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CREATIVOSMarisol Pinzón Villamil

Geraldine Duenas PachónAdrina Carolina Murcia ArizaLaura Lucia Rueda DonozoNicolas García Rodriguéz

Jhon Cifuentes Pinzón

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In!oducciónIndicé

El Mohan

La Madre Agua

La Madre Monte

La Patasola

La Candileja

La Muelona

El Mandigas

El Tunjo de Oro

La Sombrerona

La Sirena

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In!oducciónAmigo, conoces las leyendas de la casita de cho-colate, las hadas mágicas y la Cenicienta? ¡No lo dudo! Pero existen en tu región leyendas muy bellas que

padres y abuelos y ellos han repercutido en el tipo de educación que se te ha inculcado. ¡Escúchalas con mucho cuidado!

Una noche en v en mi pueblo hubo tormenta, la luz eléctrica se cortó, hay que tristeza sentí! Hoy no pude ver mi programa favorito de televisión.

Estaba pensando en esto cuando de pronto mi mami se acercó hasta mi, me tomó en sus brazos y con su dulce voz de siempre me dijo:

mi amor, vienes conmigo al solar, la noche está lle-na de estrellas y quiero que las cuentes conmigo.

Yo ... ansioso acompañado de mi madre llegué hasta el solar, allí nos tendimos en el piso y la sua-ve brisa que venía del río refrescó mi cuerpo su-doroso.

Mi madre volvió a hablarme... sabes, cuando yo era niña, en las noches tibias mi padre me acuna-ba con un cuento. Yo le dije ¿Y tú por qué no ha-ces lo mismo conmigo? Ella me miró y con mucha emoción me dijo ¬ son tantas las cosas que cada día tengo que hacer que a esta hora solo pienso en reposar, pero esta noche, ¡si te voy a contar un cuento! Coloqué mi rostro junto a mi madre, quien me tomó la mano y apretándomela con ternura comenzó...

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El Mohan

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Hace muchos años, pero muchos, vivían en esta tierra en la que hoy estás creciendo, varios grupos de indígenas entre los cuales se des-tacaron los panches y los pijaos. El sacerdote y el médico de estos indios, se nombraba “El Mohan” y era el encargado de defender-los de todos los males del cuerpo, del medio ambiente y del espíritu. Pero un día ... llegaron noticias que infundían temor entre los indíge-nas, todos murmuraban ... algo muy grave estaba por suceder.

De pronto el Mohan reunió a sus gentes y tomó la palabra: “uná-monos contra el enemigo, comba-támoslo hasta la muerte”.

¿A qué se refería el Mohan? Pues a nada menos que a la peor catástrofe que hasta ahora les hu-biera sucedido ...

Un grupo de soldados españoles, con armas para ellos desconoci-das y montados en caballos nunca vistos en esta región, venían des-truyendo y saqueando los pobla-dos indígenas que a su paso iban encontrando.

-chas, piedras, palos y todo cuanto encontraron pero la lucha fue lar-

Pronto el español se adueño de estas tierras, de sus mujeres y sus hijos. ¡pero del Mohan no!

El se fue al río, allí en sus orillas encontró refugio en la cueva que hoy conocemos como la “Cueva del Mohan”. Buscaba alimento y vestido en la orilla del río, donde sus antiguos compañeros del grupo indígena, le dejaban a escondidas del taba-co Español, sal y otros productos que no podía conseguir fácilmente sin ser sorprendido y tal vez asesi-nado por el ya amo Español. A veces, recorriendo el río, venía una joven y solitaria lavandera, y se enamoraba de ella llevándola a vivir en su cueva para que le hicie-ra compañía, hoy ... cuando han pasado ya varios cientos de años nadie sabe exactamente lo que pasó pero todos recuerdan al Mo-han y cada día y cada noche de pesca le ofrecen alimento y entre-tención en prueba de agradeci-miento por seguir cuidando al río y a los peces, pero continúan te-miendo que se enamore de la niña que solitaria recorre la ribera ...

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La Madre Agua

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Cuando los españoles y demás soldados peninsulares llegaron a esta región trajeron algunas mu-jeres, a veces eran sus esposas y otras veces eran sus hijas ... un ca-pitán Español trajo consigo a una jovencita, muy linda y amable, de cabellos claros y mirada profunda.

Los españoles se tomaron estas tierras y a sus gentes. Entre los in-dígenas sometidos había uno que llamaba especialmente la atención de la pequeña, y él, era fuerte pero sobre todo decía cosas tan intere-santes y sabía tantas cosas lindas de esta región que la joven de tan-to oírlo se encantó con él.

Cada día esperaba encontrarlo al salir de su rancho para oírle con-tar grandes hazañas de cómo ma-nejaba el mundo con su voluntad ... Pero ...

