control comuniatario y poder popular, 2012 10 01

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Documento inicial a modo de propuesta Resignificar la noción y la práctica de Poder Popular resulta necesario y vital antes de explicar la propuesta de construcción que proponemos. El Poder Popular adquiere explicaciones y prácticas asociadas según quien la plantee, de este modo, en la izquierda la vamos a encontrar recurrentemente y con visiones comunes o francamente disímiles. Su máxima expresión política estuvo en el periodo de la Unidad Popular. Acá, el poder adquirido por la clase obrera luego de un periodo de acumulación y maduración importante, impulsado desde fines del siglo XIX y principios del siglo XX por sectores de trabajadores y cuyo máximo exponente fue Luis Emilio Recabarren, adquirió un desarrollo importante. Esa acumulación y maduración política y social, tiene un inicio estable en las expresiones organizativas radicadas en el norte salitrero y el sur de las mineras del carbón Son esas luchas y procesos, que en los albores del siglo pasado, articularon nociones incipientes de autonomía en el plano de generar mejoras a la calidad de vida de grandes franjas explotadas, tal como mancomunales, sociedades de socorro mutuo, etcétera. Esas experiencias radicaron su quehacer en la asociación y la solidaridad para paliar en parte las carencias que el capitalismo y la explotación extrema imponían a las grandes mayorías. Con avances y retrocesos, la lógica y desarrollo del poder paralelo o los procesos de ejercicio real de éste, se retoman a mediado del siglo XX con el surgimiento de instancias asociativas campesinas y con las primeras tomas de terreno. Acá la necesidad de habitación de grandes masas emigradas desde el campo hacia los núcleos urbanos buscando el trabajo esquivo que la industrialización ofrecía como alternativa a la esclavizante situación del espacio agrícola. Proceso similar ocurrió con las familias provenientes de los núcleos

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documento análisis de control comunitario y poder popular.

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Page 1: Control Comuniatario y Poder Popular, 2012 10 01

Documento inicial a modo de propuesta

Resignificar la noción y la práctica de Poder Popular resulta necesario y vital antes de explicar la propuesta de construcción que proponemos.

El Poder Popular adquiere explicaciones y prácticas asociadas según quien la plantee, de este modo, en la izquierda la vamos a encontrar recurrentemente y con visiones comunes o francamente disímiles. Su máxima expresión política estuvo en el periodo de la Unidad Popular. Acá, el poder adquirido por la clase obrera luego de un periodo de acumulación y maduración importante, impulsado desde fines del siglo XIX y principios del siglo XX por sectores de trabajadores y cuyo máximo exponente fue Luis Emilio Recabarren, adquirió un desarrollo importante.

Esa acumulación y maduración política y social, tiene un inicio estable en las expresiones organizativas radicadas en el norte salitrero y el sur de las mineras del carbón Son esas luchas y procesos, que en los albores del siglo pasado, articularon nociones incipientes de autonomía en el plano de generar mejoras a la calidad de vida de grandes franjas explotadas, tal como mancomunales, sociedades de socorro mutuo, etcétera. Esas experiencias radicaron su quehacer en la asociación y la solidaridad para paliar en parte las carencias que el capitalismo y la explotación extrema imponían a las grandes mayorías.

Con avances y retrocesos, la lógica y desarrollo del poder paralelo o los procesos de ejercicio real de éste, se retoman a mediado del siglo XX con el surgimiento de instancias asociativas campesinas y con las primeras tomas de terreno. Acá la necesidad de habitación de grandes masas emigradas desde el campo hacia los núcleos urbanos buscando el trabajo esquivo que la industrialización ofrecía como alternativa a la esclavizante situación del espacio agrícola. Proceso similar ocurrió con las familias provenientes de los núcleos salitreros del norte del país luego que esta industria decayera.

Esta acumulación histórica decantó a fines de los sesentas con un incipiente movimiento revolucionario inspirado en la gesta cubana, que se planteaba como opción frente a la vieja izquierda expresada en los partidos Comunista y Socialista. Con el Gobierno de Allende, estas expresiones influenciadas fuertemente por el trabajo de masas del Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR (Frentes de masas, tal como el FER, FTR, MCR y otras), comienza a estructurar un complejo y sostenido trabajo rural y urbano enfocado en la construcción de poder popular y control de clase en diversas zonas del país. Su máxima expresión en los centros urbanos se enfocó en el control obrero de las fábricas, a través de los cordones industriales y los interventores oficiales, en las poblaciones y tomas de terrenos. En el campo, el trabajo con campesinos y comunidad mapuche logró establecer, mediante las corridas de cerco y las ocupaciones de fundos, instaurar un control revolucionario, tal como se materializó en el complejo maderero Panguipulli, experiencia que vinculó al pueblo mapuche, campesinos pobres y trabajadores de la madera, en la consolidación y un control efectivo de grandes zonas geográficas.

