crecimiento urbano y desarrollo regional: el caso de zamora
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Crecimiento urbano y desarrollo regional:
el caso de Zamora, Michoacán*
Gustavo Verduzco El Colegio de México
Introducción
La distribución de la población en el territorio nacional ha sido una preocupación primordial en América Latina durante los últimos decenios a causa, sobre todo, de la excesiva concentración de habitantes en una o en pocas ciudades de la mayoría de países de esta parte del continente americano. La migración campo-ciudad ha sido el principal mecanismo de reacomodo demográfico a través del cual se ha agudizado en la actualidad el desequilibrio urbano que ya prevalecía como resultado de estrategias específicas en los ámbitos económico y político. A este respecto existen varios trabajos importantes que señalan las diferentes características del proceso de urbanización en México y en Latinoamérica en diversas etapas de su historia que por el momento no me detendré a comentar (ver: Hardoy, J. 1975; Browning, H., 1970; Morse, R., 1973; Moreno Tos- cano, 1973; Unikel, L. et al., 1976; Roberts, B.,
* Este trabajo se realizó auspiciado por El Colegio de Michoacán y el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS). Se agradece también el apoyo recibido pa ra realizar algunas etapas del trabajo de campo de parte del Program a de Investigación Social para estudios de Población en América Latina (PISPAL), y de la Fundación Ford.
1978). Conviene subrayar, sin embargo, que la consideración de fenómenos pasados no tiene sentido como simple erudición, sino que resulta indispensable para entender las características actuales del fenómeno urbano (ver también Ba- lán, J., 1976). Aunque ha sido común en la literatura sobre el tema conceptualizar el proceso de urbanización como un elemento integral de la conjunción de variables económicas, políticas y socio-culturales, normalmente se ha desligado el análisis de estos aspectos del de una visión histórica de los mismos. Bryan Roberts insiste en que el proceso de urbanización en América Latina debe ser visto como un producto esencial del tipo de expansión capitalista que ha tenido lugar en el mundo, expansión que no ha sido pareja en todas las regiones y que tampoco las ha afectado con la misma intensidad a través del tiempo. Esto nos explicaría, por ejemplo, por qué ha habido un desarrollo portuario en una época determinada, o la promoción de un tipo de industrias en otro periodo, o la construcción de la red ferroviaria, etc. Por eso arguye este autor que no resulta conducente en Latinoamérica asociar simplemente la problemática urbana con la falta de industrialización (op. cit.; pp. 5-35).
Un problema grave de nuestros desbalances en la distribución de la población se percibe a través de la estructura del empleo: el campo expulsa a sus gentes y nuestras ciudades no pueden absorber satisfactoriamente a esa fuerza laboral. En el caso de México la presencia abrumadora de la capital del país ha estado actuando en parte como freno de una expansión urbana menos desequilibrada ya que hacia allá se han estado dirigiendo grandes flujos migratorios desde todos los rincones del país (Muñoz, H., Oliveira, O. y Stern, C., 1977). Aun ciudades como Guadalajara, resultan
inadecuadas para absorber a la población migrante regional, ya que los mayores contingentes migratorios del occidente se han dirigido al Distrito Federal (Winnie, W. y Arroyo, J., 1979). Pero la base del problema no está (siguiendo a Roberts), directamente en la falta de incremento de la actividad industrial, sino en el papel que ha jugado nuestra economía dependiente y periférica ante los países más industrializados o centrales. Esto quiere decir que para entender mejor la situación se requiere de una atención global a la problemática a distintos niveles: no se trataría sólo de evaluar nuestra relación con el conjunto de países, sino de entender nuestras políticas y estrategias económicas en las actividades urbanas y rurales como el resultado, en buena parte, del papel cambiante qae nos ha ido asignando la expansión misma del proceso capitalista desde los países centrales. No es azaroso, por ejemplo, que en los distritos de riego del país se cultiven principalmente productos tanto para el mercado exterior, como para proveer a las empresas transnacionales de insumos industriales (Barkin, D., 1982; Rama, R. y Vigorito, R., 1979; Durán, J. M., 1983). Esto a su vez tiene que ver con la introducción de maquinaria agrícola en las labores de cultivo y los cambios en la demanda del trabajo rural, y se asocia con las dificultades de los pequeños productores agrícolas para hacer frente a cultivos de alta inversión, etc.
A continuación se presenta un estudio de caso con el objeto de atender a los detalles del crecimiento urbano de una ciudad pequeña dentro de su propio contexto regional. Se desea describir el proceso de cambio junto con un somero análisis de las causas. Obviamente que los resultados de este trabajo no pueden ser generaliables en sus detalles distintivos, pero son útiles para
mostrar las características del tipo de relación ¿structural que inhibe o promueve determinados cambios en las actividades rurales y urbanas de una región del país. La intención es, por tanto,, describir primero los procesos de transformación que han ocurrido en Zamora, Michoacán y su hinterland, para pasar después a reflexionar sobre la fenomenología del caso.*
El Bajío zamorano
Luis González ha dado en denominar “Bajío zamorano” a aquella extensión territorial del Estado de Michoacán que cubre una buena parte de la esquina noroccidental de la entidad (1978). En términos de la división política estatal abarcaría entre diez y quince municipios.* La topografía dominante es llana y de montaña baja aunque hacia el sur existen algunos sectores con monte alto (mayores a los 2,500 mts. s.n.m.).
La ciudad de Zamora ha sido la localidad más importante de esos rumbos en términos de las actividades comerciales y de servicios. La ciudad se encuentra en el Valle de Zamora que es el
* Los datos que aquí se presentan son parte del material de investigación del proyecto “Desarrollo agrícola y urbanización en el B ajío zamorano”. Esta investigación empezó a realizarse hace tres años en El Colegio de Michoacán. Se ha manejado material proveniente de diversas fuentes: archivos privados de haciendas; archivos municipales; archivos de la SRA y de la SARH; censos de población y agropecuarios; entrevistas a personas de diversa índole, etc. A finales de 1981 se aplicó una encuesta a una muestra de la fuerza laboral de la ciudad de Zamora (801 casos). Una parte muy pequeña de los resultados de la encuesta han quedado integrados en e l trabajo que aquí se presenta.
