creacionismo - el lenguaje de la vida
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Texto: Dr. Ernesto Contreras
¡Te alabaré, porque formidable y maravillosamente me formaste; maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe muy
bien! Por ti he sido sustentado desde el vientre; de las entrañas de mi madre tú fuiste el que me sacó; y de ti será
siempre mi alabanza (Salmo 139: 14; 71:6).
¿Cómo le comunica un organismo a su descendencia toda la información que necesita para desarrollarse, madurar, y multiplicarse? ¿Cómo sabe el organismo qué proteínas necesita
fabricar para poder
respirar, alimentarse, funcionar, y reproducirse? ¿Cómo inicia, controla, y sabe cuando finalizar la producción de sus proteínas?
Toda la información necesaria, equivalente a unos 500 libros enciclopédicos, está detalladamente codificada en el ADN (ácido
desoxirribonucleico) del núcleo celular, mediante un lenguaje especial, escrito en dos renglones paralelos, y con una infinidad
de combinaciones de sus únicas cuatro letras o nucleótidos (A,T,G,C), que son comunes a todas las especies.
Lo maravilloso es que aunque por ejemplo, muchos tienen los códigos (miles de
genes) que ordenan y controlan la formación del ojo y sus anexos, nunca, a un perro le
sale un ojo de mosca, porque, aunque su
código usa el mismo alfabeto, la
información en cada ser vivo, está escrita en “idioma” diferente. Esto comprueba que
no son parientes.
Por eso, aunque el ADN de un ratón, un chango, y un humano, al usar las mismas letras, se parecen en 90% o más, la información codificada en cada uno, no es intercambiable, como no son intercambiables las hojas de un libro en inglés con las de uno escrito en español, aunque por miopía científica, esto se ha usado como argumento a favor de la
evolución.
Otros, ante la ausencia de evidencias científicas, con argumentos simplistas, dicen que todos los animales con cabeza, tronco y
extremidades, y proteínas formadas por iguales aminoácidos, deben tener un ancestro común; pero la complejidad y especificidad de cada
código genético, comprueba que el único ancestro común, es el Omnisciente Diseñador.
El proceso por medio del cual, los genes del ADN, determinan la formación de proteínas, es extraordinariamente complejo, e incluye desde la identificación, transcripción, y traducción de la información,
hasta la iniciación, síntesis, y finalización de la secuencia necesaria para producir cada una de miles de proteínas diferentes.
“Las células y los organismos son sistemas bien informados y capacitados para la preservación de la vida. El componente básico de cualquier sistema con información, es su plan. Aquí, arguye el creacionista, un círculo impenetrable, excluye al evolucionista.”
“Cualquier intento de proponer un modelo o teoría de la evolución del código genético, es inútil, ya que ese código no funciona, a menos que, y hasta que, es traducido y conduzca a la síntesis de las proteínas. Pero
la maquinaria por la que la célula traduce el código, consiste de alrededor de setenta componentes que son en sí mismos, productos del mismo código.” *Michael Pitman, Adam and Evolution, 1984; p.147; *J,
Monod, Chance and Necessity 1971, p. 143.
Nota: (*) significa que no es creacionista.
Todo se inicia cuando, habiendo recibido el mensaje de la necesidad
de sintetizarla, el ADN nuclear, transfiere la información necesaria y
específica, a un ARN (ácido ribonucleico) mensajero, que previa maduración e identificación, le es
permitido pasar a través de los poros de la membrana nuclear, hasta el
citoplasma.
En el citoplasma, a manera de fábricas de la más alta tecnología, se encuentran
los organitos celulares responsables de producir
la energía y demás sustancias, como las
enzimas (catalizadores), indispensables para todas
las funciones celulares. Ahí, el ARN mensajero
lleva su plantilla, al organito celular sintetizador de
proteínas, llamado Ribosoma.
En el Ribosoma, la información recibida, es
traducida y transformada en acciones concretas y necesarias, y se inicia y controla estrictamente, la formación sobre tal plantilla, de la proteína solicitada. Para este
sofisticado proceso, el Ribosoma requiere de los servicios y participación de otro ARN llamado de
transferencia.
El ARN de transferencia es el que habiendo recibido la orden del Ribosoma, a razón de unos 20 aminoácidos por segundo, busca,
atrapa, transporta, y eslabona, en una secuencia lineal específica, su aminoácido. Hay un ARN de transferencia para cada uno de los 20
diferentes aminoácidos que se usan. Devlin, T. M. 2004. Bioquímica, 4ª edición. Reverté, Barcelona.
No se toleran ni corrigen errores. La proteína con el más mínimo defecto, es destruida. Una vez completada la secuencia específica
de cientos a miles de aminoácidos, el Ribosoma finaliza la tarea (nunca produce de más), y libera la proteína que es almacenada
para su uso posterior, o expulsada al torrente sanguíneo, para su inmediata utilización.
“Se cree que muchas de las bases nitrogenadas del ADN, están involucradas no en la producción de ARN o proteínas, sino en el control
sobre dicha producción, o sea, en cambiar las secuencias correctas, y en el “apagado o encendido” del proceso, en el momento preciso” *Michael
Pitman, Adam and Evolution, 1984, p. 124.
Nota: (*) significa que no es creacionista.
Todos los procesos biológicos dependen de la presencia o la actividad de las proteínas, y cada proteína tiene una o más funciones
determinadas por su estructura. Son ejemplos de proteínas bien conocidas, las enzimas, la hemoglobina, las hormonas (insulina,
estrógenos, etc.), los anticuerpos; el colágeno, queratina, y miosina (de huesos, uñas, y músculos).
Aún no se sabe el número exacto de
proteínas (Proteoma) que hay por
organismo; pero puede ser hasta ocho veces mayor al de los genes
(unos 40 mil en el humano), pues hay
genes que programan más de una proteína. Además, se descubrió
que una proteína puede cambiar de
función de acuerdo al pH y otras variantes en
el medio en que se encuentre.
“La evolución de la maquinaria genética, es el paso para el cual no hay modelos de laboratorio; por lo que podemos especular hasta el
infinito, mientras somos desmentidos por inconvenientes evidencias.” *R. Dickerson, Scientific American, Septiembre 1978, p.
70.
Nota: (*) significa que no es creacionista.
¡Qué preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! Si los contara, serían más
numerosos que la arena. Porque tú formaste mis entrañas en el vientre de mi madre; mi embrión vieron tus ojos, y en tu
libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas. ¡Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí! Alto es, y no lo puedo
comprender (Salmos 139:6-18).