cuaresma ii c
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LA PALABRA DE “EL
UNGIDO”
LOS ORANTES AGUSTINIANOS CON
LA LECTIO DIVINASON DISCÍPULOS Y MISIONEROS DE
JESUCRISTO, PARA QUE COLOMBIA,
TENGA VIDA EN ÉL.
EL DISCÍPULO ES ILUMINADO EN SU BAUTISMO
Domingo II de Cuaresma (C)
24 de Febrero de 2013
“Dios construyó para ellos una tienda más divina y,
al mismo tiempo, más luminosa, como figura del reposo futuro”
(Orígenes)
La Transfiguración de Jesús:
Con la mirada puesta en la meta del camino y a la escucha del
Maestro
Lectio de Lucas 9,28b-36
“Mientras estaba orando, su rostro cambió de aspecto...
y vieron su gloria”
En la página del Vaticano, vatican.va, lee el Catecismo de la Iglesia Católica y los documentos del Concilio
Vaticano II.
Oremos…
Te damos gracias, Padre, porque Jesús…
“Anunció a sus discípulos su propia muerte
y les manifestó su gloria en el monte santo,
para que constara,
según el testimonio de la ley y los profetas,
que era necesario pasar por la pasión
para l legar a la gloria de la resurrección”.
(Del Prefacio de este Domingo)
Introducción
La mirada no puede estar puesta sino en la persona de Jesús.
Cuando el Padre dice desde la nube luminosa en la Transfiguración “Este
es mi Hijo, mi Elegido, ¡Escúchenlo! ”, nos está diciendo que Jesús
es la Buena Nueva completa.
Jesús es el Hijo amado que nos es dado, a él lo contemplamos
maravillados, a él lo escucharemos hasta el fin del camino.
La escucha del Maestro acompaña todas las etapas del discipulado, pero
particularmente cuando la “Palabra” es la de la “Cruz”.
Una vez que Pedro y sus compañeros han quedado impactados en el
primer anuncio de la Pascua de Jesús, deben ampliar sus horizontes para
comprender que el camino doloroso de Jesús culmina en la Gloria.
“¿No era necesario que el Mesías padeciera eso y entrara así en su gloria? ” (Lucas
24,26),
Les pregunta el resucitado a los peregrinos de Emaús.
La perspectiva de este término del camino es anticipada y profundizada en
el relato de la Transfiguración de Jesús que ahora vamos a leer.
La perspectiva de Jerusalén, donde terminaron las tentaciones (ver Lucas
4,9), donde Jesús y el diablo se han dado cita para la confrontación final
(ver 22,53), precisamente allí donde los profetas han sido abatidos (ver
13,33), aparece en el centro del diálogo entre los tres profetas glorificados:
Jesús, Moisés y Elías.
Dice Lucas:
“hablaban de su partida (=éxodo), que iba a cumplir en Jerusalén ” (v.31).
El Evangelio nos invita, pues, a entrar en este diálogo en el que se escruta
atentamente el sentido del sufrimiento, de la debilidad y de la pobreza que
salvan por el misterioso camino del “Hijo” a quien el Padre nos pide
“escuchar”, que es lo mismo que “seguir”.
1. El contexto, el texto, sus características propias y su estructura
1.1. El contexto
Desde el momento en que Pedro reconoció que su Maestro es el Mesías
(ver Lucas 8,18-22), Jesús comenzó a introducir a sus discípulos en la
comprensión del misterio de su persona, anunciándoles su pasión, muerte y
resurrección:
“El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos,
los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día ” (9,22).
Lo que le va a suceder a Jesús implica también a sus discípulos, se trata de
un camino compartido:
“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo,
tome su cruz cada día, y sígame” (9,23).
Lucas no nos dice, como lo hacen Mateo y Marcos, que Pedro oponga
resistencia ante este primer anuncio de la Pasión, si bien será enfático en
mostrar la incomprensión de los discípulos en los dos anuncios siguientes,
por ejemplo después del segundo anuncio comenta:
“Pero ellos no entendía lo que les decía; les estaba velado de modo que no lo
comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto ” (9,45; ver también 18,34).
Para Lucas la oscuridad de los discípulos ante el misterio de la Cruz no
será cuestión de resistencia interior sino de un desvelamiento progresivo
del misterio.
El relato de la Transfiguración conecta directamente con la confesión de fe
de Pedro y con el primer anuncio de la Pasión:
“Ocho días después de estas palabras…” (9,28).
Será por lo tanto una nueva forma de anunciar la pasión y la resurrección
de Jesús, dando a entender la significación del misterio pascual para Jesús
y su implicación para los discípulos que lo siguen:
Se trata de una revelación más profunda del Señor, esto es, cómo y por
qué el camino del sufrimiento conduce a su gloria pascual.
1.2. El texto
Escuchemos a Lucas 9,28b-36:
“28Sucedió que unos ocho días después de estas palabras, tomó consigo a Pedro,
Juan y Santiago, y subió al monte a orar.29Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos
eran de una blancura fulgurante, 30y he aquí que conversaban con él dos hombres, que eran Moisés y Elías; 31los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que iba a cumplir en
Jerusalén.32Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos,
y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. 33Y sucedió que, al separarse ellos de él, di jo Pedro a Jesús: ‘Maestro, bueno es
estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti , otra para Moisés y otra para
Elías’, sin saber lo que decía.34Estaba diciendo estas cosas cuando se formó una nube y los cubrió con su sombra;
y al entrar en la nube, se llenaron de temor. 35Y vino una voz desde la nube, que decía: ‘Este es mi Hijo, mi Elegido;
¡Escúchenlo!’.36Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo. Ellos callaron y, por
aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto”.
1.3. Características propias
El relato de la transfiguración tiene en cada evangelista que la relata
(Mateo, Marcos y Lucas) detalles particulares.
A pesar de todos los puntos comunes con los otros, Lucas es el único
evangelista que:
(1) Hace notar que Jesús subió a la montaña “para orar”.
(2) Habla de la “gloria” de Moisés y Elías.
(3) Nos dice que el tema de conversación era “el éxodo que iba a
cumplir [Jesús] en Jerusalén”.
(4) Nota que Pedro y los otros dos discípulos “estaban cargados de
sueño”, sin embargo “permanecían despiertos y vieron la gloria
[de Jesús]”.
(5) Señala que Pedro sólo toma la palabra cuando Moisés y Elías se han
ido.
(6) Dice que Pedro llamó a Jesús con sumo respeto: “Maestro” (con un
término que es propio de Lucas: “epistates” y no el tradicional “didáskalos”;
Marcos dice “Rabbí” y Mateo “Señor”).
(7) Cuenta que en la nube Jesús recibe el calificativo de “Hijo elegido”, un
título semejante al que se le dará en la Cruz (ver 23,35)
(8) Destaca al final del relato que los discípulos “guardaron silencio”.
1.4. Estructura
Estas particularidades lucanas que acabamos de enumerar nos ayudarán a
releer el relato con nuevos ojos.
Pero ahora veamos el conjunto.
Éste tiene la estructura de un relato de manifestación divina (técnicamente:
una cristofanía), donde el “ver” y el “oír” ocupan el lugar central:
(1) La circunstancia del acontecimiento: Jesús sube al monte a orar con
tres discípulos (9,28)
(2) La visión de la gloria de Jesús y de los profetas sufrientes (9,29-32)
(3) La audición del querer del Padre en la nube (9,33-35)
(4) Conclusión: Jesús queda solo y los discípulos callan (9,36)
Profundicemos…
2. Análisis de los puntos más relevantes del texto
2.1. Una asombrosa experiencia de oración (9,28)
“28Sucedió que unos ocho días después de estas palabras, tomó consigo a Pedro,
Juan y Santiago, y subió al monte a orar.
“Subió al monte a orar”.
El evangelista Lucas, quien siempre presenta a Jesús orando en los
momentos cumbres de su ministerio (ver en el Bautismo, 3,21; en la
elección de los Doce, 6,12; en la confesión de fe de Pedro, 9,18; en la
víspera de la Pasión, 22,39-46), ambienta la escena de la transfiguración
en una experiencia de oración.
Al interior de relación de Jesús con su Padre hay una comunicación intensa
de la cual no conocemos las palabras sino el efecto transformador que
tiene en él.
Curiosamente en un relato evangélico de tan intensa comunicación entre
Jesús y el Padre, Jesús y sus discípulos, Jesús y Moisés y Elías, Pedro y
Jesús, el Padre y todos juntos, en ningún momento se reportan las palabras
de Jesús.
Pero la mirada no se aparta en ningún instante de la persona de Jesús
transfigurado.
En los discípulos, en quienes nos reflejamos los lectores, predomina una
actitud de atención a cada detalle y, excepto las pocas palabras
desatinadas de Pedro, se nota un silencio reverente y contemplativo que se
prolonga más allá de la escena (v.36: “Ellos callaron”).
“Tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago... No dijeron a nadie nada de lo que habían
visto” (v.28 y 36).
La mención estricta de la presencia de los discípulos, al comienzo y al final,
enmarca la escena; todo apunta a la formación de testigos que dan cuenta
de “lo que han visto” (v.36).
La parte central del relato se concentra en lo que los discípulos vieron y
oyeron en la montaña.
Ellos son tomados intencionalmente por Jesús para ser asociados en el
acontecimiento.
El verbo griego que se traduce por “tomar consigo” no se refiere a una
invitación simplemente para acompañarlo sino para participar.
Estos:
• Son los mismos discípulos que han sido testigos del poder de la Palabra
de Jesús el primer día de su vocación en el lago que no les daba peces
(ver 5,10-11).
• Son los mismos que han sido testigos de su poder de la Palabra de
Jesús que le retorna el espíritu a la niña muerta (ver 8,51).
• Son los mismos que, junto con toda la comunidad de discípulos, habían
escuchado ocho días antes una nueva Palabra de Jesús, pero esta vez
sobre su propio rechazo y sobre el seguimiento con la cruz a cuestas
(ver 9,22-25); una palabra dura y difícil de aceptar, que no se sabe si
tomarla en serio (ver 9,26).
Dentro de poco, apenas comience la subida a Jerusalén, Santiago y
Juan demostrarán que no están dispuestos a aceptar rechazos (ver 9,53-
54).
Subir “a la montaña” es entrar a un espacio de revelación (Moisés y Elías
recibieron la revelación en la “montaña”).
Estos son los discípulos a quienes se les va a revelar lo más profundo del
misterio de Jesús que en la segunda etapa de su formación no consiguen
comprender.
Ahora son invitados a captarlo participando de esta oración transfiguradora
de Jesús.
2.2. Los discípulos y la visión de la gloria de Jesús y de los
profetas sufrientes (9,29-32)
29Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos
eran de una blancura fulgurante, 30y he aquí que conversaban con él dos hombres, que eran Moisés y Elías; 31los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que iba a cumplir en
Jerusalén.32Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos,
y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.
Todo lo que sucede en la montaña es observado desde el ángulo de los
discípulos:
“vieron su gloria y a los hombres que estaban con él ” (v.32).
Los discípulos ven lo que sucede al interior de la oración de Jesús
(“mientras oraba... ”, v.29ª):
(1) Un cambio (a) en el rostro y (b) en los vestidos de Jesús (v.29b).
(2) Dos personas que hablan con Jesús (vv.30-31).
En primer lugar se hace la presentación de ellos:
(a) “Dos varones”,
(b) “que eran Moisés y Elías” y
(c) “aparecían en gloria” (v.30-31ª).
En segundo lugar se presenta el tema de la conversación con Jesús:
“su partida que iba a cumplir en Jerusalén” (v.31b).
En el siglo I d.C, se decía que, después del juicio final al fin de los tiempos,
el rostro de los justos irradiaría una luz celestial y que ellos brillarían como
estrellas en el firmamento.
Pero aquí la luz que Jesús irradia anticipa la mañana de la Pascua (ver
Lucas 24,4).
(1) Una oración transformante
Lucas no utiliza la palabra “transfiguración” (en griego “metamorfosis”,
término usado por Marcos y Mateo), ya que ésta tiene para sus lectores
grecorromanos una resonancia pagana (recordemos las “metamorfosis” de
Ovidio).
Más bien habla de un “cambio de aspecto en el rostro ” de Jesús, y
más adelante de “su gloria”.
Estos términos evocan el relato del Sinaí, en el que Moisés fue
“glorif icado”.
El evangelista deja entender que este “cambio” en el aspecto de Jesús es
obra de Dios (literalmente: “él fue transformado”; un verbo en pasivo
que indica que el agente es Dios).
Después de decir explícitamente que el “aspecto” externo del rostro de
Jesús cambió (v.29b), Lucas completa la descripción anotando que se trata
de una manifestación de la “gloria” de Jesús (v.32b).
La “gloria” en este evangelio es la marca distintiva del mundo de la
divinidad (ver Lc 2,8) y referencia a la majestad del Hijo del hombre en la
plenitud del Reino de Dios (ver 9,26 y 22,27), punto culminante de su
camino.
Como acabamos de decir, el hecho nos remite a lo que sucedió en la
experiencia de oración de Moisés en el Monte Sinaí:
“Su rostro se había vuelto radiante, por haber hablado con él (Señor) ”
(Éxodo 34,29; a lo mismo se refiere Pablo en 2 Corintios 3,7.13);
“Los israelitas veían entonces que el rostro de Moisés irradiaba ” (Éxodo 34,35).
La irradiación es de la “gloria” de Dios que Moisés ha contemplado en la
montaña (ver Éxodo 33,18-23).
(2) La presencia de Moisés y Elías
Al decir que también Moisés y Elías “aparecían en gloria” (o sea,
procedentes del cielo), así como Jesús, el cuadro queda completo.
En las Escrituras, Moisés y Elías no son como el común de los mortales:
Elías ha sido arrebatado sobre un carro de fuego (ver 2 Reyes 2,11) y
Moisés fue enterrado en lugar desconocido, probablemente hasta por Dios
mismo (Deuteronomio 34,6; una antigua tradición judía habla de la
“asunción de Moisés”).
Todo lo que ha sucedido en el camino y en la Pascua de Jesús ha sido el
cumplimiento de lo que “está escrito en la Ley y en los Profetas” (Lucas
24,44), es decir en la Escritura, la Integralidad de los libros de la Antigua
Alianza.
Moisés y Elías representan la “Ley y los Profetas”.
En este relato ellos, como los “dos varones” de vestidos resplandecientes
que intervienen dando explicaciones de parte de Dios al comienzo y al final
de los eventos pascuales (ver Lucas 24,4 y Hechos 1,10), son testigos que
dan cuenta cómo Dios obra -con una lógica particular- en medio del
aparente absurdo de los acontecimientos, al mismo tiempo –puesto que
alcanzaron la gloria- remiten a su sentido pleno.
Vistos como personajes decisivos dentro de la historia del pueblo de Dios,
Moisés y Elías tuvieron algo en común: el servicio al pueblo –obedeciendo
el envío del Señor- les costó mucho sufrimiento:
- En el diálogo con Jesús en este relato, ellos son testigos de lo que
vivieron en carne propia, esto es, tanto Moisés como Elías fueron
profetas rechazados, su misión casi les costó la vida.
- Fueron servidores de los caminos de Dios aún en medio de la
testarudez de un pueblo que en más de una ocasión se vino en contra
ellos; pero su sufrimiento valió la pena:
Su camino entero ahora es modelo de la gloria que emerge de dentro
del dolor cuando éste es vivido en función de los demás, rompiéndose
interiormente al servicio de la obra salvífica de Dios en el mundo.
Moisés y Elías al lado de Jesús que está a punto de comenzar el camino
decisivo, ellos mismos ahora “en gloria”, pueden dar testimonio de que
efectivamente por ese camino se llega a la plenitud de la vida.
(3) Una comprensión del camino de la pasión y muerte de Jesús
El tema de conversación Moisés y Elías con Jesús es
“la partida que iba a cumplir en Jerusalén” (v.31b).
La frase apunta en primer lugar a su “salida” hacia el Padre, es decir su
ascensión (ver Lc 9,51; 24,51 y Hch 1,9), la cual se realiza a partir de su
pasión y muerte.
Pero llama la atención que en el texto griego se diga literalmente “el
éxodo”.
Si esta palabra se relee junto con el verbo “cumplir” (que en realidad es
“l levar a plenitud”) notamos que la muerte de Jesús está siendo
interpretada como la realización plena del camino salvífico de Dios con su
pueblo, cuyo primer paradigma fue la “salida” liberadora del pueblo de
Israel de su opresión en Egipto.
Detrás de todo están las antiguas promesas bíblicas: Jesús es el
cumplimiento de estas esperanzas, la encarnación de las fieles promesas
de Dios a su pueblo.
El movimiento de “salida” de Jesús a través de la Pasión es fuerte.
Contemplándola bajo este prisma, no se puede dejar de notar que su
pasión es una “salida” total de sí mismo en un amor que perdona.
En la cruz Jesús se rompe completamente por los demás (interior y
exteriormente), yendo más lejos que Moisés y Elías.
Por tanto, la suya no es una muerte como tantas otras.
Su “salida” hacia el Padre, por medio de la Pasión, será en adelante el
punto de referencia definitivo de toda experiencia pascual y de todo camino
humano.
Esto lleva a entender que el sufrimiento y la muerte de Jesús no son un
absurdo sino un “paso” necesario (“El Hijo del hombre debe sufrir
mucho... ”; 9,22).
No es solo la oposición mortal de los adversarios sino ante todo la fidelidad
a la voluntad de Dios lo que conducirá a la “necesidad” de la Cruz.
Es así como el fatídico viaje de Jesús hacia Jerusalén permanece como un
símbolo memorable de su consagración total al querer del Dios en quien se
abandona absolutamente, con una confianza total, en cuanto “Hijo” suyo.
En consecuencia, al contemplar la Cruz de Cristo no hay que quedarse
únicamente con el aspecto oscuro del sufrimiento, sea visto como gran
tragedia o sea como algo que simplemente se soporta:
Misteriosamente, ella realizó la vocación del Mesías revelada poco a poco
en las Escrituras y en el destino de los profetas y por eso es, en última
instancia, un “cumplimiento”.