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En el plano poblacional, el desarrollo de tomas de terreno permitió desarrollar experiencias avanzadas de poder popular y control de los territorios autónomos, incluso con autonomía total del proceso del Gobierno de la Unidad Popular. Un ejemplo de ello fue el campamento Nueva Habana, espacio territorial que articuló un desarrollo gigantesco de poder que permitió que los pobladores lograran autonomía y control comunitario de su comunidad. Tal como autoconstrucción, escuelas, comités de salud, aseo, vigilancia y otras instancias fuera de la institucionalidad que ofrecía la UP

El acumulado durante el Gobierno popular tuvo fuertes encontrones entre dos concepciones de poder. Por un lado la Unidad popular y el gobierno, administrando la legalidad burguesa con algunos elementos de autonomía de clase y, por otro, un polo revolucionario impulsando transformaciones radicales en la dinámica del ejercicio real de poder popular con el fin de acelerar las transformaciones y profundizar un incipiente control de los espacios sociales, culturales y económicos.

Durante la Dictadura, el aniquilamiento del tejido social construido y la feroz represión, desarticuló por la fuerza todo lo construido hasta entonces. El tránsito, hasta comienzos de los años ochentas, se enfocó en reconstruir pequeñas capacidades orgánicas que permitieran impulsar una resistencia organizada a la Dictadura. A comienzos de la década de los 80, comienzan a surgir instancias de solidaridad y apoyo para afrontar la crisis económica y articular la incipiente protesta social que ya se vislumbraba. Ollas comunes, bolsas de cesantes, centros culturales, comunidades de base, comprando juntos y tantas otras que reestablecieron los lazos de comunidad rotos por la acción represiva.

En términos de autonomía y ejercicio de poder real, sólo se abrieron pequeñas franjas o espacios de autonomía, que en términos militares se tradujo en la experiencia guerrillera de Neltume y Nahuelbuta y en los días de paros y protestas. En los espacios locales también se puede mencionar el paro comunal de Pudahuel, el único que efectivamente expresó capacidad militante y social para su desarrollarlo.

Casi al final de la dictadura y comienzos de los gobiernos de la concertación, se desarrollan experiencias de poder, pero dentro de la institucionalidad del modelo. Una experiencia de autonomía política y cultural se puede encontrar en algunas comunidades mapuches, quienes desarrollan pequeñas practicas colectivas en el espacio económico, a lo que se le suma la recuperación territorial y el fortalecimiento de las autoridades tradicionales, sin embargo, el caso mapuche, por su condición y concepción política de pueblo nación, posee rasgos intrínsicos de construcción y autonomía históricos que lo hacen antagónica al modelo y la institucional burguesa, a tal punto que hacen incompatibles su existencia y sobrevivencia, incorporados al Estado chileno.

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Poder popular como fin o como instrumento dialéctico de construcción y de control de clase

El poder popular no es un fin en sí mismo, sino más bien una práctica organizada de control sobre todas las esferas o dimensiones sociales de la vida misma. Es una capacidad de ejercicio que permite construir y desarrollar un poder real en la nueva sociedad que aspiramos. Pero si bien es un ideal de futuro, es al mismo un proceso, pues los cimientos se deben establecer desde ya, al margen de la legalidad burguesa y antagónica a ésta.

Si bien su máxima expresión definirá los trances de una nueva sociedad, tal como ocurre en la Asamblea del Poder Popular en Cuba, debe transitar, en esta etapa de la lucha revolucionaria, por un derrotero práctico que arme su entramado político desde fuera de la institucionalidad burguesa. La crisis de la democracia liberal no es un acontecimiento local, ya se ha expresado en gran parte del mundo. Las elecciones, tal como parafraseara Miguel Enríquez, a propósito de la coyuntura electoral de 1973, no resuelven los problemas, sólo los plantean. En ese tenor, el modelo burgués está agotado y la forma de articular y organizar la sociedad políticamente llegó a su fin. Y el primer síntoma de ello es la apatía electoral y la falta de representatividad de la clase política tradicional. Pero un elemento más poderoso es la subjetividad que se impuso en el pueblo chileno, que denota una capacidad para exigir sus derechos sin intermediarios institucionales, mediante la acción directa.