* Estos son: Zamora, Jacona, Tangancícuaro, Chilchota, Purépero, Tlazazalca, Churintzio, Tingüindín, Santiago Tangamandapio, Chavinda, Villamar, Pajacuarán, Ixtlán, Ecuandureo y Tocumbo (ver mapa núm. 1).
EL BAJIO ZAMORANO
(En la parte noroccldental del estado de Michoacán)
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mayor de la región; cuenta con aproximadamente 16 000 has. de tierras que están irrigadas casi en su totalidad. Tradicionalmente la agricultura zamorana se ha dedicado a la producción de granos (maíz, trigo y garbanzo), aunque de treintai- cinco años a la fecha se ha estado especializando también en cultivps de papa, cebolla, fresa y hortalizas.1 Muy cerca del Valle de Zamora se encuentran los valles de Ecuandureo, de Guadalupe y una parte de la llamada “Ciénaga de Chapala” que juntos y añadidos a las tierras de Zamora suman cerca de 30 000 has. de terreno plano. Los lotes laborables de los cerros se han utilizado tradicionalmente para cultivar maíz, frijol y garbanzo en parcelas muy pequeñas (los llamados “ecua- ros”), y con uso intensivo de la mano de obra familiar.
A ntecedentes
El proceso modernizador del Porfiriato
Aunque el carácter comercial de la agricultura de los valles del Bajío zamorano existe desde tiempos coloniales (ver: Morin, C., 1979), la llegada del ferrocarril durante la última década del siglo XIX, junto con la ampliación del riego, impulsaron enormemente la producción de granos destinada a los nuevos mercados internos y externos.2 Entre 1883 (antes del ferrocarril), y 1904 (5 años después de la presencia del tren), las tierras de riego del Valle dfi Zamora aumentaron en 8 094 hectáreas (2V3 de veces más).3
Para Tos primeros años de este siglo se gozaba ya en Zamora de los adelantos técnicos más avanzados de la época: ferrocarril, electricidad, telégrafo, teléfono y maquinaria agrícola e industrial moderna. Los últimos veinte años del Porfi-
riato fueron de bonanza, sobre todo para la aristocracia terrateniente y eclesiástica, ya que fue entonces cuando se construyeron iglesias y edificios suntuosos y cómodas mansiones que empezaron a ajuarearse según el gusto afrancesado de aquellos tiempos. Pero no obstante que los grandes beneficios iban a poca gente, algunas ventajas de la prosperidad alcanzaron a la población en general: se dejó de beber el agua charandosa del río Duero, se extendió el alumbrado público a casas y calles, y el mercado municipal pasó a alojarse a un edificio digno, hecho de ensambladuras de hierro, según el estilo de la época.4
Aunque para 1910 Zamora era una población pequeña de cerca de quince mil habitantes, la nueva situación del México modernizado impulsó su papel como centro de intermediación regional ante la amplitud del mercado nacional. Mientras en años anteriores salía el trigo, hecho harina, a diversos puntos del occidente (la Tierra Caliente de Michoacán, Guadalajara y Colima), el tren facilitó que el trigo sin procesar saliera con destino a la ciudad de México, Toluca e Ira- puato para ser convertido en harina por las grandes compañías harineras de la época.5 Durante la primera década del siglo, varias sucursales ban- carias pasaron a establecerse en la ciudad, más con la idea de acumular dinero a través de préstamos, que con la intención de captar ahorros, ya que la producción de trigo en las condiciones de los valles ofrecía las perspectivas de un negocio seguro. En esos años, varios almacenes comerciales se ampliaron aún más y llenaron sus bodegas con nuevas y variadas mercaderías que ofrecían tanto a comerciantes de los pueblos, como al consumidor común.
Por otra parte, y a pesar del nuevo destino de los excedentes de granos, las actividades de trans
formación de bienes no sufrieron realmente con la competencia de otros centros urbanos del país, más que todo, porque la industria nacional era todavía muy incipiente y los productos extranjeros eran alcanzables apenas para una minoría. De hecho, las actividades rurales y urbanas en el Bajío zamorano ofrecen, para aquella época, una situación balanceada que se podría juzgar como de relativamente sana: aunque predominaba el cultivo de cereales, los valles producían insumos diversos que se procesaban en pequeños talleres de Zamora y de algunos otros pueblos. Había caña para elaborar la panocha en trapiches locales; el tabaco pasaba a los pequeños talleres que fabricaban cigarros y puros; las tenedurías ablandaban las pieles del ganado regional y proveían a los zapateros y otros operarios de materia prima; los molinos de trigo siguieron haciendo harina para la demanda regional, y los molinos de nixtamal procesaban maíz blanco y bueno de la región misma. También empezó a trabajar una fábrica de almidón (a partir del trigo). Pero aparte de lo que se producía y elaboraba en la región misma, había también talleres que trabajaban en parte o totalmente con materia prima foránea: jabonerías, tejedurías de telas, veladu- rías, etc.
En el Bajío zamorano de principios del siglo, Zamora, Jacona, Tangancícuaro, Purépero y Chavinda actuaban como los centros de producción y distribución. Aunque Zamora dominaba las actividades comerciales, los pueblos mencionados no eran opacados por la “Sultana del Duero” en las actividades fabriles: ahí también había cigarreros, curtidores, trapicheros, zapateros, tejedores, jaboneros, etc. En ese tiempo Zamora nunca dominó en todo como sucede en la actualidad, porque el mercado nacional no tenía tam
poco la heterogeneidad que tiene ahora, además de que el pueblo (la masa de consumidores) era mantenido a un nivel de vida sumamente precario. Las poblaciones producían lo que la mayoría podía consumir y eso, quizás afortunadamente, no llegaba por el ferrocarril.1’
Todos conocemos los efectos de diferenciación social que produjo el Porfiriato en el país, sin embargo, la modernidad requirió también que se ampliara un poco el sector social intermedio: las haciendas, más productoras, necesitaban de personal capacitado (administradores, contadores y escribanos profesionales); el comercio, dinamizado también, tuvo que echar mano de personal conocedor; hubo más demanda de servicios legales, de técnicos agrícolas, veterinarios, médicos, dentistas, etc. en la región, la ciudad de Zamora empezó a concentrar gente de este tipo y, con ello, reforzó aún más su papel dominante en el Bajío. La relativa heterogeneidad y modernidad de los habitantes de Zamora empezó a contrastar cada vez más con la sencillez de vida de las gentes de los otros pueblos vecinos, acostumbrados a vivir sólo del campo, los talleres artesanales y la arriería.