Si todo esto lo vemos –una vez más- a la luz de la presencia de Moisés y
de Elías también “glorif icados”, comprendemos que en la Transfiguración
Jesús se revela como el guía definitivo del Pueblo de Dios que camina
hacia la salvación.
Pero este camino se realiza en la línea del Siervo del Señor sufriente (como
Moisés y Elías que fueron servidores sufrientes del Pueblo y como aquel
profetizado por Isaías) que con el sacrificio de su vida hace posible el logro
de la salvación.
(4) El sueño: ¿Están los discípulos en condiciones para acompañarlo?
El evangelista hace una anotación:
“Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos ”
(v.32).
La sensación de sueño que tienen Pedro y sus compañeros, que nos
reenvía al sueño de los discípulos durante la oración y agonía de Jesús del
Getsemaní (ver 22,45-46), describe la dificultad para acompañar a Jesús en
su camino hasta las últimas consecuencias.
Aunque “ven” la gloria de Jesús hay una pesadez interna que no les
permite ponerse a la altura de los acontecimientos.
La situación descrita no es negativa sino ante todo el señalamiento del
punto de partida del bellísimo itinerario pedagógico que conducirá Jesús
con ellos hasta cuando les abra los ojos a la revelación total en el día
pascual (como le sucede a los discípulos de Emaús: 24,16.31).
De esta forma, entre este momento de la transfiguración y el de la apertura
de los ojos ante el Jesús glorioso pascual, el evangelio traza un arco que
tensiona el proceso de maduración espiritual de los discípulos, despejando
poco a poco el escándalo de la cruz y revelando el sentido que los llenará
de alegría total.
2.3. La audición de la voz del Padre en la nube (9,33-35)
33Y sucedió que, al separarse ellos de él, di jo Pedro a Jesús: ‘Maestro, bueno es
estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti , otra para Moisés y otra para
Elías’, sin saber lo que decía.34Estaba diciendo estas cosas cuando se formó una nube y los cubrió con su sombra;
y al entrar en la nube, se llenaron de temor. 35Y vino una voz desde la nube, que decía: ‘Este es mi Hijo, mi Elegido;
¡Escúchenlo!’.
Que los discípulos no consiguen colocarse a la altura de la situación y que,
por lo tanto, necesitarán ser conducidos en un nuevo itinerario, lo
demuestran la torpeza de Pedro quien hablaba “sin saber lo que decía”
(v.33c).
Pero sobre las desatinadas palabras de Pedro se impone la palabra
reveladora y exhortadora del Padre.
(1) La propuesta de Pedro
Pedro hace una propuesta justo en el momento en que Moisés y Elías se
están yendo.
Su intención es prolongar la deliciosa experiencia.
Probablemente Pedro está suponiendo que ya llegaron a la meta y que, en
consecuencia, habría que erigir en la tierra unas tiendas (habitaciones)
similares a las del cielo, de manera que los tres, ya en el ámbito de la
divinidad, puedan prolongar su estadía gloriosa en la tierra.
Pero resulta que él no se ha dado cuenta de que la gloria todavía no ha
llegado definitivamente, que hay que acompañar hasta el final el
“cumplimiento” del “éxodo” de Jesús en Jerusalén.
Una prueba más de la incapacidad de los discípulos para entender por sí
mismos el camino de sufrimiento del Maestro que culminará en la gloria.
(2) La propuesta de Dios Padre
La formación de la nube que “los cubrió con su sombra” (v.34b;
expresión que nos remite a la escena de la anunciación de María: Lc 1,35),
evoca la divina presencia que llenó con su gloria la tienda del encuentro (la
“shekiná”, ver Éxodo 40,29), la misma gloria de Yahveh que cubrió la santa
montaña y en la cual entró Moisés, como dice Ex 24,15-18:
“La nube cubrió el monte; la gloria de Yahveh descansó sobre el monte Sinaí...
Moisés entró dentro de la nube y subió al monte ”.
Con esto se están señalando dos cosas:
(1) No hay necesidad de la tienda que Pedro quiere hacer, porque Dios
mismo es quien la hace al cubrir con la nube la montaña.
(2) Es el Padre, en última instancia, quien conduce a la gloria y quien invita
ahora a los discípulos a entrar también en ella.
Recordemos que la transfiguración de Jesús es obra de Él.
“Al entrar en la nube, se llenaron de temor ” (v.34c).
Hay un momento de silencio reverencial, de apertura al misterio.
Entonces aparece un nuevo elemento de la manifestación de Dios:
“Vino una voz desde la nube, que decía: ‘Este es mi Hijo, mi Elegido; escúchenlo ”
(v.35).
Los términos nos recuerdan la escena del bautismo de Jesús (ver Lc 3,21-
22).
Pero notemos que ahora estas palabras no están dirigidas a Jesús sino a
los discípulos indicándoles:
(1) Que Jesús es el “Hijo”, el “Elegido” (título característico del Mesías;
ver Isaías 42,1).
(2) Que a Jesús hay que “escucharlo”.
En Deuteronomio 18,15-18 se habla de un profeta como Moisés, enviado
como profeta definitivo, a quien hay que “escuchar” (ver también Hechos
3,22 y 7,37).
Pero Jesús es más que este profeta, es el “Hijo” por medio del cual se da a
conocer a sí mismo y realiza el camino de la salvación.
El imperativo “¡escúchenlo!” queda resonando en los oídos como la
lección más importante del evento de la transfiguración para los discípulos
espectadores.
2.4. Silencio contemplativo que se extiende hasta la Cruz
(9,36)
36Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo. Ellos callaron y, por
aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto”.
En el final de la transfiguración no hay transiciones.
De repente Jesús queda solo (v.36a).
La última mirada de la escena se detiene en el Jesús cotidiano del
evangelio quien sigue impávido de amor y de rechazo hacia el cruel
destino.
Ahora vuelve a aparecer, enorme, la sombra de la cruz.
Se anota finalmente que los discípulos guardan silencio sobre el
acontecimiento (v.36b) y que dicho silencio se extiende “por aquellos
días”, esto es, hasta el fin del ministerio terreno de Jesús.
Desde la transfiguración se abre un nuevo espacio formativo para los
discípulos.
La proclamación no podrá hacerse hasta que no hayan llegado al
“cumplimiento del éxodo” que está a punto de realizarse Jerusalén,
entonces el sí podrán anunciar “lo que habían visto”, en calidad de
testigos enviados con la fuerza del Espíritu (ver Lc 24,48-49).
Por lo pronto su primera tarea es dejarse instruir, tratando de captar mental
y vitalmente el misterio, permaneciendo siempre a la escucha del Maestro.
3. Releamos el Evangelio con un Padre de la Iglesia
Domingo 2º de Cuaresma (C)
Lucas 9, 28-36: Homilía de san Agustín
Sermón 78, 3-4
«Lo ve Pedro, y, llevado por la sabiduría humana, dijo: Señor, ¡qué bien
estamos aquí! (Mateo 17, 4; Lucas 9, 33).
Sentía el tedio de la muchedumbre, y había encontrado la soledad del
monte; allí disfrutaba de Cristo, el pan del alma.
¿Para qué retirarse de allí volviendo a los trabajos y dolores, habiendo
encontrado en Dios los santos amores, y con ello las buenas costumbres?
Sólo deseaba estar bien; por lo cual añadió: Si quieres, hacemos aquí tres
tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías (Mateo 17, 4; Lucas
9, 33).
Nada respondió el Señor a esto, pero Pedro recibió una respuesta.
No había terminado de hablar, cuando vino una nube resplandeciente y los
envolvió.
Él pensaba en tres tiendas, pero la respuesta del cielo le dio a entender que
para nosotros es uno lo que los sentidos humanos quieren dividir.
Cristo es el Verbo de Dios, el Verbo de Dios en la Ley, el Verbo de Dios en
los profetas.
Pedro, ¿por qué pretendes dividir?
Te conviene más unir. Buscas tres personas. Comprende que sólo hay uno.
Al quedar envueltos por la nube, formando sobre ellos como una tienda,
algo resonó, y desde la nube, decía una voz: Éste es mi Hijo amado (Mateo
17, 5; Lucas 9, 35).
Allí estaba Moisés, y allí estaba Elías.
Pero no se dijo: «Estos son mis hijos amados», porque una cosa es el Hijo
Único, y otra los adoptados.
Sólo se ensalzaba a aquel de quien la Ley y los profetas recibían su gloria,
al decir: Éste es mi Hijo amado, en quien me he complacido. Escúchenlo.
Porque en los profetas lo oyen a Él, y en la Ley, lo oyen a Él.
Así, ya se nos manifiesta a nosotros que en la Iglesia está el reino de Dios.
En ella está el Señor, y en ella la Ley y los profetas».
Orígenes
“Dios disuade a Pedro de hacer tres tiendas bajo las cuales, según su
proyecto, deberían encontrar cobijo, y le indica una tienda mejor, digamos
así, y superior en mucho: la nube.
En verdad, si la función de la tienda es hacer sombra y cubrir a quien la
habita, la nube luminosa los cubrió con su sombra: es como decir que Dios
haya construido para ellos una tienda más divina y, al mismo tiempo, más
luminosa, como figura del reposo futuro.
Una nube luminosa, en efecto, envuelve con su sombra a los justos que en
ella encuentran abrigo y, al mismo tiempo, los ilumina y los hace
resplandecer.
¿Y cuál podrá ser la nube luminosa que con su palabra envuelve a los
justos, si no es la potencia paterna?
De allí proviene la voz del Padre, que da testimonio del Hijo […].
También puede decirse que esta nube es el Espíritu Santo: es Él quien
cubre a los justos con su sombra y habla en profecías…”.
4. Para cultivar la semilla de la Palabra en lo profundo del
corazón:
4.1. ¿Qué relación tiene la transfiguración con la experiencia de
oración de Jesús?
4.2. ¿Cómo se comprende la vida y la misión de Jesús a partir
del diálogo que sostiene con Moisés y Elías?
4.3. Observe todos los verbos relacionados con los discípulos:
¿Qué hacen los discípulos a lo largo de este relato? ¿Qué me
enseñan?
4.4. Vivimos y somos testigos de muchas experiencias de
sufrimiento a las que no les vemos sentido. ¿Qué me dice la
frase: la gloria emerge desde dentro del sufrimiento cuando
éste es vivido en sintonía con la cruz, esto es, en función de los
demás?
4.5. ¿Cómo voy a poner en práctica durante esta cuaresma el
mandato de Dios Padre: “Escuchen” a mi Hijo?
“Señor, Padre santo,
que nos has mandado escuchar a tu amado Hijo,
aliméntanos con el gozo interior de tu Palabra…”
(De la Oración Colecta del Domingo)
Anexo 1
Pistas sobre las otras lecturas del Domingo
Sumario:
Dios hizo alianza con Abraham comprometiéndose unilateralmente con él.
Esta Alianza se renueva en Jesús:
“Este es mi Hijo, mi Elegido, ¡Escúchenlo! ”,
Proclama una voz divina en la montaña de la Transfiguración.
Esta Alianza hace de nosotros ciudadanos del cielo, le escribe Pablo a los
Filipenses.
Primera lectura: Génesis 15, 5-12.17-18
5 Una noche el Señor l levó afuera a Abrahán y le di jo: «Mira al cielo y cuenta las
estrellas, si puedes. Así será tu descendencia.»
6 Y creyó Abrahán al Señor, el que lo tuvo en adelante por un hombre justo.
7 El Señor le di jo: «Yo soy el Señor, que te sacó de Ur de los Caldeos, para
entregarte esta tierra en propiedad.»
8 Abrahán le preguntó: «Señor, ¿en qué conoceré yo que será mía?»
9 Le contestó: «Tráeme una ternera, una cabra y un carnero, todos ellos de tres
años, y también una paloma y un pichón.»
10 Abrahán trajo todos estos animales, los partió por mitad, y puso una mitad frente
a la otra; las aves no las partió.
11 Las aves rapaces se lanzaban sobre la carne, pero Abrahán las ahuyentaba.
12 Cuando el sol estaba a punto de ponerse, Abrahán cayó en un profundo sueño y
se apoderó de él un terror y una gran oscuridad.
17 Cuando el sol ya se había puesto y estaba todo oscuro, un horno humeante y una
antorcha ardiendo pasaron por medio de aquellos animales partidos.
18 Aquel día El Señor pactó una alianza con Abrahán diciendo: «A tu descendencia
daré esta tierra desde el torrente de Egipto hasta el gran río Éufrates.
Con Abraham comenzó gran revelación que Dios hizo de su voluntad y de
su plan de salvación.
Al comienzo del libro del Génesis vemos que Dios formó un pueblo a partir
de Abraham.
Dios lo llama y se compromete unilateralmente con él prometiéndole una
tierra y una descendencia.
Abraham le responde al llamado de Dios y “partió como le ordenó el
Señor” (Génesis 12,4).
Esta promesa, sin embargo, tarda en cumplirse: Abraham envejece sin
descendencia.
El pasaje de hoy retoma el tema de la promesa situándola en su contexto
propio: un pacto solemne sellado con Dios.
El punto es que Abraham ya se encuentra en Canaán y las cosas
anunciadas no se han llevado a cabo.
Entonces Dios sella la promesa con un sacrificio de Alianza.
Veamos (1) el contenido y (2) la forma de esta Alianza.
(1) El contenido.
La promesa se apoya en dos puntos:
Una descendencia innumerable
“Mira al cielo, y cuenta las estrel las, si puedes contarlas… Así será tu descendencia ”,
15,5
y una tierra
“A tu descendencia he dado esta tierra…”, 15,18.
Esta promesa presenta grandes dificultades para su realización, si la
miramos desde el punto de vista humano.
Pero lo fundamental está en la fe de Abraham:
“Creyó él en el Señor, el cual se lo reputó como justicia ”
“con ese acto de fe agradó a Dios”,
Traduce el P. Pedro Ortiz en el Leccionario colombiano; 15,6.
(2) La forma.
Esta promesa está sellada con un Alianza que sigue los parámetros de los
tratados del antiguo oriente.
Observemos el texto, literalmente en hebreo se dice que él ha “cortado” una
alianza con él.
Ocurría en el medio oriente antiguo que, cuando un soberano sellaba una
alianza con su vasallo y le garantizaba ayuda y protección mediante su
sumisión y el pago de tributos, el vasallo pasaba entre las dos mitades de
un animal cortado en dos diciendo:
“Que me suceda la misma cosa que a este animal
si yo no respeto las cláusulas del tratado”.
La visión que relata el texto reproduce este gesto ritual.
Pero lo sorprendente es que es solamente el soberano y no el vasallo quien
pasa entre las mitades del animal: este gesto fue realizado solamente por
Dios, afirmando así que su promesa fue absolutamente incondicional, como
él fuera el único en comprometerse, no habiendo contrapartida en lo que se
refiere a Abraham.
El brasero humeante y la antorcha simbolizan al Señor.
Se comprende el sueño y la turbación que se apodera de Abraham.
Dios interviene en su vida de manera sorprendente.
¡Una fuerte experiencia de la trascendencia divina!
Salmo 27 (26), 1.7-9abc. 13-14
El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?
El Señor es mi luz y mi salvación.
Escúchame, Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón:
"Busquen mi rostro".
Tu rostro buscaré, Señor,
El Señor es mi luz y mi salvación.
No me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxil io;
El Señor es mi luz y mi salvación.
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.
El Señor es mi luz y mi salvación.
El corazón de un creyente oscila entre la confianza y el temor.
Siente confianza cuando vuelve su mirada hacia el Señor:
“Él es mi luz y mi salvación”.
Se libra tanto de las tinieblas como del enemigo, es como si dijera:
“Con él yo veo claro, apoyado en él me siento protegido”.
Pero también siente temor cuando se mira a sí mismo:
“¿Mi comportamiento no va a suscitar la cólera de Dios? ¿Dios no va a
apartar la mirada de mí? ¿Seré excluido de su presencia?”.
Se instaura entonces un diálogo:
“Escucha, ten piedad, respóndeme”,
Dice el orante.
“Espera en el Señor”,
Le responde otra voz, probablemente la de un sacerdote del Templo de
Jerusalén.
La confianza en Dios debe vencer el temor.
Dios le concede su salvación a quienes la imploran.
Segunda lectura: Fil ipenses 3,17-4,1
Hermanos:
17 Sean imitadores míos, hermanos, y fí jense en los que siguen nuestro ejemplo.
18 Porque muchos viven como enemigos de la cruz de Cristo; se lo he dicho a
menudo y ahora se lo repito l lorando.
19 La perdición los espera; su Dios es el vientre, y se glorían de lo que deberían
sentir vergüenza. No piensan más que en las cosas de la tierra.
20 Nosotros tenemos nuestra patria en el cielo, y de all í esperamos al Salvador que
tanto anhelamos, Cristo Jesús, el Señor.
21 Pues él cambiará nuestro cuerpo miserable usando esa fuerza con la que puede
someter a sí el universo, y lo hará semejante a su propio cuerpo, del que irradia su
gloria.
1 Por eso, hermanos míos, a quienes tanto quiero y echo de menos, que son mi
alegría y mi corona, sigan así f irmes en el Señor, amadísimos.
En el tercer capítulo de la carta a los Filipenses, Pablo previene a los
cristianos de Filipos contra los agitadores judaizantes, o sea, contra
aquellos que los quieren hacer regresar a las prácticas exteriores judaicas
(“Cuyo Dios es el vientre”, 3,19).
Pablo invita a sus amigos a llevar adelante, con valentía, el combate de la
fe:
“Sean imitadores míos” (3,17).
¿En qué se imita a Pablo?
Pues su fidelidad a Jesús, en su manera de vivir en él, llevando el anuncio
del Evangelio.
Como Pablo, un cristiano no se puede dejar arrastrar por el mundo, el
cristiano le pertenece al Señor y su patria es el Reino de Dios
“Pero somos ciudadanos del cielo ”, 3,20.
