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    COPJEC, JOAN - Las estructuras marchan por las calles?

    En mayo de 1968, un estudiante francs muy enojado escribi en un pizarrn, en laSorbona:

    Las estructuras no marchan/ andan/ caminan por las calles

    El estudiante estara criticando una forma de intelectualismo, el estructuralismo. Paraeste estudiante, el estructuralismo haba muerto, ya era, al ser incapaz de alzarse a

    la altura del desafo terico en marcha, puesto por los acontecimientos urgentes,acuciantes y caticos en el que se encontraban.

    El estructuralismo era denunciado por su programa universalista y por proponerformas vacas, moribundas, concebidas para la eternidad, anquilosadas, sedimentadas,como siempre teniendo lugar. La dinmica de este gesto de revuelta estudiantil se dio

    de tal modo que, irreflexivamente, condujo a la celebracin de lo que, precisamente, elestructuralismo era acusado de excluir: no apenas lo particular, sino lo particular ensu forma ms concreta y espontnea.

    En los aos post-1968, tal celebracin se consolid en una serie conceptos, entre ellosel de plebe (ingls pleb, latn plebum, multitud), que tuvo bastante influencia encierta corriente del discurso poltico, y que a veces se trasunta en el presente entrminos como multiculturalismo o polticamente correcto. Propuesto inicialmente

    por el filsofo primero maosta, ahora de derecha - Andr Glucksmann, esteconcepto ha servido para nombrar una pura instancia de particularidad que tendra el

    potencial de socavar todas las estructuras universalizantes de poder.

    La plebe, tal como se incorporara en los trabajadores, en los estudiantes, en losinmigrantes, en todos los empobrecidos, marginalizados por la sociedad, es unaentidad que posee la inmediateidad [transparencia] del conocimiento que emerge dela realidad del sufrimiento y de la resistencia (Peter Dews). De ese punto de vista,cualquier discurso que se originase en la plebe tendra un valor poltico y una

    incidencia que sera automticamente excluida por los discursos originados en las

    posiciones de poder.

    Glucksmann desarroll su concepto de plebe a partir dealgunos prstamos libresde Foucault, y ste a su vez incorpor este concepto a su pensamiento, no sin reservas,advirtiendo que:

    la plebe no debe ser concebida como la fundacin permanente de la historia,el corazn nunca totalmente extinguido de cada revuelta. La plebe no tienerealidad sociolgica. Pero an as siempre hay algo que escapa a las relacionesde poder; algo en el cuerpo social, en las clases, en los grupos, en los individuosen s mismos no se trata de un material bruto ms o menos dcil o reactivo,sino de un movimiento centrfugo, de energa inversa, que escapa. La Plebe

    no existe; pero existe la plebeyeidad No es que la plebe est fuera de lasrelaciones de poder, sino que est en sus lmites () No creo que pueda

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    confundirse con algn tipo de neo-populismo que substancialice la plebe, oalgn neo-liberalismo que insiste y repite la cuestin de sus derechos bsicos.(Foucault, 1967)

    Llamamos la atencin para el modo en que Foucault desubstancializa la nocin de

    plebe. No la considera como un individuo o clase de individuos con un conocimientoespecial de la historia al cual la totalidad social no tiene acceso; la plebe es concebidacomo algo totalmente vaco de contenido, como algo estructuralmente incognoscible,impensable, no-historizable. La resistencia de la plebe no viene de un lugar exterior,sino del lmite del sistema de poder, y como tal no puede ser absorbido por l.

    Lo que tambin llama la atencin en esta concepcin foucaultiana de resistencia es ladialctica que la formula: LA plebe no existe, pero existe la plebeyeidad. Nodespierta reminiscencias de la formulacin lacaniana LA mujer no existe o Il y adlUn [Hay de lo Uno/ Hay algo del Uno]?

    Debemos distinguir dos formas de existencia: una implicada por el verbo existiry laotra por la frase Il y a. La existencia implicada por la primera est sujeta tanto a un

    juicio predicativo como a un juicio de existencia: se trata de la existencia cuyocarcter o cualidad puede ser descrito. La existencia implicada por el segundo estsujeta solamente al juicio de existencia; podemos decir apenas que existe o que noexiste, sin poder decir lo que es, sin poder describirlo de cualquier modo. Si hayplebeyidad, no somos capaces de decir lo que es la verdad de la plebeyeidadestar siempre fuera de alcance del conocimiento, incluyendo el de aquellos que laposeen como un rasgo, un trazo.