¡el capitán de su padre pronto se opuso a tan frecuentes charlas! No es conveniente, dijo, que entables relación con ese indio, “ellos no son como nosotros, son animales de carga” y así prohibió a la niña volver a verse con su nuevo amigo. Los días rutinarios empezaron a no tener sentido, le hacía cada vez más falta su compañero de char-

Un día, cuando caminaba por la ri-bera del río, lo encontró y sin pen-sarlo dos veces le rogó: “llévame contigo, estoy tan sola” y él la in-vitó a su barca, en la que pescaba para su amo español y partió con ella.

Recorrieron varios kilómetros y allá en un lugar apartado y pro-tegido de la mirada del español y solamente frecuentado por los in-dígenas, encontraron refugio.

Mientras tanto, el español enfure-cido conocía de labios de una indí-gena la historia.

No podía permitir tan horrible des-acato, tenía que poner remedio a este mal, ¿”su hija viviendo con un indio”? No, nada podría ser peor. Organizó la búsqueda de su hija y dio órdenes para que mataran al indígena. Pero pasaron muchos meses y nada pudieron hacer, es-taban muy bien escondidos.

La búsqueda ya había terminado cuando un indígena que estaba de cacería se encontró con la cabaña en la que vivían la jovencita espa-ñola, su esposo y un bello bebé que habían tenido.

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El indio prometió a la feliz pareja que nada contaría a su amo y así lo cumplió... pero esa noche, al calor del horno en el que preparaban el chivo que comería el patrón al día siguiente, el indígena le dijo a su mujer: India, ¿sabes algo? Ella notó la expresión extraña en su esposo y se acercó a indagar.

¿Qué pasa? Pues vi donde está la hija del pa-trón con el indio. La india se enteró de todo y salió presurosa a contárselo al patrón con quien sostenía una relación de dominio y dependencia. El patrón sin agradecer siquie-ra a la indígena su devoción, reu-nió a los soldados y emprendió la marcha hasta el lugar señalado y allí sometió al indígena a los más crueles tratos, golpeó a su hija sin compasión deformando sus pies, los cuales quedaron torcidos ha-cia atrás y ocultó a su nieto, aquel bebé indefenso que habia nacido de la mezcla de dos grupos tan dis-tintos pero tan iguales ... La jovencita aún hoy, después de casi quinientos años, recorre las ri-beras de los ríos, buscando su hijo, el cual confunde con todos aque-

sangres peninsular y la indígena.

¿Cómo tú y como yo mamita?

Si amor, como tú y como yo.

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La Madre Monte

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mami y quién era la madre monte?

La madre monte era la madre na-turaleza. ¡Nuestros indios, perso-

Veían que al llover, siempre había un equilibrio que no conducía al diluvio, que aunque hiciera mucho calor el sol no te quemaba, que el ardor siempre traía consigo el re-fresco de la lluvia...

Que la oscuridad de la noche siem-

las plantas siempre proporciona-ban alimento, que el bosque ...!faci-litaba la caza y la recolección!.

-turaleza, si se trataba con cariño daba su fruto ... ¡Pero si se atropellaba el castigo era para ellos mismos! Mami, ¿la madre monte era amiga del Mohan?

Es que veo que ambos eran de la época indígena. Si amor, los indígenas idearon a la madre monte dentro de sus mitos. Era una mujer que protegía el me-dio donde se vivía y a la vez cas-tigaba a quienes cometieran faltas contra el ambiente, tanto natural como social.

Así, hoy nosotros, producto de esa mezcla de tradiciones españolas e indígenas recordamos a la madre monte vestida de hierbas, cuando en la noche la brisa mueve las hojas de los árboles o cuando la oscuridad juega con nuestro temor.

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La Patasola

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Aquí, después de la llegada de los españoles se establecieron un gru-po de campesinos que trabajaban la tierra del patrón y vivían en ella sin ser dueños. Fue así como en la tierra de un ga-monal vivía una pareja de mestizos

¿Cómo tú y como yo mamita?

Si amor, esta pareja trabajaba des-de el amanecer hasta el anoche-cer cultivando la tierra, cuidando piscos y gallinas, alimentando los chivos y cerdos, trayendo agua del río y muchas otras labores.

Un día, el dueño de las tierras reco-rriendo sus propiedades conoció a la joven esposa de su agregado.

No tardó en querer mantener con ella una relación amorosa y ella, aunque amaba a su esposo , pensó que cediendo a las pretensiones de su patrón lograría mejorar su vida.

Así, cuando el esposo salía, ella se encontraba con el pretendiente,

-teró y con más furia por el engaño que compasión, tomó un hacha y le cortó una pierna.

