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Rul, J. (2003). Evaluación: concepto y significado 9 CONCEPTUALIZACIÓN Y SIGNIFICADO DE LA EVALUACIÓN Jesús Rul Gargallo 1 CONCEPTO Y FUNCIÓN DE LA EVALUACIÓN Gestionar un proceso evaluativo supone adoptar un conjunto de decisiones, estratégicas e instrumentales, que permitan el desarrollo ordenado de una serie de acciones, la consecuencia de las cuales sea la atribución fundamentada de juicios de valor a las cuestiones o temas sometidos a evaluación. El desarrollo de este complejo proceso comporta la activación de capacidades cognoscitivas, como comprensión, análisis, aplicación, síntesis, etc., y axiológicas, como receptividad, respuesta, valoración, caracteritzación, etc. de las personas que participan, directa e indirectamente, en la evaluación con repercusiones individuales y colectivas. En una primera aproximación, podemos decir de una forma general, que la gestión de la evaluación en la vida de las organizaciones se especializa en las cuestiones de generación de información específica sobre alguna acción institucional y la correspondiente atribución de valor a la misma con finalidades de conocimiento, de orientación de las decisiones y de creación de valores compartidos. De esta manera, la gestión evaluativa es un potente instrumento individual y organizativo con incidencia en cuatro aspectos específicos: a. Incrementar el conocimiento sobre la propia realidad a través de estrategias diversas como, por ejemplo, la observación, la comparación, el contraste de visiones y perspectivas, la obtención de información mediante pruebas e instrumentos, la integración de informaciones procedentes de investigaciones, la reflexión sobre las actuaciones, etc. b. Atribuir valores que aporten sentido al conocimiento disponible, facilitado por el proceso evaluativo. Los juicios de valor ajustados a la información le aportan sentido humano, más allá de su valor instrumental, posibilitando nexos intersubjetivos de significación. c. Orientar la adopción de decisiones personales y grupales en base a la información evaluativa identificando los factores más relevantes con relación a las tareas, las personas, los proyectos, la comunicación, el contexto, etc. d. Crear y/o reafirmar valores compartidos. Desde el punto de vista humano, la acción evaluativa es esencialmente comunicativa; es decir: el grupo que avalúa ha de compartir información sobre experiencias, enfoques, 1 Capítulo del Libro: Rul, J. et al (2003). Autoevaluación del centro educativo. Taller de Evaluación: Modelo de gestión GE-Rs. Gobierno Vasco. Vitoria. ISBN 84-457-2061-9.

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Rul, J. (2003). Evaluación: concepto y significado

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CONCEPTUALIZACIÓN Y SIGNIFICADO DE LA EVALUACIÓN

Jesús Rul Gargallo1

CONCEPTO Y FUNCIÓN DE LA EVALUACIÓN Gestionar un proceso evaluativo supone adoptar un conjunto de decisiones, estratégicas e instrumentales, que permitan el desarrollo ordenado de una serie de acciones, la consecuencia de las cuales sea la atribución fundamentada de juicios de valor a las cuestiones o temas sometidos a evaluación. El desarrollo de este complejo proceso comporta la activación de capacidades cognoscitivas, como comprensión, análisis, aplicación, síntesis, etc., y axiológicas, como receptividad, respuesta, valoración, caracteritzación, etc. de las personas que participan, directa e indirectamente, en la evaluación con repercusiones individuales y colectivas. En una primera aproximación, podemos decir de una forma general, que la gestión de la evaluación en la vida de las organizaciones se especializa en las cuestiones de generación de información específica sobre alguna acción institucional y la correspondiente atribución de valor a la misma con finalidades de conocimiento, de orientación de las decisiones y de creación de valores compartidos. De esta manera, la gestión evaluativa es un potente instrumento individual y organizativo con incidencia en cuatro aspectos específicos: a. Incrementar el conocimiento sobre la propia realidad a través de estrategias diversas como, por ejemplo, la observación, la comparación, el contraste de visiones y perspectivas, la obtención de información mediante pruebas e instrumentos, la integración de informaciones procedentes de investigaciones, la reflexión sobre las actuaciones, etc.

b. Atribuir valores que aporten sentido al conocimiento disponible, facilitado por el proceso evaluativo. Los juicios de valor ajustados a la información le aportan sentido humano, más allá de su valor instrumental, posibilitando nexos intersubjetivos de significación.

c. Orientar la adopción de decisiones personales y grupales en base a la información evaluativa identificando los factores más relevantes con relación a las tareas, las personas, los proyectos, la comunicación, el contexto, etc. d. Crear y/o reafirmar valores compartidos. Desde el punto de vista humano, la acción evaluativa es esencialmente comunicativa; es decir: el grupo que avalúa ha de compartir información sobre experiencias, enfoques,

1 Capítulo del Libro: Rul, J. et al (2003). Autoevaluación del centro educativo. Taller de Evaluación: Modelo de gestión GE-Rs. Gobierno Vasco. Vitoria. ISBN 84-457-2061-9.

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expectativas y valoraciones. Esta masa crítica de información comunicativa contextualiza las interacciones humanas haciendo posible el aprendizaje compartido de valores. En este sentido, la función evaluativa puede llegar a ser un inestimable recurso de creación cultural para las organizaciones. Los juicios evaluativos llegan a ser más significativos y útiles en la medida que se insertan en una cultura institucional, caracterizada por la rapidez en reconocer y potenciar las buenas ideas, posibilitando e, incluso, potenciando: i) el rigor y sentido práctico en el tratamiento de la información -datos y valoraciones-, ii) el realismo político-económico; es decir, oportunidad y proporción entre la acción evaluativa y les posibilidades institucionales, iii) la calidad de todo el proceso evaluativo: adecuación del diseño, precisión en el tractamiento de los datos, valor y utilidad de los juicios de valor, etc. y, iv) la garantía de los derechos individuales y colectivos mediante la aplicación de criterios éticos. La relación entre evaluación y cultura institucional es recíproca, es decir, la cultura institucional fuerte requiere de la evaluación como recurso de conocimiento y de juicio, y la avaluación se desarrolla mejor en ambientes dinámicos proclives a la innovación y al desarrollo. En consecuencia, en esta primera aproximación, los factores más relevantes que intervienen en todo proceso de gestión evaluativa son: a. El evaluador -persona o grupo- y los participantes en la evaluación. La experiencia, conocimiento y perspectiva del grupo evaluador son esenciales pera el éxito de la gestión evaluativa. b. El conocimiento expresado en el diseño o planificación evaluativa. La coherencia y el rigor técnico de las decisiones de planificación. c. La información. La calidad de los datos e informaciones propiciadas por el proceso evaluativo son la materia prima de la evaluación. Los juicios de valor resultantes han de basarse, isomórficamente, en ellos.

d. El juicio o valores que se atribuyen a la información y al conocimiento que vienen a aportar significación y sentido. e. La oportunidad y la utilidad de la información generada, así como de los juicios de valor expresados.

f. La comunicación interpersonal más allá de la transmisión de información como recurso de coordinación de los comportamientos. g. La conducta ética desarrollada a lo largo de todo el proceso de gestión evaluativa. Concretamente, por lo que respecta a las obligaciones formales, a los derechos de las personas, etc.

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1. EL CONCEPTO DE EVALUACIÓN

El concepto de evaluación ha evolucionado con el tiempo. Esta evolución ha sido especialmente significativa a lo largo del siglo XX. En este periodo ha habido investigación sistemática y reflexión profesional sobre la evaluación, motivada por intereses socio-económicos y culturales, especialmente en algunos países, como EEUU., y el Reino Unido. Posteriormente se han incorporado profesionales de otros países como Francia, Australia, España, etc. Les notas dominantes que caracterizan esta evolución son, en un primer estadio, la relación asimétrica entre las expectativas que se esperaban de la evaluación y las limitaciones de la tecnología evaluativa empleada; es decir, la metodología y las técnicas evaluativas, dependientes del paradigma dominante de la primera mitad del siglo -positivismo, metodología cuantitativa- determinaban en gran medida el contenido de la acción evaluativa. Parafraseando a Cook y Reichardt2, podemos expresar este estado de cosas de la siguiente forma: “A medida que se incrementan las demandas de una buena evaluación, que subministre una información considerable y útil sobre los logros del estudiante, se incrementa también el impacto de una evaluación deficiente limitada a los datos cuantitativos que no pueden proporcionar respuestas satisfactorias a muchos de los interrogantes cualitativos de la educación actual”. Hasta los años sesenta domina el paradigma positivista o cuantitativo con un marcado carácter mecanicista y lineal. Las evaluaciones de esta etapa pertenecen a este enfoque. Después emerge el paradigma alternativo o cualitativo que enfatiza los aspectos procesuales de carácter no lineal y se desarrollan proyectos evaluativos subsidiarios de este enfoque. Los años setenta son de lucha excluyente entre los defensores de ambos paradigmas. Últimamente se percibe una complementariedad cognoscitiva entre los dos enfoques brevemente descritos, entendiendo que pertenecen a lenguajes, técnicas y metodologías diferenciadas. En un segundo estadio, en el que estamos inmersos, la función evaluativa tiene unos perfiles más delimitados como disciplina con independencia de las dominancias paradigmáticas coyunturales. No obstante, esta disciplina es muy joven y, todavía, no está consolidada una tradición profesional que pueda ejercer de garante para que las acciones evaluativas se desarrollen en unos parámetros de rigor técnico y ético proporcionando la necesaria simetría entre las intencionalidades evaluativas y los proyectos de evaluación. Desgraciadamente, en muchos casos, se llevan a cabo pretendidas evaluaciones, especialmente en el campo social y educativo, que no son más que el escaparate para justificar determinadas políticas e intereses.

2 COOK, T.D. & REICHARDT, Ch.S. (1986): Métodos cualitativos y cuantitativos en investigación evaluativa. Morata, Madrid, pág. 132

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Este cúmulo de factores ha ido incidiendo en el cambio conceptual, funcional, metodológico y técnico de la evaluación deslizándose de un extremo a otro a lo largo de este siglo. En efecto, hasta los años sesenta la evaluación se reduce a medición; a partir de esta década, al amparo del paradigma alternativo, se decanta hacia la valoración. Estos enfoques polarizados todavía subsisten en los significados que se atribuyen a la evaluación, en los modelos evaluativos que se proponen, en las expectativas que se suelen atribuir a la evaluación, etc. Por ejemplo, algunas expresiones contemporáneas vienen a subrayar estas afirmaciones, cuando se afirma, ¡lo importante son los resultados!, a continuación se pretende conocerlos asignando a la evaluación funciones de medición. O la expresión, ¡lo importante son los procesos!, lleva aparejada una estrategia evaluativa que enfatiza las valoraciones fluidas sobre lo que acontece. En consecuencia, acercarse a las realidades evaluativas, particularmente en el mundo de la educación, es descubrir una realidad confusa y con muchos lugares comunes. La necesidad de evaluar el hecho educativo es un tema de actualidad, especialmente, en los momentos de cambio educativo, de autonomía de las instituciones educativas, pero los enfoques y contenidos que se asocian a la evaluación y la función que se le asigna son, con demasiada frecuencia, equívocos, imprecisos cuando no erróneos. En todo este largo periodo, la función evaluativa ha oscilado entre su aproximación al conocimiento de los hechos por medio de la medición, pese a su reduccionismo, y su aproximación a las valoraciones sobre los hechos mediante el juego de las opiniones, pese a su subjetividad. En este capítulo vamos a centrarnos en el estudio del concepto y función de la evaluación (*) como sistema cognoscitivo y axiológico, teniendo en cuenta su evolución en el tiempo, aunque esta cuestión la desarrollaremos con más detenimiento en el capítulo 3. Proponemos una nueva conceptualización de evaluación que partiendo de su carácter originario asociado al control -autocontrol y heterocontrol-, como capacidad humana de atribuir sentido a hechos y fenómenos, resitue la función evaluativa en el ámbito del conocimiento, superando, por una parte, el mecanicismo de la medición y, por otra parte, el subjetivismo unilateral de la valoración, aunque se exprese asépticamente mediante estadísticas y gráficas, más propio de la sociología de la opinión que la evaluación propiamente dicha. La evaluación es un sistema de conocimiento. Objetivar y ponderar información sobre las realidades sometidas a evaluación es su función. La acción evaluativa puede comportar la realización de mediciones, por medio de pruebas, y de valoraciones, por medio de encuestas de opinión, pero por sí solas ni la medición, por un lado, ni la valoración por otro, explican el fenómeno evaluativo. Medición y valoración pueden ser, según los casos, condición necesaria en el desarrollo de la evaluación, pero no suficiente. Para que haya evaluación debe producirse conocimiento adicional, fenoménico

(*) Este tema ha sido tratado más extensamente en nuestro libro: RUL, J. (1995): La Memòria avaluativa del centre educatiu. Un model integral d’avaluació organitzativa i curricular. Generalidad de Cataluña, Departamento de Enseñanza . Barcelona, págs. 15-89.