El reparto agrario (1925-1940)
Tiempo más tarde, el conflicto armado revolucionario y la Cristiada trastocaron fundamentalmente la situación próspera de los terratenientes. Los datos de distintas fuentes nos llevan a pensar que quizá el reparto agrario, realizado en la región durante los años treinta, tuvo lugar cuando ya, de hecho, la producción de las haciendas representaban más un símbolo del status social de sus dueños que una posibilidad de enriquecimiento. Seguramente las causas de este dete
rioro son variadas: la misma inseguridad proveniente del conflicto armado y la que se percibía a través de los inicios de una ideología agraria, aunque quizás fueron más fundamentales los problemas frecuentes de interrupción de las comunicaciones junto con la imposibilidad de producir lo suficiente como para poder hacer frente a los pagos de deudas contraídas anteriormente para mejorar el sistema de riego y otras obras.7
El periodo de 1925 a 1940 fue crucial: Lázaro Cárdenas, primero como gobernador y luego como presidente de la nación, se propuso denodadamente llevar a cabo el reparto agrario. Fue así como, para 1940, se habían repartido casi cuatro quintas partes del Valle desam ora, y proporciones semejantes en los otros llanos de la región. Fueron años de gritos, pedradas y balazos ya que entre clero, gobierno, ricos y pobres se movían intereses diversos agrupados en dos banderas: agraristas y no agraristas.
El auge de los prestamistas*
Después del reparto agrario, los años cuarenta fueron, en el Bajío zamorano, tiempos de oro para los prestamistas y acaparadores de granos de la región, pues ellos resultaron quizás los principales beneficiarios del agrarismo.
En el antiguo orden, las inversiones en la agricultura provenían de los hacendados mismos, del Estado, la Iglesia y de algunos bancos privados. Durante el conflicto armado y la Cris- tiada, las circunstancias llevaron a una diversificación en la orientación del capital: por razones de seguridad los terratenientes empezaron tam bién a comprar bienes urbanos no sólo para refu
* Ver nota 8.
giarse ellos mismos, sino en previsión del futuro incierto. La Iglesia también efectuó una estrategia semejante por simple inercia, ya que sus clientes se habían movilizado temporalmente a las ciudades. Con el finiquito de las grandes propiedades privadas faltó el capital y con ello sobrevino otra amenaza al éxito del agrarismo, ya que en algunos casos debieron dejarse ociosas grandes porciones de las tierras cultivables de los ejidos durante varios ciclos de producción. Para contrarrestar el problema, diversos representantes del gobierno acicatearon a los riquillos de Zamora y otros pueblos para que se lanzaran a la aventura de financiar cultivos ejidales. Con el tiempo y no sin dificultades ideológicas y prácticas, algunos pocos le entraron, tuvieron éxito y siguieron gozando de su nuevo papel como prestamistas usureros y además, acaparadores de la producción ejidal. Las ganancias les llegaron por la vía del interés, por la compra “al tiempo” y por el control en la distribución. Socialmente hablando, esta fue la estrategia básica que apuntaló a un grupo distinto en la cúspide de la pirámide económica de la región. Para el nuevo campesinado ejidal las condiciones de la reciente organización produjeron también sus efectos estratificaciona- les propios: no todos los que recibieron la tierra mejoraron su situación, pues normalmente se caía en la desgracia del prestamista, en la del comisariado ejidal o en la de ambos. Ya sea por problemas económicos o por falta de vínculos políticos, la mayoría de los ejidatarios han estado trabajando mucho y recibiendo poco, si no es que han terminado por vender sus derechos o rentar la paroela.
Muy cerca del tiempo del reparto agrario, llegó también la carretera asfaltada al Bajío zamorano, ya que la conexión entre la capital del
país y Guadalajara atraviesa la región de oriente a poniente.
La agricultura contemporánea y los cambios
En la década de los años cuarenta, y una vez sorteados los problemas iniciales de la nueva organización de la producción agrícola, empezaron a diversificarse más los cultivos de los valles; además de los cultivos tradicionales en la zona de trigo, maíz y garbanzo, se empezó a producir también papa de manera importante. Dado el alto valor comercial del tubérculo, se tuvo como signo de prosperidad pues, por ejemplo, mientras en 1945 se cultivó con ese producto sólo el 8% de las tierras del actual distrito de riego de Zamora, su valor equivalió al 24% del valor total de la producción agrícola de ese año, y cinco años más tarde se había doblado la proporción de tierra cosechada de papa (Estadísticas de la SARH, Distrito de Riego 061, 1945-1950).*
Primeros efectos demográficos
La consolidación de las actividades agrícolas después del reparto, tuvo también sus efectos demográficos, pues mientras la población del Valle de Zamora creció a una tasa del 2% anual de 1930 al 40, para 1950 había subido ya al 2.9%. Para la región en conjunto, el crecimiento fue un poco menor, pues de 1930 a 1940, la tasa ascendió al 1.6 anual, y en el decenio siguiente subió a 1.8
* El Distrito de riego de Zamora, o Distrito de Riego # 061, comprende el Valle de Zamora, ¿1 de Guadalupe, y una parte de la Ciénaga de Chapala.