El punto de llegada del caminar cristiano es el mismo Señor, quien
transformará nuestro cuerpo miserable en un cuerpo semejante al de Cristo
resucitado, en el cual resplandece la gloria de Dios.
De ahí la invitación de Pablo para que los cristianos filipenses se
mantengas firmes en el Señor:
“Manténganse así f irmes en el Señor”.
Veamos la correlación de ésta con las otras lecturas:
Si Dios ha hecho alianza con nosotros (1ª lectura), si hemos visto su gloria
en su Hijo (Evangelio), si somos ciudadanos del cielo y cuerpo de Cristo por
la fecundidad de la Eucaristía que ahora celebra, no podemos vivir de
cualquier manera, tenemos que ser modelo para los otros, como lo fue
Pablo.
Anexo 2
Para los animadores de la celebración dominical
I
El contexto cuaresmal
El alimento de la Palabra de Dios (Oración colecta) es el sustento del
cristiano cada vez que se sacia de la “Mesa de la Palabra”.
En la Cuaresma, este alimento se sirve con mayor abundancia, variedad,
riqueza y convergencia.
Por eso hay que valorar la Liturgia de la Palabra:
“Es Cristo quien habla cuando se leen en la Iglesia las Sagradas Escrituras ”
(Vaticano II, SC 7).
Sugerimos que el Evangeliario sea llevado en la procesión de entrada y que
se haga la procesión del Evangelio antes de su proclamación.
También en las familias: hacer de la Biblia objeto de honra especial y
alimento principal de la oración familiar.
II
Una sugerencia de ambientación
Este domingo llama la atención sobre la importancia de “escuchar”, de la m
“luz” y del “ver”.
Durante la Cuaresma se podría colocar en el Templo, en un lugar
destacado, un Crucifijo u otra imagen del Señor con el rostro ojalá
iluminado por un foco de luz.
III
Entrenamiento de los lectores
Primera lectura:
Aparece el nombre “Abrahám”, hay que pronunciarlo bien.
Sugerimos hacer sentir las diferentes voces (el narrador, Dios y Abraham),
sin exageración.
Hay palabras difíciles en el texto, por eso hay que preparar bien y en voz
alta.
Segunda lectura:
Tiene frases largas de difícil lectura.
El lector debe prepararse bien en su casa.
Proponemos también aquí hacer varias lecturas preparatorias, en voz alta
ante alguien, probando si se ha comprendido.
IV
Un momento de espiri tualidad para los ministros de la
Celebración Eucarística
Subrayando particularmente las insistencias propias de Lucas en el relato,
se podría proponer una reflexión sobre la experiencia de la oración,
revelación del misterio de Dios y del misterio del hombre, especialmente
durante la celebración Eucarística.
En cada Eucaristía, es Jesús quien nos conduce a la montaña para orar.
Todo el espacio en torno al altar es la montaña del Señor.
Jesús nos invita hoy a orar.
Toda oración es encuentro, al mismo tiempo personal y comunitario, con un
Dios que es más grande que nosotros.
Pero sucede que algunos encuentros son vividos como iluminaciones.
Todos nosotros sabemos de estos momentos más intensos que nos han
iluminado la vida.
Cada Eucaristía renueva experiencias como ésta.
Percibimos que Dios está ahí y que los personajes y los acontecimientos de
nuestra vida ordinaria toman un significado particular.
La gloria de Jesús, de Moisés y de Elías puede ser “la gloria” esta
Eucaristía o de tal persona encontrada.
El acontecimiento toma otra dimensión, la de una manifestación de Dios.
Pero la luz que nos es dada aclara también el futuro próximo.
Moisés y Elías “conversaban con Jesús sobre lo que iba sucede en
Jerusalén”.
Las pruebas por venir no son suprimidas sino iluminadas por nuevo día.
Y puede ocurrir que como los discípulos, seamos llevados a guardar para
nosotros esta revelación, al menos durante algún tiempo.
Recomendaciones prácticas:
1. Subrayar los términos: transfiguración, cambio, gloria; lo mismo que la
presencia de Moisés y Elías en el acontecimiento de la
Transfiguración.
2. Este domingo tiene prefacio propio. Puede emplearse también el
prefacio de la Fiesta de la Transfiguración del 6 de agosto.
3. Sería oportuno profundizar en el sentido de la vestidura blanca
bautismal, dando en el rito del bautismo la importancia debida a este
momento y signo.
4. Seguir insistiendo en el compromiso cuaresmal de la Comunicación
Cristiana de Bienes.
Anexo 3
Una invitación a proseguir en la oración y la contemplación
La Oración (Lucas 9,28-36)
Foto del cuadro “Jesús orando en el Getsemaní”.
Casa de retiros Padre Yermo en Puebla-México
“Por la oración
nosotros accedemos
a los Cielos.
Ella abre
la puerta del corazón
a Dios.
Su luz transfigura
todo nuestro ser,
nos eleva en el amor
que hace nacer”.
(Franck Widro)
Anexo 4
Contemplativos en el Monte de la Transfiguración
Las bienaventuranzas de los “i luminados”
Congreso Bíblico en Ibagué, Octubre 2006
Dejemos que nos hable un sacerdote, Simeón llamado “el Nuevo Teólogo”
(949-1022), quien en la “contemplación” de la luz divina ha propuesto
interpretar la vida cristiana como vida luminosa (ver “Tratados teológicos y
éticos”, No.10).
Él nos da, a los ejercitantes de la LECTIO DIVINA, un excelente ejemplo de
lo que es la “contemplación”.
“Que el Señor, luz del mundo, nos conceda no sólo proclamar sino también vivir estas
bienaventuranza: las bienaventuranzas de los iluminados.
Sí, ‘en la espera de que se cumpla la beata esperanza y venga nuestro Salvador Jesucristo’.
Bienaventurados aquellos que han acogido a Cristo venido como luz en las tinieblas
(Juan 1,5), porque se han hecho hijos de la luz y del día.
Bienaventurados aquellos que cada día se nutren de Cristo , en la contemplación y en el
conocimiento, como el profeta Isaías del carbón ardiente (Isaías 6,6), porque serán
purificados de toda mancha del alma y del cuerpo.
Bienaventurados aquellos que en cada momento degustan esta luz inefable con la
boca de la inteligencia, porque caminarán con compostura como en pleno día (Romanos
13,13) y pasarán el tiempo con alegría.
Bienaventurados aquellos que viven establemente en la luz de Cristo , porque ahora y
en los siglos son sus hermanos y coherederos, y lo serán por siempre.
Bienaventurados aquellos que han encendido la luz en su corazón y no la han dejado
apagar, porque después de esta vida andarán con esplendor ante el esposo (1
Tesalonicenses 4,17), y portando las antorchas, entrarán con él en la recámara nupcial
(Mateo 9,15).
Bienaventurados aquellos que se han acercado a la luz divina, se han
compenetrado y se han hecho enteramente luz fundiéndose con ella, porque se han
despojado completamente de su hábito de impureza y no llorarán más lágrimas amargas.
Bienaventurados aquellos a quienes se les ven sus vestiduras bril lar como si fuera
Cristo, porque enseguida serán colmados de un gozo inefable; y, en su consternación,
llorarán de felicidad ante la prueba de que ya se han hecho hijos y herederos de la
resurrección”.
Lunes 25 de Febrero
Segunda semana de Cuaresma
DANIEL 9, 4B-10Hemos pecado y cometido crímenes
“¡Ah, Señor, Dios, el Grande, el Temible, el que mantiene la alianza y la fidelidad con
aquellos que lo aman y observan sus mandamientos!
5 Nosotros hemos pecado, hemos faltado, hemos hecho el mal, nos hemos rebelado
y nos hemos apartado de tus mandamientos y tus preceptos.
6 No hemos escuchado a tus servidores los profetas, que hablaron en tu Nombre a
nuestros reyes, a nuestros jefes, a nuestros padres y a todo el pueblo del país.
7 ¡A ti , Señor, la justicia! A nosotros, en cambio, la vergüenza reflejada en el rostro,
como les sucede en este día a los hombres de Judá, a los habitantes de Jerusalén y
a todo Israel, a los que están cerca y a los que están lejos, en todos los países
adonde tú los expulsaste, a causa de la infidelidad que cometieron contra ti .
8 ¡A nosotros, Señor, la vergüenza reflejada en el rostro, y también a nuestros reyes,
a nuestros jefes y a nuestros padres, porque hemos pecado contra ti !
9 ¡Al Señor, nuestro Dios, la misericordia y el perdón, porque nos hemos rebelado
contra él!
10 Nosotros no hemos escuchado la voz del Señor, nuestro Dios, para seguir sus
leyes, que él puso delante de nosotros por medio de sus servidores los profetas.
La oración completa de Daniel abarca los versos 4-19, y toda la súplica
prepara la tercera visión de este profeta (vv. 20-27), en la cual se describe el
argumento de las setenta semanas, tiempo completo para la manifestación
divina especial en esta historia.
La profecía de Daniel aquí trata de explicar una afirmación de Jeremías (Jr.
29, 10; 25, 11-14), según la cual Israel (sobre todo aquel del destierro) sería
restaurado después de setenta años.
La visión surge a partir de la investigación hecha por Daniel en toda la
Escritura sobre la suerte de su pueblo.
El capítulo pone a Daniel en oración y, por lo tanto, se desarrollan allí algunos
argumentos propios de la historia de Israel.
La oración es completa en sí misma, por eso algunos estudiosos la ven como
una inserción posterior, además está escrita en un hebreo de calidad superior
al usado en el resto del libro.
Se piensa que hubo aquí el trabajo cuidadoso de un escriba.
Llama también la atención cómo esta oración es comunitaria y no de un
individuo; en ella no se pide una mayor inteligencia para comprender el sentido
de la profecía del Jeremías, tal como lo pide el contexto, sino el reconocimiento
de la culpa pública del yerro y una súplica para implorar la pronta restauración
de Sión (Jerusalén).
En este caso, según la profecía de Daniel, las adversidades vividas por Israel
se presentan aquí como un castigo por el pecado del pueblo y no como el
resultado de la acción rebelde de poderosas potencias gentiles, la cual cabe
dentro del querer divino.
El fragmento de hoy se detiene en la confesión de estos yerros.
La oración en cuanto tal es una súplica en donde se subraya el pecado y la
infidelidad de Israel y la fuerza y la misericordia de Dios, pero también se
acentúa la esperanza de salvación para un pueblo marcado por sus faltas.
En pocas palabras, la oración alterna la confesión del pecado del pueblo con
el reconocimiento de la inocencia de Dios.
El pecado queda tipificado en la desobediencia a la ley, a los profetas y en
las rebeldías contra Dios.
Tal situación produce sentimientos de vergüenza y llama con prontitud al
arrepentimiento.
La oración debe mirarse como otras oraciones no sólo desde la profecía de
Daniel, sino mirando también el Antiguo Testamento.
Esta oración con su sentido penitencial es similar a la oración de Azarías
(Daniel 3, 26-45), y a otras plegarias del Antiguo Testamento (Esdras 9;
Nehemías 9).
Dichas súplicas responden en términos globales a fuertes momentos de
crisis; es una contestación seria y profunda ante eventos históricos
impactantes, capaces de revolcar la fe y la vida de personas creyentes.
Daniel no sólo lee y ora la Escritura, él se dedica con tesón a investigar, a
estudiar la historia de su pueblo a lo largo de su devenir.
Y la manera como se prepara muestra su total apertura al designio de Dios.
La oración busca poner en movimiento la compasión divina hacia los suyos.
De este modo se abre un horizonte de salvación para los judíos.
La oración parte de una honda convicción: la humildad y la conversión
producen cambios.
La adversidad se vuelve así un catalizador de la inmadurez personal y
religiosa, y es capaz de educarnos y transformarnos (cfr. Isaías 59,1-2).
En su oración, Daniel asume uno de los rasgos más específicos del profeta:
la solidaridad con los sufrimientos del pueblo, también en el pecado, y su
propuesta como mediador e intercesor delante de Dios.
Muchos elementos de esta oración iluminan nuestra oración y en especial
este camino cuaresmal para conducirnos con esperanza hacia la pascua
festiva de nuestro Maestro en Jerusalén.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
¿Cuáles son mis sentimientos en la oración de hoy?
¿Mi oración se acoge a la bondad compasiva de Dios?
¿Puedo asumir algunos rasgos de Daniel como profe ta?
Salmo 79 (78), 8-9. 11. 13
Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados.
No recuerdes contra nosotros
las culpas de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados.
Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados.
Socórrenos, Dios, Salvador nuestro,
por el honor de tu nombre;
l íbranos y perdona nuestros pecados
a causa de tu nombre.
Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados.
Llegue a tu presencia el gemido del cautivo:
con tu brazo poderoso, salva a los condenados a muerte.
Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados.
Mientras, nosotros, pueblo tuyo,
ovejas de tu rebaño,
te daremos gracias siempre,
cantaremos tus alabanzas
de generación en generación.
Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados.
Este salmo de lamentación lo cantaba el pueblo quizá durante el destierro.
Cuando Israel caló en la autentica motivación del castigo, se dirigió con
actitud humilde al Dios del perdón.
El reconocimiento sincero de nuestro pecado nos abre a la misericordia del
Señor.
Lucas 6, 36-38“Sean misericordiosos como el Padre es misericordioso”
Enseñando Jesús a sus discípulos, les decía:
36 Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso.
37 No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y
serán perdonados.
38 Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada,
sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará
para ustedes».
Contemplando a Jesús
asimilamos la misericordia del padre
A la luz de la transfiguración del Señor, continuamos nuestro camino
cuaresmal obedeciendo a la voz del Padre que nos invita a seguir
escuchando a su Hijo predilecto.
El Evangelio de este día nos vuelve a colocar en el espíritu del “Señor de
la montaña” en el cual Jesús nos invita a la perfección del Padre, que en
la perspectiva de Lucas es esencialmente la misericordia
“Sean misericordiosos como el Padre es misericordioso ” (6, 36).
1. La perfección de Dios es su misericordia
Lucas nos muestra cómo la santidad de Dios se manifiesta en su
misericordia.
La frase de Jesús, “sean misericordiosos como el Padre es
misericordioso”, es el culmen de la revelación de todo lo que Dios es
para nosotros.
La misericordia expresa la esencia misma de Dios y por la cual Él es Santo,
totalmente diferente a nosotros.
“Por que como es su grandeza así es su misericordia ” (Eclesiástico 21, 18).
En el salmo 136 la misericordia nos es presentada como la clave de lectura
de toda la creación y de toda la historia pasada y presente.
Nuestra experiencia de Dios, es siempre experiencia de la misericordia,
porque cuando nos sentimos perdonados, salvados, es ahí cuando
conocemos realmente quién y cómo es el Señor.
En la acogida de la misericordia del Padre y en la contemplación de las
actitudes y palabras de Jesús vamos aprendiendo a vibrar con el corazón
del Padre y a dejar pasar hacia los otros la misericordia que nos es donada.
2. Cómo se pone en práctica la misericordia que proviene del
Padre
Las sentencias que siguen, en Lucas, no se refieren a los enemigos, sino
a los hermanos, son reglas claras, como pilares que rigen la vida de la
comunidad de los discípulos:
“No juzguen y no serán juzgados, no condenen y no serán condenados, den y se les
dará” (6,37-38).
En la comunidad se viven relaciones nuevas de amor reciproco, pero estas
siempre están bajo la insidia del mal, por eso mismo al interno de la
comunidad el amor tiene siempre el rostro de la misericordia.
Detengámonos brevemente en cada uno de los puntos que Jesús propone
para nuestro ejercicio de la misericordia, dilatando nuestro corazón a la
manera del Padre en esta Cuaresma.
(1) “No juzguen y no serán juzgados”
Juzgar es colocarse en el lugar de Dios considerarse a sí mismo como la
medida de todo; mi juicio contra el hermano es más grave que su mismo
pecado, porque es negar al Padre en su misericordia.
(2) “No condenen y no serán condenados”
Mientras el juicio es un acto interno, condenar es expresar externamente el
juicio.
El Padre en lugar de condenarnos se compadece, nos perdona y confía tan
profundamente en nosotros que nos entrega la administración de su
misericordia el siempre actúa a través de mediaciones, su compasión y su
misericordia pasan a través de mi o no pasan.
Cada uno de nosotros es como una llave de agua, tenemos el poder de
abrir o de cerrar la fuente inagotable del amor misericordioso que a todos
ha sido donado en Cristo Jesús.
(1) “Den y les será dado”
Jesús no indica que es lo que tenemos que dar, simplemente dice den,
como para enfatizar esa actitud de donación que debe caracterizar nuestro
discipulado; vivir para los otros, sin retener nada de sí, nada para sí, como
Jesús que se auto donó siempre más hasta la muerte.
En la medida en la cual nos donamos a los otros también recibimos de
parte de Dios, quien nos dará su amor, y el inmenso don de ser como El
configurándonos con su Hijo.
(2) “Porque con la medida con que midan serán medidos”
Dios renuncia a medirnos y juzgarnos, dejando que seamos nosotros
mismos quienes nos damos la medida y nos juzgamos, según el amor y la
misericordia que ofrecemos a los otros.
Mi juicio final y mi salvación corresponderán a la misericordia que ofrezco
hoy al otro.
Al acoger y gustar la misericordia que el Padre en Jesús tiene para con
cada uno de nosotros nos vamos transformando poco a poco en la
expresión viva de esta inagotable compasión de Dios.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
¿Qué significa la expresión: “Sean misericordiosos como el
Padre es misericordioso”?
¿Cuáles son las formas concretas con las cuales manifiesto a
los demás la misericordia de Dios?
Dediquemos algún momento de esta jornada para examinarnos
como famil ia o comunidad, acerca de nuestra forma concreta de
dar nuestro amor a los que nos rodean especialmente a los más
necesitados.
Moisés y Cristo
San Juan Crisóstomo
Catequesis 3,24-27
Los judíos pudieron contemplar milagros.
Tú los verás también, y más grandes todavía, más fulgurantes que cuando los judíos
salieron de Egipto.