    La tesis del libro de Copjec es que, a pesar de esta interpretacin desubstancializadade la plebeyeidad en Foucault a partir de la nocin de una existencia sinpredicados, de una existencia excesiva que no puede ser capturada en la positividad delo social en muchos de sus escritos desarrolla teorizaciones que la contradicen. Sebasa en una crtica a algunos libros de Foucault, Vigilar y Castigar, La historia de lasexualidad, y ensayos y entrevistas de mediados y finales de la dcada del 70, cuandoFoucault cambi su posicin con respecto a la lingstica y el psicoanlisis.

    Como muchos de sus contemporneos, Foucault comenz interpretando losacontecimientos sociales a la luz de las estructuras semiticas/ simblicas definidas

    por el estructuralismo (lingstico) y por las estructuras psquicas definidas por elpsicoanlisis, pero luego, en el perodo que nos interesa, comenz a oponersefuertemente a esa va de interpretacin:

    Yo creo que las referencias no deben dirigirse al gran modelo de los signos y ellenguaje, sino al de la guerra y al de la batalla. La historia que nos afecta y nosdetermina sigue el modelo de la guerra, y no el del lenguaje. Relaciones depoder; no relaciones de sentido. (1967, misma entrevista).

    Esa concepcin de cierta forma es solidaria con los estudiantes disidentes, que

    tambin le dieron la espalda al estructuralismo. Ya no ms la torre de marfil delestructuralismo lingstico, el formalismo rido y auto-reflexivo de la semitica, sino

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    las estructuras de la guerra y del poder, estructuras que marchan por las calles. Hay unpunto en comn entre ellos, que puede ser captado en su rechazo constructivo[constructive dismissal] del intelectual universal y en su defensa del intelectualespecfico, que definir su tarea en el anlisis de instituciones particulares de poder y

    ya no de algn tipo de estructura de dominacin totalizante [overarching].

    No vemos nada malo en esta vuelta a la especificidad. Y si pende alguna sospecharespecto a que habra una complicidad oculta entre este nfasis en lo particular con laemergencia del nuevo populismo que supuestamente condenara, esta sospecha sedisipa cuando recordamos que Foucault no est haciendo referencia aqu a laspersonas comunes [littlepeople] que la macro-historia habra pasado por alto, sino alas micro-operaciones de los sistemas de pequea escala de relaciones de poder quehabran producido a estas personas. A pesar de que siempre puede enfocar losdetalles, la unidad mnima de sus investigaciones nunca es un punto aislado (unapersona o una posicin), sino una relacin. [Este es el punto en el que Foucault podra

    ser llamado de estructuralista. A ello se le agrega el factor de la inmanencia, queveremos a seguir].

    Si bien el foco de Foucault en las relaciones de poder y de saber ha sido visto como uncorrectivo necesario de las teoras polticas ingenuas que ven estos fenmenos comoentidades discretas, afirmamos que la reduccin de lo social a relaciones de poder es

    problemtica.

    Oponindose a las teoras sociolgicas que buscan explicar un fenmeno socialrefirindolo a los sistemas de poder que intervienen en l, orientando y distorsionando

    el fenmeno desde afuera, Foucault analiza el rgimen interno de poder [inmanentismo] que circula por el fenmeno y lo constituye, en s mismo. Por ejemplo,los textos cientficos que en siglo XVIII que comenzaron a codificar las innmerasformas de perversin sexual aconsejando padres, educadores, administradores yfsicos [physicians] sobre cmo proteger sus (en)cargos [charges] de ellas no sonledos como edictos de un poder represivo para poner fin a estas conductas privadassino como ellas mismas siendo parte de una red de poder que multiplica los puntos decontacto o formas de relacin entre los individuos haciendo del [construyendo al] sexocomo el corazn secreto del yo [self]. En otras palabras, el poder no es concebido porFoucault como una fuerza externa que se ejerce sobre la sociedad, sino como

    inmanente a la sociedad, la fina, diferenciada, continua red de relaciones impares,desiguales, que constituyen la verdadera materialidad [matter] de lo social. Lasociedad pasa a coincidir con un rgimen de relaciones de poder, pasa a ser

    concebida como estructurndose a s misma y por s misma, y no ms por efectos de

    fuerzas estructurantes externas.

