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El corrimiento hacia el rojo Fernando Martinez Heredia

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El corrimiento hacia el rojo

Fernando Martinez Heredia

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Edición: Rinaldo AcostaDiseño de cubierta: Adriana VázquezComposición computarizada: Evelio Almeida Perdomo

© Fernando Martínez Heredia, 2001© Sobre la presente edición:

Editorial Letras Cubanas, 2001

ISBN 959-10-0667-5

Instituto Cubano del LibroEditorial Letras CubanasPalacio del Segundo Cabo,O’Reilly 4, esquina a Tacón,La Habana, Cuba

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PALABRAS PRELIMINARES

Hace casi un siglo que los sabios al fin se dieron cuenta deque el universo se expande. En la ínfima porción de él en quevivimos también se estaba descubriendo entonces el secretode la buena expansión: el corrimiento hacia el rojo. Peroenseguida sufrimos una grave contracción. Años después elplaneta se recuperó, y se expandió bastante durante algunasdécadas. Pero se ha contraído de nuevo, ahora hasta tal puntoque parece deseoso de ser pequeño, limitado, mínimo, mez-quino. Está grávido, sin embargo, de sus avances maravillo-sos: de la condición femenina, la liberación nacional, laecología, el socialismo, el auspicio de la diversidad, las re-beldías contra toda dominación, la cívica de la comunidad.La resultante es un mundo extraño, en el cual reinan el lucroy el hambre, y no parece haber futuro para la decencia, perola indecencia carece totalmente de legitimidad.

En los textos que leerán a continuación registro momen-tos del camino del siglo XX en un país, nuestro país. Parto delhoy, sus desafíos, sus interrogantes, logros, caídas, certezasy desgarramientos. Como es natural me voy atrás, inclusomás allá del siglo, porque los pueblos están hechos de even-tos y de ríos profundos. Pero mi pretensión en realidad esgrande: mis escritos, como mi palabra, se proponen ayudaren la búsqueda del futuro.

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La dimensión cubana contemporánea ocupa un lugar esen-cial en este libro. Es la primera parte, también para ratificarque no pretendo ofrecer conclusiones. Mi propósito esrecontar, recuperar nuestra memoria histórica del procesocontemporáneo, explicar, pero sobre todo problematizar ypreguntar: dos verbos ineludibles para el debate cubano delsiglo XXI, un debate indispensable para avanzar. Después,una galería de personalidades del itinerario histórico deCuba. En ellos busco al individuo, el actor privilegiado de lahistoria, unas veces para exponer lo que estimo central de suactividad, otras para asomarse a un ángulo de ella, o de susvidas. Los dos últimos nacieron en otros países de AméricaLatina: Roque Dalton —«dos patrias tengo yo, Cuba y lamía»—, amigo entrañable, que entregó su arte y su vida a lacausa del pueblo, y el Che, ese paso firme que dio el siglopasado hacia los tiempos que vendrán.

El breve tercer grupo de textos alude al socialismo mar-xista, en sus creadores, sus prácticas y su actualidad. El lu-gar del marxismo en la cultura cubana ha retrocedido. Sehan combinado el polvo y el fango de los derrumbes, el dog-ma al que fue reducido previamente, el crecimiento del espí-ritu conservador y la extraña defensa a la que algunos losometen hoy. Una gran parte de la juventud culta no se rela-ciona con el marxismo, a pesar de ser esa relación una de lasnecesidades de la cultura cubana. Confío en que seremoscapaces de hacer que el marxismo vuelva a florecer en Cuba.

En la edición de esta obra confluyen, como es natural, lomás personal y lo que se aspira a decir. Mi pequeña historiaintelectual ya ha sido prolongada, y algo accidentada. Aho-ra publico por primera vez en mi país una selección de tra-bajos míos, gracias a la extrema gentileza y la firme tenacidadde la Editorial Letras Cubanas. La mayoría de los textos sondel último quinquenio —el primero lo terminé hace dos me-

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ses—, pero he incluido algunos de los 30 años anteriores,por las ideas que expresaban, sus circunstancias y los testi-monios que brindan. El conjunto trae mis temas, conviccio-nes, argumentos y quizás una manera de decir, pero no unanovedad. Es cierto que la ciencia no me ha ayudado mucho.Busqué alguna clave para el presente y el porvenir en el GrandDictionnarie Encyclopédique Larousse (París, 1985, t. X, p.10536), pero sólo dice que el mundo está ya en una segundafase «en que el Universo se ha enfriado, es menos denso y seha puesto neutro [...] dominado por la materia»; por eso,agrega, puede organizarse en galaxias y estrellas. Mejor esel poético mundo de la ecuación Wheeler-De Witt, de la cualdice D. Overbye («Before the Big Bang? Just Imagine». NewYork Times/The Herald Tribune, 24-5-2001): «parece viviren lo que los físicos han llamado “superespacio”, una suertede conjunto matemático de todos los universos posibles, losque sólo viven cinco minutos antes de colapsar en huecosnegros y aquellos que están llenos de rojas estrellas que vi-ven por siempre, los que están llenos de vida y los que sondesiertos vacíos...»

Por mi parte prefiero la inconformidad, y otras certezas.Ya está claro que el nuevo milenio —e incluso el nuevo si-glo— no eran tan importantes, y no significarían elparteaguas de nada. Ahora podemos ver más claramente tam-bién el largo siglo XX cubano, que comenzó en 1895 y no haterminado aún. Cierto es que hemos andado mucho, y hemosaprendido el secreto de la expansión del universo. La únicasalida para el siglo XXI cubano es ir más lejos todavía que loandado en el siglo XX.

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LA ALTERNATIVA CUBANA*

Después de los triunfos tan notables de la izquierda en laselecciones de octubre pasado, en Brasil se ha creado una granexpectativa política para las elecciones generales del 2002.¿Qué estrategia adoptar, qué alianzas son necesarias, quéimagen será más apropiada? Estas y otras preguntas están enprimer plano, mientras se discute con entusiasmo acerca delconcepto y de los contenidos y problemas del socialismo. Meha tocado participar en varios seminarios y algunos encuen-tros de estudio, con activistas y simpatizantes que debaten apartir de los datos actuales de Brasil y del mundo, de concep-tos y de la historia propia y mundial del socialismo. En unode ellos recibí una pregunta que según supe después tienealguna difusión: «si la izquierda ganara las elecciones en el2002, y el país fuera bloqueado, ¿cómo sobreviviría Brasil enun mundo como el actual?»

La pregunta es reveladora. Ella atañe a un tipo muy espe-cial de alternativa, la ruptura con el orden existente. En pri-mer lugar, está bien dirigida: ustedes, un país tan pequeño yescaso de recursos, tan cercano a Estados Unidos en todos

* «La alternativa cubana» es de abril del 2001; presenté una versiónprimitiva de ella el 27 de marzo en el Seminario El mundo actual delCentro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humani-dades, UNAM, México DF.

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los sentidos, que fueron bloqueados enseguida que empren-dieron su alternativa, ¿cómo fue que sobrevivieron, cómo semantienen durante tantos años y exhiben tantos logros socia-les, y siguen desafiando a su enemigo, a pesar de que hoy esmás poderoso que entonces y los sigue bloqueando?

De ahí en adelante, sin embargo, la cuestión planteada obli-ga a salirse de su formulación como pregunta. Porque estarevela ausencias y varios supuestos, que configuran «verda-des» previas: a) ganar unas elecciones es igual a gobiernopopular y este a poder popular; b) el contenido real y los pro-blemas de la gestión de un nuevo gobierno del 2002 en ade-lante no es algo puesto en discusión, cuando es un temadecisivo; c) Brasil puede «ser bloqueado», es decir, existenfuerzas incontrastables que sin duda pueden llevar a cabotamaña empresa, y por tanto se les supone invencibles; d)tácitamente, Cuba con su régimen socialista es un hecho mi-lagroso, abstracto y ahistórico, algo «bueno» pero no de esteperverso y duro mundo.

La pregunta revela insuficiencias, pero la cuestión en sí esfundamental. Porque América Latina y el Caribe no sólo viverevoluciones de la comunicación, concentraciones del capi-tal e indefensión del trabajo, decadencia de los servicios so-ciales, un reino de las privatizaciones y la consolidación de lapobreza.1 También florecen esperanzas, movimientos popu-

1 Se espera que en 2002 ya Brasil tenga más teléfonos celulares queinstalados en inmuebles. Pero el salario mínimo actual en ese país esun 23,9% comparado con el de julio de 1940, y menos del 16% delmínimo indispensable para sostener una familia de cuatro personas(Dieese: Anuário Estatístico do Trabalhador. En Folha Online, 26-3-2001). El gobernador del estado de Río de Janeiro declara que 50millones de brasileños no tienen acceso a ningún tipo de atención desalud —La Habana, 21-3-2001—; ese mismo día el Banco Mundialofrece su estimado de pobres latinoamericanos: 250 millones; de ellos,

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lares, rebeldías organizadas e intentos diversos de levantaralternativas eficaces al orden explotador, excluyente,neocolonial, depredador, que rige en nuestro continente. Esasrealidades americanas tan contradictorias y conflictivas cons-tituyen el marco de cualquier exposición o debate sobre cons-trucción social alternativa.

La alternativa al capitalismo actual es el socialismo. Pa-rezco demasiado concluyente, pero en realidad no existe al-ternativa dentro del sistema vigente para detener el desplieguearrollador de su naturaleza antihumana y rapaz, no digamospara revertir la situación que ya ha creado. Pero mi afirma-ción no es más que una postulación, que debe enfrentarse aun fuerte grupo de preguntas y desafíos. El socialismo, ¿esuna opción realizable, es viable?, ¿puede vivir en países oregiones del mundo, sin controlar los centros económicos delmundo? ¿Es un régimen político y una forma de distribución,o está obligado a desarrollar una nueva cultura diferente,opuesta y más humana que la del capitalismo? ¿Por su histo-ria no está incluido también en el fracaso de las ideas y lasprácticas modernas que se propusieron perfeccionar a las so-ciedades y las personas?

Es imprescindible entrar a fondo a esos cuestionamientos,por una razón muy práctica: el socialismo va a emerger otravez como propuesta para este mundo, y eso lo hará avanzarcomo promesa y volver a presentarse como política y comoprofecía. Pero no le será posible intentarlo sin saldar sus pro-pias cuentas, sin radicalizar y transformar sus proyectos, sinrediscutir y hacer avanzar su teoría, sin partir de la situación

96 millones de indigentes. El año pasado la prensa de Brasil publicóque entre 1990-2000 el Banco Mundial le prestó al país 10 000 millo-nes de dólares, y en ese mismo lapso le cobró 14 000 millones.

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real actual, sus datos desfavorables y favorables y sus ten-dencias, con el objetivo de cambiarla hasta su raíz. Este so-cialismo renovado necesitará, entre otras cosas, gran claridady compromiso con los tiempos pasado, presente y futuro, unagran audacia, ser atractivo y ganarse la conducción de la es-peranza. En síntesis, deberá crear la alternativa.

Con estos comentarios previos expreso el marco en quecoloco esta exposición sobre Cuba, un caso de construcciónsocial revolucionaria de alternativas en nuestra región, y agra-dezco la invitación que con tanta gentileza y tenacidad me hahecho el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Cien-cias y Humanidades, para volver a participar en su prestigio-so programa sobre el mundo actual que coordina el Dr.Saxe-Fernández, convite que me brinda la oportunidad decompartir con ustedes en esta Casa de estudios que me es tanentrañable.

I. Cuba: la dimensión actual y las dimensiones históricas

Los juicios al uso acerca de Cuba suelen mostrar mejor a losque opinan que a ella misma. Las cargas ideológicas tan fuer-tes de la cuestión y la falta de conocimiento establecido indu-cen entonces a la utilización de palabras fuertes para denotara Cuba contemporánea. Como comunista, dictadura, totalita-rismo; o como sociedad más justa, esperanza, utopía. Llevanal uso de expresiones tímidas, como democracia, o mal in-tencionadas, como derechos humanos. Dejémoslas en sus-penso, para ir en busca de Cuba misma.

Utilizaré una caracterización previa, con el fin de ayudar ala comprensión de lo que expongo a continuación, pero tam-bién para adelantar mis puntos de partida intelectuales y miposición. Cuba actual es un complejo, compuesto por la so-

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ciedad en transición socialista resultante de la revolución ydel período transcurrido hasta 1990, más la gran tensión de laprimera mitad de la década entre la crisis, la afirmación delrégimen y la resistencia popular, más las transformaciones ypermanencias del país desde fines de los años 80 hasta hoy.Un complejo, porque no se reduce a una sucesión temporal,ni a una mezcla; es en sí una realidad específica, y es el teatrode una transición.

Tanto por la naturaleza de la materia en análisis comopor razón de método, necesito fijar ciertos elementos histó-ricos. El evento más importante de la segunda mitad delsiglo XX, la revolución socialista de liberación nacional des-encadenada entre 1959 y los años 60, operó una gigantescatransformación súbita del país. Sin embargo, hasta el mástrascendental acontecimiento sólo actúa sobre un mundo pre-vio, que es su materia y provee sus condicionamientos. Deboser muy esquemático, o más bien alusivo, al situar aquí esaCuba previa, solamente para servir a los propósitos de nues-tro tema.

Sociedad colonial americana durante cuatro siglos, Cuba fuecentro militar, de comunicaciones y de servicios para el impe-rio español —y ganadera a escala local y de la región—;pero desde el último tercio del siglo XVIII tuvo un descomunalauge económico exportador de azúcar y café para el mercadomundial, decisivo para multiplicar siete veces la poblaciónentre 1791 y 1895. Entraron un millón de esclavos y más decien mil chinos, sirvientes contratados; después entró otromillón de inmigrantes hasta la tercera década del siglo XX, lamayoría españoles, pero también de Haití y Jamaica. Ellos ysus mezclas fueron la base de la actual composición racial delos cubanos. Primera exportadora de azúcar del mundo —elcafé salió de la escena hacia 1850—, y a pesar del aumentosostenido de la demanda, el proteccionismo y la remolacha

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europeos y el auge de las refinerías norteamericanas obliga-ron a Cuba entre 1850-1870 a pasar al predominio del azúcarcrudo y a depender casi totalmente del mercado de EstadosUnidos. Se impuso la dependencia de las políticas del com-prador, y en tecnología y alimentos. Se fue formando unaneocolonia en un país colonial, cuyos nexos principales denegocios no eran con su metrópoli. Aumentar la monoexpor-tación sin cesar y explotar al máximo al trabajo y el mediofueron las dos tácticas priorizadas ante las diferentes coyun-turas, hasta 1914-1925, última gran fase de expansión azuca-rera, ahora con una enorme inversión directa norteamericana.

La exportación de azúcar que había deformado la estructu-ra del país se estancó por baja demanda y caída de los preciosdesde antes de la gran crisis mundial. La inmigración cesó,hasta hoy. Después de la crisis se renovó la relaciónneocolonial: se consolidó la dependencia económica de Cubaen equipos, alimentos e insumos norteamericanos con tarifasmuy reducidas, a cambio de ser abastecedora de azúcar a pre-cios preferenciales en cuotas fijadas por Estados Unidos. Laproducción se estancó, y se basó en intensa explotación in-dustrial, bajos costos agrícolas, superexplotación y miseriarural. El desempleo estructural y cíclico se entronizó; en 1953sumaba un 35% de la fuerza laboral. Los intentos de indus-trialización dependiente y diversificación de mercados y pro-ducciones obtuvieron muy pobres resultados en tres décadas,a pesar de cierta reanimación de la inversión norteamericanaen la última década.2

2 La situación económica llegó a ser bien conocida en la época. Ver,por ejemplo, tres autores diversos: Julián Alienes Urosa (Caracterís-ticas fundamentales de la economía cubana, 1950), Julio Le Riverend(Historia económica de Cuba, 1952) y Raúl Cepero Bonilla (Escritoseconómicos, 1946-1958).

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Bajo el primer gran impacto modernizador de hace 200años predominó la economía dineraria y hubo grandes revo-luciones desde la tecnología y la gestión empresarial hasta elconsumo material y espiritual. El poder económico era ejer-cido por criollos. Ellos explotaron sin tasa y aplastaron a lafuerza de trabajo esclava, promovieron la división de la so-ciedad en castas y el racismo, privilegiaron su gran negociocon esclavos, se asociaron al poder colonial —primero congran autonomía, después con fuerte subordinación— y seopusieron siempre a la independencia. Sectores intermediosy humildes desataron una primera revolución independentistay abolicionista (1868-1878) que no triunfó, pero abrió paso aun régimen colonial postrero con reformas, partidos y ciertalegalidad política y de prensa, y sobre todo puso las bases dela identidad y el nacionalismo cubanos. La esclavitud termi-nó y se generalizaron las relaciones capitalistas; el férreo con-trol burgués sobre la tierra continuó y se amplió en el sigloXX, como condición del sistema exportador, bloqueando avan-ces a la producción libre, a la autosuficiencia alimentaria y elmercado doméstico.

La clase dominante volvió a ser antinacional ante una nue-va revolución, de liberación nacional, convocada por JoséMartí. Por ella el pueblo de Cuba se sacrificó masivamenteen una guerra total (1895-1898) que creó a los cubanos, gol-peó al racismo y las castas, cerró a Estados Unidos la posibi-lidad de anexarse a Cuba, unificó el territorio, construyóciudadanía, exigió una república con instituciones democrá-ticas y proveyó visiones del futuro del país. Como en todo elmundo colonial, otra vez lo internacional pesó duramente.Estados Unidos hizo una fácil guerra a España en 1898, ocu-pó el país e impuso un régimen de semiprotectorado que durómás de 30 años y unas relaciones neocoloniales que agobia-ron a Cuba hasta 1959. La burguesía cubana se subordinó y

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se alió a Estados Unidos, pero no hubo ningún sector ni par-tido anexionista en ese período. La burguesía no pudo apro-piarse de los símbolos revolucionarios ni del nacionalismopopular; para ejercer el poder tuvo que reconocer logros de larevolución, pactar con un personal político procedente de ellay asumir una república con tendencias democráticas.

País de profundas contradicciones, Cuba colonial habíatenido más desarrollo material e integración que una parte delas repúblicas latinoamericanas. Ahora fue una república convoto universal de varones y un dinámico sistema político,una compleja sociedad civil, divorcio, crecimiento económi-co, a la vez que una neocolonia con liberalismo económico yconservatismo social. Pero también hubo inconformidades,sindicatos, anarquismo, ideología mambisa,3 una nueva con-ciencia cívica, antimperialismo, luchas contra el autoritaris-mo, que desembocaron en la tercera revolución (1930-1935).Ella amplió y profundizó el acumulado cultural, trayendo másdemocratismo, nacionalismo radical e ideas socialistas. En elperíodo que siguió, grandes partidos modernos interclasistas,un Estado con atribuciones sobre la economía y al parecerequilibrador entre las clases sociales, una hegemonía muyrenovada, reconocían los acuerdos postrevolucionarios y tra-taban de excluir un nuevo estallido. Sin duda, en Cuba de1952 había más sistema y conciencia políticas que indepen-dencia y dinamismo económicos.

La revolución de los años 50-60 y sus resultados fueron unvuelco inconcebible previamente para el acumulado cultural3 Mambí se llamaba a los insurrectos cubanos del siglo XIX. La ideolo-

gía mambisa era nacionalista popular y exaltaba la gesta armada comoorigen de la nación; era democrática, de tendencia antirracista, dejusticia social y anticlerical; veía la república como frustración delideal revolucionario por los políticos venales y el intervencionismode EEUU.

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cubano de 1952. Así sucede con toda gran revolución. Peroal examinarla hoy como alternativa es necesario tener en cuen-ta —sería igual para cualquier otro caso— los puntos de par-tida desde los cuales actuó, los rasgos que le permitieronavanzar más o la frenaron, las permanencias o largas dura-ciones que fueron o no superadas y sus modos de ser en lanueva situación, además de los nuevas realidades y obstácu-los creados.

II. La alternativa revolucionaria de liberación

He investigado y escrito sobre este proceso durante gran par-te de mi vida, pero no pretendo hacer aquí ni siquiera unasíntesis. Solamente apuntaré algunas cuestiones de las tresprimeras décadas que me parecen fundamentales para nues-tro tema, antes de pasar a la etapa más cercana de la últimadocena de años.

En Cuba el origen estuvo en una insurrección nacional con-tra una dictadura, que desde su triunfo en 1959 se profundizómuy rápidamente hasta convertirse en una revolución socialsumamente radical. En un mismo acto, ella liquidó el aparatorepresivo del sistema, abatió todo el orden vigente en Cuba yrompió los lazos neocoloniales con los Estados Unidos. Elgobierno derribado era ilegítimo, pero la revolución hizo desa-parecer y sumió en el desprecio a todas las formas políticasprecedentes. Se implantó un régimen político nuevo en el paísy en América, que buscó sus fundamentos de derecho en elpropio hecho revolucionario y en ideas muy radicales proce-dentes de la tradición nacional popular y de luchas por la jus-ticia social, y asumió el ideal socialista. El nuevo régimenfue capaz de conducir y exacerbar el profundo nacionalismocubano en una dirección socialista de liberación nacional yantimperialista.

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Toda revolución verdadera hace retroceder los límites delo posible; la revolución cubana lo hizo hasta grados inima-ginables. El capitalismo cubano, el poder de los Estados Uni-dos y la geopolítica fueron negados. La lógica de loscomportamientos humanos y sociales se alteró brusca y pro-fundamente; la actividad desatada de la revolución puso aprueba lo normal, lo justo, lo esperable y lo imposible segúnlos conocimientos establecidos, los saberes e incluso el sen-tido común: los que no pasaron la prueba fueron denunciadosu olvidados.

Los cambios trascendentales que sucedieron tuvieron comoagentes a: un poder revolucionario muy cohesionado y au-daz, que partió de la conciencia política y de ideales socialesalcanzada por el país y tuvo una enorme capacidad de con-ducción; y una actividad incesante en la ejecución de las trans-formaciones y defensa del nuevo régimen de una parte enormede la población —la mayoría en los momentos culminantes—,que se hizo consciente del proceso que vivía y asumió suproyecto, y se organizó y sistematizó en un tiempo breve. Laconjunción muy prolongada en el tiempo del poder revolu-cionario y el espíritu libertario están en la base de la alterna-tiva cubana. Comprender eso es imprescindible para todoslos análisis que se hagan de los hechos económicos, políti-cos, ideológicos de la revolución, de las diversas dimensio-nes de lo social y lo individual, y también para comprendersu estabilidad y permanencia.

La clase de los propietarios de las empresas industriales,comerciales y agrícolas grandes y medianas, desapareció; losbanqueros y los demás elementos ligados al modo de pro-ducción capitalista neocolonial, desaparecieron. La mayoríade ellos y sus constelaciones cercanas emigraron, y de losintermediarios, los políticos y otros beneficiarios del siste-ma; también emigró una parte de los profesionales y técni-

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cos, y otras personas de sectores medios y bajos de la socie-dad. Pero muy amplios grupos calificados, empleados y desectores medios, junto a la mayoría de los elementos de lasclases y grupos populares, se integraron a las tareas econó-micas, sociales y políticas de la revolución con gran dedica-ción y entusiasmo. La disciplina laboral del viejo orden seextinguió, pero el complejo de motivaciones y obligacionesimplementados por el nuevo poder no ocupó totalmente elespacio que aquella dejó vacío. El desbarajuste que ocasionaa una economía transformaciones tan radicales de sus objeti-vos, medios, organización y nexos, cambios sociales e indi-viduales tan profundos y desgarradores, el aprendizajeprecipitado de tantos nuevos roles y técnicas, la carencia decuadros, las urgencias simultáneas en tantos terrenos, presi-dieron la formación de las nuevas relaciones e institucionessociales. Eso no fue un paseo, sino un trayecto agónico,4 peroprodujo una nueva formación económica y social, una nuevaconciencia y un nuevo país.

Los problemas de la política y la economía ni siquiera hu-bieran podido plantearse bien —no ya resolver alguno— sinesa actividad revolucionaria. Hay una rica historia de bús-quedas, pruebas, grandes decisiones, muy duros aprendiza-jes, formación de organizaciones, reelaboración de relacionesy vínculos y creación de muchos otros nuevos, que incluyeerrores y desatinos. Pero al quinto año (1963) se llegó al ple-

4 «Ahora pasan los medios de producción a poder del pueblo, pero elpueblo sigue siendo aquel mismo pueblo que ayer increpaba al pa-trón y maldecía su trabajo. Las condiciones de trabajo en muchoscasos no han cambiado.» «En estos países no se ha producido todavíauna educación completa para el trabajo social [...] al individuo, actorde ese extraño y apasionante drama que es la construcción del socia-lismo» (Ernesto Che Guevara, 1964, 1965).

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no empleo, se restablecieron nexos básicos como el de la ciu-dad y el campo, funcionaban las instituciones económicas yse discutían públicamente los problemas fundamentales deun desarrollo autónomo del país, de las prácticas y los princi-pios del sistema económico y del papel de la economía en unpaís en transición socialista. Para llegar a logros tan notablesresultaron principales tres rasgos: a) la política revoluciona-ria tomó el mando sobre la economía, que pasó a ser com-prendida y medida por su capacidad para servir a lasatisfacción de las necesidades de las mayorías y los nuevosplanes y proyectos; b) fue liquidado todo obstáculo puesto aesos fines, lo que acabó con la propiedad privada capitalistay con el respeto a ella, un sentimiento que es tan arraigado; c)la participación popular directa a un grado masivo y bastanteorganizado en los eventos económicos, trascendentales o co-tidianos, y la conciencia extendida de que el socialismo noera una donación desde el poder sino una creación y un dere-cho de todos.

Eso permitió al nuevo orden sobrevivir y fortalecerse pro-gresivamente, imponer una economía muy diferente y co-menzar a funcionar con ella de manera eficaz y rápida, contarcon una cohesión nacional activa para todas las políticaseconómicas, y dotar a Cuba de alta capacidad de desafío yde negociación externa.5 Se reconocieron los recursos delpaís desde otra óptica de clase, se pasó a aprovecharlos másy mejor, desde las tierras baldías hasta el control biológico

5 Entre cientos de libros dedicados a la Cuba de esos años, cito a dos delos internacionalistas que dejaron sus vivencias y reflexiones de estaetapa de revolución en la economía, el mexicano Juan F. Noyola: Laeconomía cubana en los primeros años de la revolución y otros ensa-yos, Siglo XXI, México DF, 1978; y Edward Boorstein: La transfor-mación económica de Cuba, Ed. Nuestro Tiempo, México DF, 1968.

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de las plagas,6 y se comenzó a planificar su utilización. Nohubo una simple reforma agraria sino una revolución de lavida, la situación social y la participación real de la pobla-ción rural, y nuevas relaciones e instituciones económicas,sociales y políticas en el campo, un proceso basado en unanueva actitud hacia el medio rural por parte del poder cen-tral, los órganos de la revolución y la conciencia nacional.La administración y gestión estatales con honestidad gene-ralizada y tendencias planificadoras fue la base para ponerla economía al servicio de las necesidades de la gente y deun ambicioso proyecto nacional de desarrollo. Cada vez quela práctica lo exigió, se pusieron en duda o rechazaron creen-cias previas —la industrialización como camino al desarro-llo—, o influencias recientes —la cooperativa como formafundamental de propiedad rural—, aunque ellas fueran de-fendidas por las ideas dominantes en Europa oriental.

Se estableció un pacto social muy sólido basado en la ma-yor y más sistemática redistribución de la riqueza social yapertura de oportunidades de que tengo noticia. Ese pacto yel consenso alrededor de un proyecto nacional trascendentequedaron hasta hoy en la base del poder político y de su legi-timidad. Ese poder elaboró sus estructuras y planes a largoplazo con sentido de permanencia, y sin tendencia alguna a laformación de un sistema de partidos políticos alternantes enel gobierno, o a crear mecanismos de institucionalización deldisenso.

Se arraigaron rasgos de democratización de la vida socialque en gran parte se hicieron permanentes y hasta se tornaroncostumbres. Entre ellos están la firme tendencia a la igualdadreal de oportunidades y derechos de los individuos y de di-

6 Ver Richard Levins: «La lucha por una agricultura ecológica en Cuba»,en Ecología Política núm. 2, Icaria, Barcelona, 1990.

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versos grupos humanos —incluidos los de bajos ingresos, bajaescolaridad, las mujeres y los no blancos— y la protección alos niños, ancianos y personas con capacidades diferentes; lapacificación de la existencia personal y familiar; la pérdidadel prestigio de la propiedad privada y del mantenimiento delorden por el orden; la moderación en el ejercicio de la autori-dad, tan importante cuando el arbitrio tiene un gran espacio;el hábito de los ciudadanos de reclamar sus derechos o justi-cia, y el hecho de contar con canales diversos para ello; fuer-tes órganos de poder local.

El profundo desprecio al régimen previo a 1959, tanto ensus formas autoritarias como en las democráticas, contrastacon la altísima valoración de la unidad política lograda; en eldiscurso político ella ha sido ligada a la defensa de la nacióny el socialismo. A escala de la población la unidad es unainstancia muy fuerte de identificación entre el régimen polí-tico y la nación. Por otra parte, las inculpaciones que pinta-ban a Cuba de antidemocrática por parte de acusadorestotalmente descalificados en esa materia, han provocado re-pudio general. Se hizo habitual relacionar «democracia» conhipocresía, mentira y engaño, reaccionar defensivamente anteel tema e incluso subestimarlo; el saldo de la ideología socia-lista que estaba en boga favorecía esa posición. De esto re-sultó un evidente perjuicio para el aprovechamiento deaspectos prácticos y experiencias positivas de democracia, ypara la estimación de sus valores conceptuales.

El proceso encontró sus límites en muchos terrenos. A pesarde formidables esfuerzos, autoconfianza y estrategias propias,fue imposible superar la estructura primarioexportadora basa-da en azúcar crudo, tabaco, níquel, pesca, aunque desde la pri-mera década mejoró la posición del país en cuanto a educación,salud y formación técnica de su población, inversión de recur-sos en el desarrollo, crecimiento —a veces notable— en secto-

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res, ramas y empresas basados en decisiones y planes de ver-dadero interés nacional, infraestructura y capacidad negocia-dora externa. Después de logros muy sensibles enmodernización agropecuaria, se abandonó la meta de la auto-suficiencia alimentaria. Cuba no dispuso de los medios preci-sos para aprovechar sus recursos naturales. Pese a la calidad desus proyectos, lo obtenido en industrialización resultó muy in-suficiente en aspectos nodales, aunque registró avances nota-bles. A los efectos terribles y conocidos del bloqueonorteamericano se sumaron las desventajas muy duras en lasrelaciones económicas internacionales que son típicas para lospaíses «subdesarrollados» en el sistema mundial capitalista.

La dimensión internacional —una constante crucial parapaíses como Cuba— adquirió nuevos contenidos. La oposi-ción radical de los Estados Unidos ha sido y es sistemática.7

Desde 1960 inició un bloqueo económico sin guerra declara-da que está en el centro de sus agresiones y obstrucciones a laeconomía cubana, con perjuicio además de los intereses y lasoberanía de terceros países.8 Los gobiernos norteamerica-

7 En los documentos de las dos Demandas del pueblo de Cuba al go-bierno de Estados Unidos, una por daños humanos y otra por dañoseconómicos, interpuestas ante tribunales cubanos en mayo de 1999 ymarzo del 2000, se expone muy amplia y detalladamente una agre-sión que dura más de 40 años. La primera relaciona, entre otros deli-tos, acciones criminales que provocaron 3 478 muertes y dejaron 2099 incapacitados; la segunda detalla los efectos económicos del blo-queo y de acciones subversivas, terroristas, de sabotaje y guerra bio-lógica, evaluando los daños en 121 093.2 millones de dólares.

La ley norteamericana que permite ventas de alimentos y medici-nas a Cuba, de octubre del 2000, «realmente no hace mucho», reco-noció el propio Clinton; en realidad refuerza el bloqueo.

8 En el plano de las relaciones interestatales esa política ha generadoprotestas y denuncias —entre otros— de México y Canadá, sus

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nos utilizan ese bloqueo dentro de una estrategia de múlti-ples vías dirigida a lograr un cambio de régimen en Cuba,que tiene una historia de más de cuatro décadas —la violen-cia fue central en los primeros años— y una diversidad deactores, circunstancias y condicionamientos. Sus razones másgenerales están en: la incapacidad de aceptar la pérdida de larelación de dominio y de los intereses neocoloniales que leocasionó la revolución; el temor a que el ejemplo cubanocontagiara a los otros países de América Latina, reforzadopor la muy activa política cubana en la región, favorable acambios pro autonomía o revolución; las vicisitudes, debili-dades, corrupción y pugnas internas de su propio sistemapolítico; el rígido marco de principios de la estrategia cubanaen cuanto a posibles negociaciones —a mi juicio acertado—;y la percepción de que Cuba era sumamente peligrosa por laalianza que mantuvo con la URSS. Los motivos profundosestadounidenses resultan más claros para todos desde que ter-minó la «guerra fría».9 Aunque nunca ha logrado realizar susobjetivos más ambiciosos, Estados Unidos condiciona siem-pre a gran parte de la actividad internacional cubana e influyeen aspectos muy sensibles de la vida económica, social ypolítica interna.

comiembros en el TLC, de los gobiernos de la América Latina, elCaribe y Europa, del CARICOM y la Unión Europea. La AsambleaGeneral de la ONU ha votado, en todos los períodos de sesiones de1992 al 2000, Resoluciones que llaman a poner fin al bloqueo deEstados Unidos contra Cuba; las votaciones son abrumadoras.

9 Una información interesante acerca de las relaciones entre ambos paí-ses durante el año 2000 puede verse en «Cuba-EE.UU.: ni tan lejos nitan cerca». En IPS: Resumen Político Anual, La Habana,Corresponsalía IPS, pp. 5-12.

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Desde 1960-62, la relación con la URSS se volvió básicapara la economía y la defensa de Cuba, ante el cuadro agudode expulsión brusca de sus relaciones internacionales, blo-queo, agresiones armadas, terrorismo, cierre de mercados dearmas y aislamiento a que fue sometida. La Crisis de Octubrede 1962 mostró de manera dramática los límites de aquellaalianza. En los años 60 Cuba y la URSS se alejaron cada vezmás ideológica y políticamente, en la medida en que el socia-lismo cubano era más consecuente y profundo. La herejíacubana era un polo atractivo para los nuevos revolucionariosy las protestas populares en América Latina, conmovía en lospaíses centrales del capitalismo y llegaba hasta África. Loque sucedía en un pequeño punto de América requería a lasideas, las personas, los movimientos y los Estados ser másradicales en el enfrentamiento al imperialismo y a los pro-pios defectos e insuficiencias. Cuba hacía una propuesta so-cialista más humana y revolucionaria. La alternativa cubanaalcanzó entonces su cénit.

Pero no pudo constituirse un campo de países liberados oautónomos en América Latina,10 ni Cuba pudo realizar su es-trategia de desarrollo económico socialista acelerado. Enton-ces se impuso una retirada parcial respecto al proyecto de losaños 60, y en ese marco las relaciones económicas y políticas

10 Al contrario, en el curso de la nueva fase de integración más subordi-nada e íntima al capitalismo mundial que había comenzado en la re-gión, la represión a las protestas y rebeldías y la meta de tener manoslibres para las relaciones de dominación y las políticas económicasemergentes apelaron a regímenes autoritarios en gran parte del conti-nente. La ejecución de ese proyecto fue orientada y asistida por Esta-dos Unidos y respaldada por los sectores más «modernos» de lasburguesías. Entonces la ideología opuesta a la revolución cubana ha-blaba mucho más de «seguridad nacional» —supuesto objetivo deregímenes que apelaron hasta al genocidio— que de democracia.

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con la URSS se volvieron mayores y más profundas. Cubaingresó en el CAME (1972), aumentó mucho la proporciónde algunos países de ese grupo en sus relaciones económicasexternas y sacrificó gran parte de su estrategia a cambio deseguridad en cuanto a intercambios sistemáticos, capacidadnegociadora y una alianza política. La agresión económicapermanente de Estados Unidos reforzó esa necesidad; la muymodesta distensión de 1977-78 desapareció desde 1979, cuan-do Centroamérica pudo contar con el internacionalismo cu-bano. El sistema, la práctica y la ideología económica cubanasfueron influidas cada vez más por aquella relación y por elllamado socialismo real, pese a tener las partes realidades tandisímiles. Eso comprometió el tipo de crecimiento de la eco-nomía y afectó negativamente a la dirección económica, laeficiencia de los actores, el papel de la actividad económicaen las transformaciones socialistas de los individuos, las ins-tituciones y la sociedad como un todo, y al proyecto nacionalde desarrollo económico socialista.

No se ha hecho un balance de la compleja historia de 30años de relaciones Cuba-URSS, y no pretendo adelantarloaquí. Comento al menos que la relación con la URSS signifi-có para Cuba contar con aportes muy valiosos para lasobrevivencia, la satisfacción de necesidades sociales, el fun-cionamiento de la economía, la defensa, la formación de téc-nicos y algunos otros rubros. La relación ayudó a aminorarlos efectos nocivos de la agresión norteamericana y de la con-dición «subdesarrollada», pero era imposible que fuera unfactor favorable al desarrollo sostenido y autónomo de Cuba.Además, pesó demasiado en las acciones y opciones cubanasy generó un conjunto de dependencias e influencias de saldonegativo. De todos modos, es interesante para el tema de lasalternativas el hecho de que, a pesar de todo, Cuba mantuvo

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sus especificidades, y no siguió fatalmente un curso análogoal de Europa oriental.

Sus relaciones con las dos mayores potencias mundialesmarcaron gran parte de las actitudes hacia Cuba desde el res-to del mundo, incluidos los juicios sobre su sistema político.Sin embargo, en todo el período ha existido un cuadro muyrico de relaciones autónomas entre este país y multitud depersonas, medios e instituciones en el mundo. Para ello hansido decisivos la enorme resonancia de la revolución y de suslogros sociales, la vocación de independencia, consecuencia,vigor y amplitud de su política internacional, defensora delos derechos de todos los pueblos a la autodeterminación, lasoberanía y otros, su pertenencia muy activa a institucionesgubernamentales multilaterales, su antimperialismo,latinoamericanismo y el cumplimiento ejemplar de princi-pios internacionalistas.

Desde inicios de los años 70 a la segunda mitad de los 80sucedió una larga etapa contradictoria, caracterizada por launiversalización efectiva de servicios sociales básicos comolos de salud, educación y seguridad social, el logro de un«estado de bienestar» sin excluidos, un salto gigantesco enlos niveles de instrucción y técnico, un fuerte proceso deinstitucionalización y mayor peso de la legalidad en el siste-ma político y en la vida ciudadana (paso del predominio de larevolución como fuente de derecho al de la llamada legalidadsocialista), mayor democratización de los poderes locales, uninternacionalismo muy activo. Pero esa segunda etapa delproceso estuvo marcada también por numerosos atributosnegativos, reforzados o impulsados por la relación con laURSS ya referida: una fortísima burocratización, deteriorode las ideas y los comportamientos socialistas, las deforma-ciones aludidas de la economía y sus funciones sociales en latransición socialista, emergencia de intereses, privilegios y

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ventajas de grupos, clientelismo, tecnocratismo,mercantilismo, descontrol e ineficiencia. La formalización dela vida pública facilitó que crecieran el vaciamiento del dis-curso político, la simulación, el oportunismo, la indiferenciay las frustraciones. La unidad, la disciplina y la cultura polí-tica cubanas acumuladas desde el inicio de la revolución de-ben ser muy tenidas en cuenta al analizar cómo pudieroncombinarse elementos tan disímiles y hasta opuestos sin quese perdiera el carácter y lo esencial del proceso, ni este desa-pareciera al chocar con una nueva situación muy crítica.

III. Hacer la revolución, crear riquezas con la conciencia

No es retórico afirmar que Cuba se convirtió en una alterna-tiva hace 42 años, y más aún hace cuarenta, cuando enfrentócon éxito la agresión imperialista, el bloqueo económico y laexclusión de la OEA mediante la victoria de Playa Girón y elarmamento general de la población, la revolución agraria y lacampaña de alfabetización. Y en medio de tremendas con-vulsiones sociales y esfuerzos gigantescos consumó la na-cionalización de los medios de producción, de la banca y dela educación, como base para que el pueblo desatado y supoder tomaran posesión de sus vidas, su país y su destino.

Cuando se estableció la alternativa cubana comenzaban losaños 60, pero nadie lo sabía todavía. El imperialismo aún nohabía completado su geografía económica, aunque su econo-mía crecía y se centralizaba con celeridad; el «primer» mun-do fue retado desde adentro por los que exigían cambios, y suorden de postguerra sufrió varias derrotas y fuertes pérdidasde prestigio. Estados Unidos sufrió años de graves crisis in-ternas, intervino en Viet Nam y se empantanó, hasta ser ven-cido en 1975 por la decisión vietnamita. Una Europa cadavez más rica, pero insatisfecha, dejó al fin de dar lecciones a

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todos, y produjo el emblemático 68. Era un mundo en que laURSS salía al cosmos y a los mares del mundo, pero a lointerno se reorganizaba de manera conservadora, entre ajus-tes modernizantes; en que el control que había ejercido ennombre del socialismo europeo fue desafiado por una nuevaizquierda y por el maoísmo, y el movimiento comunista per-dió cohesión. Y un mundo «tercero» que se autoidentificó,vivió la descolonización y las tensiones de adecuación o re-beldía frente a la generalización del neocolonialismo, e in-ventó el no alineamiento. Un mundo en que sucedía la segundaola de revoluciones e ideas anticapitalistas del siglo XX, olacentrada en otros continentes y no en Europa como la prime-ra, con fuertes efectos sobre los temas principales y el am-biente cultural de las protestas sociales y políticas, y sobre elanticapitalismo. En el Lejano Oriente, China Popular era unpolo atractivo y un poder; Viet Nam daba el ejemplo moral ymodificaba la correlación de fuerzas internacional. Desde susrealidades tan diferentes y específicas, en África y AméricaLatina había insurgencias, que en nuestra región parecíanconducir a revoluciones radicales y coordinaciones posibles.

Si la revolución cubana pudo enfrentar con éxito sus tre-mendos escollos, oposiciones, insuficiencias y condicionantesdesfavorables, y aprovechar las favorables, fue solamente por-que estuvo caracterizada permanentemente por la actuación:

a) en el terreno interno, que es siempre el principal, contodos los atributos conocidos, basándose en desarrollar suspropias fuerzas y en avanzar audazmente, guiada por princi-pios inalterables de revolución popular anticapitalista y deíntima relación entre poder y bases, y con una enorme flexi-bilidad táctica;

b) en lo externo, por ser realmente internacionalista yantimperialista, y mantener ambos rasgos definitorios duran-te su transición socialista.

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El primer resultado que quiero destacar es la autonomíaobtenida por Cuba, en grados impensables si se atiende a lageopolítica de entonces o a las elaboraciones más recientessobre los límites de la soberanía, y a las creencias más exten-didas en la actualidad acerca de lo posible para los países dela llamada periferia del sistema. Estas tienen dos corolariosbásicos: los «países pobres» carecen de posibilidades nego-ciadoras que reduzcan su indefensión («asimetría») frente alos «países ricos»; al final nada puede oponerse al arbitrio delas grandes potencias. A pesar de sufrir una historia de gra-ves dificultades y diferentes tipos de recortes, lo esencial deesa autonomía cubana se ha sostenido bastante bien durantetodo el período histórico al que nos referimos, hasta hoy.

Otros resultados fueron los colosales avances aludidos, unproceso interno muy radical de decisiones en cuanto a lasopciones entre proyectos de cambio más o menos profundos,mayor calidad de la política y de su relación con la moral, ydesarrollos de las personas que no hubieran sido ni siquierapensables. El país dio un gran ejemplo de lo que es obligato-rio y posible para un poder y una sociedad en transición so-cialista, multiplicó sus esfuerzos cuando tuvo más personascalificadas y recursos, y se labró un inmenso prestigio. Esaestrategia acertada le permitió que la sobrevivencia fuera labase de su ambicioso proyecto socialista —en vez de aban-donar el proyecto para sobrevivir—, elaborar y mantener po-líticas propias, hacer contribuciones a un arco de movimientosy posiciones enfrentados al dominio capitalista o colonial/neocolonial en el mundo, tener una gran fuerza moral en susrelaciones internacionales, incluidas las negociaciones y re-laciones con la URSS y algunos aliados de esta, y sostenercolaboraciones con países diversos.

Al calificar a esa actuación revolucionaria quiero destacarsolamente otro de sus rasgos: avanzar con creatividad. Cuba

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sufrió las acusaciones de voluntarismo y subjetivismo quefueron usuales en la tradición de izquierda, hasta estos últi-mos años en que el economicismo más burdo es la banderaideológica del gran capital, y sus formas elaboradas han ane-gado los territorios de la ciencia y el pensamiento sociales.La creación de nuevas realidades y la apertura de oportunida-des no soñadas a partir de la praxis revolucionaria fueronconstatadas y se convirtieron en saberes. Pero el rápido au-mento de los conocimientos sociales y la exigencia deintencionalidad de la transición socialista llevaron a análisisde las decisiones a tomar y políticas a seguir que querían sercada vez más fundados. La experiencia cubana ha sido muyrica en avances audaces como actitud general ante los pro-blemas, pero ellos no han estado exentos de exámenes pre-vios. No había una guía, sin embargo, mucho más allá de losdatos de los problemas, porque estos eran en su mayoría nue-vos y porque la teoría de la revolución estaba atascada y eratergiversada. La creatividad resultó obligada y la originali-dad inevitable. Aforismos como los del título de este acápite—y otros como «construcción paralela del socialismo y elcomunismo» o «que la sociedad se convierta en una gigan-tesca escuela»— expresan en su concreción la aparición deun trabajo intelectual y un cuerpo de pensamiento nuevos.

Toda alternativa que pretenda ser viable deberá tener esascaracterísticas, y siempre encontrará obstáculos formidablesen el material intelectual acumulado por su propio campo,tanto por su forzosa adecuación previa a la hegemonía capi-talista como por los modos como ha formulado hasta ahí suidentidad y estrategias de resistencia. En el proceso cubanosucedió así,11 dando lugar a una lucha de ideas interna que

11 Ernesto Guevara invita en una polémica famosa a «no desconfiar de-masiado de nuestras fuerzas y capacidades»: «¿Por qué pensar que lo

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forma parte importante de su construcción social, pero quedebo abstenerme de tratar aquí.

En la fase de los años 70-80, en que hubo tantos perjuiciospara las iniciativas, la concientización, las actividades públi-cas y la dinámica general del proceso, a pesar de todo el pa-pel de la actuación calificada que hemos referido no cesó.Eso contribuyó a la generalización de logros y actitudes posi-tivas a la transición socialista, y fue decisivo cuando una nuevacoyuntura de cambios y crisis exigió fuerzas y decisiones.

IV. Presente y desafíos de la construcción social cubana

¿Qué significa Cuba hoy como construcción social alternati-va? No me es posible caracterizar aquí la situación mundialactual y las alternativas de actuación ante ella.12 Pero es im-prescindible tenerla en cuenta en todo momento cuando seanaliza un tema como este en cualquier país. Lo primero esque la existencia de Cuba socialista niega una exigencia bási-ca de la ideología dominante en el mundo actual: que es ne-cesario resignarse al dominio del capitalismo sobre la

que “es” en el período de transición, necesariamente “debe ser”?»(1964). Y en su Diario de Bolivia: «el significado del 26 de Julio: rebe-lión contra las oligarquías y contra los dogmas revolucionarios» (1967).

12 Lo he hecho en diferentes textos; ver por ej.: «Anticapitalismo y pro-blemas de la hegemonía», en F. Martínez: En el horno de los noven-ta, Eds. Barbarroja, Buenos Aires, 1999, pp. 160-166; «Una gigantescaguerra cultural. Capitalismo y subjetividad», en América Libre núm.16, Buenos Aires, abril 2000; y «Memoria y proyectos. Gramsci y elejercicio de pensar», en Gramsci en América. II Conferencia Inter-nacional de Estudios Gramscianos. Dora Kanoussi, Comp/edit., Uni-versidad Autónoma de Puebla, Int. Gramsci Society, Plaza y ValdésEds, México DF, 2000, pp. 143-162.

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existencia cotidiana, la organización social y la vida de lospaíses en todo el mundo. Cuba es un escándalo, y como talprovoca reacciones muy variadas.

Ante todo, Cuba vivió por segunda vez un corte brusco ysúbito de sus relaciones económicas principales, sólo 30 añosdespués del primero —corte que provocó una crisis econó-mica profundísima y un gran deterioro de la calidad de lavida—, y logró sobrevivir a él. Cuba no se sumó a la cadenade «caídas del socialismo». Y eso en la coyuntura del fin deuna abarcadora y larga bipolaridad, y de un formidable des-prestigio mundial del socialismo. Empleó esfuerzos gigan-tescos y sistemáticos a lo largo de los años 90 para que esasobrevivencia se convirtiera en la viabilidad de su régimen, yya es aceptado por medios muy diferentes que ese objetivo seha logrado.13 Les recuerdo mi advertencia inicial de que Cubaactual es un complejo compuesto por su acumulación socialrevolucionaria, los elementos de la crisis de los noventa y sustransformaciones y permanencias en curso. La continuidadde su tipo socialista de organización social es lo dominanteen sus expresiones políticas y en el balance que pueda hacer-se de su sociedad. Pero también decía que esa realidad espe-cífica es el teatro de una transición. Escojo ciertos rasgos suyosque me parecen muy importantes para esta fase final, siem-pre dentro del tema que nos convoca.

Cuba demostró ser una alternativa viable sin aplicar frentea su crisis políticas económicas como las que se exigen en elmundo actual, y salió adelante sin perjudicar a la vida de lasmayorías, al revés de lo que se ha vuelto usual. Su Estadosiguió siendo muy fuerte e intervencionista en muy alto gra-

13 En un reciente informe de investigación de CEPAL se afirma: «Cubaha registrado avances económicos significativos en los últimos cincoaños y comienza a acoplarse a la nueva dinámica mundial.»

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do en la economía, lo contrario de lo que se exige. Desde1995 hasta hoy su economía ha venido recuperándose a rit-mo paulatino pero sostenido, y gana en eficiencia a pesar delos enormes cambios que ha debido ejecutar.14 Una primerarazón básica de ese éxito es que Cuba utiliza con eficacia susfuerzas propias. Su población tiene niveles generales y capa-cidades útiles que en muchos aspectos son realmente nota-bles y están bien consolidados; la economía posee apreciablesniveles de reproducción, control, diversificación y otros ras-gos positivos; la infraestructura tiene desarrollo; el sistemade servicios sociales está entre los más avanzados del mun-do, y ha resistido bastante el deterioro producido por la cri-sis; la paz social y política favorecen mucho la actividadeconómica; el Estado y las estructuras de poder en general semuestran capaces en la realización de sus tareas.

14 La evolución del producto interno bruto real, para 1993=100, fueestimada por la Oficina Nacional de Estadísticas de Cuba en:1995=103,2, 1996=111,2, 1998=115,6, 1999= 122,8 y 2000=130,2(La Habana, 2000). El pronóstico fue superado por el crecimientoreal del 2000, un 5,6%; la productividad del trabajo creció 4,6% (In-formes de Osvaldo Martínez, Presidente de la Comisión de AsuntosEconómicos, y José Luis Rodríguez, Ministro de Economía y Planifi-cación, ante la Asamblea Nacional del Poder Popular. Granma, LaHabana, 22-12-2000, p. 4, y 23-12-2000, p. 4). Pero Rodríguez acla-ra que con ello se logra llegar sólo al 85% del PIB de 1989, aunquecon «una economía más eficiente y que asegura un desarrollocualitativamente superior». Para un cuestionamiento de las compara-ciones directas de los datos económicos de 1974-1991 con los de losaños anteriores y siguientes, ver F. Martínez: «Desconexión,reinserción y socialismo en Cuba», en Cuadernos de Nuestra Améri-ca no. 20, La Habana, jul. – dic. de 1993, pp. 46 - 64.

La inversión de fuente interna en el 2000 (3 100 millones de dóla-res) fue más del doble que la de 1995, y 16% más que en 1999. Laefectividad de la inversión creció 5,8%.

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Resulta extraordinaria la combinación de capacidad en laactividad económica, flexibilidad y ejercicio de controles se-veros, que se aprecia con sólo mencionar algunos asuntos dela última década. El turismo, que casi no existía, aportó en1998 el 50% del total de ingresos por exportaciones de bie-nes y servicios y ya es una rama consolidada y dinámica. Laazucarera se desplomó desde 1993, pero no colapsó ni expul-só a su enorme masa de trabajadores; se recuperó hasta cua-tro millones de TM en 2000, es cada vez más eficiente y buscasu diversificación. El níquel ha multiplicado su importancia,y registra una sólida expansión productiva (72 000 TM en2000) y comercial (vende a más de treinta países), alta efi-ciencia, provechosa asociación con capital extranjero y reno-vación tecnológica. El sector energético es un caso ejemplar:el holding estatal Cubapetróleo aprovechó el enorme conoci-miento acumulado y en plena crisis continuó la expansiónproductiva y estableció empresas mixtas con compañías devarios países; pasó de 0,8 millones de TM en 1991 a 3,3 en el2000, y ahora aprovecha el gas asociado al petróleo. El 70%de la electricidad se produce con crudo nacional; en el 2001se prevee alcanzar el 90%, y una producción de cuatro millo-nes de TM de petróleo y gas.

Junto a una reorientación radical del comercio exterior sehan realizado innumerables gestiones y negocios en el sectorexterno. En lo interno, el país con mayor porcentaje de tierraestatal del mundo entregó en usufructo gratuito la mayor par-te de las granjas estatales a sus colectivos de trabajadores,con sus equipos y rebaños (1993); un reparto singular quetornó cooperativistas a una multitud de trabajadores. Se esta-bleció la circulación legal del dólar junto al peso cubano(1993), medida audaz para un régimen rigurosamenteantimperialista, que franqueó una gran captación de divisasmediante las remesas de emigrantes a sus familiares en Cuba

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y una red comercial estatal; el peso se revalorizó hasta arribara 21 por dólar. Un país con 94,4% de empleo estatal en 1988abrió cauce legal al trabajo por cuenta propia, que mantienecierta amplitud, aunque dentro de normas restrictivas.

A pesar de todos los elementos positivos aludidos, Cuba nopudo evitar encontrarse en una situación muy difícil, a partirde los límites de su desarrollo, referidos en el acápite II, y deldoble efecto de la aguda crisis que sufrió en los años 90 y elagravamiento de la posición de la mayoría de los países frenteal altísimo grado de centralización del sistema capitalista mun-dial y la naturaleza de su forma dominante transnacional y pa-rasitaria actual. Cuba es muy vulnerable en sus relacioneseconómicas internacionales, por los intercambios desiguales yescaso control sobre las condiciones en que se efectúan, lo queeterniza su crónico desbalance comercial, por la indefensiónfrente al movimiento de las finanzas y su alto endeudamientoexterno. Las fuentes de financiamiento externo le están veda-das en general, o resultan muy difíciles y onerosas. Si el paísno naufraga en ese piélago tan adverso es precisamente por lasfuerzas que saca de su régimen social.

Por otra parte, el crecimiento de las desigualdades socialesha sido una consecuencia de la situación y las medidas adop-tadas, lo cual es grave porque afecta la esencia igualitaria encuanto a redistribución de riqueza y oportunidades del siste-ma de transición socialista cubano. La desigualdad principales por el ingreso y el acceso a consumos. Es más irritanteporque está asociada a la doble moneda; no se dispone dedólares por realizar el trabajo más complejo o tener actitudesindividuales acreedoras al mayor reconocimiento de la socie-dad. Se obtienen sobre todo de actividades relacionadas conla economía mixta, con el turismo, con algo aleatorio comoes recibir remesas, y con una amplia gama de actos que vandesde los ofrecimientos privados de servicios y productos

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hasta el enriquecimiento de intermediarios y negocios ilega-les, en las dos monedas. Los precios informales en monedacubana son demasiado altos para los ingresos personales yfamiliares de la mayoría. La corrupción —ese demonio de lafalsa moral pública actual del capitalismo— debía ser anali-zada en sus funciones sociales en cada caso concreto. En laCuba actual desempeña un sordo papel.

Alrededor de la nueva situación se integran grupos privile-giados, y en su entorno se van formando constelaciones socia-les. Lo cierto es que todavía son de procedencia realmentevariada, y carecen de toda legitimidad que acompañe a su ca-pacidad adquisitiva, pero la cultura política nacional es sufi-cientemente alta para que muchos infieran que esos grupospodrían llegar a ser más exclusivos, integrarse más y desarro-llar autoidentificaciones y proyectos. Un efecto sumamentenocivo de esta realidad social es que erosiona seriamente lasmotivaciones y los valores socialistas, generando un desarmeideológico desde la vida cotidiana, sutil, ajeno a la virulencia ylas definiciones de los enfrentamientos políticos, pero a la lar-ga más peligroso que estos para la vigencia del socialismo.

La cultura socialista es sostenida muy vigorosamente porla política social del régimen. La reasignación de recursos através del presupuesto central del Estado es un mecanismoque redistribuye el ingreso a favor de los servicios, sectoresestatales y el interés de la sociedad, y mantiene la confianzaen el objetivo de las medidas económicas. Ofrezco algunosdatos del 2000. El desempleo ha sido evitado y combatido;de un 8.1% de la PEA en 1995 bajó hasta 5,5%. El ingresomedio del trabajador fue de 359 pesos, alza vinculada al au-mento del salario medio (7,3%), y a estimulaciones variadasque reciben entre un tercio y más de la mitad del total deasalariados: pagos por producción, divisas, alimentos, ropa yzapatos, otros artículos. El Estado subsidió productos

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normados al consumidor por 755 millones de pesos, y estáaumentando en alguna medida su oferta de alimentos en losmercados «liberados», a precios más bajos que el sector pri-vado. La alimentación total percápita se estimó en 2585kilocalorías y 68 gramos de proteínas. Hubo aumentos en di-versos servicios, y se enfrenta el gran deterioro sufrido porsus infraestructuras. Aun así, los informes oficiales calificande discreto el avance en las condiciones de vida de la pobla-ción. La seguridad social atendió a 1 400 000 personas (12%de la población); se da cuidado diferencial a los de bajas pen-siones y otros menos favorecidos, mediante asistencia social.El monto y la proporción respecto al total en los gastos públi-cos correspondiente a salud, educación y seguridad social hacrecido durante toda la década anterior, hasta hoy.15

La cultura política de los cubanos es decisiva. Anoto sólodos rasgos suyos, aunque muy relevantes. El primero, la acti-tud ante los objetivos del trabajo y la relación indirecta entresus resultados y las retribuciones, que caracterizan a la tran-sición socialista —tan diferentes a lo que es normal en elcapitalismo—, siguen manifestándose en la abnegación conque masas enormes de trabajadores y técnicos dieron y dancontinuidad a la producción y los servicios, en condicionesnuevas en que aquellos fines del trabajo y retribuciones so-

15 La situación social de Cuba sigue siendo excepcional en AméricaLatina, según fuentes de organismos internacionales, como puedeverse en dos informes recientes: el del Laboratorio Latinoamericanode Evaluación de Calidad en Educación, a los Ministros de Educa-ción de América Latina en la VII Reunión Intergubernamental delPROMEDLAC: Cuba ocupa el primer lugar en la región, con índicesdos veces superiores a la media regional (Cochabamba, marzo del2001); y uno de riesgo de salud sexual y reproductiva: Cuba tiene lamenor tasa de la región (Population Action International: Investiga-ción en 133 países).