La pobre mujer salió como pudo del hogar y se internó en la espe-sura del llano y nadie volvió a verla, solo hoy, cuando alguien es borra-

que se cuide porque en la noche se puede tropezar con una mujer be-lla por fuera, pero que al conocerla mejor verá que no lo es tanto.

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La Candileja

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Hace tiempo, vivía en un rancho de esta zona una abuela con sus dos nietos a los que adoraba. Cuando sus nietos le pedían algo, ella ¡sin dudar se lo concedía, todo lo que ellos quisieron ella se lo per-mitía!

Cuando ellos decían ella aceptada como cierto y en nada los contra-decía. Toleraba y fomentaba en los chiquillos las malas palabras y ac-ciones y así la anciana gateando corrió por toda la habitación con los dos niños sobre su espalda, y uno de ellos cogió un rejo y la azo-tó, hasta dejarla desmayada.

La pobre abuela tan enferma que ¡nunca se repuso del mal del cuer-po y del alma que le dejo el dicho juego!. Así, basados en esta historia los

duros con sus hijos y ;a ven aquí por las noches convertida en una dama de fuego que brilla en la os-curidad. Pero mami, ¿es que esos niños no sabían que era malo pegarle a su abuela? Amor, querer también implica orientar y es esto lo que deben hacer los padres, si un niño sabe

Yo pienso que a un niño hay que demostrarle cuanto se quiere, no imponiéndole las ideas de los ma-yores pero sí orientándolo para que viva en un mundo real./

Ay, mamita, por eso te quiero tan-

Y yo a ti amor!

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La Muelona

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Era la muelona una mujer extraña, ¿haz oído decir que hay personas que saben leer el futuro? Si, pero eso no se puede. Bueno, pero ella, la muelona de-cía que lo podía hacer por medio del tabaco, los naipes, las cartas y otras formas no muy conocidas en estos días.

Era esta mujer algo gitana, algo mestiza y conocedora de tradicio-nes mágicas africanas, porque era amiga de los esclavos negros que aquí vivían. Cada día recibía en su casa a las personas ansiosas de conocer su futuro, de manejar lo sobrenatural y los sentimientos ajenos.

Ella aconsejaba, pero a veces sus consejos no eran buenos ... produ-ciendo así un desequilibrio en la co-munidad, pues fomentaba peleas y riñas entre sus gentes.

La maga soreía feliz, y dejaba sa-lir de su boca sus enormes dientes cada vez que algo salía según sus deseos. Un día esta mujer murió y todos sintieron tanto temor, que nunca volvieron ni a pasar por frente de su casa, porque pensaban que si

Yo no creo mami que pueda ser mala porque ya se murió. Si amor, pero así la recuerdan hoy pasados ya tantos años, con temor, si, con mucho temor en las noches, creen que pueden encontrarla con su malévola sonrisa tratando de manejar la vida de las gentes y transformándose en pisca o galli-

de los crédulos, y dicen que hoy se reúnen en el parque del alto de Gi-rardot.

¿A si ...? ¿las brujas se convierten en aves, no? y el diablo en un perro negro ... pero yo se que eso no es cierto porque yo tengo una perrita y es muy negra y no es el diablo, ni le gustan las cosas malas! ... i

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El Mandingas

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Hace ya 400 años los españoles invadieron estas tierras pero al ver que la cantidad de indígenas que

-te, trajeron a un grupo de hombres y mujeres africanas para realizar los trabajos más pesados. Estos africanos tenían la piel de un color oscuro, así se protegían mejor del sol y del calor. Pero los españoles no entendían esto y los trataban muy mal, tanto que hasta los mismos indígenas comenzaron a mirarlos con recelo. Así, al pasar el tiempo confundieron la palabra

esclavo africano perteneciente al grupo de los “mandingas”. El térmi-

: “diablo”.

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El Tunjo de oro

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Hace ya 400 años los españoles in¡Ay, que tontería!, si el mal no tiene color. Si, no lo tiene pero no todos lo saben. Pero agregó ... hay gente que piensa que lo bueno es de color ¡doradito!

Se porque lo dices, dijo mi mami, por el Tunjo de Oro. Si, han encontrado Tunjos de Oro. La gente dice que son representa-ciones de niños y que hace años se sabía como hacer fortuna en un día. ¿Cómo era ...?

Pues salían a capturar al Tunjo, so-bre todo en Semana Santa. Cuan-do un niño se presentaba había que orinarlo y así se convertía en muñeco de oro, el cual había que alimentar y cuidar bien, pues sus escrementos se convertían en oro.

es un tesoro.