    Ahora bien, es esta nocin de inmanencia, esta concepcin de una causa que esinmanente al campo de sus efectos, que llamamos de HISTORICISTA. Arriesgamos unadefinicin de historicismo: historicismo es la reduccin de la sociedad a su red interna[indwelling] de relaciones de poder y saber.

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    En la medida en que Foucault define su proyecto como el establecimiento de unagenealoga y no una estructura de acontecimientos histricos, es decir, en lamedida en que se propone dar cuenta de la constitucin de dominios de objetos yconocimientos, o el modo en que se instituye [institution] lo social,parece ir ms allque un mero anlisis de las relaciones internas , motivo por el cual parece escapar de

    cualquier acusacin de historicismo. As, como dice Claude Lefort, Foucault pareceargumentar quee

    la sociedad no puede en s misma ser concebida como un sistema de relaciones,sin importar la complejidad que imaginemos que pueda tener tal sistema. Porel contrario, es su esquema global, el modo particular de su institucin [elmodo particular en que se instituye] que hace posible conceptualizar laarticulacin de sus dimensiones, y las relaciones establecidas en [within] ellaentre clases, grupos e individuos, entre prcticas, creencias y representaciones.Si no logramos captar estareferencia primordial al modo de institucin de [al

    modo en que se instituye] lo social, a principios generativos o al esquemaglobal que gobierna la configuracin temporal y espacial de la sociedad,

    incurrimos en una ficcin positivista Si, por ejemplo, garantizamos a las

    relaciones de produccin o a la lucha de clases el estatus de realidad, olvidamosque la divisinsocialslo puede ser definida en la medida en que representauna divisininterna, en la medida en que sus trminos estn determinadospor relaciones, pero tambin en la medida en que estas relaciones estn en smismas determinadas por su inscripcin conjunta en el mismo espacio y

    atestiguan/declaran [testify] ser conscientes [awareness] de su inscripcin

    all.1

    El problema, entonces, no es con el modo en que Foucault formula su proyecto sino

    con el modo en que lo lleva a cabo. Porque, a pesar de que l sabe de la necesidad deconcebir el modo de un rgimen de institucin del [en que se instituye el] poder, nopuede hacer uso/ puede aprovecharse de los medios de hacerlo [cannot avail himselfof the means], y no tiene ms remedio que limitar el rgimen a las relaciones queobtiene all; a pesar de s mismo, se vuelve un poco historicista, as como l mismo lodice un poco nominalista.

    Qu es lo que le impide a Foucault realizar lo que se propona? Su recusa a aceptar

    cualquier referencia a un principio o tema que trascienda el rgimen de poder queanaliza. l cree firme y correctamente que el principio de institucin de un rgimen nopuede ser concebido como un meta-principio, esto es, como una observacin lgicaque simplemente se adiciona a todas las otras observaciones que podemos hacersobre un rgimen con el objetivo de organizarlo, abarcarlo o comprenderlo. Elprincipio de construccin o montaje [staging] no puede ocupar una posicin diferente,superior, en relacin al rgimen que es montado [stages]. Al rechazar buscarlo en un

    1[comentario] Este problema, el de garantizar a las relaciones de produccin o a la lucha de clases el

    estatus de realidad es el mismo planteado ms arriba en torno a la nocin de plebe. Garantir el

    estatus de realidad es substancializar las nociones y conceptos, soslayar el hecho de que no tienenuna realidad social concreta, de que su modo de existencia es el de una divisin. En este sentido, soncomo la nocin de significante, efecto de una relacin sin realidad substancial.

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    dominio exterior, Foucault eventualmente abandona sin realmente reconocer que

    lo hace su tentativa de definir el principio que supuestamente buscaba.2

    As, cierta nocin de trascendencia es necesaria si queremos evitar la reduccin delespacio social a las relaciones que lo ocupan/ que lo llenan [fill it]. Sin embargo, la

    posibilidad de repensar la cuestin es excluida a travs de la substitucin que Foucaulthace del modelo lingstico por el modelo blico, acusando al modelo lingstico de serinherentemente idealista. De hecho, lo contrario es verdadero: es el rechazo delmodelo lingstico lo que conduce al idealismo.