por año. Por otra parte, la población de la ciudad de Zamora aumentó más que notablemente de 1940 al 50, pues creció a una tasa del 4.0 anual (cálculo en base a los censos de población), y de tener 15 447 habitantes en 1940, contaba ya con 23 397 habitantes en 1950. En realidad el crecimiento urbano de Zamora fue el efecto de una conjunción de variables: las actividades agrícolas se habían librado casi de los problemas pro y anti agraristas, situación que junto con la apertura de la carretera a México y Guadalajara facilitó la diversificación agrícola. Además la prosperidad industrial que le trajo a México la II Guerra Mundial necesitaba de la ampliación de los mercados, y a Zamora empezó a llegar toda clase de mercaderías: se instalaron embotelladoras de refresco, distribuidoras de cerveza, de maquinaria agrícola, automóviles, semillas y fertilizantes, etc. El beneficio lo recibieron las compañías nacionales junto con sus intermediarios zamoranos: aquellos riquillos que tímidamente habían empezado a refaccionar a los ejidatarios, pues fueron éstos los que, por haber capitalizado en años anteriores, pudieron completar la modernidad lograda por el grupo revolucionario que llevaba las riendas del poder en el país. La nueva élite económica de Zamora configuró y consolidó su papel en la región: la función de prestamistas se institucionalizó al crear el Banco de Zamora (años más tarde convertido en Banca Promex); para atraer a la masa regional de consumidores se fundaron las radiofusoras XEZM y XEGT; para proteger y reforzar el papel comercial, fundaron una sólida cámara de comercio local que llegó a ser tan fuerte como para impedir que una fábrica de la Celanese Mexicana (productora de fibras sintéticas) se instalara en Zamora y tuviera que radicarse en Zacapu.
Con Ruiz Cortines, las tierras de los valles que forman el actual distrito de riego se iniciaron en una nueva etapa: al construirse la presa de Urepetiro, dejaron de inundarse y encharcarse muchos sectores del Valle de Zamora durante la temporada de lluvias. Con esto, la mayor parte de las tierras quedaron en la posibilidad de ser cultivadas durante todo el año, es decir, de completar hasta tres ciclos de producción cada 12 meses. Tenemos asi que mientras de 1947 a 1953 hubo entre 10 y 13 mil hectáreas cosechada^, para 1957 la superficie ascendió hasta 40 000 hectáreas. Por otro lado, el número de diferentes productos cultivados aumentó de 6 a 13 entre 1947- 52, a más de veinte en 1957 (ver: Estadísticas del Distrito de Riego 061, SARH).
Demográficamente los efectos se hicieron sentir con más fuerza no sólo en el valle, sino en toda la región. De 1950 al 60 la tasa anual de crecimiento de los doce municipios del Bajío fue del 2.9 y en Zamora y Jacona del 3.5 y del 4.0, respectivamente. Por su lado, los censos agrícolas y ganaderos (que no sólo reportan los datos del distrito de riego), señalan, comparando la información de 1950 y 60, que la proporción de la P.E.A. agrícola aumentó notablemente en casi todos los municipios de la región.
Zamora y el mercado nacional
Para estas fechas era ya indiscutible el papel que Zamora jugaba en la zona como centro fie comercio y de servicios. De hecho, a partir de la construcción de la carretera, junto con la consecuente instalación de distribuidoras en la ciudad y la fundación de las radiodifusoras, empezaron a
desaparecer los diversos talleres artesanales tan to de Zamora mismo, como de los pueblos cercanos: la penetración del mercado nacional había terminado por ser efectiva en casi todos los rincones del Bajío zamorano, precisamente a través de la intermediación de la “Sultana del Duero”.
La fresa
Sin embargo, durante los años sesenta cambió todavía más la situación. Entre los nuevos cultivos de los últimos años estaba la fresa, cuyo destino final era el mercado norteamericano. Por las características del desarrollo natural de la frutilla se requiere no sólo de mucha agua, sino de un manejo muy cuidadoso durante los diez meses del proceso (en septiembre se planta y produce ininterrumpidamente hasta el mes de junio). Por esto la demanda de mano de obra es enorme. Además, la expansión del cultivo llevó también la instalación de empacadoras que preparan la fresa tanto para la venta como fruta fresca seleccionada, como para ser base de mermelada que sirve en la preparación de productos diversos. Con el tiempo han llegado a instalarse en Zamora cerca de 18 empacadoras. Sólo el valor de la producción agrícola de la frutilla excede en mucho a cualquier otro cultivo ya que, mientras en el ciclo agrícola 1976-77 se cosechó fresa en el 16.0% de las tierras del distrito de riego, el valor total del producto fue equivalente al 62% de todo lo que se obtuvo en ese año en todos los cultivos cosechados en el 84% de los terrenos restantes (Estádisticas de Producción del Distrito de Riego 061).
Pero además de la fresa, existen siete cultivos importantes, algunos de los cuales como el jitomate, la papa y las hortalizas requieren tam
bién de mucha mano de obra. En términos del año agrícola siempre hay demandas de trabajo, pues los tiempos de siembra y de cosecha van variando a través del año para los diversos cultivos, aunque algunos productos requieren intensivamente de fuerza de trabajo al mismo tiempo.
El valor de la producción agrícola ha aumentado considerablemente con los años: de 47 millones de 1959, a 100 millones en 1968, y a 285 millones en 1976. Por otro lado, los productores (ejidatarios y pequeños propietarios), se han ido enseñando, con la experiencia, a manejar con cuidado los desbalances económicos que producen los cultivos altamente comerciales. Obviamente que esta nueva agricultura ha tenido sus víctimas y victimarios: unos han acaparado capital y tierras ejidales y privadas, mientras otros han debido vender sus derechos o rentar sus parcelas para mejor irse al “norte” (los Estados Unidos) a trabajar, principalmente, como jornaleros.
