipo de telas, según sus ligaduras, tinturas, fibras,

acabado, etc, es cada vez más diversificado. Modificaciones que observamos tanto en

las de factura nacional como en las extranjeras. Aparición de novedades, al ritmo de la

moda, que se manifiesta en lo que se refiere al color de los trajes. Aspecto donde no

sólo hemos de ver una simple cuestión estética, sino también económica, ya que hay

que tener en cuenta que la tintura era uno de los costes más elevados en relación al

precio final de los tejidos. Algunos inventarios post-mortem y, especialmente, los

asientos contables de los tenderos de Medina del Campo nos indican el color de las

prendas y su precio por vara. A modo de síntesis, podemos establecer las siguientes

características: el uso del color pardo como sinónimo de tejidos de los pobres, ya que

apenas se habían teñido; el empleo del amarillo para los forros de la ropa; y el triunfo

del negro sobre el rojo y el dorado como símbolo de distinción. Otros colores, como el

verde, el azul y el ferrete, aunque son muy apreciados, van a sucumbir según nos

adentramos en el siglo XVI, ante el negro entre los paños más caros. En los terciopelos

y las sedas la presencia del rojo sigue siendo más estable. Tal hecho fue, incluso,

observado por un anónimo mercader milanés, que paso por Burgos en 1518, el cual nos

70 ARCHIVO MONASTERIO DE STª DOROTEA (Burgos). San Ildefonso. Legajos 6 y 7.

AHN. Clero. Legajos 991 y 995. Carpetas 191, 192 y 993. 71 MALANIMA, P., Pre-Modern European Economy. One Thousand Years (10th-19th

Centuries). Leiden, 2009.

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dice de la ciudad que “è assay bella et populatta et molto mercantile” y de sus

habitantes, “le signore sone belle et ben inbellatatte et vano con gran gravitate et

acompagnatte da servitori che le susteneno; portano le sue cibre altte uno somese et

alcune una spanna, vesteno de belle sottane et di sopra per la magiore parte di saya

negre, et portano li mantelli forte alti e longhi de dicta saya. È bella et bon città”72.

Esta presencia del negro como símbolo de distinción nos indica que la alta

sociedad castellana seguía las pautas de la moda más refinada de Europa, la borgoñona.

Hecho que no es sorprendente, ya que el gusto por las cosas “al uso de Flandes” fue una

constante en estos años en Castilla. Se viste a la “flamenca”, las casas se decoran con

tejidos y tapices de dicha procedencia, y se tienen objetos de allá (alabastros, sombreros,

cueros repujados para cubrir paredes y muebles, arcas, baúles y cofres, rosarios, cajas,

mesas, escritorios, joyas, campanillas y “muñecas” de Malinas, candeleros de bronce o

latón, bandejas de Dinant, espejos, vidrios para las ventanas, libros - iluminados,

impresos y en blanco para contabilidad -, instrumentos musicales, armas, etc.). Tal amor

por lo flamenco por parte de los castellanos explica, también, que, en los siglos XV y

XVI, sean los mayores clientes en el mercado artístico de Brujas y Amberes, tal como

han señalado diversos autores73. Era una moda que estaba en plena concordancia con la

cultura material que ellos mismos poseían y donde los objetos de los Países Bajos eran

corrientes y muy apetecidos. Dicho gusto artístico abarcaba los ámbitos públicos de

iglesias y palacios, pero también los privados. Para los mercaderes y caballeros de

Sevilla, Burgos, Medina del Campo, Segovia, Valladolid o Toledo era habitual que en

sus casas se rodearan de lo mismo que habían visto en las de sus parientes y socios de

72 L. MONGA (ed.)., Un mercante de Milano in Europa. Diario di viaggio del primo

Cinquecento. Milano, 1985. p. ... 73 MARTENS, M. P. J., “Some aspects of the origins of the Art Market in fifteenth-Century

Bruges”, in NORTH, M. y ORMROD, D. (eds.), Arts Markets in Europe, 1400 – 1800. Aldershot, 1998. pp. 19-27. MONTIAS, J. M., Le marché de l’art aux Pays-Bas, XVème – XVIIème siècles. París, 1997. d’échanges culturels en Europe. Oostkamp, 2002. VERMEYLEN, F., Painting for the Market. Commercialization.... VV.AA., Actas del Congreso Internacional sobre Gil de Siloe y la escultura de su época. Burgos, 2001. VV.AA., A la manera de Flandes: tapices ricos de la Corona de España. Madrid, 2001. VV.AA., Le siècle de Van Eyck. Le monde méditerranéen et les primitifs flamands, 1430-1520. Bruselas, 2002. VV.AA., Comercio, Mercado y Economía en tiempos de la Reina Isabel. Medina del Campo, 2004. VV.AA., El fruto de la Fe. El legado artístico de Flandes en la isla de La Palma. Madrid, 2004. WILSON, J. C., Painting in Bruges at the close of the Middle Ages. Studies in Society and Visual Culture. Pennsyvania, 1998. YARZA LUACES, J., “Comercio artístico Flandes – reinos hispanos”, in La Pintura gótica hispano-flamenca. Bartolomé Bermejo y su época. Barcelona – Bilbao, 2003. pp. 107-115.

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Brujas y Amberes, donde las colonias de castellanos fueron muy numerosas74.

Fenómeno que hemos de hacer extensivo a la propia corte de los Reyes Católicos75.

Estamos, en suma, ante la presencia de una cultura material cada vez más

abundante y rica. Tal hecho creo que indica que la sociedad castellana de los siglos XV

y XVI tenía un nivel de consumo, en términos comparativos, semejante e, incluso,

superior al de otras partes de Europa en aquellos tiempos y al que esas mismas

poblaciones tendrán en épocas posteriores, incluso en el siglo XIX y XX en plena

revolución industrial. Como dijo hace años B. Bennassar, frente a las colectividades del

norte de Europa, “descubro en el Valladolid del siglo XVI una sociedad cuya primera

fuente de placer es la ostentación”76.

74 CASADO ALONSO, H., El triunfo de Mercurio. La presencia de los mercaderes castellanos

en Europa (Siglos XV y XVI). Burgos, 2003. 75 GONZÁLEZ MARRERO, M. C. La Casa de Isabel la Católica. Espacios domésticos y vida

cotidiana. Ávila, 2005. 76 BENNASSAR, B., Valladolid en el Siglo de Oro… p. 433.