    El argumento que subyace al modelo lingstico que no puede decirse quealgo existe hasta que es enunciado, articulado lingsticamente no es una meratautologa; es un argumento materialista paralelo a la regla de la ciencia que dice queningn objeto puede ser legtimamente postulado hasta que no se puedan especificartambin los medios tcnicos para su localizacin. La existencia de una cosa, del punto

    de vista material, depende de si ha sido articulada lingsticamente, porque solamenteen este caso puede decirse que tiene una existencia objetiva (verificable), que puedaser debatida por otros.

    Un corolario del rechazo foucaultiano del supuesto idealismo de los anlisisbasados en modelos lingsticos es su queja de que igualan [achatan, flattenout] losfenmenos que estudian, que colocan todos los fenmenos en el mismo plano.Ciertamente esto es verdadero en un sentido: un anlisis informado lingsticamenteest obligado a olvidar la posibilidad de un metalenguaje; el campo de fenmenos bajoanlisis no podr ser estratificado. Ningn fenmeno que all aparezca podr ser

    colocado como intrprete, como dando cuenta de todos los otros; ninguno se sita porarriba de los otros como su interpretante final, quedando, en s mismo, fuera de lainterpretacin.

    El propio Foucault, no podra sancionar tal des-estratificacin, tal objecinante la asercin de un meta-principio? El argumento lingstico contra elmetalenguaje, en fin, no sera un argumento contra la nocin de una causainmanente, nocin que, desde Hume, se ha mostrado insostenible?

    Lo que resulta de todo esto es que, si Foucault est en lo cierto (sin intentarestarlo) sobre el achatamiento que el lenguaje producira en los fenmenos, en esteprimer sentido, l estara equivocado en un segundo sentido. Una de las cosas que

    seguramente dice es que el modelo lingstico despliega completamente la totalidadde la sociedad que analiza, pone todas las cosas en el mismo plano. Pero si insistimosen el razonamiento que hicimos hace poco, podemos llegar a la conclusin opuesta: elreconocimiento de la imposibilidad del metalenguaje nos lleva a percibir que latotalidad no se revelar jams en un solo momento analtico; ningn diagrama sercapaz de desplegarla completamente, y de una vez para siempre. Al mismo tiempo

    2 Foucault nunca abandon, sin embargo, la nocin de que discursos diferentes, inclusivecontradictorios entre s, ocupan el mismo espacio, y de que debemos dar cuenta de lo que tienen encomn, de lo que comparten. Pero hay algunos foucaultianos que son menos celosos en este punto, y

    conciben los discursos como ms o menos autnomos. En estas instancias, el nfasis cambia hacia losconflictos que surgen entre discursos, y el espacio que los sustenta y les da soporte se vuelve ausenteen vez de vaco.

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    este reconocimiento no nos obliga a imaginar una sociedad que nunca se forma losuficiente, donde como piensan los desconstruccionistas los acontecimientosnunca suceden plenamente, una sociedad sobre la que no podemos decir nada y [almismo tiempo] lo hacemos en una sucesin infinita de enunciados que nunca parecenconfluir en algn punto relevante. Por el contrario, decir que no hay metalenguaje es

    decir que la sociedad nuncaparaderealizarse a s misma, que contina formndose alo largo del tiempo.

    Por lo tanto, lo que hacemos cuando reconocemos que no hay metalenguaje esdividir la sociedad entre su apariencia las relaciones y hechos positivos queobservamos en ella y su ser, es decir, su principio generativo, que no aparece entreesas relaciones. Lo que hacemos es instalarlos principios generativos de una sociedad,dndoles un lugar ms all de las apariencias positivas. Armados de un principiogenerativo, la sociedad cesa de ser concebida como una estructura muerta ,mapeable en alguna superficie chata; as la sociedad finalmente est viva. Y nospercatamos de las restricciones y el carcter absurdo de una postura nominalista, que

    necesita nombrar cada momento de una sociedad, cada trasformacin en ella, comouna cosa diferente; ahora es posible postular la existencia de un espacio singular,perteneciente a la sociedad, que varios conjuntos de relaciones vienen a llenar [fill].