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cialistas se debilitan y oscurecen, y se refuerzan la retribu-ción directa y el egoísmo. El segundo, la peculiar relacióncon el consumo creada por la revolución que forma parte dela cultura cubana contemporánea, ha podido resistir la tre-menda ofensiva de una década de cambios e influencias queen gran medida favorecen modificaciones en las necesidadesy deseos, y también la adopción de representaciones y rela-ciones capitalistas. A pesar del deterioro que registra, aquellarelación con el consumo sigue siendo un valor socialista, yun factor decisivo para la estrategia y el desempeño econó-micos del país desde el ángulo del apoyo o rechazo de la po-blación, cuando en un caso como el cubano la disposiciónfavorable de la mayoría es indispensable.

La acumulación revolucionaria previa fue decisiva en losaños de crisis aguda, y conserva un papel principal pese a lasmodificaciones de la situación. El fenómeno político masivofundamental de los años 90 fue el predominio de la cohesión,la disciplina y la actividad social en apoyo a la manera devivir que se había construido en las tres décadas previas, laque se expresa no sólo en las instituciones y la legislaciónsino también en conciencia social, costumbres, representa-ciones, que se despliegan en los diversos espacios públicos yprivados. Ese comportamiento social mayoritario ha sido laclave de la política del período. Entiendo que su motivaciónfundamental a escala más general de la sociedad descansa entres saberes: a) la unidad entre los cubanos es vital para en-frentar todas las cuestiones cruciales que se vienen presen-tando desde fines de los años 80; b) el régimen político vigentese dedica a sostener activamente la manera de vivir que larevolución y la transición socialista construyeron, defiendeeficazmente la soberanía nacional y controla la economíanacional; y c) un retorno al capitalismo en Cuba significaríapara la mayoría de los cubanos un desastre, en pérdida de

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derechos sociales y calidad de la vida, en explotación del tra-bajo, pobreza y humillaciones, y en soberanía popular.

La actuación social consciente le ha dado al sistema ungrado muy alto de autonomía política. El poder político hautilizado esa autonomía para conducir al país a través de lassituaciones de todos estos años, manteniendo bajo su estrictocontrol variables fundamentales. Ellas son un sector econó-mico estatal mayoritario, que incluye la banca, las comunica-ciones y el comercio exterior —un bloque aún mayor si sesuman las cooperativas rurales creadas en 1993—; la econo-mía mixta y privada, sujetas a un control muy abarcador; unaenorme capacidad negociadora exterior; la ejemplar políticasocial; el sistema político, los medios de comunicación, laeducación y otros campos de la producción espiritual. El des-gaste del discurso político era ya notable desde antes de 1989,y los años más críticos sin duda deterioraron en cierta medi-da la credibilidad y la aceptación del régimen. Sin embargo,este nunca se deslegitimó, y la firmeza y eficiencia de su ac-tuación le permitieron recuperar terreno. La administraciónpública y el mantenimiento del orden se basan en el consen-so, y no en la represión. El mismo poder político que garanti-za todos los cambios y las medidas tan diversas de la transiciónes claramente percibido como defensor del socialismo y lasoberanía. Hoy es el eje de la situación cubana, y a la vezdepositario de las esperanzas de la mayoría.

La formación social cubana actual es transicional en dossentidos: a) es de transición socialista, porque reproduce lascondiciones económicas y políticas que dan continuidad aese régimen, y este es la base de la forma de gobierno; b) estáen un proceso de reinserción limitada en el sistema de econo-mía mundial controlado por el capitalismo, de tal modo quehasta ahora maneja todas sus variables favorables para man-tener el control, tomar decisiones y reasignar recursos; es decir,

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para seguir siendo de transición socialista en vez de estar rea-lizando una integración progresiva al capitalismo mundial.Sus principales cartas son su tipo de relación entre el podereconómico y el poder político, y el consenso mayoritario conque cuenta. Una y otra —aunque con diferencias entre sí—basan su legitimidad en la revolución sucedida y en el régi-men de transición socialista, y no en la reinserción en curso.Eso proporciona una enorme fuerza al régimen vigente. Pero,para un futuro no precisado, es una grave interrogante si sepodrá o no evitar: a) la contaminación de actores o beneficia-rios de las relaciones económicas no socialistas y sus conste-laciones sociales del deseo de participar en la forma capitalistade vida que ven o se imaginan, y que esa influencia se extien-da sobre otras capas de la sociedad; b) que la transición so-cialista vaya perdiendo lentamente su carácter dominantefrente a la atracción de las relaciones de tipo capitalista, tantoeconómicas como de todo su complejo cultural, y el régimensea permeado y ganado para la integración al capitalismomundial, con sus especificidades nacionales.

Si ese es el problema principal, entonces las tensiones ypugnas fundamentales no se dan hoy en los terrenos de laeconomía o la política, sino en el ideológico, o más exacta-mente, en un terreno cultural en que las ideologías están in-cluidas. Es obvio que en esa pugna las influencias externascumplen papeles mucho mayores del lado capitalista que dellado socialista, lo cual tiene consecuencias muy diversas. Demanera muy particular, Cuba también participa en la actualguerra cultural mundial.

La reabsorción de Cuba por el capitalismo exigiría actosde voluntad para los cuales no existen hoy legitimidad algu-na, coyuntura favorable ni fuerzas sociales suficientes. Esehecho, y el alto grado de control efectivo que posee, brindanal régimen cubano todo un período a su favor. Es preciso

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aprovecharlo, actuando acertadamente. Vuelve a resultar de-cisiva la actuación calificada, para hacer que una tendencia yno otra salga triunfante. Esta actuación no puede limitarse arepetir lo que en otro tiempo fue eficaz, porque el medio y lasvariables que inciden actualmente son diferentes: tiene queser una actuación creativa, original. La transición socialistaestá obligada a basarse en la intencionalidad de la construc-ción social y el uso cada vez más y mejor planeado de losmedios y las ideas con que cuenta; y basarse en la participa-ción democrática cada vez mayor de la población, porque ellaes la fuerza fundamental del régimen y su motivación y sueficiencia dependen de que se involucre realmente en unaconstrucción social tan radicalmente nueva y diferente. Elcubano ha recorrido todo el camino «moderno» de la indivi-dualización, y ha aprendido a crear y ampliar vínculos de so-lidaridad para enfrentar y superar a la modernidad mercantilcapitalista. Si la extraordinaria cultura política de los cuba-nos se moviliza y ejerce su discernimiento y su acción frentea los problemas y peligros reales de hoy, si se utilizan susideas, opiniones, iniciativas y esfuerzos, esa cultura será de-cisiva para desarrollar a las personas y las instituciones ensentido socialista.

El apoliticismo y el pensamiento y los sentimientos con-servadores han registrado avances en Cuba en estos últimosaños. Pero no se han generalizado; estamos en medio de unaintensa batalla de valores. Es necesario derrotar las creenciasacerca de las relaciones y representaciones capitalistas comoalgo dado, de origen externo, que resulta inevitable aceptar.E impedir que se convierta en algo «natural» para los cuba-nos la existencia de desigualdades sociales y jerarquías debi-das al poder del dinero. Se está dirimiendo también la cuestióncrucial del vínculo o la disociación entre lo cubano y el so-cialismo, después que estuvieron unidos en la identidad na-

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cional durante décadas. Esta y el nacionalismo incluyeron ensu núcleo a la justicia social, lo que los enriqueció decisiva-mente y significó un aporte muy valioso de Cuba al pensa-miento y las luchas por la liberación en el llamado TercerMundo. Las reelaboraciones del problema deben constituirun aspecto central de la cultura cubana actual.

Cuba descubre el vigor y complejidad de sus diversidadessociales —antiguas o emergentes— con sentimientosdiscordes; es comprensible porque la revolución destrozó lossentidos de la sujeción de la sociedad al poder de la repúblicaburguesa neocolonial, cambió la vida social y levantó su pro-pio sistema de relaciones e instituciones sociedad-poder ysociedad-Estado. La crisis de los 90 y las desigualdades so-ciales recientes tienen mucho que ver en todo esto, pero seríaabsurdo reducir a ellas la cuestión, o creer que una diversidadsocial activa expresa la debilidad del Estado. Ese error parti-cipa de la funesta confusión entre el Estado y el socialismoque tanto daño hizo a las experiencias del siglo XX. La diver-sidad social en movimiento es una gran riqueza del país y unpotencial de renovación de todos los aspectos de la vida so-cial, que puede fortalecer mucho al socialismo, si sus ideales,actividades y organizaciones sienten que el socialismo es suvehículo, y si los órganos y la cultura socialista son capacesde hegemonizarla.

Cuba socialista es una alternativa latinoamericana al capi-talismo, que existe y muestra con sus logros y realidades quees posible vivir de otra manera más humana, y que los paísespueden ser otra cosa que lugares de contrastes inaceptables,frustraciones e iniquidades. Cuba necesita seguir siendo unaalternativa, como consecuencia de mantener el sistema so-cial y la estrategia que le permite conservar su manera devivir, su soberanía nacional y su autonomía en el mundo ac-tual. Los escollos y tareas que tiene ante sí no puede

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enfrentarlos un país capitalista dependiente, sea pequeño ogrande. Pero no le bastará persistir. Ante las opciones y losproblemas de hoy y los que vendrán, acertará si avanza en elcamino del socialismo, en vez de retroceder. Entre esos avan-ces estarán la multiplicación de los participantes sistemáti-cos en el control y las decisiones sobre la economía, la políticay la reproducción de las ideas, y la elaboración de un proyec-to socialista más avanzado, integrador, complejo, capaz yparticipativo que los que han existido. Estará la continuaciónde la estrategia económica a base de la premisa de que suprimer objetivo es el bienestar de la población, del aprove-chamiento racional de los recursos y de lograr aumentos deeficiencia, pero también de autonomía, en su inserción inter-nacional. Estará poner en primer plano la batalla por el pre-dominio de los vínculos de solidaridad sobre los egoístas eindividualistas, y hacer que las libertades y el interés socialse complementen.

No temo concluir este texto con esa entrada en el territoriodel deber ser, ni pretendo asomarme a la crítica epistemológicade la ciencia social. Me limito a afirmar que el conocimientosocial no es ajeno —ni de modo intrínseco ni en sus condi-ciones de producción— a los valores y a las posiciones anteun orden social o un proyecto dado, y ante los conflictos so-ciales implicados. Al tomar como tema la alternativa socia-lista cubana parto de un compromiso vital con ella; alanalizarla verifico que está viva, y que es un extraordinariolaboratorio social.

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NOTAS SOBRE SOCIEDAD Y CULTURADESDE LA CUBA ACTUAL*

I

Después de medio milenio de historia escrita y con ciudades,podemos constatar que Cuba ha recorrido un camino muyintenso y en algunos sentidos asombroso. Durante la mayorparte de ese largo intervalo ha sido afectada por la forma fun-damental de mundialización del capitalismo, que es el colo-nialismo y el neocolonialismo. En el curso de sus sucesivasintegraciones al sistema internacional, las formaciones eco-nómicas registraron etapas de dinamismos extraordinarios, alos cuales debió el país muchos de sus rasgos principales,aunque los sistemas económicos resultantes de aquellas inte-graciones subordinadas explotaron muy duramente a las fuer-zas de trabajo, exigieron sistemas sociales opresivos y nofueron capaces de asegurar autorreproducciones económicassuficientes. El interés económico y las etapas del capitalismoen los países centrales del sistema, y las relaciones entre laspotencias, han afectado siempre a Cuba, y nos han influidomucho sus modos de vida, su pensamiento, sus culturas.

* «Notas sobre sociedad y cultura desde la Cuba actual». Política &Trabalho. Revista de Ciencias Sociais num. 16, Programa dePostgraduacion en Sociología, Universidad Federal de Paraiba, Bra-sil, set. 2000.

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Otra característica de la historia cubana —a diferencia denumerosas sociedades— es la intensidad y la sucesión decuatro revoluciones, formas extremas de la actuación socialen busca de cambios significativos, en un período histórica-mente breve. Esas revoluciones tuvieron como vehículo prin-cipal acciones populares colectivas muy intensas yabarcadoras, y como resultado profundos cambios en los in-dividuos, las relaciones sociales y las instituciones.

No puedo tener en cuenta en estas notas a ese ámbito tanabarcador que acabo apenas de esbozar, y que es, sin embar-go, tan atinente a mi tema. Todos aquellos rasgos, más lapaulatina sedimentación de atributos culturales propios y asi-milados, de condensaciones, mezclas y subordinaciones deformas culturales en su interior —ese melting pot que es ge-neral en la formación de las naciones—, configuran las acu-mulaciones culturales que contiene Cuba, esenciales a la horade inquirir por o de valorar a los eventos y los procesos de lacoyuntura.

La cuarta revolución comenzó como una insurrección con-tra un gobierno ilegítimo, y triunfó hace 40 años. Ha sido elprincipal hecho cultural de la segunda mitad del siglo en Cuba.Ella implicó los cambios sociales súbitos más trascendenta-les desde los que en el siglo XVI iniciaron aquella historiaescrita. No voy a repetir aquí los análisis y valoraciones quehe hecho en numerosos textos acerca de esos cambios, y engeneral acerca del proceso de la revolución y de la situaciónactual, sus nexos con la historia cubana, y sobre el contenidoy la historia de las ideas en el período. En esos trabajos tam-bién he tenido en cuenta los enfrentamientos y relaciones in-ternacionales: las actuaciones de los Estados Unidos y algunospaíses de América Latina, las ideas y las luchas populares enesta región, los regímenes establecidos en la URSS y otrospaíses en nombre del socialismo y los movimientos comu-

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nistas en el mundo, los países de capitalismo desarrollado ylas fuerzas e ideas diversas que existen.

Sólo quiero apuntar aquí tres cuestiones que son constan-tes en mis hipótesis de investigación y en mis ensayos sobreel tema, porque las necesito como contextos intelectuales dela reflexión. Primera: califico a la revolución de socialista deliberación nacional, porque sólo pudo triunfar y desarrollar-se combinando íntimamente la lucha de clases anticapitalistay la de liberación nacional. Esto afectó el contenido de lonacional en Cuba, y le dio determinadas características a sutipo de socialismo (Martínez Heredia, 1991; 1995). Segun-da: no utilizo los conceptos de «construcción del socialis-mo», «socialismo pleno», etc., porque no creo en su capacidadni fertilidad para la comprensión de los procesos reales. Paralos regímenes fundados en poderes anticapitalistas y proyec-tos comunistas trabajo con conceptos como el de transiciónsocialista, que se refiere a lo que son y a lo que deben seresas sociedades basadas en una intencionalidad y en las queresultan indispensables determinados cambios culturales(Martínez Heredia, 1990). Tercera: «el problema de las rela-ciones entre el poder y el proyecto es el más trascendentepara todo el que intenta llevar la realización práctica de larevolución contra el capitalismo hasta sus últimas consecuen-cias (Martínez Heredia, 1989; 1990; 1997; 1997 a).

Hablo desde una coyuntura, como sucede siempre. A ini-cios de 1999 situaba así la nuestra en la época contemporánea:

«El mundo cambiaba cuando sucedió la Revolución cuba-na, aunque sólo adquirió ese sentido para nosotros como pue-blo cuando hicimos aquí el gran cambio revolucionario. Sihay una expresión breve para decirlo es “los 60”. Ahora sepercibe, se dice o se piensa que el mundo cambia otra vez,pero sin que casi nadie se alegre. Claro que todo el mundo—o casi— está viviendo los cambios y se dispone a vivirlos,

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pero las actitudes se parecen mucho a la resignación o al másestrecho pragmatismo. El mundo de estos cambios no parecehecho de la materia que luego abuelos orgullosos les conta-rán a nietos admirados. Yo los vivo, nosotros los vivimos,desde el mar de experiencias y la gran cultura política de loscubanos, desde el inmenso cambio cultural que sucedió enCuba. Poder decir “nosotros” es un logro maravilloso en elmundo actual, en que la cultura que se promueve es la de laindiferencia ante la suerte de los demás, la cultura de la frag-mentación, del miedo y de la resignación.

»Frente al gran capitalismo mundial somos “nosotros”. Perono somos ciegos ni sordos; no lo soy. Ahora mismo, en nues-tro país, en nuestras casas, en nuestras mentes y sentimien-tos, estamos envueltos en una descomunal pugna de valores.La cultura socialista, la de la solidaridad entre las gentes y elpoder redistribuidor justiciero de las riquezas sociales se batemuy arduamente en todos los terrenos. Audacias y pruden-cias, aciertos y errores, mezquindades y heroísmos, trabajosy afanes de lucro, orgullos y desconsuelos, suceden todos enun país que tiene más posibilidades de salir adelante comosociedad justa en busca de felicidad que la mayoría de lospaíses del mundo. Pero a la vez suceden cerca del borde deun oscuro remolino.» (Martínez Heredia, 1999: 29-30)

La cultura plasmada en la Cuba contemporánea es el teatroprincipal de la intensa pugna de valores en curso, que influi-rá, quizás de manera decisiva, en el tipo de sociedad queemergerá de las duras tareas actuales de la sobrevivencia y lareestructuración de las relaciones económicas. Hoy se levan-tan otra vez las grandes preguntas, en torno a la identidadnacional y sus rasgos principales, a las identidades de gruposde la sociedad, su relación con la identidad nacional y con lasinstituciones; se pregunta otra vez qué es la nación, y qué hasido en los proyectos históricos. En realidad, todas las pre-

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guntas atañen al futuro, lo que evidencia tanto la vitalidad dela cultura cubana como la inquietud, incluso las angustias,del presente. Con el propósito de contribuir muy modesta-mente a un debate imprescindible, limitaré esta vez mis notasa una breve aproximación a tres cuestiones, caracterizadaspor las tensiones entre antiguos predominios y nuevas situa-ciones: el paso de la homogeneidad a los avances de la hete-rogeneidad; el paso de la politización a la profesionalización;y el crecimiento de la religiosidad.

II

Las revoluciones son instancias de unificación social, y lacubana lo fue en un grado altísimo. La causa principal estuvoen la gran efectividad lograda en su ataque radical a los siste-mas de explotación, marginación, subordinación y humilla-ción que existían en Cuba. La expropiación general de loscapitalistas y la pérdida del respeto a la propiedad privada, ladesposesión radical de otros elementos de control económi-co, político e ideológico que sufrieron los antiguos dominan-tes, eliminaron gran parte de las diferencias sociales, atenuaronotras y ocultaron a las demás. El igualitarismo no es —comose ha pretendido en tiempos recientes— un defecto de la po-lítica de esa época: es una de las expresiones ideológicas dela formidable igualación de oportunidades experimentada enla práctica por la mayoría de los cubanos, que llegó a conver-tirse en un rasgo cultural que ha persistido hasta hoy. Entreotras expresiones espirituales básicas de la sistematizaciónde las prácticas de la Revolución en este campo están la paci-ficación de la existencia de las personas y las familias, y lavaloración social de cada individuo por los méritos acepta-dos socialmente, méritos que llegaron a ser en su mayoría de

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corte socialista. Se alcanzó un gran peso de la actividad so-cial y política a la escala de las comunidades territoriales ylaborales, como ámbitos del ejercicio cívico y de la fraterni-dad humana. Las divisiones y dominaciones de clases y deotros grupos humanos retrocedieron tanto —aunque en gra-dos diferentes— que la representación de unificación de lasociedad fue sumamente compartida.

En un proceso tan fuerte y abarcador no se tienen muy encuenta las permanencias —que caracterizan, junto a los cam-bios, a todas las revoluciones—, si ellas se adaptan a las nue-vas condiciones. Al analizar desde hoy este primer problemade la homogeneidad alcanzada y los avances recientes de laheterogeneidad, es necesario pasar balance a la existencia ylas consecuencias de una historia interna de estos 40 años,tan poco tenida en cuenta o francamente olvidada. Distin-guir, entre las tareas del proceso, las civilizatorias y lasliberadoras,1 y las complejas relaciones que se dan entre am-bas; analizar los rasgos esenciales de las etapas sucesivas dela revolución en el poder; los alcances y los límites del proce-so transformador. Registrar entonces los logros y avances,pero también las detenciones, las deformaciones y los retro-cesos respecto al proyecto, sufridos en el curso de esas cuatrodécadas, y la emergencia de intereses particulares y de poderde nuevos grupos dentro de la sociedad. Es básico tener en

1 Las primeras tienden a satisfacer necesidades como vestido y alimen-tación, salud, empleo, vivienda, educación, estado de derecho, etc.Las segundas atañen a cambios profundos de las gentes, sus relacio-nes entre sí y con las cosas, dirigidos contra todas las dominaciones ya favor de la formación de individuos más plenos y más solidarios,organizados para que la sociedad sea cada vez más libre y más socia-lista. La división es difícil y los intersectos entre ambos tipos de ta-reas son muy fuertes.

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cuenta para todo lo anterior las relaciones y condicionamientosinternacionales de Cuba. Y recordar que cuando se precipitóla crisis de los años 90, la sociedad resultante de la revolu-ción ya tenía fijados caracteres favorables y negativos res-pecto a su proyecto socialista.

En los años 90 se han abierto paso fuertes diferenciacionessociales, relativas sobre todo al ingreso y al acceso a consu-mos. El pleno empleo que rigió durante 30 años, casi todoestatal, implicaba relaciones salariales para la gran mayoríade la población laboral, con una dispersión de ingreso peque-ña;2 hoy el ingreso y el consumo provienen de un complejode actividades estatales, privadas o cooperativas, o combina-ciones de ellas, donde la retribución y el status se handiversificado bastante. La población económicamente activaconfronta situaciones muy diferentes. Unos han visto des-cender su capacidad adquisitiva y nivel de vida pero mantie-nen su prestigio social, otros pueden recibir altos ingresospor productos o por servicios que prestan, pero no tienen unalto prestigio social; en medio hay toda una gama de situa-ciones. Hay capacidades personales, empleos y hasta víncu-los familiares que han cambiado de significación respecto alingreso, mientras otros se mantienen, o cambiaron sus mo-dos de operar. La variable regional, e incluso local, pesa mu-cho también en las diversidades. Dos monedas y una economíamixta, grandes replanteos de las oportunidades, los tipos deactividad, las relaciones y otras circunstancias, crean y des-

2 La revolución transformó la distribución del ingreso: en 1953, el 40%más pobre recibía el 6,5%, en 1986, recibía el 26%; el 10% más rico,en 1953 recibía el 38,8%, en 1986, el 20,1%. El PIB per cápita cuba-no creció el 3,1% anual entre 1960-85; en el resto de América Latinacreció al 1,8% en el mismo período. (Zimbalist y Brundenius, 1989:cap. X, tablas 10.2 y 10.6)

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pliegan nuevas constelaciones sociales. Los mecanismos deredistribución de la riqueza son hoy menos indirectos que enlas tres décadas anteriores.

Pero frente a esas realidades el sistema vigente mantieneel dominio en variables fundamentales: a) un enorme sectoreconómico estatal que funciona efectivamente como tal, y uncontrol firme y una gran capacidad negociadora en el resto dela economía; b) la excepcional política social que ha sido unode los rasgos definitorios del socialismo cubano y que está enla base de su sistema político; y c) su entidad como podersoberano y como polo moral y político de las esperanzas deuna mayoría que no quiere que desaparezca el tipo de socie-dad en que ha vivido. Varios éxitos principales marcan susaldo positivo. Superó la crisis de la primera mitad de los 90,sin permitir el desplome del orden y las instituciones, ni laruptura de la paz social ni la política: este es un gran logro.La economía se recupera lentamente y realiza su reinserciónen circuitos internacionales. Mantiene firmemente la sobera-nía nacional y su capacidad como interlocutor del principaladversario de esa soberanía, los Estados Unidos. El poderpolítico maneja con aptitud las transiciones, los elementosdiversos y las tendencias implicadas; es hoy la bisagra de lasituación. Todos esos éxitos han sido posibles por —y estáníntimamente ligados a— la capacidad del sistema de regir,darle cauces y alentar la resistencia del pueblo [...] el principalfenómeno político masivo de los años 90 es el predominio dela cohesión, la disciplina y la actividad social en apoyo a lamanera de vivir que ha regido más de tres décadas. Esto es, lodecisivo para la política ha sido ese comportamiento social, yno tanto las actividades políticas mismas. La mayoría de lapoblación expresa así, desde su conducta social, tanto su apo-yo a que continúen predominando relaciones socialistas, comolos rasgos actuales de sus representaciones del socialismo. La

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identificación política expresa con el proyecto socialista no esuna actitud tan generalizada como esa actuación social(Martínez Heredia, 1999 a).

La disociación de los factores sociales —que hubiera tenidofunestas consecuencias— pudo ser evitada, aun en momentostan duros como el verano de 1994. En la actualidad la integra-ción social es referida a la unidad nacional y la justicia social,aunque el discurso invoca mucho más a la primera. Se ha he-cho obvia la gran diversidad social que caracteriza a todas lascomunidades nacionales, que había sido muy amortiguada porla gran revolución social y bien articulada durante décadas porrealidades eficaces y por un proyecto trascendente. Numero-sas especificidades han aparecido o se han multiplicado, enmedio de los problemas cotidianos y para preocupación de al-gunos. Las distintas actividades económicas, las religiones, lasrazas, los niveles educacionales, las fraternidades, con su di-versidad de intereses, de consumos, de juicios y de preferen-cias, tejen un cuadro heterogéneo de los cubanos, y ocupanespacios en un medio que antes estaba muy institucionalizado,en tipos y vehículos de actividad orientados políticamente. Losresultados de mediciones y valoraciones de esas especificidades,y de su interiorización por los individuos y los grupos sociales,quizás sean incipientes y parciales, pero sin dudas ese es unode los procesos básicos en la sociedad cubana actual, y está entensión y contradicciones con otros aspectos del universo espi-ritual de los cubanos.

Llegamos así a una segunda cuestión en estas breves no-tas: la disminución de la politización de la vida. Decía que elcomportamiento social de la mayoría, de cohesión y apoyoactivo a la forma de sociedad en que ha vivido, ha sido deci-sivo para la política. Por lo demás, aumenta progresivamentela proporción de las actividades de los cubanos que no en-cuentran su sentido en lo político. La actividad «profesional»

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—los oficios, dedicaciones, carreras, técnicas, habilidades—se convierte en el centro del interés y las relaciones, de lasexpresiones y representaciones de una gran parte de la pobla-ción. Dos procesos coexistieron en una etapa prolongada: lasvivencias y la memoria aproximaban o incluso reunían lopúblico y lo privado, de modos que me permito llamar legíti-mos; se pretendió una politización muy formalizada y nor-mativa, invasiva de demasiados campos de la vida de laspersonas y la sociedad, y el discurso tenaz que la expresabase fue vaciando. Lo usual hoy es la distancia respecto a aqueldiscurso, y la distancia entre lo público y lo privado (MartínezHeredia, 1995 a; 1999 b). El alejamiento de lo político crece,en una población que tiene una alta cultura política.

En su lugar, los investigadores sociales constatan que elámbito familiar es el preferido a numerosos efectos individua-les, seguido por el de los amigos cercanos (Arés, 1998; Centrode Investigación de la cultura Juan Marinello, 1998; Hernándezy Romero, 1999; Alejandro y Socarrás, 1999).3 Durante unalarga etapa los proyectos personales fueron de alcances dilata-dos, y tenían relaciones bastante fuertes con los proyectos dela sociedad. Hoy se aprecia un notable recorte temporal de losproyectos, que muchas veces en realidad son sólo estrategiasde sobrevivencia o de ubicación más ventajosa, y también seadvierte una lejanía entre los proyectos individuales y los quese considerarían de mayor alcance social. La alta escolarizacióny los niveles profesionales, que fueron tan apreciados durantedécadas por las familias e individuos, y estuvieron tan articula-dos a lo social, han perdido peso en el interés y las expectativasde muchos. El auge de la atención a lo privado coincide con unaumento del peso de la sensibilidad, los pensamientos y las

3 Además de entrevistas realizadas por el autor.

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conductas de tipo tradicional. En 1994 señalé que una ola con-servadora se extendía entre nosotros;4 hoy no me parece posi-ble variar esa afirmación.

Sin embargo, no se trata de una carrera de lobos. Elemen-tos principales de la cultura predominante en Cuba operan encontra, o por lo menos no favorecen esa actitud que está tanextendida en la esfera privada y la vida cotidiana de otrassociedades. Desde el inicio de la revolución y durante un pe-ríodo muy prolongado, tanto el impacto libertario como eldel poder fueron muy opuestos al egoísmo, el individualismoy el afán de lucro, con los cambios consecuentes en la socie-dad y en las representaciones sociales que apunté al inicio deeste acápite. A pesar de los aspectos negativos procedentesde los límites que el proceso no pudo traspasar y de las defi-ciencias propias que fue desarrollando, el saldo del procesoque siguió ha sido favorable a convertir en costumbres losvínculos de solidaridad. Otras representaciones e ideas másantiguas o profundas que participaron en la creación de lacomunidad nacional y en sus correcciones y avances poste-riores contenían tendencias igualitarias y solidarias;5 ellas fue-ron asumidas, exacerbadas y exaltadas sin descanso por la

4 «...una reacción del campo espiritual que amenaza envolver a la pro-ducción cultural y a la vida cotidiana». (Martínez Heredia, 1995 b)

5 No es posible comprender a Cuba si el análisis olvida que este «paíssocialista» tiene su historia. Isla caribeña de importancia estratégica,una gran expansión económica basada en intensa explotaciónesclavista mercantil, colonialismo y racismo, formó un pueblo opri-mido en el siglo XIX, que combatió a muerte por la libertad —perso-nal, social y ciudadana—, y creó instituciones y representacionespolíticas muy modernas desde hace más de un siglo. Su enérgico na-cionalismo —y esta es otra diferencia con los de Europa— es de raízmuy popular, refiere sus prácticas simbólicas a guerras revoluciona-rias e incluye una fuerte aversión al poder de los Estados Unidos.

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revolución, y han servido para fortalecer sus prácticas sim-bólicas y la idea de socialismo. Otros componentes popula-res de la cultura nacional, que no han sido expresa osuficientemente atendidos ni resignificados en estos cuarentaaños, concurren o pudieran converger, sin embargo, a favorde tendencias anticapitalistas.

Paso a la tercera cuestión. Sin disminuir la importancia quetiene la creencia en trascendencias en la formación del sentidocomún de la mayoría de las personas, es indudable que la políti-ca ha sido la concreción ideal en forma de conciencia social másusual en Cuba desde hace algo más de un siglo. En Cuba, lahistoria de las relaciones entre religión y dominación social ycolonial —dos formas de dominación que es vital no confundirni reducir a una sola, aunque aparezcan juntas—, está atravesa-da por tres factores: el enorme peso demográfico en el siglo XIXde las etnias africanas, por la entrada masiva de esclavos, y laimportancia del componente de ese origen en la formación deuna etnia cubana, hasta hoy; el racismo antinegro moderno comouna necesidad de la dominación, desarrollado en el siglo XIX; eldeterioro del catolicismo, ideología y forma cultural religiosadominante en la colonia criollo-hispana de los siglos XVI-XVIII,durante la gran expansión que siguió, y sobre todo por suextranjerización y reducción a ideología de los «españoles deCuba», y a ser su Iglesia institución un brazo del colonialismo.

En el cuadro resultante, se estableció la influencia en lasociedad de la religiosidad, devociones y religiones de ori-gen africano, a pesar de la opresión ejercida sobre sus porta-dores originarios y la grande y duradera discriminaciónposterior. Ellas, las devociones católicas y el espiritismo hansido las formas principales de religiosidad popular. La pre-eminencia de lo político conllevó también un violento recha-zo a las instituciones e ideas eclesiásticas —y a las ideologíasde base o influencia religiosa—, asociado a las luchas e idea-

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les nacionalistas y de justicia social. La forja de una concien-cia nacional hacia fines del siglo XIX, la Revolución del 95 yel nuevo Estado republicano impusieron un laicismo bastan-te radical. La cultura determinada que se fijó como «culturanacional» no tenía buenas razones para estimar a la IglesiaCatólica, pero aún menos a las religiones de origen africano.La fe, la religiosidad y las religiones tienen en el período 1899-1958 una historia mucho más compleja que lo que podríasintetizar aquí —incluida la implantación de iglesias cristia-nas «protestantes»—, pero en lo concerniente a sus relacio-nes con lo político y con la mayoría de las institucionessociales, lo general fue que enfrentaran un riguroso laicismo.La Revolución del 30 y la reformulación de la hegemoníaburguesa neocolonial que le siguió mantuvieron la más níti-da separación entre política y religión.

La cuarta revolución asumió y reforzó ese rasgo, primeropor el malhadado enfrentamiento eclesiástico a la liberacióncubana en los años 60, los más candentes de acción yconcientización masivas, funesto error que quizás era inevi-table. Y también por la confluencia en la revolución de dosideologías promotoras de la secularización extrema: el radi-calismo de tradición occidental y la vertiente soviética delmarxismo. La imposición del llamado ateísmo científico enla segunda etapa del proceso iniciado en 1959 —la que co-menzó en los primeros años 70— constituyó un grave errorideológico y una dolorosa experiencia práctica para muchoscreyentes; la religión era vista como un rasgo oscurantista enfeliz trance de desaparición. Por otra parte, el sentido queasumían los cambios prácticos en la vida de las mayorías y elinmenso prestigio del conocimiento como instanciailuminadora de la vida, aportados a la sociedad por la obra dela revolución, erosionaron mucho el suelo de las creenciasreligiosas y aumentaron sensiblemente la presión social

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irreligiosa. Con aquella historia previa tan influyente y cir-cunstancias sociales de tanto peso, la irreligiosidad tuvo en laCuba de esa etapa un éxito enorme, cuando en muchos luga-res de Occidente el largo proceso de secularización estabaperdiendo fuerza, o incluso revirtiéndose. La influencia de laRevolución sandinista de 1979, y sobre todo el proceso polí-tico llamado «de rectificación de errores», iniciado por la di-rección del país en 1985-86, abrieron paso a cambios positivosen la política hacia los creyentes religiosos, institucionalizadospor el IV Congreso del Partido Comunista (1991) y por lareforma constitucional de 1992 (Gómez Treto, 1987; Alonso,1994).6

Es difícil relacionar los hechos expuestos con el notable ysostenido crecimiento de la religiosidad y las religiones en laCuba de la última década. ¿Cómo entenderlo, con una histo-ria como la cubana, un triunfo tan completo como el que tuvola ideología revolucionaria y el gigantesco proceso educacio-nal de los jóvenes desde posiciones ateístas que sucedió enlas décadas recientes? ¿Qué necesidades espirituales está ex-presando el gran boom de la religiosidad? Hoy son creyentesmuchos miles de jóvenes que no tuvieron experiencias reli-giosas cuando eran niños. Todas las religiones han crecido,tanto que ya son habituales los grandes grupos de personasen los lugares de culto y el uso de una parte del tiempo de notrabajo en ceremonias, reuniones o lecturas de contenido re-ligioso; numerosas palabras de ese ámbito resultan ahora co-rrientes en el habla común. En general este hecho novedosoes vivido socialmente con naturalidad, y ya va siendo acepta-

6 Para esa historia ver, entre otros: Documento final del EncuentroNacional Eclesial Cubano. Tipografía Don Bosco, Roma, 1986; y Lavoz de la Iglesia en Cuba (100 documentos episcopales). Obra Na-cional de la Buena Prensa, México DF, 1995.

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do en líneas generales por los poderes públicos. Las institu-ciones religiosas, que son muy diversas, reaccionan o actúancomo pueden frente a un hecho para el cual no estaban prepa-radas, aceptando o no las consecuencias, variando en susliturgias, su organización o el orden en que veían las cosas,actuando en terrenos que les eran insospechados. Hoy se ha-cen visibles muchas veces los aspectos no religiosos de esasinstituciones.

Frente a la perplejidad o el entusiasmo de unos, el dejarpasar de otros y algunos avances de los conocimientos socia-les, la fe religiosa y la pertenencia a religiones están ocupan-do un espacio significativo en la cultura cubana.7 ¿Tenderáese hecho a la permanencia? A los efectos de estas notas apun-to sólo algunas de sus relaciones con lo dicho hasta aquí, des-de el estado en que se encuentran mis análisis. Ante todo, elhecho religioso en la Cuba actual es un indicador vigoroso dela diversidad social; a la vez que se incorpora al avance de loheterogéneo, hasta ahora no parece respetar las líneas de di-ferenciación social tendidas por el ingreso y el consumo. Sinduda, el auge religioso actual forma parte de la disminuciónde la politización de la vida. La fe religiosa brinda un espacioprivilegiado a lo personal, y entre las instituciones socialesreivindica fuertemente a la familia. El converso reciente vivecon pasión sus experiencias y se siente miembro de una co-munidad de creyentes, en la cual intercambia afectos y buscaapoyo; él puede ver como crece una nueva entidad que esmás que cada uno de sus miembros. Ante las necesidades de

7 En los últimos años se ha publicado un número creciente de estudiosde asunto religioso. Sólo para ilustrar el hecho cito a la revista depensamiento socioteológico Caminos, del Centro Martin L. King deLa Habana, con catorce números publicados. Y a Temas núm. 4, deoct./dic. 1995.

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sentido común de una época de desgarramientos y de transi-ciones, ¿llegará a ser la religión entre nosotros uno de losdiscursos públicos de lo privado? ¿Encontrará fuerza en elpredominio que posee del material «espontáneo», diferente ala concientización? Las religiones brindan a sus adeptos, ade-más, un proyecto trascendente —algo tan necesario a las per-sonas y los grupos—, que es muy diferente a las prácticascotidianas y no parece relacionado con ellas.

Los fenómenos religiosos actuales no permanecen ajenosa la descomunal pugna de valores en curso que mencionéarriba. Las tradiciones intelectuales religiosas incluyen aproxi-maciones diversas, e incluso contradictorias, a los temas másagudos de esa pugna de valores; este elemento le presta sin-gular interés a las posiciones posibles desde la religiosidad.Aunque el discurso religioso se expresa por lo general almargen de las prácticas políticas, es inevitable relacionar conlo político al hecho religioso cubano actual y susimplicaciones. La religiosidad, las religiones, ¿formarán par-te de la ola conservadora a la que me refería, o podrán parti-cipar en una formulación renovada del proyecto socialistacubano? ¿Están marcadas por un inevitable peso ideológicoconservador, o pueden ayudar a mantener la conversión encostumbres de los vínculos de solidaridad?

Lo cierto es que la religiosidad y sus prácticas se ven in-fluidas por un gran número de factores y de tensiones. Lahistoria reciente —y la ignorancia del proceso histórico—pueden facilitar la impresión de que las prácticas y los idea-les religiosos son respuestas o resistencias al mundo «ofi-cial», que sería ateo, autoritario, o por lo menos la opciónque el religioso no escoge. El dinero y las crecientes relacio-nes promotoras del individualismo, el egoísmo y el afán delucro, son rechazables por la moral religiosa; pero existe una

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acumulación cultural religiosa —con sus variantes— quecontiene ambigüedades y campo para vivir las dicotomíasentre el «hombre económico», «el mundo» o «el siglo», porun lado, y la persona religiosa practicante por otro, de modofuncional a la hegemonía capitalista. En sentido contrario,las tradiciones religiosas contienen condenas al poder de losricos, a la opresión y a la vida regida por el interés mezquinoy el lucro, que han inspirado rebeldías y tienen formulacionesmorales y teológicas.8

El problema planteado arriba es demasiado serio paraaludirlo de pasada, y me parece que todavía no se ha desple-gado suficientemente. Me limito entonces a agregar la men-ción de tres signos que estimo positivos: el auge de lasreligiones de origen africano ataca a uno de los elementosque componen la cultura cubana: el racismo, que influye to-davía a pesar de los inmensos avances integradores de lasrevoluciones. En segundo lugar, el Papa fue muy bien recibi-do, pero enseguida fue olvidado, y su visita era también untest acerca de las posibilidades de perturbar al régimen desdela religión. Tercero, en determinados medios «protestantes»se hacen esfuerzos serios por participar, desde sus prácticas,su ética y su eclesiología, en la defensa de la sociedad solida-ria que ha existido y en la necesidad de reformularla a la altu-ra de los problemas actuales; esa actitud intenta superar lavieja relación protestante Iglesia-Estado.

8 América Latina es el sitio de origen y el campo privilegiado de desa-rrollo de la Teología de la Liberación, aporte intelectual extraordina-rio a una renovación religiosa que cuenta con innumerables referentesprácticos en movimientos sociales de la región. La influencia en Cubade esta renovación es indudable, pero por diversas razones ha estadoreducida a círculos exiguos.

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III

El esfuerzo hegemonista principal del gran capitalismo ac-tual está puesto en una guerra cultural mundial. Su objetivoes que todos aceptemos que la única manera posible de vidacotidiana es la que obedece las reglas del capitalismo, y queestas reglas constituyen el deber ser de la vida ciudadana.Sólo de ahí en adelante es que las diversidades son admiti-das, y hasta estimuladas en ciertos casos, para controlarlas ymanipularlas. No lo hace por capricho o simple maldad. Ensu fase actual, el capitalismo no puede evitar, por su natura-leza, excluir de sus procesos a gran parte de la población delmundo. No es la economía a secas la que no puede satisfacerni siquiera de manera elemental a miles de millones de per-sonas, ni puede evitar agredir gravemente al medio en quevivimos: es la economía capitalista dominante. Sin reformasque redistribuyan algo el ingreso, amplíen ciertas capas me-dias y brinden bases sociales al sistema, la lucha burguesapor mantener la hegemonía en un mundo de parias y de ini-quidades escandalosas tiene a la cultura por teatro principal.El gran capitalismo transnacional y parasitario centraliza elpoder y las decisiones a un grado nunca visto, vacía de senti-do a la política mientras exige el imperio de la democraciaformal, y ejerce controles casi totalitarios sobre la informa-ción y la formación de opinión pública; pretende imponer ensuma un sistema de homogeneización cultural omnipresente,que provea todos los consumos espirituales y desmonte todopotencial de protesta. «Neoliberalismo» o «globalización» sonpalabras de un lenguaje que limita el pensamiento a debatessecundarios o confusionistas respecto a lo esencial del siste-ma; este propone hoy, en lugar de las antiguas promesas, unacultura del miedo, la indiferencia, la fragmentación y la re-signación (Martínez Heredia 1997 a; 1997 b; 1998).

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Cuba también está inmersa en esa batalla mundial, con gra-ves debilidades pero con muchas cartas a su favor para de-fender la manera de vivir socialista desde la lucha cultural.Son reales los avances del conservatismo en nuestro país, delapoliticismo y de relaciones y representaciones ajenas al so-cialismo. Pero nada está decidido, estamos en medio de unaconfrontación. Ante todo, es necesario derrotar la sugerenciade aceptar la generalización de relaciones y representacionescapitalistas como un fenómeno de origen externo, que nos esajeno e inevitable. E impedir los avances de formas naciona-les de hacer «naturales» las diferencias sociales y lasjerarquizaciones a partir del poder del dinero. El fin de am-bos procesos sería —aunque no se tenga conciencia de ello—dar lugar a una transición al tipo de capitalismo que le corres-pondería a Cuba. Ellos no son tan fuertes en la actualidad,porque el sistema vigente mantiene su poder en las variablesfundamentales que describí arriba, y porque el fatalismo y elpoder del dinero carecen de legitimidad política, y hasta aho-ra carecen también de legitimidad social.

Pero se está arriesgando en la actualidad la disociación delo cubano y el socialismo. No será positivo aferrarse a unanación sin apellidos, porque ese tipo de nación resulta siem-pre a la postre un dominio burgués. Pienso que la diversidadsocial no es nuestra debilidad sino una fuente potencial derenovación de todos los aspectos de la vida social, si logra-mos darle sentido socialista a sus actividades, ideales y orga-nizaciones. Salir adelante implicará resolver exigencias claveen todos los campos de la vida social. Y habrá que cumplir,entre otros requisitos, los de no considerar como algo dado loque en realidad es un gran escenario en movimiento, abando-nar cierto número de certezas para reidentificar desde los va-lores hasta las instituciones, y sobre todo para recrear y crear,

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que a menos no se puede aspirar si se quiere ser pragmáticoen la lucha anticapitalista.

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EN EL HORNO DE LOS NOVENTAIDENTIDAD Y SOCIEDAD EN LA CUBA ACTUAL*

Esta década en su conjunto, y cada año de ella, registra enCuba una riqueza de movilidad y retornos, emergencias ypérdidas, permanencias y cambios, que el afán en que vivi-mos dificulta mucho analizar. En medio del ambiente inte-lectual y salpicando al universo simbólico del país, la palabranación ha multiplicado su presencia. Claro está que una delas razones de ese hecho es la desaparición de otras segurida-des que regían el mundo espiritual de los cubanos, y no poruna sustitución en el campo de las ideas dominantes sino porla emergencia de ingentes relaciones sociales diferentes a lasque primaban, y por la fuerza del campo cultural enlazado aellas. Nación estaría ligada entonces, según quien lo viva, oquien lo mire, al universo simbólico de un período de transi-ción, o al de una resistencia a ese cambio. Esto es, ligada adiversos afectos, necesidades, intereses o sensibilidades.

Un acercamiento cuantitativo a la cuestión verificaría loque afirmo sobre la multiplicación, dándonos más elementosacerca de su distribución respecto a las variables que se se-leccionen: medios masivos, discurso político, obras de tea-tro, etc. Una clasificación de los usos actuales de nación daría

* «En el horno de los noventa». La Gaceta de Cuba, núm. 5, UNEAC,La Habana, sept./oct. 1998.

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sin dudas más datos. Un enfoque historiográfico mostraría,por ejemplo, coincidencias con el peso ideológico que alcan-zó lo nacional hace medio siglo, en tiempos de la segundarepública, cuando se fundaba el Banco Nacional y se editabala Historia de la Nación Cubana. Pero otro historiador nosrecordaría de inmediato que un hecho trascendental, la granrevolución socialista de liberación nacional, enriqueció y diosentidos nuevos y muy específicos a la cuestión nacional, yvolvió ímproba la comparación.

Mi propósito es mucho más modesto. Se limita a comentaralgunos rasgos de lo nacional en relación con lo popular en laactualidad, o más exactamente, hablar de sus vicisitudes ac-tuales. Con más sugerencias y opiniones que elaboraciones ydatos, ruego para estas líneas la dispensa debida al ensayo.

1. Algunas precisiones

Lo primero, primero. Lo nacional implica siempre una dimen-sión de clases. Implica, esto es, están íntimamente relacionadasla nación y las clases sociales que contiene, aunque eso no nece-sariamente se muestre, o incluso se oculte: una de las funcionesprincipales de la nación es encubrir la dominación de clases. Ensentido contrario, «implica» previene contra la reducción de lonacional a lo clasista, denota que se trata de una relación. Ade-más, es un hecho que lo nacional tiene otras dimensiones fuerade la de clases. En Cuba, los tremendos impactos de la justiciasocial ejercitada y del fin de la dominación neocolonial sucedie-ron juntos —sólo juntos podían suceder—, superando a los anti-guos discursos nacionalistas y a las ideas y prácticas reformistas.Por eso le llamo a la de 1959, revolución socialista de liberaciónnacional.

En los años 70 se abrió paso una segunda etapa del proce-so de transición socialista, muy contradictoria, que no es el

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caso exponer aquí.1 Ella fue teatro de extraordinarios logros,y también de deformaciones, detenciones y retrocesos. Enese tiempo marcharon juntos el consenso de la mayoría, legi-timador del régimen de la revolución verdadera, y la ideolo-gía del régimen burocratizado, autoritaria e invasora de todoslos espacios; eso generó una trágica confusión. Aquella ideo-logía se arrogó la propiedad del socialismo y de la visión«clasista», y llegó a creerse suma dispensadora de califica-ciones, premios y castigos. Fue muy cerrada, más parecida auna camisa de fuerza que a un impulsor de creaciones. Elprofundo desgaste del socialismo en los 90 es más grave por-que resulta natural confundirlo con la ideología que en esosaños reinó en su nombre. Es triste escuchar a muchos califi-car erróneamente de «izquierda» a las posiciones dogmáticastrasnochadas, al autoritarismo, a los discursos y sacerdotessobrevivientes de aquella ideología, o a la simple estupidez.

Ante el presente, y mirando al futuro, puede ser funestoolvidar la dimensión de clases. Pero ese olvido reina en lamayoría de las referencias y visiones diversas de lo nacio-nal en Cuba actual. Es natural que parezca de mal gustohablar de clases y más cuando algunos se encargan todavía,con su actitud, de reforzar el rechazo al viejo dogma. Peroese discurso ya no decide nada. En otra dirección, el olvidode la existencia, relaciones, actuaciones e ideologías de lasclases sociales resulta funcional para el avance de relacio-nes capitalistas que vayan sustituyendo a las de transiciónsocialista. Entonces puede predominar una exclusión tácitadel tema de las clases sin que exista acuerdo entre los que larealizan. Es imprescindible que se retome este tema crucial,desde ópticas y modos distintos, para comprender los pro-

1 He desarrollado el tema en numerosos textos desde 1987, publicadosen Cuba y en el extranjero.

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cesos y tendencias actuales, y las motivaciones e interesesen que están inscritos.

Lo nacional existe —y este segundo rasgo es fundamen-tal— en forma de complejos culturales, y a través de expre-siones culturales. Se trata de representaciones colectivas, desímbolos y elaboración de códigos, de construcción social derealidades. Así se forma la nación, asume sus contradiccio-nes, evoluciona, resiste o lucha, recibe impactos externos. Lacultura nacional alberga y expresa una riqueza de rasgos yelaboraciones propias, hechas con los más disímiles materia-les y modos, por los más diversos grupos sociales, en depósi-tos sucesivos y simultáneos. Esa acumulación cultural es laque opera en cada época y en cada coyuntura; en ella se ins-criben todos los aspectos y casos particulares, con sus com-plejos de relaciones e interacciones.

La dominación social promueve, desalienta, oculta, dis-cierne, dispone el orden de muchos de los elementos de lacultura nacional, ayuda a famas y decreta olvidos. La naciónya plasmada implica —igual que una economía «nacional» yun Estado-nación— una cultura dominante dentro de la plu-ralidad cultural, que subordina de maneras sutiles o no a lasdemás formas culturales existentes en lo que afecte a su do-minación, como hacen el Estado y la economía nacionalescon la diversidad social y las economías domésticas y de losgrupos sociales. Además, aunque lo permanente es rasgo do-minante en este tema, cada nación tiene historia, cambian ele-mentos de lo nacional en el decurso histórico, y los valoresque se les da.

Pero este texto no es de teorizaciones. Comencemos enton-ces por algo fundamental: Cuba es uno de tantos países en quelo nacional está ligado al colonialismo y el neocolonialismo,esto es, a las formas principales de mundialización del capita-lismo. Hemos sido subalternos de sucesivas mundializaciones,

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desde la colonia militar y de comunicaciones, de servicios yproducción, hasta la actual «globalización». La nación resultaasí una esperanza o un anhelo, un asunto molesto que se aban-dona, una agonía y una lucha, una manipulación, un triunfoexaltado y unos límites de acero. La nación es instancia «detodos», porque a muchos efectos todos somos «negros» o algoinferior ante lo extranjero —aun aquellos que perciben como«negros» o inferiores a sus paisanos—, y porque la cadenamundial de dominios que va de la tecnología a las telecomuni-caciones y los sentimientos del público crea una y otra veznuevos «todos», o separa y fracciona a los que se quedan atráso a un lado, pero siempre desde un lugar de creación que nos esextraño, que atrae y tienta, pero asusta, gobierna y nos dejadesamparados.

Por tanto, en los contenidos de lo nacional aparecen —oestán enmascarados— la autosubestimación del colonizado,el orgullo nacional del que ha peleado tanto y ha obtenidotriunfos, como es nuestro caso, una historia de acumulacio-nes culturales; se muestran o se velan los conflictos y las subor-dinaciones sociales, los acomodos, negociaciones, presionesy luchas de los grupos sociales. La cultura nacional, natural-mente, es considerada estratégica, es movilizada y es temapolítico. En realidad, en los países capitalistas centrales esosucede también, pero como si fuera algo natural, que no correriesgos ni debe lograrse, sin la angustia de no ser aceptado.(Recordemos que el sonado Quinto Centenario nunca pare-ció incluir a Canadá y los Estados Unidos).

2. Identidad y cambios sociales

La identidad nacional resulta una determinación básica en lahistoria cubana desde hace más de un siglo. Como todas, eshija de una lenta y prolongadísima acumulación de rasgos, to-

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mados, creados, reelaborados o recreados, de la vida cotidiana,los materiales míticos, las creencias, las expresiones artísticasy los conocimientos adquiridos de numerosas etnias, de suschoques, relaciones y fundiciones, de comunidades locales yregiones que compusieron el país. Es hija a la vez —y esto esmás específico de Cuba— de profundas revoluciones políticasque violentaron la reproducción esperable («normal») de la vidasocial. De ellas provienen el patronímico mismo de cubano,elementos principales del imaginario nacional y numerososproyectos de «realizar» o «superar» la nación, en los que hanpredominado las tendencias radicales.

La identidad nacional cubana en la actualidad es asociadainmediatamente a la palabra riesgo. Riesgo de perder la so-ciedad de justicia social a la cual ha estado ligada durantedécadas la identidad nacional, de perder el socialismo. Y ries-go de perder la soberanía como pueblo específico, como Es-tado nación. A primera vista parece ser un único riesgo, cuandoen realidad son dos riesgos discernibles. A partir de 1959, larevolución socialista de liberación nacional ligó la consuma-ción de la nación Estado soberana y las representacionesanticapitalistas más radicales, condicionándolas recíproca-mente. La identidad nacional hizo suyos el socialismo y laliberación.

La participación masiva, organizada y duradera de la ma-yoría de la población fue lo que permitió consumar con éxitolos cambios revolucionarios. Las representaciones radicalesde revolución popular armada, y de antimperialismo asocia-das a ella, fueron la ideología decisiva de la insurrección triun-fante; pero ese tipo de conciencia nacional se arraigó, se hizomasivo y permanente solamente porque se asoció íntimamentea la ideología de justicia social devenida en socialismo, y sefundió con ella en el curso del proceso. La masa de los domi-nados se desató y multiplicó sus capacidades de cambios so-

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ciales y de sí mismos, y ese impacto libertario marchó unidodurante años al del poder revolucionario. Su unión logró de-rribar los límites de lo posible y cambiar la historia. El régi-men social y la forma de gobierno vigentes en Cuba desdeentonces se han mantenido durante un período tan prolonga-do —a través de circunstancias muy diferentes y de sus cam-bios internos— como consecuencia de la gran cohesión socialque ha existido y persiste. La base de esa cohesión fue unmodo de vida de redistribución sistemática de la riqueza so-cial y de tendencia dominante igualitarista, ejemplar y muydilatado, y los vínculos establecidos entre la sociedad y elpoder político como garante del modo de vida y como porta-dor del proyecto social nacional, proyecto que siempre se si-guió percibiendo como algo que estaba en curso, y en granparte por realizar.

Las diversidades sociales se modificaron. Unas disminu-yeron a fondo (por ejemplo, las de clases), otras se atenua-ron, algunas se ocultaron. La idea de nación de los cubanosalcanzó contenidos mucho más ricos y complejos que lasexistentes en los tiempos previos a la revolución. Durantemás de tres décadas nación y socialismo se unieron, hasta elpunto de la exclusividad: sin los dos, no se era cubano. Lossímbolos nacionales sin más fueron los del socialismo cuba-no; el lenguaje consagraba esa exclusividad: cubanosantirrevolucionarios eran calificados de «apátrida» o «mer-cenario». En la segunda etapa del proceso la identidad nacio-nal operó como un muro defensivo frente al «socialismo real»y la colonización «de izquierda» que este portaba. A pesar dela marea sovietizante el propio régimen reivindicó a lo nacio-nal como su fuente y como parte de su naturaleza, y le preser-vó fuerza, atractivos y espacio. En la vida cotidiana y en elsentido de la vida de la gente lo nacional siempre tuvo unlugar central, como es natural.

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Lo que se está arriesgando hoy es la disociación de lo cu-bano y el socialismo, y la posibilidad de un tránsito que noshaga semejantes a la mayoría de los países, en los que la iden-tidad nacional no está relacionada con el socialismo. Losimpactos de los cambios en la estructura social son sin dudabásicos. La diferenciación por el ingreso se extiende y dejaen situaciones diversas a grandes grupos sociales. Unos au-mentan sus ingresos por coyunturas, sin que aumente su ni-vel social; algunos otros ascienden en ambos campos; muchosmiles mantienen su prestigio social mientras desciende sunivel de vida. Las posiciones materiales no traen consigo to-davía la formación de grupos apreciables de presión social.Los grupos de superiores ingresos están muy lejos de obtenerlegitimación social. Pero se han producido cambios fuertesen la situación de sectores sociales respecto a las fuentes depoder, representatividad y ascenso sociales.

Otras diversidades han hecho su aparición, se han vueltopúblicas o han crecido. Además, los poderes locales han actua-do en favor de nuevas formas organizadas de sobrevivencia yde reestructuración económica. Millares de formas asociativashan aparecido, y otras existentes se han fortalecido mucho.Existe un hambre de asociación realmente notable. El sistemareductor y empobrecedor de las iniciativas sociales que ocupótanto terreno en las dos décadas pasadas se ha desgarrado y leserá imposible mantenerse. Como es obvio, el tejido socialcubano siempre fue complejo. Lo que caracteriza a la actuali-dad es que: 1) ese tejido se complejiza y diversifica cada vezmás y con celeridad; 2) la diversidad social se despliega, frenteal ideal de homogeneidad que reinó durante décadas; y 3) esasformas de organización social tienen nuevos efectos y mayorincidencia en la totalidad social.

Cuba es un país occidental, mercantil e individualizadodesde el siglo pasado, sin comunidades autóctonas previas,

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de historia muy dinámica, y con una población actual de altasexpectativas. La revolución fue tan profunda que logró echaratrás, a un lado, y hasta en ciertos casos eliminar rasgos pre-dominantes previamente; eso sucedió con el mercantilismo,el afán de lucro, el individualismo y el egoísmo. Ahora esosrasgos vuelven a pesar y tratan de abrirse paso de mil modos.Si triunfan, se producirá la típica escisión de los individuosentre lo cotidiano y lo cívico, entre la moral individual-fami-liar y la de los comportamientos económicos.