Si, pero también nos muestra que hay personas que quieren enrique-cerse en forma fácil, sin trabajar, esperando que la suerte un día les proporcione lo que por medio del trabajo no quieren conseguir. Si, si y si, tienes razón.

Bueno, hasta mañana, ahora si ya es muy tarde y yo de nuevo obe-decí, aunque aún no tenía ganas de dormir. A la mañana siguiente de nuevo me desperté, salté de mi cama y encontré a un amigo que había lle-gado a la casa, era un soldado y yo porque nuestra mente está llena de fantasía y vemos en cada sitio lo que más tenemos. ¿Los soldados también sienten miedo? Pregunté y él sonriendo me dijo: sí, también somos personas como tú y como todos los que co-noces. Entonces le dije, ¿te sabes más le-yendas? Y él recordó:

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La Sombrerona

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Cuando niño vivía en Tocaima, mi vivienda era una casa grande con techo de paja y teníamos muchos animalitos domésticos, una tarde vi a una señora muy elegante que lle-vaba un sombrero que le cubría la cara, yo entré a decirle a mi mamá que alguien la necesitaba, pues me pareció que se dirigía a nuestra casa, pero cuando mi madre salió no había nadie y me dijo: pues sería la sombrerona, que es una mujer peligrosa que vivía por aquí y ahora sale a asustar, no le ponga cuida-do, yo sabiendo que lo que decía mi madre quería era protegerme de los extraños, le hice caso y seguí ju-gando sin poner más atención a lo que observé y pasaba afuera.

Noté que mi amigo ya quería termi-nar el cuento y yo no podía quedar-me sin conocer más leyendas de su pueblo, fue por eso que le pregunté: ¿Y que más?

El, comprendiendo mi ansiedad me dijo: ¡pues el pollo de aire! Y, ¿que es eso? Indagué. ¡Ah!, pues en mi pueblo todas las casas tenían gallinero y las gallinas se salían a las casas vecinas y ca-minaban por todas partes y nun-ca nadie se las robaba, ¿sabes por que?

No, ¿Por qué? Porque allá se contaba que des-de hacía mucho tiempo se apare-cía en el camino el pollo de aire, que era un pollo que cuando uno se acercaba a cogerlo se volvía tan grande y tan violento que le arrancaba a uno la piel a picota-zos. ¡Ah! Por eso no se perdían los po-llos ¡Ya entiendo! Si, la gente en esa época actuaba más por temor que por valores, ahora es diferente. Si, todo va cambiando. Nico, sabes que la religión también ha ido cambiando ¿Cómo así? Pregunté extrañado de ver que mi amigo quería hablar de religión, pensé ¡y qué tendría que ver con lo que estamos hablando!, pero él continuó. Cuando yo era niño, alrededor de la semana santa se tejían muchas leyendas. Ah, pues ya entiendo, ¿me las cuentas?

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La Sirena

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Si, comenzó él, un día, siendo muy pequeño caminaba de mi rancho al pueblo a la misa y procesión del viernes santo, sentí mucho calor y al pasar por la quebrada le dije a mi padre que quería refrescarme y él me contestó asustado: pues no, porque hace muchos años una niña se bañó en la semana santa y como eso es pecado, ella se convir-tió en una sirena y desde entonces vive río arriba y río abajo.

Yo me asusté y quise hacer un be-rrinche porque el calor me tenía agobiado pero de nuevo mi padre me dijo: Los niños que se portan mal en Semana Santa corren el pe-ligro de que la tierra se abra y que los tape hasta la cabeza, esto su-cedió por aquí, se portó grosero un niño con sus padres y quedó con la cabeza afuera y el resto del cuerpo dentro de la tierra, y le tocó el pa-dre y a la madre cuidarlo por toda la eternidad.

¡Ay, que alivio! Pensé, que eso solo sean leyendas! Mi amigo ya había sentido gusto en recordar su infancia y prosiguió en sus relatos.

A mi me paso…

en la Semana Santa un dia volví a mi hogar con un grupo de compa-ñeros de estudio de la ciudad , y el Jueves Santo quisimos salir a con-seguir torcazas para llevar a la ca-pital, pero mi padre me detuvo di-ciéndome: “estos días santos no se puede cazar, pues le puede pasar lo que al cazador”. Por aquí vivía un hombre que le gustaba mucho la cacería, y un día, estando en misa del Viernes Santo vio un animalito de monte y salió a cogerlo, desde entonces él, su pe-rro y su caballo deambulan por los caminos ... Con cada leyenda la noche se hacia mas profunda… y hoy cuando ha pasado ya un cuarto de siglo, miro a mi madre ya mayor y recuerdo cuando en las noches llenas de es-trellas de esta region me contaba historias , miraba las luciérnagas y me inventaba una cancion.