    Algunos de ustedes objetarn que referir a una divisin entre apariencia y seres traicionar la regla bsica de nuestra supuesta posicin lingstica materialista:ninguna existencia puede ser postulada si primero no se inscribe en el lenguaje. Puess, y el corolario tambin es verdadero: a todas las cosas inscritas en el lenguaje debeser dada una escucha justa [fairhearing]; si su marca/firma [signature] aparece en ellenguaje, la posibilidad de su ser debe ser considerada. En cualquier lugar en que laseparacin entre sery apariencia es negada, ya podemos comenzar a sospechar que

    una inscripcin particular est siendo pasada por alto: la que marca la falla delmetalenguaje.

    El lenguaje dice mucho en enunciados positivos, pero tambin hablacopiosamente de su propia falta de auto-suficiencia, de su propia imposibilidad dedecir directamente la verdad total y pura sin recurrir a un lenguaje exegticoadicional.Algunas elisiones o negaciones de sus poderes se inscriben a s mismas enel lenguaje como la propia ausencia de metalenguaje. Por el hecho de que estanegacin no se formule en un enunciado no quiere decir que est menos inscripta, y elser [negativo] que tal inscripcin posee no es menos vlido para nuestrasconsideraciones.

    As, es esta escritura que nos permite considerar un modelo de institucin desociedad como algo, estrictamente hablando, indecible, argumentar que los principiosgenerativos de una sociedad nunca son enunciables en tanto tales, como lo son loscontenidos de la sociedad. Es apenas algn tipo de anulacin/aplastamiento o bloqueode su funcionamiento lo que nos permite suponer un rgimen de poder que sergobernado por un principio que no puede ser absorbido por el propio rgimen.

    No podemos dudar en notar que esto dice ms de lo que venimos diciendohasta ahora. Nuestra posicin resalta no solamente el hecho negativo de que elprincipio no puede mostrarse/hacerse visible sin un rgimen funcionando, sino

    tambin un hecho positivo: el principio de institucin de un rgimen siempre de algnmodo niega el rgimen que instituye.

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    Es la ausencia de este tipo de negacin en la teora de Foucault lo que la

    invalida, evitando que elabore la genealoga de los espacios sociales y las

    resistencias a ellos. Extraamente, Foucault parece haber puesto del revs nuestroargumento de que en el lenguaje se inscribe hasta su propia negacin. Su creencia deque cada forma de negacin o resistencia puede eventualmente alimentar o ser

    absorbido por el sistema de poder que lo combate/impugna depende de entender talargumento en el sentido de que toda negacin debe ser enunciada. Entonces, laprohibicin no debes hacer X debe decir detalladamente lo que es X, debe incitarnosa pensar sobre X, a inspeccionarnos a nosotros mismos y a nuestros vecinos,determinando si somos o no somos culpables por haber hecho X. El enunciado colocaen juego lo que debera abolir; es as que la desautorizacin deviene una autorizacin.3Lo que Foucault parece pasar por alto es esta forma de negacin, que, a pesar de que

    se inscribe en el lenguaje, no tiene contenido. Este tipo de negacin no puede, pordefinicin, ser absorbida por el sistema que combate/impugna.

    Si todo esto parece muy abstracto, los invito a representarlo de otro modo.Volvamos a mayo del 68 y a los estudiantes de la revuelta, ahora mirando conexasperacin y desconcierto como uno de sus profesores escriba en el pizarrn cuatrodiagramas crpticos que denominaba los cuatro discursos. Muchos pensaban queestaban siendo testigos del verdadero eptome del estructuralismo acadmico, contrael que estaban manifestndose. Pero ellos estaban equivocados sobre eso, y,lamentablemente, otros han perpetuado su error. Los diagramas lacanianos no separecan en nada con los esquemas cientficos diseados por los estructuralistas; susdiagramas se ofrecen a la audiencia como antiestructuralistas.