3. La guerra cultural

Cuba es el mal ejemplo de América Latina, la venganza mo-ral de los oprimidos de este mundo, una prueba de que esposible vivir de otro modo. Por tanto, al imperio norteameri-cano le sería demasiado difícil perdonarnos. Pero nos amena-za otro peligro potencialmente mayor, que está muy extendidoen el mundo actual. La cultura del capitalismo desarrolladoha ido desplegando en las últimas décadas una combinaciónde gran madurez para integrar o neutralizar retos pasados, uncontrol cualitativamente superior de la producción y el con-sumo culturales y un verdadero programa de dominación cul-tural. Así disimula con eficacia los callejones sin salida a losque está llevando a las personas a escala mundial, y al plane-ta, por su propia naturaleza económica: centralizacióntransnacional y dinero parasitario que sacrifican las capaci-dades económicas a la lógica de la superganancia, crecientepoblación sobrante y empobrecimiento de mayorías, agresio-nes irreparables al medio, entre otros rasgos. El capitalismocentralizado les ofrece hoy a todos los países —aunque endistintos grados y formas— una instancia decisiva dehomogeneización. Ella consiste en numerosos rasgos ideoló-

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gicos y espirituales que restablecen a nivel ideal la fracturacada vez más profunda existente entre la vida de las clasesdominantes y medias de los países centrales y la de las mayo-rías en el resto del mundo.2

La producción cultural de homogeneización conforma todoun sistema mundial dirigido a la neutralización, a la canaliza-ción y manipulación del potencial de rebeldía que está conte-nido en los avances obtenidos por la Humanidad, tales comola creciente conciencia de tolerancia —política, étnica, ra-cial, de género, etc.—, la exigencia de formas democráticasde gobierno de las sociedades, el rechazo a la miseria —quela considera como un hecho social y no natural—, la con-ciencia ecológica, y otros. El objetivo de esa verdadera gue-rra cultural es que aquellos logros no se vuelvan contra eldominio del capitalismo, que no se haga resistencia a sus ac-tuaciones económicas, ideológicas y político-militares-repre-sivas, y que todos aceptemos que la riqueza y las diversidadeshumanas sólo caben y pueden existir en una vida cotidiana yuna vida ciudadana regidas por el capitalismo.

Esa cultura puede ir ganando cada vez más terreno en Cubaen las condiciones actuales, regidas por la crisis de la econo-mía y de gran parte de las instituciones, la ideología y lascreencias; y todo ello dentro de la jaula de hierro de la nece-sidad de reinserción económica en un mundo dominado porel capitalismo. A mi juicio será ineficaz hacer resistencia a la

2 He tomado ideas, y hasta textos de este epígrafe, de mis artículos«Nación y sociedad en Cuba» y «Marxismo y cultura nacional», es-critos en 1994 y publicados en Contracorriente, núms. 1 y 2, en 1995.Insisto en ellos porque me parecen procedentes. Es penoso sentir queproblemas centrales de la sociedad en que vivimos no se conviertenen cuestiones centrales de los debates, ni de la divulgación y forma-ción de opinión pública.

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guerra cultural del gran capitalismo actual solamente desdelas convicciones y las vivencias de nuestro pasado de luchas,logros, sentimientos e ideas, y desde las identidades que ellasformaron. Ese mundo contiene muchas fuerzas que son unsólido cemento de unión espiritual, y tiene muchos aspectospositivos que han marcado de forma indeleble a la mayoríade los cubanos, con lógicas diversidades generacionales. Peroposee también muchos aspectos que constituyen debilidadesfrente a los retos prácticos de hoy y de mañana. Además, yaestaba desgastándose desde antes de la crisis, y contiene ras-gos que lo debilitan moralmente frente a sus declaraciones.Y la cultura enemiga no se nos viene encima como el retornode un pasado cubano que fue abatido por la revolución, no esla antigua contrarrevolución. Viene como un «progreso», unacomodo a nuevas circunstancias, o una «necesidad». Esedisfraz de futuro deseable o inevitable la torna más peligrosa.

El elemento «popular» de la cultura nacional es un escalónmás profundo y eficaz de resistencia, pero él se ha debilitadoen los últimos años. Lo sienten «premoderno» amplios gru-pos de los sectores que han alcanzado «desarrollo» personalsocialmente válido: estudios superiores, «nivel cultural», sta-tus, «roce» internacional. Y esos estratos están entre los másactivos del país. El proceso de homogeneización desde elcapitalismo desarrollado a nivel de la cultura de la vida coti-diana —un fenómeno mundial, no privativo de nosotros— esun agente de debilitamiento de la densidad cultural cubanaen general. La devaluación de la cultura propia puedeagudizarse por las frustraciones individuales de las expecta-tivas creadas durante la segunda etapa del proceso, los años70-80. La gran crisis económica, la aparente falta de viabili-dad económica del país y el descrédito del socialismo gene-raron una frustración nacional que es un fenómeno diferenteal anterior; pero ambos coinciden en lugar y tiempo, y pue-

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den influirse mutuamente. En la medida en que la culturanacional «popular» sea identificable como raíz de la que elsistema político es expresión, resulta también víctima de laola de pensamientos y sentimientos conservadores que seextiende hoy.

Para que la homogeneización sea eficaz en Cuba, sin em-bargo, no bastará con que ciertas minorías urbanas satisfagannecesidades y deseos como los de tener consumos diferen-ciados a partir del poder del dinero, campos privados de ac-ción económica, una nueva movilidad social, videos,facilidades, etc. Es decir, que vivan como sus homólogos dela mayoría de los países, sea Argentina o Haití. En estos, lahomogeneización exacerba rasgos ya existentes, los «moder-niza», y los acerca a la versión de los modelos formales deorganización social y de conductas individuales de los paísescentrales que es dada por los medios que forman masivamen-te la opinión pública y los sentimientos del público a escalamundial. En Cuba, y esto es lo más importante y difícil, lahomogeneización tendría que ser capaz de borrar necesida-des y expectativas que adquirieron un arraigo muy grande ygeneralizado durante el régimen revolucionario. Y chocar conun complejo cultural compuesto por elementos muy diversosy de muy distintas datas, pero que fue fundido en un procesomuy profundo, abarcador y marcante, que le aportó un carác-ter anticapitalista, patriótico, nacionalista y de tendenciascomunistas. Esto es, para tener éxito deberá desmontar loselementos fundamentales de la ruptura cubana con la domi-nación capitalista y de los hechos y valores que se volvieroncostumbre en el curso de décadas.

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4. Los caminos

Una reacción lógica —hablábamos de riesgo— es la de sal-var. Me permito preguntar: ¿salvar qué, a quiénes, para qué?¿Qué está en juego?, ¿de qué nación, de qué cubano habla-mos? Si no se tienen en cuenta las realidades actuales de di-ferenciación y de diversidad sociales a las que he aludido, noserán creíbles ni servirán de mucho las apelaciones a la na-ción, la cubanía o un pueblo abstractos. Lo mismo digo delpasado. Es vital profundizar en su comprensión, ser capacesde identificar los «olvidos», los silencios presentes en la iden-tidad nacional, que tanta relación tienen con las maneras comolas clases dominantes en la historia de Cuba han ejercido sudominio, y como fueron complejizando su hegemonía frentea los movimientos radicales sucesivos que produjeron las re-voluciones, y frente a los desastres humanos y sociales queprovocaron sus formas sucesivas de obtención de ganancia ydepredación del medio.

El nacionalismo, esa forma exacerbada de la identidad na-cional, adquirió entre nosotros un valor muy singular con larevolución. Se desarrolló un inmenso orgullo de ser cubano.Su ligazón íntima con el socialismo y el internacionalismolimó bastante sus aspectos negativos —típicos a todo nacio-nalismo— y aportó mucho a las motivaciones de los cuba-nos; un caso interesante de relación nación-socialismo queno puedo tratar aquí. Aquel orgullo confronta hoy graves con-tratiempos, que en ciertos casos y grupos llega a ser crisis. Lasituación propicia recaídas en autosubestimaciones de colo-nizado, pero entiendo que las frustraciones de futuros a al-canzar son la causa principal. También se resiente el lugar delo nacional por las búsquedas de «raíces» que convierten lanecesidad en solera, y por la urgencia ideológica de referen-tes que avalen idealmente los cambios.

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El Estado nación actual mantiene su representatividad dela identidad nacional por muchas razones, actuales e históri-cas. La identificación persistente de la revolución con la so-beranía y la justicia social obra a su favor. El poder político—que es aún decisivo en la economía— lucha arduamentepor garantizar la reproducción económica y los cambios eco-nómicos, y por mantener a la vez en lo esencial el pacto so-cial que está en la base del sistema. Pero está muy afectadopor la disminución de sus recursos, por los defectos profun-dos que porta y por el carácter mismo de los cambios estruc-turales en curso.

La sociedad civil cubana puede jugar un papel muy impor-tante en la lucha socialista, para lo cual cuenta con potencia-lidades suficientes. Puede ayudar decisivamente en ladescentralización y rearticulación de la sociedad que los cam-bios en curso ponen a la orden del día, para darles un sentidode esfuerzo y organización socialistas. Es positivo que seextiendan organizaciones sociales referidas a cuestiones bá-sicas, como serían las de consumidores. Y sería un gran lo-gro que la organización social influya en las empresaseconómicas, y ensaye formas de compartir las decisiones y laresponsabilidad en ese campo fundamental de la reproduc-ción de la vida nacional. La sociedad civil puede ser vehículode la diversidad social, no sólo para la satisfacción de necesi-dades insoslayables, sino como enriquecimiento de una iden-tidad nacional que está ligada al socialismo, una diversidadde gente que ha ejercitado masivamente la solidaridad y po-see fuertes sentimientos de comunidad postcapitalista. Puedecubrir con su cultura de organización y su cultura políticaespacios que está dejando vacíos el Estado, no para competircon él, sino para participar en un poder revolucionario en elcual el Estado debe ser un instrumento. Quizás se impulse asípor necesidad un proceso que debe ser natural a toda transi-

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ción socialista. Los elementos populares de la cultura nacio-nal pueden ser un factor muy importante en ese empeño, con-tribuyendo a darle eficacia y, sobre todo, legitimidad.

Frente al determinismo económico que aconseja sentarsea esperar los resultados, filosofía de la rendición ante el capi-talismo, la opción cubana es partir de las realidades en quevivimos para forzarlas a dar resultados superiores a loesperable de su mera reproducción. Eso sólo es posible me-diante acciones concientes organizadas que movilicen a lasfuerzas con las que sí contamos, en busca de sus intereses,sus ideales y su proyecto. Una identidad nacional que no re-nuncie a la riqueza adquirida en las décadas pasadas y quesea capaz de revisarse las entrañas sin mentiras niocultamientos, sería una fuerza extraordinaria si se planteaun propósito tan ambicioso, por el profundo arraigo que tieneesa identidad en la gente, por la capacidad que ha tenido delevantarse sobre los raseros mezquinos para prefigurar uto-pías, y por su capacidad de convocar a todos a darle un senti-do más trascendente a la vida y a la búsqueda de bienestar yfelicidad.

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IZQUIERDA Y MARXISMO EN CUBA*

En medio de una nueva situación que es muy complicada, lacultura cubana actual está dando muestras de su vitalidad ysu compleja madurez. Tratar el tema del marxismo es una deellas. La comunicación oral es la vía más utilizada en la ac-tualidad, pero aparecen también opiniones y escritos sobre elmarxismo; me ha vuelto a tocar a mí participar en ese debate,de ambas maneras.1 Al responder a la convocatoria de Temastengo en cuenta mis publicaciones recientes, y selecciono al-gunas otras cuestiones no tratadas en ellas, que me parecende interés; no evito, sin embargo, repetirme las pocas vecesque lo he entendido necesario. Por la amplitud de los temas,he escogido una forma sintética —en el primer acápite esapenas telegráfica—, limitada por tanto a expresar puntos devista personales —tanto, que sólo me cito a mí mismo— y asugerir lugares de profundización y de debate.

* «Izquierda y marxismo en Cuba». Temas, núm. 3 oct./dic 1995.1 He publicado en La Habana este año «Un comentario cubano sobre

ateísmo y marxismo», en Caminos, núm. 1, ene/mar; «Marxismo ycultura nacional», en Contracorriente núm. 1; e «Historia y marxis-mo», en La Gaceta de Cuba, núm. 4, jul/ago. Y he participado oral-mente en numerosas actividades en que se aborda el marxismo.

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1. La izquierda y el marxismo en Cuba

La historia política y de las ideas cubana de los últimos 70años registra una extraordinaria paradoja en lo tocante al temade la izquierda. Los sentimientos e ideas de izquierda se arrai-garon durante la Revolución del 30; después, la gran revolu-ción que triunfó en 1959 legitimó y multiplicó esas ideas ysentimientos, y los ligó a innumerables aspectos de la vida delas personas y del país. Pero esa larga historia ha sido respon-sable, a la vez, del ensombrecimiento del tema de la izquier-da, que comenzó desde el fin de la Revolución del 30. Lagran revolución que promovió avances inmensos de la cultu-ra política cubana —signados todos por la pertenencia de iz-quierda— terminó por agudizar al extremo esa paradoja. Seprodujo un cerco progresivo a la elaboración de pensamientode izquierda, y sobrevino su asfixia, su separación de los sen-timientos y de la vida práctica, durante una larga etapa quefue muy negativa en ese campo. Sin habernos restablecido deella, el país se precipitó en la crisis de los primeros 90, y hoyestamos en una situación muy desfavorable, en la que las ideasy sentimientos de izquierda parecen retroceder.

Me apresuro demasiado. Más valdría preguntar qué es laizquierda, remontarse quizás al momento en que los partidosen la Convención francesa se ubicaron en la geografía de lasala de sesiones, buscando unas identificaciones muy difíci-les —inauguraban un sistema y una manera de hacer políti-ca—, y se valieron del lugar relativo que ocupaban en el salón.Después de aquella legislatura ligada formalmente a las imá-genes oratorias clásicas, y en su práctica a la novedosa gui-llotina, los siglos XIX y XX han relacionado la izquierda con loque antiguamente se llamaba «la cuestión social». Todas lasvariantes de oposición al capitalismo —total o parcial, deci-dida o tímida, permanente o efímera, tremenda o pacífica—

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se han calificado, han sido nombradas o acusadas, se han co-bijado, bajo el epíteto de «izquierda».

La izquierda es una de esas denominaciones que sobrevi-ven a todos los avatares durante una larga época, y que guar-dan en su ambigüedad y sus plurales significados una mayorriqueza respecto a la complejidad de los problemas a los quese refieren. Cumple más funciones de alusión que de concep-to. Al acercarnos a ella distinguimos a las izquierdas, no a laizquierda. Y las situamos, naturalmente, en el tiempo y elespacio. Estas dimensiones configuran una acumulación cul-tural que cobija a las prácticas de izquierda, los conceptos deizquierda y las identificaciones que se hacen de ella. Piensensólo un momento lo que va de la Montaña jacobina aBrezhnev, o del joven Carlos Marx al joven Antonio Guiteras.

El problema principal al que se refiere la izquierda es elde las identificaciones de los dominados y las luchas contrala dominación. Datos muy remotos se refieren a sentimien-tos, pensamientos, actividades humanas opuestos a la do-minación; ellos parecen, por consiguiente, tan antiguos comolas sociedades de clase. Sus expresiones y su organización,el sentido y las funciones que han asumido, son muy diver-sos. Las expresiones coherentes adversas a la dominaciónque han ganado ascendiente sobre grupos sociales puedenencontrarse entre los mitos, las religiones y las tradicionesmás dispares, en las protestas y rebeliones más disímiles,entre las escuelas de pensamiento filosófico, político y so-cial. Esas expresiones pueden ser totalmente alternativas uopuestas a la dominación, o serlo parcialmente, y hasta demaneras contradictorias consigo mismas. Sin olvidar estacultura de resistencia y de rebeldía, convengo en que «iz-quierda» se refiere a una época histórica, la del triunfo ge-neral del capitalismo europeo, la de universalización de lasprácticas, ideas y tendencias del capitalismo y de la cultura

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política europea de los siglos XIX y XX, hasta llegar a lasrealidades mundiales de hoy.

Comienzo por la izquierda, y no por el marxismo, porquequiero enfatizar a la rebelión como la actividad cultural másrelacionada con el tema del marxismo y la cultura cubana.No entraré en los problemas de la cultura en general. En elcaso que trato, cultura sería la acumulación de actos, expe-riencias y saberes relativos a los procesos políticos y socialesy sus campos ideológicos; la acumulación de rasgos de per-manencia del consenso a la hegemonía, y de tendencias a larebeldía contra el orden constituido; y las visiones oformulaciones de proyectos de futuro sociales. Esta perspec-tiva no tiene un afán reduccionista, como se verá; pretendesólo identificar lo esencial y partir de él. La izquierda, la pre-sencia de rasgos suyos, será un indicador respecto a la rebe-lión, e izquierda y cultura serán un marco al cual referir —entreotros— al marxismo.

Anoto solamente algunas cuestiones que me parecen másimportantes.

1) Los comportamientos e ideas tendientes a la rebelión,que pudieran ser de izquierda, forman parte de la construc-ción de realidades sociales de grandes grupos humanos. Suconocimiento no puede ser sustituido por la historia del pen-samiento de determinadas personas cultas, aunque esta tienegran interés. Las expresiones de los grandes grupos humanospueden ser materia prima del conocimiento social; por ejem-plo, los refranes, canciones y narraciones cumplen papelesnotables en la cultura política del pueblo. Y las actuaciones,naturalmente; por ejemplo, ser insurreccional en los años 50fue ser de izquierda, y su forma cultural más lograda fue elMovimiento 26 de Julio.

2) La izquierda no ocupa más que una parte del espacio enla cultura cubana. Aceptar esto releva de tratar de inclinar a

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ciertas personas destacadas del pasado a posiciones y signifi-cados que no tuvieron, para que formen parte de una supuestamarcha cubana «progresiva». Ni «olvidar» a otros. La mode-ración, el conservatismo e incluso la contrarrevolución, hantenido sus intelectuales, sus activistas, seguidores y organiza-ciones. El signo principal de la acumulación histórica cubanaes el radical, pero ella también registra rearticulaciones sucesi-vas a la hegemonía del capitalismo. El autonomismo de haceun siglo fue la primera política cubana antirrevolucionaria demasas; durante la república, el liberalismo miguelista, los abe-cedarios y el autenticismo grausista, disímiles pero no revolu-cionarios, son tres ejemplos de obtención de simpatías o deverdadero apoyo de masas.

3) La cuestión básica de la rebeldía en el proceso históricocubano es la de las relaciones entre la independencia nacio-nal y la justicia social: ese es el contenido interno decisivo ennuestras luchas de clases, que ha sido específico en las dife-rentes etapas históricas. Su asociación o no, el modo como sehan combinado, las acumulaciones culturales que fueron for-mando, constituyen una materia histórica fundamental. Aquí,como en todo lo demás, son cruciales las percepciones y re-presentaciones, las ideologías a través de las cuales los acto-res han vivido y resuelto lo que después analizan losestudiosos. Los rasgos particulares que tuvieron en Cuba laconstitución y el desarrollo del país en relación al capitalis-mo, el colonialismo y el neocolonialismo, tendieron a darleun lugar preponderante a la opción del radicalismo político,y por tanto un mayor espacio potencial a las posiciones ysoluciones de izquierda.

4) La izquierda revolucionaria no ha sido necesariamentemarxista, ni cultivar el marxismo ha significado obligadamenteser de izquierda revolucionaria. Dentro de los movimientossubversivos del siglo pasado, las posiciones más avanzadas no

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se identificaban por ninguna relación con el socialismo y elmarxismo. En las luchas sociales y políticas del siglo xx, lasizquierdas fueron de orientaciones diversas, entre ellas las deraíz marxista. Las influencias del marxismo alcanzaron a unamplio arco de acciones e ideas, que fueron desde la insurrec-ción para el socialismo hasta amplias interpretaciones del pro-greso como motor general que debía ser aceptado o apoyado.La rebelión, y no el marxismo, es el elemento que hay quebuscar para saber si es o no, o dónde ha estado, la izquierda enel proceso histórico cubano. Después del triunfo de 1959 esque comienza a predominar el marxismo, dentro del nuevo or-den de transición socialista que vive el país. La existencia delpoder revolucionario replantea a fondo los términos de la cues-tión, aunque no elimina el problema.

5) Una cosa es utilizar el marxismo en el conocimiento delos procesos históricos, y otra convertirlo en juez (y parte) delas valoraciones que hacemos en esos procesos de conoci-miento. Evitar ese error ayuda, en este caso, contra la perse-cución «histórica» teleológica de «nuestras raíces», y contralos «olvidos» de los hechos y personas inconvenientes. Esaatinada posición analítica podría mostrarnos, por ejemplo, quedesde el fin de la Revolución del 30 en adelante el marxismoinfluyó mucho al pensamiento radical y a las prácticas derebeldía.

6) El marxismo es un cuerpo teórico de pensamiento, a lavez que una ideología teorizada.2 Los campos de pensamien-2 He ido dando mis criterios sobre esta cuestión, y sobre el marxismo

en general, durante los últimos 30 años; desde la Presentación dellibro Lecturas de Filosofía (Departamento de Filosofía, Universidadde La Habana, enero 1966), «El ejercicio de pensar» (El CaimánBarbudo, núm. 11, La Habana, febrero de 1967), o «Marx y el origendel marxismo» (Pensamiento Crítico, núm. 41, La Habana, junio de1970), hasta «Historia y marxismo» (citado en la n. 1).

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to social tienen sus especificidades, su autonomía de produc-ción y de influencia, sus sucesiones y contraposiciones inte-lectuales, su entidad propia. Son realidades ellos mismos, noson «reflejo de la realidad». Como teoría, también el marxis-mo goza de esa relativa autonomía, a pesar de su decididavocación originaria de constituir un instrumento del cambiosocial anticapitalista y de inspirar profundas transformacio-nes de los individuos y la sociedad. Los innumerables apor-tes, insuficiencias y problemas del marxismo como teoríadeben ser objeto del debate y el conocimiento, y no de avales,exhortaciones, acusaciones o justificaciones.

2. Un comentario sobre el marxismo en Cuba despuésde 1959

El marxismo ha sido la teoría anticapitalista más exitosa comotal, y como ideología, y la que más pervivencia ha gozadodurante el último siglo y medio. En el primer tercio de esetiempo no estaba muy extendido ni tenía tanta fuerza social;pero durante el siglo XX se expandió —con altibajos— portodo el mundo y en numerosos ámbitos culturales, llegando adesempeñar múltiples papeles de la mayor importancia.

La motivación central del europeo Carlos Marx era que suteoría fuera la fundamentación de la revolución proletariamundial —no una regeneración de la Humanidad ni una evo-lución de la especie humana—, esto es, que fuera el basa-mento de acciones colectivas futuras violentadoras de todo elorden social, en vez de vocero o intérprete de un acto o dona-ción desde arriba referido a un pasado ideal, o de un resulta-do del proceso natural presente (del siglo XIX europeo) quelos humanos recibirían como progreso civilizatorio. Marxcreyó en la lucha social decidida y radical para obtener la

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libertad para todos, como los anarquistas, pero a diferenciade ellos creyó en la necesidad de constituir órganos políticosproletarios y hacer política proletaria, y en que haría falta unlargo ejercicio de poder proletario para que las personas setornasen capaces de cambiarse a sí mismos y a las sociedadesclasistas, basadas ya nada menos que en el capitalismo. Elproceso de transición iniciado con el poder liberador consis-tiría en cambios tan profundos que llevarían al mundo enteroy a la gente en todas partes a lograr vivir sin clases sociales ysin Estado, sin enajenaciones —o, en término más actual, sindominaciones—, en asociación de productores libres, abiertaal desarrollo pleno de los individuos.

Marx desarrolló toda una teoría del capitalismo, aunqueincompleta en varios aspectos, y de las luchas de clases enlas sociedades «modernas»; dejó también una teoría de losfundamentos del conocimiento social. De ellas y de trabajosespecíficos suyos proceden reglas indispensables para ayu-dar a estudiar formaciones sociales y movimientos producto-res de cambios sociales. Su concepción general polemizó conel idealismo y el materialismo de los sistemas filosóficos, ytambién con el positivismo. El conjunto de su producciónteórica y su posición ofrece un basamento determinado alpensamiento y a las prácticas científicas sociales.

Marx estimaba que las relaciones entre su posición y susvalores comunistas por una parte, y su actividad intelectual ysus productos, por otra, incluían aspectos que eran internos ala teoría misma. Para él —que debe haber estado muy cons-ciente de sus posibilidades como teórico—, la teoría del mar-xismo es posible sólo porque se ha alcanzado en Europa undeterminado estadio social y del pensamiento. Posible no esigual a hecho consumado o predeterminado —ya los griegosconocían la distancia entre la potencia y el acto—, y el mar-

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xismo tenía por lo mismo que ser fruto de un trabajo. Pero lacuestión está llena de consecuencias y problemas. Lasformulaciones marxianas de los fundamentos de la cienciasocial, o de aspectos de ella, relacionan la producción de co-nocimientos sociales con sus condicionamientos sociales, loque implica un juicio acerca de la historia de los conocimien-tos sociales, y otro juicio acerca de las relaciones existentesentre los valores y los conocimientos.

Me saldría del tema si desarrollo aquí mis criterios sobre losrasgos esenciales y distintivos de la teoría marxista. Adviertoal menos que la concepción marxiana y los aportes y proble-mas de un siglo de historia intelectual del marxismo son tandiferentes de la corriente que con el apelativo de marxista-leni-nista ha sido dominante en Cuba después de 1971, que recupe-rar a Marx mismo y al marxismo de Lenin y de tantos otrosmarxistas es parte indispensable de todo ejercicio intelectualsobre este tema. Y no olvido una realidad social mucho peor:el consumo obligado que durante 20 años hizo una buena partede la población, del batiburrillo de retazos de variadísima cala-ña que en nombre del marxismo aparecía en los manuales aluso, de «filosofía materialista dialéctica e histórica», «econo-mía» y «comunismo científico».

Al triunfo revolucionario de 1959 existía en Cuba, comoes natural, un mundo espiritual inmenso, y dentro de él unacumulado de ideas sociales y filosóficas, de prácticas y teo-rías de ciencias sociales, de ejercicios profesionales, y unahistoria de todo esto. El conjunto constituía un enorme cau-dal, de una fértil complejidad y diversidad. La revolución fueun acontecimiento social tan tremendo, y realizó cambios tanprofundos, que a veces no nos damos cuenta de que ningunarevolución es sólo cambio, sino también continuidades, y queexpresa permanencias además de cambios.

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¿Podía el complejo cultural preexistente expresar las nue-vas realidades cubanas, y su pensamiento y ciencias socialesplantear bien los nuevos problemas? Claro que parece impo-sible, pero si en la práctica las personas y las relacionespreexistentes fueron la base de la acción revolucionaria, quelas violentó en toda la medida que pudo hasta obtener rela-ciones y personas parcialmente nuevas, lo mismo debía su-ceder con el mundo espiritual preexistente, que expresaría almundo nuevo que se iniciaba, violentándose en la medidaque pudiese. La naturaleza de ambos procesos es, sin embar-go, diferente.

Durante los 60 años que van de 1898 a 1959, prácticamen-te todas las orientaciones ideológicas y la mayoría de las ideasmanejadas en Occidente fueron conocidas en Cuba, y tuvie-ron practicantes y seguidores. Ellos sostuvieron relacionescomplicadas —y a veces angustiosas— con la sociedad a laque pertenecían, complejidad y angustia presentes en todoslos medios que, como el cubano, han recibido los impactosde la universalización de la modernidad y el capitalismo. Dela pugna magnífica contra la dominación quedaron testimo-nios intelectuales descollantes, y otros no tan destacados perotambién valiosos. Y también quedaron cierto número de tra-bajos valiosísimos —y otros que no lo eran tanto— del pen-samiento cubano adecuado en última instancia al sistema, y aveces incluso de servidores directos de la dominación.

La acumulación de cultura política radical fue el potencialque, detonado por la vanguardia insurreccional y asumidopor el pueblo desatado, transformó la política antidictatorialen una revolución socialista de liberación nacional. Entoncestodo se politizó. Como afortunadamente el saldo del procesohistórico de las ideas en Cuba era de tendencia avanzada encuanto a la liberación nacional y la justicia social, la revolu-ción reivindicó ser su heredera y continuadora. Pero asumir-

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lo realmente, y utilizar sus productos, no fue nada fácil. Estees uno de la multitud de temas que esperan por estudios se-rios. Apunto al menos que el viejo apotegma de Marx de 1846—«las ideas de la clase dominante son las ideas dominantesen cada época»— puede ayudar a guiar el inicio de ese estu-dio. Las ideas existentes al triunfo de la revolución, incluidaslas marxistas, padecían de las insuficiencias, malformacio-nes y debilidades a las que la condición neocolonial y demando burgués mezquino sometieron a toda la sociedad cu-bana durante aquellos 60 años.

El poder revolucionario unido a la soberanía popular im-pusieron el nuevo orden. Que sucedió un tremendo impactodoble sobre las personas y la sociedad, libertario y de poderrevolucionario, y que ambos coincidieron durante todo unperíodo, es un dato fundamental de la revolución cubana.3Además, la ideología sobredeterminó a las teorías y a las prác-ticas profesionales e intelectuales en general. En poco tiem-po quedaron fuera del juego las posiciones ideológicas yteóricas opuestas al nuevo poder, o consideradas inacepta-bles por el ambiente reinante. Aunque el entusiasmo de unosy el dogmatismo de otros llevó a creer que el proceso en sutotalidad se inspiraba en el marxismo, eso era inexacto. Seríaun error creer que porque nos hicimos marxistas sucedió todo,cuando la verdad es que nos hicimos marxistas por todo loque sucedió. Hubo una increíble multiplicación de la activi-dad social y política en todo el país, y en muchas esferas de lavida. El marxismo sólo comienza a adquirir peso masivo en-

3 Me he referido a él en varios trabajos, entre ellos: Che, el socialismoy el comunismo. Casa de las Américas, La Habana, 1989; «Cuba:problemas de la liberación, el socialismo, la democracia», en Cua-dernos de Nuestra América, núm. 17, jul./dic. 1991, pp. 124-148; en«Marxismo y cultura nacional», ob. cit.

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tre los cubanos en 1961, después de la victoria de Girón y dela declaración de que la revolución es socialista, cuando cienmil adolescentes están enseñando a leer y a escribir a todoslos analfabetos y aprendiendo a conocer a su país y sus paisa-nos, y cientos de miles se organizan en las Milicias para de-fender la revolución; cuando administradores improvisadosdirigen todos los centros económicos nacionalizados y pues-tos en manos de aquellos que no tenían nada, los sindicatosson verdaderas agencias de la sociedad en revolución, y tam-bién los comités de defensa (CDR) y los agricultores (ANAP).Cuando se perfila el nuevo Estado nacido del Ejército Rebel-de y del Instituto de Reforma Agraria (INRA), se crean susinstituciones y se dictan mil leyes en los tres primeros añosde la Revolución.

En 1961 ser socialistas implicaba ser marxistas, y serloaliados a los soviéticos incluía ser marxistas-leninistas, aun-que la mayoría no conociera nada de marxismo. Este comen-zó entonces a formar parte de la instrucción sistemática delas personas, a considerarse la manera acertada de ver al mun-do y la guía de la política, y también un buen paradigma parahistoriadores y economistas. Se crearon instituciones espe-cializadas para enseñar marxismo. Pero lo característico deesa etapa fue la fiesta de alfabetización general que se vivía,el asalto de las clases humildes a la cultura y una inigualadamovilidad social. Ser revolucionario incluía lavarse las ma-nos antes de comer, hervir el agua, enseñar al que no sabe,usar tractores y máquinas, etc. Hasta 1967, las universidadestuvieron menos alumnos que en 1959. Todavía en 1970, sóloel 10% de los que matricularon el primer año en ellas tenía 18años o menos, y el 43% tenía de 22 años en adelante.

El marxismo como fundamento teórico general estuvo aso-ciado de inicio a una inmensa revolución social, y fue ellaquien lo legitimó como ideología. También surgió asociado

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a la voracidad de asumir la cultura mundial desde Cuba. Yaen la primera etapa del proceso4 —la que llega hasta iniciosde los años 70— el marxismo fue campo de debates y pugnasque guardan relación —aunque no inmediata ni sim-plificable— con la diferencia de visiones que existía dentrodel campo de la revolución, acerca del alcance del proceso,los modos de actuar y sus fundamentos. El marxismo en Cubahabía tenido previamente influencia, historia y diversidad,ligadas durante décadas a movimientos sociales y políticos,como apunté antes, y a actividades intelectuales; en modoalguno había fronteras delimitadas entre esos campos. La si-tuación en el campo intelectual era mucho más compleja yrica, y con más presencia del marxismo que lo que se ha creí-do después.

Esa etapa de los 60 fue de expansión y florecimiento delmarxismo. La filosofía gozó de existencia autónoma, y ella yel pensamiento social avanzaron en el ambiente creado por larevolución. La herejía cubana les dio alas, contra la visión dog-mática y sectaria que también trató de imponerse en Cuba des-de entonces. El medio exigía instrumentos intelectuales propiosy capaces. Se sostuvieron fuertes polémicas sobre los más va-riados temas, en los que las cuestiones teóricas se ventilaban alcalor de divergencias concretas, sin temor alguno a que la re-volución resultara perjudicada. Al contrario, se aceptaba queel aire del debate era indispensable a su desarrollo. En cuantoal marxismo, podemos discernir ahora —entonces estaban muy

4 He expuesto mi criterio sobre etapas de la revolución a partir de 1959en Desafíos del socialismo cubano, Ed. Centro de Estudios sobreAmérica, La Habana, 1988; «El socialismo cubano: perspectivas ydesafíos», en Cuadernos de Nuestra América, núm. 15, jul/dic 1990,pp. 27-52; en «Cuba: problemas de la liberación...», ob. cit., pp. 131y ss.; y otros.

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unidas— tres tareas principales de aquel período: la divulga-ción masiva; la preparación de especialistas y formar parte dela instrucción de los demás técnicos y científicos; y un arcomuy disímil de intervenciones en investigaciones, ayudas a laproducción, servicios y otras tareas —o trabajo directo enellas—, algo que se denominaba genéricamente «participar enla vida del país».

La influencia cultural soviética, de otros países de su en-torno y de China, y del movimiento comunista internacio-nal, fue notable en la primera mitad de la década. Suspublicaciones sirvieron como literatura de adoctrinamiento,nueva lectura para los que —en gran proporción— erannuevos lectores. Hoy miro con asombro lo que entonces vi-vimos con naturalidad: a pesar de todos los peligros y esca-seces, de la ignorancia, inexperiencia y heterogeneidad delos actores, y de la necesidad de rápida concientización so-cialista, Cuba supo limitar aquella influencia y sujetarla alpredominio de su cultura revolucionaria. En el campo delmarxismo se fueron abriendo paso enfoques propios basa-dos en las necesidades cubanas y en el ansia de fundamen-tar teóricamente las convicciones socialistas cubanas. Enesas condiciones se produjo una «vuelta a Marx» diferentea la que tenía lugar en la Europa post 20° Congreso del PCUSy de los primeros sesenta.5

La herejía cubana reclamaba también un pensamiento pro-pio, y tuvo un marxismo que quiso «ponerse a la altura de laRevolución cubana». Resumo su posición: es condición inex-

5 Participé en esa «vuelta», entre otros textos, con: «Nota: sobre el es-tudio del joven Marx», en Lecturas de Filosofía, Instituto del Libro,La Habana, 1967, t. I, p. 127. «Ideologías políticas en tiempos deljoven Marx», en Lecturas de pensamiento marxista. Ed. Revolucio-naria, ICL, La Habana, 1971, pp. 39-46.

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cusable partir de la revolución y participar en su defensa y enla producción, y a través del trabajo intelectual que hacemos,tan digno como las demás labores; proponerse conocer a Marx,Engels, Lenin, Trotsky, Gramsci, Mao, el Che, a todo el pen-samiento marxista, a todo el pensamiento no marxista quefuera posible, y a la historia de las luchas de clases y naciona-les; pensar con cabeza propia, no aceptar dogmas, someterlotodo a análisis, argumentar en vez de citar o de acusar; comu-nicarse lo más posible con todos, divulgar, debatir. Serantidogmático por ser militante, y no a pesar de serlo; portanto, ser ajenos a la dicotomía «dogmáticos vs liberales» dela que se hablaba entonces. Este marxismo chocó forzosa-mente con la ideología teorizada soviética y con posicionescubanas afines o próximas a aquella.

Este marxismo consideraba necesarios y de interés un sin-número de temas: filosóficos, sociológicos, económicos, his-tóricos, pedagógicos, de ciencias políticas, de psicologíasocial, antropológicos. El proceso que se vivía, la historia deCuba, los sucesos de América y el mundo, las nuevas ideas,le eran imprescindibles. El auge de las ciencias sociales y losespacios creados por la reforma universitaria le favorecieronmucho. Investigar problemas se volvió una fiebre nacionalen los años 60. Se incorporaron contingentes de jóvenes alestudio y la práctica de las disciplinas sociales, y el entusias-mo general y las necesidades de la sociedad y sus institucio-nes promovieron notables resultados, algunos de ellos muyimportantes. Con el auspicio directo de numerosos organis-mos del Estado y el Partido, y de la máxima dirección delpaís, se desarrolló mucho la investigación concreta y la utili-zación de una gran variedad de medios auxiliares. La prolife-ración de las investigaciones estuvo relacionada con losintentos de hacer teoría, e incluso de que investigaciones y

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teorías marcharan juntos, y se relacionaran de manera másgeneral con el marxismo.

En el terreno institucional, además del sistema nacional deEscuelas de Instrucción Revolucionaria del Partido —quedaban docencia e investigaban marxismo y otras materias—,y de un Instituto de Filosofía en la Academia de Ciencias, secrearon Departamentos de Filosofía en las universidades, yaque la Reforma de 1962 establecía el estudio de la filosofíamarxista en todas las carreras. Las organizaciones de masasfueron creando escuelas políticas de inspiración marxista, ylas clases, charlas y círculos de estudios de marxismo erancomunes en ellas, en la mayoría de los planteles de enseñan-za y en los órganos estatales y demás instituciones. Pero eranel entusiasmo, el deseo y las convicciones los regidores delas motivaciones y trabajos marxistas; los planes, escuelas,etc., eran sus instrumentos. La historia de lo que efectiva-mente sucedió en el campo de la filosofía, el pensamiento ylas ciencias sociales en esa larga década espera por estudio-sos que posean rigor analítico, amor por la verdad y pasión.

Unas palabras sobre una experiencia personal de entonces,sólo a modo de ilustración. Compartí el esfuerzo colectivo deun numeroso grupo de jóvenes cubanos —partícipes del pro-ceso revolucionario— agrupados en el Departamento de Fi-losofía de la Universidad de La Habana, expresado en 9 añosde docencia a muchos miles de alumnos universitarios —yde otras diversas instituciones—, con nuevos programas deestudios desde 1965; en un gran número de investigacionesteóricas y de campo; de divulgaciones y de edición de publi-caciones; en estudios internos rigurosamente planeados y eje-cutados, y en una gran cantidad de otras actividades muydistintas. La edición de gran número de materiales, libros detexto y la revista mensual Pensamiento Crítico, fueron reali-

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zaciones de aquel grupo. Su actividad de conjunto influyó enel marxismo de aquellos tiempos. No es este el lugar paradesarrollar este tema, que por otra parte fue satanizado pri-mero y concienzudamente sepultado después en el olvidodurante dos décadas.6

Al inicio de los años 70 se vio claro que fallaban dospremisas básicas del proyecto revolucionario cubano: 1) eltriunfo de revoluciones en América Latina, imprescindiblepara formar una nueva alianza en el campo económico, polí-tico, militar y cultural que permitiera la expansión y por tantola vida del proyecto; 2) el logro de lo que se llamó desarrolloeconómico socialista acelerado, esto es, un grado suficientede independencia económica. Terminaba entonces la prime-ra etapa del proceso abierto con el triunfo revolucionario deenero de 1959.

Aunque el proyecto cubano no desapareció en la práctica, síse proclamó bastante su abandono; es decir, en la práctica serenunció menos a él de lo que se proclamó. Se difundió quehabíamos sido idealistas, que habíamos querido ser demasiadooriginales en vez de aprender modestamente de las experien-cias de los países hermanos que habían construido el socialis-mo antes. Cuba se sujetó ideológicamente a la URSS yconsideró antisovietismo y diversionismo ideológico todo loque se diferenciara de esa sujeción. El pensamiento social reci-bió un golpe abrumador. Se cerró de tal manera el espacio quelas corrientes no marxistas fueron malditas y se trató deerradicarlas, se consideró incorrecto conocerlas y aún más tra-tar de utilizarlas. Dentro de las corrientes marxistas se afirmó

6 He tocado en alguna medida el tema en «Cuba y el pensamiento crí-tico», entrevista realizada por Néstor Kohan, en Dialéktica núm. 3/4,Buenos Aires, oct. 1993; reproducida en América Libre, núm. 5, Bue-nos Aires, 1994.

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que sólo la soviética era la acertada y la correcta —esa uniónperversa de la verdad y la virtud—, por lo que se redujo elmarxismo al llamado materialismo dialéctico e histórico, o fi-losofía marxista-leninista, o al llamado marxismo-leninismocompuesto por filosofía, economía y comunismo científico.

Desde 1971 se cancelaron, de una u otra forma, valiososesfuerzos diversos que se realizaban en el país, dirigidos aldesarrollo de un pensamiento correspondiente con el proyectooriginal de la revolución cubana y con los requerimientos quea ella presentaban América Latina y el mundo. Un pensamien-to que fuera por tanto capaz de participar en un proceso tanoriginal y tan ajeno a la espontaneidad como es la creación denuevas personas y nuevas realidades sociales. El cierre aquelaño del citado Departamento de Filosofía —y de la revistaPensamiento Crítico— determinó la disolución de ese grupomarxista y el fin de sus actividades. La maduración del grupo,que ya comenzaba a expresarse en obras, no continuó.

El mundo de la segunda etapa del proceso también tiene suhistoria, que es imprescindible recuperar y comprender paraenfrentar con más posibilidades de éxito la etapa en que esta-mos adentrándonos. No es fácil, no sólo por tratarse de un pa-sado inmediato sino porque siguen presentes muchos de susresultados. En lo que a mí toca, desde 1987 he escrito muchosobre aspectos y hechos de aquella etapa, que he calificado decontradictoria. Durante 15 años se registraron notables avan-ces en algunos aspectos de la economía, en la política social,en los servicios de salud y educación, en el bienestar material,en el tipo de ordenamiento institucional que se adoptó, comoresultado del ordenado trabajo realizado en esos años, de losfrutos de los enormes esfuerzos de la primera etapa y tambiénde la parte positiva de las relaciones económicas anudadas conla URSS y el bloque que ella dirigía, relaciones que obtuvoCuba por el valor que había logrado darse a sí misma y por el

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papel geopolítico que tenía. Pero también se hicieron fuertesen esa etapa la burocratización generalizada, la formalizacióny ritualización, el autoritarismo, el seguidismo, la formaciónde grupos privilegiados, la supresión de todo criterio diferenteal considerado oficial, el reino de la autocensura, la simula-ción, el unanimismo y otros males.

Un «marxismo-leninismo» —trágico uso del nombre de unode los más grandes luchadores por la libertad del siglo XX—dogmático, empobrecedor, dominante, autoritario, exclusivis-ta, fue impuesto y difundido sistemáticamente, en el precisomomento en que crecía tan bruscamente el nivel de prepara-ción de los niños y jóvenes cubanos que es difícil encontrar enel mundo un ejemplo igual de avance obtenido en el plazo deuna generación. Las maneras soberbias y la aparente ocupa-ción absoluta del lugar de la ideología por aquel tipo de mar-xismo fueron engañosas; en esos años se echaron las bases dela futura indiferencia o aversión que tenía que provocar estasituación.

Casi se llegó a liquidar prácticamente las publicaciones deciencias sociales; las sobrevivientes y alguna nueva fueron su-jetas a limitaciones y esquemas muy rígidos. Al suprimirse eldebate se acaba la razón de ser de esas publicaciones, aldogmatizarse el pensamiento social esos órganos pierden laposibilidad de expresar sus problemas y sus logros, y las publi-caciones insultan al decoro al establecerse la práctica tan ver-gonzosa de la censura, y al volverse tan crónica que se convierteen autocensura, muchísimo más castradora que la censura y deefectos perniciosos más prolongados en el tiempo.

A pesar del quebranto de estos años las investigaciones deasuntos concretos continuaron, solicitadas por organismosestatales y políticos, y se ampliaron con el crecimiento de lasestructuras y de los niveles técnicos generales. Pero se exclu-yeron temas de investigación imprescindibles, se dificultó la

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asunción de otros métodos e ideas, se presionó en cuanto aresultados de investigación que se estimaran inconvenientes,se creó una absurda cultura del secreto y de la sospecha, y serompió la relación entre las investigaciones de ciencias so-ciales concretas y el campo teórico de esas ciencias. La ca-rrera universitaria de Sociología fue simple y torpementeeliminada. El predominio del marxismo soviético ejerció unefecto funesto. En la práctica de cada disciplina ha habidogrados diferentes de dificultades. Por otra parte, muchas ve-ces no había una relación fuerte entre la teoría dominante ylas prácticas profesionales. Las prácticas encontraban sus fuen-tes más inmediatas en métodos e ideas implícitamente rela-cionados con teorías diversas, aunque en general todos losprofesionales se declaraban marxista-leninistas.

Los sistemas de enseñanza han creado muy numerososcontingentes de graduados de filosofía y economía, y tam-bién de algunas ciencias sociales. La docencia ha sido una delas más socorridas fuentes de empleo. Aunque lo usual hasido que los organismos se interesen por las investigacionesde corte empírico, a la vez se desarrolló un enorme campo deeventos, instituciones y actividades públicas en nuestra so-ciedad, en los cuales lo teórico ha encontrado espacio y dedi-caciones permanentes. También es cierto que se hadenominado investigaciones teóricas a ejercicios que distanmucho de serlo. Desgraciadamente, las investigaciones teó-ricas se subdesarrollaron en términos generales. Durante unaetapa bastante larga predominó una fraseología singularmen-te vacía que se convirtió en tema, árbitro y lenguaje de laelaboración teórica; ella fue impuesta e incluso reclamada enmuchos medios académicos y de científicos sociales, y nun-ca faltaba en los eventos. Ese mundo, que ya está completa-mente desgastado, ocupó una vida de formación y de prácticasde gran parte de los profesionales existentes.

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En el mundo complejo y contradictorio de los 70-80 se fuecreando un nuevo escenario nacional, con predominio numé-rico y de alta escolarización de la población joven, «nacidadespués» pero protagonista de otros eventos y con nuevasvivencias y preocupaciones. Otra vez permanencias y cam-bios fueron materia de la comprensión posible y necesariadel período, aunque ahora sus modos de suceder y expresarseeran muy diferentes.7 Los fundamentos de aquella segundaetapa comenzaron a cuestionarse cuando en 1986 se hizo pú-blico el llamado a iniciar un proceso de rectificación de erro-res y tendencias negativas, precoz toma de distancia cubanadel «socialismo real».

Las tensiones y dificultades que confrontó el proceso derectificación son sumamente importantes para quien deseecomprender el proceso histórico 1986-91, y por ende a cadauno de sus aspectos, incluido el del marxismo. En cuanto alnecesario abandono de la ideología del «marxismo-leninis-mo» se produjo una situación que, quizás por evitar ser dra-mática, resultó totalmente ineficaz. Como resultado de ellano hubo un debate abierto nacional que motivara una renova-ción del interés sobre bases nuevas que ayudaran a la recupe-ración del marxismo, y que franqueara un período detransición eficaz para un nuevo florecimiento ideológico yteórico. Faltó un campo alternativo de publicación de crite-rios diversos, de educación, de debates, en el cual otros te-mas, otros procedimientos y otras posiciones marxistaspudieran abrirse paso. Además, el funcionariado a cargo delas áreas ideológica y de educación del marxismo leninismohabía sido formado intelectualmente, en general, en el siste-

7 He examinado este cuadro de datos y de comportamientos sociales,sobre todo en «Cuba: problemas de la liberación, el socialismo, lademocracia», ob. cit., pp. 133-40.

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ma de la ideología soviética, y estaba habituado a sus modosde pensar y actuar, y a los rasgos negativos nuestros también.Una multitud de profesores y de otros técnicos laboriosos yresponsables quedó sumida en una situación profundamentedesventajosa y desconcertante. Al faltar una ruptura y un avan-ce, la confusión y el desaliento fueron crecientes.

3. El marxismo hoy: crisis y perspectivas

Cuando estalló el gran desprestigio del socialismo, y el finaltan bochornoso del bloque de Europa oriental se tornó unsiniestro Midas del fango, la situación de Cuba se volvió crí-tica en la economía y peligrosa en la seguridad nacional. Unanueva etapa ha comenzado con la reinserción en la economíamundial, y con las transformaciones económicas y socialesen curso. En medio de problemas enormes y acuciantes, nocreo que el que analizamos sea objeto de mayor interés a al-tos niveles institucionales. Pero sigue ahí, ahora acumulandosobre sí viejas y nuevas complejidades. No tengo datos sufi-cientes, pero mi impresión es que el viejo «marxismo-leni-nismo» aún funciona, como una rueda cada vez más suelta,en unos casos desvaído y en otros ligeramente remozado ymezclado con ingredientes «occidentales». En los planteleseducacionales se ha atemperado su imperio y recortado sualcance. Además, en los instrumentos de reproducción ideo-lógica son cada vez más escasas las referencias al socialis-mo, y el marxismo como un requerimiento ideológico ha idodesapareciendo; en los medios de comunicación, las referen-cias a ambos son prácticamente inexistentes. No subestimola esterilidad vigente de sectores ideológicos burocratizadosque siguen funcionando e imponiendo su arbitrio o su inac-ción. Pero lo más visible es una suerte de vacío ideológico

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aparente. Me preocupa mucho que la agonía vergonzante del«marxismo-leninismo», que durante casi 20 años fue con-fundido con todo el marxismo, aumente el desaliento y laconfusión actuales. Hay que evitar que esa ideología arrastreen su caída a todo marxismo posible.

La magnitud del desastre ideológico es enorme e influye atodos, aunque los comportamientos sean disímiles. La ruinadel llamado «socialismo real» fue aparentemente súbita, perose estuvo incubando durante mucho tiempo. Los impactostan grandes recibidos como consecuencia de los sucesos deEuropa Oriental nos aclararon finalmente dos cuestiones: quédecisivo era el exterior para nosotros; y qué necesidad tanvital teníamos de reconocernos y revisarnos en busca de nues-tra propia fuerza e identidad. Fuimos muy dependientes deun centro de poder e ideológico que nos era ajeno, y que ensu discurso y sus ritos escondía a un sistema de dominaciónen descomposición. No estamos solos ahora, sin embargo:nuestro destino no incluye la soledad. Ni estamos satisfaciendobien la necesidad tan vital de autoidentificarnos y buscar nues-tras propias fuerzas. El trabajo intelectual tiene entonces quecontribuir, dentro de su especificidad y su modesto alcance, aesa tarea tan básica.

El marxismo vive una crisis que tiene raíces muy hondas yse fue gestando durante décadas. La liquidación de regíme-nes que se llamaban a sí mismos socialistas, y el final aparen-te del supuesto conflicto a escala mundial entre el capitalismoy el socialismo, con el triunfo del primero, no nos dispensadel deber de conocer y valorar el proceso histórico implica-do. Es urgente e imprescindible recuperar y comprender todala larga y compleja historia del marxismo en el siglo XX. Susprocesos intelectuales: aparición de nuevos temas y amplia-ción de su objeto, asunción de otras teorías y métodos, losnuevos aportes, contracciones de su contenido y su eficien-

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cia, contraposiciones con otros cuerpos de pensamiento, di-vulgación para grupos y para millones, formación y existen-cia de grupos profesionales dedicados al marxismo, entre otrostemas. Recuperar y comprender la historia de sus relacionescon las luchas de clases y con las luchas por la independenciao por la liberación nacional, con las esperanzas y las luchasde las mujeres, de etnias, creyentes religiosos y de otras co-munidades, en todo el mundo de este siglo. La historia de susrelaciones tan complejas con la universalización —tantasveces colonial y neocolonial, hoy además transnacional— delcapitalismo imperialista y de los campos culturales ligados oinfluidos por él. Sus nexos con las grandes revoluciones delsiglo, Rusia, China, Cuba, Viet Nam y las demás. Con lospoderes y Estados que lo han invocado como ideología y teo-ría oficiales, y con las instituciones que lo han reconocidocomo su guía.

Todo ese universo interactuó con la teoría marxista y lapuso a prueba, a ella y a las prácticas anticapitalistas. Recu-perarlo y comprenderlo, conocerlo, me parece esencial parala formación de nuestros estudiosos de ciencias sociales, yme temo que es un camino en que falta mucho por andar.Para los intelectuales cubanos la cuestión es inexcusable.Siempre estamos obligados a partir de lo existente, ya pre-tendamos llegar muy lejos o no. Para ejercitar ese deber deconocer y valorar al que me refiero, todos en Cuba estamosen una situación difícil, con los gravámenes y remanentes deuna etapa muy nefasta que duró muchos años.

Un ejemplo muy claro es la gran reluctancia a aceptar laexistencia de una crisis. En vez de discutir su naturaleza y lasposibles vías para superarla, muchos se han conformado du-rante años con el torneo verbal alrededor de la pregunta «¿haycrisis en el marxismo?» Sólo la cruda realidad los va acallan-do. Lo cierto es que, en casos como el cubano, el marxismo

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puede especificarse en cinco aspectos: a) teoría de la revolu-ción y del proyecto socialista-comunista, que informa a lasinstituciones, las relaciones sociales fundamentales y las con-ductas individuales atinentes a ellas; b) es parte de las con-cepciones e imágenes del mundo que aspiran a regir las vidasy las conductas en una dirección determinada; c) ideologíaoficial; d) cuerpo teórico profesional: una disciplina, filoso-fía, profesión, campo de investigación y estudios, de docen-cia y de divulgación; y e) influencia sobre campos culturalesdefinidos, como serían los artísticos, de ciencias y otros. Enmi opinión, el marxismo en Cuba atraviesa hoy una crisis entodos esos aspectos, aunque más aguda en unos que en otros.

La crisis del marxismo en Cuba puede analizarse desdevarias dimensiones. Forma parte de la peor crisis de toda lahistoria del marxismo como ideología, a la que hemos aludi-do; las íntimas relaciones sostenidas con el campo soviéticohacen más sensible esa dimensión, porque el desastre arrasótodo el prestigio de la teoría soviética. En la dimensión na-cional, factores sociales importantes de la actualidad influ-yen muy negativamente en la valoración que se tenga delmarxismo; su abandono forma parte, para muchos, de cambiosmás abarcadores. En cierta medida, el descrédito o desahuciodel marxismo como teoría y como ideología es también unaexpresión de la modalidad de lucha cultural que asume unaparte de la política actual. Desde otro ángulo, la crisis esexacerbada por el defensismo remanente del «marxismo-leni-nismo» que rigió, que es estéril y contraproducente, porquese presenta como defensor de la ideología de la revolución.Por una u otra causa se suman el abandono del marxismo y elprejuicio contra su utilidad y su mero examen. La profesiónpierde terreno en su utilización y su presencia social. Y lateoría marxista misma pasa por uno de esos momentos enque se necesita revisión, recuperación, puesta al día y bús-

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queda de eficacia conceptual, frente a la falta de realizaciónen el movimiento histórico, y al reto tan radical que hoy lepresentan los problemas, las percepciones y las perspectivasde los individuos y las sociedades. Esta última dimensión decrisis no es privativa del marxismo; la comparte con las di-recciones fundamentales del pensamiento social actual.

La situación es muy difícil: el marxismo se conoce muymal y muy poco. Se conoce más la vulgarización que tomó elnombre del marxismo, se le desprecia bastante y se le asociaal autoritarismo, a la ineficacia y a muchos males atribuidosal socialismo, unos con razón y otros sin ella. Y el punto departida de ese desprecio es peligrosísimo, forma parte de unaola conservadora que se extiende por el país, y que afectatambién a sectores intelectuales. Tenemos numerosos profe-sionales preparados y con práctica, pero con fuertes deficien-cias de información y formación teórica, e influidos por lasituación que he descrito. Los problemas acumulados afec-tan mucho las posibilidades de desarrollo generales de la fi-losofía y los campos teóricos de las ciencias sociales,afirmación que relativizo cuando considero diferentes disci-plinas e individualidades. La burocratización también afectóduramente a la administración de las ciencias, y no creo queen el caso de las ciencias sociales los llamados polos científi-cos resuelvan mucho. En Cuba algunas ciencias tienen ungran desarrollo, y allí sí son válidos los instrumentos de co-ordinación, y de racionalización de esfuerzos y recursos. Perolo que necesitan las ciencias y el pensamiento sociales sonestímulos a las iniciativas, la diversidad, la información y elintercambio, y no esquemas administrativos que pudierantornarse camisas de fuerza.

Tantos factores negativos pueden ser más graves para elmarxismo, al reforzarse unos a otros en condiciones propi-cias. Y ellas son advertibles actualmente. La sociedad consti-

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tuida a partir de la revolución —un complejo cultural de tran-sición socialista, de relaciones, instituciones, conductas, cos-tumbres, ideas, expectativas, proyectos— está siendo sometidaa un conjunto de procesos e influencias que la desafían enmuchos terrenos básicos.8 Esas nuevas realidades favorecenel aumento de actitudes de fatiga, de alejamiento o de disen-so en unos; y en otros, generan grandes modificaciones delmodo de vida respecto al modelo que predominó durante dé-cadas, con la consiguiente necesidad de justificaciones ideo-lógicas y, si es posible, legitimación. Sería erróneo, sinembargo, subestimar la fuerza y las capacidades existentesen Cuba a favor de una continuidad del régimen de justiciasocial y soberanía nacional que hemos tenido. Dentro de esemarco, la renovación del interés en el marxismo a que merefería al inicio puede ser un buen síntoma.

A su favor operan la acumulación de cultura política y sen-timientos socialistas, y orgullo nacional, que persisten. Esapasionante la claridad ideológica, la profundidad de crítica,la sagacidad política y la capacidad cultural y técnica con quese expresan multitud de personas en cualquier institución,evento o lugar del país, por iniciativa y preocupación propia,sin haber recibido orientaciones. También es notable la granexpansión de las capacidades de investigar las realidades so-ciales y la sensibilidad para identificar los verdaderos pro-blemas. Y no es desdeñable el número de los que tienenconocimientos teóricos útiles, y los utilizan. Esos factoresfavorables pueden ser o no decisivos para una recuperacióncrítica del marxismo; dependerá de algo más que su volun-

8 He tratado esta cuestión, entre otros, en «Desconexión, reinserción ysocialismo en Cuba», en Cuadernos de Nuestra América, núm. 20,pp. 46-64; en la conferencia «Nación y sociedad en Cuba», UNAM,México DF, 28-9-1994; y en «Marxismo y cultura nacional», ed. cit.