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(información objetivada sobre la realidad evaluada) y axiológico (juicios de valor ajustados que ponderen la realidad evaluada), como factor distintivo. Por otra parte, la evaluación no debe confundirse con los procesos de mejora aunque estén relacionados. La tarea de la evaluación es el conocimiento; la de la mejora es la innovación. La evaluación puede proporcionar un diagnóstico de una realidad institucional identificando propuestas de mejora, pero no las condiciones ni los recursos para hacer efectivo el cambio que comporta su implementación e institucionalización. Para este fin, en primer lugar, procederemos a identificar los factores descriptivos del concepto de evaluación, expuestos en un modelo integrador que relaciona objetividad y subjetividad y, a continuación, intentaremos justificar sus rasgos característicos. Finalmente, rastrearemos las aportaciones más significativas de la historia de la evaluación que vengan a reforzar el concepto propuesto. Primariamente, evaluar es juzgar, criticar (**). En este sentido, la evaluación es una estrategia de crítica: se evalúa para juzgar críticamente alguna cosa. Necesariamente, todo juicio de valor es sobre algo; los valores son predicados de las cosas, es decir, no tienen una identidad propia e independiente de los objetos. Juzgar hechos con relación a las situaciones vitales es un fenómeno corriente en la vida de las personas. Se puede afirmar que es propio de las personas determinar el valor de las cosas y de los hechos que se dan en la vida cotidiana. En todas las situaciones vitales se asignan valores o se emiten juicios de valor sobre hechos, situaciones o sobre los diferentes elementos o relaciones que intervienen, en una relación estrecha con las opciones vitales que han de adoptarse; es decir: el fenómeno evaluativo está antropológicamente ligado a finalidades prácticas. Así pues, desde una perspectiva existencial, las finalidades de las acciones humanas se expresan en un conjunto de opciones que se adoptan estrechamente relacionadas con las necesidades, los valores, la cultura grupal y las características individuales. Es específicamente humano decidir con relación a cosas, hechos y situaciones. Esta propiedad humana se eleva a categoría imperativa en la expresión sartriana “estamos condenados a elegir, a tomar decisiones”. Los factores intervinientes en las decisiones son de una naturaleza múltiple, aunque los podríamos agrupar en tres grandes aspectos: la situación, la personalidad y el contexto cultural. Podemos afirmar que toda decisión se fundamenta en un juicio de valor previo: se ponderan los posibles beneficios de las decisiones que se toman. Así, por ejemplo, si vamos a comprar un coche, antes procede informarse sobre los diferentes modelos, analizar los pros y los contras, etc. La decisión final que se tome estará fundamentada sobre los aspectos a los cuales se ha atribuido valor, tales como marca, diseño, potencia, consumo, coste, financiación, etc. que en cualquier caso son muy diferentes según los usuarios.

(**) Criticar: del verbo griego cryno (κρινω = juzgar, interpretar, resolver, decidir ... ).

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La asignación de valor previo a las decisiones está configurado por factores subjetivos y objetivos. Resulta curioso comprobar el gran peso de los factores de tipo subjetivo y no racionales en los valores, por ejemplo, en las decisiones de consumo. La publicidad conjuga hábilmente algunos datos objetivos sobre el producto con una serie de reclamos, explícitos o subliminales, que se asocian al objeto -prestigio, hedonismo, éxito, satisfacción, etc.- que vienen a atribuirle a aquel virtualidades que objetivamente no tiene. En resumen, las actividades valorativas están presentes en la cotidianidad de las personas. Muchas de las decisiones que tomamos a lo largo del día están precedidas de “atribuciones de valor”, intuitivas o más analíticas. Actividades como comprar productos en un supermercado, la lectura discriminativa de determinados apartados o artículos de un diario, la elección de un espectáculo, etc. son algunos ejemplos. Todo juicio expresa la relación que se establece entre el “objeto” y el “valor” que se le atribuye. En consecuencia, en todo juicio de valor se da una relación entre dos factores: el objeto -tema, cuestión, fenómeno, etc.- sometido a crítica, y el juicio que se expresa sobre él. 1.1. SUBJETIVIDAD Y OBJETIVIDAD DE LOS JUICIOS DE VALOR Valorar algo, como hemos comentado, es fundamentalmente una capacidad humana: la facultad que tienen las personas para juzgar o atribuir valor a las cosas y los fenómenos en función de necesidades y de intereses más o menos prácticos. Las valoraciones, frecuentemente, se insertan en la línea de decisiones de las personas, configurando de este modo su trayectoria vital. En este sentido, y de una manera general, podemos definir la evaluación como la capacidad que tienen las personas de emitir juicios de valor sobre las cosas o los hechos en relación a fines más o menos explícitos. Esta aproximación nos permite identificar los cuatro factores que conforman el fenómeno evaluativo, que se representan en la figura 1: el sujeto (quien evalúa); el objeto (aquello que se evalúa); la atribución de valor sobre el objeto (valoración); y la finalidad u objetivos relacionados con los valores atribuidos (necesidad, intencionalidad).

Figura 1.1. Factores del fenómeno evaluativo

SUJETO

OBJETO

VALOR

FINALIDAD

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En este esquema interpretativo de la evaluación -desde la perspectiva individual- el sujeto es el factor esencial, ya que todos los demás factores del esquema se le refieren. En efecto, es el sujeto quien por medio del proceso evaluativo ubica e interpreta al objeto en un marco situacional determinado, lo reviste de intencionalidades, lo tiñe de sentimientos; en una palabra: le da vida propia con relación a si mismo. La facultad valorativa permite ser y expresarse al sujeto, ya que se relaciona con las necesidades personales de seguridad, satisfacción, afirmación, realización, etc., permitiéndole sentir, medir, comparar, caracterizar, sopesar, participar, expresarse, etc. La función valorativa aporta sentido personal a la actividad sensitiva, interviene en la actividad intelectiva y condiciona la actividad volitiva. La calidad en la expresión de esta facultad orienta la vida de las personas e incide en su realización por medio de las decisiones. Hasta aquí, hemos situado el fenómeno valorativo en un marco estrictamente subjetivo. Realmente, la capacidad de juzgar es primariamente subjetiva, pero la apertura a la dimensión objetiva del juicio de valor nos acerca a la evaluación como fenómeno racional. En efecto -avanzamos aquí lo que estudiaremos con detalle en este capítulo- la función evaluativa parte de las valoraciones, pero va más allá. Solamente hay evaluación cuando el juicio de valor emitido se fundamenta en datos e informaciones rigurosas. Así pues, la evaluación es un proceso de transformación de los juicios subjetivos -apriorísticos- en juicios de valor ajustados a la información objetivada. El desarrollo de la función evaluativa expresa el salto cualitativo de la valoración a la evaluación. Ésta puede ser individual o grupal. La primera es el juicio de valor que expresa una persona cuando previamente ha buscado información y datos precisos, por ejemplo, el médico que antes de emitir un diagnóstico -juicio de valor- recoge información sobre el paciente, mediante el diálogo, la observación, el tacto, la analítica, etc. La segunda corresponde a los procesos de intersubjetividad, es decir, cuando a través del diálogo evaluativo, centrado en el estudio y la caracterización de las informaciones subministradas por el proceso evaluativo, diversas personas pueden llegar a compartir juicios de valor -evaluación grupal-, por ejemplo, el diagnóstico interdisciplinar de un equipo médico. En consecuencia, el tema central de la evaluación es el valor que en cada caso concreto se atribuye al conocimiento disponible a través de la interpretación de datos, la información y la comunicación entre personas, de manera que en toda acción evaluativa intervienen tres aspectos: las valoraciones u opiniones, el conocimiento -formación, experiencia, datos, e información de la realidad-, pero, sobre todo, el juicio evaluativo ajustado y fundamentado en datos objetivados y precisos -evaluación-. El avance en esta línea argumental supone la profundización en las relaciones entre el evaluador y lo evaluado. Así pues, en la relación entre “sujeto” y “objeto”, con la consiguiente atribución de valor, distinguimos dos movimientos: el inmediato y el mediato. El primer movimiento - en la relación de cualquier objeto con una persona- es sentir y, quizá, expresar intuitivamente un juicio de valor que los relaciona. En este juicio apriorístico pesa mucho la personalidad del sujeto y las circunstancias. Este primer posicionamiento del sujeto respecto del objeto conforma la dimensión subjetiva de la evaluación. Es un acto, una

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manifestación “instintiva” del sujeto que expresa la capacidad de respuesta inmediata. Es un salto intuitivo, como una especie de trampolín cognoscitivo que permite discriminar entre un conjunto de elementos, en ausencia de suficiente información, posibilitando valorar como un todo lo que no es más que una parte; un conjunto de elementos dispersos, fragmentarios e inconexos, pero percibido como totalidad a la que se atribuyen significados, valores y relaciones entre ellos. Las condiciones de personalidad y cultura del sujeto y su adaptación a las circunstancias que lo envuelven suplen la ausencia de información objetiva sobre el objeto asignándole valores inmediatos como respuesta, podríamos decir, a la debilidad humana ante un objeto esquivo y, en muchos casos, problemático. El ejercicio de la capacidad reflexiva e investigadora de la persona le permitirá, después del primer contacto con el objeto, descubrir nuevos elementos, relaciones y aspectos sobre el objeto, la situación y él mismo, que complementará, matizará o transformará el primer juicio valorativo. Esta actividad racional del sujeto da contenido a la dimensión objetiva de la evaluación. Es un proceso cognoscitivo que permite hacer atribuciones de valor fundamentadas sobre el objeto a través de un proceso mediato de objetivación que conforma el segundo movimiento de relación entre sujeto y objeto.

Figura 1. 2: Dimensiones del fenómeno evaluativo La dimensión subjetiva de la evaluación expresa un juicio de valor intuitivo, global, aproximativo con una gran carga de subjetividad (emotividad). La aproximación a lo real desde la subjetividad está estrechamente vinculada a los vericuetos vitales de la experiencia individual, que se van tejiendo en

SUJETO

OBJETO

VALOR

FINALIDAD

PRIMER MOVIMIENTO: DIMENSIÓN SUBJETIVA Valoración inmediata, apriorística a partir de la personalidad

del sujeto y de la situación

SEGUNDO MOVIMIENTO: DIMENSIÓN OBJETIVA Valoración mediata. Juicio evaluativo fundamentado en

información objetivada sobre el objeto

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los recuerdos. La memoria, en efecto, atrapa la realidad, la tamiza y la selecciona, aunque a menudo la falsea, tergiversa y pervierte. Desde la perspectiva subjetivista -idealista- el mundo es sólo representación, apariencia, en expresión de Schopenhauer, enfatizando lo narrativo, introspectivo y mentalista frente a lo descriptivo, perceptible y conductual. Los elementos y características distintivas de la subjetividad son: a. La opinión, los valores, las creencias y los mitos que se expresan en los

comportamientos. b. La motivación que predispone y viene a justificar la acción desarrollada. c. El compromiso. La entrega más o menos abnegada a la causa, al

propósito. Se concreta en el compromiso personal, familiar, profesional, vocacional. Supone la movilización de los esfuerzos de la pasión y de la inteligencia.

