crimenes topilejo

4
Los crímenes de Topilejo Elsa Aguilar Casas (INEHRM) Los obligaron a cavar su tumba. A punta de pistola, les dieron picos y palas para que cavaran su propia tumba. La orden estricta de no hacer escándalo se obedeció, los diarios callistas guardaron silencio absoluto acerca de los crímenes de Topilejo. El delito: apoyar la candidatura de oposición de José Vasconcelos a la presidencia de la República. José Vasconcelos, el abogado, ideólogo, filósofo, ensayista y revolucionario oaxaqueño, nacido en 1882; quien de joven hizo activa campaña en favor de Francisco I. Madero; el “Ulises criollo” que ha trascendido en la historia de México por su labor educativa, como rector de la Universidad Nacional (1920) y, especialmente, por ser el primer secretario de Educación Pública de México (1921) e implementar una novedosa estrategia para combatir el analfabetismo en el país apoyado en los maestros misioneros que iban de escuela en escuela por el campo enseñando y distribuyendo textos. Él, Vasconcelos, en 1924 se vio distanciado del régimen del general Álvaro Obregón. Las insuperables diferencias políticas con el grupo en el poder lo motivaron a permanecer cuatro años fuera del país. Volvió a México en noviembre de 1928, y al año siguiente lanzó su candidatura a la presidencia de la República. Vasconcelos echó a andar su campaña presidencial respaldado por el Partido Antirreeleccionista. Seguido por una generación de entusiastas estudiantes, emprendió una batalla desigual contra la candidatura callista del ingeniero Pascual Ortiz Rubio. El sistema echó a andar una poderosa maquinaria de represión para contrarrestar la fuerza que tomaba el vasconcelismo. Pronto, las multitudinarias manifestaciones de apoyo a Vasconcelos se

Upload: julian-boyer

Post on 14-Dec-2015

7 views

Category:

Documents


1 download

DESCRIPTION

Crimenes topilejo

TRANSCRIPT

Page 1: Crimenes topilejo

Los crímenes de Topilejo

Elsa Aguilar Casas (INEHRM)

Los obligaron a cavar su tumba. A punta de pistola, les dieron picos y palas para que

cavaran su propia tumba. La orden estricta de no hacer escándalo se obedeció, los diarios

callistas guardaron silencio absoluto acerca de los crímenes de Topilejo. El delito: apoyar la

candidatura de oposición de José Vasconcelos a la presidencia de la República.

José Vasconcelos, el abogado, ideólogo, filósofo, ensayista y revolucionario

oaxaqueño, nacido en 1882; quien de joven hizo activa campaña en favor de Francisco I.

Madero; el “Ulises criollo” que ha trascendido en la historia de México por su labor

educativa, como rector de la Universidad Nacional (1920) y, especialmente, por ser el

primer secretario de Educación Pública de México (1921) e implementar una novedosa

estrategia para combatir el analfabetismo en el país apoyado en los maestros misioneros

que iban de escuela en escuela por el campo enseñando y distribuyendo textos. Él,

Vasconcelos, en 1924 se vio distanciado del régimen del general Álvaro Obregón. Las

insuperables diferencias políticas con el grupo en el poder lo motivaron a permanecer

cuatro años fuera del país. Volvió a México en noviembre de 1928, y al año siguiente lanzó

su candidatura a la presidencia de la República.

Vasconcelos echó a andar su campaña presidencial respaldado por el Partido

Antirreeleccionista. Seguido por una generación de entusiastas estudiantes, emprendió una

batalla desigual contra la candidatura callista del ingeniero Pascual Ortiz Rubio. El sistema

echó a andar una poderosa maquinaria de represión para contrarrestar la fuerza que tomaba

el vasconcelismo. Pronto, las multitudinarias manifestaciones de apoyo a Vasconcelos se

Page 2: Crimenes topilejo

convirtieron en baños de sangre, sucumbiendo sus seguidores a la tortura y la muerte, no

sólo en la capital, sino en otras ciudades del país.

El 17 de noviembre de 1929, día de la elección, los funcionarios del oficialista

Partido Nacional Revolucionario (PNR) se apoderaron de las casillas para tapizarlas de

propaganda ortizrubista. El PNR no tuvo límites: distribuyó armas, barras de hierro y

pulque a sus funcionarios de casilla; el descarado acarreo en camiones y trenes de gente

para votar a su favor era una demostración de fuerza. Los actos de intimidación y la

presencia de hombres armados impidió que los vasconcelistas emitieran su voto. El fraude

fue evidente.