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tad, naturalmente. En realidad ha habido esfuerzos e iniciati-vas desde que comenzó a aflojar el férreo control que existía.Pero el caso es que en el campo del marxismo —y no sólo enél— el dinamismo de individuos y grupos de la sociedad esmayor que el de las instituciones facultadas, y estas tienen enCuba un peso muchas veces decisivo.

No creo que el problema actual del marxismo sea no tenerun modelo a seguir, o de autoridad de clásicos, o de existen-cia de consensos. Sé que es muy difícil no representarse aque-llo a que se pertenece como un poder, o al menos como unaparcela, cierta cantidad de poder. Pero es vital negarse a eso.Si el marxismo en un país en transición socialista se reduce aser el marxismo desde el poder, ayuda a que el poder venza alproyecto y otra vez se pierda la batalla del socialismo. Y aescala mundial ni siquiera es pensable esa actitud. Para mí,ser marxista hoy no es asumir y encuadrarse. Es tomar parteen la creación de un rumbo, de un proyecto de vida y actua-ción ajeno y enfrentado al capitalismo, que incluya prácticasde pensamiento social rigurosas y críticas, relacionadas pro-fundamente con unas posiciones ideológicas y una participa-ción en la formación del campo cultural socialistas, y por tantoparticipantes en la contienda cultural en curso.

El capitalismo trata de ganar la guerra cultural de la vidacotidiana. Esto es, usted puede decir lo que le parezca y le pue-den gustar o no las telenovelas, el anarquismo, la ecología,Lezama Lima, el sexo seguro, la postmodernidad o los comu-nistas, pero aténgase a que la única cultura posible de la vidacotidiana es la del capitalismo. Los centros fundamentales delcapitalismo mundial tienen dos cartas formidables a su favor:un poder inmenso en muchos terrenos, y que la naturaleza dela cultura del capitalismo es universalizante. La reproduccióneconómica de esos centros sólo necesita y abarca a una partede la población mundial; el resto, enorme, es sobrante. La re-

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producción cultural universal de su dominación le es básicaentonces, para suplir los límites de su alcance real y dominar atodos los excluidos mediante su consenso. Para ganar su gue-rra cultural, al capitalismo le es preciso eliminar la rebeldía yprevenir las rebeliones; homogeneizar los sentimientos y lasideas, igualar los sueños. Si las mayorías del mundo, oprimi-das, explotadas o supeditadas al capitalismo mundial, no ela-boran su alternativa diferente y opuesta a él, llegaremos a unconsenso suicida, porque para nosotros no hay lugar futuro. Yen vez de proyectos y esperanzas sólo quedaría el recurso deapreciar el sosiego de nuestra resignación.

Es necesario que haya una alternativa, y que incluya unarecuperación y utilización del marxismo, pero, ¿qué marxis-mo recuperaremos?, ¿en qué consiste realmente «recuperar-lo»? Hoy esto está ligado íntimamente a la recreación delconcepto de socialismo, porque si no lo recreamos seremostan débiles que la tarea sería imposible. Si el socialismo entrenosotros es sólo una referencia al pasado, está perdido. Sóloavanzaremos si es una referencia desde el presente hacia elfuturo, y tratamos de elaborarlo entre todos.

En estas circunstancias y ante las necesidades del futuro cer-cano, el pensamiento social cubano tiene que volver a tenerpeso. Los niveles intelectuales tan superiores a escala masivaque se lograron no serán forzosamente una fuerza positiva: enla sociedad que escogimos nada importante es espontáneo, nies otorgado por el destino. Ya es un teatro de esa tensión el dela reasunción de nuestra historia y la reinterpretación de susprocesos, y entre ellos el pensamiento social, sus productos ysus condicionamientos. Reaparecen algunos autores —Mañaches un ejemplo— y se ensayan revaloraciones, de términos, deadscripciones teóricas, o de posiciones acerca del decursar his-tórico o el destino de Cuba. El denominador común de estos

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temas es haber sido abandonados, poco tratados o maltratadospor lo menos durante 25 años.

Me parece muy positivo lo que sucede: de alguna maneraha de ponerse en movimiento otra vez el pensamiento cuba-no. Sólo llamo la atención acerca de tres puntos: a) cualquie-ra que sea la opinión sobre el tiempo transcurrido, ahoraestamos en uno de esos momentos de obligada reasunción yrevaloración de un país: la nación cubana, la historia, las ideas,los valores, los proyectos de futuro. Y no ha sido por deci-sión de los intelectuales, lo están exigiendo las necesidadesde la sociedad, aunque ellas no fueran expresadas; b) nuncahan sido neutrales esas periódicas reasunciones yrevaloraciones de un país. Con todas las mediaciones, debi-das precisamente a su entidad y autonomía intelectuales, ellasexpresan también su condicionamiento por los distintos inte-reses y visiones sociales que existen, y por tanto implicanposiciones diferentes y discordes; y c) las negativas conse-cuencias del gran desnivel que se creó entre la cultura adqui-rida por la población en los últimos 20 años y los lamentablesatributos que han tenido los fundamentos del conocimientosocial, a su vez confundidos con la ideología oficial.

Me pregunto entonces, desde mi posición de intelectualsocialista opuesto al funesto control burocrático del trabajointelectual: ¿qué funciones cumplirán las ideas, pensadores yproyectos de país revalorizados en los años noventa, respectoa las necesidades, estados de ánimo, expectativas y proyec-tos actuales? ¿En las condiciones que atravesamos habrá su-ficiente independencia de criterio, formación teórica ypresupuestos ideológicos socialistas al realizar estas activi-dades intelectuales?

Ese problema nos ilustra una realidad: ciertos temas sonprincipales hoy, y ellos serán cruciales para el desarrollo dela teoría. La nación cubana actual y su proyecto, las clases

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sociales en Cuba hoy y sus relaciones con los aspectos de laformación social, son dos de esos temas. El impulso eficaz aldesarrollo de la teoría y los métodos suele venir del trabajoserio con problemas básicos. La dimensión histórica de ellos,por ejemplo, exigirá abordar problemas fundamentales de lahistoria de Cuba a partir del marxismo, esto es, de la teoría delas luchas de clases. Otro tema necesario es el de la naturale-za y los mecanismos de la dominación capitalista en la actua-lidad.

La recuperación y avance del marxismo tendrá que incluirotra «vuelta a Marx». Esta vez lo exige la situación creadapor la bancarrota de los regímenes, organizaciones e ideolo-gía que utilizaron su nombre, y el obligado deslinde entreellos y Marx. Pero también la reclama la proximidad crecien-te entre el mundo del capitalismo transnacional de hoy y elformulado teóricamente por Marx hace siglo y medio comoprimera premisa de la liberación humana. Puede ser que suteoría comience a entrar sólo ahora en la fase de su verdaderaaplicación mundial. Además, a mi juicio su concepción es lamás apropiada para volver a impulsar los fundamentos de laciencia social, al darles paradigma, algunos puntos de apoyoválidos y una adecuada relación ciencia-conciencia. Claro estáque de nada serviría la «vuelta» si se convierte a Marx en unfetiche: sus errores y exageraciones, sus ausencias, lo que yaenvejeció, sólo pueden ayudarnos a buscar mejor. Su métodoy sus aportes teóricos y más específicos, su actitud intelec-tual, serán inapreciables si sólo los usamos como puntos departida, o de inspiración, como instrumentos, o para interro-garlos. Hay que poner a Marx y la historia del marxismo—ya sin exclusiones ni tergiversaciones— en relación per-manente con el rico y complejo desarrollo de las ciencias so-ciales y de los procesos sociales del siglo XX.

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Reivindico a Marx, que estudiaba las circunstancias socia-les condicionantes del pensamiento social, y reclamaba a lavez que el pensamiento sea una palanca eficaz para cambiarlas circunstancias sociales. No me limito a declarar «soymarxista», pues no soy una pieza de museo ni quiero serlo. Elmarxismo es una buena brújula para encontrar el camino enuna situación tan complicada como la actual. Pero ser mar-xista como una profesión de fe me parece estúpido: el mar-xismo no es un talismán, ni da buena suerte.

Ser marxista sería una de las formas de construir el desa-rrollo de las ciencias sociales cubanas, de recuperar los pro-cesos históricos y los saberes acumulados en su sociedad, deconocer su circunstancia actual y sus opciones de futuro. Se-ría participar en la asimilación crítica de todos los campos deconocimiento estructurados como teorías y como profesio-nes, como técnicas y como resultado de investigaciones, enlas ciencias sociales cubanas y del mundo de hoy. Natural-mente, tanto esfuerzo no será para convertirnos en bellos al-macenes de erudición, sino para realizar trabajos intelectualesconcretos sobre temas necesarios y con medios apropiados.Ser marxista no es tanto un asunto de paradigma, más bien esde lucha y angustia, de estudio y creación.

El país está cambiando, desde el lugar magnífico, dual,menguado y aventurado al que hemos podido llegar. Ese cam-bio no está regido por un destino inexorable: puede cambiarpor rumbos diferentes, tener sus cambios sentidos dispares.¿No le toca al trabajo intelectual papel alguno en esto, des-pués de los esfuerzos grandiosos que hicimos, que elevarontanto las capacidades de millones de personas? ¿Es imposi-ble entender que lo más fuerte y avanzado que tiene Cuba esel nivel de los sentimientos y la cultura solidaria de su gente?

¿De qué servirán estos trabajos? ¿Serán sólo, como tantasotras situaciones de hoy, para el fastidio de algunos y la im-

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potencia de los otros, fastidio e impotencia a veces, por mo-mentos, permutados? ¿Habrá que esperar a que venga el tiem-po de los juicios terribles? Y que después, los historiadoresde mañana queden perplejos ante la vez aquella en que enor-mes capacidades de percepción y lucidez no se correspon-dían con ninguna actuación. No puede ser tan estéril el trabajointelectual. Yo confío en la necesidad, que según nos recordóuna vez Federico Engels puede más que las universidades, yen las reservas prodigiosas de este país.

La Habana, junio de 1995.

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EDUCACIÓN, CULTURA Y REVOLUCIÓNSOCIALISTA*

* «Educación, cultura y revolucion socialista.» Ponencia escrita paraser leida en el Primer Congreso de Educación y Cultura, celebrado enLa Habana en abril de 1971. Inédita.

1.

La revolución socialista tiene objetivos tan ambiciosos que espreferible enunciarlos sintéticamente: cambiar el conjunto dela manera de vivir burguesa, crear una nueva manera de vivir,comunista. Eso significa vencer en todos los terrenos, en unproceso muy prolongado, al sistema de dominación social máspoderoso y perfeccionado que existe. Ese sistema integra unasuma tal de logros culturales que ellos han abierto la posibili-dad de pensar un mundo sin dominación, pero a través del sig-no burgués de la cultura se reproducen continuamente lascondiciones de permanencia de su dominación.

La revolución cubana abrió el camino para iniciar el cam-bio radical de la vida social. Primero fue la guerra revolucio-naria que forjó una vanguardia capaz de alzar y conducir alpueblo hacia su liberación, y estableció un poder político re-volucionario. Un siglo antes, Marx había escrito: «únicamentepor medio de una revolución logrará la clase que derriba [a laclase dominante] salir del cieno en que se hunde y volversecapaz de fundar la sociedad sobre nuevas bases». El poder

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posibilitó masificar la actividad humana de liberación, al dar-les campo a las mayorías para cambiarse a sí mismas a la vezque cambiaban a la sociedad. Y puso en marcha el objetivomartiano antimperialista, cuya tarea era ahora liberar a Cubade la relación neocolonial. Comenzó así el proceso de revo-lución socialista de liberación nacional.

El poder político y la expropiación de los burgueses cuba-nos y norteamericanos en Cuba han sido premisas obligadaspara iniciar el proceso de transformaciones comunistas. Apartir de ellas se generaron cambios que exigieron nuevasinstituciones e ideologías, y estas mismas resultarán inefica-ces y superables en la medida que se produzca realmente unatransición hacia el comunismo. La revolución sólo continúasi se revoluciona a sí misma una y otra vez. La dictadurarevolucionaria no es algo dado para siempre: es una luchatenaz y angustiosa contra las insuficiencias del país que fuecapitalista colonizado para sobrevivir libre y socialista, y esformar parte de una revolución mundial contra el imperialis-mo. Una lucha contra la tenaza formada por la agresión mul-tiforme de un enemigo que no se infiltra sólo por la costa, ypor un déficit de capacidades productivas, organizativas, edu-cacionales —en suma, culturales—, que tiene que ser elimi-nado, y no puede serlo por cualquier medio, sino por mediosrevolucionarios.

La revolución se produjo en un medio cultural definidopor un tipo subalterno y contradictorio de desarrollo burguésneocolonial. Economía primario exportadora estancada, conun pasado de colosales dinamismos azucareros y niveles téc-nicos irrisorios, los «auténticos» de Grau medio siglo des-pués del partido de Martí, un mar de analfabetos, ciegos a lacultura escrita, cientos de miles de personas ajenas al cinepor no haberlo visto nunca; estos son sólo algunos ejemplosdel tipo de cultura neocolonial que regía. En Cuba yacían

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juntas, dominadas, expresiones muy avanzadas del pensa-miento, las artes y las técnicas, con las muestras más terriblesy cotidianas del desvalimiento, la miseria y la ignorancia. Estees el campo y la arcilla de la revolución socialista, la trans-formación más radical y profunda que puede emprender unasociedad. Si no partimos de relacionar nuestras realidades connuestros propósitos será imposible actuar sobre nuestros pro-blemas con probabilidades de éxito.

Frente a la manera de vivir anterior, la revolución ha ac-tuado como desencadenante de enormes fuerzas sociales. Sitratamos de comprenderla, identificaremos acciones e impac-tos continuos o discretos, generales o parciales, heterogéneos;veremos crestas o momentos de mayor afectación, y efectosmás o menos duraderos en sectores más o menos grandes dela población y en determinadas actitudes y esferas de lasindividualidades. Podemos registrar la efectividad de la re-volución en su tendencia a integrar cada vez más personas,cada vez más actitudes de cada una de ellas, cada vez de modomás «natural» y duradero. El camino de esos cambios es, enel sentido más general del término, la educación revolucio-naria, y su resultado orgánico futuro será la formación deuna cultura nueva, radicalmente diferente a la cultura bur-guesa, capaz de circular en todos los procesos sociales y plan-tearse los problemas humanos desde una nueva dimensión.

Los ejemplos de ese proceso son innumerables. Ya no serecuerdan los tiempos en que la docilidad del trabajador ma-nual era exigida por la miseria y la satisfacción más comúnse reducía a llegar a conocer un oficio o beber el día del co-bro. Los obreros organizados de hoy ven como algo naturalel pleno empleo y el cumplimiento de un orden laboral queles es muy favorable, le asignan un valor social a su actividady conocen la fuerza de su actuación política; el vago ya no esconsiderado un «vivo», sino la escoria de la sociedad. Ahora

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emergen como fundamentales otros problemas, como es, porejemplo, la baja productividad resultante de la falta de recur-sos, baja calificación, deficiencias organizativas e indiscipli-na. Solamente una revolución socialista puede aspirar aldesarrollo económico sin acudir a la coacción y el sobornoburgueses de los trabajadores, puede pedir esfuerzos máxi-mos sin imponer tasas de inversión asfixiantes.

Un conjunto de funciones sociales tiene un enorme papel,de maneras diversas, en la educación de la población: maes-tros, funcionarios, trabajadores científicos, artistas, periodis-tas; las de defensa armada de la revolución, de su seguridad,de las leyes del país. En la reproducción de la vida económi-ca de la sociedad en condiciones socialistas se produce si-multáneamente una parte de la nueva educación; a través delas funciones citadas arriba se proyecta, se difunde, se orien-ta, se garantiza, se corrige el rumbo y se socializa esa educa-ción comunista. El trabajo de miles de jóvenes del MINFARy el MININT en función de la defensa y la acción social ennumerosos aspectos de la vida del país son factores educati-vos importantísimos; sin embargo, me referiré aquí solamen-te a maestros, artistas, científicos y técnicos, periodistas yorganismos que tienen que ver con esas funciones desde eltema de este escrito.

La complejidad del trabajo que realizan estos últimos no esmenor que la confrontada por los compañeros que enfrentanlos problemas de la producción. El conjunto del proceso edu-cativo de la población contribuirá en medida no pequeña a irdesterrando la falta de iniciativa, de capacitación y de apreciopor la eficiencia, que pesan como lastre neocolonial sobre nues-tros procesos económicos. Pero atenderé aquí a los procesoseducativos en sí mismos, y sus problemas específicos.

Los propósitos de la educación, enunciados en forma muygeneral, consisten en desarrollar las capacidades de los indivi-

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duos a la vez que la generación y socialización de actitudesnuevas, superiores a las que genera la sociedad burguesa, quebrinden un sentido nuevo al ejercicio de aquellas capacidades.

El capitalismo afianza su hegemonía en las sociedades quedomina mediante el signo burgués impreso a las actividadessociales. El consumo de infinidad de productos se efectúa (ose desea) a partir de los mecanismos mercantiles decomercialización, y de la ideología burguesa acerca del con-sumo, que es vivida por la mayoría de la población. Laescolarización de la gran masa, la formación universitaria ylas profesiones y objetos de trabajo de los técnicos y los cien-tíficos, las instituciones que producen diarios, revistas, libros,películas, o que presentan, agrupan o lanzan a literatos y ar-tistas, son todas actividades que responden a necesidades so-ciales. Pero la principal necesidad social del sistema eseternizar la dominación burguesa. ¿Cómo se conjugan la ne-cesidad social y la necesidad de la clase dominante? Me limi-to aquí a señalar que el extraordinario despliegue culturalcontemporáneo —sin cuyos productos no es posible plan-tearse ir lejos en las transformaciones revolucionarias— estátransido de significación burguesa, y desempeña papeles ideo-lógicos fundamentales en el sistema de dominación social.

La expropiación económica no significa que de inmediatouna economía se torne socialista, pero en los terrenos quellamamos culturales el problema es aún más agudo, porqueel carácter burgués está aún más oculto, sobre todo en ciertosaspectos sutiles. Que la prensa en manos de la revoluciónsirva a fines opuestos a la prensa de dueños burgueses estámuy claro para todos; pero que no puede solicitarse medianteanuncios la incorporación a la zafra como machetero comose anunciaba «Coca Cola», es algo aclarado hace apenas cin-co meses. Un factor realmente importante es que la forma-ción de los trabajadores intelectuales —en términos generales

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y dejando a un lado ciertos problemas de la noción misma—conlleva mecanismos eficaces y antiguos para hacer de ellosauxiliares mayores o menores, conscientes o no, del sistemade dominación de clases. A pesar de que las actitudes y prác-ticas revolucionarias, y los procesos formativos en general,aumentan la receptividad a la ideología comunista, pesan to-davía sobre muchos trabajadores intelectuales las formas mis-mas en que se realizan sus actividades, y aspectos como la«comunidad» literaria o artística, la «neutralidad» y «objeti-vidad» del trabajo científico, la majestad del grado profesio-nal o el relumbrar de la fama, cuya carga ideológica burguesano ayuda a discernir los campos entre actitudes y productosrevolucionarios o no revolucionarios.

Como es natural, de estas deficiencias no están exentos losque desempeñan funciones directivas, en la medida en quecomo individuos no hayan conseguido superarlas. Es justoreconocer también que las instituciones y procedimientos quela propia revolución pone en práctica van perdiendo vigenciamuchas veces ante nuevas situaciones, y otras veces mues-tran ineficiencias o errores nuevos, derivados del procesomismo de transición.

En resumen: la toma del poder político es sólo la premisapara revolucionar el conjunto de la vida social; esa gran trans-formación implica el desquiciamiento sucesivo, continuadoy heterogéneo de las estructuras e ideologías prexistentes, ytambién de las que va creando el propio proceso revoluciona-rio, todo ello en relación obligada con las circunstancias in-ternacionales de la revolución y de la contrarrevolución.Instituciones e individuos han sido casi hasta ahora moldea-dos por el capitalismo, y del mundo apenas estrenado se recaepenosamente en el mundo que se quiere destruir, no sola-mente a causa de las «desviaciones». El capitalismo detentatodavía una poderosa cultura material, y se sirve de una enor-

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me cultura espiritual incomparable a la de cualquier épocaanterior; los revolucionarios comunistas impulsan el mundode la miseria y el desvalimiento en un combate por laspremisas de una existencia digna para todos, y están obliga-dos a la dificilísima tarea de expropiar y cambiar de su signoburgués a aquella cultura para que concurra a la formaciónde una cultura nueva y distinta. Es imprescindible una teoríay una política para la negación del modo de vida burgués,pero a condición de ser también capaz de servir a la afirma-ción de un nuevo modo social de vida.

2.

En la sociedad en transición revolucionaria, la unificación dela población en el esfuerzo educacional no elimina la diversi-dad y especificidad de las actividades a que nos estamos refi-riendo. La escolarización, la educación universitaria yespecializada, las actividades literarias y artísticas, las cien-cias sociales, naturales y exactas, los medios masivos de co-municación, son dedicaciones diversas, con objetos,motivaciones, historia y problemas a veces muy lejanos en-tre sí; sus modos de educar, la entidad y el ámbito de esafunción en cada una de ellas son, por tanto, variadas. En es-tos apuntes atenderé sobre todo a los principios y los proce-dimientos que utilizan los órganos de la dictadura delproletariado para orientar, impulsar y coordinar esas activi-dades, esto es, a la política cultural.

Lo primero, naturalmente, es la necesidad de su existenciay su especificidad. Si el proceso revolucionario pretende latransformación total de la vida social, condición insoslayablede la creación del comunismo, todas las actividades socialesdeben estar presididas por y contribuir a esa necesidad prin-cipal. Por tanto, la política cultural es parte orgánica en el

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conjunto de una política de dictadura del proletariado; su na-turaleza, funciones y límites están fijados por el alcance delmovimiento revolucionario y el momento en que se encuen-tre. Aparecen así dos precisiones: por una parte es utópicodesarrollar la política cultural que se desee, sin consideracióna los papeles educativos que debe desempeñar en la circuns-tancia concreta en que se inscribe ni el grado de realizaciónque puede tener en esa misma coyuntura; por otra, es tan ab-surdo prescindir de una política cultural que ordene los im-pulsos y las reacciones del poder revolucionario como lo seríaprescindir de una política de desarrollo económico, puestoque ambas se dirigen a un mismo (y difícil) objetivo.

Hasta ahí llega, sin embargo, la analogía. El orden planea-do de una política cultural se ejerce sobre un ámbito específi-co, por las características de sus problemas, de sus objetivos,sus medios y sus cuadros. Ante todo, se trata de un aspectode la dictadura revolucionaria. «Con la revolución todos losderechos, contra la revolución ningún derecho», se ha defini-do en breve su principio: la función del trabajo intelectual esreferida a su inteligibilidad última, es referida a la Revolu-ción. De paso, Fidel ponía en su lugar al estado de derecho,institución e ideología del sistema burgués. El principio enun-ciado es, obviamente, sólo el punto de partida; desde él sehace imprescindible elaborar los modos específicos de unapolítica cultural.

Así como la guerra revolucionaria violentó el orden socialexistente y se dio como un producto no normal en el cuadrode actividades posible, la educación revolucionaria tiene queproducirse como actividad que va más allá de lo que «nor-malmente» debía esperarse de las limitaciones de nuestromedio social actual. En realidad el proceso revolucionario esresultado, en sus rasgos más generales, de la violencia queejercen los hombres sobre sus condiciones de existencia para

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arrancarles efectos diferentes a los que normalmente produ-cirían. Ya en el poder la revolución, la educación se proponenada menos que mantener la formación de los individuos siem-pre por encima de aquella que generarían sus condiciones deexistencia, esto es, instrumentar su permanente inconformi-dad y su eficiencia transformadora de esas condiciones deexistencia en una dirección comunista. La educación es ga-rantía de la continuidad del proceso mediante la ampliaciónprogresiva de la conciencia y la capacidad de la poblaciónpara producir nuevos cambios sociales.

Pero no se trata, naturalmente, de un medio imperfecto quepueda ser «reformado» por la acción de un grupo de hombresesclarecidos; ese mito iluminista tiene su lugar en la panopliaideológica burguesa. «Las circunstancias las hacen cambiarlos hombres y el educador necesita, a su vez, ser educado»,escribió Marx hace siglo y cuarto. Ese es el punto de partidaque necesita el esfuerzo educacional: la exigüidad de recur-sos culturales para la educación sólo puede ser combatidacon éxito por la revolución continuada de las circunstancias,de los hombres que son educados y de los educadores, comoen su día los insurgentes cambiaron el contenido y el sentidodel poder político y se cambiaron a sí mismos en la lucha.

Las dificultades reales son tremendas. La actividad intelec-tual, decíamos arriba, implica en su acto mismo y en la prepa-ración para ejercerla, una función de la dominación de clase.Conseguir que esta no sea su función actual entre nosotros esya un triunfo tremendo, y sin embargo incompleto y siempreamenazado. Aquí están, imprescindibles, las técnicas moder-nas de instrucción, comunicación de masas, de dirección; lamundialización de formas expresivas que tanto sirven a la co-municación; los ambientes «cultos», las «comunidades» cien-tíficas y artísticas. Ese complejo cultural es portador o se elaborabajo el signo ideológico burgués. La actividad intelectual per-

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tenece —ha pertenecido hasta la revolución— por derecho pro-pio al mundo de la dominación de clase, ¿hasta qué punto hadejado de ser así entre nosotros?

Sin duda, hasta un punto avanzado. No se asume la digni-dad humana en la medida en que lo ha hecho el pueblo cubanoen revolución sin derribar las barreras primeras y segundas dela dominación, las más terribles y ostensibles. Sentirse dueñodel país, participar del movimiento histórico, entender lo escri-to y poder gozar de las expresiones artísticas, crecer innumera-bles dimensiones por la conjunción de oportunidades personalesy deberes sociales, son avances extraordinarios hacia la socia-lización de las actividades intelectuales, que facilitan la conso-lidación de su cambio de función y la tendencia a laamortiguación de su oposición al trabajo manual. Esos logrosnos exigen plantearnos cuáles son los problemas de hoy, quédificultades deben vencerse para seguir avanzando.

El propósito de estas notas no es abarcarlas, sino solamenteapuntar algunas de ellas para contribuir a un debate necesario.Hay elementos objetivos que no escapan a quien tenga algunasensibilidad: las dificultades materiales que confronta el siste-ma de escolarización por la escasez de recursos del país es sólouna, aunque importante. La escasez de personal calificado ca-racteriza prácticamente a todas las actividades y es por tantouna constante, asumida a veces con cierta conformidad. Perono es posible plantear una política únicamente a partir de esoselementos objetivos: ella sería la política correspondiente a lascondiciones de existencia y no a su revolucionamiento.

El factor positivo más importante para trascender a la in-suficiencia de nuestras posibilidades educacionales actuales—y además el único recurso abundante para un país pequeñoen revolución— está en las capacidades potencialesdesplegables por la mayoría de la población en un proceso de

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profundización política de su actitud ante la educación parauna nueva sociedad. Esto exigiría esfuerzos crecientes, sobretodo a maestros, funcionarios, periodistas, artistas, científi-cos; pero, ¿acaso no han respondido los trabajadores manua-les al reclamo de Fidel el 26 de julio pasado de redoblaresfuerzos y desarrollar la politización, al mismo tiempo queculminaba una etapa de enormes tensiones y esfuerzos labo-rales? También exigiría señalar los errores, las debilidades,hacer la autocrítica profunda de las actividades intelectuales;pero, ¿no se ha hecho una más honda en un momento crucialpara la economía y la sociedad, y no salió de allí un movi-miento vigoroso de rectificación, de profundización en losproblemas, de fortalecimiento? La educación no puede sermenos revolucionaria que la política. La función del trabajointelectual en la educación para el comunismo necesita auda-cias, esfuerzos y señalamientos.

La fidelidad ilimitada a la revolución —que no es un foroparlamentario ni un juego de salón, sino una lucha a muer-te— fijaría las fronteras y aseguraría los propósitos de eseproceso. Dentro de ella se debe incidir en el aumento del apro-vechamiento de todos los medios educacionales a nuestro al-cance, revisar las ideas que tenemos acerca de su uso, aprendera darle un sentido de educación socialista a las actividades,aumentar las capacidades de la población y su ejercicio a tra-vés de actitudes revolucionarias. Se debe ir al encuentro denuevos modos de ser del trabajo intelectual que permitancombatir eficazmente la incapacidad, la formación de gruposburocráticos, el intelectualismo, la falta de criterios e inicia-tiva, la debilidad ante las formas de penetración ideológicacapitalista, la resultante, en suma, de la cultura burguesa quenos queda y de ciertos híbridos subdesarrollados propios dela fase temprana de la transición revolucionaria.

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Los debates sin restricciones entre revolucionarios y la cla-rificación de problemas, conductas y líneas a seguir multipli-carían las fuerzas del trabajo intelectual, por el aumento desu eficiencia y su precisión ideológica, en un tiempo en queeste última es, a la vez que importante en sí misma, condi-ción de la primera.

La reproducción «normal» de la llamada cultura —orien-tada ideológicamente a favor de la dominación burguesa—contribuye a dificultar la elaboración de una política culturalsocialista. Un ejemplo: en sociedades capitalistas, literatos yartistas (o más exactamente, una parte de ellos) sufren a lavez un proceso de exaltación y desprecio sociales. Son«vedettes», ejemplo a imitar o piedra de escándalo, y simul-táneamente son tolerados a regañadientes como inútiles osospechosos al orden establecido. Estoy abordando la cues-tión desde el punto de vista de sus funciones en el sistema dedominación, pero quien la vea así solamente simplificará de-masiado y no entenderá ni siquiera el ángulo que abordo. Esecarácter ambiguo ha sido creado socialmente; acumula viejashistorias, funciones y situaciones, pero hoy es sólo una de lasconsecuencias de la sujeción y articulación del desarrollo delarte y la vida del artista en la formación social burguesa. Ladominación necesita que existan lugares de la comunidadhumana posible, o del rechazo a la miseria de la vida; quehaya alimento espiritual de altos principios siempre por rea-lizar, y si es posible incluirlos en la base cultural del régi-men; también puertas de escape que se franqueen, nichos paralos rebeldes que posean un intelecto y una sensibilidad supe-riores «a lo vulgar». En todos los casos, son válvulas de se-guridad para el sistema, en la medida en que canalice másbien que desarrolle inquietudes. Que la fracción dominantepueda considerar inútil o sospechoso al artista demuestra, entreotras cosas, que nadie es perfecto; pero, además, indica el

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carácter contradictorio de las potencias que desencadena elcapitalismo. En el mismo proceso que despliega un poder declase inigualado, brinda premisas para representarse o inten-tar su destrucción por medio de la revolución.

Si la revolución en el poder no se sacude de encima lospesos ideológicos del capitalismo puede correr el riesgo decompartir su desprecio-exaltación del literato y el artista, ydañar gravemente su propio proyecto. Exagerar la política deconsideraciones hacia personas o grupos cuya conducta esno revolucionaria de manera activa, sólo por ser artistas oliteratos, sin apreciar las consecuencias sociales negativas queeso acarrea. O por el contrario, calificar genéricamente de«conflictivos» a artistas y literatos, llenar de sospechas elambiente intelectual, ahogar la expresión de criterios e impo-ner «lo que entienden los funcionarios». Ambas actitudes sonmuy negativas; utilizarlas alternativamente es funesto. Ellasagreden las iniciativas e impiden la corrección de errores ydebilidades. Se corre el riesgo de que funcionarios e institu-ciones se coloquen al margen de los intereses y la disciplinapolítica de la dictadura revolucionaria, y no sea suficiente-mente valorada su acción social negativa. Una resultante per-versa es la absurda posición del intelectual como «concienciacrítica de la sociedad» —otra vez el intelectual fuera de larealidad— en vez de la conciencia y la actuación crítica delos revolucionarios sobre su sociedad. En realidad esa posi-ción completa un par, es un espejo frente a la torpeza delfuncionario que no abre caminos revolucionarios para el arte:en realidad constituyen dos impotencias frente a las necesi-dades del cambio social.

Trataré de ejemplificar problemas y hacer algunos comen-tarios en un campo que me es menos desconocido que otros,la enseñanza universitaria, con el único objeto de contribuir ala profundización en un aspecto específico de la educación.

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3.

Para la Universidad, el problema del cumplimiento de su fun-ción como instrumento educacional se presenta hoy como elproblema de la universalización. Si no se toma como un jue-go de palabras («universalización de la universidad»), se en-tiende el sentido profundo de la propuesta de Fidel: comootras instituciones con que cuenta la dictadura proletaria, laUniversidad debe cumplir el cúmulo de funciones que la eta-pa actual le exige, y contribuir simultáneamente a la transfor-mación de la concepción y la realidad actual de los llamadosestudios superiores, esto es, echar las bases de su futura des-aparición como Universidad.

Esto no elimina —sería vicio utopista o expresióndemagógica— la comprensión de los innumerables proble-mas acuciantes de la realidad cubana actual: la Universidaddebe enfrentarse a las insuficiencias y necesidades de hoycon los recursos de hoy, y aportar algo a su solución. Un pro-grama de universalización, sin embargo, fijaría el rumbo ymarcaría los medios por los cuales estas mismas tareas actua-les pueden contribuir a cambiar a los hombres en el procesomismo en que ellos cambian a sus circunstancias. Si la luchapor el desarrollo tiene objetivos comunistas, la Universidadno puede simplemente modernizarse; debe revolucionarse unay otra vez.

En la etapa actual, la realidad y nuestros propósitos permi-ten y exigen que se aborde la concepción de ese programa y seden los primeros pasos para su puesta en práctica. Los escollosno son pequeños: es necesario que la universidad enfrente ysupere sus propias contradicciones. En contra están las forma-ciones ideológicas universitarias que resisten a los cambios,compuestas por las fortalezas mentales de la tradición de altacultura, el retraso en que han caído las estructuras, la rutina

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burocrática y las debilidades de la formación revolucionaria.Es necesario lograr la articulación de esfuerzos y la colabora-ción con una gran parte de las actividades del país y las institu-ciones implicadas en ellas, esto es, que el esfuerzo universitarioesté integrado a una política más general.

Las insuficiencias universitarias para afrontar la tarea sonenormes (en adelante, nuestros comentarios y sugerencias sereferirán a la Universidad de La Habana). La institución uni-versitaria alcanza su estructura y desarrollo modernos duran-te el despliegue del capitalismo; aparente neutralidad, templolaico de estudios «superiores», espacio con ciertas libertadesde cátedra, verticalismo autoritario, facultades y departamen-tos como compartimentos de saberes acotados que sirven aprofesiones con linderos precisos. Pensadores y estudiososcontemporáneos han explicado ya con bastante profundidadlas funciones que cumple la universidad en la conservacióndel sistema burgués. Pero la existencia del poder revolucio-nario —y de las instituciones políticas y la ideología de larevolución en la Universidad— nos hace a veces olvidar lasformas de pervivencia de la ideología y estructura burguesasen las concepciones y el funcionamiento universitarios.

No se trata de buscar «deformaciones». Las instituciones ylas personas en nuestra sociedad en transición tienen facetasnuevas y viejas, ritmos de cambio, permanencias tenaces y tam-bién algunos defectos nuevos. La revolución es lucha por el co-munismo, no el comunismo mismo, aunque eso no exima de«culpas» a los revolucionarios. En la universidad, como en otrosterrenos, lo importante es localizar las formas en que persiste elsigno burgués de su anterior función, los aspectos ineficaces deltrabajo revolucionario actual y los modos eficaces de socializarconductas revolucionarias tendientes al comunismo.

El desprecio a la separación entre trabajo manual e intelec-tual es un valor muy común en nuestra universidad. Pero es

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posible que su incorporación sea superficial, si no trasciendea la mera disposición a ir a trabajos voluntarios y considerarlos mismos como una «obligación de todo trabajador intelec-tual». Hasta ahí puede ser la inversión que hace la buena con-ciencia para asegurarse un sueño tranquilo después que se hacumplido con el proletariado. Esa relación externa es refor-zada por los malos métodos usados muchas veces en lasmovilizaciomes, la falta de información y de relación con launidad productiva, que refuerzan la poca estimación que ensí mismo despierta el tipo de trabajo de técnica rudimentariaque casi siempre realiza el voluntario. Ya los más jóvenestraen de su enseñanza media experiencias de trabajos volun-tarios que incluyen esas deficiencias, pero ese inicio más tem-prano en sus vidas del nexo trabajo manual - trabajo intelectuales un rasgo muy positivo.

Por otra parte, ya son extraordinarios la formación especia-lizada y los niveles científicos que pueden trasmitirse a los in-dividuos que tengan acceso temprano, prolongado y eficaz ainstituciones formadoras desarrolladas. Nos resulta imprescin-dible lograr la formación de gran número de esos cuadros, queen un futuro cercano serán obviamente candidatos a dirigir cadavez más procesos sociales, por la capacidad que adquieran ypor la complejidad de esos procesos. Pero por eso es vital quesu formación logre de ellos actitudes y visiones del mundorevolucionarias. Si no es así, su función social tenderá a apo-yar la perpetuación de la dominación de las mayorías por ungrupo, en vez de contribuir con su ejemplo y su orientación ala creación de una nueva cultura de liberación.

El apelativo «superior» y el carácter de «misterio» de lascarreras (las palabras mismas portan una idea de élite queestá lejos de haber desaparecido) son favorecidos por la con-cepción misma y la estructura de estudios y organizativa demuchas áreas universitarias, por el academicismo, la «ética

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profesional», el desprecio a los menos capacitados que traba-jan en objetos análogos a los de los especialistas universita-rios, la falta de buenas divulgaciones y las insuficiencias dela enseñanza especializada para jóvenes y adultos que traba-jan. Todo eso conspira contra una asunción más profunda desus deberes sociales en una revolución socialista por parte deaquellos que tienen una capacitación mayor que la promedio.Solamente cuando la superación de esta situación haya avan-zado largo trecho podrá pensarse seriamente en la futura desa-parición de la especificidad «trabajador intelectual»—expresión, por cierto, vergonzante—, porque sólo enton-ces se estará realmente en vías de superar definitivamente lasignificación social de dominación de clase entrañada en laseparación del trabajo manual y el intelectual.

Me permito hacer una prevención acerca de las trampas deciertos lenguajes, porque ellas condicionan fuertemente lamanera de pensar ligada a las cuestiones culturales en la so-ciedad de clases. Más de una vez naufraga una iniciativa ati-nada al ser traducida al sistema de pensamientos posibles paraun medio dado, sea de estudiosos o de funcionarios (no con-sidero aquí el componente oportunista que puedan tener al-gunas conductas). Se adoptan acríticamente las normas y loscomportamientos que parecen implicar modernización, o for-talecer al nuevo orden. Por ejemplo, se considera un granavance disciplinario la imposición de restricciones, en oca-siones absurdas, convirtiendo un instrumento en un fin en sí.Se puede así provocar malestar o rechazo a una masa de estu-diantes, sin prestar suficiente atención a aspectos fundamen-tales de la disciplina estudiantil, como sería el estudio. En elfondo, la superficialidad en la concepción disciplinaria pue-de estar ligada a la creencia en la solución individualista delproblema de los estudios: los «mejores» y «más inteligen-tes» se graduarán, los demás «quedarán en el camino».

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Quisiera dejar para el debate opiniones y sugerencias es-pecíficas, con el ánimo de situar algunos elementos de losproblemas actuales de nuestra Universidad, que ayuden enalgo a su profundización. Dejo sin tratar aspectos tan impor-tantes como la integración de la política universitaria en unapolítica más general que implique la actuación de numerososórganos del Estado en relación con ella, por no tener elemen-tos suficientes ni parecerme procedente aquí. O los proble-mas de la formación de adolescentes en nuestra sociedadactual, capa de la cual pronto saldrá la gran mayoría delalumnado universitario; las obligaciones de la universidaden los trabajos e investigaciones en ese campo son tan princi-pales que resulta imprescindible examinarlas en cualquier con-sideración que se haga de la universalización.

La Habana, abril de 1971.

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PLÁCIDO Y EL VERDUGO*

Quizás este sería un buen título para una obra de teatro a par-tir de la exposición escrita por Plácido el 23 de junio de 1844,cuatro días antes de su muerte. La demostración de su autoría,de que fue escrita de una sola vez, de que no le dictaron par-tes del texto, son pruebas de lo que puede hacerse contra unapersona para quebrantarlo, y de que no fue la última la vio-lencia mayor ejercida contra el poeta.1

Durante cinco meses de cautiverio en soledad, con maltra-tos físicos y quince interrogatorios, abandonado por los queen otro tiempo lo celebraban, acusado por 33 reos desde elinicio, estrujado y extorsionado por el fiscal, engañado por lapropuesta de perdonarle la vida, nace y se desarrolla en Plá-cido el deseo de gustar a sus verdugos, de execrar a la liber-tad, de adular a España, de redimirse él mismo mediante las

* «Plácido y el verdugo.» La Gaceta de Cuba, núm. 6, UNEAC, LaHabana, nov./dic. 1993.

1 La motivación inmediata de este comentario fue la lectura de ¿Esfalsa la confesión de Plácido?, rigurosa y sagaz investigación de AdisVilorio y José Pérez (Colección Pinos Nuevos, Editorial Oriente, San-tiago de Cuba, 1994). Me mueve además este 150° aniversario pocorecordado de «la voz más humilde que ha tenido nuestra poesía»(Cintio Vitier: Lo cubano en la poesía, 1957), y de los mártires de1844.

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denuncias, de creer en su culpabilidad sólo para poder ex-piarla y declararse víctima para inspirar lástima, de mostrar-se amigo y defensor del orden, de pedir permiso paradefenderlo más. Plácido se proclama débil en todos los senti-dos, pusilánime, y ofrece su debilidad personal como pruebade inocencia. Lo último que conserva y que casi no abandonaes su pertenencia racial. La exhibe como prenda de inferiori-dad, de perenne minoría de edad, de incapacidad para el deli-to, o por lo menos para formas graves de delito.

El hombre semiculto asume la prosa jurídica —género que,a diferencia de los demás, siempre se le presenta al neófito demanera amenazadora—, para abandonarla enseguida en bus-ca de una forma en la que él es más capaz de rogar eficaz-mente por su vida. El literato semiculto está demasiadoangustiado para pasar la prueba de un buen alegato en prosamientras se muere del miedo a la muerte. Pronto abandona laletra adornada, después aprieta cada vez más la pluma ante elterror por el tiempo que se va. Hacia el final de las veintecuartillas que escribe, el punto desgastado hiere el papel en elborde de cada palabra.

El mulato que aspiró a ascender y recibir reconocimientosmerced a su talento para la poesía se da cuenta de que ya sólopuede rogar, y rogar bien, para tratar de salvar apenas la vida.Se le acabaron los salones, las sonrisas, las dádivas, las mu-jeres, las palabras, los amigos, la libertad, la vida. No es na-die frente al poder, y su afán es que el poder reconozca almenos que él no es nadie, y que no lo mate. Es natural que su«Plegaria a Dios» sea incomparable a la «Exposición»: enaquella todavía habla la persona, y utiliza el medio que domi-na. La «Plegaria» es su defensa y es una obra humana. LaExposición de Plácido a sus jueces son fojas de un sumarioen que la sentencia está dictada desde el inicio y la condiciónhumana le ha sido quitada previamente al prisionero.

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Aceptemos que el fiscal dejó a Plácido a solas aquel 23 dejunio, solo con una pluma y papel. Pero esta historia de dicta-dos comenzó muchos años antes. A Plácido le han prescritodurante toda su vida la guía de sus comportamientos y de granparte de sus sentimientos y pensamientos. Su inferioridad, supedigüeñería, el ser de medio pelo en todo: desde la piel mes-tiza, desgracia decisiva pero no la peor posible, porque lo colo-ca en el lugar menos malo entre las castas inferiores, le daoportunidades, esperanzas e ilusiones. Le han dictado que élno es poeta sino poeta mulato, del mismo modo que más bienque un nombre lo que tiene es un apodo. Si Plácido es a pesarde todo un gran poeta es porque no se aprendió del todo esedictado. Desde que era un niño le han pautado la obediencia yla resignación, le han enseñado a «darse su lugar» social y areconocer la majestad del poder. Además le dictaron que él nopodría nunca proponerse ejecutar ningún alto designio. Y aho-ra lo capturan y lo consignan, lo encierran y lo azotan, lo so-meten al hambre y a las humillaciones, lo quebrantan de todaslas maneras, y a la vez pretenden que él ha sido un hombreimportante en una conspiración: como si Plácido tuviera unapellido propio y limpio, como si fuera un blanco, como situviera posición, propiedades y dinero. Por eso escribe: «¿Porqué pues ha de ser Plácido el apóstol de la discordia?». Denun-cia así también la equivocación de los todopoderosos: ¿cómova a ser importante un hombre inferior?

Por último, el fiscal Pedro Salazar le ha dictado todo locircunstancial de la exposición, incluidas las acusaciones apersonas. Lo que sucede es que se lo dictó todo durante cincomeses, con ayuda de todos los refinamientos y todas las bes-tialidades del poder, y lo dejó listo para el mejor dictado fi-nal: sin que le dicten nada, a solas, Plácido escribirá laautoacusación perfecta, la retractación esperada, el indiciosupremo de su culpabilidad. Nadie puede hacer por él ese

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ejercicio, ni el resultado sería satisfactorio. La exposición fi-nal es la suma de todos los dictados recibidos, la concrecióndel ejercicio ilimitado del poder que, como rito propiciatorio,salva al poder de sus limitaciones. La exposición es el certifi-cado de la anulación de su autor como persona. Ya Plácidopuede ser, o no ser, fusilado.

Ese texto, y los días postreros de Plácido, son un marcoideal para sustentar dramáticamente el abismo de iniquidad yde creación de monstruos en las personas de dominadores ydominados que poseen el colonialismo y el capitalismo. (Unaderrota fundamental en los intentos de crear el socialismo enEuropa fue la reintroducción progresiva en sus realidades deesas consecuencias de la dominación). No es la de Plácidouna página de antiguas historias. Al final del siglo XX sonáreas de negocios el narcotráfico y el robo de órganos de ni-ños; millones de hambrientos vagan en busca de sus últimosárboles para cocinar algo, sin conocer siquiera la palabraecología; casi mil millones no pueden leer este texto, ni nin-gún otro. Y el racismo y la xenofobia recuperan más adeptosque la ópera.

El drama de Plácido desnuda a los actores de esa historianuestra. El colonialismo corrompe toda condición humana,logra generalizar la autodevaluación de los dominados, creamonos imitadores y de improviso desata su ferocidad tam-bién contra ellos. Los pardos y morenos libres de Matanzas—estos hijos de la maravillosa dinámica del capitalismo tem-prano en Cuba—, señores de los oficios y las artes, orgullo-sos de los frutos de su actividad y de su lugar social, fuerzasvivas propietarias y profesionales, contrapeso potencial de laesclavitud masiva, en su mayoría súbditos respetuosos delorden político colonial, no fueron defendidos por los hom-bres de alta posición, incluidos los criollos de espíritu ro-mántico o científico que hoy son recordados con admiración.

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El orden brutal que los aplastó era al fin y al cabo el defensorde los intereses de la clase de los dueños de la sociedad, el«año del cuero» era un trabajo sucio que resulta periódica-mente necesario. La burguesía colonial corrió tras la ganan-cia y se sintió a la vez casta superior, vivió sus paradojas, y secondenó —esto se ha hecho costumbre— a ser siempre colo-nial, incapaz de defender o propiciar el desarrollo de los ele-mentos sociales necesarios para su posible hegemonía políticaautónoma.

(Cita de la «Exposición» de Plácido, para un posible recuadro:«En el año que fue alcalde ordinario de la Villa de Guanabacoa D.Ignacio García de Osuna se podía decir que aquella era una repú-blica sin senado ni Dux, porque los blancos, pardos y morenosbailaron en medio de las calles y en las casas mezclados; el ¿cana-rio? ¿comisario? D. Fernando Martínez soltó el bastón y el som-brero y se puso a bailar danzas y minuet con la negra en la casa delmoreno Rafael Morales; todavía viven los músicos del Batallónde pardos que tenían depositados allí sus instrumentos...»)

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«NUESTRA AMÉRICA». PRESENTE YPROYECTO DE LA AMÉRICA LATINA*

I. La propuesta martiana

Es una coincidencia feliz la del centenario de «Nuestra Amé-rica» con la necesidad de llenar el vacío que deja la caída delsocialismo real, tumba ideológica a la que se quiere arrastraren la actualidad a todo el pensamiento revolucionario. Antesde aquel derrumbe ya estaba en marcha en la América Latinauna gigantesca operación que debía consolidar los efectos delas grandes represiones políticas y sociales, y del procesoneocolonial de transnacionalización, sucedidos ambos en lasúltimas décadas. Esa operación pretende renovar y ampliar elconsenso de las mayorías con los sistemas de dominación,mediante la alternancia de gobiernos civiles en Estados na-cionales más fuertes y tecnificados que nunca antes en susfunciones de mando y de represión, utilizando la recreacióndel mito de la democracia y el mito del liberalismo más bienque los avances de la democracia real, y con aparatosformadores de opinión publica a su servicio que han multi-plicado su alcance, atractivo, nivel técnico, inculturación ydiversidad.

* «“Nuestra America”. Presente y proyecto de la America Latina».Anuario del Centro de Estudios Martianos, núm. 14, La Habana, 1991.

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La caída del socialismo real, desenlace funesto de un extra-vío que gravitará sobre todo el fin de siglo, introduce una for-midable variación en contra de los intereses de los puebloslatinoamericanos, porque permite postular que frente a la fuer-za inmensa e incontrastada de los Estados Unidos no quedaotra salida que resignarse y «esperar tiempos mejores». Laspolíticas posibles serían sólo las orientadas o avaladas por elimperialismo y sus agencias, los arreglos bilaterales de las si-tuaciones económicas críticas serían los únicos tolerados; aho-ra la soberanía solo puede defenderse parcialmente —extrañaparcelación— y hasta el crimen impune de Panamá induce ahacer más concesiones en vez de denuncias.

En perspectiva, resulta aún peor la supuesta lección quepretende sacarse de la caída del socialismo real: el socialis-mo como aventura de cambio de las personas y la humani-dad, ha fracasado, fue una hermosa ilusión impracticable. Nohay que mezclar ideales y realidades. Quizás, si somos pue-blos laboriosos y juiciosos, alcancemos algunos logros quetal vez traigan consigo el mercado democratizado y la demo-cracia mercantil. Se consumaría así el robo de la esperanza,con el decreto de que la historia ha terminado. En adelante,algunos países volarán en hermosos círculos; los demás po-dremos admirarlos mejor mientras nos arrastramos, en círcu-los también.

A un siglo de la aparición de aquel breve ensayo en NuevaYork y en México, es necesario llamar la atención sobre lavigencia y procedencia actuales de «Nuestra América», estoes, del mensaje y del proyecto martiano de conquistar unasegunda independencia de la América Latina, y dentro de él,del lugar y el deber de Cuba en América. Intentaré basarmeen esa necesidad para presentar una visión de «Nuestra Amé-rica» desde el presente y el futuro de la América Latina. Re-lacionar la prédica de José Martí con nuestra circunstancia

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exige que examinemos si aquella fue acertada, trascendentey duradera, y si su circunstancia es comparable con la actual.

Toda revolución profunda genera un pensamiento trascen-dente, y lo hace por lo menos en dos sentidos. Porque ese pen-samiento analiza de manera nueva y radical todas las realidadesde su entorno, incluidos los proyectos sociales, y las baña conuna luz nueva, volviéndose a la vez capaz de participar de mododecisivo en la creación de realidades nuevas. Y porque el pen-samiento puede trascender a la coyuntura que lo anima y alasunto inmediato que lo ocupa, e integrarlos a una perspectivade mayor alcance acerca de la actividad y motivaciones huma-nas, y de las relaciones e instituciones sociales. Cuba entró enun profundo proceso de revolución durante el último tercio delsiglo XIX, que se propuso resolver —en grados y momentosdiversos— los tremendos problemas nacionales y sociales delpaís. José Martí, líder político fundamental de la última fase deaquel proceso, produjo, con amplia ventaja, el movimiento yel pensamiento más revolucionarios de esa época.

«Nuestra América» expresa, en síntesis, la enorme riquezay radicalidad de la posición y el proyecto revolucionarios deMartí, en su dimensión latinoamericana. Entre muchas suge-rencias y afirmaciones importantes, veo en el texto cuatrotesis principales acerca de su asunto central:

1) las estructuras coloniales han logrado permanecer enlas repúblicas latinoamericanas: «la constitución jerárquicade las colonias resistía la organización democrática de la Re-pública», dice Martí, «nos quedo el oidor, y el general, y elletrado, y el prebendado»;1

1 José Martí: «Nuestra América», en Obras completas, La Habana 19ó3-1973, t. 6, p. 15-23. .En lo sucesivo 1as frases o fragmentos de Martí,entrecomillados en el texto, pertenecen a ese ensayo, salvo indica-ción del autor.

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2) el liberalismo no es la opción de progreso que «civiliza-rá» al Continente, como disyuntiva excluyente frente al «atra-so» y la «barbarie» de las dictaduras y las montoneras. Mentescolonizadas son incapaces para «regir pueblos originales, decomposición singular y violenta», porque ellos no saben «conqué elementos está hecho su país», dice Martí. No pueden sercreadores estos estadistas o pensadores, y por tanto no pue-den gobernar en un pueblo nuevo, ni guiarlo en el proceso dereconocerse —identificarse, diríamos hoy—, cambiarse me-diante la acción conjunta, y disfrutar todos lo que debe ser detodos, que esos son para Martí los objetivos de la acción po-lítica latinoamericana. «Ni el libro europeo, ni el libro yan-qui, daban la clave del enigma hispanoamericano.»2 «Entró apadecer América, y padece, de la fatiga de acomodación en-tre los elementos discordantes y hostiles que heredó de uncolonizador despótico y avieso, y las ideas y formas importa-das que han venido retardando por su falta de realidad local,el gobierno 1ógico»;

3) el peligro mayor para la América Latina es «el vecinoformidable», «un pueblo emprendedor y pujante que la des-conoce y la desdeña», «el águila temible» el «crítico goloso eimpaciente», «el yanqui aniquilador y rapaz», que de estas yotras formas parecidas llama Martí en sus escritos al imperia-lismo norteamericano. «La diferencia de orígenes, métodos eintereses» entre los Estados Unidos y la América Latina estápróxima a convertirse en un intento de apoderamiento y do-minio del primero sobre la segunda. Comprender esto es fun-damental, y actuar en consecuencia;

2 Cintio Vitier, explica los papeles de los tiempos verbales en la prosapolítica madura de Martl: «daban» por «deben dejar de dar», o untiempo presente para lo que debe suceder y con la acción hay quepropiciar, son aspectos de ese lenguaje político.

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4) América se salvará, esto es, hay que salvar a la Américanuestra, pero sólo podrá salvarse mediante soluciones pro-pias, y que impliquen la participación de la masa de los opri-midos. «A los sietemesinos sólo les faltara el valor» , «porqueles falta el valor a ellos, se lo niegan a los demás», anatematizaMartí desde la década final del siglo XIX, no más fácil décadaque la que comienza ahora. La unidad es indispensable y esvirtud suprema, postula, pero ella no es una abstracción. Antetodo es «la marcha unida», es una unidad para realizar unamisión histórica, «la segunda independencia» latinoamerica-na. Es una unidad basada en levantar a los humildes y convo-carlos a una lucha que si no es popular no tendrá fuerzasuficiente para osar vencer, y si no es para que todos disfru-ten lo que debe ser de todos —para que se realice la repúbli-ca— no valdría la pena. «Con los oprimidos había que hacercausa común, para afianzar el sistema opuesto a los interesesy hábitos de mando de los opresores.»

La salvación no está en rescatar, mucho menos en imitar,«la salvación está en crear». Hombres nuevos americanos lesllama Martí a estos que llegarán a verse a sí mismos «con losojos alegres de los trabajadores». La América trabajadora esla que lleva a cuestas la gran tarea que vendrá, y es la herede-ra del Continente, en el arrebatado final de «Nuestra Améri-ca» en que encuentran su sentido la naturaleza, las culturasautóctonas, los próceres y la gesta popular de la independen-cia, el proyecto de Bolívar, «el criollo independiente», elmestizaje triunfante y, sobre todo, la fundación que es preci-so, realizar: «la América nueva».

Lo esencial se ha dicho, y el autor se explica: «Los pue-blos han de tener una picota para quien les azuza a odios in-útiles; y otra para quien no les dice a tiempo la verdad.»

Martí siente orgullo de lo que la América Latina ha logra-do ya: «de factores tan descompuestos, jamás, en menos tiem-

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po histórico, se han creado naciones tan adelantadas y com-pactas.» Proclama ese orgullo ante todos, clava a los bribo-nes que se avergüenzan de su origen, canta las glorias de laindependencia y culpa al colonialismo del retraso y la heren-cia desventajosa que pesan ahora, frente a la urgencia de ce-rrar el paso al neocolonialismo y de crear repúblicas nuevas.Por lo mismo, no hace hagiografía con los héroes ni patriote-rismo con la independencia. En cambio, Martí hace interpre-tación histórica y análisis de las estructuras de las sociedadesy las conductas de los actores sociales —juicios asistidos porla pasión, como pedirá José Carlos Mariátegui una genera-ción después—; y todo lo hace con el objetivo de aclarar,movilizar y organizar para la acción liberadora.

Están a la vista la trascendencia y el alcance extraordinariosde «Nuestra América». La visión martiana ha funcionado comoforma de conocimiento social superior y guía política para todauna época histórica que apenas comenzaba a desplegarse. Martílogra formular una utopía (un más allá alcanzable mediante lapraxis) americana, un objetivo y un destino específico para elContinente latinoamericano. En el mismo proceso en que develao analiza lo esencial de la historia, las contradicciones y lasnecesidades de esta América, identifica a su enemigo principal—el imperialismo norteamericano— y explica que el enfren-tamiento es ineludible, propone el desarrollo de unaautoidentificación y una coordinación práctica latinoamerica-na para las acciones de defensa y de liberación, y postula queeste programa es la única opción.

II. La producción de un pensamiento latinoamericano

Si tomáramos el conjunto de la obra martiana, ya que «Nues-tra América» es coherente con ella, todo lo expuesto se en-riquecería y desplegaría mucho más. Toda esa producción

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intelectual de Martí, que guarda una correspondencia ejem-plar con su trayectoria vital, es una combinación maravillo-sa de enfrentamiento y previsión de los asuntos de cada díacon una lucha complicadísima y prolongada, que teje vo-luntades y maneja coyunturas muy disímiles, con una estra-tegia radical y unos objetivos revolucionarios de granalcance.