La dimensión objetiva, en cambio, expresa un proceso racional del sujeto que permite la aprehensión multifactorial y la comprensión pluridimensional del objeto situado en un contexto real y cultural determinado. Este proceso comporta la necesaria distanciación entre sujeto y objeto. Procede situar al objeto en un marco de racionalidad formado por un conjunto de requisitos formales, fijados a priori, y proceder según un procedimiento reglado que esté guiado por unas ratios que puedan ser contrastadas. Para la perspectiva objetivista -realista- el mundo es una realidad en si misma que la mente humana sólo puede conocer aproximativamente, mediante la investigación y el descubrimiento En definitiva, lo que interesa, especialmente, es lo perceptible y conductual -empírico- susceptible de ser descrito, aunque las palabras sólo sean un pálido reflejo de los hechos. Los elementos y características distintivas de la objetividad relacionadas con el sujeto son: a. El pathos (*) de la “distancia”. La madurez asociada a la objetividad está formada por: i) la convicción, ii) la distancia que enfría la convicción y, iii) la responsabilidad o respuesta firme a las convicciones distanciadas. b. La serenidad. Actitud práctica cercana a lo real que comprende la complejidad de los hechos. Es una actitud espiritual que sopesa, comprende y actúa moderadamente. c. El análisis. La consideración de los hechos. El estudio de los datos y de las informaciones rigurosas. d. La perspectiva ilustrada que permite dimensionar los hechos del presente con otros, hallando relaciones diacrónicas y/o sincrónicas. La alteridad subjetivo-objetivo, como es sabido, ha ocupado desde siempre a investigadores y estudiosos en diferentes ramas del saber. Recientes progresos en la ciencia cognitiva vienen a indicar que el sistema nervioso humano no procesa información alguna -en el sentido de discretos elementos prefabricados existentes en el mundo exterior, listos para ser atrapados por el sistema cognitivo- sino que interactúa con el entorno por medio de una constante modulación de su estructura. El cerebro humano parece operar sobre la base de una conectividad masiva, almacenando la información distributivamente y manifestando una capacidad autoorganizadora y estructurante. Es más, los neurocientíficos han encontrado seria evidencia

(*) Pathos: experiencia, sentido, disposición moral. Del griego pathe-es (παθη−ησ).

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de que la inteligencia, la memoria y las decisiones humanas no son enteramente racionales, sino que siempre están influenciadas por emociones, desde las más simples a las más complejas entre las que se incluye la sabiduría, la compasión, el respeto, la comprensión y el amor. Con esto quiere decirse que lo emocional interviene en los cambios estructurales del cerebro. En consecuencia, la capacidad humana de atribuir juicios de valor integra las dos dimensiones descritas: es inicialmente subjetiva, pero puede llegar a objetivarse mediante un proceso racional y sistemático. Está relacionada íntimamente con las características psicosociales y culturales del sujeto que se expresan en su personalidad. Las valoraciones que expresa están influidas o condicionadas por factores situacionales del entorno próximo, como las relaciones personales, los factores económicos, sociopolíticos y culturales que operan sobre toda situación dada con toda la carga simbólica, ideológica y de poder, pero puede enmarcar los juicios de valor (atribución valorativa) en un proceso riguroso de obtención de información, de análisis, de ponderación serena que lo distancien de las opiniones, de las motivaciones y compromisos más o menos explícitos. En este punto procede distinguir entre dos tipos de juicios de valor, que posteriormente desarrollaremos al distinguir entre valoración y evaluación. a. El “juicio valorativo” expresa el valor que un sujeto asigna a un objeto en forma de opinión, creencia, etc, b. El “juicio evaluativo”, en cambio, expresa el valor ajustado que se asigna a la información objetivada sobre un objeto. En una evaluación rigurosa puden darse los dos tipos de juicios de valor, pero los que dan carácter a la evaluación son los juicios evaluativos. 1.2. FUNCIÓN Y CARÁCTER ESPECÍFICO DE LA EVALUACIÓN Como hemos comentado anteriormente, la capacidad humana de atribuir valores a los fenómenos puede desarrollarse con naturalidad y espontaneidad o puede dar lugar a una actividad sistemática. En este caso la denominamos evaluación. La complejidad de ciertos objetos y la naturaleza de determinados fenómenos demandan un tratamiento más sistemático, para que los juicios de valor sean más precisos, significativos, matizados, etc. respecto de los fines prácticos que justifican la actividad evaluativa misma. Desde esta perspectiva, y de una manera general, entendemos la función evaluativa como “el proceso sistemático de atribución de valores -fundamentados en información objetivada-, a determinados objetos estratégicamente seleccionados, como consecuencia de las acciones subjetivo- objetivas realizadas por los agentes avaluadores con arreglo a fines de conocimiento, orientación decisional y creación cultural” .

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A partir de esta acotación conceptual procede identificar las características de la función evaluativa. En primer lugar procede identificar los rasgos distintivos que caracterizan la evaluación. Son estos dos: -La selección del objeto de evaluación, lo que comporta intencionalidad y concreción de objetivos más o menos explícitos según los casos. -La atribución de valores al objeto, fundamentados en información objetivada con relación a fines explícitos o implícitos. A continuación, con el fin de desarrollar este concepto, procede identificar el conjunto de elementos que integran el proceso de gestión evaluativa agrupados en los tres bloques que configuran el sistema: contenidos -concepto- , procesos -desarrollo- y efectos -resultados-. A. Los factores que conforman el concepto de evaluación. a. El sujeto. Evaluador o evaluadores y participantes b. El objeto. Tema o cuestión sometida a evaluación c. Los objetivos que justifican la acción evaluativa d. Los valores atribuidos. Estrechamente relacionados con la información disponible sobre el objeto y los objetivos. B. Las fases y los elementos del proceso evaluativo, que analizaremos con detenimiento en la tercera parte del libro, pero que, sintéticamente, son: a. Planificación de la acción evaluativa. Conjunto de decisiones que diseñan la evaluación. b. Desarrollo de la acción evaluativa. Tareas e interacciones que desarrollan en coordenadas espacio temporales las previsiones del diseño evaluativo. c. Evaluación final del proceso evaluativo desarrollado. Crítica de la evaluación o metaevaluación. C. Los efectos o consecuencias que genera la acción evaluativa a. Individuales: -Incremento del conocimiento sobre las realidades evaluadas -Incidencia en los enfoques y expectativas -Aprendizaje de valores -Repercusión en las actitudes -Cambios conductuales, programáticos e institucionales. b. Colectivas: -Incidencia en la percepción grupal de los hechos evaluados -Conocimiento compartido sobre las realidades evaluadas que permite orientar la adopción de decisiones institucionales. -Aprendizaje de valores compartidos que subraya y/o desarrolla la cultura interna. -Mejora de la vida organizativa como consecuencia de la modificación de las actitudes en forma de decisiones programáticas e institucionales de cambio, mejora, perfeccionamiento e innovación. El análisis de esta conceptualización permite identificar cuatro factores básicos que dan carácter a la evaluación como fenómeno. a. La actividad evaluativa. Las funciones evaluativas que desarrollan los agentes evaluadores (con o sin la participación de los agentes evaluados en

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función de la modalidad adoptada de participación) a lo largo del proceso de gestión de la evaluación. b. El objeto y los objetivos de evaluación. La acción evaluativa se concentra en un objeto de evaluación determinado y en función de unos objetivos concretos y de unos criterios de valor. Se trata de fijar la estrategia evaluativa a partir de tres binomios que tienen al objeto como factor constante: las relaciones de necesidad, oportunidad y valor entre “objeto/ sujeto”, las relaciones de significación entre “objeto/ conocimiento disponible”, y las relaciones de enfoque y de visión entre “objeto/ perspectiva”. La importancia de estas relaciones para el concepto y la gestión evaluativa nos lleva a estudiarlas con más detalle en los apartados siguientes. c. La metodología de evaluación adoptada en orden a la obtención de información -datos, opiniones, etc.- sobre el objeto y los objetivos. Es decir, la metodología, los instrumentos y las técnicas de evaluación son subsidiarias del tipo de objeto y de las características de los objetivos de evaluación. d. Los juicios de valor que se emiten a partir de la información obtenida en el proceso evaluativo. En la figura siguiente, se representan estos factores en una secuencia de gestión evaluativa.

Figura 1. 3. Factores básicos del proceso evaluativo En síntesis, consideramos que el rasgo específico distintivo de la evaluación es la atribución fundamentada de valores a determinados hechos -a la información sobre los hechos-. En consecuencia, la cuestión de la fundamentación es importante para el estatuto de la evaluación, por lo que lo estudiamos a continuación.

ACTIVIDAD

Metodología

e Instrumentos

OBJETO

Datos e

Información

JUICIOS VALOR

Gestión

Aparato tecnológico ante el objeto y los

objetivos:

Para obtener información

Cosa, hecho, fenómeno Mediatizado por las

necesidades, la perspectiva y el

conocimiento

Intenciones Finalidades

Metas

Criterios

-Recoger información aplicando los instrumentos

-Tratamiento de la información

-Ponderación de la información:

a) Expresión de valoraciones

b) Creación de juicios evaluativos

OBJETIVOS

-Sujeto: valor, necesidad -Perspectiva: visión enfoque -Conocimiento: significación

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Una vez definido el concepto de evaluación y analizado de forma general el proceso evaluativo procede fundamentarlo a partir del rasgo que le caracteriza conceptualmente, es decir, la “atribución-de-valores-a-hechos”. Nos centraremos en tres aspectos básicos de fundamentación: a) La naturaleza de los valores en las relaciones dinámicas entre sujeto y

objeto. b) El enfoque o perspectiva que permite comprender unos determinados hechos, cuya significación es relativa a la posición que ocupa el evaluador -perspectiva de posición- y a la perspectiva de captación o percepción de los hechos -paradigma-. c) El conocimiento disponible sobre el hecho seleccionado como "objeto de evaluación". 1.2.1. LA NATURALEZA DE LOS JUICIOS DE VALOR Reflexionar sobre los valores como predicados de los objetos evaluados es una necesidad para la clarificación del concepto de evaluación. De entrada, procede decir que es un tema complejo y difícil por su significación global, ya que, como indica Nietzsche, “los valores fundamentan las concepciones de mundo y de la vida humana”. Brien Hall 4, los define diciendo que “valor es una prioridad significativa en la vida de una persona, entre otras prioridades, que se elige y que de acuerdo con él se actúa y, en consecuencia, se refleja en la conducta”. Los valores también se encuentran en las instituciones, las leyes, las políticas, los proyectos y los procedimientos utilizados. Así pues, los valores caracterizan a las sociedades. La observación de la vida social permite identificar relaciones entre los valores que se expresan en la vida social y los valores individuales que manifiestan las personas. Se da una constante interacción entre los valores de una sociedad determinada que se manifiestan a través de la cultura grupal y los valores que expresan las personas individualmente consideradas. El alcance de esta relación depende de las características de la sociedad; así, por ejemplo, en una sociedad primitiva o cerrada, todos los objetos que componen la vida social están marcados, a priori, de valores determinados; los objetos y valores forman una unidad inseparable e incuestionable, la vida de los individuos se ajusta perfectamente a este orden cultural formado por creencias, significados compartidos, mitos, actitudes, valores comunes, formas de pensar, rutinas, estrategias, símbolos, etc. El tabú expresa la interdicción sobre el uso de ciertas cosas y palabras o el desarrollo de determinadas acciones. El castigo expresa la sanción social a las conductas que violan el tabú. En las sociedades más complejas y abiertas, también hay un orden cultural que se manifiesta en las costumbres sociales y, de una manera positiva y racional, en las leyes. Los objetos, las relaciones y los fenómenos también están marcados por valores, y aún más: el objeto y el valor aparecen

4 HALL, B. (1988): “La gestión educativa entre la innovación y el cambio”. Ponencia 3 del II Congreso Mundial Vasco. Narcea. Madrid, págs. 53-64.