Las mejoras en la infraestructura de riego junto con la instalación de cultivos muy comerciales que demandan, además mucha mano de obra, ha tenido sus claros efectos demográficos: los municipios de Zamora y Jacona, pero sobre todo las cabeceras, han incrementado tremendamente su población. A nivel municipal la tasa de crecimiento anual de 1960 a 1970 fue del 4.5 para Zamora y 6.4 para Jacona (ver: Nolasco, Margarita, 1979). A nivel de las cabeceras la tasa de incremento fue del 5.0 para Zamora, y del 5.3 para Jacona.*
* Desde 1960 las localidades de Zamora y Jacona han pasado cada vez más a formar una sola unidad urbana. Aunque las autoridades locales calculan que la población actual (1980), sería de cerca de 180 000 habitantes en el conjunto urbano Zamora-Jacona, creemos,
Por otra parte, a nivel global de la región (exceptuando Zamora y Jacona), la población ha aumentado muy raquíticamente, a una tasa de sólo 1.3 anual, pero ha habido tasas decrecimiento negativo en por lo menos tres municipios entre 1960 y 1970 (cálculos en base a los censos de población). Recordemos que para la década anterior la situación en esos lugares había sido un tanto contraria. Resulta que la instalación de cultivos altamente comerciales no pudo mantener sus efectos de retención de la población rural de una manera permanente; al contrario la dinámica misma de estos cultivos sólo produjo un auge laboral, más o menos efectivo mientras no se saturó la oferta de trabajo. En realidad la nueva situación en la región ha producido directamente efectos de expulsión entre los cultivadores de menos recursos (la mayoría), junto con desempleo para el contingente de jornaleros que pasaron a ser un excedente laboral al satisfacerse más que plenamente la oferta de trabajo agrícola.
Las migraciones en el Bajío zamorano y la ampliación de la base económica urbana
Regionalmente ha habido dos sentidos en los movimientos de población: Zamora y Jacona han crecido, principalmente desde 1960 en base a la migración; en el resto de los municipios el bajo o nulo crecimiento se debe a la emigración.
con base en observación y a través de cálculos sobre el crecimiento físico de los asentamientos, que probablemente, la poblacion actual conjunta será de cerca de 150 000 habitantes, es decir, que la tasa de crecimiento de 1970-80 debe haber sido de cerca de 6.0. En términos de cifras absolutas, la población de Zamora-Jacona (el conjunto urbano) era en 1970 de 80 499 habitantes.
El pleno establecimiento de los nuevos cultivos comerciales durante los años cincuenta y sesenta ha sido la causa fundamental de los movimientos de población contemporáneos en la región. Por una parte se ha generado una demanda de trabajadores agrícolas por la multitud de tareas que, en diversas épocas del año, requieren los cultivos de la fresa, el jitomate, la papa y las hortalizas. Pero junto con los nuevos cultivos se ha desarrollado otro conjunto de actividades paralelas complementarias: instalación de empacadoras de fruta, transporte, bodegas de distribución de productos agrícolas, venta y distribución de insumos para la producción del campo (herbicidas, fertilizantes, etc.), venta y reparación de automóviles, tractores, maquinaria y equipo de bombeo, servicios técnicos para la agricultura, servicios veterinarios, etc.
Con el tiempo el Estado ha ido ampliando su base de servicios a la agricultura: las oficinas del Distrito de Riego 061 (con sede en Zamora), cuentan ahora con una gran planta de ingenieros y personal técnico. El Banrural, por su parte, no sólo tiene una gran sucursal para el área de Zamora, sino que instaló la sede regional que atiende los asuntos de los estados de Michoacán y Guerrero.
La banca comercial (ahora nacionalizada), ha ido ampliando enormemente sus servicios, y en la actualidad existen 16 sucursales bancarias de 12 bancos distintos.
Finalmente los cultivos, junto con las actividades paralelas y complementarias, han servido para concentrar también a un nuevo contingente de personas que, a su vez, han generado demandas habitacionales, de alimentación, de vestido, escuelas, etc.
El crecimiento físico del asentamiento ur-
baño de Zamora-Jacona ha sido notorio, principalmente a partir de 1960. El núcleo de Zamora que comprendía más o menos tres cuadras hacia el sur de la plaza principal, siete por el norte, seis hacia el oriente y diez por el poniente, ha aumentado ahora aproximadamente cinco veces más. También muchas casonas y lotes enormes se han subdividido para albergar edificios o locales comerciales. Jacona, por su parte, ha ido siendo capturada por la expansión de Zamora, hacia el sur, de tal manera que la antigua carretera que las une cumple ahora más bien las funciones de una gran avenida urbana.
Actividades económicas, migración y transformación laboral
El papel que ha jugado la ciudad de Zamora en el desarrollo regional de los últimos años, no puede entenderse cabalmente sin profundizar en diversos fenómenos. A continuación se presentan algunas características de tres de ellos: el perfil actual de las actividades urbanas, la migración y la transformación laboral.
Las actividades urbanas
El censo de negocios* reporta la existencia de 3 563 establecimientos de todo tipo y tamaño en la ciudad de Zamora. De ellos, el 53% son negocios
* Los datos que aquí se presentan están basados en las siguientes fuentes:
a) En un censo de todos los negocios y establecimientos de la ciudad (incluidos los puestos fijos de la calle), el cual se realizó para los fines del proyecto “Desarrollo agrícola y urbanización en el Bajío zamorano”, durante los meses de junio a septiembre de 1981.