Martí tiene un conocimiento profundo de lo esencial de lahistoria de América, de la nuestra y de la de los Estados Uni-dos, como evidencia, por ejemplo, en «Madre América»(1889). Tiene la comprensión más completa de la contraposi-ción existente entre ambas Américas, a partir del conocimientode sus raíces, su contenido a fines del siglo XIX, lainevitabilidad del choque y la tendencia imperialista norte-americana. Esto fundamenta la necesidad de que nuestraAmérica se una contra ese imperialismo, una necesidad pe-rentoria si la vemos desde la actividad martiana como políti-co revolucionario, o una necesidad histórica a realizar simiramos desde el pensador revolucionario que trasciende sutiempo.

Martí llama a la lucha, porque no hay otra opción: es fun-damental que todos entiendan que el «convite» panamericanoes sólo una estrategia norteamericana de debilitar, para el asal-to inminente, a los países de la América Latina. «Lo menospeligroso», dice, «es ser enérgico», mientras que la debilidady las concesiones no salvarán a nadie. Reclama no aliarse alos Estados Unidos en sus enfrentamientos con poderes euro-peos, no ir unas repúblicas al servicio de los Estados Unidoscontra otra república latinoamericana, impedirle que ensayesu colonialismo nuevo (su neocolonialismo) en las repúbli-cas americanas. Son los pasos que deben llevar hacia la obranecesaria: la segunda independencia. No puedo evitar recor-dar al Che, setenta y cinco años después, llamando a nuestra

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América, al Tercer Mundo, con las palabras de Martí: «es lahora de los hornos, y no se ha de ver más que la luz».

El conocimiento de Martí de lo esencial latinoamericanoes la base del alcance asombroso de su obra de madurez, inte-lectual y política. Sus manifestaciones innumerables estáncentradas o inspiradas, tienen su clave en ese conocimiento,que a su vez ha sido motivado, impulsado y alimentado porla acción revolucionaria cubana de Martí y por el largo cami-no de más de dos décadas de estudios de las realidades cuba-nas, hechos siempre desde el propósito de hacer la revoluciónde liberación nacional, cuyo carácter necesariamente popu-lar, comprendido y emprendido como objetivo de su prácticapolítica, estará en la base de su concepción de la repúblicanueva. Y así, por ejemplo, en esa pieza crucial que es el dis-curso del 10 de octubre de 1889, expone acabadamente sutesis del papel de la guerra para que «un pueblo nuevo y hete-rogéneo» se descubra a sí mismo mediante su propia actua-ción, se unifique, ejercite «la originalidad necesaria para juntaren condiciones reales los elementos vivos que crean la na-ción». Y explica que los problemas de un pueblo así no seresuelven con los consejos del último diario inglés, ni conuna recién llegada tesis alemana, ni con otras lucubracionesimportadas del Norte, como alertará quince meses después,en «Nuestra América».

La exposición y defensa de la especificidad latinoamerica-na es el logro mayor de su posición intelectual revoluciona-ria. Martí la convoca a reconocerse a sí misma, que es unaforma superior de existir, un peldaño decisivo hacia la tomade posesión de si misma. Si sólo eso hubiera logrado ya ha-bría razón para elogiarlo mucho, pero Martí va más allá. Re-laciona a esta América con «la que no es nuestra» y conEuropa, por la raíz misma de esas relaciones, que son las co-lonizaciones. «Lo que es» la América Latina incluye desde

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ahora lo que le han hecho sus depredadores desde la conquis-ta, 3 lo que le obligan hoy a ser, lo que en apariencia es, ysobre todo, lo que está obligada a realizar con su actuaciónpara conquistar ese ser suyo. El manejo de la especificidad yla identidad latinoamericana frente al Occidente colonizador,criminal y burgués, al Occidente de maravillosas revolucio-nes tecnológicas y culturales, es el pivote sobre el que estehombre excepcional logra desarrollar una posición, una obra,un mensaje y un combate anticolonial y antineocolonial. Estehijo de una colonia y formado en las metrópolis, poseedor engrado sumo de los frutos espirituales de aquella cultura occi-dental, intelectual moderno como pocos ha habido, logra tras-mitimos una posición, una obra, un mensaje y un combatefrente a la colonización espiritual —funesta porque pretendedesarmar para siempre al colonizado, y sumarlo, hacerlo cóm-plice contra su pueblo—, frente al dominio enemigo que con-vierte a la civilización, la modernidad, el liberalismo, las luces,los avances, en polos de dominio contra nuestros pueblos, yde antinomias falsas para desarmar y desmoralizar, y hacerlacayos a los pensamientos y los sentimientos.

Entonces produce Martí interpretaciones del mundo desdela América Latina, esa necesidad vital de hoy, sin la cual qui-zás no nos salvaremos; produce otro pensamiento, irreductiblea la cultura dominante y también a 1a cultura avanzada perodominada, que van floreciendo en el Tercer Mundo a partir

3 «¡Robaron los conquistadores una página del Universo!», apostrofaen 1884 (O.C., t. 8, p. 335). El debate alrededor del quinto centenariodel inicio de la opresión y explotación en América tiene en los nume-rosos pasajes en que trata el tema de la Conquista, y en el sentido detoda la obra de Martí, una de sus fuentes más valiosas y de mayorpeso, desde el lado de la identidad y la lucha por la emancipaciónamericana.

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de las colonizaciones. Es bochornoso leer tanta tontería oconfusionismo presuntuosos con motivo del Bicentenario dela Revolución Francesa, un siglo después de la página lumi-nosa en que Martí explica a los niños, y a todos, lo esencialde la Revolución Francesa; una página en que reconoce a losprotagonistas de la revolución, y los menciona seis veces—los trabajadores, los que trabajaban, la gente de trabajo,los hombres de trabajo, así les llama—, expone el sentidoprofundo de aquellos acontecimientos, no menciona por sunombre a ninguno de los personajes que llenan las narracio-nes sobre esa época, y concluye: «Ni en Francia, ni en ningúnotro país han vuelto los hombres a ser tan esclavos como an-tes.» Tras lo cual se lanza, en diecisiete páginas agudísimas yatractivas, a mostrar y ofrecer, desde nosotros, claves de in-terpretación del mundo entero.4

El pensamiento martiano fue el más subversivo de su épo-ca, para Cuba y América Latina, porque fue a la raíz de losproblemas fundamentales y de su superación, y mostró uncamino para crear nuevas realidades y hombres nuevos, enla-zando el proyecto más ambicioso de liberación nacional yhumana concebido hasta entonces en América, con las pro-puestas concretas de cómo ir realizándolo. Martí emprendióuna cruzada de clarificación y de reunión, de movilización desueños y organizaciones, desde mucho antes que su luchafuera visible, y lo fuera su papel de conductor supremo de larevolución cubana. Sus escritos durante la estancia en Méxi-co (1875-1877) contienen ya elementos importantes de estenuevo pensamiento.5 En 1880 le escribe a Miguel Viondi:

4 J. M.: «La Exposición de París», en La Edad de Oro, O.C., t. 18, p.406-431.

5 Un ejemplo: en La civilización de los indígenas, a1 tratar el tema dela «criminal indiferencia ante una raza», afirma que las «revolucio-

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«Lo imposible es posible. Los locos somas cuerdos.» A finesde la década, ya se lo dirá a todos: «el único hombre práctico,cuyo sueño de hoy será la ley de mañana».

De aquí en adelante todo en Martí, hasta el último papel yel último esfuerzo, hasta la muerte, irá luchando y apuntandoen esa dirección. Todavía cercana su caída, en marzo de 1896,Enrique José Varona, el científico social y el pensador que haido recorriendo laboriosamente su camino, comprende lo queda sentido y unidad a la obra y la conducta martianas, el retotremendo de planteo y la política práctica que debía convertirlo «imposible» en posible, y en realidades. «No colocó suideal en un mundo inaccesible», dice Varona: «todo lo hacíacomo si no hubiera de hacer otra cosa», «no era un políticoespeculativo». «Tenía la convicción: “yo alzaré al mundo”.Y en todo fue grande, pero lo mayor fue su facultad de armo-nizar y organizar.»6

Martí fue el más revolucionario entre los revolucionariosde su tiempo, y era forzoso que arrastrara, que despertara feen los que hacen la historia aunque no le conozcan del todolas razones. También era forzoso que polemizara con otrosque dentro del campo de la revolución tenían ideas más mo-deradas o respondían a proyectos menos revolucionadores.

nes de principios» (liberales) serán infructuosas «mientras no haga-mos una revolución de esencia». «Se está consumando el ideal políti-co; pero necesitamos para realizarlo de la unidad social», «[...] lasnaciones no se constituyen con semejante falta de armonía entre suselementos: todo debe repartirse equitativamente». (Revista Univer-sal, México. 14-1-1876.)

6 Enrique J. Varona: «Martí y su obra política». Discurso, 14 de marzode 1896. En De la colonia a la república. Sociedad Editorial CubaContemporánea, La Habana, 1919.

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Cuando se quebrantó el proyecto revolucionario del 95, cuan-do el país fue ocupado militarmente por los imperialistas nor-teamericanos y se desembocó en la primitiva repúblicaburguesa neocolonial, fue lógico que se rechazara a Martí, yque se le olvidara. La contrarrevolución ansiaba desaparecerlo,y no podrían asumirlo ni entenderlo «los reformistas sinceros—el movimiento regular que siempre sigue a un impulso pro-longado», utilizo palabras de Martí de 1894. Agotado aquelciclo revolucionario, Martí quedará como herencia yacente,que levantarán los revolucionarios del siglo XX.

III. Martí y el futuro de América Latina

Martí sigue vigente para América Latina, porque el problemabásico que planteó hace un siglo sigue en pie: la necesidad dela liberación nacional, y la de las luchas populares, naciona-les y continentales, para lograr esa liberación nacional. En elsiglo transcurrido, los Estados Unidos cayeron sobre nuestraAmérica. Las fases sucesivas de ese apoderamiento y de lasresistencias y luchas revolucionarias y populares en la regiónson lo medular de la historia latinoamericana de este siglo.Pero la acumulación anterior de sus sociedades, más los mo-dos específicos a través de los cuales se han desarrollado elcapitalismo neocolonizado y la vida de los pueblos de laAmérica Latina, dan por resultado una complejidad y sumade contradicciones tales que hacen a estos «pueblos nuevos»los más autoidentificados, caracterizados y potenciales suje-tos de cambios radicales del Tercer Mundo.

No se muestra nada promisoria a simple vista, sin embar-go, la coyuntura actual. Los problemas de los cambios posi-bles, que serían la cuestión democrática y la cuestión delsocialismo, o expresado de otro modo, la cuestión de las rela-

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ciones entre contrarrevolución, reformas y revolución, tie-nen una riqueza y presentan unas dificultades extraordina-rias. El proceso de «modernización» capitalista vivido por lamayor parte de la región en las tres últimas décadas ha pro-ducido desastrosos resultados que prácticamente nadie pue-de negar: grande y sostenida urbanización caótica sin empleoni servicios suficientes; industrialización transnacionalizadaque no forma parte de proyectos nacionales de desarrollo yque carece de apreciables mercados externos; capitalismoagrario sin desarrollo rural; violenta caída de los niveles devida en los años ochenta y marginalización de gran parte delas poblaciones en cada país; 7 doctrina de seguridad nacio-nal, dictaduras prolongadas y terribles represiones y matan-zas «para combatir el enemigo interno», mientras en esosmismos países se ha consumado una gran dependencia exter-na; gobiernos civiles en los últimos años dondequiera quehubo dictaduras, pero que más bien continúan las políticaseconómicas y las tareas generales que sus predecesores mili-tares emprendieron, y cuyos poderes representativos tienenen la realidad límites muy marcados. La lista de miseriasamenaza ser interminable.

La Revolución cubana y el establecimiento de un podersocialista en América que ya tiene 30 años es la demostra-ción práctica —con sus inmensos logros, sus insuficiencias ysus errores— de que es posible vivir de otra manera, incom-

7 El estudio de CEPAL «Magnitud de la pobreza en América Latina enlos años 80», de julio de 1990, estima en 183 millones a los pobresque residen en la región (pobres, según CEPAL y PNUD, son lasfamilias que no pueden pagar el costo de su canasta familiar y apenascubren sus necesidades básicas); constituyen el 44 % de la poblacióntotal de la región. Según el estudio, 88 millones (casi la mitad) vivenen la indigencia.

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parablemente más humana y justa, en este continente. Su de-safío magnífico y permanente al imperialismo es el logromayor de una política propia obtenido por pueblo alguno delcontinente, y eso lo saben los latinoamericanos. La alternati-va socialista y el marxismo en español contenidos en la Re-volución cubana constituyen un polo diferente y opuesto aldel capitalismo en América. Los conceptos y la práctica fue-ron revolucionados por ella, piedra de escándalo y herejíapara la escolástica, el dogmatismo y el reformismo. El actualproceso cubano, llamado de rectificación de errores y ten-dencias negativas, parte de los valores creados y las caracte-rísticas propias de esta revolución para intentar superar lasgraves consecuencias de los cambios en Europa oriental y enla situación mundial, a la vez que las deformaciones y des-viaciones del proceso y las insuficiencias del país, que fue-ron las causas del inicio de la rectificación en 1986. Para elloapela a promover una mayor participación popular en todoslos campos, buscando el desarrollo de sus instituciones de-mocráticas propias, y que de ellas salga la profundización delsocialismo.

En la mayor parte de la América Latina las expresionesideológicas, políticas y organizativas que provienen del cam-po popular tienen en su contra la sistemática destrucción aque han sido sometidas las organizaciones por la represión, yel aumento cualitativo de los medios de control ideológico ycultural. A favor tienen, además de la necesidad y los anhe-los de los desposeídos y ofendidos, la enorme y dilatada es-cuela política y la herencia aportadas por las luchas de lasdécadas anteriores, y la ampliación consecuente —que es yauna verdadera multiplicación— de los actores populares y delas formas de su participación en la vida social. Sería un gra-ve error subestimar el potencial que ofrecen, a quienes seancapaces de articular reivindicaciones inmediatas y estrategias

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de liberación, la profundización y el enriquecimiento de laspercepciones y la cultura acumulada de autoidentificación yrebeldía que tiene hoy el campo popular.

La democracia está hoy en el centro de los lenguajes polí-ticos, pero para muchos millones de latinoamericanos ella noes sinónimo de sueños ingenuos, engaños periódicos o espe-jismos. Por ejemplo, ya no es posible separar democracia deeconomía: a los líderes, partidos y gobiernos democráticosse lea exige ante todo políticas económicas de objetivos cla-ros. Dentro del campo popular no se concibe democracia sinparticipación, y en las más diversas actividades y organiza-ciones se producen incontables experiencias, se critican lasformas de conducción y de dominación que hasta hace algúntiempo se soportaban o se consideraban naturales, y se discu-te, se aprende o se diseñan formas democráticas para la ac-tuación social y po1ítica. La necesidad de formas de poderpopular se va abriendo paso en numerosos medios; de susexperiencias y debates saldrán planteos más claros y eficacesdel problema del poder.

El juego de «democratizar» la hegemonía burguesa para am-pliar el consenso, ese viejo juego con ventaja al que el capitalis-mo está obligado a jugar por su naturaleza, tiene siempre ladesventaja de que expande la actividad y las representacionespo1íticas a cada vez más amplias masas desposeídas, cuyo desa-rrollo las va tornando más capaces de exigir lo que el sistema nopuede satisfacer sin minar las bases mismas de su dominación.El reformismo es imprescindible para conjurar la revo1ución,pero a riesgo de que en el medio que el reformismo crea, me-diante su negación activa, radical y eficaz, surja la revo1ución.En la América Latina el equilibrio es todavía más riesgoso paralas clases dominantes porque, frente al potencial revo1ucionariodel campo popular, el capitalismo carece de reformas económi-cas que realizar o incluso prometer, y en vez de bonanzas, traba-

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jo o redistribuciones que amplíen o retengan su base social, debehablar de po1íticas de ajuste, de obligaciones económicas, de«pactos» y «concertaciones» sociales, de «austeridad» para lospobres, o pasar abiertamente a la represión.

¿Contarán las clases dominantes de la América Latina encrisis de fines del siglo XX con un reformismo en el seno de lasorganizaciones populares y del pensamiento revo1ucionarioque les favorezca en el objetivo central de conservar su poder?¿Sólo serán posibles las «salidas» a la crisis permanente que elimperialismo y sus aliados en cada país tengan a bien ofrecer?Ante el agotamiento de los modelos de avance capitalistas na-cionales, la vaciedad explícita de los pensamientos avanzadospero mentalmente colonizados, la unipolaridad emergente queaumenta el poder, la presión y la libertad de los Estados Uni-dos para actuar en la región, el reacomodo de tiburones quellenarán lo fundamental de la po1ítica internacional mundialen el futuro cercano, ¿qué puede hacer, cómo puede encontrarsu camino la América Latina?

Buscar sus propias fuerzas y movilizarlas, interpretar elmundo desde sus realidades, intereses y anhelos propios, pre-sentar a las relaciones inevitables con el mundo lo mejor de-fendidos sus intereses, pese a la heterogeneidad que lacaracteriza también, hacerle cauce al movimiento popular y ala desesperación motivada por la crisis social. Me parecenestas, y otras como estas, las tareas posibles y el único cami-no para evitar el suicidio de las concesiones que culminaríanen la entrega pura y simple. Para estas tareas, para planteár-selas bien, es imprescindible que el pensamiento sea latino-americano, y que sea él quien injerte en nuestro tronco elinmenso caudal cultural que se mueve en el mundo actual.José Martí resulta entonces indispensable, y asumirlo un actoque nos dirige hacia el futuro, y no al pasado.

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Sus tesis mismas de «Nuestra América» están dramática-mente en pie, aunque sean ya otros los datos del problema. Elconjunto de sus escritos, su modo de abordar los problemas,la armonía y complejidad de relaciones entre su conducta ysus proclamaciones, entre su objetivo liberador y su prácticapolítica, entre la política y la ética, todo Martí puede servir-nos para entender el presente y trazar el proyecto, si somoscapaces de ser grandes y hábiles.

Martí vio muy claros el lugar de Cuba en América y eldeber de Cuba en América. Su más famoso fragmento sobreel tema, la carta postrera dirigida a Manuel Mercado, expresaclaramente su estrategia americana, y el alto destino que letocaba a Cuba como parte de la lucha de nuestra América.También ve claro Martí en la necesidad de que el continenteemprenda su camino de reafirmación y liberación, para queCuba tenga en él aseguradas su independencia y su entornonatural, de pueblos libres coaligados. A su amigo querido selo escribe, en esa misma carta: «Y México, ¿no hallará modosagaz, efectivo e inmediato, de auxiliar, a tiempo, a quien lodefiende? Sí lo hallará, o yo se lo hallaré. Esto es muerte ovida, y no cabe errar.» Cuba será libre de España y de losEstados Unidos, esto es, del pasado colonial y del futuro do-minador neocolonial, para iniciar así la segunda independen-cia; los demás países latinoamericanos necesitan andar esecamino, la unidad es indispensable para el triunfo.

Un siglo después Cuba se levanta, conseguida la libera-ción nacional que Martí comenzó a pelear, pero convencidade que ella tiene que consumarse una y otra vez en el mundoque existe, «que no nos es ajeno», y que a menudo intentaaplastárnosla, o recortárnosla. Los nexos de los fundamentosespirituales, de la cultura política y de la fe revolucionaria delos cubanos con la América nuestra son enormes y entraña-bles. Las relaciones reales entre nuestras culturas actuales son,

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sin embargo, muy insuficientes; muchos fuertes enemigos,falta de fuerza material cultural, algunos desaciertos nues-tros, y el desconcierto que produce la originalidad misma deun régimen socialista como el cubano, están en la base de esainsuficiencia. Las relaciones económicas son una muy mo-desta fracción de nuestro intercambio, aunque crecen, y tene-mos numerosas relaciones estatales.

Es previsible que los Estados Unidos sean más tenaces yagresivos contra nosotros, en la coyuntura actual. Pero tam-bién es previsible que Cuba sea identificada cada vez máscomo la alternativa de liberación latinoamericana que efecti-vamente es. Intereses diversos pueden mover a clases y esta-dos que pretendan intercambios provechosos y ciertaautonomía en beneficio propio; en el campo popular las des-gracias materiales e ideológicas pueden acrecentar mucho lasimpatía y solidaridad que siempre han existido, las que semultiplicarían si se abre un nuevo ciclo de protestas y movi-mientos populares y revolucionarios.

El desarrollo del socialismo cubano, los modos como sal-ga adelante de su difícil circunstancia actual, renuevan el pro-blema del deber de Cuba en América. El socialismo cubanoes la realización en América de la postulación martiana de laliberación nacional con justicia social, y la demostración pal-pable de que sólo uniendo ambas es posible triunfar, soste-nerse y avanzar. Es el proyecto de un cambio total de laspersonas y las instituciones, un cambio cultural como conte-nido real del socialismo, un largo proceso en que tienen queser los participantes masivos los agentes fundamentales, losque harán realidad las tareas más grandes, antes tenidas porimposibles, los que se cambiarán a sí mismos en el curso desu actividad, y serán capaces de ir derrotando paulatinamenteal egoísmo, el individualismo, el afán de lucro, el afán dedominio, organizados y unidos por el objetivo común y por

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un poder revo1ucionario que, siendo por necesidad muy gran-de, sea por naturaleza concebido como un servicio.

Con todas sus insuficiencias y errores, nuestro socialismoen un país pequeño, subdesarrollado, al pie mismo de los Esta-dos Unidos, es mucho más fuerte moralmente, por sus valores,y materialmente, por la unión y capacidad de resistencia encar-nizada de su pueblo, que un socialismo basado en la compe-tencia entre las gentes y el ansia inalcanzable de los consumosde los desarrollados, que un socialismo que se convierta en ladominación de un grupo en nombre de la sociedad.

La conversión de proyectos en realidades, mediante el pre-dominio del factor subjetivo en la sociedad, es el secreto deléxito de las revoluciones profundas. Violentación de lo quela sociedad parece poder «dar de sí», cuando se logra que lasgentes den lo que sí pueden dar de sí, búsqueda pragmática yapasionada que exige una y otra vez la renovación organiza-da de lo que parece ya definitivo, por instituido, para aproxi-mar la realidad cotidiana al deber ser del socialismo. En esadifícil y maravillosa tarea puede ayudarnos mucho Martí. Consu ayuda podremos incluso recuperar mejor el propio pensa-miento nuestro, y pienso en el Che, ese hombre tan grandeque hasta alguna vez hemos sentido la tentación mezquina deconsiderarlo demasiado grande. Este seguidor de Martí quereclamaba hace casi 30 años que se forjara el plan «comoobra creadora del pueblo, como la acción de la voluntad delhombre, sobre las posibilidades o sobre la economía, paratransformarla y cambiarle su ritmo». Y nos pedía a todos «nodesconfiar demasiado de nuestras fuerzas y capacidades».

Martí exclamó una vez, al honrar a Bolívar 63 años despuésde su muerte, que él permanecía en el cielo de América «vigi-lante y ceñudo, sentado aún en la roca de crear [...] porque loque él no dejó hecho, sin hacer está hasta hoy». Hoy los cuba-nos estamos en mucha mejor situación en relación con Martí,

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aunque tenemos mucho que aprender todavía de él, y que po-ner en práctica de su prédica entre nosotros. Y también losdemás latinoamericanos, pese a faltarles la conquista decisivade poderes populares, pueden asumir hoy a Martí desde unariquísima experiencia de luchas y de logros de sus sociedades,de crecimiento cultural propio. Unos y otros tenemos que acer-carnos, y tenemos a Martí de nuestra parte para hacerlo, ahoraque, para terminar con sus palabras, debemos reconocernosunos y otros, como los que van a luchar juntos.

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¿POR QUÉ JULIO ANTONIO?*

Juventud Rebelde ha convocado a escritores noveles, bajotres nombres significativos. Mella, Pablo y Rubén son ejem-plo de unidad de pensamiento y acción revolucionarios. Susvidas refrendaron sus escritos, y la muerte en la lucha loshizo ya para siempre jóvenes. Así, quizás sería innecesaria lainterrogante que encabeza estas líneas. Pero hay más.

La sucesión cultural es un índice de la nacionalidad, y nopuede reducirse a invocar nombres que, siendo formalmentenuestros, resultan casi desconocidos por su obra. Al recordar aMella, trataremos de exponer algunos aspectos del problema.

Hay una continuidad ideológica, estrechamente vinculadaal desarrollo de cada sociedad, que es el suelo en que fructifi-can y legitiman su vigencia las nuevas ideas y teorías. Laliberación de España, la explotación del trabajo asalariado, lacolonización azucarera, la dominación económico-políticaimperialista, modernizaron el país. Pero esto trajo también, através de larga lucha, el «minorismo», la superación de lacolonia cultural, la Revista de Avance, la lucha antimperialista,la CNOC, el Partido Comunista. Mella es representativo deuna época porque, viniendo de Varona, trasciende al anhelo

* «¿Por que Julio Antonio?». El Caiman Barbudo, núm. 1, La Habana,marzo 1966.

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cientifista y al pesimismo de un ideal truncado, para ofreceruna nueva visión cubana de la realidad, asistida por el mar-xismo. Y su obra resiste las épocas de reacción, elsilenciamiento y el tiempo, porque se ha integrado ya a lasfuerzas nacionales, para servir de punto de partida hacia me-tas más altas.

No es literario el mérito mayor de Julio Antonio Mella.Pero sería disminuir su estatura ver en él sólo al campeón delcivismo frente al corrompido protectorado, al atleta de la huel-ga de hambre, «bello e insolente, como un héroe homérico»,al forjador de rebeldías. Mella fue revolucionario de un tiem-po de sembrar, y cumplió su tarea a plenitud. En mítines,conferencias, centros de estudios para trabajadores, comopublicista, señaló a la dominación imperialista como el malmayor, y a los obreros su deber de encabezar el futuro.

Aunque se asomó al marxismo ya en medio de la lucha,buscó en el estudio de la teoría el derrotero de la actividadrevolucionaria. Poco antes del Congreso Antimperialista deBruselas, lamenta «la falta de tiempo para las cosas del pen-samiento», ante el imperativo de estudiar y situar a Martí comopersonalidad revolucionaria. Considera necesario buscarse laraíz en la continuidad revolucionaria de su pueblo, extraerlas experiencias de aquella lucha tremenda, calibrar las ta-reas de la época en el análisis de los principios martianos.

Un año antes de su muerte escribe un premonitorio ensayoacerca del APRA. «Los comunistas ayudarán, han ayudadohasta ahora..., a los movimientos nacionales de emancipa-ción aunque tengan una base burguesa democrática».1 Y élestá dispuesto a continuar sus palabras con la acción, junto a

1 Mella, J. A.: La lucha revolucionaria contra el imperialismo. EditoraPopular de Cuba y el Caribe, La Habana, 1960, pp. 19-20.

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los «nacionalistas», partido de oposición a la tiraníamachadista. Mella entiende la tesis leninista del frente únicocomo un paso en la lucha partidista hacia el socialismo, ycritica las tesis abstractas de los intelectuales que hacen jue-gos de palabras con el marxismo. El divisionismo en el mo-vimiento antimperialista, el oportunismo político de algunasdeclaraciones, el anticomunismo de su dirigente, le obligan adenunciar al APRA como organización confusionista, que«según se intensifique la clarificación de las fuerzas sociales,se convertirá más y más en una organización reaccionaria»,aunque reconoce la honradez de los que «son carne revolu-cionaria de las cárceles».2

Comentando el pensamiento revolucionario de Martí, nosdeja frases de absoluta vigencia: «Internacionalismo signifi-ca, en primer término, liberación nacional del yugo extranje-ro imperialista y, conjuntamente, solidaridad, unión estrechacon los oprimidos de las demás naciones».3 Y sin dejar ni unmomento de luchar por Cuba, presta su esfuerzo constante ala Liga Antimperialista y al intento de lograr la unidad mun-dial antimperialista —tarea insoslayable para los revolucio-narios de hoy—, participa como un miembro y dirigente enel Partido Comunista mexicano y actúa en la solidaridad conla gesta de Sandino.

Porque Mella está «entre los más altos guiadores de su tiem-po cubano y americano», la Juventud lo tiene, con Camilo,

2 Ídem, p. 41. Nota para esta edición: poco después de publicar esteartículo conocí un hecho histórico fundamental respecto al asunto deeste párrafo. El VI Congreso de la III Internacional (1928) aprobó unalínea sectaria para los partidos comunistas, de enfrentamiento de «cla-se contra clase», en la que no cabía la acertada posición de Mella parauna insurrección en Cuba, a la que se refiere al inicio del párrafo.

3 «Glosando los pensamientos de José Martí», ob. cit., p. 96.

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en su emblema. Conocer mejor sus escritos, todavía insufi-cientemente divulgados, puede ayudarnos a realizar mejor ladifícil tarea de nuestro tiempo.

Concurrir a la herencia de Julio Antonio significa, en elorden teórico, no sólo recoger y divulgar su pensamiento, sinotrabajar en los problemas que él se hubiera planteado si estu-viera físicamente entre nosotros. La complejidad de nuestraépoca, que es de lucha a escala mundial entre los pueblos y elimperialismo, y por la liberación nacional y el socialismo enlas naciones del «tercer mundo», ofrece innumerables cam-pos a la teoría y la lucha ideológica.

La «aplicación creadora del marxismo leninismo» puedeconvertirse en una frase para calificar los aciertos prácticosde los revolucionarios. Pero no fue meramente como propa-ganda que Marx vio la necesidad de que la teoría encarnaraen las masas. El leninismo es el monumento mayor al espíri-tu creador del marxismo porque no organizó los hechos so-ciales a la mayor gloria de los principios, sino que utilizóéstos como instrumental científico para avanzar en la investi-gación de la época imperialista, de los principios de la revo-lución y del tránsito al comunismo.

Sin embargo, en cuarenta años la teoría no ha avanzadomucho más allá. Entretanto, el mundo imperialista ha cam-biado, el campo socialista se ha desarrollado y ampliado, einsurgen tres continentes que en tiempos de Lenin apenas sedesperezaban. Y en muchos casos la teoría de la liberaciónnacional, de la revolución socialista, de la etapa de tránsito alcomunismo, marcha a remolque de los acontecimientos, ador-nando victorias o derrotas.

Podrían ser investigados problemas relacionados con labancarrota de una ideología correspondiente a nuestra situa-ción prerrevolucionaria, y con la pretensión de sustituirla porun conjunto cultural cimentado por el marxismo. La aprecia-

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ción del fenómeno económico, el régimen de propiedad, losestímulos materiales y morales al trabajo, la necesidad de co-rrelación en la construcción del socialismo y el comunismo,tesis esbozada por Fidel,4 el proceso cultural en el campo y eldesarrollo agrario, la educación política del pueblo y los ries-gos de tergiversación del marxismo en su divulgación, la moralsexual y familiar, son sólo algunos temas.

Mella prometió escribir una obra que consideraba necesa-ria, «en una prisión, sobre el puente de un barco, en el vagónde tercera de un ferrocarril, o en la cama de un hospital...»Hoy, cuando el poder revolucionario y la orientación del par-tido hacen más viable la empresa, el trabajo teórico tiene quellegar a ser un factor importante en la revolución y la cons-trucción de la nueva sociedad. Sólo así se completará la pos-teridad de Julio Antonio Mella.

4 Castro, Fidel: «Revista del Granma», núm. 2, Granma, 24-10-1965,p. 4 (discurso en la reunión en que se presentó el primer Comité Cen-tral del PCC. N. del A.).

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EL POETA Y LA REVOLUCIÓN*

El centenario de Martínez Villena, ¿es una fecha que nos obli-ga o es una oportunidad venturosa? ¿Hay lugar para Rubénen nuestro año 2000? Y sí así fuera, ¿dónde está Rubén, alsiglo de su nacimiento?, ¿para qué Rubén habría lugar, dequién sería, para quiénes? ¿Cómo se relaciona Rubén con elfuturo? Dada la situación actual de Cuba y las perspectivasdel ideal al que se consagró Rubén —el socialismo en Cuba—,las preguntas saltan de inmediato.

No traigo las respuestas. Ya es algo traer interrogantes entiempos como estos. Me muevo entonces ligero desde la pos-teridad difícil de Rubén —todos los que se destacan en lasluchas por la liberación humana tienen una posteridad difí-cil— hacia su vida, aunque sin intención biográfica. Sólo duró34 años —«la mitad de la vida»—, y aunque hizo versos des-de niño, su lugar en la historia viene de una actuación cívicainiciada en marzo de 1923 —a los 23 años de edad— y unamilitancia partidaria emprendida a los veintisiete, en 1927.Sus últimos cuatro años fueron de fiebre en todos los senti-dos. Un mes después de su penúltimo cumpleaños escribe aEsther, su hermana mayor: «estoy en cuanto a apariencia y a

* «El poeta y la revolucion.» La Gaceta de Cuba, núm. 6, UNEAC, LaHabana, nov./dic. 1996.

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lo que me resta de vida, mucho más viejo que tú». [...] «Sólopor la lucha todavía me siento con juventud que no perderésino con la vida.»1

El habanero Rubén creció junto con un régimen nuevo ensu país: el Estado-nación republicano, que había sido soñadointensamente y conseguido mediante un inmenso holocaustoy una acción popular colectiva formidable —la Revolucióndel 95—, que cambió bastante la vida de la mayoría de loscubanos. Aunque su ordenamiento no era ciertamente des-preciable para los cánones de entonces, la primera repúblicacubana no era muy soberana, porque estaba bajo control es-trecho de los Estados Unidos, ni tan democrática como pe-dían los ideales de una larga revolución muy radical yparticipativa —y mucho menos que el proyecto de Martí—,porque entre 1899 y 1927 la burguesía necesitó una sujeciónmuy grande de las mayorías, para operar en su beneficio eltipo adoptado de reconstrucción y de gran expansión econó-mica agroexportadora, y para que su sector cubano fuera he-gemónico en el país a pesar de ser cómplice y subordinado enel sistema.

No es extraño entonces que el cubano fuera profundamen-te nacionalista y a la vez se autosubestimara, que alabara lamodernización filonorteamericana y asociara sus frustracio-nes y rencores a la actuación de los Estados Unidos. Que fue-ra tan activo en política y desarrollara asco por las prácticaspolíticas. Que amara la democracia y admitiera con naturali-dad el racismo. En el mundo de esas influencias se crió Rubén,en un hogar estable y en la escuela de un padre pedagogo, enuna «república escolar» y el Instituto no. 1, en una carrera de

1 Rubén Martínez Villena. Poesía y prosa. Letras Cubanas, La Habana,1978, t. II, p. 518.

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Derecho que comparte con trabajos de cuello blanco. Desdejovencito da muestras de ser poeta; a los 18 ya le publican enrevistas. Entra a otra república, la de las letras, con su amigode siempre, Enrique Serpa, y los nuevos amigos coetáneosque van esbozando una generación literaria en los cafés y lasredacciones. Una «persona mayor», José A. Fernández de Cas-tro, les da la alternativa en Social, y después en una antologíaque los agrupa bajo un título nada original: «los nuevos».2 Essecretario de Fernando Ortiz y conoce a otros cubanos queson notables o lo serán en años venideros.3

En 1922 se gradúa de abogado, sufre el dolor de perder asu madre y su «Canción del sainete póstumo» conoce la fama.Es temprano todavía, pero parece que llegará a ser un intelec-tual reconocido. Para su grupo social se está abriendo, sinembargo, un tiempo de decisiones. El malestar cubano se tor-na crítica virulenta en el marco de la presidencia corrompiday democrática de Alfredo Zayas. Pero fue precedido por unhecho histórico que se suele olvidar o subvalorar: se habíacreado un campo de conciencia y de protesta entre los traba-jadores organizados, expresado en las grandes huelgas de 1919

2 Félix Lizaso y J. A. Fernández de Castro: La poesía moderna cubana(1926). Concurrían a la tertulia Enrique Serpa, Andrés Núñez Olano,Rafael Esténger, Martínez Márquez, Lamar Schweyer, Marinello,Regino Pedroso, Arturo A. Roselló, Ramón Rubiera, Guillén, Mañach,Lizaso, Tallet. Guillén no figuró en la antología. Ver: Raúl Roa: Unasemilla en un surco de fuego (1936), epíg. III. En Órbita de RubénMartínez Villena. Ed. Unión, La Habana, 1964, pp. 21-26. A. NúñezOlano: «Rubén». Prólogo a Un nombre y otras prosas (1940). EnLunes de Revolución, núm. 92, La Habana, enero 23, 1961, pp. 16-17. Ana Núñez Machín: Rubén Martínez Villena. Ed. Ciencias Socia-les, La Habana, 1975, p. 72.

3 Como Julio Antonio Mella, Emilio Roig, Joaquín Martínez Sáenz,Leonardo Fernández Sánchez o Pablo de la Torriente Brau.

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y los años siguientes y el ascenso de un sindicalismo de ten-dencia anticapitalista. La hegemonía burguesa se erosionó pormúltiples vías: desgaste de la política liberal-conservadora ypérdida de credibilidad de sus mensajes, imposiciones norte-americanas más severas, ausencia de alternativas nacionalesal previsible fin de la expansión de una economía brutalmen-te deforme, y ambiente internacional de crítica y de retos alimperialismo. El 1923 de rebeldía universitaria y de intelec-tuales debe ser comprendido en ese marco de protestas y ero-siones, para entender su alcance y sus límites, su aparienciaefímera y sus potencialidades.

Había otras opciones, naturalmente. A partir de 1925 sejugó a la implantación de un autoritarismo muy represivo, elfin del bipartidismo y una intervención mayor y más ampliadel poder. Convertir a la ideología conservadora en funda-mento de la nación, su historia y su futuro, era una necesidadcultural más profunda de la dominación. Han sido usualesdos errores en la comprensión de esta época, y no sólo deella. Uno es creer que el conservatismo cubano no existiómás que como telón de fondo, o maldad que realza la virtudrevolucionaria. El otro es eliminar las mediaciones —que sonesenciales en los hechos y por tanto para el conocimiento—existentes en cada etapa entre la realidad constituida por elconsumo y la producción de ideas y las realidades económi-cas y políticas, y eliminar o ver muy simplistamente las acu-mulaciones históricas que porta cada dimensión de unasociedad dada. Estas prevenciones son imprescindibles parala comprensión de la lucha de ideas que se ventiló en la Cubade los primeros años 20.

Hablo aquí de Villena. Salta entonces la otra cuestión, lade las opciones y actitudes individuales. El joven podía esco-ger para sí la palestra cívica e insurgir entre los denunciantesdel desgobierno, o seguir la senda del literato o la del profe-

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sional, o ambas. Entre los jóvenes mencionados hay ejem-plos de esas elecciones. Rubén escogió la primera vía. Perotampoco se va por ella de una vez y para siempre, ni unovalora qué es ir o adónde va del mismo modo a lo largo de lavida. Entre los mencionados hay ejemplos de todo esto. Y laconvocatoria del año 23 pareció cerrada ya en 1925. Rubénno estaba predestinado a ser el Rubén que fue, aun si Máxi-mo Gómez lo hubiera intuido.

La dimensión personal es insustituible y decisiva. En unambiente que exaltaba la juventud como condición superiory promotora de lo nuevo, la regeneración o el cambio, Rubénbusca su camino con las armas que tiene: la emoción patrió-tica que en él es mambisa, la poesía, una inclinación personala estimar más los ideales que los intereses, el civismo queexige honestidad a la función pública, y los ejemplos que leimpactan desde la sociedad. Es un protagonista de la Protestade los 13 pero no le bastará el minorismo, conoce a Mellapero se va tras Veteranos y Patriotas, torna abatido de su aven-tura de 1924 y parece que escogerá la vía literaria, pero susdimensiones íntimas se lo impiden. Precisamente cuando de-clina la marea de protesta y comienza el machadismo —queconfundió a muchos y obtuvo ciertas simpatías—, Rubén,como a contracorriente, encuentra las organizaciones y lasideas de Mella, sus cuadros y los de Alfredo López, la teoríamarxista, el incipiente Partido Comunista. Y se acerca cadavez más a ellos, mientras busca autosostén económico y man-tiene empeños intelectuales. En esos años desplegará una in-tensa actividad y será el líder de la Universidad Popular «JoséMartí» y de la Liga Antimperialista.

Los versos de «El gigante» nos iluminan a nosotros, paraentender a Rubén desde su posteridad. Pero no creo que a éllo iluminaran de ningún modo. Son un testimonio de una pro-

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longada angustia, que ningún raciocinio posterior puede desa-huciar por romántica o mediante cualquier otro apelativo.Queda en pie la gran calidad del poema, mientras es otro tra-bajo de aquel año —el «Mensaje lírico civil»—, versifica-ción de circunstancias, el que más resonancia ha alcanzado yquizás del único que pueden repetir fragmentos en la actuali-dad muchos paisanos suyos. ¿Cómo fue pasando Rubén de laambición de develar otra esencia poética y el comercio tenazcon la idea de la muerte, a la vocación de entregar de maneraabsoluta su intelecto a la militancia política? Como era inevi-table en un adulto, Rubén el comunista nunca será del todootro Rubén. Su negación enfática del poeta que había sido, suempeño en borrar el pasado personal, quizás fueron el teatrode otra angustia, esta sí altruista, la de entregarse suficiente ytotalmente, ofrecerle entero al ideal el sacrificio de la mez-quina materia del individuo y también toda su compleja sen-sibilidad.

No se trata, sin embargo, de un poeta más. Villena es unode los más destacados de aquellos años veinte.4 Descuellapor su personalidad, sus actos y su trato, y goza de ascen-diente en su medio; su actitud tenía por tanto que resultartrascendente. Su célebre polémica con Jorge Mañach en oc-tubre de 1927 es el momento que todos refieren. El famosoexabrupto de Villena acerca de su poesía ha sido explicado orepetido durante medio siglo. La mayoría de los interesadosen el caso lo han hecho desde su posición ante lo político, yaque el gusto por la poesía es más indistinto y compartido, ydesde la condición de persona semiletrada o letrada, motiva-da por la alternativa excluyente que parece proponer. El após-

4 Numerosos intelectuales contemporáneos suyos, críticos y estudio-sos lo han afirmado desde aquellos años en adelante.

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trofe de Villena resonó en las sucesivas situaciones de lo po-lítico en Cuba durante nuestro siglo XX. Muchos lo han remi-tido a la grandeza personal del autor: es un testimonio decómo Rubén fue capaz de todo sacrificio, hasta este de suvida sensible y del arte que poseía. En términos genéricostendría ante los demás la fuerza de la ejemplaridad. Otros lopusieron como indicador de hasta dónde puede —y debe, es-taría implícito— llegar la militancia frente a las inclinacio-nes y aun los rasgos individuales del militante. Todavía otroshan estimado que es inaceptable que el arte y el artista que-den así encadenados y sujetos a la primacía de la política, asus contingencias y hasta a sus errores humanos. No han fal-tado los que ven claramente en aquel hecho el daño que haceel radicalismo a los intelectuales que lo padezcan, ni los in-geniosos que aportan ejemplos insostenibles, como el de queya nadie recuerda a güelfos ni gibelinos, mientras La divinacomedia refulge entre los clásicos. O espíritus conciliadoresque estiman que Rubén no quiso decir lo que parece, que lohabían puesto en una situación muy incómoda para su decorocon la colecta de los amigos y apareció Mañach con su «Glo-sa» sin duda muy hiriente y hasta malintencionada, por loque se trata de una reacción indignada. O que, por último,Rubén siguió haciendo versos, al menos de vez en cuando.

Está claro entonces que la importancia mínima de la anéc-dota fue trascendida de inmediato —y de manera permanen-te— por la trascendencia de su asunto y la relevancia de susprotagonistas. La cuestión de las relaciones y los conflictosentre el compromiso político y la actividad intelectual ha lle-nado momentos de debate de inmensa riqueza y tiene unabibliografía inabarcable, porque se refiere a un problemacrucial de la posibilidad de la liberación humana. Lo que estáimplicado en el caso que examino es nada menos que las re-

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laciones entre la aventura intelectual y la política revolucio-naria anticapitalista, no cualquier política. Una política queestá obligada a darle a la intencionalidad, la planeación, laorganización y la unidad un lugar central, si quiere tener opor-tunidad de triunfar. Pero a la vez está obligada a darle a lalibertad, la diversidad, la creatividad y las creaciones de losindividuos un lugar central, si quiere ser realmente revolu-cionaria anticapitalista, esto es, de tendencia comunista. Loque está en juego es el duro desafío: el anticapitalismo capazde triunfar tiene que ser una propuesta cultural superior e ir ala vanguardia de la lucha cultural, no a remolque de ella.

Pero repito, hablo aquí de Villena. Y momentáneamente,de Mañach. Lo que este le dice en 1927 es lo que no escribe:«Mire usted qué intelecto, y se ha metido a comunista», «conese comportamiento está por ver si escribirá su obra». «Nues-tro Rubén» no es sólo el sarcasmo que usa, es una protesta: elpoeta Rubén no quiere ser «nuestro», del «gremio»; un terre-no acotado, ya se coloque en la torre de marfil o en el recla-mo elegante de los manifiestos.5 Quiere irse, se va, a otromundo que no es «el nuestro». Más allá de la mezquindadque exhibe en este caso y del límite conservador que pusoMañach a su comportamiento, y más acá de su grandeza inte-lectual y sus virtudes, que también las tuvo, el argumentoque esgrime no es una tontería: en la alternativa que aludeentraban realmente en grave riesgo las condiciones mínimaspara hacer una obra intelectual. Mañach mismo cuidará de sí,y sin dejar de pensar en la crisis de su país desde sus concep-ciones, en los años que le quedan de vida a Rubén escribiráincluso la cautivadora biografía Martí, el apostol.5 Cuatro meses antes, Mañach es el tercer firmante de la Declaración

del Grupo Minorista, dura y principista respuesta a Lamar Schweyerredactada y encabezada por Villena.

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La grandeza que admiro en Rubén es que, colocado en untiempo de decisiones, se puso del lado de los oprimidos yescogió ser sobre todo revolucionario, arrostrando todas lasconsecuencias, y lo hizo desde su individualidad, único lugardesde donde es posible hacerlo sin mentir. Logró vencer laangustia y las limitaciones crecientes de una enfermedad depronóstico mortal —qué maravilloso combate diario y cuán-tas caídas morales habrá tenido—, eligió la organización quemás potencialidades tenía en aquel 1927 y la ideología orga-nizada y teorizada de mayor alcance en el mundo para tratarde poner en práctica la utopía de la total liberación humana.No sabía que ya iba por el quinto de los escasos once años deactuación pública que tendría, pero se entregó, como sus idea-les y su sensibilidad le exigían, sin reservarse nada.

Como era, había sido, poeta, sintió que entregaba tambiénesa condición a la revolución. Percibe que ahora sí encontra-rá el poema perfecto, y triunfará sobre la muerte. Vivirá esosencuentros victoriosos, y otra fama será su premio. La poesíadebe ser entregada a otros versos: «A tí / silbada, / burlada, /acribillada, / a tí, / agujereada por enconadas bayonetas...»;«Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza / ¿inno-var, luego, el tropo, la metáfora?». «La revolución no es elsueño de un poeta solitario, sino la canción imponente y som-bría de la muchedumbre en marcha.» Él no escribirá esos poe-mas, porque le ha tocado otra tarea. Pero es seguro que vendráun tiempo en que la poesía también será repartida, y toda lagente común podrá gozar de ella, y hasta ser poeta. Para esetiempo trabaja, y escribe análisis de la situación, minutas dereuniones, ensayos inconclusos, cartas; estudia la teoría, y elmundo en que vive y que quiere cambiar. Sigue siendo unintelectual —y hasta abogado a veces, pero de sindicatos—,mas su materia es la revolución.

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Aquellos textos polémicos de 1927 se dirigen claramenteal deslinde ideológico: el centro de su argumentación no es lapoesía, sino la relación entre el arte y el deber social del indi-viduo. Por eso termina hablando de capitalismo y de justiciasocial. Están teñidos también de decoro herido, que lo lleva aseguir en demasía los razonamientos de Mañach. Pero seríaerróneo concluir que Rubén considera excluyentes la activi-dad revolucionaria y el ejercicio intelectual. Otra vez debe-mos distinguir entre un hecho de alcance social y losindividuos que participan en él, a través de los cuales sucede.Rubén se ha revelado desde hace años como un prosista muynotable, y esa forma ya predomina en él sobre la poesía.6 Loque ha cambiado es el contenido de su prosa; su publicacióntambién se ha movido, hacia efímeras revistas de izquierda ola tribuna del Congreso Antimperialista de Bruselas. Su inte-lecto sigue muy activo, y su palabra busca «sencillamente,llamar a las cosas por su nombre».7 Ese mismo año Mella y

6 Ver R. Roa, ob. cit., pp. 36-38. Como otros autores de la generaciónsiguiente a la de Villena, R. Fernández Retamar opina también sobresu famoso exabrupto, y expone de modo convincente el paso a laprosa de Rubén y todo el grupo de «los nuevos». La poesía fue, dice,«en todos, una actitud de tanteo, de ensayo, de transición» («Sobre elcaso Rubén Martínez Villena». En Órbita..., pp. 229-236). En su pos-trer libro, El fuego de la semilla en el surco (Letras Cubanas, La Ha-bana, 1982), Raúl Roa narra la polémica (pp. 233-244), y en otrospasajes brinda información y agudos criterios sobre Rubén escritor, ysus contextos.

7 «Gonfalón», editorial del núm. 1 de la revista América Libre, abril de1927. Sus cuatro lemas —«por la unión interpopular americana; con-tra el imperialismo capitalista; en favor de los pueblos oprimidos; porla Revolución en los espíritus»— y la profunda y hermosa exposi-ción de ellos que hace Rubén, son de una luminosa actualidad. (EnÓrbita...», pp. 163-168).

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Leonardo Fernández Sánchez reciben «Cuba, factoría yan-qui» y otros dos textos de análisis de Rubén. Seguirá, hasta elfin de sus fuerzas, escribiendo sobre las situaciones y los ca-minos de la revolución cubana.

La lucha, la terrible tuberculosis, el destino personal y labreve vida que tuvo impidieron al escritor Rubén ir más le-jos, y dar más salida a su riqueza espiritual mediante su do-minio del idioma y de formas intelectuales. De todos modos,qué emoción profunda se siente al constatar que uno de losiniciadores del comunismo cubano es un artista, está lleno desensibilidad y muele con pasión su vida individual para darlesabor a las tareas. Que su vida no ofrece la posibilidad dereducirlo a la disyuntiva absurda o perversa de poeta o mili-tante. Y que comparte con los otros grandes fundadores delcomunismo cubano —Mella y Guiteras—, personas tan dis-tintas a él, la inconformidad con las rígidas constataciones yla rebeldía contra los límites de lo posible.

Pocas huellas del escritor posteriores a 1927 han llega-do a nosotros.8 Sus textos políticos —todos ellos relevan-tes para la historia de la Revolución del 30 y algunos deun valor extraordinario— permanecieron treinta años sinpublicarse o reproducirse de sus raros originales. Desdeentonces se ha avanzado bastante, sobre todo con la edi-ción de 1978.9 Pero un gran número de documentos suyoso atinentes a él permanecen fuera del dominio público.

8 «Apuntes sobre el ritmo poético» (1928), rigurosa toma de posiciónsobre el tema, cuando ya es miembro del CC del Partido Comunista.Después, hay que buscarlo en sus cartas, y no se ha tenido acceso aun buen número de ellas.

9 Donde aparece lo publicado en Cuba hasta 1930, «Cuba, factoría yan-qui» completa, cinco artículos de 1933 y sesenta cartas, la mayorparte a su esposa, de contenido muy valioso. (Ref. en nota 1)

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Aparte de algunas anécdotas y ciertos hechos, su trayecto-ria política dista todavía de ser conocida suficientemente.Rubén comparte esta desventura con otras personalidadesy acontecimientos de aquel período histórico, una adver-sidad que ha convertido a la Revolución del 30 en la me-nos conocida de nuestras revoluciones, pese a laspublicaciones de las últimas décadas. Abrigo la esperanzade que el acceso a documentos personales y de institucio-nes y organizaciones implicadas, y su eventual publica-ción, alienten en un futuro la producción de monografías ysíntesis —que en su alternancia y acumulación abren ca-minos al conocimiento social— sobre ese trascendentalevento de nuestra historia.

Todavía persigo —en los límites del espacio— una aristade Villena: el combate que libró —incluso consigo mismo—en su último año de vida. En seis años la enfermedad haconsumido su cuerpo. Primero «se diluyó en la masa» y setornó dirigente de la heroica y pequeña hueste comunista,influyó mucho en los obreros organizados, aprendió cómoeran concretamente las personas, organizaciones, motiva-ciones, amigos y enemigos a cuyos perfiles generales alu-den los programas y las teorías, y logró el primer paro generalcontra la dictadura. Obligado al exilio, pasó de New York ala URSS, donde permaneció más de dos años, entre sanato-rios y el trabajo en la Internacional Comunista. Siempre pen-diente de Cuba, no cesó de pedir informaciones y dar suscriterios. No tiene cura, por lo que impone su decisión deregresar. A fines de 1932 llega a New York en tránsito ha-cia Cuba que se alarga unos meses. Es un revolucionariomaduro, que posee un mar de experiencias, hábitos de orga-nización y formación teórica. La intensa labor que realizaallí incluye pensar la revolución; dos trabajos suyos sobrela situación cubana son fundamentales para el estudio del

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período.10 En mayo el Partido comunista logra ingresarloclandestinamente en Cuba.

Rubén ha logrado regresar poco antes que se desencadenela gran crisis revolucionaria. En medio de la más brutal con-tracción económica, ella multiplicó la desobediencia del pue-blo al orden constituido, barrió el machadato, sufrió y enfrentóla acción renovada del imperialismo, opuso entre sí a los sec-tores antimachadistas trazando nuevas líneas divisorias, in-cluyó un gobierno de cuatro meses que profundizó larevolución, y comenzó su dilatado desenlace con-trarrevolucionario en los días en que murió Rubén. En esavorágine, que no puedo tratar aquí, vivió sus últimos ochomeses. Con crisis cada vez más graves y el organismo depau-perado, negado a someterse a otro régimen de vida que al queimponían los acontecimientos, Rubén tuvo que apelar a todasu voluntad y abnegación para realizar actos cotidianos y tras-cendentales indistintamente, en medio de tensiones máximase interrogantes sin solución.11

10 «Qué significa la transformación del ABC y cuál es el propósito deesta maniobra» y «Las contradicciones internas del imperialismo yan-qui en Cuba y el alza del movimiento revolucionario». En MundoObrero, marzo/abril y mayo de 1933.

11 «...su cama, como el sillón de ruedas de José Carlos Mariátegui,quedará como símbolo heroico de lo que es capaz una voluntad ten-sa al servicio de un ideal», escribió Roa con Rubén todavía insepul-to (Bufa subversiva. Cultural S.A., La Habana, 1935, p. 325). Lolóde la Torriente lo describe en su última reunión, preparatoria del IVCongreso de Unidad Sindical: «Estaba palido y agotado, y fue pre-ciso encamarlo para que descansara. El rostro era de una expresióntan dominante que casi daba miedo [...] lo reanimó, comenzando ahablar sobre cuestiones inolvidables [...] con la más exquisita sen-cillez y, sobre todo, con una altísima comprensión y conocimientohumano [...] No hablaba con el dolor del que siente que la vida se leva, sino con la elocuente convicción del que sabe que el hombre

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Si sale adelante con grandeza es porque ya su forja perso-nal ha cuajado en complejos materiales unificados por su ideal.Se describe «muy endurecido» y les insiste a sus hermanasen el tópico erróneo —que la izquierda compartía— que oponeel «tono de ternura» a «los términos de la lucha», en dos sa-brosas cartas en que les pregunta por el mundillo pueblerinode parientes y amigos, y rememora tiernamente la infancia:«la cuestión es conservar siempre un pedacito interior de ni-ñez», sea para mejorar (ser más comprensivos y más genero-sos, aprender), o simplemente porque sí. En medio de latempestad política y pese a la irritabilidad generada por suenfermedad, Rubén conserva el encanto de su sencillez y lacapacidad de comunicarse con los humildes, el afecto por suscamaradas y el humor. Al que será poeta mayor le ruega queno le desprenda el pulmón restante con sus emocionadas pal-madas; al ingresar al sanatorio «La Esperanza» en diciembrele dice a su médico fraterno que su única esperanza es salir deallí muerto; a la enfermera angustiada de su última noche lesonríe: «Vale la pena comerse un melocotón antes de morir.»

Quiero destacar esos rasgos del héroe mientras tengo antemí los escritos de entonces. Rubén no regatea los epítetosmás duros en sus textos polémicos, dirigidos a los reacciona-rios, pero también alcanzan a los que luchan desde otras po-siciones, y a los excompañeros. En eso no es original. Cuandocomencé a estudiar los textos de izquierda de una larga épo-ca, me chocó su exceso de calificativos virulentos e inclusoinsultos, por un lado, y por otro, el no reconocimiento de nin-gún acierto o aporte a los que no fueran miembros de la ten-

pasa, las situaciones cambian y sólo queda, renovándose eterna-mente, el pueblo.» (Testimonio desde dentro. Letras Cubanas, LaHabana, 1985, p. 250).

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dencia mantenida por la organización del autor, algo de con-secuencias realmente graves. Lo primero denotaba intoleran-cia verbal, lo segundo, intolerancia mental. Después aprendía buscar los factores sociales que están detrás de actitudesindividuales demasiado reiteradas, lo cual por cierto ayuda alconocimiento pero no a resignarse. La sociedad que quere-mos sólo saldrá de creaciones que deben oponerse hasta alsentido común. Entonces, ¿cómo lograr éxitos con instrumen-tos tan limitados, sectarios e implacables? Y las ideas, quetienen funciones tan superiores en el socialismo a las queposeen en el capitalismo, se tornan estériles en ese cuadro,adornos pedantes o acusaciones.

Rubén cree firmemente en que la teoría marxista brindafundamento a sus verdades. Pero estas abarcan demasiado.El tipo de acción correcta, el carácter de cada organización yel de la revolución, la distribución clasista de las actitudesposibles, los protagonistas, las alianzas, los factores interna-cionales. Aunque se reconozca la lejanía del triunfo, el movi-miento comunista ve un único camino y cree poseer suscoordenadas y sus datos. Pero dentro de un apego férreo a lalínea general, Rubén usa su criterio, su intelecto y sus expe-riencias. En el nivel concreto de actitudes humanas y de or-ganizaciones, no idealiza. En Cuba asume una direcciónpartidaria compartida, por mecánico apego al principio de laInternacional, en un momento de crisis revolucionaria frentea cuyas exigencias la organización carece de desarrollo sufi-ciente. Por su estado, resulta un protagonista fugaz en unarevolución que se precipita. Comparte las angustias de lasdecisiones equívocas y de las dudas ante la rigidez de ser tanconsecuentes.