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íntimamente unidos. La ruptura de esta unión entre objeto y valor establecido socialmente comporta la interdicción social, el castigo o la sanción civil o penal, según los casos. Todos los miembros de un grupo social determinado interiorizan el orden cultural por medio de los procesos precoces de socialización o aprendizaje cultural. La trasgresión individual de este orden puede tener repercusiones también subjetivas mediante las formas neuróticas de la culpabilidad. No obstante, en las sociedades más abiertas hay un margen de creación cultural de valores: los individuos y los grupos que operan dentro de la sociedad pueden atribuir valores específicos y singulares a determinados objetos y contribuir, de este modo, a su evolución permitiendo la emergencia de nuevos contenidos, nuevos significados, nuevas relaciones, nuevas formas. El horizonte simbólico de los individuos y de los grupos se amplia por medio de la creatividad de todos. En las sociedades democráticas, la dualidad objeto-valor adquiere entidad mediante el concepto de pluralismo ideológico, y el concepto, consiguientemente asociado, de relativismo axiológico. Los valores asociados a determinados objetos pueden ser cuestionados y por eso mismo pueden crearse -y de hecho existen- universos particulares donde un conjunto de objetos adoptan formas y significados singulares, ya que entre ellos se han establecido atribuciones y nexos valorativos diferenciados e incluso alternativos. Ejemplifican estas ideas los partidos políticos, las asociaciones, los grupos culturales y religiosos, las minorías organizadas que coexisten en una misma sociedad democrática. La funcionalidad de ésta depende del respeto por parte de todos a las reglas del juego democrático; es decir: los aspectos formales de la democracia, como la competencia entre partidos, las elecciones, las votaciones, el concepto de representatividad, el estado de derecho, el gobierno de la mayoría respetando las minorías, etc., y la asunción de un conjunto de valores democráticos básicos, como la tolerancia, el respeto, el diálogo, la participación en los asuntos públicos, la asunción de las propias responsabilidades, etc. La sociedad democrática es la que posibilita la dialéctica entre el orden cultural establecido, por la decantación de la lucha y de las interacciones sociales que presionan sobre la conciencia de los individuos, y esta misma conciencia individual que duda, cuestiona, adapta, critica y crea constantemente valores estableciendo nuevos significados para los objetos y nuevas relaciones entre ellos. Este equilibrio es fundamental para el desarrollo social y humano. Son igualmente rechazables tanto la dominancia social que anula la autonomía del individuo, como la ruptura de los referentes culturales comunes como punto de anclaje necesario de la dinámica vital de las personas. En este orden de consideraciones, en la historia de la civilización humana, ha habido dos saltos cualitativos de crecimiento y emancipación. El primero fue arrancar a los dioses el monopolio de la realidad por medio del pensamiento autónomo (filosofía y ciencia). El segundo salto cualitativo es la creación individual de valores o emancipación axiológica (ética y evaluación) a partir de la disociación entre objeto y valor para crear constantemente nuevos valores en función de las cambiantes necesidades humanas, pero enmarcados

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en el horizonte de la ética , entendida esta como marco racional que descansa en las reglas de la lógica, en las máximas de la experiencia y en los conocimientos contrastados susceptibles de ser expresados en términos objetivados de general aceptación (inter-subjetividad del conocimiento). El último siglo es un libro abierto que explica lo que sucede cuando el pensamiento autónomo y los valores sociales se liberan de la ética; a modo de ejemplo, el uso deshumanizado de la tecnología, el capitalismo explotador, los fascismos, el socialismo real, etc. o cuando ciertas éticas (entre comillas) intentan imponer con pretensiones totalizadoras sus particulares valoraciones, su mundo particular de significados y de relaciones entre objetos y valores. Por ejemplo, las sectas, los grupos de presión económico-ideológicos por medio del control y de los flujos de capital, así como de la instrumentación ideológica de los mass-media, la ética blanca, mediante las diversas formas de racismo y xenofobia, etc. En resumen, a) A partir de la aportación kantiana, podemos decir que los valores primariamente son subjetivos: la idiosincrasia de las personas expresa su particular universo axiológico. La conciencia individual es la última ratio de valor, de eticidad, pero que las interacciones humanas por medio de la enculturación y el aprendizaje son el factor causal de la construcción de valores intersubjetivos como convención cultural. Originariamente los valores culturales son creados en escenarios sociales por la dominancia de determinados actores interviniendo factores de oportunidad, poder y control. Diacrónicamente, los valores sociales aparecen empaquetados -ciertos objetos tienen asignado un valor- y se transmiten y recrean por medio de la acción social que se expresa en la educación (paideia) y en la vida social (politeia). No obstante, siempre subsiste el escrutinio crítico de la conciencia humana subjetiva que a lo largo del ciclo vital va construyendo -aceptando, adaptando, modificando, elaborando- un particular universo de significados contextualizado por factores psico-sociales, económicos y culturales del momento histórico, y mediatizado por las necesidades, las opciones que se van tomando y los códigos de poder y control que intervienen en su particular mundo de vivencia. b) Esta realidad de conciencia subjetiva, que vive en el tiempo, permite concebir lo axiológico en un continuum en que los extremos son: el valor absolutizado (absolutismo axiológico) y el valor cambiante (relativismo axiológico). El fundamentalismo cultural y religioso pretende el carácter absoluto y objetivo de los valores que se imponen con los usos sociales y la presión institucional a través de códigos de poder y control. El relativismo cultural puede ser la respuesta de la conciencia individual o grupal a la imposición de usos y costumbres con la pretensión de moralidad, bondad, etc, así como, también, una posición de cierre en el límite de la conciencia individual a la posibilidad de construcción intersubjetiva de valores a través de la comunicación y de la acción intencional humana. La superación de este dualismo irreductible y la apertura al universo humano de comunicación en el que los valores se construyen a la medida de las necesidades y de las situaciones nos ubica en el umbral de una axiología intersubjetiva o comunicativa.

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c) La imposibilidad de fundamentación objetiva de los valores (explicación) remite al ámbito de la intersubjetividad que posibilita la creación de valores basados en conocimientos contrastados a partir de la experiencia lúcida y de la investigación. Así pues, la ética expresaría los valores generalmente aceptados susceptibles de ser expresados en términos objetivados de general aceptación. Las notas que caracterizan los valores son: i) el valer; es decir, ser valioso en un sentido estimativo, ii) la no independencia de los valores; es decir, no tienen entidad propia independiente de los objetos, iii) la cualidad, en el sentido de que no se pueden establecer relaciones cuantitativas entre cosas valiosas, iv) la jerarquía de los valores, que permite ordenarlos por su valía relativa por medio de un sistema específico de valores. Esta detenida reflexión sobre los valores es de gran importancia para la evaluación como actividad intencional de atribución de valores a objetos en función de fines. El segundo aspecto de fundamentación se centra en las perspectivas que vienen a enfocar, con formas y sesgos determinados, toda acción evaluativa. 1.2.2. LOS ENFOQUES O PERSPECTIVAS DE CAPTACIÓN DE LA REALIDAD Y DE POSICIÓN DEL EVALUADOR Distinguimos entre perspectiva de captación de la realidad (paradigma) y perspectiva de posición. La primera se refiere a la visión global o enfoque adoptado en la captación y comprensión de una determinada realidad. La consideración de las perspectivas paradigmáticas interesa a las metodologías evaluativas, y así lo estudiamos más adelante en el capítulo 3, apartado 5, y en el capítulo 4, apartado 12.2. La segunda se refiere a la posición que ocupa el evaluador dentro de la estructura organizativa que repercute en la identificación y selección de los hechos, así como en la significación que se les atribuye en el horizonte de su perspectiva de posición. Ambas perspectivas son conceptualmente distintas, aunque pueden superponerse: frecuentemente, la posición determina, en gran medida aunque no siempre, el enfoque de captación y significado que se asigna a las realidades. Todo ”objeto” real susceptible de ser evaluado presenta diferentes niveles de descripción que corresponden a diferentes niveles de realidad. La tendencia simplificadora y reduccionista es patente en muchos modelos evaluativos como veremos más adelante. La evaluación para ser significativa tiene que aceptar que los objetos de evaluación se caracterizan por la complejidad. Una visión no reduccionista del objeto comporta aceptar: a) que la complejidad tiene una arquitectura interna jerárquica. Toda

complejidad organizada supone la existencia de una jerarquía de niveles de organización; cada nivel es más complejo que el anterior.

b) que esta jerarquía establece niveles de complejidad, y c) que los diferentes niveles exigen lenguajes diferentes En consecuencia, distinguimos tres niveles de perspectiva en la captación del objeto: macro, meso y micro. Cada nivel de perspectiva ilumina unos hechos o unos otros, identifica unas relaciones entre ellos y crea un marco de significados relevante en toda atribución evaluativa.

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La posición que ocupa el evaluador incide en la percepción del "objeto de evaluación", así como en los valores atribuidos y la significación de los juicios evaluativos. En efecto, los determinantes que intervienen en la selección de los objetos de evaluación y en la expresión de los juicios de valor son los datos y las informaciones relevantes, los marcos y las situaciones donde tienen lugar los hechos, las situaciones, los agentes implicados y, especialmente, la posición de los evaluadores y sus audiencias que condicionan sus expectativas. Por ejemplo, en el mundo de la educación formal el nivel macro está formado por los indicadores macroeducativos del sistema educativo formados por tasas de escolarización; costes de educación por país, región, centro educativo, alumno, etc; porcentaje del PIB. destinado a la educación, etc. Las audiencias de estos indicadores macroeducativos son los gobiernos, los parlamentarios, los técnicos de la Administración, etc. Las actuaciones evaluativas a este nivel orientan las decisiones económicas y administrativas a partir de criterios internos y de criterios comparativos con otros países. El nivel meso está formado por los indicadores mesoeducativos de centro educativo: indicadores de estructura, funcionamiento y cultura que permiten atribuir valoraciones de calidad a las instituciones educativas. El nivel micro está formado per los indicadores microeducativos de aula y de alumno: indicadores de funcionalidad de las relaciones de enseñanza y aprendizaje y de su significación para la formación en la carrera de cada alumno concreto. En cada nivel, aplicando el símil del zoom, aparecen unos hechos específicos a los que se atribuye importancia o cualidad relativa desde las diferentes perspectivas de posición. La gestión evaluativa ha de ser congruente con estos niveles de perspectiva. La pretensión de evaluar desde el nivel macro, pongamos por caso, aspectos micro es tan costoso como poco significativo. Así lo evidencian algunos trabajos, pretendidamente, evaluativos impulsados por las administraciones educativas. Es una falacia la pretensión de unificar el campo de la acción evaluativa violentando los tres niveles de perspectiva posicional. La alternativa a este problema se puede resolver a partir de la creación de redes evaluativas interconectadas. Esta es nuestra propuesta. Los órganos de evaluación del sistema educativo, como los institutos o consejos superiores de evaluación, han de centrarse en "objetos de evaluación" de nivel macro. Sus trabajos serán más abarcables y ahorrarán costes a la sociedad. Los órganos de evaluación de los centros educativos son, en la modalidad de evaluación externa la Inspección de Educación, y, en la modalidad de evaluación interna, los órganos de gestión del centro. Los órganos de evaluación del aula y de la formación en la carrera de cada alumno, los profesores con la colaboración de sus padres y de los propios alumnos. El tercer aspecto de fundamentación es el conocimiento. Es decir, la posibilidad de generar conocimiento objetivado es lo que permite salvar la capacidad valorativa de los límites estrechos de la subjetividad.