En ese tenor, la realidad exige nuevas forma de organización social y de articulación política. Las claves de estas nuevas formas no estuvieron dadas desde la izquierda revolucionaria, más bien se estructuraron desde la necesidad misma que impuso una realidad excluyente en lo político, económico y cultural. Los grandes conflictos sociales que ha desencadenado el modelo neoliberal del capitalismo moderno, han dado una impronta a la forma de organizarse y las practicas políticas de intervención social. La asamblea, como órgano de participación democrática y horizontal, es la nueva forma de articulación de las comunidades e identidades. Una asamblea distinta, donde efectivamente el poder de decisión y acción está dado por la mayoría, donde la representatividad es un mandato y no una condición de poder. Aparece con fuerza la noción de vocero, por la de dirigente, pues la asamblea es quien dirige el colectivo o las voluntades individuales.

Control comunitario y poder popular

Ante la inexistencia de un proyecto revolucionario para el conjunto de la sociedad, ha surgido fuertemente el valor de la comunidad. La exclusión radical que supone el modelo y la concentración extrema de las decisiones de la institucionalidad política, que ha gobernado para su beneficio y divorciada de las demandas sociales, ha impulsado la emergencia de lo local y de las comunidades para buscar soluciones radicales a sus diversas problemáticas, tal como

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medioambientales, de vivienda, salud, trabajo, de género y las derivadas del abandono de las comunas y territorios extremos, tal como Aysén.

El control comunitario nace desde la propuesta de educación de la ACES. En ella se evidencia que la construcción y articulación del proceso educativo debe estar en manos de las comunidades organizadas. Pero el concepto de control comunitario, desde nuestra lógica de acumulación, debe ser entendido como un proceso mayor de poder desde lo local, desde la comunidad empoderada.

El control comunitario es una noción que supone el primer paso en la construcción de poder popular. Control Comunitario que supone que cada espacio local genere la participación y la organización que estime conveniente. Control que les permita, desde la movilización directa, exigir sus derechos y acumular fuerza social para avanzar en procesos crecientes y sostenidos de Poder Popular, máxima expresión orgánica del pueblo para disputar la hegemonía y el poder a los ricos.

De ahí que resulta urgente que impulsemos esa idea fuerza hacia otros colectivos políticos y a las organizaciones sociales y territoriales. Concepto que supone desconocer la institucionalidad del modelo y crear mecanismo de injerencia real de la comunidad en los designios de su realidad. Ejercicio de poder que levante las demandas populares de manera transversal, a puntando que la comunidad exija directamente sus derechos y construya, a la vez, sus propias soluciones.

La autonomía política de estos núcleos de poder deben ser amplios y participativos, ahí está su valor y el contraste con la institucionalidad política del modelo. A la par de exigir y demandar sus derechos, debe ser capaz de levantar iniciativas autogestionadas que se opongan al sistema. Este ejercicio supone profundizar en autonomía política, pero también económica, relevando la solidaridad como valor supremo e inseparable del ejercicio social. Impulsar iniciativas como comprando juntos, ferias de trueque, abastecimiento sin intermediarios, pequeñas empresas económicas y productivas, medios de difusión, escuelas libres, centros de cultura y de esparcimiento, etc.

En este contexto, el control comunitario debe apuntar a la articulación social, tal como se ha planteado en las multisectoriales, con el fin de impulsar las luchas transversales de la sociedad, a la vez de buscar soluciones reales a las problemáticas locales, pues cada avance o logro popular de alguna reivindicación, sólo será un parche momentáneo, pues las soluciones no van a venir desde el modelo. Profundizar las conquistas es un paso táctico, pero estratégicamente sólo el pueblo organizado dará las soluciones definitivas a los problemas. Y ahí es donde se debe transitar desde el poder comunitario, ha procesos radicales de ejercicio de poder popular y autonomía económica y cultural desde los espacios comunitarios. El objetivo es crear comunidades autónomas y autosustentables y desde ahí oponerse al modelo. La construcción de una nueva sociedad debe partir desde fuera del modelo con pequeñas conquistas de poder.