¿Cómo conducir al pueblo rebelado que está en la calle?¿Qué política hacer? ¿Serán acertadas nuestras consignas? Paraque haya posibilidad de triunfo, la fuerza del pueblo y la con-

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ducción revolucionaria deben sostener relaciones íntimas. Lasreuniones son como jalones documentados, pero no sabemosbien qué nexos reales tuvieron con la materia viva de aquellosmeses. Entre aciertos y errores, el hijo de la revolución prole-taria mundial aprende a rechazar la orientación impuesta delBuró extranjero. La disciplina es una gran virtud, pero no es lamás grande virtud del militante. Todavía tiene voz para un dis-curso anti-ABC en el Teatro Nacional. Se han subvertido to-dos los poderes, pero esta no es la revolución auténtica. ¿Y quées entonces? Tantos miles gritan su antimperialismo, y la ban-dera roja en la torre de los centrales. En el balcón de la LigaAntimperialista, ya no tiene fuerzas para alzar ante el pueblo elfusil que le entrega el soldado. El cañon truena en La Habanaen octubre y noviembre, y hasta las bombas de avión. Los quederrotan a los reaccionarios, dictan medidas de beneficio so-cial y ejercen soberanía, ¿no son revolucionarios? No lo son,dice; tendrá que venir otra, agraria y antimperialista, guiadapor el proletariado. Mientras, hay que seguir arrancando ven-tajas efectivas a los explotadores mediante la lucha obrera,mantener la independencia política contra el terror y la dema-gogia del gobierno, y frente a todos los demás sectores de opo-sición burguesa. «Sólo un gobierno de las masas podrá resolverlos problemas de las masas.»

Ya no podrá escuchar la canción imponente y sombría. Másallá de la reunión y la demostración de masas lo esperan lafiebre y la muerte. Pero él confía en una voz más fuerte que lasuya, que nadie podrá acallar: puede morir tranquilo. Y asífallece la madrugada del 16 de enero de 1934. La ciudad estáviviendo las conmociones del golpe Caffery-Batista que ponefin al gobierno de Grau y restaura el pleno dominio burguésneocolonial. El IV Congreso obrero está terminando. Lo ve-lan en el Sindicato de Torcedores, y en su entierro la multitudentona La Internacional. Entre el 15 y este día 17, Guiteras

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intenta que la Junta Revolucionaria se oponga al golpe,enfrentarlo por vía armada y lograr una huelga general; des-de entonces pasa a la clandestinidad. El Partido comunista seopone al nuevo gobierno contrarrevolucionario. Dieciochodías después de Villena, muere Gabriel Barceló.

Hace dos tercios de siglo de esos hechos, y un siglo delnacimiento de Rubén. Los que de adolescentes usamos susversos para revolvernos el alma y sentimos su vida como unejemplo magnífico, juzgamos hoy a versos y poetas segúncánones aprendidos, pero tenemos el deber de situarnos antesu vida y decidir si sigue siendo para nosotros un paradigma.Una vida que tendrá más posibilidad de llegar a los cubanosde hoy si puede palpitar —lejos de solemnidades vacías—,con su humana realidad, sus hermosas y fuertes realizacio-nes, sus errores, sus sufrimientos, sus interrogantes sin solu-ción, sus opciones. En este tiempo nuestro que tanto se leparece. Los que en varios grupos de edad configuran la ju-ventud actual también se sitúan —incluso los que creen nohacerlo— ante los versos y la vida de Rubén. Tan fuerte es elcemento de acumulaciones culturales que ha hecho a este país,y que da signos distintivos a nuestras vidas y a nuestras ma-neras de proyectar el futuro.

Al situarnos unos y otros estamos condicionados —comoun día estuvimos los más viejos, y todo el que recepciona—por las traducciones ideales de los choques y tensiones deintereses y pasiones de hoy, los ambientes espirituales, y tam-bién por la ilusión de la época. Pero siempre será decisiva—como ha sido antes— la actuación que emprendamos. Yella dependerá de opciones, de elecciones frente a las cualesestamos. En ese tiempo de decisiones puede ayudar muchoRubén, por su voluntad de poesía, su altruismo, su amor porla belleza, su decoro, su valor, su abnegación y su llamado acaminar del lado del corazón.

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EL JOVEN ROA Y SU ÉPOCA*

El intelectual, por su condición de hombre dotadopara ver más hondo y lejanamente que los demás,está obligado a hacer política

RAÚL ROA: carta a Jorge Mañach, 18-11-1931

Los textos que siguen son inéditos, pero no los escribió undesconocido, ni un autor poco publicado. Raúl Roa es una delas figuras más prominentes del pensamiento —y también dela política— cubanos de este siglo. Estuvo activo en ellosmás de 50 años, que incluyeron eventos formidables y cam-bios trascendentales para la sociedad y las personas. Losinéditos que hemos seleccionado1 no aspiran entonces a des-cubrir una nueva faceta suya, ni aportar elementos que revo-lucionen la comprensión de su obra. Su fin es más modesto:mostrar en carne viva, con sus sentimientos e ideas al desnu-do, al joven intelectual que se ha lanzado al torrente de larevolución.

Las fechas van de febrero de 1931 a agosto de 1936. Elautor tiene de 23 a 29 años. Es un actor importante de la revo-lución al inicio; al final, ya ha terminado la revolución. Casitodas son cartas dirigidas a Pablo de la Torriente, su compa-

* «El joven Roa y su epoca.» La Gaceta de Cuba, núm. 1, UNEAC, LaHabana, ene./feb. 1998.

1 Provienen de la gigantesca papelería de Pablo de la Torriente Brau yRaúl Roa que Víctor Casaus ha trabajado durante décadas. De él esCartas Cruzadas (Ed. Letras Cubanas, 1981), un libro fundamentalpara conocer mejor el período 1935-36 y para enmarcar la segundaparte de esta muestra.

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ñero de lucha y hermano entrañable. Hay un lapso sin cartasque incluye precisamente la etapa crucial de la Revolucióndel 30, la menos conocida de las revoluciones cubanas. Entrediciembre de 1932 y marzo de 1935 se produjo la desobe-diencia generalizada de los cubanos al orden y la autoridadconstituidos, y sucedió la crisis revolucionaria. Roa y Pablola vivieron muy intensamente, y la derrota de la Huelga deMarzo los arrojó al exilio. La tragedia de la Revolución del30 fue la no coincidencia de la gran ola de rebeldía con laexistencia y eficiencia de una conducción política radical deaquella, esa exigencia básica de la dinámica de desarrollo delas revoluciones.

Hasta 1933 el grupo social estudiantil proveía uno de lossectores principales de subversión del orden. Los «políticos»tradicionales antimachadistas y una izquierda de obreros yde cuadros profesionales eran los otros dos. En la fase 1934-36 el sector de las organizaciones estudiantiles perdió impor-tancia como tal, pero ya una parte de los activistassobrevivientes tenía voz propia en el país. Y la mística delmovimiento estudiantil permanecía en el ambiente. La izquier-da obrera y popular tuvo instrumentos políticos y socialesque lucharon y que se mantuvieron después de la Revolu-ción, pero nunca alcanzó desarrollo suficiente para ser el pro-tagonista político. El sector de políticos tradicionales opuestosal machadismo fue importante, pero el fracaso de la insurrec-ción de agosto de 1931 y la radicalización de la lucha contrala Tiranía los disminuyó; desde la Mediación perdieron suopción de liderazgo, aunque todavía en 1934-36 proveyeronfiguras y confusiones. Una nueva política burguesa nacionalpostrevolucionaria se fue abriendo camino; pero en 1935-36apenas se insinuaba y echaba sus bases.

Lo dicho hasta aquí es materia de Historia. Pero el jovenRoa estaba viviendo su actuación y su circunstancia, tratan-

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do de convertir en realidad el deber ser que desde su adscrip-ción marxista prefiguraba. Poseía una notable formación in-telectual y también una militancia conspirativa desde antesdel 30 de Septiembre; Roa redactó el manifiesto lanzado esedía. A la hora de la acción fue muy combativo y consecuente.Es sobre todo un intelectual de la organización, pero la orga-nización no está lograda. Su vigor conceptual, y el hecho deno ejercer poder sino estar bajo represión, se conjugan paraque Roa sea sobre todo un analista. Expresa en sus textos deentonces una conciencia de su propio lugar histórico, de serun joven y del sentido de su época. «Este es el libro de todosnosotros. El libro de una generación destinada históricamen-te a la lucha por un mañana luminoso y cordial que acaso noserá suyo», dirá al inicio de Bufa subversiva.1

Sus escritos, de lo más valioso de esa época, constituyenuna producción deslumbrante, reconocida ampliamente porsus contemporáneos. Pero desde 1923 ser revolucionario sig-nificaba —Mella y sus compañeros tuvieron que recorrer esecamino— salirse del orden espiritual de la primera repúblicaburguesa neocolonial. Las actitudes y el pensamiento tuvie-ron que traspasar nuevas fronteras en 1927 y en cada año quesiguió, para corresponder con las exigencias del proceso. Unasveces lo lograron, otras no. En realidad, salirse del orden rei-nante es lo más difícil que existe. Aun cuando se desata ytriunfa lo revolucionario, después de la fase victoriosa comode mágica creación sin reglas, se van reorganizando la socie-dad y el pensamiento, y la posteridad de este suele estar con-dicionada a su asimilación por el nuevo orden emergente. Yel anticapitalismo y el antimperialismo consecuentes no eranaceptables en el orden que rigió la segunda república burgue-

2 La Habana, Cultural S.A., 1935. Es su primer libro; nunca ha sidoreeditado.

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sa neocolonial. Raúl Roa se mantuvo fiel a sus ideales en estanueva época adversa, y desde ellos avanzó respecto a su com-prensión anterior de la cuestión nacional. Ahora era recono-cido como hombre muy culto y honesto, pero su obra eraajena a la corriente dominante. El pensamiento del joven Roapermaneció, como parte de una riquísima herencia yacentepara la imprescindible tarea de reconstruir y volver a inter-pretar el pensamiento cubano de este siglo.

El ser humano reina en las expresiones y los horizontes deljoven Roa, atravesando vida política, relaciones personales,opiniones sobre los demás, conceptos, proyectos, afectividad,entrega, valores e intuiciones que a veces son superiores a losdogmas y prejuicios que también padece. Su personalidad noes estrangulada por su militancia.3 Los textos que ofrecemosaquí testimonian ese aserto. La intimidad del género episto-lar ayuda. Roa y Pablo han tejido una hermandad sin fisuras.Las más rotundas «malas palabras» corean las convicciones,en la misma página van cuestiones conspirativas y sentimen-tales, el proyecto de futuro comparte con la angustiosa po-breza del día. Las cartas de 1931-32 son de cárcel, las de1935-36 son de exilio.

La prisión marcó muy a fondo a los jóvenes estudiantes, sinduda. Además del sufrimiento propio, se acercaron a los másexcluidos de todos los oprimidos, aunque para los presos polí-ticos la cárcel no era —como para tantos presos comunes— elfin de la vida. La anulación del individuo surge entre ellos comotema de inspiración. Ciertas claves de la gente humilde aso-man en sus cartas. La abstracta libertad de la calle y el libro se

3 «¿Qué museo guardará su lengua? ¿Y su melena?», pregunta Pabloal concluir su antológico «Trago inicial», prólogo insólito a BufaSubversiva que se inicia como si Roa hubiera muerto, informandoque hubo que organizar dos entierros, uno para que asistieran susamigos y el otro para que lo acompañaran sus enemigos.

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vuelve ahora personal y concreta. El sexo, omnipresente parael preso, se casa con la libertad. La amistad se acendra. Roasirve de ojos a sus hermanos presos al «contar una película»,ese género literario popular. Y en las cartas del exilio es obviala veteranía del que ha vivido intensamente las jornadas de larevolución. Su agudo y cubano sentido del humor campea entodas, terrible y magnífico en su desprecio a la madurez, laspersonalidades y las situaciones.

Las cartas de 1936 muestran la paradoja de la revolución:sus sobrevivientes la entienden cada vez mejor, pero el es-fuerzo supremo de las masas se ha agotado. La comprensiónde las necesidades de la revolución ha llegado tarde. La luchapor el frente único —o por un partido revolucionario— llenalas ansias y los días de Roa; la reunión de organizacionesrevolucionarias en Miami en julio será el último episodio. Seimpone el regreso a Cuba, pero Pablo de la Torriente decideirse a la Revolución española. Al final se reúnen en Roa eltemor por la vida de Pablo, el evento feliz del nacimiento delhijo y el retorno precario después de 17 meses de exilio. Lafecha de la última carta —12 de agosto— es un símbolo: sólotres años después del fin del Machadato, las fuerzas políticasde la dominación son poderosísimas; al terror y la decepciónse suman la campaña demagógica, el confusionismo y la de-fección. Y aunque Roa insiste, convencido de la necesidadférrea de la unidad plasmada en un partido revolucionario, supostrer seudónimo anuncia ya otra condición: RobinsonCrusoe.

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UNA VOZ DE LA REVOLUCIÓN*

Ahora que han vuelto a ser tan necesarios el conocimiento ylas interpretaciones del proceso histórico y cultural cubanoresultan apropiadas las conmemoraciones —esos fastos mar-cados por el número cero— para buscar también entre suspliegues a los hechos, las tendencias, las personas que estánahí esperando por nosotros, para darnos otras dimensiones,otros sentidos, que a veces pueden ser los que más necesita-mos. Eso intento hacer aquí con Leonardo Fernández Sánchezy el 60° aniversario del Congreso de Intelectuales celebradoen Valencia en plena Guerra Civil española, en julio de 1937.

Leonardo es hoy el menos conocido de los delegados cu-banos a aquel Congreso. No era sin embargo un desconocidoen aquel tiempo este hombre de 29 años, el más joven de loscinco cubanos.1 A los 15 años el alumno Leonardo había co-nocido al joven líder Julio Antonio Mella en el Instituto deLa Habana, y desde entonces se anudó entre ambos una amis-

* «Una voz de la revolucion.» La Gaceta de Cuba, núm. 1, UNEAC,La Habana, ene./feb. 1998.

1 Leonardo Fernández Sánchez nació el 14 de noviembre de 1907, enSan Antonio de Río Blanco del Norte, provincia de La Habana. Suscuatro compatriotas en la reunión de Valencia eran Nicolás Guillén,Juan Marinello, Alejo Carpentier y Félix Pita Rodríguez.

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tad que la militancia más radical volvió hermandad, sólo rotapor la muerte de Mella. El jovencito se destacó hasta conver-tirse en uno de los protagonistas de la primera rebeldía estu-diantil republicana. Leonardo fue director del periódicoInstituto, participó en el Primer Congreso Nacional de Estu-diantes de octubre de 1923 y sustituyó a Mella en la direc-ción de la revista Juventud. Leonardo fue, desde su creación,uno de los profesores de la Universidad Popular José Martí—la que Julio Antonio llamó insurreccionadora de concien-cias dormidas y domesticadas2—, junto a Mella, GustavoAldereguía, Antonio Penichet, A. Bernal del Riesgo y SarahPascual. Pronto se les unirá Rubén Martínez Villena.

Leonardo acompaña a Mella en iniciativas y actividades,y en las protestas callejeras y enfrentamientos con la repre-sión. Pronto es conocido como un fogoso orador, «una vozde trueno que destella punzantes metáforas» (Roa); la famabien ganada de espléndido orador revolucionario será en ade-lante el distintivo de Fernández Sánchez, en una época histó-rica en que la oratoria desempeñaba un gran papel público.Leonardo era Presidente de la Asociación de Estudiantes delInstituto, y cuando el movimiento universitario fue retroce-diendo en sus alcances y sumando deserciones, acompañó aMella en toda su lucha febril de 1924-25 y en su profundaligazón a los trabajadores y a sus líderes combativos. Leonardofue el Secretario de la efímera Confederación Nacional de

2 Fundada el 3 de noviembre de 1923, clausurada por el gobiernomachadista en 1927. De ella escribió Mella: «la primera escuela pro-letaria de Cuba... El saber es un privilegio que trae algunos deberes.El tener pensamientos nuevos y no predicarlos es una traición». «Elnuevo curso de la Universidad Popular». Juventud núm. 9, nov. 1924.En Mella. Documentos y artículos, Ed. Ciencias Sociales, ICL, LaHabana, 1975, pp. 126-27.

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Estudiantes que presidió Mella, y mientras pudo abrió las aulasdel Instituto a la Universidad Popular. En el Instituto se fun-dó la Liga Antimperialista, el 14 de julio de 1925, y en sudirectiva estuvo Leonardo, «el benjamín del grupo izquier-dista, el camarada predilecto de Mella».

Gerardo Machado implantó un férreo autoritarismo desdeel inicio de su mandato, sin encontrar ninguna oposición fuer-te. Enseguida se expulsó a Mella de la Universidad, y ante surebeldía fue puesto preso junto al gran dirigente obrero de laépoca, Alfredo López,3 y otros compañeros. La noche del 5de diciembre de 1925 se declara en una huelga de hambreque duró 18 días y que logró conmover al país. LeonardoFernández Sánchez preside el Comité Pro Libertad de Mella,organizado por él, Aldereguía y Villena. Ya imposibilitadode seguir en Cuba, Mella encarga a Leonardo mantener elmovimiento estudiantil. Pero Machado reina sobre el paísaplastado de 1926. Ordena la expulsión de Leonardo del Ins-tituto, y ante los obstáculos legales, militariza el plantel.Leonardo pasa a la clandestinidad. El 20 de julio es asesina-do Alfredo López y la Universidad Popular convoca a unaprotesta en el Círculo de Artesanos de San Antonio de losBaños. Allí aparece súbitamente Leonardo, y en un violentodiscurso acusa por sus nombres a Machado y al Secretario deGobernación, asesinos de Alfredo López. Ya no podrá viviren Cuba; el 30 de noviembre sale al exilio, hacia Francia.

En Francia se reencuentran Mella y Leonardo, y van jun-tos a Bruselas, al histórico Congreso Mundial contra el Im-

3 De muy humilde origen, mulato, tipógrafo, de formación anarquista,Alfredo López (1894-1926) fue el gran organizador unitario que forjóla Federación Obrera de La Habana (1920) y la Confederación Nacio-nal Obrera de Cuba (1925). Mella lo consideró el maestro suyo, y delproletariado cubano. Su papel todavía es insuficientemente destacado.

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perialismo y la Opresión Colonial, que acaba de cumplir porcierto su 70° aniversario.4 Preside Henri Barbusse; estánGorki, Nehru, Sen Katayama, Manuel Ugarte, Haya de laTorre, Carlos Quijano, entre otros, y muchas organizacionessindicales y antimperialistas de todos los continentes. Mellarepresenta al Comité Continental de la Liga Antimperialista,a tres de sus secciones y a la Liga Nacional de Campesinosde México. Leonardo es portavoz de la sección cubana de laLiga, la Universidad Popular José Martí y la Asociación deEstudiantes Latinoamericanos de París. Mella fue uno de losprotagonistas del Congreso, que resultó un hitoimportantísimo en la demanda de que la lucha contra el im-perialismo realizara la difícil integración de la visión comu-nista generada en Europa y el poder establecido en la URSScon toda la masa inmensa y diversa de las culturas sometidasdel mundo colonizado y neocolonizado. Culturas en pugna,que buscaban rebeldía eficaz para la liberación y que consti-tuían un mundo desconocido y siempre en riesgo de ser so-metido a prejuicios y manipulaciones por el pensamiento ylos intereses europeos.

Leonardo pasó pronto de París a México, a reunirse conMella. Roa cree que fue promovido en ausencia por aquellosdías —tenía 19 años— al Comité Central del Partido Comu-nista cubano. La policía machadista incluyó a Mella y aLeonardo entre los acusados a detener en el famoso «procesode los comunistas» de 1927. En México creó Julio AntonioMella con un grupo de exiliados, a inicios de 1928, la Aso-ciación de los Nuevos Emigrados Revolucionarios de Cuba

4 Comenzó el 10 de febrero de 1927. Enviaron su adhesión Clara Zetkin,Einstein, Rolland y Tagore. Mella se destacó mucho en los debatesdel Congreso. Él y Leonardo presentaron, entre otros textos, «Cuba:factoría yanqui», escrito por Rubén Martínez Villena.

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(ANERC), con filiales en Mew York y París.5 Enuncia en-tonces un programa político que es la primera formulaciónpolítica marxista para una revolución popular y socialista enCuba.6 Las características y la trascendencia de ese proyecto,y los esfuerzos realizados por Mella para llevarlo a la prácti-ca, no pueden formar parte de este texto. Sí quiero citar dosafirmaciones de Raúl Roa, que desarrolla ampliamente el temaen El fuego de la semilla en el surco: que Mella expuso sutesis por vez primera a Alejandro Barreiro y a LeonardoFernández Sánchez; que ambos eran «los luchadores en quie-nes mayor confianza política y personal depositó».7

La insurrección armada para derrocar la Tiranía, la uniónde las fuerzas oposicionistas que muestren decisión para par-ticipar en ella, la insurgencia popular que le dé fuerzas alproyecto nacional liberador para hacer la revolución haciael socialismo, son elementos básicos del proyecto de Mella.Le esboza a Villena su propósito general, y durante variosmeses adelanta la conspiración. En septiembre proyecta unaexpedición que llevaría desde México armas para la insu-

5 Están junto a él Manuel Cotoño, Sandalio Junco, Aureliano SánchezArango, Antonio Penichet, Antonio Puertas, Teodosio Montalván,Rogelio Teurbe Tolón, entre otros. La ANERC publica la revista CubaLibre (para los trabajadores).

6 Una versión pública de sus objetivos es el «Programa de unificacióndel pueblo cubano para una acción común inmediata por la restaura-ción de la democracia», en ¡Cuba Libre!, núm. 2, México, 1928.

7 Roa, ob. cit., Ed. Letras Cubanas, La Habana, 1982, pp. 290 y 291. Elcigarrero Barreiro fue un destacado líder obrero de la FOH y la CNOC,y uno de los fundadores de la Agrupación Comunista de La Habana ydel CC del primer Partido Comunista. Expulsado de Cuba en 1927,exiliado en México. A la muerte de Mella la policía lo detuvo y lotorturó. Quedó con graves problemas siquiátricos y fue enviado des-pués a la URSS.

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rrección. Mella envía entonces a Leonardo a Cuba (1° deoctubre) en una misión clandestina: explicar a Villena y alPC todo el plan, pedirles que participen en la propuesta quedebe hacer a la dirección de Unión Nacionalista,8 de ir a unainsurrección armada conjunta, y entrevistarse aparte con elgeneral mambí Francisco Peraza, un nacionalista que esta-ba decidido a pelear. Esta última entrevista fue fatal paraLeonardo, porque el hombre de confianza de Peraza queasistió era confidente de la policía. Días después fue se-cuestrado por la policía política y confinado en secreto enLa Cabaña. Salvó la vida por gestiones de un hermano, cu-yos vínculos obtuvieron que Machado optara por deportar-lo a los Estados Unidos. El asesinato de Mella estabadecidido. Leonardo llegó a New York el 27 de noviembre einformó de inmediato a Mella lo sucedido y la existencia dela conjura contra su vida. El líder le respondió, optimista enlas posibilidades de lucha en Cuba. El 10 de enero siguientefue asesinado en México.

Leonardo quedará en New York. La filial neoyorkinade la ANERC funcionaba en el Centro Obrero de HablaEspañola de 115 y Lenox Avenue, una asociación de lati-nos que —a diferencia de la mayoría— era opuesta al ra-cismo, y trataba de promover la conciencia clasista y deoposición al capitalismo. Entre sus actividades estuvo lasolidaridad con la lucha de Sandino. La ANERCneoyorkina congregaba a Gabriel Barceló, Eduardo Chibás,Enrique de la Osa, Raúl Primelles, entre otros cubanos,

8 Asociación de oposición al continuismo machadista nacida en marzode 1927, compuesta por viejos políticos y por personalidades cívicas.Obtuvo bastante apoyo popular, pero su conducción por políticos queno querían una revolución la hundió en el fracaso de la insurrecciónde agosto de 1931.

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que compartían allí con puertorriqueños, mexicanos, ve-nezolanos, bolivianos, guatemaltecos, nicaragüenses. Des-pués Chibás se separa y funda la Unión Cívica de ExiliadosCubanos; De la Osa dirige su publicación, «Libertad». Perotodos participan juntos en los grandes actos motivados porel asesinato de Mella. En 1929, Leonardo dirige Vida Obre-ra y ¡Cuba Libre! Se trabaja en la organización de los deso-cupados y se exigen subsidios y ley de Seguro contra ladesocupación. Se publica amplia información sobre lasluchas en América Latina y a favor de la independencia dePuerto Rico.

Roa nos ha dejado una descripción de diciembre de 1930,que vale la pena trasmitir: «El Centro Obrero era el lugar dereunión diaria de los estudiantes afiliados a la ANERC. Es unlocal bastante amplio, desbordante de color, de entusiasmo yespíritu de clase. Por todas partes, el retrato de Lenin, de Mella,consignas alusivas a la lucha del proletariado por el logro desus aspiraciones. Allí habló, cuando estuvo en New York depaso para Rusia, Rubén Martínez Villena.9 Allí hablaba fre-cuentemente Leonardo Fernández Sánchez, a la vez quegalvanizando, adoctrinando. La dureza del exilio, el cotidia-no contacto con la vida y con los hombres había enriquecidosu experiencia, aguzando su visión política e interpretaciónde los problemas, como les ha ocurrido en general a los de-más compañeros. Aún no se ha loado, como ella merece, eltemple de esta generación, que sobrellevó las dramáticas con-

9 Villena se reunió con la fracción comunista de la ANERC, citada porLeonardo y Barceló, para pedir el regreso a Cuba de compañeroscapaces de ayudar al Partido en la situación crítica en que se encon-traba. Se prefería a los exiliados voluntarios, dijo, porque los otrostendrían que ser clandestinos y no había fondos para mantenerlos.Finalmente se escogió a Jorge Vivó y a Manuel Cotoño. Pero prontoBarceló regresó también.

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tingencias del destierro sin perder la sonrisa. El poder agitativode Leonardo sobre las masas era y sigue siendo tan extraordi-nario, por lo menos, como el del “Flit” para ciertos tenacesanimalillos que pululan sobre todo en las cárceles.»10

Leonardo es uno de los firmantes del Manifiesto-Programadel Ala Izquierda Estudiantil, en febrero de 1931. El 7 de agos-to un grupo de exiliados cubanos funda en Harlem el ClubJulio Antonio Mella; Leonardo es el presidente y el alma delClub. Todos lo consideran el mejor orador latino de New York.11

El club es una instancia amplia de línea antimperialista orien-tada por el Partido Comunista, que da cabida a exiliados einmigrantes «que no vivieran del trabajo ajeno» y realiza acti-vidades políticas y sociales. Leonardo es el responsable de lafracción comunista en la ANERC y sostiene relaciones frater-nales con la dirección del Partido Comunista norteamericano.En 1932 lo llaman a trabajar en el Buró del Caribe de la Inter-nacional Comunista, que funciona en New York. Leonardo seráel director de su publicación, Mundo Obrero, que publica amuchos latinoamericanos destacados. Es quien espera a RubénMartínez Villena en New York a su regreso de la URSS, en1933, y colabora en todo con él durante su estancia.12 Poco

10 «De New York a Isla de Pinos con escala en El Principe», en Bufasubversiva. Cultural S.A., La Habana, 1935, pp. 134-35.

11 Loló de la Torriente lo pinta así, 40 años después: «Leonardo no fuenunca un intelectual de oficio ni un escritor tenaz de vocación». Lodescribe de estatura mediana, trigueño, ojos negros, muy distraido,fumador empedernido, con depresiones periódicas, y un gran oradorde barricada. «Evocación de un luchador». Bohemia, Año LXIV, núm.7, 18 de febrero de 1972, pp. 98-100.

12 En Mundo Obrero publica Rubén sus dos famosos ensayos «Qué sig-nifica la transformación del ABC y cuál es el propósito de esta ma-niobra» y «Las contradicciones internas del imperialismo yanqui enCuba y el alza del movimiento revolucionario».

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después el Partido le orienta regresar a Cuba; el Machadatose desploma.13

En la cresta de la revolución, serán famosos los discursosde Villena y de Leonardo en el Teatro Nacional, en un fogosoacto antiabecedario. Y sobre todo su oración fúnebre porGabriel Barceló, en febrero de 1934. Su hermano Ivo yRodolfo Rodríguez, cuadros de acción de Joven Cuba, sonasesinados la noche del 31 de agosto de 1934, un crimenbatistiano que conmovió al país. «Valerosos mártires de lalibertad, asesinados por los sostenedores del imperialismoyanqui», les llamó su jefe, Antonio Guiteras. Junto a JuanMarinello, J. M. Valdés Rodríguez, Chelala Aguilera, ReginoPedroso y Joaquín Cardoso, Leonardo funda la revista Ma-sas, órgano de la Liga Antimperialista. En vísperas de laHuelga de Marzo la represión legalizada del Tribunal de Ur-gencia los condena a seis meses de cárcel en El Príncipe.

El terror sistemático de 1935 y la muerte de Guiteras fue-ron golpes terribles para la rebeldía popular. Entre tantos quevan al exilio vuelve a estar Leonardo. Actúa en los EstadosUnidos,14 y luego pasa a España. En plena Guerra Civil seconvoca el Congreso de Intelectuales en Defensa de la Cultu-ra, al que son designados Marinello y Guillén, que viajan aEspaña vía Francia. En este país incorporan a Félix Pita y a

13 Mario Acosta Lamar sustituyó en la presidencia a Leonardo en 1933.El Club Julio A. Mella tuvo una actuación muy destacada en la soli-daridad con la República española; el Club asumió el envío de 125combatientes internacionalistas entre el 3 de enero y el 30 de marzode 1937 (Alberto Alfonso y Juan Pérez: Cuba en España. Ed. de Cien-cias Sociales, La Habana, 1990).

14 Pablo lo menciona en carta de diciembre de 1935, respecto a Bufasubversiva y al periódico Frente Unido. (Víctor Casaus: Cartas Cru-zadas, Ed. Letras Cubanas, La Habana, 1981.)

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Alejo Carpentier, y en España a Leonardo, que participa conellos en el Congreso. En marzo de 1938 regresó a Cuba.

Algunos testimoniantes recuerdan la hora radial que noperdían nunca, para escuchar a Leonardo. Pero, por razonespolíticas, él no continuará en su partido en esos últimos añostreinta. Sin embargo, no abandona definitivamente la vidapública. Junto a Eduardo Chibás, fue uno de los once miem-bros de la Comisión Gestora Nacional que fundó el Partidodel Pueblo Cubano (Ortodoxo). Fue él quien propuso el nom-bre del partido el 27 de mayo de 1947. En la dirección orto-doxa Leonardo era el responsable obrero. En 1951 fue uno delos cuatro oradores en el gigantesco entierro de Chibás. En lacandidatura senatorial habanera del PPC a las frustradas elec-ciones de 1952 Leonardo acompañaba a Bisbé, Pelayo Cuer-vo, Raúl Chibás, Jorge Mañach y Carlos Márquez Sterling.

Una alocución suya al constituirse la Asamblea Provin-cial habanera del PPC de 1949, expresión pública de su pen-samiento, ilustra a la vez la complejidad del mundo políticoy espiritual cubano menos de 4 años antes del asalto alMoncada:

«Hace tres años, en días de profunda crisis moral y políti-ca, minada la fe del pueblo en el mesianismo grausista, queescarnecía desde el poder el programa enarbolado durantemás de diez años de oposición, un grupo de hombres cuyopasado se enraiza en la noble gesta del 27 y del 30, en losfundamentos doctrinales de la revolución que el pueblo qui-so y aún espera, nos unimos para fundar este partido de nues-tros afanes que es la Ortodoxia Revolucionaria. Vinimos arescatar de manos impuras el pabellón de los principios revo-lucionarios; a denunciar ante el pueblo la gran farsa de losapóstoles envanecidos; a recoger el programa incumplido y aorganizarnos políticamente para hacer posible lo que durante

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más de 20 años habíamos predicado en este cuajar tormento-so de la conciencia cubana que es el proceso revolucionarionacional.

»No faltaron como ayer los augures del pesimismo, lospolíticos sin fe y los expertos electorales de espaldas al tron-co robusto de la salud popular que nos anunciaron el másirremediable de los fracasos.

»Pero el Partido del Pueblo probó ver más claro y más dis-tante; no tomó por una crisis definitiva de la conciencia cubanael escepticismo sembrado en el pueblo por la apostasía sin nom-bre de Grau San Martín y sus discípulos. Martilló sin cesar enesta conciencia y desafió absolutamente solo, en unas eleccio-nes únicas en nuestra historia por su carácter y trascendencia,frente a todas las fuerzas unidas de la corrupción y el peculado,a los magnates enriquecidos de ayer y de hoy.

»El 1° de junio de 1948 cerca de 400 000 cubanos votaronotorgando su confianza a este partido que nacía tremolandoel estandarte de ideales escarnecidos y humillados, prego-nando una fe que no por escarnecida en el sacrificio y la san-gre, en días ya lejanos, deja de ser más actual y necesaria: lafe en el destino ulterior de la nación cubana que encontrarárealización en sus tres direcciones históricas esenciales: laindependencia económica, la libertad política y la justiciasocial constituyen el objetivo cardinal de nuestro programa.

»Hoy, frente a las difíciles circunstancias de toda elecciónparcial, el Partido del Pueblo marcha hacia las elecciones de1950 con la misma fe y la misma ardiente voluntad de triunfode 1948. Sabemos que el futuro de Cuba no se ha de ganar enuna sola batalla, sino en muchas batallas parciales que nosconducirán a una gran victoria definitiva.

»Para ello, para sostener este noble esfuerzo de superaciónpolítica que es nuestro partido, para triunfar sobre el interés

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mercenario, la emboscada y el oro del adversario; para hacerposible que este alertado y responsable movimiento de opi-nión nacional que es la ortodoxia viva y triunfe como la úni-ca fuerza de esperanza y de fe que subsiste en la políticacubana, nos creemos en el derecho de apelar a la ayuda de lomejor de nuestra ciudadanía, al concurso espontáneo y cons-ciente del pueblo todo.

»¡Por una Cuba más grande y mejor! Por el triunfo de loscandidatos ortodoxos en el 1° de junio de 1950.»15

Para que se cumplieran los ideales de Mella, Villena yGuiteras, una nueva generación tendría que radicalizar losmétodos, asumir los sacrificios y emprender la lucha armada,atraer al pueblo y conducirlo a un proceso de rebeldía masivaen que la gente se revolucionó a sí misma y cambió la vidaentera del país. Leonardo Fernández Sánchez se puso al ser-vicio del nuevo régimen revolucionario. A propuesta del Mi-nistro Raúl Roa, fue nombrado Embajador en Italia en 1962.Ya estaba enfermo, y murió el 26 de enero de 1965.

Bibliografía no citada

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CABRERA, OLGA y CARMEN ALMÓDOVAR: Las luchas estudiantilesuniversitarias 1923-1934, Ciencias Sociales, La Habana, 1975.

CAIRO, ANA: La Revolución del 30 en la narrativa y el testimoniocubanos, Ed. Letras Cubanas, La Habana, 1993.

FERNÁNDEZ SÁNCHEZ, LEONARDO: «Julio Antonio Mella». Bohemia,Año LXII núm. 24, junio de 1970, pp. 98-102.

15 «Pueblo de La Habana. Ortodoxos», 1949. En ANC, Fondo Donati-vos y Remisiones. Leonardo Fernández Sánchez.

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_______: «Sólo hay una política segura de paz». Mediodía, núm.87, 26-9-1938, p. 5.

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1973.THOMAS, HUGH: La Guerra Civil española, Grijalbo, Barcelona,

1976, t. II.

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GUITERAS Y LA REVOLUCIÓN*

1. La revolución y Guiteras

En los últimos años una creciente literatura histórica demayor profundización está aportando conocimientos cier-tos acerca del tercero de los procesos revolucionarios cu-banos: la Revolución del 30. Todo logro historiográficode importancia es a la vez, de algún modo, una función delpresente que lo produce, y este no es una excepción. Larevolución iniciada en 1953 estimuló primero con su exis-tencia y sus necesidades, y ha ido brindando bases des-pués con el desarrollo de la cultura política y de lascapacidades intelectuales de los cubanos, la recuperacióny el examen de los hechos y las ideas de aquella revolu-ción previa del siglo XX que planteó nuevos problemas den-tro de una continuidad de luchas nacionales, y cuyo estudioconstituye una ayuda inapreciable para la comprensión delproceso revolucionario actual.

Este trabajo intenta aprovechar el estado a que han llegadoesos estudios para proponer una reflexión muy específica: elanálisis de las relaciones existentes entre la actividad perso-nal de Antonio Guiteras y el proceso social mismo en el cual

* «Guiteras y la revolución.» Escrito en 1974. Inédito.

Para Roberto Fernández Retamar

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Guiteras actuó.1 Sin pretensiones excesivas —falta mucho to-davía por andar en estos campos—, este texto responde, sinembargo, a mi convicción de que el problema del papel de lapersonalidad revolucionaria y de la eficacia que alcance comoportadora de las ideas más avanzadas en una situación deter-minada es uno de los problemas teóricos —y prácticos— másimportantes con que nos encontramos al abordar las revolu-ciones contemporáneas. La personalidad de Guiteras es de-masiado atractiva para que podamos sustraernos a uno de losproblemas que el estudio de su vida nos sugiere con fuerza:¿hasta dónde puede el héroe revolucionario adelantar un pro-ceso social?, ¿cómo interactúan el dirigente y las condicio-nes históricas determinadas en las que se mueve, y a las cualesintenta modificar, liquidar o encauzar?

Al estudiar la vida de los revolucionarios más ilustres, en-contramos una primera etapa en la que reciben sucesivas ysimultáneas influencias culturales de diverso tipo, cuya apro-piación individual mediante aceptaciones y rechazos los haceser y comportarse de un modo dado; esto rige la formaciónde sus criterios, sus afinidades y modelos de conducta, pro-bablemente hasta la muerte. Esa primera etapa formativa—en realidad común a todas las personas— es violentadadespués en el caso de los revolucionarios, en la medida enque su acción y su pensamiento reten o choquen con los fun-damentos del orden social de dominación vigente, que son el

1 En estos años se han publicado textos de Guiteras, el Programa deJoven Cuba y artículos sobre él. Un paso trascendente en el conoci-miento de su vida y su obra ha sido la publicación de su biografía porel historiador José A. Tabares (Guiteras. Editorial Ciencias Sociales,La Habana, 1973), que me ha aportado muchos datos para este traba-jo. En breve aparecerá otra biografía, de la historiadora Olga Cabre-ra: Guiteras, la época, el hombre.

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centro y la clave del fino entramado social en que viven pre-sos todos los individuos de una sociedad de clases determi-nada. Esa nueva experiencia es decisiva, aunque el individuola incorporará desde su estructura subjetiva, es decir, desdesu individualidad. Si continúa siendo revolucionario, ella loirá transformando hasta convertirlo en una persona irreductiblea engranar otra vez en el orden social establecido.

Se trata nada menos que de ir contra la actividad de con-junto sobre la cual descansa el sistema, contra la producciónde la vida vigente, como diría Carlos Marx. Nunca se insisti-rá demasiado en que la burguesía no gobierna por simpledominio de las condiciones de producción, sino sobre todo apartir de su sistema político e ideológico y de una formidablecultura de dominación que es consumida habitualmente portodos, de mil maneras. El axioma marxista de que las ideasdominantes en una sociedad son las de su clase dominante sedice pronto, pero el combate terrible por liquidar el sistemasocial que las sustenta y sustituir al mundo tan resistente delas ideas burguesas por una nueva cultura de la humanidadliberada es y será por mucho tiempo el contenido de una pro-longada etapa histórica que apenas comienza, la época de lasrevoluciones socialistas.

No puedo apuntar en este espacio, ni siquiera someramente,los rasgos y problemas principales de la Cuba del primer ter-cio del siglo XX, ni de los enfrentamientos entre dominacióny revolución. Atiendo entonces solamente al tema de la per-sonalidad. El proceso revolucionario real es muchísimo máscomplejo e impredecible que la idea más exacta que se tengade él. El revolucionario ha de navegar, en todos los casos, enesa borrasca; sus ideales y la fidelidad —a la causa, la orga-nización, el líder— son su última razón ante las situacionesmás duras, los errores, el desaliento o las dudas. El dirigente

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revolucionario —y ese es el caso que examino aquí—, debeestar más adelantado que el medio político en que se mueve,encontrar los caminos, sostener el rumbo, hacer elecciones ytomar decisiones difíciles, con mayor conciencia de los ries-gos que se corren en caso de error, de la parte de razón y dejusticia que se vio obligado a echar a un lado, de la porciónde futuro que ha comprometido en las decisiones que, sinembargo, eran acertadas respecto a su problema principal operentorio. Sabe además que sintetiza y simplifica lo que espor naturaleza contradictorio y plural, para poder arrastrartras sí todas las voluntades tan diversas y unificar las actua-ciones. Tanto saber doloroso se completa cuando el dirigenteha abrazado la concepción de que sólo el socialismo traerá laliberación verdadera y de que sólo la actividad consciente ysoberana de las masas traerá el socialismo.

Los iniciadores —Guiteras fue uno de ellos— rompen conla conciencia vigente, y comunican ese gran esfuerzo suyo amuchos, pero deben enfrentarse angustiosamente a las recaí-das de sus propios seguidores en las formas de conciencia yde vida de los dominadores, a las tendencias a mantenersedentro de las conductas y creencias conocidas —que parecenser las únicas conductas y creencias posibles—, y al poderaplastante y abarcador del enemigo, todavía no quebrantado.Su madurez encarna entonces en buscarle viabilidad a susproyectos. Pero a muchos no les es dada la oportunidad decumplir esa tarea; para ellos la victoria de su vida es conver-tirla en ejemplo y en experiencia para los revolucionarios quele sucederán. Su destino se condensa en el verso de CarlosLiebknecht: «a nosotros sólo nos ha sido dado sembrar».

Me asomo a Antonio Guiteras Holmes, desde ese primertiempo en que el individuo es sobre todo sus circunstancias.Leyendo acerca de su familia, su infancia y años juveniles, se

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concluye fácilmente que él adquirió desde muy temprano ins-trumentos idóneos para sobresalir y para enfrentar altos de-signios.2 Hijo de una familia cubana muy distinguida y dealto nivel cultural, hogar estable de clase media, educaciónmuy por encima del promedio de su grupo social y vivenciasen dos culturas diferentes, políglota, de voluntad cincelada ytradiciones patrióticas muy sentidas, estos fueron factores queindudablemente le ayudaron a ser dueño de sí mismo, perso-nalmente honesto, decidido, dispuesto a abrazarse a ideales,radical, analítico. La república en que crecía —si fuera posi-ble comparar un país a una persona— tuvo una formaciónmuy diferente. Entre 1920 y 1927 —los años de estudiosmedios y universitarios de Guiteras— el modelo neocolonialextremó sus contradicciones e imposiciones, y comenzó adeslizarse hacia su crisis, y el sistema político republicanoapeló sucesivamente a la democracia muy corrompida y alautoritarismo que llevó a la dictadura machadista. El paíscomenzó a tomar conciencia de su crisis. La protestacombativa de sectores obreros se organizó en federacionessindicales, y la denuncia de intelectuales adquirió relevancia;el movimiento estudiantil de 1923 abrió paso a un planteoprofundo de los problemas del país, con una vocación prácti-ca que llevó a su vanguardia —dirigida por Julio AntonioMella— al encuentro de los sindicatos y de formas deconcientización y organización revolucionarias.

El adolescente secundó el movimiento de Mella en el Ins-tituto de Pinar del Río, la ciudad en que vivía desde 1914.Desde su actividad en el Instituto, el joven Toni manifestó surechazo al intervencionismo norteamericano en América La-2 Ver Calixta Guiteras: Biografía de Antonio Guiteras (folleto). Dpto.

de Educación de la Administración Municipal, La Habana, 1960. Yen Tabares, ob. cit., el cap. II, pp. 57-84.

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tina, la injerencia en Cuba y la Enmienda Platt, una actitudque estaba ganando terreno en esos años. En la Universidad(1924-27), al contrario, le tocó vivir el retroceso de la protes-ta estudiantil, la exclusión de Mella y sus compañeros, y elentreguismo al gobierno de Machado. Pero Guiteras fue acontracorriente. En el nuevo ambiente habanero amplía suformación, y su propensión a luchar por la libertad y la justi-cia lo llevan a relacionarse con los contrastes sociales, contipos humanos inconformes e interesantes, y con las activi-dades de protesta. Participa en aquella tremenda jornadaantimperialista de marzo de 1925 en que Mella es llevado ajuicio, aclamado por la multitud y, agitador desafiante y con-ductor, es golpeado por los esbirros. Preso a fines de noviem-bre, Mella va a la huelga de hambre, y el joven estudioso ydíscolo ante los abusos del nuevo poder organiza la solidari-dad con Mella en Farmacia. Le faltan tres meses para gra-duarse cuando en marzo de 1927 surge el DirectorioEstudiantil contra la Prórroga de Poderes de Machado. Suscompañeros lo eligen por Farmacia; enseguida es uno de loslíderes de aquel Directorio radical antimperialista, junto aGabriel Barceló, José Chelala, Eduardo Chibás, José ElíasBorges, Reinaldo Jordán. Son nombres nuevos en letra demolde, pero la revolución próxima los hará conocidos. El DEUdel 27 alcanzó resonancia nacional. Guiteras se gradúa, perotodavía asiste a alguna asamblea y firma con sus compañe-ros; de todos modos ya no le alcanza la represión que prontolos expulsará de la Universidad.

Estas primeras vivencias de actividad cívica y elecciónpolítica son muy marcantes; Toni las vive además en el me-dio estudiantil, algo que era normal dada su procedencia so-cial. Pero Guiteras no será uno de los líderes estudiantiles dela Revolución del 30. La muerte del padre en junio de 1927lo pone a la cabeza del hogar, el joven farmacéutico devendrá

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viajante de medicina por imperativo económico, y el viajantese moverá por todo Oriente, esa tercera parte de Cuba quehabía aumentado tanto su importancia económica y su pobla-ción durante la república. Pero tampoco es el tipo de activistaestudiantil que abandona la política al graduarse y pasar almundo del empleo. Sus ideales se verán obligados ahora aejercitarse en el país verdadero de superexplotación, incultu-ra, conciencia política atrasada, pero también de rebeldíaspopulares alimentadas por la fuerte tradición mambisa, lasenormes contradicciones sociales y los anhelos patrióticosde soberanía y democracia. Todavía firmará un manifiestocon otros diez miembros del DEU del 27 en junio de 1931, enel que llaman a ir más allá de derrocar la dictadura, y detallanun programa avanzado de medidas para ser aplicadas por ungobierno provisional revolucionario. Pero desde antes de lamuerte de Trejo sus vínculos fundamentales están en Orien-te, donde Guiteras practica la única política que consideraacertada: la conspiración para derribar por la fuerza a la tira-nía e iniciar un proceso revolucionario.

Su brújula política, el antimperialismo, ya estaba siendo so-metida a la prueba de las nuevas situaciones y necesidades na-cionales, y esto se acentuará durante los años treinta. El estudioen detalle de esa corriente y de sus vicisitudes es crucial paracomprender gran parte de la historia de aquel proceso y de lasideas revolucionarias en Cuba. Al inicio de los treinta, elantimperialismo le franquea a Guiteras un primer logro rele-vante en su posición política: la lucha inmediata e ineludibledebe ser para derrocar a Machado, pero ella no es un fin en sí.En ella coinciden el anhelo popular y el señuelo que utilizanlos políticos tradicionales oposicionistas —es un gozne de mo-tivaciones muy diversas—, pero es sólo una vía para promoveruna revolución que tiene tareas más ambiciosas y complejas

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que derrocar una dictadura, y debe lograr efectos sociales tras-cendentales. Por la rigurosa consecuencia con que asumió ysostuvo ese principio en su práctica revolucionaria, Guiterasse colocó siempre en un medio ideológico ajeno y opuesto alde Menocal, la Unión Nacionalista, la Junta Revolucionaria yel conjunto del antimachadismo burgués.3

La segunda conquista de Guiteras en su posición revolu-cionaria es la convicción de la necesidad de la insurrecciónarmada popular, organizada previamente por un grupo deconspiradores, como instrumento idóneo para alcanzar elpoder y desatar la revolución. Su gran identificación con latradición nacional debe haber aportado el alma y la confianzade esa certeza suya, ratificada por los textos que estudia acer-ca de experiencias europeas y de la revolución soviética; lapropuesta teórica marxista sobre la violencia era como unaval a las prácticas revolucionarias cubanas. Pero la entregapersonal a la conspiración y la lucha armada es lo decisivo.La experiencia de involucrar su vida y tantas cosas valiosas,de cambiar de objeto sus conocimientos técnicos —de prepa-rar medicamentos a preparar bombas y granadas—, de po-nerse en contra del orden establecido, alimenta su preparacióny sus reflexiones. Participó frontalmente en la insurrecciónde agosto de 1931, fue capturado por el ejército y estuvo cua-tro meses preso. Además de las nuevas vivencias y de lasrelaciones personales que hizo, Guiteras le sacó el máximoprovecho a su aventura: a) la insurrección debe prepararse

3 Ver manuscrito de Guiteras «Manifiesto al pueblo de Cuba». En Hor-tensia Pichardo: Documentos para la historia de Cuba, tomo III, Ins-tituto Cubano del Libro, La Habana, 1973, pp. 531-36. También enTabares, ob. cit., pp. 190-96; la primera parte y una síntesis del con-tenido en Pensamiento Crítico, núm. 39 (Especial), La Habana, mayode 1970, pp. 270-71.

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con toda responsabilidad, y hay que lanzarse a ella con deci-sión; b) los viejos políticos no están dispuestos a eso, sino aaprovecharse de las ansias de lucha populares;4 y c) es nece-sario crear una organización independiente para preparar laacción y para dirigir la revolución.

Un tercer aspecto de su posición revolucionaria se habíapuesto en juego en aquel episodio: su combinación depracticismo unitario con aferramiento a los principios. A pe-sar de su ideología, Guiteras aceptó ser uno de los miembrosde la dirección insurreccional de la Junta Revolucionaria deOriente; los viejos políticos apostaron a sacar provecho a lasvirtudes y relaciones del joven, que además les parecía de suclase. En realidad, él salió ganando la gente que pudo atraer asu núcleo revolucionario, tomándola de donde era posible:los que se mostraban rebeldes en la práctica, aunque su con-ciencia política no estuviera todavía libre de la sujeción asímbolos y hombres de la vieja política. En lo que no tuvoéxito fue en obtener de esos viejos políticos medios materia-les para la lucha que siguió en 1932-33. Pero Guiteras man-tuvo su estrategia. Unió disímiles grupos rebeldes locales portodo Oriente, con los cuales fundó Unión Revolucionaria,organización de lucha armada para la revolución verdadera,que tuvo estructura permanente, preparó militantes y cuadros,acopió armas y cotizaciones, y realizó numerosas acciones.5

Y al mismo tiempo auspició un Frente Único Revolucionariooriental, sin éxito. Envió a un segundo suyo a conversacio-nes con la Junta de Nueva York, también infructuosas, antes

4 «...del contacto con los políticos de la vieja escuela sale cada vez másconvencido de que los grandes problemas de Cuba nunca podránsolucionarse con una concentración de fuerzas cuyos intereses soncontradictorios» (C. Guiteras: Ob. cit., p. 7).

5 Ver Tabares: ob. cit., cap. V, pp. 167-237.

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de lanzarse a la insurrección del 29 de abril de 1933. La tomade San Luis y algunas otras acciones —y lo ambicioso delplan— ratificaron al país la beligerancia de un sector revolu-cionario oriental de posiciones radicales.

La «Mediación» imperialista iniciada dos semanas des-pués, los cambios introducidos en la políticaantimachadista, el desencadenamiento de la crisis revolu-cionaria y la caída de la tiranía permiten apreciar la di-mensión ya alcanzada por Guiteras en aquel verano de1933. La decisión intervencionista de poner fin almachadato eliminando toda posible salida revolucionariay utilizando servidores seguros —y la soberbia de su eje-cutor Welles— separó claramente a los opositores a Ma-chado ante los ojos de la nación: los que se sometían aldictado yanqui, y los que no. Como política metropolitanallegó demasiado tarde después de tanto respaldo a la dic-tadura, como nueva política —iba a nacer el Buen Veci-no— fue todavía de viejo cuño, y demasiado torpe. Perotambién fue lógico que se convirtiera en la esperanza delos que se oponían a la vez a Machado y a una revolución.La organización clandestina ABC, surgida en 1931, pro-piamente el primer intento desde el campo burguésantimachadista de llenar el vacío político en que el des-prestigio del sistema estaba colocando a las clases domi-nantes, había ganado bastante prestigio por sus acciones ysu lenguaje, a pesar de proponer un nacionalismo sinantimperialismo y opuesto a la izquierda. Su colaboracióninmediata e incondicional con Welles constituyó, a mi jui-cio, un error gravísimo: la primera organización burguesaque realmente era hija de la revolución y no una rémoradel pasado se entregó simplemente al procónsul extranje-ro, por intereses mezquinos y costumbre cipaya. Inició asíun papel subalterno y contrarrevolucionario que mantuvo

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durante todo el período crítico de 1933-35. Desde el puntode vista histórico, se suicidó como alternativa políticapostrevolucionaria, aunque al estudiar los hechos de esebienio hay que apreciar su acción y su influencia, y el cur-so del desgaste que sufrió. En esos años Guiteras supo com-prender el peligro de que esta nueva organización de origenantimachadista concurriera a la formación de un nuevo blo-que reaccionario; por eso fue siempre antiabecedario, entodas las circunstancias diversas de la política desde aquelverano del 33 hasta su muerte.

Los mediacionistas hicieron gestiones para desactivar laviolencia revolucionaria, como parte de la política de Welles.A sus ojos, Guiteras, profesional joven de apellido viejo ydistinguido, que ha tenido relaciones con viejos políticos,pudiera entender llegado el momento de poner en la balanzasus méritos de combatiente audaz para obtener un lugar en lamesa de la Mediación y en el reparto de poder que seguirá ala salida de Machado. Pero en una revolución cada individuose determina por su actitud y su actuación, no por su origensocial ni sus creencias previas. Activista estudiantil, conspi-rador, alzado o jefe de una organización de acción, lo que leda continuidad y sentido a la actuación de este hombre es suideal revolucionario: antimperialismo radical unido al objeti-vo de cambiar el destino de los humildes de Cuba. La conse-cuencia y la firmeza, las experiencias y el análisis, lo han idomadurando, pero es obvio que sus características personalesfueron el elemento imprescindible para que esa maduraciónse produjera. Tres veces trataron de convencer al que ahoraera un dirigente rebelde de Oriente, armado y puesta a preciosu cabeza. Sus negativas lacónicas formaban parte de la le-yenda guiterista cuando yo era un niño. El tercer emisario fueun miembro de la Célula Directriz del ABC, al que escuchódurante tres horas, y le contestó con una sola frase: «hay que

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saber encontrar el camino del honor y seguirlo, aunque noscueste la vida».6

El arranque y la expresión están dentro de la mejor tradiciónde intransigencia de nuestras revoluciones7. Pero más que elmetro heroico impresiona su sentido profundo: lo esencial nose negocia, vale más quedar solo momentáneamente si es pre-ciso, pero depositario de los principios revolucionarios.

Y llegamos al cuarto aspecto. Sus prácticas, sus análisis dela situación cubana y los estudios de otras experiencias y dela teoría revolucionaria marxista llevaron a Guiteras a la con-vicción de que la liberación efectiva de la nación cubana sólopodría alcanzarse mediante la revolución socialista. Este hom-bre singular, decidido y temible en la acción, leía incansable-mente, estudiaba a Lenin, Ramiro Guerra, Jaurés, Bujarin,Emilio Roig, John Reed, las Constituciones mexicana y so-viética y el proceso de la URSS, mantenía una sólida relacióncon un líder comunista oriental y seguía con pasión la luchade Sandino. Pero las lecturas han sido el alimento de una en-trega personal y una convicción expresadas en su prácticavital. El jovencito estudiante escogió ser antimperialista yantimachadista, el joven doctor prefirió olvidar la Endocri-nología y no llegar a tener su farmacia; el preso político esenfermero y asistente social de humildes; el clandestino «Mar-cos» no mira más a los doctores y antiguos coroneles que lohalagan sino a los militantes abnegados que lo acompañan ylo siguen8 y a la masa de los humildes entre los cuales en-

6 Tabares: ob. cit., p. 218.7 Uno recuerda a Fidel, todavía lejana la victoria, rechazando desde la

Sierra un pacto que ponía en riesgo los principios: «Que para caercon dignidad no hace falta compañía».

8 «...porque la verdad que era la guía de nosotros. Lo queríamos conidolatría por lo sencillo, por lo natural. Porque en todo su sentido se

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cuentra refugio y ayuda, la masa a la que hay que infundirautoconfianza y movilizar, para que su conciencia y su actua-ción pongan al alcance de Cuba el socialismo.

Guiteras es ya un revolucionario formado. Su rumbo estádecidido: la lucha armada, desatar la revolución contra elimperialismo y la burguesía, por la causa del socialismo. Pien-sa que la revolución es posible, y entiende que ella debe suje-tarse a etapas imprescindibles que garantizarán su viabilidad.Al analizar su vida y su época hay que concluir, además de loque con justicia se dice de él, que Antonio Guiteras es uno delos iniciadores del comunismo en Cuba, que su actuación ysus ideas políticas forman parte de la tradición cubana depensamiento y luchas por la revolución socialista de libera-ción nacional.

Guiteras se mantiene vigilante del curso de la política na-cional, pero al revés que otros oposicionistas, redobla su es-fuerzo para la lucha armada; prepara una nueva fase enOriente, a partir de asaltar el cuartel de Bayamo y estableceruna guerrilla rural. La guerra es política, por eso denomina alproyecto «Plan de Bayamo, contra la Mediación». Entoncescae la dictadura, el 12 de agosto, entre la crisis del apoyomilitar al régimen y la imposición por Welles de un títere enla presidencia, por un lado, y por otro la huelga general y lafuria del pueblo desatado. Toni se traslada de inmediato aSantiago y proclama allí ante el pueblo su repudio total alnuevo régimen y al imperialismo —un acto cuya honda tras-cendencia política muchos no entendieron—, declarando quepermanecerá en rebeldía armada hasta que el gobierno dere-chista sea sustituido por un poder revolucionario. En las tres

veía un compañero nuestro, dispuesto a lo que fuera». Entrevista aWilliam Sánchez, en Pensamiento Crítico, núm. 39, p. 272.