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1.2.3. EL CONOCIMIENTO DISPONIBLE. La tarea fundamental de la gestión evaluativa es poner en relación dos tipos de conocimiento, a saber, i) el "conocimiento mediato" disponible sobre el objeto, es decir, el conocimiento producido a través de la investigación y, ii) el "conocimiento inmediato" que se genera a través del proceso de gestión evaluativa, es decir, la información sistemática que se obtiene mediante los instrumentos de evaluación. La figura siguiente ilustra el peculiar lugar que ocupa el juicio evaluativo en la encrucijada de perspectivas, y en la singular interacción de conocimiento mediato e inmediato.

Figura 4: Factores incidentes en el juicio evaluativo El rasgo más definitorio del concepto de gestión evaluativa es posibilitar la adecuación de los "juicios de valor" a la "información objetivada" que se genera o se actualiza del objeto de evaluación mediante el proceso evaluativo. En efecto, la evaluación promueve la atribución de juicios de valor ajustados a la imagen que del objeto propicia el proceso de gestión evaluativa. Así pues, las acciones subjetivo-objetivas que se desarrollen en la evaluación han de permitir la identificación y/o creación de información objetivada con relación a las finalidades que justifican la acción evaluativa, de manera que los juicios de valor que se emitan sean ajustados a la imagen del objeto que suscita la información. Este salto de la valoración (juicios valorativos) a la evaluación (juicios evaluativos fundamentados en información objetivada) sólo es posible si se da el salto de la subjetividad a la objetivación. La relación subjetividad-objetividad es importante para la Filosofía, el Derecho, la Ciencia, así como también para la evaluación. La comprensión de esta relación compleja ha ocupado a investigadores y estudiosos desde los primeros estadios de la civilización humana. No es nuestro propósito estudiarla desde la perspectiva filosófica ni epistemológica ya que sobre la materia hay abundante literatura. Aquí nos referiremos a esta relación en función de las finalidades de la evaluación.

A: Perspectivas juicio evaluativo B: Conocimiento mediato: aportaciones investigación C: Información inmediata: mediante los instrumentos de evaluación

A

B C

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a. La relación entre subjetividad y objetividad no es maniquea. No se trata de contraponer lo subjetivo frente, o en contra, de lo objetivo, ya que responden a características y marcos de justificación diferentes. Lo subjetivo tiene una fuerte carga emotiva y se justifica individualmente: "me gusta", "me desagrada", "es bueno” , "es malo", "yo opino que...", "yo creo que...". Lo objetivo es descriptible, se puede observar y comprobar. Se justifica en base a una ratio, pero en todas estas funciones de conocimiento siempre intervienen la percepción -posición, perspectiva, visión- de quien observa, describe o comprueba. Ciertamente que podemos hacer determinadas mediciones ajustadas a un patrón, pero el problema no está en los datos en si, sino en su interpretación y ponderación en la que intervienen factores subjetivos. b. La relación subjetivo-objetivo es un continuum más o menos subjetivo u objetivo, según los casos. Lo subjetivo y lo objetivo no pueden separarse nítidamente; responden a rasgos diferenciados, aunque se complementan: ésta es una característica del conocimiento humano. La aproximación al objetivismo a partir de los trabajos de Popper 5 y Lakatos se hace afirmando que el valor científico, objetivo, de una teoría es independiente de la mente humana que la crea o la entiende -aunque ésta es decisiva para su creación-. Lakatos 6 se refiere al "desfase entre el conocimiento objetivo y sus reflejos distorsionados en las mentes de los individuos". Popper defiende la racionalidad crítica frente a los relativistas culturales e historicistas. Según él, el trabajo intelectual permite superar la frontera de quienes defienden que los conocimientos dependen de un marco cultural compartido, sin posibilidades de verdades tras culturales. Así pues, la objetividad, superadas les rigideces del positivismo, hay que entenderla en un sentido inmanente, dialéctico: se construye. La objetividad posible está relacionada con el conocimiento disponible, distinguiendo en este, el texto cognoscitivo -datos e información sobre la realidad: descripción de hechos, comprobaciones, experimentos, etc.- y el contexto cognoscitivo -marco, perspectivas, lenguaje, hipótesis, teorías...-. En éste, como marco desde el que opera el texto cognoscitivo, entran de lleno factores metaempíricos (intuición, ideación, visión...) lo que confiere al conocimiento un sentido humano e histórico, de manera que se puede afirmar que no hay enunciado científico sobre los hechos que no dependa de valores previos. En cambio, el texto cognoscitivo por su naturaleza descriptiva (verificable) es independiente de la mente humana que lo crea. Por ejemplo, A. Einstein, en 1905, descubrió el efecto fotoeléctrico (por el que recibiría después el premio Nobel), explicó el movimiento browniano e inventó la teoría especial de la relatividad. El descubrimiento del efecto fotoeléctrico -pongamos por caso- se refiere a un hecho comprobable (texto cognoscitivo), pero está expresado en un lenguaje cultural determinado que lo hace humano e histórico (contexto cognoscitivo). Por otro lado, la ideación de la teoría especial de la relatividad es una visión alternativa (paradigma) de la comprensión mecanicista del Universo: es una

5 POPPER, K.R. (1982): El conocimiento objetivo: un enfoque evolucionista. Tecnos. Madrid. 6 LAKATOS, I. (1971): "History of science and its rational reconstructions", en Boston Studies in the Philosophy of Science, vol. 8, R.C, Buck i R.S. Cohen, comps., Dordrecht, Reidel Publ. Co., pág. 99.

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intuición, ciertamente, fundamentada en una particular visión de determinados hechos, pero va más allá de los hechos conocidos y comprobados situando a estos en una nueva perspectiva en la cual se intuyen otros hechos que habrá que comprobar y explicar, el conjunto de los cuales es necesario para la comprobación y explicación científica de la teoría, etc. Pese a todo, subsiste el problema de la fundamentación definitiva del proceso inductivo, necesario para todo saber que aspire a formular enunciados universales a partir de observaciones particulares. Así pues, al texto cognoscitivo le es de aplicación el principio popperiano de falsabilidad (principio de crítica) que expresa la aceptación de los límites del conocimiento objetivo. Utilizando su conocido ejemplo: el valor de la verdad del enunciado "todos los cisnes son blancos" 7 no es otro que el de la afirmación de que hasta ahora ninguna experiencia ha desmentido -falsado- esta aseveración. El carácter sensato de un enunciado se medirá por su capacidad de ser confirmado / falsado. c. En la gestión evaluativa más que de objetividad habrá que referirse a objetivación. En efecto, se pueden tener visiones distintas del objeto y, por tanto, de su objetividad en función de la información disponible (contexto y texto cognoscitivo). Hay, por tanto, un constructivismo del conocimiento, especialmente en las Ciencias Sociales. d. La objetivación es un sistema de sistemas. Los objetos de conocimiento pueden aislarse intencionalmente según determinadas finalidades, pero realmente están ubicados en el entramado complejo de la realidad. Puede darse un conocimiento particular que en un momento dado no se cuestione, pero puede quedar afectado al cuestionar otro al que pertenece mediante relaciones sistémicas. e. Con relación a la evaluación, la díada "objeto-valor" presenta relaciones que el proceso evaluativo dimensiona y reconstruye. Todo objeto, en una situación determinada, lleva empaquetados determinados valores: los valores subjetivos que el individuo atribuye como consecuencia de su experiencia y de sus necesidades y/o los valores que la cultura social ha asociado al objeto. La acción evaluativa al centrar su acción en el conocimiento del objeto (datos, información) crea las condiciones para que se puedan atribuir valores más adecuados a la nueva visión del objeto. Consiguientemente, la gestión evaluativa opera en un doble plano cognoscitivo: el conocimiento fenoménico del objeto (datos) y el conocimiento axiológico (valores atribuidos al objeto de evaluación).

7 POPPER, K.R. (1994): La Lógica de la Investigación Científica. Tecnos. Madrid, p. 27.

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2. DESCRIPCIÓN DE LAS CARACTERÍSTICAS DE LA GESTIÓN

EVALUATIVA En el apartado anterior, hemos analizado el concepto de evaluación haciendo especial énfasis en los rasgos distintivos de esta función: la subjetividad de los juicios de valor, así como los supuestos y condiciones de objetivación; la naturaleza de los juicios de valor, la incidencia de los enfoques o perspectivas que necesariamente adopta toda acción evaluativa y/o el evaluador, y la importancia que tiene el nivel de conocimiento disponible para el significado y alcance de toda evaluación. Procederemos en este apartado a realizar una breve descripción de las características específicas de la evaluación a partir de las aportaciones de los distintos autores realizadas a través del tiempo. Finalmente, y a partir de la integración de las características particulares, compondremos el cuadro global que permite caracterizar la función evaluativa identificando sus dimensiones constitutivas. En coherencia con lo expuesto anteriormente, podemos resumir las ideas sobre evaluación en los siguientes rasgos distintivos: 2.1. LA ACCIÓN EVALUATIVA SE ESPECIALIZA EN LAS RELACIONES ENTRE EL CONOCIMIENTO FENOMÉNICO Y EL AXIOLÓGICO SOBRE EL OBJETO DE EVALUACIÓN El status quaestionis de la evaluación se puede resumir en los siguientes rasgos característicos como consecuencia de las aportaciones teóricas y de las investigaciones más significativas producidas a lo largo del siglo XX. a. LA EVALUACIÓN ES UNA FUNCIÓN ATRIBUTIVA DE VALORES. La evaluación es una actividad que permite entender y atribuir valores a las realidades evaluadas (Popham, 1980) 8. La evaluación nos ubica en el campo epistemológico de los valores y de su significación en la acción humana. b. EVALUAR ES DIFERENTE QUE MEDIR Y QUE VALORAR. Evaluar es diferente que medir (Thorndike, 1971)9, que valorar (Rul, 1994)10. La evaluación no se agota en las tareas de medición; puede utilizar mediciones pero su campo específico es le significado y valor, siempre relativo de los datos, contextualizados con otros datos e informaciones. La evaluación se fundamenta en la capacidad humana de valorar hechos inmediatos, pero va más allá de las valoraciones subjetivas (opiniones). La tarea de las evaluación es la cualificación de las valoraciones; es decir la emisión de juicios de valor basados en información objetivada y plural. Frecuentemente se confunden valoración y evaluación. Por ejemplo, el tratamiento de las valoraciones de las personas posibilita la sociología de la opinión a través de cuestionarios y el tratamiento estadístico de las opiniones (valoraciones) subjetivas. En cambio, el núcleo central de los trabajos evaluativos es que los juicios de valor emitidos sobre una cuestión determinada que denominamos “objeto de evaluación” se fundamente en información objetivada y plural que el proceso evaluativo ha de posibilitar.

8 POPHAM, W, J. (1975): Educational Evaluation. Englewood Cliffs. Prentice Hall. New York. 9 THORNDIKE, R.L. (1971): Educational measurement. Washington, D.C. American Council of Education. 10 RUL, J. (1994): “L`avaluació comunicativa, factor de creixement professional, organitzativa i curricular”. Perspectiva Escolar. Núm. 183, marzo, p. 23 y ss. Barcelona.

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El efecto evaluativo se da cuando los juicios subjetivos “apriorísticos” son transformados como consecuencia de los datos y de la información obtenida a través del proceso evaluativo. El paso de la valoración a la evaluación se puede representar mediante el ángulo alfa, como se puede apreciar en la figura siguiente.