El 28 de noviembre el Congreso mexicano aceptaba la victoria de Ortiz Rubio.

Como era de esperarse, Vasconcelos desconoció el resultado emitido oficialmente y

proclamó el Plan de Guaymas, por el que llamaba al país a las armas para imponer respeto

al voto popular. Acusado de incitar a la rebelión, se dictó auto de aprehensión al ex

candidato oposicionista, cuya única salvación fue salir del país, lo que hizo por la frontera

norte el 2 de diciembre de 1929. Pero la represión contra los seguidores del “Ulises Criollo”

no paró; entre finales de 1929 y los primeros meses de 1930 cientos de personas fueron

asesinadas y miles más fueron encarceladas.

Uno de los casos que evidencia los excesos con que actuó el gobierno comenzó el

24 de enero de 1930. Ese día fueron sorprendidos en un despacho del centro de la ciudad

de México, el licenciado Román R. Millán, un hermano de éste y 17 personas más, todos

partidarios de Vasconcelos. El plan para tomarlos presos se pudo llevar a cabo con la

colaboración de José Gutiérrez, un espía que denunció sus reuniones. Sin imaginar lo que

les esperaba, uno a uno fueron llegando para ser inmediatamente detenidos; luego, con lujo

de violencia, fueron llevados a los separos de la Inspección General de Policía.

Page 3: Crimenes topilejo

Entre los detenidos estaban Salvador Azuela, Ricardo González Villa, Adolfo

González V., Ernesto Carpy Manzano, Román y José Millán, Alejo Blancarte Pérez,

Antonio Cárdenas, Camilo Álvarez Razo y Ricardo Siller. Otros detenidos fueron Juan

Ramón Solís y el italiano Carlos Verardo Lucio, quienes fueron encerrados en el cuartel del

Chivatito, donde estaba preso Carlos Pellicer. Los detenidos recibieron tortura física y

psicológica. La estrategia era hacerlos llorar de miedo para que firmaran una declaración,

para que clamaran piedad. La brutalidad policiaca hacía creer a cada preso que él era el

siguiente en pasar al paredón; hacían simulacros de fusilamiento y luego pasaban celda por

celda diciendo “ya”, con la finalidad de hacerlos confesar su filiación vasconcelista.

El general Eulogio Ortiz, comandante militar del Valle de México, llevó a cabo la

“investigación”, apoyándose en el policía José Mazcorro. Ortiz salía en su coche y

personalmente hacía las aprehensiones. Comisionó a un capitán que se hizo pasar por

vasconcelista para acercarse a personas de esa filiación y ofrecerles armas para un supuesto

levantamiento.

Delatados, humillados y torturados, la noche del 14 de febrero de 1930 varios presos

fueron conducidos hacia la carretera vieja a Cuernavaca. Se encontraban allí el estudiante

de ingeniería Ricardo González Villa, los generales León Ibarra y Macario Hernández, el

obrero Roberto Cruz Ezquerra, un ingeniero Domínguez, otro ingeniero Olea, Carlos

Casamadrid, Toribio Ortega, Manuel Elizondo, Jorge Martínez, Pedro Mota, Carlos

Manrique y Félix Trejo, entre otros, que eran escoltados por policías y soldados a las

órdenes “El Gato”, un teniente del 51º Regimiento de Caballería. Con ellos iba también un

jardinero japonés de la hacienda de Narvarte, cuartel de esa tropa, quien fue el encargado

de proporcionar palas y picos a los presos para que cumplieran cabalmente la encomienda.

Page 4: Crimenes topilejo

“El Gato”, diligente en su tarea, examinó con su linterna un terreno a la altura de

Topilejo. Todos aquellos hombres bajaron de la camioneta y se echaron a caminar entre las

milpas. El teniente dio la orden: “aquí!”. Presos, policías y soldados cavaron fosas. Uno a

uno, los detenidos pasaban a manos de sus verdugos, ante el terror y la impotencia de sus

compañeros. La operación fue realizada con monotonía: lanzaban la soga sobre las ramas

de un árbol, con un extremo rodeaban el cuello de la víctima, lo ahorcaban al grito de

“!revoltoso!”, y llamaban al siguiente. Finalmente, enterraban a las víctimas en las fosas

que ellos mismos habían cavado.

Al día siguiente, los diarios sólo comunicaron la liberación del licenciado Octavio

Medellín Ostos, líder vasconcelista, y publicaron la declaración que se vio obligado a

firmar, donde decía “… gocé de todas las garantías necesarias”. Los cuerpos fueron

descubiertos el 9 de marzo por un campesino.