No viste al Faraón ahogado con sus ejércitos, pero has visto al demonio sumergido
con los suyos.
Los judíos traspasaron el mar, tú has traspasado la muerte.
Ellos se liberaron de los egipcios, tú te has visto libre del maligno.
Ellos abandonaron la esclavitud de un bárbaro, tú la del pecado, mucho más penosa
todavía.
¿Quieres conocer de otra manera cómo has sido tú precisamente el honrado con
mayores favores?
Los judíos no pudieron entonces mirar de frente el rostro glorificado de Moisés, siendo
así que no era más que un hombre al servicio del mismo Señor que ellos.
Tú en cambio has visto el rostro de Cristo en su gloria.
Y Pablo exclama: «Nosotros contemplamos a cara descubierta la gloria del Señor».
Ellos tenían entonces a Cristo que los seguía; con mucha más razón, nos sigue él
ahora.
Porque, entonces, el Señor les acompañaba en atención a Moisés; a nosotros, en
cambio, no nos acompaña solamente en atención a Moisés, sino también por nuestra
propia docilidad.
Para los judíos, después de Egipto, estaba el desierto; para ti, después del éxodo,
está el cielo.
Ellos tenían, en la persona de Moisés, un guía y un jefe excelente; nosotros tenemos
otro Moisés, Dios mismo, que nos guía y nos gobierna.
¿Cuál era en efecto la característica de Moisés?
Moisés, dice la Escritura, era el hombre más sufrido del mundo.
Pues bien, esta cualidad puede muy bien atribuírsele a nuestro Moisés, ya que se
encuentra asistido por el dulcísimo Espíritu que le es íntimamente consubstancial.
Moisés levantó en aquel tiempo sus manos hacia el cielo e hizo descender el pan de
los ángeles, el maná: nuestro Moisés levanta hacia el cielo las suyas y nos consigue
un alimento eterno.
Aquel golpeó la roca e hizo correr un manantial: éste toca la mesa, golpea la mesa
espiritual y hace que broten las aguas del Espíritu.
Esta es la razón por la que, como una fuente, la mesa se halla situada en medio, con
el fin de que los rebaños puedan desde cualquier parte afluir a la fuente y abrevarse
con sus corrientes salvadoras.
Puesto que tenemos a nuestra disposición una fuente semejante, un manantial de vida
como éste, y puesto que la mesa rebosa de bienes innumerables y nos inunda de
espirituales favores, acerquémonos con un corazón sincero y una conciencia pura, a
fin de recibir gracia y piedad que nos socorran en el momento oportuno.
Por la gracia y la misericordia del Hijo único de Dios, nuestro Señor y Salvador
Jesucristo, por quien sean dados al Padre, con el Espíritu Santo, gloria, honor y poder,
ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Martes 26 de Febrero
Segunda semana de Cuaresma
Isaías 1,10.16-20Misericordia quiero y no sacrif icios
10 ¡Escuchen la palabra del Señor, jefes de Sodoma! ¡Presten atención a la
instrucción de nuestro Dios, pueblo de Gomorra!
16 ¡Lávense, purifíquense, aparten de mi vista la maldad de sus acciones! ¡Cesen de
hacer el mal,
17 aprendan a hacer el bien! ¡Busquen el derecho, socorran al oprimido, hagan
justicia al huérfano, defiendan a la viuda!
18 Vengan, y discutamos –dice el Señor–: Aunque sus pecados sean como la
escarlata, se volverán blancos como la nieve; aunque sean rojos como la púrpura,
serán como la lana.
19 Si están dispuestos a escuchar, comerán los bienes del país;
20 pero si rehúsan hacerlo y se rebelan, serán devorados por la espada, porque ha
hablado la boca del Señor.
Este pasaje de la profecía desarrolla un argumento importante:
Dios no se complace en los sacrificios ni en las prácticas religiosas carentes
de justicia y de misericordia en la vida de cada día.
Los actos de culto si no se fundamentan en el amor y en la justicia generan el
más decidido rechazo por parte de Dios, por eso aparecen expresiones
fuertes en el texto tales como: estoy harto... Detesto con toda mi fuerza...
Cierro los ojos.
La referencia a Sodoma y Gomorra refleja la gravedad del pecado.
Según Génesis 19, Dios destruyó por completo estos pueblos por causa de
su corrupción y su pecado.
Judá correrá la misma suerte y los jefes de Israel se parecen a los príncipes
de Sodoma.
Estos pueblos representan, entonces, la perversidad y la injusticia.
La profecía se detiene también en el significado de la verdadera adoración.
La experiencia religiosa saludable relaciona el culto con la praxis diaria.
La frase "Las manos llenas de sangre" , recuerda no sólo los sacrificios
de animales, sino las injusticias capaces de generar dolor y muerte a
personas inocentes e indefensas.
El profeta no se opone al culto; reprueba los sacrificios y los actos religiosos
sin repercusión en la vida social y sobre todo cuando no favorecen el cambio
de vida.
Por eso este texto insiste en la práctica de la justicia con los huérfanos, las
viudas, los pobres y los marginados de la sociedad.
Aquí el profeta Isaías coincide también con el anuncio del profeta Amos.
En la sociedad se debe instaurar un orden justo y fraternal.
No tiene sentido dar culto a Dios y oprimir al prójimo.
Este culto exterior es incluso peligroso porque pretende obtener el favor
divino, cuando su celebración es sólo apariencia y engaño.
Sin embargo, Dios está abierto al perdón (vv. 18-20), y concede su favor
cuando hay conversión y arrepentimiento. La conversión a Dios es la
exigencia fundamental.
La prosperidad se funda en el cambio radical de vida y en el compromiso
con los hermanos desde la Palabra de Dios.
Para mostrar la gravedad del pecado, el autor acude al lenguaje judicial y
presenta estos asuntos en medio de un juicio severo.
Dios no se puede quedar insensible frente a la corrupción política y social del
pueblo y de sus líderes.
El huérfano y la viuda representan a los grupos marginados y oprimidos.
A los malos gobernantes se les acusa de abandonar sus responsabilidades y
actuar en beneficio propio, en lugar de proteger a los más necesitados y a los
débiles.
¡Por eso ellos recibirán un castigo divino en el crisol del sufrimiento!
De todas maneras, el juicio divino tiene un propósito redentor, como cuando
los metales se purifican con el fuego.
Sión será purificada.
El pueblo de Judá, infiel en su culto y en su praxis religiosa, se verá
transformado por una intervención especial de Dios.
La justicia será un valor fundamental en la transformación y en la redención
de la ciudad.
El pueblo ha sido infiel a Dios no sólo por rendir culto a los dioses paganos,
sino sobre todo, por incumplir la voluntad de Dios en las situaciones
concretas de la vida, en los asuntos públicos y privados, en las dificultades
personales y nacionales.
En síntesis, para la profecía de Isaías la justicia social debe ser un valor
preponderante en la sociedad, por eso el profeta llama a Dios el Santo de
Israel (unas 26 veces en el libro).
Dios es Santo, pero no lejano de su pueblo.
Siempre se manifiesta con su misericordia y quiere lo mejor para sus hijos.
Nos encontramos delante de un texto con el cual podemos orar nuestro
camino cuaresmal, una andadura capaz de llevarnos de la mano con Jesús
hasta la Pascua.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
¿Qué significa la frase "misericordia quiero y no sacri ficios"?
¿Cómo afecta el texto de hoy mi vivencia de la Cuaresma?
¿Cómo es mi relación con Dios en los hermanos?
Salmo 50 (49) ,8-9.16-17.21.23
Ofrece a Dios el sacrif icio de confesar tu pecado.
No te reprocho tus sacrif icios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí.
Pero no aceptaré un becerro de tu casa,
ni un cabrito de tus rebaños.
Ofrece a Dios el sacrif icio de confesar tu pecado.
"¿Por qué recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi al ianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos?
Ofrece a Dios el sacrif icio de confesar tu pecado.
Esto haces, ¿y me voy callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara.
Ofrece a Dios el sacrif icio de confesar tu pecado.
El que me ofrece acción de gracias,
ese me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios".
Ofrece a Dios el sacrif icio de confesar tu pecado.
La interiorización de las relaciones con Dios fue un proceso en la vida
religiosa de Israel.
Y el peligro de una simple exteriorización hipócrita constituyó siempre una
amenaza.
No todo el que dice “Señor, Señor” entrará en el Reino de los Cielos.
El corazón es el que ha de cambiar, porque de él proceden nuestros actos.
Sólo el que sigue buen camino verá la salvación.
San Mateo 23, 1-12“El que se ensalce, será humil lado; y el que se humille, será ensalzado”.
1 En Jerusalén Jesús dijo a la multi tud y a sus discípulos:
2 «Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés;
3 ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus
obras, porque no hacen lo que dicen.
4 Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que
ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo.
5 Todo lo hacen para que los vean: agrandan las fi lacterias y alargan los flecos de
sus mantos;
6 les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en
las sinagogas,
7 ser saludados en las plazas y oírse llamar “mi maestro” por la gente.
8 En cuanto a ustedes, no se hagan l lamar “maestro”, porque no tienen más que un
Maestro y todos ustedes son hermanos.
9 A nadie en el mundo llamen “padre”, porque no tienen sino uno, el Padre celestial.
10 No se dejen llamar tampoco “doctores”, porque sólo tienen un Doctor, que es el
Mesías.
11 El más grande entre ustedes será el que los sirva,
12 porque el que se ensalza será humil lado, y el que se humil la será ensalzado».
De la humildad a la divinidad
El contexto y los destinatarios
Una vez que termina la serie de discusiones con los líderes judíos –la
última había sido con los fariseos acerca del “Hijo de David” (23,41-45) –,
la mano de Mateo anota:
“Y desde ese día ninguno se atrevió ya a hacerle más preguntas ” (23,46).
Es ahí donde irrumpe un nuevo discurso extenso de Jesús sobre la
hipocresía de ellos (Mateo 23,1-39; que en Marcos tiene apenas tres
versículos: Marcos 12,38-40).
El discurso está dirigido
“a la gente y a sus discípulos” (23,1).
Ellos habían permanecido como mudos espectadores de las discusiones de
Jesús con los líderes en el Templo.
En medio de todo se había anotado una reacción frente a postura crítica de
Jesús:
“Al oír esto, la gente se maravillaba de su doctrina ”
(23,33; igualmente los discípulos se habían maravillado en 21,20).
Es curioso que el discurso de Mateo 23 no esté dirigido directamente a los
escribas y fariseos.
Quizás se deba al hecho que éstos han demostrado una tal terquedad que
ya las exhortaciones de Jesús no parecen afectar su incorregible actitud.
Ahora son los discípulos de Jesús los que tienen que evitar esos vicios, de
los cuales no están exentos.
Por esta razón, estas enseñanzas de Jesús, en vez de quedarse en
señalamientos externos a los fariseos, deben ser acogidos como la
invitación a una seria reflexión sobre el comportamiento al interior de la
Iglesia.
La estructura
Tiene tres partes:
(1) Una breve introducción que presenta a Jesús y a sus destinatarios
(23,1).
(2) Una descripción crítica de la “hipocresía”
(a) de las enseñanzas y actividades de los escribas y fariseos, y
(b) de su deseo de recibir homenajes públicos (23,2-7).
Se podría titular: “un polémico retrato de la vanidad”.
(3) Una enseñanza sobre el comportamiento distintivo de los discípulos de
Jesús, que comienza con la frase “ustedes en cambio…” (23,8-12).
Algunas anotaciones sobre la estructura
Vale observar la manera como se arma esta enseñanza mediante
contraposiciones:
• La enseñanza de Jesús confronta dos tipos de comportamiento: uno no
deseado (de los líderes judíos) y otro deseado (que se esperaría de los
discípulos de Jesús).
• El primero se refiere en tercera persona plural (“ellos”, los líderes judíos)
y el segundo en segunda personal plural (“ustedes”, la comunidad
oyente).
• En la descripción del primero se polemiza el hacer “hipócrita” de dos
maneras: (a) las buenas cosas que “no hacen” y (b) las malas cosas
que “hacen”.
• En el mandato de Jesús a sus discípulos (el segundo tipo de
comportamiento) se distinguen tres prohibiciones y un principio de vida
que debe regirlos.
• Un dicho final, sencillo y práctico, sintetiza y concluye la enseñanza
(23,12).
1. Profundización
Veamos las dos partes centrales del pasaje:
(1) El polémico retrato de la vanidad farisaica (23,2-7)
(2) El comportamiento distintivo de la comunidad de discípulos de Jesús
(23,8-12).
1.1. Un polémico retrato de la vanidad: la “hipocresía” de los
escribas y fariseos (23,2-7)
En cuanto “maestros”, por su actividad escolar y por ser hombres públicos
(deben hacer actos de representación social), los “escribas y fariseos”
son líderes del pueblo.
Veamos lo que Jesús observa de ellos.
1.2.1. La hipocresía de sus enseñanzas y actividades: las
buenas cosas que “no hacen” (23, 2-4).
2 «Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés;
3 ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus
obras, porque no hacen lo que dicen.
4 Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que
ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo.
Jesús señala que los líderes (“escribas y fariseos”):
“Se han sentado en la cátedra de Moisés” (23,2)
a) Dicen pero no hacen (23,3)
b) Atan cargas pesadas y las ponen a la gente pero ellos ni se esfuerzan
por llevarlas (23,4)
“Los escribas y fariseos”.
La observación de Jesús se concentra sobre los “maestros de la Ley”,
algunos de los cuales –quizás los más piadosos y dedicados- seguían la
corriente de pensamiento y la piedad de los fariseos.
Ni todos los escribas eran fariseos y ni todos los fariseos eran escribas.
“Se han sentado…”.
La función de estos “maestros” era primariamente instruir al pueblo en la
Ley de Dios (=la Toráh).
La mención de la “cátedra” (o silla del maestro) quizás sea una referencia
a la autoridad de su enseñanza, lo cual se podría entender como un
“enseñar con la autoridad de Moisés”, el primer y gran transmisor de
la Ley que venía de parte de Dios.
Frente a la actividad magisterial de los escribas y fariseos, Jesús toma
posición (23,3):
(a) Jesús da un mandato positivo a sus discípulos:
“Hagan… todo lo que les digan” (23,3ª).
Esto tiene sentido, porque Jesús no vino a abolir la Ley sino a darle
cumplimiento (ver 5,17) e insistió en que se tuviera en cuenta “todo” (ver
5,18-19).
Un discípulo será obediente a la Palabra.
(b) Luego da un mandato negativo (prohibición):
“No imiten su conducta”
(Literalmente: “las obras de ellos no hagan”; 23,3b).
Jesús pide no imitar su hipocresía.
Este mandato ya se había escuchado en el Antiguo Testamento para
indicar la conducta pagana que no hay que seguir:
“No te postrarás ante sus dioses… no imitarás su conducta ” (Éxodo 23,24).
Y una denuncia similar se escuchará en boca de Pablo sobre los falsos
apóstoles:
“No es mucho que sus ministros se disfracen de ministros de justicia.
Pero su fin será conforme a sus obras” (2 Corintios 11,15).
La imitación de la conducta hipócrita pone en juego la vida:
“Y los muertos fueron juzgados… conforme a sus obras ” (Apocalipsis 20,12).
(c) Finalmente les da el argumento:
“Porque dicen y no hacen” (23,3c).
El problema está en la inconsistencia: la contradicción entre el decir y el
hacer (tema que ya habíamos visto en la parábola de los dos hijos: Mateo
21,28-30); al respecto los discípulos habían sido advertidos:
“El que escuche estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como… ” (7,26).
El punto no está, entonces, en la validez o no de la doctrina de los rabinos y
fariseos –lo cual Jesús aquí no entra a discutir– sino en el hecho que no
viven según la fe que confiesan; y esto los convierte en charlatanes.
Enseguida, en 23,4, Jesús ilustra la distancia entre las palabras y los
hechos:
Los escribas y fariseos ponen tareas y exigencias de vida que se derivan
de la Ley (las “cargas pesadas” sobre “las espaldas de la gente”),
por las cuales ellos no hacen ni el más mínimo esfuerzo (“ni con un
dedo”) para cumplirlas ni ayudarlas a cumplir.
Estas “cargas pesadas” que los maestros y fariseos “atan”, bien podrían
ser las normas de pureza legal que se enuncian en este mismo discurso
más adelante (ver 23,25-28), así como el requerimiento de un rigorismo
legal pero descuidando lo esencial:
“la justicia, la misericordia y la fe ” (23,23).
Notemos la contraposición entre el “hacer” de los maestros y fariseos, y el
“hacer” de Jesús:
• Si los mandatos de los fariseos son “cargas pesadas”, los de Jesús
son “carga l igera” (11,30).
• Si los fariseos las ponen “sobre las espaldas”, Jesús “da descanso”
(11,28).
• Si los fariseos no las mueven “ni con el dedo” (=no compromiso), Jesús
es modelo de vivencia: “aprended de mí” (11,29); e incluso su
“humildad” será radicalmente opuesta a las actitudes vanidosas que
enseguida se señalarán en los fariseos.
1.2.2. La hipocresía de su deseo de recibir homenajes
públicos: las malas cosas que “hacen” (23,5-7)
5 Todo lo hacen para que los vean: agrandan las fi lacterias y alargan los flecos de
sus mantos;
6 les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en
las sinagogas,
7 ser saludados en las plazas y oírse llamar “mi maestro” por la gente.
Parece no ser suficiente señalar la falta de compromiso de los escribas y
fariseos.
Jesús desciende ahora hacia sus motivaciones: no están buscando la gloria
de Dios ni el servicio a los hermanos, sino que se están buscando a sí
mismos.
Jesús señala de los líderes judíos:
“Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres ” (23,5ª)
a) Sus paramentos: amplían las filacterias y las orlas del manto (23,5b)
b) Sus etiquetas: las honras que les gustan (23,6-7):
- Puestos de honor en los banquetes (23,6ª)
- Puestos de honor en las sinagogas (23,6b)
- Ser saludados en las plazas de mercado (23,7ª)
- Ser llamados “Rabbí” (23,7b).
“Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres ”
(23,5ª).
La incapacidad levantar si quiera un dedo para ayudar a otros y para vivir la
Palabra que enseñan, se debe a una motivación de fondo:
Lo que buscan no es ni la gloria de Dios ni el servicio a los otros sino la
ovación pública, lo cual hace de su piedad un show (ver la enseñanza del
Sermón de la Montaña: 6,1-18).
Jesús dice que es así como hacen “todas sus obras”, ni siquiera unas
cuantas.
Para lograr esta “visibilidad” pública, este “alto perfil”, se valen tanto de la
ostentación de sus indumentarias así como de las etiquetas sociales:
a) Los paramentos:
“Se hacen bien anchas las fi lacterias y bien largas las orlas del manto ” (23,5b).
Obviamente para su propia gloria y reconocimiento social.
• Las “fi lacterias” son lo que en hebreo se llama “tepillîn”; se trata de dos
cajitas negras que llevan dentro pasajes de la Sagrada Escritura y que
se amarran tanto en la parte alta del brazo izquierdo (cerca del corazón)
y sobre la frente.
El alargamiento de las filacterias no parece referirse tanto a la cajita
cuanto a las cintas con las cuales se adherían a la cabeza y del brazo
hasta la mano.
Así se aplicaba literalmente lo que decía Deuteronomio 6,6-8:
“Queden en tu corazón estás palabras que yo te dicto hoy…
Las atarás a tu mano como una señal, y serán como una insignia entre tus ojos ”.
[Es el equivalente en nuestro mundo cristiano al colgarse cruces y
medallas; y hay que gente que cree que entre más visibles, mejor].
La apariencia del judío piadoso debía ser más o menos así:
• El alargamiento de las “borlas” azules o blancas (conocidas como
“tsîtsit”) que colgaban de las esquinas del manto ceremonial (un manto
rectangular que se colocaba sobre la cabeza como mantilla para la
oración y el estudio de la Toráh), signo de adhesión a la Ley.
Así se obedecía a la norma de Números 15,38-39:
“Di a los israelitas que ellos y sus descendientes se hagan flecos
en los bordes de sus vestidos… Llevarán, pues, f lecos para que, cuando los vean,
se acuerden de todos los preceptos de El Señor ”.
El mismo Jesús parece haber usado este manto con sus borlas (ver
Mateo 9,20 y 14,36).
El punto es que de esta manera su piedad era más vistosa ante el pueblo.
Jesús no critica su adhesión a la Ley sino su motivación: la auto-
glorificación.
Ya la misma norma del libro de los Números, que acabamos de citar, había
dicho claramente que lo importante no era saber las normas sino
practicarlas:
“Se acordarán de todos mis mandamientos y los cumplirán,
y serán hombres consagrados a su Dios” (15,40).
Pero los escribas y fariseos: “dicen y no hacen” (23,3), fallando así en el
objetivo fundamental del servicio a la Toráh.
b) Las etiquetas sociales: los puestos de honor y los títulos (23,6-7).
• “Primer puesto en los banquetes… primeros asientos en las
sinagogas” (23,6).
Ya en los tiempos antiguos existían sillas reservadas –puestos de honor–
para las autoridades y V.I.P. en las salas de audiencias, los teatros y
otros espectáculos, los desfiles, las comidas.
Lo mismo en el mundo social y religioso judío: el puesto de honor en un
banquete es el que está más cerca del anfitrión y en las sinagogas el que
está más cerca del presidente (además, bastante visible).
Jesús llama la atención sobre hecho de que ellos lo reclaman:
“Quieren…”.
• También reclaman que se les llame por su título:
“Que se les salude en las plazas y que la gente les l lame ‘Rabbí’ ” (23,7).
Esto implica que aquellos de “menor rango” (por eso en las plazas de
mercado y espacios populares: el “ágora”) le reconozcan su
superioridad.
De hecho el título “Rabbí”, literalmente etimológicamente significa “Mi
grande”.
Pero el problema no parece ser exclusivo de los escribas y fariseos.
De la crítica al título rimbombante “Rabbí” (con pompa y homenajes a
aquel que no pasa desapercibido por su puesto y sus ornamentos), Jesús
pasa ahora las instrucciones para su comunidad, donde se corren los
mismos peligros con éste y otros títulos (y actitudes).
2.1. El comportamiento distintivo de los discípulos de Jesús: la
humildad (23,8-12)
Jesús ahora enfoca a la comunidad de los discípulos.
Por eso en su discurso cambia a la segunda persona plural:
“Ustedes, en cambio…”.
Comienza retomando el título “Rabbí”, que también parece repetirse al
interior de la comunidad.
Así Jesús establece cuál debe ser el estilo característico de sus seguidores.
Lo hace mediante:
(1) Una serie de tres imperativos prohibitivos que dan pie para delinear el
estilo de vida comunitaria:
“No se dejen l lamar… porque…” (23,8-10).
(2) Una enseñanza positiva que establece el criterio fundamental de las
relaciones en la comunidad:
“El mayor entre ustedes será su servidor ” (23,11).
(3) Un dicho final:
“El que se ensalce, será humil lado; / y el que se humil le, será ensalzado ” (23,12).
2.1.1. El esti lo de vida en la comunidad de Jesús: “Rabbí”,
“Padre” y “Director” (23, 8-10)
8 En cuanto a ustedes, no se hagan l lamar “maestro”, porque no tienen más que un
Maestro y todos ustedes son hermanos.
9 A nadie en el mundo llamen “padre”, porque no tienen sino uno, el Padre celestial.
10 No se dejen llamar tampoco “doctores”, porque sólo tienen un Doctor, que es el
Mesías.
En contraposición a los escribas y fariseos, los discípulos de Jesús
obedecen la orden:“Ustedes, en cambio, no se dejen llamar…”
El verbo “llamar” se repite en las tres prohibiciones:
a) Prohibición del título “Rabbí” (23,8)
b) Prohibición del título “Padre” (23,9)
c) Prohibición del título “Director” (23,10)
Es claro que quienes orientan a la comunidad, las “autoridades”, deben ser
llamados de alguna manera.
Jesús llama la atención sobre esto: los títulos pueden manifestar un espíritu
contrario al de la humildad y la fraternidad, olvidando –además- que el
verdadero superior es Dios y su Hijo enviado al mundo.
El horizonte de esta parte de la enseñanza de Jesús es su visión de la
comunidad.
La comunidad de los discípulos de Jesús es ante todo una comunidad de
“hermanos”:
“Ustedes son todos hermanos” (23,8c).
El discípulo que hace la voluntad del Padre también llamado “hermano” de
Jesús (ver 12,50) y también dentro de la comunidad “todos” se reconocen
como tales (ver la insistencia en 18,15.15.21.35).
En consecuencia, ninguno necesita ser exaltado por medio de adulaciones
innecesarias.
“No se dejen l lamar ‘Rabbí’, porque un solo es su Maestro ”
(23,8a-b).
El término “Rabbí”, ya lo dijimos, técnicamente significa “Mi grande”, por
tanto –en principio- es un título de respeto, que no connota necesariamente
un “maestro” (en sentido escolar) sino una persona con autoridad.
Ahora bien, en este caso, el texto parece estar pensando en los
“maestros”, quienes muestran su superioridad frente a un grupo de
aprendices.
“Hermano” es el apelativo que más le debe gustar a un “discípulo” de
Jesús.
Jesús es “el único Maestro”.
Esto se entiende mejor a la luz de Isaías 54,13:
“Todos tus hijos serán discípulos de El Señor ”;
El cual se entiende junto con Jeremías 31,33, donde es Dios quien hace
posible la Alianza insertando en el corazón de su pueblo sus leyes:
“Pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré,
y yo seré su Dios y el los serán mi pueblo ”.
En este sentido, puesto que es Jesús quien realiza la Nueva Alianza,
poniendo los corazones de los hombres en sintonía con el de Dios, de
quién Él es el máximo revelador de su voluntad (ver Mt 5,17), Él es la
máxima autoridad en la comunidad.
Toda autoridad, por tanto, es derivada de la de Jesús, enraizada en Él.
“Ni l lamen a nadie ‘Padre’ suyo en la tierra, porque uno solo es
su Padre: el del cielo” (23,9).
Desde el Antiguo Testamento Abraham había sido llamado “nuestro Padre”.
El profeta Eliseo llamó a su maestro Elías “Padre mío” (2 Reyes 2,12).
En el mundo judío parecía ser un título de respeto, por eso una ocasión
Pablo se dirigió a la asamblea de los judíos en Jerusalén llamándolos
“Hermanos y Padres” (Hechos 22,1).
Hoy sabemos que algunos rabinos de los tiempos de la comunidad de
Mateo se hacían llamar “Padres” (si bien, esto no era común).
¿Cuál es entonces el problema?
El problema no está en el título en sí, sino cuando una paternidad “en la
tierra” sustituye la paternidad de Dios, esto es, como el verdadero
generador de la vida y quien –en última instancia– se le debe todo, como lo
proclamaba la confesión de fe Israelita en el Shemá (confesión de fe en un
único Dios):
“¿No tenemos todos un mismo Padre? ¿No nos ha creado el mismo Dios? ” (Malaquías
2,10).
En este sentido el verdadero Padre es “uno solo”, “el del cielo” (23,9b).
“Ni tampoco se dejen llamar ‘Directores’ ” (23,10a).
El término griego usado (“kathēgētes”), significa “el que conduce”.
A veces se usa en ambiente escolar (el profesor), pero se refiere ante todo
al líder y guía de una comunidad: el que más conoce y por eso instruye y
orienta a los suyos.
La diferencia con “Maestro” (ver el v.8) es leve.
Generalmente indica la dignidad y el honor de un maestro exigente frente al
resto de los hermanos.
La respuesta de Jesús es precisa:
“Uno sólo es su Director: el Cristo ” (23,10b),
La adhesión del discípulo –en última instancia– es a Él.
Como se dirá en el evangelio de Juan, Él es “el camino, la verdad y la
vida” (14,6), quien “guía” al Padre.
¿Entonces no hay que l lamar “padres” a los sacerdotes o
“directores” a los que coordinan obras o comunidades?
Las palabras de Jesús en 23,8-10 apuntan a esta enseñanza: lo importante
no es aquello que nos diferencia sino aquello que nos une.
El Señorío de Dios es la base de todas las relaciones comunitarias.
Por eso Jesús nos recuerda que el verdadero Maestro y Director (23,8.10)
es Él y que el único verdadero Padre es Dios (23,9).
Cualquier autoridad en la comunidad está remitida a esta autoridad mayor.
Por lo tanto, en el Señorío de Cristo y en la Paternidad de Dios, todos
somos iguales: ¡todos somos hermanos!; de ahí que, no importa la función
que se ejerza en la comunidad, todos tenemos la misma dignidad.
Pero tampoco Jesús quiere decir que no haya autoridad en la comunidad,
como si estuviera proponiendo algún tipo de anarquía.
Lo que dice es que lo primero es la fraternidad y que en función de ella, los
encargados de dirigir la comunidad, están llamados a reflejar el rostro de
Jesús Maestro y Director, y el rostro de Dios Padre.
No se trata, entonces, de una prohibición, como por ejemplo, de que a los
sacerdotes los llamen “padres”.
Eso sería fundamentalismo.
Lo que Jesús está estableciendo en este pasaje es que:
(1) Ninguna autoridad se puede ejercer en nombre propio sino en comunión
con el único Maestro, Director y Padre de la comunidad que son Jesús y su
Padre.
(2) Ninguna autoridad se puede ejercer para satisfacción personal y honor
propio, sino únicamente para el servicio de los hermanos:
“El mayor entre ustedes será su servidor ” (23,11).
¿No es curioso que en una ocasión Pablo se haya presentado como
“padre” de los convertidos en Corinto?:
“Aunque hayan tenido diez mil pedagogos en Cristo, no tienen muchos padres.
He sido yo quien, por el evangelio, los engendré en Cristo Jesús ” (1 Corintios 4,15)
Con todo, no deja de ser sorprendente que, por ejemplo, un Francisco de
Asís, teniendo presente este pasaje de Mateo, haya esquivado el uso de
cualquier título honorífico.
2.1.2. El criterio fundamental de las relaciones en la
comunidad: el “servicio” (23,11)
Lo que debe inspirar a todos discípulo de Jesús en todas sus acciones es:
“El mayor entre ustedes será su servidor ”.
Jesús mismo es el referente que hay que contemplar para imitar:
“De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido,
sino a servir y dar su vida como rescate por muchos ” (20,28).
En este darle prioridad al otro, sobre los propios intereses, consiste la
humildad.
El nombre de la humildad, por tanto, es “Jesús” servidor que se despoja de
su propia vida para rescatarnos para Dios.
Jesús es el modelo del que sabe “descender” para salvar.
Decía Casiano que humilde “es alguien cuya vida es capaz de ser
aprendida y puesta en práctica por todos”.
Por tanto el camino está señalado.
La dominación no tiene cabida entre los discípulos de Jesús, en cambio el
servicio es la mayor exigencia: el “mayor” será el “servidor” (en griego:
“diákono”).
Esto es realmente distintivo.
En el mundo griego la palabra “diákono” era peyorativa, indicaba gente de
bajo rango.
Por eso la idea cristiana del servicio implica una nueva jerarquía de valores
que se inspira en el comportamiento mismo de Jesús.
Para un cristiano éste es el “mayor” valor.
2.1.3. Un dicho final sobre el futuro (23,12)
Conectada a la enseñanza sobre el “servicio humilde”, Jesús hace una
declaración sobre la inversión de destinos que se dará al final de la historia:
“Pues el que se ensalce, será humil lado; y el que se humil le, será ensalzado ”
(23,12)
Esta última frase de Jesús debe quedar en la mente de todo discípulo y ser
recordada con la misma facilidad que se recuerda un proverbio (como aquel
de Proverbios 29,23: “El propio orgullo domina al hombre, / el espíritu humilde obtiene honores ”).
Es notable la contraposición entre el “ahora” (“el que se ensalce” ahora)
y el “después” (“será humillado” después), entre la iniciativa del hombre
(ensalzarse a sí mismo) y la acción final de Dios (lo humillará).
Jesús enseña que:
• La razón por la cual un cristiano no acepta títulos “ahora” es por un
imperativo interno que proviene de la lógica del seguimiento: el llamado a
la humildad.
• La cosa es en serio. De nuevo, así como se señaló al comienzo, hay que
tener presente que la vida está en juego: ¿Qué hará Dios con nosotros
“después”?
Dios tiene la última palabra: en el juicio se manifestará la verdad del
corazón y Dios obrará con nosotros, esto es, nos humillará o nos ensalzará.
Decía Job:
“Él humil la la empresa del arrogante, pero salva al que baja los ojos ” (22,29).
No somos nosotros quienes determinamos nuestro futuro, sino Dios; pero sí
sabemos que según la ruta que tomemos ahora, sabremos lo que nos
espera.
Lo importante, en el hoy del discipulado, es la fidelidad al estilo de vida del
Maestro Jesús, quien se supo despojar para poder servir.
Bien decía San Juan Crisóstomo:
“(Jesús) no sólo prohíbe poner el corazón en el primer lugar,
sino que pide ponerse después del últ imo”
(Comentario a Mateo, 72.3).
Es así como Jesús nos llama, con sus palabras fuertes e insistentes, para
que construyamos juntos las comunidades que saben decir “Padre
nuestro” y que avanzan conducidas por Jesús sobre el doble criterio –
aprendido en el modelo de vida del Maestro- de la alegre fraternidad y del
servicio humilde y sencillo.
La pasión de todo el cuerpo de Cristo
San Agustín
Salmo 140,4-6
Señor, te he llamado, ven deprisa.
Esto lo podemos decir todos.
No lo digo yo sólo, lo dice el Cristo total.
Pero se refiere sobre todo a su cuerpo personal; ya que, cuando se encontraba aquí, oró con
su ser de carne, oró al Padre con su cuerpo, y mientras oraba, las gotas de sangre
destilaban de todo su cuerpo.
Así está escrito en el Evangelio: Jesús oraba con más insistencia, y sudaba como gotas de
sangre.
¿Qué quiere decir el flujo de sangre de todo su cuerpo, sino la pasión de los mártires de toda
la Iglesia?
Señor, te he llamado, ven deprisa; escucha mi voz cuando te llamo.
Pensabas que ya estaba resuelta la cuestión de la plegaria con decir: Te he llamado.
Has llamado, pero no te quedes ya tranquilo.
Si se acaba la tribulación, se acaba la llamada; pero si en cambio la tribulación de la Iglesia y
del cuerpo de Cristo continúan hasta el fin de los tiempos, no sólo has de decir: Te he
llamado, ven deprisa, sino también: escucha mi voz cuando te llamo.
Suba mi oración como incienso en tu presencia, el alzar de mis manos como ofrenda de la
tarde.
Cualquier cristiano sabe que esto suele referirse a la misma cabeza.
Pues, cuando ya el día declinaba hacia su atardecer, el Señor entregó sobre la cruz el alma
que había de recobrar, porque no la perdió en contra de su voluntad.
Pero también nosotros estábamos representados allí.
Pues lo que de él colgó en la cruz era lo que había recibido de nosotros. Si no, ¿cómo es
posible que, en un momento dado, Dios Padre aleje de sí y abandone a su único Hijo, que
efectivamente no es sino un solo Dios con él?
Y no obstante, al clavar nuestra debilidad en la cruz, donde, como dice el Apóstol, nuestro
hombre viejo ha sido crucificado con él, exclamó con la voz de aquel mismo hombre nuestro:
Dios mío, Dios mío; ¿por qué me has abandonado?
Por tanto, la ofrenda de la tarde fue la pasión del Señor, la cruz del Señor, la oblación de la
víctima saludable, el holocausto acepto a Dios.
Aquel sacrificio de la tarde realizó la ofrenda matutina de la resurrección.
La oración brota pues pura y directa del corazón creyente, como se eleva desde el ara santa
el incienso.
No hay nada más agradable que el aroma del Señor: que todos los creyentes huelan así.