Figura 1.5 El efecto evaluación

c. LA EVALUACIÓN HA DE ESTAR ORIENTADA POR OBJETIVOS ESPECÍFICOS. La gestión evaluativa ha de estar orientada por fines y objetivos (Tyler, 1942)11. La evaluación compara los objetivos propuestos con los resultados obtenidos por medio de la acción evaluativa. d. LA EVALUACIÓN ES UNA ACTIVIDAD PRÁCTICA Y ÚTIL. La actividad evaluativa tiene un carácter netamente práctico y utilitario (Cronbach, 1963)12. La evaluación ha de ser útil para la adopción de decisiones, para mejorar los procesos y los programas. e. LA EVALUACIÓN HA DE ESTAR GUIADA POR CRITERIOS. La gestión evaluativa debe estar guiada por criterios, internos y/o externos (Glaser, 1963)13, (Tyler, 1967)14, (Popham, 1971)15. Los criterios internos expresan la referencia interna a partir de las aportaciones profesionales, del debate democrático, de la experiencia profesional, etc. Los criterios externos pueden ser normativos o científicos.

11 TYLER, R.W. (1942): “General statement of evaluation”, Journal of Educational Research, 35, pp. 492-501 12 CRONBACH, L.J. (1963): Course improvement through evaluation, Teachers College Record, 64, pp. 672-683. 13 GLASER, R. (1963): “Instructional technology and the measurement of learning outcomes: some questions”, American Psychologist, 18, p. 519-521 14 TYLER, R.W. (1967): “Changing concepts of educational evaluation”, en R. E. Stake (comp.), Perpectives of curriculum evaluation (vol.1), New York, Rand McNally 15 POPHAM, W.J. (1971): Criterion-referenced measurement, Englewood Cliffs, N.J., Educational Technology Publications (trad. cast.: Evaluación basada en criterios, Magisterio Español, 1983)

a´ (valoraciones cualificadas )

α (ángulo de evaluación) a (valoraciones subjetivas)

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f. LA EVALUACIÓN INTEGRA, SEGÚN MODALIDADES DIVERSAS, FACTORES SUMATIVOS Y FORMATIVOS; INTRÍNSECOS Y EXTRÍNSECOS; EXPRESOS E IMPREVISTOS. La acción evaluativa según la estrategia y las opciones metodológicas adoptadas en el diseño enfatizará más o menos el carácter sumativo o formativo; los aspectos intrínsecos o extrínsecos; los factores expresados (formalizados) o los imprevistos (Scriven, 1967)16. El criterio que orienta la acción evaluativa ha de ser el valor de la información objetivada en la formación de los juicios de valor. En consecuencia, procede una apertura a la complementariedad de las informaciones cuantitativas y cualitativas (Cook y Reichardt, 1986)17, (Alvira, 1982)18, (Mateo, 1995)19. g. LA ACTIVIDAD EVALUATIVA ES ESENCIALMENTE COMUNICATIVA. La evaluación como negociación (Stake, 1975)20 con el concepto de “evaluación respondiente”. Los objetivos iniciales pueden cambiar por lo que es necesaria la comunicación entre evaluador y audiencia para descubrir, investigar y solucionar los problemas. La evaluación como comunicación con el concepto de “evaluación comunicativa”. La gestión evaluativa desarrolla un proceso comunicativo desde el diseño hasta la metaevaluación; es decir, todo el proceso evaluativo, desde la fijación de la estrategia evaluativa –qué evaluar- y la adopción de las opciones metodológicas –cómo evaluar-, hasta las acciones de recogida, tratamiento de la información y la emisión de los juicios de valor es un complejo proceso de comunicación entre personas. La capacidad subjetiva de valorar las realidades se cualifica a través de procesos intersubjetivos que la gestión evaluativa propicia. La evaluación como contraposición (Owens, 1973 )21 con el concepto de “evaluación contrapuesta” siguiendo el modelo judicial; es decir, en un proceso evaluativo se conjugan valores diferenciados en un esquema de competencia comunicativa entre diversas estrategias, perspectivas, razonamientos e intereses. h. LA EVALUACIÓN ES UNA ACTIVIDAD HOLÍSTICA Y COMPRENSIVA ORIENTADA AL PERFECCIONAMIENTO. El objeto sometido a un proceso evaluativo ha de ser captado y comprendido de forma contextualizada en su marco complejo de interacciones remarcando el carácter comprehensivo y holístico de toda actividad evaluativa orientada al perfeccionamiento. Sttuflebeam, 1971,22 con el modelo CIPP: contexto, entradas, procesos y productos, propone un modelo que tiende a integrar partes en una visión que tiende al conjunto.

16 SCRIVEN, M. (1967): The metodology of evaluation. Dins R.W. Stake i altres, Perspectives on curriculum evaluation. AERA Monograph Series on curriculum evaluation, n. 1, Chicago, Rand McNally 17 COOK, T.D. y REICHARDT, CH.S. (1986): Métodos cualitativos y cuantitativos en investigación evaluativa. Morata. Madrid. Op. cit. 18 ALVIRA, F. (1982): “Perspectiva cualitativa-perspectiva cuantitativa en la metodología sociológica”. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, n. 22, p. 53-57. 19 MATEO, J. (1995): “Concepte i tècniques d’avaluació. Avaluació educativa”. Ponència del Curs de Gestió i Direcció de la Generalitat de Catalunya per a la formació de directius escolars. 20 STAKE, R.E. (1975): “Program evaluation, particulary responsive evaluation”, Occasional Paper Series, n. 5, Universidad de Western Michigan. 21 OWENS, T. (1973): “Educational evaluation by adversary proceeding”, en E. House (comp.), School evaluation: The politics and process, Berkeley , McCurchan 22 STUFFLEBEAM, D.L. (1971): “The relevance of the CIPP evaluation model for educational accountability”, Journal of Reseach and Development in education

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i. LA ACCIÓN EVALUATIVA COMPORTA APRENDIZAJE AXIOLÓGICO. Quien participa en procesos evaluativos puede aprender a valorar, a descubrir y/o crear participativamente valores intersubjetivos. En efecto, la naturaleza del aprendizaje axiológico propio de las actividades evaluativas contrasta con la expresión subjetiva de valores inherente a la valoración. Por tanto, la evaluación tiene un efecto autoformativo para las personas y grupos que participan en la acción evaluativa (Rul, 1995)23. j. EVALUAR ES UNA ACTIVIDAD DEMOCRÁTICA. El sentido axiológico de la acción evaluativa viene a subrayar su carácter político, en el sentido aristotélico de “polites” (πολιτησ = ciudadano). La actividad evaluativa sólo es posible en el marco de libertad y de democracia política. Fuera de este contexto y de esta cultura todo está evaluado “a priori”; es decir, no es posible la evaluación. Sentido democrático de la evaluación (McDonald, 1976)24. K. LA EVALUACIÓN ES UNA ACTIVIDAD DE DESCUBRIMIENTO Y DE ILUMINACIÓN. La acción evaluativa descubre y dimensiona aspectos que usualmene quedan ocultos a la observación cotidiana. Parlett y Hamilton (1976)25 introducen el concepto de “evaluación iluminativa. Santos (1990)26 aporta la visión de que la evaluación contribuye a “hacer visible lo cotidiano”. l. LA ACTIVIDAD EVALUATIVA ES AUTOCONSTRUCTIVA. Quien participa en un proceso de gestión evaluativa incide en la construcción de valores más adaptados y significativos en relación con los temas –objetos- evaluados. Rul (1995)27 indica el “carácter constructiva” de la evaluación. Así, pues, la acción evaluativa transforma la visión de los objetos evaluados incidiendo en la construcción social de la realidad. La consideración global de estas características definitorias de la evaluación permite identificar las cuatro dimensiones que interaccionan en los procesos de gestión evaluativa: -la dimensión cognoscitiva. Relación entre el conocimiento fenoménico del objeto (datos e información) y el conocimiento axiológico (atribución de valores al objeto): "la evaluación es una función atributiva de valores". "Evaluar es más que medir". "Evaluar es más que valorar". -la dimensión teleológica. “La evaluación es una actividad orientada por los fines y objetivos”. “La evaluación es una actividad orientada por criterios”. “La evaluación es una actividad contextualizadora: puede integrar factores sumativos y formativos; intrínsecos y extrínsecos; expresos e imprevistos”. “La evaluación es una actividad holística y comprehensiva”.

23 RUL, J. (1995): La Memòria avaluativa.... Op. cit., pp. 45-57. 24 McDONALD, B. (1976): “Evaluation and the control of Education”, in D. Tawney: Curriculum evaluation today: Trends and implications. London, McMillan. 25 PARLETT, M. y HAMILTON, D. (1976): “Evaluation as illumination”, in D. Tawney: Curriculum evaluation Today: Tends and implications, London, McMillan 26 SANTOS, M.A. (1990): Hacer visible lo cotidiano. Teoría y práctica de la evaluación cualitativa en los centros escolares. Akal Universitaria. Madrid. 27 RUL, J. (1995): Op. cit., pp. 49-53

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- la dimensión personal (agentes y participantes de la evaluación): “la evaluación tiene un efecto autoformativo para las personas que intervienen en la acción evaluativa”. -la dimensión social. “La evaluación es una actividad comunicativa: diálogo, negociación, contraposición”. “La evaluación es una actividad democrática”. “La evaluación es una actividad práctica y utilitaria”. “La acción evaluativa incide en la construcción de valores adaptados y significativos con relación a los temas evaluados”.

La figura siguiente representa gráficamente estas cuatro dimensiones presentes en la acción evaluativa, sistemática y rigurosa.

Figura 1.6. Dimensiones del fenómeno evaluativo

A partir de este análisis del concepto de evaluación y de las cuatro dimensiones que se dan en el fenómeno evaluativo, procede estudiar con más detalle los factores que intervienen en el proceso de gestión evaluativa. La imagen siguiente expresa de forma sintética lo que estudiaremos más detenidamente en estas páginas; es decir, la relación estrecha que hay entre el modelo de evaluación “GE-R” y el concepto de evaluación. Así, pues, interesa subrayar las relaciones entre: -el rasgo definitorio de la evaluación -los rasgos descriptivos de la función evaluativa decantados en el tiempo a partir de la investigación y de los estudios. -los factores más relevantes de la gestión evaluativa: planificación y desarrollo

DIMENSIÓN

TELEOLÓGICA

DIMENSIÓN COGNOSCITIVA

DIMENSIÓN PERSONAL

DIMENSI ÓN

SOCIAL

ACCIÓN EVALUATIVA

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GESTIÓN EVALUATIVA (rasgos característicos)

RASGO definitorio

ATRIBUCIÓN DE VALORES FUNDAMENTADOS Y

PLURALES EVALUAR ÉS MÁS QUE MEDIR

EVALUAR ES MÁS QUE VALORAR

RASGOS descriptivos

INSTRUMENTACIÓN (cómo evaluar) “instrumentos-normas-recursos”

APLICACIÓN (qué/ cómo evaluamos) “información-juicios-informes”

4. PERSPECTIVA METODOLÓGICA: (opciones metodológicas cualitativas y/o cuantitativas) .Adecuada al objeto y a los objetivos INSTRUMENTOS DE EVALUACIÓN: .Adecuados a los objetivos y criterios 5. NORMAS: a. Procedimentales b. Evaluativas:

.Técnicas

.Sociales 6. RECURSOS: .Personales .Materiales

1. PRODUCCIÓN DE INFORMACIÓN EVALUATIVA .Aplicación de los instrumentos y recogida de información. .Tratamiento y procesamiento de la información cualitativa y/o cuantitativa 2.CREACIÓN DE LOS JUICIOS DE VALOR .Selección de los datos .Expresión de las valoraciones .Emisión de los juicios de valor 3.INFORMES EALUATIVOS Y RECEPTORES. .Tipología y número de informes .Receptores

1. OBJECTO DE EVALUACIÓN (prácticos, utilitarios) .Relevantes .Evaluables .Contextualitzados .Acotados y precisos.

2. OBJECTIVOS

(ACCIÓN TELEOLÓGICA) .Orientada por objetivos

3. CRITERIOS DE VALOR (acción criterial) .Guiada por criterios

IDEACIÓN (qué evaluar) “objeto-objetivos-criterios”

Planificación Desarrollo

-DIMENSIÓN COGNOSCITIVA relación entre conocimiento fenoménico y

axiológico -DIMENSIÓN TELEOLÓGICA

actividad orientada por objetivos y criterios...