    El punto de partida de Lacan es que la estructura que l dibuja es REAL. Estepunto encontr en aquella poca la misma incomprensin que contina encontrandohoy. Para los que estn formados en estructuralismo, que nos ensean a pensar sobrela estructura como un sinnimo de lo simblico, la proposicin se presenta como unsolecismo, un error, un abuso de lenguaje. Lacan, por supuesto, no ignoraba laposicin estructuralista, que l comparta al inicio de su enseanza. Ms tarde, sinembargo, su trabajo se orient hacia una crtica de esta posicin, y su argumentopuede ser formulado as: est bien que se rebelen contra el estructuralismo, que susdiagramas representan relaciones moribundas. Estn tambin en lo cierto al decir quelas estructuras no marchan por las calles pero no por las razones que ustedes

    piensan. No se trata aqu de lograr que las estructuras desciendan a las calles, ycomprenderlas como incluidas en (o inmanentes a) la realidad social. El punto, por elcontrario, es prestarle atencin a la leccin que el primer modelo nos enseo: lasestructuras no marchan ni deben marchar por las calles. No deben ser localizadasentre las relaciones que constituyen nuestra realidad cotidiana; por el contrario, ellas

    pertenecen al orden de lo REAL.

    3[comentario] Esto es, si logra decirlo, lo integra. Aquello que resulta prohibido, que es subversivo,

    resulta integrado por el rgimen en el mismo momento en es dicho, en que lo reduce a un contenido.

    Esto, en cierta forma, permite un paralelismo entre el historicismo y la lgica de clases [atributos], y laopone a la dialctica presente aqu en la concepcin de entidades y conceptos que llevan en s mismo

    su propia divisin/contradiccin, que son externos a s mismosy a la lgica de proposiciones.

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    Este argumento puede ser demasiado abstracto, todava. Podemospreguntarnos cmo debera lucir un anlisis que procede a partir de talpresuposicin? Cmo cambia nuestra comprensin de cmo funciona la sociedad?Para responder a estas cuestiones, vayamos a dos ejemplos. Cada uno de ellos sederiva del trabajo de Freud, y, significativamente, cada uno se asocia con una historia

    poco gloriosa, de ridculo e incomprensin. Sugerimos que es la proposicin que laescribe las estructuras son reales, o cada campo fenomnico oculta su causa

    lo que las hace tan radicalmente inasimilables y un antdoto muy preciso para el

    pensamiento historicista cotidiano.

    El primer ejemplo es de Ttem y Tab, donde Freud nos proporciona un anlisisen el cual las relaciones de igualdad y fraternidad prevalecen entre los ciudadanos,nadie se distingue por arriba de los otros, y el poder es compartido en vez deacumularse en un solo lugar. Lo que aparece como lo ms remarcable sobre el anlisisfreudiano es que no se restringe a una descripcin de estas relaciones, no intenta

    simplemente hacer coincidir este rgimen de hermanos" con las relaciones queexisten entre ellos. Freud va ms all de estas relaciones al postular la existencia de unser absurdo/ridculo, un padre primognito que alguna vez posey todo el poder quehoy los hermanos comparten equitativamente y que fue asesinado supuestamente enel actual rgimen. No importa cuntos han interpretado esto como una de las ideasfreudianas ms chifladas, una fantasa salvaje de un etnlogo incompetente! Perollamarla de chiflada pasa por alto el hecho de que si el padre de la horda primitivaparece, ciertamente, ridculo, es porque, objetivamente, lo es. Es decir, es impensabledentro del rgimen en el cual su existencia debe ser impensable si las relaciones deigualdad se realizan/efectivan [takehold].

    Que sea impensable dentro de este rgimen de hermanos no refuta el hecho deque la INSTITUCIN del rgimen es inexplicable sin l. Porque si no postulamos suexistencia seremos incapaces, sin apelar al psicologismo, de explicar cmo loshermanos se agruparon de este modo. En Ttem y Tab, Freud da cuenta de laestructura REAL de la sociedad de iguales, que surge como irreductible a las lbilesrelaciones de igualdad que nunca se obtendrn totalmente. Los celos mezquinos y lossentimientos de impotencia que amenazan estas relaciones, que bloquean su

    permanente realizacin, denuncia su origen culpable, la causa que debe ser ocultada.