Así, pues, nuestro hombre viejo, son palabras del Apóstol, ha sido crucificado con Cristo,
quedando destruida nuestra personalidad de pecadores, y nosotros libres de la esclavitud
del pecado.
Miércoles 27 de Febrero
Segunda semana de Cuaresma
Jeremías 18,18-20El profeta sufre por causa de su ministerio
Decía la gente de Jerusalén:
18 “¡Vengan, tramemos un plan contra Jeremías, porque no le faltará la instrucción al
sacerdote, ni el consejo al sabio, ni la palabra al profeta! Vengan, inventemos algún
cargo contra él, y no prestemos atención a sus palabras”.
19 ¡Préstame atención, Señor, y oye la voz de los que me acusan!
20 ¿Acaso se devuelve mal por bien para que me hayan cavado una fosa? Recuerda
que yo me presenté delante de ti para hablar en favor de ellos, para apartar de ellos
tu furor.
El texto del profeta narra la conspiración contra él, tiene en contra un
enemigo en acción.
Su testimonio sobre el Dios de Israel y sobre su vocación genera esta
situación (cfr. Jr. 11, 18-23).
¿Quiénes le acusan?
Las instituciones de Israel: sacerdocio, sabios y profetas, de acuerdo con la
descripción de la Tora, y el motivo de esta persecución es su "palabra".
Jeremías, como Jesucristo más tarde, se presenta como el ejemplo de un
profeta y justo doliente (cfr. Mt 12,13).
La palabra de Jeremías era una blasfemia contra la enseñanza tradicional
confirmada por Isaías y la historia: la inviolabilidad de Sión y el Templo.
Jeremías amenazaba con la destrucción y el destierro, y por esto se forma la
conjura; la opinión pública condena al profeta.
Jeremías se ve solo, indefenso, su refugio está en Dios.
Para él las instituciones deberían ser expresión de la voluntad de Dios, por
eso él como profeta, no las ataca, pero sí rechaza su desempeño, su manera
de proceder, lejana de las necesidades de los más pobres, abandonados y en
peligro.
Los líderes sólo buscan su propio beneficio.
Sólo Dios sabe cómo ha orado el profeta por ellos, ha suplicado alejar de
ellos la inminente ira divina, y así y todo, es acusado de traidor y sacrílego.
Esta es la tragedia íntima de Jeremías quien anuncia una palabra, ante la
cual sólo hay oídos sordos, nadie quiere escuchar porque hay intereses
creados de personas e instituciones.
La lucha interna de Jeremías es muy grande, por ello saca desde lo más
profundo de su ser estas "confesiones".
Estamos, entonces, delante de otro lamento personal del profeta, quien le
grita a Dios, el cual a ratos parece ausente en la vida del anunciador de Israel.
Pese a la melancolía y al pesimismo ante este lamento, la oración de
Jeremías no carece de esperanza, pues él sabe cómo puede actuar Dios en
momentos difíciles.
Sin embargo, también se pregunta por qué sufren los buenos.
El profeta ataca la aparente bendición de Dios a sus enemigos.
El profeta está asediado por todas partes y sus intentos de seguir la Palabra
de Dios sólo le han traído dolor y amenazas de muerte.
Por eso el profeta pronuncia palabras tan enérgicas, incluso desea el mal
para sus enemigos y con ello añora la paz personal.
Esta oración busca la recompensa del justo y el castigo del malvado.
También podemos leer este fragmento como una parte de las "confesiones
de Jeremías", donde las quejas del profeta se hacen con términos valientes.
En ellas Jeremías describe sus crisis interiores surgidas no de caprichos
personales o depresiones infantiles, sino de su actuar cotidiano como
profeta.
En medio de esta situación, al final Jeremías renueva su vocación y supera su
crisis.
De allí sale fortalecido.
Este tipo de oración no es exclusivo de Jeremías, también encontramos
pasajes similares en el libro de Job.
En este tiempo de Cuaresma sentimos la invitación de la Palabra de Dios a
revisar las intenciones de nuestro corazón y las decisiones de cada día.
También podemos colocar delante de Dios nuestras crisis internas para salir
de ellas fortalecidos, gracias a la presencia del Señor en nuestra existencia.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
¿Tengo momentos de mis propias "confesiones" al es ti lo del
profeta?
¿Cómo afronto a quienes me persiguen y difaman?
¿Salgo fortalecido con Dios de las crisis personales?
Salmo 30 (31), 5-6.14-16
Sálvame, Señor por tu misericordia.
Sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.
En tus manos encomiendo mi espíritu:
Tú, el Dios leal, me librarás.
Sálvame, Señor por tu misericordia.
Oigo las burlas de la gente,
y todo me da miedo;
se conjuran contra mí
y traman quitarme la vida.
Sálvame, Señor por tu misericordia.
Pero yo confió en ti , Señor,
te digo: “tú eres mi Dios”.
En tu mano está mi destino:
líbrame de los enemigos
que me persiguen.
Sálvame, Señor por tu misericordia.
En el pecado tienen mucha parte elementos ajenos a nuestra persona.
Es el misterio de la iniquidad.
Fuerzas del mal personificadas en Satanás.
Con el salmo pidamos al Señor una liberación de todas estas “redes” que
se nos tienden.
Mateo 20, 17-28“El Hijo del hombre no ha venido a ser servido,
sino a servir y a dar la vida en rescate por muchos”
17 Mientras iban subiendo a Jerusalén, Jesús tomó aparte a los Doce y les di jo por el
camino:
18 «Ya estamos subiendo a Jerusalén; el Hijo del Hombre va a ser entregado a los
jefes de los sacerdotes y a los maestros de la Ley, que lo condenarán a muerte.
19 Ellos lo entregarán a los extranjeros, que se burlarán de él, lo azotarán y lo
crucificarán. Pero resucitará al tercer día.»
20 Entonces la madre de Santiago y Juan se acercó con sus hijos a Jesús y se
arrodil ló para pedirle un favor.
21 Jesús le dijo: « ¿Qué quieres?» Y ella respondió: «Aquí tienes a mis dos hijos.
Asegúrame que, cuando estés en tu reino, se sentarán uno a tu derecha y otro a tu
izquierda.»
22 Jesús dijo a los hermanos: «No saben lo que piden. ¿Pueden ustedes beber la
copa que yo tengo que beber?» Ellos respondieron: «Podemos.»
23 Jesús replicó: «Ustedes sí beberán mi copa, pero no me corresponde a mí el
concederles que se sienten a mi derecha o a mi izquierda. Eso será para quienes el
Padre lo haya dispuesto.»
24 Los otros diez se enojaron con los dos hermanos al oír esto.
25 Jesús los l lamó y les di jo: «Ustedes saben que los gobernantes de las naciones
actúan como dictadores y los que ocupan cargos abusan de su autoridad.
26 Pero no será así entre ustedes. Al contrario, el que de ustedes quiera ser grande,
que se haga el servidor de ustedes,
27 y si alguno de ustedes quiere ser el primero entre ustedes, que se haga el
esclavo de todos.
28 Hagan como el Hijo del Hombre, que no vino a ser servido, sino a servir y dar su
vida como rescate por muchos.»
La aceptación del misterio de la cruz es un don de Dios
La Palabra de Dios sigue urgiendo nuestro corazón a la aceptación del
Misterio de Jesús en el cual somos progresivamente introducidos hasta
llegar a ser partícipes y reflejar en nuestra vida la gloria de Dios
manifestada en su Hijo (ver 2Cor 3,18).
El evangelio de hoy ilumina nuestros corazones para que podamos aceptar
la gracia de la conversión.
En el texto descubrimos tres elementos contrastantes:
1. La gloria del Hijo del Hombre por el camino del vaciamiento
Por tercera vez Jesús anuncia su Pasión a los discípulos en el evangelio de
Mateo.
Jesús habla abiertamente, no oculta nada, les describe a sus discípulos
casi con detalle cuánto deberá padecer antes de ser glorificado.
Notemos el “crescendo”:
“Entregado, condenado, burlado, azotado, crucificado y al tercer día resucitará ”
(20,18-19).
2. La gloria del mundo por el camino del poder
Frente al anuncio de Jesús, los discípulos no parecen estar a la altura de
las circunstancias.
Ellos van en contravía a la propuesta.
Así se desvela la ceguera e insensatez de los discípulos que no les permite
siquiera vislumbrar el Misterio de la gloria que el Señor les revela, y bien
lejos de entender las palabras de Jesús (ver Marcos 8,32; 9,32; Lucas 9,45)
reaccionan adversamente buscando la gloria humana y confundiendo con
ésta, la gloria del Señor.
Así como los hijos de Zebedeo, quienes se apoyan en su Madre para pedir
a Jesús los primeros puestos en su reino
“Manda que estos hijos míos se sienten uno a tu derecha y el otro a tu izquierda... ”;
20,20-24
También los otros discípulos -quienes se sienten indignados porque
aquellos se anticiparon y frustraron sus expectativas-, los unos y los otros
están movidos por el afán de reconocimiento y vanagloria.
3. La contraposición de las dos glorias
Ante esta realidad Jesús, como Maestro incomparable, llama a sus
discípulos y con la ternura y la firmeza que le es propia, pone en
contraposición las dos glorias: la del mundo, basada en el poder y en el
prestigio, y la suya, que consiste en hacerse esclavo para servir a los
hermanos.
Para concluir, Jesús los invita decididamente a colocarse de su parte:
“Pero no ha de ser así entre ustedes, sino que el que quiera llegar a ser grande,
sea el servidor de todos, y el que quiera ser el primero hágase esclavo de todos ” (26-
27).
En el diálogo de Jesús con sus discípulos, lleno de equívocos y
desentendidos, vemos claramente el dinamismo de dos lógicas opuestas:
• Lo que hace el egoísmo que busca la vanagloria y el poder;
• Lo que hace el Amor, Jesús
“que siendo de condición divina, no se aferra a su igualdad con Dios,
sino que se despoja de su rango, se vacía de sí mismo, asume la condición de
esclavo... y se humil la, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz ”
(Filipenses 2,5-8).
De esta manera nos indica el camino de nuestra verdadera realización
humana: el vaciamiento, el camino de la cruz, la pequeñez, el servicio.
Quiera el Señor que en este tiempo Cuaresmal, podamos dejarnos tocar el
corazón por la Palabra del Maestro, y permitirle que encarne en nosotros
sus criterios, su lógica, sus opciones de vida.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
¿Por qué podemos afirmar que la aceptación del misterio de la
cruz es un don de Dios?
En el mundo de hoy son cada vez más frecuentes los casos de
personas que buscan las riquezas y los honores por caminos
cortos y fáciles. ¿En mi vida espiri tual pretendo conseguir los
dones y gracias de Jesús de forma inmediata y sin mucho
esfuerzo?
¿Qué acti tudes me pide el Señor que cambie en esta cuaresma,
acti tudes sin las cuales no sería posible vivir la pascua?
Por medio de figuras aprende Israel a venerar al Señor
San Ireneo
Contra los herejes 4, 14,2-3; 15,1
Dios, a causa de su magnanimidad, creó al hombre al comienzo del tiempo;
eligió a los patriarcas también con vista a su salvación; formó de antemano
al pueblo para enseñar a los que le ignoraban cómo seguir a Dios;
preparaba a los profetas para habituar al hombre sobre la tierra a llevar su
Espíritu y a poseer la comunión con Dios; él, que no tenía necesidad de
nada, concedía su comunión a quienes necesitaban de él.
Construía, como un arquitecto, un edifico de salvación para aquellos a
quienes amaba; a los que no le veían, les servía él mismo de guía en
Egipto; a los turbulentos, en el desierto, les daba una ley plenamente
adaptada; a los que entraban en una tierra magnífica, les procuraba la
herencia apropiada; por último, para quienes tornaban hacia el Padre, él
inmolaba el novillo mejor cebado y les obsequiaba con la mejor vestidura.
Así, de múltiples maneras, iba predisponiendo al género humano a la
concordancia de la salvación.
Por esto, dice Juan en el Apocalipsis: Era su voz como el estruendo de
muchas aguas.
Pues son, en verdad, múltiples las aguas del Espíritu de Dios, porque rico y
grande es el Padre.
Y, pasando a través de todas ellas, la Palabra concedía liberalmente su
asistencia a los que le eran sumisos, prescribiendo a toda criatura una ley
idónea y apropiada.
Así, pues, daba al pueblo leyes relativas a la construcción del tabernáculo,
a la edificación del templo, a la designación de los levitas, a los sacrificios y
ofrendas, a las purificaciones y a todo lo demás del servicio del culto.
Dios no tenía necesidad alguna de todo eso: desde siempre está lleno de
toda clase de bienes, conteniendo en sí mismo todo olor de suavidad y
todos los aromas de los perfumes antes incluso de que Moisés naciera.
Pero así educaba a un pueblo siempre propenso a tornar a los ídolos,
disponiéndole a través de numerosas prestaciones a perseverar en el
servicio de Dios, llamándole por medio de las cosas secundarias a las
principales, es decir, por las figuras; a la verdad; por lo temporal, a lo
eterno; por lo carnal, a lo espiritual; por lo terreno, a lo celeste.
Es así que fue dicho a Moisés: Te ajustarás al modelo que te fue mostrado
en la montaña.
Durante cuarenta días, en efecto, aprendió a retener las palabras de Dios,
los caracteres celestes, las imágenes espirituales y las figuras de las
realidades por venir.
Pablo dice igualmente: Bebían de la roca espiritual que les seguía; y la
roca era Cristo».
Y de nuevo, después de haber recorrido los acontecimientos relatados en la
ley, añade: Todo esto les sucedía como un ejemplo: y fue escrito para
escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las
edades.
Mediante figuras, pues, aprendían a temer a Dios y a perseverar en su
servicio, de manera que la ley era para ellos a la vez una disciplina y una
profecía de las cosas por venir.
Jueves 28 de Febrero
Segunda semana de Cuaresma
Jeremías 17, 5-10Confiemos sólo en Dios
5 Así dice el Señor: ¡Maldito el hombre que confía en el hombre y busca su apoyo en
la carne, mientras su corazón se aparta del Señor!
6 Él es como un matorral en la estepa que no ve llegar la fel icidad; habita en la
aridez del desierto, en una tierra salobre e inhóspita.
7 ¡Bendito el hombre que confía en el Señor y en él t iene puesta su confianza!
8 Él es como un árbol plantado al borde de las aguas, que extiende sus raíces hacia
la corriente; no teme cuando llega el calor y su fol laje se mantiene frondoso; no se
inquieta en un año de sequía y nunca deja de dar fruto.
9 Nada más tortuoso que el corazón humano y no tiene arreglo: ¿quién puede
penetrarlo?
10 Yo, el Señor, sondeo el corazón y examino las entrañas, para dar a cada uno
según su conducta, según el fruto de sus acciones.
Nos situamos en torno al año 600 a.C.
El rey de Israel y sus consejeros tiemblan ante la inminente invasión
extranjera de los babilonios, ellos no cuentan con suficiente ejército para
oponer resistencia; la masacre se ve venir.
Es en este momento cuando el pequeño reino de Judá cree ponerse a salvo
por medio de una alianza con sus poderosos vecinos: el Imperio Egipcio al
sureste.
El profeta Jeremías ataca "lanza en ristre" esta falsa ilusión.
La seguridad no puede ponerse en ningún poder militar o político
"maldito sea quien se fía en el hombre y hace de la carne su apoyo", v. 5
La verdadera seguridad viene del Señor; con quien se debe hacer "alianza"
es con Él
"bendito sea quien se fía en el Señor, pues no defraudará Él su confianza", v. 7
Para el profeta, poner la confianza en una alianza humana y olvidar la
alianza con Dios es la causa de las desgracias profundas de su pueblo.
En el texto de hoy, esta convicción de Jeremías aparece bien argumentada.
Para ello aborda la tesis bíblica de "los dos caminos" (tan conocido en la
literatura sapiencial y en los salmos).
Ya Deuteronomio 30,15ss, invita a Israel a elegir entre el bien y el mal, entre
la vida y la muerte, entre los seres humanos y Dios.
En ese entorno, el profeta Jeremías comienza su apuesta con una maldición
y luego sigue con la bendición.
La maldición y la bendición se explican con la imagen de la tierra.
Para un habitante de Palestina no es extraño ver los grandes contrastes entre
la tierra seca y desolada del desierto y la tierra fértil y bien irrigada de Galilea.
La tierra es imagen de bendición si es fértil y de maldición si es estéril.
Por eso la profecía acude al doble simbolismo de la tierra árida
"los sitios quemados del desierto... el saladar inhabitable", v. 6b
Y de la tierra irrigada
"a orillas de la corriente".
Ambas son imagen del corazón del hombre cuando se aparta de Dios (para
el primer caso) y del hombre cuando pone su confianza en el Señor de Israel
(para el caso de la tierra irrigada en tiempos de sequía).
La maldición no es una condena ni un rechazo definitivo.
Pero Dios confronta a quien construye mal el camino de la vida y se provoca
a sí mismo sus propias desgracias, su porvenir es incierto y sombrío
"como el tamarisco del Araba, y no verá el bien cuando viniere", v. 6a.
En cambio, quien escoge el camino del bien a pesar de afrontar -como todos
los demás- las duras pruebas de la vida, su porvenir es diferente: con la
ayuda de Dios sabrá superar las pruebas
"No temerá cuando viene el calor, y estará su follaje frondoso;
en año de sequía no se inquieta ni se retrae de dar fruto", v. 8b,
Porque su vida está irrigada con la misma vida de Dios
"a la oril la de la corriente echa sus raíces", v. 8a.
En tiempos de crisis, como los de esta descripción de la profecía, bajo la
imagen de una sequía severa, el pueblo tiene una oportunidad única de
volverse a quien puede darle el agua junto con los dones necesarios para su
desarrollo integral, como pueblo de Dios para el beneficio de las naciones
del orbe.
Sin embargo, Israel perdió esta oportunidad porque se fue detrás de los
ídolos y de una praxis lejana de la justicia divina.