-DIMENSIÓN PERSONAL efecto autoformativo

-DIMENSIÓN SOCIAL actividad comunicativa, democrática, práctica,

utilitaria...

Factores de gestión

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3. LA ACCIÓN EVALUATIVA ES UNA PARTE DEL PROCESO GLOBAL DE

LA GESTIÓN INSTITUCIONAL DE LAS ORGANIZACIONES. Las acciones y las interacciones complejas, internas y externas, que forman el proceso de gestión han sido estudiadas asiduamente por las Ciencias de la Organización, la Psicología, la Sociología, la Economía, etc a lo largo del siglo XX. Las aportaciones son valiosas, pero fragmentarias. Los trabajos de investigación son subsidiarios de los enfoques dominantes utilizados. Desde la perspectiva sociológica podemos identificar dos grandes corrientes: la funcionalista que enfatiza el trabajo de campo centrándose en la observación y el estudio de las interacciones, y la estructuralista que pone en acento en los elementos formales (racional-tecnológicos y culturales) de la organización. Sintéticamente, las aproximaciones de ambas dan lugar a dos enfoques: el funcional-estructuralista (énfasis en lo funcional), y el estructural-funcionalista (énfasis en lo estructural), con autores y trabajos que expresan posiciones y aportaciones concretas. Para el propósito de esta obra analizaremos el proceso de gestión evaluativa a partir de ambos enfoques. Desde la perspectiva funcional-estructuralista la acción humana intencional o gestión integra tres fases interactivas que procede interpretar en secuencias ramificadas más que lineales, es decir: así como la estructura lógica de la gestión es, primero, planificar; segundo, desarrollar y; tercero, evaluar, desde un punto de vista práctico las acciones de planificación, de desarrollo y de evaluación, en muchos casos, se dan a la vez en bucles interactivos que se realimentan mutuamente. Aquí, por una cuestión de orden expositivo seguiremos la secuencia lógica.

Figura 1.7. Fases del proceso de gestión

ACCIÓN (gestión)

PLANIFICACIÓN (previsión acción futura)

ORGANITZACIÓN (ordenación recursos)

DESARROLLO (activación planificación) FUNCIONAMIENTO

(acciones operativas)

VALORACIÓN (opiniones subjetivas)

EVALUACIÓN (juicios objetivados)

-Operaciones de aplicación -Rutinas de tarea

-Previsión de la acción (explícita e implícita) -Organitzación de los

recursos

-Valor de las previsiones y operaciones desarolladas

-Sentido y calidad del funcionamiento

-Valor y calidad de los resultados obtenidos

-

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a. Las acciones de planificación y de organización. Fundamentalmente son las acciones de pretenden transformar los acontecimientos mediante la previsión, creación e impulso de proyectos y la disposición de una adecuada estructura organizativa. Estas acciones pueden ser relativamente permanentes u ocasionales. Un ejemplo de las primeras es una institución educativa consolidada y con prestigio que expresa acciones de planificación y de organización: i) de planificación, con un conjunto de proyectos, programas, planes que responden a una necesidad de previsión y de ordenación de las prácticas cotidianas, ii) de organización, con un conjunto de decisiones estructurales –órganos, funciones y normas- que ordenan los recursos personales, materiales y formales para la consecución de las intencionalidades de la planificación. Un ejemplo de las segundas son los proyectos funcionales que responden a necesidades específicas y puntuales que se desarrollan en un tiempo limitado, esto es, planificar y organizar unos juegos olímpicos. b. Las acciones de funcionamiento y de desarrollo. En la vida organizativa las acciones de funcionamiento son fundamentalmente de dos tipos: las comunicativas y las transformacionales o de tarea. Las acciones de funcionamiento contextualizar las interacciones humanas de influencia, poder, conflicto, etc en escenarios de comunicación y de acción transformadora. En efecto, el funcionamiento organizativo expresa en complejas interacciones la vida organizativa, su alcance y significación. El horizonte de sucesos funcionales relaciona escenarios de comunicación –ascendente, descendente, horizontal, interna-externa- con escenarios de tarea –desarrollo de las acciones para el logro de los objetivos-. Estas interacciones están mediatizadas por códigos de poder y control incidiendo en los escenarios y las acciones, tanto comunicativas como transformacionales. En la figura siguiente se expresan las interacciones entre los factores estructurales (planificación –proyecto-, y organización –estructura-) y los factores funcionales (interacciones entre poder-conflicto y acción comunicativa y acción transformacional), conformándose, en consecuencia, cuatro áreas con las temáticas más relevantes que afectan a la vida organizativa. Estas áreas habrá que interpretarlas de forma abierta y dinámica más que en compartimientos estancos, como la imagen pudiera dar a entender. La relación entre “poder” y “transformación” suscita las cuestiones de ideación, proyección, toma de decisiones, management, etc. La relación entre “poder” y “comunicación” da cabida

La relación entre “poder” y “transformación” suscita las cuestiones de ideación, proyección, toma de decisiones, management, etc. La relación entre “poder” y “comunicación” da cabida a las políticas, estrategias, liderazgo, control y evaluación. La relación entre “conflicto” y “transformación” sugiere cuestiones relativas a los roles y tareas, el logro de los objetivos, el cambio organizativo, el reciclaje del personal, etc. La relación entre “conflicto” y “comunicación” nos pone en contacto con la temática de la sumisión, la negociación, la participación, los valores compartidos, etc.

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Figura 1.8. Factores organizativos (perspectiva funcional)

En las acciones de funcionamiento distinguimos entre acciones experienciales y acciones planificadas de desarrollo (Rul, 1991)28. Las acciones experienciales responden a la activación de las secuencias aprendidas de actos o rutinas que garantizan el tono operativo de la organización. Las acciones planificadas, en cambio, expresan el desarrollo de proyectos y de planes para la consecución de determinados proyectos y de planes para la consecución de determinadas metas. La activación de estas acciones requiere la adquisición de nueva información por parte de los agentes implicados en forma de conocimientos, habilidades, técnicas y actitudes para responder adecuadamente a las expectativas de la planificación. Las acciones planificadas aportan el tono innovador a la organización. Estos dos tipos de acciones funcionales son necesarias en la vida organizativa para garantizar su permanencia y adecuación a las nuevas necesidades en un entorno cambiante. c. Las acciones de valoración y de evaluación. La experiencia pone de manifiesto que en las organizaciones se desarrollan una multiplicidad de acciones, tanto de planificación como de desarrollo, pero ¿qué significado tienen?, ¿qué valor relativo se les puede atribuir?. La experiencia también nos indica que no todo lo que se hace es igualmente importante, ni todo lo que se hace está bien hecho.

28 RUL, J. (1991): El Plan Anual del Centro Educativo. Instrumento de gestión e innovación.Vicens- Vives. Barcelona, pág. 29 y ss.

ORGANIZACIÓN

-Factores funcionales u operativos:

PROYECTO

RECURSOS

PODER

CONFLICTO

G E S T I Ó N

C O M U N I C A C I O N

G E S T I Ó N

T R A N S F O R M A C I O N

.Estrategia (políticas)

.Liderazgo .Control (información) .Evaluación

.Sumisión

.Oposición

.Negociación

.Participación

.Valores compartidos

.Visión prospectiva

.Ideación

.Adopción de decisiones

.Management

.Roles y tareas

.Logro objetivos

.Reestructuración(cambio)

.Reciclaje

.Innovación

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Pues bien, las acciones de valoración y de evaluación son las que permiten atribuir sentido y valor a las acciones institucionales de planificación y de funcionamiento. La capacidad humana de valorar y buscar sentido a las cosas está en la base de las acciones de valoración y de evaluación. Estas acciones son tan importantes para la vida organizativa como las de planificación y las de desarrollo. Distinguimos entre valoración y evaluación, aunque la fuente común de ambas es la capacidad humana de juzgar el valor de las cosas. Todas las personas valoran los hecnos y los acontecimientos que viven o que se exponen a su escrutinio. Las valoraciones que se hacen suelen estar relacionadas con la experiencia vital de las personas, así como de otros factores como la personalidad, los intereses y la posición particular de quien valora –contexto, coyuntura-. Por ejemplo, en una situación corriente ninguna persona valoraría que las otras personas que tiene cerca son “comestibles” para ella, pero en una situación desesperada y con ciertos límites, se puede atribuir al cuerpo de otras personas el valor de “comestibilidad”. En este sentido podemos recordar el caso del avión que se estrelló en la cordillera de los Andes a principios de los años sesenta del siglo XX y que el film “Viven” ha recreado. Valoran los individuos y los grupos sociales a través de procesos intersubjetivos de compartir valores y apreciaciones. Así lo hacen los grupos sociales de todo tipo, como por ejemplo el gobierno, los partidos políticos, los sindicatos, las empresas, las asociaciones, etc. En las valoraciones que se hacen pesa sobremanera la posición y los intereses de los individuos y de los grupos. Este estado de cosas se legitima democráticamente en el marco de la libertad de expresión, así como en la concurrencia de visiones y de intereses diversos. El salto de la valoración a la evaluación se produce cuando existe la necesidad de juzgar rigurosamente –con más objetividad- determinadas cuestiones de interés particular o general. En este supuesto, procede utilizar un procedimiento reglado de denominamos gestión evaluativa con la finalidad de garantizar rigor técnico y ético, así como unos requisitos procedimentales, epistemológicos y metodológicos. Como sabemos, esta necesidad de juzgar más objetivamente la educación arraigó, especialmente, en los EEUU donde durante el siglo XX se fue desarrollando una reflexión sistemática sobre la evaluación de la educación y de las instituciones educativas. El rasgo más significativo de este largo proceso ha sido la orientación inductivo-deductiva que la ha caracterizado, especialmente des de los años cincuenta. La necesidad de hacer valoraciones rigurosas, fundamentadas y útiles tuvo repercusión en los responsables administrativos. Los investigadores y estudiosos en materia evaluativa se centraron en el estudio de las realidades educativas concretas: evaluación de las innovaciones, del liderazgo instruccional, del clima institucional, etc. Inmediatamente se percataron de la inadecuación o insuficiencia de los referentes teóricos y tecnológicos disponibles. Los pasos siguientes fueron replantear enfoques , redefinir los modelos teóricos y prácticos, definir criterios, elaborar instrumentos más significativos, etc. Es decir, dotar a los trabajos evaluativos de referentes conceptuales más precisos, así como de metodologías, tecnologías, instrumentos y normas más adecuadas a las realidades evaluadas. Esta necesidad de optimizar las valoraciones sobre la educación, así como la orientación práctic-teórica de los trabajos evaluativos ha sido fecunda al incorporar aportaciones –epistemológicas y metodológicas- diversas de los campos de la Antropología cultural, Sociología, Psicología, etc. Hoy sabemos que la evaluación es una actividad sistemática tan compleja como necesaria en la gestión de los asuntos humanos y, particularmente, de los educativos.