    El segundo ejemplo es de Ms all del principio del placer, donde Freud

    desarrolla otra de sus nociones sujetas a malentendidos: la pulsin de muerte. Lainterpretacin comn de este texto es que desarrolla esta nocin para oponerse a lacreencia de que los seres humanos somos todos demasiado humanamente regidos porel principio del placer. De acuerdo tal lectura, la pulsin de muerte sera un segundoprincipio, co-presente y confrontado con el principio del placer; es decir, los dosprincipios ocuparan el mismo espacio, territorio en el que luchan entre s. Sinembargo, esto no es lo que dice Freud. Lejos de contestar la importancia del principiodel placer, l admite su centralidad en la vida psquica; l entonces busca, a travs dela pulsin de muerte, dar cuenta de esta centralidad, establecer el principio por el cualel principio del placer se instala.

    En otras palabras, la postulacin de Freud de la pulsin de muerte es anloga ala postulacin del padre de la horda primitiva porque ambas buscan responder a la

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    necesidad de dar cuenta etiolgicamente de un campo emprico, donde reina elprincipio del placer, en un caso, y donde se obtiene un orden fraterno, en el otro. Encada caso el principio transcendental o el principio del principio de la regla est enconflicto con el principio de la regla en s mismo, si bien no puede concebirse que esteconflicto pueda desarrollarse en algn terreno en comn, dado que el principio de

    primer orden y el principio de segundo orden nunca estn co-presentes. Tampoco,ninguno de estos principios en guerra [warring] podra ganar la batalla sobre el otro,dado que la propia existencia del campo emprico siempre presupone la existencia desu causa, y dado que ninguna causa puede existir abstractamente, en ausencia de loque produce como efecto.

    Anteriormente dijimos que el argumento que afirma que las estructuras sonreales es el desafo ms grande del psicoanlisis al historicismo que predomina enbuena parte del pensamiento de nuestro tiempo. Pero debemos tambin reconocerque estos dos poderosos discursos modernos psicoanlisis e historicismo,

    representados aqu por Lacan y Foucault tienen en comn la conviccin de que espeligroso asumir que la superficie es superficial. Siempre que ahondamos bajo estenivel, seguro que no obtendremos nada. Sin embargo, las enseanzas que cada uno delos discursos retira de esta conviccin son totalmente divergentes. El psicoanlisis, vaLacan, sostiene que la exclusividad de la superficie o de la apariencia debe serinterpretada en el sentido de que la apariencia siempre pone en retirada [rout] osuplanta al ser, que la apariencia y el ser nunca coinciden. Esta relacinsincopada esla condicin del deseo. El historicismo, por su lado, quiere cimentar al ser en laapariencia y no quiere saber nada con el deseo.

    Entonces, cuando Lacan insiste en que debemos asumir literalmente el deseo,

    debemos entenderlo como una instruccin sobre cmo evitar los desvos delpensamiento historicista. Decir que el deseo debe ser tomado literalmente es decir almismo tiempo que (i) el deseo debe ser articulado, que debemos abstenernos deimaginar cualquier cosa que no est registrada en la superficie nica del habla, y que(ii) el deseo es inarticulable. Si es el deseo y no las palabras que debemos tomarliteralmente, esto puede querer decir que el deseo se registra negativamente en elhabla, que la relacin entre el habla y el deseo, o entre la superficie social y el deseo,debe ser negativa. Como dice Lacan, un sueo de castigo puede expresar el deseo poraquello que el castigo reprime. Esto es una verdad que no puede ser tolerada por elhistoricismo, que se niega a creer en la represin y orgullosamente profesa ser iletrado

    eneldeseo.Foucault no puede ser culpado por la emergencia del neopopulismo, pero elhistoricismo que l cultivaes culpable de borrar los puntos/las reservas [pockets] dedeseo inarticulable y vaco que carga el peso de la prueba de la externalidad de la

    sociedad con respecto a s misma. Al no llevar en cuenta el deseo, es construida unarealidad estrecha [realtight], que no es ms externa a s mismo [self-external]. Preparael terreno para la concepcin de un sociedad auto-cercada construida sobre larepresin del nombramiento del deseo [of a named desire]. Esto, a su vez, prepara elterreno para la reemergencia de la plebe glucksmaniana, que solamente declarapblicamente este deseo y afirma los derechos que pertenecen a ella. Si este libro

    tiene una intencin, es sta: urgir a los analistas de la cultura a que pasen a ser

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    letrados, literados [literate] en el deseo, que aprendan a leer lo que es inarticulable enenunciados culturales.