b) En los resultados de una encuesta, la cual se aplicó entre octubre de 1981 y febrero de 1982 a una muestra de la fuerza laboral. Esta
comerciales; 40% son de servicios, y 7% de actividades de transformación. Por otra parte, de todos los negocios comerciales, el 60% son de venta de ingredientes comestibles (sobre todo “abarrotes” y “misceláneas”). Estos datos reafirman el carácter de Zamora como centro comercial y de servicios, pero señalan también que la base comercial se funda, sobre todo, en el pequeño comercio al detalle que se orienta a las demandas básicas de la población. Obviamente que la importancia del capital comercial como tal no estaría en este tipo de negocios, sino más bien en aquellos relacionados directamente con la actividad agrícola (bodegas de venta y distribución de los productos del campo, negocios de venta de insumos y maquinaria agrícola, etc.), sin embargo, la importancia de tantos establecimientos comerciales que normalmente son pequeños, sugieren que se tra ta de negocios familiares que casi no requieren de personal asalariado extrafamiliar. De hecho, no sólo en el comercio, sino en todo tipo de negocios el 63% de los negocios de la muestra no reportan tener empleados extrafamiliares. De los que tienen personal asalariado extrafamiliar, la mitad tienen sólo 1 ó 2 empleados, y el 68% acomodan hasta un máximo de 4 trabajadores. En otros términos, de toda la muestra de negocios urbanos, sólo el 25% tienen entre 1 y 4 trabajadores, y sólo el 12% tienen 5 o más.
se calculó en base a los datos del censo mencionado en el inciso anterior. Se trató de una muestra multiestratificada de la fuerza de trabajo de Zamora. Dadas las características de la economía urbana de la ciudad, se procuró establecer una clara diferencia entre los dueños de los negocios y los trabajadores asalariados en las distintas ram as de actividad. La muestra comprendió 801 casos. En otros términos, significa que abarcó al 11.3% de todos los dueños de los negocios, y al 2.6% de todos los asalariados urbanos.
Desde el punto de vista de la absorción laboral, el crecimiento de Zamora ha sido funcional no tanto para el empleo asalariado, sino más bien para la incorporación a la vida laboral a través de la instalación de negocios propios y familiares principalmente en el comercio y los servicios. Tenemos así dos características sobresalientes de las actividades urbanas que han seguido del auge de los cultivos.
La migración a Zamora
¿Cuál es el origen de la actual fuerza de trabajo? Según los datos de la encuesta, el 58% han migrado a Zamora, y de éstos, cerca de la mitad (42%) vivía en algún poblado de las cercanías (los 11 municipios aledaños). Desde otro punto de vista tenemos que el 63% vivía en el Estado de Michoa- cán (exceptuado Zamora-Jacona), y el 37% fuera de la entidad. El hecho de ser migrante aparece, por tanto, como un rasgo mayoritario de la fuerza laboral actual de la ciudad. Por otra parte, la atracción que ha ejercido Zamora sobre lugares más alejados en otros estados (sobre todo del centro y del occidente), tampoco es despreciable, ya que los migrantes de esas partes comprenden a un poco más de un tercio.
Rechazo y atracción regional: sus características
Con respecto a los movimientos de población la zona ofrece un agudo contraste, según lo constata también William Winnie, ya que, para 1960- 1970, Zamora-Jacona fue un lugar de fuerte atracción de la población regional, mientras los lugares de los alrededores la perdían (1982: pp. 29-52). La emigración rural es un fenómeno que se ha
generalizado enormemente durante los últimos años y, por otro lado, la presencia de Zamora- Jacona ha servido, no tanto para evitar esa tendencia, sino más bien para impedir que mayor población rural se oriente a las grandes zonas metropolitanas del país. Sin embargo, las actividades económicas de la ciudad tienen tales características que tampoco resultan suficientemente adecuadas para retener a una parte de la misma población urbana. Según la encuesta mencionada, por cada dos familias de zamoranos nativos, hay un miembro residiendo fuera, principalmente en California, el Distrito Federal y Guadalajara.* Quiere esto decir que a pesar del boom agrícola regional, y de la ampliación del sector laboral urbano, la “prosperidad zamorana” no ha alcanzado a por lo menos una parte de la población en términos del empleo, además de que las localidades rurales del Bajío envían temporal y definitivamente fuertes contingentes de trabajadores a los Estados Unidos (ver: López, G., 1982; Fon- seca, O., y Moreno, L., 1982).
Antes vimos que casi dos terceras partes de los negocios de la ciudad no requerían de personal extrafamiliar asalariado. Esta es quizás una muestra clara de la estrechez del mercado laboral urbano: puede haber incorporación al trabajo en tanto que el negocio familiar lo permita, pero si no hay recursos para ampliarse o abrir otro establecimiento, resulta difícil encontrar empleo. Además, según lo revela también la encuesta, la mayor parte de los empleadores zamoranos no requieren que su personal tenga estudios más allá de la secundaria (el 79%), y la mitad de ellos
* Esta visión de la migración desde Zamora fue obtenida a través de las respuestas que dieron los entrevistados zamoranos sobre el lugar de residencia de sus hermanos que viven permanentemente fuera de la ciudad.
sólo pide la primaria. De hecho, sin embargo, de todos los asalariados urbanos de la muestra, dos terceras partes tienen sólo la primaria terminada o menos, lo que quiere decir que la fuerza de tra bajo asalariada de la ciudad tiene todavía menos escolaridad que la que los empleadores dicen requerir. En una ciudad donde los planteles escolares aumentaron de 1950 a 1976 de 14 a 45,* significa que frente a los escasos requerimientos de escolaridad de los empleos, la estrechez del mercado laboral aparece todavía más aguda.
La transformación laboral
Ya antes habíamos mencionado que un poco menos de la mitad de los encuestados vivían antes en otro lugar distinto a Zamora; que, de éstos, una buena proporción vivía en los alrededores, y que más de dos terceras partes eran michoaca- nos, pero ¿en qué tipo de lugares vivían? El 80% habitaba en localidades de menos de 20 000 habitantes, y casi la mitad (45%), en poblaciones de menos de 5 000 almas. Significa esto que la mayoría estaba en localidades rurales o semiurbanas que normalmente, en las condiciones de México, tienen una alta proporción de sus habitantes enfrascados en diversos tipos de trabajos agropecuarios. Los datos globales para toda la muestra señalan, sin embargo, que apenas un poco menos de la mitad de los encuestados provienen de hogares donde el padre se dedicaba a este tipo de trabajos (el 47%). Esto expresaría, por tanto, que en el caso de los migrantes a Zamora se trata de
* En 1948, según el estudio de Jesús de Bernal V., había 12 escuelas primarias y 2 secundarias (op. cit., pp. 83-87). En 1976 Luis González encontró en sus pesquisas que había 31 escuelas primarias, 9 secundarias, 4 preparatorias y 1 normal (op. cit., pp. 200-204).