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semanas febriles que siguieron, el viejo orden que había esta-do vigente más de 30 años se siguió descomponiendo, ahoracon gran celeridad. Reitero mi imposibilidad de tratar aquísiquiera someramente el proceso histórico, sólo anoto quecon la crisis revolucionaria se abrió un período fundamentalde cambios de la primera mitad de este siglo en Cuba.

La actividad política de Guiteras se multiplicó en esas se-manas, en Oriente y en un viaje que hizo a La Habana. Aquíse relacionó con Sergio Carbó, habló con diversos factoresopuestos al gobierno y conoció algunos nuevos actores quepronto compartirían con él el drama que se avecinaba. Al re-greso explicó a sus partidarios y a otros revolucionarios orien-tales la endeblez real del nuevo gobierno, los intentosreaccionarios de Menocal y el ABC, y la necesidad de la re-volución. En medio de la enorme actividad de esos días y dela desobediencia generalizada al orden, «Revolucionarios deCuba» —nuevo nombre de su organización desde el 31 deagosto— exigía sanciones penales y la expropiación de losmachadistas, abolición de la Enmienda Platt, reforma de laConstitución, elecciones generales e inicio de una políticasocialista. Caracteriza al bloque dominante de politicastros,comerciantes, grandes bancos y empresas extranjeras «cuyacabeza es Wall Street [...] enriquecimiento de una minoríacuya principal misión será dar satisfacción a los interesesextranjeros... predominio capitalista con la consiguiente ex-poliación del proletariado [...] depauperación de la gran masadel pueblo de Cuba».9 Pero todo indica que la palabra va aceder el lugar a los hechos trascendentales, aunque no se sepacómo. De pronto, el lunes 4, como es tan usual en los mo-mentos que después serán históricos, sucede lo imprevisto:

9 Tabares, ob. cit., p. 230.

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las clases y soldados de un ejército de casta en crisis deponena sus oficiales, llaman a los antinjerencistas a gobernar y danun golpe mortal a la primera república.

«Paso a la revolución auténtica» es la consigna del día.En realidad el gobierno cae sin resistir, la institución mili-tar queda en manos de desconocidos «de abajo», la situa-ción se le va de las manos a Welles y el imperio contrariadoamenaza con sus barcos de guerra; el aparato represivo delEstado burgués y la economía del país están en su peormomento de lo que va del siglo, las huelgas arrecian, losazucareros ocupan centrales, el empleo, los salarios, el ni-vel de vida se han desplomado, y la violencia crece. Eltriunfo político de los opuestos al entreguismo no trae uni-dad ni concertación entre ellos alrededor del antimperialismo;la gran protesta social y el movimiento político principalquedan enfrentados. Las fidelidades, creencias y prejuiciosde organizaciones, personalidades y militantes los dejan pordebajo de las potencialidades subversivas del movimiento delas masas. El 10 de septiembre la Comisión Ejecutiva(pentarquía) dio paso a un gobierno presidido por uno de ellos,el profesor de fisiología Ramón Grau San Martín; la decisiónla tomó el Directorio Estudiantil Universitario, organizaciónque dio su apoyo al golpe de los sargentos. Se designó ungabinete. El revolucionario José M. Irisarri —que habíaconocido a Guiteras pocos días antes— lo propuso paraGobernación, un cargo importante, y Carbó lo apoyó. Leavisaron a través del cuartel Moncada, y Toni aceptó. Aqueldomingo Grau, que había tenido una posición cívica frente aMachado, se negó a jurar el cargo sobre la Constitución de1901, que contenía además la Enmienda Platt; sacó el brazopor el balcón y juró por el pueblo congregado abajo.

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2. Guiteras y la revolución

Es indudable que la revolución nos aleccionará, y quealeccionará a las masas populares. Ahora bien, parael partido político en lucha la cuestión consiste en versi sabremos enseñarle algo a la revolución.LENIN: «Dos tácticas de la socialdemocracia en la re-volución democrática.»

Es indiscutible que Guiteras no alcanzó súbitamente un pa-pel protagónico nacional por el azar afortunado de haber sidodesignado Secretario de Gobernación —era con mucho el mi-nistro más joven— en uno de esos raros momentos en queescasean los candidatos al formarse un Gabinete. Ese cargofue un reconocimiento al gran prestigio personal que gozabay al papel jugado por Oriente en la lucha antimachadista; tam-bién era una necesidad para un nuevo gobierno que a pesarde surgir de una coyuntura muy compleja y en el que partici-paban fuerzas muy disímiles, pretendía brindar un cauce re-volucionario a la enorme insurgencia popular del segundosemestre de 1933.

En estos veinte últimos meses de su vida —cuatro en elgobierno y dieciséis en la clandestinidad— Guiteras alcanzóun lugar cimero en el campo revolucionario. Había puestosin reservas sus cualidades personales en la fragua de la re-volución, desde sus primeras experiencias, asumido la ideologíaantimperialista en su variante más radical y la idea del so-cialismo como meta de la revolución verdadera. Había practicadoconsecuentemente la lucha armada como vía para lograr lainsurrección popular y la toma del poder político, trabajandosiempre entre el pueblo, en un medio que lo influía y lo entre-naba como dirigente. Guiteras era, obviamente, un productode la Revolución del 30. Ahora se lanzó a transformarla, o

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para decirlo más exactamente, a convertirla en una revolu-ción socialista de liberación. No pudo triunfar, su vida se trun-có cuando estaba en la primera fase de esa tarea: su destinofue sembrar y señalar la ruta.

La revolución social desencadenada en Cuba en aquellosaños fue la explosión popular frente a los crímenes y los abu-sos de todo tipo, la miseria, la crisis económica, la frustra-ción de la república. Los activistas, los mártires y los líderesfueron sus detonadores o actores —muchos de ellos abnega-dos y heroicos— y el pueblo los exaltó; pero nunca constitu-yeron una dirección unida, o por lo menos coordinada, quepudiera conducir las rebeldías populares. Varios de ellos lle-garon a ser líderes de una fracción, o de un momento delproceso, pero el hecho histórico es que no se produjo la coin-cidencia de la crisis revolucionaria y la organización revolu-cionaria en condiciones de canalizarla hacia el triunfo y larealización de la liberación nacional. No puedo analizar aquí,ni siquiera someramente, las líneas fundamentales del perío-do que va de agosto de 1933 a mayo de 1935. Me limitaré acomentar elementos fundamentales del pensamiento y de laactuación mediante los cuales Guiteras intentó conducir lasituación hacia un triunfo revolucionario.

«Un estudio somero de la situación político-económica deCuba nos había llevado a la conclusión de que un movimien-to que no fuese antimperialista en Cuba, no era revolución,pues sus intereses eran incompatibles», explica Guiteras enel breve artículo «Septembrismo»,10 uno de los textos máslúcidos y profundos producidos durante la Revolución del30. Siguiendo ese principio central había usado su cargo ofi-cial como un ariete contra los intereses y las posiciones del

10 En Pensamiento Crítico, núm. 16, La Habana, mayo de 1968, pp. 202-05 (reproducido de Bohemia, 1ª de abril de 1934).

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imperialismo en Cuba —a los cuales golpeó todo cuantopudo— y en una defensa activa de los trabajadores y de lapoblación humilde del país. Aunque personalmente se ubica-ba en la extrema izquierda, consintió en formar parte de ungobierno en el que había moderados, desorientados e inclusoconservadores, buscando hacer avanzar la fuerza de la revo-lución mediante prácticas radicales que involucraran a masasy potenciaran la fuerza de las ideas revolucionarias entre esasmasas. El desarrollo de una nueva conciencia política haríafactible al pueblo emprender el camino de una revoluciónmás profunda, contra el imperialismo y el capitalismo.

Guiteras combatió enérgicamente los sangrientos intentoscontrarrevolucionarios, fue el conductor de la pequeña alaradical dentro del equipo de gobierno de Grau, intentó demanera activa pero infructuosa avanzar hacia una unidad dela izquierda, fue un duro opositor de las acciones represivascontra los trabajadores y se enfrentó a la progresiva claudica-ción de muchos miembros del gobierno y a la actitud traidorade Batista; se le sumó Guerra y Marina desde el 25 de octu-bre, pero además desempeñó muchas más responsabilidadesque las que le correspondían, protagonizó polémicas y fueuna figura muy atendida por los medios de comunicación.Toni hizo más enérgica y radical su actuación en los dos últi-mos meses y medio: tomó medidas muy radicales, hizo pro-puestas de corte más anticapitalistas, intentó dar más fuerzamilitar al sector revolucionario, chocó con los traidores enciernes, trató de ampliar su fuerza en el gobierno y fue prác-ticamente un primer ministro en la fase final, sin dejar decombinar la atracción y la crítica con los moderados. Y loprincipal: a través de decretos, órdenes, nombramientos, ges-tiones, nuevas agrupaciones, agitación, entrevistas, cumplióen aquellos cuatro meses el objetivo principal que se trazó,

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con una actividad sistemática y en una diversidad de frentesque resultan asombrosos.

Cuando el 15 de enero de 1934 la línea contrarrevo-lucionaria se impuso y el Gobierno fue depuesto, Guiteras fueel líder político que se opuso con energía en la Junta Revolu-cionaria de Columbia, trató de sublevar a una parte de las fuer-zas armadas y de desatar una huelga general. Ante el fracasono se desalentó ni se desorientó. El dirigente anticapitalistadejó bien claras su posición y los fines de la lucha:

Me responsabilicé con el Ejército en el movimiento del4 de Septiembre por entender que había llegado el mo-mento de imponer un programa mínimum que de unmodo lento nos pusiese en condiciones de afrontar en unfuturo no lejano la inmensa tarea de la Revolución So-cial, que a pesar de todas las dificultades, de todas lasresistencias, se avecina, rompiendo todas las barreras quela burguesía ha levantado para impedir su paso.

Ent(end)iendo que el Gobierno cumplía, a pesar detodas las dificultades, este programa mínimum, lodefendí. Actualmente estoy en la oposición, y lucha-ré por el restablecimiento de un Gobierno donde losderechos de los Obreros y Campesinos estén por en-cima de los deseos de lucro de los Capitalistas Nacio-nales y extranjeros.11

11 En Pensamiento Crítico, núm. 39, pp. 283-84 (reproducido de Luz,La Habana, 20 de enero de 1934). Ver una valoración muy interesan-te de Guiteras en 1935 sobre el gobierno de sept. 1933-enero 1934 en«Cómo pensaba el político cubano Dr. Guiteras», en Ibidem, pp. 296-97 (reproducido de El Nacional, México DF, 13-5-1935).

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De nuevo en la clandestinidad, sacó el provecho que pudoa la situación creada en el país por la crisis revolucionaria, yal prestigio y lugar que ya tenía en la sociedad cubana. Conantiguos y nuevos compañeros nucleó organismos clandesti-nos que llevaron a cabo una estrategia de respaldar y estimu-lar la protesta popular con acciones armadas de guerrillaurbana, colectar fondos con ayuda de confiscaciones e inclu-so secuestros, reclutar, preparar y sostener militantes, com-prar y ocupar armas, con vista a una insurrección armada quese articulara con una desobediencia masiva que pudiese de-sembocar en huelga general revolucionaria. Pero nada máslejos de esa estrategia que una visión militarista y ajena a lalucha de ideas y de masas.

En aquellos dieciséis meses, Guiteras y sus compañeros semantuvieron siempre atentos a todos los hechos políticos ysociales de alguna relevancia, actuando o haciendo conocersus criterios frente a ellos. Guiteras emprendió gestiones o in-tercambio de puntos de vista con numerosos sectores, o aten-dió a la iniciativa de otros, e impulsó la divulgación de lasideas revolucionarias y de informaciones independientes. Jo-ven Cuba, la nueva organización revolucionaria guiterista crea-da en mayo de 1934, le otorgó a la lucha de ideas una granimportancia. En octubre su Comité Central lanzó al público unprograma12 que es uno de los hitos intelectuales de la Revolu-ción del 30. Allí se declara expresamente que a pesar de contarcon elementos propios suficientes, Cuba no es todavía una na-ción, porque carece de «unidad funcional de su economía»,porque está «supeditada al capital extranjero». Pero aquella nose logrará si el trabajo no gobierna a la economía, por lo que laidea central de Joven Cuba es que «para que la ordenación

12 Programa de Joven Cuba. En Pensamiento Crítico, núm. 16, pp. 207-220 (reproducido de Ahora, La Habana, 24-10-1934).

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orgánica de Cuba en Nación alcance estabilidad, precisa queel Estado cubano se estructure conforme a los postulados delSocialismo. Mientras, Cuba estará abierta a la voracidad delimperialismo financiero.» A continuación hace una reflexiónmarxista muy notable acerca de las dificultades y la necesidadde racionalidad socialista, de etapas e incluso de rectificacio-nes que exigirá el complejo de transformaciones de las «reali-dades históricoeconómicas» y las «realidades espirituales» paraalcanzar el socialismo. «Perseguimos el acierto histórico, no elforzamiento antihistórico», dice. No me es posible hacer aquíni una somera glosa del «Programa», por lo que me limito asugerir su lectura completa.

Los ideales y la concepción de la revolución de Guiteras nohan cambiado, pero las extraordinarias experiencias vividas seexpresan en la madurez de sus ideas y de su intento revoluciona-rio. Se da cuenta de la lección que hay que sacar de las jornadasrevolucionarias de desobediencia masiva y prolongada a la do-minación: «mostró un mundo de posibilidad al pueblo de Cuba[...] Esa fase de nuestra Historia es la génesis de la revoluciónque se prepara, que no constituirá un movimiento político conmás o menos disparos de cañón, sino una profunda transforma-ción de nuestra estructura económico-político-social».13 Para eseevento histórico es imprescindible preparar una organización denuevo tipo, con muy fuerte unidad política e ideológica que iden-tifique a sus miembros y les permita ser conductores: «...unaminoría penetrada de sus principios, con plena conciencia revo-lucionaria. La conciencia antimperialista sólo puede ser com-pletamente formada desde el poder a través de una política dereivindicaciones nacionales».14

13 «Septembrismo», Ob. cit., p. 287.14 «Cómo pensaba el político cubano Dr. Guiteras», ob. cit., p. 290.

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La unidad entre las diferentes fuerzas de izquierda fue unapreocupación política constante de Guiteras. Ante todo, conel Partido Comunista y con las organizaciones obreras queeste orientaba; Guiteras tuvo una actitud muy positiva y dionumerosos pasos en esa dirección, pero nunca pudo lograrsela unidad, o al menos algún acercamiento. Numerosos acto-res de los hechos de aquellos años han expuesto sus criteriossobre esa cuestión,15 y también se cuenta ya con trabajos deinvestigadores del período.16 Sin dudas esa situación fue unfactor de debilidad de las fuerzas populares frente a sus pode-rosos enemigos; el analista de hoy, sin embargo, debe consi-derar que el complejo de creencias, prejuicios y pasiones delos participantes en aquellos hechos históricos es una de lasrealidades que integraron entonces lo que hoy es una materiade estudio.

La coordinación o pacto con el naciente Partido Revolucio-nario Cubano (los «auténticos») hubiera sido muy convenien-te, por el sector oposicionista que iba integrando, y porque nole faltaban cuadros honestos y con experiencias de lucha. Peroeste partido nuevo —en el sentido de que venía del propio pro-ceso revolucionario y era él mismo un síntoma de la necesidadde una nueva época política— que después llegó a tener lamayor influencia política de masas en el país, ya tenía desde elinicio en su dirección máxima las nocivas tendencias alelectoralismo, la exclusión de la vía revolucionaria, un nacio-

15 El movimiento comunista internacional también se ocupó del tema.Ver, por ejemplo «Por el frente único nacional en Cuba (Carta desdeParís)». En Páginas de historia contemporánea, Vol 1ª (publicaciónde la Internacional Comunista), Editorial SUDAM, Mayenne, Fran-cia, pp. 48-67 (reproducido de L’Internationale Communiste, núm.5, mayo de 1935).

16 Ver en Tabares, ob. cit., sobre todo el acápite 4.2 (pp. 280-87).

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nalismo anticomunista, la politiquería, la demagogia y el con-trol excesivo del líder carismático. Guiteras se vio obligado apolemizar alguna vez con el PRC, en la medida en que susdefectos podían ser manipulados por la dictadura y confundir,pero evitó la práctica de hacer ataques públicos a los «auténti-cos», que hubiera contribuido a debilitar a la oposición a ladictadura. Años después se construirá un mito «auténtico» conlas medidas radicales impulsadas por Guiteras durante el go-bierno «de los cien días» de 1933; pero en la lucha real de1934-35 las posiciones de unos y otros eran muy lejanas. Cuan-do Grau San Martín quiso entrevistarse con Guiteras poco an-tes de la Huelga de Marzo, Joven Cuba acordó que unaComisión visitara a Grau. Guiteras orientó que le ratificaran lalínea de la organización, su independencia respecto a las de-más y sus objetivos, y la vigencia del «acuerdo primitivo» delComité Central: «imponer un programa revolucionario desdeel poder por medio de la dictadura».17

Guiteras mantuvo una política consecuente de atracciónhacia la gama de personas honestas provenientes de sectoresrevolucionarios antimachadistas o fruto de los acontecimien-tos recientes que buscaban un lugar satisfactorio en que lu-char. Los que ingresaron a Joven Cuba encontraron tareas yresponsabilidades en sus Comisiones de Acción, In-surreccional, Obrera, Estudiantil, Femenina, Propaganda; elpropio Comité Central fue utilizado para atraer y reconocer aciertas personalidades.18 La organización llegó a tener milesde miembros, y estructuras a escala nacional. La legión decombatientes fieles de Joven Cuba, los «guiteristas», peleó

17 Carta a Pedro Pablo Torrado, 2 de marzo de 1935; fragmento conser-vado por Calixta Guiteras (reproducido en Pensamiento Crítico, núm.39, p. 296).

18 Ver Tabares, ob. cit., pp. 435-39.

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abnegadamente y enfrentó la represión; después muchos deellos formaron parte del enorme contingente internacionalis-ta cubano —más de mil combatientes— que participó en laGuerra de España.19 El guiterismo se incorporó a las tradicio-nes combativas del pueblo cubano, convirtiéndose en uno desus símbolos más allá de las especificidades que tuvo cuandoera una organización y una posición actuante.

Cuando cayó combatiendo en El Morrillo, el 8 de mayo de1935, Guiteras se dirigía a México a asumir el mando de unaexpedición que comenzaba a organizarse, y cuyo desembar-co en Oriente debía simultanearse con ataques a numerososcuarteles del país; al generalizarse la insurrección se lanzaríala consigna de huelga general y se apoyaría y armaría progre-sivamente a las masas. La organización revolucionaria debíaasumir el papel de vanguardia impulsora y organizadora deesa insurrección generalizada, conducir al pueblo en la luchay organizar el nuevo poder.

Sin embargo, Joven Cuba no logró sobrevivir a su líder. ¿Erademasiado temprano históricamente para los proyectos y losintentos de Antonio Guiteras? Un año después de la toma delcuartel de San Luis, dos de sus protagonistas se habían defini-do como «auténtico» y mendietista respectivamente; el segun-do alabaría a S. Welles en 1947, en un artículo conmemorativode aquel alzamiento de abril de 1933 que Guiteras organizó y

19 Comunistas y guiteristas unidos, entre otros cubanos, pelearon en lasBrigadas Internacionales y en el Ejército Republicano. Fue el casodel Comité de Revolucionarios Antimperialistas Cubanos, que peleóal inicio, en el Cuartel de La Montaña, o el de la unidad militar Cen-turia Guiteras, formada a partir del Club «Julio Antonio Mella» deNueva York, que fue a España como parte del Batallón «AbrahamLincoln». En la batalla de Jarama (febrero de 1937) cayeron su jefe,el Tte. Crel. Rodolfo de Armas, miembro del CC de Joven Cuba, yotros cubanos.

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desató contra Machado, pero también contra la inminente Me-diación. Es probable que el desarrollo ideológico profundo ycoherente fuera todavía incipiente en la nueva organizaciónguiterista cuando su dirigente máximo cayó.

Es indiscutible que los modos de hacer política y de sentir-la que se generalizaron en la primera república pesaron dura-mente sobre los intentos liberadores durante la Revolucióndel 30. La neutralización de la ideología mambisa, elneocolonialismo y la gran corrupción y el autoritarismo de lapolítica de la república burguesa produjeron colonialismomental y subdesarrollo de la conciencia política. En términoshistóricos el caudillismo había perdido mucho de su basedesde antes de la conmoción revolucionaria, pero en térmi-nos vivenciales mucha gente sentía todavía la necesidad deser «de alguien» —por ejemplo menocalista, o mendietista—en esos años treinta. Ser revolucionario implicaba —ha im-plicado siempre— pensarlo todo de nuevo y con una visiónnueva, pero a escala de masas la rebelión sucedió sin que unavisión nueva y nuevas ideas tuvieran arraigo y extensiónmasivas. La misma violencia revolucionaria —partera de lahistoria— derrochó audacia y sacrificios, pero careció de unaarticulación instrumental y permanente al servicio de unapolítica revolucionaria orgánica y eficaz.

A pesar de esas duras realidades, el esfuerzo revolucionariode los años 30 aportó a Cuba logros extraordinarios. Se acabóla resignación ante la tutela extranjera y la falta de autocon-fianza nacional que enfermaba al nacionalismo cubano; elantimperialismo llegó a influir a la población. La antigua polí-tica de la primera república neocolonial fue barrida, las institu-ciones tuvieron que ser renovadas y crearse otras nuevas, y laciudadanía adquirió más facultades y más conciencia. La con-ciencia y los movimientos de trabajadores dieron un inmenso

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salto hacia adelante, sus organizaciones fueron muyabarcadoras, legalizadas y fuertes, y el sistema tuvo que reco-nocer esas realidades en los terrenos legal, de los órganos y elfuncionamiento del Estado, político, social y de distribuciónde la renta. Esos logros —y otros— fueron plasmados en unnuevo orden constitucional y legal, y en grandes cambios enuna parte de las relaciones sociales, en los sistemas de forma-ción y de reproducción de las ideas y en la conciencia social.Las experiencias de protesta social y rebeldías políticas, y delas ideas asociadas a ellas, generaron avances sumamente no-tables de la cultura nacional. Otra vez Cuba afirmó su identi-dad en las luchas por cambios profundos en busca de libertad yde justicia social, ahora más dentro de las ideas y movimientosque alcanzaban escala mundial, y otra vez las nociones de ta-rea incumplida y de proyectos por realizar quedaron en la basede las percepciones del destino de la nación.

Insisto en que no confundamos, sin embargo, lo que sevivía en aquellos años con los análisis que hacemos hoy paratratar de dilucidar el evento histórico. Hasta el más poderoso,organizado y experimentado participante político en la crisiscubana —el gobierno de los Estados Unidos— debe haberseasombrado seguramente del grado en que llegó a perder con-trol en aquella pequeña nación que había llegado a dominartan a fondo, y de las dificultades formidables que confronta-ba el restablecimiento del orden. Esos aprietos deben haberjugado un papel no pequeño en las decisiones que lo llevarona ciertos cambios y a una renovación de las relacionesneocoloniales, motivaciones que no suele ver el tipo deanalista formado para creer que se trata simplemente de elec-ciones racionales.

Fulgencio Batista resultó ser el más hábil y eficazcontrarrevolucionario de la época. En 1934-35 pugnaba en

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varios frentes a la vez. Debía reorganizar en su provecho y enel de las clases dominantes el aparato represivo, descompuestohasta sus cimientos por los sucesos revolucionarios y por elgran motín de soldados del cual él mismo había surgido; ase-gurar al embajador y a los círculos dominantes de EstadosUnidos que sólo él sería la carta de triunfo para sus intereses;reprimir a sangre y fuego la protesta social y la actividad sub-versiva a la vez que maniobrar e intrigar para debilitar a am-bas y para dividir y apaciguar a la oposición; utilizar a lospolíticos conservadores disponibles en vez de ser utilizadopor ellos y unirlos a nuevos políticos dispuestos, para formarcon ellos un bloque de la reacción. Tales eran las cuatro ta-reas principales de este miserable nada común.20

Batista había reconocido la peligrosidad de Guiteras desdeel otoño de 1933, cuando aprendía a ser jefe del ejército ypersonalidad pública, y se ofrecía a Welles. Ya dictador enenero, ensayó a comprarlo o neutralizarlo (gestión de JustoLuis del Pozo), para perderle el miedo. Ante el rechazo y eldesafío, hizo que sus fuerzas lo combatieran, pero no se atre-vió a asesinarlo hasta después que fue aplastada la últimagran jornada de rebeldía popular, la Huelga de Marzo, cuan-do casi había asegurado el cumplimiento de sus tareas princi-pales. Todavía autorizó la gestión del Teniente CoronelGalíndez, que se entrevistó con Guiteras dos días antes de ElMorrillo y le propuso sin éxito pactar con el régimen; Galíndezle pidió que no intentara salir del país, lo que evidencia queconocía el plan de Guiteras (Galíndez se refirió a esto con

20 «[L]a mejor cabeza de la reacción en Cuba», le llamó tempranamentePablo de la Torriente (29-3-1935), en un texto que lo retrata con agu-deza y brillantez (reproducido en Pablo de la Torriente Brau. Colec-ción Hombres de la Revolución, Impresora Universitaria, La Habana,1973, pp. 311-14).

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pesar ante los prisioneros de El Morrillo poco después de latragedia, llenando de ira y asombro al traidor capitán CarmeloGonzález).

Esa actuación de Batista es un buen ejemplo del gran pres-tigio y la fuerza moral que tuvo Guiteras, ya que no hay ra-zón válida para sospecharle la menor generosidad al dictador,y sí interés en obtener el triunfo de la pacificación del paísque lo ratificara en el mando. Informaciones y testimoniosconfirman el respeto y la admiración que en general concita-ban la intransigencia combativa, el valor personal, la culturay la profundidad y proyecciones revolucionarias de los análi-sis sociales del «doctor Guiteras», como le llamaban todosentonces, a pesar del tipo de actividades en que estaba inmer-so.21 Pero esos valores suyos no habían fructificado todavíaen un reconocimiento general dentro del campo revoluciona-rio que pudiera tener efectos decisivos.

En todo caso, al morir a los 28 años de edad en 1935 Anto-nio Guiteras estaba ya formado para el liderazgo y era sinduda alguna el más destacado dirigente de la revolución. Laposibilidad de nuevos acontecimientos (por ejemplo, la ex-pedición desde México), nuevas circunstancias favorecedo-ras de la unidad entre los revolucionarios que surgieron pocodespués de su caída, hubieran podido adelantar su camino.Pero su trayectoria se truncó demasiado temprano. Su últimaimagen de muerto en combate —envuelto en sangre y tierraen la foto terrible del necrocomio— le aseguró sin embargo

21 Sorprendido solo en una casa del Vedado el 8 de agosto de 1934,Toni se lanzó por una alta ventana a un solar, pero se fracturó lostobillos. Aun así caminó una cuadra, hasta ser detenido. «Uno quierematarle pero otros dicen “A Guiteras no se le mata”, sintiendo respe-to por la vida del hombre superior que en la imaginación toma pro-porciones de leyenda» (C. Guiteras, ob. cit., p. 14).

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otro lugar: el de símbolo de la fundación de la moderna revo-lución de liberación en Cuba y el de índice que señalaba sucamino. En lo personal, esa firma final ratificó la decisiónque le había expresado a un grupo de políticos tradicionalesque festejaban la caída del Machadato: «Ustedes terminaronla lucha. Yo empiezo ahora».

Guiteras permaneció como una herencia yacente duranteel plazo de una generación. Era una fuerza histórica de larevolución socialista de liberación nacional en Cuba, perosería erróneo creer que toda fuerza histórica tiene decretadasu aplicación práctica. Esa fatalidad feliz no existe. Roto sumecanismo vital —su propia vida y la vida que le daba laRevolución del 30— le tocaron a Guiteras los destinos habi-tuales: ante todo el olvido, pero también el uso espurio y eloscurecimiento de las razones de su acción y de su vida.

La insurrección popular desencadenada por Fidel Castro ysus compañeros a partir del “motor pequeño” del Moncadalevantó otra vez a Guiteras y lo puso en marcha. La violenciapopular organizada e identificada ideológicamente, la dicta-dura revolucionaria como vehículo idóneo para realizar elproyecto liberador y socialista, el logro de la unidad de losrevolucionarios y del pueblo alrededor de los ideales, de laorganización y del líder, se pusieron a la orden del día. Fuenecesario el triunfo de las ideas más revolucionarias a travésdel proceso práctico de la revolución, para que pudiera emer-ger, como un fruto más del proceso, la asunción de la estaturacompleta de Antonio Guiteras.

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LA HERENCIA DE SU EJEMPLO*

Me he preguntado muchas veces si no hay confusiones en lacuestión de la personalidad política y la personalidad litera-ria de Roque Dalton. Porque es cierto que él es un gran poetasalvadoreño y un gran poeta latinoamericano; pero tambiénes verdad que Roque es uno de los iniciadores de la revolu-ción contemporánea en El Salvador. El hecho de que las dosactividades sean compatibles es algo, por cierto, muy repeti-do en América. Lo que provoca confusiones en el caso deRoque es que una de las dos actividades sea privilegiada endetrimento de la otra.

Y no es que Roque haya sido sólo un poeta importante—que sí lo es—, que, afortunadamente, era revolucionario;es que Roque es un revolucionario latinoamericano que afor-tunadamente fue un gran poeta. Sin que con esto pretendanegar nada a la poesía.

Cuando nos conocimos, mi primera impresión sobre Ro-que fue la de que era un intelectual de un pequeño país cen-troamericano (Roque hacía muchas bromas acerca de su país)que vivía en Praga representando a su partido en la RevistaInternacional. En ese tiempo estábamos tratando de profun-

* «La herencia de su ejemplo» (1982). Sobre Roque Dalton. Serie Va-loración Múltiple, Casa de las Américas, La Habana, 1986.

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dizar en nuestras ideas revolucionarias, inspiradas en laprofundización de la práctica revolucionaria cubana en la lu-cha por el socialismo, y en su dimensión internacionalistaamericana. Esa es la atmósfera y el momento ideológico enque conozco a Roque.

Hablamos, y me expuso con calor su opinión acerca de lagesta del Che. Entonces pensé: «éste es un compañero latino-americano revolucionario». Era una expresión todavía super-ficial, pero era una carta de presentación. Después, la amistad,el conocimiento y la experiencia vital que hemos tenido to-dos dentro de nuestra Revolución, me ha posibilitado valorara Roque cada vez más y entender su significado.

En aquel primer momento yo no sabía que Roque era poe-ta. Afortunadamente me enteré enseguida, comencé a devo-rar su poesía, y ya lo seguí leyendo, con ayuda suya; lo sigoleyendo y admirando hasta hoy. Como no soy crítico de poe-sía, quiero expresar solamente un criterio acerca de uno delos sentidos fundamentales de la poesía en Roque Dalton.

Dentro del gran movimiento poético que renovó el versode lengua española en una dirección tan ajena al arte poéticaque nos enseñaban en bachillerato, Roque logró una de lasexpresiones más importantes y legítimas. Creo que Roqueencontró en la poesía el vehículo apropiado para comunicarel complejo de sentimientos, reflexiones y acciones que suindividualidad reclama a su circunstancia; la forma, coloquialo como quiera llamársele, era en Roque de todo menos ejer-cicio de preceptiva. Sin negar la labor ardua que al poeta leexige la creación de su obra, la forma que utilizó era expresi-va de la personalidad de Roque, de la urgencia de realidadespresente siempre en sus asuntos poéticos. Su poesía, a ratosburlona y siempre honda, recoge la agonía y el vuelo del uni-verso del cual procede.

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Ese universo es el de América Latina contemporánea, laque ha tenido que asumir todas las contradicciones y espe-ranzas del mundo actual, la que tiene en sí el desarrollo delcapitalismo y el subdesarrollo del capitalismo, el ideal, la lu-cha y las miserias de la democracia burguesa, el desarrollo delas ideas socialistas y las vicisitudes e insuficiencias de lasideas socialistas, la pugna mortal por lograr una liberacióntotal y por desarrollar las economías y las sociedades nacio-nales, la que tiene un modelo de vida ante sí que forzosamen-te encuentra su ejemplo, en muchos aspectos, en los EstadosUnidos, porque no tenemos a Estados Unidos a 7 000 kiló-metros, sino que lo tenemos enfrente, y a veces lo tenemosdentro. El grado de «civilización occidental» que tenemos, yla falta de ella, son complementarias.

La agonía del individuo latinoamericano que entiende susociedad, y la necesidad de cambiarla, se expresa en el senode esa cultura, la que tiene intelectuales que pueden hablar yentender en cualquier capital del mundo, la que tiene unapobreza y un desvalimiento inmensos. La revolución latinoa-mericana tiene que cambiar a unas sociedades que son «occi-dentales», y el proyecto de cambio más profundo y radicalque existe, que procedente de Europa se ha extendido a todoel mundo. El intelectual latinoamericano que quiere ser revo-lucionario, un individuo totalmente «moderno», y que puedehacerse del proyecto más revolucionario que existe si se hacecomunista, carece de un suelo correspondiente, en términosde correspondencia clásica, con aquel proyecto. Tiene ante síun medio escandalosamente pobre, en el que al parecer noencuentra asidero. La misma tradición tiende a parecerlereaccionaria, se siente extraño entre tantos creyentes, tantossupersticiosos, tantos humildes demasiado humildes para for-mar parte del proletariado al alcance de los sindicatos. Deaquella agonía salen innumerables frustraciones, salen gran

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variedad de posiciones. Y salen también, cuando se entreganal medio conservando irreductible la médula del proyecto decambio, los intelectuales revolucionarios.

Cuando fui conociendo mejor a Roque, me di cuenta de loque después he comprendido más claramente: él fue un pro-ducto logrado de revolucionario, en las condiciones agónicasde América Central y el Caribe, las que quizás paradójica-mente están siendo las condiciones de producción de las re-voluciones de liberación victoriosas en América. Comohombre culto y con medios apropiados, Roque puede empi-narse por encima del medio en que nació; estudia, viaja, co-noce. Se hace comunista, y este es un paso crucial en su vida,pero no fue, no podía ser, el único paso crucial. Su arrojopersonal y su deseo de servir a la causa envuelven a este jo-ven intelectual en situaciones que ponen en gran riesgo suvida (Roque refería con regocijo burlón la fama tempranaque le procuró la narración de aquellos riesgos).

Después, a Roque le tocó el exilio obligado y la repre-sentación de su partido en Praga. Pudo haberse convertidoen un funcionario internacional del partido, y pasar el restode su existencia participando en las actividades propias deeste tipo de función. Creo que su vocación de revoluciona-rio fue lo que le permitió identificar desde allá al Che comoel camino y el ejemplo de los revolucionarios latinoameri-canos, y a la Revolución Cubana como el único triunfo con-seguido hasta entonces en América Latina, de una revoluciónde liberación, socialista, de una realización práctica de losideales del marxismo leninismo en las condiciones concre-tas de este continente.

En Cuba, Roque se sumergió en la Revolución. Aquí, el poetabrillante, el escritor brillante, el cronista brillante, el ensayistabrillante, y también el conversador brillante, encontró un ejer-

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cicio vital para su vocación de revolucionario, que lo aproxi-mó de manera definitiva a su objetivo concreto: la RevoluciónSalvadoreña.

En nuestro país, pudo haber asimilado la condición de exi-liado ilustre, condición que no le era negada por nadie y queno deja de tener aspectos muy positivos para la causa. Unsalvadoreño que es revolucionario, que es comunista, que esPremio de Poesía y es capaz de seguir escribiendo maravillo-sas poesías, que posee una prosa muy notable, en tres o cua-tro géneros diferentes. Un hombre que puede firmarmanifiestos, participar en congresos, viajar en campañas desolidaridad, dar conferencias de prensa o presentarse en laTV, será siempre una figura que ayuda y que es representati-va de su pueblo. Esa condición de exiliado ilustre que le esta-ba casi obligada por el lugar que Roque se hizo comointelectual, no fue, sin embargo, la escogida por él. Siempretensado, obsesionado por el regreso a El Salvador, para Ro-que no hay más términos medios: su condición de exiliado lave solamente como una provisionalidad, como un simple pasoque le ha tocado asumir como militante, para lograr pasardespués a sumergirse en el trabajo del militante clandestino ydel militante guerrillero.

Roque fue un defensor muy destacado, dentro del comu-nismo latinoamericano, de la vía de la lucha armada comoimprescindible para mover a las masas a la conquista del po-der en América Latina. Estuvo metido en el centro de esedebate, como intelectual y como militante. En ese, como enotros terrenos, hizo un gran aporte a la cultura latinoamerica-na; en la medida de su significación como intelectual, su aportees mayor, ya que influyó (e influye) en la fundación de unacultura propia en nuestra América, que está creciendo de lalucha insurreccional, de las luchas de las masas por la tomadel poder en los países de la región, y que tiene que ir cre-

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ciendo también de la creación teórica y de la creación artísti-ca, de una cultura espiritual latinoamericana que tendrá signocomunista, marxista-leninista, y que nos hará ya totalmentelatinoamericanos.

Su vocación de político revolucionario hizo a Roque unestudioso y un conocedor profundo de la obra de Lenin. Creoque el Roque poeta es terriblemente leninista, y no sólo porhaber escrito «Un libro rojo para Lenin». El Roque escritor,el periodista, el simpático Roque es hondamente leninista.Su vocación de comunista es la que lo hace un intelectualcomunista, no es su vocación de intelectual la que lo hacecomunista. Su vocación intelectual lo hubiera podido con-vertir en otra cosa, incluso hasta en un poeta famoso, pero nohubiera hecho de él un intelectual revolucionario.

El salvadoreño Roque Dalton aprende con ayuda de laGuardia Salvadoreña y del ejército guatemalteco que los es-birros de Centroamérica son una sola fuerza, con sus herma-nos del FSLN, de Guatemala, aprende que la Revolucióntambién tiene que ser una. En su vida en Cuba sigue profun-dizando cada vez más su compromiso con ese proceso delatinoamericanización de la lucha que poco a poco, lentamen-te, se va forjando a partir de la Revolución Cubana y sobretodo a partir de las luchas propias, sangrientas, terribles, pro-longadas, de cada uno de los países, y del encuentro que vanhaciendo entre sí los luchadores, los pueblos, los países lati-noamericanos. Esa identificación, nos deja el orgullo de de-cir que Roque también es cubano.

Hay una dimensión más íntima: es la lengua, es la casa, elhogar, los hijos, la escuela; es el conjunto de ideales de laconstrucción de un país que se puede compartir entrañable-mente cuando se tienen los mismos ideales políticos y se tie-ne un conjunto de vivencias humanas de todo tipo como lasque él tuvo en Cuba. Creo que lo dominante es el ideal polí-

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tico, lo que le da sentido a que él tenga aquí el hogar de lafamilia y la escuela de sus hijos es que él tiene aquí la reta-guardia moral de la lucha que pretende emprender en su país.

Ya en los primeros setenta Roque era un intelectual muyreconocido. Hasta en El Salvador, recuerdo que una vez mecomentó que querían hacer de él «una pequeña gloria nacio-nal», refiriéndose a una de esas maniobras de los elementosmás sagaces de la burguesía, que son los que tratan de asimi-lar a todas las figuras que puedan corroer con el poder de suclase. Asimilarlo como un gran poeta que vive en el exterior,un gran poeta que está exiliado, que tiene el defecto o la ex-centricidad de vivir en Cuba, de ser comunista, pero a fin y alcabo «una gloria salvadoreña», comentaba Roque burlón antela supuesta audacia de alguno que en su país lo elogió desdesu balcón reaccionario. Porque Roque sabía identificar —sigoinsistiendo en lo que vengo diciendo desde el principio— alenemigo de clase, cosa imprescindible para los revoluciona-rios y los comunistas.

El poeta de fama creciente es también un ensayista nota-ble, y su nombre resulta bienvenido en los periódicos progre-sistas y revolucionarios de América y Europa. Pronto va a serun autor de teatro y un novelista. En el último lustro de suvida su actividad intelectual se diversifica tanto que está crean-do en casi todos los géneros de la palabra escrita. En su traba-jo como periodista reúne el tratamiento de las cuestiones deldía y la divulgación revolucionaria con los planteos de cues-tiones profundas de la teoría y la práctica políticas.

Su Miguel Mármol... es un aporte al testimonio, génerobatallador, y a lo esencial de la historia contemporánea de ElSalvador; invita a conocer y a reflexionar también sobre lasvicisitudes de la idea y la organización comunista en susimplantaciones americanas. Las historias prohibidas delPulgarcito prosigue, implacable, la obra develadora del ocul-

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tamiento colonial-neocolonial de la historia del pueblo sal-vadoreño; en una prosa directa y bella, ajena a losencasillamientos de género, se saca a la luz el elemento tanprincipal de la cultura nacional que es la rebeldía popular, yse llama a la identificación del camino de lucha que hay querecorrer. El Pobrecito poeta que era yo, finalmente, es a mientender fundador de la novela nacional salvadoreña contem-poránea, novela urbana de San Salvador en la que la calidadformal y la actualidad técnica están sosteniendo la exposi-ción de una vida que encuentra su sentido mientras se pre-senta la vida política, la coyuntura de explotación y opresióny el anhelo de liberación nacional, un fresco del dolor delpaís presentado de una manera artística y combativa, en unaobra de arte que queda como un aporte a la plasmación deuna cultura propiamente salvadoreña.

Esos grandes esfuerzos, y la poesía y el teatro de ese tiempo,son sin embargo sólo una parte del esfuerzo intelectual en queestá metido Roque. A la vez, estaba estudiando al dedillo losescritos militantes de Marx, Engels y Lenin, las Dos tácticas...,El imperialismo como fase superior... y el acervo teórico com-pleto de la lucha por el poder de las revoluciones del siglo XX;estaba escribiendo sobre la formación económico-social de ElSalvador, sobre el papel del imperialismo en la economía, lapolítica y la dominación militar en Centroamérica.

Y a la vez, este hombre estaba persiguiendo una lucecitaque a él se le antojaba maravillosa y próxima, como pasasiempre con los revolucionarios, que era la posibilidad delestallido de la lucha armada en El Salvador, una posibilidadque para muchos parecía bastante remota.

Roque Dalton es uno de los iniciadores de la revolucióncontemporánea en El Salvador. A él tocó una etapa, al regre-sar a El Salvador, que podría llamarse de reflujo aparente, otransitorio, del movimiento insurreccional en América Lati-

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na, y le tocó morir prácticamente al inicio de una nueva etapade ascenso que culminó con el triunfo sandinista de julio de1979. Roque se hace guerrillero en un tiempo en que no sesabía, en El Salvador, si era demasiado temprano para iniciarla lucha, pero sí se podía estar seguro de que nunca se obten-dría la libertad sin combatir, como tuvo que afirmar el Che ensu «Mensaje a los pueblos...»

Ese planteamiento del Che lo recogió Roque en su prácti-ca. Fue combatiente clandestino y no dejó de escribir. Tene-mos que publicar todos los escritos de la última fase de suvida, porque nos completan su dimensión; porque aquí estáel intelectual revolucionario metido en la masa del pueblo,tratando de hacerse ahora más concreto y más poderoso comointelectual. Ya no es más el latinoamericano exiliado que estádándole vueltas a la casa natal, ahora está inmerso en la lu-cha. En los Poemas clandestinos se siente la alegría de Ro-que, una alegría que ya no se expresa en un libro de poemas,en un ensayo o en un artículo de 80 páginas, sino en unpoemita quizás de ocho, cinco o tres versos, un poema llenode alegría del que, al fin, después de un camino que lo hallevado por medio mundo, de una preparación y una esperaque le ha llevado la mitad de la vida, está compartiendo lalucha de su pueblo, se ha apoderado del ideal de su pueblo,está dedicado, ofrecido él, a su pueblo.

La personalidad política de Roque es inseparable de supersonalidad literaria e intelectual, y esta fue orientada y nu-trida por su destino político, por la dedicación de su vida y desu obra a la Revolución Salvadoreña y a la Revolución Lati-noamericana. Porque él se inspiró en la teoría científica de lasociedad para llegar a ser un violento apasionado de la revo-lución de los humildes, dedicó su labor intelectual a hacer deuna doctrina tan poderosa como es el marxismo-leninismoun instrumento y un servicio para la revolución de los analfa-

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betos, de los creyentes, de los campesinos, de los obreros sintrabajo, de los que nunca han tenido trabajo, para la revolu-ción posible y verdadera.

Si Roque no hubiera sido un gran poeta, de todos modoshubiera sido un revolucionario destacado. Por serlo, su im-portancia como poeta se acrecienta. Tenemos, afortunadamen-te, la herencia de su obra como parte de la herencia de suejemplo, y ella es parte del baluarte espiritual de su nación yde todas nuestras naciones, de la América nuestra que esta-mos construyendo. En mi opinión, la obra de Roque va a sermás grande según avance la guerra de liberación de El Salva-dor. Su fama literaria y su lugar político crecerán según laRevolución Salvadoreña vaya aproximándose a su triunfo, yRoque Dalton será todavía más importante cuando sea estu-diado por los niños de las escuelas en El Salvador liberado, ytambién en las de Guatemala, y en las nuevas naciones ame-ricanas liberadas que vendrán.

La Habana, diciembre de 1982

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CHE, EL ARGENTINO*

Cariño correspondido podría llamarse este texto, si lo personalpudiera ser su centro. Para todo cubano de mi generación laAmérica Latina ha sido un paraje íntimo, un lugar del amormás trascendente —por lo general platónico—, la esperanzamás limpia, nunca maculada y siempre lavada con sangre. Unlargo triángulo escaleno en puntillas y encima una humaredaque se densa y se interrumpe bruscamente para no ser EstadosUnidos. Los juegos y disfraces de nuestros niños, ciertas malaspalabras, las canciones, la hora de los juramentos. El peso deuna cultura, la posibilidad de que la emoción presida al pensa-miento, la fuerza misteriosa que nos legitima frente a tantamodernidad racionalista que nos exige o nos seduce desde susmentiras. La América nuestra —qué expresión tan feliz— envez de las Grecias que no son nuestras. Si lo personal fuera elcentro de este texto sentiría la leve vanidad del que se descubreamado por quien uno considera superior.

Me reporto enseguida, sin embargo. Si me piden queprologue un libro de argentinos que se llama Che, el argenti-

* Prólogo al Che, el argentino. Textos de M. Gaggero, O. Bayer, E.Gurrucharri, M. Bonasso, H. González, L. Mattini, R. Dri, A. Plá, N.Kohan, R. Baschetti, D. Sztulwark y G. Fernández. Ediciones de Manoen Mano, Buenos Aires, nov. 1997.

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no, debe ser por necesidades y razones más precisas que laspasiones de mi generación. Es cierto que he escrito acercadel Che, e insistido en su legado y su pensamiento. Tambiénes cierto que de manera muy generosa me han escuchado tan-tas veces en Argentina, y han publicado mis textos. Pero algohe aprendido de nacionalismos para saber cuántas fronterasexisten entre los pueblos todavía. En sentido contrario estáun dato: los que me piden el prólogo son jóvenes, y eso in-corpora el enigma, la preciosa falta de cautela y el ardor de laparte mejor de nuestra especie. ¿Será que otra vez volverán adar lecciones los jóvenes a los mayores?

De todos modos, escojo el único camino cierto. Si no heleído ninguno de los textos que siguen, si no conozco perso-nalmente a algunos de los que han escrito este libro, entoncesme han pedido que lo prologue porque soy cubano y cheísta,porque mi país revolucionario es una instancia fraterna deunidad de lo diverso (¿cómo puede la unidad ser de otra cosaque de lo diverso?), y porque ocuparse del Che contiene unaexigencia de radicalidad que nos hermana a todos los partíci-pes del libro. Un poco más tranquilo, paso a hacer unos bre-ves comentarios.

Ante todo, el homenaje. A los 30 años de Bolivia, levantomi voz desde el pueblo humilde de Cuba que bautizó al Chey le llamó por cariño el argentino, que lo acompañó por to-dos sus caminos, que ascendió junto a él los escalones másaltos. El pueblo de Manuel El Isleño, el fusilero seguro, deLidia Doce, la rebelde campesina y mensajera infatigable, deBraulio, el terrible guerrero negro, de los trabajadores van-guardia y de la gente corriente que trataba de ser como elChe. Unido el sudor y la sangre de cubanos, bolivianos yperuanos: de Vázquez Viaña, de Simón Cuba, Coco Peredo,Pan Divino, de Juan Pablo Chang; la gente del pueblo deAmérica, que acompañó al Che en su última batalla. El ar-

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gentino se levantó a sí mismo y los levantó a todos, los ense-ñó a aproximarse de manera decisiva, mediante los ideales yel sacrificio compartidos.

Ernesto Che Guevara fue un argentino que hizo su vidapública y su fama fuera del país natal. No le quita eso unápice a su argentinidad, mamada en casa, en padres y herma-nos, escuela, ciudades, gestualidad, paisajes, grupos de mu-chachos, noviazgos, canciones, amigos, silencios, bombillasde mate y tantas cosas más, todas ellas argentinas. Esa tierrade inmigrantes ya era una comunidad nacional cuando esosucedió, y ninguno de sus elementos faltó a este hijo de fami-lia de clase media, culta y por suerte moderna y venida amenos. No fue activo en política argentina cuando era soloErnesto y eso le da escozor a todo el que lo mira desde suposteridad: ¿acaso no ha sido ese, casi siempre, el comporta-miento de millones de jóvenes argentinos, y de todas partes?Al fin y al cabo Ernesto poseyó ideales hermosos y fuertesdesde muy temprano en la vida, y eso es lo decisivo con losjóvenes. En Argentina formó su tenacidad, su temeridad, suvoluntad acerada; aquí encontró los libros disponibles quedevoró sin tasa; aquí comenzó a prepararse para su vida, laque forjaría. Como es natural, no sabía en qué consistiría ella.

Sus inclinaciones llevaron a Ernesto al extranjero, es cierto.Primero lo llevaron, sin embargo, a conocer el propio país,algo que no hace casi nadie, si exceptuamos a los que se venobligados en busca de la subsistencia (un tucumano sin techole pregunta, desde otra lógica: «¿Toda esa fuerza se gasta inú-tilmente usted?»). Y lo fundamental: no terminó en París, Lon-dres o sus sucedáneos, a pesar de su persistente ansia de mundosy su sueño de ir a Europa tan poco antes de irse a la revolución.El mundo que Ernesto asumió fue el latinoamericano. Todavíasin conciencia política lo grita en la estación Retiro: «¡Aquí vaun soldado de América!». Ernesto salió en busca de otra di-

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mensión de su Argentina, de la Patria Grande. Lo que sucedees que no es igual la idea abstracta —incluso de los idealesmás ciertos— que su realidad insólita, singular, agresiva, cho-cante, cautivadora; no es igual la idea abstracta que las viven-cias del que alimenta ideas. «Me siento americano», escribecon convicción Ernesto Guevara. Conoce a Fidel y sus compa-ñeros y se prepara a combatir en Cuba, pero lleva consigo labandera argentina hasta la cumbre del Popocatépetl. La Revo-lución cubana fue la que le dio su perfil y lo convirtió en elChe, a tal punto que lo hizo también cubano, pero fue su moti-vación latinoamericana la que lo llevó a ella.

En Cuba revolucionaria alcanzó el Che su singularidad ysu plenitud. En los avatares de la creación socialista, en lapolítica isleña, fue un cubano; en África y en Bolivia fue uncomandante cubano internacionalista en operaciones. Pero esdifícil exagerar la influencia descomunal en América Latinade la Revolución cubana, verdadero parteaguas de las con-ciencias del continente en este siglo, alimento de esperanzasy de conductas radicales. Argentina no ha sido una excep-ción en ese cuadro. El Che tuvo una participación muy des-collante en la experiencia cubana, y es el representativo porexcelencia del pensamiento y las conductas característicosde su proyecto original, el más ambicioso y liberador produ-cido en América. La contribución de este argentino cubanoal país en que nació es entonces inmensa. Más aún si recor-damos el reclamo básico de la revolución cubana: vale el ejem-plo pero no la imitación, sólo el protagonismo de cada cualbrindará fuerza y legitimidad a los cambios profundos y a lamarcha unida.

El internacionalismo ha sido una dimensión central en larevolución cubana, lo que significó un enorme adelanto para lacultura de rebeldía y de liberación. El Che es el paradigma deese internacionalismo. En todo momento dejó testimonio de

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sus ideas y de su disposición sin fronteras hacia «la causa sa-grada de la redención de la humanidad». El que esto afirma noolvida jamás las identidades nacionales, ni el papel indispen-sable de «la galvanización del espíritu nacional»; la prédica enfin de revoluciones socialistas de liberación nacional. Y el serhumano individual, el Che Guevara, jamás esconde su perso-nal identidad ni sus resortes íntimos, ni siquiera a la hora de losmás públicos desafíos: «Soy cubano y también soy argentinoy, si no se ofenden las ilustrísimas Señorías de Latinoamérica,me siento tan patriota de Latinoamérica, de cualquier país deLatinoamérica, como el que más, y en el momento en que fue-ra necesario estaría dispuesto a entregar mi vida por la libera-ción de cualquiera de los países de Latinoamérica, sin pedirlenada a nadie, sin exigir nada, sin explotar a nadie.»

Como era natural, el Che internacionalista se interesa einvolucra en los asuntos de Argentina dentro de una activi-dad más diversificada y unas perspectivas más amplias. Comotambién era natural, Argentina le es entrañable, y su contactocon los paisanos que vienen a Cuba, sus opiniones, su actitudrespecto a una revolución en Argentina, están teñidos de inti-midad, pasión y ansia de entrega personal: «pertenezco, a pesarde todo, a la tierra donde nací». Innumerables acciones, re-cuerdos, anécdotas y textos apoyan esa afirmación. La muer-te de Jorge Ricardo Masetti y sus compañeros le hace sentirla urgencia de concurrir él mismo a la palestra argentina. Nolo logrará. Pero el Che internacionalista, el soldado de Amé-rica que trata de ayudar a levantarse a la tierra natal y quedeja una huella tan honda en tantos compatriotas, es uno delos valores fundamentales de la Argentina contemporánea.

El mundo avanza, aunque no lo parezca. La muerte del Chefue un campanazo terrible que conmovió a muchos en Argen-tina, aunque no tuvo fuerza suficiente para limar losdesencuentros principales que sufría la rebeldía en esos años.

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Esta buscó sus caminos, sin embargo, pero fue ahogada por elmás brutal terrorismo de Estado. Después hemos visto como elpaís de más notable desarrollo económico y de capacidadesproductivas de la región es afectado por las tendencias centra-lizadoras, parasitarias, marginalizadoras, excluyentes, del ca-pitalismo actual. Pero el mundo avanza, aunque no lo parezca,y vemos en 1997 como regresa el Che en tantos lugares delmundo, y regresa también en la Argentina. Che es hoy másargentino que en 1967, y fueron los que lucharon, se sacrifica-ron, murieron —tantos miles se sumaron al Che como desapa-recidos— los que aportaron su sangre para el renacimiento delChe y su nueva inscripción en el Registro Civil, y le dieron suciudadanía plena. ¿Cómo se consumará ese regreso, para quéserá? Que ya sea ese el tema de debate indica un gran avance:terminó el tiempo del olvido; hay que replantear los viejos pro-blemas y plantear bien los problemas nuevos.

Mientras escribo este texto anuncian los noticieros queapareció la huesa del Che. Naturalmente, no estaba solo. Trescubanos, dos bolivianos y un peruano fueron los componen-tes de su escuadra guerrillera estos últimos treinta años. Lalaboriosidad y la paciencia de quienes han buscado tanto puedesentirse premiada por este descubrimiento tan valioso. Perotodos sabíamos que el Che estuvo en el subsuelo de su Amé-rica todo este tiempo. ¿Quiere decir el hallazgo que ahoraestará más arriba, que andará al menos sobre el suelo, a lavista de todos? En realidad esto último no es noticia: desdehace algún tiempo el Che está andando a la vista de todos.Sus huesos llegan con cierto retraso.

El Che mismo, no. Su presencia es temprana respecto a loque verdaderamente importa. El Che ha regresado cuando laprotesta social apenas comienza y busca sus formas expresi-vas, y las formas políticas de rebeldía ensayan y se descalabran—por lo general en el silencio de la institucionalidad— o son

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jóvenes en unos lugares, y ni siquiera se insinúan en otros. ElChe, como de costumbre, llega temprano a sus citas.

El impulso de rebeldía y la racionalidad son los dos moto-res de la creación posible de una manera nueva de vivir, desociedades nuevas. El impulso de rebeldía es una constante,que puede llegar a ser eficaz. Si el pensamiento de liberacióncrece y resulta cada vez más eficaz, acercará el futuro. Elrápido auge del interés en conocer el pensamiento del Che esimpresionante. Este es un hecho muy favorable, porque hoysu pensamiento nos puede aportar mucho más que nunca an-tes, y no hay manera de alejar su pensamiento de la rebeldía.

La lucha que está en curso hoy es una guerra cultural. Loque está en juego realmente es si se acepta o no que la vidacotidiana solo puede ser vivida como lo dispone el sistemadominante, que la resignación sea la respuesta a la exclusiónde cada vez más personas mientras se multiplican los adelan-tos técnicos, las ganancias de los grandes y la sofisticacióndel consumo. Si se acepta o no que toda trascendencia estépasada de moda, que el valor de cambio reine sobre los valo-res humanos, que la dirección sea ejercida por los enanos queconfunden el planeta con Liliput. Es mucho más profunda,velada y compleja que una lucha política por el gobierno o unenfrentamiento abierto y frontal. Para esa crucial lucha cultu-ral necesitamos al Che Guevara. Bienvenidos sean entonceslibros como este, que buscan al argentino universal de hoy yde mañana desde problemas, posiciones y perspectivas dife-rentes, pero con el ánimo común de hacer vivir al Che defini-tivamente fuera de los altares, en función de servicio, comoél vivió y murió.

La Habana, julio de 1997

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EL CHE GUEVARA: LOS SESENTAY LOS NOVENTA*

He tratado de seleccionar sólo algunos elementos al abordarel pensamiento y la práctica del Che Guevara, porque piensoque este tema es demasiado grande para una exposición bre-ve, y que lo mejor entonces es tratar de hacer una contribu-ción que sea útil para el debate.

Los años 60 se nos presentan hoy como algo que hay querecuperar, no solamente recordar, y no es lo mismo recuperarque recordar. Los 60 fueron olvidados de manera metódica,laboriosa e intencional.

Quisiera entonces empezar, en cuanto al Che, refiriéndo-me al mito. El mito del Che apareció enseguida, en cuanto élmurió, y se apagó pronto. El Che fue la expresión suprema delos años 60. Era la imagen de los 60, como nadie, como nin-guna otra persona, y desapareció físicamente en medio deesa etapa. El mito del Che se benefició mucho del ambientede exaltación y de protesta ante lo establecido que se habíaextendido tanto. Además, su imagen como persona era muyhermosa, el Che fotografiaba maravillosamente bien, y en esetiempo la imagen empezaba a hacerse tremendamente im-portante. Ya nunca más la música fue como antes de los 60,por ejemplo; ya la música quedó para siempre relacionada

* «Che Guevara, los 60 y los 90», Ko’eyú Latinoamericano, núm. 76,Caracas, mayo 1977.