Hoy también en nuestro país, en nuestras ciudades y pueblos asoman con
fiereza momentos incontables de crisis profundas; para quienes oramos con
este texto, estas situaciones se transforman en ocasiones de un volver a Dios
y vivir en la solidaridad.
No debemos condenarnos a nosotros mismos con las conductas injustas,
violentas, egoístas, carentes de imaginación.
Así como Judá no se sintió sólo en este desafío, también nosotros contamos
con la cercanía de Dios.
He aquí uno de los sentidos del tiempo litúrgico de la Cuaresma.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
¿Confío más en situaciones humanas en lugar de con fiar en
Dios?
¿Tiene actualidad la maldición y la bendición de Jere mías?
¿También creo en la invitación de Dios a la conversión y al
perdón?
Salmo 1, 1-4. 6
Dichoso el que pone su confianza en el Señor.
Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.
Dichoso el que pone su confianza en el Señor.
Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin.
Dichoso el que pone su confianza en el Señor.
No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
En el juicio los impíos no se levantarán,
ni los pecadores en la asamblea de los justos;
porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal.
Dichoso el que pone su confianza en el Señor.
El salmo es una breve meditación sobre el destino de los buenos y los
malos.
El tema de los dos caminos, en su sencillez, es muy indicativo de las
diferentes actitudes humanas.
Por el bautismo, nosotros empezamos a andar por el camino que es Cristo;
injertos en él, somos árboles fecundos.
Lucas 16, 19-31“Si no hacen caso a los profetas tampoco se convencerán aunque resucite un
muerto”
Dirigiéndose a los fariseos, les dijo Jesús esta parábola:
19 Había un hombre rico que se vestía de púrpura y l ino finísimo y cada día hacía
espléndidos banquetes.
20 A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre l lamado Lázaro,
21 que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del r ico; y hasta los perros iban
a lamer sus llagas.
22 El pobre murió y fue l levado por los ángeles al seno de Abraham. El r ico también
murió y fue sepultado.
23 En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de
lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él.
24 Entonces exclamó: “Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que
moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me
atormentan”.
25 “Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y
Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el
tormento.
26 Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los
que quieren pasar de aquí hasta al l í no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar
de all í hasta aquí” .
27 El r ico contestó: “Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi
padre,
28 porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también
caigan en este lugar de tormento”.
29 Abraham respondió: “Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen”.
30 “No, padre Abraham, insistió el r ico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se
arrepentirán”.
31 Abraham respondió: “Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite
alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán”»
Una conversión social
Hemos escuchado en el día de ayer la franca confrontación que hace Jesús
entre la gloria del Hijo del Hombre y la gloria que ofrece este mundo.
Fuimos invitados en cuanto discípulos suyos a entrar por el camino del
servicio humilde para poder caminar con Él hacia la Resurrección.
El Evangelio de hoy sigue ofreciéndonos a través de imágenes vivas cómo
Jesús en su Persona y en su mensaje contrasta abiertamente con los
valores y jerarquías de este mundo, precisamente porque es el hombre
nuevo y ha venido a inaugurar el mundo nuevo de la igualdad, de la
fraternidad y la solidaridad.
1. La mesa excluyente
El relato parabólico nos presenta a un rico que banquetea y se divierte,
símbolo de quien se ha colocado a sí mismo como el centro de todo.
También vemos a un pobre llamado Lázaro, quien echado junto al portal del
rico, ignorado, excluido, desamparado; igualmente lo vemos cubierto de
llagas deseando hartarse de las migajas que caen de su mesa.
El hecho de que el pobre tenga nombre propio y el rico sea un desconocido
nos confirma en la verdad de que Dios conoce al humilde e ignora a los
soberbios, que se alejan de el por su propia voluntad.
Mueren los dos y la muerte desvela la verdad de cada uno.
El pobre es llevado por los ángeles al seno de Abraham para participar con
él en el Banquete mesiánico; y el rico es sepultado en el hades, mansión de
los muertos.
Con la muerte termina el tiempo concedido para convertirse, su suerte ya
es irremediable.
Para tomar decisiones correctas debemos colocarnos en la perspectiva de
la muerte y hacer ahora lo que en ese momento nos gustaría haber hecho.
2. El abismo que es verdaderamente insalvable
El diálogo entre el rico atormentado y el Padre Abraham, puntualiza el
mensaje central de Jesús.
El rico recibió bienes en la tierra pero no supo aprovecharlos para recibir la
gloria del Señor.
Los retuvo para sí, colocó en ellos su seguridad y se hizo insensible a las
necesidades de los otros.
Se cerró en sí mismo y no se compadeció del pobre Lázaro, que estuvo tan
cerca de su casa, pero tan lejos de su corazón.
La misericordia con los más pequeños y necesitados es lo que decide
nuestra salvación (ver Mateo 25,31-40) su destino ya es irrevocable,
“entre nosotros y ustedes se interpone un gran abismo” (16,26),
Es decir, se acabaron las posibilidades para los unos y los otros.
La vida humana es como un puente tendido entre la felicidad y la infelicidad
eterna.
Se atraviesa el puente ejercitando la misericordia.
Cuando la vida se termina, ya no hay más posibilidad de ejercitarla.
Y para que a nosotros no nos suceda igual tenemos que abrir el corazón y
escuchar atentamente la Palabra de Dios, creer en ella y dejarnos cambiar
el corazón por la Palabra; que es Jesús mismo.
En la escucha continua del Maestro y en la contemplación de sus actitudes
aprendemos a tener entrañas de misericordia ante fragilidades de nuestros
hermanos.
Esta página del evangelio, que con imágenes vivas nos ha mostrado el
actuar de Dios cantado por María en el Magníficat y proclamando en las
bienaventuranzas, nos ayuda a confrontar nuestras acciones y nuestro
corazón con los sentimientos y actitudes de Jesús, el últimos de los pobres,
quien ha derramado sobre nosotros la misericordia del Padre para darnos
la posibilidad de ser como Él.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Por qué se afirma que Jesús en su persona y en su
mensaje contrasta con los valores de este mundo?
2. La parábola que nos presenta el evangelio de hoy nos
invita a revisar si nuestra vida está puesta al servicio de los
demás. ¿En qué forma concreta he salido al encuentro de las
necesidades de los demás?
3. ¿Cómo hemos asumido los momentos de estrechez y
dificultad que se han presentado en nuestra famil ia? ¿Nos
hemos desesperado? ¿La unión famil iar se ha visto
amenazada?
Del verdadero temor de Dios
San Hilario
Salmo 127,1-3
¡Dichoso el que teme al Señor, y sigue sus caminos!
Siempre que en las Escrituras se habla del temor del Señor, hay que tener en cuenta
que nunca se habla sólo de él, como si el temor fuera suficiente para conducir la fe
hasta su consumación, sino que se le añaden o se le anteponen muchas otras cosas
por las que pueda comprenderse la razón de ser y la perfección del temor del Señor;
como podemos deducir de lo dicho por Salomón en los Proverbios: Si invocas a la
inteligencia y llamas a la prudencia, si la procuras como el dinero y la buscas como un
tesoro, entonces comprenderás el temor del Señor.
Vemos, en efecto, a través de cuántos grados se llega al temor del Señor.
Ante todo hay que invocar la sabiduría y dedicarse a toda suerte de menesteres
intelectuales, así como buscarla y tratar de dar con ella: y entonces podrá
comprenderse el temor del Señor.
Pues por lo que se refiere a la manera común del pensar humano, no es así como se
acostumbra entender el temor.
El temor, en efecto, se define como el estremecimiento de la debilidad humana que
rechaza la idea de tener que soportar lo que no quiere que acontezca.
Existe y se conmueve dentro de nosotros a causa de la conciencia de la culpa, del
derecho del más fuerte, del ataque del más valiente, ante la enfermedad, ante la
acometida de una fiera o el padecimiento de cualquier mal.
Nadie nos enseña este temor, sino que nuestra frágil naturaleza nos lo pone delante.
Tampoco aprendemos lo que hemos de temer, sino que son los mismos objetos del
temor los que suscitan en nosotros el consentimiento del temor.
En cambio, del temor del Señor así está escrito: Venid, hijos, escuchadme: os instruiré
en el temor del Señor.
De manera que el temor de Dios tiene que ser aprendido, puesto que se enseña.
No se le encuentra en el terror, sino en el razonamiento doctrinal; ni brota de un
estremecimiento natural, sino que es el resultado de la observancia de los
mandamientos, de las obras de una vida inocente y del conocimiento de la verdad.
Pues, para nosotros, el temor de Dios reside todo él en el amor, y su contenido es el
ejercicio de la perfecta caridad: obedecer a sus consejos, atenerse a sus mandatos y
confiar en sus promesas.
Oigamos, pues, a la Escritura que dice: Ahora, Israel, ¿qué es lo que te exige el
Señor, tu Dios? Que temas al Señor, tu Dios, que sigas sus caminos y lo ames, que
guardes sus preceptos con todo el corazón y con toda el alma, para tu bien.
Muchos son, en efecto, los caminos del Señor, siendo así que él mismo es el camino.
Pero cuando habla de sí mismo, se denomina a sí mismo camino, y muestra la razón
de llamarse camino cuando dice: nadie va al Padre, sino por mí.
Hay que interesarse, por tanto, e insistir en muchos caminos, para poder encontrar el
único que es bueno, ya que, a través de la doctrina de muchos, hemos de hallar un
sólo camino de vida eterna.
Pues hay caminos en la ley, en los profetas, en los evangelios, en los apóstoles; los
hay, en fin, en las diversas obras de los mandamientos, y son bienaventurados los que
andan por ellos, en el temor de Dios.
Viernes 1 de Marzo
Segunda semana de Cuaresma
Génesis 37, 3-4.12-13a.17b-28Ahí viene el soñador: vamos a matarlo
3 Israel quería a José más que a sus otros hijos, pues le había nacido en su
ancianidad; incluso le había hecho una túnica con mangas.
4 Sus hermanos, viendo que su padre le prefería a sus otros hijos, le tomaron rencor
y hasta le negaban el saludo.
12 Sus hermanos habían ido a apacentar el rebaño de su padre a Siquem,
13 e Israel dijo a José: «Tus hermanos están cuidando las ovejas en los pastos de
Siquem; ven, que quiero mandarte donde ellos.»
Y José salió en busca de sus hermanos y los encontró en Dotán.
18 Al verlo desde lejos, y antes de que l legara, se pusieron de acuerdo para matarlo.
19 Se dijeron: «Allí viene el soñador.
20 Este es el momento: matémoslo y echémoslo en un pozo cualquiera, y diremos
que algún animal feroz lo devoró. ¡Ahí vamos a ver en qué quedan sus sueños!»
21 Al oír esto, Rubén quiso salvarlo de sus manos y les di jo: «No lo maten.»
22 «No derramen sangre, les dijo Rubén, échenlo más bien en aquella cisterna allá
en el desierto, pero no pongan las manos sobre él.» Esto di jo para sacarlo de sus
manos y devolverlo después a su padre.
23 Fue así que cuando José l legó junto a ellos, le sacaron la túnica con mangas que
l levaba puesta,
24 lo tomaron y lo arrojaron a una cisterna que estaba seca, sin agua.
25 Se sentaron para comer, cuando alzando los ojos, vieron una caravana de
ismaelitas que venía de Galaad, con sus camellos cargados de goma, de bálsamo y
de resina que llevaban a Egipto.
26 Entonces Judá dijo a sus hermanos: « ¿Qué ganamos con matar a nuestro
hermano y tapar su sangre?
27 Mejor vendámoslo a esos ismaelitas y no pongamos nuestras manos sobre él,
pues es nuestro hermano y carne nuestra.» Sus hermanos le hicieron caso,
28 y al pasar unos madianitas, que eran mercaderes, sacaron a José del pozo. Lo
vendieron a los madianitas por veinte monedas de plata, y éstos l levaron a José a
Egipto.
La Biblia no es un libro de cuento de hadas, no maquilla la realidad humana
presentándonos personaje puros e inocentes que no cometen faltas, que no
se equivocan.
La Biblia es un libro, que como toda buena novela, está llena de personajes
con pasiones humanas como las nuestras.
Por eso hay nudo en los relatos bíblicos, porque se cruza la testarudez
humana con la invencible voluntad de Dios de salvarnos.
De ahí surge la intriga bíblica: de ese encuentro entre el amor de Dios y el
hombre pecador que se resiste a dejarse transformar por Dios.
En lugar de disquisiciones teóricas sobre el origen del mal, la Biblia lo
narra.
Hoy vemos a los hermanos de José, poseídos por la envidia y el odio,
vender a su hermano.
En medio del mal, Dios termina triunfando.
Esa es la firme convicción cristiana que alienta a todos los que tratan de
vencer el mal con el bien.
Salmo 104 (105), 16-21
Recuerden las maravil las que hizo el Señor.
Llamó al hambre sobre aquella tierra:
cortando el sustento de pan;
por delante había enviado a un hombre,
a José, vendido como esclavo.
Recuerden las maravil las que hizo el Señor.
Le trabaron los pies con gri l los,
le metieron el cuello en la argolla,
hasta que se cumplió su predicción,
y la palabra del Señor lo acreditó.
Recuerden las maravil las que hizo el Señor.
El rey lo mandó desatar,
el Señor de pueblos le abrió la prisión,
lo nombró administrador de su casa,
señor de todas sus posesiones,
Recuerden las maravil las que hizo el Señor.
El salmo es un recuerdo de la liberación de José, que en los planes
salvíficos de Dios supuso la salvación de su pueblo.
El Señor actuó a favor de Israel, conduciendo su historia.
El Señor actúa hoy también a nuestro favor conduciendo nuestra historia,
según sus designios de salvación.
Mateo, 21, 33-43.45-46“La piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular”
33 Escuchen este otro ejemplo: Había un propietario que plantó una viña.
La rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar y levantó una torre para vigi larla.
Después la alquiló a unos labradores y se marchó a un país lejano.
34 Cuando llegó el t iempo de la vendimia, el dueño mandó a sus sirvientes que
fueran donde aquellos labradores y cobraran su parte de la cosecha.
35 Pero los labradores tomaron a los enviados, apalearon a uno, mataron a otro y a
otro lo apedrearon.
36 El propietario volvió a enviar a otros servidores más numerosos que la primera
vez, pero los trataron de la misma manera.
37 Por últ imo envió a su hijo, pensando: “A mi hi jo lo respetarán”.
38 Pero los trabajadores, al ver al hijo, se dijeron: “Ese es el heredero. Lo matamos
y así nos quedamos con su herencia”.
39 Lo tomaron, pues, lo echaron fuera de la viña y lo mataron.
40 Ahora bien, cuando venga el dueño de la viña, ¿qué hará con esos labradores?»
41 Le contestaron: «Hará morir sin compasión a esa gente tan mala y arrendará la
viña a otros labradores que le paguen a su debido tiempo.»
42 Jesús agregó: « ¿No han leído cierta Escritura? Dice así: La piedra que los
constructores desecharon llegó a ser la piedra angular; ésa fue la obra del Señor y
nos dejó maravil lados.
43 Ahora yo les digo a ustedes: se les quitará el Reino de los Cielos, y será
entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos.» (44)
45 Al oír estos ejemplos, los jefes de los sacerdotes y los fariseos comprendieron
que Jesús se refería a ellos.
46 Hubieran deseado arrestarlo, pero tuvieron miedo del pueblo, que lo consideraba
como un profeta.
Una nueva construcción a partir de Jesús
Durante estas dos semanas de Cuaresma, la Palabra de Dios, con matices
diferentes y detalles cada vez más profundos, nos ha colocado en sintonía
con las vibraciones del corazón del Padre, para que redescubriendo
nuestra filiación, podamos volver con todo el corazón hacia Él y hacia
nuestros hermanos, viviendo la misericordia.
El evangelio de hoy, nos muestra hasta dónde podemos llegar en nuestra
codicia y nuestra obstinación, y hasta donde llega la gratuidad y la
creatividad del amor misericordioso del Padre, y nos insiste una vez más
que no podemos dejar nuestra conversión para mañana.
Esta parábola, o mejor esta alegoría, en la cual cada palabra tiene un
significado histórico preciso es de fácil comprensión para nosotros.
(1) La alegoría comienza haciéndonos observar los cuidados que el
propietario tiene para con la viña (ver Isaías 5,1-7).
Luego la arrienda y se marcha.
(2) El propietario que cuida de la viña con tanto amor, dedicación y ternura
es Dios:
“que más podría haber hecho por su viña, que no se lo haya hecho ” (Isaías 5,4).
La viña es el pueblo escogido, Israel (ver Isaías 5,1), la Iglesia, nosotros
hoy.
Los siervos, que el dueño de la viña envía a recoger sus frutos son los
profetas, que Dios ha enviado y sigue enviando a su pueblo en un
creciendo de calidad y número.
Y finalmente el hijo violentamente asesinado para robarle la herencia es
Jesús El hijo amado, que muere fuera de la ciudad, como un malhechor
cargando sobre si los pecados de su pueblo para dejarnos la herencia
bendita en su filiación divina.
(3) En esta parábola, Jesús resume la historia de Israel, la historia del amor
de Dios en nuestra propia historia; en ella se nos revela siempre en
perspectiva de contrates, la infinita fidelidad de Dios y nuestra infidelidad a
su amor; allí podemos ver nítidamente de qué es capaz el corazón humano
codicioso y violento y de qué es capaz la infinita compasión de Dios.
Observémoslo más detenidamente.
El comportamiento del Padre
• El padre, Dios de la vida cuida, protege, ofrece gratuitamente
posibilidades de vida y plenitud; confía sin reservas dejando en nuestras
manos la administración de sus dones y luego se marcha para dejarnos
la libertad de actuar como Él nos ha enseñado (33.).
• Cuando llega el tiempo de la cosecha, deseando los frutos de su viña, el
padre envía a sus siervos, los profetas, que precisamente por
pertenecerle a Él son maltratados y rechazados como Él.
• Vuelve a mandar otros siervos más numerosos que antes porque Dios
no se cansa, sigue multiplicando sus llamados dándonos la oportunidad
de volver a Él.