un tipo específico de migración selectiva, ya que a pesar de que proceden de localidades pequeñas, la mayoría vienen de familias no orientadas a las actividades del campo. En contraste, la proporción cambia fuertemente si sólo nos fijamos en los originarios del Bajío zamorano: en este caso la cifra sube hasta el 69%; es decir, que entre los migrantes a Zamora desde la región misma, predominan los que vienen de hogares de campesinos, agricultores o jornaleros agrícolas. Es interesante notar, por otra parte, que entre estas personas el cambio generacional (de padres a hijos) ha sido muy agudo, pues la primera ocupación de los hijos (los entrevistados), no fue la agricultura para un poco más de una tercera parte (el 35%), y en la actualidad el 87% no están ya en tra bajos agrícolas.
Sin embargo, el cambio laboral que se percibe tan agudo entre padres e hijos no empezó a tener lugar a partir de la migración a Zamora de los entrevistados regionales, sino que comenzó antes de su movilización a la ciudad, pues de todos los entrevistados que vivían en la región, sólo el 45% trabajaba en la agricultura antes de pasar a vivir a Zamora. Esto quiere decir que muchos de ellos habían abandonado la ocupación agrícola de sus padres; significa, por tanto, que hay también un cierto grado de selectividad en el tipo de migrante, puesto que una gran parte de ellos (el 55%), trabajaban ya en otro tipo de actividades (comercio y servicios principalmente) en sus localidades de residencia.
De todas maneras, resalta la importancia del abandono de las actividades agrícolas entre padres e hijos, situación que tiene mucho que ver con las circunstancias específicas del tipo de agricultura que se ha ido desarrollando en la región, según se bosquejó en páginas anteriores.
Por otra parte, si comparamos la primera ocupación de los migrantes regionales con la ocupación que tienen en la actualidad, resalta lo siguiente: un poco más de la mitad (el 57%), han cambiado de sector ocupacional (de agricultura a comercio o de actividades de transformación a servicios, etc.). El cambio ha sido, desde luego, más fuerte entre aquellos que se dedicaban a la agricultura (el 73% se pasó a otra actividad diferente), y ha habido, relativamente hablando, menos cambios entre los que se dedicaban al comercio y los servicios.
De lo anterior no se sigue que la ciudad de Zamora haya sido para todos el lugar donde se ha tenido la experiencia de cambio sectorial de ocupación, pero ha sido importante para facilitar tanto el cambio de algunos, como la canalización laboral de otros. Esta situación tiene, desde luego, mucho que ver con los momentos en que ha ido ocurriendo el crecimiento urbano de Zamora junto con las circunstancias del proceso global de transformación regional. Ya veíamos que, a través de la encuesta, se percibe un abandono generacional de la agricultura y, por otra parte, que muchos de los entrevistados regionales empezaron a trabajar en sus pueblos de origen en el comercio y los servicios. Lo que pasó, finalmente, es que la ciudad llegó con el tiempo a monopolizar en diversos campos de tal manera que muchas actividades comerciales y de servicios resultaron ya poco viables en los pueblos de la comarca. Para entender esto, echemos un vistazo global a la situación regional.
La concentración de actividades económicas
El Valle de Zamora es sede de treinta y cinco comunidades, aparte de Zamora-Jacona, las cuales
contaban en 1970 con 38 782 habitantes, o sea el equivalente al 32% de la población de todo el Valle, incluidos Zamora-Jacona. Con excepción de los cinco villorrios del sector oeste del plano que en 1970 tenían juntos 10 260 habitantes, todos los demás pueblos y rancherías se abastecen directamente de la ciudad misma. Asombra constatar que, en los pueblos del Valle y haciendo a un lado a Chavinda, no existen sino pequeñas tiendas “misceláneas” que venden refrescos y unos cuantos productos más. Ni siquiera hay farmacias o tiendas de prendas de vestir, ni mercado semanal de legumbres y frutas, etc. En la parte oeste del Valle, la población de Chavinda abastece a cuatro comunidades distantes, pero a su vez los comerciantes chavindenses se surten, en gran manera, de los mayoristas zamoranos.*
Por otra parte, el pueblo de Tangancícuaro abastece a las pequeñas localidades del valle de Guadalupe que están más alejadas de la carretera, aunque, a su vez, los comerciantes del pueblo les compran muchas de sus mercancías a los mayoristas zamoranos.**
Chilchota (en la “Cañada de los Once Pueblos”), y Santiago Tangamandapio, ni siquiera abastecen sus rancherías vecinales, porque en estos casos la carretera a Zamora pasa junto a esas pequeñas comunidades. Finalmente, la existencia de una excelente red de comunicaciones ha facilitado que el destino Zamora-Jacona sea muy funcional para satisfacer las demandas de la población regional.
* Según el registro municipal de negocios de Chavinda, en 1981 sólo existían 129 establecimientos y 9 puestos callejeros.
** En Tangancícuaro, en 1983 existían 369 negocios (establecimientos y puestos callejeros), según el registro municipal.
Como se trata de una zona de agricultura altamente comercial que ha sido impactada fuertemente por una economía monetaria, el mercado de bienes ha pasado a ser de tal manera dinámico que, junto con la excelencia de las comunicaciones, ha tenido por resultado una mayor concentración de servicios y comercio en Zamora- Jacona. Pero a su vez este fenómeno ha provocado una situación de competencia en los pueblos que ha dado al traste con un buen sector de las actividades no agrícolas locales. Es muy posible, por tanto, que la migración regional a Zamora de aquellos que en sus pueblos no trabajaban en la agricultura, tenga mucho que ver también con estos aspectos del proceso de cambio regional.