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con la imagen, con la luz, con el color, y no solamente con elbaile de los jovencitos.

El mito del Che desapareció enseguida porque fue imposi-ble adecuar al Che a la dominación, y los poderes dominan-tes volvieron a fortalecerse en el mundo después de los 60.Un mito puede servir a la ideología de una clase dominante,siempre que le permita a las clases dominadas sentirse bien,sea mediante una autoidentificación compensatoria, una sen-sación de bienestar o una exaltación, sea mediante la fiesta,el delito común, o cualquier otra cosa. De esa manera se si-gue siempre bajo el control de la clase dominante, pero losimplicados se creen un poco más libres. El mito del Che noera funcional, el Che era inadmisible, por esto pienso yo quelo desaparecieron: era muy subversivo. Desde todas las posi-ciones existentes entonces hubo participación en su desapa-rición, aunque la verdad es que las razones, las motivacionespara colaborar en esa maniobra fueron muy diferentes.

Las características inaceptables del Che, muy sintetizadas,las veo en cuatro aspectos:

1) dedicó su vida y su pensamiento a la lucha por la libera-ción total de las personas, y en él vida y pensamiento eranabsolutamente concordantes. Eso es tan inusual que se re-chaza, por reflejo defensivo;

2) era un político que practicaba una ética congruente con suobjetivo vital, y proponía esa ética como fundamento de lapolítica;

3) él encarnó la primacía del proyecto sobre el poder en elproceso revolucionario. Voy a volver sobre el problema delas relaciones entre el proyecto y el poder;

4) el pensamiento que el Che produjo y la corriente que ali-mentó con él y con su vida son sumamente útiles para com-batir a fondo y con eficacia a la dominación capitalista; y

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también lo son para una recuperación anticapitalista y co-munista del socialismo.

Ha habido dos tipos de dominación en este siglo XX, y tengoque tocar el tema aunque sea de pasada, para situar lo que pien-so del Che. Uno, el más importante, el que predomina todavía,es la dominación del capitalismo imperialista, el de la expan-sión colonial y neocolonial, sobre todo neocolonial, que es lamanera fundamental de universalización del capitalismo. A lolargo del siglo este sistema ha aumentado sus capacidades enlos aspectos fundamentales del funcionamiento de la forma-ción social, en las regiones centrales en que domina y desde lasque se expande. A la vez, sus mecanismos de dominación hanforzado a las demás sociedades —en grados y formas diver-sos— a subordinar el desarrollo o no de sus capacidades, lasestrategias, los campos y los fines de esos desarrollos, a losintereses supremos del capitalismo central. Este ha sido prota-gonista además, a escala universal, de los eventos más salva-jes, despiadados y crueles del siglo, contra la vida humana ylos derechos más básicos de las personas, de etnias, comunida-des y países. Su tipo de organización económica y social esprofundamente agresivo contra el medio en que vivimos, alpunto de colocar ya en riesgo a la sobrevivencia humana en elplaneta. Atendiendo a las tendencias dominantes, caracterizo ala dominación capitalista en la actualidad como transnacionalen la economía, democrática en la política (controlada en lointerno, y en muchos países tutelada desde el exterior) y totali-taria en la ideología y la cultura. Esas son las formas funda-mentales de esta dominación.

El otro tipo de dominación desarrollado también en estesiglo XX fue el del llamado socialismo soviético. Los rasgosinternos principales del proceso que lo originó fueron: pri-mero, el fin de una gran revolución anticapitalista en lo que

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fue el imperio ruso, y el establecimiento de un régimenpostrevolucionario que abandonó los objetivos del bolche-vismo y ejerció la dictadura abierta de un grupo sobre la so-ciedad; después, el triunfo de un gran poder estatal en unenorme país que consiguió ser muy poderoso, trató de reali-zar importantes modificaciones modernizantes y terminó enun estancamiento generalizado. También caracterizaron a larevolución bolchevique y al régimen que la sustituyó la nece-sidad de enfrentar las agresiones de potencias capitalistas,librar una de las guerras más terribles de la historia, y partici-par durante 50 años en confrontaciones y coordinaciones in-ternacionales entre grandes potencias.

Alrededor de esa otra forma de dominación se generó unconfusionismo inmenso. ¿Por qué? Porque el Estado y el po-der que la representaron —ligados en su origen revoluciona-rio a una pretensión de organizar la lucha anticapitalista aescala mundial— han tenido nexos, impulsado o influido enmultitud de organizaciones ligadas a innumerables accionescontra el capitalismo y el colonialismo, o al menos contramalos gobiernos; luchas o resistencias que sucedieron en elmundo durante más de medio siglo. Y han influido notable-mente en las ideas a lo largo de ese período.

Esas realidades crearon una complejidad muy grande, queaumentó cuando después de la Segunda Guerra Mundial ungrupo de Estados europeos se nucleó alrededor de la URSS,y el peso de la colaboración política, militar y económica deaquel gran Estado y sus aliados se tornó significativa o deter-minante para numerosos países u organizaciones en el mun-do. El súbito final del régimen y el Estado soviético, y de laasociación de países que lidereaba en Europa, ha dejado almundo entero en una situación muy difícil. La expansión ca-pitalista ahora parece incontrastable, su triunfalismo invadey corroe todos los campos, y la fuerza militar y de domina-

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ción ideológica de Estados Unidos sobredetermina —al me-nos por ahora— al capitalismo desarrollado. Era inevitableque la bancarrota de la URSS y Europa oriental se asociara ala de la idea misma del socialismo, y a su posibilidad másgeneral de realización en cualquier parte. De modo que todoel que hoy aún se siente de izquierda o mantiene esperanzasen el socialismo, al hablar de aquellas realidades busca elmodo de explicarse: «bueno, ellos no eran socialistas», o «elloseran socialistas, pero reales», o «fueron socialistas primero,y después no». En esta precaria y lamentable situación nos hadejado esa forma de dominación que se desarrolló desde queterminó la gran revolución rusa, bolchevique.

El Che es la figura central de los 60, porque encarnó larebelión total contra las dos formas de dominación y la pro-puesta de una vida y una cultura diferentes. No lo hizo desdeel mundo entero, eso es imposible, ni siquiera el capitalismoha logrado aún ser la cultura del mundo entero, aunque es elque más se aproxima. El Che lo hizo desde el Tercer Mundode Occidente —y digo el Tercer Mundo de Occidente paratratar de ser exacto— pero logró representatividad universalen un grado bastante alto. Y si el mito levantado de inmedia-to desapareció rápidamente, el Che mismo va a dar muchaguerra todavía. En la nueva etapa que vendrá, el Che será unnuevo lugar de rebeldía.

La del Che no fue una rebeldía alejada del poder, sino quebuscaba el poder para realizar la liberación humana. Era unarebeldía que nacía de la revolución cubana, en el tiempo enque el poder cubano era una herejía. Eso es bastante compli-cado, por lo que se ha preferido olvidarlo también. Les decíaantes que una de las características del Che fue encarnar laprimacía del proyecto sobre el poder, y el problema de lasrelaciones entre el poder y el proyecto es el más trascendentepara todo el que intenta llevar la realización práctica de la

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revolución contra el capitalismo hasta sus últimas consecuen-cias. Lo que se pretende en esos casos es la liberación total,una liberación tal que tiene que ser liberación del poder mili-tar, del poder material y su capacidad de coerción, de la pro-piedad privada, del respeto a la propiedad privada, del poderespiritual, de la subordinación de los sexos, de la subordina-ción de las razas, de la acumulación de todas las jerarquíascreadas antes del capitalismo, y puestas de otra manera por elcapitalismo pero usadas por él también. Y también, enton-ces, de lo que se trata es de establecer un poder tan fuerte queel capitalismo no pueda liquidarlo, un poder que sirva a lavez como instrumento para las inmensas y al parecer imposi-bles tareas de la liberación total. Los libertarios se aplicanpor tanto a crear un poder. Lo que sucede es que ese poderpuede volverse contra ellos, de tal modo que después se lle-gue a olvidar para qué era ese poder, que era para terminarcon toda dominación, o toda enajenación, como decía el Che,con las palabras de su tiempo.

Una vez el Che explicaba —hablando del llamado socia-lismo de Europa Oriental— que podía ser como el caso delpiloto que sin darse cuenta en un momento dado se salió delrumbo, y lo supo tiempo después; pero no sabía en qué mo-mento se salió del rumbo, y por lo tanto ya no puede regresar.(Esto está en uno de esos tantos escritos y grabaciones delChe no publicados, que no están al alcance del público; esosucede con más de las dos terceras partes de lo que el Cheescribió o se le grabó.)

En octubre de 1959 el Che le recordaba a los compañerosde la Academia de la Policía que meses antes Fidel preveníaa los rebeldes que habían ocupado las grandes fortalezas mi-litares de la ciudad de La Habana: «Nuestro máximo jefe nosdijo, cuando tomamos Columbia y la Cabaña, que, por el con-trario, estas nos habían tomado a nosotros.» Los rebeldes se

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habían visto obligados a ser jefes, a ocupar las oficinas, fir-mar los papeles, encargarse del orden, tomar las decisiones,mandar. El Che les mostraba la sutil capacidad que tienen laorganización y la mentalidad prexistentes, de ir permeando alos que asumen las funciones que ellas tuvieron. Y el proble-ma es mucho mayor cuando es necesario ejercer un podermayor que el que ha habido nunca antes. Cuando el Che iba asalir para Bolivia, en el XII Congreso de la Central de Traba-jadores de Cuba, en 1966, Fidel recordaba a todos que la di-rección revolucionaria era el grupo que más poder había tenidoen la historia de Cuba, porque lo ejercía sobre la economía, lapolítica y las ideas. Está claro que ese es un problema muygrave, pero la revolución cubana en el poder en los años 60 lohizo explícito en toda su amplitud, en el espíritu del proyectooriginal de la revolución, de que el poder fuera solamente uninstrumento para luchar contra toda dominación.

Hoy es necesario replantearse el socialismo, volver a pre-guntarse no sólo qué no era, sino qué va a ser, qué puede serel socialismo. El Che tuvo que recorrer ese camino y hacerseesas preguntas desde que era un joven revolucionario, com-batiente y triunfador, cuando parecía que era únicamente elmomento de afirmar y de ejercer el poder. Desde antes de laguerra de Cuba él había leído mucho, se sentía y creía sermarxista, y había tratado de actuar en consecuencia comorevolucionario; en la guerra, ya desde 1957 era uno de losjefes rebeldes más destacados, y sin embargo tuvo que evo-lucionar mucho. En los días polémicos de diciembre de 1957,al escribirle desde la Sierra Maestra a un dirigente del Mo-vimiento 26 de Julio, el Che defiende las posiciones de principiorevolucionarias, pero le añade: «Pertenezco, por mi prepara-ción ideológica, a los que creen que la solución de los proble-mas del mundo está detrás de la llamada cortina de hierro...»Y el compañero, que fue un héroe que murió peleando meses

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después, le contestó explicándole que ambos compartíanlos mismos ideales y convicciones, pero le aclaró que consi-deraba como fines del Movimiento «llevar adelante, con laliberación de Cuba, la Revolución que, iniciada en el pensa-miento político de José Martí... se vio frustrada por la inter-vención del gobierno de Estados Unidos...», y que larevolución cubana formaría parte de la lucha de «nuestraAmérica» por eliminar la opresión y la miseria, conquistarlos derechos sociales de los pueblos y crear gobiernos de lospueblos que, «estrechamente unidos...» lleguen a formar «unaAmérica fuerte, dueña de su propio destino» frente a todaslas grandes potencias.

El Che aprendió pronto, y mejor que mucha gente nacidaen Cuba, qué era lo fundamental en la revolución cubana y elpapel que esta podía jugar. Eso dice mucho de su capacidadde aprender. Todavía en 1959 el Che creía que Cuba podíaplanificarse de inmediato, a estilo soviético. En marzo de 1962,reprocha cómo se dejó pasar 1959 —¡el año 59!— sin decidircuál sería la línea económica y con qué intensidad se avanza-ría por ella. A este protagonista impaciente y riguroso se leescapaba que una revolución de verdad implica un caos ine-vitable, caos que se vive o se oye contar, pero nunca es expli-cable. Aquí se dictó una Ley de Reforma Agraria y paracumplirla hubo que incumplirla, y tomar posesión de las tie-rras violentando la Ley Agraria, porque las leyes no son parahacer revoluciones, las leyes se hacen para legimitar las re-voluciones o las contrarrevoluciones.

El Che recorrió un arduo camino de aprendizaje y lo hizobien y pronto. Y en pocos años desarrolló un conjunto de ideasalrededor del socialismo y del marxismo, de qué son realmen-te la revolución y la transición socialista, de las dimensionesnacionales e internacionales de ellas y cómo interactúan; delas relaciones entre el movimiento político y el movimiento

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social; de las relaciones entre el individuo, la masa y el Estado;de las relaciones entre la conciencia, la vanguardia y la partici-pación del pueblo en la dirección del proceso y de la sociedad;de las relaciones entre la ética, la política, la economía. Esecuerpo de ideas resultó antitético al socialismo real. Pero elChe no realizó ese trabajo excepcional desde la posición delque ha sido negado o está excluido, sino desde la posición dedirigente en un país que tenía grandes relaciones con la UniónSoviética, relaciones complicadas que también es necesarioconocer e historiar, y habrá que hacerlo. Che no hizo su críticaherética buscando expresarse como un francotirador, sino asu-miendo sus responsabilidades de dirigente. Eso lo hacía toda-vía más peligroso y más subversivo: la herejía propiamentedicha es la de adentro.

Con la Cuba de esos años le nació a la idea de universalizarel socialismo un hijo occidental, libertario y extremadamentecomunista; hijo a su vez de la historia nacional y no del movi-miento comunista internacional. Y cuando digo «hijo de la his-toria nacional», quiero decir también hijo de la historia de lalucha cubana por la justicia social y no solamente por la exis-tencia de una nación independiente. Y esa revolución cubanatan legítima y tan comunista no se hacía en nombre de un debateentre intelectuales, sino que se hacía: simplemente se hacía.De aquí que el Che cometa el pecado de decirle a Ernesto Sábatoque la revolución anda mucho más adelantada que la ideolo-gía, o que Sartre cometa su pecado francés, con relación a larevolución y la teoría. Lo cierto es que aunque no aparecierangruesos libros, en Cuba se estaba produciendo un gran adelantodel pensamiento revolucionario y marxista, y en esto consistíatambién la subversión y el peligro tan grande: Cuba no estabaenfrente, estaba dentro.

El Che vive, trabaja y piensa en la cresta de una ola. Formaparte de nuestro interés profundizar, explicarnos los años 60,

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pero yo debo contraer mi intervención al tema del Che. Apuntoal menos entonces que los puntos de partida y el pensamientodel Che en los 60 son influidos por los acontecimientos, lasideas y el espíritu de aquella época tan rica en desafíos y ex-presiones. No es ocioso que recordemos todos, sin embargo,que él vivía esa época, por lo que al estudiar al Che debemosaplicar la regla general de método de distinguir entre las dosrealidades en interconexión configuradas por «los hechos»de una época y por las conciencias que tuvieron de ellos losque actuaron entonces, y diferenciarla de una tercera reali-dad, la postulada por nuestros conocimientos y posicionesactuales acerca de la época en cuestión.

La especificidad del Che debe ser establecida también res-pecto al mundo que retaba —o parecía retar— a la domina-ción, y no sólo al mundo de esta última. Como he hecho conotros temas, sólo puedo apuntar este aquí. Que el Che seasumamente radical no lo iguala a manifestaciones e ideas muyradicales de los años 60 que tuvieron otras inspiraciones yotros contextos. Y que su imagen sea tan representativa noelimina la distancia existente entre su férrea consecuencia ysus prácticas, y los alcances de otras imágenes y expresionesde aquella época.

Ilustro al menos el lugar de diferencias importantes. Dela superficie más conocida —y por tanto más recordada—de los 60 brotan frases que estuvieron muy en boga, hijas dela intención de negar a fondo a las formas de la dominación.«Hacer el amor y no la guerra» es una expresión muy bella,«prohibido prohibir» es un propósito muy hermoso; ellas serefieren nada menos que a la relación imprescindible entrela felicidad individual y los ideales más trascendentes, y ala exigencia de libertad que está en la base de todo proyectode cambio social que valga la pena. Pero si aquellas expre-siones terminan desasidas de luchas prácticas de liberación,

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terminan siendo atinentes sólo a la vida privada, o a conver-saciones sobre ella, y no son acicate para el movimientosocial a la vez que un resultado de él, entonces pueden sermanipuladas, e incorporadas a las modernizaciones de ladominación. Así, después de los 60 el sistema norteameri-cano aprende que no se puede ser tan etnocentrista, niparecerlo. Desde entonces todos los tenientes negros de po-licía de las películas norteamericanas son honestos, nuncason corruptos, y su señora los quiere mucho; y en un serialde televisión muestran a un señor que es muy etnocentrista,para que todo el mundo se ría de él. Al recapturar los men-sajes que un día fueron enemigos se amplía la hegemonía, yfunciona mejor el consenso.

Hay otro aspecto del Che que quiero tocar, aunque no te-nemos mucho tiempo. El Che llevó a cabo una experienciapráctica en el terreno de la economía a partir de sus ideas dela transición socialista, las puso a prueba a escala de una par-te de la sociedad cubana durante varios años. Esa es una he-rencia extraordinaria que nos ha dejado. En el debate de ideasde aquellos años él se había pronunciado contra la reproduc-ción del mundo del capitalismo dentro de la transición socia-lista, que resulta funesto para esta, y contra el error de creeren la inevitabilidad de una «fase intermedia» prolongada y«anterior» al socialismo, que en realidad llevaría a la conge-lación del proceso de cambios y a su posterior derrota. Laactividad del Che, las relaciones establecidas entre muchosmiles de personas, las instituciones, organización, control yplaneación de ellas, el Sistema Presupuestario de Finan-ciamiento, eran demostraciones prácticas de que es posibleotra forma de transición socialista.

Me veo obligado a recordar una frase suya, muy sintética ymuy exacta: «...tenemos que empezar a construir el comunis-mo desde el primer día, aunque nos pasemos toda la vida

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tratando de construir el socialismo». El Che se planteó —ypor eso es tan subversivo— cómo hacer la transición de loscomunistas mediante la transición socialista. Hacerla diaria-mente y cada vez más y mejor planeada, no remitir el comu-nismo a un programa máximo confortable y mentiroso. Y seplanteó: ¿cómo hacerlo? Esto está en el centro de su pensa-miento: ¿cómo construir? Uso el verbo que era usual, que élusaba también y se ha usado hasta hace poco tiempo; en rea-lidad de lo que se trata es de crear. ¿Cómo crear una nuevaeconomía?, ¿cómo crear unas nuevas relaciones de solidari-dad?, ¿cómo enfrentar la permanencia del egoísmo, del indi-vidualismo? La revolución no es realizada por marcianos sinopor la misma población que siempre estuvo sometida, habi-tuada a la barbarie del capitalismo. El Che decía: «Ahora pa-san los medios de producción a poder del pueblo, pero elpueblo sigue siendo el mismo pueblo que ayer increpaba alpatrón y maldecía su trabajo. Las condiciones de trabajo enmuchos casos no han cambiado...»

La lucha diaria es entonces contra el subdesarrollo, perono tiene el objetivo de modernizar al país. Modernizar unpaís puede suceder, pero es igual a modernizar al país y a ladominación. Muy diferente es producir cambios diariamenteen el sentido del fin de todas las dominaciones. El trabajoteórico del Che para enfrentar la transición socialista es com-plejo —lo que pasa es que no se le estudia— y un ejemplo essu idea de un continuo que vaya de la coerción y la coacciónestatales a la coerción social sobre los individuos, que pasepor los sistemas de educación hasta la autoeducación. El Chese da cuenta de que una misma persona puede estar por unlado autoeducándose, siendo educado en otro aspecto, y a lavez es necesario premiarlo, presionarlo o coaccionarlo en otrosaspectos. Fue piedra de escándalo su afirmación de que ladictadura del proletariado se ejerce no sólo sobre la clase de-

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rrotada, sino también, individualmente, sobre la clase vence-dora. El trabajo del Che, y el esfuerzo maravilloso que signi-ficó en su conjunto la revolución cubana, me recuerda el largocamino recorrido y los avances obtenidos desde que CarlosMarx, muy joven, cuando ya creía que sólo el proletariadopodía liberar a todas las clases, escribía sin embargo lúcida-mente: «...por lo menos en los primeros tiempos de su domi-nación los proletarios tendrán que hacer creer a las demásclases que las pueden liberar».

Forma parte del pensamiento del Che la relación íntimaentre teoría y práctica (esa frase horrible, devaluada por unmensaje marxista absolutamente desgastado por décadas te-rribles. Da pena hablar de la relación entre teoría y práctica).En el Che no sólo se da la relación íntima de teoría y prácticaentre lo que hacía y lo que decía, sino también por el papelque tiene la práctica en el interior de su teoría. Por ejemplo,los conceptos del Che muchas veces no sólo contienen en sudefinición el aspecto de lo existente que quieren expresar,sino también proposiciones de lo que deben llegar a conte-ner. Por ejemplo, su definición de cuadro no se contrae a loque eran los cuadros, incluye también lo que deben llegar aser los cuadros. Sucede lo mismo con la definición de van-guardia, tan importante teóricamente, que atañe tanto a lo quees como a lo que debe llegar a ser.

No es posible desarrollar aquí el pensamiento del Che; yomencionaba algunos elementos, el tiempo me impide referir-me a otros. Aunque no parezca razonable, pienso que esta-mos quizás al inicio de una nueva etapa de renovaciones delpensamiento y las prácticas revolucionarias, y llamo la aten-ción sobre el pensamiento del Che porque creo que es valio-sísimo para propiciar ese resurgimiento y pudiera ser de granutilidad. Por lo mismo quisiera prevenir de dos supuestasdefensas que se hacen del Che, funestas las dos:

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1) se dice que el Che fue un hombre muy bueno, muy heroi-co, muy desprendido, muy abnegado, casi inimitable, peroque fue de los 60, un hombre de los 60. Esta es una verdadtrivial, todo el mundo es de algún tiempo determinado, «desu tiempo»: Cristo es de hace unos 2 000 años. Esta «de-fensa» pretende descalificar al Che al despojarlo de todatrascendencia práctica y escamotearle a los que viven hoyel sostén, la ayuda y la fuerza que significaría el Che. Esponer al «gran hombre» en su altar, en donde no moleste;

2) se dice que el Che fue muy superior a su tiempo, tan supe-rior que pertenece a un tiempo que no ha llegado todavía,lo que no estaría mal si se refiriera a un aspecto de su lega-do, a la comprensión de las dimensiones más trascenden-tes de este hombre de su tiempo y del nuestro en la luchacontra la dominación. Pero lo que postula esta «defensa»es que el Che fue un extraño individuo perteneciente a untiempo que nunca llegará, el que antes fue el tiempo de losprogramas máximos formulados para cumplir con los ri-tos, unirse alrededor de un dogma y dormir mejor, y hoy espresentado como el tiempo ilusorio e imposible de los quetuvieron la osadía de creer que las personas y las socieda-des pueden llegar a ser solidarias y libres.

En esas dos posiciones el Che es ubicado o como un hom-bre de los 60 o como un hombre de un tiempo que supuesta-mente vendrá, quién sabe cuándo.

El Che es el hombre que planteaba a sus compañeros en lapolémica famosa de 1963-64: «¿por qué pensar que lo que“es” en el período de transición, necesariamente “debe ser”?».Y los invitaba a “no desconfiar demasiado de nuestras fuer-zas y capacidades”. Este es el Che que puede volver, el Cheque yo pienso que volverá pronto, porque existe una acumu-lación cultural que obra a favor nuestro. Hubo muchas derro-

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tas desde los 60, pero también nos dejaron una cantidad muygrande de experiencias, y además ya las cosas nunca han vuel-to a ser iguales después de los 60. Así pasa con todas lasrevoluciones de verdad, en las que participa el pueblo, asípasa con todos los movimientos que van a fondo al enfrentar-se a lo establecido: no desaparecen nunca del todo; aunquesean derrotados, su derrota es aparente; crean nuevos puntosde partida superiores para las jornadas que vendrán. José Martíescribió en La edad de oro hace más de un siglo, por el pri-mer centenario de la revolución francesa, una página y mediasobre ella. Seis veces menciona allí Martí por sus nombres alos que hicieron la revolución —les llama los trabajadoresdel campo y de la ciudad, la gente de trabajo, el pueblo levan-tado— y no menciona por su nombre a ninguno de los famo-sos que aparecen en las historias de la revolución francesa. Yaunque todo terminó en una tiranía, concluye Martí: «Pero...la gente de trabajo se repartió las tierras de los nobles, y lasdel rey», y estos no pudieron volver a tenerlas. «Ni en Fran-cia, ni en ningún otro país —sintetiza Martí— han vuelto loshombres a ser tan esclavos como antes.»

El Che retorna, pienso yo, porque lo necesitamos y porquecrece nuestra cultura política, y por eso vamos a ser capacesde identificarlo realmente y plenamente. Ya no vuelve en unposter, como aquellos tantos posters de los primeros años,ahora vuelve el Che, enfrentándose al olvido y a los disfracesque le pusimos. Ya terminó la etapa en que el pensamientosocial fue reducido y fue inutilizado, y no pudo cumplir consus tareas fundamentales; ahora está claro otra vez que nuestracultura se relaciona de un modo u otro, o con la dominación ycon el colonialismo, o con la liberación. Ahora nos enfrentamosa la guerra cultural que pretende, mediante el dominio de lavida cotidiana, que creamos que ningún socialismo es posible,que nos conformemos con hablar en general de cualquier cosa,

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pero que el poder y la vida cotidiana sean completamentecontrolados por el capitalismo. Ahora es más necesarioque nunca reapropiarnos del ejemplo del Che, de su accióny de su pensamiento, pero también hoy resulta más factiblehacerlo.

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MARX, REVOLUCIONARIO DE HOY *

«...los niños que nacen en este momento crítico de la histo-ria... tienen ante sí el período más revolucionario de la Hu-manidad. Lo peor es ser ahora viejo, pues el viejo sólo puedeprever, pero no ver», escribía Marx apenas dos años antes dequedarse dormido para siempre en su sillón. Los tiempos quesiguieron fueron de auge engañoso para sus ideas: un movi-miento político confederó a grandes núcleos del proletariadoeuropeo; sus intelectuales y activistas divulgaron el marxis-mo y exigieron a los militantes el apego a una versión deter-minada de la doctrina del maestro; en los congresos científicos,universidades y textos notables del 1900, los pensadores so-ciales debatieron con Marx o con su sombra; una fuerte orga-nización sindical en Alemania era la base y el perfil internodel más grande partido socialdemócrata.

Pero la revolución proletaria no resultó del trabajo pacien-te de los políticos y sindicalistas de la Segunda Internacional,ni el marxismo de cátedra fue partero de una nueva cultura.Ellos eran realmente el complemento y el balance de la adultezburguesa, y su impotencia se desnudó en la tragedia de laguerra mundial, en que bailaron el papel de marionetas.

* «Marx, revolucionario de hoy.» Juventud Rebelde, La Habana, 13 demarzo de 1970.

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Los marxistas entonces fueron los espartaquistas, los re-volucionarios de media docena de países, pero sobre todo losque hicieron un partido marxista para tomar el poder en unenorme país de mayoría campesina, de gobierno autocráticoy terrorismo revolucionario, de huelgas obreras y nacionalis-mos feroces: los bolcheviques de Lenin, que convirtieron encomunista a la revolución rusa.

Medio siglo después se celebró el centenario de El capitaly aun el sesquicentenario del nacimiento de Marx. El marxis-mo es la ideología más importante del mundo de hoy, porquepermite plantearse las soluciones más profundas a los pro-blemas de la revolución contemporánea contra el imperialis-mo y de la profundización de la liberación nacional a travésde la lucha por el comunismo. La mejor manera de rendirtributo de recordación intelectual a Marx es el estudio de susgrandes temas, los de la revolución por el comunismo, utili-zando de manera crítica su perspectiva teórica y partiendo dela realidad, las ideologías y las ciencias sociales actuales, ycon el mismo presupuesto de servicio a la revolución queanimó su trabajo.

Sin embargo, muchas conmemoraciones y coloquios esca-motean el sentido de la actividad de Marx, al reducir su vi-gencia a contrapunto de cualquier cosa («Marxismo y ...»), oentender el marxismo como «investigación científica pura»,o limitarse a celebrar elegantes torneos de salón. Ya una vez,al pie de la insurrección de octubre, Lenin denunció la ma-niobra del Marx respetable: «En semejante “arreglo” del mar-xismo se dan la mano actualmente la burguesía y losoportunistas dentro del movimiento obrero.»

A partir de lo anterior, es una necesidad política el estudiode Marx mismo y de la historia del marxismo, para hacer desu prestigio una fuerza más del cambio y no del sostenimien-

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to de lo existente. Pero esta sola razón para el estudio no ad-vertiría lo principal: 1) hay en Marx mismo instrumentos deanálisis y conocimiento capaces de ayudar a orientar la acti-tud teórica de hoy; 2) el estudio del marxismo y de sus condi-ciones históricas de desarrollo es un elemento importante parala comprensión de las dificultades, los logros y los proyectosen nuestra historia revolucionaria y en nuestro combate ac-tual por el comunismo.

No cabe en el marco de este trabajo ni siquiera una exposi-ción sucinta de los elementos citados. Pero apuntar algunasopiniones sobre uno de los temas que me parecen importan-tes puede añadir algo, como ilustración sin pretensiones dedefinición.

El marxismo se incorpora realmente a la cultura cubanacon su inserción en el movimiento revolucionario contra elimperialismo y las dictaduras burguesas nativas en la terceray cuarta décadas del siglo. Antes ha habido activistas obrerosanarcosindicalistas y marxistas, socialistas e intentos de par-tidos —cosa natural en el marco de los trascendentales suce-sos políticos y económicos que vivió Cuba entre 1868 y1923—; pero si no miramos con prejuicio convendremos enque las ideas marxistas no tenían todavía suelo social en elcual fructificar en este período.

Si en el siguiente período esa inserción fue posible es por-que el nuevo movimiento tuvo que partir del camino de Martí,del antimperialismo. Pero ahora la liberación nacional se en-contraba frente el bloque fundido ya de los imperialistas y elcapitalismo neocolonial cubano: por eso la dictadura de lostrabajadores es la perspectiva de la liberación en el siglo XX.La cultura política necesitó al marxismo para la elaboraciónteórica y para las consignas. El nuevo rostro nacional de lacultura se buscó a sí mismo a la vez en las raíces y en eldestino de los hombres sin historia. En los combates y en las

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polémicas, en los programas y las poesías, el marxismo in-gresó en nuestra cultura.

Es solamente con el triunfo de la guerra revolucionaria ini-ciada y dirigida por Fidel Castro que se abre para el marxis-mo, sin embargo, la posibilidad de ser asumido por las masascubanas. El quebrantamiento del poder del Estado, vencidosu ejército y náufragos sus desprestigiados mecanismos polí-ticos, fue la condición para realizar la liberación nacional einiciar las transformaciones socialistas, en un proceso únicoen que los actores, cada vez más numerosos, se cambiaban así mismos en la acción, en una gigantesca ampliación del pro-ceso de formación de la vanguardia en la guerra.

«Tanto para engendrar en masa esta conciencia comunistacomo para llevar adelante la cosa misma, es necesaria unatransformación en masa de los hombres, que sólo podráconseguirse mediante un movimiento práctico, mediante unarevolución...» había escrito Marx en La ideología alemana;y la historia de la revolución cubana ratifica otra vez su acier-to. La conciencia comunista se extiende cada vez más en elpueblo y tiende a la permanencia y a la inclusión de más esfe-ras de la conducta individual en su influencia, ante todo por-que la revolución sigue planteando tareas inmensas,combatiendo grandes dificultades y despreciando el confor-mismo, esto es, porque la revolución continúa.

Con el ascenso del nivel político y cultural del pueblo au-mentan las posibilidades de transformación comunista a tra-vés de la profundización de la conciencia en cuanto a las metasy sus escollos, y de la participación efectiva en la solución delos problemas. Aumenta también el papel de la formaciónintelectual de los trabajadores y, por tanto, la exigencia demasividad y calidad en los productos que satisfagan esa ne-cesidad. Los que tenemos tarea en ello debemos estudiar alhombre que escribió: «Tenía que aprovechar todos los mo-

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mentos en que era capaz de trabajar para terminar mi obra, ala que he sacrificado la salud, la alegría y la familia...»

El hombre que nos legó un fin más alto para el combate,un razonamiento para el odio y la promesa de una nuevacultura.

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OCTUBRE AMPLIÓ LOS LÍMITESDE LO POSIBLE*

Me entusiasma participar en esta Mesa sobre la Revoluciónde Octubre, porque creo que es una gran idea recordar aquelproceso histórico, rescatarlo frente al olvido y frente a latergiversación. La Revolución de Octubre ha sido sometidaal olvido, sobre todo a partir de los eventos de los últimosdiez años. Fueron sucesos tan extraordinarios y favorables alcapitalismo, que ellos tardaron un poco en sacarle el prove-cho ideológico que ofrecían: después aprendieron a extraérselobien. En la actualidad ya no existe el triunfalismo que siguióa la caída del Muro de Berlín, y el capitalismo simplementeya no promete nada. Solo exige que no desafiemos su domi-nio, expresado sobre todo en la vida cotidiana; que renuncie-mos a la idea misma de que es posible otra vida que la vidabajo el capitalismo. A partir de ahí, dicen, usted puede serdiverso y hablar de cualquier cosa. Puede hasta hablar de laRevolución de Octubre, si le parece, aunque en realidad esono es de buen gusto, porque ya nadie habla de ella.

El olvido pretende borrar la experiencia de las luchas delos pueblos, las experiencias de rebeldía atesoradas por losseres humanos. El olvido de la Revolución de Octubre es más

* «Octubre amplió los límites de lo posible.» Contracorriente, núm. 7,La Habana, agosto 1997.

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factible que otros, por el final tan bochornoso que tuvo laURSS, a manos de sus propios gobernantes, y por la gigan-tesca confusión proveniente de que aquel grupo de poder seproclamaba representante y guía del socialismo en el mundo.Al olvido se suma y se mezcla la tergiversación, y ella vadesde la atribución a Lenin y sus compañeros, y a la ideamisma de socialismo, de la paternidad de todos los males dela historia de la URSS y del comunismo del siglo XX, hasta lacreencia en una fatal desdicha o un gigantesco complot inter-nacional que acabó con el supuesto socialismo de la Europaoriental. No es posible dejar que la herencia histórica de larevolución bolchevique desaparezca entre el fomento del des-interés de millones —sobre todo de los jóvenes— acerca deella, y el acto de entregarla a recordaciones con aire y oloresde museo.

Me parece imprescindible —y quiero decirlo bien claro—que recuperemos el significado de la gran revolución de losbolcheviques. Y eso exige la recuperación de toda la historiasoviética, que incluye jornadas y esfuerzos maravillosos y elsacrificio abnegado de muchos millones de vidas, generado-res de victorias y logros, y que incluye el trágico final de larevolución, hace ya 60 años, que consumó el despojo del pro-yecto liberador a manos del poder de un grupo dominante.Heroísmos y mezquindades, aciertos, errores y crímenes, laincapacidad de aquel régimen de crear una nueva culturadiferente y opuesta a la del capitalismo, esto es, la historiaverdadera, es de un valor inapreciable para que los cubanos ylos pueblos de todo el mundo saquemos todo el provecho a laexperiencia de la Revolución de Octubre y a la historia de lasluchas de este siglo.

Opino que la Revolución de Octubre significó un cambioen las posibilidades de liberación de la Humanidad. Ante todofue eso. En la «bella época» de las décadas previas se creía

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en Europa —que estaba entonces a la cabeza de lo que sellamaba la civilización mundial— que el hombre blanco eu-ropeo tenía una fatigosa misión de alcance universal: civili-zarnos a nosotros, a los restantes habitantes del planeta. Elorgulloso imperialismo europeo había logrado incluso que elsocialismo organizado y su pensamiento oficial funcionarancomo una oposición honorable dentro del reconocimiento dela hegemonía burguesa. El marxismo legalizado de la II In-ternacional se tornó funcional a la dominación. En diciembrede 1917 el joven Antonio Gramsci publicó un artículo en elque afirma que los bolcheviques se han levantado contra unasituación en que «El Capital de Marx era en Rusia el libro delos burgueses más que el de los proletarios.»1 Parece una exa-geración. Sin embargo estaba expresando una situación real,con la radicalidad que por fortuna caracteriza a las afirmacio-nes de los jóvenes.

El pensamiento marxista adecuado a la dominación bur-guesa consideró a la Revolución de Octubre como una ex-cepción. Después la palabra excepción se ha usado una y otravez ante el hecho revolucionario que desgarra el campo de loposible y muestra que la praxis puede crear realidades en lasque el pensamiento debió creer, y a las que debió anunciar,explicar y aproximar. En 1961 el Che Guevara, que trata deconvertir a su formación marxista en un instrumento teóricoeficaz, escribe «Cuba: ¿excepción histórica o vanguardia enla lucha anticolonialista?». Y excepción es un calificativo paralos triunfadores, porque ha habido un repertorio de denomi-naciones para los revolucionarios —pequeño burgueses,subjetivistas, militaristas, izquierdistas, idealistas, incluso

1 «La revolución contra El Capital», en Avanti!, Milan. Traducción deManuel Sacristán, reproducida por Michael Löwy: El marxismo olvi-dado, Ed. Fontamara, Barcelona, 1978, p. 111.

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agentes del enemigo— que solo ha cedido cuando aquelloshan tenido éxito. En la América Latina actual los que handejado de ser revolucionarios resultan entusiastas de esosadjetivos, pero también otros «que están de vuelta sin haberido nunca», como dijo un compañero en frase feliz.

La Revolución y la Rusia soviética hicieron estallar loslímites de lo posible. Después, el proceso tuvo que adecuarsea la realidad de que no triunfaban otras revoluciones euro-peas y comprender que en esas condiciones su proyecto y suactuación tenían límites marcados. La teoría marxiana de larevolución proletaria mundial tenía que replantearse dadaslas formas que asumió la expansión mundial capitalista ydados los hechos revolucionarios, pero de ningún modo po-día hacerse a un lado. Esa revolución fue el teatro y el frutode la grandeza de Lenin, que había escrito en 1905: «Es indu-dable que la revolución nos aleccionará, que aleccionará a lasmasas populares. Ahora bien, para el partido político en lu-cha la cuestión consiste en ver si sabremos enseñarle algo ala revolución...» Y preguntaba: «¿Nos atreveremos a vencer?».En 1917 ya Lenin tenía una destacada trayectoria de izquier-da en el socialismo europeo, era el líder de una recia organi-zación revolucionaria marxista rusa y tenía una vasta obrateórica profunda y radical. Al dirigir la toma del poder enRusia ya no era un joven, y se vio muy afectado por la vidaque había llevado y por los incidentes de los pocos años enque pudo estar al frente de la Revolución. Sin embargo esgrandioso lo que nos dejó en esa breve etapa. Cuando el Cheestaba preparándose para su última misión internacionalista,un compañero cubano le pidió un plan para estudiar marxis-mo. El Che le relacionó un conjunto de textos que debía leer,entre ellos varios de Lenin, y le agregó: «y a partir de 1917debes leértelo todo, hasta el último papelito que escribió».

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Lenin fue el gobernante que, en un tiempo de hambre, cuan-do los visitantes del campo le dejaban ofrendas de quesos yotros alimentos, ordenaba que los enviaran a los hospitales yguarderías. A la vez, era el hombre sensible que escribía unaescueta nota a su Comisario del Pueblo —ellos quisieron cam-biarlo todo, hasta los nombres, y dejaron de llamarse minis-tros— de Comercio Interior: «le ordeno a usted que coma».Porque el Comisario del Pueblo no quería comer, ya que elpueblo no tenía comida.

En el terreno del pensamiento, pienso que la Revoluciónde Octubre implicó una ampliación del objeto del marxismo.Cuando comencé a leer marxismo me sentí muy mal, porqueeran unos libros pedantes donde todo estaba ya resuelto; eranuna incitación a echarse a dormir. Incluso allí el marxismoestaba definido de una vez para siempre, creo que era la cien-cia de las leyes más generales de la naturaleza, la sociedad yel pensamiento, o algo así. Entonces leí El Estado y la Revo-lución, fue una suerte para mí. Y al estudiar las revolucionesrusas, el proceso soviético y el pensamiento marxista ruso yeuropeo inspirado por él, me convencí de que Octubre trajouna ampliación del objeto del marxismo. Por ejemplo, al fi-nal de la Guerra Civil y en medio del hambre, los bolcheviquesestaban polemizando acerca de cómo educar mejor al niñopreescolar. Dado que para ellos el juego es la forma funda-mental de educación, decían, ¿será mejor que los niños jue-guen a que siembran, cultivan y cosechan? Porque solo haytierra disponible, pero hay bastante. Mas, ¿esto no les llevaráa un mundo ideológico campesino? ¿Sería mejor que jueguena que son obreros? Hay madera disponible, bastante, parahacer juegos de armar fábricas. Aunque quizás esto los moti-ve menos. No era un debate entre improvisados, era entresicólogos y pedagogos.

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La acción bolchevique representó una ampliación real delobjeto del pensamiento y del conocimiento: ahora era cam-biar la vida de las personas, cambiarse a sí mismos y cambiarla vida de decenas de millones de personas. Por primera vezse puso en acto el proyecto comunista, y Rusia soviética fuela primera experiencia de intento de liberación total de losindividuos y la sociedad. La transición socialista solo puedeexistir y mantenerse si se desarrolla y profundiza sin descan-so. Solo mediante una originalidad capaz de revolucionar lasinstituciones y relaciones una y otra vez, mediante un gigan-tesco trabajo de masas motivadas y cada vez más concientes,mediante un poder y un planeamiento muy fuertes puestos alservicio del proyecto socialista y comunista, mediante unaparticipación masiva en el control de la economía, la políticay la reproducción y producción de las ideas, y en las decisio-nes de importancia. La Revolución y el régimen soviéticosfueron los primeros que se enfrentaron a esos retos inmen-sos. Su experiencia, y sus lecciones, son una invaluable ri-queza con la que debemos contar.

«Leninismo», «dictadura del proletariado», aunque tienenhistorias diferentes, son expresiones que no me animo mu-cho a utilizar si se trata de comenzar a entendernos entre to-dos, y de que el marxismo sea útil. Cierto número deexpresiones nos llevan a un camino fragoso, difícil, tortuoso;nos devuelven a una literatura detestable desde mi punto devista, que nos fatigó a los más viejos durante décadas, y a losmás jóvenes no los fatiga porque no la leen. Hay que ayudara eliminar la confusión terrible que existe, entre la manipula-ción estéril o perversa del marxismo que ocupó con tanta fuer-za y durante tanto tiempo el lugar del marxismo, y el riquísimoy diverso pensamiento marxista acumulado en siglo y medio,a mi juicio el mejor y más útil conjunto de pensamiento so-

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cial de que disponemos. La crisis profunda en que cayó lareducción obligada a lo primero generó la multiplicación delrechazo y su rápida conversión en desinterés, en el marco dela dinámica social de Cuba actual.

Un factor muy favorable es la renovación del interés en elmarxismo, que rápidamente se ha extendido entre sectoresdeterminados de cubanos. Pero estimo que ella se debe a lasnecesidades muy sentidas de búsqueda de fundamentaciónpara los valores anticapitalistas en su álgida lucha culturalactual contra los valores del capitalismo —condicionamientosocial que es decisivo—, más que a eventos intelectuales no-tables en el campo del pensamiento marxista. Lo grave esque la intimidad entre ciencia y conciencia que caracteriza ala teoría marxista exige el desarrollo de la primera para quesea eficaz su relación con la segunda y su funcionalidad. Enotras palabras, no nos servirá «asumir» cualquier marxismo,y es imprescindible una labor intelectual muy tenaz y califi-cada, que parta de los problemas principales de hoy. Una gi-gantesca labor de crítica y de creación debe sucedersimultáneamente.

El asunto que nos reúne ofrece una riqueza teórica maravi-llosa. En el caso de la teoría marxiana de la dictadura delproletariado, aporta las ideas de numerosos marxistas quetuvieron que discutir y actuar a la vez, que escribir y experi-mentar, que seguir prediciendo mientras se enfrentaban a laangustia de los hechos, las insuficiencias y las decisiones aveces desgarradoras. Lenin, Rosa Luxemburgo, Trotsky,Kautsky, Plejanov, Liebnecht y otros habían escrito y pole-mizado acerca de un proyecto; desde 1917 se creó un campoteórico descomunal en el que seguía siendo el proyecto laestrella polar, pero ahora puesto en relaciones —muchas ve-ces quemantes— con toda la actividad y las ideas propias de

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la experiencia práctica de un régimen revolucionario que de-bía realizarlo todo. Se multiplicaron los polemistas y sobretodo se materializaron y se multiplicaron los problemas delas relaciones y contradicciones entre el poder y el proyecto,a mi juicio el problema central interno de las sociedades entransición socialista. (El problema central más general es eldel enfrentamiento al capitalismo mundial y sus capacidadesde agresión y de reaparición.) Nada puede sustituir al estudiode los pensadores y de los que desempeñaron funciones, com-binado con el estudio de los procesos sociales mismos. Estu-dio que debe incluir a los nuevos participantes del resto deEuropa, tan importantes, y ahora también a los de Asia yAmérica. Esa vuelta a este momento crucial de la historia delpensamiento marxista tendrá que tener en cuenta las inter-pretaciones notables que ya se han producido, pero está obli-gada a producir sus nuevas interpretaciones, porque así esnecesario en todas las encrucijadas históricas, y estamos enuna de ellas.

Una tarea como esa se puso a la orden del día en Cuba delos años sesenta. La gran revolución socialista de liberaciónnacional, pionera en la América Latina, la primera revolu-ción socialista autóctona de Occidente, tuvo que asumircríticamente la riqueza de Octubre. Nos puede beneficar mu-cho en esta nueva coyuntura la cultura acumulada, pero sólopara realizar efectivamente una nueva tarea, sobre los pro-blemas actuales y perspectivos, para la creación y recreaciónde un proyecto de liberación superior.

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¿MANIFIESTOS? ¿COMUNISTAS?*

Como explicaba Campione, ha habido muchas actividadesvaliosas en Argentina y en el mundo por este 150° aniversa-rio del Manifiesto Comunista. Quiero agradecer profunda-mente a Periferias la invitación a hablar aquí hoy, en minombre y en el de la revista América Libre. Me uno a loselogios tan justos que se han hecho a la calidad del númeropresentado, que recoge una selección de ponencias presenta-das en el Encuentro Internacional organizado por Espace Marxen París en mayo pasado. Inspirado también en el Manifiesto,dedicaré mis palabras a hacer algunos comentarios sobre pro-blemas actuales.

En el mundo actual marchan paralelamente la obtenciónde conocimientos profundos de lo social desde posicionesopuestas al sistema capitalista, y las creencias muy arraiga-das y extendidas en que nada esencial del sistema vigentepuede cambiarse. Se supone —desde la corriente dominanteen el mundo y en casi todos los países—, que ya no debehaber manifiestos, ni debe haber comunistas. Se admite, sinnecesidad de hacer demostraciones, que ya no hay lugar paraideales, paradigmas ni «grandes relatos», ni en la vida prácti-

* «¿Manifiestos? ¿Comunistas?». Publicado en Fernando MartínezHeredia: En el horno de los noventa. Ediciones Barbarroja, BuenosAires, 1999.

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ca hay lugar para el socialismo; que ya no son posibles lasrevoluciones. Lo esencial en la situación actual no es que losque dominan propaguen esto, sino que la mayoría de los do-minados lo cree, lo acepta o permanece al margen de la cues-tión. Los que expresamos nuestra identificación o simpatíapor todas esas cosas «que ya no son» —de acuerdo a la co-rriente dominante— deberíamos conformarnos con partici-par en rituales arcaicos y comunicarnos mediante los símbolosde nuestras creencias marginales, confiados en la toleranciaque, más o menos, nos incluye en la defensa en boga de labiodiversidad.

Me alegra manifestar que los supuestos que acabo de men-cionar están mostrando tan obviamente su función de garan-tizar la conformidad con la dominación vigente, quecomienzan a parecer erróneos. Espero que esa tendencia seprofundice en el futuro.

Pero constato la situación actual, que sigue siendo muydesfavorable. Se tiene gran desconfianza a las interpretacio-nes sociales de gran alcance, y aún más a los pronósticos.Para el individuo común, «la caída del Muro» y «los cambiosmundiales» no son frases, sino hechos macizos y dados deuna vez; sin embargo, producen la rara consecuencia de quede ahora en adelante ya no habrá más hechos trascendentes, yninguna certeza será afirmable. En realidad se trata de unagigantesca manipulación. En formas diversas, de acuerdo alos tipos de cultura, se nos conmina a compartir la convic-ción de que tres creencias han sido vencidas: 1) que las per-sonas pueden mejorar y son perfectibles; 2) que los paísesque llamaban subdesarrollados pueden desarrollarse; y 3) quelas sociedades puedan progresar hacia modelos de justiciapara todos. Han puesto en uso una neolengua que ofrece pa-labras clave: «aperturas», «ajustes», «flexibilizaciones» «efi-ciencia», «humanitario», «capital humano». Y también

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frases-clave como estas: «ya no habrá más países, sólo regio-nes», «fin de los paradigmas», «de la modernidad» o «de losgrandes relatos». A veces se llega a vulgaridades, como ladel «fin de la historia».

No hay que subestimar la gran influencia que tienen todosesos recursos de lenguaje de la dominación. El capitalismocentral tiene en proceso una recolonización «pacífica» delmundo, y un elemento central de ella es la gran guerra cultu-ral a escala mundial que lleva a cabo. No se trata de un capri-cho o un exceso. No es por desviaciones monstruosas, sinopor el grado a que ha desplegado ya su naturaleza —150 añosdespués del Manifiesto—, que el capitalismo ha colocado alas mayorías del planeta, y al propio planeta, en situacioneslímite de expoliación, iniquidad, miseria, marginación y de-predación. Pero miles de millones han conocido la existenciao la promesa de la libertad y la justicia, las han deseado, lashan soñado o han luchado por ellas. En un prolongado perío-do histórico se ha pasado de la asociación ideal del capitalis-mo con la libertad y la justicia, contradictoria siempre congran parte de sus prácticas, a la constatación de su naturalezade enemigo de la libertad y la justicia. Su antigua y cautiva-dora propuesta está totalmente desgastada. Y su inmensopoder imperial actual sólo es capaz —por su propia naturale-za— de ofrecer más bienestar y algunos derechos a una exi-gua minoría, que ya conoce también que sus goces soninseparables del sufrimiento de multitudes de mendigos.

Este capitalismo sin reformismo posible está obligado portanto a librar una guerra cultural. En el lugar de su vieja pro-mesa se despliega hoy una cultura del miedo, la indiferencia,la resignación y la fragmentación. El temor ocupa un espacioimportante en esta cultura de la dominación. El miedo a queno sea posible conservar el precario empleo que se tiene, olos dos empleos sin los cuales no es posible alternar, el mie-

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do a que vuelva una dictadura, a no poseer una tarjeta de cré-dito, una vivienda y un guardia armado; miedo a no obtenerla oportunidad de mantener el lugar que siempre se tuvo, o aperder la simple posibilidad de sobrevivir. Quiere reinar lacultura de la indiferencia de cada uno frente a los demás, yasumir la forma coloquial de un sálvese quien pueda. La ideamisma de solidaridad parece implanteable. Sólo una culturade la indiferencia puede explicar que en amplios sectores depoblaciones «civilizadas» la ancianidad no encuentre otra pro-tección que la muerte, como si pertenecieran a alguno de losgrupos humanos de vida más precaria del planeta, o a ciertasespecies animales. Y que a diferencia de esos grupos y espe-cies, la infancia no sea protegida: se explota en silencio eltrabajo de 250 millones de niños, se asesina o se les quitaórganos a otros niños, o se elimina la maternidad mediante laesterilización masiva.

La cultura de la resignación sustituye a la imposibilidad delegitimar tantas iniquidades mediante las antiguas creenciasen la desigualdad «natural» entre los miembros de la especiehumana y el racismo, que han sido tan utilizados por el capi-talismo en su expansión mundial colonialista y en la tarea dereforzar la opresión y dividir a los oprimidos en todas partes.Aunque el racismo sigue muy vigente, no es muy defendiblea estas alturas; la resignación «democratiza» la condición in-ferior a la que está abocada la mayoría de los seres humanos,los que serían víctimas de hechos «naturales», como el «mer-cado» y la «fatalidad». La resignación desalienta no sólo alas rebeldías sino a los más moderados reclamos sociales ypolíticos. La cultura de la fragmentación parte de que en laactualidad es inevitable el reconocimiento de las diversida-des humanas y sociales. Ella está dirigida a controlar y mani-pular esas diversidades para que constituyan una fuente dedebilitamiento, y no de enriquecimiento de los oprimidos.

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Las diversidades que se admiten y divulgan, los momentos ylas formas en que se hace, son objeto de una política de ladominación, articulada con la de homogeneización de los con-sumos, los gustos, las informaciones, las ideologías, los ritosciudadanos, que se lleva a cabo a escala mundial.

El crecimiento impetuoso y desatado de las desigualdadesen el mundo se hace público y se trivializa. Una nueva mane-ra de ocultar consiste en mostrar «todo», en realidad de ma-nera controlada, con medios, modos y gentes controladas. Laforma actual de mundialización capitalista se viste de «inevi-table globalización», la democracia se somete a unreduccionismo feroz, y se anuncian «luchas mundiales» con-tra el narcotráfico o la corrupción. El reino del determinismoeconómico más grosero quiere reducir el campo de las actitu-des y los pensamientos posibles, acotar los sueños, pero no lohace solamente porque la miseria, la explotación del trabajoy la marginación sean hoy demasiado escandalosas. Se haproducido a la vez en estas décadas un inmenso aumento delos participantes en la vida política y social, y un enorme cre-cimiento de la cultura política de muchos millones de perso-nas. La complejidad del involucramiento de esas multitudes,y sobre todo el signo que lo presidirá -–subordinación o re-beldía—- constituyen los grandes retos actuales. El capitalis-mo está obligado a luchar por excluir la autoidentificación delos oprimidos, su identificación del enemigo, sus tendenciasa unificar esfuerzos, organizarse y proyectar caminos. Se tra-ta, en fin, de excluir las luchas de clases.

Aparece así en toda su potencialidad, de nuevo, el mensajedel Manifiesto Comunista. No voy a emular con las contribu-ciones de este número de Periferias que he revisado a la carre-ra en momentos de ayer y hoy: la selección publicada es unamuestra invaluable de esa profundidad de análisis a la que alu-dí al inicio, con numerosas vertientes y riqueza de matices. Me

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limito a hacer algunos comentarios. Estos trabajos indican queya comenzamos a responder a las preguntas que emergieronhace pocos años: ¿cómo seguir siendo marxista?; el fin de laURSS y su campo, ¿expresaba sólo problemas «prácticos», otambién mostraba que el propio marxismo tiene demasiadasdebilidades? Más aún: el socialismo puede ser incluso lo másjusto, pero ¿es posible? Y si no lo fuera, ¿cómo existiría elmarxismo, que está tan ligado a él? Varias cuestiones estánahora en su sitio, y otras comienzan a plantearse bien. Ahorahay más preguntas, porque son mejores y más atinentes.

Ya está claro que el fantasma que recorre hoy el mundo noes el fantasma de un cadáver. Creo incluso, como dije enBuenos Aires hace tres años, que ahora es que comienza eltiempo en que las dos premisas de la revolución anticapitalistaenunciadas en La Ideología Alemana se ponen a la orden deldía, siglo y medio después que el entusiasmo les hacía verpróxima la revolución proletaria a aquellos dos jóvenes revo-lucionarios europeos. Vuelven a ponerse a la orden del día ladenuncia y la profecía, dos de los elementos básicos de aquelpanfleto excepcional, y su profunda vocación de hacer cien-cia social, de crear conocimientos correspondientes a unaacción social determinada, y al servicio de ella. Tendrá queser —los autores lo advirtieron con sus trabajos— desde lasexperiencias y las situaciones a que han llegado la denuncia,la profecía y el conocimiento social a fines de este siglo. ElManifiesto puede inspirar las preguntas de hoy: ¿en qué con-siste el carácter mundial del sistema y cómo se articulan susformas concretas, qué fuerzas y debilidades nacen de allí?,¿en qué se afincará la lucha de clases, quiénes serán sus pro-tagonistas?, ¿cómo actuar, cómo unir impulsos de rebeldía,organización, prefiguraciones y teoría?, ¿cómo será elinternacionalismo? Y el proyecto, ¿dónde buscará sus intui-ciones y su legitimidad?

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En la primera mitad de los 90 una ola de triunfalismo reco-rrió el mundo, el triunfalismo del capitalismo. Pero este nologró convertirse en la ilusión de la época. El jubileo del 2000no está en marcha, porque no hay nada que celebrar. Enfren-te, en contra del orden vigente existen muchos más elemen-tos que los que aparecen a simple vista. Entre ellos está unamasa de trabajo intelectual muy valioso, que ya existe. Habráque reunirnos todo lo posible para librar la guerra cultural,evitando los peligros de nuevos dogmas, popes y exclusio-nes, y los de ínfimos poderes que reproducen el modo de serde los poderes que dicen retar. Es necesario traer a Marx aque ayude en esta contienda, con su creatividad, su honesti-dad intelectual y su falta de temor a ser radical. Que nos ayu-de a poner de moda una vez más a las luchas de clases.Tenemos una escandalosa necesidad práctica de ideas, quenos conduzcan no sólo a rechazar, sino a construir.

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ÍNDICE

Palabras preliminares / 5La alternativa cubana / 9Notas sobre sociedad y cultura desde la Cuba actual / 45En el horno de los noventa. Identidad y sociedad en la

Cuba actual / 67Izquierda y marxismo en Cuba / 82Educación, cultura y revolución socialista / 115

Plácido y el verdugo / 133«Nuestra América». Presente y proyecto de la América

Latina / 138¿Por qué Julio Antonio? / 158El poeta y la revolución / 163El joven Roa y su época / 180Una voz de la revolución / 185Guiteras y la revolución / 198La herencia de su ejemplo / 227Che, el argentino / 237El Che Guevara: los sesenta y los noventa / 244

Marx, revolucionario de hoy / 260Octubre amplió los límites de lo posible / 265¿Manifiestos? ¿Comunistas? / 273