Y finalmente envía al Hijo la imagen viva de su presencia como la
expresión máxima de su confianza y de su amor; pero éste precisamente
por ser el Hijo es violentamente asesinado para quedarse con su
herencia.
Los viñadores
• Los viñadores, el pueblo de Israel, nosotros por sí mismos somos
capaces solamente de maltratar, destruir y dar muerte buscando
codiciosamente quedarnos con la herencia.
La muerte del hijo ha llevado al máximo nuestra crueldad humana, pero
también ha llevado al máximo la infinita compasión de Dios.
• Pero la historia que Jesús nos narra no termina con la muerte violenta
del hijo, el rechazado y aparentemente vencido, se convierte en la
Piedra Angular sobre la cual el Padre construye el nuevo pueblo con
quien sellará definitivamente su alianza de amor:
“la piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular;
ha sido un milagro patente” (21,42; ver Hechos 2,47).
• En la resurrección de Jesús todos los que nos habíamos enfurecido
contra Él, hemos sido salvados por Él; cargando sobre sí nuestro pecado
Él nos ha revelado plenamente quién es Dios y que quiere Él de
nosotros.
• Como en un espejo, la parábola nos ha reflejado la verdadera imagen de
Dios y la nuestra: mientras nosotros destruimos y damos muerte, Dios
reconstruye sacando de nuestro mal el máximo bien.
Dios ha vencido el mal cargándolo sobre sí y haciendo de nuestro
pecado la obra maravillosa de salvación para todos.
• Jesús, el hijo asesinado fuera de la ciudad es la piedra angular que nos
ofrece gratuitamente su herencia revistiéndonos de su misma vida; en la
cruz ha vencido nuestro odio y ha hecho brotar el amor; de nuestra
miseria ha hecho brotar raudales de misericordia.
Estamos ya muy cerca de la semana santa, la lectura del evangelio de hoy
nos prepara para entrar con corazón en conversión en el misterio pascual
fuente perenne de nuestra transformación personal y comunitaria.
¿Qué tan dóciles estamos?
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
¿Qué me dice la expresión: “La piedra que desecharon los
arquitectos es ahora la piedra angular?
¿En qué momento de mi vida he sentido que Dios ha insistido
en mi conversión y yo no he hecho caso? ¿Qué puedo hacer
ahora?
Dios siempre saca de nuestro mal el máximo bien. ¿Cómo
descubro e interpreto la acción de Dios en los momentos más
difíci les de mi vida?
El testamento de Dios
San Ireneo
Contra los herejes 4, 16,2-5
Moisés dice al pueblo en el Deuteronomio: El Señor, nuestro Dios, hizo alianza
con nosotros en el Horeb; no hizo esa alianza con nuestros padres, sino con
nosotros.
¿Por qué razón no la hizo con nuestros padres?
Porque la ley no ha sido instituida para el justo; y los padres eran justos, tenían
la eficacia del decálogo inscrita en sus corazones y en sus almas, amaban a
Dios, que los había creado, y se abstenían de la injusticia con respecto al
prójimo: razón por la cual no había sido necesario amonestarlos con un texto de
corrección, ya que la justicia de la ley la llevaban dentro de ellos.
Pero cuando esta justicia y amor hacia Dios cayeron en olvido y se extinguieron
en Egipto, Dios, a causa de su mucha misericordia hacia los hombres, tuvo que
manifestarse a sí mismo mediante la palabra.
Con su poder, sacó de Egipto al pueblo para que el hombre volviese a seguir a
Dios; y afligía con prohibiciones a sus oyentes, para que nadie despreciara a su
Creador.
Y lo alimentó con el maná, para que recibiera un alimento espiritual, como dice
también Moisés en el Deuteronomio: Te alimentó con el maná, que tus padres
no conocieron, para enseñarte que no sólo vive el hombre de pan, sino de todo
cuanto sale de la boca de Dios.
Exigía también el amor hacia Dios e insinuaba la justicia que se debe al prójimo,
para que el hombre no fuera injusto ni indigno para con Dios, preparando de
antemano al hombre mediante el decálogo, para su amistad y la concordia que
debe mantener con su prójimo; cosas todas provechosas para el hombre, sin
que Dios necesitara para nada de él.
Efectivamente, todo esto glorificaba al hombre, completando lo que le faltaba,
esto es la amistad de Dios, pero a Dios no le era de ninguna utilidad, pues Dios
no necesitaba del amor del hombre.
En cambio, al hombre le faltaba la gloria de Dios, y era absolutamente imposible
que la alcanzara, a no ser por su empeño en agradarle.
Por eso, dijo también Moisés al pueblo: Elige la vida, y viviréis tú y tu
descendencia, amando al Señor, tu Dios, escuchando su voz, pegándote a él,
pues él es tu vida y tus muchos años en la tierra.
A fin de preparar al hombre para semejante vida, el Señor dio, por sí mismo y
para todos los hombres, las palabras del Decálogo: por ello estas palabras
continúan válidas también para nosotros, y la venida de la carne de nuestro
Señor no las abrogó, antes al contrario les dio plenitud y universalidad.
En cambio, aquellas otras palabras que contenían sólo un significado de
servidumbre, aptas para la erudición y el castigo del pueblo de Israel, las dio
separadamente, por medio de Moisés, y solo para aquel pueblo, tal como dice el
mismo Moisés: Yo os enseño los mandatos y decretos que me mandó el Señor.
Aquellos preceptos, pues, que fueron dados como signo de servidumbre a Israel
han sido abrogados por la nueva alianza de libertad; en cambio, aquellos otros
que forman parte del mismo derecho natural y son origen de libertad para todos
los hombres, quiso Dios que encontraran mayor plenitud y universalidad,
concediendo con largueza y sin límites que todos los hombres pudieran
conocerlo como padre adoptivo, pudieran amarlo y pudieran seguir, sin
dificultad, a aquél que es su Palabra.
Sábado 2 de Marzo
Segunda semana de Cuaresma
Miqueas 7, 14-15.18-20Nuestro Dios nos perdona y nos restablece
Señor Dios nuestro:
14 Apacienta con tu vara a tu pueblo, al pequeño rebaño que te pertenece y que
todavía permanece extraviado en los matorrales, en una zona de excelentes
pastizales. Concédele que pueda ir a pastar en Basán y en Galaad, como lo hacía
antiguamente.
15 Haz que presenciemos tus prodigios como en los días de la salida de Egipto.
18 ¿Qué Dios hay como tú, que borra la falta y que perdona el crimen; que no se
encierra para siempre en su enojo, sino que le gusta perdonar?
19 Una vez más te compadecerás de nosotros, pisotearás nuestras faltas. Tira, pues,
al fondo del mar todos nuestros pecados.
20 Concede a Jacob tu fidelidad, a Abraham tu misericordia, como lo juraste a
nuestros padres desde los días antiguos.
El presente fragmento de la profecía de Miqueas forma parte de los oráculos
con los cuales se anuncia la restauración de los baluartes de Jerusalén y se
piensa en ensanchar las fronteras (cfr. Mi 7, 8-20).
El pueblo, vuelto del destierro, se siente apurado, y la nostalgia de los fértiles
pastos de la Transjordania arranca al profeta una lamentación cadenciosa
como una elegía fúnebre:
¡que el Señor vuelva a renovar los prodigios del Éxodo! (v. 15).
Pero de repente aparece en la escena el protagonista de los grandes
acontecimientos salvíficos.
Él reunirá a una multitud de pueblos y reserva un lugar desierto donde
apacentará sólo a su rebaño, un rebaño disperso, sin seguridad alguna, pero
el cual puede confiar en él.
Allí no hay motivo para la desesperación ni para la zozobra, el Señor siempre
estará al lado de los suyos.
El corazón entona entonces un apasionado himno al Dios capaz del perdón
(vv. 18-20; cfr. Ex 34, 6ss).
Dios es Padre, se conmueve por los sufrimientos de los hijos cuando yerran
(v. 19); su compasión, como en tiempos del Éxodo, le lleva, con instinto casi
maternal (Hesed, en hebreo), a perdonar las culpas de quienes les oprimen,
a arrojarlas al fondo del océano como hizo antaño con el faraón y sus
ministros en el mar de las cañas, enemigos de su pueblo (cfr. Ex 15,1.5.16).
El profeta había denunciado en los primeros capítulos el pecado del pueblo,
donde la infidelidad y la injusticia brillaban con luz propia.
Esta oración representa una conclusión idónea a dicha descripción para no
quedarnos con una sola faceta de Dios: la reprimenda y el castigo.
Al confesar su pecado e iniciar un proceso de conversión, el pueblo da un
cambio radical a la situación.
La bendición evoca la bondad amorosa de un Dios Padre compasivo.
Esta bondad como un don se le regala al pueblo, junto con la estabilidad en
la verdad ("emet", en hebreo).
La fidelidad de Dios es gratuidad suma en el perdón (cfr. Sal 24, 6; 102, 4), así
el "resto" de su pueblo puede al final permanecer fiel a la alianza (v. 20).
Esta oración con el estilo de los salmos le recuerda al pueblo, mientras
regresa del destierro, la presencia y la cercanía de un Dios lleno de
misericordia.
Y aunque ante su vista sólo vea despojos y contemple ante sus ojos una dura
faena para reconstruir la nación (en Judá y en Jerusalén); el Dios quien los
escogió como pueblo de su propiedad los rehará, pues al final él es el pastor
de Israel y siempre se ha preocupado de ellos.
Los creyentes del Nuevo Testamento desenvolvemos, incluso más allá del
Antiguo Testamento, una confianza en la misericordia de Dios cuando
recordamos aquellas palabras de san Juan:
"Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único
para que todo el que crea en él tenga vida eterna".
Por eso cuando levantamos nuestros ojos hacia la cruz (sobre todo en el
tiempo de la Cuaresma y de la Pascua), contemplamos la expresión más clara
de la misericordia de Dios por nosotros.
Jesús en la cruz se hizo misericordia por todos y cada uno, para reconstruir
así nuestras vidas en el amor.
Podremos dudar de muchas situaciones y personas en el mundo, pero del
amor de Dios por nosotros, jamás debemos dudar, pues tenemos siempre
ante nuestros ojos las acciones favorables de nuestro Señor.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
¿Cuáles ideas de la lectura me impresionan más?
¿Cómo se comporta Dios con el pueblo?
¿Cómo continuar en la cuaresma por un sendero de
"conversión"?
Salmo 102 (103), 1-4. 9-12
El Señor es compasivo y misericordioso.
Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.
El Señor es compasivo y misericordioso.
El perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
el rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de ternura;
El Señor es compasivo y misericordioso.
No está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo;
no nos trata como merecen
nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas.
El Señor es compasivo y misericordioso.
Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos.
El Señor es compasivo y misericordioso.
Siempre que hay conversión hay perdón.
Porque el Señor es compasivo y misericordioso.
El no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva.
Y cuando el hombre vuelve, encuentra siempre brazos abiertos del “padre
que siente ternura por sus hijos”.
Lucas 15, 1-3.11-32“Había que hacer fiesta y alegrarse
porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida”.
En aquel t iempo
1 Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.
2 Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los
pecadores y come con ellos».
3 Jesús les dijo entonces esta parábola:
11 Jesús dijo también: «Un hombre tenía dos hijos.
12 El menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte de herencia que me
corresponde”. Y el padre les repartió sus bienes.
13 Pocos días después, el hi jo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país
lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa.
14 Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y
comenzó a sufrir privaciones.
15 Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió
a su campo para cuidar cerdos.
16 Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos,
pero nadie se las daba.
17 Entonces recapacitó y dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en
abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!
18 Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y
contra ti ;
19 ya no merezco ser l lamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros”.
20 Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su
padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo
besó.
21 El joven le dijo: “Padre, pequé contra el Cielo y contra ti ; no merezco ser l lamado
hijo tuyo”.
22 Pero el padre dijo a sus servidores: “Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo,
pónganle un anil lo en el dedo y sandalias en los pies.
23 Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos,
24 porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue
encontrado”. Y comenzó la fiesta.
25 El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y
los coros que acompañaban la danza.
26 Y l lamando a uno de los sirvientes, le preguntó qué significaba eso.
27 Él le respondió: “Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero
engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo”.
28 Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara,
29 pero él le respondió: “Hace tantos años que te sirvo, sin haber desobedecido
jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta
con mis amigos.
30 ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con
mujeres, haces matar para él el ternero engordado!”.
31 Pero el padre le di jo: “Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo.
32 Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a
la vida, estaba perdido y ha sido encontrado”».
De camino hacia el Padre misericordioso
Al terminar la segunda semana de Cuaresma somos invitados nuevamente
a contemplar el corazón del Padre para dejar reavivar en el nuestro la
alegría de sentirnos hijos, podernos encontrar más profundamente con Él y
recuperar nuestra actitud de hermanos.
Hoy podemos leer el evangelio como la parábola del Padre que nos revela
el amor único e incondicional por el hijo pecador y hace fiesta porque es
reconocido por Él como padre, e invita al hijo que se consideraba justo para
que reconozca a éste como hermano.
La parábola vuelve a invitarnos con fuerza a ser misericordiosos como el
padre (ver Lucas 6,36; 11,4) para no quedarnos fuera protestando por que
Jesús hace fiesta con los pecadores (15,28.30).
Parece ser que una de las intenciones principales de Lucas sea llevar el
hermano mayor que se siente justo, y por lo tanto no necesitado de
conversión, a que reconozca al padre como Él es y acepte su misericordia;
solo así podrá liberarse de una relación formal y legalista con Él y pasar a
la alegría de sentirse hijo.
Sucede como San Pablo, quien de una observancia a la ley que se había
vuelto para él un absoluto, pasó “al sublime conocimiento de Cristo
Jesús mi Señor” (Filipenses 3,6.8) y se convirtió de su propia justicia a la
misericordia del Padre que le fue ofrecida gratuitamente en Jesucristo.
En este proceso de conversión profunda Pablo tuvo que cambiar la imagen
de Dios que él tenía y descubrir su rostro humilde y misericordioso que
Jesús nos revela.
Nuestra conversión sigue también este proceso descubrimos la
misericordia del Padre que trata a todos justos y pecadores como hijos; y
desde esta experiencia salimos de nuestro yo y centramos en Él nuestro
corazón, pasando de la amargura de nuestro pecado o de la presunción de
nuestra justicia, a la alegría del ser hijos del Padre.
Quedémonos en este día contemplando el corazón del Padre como Jesús
lo revela en esta parábola (15,12.20.22.23.24.31-32).
Así impregnados por su misericordia y sintiendo el gozo de ser hijos
recuperaremos el sentido de la fraternidad.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
¿En qué se parece y en qué se diferencia la acti tud de los dos
hijos de la parábola? ¿Con cuál de ellos me identif ico más?
¿Cómo manifiesto la alegría cuando un hermano mío cambia de
camino y vuelve a la vida? ¿Me esfuerzo por ayudar a este
cambio?
¿Me considero una persona ‘ justa’ que siempre hace bien las
cosas y por esto merece ser tenida en cuenta? ¿Qué debo
cambiar al respecto?
Unirse a Dios, único bien verdadero
San Ambrosio
Huida del mundo 6,36; 7,44; 8,45; 9,52
Donde está el corazón del hombre allí está también su tesoro; pues el Señor no suele
negar la dádiva buena a los que se la han pedido.
Y ya que el Señor es bueno, y mucho más bueno todavía para con los que le son
fieles, abracémonos a él, estemos de su parte con toda nuestra alma, con todo el
corazón, con todo el empuje de que seamos capaces, para que permanezcamos en su
luz, contemplemos su gloria y disfrutemos de la gracia del deleite sobrenatural.
Elevemos, por tanto, nuestros espíritus hasta el Sumo bien, estemos en él y vivamos
en él, unámonos a él, ya que su ser supera toda inteligencia y todo conocimiento, y
goza de paz y tranquilidad perpetuas, una paz que supera también toda inteligencia y
toda percepción.
Éste es el bien que lo penetra todo, que hace que todos vivamos en él y dependamos
de él, mientras que él no tiene nada sobre sí, sino que es divino; pues no hay nadie
bueno, sino sólo Dios, y por lo tanto todo lo bueno, divino, y todo lo divino, bueno; por
ello se dice: Abres tú la mano, y sacias de favores a todo viviente; pues por la bondad
de Dios se nos otorgan efectivamente todos los bienes sin mezcla alguna de mal.
Bienes que la Escritura promete a los fieles al decir: Lo sabroso de la tierra comeréis.
Hemos muerto con Cristo y llevamos en nuestro cuerpo la muerte de Cristo para que
la vida de Cristo se manifieste en nosotros.
No vivimos ya aquella vida nuestra, sino la de Cristo, una vida de inocencia, de
castidad, de simplicidad y de toda clase de virtudes; y ya que hemos resucitado con
Cristo, vivamos en él, ascendamos en él, para que la serpiente no pueda dar en la
tierra con nuestro talón para herirlo.
Huyamos de aquí. Puedes huir en espíritu, aunque sigas retenido en tu cuerpo;
puedes seguir estando aquí y estar ya junto al Señor, si tu alma se adhiere a él, si
andas tras sus huellas con tus pensamientos, si sigues sus caminos con la fe y no a
base de apariencias, si te refugias en él, ya que es el refugio y fortaleza, como dice
David: A ti, Señor, me acojo: no quede yo derrotado para siempre.
Conque si Dios es nuestro refugio, y se halla en el cielo y sobre los cielos, es hacia allí
hacia donde hay que huir, donde está la paz, donde nos aguarda el descanso de
nuestros afanes, y la saciedad de un gran sábado, como dijo Moisés: El descanso de
la tierra os servirá de alimento. Pues la saciedad, el placer y el sosiego están en
descansar en Dios y contemplar su felicidad.
Huyamos, pues, como los ciervos hacia las fuentes de las aguas; que sienta sed
nuestra alma como la sentía David.
¿Cuál es aquella fuente? Óyele decir: en ti está la fuente viva.
Y que mi alma diga a esta fuente: ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Pues Dios
es esa fuente.