Conclusiones
¿Qué se puede aprender del análisis de este caso? Resaltan varios aspectos: en primer lugar que la situación de Zamora no es atípica en el país, sino que ha seguido más o menos la trayectoria de los grandes cambios nacionales. Primero fue el Por- firiato modernizador, luego el reparto agrario, la extensión de la carretera y la ampliación del mercado nacional siguiendo el auge industrial de los años cuarenta. Estas características del proceso global han sido definitivas para que la ciudad haya pasado a tener una clara influencia regional durante lo que va del siglo XX.
Por otra parte, y de manera específica, las políticas de producción agrícola del gobierno han enfatizado y apoyado una agricultura de exportación (fresa y jitomate) o con destino agroindustrial que, aunque han promovido el empleo a diverso nivel, han provocado también un éxodo masivo del campesinado regional. Recordemos, además, que las zonas rurales del Bajío zamora-
no envían grandes contingentes de trabajadores estacionales a los Estados Unidos. Esto quiere decir que la P.E.A. agrícola regional que sigue cultivando, no puede satisfacer sus necesidades en las circunstancias de la agricultura que ha pasado a ser dominante en la zona.
Desde otra perspectiva, y como se señaló en páginas anteriores, el empleo urbano tiene tam bién claras limitaciones que llevan a inducir a la emigración de algunos sectores de la población zamorana, ya que las posibilidades de trabajo funcionan sobre todo a nivel de los negocios propios, y el poco empleo asalariado discrimina a aquellos que tienen mejores credenciales escolares.
Por otro lado, la concentración de comercio y servicios en la región de Zamora ha menguado las actividades no agrícolas de los pueblos de la comarca, con lo cual ha habido un mayor deterioro del empleo.
Por otra parte y en contraste, Zamora ha concentrado tanto capital que ha podido atraer a 12 bancos distintos, sobre todo para la captación de ahorros.* No falta, por tanto, ni capital ni trabajadores, sino empleo. Por el lado de las inversiones de capital, el Distrito Federal y Guadalajara son una fuerte competencia para Zamora en cuanto que los capitalistas zamoranos prefieren invertir en esas ciudades con preferencia
* En 1980 (die.), una sucursal bancaria de la ciudad tenía casi 105 millones de pesos por concepto de cuenta-ahorristas. En comparación con otras ciudades michoacanas en el mismo momento y en el mismo banco, la sucursal de Zamora era la que tenía más dinero en el concepto mencionado después de Morelia, la capital estatal. Los cuenta-ahorristas zamoranos tenían lo equivalente al 10% de que tenían los de la ciudad de G uadalajara y, en términos absolutos, casi tanto como lo que tenían los de las ciudades de Cuernavaca y Mazatlán, y mucho más que los de Cd. Victoria, Tamps., y Villahermosa, Tab.
sobre su ciudad: si invierten en bienes raíces, obtienen más en aquellas ciudades que en Zamora, y por el lado de los negocios, el alcance de los mismos es también mayor y más redituable en las ciudades grandes. Coincidentemente, como los capitalistas envían a sus hijos a estudiar a esas ciudades, éstos terminan quedándose ahí porque también hay manera de extender hasta allá el patrimonio familiar para hacerlo rendir más.
Desde el punto de vista de una mejor distribución de población en el país, la historia de Zamora deja ver que las políticas de desarrollo na cional que han operado a través de los años, han sido muy conducentes para promover desequilibrios a distintos niveles. No es que no se haya generado ni riqueza ni empleo, sino que esas políticas han resultado funcionales para fomentar el éxodo rural y el desempleo en los centros urbanos pequeños. En este sentido parece realista la tesis de Gustavo Garza cuando enfatiza que, en las condiciones actuales de México, sólo puede fomentarse la “desconcentración concentrada”, es decir, la promoción de la desconcentración en sólo muy pocas ciudades del territorio nacional (1980). Otra alternativa no parece viable sin transformar radicalmente las actuales tendencias de desarrollo.
En otro sentido, sin embargo, el caso de Zamora ilustra muy claramente sobre la forma en que se dinamizan las distintas actividades urbanas a partir de la explotación de un recurso, en este caso, la tierra. También deja ver que las condiciones del país y a pesar de la escasez de capital y de la prevalencia de bajos niveles de escolaridad, un sector de la población puede encontrar acomodo laboral a través del establecimiento de pequeños negocios propios. Quizás esta es una característica distintiva que, en nuestro con
texto, permite cierta elasticidad en la estructura laboral a pesar de las tendencias que inhiben la ampliación del empleo.
NOTAS
1. Estadísticas del Distrito de Riego 061 de 1945 a 1980 (Archivos de la SARH, México, D.F.).
2. Archivo Municipal de Zamora, Ramo de Fomento, años 1870- 1910 y archivo privado de la Familia García Sáinz, Zamora, Mich.
3. Memorias del Estado de Michoacán, 1883, y Archivo Municipal de Zamora, Ramo de Fomento, año de 1904. Los datos se refieren a los municipios de Zamora y Jacona que son los que ocupan la mayor parte del Valle de Zamora.
4. Informes del Archivo Municipal de Zamora, Ramo de Fomento, examen de los años 1870-1910. Ver también, Luis González, op. cit.
5. Datos obtenidos del Archivo de la familia García Sáinz.6. Los datos de este apartado han sido obtenidos del Archivo Mu
nicipal de Zamora, Ramo de Fomento. Revisión de los años 1870-1910.
7. A través de varios documentos del archivo privado de la familia García Sáinz (quienes fueron los mayores hacendados de la región), y de reportes orales de familiares de algunos de los ex-hacendados, persiste la idea de que las haciendas no eran ya un negocio. Ciertamente hubo durante los años 1910-30 varios casos de quiebra e hipoteca de haciendas por las razones anotadas en el texto.
8. Los datos de este inciso han sido obtenidos básicamente a tra vés de entrevistas con personas diversas de la región, tanto ejidatarios como familiares de aquellos que fungieron como refaccionadores y acaparadores de la producción agrícola.
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