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Los juicios evaluativos para que sean significativos y útiles han se insertase en una cultura evaluativa que exprese: i) rigor y sentido utilitario en el tratamiento de la información –datos y valoraciones-, ii) aplicación de requisitos de factibilidad –realismos político y económico- iii) validez técnica –precisión- y, iv) aplicación de criterios de eticidad –legitimidad-. En este punto conviene no confundir la gestión evaluativa con determinadas prácticas supuestamente evaluativas que se desarrollan para justificar determinadas actuaciones e intereses, y que solamente se publican y llegan a la opinión pública en la medida que vengan a justificar determinadas políticas. Estas prácticas son más bien pseudoevaluativas. Desde la perspectiva estructura-funcionalista la acción organizativa se articula a partir de cinco factores constitutivos: estructura estática (recursos), estructura dinámica (energía), información-comunicación, evaluación (información-conocimiento) y autoridad. a. La estructura estática está formada por los efectivos de personal, los recursos materiales (inmovilizado, bienes y servicios) y los recursos formales y tecnológicos. Es el potencial material de la organización que crea las “condiciones” y las “posibilidades” de la acción organizativa. b. La estructura dinámica está formada por las ideas, la visión, el capital –humano y material-, los proyectos, los valores, la sinergia, la cultura interna.... Es el potencial energético de la organización; su capacidad transformadora que crea “oportunidades”, “desarrollo”, “servicios” y “resultados”. Las relaciones entre la estructura estática y la dinámica están fuertemente condicionadas por factores contextuales –como la secorización, globalización, competencia, etc.-, estratégicos y tecnológicos. Por ejemplo, desde la década de los 80 se han impuesto en el mundo productivo las organizaciones con estructura estática pequeña y una estructura dinámica grande (concentración de capitales, proyectos innovadores asociados a las nuevas tecnologías, incorporación del conocimiento a la tareas de producción, etc.) con una gran capacidad de transformación y de adaptación a un mundo cambiante. c. La información-comunicación está formada por los nexos de unión entre los elementos estructurales y los funcionales en la acción organizativa, es decir, las tares de planificación y desarrollo. El potencial relacional y transformacional de la organización que crea coordinación, sinergias y control-regulación. d. La evaluación está formada por el conocimiento que relaciona el contexto sociocultural y económico con la acción. Es el potencial cognoscitivo –fenoménico y axiológico- de la organización que crea orientación, estrategia, objetivos, valores. e. La autoridad está formada por la dirección de la acción hacia el desarrollo y el logro de las metas. Es el potencial de liderazgo de la organización que crea rumbo, decisión, unidad, innovación. Estos cinco factores se pueden representar en forma de pentágono lo que nos permite identificar tres áreas especializadas de gestión como se puede observar en la figura siguiente. a. Área estructural. La relación entre los “medios” y los “fines” b. Área de información y de conocimiento. Circuitos y canales de información (comunicación, integración, pertenencia, regulación), así como estrategias y tecnologías de conocimiento (capacitación, investigación en la acción, evaluación).

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c. Área decisional. Orientación de la trayectoria institucional: desarrollo, beneficio, expansión... (autoridad, participación, toma de decisiones, implementación de las decisiones,etc.)

Figura 1.9. Factores organizativos (perspectiva estructural)

El proceso de gestión, desde este enfoque, es la interrelación de tres áreas: la estructural, la de información y conocimiento y la decisional con modalidades organizativas flexibles. En efecto, algunos unidades de las áreas estructural y de información-conocimiento pueden ser externas a la organización propiamente dicha. Ésta contrata determinados productos o servicios especializados a otras organizaciones. De esta forma se evita el crecimiento de la estructura estática de la organización con repercusiones en la estructura de costes. La gestión evaluativa es una zona especializada dentro del área de información-conocimiento. Pueden haber unidades evaluativas dentro de la estructura organitzativa o pueden contratarse estos servicios a empresas especializadas (consulta, auditoría, evaluación de sistemas, etc.). Pueden darse también modalidades que combinen la evaluación externa y la interna dentro de las organizaciones grandes del sector público, como por ejemplo la educación, la sanidad, etc.

Estructura estática Estructura dinámica

Autoridad

Evaluación Información- comunicación

Área estructural

Área de información y de conocimiento

Área decisional

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2.3. LA ACCIÓN EVALUATIVA ES UN FACTOR DE CALIDAD PARA LA VIDA ORGANIZATIVA La actividad evaluativa incide en la calidad aportando conocimiento, visión y perspectiva a las acciones humanas a través de la información evaluativa rigurosa y de los juicios de valor ajustados y útiles. La calidad de las actuaciones individuales y colectivas tiene que ver con su adecuación, plenitud y creatividad. La acción evaluativa participa en esta aspiración a través de las funciones de información-conocimiento y de atribución de valores. En una acción o en un producto de calidad intervienen muchos factores, entre los que destacamos, la fuerza creativa, la capacidad técnica, la calidad humana, los recursos utilizados, las sinergias producidas, el logro y la satisfacción, etc. En todos estos factores hay un elemento común que es la capacidad de visión y de sentido que otorgan los valores que se atribuyen a las cosas; los valores que se asocian a las acciones desarrolladas o a los productos realizados. Este es la misión de la evaluación y su contribución a la calidad. En la vida organizativa la incidencia cualitativa de la evaluación se manifiesta en los siguientes momentos: -La evaluación como actividad diagnóstica y pronóstica. La función evaluativa interviene en los momentos de planificación identificando los factores más relevantes y significativos y orientando las decisiones de planificación y de organización. -La evaluación como actividad ponderativa de las “entradas”. La función evaluativa relaciona las necesidades y el análisis del contexto con los factores estructurales de la organización, es decir: el proyecto que recoge las intencionalidades, ideas, propósitos, etc y los recursos necesarios personales, materiales y formales. -La evaluación como actividad procesual. La función evaluativa interviene en la monitorización de determinados procesos aportando información y criterio sobre las acciones desarrolladas lo que permite posibles correcciones sobre la marcha (realimentación inmediata de la acción). -La evaluación como actividad final de juicio de los resultados. La función evaluativa permite la ponderación final de las acciones desarrolladas o de los productos realizados a través de la identificación de los resultados más importantes y de las deficiencias de la acción y de los errores cometidos. La evaluación de resultados posibilita la realimentación global de la acción producida (realimentación mediata). -La evaluación como actividad sistemática. La funcion evaluativa entendida como un proceso complejo que integra los factores fundamentales de todas las fases de la gestión: diagnóstico, entradas, procesos y resultados. La aspiración a la excelencia es un reto fundamental para las organizaciones por lo que se refiere a sus realizaciones y a la atención al cliente. Procede considerar que la calidad más que una tecnología es un “estilo de gestión” que integra todos los factores organizativos, especialmente, los personales y los tecnológicos que juntamente con los recursos son los factores clave del éxito.

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4. MODALIDADES DE EVALUACIÓN: LA EVALUACIÓN INTERNA Y LA EXTERNA.

Pueden establecerse diversas tipologías de evaluación en función de diferentes criterios. Aquí estudiaremos, brevemente, las modalidades evaluativas a partir del criterio “agente evaluador”, por su importancia en la gestión evaluativa. Muchas clasificaciones que encontramos en la literatura de evaluación han quedado obsoletas o habría que revisarlas a la luz del enfoque de la evaluación sistemática. La evaluación considerada desde el criterio indicado, básicamente, puede ser interna o externa. Scriven (1967)29 establece esta distinción asociada a los paradigmas evaluativos y a las metodologías: la evaluación externa la asocia al paradigma cuantitativo y la interna al cualitativo. Las prácticas evaluativas desarrolladas desde entonces ponen de manifiesto la simplicidad de esta clasificación ya que se dan –y formalmente son posibles- otras modalidades de carácter mixto que participan, con estrategias y formas diversas, de las características de la evaluación interna y la externa sin confundir, eso sí, el marco y las funciones institucionales internas y externas. Actualmente a partir de los trabajos de Cook & Reichardt (1986)30, Alvira (1982)31, Mateo (1995)32 los paradigmas evaluativos y la metodología evaluativa no son determinantes de las modalidades evaluativas ya que, por ejemplo, puden haber evaluaciones internas que utilicen una metodología preferentemente cuantitativa, y evaluaciones externas que utilicen una metodología básicamente cualitativa. Así, pues, las modalidades evaluativas desde la perspectiva del agente evaluador pueden ser de tres tipos: interna, externa y mixta. El criterio ordenador para definirlas será el carácter de la relación entre la “realidad evaluada” y el “agente evaluador”. En la modalidad de evaluación interna, la relación entre el agente evaluador –responsable directo de la evaluación- y la realidad evaluada es inmediata o próxima, bien porque formen parte de la misma realidad organizativa o proyecto, o bien porque el agente evaluador está implicado directamente en la realidad evaluada. En la evaluación externa la relación entre el agente evaluador y la realidad evaluada puede ser de dos tipos: mediata o puntual. El primer caso es cuando en una misma macroorganización el agente evaluador pertenece a una unidad diferente(*) de la unidad donde tiene lugar la evaluación. En el segundo caso no hay relación orgánica ni funcional entre agente evaluador y realidad evaluada. Para el desarrollo de las finalidades evaluativas se establece una relación puntual, mediante contrato de servicios con una entidad profesional externa de evaluación que cesa cuando finaliza la acción evaluativa. En la evaluación mixta se dan interrelaciones entre factores propios de la evaluación interna y la externa salvando las diferencias sistémicas entre el ámbito interno y el externo. La colusión entre ámbitos interno y externo crea confusión y desdibuja la misión y efectos de la evaluación. 29 SCRIVEN, M. (1967): The methodology of evaluation. Op. Cit. 30 COOK & REICHARDT (1986): Métodos cuantitativos y cualitativos en investigación evaluativa. Op. cit. 31 ALVIRA, F. (1982): "Perspectiva cualitativa-perspectiva cuantitativa en la metodología sociológica". Op. Cit. 32 MATEO, J. (1995): "Concepte i tècniques d`avaluació. Avaluació educativa". Op. cit. (*) Puede darse el caso que el agente evaluador sea el órgano administrativo responsable de la supervisión de las unidades donde se desarrolla la evaluación porque orgánicamente tenga atribuidas funciones de evaluación.

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Rul, J. (2003). Evaluación: concepto y significado

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Desde un punto de vista organizativo la evaluación mixta presenta dos modalidades: la interna-externa, y la externa-interna. La evaluación “interna-externa” es una modalidad evaluativa interna con participación pautada de agentes externos. La evaluación “externa-interna” es una modalidad evaluativa externa con participación de agentes internos. La figura que se expone a continuación las representa gráficamente.

Figura 1.10. modalidades de evaluación a partir del criterio “agente evaluador”

Las estrategias y formas específicas de participación efectiva –participación en la adopción de decisiones- en las dos modalidades de evaluación mixtas son las siguientes desde la perspectiva de la gestión evaluativa: a. Participación en la elaboración del diseño evaluativo: participación en las decisiones de planificación. b. Participación en las sesiones de evaluación: participación en las decisiones de ponderación de la información producida en el proceso evaluativo y en la conformación de los juicios de valor (juicios evaluativos). c. Participación en la formulación escrita de los juicios de valor y su expresión documental en informes evaluativos: participación en las decisiones de expresión escrita y de formalización documental de la evaluación. Conviene observar que la participación en el desarrollo evaluativo como “contestador o facilitador de información” no es significativa con relación a las modalidades de evaluación ya que se utiliza indistintamente para la evaluación interna y la externa. En consecuencia, entendemos que es un recurso instrumental más que una modalidad de participación.

INTERNA

INTERNA

EXTERNA

EXTERNA

INTERNA / INTERNA

(I / I)

INTERNA / EXTERNA

(I / E)

EXTERNA / EXTERNA

(E / E)

EXTERNA / INTERNA

(E / I)